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1 Trabajo Social Clínico: Discursos sobre las prácticas profesionales y formativas del ejercicio clínico en el contexto socio-histórico y político de Puerto Rico a mayo 2012. Nélida Rosario-Rivera Francine Sánchez-Marcano Introducción: A continuación se comparte la sección de revisión de literatura de esta tesis de maestría, con el fin de que los y las profesionales de Trabajo Social tengan acceso a información que estimamos como vital en la coyuntura actual. El Proyecto del Senado 2627 y el Proyecto de la Cámara 4002 para enmendar la Ley 171 del 1940, Ley de Colegiación de los Trabajadores Sociales, amenaza con hacer cambios significativos a la profesión sin que se haya dado un proceso amplio de discusión y consensos. La revisión que compartimos, ofrece información tanto de la práctica del Trabajo Social Clínico en Puerto Rico, como en los Estados Unidos. Es de particular interés que se consideren las repercusiones que la licencia y el ejercicio de la práctica clínica ha tenido para la profesión de Trabajo Social en el contexto de los Estados Unidos por las últimas décadas. Aclaramos que las autoras reconocemos y apoyamos la práctica terapéutica que realizan cientos de profesionales de Trabajo Social. Las autoras somos graduandas de maestría en Trabajo Social con concentración en Familias de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle. Además, tenemos una formación en lo que comúnmente es denominado como clínico. Sin embargo, tenemos serios cuestionamientos acerca de varios asuntos que se vinculan al Trabajo Social Clínico y que en buena parte se derivan de la amplia revisión de literatura que hemos realizado durante el pasado año y medio. Esperamos que esta información abone al debate que debe caracterizar a una profesión que quiere proyectarse responsable y críticamente al futuro.

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Trabajo Social Clínico: Discursos sobre las prácticas profesionales y formativas del ejercicio clínico en el

contexto socio-histórico y político de Puerto Rico a mayo 2012.

Nélida Rosario-Rivera

Francine Sánchez-Marcano

Introducción:

A continuación se comparte la sección de revisión de literatura de esta tesis de maestría, con el

fin de que los y las profesionales de Trabajo Social tengan acceso a información que estimamos como

vital en la coyuntura actual. El Proyecto del Senado 2627 y el Proyecto de la Cámara 4002 para

enmendar la Ley 171 del 1940, Ley de Colegiación de los Trabajadores Sociales, amenaza con hacer

cambios significativos a la profesión sin que se haya dado un proceso amplio de discusión y consensos.

La revisión que compartimos, ofrece información tanto de la práctica del Trabajo Social Clínico en Puerto

Rico, como en los Estados Unidos. Es de particular interés que se consideren las repercusiones que la

licencia y el ejercicio de la práctica clínica ha tenido para la profesión de Trabajo Social en el contexto de

los Estados Unidos por las últimas décadas.

Aclaramos que las autoras reconocemos y apoyamos la práctica terapéutica que realizan cientos

de profesionales de Trabajo Social. Las autoras somos graduandas de maestría en Trabajo Social con

concentración en Familias de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle. Además, tenemos

una formación en lo que comúnmente es denominado como clínico. Sin embargo, tenemos serios

cuestionamientos acerca de varios asuntos que se vinculan al Trabajo Social Clínico y que en buena

parte se derivan de la amplia revisión de literatura que hemos realizado durante el pasado año y medio.

Esperamos que esta información abone al debate que debe caracterizar a una profesión que

quiere proyectarse responsable y críticamente al futuro.

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Revisión de Literatura

Trabajo Social Clínico en Puerto Rico. La búsqueda de documentos sobre el Trabajo Social

Clínico en Puerto Rico revela la escasez de artículos, textos y estudios profesionales sobre el tema. Tras

la exploración de literatura sólo se encontró un escrito (Córdova, 2010), que utilizamos como fuente

para el análisis del discurso y se discutirá particularmente en el Capítulo III. No obstante, localizamos

estudios sobre acercamientos terapéuticos en la práctica de servicios directos de la profesión (Acosta &

Ayala 1992; Cubero & Torres, 2005; Díaz, 1978; González, Nieves & Rivera, 2008; Jiménez, Juarbe,

Morales & Rivera, 1983; Luzunaris & Vellón, 2003

En la totalidad de los volúmenes de la revista Análisis se realizó una búsqueda sobre el Trabajo

Social Clínico. El resultado fue un artículo publicado por Ruiz (2003) el cual fue titulado: El Trabajo Social

Clínico: ¿Especialización o Modelo Hegemónico para la práctica? A pesar de que es un artículo

publicado en Puerto Rico la escritora sólo reseña la historia y las definiciones del Trabajo Social Clínico

de los Estados Unidos. No relaciona los datos descritos con la práctica clínica en Puerto Rico. Esta

trabajadora social acepta la existencia de la práctica clínica sin embargo, su escrito denota cierta

incomodidad ante la posible sustitución de otros modelos por la práctica clínica. La autora concluye

exponiendo: “aceptaríamos el trabajo social clínico como una especialización más, siempre con reservas,

pero no podemos aceptarlo como un modelo hegemónico para la práctica, porque de ser así se torna

difusa la esencia de nuestra profesión” (Ruiz, 2003, p. 90). De esta forma, Ruiz evidencia su resistencia

hacia la práctica clínica como modelo principal de la profesión, ya que entiende que el Trabajo Social

pasaría a ser una profesión confusa e incomprensible ante sus propios principios.

Otra oposición a esta práctica la expone Seda (2009). La misma plantea su desacuerdo con la

práctica clínica. Seda manifiesta que el Trabajo Social debe estar más arraigado a la práctica

comunitaria y que el trabajo en espacios clínicos atenta contra ello. La autora relata datos históricos en

los cuales recalca que la llegada de programas federales movieron a las primeras profesionales de

Trabajo Social de las comunidades a las oficinas. De esta manera relaciona el trabajo social clínico, con

el comienzo del ofrecimiento de servicios desde agencias gubernamentales. Además, la autora

argumenta que este proceso movió al profesional de Trabajo Social a un espacio y práctica más clínica,

convirtiéndose el y la profesional en un agente de control. Por estas razones Seda entiende que la

profesión necesita tener a sus profesionales en las comunidades para impulsar la transformación social.

Otros artículos examinados en la Revista Análisis están enfocados en modalidades terapéuticas

innovadoras como la cinematerapia (Soto, Santiago & Vientós, 2008) y el uso del arte en la práctica

clínica (Luzunaris & Vellón, 2003). Además, se halló solo un artículo que comparte una experiencia

profesional desde la práctica clínica (Figueroa & Martínez, 2009). En este artículo las autoras exponen

una experiencia interdisciplinaria al elaborar la evaluación de una niña con impedimentos. La

descripción del proceso evaluativo es planteada como parte de una práctica clínica compartida entre

una trabajadora social y una psicóloga.

En la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lassalle (EGTSBL) se realizan tesis de

investigación desde el 1945. Al leer las temáticas de las investigaciones se encontró que muchas están

dirigidas a estudiar las circunstancias de distintas problemáticas sociales como maltrato infantil,

violencia doméstica, delincuencia juvenil y adopción, entre otras. Estudian las experiencias o los

servicios ofrecidos a diversas poblaciones como: la niñez, las mujeres, las ancianas, los ancianos y las

familias, entre otros. Otras exploran y describen la práctica directa de la profesión. Sin embargo, la

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mayoría están enfocadas en estudiar la calidad de los servicios ofrecidos por los y las profesionales del

Trabajo Social. Indagan además en la percepción de las distintas poblaciones que son foco de la acción

profesional. Referente a la aplicación terapéutica del Trabajo Social se hallaron investigaciones

realizadas sobre la terapia de juego, terapia asistida con animales, arte como medio terapéutico, el

concepto terapia e intervenciones en salud mental (Acosta & Ayala 1992; Cubero & Torres, 2005; Díaz,

1978; González, et al, 2008; Jiménez, et al., 1983; Luzunaris & Vellón, 2003).

La tesis más reciente sobre algún acercamiento terapéutico fue titulada: Terapia de Juego ¿Una

alternativa innovadora para la intervención de los profesionales en Trabajo Social? ¿Por qué? (González,

et al., 2008). El diseño de esta investigación fue cualitativo-exploratorio, ya que las autoras notaron que

en Puerto Rico no se había estudiado esta modalidad terapéutica. Uno de los propósitos de esta

investigación fue “explorar el conocimiento que poseen los profesionales de trabajo social y los

administradores acerca de la terapia de juego y la procedencia de dicho conocimiento” (González, et al.,

2008, p. 78). Las autoras observaron los espacios y condiciones existentes para llevar a cabo esta

terapia y las técnicas que se utilizan para la misma.

La muestra del estudio consistió de ocho trabajadoras sociales y tres administradoras del

Hospital Pediátrico del Centro Médico y Centros Pediátricos en Puerto Rico, a quienes se les realizaron

entrevistas. Las autoras hallaron que las participantes tenían muy poca información sobre esta

modalidad y escaso conocimiento de su aplicación. Los hallazgos mostraron que una de las razones para

este desconocimiento es porque en las universidades no se enseña este enfoque terapéutico. Aunque

en el estudio se menciona la terapia, las investigadoras no enfatizaron que puede ser una función del

Trabajo Social Clínico. Sólo se hizo referencia al área clínica cuando se alude a los escenarios de donde

se tomó la muestra.

Cubero y Torres (2005) investigaron la apreciación de profesionales de la salud hacia la terapia

asistida con animales. Indagaron los beneficios de este tipo de terapia y las aportaciones para la

profesión de Trabajo Social. Dentro de las modalidades terapéuticas de esta índole se encuentran:

delfinoterapia, equinoterapia (terapia con caballos), terapia canina, terapia con gato y terapia con

animales de granja. Los autores indican que estas terapias están “diseñadas para promover el

mejoramiento en la función física, social, emocional y cognitiva del ser humano” (p.6). El diseño de la

investigación fue exploratorio y cualitativo. Se realizaron entrevistas semi-estructuradas a profesionales

de la salud y voluntarios que trabajan en la aplicación de estas terapias. Los autores identificaron cuatro

escenarios hospitalarios en donde aplican esta modalidad. El total de la muestra fueron 12 personas:

siete profesionales y cinco voluntarios. De los profesionales dos eran trabajadores sociales con

experiencia previa en este tipo de terapia.

Los autores hallaron que los profesionales y los voluntarios describieron que este tipo de terapia

es beneficioso para el Trabajo Social y los participantes. Consideraron que el uso de la terapia asistida

con animales es un instrumento adicional para la intervención en Trabajo Social. Algunos de estos

beneficios pudieran ser: bajar intensidades, contribuir al proceso de confianza y comunicación en la

relación terapéutica. Los voluntarios añadieron que desde el Trabajo Social se puede trabajar en la

formulación de políticas públicas para la creación de programas con este enfoque terapéutico. Sin

embargo, los propios trabajadores sociales consideraron que la implementación de esta práctica es

compleja por el desconocimiento sobre los beneficios que puede tener esta terapia en el ser humano.

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Para el año 2002, Luzunaris y Vellón realizaron su tesis titulada: Arte ¿Alternativa de modelo

terapéutico para la práctica directa del Trabajo Social? Las autoras, influidas por el arte escrutaron y

cuestionaron la disponibilidad del o la profesional y la agencia empleadora para usar éste como medio

para las intervenciones terapéuticas. Las tipos de arte explorados en la investigación fueron: drama,

danza y pintura. Algunos modelos terapéuticos que las autoras conceptualizaron fueron: dramaterapia,

psicoterapia, sicoballet y terapia de arte. La investigación fue exploratoria y la muestra consistió en 54

profesionales de Trabajo Social y 29 gerentes intermedios de agencias públicas y privadas.

La recolección de datos fue cuantitativa para lo cual se diseñaron dos cuestionarios, uno para los

gerentes y otro para los y las profesionales. Las personas encuestadas manifestaron disposición sobre el

uso del baile en sus terapias. Respondieron que la pintura es el arte que más utilizan en sus

intervenciones. Sin embargo, desconocen el valor terapéutico del mismo. Todos los gerentes de las

agencias expresaron su disposición a incorporar el arte en los servicios que ofrecen. No obstante,

recalcaron que hay limitaciones presupuestarias para realizar esta modalidad, por lo que su

implantación podría ser a mediano plazo. Como conclusión, las autoras abogaron por la necesidad de

creación de modelos propios de la profesión que incluyan el arte.

El estudio relacionado a la dimensión terapéutica del Trabajo Social fue realizado por Acosta y

Ayala (1992). El título de esta tesis fue: Estudio exploratorio y descriptivo sobre el concepto de terapia e

intervención terapéutica aplicada a la práctica directa de Trabajo Social en Puerto Rico. En la revisión de

literatura realizada por las investigadoras encontraron que “sólo 10 de 115 *tesis de la EGTSBL+ en los

años 1978 al 1991 fueron sobre las intervenciones directas del Trabajo Social” (Acosta & Ayala, 1992, p.

3). La Dra. Alba N. Rivera (como se citó en Acosta & Ayala, 1992) establece que los modelos

terapéuticos en Puerto Rico no han funcionado por distintas razones. Entre las que se encuentran la

aplicación de modelos ajenos a la realidad puertorriqueña y que son dirigidos a adaptar a las personas a

una sociedad que indiscriminadamente les crea problemas. Las autoras reseñan los planteamientos de

la Dra. Rivera respecto a la Psicología. Rivera manifiesta que esta profesión llegó a Puerto Rico bajo las

influencias estadounidenses. Según Rivera (como se citó en Acosta & Ayala, 1993) “resulta lógico que la

psicología haya sido desarrollada y utilizada como un mecanismo de control social para mantener la

organización social establecida en un sistema capitalista” (p. 9). De esta forma Rivera explica la razón

por las cuales esos modelos no funcionan, ya que van dirigidos a “conformar a las personas a su

situación” (Acosta & Ayala, 1992, p. 9).

Esta investigación estudió el concepto de intervención terapéutica y terapia utilizado por los

trabajadores sociales que ejercen su práctica en áreas clínicas. El estudio indagó acerca de los roles,

destrezas, conocimientos y actitudes de los trabajadores y las trabajadoras sociales para brindar

servicios. Los participantes de este estudio fueron profesionales de Trabajo Social de cuatro agencias y

dos peritos en Trabajo Social, la Sra. Alicia de Diego y la Dra. Doris González de Knudson.

La participación de las peritos fue a través de entrevistas en las que se enfatizó sobre la

definición del término terapia. La Sra. Alicea de Diego elaboró más sobre los requerimientos para guiar

un proceso terapéutico más que en la definición del término. Manifestó que los y las profesionales de

Trabajo Social deben poseer al menos una maestría para el ejercicio terapéutico. Por otro lado, la Dra.

González señaló:

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“que el concepto terapia no es diferente en Trabajo Social que en otra disciplina de conducta

humana, pues *…+ tienen el mismo objetivo, lo que varía *…+ es el método. La terapia va

encaminada a lograr que el cliente fortalezca su yo” (p. 52).

Menciona además, que para ese fortalecimiento del yo es necesario que la persona logre el

balance entre las emociones y la razón. Al liberar las tensiones deben mejorar las habilidades de

comunicación. Considera que la persona debe reconocer sus barreras y los elementos personales y

exteriores que le afectan. En la investigación las autoras no explicitan el método que según González

varía entre el Trabajo Social y otras disciplinas afines.

Otros objetivos del estudio fueron: investigar el desarrollo del concepto terapia en Puerto Rico,

recopilar los elementos para la intervención terapéutica y describir aspectos relacionados a la terapia.

Además, las autoras indagaron sobre el conocimiento que tenían los profesionales de Trabajo Social

respecto a la terapia y las distintas modalidades que estos utilizaban. La muestra general consistió de 45

profesionales de Trabajo Social, de los cuales 37 tenían funciones de Trabajo Social en servicio directo.

Estos laboraban en cuatro agencias (dos públicas, una federal y una privada). Además, consultaron a

dos trabajadoras sociales que se encontraban en la práctica privada.

En los resultados se halló que a pesar de que las intervenciones terapéuticas y los marcos

teóricos fueron diversos impera un modelo médico. La metodología que los y las trabajadoras sociales

prefirieron fue la intervención terapéutica con individuos y familias. Los modelos más utilizados fueron:

la solución de problemas, seguido por intervención en crisis y la modificación de conducta. Aunque los

trabajadores y las trabajadoras sociales contestaron asertivamente a la mayoría de las aseveraciones del

cuestionario para medir conocimiento, las autoras encontraron áreas ambiguas en sus respuestas.

Entre las recomendaciones que ofrece la investigación se encuentra que en “los programas graduados

se brinde la preparación necesaria a los Trabajadores Sociales para que estos puedan determinar la

diferencia entre modelos teóricos, metodologías, modelos terapéuticos y técnicas para la intervención

de tipo terapéutica” (p. 140).

Jiménez, Juarbe, Morales y Rivera (1983) estudiaron la intervención del trabajador social en

escenarios de tratamiento de salud mental. El interés por el tema estuvo ligado a los cambios

significativos que experimentó la profesión desde décadas previas y durante el desarrollo de la tesis.

También comenzaron a percibir la necesidad de clarificar las intervenciones profesionales, ya que no

eran comprensibles los atributos de las mismas. Señalaron que “…la función social y el área de

competencia del Trabajo Social en los escenarios de salud mental no parece estar clara” (p. 6). Los

autores consideran que el Trabajo Social tiene vinculaciones estrechas con la Psiquiatría, por lo cual es

descrito como la “conciencia social en el escenario psiquiátrico” (p. 14).

Los investigadores plantearon como propósitos: identificar las características de la intervención

del Trabajo Social en escenarios de salud mental en términos de conocimiento, expresión y manejo de

sentimientos y metodología. Además, determinar la orientación de la intervención de los trabajadores y

las trabajadoras sociales en los escenarios de salud mental. El diseño del estudio fue descriptivo. Para

la recolección de datos elaboraron una planilla, la cual fue aplicada a 65 profesionales del Trabajo Social

que intervenían con pacientes de salud mental.

La investigación muestra que la mayoría de las intervenciones que realizaban los profesionales

de Trabajo Social en el área de salud mental eran eclécticas y conductista. Al analizar las intervenciones

concluyeron que estas tenían poco enfoque social. Jiménez, et al. señalaron que las intervenciones

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mostraban que los y las profesionales encuestados no contemplaban aspectos ambientales. El análisis

del eclecticismo teórico reveló para los autores que “los trabajadores sociales no utilizan un modelo de

intervención concienzudamente” (p. 70).

Según los hallazgos, los adiestramientos recibidos por los y las participantes provenían de

psicólogos y psiquiatras. Aunque todos indicaron hacer uso de marcos teóricos, no pudieron identificar

los mismos o hicieron uso erróneo de conceptos para la explicación teórica. Estos conceptos utilizados,

en su mayoría, fueron de terminología intrapsíquica. Dentro de los roles que desempeñaron estos

participantes se encontró: orientador, terapeuta, facilitador, coordinador, proveedor de servicios,

educador, intercesor y consultor, entre otros. Los modelos de intervención más utilizados por los

participantes fueron terapia familiar, intervención en crisis y terapia de realidad. La mayoría de las

intervenciones en el Trabajo Social según los resultados fue en el nivel de acercamiento individual.

Dentro de las técnicas utilizadas se hallaron: sostén, orientación y confrontación. Los autores

recomendaron cambios en los currículos para mejorar la enseñanza de la teoría y metodología de

intervención en el área de salud mental.

Además a estas investigaciones de maestría, se encontró una disertación doctoral de la

Universidad de Denver dirigida a estudiar la práctica del Trabajo Social en Puerto Rico (Díaz, 1978). Esta

investigación es la más remota respecto a la práctica del Trabajo Social en Puerto Rico. La misma fue

titulada The Nature and Focus of Social Work Practice in Puerto Rico. La investigación surge de

cuestionamientos respecto a la aplicación de diversos enfoques en la profesión en Puerto Rico y la

búsqueda de conocer cuáles eran los enfoques. En la revisión de las tesis la autora halló que sólo 21 de

175 tesis entre 1945 al 1975 trataban fines relacionados a la práctica de Trabajo Social. Por otra parte,

como parte de la conceptualización de la disertación la autora proyectó la diferenciación entre el

Trabajo Social en los Estados Unidos y en América Latina.

La investigación fue cuantitativa de corte exploratorio-descriptivo. La muestra fueron 154

trabajadores y trabajadoras sociales que se encontraban viviendo en Puerto Rico. Estos profesionales

podían estar trabajando en cualquier escenario. La mayoría trabajaban en agencias gubernamentales.

Más de la mitad de la muestra tenía grado de maestría. La autora exploró los modelos usados por los

practicantes y su habilidad para identificar y seleccionar estos a través de un proceso analítico. Los

resultados fueron que la mayor parte de la muestra no estaba vinculada a la práctica en Latino América,

sino a la de los Estados Unidos. La metodología más utilizada y preferida por los participantes era el

casework. Sin embargo, hubo una diferencia generacional cuando se encontró que las trabajadoras

sociales más jóvenes hacían más uso y preferían los modelos terapéuticos para sus acercamientos

profesionales. Es decir, los participantes que estudiaron ante de los años ’50 prefirieron el casework,

mientras los que estudiaron posterior a esta fecha preferían los modelos terapéuticos.

En la EGTSBL, del 1945 al 1991 sólo 31 tesis de 290 fueron dirigidas a estudiar la práctica o

intervenciones de los y las profesionales de Trabajo Social en servicios directos. Del 1992 al 2009 sólo

siete tesis graduadas han estudiado la práctica profesional. Desde el 1992 no se ha realizado una

propuesta investigativa dirigida a estudiar conceptos del ámbito clínico al interior de la profesión. La

última aproximación fue la investigación realizada por Acosta y Ayala sobre el concepto terapia. Las

otras se han dirigido a explorar la utilización de modelos específicos en la práctica del Trabajo Social (ej.

arte, terapia de juego, etc.).

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El análisis del contenido de las tesis muestran que la mayoría de los y las profesionales del

Trabajo Social tienen dificultad para seleccionar o conocer un modelo teórico para su intervención.

Muchos de los participantes consideraron que la educación que recibieron no era suficiente para

conocer a fondo distintos y nuevos modelos terapéuticos. Algunas de estas investigaciones realizaron

acercamientos a la práctica clínica intentando buscar definiciones y planteando algunos escenarios

clínicos en los cuales se desenvuelven profesionales del Trabajo Social. Sin embargo, no se halló

investigación que estuviese auscultando la práctica del Trabajo Social Clínica directamente. Las tesis

realizadas en la EGTSBL tienen aspectos clínicos como el uso de la terapia, modelos médicos y

escenarios clínicos. No obstante, sus investigadores no reconocen esto como clínico sino como parte de

la práctica de servicios directos. Es decir, en estas investigaciones relacionadas al servicio directo se

elabora sobre aspectos clínicos, lo que permite entender que la práctica de Trabajo Social Clínico en

Puerto Rico ha sido vinculada como parte de la práctica de servicio directo.

Al igual que en la EGTSBL, en la Pontificia Universidad Católica de Ponce se realizan tesis a nivel

graduado. Los estudiantes que cursan maestría en Trabajo Social Clínico tienen la opción de realizar

tesis de investigación. En la búsqueda de las investigaciones relacionadas al tema, en la Pontificia

Universidad Católica no se encontró resultados significativos. Entre los temas más estudiados se

encontraron la drogadicción y conocimientos de los estudiantes de Trabajo Social o los y las

profesionales respecto a algún diagnóstico o situación específica. Se encontraron investigaciones

midiendo la efectividad de programas y servicios ofrecidos desde el Trabajo Social. Al igual, tesis que

estudiaban la eficacia los servicios gubernamentales como la reforma de salud y servicios de educación,

entre otros. En cuanto a temas relacionados a acercamientos terapéuticos se encontraron las siguientes

investigaciones:

• Estudio exploratorio con terapia de metas en torno a la eliminación o reducción de la

conducta agresiva del hombre hacia la mujer en la relación de pareja por David Cortés Guzmán

(2009);

• Opinión del trabajador social sobre espiritualidad en el proceso de intervención terapéutica

por Gladyvette Estévez Vélez (2010); y

• El efecto de la terapia de orientación de la realidad en una muestra de pacientes

geropsiquiátricos por Nilde Cordoliani de Defendini (1986).

Algunas de estas investigaciones están asociadas a las realizadas en Psicología Clínica por lo que pueden

encontrarse bajo Psicología Clínica y no Trabajo Social en el sistema de búsqueda de dicha universidad.

El tema de la práctica privada o independiente en la profesión está vinculado principalmente

con el ejercicio clínico. En Puerto Rico esta temática no sólo ha sido expuesta por Córdova (2010).

Otros profesionales han estudiado (Carrión, Navarro, Ortiz & Padilla, 1991) o elaborado el tema de la

práctica privada (Burgos, 2010; Pérez, 2010; Rivera, 2010). Carrión, Navarro, Ortiz y Padilla (1991)

realizaron la tesis de maestría titulada: Práctica privada del Trabajo Social: Conocimientos, destrezas,

roles y actitudes de los miembros del Colegio de Trabajadores Sociales, asociadas con la práctica privada

del Trabajo Social. Los propósitos de este estudio exploratorio se basaron en conocer las opiniones

sobre la práctica privada, aportar nuevo conocimiento sobre el tema y aclarar conceptos que llevaron a

la discusión sobre esta temática. El Social Work Dictonary (1988) (como se citó en Carrión, et. al., 1991)

define la práctica privada como:

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“el proceso en el cual los valores, conocimientos, destrezas del trabajo social adquiridos a través

de suficiente educación y experiencia son usados para proveer servicios sociales de forma

autónoma a un cliente a cambio de un pago establecido por acuerdo mutuo” (p.142).

Las autoras utilizaron esta definición, debido a que en Puerto Rico no se había establecido y formalizado

dicha práctica. La muestra de la investigación fueron 115 profesionales del Trabajo Social colegiados.

Uno de los hallazgos fue que un 30.4% de los y las profesionales consideraron que una de las razones

para el desarrollo de la práctica privada de Trabajo Social es la transformación del Estado Benefactor.

No obstante, los autores plantearon que algunos de los participantes entienden el desarrollo de la

práctica privada como una decisión personal. A pesar de lo anterior, el porcentaje mayor de los

encuestados determinó que las razones para el desarrollo de esta práctica no se contemplaron en el

cuestionario.

Más de la mitad de las personas encuestadas consideraron que los y las participantes en

práctica privada son: las agencia de gobierno, los individuos o las comunidades. La mayoría de los

participantes del estudio manifestaron que para ejercer la práctica privada, el o la profesional debe

poseer una maestría o doctorado con examen o certificación. Otro resultado relevante fue que las

personas encuestadas consideraron que la práctica privada significaba el trabajo fuera del gobierno. La

segunda concepción de esta práctica fue concebir la misma relacionada al área clínica. Aunque los y las

participantes del estudio indicaron que la práctica privada es el ejercicio profesional fuera del gobierno,

la mitad identificó esta práctica con el aspecto clínico. Por ende, creaban un binomio entre la práctica

fuera del Estado y la práctica clínica para definir la práctica privada. Respecto a la educación, indicaron

que las universidades deben adiestrar en destrezas clínicas como la terapia familiar y el diagnóstico para

ejercer la práctica privada.

En el nuevo código de ética el Colegio de Profesionales del Trabajo Social definen la práctica

independiente. Entienden que ésta significa lo siguiente:

profesional regido por los mas altos estándares de la profesión guiado por los postulados del

Código de Ética. Ejerce su práctica privada como proveedor de servicios sin estar vinculado

como empleado a una agencia del Estado, agencia privada o entidad sin fines de lucro. Utiliza

las teorías y métodos de la profesión para atender diversos tipos de participantes, en escenarios

diversos. Se puede desempeñar como: educador/a, consultor/a, perito/a forense,

administrador/a, director/a de programas, evaluador/a, adiestrador/a, proveedor/a de servicios

clínicos, trabajador/a o intercesor/a comunitario. (Colegio de Profesionales del Trabajo Social de

Puerto Rico, 2011, p. 47)

La revisión sobre la práctica privada refleja la falta de análisis para contextualizar ésta con el

modelo económico imperante. Permite entender que esta práctica no se limita al ejercicio clínico de la

profesión. De los hallazgos se desprende que se vincula la práctica privada al acercamiento clínico. La

revisión de la literatura nos brinda un panorama amplio sobre las investigaciones y publicaciones de la

práctica clínica del Trabajo Social en Puerto Rico. La misma muestra que aun no se ha completado ni

propuesto una investigación exhaustiva, analítica y crítica del Trabajo Social Clínico.

Se han realizado varias investigaciones relacionadas a espacios clínicos o a conceptos

clasificados como clínicos, como terapia o modelos terapéuticos. Sin embargo, no se ha generado el

cuestionamiento de qué, cómo, para qué, para quién, cuándo, dónde y el por qué de la práctica clínica

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en Trabajo Social. Tampoco se ha considerado el análisis del contexto socio-económico y político en el

cual esta práctica se ha desarrollado y proliferado. El único acercamiento al respecto es el libro de

Córdova. No obstante, este texto está basado principalmente en la experiencia práctica de la autora. En

general, se ha encontrado escasez de textos que detallen y argumenten a favor de la práctica clínica en

Puerto Rico, pero igual se halló poca documentación que especifique, argumente y explique la

contraparte de esta práctica, sus críticas y oposiciones.

Trabajo Social Clínico en los Estados Unidos de Norte América. El Trabajo Social Clínico a través

de los Estados Unidos ha sido tema de estudio y discusión profesional por la difusión de su práctica. La

revisión de documentos, textos y escritos del Trabajo Social Clínico resalta el interés de profesionales del

Trabajo Social por esta práctica. La búsqueda de información revela datos importantes para la

comprensión del área clínica de la profesión en dicho país. La información recopilada, evidencia una

amplitud temática que da cuenta del Trabajo Social Clínico. Estas temáticas abarcan desde por ejemplo

las definiciones, los marcos teóricos/metodológicos, la práctica basada en la evidencia, el psicoanálisis,

el uso del DSM, los licenciamientos y estándares, la ética profesional, la evaluación de la práctica y la

práctica privada (Butler, 1992; Goldstein, 2009; Groshong, 2010; Hitchens, 2011; Kutchins & Kirk, 1988;

NASW, 2005; Phillips, 2009; Practice Research Network, 2003; Seiz, 2000; Strom, 1994; Timberlake,

Sabatino & Martin 1997; Ventimiglia, Marschke, Carmichael & Loew, 2000).

En los Estados Unidos los y las profesionales del Trabajo Social Clínico son el mayor grupo de

proveedores de salud mental (Cunninghan & Booth, 2008; NASW, 2005; Phillips, 2009). Para el 2010 en

los Estados Unidos existían 310,000 profesionales con licencias, de los cuales un 96% realizaba práctica

directa (Groshong, 2010). Según esta autora, 108,500 profesionales del Trabajo Social Clínico trabajan

en el área de salud mental y 155,000 con otras formas de servicio directo, para un total de 263,500 en el

ejercicio clínico. Sin embargo, Cunninghan y Booth, manifestaron que 200,000 profesionales practican

el área clínica del Trabajo Social.

En una encuesta nacional se mostró que el 33 porciento de 1,560 trabajadores y trabajadoras

sociales informaron tener 20 años o más ofreciendo servicios en el área de salud mental en los Estados

Unidos (Practice Research Network, 2003). De la muestra, 600 ejercen la práctica privada, siendo un 77

porciento de este total los que realizan práctica individualmente (Practice Research Network, 2003).

Igualmente, el 21 porciento de la muestra indicó realizar de 20 a 29 horas semanalmente en la práctica

privada. El 46 porciento del profesional en espacio privado obtiene sus ingresos mediante selfpay,

deducibles y co-pagos, mientras que el 36 porciento a través de los seguros privados. Según esta

encuesta mayormente en la práctica privada se atienden semanalmente 30 personas o menos.

La difusión de la práctica clínica del Trabajo Social es tan amplia en los Estados Unidos que a

partir del 2004 está legitimada en todos sus estados (Groshong, 2010), lo que ha permitido el análisis de

esta área en la profesión. Laura W. Groshong (2010) realizó un estudio sobre las licencias y regulaciones

de la práctica clínica en los Estados Unidos. La autora resalta que aunque todos los estados poseen

licencias, no hay dos iguales y se tiene problemas con éstas. Plantea además, que existen tres tipos de

leyes para el licenciamiento: las que protegen la práctica, pero no el uso del título; las que hacen valer el

título, pero no enfatiza en lo que el profesional debe hacer en su práctica y las que combinan la práctica

y el título. Estas últimas son las que predominan a través de 38 estados.

Además de estas tipologías, la autora halló que hay distintos niveles para la práctica clínica. Los

mismos se resumen en cuatro categorías: (a) licencia de la práctica independiente del Trabajo Social

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clínico (LCSW o LICSW, por sus siglas en inglés), la cual se encontró en todos los estados ; (b) licencia

para Trabajo Social de Maestría o licencia para Trabajadores/as Sociales Graduados (LGSW, LMSW o

MSW, por sus siglas en inglés), la misma era utilizada por 38 estados; (c) licencia para la práctica

avanzada de Trabajo Social o Licencia para Trabajo Social Independiente, 15 estados la poseían con once

títulos distintos; y por último (d) la licencia para Trabajo Social con Bachillerato o Trabajador/a Social

Licenciado (LBSW o LSW, por sus siglas en inglés). Esta licencia tiene siete títulos diferentes alrededor

de 31 estados.

En relación a la supervisión o las horas de posgrado requeridas para la práctica clínica, Groshong

halló que existen tres requisitos. Primero, en 36 estados se exige dos años de experiencia luego de la

maestría. Segundo, en 25 estados se requiere de 3,000 a 3,500 horas en la práctica clínica. Tercero,

sólo trece estados requieren de mil a dos mil horas contacto directo con pacientes. Por último, 39

estados solicitan de 96 a 110 horas de supervisión directa. Ante esta variedad de horas de supervisión,

estándares, tipos y niveles de licencias, entre otros, la autora realizó una serie de recomendaciones para

que las licencias de Trabajo Social en los Estados Unidos tengan unos requerimientos generales. Entre

ellas se encuentran: que se acoja el tipo de ley que protege la práctica y el título y que todos los estados

utilicen cuatro títulos (LCSW, LICSW, LGSW y LMSW). Por último, esta entiende que se debe tener un

mínimo de “a) 3200 horas de experiencia supervisada; b) 1000 horas de contacto directo con los y las

pacientes; y c) haber aprobado 100 horas supervisadas a través de dos años” (Groshong, 2009, p. 56).

La NASW (2005) en el documento Standars for Clinical Social Work in Social Work Practice

establece once estándares por los cuales se debe regir un profesional del Trabajo Social Clínico.

Menciona que la persona en el ejercicio clínico debe tener como prioridad el bienestar mental,

emocional y comportamental de la persona a quien presta servicios, tanto a nivel individual, familiar y

grupal. Señala además, que regularmente el trabajador o la trabajadora social del área clínica es “el

primero en diagnosticar y tratar con los desórdenes mentales y varios disturbios emocionales y del

comportamiento” *traducción de las autoras+ (NASW, 2005, p. 7). Es este profesional quien debe

intentar brindar servicios en aquellos espacios, ambientes o sistemas que afectan a las personas con

quienes trabaja. También resalta la variedad de espacios laborales en que se ejerce la práctica, por

ejemplo los hospitales, las escuelas y la práctica privada, entre otros.

Aunque la NASW reconoce que la práctica es regulada por los estados, enfatiza que el Trabajo

Social Clínico debe tener unas credenciales mínimas, las cuales se detallan a continuación:

• Un grado de maestría en un programa acreditado por el Consejo de Educación en Trabajo

Social (CSWE, por sus siglas en inglés),

• Un mínimo de dos años o 3,000 horas de experiencia supervisada en un escenario clínico

luego del grado de maestría

• Una licencia clínica en el Estado donde practica (NASW, 2005, p. 7).

Otro parámetro para regular el acercamiento profesional es la ética. Groshong (2010) plantea

que entre las disciplinas de la Salud Mental, el Trabajo Social Clínico posee el mejor código de ética, ya

que posee el número menor en denuncias. En los Estados Unidos, no en todos los estados los

estándares para el acercamiento clínico están basados en el código de ética profesional. Según la

autora, varios estados no poseen en su código de ética una cláusula que indique que el o la profesional

no debe tener relaciones sexuales con los o las participantes. El código de ética creado por la NASW

provee un buen resumen de los estándares éticos del Trabajo Social Clínico (Groshong, 2010). Sin

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embargo, varios estados no cubren todas las áreas del código. Las áreas que producen mayor

preocupación son: la relación dual, las terapias a distancia, ya sea por teléfono o internet, la

confidencialidad, el trabajo dentro del ámbito de la práctica, la discriminación, entre otros.

En cuanto al estándar de la relación dual algunos estados establecen que el o la profesional no

puede ofrecer tratamientos a quien fue su pareja consensual, a familiares, amistades u otra persona con

la cual la relación no fuera profesional. Sin embargo, algunos estados han acogido el que el o la

profesional del Trabajo Social Clínico puede sostener una relación consensual con quien fue

recipiendario de su servicio luego de dos años de haber finalizado el tratamiento. Esta situación

produce conflicto con el código de ética del Trabajo Social Clínico (Groshong, 2010).

En relación al uso de la tecnología, la autora plantea que las leyes y regulaciones de los estados

no la consideran para los estándares. Lo antes expuesto, podría estar ligado a que no se conoce cuándo

ni cómo se puede utilizar este método para la prestación de servicios. Por otra parte, es necesario que

el o la profesional que presta los servicios le informe al participante que atiende, personal o

virtualmente, sobre cuándo y en dónde deben presentar sus quejas cuando se muestren insatisfechos

por los servicios ofrecidos. Igualmente, debe informar al participante que no atiende personalmente,

sino por teléfono o computadora, de los riesgos y limitaciones del acercamiento profesional. La ética

también es debatida en el uso de las redes sociales como por ejemplo My Space y Facebook entre

otras, cuando una persona que atendemos piden ser añadidos a la lista de contactos, ya que puede

transgredir la relación profesional. Se observa que los aspectos éticos enfatizados por Groshong se

relacionan al comportamiento profesional, no a los principios éticos que fundamentan la profesión.

Sin embargo, Dean (2010), otro autor que trabaja el tema de la ética, brinda un acento especial

a la relación entre la justicia y la salud mental. En su artículo titulado The primacy of the ethical aim in

clinical social work: Its relationship to social justice and mental health plantea que el objetivo ético del

trabajo clínico es “servir como puente para unificar las falsas dicotomías, tales como las que se

encuentran entre el individuo y la sociedad, esclareciendo las experiencias humanas comunes”

[traducción de las autoras] (Dean, 2010, p. 9). Sostiene muchos de sus planteamientos con otros

autores y autoras que han reaccionado al tema estableciendo que la justicia social debe ser uno de los

principios esenciales del Trabajo Social. Mientras que según Dean, otros, de quienes no hace referencia,

hacen una crítica y establecen que el campo de la psicoterapia no debe formar parte de la profesión.

Por otro lado, plantea Dean (2010) que la brecha que une la justicia social y la salud mental en el

Trabajo Social Clínico aun no se ha dado, sino que la individualización ha sido un elemento histórico de

la profesión y sobre todo del Trabajo Social Clínico. Según la autora esta individualización es necesaria

para que la persona exprese aquellos aspectos importantes de su vida. La elaboración permite que la

persona se encuentre con su realidad y lidie con la sociedad. Enfatiza en que la brecha de la justicia

social y la salud mental se abre aun más cuando se hace uso del Manual Diagnóstico Estadístico en su

cuarta revisión (DSM-IV). Según la autora, el DSM-IV simplifica y minimiza las experiencias de las

personas en estructuras y renglones. Igualmente, reconocen que existe el discurso que clasifica la salud

mental como sinónimo de enfermedad mental y física.

La autora puntualiza que el objetivo ético del Trabajo Social Clínico se basa en la formación de

personas aptas para participar en la constitución de su identidad. Por otra parte, las realidades de la

práctica del Trabajo Social requieren fundamentos epistemológicos y ontológicos capaces de hacer

frente a las experiencias humanas comunes asociadas a la justicia social y a la salud mental. Para Dean

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el desafío en el acercamiento profesional ante esta coyuntura es el facilitar que las personas puedan

establecer los límites y las fronteras de sí mismas. De este modo, distinguirá la situación que enfrentan

y creará su identidad propia. Por último, la autora desmitifica el supuesto de que las personas son

autosuficientes y que el cambio es cuestión de disposición y adaptación.

Más allá de lineamientos, estándares y regulaciones, la práctica clínica necesita ser sustentada

teóricamente. Para comprender el Trabajo Social Clínico es necesario profundizar en las bases teóricas

y metodológicas que dirigen y enmarcan este accionar profesional. Groshong (2010) plantea que en el

Trabajo Social Clínico existe una variedad de bases teóricas y de tratamiento. Algunos de los enfoques

son el psicodinámico, el psicoanalítico y el cognitivo conductual, entre otros. Señala, que entre algunos

de los enfoques teóricos existen convergencias.

Según Groshong (2010) el Trabajo Social Clínico posee una diversidad de métodos de

tratamientos y estos varían según la condición que se intenta atender. Más aún, los trabajadores y las

trabajadoras sociales clínicos suelen optar por un método de tratamiento con poblaciones de su interés

y de los cuales poseen conocimientos. Por otro lado, Cooper y Lesser (como se citó en Groshong, 2010)

establecen que el Trabajo Social Clínico comprende tres áreas: trabajo social de casos, consejería y

psicoterapia.

El estudio de Timberlake, Sabatino y Martin (1997) plantea que en los últimos 25 años ha

incrementado el interés en la práctica clínica. Lo antes expuesto ha provocado una mayor inversión de

tiempo en el establecimiento de lineamientos prácticos y metodológicos para dirigir la práctica. Este

estudio intentó recoger las experiencias de 2,640 trabajadores y trabajadoras sociales con licencia y

certificaciones clínicas requeridas en los Estados Unidos. La investigación se dividió en cuatro áreas en

las cuales se encuentran: los problemas y diagnósticos de las personas servidas, teorías/perspectivas

utilizadas, la duración del servicio y técnicas de intervención.

El estudio demostró que el 82 por ciento de la muestra estaba ejerciendo en el campo de la

salud mental; el resto se encontraba en los campos de servicios relacionados a las familias y niñez, a la

salud y al campo legal. Se encontró que el promedio del tiempo invertido en la práctica clínica directa es

de 35 horas semanales. El 45 por ciento de quienes participaron utilizan tres de las cuatro modalidades

en el Trabajo Social (individuo, pareja, familia y grupo). Sólo un 15.9 por ciento desarrolla una práctica

interdisciplinaria. La modalidad con mayor predominancia fue la individual con un 98.8 por ciento,

seguida por la de pareja (79.6%), familiar (65.9%) y por último la grupal (39.5%).

La duración del acercamiento profesional de mayor uso es el de larga duración con un 82.9 por

ciento. El mismo no tiene tiempo determinado de duración. En el tratamiento de duración moderada el

cual tiene una frecuencia de uso de 74.1 por ciento se usan 17 de las 45 técnicas presentadas en la

encuesta. Las más frecuentes son el proveer apoyo emocional y desarrollar confianza. Dos terceras

partes usan ocho técnicas: clarificar situaciones interpersonales, empoderamiento, facilitar la toma de

decisiones, solución de problemas, desarrollo de destrezas interpersonales y reducir niveles de estrés.

El tratamiento de corta duración el cual no excede de 12 sesiones, es utilizado en un 71.1 por ciento. El

estudio presentó que la técnica más utilizada en esta categoría fue el apoyo emocional (76%). A este le

siguen el facilitar la toma de decisiones, solución de problemas, desarrollo de confianza, clarificar

información, reducir niveles de estrés y empoderamiento.

El 42 por ciento de los encuestados y las encuestadas tienen una cobertura restrictiva que

establece la duración del tratamiento y los rembolsos para ciertas categorías de diagnóstico. Entre las

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condiciones que más se atienden según los y las participantes del estudio se encuentran los desórdenes

de ansiedad, issues intrapsíquicos y problemas interpersonales. El modelo práctico más utilizado, por el

84 porciento de las personas encuestadas, fue la perspectiva psicosocial. Una tercera parte usa la

terapia familiar y el 65 por ciento las teorías cognitivas.

Como bien señala este estudio en el Trabajo Social se utilizan diversos enfoques metodológicos

y teóricos. Actualmente, la práctica basada en evidencia (EBP, por sus siglas en inglés) es el marco

referencial requerido por muchos de los programas federales y estatales, aseguradoras de salud y las

escuelas graduadas de Trabajo Social (Arnd-Caddigan & Pozzuto, 2005; Thyer, 2010). El término EBP se

introdujo en el 1998 y 1999 por Macdonald y Gambrill consecutivamente (Thyer, 2010). Sin embargo,

esta práctica se inicia para el 1992 con la creación del Evidence-based Medicine Working Group.

Según el autor la EBP permitiría que se reconociera el Trabajo Social como una ciencia aplicada.

Sin embargo, lo antes expuesto no ha sido posible ante la falta de información que aclare esta

modalidad (Thyer, 2010). La EBP ha sido definida no solo como un nombre, sino como un proceso

(Gambrill, 2007; Thyer, 2010), una acción, un verbo (Thyer, 2010). Por tanto, según este último autor, la

EBP es “una integración coherente de la ciencia y la práctica clínica la cual ha sido definida como un

proceso para dar a los profesionales la toma de decisiones” *traducción por las autoras+ (p. 11).

En el 2005, Arnd-Caddigan y Pozzuto publicaron parte de un estudio cualitativo relacionado a la

EBP. Los investigadores intentaron conocer cómo los y las profesionales del Trabajo Social Clínico

responden al requerimiento del Medicaid de utilizar la EBP en las psicoterapias. De las ocho categorías

presentadas en el estudio original, para propósitos de esta publicación, los autores solo analizaron las

categorías de metas del tratamiento y la conceptualización de los casos. La muestra de este estudio

consistió de tres trabajadoras sociales con más de 12 años de experiencia clínica en los Estados Unidos.

La metodología del estudio se basó en realizar una entrevista simulada y participar de una entrevista

con los investigadores. Luego de la entrevista simulada, las participantes completaron los informes de

evaluación y el plan de tratamiento requerido por el Medicaid, llamado Helpserv. De este modo, se

conocería cómo estas profesionales de la salud mental lidiaron con el dilema que ocasiona estos

requerimientos como lo es la imposibilidad de brindar los servicios necesitados por los usuarios.

A raíz de este estudio se encontró segmentación en los propósitos generales de las

psicoterapias. Igualmente que la EBP está vinculada al modelo médico. Arnd-Caddigan y Pozzuto (2005)

hallaron que los objetivos para quienes utilizan la EBP vinculada al modelo médico “son la frecuencia, la

intensidad y la duración de los síntomas de un diagnóstico del DSM” *traducción por las autoras+ (p. 48).

Es decir, que el mayor objetivo de la EBP, según una de las participantes, es mejorar los síntomas de los

usuarios. No obstante, para las otras dos profesionales, lo más importante es resolver no tan solo las

situaciones mentales o médicas, sino ayudar a las personas para que tengan una mejor calidad de vida.

Estas trabajadoras sociales clínicas además, no apoyan la EBP, lo que resulta en un reto para garantizar

el rembolso de los servicios al no utilizar los requisitos establecidos.

Para la comprensión de la EBP, Gambrill (2007) plantea las competencias, significados, filosofías

y los pasos de esta práctica. Según la autora la EBP no solo es demostrar empíricamente los resultados

de la investigación, sino el proceso en el cual se toman en consideración los valores de los usuarios. Las

competencias relacionadas a esta práctica suelen ser diversas (Gambrill, 2007). Entre las que se

mencionan: encontrar eficaz y eficientemente hallazgos de investigaciones relacionadas a la situación

atendida, evaluar críticamente los resultados de estas investigaciones, determinar si los hallazgos se

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aplican al tratamiento, involucrar a otra agencias en el proceso y evaluar el progreso del tratamiento,

entre otras. Straus, Richardson, Glasziou y Haynes (como se citó en Gambrill, 2007 & Thyer, 2010)

indican que los pasos que incluye esta práctica son:

1. Convertir la necesidad, de información a una pregunta con respuestas. Transformar la

información necesitada, relacionada a la práctica y las decisiones políticas, en cuestiones de

buena estructura; 2. Buscar con la máxima eficiencia, la mejor evidencia con la cual responder a

ellos; 3. “Revisar críticamente esas evidencias para su validez (proximidad a la verdad), el

impacto (tamaño de su efecto) y la aplicabilidad (utilidad en nuestra práctica clínica)” (p. 4); 4.

Integrar la valoración crítica con nuestra experiencia clínica y con las características únicas de

nuestros clientes y de las circunstancias, incluyendo sus valores y 5. “Evaluar nuestra

efectividad y eficiencia en [llevar a cabo] los pasos 1-4 y buscar maneras para mejorar éstos para

una próxima ocasión” (Gambrill, 2007, p. 451).

Dependiendo de las formas de aplicar estos pasos, surgen los distintos estilos para la práctica basada en

evidencia. Según Sackett et al. (como se citó en Gambrill, 2007) toda práctica basada en evidencia

requiere la aplicación del paso número cuatro y la integración de investigaciones para encontrar las

condiciones de la persona y de su ambiente.

Aunque la práctica basada en evidencia es el enfoque que promueven las agencias y

aseguradoras, para Strom (1994) el enfoque psicoanalítico es el marco teórico referencial más utilizado

por los trabajadores y trabajadoras sociales. Phillips (2009) en su artículo Clinical Social Work and

Psychoanalysis: Introduction to the Special Issue señala que el Trabajo Social Clínico precede a lo que se

conoció como trabajo social psiquiátrico. El mismo fue altamente influenciado por el enfoque

psicoanalítico, siendo su precursor Sigmund Freud. El autor establece que en la actualidad las personas

en el ejercicio del Trabajo Social Clínico utilizan terminologías del enfoque psicoanalítico aunque no se

identifiquen con esta corriente teórica. Entiende además, que el o la profesional usualmente busca

adiestrarse en este enfoque, motivados por la falta de información en los estudios graduados, por el

espacio laboral o por expectativas personales.

Aunque las trabajadoras y los trabajadores sociales clínicos son el mayor grupo de proveedores

de servicios de salud mental en los Estados Unidos, se desconoce si igualmente ocupan la misma

posición en el campo psicodinámico (Phillips, 2009). Este autor plantea que es común que algunos de

los candidatos del psicoanálisis al completar la experiencia formativa se muevan a ser “supervisores,

maestros, autores, analistas adiestradores y administradores psicoanalíticos” (p. 1).

Por otro lado, Goldstein (2009) presenta varias críticas al enfoque psicoanalista en el Trabajo

Social. Plantea que la relación entre Trabajo Social y psicoanálisis usualmente se enmarca desde la

perspectiva de cómo este ha influenciado a las trabajadoras y a los trabajadores sociales. A su vez,

puntualiza que este enfoque teórico provee al profesional del Trabajo Social la teoría de la personalidad

y del malestar humano, los cuales facilitan el entendimiento de la persona. Goldstein (2009) acorde con

Phillips (2009) plantea que muchos de los modelos prácticos utilizados en el Trabajo Social incorporan

principios y técnicas de tratamientos psicodinámicos.

Según Goldstein (2009) la profesión tomó un giro erróneo al relacionarse con las teorías

freudianas. Hamilton (como se citó en Goldstein, 2009) sustenta este mismo planteamiento y añade

que fue un error llevar los principios y técnicas psicoanalíticas al trabajo de casos. La profesión se dirigió

a atender la vida interna de la persona, perdiendo el contacto con la realidad externa y los factores

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sociales. Otras de las críticas de Goldstein es que los conceptos y las prácticas derivadas del

psicoanálisis estaban asociados con disturbios generales del modelo médico. Así que toda persona que

poseía trastornos era considerada diferente y por ende denominada desviada. A pesar de las críticas, la

autora reconoce las variaciones y modificaciones que ha tenido el psicoanálisis. No obstante, según esta

aún hay quienes se oponen a este acercamiento clínico en Trabajo Social. Inclusive, existen médicos

formados en el psicoanálisis que no consideran como sus colegas a los trabajadores y trabajadoras

sociales con la misma formación (Goldstein, 2009).

Perlman (como se citó en Goldstein, 2009) en su estudio, encontró que las trabajadoras y los

trabajadores sociales psicoanalíticos tienen una relación ambivalente con su profesión en comparación

con los y las profesionales de la Psicología. De la misma forma concluye que la identidad profesional del

Trabajo Social y del Trabajo Social Psicoanalítico es débil. Otro de los resultados del estudio es que la

orientación teórica-práctica y las actividades profesionales con énfasis psicoanalista en el Trabajo Social

y Psicología son indistinguibles. Finalmente, apunta que a pesar de la formación en el psicoanálisis de

los trabajadores y las trabajadoras sociales, estos no abandonan los principios del Trabajo Social.

Algunos profesionales de la salud mental no tan sólo dirigen su acercamiento profesional con

enfoques teóricos si no que utilizan el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales

(DSM, por sus siglas en inglés) (Frazer, Westhuis, Daley & Phillips, 2009; Groshong, 2010; Hitchens, 2011;

Kutchins & Kirk, 1988; Newman, Dannenfelser & Clemmons, 2007). Antes del 1988, según Kutchins & y

Kirk (1988), los y las profesionales del Trabajo Social hacían uso del DSM para diagnosticar. El estudio

nacional dirigido por estos autores mostró que las personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico

usaban el DSM-III por diversas razones. Algunas de estas fueron para cumplir con los propósitos de la

aseguradora, por requerimientos de las agencias, para la cumplimentación de los documentos del

Medicaid o para que los usuarios obtuviesen ayudas suplementarias. Según la opinión del 72% de la

muestra, el DSM-III no ayudaba en los diagnósticos de problemas maritales y familiares. Igualmente,

entendían que el mismo no era sensitivo a las diferencias de comportamientos por cuestión de raza o

cultura.

Basándose en el estudio del Kutchins y Kirk, Hitchens (2011) profundizó en la vinculación entre

la profesión y el uso del DSM. Según la autora, en los últimos 20 años ha aumentado significativamente

el uso de este manual en la práctica del Trabajo Social. Asimismo, plantea el incremento en el número

de escuelas que incluyen la enseñanza del DSM. Estas tendencias se dan a pesar de las

“preocupaciones acerca de la compatibilidad entre el uso del DSM y los valores del Trabajo Social”

(Hitchens, 2011, p. 69).

Para la autora, el uso del DSM tiene sus ventajas y desventajas. El mismo es útil para reforzar la

capacidad de diagnosticar, planificar intervenciones, facilitar la comunicación y para cumplir con los

requisitos del tercer pagador1. Otras ventajas son el incremento de distintas habilidades en el

profesional y facilita su conocimiento la aprobación de los exámenes para obtener las licencias. No

obstante, Hitchens considera que la enseñanza “mediocre” (p. 70) y el uso de este manual, permite la

aceptación irracional del mismo, específicamente cuando las categorías diagnósticas son pensadas como

1 El tercer pagador es llamado en inglés third-party payers. Es un organismo que hace el pago de los servicios de

salud. No son los clientes (primeros pagadores), ni las aseguradoras (segundos pagadores).

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hechos y no como construcciones sociales. Lo antes expuesto, repercute en las posibilidades de analizar

las situaciones desde una perspectiva patológica, restando importancia a las fortalezas y al efecto del

ambiente en las personas. Así que la autora entiende que lo antes expuesto es congruente con la misión

del trabajo social que en el mejor interés de la sociedad cuestiona los paradigmas dominantes y

desconstruye las prácticas que protegen el status quo. “De lo contrario, es demasiado fácil llegar a ser

cómplices en la preservación de los sistemas que se han tratado de desafiar y cambiar en la búsqueda de

una mayor igualdad” *traducción por las autoras+ (pp. 70-71).

En la investigación, Hitchens intentó conocer las actitudes de los y las profesionales del Trabajo

Social Clínico hacia el DSM y su uso al evaluar a sus usuarios. También, investigó los factores que

mantienen el status quo y cuáles serían las oportunidades de cambio para mejorar la salud mental de las

personas. La muestra del estudio consistió en 294 miembros de distintas Sociedades de Trabajadores y

Trabajadoras Sociales Clínicos en los Estados Unidos. A estas personas se les administró un cuestionario.

Seleccionaron aleatoriamente veinte (20) del total de la muestra para ser entrevistadas por teléfono.

Los hallazgos revelaron que tanto en el estudio de Kutchins y Kirk (1988) como en el de Hitchens

(2011) que las personas utilizan el DSM para obtener los terceros pagadores (75% en Kutchins y Kirk y

81% en Hitchens). No obstante, el estudio de Hitchens mostró que 46% utiliza el manual para planificar

sus tratamientos. Asimismo, en ambos estudios más del 50 porciento de las muestras indicó que el DSM

etiqueta los problemas psicosociales. En Hitchens más de la mitad (52%) de quienes participaron

entienden que el DSM enfatiza excesivamente en las patologías. Sin embargo, consideran que el manual

es congruente a los propósitos del Trabajo Social.

Según Kutchins y Kirk la mayor parte de los y las participantes en el estudio de Hitchens

entienden que el DSM no ayuda en las situaciones maritales, familiares o con las diferencias culturales.

Más de la mitad de ambas muestras consideran que el manual no refleja con precisión los problemas de

las personas, en cambio lo consideran útil para analizar las situaciones complejas. La mayoría de las

personas encuestadas (84% en 2011 y 82% en 1988) coincide en que las aseguradoras y los requisitos

impuestos para los reembolsos influyen en los diagnósticos. El DSM brinda a su vez un mismo lenguaje

para comunicar los distintos trastornos mentales (87% en 2011 y 74% en 1988).

En los resultados cualitativos, la autora halló que los y las participantes poseen percepciones

tanto positivas como negativas sobre el manual de diagnóstico. Todas las personas entrevistadas

mostraron ambivalencias respecto al uso del DSM. Según el estudio, cinco personas manifestaron

confiar totalmente en este manual, mientras que un participante en su práctica privada dejó de aceptar

planes de seguros médicos para no utilizar el DSM. Algunos de los aspectos positivos son: que el manual

es un punto de referencia para la práctica, es un buen recurso científico y es un instrumento que facilita

la comunicación dentro del contexto en los servicios de salud mental. De igual forma encontró que el

DSM ayuda a explicar al usuario la condición que padece y que es congruente a la misión del Trabajo

Social. Los planteamientos adversos fueron que el manual es impreciso y posee gran potencial de

brindar diagnósticos erróneos. Asimismo, carece de sensibilidad cultural y puede fomentar

estigmatizaciones perjudiciales. Para la muestra, el DSM no contextualiza las situaciones y solo ofrece

una perspectiva del ser humano. Entienden que la existencia de presiones en el uso del manual

perjudicial al ejercicio profesional. Por último, otros encuestados indicaron que el DSM no es

congruente con la misión del Trabajo Social.

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Ante las preocupaciones, críticas, ventajas y desventajas del DSM para el TS, Frazer, Westhuis,

Daley & Phillips (2009) realizaron un estudio nacional con profesionales clínicos que hacen uso de este

manual de diagnóstico. El propósito era conocer las percepciones sobre la frecuencia, importancia y

utilidad del DSM-IV en sus prácticas. La muestra del estudio consistió de 558 trabajadoras y

trabajadores sociales clínicos. Los hallazgos muestran que el DSM se utiliza mayormente para facturarle

a las aseguradoras (91%) y para evaluar a la clientela (58%). El 78 por ciento expuso utilizar a menudo el

manual para planificar sus tratamientos. Todos los participantes hacen uso del DSM a pesar de que solo

al 50% se les requiere hacer uso del mismo. Según los autores, estos resultados demuestran que los y

las profesionales del Trabajo Social clínico creen que el DSM-IV es de utilidad para el quehacer

profesional.

El DSM es utilizado por profesionales del Trabajo Social Clínico que se encuentran en distintos

espacios, como en la práctica privada. La práctica clínica es ejercida por muchos profesionales en los

Estados Unidos desde el espacio privado, o lo que comúnmente se ha llamado práctica privada,

independiente o autónoma. La NASW (2005) en los estándares para el Trabajo Social Clínico presenta

un estándar para la práctica privada. El mismo establece que los profesionales clínicos tienen el derecho

de ejercer una práctica independiente (NASW, 2005). Según esta asociación, el o la profesional debe

seguir los lineamientos éticos y tener toda la competencia clínica para ofrecer los servicios. La NASW,

reconoce que un profesional que trabaje en una agencia puede ejercer una práctica privada. Los y las

profesionales en dicha práctica tienen la facultad de facturar por sus servicios clínicos.

Ante la existencia de esta práctica y para comprender la misma, en los Estados Unidos se han

realizado diversos estudios. Algunas investigaciones se han dirigido a explicar los elementos que abarcan

la práctica privada (Strom, 1994), a conocer las distintas influencias para seleccionar la práctica clínica

(Butler, 1992) y en describir por qué los profesionales de Trabajo Social Clínico rechazan la práctica

privada a tiempo completo o a tiempo parcial (Seiz, 2000).

Butler (1992) estudió los factores que influyen en la decisión de los estudiantes para desear una

práctica privada durante sus planes de estudios. Además, indagó los estereotipos para esta práctica y los

factores que llevan a los y las profesionales a seleccionar la misma. La autora menciona el interés por el

acercamiento terapéuticas, obtener mayor autonomía, aumentar los ingresos, tener un horario más

flexible y aumentar el estatus profesional son algunos de los factores que motivan el incursionar en la

práctica privada. Plantea, que es usual que dicha práctica sea realizada por profesionales del área

clínica. Las desventajas de la práctica privada según Butler son: no garantiza el incremento del ingreso,

ni tener un horario flexible, que él o la profesional se sienta solo y que se imposibilita trabajar con

poblaciones pobres y desventajadas.

La muestra de esta investigación consistió de 408 estudiantes entrevistados durante un periodo

de tres años. El 63 porciento de la muestra reveló desear ingresar en la práctica privada en algún

momento de su carrera. Más de la mitad (57%), entendió que podría integrarse en dicha práctica 10

años después de haber obtenido la maestría en Trabajo Social. La consejería, la terapia familiar, la

terapia de pareja y la psicoterapia tuvieron una asociación positiva con los planes de ingreso a en la

práctica privada. Es decir, que los y las estudiantes que deseaban afiliarse a dicha práctica tenían más

interés en de acercamientos terapéuticos. La mayoría de los y las estudiantes mostraron interés en la

práctica privada, ya que podrían ser sus propios jefes, seleccionarían la población con la cual trabajar y

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tendrían un trabajo flexible y acomodado a sus vidas personales. La mejora salarial no es factor que

influyó en el plan de estudios de los encuestados.

Strom (1994) publicó los resultados de un estudio exploratorio que realizó en 1992. Tiene una

muestra nacional (540 profesionales del Trabajo Social Clínico). Un 72 porciento de las y los

entrevistados ejercía la práctica privada a tiempo completo y el remanente a tiempo parcial. En este

estudio la autora recopiló el perfil profesional e información relacionada a la práctica privada que

ejercían.

Los hallazgos revelaron que más de la mitad de los usuarios pagaban la tarifa completa por los

servicios. Los costos fluctuaron entre $40 dólares por terapia de grupo a $82 dólares por una evaluación

diagnóstica. La mayoría encuestada informó que utilizan principalmente su tiempo en ofrecer

consejería y psicoterapia. Respecto a las orientaciones teóricas el 83 porciento indicó utilizar la teoría

psicodinámica, seguida por la cognitiva-conductual (62%) y en tercer lugar la teoría sistémica (53%). Sin

embargo, la base teórica de mayor auge fue la cognitiva-conductual. El 24 por ciento manifestó que

esta teoría fue su orientación original, ya que su enseñanza se basó en ese marco teórico. La base

teórica menos utilizada por profesionales encuestados fue la ecológica con solo un 11 porciento.

La autora expone en su investigación que la práctica privada no tiene la trascendencia necesaria

para trabajar con las personas indigentes o con aquellas que no tienen planes médicos privados. Sus

servicios no alcanzan significativamente a la población que puede estar necesitando de los mismos.

A parte de conocer las características o el perfil de los y las profesionales que ejercen la práctica

privada, Seiz (2000) entendió necesario estudiar a aquellos que rechazan dicha práctica. Este autor

realizó la investigación guiado por la falta de estudios que indagaran las razones que tienen los y las

profesionales del Trabajo Social Clínico para rechazar la práctica privada a tiempo completo o parcial.

Seiz indica que la existencia de la práctica privada ha generado debates en los Estados Unidos. Para ello,

el autor expone las dos posiciones en debate. La primera posición es planteada por los opositores. Este

grupo argumenta que la práctica privada ha trastocado adversamente la ética de la profesión. La

segunda posición la esboza las ideas de quienes favorecen dicha práctica. Los postulados principales de

este grupo es que la práctica privada permite abandonar la insatisfacción derivada de las limitaciones

que tienen los servicios y el bajo salario del sector público.

En este estudio la práctica privada fue definida como la “práctica del Trabajo Social autónoma,

sin fines de lucro que proporciona consejería o psicoterapia a individuos, parejas, familias o grupos”

[traducción por las autoras] (Seiz, 2000). La muestra de esta investigación consistió en 420

profesionales del Trabajo Social Clínico. Los hallazgos revelaron que las razones principales para

rechazar el ejercicio privado fueron las exigencias de dicha práctica y que es una labor de mucho riesgo.

Igualmente, indicaron que es necesario tener destrezas que los y las trabajadoras sociales no poseen,

que requiere más tiempo el trabajo en este espacio, que la práctica evidencia una falta de apoyo y no se

encuentra al alcance de todo profesional. Un porcentaje mínimo de la muestra interpreto que rechaza

la práctica, ya que consideran que la psicoterapia no es Trabajo Social. A pesar de todas la razones

anteriores, el 31.5 porciento de la muestra seleccionó la alternativa otra. Con esto la muestra plantea

que existen otras razones que justifican el rechazo del ejercicio privado.

Los y las profesionales que ejercen la práctica privada a tiempo parcial mencionaron que la

razón primordial para no ejercer a tiempo completo fue mantener un balance entre el trabajo y la

familia, con un 25 porciento. La siguiente razón fue mantener un ingreso promedio (22.5%) y la tercera

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fue tener un balance entre el trabajo en una agencia y la práctica privada. La razón menos considerada

fue conservar los beneficios marginales y protectivos como empleado con un seis porciento. Una

pequeña cantidad de encuestados indicó que rechazan esta práctica por razones ideológicas. En fin,

según el estudio la mayoría de la muestra entiende que la selección de la práctica privada es un asunto

individual del o la profesional, la cual no es una acción incorrecta o materialista.

Es evidente que en los Estados Unidos la práctica privada es vinculada a la clínica (Strom, 1994;

NASW, 2005). Ante esta documentación se hace notable la legitimidad que tiene la práctica privada en

este país. Las investigaciones revelan que muchos profesionales consideran que ejercer esta práctica es

beneficioso para la profesión y para el o la profesional, ya que brinda una nueva alternativa laboral. Sin

embargo, existen otros profesionales del Trabajo Social que muestran resistencia a dicho ejercicio (Seiz,

2000). A pesar de la diversa literatura revisada se halló escasez de investigaciones que contextualizaran

el surgimiento de la práctica privada con el desmantelamiento del sistema benefactor, el neoliberalismo

y el sistema socio-económico y político en el cual se ha creado.

Independientemente del espacio en que se inserte el o la profesional del Trabajo Social Clínico,

se espera que en su práctica realice la evaluación. Con relación a la evaluación de la práctica del Trabajo

Social Clínico, solo se encontró un estudio realizado por Ventimiglia, Marschke, Carmichael y Loew

(2000). En el artículo se presentan los resultados de una investigación realizada en New York a 222

personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico con estudios graduados. La finalidad del estudio fue

examinar las actitudes y comportamientos de las y los trabajadores sociales sobre los métodos de

evaluación. Los autores y las autoras plantearon que recientemente se ha comenzado a brindar

importancia a la evaluación de la práctica clínica a pesar del énfasis que siempre se le ha dado a esta

tarea. Lo anterior lo sustenta el que las distintas organizaciones profesionales hayan establecido

estándares que incluyen la evaluación.

La revisión de literatura realizada en esta investigación reveló que existen tres tipos de

evaluación: la empírica, la pragmática y la científica. Los autores y las autoras exponen que todas

garantizan la calidad y la responsabilidad del o la profesional. Sin embargo, estos difieren en sus bases

filosóficas, en los objetivos y en la investigación metodológica. Según la literatura, el enfoque empírico

que predomina en el Trabajo Social y tiene como fin generar conocimientos objetivos y libres de valores.

El conocimiento que resulta de este enfoque tiene las posibilidades de ser validado y utilizado de forma

general a poblaciones más grandes.

Algunos de los argumentos para rechazar este enfoque son: la mala adaptación a la práctica

clínica, ya que se basa en pensamiento lineal y la teoría del comportamiento. Además, tiende a

descuidar la interacción, la dinámica y los elementos contextuales del proceso y relación terapéutica.

Esto repercute en cómo se puede mirar al usuario y la situación en la que se encuentra. Ventimiglia et

al. (2000) señalan que el enfoque “puede minimizar la complejidad de la vida del usuario y podría

deshumanizar la relación terapéutica” *traducido por la autora+ (p. 290).

En cuanto a la evaluación pragmática se basa en los conocimientos y sabiduría adquirida de la

práctica. Expone que los y las profesionales en el ejercicio del Trabajo Social Clínico son lo más aptos y

seguros en el uso de este enfoque. El mismo se basa en la intuición, es más informal y menos

estructurado que el enfoque empírico. Según los autores, la mayoría de los y las profesionales del

Trabajo Social creen que es tan válido, confiable y práctico como el enfoque empírico. Las hipótesis son

probadas por experiencias personales, profesionales, literatura, investigaciones y la base de valores

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profesionales. De este enfoque se critica la informalidad, la falta de estructura, la dependencia en la

intuición clínica y el fracaso de su operacionalización de los elementos clínicos. Se entiende que al no

tener una meta específica hace imposible atribuir cualquier resultado específico para la intervención.

Igualmente, que se enfoca en la particularidad del usuario y la dinámica natural en el contexto

terapéutico.

Por otro lado, Ventimiglia et al. (2000) señalan que la evaluación práctica/científica intenta

hacer una integración de los dos enfoques anteriores. Sin embargo, no existe tecnología ni métodos que

generen resultados confiables, válidos, relevantes y clínicamente compatibles con este enfoque médico.

Esta tecnología puede ser desarrollada de los métodos cualitativos. Está más en sintonía con un

posicionamiento clínico y es más fácil de enseñar que los cuantitativos.

Para este estudio los autores utilizaron un diseño transversal descriptivo. La muestra fue

seleccionada aleatoriamente y el 20 porciento eran miembros de la Sociedad de Trabajo Social Clínico.

Fueron 2, 200 miembros de 13 capítulos de todo el Estado de Utah. El cuestionario consistió de 113

preguntas que comprendían las áreas demográficas, evaluación, práctica, necesidades y organizaciones.

El 79% de los encuestados tenía una orientación teórica psicodinámica, el 99% tenía una concentración

clínica y el 49% desarrolla una práctica privada. Según la investigación, los y las profesionales se sienten

más cómodos con la evaluación pragmática y están dispuestos a evaluar su práctica con el enfoque

empírico. Algunas de las y los trabajadores sociales clínicos se sentían inseguros del enfoque. Más de la

mitad expresó confianza en mostrar empíricamente su práctica.

Los resultados refutan la idea de que la práctica no se evalúa rutinariamente. Sin embargo,

apoya que las personas en el ejercicio del Trabajo Social Clínico no están haciendo lo suficiente. Al

momento de evaluar, estos hacen utilización indiscriminada el enfoque empírico y pragmático. En el

estudio, los elementos que se cruzaban entre estos dos enfoques no convergían. Para concluir, se halló

que existe falta de precisión en el uso de los instrumentos de evaluación y que los y las profesionales

que utilizan la teoría cognitivo-conductual utilizan más el enfoque empírico que los enfoques

psicoanalíticos.

En fin, todos los datos presentados intentan evidenciar el ejercicio clínico del Trabajo Social en

los Estados Unidos, el cual se muestra complejo y variado. Es evidente que la práctica clínica existe y

perdurará en la profesión de dicho país. No obstante, es posible encontrar divergencias respecto al

quehacer clínico de la profesión. Estas diferencias son enmarcadas en los diversos enunciados que

intentan definir la práctica, en los espacios donde se desarrolla y en los aspectos teóricos-

metodológicos. Los aspectos metodológicos y teóricos muestran diversidad. Es posible encontrar

distintas bases teóricas que sustentan esta práctica profesional, muchas de las cuales provienen de la

Psicología, además, herramientas de trabajo como el DSM-IV que proviene principalmente de la

Psiquiatría. Por otro lado, existen requerimientos en el ejercicio profesional, incluyendo el

licenciamiento clínica.

La práctica clínica de la profesión en Estados Unidos ha tenido tanta difusión y reconocimiento

que ha sido transbordada a otros espacios territoriales como Puerto Rico. Por tanto, todo lo anterior

respecto a esta práctica influye en lo que se concibe como el Trabajo Social Clínico en el contexto

puertorriqueño. El entendimiento y el quehacer profesional clínico en el Trabajo Social para algunos

profesionales se basa en modelos establecidos y dados por los Estados Unidos. Lo anterior invita a

analizar críticamente la proyección de la práctica clínica de los Estados Unidos y la de Puerto Rico.

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Además, provoca dar una mirada al interior de la profesión en Puerto Rico y concebir respuestas

articuladas como gremio profesional concernientes a esta práctica.

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