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Imanol Zubero

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  • TRABAJO Y GLOBALIZACIN

    IMANOL ZUBERO

    Departamento de SociologaUniversidad del Pas Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea

    ABSTRACT

    TRABAJO Y GLOBALIZACIN

    Imanol Zubero

    El trabajo y los trabajadores se han visto fuertemente afectados por el actualproceso de globalizacin neoliberal. Su capacidad de lucha y de negociacin sehan visto radicalmente disminuidas. Pero la fase actual abre nuevas posibilida-des para las luchas anticapitalistas. Si el movimiento obrero quiere formar parteactiva de estas luchas habr de recuperar el contenido moral de sus reivindica-ciones.

    LANA ETA GLOBALIZAZIOA

    Imanol Zubero

    Egungo globalizazio neoliberalaren prozesuak eragin handia izan du laneaneta langileengan. Horiek duten borrokarako eta negoziaziorako ahalmena ikara-garri murriztu da. Baina gaur egungo faseak aukera berriak ematen ditu kapita-listen aurkako borrokarako eta langileen mugimenduak borroka horietan moduaktiboan parte hartu nahi badu, bere errebindikazioen eduki morala berreskuratubehar du.

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  • WORK AND GLOBALISATION

    Imanol Zubero

    Work and workers have been strongly affected by the present process of neo-liberal globalisation. Their capacity for struggle and negotiation has diminisheddrastically. Nevertheless, this present phase opens new possibilities for anti-capitaliststruggles. For the labour movement to be an active part of such struggles, it mustfocus on the moral content of its vindications.

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  • Globalizacin del trabajo?

    Compro un libro para mi hija. Se titula Baserri alaia. Un vistazo a su con-traportada me informa de que tengo entre mis manos un producto global. En suorigen la historia procede de un libro publicado en ingls por una editorial ubi-cada en la ciudad de Surrey, en Gran Bretaa. La traduccin del ingls al caste-llano fue realizada por una editorial de Buenos Aires, Argentina. Publicado eneuskera por una editorial de San Sebastin, las tareas de impresin, es decir, laconfeccin fsica del libro, tuvieron lugar en Tailandia. Desde Tailandia losejemplares volvieron a Euskadi y se distribuyeron por las libreras. Y esto si nosfijamos tan slo en las tareas de edicin e impresin, que no agotan todo el pro-ceso de composicin y venta del libro. De dnde proceda la madera utilizadapara elaborar el papel? Dnde se realizo la transformacin?

    Estamos hablando de un simple libro. Pensemos en un producto ms comple-jo, como por ejemplo un coche. Robert Reich presenta un ejemplo del complejofuncionamiento de esta nueva red transnacional: Cuando un norteamericanocompra un Pontiac Le Mans a General Motors, inconscientemente est realizandouna transaccin internacional. De los 10.000 dlares que paga a General Motors,cerca de 3.000 van a Corea del Sur, donde se efectuaron los trabajos de rutina y lasoperaciones de montaje; 1.750 dlares van a Japn por la fabricacin de los com-ponentes de vanguardia (motores, eje de direccin e instrumentos electrnicos);750 dlares a Alemania por el diseo y el proyecto del prototipo; 400 dlares aTaiwan, Singapur y Japn por los pequeos componentes; 250 dlares a GranBretaa por los servicios de marketing y publicidad; y cerca de 4.000 dlares pa-san a los intermediarios estratgicos de Detroit, a los abogados y banqueros deNueva York, a los lobbys en Washington, a las aseguradoras de todo el pas, y a losaccionistas de General Motors la mayora de los cuales son norteamericanos,aunque hay un nmero creciente de extranjeros (Reich, 1993: 121).

    Es la globalizacin, decimos. Nos hemos acostumbrado a desayunarnos connoticias sobre deslocalizaciones, anuncios de empresas que desplazan su produc-cin a otros pases, informes sobre la creciente presencia de trabajadores extran-jeros en determinados sectores productivos, etc.1 Como la informacin (Est

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    1 Slo unos pocos ejemplos de estos ltimos das: Electrolux plantea el cierre de su fbrica rioja-na, con 454 trabajadores. La multinacional sueca trasladar la produccin a pases con salarios ms ba-

  • pasando, lo ests viendo: as se publicitaba Canal + durante la guerra de Irak);como los productos que consumimos, los artefactos que manejamos o las pren-das que vestimos; como el capital (segn algunas fuentes, en 1998 las transac-ciones diarias en los mercados cambiarios alcanzaron un total de 1,4 billones dedlares, una cantidad cien veces mayor a la suma necesaria para cubrir las tran-sacciones de bienes y servicios realizadas en ese mismo ao)2; como los efectosdel cambio medioambiental; como el riesgo, mismo (Beck habla de la sociedaddel riesgo global); como todo ello, el trabajo se ha vuelto un hecho global.

    Internacionalizacin, globalizacin, mundializacin, son conceptosutilizados para denominar el nuevo estadio de un viejo proceso que supera los l-mites de la economa: el histrico encuentro entre las distintas regiones delmundo y sus desiguales resultados. Siglos de conflictiva relacin han generadouna autntica economa-mundo capitalista (Wallace, 1990; Kindleberger, 1996),con perdedores y ganadores: la imagen Norte-Sur resume esta situacin. A la luzde los trabajos de diversos autores, los rasgos principales del proceso de globali-zacin de la economa son los siguientes:

    La economa capitalista mundial se convierte en el nuevo escenariopara la acumulacin de capital, escenario que supera a la acumulacina escala nacional, caracterstica de la etapa de formacin de mercadosinteriores. Esta acumulacin a escala mundial implica una determina-da forma de relacin entre los agentes, dando lugar a la actuacin decorporaciones transnacionales, en torno a cuya actuacin se interna-cionaliza la economa y, ms an, se configura un autntico sistema glo-bal (Sklair, 2003).

    La internacionalizacin afecta a todo el conjunto del capital social: al ci-clo del capital-mercanca, basado en la expansin del comercio interna-cional; al ciclo del capital-dinero, cuya mxima expresin es la exporta-cin de capitales y la difusin de la inversin directa en el extranjero,acompaada de una profunda interrelacin monetaria y financiera entrelos diversos pases; y al ciclo del capital productivo, cuya base se encuen-tra en la posibilidad de fragmentar los procesos productivos en busca demayores rentabilidades del capital.

    Esta internacionalizacin se da en el marco de un sistema estructuralmen-te estable, constituido por un centro (economas capitalistas con desarro-llo autnomo, autocentrado, integrado y expansivo) y una periferia (eco-

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    jos (El Pas, 21/4/2005). El sector de la mquina herramienta advierte del peligro de deslocalizacinde empresas (El Pas, 22/4/2005). Un tsunami chino ahoga la induatria textil europea (El Correo,1/5/2005). La crisis textil del Magreb amenaza con provocar una nueva oleada de inmigracin. Un ter-cio de los empleos del sector peligra por el auge de la penetracin china (El Pas, 3/5/2005).

    2 El Atlas de Le Monde Diplomatique, abril 2003, p. 32. Utilizamos el trmino billn para indicarmilln de millones.

  • nomas dependientes, extravertidas, con desarrollo inducido desde fuera,desarticuladas y explotadas).

    Las relaciones que se establecen entre los pases del centro y de la periferiason relaciones de intercambio desigual, generando una situacin de de-pendencia y supeditacin que afecta a todos los mbitos: econmica, co-mercial, poltica, militar, ideolgica, tecnolgica (Vidal, 1987: 16-17).

    Qu es lo nuevo, lo radicalmente nuevo, de la actual fase de internacionali-zacin? Manuel Castells diferencia entre economa mundial (la descrita por Wa-llerstein y, antes que l, por Braudel), una economa en la que la acumulacin decapital ocurre en todo el mundo, y la nueva economa global, caracterizada porser una economa con la capacidad de funcionar como una unidad en tiemporeal a escala planetaria (Castells, 1997: 119-124). En la prctica, sin embargo,tal capacidad slo es posible en lo que se refiere a los mercados financieros (noas en los mercados laborales, de bienes y servicios, o en lo que tiene que ver conla ciencia y la tecnologa).

    No es el trabajo lo que se ha globalizado (en el sentido definido por Cas-tells), sino el proceso de trabajo. La distincin es importante. A diferencia de loque ocurre con el capital, potencialmente globalizable en todas y cada una desus unidades (dlares, euros), el trabajo es indisociable de la persona trabajado-ra. Por su propia naturaleza, las personas no pueden ni deben ser movilizadasen el mercado global de la misma manera que otros factores de produccin: nopueden desplazarse por el mundo en tiempo real, como el capital; no deben al-macenarse, acumularse como stock, trasladarse de un mercado a otro en buscade la mejor relacin de coste, etc. Pero, por encima de todo, al capitalismo glo-bal no le interesa que las personas puedan moverse por el mundo con libertad.3Porque la libertad de movimientos va asociada a la disposicin de derechos. Yhoy como siempre esto no cambia la vieja batalla entre el proyecto polti-co democrtico orientado a la creciente desmercantilizacin de todos aquellosmbitos de la existencia que nos permiten hablar de derechos y libertades, y latendencia del capitalismo a mercantilizar cada vez ms aspectos de nuestras vi-das, sigue abierta.

    La situacin del trabajo en el mundo

    En 1974 Harry Braverman publicaba su ya clsico Labor and Monopoly Ca-pitalism. The Degradation of Work in the Twentieth Century. Puede ser cierto que,como alguien ha dicho, la obra de Braverman debe ser recuperada para ayudar-

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    3 De ah la importante distincin de Jos Mara Ridao en relacin a los propsitos de las normasde extranjera: Lo que persiguen es la contratacin de trabajadores irregulares, no la contratacin irregu-lar de trabajadores (Ridao, 2004: 130).

  • nos a interpretar las caractersticas actuales de los procesos de trabajo globaliza-dos (Smith, 1995/96).

    Qu est ocurriendo con el trabajo en el mundo? Siguiendo el informe Ten-dencias mundiales de empleo, publicado por la Organizacin Internacional delTrabajo (OIT, 2004), podemos presentar el siguiente panorama (datos referidosal ao 2003):

    A pesar de la mejora experimentada por el crecimiento econmico trasdos aos de declive (3,2 por ciento), el desempleo no ha dejado de creceren la ltima dcada. Este incremento del desempleo ha afectado especial-mente a los jvenes, de manera que la tasa de desempleo juvenil en elmundo ha alcanzado una tasa del 14,4 por ciento, dos veces ms que latasa global de desempleo (6,2 por ciento). Segn las estimaciones de laOIT, en 2003 haba 185,9 millones de desempleados en busca de trabajo.

    El desempleo en el mundo (en millones)

    Fuente: OIT.

    Paralelamente al citado empeoramiento de las tasas de empleo, se detectaun preocupante estancamiento de los trabajadores pobres (con gananciasde un dlar o menos al dia), asociados a estructuras de economa infor-mal, llegando a los 550 millones. Ms de 1.400 millones de trabajadores(la mitad de los alrededor de 2.800 millones de personas con empleo enel mundo) ganan menos de dos dlares diarios.

    Esta situacin convierte en altamente improbable el objetivo de NacionesUnidas de reducir a la mitad la pobreza en el mundo para el ao 2015.La OIT estima que, en el mejor de los casos, para esa fecha podra redu-cirse el porcentaje de trabajadores que viven en la pobreza del actual 49,7por ciento al 40 por ciento.

    Pero los datos cuantitativos no reflejan suficientemente la autntica dimen-sin de lo que hoy est ocurriendo. Por ello, es fundamental fijarnos en algunastendencias de fondo (Martin y Schumann, 1998: 123-173) que, de continuarprogresando, amenazan gravemente no slo el futuro del trabajo y de los traba-jadores, sino los regmenes democrticos mismos.

    1993 1998 2000 2001 2002 2003

    Total 140,5 170,4 174,0 176,9 185,4 185,9Hombres 82,3 98,5 100,6 102,7 107,5 108,1Mujeres 58,2 71,9 73,4 41,3 77,9 77,8Jvenes, total 69,5 79,3 82,0 82,9 86,5 88,2Jvenes, varones 41,2 46,9 48,5 49,1 51,3 52,4Jvenes, mujeres 28,3 32,4 33,5 33,8 35,2 35,8

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  • 1. Generalizacin de los sistemas de produccin flexible (lean production)

    El espacio transnacional permite suprimir o relativizar la vinculacin de laactividad econmica al espacio nacional, posibilitando as la extensin y la in-tensificacin de los sistemas de produccin flexible. En este nuevo contexto glo-bal los empresarios estn poniendo en prctica la nueva frmula mgica para lageneracin de riqueza, que no es otra que capitalismo sin trabajo ms capitalis-mo sin impuestos (Beck, 1998: 20). Esta frmula ha dotado a los empresariostransnacionales de un inmenso poder, ejercido en ausencia de cualquier otrocontrapoder similar, basado en las posibilidades ofrecidas por el proceso de glo-balizacin:

    a) la posibilidad de exportar puestos de trabajo all donde los costes labora-les y las cargas fiscales sean menores;

    b) la posibilidad de repartir el proceso de trabajo a lo largo de todo el mun-do, desmenuzando los procesos de produccin;

    c) la posibilidad de utilizar los diversos espacios territoriales (ciudades,comarcas, pases) en contra de ellos mismos, convirtiendo a sus respec-tivas administraciones en feroces competidores pugnando por atraerinversiones;

    d) la posibilidad de diferenciar entre lugar de inversin, lugar de produc-cin, lugar de declaracin fiscal y lugar de residencia, de manera que losempresarios pueden producir donde all les resulte ms beneficioso, pa-gar los impuestos all donde les resulte menos gravoso y residir all dondeles resulte ms atractivo.

    Y todo ello en un contexto que multiplica y profundiza las lneas de seg-mentacin entre los trabajadores hasta producirse una etnizacin de la fuerza detrabajo mundial, de forma que en cualquier lugar la poblacin puede ser dividi-da en diversas agrupaciones tnicas con independencia de que el criterio me-diante el cual son percibidas como tales sea el color de la piel, la lengua, la reli-gin o cualquier otro constructo social (Wallerstein, 1997: 49), dificultandoenormemente cualquier proyecto de agregacin de intereses.

    2. Extensin de la competencia entre mercados de trabajo nacionales y carrera hacia el abismo (race to the bottom)

    El pensamiento econmico dominante da por hecho que el problema eco-nmico al que se enfrenta cualquier nacin moderna es, esencialmente, el decompetir en los mercados mundiales. Todo se orienta, aparentemente, a ese ob-jetivo. Del mismo parece depender su bienestar, su desarrollo econmico, su ni-vel de empleo. Por ello, cualquier esfuerzo, cualquier sacrificio es pequeo si vie-ne exigido por la competitividad internacional. Esta es la tesis mantenida por loslderes polticos, por los grandes empresarios, por las instituciones internaciona-les. Sin embargo, cada vez son ms los autores que consideran que la excusa de

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  • la globalizacin econmica permite a los gobiernos legitimar polticas impopula-res que desearan realizar de todas maneras (Navarro, 1997: 139).

    El economista norteamericano Paul Krugman cuestiona radicalmente estepensamiento dominante, considerndolo una visin, pero no un hecho. Krug-man lo tiene muy claro: Sencillamente no es verdad que las naciones lderes delmundo estn en ningn grado importante en competencia entre ellas, o que al-guno de sus principales problemas econmicos pueda ser atribuido a un fracasoal competir en los mercados mundiales. Ms an: pensar en trminos de com-petitividad conduce, directa e indirectamente, a malas polticas econmicas enun amplio rango de temas, interiores y exteriores, ya sea en sanidad ya sea en co-mercio exterior (1997: 16-17).

    Cuando se dice que una empresa no es competitiva se est queriendo decirque su posicin en el mercado puede volverse insostenible, que a menos que me-jore su funcionamiento dejar de existir. Pero los pases no funcionan as, los pa-ses no cierran. Por eso el concepto de competitividad nacional es engaoso:porque compara, acriticamente, los pases con empresas. Pero mientras que lasempresas funcionan desde un modelo de ventaja absoluta (Coca Cola compitecon Pepsi en un mercado similar, con un producto similar, donde lo que ganauna empresa lo pierde la otra), los pases lo hacen desde un modelo de ventajacomparativa. Ms an, la tasa de crecimiento de los niveles de vida de un pasdepende fundamentalmente de la tasa de crecimiento de su productividad inte-rior. An hoy, en un mundo aparentemente tan interdependiente, las exportacio-nes de los Estados Unidos representan slo el 10 por 100 del valor aadido de sueconoma; dicho de otra forma, los Estados Unidos son una economa que pro-duce el 90 por 100 de bienes y servicios para su propio uso, para consumo inter-no. Como contraste (otra vez el mito del pas-empresa se viene abajo), las grandesempresas apenas si venden algo de su produccin a sus propios trabajadores: lasexportaciones de una empresa como General Motors es decir, sus ventas apersonas que no trabajan en la empresa son prcticamente todas sus ventas. Deah su afirmacin: los niveles de vida de un pas estn muy claramente determi-nados por factores domsticos antes que por algn tipo de competencia en losmercados mundiales. Y continua: Los principales pases industriales, cuandocompiten entre ellos en la venta de productos, son tambin sus principales mer-cados de exportacin y sus principales suministradores de tiles importaciones. Sia la economa europea le va bien, no lo ser necesariamente a costa de la de losEstados Unidos; de hecho, lo ms probable es que el xito de la economa euro-pea ayudase a los Estados Unidos proveyndole de mayores mercados y vendin-dole bienes de mejor calidad a precios inferiores (Krugman, 1997: 19-20).

    Quiere ello decir que preocuparse por la competitividad internacional no esimportante? Nada de eso: hay razones vlidas para preocuparse por la competiti-vidad internacional, pero no son las que el pensamiento econmico dominantepretende hacernos creer. La retrica competitiva se ha convertido en una til es-

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  • trategia poltica; es sumamente til a la hora de justificar determinadas decisio-nes de poltica econmica. Si prcticamente todo empleos, salarios, bienes-tar depende de la competitividad internacional, no hay sacrificio que no sedeba hacer para mantenerla. Y todo ello, adems, por culpa de un enemigo ex-terior: la causa de nuestros males ser Japn (una sociedad rara, donde la gentetrabaja hasta la extenuacin), Corea (sin democracia, sin derechos, con bajos sa-larios), etc. Retrica competitiva, prejuicios y estereotipos forman as una efecti-va alianza que justifica cualquier poltica econmica empujando a todos los pa-ses y a todas las empresas a participar en una enloquecida carrera hacia el abismodonde todos compiten contra todos consolidando un inaceptable mnimo co-mn internacional de condiciones de trabajo (Gallin, 2001: 52-53).

    La consecuencia? Beck se refiere a la brasielizacin de Occidente (Beck,2000: 9) y Gallino concluye su anlisis sobre la informalizacin del trabajo enlos pases desarrollados afirmando que la surizacin del Norte parece estar avan-zando (Gallino, 2000: 20-21).

    3. Debilitamiento de la soberana estatal y tendencia a la desregulacin

    El globalismo neoliberal, hoy hegemnico, se convierte en una accin alta-mente poltica que pretende presentarse como totalmente a-poltica; de manerano es slo un pensamiento econmico, sino fundamentalmente un sistema pol-tico cuyos objetivos exigen, paradjicamente, un discurso y una prctica polticaque niega lo poltico. Pero nada hay ms falso que esta pretensin: La globaliza-cin econmica advierte Beck no es ningn mecanismo ni automatismo,sino que es, cada vez ms, un proyecto poltico cuyos agentes transnacionales, ins-tituciones y convergencias en el discurso (Banco Mundial, OMC, OCDE, em-presas multinacionales, as como otras organizaciones internacionales) fomentanla poltica econmica neoliberal. El problema es, declar Tietmeyer en febrerode 1996 ante el foro econmico mundial de Davos, que la mayora de los pol-ticos siguen sin tener claro hasta qu punto estn hoy bajo control de los merca-dos financieros e incluso son dominados por ellos.

    Es por eso que, frente a los nuevos discursos sobre el fin de las ideologas(nuevos slo en su envoltorio, pues su contenido es muy viejo), el actual procesode globalizacin no slo no significa des-politizacin, sino una nueva (y, en al-gunos aspectos, distinta) re-politizacin. El recurso a la globalizacin permite alos empresarios reconquistar y volver a disponer de todo el poder negociador delque fueron despojados durante los aos Cincuenta y Sesenta. La globalizacinposibilita llevar hasta sus ltimas consecuencias algo que estuvo siempre presen-te en el capitalismo, desde sus mismos orgenes, pero que se mantuvo en estadolarvado durante el periodo de tiempo que Beck caracteriza como la fase de sudomesticacin por la sociedad estatal y democrtica: que los empresarios, sobretodo los que se mueven a nivel transnacional, desempeen un papel clave en laconfiguracin no slo de la economa, sino tambin de la sociedad en su con-

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  • junto, recurriendo al poder que tienen para privar a la sociedad de los recursosmateriales (capital, impuestos, puestos de trabajo) imprescindibles para su de-sarrollo.

    Se va desarrollando as lo que Petrella (1994: 13) ha calificado de capitalismosin obstculos, caracterizado por la transicin del capitalismo nacional, funda-mentalmente agroindustrial y enmarcado por una economa mixta, al capitalismomundial, con predominio industrial-terciario, liberado de cualquier tipo de coer-cin. Un capitalismo desorganizado (Lash and Urry, 1987), en el que la inmiseri-corde mano invisible del mercado vuelve a independizarse del control poltico:

    La tutela de los mercados, el endurecimiento de la coercin que se impone a los go-biernos nacionales, la reduccin de sus pretensiones redistributivas. Son otros tantoselementos que vienen a modificar el sistema equitativo de nuestras sociedades, porun retorno a los principios tericos y por una desaparicin progresiva del terreno de-mocrtico. La globalizacin no slo incrementa en el sistema equitativo la parte co-rrespondiente al mercado y reduce la democracia, sino que lo hace en nombre de laeficacia del mercado, de un orden superior al de la democracia. Eso es lo que se hadado en llamar impotencia de la poltica (Fitoussi, 2004: 91).

    Una nueva relacin de poder entre trabajo y capital

    La combinacin de un capital globalizado, absolutamente mvil, y una fuer-za de trabajo localizada, territorialmente fijada, se ha convertido no slo en unfactor de beneficio, sino en la principal fuente de un nuevo poder. Como sealaZygmunt Bauman, la prcticamente ilimitada movilidad de los propietarios yadministradores del capital es la base de un radical descompromiso del poderrespecto de toda obligacin: de los deberes para con los empleados, para con losms jvenes y los ms dbiles, o incluso con las generaciones an no nacidas.Sacudirse la responsabilidad por las consecuencias concluye es el beneficioms ambicionado y apreciado que la nueva movilidad aporta al capital que flotalibremente y carece de vnculos locales (Bauman, 2001: 213; 1999: 16).

    Siguiendo la distincin planteada por Erik Olin Wright (en Silver, 2005:26-27), podemos diferenciar dos grandes fuentes de poder obrero:

    a) El poder asociativo, que es el que resulta de la capacidad de organizacincolectiva de los trabajadores.

    b) El poder estructural, aquel que los trabajadores pueden ejercer a partir desu posicin en el sistema econmico. Este poder estructural puede divi-dirse en dos subtipos, a saber:

    b.1) Poder de negociacin en el mercado de trabajo, que es aquel que deri-va directamente del equilibrio o desequilibrio entre oferta y deman-da en el mercado laboral.

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  • b.2) Poder de negociacin en el lugar de trabajo, que es el que resulta de laposicin estratgica que un grupo particular de trabajadores ocupadentro de un sector industrial clave.

    Todas estas fuentes de poder se han visto grandemente afectadas por las con-diciones de produccin caractersticas de la actual fase de capitalismo global.

    Pero tal vez ms importante que el impacto objetivo de la globalizacin so-bre el poder poltico de los trabajadores sea el debilitamiento de la idea de poder,de la confianza en las posibilidades de intervencin de los movimientos obreros:

    Durante el pasado siglo, las movilizaciones obreras se vean alimentadas por la creen-cia de que los trabajadores cuentan efectivamente con cierto poder y de que ste pue-de utilizarse para transformar eficazmente sus condiciones de trabajo y de vida. Loque la globalizacin ha conseguido, ms que cualquier otra cosa, es vaciar esa creen-cia de ms de un siglo en el poder obrero y crear un entorno discursivo que ha de-sinflado espectacularmente la moral poltica popular y la voluntad de luchar por elcambio (Silver, 2005: 29; Piven and Cloward, 2000).

    Desde una perspectiva de futuro, este debilitamiento subjetivo tiene unaenorme relevancia. Por qu? Porque si bien es cierto que, en el corto plazo, laglobalizacin modifica las relaciones de poder entre capital y trabajo a favor delprimero, a medio y largo plazo esa misma globalizacin abre nuevas oportunida-des para una decidida accin anticapitalista (Callinicos, 2003). Una accin anti-capitalista que, hoy por hoy, est siendo protagonizada por movimientos (con-vencionalmente denominados movimientos antiglobalizacin) no directamenteligados a los procesos de trabajo, aunque con participacin, en ocasiones muydestacada, de determinadas organizaciones de trabajadores (Arriola, 2001; Bre-cher, Costello and Smith, 2002, p. 105; Morn, 2003).

    No estamos dando la de arena despus de la de cal. Existen posibilidades ob-jetivas de reconstruir un nuevo movimiento anticapitalista en cuyo seno las y lostrabajadores juegen un papel influyente. Si, como seala Harvey, el punto departida de la lucha de clases est en la particularidad del cuerpo que trabaja(2003: 66), la extensin del nuevo proletariado mundial (ms amplio que nun-

    Fuentes de poder

    Poder asociativo

    Poder de negociacin enPoder el mercado de trabajo

    estructural Poder de negociacin enel lugar de trabajo

    Impacto de la globalizacin

    Debilitamiento de la soberana estatal y delos marcos legales que tutelan la sindica-cin y la negociacin colectiva.

    Deslocalizacin. Movilizacin de un ejrci-to de reserva a escala mundial.

    Fragmentacin internacional de los proce-sos de produccin.

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  • ca) supone un factor de conflicto radical a condicin, eso s, de que sea repensarsu lucha no slo en el interior del proceso de produccin sino en el marco msamplio de una poltica de la vida o, en la formulacin de Hardt y Negri, biopo-der, es decir, el proyecto de regular y administrar la vida misma, su produccin ysu reproduccin. De esta manera, ahora, las luchas son a la vez econmicas, po-lticas y culturales y por lo tanto son luchas biopolticas, luchas por la forma devida (Hardt y Negri, 2002: 38). Sin caer, eso s, en la mitificacin banal delconsumidor poltico elevado a la categora de nuevo sujeto, como hace Beckcuando sostiene cosas como las siguientes:

    El contrapoder de la sociedad civil global ... adopta la figura del consumidor poltico.El consumidor est ms all de la dialctica del amo y el esclavo. Su contrapoderemana de que puede rehusar la compra siempre y en cualquier lugar. Al arma de lano compra no puede ponrsele lmites locales, temporales o materiales. Necesita al-gunas condiciones, como, por ejemplo, que haya una gran oferta de productos y bie-nes de servicio entre los que el consumidor pueda elegir. Precisamente con estas con-diciones, o sea, que haya pluralidad de posibilidades de compra y consumo,desaparecen los costes subjetivos de castigar con la no-compra organizada este pro-ducto de este consosrcio.Para los intereses del capital es fatal que no haya ninguna contraestrategia para el cre-ciente contrapoder de los consumidores [...]. Las protestas de consumidores son,como tales, transnacionales. La sociedad mundial que existe objetivamente es la sociedadde consumo [...] Bien conectado y movilizado con vistas a un objetivo, el consumidorsin ataduras, libre, transnacionalmente organizado, puede convertirse en un arma da-ina (Beck, 2004: 30-31; 2002: 66).

    Qu clase de vida nos parece la mejor para todas las personas? Esa es la granpregunta que est en la base de la poltica de la vida. Los problemas que planteala poltica de la vida no encajan inmediatamente en los marcos existentes, por loque pueden estimular la aparicin de formas polticas diferentes de las que pre-dominan en la actualidad, tanto en los estados como en el plano mundial. Yesto es algo sumamente paradjico: que el simple hecho de querer desarrollaruna vida buena, que la misma experiencia privada de tener una identidad perso-nal que descubrir y un destino personal que cumplir, se haya convertido en unafuerza poltica subversiva de grandes proporciones (Roszak, 1985: 21).

    El mundo en el que desarrollamos nuestras vidas es un mundo negador dela vida, un mundo invivible dada la violencia estructural de su organizacin yel continuo trastorno que provoca en nuestros sentidos, en nuestros cuerpos yen la biosfera en la que estamos insertos. Desde esta realidad es desde dondeest surgiendo, recuperando una hermosa expresin de Marcuse, esa rebelindel instinto de vida contra el instinto de muerte socialmente organizado quecaracteriza a los movimientos sociales de hoy (Marcuse, 1979). Recuperar lascondiciones para una vida realmente humana, tal es el desafo. Nadie ha ex-presado mejor que Eric Hobsbawn cul es el ncleo irrenunciable del proyectosocialista:

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  • Los socialistas estn ah para recordar al mundo que la gente, y no la produccin, eslo primero. La gente no debe ser sacrificada. No una clase especial de gente losinteligentes, los fuertes, los ambiciosos, los guapos, los que un da pueden hacergrandes cosas, o incluso los que sienten que sus intereses personales no son tenidosen cuenta en esta sociedad, sino todos. Especialmente los que son simplementegente sencilla, no muy interesante, simplemente ah, para reunir las cifras, comosola decir la madre de un amigo mo. Como dice un personaje en el pasaje msconmovedor de La muerte de un viajante, de Arthur Miller, que es sobre una perso-na exactamente igual de mediocre y bastante intil: Se debe prestar atencin. Sedebe prestar atencin a ese hombre. Para ellos es y de ellos trata el socialismo(Hobsbawn, 1993: 337).

    Es por eso que el ncleo de la propuesta que constituye el hilo conductor de lasizquierdas a lo largo de la historia la defensa innegociable del derecho a la vida:de la vida de todos y de toda la vida tiene hoy tanta relevancia como siempre.

    Fortalecer la lucha por la igualdad en la sociedad global

    Lo diremos recurriendo a un concepto ampliamente extendido: el capitalis-mo globalista es insostenible.

    Como advierte Seabrook (2004: 79), el discurso desarrollista oculta un deta-lle fundamental, cual es el hecho de que Occidente se enriqueci gracias a laexplotacin de los territorios y de los pueblos a los que ahora anima a seguir suspasos. Y continua: El secreto mejor guardado del desarrollo es que se basa enun concepto colonial, un proyecto de extraccin. Dado que la mayora de lospases carecen de colonias de las que extraer riqueza, deben ejercer una prisinintolerable sobre su propia poblacin y entorno. Pero ya no hay espacios vacos(o vaciables por la expeditiva va de la aniquilacin de sus habitantes origi-narios). O, en todo caso, los espacios a conquistar por las mayoras que quierensobrevivir son los que nosotros ocupamos: los pases ricos.

    En 1916, Rosa Luxemburgo escriba: Lo que distingue el modo capitalistade produccin de todos los anteriores es, principalmente, que l tiene la tenden-cia interna a expandirse sobre todo el globo terrestre, desplazando todo otro or-den social anterior (Luxemburgo, 1974: 218). El capitalismo es un sistema quetiende a desplazar y a sustituir cualquier otra forma de organizacin socioecon-mica. Es un sistema colonialista por naturaleza. Pero el capitalismo global, apa-rentemente invencible y triunfante, incuba su propia derrota: Cuanto ms rem-plaza la produccin capitalista producciones ms atrasadas, tanto ms estrechosse hacen los lmites de mercado, engendrado por el inters por la ganancia, paralas necesidades de expansin de las empresas capitalistas ya existentes. La cosa seaclara completamente, si nos imaginamos por un momento, que el desarrollodel capitalismo ha avanzado tanto que, en toda la Tierra, todo lo que producen

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  • los hombres es produce de manera capitalista, es decir slo por empresarios pri-vados capitalistas en grandes empresas con obreros asalariados modernos. La im-posibilidad del capitalismo se manifiesta entonces ntidamente (Luxemburgo,1974: 224).

    En efecto, el gran descubrimiento de la dcada de los Setenta ha sido el de laexistencia de lmites. Otros lo haban dicho antes, pero desde la publicacin en1972 del informe al Club de Roma sobre Los lmites al crecimiento nadie deberadesconocerlo. Tras aos de delirio tecnolgico, en los que los pases desarrolla-dos se dejaron seducir por la ilusin de que gracias a sus mquinas haban deja-do, al fin, de depender del medio ambiente natural, la existencia de lmites alcrecimiento supone la impugnacin de cualquier propuesta de desarrollo que as-pire a elevar los niveles de bienestar de los colectivos y pueblos ms pobres sim-plemente mediante el recurso de invitarles a seguir los pasos de las sociedadesms desarrolladas: en un mundo limitado no hay recursos suficientes para quetodo el planeta sea un privilegiado barrio Norte. La existencia de lmites supo-ne una inexorable enmienda a la totalidad al modelo de desarrollo capitalista,basado en el crecimiento permanente.

    De hecho vivimos ya por encima de las posibilidades del planeta. Segn elInforme Planeta Vivo 2004, elaborado por el World Wildlife Found, la humani-dad est consumiendo un 20 por ciento ms de los recursos naturales que la Tie-rra es capaz de regenerar.4 Como consecuencia ms inmediata, las poblacionesde especies vertebradas terrestres, marinas y de agua dulce han disminuido unamedia del 40% entre 1970 y 2000. Nuestra huella ecolgica, es decir, el im-pacto de la humanidad sobre la Tierra, se ha incrementado dos veces y mediadesde 1961. Ahora bien, este sobreconsumo no se reparte igual en las distintasregiones del planeta. La poblacin de Occidente consume recursos a un nivelextremadamente insostenible. Para que todas las personas del mundo alcanzaranel nivel de consumo actual de los Estados Unidos, con la tecnologa existente,haran falta otros cuatro planetas Tierra. Pero no se trata slo de los americanos:en el caso de Espaa, sus habitantes consumimos actualmente el 200% del capi-tal natural del que disponemos, es decir, necesitamos un total de tres pases comoel nuestro para soportar nuestra demanda de recursos. En cuanto a los vascos: se-gn sealaba el Consejero de Medio Ambiente del Gobierno Vasco, Sabin Int-xaurraga, la huella ecolgica que determinan las pautas actuales de consumo yproduccin en el Pas Vasco es tal que si todos los habitantes del mundo siguie-ran las mismas pautas de consumo que los de la CAV, haran falta 2,5 planetascon la misma superficie biolgicamente productiva (Deia, 2 junio 2004).

    Nuestro reto hoy es pensar la igualdad radical de todos los seres humanos encondiciones de escasez, de manera que si hay alguna forma de salir de la crisis,

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    4 El informe completo en castellano puede consultarse en: http://www.wwf.es/planeta_vivo04.php.

  • esa forma ha de pasar por un menor consumo material del que ahora existe y,como resultado de ello, ha de pasar por cambios no deseados en el estilo de vidade cientos de millones de personas. Y es aqu cuando el msculo moral se vuel-ve imprescindible:

    Cmo puede un tcnico de la Boeing de Seattle concebir estar junto a un trabaja-dor de una planta de t de India? Para que hubiera alguna forma de solidaridad queuniera a esas personas, es necesario, una vez ms, el estmulo moral que pareca taninnecesario para que se diera la solidaridad proletaria en el pasado. Los ms amplia-mente favorecidos en el proletariado del mundo deben convertirse en gente sensibleen gran medida a los llamamientos morales para que haya algn progreso en esta l-nea (Cohen, 2001: 152).

    Como seala Cohen, la tradicin igualitaria ligada al marxismo ha despre-ciado las cuestiones relacionadas con la moralidad. Ello fue debido a la concep-cin obsttrica del marxismo:

    Desde sus comienzos el marxismo se presentaba a s mismo desde una acusada concien-cia de estar llevando a acabo una lucha en el mundo y no tanto de ser un conjunto deideales que se proponen al mundo y al que el propio mundo debera ajustarse [...] Elsocialismo, surgido en su origen de una serie de ideales etreos, en lo sucesivo descansa-ra sobre un fundamento fctico slido. Haba sido utpico, pero ahora, como resulta-do del trabajo de Marx, se haba convertido en una ciencia.[...] Los valores de igualdad, comunidad y autorrealizacin humana eran indudable-mente partes integrantes de la estructura de creencias de cuo marxista [...] Sin embar-go, a los marxistas no les preocupaban los principios de igualdad. De hecho no les pre-ocupaban valores o principios de ningn tipo y por eso nunca se interesaron portomarlos en consideracin. En lugar de eso, dedicaron su energa intelectual al duro ca-parazn de hechos que rodeaban sus valores (Cohen, 2001: 138-139).5

    Y cules eran esos hechos que conformaban el duro caparazn del marxis-mo? Bsicamente dos: (1.) La existencia de una clase trabajadora cuyos miem-bros constituan la mayora de la sociedad, producan la riqueza de la sociedad,eran los explotados de la sociedad, no tenan nada que perder con la revolucin,al contrario, estaban interesados en la misma, y tenan la capacidad de transfor-mar la sociedad. (2.) El desarrollo de las fuerzas productivas dara como resulta-do una abundancia material tan grande que cualquier cosa que alguien necesitasepara desarrollar una vida satisfactoria podra tomarlo de la tienda sin coste algunopara nadie (Cohen, 2001: 140, 145). Con estos medios, quin necesita valores?

    Fue en parte porque crean que la igualdad era histricamente inevitable por lo quelos marxistas clsicos no dedicaron demasiado tiempo a pensar por qu esa igualdad

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    5 Tambin hay que tener en cuenta que la errnea teora metatica de Marx le impeda ver losprincipios morales universales como algo distinto a la expresin de intereses de clase histricamente es-pecficos y, por tanto, reconocerlos como la base desde la que l mismo condenaba la explotacin ca-pitalista (Callinicos, 2003: 42).

  • era moralmente correcta, qu era exactamente lo que la haca obligatoria desde unpunto de vista moral. La igualdad estaba en camino, era bienvenida y sera unaprdida de tiempo teorizar sobre por qu habra de ser bienvenida, en lugar depensar cmo hacerla llegar tan rpido y de un modo tan indoloro como fuera posi-ble (Cohen, 2001: 140).

    Convendra que recordemos lo que ocurri en la poca de la II Interna-cional (1889-1914), cuando el socialismo fue dejando de ser un fenmeno ex-clusivamente europeo amedida que la industrializacin dejaba tambin de serlo:obreros alemanes e italianos difunden las doctrinas socialistas por Estados Uni-dos, Argentina, Brasil y Venezuela; de Gran Bretaa pasa a sus territorios de ul-tramar: Canad, Australia, Nueva Zelanda, Africa del Sur, India; a principios desiglo las ideas socialistas entran en Asia a travs de Turqua, cuando los obrerosjudos de Salnica y los trabajadores armenios se asocian en subsecciones; losholandeses las llevan a Indonesia; los socialistas norteamericanos residentes enShanghai ponen en contacto a los grupos chinos con la Internacional (Droz,1979: 558). Ciertamente, la teora estaba clara desde el mismo Manifiesto: la lu-cha del proletariado ser internacional, o no ser. Pero, en qu internacionalis-mo se estaba pensando? Abendroth, reflexionando en torno al hecho de que to-dava la base de la II Internacional se hallaba en los partidos europeos, dice: Ladiferencia entre su realidad limitada a Europa y su pretensin universal no llega ser consciente para la Internacional (1968: 60).

    Es de sobra conocido el artculo de Marx publicado en 1853 en el New YorkDaily Tribune en el que defenda la funcin civilizadora del colonialismo brit-nico en la India. En 1882, escribe Engels una carta a Kautsky en la que le dice:Me pregunta usted qu piensan los obreros ingleses de la poltica colonial. Pueslo mismo que de la poltica en general; lo mismo que piensan los burgueses.Aqu no hay partido obrero, no hay ms que el partido conservador y el partidoliberal-radical, y los obreros se benefician tranquilamente con ellos del monopo-lio colonial de Inglaterra y del monopolio de sta en el mercado mundial.

    Incluso en las actas del VII Congreso Internacional Socialista de Stuttgart,en 1907, podemos leer cosas como esta: El Congreso, tras comprobar que porlo general se exagera grandemente sobre todo de cara a la clase obrera lautilidad o necesidad de las colonias, no condena en principio y para siempretoda poltica colonial, que bajo rgimen socialista podra llegar a ser unaobra civilizadora. El representante de Holanda propugnar la creacin de unapoltica colonial socialista. Bien es cierto que tambin podemos leer en dichasactas intervenciones tan vigorosas como la de Kautsky: Bernstein ha tratado dehacernos creer que esa poltica de conquista ha sido una necesidad natural. Mu-cho me ha extraado que defendiese aqu esa teora segn la cual existen dosgrupos de pueblos, los unos destinados a dominar, y los otros a ser dominados; yque haya pueblos incapaces de gobernarse y administrarse por s mismos, pue-blos de noos grandes. Eso no es ms que una variante de la vieja frase que

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  • constituye la justificacin de todos los despotismos, y con arreglo a la cual unosnacen con espuelas en los pies, y otros con una albarda en las espaldas, con el finde permitirles a los primeros considerar a los segundos como monturas propias(Chatelet, Pisier-Kouchner y Vincent, 1977, t. I: pp. 184-186).

    Pero la proclamacin de Kautsky, fuertemente aplaudida, y que se plasmares los textos del Congreso sirviendo en aos posteriores de referencia terica ymoral para oponerse al imperialismo, chocar en la prctica con una realidad to-zuda, cual era la funcionalidad del colonialismo para el desarrollo de las metr-polis industriales; esta realidad prctica quedar expuesta en Stuttgart en una in-tervencin del holands Van Kol respondiendo a Ledebour, delegado alemnanticolonialista: Me limito a preguntar a Ledebour si, bajo el rgimen actual,tiene el coraje de renunciar a las colonias. Ya me dir entonces qu ser de la su-perpoblacin europea; en qu pas la gente que quiere emigrar podr encontrarcon qu vivir si no es en las colonias [...] Qu hara Ledebour con el crecientede produccin de la industria europea si no encuentra nuevos mercados en lascolonias?.

    Lo cierto es que la aparicin de las colonias va a suponer para el movimientoobrero una contradiccin cuyas consecuencias se extendern hasta nuestros das,contradiccin que har de l una especie de Jano con una cara progresista y otrareaccionaria. Tomo esta expresin de Bdarida, quien la utiliza para referirse allaborismo en Africa del Sur, pero que muy bien puede hacerse extensiva al con-junto del movimiento obrero (Droz, 1979: 511). Lo que ocurre es que Africa delSur probablemente represent con el mayor dramatismo esta contradiccin: unaaccin obrera impulsada nicamente por trabajadores blancos, buscando a untiempo enfrentarse a la explotacin capitalista y preservar su condicin privilegia-da frente a los trabajadores negros. De hecho, hasta 1955, ao de constitucindel South African Congress of Trade Unions, no va a existir en Africa del Sur unaorganizacin interracial de trabajadores (Luckhardt and Wall, 1980).

    Hoy vivimos en una situacin que algunos describen como apartheid global(Alexander, 1996). Ser capaz el movimiento obrero de desoir los cantos de si-rena del neoliberalismo globalitario que lo invitan a adaptarse para no morir (enrealidad, para que sean otros los que mueran)?

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