Tradiciones del Perú

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TRADICIONES PERUANAS AL RINCON QUITA CALZON El obispo Chávez de la Rosa fue un día a supervisar a los profesores en el colegio justo cuando falto el profesor de latín entonces él decidió reemplazarlo. El obispo evaluó a los alumnos, pero por cada pequeña equivocación el obispo los mandaba al “rincón quita calzón” donde los alumnos eran azotados, ya habían una docena de alumnos castigados cuando llego el turno de el mas chiquitín y travieso de la clase, este se demoro en contestar la pregunta y lo mandaron al rincón, el niño reclamo susurrando pero el sacerdote lo escucho y después de preguntar exactamente lo que dijo, acepto el reto de contestar una pregunta formulada por el niño. Lo que el sacerdote nunca pensó fue que no sabia la respuesta. El obispo quedo encantado con la astucia del niño, perdono a todos los castigados y además se convirtió en el protector del niño, quien con el tiempo se convirtió en un orgullo del clero peruano: Francisco Javier de Luna-Pizarro vigésimo arzobispo de Lima. AL PIE DE LA LETRA El capitán Paiva era un hombre fornido de gran estatura. Paiva tenia un problema: que seguía las instrucciones al pie de la letra, es decir, no entendía metáforas o expresiones similares. Este problema fue la causa por la cual Paiva nunca ascendió. Cuentan algunas anécdotas acerca de él: El teniente Salaverry encarga una misión a Paiva que consistía en buscar y apresar a un hombre pero en caso que no lo encontrase debería ir y allanar su casa. Paiva llego y dijo que el mandato estaba listo, entonces fue cuando explico que había derrumbado todas las paredes que allí habían y que el terreno de la casa estaba tan llano como la palma de su mano. Salaverry escondió la risa que le retozaba. Salaverry tenia por asistente a un soldado que tenia por apodo “cuculí”, este abusaba de la confianza de Salaverry, ya que, se habían conocido cuando niños. Llego un momento en el que Salaverry advirtió a Cuculí que si seguía cometiendo tantas barrabasadas él iba mandarlo a fusilar.

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TRADICIONES PERUANAS

AL RINCON QUITA CALZON

El obispo Chávez de la Rosa fue un día a supervisar a los profesores en el colegio justo cuando falto el profesor de latín entonces él decidió reemplazarlo.

El obispo evaluó a los alumnos, pero por cada pequeña equivocación el obispo los mandaba al “rincón quita calzón” donde los alumnos eran azotados, ya habían una docena de alumnos castigados cuando llego el turno de el mas chiquitín y travieso de la clase, este se demoro en contestar la pregunta y lo mandaron al rincón, el niño reclamo susurrando pero el sacerdote lo escucho y después de preguntar exactamente lo que dijo, acepto el reto de contestar una pregunta formulada por el niño. Lo que el sacerdote nunca pensó fue que no sabia la respuesta. El obispo quedo encantado con la astucia del niño, perdono a todos los castigados y además se convirtió en el protector del niño, quien con el tiempo se convirtió en un orgullo del clero peruano: Francisco Javier de Luna-Pizarro vigésimo arzobispo de Lima.

AL PIE DE LA LETRA

El capitán Paiva era un hombre fornido de gran estatura. Paiva tenia un problema: que seguía las instrucciones al pie de la letra, es decir, no entendía metáforas o expresiones similares. Este problema fue la causa por la cual Paiva nunca ascendió.

Cuentan algunas anécdotas acerca de él:

El teniente Salaverry encarga una misión a Paiva que consistía en buscar y apresar a un hombre pero en caso que no lo encontrase debería ir y allanar su casa. Paiva llego y dijo que el mandato estaba listo, entonces fue cuando explico que había derrumbado todas las paredes que allí habían y que el terreno de la casa estaba tan llano como la palma de su mano. Salaverry escondió la risa que le retozaba.

Salaverry tenia por asistente a un soldado que tenia por apodo “cuculí”, este abusaba de la confianza de Salaverry, ya que, se habían conocido cuando niños. Llego un momento en el que Salaverry advirtió a Cuculí que si seguía cometiendo tantas barrabasadas él iba mandarlo a fusilar.

Hasta que un día debieron darle una gran queja a Salaverry para que ordenase a Paiva fusilar a Cuculí entre dos luces. Media hora después regreso Paiva con la orden cumplida, lo fusilo entre dos faroles. A Salaverry se le escapo una lagrima ya que él solo quería atemorizar a su asistente, él pensaba enviar la orden de indulto antes de rayar el alba o lo que es lo mismo estar entre dos luces.

Pocos días antes de una batalla Paiva planeo un ataque que requería de algún lancero, para lo cual necesitaba de la autorización de Salaverry. Paiva insistió mucho en lo de los lanceros, fue tanta su insistencia que Salaverry le contesto que hiciera lo que quisiera y que se mande a matar, lo cual Paiva tomo como orden y al momento que combatía, después de matar a un boliviano y subirlo al caballo (como lo prometió) Paiva llego a donde Salaverry herido por las balas. Ya que Salaverry le dijo mándate a matar y Paiva lo tomo como una orden.

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EL ALACRAN DE FRAY GOMEZ

Como las otras Tradiciones, “El Alacrán De Fray Gómez” tiene tres partes. En la primera parte, el lector está introducido al refrán “Esto vale tanto como el alacrán de fray Gómez”, que uno se usa para describir algo bonito y caro. De aquí, el narrador trata de explicar este dicho con unas historias (divididas por dos partes). En la primera parte de las historias, el narrador destaca en una persona (probablemente imaginario), fray Gómez, quién hizo “milagros a mantas”. También él “tiene” un expediente (archivo que contiene papeles oficiales sobre una persona o un asunto) en la Iglesia para su “beatificación y canonización”. Hay dos ejemplos de sus milagros en esa parte, probablemente para dar credibilidad a la parte final. En el primer milagro, fray Gómez cura un hombre que cayó de su caballo y sufrió un golpe en la cabeza. El lo cura con sus manos sin médico, y camina aparta de un muchedumbre de personas (mostrando humildad). En el segundo milagro, fray Gómez produce un par de pejerreyes (peces) de nada para San Francisco Solano, quien está sufriendo de una jaqueca. En la parte final, el narrador dice la historia que explica el refrán “el alacrán de fray Gómez”. En esta historia, un castellano viejo viene a fray Gómez para una presta de dinero. Fray Gómez, quien tomó un juramento de pobreza, no tiene dinero para prestar al viejo, pero él pone un alacrán en una hoja de papel y el alacrán convierte en una joya “espléndida”. Fray Gómez dice al viejo que él necesita devolver la alhajita en seis meses. El castellano viejo trae la joya a un usurero. El usurero ofrece dos mil para la joya, pero el viejo solamente pide quinientos (la suma que él le pidió a fray Gómez). Al fin de los seis meses, el viejo devuelve la joya al fray Gómez, y la alhaja convierte en el alacrán original.

DON DIMAS DE LA TIJERETA

La tradición tiene como núcleo la historia de don Dimas de la Tijereta, un escribano miembro de la Real Audiencia, ya viejo, soltero, avaro, deshonesto en su función de su oficio que por la extraña avaricia vivía solo, acaudalando el dinero proveniente de su inmoral actuación. En la Vejez se enamora de Visitación, una bella joven de veinte años, que no responde a sus pretensiones amorosas, pero que obtiene provecho al aceptar los regalos y obsequios de los que la hacía objeto.Para vencer el rechazo, don Dimas pacta con el diablo quedando en que le entregaría su almilla después de que, por un tiempo, le permita disfrutar de los beneficios del amor. En cumplimiento de lo convenido, el diablo cambia la conducta de Visitación y durante tres años Don Dimas saborea la felicidad deseada.Vencido el plazo, don Dimas entrega su almilla, es decir, la prenda de vestir parecida a lo que hoy denominamos camiseta. El diablo intermediario lleva al escribano ante Satanás, quien promueve un proceso que concluye en cortísimo tiempo, con la absolución de don Dimas en virtud de que los jueces, en vida académicos, comprobaron que en el Diccionario de la Real Academia la palabra almilla aludía a una pieza de la ropa, pero no al diminutivo, ni mucho menos, al despectivo de alma. Vuelto a tierra, don Dimas enfrenta el final del hechizo pues Visitación había abandonado la casa y refugiado en un beaterio.