Traducción de RAMÓN GARCÍA COTARELO - DDOOSS · ÍNDICE GENERAL «civilización» en la mesa,...

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Traducción de RAMÓN GARCÍA COTARELO

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  • Traduccin de

    RAMN GARCA COTARELO

  • NORBERT ELIAS

    El proceso de la civilizacin Investigaciones sociogenticas y psicogenticas

    FONDO DE CULTURA ECONMICA

  • NDICE GENERAL

    Introduccin ................................................... . 9 Prlogo ............................................................. . 47

    Los cambios de conducta en las clases altas del mundo occidental

    CAPTULO PRIMERO Sociognesis de los conceptos civilizacin

    y cultura

    PRIMERA PARTE: Sociognesis de la oposicin entre cultura y civilizacin en Alemania.

    I. Introduccin ............................................. .. 57 II. El desarrollo de la oposicin entre civilizacin y cultura 59

    III. Ejemplos de las actitudes cortesanas en Alemania 63 IV. La clase media y la nobleza cortesana en Alemania .............. 67 V. Ejemplos literarios de las relaciones entre la intelectualidad alemana de clase media y los cortesanos ... 72

    VI. Retroceso de la oposicin social e intensificacin de la na cional en la contraposicin entre cultura y civilizacin .. 78

    SEGUNDA PARTE: Sociognesis del concepto de civilisation en Francia.

    I. Gnesis social del concepto francs de civilizacin ........ 83 II. Gnesis social de la fisiocracia y del movimiento reformis ta francs ..................................................... .. 87

    CAPTULO SEGUNDO La civilizacin como transformacin especfica del comportamiento

    humano

    I. Historia del concepto de civilit .. 99 II. Los modales medievales .............................. .. 105 III. El problema del cambio del comportamiento en el Renacimiento 115 IV. La compostura en la mesa.............................. .. 129

    Parte I: Textos, 129. Parte II: Observaciones sobre los textos, 144. (Grupo 1: Ojeada sobre las sociedades a las que se refieren los escritos citados, 144; Digresin sobre el ascenso y el descenso de los escriceptos de courtoisie y civilit, 147; Ojeada sobre la curva de la

  • NDICE GENERAL

    civilizacin en la mesa, 148; Digresin sobre la modelacin cor tesana del lenguaje, 152; El problema de los criterios empleados pa ra determinar si un comportamiento es malo, bueno o mejor que otro, 157. Grupo 2: El consumo de carnes, 160; La utilizacin del cuchillo en las comidas, 164; La utilizacin del tenedor en las comidas, 168.) V. Cambios en las actitudes frente a las necesidades naturales. 170 Parte I: Textos, 170. Parte II: Observaciones sobre los textos y sobre los cambios que reflejan en general, 176. VI. Sobre el modo de sonarse ....................... 184 Parte I: Textos, 174. Parte II: Observaciones sobre los textos, 190. VII. Sobre el modo de escupir ......................... 193 Parte I: Textos, 193. Parte II: Observaciones sobre los textos, 197. VIII. El comportamiento en el dormitorio ..... 201 Parte I: Textos, 201. Parte II: Observaciones sobre los textos, 203. IX. Cambios en la actitud frente a las relaciones entre hombres y mujeres ... 209 X. Las transformaciones de la agresividad ... .. 229 XI. Ojeada a la vida de un caballero .............. 242

    Las transformaciones de la sociedad

    CAPTULO TERCERO

    Sociognesis de la Civilizacin Occidental

    I. Ojeada sobre la sociedad cortesana ............. 257 II. Breve repaso de la gnesis social del absolutismo . 261 III. La mecnica de desarrollo de la sociedad en la Edad Media 265

    PRIMERA PARTE: Mecanismos de la feudalizacin . 265 1. Introduccin, 265. 2. Fuerzas centralizadoras y descentralizadoras en la organizacin medieval de la dominacin, 267. 3. El aumento demogrfico tras la emigracin de los pueblos, 279. 4. Algunas notas sobre la gnesis social de las cruzadas, 286. 5. Expansin interna de la sociedad: constitucin de nuevos rganos e instrumentos, 292. 6. Algunos elementos nuevos de la estructura de la sociedad feudal en comparacin con la antigua, 298. 7. Gnesis social del feudalismo, 303. 8. Gnesis social de los trovadores y de los modales cortesanos, 311. SEGUNDA PARTE.- La gnesis social del Estado 333 1. El primer estudio de la casa real ascendente: competencia y constitucin del monopolio en el marco de un territorio, 333. 2. Digresin sobre algunas diferencias en el proceso de desarrollo en Inglaterra, Francia y Alemania, 337.3. El mecanismo del monopolio, 344. 4. Las primeras luchas de competencia en el marco del reino, 356. 5. Resurgimiento de las fuerzas centrfugas: la competencia de los reyes, 367. 6. Las ltimas luchas de competencia por la posicin monopolista final del vencedor, 382. 7. La distribucin del poder dentro de la unidad poltica. La constitucin del mecanismo real, 392. 8. La gnesis social del monopolio fiscal, 426.

  • NDICE GENERAL

    RESUMEN

    Bosquejo de una teora de la civilizacin

    I. La coaccin social y la autocoaccin ........ 449 II. Difusin de la previsin y de la autocoaccin . 463 III. Disminucin de los contrastes, aumento de la sociedad .. 466

    IV. El acortesamiento de los guerreros .......... .. 472 V. La contencin de los instintos. La psicologizacin y la ra

    cionalizacin ............................................. 482 VI. Vergenza y desagrado ............................ ... 499

    VII. Mayor dependencia de la clase alta. Mayor ascenso de la cla se baja .. 506 VIII. Conclusin ............................................ 520

    Notas ............................................................. . 533

  • INTRODUCCIN

    I

    Cuando hoy da reflexionamos sobre la estructura de las emociones huma-nas y de su control, y cuando tratamos de elaborar teoras acerca de ellas, solemos creer que las observaciones sobre los seres humanos contempor-neos en las sociedades desarrolladas constituyen un material emprico sufi-ciente. Esto es, partimos descuidadamente del supuesto de que resulta posi-ble construir teoras generales sobre las estructuras emotivas y de control del hombre en cualquier sociedad, tomando como fundamento investigaciones sobre las estructuras emotivas y de control de seres humanos en una fase es-pecfica del desarrollo social, de seres humanos de nuestra propia sociedad como se nos presentan aqu y ahora. Sin embargo, existen observaciones en abundancia, relativamente fciles de comprobar, que muestran que el mode-lo y las pautas de control de emociones pueden ser distintos segn las clases sociales de que se trate en una sola sociedad. Tanto si nos ocupamos del pro-blema del desarrollo secular de los pases europeos o del de los llamados pases subdesarrollados en otras partes del planeta, encontramos siempre este tipo de observaciones. La cuestin que stas plantean entre otras es la de saber cmo y por qu en el curso de tales transformaciones generales a largo plazo y en una direccin (para las que hemos aceptado el concepto de evolucin como trmino tcnico) ha cambiado en un sentido determinado la emotividad del comportamiento y de la experiencia de los seres humanos, la regulacin de las emociones individuales por medio de coerciones inter-nas o externas y, con ellas, en cierta medida tambin la estructura de todas las manifestaciones humanas. Estos son los cambios a los que nos referimos en el habla cotidiana cuando afirmamos que los hombres de nuestras socie-dades son hoy ms civilizados que ayer o que los de otras sociedades son menos civilizados, quiz incluso ms brbaros, que los de la propia. El matiz valorativo de tales enunciados es claro; los hechos a los que se remi-ten no lo son. Esto depende, en parte, de la circunstancia de que las investi-gaciones sociolgicas empricas sobre transformaciones a largo plazo de las estructuras de la personalidad, y en especial de las regulaciones emotivas de los seres humanos, todava tropiezan con graves dificultades en el estadio actual de los estudios sociolgicos. El inters de la sociologa actual se con-centra sobre procesos a plazo relativamente corto y, fundamentalmente, so-bre problemas que se refieren a una circunstancia concreta de las sociedades. Las transformaciones de larga duracin de las estructuras sociales, as como de las estructuras de personalidad, han desaparecido por completo del hori-zonte actual de la investigacin.

  • 10 EL PROCESO DE LA CIVILIZACIN

    El presente estudio trata de tales procesos de larga duracin. Si resumi-mos brevemente los distintos tipos de procesos facilitaremos su compren-sin. En un primer momento podemos distinguir dos direcciones principales en los cambios de la estructura social: cambios estructurales en la direccin de una diferenciacin e integracin crecientes y cambios estructurales en la direccin de una diferenciacin e integracin decrecientes. Adems de stos, se da un tercer tipo de procesos sociales en cuyo decurso cambia la estructu-ra de una sociedad o de sus aspectos parciales, pero no en la direccin de una diferenciacin e integracin crecientes o decrecientes. Por ltimo, hay numerossimos cambios en las sociedades que no van acompaados por transformaciones de su estructura. Con esto no se hace justicia por entero a la complejidad de tales cambios, puesto que hay toda clase de tipos interme-dios y de mezclas y, a menudo, puede observarse al mismo tiempo y en una misma sociedad diversos tipos de cambios y hasta cambios en direcciones opuestas. No obstante, sirva de momento este breve resumen de los tipos de cambio para mostrar los problemas con los que se enfrentan las investiga-ciones que a continuacin van a exponerse. Los dos primeros Captulos tra-tan de la cuestin de si es posible corroborar de modo fehaciente y dar por objetiva la suposicin, basada en observaciones dispersas, de que hay cam-bios de larga duracin de las estructuras emotivas y de control de los seres humanos que mantienen una nica direccin a lo largo de una serie de ge-neraciones. En ellos se contiene, asimismo, una presentacin de mtodos y resultados de investigacin cuya contrapartida ms conocida en las ciencias fsico-naturales son los experimentos y los resultados; es decir, sirve para descubrir y clarificar lo que sucede en el campo de referencia todava por in-vestigar, para descubrir y determinar las relaciones objetivas.

    La comprobacin de que hay cambios en las estructuras emotivas y de control de los seres humanos que mantienen la misma orientacin a lo largo de toda una serie de generaciones, concretamente (para decirlo en una pala-bra), la direccin de una rigidez y diferenciacin crecientes de los controles, plantea una segunda pregunta: Ser posible relacionar este cambio de larga duracin de las estructuras de personalidad con los cambios estructurales a largo plazo del conjunto de la sociedad que tambin tienen una direccin de-terminada, esto es, la direccin de un aumento en el grado de diferenciacin e integracin; el Captulo Tercero y el Resumen tratan de este problema.

    Resulta que tambin faltan pruebas empricas que demuestren la existen-cia de estos cambios sociales estructurales de larga duracin en un nico sentido. Fue necesario, por lo tanto, dedicar una parte importante de estas in-vestigaciones al descubrimiento y clarificacin de relaciones objetivas de es-te otro tipo. La cuestin era si puede demostrarse la existencia de un cam-bio estructural del conjunto de la sociedad en la direccin de un grado supe-rior de diferenciacin e integracin, valindose de un material emprico in-discutible. Result que puede demostrarse: el proceso de construccin del Estado, que se trata en el Captulo Tercero, es un ejemplo de un cambio es-tructural de este tipo.

  • INTRODUCCIN 11

    Por ltimo, el bosquejo provisional de una teora de la civilizacin com-prende igualmente un modelo de las relaciones posibles entre el cambio a largo plazo de las estructuras individuales de los hombres (en la direccin de la consolidacin y diferenciacin de los controles emotivos) y el cambio a largo plazo de las composiciones que construyen los hombres en la direc-cin de un grado superior de diferenciacin e integracin; esto es, por ejem-plo, en el sentido de una diferenciacin y prolongacin de las lneas de inter-dependencia y de una consolidacin de los controles estatales.

    II

    Puede verse fcilmente que con este planteamiento, interesado en el des-cubrimiento de relaciones objetivas y en su clarificacin, esto es, un plantea-miento emprico-terico que se concentra en los cambios estructurales espe-cficos de larga duracin, en evoluciones, nos diferenciamos claramente de la idea metafsica que vincula el concepto de evolucin bien con la idea de una necesidad mecnica, bien con la de una finalidad teleolgica. El pro-pio concepto de civilizacin se utiliz en el pasado frecuentemente en un sentido semi-metafsico, como se demuestra en el primer captulo de este li-bro, y todava hoy sigue teniendo contornos difusos. Aqu se trata, como ya he dicho, de elaborar el ncleo objetivo al que se refiere la nocin precien-tfica vulgar del proceso civilizatorio, esto es, sobre todo, al cambio estruc-tural de los seres humanos en la direccin de una mayor consolidacin y di-ferenciacin de sus controles emotivos y, con ello, tambin, de sus expe-riencias (por ejemplo, en el retroceso de los lmites de la vergenza o del pu-dor) y de su comportamiento (por ejemplo, en las comidas o en los modos de diferenciar la cubertera). La tarea siguiente que presentaba al investiga-dor el descubrimiento de un cambio tal a lo largo de muchas generaciones, era la cuestin de la explicacin. Como se ha dicho, puede encontrarse una propuesta de explicacin en el Resumen.

    Pero, con la ayuda de esta investigacin, tambin nos diferenciamos del tipo de teora que, con el paso del tiempo, ha venido a dominar los estudios sociolgicos, substituyendo al antiguo tipo de teora todava centrado en el concepto semimetafsico de evolucin; esto es, nos diferenciamos de las teo-ras del cambio social, hoy dominantes. Por lo que sabemos estas teoras no han conseguido distinguir hasta hoy de modo inequvoco entre los diversos tipos de cambio social que se han mencionado brevemente ms arriba. En especial se advierte la falta de otras teoras, apoyadas en material emprico del tipo de los cambios sociales de larga duracin que tengan la forma de un proceso y, sobre todo, de una evolucin.

    Mientras trabajaba en este libro, se me ocurri de modo muy claro que, con l, se estaban poniendo los cimientos para una teora sociolgica no dogmtica, emprica, de los procesos sociales en general y de la evolucin social en concreto. Crea entonces que es muy claro que la investigacin y el modelo comprensivo del proceso a largo plazo de la construccin del Estado, como se encuentran en el Captulo Tercero de este trabajo, tambin po-

  • 12 EL PROCESO DE LA CIVILIZACIN

    da servir como modelo de la dinmica a largo plazo de las sociedades en la direccin a la que se refiere el concepto de la evolucin social. No cre, por lo tanto, que fuera necesario advertir que no se trata de una investigacin so-bre una evolucin en el sentido del siglo XIX, en el sentido de un progre-so automtico, ni tampoco de una investigacin sobre un cambio social no especfico en el sentido del siglo xx. Para m estaba esto tan claro entonces que no cre necesario referirme expresamente a tales implicaciones tericas. Ahora veo que me equivoqu y la introduccin a la segunda edicin me ofrece la posibilidad de subsanar ese error.

    III

    La evolucin social general de la que aqu tomamos una de sus manifes-taciones centrales, una ola secular de integracin progresiva, un proceso de construccin del Estado, con el proceso complementario de una diferencia-cin tambin progresiva, es un cambio de composicin que, considerado a largo plazo, en su ir y venir, en sus movimientos progresivos y regresivos, mantiene siempre una nica direccin a lo largo de muchas generaciones. Este cambio estructural orientado puede demostrarse como tal hecho que es, con independencia de la valoracin que se le d. De lo que se trata aqu es de esa demostracin del hecho. El concepto de cambio social, como instru-mento de investigacin no es suficiente para dar cuenta de tales fenmenos. El mero cambio puede ser del tipo que es frecuente observar en las nubes y en los penachos de humo: tan pronto componen una figura como otra. Un concepto de cambio social que no distinga claramente entre cambios que se refieren a la estructura de una sociedad y cambios que no afectan a tal es-tructura y que tampoco distinga entre cambios estructurales sin una direc-cin determinada y cambios estructurales que a lo largo de muchas genera-ciones mantienen una direccin determinada, ya sea la del aumento o la dis-minucin de la complejidad, es un instrumento muy insatisfactorio de la investigacin sociolgica.

    Lo mismo sucede con toda una serie de problemas que aqu se trata. Cuando, tras algunos trabajos preparatorios (orientados tanto a la prepara-cin de documentos y material emprico como a la elaboracin de los pro-blemas tericos que iban aclarndose paulatinamente) pude ver con mayor nitidez el camino de la posible solucin de aquellos, fui consciente de que este trabajo ayuda a resolver asimismo el endiablado problema de la cone-xin entre las estructuras psicolgicas individuales, esto es, de las llamadas estructuras de personalidad, y las composiciones que constituyen muchos in-dividuos interdependientes, esto es, las estructuras sociales. Ello es posible porque aqu no se considera a estos dos tipos de estructuras como inmuta-bles, cual sucede a menudo, sino, ms bien, como estructuras mutables, co-mo aspectos interdependientes del mismo desarrollo a largo plazo.

  • INTRODUCCIN 13

    IV

    Si las diversas disciplinas acadmicas, especialmente la sociologa, a cu-yos mbitos de estudio afecta esta investigacin, hubieran alcanzado ya la fase de la madurez cientfica en la que se encuentran en la actualidad mu-chas de las disciplinas cientfico-naturales, hubiera cabido esperar una com-probacin y discusin minuciosas, as como una criba de todo lo que es in-til o refutable en una investigacin documentada de procesos a largo plazo, como el de la civilizacin o el de la construccin del Estado, as como un examen de la propuesta terica que de ella se deriva con el fin de incorpo-rarla total o parcialmente al fondo terico-emprico comn de la disciplina. Hubiera cabido esperar que el progreso del trabajo cientfico, en buena me-dida, descansase sobre el intercambio y la fructificacin mutua de los traba-jos de muchos colegas, as como en el desarrollo posterior del fondo comn del conocimiento. Hubiera cabido esperar que, treinta aos ms tarde, estas investigaciones pertenecieran al saber convencional de la disciplina, o bien que, gracias a los trabajos de otros especialistas, hubieran sido superadas y ms o menos olvidadas.

    En lugar de esto me encuentro con que, una generacin ms tarde, esta investigacin sigue teniendo el carcter de adelantada en un campo en el que hoy, al igual que hace treinta aos, es imprescindible la investigacin com-binada en la esfera emprica y en la terica. Ha aumentado la conciencia de que es urgente dar tratamiento a estos problemas. Hoy da pueden observar-se por doquier intentos orientados en la direccin en que se tratan aqu las cuestiones. Tampoco escasean intentos posteriores de resolver problemas a cuya solucin ya trataba de aportar algo la documentacin emprica de estos dos volmenes as como el bosquejo adicional de una teora de la civiliza-cin; no creo, sin embargo, que se hayan visto coronadas por el xito.

    Como ejemplo, baste mencionar brevemente la forma y la manera en que Talcott Parsons, que pasa por ser hoy da el terico ms destacado de la so-ciologa, trata de plantear y de resolver algunos de los problemas que aqu se estudian. Lo caracterstico de la posicin terica de Parsons, es el intento, como l mismo dice1, de desmembrar analticamente en sus partes compo-nentes elementales desde su campo de observacin los distintos tipos de so-ciedades. Un tipo concreto de estas partes componentes elementales (ele-mentary components) es lo que l llama pattern variables. A estas pattern variables pertenece la dicotoma emotividad-neutralidad emotiva. Es fcil hacerse cargo de su idea si se piensa que considera a cada sociedad como u-na mano de cartas en la de un jugador concreto: cada tipo de sociedad, pa-rece pensar Parsons, supone una mezcla distinta de las cartas. Pero las cartas son siempre las mismas y su nmero reducido por muy variadas que puedan ser sus combinaciones. Una de las cartas con las que se juega es la polaridad entre emotividad y neutralidad emotiva. Como l mismo dice, Parsons obtu-vo esta idea originariamente de la descomposicin entre los dos tipos socia-les de Tnnies, de comunidad y asociacin. El tipo de la comunidad, as al parecer lo cree Parsons, se caracteriza por la emo-

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    tividad; el de la asociacin por la neutralidad emotiva. Pero, al igual que hace con las otras pattern variables en el juego de cartas, tambin a sta le atribuye una significacin universal para la determinacin de las diferen-cias entre los distintos tipos sociales as como de las diferencias entre los distintos tipos de relacin en una nica sociedad. En este mismo contexto, Parsons se enfrenta al problema de la relacin entre la estructura social y la personalidad 2. Seala Parsons que antes los haba considerado como siste-mas de accin humana, estrechamente vinculados e interactivos, pero que ahora puede declarar con seguridad que, en un sentido terico, son fases o aspectos distintos de un nico sistema fundamental de accin, e ilustra esta cuestin, entre otros modos, por medio de un ejemplo, declarando que lo que puede considerarse en la esfera sociolgica como una institucionaliza-cin de la neutralidad emotiva, en lo esencial, es igual a lo que, en la esfe-ra de la personalidad, puede considerarse como la imposicin de la renun-cia a la satisfaccin inmediata en inters de la organizacin disciplinada y de los motivos a largo plazo de la personalidad.

    Quiz no sea intil para la comprensin de las investigaciones que siguen comparar este esfuerzo por resolver tales problemas con los esfuerzos ante-riores que aqu se presentan en una edicin nueva. La diferencia decisiva en cuanto al procedimiento cientfico y la idea que se tiene de las tareas de una teora social aparece claramente incluso en este breve ejemplo del tratamien-to que Parsons da a problemas relacionados con los nuestros. Con ayuda de una documentacin emprica exhaustiva, El proceso de la civilizacin mues-tra exactamente eso, un proceso que, posteriormente, Parsons, valindose de construcciones conceptuales estticas, ha reducido a la condicin de situa-ciones de un modo completamente innecesario a mi parecer. En lugar de un proceso relativamente complicado, en cuyo decurso el conjunto de emocio-nes de los seres humanos va cambiando lentamente en la direccin de un control emotivo ms fuerte y ms proporcionado (aunque, por supuesto, no en el sentido de la situacin de una neutralidad emotiva total), aparece en Parsons una contraposicin simple entre dos categoras de situaciones, de las cuales viene a suponerse que son implcitas en grados distintos a diversos ti-pos sociales, al igual que las substancias qumicas en las distintas mezclas. Con este reduccionismo conceptual en dos situaciones de lo que en el pre-sente trabajo se muestra empricamente como un proceso, y tambin como proceso se elabora tericamente, Parsons, se arrebata a s mismo la posibili-dad de averiguar cmo es posible explicar las distintas peculiaridades de las diversas sociedades a las que se refiere. Por lo que sabemos, Parsons ni si-quiera plantea la cuestin de la necesidad de una explicacin. Parece como si las diversas situaciones a las que se refieren los pares de contraposiciones de las pattern variables estuvieran dadas de antemano. Con este tipo de construccin terica desaparece la riqueza de matices y la transformacin estructural en la direccin de un control emotivo mayor y ms proporciona-do, como el que puede observarse en la realidad. La descomposicin de unos fenmenos sociales que, de hecho slo pueden considerarse como algo en perpetuo flujo, valindose para ello de parejas de conceptos que limitan el anlisis a dos situaciones opuestas, implica

  • INTRODUCCIN 15

    un empobrecimiento innecesario de la percepcin sociolgica, tanto para el trabajo terico como para el emprico.

    Sin duda que la tarea de toda teora sociolgica es explicar las peculiari-dades que son comunes a todas las posibles sociedades humanas. El con-cepto del proceso social y muchos otros conceptos que se utilizan en estas investigaciones, pertenecen a las categoras que tienen esta funcin. Pero las categoras fundamentales elegidas por Parsons me parecen extraordinaria-mente arbitrarias. Tras ellas se encuentra, tcita y falta de comprobacin, la idea, que a menudo se presenta como indiscutible, de que la tarea de toda teora cientfica es reducir conceptualmente todo lo mutable a algo inmuta-ble y simplificar todas las manifestaciones complejas por medio de la des-composicin en sus partes componentes.

    El ejemplo de la construccin terica parsoniana suscita la sospecha de que la reduccin conceptual sistemtica de procesos a situaciones sociales y de fenmenos complejos y compuestos a componentes ms simples, aparen-temente no complejos, en lugar de simplificar la construccin terica en el contexto sociolgico, la hace ms complicada. Este reduccionismo, este tipo de abstraccin como mtodo de la construccin terica podra justificarse, en todo caso, si condujera de modo inequvoco a una aclaracin y profundi-zacin de la comprensin que los seres humanos tienen de s mismos como sociedades y como individuos. En lugar de esto nos encontramos con que las teoras que se construyen con ayuda de estos mtodos conceptuales, como la teora de los epiciclos de Ptolomeo, precisan de construcciones auxiliares complicadas e innecesarias a fin de ponerlas en consonancia con los hechos demostrables empricamente. Parecen ms bien como un cielo encapotado que, de vez en cuando, ilumina la tierra con algn relmpago.

    V

    Un buen ejemplo de la cuestin que ms abajo trataremos con mayor dete-nimiento es el intento parsoniano de elaborar un modelo terico de la rela-cin entre las estructuras de la personalidad y las estructuras sociales. A este respecto encontramos en Parsons dos ideas mezcladas que no son fcilmente conciliables: una, la idea de que individuo y sociedad ego y sistema son dos datos que existen con independencia el uno del otro y de los que el primero, el ser humano aislado, ha de considerarse como la autntica rea-lidad, mientras que el segundo no es ms que un epifenmeno; la segunda, la idea de que ambas esferas son inseparables en el universum construido por los seres humanos. Por lo dems, los conceptos de ego y sistema, y todos los relacionados con ellos, que se refieren a los seres humanos como individuos y a los seres humanos como sociedades, aparecen utilizados de tal modo por Parsons (excepcin hecha de cuando se vale de categoras psi-coanalticas) que parece como si su situacin normal fuera la de inmutabili-dad. Las investigaciones que siguen no son comprensibles si compartimos estas ideas y permitimos que se nos oculte lo que de hecho es observable en el comportamiento de los seres humanos; no son com-

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    prensibles cuando se pierde de vista el hecho de que conceptos como indi- viduo y sociedad no se remiten a dos objetos con existencia separada, sino a aspectos distintos, pero inseparables, de los mismos seres humanos y que ambos aspectos, los seres humanos en general, en situacin de norma-lidad, slo pueden comprenderse inmersos en un cambio estructural. Ambos conceptos tienen el carcter de procesos y no es posible en absoluto hacer abstraccin de este carcter de proceso en una construccin terica que se remita a los seres humanos. Por el contrario, resulta imprescindible incluir este carcter procesal en la teora sociolgica y en las otras que se refieran a los seres humanos. Como se muestra en las investigaciones que siguen, el problema de las relaciones entre estructuras individuales y estructuras socia-les comienza a aclararse en la medida en que se investigan ambas como algo mutable, como algo que est en flujo continuo. Slo en este caso se da la po-sibilidad, como se ver en los estudios que siguen, de elaborar modelos de sus relaciones que sean medianamente congruentes con los hechos emprica-mente demostrables. Puede decirse con seguridad que no ser comprensible la relacin entre los conceptos a los que llamamos individuo y sociedad mientras continuemos manejndolos como si se tratase de dos cuerpos con existencias separadas y, adems, como dos cuerpos cuyo estado normal fue-ra el reposo y que, por as decirlo, slo entrasen en relacin a posteriori. Aunque no lo digan de modo claro y rotundo, no hay duda de que Parsons y todos los socilogos hijos del mismo espritu, piensan en algn tipo de exis-tencia separada de los conceptos de individuo y sociedad. As, por ejemplo, Parsons para no introducir aqu ms que un nico ejemplo como ilustracin de este pensamiento recoge la idea, ya desarrollada por Dur-kheim, de que en la relacin entre individuo y sociedad, se trata de una imbricacin recproca, de una interpenetracin entre individuo y siste-ma social. Cualquiera que sea el significado de una tal imbricacin recpro-ca, qu otra cosa puede significar esta metfora sino que se trata de dos cosas distintas que empiezan existiendo por separado y que, luego, en cierto modo, se interpenetran a posteriori? 3

    Puede verse la diferencia en el planteamiento del problema sociolgico en uno y otro caso. Las investigaciones que siguen abren la posibilidad de e-laborar con mayor intensidad las relaciones entre estructuras individuales y estructuras sociales precisamente porque no se hizo abstraccin del cambio de ambas estructuras, del proceso de sus respectivas evoluciones, como si fueran algo ajeno a la estructura, algo meramente histrico. Puesto que el devenir de las estructuras de la personalidad y de las estructuras sociales, se realiza en una relacin inseparable de la una con la otra. Nunca podr decir-se con la suficiente certidumbre que los miembros de una sociedad se hayan hecho ms civilizados; pero, siempre que se realicen investigaciones siste-mticas, con referencia a pruebas empricamente verificables, podr decirse de algunos grupos de hombres, y con mayor certidumbre, que se han hecho ms civilizados, sin unir con ello necesariamente la idea de que hacerse ms civilizado sea mejor o peor o tenga un valor positi vo o negativo. Un cambio tal de las estructuras de la personalidad, sin embargo, puede considerarse, con razn, como un aspecto especfico del deve-

  • INTRODUCCIN 17

    nir de las estructuras sociales. Esto es lo que va a intentarse en estas investi-gaciones.

    No resulta esencialmente extrao que tanto en Parsons como en muchos otros tericos contemporneos de la sociologa, aparezca la tendencia a la reduccin a situaciones incluso cuando se preocupan expresamente del pro-blema del cambio social. De acuerdo con la tendencia dominante en la so-ciologa, Parsons parte de la hiptesis de que, normalmente, cada sociedad se encuentra en una situacin de equilibrio invariable y asegurado de modo homeosttico. La sociedad cambia, supone Parsons 4, cuando esta situacin de normalidad del equilibrio social aparece alterada debido a un quebranto de las obligaciones reguladas socialmente, debido a una ruptura del confor-mismo. El cambio social, en consecuencia, aparece como una manifestacin de perturbacin casual, proveniente del exterior, en un sistema social que, por lo general, est bien equilibrado. Por lo dems, la sociedad as perturba-da aspira a recuperar la situacin de reposo, segn el punto de vista de Par-sons. Ms pronto o ms tarde se establece otro sistema con otro equilibrio que, a pesar de todas las oscilaciones, se mantiene de modo ms o menos automtico en la situacin posterior. En una palabra, el concepto del cambio social se remite aqu a una transicin entre dos situaciones normales de in-mutabilidad, transicin ocasionada por diversas perturbaciones. Tambin en lo relativo a esta contraposicin aparece aqu con toda claridad la diferencia entre la actitud terica representada por estas investigaciones y la actitud terica defendida por Parsons y sus discpulos. Estas investigaciones se sir-ven de gran cantidad de material emprico para probar la idea de que los cambios constituyen rasgos inherentes a la sociedad. La secuencia estructu-ral de un cambio continuo sirvi aqu como marco de referencia para la in-vestigacin de situaciones que se pueden fijar en un determinado momento. Por el contrario, en la opinin sociolgica dominante, los datos sociales (ela-borados conceptualmente como si normalmente se encontraran en situacin de reposo) sirven como marcos de referencia para todos los cambios. As re-sulta posible imaginarse a una sociedad como si fuera un sistema social y un sistema social como un sistema en situacin de reposo. Incluso cuando se trata de una sociedad relativamente diferenciada y muy desarro-llada, suele entendrsela muy a menudo como algo autosuficiente y en si-tuacin de reposo. No se considera que sea parte integral de las tareas de in-vestigacin inquirir cmo y por qu esa sociedad muy desarrollada ha lle-gado a tal estadio de diferenciacin. Correspondientemente con el marco de referencia esttico de las teoras de sistemas dominantes, los cambios socia-les, los procesos sociales y los desarrollos sociales, entre los que se cuentan, por supuesto, el desarrollo de un Estado o el proceso civilizatorio, se consi-deran como algo accidental, como una mera introduccin histrica, de cu-ya investigacin y explicacin puede prescindirse a los efectos de la com-prensin del sistema social, de su estructura, de sus conexiones fun-cionales, tal y como pueden observarse con una perspectiva a corto plazo, aqu y ahora. Hasta las mismas herramientas conceptuales muestran el sello de esta actitud intelectual especfica de la reduccin a situaciones, esto es, los conceptos como estructura

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    y funcin en la medida en que sirven como escudos de la escuela socio-lgica actual de los structural funcionalists. Por supuesto, ni siquiera sus fundadores pueden negar por entero la idea de que las estructuras y fun-ciones de la totalidad social o sus partes (concebidas como situaciones en reposo) se mueven y cambian. Pero los problemas que, de esta manera, aparecen en el campo de visin se hacen compatibles con el estilo intelec-tual esttico en la medida en que se relegan a un captulo especial bajo el ti-tulo del cambio social, como si fuera algo que se da por aadidura, por encima de los problemas de unos sistemas que, normalmente, estn en situa-cin de reposo: de este modo es claro que el mismo cambio social se trata conceptualmente como un atributo de una situacin de reposo. Con otras pa-labras, la posicin de principios fundamentada en la consideracin de las si-tuaciones, se concilia con las observaciones empricas sobre cambios socia-les en la medida en que, en el museo terico de figuras de cera se introdu-cen algunas figuras extraordinarias e inmutables ms, con unos carteles don-de ponga: cambio social o proceso social. De esta manera se congelan los problemas que plantean las transformaciones sociales y, adems, se con-vierten en algo inocuo desde el punto de vista de la sociologa de las situa-ciones. As resulta tambin que el concepto de evolucin social prctica-mente ha desaparecido hoy del mbito de estudio de los tericos actuales de la sociologa; paradjicamente ello sucede en una poca de la evolucin so-cial en que los hombres se ocupan de modo ms intensivo y consciente de los problemas de esta evolucin social, tanto en la praxis de la vida social, como en la investigacin sociolgica emprica.

    VI

    Cuando acomete uno la tarea de escribir una introduccin para un libro que, tanto histrica como empricamente, se encuentra en manifiesta oposicin con las tendencias ms difundidas de la sociologa contempornea, tiene uno, en cierto modo, la obligacin de decir al lector de un modo claro e inteligi-ble, cmo y por qu los problemas que aqu se presentan y los pasos que pa-ra su solucin se dan, se diferencian del tipo dominante hoy en la sociologa, especialmente de los de la sociologa terica. Si se quiere cumplir con esta obligacin, no se puede evitar la pregunta acerca de cmo es posible que la sociologa, cuyos representantes ms notorios en el siglo xix, pusieron los problemas del proceso social a largo plazo en el primer plano de los inte-reses de la investigacin, en el siglo xx se haya convertido en una sociologa de la situacin, de cuyos afanes investigatorios prcticamente ha desapareci-do toda aclaracin de procesos sociales a largo plazo. En el marco de esta introduccin no me es posible comprometerme a tratar con la minuciosidad que merece esta transferencia del inters central de la investigacin sociol-gica y, con ello el cambio radical correspondiente de toda la mentalidad so-ciolgica. Este problema sin embargo es muy importante para la compren-sin de nuestras investigaciones y, tambin, para el desarrollo posterior de la sociologa por lo que no se le puede dejar de lado. Me

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    limitar, por lo tanto, a tratar solamente algunas de las condiciones que son responsables de esta involucin del aparato conceptual sociolgico y de la restriccin correspondiente del mbito de estudio.

    La razn ms evidente de que entre los socilogos se haya perdido por completo la comprensin de la importancia de los problemas de la evolucin social, de la gnesis social, del desarrollo de las formaciones sociales de to-do tipo y la razn, asimismo, de que hasta el concepto de la evolucin haya cado en descrdito entre esos mismos socilogos reside en la reaccin de muchos de ellos, especialmente de los tericos ms relevantes del siglo xx contra ciertos aspectos de las teoras sociolgicas fundamentales del siglo xix. Se ha podido comprobar que los modelos tericos del desarrollo social a largo plazo, tales como los que elaboraron en el siglo xix hombres como Comte, Spencer, Marx, Hobhouse y muchos otros, en parte descansaban so-bre hiptesis que venan determinadas fundamentalmente por los ideales po-lticos de los autores y, en segundo lugar, por la adecuacin de los propios modelos a la realidad objetiva. Las generaciones posteriores tenan a su dis-posicin un material emprico mucho mayor y continuamente creciente. La verificacin de las teoras de la evolucin del siglo xix, a la luz de las expe-riencias ms amplias de las generaciones siguientes, hizo que toda una serie de aspectos de los antiguos modelos de procesos aparecieran como incier-tos o, cuando menos, como necesitados de revisin. Muchos de los artcu-los de fe, indubitables para los adelantados de la sociologa en el siglo XIX ya no resultaban aceptables para los representantes de la misma disciplina en el siglo xx. Entre estos se cuenta la creencia de que la evolucin de la socie-dad ha de ser, necesariamente, una evolucin hacia lo mejor, una transfor-macin en la direccin del progreso. Esta creencia es la que rechazaron deci-didamente muchos socilogos posteriores, a tenor de su propia experiencia social. En un examen retrospectivo pudo verse con mayor claridad que los viejos modelos del desarrollo eran una mezcla de enunciados objetivos y de construcciones ideolgicas.

    En el empeo por conseguir una ciencia ms madura cabra pensar que los autores se hubieran puesto a trabajar afanosamente con el fin de revisar y corregir los antiguos modelos del desarrollo. Cabra suponer que por fin iba a determinarse clara y rotundamente qu aspectos de las viejas teoras de la evolucin sirven todava como resultados de la investigacin a la luz de los conocimientos actuales ms amplios y sobre los cuales es posible seguir construyendo, y qu aspectos son expresin de prejuicios polticos condicio-nados por la poca, y por lo tanto, deben ir a buscar su sitio al cementerio de las doctrinas muertas, provistos de su correspondiente epitafio.

    En lugar de esto, hoy domina por doquier una reaccin aguda contra a-quellas teoras sociolgicas que se ocupan de procesos sociales a largo plazo. Los autores se niegan por entero a ocuparse del desarrollo a largo plazo de la sociedad y el centro del inters sociolgico (en reaccin radical contra el antiguo tipo de teora) se ha transferido a la investigacin de datos sociales a los que se imagina como en situacin normal de reposo y de equilibrio con-tinuo. Paralelamente a esto se ha ido consolidando una serie de argu-

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    mentos convencionales y estereotipados en contra de las teoras sociolgicas del viejo tipo y en especial en contra del concepto de evolucin social. Co-mo quiera que nadie se tom el trabajo de diferenciar entre el pensamiento objetivo y el pensamiento ideolgico en cuanto al concepto de evolucin, se asoci sin ms toda la esfera de problemas de los procesos sociales a largo plazo (en especial los procesos evolutivos) con uno u otro de los sistemas de creencias del siglo xix, en especial con la idea de que, tanto si es lineal sin conflictos como si es dialctica con conflictos, la evolucin social es siem-pre, de modo automtico, una transformacin en direccin de lo mejor, un cambio en la direccin del progreso. En la actualidad casi parece que ocu-parse del mbito de estudio de la evolucin social es algo pasado de moda. De vez en cuando se oye decir que en la planificacin de la estrategia de guerras nuevas, los generales se sirven como modelo de la estrategia de gue-rras pasadas. Actuaremos de igual modo si suponemos que conceptos como evolucin social o proceso social incluyen las antiguas ideas de progre-so de un modo inevitable.

    Nos encontramos, pues, en el marco de la sociologa, con una evolucin conceptual que, de una oscilacin del pndulo, excesivamente acentuada en una sola direccin intelectual, conduce a la contraria, con una direccin inte-lectual no menos unilateral. A una fase en la que los tericos de la sociolo-ga se ocupaban fundamentalmente del modelo de la evolucin social a largo plazo, sigue otra en la que se ocupan, ms que nada, de los modelos de las sociedades en situacin de reposo y de inmutabilidad. Si antao se trataba de una especie de actitud bsica heracliteana (todo fluye), con la diferencia de que el flujo, se da por supuesto, va en la direccin mejor, en la que cada mo-mento puede desearse, ahora se trata de una actitud eletica. Segn se dice, los eleatas se figuraban la trayectoria de una flecha como una serie de situa-ciones de reposo; en realidad, pensaban, la flecha no se mueve en absoluto, puesto que, en cada momento dado se encuentra en una posicin asimismo dada. La suposicin de muchos tericos actuales de la sociologa de que, ha-bitualmente, las sociedades se encuentran en una posicin de equilibrio, de forma que la evolucin social a ms largo plazo, aparece como una cadena de tipos sociales estticos, recuerda mucho a la concepcin eletica de la tra-yectoria de la flecha. Cmo podemos explicarnos esta oscilacin del pn-dulo desde un extremo al otro en el desarrollo de la sociologa?

    A primera vista parece como si la razn decisiva para la reorientacin del inters terico en la sociologa fuese una reaccin de los cientficos, que protestasen contra la intromisin de ideales polticos en la construccin te-rica de sus especialidades, en nombre del carcter cientfico de su trabajo de investigacin. Los representantes de las teoras sociolgicas de la situacin, en la actualidad, tienden frecuentemente a dar este tipo de explicaciones, aunque si se la considera con mayor detenimiento puede verse que es insufi-ciente. La reaccin frente a la sociologa evolucionista predominante en el siglo XIX no se orientaba solamente contra el predominio de los ideales, contra le hegemona de credos sociales preconcebidos en nombre de la obje-tividad cientfica. No se trataba tan slo de la expresin de un esfuerzo

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    por penetrar a travs del velo de las ideas del momento acerca de lo que de-ba ser una sociedad, para alcanzar las conexiones, los procesos y los fun-cionamientos de las mismas sociedades. Se trataba, en ltimo trmino, de la reaccin contra el predominio de determinados ideales en la construccin terica de la sociologa en nombre de otros ideales, parcialmente contrarios a stos. Si, en el siglo xix, las ideas especficas respecto a lo que deba ser y a lo que se deseaba esto es, representaciones ideolgicas especficas conducan al punto central del inters: al proceso y a la evolucin de la so-ciedad, en el siglo XX otras ideas respecto a lo que debe ser y a lo que se de-sea esto es, otras representaciones ideolgicas explican el gran inters de los tericos ms destacados de la sociologa por el ser concreto y la situa-cin en que se encuentra la sociedad, y explican tambin su olvido del pro-blema del proceso de las formaciones sociales, su desinters por las cues-tiones de procesos a largo plazo y por todas las posibilidades explicativas que abre la investigacin de estas cuestiones.

    Esta inversin de sentido en el carcter de los ideales sociales, que en-contramos en la evolucin de la sociologa, no es una manifestacin aislada, sino que es ms bien sintomtica de un cambio de rumbo ms general de los ideales dominantes en los pases en los que se concentra el trabajo principal de la sociologa. A su vez, tal inversin de sentido remite a un cambio de composicin que han sufrido las relaciones intraestatales e interestatales de los pases industriales ms antiguos a lo largo de todo el siglo XIX y el XX. Bstenos aqu con precisar a grandes rasgos la lnea de este cambio de com-posicin a ttulo de resumen de una investigacin ms detallada. As facilita-remos la comprensin de las investigaciones sociolgicas que, como sucede con stas, entienden que el ncleo de la tarea sociolgica es la explicacin de procesos a largo plazo; y no para utilizar tales investigaciones como una porra con cuya ayuda uno trata de aplastar otros ideales en nombre de los propios, sino en funcin del esfuerzo por una mejor comprensin de la es-tructura de tales procesos, para conseguir la emancipacin del predominio de los ideales y credos sociolgicos en la tarea de la investigacin sociolgi-ca. Puesto que nicamente podremos sacar a la luz conocimientos sociolgi-cos que sean lo bastante objetivos para servir a la solucin de los agudos problemas sociales cuando, en planteamiento y solucin, cesemos de supe-ditar la investigacin de lo que es en realidad a las ideas preconcebidas res-pecto a cmo la solucin de dichos problemas puede acomodarse a los de-seos propios.

  • 22 EL PROCESO DE LA CIVILIZACIN

    VII

    En los pases industrializados del siglo xix, en los que se escribieron las pri-meras obras de los padres de la sociologa, las voces que, en el coro del siglo, acabaron por imponerse fueron las que expresaban las creencias, ideales, ob-jetivos a largo plazo y esperanzas sociales de las clases industriales ascen-dentes, frente a aquellas otras voces que se orientaban hacia el mantenimien-to y conservacin del orden social pre-existente en el sentido de una lite del poder de carcter dinstico-cortesano, aristocrtico o patricio. Consecuente-mente con su posicin como clases ascendentes, las primeras eran las que te-nan mayores esperanzas en un futuro mejor. Y como quiera que su ideal no resida en el presente, sino en el futuro, estaban especialmente interesados en el proceso social y en la evolucin de la sociedad. En conexin con la u-na o la otra de las clases industriales, los socilogos de la poca trataban de conseguir la certidumbre en el sentido de que la evolucin de la sociedad i-ra en la direccin de sus deseos y esperanzas; y buscaron asimismo la con-firmacin de sus deseos y esperanzas profundizando en la direccin de las fuerzas impulsoras de la evolucin social que se haban dado hasta aquella fecha. En consecuencia, fomentaron mucho el conocimiento objetivo de los problemas de la evolucin social. En una consideracin retrospectiva, resul-ta hoy muy difcil prescindir de las opiniones del momento, de los ideales de la poca, para dejar libres a aquellos modelos tericos que, liberados de tales ideales pueden continuar teniendo algn significado dentro de contextos ob-jetivos y verificables.

    Por otro lado, tambin en el siglo xix, poda escucharse en el coro de la poca la voz de quienes, por una u otra razn, se oponan a la transforma-cin de sus sociedades en el proceso de la industrializacin, cuyas creencias sociales se orientaban al mantenimiento de lo existente, a la conservacin de lo tradicional, y que oponan un pretrito idealizado a un presente que cada vez empeoraba ms. Estas voces representaban no solamente a las lites pre-industriales del poder en los Estados dinsticos, sino tambin a aquellos am-plios grupos profesionales, especialmente a partes de la poblacin campesi-na y artesanal, cuyas formas vitales sociales y profesionales estaban quedan-do arrinconadas en el proceso de la industrializacin. Estos sectores eran e-nemigos de los que hablaban desde la perspectiva de las dos clases ascen-dentes industriales, esto es, de la burguesa comercial e industrial y de la cla-se obrera industrial y que, consecuentemente con su situacin ascendente obtenan su inspiracin de la creencia en un futuro mejor y en el progreso de la humanidad. Durante el siglo xix, por lo tanto, el coro general de la poca estaba compuesto por el semicoro de los que alababan un pasado mejor y el semicoro de los que alababan un futuro mejor.

    Como es sabido, entre los socilogos cuyo ideal social se orientaba hacia el progreso y el futuro mejor nos encontramos con portavoces de las dos cla-ses industriales. Nos encontramos con hombres como Marx y Engels, que se identificaban con la clase obrera industrial; y nos encontramos tambin con socilogos burgueses, como Comte, a comienzos del siglo XIX, o Hobhouse al final de este siglo y a comienzos del siglo XX. Los portavoces

  • INTRODUCCIN 23

    en ambas clases en ascenso depositaban su confianza en la idea de una me-jora futura de la condicin humana, por ms que, segn fuera su situacin de clase, les pareciera distinto lo que entendan por mejora y por progreso. No es una trivialidad hacerse una idea de la intensidad con que el siglo xix mos-tr su inters en los problemas de la evolucin social; ello nos sirve para preguntarnos qu era lo que subyaca a ese inters cuando se quiere entender por qu palideci la fe en el progreso en el siglo XX y por qu, tambin, perdi importancia entre los socilogos el inters por los problemas de la evolucin social a largo plazo.

    Ahora bien, para entender esta inversin de intereses no basta, como ya se ha sealado, con tomar en consideracin las composiciones de clase o las relaciones intraestatales. El ascenso de las clases industriales dentro de los Estados en proceso de industrializacin en Europa en el siglo XIX corra pa-ralelo con el correspondiente ascenso de estas mismas naciones. Las nacio-nes europeas en proceso de industrializacin entraron en una rivalidad mu-tua creciente en el siglo xix e incrementaron ms que nunca la expansin de su podero a costa de los pueblos menos desarrollados de la tierra. Es decir, que no solamente se trataba de clases ascendentes, sino que las sociedades en su totalidad eran formaciones sociales en expansin, ascendentes.

    Podramos sentirnos inclinados a atribuir la fe en el progreso de la socio-loga europea a la fe de los siglos anteriores al xx, especialmente a la fe en los progresos de la ciencia y de la tcnica. Pero sta es una explicacin insu-ficiente. La verdad es que la experiencia del progreso cientfico y tcnico no da motivo alguno para proceder a su idealizacin, para sostener la creencia de que habr una mejora continuada de la condicin humana, como pode-mos ver hoy claramente en el siglo xx. La velocidad y la dimensin reales del progreso de la ciencia y de la tcnica en nuestro siglo superan considera-blemente la velocidad y la dimensin del progreso en los siglos anteriores. Asimismo, el nivel de vida de las masas de la poblacin en los pases de la primera oleada industrializadora, es muy superior en el siglo xx al de los si-glos anteriores. La salud pblica ha mejorado y la esperanza de vida se ha prolongado. Pero en el coro general de la poca se han debilitado considera-blemente, por relacin a los siglos anteriores, las voces de quienes afirman el progreso como algo valioso, de quienes ven el ncleo de su ideal social en la mejora de la condicin de los hombres y de los que esperan confiados en un futuro mejor de la humanidad. Asciende en cambio, y acabar siendo predominante, el otro medio coro, el de las voces de quienes dudan del valor de esta evolucin, de quienes no tienen una confianza especial en el futuro mejor de la humanidad o en el de la propia nacin y cuya fe social central, por el contrario, se concentra en el presente, en la conservacin y manteni-miento de la propia nacin, en la idealizacin de su forma social existente o, tambin, de su pasado, de sus tradiciones y del orden que le ha venido dado a lo largo de la historia. En los siglos anteriores en los que los progresos rea-les eran claramente visibles, aunque todava fueran lentos y relativos, la idea de un progreso posterior, futuro, tena el carcter de un ideal por el que lu-chaban sus partidarios y que, como ideal,

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    posea un gran valor para ellos. En el siglo xx, en cambio, en el que el pro-greso real en las ciencias, en la tcnica, en la salud pblica, en el nivel de vi-da y, no menos importante, en la disminucin de las desigualdades entre los seres humanos ha superado en velocidad y alcance en las antiguas naciones industrializadas al progreso de los siglos anteriores, este progreso es, sin du-da, un hecho pero, para muchas personas ha dejado de ser un ideal. Aumenta la cantidad de voces que dudan del valor de todos estos progresos reales.

    Las razones que justifican esta inversin de sentido son muchas y no es preciso que consideremos todas. La permanencia de las guerras, el peligro perpetuo de conflicto blico, la amenaza de las armas atmicas y de las nue-vas armas cientficas, contribuyen, sin duda, a mantener esa coincidencia en-tre el aumento de velocidad del progreso especialmente en la esfera cientifi-ca y tcnica, y la disminucin de confianza en el progreso en general.

    No obstante, los graves trastornos producidos por las guerras y otros fe-nmenos similares no son suficientes para explicar el desprecio con el que el hombre del siglo xx habla de la fe simple en el progreso de los siglos an-teriores o de su idea de un desarrollo progresivo de la sociedad humana y tampoco explica la ceguera de los cientficos sociales con relacin a los pro-blemas de los procesos sociales a largo plazo, o la casi completa desapari-cin del concepto de evolucin social de los manuales de sociologa. Es de-cir, no pueden explicar estos y otros sntomas de las oscilaciones del pndu-lo intelectual. Para hacerlo hay que recurrir, al mismo tiempo, a los cambios especficos en la estructura general nacional y a la posicin internacional de las grandes naciones industriales de los siglos xix y xx.

    Dentro de estas naciones acaban por establecerse en el siglo xx como los grupos dominantes en el Estado los representantes de las dos clases indus-triales, la burguesa industrial y el antiguo o nuevo proletariado, frente a las lites anteriores de carcter dinstico-aristocrtico-militar. Las dos clases in-dustriales se mantienen en un equilibrio a menudo precario y frgil, con el proletariado en la posicin ms dbil, fortalecindose lentamente. De las clases en ascenso del siglo xix que an tenan que luchar en sus Estados por el triunfo frente a las lites tradicionales del poder y para las cuales la evolu-cin, el progreso y el futuro mejor no solamente eran un hecho, sino tambin un ideal de gran valor emocional, surgieron en el siglo xx, las clases indus-triales ms o menos predominantes, cuyos representantes se encuentran esta-blecidos institucionalmente como grupos dominadores o codominadores. Ya como socios, ya como contrarios, lo cierto es que los representantes de la burguesa industrial y del proletariado establecido constituyen las lites pri-marias del poder en las naciones de la primera ola de la industrializacin. En consonancia con esto, cada vez tiene mayor importancia en las dos clases in-dustriales (primeramente en la burguesa industrial y, luego, en medida cre-ciente en la clase obrera industrial) la conciencia de clase y, en parte, como disfraz, la conciencia nacional; junto a los ideales de clase, la propia nacin como ideal y valor supremo.

    Sin embargo, considerada como un ideal, la Nacin orienta la mirada ha-cia lo que es, hacia lo existente. Desde un punto de vista sentimental e

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    ideolgico la Nacin, organizada como Estado, como es en la actualidad, se presenta como el valor supremo debido a que los representantes de las dos clases ms poderosas y numerosas tienen acceso a las posiciones de poder del Estado. Siempre desde el punto de vista sentimental e ideolgico, la na-cin aparece como eterna, como inmutable en cuanto a sus rasgos esenciales de carcter. Los cambios histricos afectan nicamente a lo exterior; el pue-blo, la nacin, en cambio parece que no cambiase. La nacin inglesa, la ale-mana, la francesa, la americana o la italiana y todas las dems son impere-cederas a juicio de los responsables de su invencin. Consideradas en su e-sencia, son siempre lo mismo, ya se trate del siglo x o del siglo xx.

    Por lo dems, en el curso del siglo XX ambas clases industriales dentro de las antiguas naciones industriales terminan por convertirse en clases ms o menos dominantes y, adems, el proceso expansionista de las naciones eu-ropeas y de sus descendientes en otras partes del mundo alcanza lentamente un punto de reposo. Al principio, su ventaja real frente a los pueblos no eu-ropeos era bastante grande y, durante una poca sigui aumentando. Pero el proceso real del desarrollo destruye la conviccin que se haba originado y consolidado en la poca del rpido aumento de podero de las naciones eu-ropeas; la conviccin, propia de todos los grupos poderosos y dominantes del mundo, de que el poder que ejercan sobre los otros pueblos era la expre-sin de una misin eterna predeterminada por Dios, por la naturaleza o por una necesidad histrica, la manifestacin de una superioridad esencial sobre los menos poderosos, la expresin de un valor propio superior evidente, todo lo cual constituy la autoimagen y el ideal colectivo ms acendrados en las naciones industriales. El contraste con la realidad que supuso la disparidad entre esta imagen nacional ideal y la realidad social fue elaborado de modo distinto por las diversas naciones de acuerdo con su desarrollo propio y con el carcter especfico de su ideal colectivo en cada caso. En Alemania, el du-ro choque de las derrotas militares sirvi para disfrazar la gran importancia de este contraste en un primer momento. Sin embargo resulta revelador, tan-to de la solidez de los antiguos ideales nacionales como de la arbitrariedad relativa del desarrollo en general, el hecho de que hasta en los pases victo-riosos de la Segunda Guerra Mundial, inmediatamente despus de su triunfo, solamente algunas personas intuyeron la rapidez y la eficacia con que el en-frentamiento entre dos grupos de pases desarrollados ocasionara la reduc-cin del poder de los otros frente a los subdesarrollados que ya venan pre-parndose para ello desde mucho antes. Como suele suceder, esta disminu-cin de poder cogi desprevenidos a los grupos que hasta entonces haban sido ms poderosos.

    Las posibilidades reales de progreso y de un futuro mejor son hoy mayo-res que nunca incluso en el caso de las naciones industriales ms antiguas, abstraccin hecha de la probabilidad regresiva de una guerra. No obstante, el futuro es decepcionante desde el punto de vista de la autoimagen nacional tradicional, del ideal colectivo en el que cristaliza habitualmente la idea de la civilizacin y la cultura propias como valores supremos de la humanidad. La idea de la esencia y valor peculiarsimos de la propia nacin sirve a me-nudo como legitimizacin de las pretensiones hegemnicas

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    de la nacin propia sobre el conjunto de los pueblos. Esta autoimagen, esta pretensin hegemnica de las naciones industriales ms antiguas es la que ha empezado a desmoronarse en la segunda mitad del siglo XX gracias a un crecimiento del poder (aunque todava limitado) de las sociedades preindus-triales ms pobres, anteriormente dependientes y parcialmente dominadas en otras partes del planeta 5.

    En otras palabras, este choque con la realidad, en la medida en que se tra-ta del valor emotivo de la situacin actual de la Nacin en relacin con las posibilidades del futuro, fortalece una tendencia que siempre ha estado pre-sente en el sentimiento nacional. La nacin y su herencia inmutable, como ya se ha dicho, en el sentido de la autolegitimacin y como expresin del or-den axiolgico nacional y del ideal nacional tiene un valor emotivo muy su-perior a cualquier promesa y cualquier ideal que haya que ir a buscar en el futuro. La idea nacional obliga a desviar la atencin desde aquello que es mudable a lo que es permanente e inmutable.

    A este aspecto del cambio, que se opera en los Estados europeos y en sus parientes extraeuropeos ms cercanos, se corresponden transformaciones en el mundo de las representaciones y en la mentalidad de los intelectuales. En los siglos xviii y xix, los filsofos y socilogos que hablaban de la socie-dad, pensaban habitualmente en la sociedad burguesa, esto es, en aspec-tos de la convivencia social de hombres que parecan haber superado los as-pectos estatales-dinsticos y militares. Consecuentemente con su posicin y sus ideales como portavoces de grupos que carecan de acceso a las posi-ciones centrales del Estado en su conjunto, estos hombres, al hablar de la so-ciedad, solan pensar en una sociedad humana que trascenda todas las fron-teras estatales. Con el acceso al poder poltico en sentido amplio de los re-presentantes de ambas clases industriales y con el desarrollo correspondien-te de los ideales nacionales en estas dos clases, especialmente en sus lites del poder, tambin se cambi la idea que la sociologa tena de la sociedad.

    En el conjunto de la sociedad, los ideales sociales de cada una de las cla-ses industriales se mezclan e interpenetran en creciente medida con los idea-les nacionales. Por supuesto, los ideales nacionales conservadores o liberales muestran una perspectiva del nacionalismo distinta a la de los ideales socia-listas o comunistas. Pero, en el mejor de los casos, estas perspectivas influ-yen en cuanto que diferencias de grado en la gran lnea de transformacin que se produjo en la posicin de las clases industriales establecidas, junto con sus portavoces polticos e intelectuales, en lo relativo al Estado y a la Nacin, desde el momento en que estas clases pasaron de ser grupos exclui-dos del poder estatal central a ser grupos que constituan la Nacin en senti-do estricto y cuyos representantes ostentaban y ejercan el poder estatal. Esta evolucin se corresponde con el hecho de que muchos socilogos del siglo xx, al hablar de la sociedad ya no se refieren, como sus predecesores, a una sociedad burguesa o a una sociedad humana, ms all del Estado, sino que cada vez se refieren ms a la limitada imagen ideal de un Estado nacional. En el contexto de esta representacin general de la sociedad como algo abstrado de la realidad del Estado nacional encontramos

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    de nuevo las perspectivas poltico-ideolgicas ms arriba citadas. Tambin entre los tericos principales de la sociologa del siglo XX encontramos perspectivas conservadoras y liberales as como socialistas y comunistas de la sociedad. En el curso del siglo xx la sociologa americana ha ejercido du-rante una poca una funcin preponderante en el desarrollo posterior de la sociologa terica. Como quiera, por otro lado, que el carcter especfico del ideal nacional americano dominante es no distinguir claramente entre los rasgos liberales y los conservadores y no considerarlos tampoco como con-trapuestos, cual sucede en muchos Estados nacionales europeos, especial-mente en Alemania 6, esta misma es tambin la tendencia en el tipo domi-nante de teora sociolgica de nuestra poca.

    En los debates sociolgicos y filosficos suele presentarse el rechazo de ciertos aspectos de las teoras sociolgicas del siglo xix, en especial el de su inters por la evolucin social y el de su creencia en el progreso como si fuera un rechazo basado nicamente en la insuficiencia cientfica de estas teoras. La ojeada rpida que hemos presentado aqu sobre una de las lneas centrales-estructurales del desarrollo intraestatal e interestatal de las nacio-nes industriales ms antiguas permite observar con mayor claridad ciertos aspectos ideolgicos del citado rechazo. En correspondencia con el concepto de ideologa, acuado por la tradicin marxista, podra entenderse que los aspectos ideolgicos del rechazo de la evolucin social y la tendencia hacia la reduccin situacional, que domina la idea de sociedad de las nuevas teo-ras sociolgicas, han de remitirse a los ideales de las clases cuyas esperan-zas, deseos e ideales no se refieren al futuro, sino al mantenimiento de lo existente, a la conservacin de la sociedad como es. Pero una tal subordina-cin de las creencias e ideales sociales a los intereses de clase en la cons-truccin terica de la sociologa, ya no es aceptable en el siglo xx. En esta poca resulta ya necesario tomar en consideracin el desarrollo del conjunto de la sociedad y los ideales nacionales con el fin de comprender los aspectos ideolgicos de las teoras sociolgicas. La integracin de las dos clases in-dustriales en el entramado estatal, hasta ahora dominado por minoras muy reducidas de tipo preindustrial, el ascenso de ambas clases a una posicin en la que sus representantes cumplen una funcin ms o menos predominante en estos Estados, los cuales no se pueden gobernar ya sin el acuerdo en lti-ma instancia de un proletariado industrial que an es socialmente dbil y, fi-nalmente, la mayor identificacin de las dos clases con la Nacin, todo esto, como ya hemos sealado, da un impulso especial a la fe en la propia Nacin en cuanto que uno de los valores supremos en la perspectiva social de la -poca. La prolongacin y condensacin crecientes de los vnculos de interde-pendencia interestatales y el aumento de tensiones y conflictos interestatales especficos, que dependen de lo anteriormente sealado, as como las gue-rras nacionales y la amenaza perpetua de guerra, contribuyen notablemente a aumentar la orientacin intelectual naciocntrica.

    La conjuncin de estas dos lneas de desarrollo, la infraestatal y la inter-estatal es la que arrebata su impulso en las naciones industriales ms anti-guas al ideal del progreso y a la organizacin de la fe y de la esperanza

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    en un futuro mejor y con ello tambin a la imagen del pasado como evolu-cin. Consideradas por separado, las dos lneas de desarrollo substituyen los viejos tipos ideales por otros ideales orientados al mantenimiento y la defen-sa de lo existente. Estos ideales se orientan hacia algo que se considera co-mo inmutable y como realizado en el presente, esto es, hacia la Nacin eter-na. En lugar de las voces que proclaman la fe en un futuro mejor y en el pro-greso de la humanidad como ideal, adquieren predominio en el coro mez-clado de la poca las voces de aquellos que dan preeminencia a la fe en el valor de lo existente y, especialmente, en el valor intemporal de la propia Nacin, por la que muchos hombres dieron su vida en la sucesin de guerras grandes y pequeas. A grandes rasgos, sta es la lnea estructural social ge-neral que tambin se refleja, entre otras cosas, en la lnea de desarrollo de las teoras sociales. En lugar de las teoras sociales en las que cristalizan los ideales de clases ascendentes de sociedades industriales en plena expansin, se elaboran hoy teoras sociales dominadas por los ideales de capas sociales elevadas y ms o menos establecidas en sociedades industriales muy avan-zadas, que estn alcanzando o ya han alcanzado el punto culminante de su evolucin.

    Baste con recoger un solo concepto como ejemplo de este tipo de teora sociolgica, el concepto del sistema social, tal cual aparece utilizado por Parsons aunque no solamente por l. Este concepto expresa de modo muy claro lo que tales autores creen que es la sociedad. Un sistema social es una sociedad en equilibrio. De vez en cuando se producen pequeas oscila-ciones de este equilibrio; pero, normalmente, la sociedad se encuentra en estado de reposo. Todas sus partes, segn suponen estos autores, se acoplan armnicamente en situacin de normalidad. Todos los individuos pertene-cientes a la sociedad tambin se acoplan normalmente al mismo tipo de nor-mas por medio de un mismo proceso de socializacin. Habitualmente, todos los individuos estn bien integrados, siguen los mismos valores en sus ac-tuaciones, cumplen las mismas funciones sin dificultades, no tienen por qu entrar en conflictos mutuos en situacin normal. Las manifestaciones de per-turbacin son como cambios del sistema. En resumen: la imagen de la socie-dad, que encuentra una expresin terica representativa en este concepto del sistema social, resulta ser, vista ms de cerca, la imagen ideal de una nacin, ya que todos los individuos que a ella pertenecen han tenido la misma socia-lizacin, siguen las mismas normas, aspiran a los mismos valores y, en con-secuencia, en situacin de normalidad, conviven en perfecta integracin y armona. En la idea del sistema social con la que aqu nos encontramos lo que se perfila, en otras palabras, es la imagen de una nacin como comuni-dad. Implcitamente se da aqu por supuesto que dentro de este sistema, existe un nivel relativamente elevado de igualdad entre los hombres, puesto que la integracin descansa sobre la misma socializacin de los individuos, sobre la unidad de sus normas y valores en la totalidad del sistema. En este sistema, por lo tanto, se trata de una construccin que puede entenderse en abstracto como un Estado nacional organizado democrticamente. Como quiera que se mire, sin embargo, en esta construccin desaparece la diferen-cia entre lo que una nacin es y lo que

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    debe ser. As como en los modelos sociolgicos evolutivos del siglo XIX, los deseos, esto es, el desarrollo hacia lo mejor, el progreso social en el sen-tido de los respectivos ideales sociales, se presentaban como hechos objeti-vos, mezclados con observaciones cientficas, tambin en el siglo xx, los modelos sociolgicos de un sistema social normalmente invariable, los deseos, esto es, el ideal de una integracin armnica de todas las partes de la nacin, se presenta como una realidad, como un hecho objetivo mezclado con observaciones cientficas. En el primer caso, lo que se idealiza es el fu-turo; en el segundo, el presente, el ordenamiento nacional-estatal existente aqu y ahora.

    Lo que se nos presenta, pues, como meollo de una teora cientfica de las sociedades de todos los tiempos y lugares no es ms que una mezcla de ser y deber ser, de anlisis objetivos y de postulados normativos que se remiten de un modo primario a una sociedad de un tipo muy concreto y a un Estado na-cional presuntamente igualitario. Para hacerse cargo de las insuficiencias de una teora general de la sociedad elaborada desde la perspectiva provinciana de la situacin actual de la propia sociedad basta con plantearse la cuestin de en qu medida estas teoras sociolgicas, que dependen de las sociedades actuales y de unos estados nacionales ms o menos democrticos, que presu-ponen como evidente y deseable un alto grado de integracin de los indivi-duos en el sistema social y que dan por sentado un grado relativamente a-vanzado de democratizacin social, pueden aplicarse a sociedades en otros niveles de desarrollo y que estn menos centralizadas y menos democratiza-das. Comprobando en qu escasa medida estos modelos de un sistema so-cial son adecuados como instrumentos tericos para la investigacin cient-fica de sociedades con un alto porcentaje de esclavos y personas no-libres o para el estudio de Estados feudales y Estados estamentales, esto es, socieda-des en las que no rigen las mismas leyes para todos y mucho menos las mis-mas normas y valores, podremos reconocer que tales modelos sistmicos o-rientados hacia la sociologa de las situaciones estn, en realidad, concen-trados en el presente.

    Lo que se ha expuesto aqu en relacin con la nocin sistmica de la so-ciologa del siglo xx tambin podra predicarse sin dificultades de otras o-rientaciones del tipo dominante en la sociologa contempornea. Conceptos como estructura, funcin, norma, integracin, rol, todos ellos, en su forma actual, implican una transformacin intelectual de aspectos de las sociedades humanas con abstraccin de su evolucin, de su gnesis, de su carcter procesal, de su desarrollo. El rechazo de la versin ideolgica dominante en el siglo XIX de este aspecto dinmico de las sociedades, re-chazo que se ha producido en el siglo xx es, como se ha visto, no solamente la expresin de una crtica de estos aspectos ideolgicos en nombre de un esfuerzo cientfico por aclarar las relaciones reales, sino sobre todo, la expresin de la crtica de ideales anteriores que ya no se corresponden con la situacin y la experiencia de la sociedad propia y frente a los que nos distan-ciamos, en funcin de otros ideales propios posteriores. Esta substitucin de una ideologa por otra 7 es la que explica que, en el siglo XX no solamente se cuestionen los elementos ideolgicos del concepto sociolgi-

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    co de evolucin del siglo xix, sino el concepto mismo de evolucin y el he-cho de ocuparse de problemas evolutivo-sociales a largo plazo, de la socio-gnesis y la psicognesis en general. En una palabra, que se arroja al nio con el agua sucia.

    Es evidente que puede entenderse mejor este trabajo sobre procesos so-ciales, cuando se toma en consideracin esta lnea de desarrollo de la socio-loga terica. La tendencia a condenar los tipos sociales ideales dominantes en el siglo xix desde la perspectiva de los del siglo XX, evidentemente, blo-quea la posibilidad de aceptar que uno pueda tomar los procesos a largo pla-zo como objeto de investigacin sin que la razn motivadora para ello sea de carcter ideolgico, esto es, sin que el autor, asegurando que habla de lo que es o de lo que era, en realidad est hablando de lo que cree o desea que sea. Si estas investigaciones tienen algn sentido se debe, en primersimo lugar, al hecho de que se evita esta mezcla entre lo que es y lo que debe ser, entre el anlisis cientfico objetivo y su contrapartida ideal. Estas investigaciones apuntan a la posibilidad de liberar el estudio de la sociedad de la esclavitud de las ideologas sociales. Con ello no se est diciendo que toda investiga-cin de los problemas sociales que excluya el predominio de los ideales po-ltico-ideolgicos tenga que renunciar a la posibilidad de influir en la mar-cha de los acontecimientos polticos por medio de los resultados de la inves-tigacin sociolgica. Todo lo contrario: la utilidad del trabajo de investiga-cin sociolgica como instrumento de la praxis social queda fortalecida siempre que no nos engaemos proyectando en la investigacin de lo que es y de lo que fue aquello que deseamos o que pensamos que debe ser.

    VIII

    Pero, para entender el bloqueo a que la orientacin intelectual y emotiva do-minante tiene sometida a la investigacin de cambios estructurales sociales e individuales a largo plazo (y, con ello, a la comprensin de este libro) no basta con seguir la lnea de evolucin de la imagen de los individuos como sociedades, de la imagen de las sociedades; es preciso no perder de vista, al mismo tiempo, la lnea de evolucin de la imagen de los seres humanos como individuos, de la imagen de la personalidad. Como ya se ha dicho, en-tre las peculiaridades de la imagen tradicional del ser humano, cuenta el he-cho de que los seres humanos, considerados en s mismos, como individuos y como sociedades, se tratan, tanto en el lenguaje como en el pensamiento, como si fuesen dos manifestaciones con existencia separada, de las cuales la una suele considerarse como real y la otra como irreal, en lugar de en-tender que son dos perspectivas distintas de los mismos seres humanos.

    Tan extrao desvaro del pensamiento humano no puede entenderse si no se echa una ojeada a los contenidos ideolgicos que configuran esta idea. La escisin de la imagen del ser humano en una imagen de los hombres como individuos y otra de los hombres como sociedades tiene una raigambre

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    muy extendida. Una de sus ramificaciones es una escisin muy caracterstica entre actitudes valorativas e ideales, que un examen detallado nos muestra en todos los Estados nacionales ms desarrollados y que quiz se encuentra de modo ms agudo en las naciones que tienen una poderosa tradicin libe-ral. En el desarrollo de todos los sistemas valorativos de estos Estados na-ciones nos encontramos, por un lado, con una corriente que considera al conjunto social, a la nacin, como el valor supremo; y, por otro lado, nos encontramos con otra corriente que considera que el valor supremo es el ser humano aislado, autnomo, la personalidad cerrada, el individuo libre. No suele ser fcil conciliar estos dos valores supremos. Hay situaciones en que los dos ideales son absolutamente incompatibles. Pero, no siempre se ve este problema con claridad. A menudo se habla con gran entusiasmo de la li-bertad y la independencia del individuo, al tiempo que se habla con el mis-mo entusiasmo de la libertad y la independencia de la propia nacin. El pri-mer ideal alimenta la esperanza de que el ciudadano aislado de una sociedad estatal-nacional dependa de s mismo y pueda tomar decisiones sin conside-racin a los dems, a pesar de la comunidad y la interdependencia con ellos; el segundo ideal alimenta la esperanza, especialmente en tiempos de guerra, pero tambin durante la paz, de que el individuo sea capaz de sacrificarlo to-do, incluso su vida a la supervivencia de la totalidad social.

    Esta ambivalencia de los ideales, las contradicciones internas del ethos con el que los seres humanos se educan, encuentra su expresin en diversos mbitos y tambin en las teoras sociolgicas. Muchas de estas teoras arran-can del individuo independiente, autnomo, mientras que otras arrancan de la totalidad social independiente como la realidad autntica y, en conse-cuencia, como el objeto autntico de la ciencia social. Otras teoras, por lo dems intentan conciliar estas dos ideas, generalmente sin explicar cmo es posible unificar la idea de un ser humano libre, absolutamente independiente, con la idea de una totalidad social igualmente libre e independiente y, a menudo, sin ver el problema con claridad. Podemos encontrar el eco de la ambivalencia interna irresuelta entre ambos ideales especialmente en las teo-ras de socilogos con una perspectiva conservadora-liberal del ideal nacio-nal. Ejemplos de ellos son el pensamiento terico de Max Weber aunque no, por supuesto, sus investigaciones empricas y su prolongacin en las teoras de Talcott Parsons.

    Como ilustracin basta con volver sobre lo que ya hemos dicho acerca de la idea parsoniana de la relacin entre individuo y sociedad, de la relacin entre el actor aislado y el sistema social. Una de las descripciones de esta relacin se contiene en la metfora de la interpenetracin mutua de ambos, interpenetracin que muestra muy a las claras en qu medida ope-ra aqu la idea de una existencia separada de las dos perspectivas humanas. La reificacin del ideal encuentra su expresin, pues, en esta articulacin intelectual, no solamente en la versin conceptual del sistema social como la imagen ideal especial de una nacin, sino tambin en la imagen del actor aislado, del ego como imagen ideal de un individuo libre e independiente de todos los dems. En los dos casos la imagen ideal del

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    terico se convierte inadvertidamente en un hecho, en algo que existe real-mente. Tambin en el caso de la imagen del hombre aislado, lo que el teri-co cree que debe ser, es decir, la imagen del hombre aislado independiente, con libertad de decisin, se convierte en imagen de aquello que el hombre aislado es en la realidad.

    Ciertamente, no es ste el lugar para ir hasta el fondo de esta ambivalen-cia tan difundida en el pensamiento sobre el hombre. No obstante, mientras pretendamos enfrentarnos a los problemas del proceso de la civilizacin con la idea ya mencionada del hombre individual, no entenderemos el sentido de estas investigaciones. En el curso del proceso civilizatorio se cambian las estructuras de los individuos en un sentido concreto. Esto es lo que quiere decir en realidad el concepto de civilizacin en el sentido fctico en que es utilizado en este trabajo. La idea, hoy tan difundida, del individuo como un ser absolutamente independiente y extrao a todos los otros en ltimo trmino, es muy difcil de conciliar con los hechos que emergen en nuestras investigaciones. Esta idea bloquea la comprensin de procesos a largo plazo que sufren los seres humanos simultneamente en la esfera individual y en la social. Para ilustrar su imagen de la personalidad, Parsons utiliza a veces la vieja metfora de la black box 8; esto es, una caja negra y cerrada en cuyo interior se producen ciertos procesos individuales. La metfora procede del instrumental conceptual de la psicologa y viene a decir que, en el fondo, todo lo que puede observarse cientficamente en un ser humano es su com-portamiento. Puede observarse lo que hace la caja negra. Pero lo que sucede en el interior de la caja, esto es, lo que suele denominarse alma o espri-tu, o el ghost in the machine, como lo llam un filsofo ingls 9, no pue-de ser objeto de investigacin cientfica. En este contexto no queda otro re-medio que precisar con mayor detalle la imagen del ser humano aislado que hoy tiene tanta importancia en las ciencias humanas y que, en consecuencia, ha contribuido a restringir la de los cambios de los hombres en el proceso de la evolucin social como objeto de investigacin.

    La imagen del ser humano aislado, como un ser completamente libre y completamente independiente, como una personalidad cerrada, que de-pende de s mismo en su interior y que est separado de los dems indivi-duos, tiene una larga tradicin en la historia de las sociedades europeas. En la filosofa clsica, esta figura se manifiesta como el sujeto del conocimiento terico. En su funcin de homo philosophicus, el individuo aislado consigue conocimientos sobre el mundo fuera de l mismo y por sus propios me-dios. No necesita aprender de los dems. En esta imagen del ser humano se olvida el hecho de que ste llega al mundo como nio y de que tiene un pro-ceso de desarrollo hasta alcanzar la edad adulta y a lo largo de esta edad a-dulta. En la evolucin de la humanidad hubieron de pasar muchos miles de aos antes de que los hombres aprendieran a reconocer las relaciones del a-contecer natural, el curso de los astros, la lluvia y el sol, el trueno y el rayo, como manifestaciones de una relacin causal ciega, impersonal, completa-mente mecnica y regular. Pero la personalidad cerrada del homo philoso-phicus percibe cuando adulto la cadena causal mecnica y regular, sin que tenga que aprenderla de los dems, de modo comple-

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    tamente independiente del nivel de conocimientos alcanzado en su sociedad, gracias, aparentemente, a que tiene los ojos abiertos. Este proceso del ser humano individual como proceso de crecimiento, del conjunto de los hom-bres como proceso de la evolucin de la humanidad queda reducido con-ceptualmente a la categora de situacin. El ser humano aislado, en su condi-cin de adulto, se limita a abrir los ojos y es capaz de reconocer por s solo, sin ayuda ajena, no solamente lo que son todos esos objetos que percibe, no solamente lo que es animado e inanimado, lo que ha de clasificar como pie-dra, planta o animal, sino que, adems, reconoce de inmediato que estos ele-mentos estn relacionados entre s de modo causal y natural. La pregunta de los filsofos, en ltimo trmino, viene a ser si el ser humano obtiene de su propia experiencia el conocimiento de este vnculo causal; con otras pala-bras, si este vnculo causal es una peculiaridad de los hechos observables fuera de l mismo o bien si se trata de un accesorio de la interioridad humana, dado por la peculiaridad de la razn humana, accesorio de aquello que, proveniente de fuera penetra en la interioridad por medio de los sentidos. Esta imagen del ser humano, del homo philosophicus, que nunca fue nio y que lleg al mundo hecho ya un adulto no ofrece ninguna solu-cin al callejn sin salida cognoscitivo. El pensamiento oscila sin remedio entre la Escila de cualquier positivismo y el Caribdis de cualquier aprioris-mo, precisamente porque aquello que puede observarse como un proceso de hecho, como una evolucin del macrocosmos multihumano y del microcos-mos uni-individual en el interior del primero, queda reducido a una situacin: a un solo acto cognoscitivo que se realiza aqu y ahora. Aqu tenemos un ejemplo de qu estrecha relacin se da entre los procesos sociales a largo plazo, esto es, entre los cambios estructurados de las composiciones que constituyen muchos seres humanos interdependientes as como los indivi-duos que las integran, con un cierto tipo de imagen de los individuos y de las experiencias propias. Para aquellos seres humanos para los que resulta absolutamente obvia la idea de que su propia persona, su ego, su yo o cualquiera que sea el nombre que se le d, se encuentra encerrado en su in-terior frente a los otros seres humanos y cosas, existiendo por s mismo frente a lo que hay fuera, resulta muy arduo admitir la importancia de los he-chos que demuestran que, desde pequeos, los individuos viven en interde-pendencia. Para estas personas resulta muy difcil