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COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA EN ESPAÑOL II 1. EL ESPAÑOL, ENTRE LA UNIDAD Y LA DISPERSIÓN (CUARTA GRABACIÓN) LA DISPERSIÓN 1. Factores que actúan sobre la lengua, desmontando la unidad entre expresión y contenido 2. La pobreza léxica del lenguaje juvenil La jerga juvenil tiene limitaciones conceptuales, que se traducen en una limitación cuantitativa del léxico propio, lo que no implica insuficiencia para la comunicación, ya que los usuarios de la jerga no dejan de tener a su disposición el fondo de la lengua común, aunque no sea más que en un grado elemental.En aquel sector de la juventud que no utiliza habitualmente la jerga se da un rasgo común que le pone en conexión con aquellos que sí la utilizan. Ese rasgo común es la actitud de despego y desgana de los jóvenes ante la lengua normal. Además de esta vía hacia la incomunicación, como es el desuso del lenguaje cultivado por una generación juvenil, hay otra vía que conduce al mismo destino: el abuso deshonesto del lenguaje cultivado por una generación adulta. Existe una tercera actitud en el lenguaje de aquellos hombres públicos que adoptan una actitud ecléctica, mezclando la forma balbuciente del sector juvenil con el fondo mayestático del pasaje administrativo. Esta postura obedece igual que la juvenil a una vergüenza de hablar bien por estimar que la atención a la forma de expresión podría ser tachada de prejuicio burgués o de estigma de derechas. 1. El falseamiento semántico La evolución semántica, es decir, el cambio en el significado de las palabras, es mucho más rápida que la evolución sufrida en la forma del léxico. Uno de los caminos más importantes del cambio semántico es el eufemismo. El eufemismo social surge de una actitud de temor ante el interlocutor, un cuidado de evitar causarle con las palabras cualquier forma de disgusto que pudiera retirar su benevolencia hacia el hablante. Es decir, las realidades se mencionan, pero no se nombran, falsificando palabras, usando, en lugar de la palabra verdadera, otra cuyo contenido propio es ajeno a la realidad referida. Por ejemplo, el verbo morir se oculta; no se dice cuando sus padres mueran, sino cuando sus padres falten; no decimos si murieses durante el viaje, sino si te pasara algo durante el viaje. Este es el eufemismo disimulador de realidades negativas. Pero hay un segundo tipo conocido como el eufemismo magnificador de realidades no negativas. Por ejemplo, cuando usamos ingeniero técnico por perito. Ambos tipos de eufemismos se producen abundantemente en el lenguaje de la administración, el de la propaganda política y el de la publicidad. Los tres lenguajes tienen en común un lenguaje que Seco denomina vectorial, es decir, su calidad de mensajes dirigidos a un receptor pasivo, sin respuesta, sobre el cual se trata de ejercer una influencia. Además, los tres coinciden en la utilización de los medios de comunicación de masas. Durante el régimen de Franco el eufemismo tuvo bastante desarrollo. La epidemia de cólera era un ligero brote de diarrea estival; no se prohibía la publicación de un libro, sino que se desaconsejaba; no existía la huelga, sino la anormalidad laboral. Hemos perpetuado muchos eufemismos magnificadores del antiguo régimen: empleada de hogar, empleado de finca urbana, etc. Se han conservado también muchos eufemismos disimuladores, como llamar insuficiente al suspenso, evaluación al examen, etc. 2. La complicación artificial de la terminología en la lengua común

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COMUNICACIÓN ORAL Y ESCRITA EN ESPAÑOL II

1. EL ESPAÑOL, ENTRE LA UNIDAD Y LA DISPERSIÓN (CUARTA GRABACIÓN)

LA DISPERSIÓN

1. Factores que actúan sobre la lengua, desmontando la unidad entre

expresión y contenido

2. La pobreza léxica del lenguaje juvenil

La jerga juvenil tiene limitaciones conceptuales, que se traducen en una limitación cuantitativa del léxico propio, lo que no implica insuficiencia para la comunicación, ya que los usuarios de la jerga no dejan de tener a su disposición el fondo de la lengua común, aunque no sea más que en un grado elemental.En aquel sector de la juventud que no utiliza habitualmente la jerga se da un rasgo común que le pone en conexión con aquellos que sí la utilizan. Ese rasgo común es la actitud de despego y desgana de los jóvenes ante la lengua normal.

Además de esta vía hacia la incomunicación, como es el desuso del lenguaje cultivado por una generación juvenil, hay otra vía que conduce al mismo destino: el abuso deshonesto del lenguaje cultivado por una generación adulta.

Existe una tercera actitud en el lenguaje de aquellos hombres públicos que adoptan una actitud ecléctica, mezclando la forma balbuciente del sector juvenil con el fondo mayestático del pasaje administrativo. Esta postura obedece igual que la juvenil a una vergüenza de hablar bien por estimar que la atención a la forma de expresión podría ser tachada de prejuicio burgués o de estigma de derechas.

1. El falseamiento semántico

La evolución semántica, es decir, el cambio en el significado de las palabras, es mucho más rápida que la evolución sufrida en la forma del léxico. Uno de los caminos más importantes del cambio semántico es el eufemismo.

El eufemismo social surge de una actitud de temor ante el interlocutor, un cuidado de evitar causarle con las palabras cualquier forma de disgusto que pudiera retirar su benevolencia hacia el hablante. Es decir, las realidades se mencionan, pero no se nombran, falsificando palabras, usando, en lugar de la palabra verdadera, otra cuyo contenido propio es ajeno a la realidad referida. Por ejemplo, el verbo morir se oculta; no se dice cuando sus padres mueran, sino cuando sus padres falten; no decimos si murieses durante el viaje, sino si te pasara algo durante el viaje. Este es el eufemismo disimulador de realidades negativas. Pero hay un segundo tipo conocido como el eufemismo magnificador de realidades no negativas. Por ejemplo, cuando usamos ingeniero técnico por perito.

Ambos tipos de eufemismos se producen abundantemente en el lenguaje de la administración, el de la propaganda política y el de la publicidad. Los tres lenguajes tienen en común un lenguaje que Seco denomina vectorial, es decir, su calidad de mensajes dirigidos a un receptor pasivo, sin respuesta, sobre el cual se trata de ejercer una influencia. Además, los tres coinciden en la utilización de los medios de comunicación de masas.

Durante el régimen de Franco el eufemismo tuvo bastante desarrollo. La epidemia de cólera era un ligero brote de diarrea estival; no se prohibía la publicación de un libro, sino que se desaconsejaba; no existía la huelga, sino la anormalidad laboral. Hemos perpetuado muchos eufemismos magnificadores del antiguo régimen: empleada de hogar, empleado de finca urbana, etc. Se han conservado también muchos eufemismos disimuladores, como llamar insuficiente al suspenso, evaluación al examen, etc.

2. La complicación artificial de la terminología en la lengua común

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Hay que tener en cuenta que un importante sector de la lengua culta se caracteriza por un factor de distanciamiento respecto de la lengua media. Se trata de la lengua propia de determinadas ciencias y profesiones, cuyo léxico se renueva constantemente en una línea de mayor complicación, no siempre justificada por verdaderas necesidades de precisión científica. Como afirma Emilio Lledó, “la terminología, a pesar de que muchas veces puede ser una valiosa ayuda en la precisión conceptual, puede convertirse en un recurso paralizador del pensamiento”.El lenguaje inútilmente complicado fuera de la ciencia encierra, además, una trampa sutil, ese lenguaje que Seco llama tecnocrático, y que tiene como uno de sus propósitos primordiales el deslumbramiento; por eso está enunciado junto al eufemismo magnificador.

3. El cliché lingüístico

El deslumbramiento provoca automáticamente la imitación, y al cabo de cierto tiempo el cliché sonoro confundidor de los conceptos tiende a ocupar de manera avasalladora los variados y matizados modos de decir de la lengua común. Es la misma fuerza paralizadora que tienen los eslóganes políticos.

4. El anquilosamiento de la expresión

Las siglas también son con frecuencia un arma en manos de los manipuladores del lenguaje. La sigla, convertida en un vocablo oficial continuamente repetido en el uso común, ha perdido todo valor cognitivo y sirve solamente para poner un hecho fuera de discusión. Por ejemplo, en las siglas OTAN queda casi borrada la referencia al Atlántico Norte.

La pobreza léxica, la turbiedad de la expresión, el falseamiento semántico a través del eufemismo, la complicación artificial de la terminología, el cliché lingüístico como suplantador de la actividad mental y el anquilosamiento de la facultad de expresión, son factores que por separado y combinadamente actúan de manera negativa sobre la lengua, dificultando el normal funcionamiento del sistema dentro de la comunidad hablante.

3. Factores que actúan sobre la lengua, partiendo a la comunidad

hispanohablante en unidades menores

1. Los neologismos

El neologismo penetra en nuestras naciones traído de la mano del progreso técnico. Es evidente que las cosas nuevas requieren nombres nuevos. Si las cosas nuevas vienen a nuestros países importadas de otro medio lingüístico, puede darse una de estas soluciones:

Conservación del nombre extranjero del nuevo objeto en su forma original (film). Conservación del nombre extranjero en una forma adaptada (film – filme). Calco, es decir, utilización de la traducción literal del significante originario dotándola del

nuevo significado (film – película o cinta). Formación de un término nuevo con los recursos del idioma (tocadiscos).

En el caso de la conservación del término extranjero en su forma original puede que se realice a través de la grafía exclusivamente, como ocurrió con club, o a través de la pronunciación, como en fútbol, o conservando simultáneamente grafía y pronunciación, como en boutique, o conservando la grafía y atribuyendo una pronunciación particular (el color francés beige – beis), o con alternancia de pronunciaciones, como el inglés lunch, que en labios españoles oscila entre “lanch”, “lonch” y “lunch”.

Dámaso Alonso cita varios casos de divergencias léxicas entre diversos países hispanohablantes, incluido el nuestro, para la designación de diversos objetos y operaciones de la vida moderna. Por ejemplo, el volante del automóvil puede conocerse, según zonas, como volante, manubrio, timón o guía; el bolígrafo es esferográfico para los colombianos; esferográfica para los bolivianos; birome para los argentinos; lapicero de tinta para los peruanos; etc.

4. La terminología científica y técnica

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Por lo general, la mayor parte del vocabulario científico es de importación, como lo son la propia técnica, la ciencia y la industria. Pero en esa terminología, el riesgo de dispersión es menor que en el de los objetos de consumo o en la de las costumbres relacionadas con ellos.

Tradicionalmente, el vocabulario de la ciencia y de la técnica se ha nutrido de las lenguas clásicas, bien utilizando términos griegos o latinos, bien multiplicando su potencialidad mediante prefijaciones, sufijaciones o composiciones sobre la misma base. Sin embargo, estos casos han descendido notablemente en los últimos decenios, como consecuencia natural del abandono creciente de los estudios humanísticos.

Por el contrario, ha ido avanzando cada vez más rápidamente la utilización del inglés, siendo en algunos campos, como en el de la informática, un avance avasallador.

Al ser tan grande el influjo norteamericano tanto en Hispanoamérica como en España, puede ocurrir que ese influjo sea un elemento unificador de nuestro léxico. Sin embargo, las diferencias entre los sistemas morfológico y fonológico del inglés y del español constituyen barreras para la adopción de los materiales llegados desde esa vía, de modo que la acomodación oral de esas formas puede presentarse realmente con grandes divergencias individuales y locales, lo cual es ya un factor de dispersión.

5. Diversidades locales de la lengua común

Mayor amenaza que los extranjerismos científicos suponen las diversidades locales de la lengua usual.

No sólo hay diferencias entre el español europeo y el americano, sino que también las hay entre los países del nuevo mundo. Dámaso Alonso señaló la importancia que tiene en esta diversificación el tabú lingüístico. El hecho de que determinadas palabras sean perfectamente inocentes en unos lugares y en otros sean obscenas o insultantes.

La variedad léxica del español americano, vista en conjunto, radica unas veces en indigenismos, otras en evoluciones semánticas independientes respecto del español, otras en formas que éste había dejado en desuso, otras en una actitud selectiva propia entre varios sinónimos. Es cierto que no es muy profunda la separación entre usos como acá y aquí, o entre carro y coche, pero es cierto que en los niveles populares de muchos niveles de América, la expresión deja casi de ser inteligible para un español.

Parte de la peculiaridad de algunas zonas es de índole fonética. Pero en el nivel medio, los rasgos fonéticos más generales, como el seseo y el yeísmo, así como otros menos generales, como la aspiración de la s implosiva, no son desconocidos en algunos regiones españolas. En cuanto a la gramática, son escasos los rasgos diferenciales, aunque algunos sean muy acusados, como el voseo.

6. La situación del español de España frente a las lenguas “regionales”

España es una nación plurilingüe, y existe una pasión por la defensa y el cultivo de las lenguas regionales. Este fenómeno se produce por dos causas, una sentimental y otra política. Es natural que todo el mundo hable su lengua materna y que desee honrarla y usarla; y es normal que este sentimiento se haya agudizado como reacción a una situación en que esa lengua sufrió prohibiciones y trabas. El motivo político es la idea de que la autonomía o la independencia de un pueblo tiene como uno de sus pilares la existencia de una lengua propia. Las dos causas, sentimental y política, se han reunido para dar como consecuencia una reacción más o menos abiertamente hostil hacia la lengua oficial, olvidándose que esta lengua, sin llamarse oficial, había sido libremente aceptada como medio de comunicación útil al lado de la lengua propia hacía más de cuatro siglos.

En España, se da ahora un caso verdaderamente insólito en sociolingüística, que es lo que Gregorio Salvador llama deslealtad lingüística. Consiste este fenómeno en que personas que tienen como única lengua el castellano, deciden abandonarlo, para adquirir apresuradamente el idioma de su región o comunidad, que consideran verdaderamente suyo aunque jamás lo hablaron, con lo cual se sentirán liberados de la opresión del castellano, es decir, de su auténtica

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lengua materna.

Si sinceramente se desea mantener la unidad de España, debe mantenerse la lengua española sin trabas al lado de la lengua autonómica. Si ésta tiene auténtica vida, no necesita ningún tipo de proteccionismo para florecer y crecer. La convivencia armoniosa del castellano con el catalán, el vasco o el gallego, es una riqueza que no se puede rechazar.

Por tanto, la agresión contra nuestra lengua se produce en dos grandes frentes: interior y exterior. El primero es el uso individual del idioma que conduce a una destrucción de éste por inanición, debido a la indigencia mental de quienes lo usan desusándolo o vaciándolo, o a una perturbación interesada de su función comunicativa. En cuanto al frente exterior, está en la vertiente social del lenguaje. Una de sus brechas es la inferioridad cultural de los países hispanohablantes con relación a las comunidades que hoy son rectoras del mundo. Otra brecha es la realidad de que esta misma unidad léxica se presenta levemente agrietada en los niveles medio y popular de las zonas hispanohablantes. La última brecha es la lucha de lenguas existente en nuestro país.

LA DISPERSIÓN

1. Necesidad de contrarrestar los factores de dispersión

Desde el punto de vista individual, la lengua es nuestra conexión más perfecta y completa con la realidad objetiva, el instrumento que utilizamos para almacenar y ordenar en la mente el universo que nos rodea. Con ella podemos crear nuestros propios juicios, o someter a crítica las ideas o los hechos que nuestros sentidos nos transmiten.

Desde el punto de vista social, la lengua no sólo es el vehículo natural de la cultura que hace posible la convivencia y el avance de la sociedad, sino que es un instrumento de solidaridad.

2. La lengua estándar como base del principio de unidad lingüística

Hoy en día, la defensa de la lengua sólo es posible concebirla con la mirada puesta en su eficacia en cuanto a instrumento de comunicación y en cuanto a componente básico de la actividad intelectual.

Para ello, se debe establecer el principio de unidad basado en el concepto de lengua estándar, una forma de lengua reconocida por el conjunto de los usuarios, la cual elimine o tienda a eliminar las variedades locales o sociales de cada individuo o de cada grupo. Este concepto va apoyado necesariamente en el de norma, que a su vez lleva consigo la exigencia de una codificación.

En el ámbito de la lengua española opera la conciencia de comunidad lingüística, y esto hace posible que, por encima de la existencia de una serie de normas nacionales de realización (la española, la argentina…), exista una supranorma, un ideal supranacional de lengua postulado por la lengua escrita.

La enseñanza de la lengua debe ser concebida como un largo proceso encaminado exclusivamente a sembrar, fomentar y desarrollar la facultad lingüística del individuo en todos sus aspectos. De esta enseñanza debe desterrarse todo tecnicismo gramatical y toda teoría lingüística que no tenga una utilidad inmediata en el aprendizaje del idioma.

Una buena enseñanza intensa y sistemática de la lengua es clave para todas las demás enseñanzas. Un alumno debe aprender primero a descifrar con soltura el lenguaje escrito y oral en general para saber descifrar las explicaciones, por ejemplo, de su profesor de biología. La lengua es la materia central de todo el sistema educativo y este hecho debe reflejarse rotundamente en los planes educativos.Igualmente, la enseñanza de la lengua es responsabilidad de todos los profesores, cuyo uso y aprecio del idioma es tan decisivo en cuanto ejemplo para el alumno, como las lecciones directas del profesor de español.