Transición democrática en México: el papel de las reformas de 1963 a 1996_Atenea DeLaCruzBrito

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Abril de 2009 A ATENEA TENEA D DE L LA C CRUZ RUZ B BRITO RITO VII EREHNO, TIJUANA, BAJA CALIFORNIA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA FACULTAD DE ECONOMÍA Y RELACIONES INTERNACIONALES LICENCIATURA EN RELACIONES INTERNACIONALES Atenea De La Cruz Brito [LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO : EL PAPEL DE LAS REFORMAS DE 1963 A 1996]

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La transición política de un país es parte de una transformación de mayor profundidad,aparece al mismo tiempo que otras transiciones, la de su cultura, la de su economía y la desu interacción con el mundo (Becerra et. al., 2000: 16).De todos los temas relevantes a la democracia y a la transición, este trabajo seenfoca en las instituciones, específicamente en la Constitución Política de los EstadosUnidos Mexicanos como base de los demás fundamentos legales que regulan el sistemaelectoral como instrumentos del cambio en el marco de su impacto en el sistema político engeneral. Se hará una revisión desde la ley electoral de 1963 hasta 1996.

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Abril de 2009 A ATENEATENEA D DEE L LAA

CCRUZRUZ B BRITORITO

VII EREHNO, TIJUANA, BAJA CALIFORNIA

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE BAJA CALIFORNIA

FACULTAD DE ECONOMÍA Y RELACIONES INTERNACIONALES

LICENCIATURA EN RELACIONES INTERNACIONALES

Atenea De La Cruz Brito

[LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO : EL PAPEL DE LAS

REFORMAS DE 1963 A 1996]

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[LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO : EL PAPEL DE LAS REFORMAS DE 1963 A 1996] Atenea De La Cruz Brito

RRESUMENESUMEN

Palabras clave: Transición democrática, reformas electorales, sistema electoral.

La transición política de un país es parte de una transformación de mayor profundidad,

aparece al mismo tiempo que otras transiciones, la de su cultura, la de su economía y la de

su interacción con el mundo (Becerra et. al., 2000: 16).

De todos los temas relevantes a la democracia y a la transición, este trabajo se

enfoca en las instituciones, específicamente en la Constitución Política de los Estados

Unidos Mexicanos como base de los demás fundamentos legales que regulan el sistema

electoral como instrumentos del cambio en el marco de su impacto en el sistema político en

general. Se hará una revisión desde la ley electoral de 1963 hasta 1996.

En México las reformas al sistema electoral han tenido dos tendencias: la apertura

del sistema de partidos, de partido único a multipartidismo y la atención de estas reformas a

clamores por mayor democracia que se acompañan contradictoriamente de una adaptación

de la legislación según el momento político para favorecer al partido dominante.

Es pertinente continuar fomentando cambios benéficos al sistema electoral y de

partidos pero, sobre todo, es indispensable crear las condiciones culturales y de

participación ciudadana para que esos logros electorales mejoren en el fondo el sistema

político mexicano y al país en su conjunto.

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[LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN MÉXICO : EL PAPEL DE LAS REFORMAS DE 1963 A 1996] Atenea De La Cruz Brito

“Transición: es decir, un trayecto que arranca de un gobierno autoritario, atravesando varias fases híbridas, distintas unas de las otras.

Transición: un esfuerzo político de instalar instituciones democráticas y hacerlas funcionar en contextos que las desconocían

o que las habían abandonado”.

– Becerra, Salazar y Woldenberg (2000: 26)

INTRODUCCIÓNNTRODUCCIÓN

La transición política de un país es parte de una transformación de mayor profundidad,

aparece al mismo tiempo que otras transiciones, la de su cultura, la de su economía y la de

su interacción con el mundo (Becerra et. al., 2000: 16).

Para que una transición democrática tenga lugar es necesaria la creación de una

cultura democrática fundamentada en los valores de competencia, honestidad,

participación, transparencia, diálogo, entre otros que acompañan a la visión de la sociedad

para ser y generar conciencia. Para poder mantener o generar cambio en un régimen

democrático – como en cualquier otro – se requiere de instituciones de poder que son todo

órgano, norma o principio que permite ordenar políticamente a la sociedad. Las

instituciones de poder de acuerdo a este concepto tienen tres dimensiones: orgánicas,

normativas o ideológicas, según la clasificación de André Hauriou sean las instituciones

cosas: reglas legales impuestas a la voluntad de las partes, e instituciones personas: los

grupos sociales (Reyes, 2000: 68).

Entre las instituciones democráticas se pueden encontrar dos tipos, propositivas y

coercitivas. Las leyes por su característica orgánica proponen la manera en que deben

darse las relaciones en determinado ambiente, los procedimientos y las costumbres.

Respecto a su capacidad coercitiva encontramos que las leyes de carácter constitucional

son equitativas, su desconocimiento no exime de su responsabilidad y permiten vigilar las

relaciones políticas de los actores que, en caso de no observar las normas, serán

sancionados.

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De todos los temas relevantes a la democracia y a la transición, este trabajo se

enfoca en las instituciones, específicamente en la Constitución Política de los Estados

Unidos Mexicanos como base de los demás fundamentos legales que regulan el sistema

electoral como instrumentos del cambio en el marco de su impacto en el sistema político en

general. Se hará una revisión desde la ley electoral de 1963 hasta 1996.

Para fines de estudio, los procesos electorales e institucionales de México y su

inserción en la transición democrática, representan uno de los casos más interesantes en el

estudio de sistemas políticos en general y en particular dentro de los estudios

latinoamericanos.

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I. TI. TRANSICIÓNRANSICIÓN

Dentro de la política comparada se entiende a la dicotomía democrático/autocrático

como característica determinante entre un régimen y otro. Los estudios clásicos de esta

materia clasifican a los sistemas políticos del mundo dentro de la tipología mutuamente

excluyente arriba mencionada y evalúan sus procesos de transición hacia la democracia – si

es que los hay – entre un tipo de régimen y otro (Nohlen, 1998: 11). Un tipo ideal de

transición supondría un cambio político basado en un pacto entre las élites que, con base

en una ruptura con el pasado, llevan a cabo una transformación político-institucional del

país.

La transición más comúnmente estudiada es la que ocurre cuando un país con

gobierno autoritario se mueve hacia un régimen democrático. Este es el caso de los países

latinoamericanos y sus experiencias de democratización, algunos con éxito, otros con

reveses autoritarios o freno al proceso democratizante y posterior reinicio.

II. LII. LAA T TRANSICIÓNRANSICIÓN D DEMOCRÁTICAEMOCRÁTICA ENEN A AMÉRICAMÉRICA L LATINAATINA

En la segunda mitad de la década de los setenta la vida política latinoamericana

contempla el fenómeno del tímido proceso de transición rumbo a la democracia. Cada vez

iba en aumento el número de países en Latinoamérica que elegían a sus representantes por

medio del sufragio popular (Nohlen, 1998: 30).

Las democracias latinoamericanas vigentes han presentado un cuadro más o menos

general de características a lo largo de sus transiciones todavía en curso. Entre ellas se

encuentra la alternancia entre dictadura y democracia, entendiendo como dictadura al

sistema autoritario con elecciones semi-competitivas que sirven para reafirmar las

relaciones de poder existentes (Nohlen, 1998: 15). La oposición se puede articular

parcialmente pero no tiene posibilidades reales de acceder al poder. En cambio, los

sistemas democráticos llevan a cabo comicios competitivos donde las elecciones son una

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verdadera fórmula para establecer las relaciones de poder que pueden cambiar dado que la

oposición tiene posibilidades reales de llegar al poder, posible alternancia (Nohlen, 1998:

17).

Otra característica de los regímenes latinoamericanos es que las elecciones tienen

diferentes funciones según sea el tipo de régimen y fase de desarrollo político. La

organización de las elecciones varía según el tipo de gobierno, pero en general existen

problemas para asegurar los principios del voto que son el sufragio universal, igual en

calidad, de emisión secreta, directo y fundamentalmente libre. Como consecuencia de

estos problemas se ve disminuida la capacidad legitimadora generando desconfianza y

puesta en duda de los resultados.

Entre otras características los regímenes latinoamericanos son presidencialismos

fuertes (Hurtado, 2002: 20), sistemas que tienen como centro del sistema político y

electoral la designación para este puesto, aunque suele presentarse una baja participación

electoral a pesar de la obligatoriedad del voto en todos los países latinoamericanos

(Nohlen, 1998; 32).

III. LIII. LAA T TRANSICIÓNRANSICIÓN D DEMOCRÁTICAEMOCRÁTICA ENEN M MÉXICOÉXICO

En lo particular, México se distingue de sus pares latinoamericanos por no haber

padecido las dictaduras como en el cono sur en las décadas de los sesentas y setentas,

mientras golpes de Estado y gobiernos de facto se extendían por el continente, México tuvo

gobiernos constitucionales estables (Meyer y Reyna, 1999: 323), no es de extrañarse que

los analistas se encuentren con un régimen como pocos de singular clasificación que en

ocasiones, ha tenido que tener una categoría única creada especialmente para describir las

características de este sistema político, como la categoría especial de sistema de partidos

hegemónico que hace Sartori (2005: 69).

Pero el hecho de que en el país no se haya establecido un gobierno de facto, no

implica necesariamente que el régimen mexicano sea democrático. Para que un sistema

pueda ser considerado democrático varios criterios se deben de cumplir, entre ellos: el

efectivo derecho a votar y ser votado, un sistema de partidos de competencia, la

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organización de elecciones libres y justas, el respeto a los derechos de libertad de

asociación y libertad de expresión, el acceso a fuentes alternativas de información, que las

instituciones hacedoras de políticas públicas dependan de los votos u otras expresiones de

las preferencias de los votantes, entre otras características (Hurtado, 2002: 3).

En México, cuya difícil equiparación con algún otro sistema es una constante, los

estudios que se suscriben bajo los procesos democratizadores son particulares y datan a

1977 como uno de los años fundamentales del proceso de democratización. A partir de los

años setenta lo que vivía la sociedad mexicana era algo nuevo en un sentido muy profundo:

no eran cambios abruptos, por el contrario, a distinta velocidad vivían transformaciones

graduales, sucesivas; escenificaban una construcción de instituciones y de hábitos unos

detrás de los otros. Sobre todo era un tránsito que no se ajustaba a las ideas y a las

experiencias revolucionarias (Becerra et. al., 2000: 26).

La transición política en México se caracteriza por haberse orquestado mediante las

urnas y las diferentes fórmulas de asignación de la votación en representación política, a

diferencia del tipo ideal de transición – pactada – además no ha habido una ruptura con el

régimen anterior, por el contrario se ha dado una apertura gradual y continua, de pequeñas

negociaciones por medio de la transformación de las reglas del juego limitada al terreno

electoral, recuperando las instituciones ya existentes, el sistema electoral y el sistema de

partidos (Merino, 2003: 15).

Las reformas al sistema electoral mexicano han tenido dos tendencias: la apertura

del sistema de partidos de partido único a multipartidismo y la atención de estas reformas a

clamores por mayor democracia que se han acompañado contradictoriamente, de una

adaptación de la legislación según el momento político para favorecer al partido dominante.

Es decir, las reformas en materia electoral han surgido como respuesta a una coyuntura

favorable o adversa al régimen, y no como una parte de un proceso democratizador

planeado y surgido desde las instituciones o la sociedad civil organizada. A continuación se

enumeran las reformas y leyes electorales más sobresalientes de 1963 a 1996.

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III. I. LEY ELECTORAL DE 1963

Antes de la reforma de 1963 se contaba con la fórmula electoral de mayoría en

distritos uninominales que favorecía al partido único, sin dar posibilidad a una

representación del espectro político real. Con esta disposición jurídica, se inicia la primera

etapa del desarrollo del sistema electoral mexicano.

En esta ley se dispone que todo partido inscrito que alcanzara el 2.5% de votación

nacional tenía derecho a cinco escaños y a una curul más por cada 0.5% de votación

obtenido una vez pasado repartido cinco escaños con el criterio anterior hasta llegar a un

máximo de veinte curules, a esta formula electoral se le llama también diputados de

partido (Nohlen, 1998: 284). Con esta ley se da comienzo a la primera etapa de desarrollo

del sistema electoral.

Se estableció también que si un partido alcanzaba veinte diputados en las

circunscripciones uninominales, ya no participaba en la distribución de escaños

minoritarios, ayudando de esta forma a que los partidos pequeños no compitieran por lo ya

escasos asientos de oposición. No se pretendía implantar un sistema proporcional, más

bien, se reconoce la necesidad de representar a las minorías políticas.

III. II. REFORMA ELECTORAL DE 1977

La segunda etapa del desarrollo del sistema electoral se dio con la reforma electoral

de 1977. En este momento se introdujo un sistema electoral segmentado, esto es, por una

parte mayoritario y por otra proporcional ya que se incluyó el sistema de doble voto. Este

sistema consiste en un voto para un candidato uninominal y el otro por una lista del partido

de diputados de partido, además se disminuye el umbral de representación de 2.5% a 1.5%

de la votación valida nacional (Nohlen: 1998: 285), permitiendo la permanencia de los

partidos pequeños en el sistema de partidos, fomentando su consolidación.

Respecto a la fórmula de elección de los diputados se establecen 300

circunscripciones uninominales para elegir a 300 diputados más 100 escaños a repartir en 5

circunscripciones plurinominales establecidas mediante un criterio poblacional. En 1985 se

respetan las 300 circunscripciones uninominales y se aumenta el número de escaños que se

reparten en las 5 circunscripciones plurinominales a 200 curules.

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Con estas acciones se favorece a los partidos pequeños aumentando sus

posibilidades de acceder al poder en regiones o en pocos puestos de mayor envergadura. Se

denominan liberalizantes a estas acciones del sistema (Becerra et. al., 2000: 25), ya que

permiten el acceso a puestos de representación por parte de la oposición, pero no permiten

la competencia real, como ocurre con las acciones democratizantes.

III. III. REFORMA DEL 15 DE DICIEMBRE DE 1986

En esta tercera etapa se aumentó el número de diputados en la Cámara de 400 a

500. Se fijan 5 circunscripciones de representación proporcional propiamente excluyendo

al Partido Revolucionario Institucional –PRI– de los diputados de partido. En

consecuencia, los partidos de oposición aumentan su presencia hasta un 30% de los puestos

electos con votos validos a nivel nacional (Nohlen, 1998: 287).

Pero como se mencionaba anteriormente, las reformas no sólo buscaban reglas más

justas y mayor apertura a la competencia, otra de las tendencias reformistas fue la

adaptación del modelo político para favorecer al partido hegemónico. Para garantizar

entonces la mayoría absoluta del partido más votado en la Cámara, la reforma de 1986 le

concede acceso al PRI al segmento de representación proporcional con un límite máximo

del 70%, a esto se le denominó cuota de gobernabilidad, dado que fue creada para evitar el

estancamiento de iniciativas en un congreso dividido, así que se consagraba la mayoría

calificada para el partido en el poder.

III. IV. REFORMA ELECTORAL CONSTITUCIONAL Y LEY ELECTORAL DE 1989

En esta ley se mantiene la Cámara de Diputados integrada por 500 representantes

elegidos 300 por mayoría y los 200 restantes en circunscripciones plurinominales de listas

cerradas y bloqueadas que los partidos proveían, se mantiene el umbral de entrada de 1.5%

de la votación valida nacional (Nohlen, 1998: 287).

Dado el resultado adverso para el partido en el poder de los comicios de 1988, se

prohibió la postulación de alianzas electorales o de candidatos presentados por más de un

partido, los llamados candidatos comunes como ocurrió con el Frente Democrático

Nacional –FDN –, que aglutinó a cuatro fuerzas políticas: Partido Mexicano Socialista –

PMS–, Partido Popular Socialista –PPS–, Partido Auténtico de la Revolución Mexicana –

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PARM– y Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional –FDRN–, compartiendo como

candidato a la Presidencia de la República a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en las

elecciones arriba mencionadas. Además se suprimieron las asociaciones políticas (Becerra

et. al., 2000: 51). Esta reforma fue eminentemente regresiva, creada para obstruir los

procesos y multiplicar los conflictos. No obstante, se logró reactivar el proceso

liberalizante con la reforma de 1996.

III. V. CAMBIOS CONSTITUCIONALES EN 1993 Y 1996.

La reforma electoral de 1993 abolió la cuota de gobernabilidad. El efecto se deja

ver en las elecciones para la renovación de las Cámaras de 1997 (Nohlen, 1998: 289).

Con la Reforma de 1996, ningún partido puede contar con un número de diputados

por ambos principios –mayoría y representacion proporcional – que equivalga a un

porcentaje que exceda en ocho puntos el obtenido en la votación nacional. Se fija en 42%

del total de votos obtenidos de límite mínimo a alcanzar para que el partido se constituya

como mayoría absoluta en la cámara baja. Además se incluye a la administración y justicia

electorales, elementos que dan mayor operación y legitimidad al sistema.

La reforma de 1996 es apreciada en el ámbito académico (Becerra et. al., 2000: 51),

como la más importante en el proceso de transición democrática y fue aprobada,

paradójicamente, por una mayoría priísta. En aquella reforma están basados los resultados

legislativos de 1997 en donde el PRI perdió la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados

por primera vez y la jefatura del Distrito Federal tras la primera elección directa, aunado al

resultado de las elecciones de 2000 donde el PRI pierde por primera vez la presidencia.

Esta reforma dotó de mayor competitividad al sistema electoral y político teniendo efectos

muy profundos que coadyuvaron al proceso de transición democrática aún en curso.

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CCONCLUSIÓNONCLUSIÓN

El diseño constitucional del presidencialismo en México ha generado un estilo de

acción política y de ejercicio del poder donde predomina el carisma personal del líder, su

conducta y sus decisiones personales se extienden por encima de los mecanismos

institucionales de gobierno y de sus propios partidos; un estilo en el cual las relaciones de

poder en consecuencia se sustentan en un clientelísmo entre el líder y sus seguidores,

matizado por elementos simbólicos, culturales y emocionales, en los cuales la

conformación de la identidad política de los ciudadanos se produce por estos elementos

antes por la definición de sus derechos y los medios institucionales de los cuales dispone

para ejercerlos. La transición a la democracia, bajo este escenario, requirió de instituciones

que sustentaran el cambio oponiéndose a las prácticas tradicionales que impedían tal

tránsito.

En México, la transición ha respondido al cambio generado desde el interior del

sistema, es decir, por parte de las instituciones formales de poder político, comenzando en

el legislativo con el visto bueno del ejecutivo. Las reformas electorales han sido el móvil de

la transición, generando cambios al interior del sistema electoral y de partidos

principalmente desencadenando un cambio del modelo político en general.

La democracia consiste en algo más que establecer el sistema de gobierno adecuado

o más virtuosos – ya sea el parlamentario, presidencial o semi-presidencial –, se requieren

instituciones que propicien los valores democráticos y que velen por su observancia, y aún

más importante, es necesaria una cultura democrática con fuertes cimientos de valores y

principios sociales para que un verdadero régimen no autoritario tenga cabida.

Es pertinente continuar fomentando cambios benéficos al sistema electoral y de

partidos pero, sobre todo, es indispensable crear las condiciones culturales y de

participación ciudadana para que esos logros electorales mejoren en el fondo el sistema

político mexicano y al país en su conjunto.

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