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39 Tres claves para comprender el pensamiento del Papa Francisco en Lumen Fidei ALDO MARCELO CÁCERES * Moralia 37 (2014) 39-63 RESUMEN: Sobre Lumen Fidei, el Papa Francisco declaró que se había limitado a completar una primera redacción de la Encíclica recibida de Benedicto XVI. ¿Cuáles son las aportaciones pro- pias del papa Francisco? ¿Qué ha añadido realmente a esa primera redacción? ¿Qué elementos originales del pensa- miento de Bergoglio están presentes en la Encíclica? El ar- tículo responde a estos interrogantes desde tres claves: fe, memoria y bien común. ABSTRACT: Pope Francis has stated that his work on Lumen Fidei con- sisted only in completing a draft written by Benedict XVI. Which are the contributions of Pope Francis in this Encycli- cal? What has he really added to this draft? Which elements of the original thought of Francis are present in the Encycli- cal? The article answers to these questions from three key concepts: faith, memory and the common good. PALABRAS CLAVE: Magisterio eclesiástico y moral / Lumen Fidei / Papa Francisco / Fe / Memoria / Bien Común La Encíclica Lumen Fidei (en adelante, LF) tiene la particularidad de albergar el pensamiento de dos papas, el de Benedicto XVI y el de Francisco. Dos estilos diferentes que logran dar a luz algunas consi- * Licenciado en Teología Moral y en Filosofía. Doctorando en la Universidad Pontificia Comillas.

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Tres claves para comprender el pensamiento del Papa Francisco en Lumen Fidei

ALDO MARCELO CÁCERES*

Moralia 37 (2014) 39-63

RESUMEN: Sobre Lumen Fidei, el Papa Francisco declaró que se había limitado a completar una primera redacción de la Encíclica recibida de Benedicto XVI. ¿Cuáles son las aportaciones pro-pias del papa Francisco? ¿Qué ha añadido realmente a esa primera redacción? ¿Qué elementos originales del pensa-miento de Bergoglio están presentes en la Encíclica? El ar-tículo responde a estos interrogantes desde tres claves: fe, memoria y bien común.

ABSTRACT: Pope Francis has stated that his work on Lumen Fidei con-sisted only in completing a draft written by Benedict XVI. Which are the contributions of Pope Francis in this Encycli-cal? What has he really added to this draft? Which elements of the original thought of Francis are present in the Encycli-cal? The article answers to these questions from three key concepts: faith, memory and the common good.

PALABRAS CLAVE: Magisterio eclesiástico y moral / Lumen Fidei / Papa Francisco / Fe / Memoria / Bien Común

La Encíclica Lumen Fidei (en adelante, LF) tiene la particularidad de albergar el pensamiento de dos papas, el de Benedicto XVI y el de Francisco. Dos estilos diferentes que logran dar a luz algunas consi- * Licenciado en Teología Moral y en Filosofía. Doctorando en la Universidad

Pontificia Comillas.

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deraciones sobre la fe. Un proyecto elaborado por Benedicto para completar así su Magisterio sobre las virtudes teologales. Francisco asumió la riqueza de ese trabajo añadiéndole algunas de sus aporta-ciones1. Teniendo en cuenta este aspecto del documento cabe el si-guiente interrogante: ¿Cuáles son las aportaciones propias del Papa Francisco? Intentaré responder esta pregunta aproximándome a su pensamiento desde tres claves: fe, memoria y bien común.

I. PRIMERA CLAVE: FE

Cuando LF 1 nos expresa que la “luz de la fe” es el “don traído por Jesucristo” y “luz que viene a disipar las tinieblas”, podemos profundizar la misma temática, desde el pensamiento del cardenal Bergoglio, recurriendo a su obra Mente abierta, corazón creyente2. En un apartado titulado “Jesucristo, Revelación del Padre” se ex-playa diciendo: “Al ser Revelador de Dios, Jesucristo ilumina a todo hombre (Jn, 1-9), porque él mismo es la luz de los hombres (Jn 1, 4ss; 8, 12). Con la presencia de Jesucristo se disipan las tinieblas y ya brilla la verdadera luz”3. Luego añade:

“Pero también aquí se da el drama del rechazo de esa luz; esta luz que es la plenitud de la ley y los profetas es también rechazada porque su anuncio se da de manera diferente a la esperada, con pautas distintas a las imaginadas; se explicita en antinomias in-comprensibles pero convocadoras. Por ello, la plenitud de los tiempos y la plenitud del mensaje de Dios es anunciado precisa-mente a quienes tienen menos de plenitud desde el punto de vista humano: a gente sencilla, a los que humildemente guardan sus mandamientos (Jn 14, 21)….a los pequeños.”4. Además, no debemos olvidar que la fuente de la luz de la fe es

Dios. De esta manera nos “revela su amor” y quiere que por medio

1 Cf. LF 7. 2 Cf. J. M. BERGOGLIO, Mente abierta, corazón creyente, Editorial Claretiana,

Buenos Aires 20132. 3 Ibid., 114; Cf. Jn 12, 46. 4 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 114; Cf. LF 2-3.

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de Su Hijo tengamos auténtica Vida, arrancarnos de las tinieblas y conducirnos por el camino de la paz5.

Hay una referencia bíblica que aparece tanto en la Encíclica como en la obra antes mencionada. Me refiero al texto de Juan 11,40: “De este modo hay que entender el cariñoso pero firme reproche de Jesús a Marta: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”6. Con este pasaje se nos recuerda que Jesús nos revela la gloria del Padre y que el que cree ve. Que la luz que brota de Cristo Resucitado es como una lámpara o una estrella que ilumina nuestro camino7. Podemos complementar la riqueza de estas palabras de la Encíclica con la pro-fundidad de las aportaciones que Bergoglio expuso antes de ser papa:

“La gloria de Dios que Cristo manifiesta, como si se le escapara por una rendija (cfr. Jn 2, 11), esa gloria que nos ilumina ahora en esperanza (porque es plenitud de luz), en esperanza de contem-plarla definitivamente: En su mano derecha tenía siete estrellas; de su boca salía una espada de doble filo; y su rostro era como el sol cuando brilla con toda su fuerza (Ap 1, 16). Cuando cese el tiempo, la manifestación de Dios será toda luz, y luz definitiva no sólo para cada uno de nosotros sino para el mundo también: la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero (Ap 21, 23)”8. Finalmente, siguiendo con el hilo de la reflexión sobre la luz de la

fe, podemos aventurarnos a decir que las siguientes palabras de la Encíclica responden al estilo del pensamiento de Berglo-glio/Francisco: “es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo”9. “Nos damos cuenta, por tanto, de que la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas”10; que la “luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una

5 Cf. LF 1-4; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 117. 6 Cf. LF n. 1; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 116. 7 Cf. LF 1. 8 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 116. 9 LF 4. 10 Ibidem.

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lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar” (LF 57). Pero, con mayor certeza, reconocemos la mano de Francisco en la última parte de LF 4, en la cual encontramos la referencia a una de sus obras preferidas: La Divina Comedia11. Se sirve de ella para explicarnos la belleza de la luz de la fe:

“Dante, en la Divina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la describe como una ‘chispa, / que se convierte en una llama cada vez más ardiente / y centellea en mí, cual estre-lla en el cielo’ (Paraíso XXIV, 145-147). Deseo hablar precisa-mente de esta luz de la fe para que crezca e ilumine el presente, y llegue a convertirse en estrella que muestre el horizonte de nues-tro camino en un tiempo en el que el hombre tiene especialmente necesidad de luz” (LF 4). Bergoglio, en cierta ocasión, le decía a sus conciudadanos y fie-

les, que mientras hacemos camino, muchas veces con la pena de tantas tinieblas, no perdemos la esperanza de encontrarnos con la luz. Porque caminamos de “fe en fe”, en búsqueda de plenitud y del sentido para nuestra vida. Es más, les exhortaba a los argentinos a sentirse parte de ese Pueblo de Dios, que anhela pasar de las tinie-blas a la luz, de tener ganas de encontrarse con esa luz, con esa Gloria escondida12.

II. SEGUNDA CLAVE: LA MEMORIA

¿De dónde procede esa luz? “Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte. Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá

11 Obra literaria que ha leído muchas veces, según lo ha confesado él mismo, a

los dos periodistas que en el año 2010 elaboraron su primera biografía. Cf. S. RUBIN - F. AMBROGETTI, El Jesuita. Conversaciones con el cardenal Jor-ge Mario Bergoglio, Vergara, Buenos Aires 2010, 119.

12 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilia en Noche Buena, Buenos Aires, 25 de di-ciembre de 2003.

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de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro ‘yo’ aislado, hacia la más amplia comunión.” (LF 4) Así, encontramos en la Encíclica, algunas de las categorías recu-

rrentes del cardenal Bergoglio: la memoria, la memoria fundante, la memoria de Jesús y la memoria del Resucitado; que luego nos vincu-lará con la memoria de la Iglesia.

Bergoglio conjuga la realidad antropológica-social de la memoria con la perspectiva de la memoria desde la Historia de la Salvación. De ahí que varias veces ha insistido que hay que recuperar la memo-ria, tanto a nivel personal como comunitario, pero sin desvincularla de la fe y el amor. Esta lectura de la memoria la podemos entender mejor desde una de sus propias reflexiones:

“El hacer memoria, en sentido bíblico, va más allá del mero agra-decimiento por todo lo recibido; quiere enseñarnos a tener más amor; quiere confirmarnos en el camino emprendido. La memoria como gracia de la presencia del Señor a lo largo de la vida. La memoria del pasado que nos acompaña, no como un peso bruto, sino como un hecho interpretado a la luz de la conciencia presen-te […] Pidamos pues, la gracia de recuperar la memoria: memoria de nuestro camino personal, memoria del modo cómo nos buscó el Señor, memoria de mi familia religiosa, memoria de nuestra comunidad educativa, memoria de pueblo... Mirar hacia atrás es despertarnos para percibir con más fuerza la palabra de Dios […] esta memoria nos fortalece el corazón”13. Respecto a la memoria de los pueblos, la considera como una

gran riqueza, puesto que tiene la capacidad de recordar con el cora-zón lo que les une. Pero, para Bergoglio, no podemos pasar por alto la memoria común de la humanidad, el acervo común de todos los pueblos y la revelación de Dios a Israel. Desde estas apreciaciones sobre la memoria, entiende que la historia humana es una larga con-tienda entre el pecado y la gracia, una lucha entre el bien y el mal. Esa memoria común tiene un rostro concreto, el rostro de los hom- 13 J. M. BERGOGLIO, Mensaje a las comunidades educativas, Buenos Aires, 5

mayo de 1999.

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bres de nuestros pueblos14. Es más, para él, la auténtica memoria es una “potencia unitiva e integradora”15, “núcleo vital de una familia o de un pueblo que les permite tener un porvenir”16. Por eso, es impor-tante hacer memoria junto a los demás, porque:

“Hacemos memoria del camino andado para abrir espacios al fu-turo. Como nos enseña nuestra fe: de la memoria de la plenitud se hace posible vislumbrar los nuevos caminos. Cuando la memoria no está abierta al futuro es un simple recuerdo que, si totaliza el ambiente, nos puede atrapar en una nebulosa proustiana. Si, en cambio, se intelectualiza, configura el caldo de cultivo para toda clase de fundamentalismos. La memoria conlleva siempre la di-mensión de promesa que la proyecta hacia el futuro. Cuando, en el presente, hacemos memoria, entonces afirmamos lo real de nuestra pertenencia a un pueblo que camina y –a la vez– la pro-yección hacia adelante de ese camino”17. Por eso, para el papa Francisco, el prototipo de esa memoria, que

nos debe poner en camino, abiertos al futuro en búsqueda de la espe-ranza, es la fe de Abrahán18. Es un acto de memoria que “no se que-da en el pasado, sino que siendo memoria de una promesa, es capaz de abrirse al futuro, de iluminar los pasos a lo largo del camino. De este modo, la fe en cuanto memoria del futuro –memoria futuri– está estrechamente ligada con la esperanza”19.

Podemos comprender la memoria como acto de fe desde la me-moria de la Iglesia que se nutre de la memoria del Resucitado. Ya que nos recuerda las promesas de Dios y nos lleva al encuentro con Jesús20. Así, para Bergoglio, la Iglesia

14 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 87-89. 15 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 13), n. 1. 16 Ibidem. 17 J. M. J. M. BERGOGLIO, Mensaje a las comunidades educativas. Palabras en

su exposición central en la VIII Jornada de Pastoral Social, Buenos Aires, 25 de junio de 2005.

18 Cf. LF 9; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 174-177. 19 LF 9. 20 Cf. LF 38; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 87-92 y 105-112.

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“apoya su camino histórico en la certeza de que el Resucitado es el Crucificado: el Señor que viene es el mismo que pronunció las Bienaventuranzas, que partió el pan con la multitud, que curó a los enfermos, que perdonó a los pecadores, que se sentó a la mesa con los publicanos. Hacer memoria de Jesús de Nazaret en la fe del Cristo Señor nos habilita para ‘hacer lo que él hizo’, en me-moria suya. Y aquí se incorpora toda la dimensión de la memoria, porque la historia de Jesús se empalma con la historia de los hombres y los pueblos en sus búsquedas imperfectas de un Ban-quete fraterno, de un amor perdurable. La esperanza cristiana, de ese modo, despierta y potencia las energías quizás enterradas de nuestro pasado, personal o colectivo, el recuerdo agradecido de los momentos de gozo y felicidad, la pasión quizás olvidada por la verdad y la justicia, los chispazos de plenitud que el amor ha producido en nuestro camino. Y también –¿por qué no?– la me-moria de la Cruz, del fracaso, del dolor, esta vez para transfigu-rarla exorcizando los demonios de la amargura y el resentimiento y abriendo la posibilidad de un sentido más hondo” (LF 44). El momento fundamental para activar esa memoria es la Eucaris-

tía21. Ella es la que nos permite recuperar la memoria del Amor, de tomar conciencia de que el Señor siempre nos acompaña en nuestro camino, nos abre los ojos, nos permite recordar e inundar de Amor la memoria de nuestro corazón. Es más, nos permite entablar un diálo-go de amor y una Alianza de Amor, de tal manera que nos compro-meta a ser misericordiosos, a perdonar, a consolar, a dar de comer al hambriento, a ser hombres de esperanza, etc.22.

Finalmente, tanto la Encíclica como algunas reflexiones del car-denal nos recuerdan que hay unos tesoros que por la memoria permi-ten a la Iglesia testificar la salvación de Dios. Esos tesoros son: la profesión de fe y el Decálogo.

Respecto al Credo, Bergoglio considera que no es sólo un com-pendio de verdades cristianas, sino también el de la historia de nues-

21 Cf. LF 44. 22 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en la Solemnidad de Corpus Christi, Buenos

Aires, 13 de junio de 2009.

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tra salvación23. Quizás, esta concepción le lleva a decir en la encícli-ca que: “no consiste sólo en asentir a un conjunto de verdades abs-tractas. Antes bien, en la confesión de fe, toda la vida se pone en camino hacia la comunión plena con el Dios vivo” (LF 45).

Respecto a los mandamientos, el jesuita sostiene que por medio de ellos “la Iglesia recuerda las misericordias de Dios y por esto trata de ser fiel a la ley. Los diez mandamientos que enseñamos a nuestros niños son la otra cara de la alianza, la cara legal para poner marcos humanos a la misericordia de Dios. Cuando el pueblo fue sacado de Egipto, allí recibió la gracia. Y la ley es el complemento de la gracia recibida, la otra cara de una misma moneda”24.

Los mandamientos son un regalo de Dios para que seamos felices y conservemos nuestra vida, nos da la plena seguridad de que somos recordados por el Señor, que somos atados a su amor; pero, que a la vez, también nos tiene que hacer misericordiosos, porque en nuestro corazón resuena esa gran verdad: Recuerda que tú fuiste esclavo en Egipto25. Desde esta concepción del decálogo, podemos sostener que probablemente pertenece a Francisco la siguiente aportación de la Encíclica:

“Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las pa-labras que introducen los diez mandamientos: ‘Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto’ (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del ‘yo’ autorreferencial, cerrado en sí mis-mo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su miseri-cordia para ser portador de su misericordia”26.

23 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 91. 24 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 2), 90. 25 Cf. Ibid., 90-92. 26 LF 46. Una de las expresiones características de Bergoglio que ha usado con

frecuencia es “autorreferencial”. Indica el que se encierra en sí miso, el que se mira el ombligo. Lo ha aplicado fundamentalmente para referirse a la Iglesia cuando se encierra en intrigas, en internas o necesidades humanas, en lugar de abrirse, de entregarse con alegría y de servir humildemente.

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III. TERCERA CLAVE: EL BIEN COMÚN

Algunas partes del capítulo IV de la encíclica –que se caracteriza por tener un tono más pastoral y social– son quizás la mayor aportación de Bergoglio. Bajo el título, Dios prepara una ciudad para ellos, nos en-contramos con una buena condensación de algunas de las principales cuestiones sociales que al cardenal siempre le han preocupado27.

En primer lugar, nos encontramos con una de sus constantes invi-taciones: Reconocer la riqueza de nuestra dimensión social y aquello a lo que ella nos compromete. Insiste en que captemos su sentido profundo para poder desplegarla en la vida de la comunidad. Porque es nuestra naturaleza social la que nos convoca a edificar una buena convivencia; por ella somos citados y obligados a entregarnos para el bien común. Para implicarnos en la ciudad e identificarnos con ella, cada uno tiene que reconocer su munus, su oficio, su tarea, su obliga-ción, su capacidad de darse y donarse; debe hacer el constante esfuer-zo de buscar y aceptar aquellos puntos de unión que permitan una convivencia fraterna. En definitiva, se trata de desplegar las riquezas de nuestra vocación política, la de construir junto a los demás una ciudad, un pueblo, una nación. Involucrarnos en esa experiencia de vida común en torno a valores y sueños compartidos, unidos por una historia común, costumbres y fe. Así, para Bergoglio, cada vez que nos comprometemos por el bien común, estamos haciendo política, que es una alta forma de caridad, según los documentos pontificios. Además, estamos llamados a ser auténticos ciudadanos, desplegando el dina-mismo de la bondad hacia la amistad social28.

Desde esta lectura del cardenal, podemos ir comprendiendo las siguientes afirmaciones de la encíclica: “La fe no sólo se presenta

27 Cf., A. M. CÁCERES, Cardenal Jorge Mario Bergoglio. Aproximación a su

moral social: Moralia 32 (2009) 443-478; ID., El pensamiento social del cardenal Jorge Mario Bergoglio / Papa Francisco (2001-2013): Razón y Fe 1374 (2013) 291-306; ID., J. M. Bergoglio: Claves de su pensamiento social antes de ser elegido pontífice: Moralia 36 (2013) 117-135.

28 Cf. J. M. BERGOGLIO, Nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo. Hacia un Bicentenario en justicia y solidaridad 2010-2016, Editorial Clare-tiana, Buenos Aires 2013, 17-40.

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como un camino, sino también como una edificación, como la prepa-ración de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los de-más…” (LF 50). “Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios” (LF 51).

Bergoglio, junto a los obispos argentinos, siempre ha insistido en que es importante revisar nuestra vida personal y social a la luz de Jesucristo. Esta lectura desde la fe nos permitirá edificar29 una autén-tica convivencia, fortalecer nuestro compromiso ciudadano y res-ponder al constante llamado de trabajar por el bien común30.

Para él, el prototipo del hombre que quiera ser un auténtico ciu-dadano es el publicano convertido. Zaqueo se ha dejado mirar por Jesús, y ha respondido a esa llamada de abajamiento31. Sólo así pudo encontrarse plenamente con el Señor, con sus dones y con los demás. Sólo así, pudo superar la chatura de miras y responder al llamado del Señor para involucrarse en la ciudad con los otros, para considerar a los demás como sus hermanos y compatriotas, para edificar la amis-tad social32. Es más, para el cardenal, todos estamos llamados a ser ese publicano convertido, dejando de ser unos vendepatrias, que están al servicio propio y del imperio, para pasar a ser un auténtico ciudadano, estableciendo relaciones de justicia y de solidaridad con los demás33. Todo esto es posible por la fe, ya que nos permite escu-char el llamado a esa tarea común y a poder compartirla con alegría. La fe nos permite crear entre todos un lugar de encuentro34, de con- 29 Edificar, unas de las principales claves del programa pontifical de Francisco

en orden a la fraternidad humana. 30 CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, Creemos en Jesucristo, Señor de la

historia. Reflexiones de los obispos al acercarnos a la Navidad. 104ª Asam-blea Plenaria, Buenos Aires, Adviento 2012.

31 Cf. Lc 19, 1-10. 32 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en el solemne Tedéum, Buenos Aires, 25 de

mayo de 2002. 33 Cf. J. M. BERGOGLIO, Palabras iniciales en el Primer Congreso Regional de

Pastoral Urbana, Buenos Aires, 25 de agosto de 2011. 34 Bergoglio ha insistido muchas veces a que todos trabajemos por una “cultura

del encuentro”. Se trata de fomentar todo aquello que acerca, une y suma. Es fundamental para hacer realidad el compromiso por el bien común y la amis-

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vivencia, de trabajo, de celebración35. Ahora podemos comprender mejor otras de sus aportaciones de la Encíclica: que la fe ilumina las relaciones humanas, que ella misma es un bien para todos, un bien común. Ella nos permite contribuir al bien común y edificar nuestras sociedades y nos impulsa a avanzar hacia el futuro con esperanza36.

Ahora bien, el fundamento de los vínculos humanos y de la edifi-cación de la ciudad es el amor de Dios. Así, para Francisco, cuando Dios habita en medio de nuestras ciudades, tenemos la capacidad de desplegar la dinámica de su amor; mantenernos unidos en la bondad y en la alegría de vivir juntos y compartir37. Ya siendo arzobispo de Buenos Aires sostenía que sólo el amor es plenamente confiable; que la confianza mutua debe llevarnos al amor. La confianza, raíz y fruto del amor, hará posible poner las bases para conducir un destino co-mún38, pues sólo desde la trascendencia del amor podremos superar nuestros egoísmos y reconocer que constitutivamente estamos he-chos para abrirnos a los demás. Sólo desde la afirmación plena del amor como vínculo entre los seres humanos, podremos enriquecer los otros vínculos que estamos llamados a realizar en la sociedad39.

La Encíclica también expresa que desde la fe tendremos la plena confianza de que Dios nos prepara una ciudad fiable40. Sobre esto mismo encontramos en Bergoglio una profunda mirada creyente sobre lo que significa ser una ciudad, un pueblo, una Patria, de cómo Dios habita en medio de ella y nos prepara una ciudad mejor. Reco-nociendo su presencia y su amor, estamos llamados por nuestra parte poner en práctica el mandamiento del amor y hacer realidad el amor

tad social. Cf. V. M. FERNÁNDEZ, Bergoglio a secas: Vida Pastoral 318 (2013) 15.

35 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 32). 36 Cf. LF 51; J. M. BERGOGLIO, Mensaje a las comunidades educativas, Bue-

nos Aires, 21 de abril de 2004. 37 Cf. LF 51. 38 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 32). 39 CF. J. M. BERGOGLIO, Mensaje a las Comunidades Educativas, Buenos

Aires, 18 de abril de 2007; ID., Mensaje para la Cuaresma, Miércoles de Ceniza, Buenos Aires, 22 de febrero de 2012.

40 Cf. LF 50-51.

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social41. Para él, la mirada trascendente de la fe nos lleva a respetar y amar al prójimo; nos ayuda a elegir ser ciudadanos de una ciudad concreta, y a poner en práctica actitudes y comportamientos que crean ciudadanía. Así, sólo desde una mirada creyente, podemos tener la certeza de que Dios vive en medio de nuestras ciudades, y reconocernos como Pueblo de Dios. La fe nos permite descubrir y crear ciudad y confiar en que Dios mismo la sostiene hasta que haga descender la Ciudad Santa. De esta manera renovamos también la esperanza que nos mueve a actuar juntos en la caridad42.

Esa mirada creyente sobre Dios en medio de la ciudad nos permi-te tener una mirada de amor, una mirada que incluye sin relativizar, una mirada misericordiosa, creativa y de amistad. Una mirada que crea cercanía, acompañamiento y fecundidad. Dios es el punto de referencia fundante y absoluto que da solidez a nuestros vínculos y nos convoca a ser una auténtica ciudad. Pero el cardenal, en medio de esta rica reflexión, lanzaba un interrogante: “¿Qué es la ciudad sin Dios?” Para él, una ciudad sin Dios es una ciudad fragmentada, que se diluye en mil particularidades sin historia y sin identidad43. Desde aquí, podemos decir que también pertenecen a su pensamiento las siguientes palabras de la Encíclica: “Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella […] Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida”44. Por eso, sólo una mirada creyente sobre la ciudad nos permite creer. Es más, “‘ Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad’ (Hb 11,16). La expresión ‘no tiene reparo’ hace referen-cia a un reconocimiento público. Indica que Dios, con su interven-ción concreta, con su presencia entre nosotros, confiesa públicamen-te su deseo de dar consistencia a las relaciones humanas”45. ¿Y qué 41 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en el Tedeum en la catedral metropolitana,

Buenos Aires, 25 de mayo de 2012. 42 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 33). 43 Ibidem; Cf. LF 51. 44 LF 55; Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 32). 45 LF 55.

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significa para nosotros esta mirada creyente? Significa que Dios está con nosotros, que es un Dios cercano y que camina con su pueblo46; que debemos responder a esa llamada de ahondar en nuestras vidas desde el don de la fe, que la fe no es una cuestión privada, sino al contrario implica “un testimonio y un compromiso público”47. La fe nos moviliza a salir de nuestros balcones y experimentar la belleza y la alegría de compartirla con los demás48. Desde esta lectura creyente de Bergoglio, intentemos responder a las preguntas de la Encíclica: “¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible?”49.

En segundo lugar, se concentra en la encíclica el profundo y tam-bién constante llamado del cardenal a la fraternidad universal. Todos estamos llamados no solo a ser ciudadanos y a responsabilizarnos con nuestra ciudad; también debemos implicarnos en un proyecto común más amplio desde la fe: reconocer a Dios como Padre, que hay justicia y hay hermanos50. Este es sin duda alguna, el reciente llamado que ha hecho el Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, bajo el lema: La fraternidad, fundamento y camino para la paz51. Así, iluminados por la fe, podremos construir la fraternidad universal. Esta lectura creyente nos revela que Dios no está ausente, que siempre nos acompaña en nuestro crecimiento, que camina con nosotros, que es un Padre Misericordioso, que nos alimenta y nos protege52. De esto mismo se hace eco la Encíclica cuando nos dice que la fe

46 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en la misa de clausura del Encuentro de

Pastoral Urbana, Buenos Aires, 2 de septiembre de 2012. 47 J. M. BERGOGLIO, Carta por el Año de la Fe, Buenos Aires, 1 de octubre de 2012. 48 Cf. J. M. BERGOGLIO, Carta Pastoral con ocasión de la Semana Santa,

Buenos Aires, 25 de febrero de 2013. 49 LF 55. 50 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 13), n. 6. 51 PAPA FRANCISCO, Mensaje para la celebración de la XLVII Jornada Mundial de

la Paz, 1 de enero de 2014, Ciudad del Vaticano, 8 de diciembre de 2013. 52 Ibid., 5.

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“ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la pa-ternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno. En la ‘modernidad’ se ha intentado construir la fraterni-dad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraterni-dad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir. Es necesario volver a la verdadera raíz de la fraternidad” (LF 54). Bergoglio recordó a sus conciudadanos siempre que pudo que la

verdadera raíz de la fraternidad es Dios Padre, que nos hermana a todos en Jesucristo. Un Padre común que tenemos que se caracteriza por ser fiel, paciente y misericordioso; que nos ha dado a su Hijo como hermano para que caminase con nosotros, como luz en medio de la oscuridad53. Así, la auténtica fraternidad se fundamenta en el Amor de Dios que nos hermana en Jesucristo, revelándonos en ese Amor que siempre es mejor embarrarse por los demás que vivir en una actitud de soberbia –del sálvese quien pueda o en la indiferen-cia– quedándonos en el chiquero que corrompe54. Sobre esto mismo, la Encíclica nos dice:

“A lo largo de la historia de la salvación, el hombre descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como hermanos, de la única bendición, que encuentra su plenitud en Jesús, para que todos sean uno. El amor inagotable del Padre se nos comunica en Jesús, también mediante la presencia del hermano. La fe nos enseña que cada hombre es una bendición para mí, que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano” (LF 55). En una ocasión en Buenos Aires, Bergoglio nos aportaba la si-

guiente reflexión sobre cómo reconocer que el otro es para mí una bendición: Simplemente bendiciendo al otro, es decir, diciendo bien del otro, siendo instrumento de la bendición de Dios. A la vez, nos advertía, que si no reconocemos a cada hermano nuestro como una

53 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en Noche Buena, Buenos Aires, 24 de di-

ciembre de 2005. 54 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en el solemne Tedéum, Buenos Aires, 25 de

mayo 2011, nn. 1, 4, 8; LF 54.

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bendición, estamos pisoteando la “belleza de Dios” y resquebrajamos la unidad con el otro, la unidad de la familia, la unidad de un pueblo. Para dar ese paso de ser hombres de bendición necesitamos llenar nuestros corazones de la mansedumbre y ternura de Dios55.

Consideraba también que profundizar en los que significa “adorar en espíritu y en verdad” (Jn 4, 24) nos ayuda a superar las distancias y crear cercanía hacia los demás, pues adorando descubrimos que todos somos hijos de un mismo Padre, que somos miembros de una sola familia56. Para Bergoglio, uno de los hombres que ha descubierto el sentido profundo de lo que significa adorar fue San Francisco; su experiencia de adoración significa: “cantar las alabanzas unidos a toda la creación y a todos los hombres. Es atar los lazos que hemos roto con nuestra tierra, con nuestros hermanos, es reconocerlo a Él como Señor de todas las cosas, Padre bondadoso del mundo entero”57.

En tercer lugar, otra cuestión que se entreteje en la Encíclica y que forma parte del pensamiento de Bergoglio es su lectura antropo-lógica sobre la unidad. Para él, el ciudadano es convocado hacia una unidad que tiende hacia el bien común. La denomina unidad del orden, ordenamiento armónico, que a veces se torna disarmónico por las crisis y los conflictos58. Pero en este camino hacia una mayor comunión y unidad tenemos que enfrentarnos con los conflictos y superarlos. Por lo tanto, para el cardenal, no podemos olvidar que “la unidad es superior al conflicto”59. Este mismo principio, lo en-contramos en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium de una manera más desarrollada60, pero en la Encíclica aparece de la si-guiente manera: “hemos de contar también con el conflicto, pero experimentarlo debe llevarnos a resolverlo, a superarlo, transformán-dolo en un eslabón de una cadena, en un paso más hacia la unidad” (LF 55). 55 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en la Fiesta de San Ramón Nonato, Buenos

Aires, 31 de agosto de 2012. 56 Cf., J. M. BERGOGLIO, Carta a los catequistas, Buenos Aires, agosto de 2002. 57 Ibidem. 58 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 28), 37. 59 Ibid., 55, LF 55; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 13), n. 4. 60 PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 226-230.

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Esta relación entre conflicto y unidad ha sido explicada por el cardenal con mayor amplitud en la XIII Jornada de Pastoral Social, el 16 de octubre de 2010, celebrado bajo el lema “nosotros como ciudadanos, nosotros como pueblo”. En ese momento lo presentaba diciendo:

“Si uno se queda en lo conflictivo de la coyuntura pierde el sentido de la unidad. Al conflicto hay que asumirlo, hay que vivirlo, pero hay diversas maneras de asumir el conflicto. Una es la que hicieron el sacerdote y el abogado frente al pobre hombre en el camino de Jerusalén a Jericó (Lc 10, 31-32). Ver el conflicto y pegar la vuelta, obviarlo. Alguien que obvia el conflicto no puede ser ciudadano, porque no lo asume, no le da vida. Es un habitante que se lava las manos de los conflictos cotidianos. La segunda es meterse en los conflictos y quedarse aprisionado. Entonces la contribución al bien común se daría sólo desde el conflicto, encerrado en él, sin hori-zonte, sin camino hacia la unidad. Ahí nace el anarquismo o esa ac-titud de proyectar en lo institucional las propias confusiones. La tercera es meterse en el conflicto, sufrir el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón de una cadena, en un desarrollo”61 . Siguiendo con la lectura de la Encíclica, descubrimos otras hue-

llas del pensamiento de Bergoglio, en el n. 51 se nos dice: “…la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz”62. Encontramos aquí, otras dos temáticas, sobre la que el cardenal también ha reflexionado y ha insistido en su país. Que la construcción de la ciudad, desde el fundamento del amor, también requiere el compromiso por la justicia y por la paz. Para él, la mirada del amor no sólo nos permite descubrir en nuestras ciudades al Señor –que pasa “haciendo el bien” –, sino que también debe tocar nuestros corazones para mejorar la vida de todos los que habitan la ciudad. La fe nos lleva a servir y amar al prójimo63. Es más, para Bergoglio, solamente si nos dejamos llenar del amor de Dios, tendremos una mirada más profunda, podremos ver la vida desde Dios y con Dios,

61 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 28), 55-56. 62 Cf. PAPA FRANCISCO, Evangelii Gaudium, 217-221. 63 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 33).

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que es el Gran Justo; y así podremos ser personas justas y trabajar por la justicia. Eso implica reconocernos como hijos de Dios y entre nosotros hermanos, para que nazca esa actitud generosa por la vida y buscar lo mejor y más grande para los otros64. Porque la justicia nos alegra el corazón, porque vemos que hay para todos, hay igualdad, equidad, porque cada uno tiene lo suyo65.

Desde ese compromiso por la justicia era posible, tanto para el car-denal como para la Conferencia Episcopal Argentina, reconstruir la Patria. No podemos olvidar aquella histórica exhortación que juntos hicieron al pueblo argentino de edificar la comunidad humana en la verdad, la justicia y el amor, según el plan de Dios. Porque, para ellos, sólo el amor a Dios y al prójimo puede inspirar el ejercicio de la justicia, virtud básica de la vida social66. Pero el llamado del cardenal a título personal cobra mayor profundidad en aquellas palabras que dirigía a los argentinos en una de las fechas patrias, allá por el año 2006. Cuando desde una lectura de las Bienaventuranzas, invitaba a los argentinos a renovar la esperanza para construir la Patria que se merecen:

“Éste el camino de los justos; el que emprenden los que tienen hambre y sed de justicia y que, al vivirla, ‘ya son saciados’ como nos dice el Evangelio. Feliz el que cultiva el anhelo de esa justi-cia que tanto procuramos a lo largo de nuestra historia; anhelo que posiblemente nunca se saciará por completo, pero que nos hace sentir plenos al entregarnos en pos de la mayor equidad. Porque la justicia misma estimula y premia al que arriesga y se desgasta por ella y da oportunidad al que trae esfuerzos genuinos y sólidos. Feliz el que practica la justicia que distribuye según la dignidad de las personas, según las necesidades que esta dignidad implica, privilegiando a los más desprotegidos y no para los más amigos. Feliz el que tiene hambre y sed de esa justicia que ordena y pacifica, porque ‘pone límites a’ los errores y las faltas, no las justifica; porque contesta el abuso y la corrupción, no la oculta ni

64 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía con motivo de la 38ª peregrinación juvenil a

Luján, 7 de octubre de 2012. 65 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en la fiesta de San Cayetano, Liniers, Buenos

Aires, 7 de agosto de 2012. 66 CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, o. c. (nota 30).

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encubre; porque ayuda a resolver y no se lava las manos, ni hace leña del árbol caído. Felices nosotros si la apelación a la justicia nos hace arder las entrañas cuando vemos la miseria de millones de personas en el mundo”67. El cardenal exhortó en varias ocasiones al pueblo argentino a tra-

bajar no sólo por la justicia, sino también por la paz: “Este es el verdadero trabajo por la paz, como dice otra de las Bienaventuranzas, el que incluye y recrea, el que invita a convivir y compartir aun a los que parecen adversarios o son extranjeros. El que piensa del otro: éste no puede ser sino ‘hijo de Dios’; hijo de lo alto en su fe e hijo de esta tierra en su cultura. La paz co-mienza a afianzarse cuando miramos al otro como hijo de Dios, como hijo de la Patria. Por eso decimos hoy: felices aquellos de nuestros mayores que trabajaron por la paz para nuestros pueblos y se dejaron pacificar por la ley, esa ley que acordamos como sis-tema de vida y a la que una y otra vez debemos volver a poner en lo más alto de nuestros corazones”68. Para él, es importante esa paz que construye, que nos permite acer-

carnos a los demás, para augurar y recibir esa paz que posibilita, en medio de tantas neblinas y noches, reconocernos y reencontrarnos como hermanos, reconocernos en nuestro rostro creado a imagen de Dios69. Así, los que trabajan por la paz, los que siembran paz, son misericordio-sos y pacientes, serán llamados hijos de Dios. Es más, el que trabaja por la paz será feliz. Esa paz es sembrada por Dios, el que sembró a su Hijo entre nosotros, quien nos trae la auténtica paz y felicidad70.

La fe nos permite mirar hacia el futuro con esperanza, para ama-sar la vida con la levadura de la justicia y santidad, para luchar por la libertad y la convivencia, para responder a esa llamada del Señor que

67 J. M. BERGOGLIO, Homilía en el solemne Tedéum, 25 de mayo de 2006, n.

14. 68 Ibid., n. 11. 69 Cf., J. M. BERGOGLIO, El espíritu de la Navidad: Diario La Nación

(23.12.2011). 70 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en las Fiestas Patronales de San Pantaleón,

Buenos Aires, 27 de julio de 2012.

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nos pide practicar el derecho, amar la bondad y caminar humilde-mente con Dios71. Sí, para el cardenal, la fe nos permite renovar la esperanza, vivir en la esperanza, ya que es lo único que nos da senti-do y es capaz de transformar la historia72. Es la que nos permite en medio de nuestras ciudades avanzar hacia el futuro con esperanza73. Lo expresaba así:

“Las mejoras en la fe en ese Dios que vive en la ciudad renuevan la esperanza de nuevos encuentros. La esperanza nos libra de esa fuerza centrípeta que lleva al ciudadano actual a vivir aislado dentro de la gran ciudad, esperando el delivery y conectado sólo virtualmente. El creyente que mira con la luz de la esperanza combate la tentación de no mirar, que se da o por vivir amuralla-do en los bastiones de la propia nostalgia o por la sed de curio-sear. La suya no es la mirada ávida del ‘a ver qué pasó hoy’ de los noticieros. La mirada esperanzada es como la del Padre mi-sericordioso que sale todas las mañanas y las tardes a la terraza de su casa a ver si regresa su hijo pródigo y apenas lo ve de le-jos, corre a su encuentro y lo abraza. En este sentido, la mirada de fe, a la vez que se alimenta de cercanía y no tolera la distan-cia, tampoco se sacia con lo momentáneo y coyuntural y por eso, para ver bien, se involucra en los procesos que son propios de todo lo vital. La mirada de fe, al involucrarse, actúa como fermento. Y, como los procesos vitales requieren tiempo, acom-paña. Nos salva así de la tentación de vivir en ese tiempo ‘punti-llar’ propio de la postmodernidad.”74. Sin olvidar todo lo que venimos reflexionando, podemos afirmar

también que otra aportación del papa Francisco es lo siguiente: “La luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo (…) El sufrimiento nos recuerda que el servicio de la fe al bien co-mún es siempre un servicio de esperanza (…)”(LF 57). Por eso, Ber-goglio, ya había sostenido antes que:

71 Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 47). 72 Ibidem. 73 Cf. LF 51. 74 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 33).

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“Si partimos de la constatación de que la anti-ciudad crece con la no mirada, que la mayor exclusión consiste en ni siquiera ‘ver’ al excluido –el que duerme en la calle no se ve como persona sino como parte de la suciedad y abandono del paisaje urbano, de la cultura del descarte75, del “volquete” – la ciudad humana crece con la mirada que ‘ve’ al otro como conciudadano. En este senti-do la mirada de fe es fermento para una mirada ciudadana. Por eso podemos hablar de un ‘servicio de la fe’: de un servicio exis-tencial, testimonial, pastoral”76. La fe nos permite ver al Señor, en el rostro sufriente de tantos

hombres que conviven con nosotros, nos da la posibilidad de conver-tirnos e intentar reconstruir la vida, para que todo hombre experi-mente la ternura de Dios77. La fe nos debe comprometer “a cuidar la fragilidad de nuestros hermanos más pobres, de abrir las manos soli-dariamente ante el dolor y la pobreza, de hacer fiesta y de rezar; la ilusión de trabajar juntos y –de nuestras comunes pobrezas– amasar solidaridad”78. Sobre este cuidado de la fragilidad, se explaya en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium nn. 209-216. Nos ayuda a reconocer las “nuevas formas de pobreza y fragilidad”. A estar prontos para aportar soluciones concretas. Muchas veces nos hizo saber su constante preocupación por el cuidado de los niños y los ancianos79; y por la extendida “formas de la trata de personas”. Por

75 Otra categoría constante en su pensamiento es la “cultura del descarte”. Se

refiere a los que la sociedad deja fuera, porque considera que sobran, ya que no entran en la lógica de la producción y del consumo; simplemente son arrojados al cesto del olvido. Cf. V. M. FERNÁNDEZ, a. c. (nota 34), 14; PAPA FRANCISCO, Audiencia General, Ciudad del Vaticano, Miércoles 5 de junio de 2013.

76 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 33), Dios vive en la ciudad. 77 Cf. J. M. BERGOGLIO, Carta al inicio de la Cuaresma, Miércoles de Ceniza,

Buenos Aires, 13 de febrero de 2013. 78 J. M. BERGOGLIO, Homilía en el solemne Tedéum, Buenos Aires, 25 de

mayo de 1999; Cf. J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 77). 79 Cf. PAPA FRANCISCO, Discurso a las familias del mundo con ocasión de su

peregrinación a Roma en el año de la Fe, Ciudad del Vaticano, 26 de octu-bre de 2013; J. M. BERGOGLIO, Homilía en el Santuario de San Ramón No-nato, Buenos Aires, 31 de agosto de 2009; ID., Homilía en la fiesta de San

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eso las veces que pudo nos recordaba el grito de Dios: “¿dónde está tu hermano? (Gn 4, 9)80.

En LF 57 encontramos condensada la reflexión de Bergoglio so-bre la esperanza: “El dinamismo de fe, esperanza y caridad (cf. 1 Ts 1,3; 1 Co 13,13) nos permite así integrar las preocupaciones de todos los hombres en nuestro camino hacia aquella ciudad ‘cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios’ (Hb 11,10), porque ‘la esperanza no defrauda’ (Rm 5,5)”. Ya sostenía antes Bergoglio, que

“la esperanza es virtud de lo arduo pero posible; nos invita a no bajar nunca los brazos, pero no de un modo meramente volunta-rista sino encontrando la mejor forma de mantenerlos en activi-dad, de hacer con ellos algo real y concreto. Porque la esperanza no se apoya solamente en los recursos de los seres humanos sino que busca sintonizar con la acción de Dios, que recoge nuestros intentos integrándolos en su plan de salvación”81. La esperanza nos permite “dar lugar al tiempo y a la constancia

organizativa y creadora, apelar menos al reclamo estéril, a las ilusio-

Ramón Nonato, Buenos Aires, 31 de agosto de 2008; ID., Carta por la niñez leída en la 31 Peregrinación a Luján, Buenos Aires, 2 de octubre de 2005; ID., Homilía en la misa en honor al santo protector de las embarazadas, San Ramón Nonato, Bueno Aires, 31 de agosto de 2005; ID., Homilía con motivo por la Jornada de la Vida, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, 25 de marzo de 2004.

80 Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en la 5ª Misa por las víctimas de trata y tráfico de personas, Plaza Constitución, Buenos Aires, 25 de septiembre de 2012; ID., Homilía en la 4ª Misa por las víctimas de trata y tráfico de perso-nas, Plaza de Constitución, Buenos Aires, 23 de septiembre de 2011; ID., Homilía en la 3ª Misa por las víctimas de trata y tráfico de personas, Plaza de Constitución, Buenos Aires, 12 de julio de 2010; ID., Homilía en la Misa en memoria de las víctimas del trabajo esclavo a 5 años del incendio del ta-ller clandestino de Luis Viale 1269, Buenos Aires, 27 de marzo de 2011; ID., Homilía con motivo del Aniversario de la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migrantes y sus fami-lias, Parroquia Ntra. Sra. Madre de los Emigrantes, Buenos Aires, 1 de julio de 2008; PAPA FRANCISCO, Homilía en la Visita a Lampedusa, Campo de Deportes Arena, 8 de julio de 2013.

81 J. M. BERGOGLIO, Palabras en la VIII Jornada de Pastoral Social, Buenos Aires, 25 de junio de 2005.

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nes y promesas, y dedicarnos a la acción firme y perseverante”82. También añadía: “por este camino florece la esperanza, esa espe-ranza que no defrauda porque es regalo de Dios al corazón de nues-tro pueblo. Hoy, más que nunca, nos convoca la esperanza. Ella nos inspira y da fuerzas para levantarnos y dejarnos mirar por Dios, abajarnos en la humildad del servicio, y dar dándonos a nosotros mismos”83. Desde su lectura sobre la esperanza, quizás también son suyas las siguientes palabras de LF: “En unidad con la fe y la cari-dad, la esperanza nos proyecta hacia un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día”84.

Finalmente, desde esta lectura comprendemos mejor dos cuestio-nes muy importantes para Bergoglio que encontramos en LF. La primera, su invitación a renovar la esperanza y a no dejarse robar la esperanza. La segunda, asumir el principio de que el tiempo es supe-rior al espacio. Éste principio vuelve a aparecer en la Exhortación Evangelii Gaudium nn. 222-225. En LF, el Papa Francisco une la cuestión de la esperanza con dicho principio:

“No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la bana-licen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que ‘fragmentan’ el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impul-sa a caminar con esperanza”85. Respecto a la primera cuestión, en su encuentro con los jóvenes

argentinos, bajo la mirada de la Patrona de Argentina, la Virgen de Luján, decía:

‘“Madre, tu mirada renueva nuestra esperanza’. Así se lo venimos repitiendo durante todo el camino; y ella, con su mirada, nos mira a todos nosotros como le prometió Jesús al discípulo cuando le

82 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 32). 83 Ibidem. 84 LF 57. 85 Ibidem.

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dijo: ‘Ahí tenés a tu madre’. También a nosotros nos dice: ‘Ahí tenés a tu madre’. Es la madre que vela por los hijos, estos hijos que caminan por la vida muchas veces cansados, necesitados, pe-ro queriendo que la luz de la esperanza no se apague. Eso es lo que queremos: que la luz de la esperanza no se apague […] Por eso te pedimos que nos ayudes a borrar del corazón todo lo que nos pueda llegar a confundir. Lo que ande trabando todo lo bueno de Dios y tuyo, y esto es lo que ninguno de nosotros tiene que to-car: ser hijos tuyos y ser hermanos entre nosotros. Madre: que tu mirada nos defienda para que no nos roben la esperanza”86. Sobre la segunda cuestión, en una de las intervenciones sobre el

Bicentenario de la Patria decía: “El tiempo es superior al espacio. El tiempo inicia procesos y el espacio los cristaliza. Por eso cuando la madre de los hijos de Zebedeo le dice a Jesús: Mirá, te quiero pedir un favor: que mis dos hijos estén uno a la derecha y el otro esté a la izquierda, o sea, que en el reparto les dé un pedazo grande de la pizza –uno a uno y otro al otro–, le está pidiendo un espacio. Y el Señor le res-ponde: No, el tiempo. ¿Van a poder llegar donde yo llegué, van a poder sufrir lo que sufrí? (cf. Mc 10, 35-40; Mt 20-20-23). Es decir, le marca el tiempo. El tiempo siempre es superior al espa-cio. Y en la actividad ciudadana, en la actividad política, en la ac-tividad social, es el tiempo el que va rigiendo los espacios, los va iluminando y los transforma en eslabones de una cadena, de un proceso. Por eso, el tiempo es superior al espacio. Uno de los pe-cados que a veces hay en la en la actividad socio-política, es pri-vilegiar los espacios de poder sobre los tiempos de los procesos. Creo que nos haga bien a los argentinos pensar si no es el mo-mento de iniciar procesos más que poseer espacios”87. De esta manera, el papa Francisco, deja reflejado en el trasfondo

de la encíclica, aquellas mismas invitaciones que les hacía a los ar-

86 J. M. BERGOGLIO, Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Luján al

término de la XXXV Peregrinación Juvenil a Pie, Luján, Buenos Aires, 4 de octubre de 2009.

87 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 28), 53-54.

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gentinos, que desde la luz de la fe, se abrieran a la esperanza88, y que en ese camino, crecieran procesando esa “tensión entre la coyuntura del momento leída a la luz del tiempo, del horizonte”89. En no olvi-dar que el ciudadano “necesariamente tiene que vivir con utopías para el bien común. La utopía como ‘camino hacia’…aquello a lo cual tenés que llegar: al bien común”90. Por eso, desde estas dos invitaciones, podemos seguir profundizando lo que nos dice en LF: “¡Cuántos beneficios ha aportado la mirada de la fe a la ciudad de los hombres para contribuir a su vida común!” (LF 54). La luz de la fe nos permite “administrar justicia”91 y a “identificar formas de go-bierno justas, reconociendo que la autoridad viene de Dios para estar al servicio del bien común”92. Nos permite “iluminar la familia, en todas las etapas de la vida”93, “nos ha permitido descubrir la dignidad única de cada persona”94, a “respetar la naturaleza”95, “a afirmar la posibilidad del perdón”96, a “llenarnos de alegría, ya que es el signo más evidente de la grandeza de la fe”97.

Podemos decir en resumen que cuando el papa Francisco propone en LF como paradigma de compromiso para con los que sufren y para con los pobres a San Francisco de Asís y a la Beata Teresa de

88 Cf. J. M. BERGOGLIO, Mensaje a las comunidades educativas, Buenos Aires,

29 de marzo de 2000. 89 J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 28), 53. 90 Ibid., 52. 91 LF 51; Cf. J. M. BERGOGLIO, Alocución en la IV Jornada Arquidiocesana de

Pastoral Social, Buenos Aires, 30 de Junio de 2001; ID., Homilía en la misa de cierre del Simposio sobre el pensamiento del padre José Kentenich, Buenos Aires, 26 y 27 de agosto de 2004; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 28), 74-75.

92 LF 55; Cf. J. M. BERGOGLIO, Homilía en el solemne Tedéum, Buenos Aires, 25 de mayo de 2001; ID., Homilía en la Maternidad Sardá, en la misa del Jueves Santo, Buenos Aires, 21 de abril de 2011.

93 Cf. LF 52-53. 94 LF 54; Cf. J. M. BERGOGLIO, Reflexión en las VII Jornadas de Pastoral

Social, Buenos Aires, 26 de junio de 2004; ID., o. c. (nota 39). 95 Cf. LF 55; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 39). 96 Cf. LF 55; J. M. BERGOGLIO, o. c. (nota 47). 97 Cf. LF 58; J. M. BERGOGLIO, Homilía en la Misa Crismal, Buenos Aires, 21

de abril de 2011.

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El pensamiento del Papa Francisco en Lumen Fidei

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Calcuta98, nos está pidiendo que hagamos praxis la luz de la fe me-diante una real opción por los más necesitados, por los pobres. Que con la luz de la fe seamos misericordiosos, que salgamos al encuen-tro de los más vulnerables, que nos dejemos iluminar por sus rostros y vidas, ya que en ellos encontramos al Señor que habita en medio de nuestras ciudades.

98 Cf. LF 57.

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