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    En el presente volumen el aficionado encontrar tres obras pertenecientes el

    primer periodo gtico: El castillo de Otranto, la novela fundacional del

    gnero, en la cual Walpole intent restituir lo maravilloso y sobrenatural al

    reino de la ficcin, ya que ambos haban sido desterrados del reino de lo real;

    El espectro del castillo, debida a El Monje Lewis, fue la primerarepresentacin de un drama gtico -en el Drury Lane Theatre de Londres en

    1797-, e intenta llevar a la escena los mismos presupuestos estticos de

    grandeza y terror que impregnan sus novelas, lo cual explica que el teatro

    gtico se convirtiera en un verdadero fenmeno de masas. Zastrozzi, obra

    de juventud del gran poeta romntico Percy Bysse Shelley, aporta al gnero

    gtico la singular figura del malvado Zastrozzi, que a pesar de ser condenado

    por la justicia es descrito como un semidis, como alguien que ha cumplido

    su destino de un modo consciente, no dando sntoma alguno deremordimiento o arrepentimiento, alcanzando en medio de sus crmenes una

    suprema inocencia.

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    Tres piezas gticasEl castillo de Otranto, El espectro del castillo, Zastrozzi

    Valdemar - Gtica 10

    ePub r1.0Titivillus 17.04.16

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    AA. VV., 1993Traduccin: AA. VV.Diseo/Retoque de cubierta: Don Juan y la Estatua del Comendador (Alexandre Evariste Fragonard)

    Editor digital: TitivillusePub base r1.2

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    Prlogo

    Este nmero de VALDEMAR GTICA contiene tres piezas pertenecientes a laprimera poca del gnero: la novela que instaura algunas de sus convenciones Elcastillo de Otranto; una pieza dramtica debida al autor deEl monje El espectrodel castillo, y una novela escrita ya al final del primer perodo gtico por el granpoeta Shelley Zastrozzi. Sin duda, El castillo de Otranto es una de las novelasgticas que cuenta con un mayor nmero de ediciones en el mundo: ms de cientocincuenta, la primera de las cuales apareci el 24 de diciembre de 1764. Antes de lamuerte de su autor ya se haba publicado en varios pases europeos, como Francia,Holanda, Alemania, Italia. Una de las razones de semejante difusin se debe a su

    carcter fundacional y al hecho de que la novela cumpli con generosidad lasexigencias de un gusto y una esttica que vena desarrollndose a lo largo del sigloXVIII, una poca de refinamiento tanto en las artes como en la crtica, cuyo trmino seve marcado por la fascinacin por el terror. En este siglo de las luces se haba idosometiendo a la crtica toda una concepcin del mundo nacida de la filosofa de losgriegos y de la religin de los cristianos, que acabara provocando su hundimiento yperdindose la apariencia del miraculous, as como la creencia en el prodigio:Milagros, visiones, necromancia, sueos y otros hechos sobrenaturales son ahora

    desacreditados incluso en las novelas, dice Walpole, cuya intencin es restituir lomaravilloso y sobrenatural en la ficcin, una vez desterrados del reino de lo real, conel fin de estimular la sensibilidad del lector. Cumple as en la prctica de la literatura,mediante la introduccin de lo sobrenatural, los requisitos exigidos a una obra de artepor una esttica iniciada por el Abb Du Bos para la que el objetivo del arte sonlas emociones cada vez ms fuertes, nico modo de remediar el aburrimiento losromnticos lo llamaran le mal du sicle al que haban sucumbido los ilustradosdespus de haber ejercitado con tanto ardor crtica tan exhaustiva, donde acababa por

    revelarse la vacuidad del mundo: Je suis tombe dans le nant je retombe dans lenant, dice Mme du Deffand, una corresponsal de Walpole.La novela fue publicada como una traduccin del italiano a causa del temor al

    ridculo de su autor, quien justifica la composicin de semejante obra en dosprefacios, basndose en una esttica de lo sublime bastante difundida entre loshombres cultos de la poca y que se prolongara en el siglo siguiente. Encontraban losilustrados la mayor fuente de lo sublime en la representacin artstica del terror. As,unto a su demoledora crtica de la realidad, los hombres de las luces formaron al

    mismo tiempo una teora sobre la ficcin o representacin, donde sta aparece comoel complemento, creado por el hombre, de la realidad con la capacidad de devolveruna estimulacin perdida. Desde el fondo de una imaginacin desbordante se levanta

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    la composicin de Walpole contra un mundo prosaico carente de pasin, dominadopor la fra razn, y contra esta poca que no soporta otra cosa que no sea el frosentido comn () He dado rienda suelta a mi imaginacin contina Walpole enuna carta dirigida a Mme du Deffand hasta que me inflam con las visiones y lossentimientos que despierta. La he compuesto en desafo a las reglas, los crticos y

    filsofos, y por esa mismsima razn me parece an mejor. La obra naci tambincomo una expresin de lo inconsciente, del sueo y no de la razn, casi de una formaautomtica, tal como escribe, en esta ocasin, a William Cole: Me levant unamaana, a primeros del junio pasado, de un sueo, del que todo lo que pude recordarera que me imaginaba a m mismo en un antiguo castillo (un sueo muy natural parauna cabeza llena como la ma de historias gticas) y que en la barandilla superior deuna gran escalera vi una gigantesca mano en una armadura. Por la tarde me sent yempec a escribir, sin saber lo ms mnimo lo que quera decir o contar. La obra

    creci en mis manos y la tom cario aada que estaba muy contento de pensar enotra cosa que no fuera la poltica. En poco tiempo estaba tan absorto en mi cuentogtico, el cual conclu en menos de dos meses, que una tarde escrib desde la hora enque tom el t, sobre las seis, hasta la una y media de la maana, cuando mi mano ymis dedos estaban tan exhaustos que no poda mantener la pluma para terminar lafrase.

    En efecto, como surgidos de un sueo, aparecen los personajes del drama alcomienzo de la narracin, destinados a desarrollar de un modo implacable laconsumacin de su papel asignado en la visin del autor: Manfred, severo, tirnico ycruel; Hiplita, mujer bonachona; Conrad, muchacho enfermizo, poco prometedor, yla hermosa y dulce Matilda. Todos tienen su parte en una historia que se precipitahacia el desastre anunciado por mltiples sucesos sobrenaturales, como un yelmogigantesco que cae, un cuadro que habla, una figura enorme, gotas de sangrederramada por una estatua. En ocasiones, la percepcin de estos sucesos por parte lospersonajes es ambigua, pues se duda sobre su naturaleza y origen, es decir, si hanacido de la impresin de un objeto exterior o es un mero producto de la fantasa,pero todos estn ordenados como smbolos de una voluntad oculta e inexorable

    para consumar la gran catstrofe que se abate sobre el prncipe tirnico. Estasituacin contribuye a que todos los caracteres estn sumidos en la inseguridad y sevean en constante amenaza, siendo su conducta desposeda de la razn y dejada enmanos de los ms oscuros e intensos sentimientos. El portento con que se abre lanovela impregna, desde el comienzo, todo su ambiente con la violencia, que alcanzasu clmax al final de la obra. Este prodigio despierta en los personajes que locontemplan la emocin de lo sublime; es decir, el terror y la sorpresa ante unespectculo, cuya presencia excede la capacidad de comprensin, por su carcter

    maravilloso y absurdo, invadiendo toda su atencin, estado mental que les haceocupar los primeros lugares de la galera de los caracteres gticos.

    Pero El castillo de Otranto abre tambin el camino de la ficcin que da forma

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    artstica a los conceptos del mal en la mente humana, escenificando las ideas sobre lapsicologa del hombre, resultado de un siglo de meditacin sobre la estructura de lamente. As, Manfred, prncipe de Otranto, es el primer retrato del mal, concebidocomo una perversin del espritu del hombre. Intentando salvaguardar su Estado,Manfred emprende una esforzada lucha contra el destino o providencia manifiesta

    en varios prodigios, desafiando toda ley humana y divina. El resultado de su accinheroica no puede ser otro que la catstrofe, en una obra hacia la cual todo se desliza.Manfred, como Hamlet, debe sufrir los rigores de la existencia, pero al contrario queste, el prncipe de Otranto es el usurpador y no duda ni un instante, posedo por lapasin, en perseguir su objetivo, tras el que se esconde la catstrofe. La mezcla denovela antigua y moderna, que para Walpole constituye la novedad y lo peculiar de sucomposicin, se revela en la conjuncin de la descripcin de los prodigios y delanlisis de la interioridad de los caracteres. El retrato de Manfred muestra a un tirano

    que los avatares de su destino haban cubierto de asperezas su carcter,normalmente constituido por naturaleza. A pesar de que Sade vea en la novela gticaun equilibrio prcticamente inalcanzable entre el sortilegio y la verosimilitud, stahalla su inspiracin en el nico motivo legtimo de la novela para el marqus: elestudio profundo del corazn del hombre, verdadero laberinto de la naturaleza, en ladescripcin del hombre no como es, o como se muestra, que ste es deber delhistoriador, sino tal como puede ser, tal como deben convertirle las modificacionesdel vicio y todos los impulsos de las pasiones. Todo esto con el fin de despertar unmayor inters y emocin en el lector, pues la representacin del mal es ms apropiadapara tal objetivo. Walpole aade a esa descripcin los prodigios de la novela antigua,al creer que stos constituyen un elemento que contribuye a intensificar la emocinde la lectura. El Castillo de Otrantoofrece tambin la primera persecucin sufridapor una doncella, en cuya representacin se suceden descripciones del lugar:claustros intrincados, un silencio desagradable reinaba en estas regionessubterrneas, salvo, de cuando en cuando, el silbido del viento que estremeca laspuertas a su paso y que rechinando en los goznes herrumbrosos acumulaba ecos enese largo laberinto de oscuridades; junto con las reacciones de pavor de la

    perseguida: su corazn pareca estar a punto de estallar, formando un crescendoque llega hasta lo insoportable, para resolverse de un modo sbito. Convirtindose asen paradigma de toda persecucin en la obra literaria o cinematogrfica. Aunque,para Mario Praz, la idea de lo terrible sea en El castillo de Otranto ms bien decarcter melodramtico y teatral, la composicin nacida del sueo de Walpole crea unvehculo literario para exponer las ideas sobre el mal del hombre, una tradicin queprolonga su sombra a lo largo de ms de dos siglos en la literatura.

    La ficcin gtica no slo produjo un abundante nmero de novelas, sino tambin

    una cantidad considerable de obras de teatro. De hecho, algunas de las obras maestrasdel gnero, comoEl castillo de OtrantooFrankensteinfueron llevadas a la escena,pero tambin se compusieron muchos dramas con argumento original. El drama

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    gtico domin la escena inglesa durante la ltima parte del siglo XVIIIy principios delXIXy constituy un autntico entretenimiento de masas. La primera representacin de

    un drama gtico fue la deEl espectro del castilloen el Drury Lane Theatre, Londres,en 1797; la segunda pieza gtica que se ofrece en el presente volumen. Es la primeraobra dramtica de Lewis, que escribi hasta diecisis piezas para el teatro. La

    inspiracin de El espectro del castillo proviene de Alemania, donde se produjo lapieza fundacional del gnero enLos Bandidosde Schiller. En esta obra teatral Lewispersigue el mismo efecto esttico que en sus novelas: la grandeza y el terror. Elargumento posee gran inters, debido a la situacin misteriosa que plantea. Lospersonajes estn tambin a merced de grandes pasiones, responsables en ltimotrmino del devenir del drama. Entre ellos destacan el villano Osmond, un tiranoenamorado, y la herona Angela, llena de simplicidad y de buenos sentimientos. Elespectro del castillocontiene una buena dosis de imaginacin y de buen gusto gtico,

    y nos brinda una buena ocasin para apreciar la ficcin gtica en una versindramtica.

    Zastrozzi, junto con St Irving, representa una muestra temprana del talentoliterario de Shelley, quien desde su juventud haba ya mostrado un supremo interspor la escritura. La obra fue escrita en 181O, antes incluso del comienzo de su cortapermanencia en la universidad de Oxford, de donde fue expulsado en 1811, al aosiguiente de su ingreso, debido a la publicacin de un panfleto escrito junto a ThomasJefferson Hogg titulado The Necessity of Atheism, algunas de cuyas ideas conforman

    su primera novela. Cuando Zastrozziaparece, la ficcin gtica lleva ya recorrido unlargo camino jalonado por las obras emblemticas del gnero, con muchas de susconvenciones bien establecidas. Zastrozzirevela ante todo un universo mental, regidopor la intensidad de las pasiones, que encuentra su origen y sus leyes en el amor y elodio, en la inclinacin y en la aversin. As, la conducta de Matilda est regida por elamor, mientras que la del villano Zastrozzi encuentra su principio supremo en el odioy la venganza. La clave de este universo se halla expresa en el discurso de Zastrozzi,donde el hombre aparece como un ser cuyo elemento primigenio son unas pasionesde origen desconocido y que slo tienden a su satisfaccin como movimientos de unavoluntad ciega que se manifiesta como amor y odio. Toda idea de transcendenciaqueda excluida y toda justificacin de la vida ubicada en la persecucin y alcance delobjetivo hacia el que tienden las dos manifestaciones fundamentales de la voluntad.En este cuento gtico, la perspectiva del mundo en el que se mueven los caracteresviene definida por el pensamiento del villano, nico personaje consciente de supropia constitucin, con lo que a fin de cuentas su conducta es la nica que muestrauna coherencia en relacin a los presupuestos de la imagen del hombre construida enla novela. De acuerdo con sus principios, la vida es un deseo que ha de ser cumplido,

    y l termina por alcanzarlo. Por eso, a pesar de que Zastrozzi pueda ser condenadopor la justicia, es descrito como un semidis, como alguien que ha cumplido sudestino de un modo consciente, no dando sntoma alguno de remordimiento o

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    arrepentimiento, alcanzando, en medio de sus crmenes, una suprema inocencia en elsentido de Leopardi; es decir, no como la incapacidad de pecar, sino el pecado al queno sigue el remordimiento. Los otros dos caracteres centrales de la obra, Matilda yVerezzi, posedos como Zastrozzi por las ms violentas de las pasiones, no analizanlos extremos estados mentales de los que son presa a lo largo de prcticamente toda la

    novela, y, lejos de ocultarlos para conseguir sus propsitos, los exteriorizan sin cesar,yendo desde el xtasis del horror o del placer a la ms profunda depresin omelancola el vaco ms indiferente, provocados por la propia violencia de laspasiones. En Zastrozzi, como en El Castillo de Otranto, todo se desliza hacia lacatstrofe; pero al contrario que en la invencin de Walpole, no hay ningn portentosobrenatural que la anuncie, sino que est contenida en el propio desarrollo internodel movimiento tumultuoso de la pasin, desembocando en una orga de sangre. Eldesastre trgico no es ms que la resolucin final de todos los conflictos insolubles

    que se suceden tanto entre los diversos personajes como en su propio interior, unaescena llena de horror y de anarqua. As, sus vidas, sometidas a una insoportableviolencia, slo pueden alcanzar el sosiego y el final de sus contradicciones en supropia aniquilacin: Oh, nunca, nunca hallar la paz salvo en la tumba exclamVerezzi frenticamente. Por ltimo, aunque la escena de este ejercicio literario sobreel horror y lo sublime no est delimitada por los confines de un castillo, las pasionestumultuosas y contrarias son escenificadas en lugares y paisajes cuya contemplacinhace nacer lo sublime en el espectador, como terribles precipicios, gigantescasmontaas, pramos sumidos en la oscuridad, celdas subterrneas, contribuyendo aafirmar el universo expuesto en la novela, donde slo parece posible la intensidad o laaniquilacin.

    Agustn Izquierdo

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    EL CASTILLO DE OTRANTO

    Horace Walpole

    The Castle of OtrantoTraduccin: Marcelo Covin

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    HORACE WALPOLE (Londres, 1717 - Twickenham, 1797). Hijo menor de SirRobert Walpole, fue educado en Eton y en la universidad de Cambridge, donde pastres aos sin llegar a obtener ttulo acadmico alguno. Entre 1739 y 1741 viaj porItalia y Francia, acompaado de uno de sus ntimos amigos, el poeta Thomas Gray, aquien conoci durante su estancia en la universidad. A pesar de que su familia le

    haba destinado a la carrera poltica y legal lleg a ser miembro del Parlamento asu regreso del Grand Tour, prefiri la carrera de las letras y del arte, e hizoconstruir en Twickenham una especie de villa a la que bautiz con el nombre deStrawberry Hill. La construccin fue ampliada y embellecida con elementos gticos alo largo de dos dcadas, llegando a constituir una verdadera atraccin turstica. Allinstal una imprenta, de donde salieron sus obras principales, como Anecdotes oPainting in England, (1762 - 1771), El Castillo de Otranto, Historic Doubts onRichard III (1768). Adems, Walpole dej una amplia coleccin de cartas, un

    documento excepcional para conocer el gusto de la poca.

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    Prefacio a la primera edicin

    Este libro fue encontrado en la biblioteca de una antigua familia catlica en elnorte de Inglaterra. Se imprimi en Npoles, en negrilla, en el ao 1529. No se sabecundo se escribi. Los incidentes principales son como los que se crean en lasedades ms oscuras de la cristiandad, pero el lenguaje y la conducta no tienen nadaque se asemeje al barbarismo. El estilo est en el italiano ms puro. Si la historia seescribi cerca del ao que se supone que sucedi, debe haber sido entre 1095, el aode la primera cruzada, y 1243, el ao de la ltima, o no mucho despus. El libro nopresenta ninguna otra informacin que nos pueda indicar el perodo en que sedesarrolla la escena. Los nombres de los personajes son obviamente ficticios, y muy

    probablemente disimulados a propsito; sin embargo, los nombres espaoles de lossirvientes parecen indicar que esta obra no se compuso hasta que el establecimientode los reyes aragoneses en Npoles produjo que estas apelaciones fueran comunes enese pas. La belleza de la diccin, y el fanatismo del autor (templado, sin embargo,por una singular mesura), me hacen pensar que la fecha de la composicin fue muyaproximada a la de la impresin. En ese entonces, las letras florecan en Italia, ycontribuyeron a disipar el imperio de la supersticin, tan atacado por losreformadores. No es nada improbable que algn hbil sacerdote se haya esforzado

    por dar la vuelta a los argumentos de los innovadores, haciendo que sus propiasarmas se volvieran contra stos; y se haya aprovechado de su capacidad como autorpara confirmar las antiguas y errneas creencias y supersticiones del populacho. Siste era su objetivo, actu por cierto con suma destreza. Una obra como sta puedellegar a esclavizar cientos de mentes vulgares, ms all del poder convincente de lamitad de los libros de controversia que se han escrito desde los das de Lutero hasta elpresente.

    Esta interpretacin de las motivaciones del autor son, no obstante, una mera

    conjetura. Fueran las que fueran sus opiniones o los efectos que deseaba conseguir, suobra en este momento slo puede ser presentada al pblico como una ocasin deentretenimiento. Aun como tal, se hace necesaria una apologa. Los milagros, lasvisiones, la necromancia, los sueos y otros acontecimientos sobrenaturales ahora sonexcluidos de la narrativa. se no era el caso cuando nuestro autor escribi; muchomenos en el momento en que se supone que sucedi la historia. Las Creencias en todaclase de prodigios estaban tan establecidas en esos tiempos oscuros que un autor nosera leal a los usos de la poca si omitiera mencionarlos. No est obligado a creerlos,pero se debe representar personajes que son partcipes de esa creencia.

    Si esta atmsfera de lo milagroso se excusa, el lector no hallar ninguna otra cosaque no sea digna de su lectura. Si permits la posibilidad de los hechos, todos lospersonajes se comportarn como cualquier persona normal hara en su lugar. No hay

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    ampulosidad, ni smiles, ni florituras, ni digresiones ni descripciones innecesarias.Todo tiende de forma directa a la catstrofe. La atencin del lector nunca se relaja.Las reglas del drama se observan a lo largo del desarrollo de la pieza. Los personajesestn bien delineados y, an mejor, maniobrados. El terror, el motor principal delautor, previene que la historia languidezca; y es tan a menudo confrontando con la

    piedad, que la mente permanece en una constante vicisitud de pasiones interesantes.Es natural que el traductor sea parcial a favor de la obra adoptada. Puede ser que

    las bellezas de la historia no sorprendan tanto a lectores ms imparciales. Sinembargo, no soy ciego ante los defectos del autor. Ojal l hubiera basado su plan enuna moral ms til que sta: los pecados de los padres visitan a los hijos en latercera o en la cuarta generacin. Tengo mis dudas de si, en esa poca como en lapresente, la ambicin reducira sus apetitos de dominio ante el peligro de un castigotan lejano. Y sin embargo esa moral est debilitada por una insinuacin menos

    directa, que hasta ese anatema puede ser superado, por medio de la devocin a SanNicols. En este caso, los intereses del monje se superponen claramente a los delautor. Empero y a pesar de todos sus fallos, no tengo dudas de que el lector inglsestar satisfecho con una vista de esta actuacin. La piedad que reina en todo el texto,las lecciones de virtud que se inculcan y la rgida pureza de los sentimientosexceptan a esta obra de la censura de la que son merecedores los libros decaballeras. De obtener el xito que espero, eso me alentara para reimprimir eloriginal italiano, aun cuando hiciera disminuir el valor de mi propia tarea. Nuestroidioma est lejos de los encantos del italiano, ya sea por la variacin o por la armona.Ese idioma es excelente para la narrativa simple. En ingls es difcil relatar sin elpeligro de caer demasiado bajo o de elevarse demasiado alto; un fallo obviamenteocasionado por el poco cuidado que se presta al hablar con un lenguaje puro en laconversacin comn. Todo italiano o francs, de cualquier rango, trata de hablar supropio idioma de manera correcta y con seleccin. No puedo enorgullecerme dehaber hecho justicia a mi autor a este respecto: su estilo es elegante as como esmagistral su control de las pasiones. Es una lstima que no haya usado su talento paralo que evidentemente ms serva, el teatro.

    No detendr ms al lector, aunque har un ltimo comentario. Aun cuando latrama es ficcin y los nombres de los personajes son imaginarios, no puedo dejar decreer que el fundamento de la obra es verdico. La escena sin duda se desarrolla en uncastillo verdadero. Con frecuencia, el autor parece describir sin intencin partesreales. La cmara, dice, a la derecha; la puerta, a la izquierda; la distancia de lacapilla al apartamento de Conrad. stos, y otros pasajes, son fuertes presunciones deque el autor tena en vista algn edificio que no era imaginario. Las personascuriosas, que obtienen satisfaccin en dedicarse a tales investigaciones, tal vez

    puedan descubrir en los escritores italianos los fundamentos en los que se ha basadonuestro autor. Si se cree que una catstrofe, de alguna manera parecida a la descrita,fue la causa inspiracional de esta obra, ello puede contribuir a interesar al lector, y

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    har an ms emocionante la historia deEl castillo de Otranto.

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    Prefacio a la segunda edicin

    La manera favorable en que el pblico ha recibido esta pequea obra obliga a su autora explicar los fundamentos de su composicin. Pero, antes de sealar esasmotivaciones, corresponde que pida perdn a sus lectores por haberles ofrecido sutrabajo bajo el prestado manto de un traductor. Como las nicas circunstancias que loindujeron a asumir ese disfraz fueron su natural apocamiento y el temor ante lonovedoso de su intento, espera que lo sabrn disculpar. Resign su actuacin al juicioimparcial del pblico, determinado a dejarla morir en la oscuridad, si eradesaprobada: sin intencin de confesar semejante nadera, a menos que los mejoresueces decidieran que la poda exhibir sin temor a ruborizarse.

    Fue un intento de unir dos tipos de narrativa, la antigua y la moderna. En laprimera, todo era imaginacin e improbabilidad; en la segunda, siempre se intentacopiar, y a veces con xito, la naturaleza. No ha faltado invencin, pero los grandesrecursos de la fantasa han sido condenados por una fidelidad estricta a la vidacomn. Si en esos relatos la naturaleza ha lesionado la imaginacin, sa ha sidoustamente su venganza ya que en las antiguas historias haba sido totalmente

    excluida. Las acciones, los sentimientos, los hroes y heronas de los viejos tiemposeran tan poco naturales como las maquinarias que los ponan en movimiento.

    El autor de estas pginas pens que era posible reconciliar los dos tipos denarracin. Deseoso de dejar en libertad a los poderes de la fantasa por los infinitosreinos de la invencin, y as crear situaciones ms interesantes, quiso conducir a losagentes mortales de su drama segn las reglas de la probabilidad; en suma, hacerlospensar, hablar y actuar como lo haran hombres y mujeres terrenos en circunstanciasextraordinarias. Haba observado que en todos los escritos inspirados, los personajesbajo el poder de los milagros y testigos de los fenmenos ms clamorosos, nuncaperdan de vista su carcter humano, mientras que en las producciones romnticas, un

    evento improbable nunca deja de estar acompaado por un dilogo absurdo. Losactores parecen perder el sentido comn en el momento en que las leyes de lanaturaleza pierden su tono. As como el pblico ha aplaudido su instinto, el autor nodebe decir que fue ntegramente deficiente en la tarea que emprendi; sin embargo, sila nueva ruta que ha encontrado abre un camino a hombres de mayor talento,reconocer, con placer y modestia, que el plan era capaz de recibir bellezas superioresa las que su imaginacin o su control de las pasiones pudieron conferirle.

    Con respecto al comportamiento de los sirvientes, que ya he mencionado en elprefacio anterior, deseara agregar unas pocas palabras. La simplicidad de suconducta, que casi tiende a provocar sonrisas, a primera vista no parece adecuarse alserio elenco de la obra (y me parece que no es improcedente), sino que fue marcada apropsito de esa manera. Mi regla era la naturaleza. Por ms graves, importantes y

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    hasta melanclicos que puedan llegar a ser los sentimientos de prncipes y hroes, susdomsticos no los comparten: por lo menos, estos ltimos no expresan, o no se debehacerlos expresar, sus pasiones con el mismo tono de dignidad. En mi humildeopinin, el contraste entre la sublimidad de unos y la ingenuidad de otros, pone bajouna luz ms fuerte el patetismo de los primeros. La misma impaciencia que siente un

    lector, cuando es demorado por las chanzas groseras de actores vulgares, por alcanzarel conocimiento de la catstrofe importante en ciernes, tal vez acrecienta el suspenso,y por cierto prueba que se ha podido despertar artsticamente su inters en elacontecimiento final. Pero dispongo de una autoridad ms alta que la propia paradiscutir esta conducta. El modelo que yo copi fue Shakespeare, el gran maestro de lanaturaleza. Dejadme preguntar si las tragedias deHamlety Julio Csarno perderanmucho de su espritu y de su belleza maravillosa, si se omitieran o se invistieran delenguaje rimbombante el sentido de humor de los sepultureros, las chanzas de

    Polonio y los torpes chistes de los ciudadanos romanos. No son exaltadas acaso laelocuencia de Apolonio y la oracin ms noble y sin afectacin de Bruto por losrudos exabruptos naturales que salen de las bocas de sus interlocutores? Estos golpesustos hacen acordarme del escultor griego que para expresar la idea de un Coloso

    dentro de las dimensiones de una foca insert en el espacio apropiado a un niopequeo y lo midi con el dedo.

    No, dijo Voltaire en su edicin de Corneille, esta mezcolanza de bufonera ysolemnidad es intolerable. Voltaire es un genio[1], pero no de la magnitud de

    Shakespeare. Sin recurrir a una autoridad disputable, apelo al mismo Voltaire. No mevaldr de sus encomios anteriores a nuestro gran poeta; aun cuando el crtico francsha traducido dos veces el mismo monlogo de Hamlet, hace algunos aos conadmiracin, recientemente con sorna; y me apena constatar que su juicio se hadebilitado cuando tendra que haber madurado ms. Pero utilizar sus propiaspalabras, pronunciadas en el tema general del teatro, cuando no estaba en supensamiento recomendar ni vituperar la prctica de Shakespeare. Por lo tanto, en unmomento en que Voltaire era imparcial. En el prefacio a su Enfant Prodigue, esa obraexquisita por la que declaro mi admiracin, que, de vivir yo veinte aos ms, confo

    en que nunca podr intentar ridiculizar, l tiene estas palabras al hablar sobre lacomedia (pero que tambin se pueden aplicar a la tragedia, si la tragedia es, comodebiera ser, un cuadro de la vida humana; y al respecto, yo no puedo concebir por quse debe desterrar una gracia ocasional de la escena trgica con ms vehemencia queuna seriedad pattica debe serlo de la cmica): On y voit un mlange de srieux etde plaisanterie, de comique et de touchant; souvent mme une seule aventure produittous ces contrastes. Rien rest si commnun qu'une maison dans laquelle un pregronde, une fille ocupe de sa passion pleure; les fils se moquent des deux, el

    quelques parents prennent diffremment part a la scne. Nous rinfrons pas de lque toute comdie doive avoir des scnes de bouffonnerie et des scnesattendrissantes: il y a beaucoup de trs bonnes pices ou il ne rgne que de la gaiet;

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    d'autres toutes srieuses; dautres mlanges: dautres ou l'attendriddsement vausque aux larmes: il ne faut donner l'exclusion aucun genre: et si on me demandait

    quel genre est le meilleur, je rpondrais celui qui est le mieux trait[2]. Por ciertoque si una comedia puede llegar a ser toute serieuse, en la tragedia bien puede haberde vez en cuando y con sobriedad la indulgencia de una sonrisa. Quin lo prohibir?

    Puede ofrecer reglas a Shakespeare un crtico que, en defensa propia, declara que nose puede excluir de la comedia ningn estilo? S que el prefacio del que he extradoesta cita no lleva el nombre de monsieur de Voltaire, sino el de su editor; sinembargo, quin duda que el editor y el autor eran la misma persona? O dnde estese editor que se ha apropiado con tanta felicidad del estilo de su autor y de labrillante soltura de argumento? Este pasaje es sin duda reflejo de los sentimientosgenuinos de ese gran escritor. En su epstola a Maffei, introductoria de Mrope,expresa casi la misma opinin, empero, segn creo, con una pequea irona. Repetir

    sus palabras y luego dar mi razn para citarlas. Despus de traducir un pasaje deMropede Maffei, monsieur de Voltaire agrega: Tous ces traits sont nafs; tout y estconvenable ceux que vous introduisez sur la scne, et aux moeurs que vous leurdonnez. Ces familiarits naturelles eussent t, ce que je crois, bien reues dans

    thnes; mais Pars et notre parterre veulent une autre espce de simplicit[3].Dudo, yo dira, si no hay una pizca de mofa en ste y otros pasajes de la epstola;empero la fuerza de la verdad no se daa al ser teida de ridculo. Maffei iba apresentar una historia griega; ciertamente los atenienses eran jueces tan competentes

    de las costumbres griegas y de la justeza de su presentacin como la parterre dePars. Al contrario, dice Voltaire (y yo no puedo dejar de admirar surazonamiento), haba apenas diez mil habitantes en Atenas y Pars tena unapoblacin de casi ochocientos mil ciudadanos, entre los cuales yo calculo que habratreinta mil jueces del arte dramtico. Por supuesto! Pero admitiendo un tribunal tannumeroso, creo que sta debe ser la nica instancia en que se haya pretendido quetreinta mil personas, viviendo casi dos mil aos despus de la poca en cuestin,fueran declaradas, sobre la mera base de una estadstica, mejores jueces que losmismos griegos de lo que debieron ser las costumbres de una tragedia escrita acercade una historia griega.

    No entrar a discutir la espce de simplicitque demanda laparterrede Pars, nide los grillos con que los treinta mil jueces encadenaron su propia poesa, cuyomximo mrito como puedo observar en los Nuevos Comentarios sobre Corneille,consiste en saltar a pesar de esos hierros; mrito que, de ser verdad, reducira lapoesa a una tarea pueril y despreciable y la arrancara del sitial de elevado esfuerzode la imaginacin que siempre ha ocupado difficiles nigae con un testigo! Sinembargo, no puedo evitar la mencin de un coupletque, a mis odos ingleses, siempre

    ha sonado como la instancia ms chata y barata de correccin circunstancial, pero queVoltaire, quien ha tratado de manera tan exhaustiva el noventa por ciento de la obrade Corneille, ha puesto de manifiesto para la defensa de Corneille:

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    De son appartement cette porte est prochaine,El cette autre Conduit dans celui de la Reine.

    Ah, Shakespeare desgraciado! Si le hubieras hecho informar a Rosencratz de laiconografa del palacio de Copenhague a su camarada, Guildenstern, en vez de

    presentarnos un dilogo moral entre el prncipe de Dinamarca y su sepulturero, laliteiluminada de Pars tal vez nos habra aconsejado adorar su talento por segundavez.

    El resultado de todo lo que he dicho es proteger mi propio mpetu creador bajo loscnones del genio ms brillante que, por lo menos, este pas ha producido. Podrahaber demandado, despus de crear una especie nueva de narrativa, que estaba enlibertad de fijar las reglas que yo crea ms apropiadas para la conduccin de lanovedad, pero me sentir mucho ms orgulloso de haber imitado, aunque slo sea de

    manera dbil, floja y a distancia, un modelo tan magistral, que gozar de todo elmrito de la invencin a menos que hubiese podido marcar mi obra con genio ascomo con originalidad. Tal como es, el pblico ya la ha honrado suficientemente, seacual sea el rango que otorgan sus sufragios.

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    Captulo I

    Manfred, prncipe de Otranto, tena un hijo y una hija; sta, una virgen muy hermosade dieciocho aos, se llamaba Matilda. Conrad, el hijo, tena tres aos menos, unmuchachito feo, enfermizo y con una disposicin no muy prometedora; sin embargo,era el favorito de su padre, que nunca demostr una seal de afecto por Matilda.Manfred haba arreglado el matrimonio de su hijo con Isabella, la hija del marqus deVicenza; y ella ya haba sido entregada a Manfred por sus guardianes para que stehiciera celebrar la boda en cuanto lo permitiese el estado de salud de Conrad. Lafamilia y los vecinos de Manfred se haban percatado de la impaciencia del prncipepor llevar a cabo la ceremonia. Estos ltimos, sabedores de la severidad natural del

    prncipe, no se animaban, por cierto, a expresar sus conjeturas ante tamaaprecipitacin. Hiplita, su mujer, una dama bonachona, se aventur a veces a soslayarel peligro que representaba casar a su nico hijo tan temprano, considerando que erademasiado joven y demasiado enfermo; pero ella jams consigui otra respuesta quereflexiones acerca de su propia esterilidad: le haba podido dar un solo heredero. Susarrendatarios y siervos eran menos prudentes en los comentarios: ellos atribuan estaboda apresurada al temor del prncipe de verla realizacin de una antigua profeca dela que se deca que haba dispuesto que el castillo de Otranto deba dejar de

    ertenecer a esa familia cuando su verdadero propietario se volviera demasiadogrande para habitarlo.

    Era difcil encontrar algn sentido a la profeca y era an menos fcil concebiralgo que la ligara con la boda en cuestin. Sin embargo, estos misterios, ocontradicciones, no lograron que el populacho dejara de sostener opinin tanperegrina.

    Se fij la fecha del cumpleaos de Conrad para los esponsales. Los invitadosestaban reunidos en la capilla del castillo y todo estaba preparado para el oficiodivino, pero Conrad no apareca. El prncipe, impaciente ante el ms mnimo retraso,no haba observado la retirada de su hijo y despach a uno de sus sirvientes en buscadel joven prncipe. El sirviente, que no haba tardado lo suficiente como para cruzarel patio hasta los aposentos de Conrad, regres sin aliento, de manera frentica, losojos fuera de las rbitas y espuma en la boca. No dijo nada, pero seal el patio. Elterror y la sorpresa invadieron a los invitados. La princesa Hiplita, sin saber de quse trataba, aunque temerosa por su hijo, se desmay. Manfred, ms enfurecido quereceloso por la demora de las nupcias y la estupidez del siervo, pregunt

    imperiosamente:Qu es lo que pasa?El muchacho no respondi, sino que continu sealando el patio; y finalmente,

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    despus que le repitieron varias veces la pregunta, grit:Oh, el casco! El casco!Mientras tanto, algunos de los invitados haban corrido hacia el patio de donde

    lleg un ruido confuso de chillidos, terror y sorpresa. Manfred, que comenzaba aalarmarse ante la ausencia de su hijo, fue a informarse acerca del motivo de este

    extrao gritero. Matilda permaneci en el lugar, tratando de asistir a su madre, eIsabella se qued con el mismo propsito y para evitar cualquier muestra deimpaciencia por su novio, por quien, en realidad, senta muy poco afecto.

    Lo primero que llam la atencin de Manfred fue un grupo de sus sirvientesesforzndose por levantar algo que le pareci ser una montaa de plumas negras.Mir sin poder dar crdito a sus ojos.

    Qu estis haciendo? pregunt Manfred, furioso. Dnde est mi hijo?Una andanada de voces le contest:

    Oh, seor! El prncipe! El prncipe! El casco! El casco!Sobresaltado por estos gritos lamentables, y temeroso de algo que desconoca,avanz de prisa y lo que vio no era apto para un padre; contempl a su hijo hechotrizas y casi sepultado bajo un casco enorme, cien veces ms grande que cualquiercasco hecho para uso humano, y sombreado por una cantidad correspondiente deplumas negras.

    El horror del espectculo, la ignorancia de todos los presentes acerca de cmohaba acaecido la desgracia y, sobre todo, lo tremendo del fenmeno que tena antelos ojos, quitaron el habla al prncipe. Su silencio dur ms de lo que hasta el dolorpoda ocasionar. Fij los ojos en lo que l en vano deseaba creer que era una visin; ypareca menos atento a la prdida que sumido en la meditacin acerca del objetoenorme que la haba ocasionado. Lo toc, examin el casco fatdico; ni siquiera losrestos sanguinolentos y destrozados del joven prncipe podan desviar los ojos deManfred del portento que lo enfrentaba. Todos los presentes, conocedores delfavoritismo emocional que haba dispensado al joven Conrad, estaban tansorprendidos de la insensibilidad del prncipe como atnitos ante el milagro delcasco. Llevaron el cadver desfigurado hasta el saln sin haber recibido la menor

    orden de Manfred. ste tampoco prest la ms mnima atencin a las damas quehaban permanecido en la capilla, y sin mencionar alas desgraciadas princesas, sumujer y su hija, los primeros sonidos que emitieron los labios de Manfred fueron:

    Cuidad a Isabella.Los domsticos, sin observar lo excepcional de esta orden y guiados por el afecto

    a su ama, consideraron que se refera a ella y corrieron en su ayuda. La llevaron a sucmara, ms muerta que viva, indiferente a todas las extraas circunstancias que oamencionar, excepto la muerte de su hijo. Matilda, que idolatraba a su madre, escondi

    su propio dolor y consternacin, y slo pens en asistir y reconfortar a su madre.Isabella, a quien Hiplita haba tratado como a una hija, prestaba su ayuda a la damacon las mismas energas y disposicin que Matilda; y al mismo tiempo, intentaba

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    compartir y rebajar el dolor que la joven princesa, a quien la unan una profundasimpata y amistad, se esforzaba por suprimir. Sin embargo, no poda dejar que supropia situacin personal interfiriera en sus pensamientos. No senta ningunaafliccin por la muerte del joven Conrad, salvo conmiseracin; y no le apenabahaberse librado del matrimonio que le haba prometido, as como del severo

    temperamento de Manfred; quien, aunque la haba distinguido con una granindulgencia, haba llenado su mente de terror debido al rigor injustificado con quetrataba a dos seoras tan amables como Hiplita y Matilda.

    Mientras las damas ponan en cama a la princesa transida de dolor, Manfred sequed en el patio, observando el casco ominoso, ajeno a la multitud que loestrambtico del incidente haba reunido ahora a su alrededor. Las pocas palabras quearticul tuvieron el solo propsito de inquirir si algn hombre saba de dnde habasalido. Nadie le pudo dar la ms mnima informacin. Empero, como pareci que el

    nico objeto de su curiosidad era el artefacto, muy pronto el resto de los espectadoresse concentraron en l y sus conjeturas eran tan absurdas como improbables, ya que lacatstrofe no tena precedentes. En medio de estas suposiciones sin sentido, uncampesino de un pueblo cercano, observ que el casco milagroso era exactamenteigual al de la figura de mrmol negro de Alfonso el Bueno, uno de los prncipesanteriores, en la iglesia de San Nicols.

    Villano! Qu dices? grit Manfred, saliendo de su trance con un ataque defuria y cogiendo al joven por el cuello. Cmo te atreves a mencionar semejantetraicin? Lo pagars con tu vida.

    Los espectadores, que comprendan tan poco la causa de la furia del prncipecomo la de otros arrebatos que haban presenciado, se encontraban en completaignorancia de lo que haba motivado esta nueva circunstancia. Ms atnito an estabael joven campesino, sin poder precisar de qu manera haba ofendido al prncipe; sinembargo, recuperndose con una mezcla de gracia y humildad, se desembaraz delpuo de Manfred y entonces, con una obediencia que descubra ms inocencia quetemor, pregunt con respeto:

    De qu soy culpable?

    Manfred, ms enfurecido por el vigor, aunque decentemente ejecutado, con que eloven se haba desligado de su asimiento, que apaciguado por su sometimiento,

    orden a sus sirvientes que lo apresaran, y de no haber sido por los amigos que habainvitado a las nupcias, habra ahogado al campesino con sus brazos.

    Durante el altercado, algunos de los espectadores haban corrido hasta la graniglesia prxima al castillo, y volvieron con la boca abierta y declararon que a laestatua de Alfonso le faltaba el caso. Manfred, ante estas noticias, se puso totalmentefrentico; y como si buscase un blanco en el que descargar la tormenta interior que lo

    sacuda, se abalanz nuevamente sobre el muchacho, gritando:Villano! Monstruo! Brujo! T lo has hecho! T has asesinado a mi hijo!El gento airado, que tambin necesitaba una vctima que resolviese y aliviase la

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    sinrazn de sus pensamientos, cogi las palabras de la boca de su amo, e hizo eco:Ay, ay, es l! Es l! Ha robado el casco de la tumba de Alfonso el Bueno y le

    ha roto la crisma a nuestro prncipe! sin que se les pudiera ocurrir la enormedesproporcin que exista entre el casco de mrmol que haba estado en la iglesia yse de hierro que tenan ante los ojos, ni tampoco lo imposible que era para un

    muchacho, que no llegaba a tener veinte aos, arrojar o levantar una pieza dearmadura de peso tan prodigioso.

    La locura de estas exclamaciones hizo que Manfred recuperara el control de smismo. Pero, excitado porque el campesino haba observado la similitud entre los doscascos y por el descubrimiento de la ausencia del que estaba en la iglesia, o porquedeseaba disipar la posibilidad de un nuevo rumor implcito en una suposicin tanimpertinente, pronunci con gravedad que el muchacho era con seguridad un brujo yque, hasta que la iglesia pudiera tomar cartas en el asunto, hara que el mago, a quien

    todos haban detectado como tal, quedara prisionero bajo el mismo casco, y orden asus sirvientes que lo levantaran y que introdujeran al joven en su interior y sentencique deban dejarlo all sin comida; de cualquier manera su propio arte infernal seocupara de procurrsela.

    En vano se defendi el muchacho contra esta estrafalaria condena; en vano seesforzaron los amigos de Manfred por hacerle cambiar de resolucin, tan salvaje ytan mal fundamentada. La mayora estaba encantada con la decisin de su amo que,segn decan, tena gran apariencia de justicia: el mago iba a ser castigado con elmismo instrumento que haba utilizado para su delito. Adems, no sintieron ningunacompasin ante la posibilidad de que el muchacho se muriese de hambre porquecrean firmemente que sus dotes diablicas le iban a proveer los alimentos necesariossin el menor problema.

    Por lo tanto, Manfred vio que sus disposiciones eran obedecidas hasta con alegray nombr a un guardia bajo orden estricta de prevenir cualquier intento de acercarcomida al prisionero. Luego se despidi de sus amigos y sirvientes y se retir a susaposentos, despus de cerrar las puertas del castillo, en el que no toleraba quepermaneciese nadie, salvo sus domsticos.

    Mientras tanto, el cuidado y las atenciones de las jvenes damas haban logradoque la princesa Hiplita volviera en s. Esta, en medio de los arrebatos de su dolor,preguntaba a menudo por su marido. Rogaba a sus asistentes que lo cuidasen.Finalmente, le pidi a Matilda que la dejara y que fuera a reconfortar a su padre. Laoven, aunque temblara ante su austeridad y no deseara saber nada de obligaciones

    afectivas para con Manfred, obedeci las rdenes de Hiplita. Recomend conternura el cuidado de su madre a Isabella y pregunt a las domsticas acerca de su

    padre. La informaron de que se haba retirado a sus habitaciones y que habadispuesto que nadie tuviera acceso a ellas. Supuso que la muerte de su hermano habasumido a Manfred en gran dolor y temi que la vista de su nica hija viva renovara

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    sus lgrimas. Tuvo dudas de interferir en su afliccin; sin embargo, ansiosa por verloy deseosa de obedecer las rdenes de su madre, se anim a desobedecer las de supadre, una falta de la que jams haba sido culpable. La gentil timidez de sunaturaleza la hizo detenerse ante la puerta por unos instantes. Lo oy atravesar sucuarto, de un lado para otro, con pasos irregulares, en una atmsfera que aument los

    temores de Matilda. Empero, estaba a punto de golpear la puerta cuando Manfred laabri de improviso; y como el lugar estaba a media luz, lo que se sum a su desordenmental, no distingui a la persona y pregunt ferozmente:

    Quin est ah?Matilda respondi temblando:Padre querido, soy yo, tu hija.Manfred, retrocediendo de prisa, grit:Vete, yo no quiero a una hija. Y volvindose abruptamente, dio un portazo

    contra la aterrorizada princesa.Conoca demasiado bien la impetuosidad de su padre como para aventurar unasegunda intrusin. Cuando se hubo recuperado un poco del golpe que produjo unarecepcin tan amarga, se sec las lgrimas para prevenir la herida adicional que losucedido producira en Hiplita, quien le pregunt de manera muy angustiada acercadel estado de Manfred y cmo haba tomado la prdida. Matilda le asegur que l seencontraba bien y que enfrentaba su dolor con mucha fortaleza.

    Pero no me permitir verlo? pregunt Hiplita con pena, no permitirque una mis lgrimas alas suyas y deposite el dolor de una madre sobre el pecho desu marido? O es que me engaas, Matilda? S cunto idolatraba Manfred a su hijo.No ha sido un golpe demasiado fuerte para l? No lo ha aplastado? No mecontestas, Dios! Me temo lo peor! Nias, levantadme; yo lo ver, ver a mi marido.Llevadme a l al instante: l, para m, es ms importante que mis propios hijos!

    Matilda le hizo gestos a Isabella para prevenir que su madre se levantase. Ycuando las dos hermosas jvenes estaban haciendo uso de su firmeza gentil paradetener y calmar a la princesa, hizo su aparicin un sirviente de parte de Manfred, yle dijo a Isabella que el amo quera hablar con ella.

    Conmigo! exclam Isabella.Ve dijo Hiplita, aliviada por el mensaje de su marido. Manfred no puede

    soportar la presencia de su propia familia. Piensa que eres ms calma que nosotras.Teme la fuerza de mi dolor. Consulalo, querida Isabella, y dile que prefiero sofocarmi propia angustia antes que agregarla a la suya.

    Como ya anocheca, el sirviente que conduca a Isabella llevaba una antorcha.Cuando llegaron donde estaba Manfred, que caminaba, impaciente, por la galera,ste dijo de prisa:

    Llvate esa luz y vete!Luego, cerrando impetuosamente la puerta, se dej caer en un banco contra la

    pared y le hizo gestos a Isabella para que se sentara junto a l. Ella obedeci,

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    temblando.He envidiado por ti dijo l, y luego dej de hablar presa de cierta confusin.Mi seor!S, envi por ti por un asunto de principal importancia continu l, seca

    tus lgrimas, jovencita. Has perdido a tu prometido, s, sino cruel! Y yo he perdido

    las esperanzas en mi raza! Aunque Conrad no era merecedor de tu belleza.Pero, mi seor! dijo Isabella. Estoy segura de que sospechas que no

    siento el dolor que debiera. Mi deber y afecto siempre habranNo pienses ms en l la interrumpi Manfred, era un chico enfermizo,

    insignificante, y tal vez el cielo se lo ha llevado para que yo no confiase los honoresde mi casa a un ser tan endeble. El linaje de Manfred requiere una base mejor. Eltonto afecto que le tena a ese muchacho ceg los ojos de mi prudencia; pero es mejorque as sea. En unos pocos aos, espero tener buenas razones para alegrarme de la

    muerte de Conrad.Las palabras no podran pintar el estupor de Isabella. Al principio, crey que eldolor haba perturbado la mente de Manfred. El siguiente pensamiento que tuvo fueque el extrao discurso del prncipe tena el propsito de hacerla caer en una trampa:temi que este hubiera percibido su indiferencia para con Cor1rad; y comoconsecuencia de esa idea, replic:

    Mi buen seor, no dudes de mi ternura! Mi corazn habra acompaado mimano. Conrad habra tenido todo mi cuidado, y sea cual fuere la suerte que corra mivida, siempre respetar su memoria, y te considerar a ti y a la virtuosa Hiplita comomis padres.

    Que le parta un rayo a Hiplita! grit Manfred. Olvdate de ella a partirde este momento, como yo lo hago. En suma, seora, has perdido a un marido que noera merecedor de tus encantos; ahora ellos sern puestos a mejor uso. En vez de unmuchachito enfermizo, obtendrs un esposo en la flor de la edad que sabr cmovalorar tu belleza y de quien se puede esperar una prole numerosa.

    Seor mo dijo Isabella, mi cabeza est demasiado entristecida por lacercana catstrofe que asol tu familia como para pensar en la posibilidad de otra

    boda! Si alguna vez regresa mi padre, y es su decisin, le obedecer, como lo hicecuando consent dar mi mano a tu hijo; pero hasta su regreso, permteme guarecermebajo tu techo hospitalario y emplear las horas de melancola en aliviar tu pena, la deHiplita y la de la buena Matilda.

    Ya te dije una vez dijo Manfred con disgusto que no me nombraras a esamujer: a partir de este momento, ella debe ser una total desconocida para ti y para m;en resumen, Isabella, ya que no puedo entregarte a mi hijo, me ofrezco a m mismocomo tu futuro esposo.

    Dios Santo! exclam Isabella, despenndose de su engao. Qu es lo queescuchan mis odos! T, mi seor! T! Mi suegro! El padre de Conrad! El maridode la virtuosa y tierna Hiplita!

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    Ya te lo he dicho dijo Manfred con energa, Hiplita no es mi mujer, eneste momento me divorcio de ella. Hace ya demasiado tiempo que debo soportar lamaldicin de su esterilidad. Mi destino depende de mis hijos y espero que esta nochepodr dar un nuevo aliento a mis esperanzas.

    Con estas palabras, cogi la fra mano de Isabella, que estaba medio muerta de

    consternacin y horror. Ella chill y se apart de l. Manfred se puso de pie paraperseguirla, y en ese momento, la luna que ahora estaba alta en el cielo y brillaba enel marco de la ventana, present ante sus ojos las plumas del casco fatdico, que seelev hasta la altura de las ventanas, movindose de un lado para otro de maneratempestuosa, acompaado de un sonido herrumbrado y vaco. Isabella sac fuerzas desu situacin y como lo que ms tema era la concrecin de la declaracin de Manfred,grit:

    Mira! Mi seor! Mira! El mismo cielo se rebela contra tus impas

    intenciones!Ni el cielo ni el infierno podrn impedir mis designios! dijo Manfred yavanz nuevamente para coger a la princesa. En ese instante, el retrato de su abuelo,que colgaba sobre el banco donde haban estado sentados, emiti un profundo suspiroy su pecho palpit. Isabella, de espaldas al cuadro, no vio el movimiento ni supo dednde provena el sonido, sino que comenz a decir:

    Oye, seor mo! Qu fue eso? y al mismo tiempo, se precipit hacia lapuerta.

    Manfred, distrado por la huida de Isabella que ahora haba alcanzado lasescaleras y, sin embargo, incapaz de apartar la vista del retrato que haba empezado amoverse, trat de dar unos pasos en persecucin de la muchacha. Todava estabamirando el cuadro por encima del hombro, cuando lo vio salir de su marco ydescender hasta el piso, con un aspecto grave y melanclico.

    Estoy soando? exclam Manfred, volvindose. O se han aliado todoslos demonios en mi contra? Habla, espectro infernal, y si t eres mi abuelo, por quentonces conspiras contras tus infelices descendientes, quienes pagan muy caro?

    Antes de que pudiera terminar la oracin, la visin nuevamente suspir y le hizo

    un gesto a Manfred para que lo siguiese.T, adelante! grit Manfred. Te seguir hasta el pozo de la perdicin!El espectro se encamin, tranquilo aunque desanimado, hacia el fondo de la

    galera, y luego entr en una cmara, a la derecha. Manfred iba detrs de l, a unacorta distancia, presa de ansiedad y de horror pero con el nimo resuelto. Cuandoestaba a punto de traspasar el umbral, una mano invisible cerr la puerta con sumaviolencia. El prncipe tom coraje ante esta demora y habra violado la puerta apuntapis, pero se dio cuenta de que sta resista a sus esfuerzos ms grandes.

    Ya que el infierno no est dispuesto a satisfacer mi curiosidad dijo Manfred, har uso de todos los medios humanos a mi disposicin para preservar la vida demi raza; Isabella no escapar de m.

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    La muchacha, cuya resolucin haba dado paso al terror en el momento dealejarse de Manfred, continu su huida hasta el fondo de la escalera principal. All sedetuvo, sin saber adnde dirigir los pasos ni cmo escapar de la impetuosidad delprncipe. Saba que las puertas del castillo estaban cerradas y que haba guardiasemplazados en el patio. Debera ir, como su corazn le aconsejaba, y preparar a

    Hiplita para la suerte aciaga que el destino le deparaba? No tuvo dudas de queManfred la buscara all y de que la violencia de la situacin lo excitara a redoblar lainjuria que haba programado sin permitir que ellas pudieran evitar el resultado de lafogosidad de su pasin. Tal vez la demora le dara tiempo para reflexionar acerca delas medidas espantosas que haba concebido, o producira alguna circunstanciafavorable al mantenimiento de su virginidad. Esa noche por lo menos, ella debamalograr el odioso propsito del prncipe. Pero dnde esconderse?, cmo esquivarla persecucin que sin duda llevara a cabo por todo el castillo? Mientras estos

    pensamientos pasaban, rpidos, por su cabeza, de pronto record un pasajesubterrneo que llevaba de las bvedas del castillo a la iglesia de San Nicols. Sipoda llegar hasta el altar antes de ser apresada, saba que la violencia de Manfred nose animara a profanar el lugar sagrado; y decidi, de no ser posible otro medio deliberacin, enclaustrarse para siempre entre las vrgenes religiosas cuyo convento eracontiguo a la catedral. As resuelta, asi la lmpara que arda al pie de las escalinatasy se dirigi hacia el pasaje secreto.

    Varios claustros intrincados se extendan por la parte inferior del castillo; y por

    cierto, para una persona presa de tamaa angustia, no era nada fcil encontrar lapuerta que conduca a la caverna. Un silencio desagradable reinaba en estas regionessubterrneas, salvo, de cuando en cuando, el silbido de un golpe de viento queestremeca las puertas a su paso, y que, rechinando en los goznes herrumbrados,acumulaba ecos en ese largo laberinto de oscuridades. Todo murmullo le produca unnuevo terror; sin embargo, ms le asustaba or la voz airada de Manfred instando asus sirvientes a que la detuvieran. Prosigui, tratando de no hacer ruido a pesar de suimpaciencia, y paraba continuamente para escuchar si la seguan. En una de esasparadas, pens que haba odo un suspiro. Se estremeci y recul unos pocos pasos.Luego, pens que haba odo los pasos de una persona. Su corazn pareci estar apunto de estallar; pens que tena que ser Manfred. Todas las sugestiones que puedeinspirar el miedo se agolparon en su cabeza. Se arrepinti de la rpida huida quehaba efectuado y que ahora la expona a la ira del prncipe en un lugar donde susgritos no acercaran a nadie en su ayuda. Empero, el sonido no pareca venir de atrs;si Manfred saba dnde estaba, la seguira. Ella todava estaba en uno de los claustrosy los pasos que oa eran demasiado ntidos como para provenir del camino que ellahaba recorrido. Animada por esta reflexin, y a la espera de encontrar un amigo en

    cualquiera que no fuera el prncipe, estaba por avanzar cuando una puerta entornada acierta distancia a la izquierda, se abri suavemente, pero antes de que la lmpara que ella mantena en lo alto pudiera averiguar la identidad del intruso, alguien,

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    sorprendido por el impacto de la luz, se retir precipitadamente.Isabella, al borde del colapso despus de cada incidente, dud de si deba

    proseguir adelante. El horror que le produca Manfred pronto invalid sus otrosmiedos. El mismo hecho de que alguien la evitara termin por darle ms nimo.Pens que slo poda ser algn sirviente que perteneciera al castillo. Su bondad nunca

    le haba procurado un enemigo y una consciente inocencia le dio esperanzas de que, amenos que el prncipe les ordenase su captura, los sirvientes la ayudaran en la huidaen vez de prevenir ese objetivo. Estas reflexiones la fortalecieron y crey, por lo quepoda observar, que estaba cerca de la boca de la caverna subterrnea. Se acerc a lapuerta que haba sido entreabierta y un sbito soplo de aire, que la inund cuandolleg a la abertura, extingui la lmpara y la sumi en la oscuridad ms total.

    Las palabras no podran describir la angustiosa situacin de la muchacha. Sola, enlugar tan sombro, bajo las fuertes impresiones que haban producido en su alma los

    acontecimientos atroces del da, sin esperanzas de poder escaparse, a la espera de lallegada inminente de Manfred, y bien lejos de estar tranquila sabiendo que estaba alalcance de un desconocido, alguien que por alguna causa esconda sus movimientos,la muchacha estaba lista a sucumbir ante el peso de su pavor; y pensamientosdispares giraban locamente en su cabeza. Se encomend a todos los santos del cielo entimamente implor su ayuda. Permaneci en una agona desesperada por un lapsoconsiderable de tiempo. Finalmente, con la mxima precaucin que le fue posible,tante por la puerta con las manos. Cuando la encontr, entr temblando en la bvedadonde haba odo el suspiro y los pasos. Le produjo un momentneo optimismopercibir un rayo imperfecto de nublada luz de luna que brillaba en el techo de labveda. sta pareca estar hendida; y de esas alturas colgaba un fragmento de tierra oedificio, no pudo distinguir cul, que daba la impresin de haber sido aplastado haciael interior. Avanz, anhelante, en direccin de la grieta, y al hacerlo vio una formahumana, de pie y prxima a la pared.

    Peg un grito, creyendo que se trataba del fantasma de su prometido, Conrad. Lafigura, en movimiento, dijo con voz sumisa:

    No te alarmes, nia. Tranquilzate. No te har dao.

    A Isabella, apenas repuesta por las palabras y el tono de voz del desconocido yacordndose de que ste deba ser la persona que haba abierto la puerta, le volvi elalma al cuerpo y contest:

    Seor, seas quien seas, apidate de esta princesa desgraciada que est al bordede la perdicin! Aydame a escapar de este maldito castillo, o en poco tiempo mehabrn deshonrado para siempre!

    Pero, cielos! dijo el desconocido. Qu puedo hacer en tu ayuda? Moriren tu defensa, pero no conozco muy bien este castillo y quiero

    Por todos los santos! le interrumpi Isabella. Aydame a encontrar unapuerta secreta que debe estar cerca de aqu. Es el favor ms grande que me puedeshacer, ya que no tengo un solo minuto que perder.

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    Despus de decir estas palabras, comenz a palpar el piso y le pidi aldesconocido que hiciera lo mismo y que buscara una pieza de bronce pulido sujeta auna de las piedras.

    Eso dijo ella es el candado que se abre con un resorte. S cmo funciona.Si podemos encontrarlo, tal vez escape. De no ser as, me temo que te habr

    comprometido en mi desgracia. Manfred sospechar que eres el cmplice de miescapada, y caers vctima de su resentimiento.

    No doy gran valor a mi vida dijo el desconocido y ser un consueloperderla tratando de librarte de su tirana.

    Eres muy generoso dijo Isabella, cmo podr recompensarte!En ese momento, un rayo de luz de luna, abrindose paso por una hendidura de

    las ruinas en lo alto, relumbr directamente sobre el candado que buscaban.Qu suerte, Dios mo! dijo Isabella. Aqu est la puerta secreta! y sac

    una llave, toc el resorte que, corrido a un costado, descubri un anillo de hierro.Levanta la puerta dijo ella.El desconocido obedeci y en el piso aparecieron unos escalones de piedra que

    descendan a una bveda sumida en la oscuridad.Debemos bajar dijo Isabella, t me sigues, a pesar de la oscuridad y el

    pavor no podemos perdemos. Conduce directamente a la iglesia de San Nicols. Perotal vez agreg la muchacha con modestia no tengas ninguna razn paraabandonar el castillo, ni tampoco necesito ya tus servicios; en unos pocos minutosestar a salvo de la ferocidad de Manfred. Slo quiero que me permitas saber conquin estoy en deuda.

    Nunca me apartar de ti dijo el desconocido con mpetu, hasta que te hayapuesto a salvo; no pienses que soy ms generoso de lo que en realidad soy; a pesar deque eres mi primera preocupacin.

    El desconocido fue interrumpido por un sbito alboroto de voces que pareciacercarse, y pronto distinguieron estas palabras:

    No me hablis de brujos! Os digo que debe estar en el castillo; la encontrar apesar de los encantamientos.

    Oh, Dios mo! exclam Isabella, es la voz de Manfred! Aprate oestamos perdidos! Y cierra la puerta tras de ti.

    Con estas palabras, descendi los escalones con precipitacin y, cuando eldesconocido se aprestaba a seguirle los pasos, la puerta resbal de sus manos, cay yel resorte se cerr. Trat en vano de abrirlo ya que no haba observado el mtodo queIsabella haba empleado. Tampoco tena tiempo para realizar otro intento. El estrpitode la puerta al caerse haba llegado a odos de Manfred. Guiado por la direccin delsonido, se apresur an ms seguido por los sirvientes con antorchas.

    Debe ser Isabella grit Manfred despus de entrar en la bveda, se estescapando por el pasaje subterrneo, pero no puede alejarse mucho.

    La sorpresa del prncipe fue mayscula cuando, en vez de Isabella, la luz de las

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    antorchas alumbraron al joven campesino que haba confinado en el interior del cascomortal.

    Traidor! grit Manfred, qu haces t aqu? Crea que estabas encautiverio, all en el patio.

    No soy ningn traidor replic con dignidad el joven ni puedo responder de

    vuestros falsos pensamientos.Villano presuntuoso! exclam Manfred. Quieres provocar mi ira? Dime,

    cmo te has escapado de arriba? Has corrompido a mis guardias, que pagarn consus vidas?

    Mi pobreza dijo el campesino con calma los disculpar, a pesar de ser losagentes de la ferocidad de un tirano; con vos son leales y demasiado dispuestos aejecutar las rdenes que les impone injustamente.

    Te crees tan duro como para desafiar mi venganza dijo el prncipe; ya las

    torturas te arrancarn la verdad. Habla! Sabr quines han sido tus cmplices.All est mi cmplice! dijo el joven y se sonri, sealando el techo. Manfredorden que levantasen las antorchas y not que uno de los lados del casco encantadohaba abierto un boquete en el pavimento del patio cuando los sirvientes lo habandejado caer sobre el campesino, y haba traspasado la bveda, produciendo una grietapor donde el campesino se haba deslizado unos minutos antes de que lo encontraraIsabella.

    Por ah has descendido? pregunt Manfred.As fue dijo el joven.Pero cul ha sido el ruido insisti Manfred que o cuando entr en el

    claustro?Se cerr una puerta dijo el mozo. Yo tambin la o.Qu puerta? pregunt Manfred de prisa.No conozco vuestro castillo replic el campesino. sta es la primera vez

    que estoy aqu dentro; y esta bveda es el nico lugar en que he estado.Te dir dijo Manfred, esperando averiguar si el joven haba descubierto la

    puerta secreta que el ruido son en esa direccin; mis sirvientes tambin lo oyeron.

    Amo interrumpi uno de ellos con adulacin, seguro que fue la puertasecreta y que ste pretenda escaparse por ah.

    Silencio, estpido! dijo, enojado, el prncipe, si se iba a escapar, cmoest a este lado de la puerta? Sabr de su propia boca qu ruido fue el que omos.Dime la verdad! Tu vida depende de ello.

    Amo la verdad ms que a mi propia vida dijo el campesino y no comprarala una si para hacerlo debiera falsificar la otra.

    Muy bien, joven filsofo! dijo Manfred con desprecio, dime, entonces,

    qu fue el ruido que escuch?Preguntadme lo que os pueda contestar dijo l y dadme muerte instantnea

    si os digo una mentira.

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    Manfred, cada vez ms impaciente con el valor sereno y la indiferencia del joven,grit:

    Pues bien, entonces, hombre de verdades, contesta! Lo que o fue la cada dela puerta secreta?

    Eso fue dijo el joven.

    Eso fue! dijo Manfred. Y cmo te diste cuenta de que all haba unapuerta secreta?

    Vi la chapa de bronce cuando la ilumin un rayo de luz.Y qu te hizo creer que era un candado? pregunt Manfred. Cmo

    pudiste descubrir el mecanismo secreto que lo abra?La providencia, la misma que me libr del casco, dirigi mi mano hasta el

    resorte del candado.La providencia podra haber ido un poco ms lejos y haberte puesto fuera del

    alcance de mi resentimiento dijo el prncipe. Una vez que te ense a abrir elcandado, te abandon como a un idiota que no supo hacer uso de su favor. Por quno continuaste por el camino sealado para tu huida?, por qu cerraste la trampaantes de descender por los escalones?

    Yo os preguntara, seor, lo siguiente: cmo iba yo que ignoro totalmentelas idas y vueltas de vuestro castillo a saber que esos escalones me conduciran aun santuario? Pero no deseo evitar vuestras preguntas. Fuera el que fuera el lugar alque conducan esos escalones, tal vez yo tendra que haberlos explorado de cualquiermanera; mi situacin no puede ser peor. Pero la verdad es que se me cay esa trampade las manos segundos antes de vuestra aparicin. Haba dado la alarma, qu meimportaba a m si me apresaban un minuto antes o un minuto despus?

    Eres un perfecto villano para tu edad dijo Manfred, empero, si reflexiono,sospecho que te ests burlando de m. Todava no me has dicho cmo abriste elcandado.

    Os lo mostrar, seor dijo el campesino, y cogiendo una piedra que habacado del techo, se agach sobre la trampa y comenz a golpear la pieza de cobre quela cubra con la intencin de ganar tiempo para la huida de la princesa. Su presencia

    de nimo, sumada a la franqueza del muchacho, sorprendieron a Manfred. Hasta llega sentir una cierta inclinacin a perdonar a alguien que no era culpable de ningncrimen. Manfred no era uno de esos tiranos salvajes que se regocijan con su propiacrueldad gratuita. Los avatares de su destino haban cubierto de asperezas su carcter,que era normalmente humano, y sus virtudes estaban prontas a operar siempre que laspasiones no nublasen su razn.

    Mientras el prncipe estaba en suspenso, un confuso murmullo de voces se fuedesperezando por las bvedas distantes. A medida que el sonido se acercaba, l

    distingui los clamores de algunos de los sirvientes que haba dispersado a labsqueda de Isabella.

    Dnde est el amo? Dnde est el prncipe? gritaban.

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    Aqu estoy dijo Manfred cuando se aproximaron. Habis encontrado a laprincesa?

    El primero en llegar, respondi:Oh, seor, qu suerte haberos encontrado!A m? dijo Manfred. Habis encontrado a la princesa?

    Pensbamos que s, seor dijo el mozo, que pareca estar aterrorizado,pero

    Pero qu? Se ha escapado?S, Jaquez y yo, seorS, Diego y yo interrumpi el segundo, que se acerc an ms consternado.Hablad uno por vez dijo Manfred. Dnde est la princesa?No lo sabemos respondieron ambos al unsono, pero estamos ms que

    aterrorizados!

    Eso pienso, imbciles dijo Manfred; qu os ha asustado de esa manera?Oh, seor! dijo Jaquez. Diego ha visto algo tan espantoso! Su excelenciano lo podra creer

    De qu nuevo absurdo se trata? grit Manfred, dadme una respuestadirecta, o por todos los cielos

    Si su excelencia desea escucharme musit el pobre desgraciado, Diego yyo

    S, Jaquez y yo exclam su compaero.No os he prohibido que hablarais al mismo tiempo? dijo el prncipe. A

    ver, t, Jaquez, contstame, porque este otro tonto parece ms perturbado que t.Qu es lo que pasa?

    Seor mo contest Jaquez. Si os place escucharme, Diego y yo, siguiendolas rdenes de vuestra excelencia, salimos en busca de la joven dama; pero, debido aque tenamos miedo de topamos con el fantasma de nuestro joven seor, el hijo devuestra excelencia, que Dios lo tenga en su santa gloria, como an no ha recibidocristiana sepultura

    Ebrios! exclam Manfred, presa de furor, es slo un fantasma lo que

    habis visto?Mucho peor, mucho peor! grit Diego. Ojal hubiera visto diez

    fantasmas de cuerpo entero!Que Dios me d paciencia! dijo Manfred, estos estpidos me estn

    haciendo perder el tiempo. Fuera de mi presencia, Diego! Y t, Jaquez, responde conuna sola palabra. Ests sobrio? Ests delirando? Quieres explicarte con algnsentido, o es que el otro borracho se ha asustado y te ha asustado a ti tambin? Habla,qu es lo que se imagina que ha visto?

    Amo de mi corazn contest Jaquez, temblando, yo iba a decir a vuestraexcelencia que desde que ocurri la desgracia del amo nio, que Dios cobije sualma!, ni uno solo de nosotros, aun cuando seamos pobres, digo, ni uno solo se ha

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    animado a dar un paso por el castillo, sino que vamos en parejas; por tanto, Diego yyo, pensando que la seora podra encontrarse en la galera grande, nos dirigimos ensu bsqueda, y a avisarle de que vuestra seora tena que decirle algo.

    Oh, idiotas completos! grit Manfred, y mientras tanto, ella se escapabaporque vosotros tenis miedo de los duendes! T, bribn! Si ella me dej en la

    galera, si yo mismo vengo de all.Por lo que s, ella puede muy bien estar todava all, por lo que s dijo

    Jaquez, pero que me coma el diablo si vuelvo a buscarla en ese lugar, pobreDiego! No creo que pueda recuperarse nunca ms.

    Recuperar qu? Es que nunca podr saber lo que ha aterrorizado a estosmiserables? Y pierdo mi tiempo. Sgueme, esclavo. Ver si ella est en la galera.

    Por todos los santos, amo de mi alma, no vayis a la galera! exclamJaquez. Creo que el mismsimo Satans est en la cmara prxima a la galera.

    Manfred, que hasta este momento haba considerado el terror de sus sirvientescomo un pnico sin motivo, prest atencin a esta nueva circunstancia. Record laaparicin del retrato y la puerta que se cerr de improviso al fondo de la galera;tembl su voz y pregunt a toda prisa:

    Qu sucede en la cmara grande?Seor replic Jaquez, cuando Diego y yo entramos en la galera, l entr

    primero porque dijo que era ms valiente que yo. Entonces, cuando entramos en lagalera, no encontramos a nadie todava.

    Estaban todos los cuadros en su sitio? pregunt Manfred.S, seor respondi Jaquez, pero no pensamos en mirar detrs de ellos.Bien, bien dijo Manfred, prosigue.Cuando llegamos a la puerta que da a la cmara grande continu Jaquez,

    la encontramos cerrada.Y no pudisteis abrirla? pregunt Manfred.Oh, s, seor. Ojal el cielo nos hubiera impedido hacerlo replic l.

    Tampoco lo hice yo; fue Diego, estaba muy gallito y quera continuar la bsqueda, apesar de que yo mismo le dije que no. Que me parta un rayo si llego a abrir una

    puerta que est cerrada alguna otra vez!No disparates dijo Manfred, y sinti un estremecimiento, pero dime lo que

    viste en la cmara grande cuando abriste la puerta.Yo, seor dijo Jaquez, no vi nada; estaba detrs de Diego; pero o el ruido.Jaquez dijo Manfred con un solemne tono de voz, te lo ordeno por las

    almas de mis antepasados, qu viste?, qu oste?Fue Diego quien lo vio, amo, yo no fui replic Jaquez. Yo slo o el ruido.

    Apenas Diego abri la puerta, lanz un grito y sali corriendo. Yo tambin sal

    corriendo y le pregunt, es el fantasma?. El fantasma!, no, no, dijo Diego, y sele eriz el pelo. Es un gigante, creo; est todo vestido de armadura, porque vi el piey parte de la pierna, y son tan grandes como el casco, all en el patio. Mientras deca

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    estas palabras, seor, omos un horrendo movimiento y el estrpito de la armadura,como si el gigante se pusiera de pie; porque luego me dijo Diego que crea que elgigante estaba echado, ya que el pie y la pierna estaban estirados a lo largo del piso.Antes de que pudiramos llegar al fondo de la galera, omos que se cerraba la puertade la cmara grande a nuestras espaldas, pero no nos animamos a mirar hacia atrs

    para ver si nos segua el gigante; sin embargo, ahora pienso que si nos hubieraseguido, lo habramos escuchado. Por lo que ms queris, seor mo, llamad alcapelln y que exorcice este castillo! Porque no hay otra posibilidad, est encantado.

    Ay, seor, por Dios, hacedlo! gritaron todos los sirvientes al unsono, otendremos que abandonar el servicio de nuestro prncipe.

    Callaos, insensatos! dijo Manfred y seguidme; yo averiguar lo que estosignifica.

    Nosotros, seor! exclamaron todos con una sola voz, nosotros no nos

    acercaramos a esa galera por nada del mundo!El joven campesino, que haba permanecido en silencio, ahora tom la palabra:Si su excelencia as lo dispone, intentar la aventura. Mi vida no tiene

    importancia pala nadie; no temo a ningn ngel malo y no he ofendido a ningunobueno.

    Tu conducta est por encima de tu condicin dijo Manfred observndolo consorpresa y admiracin, y a partir de ahora recompensar tu valenta, pero en estemomento continu con un suspiro y en estas circunstancias inauditas, slo meanimo a confiar en mis propios ojos; sin embargo, te otorgar permiso para que meacompaes.

    Manfred, al salir de la galera en persecucin de Isabella, haba ido directamentea los aposentos de su mujer, pensando que la muchacha se haba retirado en esadireccin. Hiplita conoca sus pasos y se levant de la cama para recibir a su marido,a quien no vea desde la muerte de su hijo, con un ansioso cario. Se habra arrojado,con una mezcla de dolor y alegra, contra su pecho; pero l la rechaz con rudeza ypregunt:

    Dnde est Isabella?

    Isabella, seor mo! exclam, atnita, Hiplita.S, I-sa-be-lla! grit Manfred imperiosamente. Quiero ver a Isabella.Padre contest Matilda, que haba percibido hasta qu punto la conducta de

    Manfred haba herido a su madre, ella se fue de nuestra compaa cuandoordenaste que fuese a tus habitaciones.

    Decidme dnde est dijo el prncipe. No quiero saber dnde estuvo.Santo cielo! dijo Hiplita, tu hija te ha dicho la verdad: Isabella se fue

    cuando recibi tus rdenes y desde entonces no ha regresado; pero no te indispongas;

    retrate a descansar: este da aciago te ha disturbado. Isabella esperar tus rdenes porla maana.

    Pues entonces, sabis dnde est! exclam Manfred. Decdmelo ya

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    porque no perder un instante, y t, mujer dirigindose a su esposa ordena a tucapelln que se presente ante m sin dilaciones.

    Isabella dijo Hiplita con calma supongo que se ha retirado a sushabitaciones; no est acostumbrada a trasnochar. Y ahora, mi querido seor continu, djame saber lo que te ha molestado. Te ha ofendido Isabella?

    No me molestes con preguntas dijo Manfred, pero dime dnde est.Matilda ir a buscarla dijo la princesa. Sintate, seor, y recupera tu

    habitual fortaleza.Qu! Tan celosa ests de Isabella replic l que deseas estar presente en

    nuestra entrevista?Virgen santa! Seor dijo Hiplita, qu quieres decir?Lo sabrs dentro de muy poco dijo l. Envame a tu capelln y espera aqu

    mis noticias.

    Con estas palabras, sali apurado de la habitacin en bsqueda de Isabella y deja las damas atnitas con su conducta y su frentica partida, perdidas en vanasconjeturas acerca de lo que estaba maquinando.

    Manfred ahora regresaba de la bveda, seguido por el campesino y por unospocos sirvientes a quienes haba obligado a hacerlo. Subi las escaleras de un tirn,hasta que lleg ala galera y en la puerta se encontr con Hiplita y su capelln.Cuando Manfred orden a Diego que se apartase de su presencia, ste haba idodirectamente a los aposentos de la princesa para avisar acerca de lo que haba visto.

    La excelente dama estaba tan segura como Manfred de la realidad de la visin, perosimul, a pesar de ello, considerarla el delirio de un sirviente. Dispuesta, a pesar detodo, a ahorrar a su marido un disgusto adicional, y preparada por una serie depesares a no consentir ningn desfallecimiento, decidi hacer ella misma el primersacrificio, si el destino haba marcado que sa fuera la hora de su destruccin. Obliga que se fuese a descansar a Matilda, quien en vano pidi permiso para acompaar asu madre, y asistida tan slo de su capelln, visit la galera y la cmara grande;ahora, con ms serenidad en el alma de la que haba sentido en mucho tiempo, se

    encontr con su marido y le asegur que la visin del pie y la pierna gigantes no erams que una fbula y, sin duda, slo una impresin causada por el miedo y por lahora ttrica y oscura de la noche en la imaginacin de sus sirvientes. Ella y elcapelln haban examinado el lugar y hallado que todo estaba en su sitiocorrespondiente.

    Manfred, aunque estaba tan persuadido como su mujer de que la visin no habasido obra de la fantasa, se recuper un tanto de la tempestad a la que lo habanarrojado tantos acontecimientos extraos. Avergonzado, tambin, del trato inhumano

    a que haba sometido a su esposa, que le devolva cada injuria con nuevasdemostraciones de ternura y lealtad, sinti que volva a l un amor que se hacaevidente a sus ojos. Pero an ms avergonzado por el hecho de sentirse culpable ante

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    una persona contra la que ya estaba maquinando una afrenta todava mayor, silencilas llamadas de su corazn y ni siquiera se anim a inclinarse a la misericordia. Elprximo paso que intentaba dar era de una maldad exquisita. Tom en cuenta lainfinita sumisin de Hiplita y se felicit de que ella no slo aceptara con pacienciael divorcio, sino que le obedecera y le ayudara en su esfuerzo por conseguir la mano

    de Isabella. Pero reflexion que, antes de poder lograr la indulgencia de esta horribleesperanza, haba que encontrar a la joven. Recuper el control de s mismo y dioorden de que se vigilara estrictamente todo el castillo y encarg a sus domsticos,bajo pena de muerte, que no dejaran pasar a nadie. Al joven campesino, a quien habahablado en trminos tan favorables, le orden permanecer en una pequea habitacinen la que haba un jergn, cerca de la escalera, y se llev la llave de la misma. Le dijoal mozo que hablara con l por la maana. Entonces, despidi a los sirvientes, hizouna pequea y taciturna inclinacin de cabeza a Hiplita y se retir a sus aposentos.

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    Captulo II

    Matilda haba ido a descansar obedeciendo la orden de Hiplita, pero no podaconciliar el sueo. La suerte cruel de su hermano le haba afectado profundamente. Sesorprendi de no encontrar a Isabella, pero las extraas palabras que habapronunciado su padre y la oscura amenaza que haba dirigido a la princesa, amn desu comportamiento arrebatado, haban llenado su alma de inquietud y temor. Aguardel regreso de Bianca, una joven damisela que la atenda, con angustia. La habaenviado a averiguar lo que le haba sucedido a Isabella. Bianca pronto apareci einform a su ama de los comentarios que haba escuchado a los sirvientes: Isabella noapareca por ninguna parte. Asimismo le cont la aventura del joven campesino que

    haba sido descubierto en la bveda y todos los simples comentarios de la incoherentenarracin de los domsticos; y principalmente, la aparicin del pie y la piernagigantes que haban sido vistos en la galera grande. Esta ltima circunstanciaaterroriz tanto a Bianca que se alegr cuando Matilda le pidi que no se fuera adormir, sino que se quedara vigilando hasta que se levantase la princesa.

    La joven se deshizo en conjeturas acerca de la huida de Isabella y de las amenazasde Manfred contra su madre.

    Pero qu asunto tan urgente puede tener con el capelln? pregunt Matilda

    . Querr enterrar el cuerpo de mi hermano en la capilla de forma privada?Oh, seora dijo Bianca, creo que ahora lo s. Como ahora seris su nica

    heredera, debe estar impaciente por casaros; siempre ha deseado tanto tener mshijos; apuesto a que ahora est impaciente por tener nietos. Estoy completamentesegura, seora, de que muy pronto os ver hecha una novia. Pero, seora, espero queahora no vayis a deshaceros de m, vuestra leal Bianca! No le daris mi puesto aDonna Rosara ahora que sois una gran princesa!

    Mi pobre Bianca dijo Matilda, qu pronto vuelan tus pensamientos! Yo,

    una gran princesa! Qu has visto en la conducta de mi padre, desde la muerte de mihermano, que te haga creer que siente ternura por m? Pero es mi padre y no deboquejarme. Aunque el cielo cerrara el corazn de Manfred en mi contra, ya estardemasiado bien con la ternura de mi madre. Oh, esa madre querida! S, Bianca,siento que ese humor atroz de Manfred est relacionado con ella. Puedo aguantar conpaciencia su crueldad conmigo, pero se me parte el corazn cuando debo presenciarcmo la maltrata con su indiferencia injustificada.

    Seora dijo Bianca, todos los hombres tratan as a sus mujeres cuandoestn cansados de ellas.

    Y a pesar de lo que dices, me has felicitado dijo Matilda, cuandoimaginaste que mi padre estaba por disponer mi casamiento!

    Prefiero que seis una gran dama replic Bianca pase lo que pase. No

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    deseo veros encerrada en un convento, como lo estarais si pudierais hacer vuestravoluntad, y si mi ama, vuestra madre, no os lo permitiera, porque ella sabe que unmal marido es mejor que ninguno. Dios me proteja! Qu es ese ruido? Que SanNicols se apiade de m! Slo estaba bromeando.

    Es el viento dijo Matilda que silba en los almenajes altos de la torre. Lo

    has odo miles de veces.No dijo Bianca, no haba mala intencin en lo que dije, no es pecado

    hablar de matrimonio; entonces, seora, como os iba diciendo, si el seor Manfred osfuera a ofrecer un joven y apuesto prncipe por novio, le responderais con cortesa yle dirais que prefers tomar los hbitos?

    Por Dios! No estoy en tal peligro; ya sabes cuntas propuestas para conseguirmi mano ha rechazado.

    Y se lo agradecis como una hija obediente y leal, no es as, seora? Pero

    suponed que maana a la maana, l os convocara al gran saln del consejo, y allencontrarais que a su lado hay un joven prncipe amoroso, de grandes ojos negros,frente suave y blanca, y rizos encrespados y varoniles; en suma, seora, un hroeoven que se pareciese al retrato del buen Alfonso en la galera, el que os sentis a

    contemplar durante horas y horas.No hables con torpeza de ese cuadro interrumpi Matilda con un suspiro.

    S muy bien que la adoracin con que contemplo ese retrato no es comn, pero noestoy enamorada de un lienzo pintado. El carcter de ese prncipe virtuoso, laveneracin por su memoria que me ha inspirado mi madre, las oraciones que hemosrezado juntas no s por qu ante su tumba, todas estas cosas me han convencidode que, de una manera u otra, mi destino est ligado a algo relacionado con l.

    Dios mo, seora! Cmo puede ser eso posible? dijo Bianca. Siempre heescuchado que vuestra familia no tena ninguna relacin con la de l. No puedoconcebir por qu mi ama, la princesa, os enva en maanas fras o en tardes hmedasa rezar ante su tumba; no es ningn santo del calendario. Si tenis obligacin de orar,por qu no os pide que dirijis vuestras oraciones a nuestro gran San Nicols? Estoybien segura de que se s es un santo al que rezara pidindole marido.

    Tal vez estuviera menos intranquila dijo Matilda si mi madre me explicaralas razones; pero es ese misterio, que ella tanto respeta, el que me inspira este algoque no s cmo llamar. Como ella nunca acta por capricho, no dudo de que algnsecreto fatal se esconde tras el enigma, pero creo que ahora s de qu se trata. En suagona y dolor por la muerte de mi hermano, ella dej escapar ciertas palabras queabrieron su intimidad

    Oh, ama querida! grit Bianca. Qu decan esas palabras?No dijo Matilda, si un padre deja caer algunas palabras y luego no las

    quiere recordar, no es para que sus hijos las repitan sin su consentimiento.Pero, Virgen santa! Se arrepinti de lo que haba dicho? pregunt Bianca

    . Seora, podis confiar en m, no es cierto?

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    Mis propios secretos, cuando existen, s dijo Matilda, pero jams los de mimadre; una hija no debe tener ojos ni odos, sino cumplir lo que le dicen sus padres.

    Bueno, seora, no hay duda de que habis nacido para ser una santa dijoBianca, y no hay forma de resistirse a una vocacin, al final terminaris en unconvento. Pero mi seora Isabella no sera tan reservada conmigo; me permite

    hablarle de muchachos y una vez, cuando vino un caballero alto y muy apuesto, meconfi que ojal vuestro hermano Conrad se pareciese a l.

    Bianca dijo la princesa, no permitir que faltes el respeto a mi amiga.Isabella es de naturaleza alegre, pero tiene un alma tan pur