Tribunal Constitucional. STC 186-2000, 10 de Julio de 2000

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BOE núm. 192. Suplemento Viernes 11 agosto 2000 29

Ha decidido

Desestimar los presentes recursos de amparo.

Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial delEstado».

Madrid, a 10 de julio de 2000.—Pedro Cruz Villalón.Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.—Pablo García Man-zano.—Pablo Cachón Vil lar.—Fernando GarridoFalla.—María Emilia Casas Baamonde.—Firmado y rubri-cado.

15253 Sala Primera. Sentencia 186/2000, de 10 dejulio. Recurso de amparo 2.662/1997. Pro-movido por don Cirilo José Manuel PérezGutiérrez respecto al Auto de la Sala Cuartadel Tribunal Supremo y a las Sentencias delTribunal Superior de Justicia de Asturias y deun Juzgado de lo Social de Avilés que esti-maron procedente su despido por la empresaEnsidesa. Supuesta vulneración de los dere-chos a la intimidad personal y a la propia ima-gen, a la tutela judicial, a la prueba, a un pro-ceso con todas las garantías y a la igualdad:instalación por la empresa de un circuito cerra-do de televisión para controlar determinadospuestos de trabajo que se encuentra justifi-cada y es proporcionada (STC 98/2000).

La Sala Primera del Tribunal Constitucional, compues-ta por don Pedro Cruz Villalón, Presidente, don ManuelJiménez de Parga y Cabrera, don Pablo García Manzano,don Fernando Garrido Falla y doña María Emilia CasasBaamonde, Magistrados, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL REY

la siguiente

SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 2.662/97, promovidopor don Cirilo José Manuel Pérez Gutiérrez, representadopor el Procurador de los Tribunales don Nicolás ÁlvarezReal y asistido de la Letrada doña Concepción TrabadoÁlvarez, contra la Sentencia del Juzgado de lo Socialnúm. 1 de Avilés de 26 de septiembre de 1995 (autosnúm. 671/95), así como contra la Sentencia dictadapor la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Justiciadel Principado de Asturias de fecha 2 de febrero de1996, que desestima el recurso de suplicación núm.2.736/95 interpuesto contra aquélla y el Auto de 23de abril de 1997 de la Sala de lo Social del TribunalSupremo, por el que se inadmite el recurso de casaciónpara la unificación de doctrina interpuesto contra la Sen-tencia dictada en el referido recurso de suplicación. Hacomparecido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente elMagistrado don Fernando Garrido Falla, quien expresael parecer de la Sala.

I. Antecedentes

1. Mediante escrito registrado en el Juzgado deguardia el 16 de junio de 1997, que tuvo entrada enel Registro de este Tribunal el 19 de junio, el Procuradorde los Tribunales don Nicolás Álvarez Real, en nombrey representación de don Cirilo José Manuel PérezGutiérrez, interpuso recurso de amparo contra la Sen-tencia de 26 de septiembre de 1995 del Juzgado delo Social núm. 1 de Avilés (autos núm. 67/95), quedesestimó la demanda presentada por el actor contra

la Empresa Nacional Siderúrgica (ENSIDESA), sobre des-pido, así como frente a la Sentencia de la Sala de loSocial del Tribunal Superior de Justicia del Principadode Asturias de 2 de febrero de 1996, que desestimóel recurso de suplicación núm. 2.736/95, formulado con-tra la anterior, y contra el Auto de la Sala de lo Socialdel Tribunal Supremo de 23 de abril de 1997, que inad-mitió el recurso de casación para la unificación de doc-trina interpuesto contra la Sentencia de la Sala de loSocial del Tribunal Superior de Justicia del Principadode Asturias.

2. Los hechos relevantes para el examen de la pre-tensión de amparo son los que se expresan a con-tinuación:

a) El ahora recurrente venía prestando servicioscomo cajero del economato de su empresa (ENSIDESA).Como consecuencia de un descuadre llamativo en losrendimientos de la sección de textil y calzado del eco-nomato donde desarrollaba su labor y de alguna adver-tencia sobre el irregular proceder de los cajeros, la direc-ción de la empresa contrató con una empresa de segu-ridad la instalación de un circuito cerrado de televisiónque enfocase únicamente a las tres cajas registradorasy al mostrador de paso de las mercancías desde el techo,en el radio de acción aproximado que alcanzaba el cajeroen sus manos. El resultado de la vigilancia realizada endiferentes fechas de abril y mayo de 1995 determinóla adopción de medidas disciplinarias contra los tres caje-ros: el recurrente fue despedido y a los otros dos seles impuso una sanción de suspensión de empleo y suel-do durante dos meses.

Las cintas de vídeo grabadas revelaron que el actorrealizó de forma reiterada maniobras en el cobro de ar-tículos a los clientes del economato, sustrayendo dife-rentes cantidades de la caja.

La investigación sobre las otras dos cajas puso derelieve irregularidades consistentes en que uno de loscajeros desprecintó en la caja unos calcetines y se losguardó, en tanto que otro de los cajeros desprecintabaen la caja y manipulaba prendas interiores femeninas,como consecuencia de una adicción fetichista recono-cida por el autor de los hechos.

b) El Sr. Pérez Gutiérrez presentó demanda ante lajurisdicción social el 21 de julio de 1995, en solicitudde declaración de despido improcedente y condena ala empresa demandada (ENSIDESA) a la readmisión oabono de indemnización correspondiente, así como alabono de sanción pecuniaria por conducta temeraria ylos honorarios de asistencia letrada soportada por eldemandante.

La demanda fue turnada al Juzgado de lo Socialnúm. 1 de Avilés (autos núm. 671/95), que tras su admi-sión a trámite y celebración de juicio dictó Sentenciade fecha 26 de septiembre de 1995, declarando la pro-cedencia del despido y absolviendo a la empresa deman-dada de las pretensiones ejercitadas en su contra.

El Juzgador, en primer lugar, concluyó que la admisióny práctica de la prueba de exhibición de las cintas devídeo era ajustada a Derecho por los siguientes argu-mentos:

«... se plantea a partir de una situación de sospechafundada, que el medio utilizado se presenta como elúnico viable para efectuar la pesquisa necesaria congarantía de un resultado fiable y que, en definitiva, fueencargado a terceros cuya actuación es la de un testigo.Por otra parte, el método utilizado se empleó en loslímites mínimos, ya que se concretó a la vigilancia deun puesto de trabajo que es eminentemente público,donde el trabajador está a la vista de todo el mundoy en el que es improbable que se registre acto algunoque entre en la esfera de su intimidad personal ... Por

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lo expuesto y teniendo en cuenta que la exhibición delas cintas de vídeo está acompañada de informe y expli-caciones (en acto de juicio) por quienes son propuestoscomo testigos, ese valor ha de concederse a las pruebastécnicamente...» (fundamento de Derecho primero).

Descartó, en segundo lugar, que no fuera imputableal recurrente la conducta que motivó el despido, conarreglo a la fundamentación que sigue:

«Los hechos que se declaran probados no se niegano discuten lo contrario, oponiendo la parte actora, ensu caso, la inimputabilidad de los mismos ... Tal comose declara probado, ... la conducta del trabajador, hastala fecha de comisión de los actos que motivaron el des-pido, responde a la absoluta normalidad, como no puedeser menos en persona que padece epilepsia (de los esca-sos episodios se habla en el apartado 7 de los hechosprobados), dolencia que en ningún caso supone la pér-dida de la voluntad o de la consciencia del actuar, salvodurante las crisis de pérdida de conocimiento. Y estasituación mental que se observa durante el desarrollodel trabajo, cuando maquina con cuidado y manipulalas operaciones obteniendo beneficio “contable”, que aintervalos va retirando de la caja para introducirlo ensu cartera, es la que tenemos que tener en cuenta. Enella muestra una capacidad no sólo normal de desarrollode su tarea de cajero, sino incluso la añadida de “doblecontabilidad” mental, que demuestra que su voluntady entendimiento estaban conectados con la realidad (otracosa es la estimación o valoración ética del hecho parael sujeto actuante).

Por ello, al Juzgador no le cabe duda alguna sobrela capacidad de discernimiento del autor de los hechosen el momento de perpetrar los actos que se le imputan.En cambio, duda de la correspondencia con la realidadde esa otra situación que se pretende ofrecer en el actode juicio con una presencia del trabajador que pareceno oír ni entender nada a su alrededor, estado mentalque parece sobrevenirle a partir una caída brusca enel trabajo el 13 de junio de 1995, cuando ya se le habíanotificado el pliego de cargos y había contestado al mis-mo en el sentido que queda expresado» (fundamentode Derecho segundo).

Asimismo, rechazó la existencia de un trato discri-minatorio mediante la siguiente argumentación:

«... los otros dos trabajadores que han sido sorpren-didos ... en falta que pueda encuadrarse en la deslealtad,cometieron hechos o no constatados como constitutivosde dicha falta o bien de importancia cuantitativa y cua-litativa muy inferior, lo que mereció esa graduacióncorrespondiente en el reproche o sanción empresarial...»(fundamento de Derecho cuarto).

c) Recurrida dicha Sentencia en suplicación, la Salade lo Social del Tribunal Superior de Justicia del Prin-cipado de Asturias, mediante Sentencia de 2 de febrerode 1996 desestimó el recurso (núm. 2.736/95), razo-nando del siguiente modo su decisión:

«las cintas de vídeo no son, por sí mismas un mediode prueba ilegítima puesto que la admisibilidad de lasmismas está previsto en el artículo 230 de la Ley Orgá-nica del Poder Judicial y en el artículo 90 de la Leyde Procedimiento Laboral, ... la intimidad del trabajadorno resulta agredida por el solo hecho de ser objeto defilmaciones en los hechos referidos a las relaciones socia-les y profesionales en que se desarrolla su actividad labo-ral (Sentencia del Tribunal Constitucional 142/1993),... la materia objeto de filmación no va referida a suvida íntima sino a obtener un conocimiento de cual essu comportamiento laboral y de las actividades que rea-liza en contacto con el público, ... la instalación de una

cámara fija sobre la caja registradora y el mostradorde paso de mercancías no es el sistema de control detrabajo a que alude el artículo 64.1.3.d) del Estatutode los Trabajadores, sino una vigilancia o indagaciónparticular de la conducta de determinados trabajadores,... labor de vigilancia que corresponde a la empresa ya la que le autoriza el artículo 20 del Estatuto de Tra-bajadores y ... las cintas de vídeo no constituyen, enrealidad prueba documental autónoma sino que se inte-gran en la testifical de sus autores, que reconocen sufehaciencia y autenticidad como aquí ha ocurrido...» (fun-damento de Derecho primero).

« ... los actos aquí enjuiciados revelan, por la formade la comisión, la plena voluntad y consciencia delrecurrente, conclusión que ninguno de los informes médi-cos desvirtúa pues para ello sería preciso que se esta-bleciera que los padecimientos psiquiátricos le impul-saban a realizar el tipo de conducta por la que ha sidodespedido...» (fundamento de Derecho tercero).

«No fueron iguales las faltas sancionadas en cadauno de los casos y además el principio de igualdad antela ley no significa un imposible derecho a la igualdaden la ilegalidad...» (fundamento de Derecho cuarto).

d) Contra dicha Sentencia se interpuso el 8 de mar-zo de 1996 recurso de casación para la unificación dedoctrina, dictándose por la Sala de lo Social del TribunalSupremo providencia de 19 de abril de 1996, por laque se tuvo por interpuesto el recurso y se concedióal recurrente un plazo de diez días para que seleccionasede entre las varias sentencias que invocaba como con-tradictorias, una sola Sentencia, aquélla que mejor con-viniera para su propósito de acreditar la contradicción,con la advertencia de que, caso de no hacer dicha selec-ción se entendería que optaba por la más moderna delas reseñadas en el recurso y que a su vez se hubierainvocado en la preparación del mismo. Tal providenciafue recurrida en súplica mediante escrito de fecha 6de mayo de 1996, recurso que fue desestimado median-te Auto de 19 de julio de 1996.

Al formalizar su recurso de casación, mediante escritode 17 de octubre, el recurrente solicitó la admisión dedeterminada documentación que acompañaba (informesmédicos, la resolución del Instituto Nacional de la Segu-ridad Social de 22 de enero de 1996 que le declaróen situación de incapacidad permanente absoluta y laSentencia del Juzgado de Primera Instancia núm. 1 deAvilés, de 2 de octubre de 1996, que le declaraba inca-paz para gobernarse por sí mismo y administrar sus bie-nes), dictándose Auto de 4 de diciembre de 1996, porla Sala de lo Social del Tribunal Supremo acordandola inadmisión de tales documentos.

El razonamiento jurídico único de este Auto expresabalo siguiente:

«... el relato histórico de la Sentencia impugnada ...no es revisable en el ámbito del recurso de casaciónpara la unificación de doctrina. En relación con lo expues-to debe expresarse que la documentación ahora apor-tada, aunque posterior a la celebración del juicio de ins-tancia, pone de manifiesto actuaciones judiciales, admi-nistrativas y de otro orden sustentadas sobre hechosque, en lo sustancial, datan de épocas anteriores al mis-mo, que fueron conocidos por la parte actora y recurrente(pues afectaban directa e inmediatamente el propiodemandante), y que pudieron ser hechos valer por dichaparte ante el órgano judicial de instancia que conociódel despido, mediante las pertinentes alegaciones y pro-posición de prueba (se reitera; pericia médica, historialclínico). Por último, no es ocioso señalar que ningunode los documentos aportados mantiene relación directae individualizada con los hechos imputados al actor».

Por providencia de 20 de febrero de 1997, la SalaCuarta tuvo por seleccionada la Sentencia más moderna,

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de fecha 7 de febrero de 1994, de la Sala de lo Socialdel Tribunal Superior de Justicia de Galicia, acordándosepor providencia de fecha 12 de marzo de 1997 abrirel trámite de inadmisión, por falta de relación precisay circunstanciada de la contradicción alegada y por faltade contradicción.

Y tras las pertinentes alegaciones, se dictó el Autode 23 de abril de 1997 por el que se declaró la inad-misión del recurso de casación para la unificación dedoctrina por un doble motivo: omisión en el escrito deinterposición de la relación precisa y circunstanciada dela contradicción alegada e inexistencia de contradicciónmisma entre la Sentencia recurrida y la de contraste.Dicho Auto fue notificado el 13 de mayo de 1997 ala representación del demandante de amparo.

3. El demandante de amparo invoca como funda-mento de su pretensión el derecho a la igualdad antela Ley (art. 14 C.E.), el derecho a la tutela judicial efectiva(art. 24.1 C.E.) en relación con los derechos a la intimidady a la propia imagen (art. 18.1 C.E.), el derecho de accesoa los recursos (art. 24.1 C.E.) y los derechos a un procesocon todas las garantías, a utilizar los medios de pruebapertinentes para su defensa y a la presunción de ino-cencia (art. 24.2 C.E.).

Las alegaciones del recurrente pueden ser sistema-tizadas del siguiente modo:

Argumenta a propósito de los derechos a la intimidady a la propia imagen que la prueba documental propuestapor la empresa demandada, consistente en ocho vídeosy declarada pertinente, es nula de pleno derecho con-forme al art. 90 de la Ley de Procedimiento Laboral(L.P.L.), por haberse obtenido mediante procedimientosque lesionan los referidos derechos fundamentales. Elloes así porque, aunque esta clase de instalaciones tengancomo fin controlar el trabajo, también registran el restode actos del trabajador pertenecientes a su intimidad,toda vez que este tipo de control no es selectivo encuanto a las imágenes que capta. La implantación delsistema de seguridad no se puso en conocimiento delComité de empresa, como prescribe el art. 64.1.3 d)de la Ley del Estatuto de los Trabajadores (L.E.T.). Estetipo de control debe hacerse con publicidad, no conprocedimientos ocultos, y en este caso ni el Comité deEmpresa ni los trabajadores afectados lo conocían.

Además —continúa razonando el demandante—, laprueba de vídeo admitida carecía de las suficientesgarantías de validez y veracidad. El art. 230 L.O.P.J. yla Sentencia del Tribunal Supremo de 12 de febrerode 1991 disponen que en todo caso deben asegurarselas adecuadas condiciones de autenticidad en la propiagrabación y en su reproducción en juicio. Pues bien,es absolutamente imposible saber si dicha prueba esauténtica, porque se trata de pruebas fácilmente mani-pulables y no fueron grabadas con la presencia de feda-tario público o judicial. Tampoco se corroboró con pos-terioridad a la veracidad de los hechos, pues no huboregistro al trabajador. Las grabaciones muestran hechosaislados y sin concatenación espacio-temporal y no reco-gen momentos anteriores o posteriores que puedandesvirtuarlos.

Respecto del derecho a la presunción de inocenciay partiendo de la base de la nulidad de las pruebas devídeo y de las testificales de los agentes de seguridad,es claro que no existió actividad probatoria por la quese pueda declarar culpable al recurrente de la sanciónempresarial impuesta y ello, en primer lugar, por faltade prueba y, en segundo término, por la enfermedadmental del recurrente, hoy declarado incapaz por Sen-tencia judicial firme, que le hacía inimputable de loshechos por los que fue despedido.

En cuanto al derecho a un proceso con todas lasgarantías, se vulnera porque los órganos judiciales decla-

raban probados una serie de hechos que en modo algunohan sido acreditados en el acto del juicio. Únicamentese exhibieron y sólo de forma parcial cinco cintas devídeo y, por tanto, respecto de las demás, no se res-petaron los principios de inmediación y contradicción.

En lo referente al principio de igualdad ante la Ley,la vulneración se ha producido toda vez que, por hechossimilares y con idénticas pruebas, la empresa aplica san-ciones distintas: a unos trabajadores suspensión deempleo y sueldo durante sesenta días y al actor el des-pido, vulneración que asumen los órganos judiciales con-cernidos, al confirmar la procedencia del despido delrecurrente.

Sobre el derecho de acceso a los recursos, alega eldemandante que en el recurso de casación para la uni-ficación de doctrina se le requirió para seleccionar unasola Sentencia contradictoria, postura de la Sala de loSocial del Tribunal Supremo que no concuerda en abso-luto ni con la letra ni con el espíritu de la Ley, cons-tituyendo un formalismo excesivo que lesiona el referidoderecho fundamental.

Y finalmente, acerca del derecho a utilizar los mediosde prueba pertinentes para la defensa, sostiene elrecurrente que la Sala debió admitir la prueba docu-mental aportada con el escrito de formalización del recur-so de casación para la unificación de doctrina, por tra-tarse de documentos nuevos de trascendencia fun-damental.

4. Por providencia de 17 de noviembre de 1997,la Sección Segunda de este Tribunal acordó admitir atrámite la demanda de amparo y requerir a los órganosjurisdiccionales concernidos los testimonios de las actua-ciones correspondientes, con emplazamiento de quienesfueron parte en las mismas.

5. Por providencia de 12 de enero de 1998, la Sec-ción Primera de este Tribunal acordó tener por recibidaslas actuaciones que se remitieron por la Sala de lo Socialdel Tribunal Supremo, la Sala de lo Social del TribunalSuperior de Justicia de Asturias y el Juzgado de lo Socialnúm. 1 de Avilés y dar vista de las mismas por plazocomún de veinte días al Ministerio Fiscal y al demandantede amparo para que dentro de dicho término formulasenlas alegaciones que estimaren oportunas.

6. El demandante de amparo, mediante escritoregistrado el 29 de enero de 1997, abundó en los argu-mentos aducidos en la demanda, haciendo especial hin-capié en la invocación del derecho a la presunción deinocencia, por entender que los padecimientos psiquiá-tricos del recurrente anulan su capacidad volitiva e inte-lectiva, haciéndole inimputable respecto de la comisiónde los hechos que dieron lugar a su despido.

7. El Ministerio Fiscal presentó su escrito de ale-gaciones el 6 de febrero de 1998, en el cual, tras exponerlos hechos y fundamentos de derecho, interesó la dene-gación del amparo.

En cuanto a la supuesta vulneración de los derechosprotegidos por el art. 18.1 C.E. el Fiscal estima que,partiendo de la doctrina del Tribunal Constitucional sobreel ejercicio de los derechos fundamentales en el ámbitode las relaciones laborales, y a la vista de las circuns-tancias concretas concurrentes en el presente caso, sellega a la conclusión de que la grabación de la actuacióndel recurrente aparecía plenamente justificada y no resul-ta contraria a los referidos derechos fundamentales,habiendo sido practicada esta prueba con las garantíasestablecidas en los arts. 230 L.O.P.J. y 90 L.P.L.

Por lo que se refiere a la presunción de inocencia,el Fiscal comienza por recordar el alcance restrictivo queeste derecho tiene en el ámbito laboral, según doctrinadel Tribunal Constitucional, para terminar concluyendo

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que, en todo caso, la convicción judicial se ha fundadoen una actividad probatoria lícitamente obtenida y apor-tada al proceso y suficiente para acreditar la comisiónpor parte del recurrente de los hechos que motivaronsu despido.

Tampoco se aprecia infracción del derecho a la igual-dad ante la Ley del recurrente, pues, frente a lo afirmadopor éste, los hechos cometidos por los otros dos cajerosson de menor gravedad, lo que justifica que recibieransanción inferior.

Respecto al derecho de acceso a los recursos, el Fiscalniega, a la luz de la doctrina sentada al respecto poreste Tribunal, que se haya producido tal vulneración,pues el criterio mantenido por la Sala Cuarta (basta unaSentencia de contraste por cada tema de contradicción),se apoya en una interpretación razonada y razonabledel art. 222 L.P.L. que no puede ser tildada ni de arbitrariani de incurrir en error patente.

Por último, señala el Fiscal que no cabe apreciar lesióndel derecho a utilizar los medios de prueba que se con-sideren oportunos en el Auto de la Sala de lo Socialdel Tribunal Supremo de 4 de diciembre de 1996 alformalizar el recurso de casación para la unificación dedoctrina. La inadmisión ha sido fundamentada de unmodo razonable, sin que se argumente de modo algunola relevancia de la prueba inadmitida para la decisióndel recurso de casación de unificación de doctrina.

8. Por providencia de 26 de mayo de 2000 se seña-ló para deliberación y votación de la presente Sentencia,el día 29 del mismo mes y año, trámite que ha finalizadoen el día de hoy.

II. Fundamentos jurídicos

1. Según se ha consignado en los antecedentes,la demanda de amparo se fundamenta en la infracciónde los derechos a la intimidad personal y a la propiaimagen (art. 18.1 C.E.) del recurrente, en relación consu derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 C.E.),por haberse admitido como prueba de cargo en el pro-ceso por despido las grabaciones de vídeo presentadaspor la empresa, prueba que el recurrente estima nulade pleno derecho al haberse obtenido vulnerando dere-chos fundamentales del trabajador (art. 90 L.P.L.).

Siendo ilícita la prueba en cuestión -continúa elrecurrente-, y siendo la única prueba tenida en cuentapara decretar la procedencia del despido, no ha existidoprueba de cargo que desvirtúe la presunción de ino-cencia (art. 24.2 C.E.), derecho que resulta igualmentelesionado, en consecuencia; como asimismo se vulnerael derecho a un proceso con todas las garantías (art.24.2 C.E.), toda vez que en el juicio oral sólo se exhibieron(y de forma parcial) cinco cintas de las ocho aportadaspor la empresa, por lo que no se respetaron los principiosde inmediación y contradicción respecto de las tres gra-baciones restantes. Además no se ha tenido en cuentaque los graves padecimientos psiquiátricos que le afec-tan anulan su capacidad intelectiva y volitiva, haciéndoleinimputable respecto de los hechos que dieron lugara la sanción de despido disciplinario.

Invoca igualmente el solicitante de amparo la supuestalesión del derecho a la igualdad ante la Ley (art. 14 C.E.),producida porque, por hechos similares y con idénticaspruebas, la empresa ha aplicado sanciones distintas: alactor, el despido, a los otros dos cajeros, suspensiónde empleo y sueldo durante sesenta días.

Las infracciones de derechos fundamentales alega-das, imputables en primer término al Juzgado de loSocial, lo son asimismo a la Sala de lo Social del TribunalSuperior de Justicia del Principado de Asturias, por nohaber reparado las mismas estimando el recurso de supli-cación del recurrente y también a la Sala de lo Social

del Tribunal Supremo, por inadmitir el recurso de casa-ción para la unificación de doctrina.

Además, el recurrente imputa de forma específicaa la Sala de lo Social del Tribunal Supremo la lesióndel derecho de acceso a los recursos (que erróneamenteencuadra en el art. 24.2 C.E., debiendo entenderse refe-rida al art. 24.1 C.E.) y la vulneración del derecho autilizar los medios de prueba pertinentes para la defensa(art. 24.2 C.E.). La primera de estas lesiones se habríaproducido por haber sido requerido para seleccionar unasola Sentencia de contraste por cada tema de contra-dicción, criterio de la Sala que el recurrente juzga comoformalismo excesivo y enervante del derecho fundamen-tal de acceso a la jurisdicción, en su vertiente de derechoa los recursos. La segunda lesión invocada se produciríaporque la Sala Cuarta debió admitir la prueba documen-tal que el recurrente intentó aportar con su escrito deformalización del recurso de casación para la unificaciónde doctrina, por tratarse de documentos nuevos de tras-cendencia fundamental, ya que ponían de manifiesto laincidencia que tenían los padecimientos psiquiátricos delrecurrente en sus capacidades cognoscitivas y volitivas.

2. Delimitado así el objeto del presente recurso deamparo, debemos comenzar nuestro examen por laslesiones de derechos que el recurrente imputa de maneraespecífica a la Sala de lo Social del Tribunal Supremo,esto es, la supuesta vulneración del derecho de accesoa los recursos y del derecho a utilizar los medios deprueba pertinentes para la defensa. Pues, en efecto, lahipotética estimación de alguna de las vulneraciones ale-gadas comportaría una retroacción de actuaciones altrámite correspondiente, resultando innecesario entrara analizar el resto de vulneraciones constitucionales quese achacan a las Sentencias de instancia y suplicacióny preservando así la naturaleza subsidiaria del recursode amparo (por todas, SSTC 116/1997, de 23 de junio,56/1998, de 16 de marzo, 89/1998 de 21 de abril,y 1/1999, de 25 de enero).

3. La queja relativa a la supuesta lesión del derechoa la tutela judicial efectiva en su vertiente de accesoa los recursos legalmente establecidos (art. 24.1 C.E.)se hace descansar en el requerimiento efectuado porla Sala de lo Social del Tribunal Supremo al recurrentepara que seleccionase una sola Sentencia por cada moti-vo de contradicción alegado en su recurso de casaciónpara la unificación de doctrina, con advertencia de que,de no hacerse tal selección, se entenderá que opta porla más moderna de las invocadas. A juicio del recurrente,este requerimiento, fundamento del Auto por el que final-mente se inadmite el recurso de casación para la uni-ficación de doctrina, nace de una interpretación que seaparta de la letra y el espíritu del art. 222 L.P.L. y cons-tituye un formalismo exacerbado que vulnera el referidoderecho fundamental, por impedir el acceso a un pro-nunciamiento sobre el fondo de las cuestiones que sepretenden plantear en dicho recurso.

Esta queja debe ser rechazada, de conformidad conla doctrina sentada por este Tribunal en SSTC 89/1998,de 21 de abril (FFJJ 3, 4 y 5), 131/1998, de 16 dejunio (FFJJ 1 y 2) y 53/2000, de 28 de febrero (FFJJ 2,3 y 4), analizando idéntica cuestión a la que ahora seplantea y a la que es preciso remitirse. En todo caso,baste aquí recordar que en las mencionadas Sentenciashemos mantenido que las razones sobre las que la Salade lo Social del Tribunal Supremo sustenta su interpre-tación del art. 222 L.P.L., para limitar el número de sen-tencias que pueden aportarse para acreditar la contra-dicción de doctrina a una sola Sentencia para cada temade contradicción, no resultan contrarias al art. 24.1 C.E.,al considerar otros intereses y derechos con consistenciapropia como son la necesidad de preservar el principiode celeridad del proceso laboral, el cuidado y la correc-

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ción en el cumplimiento del requisito relativo a la relaciónprecisa y circunstanciada de la contradicción alegaday, fundamentalmente, la garantía para la parte recurridade que ni sufrirá dilaciones innecesarias en la tramitacióndel recurso ni asumirá la carga de impugnar, para ladefensa de su propio derecho, la existencia de contra-dicción con todas y cada una de las Sentencias quela parte recurrente desee aportar.

Si a ello se añade que en el presente supuesto seha apreciado otra causa de inadmisión —omitir la relaciónprecisa y circunstanciada de la contradicción alegada—,no discutida por el recurrente y que por sí sola determinala inadmisión del recurso (art. 223.1 L.P.L.), la pretendidalesión del derecho de acceso a los recursos resulta noto-riamente infundada.

4. Igual suerte desestimatoria debe correr la quejadel solicitante de amparo relativa a la supuesta lesióndel derecho a utilizar los medios de prueba pertinentespara la defensa (art. 24.2 C.E.), que se imputa tambiénde manera específica al Auto impugnado de la Sala delo Social del Tribunal Supremo.

Es doctrina reiterada del Tribunal Constitucional queel derecho a la utilización de los medios de prueba per-tinentes para la defensa constituye un derecho de con-figuración legal, cuyo ejercicio ha de acomodarse a lasexigencias y condicionantes impuestos por las leyes pro-cesales, de modo que en ningún caso cabe considerarmenoscabado el derecho que nos ocupa «cuando la inad-misión de una prueba se ha producido debidamente enaplicación estricta de normas legales cuya legitimidadconstitucional no puede ponerse en duda» (SSTC149/1987, de 30 de septiembre, FJ 3; 167/1988, de27 de septiembre, FJ 2; 212/1990, de 20 de diciembre,FJ 3; 87/1992, de 8 de junio, FJ 2; 1/1996, de 15de enero, FJ 2; y 52/1998, de 3 de marzo, FJ 2, entreotras muchas).

En este sentido cabe recordar que la tajante prohi-bición contenida en el artículo 160 L.P.L. de 1980, deaportar documentos en el recurso de suplicación, fuesuavizada por la STC 158/1985, de 26 de noviembre(FJ 5), al declarar que este mandato no debía interpre-tarse de forma tan absoluta que impida excepcionalmen-te admitir nuevos documentos, cuando éstos contienenelementos de juicio necesarios para evitar la vulneraciónde un derecho fundamental.

Esta doctrina la incorpora actualmente el art. 231.1de la vigente L.P.L., disposición común a los recursosde suplicación y de casación: «la Sala no admitirá a laspartes documento alguno ni alegaciones de hechos queno resulten de los autos; no obstante, si el recurrentepresentara algún documento de los comprendidos enel art. 506 de la Ley de Enjuiciamiento Civil o escritoque contuviese elementos de juicio necesarios para evi-tar la vulneración de un derecho fundamental, la Sala,oída la parte contraria dentro del plazo de tres días,dispondrá en los días siguientes lo que proceda, median-te Auto motivado contra el que no cabrá recurso desúplica».

Pues bien, a tenor de la fundamentación contenidaen el Auto de la Sala de lo Social del Tribunal Supremode 4 de diciembre de 1996, que acordó la inadmisiónde los documentos aportados por el recurrente juntoa su escrito de formalización del recurso de casaciónpara la unificación de doctrina (informes médicos, laResolución del Instituto Nacional de la Seguridad Socialque declaró al actor en situación de incapacidad per-manente absoluta y la Sentencia de incapacitación), hade descartarse la existencia de lesión alguna del derechoa utilizar los medios de prueba pertinentes para la defen-sa (art. 24.2 C.E.). De una parte, es claro que, dada lafinalidad esencial del recurso de casación para la uni-ficación de doctrina, este medio extraordinario de impug-

nación no es un cauce idóneo para corregir los hechosdeclarados probados ni valorar de nuevo los elementosfácticos. De otra parte, la Sala de lo Social del TribunalSupremo ha razonado convincente y suficientementeque la prueba documental que el recurrente pretendíaaportar en este trámite, además de no subsumible enel art. 506 L.E.C., era intrascendente a los efectos pre-tendidos. En consecuencia, la queja debe ser rechazada.

5. Sentado lo anterior, procede entrar a analizar elresto de quejas del recurrente, comenzando por la queconstituye el meollo del asunto y que se circunscribe adeterminar si, como sostiene el recurrente, se ha vulneradosu derecho a la tutela judicial efectiva (art. 24.1 C.E.) por-que los órganos judiciales han fundado sus decisionesen pruebas nulas por haberse obtenido con violación delderecho fundamental a la intimidad (art. 18.1 C.E.).

Sostiene, en efecto, el recurrente que la instalaciónpor parte de la empresa en la que prestaba serviciosde un circuito cerrado de televisión enfocando su puestode trabajo lesiona su derecho a la intimidad, porque aun-que esta clase de instalaciones tengan como fin controlarel trabajo, también registran el resto de actos del tra-bajador pertenecientes a su intimidad, toda vez que estetipo de control no es selectivo en cuanto a las imágenesque capta. Además la implantación del sistema de segu-ridad no se puso en conocimiento del Comité de empre-sa, como prescribe el art. 64.1.3 d) L.E.T. Este tipo decontrol —afirma el recurrente— debe hacerse con publi-cidad, no con procedimientos ocultos, y en este casoni el Comité de empresa ni los trabajadores lo conocían.

Para dar respuesta a esta queja, interesa recordarque este Tribunal ha tenido ya ocasión de advertir queel derecho a la intimidad personal, consagrado en elart. 18.1 C.E., se configura como un derecho fundamen-tal estrictamente vinculado a la propia personalidad yque deriva, sin ningún género de dudas, de la dignidadde la persona que el art. 10.1 C.E. reconoce e implica«la existencia de un ámbito propio y reservado frentea la acción y el conocimiento de los demás, necesario,según las pautas de nuestra cultura, para mantener unacalidad mínima de la vida humana» (SSTC 170/1997,de 14 de octubre, FJ 4; 231/1988, de 1 de diciembre,FJ 3; 197/1991, de 17 de octubre, FJ 3; 57/1994,de 28 de febrero, FJ 5; 143/1994, de 9 de mayo, FJ6; 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 3; y 202/1999,de 8 de noviembre, FJ 2, entre otras muchas). Asimismohemos declarado que el derecho a la intimidad es apli-cable al ámbito de las relaciones laborales, como hemospuesto de manifiesto en nuestra reciente STC 98/2000,de 10 de abril (FFJJ 6 a 9).

Igualmente es doctrina reiterada de este Tribunal que«el derecho a la intimidad no es absoluto, como no loes ninguno de los derechos fundamentales, pudiendoceder ante intereses constitucionalmente relevantes,siempre que el recorte que aquél haya de experimentarse revele como necesario para lograr el fin legítimo pre-visto, proporcionado para alcanzarlo y, en todo caso,sea respetuoso con el contenido esencial del derecho»(SSTC 57/1994, FJ 6, y 143/1994, FJ 6, por todas).

En este sentido debe tenerse en cuenta que el poderde dirección del empresario, imprescindible para la bue-na marcha de la organización productiva (organizaciónque refleja otros derechos reconocidos constitucional-mente en los arts. 33 y 38 C.E.) y reconocido expre-samente en el art. 20 L.E.T., atribuye al empresario, entreotras facultades, la de adoptar las medidas que estimemás oportunas de vigilancia y control para verificar elcumplimiento del trabajador de sus obligaciones labo-rales. Mas esa facultad ha de producirse en todo caso,como es lógico, dentro del debido respecto a la dignidaddel trabajador, como expresamente nos lo recuerda igual-mente la normativa laboral [arts. 4.2 c) y 20.3 L.E.T.].

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6. También hemos afirmado que el atributo más impor-tante del derecho a la intimidad, como núcleo central dela personalidad, es la facultad de exclusión de los demás,de abstención de injerencias por parte de otro, tanto enlo que se refiere a la toma de conocimientos intrusiva,como a la divulgación ilegítima de esos datos. La conexiónde la intimidad con la libertad y dignidad de la personaimplica que la esfera de la inviolabilidad de la personafrente a injerencias externas, el ámbito personal y familiar,sólo en ocasiones tenga proyección hacia el exterior, porlo que no comprende, en principio, los hechos referidosa las relaciones sociales y profesionales en que se desarrollala actividad laboral, que están más allá del ámbito del espa-cio de intimidad personal y familiar sustraído a intromi-siones extrañas por formar parte del ámbito de la vidaprivada (SSTC 170/1987, de 30 de octubre, FJ 4;142/1993, de 22 de abril, FJ 7, y 202/1999, de 8 denoviembre, FJ 2).

En resumen, el empresario no queda apoderado parallevar a cabo, so pretexto de las facultades de vigilanciay control que le confiere el art. 20.3 L.E.T., intromisionesilegítimas en la intimidad de sus empleados en los cen-tros de trabajo.

Los equilibrios y limitaciones recíprocos que se deri-van para ambas partes del contrato de trabajo suponen,por lo que ahora interesa, que también las facultadesorganizativas empresariales se encuentran limitadas porlos derechos fundamentales del trabajador, quedandoo b l i g a d o e l e m p l e a d o r a r e s p e t a r a q u é l l o s(STC 292/1993, de 18 de octubre, FJ 4). Este Tribunalviene manteniendo que, desde la prevalencia de talesderechos, su limitación por parte de las facultades empre-sariales sólo puede derivar del hecho de que la propianaturaleza del trabajo contratado implique la restriccióndel derecho (SSTC 99/1994, de 11 de abril, FJ 7;6/1995, de 10 de enero, FJ 3, y 136/1996, de 23de julio, FJ 7). Pero, además de ello, la jurisprudenciaconstitucional ha mantenido, como no podía ser de otromodo, que el ejercicio de las facultades organizativasy disciplinarias del empleador no puede servir en ningúncaso a la producción de resultados inconstitucionales,lesivos de los derechos fundamentales del trabajador(así, entre otras, SSTC 94/1984, de 16 de octubre,108/1989, de 8 de junio, 171/1989, de 19 de octubre,123/1992, de 28 de septiembre, 134/1994, de 9 demayo, y 173/1994, de 7 de junio), ni a la sanción delejercicio legítimo de tales derechos por parte de aquél(STC 11/1981, de 8 de abril, FJ 22).

Por eso, este Tribunal ha puesto de relieve la nece-sidad de que las resoluciones judiciales, en casos comoel presente, preserven «el necesario equilibrio entre lasobligaciones dimanantes del contrato para el trabajadory el ámbito -modulado por el contrato, pero en todocaso subsistente de su libertad constitucional» (STC6/1998, de 13 de enero), pues, dada la posición pree-minente de los derechos fundamentales en nuestro orde-namiento, esa modulación sólo deberá producirse en lamedida estrictamente imprescindible para el correcto yordenado respeto de los derechos fundamentales deltrabajador y, muy especialmente, del derecho a la inti-midad personal que protege el art. 18.1 C.E., teniendosiempre presente el principio de proporcionalidad.

En efecto, de conformidad con la doctrina de esteTribunal, la constitucionalidad de cualquier medida res-trictiva de derechos fundamentales viene determinadapor la estricta observancia del principio de proporcio-nalidad. A los efectos que aquí importan, basta con recor-dar que (como sintetizan las SSTC 66/1995, de 8 demayo, FJ 5; 55/1996, de 28 de marzo, FFJJ 6, 7, 8y 9; 207/1996, de 16 de diciembre, FJ 4 e), y 37/1998,de 17 de febrero, FJ 8) para comprobar si una medidarestrictiva de un derecho fundamental supera el juicio

de proporcionalidad, es necesario constatar si cumplelos tres requisitos o condiciones siguientes: si tal medidaes susceptible de conseguir el objetivo propuesto (juiciode idoneidad); si, además, es necesaria, en el sentidode que no exista otra medida más moderada para laconsecución de tal propósito con igual eficacia (juiciode necesidad); y, finalmente, si la misma es ponderadao equilibrada, por derivarse de ella más beneficios o ven-tajas para el interés general que perjuicios sobre otrosbienes o valores en conflicto (juicio de proporcionalidaden sentido estricto).

En definitiva, como hemos señalado en la ya citadaSTC 98/2000 (FJ 8), el control que debe realizar esteTribunal de las resoluciones judiciales recurridas enamparo ha de recaer, precisamente en enjuiciar si, comoexige la doctrina reiterada de este Tribunal que ha que-dado expuesta, el órgano jurisdiccional ha ponderadoadecuadamente que la instalación y empleo de mediosde captación y grabación de imágenes por la empresaha respetado en el presente caso el derecho a la inti-midad personal del solicitante de amparo, de confor-midad con las exigencias del principio de proporcio-nalidad.

7. Pues bien, del razonamiento contenido en lasSentencias recurridas se desprende que, en el caso quenos ocupa, la medida de instalación de un circuito cerra-do de televisión que controlaba la zona donde el deman-dante de amparo desempeñaba su actividad laboral erauna medida justificada (ya que existían razonables sos-pechas de la comisión por parte del recurrente de gravesirregularidades en su puesto de trabajo); idónea parala finalidad pretendida por la empresa (verificar si el tra-bajador cometía efectivamente las irregularidades sos-pechadas y en tal caso adoptar las medidas disciplinariascorrespondientes); necesaria (ya que la grabación serviríade prueba de tales irregularidades); y equilibrada (puesla grabación de imágenes se limitó a la zona de la cajay a una duración temporal limitada, la suficiente paracomprobar que no se trataba de un hecho aislado ode una confusión, sino de una conducta ilícita reiterada),por lo que debe descartarse que se haya producido lesiónalguna del derecho a la intimidad personal consagradoen el art. 18.1 C.E.

En efecto, la intimidad del recurrente no resulta agre-dida por el mero hecho de filmar cómo desempeñabalas tareas encomendadas en su puesto de trabajo, puesesa medida no resulta arbitraria ni caprichosa, ni se pre-tendía con la misma divulgar su conducta, sino que setrataba de obtener un conocimiento de cuál era su com-portamiento laboral, pretensión justificada por la circuns-tancia de haberse detectado irregularidades en la actua-ción profesional del trabajador, constitutivas de trans-gresión a la buena fe contractual. Se trataba, en suma,de verificar las fundadas sospechas de la empresa sobrela torticera conducta del trabajador, sospechas que efec-tivamente resultaron corroboradas por las grabacionesvideográficas, y de tener una prueba fehaciente de lacomisión de tales hechos, para el caso de que el tra-bajador impugnase, como así lo hizo, la sanción de des-pido disciplinario que la empresa le impuso por taleshechos.

Pero es más, como ya quedó advertido, en el casopresente la medida no obedeció al propósito de vigilary controlar genéricamente el cumplimiento por los tra-bajadores de las obligaciones que les incumben, a dife-rencia del caso resuelto en nuestra reciente STC98/2000, en el que la empresa, existiendo un sistemade grabación de imágenes no discutido, amén de otrossistemas de control, pretendía añadir un sistema de gra-bación de sonido para mayor seguridad, sin quedar acre-ditado que este nuevo sistema se instalase como con-secuencia de la detección de una quiebra en los sistemas

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de seguridad ya existentes y sin que resultase acreditadoque el nuevo sistema, que permitiría la audición con-tinuada e indiscriminada de todo tipo de conversaciones,resultase indispensable para la seguridad y buen fun-cionamiento del casino. Por el contrario, en el presentecaso ocurre que previamente se habían advertido irre-gularidades en el comportamiento de los cajeros endeterminada sección del economato y un acusado des-cuadre contable. Y se adoptó la medida de vigilanciade modo que las cámaras únicamente grabaran el ámbitofísico estrictamente imprescindible (las cajas registrado-ras y la zona del mostrador de paso de las mercancíasmás próxima a los cajeros). En definitiva, el principiode proporcionalidad fue respetado.

El hecho de que la instalación del circuito cerradode televisión no fuera previamente puesta en conoci-miento del Comité de empresa y de los trabajadoresafectados (sin duda por el justificado temor de la empre-sa de que el conocimiento de la existencia del sistemade filmación frustaría la finalidad apetecida) carece detrascendencia desde la perspectiva constitucional, pues,fuese o no exigible el informe previo del Comité deempresa a la luz del art. 64.1.3 d) L.E.T., estaríamosen todo caso ante una cuestión de mera legalidad ordi-naria, ajena por completo al objeto del recurso de ampa-ro. Todo ello sin perjuicio de dejar constancia de quelos órganos judiciales han dado una respuesta negativaa esta cuestión, respuesta que no cabe tildar de arbitrariao irrazonable, lo que veda en cualquier caso su revisiónen esta sede.

Por tanto, los derechos a la intimidad personal y ala propia imagen, garantizados por el art. 18.1 C.E., nohan resultado vulnerados.

8. Descartada la lesión del art. 18.1 C.E., decaenecesariamente la queja del recurrente relativa a lasupuesta vulneración del derecho a la tutela judicial efec-tiva (art. 24.1 C.E.), pues, además de que las Sentenciasrecurridas tuvieron en cuenta para llegar a su convicciónno sólo la prueba documental consistente en las gra-baciones videográficas, sino también otras pruebas prac-ticadas con plenas garantías en el juicio oral (entre otras,las declaraciones testificales de los investigadores pri-vados que llevaron a cabo las filmaciones por encargode la empresa), no puede considerarse, por las razonesya expresadas, que esa prueba documental sea una prue-ba ilícitamente obtenida. Por el contrario, se trata deuna prueba válida, valorada por los órganos judicialesen el legítimo ejercicio de la potestad jurisdiccional exclu-siva que el art. 117.3 C.E. les atribuye, sin que le competaa este Tribunal revisar esa valoración, ponderando laspruebas o alterando los hechos probados (por todas,SSTC 26/1993, de 25 de enero, 206/1994, de 11 dejulio, 11/1995, de 16 de enero, 157/1995, de 6 denoviembre, 11/1998, de 13 de enero, y 220/1998,de 16 de noviembre).

9. En cuanto a la expresa alegación del solicitantede amparo sobre la supuesta infracción del derecho aun proceso con todas las garantías (art. 24.2 C.E.), quese hace descansar en la forma de aportación y exhibiciónde las cintas de vídeo en el juicio oral, conviene recordarque los arts. 230 L.O.P.J. y 90.1 L.P.L. aceptan la uti-lización probatoria en el proceso de los medios mecá-nicos de reproducción de la imagen, siempre que ofrez-can las debidas garantías de autenticidad. Pues bien,en este caso los órganos judiciales han estimado entérminos razonables y no arbitrarios que las cintas devídeo eran auténticas, valoración que no cabe, por tanto,revisar en esta sede, conforme ha quedado expuesto.Además, tales cintas fueron aportadas al acto del juicioy exhibidas en el mismo como prueba documental con-forme a los requisitos del proceso laboral, acompañán-

dose a esta prueba la declaración testifical de las per-sonas que controlaron la filmación, testigos que pudieronser interrogados por el recurrente. Se observó, pues, lainmediación y contradicción exigible en la práctica deunos medios de pruebas aportados válidamente al juiciopor la empresa demandada. Por tanto, también esta que-ja del recurrente debe ser rechazada.

10. Se alega asimismo por el solicitante de amparola lesión del derecho a la presunción de inocencia(art. 24.2 C.E.), desde dos perspectivas distintas. En pri-mer lugar, argumenta que no existió actividad probatoriasuficiente por la que se pueda declararle culpable delos hechos por los que fue despedido, al reputar elrecurrente ilícitamente obtenidas y por tanto nulas laspruebas en cuestión (las cintas de vídeo), por violacióndel derecho a la intimidad. En segundo lugar, afirmaque los órganos judiciales no han tenido en cuenta quela enfermedad mental que padece le hacían inimputablepor los hechos que dieron lugar al despido.

Para enjuiciar esta queja debe partirse del alcanceespecífico y en cierto modo restrictivo que el derechode presunción de inocencia tiene en el ámbito laboral,pues su campo de aplicación natural es el proceso penaly, por extensión, el procedimiento administrativo san-cionador. Y es que, si bien en un primer momento esteTribunal entendió aplicable tal derecho al ámbito delprocedimiento laboral (así, SSTC 36/1985, de 8 de mar-zo, y 37/1985, de 8 de marzo), posteriormente rectificótal criterio, señalando que el órgano judicial no emiteningún juicio sobre la culpabilidad o inocencia del tra-bajador que suponga el ejercicio del ius puniendi delEstado, sino sólo la valoración de la procedencia o impro-cedencia de la sanción impuesta por el empleador (SSTC81/1988, de 28 de abril; 30/1992, de 18 de marzo;27/1993, de 25 de enero; 53/1995, de 23 de febrero,y 125/1995, de 24 de julio). En definitiva, como hemosrecordado en la reciente STC 153/2000, de 14 de junio(FJ 2), «el derecho fundamental a la presunción de ino-cencia no puede alegarse en el ámbito de las relacioneslaborales cuando éstas son extinguidas unilateralmentepor el empleador mediante el despido disciplinario. Enefecto, cuando el empresario sanciona con el despidouna conducta del trabajador constitutiva de incumpli-miento grave y culpable de la relación contractual, nose halla en juego, en puridad, la inocencia o culpabilidaddel trabajador despedido, ni, en consecuencia, la acti-vidad probatoria producida en el proceso laboral empren-dido frente al acto extintivo se encamina a destruir lapresunción de inocencia garantizada por el art. 24.2 C.E.,sino, más sencillamente, a justificar el hecho o hechoscausantes del despido y su atribución al trabajador...»

En todo caso, también desde esta perspectiva debeser rechazada la queja del recurrente, pues en el procesoquedó acreditada plenamente la realidad de los hechosimputados al recurrente por la empresa como justifica-tivos del despido, a través de pruebas lícitamente obte-nidas, válidamente aportadas al proceso y suficientespara llegar los órganos judiciales a la convicción de queel recurrente realizó los hechos que dieron lugar al des-pido (hechos cuya realidad, por otro lado, no niega elrecurrente) y que, frente a los padecimientos psiquiá-tricos alegados por el recurrente, tales hechos revelan,por su forma de comisión, la plena voluntad y conscienciadel recurrente (conclusión ésta que ninguno de los infor-mes médicos desvirtúa, según la apreciación de los órga-nos judiciales, que a este Tribunal no le compete revisar:SSTC 160/1988, de 19 de septiembre, 138/1992,de 13 de octubre, 323/1993, de 8 de noviembre, y205/1998, de 26 de octubre, por todas).

11. Finalmente, debe ser asimismo descartada lasupuesta lesión del principio de igualdad ante la Ley

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(art. 14 C.E.), toda vez que, en contra de lo afirmadopor el recurrente, los supuestos de hecho comparadosson dispares. En efecto, en el relato de hechos probadosde las sentencias recurridas se recoge expresamente alrespecto que la investigación realizada por la empresapermitió constatar en el recurrente constantes conductasde apropiación monetaria y alteración contable, y enlos demás cajeros únicamente otro tipo de irregulari-dades, de menor entidad, lo que dio lugar que al primerole fuera impuesta la sanción de despido, mientras quelos segundos fueron sancionados con suspensión deempleo y sueldo durante dos meses. No es cierto, pues,que estos trabajadores hayan recibido una sanción infe-rior por la comisión de hechos idénticos a los delrecurrente, ya que se trataba de hechos diferentes yde menos gravedad.

En consecuencia, no existe vulneración del principiode igualdad, ya que el recurrente no aporta «un términoadecuado de comparación a partir del cual pueda valo-rarse si, efectivamente, ha sufrido un trato desigual quepudiera comportar una vulneración de alcance consti-tucional» (STC 89/1998, de 21 de abril, FJ 7). El términode comparación invocado en la demanda no es idóneo,como exige nuestra doctrina (SSTC 90/1990, de 23de mayo, FJ 2; 81/1997, de 22 de abril, FJ 2;y 194/1999, de 25 de octubre, FJ 3; entre otrasmuchas), ya que se pretende comparar hechos distintos,además de que este Tribunal ha declarado reiterada-mente que no existe un derecho a la igualdad en lailegalidad (por todas, SSTC 43/1982, de 6 de julio, FJ2; 62/1987, de 20 de mayo, FJ 5, 40/1989, de 16de febrero, FJ 4, y 21/1992, de 14 de febrero, queanaliza un supuesto muy similar al que nos ocupa).

FALLO

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Cons-titucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓNDE LA NACIÓN ESPAÑOLA,

Ha decidido

Desestimar el presente recurso de amparo.

Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial delEstado».

Dada en Madrid, a 10 de julio de 2000.—Pedro CruzVillalón.—Manuel Jiménez de Parga y Cabrera.—PabloGarcía Manzano.—Fernando Garrido Falla.—María EmiliaCasas Baamonde.—Firmado y rubricado.

15254 Sala Segunda. STC 187/2000, de 10 de juliode 2000. Promovido por doña Felicidad Alca-raz Bernal frente a la sentencia de la AudienciaProvincial de Murcia que desestimó su ape-lación en un juicio de cognición por reclama-ción de cuotas comunitarias instado por laComunidad de Propietarios del edificio Puma Ide Cartagena. Supuesta vulneración del dere-cho a la tutela judicial efectiva: Sentencia queresuelve motivadamente el recurso de ape-lación principal, y que omite pronunciarsesobre el recurso incidental suscitado sobre suemplazamiento edictal en el proceso, pero sincausar indefensión.

La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, com-puesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente, donRafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego GonzálezCampos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente Conde

Martín de Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magis-trados, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL REY

la siguiente

SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 2.707/97, promovidopor doña Felicidad Alcaraz Bernal, en su propio nombrey representación, contra la Sentencia de la Sección Cuar-ta de la Audiencia Provincial de Murcia, de 31 de mayode 1997, recaída en el rollo de apelación núm. 195/97,dimanante de los autos del juicio de cognición núm.279/93 tramitados en el Juzgado de Primera Instancianúm. 6 de Cartagena sobre reclamación de cantidad.Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Ha sido Ponente elMagistrado don Vicente Conde Martín de Hijas, quienexpresa el parecer de la Sala.

I. Antecedentes

1. Mediante escrito que tuvo entrada en el RegistroGeneral del Tribunal Constitucional el día 20 de juniode 1997, doña Felicidad Alcaraz Bernal, Abogada enejercicio, interpuso, en su propio nombre y represen-tación, recurso de amparo contra la sentencia de la Sec-ción Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia, de31 de mayo de 1997, a la que se ha hecho referenciaen el encabezamiento de esta sentencia.

2. En la demanda de amparo se expone la relaciónde hechos que a continuación se extracta:

a) La Comunidad de Propietarios del Edificio Puma Ide Cartagena interpuso contra la ahora recurrente enamparo demanda de juicio de cognición sobre reclama-ción de cuotas comunitarias, cuya tramitación, turnadacon el núm. 279/93, correspondió al Juzgado de PrimeraInstancia núm. 6 de Cartagena.

b) Para proceder al emplazamiento de la deman-dada y ahora recurrente en amparo se utilizó el sistemaedictal, compareciendo ésta en autos en marzo de 1994,solicitando la nulidad de las actuaciones por inobser-vancia de los requisitos legales que regulan los empla-zamientos y darse un auténtico caso de fraude procesal.

c) El Juzgado de Primera Instancia núm. 6 de Car-tagena, por Auto de 23 de abril de 1996, desestimóla solicitud de nulidad de actuaciones y mantuvo la vali-dez de éstas.

d) La demandante de amparo formuló recurso deapelación en un solo efecto contra el referido Auto, quese tuvo por interpuesto por providencia de 15 de mayode 1996, acordándose que se resolvería conjuntamentecon la apelación principal.

e) El Juzgado de Primera Instancia núm. 6 de Car-tagena dictó Sentencia en fecha 7 de febrero de 1997,estimando la demanda promovida contra la ahora soli-citante de amparo, quien interpuso recurso de apelacióncontra la misma, cuyo conocimiento correspondió a laSección Cuarta de la Audiencia Provincial de Murcia,a la que se remitieron los autos, incluyendo los testi-monios de particulares designados para la otra apelaciónno principal.

f) La Sección Cuarta de la Audiencia Provincial deCartagena dictó Sentencia en fecha 31 de mayo de1997, desestimando el recurso de apelación principal,sin hacer mención en momento alguno al otro recursode apelación que igualmente le competía resolver al tra-tarse de un recurso previamente admitido.

3. En cuanto a la fundamentación jurídica de lademanda de amparo, se invoca en ésta, frente a la Sen-tencia de la Sección Cuarta de la Audiencia Provincial