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Un triunfo histórico El resultado electoral del 5 de junio abre un nuevo capítulo en la historia del Perú pues nos pone ante la posibilidad de un cambio histórico que tendría repercusiones en todo nuestro continente. Por de pronto es un hecho que alienta los procesos nacionalistas que se desarrollan en Latinoamérica como respuesta a las políticas neocoloniales de los EE.UU y las grandes potencias económicas. La victoria de Ollanta Humala y Gana Perú, más allá de los méritos del candidato, es ante todo una victoria popular pues tal resultado ha sido posible básicamente por la voluntad de cambio del pueblo peruano que se ha impuesto a los principales grupos de poder alineados detrás de la candidatura de Keiko Fujimori. Se trata de un fenómeno que se expresó fuertemente en el 2006 y más recientemente en la elecciones municipales y regionales donde los candidatos oficialistas fueron barridos del mapa incluso en la capital, otrora bastión fuerte de la derecha neoliberal. Viene desde la caída de la dictadura y se ha manifestado en múltiples acciones de protesta del movimiento popular, las mismas que han tenido como común denominador el rechazo al modelo económico neoliberal y la constitución del 93. El punto de partida de estas acciones ha sido, por lo general, el rechazo a las privatizaciones y a las concesiones mineras que depredan el medio ambiente dejando en la pobreza a los pueblos donde se asientan los yacimientos. Así hemos tenido el arequipazo, el moqueguazo, y más recientemente el baguazo. Ahora mismo se está produciendo el juliacazo en Puno y las protestas masivas en Huancavelica y Huancayo. Así se van acumulando un conjunto de conflictos a los que el gobierno

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Un triunfo histórico

El resultado electoral del 5 de junio abre un nuevo capítulo en la historia del Perú pues nos pone ante la posibilidad de un cambio histórico que tendría repercusiones en todo nuestro continente. Por de pronto es un hecho que alienta los procesos nacionalistas que se desarrollan en Latinoamérica como respuesta a las políticas neocoloniales de los EE.UU y las grandes potencias económicas.

La victoria de Ollanta Humala y Gana Perú, más allá de los méritos del candidato, es ante todo una victoria popular pues tal resultado ha sido posible básicamente por la voluntad de cambio del pueblo peruano que se ha impuesto a los principales grupos de poder alineados detrás de la candidatura de Keiko Fujimori.

Se trata de un fenómeno que se expresó fuertemente en el 2006 y más recientemente en la elecciones municipales y regionales donde los candidatos oficialistas fueron barridos del mapa incluso en la capital, otrora bastión fuerte de la derecha neoliberal.

Viene desde la caída de la dictadura y se ha manifestado en múltiples acciones de protesta del movimiento popular, las mismas que han tenido como común denominador el rechazo al modelo económico neoliberal y la constitución del 93. El punto de partida de estas acciones ha sido, por lo general, el rechazo a las privatizaciones y a las concesiones mineras que depredan el medio ambiente dejando en la pobreza a los pueblos donde se asientan los yacimientos. Así hemos tenido el arequipazo, el moqueguazo, y más recientemente el baguazo. Ahora mismo se está produciendo el juliacazo en Puno y las protestas masivas en Huancavelica y Huancayo. Así se van acumulando un conjunto de conflictos a los que el gobierno aprista no les da solución con el propósito evidente de pasarle el problema al próximo gobierno.

El entreguismo de los partidos neoliberales y a la corrupción generalizada del estado peruano han sido fuentes permanente de descontento que ha terminado por volcar a amplios sectores medios hacia el cambio. Este fenómeno se ha acrecentado cuando la población toma conciencia que el crecimiento económico no redunda en el desarrollo del país ni en un mayor bienestar para las grandes mayorías nacionales.

En ese cuadro, la contienda electoral -como no podía ser de otra manera- se tornó extremamente polarizada entre las fuerzas conservadoras, defensoras del modelo económico depredador y entreguista, y la propuesta nacionalista que con Gana Perú se presentó como alternativa de cambio tomando como base el programa primigenio del Partido Nacionalista Peruano (PNP).

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Sin embargo, de cara a la segunda vuelta, la propuesta programática nacionalista sufrió una serie de sucesivas modificaciones que tomaron cuerpo en la llamada “Hoja de ruta” y en la propuesta de formar un “gobierno de concertación” lo que allanó el camino para un entendimiento con Perú Posible y figuras como Vargas Llosa. Este sector liberal consideró que la vuelta de los Fujimori daría mayor inestabilidad al país y optó por llamar al voto por Gana Perú buscando imponer condiciones que garanticen la estabilidad económica y jurídica. Del programa original sólo quedó en pie el compromiso de promover la “inclusión social” pero en el marco del modelo económico.

A pesar de ello, la reacción de la derecha y los grupos económicos más poderosos y conservadores como la CONFIEP, fue virulenta, al punto de dedicarse a satanizar la candidatura de Ollanta Humala valiéndose de los principales medios de prensa que se convirtieron en pasquines de propaganda electoral a favor del continuismo perdiendo sin pudor toda objetividad periodística..

En respuesta a esa grosera campaña de guerra sucia e impulsados por el interés de impedir el retorno de la mafia, innumerables organizaciones sociales y del campo popular fueron sumando su apoyo al candidato de Gana Perú. Destacó nítidamente el papel de la juventud, especialmente del estudiantado universitario, que casi espontáneamente y desde innumerables colectivos, salió a las calles en las principales ciudades a expresar su rechazo a la vuelta al pasado.

Fue así como una conjunción de esfuerzos hizo posible la derrota de la mafia fujimontesinista que, creyéndose vencedora, mostró los colmillos haciendo evidente su propósito de volver a hacer de las suyas, empezando por liberar a los corruptos y asesinos del régimen fujimorista incluyendo al propio Fujimori.

Finalmente se impuso la voluntad mayoritaria del pueblo peruano que contra todo pronóstico de la derecha se hizo de la victoria. De nada les valió mostrar las cifras del crecimiento sostenido de los últimos 10 años pues la sensación que deja en la población es que solo unos pocos pueden disfrutarlo.

El gran perdedor ha sido el presidente García que se jugó entero porque no ganase quién él no quería y con ello arrastró hacia abajo a su propio partido que ha visto reducir su representación congresal a solo cuatro curules de las 130 que tiene el Congreso. También la CONFIEP que apostó a caballo perdedor ha salido chamuscada y ni se diga de la Iglesia que a través de Monseñor Cipriani desplegó una sistemática campaña de miedo contra el cambio.

Ahora, luego de las elecciones, los perdedores de la primera y segunda vuelta quieren torcer la voluntad popular buscando imponer la agenda y hasta los

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ministros al nuevo gobierno, mientras los aliados de última hora piensan que deben pasar las facturas por el apoyo brindado.

Al movimiento social, a las organizaciones populares les toca la gran tarea de enfrentar las presiones de la derecha y hacer valer las aspiraciones de cambio del pueblo peruano. Ningún pacto ni compromiso nos ata con los grupos de poder y menos con las transnacionales que quieren condenarnos a ser un país primario exportador. Siguen en pie las grandes reivindicaciones históricas en pro de la soberanía, la independencia y la democracia plena que nos permitan construir un nuevo estado multinacional y pluricultural.

Sigue en pie la lucha por una nueva Asamblea Constituyente para reordenar el país sobre nuevas bases que hagan posible un nuevo rol del estado en el manejo de la economía nacional a partir de la recuperación de nuestros recursos. En lo inmediato debemos estar atentos para que las medidas de corte social anunciadas durante la campaña electoral se hagan realidad sin las cortapisas que pretende la derecha. Empezando por el impuesto a las sobre ganancias mineras, el aumento general del salario mínimo a 750 soles, la eliminación de los services y la recuperación de los derechos sindicales y laborales, así como la ejecución de Pensión 65, Cuna Más, Beca 18 entre otras.

Los pueblos del interior, en lucha permanente por hacer valer sus derechos, esperan que honremos el compromiso de gobernar con justicia, honestidad y democracia, donde el dialogo sea un factor de entendimiento en el que prime la voluntad de los pueblos y comunidades, donde la preservación del medio ambiente -que es la casa donde vivimos- este por delante de la sed de ganancia y lucro de las grandes compañías.

Necesitamos dejar atrás todo un período signado por la degradación del trabajo y la organización sindical, empezando por recuperar los derechos históricos arrebatos por la dictadura de los 90. Necesitamos hacer realidad la revolución en la educación de tal manera que ésta vuelva a ser un servicio público gratuito y de calidad y no una mercancía como lo son también la salud y la vivienda.

Será de gran importancia contar con un movimiento social comprometido y vigilante para hacer frente a las presiones de la derecha neoliberal. Se requiere de una fuerza organizada y movilizada en torno a los postulados nacionalistas puesto que ganar las elecciones es solo el primer paso para los cambios de fondo que hacen falta y por los cuales el pueblo se viene movilizando desde hace décadas. La derecha -que se cree dueña del país- se opondrá a toda medida de cambio por más pequeña que esta sea. Por lo tanto corresponderá al movimiento social y sus organizaciones ser los guardianes de que este triunfo popular no se diluya y terminemos perdiendo lo ganado.

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Necesitamos, en definitiva, construir una fuerza social que sostenga y motorice al gobierno en la dirección correcta, en función de los interese del país y de las grandes mayorías, evitando que quede prisionero de la derecha neoliberal.

A su vez, el partido nacionalista tiene que tensar sus fuerzas y consolidar su organización a partir de una mayor inserción en el movimiento social y una democratización interna en todas sus instancias. Ambos requisitos son imprescindibles para que el partido pueda jugar el rol histórico de coadyuvar a la gran transformación de nuestra patria.