Tránsito Asturias A j - Diario Independiente de Asturias · UGT en la plaza de la Salve, en Sama...

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A j * Asturias Domingo, 22 de mayo de 1994 Tránsito n cr [— \ i—)/"\ [— \ i— c* ll \ / A dcidp nnviembre rlp 1QRR ' en La zona de tránsito del aeropuerto Charles de Gaulle, de Parí<¡ nnr no tener nnnelpK) ífstimQíin Qfñrtr: mira Usted sahe que está 1 'T * - en un lugar solo teórico, vacío en el mana Sabe tam- W ' ln mié» no sahp- i ld ' R 1 ' dÁn A(± e c p lnrrai- infivisten te, ni a dónde irá Ríase de la gente: tampoco ellos lo saben, pero, a diferencia suya, piensan que están en aleun sitio y creen saber dónde C dl pasar, mirar, reír, compadecersee piense míe son ellns los están fuprn de lucrar TIsted está dentro ° Reciba mi respeto. El maquinista del socialismo asturiano (1) está acostumbrado a ganar Sólo empata para no perder. La madrugada del martes pasado fue al pozo «Santa Bárbara» para defender el nían necroHado ron Hunosa que prevé elcierre de la exolotación nonnHnrraTiar AV">ur , 'hf=>aHr> cnl"hario Tinr ln<? rrpde pnalnniernnyn LA 1\TT T'FA/'A ESPA T\T A trabajadores, que son la médula de su fuer- inicia hoy la publicación de un amplio re- le pudo la sangre y afirmó que el carbón portaje aue continuará durante lospróxi- aaau. iu do no tiene futuro Por vez orimera desnuda- mos días sobre el líder minero que ha acu- defendefel^ ba rotundo el paulatino airo de'su discur- mulado el mayornnderpolítico de Asturias q u e p r e v é el cierre d e la explotación Allí s o , d e s d e c u a n d o a n t e p o n í a su vida al cie- mulado el m a v n r n n d e r n n l í t i r n rtp> Asturias quince años. i la explotación. Allí so, desde cuando anteponía su vida al cíe- durante los últimos Villa, el general de la retirada El líder del ^¡OMA-UGTy de la FSA asume que <?7v nnnpl wrá poner orden en la cjjenta atrrís de la minería Oviedo, J. CUERVO / J. M. PINEIRO «Pozo Barredo». ¡Presente! «Pozo Candín». ¡Presente! «Ca- rdo» ¡Está!... La lista de pozos resuena en el local del SOMA- UGT en la plaza de la Salve, en Sama de Langreo. Villa aviva los ojos, pequeños y chispeantes, y estira con la mano el bigote po- blado, denso. En el sindicato, donde la escena se ha repetido tantas veces, la disciplina tiene aires marciales. Ya lo celebró la cabeza estratégica de Alfonso Guerra en la pradera minera de Rodiezmo: «Aquí todo está en orden. No se improvisa ná». Villa sonreía esponjado al es- cucharle, porque allá en 1989 continuaba siendo el hombre es- coltado por una monolítica fa- lange de casi 10.000 mineros; la misma columna que le acumula- ba el poder territorial, sindical y político suficiente para derrocar y elegir a presidentes del Princi- pado, recambiar a la dirección de Hunosa y guardar la llave del po- der socialista en el Principado: él era el único asturiano que se sen- taba en la ejecutiva nacional del PSOE, a la izquierda de Gonzá- lez y a la derecha de Guerra. El martes pasado a Villa vol- vieron a rodearle los trabajado- res. Pero en esta asamblea, en el pozo «Santa Bárbara», no todo está bajo control: abundan las malas caras, los abucheos: el acuerdo negociado por los sindi- catos con Hunosa prevé el cierre de la explotación. En este am- biente, el sindicalista se faja y es- peta que «el carbón y la actividad minera no tienen futuro; hay que buscar empleos alternativos». Han pasado ocho años desde 1986, cuando, en un enfebrecido acto electoral en Tuilla, había afirmado que «antes de cerrar un pozo, pasarán por encima de mi cadáver», y el discurso de Villa ha perdido agudos. Hoy sigue siendo el general; pero el general de la retirada. Viernes, 20 de mayo. Villa, 50 años, abandona la sede de Huno- sa cerca de las cuatro de la tarde. Atrás deja, envuelto para la fir- ma, el acuerdo que gobernará la empresa minera a lo largo de los próximos cuatro años. Casi con- tra la historia, negociado sin con- vocar una sola movilización. » i -1 fíff'ülJiiíil 1ím i t* J liiítlif íií i I í I José Angel Fernándem Villa, segundo por la derecha, con los mineros del pozo «Santa Bárbara» en la tensa asamblea del pasado martes. Come apresurado y acude a Gi- jón, al inicio del congreso regio- nal de UGT, donde desembucha un durísimo discurso contra el secretario general, Eduardo Do- naire, y se convierte en uno de los protagonistas del cónclave, que se alarga durante la noche. Esta agenda es casi un día de descanso para el secretario gene- ral de la Federación de Industrias Afines de UGT (SOMA-FIA- UGT), miembro de la ejecutiva de la Federación Socialista Astu- riana (FSA) y del comité federal del PSOE, caudillo de los guerris- tas del Principado. Durante mu- chos años, en Asturias, se estaba con Villa o contra Villa, que mul- tiplicaba su actividad hasta nive- les obsesivos: a favor o en contra de los aproximadamente 160 cen- tímetros de estatura de este líder minero se cocía toda la política socialista, y él atizaba la olla. Una triple operación de hernia discal le emparedó hace un año varios meses en el sanatorio Ada- ro, en Langreo, y le incrustó el dolor de espalda en el cuerpo. Tampoco los vientos políticos, que amenazaban con desarbolar al guerrismo, le senían a favor, y en febrero el congreso nacional del PSOE le apeó de la ejecutiva federal del partido, donde per- manecía desde 1979. Pese a la enfermedad y a los malos tiempos políticos para el PSOE, en particular—^ Villa si- gue siendo poderoso. Aunque menos, continúa teniendo man- do. Que se lo pregunten a los ba- rones del triunvirato renovador a Bernardo Fernández, a Pe- dro Sanjurjo, a Vicente «Tini» Alvarez Areces , a quienes aún les escuece el fracaso de la inte- gración en el último congreso de la FSA, en abril pasado: las cuen- cas se convirtieron en la única base sólida para la dirección de la FSA y su secretario, Luis Martí- nez Noval. Las cuencas siguen siendo la base más sólida de la FSA Villa, «Joseangel» pronunciado de corrido para sus leales, repite las ideas hasta la saciedad y tiene un pronto mitinero. Una de las máximas que enarbola en cuanto puede es la del proyecto socialista «con dos patas: el partido y el sin- dicato». Y el sindicato, siempre lo ha dicho, es su trinchera. Una trinchera con casi 11.500 afilia- dos, en la cual ahora se remezclan trabajadores de la minería, de las empresas eléctricas, químicas y textiles. La «pata» sindical en las manos de un dirigente habilidoso es un buen arma. Sobremanera, si lo que se controlan son los resortes de la cuenca minera. Los centella- zos de estas comarcas aún retum- ban pronto en Madrid. No es ex- traño, pues, que Juan Luis Rodrí- guez-Vigil enviase una caja de botellas de Rioja al pozo «Barre- do» en las Navidades de 1991. Bajo tierra estaban las ejecutivas de CC OO y del SOMA, cnn An- tonio Hevia y Villa al frente. Tampoco es raro que consiguie- sen pasar a Benegas por el telefo- nillo del pozo, con un leve acento vasco: «Venga, José Angel, nego- cia. Si no cedes tú, ya lo harán los de Altos Hornos». Y es que, aun- que Vigil proclamara con fe firme que «el Alcázar no se rinde», de «Barredo» podían salir dos cosas: la guerra o la paz. Salió la paz y, ribeteado con a1- gunos encajes, un acuerdo que era un enorme sapo para las tragade- ras sindicales 1 Jn pacto rme simo ma un hachazo de 6.000 empleos en Hunosa un tercio de la plan- ^•11 i j t n ™ r . tilla, que pasaba de 18.000 a 12.000 trabajadores- y el cierre ríe cinrn n La h d 11 raba ll TI i r - al hueso. Para coserla, fue necesa- A • A U , l A A no dejar de hablar de «cierre de explotaciones» yl entre otras cuesn acelerado Plan de Remdustnah- zación míe el Cr> sejo H Minis tros rebajo con el agua de un nue- vo bautismo: Plan de Dinamiza- ' r, 1 J 1 cíon. Pero, pese a los adornos, el mazazo era contundente. Fue en este momento, y mucho más que en el plan firmado en solitario por 1 SflMA 1987 H h evidente míe sal o te t ones i i d 4 , ' , , •j 'i i w-ii su vida al cierre de un pozo. Villa se cuidó muy mucho de repetirlo- Al mismo tiempo, él y Hevia insis- i i i tían en el mensaie iniciado a solas 1 PAlí A 1AO- , J por el SOMA en 1987, cuando se ' C A I ' 1 creo Sodeco y se pacto la cons- "Hlté a H r p , h . a _ a. ay que ganar tiempot ^on P. , - 7-' . P cierres si al mismo tiempo avanza i J J. i- • • la remdustnahzacion y se crean nuevos empleos. Con el encierro J r. i de «Barredo» se ganó un pacto¬ pero también comenzó la retira- í «Barredo» acabó P con el período de ^ la resistencia Villa tenía por entonces mando en el Gobierno asturiano. Aunz q , , B una partiera un vaso sobre una mesa di t" H v 'i P i- n ígi. ero a amistad era estrecha, y no solo v - 'i G- '• r P't' . . , ° l ' arc ia asa <( l l>> > jete de gabinete del ex presidente¬ h - " l 'h romeo en una ocasión al recioir- 11' A n d , r n ose a sus pies, utra vezd ce- A á !f , tomarle el Pel° . , P , P a , ci °;. << sus ordenes». «Celestino, deíate A e• , ' A < J de tonterías». «A sus ordenes», . d . . . . . ' p ía, iscip m <*. °> C-e estmo. guan o, impasible el ademan, q i cruzo. ^ ^ Pasa a la pagina siguiente S:

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Page 1: Tránsito Asturias A j - Diario Independiente de Asturias · UGT en la plaza de la Salve, en Sama de Langreo. Villa aviva los ojos, pequeños y chispeantes, y estira con la mano el

A j * Asturias Domingo, 22 de mayo de 1994

Tránsito n cr [—\ i—)/"\ [—\ i— c* ll \ / A

dcidp nnviembre rlp 1QRR '

en La zona de tránsito del aeropuerto Charles de Gaulle, de

Parí<¡ nnr no tener nnnelpK)

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t e , ni a dónde irá Ríase de la gente: tampoco ellos lo saben, pero, a diferencia suya, piensan que están en aleun sitio y creen saber dónde C d l

pasar, mirar, reír, compadecersee piense míe son el lns los están fuprn de lucrar TIsted está dentro °

Reciba mi respeto.

El maquinista del socialismo asturiano (1)

está acostumbrado a ganar Sólo empata para no perder . La madrugada del martes pasado fue al pozo «Santa Bárbara» para defender el nían necroHado ron Hunosa que prevé e lc ie r re de la exolotación

n o n n H n r r a T i a r AV">ur,'hf=>aHr> cnl"hario Tinr ln<? r r p d e p n a l n n i e r n n y n LA 1\TT T'FA/'A ESPA T\T A

trabajadores, que son la médula de su fuer- inicia hoy la publicación de un amplio re­le pudo la sangre y afirmó que el carbón portaje aue continuará durante lospróxi-

aaau. iu d o no tiene futuro Por vez orimera desnuda- mos días sobre el líder minero que ha acu-d e f e n d e f e l ^ b a r o t u n d o e l p a u l a t i n o a i r o d e ' s u d i s c u r - m u l a d o e l m a y o r n n d e r p o l í t i c o d e A s t u r i a s q u e p r e v é e l c i e r r e d e la e x p l o t a c i ó n Al l í s o , d e s d e c u a n d o a n t e p o n í a su v i d a al c i e -

m u l a d o e l m a v n r n n d e r n n l í t i r n rtp> A s t u r i a s

quince años. i la explotación. Allí so, desde cuando anteponía su vida al cíe- durante los últimos

Villa, el general de la retirada El líder del ^¡OMA-UGTy de la FSA asume que <?7v nnnpl wrá poner orden en la cjjenta atrrís de la minería

Oviedo, J. CUERVO / J. M. PINEIRO

«Pozo Barredo». ¡Presente! «Pozo Candín». ¡Presente! «Ca­rdo» ¡Está!... La lista de pozos resuena en el local del SOMA-UGT en la plaza de la Salve, en Sama de Langreo. Villa aviva los ojos, pequeños y chispeantes, y estira con la mano el bigote po­blado, denso. En el sindicato, donde la escena se ha repetido tantas veces, la disciplina tiene aires marciales. Ya lo celebró la cabeza estratégica de Alfonso Guerra en la pradera minera de Rodiezmo: «Aquí todo está en orden. No se improvisa ná».

Villa sonreía esponjado al es­cucharle, porque allá en 1989 continuaba siendo el hombre es­coltado por una monolítica fa­lange de casi 10.000 mineros; la misma columna que le acumula­ba el poder territorial, sindical y político suficiente para derrocar y elegir a presidentes del Princi­pado, recambiar a la dirección de Hunosa y guardar la llave del po­der socialista en el Principado: él era el único asturiano que se sen­taba en la ejecutiva nacional del PSOE, a la izquierda de Gonzá­lez y a la derecha de Guerra.

El martes pasado a Villa vol­vieron a rodearle los trabajado­res. Pero en esta asamblea, en el pozo «Santa Bárbara», no todo está bajo control: abundan las malas caras, los abucheos: el acuerdo negociado por los sindi­catos con Hunosa prevé el cierre de la explotación. En este am­biente, el sindicalista se faja y es­peta que «el carbón y la actividad minera no tienen futuro; hay que buscar empleos alternativos».

Han pasado ocho años desde 1986, cuando, en un enfebrecido acto electoral en Tuilla, había afirmado que «antes de cerrar un pozo, pasarán por encima de mi cadáver», y el discurso de Villa ha perdido agudos. Hoy sigue siendo el general; pero el general de la retirada.

Viernes, 20 de mayo. Villa, 50 años, abandona la sede de Huno­sa cerca de las cuatro de la tarde. Atrás deja, envuelto para la fir­ma, el acuerdo que gobernará la empresa minera a lo largo de los próximos cuatro años. Casi con­tra la historia, negociado sin con­vocar una sola movilización.

» i -1 fíff'ülJiiíil 1 ím i t* J l i i í t l i f íií i I í I

José Angel Fernándem Villa, segundo por la derecha, con los mineros del pozo «Santa Bárbara» en la tensa

asamblea del pasado martes.

Come apresurado y acude a Gi-jón, al inicio del congreso regio­nal de UGT, donde desembucha un durísimo discurso contra el secretario general, Eduardo Do­naire, y se convierte en uno de los protagonistas del cónclave, que se alarga durante la noche.

Esta agenda es casi un día de descanso para el secretario gene­ral de la Federación de Industrias Afines de UGT (SOMA-FIA-UGT), miembro de la ejecutiva de la Federación Socialista Astu­riana (FSA) y del comité federal del PSOE, caudillo de los guerris-tas del Principado. Durante mu­chos años, en Asturias, se estaba con Villa o contra Villa, que mul­tiplicaba su actividad hasta nive­les obsesivos: a favor o en contra de los aproximadamente 160 cen­tímetros de estatura de este líder minero se cocía toda la política socialista, y él atizaba la olla.

Una triple operación de hernia discal le emparedó hace un año varios meses en el sanatorio Ada-ro, en Langreo, y le incrustó el dolor de espalda en el cuerpo. Tampoco los vientos políticos, que amenazaban con desarbolar al guerrismo, le senían a favor, y en febrero el congreso nacional

del PSOE le apeó de la ejecutiva federal del partido, donde per­manecía desde 1979.

Pese a la enfermedad y a los malos tiempos políticos — para el PSOE, en particular—^ Villa si­gue siendo poderoso. Aunque menos, continúa teniendo man­do. Que se lo pregunten a los ba­rones del triunvirato renovador — a Bernardo Fernández, a Pe­dro Sanjurjo, a Vicente «Tini» Alvarez Areces —, a quienes aún les escuece el fracaso de la inte­gración en el último congreso de la FSA, en abril pasado: las cuen­cas se convirtieron en la única base sólida para la dirección de la FSA y su secretario, Luis Martí­nez Noval.

Las cuencas siguen siendo la base más sólida de la FSA

Villa, «Joseangel» pronunciado de corrido para sus leales, repite las ideas hasta la saciedad y tiene un pronto mitinero. Una de las máximas que enarbola en cuanto puede es la del proyecto socialista

«con dos patas: el partido y el sin­dicato». Y el sindicato, siempre lo ha dicho, es su trinchera. Una trinchera con casi 11.500 afilia­dos, en la cual ahora se remezclan trabajadores de la minería, de las empresas eléctricas, químicas y textiles.

La «pata» sindical en las manos de un dirigente habilidoso es un buen arma. Sobremanera, si lo que se controlan son los resortes de la cuenca minera. Los centella­zos de estas comarcas aún retum­ban pronto en Madrid. No es ex­traño, pues, que Juan Luis Rodrí-guez-Vigil enviase una caja de botellas de Rioja al pozo «Barre-do» en las Navidades de 1991. Bajo tierra estaban las ejecutivas de CC OO y del SOMA, cnn An­tonio Hevia y Villa al frente. Tampoco es raro que consiguie-sen pasar a Benegas por el telefo-nillo del pozo, con un leve acento vasco: «Venga, José Angel, nego­cia. Si no cedes tú, ya lo harán los de Altos Hornos». Y es que, aun­que Vigil proclamara con fe firme que «el Alcázar no se rinde», de «Barredo» podían salir dos cosas: la guerra o la paz.

Salió la paz y, ribeteado con a1­gunos encajes, un acuerdo que era

un enorme sapo para las tragade­ras sindicales 1 Jn pacto rme simo ma un hachazo de 6.000 empleos en Hunosa — un tercio de la plan-^•11 i j t n ™ r .

tilla, que pasaba de 18.000 a 12.000 trabajadores- y el cierre ríe cinrn n La h d 11 raba

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al hueso. Para coserla, fue necesa-• A • A U , l A • A

no dejar de hablar de «cierre de explotaciones» yl entre otras cuesn acelerado Plan de Remdustnah-zación míe el Cr> sejo H Minis tros rebajo con el agua de un nue-vo bautismo: Plan de Dinamiza-

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cíon. Pero, pese a los adornos, el mazazo era contundente. Fue en este momento, y mucho más que en el plan firmado en solitario por

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su vida al cierre de un pozo. Villa se cuidó muy mucho de repetirlo-Al mismo tiempo, él y Hevia insis-

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por el SOMA en 1987, cuando se ' C A I ' 1

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cierres si al mismo tiempo avanza i • J J. • i - • • la remdustnahzacion y se crean nuevos empleos. Con el encierro J r . i

de «Barredo» se ganó un pacto¬ pero también comenzó la retira-

í «Barredo» acabó P con el período de ^ la resistencia

Villa tenía por entonces mando en el Gobierno asturiano. Aunz q , , Buna partiera un vaso sobre una mesa di t" H v 'i P i-

n ígi. ero a amistad era estrecha, y no solo

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ASTURIAS Domingo, 22 de mayo de 1994

El maquinista del socialismo asturiano (1)

El Gobierno, grogui, temió reabrir el frente minero

Viene de la página anterior Que Villa mandaba era eviden­

te. Pero también que Hunosa, aco­sada por sus pérdidas, había en­trado de lleno en un paulatino de­clive. Por eso a nadie le extrañó que en las vísperas del nuevo plan, Industria tuviese la tentación de tajar otros 6.000 empleos. Con Vi­lla sin los amarres de la ejecutiva federal, en el PSOE y el Gobierno regional llegó a haber escalofríos: «Si se echa al monte, adiós». El lanzó un órdago: si alguien tiene la tentación de dar un machetazo, que se atenga a «un estallido so­cial».

¿Quién puso más para que el plan negociado sólo determine 2.000 prejubilaciones y haya podi­do ser pactado sin la convocato­ria, casi ritual, de huelgas y mani­festaciones? El Gobierno regional se atribuye haber puesto mucha vaselina, pero los sindicalistas se dan codazos cuando lo escuchan. Probablemente haya influido la tensión laboral desatada por todo el país contra un PSOE grogui por los casos de corrupción y a punto de enfrentar la campaña de las pri­meras elecciones — las europeas — en las cuales canta su derrota.

Como para abrir un nuevo fren­te y en la aureolada cuenca minera asturiana. Pero los protagonistas volvieron a ser el SOMA y CC OO y, más que nadie, sus líderes, Villa y Hevia. Los dos aún tienen los reflejos frescos. Por ejemplo: a la una de la madrugada, en el Minis­terio de Industria, Eguiagaray se permite un comentario generoso sobre el plan que, en sus líneas ge­nerales, acaba de ser consensuado. Contagiado por el ambiente, He­via concede: «Puede admitirse que es un buen acuerdo», y Villa salta, como un resorte, y siega la sonrisa del Ministro: «No. Es el acuerdo posible en este momento».

«El acuerdo posible». La sen­tencia define el paulatino cambio de discurso de Villa, desde cuando el objetivo era mantener a Hunosa casi incólume. Lo dijo en su día Pedro de Silva, aunque refiriéndo­se a CC OO: ya no valen «actitu­des numantinas». «Y quienes las sostengan», añadía amansando la voz, «que vayan a Soria, a ver lo que queda de sus ruinas». Cara a cara, abroncado por los trabaja­dores del pozo «Santa Bárbara», a Fernández Villa se le escapó, ro­tundo, el martes, un juicio desnu­do: «La actividad minera ya no tiene futuro; hay que buscar em­pleos alternativos».

Ocurre que los resultados de los planes puestos en marcha para crear empleos son pobres. En eso Villa es machacón. Mientras esta­ba en la dirección del Partido So­cialista, y evitando mentar a Feli­pe González — «hay que salvar la cabeza, porque tiene la última pa­labra» —, arreciaba contra Indus­tria y Economia. También contra el Gobierno regional, porque lo que no valen son «tochos llenos de letras», sino compromisos. Insiste hasta la obsesión, porque ésas son las condiciones de la capitulación minera. Villa quiere cubrir la reti­rada.

El señor de los mineros El joven inquieto que se convirtió en el mayor líder del SOMA desde Llaneza

Oviedo El hombre fuerte del socialis­

mo asturiano nació en La Raíz, entre Siero y Langreo, el 6 de enero de 1944, como un regalo de Reyes, primogénito de una familia de cuatro varones y una mujer. Su ambiente familiar no fue típicamente minero. Su pa­dre, Hermógenes Fernández, había trabajado en la mina, pero más tarde puso un «chi­gre» en Tuilla, el pueblo que vio crecer al pequeño José Angel, donde fue a la escuela sin aca­bar el Bachiller Elemental, don­de jugó al fútbol — primero con los juveniles, luego en el primer equipo, como interior dere­cha — y donde escanció sidra en el bar de su padre.

A los 18 años entró en el pozo «Cabritu» (actualmente «Can­dín»), y en aquel temprano 1962 empezó a interesarse por la po­lítica, frecuentando a los anar­cosindicalistas de la CNT.

Villa era un caballista —tras la mecanización, maquinista — trabajador e inquieto al que despidieron del pozo por expli­car una huelga y leer un mani­fiesto de apoyo de unos curas. Volvió a Casa Hermógenes y durante unos meses se fue a Barcelona a trabajar de camare­ro en el bar de un tío suyo. Re­tornó a Asturias para trabajar en el pozo «Miravalles», donde coincidió con Gerardo Iglesias. en una explotación de un prote­gido de José Manuel Mateu de Ros, gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, donde iban a dar todos los mi­neros represaliados, «porque a los rojos es mejor tenerlos jun­tos que separados y en la calle». Después fue peón en Ensidesa y sindicalista en el metal y no vol­vió a Hunosa hasta la amnistía de 1977.

«Un joven lanzado, sin mucha reflexión, pero nada tonto»

José Angel Fernández Villa, durante el congreso del SOMA-UGT de 1985. año en el que el sindicato celebró el 75.° aniversario de su funda­ción por Manuel Llaneza.

Marcelo García, hijo y sobri­no de socialistas, militante des­de 1958, ex concejal de Medio Ambiente en Gijón, animó a Vi­lla a entrar en el PSOE por sus buenos resultados como recau­dador del Fondo de Solidaridad Obrera (Fusoa) desde su afini­dad a los anarquistas, pero quienes le apadrinaron la entra­da en el PSOE fueron Pepín Or-dóñez, de Tuilla, y Joaquín de Andrés. Hay dos versiones so­bre la fecha de entrada. La ofi­cial dice que entró en 1968, pero algunos afirman que fue en 1972. Ambas fechas son en la clandestinidad. Desde luego, Villa era conocido por los socia­listas antes de la última fecha. A Emilio Barbón, actualmente miembro del Tribunal Superior de Justicia y ex secretario gene­ral de los socialistas asturianos

y de la UGT regional, le habló de Villa un compañero de Sama en 1971 que se refirió a él como un chaval con mucho interés y que se sentía minusvalorado.

Concertaron una cita con cena en el bar Hermógenes, de Tuilla. Barbón recuerda: «Era lanzado, sin mucha reflexión, pero nada tonto». Volvió a reu­nirse con Villa tres años des­pués, en 1974. Barbón era secre­tario general de UGT. Fue en la Casa del Pueblo de Sama, don­de el cuartel de la Guardia Ci­vil. Asistieron José Manuel Pa­lacio, más tarde alcalde socialis­ta de Gijón; Avelino Pérez, hoy secretario de la Junta General, y Barbón. Villa de nuevo se quejó de que se le tenía poco en cuen­ta.

Hubo motivos para tenerle en consideración por su labor en Tuilla: en un local paredaño al bar del padre puso la Casa del Pueblo, que — paradojas — se llamaría «Emilio Barbón», e hizo crecer la organización.

Villa fue fuerte por primera vez en el congreso de la UGT de 1977, cuando salió secretario general Avelino Pérez. Por en­tonces, Villa aglutinaba a los de Tuilla y Sama. Los de Blimea votaron por Barbón y no por Manuel Villa, actual alcalde de Siero. Pérez salió «por los pe­los». Aquel era un tiempo de formación de futuros líderes en que todos los sindicalistas se ha­cían notar, porque aún no esta­ban creadas las estructuras in­ternas del sindicato, un elemen­to de contención.

Villa era muy notorio por su radicalidad y republicanismo: los de Tuilla siempre llegaban con la bandera tricolor y siguie­ron utilizándola hasta fechas bien recientes. En términos ideológicos históricos, fue cali­ficado de «largocaballerista». Los que tenían cargos entonces pasaron a ser considerados por él como «oficialistas».

Su imagen de entonces era más bien bronca. Rafael Fer­nández conoció a Villa poco tiempo después de volver a As­turias desde su exilio mexicano. Villa era «algo pariente» de Pu­rificación Tomás, la hija de Be-larmino Tomás y esposa de Ra­fael Fernández. Según Rafael Fernández, «tenía como ventaja su formación de líder autodi­dacta, que llegaba a la gente. Era un enorme tímido que en el terreno más personal parecía distante. Ha perdido mucha de su hosquedad inicial. Siempre ha tenido un sentido de la opor­tunidad muy inteligente».

¡¡ En todos los j | pozos y en todos É los conflictos

La radicalidad de Villa esta­ba en muchas de sus acciones. Avelino Pérez salió reelegido se­cretario general de la UGT, or­ganizó una rueda de prensa y presentó a su ejecutiva en el ho­tel Regente de Oviedo. Sus de­claraciones motivaron que el SOMA pidiera, al día siguiente su dimisión. Avelino había sido picador en el pozo «Venturo», y se exilió en Francia tras la huel­ga del 62, huyendo de las balas de la Guardia Civil. Regresó 14 años después con una asigna­ción de los sindicatos alemanes de 38.000 pesetas mensuales, para reorganizar el Sindicato de los Obreros Mineros de Astu­rias y la Federación Estatal de la Minería de la UGT. Contó inicialmente con el apoyo de los mineros. En aquel congreso de UGT salió reelegido sin el apo­yo minero y con la confianza del resto.

Villa fue sumando gente a su alrededor. Contó con el que en­tonces era su lugarteniente — más tarde opositor— Belar-mino García Noval, «Belar-mo». Estaba en todos los pozos

y en todos los conflictos. Aveli­no hacía un buen papel de base, pero no era un líder, y compagi­naba su trabajo con el de la UGT, lo que le quitaba capaci­dad de actuación en la minería. Villa era, para los mineros, el hombre del trabajo y del ejem­plo, y se había sabido rodear de un equipo de fieles que seguían su patrón, gente como Tino Venturo y Laudelino Campelo, que no eran políticos, sino bue­nos sindicalistas.

Su peso político y su lideraz-go carismático han hecho olvi­dar que el SOMA-UGT tuvo. tras la muerte de Franco, tres secretarios antes que Villa, que no vivieron nada desahogada­mente sus mandatos. Fueron Faustino Antuña, vigilante del pozo «El Entrego»; el citado Avelino Pérez, y el mierense Sergio Rebollo.

Los tres cayeron porque quien tenía el apoyo de más mi­neros era Villa. Acosó a los se­cretarios generales sin querer asumir el liderazgo del SOMA hasta 1978. A Tino Antuña le oponía toda su influencia en el Nalón. Era realmente un secre­tario comarcal que mandaba más que el secretario general. A Avelino Pérez lo venció dialécti­camente y en carisma. A Sergio Rebollo le montó una guerra in­terna que culminó en la organi­zación de un congreso extraor­dinario, después de un año de oposición frontal y continua. Manuel Fernández, «Lito», se­cretario general de UGT, habló con Villa y García Noval y vio la necesidad de organizar ese congreso, que se celebró en Mieres. Allí se demostró que Villa controlaba las dos cuencas y por fin aceptó la secretaría que había rehusado hasta en­tonces.

Para Lito, «Villa era una fuerza. Contribuí a que fuera secretario general porque era carismático. Los mineros le querían. Si Rebollo no era idó­neo, ¿quién iba a estar al frente del SOMA-UGT? Le convencí para que pasara a actuar desde dentro y aceptara la secretaría general. No lo lamento. Lo te­nía que hacer. Villa reunía las condiciones».

Así llegó a la secretaria gene­ral del SOMA, el primer pelda­ño de una escalera de poder en el socialismo y la sociedad de Asturias, el que le mantiene des­de entonces en una batalla de muchos frentes, apenas sin es­pacio para la vida personal.

Villa se casó a principios de los ochenta con María Jesús Iglesias. hija de un socialista «pata negra», en una ceremonia de estricta intimidad. Ella, ac­tual jefa del servicio de lavande­ría del Hospital Monte Naran-co, tiene un hijo de su matrimo­nio anterior y le ha dado una hija a Villa. Sigue viviendo en Langreo con austeridad, y sus únicos signos externos son la buena ropa y los buenos haba­nos.

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b f a LA NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Lunes, 23 de mayo de 1994

El maquinista del socialismo asturiano (2)

En 1976, Hunosa tenía más de 24.000 trabaja-dores. Por entonces, un directivo de la em­presa, Obdulio Fernández, hacía de cicero­ne de un joven Villa por los pasillos del «pozuMoqueta», mote minero de la sede de la compañía. Quizá sin saberlo le guiaba

hacia la fuente germinal del poder que le haría señor del PSOE. Poco duró el aprendi-zaje, porque pronto Villa se movía con sol­tura en el edificio del número 44 de la aveni­da de Galicia de Oviedo y los presidentes de Hunosa se tambaleaban ante sus emba­

tes. En 1997, 20 anos despues de que Villa comenzase a mandar, Hunosa tendrá unos 10.000 trabajadores, y aún emanará mucho poder. LA NUEVA ESPANA continúa hoy la publicación del reportaje sobre el líder mi­nero, que proseguirá en los próximos días.

Villa vale un carbón Hunosa ha sido y es la fuente del poder del sindicalista que se ha convertido en,elpatrón del PSOE

Oviedo, J. M. PINEIRO / J. CUERVO

Obdulio Fernández era director social de Hunosa cuando enseñó a Villa a circular por los despachos del «pozu Moqueta». La primera vez que Obdulio vio a Villa le pare­ció medio cordial, medio diñcil, re­celoso de todos y de todo.

En diciembre de 1982, este de­mócrata salido del sindicato verti­cal que preparó la transición en la empresa minera fue delegado del Gobierno en Asturias por decisión de José Barrionuevo. primer mi­nistro socialista del Interior, según consejo de Villa. El propio líder minero provocó, en septiembre de 1988, su caída y sustitución por Manuel Ponga, hasta entonces al­calde de Avilés.

Su desgracia fue sostener, con­tra la opinión de Villa, a dos direc­tores provinciales: Ignacio Bernar-doT'de Trabajo, y Vicente Alvarez Areces, encargado de Educación, hoy alcalde de Gijón.

Los socialistas conectaron con Obdulio a mediados de 1976, a tra­vés de Emilio Barbón, un viejo amigo de la Facultad de Derecho y de la pensión en Oviedo. A co­mienzos del otoño, José Manuel Fernández Felgueroso, presidente de Hunosa, y Obdulio llegaron a «la gran idea»: hacer positiva toda la fuerza de los sindicatos en la clandestinidad: «Pactemos y bagá­moslos participar».

La comisión de los 16

La primera reunión se celebró en casa de Obdulio. Por la empre­sa, Felgueroso y él. Por los sindica­tos, Manuel Nevado Madrid, Ma­rino Artos, Segundo Magdalena y Aladino Tresguerres, de CC OO. Emilio Barbón, Avelino Pérez, Tino Antuña —entonces secreta­rio general del SOMA — y Arcadio «Cayo» García, por UGT.

El mecanismo para la participa­ción de los sindicatos ideado en esta reunión fue «la comisión de los 16», que decidiría la nueva po­lítica de la empresa. En las prime­ras elecciones en Hunosa apareció José Angel Fernández Villa, como despedido amnistiado.

Operativamente, estuvo en la negociación para la participación de los sindicatos aún en la ilegali­dad y destacó durante la renego­ciación de la segunda fase del con­venio colectivo 1976-77 con otros dos cachorros: Belarmino García Noval y Tino «Venturo». Obdulio Fernández y Rafael Fernández planeaban que el SOMA alcanzara una magnitud que le faltaba cuan­do la fuerza minera era de CC OO. Juan Luis Rodríguez-Vigil, enton­ces abogado laboralista y socialis­ta destacado, asesoró en aquellas elecciones de 1977.

Del 76 al 82 los sindicalistas que mandaron fueron Villa, Belarmi­no, Tino «Venturo» y Aquilino Ronderos por el SOMA. Por CC OO, Nevado, Marino Artos, Ala­dino Tresguerres, Joaquín Uría

Fernández Villa y Obdulio Fernández. Villa aprendió a andar de la mano de Obdulio. al que más tarde hizo

delegado del Gobierno. Acabaron mal.

Sanjosé y Pepe Cordero, todos contendientes en una sañuda lucha sindical. No se dieron un segundo de respiro.

Quien tiene un amigo...

El poder de Villa en Hunosa lle­gó a ser tan fuerte que, tras la tem­prana muerte de «Mamel» Felgue­roso, consiguió el nombramiento Juan Tesoro como presidente. Te­soro Oliver, amigo de lecturas filo­

sóficas, el presidente que más sabía de carbón, se reía de las continua­das invocaciones del dirigente del PP Francisco Alvarez-Cascos a aprovechar el carbón siderúrgico. «Un nuevo fantasma recorre las cuencas», comentaba en los pasi­llos del Congreso, para la sonrisa del ministro de Industria, el ex trosquista Claudio Aranzadi. No tenía recato en afirmar que Huno­sa jamás sería rentable.

La rotundidad de Tesoro hacía desconfiar «al del bigote», como le nombran sus correligionarios. Como recelaba también de Aran­zadi y de su padrino político, el entonces ministro de Industria, Carlos Soichaga. A él se le atribu­ye una anécdota que es todo un cuadro: el navarro se encontraba en su despacho y cogió cuatro o cinco tomos destinados a Hunosa. Separó la mitad y dijo: «En esto la

El poder de la chequera Las horas sindicales liberan de bajar al pozo y hacen

profesionales del aparato del SOMA y CC OO Oviedo

El secretario general del SOMA-UGT logró fortalecer toda una estructura política y sindical dentro de Hunosa gra­cias a «la chequera», las horas dispensadas de trabajo para realizar actividad sindical. Así ganó toda la operatividad, «profesionalizando» a algunos de sus afiliados para el SOMA o el PSOE.

Así como la acción sindical se negoció y quedó escrita, la chequera no fue una negocia­ción que llevara directamente la empresa, aunque Hunosa la asumió y se responsabilizó de su seguimiento y control hasta 1980-81. La chequera no figura en ningún documento. Se gas­taron más horas sindicales de las precisas y se usaron para la acción política.

Según datos de 1991, todos los sindicatos que operan en

Hunosa debían más de 600 mi­llones en horas sindicales. A esa misma fecha, 2.000 trabajado­res habían usado 350.000 horas sindicales, que sirvieron para li­berar completamente del traba­jo a 130, y otros 186 usaron más de 500 horas por año, lo que vienen a ser tres meses. De los 60 liberados del SOMA, la mitad no eran delegados sindi­cales, como es preceptivo. De los algo más de 50 de CC OO, tampoco un tercio lo era.

La chequera permite acumu­lar horas sindicales y distribuir­las, en una empresa en la que la afiliación llega al 90 por ciento. No es una práctica exclusiva de Hunosa, pero, por su tamaño, es donde más horas sindicales hay y, por tanto, donde más se utiliza.

Quedan completamente libe­rados, con cargo a sueldo de la empresa, los estados mayores

de los sindicatos. En los años de la transición, sindicalismo y política se mezclaban y confun­dían. Los liberados eran tam­bién activistas políticos. La tra­dición ha continuado, y sobre­manera en el SOMA.

«Mira, aquél que está allí, si hay problemas, vuelve para el pozo. Y aquél de allá, también. Pero éstos, éstos no tienen a dónde ir». Villa razonaba así en el hotel de la Reconquista en el pasado mes de abril. «Aqué­llos» eran un par de compañe­ros del sindicato; y «éstos», re­novadores, a los que el líder mi­nero venía a l lamar «profesionales de la política».

La vuelta al pozo es un segu­ro laboral, pero también una amenaza, porque el control de la chequera permite decidir quién regresa al tajo. Y como la faena minera no es agradable, la chequera es temible.

dejo yo ahora, y luego, en nada». Fue difícil aquella negociación.

Para el SOMA, pero sobre todo para CC OO, un sindicato que en la mineria se dividía en dos faccio­nes: con Villa —favorables a la unidad de acción, como el secreta­rio general, Avelino García— o contra Villa —la sección sindical de Hunosa, dirigida por Enemérii to Alvarez: «Unidad, sí, pero para luchar». Quien rajaba el bacalao de CC OO en Hunosa era Enemé-rito Alvarez. De él decía Antón Saavedra — secretario estatal de la minería de UGT, pero que ni pin­chaba ni cortaba en Hunosa — que si el PCA le mandaba rajarse una mano, Enemérito se arrancaba hasta el codo. Con él no pudo el magnetismo de Villa, la innegable capacidad de seducción de un hombre tan contundente como tí­mido. Las relaciones entre CC OO, entonces mayoritario, y el SOMA-UGT eran tan broncas que incluso convocaron para el mismo día una gigantesca y estruendosa marcha sobre Madrid, pero por separado. Dos columnas mineras recorrieron la capital sin cruzarse.

... tiene un Tesoro

De aquélla, Villa negociaba solo. El se reunía en Madrid con Juan Tesoro y con el presidente del INI, Claudio Aranzadi (poco des­pués ministro de Industria) y allí se iba tejiendo un acuerdo en solita­rio por el SOMA, y aprobando en referéndum por una plantilla que había echado el bofe y empeñado el sueldo de meses en innumerables movilizaciones. Nunca se desgastó tanto: mucho más que cuatro años después, en el encierro de «Barre-do». El plan supuso una pérdida de 2.000 empleos hasta dejar una plantilla de 18.500 trabajadores, y también el primer cierre: el del pozo «Cerezal». Por entonces co­menzó a hablarse de la reindustria­lización, con la creación de la So­ciedad para el Desarrollo de las Cuencas (Sodeco) y el proyecto de construcción de la térmica de La Pereda, en Mieres. También, en las postrimerías de la negociación, el fin de Tesoro. Villa se lo dio y Villa se lo quitó, pero Tesoro no lo llevo con paciencia jobiana.

Otro vendrá que bueno me hará, dice el refrán. Algo parecido debió de pensar Villa cuando co­noció a Juan Pedro Gómez Jaén, sustituto de Tesoro, navarro de re-diós, amigo de la buena sobreme­sa, que hizo del pimpampum a los sindicatos una de las armas de su gestión.

Procedente de Potasas de Nava­rra, llegó cuando la «beautiful» que celebraba con admiración a Solchaga hacía y deshacía. Con arranque, Gómez Jaén —quien nunca llegó a trasladar definitiva­mente su domicilio a Asturias— estaba dispuesto a partirse la cara con los sindicatos, y jamás se en­tendió con Villa.

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Lunes, 23 de mayo de 1994 ASTURIAS W//M///M/M/M/M/MWW/M

LA NUEVA ESPAÑA 2 3

El maquinista del socialismo asturiano (2)

La unidad sindical convirtió a los líderes del SOMA y GG 00 en una sola moneda

/ i—

Viene de la página anterior El líder del SOMA había gana­

do, empero, otras bazas: la ma­yoría en las elecciones sindicales en Hunosa y un menor recelo de CC OO. Una larguísima y tor­mentosa reunión en el hotel La Jirafa selló un acuerdo de unidad de acción, muy trabajado en me­ses anteriores, con el nuevo líder de la minería de Comisiones, An­tonio Hevia. Por entonces, Aveli-no García, antecesor de Hevia, ya formaba parte de las huestes del «kaiser» — así le llamaba —, y Enemérito Alvarez había dimiti­do, pese a que el propio Marceli­no Camacho anduvo buscándole (Alvarez dimitió porque, en ple­no tumulto minero, el secretario general de su partido. su PCA, Francisco Javier Suárez, pactaba un acuerdo con «el golfo» — cari­ñosa apelación del líder comunis­ta — Pedro de Silva: CC OO que­daba aislada). Hevia era furibun­do adversario de Avelino García, y en CC OO se bromeaba po­niéndole carteles en la puerta del despacho: «Hoy, Sindicalistas al Borde de un Ataque de Nervios, de Antonio Almodóvar».

Muchos y fuertes enemigos

Hevia y Villa, de estatura pare­cida, se convirtieron en una mo­neda, cara y cruz de todas las ne­gociaciones. La unidad permitió a los dos sindicatos salvar la piel en una negociación a cruz de na­vajas y concebida para preparar el hachazo definitivo a Hunosa: la del plan 1991-1994: 6.000 em­pleos menos y el cierre de cinco pozos. Sólo había el entendi­miento sindical y el apoyo desla­vazado del Gobierno regional.

Lo demás eran enemigos: Aranzadi y Soichaga, Gómez Jaén, los pésimos resultados eco­nómicos de la empresa, la imagen de Hunosa... Los amigos ya no podían tanto: Alfonso Guerra, termitado por el escándalo de su hermano Juan, ya no era vicepre­sidente del Gobierno. Aun debili­tado, dio la cara por Villa en una reunión del comité federal del PSOE que provocó una fortísima discusión en el partido. «Nos co­nocemos desde hace muchos años», sentó claro Felipe Gonzá­lez, refiriéndose a Villa.

Las cuencas estaban sobresal­tadas, y cobraba cuerpo un nue­vo ajuste en Ensidesa. Las unio­nes regionales de UGT y CC OO convocaron una huelga general en Asturias que paralizó hasta los pájaros el 23 de octubre de 1991. A la cabeza de la manifes­tación, Villa y Hevia. González, en la tele, aclaraba que no había despidos en Hunosa.

Navidad en el «Barredo»

El ambiente continuó empon­zoñándose hasta Navidades. El día 23, por la noche, en una ope­ración planificada con oficio de boinas verdes — una hilera de co­ches esperando en Mieres con el motor en marcha, familias sin avisar, asalto del puesto de man­do del pozo—, comenzó el encie­rro de las ejecutivas de los dos sindicatos mineros en el «Barre-do».

Contra las cuerdas, el Gobier­no regional de Rodríguez-Vigil fuerza la máquina para improvi­sar un plan de reindustrialización que ponga árnica al acuerdo. En Presidencia del Principado la

Fernández Villa y Antonio Hevia. una misma moneda en la negociación

sindical por la que Hunosa aún será la mayor empresa de Asturias en 1997.

consigna es «el Alcázar no se rin­de», pero los nervios están a flor de piel.

El acuerdo se firma sin haber modificado ninguna de las gran­des líneas. Se evita hablar de cie­rre de explotaciones y sólo se dice concentración de yacimientos. Desaparecen los pozos abocados a cerrar y se aumenta el número de contrataciones previstas. El gran argumento es un Plan de Dinamización aprobado por el Consejo de Ministros, redactado a uña de caballo sin presupuesto ni plazos y con escasos compro­misos nuevos. En la brega cae Gómez Jaén. El vicepresidente del INI, Miguel Cuenca, llega a desautorizarle para negociar en una reunión delante de los sindi­calistas. Viene Eduardo Abellán, más dialogante. Como llega de Iberia, le dicen «el paracaidista».

La firma pone la paz y de­muestra que los sindicatos mine­

ros, aunque heridos, siguen te­niendo capacidad para llamar a rebato e incluso más renombre fuera que dentro de Asturias. Esto les permite llegar a la nego­ciación del actual plan.

Compañeros de viaje

Villa y Hevia, en esta negocia­ción, viajan juntos y a menudo a Madrid, para reunirse con los di­rigentes del INI —sobre todo, con el vicepresidente, Miguel Cuenca — y con el Ministerio de Industria —en la reunión decisi­va, hasta la una de la madrugada, con su titular, Juan Manuel Eguiagaray—. Hay tensiones. Contra la primera propuesta de Hunosa — muy parecida a la ac­tual — el Ministerio de Industria baraja la posibilidad de endure­cerla y volver a recortar 6.000 empleos. Hubo un momento en el que Abellán se vio práctica­mente fuera del cargo.

La experiencia de negociacio­nes anteriores había demostrado que los grandes ejes del plan sólo pueden dilucidarse vis a sis con los responsables del INI. así que la dirección de Hunosa y la pro­pia mesa negociadora quedan bastante desaluadas.

El novato presidente del Prin­cipado, Antonio Trevin, pronto cae en la cuenta de que cspabila o le espabilan. Dos o tres andana­das del líder minero — unas, den­tro del PSOE; otras, con inter­venciones públicas— le confir­man que en la cuestión minera Villa no afloja. Se cartea con Eguiagaray y consigue el apoyo del mayor fontanero del Gobier­no, el veraneante de Llanes Al­fredo Pére7 Rubalcaba, ministro de la Presidencia.

España está sobresaltada de huelgas y marchas, el ex director general de la Guardia Civil Luis Roldán es un prófugo y un ex gobernador del Banco de Espa­ña, Mariano Rubio, durmió 15 días en la trena. Mal momento para afilarles los dientes a los sin­dicatos mineros, aún muy temi­dos. Contra todas las previsiones iniciales, la propuesta definitiva contempla 2.000 prejubilaciones. y con unos niveles de cobertura altísimos, y prevé el cierre de dos pozos («Santa Bárbara» y «Ca-rrio»). También vuelven a citarse medidas reindustrializadoras. No debe de ser malo el acuerdo, porque muchas semanas antes, en el restaurante Logos, en ver-mú sabatino. Emilio Huerta, se­cretario regional de CC OO, dijo a Villa que los sindicatos mineros «sacaban mucho pecho» por oponerse a un recorte de 4.000 empleos.

Si el plan se cumple, Hunosa seguirá siendo la mayor empresa de Asturias en 1997, con 10.000 trabajadores. Con las demás compañías mineras, las centrales llegarán al final de siglo con me­nos poder del que quisieran, pero más del que desean sus enemigos.

UGT de Asturias, un bocado demasiado grande

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Oviedo El poder de los mineros hizo

ambicionar a Villa el control en UGT, por tres frentes: Asturias, con Lito a la cabeza; la Federa­ción Estatal Minera, dirigida por Antón Saavedra: y la unión con­federal, con Nicolás Redondo.

Según Manuel Fernández «Lito», secretario regional hasta 1988, «intentar que se compro­metiera con la organización de la UGT de Asturias habría signifi­cado enfrentamientos constan­tes. No podía engullir a la UGT, pero si hubiera estado en sus ma­nos lo habría hecho». Respetó a Lito — aunque no le hizo caso — porque Manuel Fernández dijo que sólo aceptaría la secretaría general por unanimidad, como así fue. Villa renunció a un con­trol de la UGT regional que qui­zá no habría conseguido porque, moviéndose por libre, ni siquiera lo necesitaba. Lito nunca se qui­so enfrentar a él.

Lito, de aquélla buen escudero de Redondo, se fue a Madrid a dirigir la poderosa Federación del Metal. Le releyó Eduardo

Donaire, antes secretario de or­ganización. Sin pelos en la len­gua, de lo primero que dijo como secretario general fue que el SOMA debería abandonar UGT si continuaba haciendo y desha­ciendo por libre. Apostó para que Villa abandonase la ejecutiva federal del PSOE.

El SOMA puso frente a Do­naire, «un sindicalista de despa­cho», a Laudelino Campelo, pi­cador en el «Candín», cazador, valiente y fanfarrón, secretario del Nalón y uno de los lugarte­nientes más brillantes de Villa. Donaire fue elegido con el 55%.

Donaire y Villa nunca han co­mulgado. Hubo momentos muy tensos, como la huelga general del 14 de diciembre de 1988. Villa tuvo que ser funambulista para que su rechazo al paro — primera vez que los sindicatos ponían a González contra las cuerdas — no acabase en sanción. Rifirrafes mutuos hasta ayer mismo: Do­naire fue reelegido con el 66% de los votos. El SOMA se abstuvo.

El SOMA es ahora el SOMA--FIA-UGT: el sindicato minero

Nicolás Redondo. Villa y Lito. Todo ha cambiado.

más la Federación de Industrias Afines (químicas, textil y eléctri­cas, entre otras) de la UGT. Vi­lla, secretario general de esta sopa de siglas, ha salido ganando en afiliación, porque supera los 10.500 militantes; en relación na­cional, porque no hay divergen­cias con el secretario estatal, Je­

sús Urrutia; y en sintonía con la dirección confederal: la FIA apo­yó a Cándido Méndez contra Lito para suceder a Redondo.

Ultimamente, Villa ha sido de los pocos que han defendido pú­blicamente a Redondo y ya no es un «extraño» para la dirección nacional: sintoniza con Méndez.

«i^^SIMSí Atrás quedan los tiempos de

los choques con José Antonio Saavedra porque defendía plan­teamientos estatales que no coin­cidían con los del SOMA. Acabó en un enfrentamiento personal y sistemático. Antón, hoy dipu­tado de IU en la Junta General del Principado, perdió.

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26 L A NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Martes, 24 de mayo de 1994

El maquinista del socialismo asturiano (3)

José Ángel Fernández Villa y muchos de sus más estrechos colaboradores se quejan de que, en múltiples ocasiones, se identifique al SOMA - ahora FIA-SOMA-UGT - , «a una organización política», con una parte del PSOE asturiano. Tienen razón, pero regla­

mentista, porque de hecho el sindicato mi­nero es el principal baluarte socialista de las cuencas, y las cuencas, de mayoría gue-rrista, son el apoyo más sólido de la Federa­ción Socialista Asturiana. La fuerza de afilia­ción, una fortísima disciplina y cohesión in­

terna, la capacidad de unos dirigentes -curtidos en el trabajo sindical, les han dado el control de la FSA. Es otro de los poderes de este maquinista del socialismo asturiano, al que LA NUEVA ESPAÑA sigue dedican­do esta serie de reportajes.

Federación Socialista Asturiana: todo el poder para los mineros

La fuerte afiliación, la disciplina y la cohesión interna, trasvasadas del sindicato al partido, han dado el poder a Fernández Villa sobre el socialismo regional

Oviedo, J. M. PIÑEIRO / J. CUERVO

Villa ha tenido durante años este control sobre el partido en Asturias y lo conservó en el últi­mo congreso. En él consiguió, al menos, tres cosas: apartar a los renovadores, yugular a la tercera vía —los más partidarios de la integración— y seguir siendo el pivote en el que se apoya la direc­ción de la FSA.

La mayoría conseguida le con­cede amplia capacidad de manio­bra para elaborar y supervisar las próximas candidaturas autonó­micas y nacionales de los socialis­tas asturianos. El líder del SOMA-UGT trasladó toda la fuerza de su organización sindi­cal en las cuencas mineras a la Federación Socialista Asturiana (FSA), formando un grupo com­pacto como no había otro.

Jesús «Suso» Sanjurjo, que ha­bía sido secretario desde la cons­titución de la FSA, cuando sólo tenía 21 años, cayó una década después por agotamiento.

Villa, según la tradición de Largo Caballero y el propio Ma­nuel Llaneza, fundador del SOMA-UGT, trasladó su fuerza sindical al partido. Su primer paso lo dio en el congreso que la Federación Socialista Asturiana celebró en Perlora en 1979. En él, Jesús Sanjurjo, secretario gene­ral, pidió a dos destacados uge­tistas, Lito, secretario general, y José Manuel Suárez, también miembro de la dirección del sin­dicato, que entrasen a formar parte de la ejecutiva. Quería que Suárez fuese secretario de orga­nización, pero éste respondió que no aceptaba el cargo ni muerto. Le forzaron diciendo:

— No tienes cojones a decirlo ahí fuera, en la asamblea.

Suárez salió elegido, y «tuvo cojones», ya que renunció al car­go, aunque sí aceptó ser miembro de la ejecutiva de la FSA.

í m

Con Martínez Noval, las agrupaciones de

% las cuencas f¿ mineras ganaron lí más peso

Villa vio que la ejecutiva se in­clinaba hacia UGT del Metal y que su sector iba quedando fue­ra. El metal era la sección más grande, superior a la minería, pero Villa quería ganar espacio para el SOMA. Dijo a «Suso» Sanjurjo que si metían a Lito te­nía que entrar él y, si iba José Manuel Suárez, había que com­pensarlo con otro del SOMA.

José Ángel Fernández Villa, entre el actual secretario general de la FSA, Luis Martínez Noval (izquierda), y el

anterior, Jesús Sanjurjo.

Lito advirtió a Sanjurjo: «Si aceptas esto, vamos de puto culo».

Sanjurjo, un carácter contem­porizador, aceptó y dio oportu­nidad a los dos sindicatos. A un mismo tiempo empezaron «la guerra» entre el SOMA y el Me­tal de la UGT y el acceso de mi­neros a la ejecutiva de la FSA.

Suso acabó dejando la secreta­ría general poco después de las autonómicas de 1987. La elabo­ración de aquella candidatura provocó un fortísimo enfrenta-miento, porque el secretario re­gional de UGT, Lito, se negaba a ir detrás de un subordinado suyo, el líder de la minería, Villa. El partido argumentaba que Villa era miembro de la ejecutiva fede­ral, con lo cual quitaba razones a los ugetistas. La bronca acabó cuando Lito y los suyos decidie­ron abandonar la lista.

Suso dejó el partido y se puso a repartir lunas de cristal en la em­presa Dirsa. Ya había titulado en aquellos años un poemario Pe­dro de Silva diciendo que «La luna es un instrumento de traba­jo». A Sanjurjo le sustituyó el vi­cesecretario general, Luis Martí­nez Noval, un profesor de la Fa­cultad de Económicas tímido y muy serio. Tenía fama de ecuáni­me, pero Bernardo Fernández, a la sazón consejero de Interior, no lo tenía muy claro: él advirtió a Sanjurjo de que Noval podía caer en la tentación de ser un líder de facción.

Noval no tenía el entramado de relaciones de Sanjurjo, que siempre fue simpático a UGT. Con Noval, las agrupaciones de las cuencas fueron adquiriendo cada vez más peso e influencia, y aumentó el distanciamiento de las zonas críticas: Gijón, Aviles, medio Oviedo y parte de peque­ñas agrupaciones.

«No, hombre, ¿cómo voy a ir a ver el partido del Barcelona si es­toy en minoría?», bromeaba Vi­lla en el penúltimo congreso so­cialista, en 1991. Televisaban a los culés, uno de los dos equipos entre los que reparte su afición el líder sindical —el otro es el Oviedo —, pero estaba en marcha el congreso de la Federación So­cialista Asturiana, en febrero de 1991, y Villa se reía sobre la posi­bilidad de perder un congreso que sabía ganado de antemano.

• La disolución de p la AMSO y la é elección de Vigil p para presidente • fueron • tensísimas

En aquella ocasión, sin embar­go, aceptó el empate. En 1991 es­taba abierta una crisis de gobier­no, Luis Martínez Noval aún era ministro de Trabajo, y la dimi­sión de Alfonso Guerra como vi­cepresidente les empañó los ojos

a muchos. La única duda sobre el cónclave asturiano era si habría o no integración. Casi contra pro­nóstico, hubo acuerdo. El con­greso pudo haber acabado en una gestora, porque Noval se ne­gaba a salir apoyado sólo por una parte, pero al final hubo pac­to. Los del SOMA miraban de reojo a Pedro de Silva, aún presi­dente, y lo enfilaban: «Míralo, míralo, quiso armar la bolera para que hubiese cristo y ponerse al frente del partido con una ges­tora».

De poco sirvió, porque pronto la división interna se reprodujo en los comités regionales. Los críticos encontraron, además, una bandera nacional que enar­bolar: la de la renovación. Suce­sivamente, fueron encadenándo­se enfrentamientos, y el más duro de todos fue el provocado por la disolución de la ejecutiva de la agrupación de Oviedo, lo que se conoció — al corcuerino modo — como «la patada a la puerta».

Echó a Wenceslao López de la secretaría local y colocó durante un año al «chico para todo» Al­varo Cuesta, diputado nacional, al frente de una comisión gesto­ra. Tanta llegó a ser la tensión que, en el último congreso, cele­brado en abril, todos los renova­dores habían abandonado la eje­cutiva. La agrupación de Oviedo fue el momento más tenso, pero la división tuvo otros momentos claves: la elección de Vigil como presidente del Principado, que no

fue apoyado por los críticos, y el nombramiento de su sustituto, Antonio Trevín, contra quien confrontó y perdió Bernardo Fernández.

Los planes de reindustrializa­ción sirvieron para provocar otro momento crispado, en febrero de 1992. Los críticos acusaron al Gobierno de Vigil de mandar maniatado por el SOMA —de­cían que el partido y el Ejecutivo estaban «sindicalizados» — y de preocuparse sólo por las cuencas, olvidando al resto de Asturias.

ff En el último ¡¡ congreso, Villa II sacó fuera de la y/-

% ejecutiva a todos i los renovadores

Villa llegó al último congreso sin estar en la ejecutiva nacional. Sin embargo, no perdió fuerza. Al revés, fue el ganador más des­tacado. No hubo acuerdo y to­dos los renovadores quedaron fuera de la ejecutiva que, modifi­cada en parte, mantuvo a todos sus hombres de confianza.

El fue elegido miembro del co­mité federal, y María Luisa Car-cedo, «marialuisina» en el SOMA, consejera de Medio Am­biente e identificada con sus planteamientos, fue «ascendida» a miembro de la ejecutiva regio­nal y, como él, al comité federal: justo los mismos cargos que su presidente de Gobierno, Antonio Trevín. Villa acabó el congreso satisfecho y ofreciendo una con­ferencia de prensa que, según iba cogiendo carrerilla, convirtió en un auténtico mitin.

Con la mayoría a su favor, Vi­lla podrá seguir supervisando, y con capacidad de veto, las próxi­mas listas autonómicas —empe­zando por el número uno: el can­didato a presidente — y naciona­les de los socialistas asturianos. Los renovadores lograron en el congreso un 37 por ciento que celebraron, pero que aún les que­da lejos de la mayoría. No obs­tante, sus tres barones — Bernar­do Fernández, Vicente Alvarez Areces y Pedro Sanjurjo- esta­ban contentos. Menos alegría te­nían los miembros de la «tercera vía» —en Asturias, también «clan de la vaca roxa», un grupo de dirigentes partidarios de la in­tegración, amigos de la sidra y con conexión con el medio ru­r a l - , que fueron yugulados. Destacaban Juan Cofiño, Carlos Rojo y Trevín. Ya lo decía un alto líder del SOMA: «¿Con qué afiliados van a imponer un acuer­do? ¿Con una vaca?».

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28 L A NUEVA ESPAÑA ASTURIAS Martes, 24 de mayo de 1994

El maquinista del socialismo asturiano (3)

Rafael Fernández sentó a Villa junto a Felipe González y Alfonso Guerra

El divorcio socialista y el encierro navideño en el pozo «Barredo» echaron de la ejecutiva federal al dirigente minero

Oviedo, J. C. / J. M. P.

El hombre fuerte del socialis­mo asturiano llegó a la ejecutiva nacional del PSOE con el apoyo de Rafael Fernández, entonces presidente del Consejo Regional, órgano preautonómico que regía Asturias sobre consenso de los partidos parlamentarios. En 1979 se celebró el congreso XXVIII del PSOE, en el que Feli­pe González, secretario general, quiso arrancar la etiqueta mar-xista y, al no lograrlo por la ma­yoría suficiente, dio su primera espantada personalista. En él, Lito fue portavoz de la delega­ción asturiana. Meses después se celebró el congreso XXVIII bis, el de la renuncia. ^

Rafael Fernández metió a José Ángel Fernández Villa en la eje­cutiva en una maniobra maestra para acabar con su radicalidad que después lamentaría, porque fue la que le hizo perder la Presi­dencia del Principado en favor de Pedro de Silva Cienfuegos-Jove-llanos. Villa, por entonces mar-xista convencido —tesis que de­fendió con vehemencia, como en él es habitual, en el congreso del PSOE en el que el partido se qui­tó esta etiqueta —, cambió su dis­curso, abandonó el marxismo que antes defendía a ultranza e hizo que los suyos lo abandona­sen.

La decisión debió de costarle trabajo. En el tiempo intermedio entre congresos, se celebró en el Seminario de Oviedo un debate entre tres líderes socialistas: Gó­mez Llórente, entonces número uno por Asturias y partidario de mantener la referencia marxista; Alonso Puerta, asturiano, aún te­niente de alcalde de Madrid con Enrique Tierno, más moderado, y Felipe González. La discusión la escuchaban, entre el público, Villa y su lugarteniente «Belar-mo» Noval: a lo largo del debate no dejaron de criticar a González y de comentar «que no habla del marxismo para nada».

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Pues Villa dejó luego el mar­xismo y así llegó a la ejecutiva federal del PSOE, un cargo que tuvo para él un doble valor: por un lado, estuvo quince años oyendo cómo se debatían cues­tiones de Estado. Por otro, fue el narrador de la situación de Astu­rias en el máximo órgano de di­rección del partido.

Como valor adicional, estuvo cerca de Felipe González y, sobre todo, de Alfonso Guerra, los má­ximos dirigentes. Fue el único obrero que aguantó hasta el final -hasta el congreso del pasado

El minero presumió de dar pu­ñetazos en la mesa de la ejecuti­va. Pero el impacto de los golpes tuvo dos etapas: cuando Guerra gobernaba, se tomaba en cuenta el eco; cuando el partido se divi­dió y González abrazó la causa renovadora, el sonido se escapa­ba por las salas de Ferraz, sede nacional del PSOE.

Llegó un momento en que Felipe González y Fernández Villa tuvieron distintas miras.

mes de febrero - en la cúpula del partido gobernante. Ahora ya no hay ninguno.

González y Redondo a Lito: «No sería bueno expedientar a Villa en UGT»

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Esta influencia fue muy impor­tante. Como ejemplo, en 1980 se celebró un comité regional de UGT en Mieres, en el que se iba a abrir un expediente a José Ángel Fernández Villa por atribuciones indebidas. Ya estaban consegui­

dos todos los votos para expe­dientarle. Por orden de Manuel Fernández —secretario general de la UGT - hizo la exposición de motivos Pedro Sanjurjo, por­tavoz de la ejecutiva sindical.

Cuando empezó su discurso, Lito recibió el recado de que te­nía una importante llamada tele­fónica. Se ausentó de la sala. Al otro lado del teléfono estaba Fe­lipe González, secretario general del PSOE, reunido con Nicolás Redondo, secretario general de la UGT. González le transmitió algo en lo que los dos máximos dirigentes del socialismo estaban de acuerdo: «No sería bueno para la organización que se expe­dientara a Villa».

Lito regresó para desactivar la operación cuando el hoy secreta­rio general de los socialistas gijo-neses acababa su exposición. Reunió a la ejecutiva, explicó su­cintamente que cambiaban el voto y les obligó a negarse al ex­pediente. Incluido Pedro Sanjur­jo, que sintió que le habían em­pujado a una piscina y durante el salto la habían vaciado de agua.

Evitaron el expediente por una rapada mayoría. Las relaciones fraternales entre partido y sindi­cato habían obligado a Lito a ha­cer un dificilísimo papel. Su ínti­mo amigo Eduardo Lafuente, en­tonces al frente del Metal de Asturias, tardó dos meses en vol­ver a dirigirle la palabra.

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Él encierro navideño en el pozo «Barredo» fue sindicalmente bueno y políticamente malo para Villa. En la foto,

con Nicolás Redondo, Gutiérrez y Hevia.

Villa lamentó I que Noval no ¡f defendiese su p permanencia en 'ú la ejecutiva

Villa se sentó en la ejecutiva hasta febrero de 1994, el congre­so nacional que ganaron a los puntos los renovadores. En su lu­gar, entraron dos asturianos: Luis Martínez Noval, secretario general de la FSA, y Ludivina García Arias, estrecha colabora­dora de Villa, casi eurodiputada del carbón.

Con él fuera, la dirección del PSOE quedó sin ningún repre­sentante sindical. Eso fue lo úni­co que estuvo dispuesto a lamen­tar públicamente Villa, pero en­tre sus íntimos echaban de menos que Noval no le hubiese defendi­do con mayor ahínco. Pero a No­val le dieron la lista cocinada y poco pudo defender. La exclu­sión de Fernández Villa no sor­prendió a nadie, empezando por el propio minero, pero a alguno le humedeció los ojos. Por ejem­plo, a María Luisa Carcedo, con­sejera de Medio Ambiente desde el gobierno de Rodríguez-Vigil.

El sindicalista lo calculaba desde hacía tiempo porque el tándem entre González y Guerra, en la expresión del afrancesado ex ministro Jorge Semprún, esta­ba quebrado, y Villa había toma­do partido claro por el segundo.

El encierro minero del pozo «Barredo», en las Navidades de 1991, había irritado sobremanera a González, quien se había visto sorprendido en los consejos de ministros por una inesperada du­reza de Martínez Noval en con­tra del plan de Hunosa, osando plantar cara, contra sus silencio­sas costumbres, a Aranzadi y a Solchaga.

El Presidente dedujo que el mi­nero era el culpable de todo, y se le metió entre ceja y ceja. Ade­más, en las últimas reuniones de la ejecutiva federal, Villa insistía en un acercamiento a los sindica­tos que no compartía González.

Villa quedaba fuera de la eje­cutiva y renunció, pese a las pre­siones de muchos —entre ellos, su líder político, Alfonso Gue­rra— a ocupar un sitio en el co­mité federal. Sólo lo aceptó dos meses después, cuando le nom­bró el congreso de la FSA. Entre muchos otros argumentos, Villa puede decir ahora que le han nombrado sus bases. En su códi­go, es un valor fundamental.

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Miércoles, 25 de mayo de 1994 ASTURIAS LA NUEVA ESPAÑA 2 7

El maquinista del socialismo asturiano (y 4)

Una mano en la Caja Villa interviene en el nombramiento del presidente de la entidad financiera

Tres mandos en las cuencas: alcalde, partido y sindicato

Oviedo, J. M. P. Villa utiliza la fiesta anual de

Rodiezmo, en septiembre, para empezar el curso político, tal como una clase magistral. Ocupa la tribuna con una duración de discurso castrista y multiplica los mensajes. Fue ésa la ocasión que eligió, en 1992, para poner firme a Ángel Fernández Noriega, en­tonces presidente de la Caja de Ahorros de Asturias, ahora Caja de Asturias, y la principal enti­dad financiera del Principado con diferencia.

Villa criticó a Noriega por un exceso: había reunido al consejo de administración de la Caja en Sevilla, aprovechando la Expo, y al sindicalista aquello le pareció un derroche. Noriega, ex econo­mista del SOMA nacido en el ba­rrio obrero langreano de La Joé-cara y presidente de la comisión nacional revisora de cuentas del PSOE, replicó que también la en­tidad ayudaba a celebrar Rodiez­mo, pero acusó el golpe.

El mensaje de Villa fue la pri­mera advertencia a Noriega de que podía verse obligado a aban­donar el cargo. Los estatutos de la Caja limitaban la continuidad en la presidencia a dos mandatos, pero Noriega, que ya los cum­plía, barruntaba que podría re­formarlos para seguir en el cargo.

Los estatutos de la Caja esta­blecen que el nombramiento del presidente corresponde al Go­bierno regional y el del vicepresi­dente, al Ayuntamiento de Gi-jón. Por eso el segundo cargo lo ocupa el insigne renovador socia­lista y alcalde gijonés Vicente «Tini» Alvarez Areces.

Villa no nombra, pero supervi­sa. Antonio Trevín llegó a la Pre­sidencia del Principado y se en-

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Sus 10 empeños • Jubilaciones con toda la paga para 10.500 mineros.

• Plan de Dinamización de Asturias.

• «Corredor del Nalón».

• Enlace de las cuencas con la autovía del Cantábrico.

• Museo de la Minería.

• Sodeco.

• la térmica de La Pereda.

• Recuperación de una escombrera en Turón, hoy parque José Ángel Fernández Villa.

• Saneamiento de los ríos Nalón y Caudal.

1 Hospital de Jarrio.

contró con una papeleta difícil: tos, y elegir a su sustituto. Para decidir si Noriega continuaba o formar su gobierno, ya se había no, previa reforma de los estatu- propuesto a Noriega para ser

Villa, en el centro, con Noriega a la Izquierda. Noriega era economista del SOMA. Luego ocupó la presi­dencia de la Caja.

consejero de Economía, lo que suponía un nuevo golpe a su con­tinuidad.

Trevín interpretó que ceder a los deseos de Noriega sería visto como una merma a su autoridad. Así que lo habló con el secretario general del PSOE, Luis Martínez Noval. Noriega, pese a todos los embates, acompañaba alguna mañana a Villa en sus paseos de rehabilitación por el parque de La Felguera, y Trevín no dejaba de tentarse la ropa. Al final, fue elegido Manuel Sampedro, ínti­mo de Noval. Desde las cuencas, fue saludado: «Siempre colaboró mucho con nosotros», sentenció el SOMA.

Villa, elpóster j . c.

En el ajedrez político as­tur iano, Villa juega con n e g r a s y h a c e quince años que los

tiene a todos en jaque, los rinde por aburrimiento, los ningunea en los pasillos, los desconcierta con sus estrategias. Villa es una planta crecida en estos años de clima seco y soleado del socialis­mo: socialismo en Madrid, socia­lismo en Asturias, socialismo en las cuencas, socialismo en el Na­lón, socialismo en Tuilla.

El vigilante no duerme y dedi­ca 26 horas al día a pensar en política y sindicalismo. Ni su sa­lud quebradiza le ha producido desmayo. Rabió con una triple hernia discal el trayecto Sama-Madrid gastando su R-19. Salió de la cama del Sanatorio Adaro para ver a Felipe González inau­gurando Du Pont en medio de la campaña electoral última, y a Juan Luis Rodríguez-Vigil y a su amigo Víctor Zapico descompo­nerse por el escándalo del «Petro-mocho». Desde ese mismo lecho de la flebitis, nombró a Antonio Trevín Lombán presidente del Principado.

Lo de Villa es aguantar y no

ceder un metro. Mantenerse en el guerrismo ortodoxo aun en los días más declinantes, no dejar la más mínima ventaja a renovado­res de ciudad.

Se le atribuye un carácter obse­sivo y falta de piedad para con sus aliados temporales, pero ya se sabe que la política es para

hombres duros. Ha conseguido todo el poder que tuvo a mano y lo ha ejercido con mano dura, desde la Alcaldía de su pueblo hasta la presidencia de la Caja de Ahorros. No es inconmovible. Pero a saber: es tan teatral... Se le ha visto llorar y compadecerse de los problemas personales de sus

enemigos, pero se tensa donde percibe disidencia y practica has­ta el final el conmigo o contra mí. El cruce del conmigo al contra mí le brilla en un reojo, señalando por donde queda la puerta, o re­cibiendo los ataques de perfil.

El tímido que lleva detrás del bigote severo tiene un círculo de fidelidades en su familia y en sus amigos y lugartenientes. Ese bi­gote tiene dos posiciones: tiende a sonreír en las fotografías, salvo cuando quiere advertir a los su­yos que hay peligro, y lo hace con gran esfuerzo facial, articulando todo para que se sepa que debajo hay alegría.

Fundamentalmente, es un con­table concentrado en las dos co­lumnas del debe y el haber. Me­jor no deberle nunca, porque lo cobra siempre. Como desconfia­do, lo que más valora es la con­fianza, que nunca la da, sino que la presta y sin soltarla del todo.

Con los años ha ido consi­guiendo ser una cara de cartelón, una fotografía para las futuras historias ilustradas de Asturias, cuyos redactores están ahora en Preescolar.

Oviedo Villa es un hombre tímido,

pese a toda su exuberancia po­lítica y sindical. Quizás eso ex­plique que acostumbre a ro­dearse de un grupo casi fami­liar de fieles sin t i tubeos , dispuestos a romperse la cara por él en el caso de que haga falta. Comprende los proble­mas humanos, valora mucho la lealtad y exagera el recelo. Todas estas señas, unidas con su poder y su modo de ejercer­lo, le han creado leales y ene­migos.

El poder de Villa tiene mé­dula minera y se enraiza en las cuencas. Su grupo de leales se nutre básicamente de trabaja­dores, y es en las cuencas don­de menos tolera las divergen­cias. Si Villa es importante en el socialismo regional, en las cuencas es imprescindible.

Los alcaldes mineros, los sindicatos y las agrupaciones socialistas de las cuencas fun­cionan coordinadamente bajo Villa. Más de una vez lo han demostrado en las negociacio­nes de Hunosa: los alcaldes se reunían con el ministro de In­dustria mientras los sindicatos discutían con la empresa de Hunosa y las agrupaciones po­nían a la FSA patas arriba.

La lista de quienes ejecutan el p o d e r m á s d i r e c t o del SOMA, el territorial, es muy amplia. Todos son leales. En Langreo, por ejemplo, Fran­cisco González Zapico sustitu­yó en 1987 a Aladino Fernán­dez en la Alcaldía cuando éste se había vuelto díscolo. En esta comarca, Villa ha designado a un líder sindical — Laudelino Campelo, secretario de UGT del Nalón y uno de sus mejores guardias de corps —, mientras que el control del PSOE recae en José Granda.

Marino Fernández sufrió en San Martín del Rey Aurelio el mismo destino que Aladino en Langreo. Le relevó en la Alcal­día Graciano Torre, muy iden­tificado con Villa y en alza en el PSOE, al igual que el secre­tario local del partido, Benig­no Enríquez. En Laviana, uno de los hombres de su máxima confianza es José María Solís, secretario del partido; en Caso el papel le corresponde a Car­los Peón, y en Sobrescobio a Ismael Méndez, alcalde.

Otro alcalde descabalgado, aunque con capacidad para sa­lir a flote por fuerte que sea la tempestad, fue Eugenio Car-bajal, en Mieres, ahora presi­dente de la Junta General del Principado. Le sustituyó Gus­tavo Losa, no muy identifica­do con el SOMA, pero escolta­do por un «rescatado» del PCA y de Comisiones Obreras, Avelino García, portavoz mu­nicipal. En este caso, la comar­ca tiene dos líderes claros y muy distintos: Balbino Dosan-tos, «Lili», secretario de UGT, y Juan Vila, responsable del partido. En Aller cuenta con el alcalde, Gabriel Pérez Villalta, y en Lena con el secretario del partido. González Pulgar.