Troxler

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P eronismo José Pablo Feinmann Filosofía política de una obstinación argentina Suplemento especial de P ágina I 12 Julio Troxler, una tragedia argentina 32

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Análisis de José Pablo Feinmann

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PeronismoJosé Pablo Feinmann

Filosofía política de una obstinación argentina

Suplemento especial de

PáginaI12

Julio Troxler, una tragedia argentina32

LA INGENUIDAD DE VALLE

Hay ingenuidad en la revolución deValle. En él mismo sobre todo.Pareciera no haber puesto en labalanza la adhesión poderosa delas clases medias y de los sectores

intelectuales y académicos para con laLibertadora. Si Valle pensaba que una masaincontenible de obreros peronistas se sumaría a él,ese error era mayúsculo. En junio de 1956 eramás probable que se movilizaran los sectoresligados al catolicismo, al Cristo Vence, losempleados que esperaban prosperar en el nuevogobierno, los que estaban hartos del estiloagobiantemente personalista de Perón, losintelectuales, los radicales, los socialistas, loscomunistas, que las masas peronistas quepermanecían en la misma desorganización en quePerón las había mantenido. No era el momentode una revolución a la luz del sol. No era elmomento de un paseo triunfal hasta la Plaza deMayo (al estilo del de Uriburu y sus cadetes),tampoco el de una simple proclama que arrancarade sus barrios oscuros, humillados, sometidos a lapersecución de la policía aramburista, a losobreros beneficiados por el régimen peronista.Siempre conocedor de los hombres y lascoyunturas, siempre zorro y, más aún, viejo, elgeneral se había opuesto al intento de Valle. Vanal muere, era su pronóstico. Valle y los suyospensaban que Aramburu y Rojas eran unoscobardes, que no afrontarían una sublevación,que el golpe del ‘55 era fruto del coraje deLonardi. Era increíble que desconocieran el odiodel antiperonismo. El desplazamiento de Lonardiabrió paso, justamente, al odio gorila, que no espara desdeñar. Ha tenido y tiene una fuerzapoderosa en la Argentina. Sobre todo cuandoidentifica al peronismo con esa fuerza maligna ala cual suele asociarlo: el peligro comunista. Elodio gorila razona así: si el peronismo semantuviera en sus posiciones podríamoscontenerlo, incluirlo, no reprimirlo. Pero, al serun movimiento de masas, al representar a lanegritud de este país, aun cuando siemprecontemos entre sus filas con fascistas queadherirán a nosotros en un enfrentamientodefinitivo, el peligro de este maldito movimientoque tanto persevera es que surja de él elcomunismo. O, en nuestros días, el populismolatinoamericano, enemigo de Estados Unidos,partidario de los juicios contra los “héroes de lalucha contra la subversión” e, incluso, partidariode una investigación sobre la Triple A (y estoviene de parte del mismo peronismo) que podríallegar a tocar la intocada e intocable figura dePerón. Créase o no, es a la derecha argentina entotalidad a la que no le interesa que se “toque” aPerón. Los trabajos sucios que hizo la Triple A yque podrían involucrar (en principio en su facetapermisiva) a Perón involucrarían al EjércitoArgentino, pues todo lo que la Triple A hizoestuvo avalado por el establishment. Bastarecordar (ya nos detendremos sobre esto en sumomento) la Meditación del elegido con queMariano Grondona fundamenta públicamente lasacciones terroristas de López Rega, hacia fines de1974 en Carta política.

Valle estaba muy lejos de conocer ese odio.Debió haberlo conocido luego del bombardeo del16 de junio, pero parecía creer más en la moviliza-ción instantaneísta de la clase obrera que en los quesostenían las banderas de la Iglesia, el Ejército, lasclases medias y el resto del país que había tirado aPerón y que todavía mantenía la sensación de sutriunfo, la convicción de sostenerlo y el odio conque lo había llevado a cabo. Era impensable un“paseo” hacia la Plaza de Mayo, concentrarse ahí yexigir el regreso del líder. Se habría producido unnuevo y más sanguinario 16 de junio. En el diarioLa Prensa del 13 de junio se recogían las declara-ciones que, la noche anterior, ante un grupo deperiodistas, en el mismo momento en que Valle erafusilado, había formulado el ministro de Ejército,general Arturo Ossorio Arana: “El asesinato, incen-dio o destrucción de vidas, iglesias y otros bienesde la colectividad, señalan el camino a un estadoanárquico total con estrecha semejanza al propug-nado por la revolución social comunista. La repre-sión firme, ecuánime y serena de las fuerzas arma-das y en particular la noble reacción del ejército

anularon el movimiento. La objetividad con quefue informada la institución y la opinión públicasin deformaciones, hablan de una confianza abso-luta en los valores morales del ejército y de la ciu-dadanía consciente y libre” (La Prensa, 13/6/56.Citado por Ferla, Ibid., p. 135, cursivas mías.) Locual situaba a un católico como Valle del lado delateísmo marxista-leninista soviético.

Valle también ignoró que la Libertadora maneja-ba todos los medios de difusión, o, sin duda, losdecisivos. Que en los teatros se daban obras satíri-cas sobre el peronismo, Perón y Evita. Que seexponían al público joyas, tapados de piel, meda-llas, todo tipo de objetos de lujo que se atribuían aldespilfarro, al robo descarado de la pareja presiden-cial. Que se hablaba sin cesar de los hurtos de JuanDuarte (muchas veces veraces). Que actores comoLeonor Rinaldi y Pepe Arias eran ídolos nacionales.Que en La Revista Dislocada, “la gran creacióncómica de Delfor”, en la que colaboraba el humo-rista rabiosamente antirrojo Aldo Cammarota, queterminó viviendo en Miami, los chistes se descarga-ban sobre el “régimen depuesto”. La clase media yla clase alta vivían envueltas en un clima de júbilo yhasta de exaltación que probablemente las hubierallevado a una defensa activa del gobierno de facto.Valle no pensaba que esta posibilidad era más via-

ble que el alzamiento de unas masas obreras desa-lentadas, agredidas, que recibían el desdén de losposeedores y la burla sobre todo aquello en quehabían creído en los últimos años. Además, ¿cómosabía Valle que Perón habría de volver? No escasual que Perón se haya opuesto al golpe. No esta-ba repuesto aún. Necesitaba elaborar su derrota yjuntar coraje para ponerse de nuevo al frente de unmovimiento, el que Valle ponía en sus manos, queesta vez enfrentaría a adversarios temibles y sangui-narios a los que Perón respetaba en su justa mediday todavía un poco más.

Valle se despide de su hija Susana y se dirigehacia el pelotón de fusilamiento. Lo fusilan en lacárcel de la Avenida Las Heras, donde ahora hayun espacio verde en el que algunos chicos juegan yalgunos mayores hacen jogging para bajar de pesoo para escaparles a los infartos. Citemos la prosaemocionada, algo cándida (en medio de tantoterror, de tanta crueldad) de Salvador Ferla: “Asípasa Valle a la inmortalidad. Así entra este héroe ymártir, esta gloria auténtica del Ejército Argentinoal reino de Dios, allí donde no existen la crueldadni el odio ni la calumnia. Hermano de Dorrego yPeñaloza, representante de una Argentina ¡por cen-tésima vez vencida!” (Ferla, Ibid., p. 134).

Sin embargo, ese reino de Dios en el que Ferla

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asegura entrará Valle era propiedad de los Liberta-dores. La Iglesia no hizo nada por impedir los fusi-lamientos. “Aramburu y su ministro del Interiorinformaron que habían secuestrado instruccionesde los rebeldes para tomar casi todas las iglesias ycolegios religiosos del país y fusilar a los sacerdotesy monjas que se resistieran (...) El arzobispo de LaPlata, Antonio Plaza, participó de la ‘ceremoniapatriótica’ organizada frente al Departamento dePolicía para agradecer ‘la ejemplar conducta’ desus tropas durante la sublevación. En Rosario,Caggiano visitó al comandante del Cuerpo deEjército, general José Rufino Brusa, en cuya sedeaún había personas detenidas. Si fue a pedir cle-mencia, no lo hizo público ni se conocen docu-mentos que lo indiquen” (Horacio Verbitsky, Laviolencia evangélica, Tomo II, “De Lonardi al Cor-dobazo (1955-1969)”, Editorial Sudamericana,Buenos Aires, 2008, p. 45/46). El Reino de Dioses de quienes poseen el poder. Ellos no deseanentrar a ese reino sino que envían ahí a quienesson sus enemigos. Lo hacen con suma frecuenciaen nombre de ese Reino, de ese Dios, de ese Culto.Dios no pareciera decidirse a ser justo como locreía Lonardi. Notable cuestión: Aramburu creíaque Dios era justo porque él fusilaba a Valle. Vallecreía que Dios era justo porque lo acogería en su

Reino y echaría una eterna maldición sobre susasesinos. La Iglesia, como siempre, considerabaque Dios era justo, pero a veces con unos y a vecescon otros, de acuerdo con sus propios intereses.Cuando Dios favorecía a los que la Iglesia apoyaba–como en el caso de Aramburu al fusilar a Valle–Dios era justo con los amigos de la Iglesia. Cuandono lo era, lo sería pronto. O habría que luchar paralo fuera. Pues “Dios” es una formidable rúbricaque suelen ponerse a sí mismas las revoluciones debase clerical, oligárquica, que han triunfado. Paradesgracia de Valle, Dios no estaba en la Peniten-ciaria de Las Heras la noche en que lo fusilaron.(Nota: En la película que Richard Brooks hizosobre la nonfiction novel de Truman Capote, A san-gre fría, en la escena final están por ahorcar a losasesinos de la familia de farmers. A uno lo suben alcadalso, le ponen la cuerda alrededor del cuello yel tipo ya siente la trampa que se abrirá bajo suspies. Hay un sacerdote, a su lado, que reza. Elhombre lo mira. El frío es cruel. Le pregunta:“Padre, ¿está Dios en este lugar?” ¿Estaba cuandofusilaron tan indecentemente a Valle?)

LA CARTA DE VALLEPero los crímenes no suelen quedarse en el pasa-

do. Siempre hay algo que los arroja hacia el futuro.

Valle, para desgracia de Aramburu, escribe unaCarta. También las había escrito Dorrego, cuandoesperaba los fusiles de Lavalle en los campos deNavarro. Las de Dorrego le sirvieron a Rosas paraimponer mayor dureza a su régimen. Respondía ala dureza con la dureza. Las cartas de Dorregohabían pedido que esto no ocurriera. Escribe a suhija Angelita: “Mi querida Angelita: En estemomento me intiman que dentro de una horadebo morir; ignoro por qué; mas la providenciadivina, en la cual confío en este momento crítico,así lo ha querido. Perdono a todos mis enemigos ysuplico a mis amigos que no den paso alguno endesagravio de lo recibido por mí”. Otra carta: “Miquerida Angelita: te acompaño esta sortija paramemoria de tu desgraciado padre”. Otra: “Mi que-rida Isabel: Te devuelvo los tiradores que hiciste atu infortunado padre”. Otra más: “Sed católicos yvirtuosos, que esa religión es la que me consuela eneste momento”. Otra: “Mi vida: Mándame hacerfunerales y que sean sin fausto. Otra prueba de quemuero en la religión de mis padres”. Y la última,fechada en Navarro en 1828, y dirigida al SeñorGobernador de Santa Fe, Don Estanislao López, esde notable importancia: “Mi apreciable amigo: Eneste momento me intiman morir dentro de unahora. Ignoro la causa de mi muerte, pero de todosmodos perdono a mis perseguidores. Cese ustedpor mi parte todo preparativo y que mi muerte nosea causa de derramamiento de sangre” (cursivasnuestras).

La Carta de Juan José Valle no será tan magná-nima. Es dura. Algo está pidiendo. No le augura asu verdugo un futuro de felicidad. No tiene el airecalmo, pleno de bondad y de religiosidad deDorrego. Es una Carta conocida pero añadiremosalgo: la Carta de Valle se liga con la Carta deWalsh. Las liga el arbitrio del crimen aleve, la faltade juicio, decidir fusilarlo antes de que estuvieraproclamada la Ley Marcial. Basura. La Historiapasa por los patios húmedos, nocturnos de laspenitenciarias, la muerte es clandestina.

La Carta de Valle será, a la vez, la Carta de Valley la condena de muerte de Pedro Eugenio Aram-buru, su ejecutor, que no dudó un instante, quebuscó el escarmiento, demostrar la dureza de laLibertadora y que nadie más se atreviera a lanzarsea una aventura revolucionaria como Valle. LaCarta dice: “Dentro de pocas horas usted tendrá lasatisfacción de haberme asesinado. Debo a miPatria la declaración fidedigna de los aconteci-mientos. Declaro que un grupo de marinos y mili-tares, movidos por ustedes mismos, son los únicosresponsables de lo acaecido. Para liquidar oposito-res les pareció digno inducirnos al levantamiento ysacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia operversidad para adivinar la treta. Así se explicaque nos esperaran en los cuarteles, apuntándonoscon las ametralladoras, que avanzaran los tanquede ustedes antes de estallar el movimiento, quecapitanearan tropas de represión algunos oficialescomprometidos en nuestra revolución. Con fusi-larme a mí bastaba. Pero no. Han querido ustedesescarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidadconfesada por el mismo Rojas, vengarse de lossabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones,desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de losdiarios y desahogar una vez más su odio al pueblo(...) Entre mi suerte y la de ustedes me quedo conla mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágri-mas, verán en mí a un idealista sacrificado por lacausa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hastaellas, verán asomárseles por los ojos sus almas deasesinos. Y si les sonríen y los besan será para disi-mular el terror que les causan”. Ahora leamos cui-dadosamente los párrafos que siguen. Late en ellosel reclamo de la venganza, o el vaticinio del seguroasesinato de Aramburu, Rojas y los victimarios dejunio: “Aunque vivan cien años sus víctimas lesseguirán a cualquier rincón del mundo donde preten-dan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sushijos bajo el terror constante de ser asesinados (...) Esasombroso que ustedes, los más beneficiados por elrégimen depuesto y sus más fervorosos aduladores,hagan gala ahora de una crueldad como no haymemoria. Nosotros defendemos al pueblo, al queustedes le están imponiendo el libertinaje de unaminoría oligárquica, en pugna con la verdaderalibertad de la mayoría, y un liberalismo rancio ylaico en contra de las tradiciones de nuestro país.Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos las

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dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Comotienen ustedes los días contados, para librarse delpropio terror, siembran terror (...) Pero no taparáncon mentiras la dramática realidad argentina pormás que tengan toda la prensa del país alineada alservicio de ustedes”. Valle concluye con una frasede unidad que más suena a forma que a sinceraconvicción: “Ruego a Dios que mi sangre sirvapara unir a los argentinos. Viva la Patria. JuanJosé Valle, Buenos Aires, 12 de junio de 1956”.Entre tanto, Aramburu metía en la cárcel a milesde trabajadores, reprimía con ferocidad cadahuelga que pugnaba por producirse y torturabaen todo el territorio de la República.

Las figuras de Valle y Tanco serán retomadastanto por el catolicismo que dará origen a Mon-toneros como por la izquierda marxista, que seincluía en la tradición de John William Cooke(un gran lector de la Crítica de la razón dialécticade Sartre y amigo del Che y hasta miliciano de laCuba revolucionaria). Esta condición bifronte dela JP se inclinará hacia su cara socialista. Sobretodo cuando los chicos católicos del montoneris-mo temprano se relacionen con las FAR y empie-cen a enterarse de las ideas esenciales del marxis-mo. Pero Valle y Tanco eran católicos. En laCarta del primero se lee claramente la frase “unliberalismo rancio y laico en contra de las tradi-ciones de nuestro país”. De este modo, los prime-ros que se apropian de Valle y Tanco son los muybelicosos muchachos de Tacuara. En el comedorde la Facultad de Derecho, hacia 1961, entra unapandilla de jóvenes con cadenas y manoplas algrito de “¡Vivan los generales Valle, Tanco yCogorno!” Bajo este grito se consagran a moler acadenazos a todos los “zurdos” que había en ellugar, a los cuales tenían bien ubicados. Eran lostiempos de Tacuara, un grupo numeroso de jóve-nes de las clases altas, nacionalistas, antisemitas,vagamente peronistas y claramente nazis. Temi-bles, brutales, solían poner bombas en sinagogas.Cierta vez dialogué, muy tensamente, con unoque tenía un muñón envuelto en cuero. Le habíaexplotado una bomba en la mano. Era un fanáti-co ultracatólico, peinado a la gomina, admiradorfrenético de don Juan Manuel de Rosas, de laAlemania nazi, antisemita cruel y ya cerca de unperonismo que daría como figura más notoria alaventurero Joe Baxter, de quien nos ocuparemos.Estas pandillas se peinaban con mucha gomina,el pelo bien tirante hacia atrás, saco azul y panta-lón gris. Durante esos días, la gomina Glostorasacó por la tele un comercial que los aludía: untacuarita, sonriente, se pasaba la mano por el pelobrillante, bien peinado a la gomina y hacia atrás yel locutor del comercial decía: “Glostora, como tegusta a vos, Juan Manuel”. Se fueron raleando enpocos años, entraron en los sectores católicos delperonismo, pero fueron superados por los jóvenessocialistas, que impusieron sus lecturas y sus con-signas. Es cierto que el socialismo de la JP estabaalimentado por lecturas del revisionismo históri-co –también asumidas por los de Tacuara–, peroellas convergían hacia una unidad con el socialis-mo tercermundista. Como sea, todo esto contri-buye a la multiplicidad ideológica del peronismo,a sus mil caras posibles, que Perón alimentósiempre. Salvo a partir de junio de 1973, cuandooptó por la derecha, por una derecha violenta,contrainsurgente y parainstitucional cuya trágicahistoria tenemos por delante. Aunque, a partir deaquí, y para narrar el triste asesinato de JulioTroxler, tendremos que acudir a ella.

HABLA JULIO TROXLERDe la matanza de José León Suárez –según

vimos– se salvaron varios. Entre ellos, Julio Trox-ler. En 1971 lo encontramos colaborando conRodolfo Walsh y Jorge Cedrón en el film Opera-ción Masacre, que se basa en los hechos de JoséLeón Suárez que Walsh narrara. “La filmación(escribe Walsh) se realizó en condiciones de clan-destinidad que la dictadura de Lanusse impuso ala mayoría de las actividades políticas y a algunasartísticas (...) La película se terminó en agosto de1972. Con el concurso de la Juventud Peronista,peronismo de base, agrupaciones sindicales yestudiantiles, se exhibió centenares de veces enbarrios y villas de Capital e interior, sin que unasola copia cayera en manos de la policía (...) En lapelícula Julio Troxler desempeña su prolijo

papel. Al discutir el libro con él y con Cedrón,llegamos a la conclusión de que el film no debíalimitarse a los hechos ahí narrados. Una militan-cia de casi veinte años autorizaba a Troxler aresumir la experiencia colectiva del peronismo enlos años duros de la resistencia, la proscripción. Yla lucha armada.

“La película tiene pues un texto que no figuraen el libro original. Lo incluyo en esta ediciónporque entiendo que completa el libro y le da susentido último” (Walsh, Ibid., p. 181/182).

Troxler es el narrador de todo el film. Y hace supropio papel. Al final, se planta frente a cámara ydice un largo texto de gran riqueza, de gran pate-tismo, de gran dolor. Dice Troxler:

“Yo volví de Bolivia, me metieron preso, cono-cí la picana eléctrica. Mentalmente regresémuchas veces a este lugar. (Troxler habla en JoséLeón Suárez, durante un amanecer, JPF.) Queríaencontrar la respuesta a esa pregunta: qué signifi-caba ser peronista.

“Qué significaba este odio, por qué nos mata-ban así. Tardamos mucho en comprenderlo, endarnos cuenta de que el peronismo era algo máspermanente que un gobierno que puede serderrotado, que un partido que puede ser pros-cripto.

“El peronismo era una clase, era la clase traba-jadora que no puede ser destruida, el eje de unmovimiento de liberación que no puede serderrotado, y el odio que ellos nos tenían era elodio de los explotadores por los explotados.

“Muchos más iban a caer víctimas de ese odio,en las manifestaciones populares, bajo la tortura,secuestrados y asesinados por la policía y el ejérci-to, o en combate.

“Pero el pueblo no dejó nunca de alzar la ban-dera de la liberación, la clase obrera no dejónunca de rebelarse contra la injusticia. El pero-nismo probó todos los métodos para recuperar elpoder, desde el pacto electoral hasta el golpemilitar. El resultado fue siempre el mismo: explo-tación, entrega, represión. Así fuimos aprendien-do.

“De los políticos sólo podíamos esperar elengaño, la única revolución definitiva es la quehace el pueblo y dirigen los trabajadores. Losmilitares pueden sumarse a ella como individuos,pero no dirigirla como institución. Porque esainstitución pertenece al enemigo y contra eseenemigo sólo es posible oponer otro ejército sur-gido del pueblo.

“Estas verdades se aprendieron con sangre,pero por primera vez hicieron retroceder a losverdugos, por primera vez hicieron temblar alenemigo, que empezó a buscar acuerdos imposi-bles entre opresores y oprimidos. La marea empe-zaba a darse vuelta, las balas también les entrabana ellos, a los torturadores, a los jefes de la repre-sión.

“Los que habían firmado penas de muertesufrían la pena de muerte. Los nombres de nues-tros muertos revivían en nuestros combatientes.Lo que nosotros habíamos improvisado en nues-tra desesperación, otros aprendieron a organizarlocon rigor, a articularlo con las necesidades de laclase trabajadora, que en el silencio y el anonima-to va forjando su organización independiente detraidores y burócratas, la larga guerra del pueblo,el largo camino, la larga marcha, hacia la PatriaSocialista” (Walsh, Ibid., p. 183/ 184).

Troxler ha enunciado las bases programáticasde la izquierda peronista. El pueblo protagonistahegemonizado por la clase trabajadora, la organi-zación de base, la reivindicación del “arambura-zo” (“los que habían firmado penas de muertesufrían la pena de muerte”), la guerra popularprolongada (“la larga guerra del pueblo”) y laPatria Socialista. Observemos algo sustancial: enningún momento, en el texto, se nombra aPerón. Ni siquiera se menciona como consignade lucha “el regreso incondicional del generalPerón a la patria”, que era una frase que decíantodos, que se decía sola, que no había quien no laincluyera en un programa revolucionario. Es unvacío estridente. En la fecha en que el texto seescribe ningún grupo (ni siquiera el peronismode base, que manejaba una alternativa indepen-diente a la conducción de Perón) habría obviadola mención del regreso de Perón pues era la másmovilizadora de las consignas. Era lo que quería el

pueblo peronista. Lo quería traer a Perón. Estepunto, en un texto que seguramente escribióWalsh pero con Troxler y Cedrón muy cercanos,es una rareza. El “Perón Vuelve” seguía siendo laconsigna que daba unidad a todo el peronismo.

“SALUD, COMPAÑEROTROXLER”

Cuando asume Cámpora, Oscar Bidegain llegaa la gobernación de la provincia de Buenos Airesy pone a Troxler como jefe de Policía. Bidegainera un tipo más que cercano a la TendenciaRevolucionaria, de modo que la provincia deBuenos Aires podía ser considerada como uno deesos territorios que el sector juvenil del Movi-miento Justicialista tenía bajo su comando.Cuando a fines de julio la JP organiza una enor-me movilización para ir hasta la Quinta de Oli-vos y rodearla con el propósito manifiesto de“romper el cerco del brujo López Rega”, es Trox-ler el que asegura el orden, el que les da a losmilitantes de la Tendencia la seguridad de que noserán atacados por los grupos del matonaje de laderecha peronista, sobre todo el Comando deOrganización de Alberto Brito Lima. La certezaera: el compañero Troxler nos cubre. Sólo algu-nos señalamientos sobre esa jornada: la JP rodeala Quinta y durante cerca de media hora o más,rabiosamente, ruge la consigna: “Perón/ Perón/ elpueblo te lo ruega/ queremos la cabeza del trai-dor de López Rega”. Fue un acto dionisíaco.Muy especialmente si tenemos en cuenta que lodionisíaco –tal como Nietzsche lo entiende– es laosadía de perder la individuación en la embria-guez del grupo. Eso pasó en el operativo GasparCampos. (Acaso alguien sonría. O diga: quélocos estaban esos pendejos. Puede ser. Pero,¿usted nunca se volvió loco por nada? ¿Nuncaperdió la individuación en un acto colectivo decaracterísticas dionisíacas? Qué pena.) Perón reci-bió a la conducción de la Tendencia y les prome-tió una serie de cosas que, desde luego, no pensa-ba cumplir. Al día siguiente, haciendo gala de uncinismo impecable, lo nombró a López Regacomo enlace entre él y la Juventud Peronista.Pero no es ésta la cuestión. Cuando la militanciase retiraba por la parte de atrás de la Quinta apa-reció un tipo alto, al que apenas se veía porque yaera de noche. Pero todos supieron quién era.“Salud, compañero Troxler”, le dijeron. Troxlersaludó haciendo la V peronista. Luego, todosiguió su curso. La derecha peronista esperabadescabezarlo. A él y a Bidegain. Pero no era fácil.Bidegain había ganado bien en la provincia deBuenos Aires. La derecha ya quería reemplazarlopor Victorio Calabró. Pero algún motivo teníaque tener. Ese motivo se lo dio uno de los perso-najes que más daño le ha hecho a la causa popu-lar en la Argentina. El que atacó el cuartel de LaTablada en plena democracia. Enrique GorriaránMerlo. Que, en enero de 1974, también en plenademocracia, en la provincia de Buenos Aires,donde se contaba con un gobernador adicto alque era muy difícil deponer, ataca la Guarniciónde Azul. ¡Qué festín para la derecha! ¡Qué excep-cional regalo! ¡No podían esperar nada mejor!Acababan de recibir en bandeja el motivo paradescabezar a Bidegain y a Troxler. Ese motivo selo había entregado la torpeza, la soberbia, el des-dén absoluto por la política de masas de Gorria-rán Merlo.

El error de Gorriarán hará posible (o acelerará)el asesinato de Troxler. En tanto era jefe de Poli-cía de la Provincia estaba cubierto. Al menos nohabía recibido la bofetada histórica que Perónhabrá de pegarles a él y a Bidegain, poniéndosepara la ocasión y por primera vez el uniforme deteniente general. Troxler, con la desautorizaciónde Perón, que lo acusa de “desaprensión” ante los“grupos terroristas” que vienen actuando en laprovincia de Buenos Aires, queda devaluadocomo peronista, señalado, además, como colabo-rador de la guerrilla. No habrá de ser casual quela Triple A lo ponga entre los primeros lugares desus listas. ¡Salvarse de los gorilas en José LeónSuárez y venir a morir a manos de los fachos delperonismo en una calle de Barracas! Pobre Trox-ler. Pobre país.

Colaboración especial: Virginia Feinmann -Germán Ferrari

IV Domingo 29 de junio de 2008

PRÓXIMO DOMINGO

John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso