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Trueque, articulación .económica y racionalidad campesina en el sur de los Andes Centrales Mario A. Rabey Rodolfo J. Merlino Daniel R. González Introducción Desde los comienzos de la década del 70 se produjo un importante volumen de literatura dedicada a las formas tradicionales de articulación eco- nómica en los Andes. Los trabajos de Murra (1964, 1972) estimularon la investigación acerca del control vertical de diversos pisos ecológicos por parte de unidades sociales que varían desde el rango de la comunidad campesina (Fonseca Marte) 1972, Webster 1971) hasta el de reinos étnicos prehispáni- cos (Murra 1975 ), pasando por enteros grupos étnicos contemporáneos (Platt 1976, Harris 1978) . Otra forma de articulación tradicional, el trueque, fue también el tema de un gran número de trabajos: por ejemplo, Custred 1974, Flores Ochoa 1977 y Mayer 1971 para los Andes peruanos; Riviere 1979 para los Andes chileno-bolivianos; Bilbao 1974, Madraza 1981 y Cipolletti 1984 para los Andes argentinos. Recientemente, Fioravanti-Molinié ( 1981 ) ha propuesto una tipología que incluye ambos modelos y una gama de varie- dades dentro de cada uno de ellos. Por último , algunos autores han sei'ialado que el modelo de control vertical debe extenderse para incluir "nichos" con- trolados por comunidades y familias andinas en ciudades como La Paz ( Albó 1973) o Arica (Platt 1975); una táctica semejante ha sido sei'ialada con res- No. 1, Julio 1986 131

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Trueque, articulación .económica y racionalidad campesina en el sur de los Andes Centrales

Mario A. Rabey Rodolfo J. Merlino Daniel R. González

Introducción

Desde los comienzos de la década del 70 se produjo un importante volumen de literatura dedicada a las formas tradicionales de articulación eco­nómica en los Andes. Los trabajos de Murra (1964, 1972) estimularon la investigación acerca del control vertical de diversos pisos ecológicos por parte de unidades sociales que varían desde el rango de la comunidad campesina (Fonseca Marte) 1972, Webster 1971) hasta el de reinos étnicos prehispáni­cos (Murra 1975 ), pasando por enteros grupos étnicos contemporáneos (Platt 1976, Harris 1978). Otra forma de articulación tradicional, el trueque, fue también el tema de un gran número de trabajos: por ejemplo, Custred 1974, Flores Ochoa 1977 y Mayer 1971 para los Andes peruanos; Riviere 1979 para los Andes chileno-bolivianos; Bilbao 1974, Madraza 1981 y Cipolletti 1984 para los Andes argentinos. Recientemente, Fioravanti-Molinié ( 1981 ) ha propuesto una tipología que incluye ambos modelos y una gama de varie­dades dentro de cada uno de ellos. Por último , algunos autores han sei'ialado que el modelo de control vertical debe extenderse para incluir "nichos" con­trolados por comunidades y familias andinas en ciudades como La Paz ( Albó 1973) o Arica (Platt 1975); una táctica semejante ha sido sei'ialada con res-

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pecto a Cochabamba (Calderón y Rivera 1982) y a las zonas cocaleras de co­lonización tropical en el Chapare ( Blanes 1983 ).

En el presente artículo presentaremos un modelo que integra ambos patrones junto con un conjunto de tácticas de articulación en la sociedad compleja, con evidencia empírica recogida en una región que abarca el nor­oeste andino argentino, el sudoeste de Bolivia y la porción andina de Antofa­gasta en Chile. a la cual denominamos "sur de los Andes Centrales''. Dicha evidencia ha sido recogida en trabajos de campo rea lizados entre 1975 y 1984, en los sitios indicados en el mapa, a través de entrevistas con más de 200 informantes y de la participación en muchas de las actividades relevadas.

Un análisis de las formas de articulación regional requiere una defini­ción previa de los entes que se articulan. Parece adecuado considerar dos ti­pos de entidades: grupos étnicos e instituciones del núcleo de la sociedad compleja. Para definir los grupos étnicos regionales hemos usado el criterio de demarcación basado en la adscripción (Barth 1969). que hemos encontra­do concordante con las distinciones cognitivas locales y con las diferencias entre escalones ecológicos. Así. distinguiremos entre pobladores de punas. quebradas, valles chilenos, valles altos orientales y valles bajos de la cuenca del Paraná-Plata. Las relaciones entre estos grupos pueden ser definidas en­tonces como interétnicas ; los distintos ámbitos de intercambio de materia e información -tales como trueques directos y ferias - junto con aquellos don­de se procesa primordialmente información -como las procesiones religio­sas- , constituyen precisamente el contexto de intei;acción donde se manifies­tan las diferencias (Barth 1969). Pero además de la articulación interétnica , las poblaciones andinas centro-meridionales se articulan con el núcleo de la sociedad compleja (Merlino y Rabey 1981 ), integrado por un conjunto de instituciones centrales a-étnicas y entrelazadas a nivel mundial: el E~tado en sí y sus organismos, las empresas privadas, las iglesias (Carutti 1983 ).

La evidencia empírica que presentaremos a continuación está estruc­turada de acuerdo a un modelo hipotético que postula un patrón andino de articulación, que comprende tres grandes tipos de articulación, cada uno de los cuales incluye flujos de energía-materia y de información : articulación intraétnica, interétnica y con el núcleo de la sociedad compleja. La articula­ción intraétnica abarca todos los casos en que miembros de un mismo grupo controlan simultáneamente territorios ubicados en diversos pisos ecológicos; este control puede ser ejercido individualmente por una familia extensa - concepto usado aquí en su sentido de unidad social y no de unidad domés­tica-, así como por una comunidad de familias. La articulación interétnica incluye todos los casos en que individuos , familias o comunidades pertene­cientes a distintos grupos étnicos, intercambian bienes y servicios materiales e informáticos a través de viajes personales o de encuentros colectivos como ferias y fiestas . La articulación con el núcleo de la sociedad compleja abarca todos los casos en que actúa una institución propia de aquél. En muchos ca­sos, las articulaciones intra e interétnicas se combinan con articulaciones con

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el núcleo social complejo : en el modelo propuesto, la estrategia andina no sólo incluye "control vertical" y "trueque", sino también las relaciones con las instituciones centrales, relaciones indisolublemente ligadas a aquéllas. Lo "tradicional" y lo "moderno" no constituyen dos sistemas separados y anta­gónicos, sino dos aspectos de un mismo sistema adaptativo.

Articulación intraétnica

El primer caso que presentaremos es el de algunas familias originarias de los valles altos ubicados al este de la quebrada de Humahuaca, a la altura de la pequeña ciudad de Tilcara, denominadas por los quebradeños "gente del valle". Un núcleo o más de estas familias permanece en el "valle", donde cultivan papas y otros tubérculos y crían ovejas y cabras -esto último gracias al control del escalón ecológico superior, "los cerros" , equivalente ecológica­mente a la puna-. Otro u otros núcleos se establecen en la quebrada de Hu­mahuaca, donde, mediante el arriendo o la compra de parcelas, pueden dedi­carse al cultivo del maíz y, desde hace unos 25 años, al cultivo intensivo de hortalizas y legumbres, que venden a los acopiadores para el mercado consu­midor de la ciudad de Jujuy durante el verano , época durante la cual en las restantes zonas hortícolas de la región la temperatura es demasiado elevada como para permitir cosechas exitosas. Finalmente, algún otro miembro de la familia extensa puede dedicarse a actividades remuneradas -albañilería, em­pleos públicos, servicio doméstico- en una ciudad quebradeña o en San Sal­vador de J ujuy y , eventualmente, a actividades jornalizadas, temporales, en la zona agrícola del piedemonte andino oriental - zafra azucarera, monoculti­vos hortícolas y de tabaco-.

Los miembros de la familia que han permanecido en el valle descien­den periódicamente a la quebrada llevando carne y quesos cargados en bu­rros : una parte se destina para la venta y el resto es para los familiares que habitan en la misma. La carne que éstos reciben proviene preferentemente de animales de su propiedad que han quedado bajo el cuidado de un familiar en el valle, quien a cambio recibe la mitad de las crías que nacen anualmente. El dinero obtenido por la venta se usa para la compra de mercaderías en la ciu­dad , a la que se pueden agregar, eventualmente, obsequios de los hijos cuan­do es la madre la que ha bajado del valle; a ello hay que agregar maíz , frutas, verduras y legumbres cosechadas en las '\chacras" y "quintas" que poseen los miembros de la familia asentados en la quebrada. También es corriente que éstos suban periódicamente al valle , en parte con los mismos objetivos de in­tercambio de bienes, pero también para ayudar a sus padres en determinadas tareas agrícolas y constructivas.

De esta manera , un "archipiélago vertical" heterodoxo, donde se combinan propiedad y arriendo minifundiarios con asentamientos urbanos. permite a estas familias del valle el acceso a recursos materiales provenientes de los valles altos, de los "cerros", de la quebrada, y al dinero y las mercade-

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rías provenientes del núcleo sociocultural complejo ; conserva además las ven­tajas de la reciprocidad en la prestación de ciertos servicios. Algo semejante sucede con el flujo de información. Así , por ejemplo, los hijos de las distin­tas familias nucleares tienen posibilidad de acceso a los diferentes ambientes. en cada uno de los cuales adquieren sus pautas. valores, ideas y pericias técni­cas dominantes -incluidas las del núcleo sociocultural, que reciben a través de la educación formal y de los medios masivos de comunicación - .

Un caso análogo al anterior es el de familias originarias de las peque­ñas quebradas transversales que desembocan por el oeste en la quebrada de Humahuaca: Purmamarca, Huich airas. Ju ella. Yacoraite . En este caso, algu­nos miembros de las familias poseen puestos en la parte más alta de·estas que­bradas -ya en pleno ecosistema de puna-, en su parte media - ecológicamen­te semejante a los "valles altos"- y en su porción inferior o en la propia que­brada de Humahuaca; otros miembros desarrollan además trabajos asalaria­dos permanentes o temporales. Hay en este caso dos rasgos que lo diferen­cian del anterior. En primer lugar, los puestos de altura permiten el control de campos de pastoreo en tierras "fiscales" -es decir, del Estado-. donde el régimen de tenencia es convenido por común acuerdo con otros poseedores y pobladores locales, lo cual agrega un componente comunitario al archipiélago vertical familiar. En segundo lugar, es corriente la cría de vacunos, que se uti­lizan para su venta, para elaborar quesos y como animal de tiro para arar los terrenos familiares o ajenos -en este caso se alquilan - en la quebrada.

Un caso diferente de archipiélago familiar es el de familias originarias de la puna argentina, principalmente de la cuenca de Salinas Grandes-laguna de Guayatayoc, algunos de cuyos miembros compran terrenos para cultivar en la quebrada de Humahuaca o en la parte baja de sus quebradas tributarias, generalmente con dinero obtenido gracias al trabajo en las minas. En este caso se produce un control semejante a los presentados antes. pero los lapsos entre viaje y viaje se hacen mayores, dada la distancia. Los recursos caracte­rísticos del escalón "valle alto" no están bajo control familiar directo; pero en cambio hay un mayor acceso a recursos puneños, incluyendo dos produc­tos típicos de este escalón - tejidos artesanales y sal-, lo que muchas veces permite combinar el control intrafamiliar con el trueque por maíz , papas o frutas o con la venta. Y en este caso , dado que en la puna argentina la casi to­talidad de la tierra es legalmente propiedad del Estado, pero se reparte me­diante arreglos tradicionales entre los habitantes de cada zona , la componen­te comunitaria del archipiélago familiar es aún mayor.

Un caso de control intrafamiliar especialmente notable lo hemos en­contrado en la zona de Hornaditas-Rodero , en las cabeceras de la quebrada de Humahuaca, donde una familia extensa controla simultáneamente puestos en tierras fiscales de puna para pastoreo. según la táctica trashumante ya des­crita por varios autores ( Bilbao 1974; Forgione 1968; Merlino y Rabey 1978, 1983), así como varias parcelas distanciadas entre sí, en propiedad privada - pero generalmente sin título - en la zona de cabeceras de quebrada , donde

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aprovechando las variaciones m icroecológicas obtienen cosechas característi­cas de valle alto (tubérculos. cebada. trigo) y de quebrada (maíz y verduras). además de habas y forraje para los animales en estación seca; son due11os tam­bién de una quinta de frutales en Huichairas. en la parte media de la quebra­da de Humahuaca. cercana a Titeara: finalmente. tienen acceso a las zonas aptas para el pastoreo de vacunos en los valles bajos de Orán. hacia el este. mediante un contrato con un poblador de esta zona. Además. algunos miem­bros de la familia realizan periódicamente trabajos asalariados en Mina Agui­lar y otros centros urbanos. El caso descrito , si bien es muy especial por su gran diversificación. ejemplifica una situación bastante común en la zona .

Otra zona donde hemos recogido evidencias acerca de control intra­familiar es la localidad de San José del Aguilar. en los valles altos del departa­mento ele Santa Victoria Oeste. provincia de Salta. en el borde oriental del altiplano. Hay aquí varias familias que poseen puestos en zonas de puna para pastoreo de estación seca. valle alto para pastoreo de estación húmeda y cul­tivo de tubérculos, y quebrada para cultivo de maíz. trigo y habas.

Recogimos también evidencias - en este caso en Sacocha. una que­brada del sur de Bolivia - de control simultáneo por parte de una familia en ambientes de la quebrada y de los valles boscosos o yungas. El recurso al cual se accede con el control del ambiente en el valle bajo es el cultivo de ca11a de azúcar. qu e permite a su vez el acceso al dinero y, por lo tanto , a mercade­rías . Debe hacerse resaltar que los socochenses son campesinos comuneros. algunos de los cuales. de esa manera , combinan la posesión de parcelas com u­nitarias en la quebrada con la propiedad de minifundios en el valle.

En varios de los casos mencionados no se trata de una sola familia ex­tensa. sino de varias de una misma zona o comunidad, que aprovechan simul­táneamente dos o más escalones ecológicos. Así. pese a que en general no existen instituciones comunitarias formales que se hagan cargo ele dicho con­trol. es evidente que es toda una comunidad la que usufructúa del mismo.

Todos los casos que hemos considerado hasta aquí constituyen típi­cos "archipiélagos verticales" de articulación intraétnica, ya sea familiar . ya sea comunitaria . Siguiendo la distinción fonnulada por Fioravanti-Molinié ( 1981 ) entre control discontinuo o en archipiélago y control continuo. vere­mos ahora dos ejemplos de control comunitario continuo.

El primero es el de las comunidades ubicadas en la cuenca de Salinas Grandes-laguna de Guayatayoc. con núcleos en la puna baja. a unos 3500 m. de altura. En la zona nuclear o aldeana, los campesinos poseen parcelas bajo riego destinadas al cultivo de pasturas. maíz altiplánico , habas. papas y horta­lizas para el autoconsumo; en la zona monta11osa próxima. casi todas las fa­milias poseen uno o más puestos destinados al pastoreo trashumante de ove­jas. cabras y llamas (Merlino y Rabey 1978. 1983 ): eventualmente. y según la zona. algunas familias pueden poseer derecho al pastoreo en las zonas nuís bajas y llanas. que. generalmente. se destinan a los vacunos. El status jurídico de es tas zonas es poco típico : a mediados del siglo pasado , las comunidades

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desaparecieron como sujeto de derecho a la propiedad en la puna argentina (Madraza 1982). quedando sus antiguas tierras en propiedad del Estado: sin embargo. los pobladores siguieron manejando éstas como propias y con arre­glo a sus sistemas tradicionales de distribución territorial. defendiéndose - con mayor o menor éxito- de los intentos de apropiación privatista. Es por eso que usamos el nombre de "comunidades". pese a su no existencia jurídi­ca -desde el punto ele vista de las instituciones centrales- . Estas comunicla­cles de la puna jujei'ta constituyen. por lo tanto . un caso de control vertical continuo ele dos escalones -puna alta y puna baja-. al que hay que agregar. como hemos visto. el control a distancia de parcelas en la quebrada de Huma­huaca.

Un segundo y aún más peculiar caso de control comunitario continuo es el constituido por Casira y Calahoyoc. Se trata ele dos pueblos ubicados en las nacientes de las quebradas homónimas. del lado argentino ele la frontera argentino-boliviana. Sus habitantes controlan una importante fuente de arci­lla ele buena calidad. que emplean para la fabricación de objetos utilitarios ele cerámica. principalmente ollas - una actividad que parece haberse desarrolla­do allí desde hace muchos siglos (Raffino , com. pers.)-; estos objetos se des­tinan tanto al trueque como a su venta a acopiadores de la cercana ciudad de La Quiaca y a otros que llegan desde más al sur en busca de objetos con usos decorativos para los grandes mercados urbanos - Buenos Aires, Córdoba , Tu­cumán-. Simultáneamente, los habitantes de Casira y Calahoyoc poseen zonas para pastorear ovejas y cabras en las colinas vecinas del lado argentino y, lo que hace a este caso más interesante. tienen tierra para cultivo del otro lado de la frontera internacional. en territorio boliviano. donde sus derechos y obligaciones se estructuran de acuerdo con los arreglos tradicionales locales y donde sí existe propiedad comunitaria reconocida por el Estado.

Articulación interétnica

Poseemos un cuerpo muy abundante de datos acerca de formas con­temporáneas de articulación interétnica. incluyendo sus dos graneles ámbitos de expresión : los viajes periódicos de intercambio personal y las ferias anua­les. Dado que Karasik ( 1984) ha tratado especialmente este tipo de articula­ción y tiene en preparación un artículo al respecto. haremos aquí una presen­tación muy esquemática, poniendo especial énfasis sólo en los aspectos no analizados en dichos trabajos.

En el mapa presentamos los principales canales de intercambio de bienes y los sitios de ferias , aunque hay numerosas vías secundarias que no están indicadas. Tampoco aparecen los canales de intercambio ubicados en la zona entre los paralelos 24º 30' y 26º. en la cual no hemos realizado traba­jos ele campo , pero sobre cuya existencia tenemos noticias muy generales. Con respecto a las ferias . debe tenerse en cuenta que si bien algunas - como Yavi y la Manca Fiesta en La Quiaca - registran bastante antigüedad. hay

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otras muy recientes. como la de Rinconada -iniciada en la década del 70 - y las de Casira y Chagua ( Rojas Aspiazu. com. pers .) -en 1984-, Es probable. entonces, que sigan apareciendo nuevas ferias en los próximos aiios y que la lista presentada en el mapa quede pronto desactualizada. Los bienes materia­les que son objeto de intercambio aparecen resumidos en el cuadro No. l.

CUADRO No. 1 BIENES PRODUCIDOS POR LOS DISTINTOS ECOSISTEMAS ANDINOS,

UTILIZADOS EN INTERCAMBIOS

PUNA

Sal Lana en vellón (llama y oveja) Cueros de llama y oveja Lana hilada Queso Ch uño Carne fresca: "abiertos" Carne disecada: charqui y chalona Plantas medicinales: chachacoma, pupusa,

ricarica, otras Coipa (sal para lavar el cabello) Pluma : parina, patos Tejidos:

Frazadas, mantas, barracanes y otros cortes (telar) Medias y guantes (cinco agujas) Pulloveres, chalecos (dos agujas) Sogas, "tulmas" (trenzadas) Chospas, chumpis (fajas en telar)

Grasas Cuero "pila" para chipas o chiwas para el

transporte de frutas Yuyucho (desecado): alga de las vertientes

de altura Quinoa Leña: churqui, queñoa Ollas y otros objetos de barro cocido Pieles de animales salvajes: zorros, hurones

VALLES AL TOS

Papas y otros tubérculos Habas

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Maíz Papas Habas Porotos

QUEBRADAS

verduras: cebolla, ajo, zanahorias, lechuga y otras

Frutas (frescas o secas, "pasas"): manza­nas, peras , uvas, membrillos, duraz­nos, nueces y otras

Cestos Plantas medicinales : cola de caballo, men­

ta , otras

VALLES BAJOS

Maíz Frutas: especialmente cítricos Ají Verduras Miel y cera Pabilo para velas Calabacines Maderas : generalmente manufacturadas,

por ej.: tablones, puertas, ventanas , bateas, cucharas, platos

Cañas Plantas medicinales : semillas de quina Tintóreas: corteza de nogal Caña de azúcar Pieles de animales salvajes: gatos del mon­

te, puma, corzuela

VALLES CHILENOS

Frutas secas (pasas) : manzanas, higos, uvas, etc.

Nueces Chañar

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Los intercambios de información involucrados han sido ampliamente analiza­dos por Karasik (1984 ).

En la mayoría de los casos, las vías de intercambio personal seflaladas están en plena vigencia , pese a que existe una cierta variabilidad de intensi­dad de flujo entre afio y afio. a causa de factores tales como: ciclos climáti­cos ; modificación en los precios de bienes susceptibles de ser vendidos en el mercado comercial -como la carne y la lana provenientes de la puna -; alza de los precios o mayor demanda de productos agrícolas que puedan sustituir a cultivos destinados tradicionalmente al trueque -como las hortalizas con respecto al maíz en las quebradas-; fluctuaciones en el mercado de mano de obra. Muy pocas de las vías de intercambio seflaladas en el mapa -como los viajes a los valles de Jujuy y Salta y algunos a los valles del Pacífico- han de­jado de usarse en los últimos 1 O ó 15 años, quizás por razones relativamente coyunturales, como la intensificación de los controles fronterizos en la zona de frontera tripartita entre Bolivia , Chile y Argentina o el aumento del tránsi­to automotor en las áreas urbanas y la sustitución del cultivo del maíz por ta­baco en los valles. Dada la poca antigüedad del desuso, las hemos mantenido en el mismo horizonte sincrónico que las restantes.

Por otra parte, es posible que se estén reactivando los viajes al Pacífi­co. Informaciones recogidas en septiembre de 1984, en Susques, señalan un activo intercambio en los primeros meses de dicho año. Esto parece estar vin­culado a algunos cambios meramente coyunturales : la persistencia de la crisis económica en ambos países, así como la distensión interna y fronteriza en la Argentina, relacionada con la reimplantación en ésta del sistema democrático y las perspectivas de culminación de las tratativas por el problema del Beagle entre Argentina y Chile.

El mayor flujo de intercambio se produce entre los habitantes de las punas, por un lado, y los de las quebradas, por el otro. Estas incluyen a Soco­cha y Talina, en el sur de Bolivia, y a Humahuaca, en el norte de la Argenti­na, así como la del Toro y los Valles Calchaquíes, un poco más al sur. Tam­bién son importantes los intercambios de los puneños con los habitantes de los valles altos del borde oriental de la región y con los de los valles chilenos. Someros datos sobre los circuitos puna-quebrada y puna-valles altos han sido presentados anteriormente por Sanguinetti y Mariscotti ( 1958-59), Forgione (1968) y Bilbao (1974).

El intercambio donde intervienen los puneños se produce preferente­mente entre zonas complementarias relativamente próximas. En general, en el sur de los Andes Centrales pueden diferenciarse tres zonas de intercambio, pertenecientes a cuencas diferentes (ver mapa). Por el norte, la zona I incluye las punas del sur de la cuenca de Uyuni, las de la cuenca del Paraná-Plata (ca­beceras del río Grande de San Juan) y de la cuenca de Pozuelos. En el cen­tro. la zona II abarca la cuenca de Salinas Grandes-laguna de Guayatayoc, así como otras cuencas cerradas ubicadas al oeste de aquélla -salares de Caucha­ri, Olaroz y otros- . Hacia el sur, quedan comprendidas en la zona 111 una

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serie de cuencas salinas. Los puneños de la zona I intercambian con los habitantes de las que­

bradas de Sacocha y Talina; los de la zona II lo hacen con los de la quebrada de Humahuaca. mientras que los de la zona 11 I se orientan hacia la quebrada del Toro. los Valles Calchaquíes y los valles de Fiambalá y Belén . El inter­cambio entre puna y valles altos posee también una definida orientación zonal. Los puneños de la cuenca del río Grande de San Juan intercambian con los pequeños valles altos del sur del salar de Uyuni y con los grandes va­lles altos de los faldeos de la Cordillera Oriental pertenecientes a la subcuen­ca del Pilcomayo - por ejemplo. lscayachi-; los puneiios de la cuenca de Pozuelos - que también hemos incluido en la zona 1- no realizan viajes a los valles altos. Los puneños de la zona II intercambian con los vallistos que ha- . bitan en los faldeos de la Cordillera Oriental pertenecientes a la subcuenca del Bermejo. al nordeste y este de la quebrada de Humahuaca: Nazareno, Colanzulí. Caspalá. Santa Ana, entre otros. Con respecto a la zona 111 no po­seemos datos.

En las zonas II y III de la puna , el intercambio con las quebradas está exclusivamente a cargo de los pastores puneños. En cambio , en la zona I, sólo los puneños de la subcuenca del río Grande de San Juan realizan viajes; los de Pozuelos y de las punas más nororientales de la Argentina no lo hacen. En este caso, son los habitantes de las quebradas bolivianas de Sacocha y Talina quienes realizan frecuentes viajes para obtener recursos de las zonas comple­mentarias. Aquí, además de los productos propios de la región, entran en el intercambio mercaderías consistentes en productos alimenticios provenientes del centro de la Argentina: especialmente harina industrial, grasa, fideos y arroz. Téngase en cuenta que en el ámbito rural puneño las casas ubicadas cerca de los caminos suelen funcionar como pequeños locales comerciales - "almacenes"- donde se aprovisionan de mercaderías los campesinos más apartados; es en estos almacenes donde los quebradeños del sur de Bolivia adquieren mercaderías a cambio de sus productos agrícolas.

También el intercambio entre gente de las punas y de los valles altos se produce , generalmente, a través de viajes de troperos puneños. La única excepción que conocemos ocurre en el extremo noroeste de la Argentina -las cabeceras del río Grande de San Juan-, donde el intercambio tiene co­mo agentes principales a los habitantes de los valles altos del sudoeste boli­viano -por ejemplo. el valle del río Grande de Lípez- . En los intercambios en esta zona, la pauta básica consiste en papas por harina industrial o azúcar -en este último caso, cuando la relación de precios favorece a los habitantes bolivianos-, manifestándose también en pequei'ios comercios de la zona fron­teriza que, como en la cuenca de Pozuelos, son propiedad de campesinos que también realizan transacciones locales. cambiando mercadería por lana y cue­ros a sus vecinos.

Con respecto a los valles altos de la vertiente del Pacífico, los viajes de intercambio se polarizan en una única área: las cuencas del salar de Ataca-

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ma y del río Loa. Troperos de llamas y burros de la puna argentina y del sur boliviano realizan importantes viajes de trueque que , como señalamos arriba , se han intensificado en la Argentina durante 1984, luego de un temporal re­troceso. Además, es habitual que "arrieros" chilenos penetren pocos kilóme­tros en territorio argentino , hasta las localidades más fronterizas de la puna - El Toro , Susques- , en las épocas de rodeos de burros, para intercambiarlos por frutas frescas y "pasas" secas o por objetos electrónicos -fundamental­mente radiograbadores- provenientes de los países de la costa oriental asiáti­ca. Nuestros informantes coincidieron en señalar que, hasta 1983, la gendar­mería argentina solía reprimir estos viajes, que , legalmente, constituyen con­trabando. Es importante señalar que estas transacciones muchas veces están intermediadas por dinero : los "chilenos" venden radiograbadores a puneños -generalmente asalariados o comerciantes-, recibiendo a cambio dinero argentino , que usan para comprar burros a otros puneños, quienes, a su vez. lo utilizan para comprar mercaderías de almacén o contratar peones para ayudar en el cuidado del ganado. Pero junto a la compra-venta suele haber muchas transacciones de trueque directo: pasas por burros ; pasas por maíz, que,. a su vez, ha sido traído de la quebrada ; pasas por carne de llama o de oveja ; radiograbadores por su equivalente en burros.

Entre la puna y los valles bajos existe también un importante número de canales, algunos de los cuales han estado siendo reemplazados por víncu­los comerciales en las últimas décadas. Muchos puneños realizan viajes a los valles bajos y boscosos del este - por ejemplo, Isla de Cañas- para cambiar sus productos por naranjas; este circuito, que implicaba viajes de hasta veinte días de duración para las zonas más alejadas de la puna, parece haberse res­tringido desde hace unos treinta años a las punas más próximas a los valles orientales. Hasta la década del 60, los habitantes de las zonas II y III de la puna bajaban a los valles bajos y templados donde se encuentran las ciudades de Salta y Jujuy para cambiar tejidos, carne y sal por maíz blanco y amarillo , entrando a veces a las ciudades para vender tejidos - por ejemplo, guantes y medias- . La interrupción del intercambio por este canal es adjudicada por los puneños al incremento del tránsito automotor en las áreas urbanas y sus alrededores, a lo que se suma la prohibición policial y municipal de circular con animales por las rutas y ciudades. Por su parte, los habitantes de la zona I -con excepción de los puneños de la cuenca de Pozuelos- todavía realizan viajes al valle de Tarija, con el mismo fin.

Puede observarse que en casi todos los circuitos de intercambio inter­étnico donde participan los puneños, éstos funcionan como los agentes móvi­les de intercambio, siguiendo una regla aparentemente general en todo el ámbito de los Andes Centrales (Flores Ochoa 1975 , Casaverde 1977, Platt 1975, Riviere 1979). Las únicas excepciones a esta regla ocurren en tres zo­nas fronterizas argentinas, cada una de las cuales se ha especializado en el in­tercambio con grupos y ecosistemas diferentes : valles altos del Pacífico para las punas de Susques y El Toro; valles altos de Nor-Lípez para las punas del

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río Grande de San Juan y quebradas de Sococha y Talina para las punas de Pozuelos y otras aledañas. Los tres casos encierran una combinación de true­que personal con comercio mercantil: en el primero, las mercaderías fluyen de Chile (y, a través de este país, de la costa oriental asiática) hacia la puna argentina; en los otros dos, un flujo de mercaderías industriales argentinas llega a la región andina boliviana. De todos modos, el sentido principal de este flujo es variable, de acuerdo con las oscilaciones de precios y con las co­tizaciones de las monedas nacionales, así como con los cambios en los hábi­tos de consumo. Es importante señalar dos rasgos de esta pauta de trueque­comercio fronterizo: en primer l~gar, que en estos casos ya no son los pune­ños los agentes móviles del intercambio, papel que cumplen aquí los otros grupos involucrados -salvo en el caso de Susques-El Toro, donde ambos gru­pos se mueven-; en segundo lugar, que la relación de "colegas" o "amigos", una alianza más o menos permanente entre dos miembros de grupos distintos que caracteriza al trueque personal (Karasik 1984 ), sigue vigente en este tipo de intercambios.

También hay relaciones de trueque personal entre quebradeños y ha­bitantes de los valles altos y valles bajos y de estos dos grupos entre sí. Las relaciones entre estos grupos y los que habitan los valles chilenos, cuando existen, no son directas, sino intermediadas por puneños; de todos modos, son sumamente infrecuentes, exceptuando la que incluye a la quebrada de Humahuaca, adonde llegan los puneños de la zona de Susques a buscar maíz , que a veces utilizan en sus intercambios con Chile .

La quebrada de Humahuaca sigue manteniendo relaciones de trueque con los valles altos ubicados al este de la misma, aunque esta relación muchas veces se mezcle con la articulación intrafamiliar en "archipiélago", que he­mos comentado al principio de la sección anterior. En este caso , son los va­llistos los agentes móviles, quienes a cambio de 'sus papas y ocas reciben no sólo maíz, verduras y frutas de la quebrada , sino sal de la zona II de la puna -donde se encuentran las Salinas Grandes-, que los quebradeños han obte­nido, a su vez, por trueque o compra. La carne no entra habitualmente en es­tos intercambios dado que los vallistos controlan territorios en "los cerros" -escalón puna- que les permiten mantener majadas de ovejas y cabras y, a veces, algunos vacunos, pero donde no hay sal. Si bien la quebrada de Huma­huaca se ha convertido en un importante eje mercantil, la pequeña produc­ción de tubérculos de esos valles de altura sigue canalizándose preferentemen­te por esta vía tradicional.

No poseemos información sobre intercambios quebrada-valles de al­tura en otras zonas. aunque suponemos que existen , al menos en las quebra­das del sur boliviano.

En cuanto al trueque quebradas-valles bajos, conocemos dos casos. El primero es el que vincula a las quebradas del borde oriental del altiplano ar­gentino , en los departamentos saltei'ios de lruya y Santa Victoria -cuyos ha­bitantes a veces controlan también territorios de valle alto-. con los valles

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bajos y boscosos de Orán, intercambio mediante el cual los quebradefios ob­tienen naranjas y verduras de invierno a cambio de su maíz y tubérculos. El segundo caso es el de la quebrada de Sococha, que intercambia sus bienes con el valle de Tarija , obteniendo así naranjas, ají, coca, madera, verduras de in­vierno , a cambio de maíz , habas y verduras de verano ; este intercambio está intennediado por el papel moneda, adquiriendo la forma de compra-venta sucesivas, pero son casi siempre los mismos campesinos de Sococha los que se ocupan del intercambio .

Una forma especial de articulación in terétnica es la constituida por las ferias periódicas, donde se reúnen puneños, quebradefios y vallistos -aun­que nunca gente de los valles chilenos-, a los que se agregan acopiadores de lanas y cueros, distintos tipos dé comerciantes y, últimamente, en algunas fe­rias más fácilmente accesibles, turistas. La casi totalidad de las ferias se con­centra actualmente en la faja fronteriza argentino-boliviana ; hasta hace unas dos o tres décadas había también dos ferias en pleno territorio argentino : la de Purmamarca, el 30 de agosto, en la zona de la quebrada de Humahuaca, y la de la Tablada, en Pascua, de gran importancia regional, en las orillas de la ciudad de Jujuy. También existen actualmente algunas ferias en la zona neta­mente boliviana del sur de los Andes Centrales (por ejemplo, Tupiza y Tari­ja ), pero no poseemos información directa sobre ellas; además, son bien co­nocidas algunas ferias bolivianas, externas pero próximas a este ámbito regio­nal , como la de Otavi (24 de junio) y las de Ayuma y Vitichi (Corpus Chris­ti) ; a estas dos últimas llegaba hasta hace unos 40 ó 50 años una gran canti­dad de ganado mular proveniente del centro-noroeste argentino, destinado a la venta para el acarreo de minerales en las minas de Oruro y Potosí, como ya lo ha señalado anteriormente Cipolletti ( 1984 ).

Contrariamente a lo que sucede con el trueque personal , donde la articulación interétnica es el núcleo organizador y generalmente -salvo en al­gunas zonas fronterizas- casi excluyente de las transacciones, en las ferias , si bien la articulación interétnica parece funcionar como · núcleo organizador central, comparte este rol con Jo intraétnico y con la articulación en la socie-dad compleja. .

Por un lado, la concurrencia a la feria se da en forma organizada, por parte de muchos grupos familiares y aun comunidades enteras de cada esca­lón ecológico, quienes suelen emprender el viaje en forma conjunta, situación que se ha acentuado con el creciente uso del camión como medio de carga y transporte personal, en sustitución de los burros y la caminata; además, la de­cisión de concurrir a la feria o de no hacerlo, o de optar entre una u otra -cuando esto es posible-, se implementa sobre la base de información grupal y comunitariamente compartida, muchas veces consistente en la evaluación conjunta de lo sucedido en años anteriores; finalmente , es una regla general que cada grupo étnico se ubica, en el predio ferial , en una zona determinada y diferenciada -aunque no separada por barreras físicas- de las de los res­tantes grupos.

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Por otro lado , la feria -junto con los flujos interétnicos de materia e información- canaliza un importante flujo de materiales desde y hacia el nú­cleo sociocultural complejo: compra en la feria de vestimenta, alimentos y otros productos industrializados, a feriantes urbanos que suelen concurrir a un gran número de ferias y mercados temporales ligados a fiestas religiosas ; venta de cueros, lanas y ollas a acopiadores de La Quiaca, Abra Pampa e Itur­be, quienes actúan en parte corno terminales de la red piramidal de acopio con vértice en Buenos Aires. pero también como proveedores de lana de mu­chos tejedores artesanales de la región. Un tercer rasgo de importancia para definir el sistema articulatorio de las ferias , es la presencia de un importante número de elementos étnicos andinos urbanos. tales como : vendedores de in­sumos para rituales y medicina popular; vendedores de sandalias fabricadas artesanalmente en Tupiza, Villazón y Tarija ; fabricantes artesanales de mue­bles pequefios, puertas y ventanas; intermediarios de productos agrícolas de las yungas, como ají y coca.

En la actualidad se realizan dieciocho ferias anuales. distribuidas en los cuatro períodos climático-ecológicos que pueden distinguirse en el ciclo anual de la región (Cuadro No. 2 ). Esta distribución temporal está vinculada básicamente a las condiciones de la articulación interétnica. Mientras que en los períodos I y 2 (la estación templado-húmeda y su transición a la estación fría y seca) las ferias pemliten fundamentalmente el intercambio de produc­tos frescos (carne y lana recién esquilada por choclos, verduras y frutas), en los períodos 3 y 4 (estación fría y seca y su transición a la estación templa­do-húmeda) , se intercambian productos desecados y elaborados (charqui y tejidos, ollas, maíz) o pe fácil conservación, corno las papas. Con respecto al ciclo temporal de las ferias pueden formularse, además, las siguientes obser­vaciones: el período 2 es el de la cosecha agrícola en quebrada y valles altos y el del fin de las pasturas abundantes, con mayor gordura y abundancia de animales de rebaño , en las punas; en el período 3, las ferias se ubican antes de los grandes fríos de julio-agosto, que dificultarían los viajes y el desarrollo mismo de la feria; una de las ferias del 40 período , la Manca Fiesta , se espe­cializa en la provisión de ollas (mankas, en quechua) , que son suministradas en gran cantidad por los habitantes de las cercanas quebradas de Casira y Ca­lahoyoc, a cambio de diversos productos agrícolas y pastoriles o de dinero para comprar mercaderías; otra feria del 4° período es la de lruya, quebrada oriental que, por su ubicación, permite el fácil acceso de los habitantes de los valles bajos orientales que concurren exclusivamente a esta feria, aportando especialmente naranjas y otros cítricos (ver Cuadro No. 1 ). Por último, seña­laremos que las épocas de las ferias importantes se corresponden cerradarnen­te con las épocas en que los pastores puneños realizan sus viajes personales.

En las ferias relevadas se han observado seis tipos de transacciones. algunas de las cuales incluyen operaciones que se realizan fuera del ámbito ferial propiamente dicho , y que hemos resumido en el Cuadro No. 3. El pri­mer tipo de intercambio involucra productos que tradicionalmente han entra-

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Cuadro No. 2

Ferias, ciclos ritual,de abundancia y escasez y climático-ecológico (cf. Urbano 1976)

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do en transacciones de trueque interétnico y que, por lo tanto, poseen equi­valencias relativamente invariables; de todos modos, existe un cierto rango de variabilidad que parece dependiente de la distancia que necesita recorrer cada grupo para realizar los intercambios y de la oferta-demanda. El segundo tipo incluye intercambios que no han sido objeto tradicional de relaciones inter­étnicas y que, por lo tanto, no poseen equivalencias mutuas; entre ellos están los trueques de productos étnicos rurales por mercaderías, por artesanías urbanas o por productos de las yungas; las equivalencias entre productos y mercaderías se acuerdan por la asignación de un valor en dinero a cada uno, funcionando éste solamente como elemento de referencia, pero sin aparecer en forma material. El tercer tipo se refiere a intercambios donde aparece un producto intennediario <Po) que permite el acceso a otro producto (P2) cuyo poseedor no tiene interés en P1. El intermediario, en lugar de ser un produc­to, puede ser el dinero, caso que está representado por nuestro tipo No. 4. El quinto y el sexto tipo representan situaciones donde ciertos miembros de un grupo étnico -habitualmente puneños- pueden acceder a productos de otros escalones ecológicos sin concurrir a la feria, gracias a la participación intennediada de comerciantes que, partiendo de un capital monetario inicial, obtienen una ganancia en dinero a cambio. Ya hemos mencionado, además, las transacciones puramente mercantiles; es decir, operaciones de compra­ventl\.

CUADRO No. 3 TIPOS DE TRANSACCIONES EN LAS FERIAS

Ejemplos 1º pl X p2 carne x frutas

D 2º pl X p2 maíz x sandalias ("abarcas")

3º pl x P0 ; Po x P2 carne x sal; sal x papas

4º pl X D ;D X p2 tejidos x dinero; dinero x miel

5° 0 X P l ; P l X p 2

; p 2

X D dinero x grasa de llama; grasa x fruta; fruta x dinero

dinero x ollas; ollas x dinero

Articulación en la sociedad compleja

En la articulación con el núcleo de la sociedad compleja pueden dis­tinguirse claramente las interacciones que implican fundamentalmente flujo

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de materia y energía de aquellas que involucran principalmente flujo de información. Las primeras incluyen comercio de mercaderías, pago de servi­cios y venta de mano de obra. Las segundas incluyen todos aquellos vínculos que implican un control -o un intento de control- por parte del núcleo so­ciocultural complejo sobre las comunidades locales andinas y sus estructuras étnicas: educación "formal", religiones centralizadas, medios masivos de co­municación, instituciones gubernamentales, incluido su aparato de coerción. Las interacciones informáticas también incluyen controles e intentos de con­trol de las estructuras étnicas andinas sobre el núcleo sociocultural: religión popular, ciclos festivos andinos, medicina tradicional , con manifestaciones tanto rurales como urbanas. En el presente artículo nos limitaremos a anali­zar las articulaciones materio-energéticas. De todos modos, éstas también canalizan un contenido informático: por ejemplo, la compra de alimentos, vestimentas y materiales de construcción industriales por parte de los habi­tantes de la región, encierra un claro contenido de subordinación cosmovisio­nal al núcleo sociocultural. Esto se hace evidente en los múltiples casos en que dichos productos no implican una mejora funcional con respecto a los sustituidos de fabricación tradicional, como sucede en el caso de los techos de chapa de cinc ("calamina") , que sustituyen , a los tradicionales de teja , paja o torta de barro.

Analizaremos en primer lugar el comercio de mercaderías. Este se en­cuentra a cargo de pequeños o medianos comerciantes, en su mayoría perte­necientes a familias con una vieja raigambre local, aun cuando en algunas pe­queñas ciudades del sector argentino es corriente la presencia de cierto núme­ro de comerciantes de origen sirio-libanés: los "turcos". Por otro lado, mu­chos -quizás la mayoría- de los comerciantes mantienen simultáneamente actividades productivas características del grupo étnico local; comerciantes especializados sólo se encuentran en los poblados de cierta importancia , por encima de los 2000 habitantes; en el resto de los pueblos y ámbitos rurales, los comerciantes son siempre -con rarísimas excepciones- campesinos que han ampliado así su base de recursos. Finalmente, la mayoría de los comer­ciantes participan activamente en las festividades religiosas y los rituales ca­racterísticos de la región, tanto en las de raíz indígena -ch 'allacos, señala­das, carnavales- como en las de origen hispánico -procesiones religiosas y otras fiestas-, en las cuales a veces gastan importantes sumas de dinero.

Para comprender mejor las características del rol articulador de estos comerciantes, analizaremos brevemente cómo usan el dinero producido por sus ventas y que se puede agrupar en cinco rubros principales. l) La compra de mercaderías, que involucra, por supuesto, un flujo neto de utilidades cam­po-ciudad. 2) La construcción y mejoramiento de locales y la compra y mantenimiento de vehículos de transporte; son rarísimos los casos en que un comerciante posee un automóvil para pasear. 3) El sostenimiento de la fami­lia, generalmente limitado a sus necesidades básicas y sin superar el nivel me­dio local. 4) Gastos de distintos tipos de fiestas: "alferados" de santos patro-

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nos, convites, "fortines" de carnaval, ch 'allacos, señaladas y hasta comidas colectivas en encuentros evangelistas. 5) La adquisición de una o dos vivien­das -modestas y a veces construidas por el propio comerciante- en un sitio más urbano , destinadas a alojarlo en sus trámites en la ciudad, que pueden incluir la atención médica de él y su familia, y, eventualmente, a albergar a alguno de sus hijos que estudia o trabaja en la ciudad.

Los dos primeros rubros implican un "fondo de reposición", en este caso mercantil; el tercero, un "fondo de subsistencia" y el cuarto, un "fondo de ceremonial", mientras que el flujo de beneficios campo-ciudad implica un "fondo de renta", con lo cual los ingresos brutos de estos comerciantes apa­recen distribuidos de acuerdo con una pauta típicamente campesina (Wolf 1966 ). El quinto rubro, por su parte, está claramente relacionado con una organización socioeconómica ecológicamente vertical -es decir, la fonna campesina andina-, incluyendo el control sobre nichos urbanos. Si bien este control es básicamente familiar , se convierte también en comunitario cuando, como sucede en muchas zonas rurales, este comerciante se hace cargo de las gestiones de interés común ante las autoridades que residen en la ciudad : es­tablecimiento de una escuela, de un puesto sanitario o de un puesto policial con radio; obras de mejoramiento agropecuario como canales, defensas de ríos o lavaderos de animales; mejoramiento de caminos, etc. Es corriente -por lo menos del lado argentino- que este campesino con mayores recur­sos sea designado por la comunidad en un cargo de interlocutor con las auto­ridades -por ejemplo, Presidente del Centro Vecinal-, el mismo que lo obli­ga a realizar un volumen de gastos mayor que el del común de los campesinos del área, gastos que, precisamente, puede solventar gracias a sus ingresos co­merciales extras.

Por otra parte, el comercio no es la única actividad capaz de reportar ganancias monetarias a los campesinos de la región. Agricultores con más de una hectárea .y pastores con más de 300 cabezas de ganado menor pueden obtener, además de productos para la autosubsistencia y el trueque, una masa variable de recursos para la venta. Se presenta aquí una amplia gama de situa­ciones que va desde pastores y agricultores muy tradicionales que siguen em­pleando la casi totalidad de su producción para el autoconsumo, el trueque y las obligaciones de reciprocidad y redistribución , hasta verdaderos "ganade­ros" de puna y horticultores de quebrada que producen fundamentalmente para el mercado. Aun así , su inserción socioeconómica y cuJtural en el cam­pesinado andino sigue siendo indudable. Un análisis semejante al que hemos realizado con respecto a los comerciantes nos señala los siguientes rasgos: su origen es casi exclusivamente regional y, por lo geoeral, de la zona donde están instalados; conservan los mecanismos convencionales de articulación intra e interétnica y el producto de su actividad laboral se distribuye entre los cuatro "fondos" que ya hemos señalado. Puede decirse entonces que no son pequeños empresarios rurales, sino campesinos andinos orientados hacia el mercado.

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Los horticultores de quebrada venden sus productos a puesteros de las ferias de las pequeñas poblaciones locales y, principalmente, a acopiado­res urbanos con los cuales suelen mantener una relación de exclusividad , mu­chas veces fortalecida por el compadrazgo. Los acopiadores, a su vez, suelen asesorarlos en tecnología de horticultura intensiva, proporcionarles informa­ción acerca de fluctuaciones del mercado , proveerlos de semillas, agroquími­cos y diversas mercaderías de consumo y, finalmente, otorgarles crédito , todo lo cual refuerza la dependencia mutua. Como hemos visto antes, los campesinos de la quebrada de Humahuaca y la zona ecológicamente semejan­te que rodea al valle de Jujuy han pasado en pocas décadas de una condición de productores agrícolas étnicamente orientados a la de proveedores hortíco­las de la ciudad de San Salvador de Jujuy y otros grandes centros urbanos próximos que han tenido un poderoso crecimiento poblacional. En otras zo­nas ecológicamente semejantes, como los valles de lruya, Nazareno y Santa Victoria en Argentina, las quebradas de Sococha y Talina y los valles meso­térmicos de Tarija, esta transformación no se ha operado o lo ha hecho con menor intensidad, mientras que en las quebradas más meridionales -los valles Calchaquíes de Salta y Catamarca, Argentina- la penetración y persistencia de la economía de hacienda generaron otras situaciones, ligadas a una econo­mía señorial de aprovisionamiento a las grandes ciudades, que todavía persis­te parcialmente.

Los pastores de puna se han ligado a mecanismos de articulación mer­cantil solamente en las zonas donde se cumplen dos condiciones: la existen­cia de tierras con pastos . abundantes relativamente continuas y la presencia de poblaciones de cierta importancia a una distancia corta y cubierta por ca­minos transitables por camiones. Ambas condiciones se cumplen solamente en dos zonas, ubicadas en la puna jujeña: la cuenca de Pozuelos y la altipla­nicie ubicada entre Abra Pampa y La Quiaca. Los pastores de ovejas y llamas de estas zonas tienen una producción fuertemente orientada al mercado mo­netario , a través de dos canales: la venta de carne fresca para el consumo de dichas ciudades y la venta de lana y cueros a los acopiadores, también con­centrados en las mismas y con los cuales, asimismo, suelen tener relaciones de compadrazgo, además de ser éstos sus proveedores de mercaderías. Ambas zonas han recibido desde hace más de l O años una importante asistencia téc­nica por parte del Estado provincial jujeño, que incluye la siembra de pastu­ras artificiales y la oferta de reproductores ovinos. También en dos zonas de puna próximas a centros urbanos se produce un fenómeno semejante, aunque de menor volumen, de provisión de carne y quesos : los "cerros" que rodean a la quebrada de Humahuaca (Bilbao 1974) y la zona que rodea Mina El Aguilar (Krapovickas et al. 1979; Sanguinetti y Mariscotti 1958-59).

Hay una tercera forma de articulación monetaria en la región: el tra­bajo asalariado. En primer lugar, tenemos el trabajo temporal, pero que se prolonga durante no menos de ocho meses, de abril a noviembre, como bra­ceros en la cosecha de la caña de azúcar -zafra- (Hermitte y Herrán 1977;

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Herrán 1979 ; Rutledge 197 5 ; Whiteford 1977) : en los grandes ingenios del piedemonte salto-jujeño o en las fincas azucareras medianas y pequeñas que actúan como proveedoras de éstos, a la cual concurren campesinos bolivianos y argentinos de casi toda la región; o bien en los ingenios de Santa Cruz de la Sierra, adonde concurren sólo bolivianos. Esta actividad , que hasta hace unos 1 O ó 15 años llegó a representar trabajo para unos 8000 braceros y sus fami­lias solamente en Ledesma, el mayor de los cinco ingenios salto-jujeños, en la actualidad ha reducido su capacidad de contratación a una cuarta parte debi­do a la mecanización de muchas de las labores involucradas. Sin embargo , tal disminución, mencionada también por Rutledge (197 5) y Whiteford (l 977), parece haber comenzado antes de la mecanización, con la crisis azucarera de 1966 (Bisio y Forni 1976).

Otra fuente muy importante de trabajo asalariado está constituida por la actividad minera, que se concentra principalmente en la puna jujeña, donde hay un establecimiento grande -Mina Aguilar- y otro mediano -Mina Pirquitas- y que cuenta además con muchas pequeñas empresas dis­tribuidas por todo el escalón puna de la región. En este caso , el trabajo no es estacional como con la caña de azúcar, sino permanente, pero de todos mo­dos suele ser relativamente temporal sea porque las minas pequeñas funcio­nan durante pocos años; sea porque muchos campesinos soportan poco tiem­po trabajando en las minas; o porque al jubilarse o retirarse con una pensión regresan al Jugar de origen ; o bien porque mientras trabajan retornan periódi­camente a su lugar de procedencia y, si éste queda relativamente cerca de la mina, lo hacen todos los fines de semana. Todas estas circunstancias impiden que el trabajo en las minas se convierta, en esta región, en el núcleo de una trama sociocultural diferenciada del campesinado, de una manera análoga a lo que sucede en el norte de Potosí (Assadourian et al. 1980). Constituye una fuente de dinero extra para los campesinos -y también una nueva fuente de influencia urbana- , pero no necesariamente un mecanismo de su transfor­mación en asalariados permanentes.

Una tercera fuente de trabajo asalariado es la constituida por los di­versos empleos públicos que, del lado argentino, han aumentado vertiginosa­mente durante los últimos 20 años, generando puestos en Correos, Registro Civil, Policía, Municipios, Agua Potable, Energía Eléctrica, Juzgados de Paz y otras agencias gubernamentales, puestos que, en su casi totalidad, han sido cubiertos por gente originaria de la zona. Tal como sucede con el comercio y con las otras formas de trabajo asalariado, el empleo público suele acompañar y complementar, en distintas medidas según los casos individuales, a las fuen­tes de recursos típicamente campesinos -incluidos la producción para el autoconsumo, el control vertical intraétnico y el trueque interétnico-.

Finalmente, la circulación de dinero a través del comercio y el traba­jo asalariado estatal y empresarial ha permitido la emergencia de un cuarto tipo de empleo : el de peón rural. No nos referimos aquí a los peones que tra­bajan en las haciendas de los Valles Calchaquíes, que ya hemos mencionado

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y que constituyen un remanente de una estructura productiva ya en deca­dencia hace décadas, sino a formas laborales relativamente recientes, emergi­das en las áreas típicamente campesinas de la región. Si bien estas formas son más comunes entre los productores orientados hacia el mercado, especial­mente los horticultores -que precisan de una mano de obra muy concentra­da desde octubre hasta abril-, el contrato de peones también es una práctica corriente en una gran variedad de casos ligados en general a la imposibilidad del contratante de · disponer de su propia fuerza laboral : la concurrencia al ingenio azucarero o a otra actividad asalariada temporal, un viaje de trueque, la condición de comerciante, empleado estatal o minero, son circunstancias que obligan a los campesinos a contratar peones para reemplazarlos parcial­mente en sus tareas agropastoriles u otras que requieren un cierto volumen de mano de obra, como la construcción de la vivienda, especialmente cuando no existe la posibilidad de acudir a un pariente que realice las tareas por reci­procidad o por alguna otra contraprestación no monetaria.

La relación laboral así establecida posee un conjunto peculiar de ca­racterísticas: 1) es una relación temporal, que dura mientras existe un exceso de trabajo o mientras el contratante no puede hacerse cargo, por sí o a través de un familiar; 2) la mano de obra contratada es frecuentemente local y mu­chas veces los peones están emparentados con los contratantes; 3) las relacio­nes de trabajo son generalmente "cordiales", con un alto grado de indepen­dencia en el caso del pastoreo y un trabajo "mano a mano" de contratante y contratado en el caso de la horticultura y la agricultura en general; 4) la re­muneración incluye un jornal pequeño, la comida y especies -parte del pro­ducto en el caso de la agricultura y toda la lana que se pueda hilar con el huso manual, la "pushka", en el caso del pastoreo-; 5) el peón participa acti­vamente en las acciones ceremoniales y festivas que acompañan al proceso económico. Así definida, la relación de peonaje combina caracteres propios de trabajo asalariado rural y de reciprocidad en el seno de la familia y de la comunidad: de este modo, una estructura productiva campesina orientada hacia el mercado ha generado una estructura laboral campesina orientada ha­cia el salario.

Las diversas formas de articulación materia-energética que hemos se­ñalado: comercio, producción orientada hacia el mercado y trabajo asalaria­do -en ingenios azucareros, minas, puestos estatales y peonaje rural-, pue­den ser interpretadas desde dos perspectivas diferentes. Vistas desde la óptica de la sociedad compleja mayor, constituyen un abanico de tácticas para in­corporar la población y los recursos andinos al mercado -de bienes y de tra­bajo-: la monetarización creciente permite una colocación, también crecien­te, de mercaderías; el aumento de las expectativas de consumo -reforzado por factores puramente informáticos, como la educación escolarizada y los medios masivos de comunicación- incrementa la disposición a vender la fuerza de trabajo; ésta, por otra parte, ligada como está a una estructura que conserva su carácter básicamente campesino, se mantiene como un "ejército

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laboral de reserva" para la actividad empresarial en la región y fuera de ella. Pero todas aquellas formas de articulación , vistas desde la perspectiva del campesinado andino , constituyen una serie de tácticas que permiten adap­tarse a la creciente presencia del núcleo socio-cultural característico de los Estados-Nación y de la sociedad mercantil mundial contemporánea , sin per­der su organicidad regional ni sus pautas básicas de identidad y , simultánea­mente , aprovechando los nuevos recursos puestos a su disposición. Hermitte y Herrán (1977) han señalado cómo la migración de los habitantes de Belén a los grandes mercados nacionales de trabajo configura una táctica propia del grupo doméstico campesino para ampliar su captación de recursos. Herrán ( 1979) mostró cómo los lazos de parentesco y de vecindad intervienen pre­ponderantemente en la selección de destinos migratorios entre los campesi­nos de Santa María , al sur de la región estudiada.

Desde este punto de vista, la articulación dentro de la sociedad com­pleja por parte de las etnias campesinas del sur de los Andes Centrales puede concebirse como un juego de confrontación y complementación de dos estra­tegias : la del núcleo sociocultural complejo y la del campesinado . Un último -y muy especial- caso de articulación a través del trabajo asalariado permi­tirá comprender acabadamente esta situación dual.

Un importante número de campesinos de la región suele emigrar ha­cia el sur, a las áreas industrializadas de la Argentina , en busca de trabajo. Contrariamente a lo que aparece en la imagen corriente de la emigración rural-urbana, los campesinos andinos no emigran necesariamente en forma definitiva a las ciudades. La emigración se da más bien bajo la forma de una gama de situaciones donde la emigración definitiva, con ruptura total de los lazos materiales e informáticos con el campo, es excepcional. En julio de 1984, uno de nosotros realizó un trabajo de campo en Pacasi, comunidad ubicada un poco más al norte del ámbito regional tratado en este artículo , al sudeste de la ciudad de Potosí. En Pacasi, aproximadamente la mitad de los varones adultos emigran periódicamente a la Argentina a trabajar en la cons­trucción, desde Buenos Aires hacia el sur, habiendo llegado muchos de ellos a ciudades de la Patagonia e, incluso, de Tierra del Fuego. Es corriente que, mientras el varón viaja, el resto de la familia permanezca en Pacasi, cuidando los cultivos. También es corriente que miembros de muchas familias extensas residan durante años en Buenos Aires -y hasta se instalen allí-, facilitando el desplazamiento de sus familiares. Esta situación es excepcional sólo desde el punto de vista cuantitativo: por el porcentaje de trabajadores involucrados, por las grandes distancias y por la estrecha y estructurada combinación de formas campesinas y capitalistas. Pero en líneas generales es representativa de un esquema laboral ampliamente difundido en todo el sur de Bolivia y el noroeste argentino y que muestra hasta qué punto es elástico y creativo el patrón andino de articulación .

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Discusión y conclusiones

1) Frecuentemente se afirma que el trueque, junto con el control verti­cal y otras pautas culturales andinas, se encuentran en retroceso. La eviden­cia empírica que hemos presentado y analizado para el sur de los Andes Cen­trales muestra, en cambio, que las pautas que permiten el acceso a los recur­sos de diversos ecosistemas están en plena vigencia. No obstante, carecemos de información cuantitativa acerca de su importancia actual y en distintos momentos del pasado, lo cual impide formular comparaciones mínimamente confiables. Sin embargo, parece claro que el reciente retroceso operado en el trueque en ciertas zonas, como la frontera argentino-chilena y los valles bajos de Salta y Jujuy, no se debe tanto a procesos socioeconómicos estructurales como a fenómenos coyunturales: el incremento de la tensión fronteriza y la coerción interna, en el primer caso, y un crecimiento urbano -con compo­nentes culturales de un alto etnocentrismo "occidentalista" -, en el segundo. Ninguno de los dos fenómenos puede ser considerado como definitivo, espe­cialmente si atendemos a indicadores tales como la reactivación del trueque argentino-chileno en 1984 y la reaparición simultánea de vendedores ambu­lantes típicos de las urbes andinas en la ciudad de San Salvador de Jujuy.

Por otro lado, aun los autores que prefieren la hipótesis de la deca­dencia de las formas tradicionales de articulación, no presentan a ésta como un proceso continuo. Por ejemplo, Madrazo (1981) sugiere que el trueque habría disminuido bruscamente durante la época colonial, para luego incre­mentarse en el período republicano y comenzar a decaer nuevamente a partir de 1930. Si esta última hipótesis fuera correcta, estaríamos ante un proceso cíclico de incrementos y disminuciones en el volumen de intercambios y no ante una necesaria decadencia y eventual desaparición final.

11) La evidencia empírica disponible incluye una amplia gama de situa­ciones difundidas en toda la región que _abarca desde el control familiar en muy pequeña escala hasta las grandes ferias periódicas y el acceso por parte de comunidades íntegras a un abanico de interacciones con el núcleo de la sociedad compleja. Una tipología de las formas de articulación en el sur de los Andes Centrales es presentada en el Cuadro No. 4.

CUADRONo.4 TIPOLOGIA DE LAS FORMAS DE ARTICULA<;:ION

lntraétnica Interétnica Dentro de la soc. compleja

Familiar · "archipiélago" viajes trabajo asalariado familiar personales y comercio

Comunitaria control ferias "colonización" comunit. comunitario de nuevos nichos labor.

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Estas formas de articulación están constituidas por flujos de materia y energía, pero simultáneamente canalizan flujos informáticos de importan­cia diversa. Estas formas preponderantemente materiales de articulación, jun­to con otras preponderantemente informáticas que no hemos tratado en este artículo, como el ritual y las ceremonias civiles, permiten niveles de identi­dad étnica local e identidad regional que no serían posibles de otra manera. En particular, la articulación interétnica es el contexto en el que se expresan las diferencias entre los distintos grupos étnicos andinos; mientras que la arti­culación en la sociedad compleja es el contexto en el cual se expresan las di­ferencias entre lo "andino" y otras grandes formaciones culturales y con el núcleo sociocultural.

Puede hablarse entonces -y al no existir una estratificación interétni­ca- de un sistema poliétnico andino no estratificado (Barth 1969) que, pre­cisamente a causa de su articulación con otros sistemas poliétnicos -y tal vez monoétnicos- y con un núcleo sociocultural, posee una identidad y puede ser definido como macroetnia.

111) La intensidad actual del trueque en zonas vecinas de Bolivia y Argen­tina, el uso de recursos complementarios por parte de comunidades ubicadas a uno y otro lado de la frontera y el fácil acceso de toda la población regio­nal a mercaderías y empleos controlados por el núcleo sociocultural, indican que las fronteras internacionales no constituyen importantes obstáculos para los fenómenos de articulación que estamos estudiando. Más aún , la concen­tración de las ferias en la franja fronteriza -un fenómeno que ha sido señala­do también para la zona fronteriza entre Perú , Chile y Bolivia (Castro Luéié 1982) y que recibe la promoción y el apoyo de las autoridades municipales por las obvias ventajas que obtienen los pueblos sede de las mismas- balan­cea los efectos desarticuladores de la frontera.

Desde este punto de vista, parece más adecuado concebir como socie­dad compleja al sistema social planetario que a los estados individuales. Es­tos, con su conjunto de instituciones propias, deben ser incluidos en el nú­cleo sociocultural complejo, junto con otras instituciones "planetarias": em­presas privadas, iglesias, asociaciones internacionales de científicos, etc.

IV) En el modelo que hemos presentado y fundamentado se combinan las dos perspectivas bajo las cuales se ha encarado en los últimos años el pro­blema de la "complementación vertical" andina: el control directo y el true­que. Proponemos que ambas formas expresan la misma estrategia y que son, en rigor, dos tipos ideales: en la realidad existe toda una gama de situaciones, desde el control familiar de recursos en varios escalones ecológicos hasta el intercambio entre entidades étnicas productivamente especializadas. Aun las formas más extremas no son excluyentes: el control familiar de varias ecozo­nas siempre encierra aspectos de intercambio y reciprocidad (involucrando bienes y servicios personales), en tanto que el trueque también puede ser considerado como una forma de control directo de recursos provenientes de múltiples ecozonas, por parte de la macroetnia andina.

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De ese modo, las dos perspectivas mencionadas -control e intercam­bio- pueden ser concebidas como los dos aspectos básicos que presenta la estrategia adaptativa andina. Si ésta es percibida como una estrategia macro­étnica, resalta su aspecto de control; en tanto que si es percibida como mi­croétnica, resalta el aspecto de intercambio.

V) Ahora bien, esta estrategia adaptativa no sólo se aplica a las relacio­nes con la naturaleza y a las interétnicas andinas, sino que implica un estilo de articulación en el interior de la sociedad compleja; es decir, incluye tácti­cas específicas de relación con las instituciones del núcleo sociocultural. En efecto , es evidente, por un lado, que estas instituciones establecen o intentan establecer relaciones de dominio sobre los segmentos étnicos. Estos funcio­nan como reservas de mano de obra para minas, ingenios, obras de infraes­tructura y períodos de expansión de las industrias urbanas; también son per­cibidos por las instituciones centrales como segmentos subordinados y atra­sados a los cuales, en el mejor de los casos, es necesario hacer "progresar" para que puedan ingresar en la sociedad de masas: participar en la educación y medicina oficiales, cumplir el servicio militar, recibir a diario los mensajes de los medios de comunicación.

Pero a su vez, los campesinos andinos usan como una táctica más dentro de su estrategia adaptativa la articulación con las instituciones del nú­cleo sociocultural. El traslado a minas e ingenios e, inclusive, a centros urba­nos apartados de la región, no parece constituir generalmente un sistema de emigración definitiva, sino un conjunto de tácticas para obtener dinero , mer­cader.ías, una pertenencia objetiva y subjetiva a la sociedad mayor y aportes informáticos, que son muy valiosos tanto por su contenido simbólico integra­dor (hábitos, modos de comportamiento, estilos de vestir) como por su valor para aumentar la capacidad de obtener bienes y servicios en la red institucio­nal central: por ejemplo, el aprendizaje práctico de un oficio o la capacidad para tratar con agentes estatales. No es un objetivo menor en este conjunto de tácticas la obtención de un mejoramiento en el status del campesino en su propia comunidad de origen.

VI) No poseemos información estadística adecuada acerca del grado de permanencia de los emigrantes andinos en las ciudades, puesto que los datos censales disponibles no indican los lugares de procedencia, ni la antigüedad de los migrantes en la ciudad, ni tampoco -lo que es más importante- sus movimientos periódicos campo-ciudad. Pero nuestra información recogida en sitios rurales del sur de los Andes Centrales, incluido el sudoeste de Boli­via, señala claramente que si bien muchos campesinos viajan a trabajar a las ciudades del sur, pocos emigran definitivamente: los que lo hacen, en su gran mayoría conservan importantes lazos sociales y económicos con su comuni­dad de origen y también un notorio sentimiento de pertenencia étnica. Pode­mos hablar entonces, también para este caso, de una verdadera trashumancia , que se agrega a las diferentes formas de trashumancia rural andina (Merlino y Rabey 1978).

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En trabajos anteriores, dos de nosotros (Merlino y Rabey 1978, 1983) hemos puesto énfasis en la trashumancia como factor clave en el siste­ma adaptativo de los pastores del sur de los Andes Centrales. En este artículo ponemos en evidencia que este esquema es fundamental para los campesinos de todas las etnias regionales. De este modo, la trashumancia sirve para el control tanto de los recursos productivamente relevantes de una ecozona -como en el caso de los pastores de puna- como de varios escalones ecológi­camente diferentes -que hemos descrito en este artículo como sistemas de articulación intra e interétnica-, y finalmente, para el control de los recur­sos proporcionados por las instituciones del núcleo sociocultural ~viajes pe­riódicos para trabajar en minas y cosechas o en las ciudades, para comerciar, para estudiar o para obtener servicios de las agencias gubernamentales-. Una antigua táctica andina se amplía entonces para incorporar las posibilidades ofrecidas por la inserción en las sociedades complejas contemporáneas.

VII) Hemos de concluir entonces que la racionalidad andina, que ha sido concebida hasta ahora como una racionalidad organizadora interna, desde la escala de la familia y de la comunidad hasta la del reino étnico y el imperio macroétnico, se ha manifestado también -a partir de la conquista española­como capaz de organizar la integración étnica andina dentro de la sociedad compleja mundial. Desde este punto de vista, debemos considerarla como orientada a garantizar no sólo la supervivencia de la cultura andina, sino la

_ del sistema social humano en su conjunto, una supervivencia que sólo parece posible (Rabey 1982) sobre la base de la conservación de la máxima diversi­dad natural y cultural en el planeta.

Mario A. Rabey, Daniel R. González Equipo de Investigación y Desarrollo Andino e.e. Núm. 21 4624 Tilcapa -Jujuy Argentina

Agradecimientos

Rodolfo J. Merlino Senador Morón 1312

1661 Bella Vista Prov. Buenos Aires

Argentina

A Ana María Rosato, con quien discutimos ampliamente las definiciones de identidad cultural; a Gabriela Karasik, que leyó el manuscrito completo y formuló importantes co­mentarios; a Carlos Aschero_por su rica información sobre la zona de las cabeceras del Río Grande de la Quebrada de Humahuaca. Todos ellos son responsables de posibles virtudes de este trabajo,_ pero no de sus probables desaciertos.

Al ConseJo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de la Argentina, CONI­CET, por haber financiado en gran parte las investigaciones que sirvieron de base a este artículo.

A Gabriela Kasarik, Mario Sánchez, Mariana Mancusi, Claudia Girola, María Esther Nostro, José María Gerling, Jorge Staude, quienes prestaron valiosa colaboración en la recolección de datos.

Y en forma especial a todos nuestros informantes, a quienes agradecemos su paciencia y colaboración. _

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