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El presente artículo elabora una breve descripción del campo periodístico radial y de televisión en San Andrés Isla, Colombia (SAI), entre los años 1963-2002; estudia la forma como en este campo se han abordado las relaciones interculturales y los efectos que ha tenido su desarrollo en términos de integración nacional. Se pretende ilustrar el carácter que adquieren los medios de comunicación en la Isla, específicamente las emisoras radiales y los canales locales de televisión, como instituciones primordiales en la configuración de un sentimiento de pertenencia regional y nacional, donde la evolución del oficio del periodismo se presenta como un escenario legítimo de participación intercultural diferenciada

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HISTORIA CRITICA Nº 28 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Correo electrónico: [email protected] [email protected] Sitios web: http//historiacritica.uniandes.edu.co http://www.banrep.gov.co/blaavirtual/letra-r/rhcritica/indice.htm

Fundador Daniel García-Peña Directores anteriores Daniel García-Peña (1989-1990), Hugo Fazio (1991-1994),

Mauricio Nieto (1995-1998), Juan Carlos Flórez (1998-2000) Director Ricardo Arias Editores Muriel Laurent, Javier Ortiz Cassiani Comité editorial Ricardo Arias, Muriel Laurent, Rafael Díaz, Fabio López de la

Roche Comité asesor David Bushnell, Martín Kalulambi, Georges Lomné, Gonzalo

Sánchez, Osvaldo Sunkel Suscripciones Elena Quintero Colaboradores Fabio López de la Roche, Marcela Uribe, Luisa Fernanda

Acosta, María Angélica Zapata, Consuelo Ospina de Fernández, Milcíades Vizcaino, Orlando Javier Trujillo, Moisés Munive, John Simon Gabriel Ramjas, Javier Ortiz, Gustavo Vasco, Renán Silva, Desci Arévalo, Heinrich Kramarski

Portada Laura Jiménez Diagramación e impresión Distribución El Malpensante S. A.

ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 Tarifa Postal Reducida. Licencia Nº 142 de Adpostal

Historia Crítica es una publicación semestral del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores.

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Integración nacional y pluralismo cultural en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica del campo periodístico ♦ ♠

Orlando Javier Trujillo Irurita • 1. Introducción El presente artículo elabora una breve descripción del campo periodístico radial y de televisión en San Andrés Isla, Colombia (SAI), entre los años 1963-2002; estudia la forma como en este campo se han abordado las relaciones interculturales y los efectos que ha tenido su desarrollo en términos de integración nacional. Se pretende ilustrar el carácter que adquieren los medios de comunicación en la Isla, específicamente las emisoras radiales y los canales locales de televisión, como instituciones primordiales en la configuración de un sentimiento de pertenencia regional y nacional, donde la evolución del oficio del periodismo se presenta como un escenario legítimo de participación intercultural diferenciada209. Para la descripción y análisis de estos principales hitos históricos del campo de los medios masivos en SAI, se tendrá en cuenta por una parte el contexto social de modernización y cambio cultural que manifiesta la Isla durante la segunda mitad del siglo XX; y en segundo lugar los principales agentes que han constituido el campo210. Para estos efectos, la investigación que alimenta este escrito se inscribió en la tradición hermenéutica y la recolección de la información se basó en primer lugar en la revisión de documentos escritos, registro sonoro y audiovisual que permitieran dar cuenta de las principales coyunturas durante el periodo estudiado. Sin embargo, la tradición de oralidad presente en SAI y la costumbre de no elaborar o conservar debidamente los documentos escritos, tuvo como efecto que mucha información tuviera que ser complementada mediante la realización de entrevistas, lo cual ofreció ventajas para la comprensión de la cultura sanandresana y limitaciones en cuanto al rigor y la exactitud de los datos recogidos. Por este motivo se decidió hacer un buen número de

♦ Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en septiembre de 2004. ♠ Este artículo retoma los resultados de una investigación cofinanciada por el IECO de la Universidad Nacional de Colombia: TRUJILLO IRURITA, Orlando Javier, El sub-campo MC: un recorrido en bicicleta, pluralismo cultural e integración nacional en la radio y la televisión de San Andrés Isla, Tesis de Grado, Universidad Nacional de Colombia, Departamento de Ciencia Política, Bogotá, 2004. • Politólogo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. 209 Los múltiples estudios realizados sobre la cultura o la inserción de San Andrés a la nación colombiana, han privilegiado el papel del Estado, la educación y la religión. Durante la realización del estado del arte sólo se encontró una tesis de grado del año de 1984, y dos artículos que tuvieran como eje central la problemática de los medios masivos de comunicación en San Andrés Isla: TIBET DEL RIO, María Teresa, Hacia una comunicación radial autóctona, Tesis de comunicación social Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 1984. ; ROSS, Jim, “San Andres: an islander comeback?”, en MARSHALL, Oliver (ed.), English Speaking Communities in Latin America, Mac Millac Press, 2000; VARIOS, “Formación de opinión pública”, en RESTREPO, Luis Alberto, RAMÍREZ, Socorro, Cuadernos del Caribe, Nº 2, Voces del Caribe, Universidad Nacional de Colombia, IEC, IEPRI, 2001. 210 El presente ejercicio de construcción histórica del campo periodístico en SAI dialoga con las categorías teóricas del sociólogo francés Pierre Bourdieu, principalmente la noción de campo: Cosas dichas, Gedisa, Barcelona, 1993; El sentido práctico, Taurus, Madrid, 1990; BOURDIEU, Pierre, WACQUANT, LOÏC, J.D., Respuestas por una antropología reflexiva, México, Grijalbo, 1995.

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entrevistas que se compararon entre sí, de igual forma que con los registros escritos y audiovisuales disponibles. 211 2. Fases y facetas históricas del campo periodístico: fusiones e infusiones de Colombia y San Andrés Isla La llegada de la radio y la televisión a SAI se inserta en el intenso periodo de cambio socio-cultural y económico acaecido con el proyecto modernizador y de integración nacional desarrollado por el Presidente Gustavo Rojas Pinilla a partir de 1953. La política de Rojas, con respecto a SAI, incluyó diferentes aspectos tales como la declaración de la Isla como Puerto Libre, la construcción del Aeropuerto Sesquicentenario y del hospital departamental212. Entre los efectos de este conjunto de disposiciones gubernamentales, pueden enumerarse la transformación de la estructura económica de la isla que anteriormente se basaba en la pesca y la agricultura tradicional y que presenció un súbito incremento de actividades como el comercio y el turismo. De igual forma, se presenta una recomposición demográfica y cultural: en un lapso corto de 15 a 20 años llegaron a la isla cientos de sirio–libaneses, palestinos, judíos y antioqueños atraídos por las ventajas del comercio en la región, así como de miles de personas de ciudades y veredas de la costa caribe continental colombiana, que en su mayoría se emplearon en oficios como la construcción, el comercio informal, entre otros213. De la mano con estos procesos migratorios y de multiplicación de las tradiciones culturales que experimenta SAI, se desarrolla de forma paulatina el campo del periodismo de masas en la isla. En este apartado se plantea un recorrido conformado por cuatro períodos, el cual parte de las formas tradicionales de comunicación, continúa con la implementación de la primera emisora radial y concluye con la configuración de un campo diversificado que cobra importancia en la sociedad sanandresana actual a la hora de difundir elementos culturales y posiciones políticas diferenciadas. 2.1 Antecedentes Antes de la llegada de la radio local y la televisión a SAI, la información acerca de los eventos importantes para la isla y sus habitantes dependía en buena medida de formas institucionalizadas de comunicación, muchas de las cuales en la actualidad todavía tienen vigencia debido a que se encuentran asociadas con importantes tradiciones culturales. Este es el caso de la comunicación a través de la interacción cara a cara, el popular “chisme” que recoge la tradición de oralidad isleña214. Otra manera muy efectiva de mantener al tanto a la población acerca de los eventos y actividades sociales era a través del conjunto de iglesias de la isla y sus “comunicados”, que han sido un medio de comunicación muy efectivo, teniendo en cuenta que la religión constituye un aspecto fundamental de la identidad de la población sanandresana215. 211 Se elaboraron treinta y dos entrevistas y se recolectó múltiple material de video y audio que diera cuenta de la historia de los principales canales de comunicación. 212 PARSONS, James J., San Andrés y Providencia: una geografía histórica de las islas colombianas del Caribe, Bogotá, Ancora Editores, 1985, p. 62 213 GALLARDO, Juvencio, “El Estatuto Raizal”, en RESTREPO, Luis Alberto, op. cit., p. 45. 214 WILSON, Peter J., Las travesuras del cangrejo: un estudio de caso caribe entre reputación y respetabilidad, Bogotá, Universidad Nacional, 2004. Este autor elabora un estudio etnográfico para el caso de la vecina isla de Providencia. Muestra el papel del chisme o gossip en esta sociedad. 215 Ver GUHL, Ernesto, et. al., San Andrés y Providencia: tradiciones culturales y coyuntura política, Bogotá, Uniandes, 1989, p. 271.

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En cuanto a la información de carácter económico en el ámbito regional, era habitualmente suministrada por los barcos mercantiles y los marineros que recorrían el Caribe con propósitos comerciales o laborales. Todo este proceso permitía a su vez una renovación de los vínculos culturales y familiares en la región del caribe continental e insular. De otro lado, un tipo de información más político-administrativa se presentaba mediante el perifoneo, que consistía en comunicar los asuntos oficiales más importantes de la intendencia a través de un megáfono estratégicamente ubicado. Mediante este sistema previo a la radio se informaba sobre las diferentes reuniones y sus resultados, así como de las principales obras que estaban siendo llevadas a cabo por el gobierno intendencial. En toda esta situación de comunicación regional propiciada por el comercio y la afinidad cultural del Caribe, los radioaficionados cumplían un papel muy importante. La mayoría de las embarcaciones grandes poseían radiotransmisores de onda, mediante los cuales se mantenían en constante comunicación entre ellos y con los puertos de los diferentes países que visitaban. Este conjunto de embarcaciones y puertos interconectados conformaban una verdadera red de radioaficionados del Caribe, mediante la cual la región se ponía al tanto de los precios de los principales productos comerciales y de acontecimientos de interés, tales como la inminencia o la llegada de fenómenos naturales como huracanes o tormentas, entre otros servicios216. El primer experimento para la creación de una emisora local fue efectuado en los albores de la década de 1950 por Víctor Abrahams Hudson, un reconocido radioaficionado sanandresano. La experiencia se denominó “The Voice of the Island” y consistió en la realización de emisiones esporádicas desde su casa, a las que se unieron personalidades de la isla, que declamaban poesías e interpretaban cantos religiosos217. Por otra parte, durante todos estos años previos al Puerto Libre y a la llegada de la radio local, la radio internacional cumplía un papel muy importante en la socialización de la información internacional en la isla. Las pocas personas que en este momento tenían un receptor de radio lograban sintonizar emisoras estadounidenses como “The Voice of America”, o de algunos países del Caribe insular o continental como “Radio Casino” de Costa Rica, EPR de Panamá. Estos individuos se convertían en un epicentro en torno al cual se celebraban reuniones que tenían como eje principal algún programa o transmisión radial, bien fuera un partido de béisbol de las grandes ligas, un acontecimiento político o social, o los resultados de la lotería de Panamá. Con esta breve descripción de los medios tradicionales de comunicación, anteriores a la política de modernización del Puerto libre, queda claro que estos medios hacían referencia al entorno local y regional del Caribe, es decir, privilegiaban los intereses más cercanos del pueblo sanandresano, aunque, como también se mostró, se presentaban influencias provenientes de los Estados Unidos, específicamente a través de la radio. En cuanto a las referencias a lo nacional a través de los medios de comunicación, éstas eran muy pobres. A pesar de que era factible sintonizar de forma defectuosa algunas emisoras del continente, el isleño promedio no se sentía identificado, sino por el contrario muy lejano del idioma y en general de la cultura del continente colombiano. Además, tampoco existían por ese entonces nexos económicos o comerciales muy fuertes entre las dos regiones (más allá de la comercialización del coco con Barranquilla y Cartagena desde los años 30), que permitieran la 216 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Nora Abrahams”, p. 228. 217 Víctor Abrahams dejó a su hija Nora Abrahams unos breves manuscritos que cuentan de su vida como radioaficionado y los inicios de “The Voice of the Island”.

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existencia de un interés en el mutuo conocimiento y el estrechamiento de lazos más fuertes entre SAI y el continente colombiano. 2.2. Radio Morgan: una radio nacional con sensibilidad local Uno de los principales hitos de la radiodifusión y de la constitución del campo periodístico en la isla de San Andrés fue el establecimiento, en 1963, de “Radio Morgan”, la primera emisora comercial en la isla, por parte del manizalita Samuel Duque Duque. Esta emisora, ya desaparecida, fue durante más de diez años la única emisora local presente en SAI. La fundación de Radio Morgan obedeció a las presiones modernizadoras y a los cambios sociales posteriores a la política del Puerto Libre, tales como la llegada masiva a SAI de gentes del continente con otros saberes, oficios y costumbres, interesados por enterarse de los acontecimientos del interior del país; y a dinámicas históricas correspondientes a la trayectoria del señor Samuel Duque Duque dentro del campo de los medios de comunicación en Colombia. Este personaje, nacido en 1914, comenzó a trabajar muy joven en la radio desempeñándose como cantante en vivo en diferentes emisoras del continente y en el año de 1937 oficia como locutor de la emisora “La Voz del Valle” en Cali218. En años posteriores, su experiencia en la radiodifusión y el hecho de pertenecer a una familia tradicional del Valle del Cauca, le permite desempeñarse como jefe de comunicaciones del Presidente Gustavo Rojas, quien implementó la televisión en Colombia. Samuel Duque era el presentador del “Boletín Informativo Oficial”. Tras la caída de Rojas, Samuel Duque se instala en SAI con el fin de escapar a la situación de inestabilidad política en el interior del país219. Un tiempo después, Samuel Duque advierte la ausencia de una emisora local en la isla, razón por la cual decide liderar la implementación del primer proyecto de radiodifusión en SAI. En el año de 1963, “Radio Morgan” se constituye como una emisora comercial, apoyada económicamente por la publicidad de varios almacenes establecidos en SAI; se basó en la experiencia de Samuel Duque en la radio del continente colombiano y en su propia sensibilidad para tratar diversas temáticas de interés para la ciudadanía. A lo largo de los años sesenta, “Radio Morgan” presenta una programación casi en su totalidad en castellano, que incluía un programa informativo denominado “La revista de la prensa nacional”, mediante el cual eran presentados los titulares y las principales noticias publicadas en diarios del continente colombiano como El Tiempo, El Espectador, La República y El País, entre otros. El resto de la programación era de carácter musical y obedecía a una combinación de diferentes géneros, entre los que se encontraban los latinoamericanos, con predominancia del bolero, ritmos colombianos como porros y cumbias, y música religiosa en inglés. Este proyecto de radiodifusión dedicaba un espacio importante en su programación a la prestación de servicios sociales e informaciones de interés comunitario. Como se puede apreciar, esta programación inicial de la emisora ayudó a difundir en SAI la lengua, las informaciones y los gustos musicales presentes en el continente colombiano. En los años setenta, “Radio Morgan” se afilia a la Cadena Radial “Todelar de Colombia”, como un reflejo de la hegemonía económica, periodística y de programación que ejercían las grandes cadenas en el interior del país. Esta alianza genera cambios en la programación que tienen importantes efectos en términos de la puesta en escena y difusión de una “cultura nacional” en la 218 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Grabación sonora del homenaje de la Asociación Iberoamericana de Escritores y Periodistas AIEPAC a Samuel Duque, marzo 27 de 1984”, p. 90. 219 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevistas con Emilio Zogby y Samuel Duque Saavedra”, p. 90.

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isla de San Andrés: la transmisión de los noticieros de esta cadena propició un mayor conocimiento de las instituciones, los gobernantes y los intereses provenientes del interior del país; de igual forma las radionovelas enseñaron un modo de entonar y sentir esta nacionalidad. De otra parte, es importante comentar que a lo largo de su existencia la emisora “Radio Morgan” realizó también una sustancial labor de difusión del ideario político partidista colombiano (en mayor medida del partido conservador), a través de la transmisión y el cubrimiento de las diferentes reuniones, eventos, intervenciones y campañas partidistas que tuvieron lugar en el archipiélago220. Esta serie de transmisiones político-partidistas también juegan un rol en la construcción de una cultura nacional en SAI, mediante la expresión de la nacionalidad como una cotidianeidad y como apropiación de algunas de las necesidades de grupos populares en procesos de modernización y urbanización. Al respecto, resulta esclarecedor un discurso pronunciado por el ex presidente Misael Pastrana Borrero en el restaurante “La Fonda Antioqueña” de SAI, en la reunión del conservatismo llevada a cabo el 24 de febrero de 1984 y transmitido por “Radio Morgan”:

En primer lugar, mi reconocimiento general a Samuel Duque y a Radio Morgan. Llevamos muchos años viniendo a San Andrés y siempre a través de él y de esta radio hemos escrito patria con ese lenguaje de las ondas hertzianas. Porque ellos hacen patria de verdad, ellos sirven de verdad a esta región con desinterés, con emoción, con entusiasmo. En segundo lugar, hacerles una confesión en esta “Fonda Antioqueña”, porque Antioquia sí que es patria de verdad, decirles que dentro de estos honores que buscamos y que no terminan nunca, para servir a un país y servir a unas ideas, yo voy a ser colega de estos concejeros intendenciales porque encabezo la lista de los diputados de Antioquia. [....] hoy estamos hablando para Colombia, que queremos en San Andrés y Providencia tener una victoria que implique un avance para decir que el partido conservador realmente ha colocado su bandera en estas islas que llaman ustedes donde comienza la patria y que yo agrego que es la frontera grande de Colombia por lo que nos ha entregado en mares, por lo que nos ha entregado en líneas divisorias, por lo que nos ha entregado en emociones, porque además aquí entregamos la patria y la encontramos como un crisol. La patria nativa hablando su idioma que lo dejaron aquí quienes lideraron en carabelas, a veces como bucaneros, y encontramos la patria de todo el país que se ha congregado amable con los nativos, para reafirmar que San Andrés y Providencia no es una isla sino que es la patria toda221.

La trayectoria de Samuel Duque en los medios de comunicación y la política del interior del país va a influenciar de diversas formas el funcionamiento de la emisora “Radio Morgan” y la conformación del campo del periodismo de masas en SAI. En primer lugar, puede hablarse de una dimensión estética, retomada del modelo radial de los años treinta y comienzos de los cuarenta. Este período de la radio colombiana se caracteriza por un alto grado de personalismo en unas radioemisoras que ajustaban su programación a partir de los gustos e inclinaciones culturales de sus dueños222. De esta forma, “Radio Morgan” se constituye como una emisora de un carácter popular expresado en programas musicales de boleros, tangos y algunas interpretaciones de música popular y típica colombiana. En segundo lugar, se encuentra una dimensión política, que se hace manifiesta a través de la interrelación con algunos de los principales caudillos políticos del país y la difusión de sus proyectos políticos. En tercer lugar, se

220 Para ver la descripción organizada de algunas de las trasmisiones más sobresalientes de esta emisora, así como una trascripción de sus apartes más significativos, véase TRUJILLO URURITA, Orlando, pp. 179-226. 221 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Matriz de análisis de programas y transmisiones de Radio Morgan”, pp. 179-226. 222 PAREJA, Reynaldo, Historia de la radio en Colombia 1929-1980, Bogotá, Servicio Colombiano de Comunicación Social, 1984, p. 21

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encuentra una dimensión económica como condicionante fundacional en “Radio Morgan” y del periodismo en SAI. Luego de un breve periodo de desarrollo inicial de la radio bajo orientación público-estatal (la HJN en 1928), la radiodifusión en Colombia se establece bajo un criterio comercial con la iniciativa de la empresa privada, durante una coyuntura de expansión económica y aumento de la inversión extranjera, constituyéndose de esta forma en un “instrumento divulgativo para los mercados nacionales”223. A partir de lo que se ha dicho hasta el momento, se evidencia la estrecha relación que guarda el desarrollo primigenio de la radio en SAI con las dinámicas nacionales de su implementación. “Radio Morgan” funciona como una matriz simbólica fundacional en el campo periodístico, de interpelación a lo popular a través de un diálogo con dinámicas estéticas, políticas y económicas provenientes de valores y tradiciones desarrolladas en el continente colombiano, lo cual va a tener unos efectos concretos en términos de la integración nacional de SAI. A pesar del efecto de asimilación cultural, “Radio Morgan” no es simplemente el producto de esta serie de condicionantes heredados y transplantados de los procesos nacionales de la radiodifusión. En su funcionamiento práctico esta emisora demostró un alto grado de sensibilidad e inventiva para ajustarse a las condiciones de insularidad de San Andrés, a las necesidades e intereses de sus pobladores y a los recursos limitados con que contaba la emisora para su funcionamiento. El modelo radial presente en la isla resultó de una hibridación de elementos nacionales y regionales. La emisora “Radio Morgan” sirvió como un punto de convergencia, donde la comunidad de SAI se mantenía al tanto de las distintas necesidades de ciertos sectores, se prestaban servicios sociales y se informaba acerca de los eventos y acontecimientos locales más importantes. De esto último da cuenta el cubrimiento hecho por esta emisora, a lo largo de toda su existencia, de las celebraciones tradicionales de la isla como los festejos del 20 de julio, el 7 de agosto y el 12 de octubre224; de los múltiples encuentros en las Casas de la Cultura, como por ejemplo, la conmemoración de los 20 años de la Casa de la Cultura del Centro en diciembre de 1989; la emisora también estuvo presente de forma constante en los concursos musicales organizados por la Intendencia, en los festivales intercolegiados de la canción y en los grados de los colegios más importantes de la isla. De la misma forma, en los años ochenta, a través del circuito Todelar, “Radio Morgan” transmitió desde SAI para toda Colombia eventos como Green Moon Festival y el Reinado Internacional del Coco225. Sin embargo, el espacio más importante que abrió “Radio Morgan” a la participación local fue a través de lo que se denominó el “Radio-teatro”, que era un recinto cerrado propiedad de la emisora con capacidad para unas trescientas personas. Este espacio sirvió durante la década de los ochenta como el principal salón de celebraciones y centro cultural popular en el cual se presentaban los talentos locales. Este escenario tuvo una gran importancia en el desarrollo de toda una generación de músicos y valores sanandresanos226.

Era un espacio de participación sobretodo de la gente joven [...]; había mucha gente isleña, iban coros enteros a cantar, iban muchachos de barrios, había mezcla de todo un poquito, había solistas, declamadores, era como un mercado de las pulgas que tú encuentras de todo ahí [...]. El radio-teatro despertó el talento de mucha gente, eso era masivo, hubo entonces

223 TRUJILLO IRURITA, Orlando, p. 17. 224 Paradójicamente, las fiestas nacionales del 20 de julio y el 7 de agosto cuentan con una copiosa participación de la comunidad isleña raizal y se han constituido en las fiestas más tradicionales de SAI. De igual forma, la celebración del 12 de octubre ha sido apropiada en la isla como una fecha de reivindicación de la diversidad cultural y cuenta con la participación de miembros de los movimientos sociales. 225 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Revisión de la programación de Radio Morgan a través de 40 casetes”, pp. 57-70. 226 TRUJILLO URURITA, Orlando, “Entrevista en el músico Loy Newball”, p. 228.

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ese despertar cultural, de ahí salieron cantantes, salieron las Hermanas Celis, el señor Smith y su guitarra, mucha gente que iba allá se desarrolló, siguió la carrera227.

“Radio Morgan” también permitió un espacio importante a los isleños que quisieron trabajar en la radio, constituyó un tipo de escuela entre los comunicadores locales, fueran estos empíricos o profesionales. Muchos de los periodistas regionales en los campos de la información, el deporte y el entretenimiento realizaron sus primeras transmisiones a través de esta emisora. Se establecen de esta forma las bases del campo periodístico en la isla, al hacerse efectiva la radiodifusión como un oficio posible, basado en un modelo comercial, que llevó a cabo alianzas estratégicas con las grandes cadenas radiales de Colombia, cuya programación se centró en el entretenimiento y la información, que buscó dar cabida también a dinámicas locales, siempre bajo la égida de la lengua castellana, institucionalizada desde entonces como la lengua “oficial” de la radio sanandresana. Esta emisora finaliza en el año de 1993 cuando la Cadena Caracol compra sus dos frecuencias. 2. 3 Diversificación de los canales de comunicación en SAI Durante los años setenta y ochenta, la isla de San Andrés fue testigo de la llegada de cinco nuevos medios de comunicación locales: el canal de televisión “Teleislas” que transmite desde la Estación Autónoma de Televisión “Simón Bolívar” con sede en SAI (1973); y cuatro emisoras radiales más: “La Voz de las Islas” 1260 AM (1975), perteneciente a la familia Gallardo, una familia isleña con tradición política; “Radio Leda Internacional” 1320 AM (1981), perteneciente a la familia de comerciantes libaneses Cybul Myriatchi; la Radiodifusora Nacional 99.1 FM (1986) con un proyecto de programación local, y Radio San Andrés 510 AM (1986), una corta experiencia radial, desarrollada por el comerciante Fauci Chauchar. En este apartado se describirán brevemente las experiencias más relevantes que se desarrollan durante estos años. 2.3.1 La Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión El 10 de julio de 1973 se inaugura la “Estación Autónoma Simón Bolívar” de Inravisión. Se trató de un ambicioso proyecto implementado por el presidente Misael Pastrana Borrero, el cual permitió la recepción de la señal de televisión en la isla228. La implementación de la “Estación Autónoma Simón Bolívar” obedeció a dos razones fundamentales: en primer lugar, a la imposibilidad técnica de llevar la señal nacional de televisión al archipiélago y, en segundo lugar, a la motivación política basada en el ejercicio de la soberanía nacional y la integración de territorios fronterizos al Estado colombiano. A lo largo de la historia, los gobiernos colombianos se han preocupado diferencialmente por establecer vínculos culturales, políticos y económicos con las islas, esto debido a las particularidades culturales que caracterizan al sanandresano como anglófono y protestante, así como al alto grado de aislamiento y autonomía que ha tenido en ciertos períodos el archipiélago con respecto al resto del país229. De esta forma, el gobierno Pastrana encuentra en la televisión nacional una forma de proyectar una imagen del país, de sus instituciones y gobernantes, de tal forma que el pueblo sanandresano 227 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Emiliana Bernard”, p. 228. 228 VIZCAÍNO, Milcíades, Historia de una travesía, cuarenta años de la televisión en Colombia, Bogotá, Inravisión, 1994, p. 223. Las transmisiones comenzaron con el acto de inauguración, presidido por María Cristina Arango, esposa de Pastrana, en compañía de una importante delegación del gobierno nacional, entre quienes se encontraba el ministro de Comunicaciones, Carlos Holguín Sardi, y el director del Instituto de Radio y Televisión-INRAVISIÓN, Carlos Delgado Pereira. 229 CLEMENTE BATALLA, Isabel, Educación, política educativa y conflicto político-cultural en San Andrés y Providencia, 1886-1980, Bogotá, Uniandes, Departamento de Historia, 1991, p. 85.

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pueda sentirse reflejado y representado de una forma espontánea a través de la programación habitual230. Además, esta política pública buscó sobretodo ejercer una especie de soberanía audiovisual sobre este territorio insular de Colombia. El nombre asignado de “Estación Autónoma” no fue en vano: desde el principio el proyecto fue pensado para emitir una señal local independiente de los enlaces provenientes del interior del país, es decir que desde un comienzo se planteó la importancia de desarrollar una producción local de televisión. Sus instalaciones, ubicadas en el sector de “La Loma”, fueron dotadas de estudios de grabación, equipos de transmisión propios, así como de las últimas tecnologías para la realización de trabajos de edición y funcionamiento del canal. Por este motivo, esta política es considerada como un proyecto piloto que inició un proceso que desembocaría años después en la creación de los canales regionales en el país. La programación inicial de la estación local estaba constituida por una selección grabada de los que se consideraban los mejores programas que se emitían en Bogotá a través de las dos cadenas (Uno y Dos) y un componente de producción local. La selección de la programación nacional se efectuaba de común acuerdo entre el director de la Estación en SAI y el jefe de edición en Bogotá, se enviaba semanalmente por avión a San Andrés para cubrir el horario de programación establecido inicialmente entre las seis y las nueve de la noche, que más tarde se amplió hasta la una de la mañana231. El componente local de la programación contó con la transmisión de diferentes eventos especiales; estaban los de interés comunitario en fechas importantes para la isla, como la transmisión anual de las festividades del 20 de julio, 7 de agosto y 12 de octubre, así como otras de carácter menos frecuente como el aniversario de la Iglesia Bautista de La Loma en el año 1987, entre otros. También se transmitían especiales sobre las instituciones que han cumplido una labor destacable de servicio comunitario, como es el caso de las Damas Voluntarias de SAI y la Defensa Civil. De igual forma, entre los años 70 y 80 también se hicieron obras de teatro con la participación de talentos locales, como por ejemplo “El médico a palos”. Estas eran emitidas en varios capítulos a manera de seriados232. Entre los programas habituales, estaba uno de carácter religioso con bastante recordación entre los entrevistados, “God with us”, que se emitía diariamente con una duración de cinco minutos, donde intervenían de manera alternada las cuatro Iglesias principales con sede en SAI (Católica, Bautista, Adventista, Misión Cristiana), difundiendo su mensaje pastoral. También es de destacar el programa de entrevistas “1900”, conducido por Emilio Zogby y la periodista Elizabeth Jay, en el que las personas mayores de la isla recreaban las costumbres y maneras de la isla y sus gentes a principios del siglo XX233. A partir de 1991, se presentan cambios en el componente local de la programación, pero se conserva el mismo esquema de emisión de programas culturales y de entretenimiento que buscan

230 VIZCAÍNO, Milcíades, p. 223. 231 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Emilio Zogby”, p. 228. 232 TRUJILLO IRURITA, Orlando, p. 25. Ver: “Fiesta del 7 de agosto en San Luis”, agosto 7 de 1982; “Médico a palos”, julio 7 de 1984; “Semana de las Damas Voluntarias”, julio 7 de 1984; “Aniversario de la Iglesia Bautista de la Loma”, diciembre 28 de 1987, Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión. 233 Ver: “Programa 1900”, septiembre 10 de 1991, Estación Autónoma Simón Bolívar de Inravisión.

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dar un cubrimiento a los diferentes aspectos de las manifestaciones culturales de SAI, tales como la tradición oral, la lengua, el folclor y la religiosidad234. Este breve recorrido a través de la evolución de “La Estación Autónoma Simón Bolívar” permite evidenciar una vez más la importancia de la conjunción de elementos nacionales y regionales en la conformación del campo del periodismo de masas en la Isla de San Andrés. 2.3.2. La Voz De Las Islas En 1972, Adalberto Gallardo Flórez, ex intendente de extracción conservadora y líder epónimo de la política sanandresana, comienza la implementación de lo que se constituiría como “La Voz de las Islas” (1260 AM), la segunda emisora local de SAI, que inicia operaciones comerciales en enero de 1975. En ese momento la emisora se convirtió en una retransmisora de la cadena básica de Caracol AM en Bogotá, con un componente mínimo de programación local que se expresó en un noticiero y un programa musical235. Caracol nombraba los directores de su “filial” en SAI y enviaba el conjunto de técnicos y locutores necesarios para el funcionamiento de la emisora. De esta forma, llegaron a la isla conocedores de la evolución de la radio en Colombia, quienes también llevaban consigo los gustos y estéticas predominantes en el interior del país. Algunas de estas personas aprovecharon su experiencia y conocimientos para establecerse definitivamente en la isla y aportar en la consolidación del campo periodístico en SAI, mediante la implementación de nuevas tecnologías para el cubrimiento de eventos culturales y deportivos regionales, como es el caso de las transmisiones remotas, y por otra parte, mediante la creación de programas de música de cuerda, de ranchera mexicana o vallenato236. A partir de 1985 finaliza la participación accionaria de Caracol en “La Voz de las Islas”, con lo cual se contratan locutores y se amplía notablemente la programación local, aunque en ese momento también se continuó con enlaces diarios provenientes de la cadena básica de Caracol. Sin embargo, el establecimiento de una planta propia de empleados por parte de esta emisora encontró un obstáculo en el estrecho margen de ganancias que tienen las emisoras en este contexto insular, por este motivo “La Voz de las Islas” se vio obligada a arrendar espacios radiales a particulares para que desarrollaran programas de acuerdo con sus intereses particulares. Este sistema de arrendamiento de espacios se va a extender con el tiempo a toda la frecuencia AM, constituyéndose en una de las características más importantes del modelo radial implementado actualmente en SAI. Con la implementación de “La Voz de las Islas” su fundador pretendía conformar una importante herramienta de difusión y proyección de su ideario político, así como un elemento a través del cual influir en coyunturas electorales mediante la publicidad política, los programas de opinión, el cubrimiento de campañas y eventos partidistas. Esta emisora radial quiso constituir un punto de encuentro de la política nacional con la local a través del Partido Conservador y posteriormente a través de su “Movimiento de Integración Nacional”.237

234 Entre los programas más destacados de este periodo se encuentran “Roots and Culture” sobre música reggae, coordinado por el músico isleño Job Saas; y “Lolia’s Show” sobre cultura tradicional isleña, dirigido por Lolia Pomare. 235 CÁMARA DE COMERCIO DE SAN ANDRÉS, Formulario de registro y funcionamiento, Emisora La Voz de las Islas. 236 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Mario Isaza”, p. 228. 237 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Adalberto Gallardo”, p. 228.

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Por otra parte, desde su fundación, “La Voz de las Islas” le otorgó un papel preponderante a la inculcación de valores y prácticas “modernas” entre la población de SAI. Esta posición se encuentra en estrecha relación con una labor de integración de la isla con el continente colombiano. Desde esta perspectiva, las noticias y los diferentes programas transmitidos por Caracol cumplirían un papel de “culturizar” al pueblo sanandresano, sacarlo del provincianismo y de su condición de insularidad.

El proyecto de Adalberto Gallardo de integrar la isla al continente a través de los

partidos políticos y la “modernización”, se manifiesta claramente en los apartes de un

discurso pronunciado por él mismo en el año de 1989 durante el lanzamiento oficial de

la candidatura a la presidencia de Rodrigo Lloreda, llevado a cabo en la Fonda

Antioqueña (SAI) y que contó con la participación de los más importantes líderes del

Partido Conservador en el ámbito nacional:

En 1953, de extracción conservadora, el General Rojas Pinilla rescató estas islas del olvido. Posteriormente, en la administración de Guillermo León Valencia, siendo yo intendente, fui testigo de los desvelos de esa administración en beneficio de este archipiélago. En ese tiempo, en San Andrés éramos nada más 4.000 habitantes iluminados por lámparas de queroseno y demorándonos tres horas para ir de SAI a San Luis. En esa época se pavimentó la carretera a San Luis, se desecaron pantanos, que permitieron la construcción del muelle marítimo, del barrio obrero, de la avenida Newball, se comenzó la pavimentación de la carretera circunvalar de San Andrés y también el aeropuerto de Providencia, y contamos en esa época con un presupuesto de nueve millones de pesos. Esa administración estaba presidida por gente de extracción conservadora. Después, en 1970, cuando tuve el honor de ser representante del Archipiélago en el Congreso Nacional, tuve la fortuna de encontrarme con el presidente Misael Pastrana Borrero. Él me distinguió de forma sobremanera a pesar de ser sólo un miembro del Congreso. [...]. Uno de los primeros actos del presidente Pastrana fue haberme ofrecido a mí la intendencia del Archipiélago. También en ese momento en el congreso, el gobierno tenía una mayoría precaria, porque estaba la oposición muy fuerte, entonces consideré que mi lugar era permanecer para tratar de ayudar a este gobierno y le sugerí al presidente Pastrana el nombre de un isleño joven y dinámico como fue el nombre de Carlos Archbold, quien fue normado intendente del archipiélago. Con él visitamos en el palacio al Presidente Pastrana y le informamos que aquí los trabajos del aeropuerto tanto de San Andrés como de Providencia estaban paralizados, el presidente nos confió una cita con el presidente de la Aeronáutica de esa época y dio la orden que se iniciaran cuanto antes los trabajos del aeropuerto. Un año después tuve el honor de acompañar al presidente Pastrana a la inauguración del aeropuerto Sesquicentenario de San Andrés y también estaban muy adelantados los trabajos del aeropuerto de Providencia [...]. En la época de este gobierno, se le dio televisión a las islas [...]. Esa televisión nos ha servido de solaz, nos ha servido de entretenimiento, nos ha servido de instructivo aquí en nuestro archipiélago, porque es una maravilla lo que nosotros vemos [...]. Como si fuera poco lo realizado por el maravilloso gobierno del doctor Pastrana, en condición de estadista y condición de turista [...] aprobó la ley primera de 1972, que partió en dos la historia de SAI. Esta ley es la que ha permitido el desarrollo de nuestro archipiélago, con esta ley hemos abierto nuestras ventanas al turismo [...]. Estas personas de extracción conservadora, son los amigos de las Islas. Esta noche vienen aquí con nosotros a ofrecernos soluciones, a ofrecernos apoyo [...]. Aquí tenemos nosotros a un grupo de hombres, directores, que tienen vocación de poder, que tienen vocación de hacer las cosas mejor, por eso yo les pido a todos mis amigos del archipiélago que los apoyemos,

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que hagamos una definición de nuestra conducta y que votemos por estos hombres para que muy pronto nuestro próximo presidente sea el doctor Rodrigo Lloreda Caicedo. Muchas gracias238.

2.3.3 Radio Leda Internacional En el año de 1981, se registra ante la cámara de comercio de San Andrés la emisora “Radio Leda Internacional” (1320 AM), tercera emisora de amplitud modulada con presencia en esta isla. Su fundador fue el comerciante León Cybul Miriatchi, quien, además de profesar un interés por la radiodifusión, vio en la emisora la posibilidad de ampliar sus horizontes económicos mediante la promoción publicitaria de su empresa de importaciones. Desde su fundación, la emisora se afilia al Grupo Radial Colombiano y, posteriormente, en 1989, a Colprensa con el fin de recibir apoyo informativo para sus espacios noticiosos. Históricamente, la emisora ha enfatizado en la programación musical, en la cual han predominado de manera muy notoria géneros como el vallenato y en menor medida la salsa. Esto se debe a la procedencia continental (sobretodo de la costa caribe colombiana) de la mayoría de los empleados de la emisora, varios de los cuales han tenido continuidad a través del tiempo, quienes han privilegiado sus gustos musicales y sus tradiciones culturales, así como sus saberes empíricos sobre la radio. Este tipo de programación tuvo una importante acogida dentro de la audiencia de la emisora, que en buena medida eran los continentales asentados en la isla en los últimos años, deseosos de fortalecer sus lazos y tradiciones culturales en el territorio insular.

Cuando yo llegué a “Radio Leda”, yo monté el segundo programa vallenato “Aquí los Vallenatos”, después fui a cubrir el festival en Valledupar desde el año 87 y me gustó mucho. Entonces, como a mí me gusta hablar de los artistas, enseñar de los cuatro ritmos: la puya, el merengue, el son y el paseo, esa era la música que yo colocaba y que explicaba. Entonces decidí, con la venia de Lolita Costa y Consuelo Araujo, montar el programa en San Andrés “Festival Vallenato”. Después de 1987, cuando fui a Valledupar, pensé que mi programa debía llevar el nombre del festival, porque acá promocionan los cuatro ritmos igual que lo hago yo, y desde ahí se ha mantenido el nombre de “Festival vallenato”239.

Con sus numerosos y constantes programas de música vallenata realizados por personas venidas de la costa caribe, “Radio Leda Internacional” permitió la difusión masiva y la renovación de tradiciones orales y culturales de los “costeños” o “pañas” en este nuevo escenario insular en un momento histórico de migraciones y “desarraigo de la tradición”240. Si bien este fenómeno de renovación hermenéutica de las tradiciones continentales a través de la radio ha sido muy provechoso para la cultura continental asentada en SAI, no ha sido muy bien recibida por varios sectores de la comunidad isleña raizal, quienes han manifestado que los medios de comunicación han fomentado un desplazamiento de su cultura tradicional y del folclor isleño241. Este segundo período analizado reviste una importancia primordial en la conformación del campo del periodismo de masas en SAI. En la década de los ochenta la isla cuenta por primera vez con un conjunto diversificado de emisoras radiales en AM y un canal de televisión. Se dio entonces un afianzamiento del modelo “binario” que históricamente se ha venido constituyendo con elementos nacionales y regionales, que permitieron que el campo del periodismo se ligara a

238 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Matriz de análisis de programas y transmisiones de Radio Morgan”, pp. 179-226. Este evento también fue transmitido por “La Voz de las Islas”. 239 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Domingo Barrios”, p. 28. 240 THOMPSON, John B., Los media y la modernidad: una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 1998, p. 337. 241 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Bill Francis”, p. 228.

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la integración nacional y a la presencia en los medios de las dos principales comunidades culturales de SAI. Como se pudo apreciar, a través de todos los casos tratados para este periodo, se consolidó una comunicación mucho más “fluida” entre la isla y el continente colombiano, en términos informativos y de las estéticas culturales. Esta forma de intercomunicación se da a través de un componente político, que en el caso de la televisión se manifestó a través de una política consciente de soberanía e integración nacional de zonas de frontera. En el caso de la radio, específicamente con “La Voz de las Islas”, se muestra el continuo interés de interrelación de elites políticas locales con las nacionales. Por otra parte, el afianzamiento de las alianzas de emisoras regionales con las grandes cadenas colombianas puso un acento en mayor medida nacional en términos de programación, agendas de noticias y consumos culturales. Así mismo, la programación local dispuesta para la comunidad continental establecida en SAI continuó brindando un mayor énfasis a las expresiones culturales del interior de Colombia, lo cual motivó un sentimiento de desplazamiento y amenaza cultural entre la población isleña raizal. 2.4 La consolidación del campo periodístico en SAI: proliferación de los canales y discursos. El último período en la configuración del campo del periodismo de masas en SAI abarca la década de los noventa hasta el año 2002, cuando se realizó el trabajo de investigación. Este periodo se caracteriza por la proliferación de múltiples emisoras y canales, así como de diferentes discursos e intereses a través de éstos. 2.4.1 Las cadenas nacionales

Las grandes cadenas colombianas han sostenido entre sí una fuerte lucha por el predominio de las audiencias en la totalidad del país y en este escenario la presencia regional conforma uno de los frentes de batalla. La implementación de emisoras de RCN o Caracol en SAI obedece al objetivo planteado por las cadenas de llegar a cada uno de los rincones del país, como una forma de demostrar capacidad económica y técnica. En esta cruzada colonizadora, factores como la rentabilidad económica y la realización de programación local son secundarios frente al objetivo trazado.

La Radio Cadena Nacional RCN comienza a hacer presencia en la isla con una emisora propia a partir de mayo de 1989 cuando compra la emisora local Radio San Andrés (510 AM)242, que casi desde un comienzo había funcionado como su afiliada. Por su parte, Caracol empieza transmisiones en 1993, cuando compra las instalaciones y las frecuencias (AM y FM) que hasta el momento habían sido utilizadas por la emisora “Radio Morgan”. Estas dos emisoras se dedican a retransmitir en SAI la programación de sus respectivas cadenas básicas de la frecuencia AM, y dejan un espacio muy pequeño de producción local.

En la frecuencia FM se implementan una variedad de emisoras asociadas con las cadenas nacionales. En el año de 1993 Caracol inaugura la emisora “Radioactiva” de tipo juvenil y con predominio del género rock, pero esta emisora no tuvo buena acogida, razón por la cual fue

242 “RCN RADIO SAN ANDRES 10 Años”. Este documento, elaborado por RCN, recrea muy brevemente los principales hitos de la emisora en SAI.

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reemplazada en 1996 por la emisora “Tropicana Estéreo” (97.5) que se adecuó mejor a los gustos musicales presentes en SAI, con ritmos como el vallenato, la champeta, la salsa y el reggae, entre otros243. Con una programación musical muy similar, comienza labores en enero 2000 la segunda emisora juvenil de la isla; “La Superestación 100.5” perteneciente a la Cadena Súper de Colombia244.

2.4.2 Medios Comunitarios

En los últimos años, SAI presencia la llegada de dos medios comunitarios: el canal de televisión “Tamarind Tree” y la emisora “Radio Impacto” (91.5 FM) que, amparada por una comunidad evangélica, se dedica desde 1996 a la difusión de preceptos religiosos. “Tamarind Tree” es un canal de televisión comunitario que nace en la “Casa de la Cultura de La Loma” con el objetivo de difundir y preservar elementos tradicionales de la cultura isleña raizal. El Canal de televisión “Tamarind Tree” comienza de manera oficial después del 19 de febrero de 1993, fecha en la que se presentó un temblor de tierra en SAI. En este momento, sus fundadores, Dalmiro Arias y Jorge Smith, se percatan de la utilidad de contar con un programa informativo que prestara un servicio social comunitario. De esta forma, nace el informativo local “Magazín 4”. En 1995 comienza el programa “People and Culture”, realizado totalmente en inglés-creole, y que recrea las tradiciones culturales isleñas, tales como las danzas, la música, entre otros, y hace un recuento de las actividades culturales y celebraciones que se llevan a cabo en la Isla. Así mismo, “Tamarind Tree” transmite las celebraciones litúrgicas de las diferentes comunidades religiosas presentes en SAI.

La programación del canal va dirigida a toda la comunidad, pero al igual que “People and Culture”, es un espacio para motivar al isleño a preservar su cultura, su lengua, su música y la danza. Se busca poner de moda nuestra cultura para que los jóvenes la cultiven. Los jóvenes quieren escuchar champeta y vallenato, aquí nunca van a escuchar nada de esto sino reggae. Los programas religiosos buscan devolver a los isleños la religiosidad que caracterizó a la isla, que los jóvenes tengan otra vez un espíritu de cristiandad, que se conviertan en cristianos y construyan la paz. Cuando empezó a crecer esto y vino la invasión, los isleños empezaron a tomar las malas costumbres de la gente de afuera245.

Debido a su origen, este canal de televisión ha mostrado una postura de apoyo a los movimientos sociales reivindicativos de SAI. El canal Tamarind Tree ha estado presente en las diferentes marchas de la comunidad isleña raizal mediante un cubrimiento y transmisión en directo de distintas coyunturas importantes, como por ejemplo, el problema de las basuras, que terminó con la destitución del gobernador Ralph Newball Sotello en el año 2001. En este caso, por medio del canal se hizo un seguimiento a las discusiones entre la gobernación y las fuerzas policiales.

2.4.3 Emisoras de las Fuerzas Armadas

243 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Frank Muñoz Director de Caracol SAI”, p. 228. 244 La Superestación 100.5 se matriculó ante la Cámara de comercio el 16 de marzo de 2000; entre sus directores se encuentran Jimmy Mow y Chafit Betrúz Vargas. 245 TRUJILLO IRURITA, Orlando, “Entrevista con Dalmiro Arias”, p. 228. En la actualidad, diversos agentes de la comunidad isleña raizal buscan poner en escena elementos de su cultura tradicional a través de la radio y la televisión, esto ante el mayor peso que han adquirido manifestaciones culturales del interior del país en SAI.

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En los últimos años empiezan a transmitir desde SAI las emisoras “Policía Nacional FM” (105.5 Mhz), que comienza labores en octubre de 2000 y finalmente “Archipiélago Marina Estéreo” (94.5 Mhz), que arranca en octubre de 2002. La programación de estas dos emisoras combina la programación musical dirigida a audiencias juveniles con programas que involucran temáticas sociales y líneas abiertas de comunicación con los comandantes de la Policía (“Cuéntele al Comandante”) y la Armada Nacional (“Abordo con el Almirante”).

Toda la programación busca un objetivo, el cual está claro por nosotros, el cual es ejercer la soberanía a través de todos estos programas, estimular la integridad territorial, generar el respaldo y el apoyo de la comunidad. Eso es lo que nosotros buscamos, que la comunidad nos respalde y apoye. Así mismo, que todo el Departamento Archipiélago se identifique con el Estado Colombiano246.

La llegada a la isla de este tipo de emisoras pertenecientes a los organismos de control y represión social del Estado, hacen manifiesto, de un lado, el énfasis que últimamente le están otorgando estas instituciones al mejoramiento de su imagen, a fomentar el apoyo y la identificación de la ciudadanía con su labor. De otro lado, muestra la creciente importancia que adquieren los medios masivos de comunicación en SAI, al ser concebidos como “herramientas” ideológicas a partir de las cuales posicionarse en el campo cultural y político de la isla.

La proliferación de canales de comunicación durante este periodo es un reflejo de aumento de la complejidad cultural que ha experimentado la sociedad sanandresana y de la creciente importancia y legitimidad social que adquiere el campo del periodismo de masas en la isla. En los últimos años se ha acentuado una cierta polarización entre las dos comunidades culturales más importantes establecidas en SAI; ésta se manifiesta en la defensa por parte de la comunidad isleña raizal de su lengua y tradiciones culturales frente al avance de la cultura continental. La radio y la televisión se han convertido en un escenario de participación y confrontación de diferentes agentes de las dos comunidades: políticos tradicionales, líderes religiosos, dirigentes de movimientos sociales de la isla, comandantes y miembros de fuerzas estatales del orden y funcionarios de la gobernación de SAI, entre otros. Todos los cuales han buscado interpelar a la comunidad a partir de su concepción particular del deber ser de la cultura sanandresana, juicios que manifiestan una posición diferenciada en lo relativo a los aspectos de pluralismo cultural e integración nacional.

3. Conclusiones

A lo largo de estas páginas se pudo apreciar la evolución de algunos de los principales canales de comunicación que ha tenido SAI a través del tiempo, los cuales, desde un comienzo, han elaborado una amalgama de elementos regionales y nacionales. El recorrido hecho desde “The Voice of the Island” en la década de los 50, hasta “Archipiélago Marina Estéreo”, en el 2002, muestra la importancia paulatina que adquiere el campo del periodismo en SAI y el grado de legitimidad que éste conquista en la isla 246 Ibid., *Entrevista con Laureano Sierra, Director de locución Archipiélago Marina Estéreo”, p. 228.

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Los proyectos primigenios de los medios de comunicación en la isla, al dar a conocer y difundir la lengua, los gustos y estéticas predominantes en el continente, así como la cotidianeidad política y económica, fomentaron la integración de la “lejana” isla de San Andrés a la nación colombiana. En términos generales, esta integración se impulsó a través de los medios de comunicación con una dimensión estética, principalmente por medio de la utilización del lenguaje y los géneros musicales con cabida en el continente, una dimensión política mediante una estrecha interrelación del medio con caudillos políticos nacionales, y una dimensión económica, expresada en el establecimiento de un modelo comercial de radio.

Radio Morgan sienta las bases del campo periodístico, cuando Samuel Duque encuentra las condiciones para involucrar su trayectoria en la radio del continente (que se convirtió en el ejemplo a seguir), con una sensibilidad regional que se manifestó en el cubrimiento con su emisora de los eventos, noticias y las múltiples dinámicas regionales. Esta forma de hacer radio influenció notablemente el trabajo de las emisoras y canales que llegaron años después. Como se mencionó, en este campo en construcción, los lazos políticos y partidistas entre la isla y el interior del país también jugaron un papel importante. En un principio, Radio Morgan y posteriormente “La Voz de las Islas” permitieron difundir estas consignas y programas políticos, y articularlos a los intereses regionales. En cuanto al caso de “La Voz de las Islas”, es importante destacar el objetivo “culturización”, promoción de los valores “modernos” y de acercamiento a la cultura colombiana, que quiso conferir a la emisora su fundador Adalberto Gallardo. La llegada de la televisión a la isla también obedeció a factores políticos, tales como el ejercicio de la soberanía y la difusión de las instituciones colombianas en este territorio de frontera. La comunidad continental, sin mucho tiempo de arraigo en la isla, encuentra sobretodo en la radio un importante espacio para la difusión y renovación de sus tradiciones culturales en este territorio que les resulta extraño. La apropiación de los materiales simbólicos de los medios masivos de comunicación por parte de esta comunidad se hizo manifiesta con los numerosos programas de música vallenata, y de otras de sus manifestaciones culturales, así como con el elevado número de continentales en las emisoras de SAI, que se acoplaron fácilmente al sistema de radio comercial y al esquema de arrendamiento de espacios que se implementó en la Isla. Otra de las características sustanciales de las emisoras con presencia en SAI, han sido las alianzas con las grandes cadenas nacionales, aunque en la actualidad emisoras tradicionales como “Radio Leda Internacional” y “La Voz de las Islas” trabajan de forma independiente, la mayoría de emisoras locales ha estado afiliada en algún momento a alguno de los conglomerados multimedia que trabajan a escala nacional, y que en la actualidad ya cuentan con emisoras propias en la Isla tanto en AM como en FM. Las cadenas nacionales llegan a la isla en una lucha por controlar las audiencias de la totalidad del territorio nacional y tener enviados especiales que informen al interior del país sobre acontecimientos importantes originados en el archipiélago. Estas grandes cadenas no han tenido una política de enfatizar en los contenidos y agendas regionales, con lo cual han tenido un impacto negativo en el pluralismo cultural de los medios de comunicación presentes en SAI. La evolución histórica del campo periodístico muestra que si bien la radio y la televisión en SAI han facilitado la integración de la isla al resto de Colombia y su cultura, estos medios masivos no se han constituido como elementos de una simple homogeneización cultural o “colombianización” de la isla. Los primeros proyectos relativos a la radio y la televisión locales (Radio Morgan y la Estación Autónoma de Inravisión) tomaron insumos del modelo

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establecido en el interior del país y establecieron una simbiosis con múltiples elementos de la cultura local: la relevancia de las fiestas regionales, los cultos religiosos, los talentos locales, entre otros. Manifestaciones que siempre han tenido una cabida en estos dos medios masivos. Sin embargo, ante el innegable acento que han tenido las expresiones de la comunidad continental en los medios masivos locales y a la luz las reivindicaciones de la comunidad isleña raizal, se debe empezar a pensar cómo facilitar desde los medios de comunicación privados y públicos establecidos en SAI, una mejor y más equilibrada expresión de las culturas de la isla. Se hace evidente la necesidad de impulsar formas de regulación o políticas de medios de comunicación que tengan como objetivo la promoción de la diversidad cultural y que faciliten el respecto por las identidades, las herramientas hermenéuticas como la lengua y las tradiciones religiosas, los valores y características de cada una de las comunidades culturales.

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Por el buen orden: el diario vivir en Cartagena y Mompox colonial ♠ Moisés Munive ♦ 1. Introducción Durante la época colonial hispana cualquier aspecto del diario vivir estaba sujeto a un control bastante estricto por parte de las autoridades en los territorios indianos. La cuestión era convivir a son de campana, congregados en orden y alrededor o cerca de una iglesia. Igualmente, de alguna u otra manera, hasta el vecindario ejercía control no sólo sobre sus semejantes, sino también sobre las autoridades, en defensa de la moral, la justicia y el bien común. Es decir, la dirección del control estuvo dada tanto en sentido vertical de arriba hacia abajo y viceversa, como en sentido horizontal. Cuando se aborda la vida cotidiana en la ciudad generalmente se restringe ésta a los acontecimientos propios de las fiestas, el juego, la comida, la vivienda, el mercado diario, el ocio, el aseo y ornato de la ciudad, la seguridad y las relaciones de familia, principalmente. En cambio, los asuntos de la política y la estructuración económica global se dejan a un lado, como si tales funcionamientos no se vivieran y corrigieran a diario. En tal sentido, se abre el espacio para que se aborden tales problemas desde una perspectiva de la vida cotidiana. El buen orden es un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de acción es bastante amplio. El Fondo Policía del Archivo General de la Nación ilustra al respecto con casos específicos, ya sea de violación o acatamiento de las normas, y facilita la comprensión de las razones por las cuales las autoridades se inquietaban por llevar a buenos términos una vida cotidiana. Se presentaron situaciones concretas relacionadas con la carestía de víveres, construcción de vallas, vida conyugal, visa-pasaportes, corridas de toros, mendicidad, juegos, representaciones teatrales, rondas nocturnas, traslado de reos, aseo y salud urbanos, pavimentación de calles, distribución de aguas, mercado local y destierros. Se le debe sumar a esto, los vericuetos del sistema esclavista, el contrabando y las relaciones políticas, las cuales también hacen parte del diario vivir. La esencia del buen orden de alguna manera se conectaba con el deseo natural humano de vivir armónicamente en grupo, garantizando el bien común y alcanzando una mejor calidad de vida; y no solo por el afán de imponer formas de comportamiento que respondieran a los intereses políticos, espirituales y materiales del sector gobernante. La intención era impedir al máximo que la mala conducta de unos afectara en lo mínimo el funcionamiento de todos.

♠ Artículo recibido en junio de 2003; aprobado en agosto de 2003. ♦ Historiador de la Universidad Nacional de Colombia –Sede Bogotá-. Miembro correspondiente de la Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox.

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2. Por la familia Las cuestiones relacionadas con la vida familiar tales como nupcias, rompimientos o divorcios, abandono de cónyuges o de hijos, respeto de éstos con los padres y, en fin, la armonía entre todos, fueron asuntos importantes sobre los cuales regular. Teniendo en cuenta que la familia ha sido el pilar de las sociedades, y más en tales tiempos donde predominaban costumbres moralistas, era clave prestar atención a este aspecto. En la medida que la autoridad patriarcal de la familia se iba haciendo dependiente de la del Estado, se moldeaba su política de acuerdo con la de este último247. La política de la familia se inspiraba en dos fuentes, una teórica y otra práctica. Esta moldeaba la experiencia en forma más directa, ya que a pesar de las ideas persuasivas y refinadas de los intelectuales, la práctica y el ejemplo son transmitidos más directamente a la vida cotidiana. Los autores de la época podían explicar los elementos del buen orden familiar, pero en definitiva las experiencias negativas y positivas diarias iban a facilitar la identificación y reglamentación concerniente a esta figura. Era precisamente en los espacios públicos como las plazas, las calles principales, las arcadas, las pilas, los manantiales y los mercados donde se aprendía y reproducía el buen orden público248. Un primer ingrediente a guiar y verificar era el relacionado con el matrimonio, pues fue un aspecto de la vida social en la que se desencadenaba el juego de las diferenciaciones. El matrimonio era considerado como el estado ideal249. Por eso se hizo necesario mantener el orden y la sujeción de los habitantes, contando con los curas para velar por el cumplimiento de este sacramento250. De alguna forma había que preservarlo. La familia debía constituir un hogar lleno de amor, aunque no se encontrara pasión, ejemplo de patrones suicidas y uniones sacrílegas; de todos modos el matrimonio y la consecuente formación familiar era el espacio donde se podía encontrar estima y confianza251. En tal sentido se prestaba una considerable atención a los cónyuges que por determinadas circunstancias dejaban solas a sus parejas; a separar de los pueblos a aquellas mujeres que llevaban conductas escandalosas y podían acabar con los matrimonios establecidos; se obligaba a los padres a responder por la manutención de los hijos así estuvieran ausentes de sus hogares o vivieran con otras mujeres252. Sin embargo, las excusas no faltaban. En muchos de los casos, cuando un español venia a territorio indiano lo hacia con el propósito de arriesgarse en algún negocio comercial. Llegar a una región y prosperar implicaba una inversión no solo de dinero, sino también de tiempo. Hacer contactos para la vivienda, la alimentación y lo relacionado más directamente con el negocio a realizar, significaba en cierta medida hacerse residente, es decir prolongar la estadía. La mayoría de los empresarios

247 BOYER, Richard, “Las mujeres, la mala vida y la política del matrimonio”, en Sexualidad y matrimonio en la época hispánica, siglos XVI-XVIII, México, Editorial Grijalbo, 1989, p. 274. 248 GARRIDO, Margarita, “La vida cotidiana y pública en las ciudades coloniales”, en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogota, Grupo Editorial Norma, 1996, p. 134. 249 RODRIGUEZ, Pablo, “Casa y orden cotidiano en el Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”, en Historia de la vida cotidiana en Colombia, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1996, p. 115. 250 BELL LEMUS, Gustavo, Cartagena de Indias: de la Colonia a la República, Bogotá, Fundación Simón y Lola Guberek, 1991, p. 97. Las comunidades y poblaciones tenían que ser vigiladas no solo en su interior, sino también del contacto con los hombres libres de la rochela, puesto que se consideraba que eran portadores de los vicios y pecados. 251 CALVO, Thomas, “Calor de hogar: las familias del siglo XVII en Guadalajara”, en Sexualidad y matrimonio en la época hispánica, siglos XV-XVIII, México, Editorial Grijalbo, 1989, p. 327. 252 BELL, Gustavo, p. 98.

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o aventureros empresariales preferían hacerlo sacrificando al resto de la familia, si eran casados. Cuando transcurría, entonces, un periodo de tiempo considerablemente largo, las autoridades decidían entrar en el asunto y ordenarlo. Es claro que después de haber abandonado de una manera implícita a la pareja, algunos, habían solucionado ya su problema sentimental y en cierta forma los negocios los habían atado a la ciudad. Por tanto, las deudas contraídas a favor o en contra se podían constituir en la excusa perfecta para prorrogar el regreso a casa253. El involucrado se presentaba las veces posibles ante los estrados judiciales y, de acuerdo al volumen de las pruebas, el lapso podía extenderse incluso un año o más. Las pruebas se relacionaban también con la presentación de testigos que diesen argumentos convincentes sobre las deudas contraídas con los solicitados a reanudar sus responsabilidades conyugales. Generalmente alegaban no solo el incumplimiento monetario, sino además la lejanía de los deudores, quienes por hallarse fuera de la jurisdicción en la que residía el cobrador, la solución al problema era más complicada, favoreciendo al esposo despreocupado e injusto254. Las cónyuges de éstos presionaban, a través de cartas, la restitución de su vida familiar sin importar los intereses contraídos255. Igualmente, la senectud y las enfermedades se constituían en excusas propicias para frenar la solicitud de pronto regreso para cumplir con las funciones conyugales. En estos casos era necesario asesorarse de médicos e incluso hacerse exámenes que ameritaran continuar en la ciudad hasta lograr una mejoría física256. Dependiendo de la enfermedad padecida, las autoridades competentes se encargaban de exigir la partida o autorizar la extensión de la residencia. Otro de los frecuentes problemas familiares que se intentaba con afán controlar era el de las mujeres desordenadas. Por sugerencia del arzobispado, las autoridades civiles se inquietaron por ampliar su radio de acción y enfrentar los desmanes que causaban daño a la moral y la libertad de las mujeres perdidas que vivían en pecado público y aquellas que por diversas causas abandonaban a sus maridos257. A este tipo de inconvenientes se le dio la salida con la fundación de casas para “cortesanas” y casadas mal avenidas en sus matrimonios: “El señor obispo de esta diócesis continuando el ejercicio de su celo dispuso comprar una casa capaz en que se encerrase las mujeres escandalosas que con tanto desenfreno viven olvidadas del temor de Dios y de la justicia, para que escarmentadas las otras contuviesen sus operaciones dentro de los limites de la razón, se eviten las consecuencias fatales que ocasionan tales mujeres con su vida”258. Las mujeres en estado de reclusión tenían que someterse a una disciplina casi conventual. En semejante situación, debían oír misa todos los días a través de una vigilancia que las protegía de la vista de los asistentes, y no podían salir sin orden de los señores presidente o arzobispo o persona que la depositó259. La casa se sostenía con recursos girados por el cabildo y los generados por esta misma, como por ejemplo el arrendamiento de alguno de sus salones. Se colocaba una guardia de soldados en la puerta y un capellán debía asistir a las reclusas y consolar sus aflicciones espirituales260. Un día en la semana se hacía visita a la casa tal cual 253 Archivo General de la Nación (en adelante A.G.N.). Sección Colonia. Fondo Policía. Tomo 6, folio 500. 254 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10, folios 519 y 527. 255 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 8, folio 520. 256 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 385. 257 VARGAS LESMES, Julián, La sociedad de Santa fe colonial, Bogotá, Cinep, 1990, p. 283. 258 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 258. 259 VARGAS LESMES, Julián, p. 291. 260 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folios 260’262.

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como se practicaba en la cárcel, y el cabildo tenía la obligación de pedir limosna para las recogidas de escasos recursos. 3. Por la salud El buen orden respecto a la salud en las ciudades se relacionaba principalmente con asuntos como la construcción, administración y distribución del agua, limpieza, expendio y venta de alimentos sanos, botaderos de basura, desperdicios de las fábricas y, por supuesto, el control de las enfermedades y de las terribles pestes. En tal sentido, la preocupación de las autoridades era mayor incluso que la de los mismos habitantes en general. El problema del agua se constituyó en factor clave para los residentes de la ciudad. En los primeros tiempos se usaron pozos y jagüeyes, pero después, durante toda la época colonial, los cartageneros, por ejemplo, satisficieron sus necesidades de agua con la que las lluvias depositaban en los numerosos aljibes. Hacia 1564 el gobernador Juan de Busto y otros vecinos de Cartagena propusieron al rey la construcción de un acueducto que condujera a la ciudad las cristalinas aguas de un manantial cercano a la población de Turbaco, mediante el cobro de un impuesto a las mercancías que entraran al puerto261. Sin embargo, fue Francisco Bahamonde de Lugo el primer gobernador que se embarcó en la ambiciosa tarea del acueducto. Al respecto, el cabildo estuvo siempre al tanto para debatir y dictar acuerdos sobre distribución de aguas de los aljibes. Hacia finales del siglo XVIII, Cartagena contaba en sitio de la Muralla de Santa Catalina con unos aljibes construidos con la ayuda del vecindario y el propósito era recoger y mantener las aguas para luego distribuirlas al común. En aquella ocasión le tocó intervenir a la institución política local como exigente y mediador entre el pueblo y el gobernador porque éste había tomado las llaves de la cerradura y por razones no explícitas se negaba a entregarlas. En las sesiones, el cabildo expresó “como de su retención resultase el perjuicio de privársele a los pobres del agua tan necesaria y escasa en aquel lugar, y a cuyo beneficio se fabricaron dichos aljibes”262. En vista de la reticencia por parte del gobernador, se promovió instancia ante autoridades superiores para que se le pasase oficio político. El abasto de alimentos sanos era asunto primordial, pues la base material de subsistencia de los asentamientos urbanos no podía dejarse al azar; por eso era obligación, por ejemplo, ofrecer a los vecinos de manera regular carne de buena calidad263. El tratamiento a la carne de cerdo que se hacía en las poblaciones vecinas a la ciudad presentaba inconvenientes debido a la mezcla con carne pasada de días. La gobernación estaba al tanto y mandó ordenar “que los cabos del pie de la Popa, Ternera, Turbaco y demás poblaciones donde se verifican dichas matanzas, se les intimide con la debida prohibición del fresco imponiéndole la pena del perdimiento del otro al que se le encuentre mezclado con él”264. Cuando se presentaban este tipo de desórdenes también se prestaba atenta vigilancia de los cargamentos que salían hacia

261 DEL CASTILLO MATHIEU, Nicolás, Los gobernadores de Cartagena de Indias 1504-1810, Bogotá, Academia Colombiana de Historia, 1998, pp. 27-28. Preocupado con esta situación, comenzó por hacer medir y nivelar el trayecto que había de recorrer un nuevo acueducto. 262 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 552. 263 RODRIGUEZ, Pablo, “Casa y orden cotidiano...” , p. 72. 264 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 60.

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las ciudades para evitar la venta y hacían que los dueños o criadores portaran licencia o pasaporte de sus salidas. Las autoridades civiles inquietas por el estado sanitario frecuentaban muy de cerca los desperdicios que botaban las fábricas, como por ejemplo las de licores. Con frecuencia dialogaban y advertían a los directores de rentas a fin de impedir que los desechos del aguardiente se arrojaran sin control a las calles públicas o lugares cercanos a éstos. En primer lugar, impregnaban fealdad al paraje y por el perjuicio con los habitantes por la fetidez que expedían por el calor y las posibles lluvias. La humedad y el particular clima ardiente fermentaban los residuos causando males a la salud pública. Enfermedades comunes en estas urbes eran las bubas, manifestación externa de la sífilis o morbo gálico, la lepra, que algunos consideraban endémica de la región, la disentería, diversos tipos de fiebre entre las que se hacían mención a las tercianas, cuartanas, fiebres recias o ardientes y las lentas o flemáticas. Era de común ocurrencia las apostemas en zonas externas, miembros y órganos internos como el hígado, el bazo; enfermedades renales y de las vías urinarias hernias, dolor de costado, problemas pulmonares, afecciones gástricas, hidropesía, jaquecas, perlesías; enfermedades de la mujer, histeria, esterilidad, mola uterina, chancro, prurito, hemorragias, etc.265. Los años de 1714 a 1716 fueron desastrosos para la población porque las arremetidas del río Magdalena, por ejemplo en Mompox, la inundaron produciendo muchas enfermedades266. Las pestes como la viruela eran de suma preocupación para el gobierno por sus efectos catastróficos. Fueron generalizadas, periódicas y purulentas donde hubo mayor saturación del espacio267. El cabildo debía enfrentar estas plagas discutiendo las calamidades de la viruela y otras enfermedades con mecanismos de control como evitando el estancamiento de las aguas268. Las autoridades averiguaban y elaboraban estadísticas sobre los contagios y posibles muertes que se experimentaran. En 1696, por ejemplo, se contaron en Cartagena 1.700 muertos por causa de una fuerte peste269. Se concluyó la investigación argumentando que había sido transmitida a través de algunas mercancías. 4. Por el sano entretenimiento El entretenimiento público llegó a tener un importantísimo poder dentro del ambiente recogido de la ciudad. Primaron los de tipo religioso y civil, dentro de los cuales se integraban elementos blanco, negro e indígena. Fue básico para la creación de identidades locales, mucho más tratándose de eventos en los cuales la participación era generalizada, independiente de su condición étnica270. La diversión en la ciudad fluía a través de las fiestas públicas, las representaciones teatrales, las corridas de toros, juegos de boliche, de suerte, de pólvora y otros como aquellos relacionados con la vida íntima de los reyes271. A todas había 265 SOLANO, Jairo, Salud, cultura y sociedad en Cartagena de Indias, siglos XVI y XVII, Barranquilla, Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1998, p. 79. 266 CORRALES, Manuel Ezequiel, Efemérides y anales del estado de Bolívar, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1999, p.124. 267 CONDE CALDERÓN, Jorge, Espacio, sociedad y conflictos en la Provincia de Cartagena 1740-1815, Barranquilla, Fondo de Publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1999, p. 98. 268 RODRIGUEZ, Pablo, Cabildo y vida urbana en el Medellín colonial, Medellín, Universidad de Antioquia, 1992, p. 91. 269 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 212. 270 VARGAS LESMES, Julián, p. 303. 271 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 17.

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que enmarcarlas dentro de un orden, a excepción tal vez de algunas organizadas por la Iglesia. Los actos centrales de las fiestas religiosas, además de la misa eran las procesiones, y en las épocas especiales se esforzaban con mayor pompa y con el acto de fondo: el sermón272. Las fiestas públicas fueron introducidas por los españoles en la colonización americana fundiéndose con las practicadas por los nativos y los africanos traídos como esclavos, para conformar un mosaico de rica expresión cultural. Expresión de la lúdica y la locura humana en la que la diversión se manifestaba en las más extrañas y extravagantes formas de comportamiento273. Eran precisamente esas conductas desordenadas las que se debían limitar. Las leyes castellanas 2 y 3 título 7 libro 8 responsabilizaban con graves penas tales desvíos274. Es cierto que las fiestas reunían un espíritu comunitario, pero en ocasiones eran motivo de conflictos, particularmente las celebraciones de negros y mulatos que ocupaban las vías y con sus juegos producían cólera entre los vecinos275. Los muchos excesos que ocasionaban los bailes y fandangos conllevó, por parte de la Iglesia, a la prohibición con excomunión mayor en todas las diócesis porque “estos bailes se reducen a una rueda, la mitad de ella toda de hombres y la otra mitad toda de mujeres, en cuyo centro al son de un tambor y canto de varias coplas bailan con deshonestidad un hombre y una mujer”276. Las representaciones teatrales experimentaron también un control riguroso, ya sea en las modalidades de comedia o tragedia, la cual, por su temática podía ser religiosa, que era la más abundante, en piezas alegóricas, hagiográficas y bíblicas; profana, presentando la comedia de carácter popular la mayor riqueza y variedad. Es de suponer, como era usual en los centros urbanos habitados por españoles, que las representaciones dramáticas no faltaron en las principales festividades del año277. En torno a éstas, los desórdenes no faltaron debido a las dificultades que encontraron los promotores para que les concedieran licencia de funcionamiento. En los primeros tiempos de la Colonia, principalmente, los jueces eclesiásticos promulgaron autos de prohibición especialmente sobre las comedias desarrolladas durante la noche por el supuesto daño espiritual que ocasionaban278. Los promotores interponían apelación expresando la duda de quién debía expedir los permisos, si la justicia civil o el juez eclesiástico, haciéndose interminables las discusiones. Otro de los entretenimientos problemáticos fue el de las corridas de toros. Eran infaltables en todas las celebraciones no religiosas. Durante la Colonia fue la diversión popular, la más apetecida y agradable de todas. La pasión por la tauromaquia mostró diversas variaciones. Desde las corridas por las calles, el rejoneo, las montadas en los toros a manera de rodeo, hasta el toreo279. Se decía que no convenía al público porque mientras se alistaban los preparativos, los hombres y mujeres se dedicaban al ocio y a ofender a Dios. Algunas autoridades preferían conceder licencias los días de fiesta hasta la hora oficial de la

272 VARGAS LESMES, Julián, p. 307. 273 ARQUEZ VAN STRALHEN, Oscar, “Carnaval en la región momposina”, en Boletín historial, Mompox, Nº. 29-30, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, 1998, pp. 213 y 214. 274 REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA, Las Siete Partidas, Madrid, Imprenta Real, 1807. 275RODRIGUEZ, Pablo, cabildo y vida urbana…, p. 98. 276 CORRALES, Manuel Ezequiel, p. 154. Se acordó con el Obispo prohibirlas por las noches en las vísperas de días de fiestas para que no se quedaran sin misa al día siguiente fatigados o descansando la mala noche. 277 ORJUELA, Héctor, El teatro en la Nueva Granada, siglos XVI-XVIII, Bogotá, Impreandes, 2000, p. 40. 278 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10 folio 284. 279 VARGAS LESMES, Julián, p. 311. Las primeras noticias sobre el juego de toros datan de finales del siglo XVI, hasta el XVII se debieron jugar enamorados, es decir, enlazados por los cueros por una cuerda cuyo extreme opuesto manejaba de a caballo un experto. En el siglo XVIII aparecen otras tauromaquias, pues los toros están sueltos no enamorados, más cercano al toreo posterior.

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oración280. Se intentaba regular, igualmente, que en los mataderos los encargados del cuidado y abasto del ganado facilitaran toros para lidiar281. La Iglesia, por su parte, fue bastante enfática: “su naturaleza es profana […], por eso su santidad por una constitución prohibió absolutamente estos espectáculos y más mandó so pena de excomunión mayor a todos los príncipes cristianos y aunque fuesen reyes o emperadores y a todos los prelados eclesiásticos que en sus tierras o jurisdicciones no consintiesen que se lidien toros; y a los particulares mandó que ni a pie ni a caballo los corriesen y que si muriesen no los enterrasen en sagrado”282. En cuanto a los juegos de boliche y otros de suerte también prohibidos por las leyes con expedición de reales cédulas, eran tolerados en algunas fiestas como por ejemplo las de la Popa en Cartagena. Las leyes municipales 2 y 7, artículo 2, libro 7 las penalizaban con cierto rigor, sobre todo cuando algunos se excedían ante la permisión283. 5. Por la seguridad La seguridad giraba principalmente en torno a las manifestaciones delincuenciales que iban desde el robo y el ocio, protestas, motines, alborotos y tumultos hasta las insurrecciones. Al respecto, la ronda se constituyó en uno de los elementos de control más generalizado, advirtiendo que las misiones de policía tuvieron un amplio espacio de acción. Se localizaban y destruían los cumbes y rochelas donde vivían los malhechores, se reintegraban los indígenas a sus poblados, se vigilaban las irregularidades cometidas por las autoridades provinciales y se capturaba a los delincuentes para entregarlos lo antes posible a la justicia ordinaria284. La idea dominante era que todos los habitantes vivieran en poblados y estuvieran sujetos a las autoridades. Se perseguía la presencia de vagos o individuos sin oficio conocido y se ordenaba reintegrar al pueblo más próximo a toda persona sin residencia fija. De los disturbios era necesario estar pendientes. En los últimos tiempos de la época colonial, por ejemplo, cuando se introdujeron elementos significativos en el control y limitación de la producción y comercialización de la bebida de aguardiente de caña, se despertaron inquietudes entre los sectores de la población afectados por los mecanismos de la restricción. Aunque las protestas no se dirigieron exclusivamente contra las políticas fiscales sino contra sus representantes, de todos modos las autoridades locales debían estar muy atentas. Hacia 1785, en la villa de Santa Cruz de Mompox se presentaron grandes disturbios, y para restablecer el orden y la tranquilidad públicos fue nombrado alcalde ordinario de segundo voto Pedro Martínez de Pinillos, recomendando el virrey Antonio Caballero y Góngora que procediera al desempeño de sus funciones sin temor a influjos ocultos285. Aunque este tipo de disputas fue común en donde iba apareciendo el estanco, los cosecheros lograban al final algunas relaciones de equilibrio entre sus intereses y los de la Real Hacienda. El pueblo raso, por su parte, optó por el tumulto. Es cierto que este tipo de acciones no fueron movimientos en contra del rey, pero al rechazar a los estanqueros

280 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 11, folio 531. 281 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 10, folio 322. 282 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 52. 283 LUCENA SALMORAL, Manuel, El sistema de cuadrillas de ronda para la seguridad de los llanos a fines del periodo colonial, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1979, p. 205. 284 MORA DE TOVAR, Gilma, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada durante el siglo XVIII, Bogota, Universidad Nacional, 1988, p. 178. 285 CORRALES, Manuel Ezequiel, p. 128.

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y guardas rompiendo frascos, derramando aguardientes y agrediendo a los funcionarios286, se constituían en factores perturbadores del orden público y la autoridad civil debía hacerse sentir. La carnicería también era un espacio de tensión social. Lo corto del abasto y los altos precios hacían que se presentaran frecuentes riñas y disputas, pues al pueblo en general le importaba poco que las contrariedades en el abasto, los cambios de precio y las alteraciones en el peso tuvieran relación directa con transformaciones profundas en la demografía. Había que manifestarse. El hurto de ganado fue una constante durante la época colonial, con aumentos significativos en épocas de altos precios o escasez del abasto287. Para lograr cierto control se prohibía matar o simplemente transitar con reses ajenas, que los ganados fueran siempre por los caminos reales, que los negociantes de grasa y cueros tuvieran siempre permiso del juez y que no se transportara ganado sin marcar, entre otros288. Contra delitos y delincuentes específicos se perseguían hasta donde fuere necesario, asentando cuanto antes posible las primeras diligencias y entregándolas con los reos y bienes aprehendidos a los jueces respectivos. En tal sentido, las rondas eran de vital importancia. Eran organizadas y ejecutadas por el cabildo, por lo tanto los miembros de éste debían participar en gran medida. Sólo en ocasiones se excusaba la no participación de algunos289. Aquellos que no asistían era generalmente por asuntos de remuneración o por supuestos problemas físicos: “el teniente publico del Ministerio de Marina dice que como se manifiesta en el documento […] no se la haya asignado otro sueldo o salario que los que pueda devengar… para poderse desprender del despacho público para acudir siempre de los llamados a las rondas nocturnas, actuación de casos criminales y ejecuciones de último suplicio o afrenta pública [….] Y hallándose obligado puede resultar en grave perjuicio del real servicio en los negocios que puedan ocurrir en aquel misterio […] Y se librase la correspondiente prudencia para que no le emplease en tales actos por su crecida edad, dilatado manejo de la pluma y tener mal la mano derecha para veloz escritura”290. Cuando se aprehendía a alguien en el ejercicio de algún delito, las penas podían ser severas si el caso lo ameritaba. Por ejemplo, condena de seis años de servicio sin sueldo en el presidio de la ciudad por complicidad en un robo de varias piezas de plata labrada. Por hurto, pena de cinco años en fábricas sirviendo a ración y sin sueldo, y cumplido esto, destierro por otros cinco años; también por robo 200 azotes y 6 años de trabajo en factorías sin recibir paga y una vez terminada esta pena, proscripción por una década; por heridas hasta provocar la muerte, cuatro años de condena y otros seis de destierro291. Otros recibían penas de servicio perpetuo en fábricas de la ciudad y algunos eran remitidos al servicio militar y al trabajo en obras públicas. 6. Por el mercado local

286 MORA DE TOVAR, Gilma, pp. 73, 220. 287 RODRÍGUEZ, Pablo, Cabildo y vida urbana, p. 80. 288 LUCENA SALMORAL, Manuel, El sistema de cuadrillas de ronda..., pp. 193, 196. 289 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 2, folio 632. 290 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 64. 291 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 6, folios 506 y 507.

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Los vecinos de la ciudad disponían de lugares para efectuar sus compras diarias, siendo el mercado local una de las actividades con que mayor fuerza irrumpió en la economía, destinado a satisfacer las necesidades. Se caracterizaron por la variedad de productos que exhibían en los mostradores de sus tiendas: alimentos, vinos, velas, telas, utensilios de cocina, cuchillos, rejos, calzado, géneros, estampas, cuadros, libros, papel, jabón, especies, productos de la tierra, mantas, alpargatas, cebo, miel, entre otros. Según las instrucciones, las autoridades municipales tenían control sobre todos los establecimientos que existían en la ciudad y regulaban el número de éstos otorgando licencias de funcionamiento, además de cobrar un impuesto anual a las pulperías y tiendas de mercaderías292. Si alguno pretendía participar en este negocio sin el debido consentimiento se exponía a la presión de las autoridades. A aquellos que, por ejemplo, ofrecían carnes sin la respectiva licencia, se les formaba sumario y se les remitía al comandante asignándoles la multa correspondiente293. Las autoridades se encargaban de la cantidad y calidad de los abastos, distribución interna, pesos y medidas y, por supuesto, del control de precios. En cuanto a esto último, la intervención del pueblo en general era de suma importancia para presionar medidas a su favor: “comparecemos ante Vuestra Alteza para que se sirva de poner tarifa en los bastimentos del sustento natural pues hace mucho nos vemos afligidos y oprimidos con la alteración exorbitante de precios a que han subido los mantenimientos… hace tiempo se daba como media arroba de pescado fresco por medio real, una fanegada de arroz cuando más caro $7, ahora barato vale $10”294. La idea era que se expidieran normas para la tarifa de carne fresca, quesos, pescados, arroz, fríjol, maíz, plátanos, yuca, etc. En los casos de los precios ilícitos, se confiscaban los productos y se destinaban a las casas de beneficencia o a los presos. El fiel ejecutor ponía precios topes para los víveres y artículos de primera necesidad y tenia a su cargo la vigilancia y procesamiento de los infractores. Los habitantes igualmente fiscalizaban las acciones y los posibles abusos cometidos por funcionarios encargados de dar funcionamiento al mercado local. Por ejemplo, se prestaba la atención debida a los llamados problemas de regatonería, es decir, asuntos relacionados con el desfalco material a las carnicerías reales con el propósito de favorecer intereses particulares aprovechándose de su poder jurisdiccional competente295. Para evitar tales inconvenientes el abasto de carne y en general de los suministros básicos debía estar monopolizado y se penalizaba al que vendiera al margen del abastecedor oficial. Las políticas reforzaban el aislamiento comercial entre las provincias sustentándose implícitamente en la autosuficiencia de cada región. Solamente cuando la situación lo ameritaba se traían los productos necesarios, como por ejemplo a consecuencia de una prolongada sequía que reducía sustancialmente la producción de maíz y arroz, se conseguía harina en cantidades suficientes de provincias del interior296. Pero lo normal era prohibir la entrada de alimentos, “por cuanto autos de buena gobernación proveído y provisiones despachadas por la Real Audiencia está mandado que ninguna persona pueda trajinar y llevar ni sacar harinas para la provincia de Cartagena”297. El castigo era aprehender la mercancía y aplicar una multa de cierta cantidad de dinero.

292 VARGAS LESMES, Julián, pp. 157-159, 226. 293 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 729. 294 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 3, folio 978-980. 295 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 6, folios 411 y 418. 296 MÚNERA, Alfonso, El fracaso de la Nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1810), Bogotá, Banco de la República/Áncora Editores, 1998, p. 141. 297 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 7, folio 565.

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Se pretendía favorecer el mercado local tanto para el pueblo como para los abastecedores. Estos también presionaban por la venta a precio justo, por ejemplo, si el propósito era abastecer la plaza de la ciudad también convenía no limitarle tanto el precio a productos esenciales como el pan, aceite y sal. Los expendedores expresaron que “no obstante para que no se experimente la falta de abastos y lo padezca el pueblo se permitió no habiendo alteración en el precio, siendo expuesto la contingencia del tiempo como por falta de aguas o mucha abundancia [...] y aunque estas razones no tuvieron la eficacia que los patrocina, favorece el no poder ser compelidos a vender por precio injusto”298. No querían que se les forzara a vender con precios que los perjudicara. En fin, las autoridades intervenían en casi todos los aspectos de la vida económica, pues el correcto funcionamiento dependía de un ajustado control sobre las manifestaciones de este sector. En relación con este aspecto, era de suma importancia el manejo de las mercancías que provenían de territorios extranjeros por la vía de la ilegalidad. Cuando se habla acerca del mercado local debe tenerse en cuenta una contextualización, en este caso, del contrabando que iba a proveer aquellos productos que la metrópoli no podía ofrecer a estas ciudades. 7. Por el comercio El buen orden en el comercio dependía en gran medida del control ejercido sobre el contrabando. Este fue uno de los problemas serios que se tuvo que afrontar en la administración de las Indias debido a que el desarrollo de las colonias en ultramar superó la capacidad de suministro por parte da la metrópoli, además que España no tuvo un mercado interior lo suficientemente amplio como para absorber los productos americanos299. Esta es la raíz original del contrabando, la necesidad de dar socialmente satisfacción a una carencia que obligaba a suplir por medio de la importación, en este caso, ilegal. La metrópoli debió favorecer el comercio con la apertura de nuevos caminos necesarios para la comunicación interior, moderar las leyes fiscales, extinguir los estancos de aguardiente y tabaco, principalmente en las provincias marítimas como la de Cartagena300. Pero no lo hizo. Sin importar si existía o no justificación para desarrollar este tipo de comercio, por lo menos había que combatirlo si no se podía erradicar. El enfrentamiento al comercio ilícito o irregular comenzó con prohibiciones reales generalmente inútiles, terminando invariablemente en llamados concretos al orden hacia la población, expresados en los Bandos de Buen Gobierno. Todas estas disposiciones, fuesen Cédulas, Órdenes o cualquier otra variante, eran enviadas directamente a los gobernadores, oficiales reales, intendentes u otros funcionarios de importancia con el fin de que sus contenidos se llevaran al conocimiento general de la población301. La salida y entrada de embarcaciones debían experimentar una celosa vigilancia. El administrador de aduanas debía reconocer las guías o despachos de los barcos, decomisando el cargamento que se encontrara sin ese preciso requisito; si el capitán de la nave no presentaba el pase, se detenía y, formalizando las correspondientes diligencias, se daba

298 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 3, folios 91 y 102. 299ARAUZ MONFANTE, Celestino, El contrabando en el Caribe durante la primera mitad del siglo XVIII, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1984, p. 13. 300 POMBO, José Ignacio, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, Bogotá, Nueva Biblioteca Colombiana de Cultura, 1986, p. 58. 301 AIZPURUA, Ramón, Curazao y la costa de Caracas, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1993. p. 134.

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cuenta a la autoridad superior para aplicar el castigo respectivo si se determinaba su culpabilidad302. Generalmente las penas contra los infractores o tratantes ilícitos fue la cárcel, sin embargo no existió un patrón definido y estable en cuanto al número de años303. El que transportaba mercancía sin licencia era castigado con una multa en dinero y cierto tiempo de destierro si se trataba de una persona noble, o cien azotes en el caso que no lo fuera304. El administrador de aduanas asignaba guardas destinadas a la vigilancia de los puertos y “a la embarcación que arribe después de las oraciones tomen los guardas razón puntual de su carga […] y que se quede uno de ellos de custodia; las que arriben con carga destinada a los lugares de arriba solo se han de tener en el puerto tres días pero habiéndose echar la carga en tierra para el registro”305. Por ningún motivo se permitió a los guardas el manejo de las licencias tanto las traídas por los barcos como las que expedía la administración. Con el fin de identificar rápidamente el contrabando dentro de la ciudad se dispuso la práctica de marcar los productos con un sello oficial, pues era bastante común la no puesta en marcha de tales instrucciones. Se encargó al administrador de aduanas para que procediera a efectuar las diligencias correspondientes para realizar un inventario de los productos sin marquilla hallados en las tiendas306. El informe debía firmarse por las dos partes. Igualmente los productos de contrabando posteriormente habilitados por la declaración de comiso debían circular marquillados. El comercio de los productos mineros fue también sigilosamente vigilado. El oficial de la Real Contaduría y el Juez Comisionado debían averiguar sobre las ilícitas entradas y salidas de oro, “los medios como se ejecutan y como podrán estorbarse por donde los de la Provincia de Antioquia tienen comunicación con los de la Provincia de Cartagena para este género de contrabando y su remedio […] formaran el respectivo cuaderno para dar cuenta a este superior gobierno”307. El informe fue bastante preocupante: de las tres partes de oro que anualmente se extraían de los minerales de la jurisdicción de las Reales cajas, apenas se manifestaba una; el oro se vendía en gran medida sin quintar y sin presentarlos a la contaduría para su fundición. Para controlar semejante desorden estaban las leyes 17 y 18 titulo 10 libro 8 de la Recopilación que prohibía a los plateros fundir oro en polvo y reducirlo a barras, además que ordenaba visitar y registrar de improviso las platerías tres o cuatro veces al año y variando el orden para que no se anticiparan a ocultarlo. Sin embargo, aplicar orden fue bastante complicado porque las mismas autoridades –algunos funcionarios beneficiados del negocio- actuaban con negligencia. El gobierno superior estuvo muy pendiente para contenerlos y expidió órdenes a delegados particulares de la ciudad para que presionaran a los administradores a cumplir con las normas y funciones de su cargo. Los conflictos estuvieron a la orden del día: “comunicadas las providencias al delegado para cortar el contrabando […] se ha negado absolutamente a obedecerlas, en este concepto he librado comisión para que se cumplan las providencias o se les arreste bajo responsabilidad de encubrir el contrabando”308. En ocasiones la renuencia de los funcionarios estuvo relacionada con nexos familiares con aquellos que introducían las mercancías en forma ilegal,

302 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 15, folio 686. 303 FELICIANO, Héctor, El contrabando inglés en el Caribe y en el golfo de México, Sevilla, Diputación Provincial de Sevilla, 1990, p. 250. 304 GARCIA-BAQUERO, Antonio, La carrera de Indias, Sevilla, Algaida Editores, 1992, p. 28. 305 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 15, folio 689. 306 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 22, folios 543 y 546. 307 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 12, folio 794. 308 A.G.N. Colonia. Contrabando. Tomo 22, folio 547.

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y si el encargado no utilizaba método alguno para el cumplimiento de su trabajo se procedía a relegarlo del cargo. 8. Por la ciudad A favor de la ciudad se realizaron obras públicas, construcción de edificios y casas, murallas y albarradas, limpieza y ornamentación, y se velaba por los desvalidos. Desde esta perspectiva el presupuesto se constituyó en punto de arranque. Por lo tanto, no era demasiado lo que se podía desarrollar. Por ejemplo, los dirigentes cartageneros aducían con razón que el muy crecido presupuesto de la provincia de Cartagena, en su gran mayoría, no se destinaba al propio progreso material, sino a sostener principalmente el aparato militar de defensa de los vastos reinos andinos. Un caso en particular fue el año 1774, cuando del gasto anual se invirtió un poco más del 80% en asuntos militares, solamente un 2% se destinó al pago de salarios civiles y casi nada a obras de desarrollo309, lo que refleja la gran preocupación por defender la ciudad tanto de enemigos internos como externos. Entre 1761 y 1766, el gobernador José de Sobremonte adoquinó las calles para la defensa y ordenó demoler todas las construcciones que estaban dentro del radio de una legua de las fortificaciones, entre ellas, el hospital de San Lázaro en Cartagena310. Con poco presupuesto asignado para obras publicas y la ayuda económica de sectores de la población como los comerciantes, se debía trabajar. La construcción de vallas que por ejemplo protegían a Mompox de las subidas periódicas del río Magdalena, era un punto importante dentro de la agenda. Entre los meses de junio y julio generalmente bajaban las aguas con gran caudal. Como soluciones se sugería variar el curso de la corriente construyendo espigones de fajinas y estacas de 35 varas con 15 de grueso con especificaciones a usanza de las que se hacían en Europa con buenos resultados, y para contener las provenientes de los playones se recomendaba proteger la ciudad por la espalda con un simple malecón311. Los costos de las murallas a construir generalmente eran aportados por personas pudientes de la población y la benevolencia del virrey. En relación con este punto se intentaba construir murallas de suficiente vigor: “comprendo de su orden hacer una albarrada, pero lo que se propone por cabildo es obra de muy corta duración que sin certeza podrá detener el ímpetu de las aguas, si es una simple muralla que finaliza en su parte superior en media vara sin estaqueado en sus cimientos”312. Al final, por problemas de dinero, la Junta Superior de Hacienda sólo aprobó el entable de la obra consultada por el ayuntamiento. La construcción o remodelación de casas también era un asunto que debía seguir ciertas reglas. Las autoridades locales vigilaban que las obras a realizar se sujetaran a los requisitos previstos. Si pretendían demoler unas edificaciones con el propósito de levantar otras, por ejemplo, casas altas con sus respectivos estribos para el seguro de la obra y para evitarle

309 MÚNERA, Alfonso, p. 137. 310 DEL CASTILLO MATHIEU, Nicolás, p. 104. 311 JARAMILLO SILVA, Ernesto Hernando, “Avenidas y veleidades fluviales y amurallamiento de la albarrada de Mompox”, en Boletín Historial, Mompox, Nº. 29-30, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompox, 1998, pp. 92 y 95. 312 A.G.N. Colonia. Policía. tomo 5, folio 328.

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peligro a las demás casas313. Si los estribos salían hacia la plaza más de lo indicado, se suspendía la obra y se reformaba la licencia de construcción. El aseo hacia parte de la ornamentación urbana. Las calles tendían más a permanecer sucias que limpias, “inmundas y ningún aseo en todas ellas se advierte, reducido el centro a un cenagal pestilente tan perjudicial a los vecinos […] no haya otro arbitrio para que pueda verificarse el aseo, empedrado y conservación de las calles”314. No faltaban, por tanto, la expedición de Real Cedula extensiva a toda clase de personas sin excepción alguna, conventos, obras pías o militares para que cada propietario de casa arreglara y empedrara la suya. se ordenaba y mandaba a los vecinos y moradores de la ciudad, que bajo pena de multa exigida por el alguacil mayor o cualquiera de sus tenientes, se asearan las calles quitando el lodo y cerrando los caños, de modo que el día señalado estuvieran todas limpias; en Cartagena, por ejemplo, especialmente las calles de la Cochera y Plaza de la Contaduría, Plazuela de las Negras, Calle de las Carretas, Plazuela de los Abuelles, la calle que iba desde Santo Toribio al convento de Nuestra Señora de las Mercedes. Se exigía que los balcones y ventanas estuviesen colgados con el mayor aseo que se pudiera, manifestando el afecto a la ciudad. 9. Por la esclavitud El orden en el sistema esclavista significaba en cierto modo lograr los índices de productividad, controlar las huidas, las relaciones entre amos y subyugados, facilitar la opción de la libertad en el tiempo pertinente, entre otros. Las normas sobre negros se dieron generalmente para solucionar los problemas que iban surgiendo, más que prevenirlos trataron de remediarlos. Las expedían entidades administrativas indianas, pues la Corona se inmiscuyó poco en los problemas de los negros, salvo cuando era absolutamente necesario y atendiendo algún requerimiento de las autoridades. Se intentó establecer un cuerpo jurídico organizado para el control de la población esclava, pero a excepción de las normas fijadas en cuanto a la producción, la hostilidad de los amos hacia éstos fue persistente, rechazando toda regulación del sistema que usufructuaba, pues representaba un recorte de su gran poder sobre los siervos315. Puesto que una de las características importantes del régimen esclavista era la necesidad de mantener un ritmo de trabajo sin interrupciones, ya que cualquier periodo en el que no se utilizaran los esclavos representaba un costo de oportunidad para el propietario316, las reglas de funcionamiento económico fueron imprescindibles y encaminadas siempre a incrementar la producción, puesto que la esclavitud negra constituyó uno de los factores fundamentales en el desarrollo, por ejemplo, de la agricultura en la Nueva Granada. Desde este punto de vista, el control sobre las prácticas de cimarronaje se constituía en punto de apoyo. El cimarronaje fue uno de los caminos utilizados por los esclavos para zafarse del sistema, practicado insistentemente en la provincia de Cartagena. Los amos se mostraban muy preocupados porque la huida de los negros provocaba distorsiones económicas y problemas

313 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 5, folio 684. 314 A.G.N. Colonia. Policía. Tomo 4, folio 351. 315 LUCENA SALMORAL, Manuel, Los códigos negros de la América española, Alcalá de Henares, Ediciones Unesco-Universidad de Alcalá, 1996, pp. 7 y 10. 316 MEISEL ROCA, Adolfo, “Esclavitud, mestizaje y hacienda en la provincial de Cartagena 1533-1851”, en Desarrollo y sociedad, Bogotá, Universidad de los Andes, N° 4, 1980, p. 247.

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de seguridad de muy graves consecuencias. Además, los cimarrones ejercían una perniciosa influencia sobre los negros que aún permanecían subyugados317. En relación con la ciudad de Cartagena, los palenques de Matudere y Tabacal quedaban al norte, en tanto que los otros dos grupos se hallaban más hacia el sur, dándose además claras conexiones entre los negros alzados de la región de Sierra María y los del Norosí. Las medidas no se hicieron esperar, aunque en ocasiones encontradas. Los cimarrones tenían que ser eliminados, pero el problema fundamental era que algunos fueron partidarios de equipar expediciones militares, ya que les brindaban la oportunidad de ganar fama y prestigio; mientras otros, basándose en razones de orden financiero, se inclinaban a favor de otro sistema: preferían apoyar las expediciones a los bosques organizadas por los mismos colonos318. La Corona también quiso propiciar normas aunque un poco fuera de contexto, como por ejemplo la Real Cédula de 1691 que hacía libres a los cimarrones. Su aplicación hubiera significado la abolición de la esclavitud, la entrega de tierras a los negros y el colapso económico de la región que se apoyaba en el trabajo de los esclavos319. Es importante anotar que pese a que en 1540 la Cédula Real, en relación con negros huidos y alzados por los montes en la provincia de Cartagena, daba cuenta de los fenómenos de rebeldía, ésta no registraba acciones de enfrentamiento guerrero con los españoles. Eran apenas negros en trance de huida. No obstante, en 1575 los asentamientos que luego fueran palenques o fuertes de defensa y ataque ya estaban en proceso activo de formación. Sólo en 1603 el movimiento cimarrón aparece identificado en documentos como palenque y el nombre de Domingo Bioho como líder de la Matuna, el grupo contra el cual se abalanzaron el gobernador De Suazo y sus huestes militares320. Desde esta perspectiva, facilitar un espacio para la consecución de la libertad contrarrestaba en cierto porcentaje la opción de la huida. La manumisión fue una de las circunstancias favorables a los negros desde los mismos inicios da la colonización de América, tuvo gran aceptación en la doctrina cristiana y sus raíces procedían del derecho romano. Las Siete Partidas entraron en considerables detalles para definir las condiciones bajo las cuales podía verificarse la liberación. Éstas eran más una declaración de principios legales y morales que una compilación de legislación especifica; contemplaban la esclavitud como un mal necesario, como una condición transitoria que no modificaba ni disminuía la naturaleza del esclavo y declaraba que la libertad era una de las máximas posesiones humanas321. Expresaba que la libertad era objetivo legítimo del esclavo y que los amos que manumitieran a los suyos hacían un servicio a Dios al igual que los terceros interesados que liberaban esclavos con sus donaciones de dinero. Un amo podía manumitir a su esclavo por testamento o por carta, pero debía hacerlo por sí mismo, aceptando un precio justo fijado por el juez local. Igualmente, la ley permitió a los esclavos comprar su carta de libertad por medio de cuotas322. En la ciudad de Cartagena y en la villa de Mompox la compra de la libertad se estableció en el dispositivo legal de mayor importancia en el momento en que el esclavo intentaba hacer suya la libertad. Obviamente 317 BORREGO PLA, María del Carmen, Palenques de negros en Cartagena de Indias a finales del siglo XVII, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla, 1977, p. 25. 318 DE KOM, Antón, Nosotros esclavos de Surinam, La Habana, Casa de las Américas, 1981, p. 44. 319 DE FRIEDEMAN, Nina S., AROCHA, Jaime. De sol a sol, Bogotá, Editorial Planeta, 1986, p.156. 320 DE FRIEDEMAN, Nina S., CROSS, Richard. Ma Ngombe: guerreros y ganaderos en palenque, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1979, p. 66. 321 REAL ACADEMIA DE HISTORIA, Las Siete Partidas, Tercera parte título 2 ley 8; título 5 ley 4; título 14 ley 5; título 33 regla 1; cuarta parte título 5 prólogo; título 21 leyes 1 y 13. 322 TANENBAUM, Frank, El negro en las Américas, Buenos Aires, Biblioteca Americana Latina, 1968, p. 55.

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sustentado por Las Siete Partidas del Rey don Alfonso el Sabio y por el Código Negro Carolino, especialmente para finales del siglo XVIII323. Las autoridades locales también velaban por el buen trato de los propietarios hacia sus subyugados. Se prohibía que ninguno de ellos negase el permiso para casarse a menos que fuera con una esclava de otra población. Los amos debían suministrar la ropa y mantas que necesitaran sus negros sin ningún tipo de limitación, así como construirles habitaciones en sitios saludables. Al final de la Colonia, por ejemplo, el Código Negro Carolino advertía vigilar los malos tratos de los amos mediante la visita anual de los Alcaldes de la Hermandad. La Real Cédula de Aranjuez de 1789 fue bastante humana y, de acuerdo con las circunstancias, exigía más consideración con los esclavos; creó el cargo de Protector de Negros y legisló sobre vivienda, alimentación, cuidados y adoctrinamiento de los negros324. Algunas leyes iban encaminadas a la instrucción religiosa que era lo único que compensaba a los subyugados de su miserable suerte, a la par que los convertía en sumisos, evitando así problemas que atentaran contra la seguridad interna y externa. Todas las medidas a fin de cuentas pretendían asegurar la tranquilidad dentro del sistema esclavista. 10. Por las relaciones políticas Los puestos políticos dentro de la administración colonial detentaban un poder de prestigio que debía conservarse y exaltarse, lo que conllevaba a enfrentamientos o litigios entre los representantes. Es decir, los empleos públicos no sólo se convirtieron en el espacio propicio para el abuso, sino también en armas de competencia social entre quienes tenían enemistades o problemas penales civiles325. Tales situaciones debían regularse. En torno a las funciones del cargo se presentaron pleitos entre los funcionarios, la mayoría de las cuales tenían que ver con los límites de la jurisdicción, autoridad particular y tratamientos que merecían de acuerdo con la posición en la jerarquía de funcionarios, entre otros. Comúnmente los capitanes de guerra y administradores de la Real Hacienda se quejaban ante el gobernador por la manera como los trataban los alcaldes ordinarios, cuando por ejemplo efectuaban el cobro de algún impuesto. Supuestamente los estaban tratando de una forma poco apropiada para el puesto que ejercían: “a no ser tan apetecible la paz y la tranquilidad con la buena armonía que deben guardarse especialmente unos con otros los jueces, aun por el decoro de su propio ministerio, sin duda no hallara en la precisión de representar el despreciativo modo con que tratan los alcaldes ordinarios”326. Las disputas de jurisdicción que ocurrían entre capitanes de guerra, corregidores y alcaldes eran frecuentes, pero lo peor fue que los límites nunca estuvieron bien especificados. Los litigios relacionados con circunscripciones nunca experimentaron un final claro ni pronto. Generalmente el cruce de correspondencia entre el gobierno superior y las partes en concurso era interminable y podían transcurrir meses y hasta años sin llegar a una conclusión precisa ni transparente. En las elecciones para los cargos correspondientes a los cabildos municipales también se experimentaron choques traumáticos y complejos, puesto que existían preferencias. Tanto las

323 MUNÍVE, Moisés, “liberación por compra en los tribunales: ciudad de Cartagena y Villa de Mompox. Siglo XVIII, un estudio de casos”, en Boletín Historial, Mompóx, N° 29-30, Academia de Historia de Santa Cruz de Mompóx, 1998, pp. 229 y 260. 324 LUCENA SALMORAL, Manuel, Los Códigos …, p. 80. 325 JARAMILLO URIBE, Jaime, Ensayos de historia social, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1989, p. 188. 326 A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 2, folio 2.

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de alcalde de primera y segunda nominación, como las de procurador general se constituyeron en verdaderos espacios de conflictos políticos. Aquellos que ya estaban posesionados presionaban para que sus preferidos subieran al poder, igualmente los que ya habían experimentado tales posiciones o los que por primera vez lo buscaban, movían todo lo necesario para cumplir sus objetivos327. En vista de los inconvenientes presentados por los mandatarios locales en relación con asuntos lectorales, el cabildo en pleno adoptó una serie de medidas pertinentes. Por ejemplo, la alternancia de la dirección en los actos públicos fuera del recinto tuvo que reglamentarse. Las autoridades civiles de la ciudad disfrutaban la celebración de fiestas y desfiles cuya ostentación debía corresponder al cargo. Con el ofrecimiento de las fiestas, el uso de los atuendos propios por los miembros del cabildo y la adopción de una etiqueta elaborada, los notables del lugar impresionaban y se distinguían del resto de la población. Los títulos, el orden riguroso para la ocupación de los lugares y el lenguaje ceremonial, indicaban la categoría de los dirigentes y les aseguraban la admiración y el reconocimiento por parte de los otros328. Sin embargo, el fraude no dejaba de presentarse, pues siempre alguien tomaba el asiento que no le correspondía y esto significaba una anomalía. El agravio de un empleado público a cualquier otra persona y el abuso de poder, igualmente pueden enmarcarse dentro de los comportamientos a regular en las relaciones políticas. El cargo público denotaba una posición prestigiosa dentro de la configuración social. El reconocimiento ante los demás era adquirido una vez se tomaba posesión del empleo. Sin embargo, a pesar de las muchas oportunidades sociales y de prestigio que se obtenían con el puesto, también eran muchos los peligros inherentes a éste. Uno de esos, precisamente, se relacionaba con el exceso de autoridad. Era bastante complicado abstraerse de los beneficios que iban sujetos a empleos tan importantes como éstos, y ninguno de los que pasaron por tales sillas fue la excepción a la regla. Todos acariciaron y consideraron la oportunidad de sobrepasarse329. Constantemente luchaban con los riesgos del abuso, experimentando algunos el deseo de realizarlo lo más pronto posible y otros conteniendo el ansia para mantenerse rectos. Para controlar la conducta de los funcionarios y establecer responsabilidades, la administración colonial dispuso de la visita y la residencia. Esta última tomaba la forma de un juicio. Conducido por un juez de residencia, se efectuaba la investigación sobre la conducta y manejo de los asuntos confiados a cargos de funcionarios que particularmente tenían jurisdicción y manejo de caudales330. Es decir, que hasta las funciones de exclusiva incumbencia de las autoridades locales como trazado de la ciudad, medidas de urbanismo y ornato, fijación de aranceles –como la tarifa oficial de derechos que debían cobrar los oficiales concejales y algunos profesionales por sus servicios y lo que podían cobrar los artesanos por la confección de determinados artículos-, entre otros, estaban en cierta medida fiscalizadas. 11. Conclusión 327 A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 6, folio 670. 328 GARRIDO, Margarita, Reclamos y representaciones. Variaciones sobre la política en el Nuevo Reino de Granada, 1770-1815, Bogotá, Banco de la República, 1993, p. 223. 329 A.G.N. Colonia. Empleados Públicos de Bolívar. Tomo 19, folio 664. Tomo 3, folio 525. 330 JARAMILLO URIBE, Jaime, “La administración colonial”, en Manual de historia de Colombia, Bogotá, Biblioteca Colombiana de Cultura, 1978, tomo 1, p. 359.

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El sistema político y económico de una sociedad en cualquier tiempo histórico hace parte de la vida cotidiana. La esclavitud, que sustentó con mano de obra por más de 300 años los pilares de la economía en estas dos ciudades, se estructuró, consolidó, ordenó y agotó día a día. Las políticas en cuanto al control del contrabando se aplicaban y regían las 24 horas, tal como sucedía con las actividades administrativas. El buen orden es un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de acción es bastante amplio. El cuerpo de la investigación también advierte sobre el papel de la Iglesia y el cabildo en la estructuración del orden cotidiano, pues eran precisamente reguladoras de los comportamientos. El cabildo de la ciudad, por ejemplo, tuvo siempre a su cargo ordenar el abasto de carne y víveres, las obras y fiestas públicas, el mantenimiento del hospital, los caminos y los puentes, el control de pesas y medidas, entre otros. La Iglesia, por su parte, aunque ejercía gran influencia sobre todas las esferas de la vida, se encargaba con mayor propiedad de los asuntos relacionados con la moral.

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La política exterior colombiana en relación con la formación de nuevos estados en Europa Centro-Oriental • ♦

John Simon Gabriel Ramjas♠

Han pasado un poco más de diez años desde cuando se produjeron los procesos de desintegración de los antiguos Estados federados de Europa Centro-Oriental (Unión Soviética, diciembre de 1991331; Yugoslavia, junio 1991 – abril de 1992; y Checoslovaquia, diciembre de 1992). Aunque para ser más preciso, la desmembración de Yugoslavia, y el reconocimiento de sus componentes como Estados independientes, sólo finaliza en noviembre de 2000, cuando Serbia y Montenegro desiste de su posición mantenida hasta entonces de ser reconocida como sucesora de la antigua federación, y es acogida por la comunidad internacional (admitida a la ONU). Estos procesos han tenido implicaciones no sólo para Europa y el Occidente, sino también para países como Colombia. De hecho, todo país ha tenido que fijar una posición respecto a los sucesos políticos ocurridos en la región, y en particular determinar su relacionamiento con los nuevos Estados surgidos. Y en efecto, durante este periodo Colombia ha venido reconociendo y estableciendo relaciones diplomáticas con esos nuevos Estados. La gestión diplomática silenciosa, realizada durante estos años, ha sido poco difundida por los medios de comunicación y centros académicos, a pesar de que constituye una de las labores más importantes adelantadas por la Cancillería en relación con Europa Centro-Oriental. Durante este periodo, Colombia reconoció y/o estableció relaciones diplomáticas332 con un total de 22 nuevos Estados surgidos en la región (ver anexo). Y éste sería un buen momento para hacer una reflexión sobre cómo se ha adelantado esta gestión, e indagar sobre cuál ha sido la política del país en relación con esos nuevos Estados.

• Artículo recibido en julio de 2003; aprobado en noviembre de 2003. ♦ El autor propone estas reflexiones como punto de partida para que en las instituciones públicas se institucionalice la cultura de la autocrítica, para una mejor gestión hacia el futuro. ♠ Profesor universitario y ex asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores. 331 Hay que aclarar que los Estados Bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) habían declarado su independencia meses antes de la disolución formal de la URSS, ocurrida en diciembre de 1991. 332 El reconocimiento se distingue del establecimiento de relaciones diplomáticas en que el primero es un acto unilateral mediante el cual un Estado da a conocer (mediante declaración o nota diplomática) que reconoce la existencia de otro Estado, mientras que el segundo constituye un acto bilateral, de voluntad de dos Estados, en que acuerdan establecer relaciones formales entre ellos, y que se desarrollará a través de canales diplomáticos. Por lo general, el segundo viene precedido por el primero, pero puede presentarse un solo acto de establecimiento de relaciones en que el reconocimiento iría implícito. Pero el reconocimiento también iría implícito con la celebración de cualquier otro tipo de tratado entre dos Estados.

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Empecemos por indicar que el proceso de reconocimiento y apertura de relaciones con nuevos Estados es la manera como un país va expandiendo su actividad diplomática e influencia en el mundo. Obedece a la necesidad que tiene todo país de buscar nuevos aliados internacionales, construir relaciones estratégicas y desarrollar vínculos económicos, de cooperación y culturales, etc. No importa cuán distante, ni qué tan pequeño e insignificante para las relaciones internacionales sea un país, siempre es recomendable mantener relaciones amistosas con el mayor número posible de ellos. Y más en una era, como la actual, en la que las relaciones internacionales están cada vez más dominadas por la diplomacia multilateral. Dentro de organizaciones multilaterales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), el Movimiento de Países no Alineados (NOAL), la Organización Mundial del Comercio (OMC) y muchos otros, de cobertura global o regional, no se hace distinción entre Estados por extensión territorial, tamaño de la población ni nivel de riqueza; el poder de influencia y peso en las votaciones, salvo en casos excepcionales, son iguales entre los Estados miembros. Así que para efectos de obtener influencia y apoyo en estos escenarios, es necesario cultivar buenas relaciones con el más amplio número de países posible. Más aún, las relaciones en medio de organizaciones internacionales casi que obligan a los países participantes a tener trato con los demás miembros. Y un país puede hasta verse en situaciones embarazosas, si en la práctica requiere tener trato diplomático con un país al que todavía no ha reconocido. Por ejemplo, sería delicado presentar solicitudes de apoyo ante un gobierno de un país que aún no se ha reconocido. 1. El nacimiento de los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental y su búsqueda de reconocimiento internacional La caída del comunismo y la terminación de la Guerra Fría, provocaron la mayor transformación político-territorial en toda la historia europea. La desintegración de los Estados federados en Europa Centro-Oriental (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, República Federativa y Socialista de Yugoslavia, y Checoslovaquia) produjo el nacimiento de 22 nuevos Estados (contando también a los cinco nuevos Estados de Asia Central). En ningún otro momento histórico, ni siquiera durante el periodo de cada una de las dos guerras mundiales, se había producido un reordenamiento territorial de tal magnitud en ese continente. Esta explosión de nacionalismos reforzó el concepto de Estado-nación en Europa y el mundo en general, en detrimento de los conglomerados multi-étnicos. Representa el triunfo de los pueblos al derecho por la autodeterminación y a disfrutar de una soberanía plena dentro de sus territorios333. Pero la garantía a la existencia y soberanía de nuevos Estados depende del apoyo obtenido de la comunidad internacional. Un nuevo ente político-territorial que no obtiene aceptación de la comunidad de naciones, sencillamente no es viable y no puede actuar en el ámbito internacional. De tal manera, podríamos decir que el Estado se hace y no simplemente nace. Así que la búsqueda del reconocimiento internacional fue el punto de partida en materia de política exterior para los nuevos Estados de Europa 333 Recordemos cómo durante la era comunista no sólo los diversos grupos étnicos al interior de los Estados federados eran sometidos, sino que además Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Rumania, Bulgaria y la República Democrática Alemana se encontraban limitados en su soberanía, en conformidad con la doctrina brezhneviana del derecho de intervención de la Unión Soviética en defensa del comunismo en esos Estados.

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Centro-Oriental. Y como es evidente, estos países acudieron primero a las potencias del mundo del momento, en la búsqueda de reconocimiento a su nuevo status. Y efectivamente fueron los países más importantes de Europa, junto con los Estados Unidos, los primeros en formalizar sus relaciones con esos nuevos Estados. Pero la política de reconocimiento no ha sido uniforme por parte de los países otorgantes hacia los países solicitantes. De hecho, los criterios seguidos por los países europeos y los Estados Unidos para otorgar su reconocimiento a nuevos Estados varían según las circunstancias. En épocas pasadas, el reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas dependía de factores tales como los intereses geopolíticos y el comercio; y muchos Estados, incluso, sujetaban su reconocimiento a la obtención de garantías respecto a asuntos de interés puramente bilateral, como la demarcación de fronteras, la sucesión de tratados o ventajas comerciales. Pero la finalización de la confrontación este-oeste y la des-ideologización de las relaciones internacionales provocaron una reevaluación de la política exterior de los principales actores de la política mundial, y en particular referente a la manera de su relacionamiento con nuevos Estados. En la actualidad, los países europeos y Estados Unidos han incorporado nuevos criterios que abandonan en parte el enfoque de simple defensa de los intereses nacionales, para, en su lugar, examinar y hacer depender sus decisiones sobre la viabilidad en sí de los nuevos Estados. Habiendo reconocido que reúnan los elementos de facto y de jure334, establecidos por el derecho internacional como indicativos del nacimiento de un nuevo Estado, los países desarrollados hacen ahora exigencias sobre el grado de institucionalización democrática del nuevo Estado, y el respeto por los derechos humanos –particularmente en lo que se refiere a minorías étnicas- como requisitos previos a las decisiones de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas. Bajo estos nuevos parámetros, algunos de los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental obtuvieron el reconocimiento más fácilmente que otros. La aplicación del nuevo esquema de valores retrasó en particular el proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones con algunos de los nuevos Estados del Cáucaso y de la antigua Yugoslavia. Con respecto a éstos, la situación de incertidumbre respecto a su futuro (como consecuencia de discordias, de cuestionamientos respecto a las fronteras e incluso de conflictos armados), impidió una formulación pronta de respuestas de parte de la comunidad internacional respecto al nuevo status de los países. Un caso realmente peculiar fue el de Macedonia, cuyo reconocimiento por parte de la comunidad internacional fue obstaculizado por la oposición ejercida por el país vecino, Grecia. Ese país reclamaba que aquella nueva nación no tenía el derecho de establecerse como “República de Macedonia”, ya que históricamente la región de Macedonia se extendía mucho más allá del territorio de la nueva república, e incluía provincias actualmente pertenecientes a Grecia. Además, Grecia tenía otros reparos respecto a la bandera y a algunas disposiciones contenidas en la constitución de la nueva nación. Pero, una vez calmada la histeria colectiva de los griegos, Macedonia pudo incorporarse también como Estado nuevo dentro de la comunidad internacional. 334 Un gobierno ejerce autoridad de manera efectiva (de facto) y legal (de jure) sobre la población de un determinado territorio.

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En conclusión, la práctica de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con respecto a los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental, de parte de países de Europa Occidental y de los Estados Unidos, terminó por imponer nuevos estándares en las relaciones internacionales, que luego fueron adoptados por los demás países. Las anteriores consideraciones también influyeron sobre la política exterior colombiana en la materia, pero, como veremos a continuación, el grado de entendimiento conceptual en nuestro medio es bajo. 2. La política exterior colombiana en materia de reconocimiento y el establecimiento de relaciones diplomáticas con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental Colombia reaccionó en forma tardía ante los cambios políticos ocurridos en Europa Centro-Oriental, a comienzos de los años noventa. Nuestro país, al igual que otros, no estaba preparado para responder a esos sucesos y no tuvo posiciones claras frente a lo que estaba ocurriendo. Naturalmente que no es fácil responder en forma ágil y acertada a un proceso tal de explosión de nacionalismos, producido en un entorno en que se habían derrumbado los pilares mismos de la sociedad. No fue fácil reaccionar ni siquiera para los países vecinos de Europa Occidental. Pero la tardanza de Colombia, a diferencia de otros países, obedeció simplemente a una ausencia de políticas y criterios. En el momento en que se produjo la desintegración de los Estados federados de Europa Centro-Oriental, Colombia no disponía de una política bien definida en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con nuevos Estados. Y el proceso adelantado resultó en gran medida ad hoc, limitándose a seguir la práctica internacional dominante en el momento. Esta actitud de desinterés y desentendimiento no es nueva en la política exterior colombiana; tuvimos una primera muestra de ella entre los años cincuenta y setenta, durante el periodo de descolonización en el África. En ese momento, Colombia no supo cómo reaccionar ante el surgimiento de los nuevos Estados en ese continente y prefirió guardar silencio. Sólo a partir del ingreso de nuestro país al NOAL, en 1983, y su posterior participación en el Buró de Coordinación del organismo a partir de 1987, la Cancillería se percata de un faltante en la política exterior. Se descubre que el país no tenía establecida relaciones diplomáticas con alrededor de la tercera parte de los países miembros del organismo, casi todos provenientes del continente africano. Pero el ingreso al NOAL exigía la necesidad de tener una política de acercamiento con África, y, por lo menos, de establecer relaciones diplomáticas con los países, pues no tenía presentación que Colombia formara parte de un organismo al cual pertenecían países con los cuales no se tenían relaciones diplomáticas y/o que no se habían reconocido. De manera que se procedió a corregir esa situación anómala. Y esta necesidad fue todavía más apremiante cuando Colombia comenzó a hacer lobby con la pretensión de ocupar la presidencia del Movimiento. Es así como Colombia estableció relaciones diplomáticas en forma acelerada con 30 Estados africanos entre 1987 y 1989. El apoyo de estos países fue importante para que Colombia luego fuera elegida en 1992 para el ejercicio de la presidencia del movimiento entre 1995 y 1998. De manera que la reacción tardía en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones con nuevos Estados ha sido la costumbre en la política exterior colombiana.

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Pues, ésta, tradicionalmente, se ha desarrollado sobre la consecución de objetivos inmediatos. Están escasamente formuladas las concepciones sobre los fines ulteriores de la política exterior colombiana y no se tiene una visión de horizontes lejanos. En general, la diplomacia colombiana se caracteriza por adaptarse en forma lenta a la incorporación de nuevos valores y concepciones respecto al papel que debería cumplir la política exterior. Particularmente, la política en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con nuevos Estados carece de cualquier contenido conceptual, ya que en Colombia no se tiene una comprensión clara de la dinámica de los Estados. En efecto, la conformación político-territorial del globo no es estática, por el contrario sufre constantes modificaciones que obedecen a un sinnúmero de factores que van variando según la época. Este proceso constante de cambios políticos y de variaciones en las concepciones sobre relaciones internacionales exige a su vez replanteamientos continuos en la política exterior de los Estados, para amoldarse a las nuevas realidades. En Colombia tampoco existe un régimen normativo superior al que se podría referir en la formulación de una política en materia de reconocimiento y establecimiento de relaciones con nuevos Estados. El tema de las relaciones internacionales recibieron un tratamiento mínimo en la Constitución de 1991 y, en lo relevante para la conducción de la política de reconocimiento de Estados y establecimiento de relaciones diplomáticas, apenas se menciona que “las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia” (art. 9°); y que “el Estado promoverá la internacionalización de las relaciones políticas, económicas, sociales y ecológicas sobre bases de equidad, reciprocidad y conveniencia nacional” (art. 226), unos principios de por sí bastante ambiguos. Tampoco existe ley o decreto que desarrolle más a fondo aquellos preceptos constitucionales. Por lo tanto, durante el periodo en cuestión no se tenían criterios autónomos y bien fundamentados para guiar la actuación del Estado en su proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental. Cuando un país no tiene claridad sobre estos aspectos el resultado es la improvisación. En consecuencia se adelantó una gestión desordenada sin un esquema de prioridades en la que nadie se explicaba por qué se reconocía a unos países primero y a otros después, y por qué se establecían relaciones diplomáticas con unos y con otros no. Se han producido anomalías, por ejemplo, en relación con algunos de los países surgidos de la antigua Unión Soviética: tenemos establecidas relaciones diplomáticas con Kiryistán, un pequeño país del Asia Central, con escasas posibilidades de intercambio con Colombia, mientras que aún no tenemos relaciones con Kazakhstán, el país más extenso e importante de la región, poseedor de importantes recursos energéticos. Afortunadamente, por tratarse de Estados remotos, las determinaciones que ha tomado la Cancillería en esta materia hasta el momento no han causado inconveniencias mayores. Pero como indicamos arriba puede llegar el momento en que nuestro país requiera, en apoyo de sus intereses, del voto de estos países remotos en medio de escenarios internacionales.

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3. El manejo de las relaciones diplomáticas con los países de Europa Centro-Oriental Una vez que se reconocen y se establecen relaciones diplomáticas con nuevos Estados, el siguiente paso es determinar cómo serán manejadas en la práctica. Sólo los países poderosos y de mayores recursos, y los que tienen intereses particulares están dispuestos a abrir misiones diplomáticas permanentes en los nuevos Estados. Los demás países, como Colombia, tienen que optar por no establecer representaciones diplomáticas in situ y, en cambio, acuden a la figura de las embajadas concurrentes, es decir, que una misión ubicada en una capital de la región sea acreditada a la vez ante un gobierno tercero. Muchos países también acostumbran a manejar sus relaciones con países remotos y de poco interés a través de las respectivas misiones permanentes ante las Naciones Unidas en Nueva York.

No cabe duda que, con la desintegración de los Estados federados de Europa Centro-Oriental, Colombia ha perdido representación en la región. Durante la era comunista, las relaciones diplomáticas de Colombia con esa zona geográfica tenían un cubrimiento total, superior incluso al que se tenía con respecto a los países de Europa Occidental. Había misiones diplomáticas acreditadas ante todos los gobiernos socialistas de ese entonces (URSS, Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, Rumania, Bulgaria y la antigua República Democrática Alemana); sólo en Albania no existía una misión permanente, pero había una embajada concurrente inicialmente desde Belgrado y luego desde Roma.

Esa Europa Centro-Oriental de 9 países multiplicó su número a 27 Estados soberanos e independientes (incluyendo a las 5 Repúblicas de Asia Central). Sin embargo, el número de embajadas colombianas en el área, en lugar de aumentar, disminuyó sorprendentemente; hubo de suspenderse la embajada en Belgrado a raíz del conflicto en la antigua Yugoslavia y, al fusionarse la RDA con Alemania Occidental, la embajada en Berlín tuvo que ser suprimida. Posteriormente, en febrero de 1999, la misión en Sofía fue cerrada en reciprocidad por el cierre de la misión de ese país en Bogotá. En el 2003 se tomó la decisión de suprimir las misiones en Praga, Budapest y Bucarest. De manera que en una región que cuenta con 27 países, en la actualidad Colombia sólo cuenta con dos embajadas localizadas en Moscú y Varsovia. ¿Cómo se explica este retroceso?, ¿Acaso hubo mayor acercamiento con Europa Centro-Oriental durante la época comunista que en la actual? No. La explicación es que Colombia tiene una tradición en materia de relaciones internacionales de respeto por la política interna de los Estados y siguiendo esta política se abrieron relaciones con todos los países comunistas de aquel momento sin tomar en cuenta consideraciones de tipo ideológico. En la época actual, sin embargo, la proliferación de Estados diminutos hace imposible extender la cobertura diplomática a toda la región. Existe una insuficiencia de recursos para establecer embajadas en Estados nuevos de la región, con los cuales Colombia tiene escaso nivel de relaciones. Además, la experiencia ya adquirida con las embajadas establecidas en la región mostró que había pocos intereses que defender y por lo tanto poco trabajo efectivo que justificara mantener representaciones permanentes en tal número de países.

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Pero, si bien, no existen intereses en el ámbito puramente bilateral que harían necesario la conservación de embajadas o la apertura de nuevas misiones en países remotos del Cáucaso, con la antigua Yugoslavia y con el Asia Central sí es recomendable, como indicamos antes, tener algún tipo de canal de comunicación oficial, con el propósito de favorecer nuestra posición y obtener apoyos de parte de ellos en los organismos multilaterales. Con ellos la Cancillería colombiana ha preferido acudir a la figura de las embajadas concurrentes para el manejo de sus relaciones diplomáticas. De la misma manera como se ha llevado el proceso de reconocimiento y establecimiento de relaciones diplomáticas con los países de Europa Centro-Oriental, sin atender a los criterios más adecuados, ha sido nuestro accionar en la asignación de misiones concurrentes. Por lo general, las decisiones de acreditar embajadores concurrentes no vienen precedidas de estudios serios, y muchas veces se actúa simplemente sobre las recomendaciones del embajador interesado en obtener la concurrencia. Y, en ocasiones, la concurrencia se asigna a embajadas no ubicadas dentro de la región. Por último, otro factor que se debe tener en consideración al decidir sobre la apertura de una embajada o la designación de un embajador concurrente es el principio de reciprocidad que debería operar en esta materia. Si un país no tiene interés en establecer una misión en Bogotá o no ve la necesidad de designar a un embajador concurrente para nuestro país, Colombia tampoco tendría incentivo para acreditar a un embajador ante ese país. No obstante, Colombia ha progresado más que los países de Europa Centro-Oriental en la acreditación de nuevos embajadores, ya que algunos de los países de la región ante los cuales se han nombrado embajadores concurrentes no han tomado medidas similares con respecto a nuestro país, como veremos a continuación.

4. Las relaciones con los Estados de la ex URSS Al igual que las potencias de Occidente, Colombia reconoció en su momento a Rusia como sucesor (para efectos jurídicos) de la antigua Unión Soviética. Pero, a diferencia de esas potencias, que al tiempo de continuar sus relaciones con Rusia establecieron relaciones y crearon nuevos mecanismos de acercamiento con las demás ex repúblicas soviéticas, Colombia en su atención diplomática se limitó solamente a Rusia. En la actualidad no existe misión permanente en ninguno de los otros 14 Estados que conformaban a la URSS y solamente tenemos concurrencias para Ucrania y Lituania (desde Varsovia). En Ucrania, el segundo país más importante de la antigua federación y con grandes posibilidades de intercambio comercial y de cooperación en otros ámbitos, hace falta indudablemente una mayor presencia. Lo ideal sería la apertura de una misión permanente (que podría ser a nivel de encargado de negocios), pero al menos se debería tener un consulado honorario en Kiev (nombramiento que se ha venido estudiando por parte de la Cancillería). En las otras ex repúblicas soviéticas sería recomendable establecer concurrencias para Belarús y los Bálticos. Para el primer caso, teniendo en cuenta las buenas relaciones existentes entre Moscú y Minsk, y los estrechos lazos económicos y culturales existentes entre los dos países, no habría objeción alguna por parte de uno u otro gobierno para que el embajador colombiano en Moscú sea nombrado concurrente para Belarús. Con respecto a este punto, es importante indicar que al decidir sobre el lugar desde donde se va a ejercer la concurrencia, necesariamente

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tiene que haber buenas relaciones entre los dos países en donde se acredita un mismo embajador. Para el caso que nos ocupa, las relaciones entre Rusia y otros Estados de la antigua URSS a veces no han sido fáciles, y el no-entendimiento entre éstos y Moscú podría ser un obstáculo para la asignación de otras concurrencias desde esa capital. Por tal razón, para el caso de los Bálticos (nuevos países integrantes de la Unión Europea) la concurrencia podría ser asignada preferiblemente a las embajadas de Colombia en Estocolmo y Varsovia. Estonia guarda muy estrechas relaciones con Suecia y no se presentaría ningún tipo de objeción al respecto. Lituania es el único país Báltico al que ya se ha asignado un embajador concurrente, desde Varsovia. Las relaciones diplomáticas con los demás Estados de la antigua Unión Soviética podrían ser manejadas, como actualmente viene ocurriendo, desde la misión de Colombia ante las Naciones Unidas en Nueva York.

5. Las relaciones con los Estados de la antigua Yugoslavia

Con la desintegración de la federación, Serbia y Montenegro no se presentó como Estado nuevo, sino como sucesora (continuidad jurídica) del antiguo país, incluso siguió llamándose Yugoslavia, posición que no fue aceptada por parte de la comunidad internacional, y no se emitieron pronunciamientos de reconocimiento al respecto; actitud seguida igualmente por Colombia. Sólo hasta el primero de noviembre del año 2000, y ante el cambio de gobierno en Yugoslavia, la comunidad internacional a través de la ONU accedió a reconocer al nuevo Estado, habiendo éste desistido de su posición anterior. Durante este periodo, a raíz de los conflictos en la región y en reciprocidad por el cierre de la misión de Yugoslavia en Bogotá (en julio de 1992), se tomó la decisión de cerrar la embajada de Colombia en Belgrado (efectivo a partir de febrero de 1994). En la actualidad no existe concurrencia para ese país. La Cancillería no consideró conveniente nombrar un embajador Concurrente mientras subsistiera la situación de crisis interna y de marginamiento internacional que sufría ese país. Respecto a los otros países integrantes de la antigua Yugoslavia, Colombia ha establecido concurrencias solamente para Eslovenia y Croacia. El primero desde Budapest y el segundo desde Viena. Estos países son los más prósperos y estables de los que conformaban la antigua federación. Eslovenia, además, ha ingresado a la Unión Europea, lo que hace necesario tener un contacto más cercano en espera de que en el futuro adopte posiciones favorables a los intereses de Colombia ante el organismo. Con relación a Macedonia, Colombia pospuso su reconocimiento durante varios años en espera de cómo evolucionaba la posición internacional respecto a la aceptación de esta nueva nación. La Cancillería no estaba dispuesta a adoptar una decisión que pudiera afectar a las sensibilidades griegas. En la diplomacia es muy frecuente que, para evitar situaciones que podrían generar controversia, los gobiernos recurren al expediente de guardar silencio. Es así como se tardó hasta junio del año 2000 para efectuar el establecimiento de relaciones diplomáticas con esa nación335. Para Macedonia, al igual que Bosnia-Herzegovina, las relaciones pueden ser atendidas desde la misión de Colombia ante Naciones Unidas.

335 El que aquí escribe fue el responsable de la redacción de la respectiva nota diplomática, por el cual se establecieron relaciones diplomáticas con Macedonia.

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6. Las relaciones con los Estados de la antigua Checoslovaquia

Colombia reconoció y estableció relaciones diplomáticas con las Repúblicas Checa y Eslovaca en el momento en que se produjo la escisión de la antigua federación en enero de 1993. La embajada en Praga se conservó como representación de Colombia ante el Gobierno checo y el manejo de las relaciones con Eslovaquia se transfirió a la misión de Colombia en Viena. Durante buena parte de los años noventa, mientras gobernaba Vladimir Meciar, muchos países, incluido Colombia, se distanciaron de Eslovaquia por considerar que tenía un régimen despótico. En enero de 2003 se hizo efectiva la decisión de cerrar la embajada en Praga, por razones de recorte presupuestal del nuevo Gobierno colombiano.

7. Conclusiones Como observamos en el presente trabajo, a veces las decisiones en materia de política exterior se toman con base en concepciones erróneas o en ausencia de análisis serios. De hecho, la política exterior colombiana ha mostrado ser miope, literalmente corta de visión, incapaz de trazar objetivos de largo plazo; no sólo en el tema que nos ocupa, sino también en muchos otros. Se ha dificultado el desarrollo de relaciones con algunos países de Europa Centro-Oriental, por que en sí tienden a ser países problemáticos. Es así como en algunos casos se ha tomado la determinación de que para Colombia, y teniendo en cuenta el papel internacional que jugaba como Presidente del Grupo NOAL, convenía más distanciarnos de algunos de estos países antes que pensar en estrechar las relaciones con ellos (es el caso de varios países de la antigua Yugoslavia, algunas ex repúblicas soviéticas y Eslovaquia). Los países europeos miembros del NOAL (Chipre, Bosnia y Yugoslavia (suspendida durante los años noventa), venían cortejando a Colombia desde cuando ejercía la presidencia del movimiento, para que tomara posiciones favorables sobre temas que les interesaba o les concernía, y que son ventilados en los distintos foros internacionales como el NOAL y la ONU. Pero, en lugar de tomar posiciones audaces y mostrar independencia en el ámbito internacional, Colombia jugó un papel muy pasivo. Es criticable, particularmente, la actitud tomada con respecto a Macedonia. Colombia hubiera podido sentar un precedente al reconocer a Macedonia, especialmente en la época en que el país ejercía la Presidencia del NOAL, un acto que hubiera tenido mucha repercusión al interior del organismo. Pero, para bien o para mal, el proceso de formalización de relaciones de Colombia con los nuevos Estados de Europa Centro-Oriental ya está finalizado (con las excepciones que vimos). Lo que sigue en adelante es desarrollar estas relaciones en sus distintas facetas. Es indudable que Colombia requiere una mayor presencia en el área de Europa Centro-Oriental. Durante los últimos años se han desarrollado algunas iniciativas dirigidas hacia los países del continente europeo con el objetivo de fortalecer las

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relaciones bilaterales, buscar nuevos interlocutores internacionales y mejorar la imagen de Colombia, pero en ese propósito se ha dejado por fuera a Europa Centro-Oriental. En las giras presidenciales y de ministros por Europa no se incluyen a los países del Este y en la formulación de políticas y estrategias de fortalecimiento de las relaciones con Europa poco cuenta esa región. Todo esto sumado a una infraestructura logística (embajadas y consulados) muy inferior en Europa Centro-Oriental a la que existe en el resto de Europa. Evidentemente la política exterior colombiana hacia la región no puede ser uniforme. Necesariamente tiene que ser selectiva, sobre todo identificando y dirigiendo las iniciativas hacia aquellos países de la región que ofrecen las mayores posibilidades de apoyo político y oportunidades de intercambio comercial. Con ese propósito se requiere efectuar un mayor seguimiento a los procesos que ocurren en la región para aprovechar las nuevas oportunidades que se presentan. En este sentido, juegan un papel decisivo las gestiones que pueden adelantar las misiones acreditadas en esos países. Pero, como es por todos conocidos, muchas veces los representantes diplomáticos de Colombia en el área no suelen ser las personas más idóneas para ejercer las funciones que demandan los cargos y en consecuencia manifiestan su carencia de iniciativa o simplemente presentan propuestas absurdas, sin soporte serio y fuera de tono con la realidad. Las concurrencias pueden ser unos canales útiles para la atención de las relaciones diplomáticas con países en donde no se cuenta con misiones permanentes. Pero la experiencia en la materia ha mostrado que éstas suelen ser de carácter puramente representativo (sin trabajo efectivo). Así que para evitar asignaciones inocuas se deberían limitar estas representaciones a unos cuantos países, impartiendo instrucciones claras acerca de los objetivos de la misión y brindando los instrumentos que permitirían a los embajadores desarrollar actividades, como la obtención de apoyo político sobre temas de beneficio para Colombia y fomento de las relaciones comerciales. Las concurrencias deberían estar acompañadas del nombramiento de cónsules honorarios en las ciudades más importantes.

ANEXO Reconocimiento y/o establecimiento de relaciones diplomáticas con los nuevos

Estados de Europa Centro-Oriental

PAÍS

RECONOCIMIENTO día mes año

ESTABLECIMIENTO DE RELACIONES

día mes año Armenia 04 02 93 22 12 94 Azerbaiyan 04 02 93 13 12 94 Belarús 27 05 92 09 12 92 Bosnia y Herzegovina 21 05 92 19 10 95 Croacia 03 03 92 25 04 95 Eslovaquia* 01 01 93 Eslovenia 03 03 92 19 07 94 Estonia 02 03 94 Georgia 04 02 93 06 06 97 Kiryistán 04 02 93 06 10 93 Kazakhstán 27 05 92 Letonia 19 07 95

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Lituania 05 08 93 Macedonia 22 06 2000 Moldova 04 02 93 14 10 97 Rep. Checa* 01 01 93 Rusia** 27 12 91 Tayikistán 04 02 93 Turkmenistán 04 02 93 27 08 96 Ucrania 27 05 92 18 08 92 Uzbekistán 04 02 93 Serbia y Montenegro 01 11 00

(Reconocimiento multilateral a través de la ONU)

*Colombia reconoció a Eslovaquia y la República Checa como sucesores de Checoslovaquia, país con el cual se mantenía relaciones desde el 17 de abril de 1934. **Colombia reconoció a Rusia como sucesor de la antigua URSS, país con el cual se había establecido relaciones desde 1935. ***Serbia y Montenegro pudieron obtener reconocimiento internacional sólo hasta noviembre del 2000, después de abandonar su posición anterior de reclamar ser sucesor de la antigua Yugoslavia. Notas: Kiryistán, Kazakhstán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán hoy pertenecen a Asia Central. Para los países en que no se presenta fecha de reconocimiento, ésta va implícita en el acto de establecimiento de relaciones diplomáticas.

Fuentes: Ministerio de Relaciones Exteriores, Comunicaciones Oficiales entre el Gobierno de Colombia y los Gobiernos de países de Europa Centro-Oriental, Documentos Internos, Bogotá. Ministerio de Relaciones Exteriores, Planes Indicativos, años 1996-2001, Dirección General de Europa, (elaborados por éste autor), Documentos Internos, Bogotá. Ministerio de Relaciones Exteriores, Memorias al Congreso Nacional (diversos años). Bogotá, Imprenta Nacional. (De aquí se puede obtener las fechas de reconocimiento y establecimiento de relaciones con los diferentes países). Constitución Política de Colombia (1991).

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Historia y modas intelectuales ♪ ♣ Javier Ortiz Cassiani •

Si nada es cierto, entonces todo está perdido.

F. Dostoievski Un amigo que hace algún tiempo cursó una licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad del Atlántico, me contaba una anécdota sobre un profesor al que le gustaba bromear defendiendo una hipótesis explicativa de las razones de la conquista de América por parte de los españoles. El docente, en una pose trascendental, argumentaba que el problema de la conquista había sido un problema sexual, pues al primer contacto con los españoles, las indígenas, acostumbradas a una vida sexual pasiva, a la monotonía de la posición del monje (aunque no fueran conscientes de lo que eso significaba), a la exigencia de sus parejas de que guardaran una quietud extrema, se volvieron locas con los encantos sexuales de los españoles, y terminaron por volverse sus más fieles cómplices. La sexualidad de los españoles, redomada en los lupanares europeos, el conocimiento de varias técnicas amatorias dentro de las que se encontraba el Kama Sutra gracias a los viajes marinos que para esa época se venían desarrollando, alteró sustancialmente la “quietud” de las indígenas. Cuando volvían donde sus aburridos y nada recursivos maridos, las traicionaban las anteriores faenas de contorsionista, de manera que los indígenas, poseídos por infinitos celos, las golpeaban hasta el cansancio. Aburridas de tantas golpizas, las mujeres terminaron por vengarse de sus maridos, y el envenenamiento fue la principal arma. Esto redujo ostensiblemente el número de guerreros que, junto a la complicidad de las mujeres, y el hecho de que los mestizos que nacieron producto de las uniones terminaron asumiéndose culturalmente más como españoles que como indígenas, terminaron por inclinar la balanza del lado ibérico. Esto es sólo lo que mi mente, luego de varios años, puede recordar, pero estoy seguro que la “hipótesis” tenía muchos más detalles que le daban una aparente coherencia. Imaginémonos que este interesante profesor, ayudado por herramientas conceptuales de la antropología simbólica, refina su teoría y termina publicando un libro bajo el sugestivo título de El efecto de la posición. La conquista sexual de América, cuyo fundamento sería demostrar cómo el sexo, más allá de la economía, la política, las hambrunas, las guerras, determina la caída de imperios, sociedades y comunidades. Para ser más atractivo, atrevido y provocador, su trabajo negaría toda la producción anterior y establecería un claro punto de quiebre con la tradición historiográfica alrededor del tema, a través de la redefinición de conceptos y el uso de un lenguaje en extremo original. Con toda seguridad, su libro se convertiría en un best seller, se harían varias reediciones, lo invitarían a conferencias, tendría discípulos que aplicarían su modelo a otros espacios y otros períodos, y dejaría de ser un modesto profesor de una universidad de provincia.

♪ Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. ♣ Este texto fue presentado como ponencia en la 3ª Jornada de Muestra Estudiantil de Historia, 26 de agosto de 2004, Universidad de los Andes, Departamento de Historia. • Historiador de la Universidad de Cartagena; actualmente es estudiante la Maestría en Historia de la Universidad de los Andes.

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Carlo M. Cipolla, uno de los historiadores económicos más referenciados y respetados, en un pequeño libro de una inteligencia y gracia refinada, titulado Allegro ma non troppo, se burla de todas esa modas intelectuales que terminan desvirtuando la historia y convirtiendo a los autores, más que en historiadores, en estrellas de la farándula336. El texto fue publicado por primera vez en lengua inglesa en 1973, en una edición restringida que, al parecer, sólo circuló entre sus conocidos más allegados. Justo para esa época, en los Estados Unidos, cuya historiografía con relación a las historiografías francesa e inglesa se había mantenido en una posición subordinada, hacían furor libros sobre ferrocarriles y sobre la esclavitud, escritos por Robert William Fogel y Stanley L. Engerman337 (quienes recibirían el Nóbel de economía), desarrollados bajo las técnicas de la cliometría, esto es, “el estudio de la historia económica por medio de la aplicación de la teoría económica y los métodos estadísticos”338. No es fortuito que las citas consignadas a pié de página por Cipolla de los supuestos sociólogos, historiadores que sustentan su escrito, sean norteamericanos. Los mismos que necesitaron -como él mismo lo anota- “veintisiete páginas de anotaciones algebraicas (generosamente subvencionadas por una academia de las ciencias)” para aclarar sus afirmaciones. Con el texto, Cipolla reforzaba su alejamiento de este tipo de historia económica, y distingue entre lo que él considera la historia económica y la historia de la teoría o de las doctrinas económicas. Si bien ambas se ocupan de modelos teóricos, la diferencia estriba en que el número de variables que usa la historia económica es mucho más amplio que el reduccionismo de la segunda. La crítica de Cipolla también se extiende a la tendencia “exótica” de los Annales después del 68, al rebusque de citas, la generalización en busca de causalidades fuera de lo común y la renuncia al análisis estructural. La tercera generación de Annales, con la influencia de mayo del 68 cambia las preguntas a la historia; en tanto se entiende este movimiento como una transformación cultural, la historia empezará a interrogarse por las mentalidades. Se renuncia a la historia económica y social, y al intento de construcción de una historia global. Quizá en ninguna época los Annales lograron posicionarse tanto, pero quizá tampoco en ninguna época recibirían tantas críticas. El boom editorial fue enorme y, por primera vez, los libros de historia se convertían en best seller. Así, mientras Annales se alejaba del marxismo, su producción se convertía en libros de cabecera de señoras para animar conversaciones en el club o en lectura de distracción mientras se aguarda el turno en el salón de belleza. No hay que desconocer la importancia de esta propuesta historiográfica, abrir un mercado para la historia ya es un logro nada desdeñable; sin embargo, una de las criticas más certeras que ha recibido la historia de las mentalidades, es la manera indiferenciada del manejo de la noción de mentalidad colectiva, algo que irradia la sociedad y que está por encima de las diferencias de clase, raza, género. Ello se ha convertido en un elemento en su contra, al punto de que en los actuales tiempos son muy pocos los historiadores que se atreven a seguir calificando sus trabajos como historia de las mentalidades. En la actualidad, como renuncia al concepto de mentalidades, acuñan el concepto de práctica cultural, a partir de allí se abren a la antropología, pero también, y reivindicando a Braudel, a la economía, la geografía y la sociología, en la búsqueda del “cruzamiento y multiplicación de perspectivas y de principios explicativos”. La idea de interdisciplinariedad que manejan es volver operativas las ciencias

336 CIPOLLA, Carlo M., Allegro ma non troppo, Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1998. 337 Robert Fogel escribió Railroads and American Economics Growth: Essays in Econometric History (1964), más adelante con Stanley Engerman escribieron Tiempo en la cruz, la economía esclavista en los Estados Unidos, Madrid, Siglo XXI, 1974. 338 MEISEL ROCA, Adolfo, “La cliometría en Colombia: una vocación interrumpida”, en Revista Estudios Sociales, Universidad de los Andes, Facultad de Ciencias Sociales, nº 9, Bogotá, junio de 2001.

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sociales en función de la historia, no como meros compartimentos, sino como instancias que ofrecen mutua influencia. Se nota además en Cipolla una inconformidad por la tendencia a aplicar conceptos indiscriminadamente sin un verdadero conocimiento de la realidad de los espacios que se estudian. Lo único que el norteamericano William Paul McGreevey, tributario de la cliometría, sabía de Colombia –para poner un ejemplo local- antes de venirse a desarrollar la investigación que dio como resultado el libro Historia económica de Colombia, 1845-1930, era que tenía como capital a la ciudad de Bogotá y que producía café; saber más no era necesario, pues bastaba con su modelo científico, la cliometría. Así las cosas, entre esto, y buscar comunismo en la sociedad Chibcha o Inca, creo que no existe mayor diferencia. Con la licencia que le permite el prestigio académico y los años, Eric Hobsbawm parece reflejar las mismas preocupaciones de Cipolla, mostrando cómo infortunadamente la historia de hoy es escrita por personas que no “desean conocer la verdad, sino aquella que se acomode a sus objetivos”339. Esto genera lo que él llama una renuncia a la universalidad del universo discursivo y a la no distinción entre el hecho y la ficción. La historia, ahora más que nunca, parece una serie de parcelas, que han terminado por fragmentar no solamente lo que se escribe, sino a quienes lo escriben y a quienes lo leen. Por su condición de ciudadano del mundo Hobsbawm considera que a esta fragmentación han contribuido el apego del discurso historiográfico a las fronteras del estado nación y la aparición cada día más de discursos identitarios sumamente particulares, al punto que la historiografía termina respondiendo solamente a los intereses específicos de estos grupos, como también a las modas posmodernistas que desplazaron el análisis de la estructura económica y social por la cultura, y al hecho por la sensación. La historia ha reducido su campo de acción, la preocupación está en la mirada hacia la localidad, hacia nuevos sujetos, que ponen en entredicho el parroquianismo de los supuestos universales340, pero de alguna manera esto implica otra forma de parroquianismo en el que cada cual se refugia y cultiva la parcela productiva de su marco conceptual; nos lleva a estudios demasiado especializados en donde se pierde la conexión de esas historias con procesos más amplios. La metáfora del médico supremamente especializado al que se le olvida cómo remediar un dolor estomacal puede servir de ejemplo. No es raro ver en departamentos de historia a supuestos colegas que sólo hablan de los hijos, el costo de la vida, restaurantes, el clima, los supermercados y las mascotas, porque si tuvieran un diálogo académico, por la excesiva especialización de sus campos de interés, no se entenderían y la conversación sería un completo fracaso. Se podría decir que en la actualidad el historiador cada día es más mezquino no sólo con su objeto de análisis sino con las causas que defiende. Ante esto, Hobsbawm propone para las nuevas generaciones un mayor compromiso con las causas mundiales, lo que se podría empezar por un mayor reconocimiento, como lo intentó su generación, por las estructuras mundiales, que nos permita salir de un provincianismo y un esenialismo que no es mas que el fiel reflejo del desconocimiento. En ningún momento estamos sugiriendo que la historia de las localidades, de las minorías y de las cortas duraciones no tenga sentido; de hecho, en nuestro medio, por conveniencia metodológica o por intereses específicos, cada día nos identificamos más con ese tipo de

339 HOBSBAWM, Eric, “Entre historiadores”, en Años interesantes una vida en el siglo XX, Barcelona, Crítica, 2003, p. 273. 340APPLLEBAY, J., HUNT, L., JACOBS, M., “Verdad y objetividad”, en La verdad sobre la historia, Santiago, Editorial Andrés Bello, 1998.

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historia. A lo que apuntamos, siguiendo a Hobsbawm, es a la desconexión que se presenta en muchas de estas historias con contextos mucho más amplios, los discursos terminan siendo unos discursos “originales”, exclusivos, sin precedentes, y marginados de referentes que le podrían dar otra dimensión, tan grave como la visión de un feminismo extremo que termina por explicar todos los problemas de la humanidad como estragos del falocentrismo de un mundo patriarcal. Definitivamente, “la historia de la identidad no es suficiente”341, ha dicho Hobsbawm. En este sentido, la reducción de la escala de observación como lo hace la microhistoria no implica la renuncia a buscar la explicación de fenómenos más amplios, los casos analizados pueden arrojar luces sobre contextos mucho más abarcadores desde el punto de vista espacial, pues desde el punto de vista analítico, en ningún momento se pierde de vista la macrohistoria, lo que equivaldría a decir que la microhistoria no se puede definir por las micro dimensiones de sus temas, y que la reducción de la escala no implica la reducción del análisis. El continuo movimiento entre macro y microhistoria, “entre close-ups y tomas largas o larguísimas, capaces de poner en cuestión la visión de conjunto del proceso histórico mediante excepciones aparentes y causas de corta duración”342, se muestra como una opción historiográfica importante. La pretensión de historia total siempre está presente, de hecho uno de los aciertos de Ginzburg, a quienes los posmodernos, que siempre andan viendo aliados donde no los hay, colocan como un claro ejemplo de ruptura con una vieja forma de hacer historia, es explicitar el contexto social, económico y político en el que es posible la aparición del pensamiento de Menocchio343, explicaciones con las que además intenta mitigar el carácter excepcional que pueda tener su molinero. A pesar de reconocer que Menocchio no sería el caso más típico de la cultura popular, el autor hace todos los esfuerzos posibles para mostrarnos que, no obstante, éste no puede escapar a los límites de su cultura, es decir, se tiene que mover dentro de los márgenes que le da su cultura, lo que constituye de alguna manera una “libertad condicionada”. El uso de la escala micro permite, además, una mayor aproximación a la historia global, porque posibilita un barrido más efectivo de todas los elementos que constituyen el espacio designado. La propuesta de la microhistoria no se relaciona con la metáfora vegetal desarrollada por el holandés Ankersmit, según la cual “en el pasado los historiadores se ocupaban del tronco del árbol o de las ramas; sus sucesores posmodernos se ocupan únicamente de las hojas, o sea de fragmentos minúsculos del pasado que investigan de forma aislada independientemente del contexto más o menos amplio (las ramas del tronco) del que formaban parte”344. Ginzburg, a pesar de que Ankersmit lo incluyó como uno de sus más aventajados representantes, mostró su distanciamiento de esta tendencia que maneja una clara idea de historia fragmentada; junto a Giovanni Levi, han sido fuertes polemizadores de “las posiciones relativistas, entre ellas la calurosamente asumida por Ankersmit, que reduce la historiografía a una dimensión textual, privándola de cualquier valor cognoscitivo”, han sido reiterativos en afirmar que una de las características principales de sus investigaciones es “la insistencia sobre el contexto, es decir

341 HOBSBAWM, Eric “La historia de la identidad no es suficiente”, en Sobre la historia, Barcelona, Crítica, 1998, pp. 266-276. 342 GINZBURG, Carlo, “Microhistoria: dos o tres cosas que sé de ella”, en Manuscritos, Revista de Historia Moderna, No. 12, Barcelona, 1994, p. 33. 343 GINZBURG, Carlo, El queso y los gusanos. El cosmos, según un molinero del siglo XVI, Barcelona, Muchnik Editores, 2000. 344 GINZBURG, “Microhistoria...”, p. 39. Esta tendencia es explicada por Frank R. Ankersmit en el ensayo “Historiography and pstmodernism”, en History and Theory, Middletown, , Vol, 28, Wesleya University, 1989, pp. 137-153.

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exactamente lo contrario de la contemplación aislada del fragmento elogiada por Ankersmit”345. El tipo de historia que se viene haciendo y que tanto le preocupa a Cipolla y a Hobsbawm aparece aproximadamente en los años setenta; a partir de allí, la historia parece volver por una antigua senda, la filosofía. Quienes han puesto en boga la importancia de la filosofía en la historia pertenecen a dos tendencias, que a su vez revelan cómo lo nacional, en pleno apogeo de la globalización, aún sigue teniendo peso dentro del discurso académico. Por un lado, están los Estados Unidos en lo que se conoce como el giro lingüístico y, por otro lado, Francia como espacio del giro crítico. Estos movimientos están conectados a lo que en filosofía se conoce como posmodernidad y/o posestructuralismo, cuyo argumento es la crítica al sistema filosófico de la modernidad, el fin de la razón universal y el fin de los meta relatos ordenadores. El giro lingüístico, fundamentado en la crítica literaria y la filosofía, asume a la historia como un relato, de manera que su análisis no escapa a las fórmulas y a las herramientas para el análisis de la literatura; en tanto relato, siguiendo a Hyden White, la historia es ficción, y se descarta la “vieja” historia social y sus “ingenuas” pretensiones de verdad y objetividad. En su generalizado relativismo, el autor es sólo un sujeto más con su idea de verdad, y los lectores cobran mayor estatus, difuminando la función del autor, pues lo que tiene sentido, a partir del avance de las teorías de recepción, es el lector o receptor. Si todo es lenguaje, y el lenguaje no hace referencia a una realidad extralingüística, entonces la verdad no existe. De manera que no tiene sentido que los historiadores sigan en búsqueda de la verdad. La vuelta a la filosofía tal vez se explique por esa tendencia retro de la posmodernidad, por la vuelta al lenguaje premoderno, del mito en sacrificio del logo. La propuesta se fundamenta en mantener el lenguaje como un sistema cerrado y autónomo de signos capaces de producir sentido, de manera que la realidad social se entiende como una construcción del lenguaje, independientemente de referencias objetivas y externas346. Esta tendencia se construye a partir de indicios a veces no claramente explicitados, sino expuestos como meras sugerencias o puntos de discusión; la estrategia es mostrar el hecho como si ya hubiera tenido lugar, lo que actúa como mecanismo de presión para las comunidades de historiadores, y como construcción o invención de una tradición. Por ejemplo, en el estudio de Martín Jay, publicado en 1982, el giro lingüístico es presentado en forma de interrogante, como algo que podría representar una posibilidad para el futuro de la investigación histórica, cinco años después, en los trabajos que se ocupan del tema, se subraya la amplitud del proceso, y la nueva etiqueta aparece con visos de universalidad347. A pesar de que tienen poca producción, se valen de revistas de prestigio académico internacional para posicionar su discurso. Estas nuevas tendencias, que se auto asumen como giros, lo que generan es una fragmentación y una atomización de la disciplina histórica, pues parten del supuesto de que sus postulados van a cambiar el paradigma, y aquí hay una contradicción, pues supuestamente una de las cosas a las que renuncian quienes la nutren teóricamente es al principio de regla universal. Ahora bien, estos giros se entienden, para decirlo en los términos de Thomas Khun, como anomalías, que son las que después de un período determinado terminarán acabando con el paradigma y sustituyéndolo por otro. Lo que hasta ahora se puede observar es que no se vislumbra la posibilidad de la construcción de un paradigma rector de 345 Ibid., pp. 39-40. 346 Véase CHARTIER, Roger, El mundo como representación, Barcelona, Gedisa, 1999. 347 NORIEL, Gérard, Sobre la crisis de la historia, Valencia, Editorial Frónesis, 1997, p. 129.

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los estudios históricos, en buena parte porque la misma tradición historiográfica ha demostrado que en historia los modelos y las escuelas únicas no han sido la constante, lo más parecido podría ser Annales, y tampoco se puede hablar de una primacía absoluta. Lo que sí es cierto es que nunca como ahora los discursos, los presupuestos teóricos entre historiadores habían sido tan disímiles. Respaldados por publicaciones periódicas, sellos editoriales e importantes instituciones académicas, estas tendencias juegan un papel importante y marcan el rumbo de las prácticas historiográficas de los países periféricos, lo que puede generar dificultades en el camino de maduración de sus procesos historiográficos, es decir, cuando empiezan a descubrir cosas interesantes aparecen discursos que plantean que eso ya no tiene sentido. “Superado”, parece ser la palabra preferida de los abanderados del discurso. Se crea además un diálogo de sordos entre los historiadores, a partir de la construcción de lenguajes ininteligibles. Esto inclusive tiene connotaciones políticas interesantes, pues el exacerbado individualismo, la renuncia a toda historia social implica la renuncia a todo proyecto político colectivo, lo que nos puede llevar a un relativismo paralizante. Si algo tienen estas nuevas tendencias historiográficas es el afán por la originalidad, en ese sentido el rebusque de conceptos -pues se supone que los existentes se quedan cortos para explicar la realidad- es lo más común, el carnaval de prefijos está a la orden del día. Infortunadamente en los enconados debates que se sostienen, la que menos se beneficia es la disciplina histórica, pues el lenguaje que se habla, los conceptos, la terminología que se usa, le es ajeno a la historia. Se discute en términos de la filosofía, y se recrean las discusiones filosóficas desde los tiempos de Platón. Estamos de acuerdo en que los conceptos y nociones de la filosofía y de otras ciencias sociales han sido fundamentales para el desarrollo de la historiografía y tal vez nos ha librado de un empirismo positivista llano y simple, y de una errónea apología al documento. Pero precisamente recurrimos a ellos para interrogar mejor al pasado, para pulir mejor nuestro prisma con la paciencia de un pescador de cordel, que nos permita intentar develar el pasado metodológica y éticamente más creíble, no para construir abstracciones que terminan, como decía E. P. Thompson, “engullendo” la realidad348. No debemos dejar que “la filosofía trate de abstraer los conceptos respecto de las prácticas”, pues los resultados no siempre son alentadores para la disciplina histórica; un ejemplo interesante es el debate a propósito de la historia de género entre J. Scott y Laura Downs, en el que, “como era de esperarse (no aprendimos) absolutamente nada acerca de la historia concreta (real) de las mujeres y el género”349. El giro crítico, por su parte, se ubica en lo que Carlos Antonio Aguirre presenta como la cuarta generación de Annales350, expuesto a través de una edición de la revista de Annales bajo la dirección del malogrado Bernard Lepetit. No obstante las diferencias con las anteriores generaciones, el giro crítico no renuncia al objetivo fundamental de las ciencias sociales, el estudio de la sociedad. En eso, muy a pesar de los acercamientos (Roger Chartier por ejemplo, fue incluido dentro de publicaciones norteamericanas del llamado giro lingüístico), hay importantes diferencias. Chartier, -a propósito del giro lingüístico- propone que “ante estas formulaciones radicales, estructuralistas o postestructuralistas, es necesario recordar la legitimidad de la reducción de las prácticas constitutivas del mundo social a la

348 THOMPSON, Dorothy (editora), Edward Palmer Thompson. Obra esencial, Barcelona, Crítica, 2001, p. 518. 349 NORIEL, Gérard, p. 130. 350 AGUIRRE, Carlos Antonio, La escuela de los Annales ayer, hoy y mañana, Barcelona, Montesinos, capítulo 7.

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lógica que gobierna la producción de los discursos”351, pues las representaciones y las significaciones son construidas en el “reencuentro entre una proposición y una recepción, entre las formas y los motivos que le dan su estructura y las competencias y expectativas de los públicos que se adueñan de ellas”352. Lo que podemos decir es que por mucha lógica interna que tengan los textos, éstos necesariamente “ocupan espacios sociales concretos, y como tales son, a la vez, productos del mundo, con el que suelen mantener relaciones complejas y contestatarias”353. Para decirlo en palabras de Spiegel, todo texto tiene una lógica social, y así sea a través de la negación o de la impugnación de la realidad, los textos nos dan información del espacio social en el que se inscriben. “La mentira no está en las palabras, está en las cosas”, dijo Italo Calvino a propósito de la descripción de las ciudades354. Se entiende, de alguna manera, la radicalidad del giro lingüístico con relación al giro crítico, porque el primero no descansa sobre ninguna tradición, aparentemente lo está inventando todo, mientras que el giro crítico tiene que lidiar con una institución poderosa y posicionada como lo es Annales, y nadie que pretenda construir dentro de la tradición de Annales puede desconocer a los padres fundadores. Mientras el giro lingüístico hace la crítica desde los márgenes hacia el centro, el giro crítico lo hace desde el mismo centro. Uno podría preguntarse qué relación se encuentra entre la obra de Chartier y la de Braudel más allá de que supuestamente ambos se inscriben en la tradición de la historia social; la disputa es con los Annales de la anterior generación (1968-1989), mas no en sentido explícito con los padres fundadores. El efecto Fito Páez parece cobrar cada día más seguidores, pues muchos giran y giran bajo el sol, lo complicado es el tipo de vida que algunos están proyectando en sus escritos. Influenciados por un relativismo desbocado, cuando todavía no nos ha abandonado el hedor de los muertos, abandonamos la indagación por las causas del hecho, por el número de víctimas, por los responsables, por la manera en que fueron asesinados y nos perdemos en una maraña de conjeturas sobre la manera en que los sobrevivientes de la masacre relatan los acontecimientos, su importancia simbólica y la representación de la masacre. La renuncia al tipo de preguntas que involucran las ideas de causa-efecto parece explicarse fácilmente: si no existe realidad por fuera del discurso ¿para qué hacerse tales preguntas que remiten a un positivismo superado? Las preguntas estarán encaminadas hacia “los modos de representación y no a los conflictos”355. A propósito de ésto, Gabrielle Spiegel anota:

Con la concentración en el significado en vez de en la experiencia, lo que se pierde es el sentido de la acción social, el de las luchas de hombres y mujeres con las circunstancias y las complejidades de sus vidas frente a las suertes que les depara la historia, y el de su capacidad de transformar los mundos que heredan y transmiten a las generaciones futuras356.

Es como si dentro de cincuenta años a los historiadores sólo les interesara la representación de la masacre de Bojayá, y no las víctimas y la indagación por los responsables, o que del terremoto del eje cafetero sólo nos quedara la representación de la tragedia y no las víctimas 351 CHARTIER, Roger, “Introducción”, (el énfasis es nuestro) 352 Ibid. 353 SPIEGEL, Gabriel, “Historia, historicismo y lógica social del texto en la Edad Media, en PERUS, Françoise (compìladora), Historia y literatura, México, Antología Universitaria, Instituto Mora, 1994, p. 150. 354 CALVINO, Italo, Las ciudades invisibles, Barcelona, Editorial Siruela, 1992. 355 SPIEGEL, Gabriel, p. 13. 356 Ibid., p. 146.

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y la corrupción en el manejo de recursos que demostró que los yuppies eran tan corruptos como los políticos clientelistas de vieja data. De acuerdo, la representación es importante, pero no basta. El mundo anda tan mal y necesita tanto de los cientistas sociales, y esto nos lleva a la necesaria relación entre epistemología y ética, que ciertos modelos nos parecen demasiado sutiles. Por fortuna para la historia algunos aún no se atreven a girar tanto, saben que el exceso de relativismo y de vueltas puede dislocar la historia. Sabemos, y cito a Gervasio Luis García un historiador puertorriqueño, que

ningún historiador sensato reclama mostrar toda la compleja verdad del pasado porque trabaja con fragmentos cargados y sesgados. Por lo tanto, el pasado objetivo total es inalcanzable, pero no por elusivo renunciamos a armarlo y descifrarlo, rastreando las intenciones y los mecanismos no evidentes. En otras palabras, todo conocimiento –histórico, científico, literario- es relativo y, a la vez objetivo; es decir, verificable y defendible por su coherencia lógica y su correspondencia con las evidencias a la mano357.

La función del cientista social es decodificar las acciones de los grupos humanos para tratar de hacerlos inteligibles a la comunidad de investigadores y al espacio social al cual se debe, sin que ello impida el constante cuestionamiento de las bases epistemológicas con las que produce su conocimiento. Sin embargo, quedarse en la mera enunciación de la imposibilidad de los presupuestos epistemológicos para acceder al conocimiento no beneficia ni a la disciplina ni a la sociedad. En vez de refugiarnos en “sahumerios verbales”, los historiadores debemos ayudar a definir las fronteras entre la ficción y la historia, apoyándonos en algunos soportes de la literatura. El análisis y la profundidad no descartan la buena escritura; nada es más revelador, interesante y apasionante que la vida misma, entonces podemos mostrarla con fortaleza y emoción, sin necesidad de neologismos pedantes y brumosos. De lo que se trata -y vuelvo a García- es de “construir una historia con certezas y dudas, hecha por historiadores con las manos un poco sucias de barro del que están hechos los seres humanos y mundanos que intentamos comprender, con simpatía e imaginación”358.

357 GARCÍA, Gervasio Luis, “Historia y hechicería”, en Revista Op. Cit., Universidad de Puerto Rico, Recinto de Riopiedras, nº. 11, 1999, p. 64. 358 Ibid., p. 69.

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Regio gigantum ♦ Gustavo Vasco •

Llegó a ser cuestión de orgullo para Humberto Peñaloza presentarle a Don Jerónimo ejemplares más y más fantásticos, creaciones insólitas con narices y mandíbulas retorcidas y la floración caótica de dientes amarillentos repletándoles la boca, gigantes acromegálicos, albinas transparentes como ánimas, muchachas con extremidades de pingüino y orejas de alas de murciélago, personajes cuyos defectos sobrepasaban la fealdad para hacerlos ascender a la categoría noble de lo monstruoso. José Donoso, El obsceno pájaro de la noche.

Introducción El propósito de nuestro trabajo es analizar la evolución de un imaginario. Al auscultar al “gigante” como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del “gigante” se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los “salvajes” del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular? Los gigantes Patagones En el año de 1519, Magallanes se embarca en una travesía sin precedentes: el primer viaje alrededor del mundo. Su expedición, impulsada por la búsqueda de un pasaje en los mares del Sur (conectando los dos océanos), tenía en gran medida propósitos económicos y políticos: “el intento de utilizar una nueva ruta distinta de la tradicional que por Oriente utilizaban y monopolizaban los portugueses, se explica por la rivalidad náutica entre los reinos peninsulares”359. Embarcado en una de las naves, Antonio Pigafetta, patricio vicentino y caballero de Rodas, nos deja un registro detallado de lo acontecido. Hecho importante para nosotros, no a mucho tiempo de iniciado el viaje, encontramos en la relación el pasaje siguiente:

♦ Artículo recibido en agosto de 2004; aprobado en octubre de 2004. • Estudiante de antropología de la Universidad de los Andes. 359 PIGAFETTA, Antonio, “Relación del primer viaje alrededor del mundo (noticias del mundo nuevo, con las figuras de los países que se descubrieron”, en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 17.

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Arrancando de allí, alcanzamos hasta los 49 grados del Antártico. Echándose encima el frío, los barcos descubrieron un buen puerto para invernar. Permanecimos en él dos meses, sin ver persona alguna. Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Mandó el capitán general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de paz y lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se halló en su presencia, y la nuestra, se maravilló mucho, y hacía gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajábamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura360 –Fig. 1-

Aparición entonces de una curiosa raza de seres en la Patagonia que diferentes viajeros en diferentes episodios dotarán paulatinamente de nuevas características. Primero, los gigantes calzan sus pies con pieles de animales, razón por la cual el capitán Magallanes los nombró Patagones –haciendo un juego con la palabra española “pata”. Segundo, tienen una voz resonante, similar a los sonidos que emite un toro. Tercero, pero no menos importante, los Patagones corren muy rápido y son ágiles en sus movimientos: “Los nuestros, aunque disponían de escopetas y ballestas, jamás los pudieron herir; pues ellos, cuando pelean, no se están quietos nunca, antes saltan de acá para allá [...]. Ciertamente, tales gigantes corren más que un caballo, y son celosísimos de sus esposas”361. Pues bien, detengámonos en la constatación de un primer relato y un primer encuentro, pero tengamos en cuenta que este contacto con hombres de talla extraordinaria será el origen de una tradición pictórica y literaria que cubrirá, desde Pigafetta, un periodo aproximado de trescientos años. En efecto, a través de las relaciones de viajeros españoles, ingleses, franceses y holandeses, la construcción de un “corpus patagónico” se hará tangible. Aún John Byron, en su viaje alrededor del mundo de 1764, aseguró haber visto a estos hombres de estatura gigantesca que, según él, parecían personificar los cuentos de monstruos de figura humana. La Patagonia, además, en algunos mapas del siglo XVI, será denominada como Regio Gigantum –Fig.2-. Pero frente a la potencia de este imaginario, desproporcionado sin duda con el origen unitario de la relación de Pigafetta, surge un interrogante: ¿qué raíces estructuran la creencia en una raza de gigantes pobladores de las lejanas tierras australes? Para responder, podemos comenzar por una guía elocuente, la de la concepción cartográfica del mundo que sugestionó los primeros viajes de exploración. Viaje a las Antípodas La historia de la concepción de las Antípodas se puede reducir a dos referentes: por un lado, puede denotar una zona del mundo donde todo ocurre al revés –concepción cosmológica de un anti-mundo-, o por otro, puede referirse a una raza pliniana marcada en los pies –concepción ethno-antropológica de una raza de monstruos que habita las lejanías. La primera idea nos viene de la doctrina de las zonas, legado de la Antigüedad. Ésta promulga que la tierra se divide en cinco partes, una en el centro siendo una región tórrida infranqueable que separa al mundo habitado del desconocido –Fig. 3 y 4-. La segunda, que se proyecta en una tradición cartográfica medieval inspirada en las ideas de San Agustín, por un doble movimiento, convierte a las Antípodas en una raza monstruosa a la vez que en una región alejada del mundo donde habitan todos los monstruos. Lo importante de esta concepción, que se ha denominado como mapa T/O –Fig. 5-, radica en que posiciona a Jerusalén en el centro del mundo y sitúa lo inexplorado en la periferia lejana. Estas dos visiones geográficas son también

360 Ibid., p. 26. 361 Ibid., p. 27.

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antropológicas: “el término de Antípodas puede aplicarse a dos tipos de personajes: unos pueblan la parte opuesta del globo y caminan patas arriba, los otros, con los pies al revés, habitan los parajes lejanos (no necesariamente del lado opuesto)”362. Giro importante, después del Descubrimiento y con el desarrollo de la cartografía americana y africana, estas dos concepciones del universo se estrellan frente a una doble evidencia: primero, se prueba que las tierras situadas más allá de la zona tórrida son alcanzables y, segundo, que están habitadas. Pero, cosa notable, lejos de destruir la tradición cosmo-antropológica medieval y antigua, los nuevos hallazgos hacen lo contrario: reconfiguran los imaginarios ancestrales en un nuevo modelo. Ocurre, además, que “en esta reconstitución de las Antípodas, la Patagonia ocupa una posición privilegiada. Desde Magallanes, esta lejana región de la pampa, inmensa y desolada, golpeó la imaginación de los viajeros”363. Entonces, tenemos que en la Tierra del Fuego convergen y se transfiguran dos tradiciones cartográficas y antropológicas centrales para la concepción europea del mundo. En cierta medida, la investidura de una fuerza imaginaria potente en la región de la Patagonia nos explica por qué Pigafetta y otros viajeros como Thevet y Francis Drake otorgaron ciertas particularidades físicas a los Patagones. En efecto, la velocidad sorprendente o la deformidad de los pies de nuestros gigantes, nos remiten directamente a los pueblos que en los mapas medievales habitaban las tierras australes. Los Sciapodes, los Monocoli o los Hippopodes, todas razas monstruosas marcadas en los pies, constituyen entonces bebederos para la imagen fantástica del gigante Patagón –Fig.6-. “Ni completamente el mismo ni completamente otro, el pueblo de los Patagones conserva de los Sciapodes los rasgos invariables que los designan como el pueblo de las Antípodas”364. Pero un interrogante persiste y es el que se refiere al tamaño de estos personajes: ¿por qué gigantes? Como veremos con dos ejemplos, la explicación reside en diferentes nodos del imaginario antiguo y medieval. Múltiples gigantes La representación del Nuevo Mundo como una tierra paradisíaca y la localización del Edén en este territorio es un hecho reconocido. Colón creyó ver en la desembocadura del Orinoco la fuente de los cuatro ríos del Paraíso, el Tigris, el Eufrates, El Ganges y el Nilo. Creyéndose cerca de las tierras del Gran Khan, esta idea tenía coherencia, pues en muchas representaciones cartográficas del mapa T/O el Paraíso Terrenal se encuentra en el extremo Oriente, en los confines del mundo. Por su lado, Américo Vespuccio declaró al regresar de su segundo viaje que había estado en la región de las Antípodas en la cual se había sentido a menudo en el Paraíso. Otro ejemplo, pero referente a la exploración portuguesa del África, es el de Cadamosto, quien pensó ver las puertas del Edén en el Senegal. Vemos entonces, en la transformación progresiva que vivió el Océano Atlántico de lo desconocido a lo conocido, que la imagen edénica jugó un papel importante como herramienta de apropiación.

El espectro del no retorno, inherente a todo viaje de iniciación -que es lo que estos viajes hacia los imaginarios oceánicos eran (aún cuando se acompañaban de un viaje real)-, eventualmente apuntó en la dirección de una búsqueda del Paraíso. En efecto, las imágenes del Atlántico, en la constante transformación que sufrió la sensibilidad medieval en su

362 MASON, Peter, “De l’articulation”, en L’homme, París, XXX, 114, 1990, p. 34 (traducción mía). 363 BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, “Les géants Patagons ou l’espace retrouvé. Les débuts de la cartographie américaniste”, en L’homme, París, XXVIII, 106-107, 1988, p. 160 (traducción mía). 364 Ibid., p. 166 (traducción mía).

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relación con el océano, se convirtieron en una ruta de navegación imaginaria que fue reconstituida como pórtico hacia el Edén365.

Superposición entonces de una concepción del Edén como un lugar de origen alejado y de una imagen del Nuevo Mundo como lejanía que contiene el Paraíso. Para nosotros, este desplazamiento de imaginario -que se asemeja en su estructura a la translación operada sobre las Antípodas- es significativo. Y esto por un hecho simple: en la tradición antigua y judeocristiana encontramos en los mitos cosmogónicos la presencia e intervención de unos seres originales: los gigantes. Algunos ejemplos. En el mito de creación babilónico se habla de unos gigantes, los hijos de Apsu y Tiamat, que son las divinidades primordiales. Los antiguos griegos, por su lado, también asimilaban la existencia de gigantes a los orígenes del universo. Según la Teogonía de Hesíodo, “de la Unión de la Tierra y el Tártaro (morada subterránea situada en el fondo de los infiernos) salieron finalmente los Gigantes”366. Otras tradiciones pueblan sus mitos originales de gigantes (como la mitología nórdica), pero tal vez uno de los casos más elocuentes para nosotros se encuentra en el pilar mismo de la tradición judeocristiana. En la Biblia encontramos el pasaje siguiente:

Cuando los hombres empezaron a multiplicarse sobre la tierra y les nacieron hijas, los hijos de Dios se dieron cuenta de que las hijas de los hombres eran hermosas, y tomaron por esposas aquellas que les gustaron. Entonces dijo Yahvé: “No permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Que su vida no pase los ciento veinte años”. En ese entonces había gigantes sobre la tierra y también los hubo después, cuando los hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres y tuvieron hijos de ellas. Estos fueron los héroes de la antigüedad, hombres famosos367.

Parece entonces existir una doble asociación que opera entre gigantes y lugar de origen, y entre Paraíso y Nuevo Mundo antipódico. La Patagonia se encierra así en un universo particular, lleno de connotaciones, y comenzamos de esta manera a comprender la operación de imaginarios que lleva a los gigantes de un continente a otro. Pero extendamos nuestra exposición un poco más y busquemos otra fuente para explicar el encuentro curioso de Pigafetta. Los gigantes populares en este sentido son miembros relevantes de la genealogía de los Patagones. Veamos. Al canon clásico del cuerpo se le puede oponer de manera simétrica el cuerpo grotesco. El primero es un cuerpo acabado, delimitado. El segundo es un cuerpo abierto, en transformación y movimiento. La tradición carnavalesca en que se inscribe la obra de Rabelais se deleita con el universo de lo grotesco. Encontramos este universo caracterizado a través de figuras de cuerpos deformes, de miembros destrozados, de enanos y de gigantes. Hecho importante, las figuras monstruosas están ancladas profundamente en esta tradición popular que culmina en el siglo XVI con las historias de Gargantua y Pantagruel; y dentro de este canon grotesco, el gigante es una figura privilegiada. “El gigante es por definición la imagen grotesca del cuerpo”368. Encontramos así otro vehículo de la imagen del gigante, pero esta vez en el jardín de las especies grotescas del carnaval. Además:

Conviene señalar el rol de los gigantes en la fiesta popular. El Gigante era el personaje habitual del repertorio de la feria (lo es todavía hoy en compañía del enano). Pero era también una figura obligatoria de las procesiones de carnaval o de las fiestas de Hábeas,

365 FONSECA, Luis Adao, The discoveries and the formation of the Atlantic Ocean, Lisboa, Gráfica Maiadoeuro S.A., 1999, p. 24 (traducción mía). 366 BRASEY, Edouard, Gigantes y dragones, Barcelona, José J. De Olañeta Editor, 2001, p. 32. 367 Génesis 6, en La Biblia, Madrid, Editorial Verbo Divino, p. 14. 368 BAJTIN, Mijail, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza Editorial, 1987, p. 306.

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etc.; a finales de la Edad Media, numerosas ciudades contaban al lado de sus “bufones de la ciudad” con sus “gigantes de la ciudad”, y también con una “familia de gigantes” empleados por la municipalidad y obligados a participar en todas las procesiones de las fiestas populares. El empleo de los gigantes en numerosas ciudades e incluso burgos al norte de Francia, y sobre todo Bélgica, subsiste hasta el siglo XIX. Como por ejemplo en Lille, Douai, Cassel369.

Para la Patagonia entonces, no hay sino que abrir un poco los ojos para encontrar toda una trayectoria de figuras destinadas a poblar sus parajes. Pero detengámonos ahora en una reflexión más profunda. Los imaginarios Hemos delineado a grandes rasgos algunos de los referentes que el descubridor tenía en mente en el momento de sus viajes de exploración –cartografía, antropología, cosmogonía y cultura popular. Así, conectando estas fuentes, podemos decir que los imaginarios son cuerpos que beben tanto de la realidad como de la ficción, de la observación como de la ideología, del descubrimiento como del arquetipo. Para robustecer esta afirmación y hacerla firme, un episodio elocuente es el de la muerte del capitán Cook. He aquí el relato:

Fue la bienvenida más generosa que se haya brindado nunca a ningún viaje europeo de descubrimiento en este océano. “Anclados en 17 brazas de arena negra”, dice el diario de navegación de un guardiamarina, «en medio de una cantidad innumerable de canoas, ocupadas por personas que cantaban y se regocijaban todo el tiempo” (Riou. Diario de navegación: 17 de enero de 1779).¡Cantaban! Nunca en toda su vida había visto el capitán Cook tantos polinesios reunidos como había allí, en la bahía de Kealakekua. Además de las incontables canoas había polinesios subiéndose al Resolution y al Discovery, bordeando las playas y nadando en el agua “como cardúmenes de peces”. Tal vez había 10.000 o el quíntuple de personas que normalmente vivían allí. Y no se veía una sola arma con ellos, observó Cook. En cambio, las canoas estaban cargadas de cerdos, batatas, frutos de árbol del pan, caña de azúcar: todo lo que producía la Isla. También las mujeres “parecían notablemente ansiosas por relacionarse con nuestra gente” (Ellis, 1782,1:86). Un sacerdote subió a bordo y envolvió al capitán Cook en el decorado de tela de tapa roja perteneciente a la imagen de un templo, luego hizo la ofrenda de un cerdo sacrificatorio. En tierra, el sacerdote condujo al Gran Navegante de la mano hasta el templo de Hikiau. Cuando oía el grito del heraldo “Oh Lono”, a su paso la gente huía a sus casas y se prosternaba con la cara contra el suelo. Lono es el dios asociado con el crecimiento natural y la reproducción humana que regresa todos los años a las islas con las fecundantes lluvias del invierno; es además un antiguo rey que viene en busca de su novia sagrada. En enero de 1779, en el templo, se honró a Cook con los ritos de bienvenida habitualmente celebrados para Lono. Cuando el sacerdote de Koa’a y el teniente King sostuvieron sus manos extendidas y se hicieron los sacrificios correspondientes, Cook en realidad se convirtió en la imagen de Lono, un duplicado del icono en forma de cruz (construido con tablas de madera) que es el aspecto del dios. Era una ceremonia del Makahiki, el gran festival hawaiano del año nuevo. Sir James Frazer describió el Makahiki en La rama Dorada, parte 3, “El dios moribundo”370.

369 Ibid., p. 309. 370 SHALINS, Marshall, Islas de Historia: La muerte del capitán Cook, Metáfora, antropología e historia, Barcdelona, Gedisa, 1987, p. 106.

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Primera etapa en la consolidación de una tragedia, la llegada del capitán Cook a Hawai es interpretada por los nativos de la isla como el advenimiento de Lono, dios de la fertilidad pero también “dios moribundo”. Por sí mismo, este principio del episodio de la muerte de Cook nos abre las puertas a una reflexión interesante sobre la naturaleza de los imaginarios. Ni mito ni cuento, ni credo ni fantasía, la imagen se construye en la frontera entre ficción-realidad. Podríamos aventurar al respecto la siguiente definición: a través de la historia, los imaginarios se construyen en un juego de negociación entre imaginación y exploración, abstracción y experiencia, memoria e interpretación, perpetuándose en el equinoccio entre estructura y coyuntura. Expliquemos. A la llegada de Cook, los hawaianos tenían un acervo mitológico establecido, lo que la antropología llama “estructura simbólica”. Viene entonces el hecho histórico, coyuntural, de la llegada de los navíos a la isla en una fecha determinada, privilegiada para la confusión –diríamos mejor interpretación o reducción- del navegante inglés con el dios Lono. Estamos en una situación harto similar a la de nuestro navegante Pigafetta que, figurándose en los límites del mundo, vio gigantes en la Patagonia. Estamos por otro lado, en términos generales, en la misma situación que llevó a Colón y otros marineros a creerse en las cercanías del paraíso al llegar al Nuevo Mundo. Para ser más precisos, queremos expresar una reflexión sobre la imagen similar a la que Sahlins hace sobre la historia en su trabajo sobre la muerte del capitán Cook. Para él, los sistemas simbólicos son esquemas que ordenan los diferentes niveles de la sociedad. Pero lejos de encasillar a estos complejos de representación en un análisis sincrónico y separado de los acontecimientos, Shalins propone una teoría de la historia que opera de manera circular:

La historia es ordenada por la cultura, de diferentes maneras en diferentes sociedades, de acuerdo con esquemas significativos de las cosas. Lo contrario también es cierto: los esquemas culturales son ordenados por la historia, puesto que en mayor o en menor grado los significados se revalorizan a medida que van realizándose en la práctica. La síntesis de estos contrarios se desarrolla en la actividad creativa de los sujetos históricos, los individuos en cuestión371.

En esta dialéctica -diálogo constante entre cultura y acción, estructura y acontecimiento, objeto y sujeto, significante y significado-, los actores se mueven dentro de un marco estructural, valiéndose de relaciones simbólicas establecidas, pero modifican estas relaciones a través de la interacción con el un mundo. Esto es lo que sucede con los imaginarios, estructuras que se elaboran y reelaboran a través de la contingencia de la historia. En este sentido, el concepto de “estructura de la coyuntura” es fundamental y se refiere a “una serie de relaciones históricas que reproducen a la vez las categorías culturales tradicionales y les dan nuevos valores a partir del contexto pragmático”372. Dicho de otra forma: por un lado, los acontecimientos no se producen si no adquieren significado en el marco de un orden simbólico preestablecido y, por otro, las acciones son únicas y modifican el orden simbólico en el proceso de su reproducción. Podríamos leer la trayectoria que conduce las razas plinianas del lejano Oriente al Nuevo Mundo a través de este marco teórico. El Descubrimiento es para los europeos, guardadas las proporciones, como la llegada de Cook para los hawaianos. Más aún, nuestra investigación sobre la genealogía de los Patagones se ve fuertemente enriquecida al insertarla en esta corriente de pensamiento teórico. Notemos entonces que en el estudio de los imaginarios se hace necesario un trabajo de “alquimia” transdisciplinaria y principalmente de fundición de antropología e historia. Fijémonos en el desenlace de nuestro episodio:

371 Ibid., p. 9. 372 Ibid., p. 121.

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La muerte de Cook a manos de los hawaianos sólo unas semanas después, podría describirse como una secuela ritual: la metáfora histórica de una realidad mítica. Los mitos no eran sólo hawaianos. Estaba también el folklore británico complementario, caracterizado por el biógrafo de Cook, J.C. Beaglehole, como “la búsqueda inglesa de un Rey”. Un domingo temprano por la mañana, el 14 de febrero de 1770, el capitán Cook bajó a tierra con una partida de marineros para tomar al rey hawaiano Kalaniopu´u como rehén hasta que le devolviesen el bote del Discovery, robado la noche anterior en una audaz maniobra; de lo cual, sin embargo, el viejo y amistoso gobernante era inocente. En el momento decisivo, Cook y Kalaniopu´u, el Dios y el Rey, se enfrentarán como adversarios cósmicos. Permítaseme una lectura antropológica de los textos históricos. Pues en todas las confusas narraciones tolstoianas de la refriega –entre las cuales el prudente Beaglehole se niega a veces a elegir- la única certidumbre recurrente es una estructura dramática con las propiedades de una transformación ritual. En el trayecto hacia el interior de la isla para encontrar al rey y desde allí hacia el mar con su rehén real, Cook sufre una metamorfosis: de ser de veneración a objeto de hostilidad. Cuando bajó a tierra, la gente común se dispersó como de costumbre ante su presencia y se prosternó con la cara contra el suelo; pero al final, él mismo fue precipitado con la cara contra el agua por el arma de un jefe, un puñal de hierro comercial, siendo arrollado por una multitud triunfante, que parecía querer aumentar sus propios honores por la parte que pudiera reclamar de su muerte: “arrebatándose los puñales unos a los otros”, dice el informe del señor Burney “en la ansiedad por participar en su matanza” (Diario:14 de febrero de1779). En la inversión ritual final, el cuerpo de Cook sería ofrecido en sacrificio por el rey hawaiano373.

Interesante condensación la que encontramos entre un tiempo mítico y un tiempo histórico ¿No es ésta finalmente la esencia de los imaginarios? En la transfiguración de Cook en un dios hawaiano y en el desenlace fatal del episodio encontramos de manera radical, concentrada, el alcance real de la fuerza de los imaginarios. Se trata en este caso de una “metáfora histórica de una realidad mítica”, como explica Shalins. Para lo que nos interesa ahora, es decir la cadena imaginaria que enlaza en el Descubrimiento a monstruos y salvajes, o más concretamente, el giro de imágenes que identifica a gigantes y Patagones a través del viaje de Pigafetta, podríamos invertir la fórmula. Estaríamos entonces hablando de una “metáfora mítica de una realidad histórica”, donde el mito pertenece a la tradición de los gigantes, la realidad histórica al primer viaje alrededor del mundo y el conjunto a la cristalización puntual de un imaginario. Teniendo ésto en cuenta, tratemos de concluir con una reflexión precisa sobre la “estructura de la coyuntura” que hace nacer al Patagón como gigante. Nuevo Mundo Una de las tesis que Jaime Humberto Borja desarrolla a lo largo de su ensayo Los Indios Medievales de Fray Pedro de Aguado, es la de que las crónicas de la Conquista se sitúan en la frontera entre la descripción moderna del Otro y la tradición medieval de relatos de viajes:

Los significados de las narraciones de la conquista, y específicamente la aguadiana, son más claros cuando se leen en relación con los primeros intentos de elaborar una hermenéutica del otro, contenida en los relatos de viajeros. El mundo se leía desde las normas del “acá-europeo” enfrentado al “allá-otro” americano, que tuvo su inicio en el allá-asiático. Los viajeros dejan ver el impacto que causó la aparición del fenómeno de la intersubjetividad, lo que conllevó un largo proceso de acercamiento para comprenderlo. Este conocimiento obligó a que se buscaran nuevas justificaciones a la realidad medieval, ante la sorpresiva aparición de una tierra que rompía principios doctrinales del cristianismo

373 Ibid., p. 106.

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y que presionaba la aparición de nuevas representaciones de mundo. La lenta construcción del Otro inauguraba los primeros matices de la modernidad y fundía parámetros medievales con las interpretaciones de una conciencia emergente374.

En este contexto, el Nuevo Mundo se posiciona como una lejanía que contiene lo maravilloso. Lugar privilegiado para una habitación de los monstruos, después del Descubrimiento, América se realiza como el lugar de lo desconocido, de lo misterioso, de lo que no tiene forma. La tradición de los relatos de viajes del medioevo, desde este momento, se concatena con una nueva forma de relatar como son las Crónicas de Indias. En los dos casos, la utilización de un acervo cultural autóctono, de una red conceptual propia y de un juego de retórica particular caracteriza la descripción. No podemos decir que el relato del viaje alrededor del mundo de Pigafetta sea una crónica de Indias en cuanto se trata de un diario de navegación. Pero tiene, aparte de su estructura, muchas de las características del relato de viaje medieval. A modo de comparación, citemos un ejemplo de la Edad Media tomado del viaje del franciscano Plana Carpini en tierras mongolas:

A partir de ahí llegaron a un país cercano al mar donde se encontraron monstruos que por todos lados recordaban la forma de un humano, a excepción que sus pies eran como las patas de un buey y que tenían cabeza de hombre pero caras de perro. Ellos hablaban, parecía ser, dos palabras como hombre, pero la tercera ladraban como perros [...]. Viajando a través de varios lugares desiertos encontraron monstruos con forma humana que tenían solamente un brazo y una mano que les crecía del pecho y solamente un pie [...]. Ellos corrían con un solo pie a través de pequeños brincos impetuosos y cuando se cansaban de correr de tal manera lo hacía con su mano y con su pie, dándose la vuelta como en un círculo375.

¡Qué elocuente es para nosotros este pasaje! Los Patagones, como estos monstruos descritos por Carpini, están marcados en los pies, tienen voces impresionantes y se asemejan en muchas ocasiones a perros en esto que ladran y tienen hocicos. Pareciera entonces que llegamos de nuevo, con Duvernay y con Borja, a una conclusión que cierra el círculo del mito de los gigantes, en el caso preciso de los Patagones, con una evidencia deslumbrante: los relatos de viajeros hacia las tierras habitadas por monstruos “contribuyeron a forjar las primeras imágenes del Otro, que influyeron en los siguientes siglos de zozobra frente a la nueva realidad. Una tradición que justificó la existencia de habitantes en otras latitudes y que preparó a Europa para el encuentro con América”376. “El azar habiendo hecho que los Patagones residieran en una región fuertemente investida por los imaginarios de los siglos anteriores, estos se encontraron designados de antemano para el rol que les esperaba. Prestando su alta silueta al servicio de creencias que desde los Griegos y durante la Edad Media circularon sobre los pueblos Antípodas, los Patagones contribuyeron, en el espíritu de los navegantes, a desplazar las fronteras de la alteridad”377. Conforme fueron pasando los años, una visión del Nuevo Mundo, más despejada del lastre de los imaginarios medievales y antiguos, tomó el timón; se substituyó entonces a la fuerza del mito de los gigantes de la Patagonia una versión más “naturalista” de aquellos lejanos parajes. En 1764, John Byron atestigua la existencia de los gigantes pero los despoja de sus principales características fantásticas: “Noté que tenían consigo un gran número de perros, de los que se servían, según pienso, para la caza de animales montaraces, que forman gran parte de su 374 BORJA, Jaime Humberto, Los Indios medievales de Fray Pedro de Aguado, Bogotá, Javegraf, 2002, p. 30 375 Ibid., p. 37. 376 Ibid., p. 39. 377 BOLENS-DUVERNAY, Jacqueline, p. 169 (traducción mía).

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subsistencia. Sus caballos son muy chicos y estaban en bastante mal estado, pero eran muy veloces en la carrera”378. De repente, estos habitantes de las Antípodas ya no son veloces sino que tienen unos caballos muy rápidos y no tienen rasgos caninos sino que están acompañados de perros. En cuanto a su voz, ninguna referencia. Deconstrucción entonces que separa el hombre de sus rasgos animales y fantásticos. Este proceso de desmitificación se apoya en un recorrido paralelo: la crecida de una corriente científica preocupada por hacer mediciones antropométricas precisas. “Popular interest in Patagonian giants waned as scientific reports began to appear”379. En este contexto, la tabla de Alcides de Obrigny es elocuente en cuanto al propósito de desmentir la creencia en una raza de gigantes –figura 5-. El trabajo de este investigador en su obra sobre “El Hombre Americano” de 1839 es representativo a la vez del inicio de una tradición etnográfica que busca clasificar al hombre y su cultura objetivamente y de la muerte definitiva del mito de los gigantes Patagones. Otro ejemplo interesante, en su “Suplément sur le voyage de Bougainville”, Diderot hace referencia a los gigantes pero sólo para desmentir su veracidad. En efecto, el interés de este pensador en el siglo XVIII es otro muy diferente al de Pigafetta en el siglo XVI. Mientras que el primero utiliza los referentes del Nuevo Mundo para hacer una crítica de su sociedad -movimiento de alejamiento-, el segundo identifica su imaginario con las nuevas tierras -movimiento de acercamiento. Así, en el cambio estructural-coyuntural que acompaña estos movimientos de percepciones, nada más claro que la confirmación de nuestra idea: los imaginarios, como la historia, son instancias que se formulan y se reformulan en el juego de negociación entre cultura y acontecimiento. Tenemos entonces una intuición que nos dice que los imaginarios, a través de la historia, se mueven en planos paralelos y diversos –como vimos antes en la demarcación entre cultura mitológica y tradición carnavalesca. Pero las líneas de comunicación entre una época y la otra, o entre una tradición y sus contrapartes, no son rectas, unilineales, sino drásticamente escarpadas, llenas de fracturas, de regresiones y de saltos. El golpe que recibe Pigafetta al llegar a la Patagonia y la subsiguiente tradición pictórica, literaria y científica que le sigue por unos trescientos años, no es sino uno de los tantos parajes del viaje multifacético –diríamos casi esquizofrénico- de la imagen de los gigantes. Basta con recordar al Frankestein de Mary Shelley para constatar que con los Patagones no muere el mito universal de las figuras gigantescas. Debemos por lo tanto añadir en este punto que la propagación de los imaginarios a través de los tiempos es de naturaleza compleja, no causal, no lineal, sino más bien semejante a la de la de los flujos que circulan en las interconexiones neuronales. Por esto, queda abierto el campo a la exploración de nuevos altos y nuevos caminos en la constelación de imaginarios donde transita la figura del gigante Patagón.

378 BYRON, John, “Viaje alrededor del mundo, Hecho en 1764 y 1765 en el barco de S.M, El Delfín”, en América en los Grandes Viajes, Madrid, Aguilar, 1957, p. 300. 379 STURTERVANT, William C., “Patagonian Giants and Baroness Hyde de Neuville´s Iroquois Drawings”, en Ethnohistory, vol 27, no 4, 1980, pp. 331.

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Resúmenes / Abstracts / Palabras claves / Key words Fabio López de la Roche Presentación del dossier sobre historia de los medios de comunicación social y del periodismo en Colombia El artículo presenta el dossier especial sobre la historia de los medios de comunicación y del periodismo en Colombia de la presente edición de la Revista Historia Crítica a propósito de los cincuenta años de la inauguración de la televisión en Colombia, cumplidos el 13 de junio del 2004. Sabiendo que en nuestro país la investigación histórica sobre el medio televisivo es actualmente muy precaria, y que tal vez apenas comienza a realizarse, estimulada por la celebración de su medio siglo de existencia, con el dossier se busca contribuir a la construcción de un campo más amplio de investigación de la historia de la comunicación social y del periodismo en Colombia. De igual manera, resaltar que los estudios de la comunicación no se reducen solamente a los medios, sino que van mucho más allá de estos, a la consideración de una serie de procesos que afectan y condicionan la comunicación, relacionados con desarrollos históricos de la cultura y de la educación Centrado en el análisis de los contenidos de cada uno de los trabajos incluidos, la presentación, se convierte en el espacio propicio para resaltar los asuntos y problemas que involucraría una historia social de la comunicación y del periodismo, llamar la atención sobre ciertos ejes centrales de la reflexión y algunos posibles temas de estudio en la historia de los medios de comunicación social y del periodismo, y la necesidad de la confluencia entre investigación histórica y comunicación social cuyo resultado es la ampliación y el enriquecimiento a partir del uso de un conjunto de fuentes documentales escritas, orales, iconográficas, audiovisuales, digitales, necesarias para dar cuenta de la historia de la representación de la política y de la representación cultural de la sociedad. Palabras claves: Televisión, comunicación, periodismo, investigación social, representación cultural, identidades, fuentes. Marcela Uribe Sánchez Del cinematógrafo a la televisión educativa. El uso estatal de las tecnologías de comunicación en Colombia: 1935 – 1957 En la escasa literatura sobre la historia de la televisión en Colombia, es común encontrar la idea de que la televisión educativa y cultural fue un invento del General Rojas Pinilla, que respondía a los intereses populistas de su gobierno. Sin embargo, el interés de este artículo es mostrar como este carácter respondía más bien a la manera en que el Estado colombiano venía utilizando los “nuevos” medios masivos de comunicación desde mediados de la década de los años treinta del siglo XX. Teniendo como horizonte la primera fase del proceso de masificación en América Latina y desde una historia que tendrá como marco las relaciones entre comunicación y cultura, nos detendremos en las relaciones entre la experiencia del uso del cine en las campañas educativas estatales desde 1935, y la de los primeros años de la televisión en Colombia (1954-1957) bajo el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla. Dicha relación se articulará en torno al uso del lenguaje audiovisual como herramienta educativa en las campañas estatales que recorrieron el periodo, y que en últimas dieron forma a una tradición estatal de uso de los nuevos medios.

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Palabras claves: Medios masivos de comunicación, historia social de la comunicación, historia de la televisión en Colombia, comunicación y cultura, medios audiovisuales de comunicación, cinematografía educativa, televisión, nación, cultura, pueblo, educación. Luisa Fernanda Acosta Celebración del poder e información oficial. La producción cinematográfica informativa y comercial de los Acevedo (1940-1960) El artículo revisa las imágenes de los noticieros cinematográficos de los Hermanos Acevedo en el período 1940-1960, su recreación de la naciente experiencia moderna en sus formas industriales, las nuevas modalidades de la vida urbana, las ofertas de consumo como sutil forma de incorporación a la vida moderna pero también a la Nación, las imágenes de las elites políticas, económicas, sociales, religiosas y culturales, de sus espacios y formas de sociabilidad, así como los registros audiovisuales de las clases populares, más masivos y menos explorados en la subjetividad de sus participantes. Palabras claves: Hermanos Acevedo, noticieros cinematográficos, registros audiovisuales, producción, medios, nación, cultura. Orielly Simanca Castillo La censura católica al cine en Medellín: 1936-1955 una perspectiva de la Iglesia frente a los medios de comunicación En 1936 la Jerarquía Eclesiástica inició una campaña organizada de moralización al cine que se desplegó en todos los países católicos. Se buscó iniciar la vigilancia al cine para contrarrestar los peligros morales que el séptimo arte ocasionaba a los fieles. En Medellín (Colombia) esta campaña fue fortalecida por el gran poder y legitimidad con que contaba la Iglesia Católica en ese momento. Con la difusión de propaganda moral, la creación de la Legión de la Decencia y el Secretariado de Cine y Moralidad, la clasificación de películas y la organización de salas de cine y del cine foro católico se estructuró esta censura en Medellín entre 1936 y 1955. Palabras claves: Censura Moral, Cine, Medellín, Medios de Comunicación

María Isabel Zapata Consuelo Ospina de Fernández Cincuenta años de la televisión en Colombia: una era que termina. Un recorrido historiográfico

Este artículo tiene como objetivo presentar un balance historiográfico sobre la televisión colombiana, en el cual incluimos el análisis de textos tanto de carácter científico elaborado por expertos en la materia, como documentos productos de recuperación de la memoria individual, de autobiografías y de ensayos sobre el tema; y de autores provenientes de diversas disciplinas como filósofos, psicólogos, comunicadores, historiadores, actores, etc. Nuestro interés no es caer en el celebracionismo basado en la

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idea de “todo pasado fue mejor” o en la justificación de un presente. Pero si pensamos que cincuenta años de la creación de la televisión en Colombia, es momento propicio para recuperar la producción sobre la televisión, detectar tendencias de análisis, vacíos temáticos, y propuestas novedosas y valiosas para el estudio de la televisión en Colombia. Palabras claves: Historia de la televisión, balance historiográfico, Colombia, audiencia, estudios culturales, medios de comunicación.

Milcíades Vizcaíno La legislación de televisión en Colombia: entre el Estado y el mercado Este artículo presenta al Estado y al mercado como los dos polos del péndulo sobre el que se ha movido la televisión en Colombia durante los cincuenta años de funcionamiento. La legislación ha acompañado este proceso de tránsito de un polo a otro. De un Estado gestor y protector, participante en los procesos económicos, sociales y políticos, catalizador de intereses de los sectores sociales, se ha pasado gradualmente a un Estado facilitador e integrador de la iniciativa privada. Resulta evidente el desprendimiento de parte del Estado de compromisos con la dirección de empresas y libre de responsabilidades en materias económicas y sociales en un escenario en el cual la desregulación y la autonomía del mercado se erigen como los criterios de funcionamiento de la televisión. Esta dinámica ha resultado favorable para las empresas privadas y ha puesto en riesgo a las televisiones que se han mantenido dentro del sistema “mixto” y, sobre todo a la televisión educativa y cultural.

Palabras claves: Televisión, Colombia, legislación, Estado, mercado, regulación, desregulación, televisión pública, canales privados.

Orlando Javier Trujillo Pluralismo cultural e integración nacional en la radio y la televisión de San Andrés Isla: la configuración histórica de un campo periodístico El presente artículo recrea los principales hitos de la historia de la radio, la televisión y la conformación del campo del periodismo en San Andrés Isla (Colombia). Se elabora un recorrido por las principales emisoras radiales y canales de televisión que ha tenido la isla y se examina el papel que han jugado estos medios masivos de comunicación en la integración nacional y en la promoción de la pluralidad cultural. Palabras Claves: San Andrés Isla, historia, radio, televisión, periodismo, integración nacional, pluralismo cultural. Moisés Muníve Por el buen orden: el diario vivir en Cartagena y Mompox colonial Durante la época colonial hispana la vida en ciudad o en policía hacia referencia a la necesidad de control publico y privado por parte de las autoridades en los territorios indianos. La cuestión era convivir a son de campana, congregados en orden y alrededor o cerca de una iglesia. Igualmente el vecindario ejercía control no solo sobre sus semejantes, sino también sobre las autoridades, en defensa de la moral, la justicia y el bien común. El Fondo policía del archive General de la Nación ilustra al respecto con

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casos específicos, ya sea de violación o acatamiento de las normas y facilita la comprensión de las razones por las cuales las autoridades se afanaban por llevar a buenos términos una vida en ciudad. el buen orden era un asunto de todos los días, de la vida cotidiana, y su campo de su acción era bastante amplio.

Palabras claves: Vida cotidiana, orden, control, Mompox, Cartagena, policía, moral, justicia. John Simon Gabriel Ramjas La política exterior colombiana en relación con la formación de nuevos estados en Europa Centro-Oriental Han pasado un poco más de diez años desde cuando se produjeron los procesos de desintegración de los antiguos Estados federados de Europa Centro-Oriental (Unión Soviética, diciembre de 1991; Yugoslavia, junio 1991 – abril de 1992; y Checoslovaquia, diciembre de 1992). Estos procesos han tenido implicaciones no sólo para Europa y el Occidente, sino también para países como Colombia. De hecho, todo país ha tenido que fijar una posición respecto a los sucesos políticos ocurridos en la región, y en particular determinar su relacionamiento con los nuevos Estados surgidos. Y en efecto, durante este periodo Colombia ha venido reconociendo y estableciendo relaciones diplomáticas con esos nuevos Estados. La gestión diplomática silenciosa, realizada durante estos años, ha sido poco difundida por los medios de comunicación y centros académicos, a pesar de que constituye una de las labores más importantes adelantadas por la Cancillería en relación con Europa Centro-Oriental. Durante este periodo, Colombia reconoció y/o estableció relaciones diplomáticas con un total de 22 nuevos Estados surgidos en la región, el presente texto desarrolla una reflexión sobre cómo se ha adelantado esta gestión, e indaga sobre cuál ha sido la política del país en relación con esos nuevos Estados. Palabras claves: Relaciones internacionales, cancillerías, Europa Centro-oriental, relaciones diplomáticas. Javier Ortiz Cassiani Historia y modas intelectuales Partiendo de las críticas que el historiador Carlo M. Cipolla hace a ciertas tendencias historiográficas en el sugestivo texto Allegro ma non troppo, el artículo expone puntos de vista alrededor de las nuevas formas de hacer historia, fundamentadas en el giro lingüístico, el giro crítico y la influencia posmoderna, que colocan en tela de juicio el papel del historiador como reconstructor de la realidad. Palabras claves: giro crítico, giro lingüístico, econometría, lógica social del texto, posmodernidad, microhistoria. Gustavo Vasco Regio gigantum

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El trabajo analiza la evolución de un imaginario. Al auscultar al “gigante” como figura potente de los imaginarios de Occidente, encontramos en la genealogía de los Patagones -habitantes de la Tierra del Fuego reconocidos tras la Conquista como gigantes por varios viajeros- una continuidad interesante que se mueve de la Antigüedad a la Edad Media y de ahí a la Conquista. Más concretamente, en nuestro eje de indagación -la coyuntura del primer viaje alrededor del mundo de Pigafetta- la imagen del “gigante” se cristaliza como recurso: los gigantes de Pigafetta son una herramienta de apropiación de lo desconocido. Así, en el movimiento histórico que traslada los imaginarios occidentales al Nuevo Mundo podemos descifrar un juego de identificación que busca un fin específico: la reducción del Otro al Mismo. Ocurre entonces, en la cadena de imágenes que encadena a Europa con América, que estos seres gigantescos del Mundo Antiguo ceden su puesto a los “salvajes” del Nuevo horizonte: recordando a los primeros, los Patagones prefiguran a los segundos. ¿Pero qué podemos inferir sobre la naturaleza y evolución de los imaginarios a partir de este episodio particular? Palabras claves: Imaginarios, Patogenos, viajeros, antípodas, construcción del otro, descubrimientos

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ARIAS, Ricardo, El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad (1850-2000), Bogotá, UNIANDES/ICANH, 2003, 382p. Renán Silva ♣ El libro de Ricardo Arias sobre el episcopado colombiano –a su manera una contribución tanto a una historia de la Iglesia católica en Colombia, como a la historia política del país- resulta un libro útil y necesario, sobre todo si se tiene en cuenta la escasa investigación histórica sobre el tema en el país y la importancia de la religión e Iglesia católicas a lo largo de la historia de nuestra sociedad, un hecho que este libro examina al margen de toda actitud polémica, por fuera de cualquier intención de defender o atacar a una institución cuya labor siempre ha sido objeto de discusiones apasionadas, casi siempre hechas desde puntos de vista militantes. Posiblemente en esto resida uno de los grandes méritos de la obra, o su más grande mérito. Conquistar en terrenos como éste las formas mínimas de objetividad que hacen del análisis histórico algo más que comentarios partidistas apasionados, puede ser una señal más de cierto profesionalismo investigativo que se extraña en buena parte de los pocos trabajos existentes sobre la Iglesia católica en Colombia, incluso cuando éstos tienen un origen académico; como puede ser también un signo revelador de ese reciente y acelerado proceso de secularización que a partir de los años 1960 ha vivido la sociedad colombiana, según los análisis que propone el libro de Arias sobre todo en su III y IV partes. Se trata de un libro lleno de méritos, inscrito en una perspectiva estrictamente académica, que busca sencillamente describir y explicar el papel y la función de lo que Arias piensa –y hay motivos para estar de acuerdo- que constituye la “corriente principal” del catolicismo colombiano, por lo menos cuando las cosas se observan sobre todo a partir de la política y orientaciones de los obispos. Se trata de un estudio realmente detallado y bien documentado de lo que Ricardo Arias, siguiendo a Émile Poulat –una verdadera escuela en este terreno- llama “catolicismo integral e intransigente”, es decir una visión totalizante de la sociedad y del hombre “en la que la esfera de lo religioso, lejos de estar separada o aislada, determina todas las actividades…” de éste y de aquella, siendo su gran enemigo “el mundo laico o secular, aquel que precisamente el liberalismo quiere poner en marcha”. El objetivo principal resulta ser pues el de “hacer un seguimiento del enfrentamiento entre estas dos cosmovisiones, desde sus inicios, a mediados del siglo XX, hasta la actualidad”; además de probar en el análisis del caso colombiano el “modelo francés” del catolicismo integral propuesto por Poulat, objetivo este que parece más bien permanecer aplazado, o ser completamente implícito, ya que ni el libro está inscrito en una perspectiva comparativa –una mínima actitud comparativa siempre será deseable en los trabajos de historia- ni las conclusiones del trabajo vuelven sobre el mencionado objetivo. En cualquier caso, una primera lectura del libro deja la impresión de que el texto supera los defectos conocidos de los trabajos en este campo y que en adelante será una referencia importante con la que habrá que contar, sobre todo en lo que tiene que tiene que ver con el relato que aporta –los hechos, las fechas, las actuaciones, las declaraciones-, aunque, desde luego, la interpretación general que el libro propone siempre será objeto de discusión. Sin tener mayores conocimientos sobre la historia de la Iglesia católica en Colombia (ni en ninguna parte), pero reconociendo que se trata de un campo significativo de estudios y una puerta de entrada especialmente reveladora para el análisis de la sociedad colombiana, me voy a atrever a presentar algunas observaciones críticas sobre este documentado libro, dejando de lado,

♣ Sociólogo e historiador, profesor del Departamento de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle.

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por razones de espacio, todos los méritos particulares que tiene el libro, todos ellos inscritos y dependiendo de lo que ya mencioné como su mérito mayor: una actitud nueva para encarar el problema de la historia de la Iglesia. Desde luego que ninguna de estas observaciones pone en tela de juicio la importancia del libro de Ricardo Arias, por lo demás presentado en una cuidada edición, con muy pocas erratas, con excelente portada y contraportada y en general escrito de manera clara y sobria (tal vez el corrector de pruebas hubiera podido “censurar” la fastidiosa expresión “en el interior de” que se repite a todo lo largo del libro). Como lo señala Ricardo Arias en la propia “Introducción” de su libro, no se trata de una historia general de la Iglesia católica, sino de un análisis del papel jugado por el episcopado colombiano”, lo que, “en últimas”, piensa Arias, no deja de ser un recurso válido, dada la magnitud del tema (“la Iglesia en Colombia”) y el número escaso de trabajos en los que un investigador pudiera apoyarse. Por lo demás, un estudio del episcopado resulta esencial para conocer las “políticas de la Iglesia”, pues son los obispos los que “en últimas” -¡esa siempre será una mala expresión!- toman las decisiones, definen las posiciones oficiales y fijan las orientaciones. Y el objeto se recorta aun más, pues dentro del episcopado, el análisis recae principalmente sobre “el modelo intransigente e integral, predominante a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana”. Dos observaciones al respecto. La primera: no estoy muy convencido que el autor haya respetado siempre las consecuencias que impone su reducción del objeto (un estudio del episcopado colombiano en un periodo determinado) y me parece que en muchas páginas el autor rompe con la lógica de las atribuciones posibles, y de los obispos nos deslizamos al “clero”, a la “institución eclesiástica”, al catolicismo colombiano, etc. Desde luego que en ocasiones esas atribuciones parecen plausibles, pero creo que en demasiados casos no. Cada lector juzgará. Pero por ejemplo, en la frase que cité en el párrafo anterior, por lo menos la tentación de exceder las reglas es clara, pues allí Arias afirma, primero, que hay un “modelo” –lo que el libro no demuestra, a no ser que modelo sea una “tendencia”, una “actitud”, una “política”, una “mentalidad”, una “cosmovisión”, etc.-; y, segundo, que ese modelo ha sido “predominante, a lo largo de toda la historia de la Iglesia católica colombiana”, frase con la que Arias va mucho más allá del propio periodo de tiempo que está inscrito en el título de su libro (aunque puede ser que el autor considere posible la existencia de una ruptura radical entre la Iglesia y el obispado católicos de la sociedad colonial y la institución y burocracia que estudió para un periodo determinado de la historia del país, una idea muy difícil de sostener, y que tal vez explicaría por qué en el libro no hay una sola mención de la Iglesia en la sociedad colonial). Ese problema de la definición misma del objeto de estudio, del universo de estudio –y por este camino de la definición de las fuentes adecuadas para el trabajo- me parece que se vuelve más agudo a medida que transcurre el relato que el autor nos ofrece, pues, al contrario de lo que uno pensaría, sobre la base de la definición del objeto y de las principales fuentes utilizadas, el estudio se desplaza del episcopado a consideraciones muy amplias, sobre esa “otra cosmovisión” –aceptemos que lo sea- que se enfrenta a lo largo de su texto con el “integrismo” católico. Como Arias lo señala, se trata del estudio de la “naturaleza de ese conflicto” –objetivos, estrategias, evoluciones del proceso-, y del análisis de cada uno de los bandos. Si es así, el texto construye, y creemos que lo hace bien, uno de los polos de la oposición, pero no parece claro que lo mismo ocurra con el otro polo, al que Arias llama “laicidad” (dejemos por ahora la palabra en paz), y que a veces parece coincidir con los gobiernos liberales, a veces con el partido liberal, a veces con fuerzas parlamentarias, a veces con grupos de intelectuales, etc., y a veces, para decirlo de manera precisa, con una sustancia metafísica, cuyos soportes materiales, redes sociales, formas de expresión, programas doctrinarios, maneras de sociabilidad no resultan claras, apenas

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reflexionadas a partir de unas fuentes que no resultan suficientes –aunque sí lo son para el catolicismo integrista- o analizadas a partir de la propia imagen que de su “contrario” produce el episcopado y sus representantes más conservadores (el “polo integrista”). En mi opinión ésta será una ambigüedad que rondará todo el trabajo, incluidas sus páginas finales y sus conclusiones, pues el texto, por las preguntas que introduce e intenta a veces contestar –situadas lejos de su objeto inicial-, va profundizando una ambigüedad que se me ocurre presente desde el comienzo, y que de haber sido superada le hubiera evitado al libro un cierto número de páginas y le hubiera permitido profundizaciones mayores en lo que constituye su objeto central, que no es ni el proceso de secularización, ni el de modernización, ni el liberalismo en Colombia, ni la Violencia, ni los recientes procesos de paz, etc. Es por eso que una de las hipótesis más sugerentes que el libro plantea se ve afectada cuando se trata de colocarla en relación con el régimen de su propia prueba. Según Arias, en la visión convencional del problema, “los proyectos laicos se han visto obstaculizados [en el país] principalmente por la férrea oposición de los defensores del orden cristiano”, dejando de lado el hecho de que “los promotores de la laicidad nunca han dado muestras efectivas de sus convicciones laicas, ni como hombres políticos ni como ciudadanos”. Creo que se trata de una idea correcta, pero su demostración no aparece a lo largo del trabajo, con mucho se ofrecen algunos pocos ejemplos más bien impresionistas e inorgánicos, pues la “configuración laica” –que según se nos advirtió es una verdadera “cosmovisión”- nunca aparece determinada con claridad en el trabajo, por lo que lo máximo que se nos dirá, y esto de manera reiterada, es que la explicación de la debilidad de los proyectos laicos tiene que ver con la “falta de convicción que exhibieron los liberales cuando quisieron desarrollar un Estado laico” (p. 118), un aserto que en el contexto citado se aplica a la República Liberal, pero que luego se generaliza como explicación. Ahora bien, la explicación de un fenómeno de tanta entidad por la “falta de convicción” de los actores políticos que encarnan una posición resulta difícil de aceptar, y si es así –y puede serlo- se trata de un hecho que más bien habría que explicar (antes que convertirlo en la explicación). Desde luego que todo objeto de investigación se construye como objeto de relaciones. No hay una historia del “integrismo” que pueda dejar de referirse al avance de los fenómenos de secularización que se le oponen y redefinen el cuadro de sus opciones. Pero las relaciones deben ser soportadas sobre un eje particular preciso y amarradas a un grupo de fuentes que hagan posible el estudio de las dimensiones seleccionadas. El título y subtítulo del libro (“El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad…”) hubiera sido en verdad respetado, si la oposición propuesta estuviera considerada en el marco e interior mismos del episcopado, para lo cual las fuentes seleccionadas ofrecían una excelente oportunidad. Así por ejemplo, al comenzar la última parte de su trabajo Arias declara que “El interrogante central en torno al cual gira esta última parte busca determinar si existe un contexto favorable para el desarrollo de la laicidad” (p. 298), pregunta que el libro hubiera podido profundizar, si el interrogante se limitara a la Iglesia y aun mucho mejor, al episcopado, pero que, como es apenas natural, queda sin respuesta cuando se superan los límites que el objeto y las fuentes determinan. El objeto pues se abre al avanzar cada uno de los capítulos, mientras se van introduciendo de manera repetida preguntas que no se pueden contestar o sobre las cuales se improvisan las respuestas, sobre todo en los casos (tan frecuentes) en que los historiadores no sabemos mucho del tema y acudimos a generalidades sociológicas del tipo “El crecimiento de la población urbana debilita la influencia de la Iglesia…” (p. 193), una frase que, como se sabe, por su carácter general y aproximado, más o menos permite salir del paso sobre temas de la historia reciente del país que no conocemos bien. Desde luego que razonablemente se puede pensar, por

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lo que sabemos de otras sociedades, que los procesos de secularización y de modernización han resultado ser en ocasiones fuente de descomposición de muchas de las formas de autoridad tradicional, y por esa vía de redefinición de las relaciones entre lo sacro y lo profano, lo que cambia el marco general de las relaciones entre la Iglesia y la sociedad. Pero el conocimiento histórico concreto no se puede suplir, ante la falta de estudios –sobre todo regionales- por generalidades sociológicas aproximadas: ni el control natal, ni el aumento del número de divorcios, ni la reducción del número de hijos, ni el avance de la escuela pública, etc., son de por sí elementos destinados a modificar la relación de una sociedad con sus instituciones eclesiásticas. La segunda observación que quisiera presentar tiene que ver con las definiciones sobre qué es el episcopado, ya que se trata de un estudio histórico que tiene, y esto desde su título, precisamente al episcopado como referencia central. Produce extrañeza, tratándose sobre todo de una erudita tesis doctoral francesa, que el libro no incluya una sola línea explicativa respecto de qué es lo que se llama el “episcopado” (a no ser, lo que no creo, que la definición sea puramente nominal: “Conjunto de obispos de una nación o del orbe católico”, dice el DRAE). El problema es importante y su consideración no puede ser suplida por algunos esbozos biográficos aislados o por algunos elementos del perfil ideológico de dos o tres jerarcas de la Iglesia católica. El episcopado es un cuerpo, en el sentido preciso que ese término tiene en sociología. Habría que haber informado al lector, aunque fuera de manera mínima, cómo se construye y cómo funciona de manera práctica la jerarquía de la Iglesia católica, como se lucha para llegar a ella, cuáles son los sistemas de exclusión y las barreras sociales existentes para el acceso a las posiciones de mando, y cómo se articula su funcionamiento con el centro romano, ya que se trata, como lo sabemos, de una institución internacional. Pero aun más: habría que haber hecho siquiera un poco de historia cuantitativa para organizar el cuadro de la evolución interna del episcopado, para colocarlo en relación con otras dimensiones del poder en la sociedad colombiana. Hay suficientes materiales, producto del trabajo de los historiadores oficiales de la Iglesia católica, que podrían haber constituido la base de ese cuadro: orígenes sociales (familiares y regionales), niveles educativos y principales instituciones de formación, redes sociales de pertenencia y vinculaciones con la política y con los políticos, pero no menos con el poder económico (por lo demás, el propio episcopado constituye un agente económico por excelencia, posiblemente más poderoso hoy que en el siglo XIX). Esos elementos ausentes, lo que nos parece una carencia en el trabajo de Ricardo Arias, tiene efectos sociológicos importantes sobre su trabajo, pues no hay la menor posibilidad de localizar al episcopado ni en sus relaciones concretas con lo que en algunas ocasiones el autor llama “el bajo clero”, ni con las fuerzas dominantes de la sociedad, más allá de lo ya conocido sobre sus relaciones con el partido conservador, aspecto que de todas maneras no llega a ser realmente explorado. De esta manera sobre el texto amenaza la sombra de la vieja historia de las ideas, ya que la Iglesia católica representaría ante todo un proyecto que cobra su fuerza a partir de las creencias y de las convicciones, tal como ellas aparecen concretadas en los documentos que el historiador seleccionó y cita ampliamente en su trabajo. Pero la Iglesia católica es un cuerpo, un conjunto de intereses particulares, un proyecto con bases sociales y formas institucionales reales que se transfiguran en formas idealizadas –no por ello menos efectivas, ni simples “superestructuras”-, y que cuenta con un gran centro coordinador de políticas y decisiones –el episcopado-. Como en el caso de cualquier otro “actor social”, y se trata de uno de los más poderosos en la sociedad colombiana, el análisis histórico no puede dejar de vincularlo con los proyectos de orden en la sociedad, con una valoración de las tradiciones y cultura de esa sociedad, con el “Estado internacional” que fija buena parte de sus orientaciones, pero no menos con un conjunto de intereses materiales que habría que tratar de fijar con precisión –con cuidado

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y sin esquematismos-, pues es difícil pensar que todo se juegue en el nivel de la doctrina o en la defensa de la tradición. Por lo demás, su sistema de relaciones con los intelectuales católicos debería haber sido explorado aunque fuera de manera mínima, pues hay episodios claves del “integrismo católico” que sin ese recurso no se pueden comprender (pienso por ejemplo en la disputa de finales de los años sesenta y primeros años del setenta en torno al control de la natalidad, en donde el grupo de católicos laicos encabezado por el psiquiatra Hernán Vergara (el autor de El complejo de layo) actuó como el principal representante público de la posición de la Iglesia, pues a curas y a obispos se les objetaba su ignorancia práctica en materias de familia y de hijos (lo que no es estrictamente cierto). Dos observaciones más para concluir. La primera: el libro de Ricardo Arias es un libro cuidadoso en el análisis y un libro que se esfuerza por introducir a cada momento matices. Es un libro medido en sus afirmaciones y busca dar cuenta de la dinámica compleja de fenómenos sobre los cuales no es posible declarar simplemente “sí o no”. El propósito de matizar es permanente y casi siempre bien logrado. Pero a veces la urgencia por rescatar la conclusión compleja que no mate el carácter de múltiples ángulos de los procesos, lleva al autor a una cierta indefinición, que puede ser tan molesta como la conclusión apresurada. Aunque esto se expresa en varias partes del libro, señalo sólo un ejemplo: “Y si bien es cierto que las jerarquías católicas colombianas han sido reacias a replantear muchas de sus posiciones, no es menos cierto que también se han transformado sustancialmente” (pp.168-169). Es difícil entender: si “han sido reacias a cambiar muchas de sus posiciones”, cómo es posible que se hayan “transformado sustancialmente”. La segunda: el libro se abre con una frase que no sólo valoriza su objeto, sino que expresa además un consenso razonable de sociólogos e historiadores: “La Iglesia católica colombiana ha ocupado un lugar de primer plano en la historia del país” (p. 17). Pero la afirmación sigue siendo demasiado general. Un mérito más del libro de Arias es el de llamar la atención sobre el programa de investigaciones básicas que habría que desarrollar para sustentar por lo menos una afirmación como la citada. Esto no niega lo razonable de la formulación. En todos los periodos de la historia nacional observadores de la más distinta índole han mencionado y a veces muy bien documentado esa observación. Los historiadores de la política y los de la violencia lo han señalado y en ocasiones lo han probado. Pero hay que ir mucho más allá, pues muchos de los trabajos sobre la historia de la Iglesia católica hacen suyo en silencio un supuesto que tendría primero que demostrarse: que la Iglesia católica “copó” la sociedad, que el trabajo de la Iglesia sobre las estructuras sociales y culturales es una realización cumplida. Ese es el supuesto que está casi siempre detrás de los análisis que achacan a la reciente secularización y modernización del país el declive de la Iglesia desde comienzos de los años sesenta. Me parece que se puede sostener, sin contradicción alguna, que efectivamente tal proceso de toma de distancia frente a las orientaciones de la Iglesia católica se ha venido presentando entre nosotros (de hecho las prácticas masivas de control natal lo demuestran: la Iglesia perdió esa batalla. La necesidad, la pobreza y un poco de propaganda hecha con el apoyo del Estado y particulares, tuvieron más fuerza que las orientaciones y rabietas de los obispos). Pero se puede preguntar también: ¿la Iglesia había “copado” la sociedad? ¿Los colombianos, por ejemplo, en todas las regiones y en todas las clases sociales se bautizaban y se casaban? Posiblemente sí en Santa Rosa de Osos, pero con menos seguridad se puede afirmar para el caso, por ejemplo, de Buenaventura y sus alrededores. Creo que en regiones como Antioquia y Boyacá el trabajo de la Iglesia católica ha sido largo, paciente y exitoso. Pero no ha ido tan bien en el Atlántico o en los Llanos Orientales. Por pobreza, por el tipo de poblamiento disperso de las sociedades campesinas, por la propaganda liberal del siglo XIX, o por las razones que sea, un grupo amplísimo de colombianos vivió ayer y vive hoy por fuera de la vida sacramental, de las prácticas piadosas y en general del modelo que recomienda oficialmente la Iglesia católica. La situación no es reciente. Todos los

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visitadores ilustrados insistieron en la segunda mitad del siglo XVIII en esas inmensas “bolsas de población” a las que llamaban “otra parte”, recordando que, como lo afirmaban los párrocos, allá las gentes vivían por fuera del “son de campana”. Los testimonios al respecto en el siglo XIX son numerosos. El proyecto civilizador de la Iglesia no ha tenido menos frenos que el de la extensión de las estructuras estatales sobre la sociedad colombiana, y se puede afirmar que en cierta manera la llamada “debilidad del Estado” –un concepto problemático- tiene como uno de sus componentes la fuga de las estructuras familiares de la tutela de la Iglesia católica, que me parece un hecho que se puede documentar en el pasado y en el presente. Por lo menos debería admitirse como posibilidad esta hipótesis, pues al asumir de manera refleja la hipótesis de la dominación completa de la religión y la Iglesia católicas sobre la sociedad –un punto presente en todos los que denuncian su exagerado poder social, no solo político, o en quienes suponen que la secularización resultó un ataque contra los “valores católicos tradicionales”-, le otorgan completo crédito a una de las representaciones que del país y de su historia la Iglesia católica y los grupos más tradicionales han impuesto: la de elemento básico de la identidad cultural de los colombianos (evitando además plantear la pregunta básica: ¿de qué maneras y con qué profundidad han sido católicos los colombianos?).

* * *

RAMÍREZ VACCA, Renzo, Formación y transformación de la cultura laboral cafetera en el siglo XX, Medellín, La Carreta Editores, 2004, 377 p. Decsi Arévalo Hernández ♠ Como lo señala el autor, la idea principal del estudio es interpretar los orígenes y transformaciones de la cultura laboral de los trabajadores del ramo cafetero, “desde una perspectiva histórica, teniendo en cuenta sus tradiciones, lo social-familiar y laboral, y los mecanismos de socialización en las estructuras agrícola-comerciales propias de esta industria” (p.15). Para cumplir con este propósito, Ramírez toma como base la evolución de la hacienda La Aurora, situada en el Líbano (Tolima), y la inscribe dentro de la dinámica nacional en la que se ha desenvuelto la actividad cafetera. Tres campos delimitan el análisis que se encuentra en el texto: la formación y evolución de los mecanismos y espacios de socialización de la hacienda cafetera, las características y la evolución de la cultura laboral según el género y la transformación socio-cultural bajo el impacto de la tecnificación. Estas directrices están en correspondencia con tres períodos: formación del biotipo hacendatario (1849-1890), consolidación del régimen (1890-1970) y tecnificación de la caficultura (1979-1989); el autor también se refiere a un cuarto período denominado etapa post-tecnológica (años noventa). Con esta forma de aproximación al tema se “pretende explicar y analizar el conjunto de circunstancias históricas que permitieron la formación y evolución empresarial y cultural de una hacienda cafetera; el por qué de los cambios laborales y culturales del trabajador y empresario cafetero local; y el papel de la familia campesina en dicho

♠ Profesora del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes.

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proceso” (p.16). En esta dirección, la familia es tomada como núcleo socio-cultural atado a la hacienda y ésta, a su vez, es vista como un núcleo socio-productivo y de disposición socio-laboral. Entre los varios aspectos sugestivos que se pueden encontrar en el libro de Renzo Ramírez quiero destacar dos: de un lado, el recurso a la larga duración en la investigación histórica y, de otro, la aproximación a un análisis interdisciplinario. Sin duda, se trata de medios necesarios para abordar el tema de la cultura, concebida por el autor, siguiendo a Daniel Vidart, como un “conjunto de capacidades, costumbres y hábitos adquiridos, que conformarían in totum una cualidad o atributo del comportamiento social humano” (p. 17). Ramírez, sustentado en Guadarrama y Pereliguin, sostiene que “la aplicación del método histórico posibilita examinar las relaciones socio-laborales como factor esencial de la cultura al incluir en el análisis al hombre como sujeto histórico concreto, que conforma las condiciones de su existencia, y que constantemente puede darnos la premisa para la comprensión de la cultura material y espiritual, práctica y teórica, universal y específica” (p. 18). Una mirada histórica que cubre desde el origen de la hacienda cafetera, su transformación en los años setenta y su crisis en los noventa permite establecer con claridad los elementos de carácter estructural que perviven a lo largo de la existencia de ese tipo de explotación productiva, así como determinar los cambios que generan la erosión del sistema. Situar el problema cafetero en términos culturales y de género establece una diferencia importante en la tradición historiográfica sobre la caficultura en Colombia, asociada a nombres reconocidos como Arango, Machado, Deas, Palacios y Jiménez, entre otros380. Estos autores abordaron el tema fundamentalmente desde la dinámica económica y algunos de ellos exploraron aspectos de la organización empresarial; los estudios, que se refieren en particular a las haciendas de Santander y Cundinamarca tenían como preocupación central el funcionamiento de la hacienda, los problemas monetarios, las formas de retención de la fuerza de trabajo y la crisis. Sobre este último punto resulta interesante el contraste con el caso de norte del Tolima analizado por Ramírez, pues allí la crisis del régimen de hacienda y la transformación de las relaciones laborales opera hacia los años sesenta y setenta, mientras que en los primeros se produjo en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX. Respecto a la interdisciplinariedad, el texto de Renzo Ramírez constituye una invitación para profundizar en las relaciones entre la sociología, la historia empresarial y la historia económica. Un punto nodal de dicha relación sería la combinación entre la racionalidad económica empresarial y los mecanismos de socialización; si bien no es el tema de la investigación que aquí se comenta, en ésta se ilustra cómo el sistema laboral dominante en el régimen de hacienda (tabloneros) sigue una lógica del tipo minimizador de costos monetarios381, al tiempo que se establecen vínculos sociales de compadrazgo 380 ARANGO, Mariano, Café e industria 1850-1930, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1977; PALACIO, Marco, El café en Colombia 1850-1970. Una historia económica, social y política, Bogotá, Planeta, 2002; DEAS, Malcolm, “Santa Bárbara. Una hacienda cundinamarquesa”, 1974; JIMÉNEZ, Michael, Struggles on an interior shore, (sf) ; MACHADO, Absalom, Café: de la aparcería al capitalismo, Bogotá, Tercer Mundo, 1988. 381 La idea de racionalidad minimizadora de costos monetarios, presentada inicialmente por Witold Kula en su Teoría económica del sistema Feudal, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 1976, fue utilizada por José Antonio Ocampo en el caso colombiano para referirse a la mentalidad empresarial hacendataria

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y paternalismo entre el propietario de la hacienda y los agregados, mecanismos que permiten sustentar y legitimar una estructura productiva de tal naturaleza. Con esta misma perspectiva se podría pensar en el muy lento cambio de la mentalidad empresarial. Las diferentes administraciones que se ocupan de la hacienda estudiada por Ramírez, aunque manifiestan un cada vez mayor conocimiento del negocio no realizan un tránsito a una organización empresarial capitalista. En el período de la transformación tecnológica, con la introducción de la variedad caturra, el nuevo empresariado se vincula a la explotación por motivaciones rentistas tales como la obtención de ganancias derivadas de la valorización del suelo, la protección frente a los avatares del mercado financiero, o aun la evasión de impuestos. Esta actitud se complementa con una tendencia a desviar los ingresos de la producción hacia el consumo suntuario, debilitando con ello la reinversión de capitales. Otro elemento interesante en el marco del análisis interdisciplinar es la participación del gobierno y del orden político en la dinámica productiva. Varias son las formas de aproximarse a esta interacción: la ausencia estatal hasta los años treinta; el inicio de la regulación del mundo laboral por parte del Estado; las modalidades de organización para defenderse de la violencia oficial en los años cuarenta y cincuenta, así como la aceptación y posterior rechazo de los grupos de defensa denominados bandoleros; la aplicación de la reforma agraria de 1961; y el otorgamiento de crédito de fomento para la reconversión tecnológica de los años setenta. Un último punto que es preciso destacar es el cambio en las redes de protección social. El sistema de hacienda basado en los tabloneros sitúa la protección en las redes primarias de solidaridad, en la cual queda inserta la actitud paternalista del hacendado, sin embargo, la violencia producirá un fuerte proceso de desarticulación de esos lazos, que se anularán finalmente con la transformación en el sistema productivo. La anterior familia tablonera deberá asumir el estatus de jornalero temporal en la nueva organización empresarial o convertirse en pequeño propietario; en cualquiera de las dos posiciones su nivel de vida quedará sujeto a los vaivenes del comercio cafetero, así durante la bonanza hubo mejoras en términos de bienestar, pero con el declive del sector la pobreza se instaló entre los miembros de este grupo de trabajadores. En esta nueva condición no surgieron mecanismos que reemplazaran los antiguos lazos de solidaridad. Podrían señalarse varios temas más, de los abordados por el autor, cuyo desarrollo se beneficia con la aproximación interdisciplinar; entre ellos es preciso resaltar la participación de la mujer en el impulso a la actividad económica, el cambio en la participación familiar dentro de los procesos productivos y el papel desempeñado por la Federación de cafeteros, entre otros.

* * * ligada a la agroexportación en Colombia y la economía mundial 1830-1910, Bogotá, Siglo XXI, 1984. En la interpretación de Kula la empresa feudal es rentable al trasladar buena parte de los costos a la economía parcelaria, si dicha empresa incluyera en su contabilidad la totalidad de los costos de la explotación no sería rentable. Desde otra perspectiva Wallerstein, en su trabajo El moderno sistema mundial, 2 volúmenes, México, Siglo XXI Editores, 1979, subraya que la estrategia productiva basada en las diversas formas de aparcería involucra una relación entre el centro y la periferia, es decir, corresponde a un modo particular de inserción de la economía doméstica a la internacional, pero también al tipo de producción, a la disponibilidad de fuerza de trabajo y a los mecanismos de control del trabajo.

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FISCHER, Thomas, SITARZ, Anneliese, Als Geschäftsmann in Kolumbien (1911-1929). Autobiographische Aufzeichnug von Hanz Sitarz, Frankfurt am Main, Vervuert Verlag, 2004, 313 p. Heinrich Kramarski ♦

“Kolumbien ist ein Land der Zukunf” “Kolumbien ist ein sehr schönes Land” (pp. 30-31).

“Colombia es una tierra de futuro”. “Colombia es una tierra muy linda”. Estas frases que el señor Ferdinand Focke le dijera a Hans Sitarz, cuando éste viajaba desde Alemania hacia Bogotá en los primeros meses de 1911, indican gran parte de la esencia de esta amena obra, que recopila las diferentes experiencias de Sitarz en Colombia a lo largo de sus 18 años de permanencia en el país. Es importante resaltar la introducción que de este libro realiza el profesor Thomas Fischer, que por más de quince años ha trabajado diferentes temas del devenir colombiano en los siglos XIX y XX382, ya que no sólo desarrolla el contenido del mismo, sino que también ubica al lector en el contexto en que vivió el autor. Hans Sitarz, fue hombre de negocios y banquero que vivió gran parte de su vida en Latinoamérica y los Estados Unidos. Sitarz nació en Viena, en 1889, realizó gran parte de su educación en Stettin (Alemania), ciudad a la que se trasladó con su familia a la edad de ocho años. Después recibió una buena formación como comerciante, y tras la muerte de su padre a los 17 años emprendió la búsqueda de oportunidades para trabajar fuera de Alemania. Finalmente, en septiembre de 1910, la Firma de Hamburgo, Ernst Pehlke, le ofreció una posición en Bogotá. La actividad principal de esta empresa era la importación de artículos alemanes, especialmente gafas y aparatos ópticos, y la exportación de café hacia Alemania desde su propia hacienda cafetera. Así mismo Ernst Pehlke se dedicaba a la cría de ganado para el mercado doméstico colombiano. Es así como un día de enero de 1911, Hans Sitarz emprende su viaje en barco desde Alemania hacia Colombia, arribando a Barranquilla el domingo 19 de marzo del mismo año, desde donde continúa su viaje hacia Bogotá.

♦ Economista, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Pontificia Universidad Javeriana y de la Facultad de Finanazas, Gobierno y Relaciones Exteriores de la Universidad Externado de Colombia 382 El profesor Fischer tiene entre otras publicaciones las siguientes: “Empresas de navegación en el río Magdalena durante el siglo XIX: dominación extranjera y lucha por el monopolio”, en DÁVILA LADRON DE GUEVARA, Carlos, Empresas y empresarios en la historia de Colombia. Siglos XIX-XX, tomo 2, Bogotá, Grupo Editorial Norma, Ediciones Uniandes, 2003; El comienzo de la construcción de los ferrocarriles colombianos y los límites de la inversión extranjera. Bogotá, 2001; “De la Guerra de los Mil Días a la pérdida de Panamá”, en SÁNCHEZ, Gonzalo, AGUILERA, Mario, Memoria de un país en Guerra. Los Mil Días 1899-1902, Bogotá, Planeta, 2001; “Antes de la separación de Panamá: La Guerra de los Mil Días, el contexto internacional y el Canal”, en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Bogotá, Nº 25, 1998; “ ‘...llegan de un medio muy diferente al nuestro, vienen a teorizar...’ Proyectos de reforma, instrucción militar y comercio de armas de la Misión Militar Suiza en Colombia (1924 - 1928)”, en Historia y Sociedad, Medellín, Nº 5, 1998; “Empresas extranjeras en el sector de oro y de plata en Colombia, 1870-1914: La Free-Standing Company como modelo aplicado por inversionistas extranjeros”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Nº 39, Banco de la República, 1995.

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Es muy interesante el testimonio de Sitarz acerca de los cambios que sufre Colombia a través de los 18 años en los cuales recorrió el país, tanto como miembro de la Firma Ernst Pehlke, como en su posterior ocupación como miembro del Banco Alemán Antioqueño. Desde su llegada fue testigo de primera mano de las múltiples dificultades que debían enfrentar los viajeros en el territorio nacional, así como de los paulatinos cambios y mejoras que sufrieron las vías de comunicación, pasando de la mula al avión, del ferrocarril al automóvil, y de las vías de herradura a las vías pavimentadas383. Otros aspectos que se pueden observar a su vez son las transformaciones que van llevándose a cabo en las diferentes ciudades que el autor visita a través de sus diferentes viajes por Colombia. De igual manera, el autor, gracias a su trabajo en el Banco Alemán Antioqueño, nos muestra cómo la situación económica y los intereses extranjeros (Alemania, Estados Unidos, Inglaterra, etc.) en el país van variando de acuerdo con las diferentes circunstancias que atraviesa Colombia. Gracias a esto el lector tiene la posibilidad de apreciar los cambios que va sufriendo el país a través de los años y cómo la percepción del autor cambia paulatinamente gracias a su relación con los diferentes hechos que lo afectan. Luego de realizar su trabajo por un tiempo en Bogotá, Sitarz se desplaza a la hacienda cafetera de propiedad de la Firma Ernst Pehlke, lugar donde permanecerá por cerca de un año. A pesar de las muchas incomodidades que debe afrontar, Sitarz se acopla muy bien a ese entorno, si se quiere bastante diferente al de Bogotá, hecho que le permitirá formarse una visión propia de sus metas y objetivos en Colombia. Después de casi tres años de relación laboral con la Firma Ernst Pehlke, Sitarz inicia su trabajo con el Banco Alemán Antioqueño384. Debido a su nueva posición, Sitarz se desplaza a Medellín385. A pesar de que el autor vivió en diferentes ciudades de Colombia, desarrolló gran admiración por la actitud de los antioqueños no solo en términos laborales, pues además respetaba su forma de actuar, su rectitud y esfuerzo, y llegó incluso a entablar amistad con personajes muy notables de Medellín. Así por ejemplo, entabló amistad con Carlos E. Restrepo, que fue presidente de Colombia de 1910 a 1914 y con el que fuese su ministro de relaciones exteriores, Juan Pablo Gómez Ochoa.

.... sowie die überwiegend angenehmen geschäftlichen und privaten Beziehungen, die ich zu der einheimischen Bevölkerung hatte, brachten es ganz natürlich mit sich, daß ich für Land und Leute im departament Antioquia eine grosse Vorliebe bekam um mich dort so wohl und zufreiden fülhte, wie noch nie zuvor in meinem Leben. Ich war auch nicht der einzige Ausländer, dem es so ging (p. 117).

383 Como dato anecdótico, Hans Sitarz hace referencia a algunos viejos alemanes que el conoció en Bogotá, los que realizaron su primer viaje a través del río Magdalena en champanes (pequeñas embarcaciones de madera), y tardaron aproximadamente tres meses en recorrer el trayecto de Barranquilla a Girardot, FISCHER, Thomas, SITARZ, Anneliese, p. 37. 384 La constitución del Banco Alemán Antioqueño se produjo en octubre de 1912, en Bremen, por iniciativa de A. Held y otros empresarios alemanes y antioqueños. Ver MEISEL ROCA, Adolfo, VILORIA DE LA HOZ, Joaquín, “Los Alemanes en el Caribe Colombiano: el Caso de Adolfo Held, 1880-1927”, en Cuadernos de Historia Económica y Empresarial, Cartagena, Banco de la República, 1999; ECHAVARRIA, Enrique, Crónicas e historia bancaria de Antioquia, Medellín, Bedout, 1946. 385 ECHAVARRIA, Enrique, “Extranjeros en Medellín”, en Progreso, Medellín, No. 38-39, 1943. GARCÍA ESTRADA, Rodrigo de J., “Extranjeros en Medellín”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Bogotá, Vol. 34, Nº 44, Banco de la República, 1997.

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Según manifestaba el propio Sitarz, “[…] sus relaciones comerciales y privadas con la gente de Antioquia lo hacían sentir una gran predilección por la tierra y los individuos del departamento, hecho que a su vez le daba gran satisfacción, sensación que nunca antes en su vida había tenido”. Impresión no sólo compartida por el autor sino por gran parte de la colonia extranjera en el departamento de Antioquia. Durante su paso por el Banco Alemán Antioqueño, Hans Sitarz ocupó diferentes cargos, y en 1922 se convierte en el Director General. Gracias a sus diferentes ocupaciones dentro del banco, tuvo la oportunidad de recorrer diferentes zonas del territorio nacional. Estuvo en Caldas, en especial en Manizales, como agente viajero del Banco. Más adelante participó, a mediados de 1920, en la apertura de la sucursal del banco en Barranquilla, lugar donde vivió por espacio de dos años, ejerciendo el cargo de gerente. Su paso por Barranquilla le permite apreciar cómo se diferencian, en su forma de ser, el costeño del antioqueño. De igual manera, tiene la oportunidad de observar las operaciones de los aviones de la empresa Scadta, primera aerolínea comercial fundada en América Latina y la segunda en el mundo, creada en 1919 en Barranquilla gracias al ingenio y al espíritu aventurero de alemanes y colombianos. Por otra parte, Sitarz debió enfrentar una aguda crisis económica en agosto de 1920, la cual dejó en una precaria situación a la sucursal del Banco en Barranquilla. Esta situación se pudo remediar gracias a la ayuda de los antioqueños y de la Lotería de Bolívar. A mediados de marzo de 1922, Sitarz deja la cuidad de Barranquilla con el propósito de dirigirse a Honda, en el Tolima, donde abrirá una nueva sucursal del Banco. A finales de 1922, regresa a Medellín para asumir el cargo como segundo director del Banco, puesto que dejará para asumir el cargo de director general ante la salida del director por problemas de salud. Después de la apertura de la sucursal de Honda, Sitarz participaría en la apertura de otras sucursales, una en Bucaramanga y otra en Bogotá, en 1923. Posteriormente abrirían otras sucursales en Armenia y Girardot (se abrió una sucursal en Cali, pero duro sólo un corto tiempo). A mediados de julio de 1925 viaja a Alemania, donde contrae matrimonio el 21 de noviembre del mismo año. Sitarz tiene dos hijos, un niño y una niña, nacidos en Medellín, donde se encontraba radicado el autor. Para 1926, la situación económica del país empieza a cambiar gracias al alza en los precios del café y a la llegada del dinero de la indemnización de Panamá por parte de los Estados Unidos. Es así como los negocios del banco empiezan a crecer gracias al periodo de prosperidad, convirtiéndose en el primer banco en Colombia en incrementar su capital en cinco millones de pesos ($ 5.000.000), el 26 de Agosto de 1927. A partir de ese momento, y a pesar de que las operaciones y negocios continuaron en ascenso, el banco enfrenta algunos problemas, principalmente con su sucursal en Bucaramanga debido a una investigación de la Superintencedia Bancaria. Es entonces que Sitarz advierte los riesgos que empezaban a manifestarse en la economía colombiana, por lo cual recomienda a los accionistas en Alemania vender las acciones a un banco americano. Sitarz resalta que esta era la mejor opción debido a la americanización de la economía colombiana. Este hecho le ocasionará ciertos roces con algunos miembros del Banco Medellín, por lo que decide retirarse del banco, el 30 de junio de 1929. Aun cuando Hans Sitarz deja el banco y sale del país, continúa su relación con Colombia, y volverá a visitar el país varias veces, principalmente con fines de negocios (poseía una droguería en Cali y era agente de la Firma Amsinck, Sonne & Co, la cual había adquirido el Ingenio Central del Tolima S.A.). La autobiografía de Hans Sitarz no sólo recoge las vivencias del autor en Colombia, sino que nos muestra historia de avances y logros del país, así como sus desaciertos e ineficiencias. Por otra parte este libro abre la puerta para estudiar más detalladamente la relación entre Colombia

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y los alemanes y a su vez para establecer el aporte que hicieran estos últimos para el avance y mejoramiento del país.