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Filo. y LingOL8(Ty2):37-43,1982. UN CASO DE RELACION LITERARIA: EMILE ZOLA y JOAQUIN GARCIA MONGE En una declaración autobiográfica Joaquín García Monge declaró con modestia que su "nave- lita" Hijas del campo se había inspirado "en las de Zola" (1). Tal confesión resulta indudable puesto que en la breve narración hay escenas e imágenes que llevan a recordar otras tantas de La Tierra, Germinal, de El Sueño e incluso de Naná. Sin des- confiar de la aseveración del autor, que conduciría naturalmente a averiguar cuáles novelas de lola le sirvieron de modelo, proponemos la noción de que García Monge se inspiró, sobre todo, en la teoría general de Zolá acerca del género que uniforma, por lo demás, todas sus obras. Tal teoría la expresó el célebre escritor francés en su ensayo" La novela experimental", aparecido en 1880. Esta fecha es tardía con respecto al desarrollo de su tesis, por- que Zola ya había afirmado lo sustancial de la mis- ma en 1868, en el prefacio a la segunda edición de su Thérése Raquin, en defensa de los ataques que concitó la aparición de esa obra un año antes. Por tener lugar en París y por la duración y difusión que tuvieron sospechamos que García Monge, a pesar de su juventud, estaba al tanto de aquellas polémicas. ¿Cuáles son, pues, las ideas centrales del en- sayo de lola? La primera y más importante esta- blece un nexo entre las ciencias experimentales y la literatura; según el autor, pronto se viviría un período de predominio de la ciencia en el mundo y por ello le parece que es hora de que la ciencia predomine también en la literatura. De este en- cuentro necesario entre ciencia y arte lola propo- ne lo que él llama "novela experimental". Aludía, claro, al ya famoso estudio de Claude Bernard, In- troducción al estudio de la medicina experimental, aparecido en 1865. Argumentando a través de sus páginas Bernard pretendía situar definitivamente la medicina en el área de las ciencias, sustrayéndola de las artes, en donde había permanecido por si- glos. El pensamiento de Bernard, pronto divulgado desde su prestigiosa posición en el Colegio de Fran- cia postulaba, en el fondo, la atractiva tesis acerca de las posibilidades de sistematizar y organizar críticamente cualquier tipo de conocimiento; es decir, de hacer científicas las observaciones que el hombre recogiera de todos los fenómenos. Curiosa- mente uno de sus primeros y más receptivos des- Juan Durán l.uzio cípulos no fue un médico, sino un escritor, un novelista: Emile lola. Su contribución a la teoría del maestro consistió en postular su validez en el terreno de las letras. Resulta claro que la primera intuición de Zola al leer el estudio de Bernard fue el hacer de sus propias obras vehículos de indaga- ción, instrumentos a través de los cuales fuese posi- ble un pleno conocimiento de lo que él denomina "la vida pasional e intelectual del hombre" (2), co- mo al escritor le era imposible examinar la parte Usica del ser humano, ah í le quedaban las pasio- nes, el intelecto, su vida interior. Desde este postu- lado el método experimental podía adecuarse a las necesidades del arte. Pero esto no era todo; el libro de Bernard, en su segunda parte, aportaba aun otra tesis central que llamó "Determinismo". No es en rigor el mismo del que hablaba otro grande de en- tonces, Hippolyte Taine, pero como en la de éste, la teoría de Claude Bernard reconocía causas que rigen y determinan la aparición de los fenómenos; su fin, como apunta Zola, "consiste en descubrir las relaciones que ligan un fenómeno cualquiera a su causa próxima o, dicho de otro modo, consiste en determinar las condiciones necesarias para que se produzca este fenómeno ... " (3) Estos son los antecedentes básicos que reseña lola de la obra de Bernard. Lo original y medular de sus reflexiones acerca de aquella lectura se centra en un par de preguntas de capital importancia para el desarrollo del género novel ístico: ¿Es posible aplicar el expe- rimento en literatura? ¿Es posible experimentar en una disciplina en la cual hasta ahora solo se ha usado de la observación? Las respuestas de lola son afirmativas y agrega "el novelista es igualmente observador y experimentador a la vez" (4). lola aspira a convertir al artista en un cientí- fico; pero para ello el novelista debe recurrir a pro- cedim ientos narrativos que le permitan dom inar ampliamente su experimento, así como el cientí- fico domina los implementos de su laboratorio. No se trata de las ideas o hipótesis que a priori van a conferirle un orden al mundo narrado, se trata de recursos internos que permitan el desdoblamiento del autor en un narrador omnisciente y reflexivo, consistente en sus juicios a lo largo del discurso que elabora. Este es el tipo de narrador que, preci- samente, distingue a la novela naturalista. Es claro

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Filo. y LingOL8(Ty2):37-43,1982.

UN CASO DE RELACION LITERARIA:EMILE ZOLA y JOAQUIN GARCIA MONGE

En una declaración autobiográfica JoaquínGarcía Monge declaró con modestia que su "nave-lita" Hijas del campo se había inspirado "en las deZola" (1). Tal confesión resulta indudable puestoque en la breve narración hay escenas e imágenesque llevan a recordar otras tantas de La Tierra,Germinal, de El Sueño e incluso de Naná. Sin des-confiar de la aseveración del autor, que conduciríanaturalmente a averiguar cuáles novelas de lola lesirvieron de modelo, proponemos la noción de queGarcía Monge se inspiró, sobre todo, en la teoríageneral de Zolá acerca del género que uniforma,por lo demás, todas sus obras. Tal teoría la expresóel célebre escritor francés en su ensayo" La novelaexperimental", aparecido en 1880. Esta fecha estardía con respecto al desarrollo de su tesis, por-que Zola ya había afirmado lo sustancial de la mis-ma en 1868, en el prefacio a la segunda edición desu Thérése Raquin, en defensa de los ataques queconcitó la aparición de esa obra un año antes. Portener lugar en París y por la duración y difusiónque tuvieron sospechamos que García Monge, apesar de su juventud, estaba al tanto de aquellaspolémicas.

¿Cuáles son, pues, las ideas centrales del en-sayo de lola? La primera y más importante esta-blece un nexo entre las ciencias experimentales yla literatura; según el autor, pronto se viviría unperíodo de predominio de la ciencia en el mundo ypor ello le parece que es hora de que la cienciapredomine también en la literatura. De este en-cuentro necesario entre ciencia y arte lola propo-ne lo que él llama "novela experimental". Aludía,claro, al ya famoso estudio de Claude Bernard, In-troducción al estudio de la medicina experimental,aparecido en 1865. Argumentando a través de suspáginas Bernard pretendía situar definitivamente lamedicina en el área de las ciencias, sustrayéndolade las artes, en donde había permanecido por si-glos. El pensamiento de Bernard, pronto divulgadodesde su prestigiosa posición en el Colegio de F ran-cia postulaba, en el fondo, la atractiva tesis acercade las posibilidades de sistematizar y organizarcríticamente cualquier tipo de conocimiento; esdecir, de hacer científicas las observaciones que elhombre recogiera de todos los fenómenos. Curiosa-mente uno de sus primeros y más receptivos des-

Juan Durán l.uzio

cípulos no fue un médico, sino un escritor, unnovelista: Emile lola. Su contribución a la teoríadel maestro consistió en postular su validez en elterreno de las letras. Resulta claro que la primeraintuición de Zola al leer el estudio de Bernard fueel hacer de sus propias obras vehículos de indaga-ción, instrumentos a través de los cuales fuese posi-ble un pleno conocimiento de lo que él denomina"la vida pasional e intelectual del hombre" (2), co-mo al escritor le era imposible examinar la parteUsica del ser humano, ah í le quedaban las pasio-nes, el intelecto, su vida interior. Desde este postu-lado el método experimental podía adecuarse a lasnecesidades del arte. Pero esto no era todo; el librode Bernard, en su segunda parte, aportaba aun otratesis central que llamó "Determinismo". No es enrigor el mismo del que hablaba otro grande de en-tonces, Hippolyte Taine, pero como en la de éste,la teoría de Claude Bernard reconocía causas querigen y determinan la aparición de los fenómenos;su fin, como apunta Zola, "consiste en descubrirlas relaciones que ligan un fenómeno cualquiera asu causa próxima o, dicho de otro modo, consisteen determinar las condiciones necesarias para quese produzca este fenómeno ... " (3) Estos son losantecedentes básicos que reseña lola de la obra deBernard. Lo original y medular de sus reflexionesacerca de aquella lectura se centra en un par depreguntas de capital importancia para el desarrollodel género novel ístico: ¿Es posible aplicar el expe-rimento en literatura? ¿Es posible experimentaren una disciplina en la cual hasta ahora solo se hausado de la observación? Las respuestas de lolason afirmativas y agrega "el novelista es igualmenteobservador y experimentador a la vez" (4).

lola aspira a convertir al artista en un cientí-fico; pero para ello el novelista debe recurrir a pro-cedim ientos narrativos que le permitan dom inarampliamente su experimento, así como el cientí-fico domina los implementos de su laboratorio. Nose trata de las ideas o hipótesis que a priori van aconferirle un orden al mundo narrado, se trata derecursos internos que permitan el desdoblamientodel autor en un narrador omnisciente y reflexivo,consistente en sus juicios a lo largo del discursoque elabora. Este es el tipo de narrador que, preci-samente, distingue a la novela naturalista. Es claro

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que en Zola, como en su discípulo costarricense,como en los naturalistas en general, la distanciaentre narrador y autor es mínima: esto lo prueba,por ejemplo, la convicción y los argumentos conque Zola defendió sus obras en el foro público. Elgrado de identidad entre la voz que organiza eldiscurso y la mano que escribe es casi absoluto.Provisionalmente afirmaremos que de igual modoocurre en el caso de García Monge. En él es aúnmás notoria la inclinación por la omnisciencia na-rrativa; las frases "no narrativas ni descriptivas"abundan en Hijas del campo, (5) y su fin es en-juiciar el desarollo de los hechos, la conducta delos personajes. El joven autor García Monge tieneconciencia de la doble imposición que significa se-guir un modelo como el que se ha propuesto, cu-yos requisitos artísticos exigen observar y juzgar.Con respecto al primero cumple dando cuenta de-talladamente de los usos, trajes, aspectos, gustos,dichos, diversiones y oficios del lugar en el cualacaecen los acontecimientos novelados. Y no lohace mal con respecto al segundo, si se le mide poraquellas palabras de Zola según las cuales el nove-lista es el juez de instrucción de los hombres y suspasiones (6). Por ello si fuese preciso calificar alnarrador naturalista con una función no literaria,ninguna mejor que la de juez. Luego de observar,el narrador está obligado a juzgar; y debe hacerlopuesto que la razón está de su parte. "La superiori-dad del narrador es siempre manifiesta y puesta enevidencia por los hechos en los términos de unsaber y un no saber" (7). A este narrador-científi-co no lo engañan las apariencias; a pesar de suaspecto el mundo y los hombres tienen una esenciainequ ívoca que es revelada por las ciencias: susjuicios son inapelables puesto que se apoyan en elmétodo científico; he aqu í más razones extratex-tuales que influyen en la organización interna de lanovela.

Otra función de sim ilar importancia que lecabe al narrador -además de juzgar- es organizarla materia de su relato, disponer adecuadamentelos documentos que configurarán el texto. Organi-zar y no inventar o imaginar; el genio de este tipode artista no reside en la invención ni en los alcan-ces de su imaginación. Inventa poco porque susmateriales proceden -o deben proceder- de la rea-lidad, de la vida tal como es; allí han sido fidedig-namente observados por el autor-narrador. Esto esparticularmente claro en Hijas del campo, parca eninvención pero rica en juicios éticos acerca de laconducta individual y social del costarricense. Esprobable, pues, desde esta perspectiva, que los

nombres y los sucesos incorporados en la novelatengan mucho de verdad. Es decir, que aquellospersonajes y acontecimientos no sean más que do-cumentos; pero documentos necesarios en el traba-jo de todo científico.

El matiz verídico del mundo novelado seconfirma por ejemplo, en el hecho que GarcíaMonge prefirió situar esta obra en un lugar que leera perfectamente conocido: su nativa Desampa-rados; también, en la circunstancia de ser él estric-tamente coetáneo de la mayoría de sus personajesnovelescos: todos jóvenes de alrededor de veinteaños.

Que el escritor sea más bien una especie decompilador que observa, clasifica y analiza se con-sidera un mérito especial de esta escuela para lacual la invención carece de todo prestigio. Es preci-so no olvidar, en este punto, que el realismo y sutendencia naturalista surgen como reacciones con-tra ese brazo apol ítico del romanticismo que sehabía desviado luego hacia el Parnaso y el sirnbolis-mo. Para la generación de Zola, crecida bajo elautoritarismo del Segundo Imperio, la idealizaciónirrestricta e imaginaria del mundo resultaba inacep-table. Por eso oponen a las abstracciones, el docu-mento; a la imaginación, la tesis. Observar no esinventar, todo consiste para el nuevo artista en a-prehender la naturaleza: "al novelista le será preci-so ver, comprender, crear. Un hecho observado lehará surgir la idea de la experiencia a realizar, osea, de la novela a escribir, a fin de alcanzar elcompleto conocimiento de una verdad" (8). Es evi-dente, otra vez, el compromiso de García Mongecon la tendencia que sigue. El desarrollo esquemá-tico de su nouvelle, la escasa diversificación de loselementos cooperan, por otra parte, en la claridaddel esquema que se propone como verídico; losque presenta más que personajes son casos; losconflictos, más que pertenecen a la tradición nove-Iística, corresponden a una naciente problemáticasocial. Con ello el narrador subraya el valor de suobservación sobre unos pocos documentos, seme-jantes y reiterados, como conviene a la confirma-ción de su tesis.

La novela se considera una forma de análisis.Para Zola, como para sus discípulos, uno de losgrandes logros de las ciencias experimentales fue elperfeccionamiento del método analítico; éste po-día liberar a las ciencias del irracionalismo y de losobrenatural; pero el análisis, sobre todo, permitíaestablecer las leyes de los fenómenos. Zola, en sufamoso ensayo, efectúa perfectamente el trasladode esos logros de la medicina a la literatura. Confía

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que no solo en química o física las leyes conducena la verdad; anuncia que "las leyes del pensamientoy de las pasiones serán formuladas a su vez" (9).Consecuente con la tesis que el maestro aplicaprácticamente en todas sus grandes novelas, el jo-ven García Monge hace de la vehemencia de laspasiones el motor central de los hechos más signi-ficativos de Hijas del campo. La caída de Casilda,por ejemplo, había comenzado mucho antes: cuan-do la pasión morbosa de un guarda precipita ladesgracia de su hermana Filomena; y es el deseo deManuel cuando termina de perderla. Igual sucedecon Piedad y Nieves: la actuación irracional de am-bos, sus pensam ientos descarriados, en un medioinapropiado, acaban con un romance que, por suorigen estaba destinado a una sana y productivaunión; más el narrador es inflexible con sus perso-najes: "pero ya era tarde para ambos jóvenes: elproblema del matrimonio, que hubiese sido en nor-males condiciones quizá realizable, había tenidouna violenta resolución, traída por caminos extra-ños, que decidieron el porvenir de los dos" (10). Eljuicio del narrador es definitivo, y esto no debesorprender por cuanto varias advertencias habíaformulado a lo largo del discurso acerca del peligrode seguir aquellos "extraños caminos". El relatoentero está dominado por la pasión, y no podía serde otro modo: nada compete más al escritor natu-ralista que ese aspecto del hombre.

Es claro como en el proceso de la escritura elnovelista se va transformando en analista y éste eraun logro muy alto para Zola, porque aproxima alescritor con el científico. Nos parece que esta apre-ciación del novelista francés define toda la misióndel autor de Hijas del campo. García Monge asumeel papel de un analista social para el cual la novelaes un medio, una herramienta. De este modo esaceptable considerar su obra más como la demos-tración de una tesis que como un ejercicio riguro-samente estético. El mismo, hombre de la campi-ña, confronta los valores rurales con los citadinosy, como Zola, se inclina por las creaturas más cer-canas a la naturaleza: pero a pesar de esa simpatíael enfrentamiento es inevitable y parejamente des-tructivo. Sin embargo, como enseñaba Emile Zola,conocer el determinismo de los fenómenos era elprimer paso para controlarlos (11). Se desprendede aquí una actitud didáctica nada ajena a los finesdel naturalismo: denunciar los más agudos malesde la sociedad.

Notable vocación la de Joaquín García Mon-ge quien a los diecinueve años toma su pluma conel propósito de indagar entre los hechos sociales

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situaciones que le parecían dignas de controlarse ycorregirse. La novela experimental no pod ía venir-le más a propósito a esta conciencia responsable;no era en esencia un novelista, sino un pedagogo.Por esa razón -tal vez- no insistió en su madurezen la narrativa ficticia; floreció, en cambio, amplia-mente en sus afanes didácticos.

Si al novelista experimental le conciernen laspasiones de los hombres, esto ocurre, además, por-que una pasión involucra a otros, en suma, a lasociedad. "El hombre no está solo: vive en unasociedad, en un medio social que modifica sin ce-sar los fenómenos. Aquí reside, sobre todo, nues-tro gran estudio, es decir, en el trabajo recíprocode la sociedad sobre el individuo y del individuosobre la sociedad" (12). "El medio social", "la ac-tividad de la sociedad" he aquí expresiones clavesde la novelística perfeccionada por el maestro fran-cés que tienen particular valor en la del joven cos-tarricense. Nuevamente podría afirmarse, porejemplo, que todos los personajes de Hijas del cam-po están determinados por la dinámica entre elhombre y su contorno; desde las muchachas cam-pesinas víctimas de los excesos permitidos en laciudad hasta los aristócratas jóvenes, libertinosque se entregan irreflexivamente a las modas licen-ciosas de Europa. El fracaso de todos los destinosindividuales que se tronchan en la obra se debe,según la conclusión final del narrador a "la prosti-tución que hoy roe todas las escalas sociales, lasleyes del país, la mala educación que dan las ma-dres a sus hijas, esa hipócrita libertad sin freno deque gozan bajo un cielo siempre de color turqu í y-en un clima tropical como éste, muy propio paraprovocar impresiones fuertes" (p. 100). Este balan-ce aparece en la última página de la novela y por sudesarrollo podemos concluir la presencia de unpostulado zolaciano que guía al narrador: "mos-trar de qué manera se comporta una pasión en unmedio social" (13). El medio social está constitui-do por clases y, en Hijas del campo, al igual que encasi toda la novel ística de Zola, los agentes corrup-tores son elementos de la burguesía que actúan encontra de la clase trabajadora. Esta división conlle-va una perspectiva ética del país: la burguesía resi-de en la ciudad; las masas trabajadoras, en el cam-po; cuando se incorporan a la vida urbana lo hacenen funciones de servicio de la clase alta: son sir-vientas o soldados. La desproporción de bienes en-tre un grupo y otro resulta de una realidad numé-

'rica: según el censo ocupacional de 1892 había enel país 22.000 jornaleros y solo 896 hacenda-dos (14).

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Como bien se observa en la novela es el tra-bajo de la clase campesina lo que permite el augede la minoría que disfruta de un tipo de vida supe-rior: "Ahora solo falta una temporada de teatropara que seamos felices" (p. 56) acota un joven ri-co de la capital. En efecto, contaba este grupo conun novísimo Teatro Nacional -hecho a imitaciónrigurosa de la Pequeña Opera de París- y con o-tros lujos que llegaban a cambio de las crecientesexportaciones de café. Pero García Monge comoEmile lola es de algún modo solidario con aque-llos que quedaban fuera de esos beneficios (15).

El capital y el trabajo comienzan a distan-ciarse notablemente, el ritmo de producción delpaís crecía con rapidez imponiendo un cambio enel modelo de explotación agraria reducido y tradi-cional; se produce así un "veloz desarollo de lariqueza pública, que tiene ya cifras altas en 1906 yalcanza su clímax en la primera administración Ji-ménez Oreamuno (1910-1914)" (16). Solley Güellaporta las siguientes cifras acerca de ese período:"la importación pasó de 61 a 76 millones y laexportación de 72 a 80 millones" (17).

La fecha de aparición de la novela es igual-mente sugestiva: en pleno umbral del presente si-glo. "El paso al siglo veinte en Costa Rica significóuna transformación profunda en todas las formasde vida del costarricense ... el siglo veinte se iniciaen el país con una econom ía fundamentalmenteagrícola, girando alrededor del café, el banano y lacaña, economía bastante bien desarrollada para laépoca que, originó cambios en el paisaje geográficodel Valle Central así como en la vida de los habi-tantes y en las obras de infraestructura. El desarro-llo y tránsito de nuestra econom ía y sociedad aformas más avanzadas de progreso material y espi-ritual, hizo también que los problemas sociales seagudizaran" (18). Este era, a grandes rasgos, elcontexto social de un joven con inquietudes litera-rias que decide probar suerte en la novela; el mode-lo del consagrado escritor francés debe haberle re-sultado entonces muy sugestivo; García Monge hacomprendido en sus lecturas de Zola que el discur-so narrativo, por el fin previo que se propon ía-confirmar una hipótesis de significación social-podía convertirse en un elemento pedagógicamen-te útil, socialmente valioso. Su preferencia por estemodelo muestra también la distancia que conscien-temente estableció entre su obra naciente y el di-fundido credo anterior del arte por el arte, que ennuestros países encontraba notorios emisarios enlos primeros modernistas.

Como se sabe, las doctrinas que lola terminade esclarecer tuvieron sus primeras expresiones enFlaubert y en los Goncourt. Allí estaban las basespara una respuesta definitiva al insolente postuladoque Théophile Gautier había escrito en el prefaciode sus Poesías, en 1832, y repetido al año siguienteen sus jóvenes Francia: '.'el arte no sirve para nada,el arte no es ni para la sociedad ni para la moral".Es bien probable que García Monge tuviese conoci-miento de las polémicas que esas palabras suscita-ron; así nos lo indica la disciplina con que asume elcredo de un arte utilitario, moral y socialmentecomprometido y el afán con que su pluma, en añosposteriores, continuó la misión pedagógica. Para-fraseando a Gautier, García Monge habría afirma-do que el arte sirve para denunciar y acaso coregirlos excesos visibles en una sociedad joven de súbitoexpuesta ante deformaciones cosmopolitas; esto seexplicita acremente a través de las reflexiones deuno de sus personajes, el joven belga: "disculpabaa Casilda porque ésta era pobre [de recibir propi-nas de su patrón] y el dinero servíale de mucho;sabía que en este mundo por la plata bailan todos.y en Costa Rica más que en cualquier parte: unode sus males salientes es el mercantilismo abyectoen las cosas sociales y poi íticas, así en las clasesbajas como en las encumbradas" (p. 35). "Los ma-les nacientes" son preocupación central del narra-dor y por lo mismo uno de los móviles de la nove-la. Conviene detenerse en este punto pues se encie-rra en él una reflexión estimable del discurso nove-lesco sobre el tiempo. Arnold Hauser afirma quelo la "juzga el presente de manera totalmente pesi-mista, pero con respecto al futuro no se siente enmodo alguno desesperanzado. Este antagonismocoincide también con su concepto científico delmundo. Es, como él mismo explica, deterministapero no fatalista: es completamente consciente delhecho que los hombres en su hacer y en su dejar dehacer dependen de las condiciones materiales de suexistencia, pero no cree que estas condiciones seaninalterables" (19). Las reflexiones de Hauser sondel todo aplicables a la situación de García Monge;también en éste la crítica del presente es dura, seapor medio del narrador o de los personajes. Apenasiniciada la obra uno de ellos exclama: "Hoy losricos dan la ley y el pueblo irremediablemente seahoga entre las redes de los usureros... iAI pasoque vamos quién sabe qué va a ser de noso-tros! "(p. 9). Estas palabras denuncian una situa-ción económ ica injusta; otras, se refieren a la edu-cación, tanto a la del Liceo, que el narrador califi-ca de "superficial" (p. 15), como a su carencia,factor que estimula la corrupción "consecuencia

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de la ignorancia en que vive el pueblo" (p. 62).Otras veces enjuicia hábitos sociales "que hacenmás estragos en el país que la tuberculosis o lafiebre" (p. 97).

Si las advertencias de lola miran hacia elpasado para prevenir el futuro a través de la críticade su presente, es porque el pueblo, el cuarto esta-do, comienza a expresarse políticamente en contradel capital inc istria', al tiempo que exige sufragiouniversal y educación para mejorar sus condicionesde vida. Emile Zola es el testigo literario por exce-lencia de ese gran cambio que se estaba operandoen la sociedad francesa. Joaquín García Monge a-testigua, igualmente, una época de crisis, de signifi-cativos cambios sociales, tales como el aceleradoincremento de la población en las villas y ciudadesdel Valle Central: "en 1890 vivían en el territorionacional 247 mil habitantes; en 1900 habían as-cendido a 303.762; en 1912 se alcanzaba ya a 400mil". Este proceso, según el historiador, "condicio-nó el nacimiento del obrero, cuya figura empieza adestacarse y a actuar ya en los primeros años delsiglo XX" (20). Puede afirmarse, pues, que el jovenGarcía Monge asiste reflexivamente a la aparicióndel cuarto estado en la sociedad costarricense, ytiene ideas que expresar al respecto, temas que dis-cutir como el grave problema de la emigración delcampo hacia las ciudades, o la falta de enseñanza,constante del discurso que encuentra explicaciónen el contexto social: "en 1892 el analfabetismoalcanzaba a 68, 58% y funcionaban 282 escuelas eimpartían enseñanza 477 maestros; en 1912 elanalfabetismo había bajado a un 30%, e impartíanenseñanza más de 900 maestros" (21). En síntesis,los problemas presentados en Hijas del campo sonlos de su contorno socio-histórico, vistos por unamente aguda y anal ítica, capaz de expresar adver-tencias constructivas. Esto confirma la buena asimi-lación de la doctrina del maestro francés por partede su discípulo costarricense. Para uno y otro loscontenidos de sus obras se tornaron ineludibles.

Dado que el fin de la novela experimental esconocer las causas de ciertos problemas sociales,no le queda al escritor más alternativa que dirigirsu mirada hacia aquellas "llagas graves que empon-zoñan la sociedad" (22). Aqu í aparece categóricala razón del tema de Hijas del campo. La perver-sión de las jóvenes campesinas llegadas a la ciudadpor medio de la prostitución, con su remanente delacras como enfermedades venéreas, alcoholismo,desintegración familiar son hechos socialmente do-lorosos ante los cuales el novelista quiere crear opi-niones. La voz del escritor es una de alerta: no

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quiere ver en su tiempo la caída de ciertos valorestradicionales puesto que en ellos están las bases deun futuro que comienza con el siglo. Tal vez esaviva preocupación puede explicar otra constanteinterna del discurso novelesco: la obsesiva menciónacerca del valor otorgado a la virginidad de la mu-jer, quien no aparece medida más que por ese rase-ro. Su caída definitiva se consuma con la entregafuera del matrimonio; Casilda, por ejemplo, alcan-za el fondo de su descenso en solo una noche:"dos meses antes Casilda estaba como fruta en elárbol: sana. Pero ... imaldita noche! ioh borrascasde la pasión! Ahora había rodado por el sue-lo" (96). La trayectoria de Piedad es idéntica,aunque más explícita su doble caída; como la otra,pierde primero sus nobles sentimientos campesi-nos: "las historias de campesinas hechas prostitu-tas en pocos meses, las expresiones toscas y malig-nas ... acabaron con los puros sentimientos de Pie-dad, la despojaron de su virginidad de corazón y lahicieron concebir muchas cosas temerarias. Ya noera la misma de antes ... " (p. 71). Pronto vendrá sufalta definitiva, cuando las pasiones imponen con-trol sobre los actos. Esta es la joven cristiana, laHija de María, que sucumbe; y es con respecto aella que aparecen en el texto las pocas menciones ala religión. Curiosa omisión de un narrador que hapuesto bajo su prisma una sociedad eminentemen-te católica; pero es preciso advertir que al natura-lismo le ha dejado ya de preocupar la cuestiónreligiosa +obsesión de los románticos. Cuando más-como observa Lukacs en lola- "aparece el as-pecto decorativo de Roma como pintoresco tras-fondo para la acción" (23). Además, es necesarioaclarar que, aparte de su fe, las mujeres según laestética naturalista no tienen un futuro moral de-masiado promisorio. No pueden redimirse a travésdel amor porque el amor es raro entre lola y discí-pulos. Cierto que hay erotismo en esta tendencia,pero solo como una vía hacia la voluptuosidad. Sila relación del hombre con la muejr había sidoconcebida por el Romanticismo como una alta eideal, para el naturalismo es lo contrario. La rela-ción amorosa, como ha dicho un crítico de Zola,representa para éste un "descenso a los infier-nos" (24).

En Hijas del campo la belleza femenina apa-rece como un señuelo para el pecado. Tal es elmodo riguroso según el cual el narrador se adscribeal canon naturalista. Ahonda en el pecado porqueel pecado le permite moralizar; era ésta otra de lasexigencias del maestro, quien afirmó: "los novelis-tas son, en realidad, moralistas experimenta-

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les" (25). Es decir, científicos capaces de detectar,observar, analizar y juzgar un hecho social. En prode tal fin se llega incluso a sacrificar las posibilida-des de un tema novelístico: primero el escritor de-be formular una tesis, aun reduciendo la acción aun esquema simple (en nuestro caso no hay másacción que el traslado del campo a la ciudad), deeste modo los personajes quedan expuestos a noser más que caricaturas antes que seres humanos;son arquetipos porque sirven así mejor a los finesque, con antelación, se les ha señalado. Esto mues-tra, por otra parte, las demandas que la tendencianaturalista imponía sobre sus seguidores. Sin em-bargo, todo lo anterior se resume prestigiosamenteal comparar esa labor con la de un científico; cien-tífico que recurre a un método cuya expresión es,finalmente, una novela.

La aplicación del método experimental al es-tudio de la naturaleza y del hombre es la esenciadel naturalismo; sin cuestionar mayormente la caJi-

(1) En una "Autobiografía comentada", dispuesta porEugenio García Carrillo, se incluye una declaracióndel autor al respecto: "En 1900 publiqué tres nove-litas: El moto (de factura perediana; bajo el ejem-plo del español, novelista, José María de Pereda).Las [sic] hijas del campo (inspirada en las de lola).Abneqacion (inspirada en Tolstoi, Resurrección).Cfr. Joaquín García Monge, El moto. Edición deEugenio García Carrillo (San José: Lehmann,1930) p. 54.

(2) Citaremos el ensayo de lola según la versión deJosé Promis Ojeda. Cfr. Emile Zola, La novela ex-perimental y Mercedes Cabello de Carbonera, Lanovela moderna. Estudio filosófico. Edición de Jo-sé Prom is Ojeda (Santiago de Chile: Nascimento,1975)p.22.

(3) Emile Zola, pp. 23-24.

(4) Emile lola, p. 28.

(5) Este concepto analítico proviene de Félix MartínezBonati, quien define así estas partes del discursonovelesco: "son opiniones, ideas propias del narra-dor; están desde el comienzo relativizadas a su per-sona; y no es imagen de mundo lo que fluye deestas frases sino imagen del narrador, pues estosjuicios generales se presentan y quedan como tales,como juicios, pensamiento, interioridad. Es la per-sonalidad del Narrador lo que se pone de manifies-to en estas frases". Félix Martínez Bonati, La es-tructura de la obra literaria (Santiago de Chile: Edi-ciones de la Universidad de Chile, 1960) p. 54.

dad estética de su esfuerzo, hay que reconocer lafidelidad del joven García Monge a tales postula-dos. 'Caben, a manera de apéndice, unas últimascuestiones: ¿Qué motivó a ese novel autor hacia laescritura de esta obra? ¿Se trata de una simpleimitación de un modelo literario-prestigioso? ¿Esen verdad un miembro del proletariado que descri-be los abusos padecidos? En verdad, no es unmiembro del proletariado puesto que su padre lecosteó una educación burguesa. Menos aún cree-mos que imitó a Emile Zola simplemente por mo-da; al contrario, era su inclinación por la cuestiónsocial, por la suerte de sus compatriotas menosfavorecidos, por el destino de su país, lo que con-frontó a este joven lum inoso con una tarea quemás tarde continuó con la devoción que hoy le hahecho justamente famoso.

Juan Durán LuzioUniversidad de Costa Rica

NOTAS

(6) Al respecto había escrito Emile Zola: "Citaré ade-más esta imagen de Claude Bernard que me ha im-presionado de manera particular: •El experimenta-dor es el juez de instrucción de la naturaleza'. No-sotros los novelistas somos asimismo los jueces deinstrucción de los hombres y de sus pasiones".P.30.

(7) La frase pertenece a C. Goic, quien ha dicho sobreel narrador de esta tendencia: "Distinguen al na-rrador naturalista, discreto o gárrulo, comentariosy disgreciones, explicaciones y sumarios de variadaextensión y de ocurrencia reiterada que proporcio-nan la motivación del acontecer o del carácter delpersonaje o hacen del escenario una expresión par-ticular del temperamento de las figuras o de éstasun producto de aquél. La capacidad del narradorcomo intérprete de la realidad es objeto de ostenta-ción sistemática. Lo es también el sentimiento deseguro saber que se apoya en el prestigio de la cien-cia y en la conciencia de haber alcanzado ésta unaetapa nueva en el desenvolvimiento del pensamien-to humano". Cedomil Goic, Historia de la novelahispanoamericana (Valparaíso: Ediciones Universi-tarias de Valparaíso, Chile: 1972) pp. 106-107.

(8) Emile Zola, p. 32. En el párrafo inmediatamente acontinuación final iza el maestro su primera partecon estas palabras: "Resumo esta primera parte re-pitiendo que los novelistas naturalistas observan yexperimentan, y que toda su tarea nace de la duda,desde donde enfrentan cara a cara las verdades malconocidas, los fenómenos no explicados, hasta queuna idea experimental despierta bruscamente un

DURAN: Un caso de relación literaria ...

día su genio y los impulsa a establecer un experi-mento para analizar y llegar a dominar los he-chos" p. 33.

(9) Emile lola, p. 36.

(10) Joaquín García Monge, Hijos del campo (San José:Editorial Costa Rica, 1981) p.85. En adelante to-das las citas de la novela inidicarán la página respec-tiva según esta edición.

(11) Al respecto hab ía escrito Zola en su célebre ensa-yo: "Si el propio Claude Bernard parte de 'verda-des restringidas y precarias de la ciencia biológica',bien se puede confesar que ~as verdades de la cien-cia del hombre son todavía más precarias y restrin-gidas. Balbuceamos; somos los recién llegados, peroesto no debe ser más que un aguijón que nos impul-se a los estudios exactos, ya que tenemos el instru-mento, el método experimental, y que nuestro ob-jetivo es muy claro: conocer el determinismo de losfenómenos y así, poder controlarlos" p. 39_

(12) Emile lola, p. 40.

(13) Emile Zola, p. 45. Agrega a continuación: "Por esohacemos una socióloga práctica y nuestra tarea a-yuda a las ciencias poi íticas y económ icas. No co-nozco, lo repito, un trabajo más noble ni una apli-cación más amplia. Dominar el bien y el mal, nor-matizar la vida, normatizar la sociedad, resolver a lalarga todos los problemas del socialismo, otorgarsobre todo bases sól idas a la justicia al resolver gra-cias a los experimentos los problemas de la crimina-lidad, ¿no es esto ser los obreros más útiles y mora-les del trabajo humano? " pp. 45-46_

(14) Cfr. Mario Samper Kutchbach, "Los productoresdirectos en el siglo del café", Revisto de Historio(Universidad Nacional, Heredia) No. 7 (1978)p. 172.

(15) Auerbach ha estud iado agudamente este sentido so-cial del naturalismo, y afirma: "El arte estilísticoha renunciado por completo al logro de efectosagradables en el sentido habitual, y se halla única-mente al servicio de la verdad ingrata, tiránica ydesconsoladora. Pero esta verdad se convierte, almismo tiempo, en llamamiento a la acción encami-nada a la reforma social. Ya no se trata, como en elcaso de los Goncourt, del encanto sensible de lofeo, sino, sin duda alguna, de la médula de los pro-blemas sociales de la época, de la lucha entre el

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capital industrial y la clase trabajadora: el principioI'art pour I'art se ha liquidado". Erich Auerbach,"Germinie Lacerteux ", Mimesis. Lo representaciónde lo realidad en lo literatura occidental (México:Fondo de Cultura Económica, 1979) p. 480.

(16) Carlos Monge Alfaro, Nuestro historio y los seguros(San José: Editorial Costa Rica, 1974) p. 81.

(17) Tomás Soley Güell, Historio económica y hacen da-ria de Costo Rico (San José: Editorial Universitaria,1949) 11, p. 76.

(18) Vladimir de la Cruz, Los luchas sociales en CostoRico. 1870-1930 (San José: Editorial Costa Rica,1980) p. 59.

(19) Arnold Hauser, Historio social de lo literatura y elarte. Noturolismo e impresionismo (Madrid, Guada-rama, 1968) 111, p. 107.

(20) Carlos Monge Alfaro, p. 81.

(21) Carlos Monge Alfaro, p. 81.

(22) Emile Zola, p. 48. Mercedes Cabello de Carboneraen su interesante ensayo "La novela moderna", apa-recido en Buenos Aires en 1892, hab ía señalado lasaristas más duras del naturalismo aclarando sus ra-zones; escribió all í la autora peruana: "Y estas in-fluencias de la pasión y el capricho hanse dejadosentir más aún en las obras literarias, y de allí hapartido el impulso que ha lanzado obras puramentede combate, con el fin de extremar los principiosde la escuela y retemplar los ánimos para la lucha:de all í que el naturalismo, aportando un riqu ísimocontingente de observación y estudio, ha pecadocon la exageración de la nota pornográfica, repug-nante y vi tanda, para mejor escandalizar a sus ene-migos; los que, más que en defensa de la moral, endefensa de sus opiniones, han dirigido toda suertede acusaciones e insultos a los escritores naturalis-tas". El ensayo completo de Cabello de Carbonerase encuentra en el tomo citado en la nota 2.

(23) Georg Lukács, Lo novela histórica (México: Era,1971) p. 297.

(24) Cfr. Chantal Bertrand Jennings, L' eras et la femmechez Zolo (París: Editions Klincksieck, 1977).

(25) Emile lola, p. 49.