Un español en el corredor de la muerte

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SOCIEDAD EL GOBIERNO INDULTA A LA MUJER QUE IMPIDIÓ QUE SU EX MARIDO MALTRATADOR VIERA A SU HIJA (PÁG. 25) SALUD MUCHOS HOMBRES BRASILEÑOS ABANDONAN A SUS PAREJAS EMBARAZADAS SI SE INFECTAN CON EL ZIKA (PÁG.26) E M 2 SOCIEDAD CIENCIA CULTURA COMUNICACIÓN EL MUNDO SÁBADO 6 DE FEBRERO DE 2016 Hace dos años que Pablo Ibar esperaba la resolución que permitiera un nuevo juicio y la anulación de su sentencia a muerte, 21 que vive en una cárcel y 15 que viste el mono naranja propio de quien está próximo a la muerte. Su esposa, Tanya Quiñones, relata a EL MUNDO la agonía de su espera TRIBUNALES UN ESPAÑOL EN EL CORREDOR DE LA MUERTE «NO SÉ CÓMO PABLO HA PODIDO AGUANTAR TANTO» M. SEGOVIA / R.YANKE BILBAO / MADRID Era hasta el jueves por la noche el úni- co español en el corredor de la muerte de una cárcel de los Estados Unidos, cuando el Tribunal Supremo de Flori- da decidió anular su sentencia y per- mitir que se celebrara un nuevo juicio. Aún tendrá que pasar entre dos sema- nas y un mes con las manos encadena- das y vestido de naranja en un lugar donde impera la soledad, porque la Fiscalía del estado de Florida –donde Ibar lleva 15 años esperando la muer- te y luchando por esquivarla– tiene la posibilidad de recurrir la anulación de su sentencia. Pero hoy, sábado, es día de visita ofi- cial en el centro penitenciario, también para quienes fueron condenados a morir, y el abrazo que Pablo recibirá y dará a su esposa, Tanya Quiñones y a su padre, Cándido Ibar, será bien dis- tinto a cualquiera de los que se hayan dado, en similares circunstancias, en los últimos 21 años. «Anoche tenía miedo de dormirme, no quería dormir, temía que al despertar nada fuera re- al». Así hablaba ayer Tanya, a la que Pablo conoció cuando ambos tenían 14 o 15 años, en una fiesta. Respondió a la llamada de teléfono de este perió- dico al instante, con la excitación que da a un cuerpo la alegría, y con un agradecimiento constante en la boca. «Sé que nunca os habéis olvidado de Pablo, como yo», dijo, en referencia a España entera. «Quiero agradecérselo a todos, sé que algún día iremos allí, al País Vasco, algún día iremos». Dice Tanya que, ahora que Pablo consiguió la certeza de vivir, si tras el nuevo jui- cio se demuestra su libertad, lo prime- ro que harán será visitar en el cemen- terio a la madre de Ibar. «Ella, que lu- chó tanto por él… Sé que para Pablo es lo más importante». La última vez que Tanya y Pablo se vieron fue el sá- bado pasado. Se les permite un beso y un abrazo al encontrarse y otro beso y otro abrazo al despedirse. Hoy el abra- zo será más intenso que de costumbre. SIGUE EN PÁGINA 24 Pablo Ibar, durante una vista celebrada en 2009. EL MUNDO

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SOCIEDAD EL GOBIERNO INDULTA A LA MUJER QUE IMPIDIÓ QUE SU EX MARIDO MALTRATADOR VIERA A SU HIJA (PÁG. 25)

SALUD MUCHOS HOMBRES BRASILEÑOS ABANDONAN A SUS PAREJAS EMBARAZADAS SI SE INFECTAN CON EL ZIKA (PÁG.26)

E M 2SOCIEDAD

CIENCIA CULTURA

COMUNICACIÓN

EL MUNDO SÁBADO 6 DE FEBRERO DE 2016

Hace dos años que Pablo Ibar esperaba la resolución que permitiera un nuevo juicio y la anulación de su sentencia a muerte, 21 que vive en una cárcel y 15 que viste el mono naranja propio de quien está próximo a la muerte. Su esposa, Tanya Quiñones, relata a EL MUNDO la agonía de su espera

TRIBUNALES UN ESPAÑOL EN EL CORREDOR DE LA MUERTE

«NO SÉ CÓMO PABLO HA PODIDO AGUANTAR TANTO»

M. SEGOVIA / R.YANKE BILBAO / MADRID Era hasta el jueves por la noche el úni-co español en el corredor de la muerte de una cárcel de los Estados Unidos, cuando el Tribunal Supremo de Flori-da decidió anular su sentencia y per-mitir que se celebrara un nuevo juicio. Aún tendrá que pasar entre dos sema-nas y un mes con las manos encadena-das y vestido de naranja en un lugar donde impera la soledad, porque la Fiscalía del estado de Florida –donde Ibar lleva 15 años esperando la muer-

te y luchando por esquivarla– tiene la posibilidad de recurrir la anulación de su sentencia.

Pero hoy, sábado, es día de visita ofi-cial en el centro penitenciario, también para quienes fueron condenados a morir, y el abrazo que Pablo recibirá y dará a su esposa, Tanya Quiñones y a su padre, Cándido Ibar, será bien dis-tinto a cualquiera de los que se hayan dado, en similares circunstancias, en los últimos 21 años. «Anoche tenía miedo de dormirme, no quería dormir,

temía que al despertar nada fuera re-al». Así hablaba ayer Tanya, a la que Pablo conoció cuando ambos tenían 14 o 15 años, en una fiesta. Respondió a la llamada de teléfono de este perió-dico al instante, con la excitación que da a un cuerpo la alegría, y con un agradecimiento constante en la boca. «Sé que nunca os habéis olvidado de Pablo, como yo», dijo, en referencia a España entera. «Quiero agradecérselo a todos, sé que algún día iremos allí, al País Vasco, algún día iremos». Dice

Tanya que, ahora que Pablo consiguió la certeza de vivir, si tras el nuevo jui-cio se demuestra su libertad, lo prime-ro que harán será visitar en el cemen-terio a la madre de Ibar. «Ella, que lu-chó tanto por él… Sé que para Pablo es lo más importante». La última vez que Tanya y Pablo se vieron fue el sá-bado pasado. Se les permite un beso y un abrazo al encontrarse y otro beso y otro abrazo al despedirse. Hoy el abra-zo será más intenso que de costumbre.

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Pablo Ibar, durante una vista celebrada en 2009. EL MUNDO

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SOCIEDAD

EL MUNDO. SÁBADO 6 DE FEBRERO DE 2016

VIENE DE PÁGINA 23 Llevan casi dos décadas casados, pe-ro nunca han vivido como matrimo-nio. Se casaron en 1999, un año an-tes de que a Pablo le condenaran a muerte. Ella nunca dudó de su ino-cencia, y decidió muy pronto que no se separaría de él, aunque fuese mentalmente. «Me siento tan orgu-llosa de ser su esposa», relataba ayer Tanya desde Estados Unidos, aún despierta, aún dormida; soñando.

Desde abril de 2014, cuando se ce-lebró la vista de apelación de la sen-tencia de Pablo ante el Tribunal Su-premo de Florida, los jueves han si-do días de nervios tanto para Pablo como para su esposa, su padre y to-dos los que les han apoyado durante las dos últimas décadas. «El espera-ba cada jueves la resolución, vivía con esa incertidumbre, pensando: será hoy, quizá sea hoy, que sea hoy...», cuenta su mujer. Casi dos años después, llegó.

Este fue el jueves en que el teléfo-no debía sonar, aunque Pablo no su-piera nada hasta el viernes a medio-día, hora estadounidense, cuando por fin su abogado, Benjamin Waxman, le pudo llamar. A su lado, aunque no pudiese hablar con él, es-taba también Tanya. «Con que Pablo sepa que estoy aquí me basta». Waxman también llamó a Andrés Krakenberger, portavoz de la Asocia-ción contra la Pena de Muerte de Pa-blo Ibar, para advertirle que la reso-lución era cuestión de horas.

Andrés había preparado sendos comunicados, uno a favor de la apelación, otro en contra. La se-gunda llamada de Waxman no tar-dó, fue para comunicarle que el Tribunal Supremo de Florida había anulado la declaración de culpabi-lidad de Pablo, su condena a muer-te, y ordenaba repetir el juicio. «Él es el típico abogado criminalista, profesional, algo frío y su tono era como el de siempre», recuerda.

Pero el suyo no podía serlo porque la apelación había prosperado y el juicio debería repetirse. «Me resultó difícil no echarme a llorar, tras tanto tiempo», dijo. Dos décadas de malas noticias que empezaban a recondu-cirse. La esperanza, subraya Kraken-berger, siempre ha estado intacta. «Después de tanto tiempo, aprendes a que no hay que ser ni optimista ni pesimista, esto es una cuestión de determinación, con las nuevas prue-bas Pablo tiene que estar libre, son

pruebas que claman al cielo». Ase-gura Andrés que lo más valioso es que, en el horizonte que les queda, «al menos ya no reman a contra-corriente». En el nuevo juicio, todo comenzará de cero y la defensa con la que se presentarán será la adecuada. A Pablo se le volverá a acusar del triple asesinato de Casi-mir Sucharski, Sharon Anderson y Marie Rodgers en agosto de 1994, pero estará mejor preparado para demostrar su inocencia.

Será su cuarto juicio. El primero,

en mayo de 1997, fue declarado nu-lo al no acordar el jurado un vere-dicto ni acreditar pruebas contun-dentes. El segundo, en enero de 1999, fue aplazado tras la detención de su abogado acusado de agredir a una mujer embarazada. El tercer juicio, el que le declaró culpable, dio comienzo en abril de 2000. Pese a no encontrase muestras de ADN de Ibar en el lugar del crimen, la ima-gen de baja calidad en un vídeo de vigilancia situado en la casa, donde se veía a un hombre que se conclu-

yó que era Ibar, se convirtieron en la principal prueba para condenarle a muerte; a él y a Seth Peñalver.

Mientras las apelaciones de Pe-ñalver prosperaron hasta lograr su libertad, la defensa de Ibar no logró el mismo resultado. No lo fue hasta el jueves. Por el camino, un rosario de vicisitudes, como la declaración de un hombre, Juan Gispert, que aseguró, tras ver un reportaje del caso por televisión, que un portorri-queño preso, William Ortiz, le con-fesó en su taller ser el autor del tri-

ple crimen. La acusación nunca fue acreditada. Por el camino, también, la mitad de la vida de Pablo encar-celado y 15 años en el corredor de la muerte. «No sé cómo lo ha he-cho», se pregunta su mujer, «no sé como ha podido aguantar tanto...», para luego responderse a sí misma: «Pablo es fuerte, siempre ha sido fuerte, incluso durante el último año». Tan fuerte que, tras muchos jueves sin noticias, Ibar era quien se dirigía a su familia para insuflar áni-mo. «Nos decía que quería que to-dos pensáramos en positivo, que to-dos pensáramos que lo íbamos a conseguir. Me he sentido tan mal por él, el último sábado lo vi prácti-camente torturado por la espera, por saber qué iba a pasar», relata.

La del jueves es una victoria im-portante, una de las pocas que han logrado en estos 21 años. Pero la fa-milia de Pablo sabe que la batalla aún no ha terminado. Lo que resta, al menos, se antoja más factible. Los Ibar saben que, en Estados Unidos, la justicia es cara; que, sin recursos económicos, gozar de una defensa profesional y justa es casi imposible. Lo han padecido en primera perso-na, con un calvario de abogados. Desde los profesionales «de oficio», incapaces de salvaguardar sus dere-chos, hasta profesionales mediocres y bufetes con nóminas elevadas pe-ro capaces de hacer que la luz em-piece a entrar en la celda de dos por tres metros de Pablo en la prisión de Raiford, en Florida.

Para la nueva fase que se abre, ne-cesitarán más dinero. Mucho más. Su primera estimación, alrededor de 900.000 dólares. En la hucha alimen-tada con apoyo institucional, social y anónima, aún restan cerca de 450.000 dólares, suficientes para se-guir batallando, pero no para culmi-nar el proceso. El entorno de Pablo tiene claro que habrá que volver a to-car puertas, impulsar iniciativas y re-clamar solidaridad para poder pagar el último tramo de la defensa.

El Ministerio de Exteriores finan-cia con 30.000 euros anuales al mo-vimiento de apoyo a Ibar. A ello se suman otros 50.000 euros que apor-ta cada año el Gobierno vasco y los cerca de 10.000 de la Diputación de Guipúzcoa, además de donativos de particulares: «Ahora sólo tenemos la mitad del dinero, pero suficiente pa-ra comenzar el camino que permita repetir el juicio», dice Andrés.

Pablo Ibar junto a su esposa, Tanya Quiñones. EL MUNDO

Al recibir la noticia de que el TS de Florida ha anulado tu conde-na a muerte y ordena un nuevo juicio, no he podido evitar retroce-der en el tiempo y re-vivir los momentos que hoy te tocan vivir. La primera sensación ha sido de enorme alegría por ti y tu familia que, al igual que la mía, siempre luchó por tu inocencia con la espe-ranza de que algún día la verdadera justicia se hiciera visible.

Si el tribunal ha tomado esa decisión es porque ha tenido en cuenta las irregularida-des que se cometieron y las ha subsanado. Sé cómo te sientes hoy, cuando después de tan-tos años dejarás atrás el mono naranja y el

ruido de las cadenas que te acompañaron en el desesperante corredor de la muer-te. Por fin tendrás la oportunidad de gritar tu inocencia y recu-

perar, aunque sea en parte, una vida que te fue robada. Desde ya, te digo que no será fácil.

A mi aún hoy me persiguen los ruidos y el silencio de mi pesadilla y todavía no he podi-do superar el odio al color naranja. Y aunque el tiempo cierra las heridas, las cicatrices per-manecen para siempre. Pero tú, como yo, que nunca perdiste la fe en Dios y en la justicia de verdad, hoy puedes dibujar una tímida sonrisa en tu rostro y empezar a creer.

Cuando todo pase y quede claro que no tu-

viste nada que ver con la acusación que te hi-cieron, cuando salgan a la luz las irregularida-des, cruzarás la puerta de la libertad y, sin echar la vista atrás, volverás a la realidad. Te repito, no será fácil, porque los fantasmas nunca se van del todo. Pero la vida, que nos llevó al límite, se encarga de compensarnos.

Me imagino los sueños y pensamientos que te vendrán a la cabeza y todo lo que querrás hacer. Tranquilo amigo, todo llegará. Cuando salgas, hazlo sin mirar atrás y ni por un segun-do pienses que volverás a ese infierno. No te lleves nada contigo, sólo tu orgullo, tu fuerza y la esperanza que no abandonaste. Jamás volverás y, aunque tengas presente todo lo su-frido, nunca olvidarás el apoyo que has recibi-do ni lo difícil que ha sido mantenerte fuerte.

Se celebrará el nuevo juicio y estarán tu

padre, tu mujer y toda tu familia en la sala. Estarán tus abogados, tus amigos y todos aquellos que te hemos seguido y apoyado desde el primer día. Te acompañarán millo-nes de personas que creen que las sentencias a muerte dictadas por tribunales de justicia no son justicia. Te veremos salir y empezar una nueva vida. Y una vez más, no será fá-cil, pero encontrarás el camino y volverás a sentirte persona. Mi mayor deseo es que nos encontremos bajo ese sol que se nos ocultó tanto tiempo y nos fundamos en un gran abrazo para dar gracias a Dios, a la Justicia y la Libertad. Y no olvides que no estarás solo, como jamás lo has estado.

Joaquín José Martínez pasó por el corredor de la muerte en una prisión estadounidense.

JOAQUÍN JOSÉ MARTÍNEZ

Carta al corredor

de la muerte