Un fresco histórico apasionante de - fec-chiapas.com.mx · ventosa, se sintió fatigado. Cerró el...

2526

Transcript of Un fresco histórico apasionante de - fec-chiapas.com.mx · ventosa, se sintió fatigado. Cerró el...

  • Un fresco histrico apasionante deEuropa de fines del siglo XVII que seenfrenta a los avances ycontroversias de la ciencia mdicade la poca. Una aventura pica enla que se dan cita el amor, la guerra,la aventura y la pluma de un autorque sabe cmo crear una poderosaintriga. Una novela histrica conmaysculas.

    1694. Francia, tras ms de treintaaos de guerra, ha ocupado elducado de Lorena. Hacia su capital,Nancy, se dirige Nicolas Duret, un

  • joven cirujano ambulante, paraencontrarse con su antiguo maestro.Pero al poco tiempo su destino darun vuelco el da en que asistiendo aun parto, en el que consigue salvaral recin nacido beb y muere lamadre, conoce a Marianne, unajoven comadrona de la cual seenamora incondicionalmente.

    Sin embargo, sus destinos se van aseparar, cuando Nicolas debeintervenir quirrgicamente algobernador francs que muere trasla operacin, y aunque no se puedaprobar su culpabilidad, el cirujano esencarcelado. Nicolas consigue huir

  • de prisin, y se alista en el ejrcitodel duque en el exilio, y en su luchacontra los otomanos tambin va adesarrollar sus habilidades mdicasatendiendo las atroces heridas en elcampo de batalla.

  • ric Marchal

    El sol bajo laseda

    ePub r1.0

  • x3l3n1o 27.04.14

  • Ttulo original: Le soleil sous la soieric Marchal, 2011Traduccin: Joan Riambau MllerIlustraciones: Luca Tarlazzi

    Editor digital: x3l3n1oePub base r1.1

  • A E.&R.,a H.&B

  • Nota

    Algunos personajes de esta novela sonimaginarios y otros reales, con suverdadero nombre o a veces bajo unoficticio, en funcin de las libertadestomadas en la adaptacin de sus vidas.

    La intriga, por su parte, es ficcin,aunque utiliza numerososacontecimientos de la historia deFrancia y del ducado de Lorena, desdelos ms conocidos hasta algunos sucesososcuros u olvidados.

  • Captulo 1

    Ducado de Lorena, enero de 1694

    La casucha le mantena al resguardocomo un abrigo de pao espaol. Ladivis, a la salida del bosque deNomeny, cuando el cielo plomizo dejcaer sobre l una tromba de copos denieve. Tirone hasta el agotamiento delas riendas de su mula, que se negaba aentrar, y se tumb con el animal frente ala chimenea, en la que solo quedaba unmanto de ceniza fra. Al despertarconstat con alivio que alguien haba

  • dejado un haz de lea seca y se apresura encender un fuego. Ya tendra ocasinal da siguiente de ir a por unas ramassecas para dejarlo tal cual lo habaencontrado. La vivienda, toda ella deadobe, estaba deshabitada. Tal vezperteneciera a una familia que habahuido cuando llegaron las tropasfrancesas. O de la hambruna, querondaba por aquellas tierras.

    Lorena no pasaba por su momentoms glorioso en aquel fin de siglo,martirizada por treinta aos de guerra yde ocupacin francesa, con un clan ducalexiliado en Austria, en campaa abiertacontra Luis XIV. Abandonados a su

  • suerte, los habitantes pagaban ungravoso tributo debido al conflicto conel alistamiento de los suyos en la miliciay los impuestos exigidos en todas lascircunscripciones para el mantenimientode las tropas.

    Nicolas se frot las manos antes deacercarlas a las generosas llamas. Temasobre todo los sabaones y las grietas,que en esa poca del ao aparecanaunque viajara siempre con las manosarrebujadas en unos mitones de lana.Eran su ms preciada herramienta, msincluso que sus lancetas y tenacillas.

    La mula tambin se habaaproximado a la fuente de calor y le

  • mostraba los costados. Nicolas habadescargado sus cosas, que caban en dossacos de lona y un maletn, y las habadepositado en el ngulo opuesto a lachimenea, junto a la puerta por la que elviento se colaba aullando a cada rfaga.Su ltimo paciente, un granjero delpueblo de Solgne, le haba dado vverespara resistir tres o cuatro das. Le habaeliminado un bulto en la base del cuellomediante un emplasto que el mdicoPierre Alliot haba aplicado con xito alhijo del duque de Lorena. Ese detallehaba tranquilizado al hombre, al igualque la perspectiva de evitar unadolorosa cauterizacin.

  • Nicolas abri su maletn y sac eltratado de Govert Bidloo. Aunque laobra estaba en latn, cosa que le impedaleerlo, las lminas de anatoma que lailustraban lo fascinaban. Haban sidocreadas por el pintor Grard deLairesse. Cada dibujo, a lpiz, aportabaun realismo pasmoso a las realizacionesdel cirujano holands. Haba compradoel libro en la feria de Metz el veranoanterior, y desde entonces no habapasado un da ni una noche sin queojeara un pasaje o contemplara undibujo para grabar en su memoria cadadetalle.

    La nica ventana de la casucha

  • permaneca cubierta por un vahoperlado de gotas de agua. Nicolas sepercat en ese instante de que no estabacerrada con tablas de madera, y eso leintrig. Aquel lugar, aunque estuvieraimpregnado de humedad, no ola a mohocomo era habitual en las estancias en lasque sola alojarse. La mula se habaacercado al vidrio y lama a lengetazosla condensacin, y el aire exhalado porsus ollares la cubra de nuevo. Cuandose detuvo y volvi a su lugar junto alfuego, Nicolas vio claramente unasombra que se deslizaba por el exterior.Alguien lo observaba. Abri la puertasin brusquedad y vio a un nio

  • harapiento que corra por el sendero. Ibadescalzo. Cuando Nicolas le grit que sedetuviera, el chiquillo redobl susesfuerzos. Al llegar a la linde delbosque se volvi, sin aliento.

    Ven aqu, no tengas miedo!El nio desapareci entre las

    sombras del sotobosque. Un aullidoreson en la profundidad de la masaverde, y otros le respondieron a su vez.Un grito animal que conoca bien.Lobos. Haba numerosas manadas, a lasque el invierno y la rabia haban vueltoagresivas. Rondaban incluso cerca delos pueblos. Nicolas titube ante laposibilidad de ir tras el nio, pero

  • finalmente dio media vuelta, persuadidode que no haba nada que temer, pues sinduda el chiquillo ya estara junto a suspadres, que deban de haber hallado unhogar en el bosque, como cientos deotros. Los franceses haban bautizadoschenapans a aquellos que se habannegado a alistarse en las tropas del rey ylos perseguan por los caminosloreneses. Los schenapans eran unapeste. Cogi la hogaza de pan msgrande que tena, la envolvi en un paolimpio y la meti en el hueco de uno delos muros exteriores, a una alturasuficiente para quedar fuera del alcancede los animales hambrientos. La cosecha

  • haba dado aquel ao trigo abundante yde calidad, y las reservas eran mscopiosas que de costumbre. Nicolaspoda beneficiarse de ello gracias a lagenerosidad de sus pacientes. Loscirujanos barberos y los cirujanosambulantes eran los nicos practicantesque pasaban por pueblos y aldeas,abandonados por los mdicos y losboticarios, que preferan ejercer enpoblaciones ms grandes.

    Tras una jornada de camino fra yventosa, se sinti fatigado. Cerr ellibro y lo dej con cuidado en elmaletn, y luego se tumb sobre unamanta en el suelo. Fuera, los copos de

  • nieve ahogaban silenciosamente losruidos nocturnos. No le gustaba dormir,no le gustaba la idea de abandonarse sindefensa a un estado en el que no era amoy seor de nada, ni siquiera de suspensamientos. Sus sueos siempreestaban habitados por pesadillas. Luchcontra el agotamiento que trataba deaduearse de l, antes de ceder ydejarse sumir en la negrura.

    La primera pesadilla lo devolvi ala realidad tres horas ms tarde. Al noconseguir disipar las imgenes que loobsesionaban, se puso el abrigo, secubri con la manta y sali. El cielo

  • estaba despejado y las estrellasresplandecan al albedo ptimo. El froera soportable y permaneci largo ratocontemplando el espectculo de lanoche, que lo calmaba y lo llenaba dealgo de certidumbre frente a la perpetuacavilacin de su mente. Cuando sedispona a entrar de nuevo, alarg lamano hacia la oquedad: el pan habadesaparecido.

    ***

    El ltigo de cuero restall en el airesobre las cabezas de los caballos. El

  • cochero refunfuaba. A uno de losanimales, por la noche, se le habainflamado el tendn de la rodillaanterior derecha. Le haba sidoimposible reemplazarlo y la yeguaralentizaba el avance del tiro. Habansalido de Metz por la maana y habanrecorrido en cuatro horas los veintiochokilmetros que los separaban de Pont--Mousson. All se haban detenido, en laposada del Point du Jour. El hombrehaba constatado con inquietud que elestado de su percherona habaempeorado, a pesar de la cataplasmaque le haba aplicado la vspera. Nohaba osado hablarle de ello a su seor,

  • el conde Charles de Montigny, que lohaba sermoneado por el retrasoacumulado a mitad de camino. A buenseguro, no tendra derecho a larecompensa habitual de dos francos quereciba tras cada viaje. El conde podamostrarse tan dispuesto al castigo comoa la generosidad. Y ese da no eracuestin de dar media vuelta ni de llegartarde a destino: Charles de Montignyacompaaba a su sobrina a casa delmarqus de Cornelli para su prximaboda. El futuro esposo haba organizadoun banquete en compaa de losprincipales notables de Nancy. Tenanque llegar antes del anochecer. Por su

  • parte, el cochero necesitabaimperiosamente ganarse su propina,pues la haba adelantado para compraral paero de la Grande-Rue una tela deseda de Italia que le encantara a suesposa. Tena que hacerse perdonar trassu ltima disputa, cuando volviborracho a su casa y le dio de palos enla cabeza y los riones; a punto estuvode quebrarle los huesos, e hizo queperdiera un diente su ltimo incisivo y le provoc unos doloresrecurrentes que la hacan incapaz deocuparse de la casa. La esposa lo habaamenazado con denunciarlo al tribunal y,si volva sin la tela, a buen seguro que

  • acabara ante el juez y tendra que pedirdisculpas pblicas.

    Bebi de un trago su jarra de vino yse puso en pie, decidido a recuperar elretraso. Los animales haban descansadoy comido hierba fresca. No todo estabaperdido.

    Menudo semblante tenis,sobrina! Parece que os lleve al suplicioy no junto a vuestro prometido! exclam el conde mientras se ajustaba lapeluca que un bandazo del carruaje lehaba hecho caer sobre la frente. Vaisa contraer matrimonio con uno de losmejores partidos del lugar, un Cornelli,

  • unido por alianza a los Visconti delMilanesado. Vamos, sonred!

    Rosa de Montigny obedeci y volvila cabeza hacia el paisaje para evitar lamirada de su tutor. Tena los rasgos finosy angelicales y la piel de una delicadezaextrema, propios de las mujeres de sufamilia.

    Es un viejo de cuarenta y cincoaos! dijo con una voz ya carente deconviccin por haber abusado de talargumento.

    Os acostumbraris, ya veris.Ahora que Nancy est en manos de losfranceses, hay que hacerse a la nuevasituacin. No creo que el duque vuelva a

  • recobrar la autoridad sobre sussbditos. Estoy obligado a cuidar devuestro futuro. Se lo promet a vuestramadre en su lecho de muerte.

    Las ruedas de la carroza pasarontorpemente sobre la raz de un rbol y elcuero de las correas cruji.

    Eso si este cochero no nos mataantes! aadi a la vez que se ajustabala peluca por segunda vez.

    Adivin los pensamientos de susobrina reflejados en su mirada.

    No presentarnos all no hara msque aplazar las cosas. Dentro de untiempo, me agradeceris que os dieravuestra felicidad.

  • Tengo fro dijo Rosa, y secubri con la piel de oso que envolvasu asiento.

    Charles le tendi la suya, y ella se lapuso sobre las piernas.

    Os agradezco que os ocupis dem, como habis hecho a lo largo detodos estos aos, to, pero la felicidades una cuestin tan personal como laropa interior, y solo puede estar enmanos de quien la lleva.

    Siempre con vuestras insolentesmofas. Mi nia, de ahora en adelantetendris que evitarlas. Hablar delibertad y de independencia no es cosade mujeres, salvo si entre las mismas

  • contis a esas aventureras de dudosavirtud.

    Conocis a alguna, to?Dios me libre, no! No frecuento a

    esa gente.En tal caso de qu las creis

    culpables?Lo sabis tan bien como yo.Ella no quiso responder. Para

    Charles de Montigny, una mujer solo erahonorable por la fortuna que podaproporcionarle una herencia o una bodaventajosa. Todas las que carecan deesas dos condiciones tenan ante ellas elfermento de una vida libertina. Ellasaba que no haba argumento alguno que

  • pudiera hacerlo cambiar de opinin ydesde haca tiempo ya no discuta con lsobre ese tema. La carroza aminor lamarcha y se situ a la izquierda paraadelantar a un hombre que tiraba de unamula cargada.

    Podis esperar una prontaviudedad aadi l tras un largosilencio.

    Parece que el marqus de Cornelliest en plena forma fsica.

    Hace un rato era un viejo respondi, malicioso.

    Tiene veintisis aos ms que yo,pero todos sus antepasados murieronhabiendo cumplido los ochenta aos. Me

  • he informado respondi ella con unaseriedad que sorprendi a su to.

    Estamos en guerra y con un pocode suerte pronto partir y oir silbar lasbalas prosigui l sin cambiar de tono. Hace diez aos fue ayudante decampo de Carlos V.

    Por qu un recin casado iba atener ganas de abandonar a su esposapara ir al campo de batalla? Tan feasoy?

    Por supuesto que no. Pero sabisser irresistible en vuestros argumentos.De vos depende convencerlo de lanecesidad de volver al campo debatalla!

  • Qu retorcido llegis a ser, to!Construyo vuestro futuro. No sois

    ms que una soadora que ha abusadode lecturas licenciosas como las de eseBayle. Otro protestante!

    Ella call. La amplitud de miras desu to se limitaba a ciertas cuestiones, yesta no era una de ellas. El fieltro rojodel habitculo acolchado estabadesgastado y en algunos lugares tanrozado que dejaba entrever la madera dela osamenta. El carruaje, comprado deocasin a la familia del preboste Lanona la muerte de este, era la viva imagende la situacin financiera de Charles deMontigny: estaba en las ltimas.

  • Fuera, el ltigo del cocherorestallaba sin cesar como una tormentasobre sus cabezas. Los dos percheronesblancos avanzaban al galope ligero.

    ***

    Nicolas abandon la casucha, no sinantes dejar all un pan y cecina, yprosigui su camino. Se detuvo enNomeny, donde se cruz con unacompaa de infantera de las tropasfrancesas, una cincuentena de hombresque dos das antes haban ocupado todaslas casas del pueblo bajo las miradas

  • desesperadas de los habitantes, que,adems de verse obligados a darlesalbergue, deban entregarles unacontribucin diaria de cinco libras. Losexcesos de los soldados en campaaeran de sobra conocidos a lo largo yancho del ducado y todo el mundo temasu presencia, sobre todo en los pueblos.El oficial al mando era un capitn queno tena una autoridad manifiesta sobresus hombres. Nicolas evit todocontacto y tom la ruta de Nancy endireccin a Ajoncourt. El camino detierra era ancho y permita que secruzaran o se adelantaran los vehculos.Sobre todo tena la ventaja de evitar los

  • senderos forestales, resbaladizos debidoal hielo y muy poco seguros por lapresencia de vagabundos.

    Tropez con un objeto que lo hizotrastabillar. Una larga correa de cuerodesgastada. Record la imagen de lacarroza que lo haba adelantado no hacamucho. Escrut los alrededores y ladistingui, a unos quinientos metros. Sele haban roto las ballestas y las correasde la suspensin. El vehculo habavolcado en un campo. La portezueladerecha estaba abierta y sealaba,vertical, cual estandarte rgido, haciauna oscura forma yaciente. Nicolas sesubi a su mula y esta arranc al trote.

  • En el momento en que llegaba juntoa la carroza, Charles de Montigny surgide la parte posterior, con la peluca enuna mano y un reloj de bolsillo en laotra. Un hilillo de sangre surcaba sucrneo calvo.

    Todo est en orden, caballero,todo est en orden. Podis ayudarnos?Todo est en orden, pero vamos conretraso!

    Su voz era entrecortada, hablabadeprisa y sus frases denotaban ciertaconfusin mental. An bajo los efectosdel impacto, erraba alrededor delcarruaje con paso mecnico.

    Hay otras personas? pregunt

  • Nicolas al comprender con alivio que loque haba tomado por un cuerpoinanimado no era ms que una piel deoso colgada de la ventanilla.

    Aqu, venid, por favor llamuna voz femenina.

    Cogi su maletn y rode la carroza.Rosa de Montigny estaba arrodilladajunto al cochero, que gema tendidosobre la hierba. El conde se reuni conellos.

    A ella no le ocurre nada, ya os lodigo yo. Ayudadnos a poner el carruajede nuevo en el camino, por favor.

    Nicolas no respondi y se aproximal herido.

  • A ese ni lo toquis! gritCharles de Montigny. Por culpa deese miserable nos vemos as. Lodespido, no volver a trabajar a miservicio. Venid, vamos a poner lacarroza sobre sus ruedas! aadisitundose junto al vehculo.

    Nicolas deshizo las vendas que leenvolvan las manos.

    Dnde os duele? pregunt alhombre, que trataba de incorporarse envano.

    Mi hombro es mi hombro respondi con una mueca de dolor queenoj al conde.

    Vamos, en pie, Claude! Ya veis

  • en qu aprieto nos estis poniendo!Lo lamento mucho, seor condeEste hombre est herido, seor

    intervino Nicolas. Su estado requiereuna cura de urgencia. En cuanto avuestro carruaje, no ir a ninguna parte:tiene dos ruedas rotas.

    Ah, no! Eso no es posible!Tenemos una cita, una cita importante,una cita crucial, para ser sincero!

    Ante la indiferencia de su sobrina ydel desconocido, le dio un puntapi auno de los radios de la rueda y lorompi. Se qued un instanteboquiabierto, renqueando y maldiciendopor todos los diablos a los herederos

  • del seor de Lanon, que le habanvendido un carruaje carcomido.

    Nicolas le quit la chaqueta alcochero y le rasg la camisa. Sobre elomplato haba aparecido un bulto,mientras que en el hombro poda verseuna cavidad.

    Es una luxacin concluy.Una qu? balbuci el

    interesado, que se senta desfallecer.Vuestra articulacin se ha

    desencajado. Ser doloroso, pero os lovolver a colocar en su lugar.

    Qu sois? Un matasanos?Abri su maletn y extrajo un pao,

    unas gasas y un frasco que desprenda un

  • fuerte olor a pino.Me llamo Nicolas Druet. Soy

    cirujano ambulante.Claude volvi sbitamente en s:Cunto me va a costar eso?Yo no voy a pagar! exclam el

    conde, que se haba sentado sobre lahierba a una decena de metros y losobservaba con un fingido aspectodespreocupado.

    No os pedir nada respondiNicolas.

    Os pagar de mi bolsillo intervino Rosa, y mir fijamente a su to.Luego, con voz dulce y serena, se dirigia Nicolas: Puedo ayudaros?

  • Explicadme qu ha sucedido.Se ha odo un fuerte crujido en la

    carroza y hemos dado bandazos aizquierda y derecha durante lo que me haparecido mucho tiempo

    He notado que se haban roto lascorreas y he tratado de detener a los doscaballos, pero el carruaje ha acabadopor volcar hacia la izquierda. Porsuerte, en ese momento bamos a pocavelocidad explic el cochero.

    Creo que Claude nos ha salvadola vida declar Rosa y mir a su to,que se volvi de espaldas.

    Los caballos an estaban unidosal tiro prosigui Claude y uno de

  • ellos estaba herido. He temido quefueran presa del pnico y arrastraran lacarroza. El seor conde y su sobrina anse encontraban en el interior. He soltadoal primero y cuando iba a liberar alsegundo, me ha coceado con las patastraseras. Un poco ms y me arranca lacabeza.

    Nicolas se desat la bota derecha ycoloc su pie bajo la axila del cochero ala vez que tenda su brazoperpendicularmente a su cuerpo. Elhombre hizo una mueca de dolor. Estabacontrado.

    Permaneced tumbado, volved lacabeza hacia la seora y miradla

  • fijamente a los ojos. De acuerdo?No, no estoy de acuerdo

    intervino Charles de Montigny al tiempoque se aproximaba. Pero qusignifica todo esto? Ese lacayo no va amirar a mi sobrina! aadienfticamente.

    Claude, miradme dijo Rosa,indiferente a las baladronadas de sututor.

    No, Claude, miradme a m, deacuerdo? orden Charles y se situdetrs de su sobrina. A los ojos!Vamos!

    Pero qu tengo que hacer? respondi el herido, cuyos ojos

  • desorbitados iban de uno al otro.Nicolas aprovech para ejercer una

    traccin suave y progresiva sobre elmiembro, una tensin que detuvo al orun pequeo crujido seco.

    Podis poneros en pie. Ya est.Ya est? dijo el hombre al

    tiempo que se restregaba el hombro.Se acab? Pues s, ya no me duele!

    Se incorpor, primero conaprensin, y luego se sinti ms seguro.

    Es increble! No he notado nada!Es un milagro!

    Vamos, Claude, no blasfemis se enoj el conde. No es ms que unaprctica manual, no es obra de Dios!

  • Ser mejor que vayis a por nuestrosanimales y deis con una manera desacarnos de esta situacin. Vamos!

    El hombre se dirigi hacia el campovecino, donde los dos percheroneshaban encontrado hierba en medio deuna tierra rida. Nicolas impregn unagasa con el lquido del frasco oloroso.

    Ahora, vos le dijo al conde,que lo interrogaba con la mirada.

    Este retrocedi:Si estoy bien!Tenis varias heridas en el rostro.

    Os voy a poner un emplasto.Sera mejor ocuparse de mi

    peluca replic al tiempo que sealaba

  • el postizo desgarrado.Eso no es de mi competencia,

    seor respondi Nicolas, y le mostrel apsito hmedo.

    El conde le present la frente.Sin embargo, crea que los

    cirujanos tambin eran peluqueros ybarberos, acaso estoy errado? pregunt el conde hacindose elingenuo.

    No es ese mi caso. Yo opero ycorto fstulas, suturo, cauterizo y vendo,pero no me ocupo ni de pelos ni de uas.Sano los cuerpos, seor, no cuido de laesttica de las pieles.

    Bello y noble oficio intervino

  • Rosa.Sin duda os refers a la medicina,

    querida sobrina, pero el caballero no esms que el criado de la misma. Ser tanhbil como gustis, pero manejar lanavaja y la lanceta no es un arte. Sinembargo, os estoy muy agradecido porvuestra intervencin. Os haremos llegarvuestros emolumentos una vez estemosde regreso en Metz.

    Nicolas le puso la gasa en la mano.No os inquietis por mis

    honorarios y s por la cicatrizacin devuestra herida. Aplicaos esta gasavarias veces sobre la herida, hasta queest seca. Y pedidle a vuestro boticario

  • que os prepare una frmula detrementina, aceite rosado y yema dehuevo. Aplicosla hasta que se hayacerrado por completo.

    El conde mir con asco el grasientoapsito de olor intenso.

    Consultar acerca de ello a mimdico personal respondi. Ahoratenemos cosas ms urgentes queresolver.

    Como gustis. Tal vez prefirisque la infeccin os envenene loshumores aadi Nicolas. En talcaso, ya ni el gran Alliot podrayudaros.

    El conde se encogi de hombros y

  • fue junto a su cochero, que estabaverificando el estado de las patas de lospercherones. Rosa se acerc a Nicolas.

    Me parecis una persona deconfianza. Queris ayudarme,caballero? susurr.

    Ayudaros? Si est en mi mano,por descontado, seora.

    Voy a hablaros de algo queconcierne a todo el mundo, excepto talvez a mi to. La felicidad y labienandanza.

    La joven le cont el objetivo delviaje y su oposicin a tal proyecto.

    Tengo la esperanza de que esteaccidente nos impida reunirnos con el

  • marqus de Cornelli y que ms tardeeste se halle en otras disposiciones.

    Por qu hacis esto? Amis aotro hombre?

    La pregunta pareci sorprenderla:No, pero quiero ser libre e

    independiente. Y si debo casarme, sercon quien mi corazn elija, y no conquien decida mi tutor.

    La respuesta hizo sonrer a Nicolas.Vuestro corazn es noble y

    generoso, pero temo que la vida prontolo someter.

    Ella le clav los ojos conintensidad.

    Tan viejo sois para saber tanto

  • sobre la vida?Cada da me enriquece con

    experiencias que me susurran que morirsin pretender conocerla, condesa.

    No soy condesa, para desgraciade mi to. Y soy vuestra experiencia dehoy? pregunt con un tono de voz enel que afloraba cierto enojo.

    Ella sinti un escalofro y l cogi lapiel de oso y la cubri.

    Debo de pareceros tan exticocomo vos me parecis alejada de lascontingencias. Un consejo: seguid as.Cuando se ponen los pies en el suelo,rara vez es sobre seda. Con misrespetos.

  • Ella se volvi para comprobar quesu to an no hubiera acabado con elcochero y condujo a Nicolas hacia lamula.

    En tal caso, llevadme con vos!Disculpadme?Llevadme con vos. Quiero ser

    libre.Pero quin os dice que

    represento la libertad? Y sabis a quprecio?

    Yo lo fijar! Me ayudaris?A evitaros una unin no

    consentida, s. A raptaros de vuestravida, no. Y me lo agradeceris!

    Se oy la voz del conde:

  • Rosa, nos marchamos!Los ojos de Rosa imploraron a

    Nicolas.Ambos hombres se acercaron con

    los caballos de tiro. Los animalesestaban nerviosos. Uno de ellos cojeaba.

    An estn asustados comentMontigny para explicar su estado,pero pueden andar.

    Quiso acariciar el cuello del msprximo, pero el caballo retrocedi,resoplando.

    Hay algo ms intervinoNicolas.

    Qu ms? Acaso tambin soisespecialista en animales? pregunt

  • con sequedad Montigny.Nicolas escrut los alrededores.All dijo, y extendi el brazo

    para sealar un lugar en la linde delbosque.

    Qu sucede? No veo nada.Qu es? pregunt Rosa, que

    haba distinguido una mancha oscurainmvil.

    Un lobo.Un lobo? Ser peligroso? se

    inquiet Charles de Montigny.No mientras est solo y a esta

    distancia respondi Nicolas mientrascargaba su maletn sobre la mula.Qu vais a hacer?

  • Avanzaremos al paso hastaAmance, donde encontraremos caballosde refresco. As podremos llegar hastaNancy

    Y qu vais a hacer con loslobos? insisti Nicolas.

    Acabis de decirme que no haypeligro

    Aqu no, a buen seguro, pero elcamino de Amance se adentra en elbosque minti.

    La mancha oscura desapareci traslos rboles.

    Ahora s lo he visto! afirm elconde, a quien su miopa le impedadistinguir el menor detalle a ms de diez

  • metros.Ha ido a buscar a la manada.La frase de Nicolas cay como un

    mazazo.Eso s es un problema concluy

    Charles de Montigny. Eso es unproblema considerable.

    Se aproxim a l.Sin embargo, seor Druet, vos

    conocis bien estas tierras y tal vezpodis acompaarnos. Ser generoso.

    La frase hizo pestaear a Nicolas.S que las apariencias dicen lo

    contrario prosigui el conde. Perohoy es un da maldito. Sacadnos de estapesadilla. Ayudadnos, seor Druet.

  • Implorar la ayuda de losdesconocidos es una costumbrefamiliar? dijo Nicolas, y se cuid deevitar la mirada enojada de Rosa. Lanica solucin posible es desandar elcamino hasta Nomeny, no estamos lejos.Hay all una compaa de franceses,pero siempre ser menos peligrosa queuna manada de lobos, no os parece?

    El conde asinti. Haba acabado porconvencerse de que su accidente era uncaso de fuerza mayor que no podraenturbiar de ninguna manera su relacincon el marqus. Tal vez incluso estehara mandar una carroza a recogerlostras la terrible experiencia. La emocin

  • provocada solo podra serlesbeneficiosa, y ms an teniendo encuenta que Charles de Montignypretenda relatar con gran imaginacincmo los cnidos rabiosos los habanrodeado.

    Rosa eligi subirse a la mulamientras su to se encaramaba contremenda dificultad a la grupa delperchern sano. El extrao grupo deviajeros avanz al mando de Nicolas.Desde su partida de la casucha, sabaque lo segua el chiquillo del bosque, yhaba hecho creer que su enclenquesilueta era la de un lobo.

  • ***

    Para su alivio, los soldados franceseshaban levantado el campamento ycuando llegaron el pueblo habarecobrado su calma habitual. Nomenyera una capital de comarca cuyapoblacin haba sido diezmada por laguerra, y de setecientos hogares habadisminuido a solo cien. Las calles erananchas, las casas nuevas contaban conmuros de piedra tallada, y algunas deellas haban sido edificadas con lasruinas del castillo local, derribado por

  • orden de Luis XIV.Los viajeros se detuvieron frente a

    la casa de Pierre de Morteuil, lejanodescendiente de Nicols de Lorena,conde de Vaudmont y marqus deNomeny, a quien tan ilustre parentescobastaba a ojos de Charles paraconsiderarlo hombre de bien. Aceptacogerlos esa noche de buena gana,dado que adems fue el obligado deMontigny unos aos antes en un asuntode impagados. La despedida de Nicolasse resumi en una ltima mirada queRosa le dirigi.

    Decidi ir a casa de Jean Lecouteux,cura de la parroquia, al que haba

  • curado el ao anterior y de cuyacompaa y saber haba disfrutado. Porlo general desconfiaba de los devotos ylos soldados de Dios, que componan elgrueso de la escarcela de loseclesisticos, pero en Nomeny habadado con un cura abierto a la humanidady a las nuevas ideas. Pasaron la veladacomentando la situacin del ducadohasta que el sacerdote solt un bostezoredhibitorio y se retir a rezar.

    Los pasos del padre Lecouteuxresonaron en el pasillo de la rectora. Seoy cerrarse la puerta de entrada. Dosperros ladraron a su paso. Luego el

  • silencio se adue de la noche. Nicolasaguard un buen rato tumbado en sujergn a que el sueo lo venciera. Perolo dej plantado. Se levant a tientas,cogi su pedernal y encendi una vela.Abri su maletn y eligi el libro deHarvey, Sobre el movimiento delcorazn en el hombre y los animales, eimagin la lucha de ideas que deba dehaber vivido, ms de sesenta aos antes,contra la incredulidad y la oposicin delos mdicos para imponer susrevolucionarias ideas sobre lacirculacin de la sangre. Nicolas hizoaparecer una vena comprimiendo subrazo y observ el leve movimiento de

  • esta al ritmo de sus latidos cardacos.Ley durante un buen rato, hasta que seconsumi la vela, y luego permaneci enla penumbra sin conciliar el sueo.Haba tantas preguntas sin respuestaLos perros ladraron de nuevo. Sinti unligero sopor y dej que lo arrastrara. Lapuerta se abri en el momento en quecerraba los ojos. El padre Lecouteux seinclin hacia l:

    Nicolas, necesito vuestra ayuda.Es la hija de Bruyer.

    La familia Bruyer viva en unagranja cerca de la iglesia, en la quecriaban vacas y gallinas por cuenta de

  • un propietario de la comarca deNomeny. Con cinco hijos, solo tenanuna chica, hecho que la madre atribua ala escasa disposicin del padre por elfervor religioso. La joven, embarazada,haba roto aguas aquella maana y elparto duraba ya ms de veinte horas.

    Est con ella la matrona? pregunt Nicolas, sin obtener respuesta.

    Una carroza con lujosa marqueteradorada se hallaba estacionada frente a laentrada de la granja. El cochero y unlacayo aguardaban cerca de la misma,sentados en silencio, calentndose anteun brasero.

    Os lo explicar dijo Lecouteux

  • ante la mirada interrogadora de Nicolas. No hay matrona, la comadrona es deNancy. Ella me ha enviado a buscaroscuando le he dicho que estabais aqu,pues conoce vuestra reputacin.

    En el interior, en la cocina, el padrey los cuatro hijos estaban sentados frentea la chimenea. Sus miradas eran tristes ytenan los semblantes abatidos. Elhombre se puso en pie para saludar aNicolas.

    Soy yo quien os ha mandadollamar, seor.

    Qu sucede? pregunt Nicolasmientras dejaba su bolsa en el suelo.

    Se presenta de nalgas

  • respondi una voz a su espalda.La comadrona tambin pareca

    exhausta. Llevaba un pauelo en lacabeza con el que cubra su cabello yencuadraba su rostro como el de unamonja. Su camisa blanca estabamaculada de manchas y aureolas; susmanos eran largas y delicadas y llevabalas uas cortas. No tena nada en comncon las parteras que hasta entonceshaba conocido.

    No se dar la vuelta aadi ella. Lo he probado todo. La madre estmuy dbil.

    Puedo verla?La mujer busc con la mirada la

  • aprobacin del padre.Mi hija no quiere ni or hablar de

    ello, se niega a que un hombre la vea dara luz. Ni siquiera ha querido parir juntoal fuego. Solo en la cama, como en lacorte. Trabajar para el seor marqus leha dado semejantes ideas. Pero vos soisdiferente, vos no sois un hombre sino uncirujano. Incluso la comadrona harequerido vuestra presencia. Lasalvaris, verdad?

    La habitacin no tena ventanas. Aambos lados de la cama se habandispuesto unas hileras de velas. Lajoven, recostada entre un montculo de

  • almohadas, pareca dormir. Su madre,que estaba junto a ella, le susurr unaspalabras al entrar Nicolas. Laparturienta gimi, incapaz de pronunciarpalabras comprensibles. l tom asientoy, en silencio, puso su mano sobre elvientre de la paciente. Las contraccionesno haban cesado. La comadronaintrodujo sus dedos en el perineo yconstat que las nalgas lo habandilatado. Quiso hacer un ltimo intento.

    Antes de cederos el sitio aadi ella.

    Nicolas saba lo que significaba esafrase: una cesrea y la muerte de lamadre. Sin embargo, tambin l

  • coincida en ese diagnstico.Ella hundi su brazo al mximo en el

    orificio interno.Noto unos dedos, las manos y los

    pies!Trat de apartar las manos y de

    agarrar los pies, mientras Nicolaspresionaba sobre el abdomen parafacilitar la expulsin. La joven grit. Sumadre le suplic que contrajera elvientre con todas las fuerzas que lequedaran, y lo hizo. La comadrona soloconsigui echar atrs las nalgas, sinlograr desplegar las piernas del feto.Extenuada, la hija de los Bruyerdesfalleci.

  • No! exclam la comadrona,no nos dejes ahora. Ahora no!

    En un ltimo esfuerzo, consiguiagarrar uno de los pies y sacarlo alexterior, y luego el otro.

    Los tengo! Los tengo! anunci.Sin consultarse, intercambiaron sus

    puestos. Se requerira mucha fuerzafsica para dar a luz al recin nacido.Todos prodigaron nimos a la joven,que, agotada, ya no consegua abrir losojos.

    Nicolas logr extraer las piernas yluego las nalgas. La comadrona lasenvolvi rpidamente con un pao secoy caliente y comprob que los brazos

  • del nio estuvieran pegados a lo largodel cuerpo antes de dejar que el cirujanoreanudara la traccin. Nicolas tomtodas las precauciones para poderagarrarlo lo mejor posible, asiendo consus manos las caderas y antebrazos delbeb, y acto seguido tirprogresivamente, cada vez con msfuerza. Vio aparecer la parte inferior deltrax y continu maniobrando. Elcuerpecito, empero, se qued atorado enese punto. Nicolas aument la traccin,sin resultado alguno. Con una miradafugaz, cambiaron de nuevo susposiciones, l presionando sobre elvientre y ella tratando de sacar al nio,

  • sin que este avanzara ni un dedo.Y la cabeza? pregunt Nicolas

    y se aproxim a la madre.Est encajada en la pelvis. Ya no

    puede ceder ms, as no lograremossacarla.

    l examin a la joven y no le hallel pulso. Sus tegumentos eran de unapalidez extrema y sus msculos estabanflccidos. La vida la abandonaba.

    La criatura est muy dbil dijola comadrona al intuir el titubeo deNicolas.

    Adelantndose a su decisin, hizosalir a la madre de la chica, que se habapuesto a rezar con un rosario entre las

  • manos y estaba apoyada en la cama.Nicolas prepar el instrumental para lacesrea. Con un escalpelo, hizo unalarga incisin longitudinal en medio delabdomen, luego alz el peritoneoayudndose con los dedos y lo cort conunas tijeras. La joven abri la bocacomo si tratara de inspirar una ltimabocanada de aire y se qued inmvil.Nicolas vio la matriz, entre losintestinos, y la cort con precaucinpara no herir al nio. Lo sac delvientre y lo sostuvo en alto con losbrazos extendidos mientras lacomadrona le cortaba el cordn, que sele haba enroscado al cuello. El recin

  • nacido tena la piel ciantica y norespiraba. La matrona vio un vaso dealcohol que la familia haba preparado asu demanda, se ech un trago al gaznatey lo sopl sobre el rostro de la criatura.El recin nacido se debati y arranc allorar a pleno pulmn. Lo abraz, lotranquiliz y lo examin. No tenaninguna deformidad ni anomala,excepto una mancha oscura en la piel, enla base del cuello, del tamao de unamoneda. Lo lav, lo frot con sal y unpoco de miel y lo visti con los paosque haba hecho mantener calientes.

    Nicolas constat la defuncin de lamadre y le cosi la piel del vientre antes

  • de cubrirla con una sbana. Se limpilas manos y el rostro con un pao limpioy cogi en brazos al beb mientras lacomadrona tambin se aseaba. Porprimera vez desde su llegada, la mirfijamente a los ojos. Eran de un verdeintenso y puro, de un color que jamshaba observado en ninguna otrapersona, semejante a la piedra de jadeque tena en su maletn.

    Qu os sucede? pregunt elladejando el pao. Os habis quedadode piedra. Es vuestra primera cesrea?

    De pronto, los ojos de aquella mujerle parecieron familiares. Tuvo la curiosasensacin de haber vivido ya aquel

  • momento con ella. Como si ya hubierapasado por ello. Consciente de su fatigafsica y nerviosa, se seren.

    Ni siquiera s cmo os llamis.Ella se quit el pauelo que cubra

    sus cabellos y le sonri.Me llamo Marianne. Marianne

    Pajot.Tom al nio en brazos.Venid, nos aguarda otra prueba.

    La familia Bruyer se haba reunidopara rezar alrededor del padreLecouteux. En cuanto vieron a Marianney a Nicolas, comprendieron lo sucedidoy se pusieron en pie en silencio. Todos

  • se precipitaron a la habitacin dondeyaca la joven.

    Dejemos que comulguen unidos ensu dolor dijo el cura tomando al nioen sus brazos. Voy a bautizarlo antesde que Dios lo llame a su seno.

    Es de constitucin robusta afirm Marianne, y de momento elseno que necesita es el de un ama decra. Saldr de esta.

    Dnde est el padre de lacriatura? inquiri Nicolas. No lo hevisto. Est muerto?

    Marianne se sent en una silla y serestreg el rostro. Estaba extenuada.

    Esa pobre Mathilde Bruyer sufri

  • el acoso repetido de su amo, un nobledel ducado respondi el cura. Trasdejarla embarazada, la despidi y lamand a su casa, con una pequea renta.

    l me encarg que me ocupara delparto aadi ella. Quera que suhijo, aunque fuera un bastardo, tuviera laposibilidad de nacer.

    Pero quin es?El recin nacido grit. Un grito

    animal, felino, agudo.Hay que alimentarle de inmediato.

    Quin ha dado a luz recientemente en elpueblo? pregunt Marianne.

    Hay dos mujeres en esa situacinpropuso el cura. Ayer una de ellas

  • perdi a su criatura, se asfixi en lacama. An le sube la leche. Ir apreguntar.

    Desde la habitacin llegaba laletana de oraciones entrecortadas porsollozos ahogados. Nicolas ech un leoal fuego y aviv las brasas. Las llamashicieron crepitar la lea seca. El recinnacido no deba coger fro.

    Interrog a Marianne, cuya destrezay juventud lo haban impresionado.Haba recibido las enseanzas de la hijade Louise Bourgeois, la comadrona delas reinas, en Pars, y haba ejercido enel Hpital-Dieu antes de regresar aLorena en 1692. Pronto dej de hablar

  • de ella misma y no mostr curiosidadpor l. En su oficio, los fracasos erannumerosos, pero no se acostumbraba aello y buscaba mentalmente qu tendraque haber hecho para salvar a la madrey a su hijo. l comprendi que ella anno haba vuelto del todo a la realidad yrespet su peticin implcita. No secansaba de mirarla, y ella se dio cuentaaunque no lo manifest.

    Podemos verlo?La familia Bruyer haba entrado en

    la cocina sin que los oyeran. El padretendi los brazos para conocer a sunieto. Sonri por primera vez en toda lanoche y acarici la mejilla del recin

  • nacido, que, demasiado dbil para llorartras haber agotado todas sus fuerzas,simplemente tuvo un reflejo de succin.

    Tiene hambre dijo, y se loentreg a su esposa.

    Esta deshizo los paos que locubran y dej aparecer el cuello y loshombros. A la vista de la mancha devino, dirigi una mirada de espanto aNicolas.

    Eso no es nada dijo mientras seaproximaba a ellos. La criatura noest enferma, es natural que tenga la pielde ese color, pero no se va a extender yquiz con el tiempo hasta desaparecer.

    Es la marca del diablo!

  • exclam el padre mientras retroceda,horrorizado.

    He visto a muchos nios que lotenan, se lo aseguro, incluso en familiasde linaje real. Algunos se lo transmitende generacin en generacin. No haynada diablico.

    Es el diablo! Ha castigado a mihija por haber fornicado con el marqus!

    Su esposa, que haba cubierto denuevo el cuello del nio con el pao,pareca presa del pnico. Marianne fue acoger al nio y lo apoy contra suhombro con intencin de mostrarles quenadie tena que temer conjuro alguno. Denada sirvi: vean en ese angioma un

  • signo del destino y decidieron que elrecin nacido no poda quedarse en suhogar.

    Nos traer la desgracia! exclam el padre. Ya ha matado a mihija!

    Cuando el cura regres con el amade cra, los Bruyer armaron talescandalera que la pobre mujer se nega acercarse al pequeo y sali sin decirpalabra. El padre Lecouteux trat dehacerles entrar en razn, pero ni siquierael prroco pudo convencerlos de queaquella marca no era de origendiablico. Los procesos por brujera,que menudearon en Lorena a principios

  • de siglo bajo la frula del fiscal generalNicolas Rmy, y que condujeron a lahoguera a ms de novecientosdesventurados, haban dejado huella enel inconsciente colectivo y, aunque yanadie hubiera sido acusado ni ejecutadopor ese cargo desde haca cuarenta aos,algunos an estaban convencidos de queel diablo poda cobrar forma humana encualquier hogar. La familia Bruyerrespald al unsono a su padre y esteamenaz con abandonar a la criatura enel bosque si la comadrona no se lollevaba consigo.

    S de un lugar en Nancy donde loacogern intervino el cura.

  • Y quin le dar de comer? inquiri Nicolas.

    Maana mismo encontrar a unama de cra respondi Marianne.Partiremos al alba. Por esta noche, secontentar con un poco de agua.

    El padre Lecouteux se ofreci aalbergar a la comadrona las pocas horasque an los separaban del alba. l, porsu parte, opt por acompaar a lafamilia en el duelo.

    Los dos cocheros aguardaban fuera,junto al brasero que se mantena con lamisma intensidad. Marianne les puso alcorriente de los hechos. El fallecimiento

  • de la joven pareci afectarlos. Laconocan bien, puesto que estaban alservicio del mismo hombre. Miraroncon compasin al chiquillo envuelto enpaos.

    Cmo se llama? pregunt unode ellos.

    El cura lo ha bautizado Simon.Simon? Es bonito, a su madre le

    hubiera gustado.

    Marianne y Nicolas regresaron a larectora y depositaron al nio sobre lagran cama del cura. Ninguno de los dostena ganas de dormir. Nicolas encendiunas velas y cogi su maletn, del que

  • extrajo varios libros.Son mis tesoros ms valiosos

    declar al presentarlos como si de susamigos se tratase.

    Ella escogi las obras de LaFramboisire, un grueso tratado queversaba sobre anatoma, medicina yremedios, escrito en francs. Hojearonlas lminas mientras las ibancomentando a la luz de sus propiasexperiencias. Su apasionadaconversacin les permiti desprendersede las imgenes de la noche y seprolong un buen rato, hasta que el nioestuvo a punto de asfixiarse debido a lasflemas que se le haban acumulado en la

  • parte posterior de la garganta. Mariannelo solucion inclinndolo hacia delantey haciendo que las evacuara con unaspalmaditas en la espalda. Nicolas laobserv fascinado. El chiquillo prontose calm y cerr los ojos.

    Lo miraron mientras dormaplcidamente.

    Creis que vivir? preguntNicolas sin dejar de mirar al recinnacido.

    No lo s. Ya es un milagro queest vivo en estos momentos.

    l la mir y record la destreza dela que haba hecho gala.

    Vos sois el milagro. Sois

  • Una matrona. Nada ms respondi ella, fatigada. Sabiscuntos nios pierdo durante el parto omueren poco despus? Uno de cadacuatro, a veces ms. Eso no es ningnmilagro! No, no soy ms que unaasistenta, y Dios hace todo lo dems.

    En tal caso, Dios gua vuestramano concluy l.

    Aprendamos a apreciar lo que nosda y a no sufrir demasiado por lo quenos quita dijo ella con cierto misterio. Me haris el favor de acompaarmemaana hasta Nancy? Es ese vuestrodestino?

    Os ayudar a llevar al hurfano a

  • las monjas. A pesar de que su padre noest muerto. No habra que advertir aese hombre de la nueva situacin?

    Desgraciadamente, si meencuentro aqu es porque no quieresaber qu ser del cro.

    No puede asumir sudescendencia, aunque sea ilegtima?Tan poca consideracin tiene hacia losdems y hacia s mismo? Quin es?

    Ella hizo una mueca que l noalcanz a interpretar.

    El marqus de Cornelli.

    ***

  • Las herraduras de los caballosresonaron sobre los adoquines al pasarpor la puerta de la Craffe. El recinnacido, que haba dormido durante eltrayecto, se despert sobresaltado y sepuso a llorar a pleno pulmn hasta quellegaron al convento del Refugio. Susgritos se redoblaron cuando la monjaque los recibi lo cogi en brazos sinmiramientos. Tena hambre, fro y sentala franca hostilidad de ese nuevoentorno.

    La superiora, la madre Janson, unavez fue puesta al corriente de lascircunstancias del nacimiento, desvistia la criatura y la observ cmo habra

  • hecho con cualquier mercanca en untenderete de la place Saint-Epvre. Rascun poco la piel a la altura de la manchasin desvelar la menor emocin. Nicolasle explic que el lipoma seguramente sereabsorbera durante la infancia, silograba sobrevivir y superar esa edad.La monja, de expresin impasible,respondi que la eventualidad era tanpoco probable que, aunque las nicasinternas fueran fminas, aceptabaquedarse con el hurfano por caridadcristiana y, sobre todo, enagradecimiento al padre Lecouteux.Marianne le dio las graciasefusivamente y le prometi la llegada de

  • un ama de cra antes de medioda.La inmensa puerta de madera se

    cerr de un portazo a sus espaldas.Nicolas observ la fachada del edificioy tuvo la sensacin de que tras habersalvado al pequeo Simon, acababan decondenarlo.

    Qu clase de internas suelenacoger esas mujeres? pregunt aMarianne cuando esta suba a la carroza.

    Indic al cochero la direccin de sudestino antes de responderle.

    Una clase tan dispar que solopueden codearse en este lugar. Hayjvenes virtuosas de buena familiailuminadas por la fe, penitentes que

  • viven un sincero arrepentimiento eincluso pecadoras. Pero no os inquietispor vuestro protegido, estas se hallan enun ala aparte. Tengo la sensacin de queos arrepents ya de nuestro gesto, meequivoco?

    En cuanto hayis doblado laesquina correr a arrancarlo de lasgarras de esas monjas brome l.

    Desat a su mula de la parteposterior del carruaje.

    Lo que no quiere decir que novaya a venir regularmente a preguntarpor l dijo alzando la voz para queella pudiera orlo.

    La calle despertaba entre el

  • repiqueteo de las herramientas, losrelinchos de los caballos y las risotadasde los artesanos que se preparaban parasu jornada laboral.

    No me gustara que lo trataran abase de pociones de un charlatn,recetas de un buhonero o que lo hicieranlas propias monjas, tras lo que hemosluchado vos y yo prosigui a voz engrito. En tal caso mejor sera haberlodejado en el bosque a merced de loslobos!

    La madre Janson, que en aquelmomento sala del convento por unapuerta de servicio, lo fulmin con lamirada antes de cruzar. La larga cofia

  • negra que le rodeaba la cabeza sebalanceaba al ritmo del rosario quependa de su cintura. Desapareci por larue de la Salptrire. Marianne, quehaba contemplado la escena, no pudoreprimir una breve y melodiosa risa.

    Tendris que hacer gala de msdiplomacia si queris que os abran laspuertas del convento, seor barbero se burl. Y temo que vuestro oficio osmantendr alejado del huerfanito buenaparte del tiempo.

    Nicolas asom la cabeza por laportezuela del carruaje.

    Voy a establecerme un tiempo enNancy, conozco a algunos colegas que

  • me acogern.Es muy loable tomarse en serio el

    papel de padre!No soy su padre, ni su tutor,

    simplemente quien lo ha trado almundo. Y quin os dice que el pequeoSimon es el motivo de misedentarizacin?

    De hecho, se trata de una decisinmadurada y reflexionada, no es cierto?

    El hocico de la mula impacienteapareci por la portezuela opuesta.Nicolas la hizo retroceder suavementecon un movimiento de la mano.

    En cierto modo. Una rpidamaduracin.

  • Y a qu es debida?A nuestro encuentro respondi

    l, serio.El semblante de la comadrona se

    qued inmvil por la sorpresa duranteuna fraccin de segundo antes derecuperar su aspecto.

    No pensis mal prosigui l sindarle tiempo a responder. Me interesavuestra ciencia del parto. Me gustaraque me ensearais la tcnica. En misdesplazamientos, a veces me encuentroen esa situacin, me entendis?

    Ella observ las manos de Nicolas,envueltas en unas vendas que formabanuna especie de finos mitones, y luego su

  • rostro sonriente. Su piel era mate comola de los campesinos, pero los rasgos desu boca y su nariz eransorprendentemente delicados, y suscabellos, una media melena, seondulaban con gran desorden. Su fsicodesprenda un discreto encanto y suactitud denotaba una confianza natural.

    Os entiendo dijo ella en un tonoque hubiera deseado desenvuelto,pero no soy la persona que necesitis.No soy ms que una practicante, no unamaestra. Ahora debo dejaros, tengo quedar con un ama de cra.

    Hagamos un trato propuso l.Os confiar mis secretos y vos a m los

  • vuestros.No tengo secreto alguno, solo

    tcnicas que hallaris en vuestrospropios libros. Seor Druet, heapreciado vuestro trabajo de esta nochey

    ya no podis separaros de m?Y cuento con vuestra discrecin

    para que no corra la voz acerca de esteasunto termin ella.

    La campana de la iglesia vecina dionueve campanadas amortiguadas. Ella ledirigi una mirada de splica.

    Solo prometedme una cosa insisti l.

    La respuesta es s.

  • Cmo, s? Si no sabis lo que osvoy a pedir!

    Os he dicho que no tena ningnsecreto que confiaros, pero no que noquisiera volver a veros.

    ***

    Todos los comercios haban abierto suspostigos en la rue Saint-Jacques, quedespertaba desperezndose como ungato. La ensea, una baca amarilla, sebalanceaba sobre el mostrador delestablecimiento, a merced de un vientosibilante e irregular. Franois Delvaux

  • era uno de los ms veteranos maestroscirujanos instalados en aquella plaza. Yuno de los ms temidos por su carcterautoritario y buscapleitos. CuandoNicolas entr este estaba de espaldas,arrodillado frente a su paciente, al quehaba sentado en un taburete ypracticado una incisin en la piel a laaltura del pie, justo debajo de laarticulacin del tobillo. El hombre, unburgus que se dedicaba a la trata demadera, se haba clavadoaccidentalmente una astilla variassemanas antes y haba dejado que elcuerpo extrao se enquistara sinpreocuparse, hasta que comenz a sentir

  • dolor.Cubierto con un gorro blanco del

    que jams se separaba, el cirujanorefunfuaba mientras sujetaba elmiembro que el hombre tenda a apartaren cuanto acercaba el escalpelo.

    Dejad de moveros! De locontrario os har mal el corte! leorden bruscamente.

    Pero es que me hacis dao! sedefendi el otro al tiempo que sellevaba ambas manos a la cabeza paraacentuar sus palabras.

    Dao? Si an no os he tocado!exager el prctico facultativo. Osvoy a hacer un corte del tamao de una

  • ua, y eso duele menos que una sangra!El hombre gru. Franois Delvaux

    tom su reaccin por una reprobacin yeso lo enoj. La mquina colrica sehaba puesto en funcionamiento.

    En primer lugar, seorcomerciante, tendrais que haber ido conms cuidado en lugar de ensartaros elpie cual gan atolondrado. En segundolugar, siento una enorme curiosidad porsaber de qu tipo de madera se trataba:haya de panadero, como la que mehabais prometido para miestablecimiento, o madera blanca comola que me habis entregado esta semana,de la que humea y crepita profusamente?

  • El hombre retir de inmediato el pie,sobre el que tema que el cirujanoejerciera represalias, y busc con lamirada su zapato, que no alcanz a ver.

    No s de qu estis hablando,maese Delvaux, sin duda habr sido unerror de mi encargado dijo con vozligeramente trmula.

    Un error de vuestro encargado?Cuatro haces de lea de carpe y maderablanca rodeados por un haz de haya queaparentaba honradez? Osis llamar aeso un error? Yo lo calificara msbien de clarsima estafa!

    El cirujano se haba puesto en pie yel burgus lo imit y retrocedi

  • instintivamente.Os haca el honor de pretender

    salvar vuestra miserable vida decontrabandista, a pesar de laembarazosa situacin en la que mehabis puesto, y no se os ocurre ms queponer en duda la calidad de miscuidados! grit para que lo oyera todoel vecindario.

    No es eso, solo he dicho que medola!

    Es vuestra madera putrefacta loque os duele, y no mi lanceta! Pues abuen seguro se ha podrido y Dios, en sugran misericordia, os castigar alldonde habis pecado!

  • No os permito que aventurel hombre a modo de protesta.

    Vuestro calzado est debajo delmueble, detrs vuestro, y la puertaenfrente de vos, caballero. Id a ver a unode mis colegas que tenga la caridad deextraeros la prueba del delito, si anqueda alguno en esta ciudad al que nohayis tratado de estafar concluyDelvaux rematando su perorata con ungesto teatral.

    Se volvi hacia la salida y se hallfrente a Nicolas.

    Por todos los santos del paraso!exclam.

    El burgus aprovech para

  • escabullirse sigilosamente con su zapatoen la mano.

    Por todos los santos del paraso!repiti, como si quisiera convencersede la realidad de lo que sus ojos vean. A mis brazos, Nicolas!

    Durante el efusivo abrazo seintercalaron risas de uno y otro. Delvauxpuso fin a las mismas brutalmente:

    Cunto tiempo hace?Tres aos, maestro, y aqu sigue

    todo igual.No vuelvas a llamarme maestro o

    te dar una patada en el culo. Terecuerdo que tambin t eres maestro.

    Condujo a Nicolas hacia la mesa y

  • apart todos los instrumentos que habasobre la misma con el reverso de lamanga.

    Te parece que nada hacambiado? pregunt, intrigado. Ysin embargo hice obras en la fachada yencargu ese enorme aparador aSourdis, el ebanista. Seis meses tuveque esperar. No lo has visto?

    Me refera a ti y al ambiente engeneral replic Nicolas, con unaamplia sonrisa. Por lo dems,reconozco que este sitio se haaburguesado un poco.

    El cirujano suspir antes de echarsea rer.

  • No lo suficiente para el gusto dela patrona, pero demasiado para el mo.

    Cmo est?Bien, bien. Sabes, desde la muerte

    del hijo no ha vuelto a recuperar laalegra. Se ha ido al lavadero, comocada da. Espero que puedas quedarte acomer, estar muy contenta de verte.

    A decir verdad, pensabaquedarme algo ms de tiempo.

    En buena hora! Podrs dormir enla buhardilla, tu cama an est ah.Tienes que marcharte maana?

    Nicolas inspir profundamente elaire de la estancia que ola a esenciasaromticas mezcladas con el polvo del

  • ambiente.Con tu permiso, y si lo aceptas,

    quisiera volver a trabajar para ti.Para m? Vamos, Nicolas, ya no

    eres mi aprendiz! Ni siquiera estamos ala par, eres muy superior a m! Y no esmodestia, ya sabes que no es mi fuerte!

    Se puso en pie y sac del aparadoruna botella de vino y dos vasos.

    Qu sucede? Tienes problemas?Te busca la soldadesca?

    No, es solo que me gustara pasarun tiempo en Nancy.

    Entonces has vuelto parainstalarte? Se sent y dispuso losvasos ante ellos. Puedo ayudarte a

  • abrir tu propio establecimiento. Esteao soy el rey del han![1]

    Cgeme de asistente. Me pareceque no tienes a nadie.

    Llevas razn. El ltimo se larghar un mes respondi mientras serascaba el mentn.

    Maese Delvaux tena la frentearrugada de los quincuagenarios,prolongada por una nariz torcida y rota yun mentn ligeramente prognato que leconfera el aspecto de hacer una muecapermanente. Sus manos eran callosasdebido al trabajo que haca en sus viasy que lo fatigaba ms que sus pacientes.Su talla menuda y su corpulencia media

  • contrastaban con la voz poderosa que nodudaba en utilizar en cuanto seencolerizaba, como los animales queaumentan su tamao para atemorizar asus enemigos. Estos lo llamaban elErizo Blanco debido a su carcter y algorro, que se haba convertido en suprenda fetiche desde que le cubri lacabeza durante su primera operacinpara recoger sus largos cabellos.Veinticinco aos despus, el peloescaseaba, pero el gorro era el mismo.

    Escanci vino en los vasos y tendiel suyo a Nicolas.

    As que quieres volver? Sea, tecontrato! No voy a dejar perder

  • semejante negocio!Brindaron y compartieron algunos

    recuerdos del aprendizaje de Nicolascon el Erizo Blanco hasta que lleg lapatrona, que se ech a llorar nada msverlo y se arroj en sus brazos. Seguaoliendo a jabn y leche como diez aosantes, cuando l fue acogido en sufamilia. Su piel segua sin tener ni unaarruga, pero su mirada haba perdido laintensidad y sus iris ardientes, el fuego.Fue ella quien lo desvirg, a los quinceaos, sobre el jergn de la buhardilla,sin que maese Franois llegara a saberlonunca. Tras iniciarle en el mundo de loshombres, fue luego madre y tutora. Fue

  • ella quien le ense a leer, al aosiguiente, con los pocos tratados demedicina o de anatoma escritos enfrancs que componan el ncleo de labiblioteca del maestro. Desde el primermomento, Franois detect en l unasaptitudes fuera de lo corriente. Nicolasera capaz de reproducir sinentrenamiento cualquier tcnicaquirrgica con solo haberla ledo unavez. Sus gestos eran los ms seguros yprecisos de todos los practicantes dellugar, y sobre todo los ms rpidos,hecho que era esencial para el xito delas intervenciones, dado que lospacientes estaban despiertos y

  • contrados por el dolor. El Erizo Blancolo refren voluntariamente, dobl sucarga de trabajo, lo trat con ms durezaque a los dems aprendices, se mostrms injusto y consigui canalizar elcarcter y el don del joven. Al final desu perodo de aprendizaje, y cuandopodra haberse cubierto de oro, semarch con su mula a hacer de cirujanoambulante por las aldeas ms perdidas ylos campos ms inseguros.

    Franois Delvaux cerr suestablecimiento sin esperar a queanocheciera, para desesperacin de unpaciente que lleg justo despus, llam

  • con los nudillos al portal y se viodespedido con cajas destempladas porel dueo. El desventurado, al que unabsceso anal impeda sentarse desdehaca varios das, haba aguantado hastano soportarlo ms antes de acudir alcirujano. El Erizo Blanco, asomado a laventana del primer piso, le dijo que sebajara los calzones y le mostrara lasposaderas, cosa que hizo el hombre trasasegurarse de que nadie rondaba por lacalle. Aunque no pudiera ver el estadodel tumor del ingenuo, silb de formaexagerada en seal de sorpresa y, sinperder la seriedad, le indic ladireccin de un cirujano amigo suyo,

  • precisndole que en cada esquinadebera detenerse y contar hasta cienpara evitar que le estallara el absceso.El hombre le dio las gracias y se marchsiguiendo escrupulosamente lasconsignas del maestro. Franois se riun buen rato de su propia broma y leexplic a Nicolas que ese paciente ledeba sus honorarios desde el aoanterior, lo que el tribunal an no habasolucionado, pues andaban desbordadosde faena.

    Aplico personalmente la sentenciaconcluy, poco dispuesto a aguardarla condena oficial.

    Comieron los tres de buen humor y

  • el maestro propuso a su antiguo aprendizuna salida nocturna.

    La humedad haba invadido laciudad ducal, dejando aqu y allsombras de bruma en suspensin quesurcaban los aires como barcosfantasma. Siguieron la orilla del arroyoSaint-Thibaut, cuyo chapoteo oan sinalcanzar a distinguirlo, y lo cruzaron a laaltura de la rue du Pont-Moujat a travsde una majestuosa obra de piedra.Penetraron en la posada de los TroisMaures, nico establecimientorespetable del barrio, segn Franois,puesto que siempre le haban pagado sus

  • honorarios al contado. El lugar contabacon varias mesas alrededor de lascuales haba conversaciones animadas.Sus vecinos eran soldados franceses alos que el alcohol haba vueltovocingleros y vehementes. Selamentaban de su menguada soldada y dela poca consideracin que hacia ellosmostraba la poblacin local. Cuando latensin con el resto de la clientelaaument, acabaron por abandonar ellocal.

    Adis, muy buenas! coment elmaestro cirujano. An no hanentendido que aqu no pactamos con elejrcito de ocupacin. Nos chupan la

  • sangre con sus impuestos, diezmos,gabelas y utensilios: los alojamos, lesdamos de comer y encima les pagamospor su asquerosa guerra. Hasta losburgueses estn desesperados.

    Cmo logras sacar adelante a tufamilia?

    No logro sacarla adelante. Elducado es un barco que se va a pique,Nicolas, no hay vuelta de hoja.

    Apur el vaso de un trago como sias refrendara sus palabras. Permaneciunos instantes en silencio, luego seenderez el gorro sobre su cabeza y surostro se ilumin con una ampliasonrisa.

  • Sin embargo, t has vuelto, asque no todo est perdido!

    Solo estoy de paso.Bien lo s, yo hace treinta aos

    que estoy de paso, muchacho. Y adems,tendr que dejar de llamartemuchacho, ya me sacas ms de unpalmo! Pero que sepas que para Jeanney para m siempre has sido nuestroprotegido.

    No lo olvido, Franois. Nunca oshe olvidado. Os he llevado conmigo porlos caminos del ducado.

    Un leo crepit en la gran chimeneay proyect un chorro de chispas sobre lamesa ms prxima. El posadero apag

  • las brasas cubrindolas con un paohmedo.

    Ms madera de pacotilla! exclam Franois dirigindose alhombre. Debis de tener el mismoproveedor que yo, qu Dios le pudra elpie! concluy.

    Su declaracin dej pensativos a losall reunidos sobre el lugar al que ibadirigida la clera divina.

    Nicolas se relaj. El reencuentrocon su mentor haba reavivado elrecuerdo de sus aos de aprendizaje yde compaerismo, y el vino habaacabado de derribar sus defensasnaturales ante cualquier muestra de

  • sentimentalismo. La soledad que leimponan su trabajo itinerante y larudeza de su oficio haban curtido susemociones y le haban forjado uncaparazn. Jams se haba abierto a laconfidencia acerca de la rudeza de lavida del cirujano ambulante. Seabandon escuchando a su antiguomaestro y riendo de sus baladronadas ysus excesos verbales y gestuales.Redescubra el placer de ladespreocupacin.

    Vamos a casa? propusoFranois tras haber explicado a laconcurrencia cmo haba logrado que sultimo paciente se bajara los pantalones

  • en plena calle. Maana ser tu primerda y el sol siempre amanece demasiadopronto.

    Estoy impaciente por empezar.No sabes lo que te espera!

    respondi el Erizo Blanco resoplandoruidosamente. Un montn de casosdesquiciados, te va a encantar. Y, porcierto, no hemos hablado de tushonorarios

    Solo pido alojamiento,manutencin y algo con lo que sustituirestos andrajos.

    Tu falta de exigencias me pareceincluso ofensiva dijo Franois, y actoseguido escupi al suelo. Te quedars

  • con lo que paguen aquellos a los queatiendas, pero te aviso de que vas atener que pelearte para conseguirlo.

    No puedo aceptar respondiNicolas mientras se anudaba las vendasde sus manos. El establecimiento estuyo.

    No veas en ello deferencia alguna,eso me dejar ms tiempo para misocupaciones personales. Mis viedos ymi Nina.

    Al salir, la niebla haba cubierto laciudad entera bajo un manto homogneo.Se acodaron en el puente y contemplaronel arroyo que se abra camino entre lasmasas oscuras de las casas.

  • Sigues encaprichado con esabarca? pregunt Nicolas.

    La Nina no es una barca! Es todami vida! Mi obra maestra, msimportante que cualquier otra cosa!

    Desde haca veinte aos, al ErizoBlanco, tan terrenal ante el Eterno, frutode generaciones de viaderos ygranjeros enraizados en el ducado, se lehaba metido entre ceja y ceja construirsu barco tras haber trabado amistad conun gegrafo de paso que le habaelogiado la belleza del mundo y vendidoun mapa que representaba las vasnavegables de Francia y de los paseslimtrofes. Aquel mapa fue una

  • verdadera revelacin para el cirujano.La Nina es la llamada de la

    aventura le dijo a Nicolas al tiempoque apoyaba una mano sobre su hombro. Mira aadi sealando con eldedo la sombra del riachuelo,puedes imaginarte que este chorrillo deagua da en el Meurthe, que se une alMosela antes de arrojarse al Rin? Y esero majestuoso, sabes dnde muere?En el Mar del Norte!

    Rebusc en uno de sus bolsillos ydel mismo sac media cscara de nuezvaca y se la mostr.

    Si la lanzo desde lo alto de estepuente, en pocos das habr llegado a

  • los ocanos del mundo Te imaginas?El argumento, que el comerciante ya

    haba utilizado para venderle el mapa,se haba convertido para l en unaverdadera obsesin: la aventura, con laque siempre haba soado, empezababajo sus propios pies. Desde aquelinstante no haba cejado en laconstruccin de un navo a bordo delcual podra lanzarse al encuentro de lasinmensidades marinas y sus leyendas. Larealidad de sus finanzas, sin embargo, lohaba mantenido encadenado al suelo,ms incluso que la peor de lastormentas. Amarrada en el puerto delCrosne a unos kilmetros de la ciudad,

  • la embarcacin de cinco metros deeslora pareca la cscara que sostena ensu mano. El mstil, tallado en maderaverde tres aos antes, solo aguardabaser alzado y las velas ya estabanencargadas, pero ambas cosas sehallaban a la espera debido a la falta desolvencia del maestro cirujano.Franois, que se haba convertido en lamascota de los marinos de Crosne, eraya el nico que crea que algn da laNina se hara a la mar.

    Lanz la cscara al agua.Zarandeada por la corriente, gir sobres misma, volc y acab atrapada en unamasijo de ramas, pelusa de cuero y

  • tejidos en descomposicin procedentesde los artesanos del vecindario.Franois dirigi una mirada desolada aNicolas y se encogi de hombros. Lademostracin se haba ido a pique.

    Sintieron una presencia a susespaldas.

    Deseis pasar, caballeros?Se dieron la vuelta y vieron a tres

    soldados franceses que, uno junto alotro, ocupaban el ancho del puente.

    Deseis pasar? repiti elnico suboficial, un cabo de lacompaa de granaderos reales.

    Buen ojo tenis respondiFranois, esa es en efecto nuestra

  • intencin.Reconoci a algunos de los hombres

    que se haban dado a la bebida en laposada de los Trois Maures.

    En tal caso, tendris que pagarpara pasar. Sois dos, un franco porcabeza.

    Tenis buen ojo y sois mejormatemtico constat Franois.Esto s que es una soldadesca decalidad!

    Basta ya de ironas. O pagis u osquedaris aqu toda la noche.

    Pagar, pagar, siempre pagarPronto el ocupante nos har pagar hastael aire que respiramos dijo Franois,

  • indignado, dirigindose a Nicolas.Me pregunto qu dira el tenientegeneral de la comarca si llegara a saberque sus hombres se dedican a robar alos honrados ciudadanos de esta ciudad.

    No creo que le hiciera muchagracia respondi Nicolas ignorando alos tres soldados.

    Verdad? Maana se lopreguntar, vendr a verme para que lesaque una muela.

    Vamos, dos francos repiti elhombre al tiempo que extenda la mano.

    Lo hueles, Nicolas? dijoFranois, y empez a olfatearruidosamente.

  • S respondi este olisqueando asu vez, parece

    La peste a miedo! Y viene de ahaadi, y se situ ante el hombre.

    Oli su guerrera.Por supuesto, mi olfato no me

    engaa nunca! Un soldado que tienemiedo

    Es un problema prosiguiNicolas.

    Un problema muy gordo insistiFranois. El miedo conlleva laputrefaccin de los rganos.

    Qu duda cabe, ya he visto casosas remach Nicolas, y se quedmirando fijamente al hombre mientras

  • sus dos comparsas retrocedan un paso. El paciente pareca estar bien

    Eso es, parecaY un da, al venir a visitarse por

    una picazn, se desplom ante misnarices. De golpe. Fulminado, muerto.El mal se lo haba comido por dentro ysus rganos se haban deshecho como sifueran de arena.

    La podredumbre!Y esa pesteLa misma que ahora, verdad?Basta ya! exclam el hombre

    , basta ya! No me gustan esasbromas, marchaos ahora mismo!

    Los militares se hicieron a un lado

  • para franquearles el paso.Debera veros un mdico le

    aconsej Franois al pasar junto a l.La mirada del soldado reflej a la

    vez el miedo y la frustracin.Avanzaron unos metros, felices de

    haber recuperado su complicidad. En elmomento en que el Erizo Blanco abri laboca para hablar, su rostro sedescompuso en una terrible mueca deincomprensin y cay de rodillas,llevndose las manos al espinazo. Elhombre los haba seguido y lo habaapualado por la espalda.

  • Captulo 2

    Nancy, enero de 1694

    La herida era superficial. La pualada lohaba rozado y la hoja se haba hendidoen la grasa que cubra su costadoizquierdo. Con la ayuda de un vecino,Nicolas lo traslad, consciente, hasta lacasa, le cosi la herida y le aplic unungento a base de boiga de vacamezclada con grasa de cerdo en lasproporciones indicadas por Franois,quien, a pesar del dolor naciente, habainsistido en supervisar la cura. Jeanne lo

  • vel toda la noche. De buena maana, ensu frente haba surgido una pequeaarruga que ya nunca desaparecera.

    El estado de Franois, aunque nosupusiera peligro alguno, le impedallevar a cabo su trabajo. Peor an, locompeli a guardar cama casi unasemana, cosa que nunca se haba vistoobligado a hacer y lo puso de un humorde perros. Nicolas se ocup de todos lospacientes del cirujano, que considerabansu presencia como un don divino. De lostres, la ms afectada por el accidente fueJeanne. Le fue imposible conciliar elsueo y se dej la salud en sus tareascotidianas.

  • La chimenea de la trastiendadesprenda un calor infernal que alpaciente le era difcil soportar.Transpiraba por todos los poros de sucuerpo desnudo, tendido en una cubetade madera. Su rostro de pepona se habapuesto rojo como un tomate, un hilillo desaliva se haba secado en la comisura desus labios violceos, le dolan laspiernas y su respiracin era superficial.El mdico le haba diagnosticado unasfilis que haba ocultado a su entorno.La enfermedad venrea le daba miedo ylo avergonzaba. Una vez se le cur laherida que le haba aparecido a la alturadel sexo, le pareci que ya haba salido

  • del atolladero. Sin embargo, la erupcingeneralizada, declarada dos semanasdespus, lo oblig a alojarse en casa deFranois Delvaux hasta quedesaparecieran las lesiones cutneas. Deoficio notario, pretext a su mujer unviaje importante a Pars que le llevaratres semanas.

    El hombre resopl. El aire calientele daba la impresin de estarahogndose. Nicolas entr con un cuboen la mano y un par de guantes en laotra.

    Podis acabar con esta tortura?orden el paciente en un tono que nodejaba lugar a duda alguna. Me voy a

  • desmayar!Debis transpirar antes de la

    friccin respondi Nicolas sinobedecerlo. De lo contrario, se os vaa quedar dentro el veneno de la sfilis. Yen tal caso s podris hablar de tortura.

    El hombre, visiblementeimpresionado, se acomod en la baeraa la espera de recibir el tratamiento.Ech un vistazo al contenido del cuboantes de cerrar los ojos. Nicolas se pusolos guantes de cuero flexible y meti lamano en la mezcla de manteca y sales demercurio que acababa de preparar. Frotal paciente a la altura de susarticulaciones, despacio y a conciencia.

  • Una vez acabadas las fricciones, letendi una camisa con la que el hombrese cubri refunfuando.

    Muy bien dijo Franois, quehaba presenciado la escena sin que lohubieran odo entrar. Quedaos junto alfuego y sudad hasta que el mal os salgapor los poros. Ese es el precio devuestra cura.

    Dadme de beber, maese Delvaux,desde esta maana tengo la bocaardiendo dijo el hombre, y le mostrla lengua.

    Tena inflamados el interior de susmejillas y las encas. Nicolas se seclas manos y le llev agua fresca del

  • pozo. No le gustaba utilizar lasfricciones mercuriales para tratar decurar la sfilis, pues a menudo elremedio era peor que el mal, pero noconoca otro tratamiento. El hombrebabeara como un animal rabioso, luegola erupcin desaparecera y su estadomejorara. Se creera curado y lepagara los honorarios de treinta francosa Franois, contento de haber sanado tanfcilmente cuando la sfilis a menudoera sinnimo de enfermedad incurable.Sin embargo, Nicolas saba porexperiencia que esta siempre volva apor sus vctimas, a veces incluso aosdespus. Las sales de mercurio no

  • podan con ella.Dej que Franois charlara con su

    paciente acerca de las prximascosechas y fue a la buhardilla a porsbanas limpias. All estaba Jeannetendiendo la ropa. Dobl las que ellahaba lavado el da anterior y eligi lams gastada para hacer trapos. Jeanne lesonri comedidamente, sin duda alrecordar al joven que jugaba alescondite con ella entre las hileras desbanas colgadas. Sus risas no habanresonado en la buhardilla desde haca unlustro. Ella lo ayud a acabar su tareaantes de llenar un cubo de paosmanchados de grasa.

  • Te acompao al lavadero propuso Nicolas. Necesito salir.

    Pasaron junto a la explanadaarbolada con tilos que delimitaba lafrontera entre la ciudad nueva y losbarrios antiguos, y cruzaron el baluartede Michottes. Jeanne, que habapermanecido en silencio a lo largo deltrayecto, lo detuvo:

    Crees que mi Franois se va acurar?

    Claro, si ya est curado. No tepreocupes. Refunfua de impaciencia, yeso es buena seal, no crees?

    S, sNicolas dej en el suelo la cubeta

  • que ya empezaba a agarrotarle losmsculos. La colada estaba empapadade agua.

    Qu sucede, Jeanne? Ququieres decirme?

    El otro da, cuando volvisteis,tuve mucho miedo de que se muriera.Desde entonces no he dejado de pensaren ello. Es como

    Una obsesin?Ella permaneci en silencio.Es normal, Jeanne, creme, y

    desaparecer poco a poco. Como laniebla sobre el canal. Con el tiempo,todo acaba por volver a la normalidad.

    Crees que Dios ha querido

  • castigarnos?Creo que un soldado borracho

    trat de vengarse.Pero qu le hemos hecho?Nada. Franois simplemente se

    cruz en su camino y el bribn queradinero.

    No, a Dios. Qu le hemos hechoa Dios?

    Vamos, Jeanne, an tenemos unbuen trecho.

    Cuando fue a recoger el fardo deropa, un vehculo detenido en el patio dela mansin situada frente a ellos atrajosu atencin. La madera de las ruedas eranueva y contrastaba con el aspecto

  • vetusto del habitculo.Qu miras? pregunt ella al

    ver el patio desierto.Conozco esa carroza A quin

    pertenece ese palacete, Jeanne?Estamos en la rue Naxon. Es del

    marqus de Cornelli.La imagen de la joven dispuesta a

    seguirlo para evitar un matrimonio porinters lo hizo sonrer y le explic laancdota a Jeanne.

    Si te hubiera visto untar alnotario, es de ti de quien habra salidohuyendo! A buen seguro habr olvidadoya su antojo aventurero.

    Llevas razn dijo l mientras

  • echaba un ltimo vistazo al edificio, enel que vio una sombra deambular atravs de las ventanas del primer piso.

    La silueta se detuvo paraobservarlos. El aspecto era masculino,de hombros anchos y altos, pero en lapenumbra no alcanzaba a distinguir elrostro.

    Qu lado de ese cristal es el msenvidiable? pregunt Nicolas. Elsuyo o el nuestro?

    El suyo, por descontado respondi Jeanne, y lo oblig a avanzarpor la calle.

    Sentirse observada la habatrastornado.

  • Menuda pregunta prosigui ella. Quin no iba a querer estar de eselado?

    El lavadero herva de actividad ytuvieron que aguardar a que quedaralibre un sitio antes de entrar. Jeanne searrodill ante el borde inclinado y echsu colada en el agua clara. El vahosurga de la boca de las lavanderas alritmo de su respiracin cual nubes quese elevaran hacia el techo del estanque.Al cabo de unos minutos, las manos deJeanne estaban enrojecidas debido alvivo fro del agua. El estruendo de laspalas de lavar enjuagando las coladas

  • entrecortaba las conversaciones con suritmo regular. Nicolas doblaba la ropa yla depositaba sobre la cubeta a medidaque las lavaba. Eran los nicos quepermanecan en silencio y concentradosen su trabajo.

    Conoces a Marianne Pajot? pregunt de repente.

    Ella aprovech para incorporarse yaliviar su espalda dolorida por lascontracturas.

    Es una comadrona de Nancy aadi l como si ella necesitara algunapista.

    Lo s, la conozco. Fui una de lasque la eligieron.

  • La he visto en plena faena. Tienemucha experiencia.

    Jeanne prosigui su tarea.Es la mejor matrona del ducado

    confirm ella. Ha salvado algunoscasos desesperados. Y jams ha estadoembarazada.

    Nunca? Crea que para sercomadrona era necesario

    Haber parido? Hasta ella, asfue. Sin embargo, en la parroquia todo elmundo estuvo de acuerdo en que fueranuestra comadrona. Incluso los doscirujanos le dieron el certificado deaptitud sin discutir.

    Sabes dnde podra encontrarla?

  • La sonrisa de Jeanne dibuj unasprofundas arrugas en sus mejillas.

    Anda, acaso has preado aalguna boba y requieres sus servicios?Promteme que volvers pronto y meayudars a llevar de vuelta la colada!

    ***

    Marianne se alojaba en la casa debeneficencia de Saint-Epvre, situada enla residencia del burgus Pierre Diart,en la rue du Point-du-Jour. La jovencongregacin haba sido creada cuatroaos antes para socorrer a los pobres de

  • la parroquia, y ella haba sido elegidapor las damas del patronato paraocuparse de las solteras embarazadas ydel fruto de su libertinaje. La mayorade estas trataban de abortar oabandonaban a sus hijos al nacer, a lapuerta de una iglesia en el caso de losms afortunados, o en la calle, una zanjao el bosque en los otros casos. Losnios nacidos sin padre que habanlogrado evitar esos dos escollos ya solopodan esperar que no les quitara la vidauna enfermedad infantil o lamalnutricin. Menos de uno de cada dosalcanzaba la adolescencia. La Iglesia ylas buenas almas cristianas haban

  • creado diversas casas de beneficenciapara canalizar la desesperacin de lasmadres con embarazos no deseados yevitar que los recin nacidos murieranantes de poder ser bautizados.

    La rue du Point-du-Jour comprendacasas de hermosa factura y un palacetecon una imponente escalera exterior depiedra. Le vino a la memoria elcomentario de Jeanne: Quin no iba aquerer estar en el interior de esascasas?. A punto estuvo de responderle:Yo, pero ella no habra podidocomprender sus motivos. Habapreferido callar.

  • Marianne no pareci sorprendidaante la visita de Nicolas, o por lo menosno lo manifest. Se dispona a salir paradirigirse al convento del Refugio parasaber del pequeo Simon, cuyo vorazapetito haba agotado la capacidadmamaria de su primera ama de cra. Suexcepcional constitucin le habapermitido sobrevivir al traumatismo desu nacimiento milagroso, cuyo relatohaba circulado por la institucin entera.Nicolas le propuso acompaarla, cosaque ella acept sin reserva nientusiasmo excesivo. El sol de un da deinvierno se haba apoderado del cielo ysalpicaba con reflejos tornasolados su

  • falda de pao de color burdeos yprpura. Observ su cors negro atado ala espalda, las mangas apedazadas de sucamisa de tela de camo y su capuchaoscura forrada de satn, que parecaacariciarla a cada paso. Le vea aMarianne una gracia fuera de lo comn yun encanto que no quera explicarse pormiedo a verlo desvanecerse. Desde sullegada a Nancy solo haba pensado enella, a pesar de tratar de refrenar sussentimientos y su creciente atraccinhacia una mujer cuya belleza estabaemparejada con sus habilidades deexcelente practicante.

    Simon era el nico nio del

  • convento. Las internas le haban cogidoapego y le ofrecan todo tipo deatenciones. Siempre haba una dispuestaa cogerlo en brazos en cuanto empezabaa llorar, de tal manera que la criaturaestaba ms consentida y mimada que sihubiera vivido en casa de sus padres.Solo la madre Janson temperaba losexcesos de las jvenes, que proyectabanen la criatura sus deseos de maternidad.Al recibirlos, la superiora conservaba lamisma expresin impasible de su primerencuentro. Su rostro difano formaba uncuadrado claro en el centro de su tocaoscura, y sus manos invisibles hacanvoltear sus mangas anchas. No pudieron

  • ver al nio, pero los condujeron junto auna parturienta de diecisis aos quepadeca sncopes con una frecuencia quealteraba su estado fsico y su embarazo.Marianne prometi a la directoraocuparse de ella hasta el parto. Lahermana les dio las gracias y se retir asu celda a rezar.

    En qu pensis? pregunt ellacuando salan del convento.

    Se detuvieron bajo el porche de laentrada principal.

    Creo que vuestra joven pacientepadece del mal de epilepsia, pero ya losabis respondi mientras observaba

  • su reaccin.Ella hizo un gesto de asentimiento.Qu podemos hacer?Nosotros? No soy mdico ni

    boticario! exclam, y dio un pasohacia la calle.

    Marianne permaneci inmvil. Larespuesta no le bastaba.

    Por eso os lo pregunto! En suestado, sobre todo no hay que sangrarlani purgarla. Qu se puede hacer? Qudicen vuestros libros?

    Que hay decenas de remedioscontra las convulsiones provocadas porlos humores crasos del cerebro. Peroninguno sera eficaz.

  • Un carruaje pas con gran estruendopor la callejuela estrecha y oblig aNicolas a volver bajo el porche.

    Por qu no intentarlo? pregunt ella cuando se hizo el silenciode nuevo.

    Si insists Conozco a un mdicoque hace que quien padece una crisis secoma sus propios cabellos, otro proponeestornudar utilizando polvo dearistoloquia, y vi a un hombre morir as.Un charlatn que gozaba de granrenombre en el norte del ducado hacacolgar del cuello de los epilpticosmurdago de roble, o les daba a beberpolvo de crneo humano mezclado con

  • raz de saltaojos y vino de Espaa. Envano. Queris ms recetas?

    Sois un derrotista, maese Druet,os imaginaba ms pugnaz dijo ellapara tratar de provocarlo. Si sigueextenundose de esa manera, puedemorir al dar a luz.

    Os he dicho que no hay remedioconocido que pueda evitarlo, no que nohaya nada que hacer.

    En tal caso qu sugers? pregunt ella cruzndose de brazos enseal de impaciencia.

    Que aceptis mi propuesta dealimentarnos mutuamente de nuestrasexperiencias respondi mientras

  • apretaba el pao que le serva de guanteen la mano derecha. Os ayudo convuestra paciente y me dejis asistir alparto.

    Si logris liberarla de suepilepsia, estoy dispuesta incluso aabriros mis cuadernos de notas y mislibros.

    Y vuestro corazn?Nicolas haba hablado sin pensar, en

    un impulso emocional del que searrepinti en el acto. A lo lejos, unhombre llamaba a los transentes conconviccin y constancia. Su voz ronca,que llegaba hasta ellos a intervalos,prometa a los curiosos vivir un

  • momento excepcional.Lamento mi impertinencia

    aadi. Disculpadme y olvidad lo queos acabo de decir, Marianne. Estoyavergonzado.

    Por qu? Acaso el corazn noforma parte de la anatoma?

    l no se atreva a mirarla y triturabanerviosamente sus guantes. Ella se echa rer al ver su rostro apesadumbrado.

    Comencemos por la epilepsia yms adelante ya estudiaremos la sede delos arrebatos amorosos, no os parece?

    Habis logrado adems sacarmede esta metedura de pata. Os estoy muyagradecido.

  • Se arregl los cabellos y sonri.Permitidme al menos

    acompaaros a vuestra casa.Caminemos un poco dijo ella

    mientras alzaba su falda para pasarsobre un gran charco de barro dejandoal descubierto un brazalete de oro en sutobillo derecho. Tengo curiosidad porsaber qu ofrece ese charlatn.

    Se unieron al corrillo que rodeaba alvoceador instalado en la rue de Grve.Este estaba encaramado en un estrado demadera junto a un carro cubierto con unteln negro. Arengaba a la multitud sincesar y con xito, como atestiguaba elcreciente pblico que se agolpaba

  • alrededor de la improvisada carpa. Elhombre seal el carromato con undedo:

    Llegado directamente del pas deLituania, donde viva en estado salvaje ydonde fue capturado hace treinta aos.Su madrina es la reina de Polonia y supadrino es el embajador de Francia, nims ni menos. De paso en Nancy, decamino a Versalles, donde debe serpresentado ante el rey, venid a admirarun ejemplar nico de hombre salvaje,damas y caballeros, y me refiero a unhombre que, como una bestia, vivi suinfancia en el bosque.

    La muchedumbre murmur,

  • sorprendida y a la par incrdula.A pesar de los esfuerzos de

    nuestros sabios, no puede hablar, nivestir ropa ni calzarse. Se ha quedadoen estado animal y su ferocidad no tieneparangn. Venid, entrad y, solo por tresgordas[2], admirad a esa criatura de Diosque en toda Europa desean ver.

    Y quin nos dice que no sonpamplinas y una tomadura de pelo? exclam un hombre fornido, con mejillasde hmster y gruesos labios.

    Busc con su mirada la aprobacinde los dems.

    Y si se trata de un actorcompinchado? aadi su vecino, cuyo

  • parecido fsico no dejaba duda algunaacerca de su pertenencia a la mismahermandad.

    Otros asintieron con la cabeza. Elcharlatn, al percibir que perda laconfianza de la asamblea, alz el tono yacall el alboroto naciente.

    Tengo en mis manos un documentooficial prosigui a la vez quemostraba al pblico un papel, con losbrazos extendidos que prueba deforma concluyente el origen y la historianica de Joseph Urfin, nombre que lamismsima reina de Polonia dio albautizado!

    Por ms que alargaron el cuello y

  • sus ojos trataron de leer, nadie consiguidescifrar el texto. En ese mismo instante,un gruido surgi del carromato,seguido de un grito sordo que hizotemblar el habitculo sobre sus ejes yarranc un chillido a la multitud.

    El hombre aprovech el incidentepara volver a meterse a su auditorio enel bolsillo.

    No corris riesgo alguno, puestoque su jaula fue utilizada paratransportar a un gorila gigante. Esindestructible. Vamos, damas ycaballeros, venid a contemplar a estefenmeno de la naturaleza. Es unmomento nico en vuestras vidas, puesto

  • que maana mismo estaremos de nuevoen camino. Por tres gordas, podisacercaros a Joseph Urfin, el nico, el sinpar hombre salvaje!

    Qu se vaya a Versalles asustituir a Luis! grit un hombre.No se notar la diferencia!

    El pblico se ri estrepitosamente.Otras chanzas acerca del rey de Franciabrotaron aqu y all. Los cuatrosoldados presentes, que vigilabandespreocupados al gento, seaproximaron. Uno de ellos subi alestrado y observ a los allcongregados, con los puos en lascaderas. Los otros tres se haban

  • apostado entre los asistentes, que debande ser unas cincuenta personas.

    Marchmonos dijo Nicolas a lavez que asa a Marianne del brazo.Esto acabar mal.

    Qu nadie se mueva! exclamel oficial que haba visto el gesto.Quien trate de huir ser consideradosospechoso! Qu confiese quien haosado atentar contra la dignidad denuestro rey!

    Los soldados trataron dedesenvainar sus espadas, pero enseguidafueron zarandeados y derribados porvarios hombres, mientras los asistentesse dispersaban apresuradamente por las

  • calles vecinas.A m la guardia! grit el oficial

    antes de verse proyectado al suelo porlos dos hermanos de mejillas dehmster, que se limpiaron los pies sobresu capa antes de desaparecer endireccin a las fortificaciones.

    Nicolas haba tomado a Marianne dela mano y la haba llevado hacia la calleadyacente ms estrecha, colindante conla iglesia de Saint-Nicolas. Oyeron elruido de los pasos de la compaa queacababa de entrar en la rue de Grve.Ella pidi que se detuvieran pararecuperar el aliento.

    Por qu huimos as? No hemos

  • hecho comenz a decir antes de quetirara de nuevo de su mano.

    Nicolas haba entrevisto el destellode los cascos que se aproximaban a laplaza de la iglesia. Aquel sitio era uncallejn sin salida que daba a unas viasy descampados. La ciudad nueva apenastena cien aos y muchas parcelas anno haban sido edificadas, a pesar delcompromiso de los propietarios con elduque Carlos. Cruzaron sincontratiempos los solares y circularonpor varias callejuelas transversaleshasta desembocar en una gran plazaluminosa en la que reinaba una ingenteactividad y la peste a carroa.

  • Dnde estamos? preguntNicolas, que no conoca todos losbarrios de Nancy.

    En la plaza del mercado respondi ella, y le oblig a soltarle lamano.

    Se alis sus ropas desajustadas, sucamisa de tela y su capucha, y prosigui:

    Qu habis hecho? Al huir, noshemos convertido en culpables, os daiscuenta de las consecuencias si noshubieran atrapado?

    Imagino sobre todo las quehabramos sufrido de habernos quedado.Marianne, por qu creis que todo elmundo ha actuado como nosotros?

  • Sabis lo que harn los franceses?Pero si no me habis dejado

    eleccin! Detesto que alguien tomedecisiones en mi lugar, ni se os ocurravolver a hacerlo! declar con firmezapero evitando elevar la voz.

    Cogern al primero que pillen, loacusarn de haber insultado a su rey y leharn confesar una conspiracin urdidapor los extranjeros.

    Ah estn! exclam ella cuandovarios hombres y dos caballerospenetraban en la plaza y