Un gobierno de campeonato mundial

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Un gobierno de campeonato mundial Si algo ha caracterizado al actual Gobierno (¿o desgobierno?) de nuestro país ha sido su típico nivel de incompetencia, su afanoso deseo de cargarnos con más impuestos y las crecientes trabas de los trámites gubernamentales. Pero lo que me sucedió la semana pasada tiene matices de tragicomedia. Por motivos laborales, viajé por vía terrestre, el martes 8 recién pasado a Panamá. Llegué a la frontera sur a las 4 pm. Me presenté con mi pasaporte a la oficina de Migración como muchas veces lo había hecho antes. La funcionaria que me atiende me pregunta: Señor, ¿ya pagó el impuesto de salida? A lo cual respondo: ¿Cuál impuesto? Un impuesto de $7 que deben pagar todos los que salen del país por nuestras fronteras. Obviamente me sorprendió dicha información. A lo cual agregué, no sabía de dicho impuesto, ¿es algo nuevo? Sí señor, a partir de la semana pasada se empezó el cobro. Aunque nunca escuché antes nada en los medios de comunicación de aquel nuevo impuesto, procedí entonces a echar mano a mi billetera para pagarlo. Pero ¡sorpresa! Me dice la funcionaria: Señor acá no puede pagarlo, debe dirigirse a aquella ventanilla de Bancrédito y pagarlo ahí. Salgo de la fila, me voy a pagar el impuesto donde se me indicó, pero la ventanilla y el banco están cerrados. Son las 4:01 pm. Pregunto al guardia de la entrada, y me dice que el banco cierra a las 4 pm. Regresé a la ventanilla de Migración y le explico a la funcionaria que el banco está cerrado y que no puedo pagar el impuesto. Me responde que vaya a la oficina de Aduanas y que ahí encontraré una máquina, y con tarjeta de crédito o débito, puedo pagar el impuesto. Salgo nuevamente de la fila y me dirijo a la Aduana. Me encuentro con la susodicha máquina, pero me esperaba una nueva y desagradable sorpresa: “Está fuera de servicio”.

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Un gobierno de campeonato mundial

Si algo ha caracterizado al actual Gobierno (¿o desgobierno?) de nuestro país ha sido su típico nivel de incompetencia, su afanoso deseo de cargarnos con más impuestos y las crecientes trabas de los trámites gubernamentales. Pero lo que me sucedió la semana pasada tiene matices de tragicomedia.

Por motivos laborales, viajé por vía terrestre, el martes 8 recién pasado a Panamá. Llegué a la frontera sur a las 4 pm. Me presenté con mi pasaporte a la oficina de Migración como muchas veces lo había hecho antes. La funcionaria que me atiende me pregunta: Señor, ¿ya pagó el impuesto de salida? A lo cual respondo: ¿Cuál impuesto? Un impuesto de $7 que deben pagar todos los que salen del país por nuestras fronteras. Obviamente me sorprendió dicha información. A lo cual agregué, no sabía de dicho impuesto, ¿es algo nuevo? Sí señor, a partir de la semana pasada se empezó el cobro. Aunque nunca escuché antes nada en los medios de comunicación de aquel nuevo impuesto, procedí entonces a echar mano a mi billetera para pagarlo. Pero ¡sorpresa! Me dice la funcionaria: Señor acá no puede pagarlo, debe dirigirse a aquella ventanilla de Bancrédito y pagarlo ahí. Salgo de la fila, me voy a pagar el impuesto donde se me indicó, pero la ventanilla y el banco están cerrados. Son las 4:01 pm. Pregunto al guardia de la entrada, y me dice que el banco cierra a las 4 pm.

Regresé a la ventanilla de Migración y le explico a la funcionaria que el banco está cerrado y que no puedo pagar el impuesto. Me responde que vaya a la oficina de Aduanas y que ahí encontraré una máquina, y con tarjeta de crédito o débito, puedo pagar el impuesto. Salgo nuevamente de la fila y me dirijo a la Aduana. Me encuentro con la susodicha máquina, pero me esperaba una nueva y desagradable sorpresa: “Está fuera de servicio”.

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Pregunto a los funcionarios que estaban ahí y me indican que la máquina tiene varios de días de no funcionar. Voy de nuevo a la ventanilla de Migración y le explico a la funcionaria que la máquina no funciona y que por tanto no he podido pagar el impuesto. A lo anterior me respondió: “Señor, nosotros somos de Migración y no tenemos nada que ver con el cobro del impuesto y yo no puedo hacer nada. Eso es un asunto del Ministerio de Hacienda y de Bancrédito. Nosotros seguimos órdenes y si usted no tiene pagado el impuesto no puede salir”.

A esas alturas, la paciencia, que no es una de mis cualidades, ya había llegado a su mínimo nivel y mi sangre empezaba a hervir. “Señorita, he manejado durante seis horas para llegar acá, ustedes (Migración) y la Aduana cierran a las 10 pm., y usted me dice que por un impuesto de $7 no puedo continuar mi viaje a Panamá”. Pues, Señor, lo lamento, no puedo ayudarle, me responde. Solicité conversar con su jefe inmediato y llama a su supervisor. Le explico la situación al nuevo funcionario que me atiende, y recibo exactamente las mismas respuestas, a lo cual agregó: “Señor, son las 4:15 pm., si usted viaja de regreso a Ciudad Neilly, le da tiempo de llegar a CoopeAlianza antes de las 5 pm., la cual es la hora de cierre, y pagar ahí el impuesto. No me quedó otra alternativa, que tragarme la ira que en aquel momento ya me quemaba y tomar mi camino de regreso a Ciudad Neilly, con la esperanza de llegar a tiempo antes del cierre de CoopeAlianza. Después de preguntar varias veces dónde se encontraban sus oficinas, finalmente llegué unos minutos antes de las 5 pm. y logrando pagar el impuesto de $7 que se había convertido ya en el valorado y apreciado salvoconducto para poder salir de mi propio país. Y ahora de nuevo, a tomar rumbo a Paso Canoas a ver si esta vez si lograba alcanzar lo que se había convertido en toda una odisea.

Una vez de nuevo en Migración, procedí a realizar el respectivo trámite y obtener victorioso mi permiso de salida. Ufffff, finalmente lo logré. En aquel momento, ya se había agrupado un buen número de turistas y nacionales, que con semblantes de incredulidad y enfado no podían creer que tenían que esperar hasta el día siguiente para poder realizar su trámite migratorio de salida del país, no obstante que las autoridades de frontera estarían hasta las 10 pm laborando.

Regresé a nuestra querida Costa Rica cinco días después, el pasado sábado 12 de abril, y ¿qué creen? La maquinita para pagar el impuesto seguía fuera de operación. A los nacionales costarricenses no nos queda otra que regresar a nuestra Tiquicia, pero me pregunto si los turistas que vivieron semejante experiencia, tendrán ánimo para regresar al país “más feliz del mundo”. Todavía no sabemos qué suerte correrá nuestra selección de fútbol en el campeonato mundial que se celebrará muy pronto en tierras brasileñas, pero de lo que sí estoy seguro es que tenemos un gobierno campeón mundial en ineficiencia.