Un hombre con gafas de pasta

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UN HOMBRE CON GAFAS DE PASTA De Jordi Casanovas Jordi Casanovas Güell C/Sants, 219 Barcelona 08014 [email protected] / [email protected] 699 12 62 01

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Guion escrito por Jodi Casanova.

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UN HOMBRE CON GAFAS DE PASTA

De Jordi Casanovas

Jordi Casanovas Güell C/Sants, 219 Barcelona 08014 [email protected] / [email protected] 699 12 62 01

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Escena 1.

Una mesa. Cuatro sillas. Una butaca. Suelo de parquet. Un teléfono encima de un mueble. En el mueble también hay un televisor, algunos libros. AINA, LAIA y OSCAR.

OSCAR – Lo más probable es que esté con otra. Me juego / ¿Qué os jugáis? LAIA – Cinco meses fuera. OSCAR – Ahora, lo dices: estaba cantado. Los humanos somos así. LAIA – Los hombres. OSCAR – Los humanos. LAIA – Aquella película que fuimos a ver la semana pasada. OSCAR – ¿Cuál? LAIA – Fuimos a los Renoir. ¿No te acuerdas? OSCAR – Sí, pero no del título. LAIA – La season de... OSCAR – La season de... LAIA – No sé qué más. Era la historia de un hombre que/ OSCAR – No era muy buena. LAIA – Es igual si era buena o no... Es por el ejemplo. OSCAR – Yo me dormí. Por eso no recuerdo el título. LAIA – Por lo que le pasaba a la protagonista. Su marido la deja y le hace creer que es ella la culpable de la separación. Ella se encierra en un convento/ OSCAR – La peli era finlandesa. LAIA – ¿Me dejas acabar? OSCAR – Sí, continúa. Se encierra en un convento. LAIA – Se encierra en un convento para encontrarse a sí misma y para descubrir sus defectos. Mientras, nosotros vemos que él ha empezado a salir con una camarera y se lo esconde a ella. OSCAR – Estaba buena, la camarera, pero / me... LAIA – Bueno, / normalita. OSCAR – Me dormí. ¿Qué pasaba después? LAIA – La protagonista deja de comer y de beber agua a escondidas. Como haciendo penitencia, como un sacrificio para redimirse de su mal comportamiento… desfallece y, en una alucinación se encuentra con Dios. OSCAR – ¿Sabes qué actor hacía de Dios? LAIA – Es igual. El tema es que muere pensando que ella había./ Nada. Que era él que se había enamorado de otra y no se lo quería decir para que no sufriera. (pausa.) En la pareja, el no querer hacer daño puede ser la acción más dolorosa de todas.

LAIA y OSCAR se miran y se dan la razón. OSCAR – Coge el teléfono/

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AINA – Oscar, no/ OSCAR – Llámale. AINA – No. LAIA – No es mala idea/ AINA – Ya hemos hablado. OSCAR – Pues vuelve a llamarlo. LAIA – Sí, vuelve. AINA – ¿Para qué? LAIA – No ves que tiene toda la pinta de estar con otra. OSCAR – Pregúntale. Directamente. Tiene la obligación/ LAIA – Tanto como eso. OSCAR – Sí, sí. Tiene la obligación moral de contestar. LAIA – Si es por él no/ dirá nada…

OSCAR estornuda. LAIA – No dirá nada, Aina. OSCAR – ¿Dónde tienes el gato? AINA – ¿Michi? LAIA – Hemos venido tan aprisa que no se ha tomado el antihistamínico. AINA – Está encerrado en la cocina. OSCAR – Más vale ser directos. Exigir transparencias. Yo querría que me lo dijeran claramente. Sin enredos. En serio.

Silencio. OSCAR y LAIA se quedan plantados mirando a AINA. AINA – No/ quiero... OSCAR – ¿Qué? AINA – Yo no quiero... LAIA – Di. AINA – No quiero hablar con él. OSCAR – Tranquilos. Respiremos un momento. Porque todo se ha precipitado. (pausa.) ¿Respiramos todos?

Todos respiran. OSCAR – A ver... ¿Qué cuento le has leído? AINA – ¿Quieres decir? No creo que fuera por el cuento. LAIA – No, mujer, no. OSCAR – Sólo me interesaba... LAIA – Óscar... OSCAR – Sólo me interesaba por lo que está haciendo ahora. ¿Es nuevo?

OSCAR coge de la mesa el cuento de AINA. AINA – Sí.

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LAIA – Tus cuentos están de coña. AINA – ¿Sí? LAIA – Nos encantan. OSCAR – Sí. AINA – Sólo os deben de gustar a vosotros… LAIA – Venga... OSCAR – Aquí falta un acento... AINA – No me los publican. LAIA – No te estreses. El reconocimiento pide tiempo. ¿Ya te mueves? AINA – He enviado algunos. A premios y editoriales pequeñas. LAIA – Pero pocos, ¿no?

AINA recupera su cuento de manos de OSCAR y lo guarda. OSCAR – ¿Me lo dejarás leer? AINA – No lo sé. No creo que sea muy bueno. Miguel no me ha comentado nada del cuento. OSCAR – Por que Miguel no ha tenido nunca sensibilidad artística. Desengáñate. AINA – Le gusta el cine. Le gusta leer. OSCAR – ¿Pero qué pelis, Aina? ¿Qué libros? AINA – Bueno... OSCAR – ¿Cuántas veces nos ha acompañado a ver versión original el señor químico farmacéutico? (pausa.) LAIA – ¿Qué hora es allí? AINA – Hay cinco horas de diferencia. OSCAR – ¿Cinco? (mirando la hora de su reloj.) Seis y... mas cinco... LAIA – Aún no es muy tarde. OSCAR – Las once y treinta y siete. LAIA – Llámale, venga. OSCAR – ¿Sirve el mismo número? AINA – No. Tiene uno diferente. LAIA – ¿Cuál es? OSCAR – ¿Se tiene que marcar prefijo?

AINA, con un gesto, muestra a LAIA dónde se encuentra el número anotado. LAIA se lo acerca.

AINA – Es éste. OSCAR – ¿Llamo desde el mío o tienes tarifa plana con el extranjero? AINA – Sí, sí... Tengo. Pero sólo desde el fijo.

OSCAR descuelga el teléfono fijo.

AINA – No puedo preguntarle si está con otra persona. Hemos decidido

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que nos dábamos tiempo. Yo he estado de acuerdo. LAIA – Hazle preguntas ambiguas. OSCAR – No. ¿Cómo cuáles, Laia? LAIA – Hombre. No lo sé. OSCAR – No, no... Es que tiene que ser directa. AINA – Pues no sé que tengo que decir. OSCAR – Te lo dictamos. LAIA – ¿Nosotros? AINA – ¿Seguro? OSCAR – Sí. (pausa.) Llamo. AINA – No. OSCAR – Ya estoy llamando, Aina. Afróntalo, por favor. Afróntalo de cara.

Silencio. OSCAR ha ido marcando el número en el teléfono.

OSCAR – Venga, ponte. AINA – No puedo. OSCAR – Venga. Ya está sonando. AINA – Vale.

AINA coge el teléfono. Silencio.

AINA – Miguel. (...) Tengo aquí delante a Laia y a Oscar. (...) (a l'OSCAR y la LAIA.) Recuerdos. OSCAR – Igualmente. AINA – Igualmente. OSCAR – Qué morro. AINA – Me han pedido que te pregunte una cosa.

(silencio.) LAIA – ¿Te has enrollado con /alguien? AINA – Te has . ¿Te has enrollado con alguien? (...) Ya lo sé, pero/ OSCAR – Que conteste. LAIA – Sí. Aina, no aflojes.

(pausa.) AINA – Miguel. (pausa.) Piden que contestes, por favor. (Silencio.) De acuerdo. LAIA – ¿Qué? OSCAR – ¿Qué dice?

AINA cuelga el teléfono. Su reacción es fría.

OSCAR – Bueno...

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LAIA – Espera.

Silencio.

LAIA – ¿Estás bien?

AINA estalla en llanto. LAIA pide a OSCAR que coja alguna cosa de su bolso. Es una caja de pastillas. LAIA agarra la caja y le da una pastilla a AINA con un vaso de agua. AINA se calma. Silencio.

OSCAR – ¿De qué va, este cuento nuevo? AINA – No... No lo sé. LAIA – Ey. AINA – Estoy bien/ LAIA – Lo que no tienes que hacer ahora es quedarte parada AINA – Tengo muchas ganas de llorar. LAIA – No, Aina. Autocompasión, no. AINA – No. OSCAR – Ni se te ocurra. LAIA – Si lloras es porque estás triste. Y tendrías que estar contenta, porque has dejado de ser ciega. Ahora eres libre. Puedes hacer todo lo que soñabas hacer. Si quieres escribir, tienes que escribir y no / preocuparte. OSCAR – ¿Qué más estás escribiendo ahora? AINA – No lo sé. OSCAR – ¿Cuentos?

(pausa.) AINA – Cuentos OSCAR – ¿De qué va éste nuevo? AINA – Querría hacer unos diez cuentos y agruparlos. OSCAR – Bien. LAIA – Muy bien. Sí. AINA – ¿Os parece estúpido, no? LAIA – ¿Qué /dices? OSCAR – No./ LAIA – Tienes que luchar por lo que tengas ganas de hacer. OSCAR – Yo ahora me moriría de ganas de estar trabajando más en mi videoarte, pero… Pero ¿qué nos cuesta todo? LAIA – ¿El alquiler y los gastos? OSCAR – Sí. Más o menos. Dime. LAIA – De dos quinientos no bajamos. OSCAR – Y también apetece ir a alguna vez al cine y hacer escapadillas. De vez en cuando.

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LAIA – No te quedarás en casa todo el día. OSCAR – Pues tengo que tragarme encargos como el de la fábrica de pinturas. AINA – ¿Éste está muy bien, no? OSCAR – Pagan bien, sí. Pero.../ LAIA – Muy bien. OSCAR – Pero son unos videos internos para una fábrica de pinturas. ¿Qué quieres que te diga? Estuvimos toda esta semana hacienda preguntas a los trabajadores y grabándolo. A ver: un coñazo. LAIA – Pues no lo hagas. OSCAR – Sí, claro. LAIA – Hombre. Creía que te gustaba. OSCAR – No te digo que no. Llevar la cámara y grabar, bien, me gusta. Pero hacer preguntas sobre como mezclan pigmentos y como se empaquetan los botes… (pausa.) Te das cuenta que tenias que elegir otra cosa justo cuando ya no tienes opciones de escoger. LAIA – ¿No estás a gusto? OSCAR – No me quejo. Pero si pudiera, cambiaría cosas. ¿Te parece extraño? LAIA – Un poco. Yo no pienso en cambiar. OSCAR – Es que ahora tu ya tienes el trabajo en el ayuntamiento para toda la vida.

(pausa.) AINA – ¿Queréis alguna cosa más? OSCAR – No, no. Si ya nos íbamos, ¿verdad? AINA – ¿Dónde vais? OSCAR – ¿Qué hora es?

OSCAR coge su chaqueta. LAIA – Si quieres nos quedamos. AINA – No, no. OSCAR – Vente. AINA – No, no quiero salir. LAIA – Nos quedamos. En serio. Que no te sientas sola. AINA – Pero es que... Ay, no lo sé. OSCAR – ¿Y Marcos? LAIA – Llámale. OSCAR – Es que ahora no podemos dejarlo tirado. LAIA – ¿Que venga, no? AINA – ¿Quién? OSCAR – ¿Qué venga? LAIA – ¿No?

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(pausa.) OSCAR – Sí, va. AINA – ¿Qué hacéis?

OSCAR y LAIA se ponen sus chaquetas. OSCAR – Volvemos dentro de un rato. LAIA – Ponte guapa. AINA – No tengo ganas de preparar ninguna cena. OSCAR – Te vamos a traer a Marcos. AINA – ¿Quién es? OSCAR – Le conocimos hace unas semanas. Nos lo presentó Nati en el Colorado, que se conocían de la editorial. Estuvimos hablando de todo: política, arte, psicología. LAIA – Sí, venga... AINA – No, no... LAIA – Confía en nosotros. OSCAR – Mira hacia delante. Pasa de Miguel. LAIA – Pasa. AINA – Es muy temprano. LAIA – De acuerdo. Es muy temprano. Pues diviértete esta noche. No puede hacerte daño. OSCAR – Marcos conoce a mucha gente. Tiene mil anécdotas. LAIA – Te llena una cena. OSCAR – Él solito. LAIA – Te distraerás. Es lo que tienes que hacer. OSCAR – Nosotros traemos segundo y postre. ¿Preparas algo de primero? AINA – No sé si tengo algo. LAIA – Una ensalada, ¿no? AINA – Sí, ya miraré. OSCAR – Volvemos dentro de un par de horas. LAIA – ¿Qué hora es ahora? AINA – Casi las siete. LAIA – Calcula dos horas y media. OSCAR – ¿Vino? AINA – No tengo. OSCAR – ¿No? AINA – Sí, pero no es muy / bueno. OSCAR – Traemos vino. Ya se lo digo a Marcos. AINA – Escuchad, de verdad que no… OSCAR – Le digo a Marcos que traiga el vino. Ya está decidido. LAIA – Sí, decidido OSCAR – Él es catador. Es un amante de los vinos. Que nos traiga uno que sea bueno. (pausa.) Aina... Es poeta. Es atento. Es un encanto. Te gustará.

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LAIA y OSCAR se van. AINA, sola, tiene la tentación de coger de nuevo el teléfono y llamar. No lo hace. Se seca las lágrimas y prepara la mesa para cenar. Música. Pasa un rato. AINA va hacia la puerta principal. Vuelve acompañada de LAIA, que viste muy arreglada.

LAIA – ¿Ya estás a punto? AINA – ¿Sí, no? ¿Y Oscar? LAIA – Acabando de aparcar el coche. AINA – No quise cambiarme. LAIA – Estás bien. ¿Te ayudo? AINA – Faltan los cubiertos.

LAIA mira en un pequeño mueble, encima del cual hay un televisor y una pequeña mini cadena de música.

LAIA – ¿Están aquí debajo? AINA – Sí. LAIA – ¿Ésta? AINA – No/ LAIA – Ya los he encontrado. AINA – ¿Crees que debería haberme cambiado? LAIA – No. En serio. No sufras. No pienses en nada. Simplemente en pasártelo bien. Óscar trae un dvd de merengue. Lo encontró el otro día en el rastro. Una fricada. Nos reiremos un buen rato. Yo he traído un libro muy divertido. Por si en algún momento nos aburrimos.

Llega OSCAR. OSCAR – Hola. Vaya marrón aparcar.

Entra MARCOS, que lleva, efectivamente, gafas con la montura de pasta negra.

LAIA – Hola. OSCAR – Mira, vino... Del bueno. He traído un dvd... LAIA – Ya se lo he dicho. AINA – Sí. OSCAR – Y también te he traído un chico que se llama Marcos.

Silencio.

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MARCOS – Hola, soy un "chico" que se llama Marcos. AINA – Hola. MARCOS – Marcos Sarasate, para servirte. AINA – Perdona que esté todo un poco... No tenía previsto que vinieran invitados. OSCAR – Está bien. LAIA – Sí. MARCOS – "Comme la rencontre fortuite sur une table de dissection d'une machine à coudre et d'un parapluie"

Todos sonríen. LAIA – Oh... OSCAR – Eh... LAIA – La mesa ya está a punto, ¿Queréis sentaros? OSCAR – Por supuesto. LAIA – Dadme las chaquetas. AINA – Ponlas allí. LAIA – De acuerdo. OSCAR – El vino no hace falta ponerlo en la nevera. Ya está a la temperatura idónea, ¿verdad? MARCOS – Cierto. Es un Châteu Margaux del noventa y seis. Una de sus últimas mejores añadas. OSCAR – Debe ser caro. AINA – Ya te digo. LAIA – Ábrelo, pues. AINA – ¿Traigo la ensalada? LAIA – Ya voy yo. AINA – ¿Seguro? LAIA – Sí.

LAIA va a la cocina. AINA – De acuerdo. MARCOS – ¿Me puedo sentar aquí? AINA – Sí, sí... OSCAR – Bien, ésta es Aina de la que ya te habíamos hablado. MARCOS – Sí, un poco.

Se dan dos besos. AINA – ¿Qué decíais de mí? OSCAR – Nada, hablamos de pasada. MARCOS – Cosas buenas. OSCAR – Marcos, Aina también escribe. MARCOS – ¿Ah, sí?

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AINA – Bueno... OSCAR – Cuentos. AINA – Pero no te creas... Escribo como afición... MARCOS – Buena afición, pues. Sonríen. AINA – No me dedico profesionalmente. Escribo lo que me apetece. Lo que me gusta leer. Tampoco es que siga ningún método. MARCOS – Esto está bien. OSCAR – El otro día fuimos a una presentación de un libro suyo. AINA – ¿De poesía? OSCAR – Sí. MARCOS – "Los puños tras el viento."

Vuelve LAIA. LAIA – Una poesía preciosa. Te hubiera encantado. OSCAR – Le tendrías que ver recitar. Le pone una pasión. MARCOS – No es para tanto. LAIA – A mí me emocionó. OSCAR – ¿Cómo era el de "La rama a medio caer..."? MARCOS – "La rama a medio caer del árbol del desasosiego..." LAIA – ¿Es aquella en la que acababas gritando? MARCOS – Por favor, por favor... No querría robar el protagonismo a nuestra anfitriona. AINA – Ah, no, no. No te preocupes. Me interesa mucho. Me hubiera gustado ir. MARCOS – Estás invitadísima a mi próximo recital LAIA – Ya ves que es muy buen partido. AINA – Ya veo. OSCAR – Y además habla muchas lenguas. AINA – El f rancés, también, ¿no? MARCOS – Qu'est–ce qu'as–tu voulu dire?

Todos ríen. MARCOS – Sí. Estuve un par de años en Francia con una beca literaria que otorga el ministerio. Y aprendí francés. AINA – Dos años. OSCAR – Qué envidia ¿eh? MARCOS – Turquía, Holanda, Polonia, Brasil, Colombia... la India. LAIA – La India... MARCOS – Si vas, te transforma. Creo que mis poemas, tras visitar la India, son más profundos. Más llenos de verdad. LAIA – Aina también escribe.

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MARCOS – Sí, me contaban antes. Cuentos, han dicho. AINA – Sí. MARCOS – Me gustaría leerlos. AINA – No, no. En serio. Son para mí. LAIA – Se los podrías enseñar. Él te podría hacer una crítica constructiva. AINA – Es que me da vergüenza. OSCAR – Nos tendrás que ayudar para hacer de esta chica una artista. AINA – No hace falta. LAIA – Aina. Ya sabes que siempre pecas un poco de falta de iniciativa. AINA – Laia. MARCOS – Podría ayudarte. LAIA – Lo ves. Te podría ayudar. OSCAR – Te podría dar clases de escritura. LAIA – Marcos, sus cuentos son buenísimos porque siempre tienen como un elemento sorpresa. Todo sucede en una aparente normalidad o cotidianeidad y de repente se da un hecho extraordinario que pone al personaje principal en una situación extrema. AINA – ¿Ah, sí? LAIA – Sí. Todos tus cuentos tienen, más o menos, la misma estructura. AINA – No me había dado cuenta. MARCOS – ¿Realismo mágico? AINA – No. No del todo. MARCOS – Mejor. AINA – Tampoco pasa en todos los cuentos. OSCAR – Seguro que le puedes dar algún consejo. MARCOS – No. Lo que puedo hacer es hablar con gente de mi mundo. Te puedo presentar gente importante. Alonso, de cultura, uña y carne. AINA – Es que no estoy segura de si lo que escribo se puede presentar. LAIA – Mujer, es una oportunidad, no la desaproveches. MARCOS – Es importante conocer a la gente adecuada. Aprender a moverse. Generar los contactos y las sinergias oportunas. Después ya escribirás lo que quieras. OSCAR – ¿Lo ves? AINA – No tengo ninguna novela. Ni tengo suficientes cuentos como para agruparlos. MARCOS – Déjamelo a mi. Sólo tienes que presentar un par de hojas con alguna de las ideas que tengas. Yo conozco a la gente que se tiene que conocer. Si se tiene que mover algún hilo, sé cómo hacerlo. Si no, mírame, llevo desde la universidad subsistiendo con las becas. (pausa.)

Van todos hacia la mesa, dónde LAIA ya ha servido la ensalada. Cenan. LAIA – Mujer, no tienes nada que perder. AINA – No lo sé. LAIA – Él es una persona de confianza. AINA – No digo que no...

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MARCOS – Si no quiere/ no voy a... OSCAR – Si no quiere, no hace falta que la forcemos. LAIA – Pero es una pena que lo desaproveche. OSCAR – Es decisión suya. LAIA – Ya lo hemos hablado más de una vez. Que le falta empuje. AINA – ¿Lo habláis? LAIA – Un poco, sí, Aina. Es normal que suframos por ti. MARCOS – Lo peor ante las oportunidades es actuar como un cobarde. AINA – ¿Cobarde?

Silencio. AINA visiblemente tocada. OSCAR – Ey... AINA – No pasa / nada. LAIA – Está sensible, hoy. OSCAR – Pero un poco de razón / LAIA – Sí, hace falta que te den un empujoncito, a veces.

MARCOS agarra la mano de AINA. MARCOS – "El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He aquí porqué se nos escapa el presente."

Sonríen todos. MARCOS – Flaubert... Gustave Flaubert.

Silencio. MARCOS – ¿Un brindis?

MARCOS alza la copa , tomando la iniciativa. Todos le siguen y brindan. TODOS – Salud. OSCAR – A los ojos. Que si no, no follamos. LAIA – Venga, Oscar... OSCAR – A los ojos.

Beben de las copas. OSCAR – Estoy aprendiendo tantas cosas con este hombre que al final te tendré que llamar maestro. MARCOS – No, eso no, eh. OSCAR – ¡Señor Maestro!

Ríen.

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MARCOS – No quiero saber nada de maestros. Cada uno tiene que tomar su camino. Tienes que saber aprender sin ayudas, sin tutorías. OSCAR – Pues me lo apunto.

Ríen de nuevo. LAIA – Por cierto, muy buena, la ensalada. AINA – Gracias. Es como la de aquel restaurante Bengalí a donde me llevasteis. OSCAR – Pero si no te gustó. AINA – El segundo. La ensalada, sí. Busqué por internet como se hacía y mira... MARCOS – Muy buena. LAIA – Y Aina sabe hacer muchas más cosas. MARCOS – No lo dudo. OSCAR – Nosotros trajimos el segundo, ¿no? LAIA – Pastel de atún y salmón. Es de un sitio de al lado de casa. OSCAR – De vez en cuando vamos a comprar la comida. LAIA – Casi siempre. OSCAR – Ya lo voy a buscar yo, ahora. Ya LAIA – El gato. AINA – Ya/ voy yo. OSCAR – Que no, que no. Por un momento de nada no me dará alergia. AINA – Lo he dejado cerrado fuera. OSCAR – Perfecto. Tú, hoy, no tienes que hacer nada. Nosotros somos tus servidores, criados y vasallos. MARCOS – Que atentos contigo, ¿no? AINA – Sois muy buenos.

OSCAR se va a la cocina. LAIA – ¿Así qué? ¿Le dejarás oír un cuento? AINA – ¿Después? LAIA – Sí. MARCOS – Si lo prefieres, me los puedes mandar por e–mail y yo te hago un pequeño estudio crítico. LAIA – Tenemos toda la noche. Y son muy cortos, ¿no? AINA – Ya, pero. LAIA – Siempre los escribe cortos. No pasan de dos páginas.

Vuelve OSCAR. OSCAR – ¿Os parece si lo corto allí y lo traigo directamente en los platos? AINA – Sí, como quieras. OSCAR – ¿Me ayudas?

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LAIA – ¿Yo? OSCAR – No, tú quédate aquí. Marcos, ¿Me ayudas? MARCOS – Ah, sí, sí... OSCAR – Ven. La cocina que tiene es muy pequeña, pero cabremos los dos.

MARCOS i OSCAR se van a la cocina. LAIA y AINA quedan solas en el comedor.

LAIA – ¿Por qué no lo pruebas? Él te podría conectar. Es una oportunidad buenísima. AINA – Me he puesto nerviosa. Me venía vértigo. LAIA – ¿No tienes ganas de triunfar? AINA – Sí, pero/ LAIA – ¿Pero qué? AINA – ¿Y si los cuentos son malos? LAIA – Tus cuentos son Buenos. AINA – Sólo los habéis leído vosotros. LAIA – No los ha leído mucha más gente. AINA – No. LAIA – Pues ya está. AINA – Ya... LAIA – Lo que tienes de malo tú es esta especie de pereza o miedo, que siempre te bloquea y te hace tomar malas decisiones. Siempre te quedas a medias Aina. Quisiste liarte con Miguel y viniste a este piso y ahora te tienes que tragar una hipoteca que a duras penas podrás pagar con tu sueldo. Decías que el trabajo en la librería era temporal. Y ocho años ya no es algo que se pueda adjetivar como temporal. ¿Tengo razón? AINA – No lo sé. LAIA – ¿Tengo razón o no? AINA – De acuerdo. Lo haré.

Vuelven OSCAR y MARCOS. OSCAR – ¡Pastel de atún y salmón! MARCOS – Tiene muy buena pinta. OSCAR – Ahora me contaba que sí que lo conoce, a Jorge. LAIA – O sea que no estaba en el recital por casualidad. OSCAR – No. LAIA – ¿Lo ves? MARCOS – Durante un tiempo, coincidimos en muchas fiestas. Nos hicimos íntimos. Y... hasta día de hoy. OSCAR – En la tele parece más bajito. LAIA – ¿Sí, no? MARCOS – Tienes razón. OSCAR – ¿Por qué? MARCOS – Pues no sé por qué pasa.

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AINA – ¿Quién?

OSCAR comenta a AINA alguna cosa en voz baja. AINA se sorprende. LAIA – ¿Y os veis a menudo? MARCOS – Él viaja mucho. Yo viajo mucho. Nos cuesta reencontrarnos. LAIA – Vaya... MARCOS – Pero el otro día fue especial. Charlamos hasta pasadas las cinco acompañados por varios gintonics. LAIA – He ido, como mínimo, a siete conciertos suyos. MARCOS – ¿En serio? LAIA – No te engaño. Desde jovencita que soy fan. MARCOS – Cuándo pueda, te lo presento. LAIA – ¿Sí? ¿En serio? MARCOS – No es ningún problema.

Todos muestran su satisfacción por la propuesta. LAIA – Qué suerte vivir así. Giras por todo el mundo. Conocer gente. OSCAR – Una pasada. AINA – Debe de ser un poco cansado, a veces. LAIA – ¿Qué dices? AINA – No lo sé. Pierdes privacidad. Intimidad. LAIA – A mí me encantaría. Sabes cuanta gente me para a mí por la calle y me dice: “Hostia, aquel informe tuyo sobre las practicas sociales en la recogida selectiva es brutal”. Me la he leído cuarenta veces.

Sonríen todos. LAIA – Cada día, antes de ir a dormir, me lo miro de nuevo.

Ríen.

LAIA – Nadie. OSCAR – Yo sí que me lo he leído. LAIA – Sí, claro. Obligado. OSCAR – Son cosas muy diferentes. LAIA – De acuerdo. Mi trabajo y mi sensibilidad quizás no me permitan acceder. Pero los que tenéis opción. OSCAR – ¿Lo dices por mí? LAIA – No. Lo digo en general. Y no miro a nadie en particular. AINA – De acuerdo. Ya está entendido.

(pausa.) MARCOS – Este pastel no sólo tenía buena pinta. Realmente está

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buenísimo. AINA – Sí, muy bueno. OSCAR – Se lo diré a la señora de la tienda. LAIA – Venga. Aina ha prometido que leería un cuento. OSCAR – Ostras. Qué bien. AINA – Bien. Yo no/ LAIA – No te eches atrás ahora. AINA – No, no. Acabemos de cenar. LAIA – Venga, mientras tanto, enséñales el video que encontraste el otro día. OSCAR – Hostia, sí. Te hará reír, Aina. AINA – ¿Qué es? OSCAR – Un video de merengue. Un dvd. AINA – ¿De merengue? LAIA – (a MARCOS.) Cada vez que encontramos alguna cosa muy friki, en una tienda, o por la calle, o por casa, pues lo traemos para echarnos unas risas. OSCAR – Hay temporadas en las que todo lo que veo, pienso: esto, lo tengo que llevar a una cena. Se convierte en una obsesión. Ves fricadas por todas partes. MARCOS – Interesante. AINA – Yo no he traído nada, esta vez. LAIA – Tranquila. Yo he traído un libro, lo compartimos. AINA – ¿Un libro? LAIA – De parapsicología. AINA – No fastidies. LAIA – Mira: "Magia negra y ciencias ocultas. Técnicas al alcance de todos." OSCAR – ¿El dvd, lo tienes enchufado a la tele? AINA – ¿Sí, no? OSCAR – Es que no encuentro el euroconector. AINA – Pues sí. LAIA – Mira, mira. AINA – ¿Qué? OSCAR – Ahora. Ya lo tengo. LAIA – "Convierta a sus semejantes en personas dóciles y serviciales gracias a la técnica de la hipnosis". AINA – Qué miedo. LAIA – No... AINA – Mujer... LAIA – ¿Lo quieres leer? MARCOS – Déjamelo ver. OSCAR – Es solo para echar unas risas. Aina, ¿Dónde tienes el mando? MARCOS – Sí. Puede ser gracioso. AINA – Allí encima. OSCAR – Lo pongo en marcha, ¿de acuerdo? LAIA – Sí, venga.

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LAIA deja el libro de ocultismo encima de la mesa. MARCOS lo coge y le da un vistazo.

OSCAR – El vídeo en sí no es nada. Es tan cutre como os debéis imaginar. Pero tenéis que ver quién sale bailando porque se parece a alguien que conocemos mucho. LAIA – ¿A quién? OSCAR – Lo miráis y me lo decís. AINA – Va, di. OSCAR – Ahora, ahora... Mirad.

Observan el vídeo. Unas personas bailando merengue. AINA – Hostia, sí... LAIA – ¿Quién? ¿Quién? AINA – La de la derecha. OSCAR – La segunda. LAIA – Uala... Sí.

Ríen y comentan las imágenes que ven. OSCAR – Mira como baila. AINA – Se parece mucho. LAIA – Igual es ella. OSCAR – No. Éste dvd es muy viejo. LAIA – Pues son idénticas. AINA – Sí, sí... OSCAR – Me lo miraba ayer en el ordenador y me meaba de risa yo solo. LAIA – Ya te escuché.

MARCOS no parece muy interesado en lo que sale del televisor. OSCAR – Marcos, ven. MARCOS – No, no. LAIA – Ven a verlo hombre. AINA – ¿No quieres bailar? MARCOS – No, no...

OSCAR se acerca a MARCOS. OSCAR – ¿No te lo pasas bien? MARCOS – Sí... OSCAR – Pues ven... MARCOS – Supongo que debe de ser muy gracioso. LAIA – Marcos, ven... AINA – Mira este paso.

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MARCOS – No estoy acostumbrado a este tipo de diversiones. OSCAR – Es para destensar un poco. MARCOS – Sí, lo comprendo pero no lo comparto.

OSCAR para el dvd con el mando. LAIA – ¿Ey, qué pasa? AINA – (sonriendo.) Ahora que ya nos sabíamos los pasos. LAIA – ¿Qué? ¿Te hemos hecho reír? AINA – ¿Qué? LAIA – ¿Sí, no? ¿Estás mejor? AINA – (sonríe.) Sí. LAIA – Lo ves. OSCAR – Es que hace muy poco que le ha dejado su prometido. MARCOS – Ah... AINA – Hombre, prometido no era. OSCAR – Pero casi. AINA – Ha sido una sorpresa. No me lo esperaba. MARCOS – Lo siento. LAIA – ¿Más vino? OSCAR – Sí, pon. AINA – La verdad es que me lo estoy pasando muy bien con vosotros. No hace falta que saquemos el tema. MARCOS – No lo digas por mí. Me interesa. Me interesan siempre los recovecos del alma humana. OSCAR – ¿Qué quieres saber? LAIA – No hace falta que lo hablemos ahora. MARCOS – Yo sólo lo decía por entrar en una conversación algo más profunda. Es en los espacios del ser humano que no comprendemos donde podemos descubrir nuevos conocimientos. Aunque estaré de acuerdo con cualquiera actividad que propongáis. Si queréis que bailemos salsita de ésta... pues bailamos. OSCAR – En realidad, era una tontería, ¿no? AINA – Sí, bien... OSCAR – Hagamos una cosa. Si Aina aún no quiere leer unos de sus cuentos… Pues por qué no nos lees tú uno de tus poemas? MARCOS – No, no... LAIA – Hombre, pues estaría muy bien. MARCOS – No querría molestar, yo. AINA – Ah, no, no... No es ninguna molestia. OSCAR – Vamos, venga. MARCOS – No, no... LAIA – Sí, venga...

(pausa.)

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MARCOS – De acuerdo. Vosotros ganáis.

Coge su libro de poemas. OSCAR – Ya verás, ahora. LAIA – Fíjate cómo los recita. MARCOS – Creo que éste os puede gustar. OSCAR – ¿Lo leíste el otro día? MARCOS – No. Siempre lo guardo para momentos mucho más íntimos. Y el otro día el auditorio estaba lleno de gente. LAIA – ¿Como se titula? MARCOS – Este poema lo escribí con motivo del estado de ánimo que experimenté tras los atentados de las Torres Gemelas. Al ver el suceso por televisión, yo estaba en Polonia por aquel entonces... algo me invadió. Un sentimiento agresivo, descarnado, violento. Y, nada, me sentí obligado, arrastrado, a escribirlo. A convertirlo en poema. Mientras se sucedían la imágenes de la catástrofe, del atentado, me senté en el viejo escritorio que había en la habitación del hotel y empecé a vomitarlo. (pausa.) Es un poema muy personal. De veras. Uno de mis preferidos. Si no el que más. (pausa.) Y no. No lleva título.

MARCOS lee el poema. MARCOS – Tras brisa fina Dedos agarrotados Estrujar Morder tu cuello Para luego vaciar mi alma Nada de esto Nada Nada Nada

(pausa.) Incertidumbre del principio Sentimiento de cimiento Desvaneciendo El salir El salir por no querer El querer salir El no poder querer El no querer poder Mi alma como la vieja prostituta De un barrio chino Se lame Se relame Se lima

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Se relima Y tus ojos Ojos rotos Rotoscopia en tus ojos Cojos Lejos Ajos Da asco Pienso en el asco y da asco Y tu Y yo En asquerosos platos de gambas Salteados Saltando Sin sal Decides que no Y yo digo que bien Si dice que bien Yo digo que sí. Esto es pasión Esto es prisión Esto es presión Mientras un cerdita salta con su lazo azul y su vestido canesú Saltando Salteada Sin sal Y menos que tú No hay nada No hay nada Te lo juro Menos que tú No hay nada Te lo juro

(pausa.) Nada de nada.

(pausa.) Sólo un pescadito frito. MARCOS – Krakóvia. Setiembre de 2001.

(silencio.)

OSCAR y LAIA parecen haberse quedado sin palabras. OSCAR – Es muy bueno. Buenísimo. MARCOS – Gracias.

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OSCAR – Me ha hecho repetir toda una serie de sentimientos que/ LAIA – Muy emocionante. OSCAR – Unos sentimientos que yo mismo, y no querría parecer oportunista, reconozco haber experimentado. LAIA – El final es brutal. OSCAR – Es entre triste y patético. Entre agrio y dulce. Y épico. Profundamente comprometido. Y ambicioso. Trascendental, incluso. (pausa.) MARCOS sonríe complacido. LAIA – ¿Qué suerte, verdad? AINA – ¿Qué? LAIA – Poder expresar los sentimientos de esta manera. Saber hacer la translación de una emoción, que todos habíamos sufrido y que no sabíamos como describir, en una pequeña pila de versos. ¿No lo encuentras fascinante? AINA – (dudando.) Sí. MARCOS – ¿No te ha gustado? AINA – No, no... Sí, sí... Me ha gustado, sí…. Me ha gustado. OSCAR – Está claro. ¿A quién quieres que no le guste? LAIA – ¿No desearías tener la capacidad de expresión que tiene Marcos? MARCOS – Debo decir, que siento que éste es probablemente el mejor poema que he escrito. Es normal que sea el más emotivo. OSCAR – Joder. Es que es muy fuerte. Es muy bueno. LAIA – Me he quedado con un malestar dentro del cuerpo. MARCOS – Lo siento. LAIA – No, no. Es buenísimo. Me pasa con muy poca literatura. OSCAR – Tu también te has quedado un poco tensa, ¿verdad? AINA – No, no... OSCAR – No te escondas. Se nota que estás tensa. AINA – Sí. Un poco. LAIA – ¿Quieres que te enseñe una técnica de relajación que he aprendido hace poco? AINA – Soy yo que no tengo el día. En serio, si queréis ir a tomaros una copa o a algún otro sitio, podéis ir. LAIA – ¿Quieres que nos vayamos? AINA – ... si queréis ir a algún sitio, en serio, no hace falta que hagáis ningún cumplido. OSCAR – No. ¿Verdad? MARCOS – Estoy muy a gusto aquí. LAIA – Pero si quieres quedarte sola, nos vamos. AINA – No, no. LAIA – Si lo quieres… AINA – No, en serio. LAIA – (decidida.) Venga, haz lo que te digo.

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LAIA se levanta y la sigue AINA.

AINA – ¿Qué? LAIA – Tienes que levantar una pierna, contar hasta tres y gritar con una vocal. OSCAR – Este es otro de aquellos engañabobos orientales. LAIA – Se tiene que hacer con todas las vocales. Cada una de ellas limpia una parte concreta del Karma. AINA – ¿El karma? LAIA – Es muy largo de contar. Te aseguro que funciona perfectamente. Cuando llegues a la U, ya verás. OSCAR – Pues yo, cuando estoy un poco deprimido, me voy al Ikea LAIA – Sí, tenemos tres estanterías/ OSCAR – Compro un mueble. Lo monto en casa. Y me quedo como nuevo. Lleno y satisfecho. LAIA – Sí. Tenemos tres estanterías Lerberg iguales. Si tenéis espacio y queréis una… ya lo sabéis.

Sonríen. OSCAR – ¿Y tú qué haces para relajarte? MARCOS – Leer.

(pausa.) LAIA – (a AINA.) Concéntrate. MARCOS – (Cortando el ejercicio.) Y, ¿por qué te ha abandonado? AINA – ¿Qué? MARCOS – Tu novio.

(pausa.) AINA – Me parece que ha conocido a otra persona. OSCAR – Sí. Una buena putada. MARCOS – ¿No habías notado nada, tú? AINA – No. OSCAR – ¿Por qué? ¿Qué piensas al respecto? MARCOS – Amar debe llegar justo después de conocer. Nos dejamos llevar demasiado por la irracionalidad y nos volvemos ciegos. Nos dejamos llevar por los deseos, aunque sean inalcanzables y nos volvemos ciegos. Y si nos volvemos ciegos, nos pueden zancadillear con facilidad. OSCAR – Es lo que te decíamos. AINA – Estaba segura de conocerle. Hacía mucho que estábamos juntos. Y le quería. Le quiero.. MARCOS – El corazón sin razón es un órgano suicida.

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AINA – No podemos controlar los sentimientos... MARCOS – ¿Eso crees? LAIA – Yo también creo que es difícil controlar este tipo de sentimientos… cuando te viene… te viene, ¿no? OSCAR – ¿Qué? LAIA – ¿Qué piensas? OSCAR – ¿Qué? LAIA – ¿Que qué piensas de todo esto?

(pausa.) OSCAR – Yo pienso que ahora es un buen momento para leer el cuento, ¿no crees? ¿Qué os parece? LAIA – Genial. Venga. Léelo ahora. Recuerda que me lo has prometido. ¿Te parece bien, Marcos? MARCOS – Excelente propuesta. Me muero por escucharlo. OSCAR – ¿Leerás el nuevo? AINA – Quizás todavía le tengo que hacer algunos retoques, eh… OSCAR – ¿Cómo se titula? LAIA – Nos lo ha dicho antes. OSCAR – ¿Nos lo has dicho? AINA – "Huyendo". MARCOS – ¿Es el título? AINA – Sí. MARCOS – Bien. Muy bien. OSCAR – Qué noche más intelectual, hoy. Me siento un escogido. LAIA – Venga, calla. OSCAR – No. No hago broma. Me siento como aquellos que iban a charlar, hace cien años, de literatura en los Quatre Gats.

AINA tiene el cuento en sus manos.

LAIA – Venga, comienza y le hagas caso. AINA – Es la historia de una chica que decide / abandonar a su… MARCOS – Sin preámbulos. Para evitar que nos sugestiones. OSCAR – Tiene razón. AINA – Pues... ¿Leo? LAIA – Adelante. Venga. AINA – "Huyendo" (pausa.) No es muy largo… LAIA – Venga, Aina... No te hagas de rogar… AINA – Sí, sí... (pausa.) "Huyendo." (pausa.) "Tres años habían pasado. Tres años que se convertían en décadas, cuando recordaba los buenos momentos. Horas, cuando recordaba los no tan Buenos. Ella tiene unos ojos preciosos. Negros. Es tímida. Apasionada en privado. Discreta en público. Ella es Eva. Él, en cambio, lo vive todo al momento. Sus ojos son pequeños pero simpáticos. Los labios gruesos. Muy a menudo sonríe.“

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La música se va fundiendo con la narración hasta que la silencia. Pasa el tiempo. La posición de todos ha cambiado. AINA sigue leyendo el cuento. Ha pasado de la timidez inicial a un cierto entusiasmo oculto.

AINA – " Y ella acaricia todos los objetos de la habitación. Y mima el marco de la puerta. Y olfatea el olor de la Cortina. Y sopla el polvo que hay sobre la estantería. Por última vez. (pausa.) El la observa fijamente. Él desearía poder hacer lo mismo con ella. Acariciar sus piernas, mimar sus mejillas y olisquear su perfume. Pero no lo hace. (pausa.) Todas aquellas cosas irán desapareciendo de su vida. Pero en estos momentos no se obsesiona si aquellas cosas son toda su vida. Ella, simplemente, las deja. Las abandona. Y a él también. Le ha costado. Pero ahora su decisión es firme. (pausa.) Caen las primeras gotas de lluvia. La temperatura ronda los catorce grados. Hace frío. Ella nota el frío en su cuerpo. La puerta se cierra. (pausa.) Él se acerca a la ventana. Quiere ver cómo ella se va. Cómo abandona definitivamente su vida. (pausa.) Mira por la ventana. Una mujer mayor cruza la calle. A medio paso de peatones, un joven le agarra la bolsa del supermercado. La mujer chilla contra el joven. El joven escapa corriendo. La gente que pasa por allí baja los paraguas para no ser vistos. El chico ha huido con la bolsa. (pausa.) Él se ha distraído. Él no ha podido verla marchar. (pausa.) Quizás es por eso que ella se va. Porqué a él siempre le ha costado verla ser." (pausa.) Ya está.

Aplauden.

OSCAR – Muy bien, ¿no? LAIA – Me ha gustado mucho. De los últimos que has escrito, el que más. AINA – Gracias. LAIA – Sí, sí... Estoy gratamente sorprendida...

AINA sonríe.

AINA – Gracias. OSCAR – Venga, Marcos, di qué te ha parecido el cuento. MARCOS – Hombre. LAIA – Sí. ¿Qué te ha parecido? MARCOS – No sé si debería. Puede resultar algo pretencioso, hacer un análisis ahora. OSCAR – No, hombre, no. Tu eres el escritor aquí. Si no haces la crítica tú, ¿quién la puede hacer? LAIA – No seas modesto. MARCOS – ¿Quieres que te diga qué me ha parecido?

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AINA – Sí... ¿no? OSCAR – Claro. LAIA – Haces bien.

MARCOS lo piensa. Pausa. MARCOS – Voy directamente al grano. Si me dejo algo, después lo recupero y lo gloso, ¿de acuerdo? AINA – De acuerdo. MARCOS – El título me ha gustado. Es un... Es un buen título. AINA – Gracias. LAIA – Lo ves... MARCOS – Pero a la historia... (pausa.) Le falta algo. Y hay algunos errores en diferentes niveles. AINA – ¿Cuáles? MARCOS – Voy por partes. AINA – De acuerdo. MARCOS – La protagonista... ¿Tiene algo de autobiográfico? AINA – Bueno. MARCOS – (sonriendo.) Sí, ¿no? AINA – (sonriendo.) Algo. MARCOS – Lo imaginaba. No está bien dibujada, no tiene una voluntad destacable, es sosa, endeble y poco interesante. (a LAIA y OSCAR.) Un problema que nos lleva a una superficialidad muy en la línea de los culebrones de sobremesa. OSCAR – Ya...

OSCAR y LAIA escuchan atentos. MARCOS – El cuento parece uno de aquellos sacados de un curso de centro cívico. Voluntarioso, sí, con ganas, con algo de frescura, incluso liviano, pero muy poco maduro, sin un esqueleto sólido dónde sustentarse. (pausa.) La verdad es que la escritura deficiente y descuidada y el escaso interés del relato me hacen dudar de si, quien lo ha escrito, tenía ganas de explicarnos una historia o simplemente nos quería hacer perder el tiempo. (pausa.) La trama es muy delgada y la historia entre ellos dos no nos despierta el más mínimo interés. (pausa.) En definitiva, si esto lo hubiera escrito un autor profesional, no dudaríamos en calificarlo como una auténtica basura.

AINA mira de contener sus emociones. MARCOS – Pero, bien... Es uno de los primeros que escribes, ¿no? Para ser principiante, para ser aficionada... (pausa.) No está mal. Basarse en experiencias personales es bueno, aunque sean experiencias con escaso interés. No es un fallo terrible. (pausa.) Pero deberás trabajar muy duro para empezar a escribir algo que merezca la pena. Y, sobretodo, leer. Lee, por favor,

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Aina. Dostoievski, Chejov, Joyce... Thomas Mann, Thomas Mann!! (pausa.) Y Cortázar. Si tienes ganas de potenciar un poco esos chistes que ahora no tienen ninguna gracia, Cortázar es tu hombre.

AINA llora. LAIA – Aina, ¿qué te pasa? ¿Te encuentras bien? OSCAR – Pues ahora que lo dice. Sí que es verdad que la trama/ LAIA – Espera. OSCAR – ¿Qué pasa? AINA – Nada. LAIA – ¿Estás bien, Aina? MARCOS – ¿Pasa alguna cosa? AINA – No... MARCOS – ¿Qué sucede? OSCAR – ¿Está llorando? LAIA – No lo sé. OSCAR – ¿Por qué lloras, Aina?

Silencio. MARCOS – Si hubiera sabido que te lo ibas a tomar así, me habría ahorrado el esfuerzo de comentar el cuento. OSCAR – No, hombre... Es que es muy susceptible. MARCOS – Uno no puede mantener una conversación intelectual con una persona que reacciona de este modo. OSCAR – Últimamente todo le afecta. MARCOS – Todo le afecta, todo le afecta. ¿Somos persona adultas o no? LAIA – Está pasando una mala época. MARCOS – Pregunto si somos personas adultas o no lo somos. OSCAR – Somos adultas. MARCOS – Pues yo no tengo la culpa de que esté pasando una mala época. ¿De acuerdo? (pausa.) ¡¡Yo no tengo la culpa!!

MARCOS se va. Silencio. LAIA y OSCAR miran a AINA.

OSCAR – Mira qué has hecho. Has enfadado a Marcos. LAIA – Quizás deberías disculparte. AINA – ¿Yo? LAIA – Le has pedido una crítica y él te la ha hecho. OSCAR – Y, además, constructiva. LAIA – En algunas cosas tenía razón. OSCAR – Si no le pides perdón, se irá. LAIA – Y es muy interesante todo lo que cuenta. OSCAR – No podemos dejar que se vaya, ¿entendido? LAIA – No, no podemos.

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AINA – Vale. OSCAR – No le tendrías que haber ofendido. LAIA – Aina, venga. Es nuestro invitado. OSCAR – Hostia, Aina... Siempre llorando. LAIA – ¿Le voy a buscar? AINA – No. LAIA – Le voy a buscar y te disculpas, ¿de acuerdo? OSCAR – Ya voy yo. LAIA – ¿Seguro? OSCAR – Nos hemos cogido confianza. Ya hablo yo con él a ver si puedo atenuar un poco esta situación. LAIA – Vale, ve.

OSCAR sale en dirección a la cocina. OSCAR – Puto cuento de mierda...

AINA y LAIA quedan solas. AINA sigue llorando, desolada. Silencio.

LAIA – Si no son Buenos no se acaba el mundo.

Silencio.

LAIA – ¿Y si los escribes cómo dice él? Igual así te salen bien.

Pausa. LAIA – Venga, que no hay para tanto.

Vuelve OSCAR. LAIA – ¿Qué? OSCAR – He hablado con él. No está muy cabreado. LAIA – ¿No? OSCAR – No. Pero prefiere que olvidemos el tema. Que no hablemos de ello. O sea que ahora tendríamos que hacer como si no hubiera pasado nada, ¿de acuerdo Aina? LAIA – Aina, para de llorar. OSCAR – Si vuelves a llorar seguro que se larga.

AINA intenta secarse las lágrimas.

LAIA – Ríe un poco. A ver... AINA – No puedo.

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OSCAR – Por favor, hazlo por nosotros. No nos conviene enfadar a Marcos. Es de los pocos amigos interesantes que tenemos. AINA – Pues será mejor que os vayáis. Id a vuestra casa. LAIA – Hemos prometido que te haríamos compañía y nos quedamos. Una cosa no quita la otra. OSCAR – Todo estaba yendo perfectamente, ¿Sí o no?

(pausa.)

LAIA – (dudando.) Sí. OSCAR – Pues no estropeemos la noche, por favor.

Pausa. AINA – ¿Y qué queréis que haga? LAIA – Cuenta algo divertido. AINA – ¿Qué? OSCAR – Una anécdota, por ejemplo. AINA – No tengo ninguna anécdota divertida. OSCAR – ¿Y el libro éste? AINA – Leamos el libro, sí. LAIA – Ahora, no. Pues un chiste, Aina. AINA – No recuerdo nunca los chistes. LAIA – Cuenta aquel del borracho que entra en un bar y dice: póngame una cerveza... El camarero le sirve la cerveza con un posavasos. El borracho vuelve a pedir otra cerveza...

LAIA espera que AINA lo acabe. AINA – No. No me lo sé. LAIA – (a OSCAR.) ¿Cómo acababa? OSCAR – No lo se. Se comía los posavasos pensando que eran galletas. Es muy malo. LAIA – Es igual. Explica el primero que te venga a la cabeza. Nosotros ya reiremos. Aunque sea muy malo parecerá que es bueno. OSCAR – Es solo para romper el hielo. Reiremos todos.

Miran atentamente a AINA. OSCAR – Le digo que venga, ¿de acuerdo? LAIA – Venga, va.

OSCAR sale. AINA – ¿Qué os pasa con este chico? LAIA – Nada.

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AINA – Pues os noto extraños. LAIA – Después de lo que te ha hecho Miguel, es normal que desconfíes de todo el mundo. No te lo tenemos en cuenta. Tranquila. Tienes que hacer un esfuerzo importante para volver a la normalidad.

LAIA enciende el equipo de música. Suena una melodía lounge. LAIA – Pero lo tienes que hacer tú, nosotros no podemos hacer por ti.

Llegan OSCAR y MARCOS. Serios, pero no tensos. MARCOS – Bueno, ¿qué actividades nos esperan ahora? OSCAR – Uy... Ya verás. LAIA – ¿Te gustan los chistes? MARCOS – ¿Chistes? Si son inteligentes, sí. OSCAR – ¿Te sabes alguno? MARCOS – Alguno me sé.

(silencio.) LAIA – Pues venga, Aina, cuenta uno.

Todos se quedan mirando a AINA, que coge aire para comenzar. AINA – Son dos hombres que se encuentran en una piscina… (pausa.) Y uno le dice al otro… (pausa.) ¿Usted no nada nada? (pausa.) Y el otro le contesta… (pausa.) Es que no traje traje…

Nadie ríe. OSCAR y LAIA intentar esbozar una sonrisa. Se les nota enfadados. Silencio. Al cabo de unos segundos de tensión, MARCOS ríe. LAIA y OSCAR le siguen.

MARCOS – ¿Te sabes otro? AINA – ¿Otro chiste? MARCOS – Cuenta otro más. Estuvo bien.

AINA no responde. LAIA – Seguro que te sabes otro, ¿no? AINA – No sé...

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OSCAR – Venga, Aina... Tú eres siempre muy bromista...

Silencio. MARCOS – ¿Vosotros os sabéis algún buen chiste? OSCAR – Uno de un borracho. Se lo sabe ella. LAIA – No. OSCAR – Sí. LAIA – No me acuerdo.

(pausa.) MARCOS – ¿No hay más chistes? LAIA – Si no tenemos más chistes, podemos jugar con el libro de parapsicología. MARCOS – Ah, sí. LAIA – Puede ser muy divertido. OSCAR - ¿Dónde lo has dejado? LAIA – Por aquí, ¿no?

LAIA coge el libro de encima del mueble. AINA – Sí, sí... LAIA – Podríamos montar una sesión para contactar con los espíritus, ¿qué os parece? OSCAR – Ostras, qué aventura... LAIA – ¿Con qué espíritu te gustaría hablar? OSCAR – Eso. Con cualquiera. ¿Cuál te gustaría que apareciera? MARCOS – No sé. OSCAR – ¿Elvis? (pausa.) "Love me tender, love me..."

Ríen. MARCOS – No. OSCAR – Beethoven... LAIA – Di el que quieras. MARCOS – Es que me interesan más los vivos que los muertos. OSCAR – Claro.

OSCAR coge del brazo a AINA que se había apartado de la conversación.

LAIA – Pues hay más cosas... Tiene muchos apartados este libro... Hipnosis. MARCOS – ¿Hipnosis? OSCAR – ¿Qué? MARCOS – Tiene buena pinta. Profundizar en el interior de la mente es siempre interesante.

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LAIA – Ey, ey, ey... Pues, ¿por qué no hipnotizamos a Marcos? MARCOS – No, no... LAIA – Sí, hombre. Puede ser muy divertido. OSCAR – Sí, sí. ¿Verdad? AINA – Venga sí. MARCOS – Es que no podréis hipnotizarme. LAIA – Lo intento. A ver qué pasa... Siéntate. OSCAR – Siéntate aquí.

OSCAR pide ayuda a AINA para retirar la mesa del medio de la sala. MARCOS – Que no, que no... Soy muy poco sugestionable. LAIA – Tú, relájate. Siéntate aquí. Ya verás como te dormimos.

Le acercan una silla. MARCOS se sienta. OSCAR – ¿Cómo se hace? LAIA – Ahora lo leemos. (a AINA.) Toma. MARCOS – ¿Qué haréis conmigo? OSCAR – Pero, ¿sabes cómo va? LAIA – Si no funciona, como mínimo nos reiremos un rato. OSCAR – ¿No necesitas una cosa de aquéllas? AINA – ¿Es esta página? LAIA – Sí. ¿Qué cosa? OSCAR – Un péndulo, ¿no? LAIA – Aina, ¿tienes uno? AINA – No tengo ningún péndulo, no. ¿En casa, un péndulo? LAIA – ¿Y algo que pese con una cadenita? AINA – Voy a ver.

AINA se va a la habitación, le da el libro a OSCAR. LAIA apaga la música. OSCAR – ¿Qué hago? LAIA – Mira qué dice. Las instrucciones. OSCAR – Muy bien, leo. MARCOS – (sonriendo.) No vais a poder. LAIA – Di. OSCAR – La persona a inducir debe estar relajada y cómoda. LAIA – Estás cómodo y tranquilo, ¿verdad? MARCOS – Sí. LAIA – ¿Estás relajado? MARCOS – Sí, estoy relajado. LAIA – Relajado. MARCOS – Relajado.

AINA vuelve con un silbato en la mano.

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AINA- Ya lo tengo. LAIA – Lo veis. Está relajado. AINA – Sí, sí... OSCAR – Haremos que creas que eres una gallina. ¿Qué te parece? MARCOS – (imitando a una gallina.) Coc, coro, coc...

Todos ríen. LAIA – (Cogiendo el libro a OSCAR.) Si no estás a lo que hay que estar, que lo lea ella. OSCAR – Ya lo leía. LAIA – Venga. Lee.

Silencio. AINA – (en voz baja.) Tienes que mover el péndulo armónicamente...

LAIA empieza a mover el péndulo. AINA – Sigue atentamente el péndulo... LAIA – Sigue atentamente el péndulo... AINA – Imagina una escalera. LAIA – Imagina una escalera... AINA – Estás bajando por la escalera... LAIA – Estás bajando por la escalera. AINA – A medida que bajas/ LAIA – A medida que bajas, sientes tu corazón... AINA – Palpitar... LAIA – Palpita... AINA – Lentamente. LAIA – Cada vez más lentamente. AINA – Sientes que tu cuerpo pesa. LAIA – Pesa. Y te envuelve una sensación de bienestar.

AINA sigue leyendo el libro pero ya no la oímos. LAIA – A cada paso bajas otro escalón. La temperatura de tu cuerpo aumenta. Cada vez sientes que estás más cerca de tu casa. Estás en el lugar donde habías deseado estar. Sólo faltan diez escalones. AINA – Diez... LAIA – Diez... Te acercas a la calma. AINA – Nueve... LAIA – Nueve... Te dejas llevar por la relajación. AINA – Ocho. LAIA – Cada vez...

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AINA – Siete... LAIA – Pesas más y más... AINA – Seis. LAIA – Los latidos de tu corazón... AINA – Cinco. LAIA – Son lentos. AINA – Cuatro. LAIA – Te pesan los párpados. AINA – Tres. LAIA – Y te obligan a cerrar los ojos. AINA – Dos. LAIA – Ya llegas al final. AINA – Uno. LAIA – Uno.

MARCOS queda completamente dormido. Silencio. AINA y LAIA se apartan de MARCOS. OSCAR se acerca y lo toca. MARCOS no reacciona. Todos ríen.

OSCAR – Es broma.

(pausa.) OSCAR se acerca a MARCOS y le da un golpecito en la espalda.

OSCAR – ¿Marcos? ¿Marcos?

La cabeza de MARCOS se inclina hacia adelante. AINA – Sí lo está, sí. LAIA – Ha funcionado. AINA – ¿Tu sabías que podía funcionar? LAIA – No lo había probado nunca. Pero tenemos que hacerlo más a menudo. Es una caña, ¿no? AINA – Yo estoy alucinando. OSCAR – Venga, despertadlo. LAIA – Hagamos que haga algo. OSCAR – ¿Qué quieres que haga? LAIA – Cuando se despierte, que haga algo extraño. AINA – ¿Y por qué no le haces preguntas?

Miran el libro. LAIA – ¿Marcos? (pausa.) ¿Marcos? ¿Nos puedes oír? OSCAR – ¿Es normal que no conteste? AINA – Aquí pone que tendría que contestar.

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OSCAR – Pues va, paremos. LAIA – No te pongas nervioso. OSCAR – Es que estas cosas me dan mal rollo. LAIA – No pasa nada. AINA – Hagámosle hacer algo. LAIA – Va, sí. (a OSCAR.) ¿Qué le hacemos hacer? OSCAR – No lo sé. LAIA – Que cante. AINA – Sí. OSCAR – ¿Qué le hacemos cantar? Va, es una tontería, esto... AINA – Que cuando digamos una palabra... LAIA – Sí, claro. OSCAR – ¿Pero qué tiene que cantar? AINA – ¿Qué canción quieres que cante? OSCAR – ¿A mí me tiene que cantar una canción? AINA – A ti no. A todos. LAIA – ¿Qué? OSCAR – Pues, que cante una conocida. LAIA – Di. Tú eres el experto. OSCAR – Ahora no diré una canción demasiado complicada, a lo mejor no las conoce. LAIA – Di una y ya está. AINA – ¿Y de Frank Sinatra? Todo el mundo las conoce. LAIA – De acuerdo. OSCAR – ¿De Frank Sinatra? No seamos cutres. AINA – Frank Sinatra está bien, ¿no? LAIA – Sí. OSCAR – Mujer... LAIA – Marcos. (pausa.) Después de despertarte, cada vez que oigas la palabra... ¿Cuál?

(pausa.) AINA – Magallanes. LAIA – De acuerdo. OSCAR – ¿Por qué? AINA – No lo sé. Es una palabra cualquiera, además me gusta cómo suena... OSCAR – ¿Y cómo la dirás sin que se note? AINA – Podemos hablar de historia. Seguro que también le interesa, ¿no? LAIA – Muy bien. Cuando oigas la palabra "Magallanes" nos cantarás una canción, la que quieras tú, de Frank Sinatra.

Sonríen todos. OSCAR – Me apuesto mil pelas a que nos está tomando el pelo. LAIA – Está totalmente dormido.

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OSCAR – Pues despiértalo. AINA – Está en la página de detrás: contar hasta tres y se despertará. LAIA – Marcos. Ahora contaré hasta tres... y te despertarás. (pausa.) Uno, vuelves a subir por la escalera... Dos, ves la puerta abierta que hay al final... Y, cuando diga tres, saldrás por esa puerta y abrirás los ojos. (pausa.) Tres.

Silencio. No pasa nada. MARCOS no se despierta. OSCAR – ¿Qué? AINA – Repítelo. LAIA – ¿El qué? AINA – Tres. LAIA – ¡Tres! (pausa.) Tres, Marcos. ¡Tres! LAIA – Va, Marcos... Ya puedes parar. OSCAR – Laia, mira si respira. LAIA – Claro que debe respirar, coño. OSCAR – Déjame.

OSCAR se acerca a MARCOS. AINA – ¿Respira? OSCAR – Un momento. LAIA – Mírale el pulso. OSCAR – Mecaguen la puta...

OSCAR le coge la mano a MARCOS. OSCAR – No sé como se mira. AINA – Cógelo por aquí. LAIA – Va, tranquilos. OSCAR – Callad, por favor, que no noto nada. AINA – Las venas. OSCAR – Sí, ya las estoy tocando. LAIA – Va. OSCAR – No noto nada, coño. LAIA – Déjame a mí.

LAIA coge el brazo de MARCOS. OSCAR – ¿Lo notas, tú? (pausa.) OSCAR – Laia.

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Silencio. LAIA deja caer el brazo de MARCOS desplomado. Se aparta. OSCAR – ¿Qué has hecho Laia? AINA – Recuerda que lo hemos propuesto / entre todos. OSCAR – No la defiendas. LAIA – No he hecho nada. Ha sido un accidente. Sólo he leído lo que /decía el libro. AINA – ¿Estáis seguros de que no tiene pulso? OSCAR – Sí. No tiene pulso. AINA – Volvedlo a mirar. OSCAR – Te digo que no tiene. No se le oye el corazón. No respira. No se mueve.

(pausa.) AINA – Llamemos al hospital, va... LAIA – No. Por favor, no lo hagas. Nos acusarán./ OSCAR – No, no, no. Eres tú quien le ha intentado hipnotizar. Si es culpa tuya es culpa tuya. LAIA – Me podrías apoyar, ¿no? OSCAR – ¿Por qué? ¿Por que soy tu pareja? ¿Por este motivo tengo que aceptar como buena cualquier desgracia que provoques? LAIA – Oscar./ AINA – Oscar, cálmate. Estás excitado y no sabes lo que / dices. OSCAR – Sí que sé lo que me digo. Si pensaba que había una posibilidad de que fuera mal no lo tendría que haber probado. LAIA – No lo pensaba. OSCAR – Pues lo tendrías que haber pensado. LAIA – No lo sabía. OSCAR – Sí, claro. LAIA – Te digo que no. OSCAR – No me lo creo. LAIA – Mírame. No lo he hecho a propósito. ¿Qué motivo podía tener? OSCAR – Seguro que le tienes envidia. LAIA – ¿Yo? ¿Por qué? OSCAR – Porque él es un poeta, porque él conoce gente importante, porque brilla. En cambio tú sólo haces informes sobre basura. ¿A lo mejor por eso? AINA – Oscar, para. OSCAR – Tú no me digas lo que tengo que hacer y llama a una ambulancia. AINA – No pienso llamar si no le pides perdón. OSCAR – Que llames.

AINA tiene en sus manos, el teléfono móvil de OSCAR, que había dejado sobre la mesa antes. OSCAR es lanza a coger el teléfono fijo, cuando consigue descolgar, AINA arranca el cable telefónico al que va conectado.

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OSCAR – ¡Eres una puta! LAIA - Oscar, ¡para! AINA – No sé qué os ha cogido con el Marcos éste, pero os está cambiando. OSCAR – Estás rabiosa porqué no le ha gustado tu mierda de cuento. AINA – No te reconozco y no te escucho.

AINA mantiene sujetado el móvil con les dos manos. OSCAR – Dame el móvil. AINA – No. OSCAR – Es mío. AINA – Hasta que no le pidas perdón, no te lo devuelvo. LAIA – ¿Qué está pasando, Oscar? OSCAR – Que habéis matado a una persona / valiosa. AINA – No hemos matado a nadie. OSCAR – Habéis matado a una persona valiosa, una persona sensible. LAIA – Mírame a la cara. OSCAR – ¿Qué quieres que mire? LAIA – ¿Qué está pasando? OSCAR – (intentando calmarse.) Que estoy nervioso. ¿No lo ves? LAIA – ¿Qué está pasando con él, Oscar? OSCAR – Déjame. No quiero hablar. LAIA – Mírame. OSCAR – Calla. Laia. Calla. LAIA – ¿No me quieres? OSCAR – ... LAIA- ¿Me quieres o no?

Silencio. LAIA – ¿Por eso querías quedar tan a menudo con él?

(pausa.) OSCAR – No. LAIA – El otro día que fuisteis a cenar juntos, ¿qué pasó? OSCAR no contesta. LAIA – Oscar. Qué pasó? (pausa.) ¿Eres gay, Oscar? (silencio.) Oscar. OSCAR – Has sido... la persona más importante de mi vida. LAIA – ¿Eres gay, Oscar?

(pausa.)

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OSCAR – No lo sé. (pausa.) El otro día le toqué la mano sin querer. Desde entonces, cada vez que lo veo me vienen unes ganas terribles de abrazarlo, de besarlo, de lamerlo, de olerlo. (pausa.) De hacerle el amor. (pausa.) Necesito que me ayudes. Necesito que estés a mi lado. No sé quién soy, Laia. LAIA – Eres un cabrón. OSCAR – No. LAIA – Me lo podrías haber dicho. OSCAR – ¿Cómo? LAIA – Hablando.

(pausa.) OSCAR – Te quiero. LAIA – ¿Tanto como a él?

(pausa.) OSCAR – No. No había sentido nunca antes que se podía querer así. (silencio.) Mi vida se va a la mierda, Laia. LAIA – ¿Tu vida se va a la mierda? OSCAR – Él está muerto. (pausa.) Y tu me abandonarás. LAIA – Tienes razón.

La LAIA se levanta de la silla. AINA – ¿Dónde vas? LAIA – Me tengo que ir. No me puedo quedar, ahora. AINA – No me los puedes dejar aquí, Laia. No me lo hagas (eso). LAIA – No quiero saber nada. AINA – Me lo habéis traído vosotros. Me lo habéis metido dentro de casa. OSCAR – Llamad a una ambulancia. Por favor. AINA – Llamo yo. LAIA – No llames. AINA – A lo mejor todavía estamos a tiempo. No te culparán de nada. Ha sido un accidente. LAIA – Pues con más motivo. Si no me tienen que culpar de nada, prefiero que se muera. LAIA se va por el pasillo. AINA – Laia.

LAIA no se gira. OSCAR – Aina, dile que vuelva, por favor. Necesito tenerla a mi lado para soportar todo esto. AINA – Tendrías que haberle dicho cuándo te empezó a pasar. OSCAR – No sabía cómo explicarle.

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AINA empieza a apretar botones del móvil.

OSCAR – No entiendo ni mis sentimientos. AINA – (por el móvil.) ¿Urgencias? OSCAR – Diles que vengan rápido. AINA – (por el móvil.) Necesitamos que envíen una ambulancia. Es que ha habido un accidente. Hay una persona que ha / perdido el conocimiento. LAIA (voz.) – ¡Aina! AINA – (a el móvil.) Un momento. (a Laia.) ¿Qué pasa, Laia? LAIA – ¡¡Ven!! AINA – ¿Qué quieres? LAIA – Ven a la cocina, ¡¡rápido!! AINA – ¿Por qué? LAIA – ¡Michi! AINA – ¿Qué le pasa a Michi? LAIA – Aina, ven. ¡Por favor!

LAIA vuelve al comedor. LAIA – Michi ha perdido mucha sangre. Michi se ha hecho daño.

El ambiente es extrañamente opresivo. LAIA y AINA van hacia la cocina. OSCAR se levanta también para dirigirse a la cocina.

OSCAR – ¡Laia!

De repente, MARCOS se levanta del suelo, enérgicamente, como si no hubiera pasado nada. MARCOS observa la porta que da a la cocina. Saca una navaja de su bolsillo.

OSCURO.

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Escena 2.

El comedor esté vacío. Después de unos segundos entra MARCOS. Se sienta en la mesa. Aparta alguna cosa para hacer sitio. MARCOS se siente como en su casa. Entra OSCAR.

OSCAR – ¿Has encontrado la toalla? MARCOS – Sí. Ningún problema. Gracias. OSCAR – Perdona, otra vez. MARCOS – No pasa nada. Ha sido una experiencia curiosa. Tengo que apuntármelo. Quien sabe, igual da para una narración.

MARCOS busca un cuaderno en su bolsa y toma notas.

MARCOS – Me sentía muy a gusto. Me ha parecido viajar por todo el mundo. O por toda la historia. Y sólo han sido unos minutos. OSCAR – A mí me han parecido horas.

(pausa.) MARCOS – ¿Dónde están Laia y Aina? OSCAR – Han salido. El gato de Aina se ha hecho daño y se lo han llevado a ver si encontraban algún sitio abierto. MARCOS – ¿Tiene un gato? OSCAR – Sí, lo tenía encerrado en el patio de luces de la cocina, porque yo tengo alergia. (pausa.) Estoy muy avergonzado. No nos es propio este comportamiento. Quiero decir, normalmente no somos tan frívolos, no hacemos tantas bromas ni contamos chistes. Ni nos ponemos a practicar magia negra, claro. Lo que pasa es que esta noche lo hemos hecho para animar un poco a Aina. MARCOS – Ya, ya... OSCAR – Pero normalmente no nos decantamos para este tipo de entretenimientos. MARCOS – Ya veo que Aina es algo convencional. OSCAR – Yo la conocí a través de Laia. Antes, no éramos amigos. MARCOS – Mejor. OSCAR – Sí. (pausa.) ¿Por qué? MARCOS – Porque creo que lo que tú mereces debería ser...

MARCOS no le acaba la frase.

OSCAR – ¿Qué merezco? MARCOS – Es igual. No tiene importancia. OSCAR – No, di. MARCOS – No quiero meterme dónde no me llaman. OSCAR – Di.

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MARCOS – De veras... OSCAR – Por favor. Estamos en confianza. MARCOS – Tengo que irme. OSCAR – Por favor, dímelo.

(pausa.) MARCOS – De acuerdo. Pero porqué me lo has pedido tú. OSCAR – Sí.

(pausa.) MARCOS – El otro día fuimos a la exposición. OSCAR – Bellísima, sí. MARCOS – Recuerdo que hiciste un comentario sobre aquellos retratos. Me hablabas de la profundidad de los silencios de las imágenes. Me hablabas de la dureza de sus formas y de la insondable sensación de vacío que te provocaban. OSCAR – ¿Todo eso dije? MARCOS – Éstas mismas palabras, Oscar. Aún resuenan en mi cabeza. (pausa.) No logro comprender qué haces aquí. No parece que éste tenga que ser tu sitio. Gente viviendo en una rutina de la que es incapaz de escapar. Pequeños burgueses con ilusiones nimias. Tu podrías ser alguna cosa mejor. Tu podrías llegar a trascender. Podrías llegar a ser leyenda. Eres sensible. Eres especial. Pero fíjate en lo que te rodea. Fíjate en ellas. OSCAR – A Laia también le gusta el arte. MARCOS – Es una simple funcionaria. OSCAR – Tiene un buen trabajo. Muy estable. MARCOS – A lo más que puede aspirar es a conseguir algunos post–its extras para la oficina o a organizar el próximo amigo invisible por navidad.

(pausa.) OSCAR – Aina escribe cuentos. Aunque no le salgan bien... MARCOS – Oscar, Oscar, Oscar... Dejémonos de cuentos. Vayamos al grano. OSCAR – ¿Qué quieres decir? MARCOS – Quiero salvarte de la mediocridad. Quiero sacarte de la ciénaga. ¿Lo entiendes? OSCAR – Sí. MARCOS – Pero debo preguntarte una cosa, primero. OSCAR – Dime. MARCOS – ¿Quieres salir? OSCAR – ¿Eh? MARCOS – ¿Quieres salir tú de ella?

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(pausa.) OSCAR – Sí. MARCOS – Dilo alto y claro. OSCAR – Quiero. MARCOS – "Quiero salir". OSCAR – Quiero salir. MARCOS – Más claro. OSCAR – Quiero... MARCOS – Y más alto. OSCAR – ¡Quiero salir, sí! ¡¡Quiero salir!! (pausa.) ¡¡Quiero salir!! (pausa.) ¿Qué tengo que hacer Marcos? ¿Qué tengo que hacer? MARCOS – Tranquilo. Ven. OSCAR – ¿Qué tengo que hacer, Marcos? MARCOS – Dame tu mano. OSCAR – ¿Cuál? MARCOS – Ésta.

Se acercan. OSCAR estornuda. OSCAR – Perdón. MARCOS – La mano.

MARCOS le coge la mano. Le cierra los dedos excepto el más pequeño. MARCOS – Haremos un trato. OSCAR – ¿Sí? MARCOS – Ahora este dedo es mío.

OSCAR no dice ni sí ni no. Se queda mirando a MARCOS, no sabe qué hacer. MARCOS le chupa el dedo.

OSCAR – ¿Quieres el resto? MARCOS – A su debido tiempo.

MARCOS se mira a OSCAR con satisfacción. OSCAR sonríe. Se oye la puerta principal.

OSCAR – Ya han vuelto. MARCOS – No digas nada. Ellas no lo comprenderían. Entran LAIA y AINA. OSCAR – Laia. LAIA – Oscar. OSCAR – ¿Le habéis podido llevar al veterinario? AINA – (mirando a MARCOS con rabia.) No. Ya estaba muerto cuando le hemos encontrado.

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LAIA – ¿Qué habéis hecho aquí solos? OSCAR – Laia, por favor. LAIA – ¿Qué? OSCAR – No saques el tema. Hablémoslo en privado, si quieres. LAIA – (a MARCOS.) Y tú, ¿cómo te encuentras? MARCOS – Bien. Pero algo cansado. AINA – Si quieres irte a casa, podemos llamar un taxi. MARCOS – Aún me da vueltas la cabeza. AINA – ¿Ah, sí? MARCOS – Mareos y dolores, sí. LAIA – ¿Quieres una aspirina? MARCOS – Sí. Una aspirina estaría muy bien. LAIA – ¿Dónde las tienes, Aina? AINA – Los medicamentos están / (con una mirada inquisitiva hacia a MARCOS.) Pero las aspirinas están en la cocina. En el armario al lado del horno. OSCAR – Ya las voy a buscar. MARCOS – No te preocupes. Ya voy yo. Estoy seguro de que lo puedo encontrar. Sé como debo moverme dentro de una cocina.

MARCOS se va a la cocina. AINA se lo mira con odio. Después de unos segundos, OSCAR también se va a la cocina. OSCAR, mientras se va, mira a LAIA, que le gira la cara. Se quedan AINA y LAIA solas.

LAIA – Hijo de puta. AINA – A Michi se lo ha cargado él. LAIA – Preferiría que se hubiera muerto de verdad. AINA – Iros todos, Laia. LAIA – No me obligues a volver a mi piso. No le quiero cuando me levante. Deja que me quede unos días aquí. AINA – Laia, necesito que me escuches y que intentes ser un poco sensata. LAIA – ¿Qué haré con mi vida, ahora? AINA – Lo mismo que me decías a mí.

(pausa.) LAIA – Eso te lo decía para consolarte. AINA – Laia... LAIA – No hace falta que me digas palabras para quedar bien. AINA – Necesito que os vayáis. LAIA – Deja que me quede/ AINA – Necesito llamar a Miguel y hablar con él. Y lo necesito hacer sola. LAIA – No te arrastres, ahora. AINA – Ya le he enviado un mensaje. LAIA – Aina. Miguel es un cabrón. Igual que Oscar. AINA – Me ha respondido. Miguel siempre me ha apoyado con mis sueños

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y mis aspiraciones. Siempre me ha dicho que me encuentra guapa y siempre me ha dicho que yo valía. No lo puedo convertir en un monstruo de un día para otro. No me lo pidáis, porque me hace sentir muy poca cosa. Y esta noche me siento muy poca cosa. LAIA – ¿He hecho algo mal? AINA – ¿Todavía no te has dado cuenta de vuestra ansia por Marcos? Os tendrías que haber visto con mis ojos. LAIA – Es una persona que se hace querer. AINA – ¿Una persona? No lo creo. LAIA – ¿Qué quieres decir? AINA – ¿Por qué no tenía pulso? LAIA – No lo sé. AINA – ¿Por qué no tenía pulso? LAIA – No lo habremos mirado bien. AINA – ¿Todos nos hemos equivocado? LAIA – ¿Qué insinúas? AINA – ¿Y Michi? LAIA – Se ha hecho daño accidentalmente. AINA – Nos está engañando. LAIA – A lo mejor todos nos engañamos los unos a los otros. AINA – Laia, Laia... para. Necesito que estés despierta. No te ofusques. LAIA – La vida es una mierda. AINA – Ayúdame a echarlo. LAIA – No quiero hablar con él. Me ha robado a Oscar. AINA – ¿Y cómo crees que lo ha conseguido? LAIA – ¿Me lo quieres restregar por la cara? AINA – No. Dime. LAIA – Porque debe ser mejor que yo. AINA – Va. LAIA – Debe ser más interesante. AINA – Escúchame: La poesía. LAIA – ¿Qué? AINA – Por qué te ha emocionado? LAIA – No lo sé. Era buena. Es poeta. Y profesional. Es normal, ¿no?

AINA busca el libro de poesías de MARCOS, que había quedado sobre uno de los muebles.

AINA – Era un fraude, Laia. LAIA – A ti también te ha emocionado. AINA – No. LAIA – Pues estabas tensa. AINA – (por el libro.) Ha utilizado todos los trucos. LAIA – ¿Qué trucos? AINA – Todos los trucos para crear un poema que no se entendiera y que pareciese moderno.

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LAIA – Exageras. AINA – Mira: Palabras al azar que combinadas crean frases absurdas, indescifrables... "Sentimiento de cimiento, desvaneciendo". (pausa.) Tú, yo, alma, nada, incertidumbre... Sólo le faltaba poner soledad e infinito. LAIA – Estas palabras están en miles de poemas. AINA – Espera. Juegos efectistas con la sonoridad de los verbos. "Querer salir, poder salir, querer poder"... LAIA – Suenan bien. AINA – Y la definitiva. Ha utilizado los tópicos de las canciones de Sabina: "La vieja prostituta de un barrio chino" Y todo envuelto con un trasfondo de compromiso político y social. (pausa.) Esta poesía es una porquería. LAIA – ¿Y por qué le gusta a tanta gente? El auditorio estaba lleno. AINA – Te lo estoy diciendo. Tiene algún tipo de poder sugestivo. LAIA – ¿Y por qué a ti no te ha afectado? (pausa.) AINA – Laia, Laia... Este tío ha venido a materializar algún tipo de plan. Con Oscar ya lo ha conseguido. Y de rebote nos ha hecho daño a nosotras. (pausa.) LAIA – Aina. AINA – ¿Qué? LAIA – Pues vete. AINA – Esta es mi casa. LAIA – Pues pide ayuda. AINA – No podemos pedir ayuda. Ni tú misma me creías, hace un momento. LAIA – Intentémoslo. AINA – Tengo que llamar a Miguel. LAIA – Vamos a un parque y lo llamas. AINA – Si nos vamos estaremos escapando. No nos tenemos que escapar. Es lo que busca, que nos rindamos. LAIA – ¿Y qué quieres? ¿Quieres que nos enfrentemos a él? (silencio.) Te has vuelto loca. (pausa.) Quédate tú, si quieres. Yo no quiero luchar contra nadie. Sólo tengo ganas de echar a correr y no saber nada más de Oscar. Tengo ganas de cortarme el pelo. De tirar esta ropa. De pintar las paredes de la habitación. AINA – ¿Y mañana, qué? LAIA – Me compraré ropa nueva. AINA – ¿Hasta cuándo? LAIA – No me importa, Aina. No me obligues a tener que pasar por el dolor si no quiero. AINA – Muy bien, vete. LAIA – Sí. (pausa.) ¿No vienes tú? AINA – No pienso pasar por el pasillo.

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LAIA – ¿Por qué? AINA – Imagínatelo. No pienso pasar por ahí. LAIA – No seas cruel conmigo. AINA – Me daba mucho miedo escribir y enseñarlo. Me daba mucho miedo quedarme sola. Y todavía me da mucho miedo. ¿Sabes qué quiero? No tener nunca más estos miedos.

Se oye a OSCAR gritar desde la cocina. AINA – Mira, Laia, mira... LAIA – ¿Qué está pasando?

Más gritos de OSCAR. AINA – Ven aquí. LAIA – No, vamos.

OSCAR grita desde dentro. OSCAR – ¡Laia! LAIA – Ostia. OSCAR – ¡Laia! AINA – Contesta. LAIA – No. No quiero hablar con él. AINA – Tienes que conseguir que te recupere la confianza. Seguro que te quiere. LAIA – No tengo ganas de verle. AINA – Todo lo que te ha dicho lo ha dicho bajo su influencia. LAIA – Sí, claro. OSCAR – ¡Laia! ¡Aina! AINA – ¿Qué quieres Oscar?

Aparece OSCAR. OSCAR – No me encuentro bien. AINA – ¿Qué te pasa? OSCAR – Veo mal. No veo demasiado. Ayudadme.

OSCAR intenta sentarse en la butaca. Se desploma y cae en el suelo. LAIA ahoga un grito. AINA se va decidida hacia el mueble. Saca una caja y se la lleva a la mesa.

LAIA – Aina.

LAIA se acerca a OSCAR, con miedo.

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LAIA no puede mirar, la estremece. AINA prepara un vaso encima de la mesa.

LAIA – Tendríamos que llevarlo al médico. AINA – ¿Respira? LAIA – Sí.

AINA prepara un vaso de vino y vierte una botella entera de un medicamento. LAIA – ¿Me puedes decir que coño es esto? AINA – Te podría decir que es de Miguel. Aquí guardaba muestras del laboratorio. GhB. La droga de los violadores. Te lo bebes y no notas ni el gusto. Pero al cabo de unos minutos, empiezas a sentirte mareado y luego pierdes el conocimiento. LAIA – ¿Esto hacía Miguel? AINA – Buscaban el antídoto. Miguel también trabaja en cosas interesantes.

OSCAR se remueve. LAIA y AINA se miren. AINA – Dile que todavía le quieres y que no quieres perderlo.

Parece que OSCAR se remueve un poco. LAIA – ¿Estás bien, Oscar?

OSCAR, extrañamente, se empieza a desvelar. Un poco aturdido, pero parece ajeno a lo que ha pasado.

LAIA – Te he echado de menos. OSCAR – Qué cojones... LAIA – ¿Oscar? (pausa.) ¿Qué pasa?

Silencio. OSCAR – ¡Marcos! (pausa.) ¡¡Ven, por favor!!

Entra MARCOS, LAIA y AINA se han quedado sin palabras. MARCOS – ¿Qué sucede? OSCAR – (al oído de MARCOS. No lo escuchamos.) Aquel vaso encima de la mesa. Aina le ha echado una especie de droga para dejarte inconsciente. MARCOS – ¿Droga? OSCAR – Era para ti. MARCOS – Dios mío. No lo puedo creer.

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OSCAR – Tenías razón. Qué vergüenza. MARCOS – No entiendo por qué debo merecer este trato. Traje vino. Era un buen vino, ¿no? OSCAR – Un vino excelente. MARCOS – (a Laia.) ¿No lo has encontrado bueno? LAIA – (medio avergonzada.) Sí. MARCOS – He leído un poema. Os he contado anécdotas interesantísimas. Te prometí presentarte a Jorge. ¿No es así? LAIA – Sí. MARCOS – No entiendo tanta hostilidad. Siento haber alzado la voz antes. Pero, ¿merezco ser envenenado? OSCAR – Le decía que vosotras también erais sensibles. Me da tanta vergüenza haberlo dicho después de ver vuestro comportamiento/(le duele la cabeza.) Ai... LAIA – Qué te pasa? OSCAR – Me duele la cabeza. MARCOS – Es normal. Después de toda esta situación. AINA – ¿Qué te ha pasado en el cuello? OSCAR – ¿Esto? AINA – Sí. OSCAR – Nada. MARCOS – Un rasguño. LAIA – Te sale mucha sangre. OSCAR – Ya parará. Me he rascado una costra. AINA – ¡Va, hombre, va!

MARCOS detiene a LAIA que intentaba ver qué le pasa a OSCAR. MARCOS acaba abrazando a LAIA.

AINA – ¿Qué quieres, Marcos? MARCOS – ¿Qué? AINA – Muestra tu cara. ¿Qué quieres? MARCOS – Yo solo deseo tener una agradable velada charlando sobre temas interesantes. ¿Estoy pidiendo demasiado? OSCAR – No. No pides demasiado. MARCOS – ¿Ah, que no? AINA – Dinos la verdad. Contesta. LAIA – Aina... MARCOS – ¿Qué quieres que te diga?¿Qué busca toda la gente sino ser feliz durante un tiempo? Dime, Laia... ¿Acaso no tengo derecho a esta felicidad? AINA – ¡Bravo! ¡Muy bien! LAIA – Aina... para... AINA – No lo escuches. Está fingiendo. LAIA – Cálmate. A lo mejor estabas equivocada. AINA – ¡Laia, cojones! LAIA – No digas cojones.

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AINA – ¡Cojones! LAIA – ¡Y no me grites! AINA – ¿No piensas apoyarme? LAIA – Te enparanoias y ves cosas que no son. MARCOS – Está muy nerviosa, ¿no? OSCAR – Demasiado.

LAIA y MARCOS se acerca a AINA. AINA – No os acerquéis. Dejadme. LAIA – Sólo queremos que te calmes. AINA – ¿No veis que está mintiendo? MARCOS – Yo no miento. LAIA – (cogiendo del brazo a AINA.) Aina, cálmate. AINA – Que no me toques. MARCOS – La mentira es el refugio de los/ cobardes AINA – Cuando le hemos hipnotizado. MARCOS – Sí, la hipnosis/ AINA – No se ha dormido. MARCOS – Profundamente. En serio. He soñado, incluso. OSCAR – Me lo ha dicho. AINA – Le habéis mirado el pulso. OSCAR – Yo no sé ni como se hace. LAIA – No somos médicos. MARCOS – Juro que creía que no podríais, pero me habéis sorprendido dejándome dormido como un lirón.

MARCOS sonríe acompañado de OSCAR. OSCAR – (por el dolor de la cabeza.) Ah... LAIA – ¿Qué te pasa? OSCAR – El dolor de la cabeza. LAIA – Voy a buscar una aspirina a la cocina.

Cuando LAIA intenta irse a la cocina, MARCOS la coge del brazo. MARCOS – No, ya voy yo. LAIA – Voy un momento y vuelvo. MARCOS – Que ya voy a ir yo... No hace falta que vayas tú/ AINA – Magallanes. LAIA – ¿Qué? AINA – (a MARCOS.) Magallanes, hijo de puta. MARCOS – (atrapado por sorpresa.) Joder, muy bien. AINA – No has cantado ninguna canción. LAIA – Frank Sinatra.

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MARCOS coge a LAIA por el pelo y saca una navaja que guardaba en su bolsillo.

LAIA – Ah. MARCOS – Calla. LAIA – ¿Quién eres? MARCOS – Siéntate. LAIA – ¿Qué me harás? MARCOS – Que te sientes, me cago en la puta.

LAIA se sienta en la silla. OSCAR – Marcos. Dime qué tengo que hacer. MARCOS – De momento lo puedo controlar. MARCOS le coge la mano a LAIA, encima de la mesa. MARCOS – Escoge un dedo. LAIA – ¿Qué? MARCOS – El que menos te guste. LAIA – No. MARCOS – Que escojas un dedo. AINA – Marcos. MARCOS – Marcos, Marcos, Marcos... ¿¿Qué?? AINA – Suéltala.

OSCAR aparta de un golpe a AINA de la mesa y la acompaña hasta la butaca. MARCOS – Te va a doler más si le corto el dedo a ella. LAIA – Por favor. MARCOS – Ni por favor ni por fa ostias. LAIA – No me lo hagas. Por favor. MARCOS – Puto lloriqueo. Estoy harto. Mirad lo que os pasa por delante de las narices. LAIA – Déjame. Por favor. MARCOS – Óscar. OSCAR – Sí. MARCOS – Siéntate. MARCOS deja la mano de LAIA. LAIA intenta irse. MARCOS – Ni se te ocurra moverte.

AINA se ha quedado sentada en la butaca. OSCAR se sienta al lado de MARCOS.

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MARCOS – Acerca tu mano. OSCAR – ¿La mano? MARCOS – Sí. OSCAR – ¿Cuál? MARCOS – Esta. Trae.

MARCOS coge la mano izquierda de OSCAR. Le cierra todos los dedos como un puño, excepto el dedo pequeño, que lo pone apoyado en el borde de la mesa.

OSCAR – Ya me has escogido, ¿no? MARCOS – Sí, no te preocupes. Sólo se trata de una demostración. OSCAR – Me duele la cabeza. MARCOS – La primeras horas son las más jodidas. No muevas el dedo.

MARCOS coge la navaja y la pone sobre el dedo de OSCAR. OSCAR – Ah... MARCOS – Tranquilo. OSCAR – Sí, sí... No pasa nada. No siento dolor. MARCOS – Vamos a demostrar... por qué merecemos que nuestro prado esté libre de mierda. OSCAR – Sí... MARCOS – Estoy aquí. OSCAR – Sí, sí. Aquí.

MARCOS empieza a cortar el dedo de OSCAR, que se estremece de dolor, pero no grita.

MARCOS – Aguanta. LAIA – Para, por favor. OSCAR – Mmmm... MARCOS – Todo va bien. Después vas a ir tú. Observa su reacción porque deberás tener la misma.

OSCAR aguanta como puede. MARCOS le acaba de cortar el dedo. LAIA y AINA se aguantan los gritos de angustia.

MARCOS – Tápate con el trapo. La sangre igual les ofende.

OSCAR tapa la herida. LAIA y AINA se miran. MARCOS – Si os movéis o intentáis correr hacia la puerta, yo correré más que vosotras y os clavaré el cuchillo en la cabeza. ¿De acuerdo?

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Silencio. LAIA vuelve a mirar hacia MARCOS. MARCOS golpea la mesa y LAIA vuelve a poner la mano encima de la mesa. MARCOS le coge la mano. LAIA empieza a llorar.

MARCOS – Desearía no tener que hacer todo esto. Desearía sentarme en una vieja mecedora ante mi verde prado. Y oler la brisa matutina. Pero vosotros insistís en tirar montones de mierda en ese prado. Y el prado empieza a desprender un hedor insoportable. AINA – A nosotras... A nosotras también nos gustaría ser como tú. MARCOS – No. Vosotros no queréis cambiar. Si fuera así, ya lo habríais hecho. Os encanta regocijaros en la queja. Hablar todo el día de los desgraciados que sois, de que no sabéis que queréis hacer, de que cuantas dudas tenéis. (a LAIA.) Me gustaría ser famosa. (a AINA.) Me gustaría publicar cuentos. (pausa.) Haced algo, joder . Y chocad con la puta realidad. Una realidad que lleva un título bien claro y luminoso: "No tenéis talento". LAIA – Yo no he dicho que tuviera talento. No tengo. De verdad. OSCAR – Calla. LAIA – Oscar, por favor... OSCAR – Quieres que la haga callar? MARCOS – No tranquilo. Está bien. LAIA – Deja que me vaya, por favor. MARCOS – ¿Quieres irte? ¿Quieres olvidar todo esto? ¿Creer que no ha sucedido? (pausa.) Pues no, Laia. También debes pasar por el dolor. Te estoy dando un regalo. ¿Cuantas veces más vas a poder huir de los problemas? Si no lo hago, vas a seguir hinchándote hasta explotar. No pienses en mí como tu verdugo sino como tu tutor. Y dentro de unos años recordarás este momento con gratitud.

MARCOS pone la navaja sobre el dedo de LAIA.

LAIA – No, por favor... MARCOS – Ya has visto que no era tan grave. (a OSCAR.) ¿Verdad que no? OSCAR – No, no, no... LAIA – Por favor... MARCOS – No te muevas, si no, no puedo cortar limpio.

AINA se levanta de la butaca y coge el vaso lleno de anestésico.

MARCOS – ¡Siéntate! AINA – No. MARCOS – ¿Quieres que le corte la mano? LAIA – Aina, siéntate, coño. MARCOS – Y deja el vaso.

OSCAR se levanta para parar a AINA.

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AINA – No. LAIA – Aina. AINA – Te he hecho enfadar yo. Soy yo quien se merece este castigo.

MARCOS calma a OSCAR, que se sienta de nuevo.

AINA – Me gustaría ser como tú. Pero mis cuentos son una mierda. Y yo aún pensaba que valían algo. Es a mí a quien tienes que cortar por la mitad. Es a mí a quien tienes que borrar. No sirvo para nada. Soy una puta mierda. Una mala amiga. Una mala pareja. Y por eso lo he perdido todo. No quiero ser más como soy. Dime qué tengo que hacer para conseguirlo. Quiero ser como tú. Y si no lo puedo conseguir prefiero morir. MARCOS – ¿Y qué estás dispuesta a hacer? AINA – Me beberé todo lo que hay en este vaso y quedaré inconsciente. Podrás hacer todo lo que quieras conmigo. MARCOS – Pues bebe. Adelante. AINA – Pero dejarás que se marche. MARCOS – No. LAIA – No. AINA – ¿Quieres irte o no? LAIA – Aina. AINA – Lo quieres o no, ¿coño? (pausa.) Ella no estará nunca dispuesta a ser como tú. (a LAIA.) Reconoce que no lo quieres. (pausa.) Ya me tienes a mí. Suéltala.

(pausa.)

MARCOS – Muy bien. LAIA – No me quiero ir. He sido yo quien ha dicho que viniera a cenar. AINA – Que te vayas, joder. (a MARCOS.) Déjala, va. MARCOS – Primero bebe.

MARCOS todavía coge de la mano a LAIA. AINA se acerca el vaso a la boca. MARCOS – Que te lo bebas. AINA – ¿Vas a cumplir? MARCOS – Sí. Te doy mi palabra.

AINA empieza a beberse el vaso. Deja el vaso medio lleno a la mesa. MARCOS suelta la mano de LAIA. LAIA se lanza a socorrer a AINA.

LAIA – Aina, ¿te encuentras bien? AINA – No. Vete. (no lo oímos.) Llama a la policía.

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LAIA se va corriendo. AINA – ¿Ya estás contento? MARCOS – Bastante. AINA – Me querías destrozar a mí, ¿no? MARCOS – No te hagas la importante. AINA – Me has estado atacando desde el principio. (a OSCAR.) Corre. Rápido. Ve a buscarla.

OSCAR, que parece más fuerte que antes, se va corriendo. AINA – ¿Qué haces? MARCOS – ¿Piensas que dejaré que Laia se escape? AINA – Hemos hecho un trato. MARCOS – Pues ya tardas en cumplirlo. AINA – Hijo de puta.

(pausa.)

MARCOS - ¿Cuánto va a tardar esta mierda a hacer efecto?

(pausa.) AINA – ¿Y si no había ninguna droga dentro del vaso? MARCOS – Oscar me lo ha contado. No me mentiría. AINA – ¿Y si soy más lista que tú? MARCOS – No tienes lo que hay que tener. AINA – ¿Y si tengo talento y tú no?

(pausa.) MARCOS – Tu no sabes qué es tener talento.

(pausa.) AINA – Ver lo que los otros no ven. Y yo he sido la única que te ha descubierto.

(pausa.) MARCOS – Claro. AINA – Y por eso me atacabas. MARCOS – Muy bien. ¿Quieres un premio? AINA – Ya lo tengo. MARCOS – Convertirte en una hamburguesa. AINA – Haberte transmitido mi miedo.

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MARCOS – Yo no tengo ningún miedo. AINA – A partir de ahora te atacará la duda. A partir de ahora pensarás que alguien te puede descubrir de nuevo, que alguien puede detectar que eres una mentira. Y no podrás vivir tranquilo. MARCOS – Pues me esperan muchas otras cenas en dónde los comensales van a callar esperando oír mi próxima ocurrencia. AINA – No van a haber más cenas, Marcos. MARCOS – Cada puto día de la semana. AINA – Te perseguiré. MARCOS – Lo dudo. No vas a salir de aquí. AINA – Permaneceré en tu cabeza. MARCOS – ¡¡Cállate ya de una vez!!

Silencio.

AINA – Ya te está pasando, Marcos... (pausa.) Y cada vez que repitas uno de tus poemas, Marcos, te acordarás de mí. Que yo te descubrí. Y mirarás la sala con miedo, pensando que puede haber alguien más como yo. El pulso te temblará. Sudarás. Tus palabras te sonarán tan vacías como son. Y toda la sala lo descubrirá. MARCOS – Que te calles. AINA – Que tus poemas son copiados, son falsos, son una porquería. Este es mi regalo, hijo de puta. MARCOS – No tienes ni puta idea. AINA – Repite el poema.(pausa.) Repite el poema... Repite el poema, Marcos. MARCOS – No te voy a dar el placer.

(pausa.) AINA – Ya empiezas a pensar que no es suficientemente bueno, ¿verdad?

MARCOS se recompone. Se sitúa en el mismo sitio donde antes había recitado el poema.

MARCOS – Tras brisa fina, dedos agarrotados. Morder tu cuello, para luego vaciar mi alma. Nada de esto, Nada, Nada, Nada. Incertidumbre del principio, Sentimiento de cimiento, Desvaneciendo... El salir, El salir por no querer, El querer salir, El no poder querer, El no querer poder... (pausa.) El no querer poder... (pausa.) El no querer poder... AINA – ¿Quieres que te ayude? MARCOS – Cállate. AINA – Este es mi regalo.

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Un hombre con gafas de pasta – de Jordi Casanovas - 57�

MARCOS – ¡Que te calles!

Cuando MARCOS la quiere coger por el cuello, AINA pierde el conocimiento, cayendo al suelo y rompiendo una madera de la mesa.

MARCOS – Zorra hija de puta.

MARCOS empieza a buscar algo por toda la sala. Llega OSCAR que sujeta a LAIA del brazo.

OSCAR – Aquí la tienes, Marcos.

LAIA no puede hablar. OSCAR la deja en la butaca. MARCOS se le acerca, desafiando.

MARCOS – ¿Dónde está el libro de poemas? LAIA – ¿Qué le has hecho/? MARCOS – ¿¿Dónde está mi puto libro de poemas, coño??

LAIA no contesta o dice que no lo sabe con la cabeza. MARCOS vuelve a buscar por toda la sala.

OSCAR – ¿Qué hago con ella? MARCOS – Dale lo del vaso. LAIA – ¡No! MARCOS – Que se lo trague todo.

OSCAR coge el vaso medio lleno de vino y anestésico. LAIA – Oscar, por favor. ¿No te acuerdas de mí? ¿No te acuerdas que un día me quisiste? Seguro que lo puedes recordar... OSCAR – Coge. Lo tienes que hacer tú.

MARCOS encuentra el libro de poemas. Lo coge y lo lee con urgencia. OSCAR – ¡Coge el vaso! LAIA – No quiero perderte. OSCAR – ¡El vaso!

LAIA coge el vaso. LAIA – Oscar. MARCOS – (leyendo el libro.) Mi alma, como la vieja prostituta de un barrio chino, se lame, se relame. OSCAR – Venga, ¡bébetelo! MARCOS – Se lima, se relima... ¿Lo ves, zorra?

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Un hombre con gafas de pasta – de Jordi Casanovas - 58�

LAIA empieza a beberse el vaso.

MARCOS – ¿Quién tiene miedo ahora?

MARCOS se gira con un gesto triunfante, se apoya en la mesa mirando como LAIA se bebe el vaso. Y, de repente, pasa algo que perfectamente podría suceder a cámara lenta, a una velocidad extrañamente detallista: AINA, con la madera rota en las manos, se levanta del suelo. Pone un pie encima de la mesa y el otro encima de la mesa, tan rápido que es capaz de golpear a MARCOS antes que se de cuenta. MARCOS cae al suelo, inconsciente. OSCAR quiere parar a AINA y LAIA golpea a OSCAR con el vaso ya vacío. AINA aún tiene la improvisada estaca de madera en las manos y se decide a clavarla en el medio del pecho de MARCOS. Cuando éste vuelve de nuevo a estar consciente le coge la madera con las manos, deteniéndola.

MARCOS – No tienes huevos, ¡hija de puta! AINA – "El escritor es aquel al que escribir le resulta más difícil que a las demás personas" (pausa.) Mann... (pausa.) Thomas Mann.

Y, cogiendo carrerilla, AINA clava la estaca en el pecho de MARCOS, mientras éste emite un grito extraño, profundo, ensordecedor, animal o demoníaco.

OSCURO FINAL.