UN PACTO DE SAL

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Página 1 Por José Rubén Arango UN PACTO DE SAL (PRIMERA PARTE) Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13) Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros” (Marcos 9:50). Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:34-35). 1. ¿Qué es la sal y para qué sirve? La sal es una sustancia cristalina y ordinariamente blanca, soluble en agua y crepitante en el fuego. Se trata del cloruro sódico, que puede hallarse en el agua de mar o en algunas masas sólidas. Tiene más de 14.000 diversos usos y aplicaciones en casi todos los campos de la vida humana: Industria Química: Hace posible la fabricación de vidrio, jabón, plástico, papel, pinturas, hule sintético, cosméticos, medicamentos y pilas eléctricas. Alimentación Humana: La sal tiene un papel muy importante en la alimentación humana. - Resaltar y potenciar de forma natural el sabor de los alimentos. - Sirve como conservante para inhibir el crecimiento de bacterias y como preservante. - Ayuda a controlar procesos de fermentación en productos lácteos. - Se utiliza para dar textura a los alimentos, agradables al tacto y atractivos a la vista. - Se emplea para desarrollar el color de muchos alimentos - Es un agente deshidratador y ablandador de muchas materias primas alimentarias. Uso en carreteras: Se utiliza en la construcción de vías para dar firmeza al terreno y para potenciar y controlar el deshielo en las carreteras. 2. (Contexto) La sal en el culto del Antiguo Testamento: Era fundamental en los sacrificios y ofrendas. Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal” (Levítico 2:13).

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Primera Parte

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Por José Rubén Arango

UN PACTO DE SAL

(PRIMERA PARTE)

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mateo 5:13) “Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros” (Marcos 9:50). “Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas 14:34-35).

1. ¿Qué es la sal y para qué sirve?

La sal es una sustancia cristalina y ordinariamente blanca, soluble en agua y crepitante en el fuego. Se trata del cloruro sódico, que puede hallarse en el agua de mar o en algunas masas sólidas. Tiene más de 14.000 diversos usos y aplicaciones en casi todos los campos de la vida humana: Industria Química: Hace posible la fabricación de vidrio, jabón, plástico, papel, pinturas, hule sintético, cosméticos, medicamentos y pilas eléctricas. Alimentación Humana: La sal tiene un papel muy importante en la alimentación humana. - Resaltar y potenciar de forma natural el sabor de los alimentos. - Sirve como conservante para inhibir el crecimiento de bacterias y como preservante. - Ayuda a controlar procesos de fermentación en productos lácteos. - Se utiliza para dar textura a los alimentos, agradables al tacto y atractivos a la vista. - Se emplea para desarrollar el color de muchos alimentos - Es un agente deshidratador y ablandador de muchas materias primas alimentarias. Uso en carreteras: Se utiliza en la construcción de vías para dar firmeza al terreno y para potenciar y controlar el deshielo en las carreteras.

2. (Contexto) La sal en el culto del Antiguo Testamento: Era fundamental en los sacrificios y

ofrendas. “Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal” (Levítico 2:13).

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“Todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu descendencia contigo” (Números 8:19). “¿No sabéis vosotros, que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos bajo pacto de sal?”, el rey Abías de Judá al rey Jeroboam de Israel (2° Crónicas 13:5). “Cuando acabes de expiar, ofrecerás un becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la manada; y los ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los ofrecerán en holocausto a Jehová” (Ezequiel 43:23-24). Recodemos que en la carta a los Hebreos, el Espíritu Santo nos enseña que todo este ritual es figura y sombra de las cosas venideras, pero Cristo es la realidad misma; pues fue sacrificado como un Cordero inocente, puro, sin mancha para remisión de nuestros pecados y para ser aceptos ante el Padre en el Amado. Así, la sal –que preserva de toda descomposición y conserva por más tiempo las carnes, evitando su deterioro por presencia de bacterias- era un símbolo de fidelidad y de santidad. El Dios santo era fiel a su palabra y a las promesas para su pueblo. Él cumpliría todo lo pactado. (Romanos 3:20-31). Pero su pueblo se comprometía a ser santo y fiel al Señor, sirviéndole solo a Él y presentando las ofrendas sin doblez ni intenciones extrañas o perversas, con un corazón puro y manos limpias. [Pues, según la usanza oriental, la sal era el sello legítimo en los acuerdos y compromisos. Donde había sal de por medo en cualquier promesa, compra, intención o compromiso, se asumía que quedaba ratificada la garantía del cumplimiento cabal]. Jamás, el pueblo respetó el pacto de sal. Siempre hubo necesidad, vez tras vez, año tras año, de nuevos pactos, de nuevos sacrificios, holocaustos y ofrendas de paz, hasta la muerte de Cristo (Hebreos 8). Ahora bien, debemos presentarnos a Dios: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Aquí el elemento de la sal queda inserto y se diluye en tres palabras fundamentales: vivo, santo y agradable. Recuerda que la sal conserva (‘santo’), da textura (‘vivo’), calidad y sabor a los alimentos (ágradable’), como el sacrificio que ahora presentamos al Señor.

3. ¿Qué nos dice, pues, Jesús en los pasajes de enseñanza?

Cuando el Señor enseña utiliza recursos didácticos prácticos, teniendo en cuenta el contexto y el conocimiento de la gente. Se vale de los elementos cotidianos y de imágenes sencillas para exponer verdades profundas y predicar el evangelio. La sal era un elemento indispensable en la vida judía en la cocina, en el campo y entre pescadores. También en las ofrendas y en el comercio. Era un recurso cotidiano y había un antecedente religioso en la práctica ritual de Israel desde tiempos de Moisés. Así que era una figura perfecta para traerla al tema que venía abordando. Otro detalle importante y curioso es que el valor y la inutilidad de la sal,

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aparece en las evangelios sinópticos en tres contextos similares, pero diferentes. Solamente en dos de ellos, Jesús conecta la relación sal y discípulos. Sin embargo, en los tres hace referencia a sus discípulos. a. Somos sal: Es decir, nos identificamos con una comisión (evangelizar, predicar, enseñar, discipular) y ejercemos una responsabilidad en el mundo de evangelizar, predicar, enseñar, discipular, llevar el mensaje de dos formas diferentes: a través del mensaje (kerigma) y por medio del testimonio de vida (vivir como Él anduvo). En Mateo, Jesús hablaba de las bienaventuranzas. Cuando dijo que eran bienaventurados cuando fueran perseguidos y que por ello debían alegrarse y gozarse, enseguida les dice que no podían olvidar que eran la sal de la tierra y debían ser como la sal en medio de los hombres. Es decir, que de ahora en adelante su estilo de

vida debería ser consecuente con su nueva vida en Cristo y que esa nueva manera de ser y de comportarse, debería ser garantía para atender toda necesidad de un mundo sin Cristo. Eran pescadores de hombres, pero al llenar las redes de ‘peces’ implicaría conservarlos antes de llevarlos a la pescadería. Es nuestra responsabilidad ganar almas, pero al mismo tiempo es nuestra responsabilidad cuidarlas integralmente al discipularlas y ministrarles el evangelio, el cual –reitero- implica la doctrina y el testimonio de vida. No se discipula con la palabra solamente, sino también con la vida misma, con el ejemplo (2 Corintios 11:2). En Lucas, Jesús acababa de enseñar a través de la parábola de la gran cena preparada por un padre de familia, donde fueron llamados los pobres, mancos, ciegos… , porque los invitados se excusaron para no ir. Jesús explica la importancia de verificar la decisión antes de comprometerse y señala que quien le sigue debe renunciar radicalmente a todo y tomar la cruz. Ser discípulo de Cristo implica una renuncia en áreas de la vida, a no actuar ni comportarnos como los hombres. Es cortar con el cordón umbilical del mundo, de las tradiciones, de los apetitos, de los deseos carnales, de las

comodidades y la adoración al yo, para vivir para Cristo, para servir fielmente y con firmeza al Señor como pastores del rebaño, como pescadores de hombres, como antorchas en la oscuridad, brindando una sana doctrina y un testimonio digno de imitar. Porque nosotros imitamos a Cristo y el mundo debería imitarnos a nosotros (1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17; 1 Tesalonicenses 1:6, 2:14). Luego, aparece la expresión: “buena es la sal”. Claro que debe ser buena, es buena, es excelsa, es de la mejor calidad, inigualable e inimitable, porque esta sal fue comprada y lavada con la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Esta sal tiene sabor a santidad, tiene el color del sacrificio de la cruz, tiene la textura de un hijo de Dios, tiene la calidad de un hombre nuevo que ha sido lleno y sellado por el Espíritu Santo. Esta sal tiene el olor fragrante, vivo, santo, agradable y perfecto de su conocimiento. Esta sal no es como la sal de los hombres. Esta sal sazona de gracia, desata la gracia y el poder de Dios en las almas, en las mentes y en la voluntad de la gente para que Dios actúe poderosamente haciendo su obra y salvando a todos aquellos que han de creer por nuestra tarea responsable y a tiempo como sal de la tierra. Sin duda, estamos llamados a ser sal, y ejercernos como sal. Pero esta debe consagrarse para conservar sus calidades y sus cualidades. Debe preservarse de cualquier contaminación para no perder su potencialización para sazonar, conservar y cualquier otra tarea.

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Debe determinar ser sal del Señor, en sus manos, para bendecir un mundo contaminado. b. Tener sal en nosotros En Marcos, se habla de no ser tropiezos para los niños (los débiles, los inconstantes, los frágiles en la fe, etc.) y no ser ocasión de traspié para nadie, con fuertes pronunciamientos. De inmediato a esta exhortación, les dice que la sal es buena y que debían tener sal dentro de ellos. [Aquí equivale al evangelio]. “Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo. Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Colosenses 4:6). En 2° Reyes 2:19-22 encontramos esta historia: Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad (Jericó) es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril. Entonces él dijo: Traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron. Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: Así ha dicho Jehová: Yo sané estas aguas, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad. Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo”. Miremos los tiempos que vivimos. Observemos los ritmos que nos ha correspondido vivir y actuemos en consecuencia a estas realidades. No podemos ni debemos desatender estas señales. El Señor nos llamó estando en el mundo y solo ha rogado al Padre para que nos guarde del mal. Por eso nos llama a ser sal de la tierra. Solo como sal podremos guardarnos del mal y guardar a muchos del mal. Es interesante la historia del libro de Reyes. Tiene una aplicación perfecta con la versión que ofrece el evangelista Juan Marcos. Recordemos que somos nuevas criaturas, lo que se podría equiparar con la imagen de las vasijas nuevas. También, la expresión “poned en ella sal” se ajusta con la imagen de “tened sal en vosotros mismos”. Hasta aquí, la lectura puede traducirse con facilidad. Ahora que nos hemos convertido al Señor, ahora que hemos nacido de nuevo y que nos identificamos con su muerte y con su resurrección, debemos llenarnos del evangelio (Colosenses 3:16), saturarnos de la sana doctrina y vivirla día a día. Después de llenar las vasijas con sal, el profeta Eliseo vierte la sal en las aguas y desata una palabra de sanidad para los manantiales, declarando que no habría más muerte ni enfermedad en ellas. ¿Recuerdas la gran comisión que aparece en Marcos 16? Bien, “buena es la sal”, esa sal santa e irreprochable, esa sal que imita a Cristo, esa sal que proclama su nombre, que no se avergüenza del evangelio y que actúa investido del poder de lo alto. Bienaventurado es todo cristiano que es sal de la tierra, pero esa sal que Jesús demanda que seamos, esa sal que sazona con gracia a los oyentes, esa sal que expide la fragancia de un corazón enamorado de Dios, pleno de alabanza y adoración; un hombre al que siguen señales y prodigios en el nombre de Jesús; una sal útil en el servicio ministerial y que sazona con sabiduría y palabras inteligentes, oportunas y adecuadas. Concusión:

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- Es urgente hacer un pacto de sal con el Señor. Es decir, comprometernos a ser y hacer lo que Dios nos ha pedido. -Es urgente revisar nuestros compromisos. -Es urgente ser sal y tener actuando esa sal en nosotros para que el mundo venga a los pies del Señor. ¿Qué clase de sal somos?¿Qué tanta sal hay dentro de nosotros?¿Qué calidad de sal tenemos en la vasija de nuestro corazón, en el cántaro de nuestra mente, en los recipientes de nuestros labios, en las ánforas de nuestras relaciones y en las alcarrazas de nuestros compromisos?¿Cómo demostramos que somos sal y dónde es más efectiva esa sal? En la segunda parte analizaremos la inutilidad de la sal, qué ocurre si esa sal se hace insípida o no sazona. ¡Bendiciones!