Un Recorrido Fragmentario Por La Profusa Produccion Historiografica Sobre Peronismo

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1 DE GERMANI A LACLAU: UN RECORRIDO FRAGMENTARIO POR LA PROFUSA PRODUCCIÓN HISTORIOGRÁFICA SOBRE EL PERONISMO. 1 MARIELA ALEJANDRA RUBINZAL (UNL-IDAES-CONICET) La cuantiosa literatura existente sobre el peronismo demuestra que ha sido -y sigue siendo- un problema clave en la historiografía argentina. La confección de índices bibliográficos, las re-interpretaciones, los nuevos enfoques interdisciplinarios parecen indicar que el flujo historiográfico no cesa a pesar de la inmensidad de lo escrito. Es por esto que la pretensión de realizar una presentación de los estudios sobre este tópico se revela desmedida, sin embargo este trabajo se propone realizar un recorrido articulado alrededor de ciertas problemáticas teórico-metodológicas, a partir de un corpus delimitado de producciones historiográficas. Las preguntas se actualizan a la luz de los nuevos enfoques ¿qué fue el peronismo? ¿cómo fue posible el fenómeno peronista? ¿en qué momento se creó ese vínculo perdurable entre los obreros y Perón? Las respuestas han sido múltiples y han puesto de manifiesto la intención de resolver interpretativamente las lógicas políticas, económicas, sociales y culturales que primaron en esta etapa de la historia argentina. A su vez, los efectos perdurables durante la segunda mitad del siglo XX del vínculo identitario instaurado por el peronismo desafían a los intelectuales a repensar su historia en otras claves. Las trayectorias interpretativas han tenido sus vaivenes como sucede habitualmente en el campo de las ciencias sociales -mucho más a menudo que en las llamadas ciencias duras- trasladando el peso de las explicaciones hacia distintos aspectos. Por ejemplo, algunos enfoques enfatizaron la importancia de las cualidades personales del líder para explicar la identificación con sus seguidores aunque posteriormente se subrayaron las proyecciones de las masas hacia esa figura. También se argumentó que el peronismo había producido una ruptura histórica al cambiar profundamente no sólo al movimiento obrero sino a la sociedad en su conjunto creando un equilibrio hasta entonces inédito. Más recientemente, se relativizó el alcance de esa ruptura poniendo en evidencia las continuidades con la década precedente en lo que respecta a la relación del estado con los sindicatos, a la evolución de las conquistas 1 Este texto fue escrito en el 2007 en el marco de mis estudios doctorales realizados en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

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DE GERMANI A LACLAU: UN RECORRIDO FRAGMENTARIO POR LA PROFUSA PRODUCCIÓN

HISTORIOGRÁFICA SOBRE EL PERONISMO.1

MARIELA ALEJANDRA RUBINZAL

(UNL-IDAES-CONICET)

La cuantiosa literatura existente sobre el peronismo demuestra que ha sido -y

sigue siendo- un problema clave en la historiografía argentina. La confección de índices

bibliográficos, las re-interpretaciones, los nuevos enfoques interdisciplinarios parecen

indicar que el flujo historiográfico no cesa a pesar de la inmensidad de lo escrito. Es por

esto que la pretensión de realizar una presentación de los estudios sobre este tópico se

revela desmedida, sin embargo este trabajo se propone realizar un recorrido articulado

alrededor de ciertas problemáticas teórico-metodológicas, a partir de un corpus

delimitado de producciones historiográficas. Las preguntas se actualizan a la luz de los

nuevos enfoques ¿qué fue el peronismo? ¿cómo fue posible el fenómeno peronista? ¿en

qué momento se creó ese vínculo perdurable entre los obreros y Perón? Las respuestas

han sido múltiples y han puesto de manifiesto la intención de resolver

interpretativamente las lógicas políticas, económicas, sociales y culturales que primaron

en esta etapa de la historia argentina. A su vez, los efectos perdurables durante la

segunda mitad del siglo XX del vínculo identitario instaurado por el peronismo desafían

a los intelectuales a repensar su historia en otras claves.

Las trayectorias interpretativas han tenido sus vaivenes como sucede

habitualmente en el campo de las ciencias sociales -mucho más a menudo que en las

llamadas ciencias duras- trasladando el peso de las explicaciones hacia distintos

aspectos. Por ejemplo, algunos enfoques enfatizaron la importancia de las cualidades

personales del líder para explicar la identificación con sus seguidores aunque

posteriormente se subrayaron las proyecciones de las masas hacia esa figura. También

se argumentó que el peronismo había producido una ruptura histórica al cambiar

profundamente no sólo al movimiento obrero sino a la sociedad en su conjunto creando

un equilibrio hasta entonces inédito. Más recientemente, se relativizó el alcance de esa

ruptura poniendo en evidencia las continuidades con la década precedente en lo que

respecta a la relación del estado con los sindicatos, a la evolución de las conquistas

1 Este texto fue escrito en el 2007 en el marco de mis estudios doctorales realizados en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.

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laborales, a la participación de los dirigentes gremiales, etc. Esta revisión del fenómeno

peronista hizo progresar radicalmente el estado del conocimiento sobre el movimiento

obrero y otros actores de la década del treinta. Sin embargo, algunos autores volvieron a

enfatizar, a la luz de los nuevos avances, la condición novedosa del peronismo. Por

ejemplo, Joel Horowitz señaló que “después de un análisis más profundo del período

1943-1946, se ha evidenciado que tanto el que escribe como otros que argumentábamos

a favor de la continuidad habíamos exagerado su alcance”.2 Por su parte, la historia oral,

indagando en el registro de la memoria individual de la gente “común”, ha demostrado

el sello que la experiencia peronista imprimió en las trayectorias de vida. En este

sentido, es significativa e impactante la frase de Haydeé Soria “Con Perón nosotras

tuvimos un nombre” 3 porque señala hasta qué punto el reconocimiento como

trabajadoras y ciudadanas podía impactar en la subjetividad de una trabajadora. De

todas maneras, no hay dudas que las explicaciones sobre el fenómeno peronista

requieren un examen de la década precedente. En efecto, fueron estos años los que

vieron la consolidación del movimiento obrero; la intervención progresiva del Estado en

el mundo del trabajo y la aparición de la “cuestión social” como prioridad en la agenda

de los distintos actores políticos. De modo que, a partir de estos elementos, tendremos

presente -en mayor o menor medida- en todos los trabajos historiográficos reseñados el

tema de la ruptura y la continuidad.

Modelos interpretativos acerca del surgimiento del peronismo.

El surgimiento del peronismo y su rápida captación del movimiento obrero es

uno de los núcleos principales de la producción historiográfica sobre el tema. El estudio

clásico de Gino Germani -sociólogo italiano víctima del fascismo- fue el primer intento

académico de explicar el fenómeno del peronismo. Germani presentaba a los sectores

populares divididos en dos tipos bien definidos: los sectores obreros organizados,

descendientes de inmigrantes europeos, con una tradición militante, adaptados a la vida

urbana y plenamente incorporados al proceso de industrialización se contraponían a los

trabajadores migrantes del interior rural, sin experiencia, que incapaces de afirmar en el

ámbito urbano una propia identidad política y social se encontraron “disponibles” para

2 HOROWITZ, Joel, Los sindicatos, el estado y el surgimiento de Perón 1930/1946, Buenos Aires, EDUNTREF, 2004, p. 316. 3 En LOBATO, Mirta Zaida, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007.

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ser utilizados por sectores disidentes de la elite. La carencia de una conciencia de clase,

la inmediatez de sus reclamos y sus valores de heteronomía fueron las condiciones para

asegurar el vuelco de este segundo tipo social hacia propuestas autoritarias y

demagógicas. En el esquema de la modernización propuesto por Germani, el liderazgo

carismático era una vía anómala en la transición de una sociedad tradicional a otra

moderna e industrial. Los artículos en los cuales el autor fue desarrollando estas ideas

fueron publicados entre mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta.

Éstos ubicaban al peronismo dentro de los totalitarismos y a sus seguidores como masas

subordinadas.

Es un lugar común contraponer al trabajo de Germani el modelo interpretativo

que Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero presentaron en sus Estudios sobre los

orígenes del peronismo.4 Producido en un contexto de represión -en el marco del

régimen burocrático autoritario de Onganía se produjo la llamada “noche de los

bastones largos” que afectó particularmente a docentes de la Facultad de Filosofía y

Letras de la UBA- y de hiperpolitización de la vida universitaria, el texto no sólo tuvo

impacto académico sino también político. La propuesta de análisis estaba motivada por

diversas preocupaciones que movilizaban a los intelectuales de izquierdas -universo al

cual pertenecían estos autores- a explicar la persistencia del peronismo como identidad

fundamental de las clases populares. Hernán Camarero, en un texto introductorio a la

última edición de Estudios, sintetiza los elementos que permiten ubicar al texto en un

universo teórico y, a la vez, político: “Posicionada en un enfoque sociológico atento al

análisis de las estructuras económicosociales y de las formas de la acción colectiva, la

obra también privilegia la dinámica del devenir histórico. Ejercicio de sociología

histórica, oxigenado por ciertos aportes de una nueva historia social, interesado en

recobrar la dimensión histórica de la economía e influenciado por la mirada totalizadora

del marxismo.”5 La clave de la interpretación se encuentra en postular la racionalidad de

los actores vislumbrada en el lógico compromiso de los obreros con un proyecto

reformista dirigido por el Estado que les prometía ventajas materiales concretas. Este

comportamiento obrero hundía sus raíces en la experiencia de explotación vivida

durante el crecimiento de la industrialización sustitutiva amparada por un Estado

4 MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, SXXI, 2004. 5 CAMARERO, Hernán, “Claves para la relectura de un clásico”, en MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, SXXI, 2004, p. 10.

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carente de políticas redistributivas e incluyó no sólo a los nuevos actores migrantes sino

también a una parte de los militantes formados en las décadas anteriores y

completamente adaptados al trabajo industrial. Inclusive, la participación de éstos en lo

referente a las acciones organizativas fue fundamental para poder concretar la alianza

entre las bases obreras y el coronel. Así, los autores concluyen que “en el proceso de

génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones

gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamental a nivel de los sindicatos y de

la Confederación General del Trabajo y muy importante en el Partido Laborista.”6 La

satisfacción de demandas largamente postergadas y la efectiva redistribución del ingreso

instrumentada por el peronismo fueron decisivas en un contexto de explotación

capitalista para lograr la alianza perdurable. La idea de la preexistencia de una corriente

del sindicalismo dispuesta a la alianza con algunos sectores estatales y con un sector de

los empresarios industriales sugiere una articulación entre sindicalismo y peronismo que

otros autores explorarán.

Daniel James argumenta que la debilidad del esquema precedente, para explicar

el apoyo de los obreros a Perón, reside en que deja de lado el componente

específicamente político ya que “la adhesión política ha sido vista, al menos

implícitamente, como reductible a un racionalismo social y económico básico.”7 El

autor sustenta su argumentación en la categoría de “democracia social”, cuyo desarrollo

alcanza a definirse plenamente en el peronismo. Esta noción, si bien estaba presente en

los discursos de otros actores del arco político, logra instalarse en la esfera pública

como un elemento novedoso que provoca un impacto “herético” en el orden social. La

eficacia del discurso peronista para lograr la movilización y cohesión de la clase

trabajadora -la cual se encontraba fragmentada en al menos tres líneas importantes antes

del peronismo: sindicalismo, socialismo y comunismo- radicaba en su carácter

inmediato y concreto. En efecto, tal como puntualiza James, la doctrina peronista

tomaba la conciencia, los hábitos, los estilos de vida y los valores de la clase trabajadora

tales como los encontraba afirmando su suficiencia y su validez. Glorificaba lo

cotidiano y lo común como base suficiente para la rápida consecución de una sociedad

justa, diferenciándose de este modo de los discursos proveniente de la izquierda que

anteponían procesos abstractos tales como la conformación de la conciencia de clase

6 MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios…, Op. Cit., p. 132. 7 JAMES, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p.26.

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previamente para llevar a cabo una acción transformadora de la sociedad. En igual

sentido se contraponían las distintas construcciones de los destinatarios-obreros:

mientras los socialistas buscaban esclarecer la situación de los trabajadores mediante un

esfuerzo de tipo pedagógico, Perón les hablaba con los recursos circulantes de la cultura

popular tales como el lunfardo. La operatividad de un discurso político de estas

características se encuentra garantizada ya que focaliza necesidades concretas a la vez

que caminos posibles de resolución. La frase de Gareth Stedman Jones, citada por

James, es particularmente interesante para pensar el éxito del peronismo en términos

discursivos “un vocabulario político particular debe proponer una alternativa general

capaz de inspirar una esperanza factible y proponer a la vez un medio de realizarla que,

siendo creíble, permita a los posibles reclutas pensar en esos términos.”8 Otra directriz

del planteo de Daniel James se encuentra en la idea de integración. Tanto desde el punto

de vista político como del social, los trabajadores en el peronismo eran una pieza clave

de la sociedad. La integración no se proyectaba a la manera liberal sobre la base de

derechos y deberes de individuos aislados, sino de una fuerza social vital para el

desarrollo de la nación. Así los trabajadores tuvieron acceso a espacios de poder en

tanto representantes de una clase que había recobrado su seguridad y “orgullo”. En

efecto, resulta sumamente ilustrativa la frase de un entrevistado “con Perón todos

éramos machos”.

En la misma línea puede leerse a Juan Carlos Torre quien sostiene -en un texto

de los años ochenta que ha sido revisado con posterioridad9- que las perspectivas de

Germani, por un lado, y de Murmis y Portantiero por el otro, presentan insuficiencias

explicativas. Si el primero deja de lado la dimensión de los conflictos de clase para

comprender la respuesta positiva de los obreros a Perón; los segundos piensan la

identificación de los trabajadores con el peronismo puramente en términos de una

racionalidad de clase. El problema de este último planteo radica en los alcances del

concepto de racionalidad de la acción de las masas porque si bien es el cálculo de

utilidades el que preside el acercamiento inicial a Perón, éste se resuelve muy pronto en

una identificación política directa.10 A su vez, el esquema de Murmis y Portantiero

desdibuja la distinción entre la vieja y la nueva clase obrera: uno y otro sector

comparten la experiencia de la explotación dentro de un proceso de acumulación

8 Ibídem, p. 35. 9 TORRE, Juan Carlos, “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”, en La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, EDUNTREF, 2006. 10 TORRE, Juan Carlos, “Interpretando…”, Op. Cit, p. 221.

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capitalista sin distribución de los ingresos. Esa experiencia común es la que está en la

base del interés de clase que los acerca y asocia en la movilización de apoyo a la

intervención social del estado. Desde el punto de vista de Torre, al unificar el campo de

los actores se produce una reducción que limita la dimensión de la constitución de

nuevas identidades colectivas populares para entender el proceso. Así, el autor sostiene

que Murmis y Portantiero desplazan la atención del campo de la política -donde se

plantea la cuestión del vínculo entre el líder y las masas- hacia el campo de la lucha

social -en el que se articula el interés de clase- no pudiendo dar cuenta de la

complejidad del fenómeno.

Este vínculo se entiende a partir de la noción de crisis de participación que

sobreviene cuando las transformaciones estructurales, que tienden a fortalecer y poner

en movimiento al mundo del trabajo, van a contramano de los dispositivos

institucionales de la restauración conservadora, los cuales permanecen inmunes a los

cambios. Pero esta inercia institucional es el reflejo de las concepciones de quienes

conforman el bloque de poder. De esta forma, Juan Carlos Torre señala que al esquema

de la modernización (Germani) le falta el análisis de las tensiones que generaban la

persistencia de formas de autoridad tradicional en las empresas y la falta de protección

legal, que obstaculizan las negociaciones y afirmaban el arbitrio patronal. Por tanto, en

las características de las elites -fundamentalmente su autoritarismo- que dirigen el

desarrollo económico se encuentra un componente fundamental del acercamiento de las

masas al líder militar. En la particular resolución de la cuestión social, Torre encuentra

una clave para analizar los zigzagueos de ese vínculo perdurable. Los inicios de los

contactos entre los trabajadores y Perón estuvieron signados por la voluntad de

desarticular las acciones de protesta que se habían iniciado en la zona aledaña a la

Capital, motorizada por la dirigencia comunista fuerte en los frigoríficos. Así la

“clarividencia” de Perón queda relativizada por las exigencias de la coyuntura: era

imperioso reducir al mínimo el nivel de conflictividad en el frente obrero. La apertura

gubernamental a los dirigentes de la vieja guardia sindical -en este aspecto existe una

diferencia fundamental respecto al planteo de Germani quien otorgaba una escasa

importancia a la vieja clase obrera- no suscitó una respuesta inmediata favorable,

aunque consiguió enfriar las acciones sindicales. Más allá del resultado final, la

convocatoria a los líderes más formados políticamente y experimentados en la lucha

sindical no tenía como objetivo la construcción de una alianza bilateral sino más bien se

trataba de encuadrarlos en una concepción de estado corporativo que regulara el

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desenvolvimiento de las fuerzas políticas, económicas y sociales. El fracaso de aglutinar

los sectores socioeconómicos predominantes y a las fuerzas políticas más importantes

determinó el “sobredimensionamiento del lugar político de los trabajadores

organizados.”11 El proyecto estatista y las mejoras sustanciales a la precaria situación de

los trabajadores terminó de enfrentar a los sectores económicamente más poderosos con

el gobierno peronista a pesar de las políticas tendientes a desarrollar la industria y a

atenuar, en ciertas coyunturas, las crisis en el agro. Los signos de adhesión al régimen,

provenientes de los sectores industriales y agrarios más importantes, fueron acciones

individuales o bien, producto de las presiones gubernamentales (como por ejemplo, la

creación de la CGE). 12

En este giro decisivo se advierte, siguiendo a Torre, la importancia de la vieja

guardia sindical que facilita la llegada de Perón a las bases obreras y la organización de

las mismas en el nuevo régimen: provee los canales organizativos para la movilización

del apoyo obrero y transmiten sus experiencias acumuladas a los nuevos obreros

ayudando, de esta manera a la consolidación, del movimiento sindical. Si es cierto que

la intención de autonomía se clausura con la desintegración del Partido Laborista,

también es verdad que “Perón deberá revalidar su liderazgo a través de una

renegociación constante de su autoridad sobre las masas obreras, y esto lleva al régimen

a recrear en forma periódica sus condiciones de origen.”13

El relevante papel desempeñado por la vieja guardia sindical en el surgimiento

del peronismo abre la indagación hacia las estructuras sindicales, el funcionamiento de

los sindicatos y el poder de los dirigentes. Joel Horowitz analiza el funcionamiento de

los sindicatos14 y las trayectorias de los dirigentes sindicales antes del advenimiento del

peronismo. Sobre todo, se siguen dos líneas de análisis, a saber, las relaciones

multifacéticas y cambiantes entre el gobierno y los sindicatos; y, el proceso de toma de

decisiones internas. En cuanto a este último punto el autor advierte que muchas de las

tensiones hacia el interior de las organizaciones sindicales se originaron por el

11 TORRE, Juan Carlos, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, EDUNTREF, 2006, p. 12. 12 La relación del Estado con los actores socioeconómicos predominantes de la sociedad, en tanto contracara de la vinculación de aquél con los trabajadores, es el objeto de análisis de Ricardo Sidicaro en Los tres peronismos. Estado y poder económico, 1946-1955/1973-76/1989/99, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2002. 13 TORRE, Juan Carlos, La vieja guardia sindical…, Op. Cit., p. 212. 14 Horowitz sigue la trayectoria de cinco sindicatos que reunían el 39% de la totalidad de los obreros sindicalizados: la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos (FOET), la Federación de Empleados de Comercio (FEC), la Unión de Obreros y Empleados Municipales (UOEM), la Unión Ferroviaria (UF) y la Unión Obrera Textil (UOT).

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deficiente funcionamiento de la estructura democrática. Así, aunque existía la rotación

en las comisiones directivas, varios de sus miembros, normalmente los que tomaban las

decisiones, mantenían sus cargos durante largos períodos. También los sindicatos

preveían sanciones en sus estatutos para mantener la disciplina gremial: quienes

tuvieran una conducta reprobable -como la difamación de dirigentes- podían ser

expulsados y las filiales díscolas podían ser intervenidas (práctica frecuente en la UF).

El crecimiento y consolidación de los sindicatos durante los años treinta fue de la mano

con una mayor concentración de poder, alejando a la bases de la toma de decisiones

cotidiana. Si bien la ideología es mencionada como uno de los factores que podían

generar malestar entre los trabajadores sindicalizados, el autor prioriza el lugar de las

personalidades dirigentes dentro del movimiento obrero, por ser sobre todos ellas

quienes podían movilizar a grandes sectores. A su vez, destaca un factor decisivo en el

apoyo a Perón: la frustración provocada por la falta de resultados a través de las luchas

sindicales y las características del sistema político que marginaba completamente a los

trabajadores. Las relaciones con los gobiernos conservadores habían sido variables, si

bien muchos sufrieron medidas represivas también hubo intentos de desarticular los

conflictos entre el capital y el trabajo respaldando muchas veces los reclamos de éstos

últimos. Sin embargo, fue Perón quien los convirtió en interlocutores del gobierno

respondiendo a las demandas de muchos años e integrándolos a la comunidad política.

En este sentido, el peronismo pudo construirse sobre mecanismos estatales e

instituciones ya existentes y sobre discursos socialmente disponibles. A partir de 1935

el Departamento Nacional del Trabajo -en el mismo sentido hay que incluir la

experiencia del gobierno provincial de Manuel Fresco en Buenos Aires- elabora cursos

de acción comprometidos con la situación precaria de los obreros en el mundo del

trabajo. Hugo Del Campo realiza una lectura de los índices de actividad sindical y de

participación del Estado en la resolución de conflictos argumentando que hacia 1942 la

intervención del Departamento Nacional del Trabajo (DNT) se había instalado como

práctica habitual entre los actores. En la misma línea, el trabajo de Germán Soprano

subraya la continuidad del proyecto fundacional del DNT afirmando que “es parte del

‘mito de los orígenes’ del peronismo afirmar que el DNT era, hacia 1943, una agencia

estatal ‘inútil’ y heredera de una política coercitiva del ‘Estado oligáriquico’ y que sólo

con Perón fue definida una política sistemática de regulación estatal de las relaciones

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capital-trabajo en la Argentina.”15 Del Campo sostiene que la identificación de los

trabajadores con Perón estuvo facilitada por el vacío político creado por la inviabilidad

de las opciones socialista y comunista frente al problema de la participación de los

obreros en la vida política.

En otra serie de trabajos deberíamos incluir la última obra de Ernesto Laclau

porque construye su argumentación incorporando la perspectiva psicoanalítica,

especialmente la línea lacaniana, para pensar el fenómeno social del populismo. Me

abocaré a desarrollar los aspectos fundamentales de esta obra más adelante, sin embargo

conviene adelantar que su contribución no se restringe a la incorporación de conceptos

psicoanalíticos al análisis social, a saber, su trabajo propone todo una construcción

teórica poniendo en tensión otras teorías sociales. En este sentido, el devenir

argumentativo de la narración plantea una cesura discursiva respecto a las obras

anteriormente citadas mucho más enraizadas en el devenir acontecimental o en el

análisis fenomenológico. En esta línea historiográfica ubicaremos otro texto que apuesta

a la comprensión de los vínculos peronistas en términos psicoanalíticos. Vale destacar

especialmente que en su tesis doctoral Omar Acha16 logra reconstruir el discurso del

pueblo peronista a través de una importante y novedosa recopilación de fuentes no

tradicionales -en especial, cartas de la gente común a Perón- aportando una dimensión

ausente en otros abordajes habitualmente centrados en los discursos de los líderes,

militantes y funcionarios.

Si bien los estudios sobre el liderazgo carismático habían señalado la relevancia

particular del lazo emocional que une al líder con las masas y casi todas las

publicaciones sobre el peronismo no dejan de subrayar la presencia de esta característica

típica en el caso argentino, la investigación de Acha profundiza específicamente el

“familiarismo” que operó en el fenómeno populista. La novedad del peronismo, de

acuerdo al autor, radica en haber modificado el universo simbólico popular ubicando al

Estado, por primera vez, como un sitio de referencia para estos sectores. “Previamente,

antes de su investimiento peronista, el Estado era un compuesto empírico de individuos,

grupos, edificios y leyes. Con el peronismo fue todo ello, pero el cambio consistió en 15 SOPRANO, Germán, “El Departamento Nacional del Trabajo y su Proyecto de Regulación Estatal de las relaciones capital-trabajo en Argentina. 1907-1943”, en PANETTIERI, José (compilador), Argentina: trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, EUDEBA, 2000, p. 53. 16 ACHA, Omar, Familia, amor y política en la década peronista, Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras (UBA) – Ecole des Hautes Études Sciences Sociales, Mimeo, 2005.

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que se constituyó en el ordenador simbólico de la experiencia social y política.”17 Esto

fue en gran medida posibilitado por la posición de Perón en tanto receptor de las

reivindicaciones de los trabajadores y donador de los derechos largamente postergados.

Sobre esta particular imagen se fue sedimentando el vínculo personal con el líder que no

obtuvo desde los inicios un apoyo incondicional de la masa, por el contrario, se trató de

un proceso de acumulación paulatina de poder político y de confianza que tuvo su

demostración más espectacular el 17 de octubre de 1945. Los aspectos individuales de

Perón importan tanto como los sociales, en la medida en que además de ser individuo

“fue una relación social, un manojo de vínculos intersubjetivos en la medida que su

intervención histórica no podría ser comprendida prescindiendo del amor, lealtad y

sujeción simbólica que se depositó en él.”18 Las acciones de “donación” de Perón hacia

los trabajadores provocaron una imagen de unidad del Estado con el coronel analizadas

por el autor a partir del concepto de Estado perverso polimórfico. El nudo de la

argumentación reside en la demostración de las formas amorosas y eróticas que

revestían el vínculo Perón-masas -en el cual Evita se suma al circuito libidinal- que

permite explicar la fuerza de una identificación que perdura en el tiempo recreándose.

El análisis de las cartas que la gente le envía a Perón en respuesta a la solicitud del

gobierno para evaluar las necesidades que se atenderían en el marco del Segundo Plan

Quinquenal demuestran dos lógicas. La primera es de desacralización de la figura

presidencial como objeto de amor, la segunda -no contradictoria- es la resacralización

del presidente en tanto objeto inalcanzable. El individuo y el Estado en el doble cuerpo

de Perón. La imagen que aparece en este momento es la de un representante poderoso y

a la vez próximo que con su magnetismo alimenta el deseo del contacto. Las

condiciones subjetivas en las cartas que supuestamente llegarían a las manos del líder

son analíticamente casi imposibles de determinar en la medida que dependen de

trayectorias de vida particulares inasibles. Pero el elemento común es esa relación

personal que se entabla en los textos epistolares visible en las fórmulas de

agradecimiento, proximidad y afectuosidad. Esto amerita al autor a asegurar que el

peronismo puede ser entendido también como “una historia de amor”. Las demandas del

pueblo peronista se articulan en una relación paternal que fue uno de los sostenes de la

hegemonía peronista: Perón ocupaba el lugar del padre en la medida en que podía

responder a todos los pedidos y saldar la injusticia. Una vez consolidado en el poder, el

17 Ibid. p. 59. 18 Ibid. p. 72.

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peronismo reforzó periódicamente el lazo de amor a través de diferentes canales

(propaganda gráfica, movilizaciones, cinematografía, etc.) pero a cambio de una leal

subordinación. Como dice el autor: “Perón, Eva Duarte y el aparato propagandístico

peronista supieron construir un mundo de ideas en que el amor y la confianza eran la

contracara de la subordinación y la dependencia que esperaban de sus fieles. Esa

hegemonía tenía que parecer necesariamente oprobiosa a la oposición, pero para los

sectores que vivían una experiencia de inclusión que combinaba ganancias económicas

y sociales reales con satisfacciones anímicas inéditas fuera de los vínculos familiares o

amicales, el peronismo significó un modo particularmente efectivo de inscripción

subjetiva en un orden simbólico.”19

El punto de partida de la intervención de Ernesto Laclau es la crítica a las

perspectivas que definían al populismo como un hecho político anómalo carente de

lógica racional. Las definiciones, por tanto, fueron construidas a partir de rasgos

negativos -antiintelectualidad, ambigüedad, vaguedad, etc.- con lo cual se oscurece la

lógica propia del discurso populista y sus efectos performativos. La pregunta retórica

del autor sobre este punto es la siguiente: “¿no sería el populismo, más que una tosca

operación política e ideológica, un acto performativo dotado de una racionalidad propia,

es decir, que el hecho de ser vago en determinadas situaciones es la condición para

construir significados políticos relevantes?”20 Otro problema derivado de la exclusión

de la lógica racional en los enfoques teóricos sobre el populismo tiene que ver con la

imposibilidad de producir una definición eficaz del fenómeno: así las descripciones

caen en una generalidad inoperante que engloba experiencias históricas muy disímiles o

bien se reducen a una sola variante descripta exhaustivamente. En este punto del

desarrollo argumentativo, Laclau retoma los presupuestos de la teoría de los juegos del

lenguaje -Wittgenstein- y sostiene que el populismo debe ser entendido como una

retórica generalizada a disposición del universo de la política. El objetivo del autor es

explorar la dimensión preformativa del lenguaje populista resaltando la racionalidad

social que se expresa en dicha estructura. De esta manera, el populismo no es un tipo de

movimiento sino una lógica política. Recurriendo a la teoría de los conjuntos, destaca

dos lógicas operantes: la de la diferencia y la equivalencia. La identidad popular deviene

del funcionamiento de estos procesos a través del anudamiento de demandas sociales

19 Ibid. p. 108. 20 LACLAU, Ernesto, La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2007 segunda reimpresión, p. 32.

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(pluralidad de demandas democráticas) en una “cadena equivalencial de demandas

insastifechas”21. Esta articulación de demandas tienen el poder de constituir una

subjetividad social más amplia: se convierten en demandas populares. Si a dicha cadena

se le agrega la dimensión de la movilización política, estableciendo un sistema estable

de significación, estaremos ante un proceso típicamente populista que surge en

respuesta o rechazo a un poder excluyente. La relación equivalencial se da a partir de un

elemento negativo: las demandas permanecen insatisfechas. La identidad popular puede

constituirse a partir de que un elemento diferencial de la cadena asuma o encarne una

función totalizadora. Este es otro aspecto característico del discurso populista, es decir,

la necesidad de que una parcialidad se revele como totalidad legítima escindiendo el

universo social en dos campos; la contracara sería el discurso institucionalista que

privilegia el principio de la diferencialidad como lógica dominante. Así el proceso

conlleva dos movimientos: por un lado se extiende incorporando cada vez más

demandas, por otro lado, “se vuelve intensivamente más pobre, porque debe despojarse

de contenidos particulares a fin de abarcar demandas sociales que son totalmente

heterogéneas entre sí.”22 La identidad popular funciona como un significante vacío

respondiendo a su intención totalizante, es por esta razón que sus símbolos son

imprecisos y vagos. En otros términos: la heterogeneidad social que compone al

populismo lo obliga a expresarse a través de términos ambiguos o de definiciones laxas

e imprecisas.

Todavía existen tres elementos de este proceso que no he mencionado y que son

sumamente importantes para el recorrido argumental de Laclau: la relación hegemónica,

la nominación y el afecto. Tomando elementos de Gramsci, el autor sostiene que la

hegemonía aparece cuando una cierta particularidad asume el rol de una universalidad

que es constitutivamente imposible. De esta manera tenemos un elemento parcial cuya

“investidura radical” es una totalidad mítica, irrealizable, porque la realidad social es en

gran medida heterogénea y fluctuante. El acto de nominación es fundante en la medida

que es por éste que se produce la unidad de los sujetos populares: una determinada

demanda -que no tiene ninguna característica saliente respecto a las otras demandas

existentes- “adquiere en cierto momento una centralidad inesperada y se vuelve el

21 El autor aclara que la lógica de la equivalencia no anula la de la diferencia que por el contrario persiste, en sus palabras: “se necesitan la una a la otra como condiciones necesarias para la construcción de lo social. Lo social no es otra cosa que el locus de esta tensión insoluble.” LACLAU, Ernesto, La razón populista.., Op. Cit. pp. 106-107. 22 LACLAU, Ernesto, La razón populista…, Op. Cit. p.125.

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nombre de algo que la excede”.23 La cuestión del afecto, abarcada desde la perspectiva

lacaniana, tiene un valor explicativo en cuanto elemento fundamental de la constitución

de las identidades populares ya que es la que permite las operaciones equivalenciales

dentro de la cadena de demandas. Asimismo la afectividad también acompaña el acto de

nominación, por la cual se alcanza el efecto unificador anteriormente expuesto.

Retomando el punto fundamental de la definición, el populismo no refiere a un

tipo de movimiento político. Al tratarse de una lógica política, el discurso populista

puede hacerse presente en modelos ideológicos diferentes. En este mismo sentido, el

pueblo no designa a un grupo social determinado, sino a la construcción de un actor a

partir de una pluralidad de elementos heterogéneos.

Consideraciones finales. Del debate político-académico a la interdisciplinariedad y

utilización de fuentes no tradicionales.

Las preguntas sobre el peronismo se renuevan pero desprovistas del debate

político-ideológico de los sesenta y setenta. En los últimos años han aparecido una serie

de estudios que proponen pensar el fenómeno peronista en otras claves. En rasgos

generales, estos trabajos presentan aspectos metodológicos novedosos en tanto se nutren

de fuentes no tradicionales y nuevas perspectivas teóricas alimentadas de los

constructos provenientes de otras disciplinas. Una serie de estas nuevas producciones

académicas podría agruparse en la línea interpretativa que indaga respecto a los

elementos de continuidad/ruptura en diversos aspectos del período peronista.

Los rituales, la arquitectura, la propaganda, la familia y la cuestión de la mujer

son algunos de los campos retomados en los nuevos abordajes del peronismo. En su

estudio sobre los mecanismos destinados a generar el consenso y la movilización

política, Mariano Plotkin24 analiza el proceso de creación de mitos, símbolos y rituales

que conformaron el imaginario político peronista. Con respecto a los rituales políticos

aborda el 17 de Octubre y el 1° de Mayo, para seguir la apropiación y redefinición de

dos fechas importantes para el calendario obrero. Ambos eventos tuvieron procesos

diferentes en cuanto el “día de la lealtad” se inscribió rápidamente como un evento

peronista mientras que la larga tradición del “día de los trabajadores” requirió un

proceso más complejo de apropiación y resignificación. “Mientras la propaganda

23 Ibid., p. 153. 24 PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón, Buenos Aires, EDUNTREF, 2007.

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peronista pudo simplemente inventar una historia para el 17 de Octubre, tuvo en cambio

que reformular una ya existente para el 1° de Mayo. La maquinaria generadora de

símbolos del régimen peronista creó el mito de que, luego de la toma del poder por parte

de Perón, un 1° de Mayo peronista, patriótico y pacífico había reemplazado al

sangriento y revolucionario del período anterior (...) Lo que el peronismo hizo en este

caso, como en tantos otros, fue apropiarse de un conjunto de símbolos y de una

tradición ya existente, reformulándolos, en vez de crear unos verdaderamente nuevos.”25

De modo que, aunque el peronismo se presentó como una ruptura con el pasado, no

logró desvincularse por completo de las tradiciones preexistentes. Los estudios sobre la

arquitectura peronista podrían inscribirse en el mismo registro en la medida en que

evalúan los alcances y los límites de la intervención del peronismo en el fenómeno

urbano. Anahí Ballent26 subraya que el peronismo efectuó operaciones de

democratización de la ciudad, esto es de libre disposición de lo existente, antes que la

creación de formas arquitectónicas nuevas. El peronismo debió enfrentar un hecho

urbano consolidado, que planteaba grandes dificultades económicas y técnicas para su

transformación radical, esto implicó una tendencia a intervenir más puntualmente en la

ciudad a través de la creación de “polos peronistas” y de los nuevos usos de los espacios

urbanos céntricos. La tensión entre las tendencias de transformación radical y de

redistribución de lo existente se inclinó hacia esta última incorporando a los sectores

más desfavorecidos a la ciudad existente. Desde este punto de vista no se registra una

cesura arquitectónica en el período peronista aunque sí se vieron afectados los usos y las

representaciones de la Buenos Aires tradicional. En igual dirección Rosa Aboy sostiene

que “El peronismo no contó con una ‘idea de ciudad’ en un sentido fuerte. Las

transformaciones urbanas operadas por él no fueron fruto de una voluntad política

sistemática de transformar la ciudad heredada del liberalismo, sino una consecuencia de

las políticas de justicia social, de democratización del bienestar y de ampliación de la

ciudadanía, implementadas desde el Estado.”27 Por su parte Marcela Gené explica que

en lo que refiere al análisis del repertorio iconográfico del peronismo, la diferenciación

entre innovaciones y permanencias adquiere una particularidad pues las imágenes

políticas funcionan de manera cooperativa, incorporando registros antiguos previamente

25 Idem, p. 85. 26 BALLENT, Anahí, Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmas-Prometeo, 2005. 27 ABOY, Rosa, “Viviendas para el pueblo. Espacio urbano y sociabilidad en el barrio Los Perales. 1946-1955.”; Buenos Aires, FCE, 2005.

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instalados en el imaginario social para asegurar su eficacia y operatividad. Así el corpus

de imágenes peronistas adiciona elementos provenientes de los grupos contestatarios

locales tanto como de los repertorios circulantes en el ámbito internacional,

resignificándolos en función del contexto. “De esta amalgama surgió un sólido cuerpo

de imágenes con rasgos propios y originales, que identificaron simultáneamente

Movimiento, Partido y Estado.”28 Sobre las representaciones de las mujeres

trabajadoras, Mirta Lobato sostiene que durante el peronismo clásico (1946-1955) se

produjeron ciertas modificaciones. En la década del treinta las imágenes y

representaciones estaban asociadas a la degradación corporal, al abandono del hogar y a

la pérdida de la esencia de la feminidad; en contraposición las obreras peronistas podían

también ser bellas, ser objeto de admiración a pesar de los esfuerzos cotidianos. La

organización y participación sindical de las mismas también fue un elemento positivo

de la configuración cultural del peronismo pero convivió con el ideal de domesticidad

ampliamente difundido en las décadas precedentes.29

Estos estudios demuestran que la interdisciplinariedad y la recuperación de

fuentes no tradicionales (fotografías, cartas, recuerdos, etc.) pueden aportar miradas de

mayor profundidad sobre aspectos significativos que los abordajes más tradicionales

relegaban a un segundo plano. Los contextos de producción y de discusión académica

diferentes son elementos fundamentales para evaluar la producción historiográfica.

Después de la caída del peronismo, a mediados de década del cincuenta, la renovación

académica estimulaba a pensar científicamente el pasado reciente que había sido

experimentado por muchos intelectuales como una experiencia traumática. Una de las

preguntas que estructuraría muchas de las ideas en ese momento podría enunciarse de la

siguiente manera: ¿porqué las masas eligieron el peronismo en vez de formas

democráticas o más tradicionalmente obreras de representación? La teoría de la

modernización, anteriormente desarrollada, explicó esa aparente paradoja en términos

de anomalía o desviación de modelos más avanzados de modernización económica y

social. La tentación de incluir al peronismo en la familia de los fascismos europeos -

cuyas bases sociales estaban conformadas mayormente por la clase media- estaba

limitada por el apoyo incondicional de los sectores populares. Así, el concepto de

28 GENÉ, Marcela, Un mundo feliz, Buenos Aires, FCE, 2005, p. 14. 29 LOBATO, Mirta Zaida, Historia de las trabajadoras…, Op. Cit.; y LOBATO, Mirta Zaida, María DAMILAKOU y Lizel TORNAY: “Las reinas del trabajo bajo el peronismo” en LOBATO, Mirta Zaida (editora), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblio, 2005.

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populismo pareció brindar un marco más adecuado que los ofrecidos por las categorías

utilizadas anteriormente (bonapartismo, cesarismo, fascismo criollo). El populismo en

tanto alianza de clases que otorga a los sectores populares un lugar novedoso dentro del

régimen político, proponía una lógica explicativa que apartaba la idea de patología.

Durante finales de los años sesenta y principios de los años setenta, una proliferación de

textos sobre el peronismo pretendieron aportar distintas versiones del pasado:

memorias, textos de difusión y textos académicos circularon provocando gran interés y

numerosos debates. Entre la última categoría se destaca el trabajo de Murmis y

Portantiero anteriormente comentado. También en los setenta, los primeros trabajos de

Laclau introdujeron una nueva discusión: enfocar a los sectores populares, o

específicamente a la clase obrera, para iluminar el período peronista es insuficiente en

tanto el populismo expresaría un fenómeno ideológico que excede la cuestión de clase.

En la década siguiente, los estudios culturales y la recepción de los trabajos

provenientes de la historia social europea y norteamericana en nuestro país abonaron

investigaciones sobre las prácticas cotidianas, las cuestiones culturales e identitarias.

Finalmente, la ampliación de los campos de investigación sobre el período peronista en

los noventa, introdujeron nuevos enfoques y sobre todo, nuevas fuentes que actuando

“cooperativamente” con las más tradicionales permitieron llevar la mirada hacia otros

lugares.

Este rápido recorrido sobre algunos desarrollos teóricos sobre el peronismo da

cuenta de un interés renovado por este fenómeno de la historia argentina expresando

que aún cuando ya se han apagado los debates teórico-políticos ligados a la producción

académica, muchas de las preguntas fundamentales siguen vigentes.