Un Recorrido Fragmentario Por La Profusa Produccion Historiografica Sobre Peronismo
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DE GERMANI A LACLAU: UN RECORRIDO FRAGMENTARIO POR LA PROFUSA PRODUCCIÓN
HISTORIOGRÁFICA SOBRE EL PERONISMO.1
MARIELA ALEJANDRA RUBINZAL
(UNL-IDAES-CONICET)
La cuantiosa literatura existente sobre el peronismo demuestra que ha sido -y
sigue siendo- un problema clave en la historiografía argentina. La confección de índices
bibliográficos, las re-interpretaciones, los nuevos enfoques interdisciplinarios parecen
indicar que el flujo historiográfico no cesa a pesar de la inmensidad de lo escrito. Es por
esto que la pretensión de realizar una presentación de los estudios sobre este tópico se
revela desmedida, sin embargo este trabajo se propone realizar un recorrido articulado
alrededor de ciertas problemáticas teórico-metodológicas, a partir de un corpus
delimitado de producciones historiográficas. Las preguntas se actualizan a la luz de los
nuevos enfoques ¿qué fue el peronismo? ¿cómo fue posible el fenómeno peronista? ¿en
qué momento se creó ese vínculo perdurable entre los obreros y Perón? Las respuestas
han sido múltiples y han puesto de manifiesto la intención de resolver
interpretativamente las lógicas políticas, económicas, sociales y culturales que primaron
en esta etapa de la historia argentina. A su vez, los efectos perdurables durante la
segunda mitad del siglo XX del vínculo identitario instaurado por el peronismo desafían
a los intelectuales a repensar su historia en otras claves.
Las trayectorias interpretativas han tenido sus vaivenes como sucede
habitualmente en el campo de las ciencias sociales -mucho más a menudo que en las
llamadas ciencias duras- trasladando el peso de las explicaciones hacia distintos
aspectos. Por ejemplo, algunos enfoques enfatizaron la importancia de las cualidades
personales del líder para explicar la identificación con sus seguidores aunque
posteriormente se subrayaron las proyecciones de las masas hacia esa figura. También
se argumentó que el peronismo había producido una ruptura histórica al cambiar
profundamente no sólo al movimiento obrero sino a la sociedad en su conjunto creando
un equilibrio hasta entonces inédito. Más recientemente, se relativizó el alcance de esa
ruptura poniendo en evidencia las continuidades con la década precedente en lo que
respecta a la relación del estado con los sindicatos, a la evolución de las conquistas
1 Este texto fue escrito en el 2007 en el marco de mis estudios doctorales realizados en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
2
laborales, a la participación de los dirigentes gremiales, etc. Esta revisión del fenómeno
peronista hizo progresar radicalmente el estado del conocimiento sobre el movimiento
obrero y otros actores de la década del treinta. Sin embargo, algunos autores volvieron a
enfatizar, a la luz de los nuevos avances, la condición novedosa del peronismo. Por
ejemplo, Joel Horowitz señaló que “después de un análisis más profundo del período
1943-1946, se ha evidenciado que tanto el que escribe como otros que argumentábamos
a favor de la continuidad habíamos exagerado su alcance”.2 Por su parte, la historia oral,
indagando en el registro de la memoria individual de la gente “común”, ha demostrado
el sello que la experiencia peronista imprimió en las trayectorias de vida. En este
sentido, es significativa e impactante la frase de Haydeé Soria “Con Perón nosotras
tuvimos un nombre” 3 porque señala hasta qué punto el reconocimiento como
trabajadoras y ciudadanas podía impactar en la subjetividad de una trabajadora. De
todas maneras, no hay dudas que las explicaciones sobre el fenómeno peronista
requieren un examen de la década precedente. En efecto, fueron estos años los que
vieron la consolidación del movimiento obrero; la intervención progresiva del Estado en
el mundo del trabajo y la aparición de la “cuestión social” como prioridad en la agenda
de los distintos actores políticos. De modo que, a partir de estos elementos, tendremos
presente -en mayor o menor medida- en todos los trabajos historiográficos reseñados el
tema de la ruptura y la continuidad.
Modelos interpretativos acerca del surgimiento del peronismo.
El surgimiento del peronismo y su rápida captación del movimiento obrero es
uno de los núcleos principales de la producción historiográfica sobre el tema. El estudio
clásico de Gino Germani -sociólogo italiano víctima del fascismo- fue el primer intento
académico de explicar el fenómeno del peronismo. Germani presentaba a los sectores
populares divididos en dos tipos bien definidos: los sectores obreros organizados,
descendientes de inmigrantes europeos, con una tradición militante, adaptados a la vida
urbana y plenamente incorporados al proceso de industrialización se contraponían a los
trabajadores migrantes del interior rural, sin experiencia, que incapaces de afirmar en el
ámbito urbano una propia identidad política y social se encontraron “disponibles” para
2 HOROWITZ, Joel, Los sindicatos, el estado y el surgimiento de Perón 1930/1946, Buenos Aires, EDUNTREF, 2004, p. 316. 3 En LOBATO, Mirta Zaida, Historia de las trabajadoras en la Argentina (1869-1960), Buenos Aires, Edhasa, 2007.
3
ser utilizados por sectores disidentes de la elite. La carencia de una conciencia de clase,
la inmediatez de sus reclamos y sus valores de heteronomía fueron las condiciones para
asegurar el vuelco de este segundo tipo social hacia propuestas autoritarias y
demagógicas. En el esquema de la modernización propuesto por Germani, el liderazgo
carismático era una vía anómala en la transición de una sociedad tradicional a otra
moderna e industrial. Los artículos en los cuales el autor fue desarrollando estas ideas
fueron publicados entre mediados de los años cincuenta y principios de los sesenta.
Éstos ubicaban al peronismo dentro de los totalitarismos y a sus seguidores como masas
subordinadas.
Es un lugar común contraponer al trabajo de Germani el modelo interpretativo
que Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero presentaron en sus Estudios sobre los
orígenes del peronismo.4 Producido en un contexto de represión -en el marco del
régimen burocrático autoritario de Onganía se produjo la llamada “noche de los
bastones largos” que afectó particularmente a docentes de la Facultad de Filosofía y
Letras de la UBA- y de hiperpolitización de la vida universitaria, el texto no sólo tuvo
impacto académico sino también político. La propuesta de análisis estaba motivada por
diversas preocupaciones que movilizaban a los intelectuales de izquierdas -universo al
cual pertenecían estos autores- a explicar la persistencia del peronismo como identidad
fundamental de las clases populares. Hernán Camarero, en un texto introductorio a la
última edición de Estudios, sintetiza los elementos que permiten ubicar al texto en un
universo teórico y, a la vez, político: “Posicionada en un enfoque sociológico atento al
análisis de las estructuras económicosociales y de las formas de la acción colectiva, la
obra también privilegia la dinámica del devenir histórico. Ejercicio de sociología
histórica, oxigenado por ciertos aportes de una nueva historia social, interesado en
recobrar la dimensión histórica de la economía e influenciado por la mirada totalizadora
del marxismo.”5 La clave de la interpretación se encuentra en postular la racionalidad de
los actores vislumbrada en el lógico compromiso de los obreros con un proyecto
reformista dirigido por el Estado que les prometía ventajas materiales concretas. Este
comportamiento obrero hundía sus raíces en la experiencia de explotación vivida
durante el crecimiento de la industrialización sustitutiva amparada por un Estado
4 MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, SXXI, 2004. 5 CAMARERO, Hernán, “Claves para la relectura de un clásico”, en MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, SXXI, 2004, p. 10.
4
carente de políticas redistributivas e incluyó no sólo a los nuevos actores migrantes sino
también a una parte de los militantes formados en las décadas anteriores y
completamente adaptados al trabajo industrial. Inclusive, la participación de éstos en lo
referente a las acciones organizativas fue fundamental para poder concretar la alianza
entre las bases obreras y el coronel. Así, los autores concluyen que “en el proceso de
génesis del peronismo tuvieron una intensa participación dirigentes y organizaciones
gremiales viejas, participación que llegó a ser fundamental a nivel de los sindicatos y de
la Confederación General del Trabajo y muy importante en el Partido Laborista.”6 La
satisfacción de demandas largamente postergadas y la efectiva redistribución del ingreso
instrumentada por el peronismo fueron decisivas en un contexto de explotación
capitalista para lograr la alianza perdurable. La idea de la preexistencia de una corriente
del sindicalismo dispuesta a la alianza con algunos sectores estatales y con un sector de
los empresarios industriales sugiere una articulación entre sindicalismo y peronismo que
otros autores explorarán.
Daniel James argumenta que la debilidad del esquema precedente, para explicar
el apoyo de los obreros a Perón, reside en que deja de lado el componente
específicamente político ya que “la adhesión política ha sido vista, al menos
implícitamente, como reductible a un racionalismo social y económico básico.”7 El
autor sustenta su argumentación en la categoría de “democracia social”, cuyo desarrollo
alcanza a definirse plenamente en el peronismo. Esta noción, si bien estaba presente en
los discursos de otros actores del arco político, logra instalarse en la esfera pública
como un elemento novedoso que provoca un impacto “herético” en el orden social. La
eficacia del discurso peronista para lograr la movilización y cohesión de la clase
trabajadora -la cual se encontraba fragmentada en al menos tres líneas importantes antes
del peronismo: sindicalismo, socialismo y comunismo- radicaba en su carácter
inmediato y concreto. En efecto, tal como puntualiza James, la doctrina peronista
tomaba la conciencia, los hábitos, los estilos de vida y los valores de la clase trabajadora
tales como los encontraba afirmando su suficiencia y su validez. Glorificaba lo
cotidiano y lo común como base suficiente para la rápida consecución de una sociedad
justa, diferenciándose de este modo de los discursos proveniente de la izquierda que
anteponían procesos abstractos tales como la conformación de la conciencia de clase
6 MURMIS, Miguel y PORTANTIERO, Juan Carlos, Estudios…, Op. Cit., p. 132. 7 JAMES, Daniel, Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora argentina, 1946-1976, Buenos Aires, Siglo XXI, 2006, p.26.
5
previamente para llevar a cabo una acción transformadora de la sociedad. En igual
sentido se contraponían las distintas construcciones de los destinatarios-obreros:
mientras los socialistas buscaban esclarecer la situación de los trabajadores mediante un
esfuerzo de tipo pedagógico, Perón les hablaba con los recursos circulantes de la cultura
popular tales como el lunfardo. La operatividad de un discurso político de estas
características se encuentra garantizada ya que focaliza necesidades concretas a la vez
que caminos posibles de resolución. La frase de Gareth Stedman Jones, citada por
James, es particularmente interesante para pensar el éxito del peronismo en términos
discursivos “un vocabulario político particular debe proponer una alternativa general
capaz de inspirar una esperanza factible y proponer a la vez un medio de realizarla que,
siendo creíble, permita a los posibles reclutas pensar en esos términos.”8 Otra directriz
del planteo de Daniel James se encuentra en la idea de integración. Tanto desde el punto
de vista político como del social, los trabajadores en el peronismo eran una pieza clave
de la sociedad. La integración no se proyectaba a la manera liberal sobre la base de
derechos y deberes de individuos aislados, sino de una fuerza social vital para el
desarrollo de la nación. Así los trabajadores tuvieron acceso a espacios de poder en
tanto representantes de una clase que había recobrado su seguridad y “orgullo”. En
efecto, resulta sumamente ilustrativa la frase de un entrevistado “con Perón todos
éramos machos”.
En la misma línea puede leerse a Juan Carlos Torre quien sostiene -en un texto
de los años ochenta que ha sido revisado con posterioridad9- que las perspectivas de
Germani, por un lado, y de Murmis y Portantiero por el otro, presentan insuficiencias
explicativas. Si el primero deja de lado la dimensión de los conflictos de clase para
comprender la respuesta positiva de los obreros a Perón; los segundos piensan la
identificación de los trabajadores con el peronismo puramente en términos de una
racionalidad de clase. El problema de este último planteo radica en los alcances del
concepto de racionalidad de la acción de las masas porque si bien es el cálculo de
utilidades el que preside el acercamiento inicial a Perón, éste se resuelve muy pronto en
una identificación política directa.10 A su vez, el esquema de Murmis y Portantiero
desdibuja la distinción entre la vieja y la nueva clase obrera: uno y otro sector
comparten la experiencia de la explotación dentro de un proceso de acumulación
8 Ibídem, p. 35. 9 TORRE, Juan Carlos, “Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo”, en La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, EDUNTREF, 2006. 10 TORRE, Juan Carlos, “Interpretando…”, Op. Cit, p. 221.
6
capitalista sin distribución de los ingresos. Esa experiencia común es la que está en la
base del interés de clase que los acerca y asocia en la movilización de apoyo a la
intervención social del estado. Desde el punto de vista de Torre, al unificar el campo de
los actores se produce una reducción que limita la dimensión de la constitución de
nuevas identidades colectivas populares para entender el proceso. Así, el autor sostiene
que Murmis y Portantiero desplazan la atención del campo de la política -donde se
plantea la cuestión del vínculo entre el líder y las masas- hacia el campo de la lucha
social -en el que se articula el interés de clase- no pudiendo dar cuenta de la
complejidad del fenómeno.
Este vínculo se entiende a partir de la noción de crisis de participación que
sobreviene cuando las transformaciones estructurales, que tienden a fortalecer y poner
en movimiento al mundo del trabajo, van a contramano de los dispositivos
institucionales de la restauración conservadora, los cuales permanecen inmunes a los
cambios. Pero esta inercia institucional es el reflejo de las concepciones de quienes
conforman el bloque de poder. De esta forma, Juan Carlos Torre señala que al esquema
de la modernización (Germani) le falta el análisis de las tensiones que generaban la
persistencia de formas de autoridad tradicional en las empresas y la falta de protección
legal, que obstaculizan las negociaciones y afirmaban el arbitrio patronal. Por tanto, en
las características de las elites -fundamentalmente su autoritarismo- que dirigen el
desarrollo económico se encuentra un componente fundamental del acercamiento de las
masas al líder militar. En la particular resolución de la cuestión social, Torre encuentra
una clave para analizar los zigzagueos de ese vínculo perdurable. Los inicios de los
contactos entre los trabajadores y Perón estuvieron signados por la voluntad de
desarticular las acciones de protesta que se habían iniciado en la zona aledaña a la
Capital, motorizada por la dirigencia comunista fuerte en los frigoríficos. Así la
“clarividencia” de Perón queda relativizada por las exigencias de la coyuntura: era
imperioso reducir al mínimo el nivel de conflictividad en el frente obrero. La apertura
gubernamental a los dirigentes de la vieja guardia sindical -en este aspecto existe una
diferencia fundamental respecto al planteo de Germani quien otorgaba una escasa
importancia a la vieja clase obrera- no suscitó una respuesta inmediata favorable,
aunque consiguió enfriar las acciones sindicales. Más allá del resultado final, la
convocatoria a los líderes más formados políticamente y experimentados en la lucha
sindical no tenía como objetivo la construcción de una alianza bilateral sino más bien se
trataba de encuadrarlos en una concepción de estado corporativo que regulara el
7
desenvolvimiento de las fuerzas políticas, económicas y sociales. El fracaso de aglutinar
los sectores socioeconómicos predominantes y a las fuerzas políticas más importantes
determinó el “sobredimensionamiento del lugar político de los trabajadores
organizados.”11 El proyecto estatista y las mejoras sustanciales a la precaria situación de
los trabajadores terminó de enfrentar a los sectores económicamente más poderosos con
el gobierno peronista a pesar de las políticas tendientes a desarrollar la industria y a
atenuar, en ciertas coyunturas, las crisis en el agro. Los signos de adhesión al régimen,
provenientes de los sectores industriales y agrarios más importantes, fueron acciones
individuales o bien, producto de las presiones gubernamentales (como por ejemplo, la
creación de la CGE). 12
En este giro decisivo se advierte, siguiendo a Torre, la importancia de la vieja
guardia sindical que facilita la llegada de Perón a las bases obreras y la organización de
las mismas en el nuevo régimen: provee los canales organizativos para la movilización
del apoyo obrero y transmiten sus experiencias acumuladas a los nuevos obreros
ayudando, de esta manera a la consolidación, del movimiento sindical. Si es cierto que
la intención de autonomía se clausura con la desintegración del Partido Laborista,
también es verdad que “Perón deberá revalidar su liderazgo a través de una
renegociación constante de su autoridad sobre las masas obreras, y esto lleva al régimen
a recrear en forma periódica sus condiciones de origen.”13
El relevante papel desempeñado por la vieja guardia sindical en el surgimiento
del peronismo abre la indagación hacia las estructuras sindicales, el funcionamiento de
los sindicatos y el poder de los dirigentes. Joel Horowitz analiza el funcionamiento de
los sindicatos14 y las trayectorias de los dirigentes sindicales antes del advenimiento del
peronismo. Sobre todo, se siguen dos líneas de análisis, a saber, las relaciones
multifacéticas y cambiantes entre el gobierno y los sindicatos; y, el proceso de toma de
decisiones internas. En cuanto a este último punto el autor advierte que muchas de las
tensiones hacia el interior de las organizaciones sindicales se originaron por el
11 TORRE, Juan Carlos, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo, Buenos Aires, EDUNTREF, 2006, p. 12. 12 La relación del Estado con los actores socioeconómicos predominantes de la sociedad, en tanto contracara de la vinculación de aquél con los trabajadores, es el objeto de análisis de Ricardo Sidicaro en Los tres peronismos. Estado y poder económico, 1946-1955/1973-76/1989/99, Buenos Aires, Siglo Veintiuno, 2002. 13 TORRE, Juan Carlos, La vieja guardia sindical…, Op. Cit., p. 212. 14 Horowitz sigue la trayectoria de cinco sindicatos que reunían el 39% de la totalidad de los obreros sindicalizados: la Federación de Obreros y Empleados Telefónicos (FOET), la Federación de Empleados de Comercio (FEC), la Unión de Obreros y Empleados Municipales (UOEM), la Unión Ferroviaria (UF) y la Unión Obrera Textil (UOT).
8
deficiente funcionamiento de la estructura democrática. Así, aunque existía la rotación
en las comisiones directivas, varios de sus miembros, normalmente los que tomaban las
decisiones, mantenían sus cargos durante largos períodos. También los sindicatos
preveían sanciones en sus estatutos para mantener la disciplina gremial: quienes
tuvieran una conducta reprobable -como la difamación de dirigentes- podían ser
expulsados y las filiales díscolas podían ser intervenidas (práctica frecuente en la UF).
El crecimiento y consolidación de los sindicatos durante los años treinta fue de la mano
con una mayor concentración de poder, alejando a la bases de la toma de decisiones
cotidiana. Si bien la ideología es mencionada como uno de los factores que podían
generar malestar entre los trabajadores sindicalizados, el autor prioriza el lugar de las
personalidades dirigentes dentro del movimiento obrero, por ser sobre todos ellas
quienes podían movilizar a grandes sectores. A su vez, destaca un factor decisivo en el
apoyo a Perón: la frustración provocada por la falta de resultados a través de las luchas
sindicales y las características del sistema político que marginaba completamente a los
trabajadores. Las relaciones con los gobiernos conservadores habían sido variables, si
bien muchos sufrieron medidas represivas también hubo intentos de desarticular los
conflictos entre el capital y el trabajo respaldando muchas veces los reclamos de éstos
últimos. Sin embargo, fue Perón quien los convirtió en interlocutores del gobierno
respondiendo a las demandas de muchos años e integrándolos a la comunidad política.
En este sentido, el peronismo pudo construirse sobre mecanismos estatales e
instituciones ya existentes y sobre discursos socialmente disponibles. A partir de 1935
el Departamento Nacional del Trabajo -en el mismo sentido hay que incluir la
experiencia del gobierno provincial de Manuel Fresco en Buenos Aires- elabora cursos
de acción comprometidos con la situación precaria de los obreros en el mundo del
trabajo. Hugo Del Campo realiza una lectura de los índices de actividad sindical y de
participación del Estado en la resolución de conflictos argumentando que hacia 1942 la
intervención del Departamento Nacional del Trabajo (DNT) se había instalado como
práctica habitual entre los actores. En la misma línea, el trabajo de Germán Soprano
subraya la continuidad del proyecto fundacional del DNT afirmando que “es parte del
‘mito de los orígenes’ del peronismo afirmar que el DNT era, hacia 1943, una agencia
estatal ‘inútil’ y heredera de una política coercitiva del ‘Estado oligáriquico’ y que sólo
con Perón fue definida una política sistemática de regulación estatal de las relaciones
9
capital-trabajo en la Argentina.”15 Del Campo sostiene que la identificación de los
trabajadores con Perón estuvo facilitada por el vacío político creado por la inviabilidad
de las opciones socialista y comunista frente al problema de la participación de los
obreros en la vida política.
En otra serie de trabajos deberíamos incluir la última obra de Ernesto Laclau
porque construye su argumentación incorporando la perspectiva psicoanalítica,
especialmente la línea lacaniana, para pensar el fenómeno social del populismo. Me
abocaré a desarrollar los aspectos fundamentales de esta obra más adelante, sin embargo
conviene adelantar que su contribución no se restringe a la incorporación de conceptos
psicoanalíticos al análisis social, a saber, su trabajo propone todo una construcción
teórica poniendo en tensión otras teorías sociales. En este sentido, el devenir
argumentativo de la narración plantea una cesura discursiva respecto a las obras
anteriormente citadas mucho más enraizadas en el devenir acontecimental o en el
análisis fenomenológico. En esta línea historiográfica ubicaremos otro texto que apuesta
a la comprensión de los vínculos peronistas en términos psicoanalíticos. Vale destacar
especialmente que en su tesis doctoral Omar Acha16 logra reconstruir el discurso del
pueblo peronista a través de una importante y novedosa recopilación de fuentes no
tradicionales -en especial, cartas de la gente común a Perón- aportando una dimensión
ausente en otros abordajes habitualmente centrados en los discursos de los líderes,
militantes y funcionarios.
Si bien los estudios sobre el liderazgo carismático habían señalado la relevancia
particular del lazo emocional que une al líder con las masas y casi todas las
publicaciones sobre el peronismo no dejan de subrayar la presencia de esta característica
típica en el caso argentino, la investigación de Acha profundiza específicamente el
“familiarismo” que operó en el fenómeno populista. La novedad del peronismo, de
acuerdo al autor, radica en haber modificado el universo simbólico popular ubicando al
Estado, por primera vez, como un sitio de referencia para estos sectores. “Previamente,
antes de su investimiento peronista, el Estado era un compuesto empírico de individuos,
grupos, edificios y leyes. Con el peronismo fue todo ello, pero el cambio consistió en 15 SOPRANO, Germán, “El Departamento Nacional del Trabajo y su Proyecto de Regulación Estatal de las relaciones capital-trabajo en Argentina. 1907-1943”, en PANETTIERI, José (compilador), Argentina: trabajadores entre dos guerras, Buenos Aires, EUDEBA, 2000, p. 53. 16 ACHA, Omar, Familia, amor y política en la década peronista, Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras (UBA) – Ecole des Hautes Études Sciences Sociales, Mimeo, 2005.
10
que se constituyó en el ordenador simbólico de la experiencia social y política.”17 Esto
fue en gran medida posibilitado por la posición de Perón en tanto receptor de las
reivindicaciones de los trabajadores y donador de los derechos largamente postergados.
Sobre esta particular imagen se fue sedimentando el vínculo personal con el líder que no
obtuvo desde los inicios un apoyo incondicional de la masa, por el contrario, se trató de
un proceso de acumulación paulatina de poder político y de confianza que tuvo su
demostración más espectacular el 17 de octubre de 1945. Los aspectos individuales de
Perón importan tanto como los sociales, en la medida en que además de ser individuo
“fue una relación social, un manojo de vínculos intersubjetivos en la medida que su
intervención histórica no podría ser comprendida prescindiendo del amor, lealtad y
sujeción simbólica que se depositó en él.”18 Las acciones de “donación” de Perón hacia
los trabajadores provocaron una imagen de unidad del Estado con el coronel analizadas
por el autor a partir del concepto de Estado perverso polimórfico. El nudo de la
argumentación reside en la demostración de las formas amorosas y eróticas que
revestían el vínculo Perón-masas -en el cual Evita se suma al circuito libidinal- que
permite explicar la fuerza de una identificación que perdura en el tiempo recreándose.
El análisis de las cartas que la gente le envía a Perón en respuesta a la solicitud del
gobierno para evaluar las necesidades que se atenderían en el marco del Segundo Plan
Quinquenal demuestran dos lógicas. La primera es de desacralización de la figura
presidencial como objeto de amor, la segunda -no contradictoria- es la resacralización
del presidente en tanto objeto inalcanzable. El individuo y el Estado en el doble cuerpo
de Perón. La imagen que aparece en este momento es la de un representante poderoso y
a la vez próximo que con su magnetismo alimenta el deseo del contacto. Las
condiciones subjetivas en las cartas que supuestamente llegarían a las manos del líder
son analíticamente casi imposibles de determinar en la medida que dependen de
trayectorias de vida particulares inasibles. Pero el elemento común es esa relación
personal que se entabla en los textos epistolares visible en las fórmulas de
agradecimiento, proximidad y afectuosidad. Esto amerita al autor a asegurar que el
peronismo puede ser entendido también como “una historia de amor”. Las demandas del
pueblo peronista se articulan en una relación paternal que fue uno de los sostenes de la
hegemonía peronista: Perón ocupaba el lugar del padre en la medida en que podía
responder a todos los pedidos y saldar la injusticia. Una vez consolidado en el poder, el
17 Ibid. p. 59. 18 Ibid. p. 72.
11
peronismo reforzó periódicamente el lazo de amor a través de diferentes canales
(propaganda gráfica, movilizaciones, cinematografía, etc.) pero a cambio de una leal
subordinación. Como dice el autor: “Perón, Eva Duarte y el aparato propagandístico
peronista supieron construir un mundo de ideas en que el amor y la confianza eran la
contracara de la subordinación y la dependencia que esperaban de sus fieles. Esa
hegemonía tenía que parecer necesariamente oprobiosa a la oposición, pero para los
sectores que vivían una experiencia de inclusión que combinaba ganancias económicas
y sociales reales con satisfacciones anímicas inéditas fuera de los vínculos familiares o
amicales, el peronismo significó un modo particularmente efectivo de inscripción
subjetiva en un orden simbólico.”19
El punto de partida de la intervención de Ernesto Laclau es la crítica a las
perspectivas que definían al populismo como un hecho político anómalo carente de
lógica racional. Las definiciones, por tanto, fueron construidas a partir de rasgos
negativos -antiintelectualidad, ambigüedad, vaguedad, etc.- con lo cual se oscurece la
lógica propia del discurso populista y sus efectos performativos. La pregunta retórica
del autor sobre este punto es la siguiente: “¿no sería el populismo, más que una tosca
operación política e ideológica, un acto performativo dotado de una racionalidad propia,
es decir, que el hecho de ser vago en determinadas situaciones es la condición para
construir significados políticos relevantes?”20 Otro problema derivado de la exclusión
de la lógica racional en los enfoques teóricos sobre el populismo tiene que ver con la
imposibilidad de producir una definición eficaz del fenómeno: así las descripciones
caen en una generalidad inoperante que engloba experiencias históricas muy disímiles o
bien se reducen a una sola variante descripta exhaustivamente. En este punto del
desarrollo argumentativo, Laclau retoma los presupuestos de la teoría de los juegos del
lenguaje -Wittgenstein- y sostiene que el populismo debe ser entendido como una
retórica generalizada a disposición del universo de la política. El objetivo del autor es
explorar la dimensión preformativa del lenguaje populista resaltando la racionalidad
social que se expresa en dicha estructura. De esta manera, el populismo no es un tipo de
movimiento sino una lógica política. Recurriendo a la teoría de los conjuntos, destaca
dos lógicas operantes: la de la diferencia y la equivalencia. La identidad popular deviene
del funcionamiento de estos procesos a través del anudamiento de demandas sociales
19 Ibid. p. 108. 20 LACLAU, Ernesto, La razón populista, Buenos Aires, FCE, 2007 segunda reimpresión, p. 32.
12
(pluralidad de demandas democráticas) en una “cadena equivalencial de demandas
insastifechas”21. Esta articulación de demandas tienen el poder de constituir una
subjetividad social más amplia: se convierten en demandas populares. Si a dicha cadena
se le agrega la dimensión de la movilización política, estableciendo un sistema estable
de significación, estaremos ante un proceso típicamente populista que surge en
respuesta o rechazo a un poder excluyente. La relación equivalencial se da a partir de un
elemento negativo: las demandas permanecen insatisfechas. La identidad popular puede
constituirse a partir de que un elemento diferencial de la cadena asuma o encarne una
función totalizadora. Este es otro aspecto característico del discurso populista, es decir,
la necesidad de que una parcialidad se revele como totalidad legítima escindiendo el
universo social en dos campos; la contracara sería el discurso institucionalista que
privilegia el principio de la diferencialidad como lógica dominante. Así el proceso
conlleva dos movimientos: por un lado se extiende incorporando cada vez más
demandas, por otro lado, “se vuelve intensivamente más pobre, porque debe despojarse
de contenidos particulares a fin de abarcar demandas sociales que son totalmente
heterogéneas entre sí.”22 La identidad popular funciona como un significante vacío
respondiendo a su intención totalizante, es por esta razón que sus símbolos son
imprecisos y vagos. En otros términos: la heterogeneidad social que compone al
populismo lo obliga a expresarse a través de términos ambiguos o de definiciones laxas
e imprecisas.
Todavía existen tres elementos de este proceso que no he mencionado y que son
sumamente importantes para el recorrido argumental de Laclau: la relación hegemónica,
la nominación y el afecto. Tomando elementos de Gramsci, el autor sostiene que la
hegemonía aparece cuando una cierta particularidad asume el rol de una universalidad
que es constitutivamente imposible. De esta manera tenemos un elemento parcial cuya
“investidura radical” es una totalidad mítica, irrealizable, porque la realidad social es en
gran medida heterogénea y fluctuante. El acto de nominación es fundante en la medida
que es por éste que se produce la unidad de los sujetos populares: una determinada
demanda -que no tiene ninguna característica saliente respecto a las otras demandas
existentes- “adquiere en cierto momento una centralidad inesperada y se vuelve el
21 El autor aclara que la lógica de la equivalencia no anula la de la diferencia que por el contrario persiste, en sus palabras: “se necesitan la una a la otra como condiciones necesarias para la construcción de lo social. Lo social no es otra cosa que el locus de esta tensión insoluble.” LACLAU, Ernesto, La razón populista.., Op. Cit. pp. 106-107. 22 LACLAU, Ernesto, La razón populista…, Op. Cit. p.125.
13
nombre de algo que la excede”.23 La cuestión del afecto, abarcada desde la perspectiva
lacaniana, tiene un valor explicativo en cuanto elemento fundamental de la constitución
de las identidades populares ya que es la que permite las operaciones equivalenciales
dentro de la cadena de demandas. Asimismo la afectividad también acompaña el acto de
nominación, por la cual se alcanza el efecto unificador anteriormente expuesto.
Retomando el punto fundamental de la definición, el populismo no refiere a un
tipo de movimiento político. Al tratarse de una lógica política, el discurso populista
puede hacerse presente en modelos ideológicos diferentes. En este mismo sentido, el
pueblo no designa a un grupo social determinado, sino a la construcción de un actor a
partir de una pluralidad de elementos heterogéneos.
Consideraciones finales. Del debate político-académico a la interdisciplinariedad y
utilización de fuentes no tradicionales.
Las preguntas sobre el peronismo se renuevan pero desprovistas del debate
político-ideológico de los sesenta y setenta. En los últimos años han aparecido una serie
de estudios que proponen pensar el fenómeno peronista en otras claves. En rasgos
generales, estos trabajos presentan aspectos metodológicos novedosos en tanto se nutren
de fuentes no tradicionales y nuevas perspectivas teóricas alimentadas de los
constructos provenientes de otras disciplinas. Una serie de estas nuevas producciones
académicas podría agruparse en la línea interpretativa que indaga respecto a los
elementos de continuidad/ruptura en diversos aspectos del período peronista.
Los rituales, la arquitectura, la propaganda, la familia y la cuestión de la mujer
son algunos de los campos retomados en los nuevos abordajes del peronismo. En su
estudio sobre los mecanismos destinados a generar el consenso y la movilización
política, Mariano Plotkin24 analiza el proceso de creación de mitos, símbolos y rituales
que conformaron el imaginario político peronista. Con respecto a los rituales políticos
aborda el 17 de Octubre y el 1° de Mayo, para seguir la apropiación y redefinición de
dos fechas importantes para el calendario obrero. Ambos eventos tuvieron procesos
diferentes en cuanto el “día de la lealtad” se inscribió rápidamente como un evento
peronista mientras que la larga tradición del “día de los trabajadores” requirió un
proceso más complejo de apropiación y resignificación. “Mientras la propaganda
23 Ibid., p. 153. 24 PLOTKIN, Mariano, Mañana es San Perón, Buenos Aires, EDUNTREF, 2007.
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peronista pudo simplemente inventar una historia para el 17 de Octubre, tuvo en cambio
que reformular una ya existente para el 1° de Mayo. La maquinaria generadora de
símbolos del régimen peronista creó el mito de que, luego de la toma del poder por parte
de Perón, un 1° de Mayo peronista, patriótico y pacífico había reemplazado al
sangriento y revolucionario del período anterior (...) Lo que el peronismo hizo en este
caso, como en tantos otros, fue apropiarse de un conjunto de símbolos y de una
tradición ya existente, reformulándolos, en vez de crear unos verdaderamente nuevos.”25
De modo que, aunque el peronismo se presentó como una ruptura con el pasado, no
logró desvincularse por completo de las tradiciones preexistentes. Los estudios sobre la
arquitectura peronista podrían inscribirse en el mismo registro en la medida en que
evalúan los alcances y los límites de la intervención del peronismo en el fenómeno
urbano. Anahí Ballent26 subraya que el peronismo efectuó operaciones de
democratización de la ciudad, esto es de libre disposición de lo existente, antes que la
creación de formas arquitectónicas nuevas. El peronismo debió enfrentar un hecho
urbano consolidado, que planteaba grandes dificultades económicas y técnicas para su
transformación radical, esto implicó una tendencia a intervenir más puntualmente en la
ciudad a través de la creación de “polos peronistas” y de los nuevos usos de los espacios
urbanos céntricos. La tensión entre las tendencias de transformación radical y de
redistribución de lo existente se inclinó hacia esta última incorporando a los sectores
más desfavorecidos a la ciudad existente. Desde este punto de vista no se registra una
cesura arquitectónica en el período peronista aunque sí se vieron afectados los usos y las
representaciones de la Buenos Aires tradicional. En igual dirección Rosa Aboy sostiene
que “El peronismo no contó con una ‘idea de ciudad’ en un sentido fuerte. Las
transformaciones urbanas operadas por él no fueron fruto de una voluntad política
sistemática de transformar la ciudad heredada del liberalismo, sino una consecuencia de
las políticas de justicia social, de democratización del bienestar y de ampliación de la
ciudadanía, implementadas desde el Estado.”27 Por su parte Marcela Gené explica que
en lo que refiere al análisis del repertorio iconográfico del peronismo, la diferenciación
entre innovaciones y permanencias adquiere una particularidad pues las imágenes
políticas funcionan de manera cooperativa, incorporando registros antiguos previamente
25 Idem, p. 85. 26 BALLENT, Anahí, Las huellas de la política. Vivienda, ciudad, peronismo en Buenos Aires. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmas-Prometeo, 2005. 27 ABOY, Rosa, “Viviendas para el pueblo. Espacio urbano y sociabilidad en el barrio Los Perales. 1946-1955.”; Buenos Aires, FCE, 2005.
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instalados en el imaginario social para asegurar su eficacia y operatividad. Así el corpus
de imágenes peronistas adiciona elementos provenientes de los grupos contestatarios
locales tanto como de los repertorios circulantes en el ámbito internacional,
resignificándolos en función del contexto. “De esta amalgama surgió un sólido cuerpo
de imágenes con rasgos propios y originales, que identificaron simultáneamente
Movimiento, Partido y Estado.”28 Sobre las representaciones de las mujeres
trabajadoras, Mirta Lobato sostiene que durante el peronismo clásico (1946-1955) se
produjeron ciertas modificaciones. En la década del treinta las imágenes y
representaciones estaban asociadas a la degradación corporal, al abandono del hogar y a
la pérdida de la esencia de la feminidad; en contraposición las obreras peronistas podían
también ser bellas, ser objeto de admiración a pesar de los esfuerzos cotidianos. La
organización y participación sindical de las mismas también fue un elemento positivo
de la configuración cultural del peronismo pero convivió con el ideal de domesticidad
ampliamente difundido en las décadas precedentes.29
Estos estudios demuestran que la interdisciplinariedad y la recuperación de
fuentes no tradicionales (fotografías, cartas, recuerdos, etc.) pueden aportar miradas de
mayor profundidad sobre aspectos significativos que los abordajes más tradicionales
relegaban a un segundo plano. Los contextos de producción y de discusión académica
diferentes son elementos fundamentales para evaluar la producción historiográfica.
Después de la caída del peronismo, a mediados de década del cincuenta, la renovación
académica estimulaba a pensar científicamente el pasado reciente que había sido
experimentado por muchos intelectuales como una experiencia traumática. Una de las
preguntas que estructuraría muchas de las ideas en ese momento podría enunciarse de la
siguiente manera: ¿porqué las masas eligieron el peronismo en vez de formas
democráticas o más tradicionalmente obreras de representación? La teoría de la
modernización, anteriormente desarrollada, explicó esa aparente paradoja en términos
de anomalía o desviación de modelos más avanzados de modernización económica y
social. La tentación de incluir al peronismo en la familia de los fascismos europeos -
cuyas bases sociales estaban conformadas mayormente por la clase media- estaba
limitada por el apoyo incondicional de los sectores populares. Así, el concepto de
28 GENÉ, Marcela, Un mundo feliz, Buenos Aires, FCE, 2005, p. 14. 29 LOBATO, Mirta Zaida, Historia de las trabajadoras…, Op. Cit.; y LOBATO, Mirta Zaida, María DAMILAKOU y Lizel TORNAY: “Las reinas del trabajo bajo el peronismo” en LOBATO, Mirta Zaida (editora), Cuando las mujeres reinaban. Belleza, virtud y poder en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Biblio, 2005.
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populismo pareció brindar un marco más adecuado que los ofrecidos por las categorías
utilizadas anteriormente (bonapartismo, cesarismo, fascismo criollo). El populismo en
tanto alianza de clases que otorga a los sectores populares un lugar novedoso dentro del
régimen político, proponía una lógica explicativa que apartaba la idea de patología.
Durante finales de los años sesenta y principios de los años setenta, una proliferación de
textos sobre el peronismo pretendieron aportar distintas versiones del pasado:
memorias, textos de difusión y textos académicos circularon provocando gran interés y
numerosos debates. Entre la última categoría se destaca el trabajo de Murmis y
Portantiero anteriormente comentado. También en los setenta, los primeros trabajos de
Laclau introdujeron una nueva discusión: enfocar a los sectores populares, o
específicamente a la clase obrera, para iluminar el período peronista es insuficiente en
tanto el populismo expresaría un fenómeno ideológico que excede la cuestión de clase.
En la década siguiente, los estudios culturales y la recepción de los trabajos
provenientes de la historia social europea y norteamericana en nuestro país abonaron
investigaciones sobre las prácticas cotidianas, las cuestiones culturales e identitarias.
Finalmente, la ampliación de los campos de investigación sobre el período peronista en
los noventa, introdujeron nuevos enfoques y sobre todo, nuevas fuentes que actuando
“cooperativamente” con las más tradicionales permitieron llevar la mirada hacia otros
lugares.
Este rápido recorrido sobre algunos desarrollos teóricos sobre el peronismo da
cuenta de un interés renovado por este fenómeno de la historia argentina expresando
que aún cuando ya se han apagado los debates teórico-políticos ligados a la producción
académica, muchas de las preguntas fundamentales siguen vigentes.