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ENERO / MARZO 2012 225 CUADERNOS de pensamiento político Afirma José María Marco: “Los españoles cul- minaban una empresa de ocho siglos, com- pletamente utópica cuando arrancó. España volvía a ser íntegramente Europea y occiden- tal. Había sido su voluntad y su elección” (p. 162). Y también: “El motivo de la curiosidad de los europeos es que nuestros antepasados querían recomponer el hilo que los unía a la cultura griega” (p. 163); “El siglo XI y el princi- pio del XII vienen a ser en Europa como un se- gundo renacimiento, después del carolingio del siglo IX. Como una prueba de la voluntad de continuidad de la cultura europea, entonces se pusieron las bases de otro renacimiento en el que se crearon y se consolidaron algunas de las grandes instituciones occidentales” (p. 168); “A los conquistadores, a los pobladores y a los primeros frailes les gustaba España, y querían verla crecer al otro lado del Atlántico. Como es natural, crearon algo distinto, pero es- pañol en su raíz. Ese resultado era inconcebi- ble sin la voluntad de recrear allí una nueva España y anclar un continente entero en Occi- dente” (p. 238); “En las familias, entre los ami- gos, en el trabajo, los españoles se enfrentaron al dilema de vivir en perpetua guerra civil o per- donar. Eligieron el perdón” (p. 556). Las cursi- vas no se encuentran en el original. Sin embargo, creo que ayudan a comprender una de las dos claves esenciales de la magna obra que José María Marco ha escrito con el título de Una historia patriótica de España. Esa primera clave se encuentra, a mi juicio, en la idea de que la historia de España es el resultado de empeños, de elecciones, de de- cisiones. Es decir, de personas, que son las que se empeñan, eligen y deciden. Empeños que habitualmente han tenido una razón moral. España ha existido en la medida en que los españoles han querido hacerla existir, rescatarla cuando estaba perdida, darle con- tinuidad y legarla como algo valioso, que no es lo mismo que útil. La historia de España no es sólo la obra de quienes miraron ade- lante, pero si es “historia”, una forma de vida en común extensa en el tiempo que se pueda relatar, es por quienes miraron adelante. Para dejar atrás y para llevar consigo, para no ser y para ser. Sólo se comprende esa historia si se mira como ellos la miraron cuando la es- taban haciendo, y porque, pese a todo, la vo- luntad de continuidad se ha sobrepuesto en cada caso a las voluntades de disolución, que son también historia de España. Lo que cuenta Marco es lo que los españoles han hecho para seguir teniendo historia. Es, obviamente, toda una impugnación a cual- quier tentación historicista: no hay necrola- trías, no hay una España necesaria, no hay una España eterna; no hay una esencia es- pañola que haya permanecido inmutable a lo largo de los tiempos y en la que se pueda descansar de la responsabilidad de seguir Una historia patriótica de España JOSÉ MARÍA MARCO Prólogo de Esperanza Aguirre Planeta, 2011. 654 páginas. RESEÑAS

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Afirma José María Marco: “Los españoles cul-minaban una empresa de ocho siglos, com-pletamente utópica cuando arrancó. Españavolvía a ser íntegramente Europea y occiden-tal. Había sido su voluntad y su elección” (p.162). Y también: “El motivo de la curiosidad delos europeos es que nuestros antepasadosquerían recomponer el hilo que los unía a lacultura griega” (p. 163); “El siglo XI y el princi-pio del XII vienen a ser en Europa como un se-gundo renacimiento, después del carolingio delsiglo IX. Como una prueba de la voluntad decontinuidad de la cultura europea, entonces sepusieron las bases de otro renacimiento en elque se crearon y se consolidaron algunas delas grandes instituciones occidentales” (p.168); “A los conquistadores, a los pobladoresy a los primeros frailes les gustaba España, yquerían verla crecer al otro lado del Atlántico.Como es natural, crearon algo distinto, pero es-pañol en su raíz. Ese resultado era inconcebi-ble sin la voluntad de recrear allí una nuevaEspaña y anclar un continente entero en Occi-dente” (p. 238); “En las familias, entre los ami-gos, en el trabajo, los españoles se enfrentaronal dilema de vivir en perpetua guerra civil o per-donar. Eligieron el perdón” (p. 556). Las cursi-vas no se encuentran en el original. Sinembargo, creo que ayudan a comprender unade las dos claves esenciales de la magna obraque José María Marco ha escrito con el título deUna historia patriótica de España.

Esa primera clave se encuentra, a mi juicio,en la idea de que la historia de España es elresultado de empeños, de elecciones, de de-cisiones. Es decir, de personas, que son lasque se empeñan, eligen y deciden. Empeñosque habitualmente han tenido una razónmoral. España ha existido en la medida enque los españoles han querido hacerla existir,rescatarla cuando estaba perdida, darle con-tinuidad y legarla como algo valioso, que noes lo mismo que útil. La historia de Españano es sólo la obra de quienes miraron ade-lante, pero si es “historia”, una forma de vidaen común extensa en el tiempo que se puedarelatar, es por quienes miraron adelante. Paradejar atrás y para llevar consigo, para no sery para ser. Sólo se comprende esa historia sise mira como ellos la miraron cuando la es-taban haciendo, y porque, pese a todo, la vo-luntad de continuidad se ha sobrepuesto encada caso a las voluntades de disolución, queson también historia de España.

Lo que cuenta Marco es lo que los españoleshan hecho para seguir teniendo historia. Es,obviamente, toda una impugnación a cual-quier tentación historicista: no hay necrola-trías, no hay una España necesaria, no hayuna España eterna; no hay una esencia es-pañola que haya permanecido inmutable a lolargo de los tiempos y en la que se puedadescansar de la responsabilidad de seguir

Una historia patriótica de EspañaJOSÉ MARÍA MARCO Prólogo de Esperanza AguirrePlaneta, 2011. 654 páginas.

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dando existencia a España, si se quiere que latenga. Hay, sencillamente, españoles con vo-luntad de continuar siéndolo a su modo, per-sonas que “abrazan su circunstancia y lasalvan”. Marco dignifica lo ordinario, lo senci-llo, lo que está ahí mismo, lo que todos po-demos ser. Muestra una clara incomodidadante la historia como colección de hechos ex-cepcionales, y también ante lo exquisito, antelo supuestamente sofisticado, ante lo snob yla elite. No hay mitos nacionales. La suya esuna historia popular y creo que, en un sentidono confesional, profundamente católica.

La segunda clave esencial de la obra de JoséMaría Marco se halla, en mi opinión, en lo si-guiente. No sólo escribe una historia patrió-tica en el sentido de que cuente el patriotismode otros, lo hace también en el sentido de queél mismo desarrolla con su libro un ejerciciode patriotismo. Es decir, un empeño personala favor de España. Escribe la historia del pa-triotismo, pero al hacerlo afirma su propia vo-luntad de sumarse a ese esfuerzo de siglos,con humildad y mediante una elección cons-ciente. Porque la forma en que Marco creeque se debe actuar ahora, a la altura de2011, para salvar su propia circunstancia his-tórica –la de todos nosotros– es ejecutar uninmenso acto de hermanamiento y de perdónhacia todos cuantos han formado parte de lahistoria de España, que es lo que hace en sulibro. Con ello pretende conjurar un peligrocierto de fractura nacional, de pérdida de loslazos de fraternidad o familiares, de polariza-ción e incluso de odio entre españoles. Esoes lo que nos amenaza y contra eso decideactuar. Todo este libro está maravillosamenteescrito –José María Marco escribe muy bien–,pero los capítulos finales alcanzan una den-sidad moral y una “amabilidad” excepcionalesal relatar nuestra Transición y la elaboraciónde nuestra Constitución de 1978, e inclusolas legislaturas transcurridas desde entonces.Marco ha afirmado haber pensado en escribiresta obra hacia 2005. Por entonces, como

muchos, quizás creyó por un instante que loque exigía el patriotismo era tomar partido yelegir bando frente a quien fuera. Pero, qui-zás, él, como muy pocos, supo que eso con-denaba a su patria, supo que eso significabala quiebra de la nación. Y, por tanto, supo queno era eso lo que debía hacer. En su lugar de-cidió escribir durante años hasta completarUna historia patriótica de España. Ser patriotaespañol no es buscar enemigos que por con-traste realcen el compromiso propio, es ac-tuar inteligentemente para que España sea elpaís que queremos que sea, y pueda serlopara todos. Es tener voluntad de recomponer“el hilo que nos une”, un esfuerzo por hacerque los lazos no se rompan.

A izquierda o a derecha, Marco se ha pro-puesto responder a cada historia de partidoy bandería con un abrazo. Y lo consigue. Nosecciona la historia, no disfraza lo que noencaja ni maquilla nada, la acepta tal cuales. No necesita que sus compatriotas pien-sen como él para quererlos. Al contrario,puesto que en ocasiones no puede com-prenderlos sólo puede mantenerse junto aellos por afecto. Se impone la obligación dequererlos como españoles, de reconocerlessiempre esa condición y de reservarles susitio en la mesa común. Aunque no quieran.Y si dan un paso más allá, él lo da también,y redefine la anchura nacional para quesigan cabiendo. Porque esa es la verdad dela historia de España.

Si patriotismo es el amor a la realidad denuestro país, eso significa amar también loserrores, las miserias, los fracasos e, incluso,la maldad. La patria de la que habla Marcoes una patria real, completa, con sus luces ysus sombras. Es lo que somos. Sólo así es po-sible amar humanamente, también amar alpropio país, si se acepta amar todo lo quequisiéramos no ser o no haber sido. No buscauna España perfecta, no la pretende. ¿Qué vir-tud habría en amar una patria perfecta? La

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virtud está en amar la imperfección y buscarla perfección. Si el patriotismo ha de ser vir-tud, y lo es, ello implica sacrificio.

No abronca a los muertos, no los exhumapara hacer sobre ellos juicio alguno. Para éllos cementerios son realmente campos san-tos. Hace una lectura bondadosa de nuestrahistoria, pero absolutamente verdadera. No esbondadosa porque oculte el mal sino porquelo perdona. No es tolerante ni distraído en laasignación de responsabilidades sino com-pasivo. Lo que parece proponernos, por tanto,es algo simple de comprender pero difícil, casiun programa de vida. Si queremos hacernoscargo de nuestra historia, de toda ella, debe-mos respetar dos virtudes: un compromiso ra-dical con la verdad y un compromiso radicalcon la humanización de la verdad.

Lo que dice Marco sobre nuestra historia hacecomprensible nuestro éxito constitucional ydemocrático. Si nuestra historia ha podido lle-gar a ser la de una nación que ordena su con-vivencia como lo hace, si pese a todoseguimos juntos y seguimos bien, entonceses que tiene razón: “Nuestra democracia es laculminación de una historia de siglos en losque nuestros compatriotas se esforzaron pordar a nuestra patria lo mejor de sí mismos.España es ese esfuerzo, continuado durantemiles de años, un tesoro inagotable de gene-rosidad, ambición, carácter y sacrificio, un te-soro inagotable y sagrado” (p. 614).

Esa sacralidad, ¿en qué consiste? Españaestá “consagrada”. Consagrada a los que ven-drán y a la memoria de quienes la han hechollegar hasta nosotros. Aquí sagrado se opone

a lo que exige el nacionalismo de “su” nacióntribal. La patria española es la manifestaciónde la amplitud semántica de la palabra hu-mano, las expresiones de humanidad –o in-humanidad– que han tenido lugar unas juntoa otras a lo largo de los siglos entre españo-les. Y el patriotismo es un hermanamiento per-sonal con ese insondable caudal dehumanidad, de experiencias y memorias. Esoes sagrado porque la vida humana lo es. Estepatriotismo es “un grado supremo de civiliza-ción” (p. 607) no de tribalización.

Por un instante, el discurso sobre la naciónque expone Marco muy al final puede con-fundir a quien lea sin estar avisado de que elautor no pretende de esa palabra una reso-nancia constitucional o institucional, no semueve en el territorio de la teoría del Estado,sino más bien en el territorio de las almas delos hombres. Nación de naciones no es aquímás que suma de afectos.

Al escribir este libro José María Marco qui-zás quisiera estar incorporándose a la infi-nita sucesión de pequeños actos cotidianoscon los que se ha hecho España, tan senci-llos como la aguadora de Goya que ilustra laportada –que no está ahí por casualidad–.Pero en realidad ha logrado un hito culturaly moral. Ha logrado una obra ejemplar quees una proyección de sí mismo, de quien haelegido ser, para poder servir a su patriacomo mejor sabe hacerlo. Con lo que ha es-crito quizás quisiera poder ser uno másentre muchos. En realidad, lo distinguecomo uno entre muchos.

MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA NAVARRO

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Hay cosas que conviene no olvidar, aunque sólosea para que su recuerdo nos sirva de vacunapara intentar no repetirlas. Conviene no olvidar,por ejemplo, que la doble legislatura socialistaque ¡por fin! ha terminado con el insuperabletrofeo del peor resultado electoral conseguido(a pulso) por el socialismo español tuvo “unlema señorial: las palabras han de estar al ser-vicio de la política y no la política al servicio delas palabras”; arrancó en pleno debate de in-vestidura con “un ideario breve: un ansia infi-nita de paz, el amor al bien y el mejoramientosocial de los humildes”, que fue luego subli-mado para una revista femenina con aquel im-pagable: “soy rojo y justiciero de las mujeres”; yempezó su larguísima despedida un ya lejano 2 de abril con toda una premonición de lo queiba a ser el último año del socialismo en el go-bierno: “Este partido tiene inteligencia y cere-bro femeninos, y es capaz de hacer tres cosasa la vez: reformas, 12-M y primarias”.

De acuerdo, todo parece una broma. Pero no loha sido. Aunque es verdad que lo más sensato,y lo más saludable, es recordarlo con humor.Con mucho sentido del humor, más sentido dela realidad y enormes dosis de “mezquino amoral prójimo”, el periodista Santiago González (queantes fue marino mercante y estudió Económi-cas) nos ofrece (en forma de libro) una brújulay unas sencillas cartas de navegación por el

“desparrame sentimental del zapaterismo”. Loha titulado Lágrimas socialdemócratas, y sirvetambién para alertarnos de “la sentimentaliza-ción de la sociedad moderna” y del riesgo an-dante que suponen todos aquellos quepretenden redimir sus tropelías con una exube-rante exhibición de sus buenos sentimientos.

La brújula que nos regala Santi González parano olvidar demasiado pronto lo que han sidoestos casi ocho años de zapaterismo tiene –ló-gicamente– sus cuatro puntos cardinales. ComoNorte opera la incuestionable bondad extremade la izquierda y la indiscutible maldad intrín-seca de la derecha. Ya sabemos –y nos recuerdael autor– que “los valores de la derecha cotizanen Bolsa mientras que los valores de la iz-quierda cotizan en el corazón”. Al Sur se sitúael antifranquismo sobrevenido y la reinvenciónde la historia: “para eso tenemos la memoriahistórica, hermosa síntesis por la cual la me-moria no es propiedad individual sino patrimo-nio colectivo, y la Historia no es la relación dehechos tal como ocurrieron, sino tal como de-bieron ocurrir”. Todo ello, por supuesto, con totalindiferencia –cuando no abismal desprecio–ante los hechos. Como relata el libro, “lo máscaracterístico del zapaterismo es la indiferenciaante los hechos que le lleva a decir una cosa ysu contraria, depende de lo que exija la políticadel momento”. Aún más, “no se distinguen las

Lágrimas socialdemócratasSANTIAGO GONZÁLEZLa Esfera de los Libros Madrid (2011), 395 págs.

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ideas de las ocurrencias, se confunde la comu-nicación con la imagen y la imagen con la cos-mética”. Por ejemplo: “las misiones de paz son,naturalmente, lo que antes se llamaban misio-nes bélicas o de guerra, pero cuando las hace-mos los buenos”.

El Norte, la bondad extrema del insuperable es-tadista que preconizó que las peores cifras deparo de su Gobierno serían siempre mejoresque las mejores que tuvo el Gobierno del PP, datítulo al libro y le sirve al autor para delinear elstorytelling que tanto se lleva ahora. Pero parapoder calibrar la enormidad de esa bondad ex-trema, de ese buenismo que tanto daño hahecho, es necesario ver la otra cara del espejo,ese infierno que siempre “son los otros”.

Como ejemplo, y esto es sólo un ejemplo, San-tiago González recuerda la pataleta que orga-nizó la bancada socialista el día que a MarianoRajoy se le ocurrió aderezar su intervención conuna frase que no era suya: “el ministro de Fo-mento es un inútil total con elevadas dosis decaradura”. Cuando el estruendo que le afeabatamaña descortesía amainó un poco, Rajoyaclaró que ésas no eran palabras suyas sinoamables calificativos que el insuperable Rubal-caba había dedicado al primer ministro de Fo-mento que tuvo el Gobierno del Partido Popular.Se hizo el silencio. Y es que, como resume elautor, “insultar es lícito si el insultante es de iz-quierdas y el destinatario de derechas. Al revéses un escándalo que no se puede permitir”.

Lágrimas socialdemócratas recopila un buenpuñado de ejemplos del odio a todo lo que nopase por el cedazo del buenismo izquierdista.Ejemplos tan penosos como el conocido postdel diputado Eduardo Madina contra Ángel Ace-bes, que terminó quitando de su blog para alo-jarlo en la muy democrática web kaosenlared.Ejemplos tan vergonzosos como el que prota-gonizó en una columna periodística del veranode 2004 Juan José Millás: su argumento paraelogiar la impagable foto de las ministras en po-

sado-Vogue fue escribir que Rajoy tendría hali-tosis. Ejemplos tan esperpénticos como la de-claración de Almudena Grandes anunciando sudisposición matutina a “fusilar dos o tresvoces”… porque la sacaban de quicio. Ejemplostodos del “cordón sanitario contra la derechacerril” que el PSOE puso en marcha en 2003con el Pacto del Tinell y que incluso este 2011justificaba el dirigente del PSE José Antonio Pas-tor con el sólido argumento de que “a la dere-cha, en cuanto abre la boca, se le ven las cariesdel franquismo”.

El franquismo o, mejor, el antifranquismo so-brevenido es el Sur de la brújula de estos añosde zapaterismo. “El zapaterismo añora la Tran-sición que no protagonizó y el franquismo queno combatió. Esto da lugar a un fenómeno: elantifranquismo sobrevenido, una bochornosaactitud contra el recuerdo del dictador que po-sibilita que 36 años después de su muerte hayamás antifranquistas en España de los que habíael 20 de noviembre de 1975”.

Las anécdotas sobre el antifranquismo sobreve-nido de ilustres dirigentes del PSOE que salpicanel libro son sencillamente desternillantes. Me-rece un lugar destacado la reescritura biográficaque la exvicepresidenta María Teresa Fernándezde la Vega hace de su padre, “represaliado” porel franquismo. Santiago González da cuenta decómo fue nombrado inspector de Trabajo en1937, de por qué fue destituido en 1940, y decómo fue rehabilitado en 1949. Pero su hija nolo recuerda así. Ella data la rehabilitación en1969. Quizá porque 20 años –en un tango– noson nada. La anécdota de antifranquismo here-dado de María Teresa está trufada con otra sobresu feminismo militante. Resulta que su represa-liado padre no quiso dejarla ir a estudiar a Lon-dres o a París; ella tenía 16 años y su hermanoya había ido. Aquello fue en 1965 y en esas fe-chas no era muy habitual que los represaliadosrepublicanos enviaran a sus hijos a estudiar alextranjero… ni los represaliados ni los afectos alrégimen.

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El feminismo militante de estos ocho años dejaalguna de sus mejores frases en la hemerotecade Leire Pajín, la ministra de la conjunción pla-netaria. Dos ejemplos: “El PIB es masculino, esclaramente masculino y, por lo tanto, el cambioestará en el momento en el que las decisionesimportantes estén tomadas también por las mu-jeres”, aseveró la ministra para exponernos susconocimientos de macroeconomía. En otro mo-mento, para ilustrarnos de que también conocelos secretos de la microeconomía, exclamó:“¡Sólo faltaba que la ministra no pueda nom-brar a quien le salga de los cojones!”. Habíanombrado a una colaboradora suya directora ge-neral de su ministerio pese a que incumplía losmínimos exigidos por la Administración.

El feminismo del socialismo que nos ha gober-nado es otro de los puntos cardinales de la brú-jula para entender estos años. Podemosponerlo al Este. Pero el feminismo tiene sus lí-mites. Por ejemplo, nadie en el PSOE recuerdaque su gran pacificador fue condenado en1992 por sentencia firme por pegar a la queentonces era su esposa. Quizá porque sólo lecausó heridas que tardaron 20 días en curar.No hay ningún otro ejemplo en España de unpolítico que haya conseguido que se olvide unacondena por maltratador y seguir tranquila-mente en el cargo. Claro que tampoco hay nin-gún otro que se jacte de haber tenido tantas ytan prolongadas relaciones con ETA.

Lágrimas socialdemócratas está en las libreríasdesde meses antes de que viera la luz ETA. Lasclaves de la paz, el relato a medias sobre lasúltimas negociaciones de los socialistas conETA. Una suerte, porque la habilidad de San-tiago González para arrinconar las adornadashistorias socialistas contra las implacables cuer-das de los hechos y propinarles desde ahí unbuen golpe al hígado de sus contradiccioneshabría dejado al PSOE en este asunto aún enpeor lugar de lo que ya queda. Ya queda comolo que es: un partido entusiasta de las medias

verdades, las medias mentiras y los apaños conlos terroristas. Como escribe el autor, “el pro-blema no son las medias verdades de ETA, sinolas mentiras completas a los ciudadanos en elCongreso de los Diputados, en los medios decomunicación, en todas partes”.

Y es que al Oeste de la brújula socialista soplala mentira. Esa mentira que tuvo su aquelarreiniciático en aquel “merecemos un Gobiernoque no nos mienta, un Gobierno que diga siem-pre la verdad”, que proclamó Rubalcabacuando sólo faltaban unas horas para que seabrieran las urnas en marzo de 2004. La afi-ción por la mentira de los socialistas ha tenidoen el terrorismo, y singularmente en ETA, suprincipal fuente de alimentación.

Como coda final, una cuestión fundamental: elrelato del daño causado por el zapaterismoque ha escrito Santiago González casi no men-ciona el desastre económico que el Gobiernosocialista ha causado a España. Y eso que elautor se licenció en Economía cuando erajoven. Lo argumenta con estas palabras: “Eldaño más profundo ha sido político: el que seha producido en la convivencia entre españo-les con la voladura incontrolada de los acuer-dos de la Transición, resucitando la inquinaentre las dos Españas de la que habló Ma-chado, con la ruptura de los acuerdos de Es-tado que comprometían a los dos partidos conposibilidades de gobernar. El más destacablees el Acuerdo por las Libertades y contra el Te-rrorismo, que el propio Rodríguez Zapaterofirmó con el entonces presidente Aznar el 8 dediciembre de 2000 y que empezó a ser trai-cionado al año siguiente en las conversacionesdel presidente de los socialistas vascos con eldirigente de la ilegalizada Batasuna ArnaldoOtegui”. Ahora sabemos que ni eso. Ahora nosdicen que la traición empezó en 2000: ¿anteso a la vez que aquella firma?

PILAR MARCOS

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El despertar del sueño de una noche de verano

ÓSCAR ALZAGADel consenso constituyente al conflicto permanenteTrotta, Madrid, 2011.

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Hay un momento en la lectura del libro del pro-fesor Alzaga1, en el que se tiene la sensaciónde que uno ha despertado abruptamente de loque podríamos llamar un sueño de verano. Su-cede ya mediado el libro cuando de pronto serefiere al “progresivo antagonismo entre los dosgrandes partidos nacionales”2. Es cierto que yahabía advertido en la introducción de la “faltade capacidad de consenso”, del “clima de pro-gresiva crispación”, en definitiva, de la “incapa-cidad para el diálogo político”3, que hapresidido nuestra vida política desde hace yabastantes años. Pero era una introducción para“lectores agudos”4. El resto nos adentramos enla lectura de su texto y quedamos no sólo atraí-dos, sino también convencidos por sus argu-mentos acerca de lo que supuso la transiciónpolítica española, su espíritu, que lo fue de“concordia, diálogo y consenso”5.

La Transición, “magna obra de comprensiónrecíproca y buen sentido”6, supuso desde larecuperación de la tradición liberal y huma-

nista española “la asunción honrada y com-partida por un ancho espectro de las fuerzaspolíticas del derecho de nuestras gentes avivir en libertad y justicia en el marco de unmoderno Estado de Derecho”, lo que “no dejade ser un monumento magistral al sentido dela concordia entre todos los españoles y pue-blos de España”7. Este “consenso constitu-yente” –“esfuerzo de diálogo, concordia yconsenso, real, tangible y nada mítico”8– pro-dujo la Constitución de 1978, asentada sobrevalores y principios “generalmente acepta-dos”9, así como el acuerdo sobre “la compo-sición y el funcionamiento de los órganos delos poderes públicos”10. En definitiva, el con-senso de los años 1977 y 1978 permitió es-tablecer “las bases constitucionales de unademocracia”11.

Ahora bien, nuestra Constitución de 1978,“hija del consenso”12, también “requiere con-sensos futuros sobre toda una serie de ámbi-tos capitales”13, entre los que el autor señala

1 Ó. Alzaga, Del consenso constituyente al conflicto permanente, Trotta, Madrid, 2011.

2 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 70.3 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 10.4 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 9.5 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 11.6 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 17.

7 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 18.8 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 20.9 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 25.10 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 24.11 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 23.12 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 31.13 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 36.

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el desarrollo y articulación del Título VIII de laConstitución, esto es, el Estado de las Auto-nomías; las leyes orgánicas; las materias a re-gular por las Cortes Generales en virtud dereservas de ley; la elección de los magistradosdel Tribunal Constitucional y de los miembrosde otros órganos constitucionales colegiados,así como, finalmente, la actualización de laConstitución a través de reformas.

No es el momento de entrar en las dificultadesque cada una de esas materias ha suscitado enel pasado, sólo tener presente que tales incon-venientes reaparecerán necesariamente en el fu-turo. No obstante habría que destacar demanera especial los inconvenientes derivadosde los intentos de ordenar la distribución terri-torial del poder en nuestro país, que en estos úl-timos diez años hemos vivido de manera directatras el anuncio del Plan Ibarretxe en septiembrede 2001, pasando por el esperpento posteriorque supuso la tramitación, debate, aprobación,con referéndum incluido, y sentencia sobre elEstatuto de Cataluña. Estas dificultades nos hanacompañado y parece que lo seguirán haciendoen el futuro. Ya se ha anunciado un nuevo planpara el País Vasco, construido, como el anterior,sobre el derecho a decidir.

De esta manera, el autor nos anuncia el final delsueño, lo hace recordándonos la necesidad per-manente del consenso, una necesidad cuyacausa viene de la misma Constitución. Tenemosante nosotros toda una serie de tareas que exi-gen que se aborden desde el espíritu de la Cons-titución, esto es, desde el consenso, aunque enel despertar constatamos que el consenso hadesaparecido, sólo tenemos ante nosotros el‘antagonismo entre los dos grandes partidos na-cionales’. En este despertar agrio dos preguntas

nos asaltan: ¿Hubo realmente consenso o sim-plemente consistió en un compromiso apó-crifo?14. ¿Cuándo se abandonó el consenso?

La contestación a la primera pregunta nos sitúaen el fondo de la cuestión, pues nos exige pre-cisar conceptualmente qué es lo que entende-mos por consenso, hasta dónde puede llegar elconsenso, qué diferencia existe, si es que la hay,entre consenso y transacción15. En mi opinión,ésta es la cuestión decisiva, en tanto que exigeel establecimiento de cuáles hayan de ser losparámetros razonables sobre los que se ha deconstruir el consenso, que no son otros sino losprincipios sobre los que cabe asentar el ordenjurídico-político, que en una democracia cons-titucional cabe definir como los principios dedemocracia y reconocimiento de los derechos ylibertades individuales. Al mismo tiempo hayque establecer con claridad los límites que todatransacción ha de respetar, en la medida en quelos acuerdos que se alcancen no pueden poneren cuestión los principios que los hacen posi-bles. Ya nos lo advierte el autor cuando escribeque hay “leyes que afectan a convicciones oprincipios sobre los que la transacción es, a lahora de la verdad, más que difícil”16.

Además, este problema alojado en la tensiónentre consenso y transacción, está conectadocon el mecanismo central de toda democra-cia, el principio de la mayoría, pues el juegoentre mayoría y minoría tiene que estar presi-dido necesariamente por los mismos princi-pios sobre los que se asienta todo el ordenjurídico-político. De aquí derivaría la insensa-tez de calificar al oponente como enemigo, asícomo la legitimación de los controles deconstitucionalidad a los que están sometidaslas decisiones mayoritarias.

14 Vid. M. Herrero de Miñón, “Falsas y verdaderas vías del consenso constitucional”, Revista de estudios Políticos,nueva época, 9, 1979, págs. 73 y ss., cit. En Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 25.

15 Vid., al respecto, R. Dworkin, Law’s Empire, Harvard University Press, Cambridge, 1986, cap. 6.16 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 53.

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Finalmente, esta primera pregunta acerca de sirealmente hubo consenso o meramente un com-promiso apócrifo nos conduce a repensar el ca-rácter que tuvo la Transición. Desde hace años leestamos dando vueltas a si la Transición supusouna reforma o una ruptura. Quienes la atacan, lohacen porque no hubo ruptura, de ahí su falta,su contaminación con los principios del régimenanterior. ‘De la ley a la ley’ es una expresión quetrató de resumir las virtudes del proceso de cam-bio, aunque encerrara también los defectos delmismo, en la medida en que muestra una evo-lución en el plano formal, sin adentrarse en elterreno de los principios. Este planteamiento esel que ha favorecido interpretaciones críticas dela Transición, de las que es muestra la que apa-reció hace algunos días en la prensa. Allí decíaIgnacio Sotelo que en esa época, el reformismofranquista tuvo “la sartén por el mango”, por loque la Transición “se hizo desde el poder, con losmínimos cambios posibles”17.

Por su parte, el profesor Alzaga cree que la Tran-sición fue “gradualista en su tránsito desde lasleyes fundamentales del sistema anterior a unasCortes con potestad constituyente”18, pero ungradualismo “empapado de consenso”19, que“hunde sus raíces en fechas anteriores […] enla Ley para la Reforma Política”20.

No me parece que esta posición sea muy clari-ficadora, por lo que puede contribuir a abonarla tesis que sostiene que no hubo ruptura, sinoreforma. Creo que la clarividencia política quemostró la Transición se manifiesta en su com-plejidad. Ciertamente no hubo ruptura en elplano de la vida política real, sino reforma. LaTransición se asentó afortunadamente sobre losdeseos mostrados por Azaña en 1938: paz, pie-dad y perdón. También es cierto que fuimos ‘de

la ley a la ley’. No hubo pues ruptura con losmecanismos jurídico-políticos propios de un Es-tado, lo que permitió una transición pacífica deun modelo autoritario, entonces, a otro demo-crático. Pero esto no debe velarnos el trasfondode tales acontecimientos, pues hubo ruptura yademás donde importaba, en el plano de losprincipios, pues nada tiene que ver un sistemaasentado sobre la voluntad de un dictador cuyalegitimidad proviene de la victoria en un guerrafratricida, con otro distinto, fundamentado en lasoberanía del pueblo construida sobre el reco-nocimiento de la autonomía normativa y los de-rechos y libertades individuales.

Me parece que quien mejor lo ha dicho no hasido ni un filósofo ni un jurista, sino un nove-lista, Javier Cercas, quien afirma: “la Transiciónno sólo es objeto de debate, sino también […]objeto de lucha política. Se me ocurre que estecambio es por lo menos consecuencia de doshechos: el primero es la llegada al poder polí-tico, económico e intelectual de una genera-ción de izquierdistas, la mía, que no tomó parteactiva en el cambio de la dictadura a la demo-cracia y que considera que ese cambio se hizomal, o que hubiera podido hacerse muchomejor de lo que se hizo; el segundo es la re-novación en los centros de poder intelectual deun viejo discurso de extrema izquierda que ar-gumenta que la Transición fue consecuencia deun fraude pactado entre franquistas deseososde mantenerse en el poder a toda costa, capi-taneados por Adolfo Suárez, e izquierdistasclaudicantes capitaneados por Santiago Carri-llo, un fraude cuyo resultado no fue una autén-tica ruptura con el franquismo y dejó el poderreal del país en las mismas manos que lo usur-paban durante la dictadura, configurando unademocracia roma e insuficiente, defectuosa.

17 I. Sotelo, “El surgir de un nuevo ciclo”, El País, 8 de noviembre de 2011, pág. 33. 18 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 43.19 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 43.20 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 44.

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[…] Yo creo que es un error. Aunque no tuvierala alegría del derrumbe instantáneo de un ré-gimen de espantos, la ruptura con el fran-quismo fue una ruptura genuina”21.

La contestación a la segunda de las cuestio-nes, ¿cuándo se abandonó el consenso?, nosaleja de este debate y nos sitúa en una reali-dad que ha abandonado el consenso quepresidió la Transición y lo ha sustituido por eldisenso, en el que se ahoga la vida política. Elautor nos dice que esto sucedió inmediata-mente, tras la primera legislatura, aunque seacentúe en los comienzos del nuevo siglo, es-pecialmente de la mano de los asuntos queno quedaron bien definidos en la Constitu-ción, una vez más la cuestión territorial, perotambién otros, como todos aquellos que re-querirían de prácticas consensuales. Me re-fiero, por ejemplo, a la cuestión delnombramiento de los magistrados del Tribu-nal Constitucional.

Creo que las causas que han producido estasituación de antagonismo exceden la situa-ción concreta de nuestro país22 y las apuntael profesor Alzaga en dos pasajes de su libro,cuando señala los problemas radicales conlos que se enfrentan hoy día las democracias.Primero, cuando se refiere al papel centralque en las democracias actuales tiene la opi-nión pública, un problema que viene muyatrás y que ya había subrayado Hobbes en re-lación con la monarquía absoluta23.

Y en segundo lugar cuando califica nuestra Mo-narquía parlamentaria, que es el modelo dedemocracia constitucional recogido en la Cons-titución, como un “régimen de presidencialismoencubierto”24, en el que los partidos juegan unpapel primordial. Frente al poder legislativo, elejecutivo es el poder preeminente, “se ha con-vertido en el poder moderno clave”25. Ante estasituación sólo nos queda acudir al poder judi-cial como único poder que puede garantizar losderechos de los ciudadanos.

Parece evidente que nuestras democracias hansufrido un proceso muy grave de erosión, quepodría compensarse por dos vías. Primero, porla propia acción de la opinión pública, de loque hoy tenemos pruebas evidentes allá dondemiremos, desde el movimiento 15-M hasta el‘occupy Wall Street’. Segundo, por medio de lainstitucionalización de la “desconfianza”, lo quepermitiría diseñar una nueva forma de demo-cracia, una “democracia indirecta”26, que con-sistiría en el desarrollo de mecanismos desobrevigilancia, así como la creación de insti-tuciones independientes y poderes de rechazo.

Creo que al final ambas soluciones no puedenquedar sino en nuestra mano, en el reforza-miento de la sociedad civil. Ciertamente el des-pertar ha sido abrupto, lo que no impide quefelicitemos al autor por haber puesto de mani-fiesto la inconsistencia de nuestro sueño.

JOSÉ J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ

21 J. Cercas, Anatomía de un instante, Mondadori, Barcelona, 2009, págs. 431-2. 22 Vid., por ejemplo, lo que cuenta Dworkin acerca del enfrentamiento político en la sociedad norteamericana en

R. Dworkin, La democracia posible. Principios para un nuevo debate político, trad. de E. Weikert García, Paidós,Barcelona, 2008 (2006).

23 Th. Hobbes, Behemoth, estudio preliminar, trad. y notas M. A. Rodilla, Tecnos, Madrid, 1992 (1668),24 Alzaga, Del consenso…, op. cit., pág. 46.25 P. Rosanvallon, Democracy. Past and Future, Columbia University Press, New York, 2006, p. 245. 26 Rosanvallon, Democracy…,op. cit., p. 238.

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Política exterior española: Un balance de futuro

JOSÉ MARÍA BENEYO•JUAN CARLOS PEREIRA (Dirs.)Prólogo de Marcelino Oreja AguirreBiblioteca Nueva, Madrid, 2011. 2 volúmenes.

Valiosa obra colectiva que presenta una pers-pectiva de gran angular de la política exteriorespañola. A lo largo de sus casi 1.100 pági-nas, repartidas en dos volúmenes, 33 desta-cados especialistas, hábilmente dirigidos porlos profesores José María Beneyto y Juan Car-los Pereira, nos desgranan las claves que con-figuran y marcan el futuro de la acción exteriorde España.

Estamos ante un libro que nace con vocaciónde convertirse en una obra de referencia inex-cusable, por un buen número de razones quele confieren un carácter singular. En primerlugar, porque logra la difícil labor de conjugar elpasado con el presente y, sobre todo, con lasperspectivas de futuro, haciendo bueno aquelconocido aforismo de que “solamente los pue-blos que tienen memoria, progresan”. Acerca-miento original porque, generalmente, la mayorparte de los libros especializados en esta ma-teria suelen abordar la historia de la políticaexterior, o bien optan por concentrarse en elanálisis de áreas geográficas concretas –Amé-rica Latina, Estados Unidos, Mediterráneo, entreotras– o de determinados ámbitos monográfi-

cos de estudio –como son los aspectos políti-cos, de seguridad, o de cooperación para eldesarrollo–.

En segundo lugar, por su carácter multidisci-plinar y por la gran pluralidad de voces quese han logrado reunir. Colaboran en el librohistoriadores, politólogos, profesores de De-recho Internacional, periodistas, economistas,diplomáticos y políticos representativos en ac-tivo, muchos de ellos docentes del prestigiosoMáster de Relaciones Internacionales del Ins-tituto de Estudios Europeos de la UniversidadCEU San Pablo. En pocas ocasiones, la teoríay la práctica de una determinada acción apa-recen tan bien aunadas en un mismo trabajo.Esta gran diversidad de autores responde alespíritu de lograr una política de consenso,seña de identidad de Marcelino Oreja durantesu etapa como ministro de Asuntos Exterioresy que él mismo defiende en el prólogo de laobra: “La política exterior de España, salvo encontadas circunstancias, ha gozado de un altogrado de consenso por parte de las diferentesfuerzas políticas desde la Transición. Precisa-mente este consenso es la razón de ser de

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una política de Estado, por la que hoy másque nunca me permito abogar en estas lí-neas”.

En tercer lugar, la nueva publicación tiene la vir-tud de abordar todas, absolutamente todas, lasáreas principales de la acción exterior de unapotencia media como España, dentro del con-texto geoestratégico en el que se sitúa, fuerte-mente vinculado a la Unión Europea. Sin duda,tanto el lector interesado en el análisis global,como el que también va buscando el acerca-miento más especializado, encontrará aquí untrabajo de obligada consulta.

Desde el punto de vista geográfico, este librorecorre los principales pilares de nuestra políticaexterior: Norte de África, en el que estamos lla-mados a apoyar sus recientes procesos de de-mocratización; Iberoamérica, con la que tantosvínculos nos unen y en el que necesitamosafianzar la posición privilegiada de España; losEstados Unidos, el eje trasatlántico, especial-mente en unos momentos en que nos une lacomún crisis financiera y la recesión económica;los nuevos socios del Este, a los que debemossaber integrar en Europa, y Rusia, clave en tan-tas materias, en especial las de seguridad ener-gética; sin olvidar, por último, el salto cualitativoque tenemos que dar en regiones como Asia,con el importante liderazgo de China y la India,y los retos y oportunidades que nos ofrece elÁfrica subsahariana.

Otra de las manifestaciones del espíritu degran angular de esta obra colectiva es la in-troducción de un apartado completo sobre los

agentes tangibles e intangibles que configu-ran la política exterior española. Primero, encuanto a los actores de nuestro sistema ins-titucional público: la Administración Exteriordel Estado, el Ministerio de Asuntos Exterio-res y de Cooperación, las Cortes, las Comuni-dades Autónomas y los partidos políticos–Jorge Moragas, Antonio Estella y Antonio Mo-reno nos acercan las visiones del PP, PSOE yde los partidos políticos minoritarios–. Perotambién, sin olvidar, otros factores que hanido ganando cada vez más peso en nuestraacción exterior, como la internacionalizaciónde las empresas españolas, el impacto de losmedios de comunicación o el papel de la len-gua y la cultura española.

Por último, otro gran acierto es el apartadofinal del libro, dedicado a la diplomacia mul-tilateral, clave en la tan cambiante política ex-terior del siglo XXI. Las guerras y conflictosarmados clásicos han dado paso a nuevasamenazas y desafíos para nuestra seguridad.La lucha contra el terrorismo internacional, laproliferación de las armas de destrucción ma-siva, las nuevas amenazas nucleares, los con-flictos regionales, los “Estados fallidos”, loscasos de piratería marítima, la ciberseguridad,el cambio climático, la seguridad energética–en particular, petróleo y gas natural–, la po-lítica de inmigración, constituyen un extensolistado de nuevas necesidades en los que la“cooperación multilateral”, como garante delos “bienes públicos globales”, está llamada adesempeñar un papel de primer orden.

JAVIER SOTA RAMOS

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Dos hombres y un destino:Rumsfeld y Cheney

DONALD RUMSFELDKnown and Unknown. A Memoir Sentinel, New York, 2011, 815 págs.

DICK CHENEY (With Liz Cheney)In My Time. A personal and political Memoir

Threshold, New York, 2011, 565 págs.

El día que se escriba con rigor la historia po-lítica de los Estados Unidos durante el úl-timo medio siglo –porque, sin duda, seescribirá– los historiadores tendrán necesa-riamente que consultar a dos testigos y ac-tores excepcionales, independientementedel juicio que merezcan, que se han mante-nido en la escena pública durante tan pro-longado espacio de tiempo: Donald“Rummy” Rumsfeld y Richard “Dick” Cheney.El pasado año 2011, ambos nos legaroncomo último servicio público sendas memo-rias políticas, que conjuntamente compren-den casi 1400 páginas de informaciónabsolutamente esencial sobre un periodocrítico de la historia mundial que transciendeel interés específico de los asuntos esta-dounidenses: Administraciones republica-nas de Nixon, Ford, Reagan, Bush Sr. y BushJr.; Tercera Guerra Mundial (Guerra Fría),guerras en el Sudeste Asiático, guerras enOriente Medio y Cuarta Guerra Mundial(Guerra Global contra el Terrorismo), con losconsiguientes cambios de paradigmas es-tratégicos: desde el Equilibrio del Terror

(MAD) hasta la Star Wars (SDI), para desem-bocar en el nuevo orden post 11-S. Y comotelón de fondo, las ramificaciones políticas,internas e internacionales, de un periodo ja-lonado por profundas y peligrosas crisis (la delos misiles en Cuba, asesinato del presidenteKennedy, escándalo Watergate, batallas de lainteligencia versus contrainteligencia, caídadel Muro de Berlín y colapso del sistema so-viético, irrupción del terrorismo islámico, etc.),que justifican lo que Rumsfeld enuncia desde2001 en una entrevista para The New Yorkercomo preocupación por los peligros de “lo co-nocido, lo conocido desconocido, y lo no co-nocido desconocido”. Ése es precisamente eltítulo que ha dado a su libro: Known and Un-kown. A Memoir (New York, 2011). El de Che-ney, menos dramáticamente, se titula In MyTime. A personal and political Memoir (NewYork, 2011).

Estos dos hombres, republicanos proceden-tes del Medio Oeste americano, curiosa-mente van a compartir experiencias políticasy administrativas similares que les conduci-

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rán a un común destino en sus momentosestelares. Donald Rumsfeld (Evanston, Illi-nois, 1932), el más veterano, se inicia en lapolítica nacional en 1962 como represen-tante en el Congreso por Illinois. Dick Che-ney (Lincoln, Nebraska, 1941), mucho mástarde en su carrera, será también represen-tante en el Congreso por Wyoming. Amboscoincidirán como jóvenes ejecutivos en laOficina de Oportunidades Económicas de laAdministración Nixon en 1969, y ambos ter-minarán sus carreras políticas en la Admi-nistración de Bush Jr. (Rumsfeld tambiéntrabajaría durante la Administración Reaganen los planes de la SDI), como líderes de lacorriente neocon –pese a su condición de“gentiles”–, aunque sus respectivos colabo-radores más cercanos fueron los arquetiposneocon judíos, por cierto altamente polémi-cos: Paul Wolfowitz (secretario adjunto deDefensa con Rumsfeld, principal arquitectode la intervención en Iraq) y Lewis “Scooter”Libby (jefe de gabinete del vicepresidenteCheney, condenado irregularmente por per-juro y obstrucción de la justicia en el casoWilson-Plame). Ya he mencionado los dostemas polémicos (Iraq y el caso Wilson-Plame) que en cierto modo constituyen unasunto importante en sendas memorias, yque en cada caso llevará a los protagonistasde los relatos a un desencuentro final con elpresidente George W. Bush.

Cabe preguntarse –y los futuros historiado-res lo harán– qué hubiera sido de la presi-dencia de Bush Jr. sin Rumsfeld y Cheney.Podemos imaginar que la influencia de BushSr. y el establishment republicano tradicio-nal hubiera sido mayor, y el distanciamientoideológico y en estilo entre el padre y el hijo–por la mayor identificación de éste con elmodelo Reagan– hubiera sido menos nota-ble. La universal paranoia antineocon, ver-sión nueva del antisemitismo y antisionismoconvencionales en Estados Unidos y en todoel mundo, sería virtualmente inexistente.

De los principales actores en la Administra-ción Bush, ya se han publicado algunas me-morias. Las del propio presidente y de suprincipal consejero Karl Rove tienen gran in-terés en las cuestiones estrictamente políti-cas internas, electorales e institucionales, dela presidencia y sus relaciones con el Con-greso. Las de Colin Powell y Condoleezza Riceresultan irrelevantes respecto al ámbito de suresponsabilidad, y tienen un interés pura-mente como autobiografías personales. Sólolas de Douglas Feith, War and Decision(2008) –y en menor medida las de GeorgeTenet– apuntan al meollo de las cuestionesinternacionales históricamente relevantes,como las que ofrecen de manera másexhaustiva y sistemática las de Rumsfeld yCheney, a mi juicio superando éstas en objeti-vidad a las tan celebradas de Henry Kissingerpara el periodo de las Administraciones deNixon y Ford.

Frente a la “memoria histórica” oficial desdeNixon a Bush Jr., banalizada y a veces distor-sionada por Bob Woodward y otros autores ymedios progresistas, Rumsfeld y Cheney nosofrecen una versión alternativa que en su ori-gen coincide con la tesis oficiosa del SilentCoup (de los autores Len Colodny y RobertGettlin, avalada por historiadores como RogerMorris y Joan Hoff, y significativamente, de unamanera discreta, por el propio presidenteFord): movimiento iniciado por un sector pre-toriano de la Junta de Jefes que desembocaen el caso Watergate con sus múltiples ramifi-caciones. Rumsfeld y Cheney se libraron de laquema, asumiendo ambos, sucesivamente, lajefatura de gabinete del presidente Ford, des-plazando gradualmente a los equipos de Kis-singer y del general Alexander Haig en lapolítica exterior y la seguridad nacional. Rums-feld asumirá también con Ford su primer man-dato como secretario de Defensa. Durante laAdministración de Bush Sr. (con el que Rums-feld tuvo siempre serias diferencias) ocuparáel mismo puesto Cheney. Finalmente, durante

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la Administración Bush Jr. se produce la con-vergencia en que culminan sus carreras: Che-ney se convierte en vicepresidente y Rumsfeldvolverá a desempeñar –treinta años después–el cargo de secretario de Defensa, en un es-quema compartido por ambos (y sus respec-tivos adjuntos, los neocons Libby, Wolfowitz,Perle, Feith, etc.) en que el Pentágono des-plaza significativamente a la secretaría de Es-tado y a los consejeros de Seguridad Nacional(Powell, Armitage, Rice, Hadley), rompiéndosela unidad de los Vulcans, como eran conoci-dos inicialmente los integrantes del equipopresidencial.

Un momento clave de la ruptura, como es sa-bido y los autores documentan, fue la inter-vención militar en Iraq. Rumsfeld pone elénfasis en las razones de la misma, y no sóloel asesoramiento y presión del mejor infor-mado (“His knowledge of the subject of Iraqwas encyclopedic”, subraya Rumsfeld), su ad-junto Wolfowitz, quien, por cierto, coinci-diendo con el décimo aniversario del 11-S,ha revelado algo que todavía no se sabía: du-rante los interrogatorios a que fue sometidoSaddam Hussein –que en gran parte perma-necen secretos– admitió su voluntad de con-tinuar desarrollando los programas de armasde destrucción masiva, en caso de no habersido derrocado. Rumsfeld destaca ademásotras poderosas razones: las violaciones rei-teradas de las resoluciones de la ONU, la re-presión de la población civil, el intento deasesinato del ex presidente Bush Sr. en1993, los ataques a los aviones americanosy de la coalición internacional, el apoyo ma-terial a diversos grupos terroristas (incluidoslos suicidas palestinos en Israel), y natural-mente las conexiones comprobadas entre lainteligencia iraquí y Al Qaeda (pp. 346, 432-436). Cheney subscribe estas mismas razo-nes y en concreto las referidas a la residenciaen Iraq de terroristas de Al Qaeda, como elfamoso y misterioso ARY (Abdul RahmanYasin), que según Wolfowitz estaba implicado

en el primer ataque a las Torres Gemelas en1993, y según parece relacionado personal-mente con el cerebro del segundo ataque el11-S de 2001, KSM (Khalid Sheik Moham-med), encarcelado en Guantánamo y cuyasconfesiones, asegura Cheney, han confirmadomuchas cosas.

Rumsfeld revela asimismo un dato, hasta ahoradesconocido, que pudo haber ocasionado unatragedia con un elevado número de víctimasespañolas el mismo 11-S: un avión procedentede Madrid con destino Filadelfia llegó a resul-tar sospechoso y el presidente Bush autorizósu derribo, si era necesario (p. 343).

No hay espacio aquí para comentar infini-dad de temas de sumo interés, que handado pie a polémicas internas e internacio-nales, manipuladas al servicio del antiame-ricanismo y del juego sucio del PartidoDemócrata (¡El caso Wilson-Plame, con lacuota de responsabilidad de Armitage y sujefe Powell!). Rumsfeld y Cheney compartencierta decepción o desconfianza respecto ala doblez, deslealtad y en algunos casos in-competencia de Armitage, Powell, Rice yotras personalidades del entorno del clanBush (Baker, Gates, el Iraq Study Group), ydel GOP Establishment (de manera muydestacada, ambos coinciden en denunciarel oportunismo del senador y candidato pre-sidencial en 2008 John McCain), por no ha-blar de la prensa progresista. Por otra parte,aunque Obama no lo reconozca, su éxitocontra Al Qaeda se debe más a Cheney quea su propio programa, sin olvidar que, aun-que Bush finalmente la avalara, la estrate-gia del Iraq Surge en 2007 fue liderada porCheney, con la colaboración de los generalesDavid Petraeus y Raymond Odierno, frente ala oposición de Ms. Rice y su departamentode Estado.

Cuando se desencadenó la polémica interna-cional por la intervención en Iraq, Rumsfeld

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¿Cuál es el misterio de la Ilíada? ¿Cómo hasido posible que un libro, o dos si tenemos encuenta a su gemela Odisea, haya impregnadoel alma europea desde sus mismos cimientos?¿Cuál es la clave de su éxito literario, filosóficoy artístico más allá del espacio y el tiempo?¿Cuál la causa de la vigencia contemporáneade un poema épico que aborda una guerraque, en comparación con otras de las muchaslibradas por los seres humanos, unas 14.500más o menos, puede parecernos un juego deniños? ¿Por qué ha “atrapado como en uncepo la imaginación de la humanidad?

En la conferencia La cólera de Aquiles, pronun-ciada en el Centro de Cultura Contemporáneade Barcelona el 16 de setiembre de 2004, Is-mail Kadaré intenta responder a alguna de esaspreguntas. Se trata de una disertación breve,

una intensa reflexión literaria con derivacioneséticas, que no cae en tópicos extremos: ni unaapología de la guerra ni un alegato en contrade ella. Porque, como responde a una de laspreguntas de Bashkim Shehu en la entrevistaque completa la conferencia, el escritor alba-nés no tiene una idea preconcebida sobre laguerra: “Tampoco temo decir que cierta inter-vención militar, cierta guerra, debe hacerse. Diríaincluso que es criminal mantenerse como es-pectador cuando se produce una matanza,cuando una comunidad humana débil es ma-sacrada y uno tiene la posibilidad de auxiliarlay no lo hace”. Como fue el caso de las inter-venciones de la OTAN en Bosnia y Kosovo.

No es la primera vez que Ismail Kadaré se in-teresa por el tema de la guerra. Como señalaBashkin Shehu, en la introducción a la entre-

La cólera de AquilesEntrevista de Bashkin Shehu (al autor)

ISMAIL KADARÉTraducción de Ramón Sánchez LizarraldeKatz Editores Madrid 2010, 60 págs.

tuvo el detalle humorístico teñido de sarcasmode descalificar a los gobiernos opositorescomo representantes de la “Vieja Europa”, oel club de los “fabricantes de chocolate”: Fran-cia y Bélgica, imitando a la tradicional neutra-lista/pacifista Suiza (y podría añadir el nuevogobierno “chocolatero” de Zapatero en Es-paña). Pero Rumsfeld, que había sido emba-jador en la OTAN en los años 70 y conocíabien a sus socios, no pudo evitar cierto papa-natismo típico de los americanos respecto a

las élites europeas, que a veces conduce a pe-nosos gafes: la cita que encabeza su memoriay que atribuye equivocadamente al embajadorbelga André de Staercke, en realidad es unaforismo muy conocido de Antonio Gramsci:“frente al pesimismo de la inteligencia, el op-timismo de la voluntad”. Es el único detalleque desentona en un bien documentado, bienescrito y apasionante relato.

MANUEL PASTOR

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vista, la guerra es uno de los temas importan-tes de muchas de sus novelas, quizás porquela guerra ha formado parte de su existenciadesde la infancia. En El general del ejércitomuerto, el protagonista es un militar de un paísinvasor de Albania, que regresa para buscar loshuesos de los soldados muertos. En Crónicade piedra, una de las más biográficas, la gue-rra es narrada en primera persona a través delos ojos de un niño. En El año negro, situadacronológicamente en los inicios de la PrimeraGuerra Mundial, la guerra es presentada comometáfora del caos. La opinión que tiene IsmailKadaré sobre la guerra es bastante básicapues no cree que las explicaciones racionales,históricas o científicas den cuenta de la guerray expliquen su razón de ser. Y aunque no es pa-cifista, considera que la guerra nos acerca a lacondición animal más que a la resolución deconflictos. La guerra moderna es muerte y li-quidación, peor que la lucha de los animalesque se retiran antes de liquidar al enemigo,porque “significa pelear a conciencia, prepara-dos de forma consciente, principalmente pormedio de la propaganda, para matar al otro”.

Más allá de la existencia o no de la guerra deTroya y de la consideración de Homero comotestigo de los hechos –algo imposible puestoque parece demostrado que el vate escribió laIlíada trescientos años después de que hubie-ran ocurrido los “sucesos” históricos–, lo que leinteresa a Ismail Kadaré es la trascendencia li-teraria de la obra, es decir, el acontecimientoque hizo posible que aquella guerra se convir-tiera en “alimento espiritual de toda la civiliza-ción griega, no por ninguna razón militar,histórica ni política, sino por la sola razón deque fue cantada homéricamente por un poetao por un grupo de poetas”. Situándose así almargen de todos aquellos investigadores y ar-queólogos, desde Schliemann hasta Schu-chard que han orientado sus trabajos ademostrar la conexión de la Ilíada con una gue-rra de Troya real. No porque no le interesen lasaproximaciones historicistas o arqueológicas,

sino porque considera que la trascendencia dela obra, “sus vínculos con el futuro”, radica enel espíritu poético.

Ismail Kadaré centra su análisis literario de laIlíada en el duelo que enfrenta a Aquiles y aHéctor porque, afirma, “leemos y releemos elduelo famoso sin reparar en que hay algo queno funciona en esa historia”, en concreto, lasrazones por las que, a pesar de haber salido co-rriendo como un conejo, Héctor continúa siendohonrado como héroe de los troyanos. ¿Un errordel escritor?, se pregunta. ¿Una forma de hu-millar a Héctor y a los troyanos? ¿Una elipse decontenido debida a las distintas tradiciones ora-les de las que se nutrió Homero?

En primer lugar porque, aunque héroes, tantoHéctor como Aquiles, los protagonistas de la Ilía-da tienen miedo, un sentido de la muerte y deldolor que nada tiene que ver con la sublima-ción épica de la muerte y de la guerra, lo cualdaría fe de la relativización de la glorificaciónde la guerra y del humanismo con el que Ho-mero se enfrenta al tema. Para continuar porquedemostraría una actitud de distanciamiento crí-tico. Pero la clave del misterio reside en el sig-nificado de la palabra griega “mani”, queinaugura el primer verso del poema, traducidade forma incorrecta como “cólera” en lugar de“manía”, según Ismail Kadaré, que se hace ecode las palabras de un desconocido ensayistaalbanés llamado Faik Konica, como forma deadaptación a los clichés sobre la guerra comoodio, propaganda belicista y brutalidad. Porqueno hemos entendido que, por desgracia, “nues-tra humanidad, todos nosotros formamos partedel sistema de la guerra”.

La cólera de Aquiles decepciona, porque el lec-tor no encuentra más que la opinión, un tantoambivalente, de Ismail Kadaré sobre la guerray su peculiar interpretación del misterio deltexto homérico.

LEAH BONNÍN

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La Segunda República (1931-1936) ocupaun lugar preferente en la historiografía espa-ñola. Es, sin duda, una de las etapas mejorconocidas de la historia de nuestro país.Nuestras mejores bibliotecas están repletasde libros que dan buena cuenta de las cues-tiones que vertebraron la vida política, eco-nómica, social y cultural del régimenproclamado el 14 de abril de 1931. Desde elsistema electoral hasta el sistema económico,puede decirse que no queda aspecto del pe-riodo republicano que haya escapado al tra-bajo de los investigadores. Este cuidadointerés por cultivar la memoria del periodo re-publicano se justifica por sí mismo. De unlado, porque la Segunda República ejerció deamplificador de los problemas asociados alproceso de modernización política y social es-pañol que no habían encontrado cauce de ex-presión a lo largo del siglo XIX. En estesentido, cuestiones tales como la nacional, lasocial, la religiosa o el debate sobre la de-mocratización de la vida pública fueron plan-teados con una fuerza y denuedo sinprecedente por los actores políticos del mo-mento. De otro, porque los escasos cincoaños de vida de la Segunda República fueron

el preludio de la Guerra Civil española, el epi-sodio más cruento de la historia contempo-ránea de España.

Dicho lo cual, ¿qué razón habría entoncespara justificar la publicación de una nuevaobra sobre la España de los años treinta delsiglo XX? ¿Cabe decir algo nuevo? La res-puesta es sí. Sobre todo porque la promul-gación en 2007 de la llamada Ley dememoria histórica (Ley 52/2007), que im-pulsó el PSOE de José Luis Rodríguez Zapa-tero, politizó de tal manera los debates sobrela Segunda República que el resultado nopodía ser otro que un severo retroceso en lacalidad de los mismos. Hágase notar que sibien en teoría la Ley de memoria históricanacía para reconocer y ampliar los derechosde los que sufrieron persecución o violenciadurante la Guerra Civil y la dictadura fran-quista, a la postre se erigió en un potenteinstrumento de reescritura de la historia deEspaña cuyo objetivo final distaba mucho decaer del lado del interés científico. Al con-trario, la ley 52/2007 llevaba inoculada unanarrativa histórica que buscaba patrimonia-lizar la obra democrática de la Segunda Re-

Palabras como puñosLa intransigencia política en la Segunda República española

FERNANDO DEL REY (Dir.)Madrid, Tecnos, 2011. 675 páginas.

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pública para el PSOE y deslegitimar, a untiempo, la Transición, al tildarla de ejerciciode lampedusianismo entre élites franquistas,y al Partido Popular como interlocutor de-mocrático.

La consecuencia lógica de la conversión de laSegunda República en campo de batalla enel que dirimir las diferencias políticas del mo-mento no podía ser otro que el que fue.Como señala Fernando del Rey en la magní-fica introducción que firma para Palabrascomo puños, “a nuestro modo de ver, las tri-fulcas sectarias relacionadas con la memo-ria histórica han supuesto una auténticainvolución intelectual al dar alas, a diestra ysiniestra, a polemistas de tres al cuarto que–con la implicación de más de un historia-dor– no se han privado de lanzar a los cuatrovientos sus tesis maniqueas, contribuyendoa fijar interpretaciones históricamente muydiscutibles, cuando no a todas luces abe-rrantes” (pág. 35).

Al esfuerzo necesario para dignificar los es-tudios sobre la Segunda República tras eldramático episodio de la Ley de memoriahistórica contribuye por méritos propios Pa-labras como puños. Concebida como obracoral, la obra recoge diez estudios vertebra-dos por un objetivo común: subrayar elgrado de brutalización alcanzado por la po-lítica española de la Segunda República.Para ello los capítulos que componen ellibro centran su atención en los discursos,valores, estrategias y concepciones de lapolítica de los principales actores políticosen los que se pone de manifiesto el nivel deintransigencia del que hacían gala los acto-res políticos del periodo republicano y que,

a la postre, contribuyó decisivamente a laliquidación del régimen democrático y par-lamentario. Huyendo de historias cómodasy autocomplacientes donde hay buenos sintacha y malos malísimos, Palabras comopuños tiene el mérito de poner sobre lamesa, y de una vez, a un socialismo mar-xista radicalizado, un comunismo neta-mente revolucionario, un catolicismoautoritario y antiliberal, un potente movi-miento anarquista y un pretorianismo apo-yado por fascistas y monárquicos. Enresumen, una izquierda y una derecha es-pañolas cuyos principios políticos se dis-tanciaron peligrosamente de los niveles detransigencia y compromiso exigidos por lasdemocracias liberales para su funciona-miento y sostenibilidad.

Sin embargo, si algún mérito particular tienela obra que dirige Fernando del Rey es un es-pecial cuidado por huir del sempiterno ex-cepcionalismo patrio contextualizando elgrado de brutalización alcanzado por la polí-tica de la Segunda República española en elmarco más amplio de la política de entregue-rras europea. Y a ello contribuye la estupendaintroducción con la que principia la obra. Unmarco, precisamente, en el que el recurso a laviolencia como instrumento legítimo en lalucha política se había convertido en monedade curso común. Y un marco, en última ins-tancia, en el que el aniquilamiento del adver-sario político por considerarlo enemigo de “lanación”, “la clase”, “la raza”, “la religión” ocualquier otro sujeto colectivo se había con-vertido en un recurso normal para la movili-zación política.

JORGE DEL PALACIO MARTÍN

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Estructurada en doce capítulos más el prólogode José María Aznar, así como una introducción,preámbulo e índice onomástico, estas memo-rias buscan recordar qué ha ocurrido en el PaísVasco durante las dos últimas décadas. La au-tora emplea un lenguaje sencillo, directo y ac-cesible que facilita la lectura y comprensión. Yse decanta no por las cifras, sino por la contex-tualización de los hechos, pues su sobrado co-nocimiento de la política en el País Vascopuesto al alcance del lector, junto con un buennúmero de citas bibliográficas, enriquecen sustesis y el propio libro.

El hecho de que Aparicio opte por la narracióncronológica ayuda a que entendamos todo loocurrido, nos permite sacar conclusiones y co-nocer de primera mano el nombre y apellidosde aquellos que lucharon por la libertad en elPaís Vasco, algunos pagándolo con su vida (Gre-gorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco Garrido, Ma-nuel Zamarreño, José Luis Caso, José IgnacioIruretagoyena, Fernando Buesa…).

Todos los acontecimientos relatados los vivió enpersona Carlos Iturgaiz (secretario general delPP en el País Vasco entre 1993-1996 y presi-dente entre 1996-2004), cuya trayectoria polí-tica vertebra y estructura la obra adquiriendoaspectos corales en algunos pasajes. Pero tam-bién tienen cabida otros testimonios, como el

de su mujer, Lorena, muy ilustrativo para enten-der cómo ‘vive’ una persona amenazada porETA: “no era posible disfrutar de la familia, siem-pre estaba haciendo maletas, metiendo un trajey una corbata negra, por si acaso, y el por siacaso tantas veces se cumplía. (…) Por su-puesto, en aquellos años, para nosotros era im-posible hacer un plan para un fin de semana opara una semana. Era imposible. Porque siem-pre sucedía algo, siempre” (pág. 119).

Carlos Iturgaiz y Chelo Aparicio son, por tanto,buenos conocedores de lo que ha acontecidoy acontece en el País Vasco. Gracias a susaportaciones apreciamos el carácter viciadoque allí tiene la política y parte de la clase po-lítica. De este fenómeno es responsable el na-cionalismo, tanto el que se define como“democrático” (PNV o EA) como el radical, li-berticida y asesino representado por ETA. Unoy otro buscaron identificar lo vasco con lo na-cionalista y a los representantes del PP con losrestos del franquismo. Sin embargo, tanto porsus orígenes familiares como por su dominiodel vascuence, Carlos Iturgaiz nunca ha enca-jado en ese mito.

Aunque el PNV, una vez desprovisto de estefalso guión, no se dio por vencido y acentuóotros de sus rasgos: el victimismo y la tergiver-sación de la realidad. Ello se comprobó, por

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Vivir frente al terrorMemorias de Carlos Iturgaiz

CHELO APARICIOPrólogo de José María Aznar Editado por La Esfera de los Libros, Madrid, 2011, 260 páginas.

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ejemplo, con motivo de las multitudinarias ma-nifestaciones en favor de Miguel Ángel Blanco,ante las cuales Javier Arzallus espetó al prota-gonista de la obra lo siguiente: “Iturgaiz, estosque gritan ‘vascos sí, ETA no’ son los de todoslos autobuses que habéis pagado para venir ala manifestación. Qué van a ser vascos. Songente que habéis traído de fuera” (pág. 82).Años después, el propio Arzallus radicalizó estepunto de vista: “la masiva reacción popular fueencauzada para sacarle la máxima rentabili-dad política, y hubo grupos organizados que re-cibieron el encargo de meterse entre lasmultitudes para inducirles a corear tales o cua-les consignas. El asesinato de Blanco lo utili-zaron para lanzarse más decididamente contranosotros” (pág. 93).

Históricamente el PNV ha sido y ha actuado así.La práctica de la ambigüedad deliberada formaparte de su ADN. Cuando ha visto en peligro suposición hegemónica de gobierno en el PaísVasco no ha dudado en efectuar cuantos pactosfueran precisos, bajo el manido lema de “traer lapaz”, función mesiánica que siempre se ha atri-buido, aunque los medios empleados estuvie-sen al margen de la higiene democrática. Estaafirmación la corroboran los denominados Pac-tos de Estella, definidos por Arzallus como unode los momentos más bonitos de su carrera po-lítica “porque el nacionalismo se unió y seasustó Madrid” (pág. 163). Sus consecuenciasson conocidas, pero en aquel momento CarlosIturgaiz fue de los pocos que denunció que latregua de ETA era una trampa, puesto que labanda terrorista seguía ejerciendo la violencia, elchantaje y la persecución (pág. 167).

Para el nacionalismo, sólo si se es nacionalistase es vasco. Es una ideología que no concibeque pueda existir la doble y complementariaidentidad de vasco y español. Esto último lo re-presentaba Carlos Iturgaiz… y lo sufrió en pri-mera persona: “para mis amigos era un facha. Elque defendía a España mientras ellos defendíana Euskadi; ellos querían que perdiera la selec-

ción española en cualquier campeonato inter-nacional, y yo quería que ganara España hastaen Eurovisión. (…) Y comencé a sentir la exclu-sión del grupo. Me convertí para ellos en el bichoraro, el español dentro de la cuadrilla” (pág. 22).

Fueron tiempos muy complicados los que letocó vivir durante los años 90: en paralelo alascenso en votos de su partido, caían asesi-nados sus compañeros de filas. En este puntoel nacionalismo mostró todo su cinismo ydesvergüenza con la acusación de que el PPinstrumentalizaba esas “muertes” en su be-neficio. En íntima relación se encuentra otrotema que se aborda en la obra: la desprotec-ción en que les dejó el PNV. Carlos Iturgaiz esconcluyente cuando lo analiza: populares ysocialistas fueron condenados a vivir en unasuerte de gueto y no encontraron la com-prensión nacionalista.

A pesar de la parecida persecución sufrida, lasrelaciones no siempre fueron fáciles con el so-cialismo vasco: sí con un sector de éste (Re-dondo Terreros, Rosa Díez o Fernando Buesa),pero no con aquel otro que tiene su principalexponente en Jesús Eguiguren, partidario de lanegociación con ETA y que, sobre todo, a la horade pactar o fotografiarse, preferiría hacerlo conel PNV antes que con el PP. La obra muestra lasdos almas diferenciadas del socialismo vascoy cómo a la hora de establecer relaciones conel Partido Popular en muchas ocasiones hanprimado más los cálculos electorales que la po-lítica de Estado. Chelo Aparicio ofrece el puntode vista de autores como José Luis Barbería yPacho Unzueta, para quienes en 2003 “hay uncomponente de cálculo interesado en la acti-tud de los socialistas que empujan por rompero al menos limitar todo lo que se pueda la uni-dad de acción con el PP. Pero tal vez sea un cál-culo equivocado: por evitar una imagen quefavorezca al PP se proyecta una de acerca-miento al PNV actual, cuyo efecto electoralsobre el conjunto de España es muy negativo”(pág. 57).

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La trayectoria política del Partido Popular en elPaís Vasco está inexorablemente ligada a la fi-gura de Iturgaiz. Su trabajo (ejercido en unascondiciones bajo las que cualquier otra personahubiera arrojado la toalla) y su constancia hanpermitido que el PP apoye parlamentariamenteal Gobierno vasco hoy en día.

Es importante no perder nunca de vista que du-rante los años 80 la derecha no nacionalistaera marginal en el País Vasco, y que en ello tuvoespecial influencia el que la violencia etarrafuera especialmente dirigida contra los dirigen-tes de la UCD. Sin embargo, en los 90 irrumpióuna generación de políticos valientes, casi te-merarios, sobre la que se constituyó el PP comofuerza política con aspiraciones a ganar unaselecciones. Entre ellos se encontraban el pos-teriormente asesinado Gregorio Ordóñez, MaríaSan Gil, el propio Iturgaiz o Santiago Abascal,quienes contaron con el apoyo de Jaime MayorOreja y del ex presidente José María Aznar, quienno duda en resaltar en el prólogo que “fuerontiempos difíciles que hicieron de los compañe-ros del Partido Popular del País Vasco un ejem-plo de resistencia. No miraron para otro lado,llamaron a las cosas por su nombre y frente ala brutalidad se mantuvieron firmes en su deci-sión de impedir que el terrorismo alcanzara susobjetivos” (pág. XII).

Aznar añade también otros elementos impres-cindibles para derrotar al terrorismo, y entreellos que no basta sólo con la acción del Es-tado, sino que es obligatorio que la sociedadcivil se implique, algo que en el País Vasco nosiempre se ha producido. En efecto, ha habidoun sector que ha practicado la peligrosa com-binación de equidistancia-condescendenciahacia el terrorismo etarra y cuya actitud oportu-nista reprocha Iturgaiz. En este punto, destaca la

crítica a la Iglesia vasca, particularmente a Se-tién, aunque el libro también ofrece el recono-cimiento a los escasos miembros del clerovasco que se mostraron inflexibles ante el fe-nómeno terrorista, como Antonio Beristain oJosé Ignacio Munilla.

Finalmente, Aparicio e Iturgaiz analizan el pa-norama actual de la política vasca, donde des-taca, evidentemente, el pacto PSE-PP de 2009.Que los dos grandes rivales en la política na-cional colaboren en el sostenimiento de un go-bierno autonómico es una situación que puederesultar chocante, especialmente fuera del PaísVasco, pero como sentencia la autora: “la res-puesta es muy fácil. En Euskadi hay una situa-ción de emergencia y de urgencia. No es lomismo hacer política aquí que en Extremadurao en Andalucía. (…) Mientras permanezca estaexcepcionalidad democrática, las solucionesserán particulares” (pág. 247).

Iturgaiz es realista, pero sin caer en el optimismobuenista: “yo creo que los socialistas vascos tie-nen su hoja de ruta marcada desde hace muchotiempo. El PP es casual para ellos en estos mo-mentos. Al PP lo necesitan de la misma maneraque si hubieran llegado a un acuerdo con el PNV.(...) Yo estoy convencido de que si mañana pue-den reeditar el pacto con el PNV lo harían en-cantados” (pág. 246). Esta advertencia la hacesin olvidar homenajear a todos aquellos que sesacrificaron por cambiar un escenario político ysocial que hacía de la libertad una utopía: “creoque hay que recordar que la primera piedra paraproclamar que el nacionalismo no es imbatiblela pusimos nosotros, en 2001. Allí comenzamos.A partir de ahí, ellos empiezan a bajar el tono ynosotros a subirlo” (pág. 246).

ALFREDO CRESPO ALCÁZAR

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