UNA - IMVI - Igreja Metodista de Vila Isabel · la Reforma protestante que no tuvo su origen en el...

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SANTE UBERTO BARBIERI

UNAEXTRAÑAESTIRPE

DEAUDACES

Tapa e ilustracionesMARíA AMALIA BLUHMEdiciones "EL CAMINO"Doblas 1753 - Buenos Aires

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OBRAS DEL MISMO AUTOREl Padre Nuestro - Buenos Aires, 1940, 1945El País de las Siete Casas (Alegoría) - Buenos Aires 1941La Acción Social de la Iglesia - Buenos Aires, 1944.Pétalos y Espinas de mi Sendero (Prosas Poéticas) - 1945.La Supereminencia de Jesús - Buenos Aires, 1944Peregrinaciones de mi Espíritu (Prosas Poéticas) – 1942Las Enseñanzas de Jesús - Buenos Aires, 1943Esteban (cuento) -- Buenos Aires, 1945.Colaboradores de Dios (Manual de Evangelización) – Bs. Aires, 1945.El Maestro de Galilea - Buenos Aires, 1948.Ni Señores, ni Esclavos (Ensayo Dramático) _ Buenos Aires, 1946La Carta Fundamental del Cristianismo _ Buenos Aires, 1949.Del Fango a las Estrellas (Prosas Poéticas) - Buenos Aires, 1948La Visión de un Mundo Nuevo y otros sermones - Bs. Aires, 1951.Bl Hijo de la Consolación (Novela) - Buenos Aires, 1950.Entre Olas y Nieves (Prosas Poéticas) _ Buenos Aires, 1951.¿Qué Guía Llevas? (Breves Meditaciones Devocionales) - Rep. Dominicana, 1955.Hojas al Viento (Prosas Poéticas) - Buenos Aires, 195G.Gotas de Rocío (Prosas Poéticas) - México, D. F., 1956.EN PRENSAEl Médico Amado (Novela).PROXIMA8El Inmortal Poema (Prosas Poéticas)Miriam de Magdala (Novela).

--------En señal de gratitud a mi maestro de Historia Eclesiástica

en la "Southern Methodist University"DalIas, Texas, U. S. A.,Dr. Robert W. Goodloe

que me reveló el misterio y el embrujode esa "Extraña Estirpe de Audaces"

ya Flavio y Mary, mis hijos,

ahora sirviendo al Señor en Bolivia,para que recojan

los "Destellos Inextinguibles" de esa "Estirpe"y sigan en pos de su luz,

dedico cariñosamente estas páginas.

(Pgs. 7-8)

INTRODUCCION

La historia es lo único que en nuestra vida social nos liga al pasado. Si omitiéramos lahistoria, cortaríamos de nosotros una parte importante de nuestra misma vida.Podemos existir sin historia, pero no vivir; porque vivir es, en cierto modo, revivir lahistoria de nuestro pueblo, encarnando en nosotros las inquietudes que poblaroncorazones y voluntades que ya no son. En la historia refúgiase la vida que ya fue, parano morirse, para resu­citar, para continuar viviendo, para obligamos a nosotros a vivir.Por esto mismo decía Miguel de Unamuno: "Es visión del pasado lo que nos empuja ala conquista del porvenir; con madera de recuerdos armamos las esperanzas". Cuandolo presente nos parece trivial y común, falto de estímulo e inspiración, hace falta mirar alo pasado, que es la historia, para que nos sintamos "empujados a la conquista delporvenir".

Y subrayamos esto de "la conquista del porvenir", por­que la visión del pasado no nosdebe embrujar por el pasado mismo, sino para que nos lleve a más altas empresas y amás arriesgadas aventuras; para que el acervo del pasado se enriquezca con loshechos del presente. El conocimiento de lo pasado no se constituirá en cadena, sino ensemen que nos fecunde mente y corazón, espíritu y voluntad, y nos conceda poderpara crear obras hermosas, frescas y eternas.

Por esto, en las páginas que siguen, nos sumergiremos en el mar de la historia, nopara ahogarnos en ella, como .atraídos al fondo por voz de sirena embrujadora, sinopara revitalizar y refrescar nuestras energías dormidas y salir por las playas del mundo,teniendo en los labios el canto que entusiasma y en el corazón la fe que todo lo arraiga.

Anhelamos que los lectores de estos breves estudios his­tóricos, que giran alrededorde algunos adalides del metodismo, se sientan con tónica suficiente como para seguiren el camino que ellos dejaron marcado, con las huellas profundas de su devoción y fe.

Se terminó de imprimir enla Imprenta Metodista, calleDoblas 1753, Buenos Aires,

el día 25 de septiembre de 1958.

CAPÍTULO PRIMEROLOS ADELANTADOS

Parte PrimeraLos antepasados de Juan y Carlos Wesley por línea paterna.

"El testimonio interno, hijo, el testimonio interno;ésta es la prueba, la prueba más verdadera

del cristianismo".

Samuel Wesley.Al leer el subtítulo de los dos primeros capítulos, el lector sepreguntará qué relación tienen los antepasados de Juan y CarlosWesley con los adalides del metodismo que estudiaremos en elresto del libro. A primera vista parece no existir conexión alguna,pues ellos vivieron antes del movimiento metodista, y ciertamenteque no habrían podido vislumbrar lo que sucedería como parasugerir orientaciones. Mas, cuando pasamos revista a la vida deesos antepasados, descubrimos que muchas de las característicasque distinguieron a los iniciadores del movimiento metodista ya serevelaban en el carácter y la acción de ellos.

Podemos decir que el movimiento metodista no comenzó en elsiglo XVIII, aunque históricamente tenga su principio en él, sinoque sus raíces arrancan desde el siglo XVII o antes, a similitud dela Reforma protestante que no tuvo su origen en el siglo XVI conLutero, sino también mucho tiempo antes. En Lutero la Reforma

tuvo su apogeo y culminación. Fuerzas y hombres, desde mu­chas generaciones antes, habíanido preparando el terreno, abonándolo con la sangre de su sacrificio. De la misma manera, loque llamamos metodismo alcanza su triunfo en Juan y Carlos Wesley y otros.

No que ya existiera el metodismo como fuerza, sino que tenía vida embrionaria en el seno deciertos acontecimientos his­tóricos. Los hombres no son fenómenos que aparecenrepentinamente y se manifiestan sin causas y motivos. A veces, ó casi siempre, son elresultado de fuerzas que fueron almacenándose por mucho tiempo y que luego irrumpenrompiendo las compuertas para imponerse de una manera decisiva y renovadora.

La historia del metodismo empieza, pues, con los ante­pasados de los Wesley. Un historiadorde esa familia, de hecho asevera que hay trazas de ella ya en el siglo X, antes que Inglaterraestuviese unida bajo un soberano. Por el estudio que hace de los miembros de esa familia,llega a la siguiente conclusión:

"Por lo que podemos saber hasta aquí de esta familia distinguida, hallamos que sus miembrossobresalían por sus conocimientos, piedad, estro poético y musical. Debemos además añadirotras características igualmente peculiares: lealtad e hidal­guía. Volviendo atrás solamente unpaso, al trazar su genealogía, encontramos en ambos, el padre y la madre de BartoloméWesley (de éste hablaremos más adelante), personas a quienes se les permitió mezclarse conlas mentes señeras de su edad, que tuvieron la distinción de tomar parte activa en la formaciónde aquella edad en sus aspectos moral, religioso y social" (1).

No nos será posible detenernos con todos ellos, pero nos remontaremos por la línea paternade Juan y Carlos Wesley a representantes de tres generaciones anteriores: a BartoloméWesley (1595 ó 96-1680); a Juan Wesley (abuelo), (1636-1678); y a Samuel Wesley, padre(1662-1735). Y por la línea materna: a Juan White, abuelo materno de Susana (1590-1644);Samuel Annesley, padre de Susana (1620-1696; Y Susana Wesley, madre (1669-­1742).

BARTOLOMÉ WESLEY

Bartolomé Wesley, bisabuelo de Juan y Carlos Wesley, era hijo de Sir Herbert Westley oWesley, del condado de Devon, y de Elizabet Wellesley, de Dongan, Irlanda. En la familia hubotres hijos: de dos de ellos nada se sabe, solamente Bartolomé llegó a entrar en la historia. En el

seno de su familia recibió una esmerada educación religiosa. Juzgando por las influenciasreligiosas mani­festadas por Bartolomé, puede decirse que el espíritu del puritanismo ya se ibadesarrollando dentro de la Iglesia Nacional y que había hecho mella en la mente de sus padres.

Recibió su educación en la Universidad de Oxford, donde estudió medicina y divinidades. Pocose sabe de él hasta el año 1640, cuando la historia nos dice que se encontraba a la cabeza dela iglesia de la pequeña aldea de Gatherston y, un poco más tarde, de la de Charmouth. Elsalario anual que esas dos iglesias le pagaban consistía de 35 libras esterlinas y 10 shillings.Quedó pastoreándo­las hasta el año 1662, antes del "Acto de Uniformidad", que fue cuando loexpulsaron como "intruso".

Duran­te su ministerio, y especialmente después, hizo gran uso de sus conocimientos médicoscon bastante éxito. Nada sabemos acerca del lugar de su muerte, pero estamos seguros que éltuvo que abandonar Charmouth en 1665 debido al "Acto de las Cinco Millas". Este "acto" exigíaque todo párroco que hubiese sido destituí do de su cargo debía vivir por lo menos cinco millasdistante del lugar donde había ejercido su ministerio.

Por esa época ya había caído el gobierno puritano de Cromwell, el cual había asumido el poderen Inglaterra por cerca de tres lustras. Al restablecerse la monarquía, todos los párrocos queeran adeptos del puritanismo, que era la expresión religiosa adoptada por el gobierno deCromwell, tuvie­ron que abandonar sus parroquias para que fuesen ocu­padas por personasque estuviesen dispuestas a sujetarse a la realeza y a la forma tradicional del anglicanismo.

Fue a consecuencia de ese mismo "acto", como vere­mos más adelante, que su hijo JuanWesley murió pre­maturamente a los 42 años de edad, en 1678. Este hecho se agravó en lamente del anciano padre de tal manera que sus últimos años fueron bastante amargos,lleván­dole más ligero al sepulcro. Desde que fué relevado de su cargo en 1662 y se vioobligado a abandonar su anti­gua habitación, estuvo sujeto a vejámenes, persecuciones ylimitaciones promovidas por la Iglesia Oficial, que había sido restablecida con la monarquía.

Debemos recor­dar que por el "Acto de Uniformidad", los ministros debían renunciar a susideas puritanas y aceptar el nuevo estado de cosas o de lo contrario abandonar sus puestoseclesiásticos. Más de dos mil ministros tuvieron que dejar sus iglesias. Comenzó para ellos unaserie de duras experiencias que tejieron un romance de aventuras extraordinarias, pero detremendas vivencias en las que se puso a prueba su fe, ya que por demandas de su concienciano quisieron adaptarse a la nueva situación.

Esos ministros, y los feligreses que con ellos compartían las mismas ideas religiosas, tuvieronque reunirse donde podían: ya en casas aisladas o en sótanos o en heniles o doquier les fuesedado: Muchas veces, para llegar a esos lugares, había que hacerse de caminos secretos ytambién apostar vigías. A pesar de toda esta vigilancia y cautela, muy frecuentementeapresaban a grupos y a líderes. Bartolomé, después de haber sido destituido, pudo quedarseen Charmouth hasta 1665 ejerciendo la medicina, por la estima en que le tenían susparroquianos.

Esto testifica acerca de la limpieza de su carácter, lo que le permitió permanecer allí sin temeracusaciones de parte de la gente a la que sirviera durante 21 años. Sin embargo, lo que máscaracterizó a este hombre fue la firmeza de sus convicciones. Hicimos referencia al "Acto delas Cinco Millas" y en ese enton­ces él ya era un hombre anciano, sentíase agotado des­puésde una larga vida que consumiera en trabajos entre guerras civiles y luchas religiosas. Si alreestablecerse la monarquía hubiese renunciado a sus convicciones reli­giosas y se hubierasometido con pasiva obediencia a las exigencias de la iglesia oficializada, habría podido viviren el seno de sus viejos parroquianos, a quienes tanto estimaba, hasta el día de su muerte. Sinembargo prefirió irse y sufrir el desprecio del mundo. Sus convic­ciones eran para él mássagradas que la propia vida y la tranquilidad.

Esto nos enseña que las almas honestas nunca pueden cambiar su libertad de conciencia porla libertad de sus cuerpos. Prefieren tomar sobre sí la cruz y morir por sus ideales. Sonaquellos que van adelante y se detienen solamente cuando llegan al final del cami­no, sinhaber cesado en su brega por mantener bien alto el estandarte de sus más íntimas

convicciones. Si Barto­lomé Wesley no hubiese dejado otra cosa tras de sí que esta estelaluminosa, se justificaría plenamente su tra­yectoria en el mundo. Seguramente fue digno dehaber sido el bisabuelo de Juan y Carlos Wesley.

JUAN WESLEY

El que lleva el mismo nombre, de quien más tarde fuera con su hermano Carlos el fundador delmetodismo, era hijo del precedente y tal como vimos alcanzó a vivir tan solamente 42 años.Fue el padre de Samuel Wesley el que, a su vez, vendría a ser el progenitor de los fundadoresdel metodismo. Como Bartolomé, recibió su educación en la universidad de Oxford, bajo ladirección de hombres que habían sido escogidos entre los guías religiosos más prominentes delos grupos independientes que alimentaban tendencias puritanas. Terminó sus estudiosalcanzando el grado de Maestro en Artes hacia fines del año 1657 o principios de 1658.

Su hogar fue su primera escuela de religión y allí heredó el espíritu piadoso que señaló toda suvida. En 1a escuela mantuvo la misma línea de conducta que fuera norma en el hogar. Desdesu niñez fue dedicado por sus padres al servicio divino. Cuando volvió de Oxford unióse a lacongregación a quien su padre ser­vía, mas no pudo ayudar a éste en su ministerio porque nohabía sido ordenado.

En el pueblo de Weymouth, hízose miembro de un grupo llamado "La Iglesia Reunida", ante elcual tuvo primeramente ocasión de exponer sus propias convicciones religiosas. Tenía pa­siónpor las almas. Testificó del Evangelio no solamente ante la "Iglesia Reunida" de Weymouth,sino que habló también de "las Buenas Nuevas" a los marinos con quienes acostumbraba aencontrarse a lo largo de la costa. Y en la pequeña aldea de Radipole juntó mu­cha gentealrededor suyo, enseñándole a adorar y ser­vir a Dios.

En esa época contaba tan sólo 22 años de edad, pero ya ardía en él aquella pasiónevangelizadora que se manifestaría tan sorprendentemente en el corazón de sus nietos Juan yCarlos. Como ellos, fue un gran predicador itinerante, sin tener jamás cargo pas­toral propio yregular. Y además, fue el prototipo del predicador al que Juan Wesley tuvo que apelar parapoder hacer su obra: el predicador laico.

Fue en 1658 que llegó a ser pastor de Winterborn–­Whitchurch en el condado de Dorset,aunque de ma­nera irregular. Esa parroquia podía recompensarle solamente con 30 librasesterlinas anuales. De paso, notaremos aquí ¡cuán menguado era siempre el sostén que losWesley obtenían de sus cargos pastorales! Tal vez en eso encontremos nosotros la razón porla cual Juan Wesley adquirió el hábito tan frugal de vivir, que le permitía apartar tanto de sushaberes para dedicarlo al bien de su prójimo. Fue como una necesidad inhe­rente a todos losmiembros de esa familia el tener que ajustarse a entradas muy exiguas. A pesar de eso, nuncapensaron estar destituidos de la gracia del Dios Altí­simo.

En 1661, Juan fue llamado a la presencia del obispo Ironside para que diera razón del porquéministraba al pueblo sin haber sido ordenado ministro. Las respuestas que dio durante elinterrogatorio dan evidencia de su espíritu equilibrado, iluminado y fiel. Tan concluyen­tesfueron que el buen Obispo díjole, al despedirlo: "Adiós, mi buen señor Wesley". Llegó aconvencer a su superior que su derecho a predicar le era dado por auto­ridad que emanaba delas mismas Sagradas Escrituras.

Sus enemigos siempre hicieron todo lo posible para que cayera en desgracia y, un día, pocodespués de su conversación con el Obispo, le asaltaron al salir de su iglesia y lleváronle a lacárcel bajo la acusación de que él no quería someterse al uso de la liturgia de la Iglesia Oficial.Cuando le soltaron volvió a sus labores en Winterborn­–Whitchurch.

Continuó ministrando allí a su pueblo hasta agosto de 1662, cuando fue decretado el yamencionado "Acto de Uniformidad". Al igual que su padre, determinó no someterse a lasnuevas órdenes eclesiásticas y prefirió renunciar antes que renegar de sus conviccionespersonales. Dejó con pesar su iglesia, se fue a un lugar llamado Melcombe y durante eseperíodo de transición nació Samuel el padre de Juan y Carlos Wesley.

Vióse en la contingencia de sujetarse a la caritativa ayuda de un amigo desconocido, quien a lasazón tenía una casa vacía en un lugar llamado Prestan, cerca de Weymouth. Allí continuó, detarde en tarde, predicando el Evangelio. Más que una vez, por este motivo, tuvo que ocultarseo ir a la prisión. Sin embargo, nunca renunció a su gran empeño por salvar las almas.

Sus reiteradas tribulaciones lleváronle prematuramente a la muerte. Nada, empero, fue lobastante fuerte corno para hacerle renunciar a su alta vocación. No le importó que le faltara laordenación eclesiástica y lo mismo fue de un lado para otro, ministrando siempre a las almasnecesitadas. Concluyó su carrera en un lugar llamado Poole, continuando en su carácter depredicador local y sirviendo a un grupo de gente a quienes les predicara de tarde en tarde.

Murió, como ya lo mencionáramos, antes de que su padre bajara al sepulcro. Su carrera fuecorta, pero gloriosa. Jamás recibió ordenación eclesiástica, a pesar de eso sintióse siempreapoyado en .su trabajo por la aprobación divina. Y esto era suficiente para él.

Tenía la costumbre de llevar un diario en el cual iba anotando sus acciones. Gustábale cultivarlas len­guas orientales. Era franco, leal, sincero y consagrado. Hizo los mayores sacrificios enel ejercicio de su misión. De él se dice lo siguiente:

"En verdad, la historia personal de este buen hombre contiene un epítome del metodismo quesurgía a través de la instrumentalidad de sus nietos Juan y Carlos. Su estilo de predicación,contenido, maneras y éxito, todo revela una semejanza sor­prendente a la de ellos y de suscolaboradores" (2).

Otro autor escribió acerca del mismo punto, lo que sigue: "Aunque el nieto (Juan) tuvo máséxito y se tornó más célebre, sin embargo, en la historia de Juan Wesley (abuelo), nosotrospodemos descu­brir trazas del punto de partida del espíritu, aun­que no de la forma, delmetodismo".(3) .

SAMUEL WESLEY

Llegamos ahora al punto cuando nos toca hablar del nieto de Bartolomé Wesley. Nació comoya vimos en diciembre de 1662, durante un período turbulento. No se sabe exactamente ellugar de su nacimiento. Murió en Epworth, en abril de 1735, después de una larga carreradedicada al trabajo de la Iglesia Anglicana. Hijo y nieto de no conformistas, abandonó latradición de sus antepasados y decidió lanzar su suerte con la Iglesia Oficial.

Cuando llegó a esta decisión, estaba estudiando en una academia de Disidentes. A la sazóntenía 21 años de edad. Dejó esa academia y se fue a Oxford para inscribirse en el colegio"Exeter" en calidad de "estudiante pobre". Eso acaeció en agosto de 1683. Al abandonar a losDisidentes tuvo que hacerse cargo de sus propios gastos. Inició su carrera en la universidadcon 45 shillings. Allí trabajó como sirviente y ayudaba a la vez a sus condiscípulos en lapreparación de sus lecciones. Se graduó de Bachiller en Artes en 1688.

Durante todo el tiempo que estuvo allí y a pesar del curso que dio a su vida, no pudo dejar derevelar que aun perduraba en. él mucho de lo que distinguiera :1 sus antepasados. Cuandoaños más tarde sus hijos Juan y Carlos estaban tan empeñados con el "Club Santo",organizado por ellos en Oxford, y asistían tan metódicamente a los prisioneros en el "Castillo",escribióles lo siguiente:

"Seguid adelante, en el nombre de Dios, por el camino recto, al cual vuestro Salvador os hadirigido y en las pisadas dejadas por vuestro padre que os precedió, pues, cuando eraestudiante en Oxford, también visitaba el "Castillo", de lo que me acuer­do con gransatisfacción hasta el día de hoy" (4)

Constatamos, por lo tanto, que el interés por los po­bres y las personas caídas en desgraciaera una peculia­ridad inherente al temperamento de los Wesley.

Después de recibirse se hizo cargo de una iglesia, a la cual sirvió hasta que fue nombradocapellán de a bordo en un buque de guerra, mas no se quedó por mucho tiempo en estepuesto. Pasó a servir por dos años en un curato en la ciudad de Londres. Durante ese períodocasóse con Susana Annesley. De ese matrimonio nacerían diecinueve hijos. En 1691 fue

enviado a la pequeña parroquia de South Ormsby, donde quedó hasta princi­pios de 1697,cuando fue para el pueblo de Epworth, en el condado de Lincoln. Allí permaneció hasta el díade su muerte, en abril de 1735.

Su vida incluyó el período de la restauración del rey Carlos II que murió en 1685 y del gobiernode Jaime II que le Pág. 20en el reinado hasta 1688. Ambos se inclinaron hacia la IglesiaCatólica, especialmente el último, quien al favorecer al culto católico provocó una grandiscordia en la nación. Y esta actitud fue la causa de que la mayor parte de la nación seopusiera a él. En 1688 estalló la revolución que obligó a Jaime II a refu­giarse en Francia.Guillermo III de Orange y María su mujer, de la casa real inglesa, fueron declaradosjunta­mente soberanos de Inglaterra. Ellos se hicieron cargo del país en 1689 y permanecierongobernándolo hasta 1714. Tocóle vivir, pues, durante una época de grandes convulsionespolíticas.

Esto no fue todo. Hubo también un notable cambio social en la vida de la nación. Pro­cesábaseun gran éxodo desde el campo hacia ciudades y villas. El antiguo sistema feudal iba poco apoco per­diendo su poder, para dar lugar a una creciente vida comercial e industrial. Losfilósofos Hobbes y Locke in­trodujeron la filosofía empírica en la vida intelectual. El científicoNewton redujo el mundo a una máquina armónica y completamente sujeta a leyes inmutables.

Despertóse una sed intensa por una vida pletórica de riquezas y placeres. Después del tratadode paz de Utrecht, notóse gran incremento en el comercio y la especulación. Organizáronsediversas y notables compañía comerciales. Entre ellas la Compañía de los Mares del Sur(South Sea Co.), la que se proponía explotar las riquezas de la Amé­rica española,considerada como una mina inagotable.

Los reyes Jorge I y II reinaron en el período comprendido entre 1714--1760. Además, desde1689 se entabló una querella con Francia que duró, Con breves inte­rrupciones, cerca de cienaños. Guillermo !II de Orange tuvo que luchar a la vez contra Irlanda y Escocia, para establecersu poder. Su gobierno trajo consigo la corrupción política y religiosa de la casa de Hanover, a.cuya dinastía Guillermo pertenecía. Esto nos ayuda por cierto a tener una idea general de lasituación. Particularmente en lo religioso las condiciones eran alarmantes, cama lo revela la citaque sigue:

"Con la ascensión al trono de la casa de Hanover, la Iglesia entró en un período de vida'anémica e inactiva: muchos establecimientos eclesiásticos fue­ron descuidados. Los serviciosreligiosos diarios fue­ron descontinuados, los días santificados ya no se tomaban enconsideración; la Santa Comunión era observada ocasiona1mente; cuidábase poco de lospobres y, aunque la Iglesia conservaba su populari­dad, el clero era perezoso y mirado condesprecio.

Al someterse al establecimiento de la corona real, el clero generalmente sacrificaba susconvicciones por conveniencias, por lo que su carácter se envilecía. Las promocionesdependían exclusivamente de la profesión que uno hada de los principios conserva­dores. LaIglesia considerábase como subordinada al Estado. Su posición histórica y sus prerrogativaseran ignoradas. Y era tratada por los políticos como si su función principal fuera la de apoyar algobierno. (5).

Sucintamente, éste fue el mundo en el que vivió Samuel Wesley. Nosotros nos maravillamos deque en un medio ambiente tal pudiera desarrollarse un hombre de su talla. Tal cosa se explicaporque el medio ambiente puede no ser el único factor en la formación de una personalidad.Porque por encima de todo, lo que se anida en el corazón es lo que hace que en últimainstancia una vida florezca en virtud y utilidad. Y lo que Samuel almacenó en él fue unaprofunda fe en los valores perma­nentes de la religión cristiana.

Una mirada a Epworth nos ayudará a admirar aÚn más la persona de Samuel Wesley. Epworthno era un lugar muy grande. Era tan solamente una villa que con­taba con un mercado y dosmil habitantes. Sin embargo, distinguíase por ser el lugar más importante del Distrito conocidocon el nombre de Isla Axholme, cuyas dimen­siones eran, de 16 kilómetros de largo por 6 de

ancho. Epworth era la parroquia más importante de las siete establecidas en aquella región yfue dedicada a San Andrés.

El paisaje no era muy poético. Los terrenos pantanosos que circundaban esa región dábale unaspec­to desolador. El suelo era bajo y sujeto a inundaciones prolongadas. Además loshabitantes no eran muy cor­teses con aquellas personas que no fueran del mismo estratosocial que ellos.

El Rev. W. H. Fitchett nos pinta vívidamente el carác­ter hostil de esa gente:

"Cincuenta años antes (que Samuel Wesley fuera a establecerse allí) esa rústica casta habíamantenido una mal disimulada guerra civil con el ingeniero holandés Comelio Vermuyden, aquien Guillermo de Orange había contratado para desecar ese viejo pantanal: rompíanle losdiques, apaleaban a sus obreros, quemaban sus cosechas. Igual actitud con­servaron para conel mismo Wesley: Acuchillaban sus vaquitas y mutilaban sus ovejas; rompían los diques denoche para inundar su pequeño campo; le acosaban a menudo por sus deudas y trataron, nosin éxito, de quemar abiertamente su casa pastoral, para después acusarle de que él mismo lehabía prendido fuego. (6)

Tal fue la comunidad a la cual sirvió, durante treinta y nueve años, con paciencia de Job.Persecuciones, odios, prisiones no removieron al párroco de Epworth de su puesto. Mantuvosiempre un temple decidido y valiente. Una y otra vez sus amigos instáronle a que abandonaraese lugar, pero él no lo hizo. En 1705 escribió al arzobis­po de York desde su prisión en lafortaleza de Lincoln, lo que sigue:

"La mayoría de mis amigos aconséjanme que abandone a Epworth, si es que realmente mepro­pongo salir de allí con vida. Confieso que no com­parto esa idea, porque celebro quepuedo hacer aún algún bien allí; .me sentiría cual cobarde si deser­tara de mi puesto sóloporque el enemigo concentra sus dardos inflamados contra mí. Por el momento, ellos llegarona herirme, pero creo que no podrán matarme. (7)

Esas sus palabras "puedo aún hacer algún bien allí" expresan la confianza maravillosa de unhombre sano y de un alma generosa. ¡Ojalá muchos de nosotros tuvié­semos el mismo espíritude resistencia y esperanza! Esa actitud merece respeto y admiración. Evidentemente poseía lapaciencia de un santo. Muy pocas veces se ponen en evidencia los valores morales de estehombre.

Más a menudo recuérdanse con ironía su tediosa poesía y sus deudas. ¡Habrá que ver siaquellos que subrayan su inhabilidad financiera hubiesen podido hacer rendir mejor que él susmenguadas entradas, disminuidas aún más por la hostilidad perversa de. sus parroquianos! Talvez muchos de ellos se hubiesen entregado a la desespe­ración. Samuel hizo lo que estuvo asu alcance para mantenerse al día, pero no le fue posible. Su escaso sala­rio y la familianumerosa se lo impedían.

¡Lo extraordinario, sin embargo, fue el hecho que en medio de tantos tumultos y necesidadesllegara a escribir tanta poe­sía! Eso, ciertamente, ayudóle a vivir.

No obstante su pobreza, empeñóse en dar a sus hijos varones la mejor educación que eraposible obtener en Inglaterra. El y su esposa 10 sacrificaron todo para dotar­losconvenientemente para la vida. No se puede leer la carta que escribió a su hijo Juan, antes deque éste fuera ordenado, sin dejar de sentir una gran admiración por este hombre. Decíale,entre otras cosas:

"Lucharé duramente por obtener el dinero necesario para tu ordenación y algo más”. (8)

No sólo proveyó dinero para les hijos que estaban en la escuela, sino que de tarde en tardeescribíales también cartas que eran de un mérito inapreciable. Las que escri­bió a su hijoSamue1 (el mayor de los varones), durante los años 1706 a 1708 en que éste estuvo en launiversi­dad, son de tal magnitud que al leerlas hoy todavía nos conmueven. Cualquier hijopodría sentirse moral y espi­ritualmente elevado si su padre se las escribiera. Im­prégnalas unsensible espíritu de piedad, amistad y sabi­duría cristiana. ¡No nos admiremos, pues, que sushijos creciesen para ser tan sabios!

Un espíritu heroico domina la fe de Samuel Wesley. Ante los desaciertos más trágicos ypruebas más terribles de su vida se mantuvo siempre fiel a Dios. Jamás le dejó de lado. Paraél, Dios era siempre el mismo. En una oración que nos dejó, decía en cierto punto:

"Estoy cansado de mis aflicciones, mi corazón me falla, la luz de mis ojos va apagándose,estoy hundiéndome en aguas profundas y no hay nadie que pueda ayudarme. Pero aun asíespero en Ti, mi Dios. Aunque todos me abandonen el Señor me sostendrá y en Él encontrarésiempre la más verda­dera, la más cariñosa, la más comprensiva, inaca­bable y poderosaamistad. Déjenme que en El yo aligere mi alma atribulada y descanse de todas mis tristezas".(9)

Al escribir al Duque de Buckingham acerca de la quema de su casa pastoral en 1709, despuésde terminar de contarle la historia de aquella noche trágica del incendio, concluye:

“…todo está perdido. ¡Loado sea Dios!” (10)

Esta última frase nos recuerda la exclamación de Job cuando perdió todo lo que de másquerido poseyera en la vida. Un padre, con tal fe y ese sereno espíritu de sometimiento alSeñor, no podía sino influir de modo positivo en la vida y el pensamiento de sus hijos. Estuvosiempre muy allegado a su esposa. No le dio toda la comodidad que ella necesitaba, pero dióletodo lo que estuvo a su alcance. Escribiendo acerca de él, después de 30 años de vida marital,ella dice:

"Desde que tomé a mi esposo para lo mejor o para lo peor, he decidido permanecer siempre asu lado. Donde él viva, viviré yo; donde él muera, moriré yo y allí seré sepultada. Quiera Diosacabar conmi­go y hacer más todavía, si alguna otra cosa que no sea la misma muerte nosllegara a separar". (11)

A su vez, él teníale en gran estima. En la semblanza que dejó de su esposa, en su poema "LaVida de Cristo", encontramos estas dos líneas muy expresivas y bonitas:

"Ella llenó de gracia mi humilde techo .y bendijo mi vida en su bendición me fue mucho másque esposa". (12)

Era hombre erudito. Escribió en latín su último gran poema sobre Job. Amó mucho a la poesía.Fue una de las grandes pasiones de su vida. Ayudóle en diversas ocasiones a enfrentar susestrecheces económicas. Dominó bastante el griego y el hebreo. Gustábale estudiar su Bibliaen las lenguas originales. Conocía también algo de caldeo. A Juan escribió:

"Estoy pensando desde hace algún tiempo en pro­ducir una edición en formato octavo de laSagrada Biblia, en griego, hebreo, caldeo, en el griego de los Setenta y en la Vulgata Latina yya he hecho algu­nos progresos en ella". (13)

En esa misma carta pide la colaboración de Juan. Como vimos, Samuel fue fiel a su vocaciónpastoral. Por 39 años batalló con un pueblo casi salvaje. Pero finalmente salió vencedor. En elaño 1732 escribió a su hijo Samuel esforzándose por inducirlo a tomar su lugar. Una de lasrazones que le daba para que aceptara su proposición, la que realmente pone en primertérmino, es ésta:

"Mi primera y mayor razón para ello es que estoy persuadido que servirás a Dios y a su puebloaquí mejor de 10 que yo 10 hice; aunque ¡gracias sean dadas a Dios!, después de casi 40 añosde trabajo entre esta gente, ella estará mejorando mucho, ha­biendo tenido más que cienpresentes en la última celebración de la Santa Cena, cuando generalmente no he tenido másque veinte". (14)

Una y otra vez sus parroquianos tentaron destruir su obra, pero él jamás por eso sedescorazonó. Prosiguió su camino. Esa perseverancia la encontramos más tarde en losadalides metodistas, especialmente en sus hijos Juan y Carlos. Estos tampoco cejaron cuandose encon­traron frente a la oposición sostenida de los eclesiásticos de la Iglesia de Inglaterra.Les tocó sufrir y esperar largo tiempo, pero finalmente los despreciados metodis­tas seimpusieron a la conciencia pública, contribuyendo poderosamente a la vida misma de la nacióny mejo­rando sensiblemente a aquellos que les habían perse­guido y despreciado.

Añadiremos unos pocos comentarios más, antes de pasar al estudio de algunos miembros dela familia de Susana Wesley. Su religión no era meramente formal. Hallaba que uno debíallegar a tener una seguridad interna de la, salvación. Sostenía que el alma debía mantener unarelación directa con su Creador. Antes de morir, al tener certeza de su próximo fin, dijo a Juan:

"El testimonio interno, hijo, el testimonio inter­no; ésta es la prueba, la prueba más verdaderadel cristianismo". (15)

Poco antes de abandonar este mundo exclamó:

"Pensad en el cielo, hablad del cielo; todo tiempo, en que no estamos hablando del cielo, estáperdi­do". (16)

La religión era para él la más grande de las realidades. Fue siempre su más alto refugio y sumás preciado in­terés.

Sin duda él tuvo sus debilidades. Ningún hombre es perfecto. Teniendo en cuenta, pues ladebilidad huma­na, lo mejor sería que evaluáramos todo hombre por lo que haya producido debueno y permanente. Indu­dablemente que nuestra humanidad sería mucho mejor si todos lospadres fueran fieles a su Señor y dedicados a su familia como Samuel Wesley lo fue, y sipudiesen ofrecer a Dios y a la sociedad la calidad de hijos que él legó a Inglaterra y al mundo .

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(1) Stevenson, G. J.: "Memorials of the Wesley Family", pág. 4.

(2) Stevenson, G. J.: Op. Ct. Pág. 34.

(3) Por el autor de "Wesley and his friends", pág. 18.

(4) Citado por Stevenson, G. J ., Op. Ct., Págs. 130-131, de una carta que Samuel

Wesley le escribió a su hijo Juan con fecha 21 de septiembre de 1730.

(5) “The Enciclopedia Británica” Ed.11, Vol. IX, pág.450-451

(6) "Wesley and His Century", pág. 33.

(7) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 92.

(8) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 121.

(9) Citado de Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 95.

(10) Ver carta en Stevenson, G. J., Op. Cit., Págs. 107-109.

(11) Citado por Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 61.

(12) Idem, pág. 62 (She graces my humble roof, and blest my life,

Blest me by a far greater name than wife).

(13) Idem, pág. 120.

(14) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 136.

(15) Stevenson, G J., Op. Cit. 136.

(16) Idem, pág. 149

CAPÍTULO SEGUNDO

LOSADELANTADOSParte segunda

Los Antepasados de Juan y Carlos Wesley por la línea materna

“... mi preocupación más entrañable es por tu alma inmortal y por tu felicidad espiritual….”Susana Wesley.

No muchas mujeres cristianas del temple y del carác­ter de Susana Wesley, la madre de Juany Carlos, enumera la historia de la Iglesia. Poseía muchas carac­terísticas que le dieron lugarde distinción entre sus congéneres, principalmente por el renombre y la obra de sus hijos. No

poseemos muchas noticias acerca de sus antepasados, salvo de algunas memorias acerca. delpadre de su madre, Juan White, y su padre Samuel Annesley, con quienes nos detendremos

brevemente.

JUAN WHITEJuan White era galés. Estudió también en Oxford en el Colegio de Jesús. Más tarde recibióseen leyes y esta­bleció su bufete de abogado, desde el cual se empeñó en defender a muchospuritanos.

En 1646 fue elegido miembro de la Cámara de Representantes, oponiéndose a la política delrey Carlos l. Era presidente del "Comité de Religión”, en cuya capacidad tuvo que habér­selascon los casos de cerca de cien clérigos, cuyas vidas no armonizaban con la posición queocupaban.

A raíz de esa tarea, que le proporcionó ocasión para estudiar la vida íntima del clero de suépoca, publicó un volu­men con el título: "Primer Siglo de un Sacerdocio Malicioso yEscandaloso". También fue miembro de la "Asamblea de Teólogos" de Westminster. El celoexcesivo con que se dedicaba a sus múltiples tareas le con­sumieron temprano, a tal punto quemurió al contar tan solamente 54 años de edad. Murió en enero de 1644.

Una cosa entre otras se impone al recuerdo. En un discurso que hizo en el parlamento en1641, trató de probar que los oficios de obispo y presbítero son la misma cosa. Ademásaseveró que las distinciones que se hacen entre vicarios, diáconos y otros clérigos por el estiloson productos de innovaciones humanas, sin tener razón de ser. (1).

No nos asombrará pues que Juan Wesley, su bisnieto, casi un siglo después, abogara por laigualdad de órdenes entre el oficio de obispo y el de presbítero. Y que le llevara, ante lanegativa de su obispo, a ordenar algunos de sus predicadores itineran­tes, aun cuando lasleyes canónicas de la Iglesia de Inglaterra no le permitían hacerla, a fin de poder pres­tar unmejor servicio eclesiástico por medio de la Iglesia Metodista que se había formado en Américadel Norte con motivo de la independencia política de ese país.

SAMUEL ANNESLEYDe la familia del padre de Susana no tenemos otrasnoticias que las del mismo Samuel AnnesleySabemos que era de linaje aristocrático y primohermano del conde de Anglesey y que naciera en elaño 1620 en la localidad de Haseley, Warwickshire,Perdió a su padre cuando tenía tan solamentecuatro años de edad. Su madre, muy piadosa,enseñóle a tener en mucha estima la pureza de unavida religiosa. Un biógrafo suyo dice:

"Desde su niñez su corazón sintió el llamado parapredicar y para estar en condición de hacer tal .cosa, cuando sólo tenía 5 ó 6 años de edadcomenzó a leer la Biblia seriamente. Y tal era suardor que se propuso leer veinte capítulos por día,costumbre que mantuvo hasta el fin de su vida". (2)

Cuando cumplió los quince años entró a laUniver­sidad de Oxford, inscribiéndose en elColegio "de la Reina" (Queen's College), donde se

graduó de Maestro en Artes. A los 21 años decidió dedicarse al trabajo de la. Iglesia. Fue en unperíodo difícil para Inglaterra, en la época en que su rey estaba contra el parlamento, Despuésde recibir su Diploma de Doctor en Leyes (LL.D), fue nombrado capellán en un .barco deguerra, cargo que no le agradó abandonándolo pronto para asumir la responsabilidad de laparroquia de Cliffe en el condado de Kent, en cuyo pastorado permaneció por muchos años. Alprincipio los parroquianos no le que­rían, mas cuando los dejó, lo lamentaron. Su fidelidadhabíale ganado el amor del pueblo.

Tuvo que dejar el lugar debido a algunas cosas duras que él dijo contra la ejecución de Carlos Iy contra Cromwell y otros ofi­ciales del "Commonwealth". En. 1652 se hizo cargo de la pequeñaparroquia de San Juan Evangelista en Lon­dres. En 1657 fue nombrado lector durante la tardedel día domingo en la catedral de "San Pablo". Más tarde fue nombrado por Ricardo Cromwell(hijo de Oliver Cromwell) vicario de San Gile, donde sirvió hasta el año 1662, cuando fuesancionado el "Acto de Uniformidad”

Era un puritano convencido y, como Bartolomé y .Juan Wesley (abuelo), mantuvo su libertad deconcien­cia renunciando a los privilegios de una parroquia de la Iglesia Oficial. Durante diezaños predicó en privado y bajo circunstancias difíciles. Y por lo que se llamó más tarde el "Actode Indulgencia", obtuvo permiso para predicar en el salón de cultos de "Little Saint Helen's". Allísirvió con fidelidad hasta que fue lla­mado a la vida superior.

Casóse dos veces. Su primera esposa fue sepultada en 1649 y el único hijo de ambos falleciótambién en 1653. La segunda vez, desposó a la hija de Juan White, en 1652, probablementedespués de su ida a Londres. De su segunda mujer tuvo veinticuatro hijos, entre los cualesSusana, la madre de Juan y Carlos Wesley, fue la última en llegar. Ella era una .mujer de dotespiado­sos y mucha prudencia, desvelándose mucho por la instrucción religiosa de sus niños.

La casa de Samuel se constituyó en refugio de muchos disidentes y el lugar de encuentro delos párrocos no conformistas. A los jóvenes estudiantes de la "Acade­mia de los Disidentes"gustábales estar en su casa. Entre ellos encontramos a Samuel Wesley (padre de Juan yCarlos), sin duda en aquella época fue cuando éste trabó conocimiento con la que se casaríaalgunos años más tarde. Consta que el Dr. Annesley era muy frugal en su manera de vivir. Elhistoriador de la familia dice:

"Bebía tan solamente agua. Estudiaba en una pie­za en el altillo de su casa, con las ventanasabiertas y sin fuego ya en verano o invierno. Tenía una entrada considerable por las

propiedades que here­dara, además de su salario, pero separaba con fines de benevolenciauna décima parte de todo lo que recibía, práctica que ponía en ejercicio antes de usar el restoen otras cosas". (3)

Como veremos más adelante, encontraremos trazos de algunas de estas características en sunieto Juan Wesley.

SUSANA WESLEYSusana Wesley ocupó el vigesimocuarto lugar entre los hijos que el Dr. Samuel Annesleytuviera de su segundo matrimonio. Ella nació en Londres el 20 de enero de 1669. Recibió unaeducación fuera de lo común para una mujer de su época. Además de su len­gua nativaestudió el griego, el latín y el francés. De una carta que su esposo escribiera a su hijo Samuelen 1707, se infiere que ella no tenía un conocimiento muy esmerado del latín. El padre alinsinuar a su hijo que le escriba acerca de sus pensamientos más íntimos, le dice:

“... yo te prometo tanto secreto, que aún tu madre no sabrá nada de ello, a no ser lo que túquieras que ella sepa, por esta razón sería conve­niente que me escribieras en latín". (4)

Probablemente ella lo había olvidado por no usarlo, pues el Dr. Fitchett dice que lo conocía ensu adolescen­cia. (5)

Adornábale una inteligencia brillante y una mente vivaz. Desde su niñez manifestó un interésfuera de lo común por la teología. Después de ponderar los motivos que habían suscitado lascontroversias entre los Disi­dentes y la Iglesia de Inglaterra, decidió echar su des­tino con ésta.Contaba a la sazón 13 años de edad. Casóse con Samuel Wesley en la primavera de 1689 ytrajo al mundo diecinueve hijos en el lapso de 21 años Sobrevivió a su esposo siete años. Sinembargo, cuando falleció, alcanzó la misma edad que él tenía al morir, esto es, 72 años. Acabósu carrera terrenal en julio de 1742. En esa ocasión encontrábase en Londres, viviendo con suhijo Juan en la llamada Fundición (el local de cultos que Juan Wesley adaptara de una viejafundi­ción de cañones).

Susana fue seguramente una de las mujeres más instruidas e inteligentes de su época. El DI.Fitchett aseve­ra que "ella era probablemente la mujer más capaz de toda Inglaterra en suépoca" (6).

Sin embargo, la gran gloria de Susana no la encontramos en sus conocimien­tos intelectuales,mas sí en su poder de penetración y en su sensibilidad espiritual. Tenemos que admirarlatambién por su consagración a los intereses y menesteres de su hogar, por el cuidado extremoque dedicó a sus hijos, por la intensidad de su fe y la sufrida entereza con que supo afrontar lasdiversas y continuas pruebas de su vida. El Dr. Fitchett dice que faltábale chispa humorística.

Posiblemente eso era verdad, pero acor­démonos que era responsable por una familianumerosa y que muchas veces tenía que ingeniárselas para ali­mentarla, en particular cuandosu esposo estaba en la cárcel debido a las deudas contraídas. Estaba sujeta a sufrir losdesmanes de su pueblo hostil, que por lo común demostraba poca o ninguna simpatía con sufamilia, y serenamente asistió a la reiterada prueba y humi­llación de ver a su esposo ir a lacárcel. Además su salud era pobre, lo que hizo que su marido informara a su arzobispo: "Miesposa está enferma mitad del tiem­po" (7). ¡En esas circunstancias era realmente difícilcon­servar una chispa humorística!

Fue esposa ejemplar y madre modelo. Como esposa siempre estuvo lista a seguir a su maridoy a secundarle en todas las ocasiones y pruebas. Por él estuvo dispuesta a someterse a losmayores sacrificios y a defenderlo de todo ataque que alguien osara hacerle. En todo sentidofue una gran ayudadora tanto en su vida como en su obra. Como madre, extremóse endispensar a sus hijos lo mejor y más noble de lo que es capaz de ofrecer la religión cristiana.Posiblemente fue muy severa y rígida en sus métodos educativos. Sin embargo, lo importante

es que adoptó un método y, por encima de todo, un método digno dirigido hacia un fin elevado.Acostum­braba a sus hijos a tener horas marcadas para cada deber y ella fue la única maestraque cada uno de ellos tuviera en la aldea de Epworth. Su hijo Samuel fue el único a quienproveyeron de un maestro particular durante su niñez.

Para Susana lo supremo en el hogar era la religión. Preocupábase por la educación religiosade sus hijos con extremo celo. Y ésta fue la razón por la cual sus hijos varones llegaron a serpersonajes tan distinguidos y útiles para el mundo entero. Separaba, además de lasdevocio­nes familiares, una hora semanal para cada uno de ellos. En el año 1712, escribió a suesposo:

"He resuelto comenzar con mis propios hijos y, por lo tanto, me propuse observar el métodosiguiente: Me tomo, de la porción de tiempo que puedo ahorrar cada noche, lo necesario paradiscurrir con cada uno de ellos separadamente acerca de 10 que ('II('S(' su principal necesidad.El lunes conversaba con Molly, el martes con Hetty, el miércoles con Mary, el jueves con Jacky,el viernes con Patty, el s;\ hado con Carlos y el domingo con Elimia y Sukey juntas". (8)

Como vimos, la noche dedicada a Juan era el jueves. Podemos imaginarnos la influencia queeso tendría en su joven vida. Fue en ese mismo año cuando ella escribió esa carta, quecomenzó a tener reuniones en su casa mientras su esposo estaba ausente durante diversosmeses. Sorprendentemente las asistencias fueron creciendo vez tras vez en número. Y a vecesmás de doscientas personas vinieron a escuchar sus exhortaciones y la lectura de ser­mones.Por dos veces, a instigación del ayudante de su esposo, ella recibió de su marido la sugestiónpara que desistiera de dirigir esas reuniones, por hallar que era conducta inconveniente parauna mujer. Sin embargo, ella siguió adelante con esa costumbre. Y contestando a la segundacarta, que sobre este asunto le escribiera el esposo, dícele:

"Si tú, sin embargo, piensas que es conveniente disolver esta asamblea, no me digas quedeseas que yo lo haga porque eso no sería suficiente como para satisfacer a mi conciencia. Siasí fuere envíame tu orden positiva, en términos tan completos y termi­nantes que meabsuelvan de toda culpa y castigo por haber descuidado esta oportunidad de hacer el bien, enel día que tú y yo aparezcamos ante el gran y terrible tribunal de nuestro Señor Jesucristo" (9).

Ante esa orden inequívoca, Samuel Wesley nada más dijo, ni mencionó el asunto en cartassucesivas. Ella, por lo tanto, continuó con las reuniones, lo que conquistó para la Iglesia lasimpatía y el interés del pueblo, el cual por tantos años anteriormente habíase conservadoajeno a los intereses religiosos. De esta manera, aportó ella grandes beneficios a la obra de suesposo, mayores que los que éste consiguiera durante los muchos años de su ministerio allí.Juan y Carlos estaban en casa durante ese período. Ciertamente esas reuniones debieronhaber dejado honda impresión en sus mentes infantiles. Su ma­dre les estaba iniciando en unapráctica que ellos adop­tarían más tarde durante todo su ministerio: la de dirigir reuniones decarácter devocional y evangelizador al mar­gen de la Iglesia.

La educación religiosa que ella principiara en casa con cada uno de sus hijos, no seinterrumpía cuando ellos se iban del hogar por sus estudios u otras razones. Conti­nuaba suministerio maternal a través de cartas. Una lectura de esas cartas que ella escribía a sus hijos ya su esposo nos sería de gran beneficio, por el profundo espí­ritu de piedad que exhala detodas ellas. A través de las palabras que traducían sus pensamientos vislumbramos el alma deuna madre celosa y arrodillada ante el Señor, rogando por bendiciones permanentes a favor desus hijos. Una muestra del espíritu que le incitaba a escribir esas cartas, encontrámosla en elsiguiente fragmento de una que escribiera a su hija Susana:

"Tú sabes muy bien cómo te amo. Amo tu cuerpo y ruego fervientemente al Dios Todopoderosoque te lo mantenga con salud, que te conceda todas las cosas necesarias a tu bienestar ysostén en este mun­do. Sin embargo mi preocupación más entrañable es por tu alma inmortal ypor tu felicidad espiritual. No puedo expresar mejor mi interés en ese sentido sinoesforzándome por instilar te en todo momento aquellos principios de conocimiento y verdadque son absolutamente necesarios para que te empeñes en llevar aquí una vida virtuosa, quees lo único que puede infaliblemente asegurar tu felicidad eter­na". (10).

Aunque muchas veces estaba imposibilitada de mo­verse por sus frecuentes enfermedades, nose excusaba de cumplir con su obligación de madre cristiana y empe­ñábase entonces enescribir largas cartas a su Samuel o a Juan o a Susana o a Carlos. Aún después que ellos secasaron y tuvieron grados académicos, continuó su minis­terio paciente y epistolarexhortándolos a vivir siempre junto al Señor y a servirle. De su parte los hijos frecuen­tementeconsultábanla cuando se les presentaba algún asunto importante que resolver. Más de una vezayudó a Juan en el desarrollo de su movimiento religioso. Espe­cialmente útil fue su consejocuando en las Sociedades Metodistas se inició la predicación laica. Su palabra dis­creta yserena muy a menudo evitó que su hijo Juan, llevado por el impulso del momento, tomararesoluciones precipitadas.

Vale la pena notar que detrás de cada gran hombre de la historia casi invariablemente unodescubre el cora­zón grande, piadoso y amoroso de una madre consagrada.

Su fe en Dios y en Cristo era maravillosa. Nada ni nadie podía separar a su corazón de lacompañía de Dios. Fue mujer que mucho sufrió, pero tanto ella como su esposo, nuncaolvidaron que Dios era su fortaleza y salvación. Creía firmemente en la eficacia de la oraciónintercesora. Y oraba con sus hijos cuando vivían a su lado y por ellos cuando hallábanseausentes, dedicando siempre mucho tiempo a sus devociones. Era muy orde­nada, meticulosay severa en muchos de sus métodos. Acerca de eso escribió en cierta ocasión:

"Cuando era joven y dedicaba demasiado tiempo en diversiones infantiles, resolví no pasar enpasa­tiempos ni por un solo día, más de lo que yo pudie­ra dedicar a mis devocionespersonales".

Alguien que la conoció muy íntimamente escribió:

"La gracia manifestábase en todos sus pasos, el celo reflejábase en sus hijos y cada gestosuyo expre­saba divinidad y amor".

En sus empresas era porfiada y perseverante. Un inci­dente basta para ilustrar esa sucaracterística. Un día el esposo la había estado observando mientras ella instruía a uno de loshijos. En un momento dado interrumpióla para decide:

"Admírome de tu paciencia. Dijiste a aquel niño veinte veces la misma cosa". A eso ellacontestó: "Si yo me hubiese contentado con decírsela solamente diecinueve lo habría perdidotodo. Pudiste constatar que fue solamente la vigésima la que coronó mi trabajo". (11)

Muy posiblemente su religión podría parecer a veces demasiado mecánica y formal. Sinembargo la impregnaba una fe y una esperanza portadoras de muchas ben­diciones morales yespirituales. Sin duda que es mejor tener un método, a no tener ninguno y olvidarse de losdictámenes de una vida religiosa. El mundo es por cierto más rico, en lo relativo a los valoresmorales y espiritua­les, por la vida que llevó esa mujer piadosa y heroica, cuyas virtudes semanifestaron y desarrollaron tan meri­toriamente en el seno de su casa y familia. Uno de losestudiosos de la historia del metodismo hizo sobre su carácter este elogioso comentario:

"Heme familiarizado con muchas mujeres piado­sas y he leído la vida de otras, pero de unamujer como ésa, hecha y derecha, nunca he oído hablar, tampoco he leído que existiera yjamás he venido en contacto con una de tal magnitud. Sólo Salomón describió al final de susProverbios a una tal como ésta y adoptando sus palabras, puedo decir: Muchas hijas hanobrado virtuosamente, pero Susana Wesley las ha sobrepujado a todas'." (12)

Ella en verdad fue una de esas almas que muy raras veces pasan entre nosotros y cuyas vidasexhalan la Ínti­ma gracia divina: amando, sirviendo y sufriendo en noble silencio.

¡Bienaventurada sea su memorial

(1) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 158.(2) Me Tyeire, H.N.: "History of Methodism", pág. 20, nota.(3) Por el autor de "Wesley and his Friends". Pág. 20.(4) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 104.

(5) Op. Cit., pág. 15.(6) Op. Cit., pág. 16..(7) Fitchett, W. H., Op. Cit., pág. 18.(8) Citado de una carta que ella escribió el 6 de febrero de 1712, Stevenson, G. J., Op. Cit., Págs. 195.(9) Stevenson, G. J., Op. Cit., pág. 197, citado de una carta que ella escribiera el 25 de febrero de 1712.(10) De una carta escrita desde Epworth el 13 de enero de 1709 Ó 10, citada por Stevenson, G. J., Op.Cit., pág. 281.(11) Wiseman, F. Luke, "Charles Wesley", pág. 19.(12) Clarke, Adam Dr., (citado por Stevenson, G. J., Op. Cit. pág. 230.

CAPÍTULO TERCERO.

UN TIZON ARRANCADO DEL FUEGO"Mi parroquia es el mundo". Juan Wesley.

Entre los grandes evangelistas y reformadores de la Iglesia Cristiana esté! Juan Wesley, hijo deSusana y Samuel Wesley, de los cuales ya hablamos en las páginas anteriores, y ciertamentefigura entre los más destacados. Su figura señera atrae todavía la lealtad de muchos mi­llonesalrededor de la tierra, como uno que supo inter­pretar a Cristo y presentarlo ante lasmuchedumbres con la gracia perdonadora y redentora que aparece en el Evangelio. Como lamayoría de los grandes reformadores y evangelistas de la historia, él no estaba interesado. enel establecimiento de un nuevo cuerpo eclesiástico que lle­vara su nombre, sino en unarenovación de la vida de la Iglesia y en la formación de una conciencia abierta a los influjos dela Gracia Divina.

Que su movimiento se concretara más tarde en una nueva denominación, fue consecuencia defactores que él no pudo controlar. Es importante recordar en esta conexión que Juan Wesley, lomismo que su hermano Carlos, jamás abandonó las filas de la Iglesia Anglicana a cuyoministerio había consagrado su vida. Esto demuestra que otro era su motivo al iniciar elmovimiento que otros, y no él, bautizaron con el nombre de metodista.

Nació Juan Wesley en la ya descripta población de Epworth, el 17 de junio de 1703. Bajo lavigilancia y la tutela de su madre inició se primeramente en las lides del intelecto. En el día quecumplió cinco años, como solía acontecer con todo hijo de Susana, tuvo que aprender dememoria todo el alfabeto. Y el primer libro de lectura que tuvo en su vida fue la Biblia.

Creció en una atmós­fera impregnada de piedad y disciplina. Su madre, como recordaremos,era muy rígida en su método educativo y bien pronto Juan tuvo que aprender a llorar ensilencio cuando era castigado bajo el concepto bíblico que, cuando la mano paterna o m¡1ternacastiga, lo es para salud de quien recibe la corrección.

El amor de sus padres era por lo tanto templado por esa rigidez disciplinaria, que era parte dela herencia dejada a su familia por los antepasados. La vida, más que goce, era disciplina quedebía conducir al individuo hacia los caminos celestiales y salvarIo de las tentaciones "delmundo, de la carne y del diablo". Un comentarista de la vida familiar de los Wesley, dice losiguiente:

"No se juzgaba entonces que mereciera el nombre de educación lo que no estuviese basadoen el cris­tianismo y santificado por la Palabra de Dios y la oración. La religión familiar, en elhogar de los Wesley, formaba una parte esencial de su disciplina. y era un caso de concienciainstruir a los niños y dependientes en la naturaleza de sus deberes sociales, morales yespirituales. Era también práctica de ellos el apartar días especiales para la oración, para lahumillación en épocas de calamidades y para la acción de gracias al ser recipientes debeneficios especiales". (1)

Ya vimos cómo Susana escribió a su esposo en 1712 que ellatomaría la resolución de apartar una hora por semana para estar asolas con cada uno de sus hijos. Juan tenía esa entrevista con sumadre la noche del jueves. Contaba en ese entonces sólo 9 años. Sinduda ésa fue una de las vivencias que más impresionaron al niño y surecuerdo perduraría durante toda su vida. Más tarde, cuando él seencontraba lejos del hogar y en medio de las luchas de su apostoladoevangelístico, escribió a su madre rogándole que apartara todavíapara él esa hora, de manera que ella pudiese acompañarle con susruegos y oraciones o escribirle sobre cosas de orden espiritual.Acostumbróse desde temprano a separar cada hora del día para algoen particular. Buscaba de ese modo apro­vechar al máximo su tiempopara no desperdiciarlo ya por falta de disciplina O en frivolidades.

Por dos veces la casa pastoral fue incendiada por el populacho de la parroquia durante lainfancia de Juan Wesley. Una vez se quemó en parte y la otra (en 1709) totalmente, quedandodestruidos muebles, libros y los manuscritos del padre. En la segunda ocasión, la madre estabaenferma y a duras penas pudo escapar pero con las manos y el rostro chamuscados. Juanhallábase dur­miendo en el segundo piso. Cuando se dieron cuenta que faltaba el padre tentórescatarlo, pero ya era imposible: el fuego ya había hecho presa de la escalera que llevaba alpiso superior.

Entonces invitó a los que habían acu­dido al lugar a arrodillarse para pedir que Dios recibieseen su seno el alma de su hijo. En ese momento oyóse el lloro del niño que se asomabadesesperado por la ven­tana de su pieza. Acto seguido un hombre subió sobre las espaldas deotro en tiempo suficiente como para alcanzarlo y bajarlo, rescatándolo del peligro.

Cumplido esto, el techo cayó en llamas para dentro de la casa. Y a la luz de las llamas quedevoraban los restos de la mansión arrodillóse el grupo de la casa pastoral y los vecinos ainvitación del padre: "Venid, vecinos, arrodillémonos, agradezcamos a Dios, me ha dado misocho hijos. ¡Que se vaya la casa! ¡soy lo suficientemente rico" (2).

Y Wesley recordaría más de una vez a lo largo de su vida este terrible incidente. En uno de susretratos mandó grabar como emblema una casa en llamas y la leyenda: "¡Un tizón arrancadodel fuego!"

A los II años, esto es en 1714, tuvo que abandonar su hogar e ir a Londres donde asistió comoalumno interno hasta 1719 en la escuela "Charterhouse". En aquellos días la vida de uninternado era muy severa y los niños eran tratados con disciplina rígida, casi como siestuvie­sen en un monasterio. Agravábase aún más la situación cuando el alumno procedía deun hogar pobre. Muchas veces debía sufrir vejámenes de parte de aquellos que se sentíansuperiores por su posición social o los haberes de sus padres.

Juan era de índole algo tímido y durante esos años muy a menudo tuvo que soportar hasta elham­bre, porque sus condiscípulos -cosa que era permitida en los internados de aquelentonces- le quitaban la comida del plato. Como era de constitución débil, y por consejo de supadre, temprano por la mañana corría un cierto número de veces alrededor del edificioprinci­pal de la escuela, como para fortalecer sus piernas y pul­mones.

¡Por lo visto hoy día nosotros consideraríamos tal disciplina muy inadecuada y trataríamos queun niño en tales condiciones tomara más alimento y vitaminas! Pero ésas eran otras épocas ylos niños no se trataban como tales, sino como adultos pequeños. Tenían que aprender en larudeza de la vida a hacerse fuertes y hombres.

Por cierto que ésos fueron años de prueba en la "Charterhouse". Aun más, durante los mismosfortaleció­sele el ánimo y preparóse para aquella disciplina que seríale necesaria más tarde,cuando tuvo que hacer frente a tanta oposición y persecución. Y periódicamente como paraalentarlo llegaban las cartas de sus padres, exhor­tándolo a permanecer fiel a su tradiciónreligiosa en medio de tantos niños que no habían tenido, ni remo­tamente, la misma influenciacristiana. Lo cierto es que Juan Wesley no guardó en su memoria recuerdos muy gratos de

esos años. Miraba hacia ellos sin nostalgia, con sentimiento de alivio, ¡qué suerte que habíanquedado atrás en la historia de su vida!

En 1720 entró a la universidad de Oxford, así como lo habían hecho sus antepasados,permaneciendo allí con pequeños intervalos hasta 1735.

En los atrios universitarios no encontró mucho incentivo como para profundizar su vidareligiosa. Nunca llegó a pervertirse por las costumbres libres cuando no licencio­sas y profanasde sus condiscípulos. La religión era para él, más que un goce interior, la observancia de reglasestrictas. Durante todos los años que estuvo allí inclinóse primero hacia el formalismo ydespués hacia una disci­plina férrea. Esa religión dejaba en él, con frecuentes asomos decrisis, un gusto de descontento.

Buscaba cum­plir con los requisitos formales, pero su alma parecía tener hambre de algo queno alcanzaba a obtener y que él no sabía exactamente lo que era. En consecuencia se excedíaen actos de caridad y misericordia especialmente entre los pobres, los encarcelados y losenfermos. El móvil era siempre más que por un sentimiento de solidaridad, buscar aplacar la"ira de Dios" a través de esos actos y aparecer justificado ante Sus ojos.

Esa lucha, entre una religión formal y una vivencia personal interna de la presencia de Dios,perduraría por muchos años después de concluir su curso de bachiller en artes. Durante esosaños su peregrinación espiritual sufrió muchos altibajos, a pe­sar de haberse ordenado diáconoen 1725 y presbítero en 1728.

Entre las influencias que le ayudaron en su formación religiosa destácanse tres autores:Thomas A. Kempis, Jeremías Taylor y William Law, además de su contacto con los Moravos ysu experiencia misionera en la colonia de Georgia, región que hoy día forma parte de laAmé­rica del Norte. Esos escritores, de carácter profundamen­te religioso y a vecesespeculativo, habituáronle a pensar agudamente en los problemas de la vida y de la muerte, enrelación con la revelación cristiana.

Los Moravos le llevaron a la búsqueda de una religión que fuera expresión de una fe personalen Cristo y la expe­riencia misionera le enseñó que, antes de poder evange­lizar a otros, unotiene que tener una convicción perso­nal profunda e íntima. Muy significativa es la confesiónque escribe en su Diario en febrero de 1738, al volver de su aventura misionera en América, alver nuevamente las costas de Inglaterra: "Fui a la América para convertir a los indios, pero, ¡oh!¿Quién me convertirá a mí?"

Solamente después de mucho buscar en los adentros de su conciencia, de platicar largamentecon sus amigos moravos, de participar en reuniones de oración y exhor­tación con ellos, llega ala plenitud de su experiencia religiosa. Fue en esa inolvidable noche del 24 de mayo de 1738,mientras se celebraba una humilde reunión en un saloncito de una callejuela de Londresllamada Aldersgate, dirigida presumiblemente por un laico, cuyo nombre se desconoce, dondeal promediar la lectura del prefacio de Lutero a la epístola de San Pablo a los Ro­manos, sintióel amor de Dios "derramarse en su corazón”.

Es muy conocida la descripción que él mismo hace de esa experiencia. La narra en su Diario:

"Cerca de las nueve menos cuarto, mientras escu­chaba la descripción que Lutero hacía sobreel cam­bio que Dios obra en el corazón a través de la fe en Cristo, sentí que mi corazón ardíade una manera extraña. Sentí que en verdad yo confiaba en Cristo, en Cristo solamente para lasalvación y que una seguridad me fue dada de que él había quitado mis pecados, en verdadlos míos, y que me había salvado de la ley del pecado y de la muerte. Empe­cé a orar con todomi poder por aquellos que de alguna manera especial me habían perseguido y se habíanabusado de mí. Entonces testifiqué ante todos los presentes de lo que por vez primera sentíaen mi corazón." (3)

Desde ese momento sintióse un nuevo hombre y salió de allí "jubiloso" para ir en busca de suhermano, que a la sazón estaba enfermo, para informarle acerca de su hallazgo en Cristo.Sentíase con nuevos bríos y un entusiasmo indescriptible. Más tarde, interpretando su propiavivencia religiosa a través de los años, diría que antes de Aldersgate su relación para con Dios

había sido la de un esclavo para con su señor y que después de esa .época la de un hijo paracon su padre. Es decir que fue la transferencia de una religión del temor a una religión delamor, de una relación legal a una relación de fe.

No tenemos suficiente espacio como para seguir toda su trayectoria espiritual desde 1724,cuando terminó su curso de bachiller en artes, hasta 1738, cuando tuvo su gloriosaexperiencia. Ya hicimos referencias a sus ordenaciones

Mencionaremos además que en 1726, a tan sólo un año después de su primera ordenación,fue nombrado tutor ("Fellow") en la Universidad de Ox­ford, en el colegio de "Lincoln", funciónque interrum­pió entre 1727-29 para ser ayudante de su padre en la parroquia de Epworth.Este alimentaba esperanzas de que el hijo le sucediera a su muerte. Pero Juan volvió en 1729a Oxford, insistiendo con su padre que no le era ya factible vivir lejos de los atriosuniversitarios.

Allí tenía mucho más tiempo y oportunidad para satisfacer la sed de saber que siempre leazuzaba hacia nuevos conocimientos y estudios. Una simple mirada a su programa de eseentonces en el orden intelectual, nos explica claramente por qué la vida en Epworth no tuvoatracción suficiente como para retenerle.

"Daba lecciones de griego y era monitor de las clases; fue instructor primero de lógica y mástarde de filosofía. Además, en su plan semanal de estu­dios personales incluyó el hebreo, elárabe, el grie­go, el latín, la lógica, la ética, la metafísica, la filosofía natural, la oratoria, lapoesía y la teolo­gía." (4)

Permanece en su puesto de tutor e instructor hasta el mes de octubre de 1735, que es cuandose retira con su hermano Carlos y otros dos compañeros universita­rios para ir a Georgia. Yahicimos referencia a su aven­tura misionera en ésta y a su vuelta a Inglaterra que culminó consu experiencia religiosa en Aldersgate.

Desde 1738 hasta el 9 de marzo de 1791, día de su fallecimiento, no cejaría en su inmortalobra evangeli­zadora, tarea que llevó a cabo en todo el Reino Unido de Gran Bretaña. Contaresa dramática historia, llena de emotivas y extrañas peripecias y extraordinarias realizacionesen el campo religioso, nos tomaría mucho espacio. Los que desean penetrar más hondo en lavida de este hombre tienen a su disposición una gran varie­dad de libros y otros materiales.Tenemos espacio tan solamente para notar algunas de las muchas caracterís­ticas de eselargo ministerio. Antes, empero, daremos otra nota biográfica que puede ser de interés paracom­pletar el cuadro de la semblanza.

Juan Wesley, siempre tan sagaz y clarividente en sus contactos y conocimientos de lanaturaleza humana, fue muy infeliz en la búsqueda de una compañera que le secundara en suobra y le diera un hogar donde pudie­se rehacer "sus fuerzas al calor del afecto familiar. N otuvo éxito alguno en varias tentativas que hiciera, tanto en Inglaterra como en América o queterminaron por una razón u otra en disgustos y desilusiones.

Final­mente casóse en 1752 con una viuda, madre de dos hi­jos, y que había sido la esposa deun comerciante de nom­bre Vizelle o Vazeille, mujer de cierta inteligencia, que aparentabatener dotes suficientes como para darle el hogar que necesitaba. Pero pronto diose cuenta queésa no era mujer para su temperamento y tareas. El no era hombre que podía estarse quietoen casa. Dos meses después del enlace estuvo nuevamente entregado de lleno a su vidaitinerante.

Ella acompañóle por algún tiempo, pero acostum­brada como había estado a otro tenor devida, no pudo naturalmente darse a ese constante peregrinar. El Dr. Stevens la describe así:

"Remisa para viajar, disgustóse igualmente con las ausencias habituales de su esposo. Sudisgusto tomó finalmente la forma de celos monomaníacos. Durante veinte años lo persiguiócon sus sospechas infundadas y sus importunaciones intolerables. Ante esas pruebasdestacóse admirablemente la gran­deza genuina del carácter de Wesley, puesto que su carrerapública nunca tambaleó ni perdió una iota de su energía o éxito durante su prolongadadesgracia doméstica. Una y otra vez ella lo abandonaba, pero volvía a él a sus reiteradas

instancias. Ella abría, interpolaba y exponía entonces ante sus enemigos su correspondencia y,algunas veces, viajaba hasta cien millas para ver, desde una ventana, quién le acom­pañabaen su carruaje. Finalmente, tomando consigo porciones de su Diario y otros papeles, quenunca devolvió, dejóle en 1771 con la seguridad de que no volvería a él jamás. La alusión queél hace a este hecho en su Diario es característicamente lacónica. No sabía, dice, la causainmediata de su determina­ción, y añade:

"Non cam reliqui, non dimissi, non revocabo" ("No la abandoné, no la despedí, no la reclamaréde vuelta"). Vivió cerca de diez años después de de­jarlo. Su piedra sepulcral conmemora susvirtudes como madre y amiga, pero no como esposa." (5)

Sabemos que muy pronto después de Aldersgate, Juan Wesley tuvo que hacer frente alantagonismo de las autoridades eclesiásticas de su propia Iglesia, las cuales hallaban que supredicación, a pesar de ser neta­mente bíblica y llana, era de tipo revolucionario y contraria alos cánones y ordenanzas del eclesiasticismo oficialista imperante.

Vivió una vida peregrina de iti­nerante. Hasta donde sus energías se lo permitieron, viajó "atiempo y a destiempo", primero a caballo y luego en calesas.

Calcúlase que anduvo cosa de 250.000 millas, algo así como 400.000 kilómetros, y que predicó42.400 sermones, naturalmente que éstos no eran todos diferentes, tal vez sería mejor decirque predicó 42.400 veces, puesto que confesó que sólo predicaba bien un sermón después dehaber lo dado unas treinta veces. Poseía un genio organizador extraordinario que brota­ba desu manera de ser metódica, puesto que jamás cejó de observar el hábito de dividir todas lashoras del día entre sus diferentes actividades, de tal manera que le sobrase siempre algúntiempo para la meditación, la oración y el estudio.

A los 82 años todavía escribía en su Diario: "Nunca me canso de escribir, de predicar y deviajar". Jamás tuvo una parroquia regular como ministro de la Iglesia Anglicana, a pesar de locual no se le retiraron las órdenes. Pero cuando se le cerraron las puertas de la Iglesia declaró:"Mi parroquia es el mundo entero", proclamando de esta manera no solamente suindependencia de las autoridades eclesiásticas sino tamo bien la amplitud de sus miras.

A pesar de que su cuerpo estaba sujeto a graves en­fermedades, y más de una vez estuvo alborde del sepul­cro, era de una resistencia admirable. Casi hasta el final de su larga vidaestuvo activo, moviéndose de un lado para otro para atender a las múltiples necesidades de suobra.

Nunca pensaba en sí mismo ni en la posibili­dad de ahorrar energías. Las necesidadeshumanas ya fueran físicas, morales o espirituales, no le permitían pensar en sí mismo. Toda lavida era una ofrenda a Dios que se consumía apasionadamente en el servicio a sussemejantes. Conmovedora es la entrada que regis­tra en su Diario, cuando tenía ya 81 años:

"Martes, enero 4 de 1785. Durante esta estación usualmente distribuimos carbón y pan entrelos pobres de la "sociedad". Pero consideré que en las presentes contingencias necesitabantanto de ropa como de alimento. De manera que en éste, así como en los cuatro díassubsiguientes, caminé por la ciudad y solicité doscientas libras esterlinas para vestir a los quemás necesitaban. Sin embargo fue un trabajo duro, visto que la mayoría de las calles estabanllenas de nieve en deshielo, en la que muy a menudo me hundía hasta el tobillo, de maneraque mis pies andaban metidos en la nieve casi desde la mañana hasta el anochecer. Pasé muybien hasta el atardecer del sábado, mas entonces tuve que meterme en cama con un resfríoviolento, que aumentaba de hora en hora, hasta que hubo nece­sidad de que el Dr. Whiteheadviniera a verme a las seis de la mañana. Su primera dosis de medici­na me alivió bastante ytres o cuatro más perfec­cionaron la cura. Si él llega a vivir algunos años, no dudo que seráuno de los médicos más emi­nentes de Europa.”

Generalmente levantábase a las 4 de la mañana y a pesar de decir que él "nunca tenía tiempopara estar apurado", estaba siempre en movimiento y ocupado. Como lo hicieran uno de susabuelos, su madre, su hermano Carlos y muchos otros de su época, conservó un diario, quehoy está reunido en muchos volúmenes y cuya lectura todavía causa la admiración de cuantoslo leen. Era también un gran escritor de cartas, las cuales han sido recogidas y forman una

colección con­siderable, estando también impresas. Además de eso, era un escritor incansabley trató muchos asuntos, pero sus obras principales fueron diversos comentarios sobre lostextos bíblicos, especialmente del Nuevo Testamen­to y las colecciones de sermones para suspredicadores itinerantes.

Tal vez ninguna otra persona por sí misma y por sus propios medios haya publicado tantostrata­dos y libros como él. No sólo los distribuía personal­mente sino que exhortaba a suspredicadores a que lle­vasen siempre en sus maletas material impreso para propagar elmensaje cristiano. Entre los manuales que publicó trató una variedad de asuntos como dedivini­dades, poesía, música, historia, moral, metafísica, filoso­fía, política, etc. Buscaba poneren lenguaje popular las obras más clásicas. Su interés en la literatura no era por la literaturamisma, sino para ilustrar al pueblo de sus sociedades.

Ciertamente si él se hubiese dedicado a la carrera militar hubiera llegado a ser un granestratega, dado que en la organización del movimiento metodista de­mostró poseer unacabado carácter de organizador. Fue por eso que su obra perduró, porque no solamente eracapaz de atraer a sí las muchedumbres para que escu­chasen sus mensajes, sino que sabíatambién agruparlas en sociedades, clases y bandas, de tal manera que man­tenía unasupervigilancia constante sobre los adheren­tes y promovía de esta manera la profundizaciónde su carácter cristiano y la divulgación de las doctrinas bí­blicas.

Cuando descubrió que los ministros de la Iglesia Anglicana no estaban dispuestos aacompañarle en su empresa renovadora del espíritu humano y de las cos­tumbres sociales,lanzó mano de predicadores laicos, no ordenados, a los cuales mantenía en constantemovi­miento y a quienes exigía una disciplina tan férrea como la suya, buscando desuplementarles la falta de conocimientos teológicos por lecturas abundantes y estu­dios decarácter personal.

No comprendía que hubiese predicadores capaces de cumplir con sus obligaciones deproclamar el mensaje cristiano sin un estudio constante y diario de seis horas por lo menos.Esto debíase en parte porque él mismo se dedicaba constantemente a la lectura, no sólo enhoras de sosiego o tranquilidad, mas también cuando viajaba a caballo.

Ciertamente no podemos decir que Juan Wesley hu­biese sido un gran teólogo, a la manera deCal vino o Lutero. Fue primeramente un evangelista, un hombre que dio lugar prominente a laBiblia y de un modo particular al Nuevo Testamento. Las "Notas" que escribió sobre el mismovinieron a ser una especie de compendio normativo obligado para todo predicador metodista.

En su exposición bíblica no seguía a ningu­na escuela en particular. Cristo era el que enrealidad dominaba su pensamiento e interpretación y su espí­ritu era la medida para juzgar elvalor de determinados personajes o ideas.

Su énfasis centrábase en Cristo y en la salvación que cada ser humano puede recibir por lasola fe en Él. A pesar de que el hombre no se salva por las obras, éstas son imprescindiblespara revelar el carácter de esa fe. La salvación no es ofrecida solamente a unos cuantoselegidos: está al alcance de todo ser humano que responda a la invitación divina. Dios enCristo llama a todos los hombres y éstos son los que deciden acerca de su destino ya alaceptar o rehusar la gracia divina.

Por esto mismo que la posibi­lidad de la salvación es universal, empeñóse en procla­mar y enque se proclamara, con carácter de urgencia, el Evangelio "a tiempo y fuera de tiempo", encual­quier lugar y a toda persona, puesto que "Dios no hace acepción de personas", sino querecibe a todo aquel que confiesa su pecado y acepta Su perdón y Su gracia.

El Espíritu Santo está al alcance de toda persona que se exponga a Su influencia y debe ser elpoder dominante en la vida del cristiano, de tal manera que llegue a exclamar, por Supresencia en su vida: "Abba, Padre", esto es, que sienta íntimamente que Dios es el PadreCelestial que le ama, perdona, salva y que está siempre cerca de quién le busca.

Además el Espíritu Santo con­duce por el camino de la santificación y la perfección a todapersona cuya dirección busca. Juan Wesley, sin embargo. nunca afirmó que él mismo había

alcanzado un grado tal de perfección capaz de eximirle de toda vigilancia y disciplina personal,aunque creía firmemen­te que la voluntad de Dios es poderosa para convertir a un pecador enun santo integral. Como vemos, nada hay de realmente nuevo en la "teología" de JuanWes­ley, sino un subrayar de elementos que debieran estar siempre a flor de la concienciacristiana. Uno de los obispos de la Iglesia Metodista, al considerar la natu­raleza delmetodismo, escribió:

"No fue una nueva doctrina, sino una nueva vida lo que los primeros metodistas buscaron parasí y los demás. Conseguir que tuviera realidad, en el corazón y la conducta de los hombres, elver­dadero ideal del Cristianismo y mantener la expe­riencia personal del mismo y extenderla aotros -­eso era su propósito-. La controversia de ellos no era con la Iglesia o las autoridadesestatales, sino con el pecado y Satanás. Su único objetivo era el de salvar almas." (6)

En conexión con esto, cabe aquí consignar la propia opinión de Wesley: "Creo que el Diosmisericordioso lleva más en consideración la vida y la manera de ser de los hombres que susideas. Creo que acepta más la bondad del corazón que la gloria del mundo."

Esta declaración de Wesley revela además que él era muy tolerante, en cuanto a ideasteológicas. Aunque sea importante lo que uno piensa, es más importante aún lo que uno es.Decía también: "Diez mil opiniones pue­den separarnos, pero si tu corazón es cual el míoestre­cha mi mano porque somos hermanos."

Tal vez no sea indicado que en esta época hagamos las cosas de la misma manera con queese gran hombre las llevaba a cabo, ni sea recomendable usar las mismas figuras depensamiento al presentar el Evangelio. No obstante, el movimiento metodista nos legócaracterísti­cas que son de valor permanente y que jamás podremos ignorar o despreciar,porque en realidad emanan no de la mente o voluntad de Juan Wesley, sino de la mente yvoluntad de Cristo, quien nos ordenó que fuéramos por todo el mundo predicando el Evangelioa toda cria­tura.

Anualmente nuestros hermanos metodistas de Ingla­terra eligen un presidente de suConferencia Anual. Al asumir su cargo el nuevo presidente, recibe de las ma­nos del salienteun pequeño libro gastado como sím­bolo de autoridad: es el Nuevo Testamento que JuanWesley usaba en sus predicaciones al aire libre, cuando las muchedumbres que no hallabancabida en los tem­plos venían a él para oír la Palabra de Dios. Simbóli­camente nosotrosrecibimos también de sus manos ese Libro Santo para que pasemos, con la misma pasión yurgencia, su contenido a las almas afligidas y a los cora­zones extraviados.

No podemos vivir de una tradición por muy heroica que sea. En nosotros mismostenemos que oír la urgen­cia inquietante del “¡Ay de mí si yo no predicare el Evangelio!"

--------------------------(1) Beal, William Rev., citado por Stevenson, G. J., Op. Cit., Pág. 16.

(2) Stevens, A., "History of Methodism" , Vol. 1, págs. 59, 60.

(3) "A New History of Methodism", editado por Townsend, W. J. y otros, Vol. 1, pág. 200.

(4) "A New History of Methodism", Vol. 1, pág. 178

(5) Op. Cit., Vol. I, Pág. 370-371

(6) Mc Tyeire, H. N., "History of Methodism", Pág. 13.

CAPÍTULO CUARTO.

EL HERALDO MELODIOSO

"Cristo, encuentro todo en ti, y no necesito más". Carlos Wesley

El decimoctavo hijo, el último varón deSamuel y Susana Wesley, fue Carlos el cualnació según se presume el 18 de diciembrede 1707 (algunos historiadores dan el año1708). Su prematuro nacimiento tuvo lugardiversas semanas antes de tiempo y al nacerparecía más muerto que vivo, ya que nolloraba ni abría los ojos.

Lo conser­varon entre algodones hasta laépoca en que debía haber nacido y cumplidoel tiempo normal dicen que abrió los ojos y

lloró. Como su hermano Juan, de quien era menor cinco años, nació en la casapastoral de Epworth y fue sometido a la misma disciplina familiar. Era de dis­posiciónmás jovial que su hermano y sujeto al estro poético.

Juan Gambold, compañero suyo del "Club Santo", que llegó a ser obispo moravo, dejódel temperamento de Carlos este retrato, entre otras consideraciones que de él hiciera:

"Para puntualizar el carácter de Carlos, basta con decir que era hombre hecho para laamistad. Por su jovialidad y viveza era capaz de refrescar el corazón de sus amigos ypor su hábito franco e independiente no dejaba lugar a incomprensiones." (1)

En 1716 entró a la escuela de "Westminster". Su her­mano mayor Samuel, el cual vivíaen Londres y tenía ya vida independiente, pagaba los gastos de sus estudios y el padreproveíale de ropa. Pero evidenció tal inteligencia que se le otorgó el premio "El Alumnodel Rey" (King's Scholar). Según el historiador de la escuela de Westmins­ter", esadistinción "confería para siempre al que la reci­bía tal sentimiento de orgullo que ningúnmuchacho de otra escuela jamás experimentaba. El haber sido Alumno del Rey no eshonor muy pequeño." (2) De allí en ade­lante sus gastos fueron pagados por lafundación esco­lar (1721).

Durante este período presentóse a Carlos la oportuni­dad de ser heredero de un ricopariente de nombre Garrett Wesley. Poseía muchas propiedades en Irlanda y queríaadoptar un muchacho de su parentela que lle­vara el nombre de Carlos. Escribió puesa la familia pastoral de Epworth, preguntando si no contaba en su seno con uno de talnombre. Informado de que había y que se encontraba en Londres envió dinero paramante­nerlo estudiando por algunos años.

Más tarde fue a verlo en la escuela e hízole personalmente el ofrecimiento. Los padresno quisieron hacer la decisión, dejando que el muchacho mismo resolviera, y ¡él declinóla oferta! El Sr. Garrett adoptó entonces a otro de nombre Ricardo Colley, quien cambiósu nombre por el de su benefactor. Vendría a ser el abuelo del duque de Wellington, elque venció a Napoleón en Waterloo. Carlos perdió una for­tuna y un título.

En 1726 terminó sus estudios secundarios y entró a la Universidad de Oxford, donde sele eligió para que fre­cuentara el colegio "Christ Church", con una beca de cien libras

esterlinas anuales. Así como distinguiérase anteriormente en sus estudios, continuódescollando en la Universidad, a tal punto que, al igual que su herma­no, poco despuésde graduarse fue también nombrado tutor de su colegio. Siguiendo el ejemplo de suhermano Juan, esforzóse por llevar una vida metódica y seria. El fue quien fundó en1929, con algunos otros compañeros de la misma tendencia, lo que se llamó el "ClubSanto".

Los que se adherían al mismo eran pocos. Se reunían dos veces por semana alatardecer, para dedicar el período de las 6 a las 9 a la oración, al estudio del NuevoTesta­mento y a los autores clásicos. También pasaban revista a su trabajo y hacíanplanes para los días subsiguientes. Además ayunaban dos veces por semana, tratandoal mis­mo tiempo de hacer un examen introspectivo y partici­paban de la Santa Cenasemanalmente. Y con mucha diligencia empleábanse en actos de caridad y visitas aprisioneros.

Debido a que ese grupo se regía por un horario estric­to y vivían una vida ordenada,sufría la burla de los condiscípulos que se consagraban poco a los estudios y a lapiedad. Sus componentes eran apodados de metodis­tas, nombre que daríase mástarde igualmente a los que vinieron a formar parte de las "Sociedades Unidas"fun­dadas por Juan Wesley. A la sazón éste, como vimos, encontrábase en Epworthayudando a su padre en las lides ministeriales. Cuando volvió encontró al "Club Santo"en pleno funcionamiento y como cosa natural se adhirió al mismo. Por ser el mayor y elmás responsable se le dio la dirección del grupo.

Fue en ese mismo año (1729) que Carlos adoptó la costumbre de conservar un diario,hábito que le duró por casi cincuenta años.

A pesar de haber terminado sus estudios y de haber sido ordenado clérigo de la IglesiaAnglicana, permane­ció en la Universidad en su calidad de tutor hasta el 14

de octubre de 1735 cuando, con su hermano Juan, fue a Georgia. Su cometido era elde servir de secretario al general Oglethorpe, gobernador de la Colonia. Su estada,empero, duró menos de un año, porque en agosto de 1736 se embarcó de retorno a sutierra natal donde llegó en diciembre.

Sus experiencias en tierras americanas no fue­ron mucho más felices que las de suhermano. Pasó mucho de su tiempo enfermo y las intrigas que se arma­ron allí contraél llegaron a tal punto que quisieron ase­sinarle. Después de un período tumultuoso,durante el cual se indispuso con el general, decidió abandonar ese campo y reasumirsu ministerio en su tierra de origen.

Volvió a la Universidad de Oxford donde continuó con sus labores de instructor y sucostumbre de visitar a los presos en la prisión comúnmente conocida con el nombre de"Castillo". Debido a su estado físico no empezó a predicar hasta la mitad del año 1737y cuando lo hizo su predicación revelábase como algo muy formal y le faltaba aquelfuego que pudiera proporcionarle la satis­facción íntima que anhelaba. En ese mismoaño entró en contacto con los moravos y tuvo conversaciones fre­cuentes con el condede Zinzendorf, el líder del movi­miento, el cual se encontraba en Londres por eseenton­ces para hacer provisiones a favor de los inmigrantes moravos que estabanestablecidos o por establecerse en la colonia de Georgia.

Entre los que se aprestaban para ir a Georgia estaba el pastor Pedro Böhler, quienbuscó a Carlos en la Universidad para que le enseñara inglés. Fue durante esas clasesque Carlos Wesley adquirió más cabal conocimiento de la vida religiosa de los moravosy se instruyó más a fondo sobre la naturaleza de la ora­ción y la fe.

En febrero de 1738 Carlos cayó muy enfermo. Una noche siendo ya tarde y estandomuy grave le visitó Pedro Böhler. Carlos pidióle que orara por él. Después de la oracióndíjole: "Tú no morirás". Tres días después del hecho mejoró y parecía volvernuevamente a la plenitud de la vida. Los médicos recomendáronle que mantuviera suposición en Oxford y no tratara, como pensaba, de volver a Georgia.

En el mes de mayo lo encontramos viviendo en casa de Juan Bray, a quien describecomo siendo "un pobre mecánico ignorante, quien no conoce otra cosa a no ser aCristo, pero que por conocerle sabe discernir todas las cosas". Fue a vivir con él paraaprovechar su sencilla compañía espiritual y descubrir el secreto de una vida religiosatan llena de íntimo gozo y exenta de aprehen­siones.

Estaba aún bastante débil cuando fue a vivir con Bray. Tuvieron que llevarlo en unasilla. Muy a menudo invitaba a su aposento a Bray para que orase con él y por él. Fuedurante este período que un amigo suyo llamado Holland, lo familiarizó con elcomentario que Lutero hizo sobre la carta de San Pablo a los Gálatas. Su lectura hízolemucho bien y llegó a comprender cla­ramente lo que era vivir por la fe. Y lo que más leimpresionó fue la referencia al pasaje: "El me amó y se dio a sí mismo por mí".

La noche del 21 de ese mismo mes, que era Pentecostés, llegó finalmente a laconvic­ción íntima de que poseía la verdadera fe en Cristo, anticipándose en tres días ala experiencia que su her­mano tendría en la calle Aldersgate y de la cual ya hici­mosreferencia. Sintióse renovado no sólo en el espíritu sino también en el cuerpo.

Para celebrar tan transcendental acontecimiento, el martes siguiente escribió el que esconsiderado el primer himno metodista. Su primera línea dice así:

"Where shall my wondering soul begin?"

(¿Do hallará refugio mi alma errante?)

En ese himno expresa su ineptitud para celebrar en sus justos términos elextraordinario acontecimiento de su restablecimiento físico y espiritual y compárase aun "tizón arrancado del fuego eterno". Confía, empero, en que le será dado cómoproclamar la bondad de Dios que le arrancara de las garras del infierno paraconver­tirlo en uno de sus hijos, o por haber recibido la certeza de que .sus pecadoshabían sido perdonados, haciéndole gustar así por anticipado el cielo.

Pregunta si sería justo y apropiado ocultar esa señal del favor divino en su corazón, sincompartir con otros el privilegio de la salvación. Contesta que no, aún cuando el diabloy sus huestes arremetiesen contra él, tendría que proclamar igualmente que Jesús essiempre el mismo amigo de los pecadores. Y termina haciendo una apelaciónconmove­dora, llamando a los pecadores de cualquier índole, a que vengan a recibir elabrazo de Aquél que está con sus brazos extendidos esperándoles.

Al parecer éste fue el himno que la noche del 24 can­taron para celebrar la notableexperiencia religiosa de su hermano Juan, cuando éste volvió jubiloso después de lareunión de Aldersgate en compañía de otros que con él habían estado juntos, paracelebrar lo acaecido. Un año más tarde al conmemorar el primer aniversario de suexperiencia, Carlos escribiría aquel otro himno tan querido de los cristianos evangélicosdel mundo entero y que empieza:

"Oh for a thousand tongues to sing"

(Mil voces para celebrar...)

El que deseaba, como dice el original, poseer "mil lenguas" para cantar la gloria de suSeñor, a través de su larga carrera llegó a escribir algo así como seis mil seiscientos

himnos, un promedio de tres por semana. Tal vez esos himnos más que la mismapredicación penetra­ron en la conciencia y la vida de aquellos que fueron alcanzadospor el movimiento metodista.

Lo maravilloso fue que indujeron a cantar a un pueblo triste y desco­razonado ¡ymuchas veces la emoción era tan profunda que llegaba a arrancar lágrimas de los quecantaban! Lutero dijo en cierta ocasión sobre el empleo religioso de la buena música:"El diablo puede aguantar cualquier cosa excepto la buena música y ésta le hace rugir".¡Ciertamente el diablo habrá tenido que rugir frecuen­temente ante el efecto benéficode las canciones de Car­los!

A menudo la urgencia de la inspiración era tal que, al llegar a algún lugar, descendíadel caballo corriendo y gritando: "Denme papel, papel y tinta''. Otras veces sobre lamisma montura de su cabalgadura imprimía en el papel el sentir tumultuoso de sucorazón inflamado.

En 1739, publicó su primer himnario con el titulo "Hynms and Sacred Poems" (Himnosy Poemas Sagra­dos). Hiciéronse tres ediciones en el mismo año. Escribió sobre unavariedad ilimitada de temas que incluyen toda la gama de la vida religiosa. Uncomentarista dice:

“La variedad de los asuntos que ocupaban su mente y pluma es tan extensa que puedeincluir casi todo acontecimiento o circunstancia concebible en la vida." (3)

Juan de La Flechere (ver capítulo séptimo) escribió sobre la colección de himnos queCarlos y Juan publi­caron y su valor para la vida religiosa de esa época las siguientespalabras: "Una de las bendiciones más grandes con que Dios agració a los metodistas,después de la Biblia, son sus colecciones de himnos."

La Flechere tenía razón. A pesar de que la mayoría de los himnos de Carlos caerían enel olvido, pues solo sirvieron al momento y a la ocasión que los inspiraron ya que notenían valor literario o devocional permanente, unos cuantos quedaron formando partede la himno­logía cristiana universal. El que éstas páginas escribe, cierta vezencontrábase en Londres un atardecer de domingo. Cerca del hotel había una iglesiabautista y resolvió asistir al culto, por no aventurarse a ir más lejos. Cuando entró en eltemplo, faltando unos minutos para que comenzara el servicio religioso, tomó unhimnario y leyó la in.troducción. Decía el compilador que esos himnos habían sidoescogidos con el fin de que estuvieran encuadrados dentro de la tradición bautista.Cuando el pastor se levantó y anunció el primer himno congregacional ¡éste era de lapluma de Carlos Wesley!

Tan pronto Carlos mejoró su salud, volvió con reno­vados bríos a la vida públicapredicando sin cesar do­quier la ocasión se le presentara, aunque no lo hizo al airelibre hasta junio de 1739, época en que empezó a predicar a los mineros de la regiónde Moorfields. Uno de sus, temas predilectos basábase en las palabras de Cris­to:"Venid a mí todos los que estáis cansados y afligidos y yo os daré aliento." Desde 1739hasta 1771 el centro principal de sus actividades fue la ciudad de Bristol y más tarde losería Londres.

Como su hermano, estuvo siempre ocupado en viajes yendo de pueblo en pueblo.Especialmente durante los primeros años del movimien­to, su vida estuvo sujeta aconstantes amenazas y tumul­tos promovidos por el populacho' azuzado porinstiga­ción de los eclesiásticos regulares. Especialmente entre los años 1741-1743 enque estuvo en serio peligro muchas veces. Es lástima que no podamos acompañarleen esas aventuras, que reeditan en muchas instancias escenas con­movedoras de losprimeros tiempos del Cristianismo.

Sin embargo, para dar una idea de su temple, serenidad y valentía, citaremos lo que élmismo escribió en su Dia­rio acerca de los ataques que el populacho dirigió contra unacapilla en el interior de Inglaterra, donde se encon­traba dirigiendo un culto. Dice:

“...ellos resolvieron demoler la casa de oración y empezaron su obra mientrasestábamos orando y alabando a Dios. Fue una ocasión gloriosa para nosotros. Cadapalabra de exhortación penetró hon­do. Cada oración encontró eco y muchos hallaronel espíritu de gloria descansando sobre ellos."

La turbamulta continuó durante gran parte de la no­che en su intento de derrumbar lasparedes y penetrar en la casa. El y la congregación se conservaron donde estaban,pues no habría sido prudente retirarse del lu­gar. No consiguieron los atacantes suintento, a pesar de que por la mañana encontróse que parte del edificio estabadestruido. El evangelista comenta en su Diario: "y sus gritos, de tarde en tarde, medespertaron durante la noche, pero creo que yo dormí más que los otros."

Dominado por su espíritu de aventura e irresistible sentido de responsabilidad por lasalvación de su prójimo, a las 5 de la mañana animóse a salir dé la casa para predicaral aire libre y en esa misma ciudad. Lo hizo durante todo el día bajo constantesamenazas. A la noche al regresar a su pieza la encontró desmantelada, Sin em­bargo,pasó allí la noche expuesto al frío y al peligro.

De esa fibra indómita eran no solamente él y su her­mano Juan, sino todos aquellosque en esos días les acompañaban en la gloriosa aventura de predicar el Evange­lio atoda criatura. A pesar de que no fue un predicador itinerante de la talla de su hermanoJuan, sin embargo no le fue en zaga por lo menos hasta el 8 de abril de 1749, época desu casamiento, cuando limitó sus salidas. Entonces dedicose más a la obra literaria,especialmente a la poética. Su hermano Juan muy a regañadientes consintió queCarlos se casara, pues temía que eso vendría, como de hecho vino, a disminuir laefectividad de su itinerancia.

Casóse con la señorita Sara Gwynne. En vir­tud de esto Juan le pasaba una anualidadde cien libras esterlinas, que provenían de la venta de los libros que publicaba. Carlos ySara formaron un hogar modelo pues congeniaban admirablemente. Cuando secasaron ella tenía la reputación de ser una mujer muy hermosa, pero algunos añosdespués fue acometida por la viruela, lo que la desfiguró completamente. En el día desu casa­miento, Carlos levantóse a las cuatro de la mañana y con su hermano y otrosfamiliares, pasó cuatro horas en oración cantando salmos e himnos antes de laceremonia. Juan bendijo las bodas.

En conexión con esto deseamos subrayar que a pesar de las diferencias detemperamento y de no siempre coincidir en los detalles de las resolu­ciones y en lasactitudes que tomaban, especialmente con relación a la Iglesia Oficial (Carlos en estoera más con­servador que Juan), raramente encontramos a dos herma­nosestimándose y queriéndose tan estrechamente como ellos, colaborando con tantaeficacia y por tantos años en la misma obra. Carlos murió el 29 de marzo de 1788,cuando tenía poco más de 80 años y fue sepultado el 5 de abril en el cementerio de laIglesia de Marylebone.

Su esposa le sobrevivió largo tiempo. Ella acabó su carrera terrenal a los 92 años,falleciendo en 1822. De sus hijos (tuvieron ocho y sólo tres llegaron a criarse)solamente dos, Carlos y Samuel, heredarían su tempera­mento artístico.Acostumbraban a dar conciertos en el "living" de su casa y a los mismos asistíanmuchos de los más notables músicos de Londres. Juan Wesley asistía ocasionalmentea esas tertulias musicales, aunque no armonizaran con su temperamento.

Una de las características más salientes de su larga carrera ministerial fue la de ejercerincesantemente su ministerio entre los prisioneros, a quienes dedicaba tiernaconsideración. Nos acordamos que en aquel entonces, especialmente losdesprotegidos de la suerte y a veces por cosas que a nosotros nos parecerían hoy díatriviales, eran condenados a muchos años de prisión y en cárceles que más parecíancírculos infernales. Un número impre­sionante de ellos eran condenados a morir en lahorca. Era muy común ajusticiar al mismo tiempo a unos cuan­tos y hacer de eso unespectáculo público para escar­miento de los demás.

La referencia que el historiador Stevens hace de su ministerio particular a losprisioneros, es la que sigue:

"Hasta el último año de su vida mantuvo su hábi­to metodista de ministrar a loscondenados de las prisiones, tal cual lo hiciera primeramente en Ox­ford, visitándolesen sus celdas y presentando sus casos a las congregaciones para que se orasepúblicamente. La última de sus publicaciones poéticas, publicada solamente tres añosantes de su muerte, tenía por título: 'Oraciones para Malhechores Con­denados'." (4)

Y en nota que antepuso al manuscrito, escribió:

"Estas oraciones fueron contestadas el martes 28 de abril de 1785, en la persona dediecinueve malhe­chores, todos los cuales murieron penitentes. ¡No a mí, oh Señor, noa mí (la gloria)!" (5)

La enfermedad que le condujo a la muerte fue larga y penosa, sin embargo conservósiempre su ilimitada con­fianza en Cristo. Mantuvo su mente en un estado de com­pletapaz y tranquilidad. A su esposa, a quien quiso siempre entrañablemente, le dictó desdesu cama la últi­ma expresión poética, la que dice en traducción libre:

"¿Quién redimirá a un despreciable pecador

ya viejo y presa de flaqueza externa?

Jesús, tú eres mi única esperanza,

la fortaleza de mi frágil carne y corazón.

¡Oh, que yo pudiera mirar tu rostro sonriente

y, así, sumirme en la eternidad!" (6)

Hasta los últimos momentos de su vida y frente a la fragilidad humana, supreocupación fue la de anunciar a Cristo y de señalarIe cual única y eterna esperanzade salvación. Ni en su ministerio ni en su producción poéti­ca tuvo otra pasión máshonda que ésa. Como Pablo, el apóstol, podía decir: "Para mí el vivir es Cristo y elmorir es ganancia."

-------------------------------------------(1) Citado por McTyeire, H. N., Op. Cit., Pág. 57.

(2) Mr. Forshall, citado por Wiseman, F. L., Op. Cit., pág. 24.

(3) Citado por G. J., Op. Cit., pág. 395.

(4) Stevens, A., Vol. II, Op. Cit., pág. 275.

(5) Idem.

(6) Idem, Pág. 276

CAPÍTULO QUINTO.

EL HIJO DE UN TABERNERO"¡Oh, por un poder igual a mi voluntad!

Desearía volar de polo a polo anunciandoel Evangelio sempiterno del Hijo de Dios!"

Jorge Whitefield.

Es difícil medir las proyecciones de bien moral y espiritual resultantes de las reuniones que losWesley, y algunos pocos de sus condiscípulos, tuvieron en el lla­mado "Club Santo", cuyaexistencia prolongóse por cerca de ocho años (1728-1735).

Pero seguramente el resultado más positivo y permanente, además de lo que ese círculopiadoso aportó a la vida de los fundadores del metodismo, ninguno podrá compararse a lainfluencia que ejerció en la vida y obra de un estudiante pobre, quien en 1732 penetró contemor y temblor por los umbrales de la Universidad de Oxford, matriculándose en el colegio dePembroke.

Su nombre era Jorge Whitefield. Nació el 16 de diciembre de 1714, en la localidad deGloucester, Inglaterra, en la taberna "Bell".

Por cierto que ése no fue un medio ambiente muypropicio para la formación de su carácter juvenil,pues­to que una taberna en esos días era todavíamucho peor a las que se encuentran en los barriosbajos de todas las grandes ciudades modernas. Si,como decía Juan y Carlos Wesley, ellos eran“tizones arrancados del fuego”, ciertamente Jorge,más que esos dos hermanos, fue un tizónarrancado del infierno.

Sin embargo, aun cercado por una atmósferacompletamente insana, en su alma se manifestabauna extraña inquietud por las cosas superiores delespíritu y en el Diario que más tarde escribiera noscuenta que muy a menudo se extralimitaba enejercicios espirituales, aunque cayera de tarde entarde bajo la influencia de su medio ambiente. De

su Diario podemos recoger algunos vislumbres de su vida, antes de iniciarse como estudianteuni­versitario. Entre sus datos autobiográficos encontramos los siguientes:

"Mi padre y mi madre mantenían la taberna llamada "Bell". El primero murió cuando yo teníados años de edad. Ella todavía vive y me ha con­tado muchas veces cuánto soportó durantecatorce meses de enfermedad, después que me trajo al mun­do. Acostumbraba a decir desdeque yo era un párvulo, que ella esperaba alguna consolación dé mi parte más que de cualquierotro de sus hijos. Esto, y bajo las circunstancias de haber nacido yo en una taberna, me ha sidomuchas veces útil para esforzarme por venir al encuentro de las esperan­zas de mi madre,siguiendo de esta manera el ejemplo de mi Salvador, quien nació en un pesebre junto a unaposada." (1)

Naturalmente Whitefield escribió esto después que hubo alcanzado un grado de vida muysuperior al que estaba acostumbrado, al encontrarse en posesión de un título universitario y alser ya recipiente privilegiado de órdenes eclesiásticas. De los días de su infancia y juventud noconservaba muy grata memoria:

"Sería muy largo mencionar los pecados y ofen­sas de mis días más juveniles. Son másnumerosos que los cabellos de mi cabeza." (2)

Evidentemente que trasunta algo de exageración este juicio de sí mismo. Sin embargo, está atono con el concepto del hombre que presenta dentro del cuadro total formado por supensamiento teológico. Al lado de esa descripción pesimista de sus años juveniles,encon­tramos esta obra que se refiere a cuando él tenía 16 años de edad, dada por el Dr.Stevens:

"El comenzó ayunando dos veces por semana durante treinta y seis horas seguidas. Orabamu­chas veces en el día, recibía la Comunión cada diez días y ayunaba casi hasta la inanicióndurante los cuarenta días de la Cuaresma. Mientras duraba ese período habíase propuestocomo caso de conciencia, el no ir nunca menos de tres veces por día al servicio público .deadoración, además de obligarse diariamente a tener siete veces devociones priva­das." (3)

Y así, entre altibajos en su conducta y en sus luchas agónicas por sobrevivir al ambienteadverso, llegó casi a los 18 años. Finalmente, ayudado por personas que descubrieron en élgrandes posibilidades, entró a la Universidad.

Antes de eso había tenido ya algunos estudios tanto con un maestro particular como en laescuela de Santa María de Crypt. Esos estudios fueron harto irregulares pues los interrumpióvarias veces por una u otra causa, principalmente porque veíase obligado a ayudar a su madreen los menesteres de la posada. Esta experiencia serviríale en la Universidad, pues allí parapoder sos­tenerse y obtener su educación tuvo que trabajar como criado.

Durante el tiempo que pisó los atrios universi­tarios vivió muy frugalmente, castigando sucuerpo a la manera monástica, dejando de comer frutas y cosas por el estilo, escogiendo lapeor calidad de alimento, aunque, si hubiese deseado, podría haber obtenido, se­gún dice, unavariedad discreta de manjares. Vestíase pobremente, más de lo que era necesario,interpretando literalmente la expresión bíblica de que: "El Reino de Dios no consiste encomidas y bebidas". según él, esos renunciamientos conducían a una vida espiritual másprofunda e intensa. Sin embargo, ese tratamiento ascético de su físico le hizo sufrirconsecuencias a lo largo de toda su vida. Y murió prematuramente consu­mido por trabajosque su cuerpo mal podía aguantar.

Antes de entrar a la Universidad ya tenía cono­cimiento de la existencia del "Club Santo",puesto que su fama ultrapasaba los ámbitos de los claustros univer­sitarios. Generalmenteconsiderábase la manera de vivir de los que componían ese círculo, como si fueran unosextravagantes y fanáticos. Whitefield llevó más de un año antes de tener contacto con el grupo,dado que se sentía indigno por su condición de sirviente de apro­ximarse a personas a quienesjuzgaba muy distinguidas.

Debemos acordamos que por aquella época (1734) Car­los y Juan ya eran bastante adultos yposeedores de sus grados y órdenes, mientras que Jorge era tan sólo un estudiante en elprincipio de su carrera. Además, pesaba sobre él el hecho de que naciera en un medioambiente detestable y vicioso. Y sus parientes no ostentaban nin­guna posición socialrespetable. Con cierta "santa envi­dia" los miraba de lejos, cuando los veía pasar para ir aparticipar de los servicios divinos en la iglesia de Santa María.

El primer contacto con el grupo fue a través de Carlos Wesley, sintiendo por él una atracciónespecial. De cierto debíase al hecho de que ambos congeniaban, siendo uno ardiente poeta yel otro orador fogoso. Los dos eran muy fervorosos en espíritu y exal­tados en su manera deser, sentir y expresarse. A través de la amistad que trabó con Carlos, quien le tomófra­ternalmente bajo su custodia espiritual, penetró por los umbrales del "Club Santo", hízosemiembro del mismo, viniendo por lo tanto a participar de sus métodos de estudio y conducta.

Decía que esos nuevos compañeros, que eran los que "su alma anhelaba", lo "ibanrobusteciendo diariamente en el conocimiento y en el temor de Dios y le enseñaban a soportartoda privación como buen soldado de Jesu­cristo." (4)

Aunque le fue difícil al principio someterse a esa disciplina, pronto se hizo a ella. Y con losdemás viósele emplear una hora por día, por lo menos, visitando a enfermos y prisioneros,como así también leyendo páginas Devocionales y de las Escrituras a las familias pobres delvecindario.

A pesar de esa asociación y disciplina rígidas, de las buenas obras que practicaba a diariotodavía perduraba en su alma un sentido de frustración, una atormentadora incertidumbre de sirealmente estaría salvo de la "ira divina", puesto que a pesar de todo a lo que se sometía contan eximia diligencia, parecíale que existía un abismo infranqueable entre su fragilidad humanay la gloria divina. Finalmente, tuvo una experiencia religiosa que fue decisiva para el resto desus días. Esa vivencia daríale la seguridad que buscara tan afanosamente y sería el punto departida de todo su ministerio. El mismo cuenta esa experiencia en sus memorias:

"Cierto día atormentándome una sed fuera de lo común y sintiendo una viscosidaddesagradable en mi boca, hice todo. lo que pude por tener alivio, pero fue en vano. Me vinoentonces la sugestión de que cuando Jesucristo exclamó 'tengo sed' sus sufrimientosestuvieron cerca del fin. Sin poder impedirlo, caí sobre mis rodillas junto a la cama, gritando:'¡Tengo sed, tengo sed!' Poco después de eso hallé y sentí en mí mismo que había sidolibe­rado del peso que tan grandemente me oprimiera. El espíritu de pesar me fue quitado ysupe lo que era verdaderamente regocijarse en Dios mi Salva­dor y por algún tiempo no pudedejar de cantar salmos doquier estuviese. "Así terminaron, pues, los días de mi pesar. En eseentonces el espíritu de Dios tomó posesión de mi alma." (5)

Esto acaeció siete semanas después de la Pascua de 1735. Como acontecería tres años mástarde con Wesley, no pudo contener la alegría de su hallazgo y tuvo que proclamar la graciadivina a todos aquellos que estaban bajo la maldición del pecado y presa de la desesperación.En el principio de la primavera de ese mismo año de su conversión, Whitefield volvió al mismolugar de su nacimiento, en Gloucester, donde el médico le había enviado con la esperanza deque aflojara en su "exage­rada disciplina religiosa". Fue durante ese período de descansoforzoso que encontró su paz con Dios.

Pronto la fama de sus predicaciones alcanzó a las mu­chedumbres y éstas vinieronatropelladamente a escu­charle. Esa popularidad, a pesar de la humildad que habíalecaracterizado hasta entonces, convenciéronle que debía realmente ser un escogido de Dios, uninstrumento al que el Señor lanzara mano para hacer cosas maravillosas. Esa fue la tremendatentación de su vida y trazas de la exaltada opinión de sí mismo aparecen en los escritos queencierran sus memorias. Esa exage­rada autoestima acarreóle tremendas críticas,especial­mente de parte de aquellos que no podían suscitar la misma popularidad.

A algunos parecíales que él obraba abusivamente con la impresionable imaginación, del pueblocomún. Mas innegablemente él lo hacía movido por un irresistible sentido de vocación y por suentrañable amor a Cristo, a quien daba el crédito de habcrle trasladado de los tormentosterrenales y eternos, a una vida de santidad en la tierra y de gloria en el cielo. Las palabrasfluían de su boca en torrentes, la gente lloraba extasiada y conmovida, quedando a vecescomo fulminada bajo el empuje de su elocuencia. Sus contemporáneos aseveran que jamáshubo otro que impresionara más con su mágica palabra que Jorge Whitefield. La gente veníade distancias considerables para oírle y nunca saciábase con lo que oía, a pesar de que élpero­raba largo y tendido.

No era costumbre en la Iglesia Anglicana ordenar a un ministro muy joven, generalmente no lohacían antes de los 23 años de edad. Sin embargo, el obispo de Gloucester, Martín Benson,contando Whitefield tan solo 21 años, mandóle un día a llamar y díjole que si estaba dispuestoa recibir ordenación, él no tendría reparos en hacerlo. Parece que en ese asunto intervino LadySelwyn, una mujer de la nobleza, quien le escuchara y quedara profundamente impresionadacon su prédica. Esta fue la declaración del buen obispo:

“Aunque afirmé que no ordenaría a nadie menor de 23 años de edad, sin embargo creo que esmi deber ordenarte cuando quisieres venir a recibir las sagradas órdenes.” (6)

Y como para sellar su buena voluntad, le regaló tam­bién cinco guineas. El joven quedóanonadado, pero finalmente aceptó el ofrecimiento.

El 20 de junio de 1736 fue ordenado por ese obispo. A la semana siguiente recibió su título deBachiller en Artes de la Universidad de Oxford y al domingo siguiente de su ordenación, aquelque cinco años atrás había sido el pobre sirviente de una taberna, predicó en la Iglesia deSanta María de Cript, precisamente situada muy próxima a aquélla. Una enorme muchedumbrefue a escucharle. Fue ordenado Presbítero el 14 de enero de 1739 por el mismo obispoBenson.

La gente que lo veía pasar por las calles lo llamaba "el muchacho predicador" y muchos tansólo al oír de­cir que pasaba salían a la vereda para verlo. Jamás habíase visto en Inglaterra unjoven ministro ascender en la estima del pueblo común como lo consiguió Whitefield. El secretoestaba en que hablaba al corazón de los humildes, conocedor como era de la naturaleza de sumiseria espiritual y de la magnitud de la gracia divina.

No podemos acompañarle en los tres primeros años de su ministerio en Inglaterra, por lolimitado de estos estudios. Extraño como pudiera parecer, repentinamen­te el joven Whitefieldsintió una fuerte inclinación por abandonar su tierra natal e irse también como misio­nero aGeorgia. Sus amigos no pudieron comprender la razón de ese abandono e hicieron todo loposible por retenerle, mas él fue sordo a todas las ofertas y rue­gos que le hacían. Despidiósea gran costo de sus grandes asambleas y admiradores, especialmente de aquellos que habíanasistido a sus primeros triunfos oratorios en Gloucester y Bristol. El mismo refiere qué le pasódespués de haber predicado en Bristol su sermón de despedida:

"Las muchedumbres me siguieron hasta casa llorando y al día siguiente tuve que entretenermecon ellos desde las siete de la mañana hasta la medianoche, hablando y dando consejosespirituales a las almas que habían sido olvidadas." (7)

Poco antes de partir para América llegó a predicar hasta nueve veces por semana y losdomingos por la mañana, aun antes que fuera de día, podíase ver a la gente llenando las callesen dirección a la iglesia. Su popularidad había crecido tanto que ya no podía ir a 1a iglesia apie, sino que tenía que hacerlo oculto dentro de un carruaje para evitar los "hosannas de lamuchedumbre".

A pesar de que se embarcó para América el 30 de Diciembre de 1737, no consiguió salir de lascostas de Inglaterra antes del 2 de febrero de 1738. El día antes encontróse con Juan Wesleyquien ya había vuelto de Georgia. Este tentó de disuadirlo y quiso convencerle de que no fueraa las nuevas tierras, ya que su experiencia había sido negativa, pero Whitefield decidido a todoya había cortado las amarras y no se dejó impresionar por los decires del amigo. Tocóprimeramente Gibraltar y sólo a principios de mayo llegó a tierras americanas. No se quedómucho tiempo en América. A pesar de que tuvo un recibimiento favorable de parte delArzobispo de Canterbury y que regresaba del Nuevo Mundo con más prestigio del que segranjeara antes de partir de Inglaterra, encuentra al volver que su popularidad en Bristol hadeclinado y que por lo menos cinco iglesias, en las cuales acostum­braba predicar antes, lehabían cerrado sus puertas.

Esa oposición fue acentuándose tanto que el 17 de febrero de 1739 ya le encontramos enKingswood predi­cando por vez primera al aire libre. Ese lugar quedaba cerca de Bristol. Allí enun tiempo existieron bosques donde el rey se entretenía en cacerías, pero ahora era casi undescampado, pues se explotaban minas de car­bón y era habitada por gente "desarreglada ybrutal" muy distinta del resto de la población. Ese gesto lleva­ría, poco tiempo más tarde, aJuan y Carlos Wesley a seguir el mismo curso.

De esta manera, Jorge White­field fue el que llevó nuevamente el Evangelio a la calle, a laplaza pública, fuera de los recintos considerados sagrados y sólo aptos para la proclamaciónde la Palabra. De pie sobre una elevación de tierra, pro­clamó en ese día el Evangelio a cercade doscientos mineros, gente que vivía en el completo abandono y en un medio ambientedegradado y soez. De esa ocasión hace memoria en su Diario:

"Bendito sea Dios que el hielo ha sido roto y que ahora he tomado el campo abierto. Algunospue­den censurarme, ¿pero hay acaso motivo? Los púl­pitos me son negados y los pobresmineros están a punto de perecer por falta de conocimiento." (8)

Ese proceder llamó inmediatamente la atención del pueblo común. Se dice que cuando predicóla segunda vez más de dos mil personas asistieron y en la tercera hubo de cuatro a cinco mil,creciendo la concurrencia, según datos estadísticos de esos días, hasta a diez, catorce y veintemil asistentes.

La gente no se inquietaba por los fuertes rayos solares, sino que guardaba tan profundosilencio que llegaba a llenarle de "una admiración san­ta". Para escucharle se subían hasta enlos árboles y cercados. Tan pronto empezaba a hablar reinaba, un silencio que duraba a lolargo de toda su exposición, la que comúnmente extendíase más de una hora. Pronto hízosenotar la influencia de su prédica en la vida de esos pobres miserables, quienes yacían tanabandonados a su desdichada condición, que parecía que hasta Dios les había despreciado yolvidado. Ante la enormidad del trabajo y la imposibilidad de hacer frente a todas lasdemandas, mandó pedir a Juan Wesley que viniera en su socorro. Este al, principio juzgóextraño ese pro­ceder y su espíritu rechazaba la idea de predicar de esa manera y en terrenono consagrado.

Hasta el 2 de mayo de 1739 no se aventuró a seguir en las pisadas de Whitefield, diciendo ensu diario: "Sometime a lo más vil". Pero más tarde lo hizo y más de tres mil personasescucharon su primer sermón al aire libre, que se basaba en el texto: "El Espír itu del Señorestá sobre mí, porque él me ungió para predicar el Evangelio a los pobres ... " La suerte estabaechada y desde entonces el movimiento metodista no respetaría ninguna traba, crítica,oposición o prueba. Habíanse abierto las compuertas y cual río caudaloso el movimiento seextendería por toda Ingla­terra y más allá de los mares. A Jorge Whitefield pues debemos lainnovación de esta "irregularidad" que llevó a emular a nuestro Maestro que jamás escogió"lugares sagrados" para predicar, sino que hablaba del Reino allí donde la gente le buscabacon sus problemas y necesidades.

Este ministerio "irregular" Jorge Whitefield lo transplantaría al nuevo mundo. Convirtióse en elevangelista por excelencia, sin posada cierta, sin jamás tener una congregación propia, noimplicándose en cuestio­nes denominacionales y deseando tan solamente acercar a lospecadores al trono de Dios.

Uno de los testimonios más fehacientes que nos que­dan, sobre la naturaleza y resultados dela obra de evangelización de Whitefield, se halla en la autobiografía de Benjamín Franklin, unode los próceres de la independencia de los Estados Unidos, que dice:

"En 1739 llegó de Irlanda entre nosotros el Rev. Sr. Whitefield, quien se había distinguido comopredicador itinerante. Al principio permitiósele predicar en algunas de nuestras iglesias, pero elclero disgustado con el, rehusó muy pronto cederle el púlpito, por lo cual viose obligado apredi­car al aire libre. Las muchedumbres de todas las sectas y denominaciones que iban aescuchar sus sermones eran enormes y era materia de especulación para mí, que era uno delnúmero, observar la influencia extraordinaria de su oratoria sobre sus oyentes y lo mucho quele admiraban y respetaban, aun a despecho del abuso que muy a menudo hacía de ellos alasegurarles que eran naturalmente medio bestias y medio diablos. Era maravilloso ver elcambio que se producía tan prontamente en los hábitos de nuestros habitantes. De un estadoreligiosamente indiferente y despreocupado, parecía ahora como si todo el mundo estuviese,tornándose religioso, de tal manera que nadie, al atardecer, podía caminar por la ciudad sin oírcantos de salmos en muchos hogares y en cada calle." (9)

En ese su entusiasmo evangelizador, fue más allá de su propia teología. Contrariamente aJuan y Carlos Wesley, Whitefield creía en la elección divina: elección que permite que algunosse salven y otros se pierdan para "la gloria de Dios". Solamente aquellos a quienes Dios eligió“desde la fundación del mundo” podían salvarse. Esto, naturalmente, partía de su propiaexperiencia religiosa. ¿Cómo había podido él, un réprobo de tan maligna estirpe, llegar a ser unpredicador tan pode­roso de la Palabra a no ser que Dios en su maravillosa providencia lehubiese elegido para eso? Ciertamente, por su propia voluntad, jamás hubiera llegado a ser lo

que fue. Sólo la gracia inmerecida de Dios le salvó y arrebató, literalmente hablando, de uno delos círculos más infernales de la tierra. Teóricamente, predicaba para que aquellos que habíansido elegidos despertasen a la realidad de su elección y no menospreciasen, en su ignorancia,la gracia divina que los distinguiera con su favor. Sin embargo no era muy consecuente con suteología y predicaba como si todos hubiesen sido elegidos para la salvación.

Esa diferencia teológica lo distanció por algún tiempo de los Wesley, distanciamiento que seprodujo principal­mente por la publicación de un sermón de Juan Wesley sobre la "GraciaGratuita" y la réplica que al mismo había hecho Whitefield en una carta, la que se publicó sin suconocimiento, pero que fue causa para que en 1741 se enardecieran los ánimos y se suscitarauna agria controversia entre los amigos y camaradas. A pesar de todo ese distanciamiento noduraría permanentemente, aunque fuera causa principal de una primera división en elmovimiento. Cuando en 1770 Inglaterra supo de la muerte de Whitefield, pues murió en lascolonias inglesas de América, Juan Wesley predicó un sermón a su memoria haciendo unaapología conmovedora y encomiástica de su antiguo camarada.

A pesar de que su gran talento fue ser un predicador evangelístico, uno de los interesescapitales de su minis­terio se concretó en el establecimiento de un orfanato que fundó alcomenzar su obra en América, en Savan­nah, Georgia, y al cual impuso el nombre de"Bethesda". Esta empresa costóle mucho trabajo, afanes, viajes, disgustos y controversias.Nunca se supo precisa­mente cuántos niños y jovencitos se beneficiaron con esa institución,por cuya existencia luchó noblemente hasta casi el fin de su vida y cuyo establecimiento ysostén fue en gran parte debido a su oratoria.

Benjamín Franklin que era amigo de Whitefield, sin participar por ello de sus sentimientosreligiosos, pues se estilaba cual "libre pensador", publicó muchos de sus escritos y le ayudó enotras empresas. Sin embargo no estuvo de acuerdo con Whitefield de que se abriera eseorfanato en Georgia, dado que allí faltaban materiales y obreros para llevar a cabo un proyectode tan alto vuelo, como el que el evangelista proyectaba. Este se encaprichó en abrirlo enGeorgia, por lo que Franklin le negó su apoyo. Pero cuando Whitefield celebró en Filadelfia,ciudad donde vivía Franklin, una asamblea para levantar dinero para esa institución, ésteresolvió ir para escucharle, pero con la determinación de no con­tribuir ni con un centavo a laempresa. Lo que sucedió en esa reunión lo describe FrankIin así:

"Yo tenía en mi bolsillo un puñado de monedas de cobre, tres o cuatro dólares de plata y cincodoblones de oro. Mientras él proseguía, comencé a ablandarme y resolví dar las monedas decobre. Otro golpe de su oratoria me avergonzó de esa resolución y determiné entonces darlelas de plata. Y terminó tan admirablemente que vacié enteramente mi bol­sillo en el plato de laofrenda con oro y todo. Escu­chando ese sermón estaba también un señor de nuestro Club,quien teniendo el mismo parecer que yo en cuanto al edificio de Georgia y sospechando que setomaría una ofrenda, tomó la precaución de vaciar sus bolsillos antes de salir de casa. Hacia laconclusión del discurso, sin embargo, sintió un fuerte deseo de dar y solicitó de un vecino, queestaba cerca suyo, que le prestara algún dinero para lá ofrenda. Infelizmente el pedido fuehecho tal vez a la única persona en el grupo que tuvo la firmeza de no dejarse afectar por elpredicador. Su respuesta fue: 'En cualquier otra ocasión, amigo, te prestaría liberalmente perono ahora pues me parece que estás fuera de juicio'." (10)

Por muchos años Whitefield, fiel a sus ideas ascéticas, pensó en no casarse, pero finalmenteresolvió hacerlo más bien por un sentido práctico de la vida que por sentimentalismo. En estesentido, oró para que Dios le concediera una esposa que le permitiese vivir como si no latuviera. Dice un biógrafo suyo que esta oración ciertamente fue escuchada, pues que la quevino a ser su esposa poco interfirió en su trabajo, pero cuando ella falleció confesó que sumuerte había dejado su "mente en mucha libertad".

Su vida matrimonial no se distinguió por lo tanto por alguna demostración de profundo afecto,pero congenió bastante discretamente con su esposa. Casóse el día 14 de enero de 1741 conElizabet James, una viuda que debía contar en ese entonces con cerca de 34 años de edad.De ella tuvo un hijo, el cual murió a los cuatro meses después de nacer y no le nacieron otros.Estuvo casado veintisiete años, falleciendo la señora de Whitefield el 9 de agosto de 1768, dos

años antes que él. Juan Wesley escribió en sus memorias que era una mujer "candorosa yhumanitaria". Varios testi­monios dan fe de que ella fue esposa consagrada y cons­ciente desus deberes, aunque Whitefield por su itine­rancia tenía que dejarla largo tiempo sola en casa,tanto en Inglaterra como en América, puesto que no era muy dada a viajar.

A pesar de sus grandes esfuerzos evangelísticos casi sin precedentes y de su devoción enfavor de los huérfanos, además de otras empresas menores, su obra no alcanzó latranscendencia que tuvo, y tiene, la que llevaron a cabo Juan y Carlos Wesley. Faltábale genioorganizador, equi­librada calma y paciencia para recibir consejos de otros, puesto que tenía laconvicción de que para todas las cosas recibiría la dirección de Dios y que por lo tanto tododebía tener una solución feliz.

Sin embargo, siempre se le recordará en la historia de la Iglesia Cristiana como uno de losraros prodigios de oratoria fulminante y casi demagógica. Predicaba a tiem­po y fuera detiempo, sin medida y sin preocuparse por el esfuerzo que esto exigía a su físico, siempreenfermizo y sujeto a periódicos achaques. Calcúlase que durante un período de treinta y cuatroaños, predicó dieciocho mil sermones. Su promedio semanal era de unos diez. En Américaasumió el compromiso de viajar a caballo en un circuito de mil quinientas millas, para predicarince­santemente mientras itineraba.

Es inverosímil lo que se cuenta acerca de las muchedumbres que agolpábanse de todaspartes, cuando corría la voz de que se aproximaba a alguna localidad. Venían a pie, a caballo,en carros, cruzando campos, valles y bosques, como atraídos por una fuerza irresistible. Y raraera la persona que no le escu­chara y sintiera en sí el deseo de arrepentirse de su vida pasaday aceptar la cruz salvadora de Cristo. En cierta ocasión, cuando el médico aconsejóle a que selimitara en sus predicaciones, escribió en su Diario: "Estoy redu­cido a la corta ración depredicar solamente una vez durante los días hábiles y dos veces los domingos."

Su ministerio fue compartido entre América y Gran Bretaña. Cruzó el Atlántico trece veces, suitinerario en América iba desde lo que es hoy el estado de Georgia hasta Maine. Viajaba aInglaterra principalmente para levantar dinero para su orfanato de Savannah y para conservarvivas sus relaciones en la madre patria. Amé­rica fue su campo predilecto. De hecho escribió:"Me gusta andar errante por los bosques de América y mu­chas veces pienso que no debo másvolver a Inglaterra."

Y realmente no volvería más. Murió el 30 de setiembre de 1770, encontrándose a la sazón y apesar de lo precario de su salud, en una jira evangelística. Es realmente impresionante el relatoque tenemos de sus últimas horas de vida:

"El había partido en ese mismo día para New­buryport, donde esperábase que predicaría al díasiguiente. Durante la hora de la cena, el, patio en frente de la casa y aún la entrada, llenáronsecon gente, que empeñábase en oír unas pocas palabras de sus labios elocuentes. Pero estaba,exhausto y, levantándose de la mesa, dijo a uno de los clérigos que estaban con él: "Hermano,usted debe hablar a esta gente yo no puedo decirles una sola palabra". Y tomando una vela seapresuró para ir a su dor­mitorio, pero antes de llegar se paró, una sugestión de su corazóngeneroso le decía que no debía aban­donar así a una muchedumbre ansiosa y hambrienta porel pan de vida que anhelaba recibir de sus manos. Parose sobre los peldaños para dirigirles laPalabra. El ya había predicado su ultimo sermón. Esta sería su última exhortación: Pareceríaque algún extraño pensamiento, algún vago presentimiento se hubiese posesionado de sualma con la aprehensión triste de que esos momentos eran demasiado precio­sos para que losusara para su descanso. Demoróse en la escalera, mientras la muchedumbre lo contem­plabacon ojos llorosos, como Eliseo al contemplar al profeta que ascendía al cielo. Su voz, que talvez jamás vibrara más musical y emotiva, fluyó incesantemente hasta que la vela, quelevantara en su mano, consumióse totalmente. A la mañana siguiente él ya no era, Dioshabíale tomado para sí." (11)

:Murió de un ataque de asma. Cumplióse así el deseo que expresara en cierta ocasión, cuandoun compañero le recomendaba que no se excediera en sus actividades y no predicara tan amenudo como lo hacía: "Quiero consumirme antes que aherrumbrarme". Así terminó su vidaaquél que fuera el verbo mágico y electrizante del metodismo calvinista. Durante su época

ningún otro predicador tuvo la distinción de viajar tanto como él lo hiciera y de predicar contanta vehemencia y constancia en un circuito tan vasto y lleno de innumerables tropie­zos eimprevistos.

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(1) George Whitefield “A Short Account of God’s Dealing with the Rev. Mr. George Whitefield” (London1740), Pág. 8.

(2) George Whitefield, Op. Cit., págs. 9-10.

(3) Stevens, A., Vol. I, Op. Cit., Pág 74.

(4) Citado por Stevens, A., Vol. I, Op. Cit., Pág 75.

(5) Op. Cit., Pág 48-49.

(6) Citado por Stuárt, C. H., "George Whitefield", pág. 26.

(7) Diario, Vol. I, pág. 40.

(8) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Pág. 115.

(9) Harvard Classics, Vol. I, pág. 100.

(10) Harvard Classics, Vol. I, págs. 101, 102.

(11) Stevens, A., Vol. I, Op. Cit., Pág 466.

CAPÍTULO SEXTO.

UNA ESTRELLA DE LA GRACIA"Mi labor ha concluido. Nada más tengo

que hacer sino ir a mi Padre".Selina Shirley.

Condesa de Huntingdon.

Fue en la primavera de 1741 que Jorge Whitefieldvolvió por segunda vez de sus peregrinajesevangelísticos en América. Durante su segundavisita estableció el orfanato, por el cual habíaestado pidiendo ayuda en Ingla­terra después de suprimer retorno. Poco tiempo después de llegar fuepublicada la carta en la que atacaba a la teología deJuan Wesley, especialmente sus ideas. arminianas,esto es la de la universalidad de la salvación. JuanWesley publicó un sermón con el título de “GraciaGratuita” en el que confirmaba sus conviccionesarminianas.

De esta controversia, que por momento tomó uncariz virulento, como ya dijimos surgieron las dosramas del metodismo: la arminiana y la calvinista.Parece que Whitefield, además de sus conviccionespersonales, había recibido en América esa

influencia calvinista, especialmente al asociarse con algunos grupos bautistas y presbiterianos.En Gran Bretaña los que apoyaban las mismas tendencias y que habían sido despertados ensu interés religioso por el movimiento wesleyano, agrupáronse alrededor de Whitefield a quienreconocieron como su guía. Entre éstos encontrábase una mujer que jugaría papel importanteen el destino de ese movimiento calvinista. Era conocida con el título de Lady Huntingdon.

Esa dama nació el 24 de agosto de 1707 en la localidad de Chartley y al parecer teníaconexión lejana con la familia real. Era la segunda hija de Washington, conde de Ferrars. Apesar de que estaba acostumbrada a una vida fácil y lujosa, pues tanto su padre como suesposo poseían numerosas propiedades en diferentes localidades del Reino, siempre tuvoprofundo interés por las cosas religiosas y por socorrer en sus necesidades a susdepen­dientes y a los pobres del vecindario.

Casóse a los 21 años de edad con Teófilo Huntingdon. Este murió en abril de 1746 a los 50años de edad, dejándola viuda cuando frisaba los 39. Ella no volvió a casarse, antes empleó suviudez y sus haberes para incrementar y extender la obra religiosa.

..

Fue a los 32 años después de una seria enfermedad, que ella tuvo ocasión de verse con losWesley (año 1739). Al parecer, el primer contacto fue con Carlos. Sin em­bargo, según'algunos historiadores, ella frecuentó las reuniones de los moravos en Fetter Lane, con quienestambién los primeros metodistas solían reunirse durante algún tiempo, antes de que formaransu grupo aparte. Además, mostró simpatía por la obra de Whitefield y tuvo cierta influencia paraque el gran evangelista fuese ordenado presbítero en enero de 1739, después de su primerregreso de América, conforme se infiere de una carta que el Obispo Benson escribió al condede Huntingdon. En ella expresaba el deseo de que esa ordenación diese a Lady Huntingdonalguna satisfacción y esperaba, a la vez, que ella no tuviese otro motivo para quejarse de.alguna falta del obispo. La condesa parece haberse irritado con la oposición hostil que losclérigos de la iglesia oficial hicieron a que Whitefield fuera orde­nado presbítero. A renglónseguido, ella comenta:

"Aunque equivocado en algunos puntos, creo que él (Whitefield) es un joven piadoso, conbuenas in­tenciones, grandes habilidades y mucho celo. Certi­fico que el obispo de Canterburytiene una elevada opinión de él." (1)

Una de las más decisivas influencias que tuvo en su vida religiosa, y la que en verdad la llevó atomar la decisión de lanzar su suerte con los metodistas, fue la de su cuñada Lady MargaritaHastings, a pesar de ser ella de la alta alcurnia en la sociedad inglesa. Margarita casóse en1741 con James Ingham, que fue uno de los miembros del "Club Santo". Ambas hicieronpública profesión de fe con los metodistas., Vale la pena consignar aquí que Betty, la. hermanade Margarita, una década antes ya patrocinaba el tradicional grupo del "Club Santo" en Oxford.De allí la relación de Ingham con Margarita y de los metodistas con la familia del conde deFerrars.

Después de entrar en contacto con el movimiento metodista, extremóse en su celo religioso yen obras de caridad, lo que alarmó algo al esposo. Este dirigióse al obispo Benson, que era sututor, para que tratara de atenuar el fervor de la esposa. Concertóse una entrevista en la cual elobispo aconsejóle a que no fuera tan estricta en su conducta y sentimientos. Pero ella loacorraló con citas de las Escrituras, mostrándole que otro debía ser su comportamiento y no elde buscar que la gente tuviese menos religión. El quedó algo resentido con esta recon­vención,diciéndole que lamentaba haber ordenado a Jorge Whitefield, a quien atribuía todo ese fervorreligioso que ella y otros estaban experimentando, por ser él uno de los guías del movimiento yconfesóle que se sentía directamente implicado por haberle impuesto las órdenes eclesiásticas,a lo que la señora replicó:

"Mi señor, grabe bien mis palabras: cuando usted se encuentre en el lecho de muerte, éstaserá una de las pocas ordenaciones que recordará con complacencia.” (2).

Esas palabras fueron proféticas. Cuando el obispo estuvo a las puertas de la muerte, dispusoque se envia­sen al gran evangelista diez guineas como prueba de consideración y admiración,con el ruego de que orase a. su favor. Este incidente nos da una muestra del carácter firme,decidido y osado de esa mujer que no temía enfrentarse con los grandes de sus días.

En 1744 Lady Huntingdon invitó a los Wesley durante el desarrollo de la primera ConferenciaAnual Metodista, que tuvo lugar en Londres a fines de julio de 1744, a que celebraran unasesión en su residencia. Eso debióse a que ella, aunque se hubiese esposado con la rama

calvinista del metodismo, consideraba. a ambos grupos como embarcados en una causacomún. Juan Wesley predicó durante esa reunión, habiendo usado como texto el siguiente:"¿Qué ha obrado Dios?" Fue el primer sermón de ese tipo que se predicó en esa mansiónseñorial. Más tarde ella invitaría a Whitefield para que predicara regularmente en esa casa y enotras de su propiedad, a muchos de los nobles de Inglaterra.

Cuando Whitefield retornó de su tercer viaje de América, en julio de 1748, Lady Huntingdonenvió a Howel Harris, uno de los predicadores, a encontrarle para invi­tarle a que fuese a sucasa en Chelsea, cerca de Londres, para que predicara a un gran círculo de sus relaciones dela alta sociedad inglesa. Más tarde ese ministerio a los nobles ingleses se extendería a susfincas en Bath y Brighton. En esos lugares' ella construyó capillas y nom­bró a Whitefield comouno de sus capellanes, éste fue realmente el único nombramiento que el gran evange­listatendría en Inglaterra.

Después de la muerte de su esposo y sin descuidar sus deberes maternales, -ya que teníacinco hijos- trató de emplear gran parte de su fortuna en comprar propiedades para que lospredicadores de su conexión tuvieran donde ejercer propiamente su ministerio. Adquirióteatros, salas públicas y capillas abandonadas ya en Londres, en Bristol o en Dublín y lasrefaccionó para que en ellas se anunciara la Palabra. Además levantó capillas tanto enInglaterra, como en el país de Gales e Irlanda. Ella significó dentro del movimiento calvinista, loque Juan Wesley dentro del movimiento arminiano, con la diferencia que tenía a su alcancemayores posibilidades eco­nómicas.

Dividió los territorios en distritos y envió evangelistas itinerantes a predicar y ella hacía frente atodos los gastos que eso implicaba. Calcúlase que gastó en todas esas obras deevangelización cerca de medio millón de libras esterlinas. Esa suma, sin duda alguna,representa mucho más de lo que hoy valdría. Llegó hasta vender sus joyas con el fin decomprar capillas, Despidió a muchos de sus sirvientes, disminuyó grandemente su tren de vidapara que le sobrase lo suficiente como para hacer frente a los crecientes gastos de la obra. Unalto dignatario en cierta ocasión quejóse al rey Jorge III de que esa señora y sus predicadoresestaban extremándose en sus lides religiosas. El mismo rey, que la tenía en alta estima,relatóle el incidente.

El monarca halló por bien decir a ese dignatario, que tratase él mismo de imitar el celo de esospredicadores y que en cuanto a Lady Huntingdon deseaba que hubiese una como ella en cadadiócesis de su reino. Ella misma muchas veces acompañaba a sus capellanes y predicadores alo largo de toda Inglaterra, animando con su presencia al movimiento e inspeccionando lasobras para ver cuáles eran las necesidades y oportunidades. El más importante de esoslugares de culto (que todavía existe) fue el que se denominó "Totten­ham Court Road Chapel",que sustituyó al tabernáculo que en 1741 se levantara por primera vez en Moorfields paraabrigar a las muchedumbres que, antes de reunirse allí, reuníanse al aire libre y que Whitefieldinaugurara a su regreso de su segunda visita a América.

El movimiento calvinista, a la para que el arminiano, fue creciendo sensiblemente, lo que exigíaun mayor número de pastores y capellanes. Hízose evidente que a éstos debíase proporcionaruna preparación más adecua­da a sus tareas ministeriales. Por lo tanto Lady Huntingdonresolvió establecer un colegio para predicadores. Establecióse en Gales del Sur, utilizándoseun antiguo castillo del cual se le dio el nombre de "Casa Trevecca"

Fue dedicado el 24 de agosto de 1768. Jorge Whitefield predicó el sermón dedicatoria y tomópor texto: "En todos los lugares donde yo escriba mi nombre vendré a ti y te bendeciré". Eldomingo siguiente volvió a predicar en el patio del colegio ante miles de personas y esta vez sutexto fue: "Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo".No obstante ser un colegio que tenía que ver en primer término con la preparación de lospredicadores de la rama calvinista, algunos predicadores de la tradición arminiana tambiéncolaboraron en esa obra educacional.

Relaciones ricas y nobles de la condesa aportaron fondos para hacer frente a los gastos decompra y refección de la propiedad. Juan Wesley aprobó la iniciativa y Juan Guillermo de laFlechcre fue el primer presidente de la escuela. Uno de los mineros convertidos por su

predicación en los "Montes de Madeley", cerca de donde estaba su parroquia, fue el primerestudiante que entró en esa escuela.

Los estudiantes podían permanecer en "Casa Trevec­ca" durante tres años con derecho apensión, enseñanza y un traje por año. Para cursar sus estudios, no existía compromiso algunode servir a determinada iglesia o grupo en particular, podían solicitar órdenes eclesiásticas enla Iglesia Anglicana o entre cualquier otra denomi­nación cristiana a la cual se sintiesenllamados a servir. McTyeire escribe lo siguiente sobre Trevecca:

"Trevecca, durante años fue como el cuartel gene­ral del metodismo calvinista. Suplió suspúlpitos y aportó a la vez contribuciones ministeriales impor­tantes a la Iglesia Oficial y a losotros grupos Disi­dentes. La condesa vivía allí gran parte 'de su tiem­po. Conveníale por causade la obra extensa que sostenía. Y de esta manera podía despachar con pre­mura emisarios yayuda a muchos púlpitos. Siempre se tenían a mano caballos para que los estudiantes fuesenllevados los sábados a los puntos distantes, mientras que los más cercanos eran visitados apie. Frecuentemente salían para circuitos remotos predi­cando en campos, graneros,mercados, hogares. Las clausuras anuales eran como reuniones de campa­mentos metodistas.En cierta ocasión mil trescientos caballos de visitantes e invitados viéronse sueltos en un grancampo, sin contar los que habían sido deja­dos en las aldeas circunvecinas, además de ungran número de carruajes. En un extremo del patio del colegio fue erigido un palco sobre elcual se colocó un atril y desde donde seis o siete predicadores pero­raban sucesivamente acongregaciones atentas y an­siosas. Un visitante informa que trescientas personas sedesayunaron juntas en el lugar y cuenta que eran abundantes los sermones, exhortaciones,sacramen­tos, ágapes espirituales, tanto en inglés como en galés y que muy cálidos eran losmuchos amenes y ferviente el clamor de 'Gloria a Dios':” (3)

Naturalmente, la educación que se dispensaba era más práctica que teológica y susestudiantes eran entrenados en el orden de conducir personas a Cristo y se les urgía a quesalieran a predicar por collados, encrucijadas y doquier hubiese almas necesitadas del mensajede la sal­vación eterna.

Cuando ella falleció contaba 84 años. Dejó todas las propiedades que le quedaban para elsostenimiento de las setenta y cuatro capillas que había ayudado a cons­truir en diferentespartes de Gran Bretaña y una consi­derable suma para obras de beneficencia. Dentro delgrupo calvinista ocupó un lugar que se puede comparar al de Juan Wesley en el grupoarminiano. Y ciertamente si no hubiese sido mujer, habría tenida una influencia tan grande omayor que la de él. En la historia de la Iglesia Cristiana tal vez no haya habido otra mujer queejerciera tanto poder "eclesiástico" sin realmente tenerlo, co Lady Huntingdon. HoracioWalpole, ilustre hom­bre de 1etras y miembro del parlamento, que fue su contemporáneo,llamóla "la Reina del Metodismo" y otro sabio también del mismo siglo calificóla como la"Estre­lla de Primera Magnitud en el Firmamento de la Iglesia".

Al morir, exclamó: "Mi obra ha concluido; nada más tengo que hacer sino ir a la casa de miPadre". Su enfer­medad fue larga y dolorosa, pero durante la misma no solo conservó fuerte elánimo sino que una y otra vez entró en éxtasis, pareciéndole por momentos encontrarse ya enlos umbrales de la gloria celeste.

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(1) Citado por Stuart, C., Op. Cit., pág. 44.

(2) McTyeire, Op. Cit., pág. 242.

(3) Op. Cit., pág. 246.

CAPÍTULO SÉPTIMO

EL PALADIN DE LA DIVINA MISERICORDIA"¡No permita Dios que yo excluya de mi afecto fraternal y de

mi asisten­cia ocasional, a cualquiera de los ver­daderosministros de Cristo, porque él eche sus redes del Evangelio

con los presbiterianos o los independienteso los cuáqueros o los bautistas."Juan Guillermo de La Flechère.

En el estudio que hicimos de Juan Wesleydijimos que no había sido primeramente unteólogo sino un evangelista y que su principalfuente de predicación era el Nuevo Testamento.Cuando recrudeció la controversia sobre elprincipal punto teológico que los dividía encalvinistas y arminianos, como dos corrientesmetodistas paralelas, Juan Wesley tuvo queechar mano de Juan Guillermo de La Flechère oJuan Fletcher, como comúnmente se le conocía,quien había aparecido en el escena­rio metodistacuando el movimiento había tomado ya granvuelo en Inglaterra.

La razón por la cual el movi­miento metodistanunca se distinguió como sistema teo­lógico fueporque su principal interés había sido el dedespertar la conciencia evangélica de aquellosque nomi­nalmente se decían cristianos y dellevar el mensaje del Evangelio a los que notenían conocimiento. Para cum­plir con talpropósito, lo más importante era la exposiciónque de las Escrituras se pudiera hacer. ParaJuan Wesley un sistema particular de doctrinaera cosa secun­daria, de acuerdo con lo que élmismo escribiera de la naturaleza de un creyentemetodista:

"Estos son los principios y prácticas de nuestra secta; éstos son los rasgos del verdaderometodista... Si alguien dice: "Pero ésos son sólo los principios fundamentales comunes de la fecristiana... " Es precisamente eso lo que quiero decir... Ruego a Dios que tú y todos loshombres sepan que yo y todos los que piensan como yo, rehusamos vehemente serdistinguidos de los demás hombres por algo que no sean los principios comunes delcristianismo...

"Por estas señales, por estos frutos de una fe viva, tratamos de distinguimos del mundocreyente... Pero de los verdaderos cristianos, de cualquier deno­minación que sean, deseamosansiosamente no distin­guimos en absoluto... ¿Es tu corazón sincero como el mío lo es haciati? No te pregunto otra cosa. Si es así, dame la mano... ¿Amas y sirves a Dios? Eso basta. Yoestrecho tu diestra en señal de comu­nión." (1)

En su “Pequeña Historia del Pueblo Llamado Meto­dista", Wesley dice lo siguiente sobre suhallazgo de La Flechère:

"Marzo 13, 1757. Hallándome en estado de fla­queza, en Snowfields, oré a Dios para que si lepare­cía bien me enviase ayuda para mis capillas. Así lo hizo. Y tan pronto como yo terminara

de predicar, vino el señor Fletcher, que había sido recientemente ordenado presbítero (de laIglesia Anglicana) y se apresuró en llegar a la capilla con la intención de ayudarme, suponiendoque yo estaría solo. ¡Cuán maravillosos son los caminos del Señor! Cuándo mi fuerza físicaflaqueaba y ningún clérigo en Inglate­rra estaba en condiciones o listo para ayudarme, enviómeayuda desde las montañas de Suiza y ¡un verdadero compañero en todo sentido! ¡Dóndeha­bría podido yo encontrar otro igual!" (2)

El fundador del metodismo tenía esperanza de que ese hombre, que Dios le había deparado deuna manera tan providencial, vendría a ser su sucesor en la dirección del movimiento. Poraquel entonces Wesley encontrábase algo desalentado en cuanto a su estado físico y juzgóque no viviría mucho tiempo ya. Estaba buscando quien pudiera ocupar su lugar para el casode que llegara a faltar. ¡Sin embargo él sobreviviría a Juan de La Flechère!, el cual era deconstitución física mucho más precaria que la de Wesley.

Aunque no le sucedió en la dirección, le fue muy útil en la lucha que tuvo que sos­tener paradefender el punto de vista arminiano ante sus opositores calvinistas. De esta manera, elmetodismo pro­dujo un gran teólogo sin que éste realmente escribiera un tratado de teologíacomo "La Suma. Teológica" de Tomás de Aquino, o "las Instituciones Cristianas" de Calvino.Limitóse a defender una doctrina que parecióle más a tono con la enseñanza que elcristianismo primi­tivo impartía según el testimonio del Nuevo Testa­mento.

Juan Guillermo de La Flechère no nació en Inglaterra. Vio la luz en un pequeño pueblo no muylejos de Gine­bra, Suiza, en Nyon, y casi a la orilla del lago Leman, el día 12 de setiembre de1729. Descendía de una familia de la Saboya francesa. Hizo sus estudios en la Universidad deGinebra y se distinguió como alumno estudioso. Había pensado hacerse pastor de la IglesiaReformada de Suiza, pero por cuestiones de conciencia rehusó final­mente entrar. Lo que leobstó tomar ese paso fue el credo calvinista. Repugnaba a su conciencia el creer que Dios,para su gloria, hubiese desde la fundación del mundo decretado la perdición de muchos sereshumanos. Renun­ció a su vocación ministerial por ese motivo y se fue al otro extremoabrazando la carrera militar. No duró mu­cho sin embargo esa determinación suya y prontohalló que allí nunca prosperaría, ya que tenía ánimo dema­siado gentil como para acomodarsea las lides brutales de la guerra. Fue cuando resolvió emigrar a Inglaterra.

En el nuevo ambiente, como medio de vida, aceptó un lagar de tutor junto a una familia quevivía en el campo y que acostumbraba a pasar los inviernos en Londres. Sus ocupacionesdocentes no hicieron disminuir su interés por las cosas del espíritu. Una inquietud profunda porconocer más íntimamente las cosas de. Dios no le dejaba completamente en paz.

Oyendo hablar de los metodistas, inquirió acerca' de ellos. Dijéronle: "Son gente que ora día ynoche". A esto replicó: "Entonces yo los encontraré, si ellos están a mi alcance". Durante unade sus perma­nencias en Londres pudo entrar en contacto con los metodistas y renaciónuevamente en él el celo religioso, deseando servir a su Señor así como lo anhelara en susaños más juveniles. Juan Wesley aconsejóle que buscara órdenes eclesiásticas en el seno dela Iglesia Anglicana. Aceptó la indicación y obtuvo allí la ordenación.

Después de ser ordenado ministro, el rico señor, en cuya casa sirviera de tutor, ofrecióle lacapellanía de su capilla particular, en Dunham, donde se le dijo que había "poco trabajo y buensalario". Poco antes que se le hiciera ese ofrecimiento había visitado el pueblo de Madeley,lugar no muy grande pero donde prosperaban algunas industrias y minas.

Notó en el pueblo mucha miseria y perdi­ción. La iglesia anglicana del lugar vivía desierta y lagente no manifestaba ningún interés por las cosas del espíritu. Observó también queabundaban los despachos de bebidas. Cuando su antiguo amo ofrecióle esa capella­nía tuvouna idea: la de ofrecérsela al párroco de Made­ley en cambio de su parroquia. Muygustosamente éste aceptó el cambio y poco después La Flechère estuvo en su nuevo puesto,de trabajo.

La respuesta que obtuvo al principio de su ministerio allí fue magra. La gente levantábase tardeen los días de culto Y por eso no asistía a los servicios religiosos. Pero daban como excusa,que tomábales mucho tiempo el lavar y arreglar los chicos, de manera que estuviesen listos

para la hora en que comenzaban los ejercicios divinos. Entonces él resolvió el problemalanzando mano del expediente de ir tem­prano por las calles, tocando una campanilla para quese levantaran a tiempo.

Además se propuso visitar, asi­duamente de casa en casa, yendo lo mejor que pudo alencuentro de las muchas necesidades de esa gente, que durante largo tiempo había, vivido enel abandono.

Por ese entonces ya adquirió dominio de la lengua inglesa y usábala maravillosamente. No erahombre de alta elocuencia, pero imprimía tal espíritu de piedad y tal sentimiento candoroso enlo que decía, que sus pala­bras llegaban hondo al corazón de sus oyentes. Un con­temporáneosuyo dio este testimonio: "Su palabra viva remontábase como vuelo de águila".

A gran costo los oyentes podían retener las lágrimas y sus mensajes eran recordados pormucho tiempo, pues dejaban una impresión indeleble en las almas. Extremábase en el cuidadode los pobres, los cuales encontraban en él no solo la mano caritativa, sino el corazóncomprensivo. Una y otra vez llegó a vender los muebles de su casa para ha­cer frente a algunanecesidad apremiante de sus parroquianos pobres. Atendía con cariño a los niños, a quie­nesinstruía en el catecismo y los cercaba con consejos paternales. Consta que llegaba a reunirhasta trescien­tos de ellos.

Su salud nunca fue muy buena. Estaba sujeto a acha­ques y al parecer sufría de tisis. Pero, apesar de eso, entre enfermedad y enfermedad llevaba adelante su ministerio con dedicación ycariño. No pasarían muchas semanas en su parroquia antes que viera el premio de susesfuerzos. Llenósele la iglesia de gente y muchos encontraron el camino de la salvación y elsabor de una nueva vida en Cristo.

No solamente mejoró las condiciones de muchas familias, sino que el pueblo todo sintió lainfluencia de su piedad y consa­gración. Quedó conocido por toda Inglaterra con el nombre de"El Vicario de Madeley". Aquellos que le conocieron decían que su sólo aspecto ya infundíaáni­mo y que toda su manera de ser invitaba a una vida más santa.

Juan Guillermo de La Flechère,. a pesar de perte­necer como eclesiástico a la Iglesia deInglaterra, nunca perdió su fervor metodista y como ya lo notamos, fue uno de los compañerosmás allegados y fieles' de Juan Wesley. Por la cita de Juan Wesley, que transcribimos másarriba, vemos que él apareció casi providencialmente en una época de apremiante necesidad.Wesley, en su' anotación, olvidó decir que en ese mismo día La Flechère recibió su ordenaciónde presbítero. El his­toriador Stevens nos hace una clara evaluación acerca de su contribuciónal movimiento metodista:

"De allí en adelante, de entre el clero de la Iglesia Anglicana, fue el coadjutor más ardiente deWesley, su consejero y compañero de viaje en la itinerancia evangelizadora, un asistente ensus Conferencias, un campeón de sus puntos teológicos y, sobre todo, un ejemplo santo devida y del poder del Cristianismo, así como lo enseñaba el metodismo. Era leído y conocido,admirado y amado por los metodistas a través del mundo entero, tanto es así que Madeley, suparroquia, les es tan familiar y la estiman tanto como a la misma Epworth". (3)

Wesley sintió mucho que él se resistiera a aceptar la invitación de substituirle en caso de que élllegara a faltar. Y por dos motivos no aceptó: por su mala salud y su modestia.

A pesar de que ejerció su ministerio entre la gente humilde, pobre y viciosa, nunca perdió sucontacto con los más ilustrados de su época, gozaba de la misma admiración y prestigio tantoentre ignorantes como entre sabios.

Casi hasta el fin de su vida mantúvose soltero. En 1770, hizo su primer visita de regreso aSuiza. En ese viaje pasó por Italia y empeñóse en visitar la vía Appia y en su presencia sedescubrió y arrodilló en homenaje a los cristianos primitivos que por ella habían pasado y dadosu vida en testimonio del Evangelio.

Volvió a su parroquia más animado en el espíritu y más fuerte en el cuerpo, pero en el veranode 1777 declina nueva­mente su salud, desesperando de curarse. Al final de ese verano volviónuevamente a Suiza y permaneció allí hasta 1781. Nuevamente los aires dé su tierra natal

devolviéronle parte de la salud, ya que nunca llegó a curarse del todo. En ese mismo año volvióa Inglaterra y en el mes de noviembre contrajo matrimonio con María Bosanquet, la cual habíasido una eficiente cooperadora de Juan Wesley y una de las pocas mujeres a quienesconcediera permiso para dirigir la palabra en las reunio­nes metodistas.

María nació de padres pudientes en 1739 y desde tierna edad mostró pronunciada inclinaciónhacia la religión. Cuando sólo tenía ocho años de edad ya meditaba acerca de su salvacióneterna, preguntándose: "¿Qué será eso de que los pecados de uno son perdonados y quedebemos tener fe en Jesús?" Su familia mantenía relaciones con círculos de la alta sociedad yasí tuvo ocasión de conocer la vida placentera y los centros al1istocráticos de las ciu­dades deBath y Londres, igualmente que las salas de baile y la ópera, y sin embargo su espíritu religiosono desmayó. En su casa trabajaba una joven sirvienta que fue alcanzada por el movimientometodista. Esta ejerció gran influencia sobre ella y una hermana suya y merece gran crédito porla resolución que María tomara al adherirse al metodismo.

Después en Londres, en su temprana juventud, entró en contacto con algunos elementosfemeninos metodistas que influyeron en su manera de vivir. Los padres alar­máronse con lareligiosidad de la hija y quisieron lle­varla a un lugar veraniego para tratar de alejar de su mentelo que, a juicio de ellos, eran "ideas exóticas y extravagantes", pero ella suplicó que no lallevasen y quedóse con algunos amigos en Londres, quienes alimen­taban sentimientos másafines a los suyos.

En el seno de esa familia su determinación afirmóse más y más de dedi­carse completamentea una vida religiosa. 'Un día su padre impacientóse con ella y díjole: "Tengo una pro­mesaexpresa que exigirte y es la de que nunca, en nin­guna oportunidad, ya sea ahora o más tarde,tientes hacer de tus hermanas lo que tú llamas un cristiano". A eso contestó (ella misma lorelata): "En concordancia con lo que considero ser la voluntad del Señor, no oso consen­tir ental cosa".

El padre entonces replicó: "En tal caso me obligas a que te eche de mi casa". A lo querespondió "Está bien, señor, y de acuerdo con su manera de ver las cosas, entiendo su actitud.Por mi parte me guardaré de provocar un ambiente desagradable". Y cuando alcanzó lamayoría de edad, estando en posesión de una pequeña fortuna por derecho de herencia,abandonó el hogar. Con el consentimiento. de sus padres establecióse en compa­ñía de susirvienta y en un sitio algo alejado de su ante­rior morada. Allí dedicóse a la vida religiosa a laque tanto aspiraba y, exceptuando lo que reservaba para su modesto sostén, distribuía todassus entradas entre algu­nas viudas pobres.

De ese entonces en adelante pasó su vida en sencillez, profundizándose en la piedad yextremándose en su acti­vidad benevolente. Púsose a disposición de las "Socieda­desMetodistas" de Londres y fue un alto exponente de la manera de vivir, pensar y creer de losWesley. Muchas habían sido ya las actividades que ejerciera, cuando se casó con Juan de LaFlechère. Los historiadores dicen que nunca antes dos almas tan gemelas vivieron bajo unmismo techo. El poeta Roberto Southey da el siguiente parecer; “Es mujer profundamenteapropiada para él en edad, temperamento y talentos" (4)

Fue constante com­pañera de su esposo en todos sus menesteres pastorales, secundándoleen todas las jiras evangelísticas y sostenién­dole en su débil salud. Escribiendo a CarlosWesley sobre su casamiento, después de poco más de un año de casados, La Flechère ledice:

"Yo tenía miedo al principio de decir mucho sobre este particular, porque los recién casados nose cono­cen debidamente uno al otro, pero habiendo vivido en mi nuevo estado por estoscatorce meses, puedo decirle que la Providencia reservó para mí un premio y que mi esposa esmucho mejor para mí que la Iglesia para Cristo, de tal manera que si el parale­lismo falla serápor mi causa". (5)

Con la publicación de las Actas de la Conferencia Anual reunida en Londres, en 1770, surgeuna nueva controversia con los elementos calvinistas. Estos habían interpretado algunasaseveraciones de las mismas como si abogasen "la salvación por medio de las obras" y no por

la sola fe, poniendo el grito en el cielo diciendo que se habían apartado por completo de lasana doctrina. Realmente lo que la Conferencia quiso subrayar era la necesidad de que la fedebería ser confirmada por una vida pura, dedicada al bien.

De este incidente que al principio parecía una cosa sin importancia, desatóse una controversiaque duró largo tiempo y Juan Guillermo de La Flechère convirtió se en el defensor de la tesisdoctrinaria del metodismo arminiano. Lo hizo con altura y profundidad en cartas y folletos quedespués fueron reunidos en cinco volúmenes llamados: "Cheeks to Anti­nomianism", en los quese esforzó por exponer lo que consideraba ser la esencia del Evangelio, sin herirsus­ceptibilidades. Juan Wesley hace el siguiente comentario acerca de esas publicaciones:

"Uno no sabe qué admirar más: si la pureza del lenguaje o la fuerza y la claridad del argumentoo la gentileza y dulzura de espíritu que se desprende de todo esto." (6)

Como resultado de esta controversia Lady Huntingdon despidió al metodista arminiano JoséBenson de la dirección del colegio Trevecca, en virtud de su negativa en aceptar la doctrina dela predestinación absoluta. Ante esa actitud de la condesa, la que había sido tambiénresponsable de llamar la atención del contenido de las actas de 1770, La Flechère, elegido a lasazón presidente de la Institución, envióle la renuncia de su cargo, diciéndole entre otras cosasque:

"El Sr. Benson hizo una defensa muy justa cuando dijo que conmigo sostenía la posibilidad desalva­ción para todos los hombres y que' la misericordia es ofrecida a todos, aunque puede serrecibida o rechaza­da. Si esto es lo que su señoría identifica como opinión del Sr. Wesley, librealbedrío o arminianismo, y si todo arminiano tiene que dejar el colegio, de hecho estoyigualmente despedido. Ante mi actual punto de vista en esta cuestión véome obligado amantener este sentimiento, si en verdad la Biblia es verdadera y Dios es Amor." (7)

El mantúvose en ese cargo durante dos años y de tarde en tarde visitaba la escuela paraquedarse allí por algu­nos días y platicar con los alumnos. De estas visitas, tene­mos estetestimonio de Benson:

"El lector me perdonará si piensa que estoy exce­diéndome, pero mi corazón se' iluminamientras escribo. Esto es lo que yo veía: ¿qué diré?, ¿un ángel en carne humana? No meextralimitaría mucho de la verdad si así lo dijera. En verdad yo veía ante mí a un descendientedel caído Adán tan completa­mente restaurado de las consecuencias de la caída, que aunquecon el cuerpo estuviera atado a la tierra, sin embargo toda su conversación era de los cielos ysu vida estuvo día tras día escondida con Cristo en Dios. Oración, loor, amor y consagración,todo eso ardiente y elevado muy por encima de; lo que comúnmente juzgamos ser posiblealcanzar en este nuestro estado de flaqueza, eran los elementos por los cuales vivíaconstantemente.

Las lenguas, las artes, la ciencia, la gramática, la lógica y aún las mismas divinidades eranpuestas de lado, cuando él aparecía en el aula entre los estudiantes. Estos raramente leescuchaban por mucho tiempo sin que brotaran lágrimas de sus ojos, y sin que cada corazónse encendiera con la llama que ardía en su alma." (8)

Tal vez sea conveniente decir que después de seis años de controversia, los dos grupos sereconciliaron recono­ciendo que, a pesar de sus diferentes puntos de vista teológicos, estabantrabajando para la misma causa y que de cierto habíanse excedido en su celo, y. expresiones.En conexión con este hecho, es reconfortante recordar aún que Fletcher poseía un exquisitoespíritu ecuménico, para quien lo más' importante no era pertenecer a ésta o aquelladenominación sino tener el espíritu de Cristo en la vida y en el alma. Una declaración suya,acerca de su actitud para con sus colegas de otras denominaciones, nos revela ese su espíritu:

"¡No permita Dios que yo excluya de mi afecto fraternal y de mi asistencia ocasional, acualquiera de los verdaderos ministros de Cristo, porque él eche sus redes del Evangelio conlos presbiteriano s o con los independientes o con los cuáqueros o con los bautistas! Si ellos nome desean buena suerte en el Señor, yo se la desearé. Ellos. pueden excomulgarme si susprejuicios les compelen a eso, pueden levantar si quieren muros de separación entre ellos y yo

pero por el poder de mi Señor, cuyo amor es tan ilimitado como su inmensidad, saltaré porencima de sus mu­ros." (9)

La muerte lo sorprendió el 14 de agosto de 1785, sola­mente cuatro años después de suenlace matrimonial. Su salida de este mundo fue tan gloriosa y luminosa como su propia vida.Su esposa acompañóle cariñosamente en su lecho de muerte, vigilándole minuto tras minuto ybebiendo de sus labios sus Últimas palabras hasta que ya no pudo hablar más. Durante susúltimos días, en medio del dolor, abuse de vez en cuando estas exclamaciones: "¡Dios esamor! ¡Proclamadlo, proclamadlo fuerte! ¡Oh, que una ola de alabanza se extienda hasta losconfines de la tierra!"

Su espíritu arminiano, el de que el amor de Dios está siempre permanente y activo,acompañóle hasta los Últimos momentos de su vida. En el Último día, cuan­do estabaagonizando, los pobres que él había socorrido, vinieron de todas partes deseando vede porúltima vez y dejaron que pasasen frente a la puerta del dormitorio donde yacía para que diesenuna postrera mirada a su rostro.

No pudiendo hablar más, su esposa inclinándose sobre él, díjole: "Conozco tu alma, pero poramor a los demás, si Jesús está muy cerca de ti, levanta tu mano derecha". Inmediatamente lalevantó. Otra vez ella ha­blóle diciendo: "Si las perspectivas de gloria se abren ampliamentesobre ti, repite la señal". Instantáneamente la levantó otra vez y pasado medio minuto, una vezmás.

Acto seguido levantóla tan alto como si quisiera alcanzar la cabecera de la cama. Después deeso sus manos no se movieron ya y como si estuviera durmiendo, murió. Juan Wesley dejóeste comentario acerca de su vida:

"Muchos hombres ejemplares, santos en la vida y el corazón, he conocido durante ochentaaños de vida, pero igual a él no he conocido ninguno tan consa­grado a Dios tantointeriormente como exteriormen­te, un carácter tan sin tacha en todo respecto. No heencontrado ni en Europa ni en América, tampoco espero encontrar otro igual en este lado de laeter­nidad." (10)

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(l) Citado por Schofield, C. E. "La Iglesia Metodista ", pág. 131.

(2) Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Pág. 365.

(3) Stevens, A., Op. Cit., Vol. 1, pág. 367.

(4) Southey, R., citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. 11,

(5) Wesley, C., citado por Stevens, A., Vol. II, págs. 270-27l.

(6) Wesley, citado en "A New History of Methodism", Vol. I, págs. 319-320.

(7) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. II, pág. 37.

(8) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. 1, pág. 425.

(9) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. II, pág. 272..

(10) Citado por Stevens, A., Vol. II, pág. 274.

CAPÍTULO OCTAVO.

EL DE LAS ALAS DE AGUILA"Ansío tener las alas de un águila

y la voz de una trompeta, para poderproclamar el Evan­gelio por los

cuatro puntos cardi­nales de la tierra".Tomás Coke.

Durante la Conferencia Anual que JuanWesley pre­sidió en Leeds, Inglaterra, enagosto de 1778, hallábase presente porprimera vez, en una reunión como ésa, unhombre que vendría a figurar en los anales delmovi­miento metodista como uno de susactores principales. Su nombre era TomásCoke, doctor en leyes. Esa no era, sinembargo, la primera vez que él entraba encontacto con los metodistas. Antes de eso,había estado relacionado con Tomás Maxfield(de quien hablaremos más adelan­te), que fueel primer predicador laico metodista y quien lehabló de la naturaleza de la religión queabrazara mu­chos años ha. Y después entróen contacto con otros que habían sidoalcanzados por el metodismo wesleyano.

Esos contactos lleváronle a modificar su propia religión y siendo además de doctor enleyes un ministro de la Igle­sia Anglicana, empezó a predicar a la manera metodista. Lointeresante en el caso de Coke es que fue llevado a una vivencia más espiritual de lareligión cristiana a través de la instrumentalidad de laicos, los cuales en su sencilla peroprofunda fe, tuvieron el poder de mostrarle algo que no encontrara a través de lateología formal de su Iglesia.

La decisión de volcar su interés religioso con los meto­distas, aunque no hubiese tenidoaún ocasión de encontrarse con Juan Wesley, obligáronle muy temprano a habérselascon las autoridades eclesiásticas. Las obras de Juan de La Flechère y los sermones de"Wesley hiciéronle tan grande impresión, que le compelieron a modificarcompletamente el contenido y la forma de su predicación, con tal osadía que llegó aejercer su ministerio fuera de las paredes de la iglesia.

Además introdujo el canto de himnos en la congregación y empezó a predicar"extempore". Fue amonestado por el obispo de la ciudad de Bath y Wells y su superioren la parroquia lo despidió. Los parroquianos lo amenazaron con apedrearlo. Hasta quefinalmente le expulsaron de la iglesia. Por toda con­testación predicó en la calle, cercade la iglesia. Volvió a predicar al aire libre al domingo siguiente y con gran dificultadpudo salir ileso de la muchedumbre que quiso apedrearle. Un joven y su hermanahiciéronle de escudo para defenderlo.

Finalmente vióse obligado a salir del lu­gar llamado Petherson, donde iniciara. suministerio. En ese día las campanas del pueblo fueron echadas a vuelo para celebrar

su expulsión y el metodismo ganó para siempre a aquél que, después de Wesley, seríasu figura más señera. Juan Wesley escribió lo siguiente en su Diario, bajo la fechaagosto 13 de 1776:

"Aquí (en Kingston) encontré al Dr. Coke, que a propósito viajó veinte millas paraencontrarse con­migo. Tuve una larga conversación con él y desde ese instante seinició una verdadera comunión que espero no termine nunca". (1)

Y su deseo se cumplió. Juan Wesley estaba poniéndose ya muy anciano y anhelabaencontrar quién pudiese coadyuvar con él en la administración de una obra que habíaido mucho más allá de sus posibilidades. Como anteriormente vimos él puso susmiradas en La Flechcre, pero no pudo concretado. No cejó en su empeño de bus­caralgún otro, pero sus esfuerzos resultaron infructuosos. Ahora era Dios el que ponía asu alcance al hombre que tanto deseara y necesitara.

Antes de proseguir, diremos algo más sobre sus ante­cedentes. Nació en el pueblo deBrecon en el año 1747, en el país de Gales. Era hijo único de padres pudientes. estudióen la Universidad de Oxford, habiéndose matriculado en el colegio de "Jesús" el 10 dejunio de 1770. Fue ordenado diácono y tres días después recibió el título de Maestro enArtes, El 23 de agosto de 1772 fue orde­nado presbítero. En junio de 1775 recibióse dedoctor en leyes civiles. Al dedicarse al ministerio fue nombrado vicario de la parroquiade South Petherston, quedándose allí hasta ser expulsado por los motivos yamencionados. En ese puesto extremóse en celo, de tal manera que llamó la atenciónde sus parroquianos.

Pronto la iglesia fue pequeña para contener la asistencia. Apeló reiterada­mente aldirectorio de la congregación ("vestry") para que pusiera una galería que suplementarala capacidad del templo ante la creciente asistencia a los servicios reli­giosos, mas supedido fue rechazado. Entonces hizo colocarla por su propia cuenta.

Esa su determinación ya es una revelación del carácter de ese hombre, para quienpareciera no existir la palabra "imposible". Naturalmen­te, tenía al alcance de su manorecursos materiales pro­pios, que con frecuencia ayudáronle a solucionar proble­masque de otro modo hubiérale sido difícil, sino impo­sible. Trajo al servicio del metodismouna mente erudita, una fuerza de voluntad inquebrantable y una asombrosa amplitudde miras, además de un potencial económico muy providencial.

Su primer nombramiento fue hecho por la Conferencia de 1778, como uno de losayudantes de Juan Wesley. Su ascendente trayectoria en el seno del metodismo fuerá­pida. En 1780 ya le encontramos itinerando extensa­mente y predicando sin cesar.Bajo la dirección de Wesley visitaba las Sociedades tratando de informarse en cuanto asu crecimiento y problemas, con el propósito de mejo­rar su eficacia. Esa itineranciaduraría casi sin interrup­ción, hasta el día en que las aguas del océano Índico lorecibieran en su seno para guardar celosamente sus restos.

Ya en 1782 le encontramos en Dublín, Irlanda, presi­diendo por orden de' Wesley laConferencia de predica­dores irlandeses. La primera 'en esa isla Uev6se a cabo en1752 y Juan Wesley la había presidido por treinta anos con intervalos de dos o tresaños. Pero, a partir de 1782, la Conferencia comenzó a reunirse anualmente.

Por mu­chos años el Dr. Coke visitó anualmente Irlanda para presidir sus Conferencias.A la vez ejerció su ministerio a lo largo del resto de Gran Bretaña, esto es: Inglaterra,Escocia y el país de Gales. En 1781 cruzó por vez primera el Atlántico para pisar tierrasamericanas. De allí en ade­lante surcaría esas mismas aguas del Atlántico otrasdiecisiete veces. En total realizó nueve viajes de ida y vuelta, todos por su propiacuenta.

Hicimos referencia a su primer viaje a América en 1784. Esa fecha marca en la historiadel metodismo un hecho trascendente, pues que en ese año fue formal­menteorganizada como denominación la primera iglesia metodista del mundo. En la llamada"Conferencia de Navidad" (Christmas Conference), que abrió sus sesio­nes en lavíspera de la fecha en que se celebra el naci­miento de Cristo, reconociese de hecho laseparación del metodismo americano de su congénere en las Islas Británicas.

Como se recordará, en 1776 las trece colonias originales del país que comprende lo(pie hoy es Estados Unidos, proclamaron su independencia. Y al separarsepolíticamente rompiéronse también los lazos con la Igle­sia de Inglaterra, la cual estabaíntimamente ligada al estado inglés. Ahora. que el gobierno inglés ya no tenía nada quever con la nueva nación, tampoco la Iglesia Oficial.

De este modo, Juan Wesley juzgó que la única forma capaz de dar estabilidad a la obrametodista en el nuevo mundo (obra que veníase llevando a cabo desde i766), seria lade constituida en grupo independiente y darle gobierno, ministerio, leyes eclesiásticas yritual, tales que le garantizaran vida propia. Para llevar a cabo esa misión escogió al Dr.Tomás Cake, a quien llamaba su "mano derecha".

Aunque la obra de los Estados Unidos empezara en la fecha ya indicada, debido a lasguerras de la Indepen­dencia no quedó en las antiguas colonias inglesas ningúnministro metodista ordenado de procedencia inglesa. Pero sí Francisco Asbury, quienjamás había recibido ordenación, a pesar de que actuaba en calidad de predicadoritinerante desde muchos años.

Los clérigos de la Iglesia Anglicana en América, al avecinarse el movimiento de laindependencia, también dejaron en casi su totalidad el país, de manera que lascondiciones espirituales de am­bos grupos estuvieron a merced de las contingenciaspor largos años.

Asbury consiguió mantener a sus compañe­ros sujetos a la supervisión de Wesley,aunque por mucho tiempo no hubo comunicación con él. Hombre acostum­brad9 a ladisciplina, no concebía que un pastor sin ordenación pudiese celebrar la Santa Cena ypor esto vigilaba sobre sus compañeros metodistas para que no lo hiciesen e insistía,principalmente con los que se oponían a su criterio, a que buscasen la ayuda de lospocos ministros ordenados que quedaban en las ex colonias.

Por lo visto, ese estado de cosas no era satisfactorio bajo ningún punto de vista.Cuando se reanudaron las comunicacio­nes, enviáronse a Wesley insistentes pedidospara que enviase predicadores ordenados a· América, donde en el año 1784 losmetodistas ya eran quince mil y sus predi­cadores itinerantes no ordenados sumabanochenta y tres.

Juan. Wesley tentó sin éxito por dos veces convencer al obispo Lowth a ordenar, por lomenos, a dos predi­cadores para enviarlos a América. Entonces viose obliga­do arecurrir a una medida extrema, justificando su acción en la tesis de que según el NuevoTestamento no hay diferencia entre el presbítero y el obispo, sino en el ejercicio de susfunciones. Nos acordaremos que un ante­pasado suyo ya había sostenido esa mismatesis. Por lo tanto decidió ordenar él mismo a algunos de sus predi­cadores itinerantes;con la asistencia de otros presbíteros. Esto acaeció en la ciudad de Bristol en 1781.Uno de los que fueron ordenados, el Rev. R. Whatcoat, recuerda en su Diario:

"Septiembre 1 de 1784. El Rey. Juan Wesley, Tomás Coke y James Creighton,presbíteros de la Iglesia de Inglaterra formaron un presbiterio y orde­naron a RicardoWhatcoat y Tomás Vasey diáconos y el 2 de septiembre, por las mismas manos, R.

Whatcoat y T. Vasey fueron ordenados presbí­teros y Tomás Coke, doctor en leyes,superintendente para la Iglesia de Dios baja nuestro cuidado en América del Norte." (2)

Juan Wesley ratificó este su proceder escribiendo más tarde una carta circular quecomienza así:

"Visto que nuestros hermanos americanos están ahora completamentedesembarazados, .tanto del estado como de la jerarquía eclesiástica inglesa, nosotrosno osamos enredarnos nuevamente tanto con uno como con el otro. Ahora están conplena libertad de ceñirse tan sólo a .las Escrituras y a la Iglesia Primitiva. Y nosotrosjuzgamos que lo mejor es que ellos permanezcan firmes en aquella libertad con queDios hízoles de esa manera providencialmente tan libres."

El título de superintendente usado para el Dr. Coke, fue cambiado en América por el deobispo, porque los hermanos allí dijeron que según las Escrituras, el uso del términoobispo era más apropiado que el otro. En las actas del año 1785 de la Conferencia deministros en América, se halla la siguiente nota:

"Como los traductores de nuestras versiones de la Biblia han usado la palabra inglesa"obispo" en vez de "superintendente", pensamos que sería más conveniente según lasEscrituras adoptar el término obispo." (3) .

De esta manera Tomás Coke vino a ser el primer obispo de la Iglesia Metodista en elmundo entero. Y por cierto que fue digno de esa distinción y su obra lo justificaría. Esde notar que Wes1ey no hubiera llegado a tal extremo si no fuera porque la necesidadlo obligó y al doblegarse ante la necesidad, sintió el deber de justificar su acción comopara darle carácter y fuerza de legalidad.

La misión del Dr. Coke en los Estados Unidos consistía en organizar a los metodistasen cuerpo separado, que en un principio se adecuaría, con ligeras modificaciones, a lasleyes canónicas y a la liturgia de la Iglesia Anglicana, pues parecíale a Juan Wesleyque eran las mejores que él podía ofrecerles de entre todas las demás liturgias yformas de gobierno eclesiástico. Además, iba con poderes como para ordenar a tantosministros itinerantes cuantos estuviesen en condiciones de serlo y de consagrar cualsuperintendente juntamente con él a Francisco Asbury, quien fue el líder natural delgrupo americano.

Cuando el Dr. Coke se apersonó a Asbury en Amé­rica, éste rehusó aceptar comoterminantes y finales las órdenes de Juan Wesley. Propuso que se convocara a unaConferencia a todos los predicadores para que ellos mismos, después de haberseenterado de la resolución de Juan Wesley, tomasen las determinaciones que mejor lespareciera. Sólo si sus colegas americanos estuviesen de acuerdo en elegirlesuperintendente, aceptaría tan alta responsabilidad.

Fue despachado entonces Freeborn Garrettson, uno de los predicadores itinerantes dema­yor influencia entre sus compañeros, el cual salió a todo galope para convocar a lospredicadores de América que pudiera encontrar para una Conferencia General en laciudad' de BaItimore, Maryland. En ella se resolvería el destino futuro del metodismoamericano y se realiza­ría la elección de los que habrían de asumir la dirección de laflamante iglesia. (4) Esa fue la tan mentada Con­ferencia de Navidad.

De los ochenta y tres predicadores estuvieron presen­tes cerca de sesenta y eligieronpor unanimidad a Cake y Asbury como superintendentes conjuntos del meto­dismoamericano. En el segundo día de la Conferencia, día de Navidad, Asbury fue ordenadodiácono por Cake, asistido por Whatcoat y Vasey. Al día siguiente fue ordenadopresbítero y al otro, consagrado superintendente.

En el servicio de consagración participó tam­bién el Rev. Felipe Otterbein, un ministroalemán, gran admirador y amigo personal de Asbury. En esa misma conferencia fueronordenados quince diáconos de los cuales trece fueron ordenados presbíteros. Dos deéstos fueron enviados a Nova Escocia respondiendo a un lla­mado de allí, y otro aAntigua, en las Islas Occidentales.

El nombre adoptado por la nueva organización fue "Methodist Episcopal Church"(Iglesia Metodista Epis­copal). La Conferencia adoptó el primer libro de disci­plinaeclesiástica que, en substancia, era el mismo ya existente para todo el metodismo yllamado: "Enlarged Minutes" (Actas Ampliadas), con adaptaciones para lasnecesidades de Norte América. Definiéronse los debe­res de los predicadores, fijóse elsalario de los mismos y estableciéronse dos fondos: uno para el sostén minis­terial yotro para los gastos generales de la obra.

Es interesante conocer algo del carácter del Dr. Coke y acompañarle en su primer viajea América, que dura­ría diversas semanas. A pesar de la rudeza del cruce del Atlánticoen barcos tan frágiles, ocupó el tiempo en estudios y regocijóse de tener tan largotiempo a su disposición para ello. Con los incesantes viajes y jiras que tenía en GranBretaña, jamás ofreciósele oportunidad tan propicia para lecturas prolongadas, demodo que pudo dedicarse a sus anchas a la lectura, "tragan­do" una serie de libros yentre ellos a Virgilio. Anotó en su Diario:

"Puedo decir en sentido mucho mejor que él (Virgilio) ¡Deus nobis haec otia fecit,Nanque erit Hill mihi semper Deus!" (¡Dios hizo estas horas de ocio para nosotros.Desde ahora él será mi Dios para siempre!) (5) *

Realmente no fueron horas de ocio, sino de estudio y meditación en preparación parala tarea que le espe­raba en la otra orilla del Mar. Esa su disposición revé­laseprincipalmente por otras notas de ese mismo Dia­rio, bajo fecha 24 de septiembre de1784:

"Entretúveme leyendo la vida de Francisco Ja­vier. ¡Oh quién me diera tener un almacomo la suya, pero gloria sea a Dios que nada hay imposible para él! ¡Ansío tener lasalas de un águila y la voz de una trompeta, para poder proclamar el Evangelio por loscuatro puntos cardinales de la tierra!... Martes 28.... Durante estos últimos días heestado leyendo la vida de David Braynerd. ¡Oh, que yo pueda seguirle como él siguió aCristo! Su humildad, su renunciamiento, su perseverancia y su celo ardiente por Dios,son en verdad ejem­plares... Lunes 4, octubre. Terminé de leer la vida de DavidBraynerd" (6)

Desde que comenzó a viajar fuera de las Islas Britá­nicas, no cejó en susperegrinaciones por el mundo. En 1786, en su segundo viaje a América, fue a dar en laisla de Antigua dejado por el capitán del navío, que casi lo arroja por la borda enocasión de una furiosa tempestad que puso en peligro de naufragio al barco. ¡Tomó alDr. Coke como a un nuevo Jonás, causante de la tempestad! Y aunque no llegó aarrojarlo al mar, tiró por la borda todos sus libros y manuscritos.

En Antigua el Dr. Coke encontróse con un tal Juan Baxter, carpintero naval, quienestaba a cargo de una sociedad metodista de más de mil quinientos miembros, todosde raza negra con excepción de diez. Esa sociedad había tenido sus principios en 1760por iniciativa de un abo­gado llamado Natanael Gilbert, un plantador de esa isla, el cualcomenzó las reuniones en su propia casa. El y dos de sus esclavas habían oído aWesley en Ingla­terra, en enero de 1758. Esas esclavas, de origen afri­cano, fueron lasprimeras personas de color que Juan Wesley bautizara y el principio de una obra entrelos africanos que se extendería en diversas partes del globo.

El Dr. Coke, en ese viaje iba con destino a Nova Escocia, conjuntamente con tresmisioneros, pero en vista de que no pudo llegar por la tempestad y encontró un grupotan numeroso de creyentes en Antigua, resolvió dejar esos misioneros allí. Baxter habíaarribado en 1778, enviado por. el gobierno inglés para trabajar en obras navales,encontrando los remanentes de la socie­dad establecida por Gilbert, que se habíanconservado en la fe principalmente por el celo de dos mujeres afri­canas.

El Dr. Coke, al encontrarse con Baxter, convenciólo a que dejase su trabajo con elgobierno y se entregara completamente a la tarea evangelística. El doctor y susmisioneros fueron de isla en isla predicando y estable­ciendo sociedades. No podemosacompañar al Dr. Cake en todos sus viajes dentro de los límites que nos hemosimpuesto en estos estudios, pero lo ya relatado nos da una idea de su espíritu celoso yevangelizador.

Ya mencionamos que Juan Wesley consideraba al Dr. Cake como su mano derecha.Con el desarrollo que logró el movimiento metodista, Juan Wesley vióse en laobligación de ir adquiriendo propiedades para albergar a las sociedades que ibansurgiendo, de manera que en muchos lugares se levantaron capillas o se refaccionaronfincas para lugares de culto. Pero no se tenía ninguna seguridad de que con la muertede Juan Wesley esas propiedades pudiesen continuar en manos de los meto distas, loque podría poner en peligro la estabilidad del movimiento, pues las mismas podríanpasar a manos del Estado.

Hacía falta por lo tanto que esa entidad no oficializada, a la que Juan Wesley llamabala "Conferen­cia" y que consistía de una asamblea anual que reunía en consulta a lospredicadores, se constituyera con perso­nería jurídica, a fin de que asegurara unacontinuidad legal y permitiera poseer propiedades. Fue el Dr. Coke quien sugirió laconveniencia de conseguir para esa Con­ferencia la personería jurídica y el quepreparó el instru­mento legal que se adoptaría.

Fue llamado "Deed of Declaration" (Acta de Declaración), por el que dábase poder dedepositarios de las propiedades, a la muerte de Juan Wesley, a cien predicadores de laConferencia Anual. Ese cuerpo legal ha subsistido a través de los años, llenándose encada caso los claros que se verifican. De esta manera garantizóse en Inglaterra lacontinuidad del. movimiento que en 1797 se constituyó en Iglesia, habien­do sidoanteriormente sólo las Sociedades Unidas bajo la dirección de Juan Wesley.

Además de las características ya señaladas, menciona­remos dos más que nosparecen también de mucha impor­tancia para revelamos su carácter ecuménico yliberal. Cuando fue a América del Norte por primera vez chocóle ver el estado en queyacían los esclavos africanos traídos por navíos negreros desde el África. Su ánimorebelóse al ver ese estado deplorable y predicó con vehemencia desde los púlpitoscontra la denigrante institución de la esclavitud.

Esto acarreóle enemistad de parte de aquellos que se beneficiaban con el tráfico y laexplotación de los esclavos aun mismo dentro de la comunidad meto­dista. Hasta elfin/de su vida tanto en Inglaterra como en otras partes, no cejó de levantar su voz deprotesta contra este abuso abominable.

Hicimos referencia a su actividad en la isla Antigua y en otras de las de Sotavento.Durante esa jira encariñóse sobremanera con la raza africana y se despertó en él undeseo poderoso de extender su ministerio hasta el África. En su Diario escribe:

"Desde mi visita a las islas (las de las Indias Occi­dentales), encontré que tengo un donespecial para hablar a los negros". Paréceme una cosa irresistible. ¿Quién sabe si el

Señor no está preparándome para una visita en algún tiempo futuro a las costas deÁfrica?". (7)

De ese deseo suyo nacería la obra misionera que la Iglesia Metodista de Inglaterraempezaría en aquel con­tinente.

La otra característica es su amor por la libertad. En 1779 fue con Asbury a felicitar alprimer presidente de los Estados Unidos, George Washington, en el nombre de laIglesia Metodista Episcopal de ese país. La nota que llevaron comenzaba así:

"Nosotros, los obispos de la Iglesia Metodista Episcopal, conjunta y humildementesolicitamos en nombre de nuestra Sociedad vuestra atención, a fin de poder expresarlos cálidos sentimientos de nues­tros corazones y de presentar ante V. E. nuestrassinceras congratulaciones con motivo de su nombra­miento a la presidencia de estosEstados ... " (8)

Este paso significó un gran disgusto para sus hermanos de Inglaterra, los cuales leamonestaron por hallar que en su calidad de súbdito británico no le correspondía talmanifestación y aprobaron unánimemente un voto de censura contra su carácter. Apesar de eso el Dr. Coke dio su informe sobre la obra misionera que llevara a cabo y¡no pudieron sino escucharle con interés!

Sin embargo la mayor obra del Dr. Coke consistió en m pasión misionera, tanto así quese le apodó con la designación de "Ministro de Relaciones Exteriores del Metodismo".Ya hicimos referencia a unos pocos de sus viajes. Es realmente una historiaextraordinaria la que pasa ante nuestros ojos cuando repasamos las memorias queeste hombre dejó en su Diario. Como dijimos, era hijo único de una pudiente familia,además casóse dos veces y ambas con mujeres adineradas que tenían su mismoespíritu, tanto en fervor religioso como en generosidad.

En realidad fue el "Consejo de Misiones" del metodismo primitivo: el que formulaba losplanes, el que los ejecu­taba y el que asumía la responsabilidad mayor por los gastos.Comprometíase con 10 suyo para cubrir todo lo que hiciese falta para la obra que seiba llevando a cabo en diferentes partes del mundo. Por ejemplo, publicóse en 1794 uninforme sobre las entradas y salidas que se habían registrado durante el añoprecedente para la obra misionera y en el mismo él aparecía como acreedor de unasuma equivalente a mil cien dólares, por anticipos que diera para hacer frente a losgastos. Terminó por donar toda esa suma a la Causa.

No contento con sus incesantes viajes por Inglaterra, Escocia, Irlanda, País de Gales,América y las islas ingle­sas del Caribe, llamadas Indias Occidentales, hacia el final desu carrera vivió obsesionado por abrir una obra misionera en la India. En. 1813compareció ante la Con­ferencia Anual en Inglaterra, suplicando a sus hermanos que leenviasen, junto a otros misioneros, a ese punto distante, con el cual había estado encontacto por correspondencia que mantuviera a lo largo de muchos años.

A la Conferencia Anual parecióle su plan misionero a la India una cosa descabellada eimposible de llevarse a cabo, especialmente por la erogación financiera que esoimplicaba. Además de eso, obraba contra el plan la oposición de los que en Inglaterramantenían intereses comerciales en la India y que no deseaban que la influen­cia delEvangelio viniese a perjudicarles económicamente. A su vez algunos amigos trataronde disuadirlo debido a su edad de que cumpliera este propósito. Contaba entonces 66años y su salud era pobre. A un amigo, que le escribiera queriendo convencerlo a querenunciara a sus designios, contestó:

"Estoy muerto para Europa y vivo para la India. El mismo Dios me ha dicho: 'Ve aCeilán'. Prefe­riría antes que no ir ser arrojado desnudo a sus costas y sin un amigo.Estoy aprendiendo la lengua portu­guesa continuamente." (9)

Cuando la Conferencia Anual finalmente desechó su proyecto, él volvió a su aposentollorando de desespera­ción por las calles. Pasó casi toda la noche en lágrimas yorando. Un misionero amigo suyo que le había acompañado la noche anterior, encontróa la ma­ñana siguiente la cama tendida así como en la víspera. Realmente el Dr. Cokeno se había acostado y cuando volvió a la sala de sesiones hizo una apelaciónconmovedora y patética para que la Conferencia revocara su anterior decisión.

Nuevamente ofrecióse a sí mismo para ir, además puso a disposición de la misma unasuma igual a treinta mil dólares para hacer frente a los gastos. Ante ese dramáticoofrecimiento, escudado por el apoyo de algunos amigos, la Conferencia ya no pudoresistir. ¡Hubiera, además, parecido ser una oposición a la misma voluntad de Dios!Finalmente se votó autorizándolo a ir y a llevar consigo otros siete compañeros, unopara África del Sur y los otros para la India. Regresó a su aposento llorando ahora dealegría y diciendo al mismo misionero que acompañárale el día anterior: “¿No te habíadicho que Dios respondería a nuestras oraciones?"

El 30 de diciembre de 1813 el Dr. Cake y los otros misioneros partieron hacia la India.El viaje fue demasiado largo para el anciano y enfermo visionario; Muchas tempestadeshabían azotado al convoy en que iban y en la mañana del 3 de marzo de 1814 cuandoestaban cerca de la meta, el sirviente que llamó a su puerta a las cinco y media, horaen que siempre se levantaba, no recibió contestación. El Dr. Coke yacía extendido enel suelo del camarote. Sobre su rostro dibujábase todavía una sonrisa. Parece que selevantó para llamar por socorro y que quedó sin vida tras un golpe apoplético.

El seno de las olas recibieron el cuerpo del gran misio­nero. Los soldados que estabanen el barco fueron alinea­dos para prestarle el postrer homenaje mientras que lacampana del barco tocaba tristemente el adiós. Todos los pasajeros y tripulantesasistieron en patético silencio a la ceremonia de su sepultura, en la hora en que el soltra­montaba sobre las aguas. Alguien dijo que el cuerpo de un alma tan grandesolamente podía tener por sepultura un lugar tan inmenso como el océano. Su obra notra­montó con el tramontar de ese día.

A pesar de que sus compañeros quedaron consternados con su muerte, prosiguieronen la empresa. Y plan­taron en esas tierras lejanas la simiente de la fe, que con losaños produciría frutos permanentes y abundantes. Cuando recibióse en América lanoticia de su muerte, la Conferencia Anual pidió que F. Asbury predicase el sermón enmemoria del extinto. Su antiguo colega recordó la ocasión en su Diario:

"Domingo 21 de junio de 1815. Por voto de la Conferencia ayer prediqué el sermón enmemoria del Dr. Coke -benévolo de mente y alma, de la ter­cer rama del metodismo deOxford- un gentil­hombre, un erudito y para nosotros un Obispo. Como ministro deCristo, fue en abnegación, en labores y en obras, el hombre más grande del últimosiglo."

Mayor tributo que el que le rindiera Asbury no pode­mos hacerle nosotros. No sólo fueel hombre más sobre­saliente de su época, entre los que Dios levantó en el seno delmovimiento metodista, sino que su figura aún nos desafía a que no cejemos de ir"hasta los confines de la tierra" en obediencia al mandato de Cristo de "Id y predicad elEvangelio a toda criatura."

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(1) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. II, pág. 187.

(2) Citado por "A New History of Methodism", Vol. I, pág. 231.

(3) De las Actas de la Conferencia Anual de los Estados Unidos de 1785, pág. 50.

(4) Para mayores detalles ver Diario de Asbury, de fecha 14 de enero de 1784.

(5) * “Dios hizo estas horas de ocio para nosotros. Desde ahora él será mi Dios para siempre.”

(6) Barclay, Wade Crawford, "History of Methodist Missions”, Vol. 1, pág. 107.

(7) Barclay, Wade Crawford, Op. Cit., Vol. 1, págs. 108-lO9.

(8) Idem; pág. 110.

(9) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. II, pág. 330.

CAPÍTULO NOVENO.

EL PROFETA DEL CAMINO SOLITARIO"Quiero fe, valor, paciencia, mansedum­bre y amor.

Cuando otros sufren tanto por sus intereses materiales,ciertamente yo puedo sufrir un poco para la gloria de Dios

y el bien de las almas".Francisco Asbury.

Corría el año 1771. La Conferencia Anual de lasSociedades Metodistas de Gran Bretaña tuvo lugar en laciudad de Bristol, que después de Londres era el cen­tromás importante y tradicional del metodismo en Inglaterra.Durante sus sesiones, Juan Wesley dirigió la siguientepregunta a los asistentes: "Nuestros herma­nos en Américaestán clamando por ayuda, ¿Quién está dispuesto a ir paraayudarles?".

A este desafío para ir a servir como misioneros en América,cinco contestaron, pero solamente dos fueron enviados:Francisco Asbury y Ricardo Wright. El 4 de septiembre deese mismo año los dos se embarcaron hacia el nuevodestino y llegaron a Filadelfia el 27 de octubre. Desde laConferencia Anual de 1767, que se reuniera en Londres yen la cual fue admitido a prueba, hasta 1771 Asbury estuvoejerciendo la itinerancia en Inglaterra. Ese período sería elúnico dedicado a su tierra natal. Porque de América novolvería más.

Ya en 1769 habían sido enviados por la ConferenciaRicardo Boardman y José Pilmoor, como los dos prime­ros obreros de Inglaterra a América. En1773 y 1774 Irían dos por vez y respectivamente: Tomás Rankin, Jorge Shadford, MartínRodda y Jaime Dempster.

Cuando el movimiento de Independencia tuvo lugar en 1776, los misioneros que todavíaquedaban en Amé­rica se volvieron a su tierra natal, con la excepción de Francisco Asbury querehusó abandonar a sus herma­nos metodistas. Como los americanos sospecharan de susintenciones de quedarse allí, tuvo que ocultarse por casi un año, viviendo y predicando comopodía fiel a su cometido e instando a sus hermanos pre­dicadores americanos a que siguiesenadelante en su vocación, sin extralimitarse en sus funciones, puesto que como ya dijimos seoponía a que una persona no ordenada celebrara el sacramento de la Santa Cena.

De esta manera constituyóse en figura señera y cardinal del movimiento metodista en el nuevopaís. Ninguna otra figura aparece como él en los Estados Unidos con señales más evidentesde apostolicidad. Parece casi una figura legendaria, de esas que dan la impresión de estar entodas partes al mismo tiempo y que dejan tras de sí huellas luminosas que el tiempo no puedeborrar ni la memoria de los hombres olvidar.

Sus orígenes humildes no hubieran podido anticipar su trayectoria y el papel preponderanteque tendría, no sólo en el seno del movimiento religioso al que per­tenecía, sino en la vidamisma de una joven nación. Nació de padres de discretos haberes, sin ser realmente pobres, el20 de agosto de 1745, en la localidad de Staffordshire, a cuatro millas distantes deBirmingham, Inglaterra.

Sus padres habían tenido también una hija, la cual murió en su niñez, quedándoles Franciscocomo hijo Único. Debido a eso quisieron darle una educación esmerada. Pusiéronle bajo loscuidados de un maestro, pero sus maneras de enseñar eran tan brutales y antipe­dagógicas,que el niño en vez de sentir amor por los estudios, más bien tuvo aversión por los mismos y sueducación formal no fue más allá del tercer grado.

Tenía trece años cuando trató de ejercitarse en algún menester de orden comercial. Desdemuy niño estuvo sometido en el hogar a una disciplina rígida, a la vez que a una atmósferaverdaderamente religiosa. Su madre quedó muy afectada con la muerte de su hija y dejábaseestar largos ratos en aislamiento, dedicándose a lecturas devocionales y a la oración. Asburyregistra lo siguiente en su Diario acerca de su hogar:

"Aprendí de mis padres unas ciertas palabras formales como oración y recuérdome muy bienque mi madre urgía insistentemente a mi padre a que tuviese lecturas y oraciones familiares.La práctica de cantar salmos era costumbre muy común entre ellos. Muchas veces se meridiculizaba mucho y me llamaban "el cura metodista" porque mi madre in­vitaba a casa acualquier persona que tuviese la apariencia de ser muy religiosa."

Naturalmente que una atmósfera como ésta no podía sino desarrollar una tendencia favorablehacia la reli­gión. Cuando tenía catorce años apareció en su casa un hombre piadoso, a quiensu madre invitara y el cual interesóse por el joven. Platicó con él acerca de asuntos religiosos yle ejercitó en la oración. Esto hizo que se aplicara más seriamente a la religión y empezara aleer libros que despertaran en él la búsqueda de una vida piadosa más profunda. Dice en susmemorias:

"Me torné muy serio –leyendo mucho los sermo­nes de Whitefield y Cennick (éste tambiénmeto­dista)–, y todo buen libro que yo podía encontrar. y no pasó mucho tiempo antes que yocomenzara a investigar junto a mi madre quiénes eran los metodistas, dónde estaban y quéhacían. Ella dióme un informe favorable y dirigióme a una persona que podía llevarme aWednesbury para escuchar­los. Inmediatamente hallé que ésa no era como la Iglesia –sino queera mejor–.

La gente era tan devota que hombres y mujeres, arrodillándose, decían "amén". Y he aquí queellos estaban can­tando himnos –¡qué dulces son!– y, ¡cosa extraña, el predicador no teníaningún libro de oración y sin embargo oraba maravillosamente!

Lo más extra­ordinario todavía fue que el hombre tomó su texto y no usó ningún libro de notas,¡esto es en verdad extraordinario! –pensé yo–. Es ciertamente una manera extraña, pero lamejor manera. Habló acer­ca de la confianza, certeza, etc.”... (1)

Antes de pasar más adelante, registraremos aquí la influencia que tuvo en su sentir religioso elpensamien­to de Whitefield. En el año 1798 encontramos este testimonio:

"Agosto 14. Comí y me apresuré yendo por la región de Ipswich y de ahí a Newburyport: aquípasé enfrente de la tumba del antiguo profeta, el querido Whitefield, sepultado bajo el lugardonde se realizan cultos presbiterianos. Sus sermones me establecieron en la doctrina delEvangelio más que cualquier otra cosa que yo hubiese escuchado y leído en ese tiempo, de talmanera que yo me encontraba excepcionalmente preparado para hacer frente al reproche y ala persecución." (2)

Entregóse de lleno a una nueva expresión religiosa sólo después de asistir a otras reuniones,de conversar con sus integrantes, de ejercitarse en sus lecturas, de sufrir la persecución y dever que se cerraban las casas donde se celebraban las reuniones por miedo a lasconse­cuencias. Entonces decidió tener reuniones en la casa de sus propios padres, donde,exhortaba a la gente a que fuese más piadosa.

Constató pronto que su predicación producía buenos efectos en la vida espiritual de susoyen­tes. Finalmente, entrando más íntimamente en contacto con los metodistas en la casa dereunión de éstos, sus trabajos se intensificaron y muchos quedaron admirados por losresultados que alcanzaba. Y así, de modo casi natural, encontró que se había convertido en unpredi­cador local siempre listo a servir y a acudir al llamado que se le hiciera a cualquier horadel día o de la noche, yendo a todos los pueblos de los alrededores en busca de almas parasalvar.

Predicaba generalmente tres, cuatro y cinco veces por semana, a la vez que continuaba con sutrabajo regular. Este ritmo y práctica los mantuvo hasta pasados los 20 años. Dice en susmemorias:

"Pienso que yo estaba entre los 21 y 22 años de edad cuando me entregué completamente aDios y a su trabajo, después de servir como predicador local casi por espacio de cinco años."(3)

En su viaje a América puso a dura prueba su fe y deter­minación. Primeramente no teníaningún dinero para el viaje. Confiesa en su Diario:

"Cuando vine a Bristol no tenía un centavo, mas el Señor pronto abrió el corazón de amigosque me proporcionaron ropa y diez libras esterlinas. Así hallé por experiencia que el Señorprovee a aquellos que confían en El." (4)

De su viaje sobre el mar escribió:

"Octubre 13-1771. Muchas han sido mis pruebas en el curso de este viaje por falta de camaadecuada y provisiones apropiadas, por causa de enfermedad y por estar circundado porhombres y mujeres ignorantes de Dios y muy malos." (5)

Cuando inició el viaje, examinóse a sí mismo sobre la naturaleza de los motivos que le estaríanllevando a América, aun cuando esos deseos ya los tenía antes de ir a ofrecerse a laConferencia Anual, pues escribió en su Diario:

"Antes de aceptar, sentí por cerca de seis meses fuertes insinuaciones en mi mente que yodebía ir a América, lo que puse delante del Señor, no que­riendo hacer mi propia voluntad yadelantarme antes de ser enviado." (6)

Presa, pues, de ese sentir escrupuloso, es que sobre el océano vuelve a consultar suconciencia:

"¿Para dónde voy? Al Nuevo Mundo. ¿A hacer qué cosa? ¿A ganar honra? ¡No!, ¡yo conozcomi corazón! ¿A ganar dinero? ¡No! ¡Voy a vivir para Dios y para inducir a otros a hacer lomismo! Paré­ceme que son los metodistas el pueblo que Dios tiene en Inglaterra. Las doctrinasque predican y la disciplina que imponen son, según creo, las más puras al presente de entrecualquier otro grupo en el mundo.

El Señor ha bendecido grandemente sus doctrinas y disciplina en los tres Reinos (Inglaterra,Escocia e Irlanda): deben, por lo tanto, agradarle.

Si Dios no me confirma en América, volveré inmediatamente a Inglaterra. Sé que mis objetivosson por ahora justos: ¡que nunca vengan a ser otra cosa!" (7)

Dos testimonios que consigna acerca de sus padres valen la pena que sean registrados aquí,porque revelan no solamente el carácter de ellos sino la estima que el hijo les tenía. Cuandoresolvió ir a América, volvió a su casa paterna para despedirse de ellos y de sus relaciones.Des­cribiendo esa visita, comenta:

"Aunque era penoso para la carne y la sangre, consistieron en dejarme ir. Mi madre es una delas más tiernas en el mundo; creo, pues, que ella fue bendecida en la presente circunstanciacon la asis­tencia divina para poder separarse de mí." (8)

En ocasión de la muerte de su padre en 1798, escribió en su Diario: "Por cerca de 39 años, mipadre tuvo pre­dicación del Evangelio en casa."

Como vimos, Asbury llegó a América el 27 de octubre. El 20 de noviembre ya escribía losiguiente acerca de cómo la obra se llevaba a cabo por los obreros allí des­tacados:

"Quedéme en York, aunque no estoy contento porque estamos estacionados en la ciudad (elotro era R. Boardman). No tengo todavía lo que busco –una circulación de los predicadores,para evitar parcialidad y popularidad. En verdad, me aferro al plan metodista y hago lo quehago, fielmente para Dios. Tengo el presagio de dificultades inmediatas.

Estas ya las esperaba cuando dejé Inglaterra, estoy dispuesto a sufrir, en verdad, a morir,antes que traicionar una causa tan excelente por cualquier bagatela. Será cosa dura enfrentarla oposición y permanecer firme contra ella, fuerte cual columna de hierro y f irme cual muro debronce. Sin embargo, podré todas las cosas por Cristo que me fortalece. (9)

En concordancia con esa su determinación, a pesar de que fuera nombrado para trabajar enNueva York, lo vemos itinerando de lugar en lugar en busca de nuevos sit ios y personas paraevangelizar. Fue principalmente debido a su ejemplo que la Iglesia Metodista se extendió portodo el territorio de la nueva nación y que la itine­rancia entró a formar parte, como cosaimprescindible, del sistema eclesiástico metodista.

En la historia de la Iglesia Metodista de los Estados Unidos, se le conoce con el título de “EIPeregrino de los Caminos Solitarios". Quien viaje hoy en ese país no se da cuenta de lo queera hace cosa de doscientos años. En aquel entonces no' había caminos, a veces ni paraandar a pie. Había que ir a través de enmarañadas flo­restas y por valles umbrosos, cruzar ríossin puentes y pantanos, siempre bajo el constante peligro de ataques de parte de los indiossalvajes o resentidos.

Asbury y sus compañeros de itinerancia, veíanse muy a menudo en la necesidad inevitable deabrir picadas en muchos luga­res, a fin de poder alcanzar a los colonos dispersos por lasregiones más avanzadas de la frontera movible, mucho más allá de pueblos y ciudades. Elrelato de las peripe­cias acaecidas en esos viajes es algo tan dramático que sobrepasa lamisma ficción.

¡Nada detenía a ese hombre admirable! ni las incle­mencias del tiempo, ni cansancio, nipeligros, ni ame­nazas, ni largas soledades, ni enfermedades, a no ser cuando éstas lepostraban inmóvil en cama. El peregrino solitario, muchas veces temblando de fiebre y con lagarganta en llagas, seguía su camino llevado por el.· impe­rativo del deber, por no querer faltaral compromiso tomado de estar presente en cierto lugar, en cierto día y a cierta hora.

Conviene recordar que las distancias eran enormes y que comúnmente no le era posible visitarun mismo punto sino después de algunas semanas o meses. Perder una cita era postergar lavisita por un período indeterminado. De su Diario entresacamos algunas anotaciones acerca deesos viajes a caballo. En un lugar dice:

"Viajé casi 300 millas (cerca de 500 kilómetros) hacia Kentucky en seis días y a mi retornocerca de 500 millas (800 kilómetros) en nueve días. i Oh, qué excursiones para un hombre y sucaballo!"

En otra parte registra:

"Hice los cálculos que viajé 4.900 millas (8.000 kilómetros) desde julio 30 de 1801 a setiembre12 de 1802. ¿Cómo podría quejarse un hombre responsa­ble y cristiano?"

Era para él cosa intolerable verse obligado a guardar cama, eso enfermábale más todavía.¿Quién atendería sus compromisos? Durante los últimos años de su itiner­ancia viajaba encarruaje, cosa que hizo hasta casi el último día de su vida. Murió en la casa de Jorge Arnold,un amigo suyo, a 20 millas distantes de Frederickburgo (Virginia). Su compañero de viaje, JuanWesley Bond, que había sido su asistente durante los dos últimos años, escribió acerca de sumuerte:

"Nuestro querido padre nos ha dejado, se ha uni­do a la Iglesia Triunfante. Murió de la mismama­nera que vivió –lleno de confianza y lleno de amor– a las cuatro de la tarde del domingo 31de marzo de 1816."

El domingo anterior había predicado por última vez en la ciudad de Richmond (Virginia).Tuvieron que cargado desde el carruaje al púlpito y ponerlo en un asiento especial preparadopara él, pues ya no podía caminar ni permanecer de pie. Aún así, obligado a hacer de vez encuando una pausa para recobrar aliento, pre­dicó cerca de una hora sobre Romanos 9:28:"Porque palabra consumadora y abreviadora en justicia, porque palabra abreviada, hará elSeñor sobre la tierra". Ese sería su último sermón.

Como vimos en el capítulo anterior, en 1784 fue ele­gido superintendente general para laAmérica del Norte, conjuntamente con el Dr. Coke. Contaba en ese enton­ces 39 años deedad. Su ministerio episcopal duró 32 años. Y hasta su muerte fue indiscutiblemente el guíacasi absoluto de la obra metodista en los Estados Unidos, a pesar de haber tenido al Dr. Cokecomo compañero en las lides episcopales y, más tarde, a otros más jóvenes que él.

Fue él mismo quien conservó unida una obra tan extendida y dispersa y el que dio a la IglesiaMetodista en ese país su sentido de cohesión. Tanto él como sus colegas no tenían territoriodefinido para el ejercicio de su ministerio episcopal. Eran superintendentes generales de laIglesia Metodista y de esta manera servían a todas las congregaciones como si fuera un solocuerpo.

Durante los años de su superintendencia calculase que Asbury viajó algo así como 270.000millas, predicando unas 16.000 veces. Ordenó a 4.000 ministros y presidió 224 ConferenciasAnuales. Tenemos que llevar en consideración que todo eso lo cumplió luchandoconstante­mente contra toda suerte de enfermedades y bajo el peso constante causado por losexcesos de las tareas y viéndose sujeto a toda suerte de incomodidades y a dormir al raso, unay otra vez con las ropas húmedas, mal nutrido, sin cuidado médico y tomando remedios paranosotros incon­cebibles.

Fue sorprendente que su organismo aguantara tanta fatiga y ¡las infusiones que se obligaba atomar! En su Diario, casi sin excepción, encontramos referencias a sus constantesenfermedades y aun cuando no se queja notamos que gime bajo el yugo de tormentosindecibles. Vivió una vida de continuas zozobras y pruebas, sin tener jamás, por amor a Cristoy a su Evangelio, una morada cierta y el calor de un hogar. Generalmente tenía que posar enlas hacinadas cabañas de los colonos, que en esos tiempos poseían escasa comodidad.

A veces, cuando quedábase inmovilizado por las intemperies o enferme­dades, veíaseobligado a pasar las horas. del día en la única habitación disponible para todos los de la familiay donde se cumplían todos los menesteres del hogar, entre los brincos y la algarabía de losniños. Para un hombre habituado a la soledad de los caminos y con achaques físicos, todo esoera un tormento indecible, pero inevitable.

Nunca quiso casarse, no por sus ideas más bien ascé­ticas, sino porque creía que al hacerlacontribuiría a la limitación de su obra. Siempre causábale amargura el enlace de alguno de sus

predicadores itinerantes; figurá­baselo como la casi segura pérdida de un colaborador, dadoque muy frecuentemente después de casarse, los itinerantes se localizaban. Eso debíase engran parte al sostén tan limitado e incierto que recibían y que no alcanzaba para mantener auna familia.

Aquellos que casándose no se localizaban lo hacían siempre sujetán­dose a tremendasrenuncias y sacrificios y se les acababa la vida prematuramente. 'Cuando uno de suspredicado­res se casaba, generalmente decía que ése "había sido tentado por el diablo" acambiar de estado, para entorpecer la obra. Naturalmente muy pocos eran aquellos que podíanaceptar su tren de vida y sus ideas sobre el celibato.

Admira también que él, con tan escasa educación for­mal, llegase a ocupar lugar de tantaresponsabilidad, alcance y trascendencia. Debióse eso a que, a pesar de su aversión a losestudios cuando estuvo sujeto a un maes­tro inconsciente, desarrolló después el hábito deeducarse a sí mismo, tratando de adquirir por esfuerzo propio algo de lo que no pudo cuandoestudiante.

Por lo tanto lo encontramos, a la manera de Juan Wesley, estudiando mientras viajaba acaballo y en esas condiciones llegó a obtener no sabemos cómo un conocimiento discreto delhebreo y del griego, tanto que hacía muchos de sus estu­dios bíblicos basados en las lenguasorientales. Más pudo la fuerza de voluntad que las oportunidades que tuvo en sus añosjuveniles. Los períodos de enfermedad eran ocasiones para que se dedicara a la lectura y alestudio. ¡De otra manera érale casi imposible!

Además, como nos habremos dado cuenta por las reite­radas referencias, a lo largo de su vidaconservó un dia­rio. Su lectura hasta el día de hoy inspira, a quien lo lea con detención ypaciencia, a ambicionar una vida más consagrada y consciente para usarla en holocausto a laobra eterna de Dios. Su ministerio quedaba suplementado todavía por la siembra que hacíaconstantemen­te de porciones bíblicas, tratados y libros, conectando de esa manera a lasfamilias aisladas con el resto de la Iglesia y del mundo.

Pocos hombres existieron en la historia de la Iglesia Cristiana que hubiesen tenido como él unespíritu tan apostólico y un celo tan aventurero y tan exento a la vez de gloria personal. Elfragmento de una carta que él escribió a Tomas Rankin, en agosto de 1775, el entonces"Superintendente General de las Sociedades de América" (*), en respuesta a una invitación queaquél le hi­ciera de abandonar el país en vista del movimiento de la Independencia, demuestracabalmente ese temple:

"No puedo de manera ninguna concordar con abandonar un campo que se presenta tanpródigo en cosechas de almas para Cristo, como el que tene­mos en América. Sería undeshonor eterno para los metodistas, que abandonáramos a tres mil almas que deseanentregarse a nuestros cuidados y tampoco es el papel de un pastor el dejar a su rebaño en unaépoca de peligro. Por lo tanto, he resuelto por la gracia de Dios no abandonarlo, sean lasconsecuen­cias que fueren." (10)

No tuvo otra pasión en el alma sino Cristo. Su hogar fue el camino abierto e interminable y susuprema ambi­ción la de ver muchas almas a los pies de Cristo. Tal vez se le pueda criticar enmuchas de sus características peculiares, especialmente la de que fue casi despótico en el usode su autoridad episcopal.

Sin embargo eso emanaba de la disciplina a la que él mismo se sometía. Tenía la íntimaconvicción que esa disciplina producía benefi­cios inestimables para el Reino y por lo tantohallaba que sería excelente para todo buen soldado de Jesucristo.

Olvidábase que son muy pocos aquellos que tienen una fe tan profunda, capaz de hacerlosaceptar todas las pri­vaciones y renuncias. A la vez este hecho nos da una idea de lasorprendente humildad de este hombre estupendo, quien no se consideraba superior a nadie,sino que juz­gaba que todos podían ser fuertes, nobles y consagrados como él.

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(1) Citado por McTyeire, H. N., Op. Cit., Págs. 293-4.

(2) Diario, Vol. II, pág. 388.

(3) Diario, Vol. 1.

(4) Diario, Vol. I, pág. 12.

(5) ídem, Vol. 1.

(6) ídem, Vol. 1.

(7) Diario, Vol. 1, pág. 12.

(8) Idem, Vol. 1, pág. 17.

(9) Diario, Vol. 1, pág. 17.

(10) Citado por Barclay, W. O., en Early American Methodism, Vol. I, Pág, 43.

(*) Este nombramiento recibiólo de J. Wesley cuando vino a América como misionero en 1773.

CAPÍTULO DECIMO

LA BANDA DE LOS IRREGULARESParte Primera

"No, no puedo temer; no, no puedo te­mer al hombre o al diablo,mientras sienta en mi alma el amor de Dios,

como ahora lo siento".Juan Nelson.

El distinguido historiador y pensador metodistacontemporáneo H. B. Workman hace la siguientedecla­ración:

"Contrariamente a lo que sucedería con la IglesiaAnglicana, el Metodismo aún privado de su minis­teriopodría así sobrevivir, pero privado de sus obreros laicos,ciertamente se moriría. No sólo su bienestar, su mismoser depende del servicio de ellos".

Esta opinión no es solamente un tributo que se le hace alelemento laico dentro del movimiento metodis­ta, sino queresponde también a un hecho histórico: el de que privadodel ministerio laico no hubiera podido sobrevivir, y esto esporque desde el principio su obra y su vida estáníntimamente tejidas dentro de la textura general.

En verdad no podemos entender e1 movimientometodista sin llevar en consideración la obra efectiva de tantos que trabajaron en posicionessecundarias y sin ordenación eclesiástica de ninguna especie, pero que recibieron sin lugar aduda la orde­nación invisible del Espíritu Santo.

Porque el de que se lleve a cabo la obra de Cristo no depende de orde­nación humana, sino deuna pasión profunda por Cristo y su Evangelio, Juan Wesley ya decía en su época:

"Dadme cien predicadores que nada teman, a no ser el pecado y nada deseen a no ser Dios yno me importaría un comino si fuesen clérigos o laicos, con ellos solos sacudiría las puertas delinfierno y establecería el Reino de Dios en la tierra".

Tenía ciertamente razón para expresarse así, dado que en más de una ocasión fue llevado atomar deci­siones, que no hubiera tomado si detrás suyo no hubiese estado la importunación ya veces casi la imposición, de los elementos laicos. ¿Cómo vino a organizarse la primeraSociedad Metodista? ¿Por qué un día se le ocurrió a Juan Wesley organizada para tener conella un grupo al que exponer sus convicciones religiosas? El mismo nos cuenta en laintroducción a las "Reglas Generales de las Sociedades" de cómo surgió la primera de éstas.Al efecto dice:

"En la última parte del año 1739, ocho o diez personas vinieron a mí en Londres y desearonque yo empleara algún tiempo con ellas en oración y que les aconsejara cómo huir de la "iravenidera". Este fue el origen de la SOCIEDAD UNIDA". (1)

Y añade que esto acaeció inmediatamente después que fuera consagrado el hogar de cultosllamado la "Fundación". (Este local habíalo abierto –el 11 de no­viembre de 1739– para laAdoración pública a instancias de dos personas ajenas a él). El número de los asis­tentescreció rápidamente y, si la primera noche hubo doce, la siguiente hubo cuarenta y pronto erancerca de cien.

De esta manera Juan Wesley fue compelido a organizar la primera Sociedad Metodista por elexpreso deseo de algunos laicos que querían estar bajo su minis­terio, visto que él no teníapúlpito desde el cual pre­dicar. (Antes de eso ya se había iniciado la construcción de la primeracapilla metodista de Bristol –la piedra angular fue bendecida el 12 de mayo de 1739– y allítambién por esa época habían sido formadas las primeras “bandas", pequeños grupos decuatro o seis personas que se reunían informalmente para examen introspectivo y oración.)

Cuando se terminó de construir la primera capilla que se levantó en la ciudad de Bristol, quedópendiente una fuerte deuda que los miembros de la sociedad allí trataban de saldar. Encarandocómo resolver ese pro­blema, surgieron accidentalmente las llamadas "clases" metodistas. Esoacaeció el 15 de febrero de 1742. Wesley así describe sus principios:

"Estaba hablando con varios miembros de la So­ciedad de Bristol acerca de los medios parapagar la deuda ahí, cuando uno se puso de pie y dijo: "que cada miembro dé un penique porsemana, hasta que todo esté pago". Otro contestó: "Mas muchos de ellos son pobres y nopueden dar tanto".

Entonces dijo el primero: "Pónganse once de los más pobres conmigo; si ellos no pueden darnada yo daré por ellos tanto cuanto por mí mismo y cada uno de ustedes visitarásemanalmente a otros once de sus vecinos, recibirá lo que ellos le den y pondrá de lo suyocuanto falte". Así se hizo.

Pasado poco tiempo, algunos de éstos me informaron que habían hallado a tal o cual personaque no vivía como debiera. Eso me llamó inmediatamente la atención y dije: "Esta es la cosa, lamismísima cosa que deseé por mucho tiempo". Reuní a todos los guías de clases (así nosotrosacostumbrábamos a llamarlos) y deseé que cada uno de ellos hiciese una investigación privadade la conducta individual de aquellos a quienes vería semanalmente. Así lo hicieron.

Muchos que actuaban desordenadamen­te fueron descubiertos. De ese modo algunos fuerondesviados de sus malos caminos. Otros fueron escla­recidos. y los hubo quienes fueroneliminados y aún otros se humillaron y regocijáronse ante Dios con reverencia." (2)

Como vemos también ésta fue una iniciativa que Juan Wesley tomó por sugestión y ayuda delaicos. Encontrábase Wesley en otra ocasión igualmente en Bristol visitando la sociedad allí,cuando alguien que había venido de Londres informóle que uno de sus laicos, a quien dejaraallí para exhortar en su ausencia, se extralimitaba predicando sobre un texto de las Escrituras.Un exhortador solamente podía aconsejar a los demás miembros de la sociedad, leer algúntrozo devo­cional y orar con ellos, pero no predicar tomando como base un texto. Eso eraprerrogativa tan sólo de los ministros ordenados.

Juan Wesley resolvió volver inmediatamente a Londres para poner coto a ese "abuso". Sumadre aconsejóle que antes de hacerla, escuchara al que se extralimitaba en sus funciones deexhortador. Juan aceptó la indicación materna y fue a escuchar a su predicador improvisado.Después de oírle, no pudo sino convencerse que el hombre hablaba inspirado por el EspírituDivino. Oponérsele, hubiera sido temeridad.

De esta manera, por la puerta del fondo, tuvo entrada en el sistema metodista el predicadorlaico. Esto a fines de 1739 en la "Fundición". Y en el año 1744 eran ya cuarenta lospredicadores locales que Juan Wesley usaba. Mientras él y su hermano iban itinerando de unlado para otro por el Reino Unido, esos predicadores locales cuidaban de las sociedades opredicaban en los lugares de su residencia.

Aunque evidentemente no podamos pasar revista a todos aquellos que sin órdeneseclesiásticas merecerían ser recordados, tendremos que, por lo menos, mencio­nar algunospara que tengamos una idea de la natura­leza de su carácter y obra.

TOMÁS MAXFIELD

En las páginas del metodismo siempre será recordado con cariño, el nombre de TomásMaxfield, el primero que tuvo la osadía de ir más allá de las órdenes dadas por Juan Wesley.

Era un humilde albañil. Fue conver­tido espectacularmente el 21 de mayo de 1739. En elprincipio del movimiento metodista muy frecuentemen­te la predicación inflamada de losWesley y Whitefield provocaba una conmoción tal en los oyentes que mu­chos se desmayabano eran presa de convulsiones y soltaban a la vez exclamaciones de desesperación o gritos deangustia o clamores por el perdón divino.

Esas extra­ñas manifestaciones eran criticadas acerbamente por los de afuera, pues lasinterpretaban como exageraciones morbosas o actos teatrales como para impresionar. En unareunión como ésa Tomás Maxfield fue convertido y también fue presa de una manifestaciónviolenta. Juan Wesley comenta en su Diario esas manifestaciones y a su vez describe laconversión de Maxfield en estos términos:

"Uno, otro y otro fueron derrumbándose al suelo, temblando tremendamente en la presencia deSu poder; otros gritaban, con voz fuerte y airada: "¿Qué debemos hacer para ser salvos?" Y enmenos de una hora siete personas, completamente desco­nocidas para mí hasta entonces,regocijábanse y cantaban y con toda su fuerza daban gracias a Dios por su salvación. (Estoocurrió al aire libre y por la tarde) (Nota del Autor)

De noche narré lo que Dios había ya hecho como prueba de esa importante verdad de Diosque no desea que ninguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento. Otra personacayó al suelo junto a un individuo que era muy contrario a esas manifestaciones. Mientras éstequedó pasmado con esa escena, un muchacho también cerca suyo fue arrebatado de la mismamanera.

Un joven que esta­ba parado detrás suyo clavó los ojos en él y cayó como si estuviera muerto,mas inmediatamente empezó a rugir y a golpearse contra el suelo, de tal manera que doshombres escasamente podían suje­tarlo. Su nombre era Tomás Maxfield... Yo nunca vi a nadietan castigado por el maligno." (3)

La transformación que se operó en ese hombre fue tal que poco después Wesley lo nombróexhortador de la sociedad que se reunía en la "Fundición". Ya hicimos anteriormente referenciaal hecho de que Wesley, en un viaje que hiciera a Bristol, dejó a un exhortador a cargo de esasociedad.

Ese exhortador, como los lectores habrán inferido, era Tomás Maxfield. Mencionamos tambiénla interferencia que su madre tuvo en el asunto. El consejo que ella le dio en esa oportunidadfue:

"Juan, tú conoces cuáles han sido mis sentimientos. No sospecharás que yo favorezcaligeramente cualquier cosa de esta especie. Pero toma cuidado en lo que haces con respecto a

este joven, porque en verdad él ha sido igualmente llamado a predicar como lo has sido tú.Examina cuáles han sido los frutos de su predicación y también escúchalo tú mismo." (4)

Así lo hizo y después de haberle oído exclamó; "¡Es el Señor, es el Señor! Haga El como a Elle plazca". Lady Huntingdon también escuchóle predicar y quedó tan impresionada con lapalabra candente del joven que escribió a Wesley:

"Él es una de las manifestaciones más grande que yo conozco del favor peculiar de Dios. Halevantado de entre las piedras a uno para que se sentara entre los príncipes de su pueblo. Éles mi asombro; ¡Cuán poderosamente se manifiesta el poder de Dios en la flaqueza!". (5)

De allí en adelante, Maxfield ascendería en la estima­ción de Juan Wesley y ayudóle en todosentido, relacio­nándolo con un estrato social superior al que conviviera anteriormente,proporcionándole este hecho un casa­miento ventajoso. Más tarde Wesley consiguió para sucolaborador la ordenación de manos del obispo de Lon­donderry, Irlanda, uno de los pocoseclesiásticos de ese rango que favorecían su obra. El obispo dijo al orde­narlo: "Señor, leordeno para que ayude a este buen hombre para que no se mate trabajando." (6)

Maxfield trabajó con Wesley hasta poco después de 1760, cuando tuvo una diferencia con él,irritado especialmente por lo que él juzgaba ser exceso de autoridad. Wesley le habíareprendido por haberse asociado a un grupo de fanáticos, encabezados por un tal Bell, quienestaba sujeto a fan­tasías y alucinaciones y decía poseer el poder milagroso de curar y preverel futuro.

A raíz de esa desavenencia una cantidad considerable de miembros de la sociedad metodistade Londres siguió a Bell y a Maxfield, a pesar de que las predicciones del primero de que elmundo iba a acabarse en una fecha próxima, no se cumplieron, pero lo atribuían a que lasoraciones que habían elevado, invocando la misericordia de Dios, podrían haber prevenido eldesastre. Con esas personas Maxfield organizó una capilla independiente en el barrio deMoorfields, que había sido escenario de muchas predicaciones al aire libre de parte de losWesley y donde probablemente él mismo habría sido convertido.

Continuó trabajando con ese grupo por espacio de unos veinte años. Abrazó ade­más el puntode vista calvinista y llegó a publicar un escrito suyo contra Wesley. Sin embargo, Wesley nuncadejó de acompañar en su interés al antiguo discípulo y de colaborar con él. Cuando ya ancianoy enfermo no podía atender a sus parroquianos, Wesley fue a predicar por él en su capilla yestuvo también a su lado rogando a Dios que le acompañara en sus últimos días de vida. ¡Apesar de todo, él había sido el instrumento que le compeliera a adoptar la predicación laica enlos prístinas tiempos del metodismo!

JUAN NELSONEntre los muchos que trabajaron con Wesley desde el principio, tal vez ninguno se distinguieratanto como el que se llamó Juan Nelson. Era también de profesión albañil. Convirtióse durantela primera predicación que Juan Wesley llevó a cabo en Moorfields al aire libre. Vino a la regiónde Yorkshire para trabajar en su oficio en Londres. Por lo visto su trabajo proveíale un sosténpara vivir decentemente y según él "en paz y hartura".

A pesar de que no le faltaba lo necesario para la vida, abrumábale un gran descontento, puessentía interior­mente un tremendo vacío, de tal manera que llegó a decir, que si tuviese quevivir otros treinta años como los que ya había vivido, casi preferiría ahorcarse. Andaba muypreocupado por su futuro eterno y desesperábase al pensar que tendría que enfrentarse conDios en el jui­cio final. Buscó, sin resultado, entre diversos grupos reli­giosos, alivio para susinquietudes espirituales y cuando ya desesperaba de encontrar lo que su alma anhelaba, fue aescuchar a Whitefield, pero tampoco éste le con­venció. Acerca de este evangelista dice:

"Yo quería al hombre de tal forma que si alguien se hubiese atrevido a molestado, yo hubieraestado listo para pelear por él. Yo no le entendía, sin em­bargo, obtuve alguna esperanza demisericordia di­vina, de tal manera que recibí estímulo para conti­nuar orando y ocupar mishoras libres en leer las Escrituras." (7)

Tal era su preocupación por la salvación eterna que a menudo despertábase durante la nochepresa de horri­bles pesadillas que le hacían temblar y sudar. Finalmente hallóse presente enesa primera prédica de Wesley en Moorfields, de cuya' experiencia da este testimonio:

"¡Oh, ésa fue una mañana bendecida para mi alma! Tan pronto él se puso de pie en la tarimaechó para atrás su cabello con un movimiento de la cabeza y enderezó su rostro hacia el lugardonde yo estaba de pie, pensé que él tenía los ojos fijos en mí. Su apariencia provocó tanterrible temor sobre mí que, antes que le oyera hablar, hizo oscilar mi corazón como si fuese elpéndulo de un reloj y cuan­do en realidad habló, pensé que toda su plática era dirigida a mí".(8)

En realidad, ésa era la forma peculiar de predicar de Juan Wesley, la de dar la impresión quesus palabras eran dirigidas a cada oyente en particular. En esa ocasión las palabras que máshirieron la sensibilidad de Nelson fueron:

"¿Quién eres tú que ahora ves y sientes tu impie­dad interna y externa? ¡Tú eres el hombre!Quiérote para mi Señor, desafío te a que te prepares para ser un hijo de Dios por la fe. ElSeñor tiene necesidad de ti.

Tú que sientes que eres tan solamente digno del infierno, eres digno de promover su gloria –lagloria de su gracia gratuita, la que justifica al impío y a aquel a quien todo le es indiferente–.¡Oh, ven ligero! Cree en el Señor Jesús y tú, tú mismo, serás reconciliado con Dios." (9)

Al terminar el sermón, aún bajo la impresión de esta invitación solemne, Nelson dijo dentro desí:

"Este hombre puede revelar los secretos de mi corazón, mas no me dejó allí y mostróme elremedio, a saber, la sangre de Cristo." (10)

Inmediatamente al llegar a la casa donde se alojaba empezó a contar su experiencia y a viviruna vida reli­giosa intensa. Los locatarios alarmáronse con su actitud porque parecíales ser lade un fanático y lamentaban que hubiera asistido a esa reunión del gran predicador. Pen­saronhasta en verse libres de él, temiendo que hiciese algún desmán, pues juzgaban que había sidotrastornado con las ideas recibidas en vista de que pasaba mucho tiempo en oración yexpresiones jaculatorias.

En vista de esa actitud, Nelson resolvió dejar la casa, pero los locatarios a su vez se alarmaron,diciendo:

"¿Qué hare­mos si Juan está en lo cierto?" Entonces dijéronle: "Si Dios ha hecho algo por timás que por nosotros, mués­tranos el camino que nos pueda llevar a la misma mise­ricordia”.(11)

Esto, naturalmente, agradó sobremanera a Nelson quien los dirigió a las reuniones de JuanWesley. En su entusiasmo por contagiar a otros con la misma experiencia del Evangelio que éltuviera, llegó a pagar a un compañero suyo de tareas las horas que perdería de su trabajo contal de que fuera a escuchar a Wesley.

Este, después de haber asistido a la reunión y haber sido influenciado por ella, dijo que ésehabía sido el mejor regalo que jamás él y su esposa habían recibido. Nelson además, ayunabauna vez por semana para economizar dinero y darlo para el servicio a los pobres.

Poco tiempo después de su conversión, volvió a Birstal su pueblo de origen, donde tenía lafamilia, con el pro­pósito principal de recomendarle la vida religiosa que él ahora llevaba y paraque esa influencia se extendiera en el vecindario y entre antiguas relaciones. En el pue­blocontinuó trabajando en su oficio y después de las horas de trabajo solía sentarse a la puerta desu casa para leer y explicar las Escrituras a todos aquellos que tuvie­sen interés en escucharle.

Pronto formóse una congrega­ción y convirtióse sin quererlo en un predicador y fue asíinstrumento para que el movimiento metodista se implantara en esa región; Tiempo despuéscuando Juan Wesley llegó a ese pueblo encontró allí esperándole una sociedad ya formada yun predicador. Tuvo que predi­carles la Palabra desde lo alto de un cerro. Hizo de Nel­son unode sus ayudantes e incorporó el grupo que él formara a las "Sociedades Unidas" (1742).

Desde Birstal, el metodismo se expandió a los pueblos de toda la región de Yorkshire. En1743/44 Wesley visitó nuevamente a Birstal, donde todavía se encontraba Nel­son cuidando dela" sociedad y con él tuvo algunas salidas a los centros del mismo condado donde fundósociedades sobre las labores previamente hechas por su acompañan­te.

En 1744, Nelson acompañó a Wesley en la región de Cornwall en uno de los extremossudoccidentales de Inglaterra. En el pueblo de St. Yves encontraron una sociedad con cientoveinte miembros. Tomaron a ese lu­gar como una especie de cuartel general, desde dondeevangelizar la punta de esa península en la que encon­trábase el condado de Cornwall. Nelsontrabajaba duran­te el día en su oficio y de noche ayudaba tanto a Wesley como a otro ayudantelaico de éste de nombre Sheperd, en la predicación de los pueblos de la península.

En la mayoría de esos lugares el metodismo 110 había sido esta­blecido todavía y muchasveces los predicadores sufrían necesidades. Nelson, en sus memorias, nos da un ejemplo delas penurias y pruebas que tenían que afrontar:

"Durante todo ese tiempo el señor Wesley y yo nos acostábamos en el piso: él tenía misobretodo por almohada y yo un libro de notas sobre el Nuevo Testamento. Después de estarallí por casi tres sema­nas, un día a las tres de la madrugada, el señor Wesley se dio vuelta yviendo que yo estaba des­pierto, me palmoteó diciendo: 'Hermano, Nelson, tengamos buenánimo; todavía tengo un lado sano, ya que del otro estoy desollado y me siento en carne viva'.

Comúnmente predicábamos al común de la gente, yendo de un conventillo a otro y muy pocasveces se nos pedía que comiésemos o bebiésemos. Un día habíamos estado en un lugarllamado San­to Hilaría de Abajo, donde el señor Wesley predicó sobre la visión de los huesossecos de Ezequiel y mientras predicaba los oyentes fueron conmovi­dos.

Cuando volvíamos, el señor Wesley detuvo su caballo para coger algunas moras y me dijo:'Her­mano Nelson, debiéramos de estar agradecidos que aquí hay bastantes moras, porqueésta es la mejor región en que he estado para tener un buen estó­mago, pero la peor quejamás vi para llenado. ¿Será que la gente piensa que podemos vivir sola­mente de lapredicación?'

Le respondí: 'No sé lo que ellos piensan, pero alguien pidióme que yo tomara algo cuando vinedel pueblo de San Justo, en verdad comí a mis anchas pan de centeno y miel’.. Él dijo: 'Túestás bien entonces, yo pensé pedir una costra de pan de la mujer que me hospe­dó cuandoestuve con la gente del sitio llamado Morvah, pero lo recordé sólo cuando ya estaba a algunadistancia de la casa'." (12)

Esto nos da otra muestra del calibre de esos hombres, de las privaciones a que tenían quesometerse y de la fidelidad que mostraban en la tarea de evangelización.

En otra ocasión, al encontrarse en un lugar llamado Pudsey, buscó alojamiento, pero noconsiguió debido a que se supo que los soldados lo estaban buscando y tuvo que irse a Leeds,donde en compañía de Wesley fundara una sociedad. Allí estuvo trabajando de día ypredicando de noche hasta regresar nuevamente a su casa en Birstal, donde esperábale unaingrata sorpresa.

Se le dijo que lo estaban buscando para obligarle a ir a servir al ejército, pues que lostaberneros y el párroco habíanle denunciado: Unos porque él alejaba los clien­tes de la tabernay el otro porque le hada demasiada competencia en la predicación. Al aconsejársele queescapara para no ser alcanzado, respondió: "Nada puedo temer porque Dios está a mi lado ySu palabra ha for­talecido mi alma en este día." (13)

Al día siguiente, cuando estaba predicando en un lugar llamado Adwalton, lo tomaron preso yaunque un conciudadano suyo ofreció dinero para que lo deja­ran en libertad, no lo soltaron ylleváronlo a la ciudad de Halifax ante un jurado del cual formaba parte el párroco de Birstal. Losvecinos de Nelson quisieron deponer a su favor, pero el jurado no quiso oírlos y solamente diooídos al. Párroco, quien afirmó que Nelson era un vagabundo que no tenía ningún medio devida visible. A esa mentira Nelson contestó:

"Puedo trabajar con estas mis manos en mi oficio tan bien como cualquier otro en Inglaterra yusted lo sabe". (14)

Sin embargo, fue enviado a otro pueblo llamado Brad­ford. Al dejar Halifax, muchos del comúndel pueblo lloraban y oraban por él mientras pasaba por las calles. Y él les dijo: "No temáis,Dios tiene sus caminos hasta en el torbellino y Él defenderá mi causa. Solamente orad por míque mi fe no falle". (15)

En Bradford, antes de que fuera enrolado en el ejér­cito, fue puesto por una noche en unainmunda prisión. Recuerda él: "Olía como si fuese un chiquero, pero mi alma estaba tan llenadel amor de Dios que era como un paraíso para mí". (16)

No tenía dónde sentarse y la cama era un montón de paja. Hasta sus enemigos inter­cedieronpor él y suplicaron a las autoridades a que se lo dejasen llevar para darle de comer en suscasas. Como las autoridades no accedieron a ese pedido, lleváronle comida, vela yagua y lehicieron llegar esas cosas a través de un agujero que había en la puerta de su celda. La gentepermaneció del lado de afuera y lo acompañó durante casi toda la noche entonando cánticos.Él dividió lo que habían traído con un pobre prisionero que compartía esa pocilga.

Su esposa vino a la mañana siguiente para animarlo en su desgracia. Ella tenía dos hijos aquienes sostener y estaba esperando otro pronto. Sin embargo, dirigióle la palabra a través delagujero de la puerta en estos términos:

"No temas, la causa es de Dios, es por ella que estás aquí y El te defenderá. Por lo tanto' no tepreocupes por mí y nuestros hijos, porque Aquél que alimenta a las aves nos tendrá en cuenta.El te dará fuerza en aquel día. Y después que hayamos sufrido un poco, él perfeccionará lo queestuviere incompleto en nuestras almas y nos llevará para donde los malos cesarán deimportunamos y los cansados hallarán reposo." (17)

A eso le contestó:

"No, no puedo temer; no, no puedo temer ni al hombre ni al diablo mientras yo sienta el amorde Dios como lo siento ahora." (18)

Tiempo después recuperó la libertad y continuó en­tonces con sus peregrinacionesevangelísticas, predican­do todavía con más poder, enfrentando a toda oposición que se lehacía y establecióse nuevamente en Birstal, del que hizo su centro de actividades, dado queallí era muy estimado por el pueblo. Su ministerio duró treinta y tres años.

Murió repentinamente en una de sus jiras evangelísticas. Su cuerpo fue llevado en proce­sióndesde Leeds hasta Birstal. Se cuenta que el cortejo fúnebre que ocupaba en la carretera cosade media milla entonaba himnos de Carlos Wesley. Nunca se vio a un hombre que fuera tanestimado en su propio pueblo como él.

Desafortunadamente no podemos extendemos en más detalles, pero esperamos que losincidentes narrados dejen en la mente y en el corazón de los lectores una impresión profunda,en cuanto a la calidad de hombres que el metodismo primitivo supo acuñar para la gloria deDios y. la extensión de su Reino. Ciertamente Nelson merece el elogio que uno de susbiógrafos nos dejó:

"De tal fibra era Juan Nelson, un hombre de las filas más humildes de Inglaterra, mas cuyocorazón valiente e integridad inconmovible habíanle habili­tado a tomar un lugar entre losmártires más nobles, si para eso él hubiese sido llamado.

Su ferviente piedad, su constante abnegación y ener­gía sajona hiciéronle uno de los apóstolesdel meto­dismo primitivo. Su magnanimidad natural, sen­tido común, clara aprehensión de lasEscrituras, estilo fácil y maneras simples, hiciéronle uno de los predicadores más favoritos eidóneos entre un grupo al que pocos clérigos educados hubiesen podido alcanzar." (19)

Ciertamente a la vez nos admira el espíritu heroico de la esposa de Juan Nelson, ante laprisión cuando instábale a que fuese fiel a su vocación de cristiano. Sin embargo ella es tansolamente una muestra del espí­ritu heroico de la mujer metodista de esa época lejana.

Se nos refiere que generalmente las mujeres aceptaban con alborozo el mensaje predicado porlos mensajeros metodistas. Las encontramos como guías de clases, guías de grupos deoración, visitadoras sociales, maestras y a veces aún como predicadoras. Las obras buenaspor ellas realizadas son innumerables.

Wesley resistióse, como habíase resistido a otras innovaciones, a darle a la mujer un lugar enlas lides de la predicación. Pero su buen sentido, en más de una ocasión llevóle a ceder,diciendo: "Si Dios usa a mujeres en la conversión de pecadores, quién soy yo parainterponerme entre ellas y Él".

MARÍA BOSANQUETYa hicimos referencia a María Bosanquet, esposa de La Flechère. Ella fue tal vez el tipo máscaracterístico de las mujeres que osaron predicar, a pesar de la resis­tencia de Wesley. Fueuna de las pocas que obtuvieron permiso para predicar, aunque no lo hiciera desde el púlpito.

Como recordaremos, ella había pertenecido a una familia de muy buena posición social y rica.Lo que le tocó en herencia, lo gastó todo para mantener a un orfanato y un hogar de caridad. Elorfanato lo instaló en una casa de su propiedad en Laytonstone en 1763. A la vez convirtió eselugar en un local de predi­cación y el 15 de diciembre formó una sociedad con veinticincomiembros. Y así esa casa en Laytonstone sirvió no solamente para los huérfanos pobres, sinoque convirtióse también en santuario.

Otra mujer, llamada Sara Ryan, la secundaba en sus tareas. Juan Wesley visitó ese lugar en1765 y escribió: "Viajé hasta Lay­tonstone y encontré allí una verdadera familia cristia­na", y en1767 escribía nuevamente:

"¡Oh, que casa de Dios está aquí! No solamente para la decencia y el orden, más aún para lavida y el poder de la religión. Temo que se encuentren muy pocas casas como ésta en losdominios del Rey." (20)

Más tarde, después que murió Sara Ryan, la institu­ción fue trasladada a una estancia en unlugar llamado Cross-Hall en Yorkshire. Allí también instalóse un cen­tro con muchasactividades religiosas y la gente venía a adorar desde muchos lugares, de tal manera que ave­ces faltaba espacio. No sólo allí sino que en otros luga­res mantenía servicios religiosossemejantes.

Era una eximia oradora capaz de mantener encendida la aten­ción en muchas asambleas,especialmente entre gente rústica. Por un tiempo tomó a la ciudad de Leeds como centro dedistrito que ella atendía. Calcúlase que du­rante un año viajó más de 1.500 kilómetros, dirigió120 servicios religiosos públicos, atendió 600 clases y reuniones privadas, escribiendo también116 cartas.

Durante el tiempo en que su esposo vivía, en las capi­llas que fueron originándose alrededorde Madeley, había un asiento elevado uno o dos peldaños sobre el nivel del piso, desde dondeella solía dar sus instruc­ciones religiosas al pueblo ansioso de oír su palabra. Susdisertaciones eran sensatas, luminosas, verdadera­mente elocuentes y enriquecidas con lasenseñanzas del Evangelio. Wesley da sobre su elocución el siguiente testimonio:

"Es fluida, fácil y natural, aún cuando el sentido es profundo y vigoroso". y añade: "Suspala­bras eran como fuego que a la vez comunicaban luz y calor a los corazones de quienes laescuchaban”. (21)

Después del fallecimiento de su esposo continuó vi­viendo en Madeley. Por 30 años estuvo allí,hasta su fallecimiento y su hogar continuó siendo un santuario para los pobres, las mujeresdevotas y los evangelistas itinerantes. No cejó en su ministerio a pesar de su saludquebrantada y continuó predicando en las villas cerca­nas como también en su propia casa.

Conservó un espí­ritu jubilosamente religioso hasta el final de su vida. Al cumplirse 28 años dela fecha de su casamiento, escribía en su Diario:

"Veintiocho años ha, hoy en esta hora precisa yo di mi mano y corazón a Juan Guillermo de LaFlechère. ¡Un período provechoso y bendecido de mi vida! Siento al presente un afecto mástierno para con él que lo que sentía entonces y ahora por la fe uno mi mano nuevamente a lasuya." (22)

Creía que su espíritu continuaba inalterablemente en comunión con el de su esposo y sent íasedispuesta a par­tir en cualquier momento para reunirse con él. Falleció el 9 de diciembre de1815, a la edad de 76 años. Su muerte fue tan lamentada, como lo fue la de su esposo, portoda la comunidad de Madeley y los pueblos circunvecinos. Siempre fue muy sobria en susnecesidades personales y muy generosa para con los demás. Dice un biógrafo suyo que susgastos personales durante todo un año nunca excedieron las cinco libras esterlinas. Sinembargo en su libreta de cuentas para el último año de su vida, figuran cerca de ciento treinta yocho libras para los pobres.

Si nos empeñáramos en escribir algunas otras biogra­fías de mujeres metodistas, noterminaríamos muy pron­to la tarea. Basta que recordemos, sin embargo, nom­bres de otrascomo la señorita Mallet, después como la señora de Boyce, quien también recibiera en laConfe­rencia de 1787 autoridad como predicadora "por todo el tiempo en que ella predicare ladoctrina metodista y se conformare con su disciplina".

De Ana Kitler, quien viajaba por el distrito de Bradford y se distinguió por el poder que tenía enla oración.

De Esther A. Rogers (esposa de Jaime Rogers, uno de los predicadores itine­rantes) quien, apesar de morir a los 38 años de edad dejó cartas y un diario que al publicarlos alentaron pormucho tiempo a los fieles metodistas.

De Hannah Ball quien en 1769, antes que Roberto Raikes comenzara la suya, estableció unaescuela dominical en Wycombe, la que dirigió hasta su muerte en 1792 (esta escuela todavíafunciona).

De Sofía Coole (quien más tarde casóse con Samuel Bradburn) recordada especialmenteporque inspiró a Roberto Raikes la iniciativa de empezar formalmente con la obra de lasescuelas dominicales. Fue la que marchó con Raikes por las calles de Gloucester con el primergrupo de niños maltrechos y con las ropas en jirones hacia una iglesia, para que reci­bieseninstrucción y nociones de religión (1780).

Todas esas mujeres y muchas otras estuvieron en la sucesión apostólica de Susana Wesley yhablan elocuen­temente del poder del Evangelio, en el que no hay acepción de personas, sinoque salva, exhalta y usa a todo aquél que sintiendo el llamado del Señor, se entre­ga de cuerpoy alma.

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(1) Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Pág 131.

(2) “Works”, Vol. V, Pág. 179.

(3) "Diario", 21 de mayo de 1739.

(4) "A New History of Methodism", Vol. I, Pág. 293.

(5) Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Pág 174-175.

(6) Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Pág 407-408.

(7) McTyeire, H. N., Op. Cit., pág. 163.

(8) Idem.

(9) McTyeire, II. N., Op. Cit., Pág, 163.

(10) Idem.

(11) Ibid, Pág. 164.

(12) Del Diario de Nelson, citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, págs. 193-94

(13) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. l, pág. 207.

(14) Citado por Stevens, A., Op. Cit., Vol. l, pág. 207.

(15) Ibid, pág. 208.

(16) Idem.

(l7) Stevens, A., Op. Cit. Vol. I, pág. 208.

(18) Idem.

(19) Stevens, A., Op. Cit., Vol. I, Págs. 179-80.

(20) Stevens, A., Op. Cit., Vol. II, pág. 267

(21) Stevens, A. Op. Cit. Vol. II, pág. 270.

(22) Ibid, Vol. III, pág. 226.

CAPÍTULO UNDECIMO.

LA BANDA DE LOS IRREGULARESParte Segunda

"Felipe: tienes que predicamoso nos iremos todos al infierno y

Dios exigirá nuestra sangrede tus manos”.Bárbara Heck.

Hacia fines del siglo XVII, el Rey Luis XIV de Francia devastó, por intermedio delMariscal Turenne, la región alemana del Palatinado sobre el Rin. La población de laregión era casi toda formada de protestantes que se vieron en la necesidad deabandonar sus tierras y refugiarse en otros países.

La reina Ana de Inglaterra envió varios navíos para llevar a unos cuantos de ellosdesde Rótterdam a Inglaterra. Más de seis mil llega­ron a Londres, abatidos yreducidos a una pobreza lamentable. Muchos de ellos fueron a vivir a Irlanda, hastaque se les abriese alguna oportunidad para establecerse en otra parte.

En 1710 el gobierno británico envió casi tres mil de ellos aAmérica, donde estableciéronse en regiones que hoy día sonabarcadas por los estados de Nueva York, Pensilvania yCarolina del Norte. Muchos permanecieron todavía en Irlanda yfueron paulatinamente moviéndose de allí a través de los años.

TOMÁS WILLIAMSEl primer metodista que de Inglaterra cruzó el canal para ir aIrlanda fue un tal Tomás Williams, quien estableció unasociedad en Dublín. Juan Wesley visitó en ese mismo año esaobra y desde entonces hizo fre­cuentes visitas a esa Isla. Enpocos años el metodismo estaba diseminado en muchospuntos.

En 1752, un joven carpintero fue alcanzado por el avivamiento metodista. Su nombreera Felipe Embury. En 1758 fuele dada carta de predicador local. En 1760 formó partede un grupo de emigrantes que de Limerik, Irlanda, salieron para América.

Entre los mismos estaba también su prima Bárbara Heck, que al igual que el eramiembro de una de las sociedades metodistas. Los dos primos y sus familiasestableciéronse en Nueva York. Eran descendientes de esos protestantes que tuvieronque abandonar el Palatinado en el siglo anterior, mu­chos de los cuales, como esosdos primos, habían sido alcanzados también por el avivamiento Wesleyano.

Más o menos en la misma época otro predicador local metodista de Irlanda trasladósea América y establecióse en la región de Maryland. Su nombre era RicardoStrawbridge. Algunos historiadores piensan que éste no podía haberse trasladado .aAmérica antes de 1764 ó 65, llegando algunos a poner la tardía fecha de 1766.

A Embury y Strawbridge se les considera como los dos primeros adalides delmetodismo en América del Norte. Pasaremos entonces a considerar a estos doshombres, para después mencionar unos pocos más del mismo carácter y que juntosservirán para ilustrar también el poder que el avivamiento metodista tuvo en el corazóny la vida de los que militaron en las filas laicas.

FELIPE EMBURYCuando Felipe Embury y su prima Bárbara Heck llegaron a Nueva York, quedarondesvinculado s de la influencia metodista, pues no había aún en la nueva tierra ningunasociedad formada, no obstante los viajes y las predicaciones evangelizador as de JorgeWhitefield; Al principio vinculáronse con otro grupo evangélico, pero no les agradó elambiente y terminaron perdiendo casi por completo su fervor religioso.

Narra la historia que por 1766 una tarde de domingo encontrábase un grupo dehombres jugando a las cartas, que era el pasa­tiempo predilecto de mucha gentedespués de las horas de trabajo, cuando Bárbara Heck entró y ante la esce­na. irritósea tal punto que tomó las cartas de las manos de los que con ellas se entretenían y lasarrojó al fuego. y exhortó a las personas presentes a cambiar de cos­tumbres e instó aalgunos a recordar que ellos habían sido metodistas antes de venir a América.

De allí fue a la casa de Embury, su primo, e informóle de lo suce­dido y díjole con granvehemencia: "Felipe, tienes que predicamos o nos iremos todos al infierno y Diosexi­girá nuestra sangre de tus manos". Felipe, algo sor­prendido ante esa visitainesperada de la prima y ese reto, contestó como para disculparse: "¿Cómo puedopredicar, visto que no tengo local ni congregación?" A esto Bárbara contestó: "Predicaen tu propia casa y a los de tus propias relaciones".

Antes de dejarlo, con­siguió del primo la promesa de que haría una prueba y pocosdías después Felipe dirigía la primera reunión en su propia casa. En esa ocasiónsolamente cinco per­sonas escucharon su sermón y ése fue el primero pre­dicado porun metodista en América, salvo que Straw­bridge hubiera ya predicado anteriormenteen el sur. Asistieron a ese servicio religioso Bárbara Heck y su esposo (Pablo), laesposa de Embury, Juan Lawrence y Betty, ésta última una niña sirvienta de origenafricano.

A partir de ese momento Embury ejercitó su ministe­rio laico. Pero muy pronto su casaquedó chica para poder contener a los que se interesaban por asistir y entoncesalquilóse un "Aposento Alto". Este tampoco pudo contener a los concurrentes pormucho tiempo y ya en 1767 túvose que alquilar otro local, conocido con el nombre de"Rigging Loft", que medía veinte metros de largo por seis de ancho. Allí predicaba los

domingos, a las seis de la mañana y más tarde también los jueves de noche. En 1768en la calle de San Juan (St. John), fue alquilada una propiedad que finalmentecompróse en 1770 (La capilla se construy6 antes de pagarse el terreno, cuando todavíalo tenían arrendado).

Allí fue levantada la primera capilla me­todista en el Nuevo Mundo. Hízose unasuscripción y doscientas cincuenta personas la firmaron comprome­tiéndose a ayudar.Entre los que firmaban hubo un tal Capitán Webb (sobre el cual hablaremos másadelante) que fue el que dio la mayor suma, algo así como ciento cincuenta dólares,cantidad considerable para aquel entonces. Construyóse una capilla de piedra quemedía veinte metros por catorce. Embury, fiel a su oficio, hizo el púlpito.

Los planos para la construcción de la capi­lla los facilitó la señora Bárbara Heck, deuna manera original. Ella, después que el grupo resolvió construirla, "tuvo revelación"en un sueño de cómo se la debía edificar y visto que ella fue la que despertó el celoreligioso en la compañía y que mucho se la estimaba, aceptaron sus indicaciones. Sinembargo había una difi­cultad. Considerábase a los metodistas como gente disidente y,según las reglamentaciones en vigencia, no podían construir capillas o templos. Paraobviar la difi­cultad y no verse privados de construir, se le puso una chimenea a lacapilla, para darle así la apariencia de un edificio común.

El sermón inaugural al dedicar la nueva capilla para el culto divino, fue dado el 30 deoctubre de 1786 y Embury lo predicó. Tomó como texto: "Sembrad para vosotros enjusticia, segad para vosotros en misericor­dia; arad para vosotros barbecho; porque esel tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia."(Oseas 10:12).

A la capilla diósele el nombre de "Wesley". El car­pintero-pastor estuvo asumiendo laresponsabilidad de la sociedad que se formara en Nueva York hasta 1769, cuandovinieron desde Inglaterra los primeros misio­neros enviados por Juan Wesley yasumieran la responsabilidad del movimiento metodista en América.

Embury y todos los miembros del grupo alemán-irlandés de esa primera sociedadmetodista, fueron a vivir en la localidad de Camden entre 1767-70, más tarde parte deSalem, condado de Washington, en el hoy estado de Nueva York. Cerca de allí, en unlugar lla­mado Ashgrove, organizó una sociedad. En 1775, traba­jando en el campo,pues había cambiado su ocupación de carpintero por la de agricultor, hirióse con unode los instrumentos de trabajo a consecuencia de lo cual murió.

Bárbara Heck y su esposo, Juan Lawrence y su esposa (la viuda de Embury) y SamuelEmbury, hijo de Felipe, trasladáronse en 1783 al Canadá y se esta­blecieronpermanentemente en el pueblo de Augusta en 1785. Aquí vinieron a formar el núcleode una clase metodista, de la cual Samuel Embury fue escogido guía. Bárbara murió en1804 y hasta el día de hoy se la recuerda con veneración, pues se la consideró comomadre del metodismo canadiense.

ROBERTO STRAWBRIDGEAlgunos historiadores son de la opinión que Strawbridge predicó antes que Embury, enel sur de los Estados Unidos, empero nunca pudo establecerse con certeza tal cosa yasí comparten la gloria de haber sido ambos los primeros en diseminar el avivamientometo­dista en tierras americanas. Lo cierto es que Strawbridge convirtióse más tardeque Embury, igualmente por la predicación de Juan Wesley en 1758.

No hay noticias ciertas cuanto a la fecha de su nacimiento. Estable­cióse en lascolonias americanas en un lugar llamado "Sam's Creek", en Maryland, e hizo de sucasa un san­tuario para todos sus vecinos, continuando así su vocación de predicador

ya ejercida en Irlanda. Pronto la casa hízose pequeña para recibir a los que venían aescuchar sus exposiciones y entonces construyó una capilla de troncos de árboles ("loghouse") en la cual dejáronse aberturas para una puerta y tres ventanas, pero éstasnunca fueron colocadas. Sin embargo instalóse un púlpito, pues se sabe que debajodel mismo fueron sepultados dos de los hijos de Strawbridge.

El interés por la religión propagóse tanto en esa re­gión que para atender a todas lasdemandas de predi­cación, faltóle, el tiempo a Strawbridge para atender sus interesesparticulares y comenzó a descuidar sus campos con la consecuencia que sus cosechasya no bastaban para el sostén de su familia. Ante ese hecho reunió a sus vecinos ydíjoles: "Si ustedes desean que les predique el Evangelio tendrán que cultivar tambiénmis tierras, pues yo no puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo".

Los vecinos se comprometieron a ha­cerla y así pudo extender su campo de acción. Sele reconoce como el que estableció primeramente la obra: metodista en las ciudades deBaltimore y Hartford. Evidentemente que aprovechó muchos de los frutos de­jados porla predicación de Whitefield. Como alguien dijo muy gráficamente: "El recogió los frutosque Whitefield sacudiera de las ramas". Tuvo la distinción de ser instrumento para laconversión de Ricardo Owen, el primer predicador metodista que viera la luz enAmérica.

Strawbridge era de espíritu independiente. Sometióse muy a regañadientes a ladirección de Asbury y fue uno de los pocos que no obedecieron sus órdenes de noadministrar los sacramentos. Hallaba que en vista de la falta de pastores ordenados,cualquier cristiano que estuviera al frente de una congregación, por la gracia de Diosestaba en condiciones de hacerla. Debido a esto entró más de una vez en controversiacon Asbury y anduvo distanciado y separado por mucho tiempo de él.

Su ministerio tuvo un largo período de veintiún años. Falleció en 1781 cerca deBaltimore. Ricardo Owen predicó el sermón en memoria de aquél que le llevara aCristo. Comentando acerca del carácter de su minis­terio, W. C. Barclay asevera:

"Si un hombre puede ser juzgado por el fruto de sus labores, Roberto Strawbridgesirvió la causa de Dios con tanta eficacia hasta la época de su muerte como cualquierade los predicadores primi­tivos del metodismo. La influencia personal de ningún otroabarcó un campo más vasto y afectó vitalmente más gente que la de él.

Al tiempo de su muerte aproximadamente cuatro quintos de to­dos los miembros de lassociedades metodistas esta­ban en Maryland y hacia el sur donde su influencia sehabía extendido mayormente." (1)

Y otro historiador contemporáneo, William W. Sweet, dice en su libro "La Religión en laFrontera Americana":

"Strawbridge adelantóse a su tiempo y él puede muy bien ser llamado "el primerverdadero adalid del metodismo americano'." (2)

CAPITÁN WEBBYa mencionamos el hecho de que un tal Capitán Webb figuraba a la cabeza de la listade contribuyen­tes, que se comprometieron por la construcción de la primera capillametodista en Nueva York. Ciertamente pocas figuras históricas existen en el seno delmeto­dismo más interesantes que la de este viejo militar. Pertenecía a las miliciasinglesas, perdiendo el ojo dere­cho en una refriega y resultando herido en el brazoderecho en otra.

En 1765 escuchó a Wesley en Bristol y unióse allí a la sociedad metodista. Pocotiempo des­pués, concediósele licencia de predicador local. Wesley dijo de él: "Es unhombre de fuego y el poder de Dios continuamente acompaña .a su palabra". No erasola­mente Wesley el que tenía una alta opinión de este militar-predicador, sino queotra autoridad en asuntos metodistas escribió del Capitán lo que sigue:

"La gente veía en su rostro al guerrero y escu­chaba en su voz al misionero. Bajo lainfluencia de su santa elocuencia la gente temblaba y lloraba, rindiéndose bajo el poderextraordinario de su pa­labra." (3)

Era el suyo un talento natural, aunque fuese hombre de considerable inteligencia. Leíabastante y conocía mucho a los hombres por el contacto que con ellos ha­bía tenido ensu carrera militar. Llegó a leer su Nuevo Testamento en griego y el ejemplar que en esalengua usaba, es aún una de las reliquias más preciosas que se conservan en América.

Fue a América del Norte para servir en la ciudad de Albany, Nueva York, unos tresaños después de su conversión. Al llegar, continuó con su costumbre de tener el cultofamiliar en su casa, cosa que llamó la atención de sus vecinos y más todavía por ser élun militar. Esa costumbre creó en ellos interés por cono­cer la naturaleza de la religiónque esa familia profe­saba y así muchos pidieron que se les admitiera a esas reunionesfamiliares.

Pronto formóse un grupo en su casa que se reunía periódicamente para oración yme­ditación. Mientras tanto el Capitán tuvo noticias de las reuniones que Embury dirigíaen Nueva York y resolvió ir hasta allí para ver de lo que se trataba.

Fue memorable esa primera visita a la congregación metodista de esa ciudad. Llegócuando el culto ya había empezado y sentóse entre la congregación con la espada ensu flanco. Los hermanos al ver la presencia de ese militar lleváronse no pequeñosusto,. pues pensaron que vendría para interferir en sus reuniones y cerrarles el local.Embury mismo no se sintió muy cómodo en el púlpito con ese extraño militar ante sí yque le acom­pañaba con mucho interés, mirándole fijo con ese sólo ojo que tenía.

Cuando terminó su sermón, como era costumbre en ese entonces, Embury preguntó sialguien sentíase movido por el Espíritu como .para decir alguna palabra de exhortación.A esa invitación levantóse el Capitán, quien ocupó el púlpito y después de colocar suespada sobre él dijo: "Hermanos, yo también soy metodista". Podemos imaginamos elsuspiro de alivio y la alegría que brotó de todos los pechos al saber que tenían en élotro hermano y con quien podían contar para el afianzamiento de la causa. Realmentevino a ser una columna fuerte de esa congregación y el que contribuyó más queninguno para que se levantara esa primera capilla en Nueva York, para lo que reuniómu­cho del dinero necesario.

Poco tiempo después de ese encuentro se jubiló y se estableció con su familia en unaisla de Nueva York, llamada Long Island, en la localidad de Jamaica, donde prontoformó una sociedad. Ahora que ya no tenía obligaciones con el ejército, entregóseenteramente a la predicación y extendió sus labores por toda la isla, yendo más alláhasta Nueva Jersey, Delaware, Maryland y Pensilvania. Pronto la fama de suspredicaciones tras­cendió y se afirmó. En la ciudad de Filadelfia fundó una sociedadcon siete miembros, quienes constituyeron el núcleo inicial de 10 que es todavía lacongregación de San Jorge.

Al igual que en Nueva York, interesóse para que la sociedad tuviese su propio local decultos y, en consecuencia, empeñóse para que en 1769 se adquiriera y concluyera unedificio que pertenecía a una congre­gación reformada alemana parcialmenteconstituida. Ese templo modificado y reconstruido en partes se usa toda­vía, siendo

considerado el templo metodista en constante uso y el más antiguo de América delNorte. En esa ciu­dad y a fines de 1769 dio la bienvenida a dos de los; misioneros quevinieron de Inglaterra, enviados por Juan Wesley y la Conferencia Anual: Boardman yPilmoor, aunque éstos no fueran los que él pidiera. Poco después de llegar, Pilmoorescribió a Wesley este testimonio de la obra llevada a cabo por Webb y sus resultados:

"Grande fue la sorpresa al encontrar al Capitán Webb en la ciudad y una sociedad decerca de cien miembros, que deseaban estar en estrecha relación con usted. "De partede Jehová es esto: es maravilla en nuestros ojos". He predicado diversas veces y lagente acude en multitudes para escuchar. La noche del domingo salí al raso. Tuve porpúlpito la plata­forma que se usa para las carreras de caballo y creo que entre cuatro ycinco mil oyentes escucharon en profundo silencio. ¡Bendito sea Dios, por lapredi­cación al aire libre! Al principio cuando hablé de predicar a las cinco de la mañanala gente pensó que eso no tendría éxito en América, sin embargo resolví experimentary tuve una buena congregación." (4)

En 1772 fue a Inglaterra y compareció ante la Confe­rencia reunida en la ciudad deLeeds, la que, a raíz de una conmovedora apelación suya, envió otros dos misio­nerosa América (los ya mencionados Rankin y Shadford). Y retornó al Nuevo Mundo conellos. Uno de los docu­mentos que nos revela el espíritu aventurero de la obramisionera de aquel entonces, consiste en una cartita que Juan Wesley escribió aShadford, cuando le avisó que había llegado el momento de partir. Aquí latranscribimos:

"Querido Jorge, la ocasión ha llegado para que te embarques para América. Deberásdejar a Bristol, donde te encontrarás con Tomás Rankin y el Capi­tán Webb y suesposa. Déjote libre, Jorge, en el gran continente de América. Publica tu mensaje bajola luz del sol y haz todo el bien que puedas. Querido Jorge, quedo afectuosamentetuyo." (5)

Pasó algún tiempo más ayudando en la obra de evan­gelización en América Y despuésvolvió a Inglaterra donde continuó su obra de evangelización, siempre como laico.Murió en el mismo lugar donde había conocido a Cristo, en la ciudad de Bristol el 20 dediciembre de 1796, a la edad de 72 años. Un contemporáneo suyo dice que hasta el finde su vida Webb conservó gran vitalidad y que a los 70 años más bien parecía tener55. Un pre­dicador que le acompañara en sus últimos días relata así su deceso:

"Miércoles, diciembre 21. Anoche, cerca de las 11, el Capitán Webb repentinamenteentró "en el gozo del Señor. Participó de la cena y retiróse a descansar cerca de lasdiez, sintiéndose bien. En menos de una hora su espíritu dejó la envoltura de barropara entrar en los reinos de la eterna felicidad. Tenía el presentimiento de quecambiaría de mundo durante el presente año y que su partida sería repentina." (6)

En Bristol" ayudó a levantar la capilla de la calle Pórtland bajo cuyo altar fueronsepultados sus restos. Probablemente el mayor tributo que jamás se le brin­dara a estesoldado-predicador fue el del Sr. Juan Adam., quien llegó a ser uno de los presidentesde los Estados Unidos. Este le escuchó en Filadelfia y después lo des­cribió así: "Elviejo soldado es uno de los hombres más elocuentes que yo jamás haya escuchado. Elsabe despertar la imaginación y emocionar mucho, expresándose con propiedad." (7)

ROBERTO WILLIAMSUna de las vidas más novelescas que se registran en la historia del metodismoamericano, entre los predicado­res laicos, fue sin duda alguna la de Roberto Williams.Fue el primer predicador itinerante que llegó a la Amé­rica del Norte antes que viniesen

los que, en 1769, la Conferencia Anual resolvió enviar. Arribó a Nueva York en agostode 1769, desde Irlanda.

En la primavera de ese año, habiendo llegado noticias de la obra de Embury y de lanecesidad que éste tenía de que alguien le asis­tiera, ofrecióse a Wesley. Parece queéste no demostró mucho interés y la razón principal habría sido el hecho de queWilliams criticara ásperamente en público a clé­rigos de la Iglesia Anglicana. Y estodisgustó a Wesley, quien se oponía a que se hicieran comentarios contra el clerooficial, aun cuando éste lo hubiera merecido. Final­mente, ante su insistencia casiimpertinente accedió a que fuese, siempre que el mismo se hiciese cargo de los gastosde viaje y con la condición de que se colocara a las órdenes de los misioneros queserían enviados más tarde por la Conferencia.

Era hombre de mucha iniciativa y ya había predicado por tres años en Irlanda, esogranjeóle muchos amigos y entre ellos contábase un tal señor Ashton, un laicometo­dista de Dublín. Este no sólo ofreció pagarle el pasaje sino que a la vez prometióacompañarle hasta Nueva York. Ante esa estupenda promesa del amigo, vendió sucaballo para pagar las deudas y emprendió viaje a pie hasta Dublín, cargando lasalforjas en su espalda, llevan­do un pan y una botella de leche.

Dos meses antes que los misioneros regulares llegasen a América, Williams llegó consu amigo. Al desembarcar no perdió tiempo, pues fue inmediatamente en busca deEmbury y ofrecióle sus servicios que, aceptados, continuaron hasta la llegada allí deBoardman, uno de los dos misioneros regulares. No se quedó quieto en Nueva York,empezando a viajar en seguida tomado de la misma inquietud que Asbury. En verdadéste lo menciona muchas veces en su Diario, observando que lo encontraba aquí, alláy acullá, empe­llada en hacer obra de itinerante.

Los mejores resultados los obtuvo en los estados de Maryland y Virginia. Se leconsidera como el que introdujo y estableció el metodismo en este último estado. Fueconstante en su minis­terio itinerante hasta que al casarse se localizó.

Una de las cosas que distinguieron a este obrero con­sistió en el hecho de que fue elprimer metodista que publicó y distribuyó libros en América. Por ese entonces no erapermitido a ningún predicador publicar libros a no ser con licencia expresa de JuanWesley. Mas Wi­lliams no se atuvo a esta restricción y publicó tratados, sermones ylibros, evidentemente afrontando él mismo los riesgos de la empresa.

Todo ese material lo distribuía profusamente en sus viajes, llevándolo en sus alforjas.Jesse Lee, uno de los más renombrados y eminentes pre­dicadores metodistas defines de ese siglo y quien fuera convertido bajo su ministerio, escribió:

"Roberto Williams reimprimió muchos libros del señor Wesley y los desparramó a lolargo del país, para gran ventaja de la religión. Los sermones que él imprimió enpequeño formato e hizo circular entre el público tuvieron un gran efecto y dieron alpue­blo luz y comprensión acerca de la naturaleza del nuevo nacimiento y del plan desalvación. Y así, hubo oportunidad en muchos lugares para que nuestros predicadoresfuesen invitados a predicar donde nunca habían estado antes." (8)

Esta actividad irritó a Juan Wesley cuando supo de esas publicaciones en América yescribió una carta a Asbury para que tomase cartas en el asunto, indicándole que nopermitiera publicar cualquier otro libro sin su consentimiento. A la vez escribió aWilliams en el mismo sentido. Sin embargo hasta el año 1773 por lo menos, él continuódesconociendo la orden de Wesley, por lo que en la Conferencia de predicadores, quese llevó a cabo en América en ese año, y probablemente obedeciendo a órdenesrecibidas de Wesley, púsose en las actas de la Conferencia lo siguiente: "Ninguno de

los predicadores podrá reimprimir cualquiera de los libros del señor Wesley sin sulicencia (cuando ésta puede ser obtenida) y sin el consentimiento de sus hermanos".También aclaraban que Roberto Williams podía ven­der los libros ya impresos, pero nose le permitiría imprimir otros a no ser que observara lo establecido por la Conferencia.

Falleció el 26 de septiembre de 1775, no mucho después de haberse casado ylocalizado, en un lugar situado entre las ciudades de Suffolk y Norfolk, en Virginia. Elviajó durante todo su ministerio como un simple predicador laico, pues nunca llegó aser ordenado. Tuvo pues la distinción de ser el primer metodista itinerante en América,el primero en publicar literatura Y el pri­mero en casarse y ¡también el primero en morir!

Terminaremos esta breve serie recordando un último ejemplo de estos hombresintrépidos y sin ordenación humana.

JUAN KINGNació en Inglaterra en 1746. También como Roberto Williams se embarcó paraAmérica de manera irregular (esto es, sin ser enviado por la Conferencia Anual).Convirtióse como tantos otros, bajo la predicación de Juan Wesley. Educóse en Oxfordy en una escuela de medicina de Londres, de la cual recibió su diploma de doctor. Supadre airóse mucho cuando él se convirtió y se adhirió al movimiento metodista,amenazándole con desheredarlo si insistía en quedarse unido a ese grupo de"entusiastas".

Juan no desistió Y el padre cumplió con su palabra desheredándolo. Sin embargo, élno se dejó vencer por el desaliento y prosiguió en su intento, saliendo fortalecido de laprueba. Ahora estaba conven­cido más qt!c nunca de que Dios le llamaba a predicar.

El nombre de Juan King aparece en la lista de los cuatro predicadores nombrados paraAmérica en el año 1770, parla Conferencia Anual de Inglaterra, aunque sólo dos lohabían sido oficialmente en 1769. King, como Williams, vino por su propia cuenta,probable­mente con el consentimiento personal de Wesley.

Llegó a América en 1769, poco después de Boardman y Pil­moor y se presentóinmediatamente después de llegar. Mas como no tenía ninguna credencial oficial,Pilmoor lo rechazó con desaire. El joven, sin embargo, no per­dió sus bríos y predicó lomismo sin permiso, pues en él clamaba el grito del Apóstol: "¡Ay de mí si yo nopredicare el Evangelio!"

Fue al cementerio y predicó desde los sepulcros a los pobres su primer sermón enAmérica. Los que le escucharon suplicaron a Pilmoor que le permitiese predicar ante lasociedad metodista. Finalmente se le concedió licencia de predicador y fue aWilmington, Delaware, a anunciar la Palabra y de ahí pasó a Maryland dondeStrawbridge le recibió jubi­losamente.

Parece que él fue el primer predicador itinerante en llegar a la ciudad de Baltimore (erasólo local, aunque itineraba mucho) y que su primer sermón lo predicó en la esquina deuna calle de pie sobre el yunque de un herrero y el segundo en otra esquina sobre unamesa. El rector de. la Iglesia Anglicana de San Pablo lo invitó a predicar, pero novolvería a ha­cerlo, pues según el testimonio de alguien que lo escu­chó "hizo volar elpolvo de los viejos almohadones de terciopelo".

Hasta 1777 su nombre aparece en la lista de predi­cadores itinerantes juntamente conlos demás y después desaparece. Mientras estuvo, fue nombrado para circuitos en lasregiones de Nueva Jersey, Virginia, Nueva York y Carolina del Norte. Cesó en laitinerancia en ese año, porque se casó.

Compró casa en Louisburgo en Carolina del Norte donde ejerció la medicina,conti­nuando sin embargo en la categoría de predicador local, en la que continuó hastasu muerte en 1795. Aunque nunca llegó a recibir ordenación y fue siempre en ver­dadun predicador laico itinerante, dos de sus hijos, llamados Juan Wesley y GuillermoFletcher, llegaron a ser predicadores metodistas ordenados y los otros cuatro hijos quetuvo fueron todos miembros de la Iglesia.

El nombre de Juan King será siempre recordado como uno de los adalides metodistasde América del Norte y conservado merecidamente en su registro de honor. Fue una delos cuatro predicadores metodistas llegados de Inglaterra, que durante la revolución dela independencia resolvieron quedarse para trabajar y mo­rir allí. (Los otros tres fueronAsbury, Williams y Dempster). Murió en New Berne, Virginia, durante una visita quehiciera allí, pero se le sepultó en el partido de Wake en Carolina del Norte donde vivíadesde 1789.

Nos gustaría hablar de otros laicos de la misma categoría, quienes fueron "punta delanza" en el estable­cimiento de la obra metodista en muchos otros lugares de la tierra,como en Antigua, Nova Escocia, Canadá y África.

Pero estas páginas se exceden ya del limite que nos habíamos propuesto y tendremosque concluir aquí con nuestra lista, la que nos da realmente una muy pálida idea de lalegión inmensa de hombres y mujeres de estos quilates y cuyo número sobrepasó enmucho la de los que salieron a predicar con órdenes eclesiásticas.

La mayoría de ellos trabajaron heroica y noblemente en la sombra; la historia registramuy pocos de sus nombres. Solamente Dios sabe cuántos fueron y cuánto trabajollevaron a cabo empujados por su Espí­ritu.

Ciertamente lo de ser recordado por los hombres tiene valor muy relativo. Loimportante será que sus nombres y los nuestros estén en la memoria de Dios yregistrados para siempre en el Libro de la Vida.--------------------------------------------------------------

(1) Op. Cit. Vol. I, pág. 41.

(2) Pág. 36.

(3) Citado por Stevens, Abel, en "American Methodist His­tory", Vol. 1, pág. 61.

(4) Citado por McTyeire, H. N., Op. Cit., pág. 279.

(5) "Cartas", año 1773.

(6) Stevens, A., "History of Methodisrn ", Vol. III, pág. 99.

(7) McTyeire, Op. Cit., pág. 264.

(8) Citado por Barclay, W. O., Op. Cit., Vol. 1, pág. 32.

CAPÍTULO DUODÉCIMO.

DESTELLOS INEXTINGUIBLES"No anhelamos morar en .túmulos,Ni en oscuras monásticas celdas,

Relegados por votos y barrotes;A todos, libremente, nos ofrecemos,Constreñidos por el amor de Jesús,

A vivir cuales siervos de la humanidad".Carlos Wesley.

Probablemente haya aquellos que, después de haber; leídolas páginas que anteceden, exclamen: "¡Pero en aquellostiempos había gigantes en la tierra!" De que ellos fuerongigantes en el orden moral y espiritual, no nos cabe duda,pero sí ponemos en duda de que esa estir­pe de gente sólohubiese podido existir en "aquellos tiempos".

Si analizáramos íntimamente la vida, el ser, las posibilidadesy el medio ambiente en que actuaron, amén de otrosdetalles, descubriríamos que eran hombres y mujeres decarne y hueso como nosotros, quienes vivie­ron sin dudaalguna en épocas y circunstancias mucho menos favorablesque las nuestras.

El Dios que ellos ado­raban y por quien vivieron y murieron,es el mismo Dios. y el Salvador, de quien recibieronredención y gracia, es todavía el mismo, en el decir delescritor de la carta a los Hebreos, "ayer, hoy y para siempre".

El principal instru­mento de inspiración y trabajo es todavía el mismo: las Sagradas Escrituras.

El pueblo, en el medio del cual vivimos y actuamos, salvada la apariencia exterior y el lustre deuna civilización agraciada por los adelantos téc­nicos de la ciencia, es el mismo pueblo queenfrenta, cada día, vida y muerte, tristezas y alegrías, pasiones y esperanzas, desilusiones yensueños, sed de integración y eternidad e inquietud por permanencia y estabilidad.

Esos personajes que pasamos en revista no eran todos ellos sabios, no. eran todos ellosignorantes. Algunos, y por cierto la mayoría de los líderes, recibieron la mejor educaciónposible en esa edad: pisaron los atrios uni­versitarios; casi todos ellos recogieron honores;fueron oradores de alto vuelo; se codearon con los grandes y sus nombres quedaronregistrados en la historia entre aquellos que alcanzaron mérito ante los hombres y gra­cia anteDios.

Otros fueron humildes, en cuanto a letras humanas y a veces completamente ignorantes, de lamisma compañía de la que formaron parte los pescadores del Mar de Galilea queacompañaron a Jesús en los prístinos días del Evangelio. No pocos de éstos vinieron de lascapas más humildes de la sociedad, donde las luces del intelecto eran escasas debido alapremio por ganarse el pan de cada día y a la preocupación constante por la falta de las cosasmás necesarias a una vida normal y decente.

Pasamos por toda la gama de las posibilidades intelectuales, desde el que está en el pináculode la sabiduría humana hasta aquel que está sumergido en la' más deprimente ignorancia. Sinembargo, vemos que todos ellos recibieron en un momento dado o a través de algunacontingencia inesperada o por una búsqueda porfiada y agonizante, la luz que ilumina el alma yque la hace ascender a los pináculos de las mejores alturas y arranca del fango a los quecaminan por valles de som­bra y miseria.

Tampoco fueron lo que fueron por pertenecer, por lo visto, a una sola clase, la clase de losprivilegiados o de los desprotegidos. En esta nuestra "Extraña Estirpe de Audaces”encontramos a teólogos, nobles, hacendados, médicos, abogados, artesanos, soldados,agricultores, maestros, amas de casa y sirvientes, todos ellos pasan ante nuestra vistaposeídos por una misma y profunda pasión, yendo en busca de un mismo blanco y bregandoen el mismo afán de superación y abnegación para encontrar dentro de la vocación común -que las distinciones humanas nada son - que lo que vale es lo que llevamos dentro denosotros, esa decisión de sintonizar nuestro yo pequeño e insignificante con el gran Yo deluniverso.

Tampoco lo fueron porque pertenecieron a una deter­minada escuela teológica. Algunos queeran teólogos, descartaron su teología formal y tradicional. Otros nunca supieron de ella, ni sepreocuparon por adquirirla de una manera sistemática, ni vinieron a constituir una nuevaescuela teológica. Sus doctrinas y sus creencias son comunes a uno y otro grupo de cristianos.

No descubrie­ron nada nuevo u original o superior a lo que ya se sabía en el terreno de losconocimientos de las cosas de Dios. Solamente dieron énfasis a ciertos conceptos teológicos ybíblicos desusados, olvidados o despreciados por conve­niencias del momento o para "cubriruna multitud de pecados" o por inercia para no salir del "statu quo" o por temor a lo quepudiese decirse o por no ofender a los que vivían en libertinaje.

El movimiento metodista nunca distinguióse por su teología. Como lo dijimos al principio no hasido una nueva doctrina, sino una nueva vida, un esforzarse por encarnar el espíritu de Cristo,que en el decir del apóstol Pablo, es "tener el mismo sentir que hubo también en Cristo”.

Tampoco lo fueron por querer formar una denomina­ción con un gobierno eclesiástico másnovedoso o un ministerio distinto. La forma denominacional que toma­ría más tarde elmovimiento, por diversos factores (algu­nos de los cuales fueron mencionados) fue tansolamente accidental y de valor secundario.

El movimiento encon­tró desde sus comienzos la hostilidad y animosidad de los eclesiásticosresponsables y así en lugar de operar dentro del seno de la Iglesia, tuvo que imponerse almargen de ella, con contadas excepciones. Igualmente como aconteciera con los otrosmovimientos de reforma en el curso de la historia.

Fue un movimiento del Espíritu por el espíritu, de la gracia divina operando en recipientessensibles a su llamado, de la pasión de Cristo manifestándose en seres conscientes de lagrandeza y per­manencia de las cosas espirituales. Juan Wesley en verdad formó sociedades,pero esas sociedades no eran iglesias y debían tener sus reuniones en períodos distintos a lashoras en que las iglesias celebraban sus cultos.

Los mi­nistros que ministraban en ellas eran ministros que pertenecían a otras iglesias y losllamados "predicadores irregulares", itinerantes o locales, eran en la mente de Juan Wesley tansolamente coadjutores de un ministerio regular. Whitefield, por su parte, nunca preocupóse nisiquiera de reunir en alguna forma aquellos a quienes alcanzó con su palabra.

Fueron otros, juntamente con la condesa Huntingdon, quienes trataron de darle forma depermanencia a sus labores dentro de la idiosincrasia predestinataria y sólo ante la negativa delos clérigos de la Iglesia Oficial de incorporar el movimiento dentro de la misma.Desafortunadamente el movimiento desembocó en denominacionalismo y por esto tal vez hayaperdido el empuje, el entusiasmo, la frescura y la independencia que tenía en sus prístinostiempos.

¿Qué fue entonces lo que contribuyó para que los destellos de esas personalidades quedasencon reverbera­ciones inextinguibles? Trataremos de analizar, tan bre­vemente cuanto nos seaposible, esos elementos que transcienden estados, clases, posiciones, conocimientos ytradiciones.

1. En primer término estaba la convicción firme de que uno tenía que experimentar por símismo el perdón y el amor de Dios en Cristo. No bastaba que la Biblia y la Iglesia lo dijeran.Eso no daba seguridad a nadie. Cada uno presa de la angustia y la incertidumbre, debía., por

sí mismo satisfacer la sed de estar en comunión con el Dios de la gracia y la misericordia,debía sentirlo sin temerlo y adorarle sin temblar ante su presencia, sabiendo que el yo, "mi yo",tal cual uno lo siente ser, ha sido perdonado y rehecho por Dios, arrancado del piélago de lamuerte para vivir ante la esperanza de un mañana de inextinguible ventura junto a Dios.

Aún en el caso de la elección, el recipiente de ella de alguna manera debe tener conciencia deque Dios le ha elegido y de que por esa elección se convierte en vaso digno de la gracia. Noque deba hacer algo capaz de pagar la gracia de Dios, puesto que no tiene precio, sino decorresponder a la gracia con una vida que sea para "Su gloria".

2. Seguíase a eso la convicción de que para perma­necer en el estado de salvación y gracia,era necesario que la dirección constante del Espíritu Santo se manifes­tara en la vida delindividuo y la Iglesia. Su dirección es mucho más necesaria que la tradición y la costumbre,porque uno puede seguir una y otra insensiblemente, sin que el corazón y la conciencia nadatengan que decir y sentir.

El Espíritu Santo es la acción continua de Dios en la' vida redimida del individuo y la Iglesia. Eslo de Cristo, cuando dice: "Apartados de mí nada podéis hacer". Es lo del pámpano que tieneque estar unido a la vid, para que produzca fruto y fruto permanente y abun­dante. Eltestimonio y la presencia del Espíritu Santo no son tan solamente necesarios sinoimprescindibles, el "sine qua non" en la vida del creyente.

3. Existía la convicción, por lo menos entre la mayoría de ese movimiento, de que cadapersona está natu­ralmente, inevitablemente expuesta a la acción salvadora de Dios; esto es,que nadie está excluido de la posibilidad de convertirse de un hijo de las tinieblas en un hijo dela luz. De un pecador a un hijo de Dios.

Esta fue la "re-democratización" del Evangelio, la apelación sobe­rana en esa extraordinariacruzada que buscaba rescatar a los más destituidos, ignorantes y abandonados al mar­gen delos que considerábanse a sí mismos los "elegidos y privilegiados". La misericordia divina notiene límites o favoritismos de cualquier especie o regiones donde se manifiesta más o menos.

Si Juan Wesley podía decir: "¡Mi parroquia es el mundo entero!", fue porque descu­brió queprimeramente esa parroquia del mundo entero era parroquia de Dios, así como ya lo dijeraCristo a los fariseos de sus días cuando les contó las parábolas de la oveja, la moneda y el hijoperdido. ¿Qué diremos enton­ces de aquellos que dentro del movimiento creían en la eleccióndivina?

Ya dijimos cómo Whitefield, en teología pensaba como predestinatario, mas en su obra deevan­gelización actuaba como arminiano. Además era creencia suya, y de aquellos que comoél pensaban, que era menes­ter despertar la conciencia de los elegidos, para que pudiesenaprovechar la anchura y la profundidad de la gracia de Dios aún en la tierra. De allí también laurgen­cia de la predicación en los que creían en la elección divina.

4,. Las Sagradas Escrituras eran primeramente la Única base e instrumento para la salvación yluego su uso se relacionaba con el cultivo de la piedad cristiana. En todas partes este despertarreligioso era siempre seguido de un interés inmediato por un conocimiento más cabal de lasSagradas Escrituras en cuanto a su carác­ter devocional e instructivo.

De allí que se hiciese hincapié en la urgencia de su lectura, exposición y divulgación. Laspredicaciones, los cultos familiares, las reuniones de oración y de profundización espiritualsiempre se escudaban en el testimonio de las Escrituras y en su autoridad final en ladeterminación de la conducta. Esa búsqueda y exacta comprensión de las Escriturasdependían de la iluminación del Espíritu Santo, que según su entender era el único instrumentocapaz de abrir el secreto de la sabiduría del texto sagrado. Los predicadores itinerantes salíancon sus alforjas repletas de Biblias, porciones de la misma y de libros que pudiesen ilustrar yaplicar su contenido.

5. Existía en todos ellos la necesidad de una relación más íntima con Dios y la convicción deque tenían que arrepentirse cabalmente de su pasado. Esa convicción llevaba a algunos deellos a un estado de profunda tris­teza y agonía por sentirse en una condición de absoluta

insuficiencia y rebeldía. Pero, cuando ese estado daba lugar a la convicción de que les habíaalcanzado el per­dón y el amor de Dios, de acuerdo con el mensaje de las Sagradas Escrituras,entonces la congoja y la desespera­ción transformábanse en alegría y jubiloso entusiasmo, quetrascendían según los de afuera los límites de la "razón y la decencia".

Esto, empero, no debe extrañar a nadie puesto que también en el día de Pentecostés fuerontomados por gente "llena de mosto" los que recibieron la bendición del Espíritu Santo y sederramaron jubilosos por las calles de Jerusalén, dando expansión así a su alegría espiritual.

Este estado de júbilo y entusiasmo era para ellos revelador de la verdadera naturaleza de lareligión cristiana, la que según el apóstol San Pablo debe manifestarse en "caridad, gozo, paz,tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza". El apóstol también coloca elgozo como uno de las primeras manifestaciones de la presencia del Espíritu en la vida delcreyente.

6. Además tenían el sentido de la urgente responsa­bilidad por alcanzar a otros, en un esfuerzoa veces heroico y siempre porfiado. Tenían la misión de, colocar a las personas bajo la acciónde la gracia divina y de despertar en ellas el apetito por las "cosas que no pere­cen".

No que ellos se sintiesen ahora capaces por sí mismos de obrar la salvación de alguno, sinoque por gratitud y reconocimiento se colocaban a las órdenes de Dios, para que los usasecomo instrumentos dóciles y eficientes en la salvación de otros, para que éstosexpe­rimentasen el mismo sentir de júbilo espiritual que ellos habían experimentado y gozabandespués de su personal encuentro con Cristo y su Evangelio.

Era el "¡Ay de mí si no predicare el Evangelio!" el secreto del poder que los empujaba aúncuando eran iletrados y destituidos de bienes materiales, que brotaba irresistible, arrollador,impetuoso, inevitable y gozoso de cada alma redimida.

7. En ese afán de apelación y propagación no tenían límites el sacrificio y la osadía. Ahora lavida que poseían, redimida en el amor sacrificial de Dios en Cristo, ya no les pertenecía sinoque era propiedad de Dios. Hubiera sido pecado imperdonable conservada para uno mismo ygozada en secreto, a solas en la presencia de Dios.

Ahora tenían que enfrentar, así como Cristo lo hiciera, todas las dificultades y la cruz, a fin deque el Evangelio no fuera detenido y pudiese gozar de vía libre hacia el corazón de cada serhumano. La salvación no era por lo tanto algo que uno tuviese el derecho de conservaravaramente para sí.

Cuando uno está en posesión de la salvación plena no puede sino compartida con otros paraque aumente el número de los herederos del Reino de Dios. De esa manera las dificultades,las barreras y las persecuciones transformábanse en urgente estímulo para proseguir en labrega y alcanzar en Cristo la victoria. Si alguien llegaba a perder la vida en la lucha, en verdadno la perdía inútilmente, pues más valía penderla en el combate que conservarla en lacobardía.

8. Existía en ellos un agudo sentido de mayordomía. Juan Wesley escribía, dando cuenta de suúltima entrada registrada en su libro personal de cuentas y poco antes de terminar su carrera,lo siguiente:

"1790. Por más de 86 años guardé estrictamente mis cuentas. No lo tentaré hacer más de aquíen adelante, sintiéndome satisfecho con la convicción firme de que economicé todo lo quepude y doné todo lo que pude –esto es todo lo que he tenido." (1)

Este sentido de responsabilidad en la mayordomía de los bienes estuvo muy presente en elánimo de todos, sin duda ya .como nos habremos dado cuenta, tanto en el de que poseíamucho como en el de que poseía poco y ¡algunos de ellos tuvieron muy poco!

Sentían que la responsabilidad de mantener la obra y expandirla no era obligación de la"Iglesia" en el sentido abstracto, sino de cada uno de ellos, de tal manera que podríamosinterpretar su actitud de la siguiente manera: "Lo que soy, lo que tengo: tiempo, dinero, talento,todo es del Señor y para ser usado para su gloria y la salvación de mi prójimo".

Cuando existe este desprendimiento por las cosas materiales con el fin de promover la Causade Dios, ésta tiene necesariamente que seguir adelante y prosperar.

9. Existía también la convicción de que la obra de Dios tenía que ser hecha indistintamente portodos aque­llos que habían sido redimidos y bautizados en Cristo por los que habían sidoordenados y por los que no lo habían sido. Y en esto los que denominamos "La Banda de losIrregulares" tuvieron mucho que ver. Recorda­remos que en más de una ocasión, ellos forzaronal mi­nisterio regular a admitirles a su lado como coadjutores en la proclamación de lasverdades divinas, derrumbando la pared de separación que se levantaba entre eclesiás­ticos ylaicos.

Reestablecieron la práctica común de los primeros días de la era cristiana, cuando laproclamación del Evangelio no era privilegio de pocos sino obligación de todos. Y esetestimonio había que dado allí donde uno se encontraba, con las muchas o pocas capacidadesy talentos que tuviera, ya con o sin educación, entre las relaciones propias y con los medios adisposición, tra­tando de mejorar siempre lo que se sabía y perfeccio­nándose incesantementeen el estado espiritual, afanán­dose por superarse día a día en la acción "a tiempo y fuera detiempo", como si de la fidelidad de cada uno, de su progreso, de su fe y de sus oracionesdependiera la venida del Reino de Dios.

Probablemente con la nueva conciencia ecuménica y misionera que se va despertando en laIglesia Universal, no existe nada más urgente -frente a un mundo hostil, profundamente paganoy sacudido por convulsiones tremendas- que la restauración en gran escala del "sa­cerdociouniversal de los creyentes".

No debemos olvidar que el elemento laico dentro de la Iglesia constituye más que el noventa ynueve por ciento del total y que es imposible que el reducido número de hombres y muje­resordenados tomen sobre sí la responsabilidad de la salvación del mundo. Urge que la "Banda delos Irre­gulares" tome forma de ejército e invada al mundo, levantando bien en alto elestandarte glorioso de la sal­vación en Cristo.

10. Finalmente, aunque esto está ya implícito en lo que dijimos, esa "Extraña Estirpe" eraheroica y audaz porque sabía enfrentar resueltamente el vituperio de los hombres. En unmundo como el nuestro, lleno de sofis­mas y de orgullo humanista, envalentonado por loshallazgos sorprendentes de la ciencia y las realizaciones de la técnica, son muchos los quehallan que la religión y Dios ya no tienen lugar, que el Evangelio es una doc­trina anacrónica yuna superstición ridícula.

Salir a la arena para predicar el Evangelio de uno que murió entre los brazos de una cruz, estodavía locura y escán­dalo. Los hombres y mujeres en cuya compañía andu­vimos a través deestas páginas tuvieron que soportar la mofa, el escándalo, la indiferencia y la oposición brutalde su tiempo y sus contemporáneos.

Sin embargo no se amilanaron, sino que hicieron frente a todo lo que se les oponía de una yotra forma, transformando el vitu­perio de los hombres en medio para alcanzar la gloria deDios, siguiendo en las pisadas de aquel gran misio­nero Pablo de Tarso, el primero y el másgrande de todos, quien desde el fondo de una cárcel, daba el más formidable testimonio de sufortaleza de espíritu y con­fianza en la victoria final, al decir: "Todo lo puedo en Cristo que mefortalece".

Solamente con hombres y mu­jeres del temple de esta "Extraña Estirpe de Audaces" laspuertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia.

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(1) Ultima entrada del libro personal de cuentas de Juan Wesley, citado en "A New History of Methodism"55, Vol. 1, pág. 232.