Una nueva vida con un corazón sano

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Una nueva vida con un corazón sano

12 de agosto de 2012. • Suisse

Publicado por Vergara, Christian

En su país, Irak, Hiba habría sucumbido a su malformación cardiaca. Sin embargo,

como muchos otros niños y niñas, ella ha recibido ayuda en Suiza y, gracias al

compromiso del director de la clínica Thierry Carrel, ha podido ser operada en el

hospital de l´Ile en Berna.

Lisa Inglin para Schweizer Familie (Suiza)

Foto: Peter Mosimann

Ella se llama Hiba. Es un nombre árabe que significa Regalo de Dios. Es una jovencita de 14

años, originaria de Bassorah al sur de Irak. Bajo su foulard brillan unos ojos serios y oscuros.

Para su edad, Hiba es pequeña y delgada, sus labios y sus uñas están ligeramente azuladas. Ella

sufre una malformación cardiaca congénita y se fatiga rápidamente –cada vez más en estos

últimos tiempos. Ella se fatigaba tanto que no era factible llevar una vida normal. “En casa, no

he podido ir a la escuela más que muy irregularmente. Después del cuarto curso, no he podido

volver más. El camino a la escuela era demasiado penoso”, dice ella. Nos la encontramos en

una clase de la casa de Tierra de hombres (Tdh – Ayuda a la infancia) en Massongex (Suiza).

Entre sus condiscípulos, varios frecuentan la escuela por primera vez en su vida. Un hombre

joven hace sus cálculos con la ayuda de un ábaco, otro dibuja un coche. En la pizarra, el

profesor explica en francés el valle de Mahmoudou en Senegal, las formas verbales en francés

y las multiplicaciones en árabe.

Hiba escribe cuidadosamente las cifras árabes de arriba abajo en su cuaderno. “Es una buena

alumna”, confirma el profesor. “Yo le deseo que pueda volver a la escuela en Irak, una vez

repuesta de la operación”.

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La operación, es la razón por la cual estos niños y niñas de África y de Oriente Medio se

encuentran en Suiza. Sufren de graves malformaciones y de malformaciones de nacimiento,

imposibles de tratar en su propio país. Y, sin embargo, una intervención quirúrgica es su única

oportunidad para sobrevivir. Desde hace más de 50 años, la organización de ayuda a la

infancia Tdh – Ayuda a la infancia permite a niños y niñas de países en vías de desarrollo

beneficiarse de tratamientos especiales en los hospitales universitarios de Ginebra y Lausana y

poco después también en Berna. El cirujano cardiaco y director de la clínica muy conocido

Thierry Carrel de 52 años, se ha comprometido a que el hospital de l´Ile se una a la red de

Tierra de hombres. “Esto entra dentro de nuestras tradiciones humanitarias”, dice él, “es un

gesto para con nuestro prójimo”.

Un gran viaje sin sus padres

Tdh trabaja sobre el terreno con dispensarios y médicos y ha creado en numerosos países

redes de voluntarios. Los niños y niñas enfermos viajan sin sus padres, acompañados por una

persona de la organización de ayuda en Suiza. Hiba ha llegado con un grupo de seis niños y

niñas enfermos del corazón. A causa de la guerra en Siria, les fue imposible tomar la ruta

normal que pasa por Damas. Fueron conducidos hasta Amman, en Jordania, y allí tomaron el

avión hasta Ginebra, donde ellos primeramente estuvieron en cuarentena. “Enseguida alguien

vino a buscarnos con un coche y nos llevaron hasta Massongex”, cuenta Hiba. Esto ocurrió el

pasado 16 de abril. Todavía ahora, a mediados de mayo, las lágrimas acuden a sus ojos cuando

recuerda este periodo. “Yo no sabía exactamente lo que me esperaba y tenía miedo”, dice ella.

Después ella ha hecho amigos aquí y ha cogido confianza: “Cuatro niños y niñas de nuestro

grupo han sido ya operados y veo que les va bien”.

En este momento, unos cincuenta niños y niñas viven en esta casa de la Baja Valais. Los más

pequeños no tienen más de dos años, los mayores son casi adultos. Para el director de la casa,

Philippe Gex, de 50 años, se trata en este mundo globalizado, de una cuestión de justicia y de

dignidad humana: los niños y niñas que provienen de países poco desarrollados deben poder

aprovecharse de una medicina puntera: “No podemos salvarlos a todos, pero cada menor que

vuelve a su casa curado es un gran éxito.” Gex, su equipo y los voluntarios, hacen todo lo

posible para facilitar la estancia de los menores en Suiza. “Y sin embargo yo siempre me

extraño del valor y de la capacidad de adaptación de estos niños y niñas, así como de sus ganas

de vivir”.

Antes de la comida, el ambiente que reina en el comedor es festivo. Un grupo de adolescentes

juega al “baby-foot”. Un muchacho de pelo rizado agita un helicóptero en el aire,

completamente absorto en ello. Oadit, que no tiene más que dos años, está sentado en su

trona y espera pacientemente su comida. Un muchacho más mayor se vuelve sin cesar hacia él,

le acaricia y le abraza. Hiba se sienta al lado de un chavalillo y le ayuda a comer. “Es normal

ayudar a los más pequeños”, dice ella. Ella comparte su casa de Bassorah con una familia

numerosa, tiene hermanos más pequeños y además sobrinos, a los que hay que añadir

hermanos y hermanas del segundo matrimonio de su padre. En la casa, la dulce Zainab, de

cinco años, viene también de Bassorah y llegó en el mismo grupo de viaje, cuenta también

entre sus protegidos. Zainab e Hiba tienen la misma malformación cardiaca y serán operadas

el mismo día en el hospital de l´Ile en Berna. Ellas han pasado todos los exámenes

preliminares necesarios y la fecha de su operación está ya fijada.

Nerviosismo antes de la operación

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Hospital de l´Ile en Berna, 30 de mayo. En la sala infantil del hospital, Hiba confecciona con

su madrina de hospital, Virginia Bally, un brazalete de cuentas de colores. “Para mi hermana”,

murmura ella. El trabajo le distrae un poco de la operación inminente. “Yo pienso

simplemente que enseguida volveré curada junto a mi familia”, dice ella valerosamente. El

profesor Thierry Carrel le explica, con la ayuda de un modelo de corazón, lo más importante

relativo a su operación. “Necesitaras unas semanas para estar en forma de nuevo”, le dice. “Y

cuando estés completamente curada podrás llevar una vida normal y cuidar a los niños”.

Aunque Carrel se compromete a favor de los niños y niñas desfavorecidos sabe también que

no puede ayudarlos a todos. “Es una gota en el océano, pero me gustaría hacer algo para los y

las que no han tenido la suerte de nacer en un buen lugar”, dice él y recuerda igualmente que

no hace tanto tiempo, Europa también ha sido sacudida por la guerra: “Mi madre llegó a

Suiza como refugiada de Alsacia.” El cirujano se da cita regularmente en el Este de Rusia

donde ayuda en la construcción de un centro cardiaco. “Esto no se puede realizar en todos los

países”, dice él. “Por eso vamos a buscar sobre el terreno a los niños enfermos del corazón

para llevarlos a Suiza. Aquí tenemos la infraestructura. Es justo que sea utilizada en el

momento oportuno”.

“Esto no tiene un aspecto demasiado malo”

En los sótanos del hospital de l´Ile, la pequeña Zainab, ligeramente anestesiada, es conducida

hasta el quirófano. Bajo su sábana, su cuerpecito no parece mayor que el del gato de peluche

del hospital que está acostado a su lado. La víspera, a Zainab le han tenido que sacar algunos

dientes para eliminar cualquier riesgo de infección. En su brazo hay puesto un gotero y una

sonda en la nariz. Y ella levanta y desciende regularmente su pecho. Durante la operación la

muchachita estará conectada a una maquina corazón-pulmón y su corazón dejará de latir. El

término técnico de la enfermedad que padecen Zainab e Hiba es “Tetralogía de Fallot”. A

causa de un estrechamiento de la válvula pulmonar y un agujero entre el lado izquierdo y

derecho del corazón, el cuerpo recibe muy poco oxígeno. Esto altera el desarrollo corporal y la

capacidad de concentración. “Si no se les opera, la esperanza de vida es corta, muchos de estos

niños y niñas apenas llegan a la edad adulta”, dice Alexander Kadner, jefe de cirugía cardiaca

infantil del hospital de l´Ile. “Normalmente esta anomalía se opera entre los 6 y 9 meses de

edad. Si se espera más tiempo, se corre el riesgo de daños orgánicos suplementarios”. Él se

lava y se desinfecta cuidadosamente los antebrazos, se pone los guantes, se coloca las gafas

provistas de lupas que aumentan la imagen tres veces y media y se dirige a la sala de

operaciones donde un equipo de siete personas han terminado los preparativos. El peluche ha

desaparecido. Alexander Kadner, marca el lugar de la incisión. Se oye el zumbido del aire

acondicionado, el ruido del instrumental de quirófano y el pitido del monitor. Mientras el

pecho de Zainab está abierto, el director de la clínica Thierry Carrel se reúne con el equipo

operatorio. “Esto no tiene un aspecto demasiado malo”, dice después de echar un vistazo a la

cavidad abdominal de Zainab. La operación ha durado casi tres horas. Todo va bien.

Lo que hace alegrarse a las niñas

Sin embargo, algunos problemas ocurren en la siguiente operación, la que concierne a Hiba. Como se

temía, su pulmón está ya afectado. Hiba tiene necesidad de una operación suplementaria y se quedará

más tiempo del previsto en la unidad de cuidados intensivos. Sin embargo, después de diez días ha

podido regresar a Massongex y terminar allí su convalecencia.

El 20 de junio, o sea tres semanas después de las operaciones de Zainab e Hiba, la voluntaria

Annelise Karlen conduce a las dos muchachas a Berna para un control médico. Su cicatriz está

curada. Los labios de Hiba han adquirido un hermoso color rosa. “Ahora subo las escaleras sin

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problemas” dice ella orgullosamente. Por el contrario, la pequeña Zainab se echa a llorar

cuando se la lleva a la sala de reconocimientos. ¿Un tratamiento, de nuevo? La intérprete la

sienta sobre sus rodillas y la tranquiliza en árabe. Después la ecografía, se puede ver en la cara

del cardiólogo infantil Damian Hutter su satisfacción. “Todo en orden”. Dentro de un año, en

Irak, los menores serán citados para un nuevo control médico. Sin embargo, por el momento,

ellas no tienen necesidad de tratamiento suplementario. “Nosotros vamos a poder organizar

vuestro regreso”, les dice a las niñas. Cuando esta última frase es traducida, el sol se levanta en

el departamento de cardiología del hospital infantil. Los ojos de Zainab comienzan a brillar,

Hiba radiante, “yo he conocido aquí mucha gente buena”, dice ella. “Nunca olvidaré la cara

del médico. Pero ahora quiero volver a mi casa”.

Sin embargo, Zainab e Hiba no podrán coger el avión tan rápidamente como estaba previsto.

Jordania tarda varias semanas en conceder el visado. El 20 de julio, tres meses después de su

llegada, llega por fin el momento esperado: Hiba puede volver curada a su casa. Ella regresa a

un país que sufre todavía las secuelas de la guerra de Irak. Un país donde todavía las mujeres

tienen pocas posibilidades de desarrollarse. ¿Es que Hiba va a poder estudiar, realizar quizás su

sueño de llegar a ser médico?. Sean cuales sean los retos que le esperan: ella podrá afrontarlos

con un corazón sano.