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UNAS DE CAL, OTRAS DE ARENA. (EL TESORO). MIGUEL ÁNGEL ROJAS

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UNAS DE CAL, OTRAS DE ARENA. (EL TESORO). MIGUEL ÁNGEL ROJAS

Miguel Ángel Rojas (1946) inició su formación como arquitecto pero encontró en el arte la libertad que el racionalismo de la arquitectura le negó. A través de esta nueva disciplina pudo explorar facetas de su sensibilidad y un camino para enfrentar sus propios tabúes: sus raíces indígenas, su origen popular y su homosexualidad. Desde el comienzo de su carrera, Rojas ha trabajado temas relacionados con esa subjetividad donde encontró respuestas universales a preguntas marginales en origen. Durante los años setentas —periodo en el cual el grabado y sus derivados eran la revelación de la modernidad— registró con su cámara temas autobiográficos que transfirió al papel y que logró plasmar posteriormente en instalaciones singulares donde los espacios se convertían en escenarios que, sin actores, expresaban más que cualquier guión.

Sus experimentos con la fotografía, que comenzaron con la cámara de su padre, eran una búsqueda de imágenes que usaría como base para sus grabados. Al final de esta primera etapa encontró que la imagen fotográfica era insuficiente para abarcar sus intereses y su reacción fue hacer que este medio, unido al grabado y al dibujo, trascendiera y se extendiera en el espacio, que invadiera la arquitectura y creara ambientes.

A partir de 1973, Rojas realizó registros voyeuristas en lugares de encuentro entre homosexuales como el Teatro Faenza o el Mogador. De ahí surgieron algunas de sus series más conocidas como Fisgón, Antropofagia, Tres en platea o Niño lindo.

Usando una cámara escondida en medio de las proyecciones de cine, Rojas tomó fotografías de las relaciones sexuales entre hombres que quedaron registradas en imágenes oscuras, borrosas, de actos apenas insinuados. Las siluetas dejan entrever lo que sucedía en el lugar pero, más allá del registro, es importante destacar que se trataba de una faceta inédita del medio fotográfico en Colombia: había tomado un riesgo no solo social sino formal y matérico.

En ese entonces, la fotografía no se enseñaba en la academia y Rojas debió descubrir su propio camino, abriendo las fronteras a todo tipo de mutaciones del medio que más adelante concretó en Revelados parciales, obra intermedia entre la pintura y la fotografía.

La foto imperfecta, más que un registro de lo real, asimila un ambiente, una penumbra, un fuera de foco, un grano explotado por una película forzada, un instante impreciso. Son imágenes que pertenecen a lo que Julia Kristeva llama lo abyecto: “no es la ausencia de limpieza o de salud lo que vuelve abyecto, sino aquello que perturba una identidad, un sistema, un orden. Aquello que no respeta los límites, los lugares, las reglas”. Al utilizar la fotografía desde sus supuestos errores, Rojas pudo tocar ese tema tan pugnante que era la homosexualidad y, desde ese momento, mostrar una faceta autobiográfica, develando su condición sexual a través de unas fotografías cargadas de potencia estética.

A partir de estas series fotográficas, Rojas establece una relación con los espacios que trasciende la imagen. En 1982 realizó, en la Galería Garcés Velázquez, Subjetivo, considerada por el artista como una de sus piezas más autobiográficas. Rojas utiliza en esta obra los procesos tradicionales de grabado para hacer una exploración tridimensional de los ambientes de los teatros donde realizó sus series, de los baños públicos, la decadencia, la suciedad y los hongos en las paredes. Aquí la fotografía se torna instalación claramente influenciada por la exposición Espacios ambientales, curada por Marta Traba en 1968, en la que Bernardo Salcedo firmó un baño como obra.

Rojas realizó serigrafías a partir de frottages de los mosaicos, zócalos y paredes del Teatro Faenza y los aplicó a las paredes neutras de la galería mientras dejaba el agua sonar en los sumideros. Esta simulación, que bien puede ser una escenografía, resulta un autorretrato a pesar de su aparente frialdad: los espacios siempre hablan de quienes los habitan. Según Rojas, en ese periodo de su vida se sentía desgastado, la violencia y el sida atacaban a la comunidad homosexual y, en reacción a este clima hostil, realizó estas fotos tridimensionales a manera de regreso a su breve formación como arquitecto.

Previamente, en 1980, en otra ambientación, Rojas exploró la temática de su origen popular. Según el artista, la instalación Grano —realizada en una de las salas del Museo de Arte Moderno de Bogotá— está emparentada con los paisajes o bodegones clásicos, es una extensión del dibujo hecha a otra escala: son macrodibujos.

Grano surge de un recuerdo congelado, de una foto que le tomó su padre cuando el artista era un bebé en casa de sus abuelos en Giradot, un pueblo rural del Tolima. La foto deja ver la baldosa tradicional tan común en espacios interiores populares que desde entonces han reaparecido en su obra como un elemento que revela ese lado reprimido de su estatus social, su origen popular. Pero Grano va más allá de una reflexión sobre estatus sociales, la transposición de elementos populares al espacio culto del Museo también habla de un hecho real, del desplazamiento de su familia del campo a la ciudad. La memoria y sus álbumes familiares resultan, entonces, elementos centrales en su obra.

Los conceptos detrás de sus múltiples trabajos —desde la tradición precolombina, el homosexualismo o el narcotráfico— son contundentes pero nunca obvios. Rojas es un

artista que no se pierde en las ideas, sino que equilibra la forma con el concepto como lo señaló: “arte no es sólo pensamiento, como en el caso de la filosofía, sino también es la manipulación de la materia y el uso de procedimientos. El arte es pensamiento y oficio”. Esta postura explica la profunda carga poética de los materiales que utiliza.

Grano es una pieza efímera. Se podría decir que es una instalación de un piso sobre otro o, más específicamente, de polvo sobre piso. Tras investigar materiales tradicionales como el pastel o la cal, Rojas llegó a las tierras del campo, intervenidas artesanalmente para darles diversos tonos. En el Museo dispersó esta tierra de colores con plantillas que reproducían el baldosín y las aplanó con un rodillo. Rojas tardó dos meses en la elaboración de la pieza y, en reacción a su misma fragilidad, la desmontó con una gallina —otro de sus recuerdos del campo— que caminó sobre ella y descompuso el polvo con su andar y picotear.

Otros ejes temáticos transversales en la obra de Miguel Ángel son los contrastes sociales y económicos. De ahí viene la exploración de las tensiones entre opuestos como el dólar y la coca, donde encuentra una paradoja inherente a la guerra contra las drogas, que ignora el papel tradicional que la coca tiene en las culturas indígenas.

Unas de cal, otras de arena (El Tesoro) toca los contrastes sociales entre la riqueza excesiva y la tremenda pobreza. Esta pieza se presentó en una versión previa en la Bienal de Cartagena (2013), ciudad con una fuerte desigualdad social. A través de una intervención en el piso, esta vez sobre baldosas andaluzas —con un diseño denominado ‘Córdoba’— que arribaron a Colombia tras la conquista española, Rojas invade un espacio con diseños realizados con cal, arena y oro. Son materiales que hablan de desigualdades económicas evidentes para los locales, pero que pasan desapercibidas para esos nuevos colonizadores que son los turistas, que pasean acorralados en una ciudad colonial amurallada y ostentosa, ignorando la pobreza cruel fuera de sus límites. En España, la pieza plantea un contraste entre culturas y reflexiona sobre el impacto que tuvo la Colonia en el Reino de Indias y en las sociedades precolombinas que siempre vieron el oro desde una perspectiva espiritual y ritual, mientras en España era un metal precioso apreciado por su valor comercial. El codiciado metal que dio nombre a la leyenda de El Dorado —piezas con un inmenso valor simbólico y estético—, salió del Nuevo Reino de Granada, profanando culturas ancestrales. En esta muestra Rojas genera un diálogo con el Museo de Artes Decorativas donde se destaca toda la ornamentación, muebles y objetos valorados desde una perspectiva histórica eurocéntrica, y contrasta estos objetos con piezas escultóricas que realizó investigando sobre los orígenes de los diseños precolombinos. Para Rojas es imposible cambiar el entorno de sus trabajos sin reflexionar sobre su sentido, sin repensar la obra desde su nueva locación. Esta reflexión sobre los ambientes, sobre los diseños y elementos arquitectónicos, nos conecta con esta línea de artistas contemporáneos que revisan los lugares desde la cotidianidad y que encuentran en la ruina y en el recuerdo algo más vigente, estéticamente, que la tecnología de la era global.

María Wills, Comisaria

CUÁNDO VENIR_ Horario: De martes a sábados de 9:30 a 15:00 h. De domingo y festivos: de 10:00 a 15:00 h. Apertura vespertina los jueves de 17:00 a 20:00 h. Días de cierre: Todos los lunes del año, 1 y 6 de enero, 1 y 15 de mayo, 24, 25 y 31 de diciembre. ENTRADA GRATUITA A LA EXPOSICIÓN

COMO LLEGAR_ En autobús: Plaza de Cibeles: 1, 2, 5, 9,10, 14, 15, 20, 27, 34, 37, 45, 51, 52, 53, 74, 146, y 150 Puerta de Alcalá: 1, 2, 9, 15, 19, 20, 28, 51, 52, 74, y 146 En metro: Banco de España y Retiro (línea 2) Cercanías: Estación de Recoletos Aparcamientos públicos: C/ Montalbán En bicicleta: Aparcamiento público en Montalbán nº 1. Estación 65 BiciMad en C/ Antonio Maura Estación 86 BiciMad en Plaza de la Independencia Carril Bici en c/ Serrano Museo Nacional de Artes Decorativas C/ Montalbán, 12. 28014 Madrid