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1 UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA FACULTAD DE HISTORIA MAESTRÍA EN HISTORIA LA REBELIÓN ZAPATISTA EN SINALOA TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE: MAESTRÍA EN HISTORIA PRESENTA: DIANA MARÍA PEREA ROMO ASESOR: Dr. ALONSO MARTÍNEZ BARREDA CULIACÁN, SINALOA A ENERO DE 2009

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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

FACULTAD DE HISTORIA

MAESTRÍA EN HISTORIA

LA REBELIÓN ZAPATISTA EN SINALOA

TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE:

MAESTRÍA EN HISTORIA

PRESENTA:

DIANA MARÍA PEREA ROMO

ASESOR:

Dr. ALONSO MARTÍNEZ BARREDA

CULIACÁN, SINALOA A ENERO DE 2009

2

ÍNDICE

Introducción. . . . . . . . . . 1

Capítulo I. Región y conflictos . . . . . . . 9

1.1. La región rebelde . . . . . . . . 9

1.2. Las minas y la propiedad de la tierra . . . . . 13

1.3 Conflictos sociales . . . . . . . . 29

Capítulo II. La revolución maderista . . . . . . 38

2.1. Los rebeldes maderistas . . . . . . . 38

2.2. Aparecen los rebeldes . . . . . . . 52

2.3 Dejar las armas por un peso: el licenciamiento fallido . . . 63

2.4 El gobierno maderista frente a los maderistas. . . . 67

Capítulo III. La lucha contra el maderismo: una llama que se expande. 72

3.1 Morelos y Chihuahua: las raíces de los movimientos revolucionarios 72

3.2 Las rebeliones de Zapata y Orozco: sus variantes regionales . 90

Capítulo IV.- El zapatismo en Sinaloa . . . . . . 104

4.1. ¡Viva Zapata! El grito de una revolución que no cesó . . . 104

4.2 Los zapatistas del sur de Sinaloa y Tepic . . . . 113

4.3 Zapatistas y Orozquistas en el norte de Sinaloa . . . 124

4.4 Los transgresores de la ley y la gracia del indulto . . . 137

4.5 Los días trágicos de Culiacán: fotografía y discurso sobre los zapatistas en la prensa de Sinaloa. . . . . . . . . . 145

4.6 El miedo a los zapatistas . . . . . . . 159

3

Conclusión . . . . . . . . . . 170

Fuentes . . . . . . . . . . 173

Archivos . . . . . . . . . . 173

Hemerografía . . . . . . . . . 173

Bibliografía . . . . . . . . . . 174

4

AGRADECIMIENTOS

Mi gratitud la dirijo en primera instancia a la Maestría en Historia, de la

Facultad de Historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, donde tuve

oportunidad de llevar a cabo esta investigación. Quiero agradecer a la planta

docente de la misma, por sus enseñanzas y comentarios sobre mi trabajo, en

especial al Dr. Carlos Maciel por todo el apoyo brindado. Así mismo

agradezco a mi asesor de tesis Dr. Alonso Martínez Barreda, al Dr. Sergio

Arturo Sánchez Parra por su lectura siempre crítica y al Dr. Samuel Octavio

Ojeda Gastélum quien siempre me llevó a problematizar sobre el tema.

Todo mi agradecimiento al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología

por el apoyo recibido, así como a la Dirección de Intercambio y Vinculación

Académica de la UAS, que gestionó una estancia de investigación por medio

del programa de Espacios Comunes de Educación Superior, gracias al cual

pude consultar distintos archivos nacionales, de la misma forma agradezco al

Dr. Felipe Arturo Ávila Espinoza, de la UNAM, por sus comentarios y

recibirme en esta estancia. De la misma forma agradezco a María Herrerías

Guerra, con quien comparto el gusto por el tema.

En especial, esta tesis fue posible gracias a las sesiones del seminario

permanente de la revolución en el noroeste de México, donde un grupo de

profesores y alumnos de la Facultad de Historia trajimos a la discusión un

tema que ya se creía olvidado. Quiero agradecer a los miembros del mismo:

Matías Lazcano, Samuel Ojeda, Félix Brito, Saúl Amézquita, Javier Fuentes,

Pedro Cázares y Alonso Martínez, quienes con mucha pasión pusieron sobre

la mesa nuevas preguntas acerca de la revolución en Sinaloa.

Al personal de los archivos consultados: Archivo General de la Nación,

Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada, Hemeroteca Nacional, Archivo Histórico

del Estado de Sinaloa, Archivo Histórico de Durango, Archivo de la Secretaria

de la Defensa Nacional, Archivo Histórico Municipal de El Fuerte, Archivo

Histórico Municipal de Mazatlán, así como al personal del Centro Regional de

Documentación Histórica y Científica.

5

Mi agradecimiento a mis compañeros de la maestría: Venecia,

Mariana, Gilberto, Víctor, James, Berzahí, Flor, Olivia, Ruth y Diana. Esta

tesis fue posible gracias al apoyo de muchas personas, quienes siempre me

dieron palabras de aliento, por ello agradezco a: la fe incansable de Samuel

Ojeda, quien desde mis años de licenciatura me enseñó mucho de lo que sé

acerca de la historia y el oficio del historiador; a Pedro, quien hace tiempo ya

me alentó a seguir en este oficio; a Sandra, por su trabajo y amistad; a Will

por sus comentarios; a María del Rosario Heras y Javier Fuentes por

introducirme al trabajo de archivo; a Sara, para quien no es suficiente un

gracias, pero es lo más cercano. Así mismo agradezco a Yun Topete por su

optimismo todos los días, a la ayuda de Natalí, a Fausto por todo su apoyo, y

los buenos deseos que me brindaron durante el proceso Arely, José, Orlando,

Charlie, Nancy, Yazmín, Karla, Nieves, Cintya, Ivett y Silvia quienes soñaron

esta tesis conmigo aún antes de que naciera.

Dejo al final a aquellos con quienes estoy más agradecida, mis padres

Etelvina Romo Espinoza y Ramón Perea Castro, a ellos les debo todo; dedico

este trabajo a mis hermanos, mi familia y en especial a mi abuelo.

6

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo pretende explicar qué fue el zapatismo en Sinaloa,

a través del análisis de sus actores, motivaciones y las representaciones en

torno a su lucha. El movimiento sobre el que aquí se escribe es un

“zapatismo” de una naturaleza distinta al movimiento revolucionario que

surgió en el estado de Morelos, debido a que sus actores no eran líderes

campesinos, no repartieron la tierra, no pelearon por los principios del Plan de

Ayala y por tanto no hicieron un movimiento de carácter agrario.

Esta afirmación surge de cara a la aún influyente voz historiográfica de

John Womack, quien lo aborda como un movimiento campesino que surgió

alrededor de Emiliano Zapata, el líder del pueblo de Anenecuilco, en Morelos,

que se convirtió en una revolución campesina entre los años 1910 y 1919, en

la que sus participantes lucharon en defensa de la tradición, por la autonomía

de sus pueblos y el reparto de sus tierras.1 Así como frente al destacado

estudio de Felipe Arturo Ávila Espinoza, quien caracteriza al zapatismo como

un movimiento campesino, que desafió al poder central, con una propuesta

programática en el Plan de Ayala.2

El movimiento aquí estudiado no tiene un lugar en la historiografía que

habla en torno al zapatismo de Morelos y sus expresiones regionales en los

estados de Puebla, México, Oaxaca y Guerrero. Sin embargo, en la

historiografía sobre la revolución en Sinaloa, se ha abordado al zapatismo, se

ha buscado señalar la relación existente con el movimiento rebelde del estado

de Morelos, la trascendencia del Plan de Ayala y la existencia de demandas

agrarias a las que buscaba satisfacer. En 1964 Héctor R. Olea expresó que

“Sinaloa, después de Morelos, fue el estado donde mejor prosperó el

zapatismo, es decir, las ideas agrarias del sur”.3 Con esta afirmación el autor

dio un lugar al movimiento zapatista en el proceso revolucionario que se vivió 1 John Womack Jr., Zapata y la revolución mexicana, México, Siglo XXI, 3ra. ed., 1970. 2 Felipe Arturo Ávila Espinosa, Los orígenes del zapatismo, México, El Colegio de México/

Universidad Nacional Autónoma de México, 2001, p. 14. 3 Héctor R. Olea, Breve historia de la revolución en Sinaloa (1910-1917), Biblioteca nacional

de estudios históricos de la revolución mexicana, México, 1964, p. 40.

7

en Sinaloa, y lo hizo desde una década en la que se reivindicó el carácter

agrario de esta lucha.4

Olea afirma que en diciembre de 1911 apareció el Plan de Ayala en

Sinaloa, con el cual “aparecen los primeros ideólogos de la Revolución en

Sinaloa, antes los revolucionarios habían llegado echando balazos sin saber

por qué, ahora ya tenían bandera, la fracción VI del Plan de Ayala”. Así pues,

desde la escritura de la historia el autor situó al zapatismo en Sinaloa como

una lucha con un programa en dicho Plan, que a su vez dio lugar a

“numerosos levantamientos armados, principalmente de indígenas que

habían sido despojados de sus tierras.”5

Por su parte, Alan Knight dice que después del licenciamiento de

tropas maderistas en Sinaloa se dio la existencia de una rebelión endémica, y

dentro de la misma habla de que la lucha fue identificada como zapatista por

las autoridades. Pero al momento de caracterizarla, abreva de la visión de

Olea sobre un movimiento de carácter agrario y menciona: “Asimismo existen

evidencias de causas agraristas: los gritos de “Viva Zapata” escuchados en

el ataque a Mocorito, se repitieron cuando Cañedo tomó por asalto San

Ignacio en marzo de 1912. Los funcionarios del gobierno se referían

habitualmente a los rebeldes de Sinaloa como “zapatistas.”6

4 La visión historiográfica sobre el zapatismo sufrió una transformación a lo largo del tiempo,

María Herrerías Guerra en su trabajo El zapatismo visto desde la modernidad: construcciones de género en la historiografía zapatista (1911-1919), tesis de maestría en historia, México, Maestría en historiografía de México UAM-AZC, 2003, 245 p., estudia tres libros escritos entre los años de 1912 y 1913: Lamberto Popoca y Palacios, Historia del bandalismo (sic) en el estado de Morelos ¡ayer como ahora! ¡1860! plateados ¡1911! Zapatistas; Antonio Melgarejo Los crímenes del zapatismo; Héctor Ribot El Atila del Sur, Lamberto Popoca y Palacios, donde resalta cómo en estas obras escritas a inicios de la lucha revolucionaria se exalta la “barbarie” zapatista, contraria a los ideales de civilización y progreso de la época. En 1919 Atenor Sala escribió la obra Emiliano Zapata y el problema agrario, en 1934 se publicó el Homenaje de la Secretaria de Agricultura y Fomento a la memoria del caudillo agrarista Emiliano Zapata en el aniversario de su muerte y en 1943 Jesús Sotelo Inclán publicó Raíz y razón de Emiliano Zapata. En la década de los sesenta se dio una proliferación de los trabajos que abordaron el tema del zapatismo, en el año de 1960 Antonio Díaz Soto y Gama escribió La revolución agraria del sur y Emiliano Zapata su caudillo, y en 1969 John Womack publicó su influyente obra sobre Emiliano Zapata. Fue así cómo al paso del tiempo hubo una transformación de la visión del zapatismo como un movimiento de bandidos, de barbarie a una lucha de carácter agrario. 5 Héctor R. Olea, Breve historia de la revolución en Sinaloa (1910-1917), Biblioteca nacional de estudios históricos de la revolución mexicana, México, 1964, p. 40. 6 Alan Knight, La revolución mexicana. Del porfiriato al nuevo régimen constitucional, Vol. I,

México, Grijalbo, 1996, p. 325.

8

Saúl Armando Alarcón Amézquita, quien estudia al jefe maderista Juan

M. Banderas, enuncia que éste se adhirió al Plan de Ayala al estar recluido en

la penitenciaría del Distrito Federal junto con el zapatista Gildardo Magaña,

de quien recibe un ejemplar de dicho plan el 6 de diciembre de 19117. De

esta manera Banderas, descontento con Madero, estableció comunicación

con los maderistas licenciados en Sinaloa para invitarlos a pelear contra

Madero y el gobernador sinaloense José Rentería, como zapatistas.8

A decir del autor, el Plan de Ayala fue el que dio legitimidad a la lucha

de los zapatistas sinaloenses “los revolucionarios sinaloenses ya tenían una

bandera, para luchar contra Madero, tenían más claros sus objetivos políticos

y sociales. En el plan de Ayala se expresaban sus sentimientos y

aspiraciones.”9 Así, el autor coincide con Olea al ver el encarcelamiento del

revolucionario Juan Banderas como el detonante de la lucha zapatista.

Gabino Martínez Guzmán y Juan Ángel Chávez enuncian que después

de que Madero licenció a las tropas maderistas éstas se volvieron

bandoleras, “al principio se decían zapatistas, después magonistas y

vazquiztas; y el grito de guerra era: ¡tierra y libertad! O ¡arriba los pobres y

mueran los ricos!”10 Aquí, los autores caracterizan el fenómeno como una

lucha de ex maderistas que operaban como bandoleros, la cual tomó distintos

nombres y distintas consignas, entre ellas el zapatismo.

Frente a estas visiones historiográficas, la premisa que guía nuestro

trabajo, es que el zapatismo en Sinaloa fue un movimiento rebelde dirigido

por revolucionarios ex maderistas contra el gobierno maderista en el estado.

Los rebeldes zapatistas decían que luchaban por el Plan de San Luis Potosí,

con el que Madero convocó a la revolución, y con base en dicho plan se

opusieron al gobierno estatal, se rebelaron contra las autoridades del nuevo

régimen y continuaron una lucha revolucionaria en la que se enfrentaron a

otros revolucionarios maderistas que se mantuvieron adheridos al nuevo

gobierno. 7 Saúl Armando Alarcón Amézquita, Juan M. Banderas en la revolución, tesis de maestría Universidad Autónoma de Sinaloa, Facultad de Historia, 2006, p.168. 8 Aún falta mayor profundidad en la investigación para esclarecer si esta afirmación es verdadera. Los indicios en la prensa únicamente me han hablado de la lectura que estos llamados zapatistas hicieron del Plan de San Luis por algunos puntos por donde pasaron. 9 Saúl Armando Alarcón Amezquita, op. cit., p. 177. 10 Gabino Martínez Guzmán, Juan Ángel Chávez Ramírez, Durango: Un volcán en erupción, Durango, Gobierno del Estado de Durango, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 148.

9

Los rebeldes tomaron como referente la lucha zapatista porque ésta

rompía con el gobierno maderista, ser zapatista era una declaración de

ruptura, un símbolo de lucha contra el maderismo. El zapatismo en Sinaloa

emuló a la lucha revolucionaria de Morelos al ser un movimiento

antimaderista, su levantamiento fue contra el gobierno estatal y las

autoridades locales. En él participaron ex revolucionarios que tomaron parte

en la lucha contra el porfiriato, miembros de las tropas enviadas a sus

hogares, que nunca dejaron de recorrer los caminos, señalados por las

autoridades como bandoleros. La historia de los zapatistas en Sinaloa es la

de aquellos que después de haber participado en la revolución armada a la

que convocó Madero, se levantaron contra el maderismo hecho gobierno,

pero es también la de aquellos que no se habían rebelado con anterioridad y

otros a los que sus circunstancias de vida los llevaron a formar parte de este

movimiento.

A partir de estos objetivos, nuestra posición sobre el zapatismo y los

referentes historiográficos, organizamos el trabajo de la siguiente manera:

El capítulo primero, Región y conflictos, es un intento por estudiar

cuáles fueron las características de la propiedad de la tierra y los conflictos

sociales que se suscitaban por la posesión de la misma durante el Porfiriato.

Este estudio se hace en dos regiones: la de la Sierra Madre Occidental, en el

límite entre Sinaloa y Durango, y la región de los distritos del sur de Sinaloa,

en específico las rancherías del distrito de Mazatlán. Se escogen estas dos

zonas, que fueron rebeladas por los zapatistas, a fin de estudiar si en ellas

existieron antecedentes históricos de conflictos agrarios.

De la zona serrana se encuentra que ésta fue una zona de minas, caza

y terrenos agrícolas donde las cosechas se levantaban durante las

temporadas de lluvia. Aquí había una población que gozaba de movilidad, o la

capacidad de encontrar distintos medios para su subsistencia, los hombres

podían trabajar una temporada en las minas y otra en la tierra.

En estas regiones estudiadas, se observa que sí existieron conflictos

por la posesión de la tierra, surgidos desde la aplicación de las leyes liberales

en el siglo XIX, por las cuales comunidades indígenas de los distritos de

Rosario, Concordia y Cósala sufrieron procesos de desmancomunación y

10

enajenación de sus tierras, para dar origen a la propiedad individual. Así

surgieron ranchos en las antiguas comunidades, una nueva clase de

propietarios individuales. Por igual, en el distrito de Mazatlán se estudian los

conflictos de los rancheros con las autoridades, por los impuestos, pago de

derecho de degüello de ganado, etcétera.

En el capítulo segundo, La revolución maderista, se habla de quiénes

fueron estos rebeldes maderistas que se levantaron en armas; aquí tratamos

de encontrar las relaciones que existieron entre la movilización política del

maderismo y los distintos actores sumados al movimiento armado. Se

observa que algunos de ellos tuvieron contacto con el movimiento político

maderista e hicieron una labor de convencimiento a través de los lazos de la

localidad, de parentesco, mientras que otros eran incorporados a la

revolución por las circunstancias azarosas de su vida. De igual forma se

dibuja el panorama de las zonas que fueron tomadas por los rebeldes, donde

se nota que desde el principio la actividad guerrillera estuvo concentrada en

la región de la Sierra Madre, y la revolución se hizo a partir de la unión de

tropas de Sinaloa y Durango, siendo esto importante ya que en el momento

de la disidencia zapatista se hará la misma unión entre rebeldes de ambos

estados.

Este capítulo también es el del ocaso de la revolución maderista,

cuando Madero ha pactado la paz, lo que configuro un escenario donde los

rebeldes se negaron a dejar las armas. En el estado de Sinaloa los ex

maderistas no dejan de movilizar a sus tropas, y ocurrió que el movimiento

popular desatado desde la revolución maderista no pudo ser acallado. Este

movimiento popular no cesó nunca, parecía no tener fin, dado que a pesar de

que la revolución se había figurado como maderista se hundía en raíces

locales, en adhesiones a jefes revolucionarios regionales que se resistieron a

dejar las armas.

El tercer capítulo, titulado La lucha contra el maderismo: una llama que

se expande, trata de los movimientos antimaderistas que se suscitaron en el

panorama de la revolución mexicana. En primer lugar, se parte de que el

zapatismo y el orozquismo fueron movimientos paradigmáticos que influyeron

en gran medida en el desarrollo de otras luchas regionales que

11

desestabilizaron al régimen maderista hecho gobierno. Para entender dichos

movimientos, regresamos hasta las raíces de los conflictos sociales que

dieron origen a la lucha revolucionaria en cada uno de estos estados. Se

caracteriza a la revolución en Morelos como una lucha de carácter agrario

que desafió la autoridad central y perseguía reconquistar la autonomía de las

comunidades campesinas; por otra, la revolución en Chihuahua fue una lucha

popular que incluía demandas agrarias, pero que pusieron en el centro

cuestiones como la lucha contra la oligarquía regional y el control político del

estado.

En esas dos regiones nacieron los movimientos que se propagaron

como ejemplos para otras rebeliones en otros estados, así surgieron otros

zapatismos que rompían con los gobiernos maderistas en los estados de

Jalisco, La Laguna y la parte occidental de Durango. Por otra parte, el

orozquismo se extendió a regiones como La Laguna y Durango. Hablar sobre

esos movimientos nos ayuda a poner la rebelión en Sinaloa dentro de un

contexto de levantamientos antimaderistas, donde al mismo tiempo se puede

ver que a pesar de ser zapatistas u orozquistas fueron tomando

características singulares en cada uno de los lugares donde se expresaron.

Así se pone la rebelión de Sinaloa dentro del contexto de una movilización

popular importante, que no pudo ser detenida por las autoridades maderistas.

En este sentido, se entiende que el zapatismo en Sinaloa fue un

levantamiento antimaderista, y que a su vez muchos de sus actores fueron

maderistas que habían participado en la revuelta de 1910-1911.

El capítulo cuarto es el dedicado a Los zapatistas en Sinaloa, ahí se

miran las características que revistió el movimiento en el estado; se divide el

estudio del fenómeno entre las regiones donde se desarrolló, sus líderes, su

composición social y la forma en que afectó a la población civil.

Aquí se ve que los liderazgos zapatistas estaban divididos de acuerdo

a las regiones; en primera instancia, estaban los ex maderistas que operaron

en los distritos de Culiacán, Mocorito y la región serrana contigua al partido

de Tamazula, Durango. Los líderes de los distritos centrales eran Manuel

Vega, Antonio Franco y Francisco Quintero. Éstos fueron ocupando

poblaciones a partir del mes de febrero, declarando que no hacían una lucha

12

contra el gobernador Rentería sino por la renuncia del presidente Madero y

porque Emilio Vázquez Gómez subiera a la Presidencia; en su lucha

proclamaban el Plan de San Luis, entrando a las poblaciones al grito de ¡Viva

Zapata!

Aquí vemos que fueron los primeros rebeldes que declararon su

rompimiento con el maderismo, y quienes entraron en contacto con los

zapatistas que llegaron del Estado de Durango, Pilar Quinteros y Conrado

Antuna. Estos rebeldes no actuaron en conjunto con los que operaban al sur

del estado, aquí ejercieron su liderazgo Juan Cañedo, Justo Tirado y el ex

teniente Miguel Guerrero. Los dos primeros eran ex maderistas y el tercero un

militar que desertó de las tropas federales. Tirado inició su lucha

instrumentando un movimiento armado de origen diverso con rancheros de la

localidad, un ex policía, un colector de rentas; sus hombres primero fueron

maderistas y después se pronunciaron contra el gobernador del estado José

Rentería, y dejados al margen por el gobierno maderista se hicieron

zapatistas y unieron fuerzas con Juan Cañedo, un minero y agricultor que

había sido maderista y ahora lideraba un movimiento contra los caciques de

su región.

Por su parte, la región de los distritos de El Fuerte y Choix se

caracterizó porque allí se desarrollaron simultáneamente los movimientos

zapatista y orozquista; los cabecillas de estos distritos no parecieron tener

contacto con los del resto del estado, pero hicieron un movimiento que

coincidió con el de los otros zapatistas por su carácter antimaderista,

desarrollándose en las mismas fechas.

Al estudiar las características del movimiento, vemos cómo era

contemplado desde el punto de vista legal; los rebeldes zapatistas no eran

vistos como revolucionarios, sino que estaban cometiendo un delito al

levantarse en armas contra el gobierno. Aquí vemos las causas legales

seguidas en contra de personas acusadas como zapatistas. También

seguimos los procesos por los cuales muchos de esos revolucionarios se

indultaron durante el verano de 1912. En esta parte veremos, además,

quiénes eran dichos rebeldes, cuáles eran sus ocupaciones y de dónde eran

originarios.

13

Por último notaremos que hubo una representación de los rebeldes

como bandidos, grupos temidos, alrededor de los cuales se construyó un

discurso desde las autoridades y la prensa, a partir del cual se generaron

distintas percepciones, como la del miedo que hacía que la población huyera

ante su llegada.

Todos los capítulos están encaminados a delinear qué fue el zapatismo

en Sinaloa. Ante esto, el primer reto fue tratar de ir más allá del relato

acontecimental de las batallas, y develar asuntos tan difíciles de encontrar

como las motivaciones de los rebeldes, conocer sus antecedentes

prerrevolucionarios, de dónde venían, cuáles eran sus consignas, quiénes los

apoyaban y por qué habían decidido levantarse en armas.

En esta empresa, se revisaron diversas fuentes de archivo; desde

archivos municipales hasta los de los estados de Durango y Sinaloa, el

archivo del Supremo Tribunal de Justicia de Mazatlán, así como la prensa de

los estados de Sinaloa, Durango y nacional.

14

CAPÍTULO I

REGIÓN Y CONFLICTOS

1.1 La región rebelde

¿Quiénes fueron los rebeldes que formaron el movimiento zapatista en

Sinaloa?, ¿de qué lugares provenían?, ¿cuál era el escenario en que

transcurría su vida antes de verse envueltos en la lucha revolucionaria?, ¿en

qué regiones operaron y nutrieron sus guerrillas? Estas preguntas centran la

atención en los actores de la revolución y sus motivaciones, a partir del

conocimiento de los lugares donde transcurría su existencia anterior al

movimiento revolucionario; donde arraigaban su trabajo o donde tenían sus

posesiones materiales de mayor significado.

Los participantes de la revolución no surgen de la nada, antes del

movimiento son parte de una vida local donde tienen su trabajo, tejen

relaciones familiares, de amistad y vecindad. Los antecedentes de la vida

local son importantes, en tanto que son una parte de los factores que

generaron las causas para su levantamiento, y desde donde se proyectaron

sus motivaciones.

Desde el estallido del movimiento armado en 1910 hasta el desarrollo

del zapatismo entre 1911 y 1913, existieron distintos lugares en los que la

lucha armada no cesaba. La historia del zapatismo se imbricó con la de las

regiones en las que la revuelta parecía no tener fin. En tales zonas no se

logró la pacificación buscada tras el triunfo maderista, y en cambio se

prolongó el drama de un orden desaparecido, la proliferación de grupos

armados que desestabilizaban a las autoridades y creaban temor en la

población, el temor inminente al saqueo, a la muerte.

Las regiones en las que se expresó el zapatismo fueron lugares donde

no cesó la revuelta popular y desde los inicios de la revolución se nutrieron

los contingentes de hombres dispuestos a incorporarse a las guerrillas, a

seguir a sus líderes y mantenerse en una lucha que parecía no tener fin.

15

Aquí estudiaremos dos zonas en las que surgieron hombres dispuestos

a levantarse en armas a partir de 1910, focos de una insurrección sostenida:

el primero de ellos, o en el que consideramos que la rebeldía se expresó con

mayor intensidad, fue la región de la Sierra Madre Occidental, que conecta a

los pobladores que viven en las serranías de los estados de Sinaloa y

Durango, la que comprendía en ese tiempo la zona limítrofe que conectaba

los partidos de Tamazula y San Dimas, en Durango, con los distritos de

Badiraguato, Culiacán, Cosalá, San Ignacio, Concordia y Rosario, en Sinaloa.

En segundo lugar se encuentra la región sur del Estado de Sinaloa, que

abarca las rancherías y pueblos de los distritos de Mazatlán, Concordia y

Rosario, conectados a su vez con el territorio de Tepic en puntos como

Acaponeta.

Entre estos puntos en revuelta, es importante señalar la permanencia

de lo que François-Xavier Guerra denomina zonas frágiles de la geografía

mexicana, que se levantan en momentos de crisis: “Estas zonas frágiles

cuentan con individuos que han participado y conservado el recuerdo de las

formas de acción que el Porfiriato ha intentado proscribir: el uso de armas

como medio para resolver conflictos.”11 Así pues, estas zonas frágiles

corresponden a la región de la Sierra Madre Occidental que hasta antes del

estallido de la revolución había sido tipificada dentro de una historia muy

ligada al bandolerismo; y la región Sur, más relacionada con revueltas

indígenas. Por su parte, en la zona sur se había desarrollado por igual la

lucha de Reforma, o la guerra contra las tropas de Manuel Lozada.

No obstante, los conflictos que sacuden a ambas regiones se expresan

por igual en “una oposición constante, aunque no siempre activa, hacia las

autoridades locales o el gobierno federal.”12 La lucha revolucionaria que se

desata a partir del levantamiento maderista, fue un momento de unión de

distintos descontentos en una lucha contra el antiguo régimen; tras la lucha

revolucionaria se desata una revuelta popular que se mantiene en pie, y uno

de los episodios de la misma es el zapatismo que hemos decidido estudiar.

11 François-Xavier Guerra, México: del antiguo régimen a la revolución, tomo II, México, FCE, 1991, p. 262. 12 Ibid, p. 161.

16

La principal región en la que se manifestó el zapatismo fue en la Sierra

Madre Occidental, la cual se convirtió en refugio de hombres armados, y

desde ella aparecían los jinetes que asaltaban a las poblaciones durante la

revolución. En este apartado veremos que antes de la revolución en esa zona

de montañas había una población que subsistía del trabajo en las minas, se

dedicaba al corte de maderas para abastecer los minerales y subsistía con la

cría de ganado y la siembra de maíz y frijol.

La zona de la sierra madre se componía de las denominadas

“quebradas”, que correspondían a una topografía de montañas elevadas que

coexistían con barrancas de una profundidad de hasta dos mil metros, que

hacían de la región zona de topografía muy abrupta. Sin embargo, en dicha

zona transcurría la vida de una población que se encontraba en el límite

geográfico entre Sinaloa y Durango, haciendo de la Sierra Madre el escenario

de su vid cotidiana.

Uno de los puntos en los que había estrecha conexión entre ambas

entidades, estaba en la franja limítrofe de los distritos de Badiraguato,

Culiacán y Cosalá, en Sinaloa, con el partido de Tamazula, Durango.

Tamazula, situado en la zona de las quebradas, en las que había “una

intrincada red de barrancas con espinazos montañosos sumamente abruptos

en la parte más alta que corresponde a Copalquín y a la cuenca del Río de

Los Remedios.”13 Sin embargo, la accidentada topografía que caracterizaba a

Tamazula cedía su paso a valles más abiertos y cadenas de montañas de

escaso relieve en gran parte de su colindancia con Sinaloa, por lo que se

explica que hubiera una comunicación estrecha de los pobladores de

Tamazula con los de Sinaloa, entre los que no había barreras naturales

insalvables.

Badiraguato coincidía con el antiguo Municipio de Copalquín, en la

zona de las quebradas, lugar de profundas barrancas que era una de las

zonas más ricas en yacimientos minerales; esta riqueza minera dio paso a la

formación de una población serrana, que entre tales barrancas se dedicó al

trabajo en las minas, a la caza y la ganadería.

13 Pastor Rouaix, Diccionario geográfico, histórico y biográfico del estado de Durango, México, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1946, p. 441.

17

El partido de Tamazula tenía una larga colindancia con el Estado de

Sinaloa, donde se situaban otras poblaciones, como Amaculí y Chacala.

Amaculí se situaba en terrenos más bajos, cercano a los límites con Sinaloa,

donde también la principal actividad era la minería. De igual manera, el

pueblo de Chacala colindaba con el territorio de Sinaloa, y se encontraba

ubicado en la parte más baja de la región de las quebradas.14

La colindancia seguía con el partido de San Dimas, el cual se unía a

Sinaloa en los distritos de Cosalá, San Ignacio y Concordia. La topografía en

esa área era de abruptas quebradas donde la actividad principal era la

minería, sin contar el caso de algunos pequeños pueblos y rancherías en las

que el terreno permitía el cultivo de maíz y frijol, además de la existencia de

huertas de aguacates, guayabas, ciruelos y otros frutos propios del clima

semitropical.15 En este partido se encontraban los minerales de Tayoltita y

Ventanas.

Lo que denominamos región de la Sierra Madre, existió en tanto que

fue donde tuvieron lugar asentamientos humanos e intercambio de población.

“El hecho de que las sierras fueran eslabón para la comunicación entre las

costas y el altiplano, favoreció las relaciones que podríamos llamar

transversales en menoscabo de las longitudinales.”16 Así, el medio físico de

las sierras no era impenetrable, sino más bien zona de asentamientos

humanos que compartían una misma cultura, una misma lucha por la

subsistencia.

Esta región serrana se relacionaba a su vez con el valle que

conformaba la región sur del estado. El flujo humano de la sierra madre

occidental hacia el valle seguía el camino del río Piaxtla, del cual un viajero

en el año de 1883 mencionaba: “nace en Durango, en su lado poniente, cerca

de las célebres minas de San Dimas, y fluye hacia el suroeste, pasando por

San Ignacio, para vaciarse en el golfo. El valle del Piaxtla es también muy

angosto pero con tierras extremadamente fértiles en su cuenca, lo mismo que

14 Ibíd., p. 117. 15 Ibíd., p. 386. 16 Bernardo García Martínez, Los pueblos de la sierra. El poder y el espacio entre los indios del norte de Puebla hasta 1700, México, Centro de Estudios Históricos, El Colegio de México, 1987, p. 26.

18

en muchas otras zonas del estado.”17 De ese modo, tenemos que a medida

que se bajaba de la serranía de San Ignacio hacia la parte de los valles se

formaba una región de rancherías, de pueblos dedicados a la agricultura y la

ganadería de subsistencia, una región muy poblada que estaba cercana a

Mazatlán.

La región de los valles entre el río Piaxtla y el río Rosario, bajo las

montañas de la Sierra Madre Occidental, era una zona de agricultores que

subsistían de las cosechas de maíz y de la ganadería. En esas zonas se

cultivaba maíz, frijol y se daban productos naranjas y limas. Aquí había

propiedades como la hacienda o rancho de Tamaulipas de Piaxtla, en el

camino a Mazatlán, propiedad de los Laveaga, el cual constaba de un terreno

muy fértil regado por el río.18

Ya en la parte de los valles que componían el distrito de Mazatlán,

existieron varias rancherías con una población compuesta de agricultores y

ganaderos que tenían frecuentes intercambios con el puerto; los domingos

era el día en que éstos iban a vender sus productos, así lo relataba el viajero

ya mencionado: “En Mazatlán las compras se hacen principalmente los

domingos por la mañana en el mercado de la plaza, donde se adquieren

mercancías de los campesinos cada semana; maíz indio, frijol, papas,

camote, huevos, pimientos rojos, plátanos, naranjas, toronjas, ciruelas, son

frecuentemente exhibidos para venta.”19 Había una marcada interacción entre

los habitantes de la ciudad y los campesinos de las rancherías, el domingo,

día del mercado era significativo en tanto que no sólo se daba el comercio de

víveres sino por igual de noticias, tal era el día en que junto con los

comerciantes se traían “las nuevas” de los pueblos, a la vez que los sucesos

más significativos del puerto se propagaban tierra adentro.

Incluso dicha conexión se daba con población de otros distritos, desde

donde también llegaban a vender sus productos; indicio de ello es un caso

turnado al Juzgado de Distrito el año 1884, en que un poblador de Cabazán,

distrito de San Ignacio, se defendía de la acusación de haber robado una

17 Leonidas Le Cencia Hamilton, “Guía mexicana de Hamilton (Sinaloa 1883)”, Clío, Revista de la Facultad de Historia, Culiacán, UAS, núm. 26, enero/abril de 2002, p. 18 Leonidas Le Cencia Hamilton, óp. cit., p. 140. 19 Ibíd., p. 139.

19

burra; el acusado mencionaba “que la expresada burra la tray (sic) como

mozo de Don Francisco Gamboa de Cabazán que es quien se la dio en unión

de otros diez burros para traer naranja a vender en este lugar.”20

1.2 Las minas y la propiedad de la tierra

La forma de vida de la población en los distritos conectados con la Sierra

Madre tenía dos variantes, por una parte se encontraba el trabajo en las

minas y por otra las relaciones de la población con la tierra. Aquí coexistió

una población de operarios mineros con agricultores mestizos, labradores y

jornaleros que se empleaban en las minas y en el verano cultivaban la tierra.

De este grupo diverso surgieron adeptos para la revolución.

Durante el Porfiriato, la zona de la Sierra Madre Occidental fue una

región de minas en la que hombres y mujeres encontraban una forma de

subsistir. En los distritos serranos de Sinaloa existían varias minas de

importancia, entre ellas el mineral de San José de Gracia, los placeres de oro

de Bacubirito y el mineral de La Joya; en Cosalá, el mineral de Guadalupe de

los Reyes; en el distrito de San Ignacio la mina de San Vicente, Candelero,

San Luis, las negociaciones de Candelaria y Contra Estaca; mientras que

tenemos la importante negociación minera de Pánuco en Concordia, y el

mineral de Copala; por su parte, en el distrito del Rosario se encontraban las

minas del Tajo.

La descripción de una mina en ese tiempo nos puede venir del ejemplo

del mineral del Tajo, en Rosario, “cuyos trabajos subterráneos se extienden

debajo de la población en una extensión de cerca de 150 hectáreas, y la

distancia lineal que cubren sus galerías, tiros, pozos, cruceros y caminos

accesibles al tráfico, está calculada en 70 kilómetros…el número de

trabajadores que se emplean entre mina y hacienda excede de 800, y como

20 Archivo Histórico Municipal de Mazatlán, en adelante AHMM, Fondo Presidencia, Alcaldía Central de Mazatlán, núm. 132.

20

500 hombres más se ocupan en los cortes y acarreo de leñas, maderas,

carbón, etc.”21

Los hombres, mujeres y niños que habitaban en los minerales, o en los

pueblos circunvecinos a éstos y las haciendas de beneficio, dependían

económicamente del trabajo en estas localidades, aunque por igual tenían

cierta independencia ya que podían trasladarse a otros empleos, podían ser

arrieros, madereros e incuso bandoleros; además, era una población que se

mantenía en sus pueblos y rancherías de origen, y a diferencia de los peones

de campo, al terminar el trabajo en los campamentos mineros se trasladaba a

estos pueblos de donde procedían. Este era un sector de la población

caracterizado por la movilidad, es decir, tener varias formas con las cuales

conseguir el sustento.

Los pobladores de esta región limítrofe entre Sinaloa y Durango vivían

principalmente de la actividad minera, algunos centros tenían esa tradición

desde la Colonia, como Santiago de los Caballeros en Badiraguato y las

minas de Pánuco y Copala en Concordia. Hacia 1905 los distritos con mayor

productividad minera eran los de Rosario con 31 minas, Concordia con 119

minerales y Cosalá con 65.22

Durante el Cañedismo en esas regiones mineras se invirtieron

capitales, en su mayoría extranjeros, que modernizaron las minas. Se

introdujo maquinaria como bombas de desagüe, compresoras de aire para

mover perforadoras, molinos provistos de panes, lavaderos, concentradoras,

y condensadores.

El año de 1900, el informe del gobernador Cañedo (cuadro 1)

reportaba que en el estado había 4,446 trabajadores mineros, de los cuales

nos da indicios interesantes, por los que localizamos mujeres y niños

empleados en dichas minas. Aunque los registros oficiales sólo nos muestran

cuatro mujeres, por otra parte nos hablan de la presencia de 311 niños, que

seguramente debieron subir esa cifra. Por tanto, tenemos que la actividad

minera podía ser un medio de subsistencia familiar.

21 J. R. Southworth, op. cit, pp. 102-103. 22 Alonso Martínez Barreda, Relaciones económicas y políticas en Sinaloa, 1910-1920, Culiacán, Universidad Autónoma de Sinaloa, 2005, p. 47.

21

Junto con los que trabajaban dentro de las minas también estaban

empleados quienes trabajaban en las haciendas de beneficio, por lo cual el

informe de Cañedo nos habla de 938 hombres que laboraban en todo el

estado, así como tres mujeres y un total de 53 niños.23

Cuadro 1. Número de trabajadores en las minas

Distritos Total Mujeres Niños Hombres

Rosario

Concordia

San Ignacio

Mazatlán

Cosalá

Culiacán

Mocorito

Badiraguato

Sinaloa

Fuerte

848

967

323

45

1,319

231

20

313

298

75

2

2

20

16

3

194

35

43

848

947

307

42

1, 155

196

20

268

296

75

Total

4, 446

4

311

4, 154

Fuente: Memoria General de la Administración Pública del Estado, presentada a la XX Legislatura por el Gobernador Constitucional Francisco Cañedo, 1896-1902, Tomo II, p. 165

Por su parte en los partidos de San Dimas y Tamazula, en Durango,

había minas en las que también se empleaban miles de trabajadores, por lo

que el trabajo en éstas era una forma de vida para muchos de los pobladores

de la región. En San Dimas estaban los minerales de Gavilanes, Ventanas y

23 Memoria General de la Administración Pública del Estado, presentada a la XX Legislatura por el Gobernador Constitucional Francisco Cañedo, 1896-1902, Tomo II, Mazatlán, Imprenta Retes y CIA, 1905, p. 172.

22

La Candelaria; en Tamazula se explotaban las minas de las municipalidades

de Canelas, Sianori y Copalquín.24

En el antiguo mineral de Canelas, partido de Tamazula, en 1909 había

4,081 habitantes, de los cuales 837 eran, de acuerdo con el censo, mineros,

peones, barreteros y pepenadores. En el trabajo de las minas había distintas

categorías que iban desde aquellos que operaban como técnicos, y tenían un

salario bien remunerado y otros trabajadores a los que se les pagaba a

destajo y por jornal; el trabajo a destajo se pagaba de acuerdo a la cantidad

diaria de mineral que hubieran obtenido y el trabajo por jornal era un medio

por el que se pagaba un sueldo diario y se liquidaba semanalmente.25

Cabe resaltar que en el caso de los operarios de esas minas de

Durango se ha encontrado que la mayoría de quienes trabajaban por el jornal

abandonaban sus labores en tiempos se cosecha, por lo que eran tanto

trabajadores semiagrícolas como semiindustriales.26 Tal situación creaba que

muchos dueños de minas se quejaran de que no estaba asegurada la

asistencia permanente de los empleados, quienes seguían rigiendo su trabajo

según los ciclos de la cosecha.

En el caso de Sinaloa el norteamericano J. R. Southworth, quien había

hecho un álbum en que se invitaba a inversionistas al estado, declaraba en

1898 “las dificultades pasadas con los trabajadores con motivo de las

influencias religiosas y tradicionales están desapareciendo gradualmente, y

en donde hay trabajo constante asegurado puede contarse con ellos,

especialmente si como en ciertos casos se les permite descansar los

domingos.”27 Como lo corrobora el caso de Durango, los trabajadores de las

minas no estaban integrados del todo al trabajo industrial, sus horarios, días

de trabajo no pertenecían a ese mundo, y tampoco su contratación en los

minerales era permanente.

El trabajo en las minas no era la única actividad en que se empleaban

estos hombres, ya que de igual forma podían ser enganchados para bajar a

24 Guadalupe Villa Guerrero, “La minería en la era de la paz y del trabajo (Durango 1880-1910)”, pp. 91-95. 25 Ibid., pp. 108. 26 Ibíd., pp. 108, 114. 27 J. R. Southworth, op. cit., p. 87.

23

los campos agrícolas. Tal movilidad alcanzaba incluso a los habitantes de la

sierra de Durango, y lo podemos ver a través del testimonio acerca del temor

que en plena revolución desato ver a “un contratista que llegó a la ciudad de

Durango en busca de trabajadores para laborar en los campos de Sinaloa.”28

Vemos cómo la población de la sierra no se empleaba en su totalidad

en las minas, y para sobrevivir se ocupaba en trabajos temporales. Un

ejemplo de esto lo tenemos en una nota en la prensa en el año de 1910, en la

que la negociación minera de Guadalupe de los Reyes, del distrito de Cosalá

se defendía al decir que no había privado a nadie de su trabajo, sino que

había rebajado los sueldos:

“la compañía se vio obligada en otras épocas a subir los salarios, por

escasez de gente, que se debía a las siguientes causas: demanda de brazos

en las minas de Copala y Santa Rosalía, demanda de brazos en las minas de

Durango, demanda de brazos en las obras de ferrocarriles, demandas de

brazos en las obras del drenaje[…] habiéndose acabado los trabajos de

Copala, los del drenaje, los del ferrocarril, y no necesitándose enganches en

Santa Rosalía, Guadalupe de los Reyes se volvió a poblar, y sobrando gente,

la compañía se vio en el caso de volver a los sueldos antiguos. Esto sucede

en todas las negociaciones.”29

La cita anterior da varios indicios, entre ellos las fluctuaciones de los

salarios en periodos de bonanza económica, ya que los salarios altos

aseguraban la mano de obra, que en las minas había trabajadores flotantes

que bien se podían emplear en otras obras, como el ferrocarril o el drenaje.

También encontramos esa población trashumante entre Durango y Sinaloa,

que se movía en busca del empleo y bien podía bajar a los campos de un

estado u otro, lo que nos hablaba de los amplios canales de comunicación

entre ambas entidades.

Sin embargo, esta población de trabajadores de las minas resintió los

efectos de la crisis económica internacional de 1907, pues debido a la

incorporación de la economía mexicana al mercado capitalista se sufrieron las

consecuencias de la baja de los precios de los metales, iniciada en Estados

28 Gabino Martínez Guzmán, Juan Ángel Chávez Ramírez, óp. cit., p. 86. 29 El Correo de la Tarde, 24 de Septiembre de 1910, núm. 8,196, p. 1.

24

Unidos. Crisis padecida tanto en la minería como en el alza a los precios de

alimentos tan elementales como el maíz.

La crisis pasó por varias etapas de fluctuación, prolongándose hasta

1911. Las consecuencias directas que tal crisis tuvo en el sector minero no

fueron tan resentidas por los trabajadores que conservaban sus empleos,

pero sí llevaron de regreso la inseguridad para subsistir a los que eran

despedidos.

Si bien no se puede hablar de una relación directa entre la crisis

minera y el estallido de la revolución, sí podemos matizar que entre los

empleados que perdían su puesto de trabajo existía un número considerable

dispuesto a buscar otras formas de subsistencia, incluso en las correrías

revolucionarias.

Los datos de desempleo en algunos centros mineros nos dan una idea

precisa de la forma en que la crisis había afectado a la población, así “se

constata que hay en 1910, 42% de desempleados en el distrito minero de San

Ignacio. No es esto sorprendente pues han cerrado numerosas minas

pequeñas, y pueblos enteros como Jocuixtita y Candelero, desaparecen; en

los distritos de Badiraguato y Rosario, estas cifras son de 20 y de 17%

respectivamente”.30 En este sentido el desempleo no era el elemento más

grave, sino el nivel de crisis que propiciaba la desaparición de pueblos

enteros.

Entre las minas la vida de la población serrana también dependía de la

posesión y el trabajo de la tierra, las cosechas se realizaban en temporadas

de lluvia ya que en primer lugar, al compararse con los tipos de suelo de los

valles, los de la sierra se caracterizaban mas bien por ser rocallosos y con

dificultades para el regadío por medio de “ojos de agua” como ocurría en los

valles. Una descripción de los terrenos serranos que correspondían a la parte

de Durango nos dice que las faldas de los cerros eran terrenos cultivables,

pero que debido a las características de la tierra éstas solamente eran

30 François-Xavier Guerra, op. cit., p. 255.

25

productivas cuando se cultivaban en grandes extensiones de hectáreas, que

en ocasiones pertenecían a un solo propietario o a una comunidad.31

El regadío de las cosechas se hacía de acuerdo a la temporada de

lluvias, que se iniciaba en el mes de junio y terminaba en el de septiembre,

periodo en el que los ríos y arroyos aumentaban su caudal y aseguraban el

agua suficiente para regar los terrenos. Por tanto, la población de esta región

se dedicaba a la agricultura de temporal durante estos meses, y el resto del

año aseguraba la supervivencia con el almacenamiento de los cultivos y el

trabajo en otras actividades como la minería, y como veremos más adelante

en las correrías revolucionarias que se suspendían cuando llegaba la

temporada de lluvias y por tanto, el tiempo de sembrar.

Así mismo, los terrenos que no eran propios para la agricultura se

aprovechaban para el agostadero de ganado, actividad que por otra parte se

veía afectada cuando se presentaban las temporadas de sequía, ya que en

los meses de abril, mayo y junio, el agua de los ríos y los arroyos

desaparecía, y se presentaba una elevada mortandad de animales por la falta

del vital líquido.

El inicio de la temporada de lluvias traía buenas noticias para el

desarrollo de la agricultura y la ganadería, significaba que se aseguraría la

supervivencia, habría alimentos para los meses difíciles, y también se

aseguraban los trabajos en las minas, en las cuales era necesaria el agua

para el beneficio de los metales.

Una nota en la prensa se refiere al mineral de Tayoltita, en la sierra de

Durango, lugar muy cercano al distrito de San Ignacio, Sinaloa, nos muestra

cómo en el mes de junio la llegada de las lluvias era esperada con ansias por

los agricultores, la nota narraba así el entusiasmo: “cayó una ligera llovizna el

miércoles pasado, motivo para que todos nos pusiéramos muy contentos,

pues hacía más de nueves meses que no nos visitaba una granizada. Los

agricultores todos, se pusieron muy entusiasmados, inclusive mi compadre

don Luis, pues desde luego mandó alistar la yunta y creía que era el principio

31 El Heraldo de Durango, 17 de Junio de 1911, p. 1.

26

de las verdaderas aguas y no quería que le ganara con ventaja, como el año

pasado”.32

En las partes más accidentadas de la topografía serrana se

desarrollaba el trabajo de las minas, pero también esa población vivía del

corte de maderas y de la agricultura de temporal. Pero los distritos que

comprendían la zona sur de Sinaloa como San Ignacio, Rosario, Concordia,

Cosalá, también se componían de terrenos de cultivo donde se fue

conformando una clase de propietarios individuales, de rancheros mestizos

que fueron conformando su propiedad durante el Porfiriato frente a la figura

de las comunidades indígenas que se enfrentaban al proceso de

desmancomunación y enajenación de sus tierras. Vemos en este apartado

cómo la existencia de estas comunidades empezaba a pender de un hilo

frente al fortalecimiento de las posesiones individuales.

Tenemos el ejemplo de la comunidad indígena de San Juan Cacalotán,

en Rosario, la cual había perdido sus ejidos en el año de 1874, “en el cual se

dio el reparto y venta de los mismos por el Ayuntamiento con autorización del

gobierno del mismo estado de Sinaloa”.33 La posesión de sus terrenos la

justificaban de acuerdo al título de posesión que les había sido dado en el

año de 1745, con una extensión de un sitio de ganado mayor, ejidos que

obtuvieron los nativos del pueblo en tiempos coloniales por el juez agrimensor

Don Bartolomé Ugalde Llerena.

Los indígenas del pueblo de Cacalotán sintieron el agravio de mano de

las autoridades del Ayuntamiento que los despojaron de la posesión de los

terrenos que habían sido suyos desde el año de 1745 hasta el año de 1874.

Habían sufrido el paso de la protección colonial hacia el impacto de la figura

emergente de la propiedad particular. Este despojo al que hacían referencia

los indígenas se registró en el ya mencionado año de 1874 cuando Rafael L.

Portillo fue comisionado por el gobierno del estado para el reparto de los

terrenos de indígenas del distrito, junto con Emigdio Padilla, director político

del municipio. En esta ocasión las autoridades fueron las encargadas de

32 El Correo de la Tarde, 17 de junio de 1909, p.2. 33 Archivo Histórico del Registro Agrario Nacional, en adelante AHRAN, exp. 94, caja 107, Restitución de Bienes Comunales, 1976.

27

dividir el fundo legal de la comunidad indígena en propiedades particulares,

por lo que en adelante los propietarios debían acreditar su propiedad

mediante nuevos títulos expedidos por las autoridades.

Hasta este punto, la figura de la comunidad desaparecía para dar paso

a la posesión individual. Uno de los casos que nos ilustra acerca de cómo se

dio la evolución de la propiedad se encuentra en torno a la familia de

Fernando Chiquete, quien en el año de 1874 cuando se dio la división del

fundo legal de la comunidad, había obtenido dentro de la misma un lote de

terreno compuesto de dos labores (una de 250 varas de longitud por 128 de

latitud). En el mismo año, Román Chiquete el apoderado general de la

comunidad de indígenas de Cacalotán, quien paradójicamente era un

empleado del estado, vendía un terreno dentro de la comunidad al labrador

José María Osuna (una labor con un área de 574 varas de largo y 423 de

ancho) por la cantidad de 225 pesos. El mismo personaje que había sido

apoderado legal de la comunidad Román Chiquete, había comprado una

labor en la misma en el año de 1875, labor que posteriormente, en el año de

1907 vendió a Julián Rendón, en la suma de cincuenta pesos.

Así pues, a partir del año de 1874 la comunidad indígena San Juan

Cacalotán se dividió en propiedades particulares, en las cuales los títulos

otorgados por la corona española ya no tenían validez, dado que en lo

sucesivo se debían pagar gastos de deslinde, y acreditar los títulos ante las

autoridades del juzgado de distrito.

Mientras la comunidad indígena desaparecía como figura legal,

aparecía una nueva forma de propietarios, labradores con terrenos en los que

asentaban su hogar y sus propiedades, por caso tenemos que un propietario

individual de esta región del Rosario podía tener en su terreno “una casa de

adobe crudo y techos de teja en solar propio, una labor, y semovientes entre

ganado porcino y caballar” o en otra labor podían haber “una casa de adobe

quemado una parte, y el resto de adobe crudo de techos de teja, con un

terreno de cincuenta y cinco naranjos, diez guayabos, seis mangos, cuatro

aguacates, y un naranjo lima, un platanar con unas dos mil matas y una

mezcalera con más o menos cinco mil cepas.”

28

Así es como a fines del siglo XIX sobre la propiedad de la tierra

existían distintas figuras que ostentaban derechos legítimos, por una parte la

comunidad indígena amparada por la posesión colonial, que en lo sucesivo

debía acreditar sus títulos de posesión, y por otra, una clase de labradores,

hombres que habían adquirido derechos individuales sobre los terrenos

desmancomunados a partir de las leyes liberales, y que iban transmitiendo

sus derechos de propiedad a sus descendientes.

Por otra parte vemos como a fines del siglo XIX la historia de muchas

comunidades como la de San Juan de Cacalotán no sólo residió en vivir bajo

el agravio de haber perdido sus terrenos, sino por igual en el enfrentamiento

con los nuevos propietarios que ostentaban títulos de propiedad expedidos

por las autoridades. De esta forma se fueron formando ranchos, sobre lo que

antes eran comunidades indígenas como es el caso de Copales, Maloya y

Matatán.

En el caso de la comunidad indígena de Copales, que había obtenido

un título de merced colonial por cuatro sitios de ganado mayor, diecisiete y

media caballerías34 se dio en el año de 1886 ante el juzgado de primera

instancia del distrito el deslinde de un terreno que estaba dentro de la

comunidad de Copales, denominado El Tamarindo, el cual fue promovido por

doña Ana María Aguilar de Rendón y sus hijos, quienes continuaron

poseyendo el terreno como bien comunal, posesión comunal que a su vez

terminó en 1907 cuando se hace la desmancomunación del mismo.

El terreno de El Tamarindo, que se había deslindado de la comunidad

de Copales, se constituyó en un rancho de propietarios individuales que

entraron en pugna con la comunidad de indígenas por el reconocimiento de

sus derechos legales sobre el mencionado terreno. Los miembros de la

familia Rendón, peleaban la legitimidad de su posesión sobre El Tamarindo,

interesante es ver por otra parte, que esta familia refería que en el año de

1910 el rancho del Tamarindo había sido el primero en levantarse en armas,

siendo los cabecillas los señores Rendón que componían a la familia, y que

habían luchado junto a Ramón F. Iturbe y posteriormente con el general

Rafael Buelna. 34 AHRAN, exp. 2761, caja 1, Deslindes Comunales, 1956.

29

En el distrito de Concordia, tenemos como ejemplo la existencia de

estas comunidades al poblado de San Miguel del Carrizal que desde el año

de 1794 había obtenido título virreinal de sus terrenos compuestos de montes

cerriles, donde practicaban la cría de ganado y siembra de maíz o cuamiles.

El terreno se iniciaba en la sierra madre occidental entre los estados de

Durango y Sinaloa. El Carrizal se había formado por decreto real por el que

se reconocía una comunidad de indígenas en la que fueron sobreviviendo sus

descendientes cuya subsistencia se aseguraba alrededor de la posesión de

las tierras, bosques y aguas que componían el terreno.35 Junto con San

Miguel del Carrizal podemos mencionar la existencia de otras comunidades

que habían resistido el paso del tiempo, como la de los pobladores de Agua

Caliente, Concordia, que fincaban su propiedad y su existencia legal en torno

a la posesión legítima de sus terrenos desde el año de 1750, donde tras el

paso del tiempo, y en distintos periodos los miembros de la comunidad

habían ido legalizando los títulos de la misma para continuar la existencia de

su propiedad.36 Por igual se pueden mencionar otras comunidades que

pertenecían a Concordia, como las de Los Copales y Santa Lucía.

Debe aclararse que estas comunidades de las que se habla no eran

exclusivamente de indígenas, sus descendientes eran ya una población

mestiza en el tiempo que precedió a la revolución. La figura de la comunidad

en el Porfiriato refería no solamente a un núcleo de población de la raza

indígena, sino a una manera de poseer la tierra, en la que ésta se ostentaba

de manera colectiva, pero reconociendo la figura de un “comunero” es decir

de un propietario que tenía derechos sobre los terrenos que se mantenían en

“mancomún”, la propiedad era una sola y sobre ella tenían derechos un grupo

de personas. Por lo general quienes eran comuneros eran los llamados

“cabezas de familia” o el hombre mayor de una familia, lo cual implicaba que

podía vender o traspasar de alguna manera la parte que le correspondía, bajo

la figura de que “cedía sus derechos comunales sobre un terreno con sus

entradas y salidas, usos, costumbres y servidumbres.”

35AHRAN, exp. 1394, caja 11, Dotación de Bienes Comunales, 1960. 36 AHRAN, exp. 11, caja 1, Confirmación de Bienes Comunales, 1964.

30

Las comunidades que existían podían haber surgido desde el periodo

colonial, cuando el gobierno virreinal reconocía y dotaba a los pueblos de

títulos legítimos a fin de establecer un contrapeso a los grandes

terratenientes. Y por otra parte existían aquellas poblaciones que se habían

formado bajo el manto de las leyes liberales como la del 22 de julio de 1863,

que establecía que los terrenos baldíos eran propiedad de la Nación. Durante

el gobierno porfiriano tal ley era reivindicada al momento de hacer deslindes

de terrenos, y se apuntaba así que había muchas ventajas en la industria y la

población de que los terrenos baldíos se redujeran a propiedad particular.37

Por otra parte, las poblaciones de Concordia habían sufrido los

embates de la guerra, “Con motivo de la guerra que sufrió esta población el

año de 1856, los solares quedaron sin el título correspondiente, pues los

archivos fueron quemados con la población por las huestes francotiradoras. A

los pocos años uno de los Ayuntamientos dio un decreto para que se

reconocieran como buenas las propiedades que habían quedado sin título,

por el sólo hecho de que estuvieran acotadas con tapias o cercas.”38 No

obstante, los problemas por la definición de la propiedad en este territorio se

mantenían aún en el año de 1911 cuando el ayuntamiento daba un plazo de

tres meses para que aquellos poseedores de los terrenos sacaran títulos que

la ampararan, antes de que los terrenos se declararan como denunciables.

Por tanto había un panorama incierto para aquellos propietarios que durante

la guerra de 1865 habían sufrido el incendio de sus hogares y la pérdida de

sus títulos.

El poblado Los Cedros, distrito de Cosalá, se había formado a partir del

denuncio de un terreno baldío, de acuerdo a la ya nombrada ley de 1863, por

la cual habían denunciado el terreno bajo la protesta de que tal se llevaba a

cabo “sin perjuicio a tercero que mejor derecho represente”. Así pues en el

año de 1889 el gobierno de Porfirio Díaz reconocía la propiedad de dos mil

ciento noventa y seis hectáreas, sesenta y siete aras, que en medidas

antiguas correspondía a un sitio de ganado mayor, al llamado ciudadano

37 AHRAN, exp. 59, caja 1, Confirmación de Bienes Comunales, 1958. 38 El Correo de la Tarde, 9 de enero de 1911, p.3.

31

Felipe Melgar y socios, quienes habían hecho el denuncio del terreno Los

Cedros.

Los denunciantes del terreno eran vecinos de la celaduría del Rodeo,

en Cosalá. Los mismos estaban integrados por veintidós hombres, que se

reconocían como casados, de oficio labradores y con vecindad en el Rodeo;

además de ellos habían solamente dos hombres solteros, por igual

labradores y vecinos del mismo lugar, y solamente un viudo, que además

tenía la particularidad de ser comerciante, y no labrador. Cabe destacar que

entre los denunciantes había tres mujeres que se reconocían como viudas, no

se les señalaba un oficio y también eran vecinas del Rodeo. Por otra parte

podemos ver la composición de los comuneros, por lo general se reconocían

como “labradores” de oficio, La mayoría de ellos eran hombres casados, pero

de igual manera se reconocían viudos, y cabe señalar que las mujeres

solamente cuando eran viudas eran reconocidas como comuneras.

Estos denunciantes nos dan el ejemplo de una posesión en

comunidad, donde la figura de la misma corresponde a una propiedad que se

reparte en acciones, de acuerdo a la contribución que cada uno de los

denunciantes daba en dinero para realizar los trámites del denuncio. Así pues

los gastos para el reconocimiento de sus derechos ante el juzgado de distrito

habían ascendido a $830.00, que lo dividía en 830 acciones, el mayor

poseedor de acciones era Felipe Melgar quien había dado $66.00, y las

acciones iban bajando a 20, 18, 10 y la menor de 8, por haber dado $8.00.

Así vemos que de acuerdo a las leyes liberales que regían en el Porfiriato

para el denuncio de terrenos se necesitaba la posesión de cierto capital en

pesos, el cual no estaba al alcance de todas las personas. El drama de

muchas comunidades residía en los gastos necesarios para cubrir la

legitimación de sus derechos en los juzgados de distrito, así podemos ver que

aún en el siglo XX cuando se elaboraban los expedientes de restitución de

tierras se miraba que uno de los problemas radicaba en que las comunidades

más antiguas no habían tenido los medios para que se reconociera

legalmente su posesión.

Siguiendo con el caso del terreno de Los Cedros, los denunciantes

habían decidido mantenerse bajo la figura de comunidad de acuerdo a las

32

características topográficas del mismo, ya que éste era montañoso y no se

podía hacer una división sencilla, por lo cual el fraccionamiento de la

propiedad no era viable. Así, en la serranía tenemos un fenómeno que quizá

no ha sido estudiado lo suficiente y este es el de que la propiedad comunal

sobrevivió por un periodo más prolongado.

La figura de la comunidad prevenía que a pesar de la instauración de

las leyes sobre la propiedad particular de los terrenos estos no fueran

enajenados con gran facilidad. Es interesante ver el proceso por el que se

traspasaban los derechos de un comunero, para ello debía tener la

aprobación de la comunidad en su conjunto, además un comunero era un

hombre, que era cabeza de familia, quien por lo general si era casado no

podía vender su propiedad sin comprobar que tenía la anuencia de su

esposa, a la cual se le daba un papel quizá secundario, pero que reconocía

su figura dentro de la comunidad misma.

En el mismo distrito del Rosario, el pueblo de indígenas de Chametla

había recibido tierras de los virreyes, el año 1795, con una superficie de un

sitio de ganado mayor dado como merced, y mantuvieron como comunales

tales terrenos hasta el año de 1875, en que pagaron los servicios de un

ingeniero de la Secretaría de Fomento para que hiciera la

desmancomunación. Interesante es ver que los propietarios del terreno

acudieron al recurso de vender una fracción de sus propiedades con el objeto

de pagar los gastos de medición y por tanto de reconocimiento legal de sus

terrenos. El lote que vendieron se encontraba al sur del poblado, y se conocía

como Llanos de la Mar, el cual fue vendido al vecino del mismo lugar,

Hermenegildo Díaz, en $500.00.39

Después de haber vendido uno de sus terrenos la comunidad quedó

dividida en 64 lotes, repartidos entre los “jefes”, forma en que se denominaba

a los padres de familia, uno de los casos que ejemplifica es el de un “jefe” de

una familia de cinco hijos, que a su vez eran mayores de edad y casados, que

estaban comprendidos dentro del lote dado al más anciano de la casa. Sin

embargo, una vez más vemos que había terrenos que no se

desmancomunaban por sus características topográficas, así pasó con los 39 AHRAN, exp. 43, caja 42, Restitución de ejidos, 1924.

33

Veranos que se encontraban a la orilla del río Rosario, así como las tierras

que estaban en los cerros.

Las tierras de los comuneros de Chametla eran de temporal y en ellas

se sembraba maíz y frijol. Cuando terminaba el período de las cosechas los

pobladores se dedicaban a la pesca entre los meses de septiembre a

noviembre, así pues la población atesoraba de igual manera sus tierras de

cultivo, como las pesquerías de las cuales decían tener propiedad desde el

siglo XVIII. El régimen de vida en estas tierras hacía que la lucha por la

misma no fuera totalmente centrada en la agricultura, sino por igual por

aquellos terrenos en que se encontraban las pesquerías que garantizaban su

sustento.

El resultado de la desmancomunación devino en que las tierras se

fueran concentrando en manos de unos cuantos propietarios40, los

propietarios se apegaban a las leyes porfirianas que establecían que los

terrenos tenían que dividirse en propiedad privada y para ello confiaban en

que recayeran en representantes de la comunidad, por lo que muchos

indígenas y sus descendientes se vieron obligados a rentar tierras a quienes

se habían convertido en los caciques del pueblo.

Ante la perdida de sus terrenos agrícolas los pobladores se vieron

afectados por la perdida de sus pesquerías, de donde obtenían pescado y

camarón. Tales pescas o pesquerías eran las del matadero, caimanero,

pesquería, pullique, el charco, el camarón y otras pescas.

Además, se encuentra el caso de La Concepción, en el distrito del

Rosario, cuyos pobladores en pleno periodo revolucionario, el año 1911, eran

obligados a contratarse en los terrenos que el Ayuntamiento del distrito

40. El mismo fenómeno pasaba con las pesquerías, en el año de 1919 los vecinos de la comunidad se quejaban de que la familia Murúa, y el Lic. Manuel L. Choza se habían apoderado de sus pesquerías con el apoyo del gobierno. Más tarde en 1924 expresaban su descontento ante la desmancomunación realizada en 1874, ya que el reparto de las tierras dejaba a muchos de ellos sin posesiones, en tal año la propiedad que en 1874 se había desmancomunado en 64 lotes, que correspondían a 64 jefes de familia, había pasado a manos de veinte vecinos solamente, una reducción significativa de las manos en las que se concentraba la propiedad. Se amparaban en la ley de 6 de enero de 1915 para que quedara sin efecto la venta del lote “Llanos del Mar”, que decían Lo cual nos da un indicio de cómo los terrenos iban siendo acaparados con el paso del tiempo, los descendientes de los indígenas vivieron en lo sucesivo de la renta de las tierras que antes habían sido de la comunidad.

34

declaraba como particulares de los señores Samudio y Osuna.41 La historia

de La Concepción es la de una congregación que en el año 1857 se había

jurado pueblo, desde entonces habían pedido se les midiera el fundo legal de

su pueblo de acuerdo a las ordenanzas “dadas por Don Carlos V, Don Felipe

II y Don Felipe IV”; así pues, el derecho que expresaban se basaba en la

legislación colonial sobre fundaciones de pueblos. Sin embargo, el paso de

las décadas fue sumiendo en el olvido la legitimación de su pueblo, ya que ni

durante la administración del gobernador porfiriano Francisco Cañedo

lograron que se reconociera legalmente su posesión.

Ya durante 1911, se negaba que La Concepción fuera un pueblo, y el

Ayuntamiento informaba que había sido una Cofradía, en ese año en manos

de particulares, los señores Samudio y Osuna, quienes habían obligado a los

indígenas a contratarse en las tierras que les correspondían. Los pobladores

denunciaban que las autoridades desconocieran su existencia como pueblo, y

que ni siquiera se les hubiera dado la oportunidad de defender sus linderos

en un juicio, sino que era mediante el uso de la fuerza y la connivencia de las

autoridades como pasaban a pagar derechos por los usos de los terrenos a

los particulares.

Tenemos que en la serranía, y en los distritos del sur de Sinaloa se

generaba un proceso en el cual los antiguos poseedores indígenas entraron

en pugnas y enfrentamientos con los nuevos poseedores individuales, frente

a los cuales trataban de legitimar sus terrenos, así en varias ocasiones esto

generó una lucha en la que se empalmaban derechos más antiguos, como los

de los indígenas, con denuncios de tierras en períodos más recientes. En

esta lógica, la población de rancheros fue conformándose como una clase

que buscaba defender sus terrenos frente a los antiguos actores como las

comunidades indígenas, y de manera independiente a la figura de la gran

hacienda. Estos rancheros tenían posesiones que iban transmitiendo de

generación en generación, muchas veces esos terrenos que les pertenecían

correspondían eran la posesión de toda su familia.

41 Archivo General de la Nación, en adelante, AGN, Fondo Francisco I. Madero, en adelante FFIM, Vol. 64, exp. 2884, f. 2.

35

Esta región se había formado con pobladores que principalmente

habían obtenido sus terrenos a partir de las leyes liberales, como la de 25 de

abril de 1861, en que se mandaba redujera a propiedad particular el fundo

legal de los pueblos.42 Así, en el año de 1869 tenemos como ejemplo el caso

de José María Casares, quien había obtenido la posesión de un solar en

Siqueros, donde finco su hogar. De la misma manera dos años atrás, en

1867, “En el distrito de Mazatlán, el Ministerio de Fomento, Colonización e

Industria, declaró tierras enajenables, de propiedad nacional, y con carácter

de adjudicables a 4087 has, 6 aras, en el rancho de Palmillas, a favor de

Carlos Fuhrken y D. Fortino León, estipulando que resultaba ventajoso a la

industria y a la población, que terrenos baldíos se relucieran a propiedad

particular.”43

De la misma forma, “en resolución del 23 de junio de 1868, Benito

Juárez declaró tierras propiedad de la nación, y posteriormente terrenos

baldíos, a los del antiguo presidio de Mazatlán, hoy Villa de Unión, quienes

poseen documentos legales de la época colonial, de año, 1731, terrenos que

desde antes, los poseedores de los terrenos han ejecutado trabajos para

hacerlos útiles, desmontado, cercado, cultivando y otras obras.”44

Estos rancheros que surgieron a fines del siglo XIX, fueron los que

estuvieron dispuestos a levantarse en armas en la Revolución a la que

convocó Madero. Pero que en los años de 1911 y 1912, con una experiencia

revolucionaria recién adquirida, se dividieron entre los que permanecieron

leales al gobierno estatal, se sostuvieron como maderistas (algunos hicieron

carrera militar y otros simplemente defendieron sus territorios de la incursión

de rebeldes); mientras que otros se insubordinaron contra el gobierno del

estado y volvieron a movilizar sus tropas. Ejemplos de estos rancheros que

se levantaron como zapatistas y a quienes veremos con mayor detenimiento,

fueron Justo Tirado en Palma Sola, los hermanos Osuna en El Quelite,

poblados del distrito de Mazatlán, Juan Cañedo, agricultor de El Rosario,

42 AHMM, Fondo Presidencia, expediente de solar adjudicado a José María Casares, núm. 111. 43 María del Rosario Heras Torres, El dilema de la ciudadanía y la lucha por la nación en Sinaloa: sus pugnas y sus actores (1857-1877), Facultad de Historia, UAS, [tesis de maestría en historia, inédita] Culiacán, 2008, p. 220. 44 Ibíd., p. 221.

36

quienes formaron una coalición armada con otros sectores rurales como

jornaleros y los denominados labradores, pero que a su vez unieron en sus

ejércitos a trabajadores de las minas, practicantes de distintos oficios como

zapateros, varilleros, boleros y cocheros; mientras que otros eran rancheros,

como Juan Carrasco en El Potrero, Mazatlán, y Herculano de la Rocha en

Badiraguato.

1.3 Conflictos sociales

En primera instancia hablaremos de la Sierra Madre Occidental, de la cual ya

hemos dicho fue una de las zonas en las que se generó una revuelta popular

muy acentuada, y que se puede caracterizar como una región rebelde, de las

primeras en que se dieron levantamientos revolucionarios y de la cual poco

se conoce acerca de la naturaleza de los problemas a que se enfrentaba

antes del estallido social. En esta zona se desarrollaron conflictos que no han

sido suficientemente estudiados, por lo que el apartado tiene como objetivo

mostrar cuáles eran los problemas que enfrentaba la población serrana,

donde la pugna por los recursos naturales durante el siglo XIX fue uno de los

elementos de mayor importancia: la disputa por la tierra, el ganado, el agua y

las maderas fueron parte de las preocupaciones centrales en la lucha por la

supervivencia, elementos que generaban y/o alimentaban el conflicto social.

La serranía, como zona de minas, haciendas, rancheros y

comunidades, era por igual una zona de conflictos. Mientras que se ha

destacado el auge que la inversión minera llevo a la serranía, se ha dejado de

lado los problemas que se desarrollaron a raíz de la incursión de las

compañías mineras, las cuales propiciaron una competencia por los recursos

naturales, como el agua y las maderas, por lo que el control de los arroyos,

de los ríos y de las tierras desataban problemas que no se han mencionado lo

suficiente.

Félix Brito Rodríguez, en su tesis sobre la minería en Concordia y

Rosario, ilustra cómo las compañías mineras afectaban a los rancheros y

población de la serranía, al contaminar el agua de los ríos y los arroyos

mediante el desperdicio de materiales químicos a los mismos. El autor cita un

37

telegrama por el cual se hace patente que la Compañía Minera Piedad y

Amparo, en Santa Lucía, distrito de Concordia, no había cumplido la

disposición de arrojar las soluciones de cianuro al arroyo de Pánuco sólo en

época de crecientes, y en cambio lo seguía arrojando sin haber construido

tanques de almacenamiento para que el desecho químico no corriera con el

curso de las aguas.45

Las compañías entraban en pugna con los agricultores y ganaderos de

la región, no solamente al envenenar sus aguas, lo que mataba directamente

al ganado, sino también al entrar en competencia con los mismos por el uso y

acaparamiento de sus aguas, así mediante solicitudes de aprovechamiento

de aguas iban construyendo diques que retenían el curso del vital líquido. Las

compañías mineras ejercían un efecto ambivalente en la vida de la población,

por una parte competían con los rancheros por el control de los terrenos

madereros y el agua, y por otra, se convertían en una fuente importante de

empleo para quienes no tenían nada y se ocupaban como operarios en sus

vetas, al igual que aquellos labradores que trabajaban en las mismas en

temporadas en las que no se sembraba la tierra.

Muchos poseedores de terrenos madereros obtenían sustento al

abastecer a las compañías, el aumento del número y producción de las minas

fue haciendo que el carbón de piedra fuera insuficiente, por lo que se recurrió

al uso de carbón vegetal, como éste se obtenía del corte de la leña, se

ocuparon muchos hombres en la tala de madera para obtener este

combustible, así como en la operación de carbonizar la madera y su

transporte hasta las minas por medio de recuas de acémilas.46

El ascenso de la minería causó que se agregaran nuevos problemas

por la explotación de los recursos naturales, esto hizo además que se

combinara de manera directa con los problemas de disputa de las tierras que

contaban con este recurso. Los terrenos serranos no eran solamente aquellos

propios para la agricultura sino que de igual manera eran ricos por la madera

que se podía cortar en ellos, era un medio por el cual innumerables familias

45 Félix Brito Rodríguez, Inversionistas y Tecnología en Rosario y Concordia 1895-1910, Facultad de Historia, UAS, [tesis de licenciatura, inédita] Culiacán, 1993, p. 69. 46

Ibíd., p. 68.

38

obtenían el sustento, de igual manera la población las consumía como leña,

sobre todo en las temporadas invernales de intenso frío.

En 1889 aparece en la prensa de Mazatlán un ocurso de los

pobladores del mineral de Topia, en Tamazula, Durango, donde se quejan de

cómo la autoridad municipal estaba cometiendo agravios contra las familias

de Topia al tratar de apropiarse del terreno llamado del “Aguaje”, un terreno

de riquezas madereras, por lo cual los vecinos tuvieron que acudir al arbitrio

del prefecto del distrito el coronel Antonio Ibarra que impidió que el munícipe

se apoderara de tal terreno. El conflicto por la madera se debía a que el

trabajo en las minas daba sustento a muchas personas, pero no solamente

por la ocupación dentro de las vetas, sino que también muchos vivían del

abastecimiento de madera a las compañías. La nota decía lo siguiente:

“…este rico mineral desde muchos años ha dado y da aún considerable contingente de plata, y como consecuencia de ello sustenta a millares de familias de clase última Pero para garantía de los hombres que emprenden en el escabroso ramo minero, se necesita que la primera autoridad ejecutiva los apoye de tantos enemigos que se contraen porque tan sólo una vez, sus resultados corresponden a su arriesgada empresa. De esto por fortuna estamos garantizados pues el cumplido, afanoso y progresista coronel Antonio Ibarra, actual jefe político del partido proporciona a los acaudalados mineros y al pueblo en general, toda clase de garantías…mas no sucede lo mismo con el ayuntamiento que actualmente representa los intereses del pueblo……el representante del ayuntamiento no se hizo esperar su beneficio, pues apenas tomó posesión de tal cargo, y desde luego dio a conocer cuál era su propósito, pretendiendo adjudicarse por interpósita personal, el único terreno con maderas perteneciente al Municipio: terreno del cual viven numerosas familias, extrayendo maderas y carbones que venden a las negociaciones mineras establecidas. ..Procedimiento que le ha valido el desprecio y la censura de todo este pueblo justamente indignado…”47

En este conflicto es patente el hecho de que entre las distintas

autoridades y la población no existía una relación uniforme, por una parte

vemos el caso del munícipe que se muestra ajeno a la población, quien por el

contrario trata de adjudicarse los terrenos del municipio de los que muchos

cortan leña para vendérsela a las compañías mineras, mientras que por otra 47 El Correo de la Tarde, 28 de junio de 1889, p.1.

39

parte el coronel Ibarra, quien era el prefecto del distrito, llevaba una buena

relación con los dueños de las compañías mineras y por otra parte también

con los pobladores, con los cuales mantenía lazos y salía en su defensa.

Este es un ejemplo de cómo la autoridad local mantenía el equilibrio

entre las necesidades de la población y las compañías, al hacer respetar los

pactos tradicionales como lo era el derecho de la población a cortar madera,

mientras que aseguraba la producción de las compañías. Al defender los

terrenos aseguraba que se siguiera cortando madera para las compañías, y a

la vez reconocía el derecho de la población a sostenerse del corte de las

mismas. Por otra parte, el representante del ayuntamiento que reclamaba los

terrenos ejercía un agravio contra los pobladores, al tratar de despojarlos de

la fuente de su sustento, a un derecho legítimo a sostenerse con el uso de los

recursos naturales de sus tierras.

Por igual tenemos cómo se desarrolló un litigio en torno a la posesión

de los terrenos del “Aguaje” en Topia, Durango. En el mes de junio de 1889

las autoridades habían establecido los límites y características de la

propiedad que correspondía al ejido de Topia, los cuales eran: al norte por el

cordón de los Coconos, Arroyo de la Piedra, hacienda del mismo nombre,

Meza de Reyes y cordón de la Pinta; al sur por Quebrada del Arroyo de la

Escalera; al este por Quebrada Honda, San Bartolo, Becerra, parte de Llanos

de Valenzuela y Santa Lucia; y al oeste por el Durazno, Alto de Pinos y la

Quebrada del mismo nombre…así pues, ese terreno se describía como “muy

accidentado y montañoso, siendo sus principales producciones varias

maderas de construcción, que después de la minería, constituye el principal

trabajo y elemento de vida de una gran parte de la población…"48

En el expediente de los terrenos de Topia se encontraba que en junio

de 1889 Manuel Rocío, vecino de Topia decía que era dueño de los terrenos

del “Aguaje” “que hace más de treinta años que estoy en quieta y pacífica

posesión del potrero del Aguaje, como lo estoy también del rancho de Foranc

48 Archivo Histórico del Estado de Durango, en adelante AHED “Expediente relativo a los ejidos del Valle de Topia, 1889”, sala siglo XX, sección 1. Agricultura y ganadería, Clasificación anterior, cajón 59, exp. 1.

40

e, que es asimismo de mi propiedad. Durante ese largo periodo de tiempo he

invertido mi trabajo y mi capital, transformando en labores productivas las que

antes no eran más que terrenos eriazos y provocando a fuerza de trabajo y

sacrificios dar valor y ser a mis propiedades y posesiones, sin que nadie me

inquietase en el goce legítimo de los derechos correspondientes…de que

hayan partido de un supuesto falso como de que no tengo título

suficiente…Se han introducido a mis terrenos, no sólo del Aguaje y también

los de Forance…puntos en los que están cortando madera…”49 Aquí vemos

cómo en los terrenos mencionados del ejido había un conflicto por el cual el

señor Rocío establecía que la propiedad le pertenecía, mientras que otra

parte los pobladores del ejido decían tener derecho sobre el mismo, y

negaban la propiedad de Rocío. Por otra parte, los pobladores contaban con

la autorización del prefecto, coronel Ibarra, para llevar a cabo el corte de

madera en los terrenos que este personaje reclamaba.

Era así como el conflicto por los terrenos se centraba en la dificultad de

establecer quién era el poseedor legítimo del predio. El conflicto de Rocío con

aquellos labradores que por igual se decían legítimos dueños de los terrenos

continuo por años, y en el expediente revisado no se observa cuál hubiera

sido la resolución excepto de que siempre se decía a Rocío que se respetaría

su propiedad en tanto comprobara sus derechos mediante los títulos

correspondientes.

Así pues en el citado expediente se establecía que el terreno del ejido

había sido repartido en lotes a las cabezas de familia pobres, las cuales aún

en el año de 1892 estaban luchando por el establecimiento de los límites de

sus propiedades, de nueva cuenta el conflicto era frente a las autoridades, y

se dio en el mes de noviembre, cuando la leña era más escasa y necesaria,

así pues la imposibilidad de cortarla se manifestó en un ocurso enviado al

secretario de gobierno del estado manifestaban: “varios vecinos de este

mineral, por él manifiestan a esta corporación, que el guardabosques les ha

impedido el corte de leñas, carbón y maderas, diciéndoles que esos terrenos

49 AHED. Expediente relativo a los ejidos del Valle de Topia”, junio 26 de 1889, sala siglo XX, sección 1. Agricultura y ganadería, Clasificación anterior, cajón 59, exp. 1.

41

pertenecen a la nación, no obstante de encontrarse dentro de los ejidos de

esta municipalidad, comprendidos de una legua por cada rumbo.”50

Así mismo, en el poblado de Tabahueto, en el partido de Tamazula, se

expresaba un conflicto entre una familia de rancheros, los De la Rocha frente

a la población indígena del lugar, donde los problemas se originaban por la

posesión legítima de los terrenos del pueblo y una serie de agravios que los

rancheros ejecutaban sobre la población indígena. El conflicto estribaba en

que la familia de don José María de la Rocha presentaba títulos de posesión

que había adquirido a partir del denuncio de los terrenos baldíos de

Tabahueto, mientras que los indígenas presentaban títulos de propiedad

desde el siglo XVIII. En 1899 los vecinos habían extendido una queja ante la

secretaría de fomento, acerca de cómo el denuncio de los de la Rocha

afectaba sus propiedades.

El conflicto había alcanzado dimensiones tales en las que los

indígenas se vieron obligados a pedir protección del gobierno del estado para

levantar las cosechas de la temporada, el apoderado legal de los indígenas

se refería a ellos como “gentes pacíficas que no son capaces de hacer uso de

las armas ni en defensa propia cuando son atacados por gente de la posición

de la familia Rocha, se ven obligados a huir de sus labores, temerosos de que

se les mate y ocurren al superior gobierno del Estado, en solicitud de

garantías que no encuentran en las autoridades locales, influenciadas por

José María de la Rocha”51 Así pues, los rancheros armados estaban

ejerciendo el despojo de las cosechas de los indígenas, mientras que las

autoridades contestaron que no podían enviar la protección que éstos pedían

ya que no se habían establecido los linderos ni se había comprobado la

posesión a la que hacían referencia. Así, tenemos que la población de

rancheros se enfrentaba a la de indígenas en la posesión de las tierras, en

este caso vemos que las pugnas no eran entre las haciendas y los indígenas,

sino que los conflictos se podían expresar en el orden de la posesión legítima

sobre los mismos terrenos, de los mismos lugares. No había marcha atrás en 50 AHED. Expediente relativo a los ejidos del Valle de Topia”, noviembre 29 de 1892, sala siglo XX, sección 1. Agricultura y ganadería, Clasificación anterior, cajón 59, exp. 1. 51 AHED, “sesión de terrenos hechos por la secretaria de fomento a labradores pobres Santa Rosa, El Zapote, Tabahueto, municipios de Copalquín”, septiembre 25 de 1900, sala siglo XX, sección 1. Agricultura y ganadería, clasificación anterior, cajón 59, exp. 7.

42

la forma en que los rancheros mestizos iban despojando a las comunidades

indígenas.

Por su parte los vecinos del poblado serrano Guarisamey, en el partido

de San Dimas, se enfrentaban al minero norteamericano Lloyd Rowlings,

quien había denunciado ante la Secretaría de Fomento la posesión de los

terrenos de la población. A pesar de que la Secretaria de Fomento había

declarado que los terrenos de Guarisamey fueran dejados fuera del denuncio,

sucedió que hacia 1899 el enfrentamiento entre las partes continuó, el

representante de la comunidad Zeferino Leyva denunció ante el gobernador

del estado que el señor Juan Martínez sirviente del señor L. Rowlings había

mandado hacer cortes de madera dentro de los ejidos del pueblo.52

La queja de los pobladores de Guarisamey se había extendido al jefe

de partido, y en última instancia se recurría al gobernador del estado. Sin

embargo, hacia 1902 los pobladores seguían sin obtener solución a sus

problemas, y la gente del minero Rowlings seguía entrando a sus terrenos y

cortando sus maderas. El mismo año, Rowlings interponía en el juzgado de

primera instancia a cargo de Rosendo R. Rodríguez, una oposición a la

mensura y reparto de los ejidos que proponían los pobladores de

Guarisamey.

Es interesante que, si bien no sabemos el desenlace del conflicto,

hacia 1905, siendo presidente interino el don Antonio Laveaga, se decreta

que Rowlings, propietario con título legal de terrenos de Guarisamey, cedía

terrenos para ejidos y fundo legal del pueblo. Así pues vemos, cómo hasta

este año, las autoridades reconocían a Rowlings como el propietario legal, y

las peticiones ante el juzgado de distrito, el prefecto o el gobernador eran en

vano, y a final de cuentas la resolución de tales autoridades hacía que

Rowlings apareciera como un benefactor que brindaba esos terrenos al ejido.

Por otra parte, es importante señalar que aún cuando cediera los terrenos, la

población se mantenía del abasto de maderas a la compañía minera de la

que era propietario.

52 AHED. “Documentos relativos a asuntos de San Dimas mandados al gobierno del estado” junio 28 de 1899, sala siglo XX, sección 1. Agricultura y ganadería, clasificación anterior, cajón 59, exp. 2.

43

Hasta este punto podemos delinear la presencia de distintos actores

sociales en la zona serrana que conectaba a Sinaloa y Durango, aquí los

problemas se suscitaban entre los rancheros, actores sociales que

desplazaron a las antiguas comunidades y empezaron a hacer valer su fuerza

frente a las antiguas comunidades; vemos también que estos personajes

pugnaban por lo que consideraban sus derechos legítimos sobre los recursos

naturales, como el corte de maderas y agua que disputaban a las compañías

mineras. Y también vemos cómo su idea de las funciones de las autoridades

giraba en torno a que intercedieran por los que consideraban como sus

derechos legítimos.

La idea de que las autoridades debían apegarse a lo que era de justicia

estaba presente también en la zona de rancherías y pueblos cercanos a

Mazatlán; uno de los conflictos más recurrentes eran los que se daban entre

la población y las autoridades locales. Las fuentes de descontento giraban en

torno a la recaudación de impuestos que era percibida como injusta por la

población de rancheros que no dudaban en expresar su inconformidad.

Como caso tenemos que en el año de 1909, la población de El Recodo

se manifestó ante el ayuntamiento frente a la acción del síndico del lugar,

quien tenía veinte años en el cargo, por lo cual los pobladores pedían que

éste fuera destituido antes de que surgiera un problema de gravedad entre tal

autoridad y la población. Entre los agravios que habían sufrido se encontraba

el que:

“el 22 del corriente mandó llamar Adolfo Flores y lo metió a la cárcel el cual no ha venido, otro día mando llamar otros tres y no han ido por temor del rumor que dicen que los van a llevar al cuartel a todos. Creo que el encerrado no tenga causa mas hacemos conocer un abuso, de mil que a cometido que estando en construcción dos cuartos de 5 y ½ por 9 metros los cuales iban a estar acabados se faculto en empadronarlos en la recaudación poniéndolas en cien pesos cada uno y a que viene ejecutando el pago por doscientos cada uno y por tales motivos el pueblo no tiene sosiego.”53

La relación de la población con las autoridades se volvía conflictiva

cuando se presentaban casos como este en el que había encarcelamientos 53 AHMM, Fondo Presidencia, caja 81, núm. 66.

44

injustificados. A esto se sumaba que la tranquilidad era perdida ante la rapaz

persecución de los cuerpos de rurales, las denominadas acordadas, que

habían cometido atropellos como los de “mujeres violadas en presencia de

sus padres, hombres asesinados a machetazos en los brazos de sus esposas

o hijas, casas incendiadas y saqueadas en nombre de la ley, trabajadores del

campo arrancados de los hogares para llevarlos a los cuarteles.”54 Estos

grupos de rurales iban dejando una estela de atropellos en los distintos

lugares por los que pasaban; en 1910, en vísperas de la Revolución, se

reportaba en la prensa que “la gente de Villa Unión está que no cabe por

temor de ser víctima de algún atropello que cometan los rurales confundiendo

a algún pacífico vecino con el primer bandolero que persiguen.”55

La presencia de los rurales porfirianos, odiados por la población, se

encontraba frente a un clima en que el uso de las armas era una constante,

de igual manera de Siqueros se reportaba en octubre de 1910 sobre la

llegada de rurales “con objeto de aprehender a unos revoltosos, de esos que

acostumbran hacer disparos a deshoras de la noche, alarmando al pacífico

vecindario.”56

La presencia de rurales porfirianos, el enfrentamiento frente a aquellas

autoridades locales que cometían actos percibidos como injustos tales como

encarcelamientos, se conjugaban con el cobro de impuestos que afectaban a

la población. En este sentido volvemos al caso ya mencionado del síndico del

Recodo, y tenemos que estos casos de protesta ante las recaudaciones

voraces se extendían a los impuestos por degüello de reses, ante esto aún en

el mes de septiembre de 1911 los pobladores de La Noria, ranchería de

Mazatlán se quejaban por los altos montos que pagaban por este impuesto,

los pobladores manifestaban que pagaban una contribución de cinco pesos

cuarenta y seis centavos, lo que decían era “la misma contribución que

antes”, y decían que consideraban injusto que además se les cobrara

54 Luis Zúñiga, Carrasco en la Revolución, apuntes para una biografía, Culiacán, DIFOCUR, 1992, p. 6. 55 El Correo de la Tarde, 27 de octubre de 1910, p. 1. 56 El Correo de la Tarde, 3 de octubre de 1910, p. 4.

45

derecho de piso en el mercado, además de pedir que se les disminuyera la

contribución por degüello.57

Es interesante señalar que a partir de 1911 en varias rancherías parte

importante de la población se negó a seguir pagando los impuestos por estos

derechos de degüello; para el año 1912 las autoridades expresaban la

negativa generalizada en las poblaciones del distrito para pagar este

impuesto.58 De igual manera, no era solamente ante los impuestos de

degüello de reses frente a los que había resistencia, sino que en enero de

1911 los pobladores de Villa Unión, representados por Tomás Reyes, quien

meses después se levantó en armas, expresaban que había malestar por el

cobro de derechos por el uso de carros, carretas y carretones en los que

transportaban sus cosechas, ante el cual se habían resistido desde el año de

190659. De esta manera tenemos que la población de las rancherías como

Siqueros, El Recodo, Villa Unión, Walamo y La Noria, enfrentaban la acción

de las autoridades, en asuntos como las injusticias, acordadas que los

perseguían y los impuestos, que se extendían también a los que se aplicaban

sobre su propiedad, así como las ventas de su ganado y los productos de sus

fincas agrícolas. En estas rancherías fue donde más tarde se formó el

contingente de rebeldes que se sumaron a las tropas de Justo Tirado,

ranchero de Palma Sola, una de esas rancherías de Mazatlán, quien nutrió su

contingente con rebeldes de las poblaciones ya mencionadas y se levantaron

contra el gobierno del maderista José María Rentería, y posteriormente se

declararon zapatistas.

57 AHMM, Acta de Cabildo sesión del día 13 de septiembre de 1911, foja 286. 58 AHMM, Acta de Cabildo sesión del día 6 de marzo de 1912, número 35. 59 AHMM, Fondo Presidencia, caja 83, exp. 62.

46

CAPÍTULO II

LA REVOLUCIÓN MADERISTA

2.1 Los rebeldes maderistas

Una de las preguntas fundamentales en este apartado, radica en encontrar

quiénes eran los rebeldes que se levantaron en armas a fines de 1910 y a

inicios de 1911, ya que hasta el momento lo que conocemos de manera más

certera se encuentra en los jefes más visibles del levantamiento, y en esta

búsqueda se encuentra el asunto de conocer dónde lograron sus mayores

adhesiones, quiénes los seguían y por qué motivos.

Por otra parte se encuentra la relación de los rebeldes con el

maderismo, es decir, si éstos se lanzaban a la lucha en consonancia con las

ideas del movimiento político que se había formado alrededor de la figura de

Madero, o lo hacían de acuerdo a las circunstancias particulares de su vida.

En todo caso, la pregunta es acerca de cuáles eran los motivos que los

convirtieron en rebeldes maderistas.

Estas preguntas no tienen una sino múltiples respuestas, ya que

aquellos que se sumaron al levantamiento maderista lo hacían bajo distintas

razones, para algunos sumarse a las guerrillas dependía de las

circunstancias inmediatas de su vida, en algunas ocasiones asociado al temor

a perder sus posesiones; en otras ocasiones se debía a que no tenían nada

que perder y la guerra era una oportunidad de mejorar sus condiciones de

vida; otros habían seguido la figura de Madero y estaban convencidos de que

unirse a la lucha a que el personaje convocaba significaría la solución a los

problemas en los que se encontraban, para ellos el llamado del personaje

representaba una oportunidad.

En todo caso, el estudio de la revuelta maderista se centra en la

búsqueda de la pluralidad de motivos que llevaron al levantamiento de los

rebeldes, en esta pluralidad fue donde confluyeron las circunstancias de la

47

vida local, que dieron origen a un levantamiento popular que se empalmo con

un levantamiento de orden político, alrededor de la figura de Madero.60

En mayo de 1909 los licenciados Emilio Vázquez, Toribio Esquivel y

Francisco I. Madero, hacendado de Coahuila, firmaron el programa del Centro

Nacional Antirreeleccionista, y declaraban: “Debido a las profundas raíces

que el sistema absolutista del gobierno del general Díaz ha echado en

nuestro país, la dictadura amenaza prolongarse con su sucesor…hemos

creído de nuestro deber, unirnos para luchar por el triunfo de principios

democráticos de la “efectividad del sufragio efectivo y no reelección”.

Además en su programa establecían como primer punto el hacer una amplia

propaganda con el fin de procurar que el pueblo ejercite sus derechos y

cumpla con sus deberes de ciudadanía.”61

En ese momento, el antirreeleccionismo se lanzó bajo una serie de

giras políticas que Francisco I. Madero había emprendido por todo el país,

hablaba de la democracia, el patriotismo, la lucha contra la dictadura, pero

más allá de sus propuestas su movimiento generó oportunidades políticas

inusitadas para aquellos que habían sido desplazados por la dictadura.

De manera anterior al desarrollo de la campaña antirreeleccionista, en

Sinaloa ya había ocurrido una campaña política que dio muestras de la

escisión de las elites locales. La muerte del gobernador Francisco Cañedo en

junio de 1909 desató de manera inmediata una campaña política para

designar a su sucesor. En esta campaña contendieron Diego Redo y José

Ferrel. Redo representaba a los círculos más cercanos a Porfirio Díaz,

además tenía el apoyo de Ramón Corral quien era contendiente a la

vicepresidencia de la república en la campaña que se abriría en 1910 y tenía

especial interés en reforzar su círculo de gobernadores adeptos. Por otra

parte José Ferrel, era un periodista que se encontraba en la Ciudad de 60 Es necesario apuntar que uno de los principales objetos de análisis de esta tesis se basa en marcar que aún cuando el levantamiento político alrededor de la figura de Madero ha triunfado, el levantamiento popular sigue en pie. El zapatismo que estalla en 1911 es una forma de rebeldía frente a la figura de Madero, y en este momento en el que surgen guerrillas zapatistas que se enfrentan al ejército maderista es cuando es más patente el que hay un movimiento revolucionario muy marcado por las circunstancias de la vida local, donde hay una revuelta popular en pie a pesar de los intentos del gobierno por desarmar las expresiones de la misma. 61 Roque Estrada, La Revolución y Francisco I. Madero, primera, segunda y tercera etapas, [fotocopia proporcionada por Jesús Gómez Fregoso] p. 79.

48

México y fue invitado por su primo Francisco Valadés, dueño del periódico El

Correo de la Tarde, a ser representante de la campaña opositora en el

estado.62

La campaña de Redo fue apoyada por grupos políticos apegados al

poder porfirista, los cuales estaban concentrados en Culiacán, ciudad sede

del poder estatal, mientras que la campaña opositora de Ferrel estubo

organizada por los comerciantes, profesionistas y miembros de las clases

medias de Mazatlán. La pugna entre ambos candidatos reflejaba a su vez el

enfrentamiento entre los grupos con mayor poder económico y político en el

estado que se concentraban tanto en Mazatlán como en Culiacán. En

Culiacán, se concentraba la élite que tenía el poder político en el estado,

mientras que en Mazatlán se concentraban el poder económico de los

comerciantes y también las aspiraciones de la clase media. El enfrentamiento

entre ambos candidatos y el apoyo que recibían de una u otra ciudad nos

recuerda a los enfrentamientos políticos entre liberales y conservadores que

marcaron el siglo XIX, en los que los grupos más influyentes de ambas

ciudades apoyaban a una u otra facción para ganar mayor poder.

En todo el estado se formaron setenta y cinco clubes políticos que

apoyaron al redismo, mientras que torno a Ferrel surgieron cincuenta y tres

clubes. Debemos destacar por igual que la campaña de Ferrel tubo como

particularidad la presencia simbólica del candidato debido a que éste nunca

estuvo presente en el suelo sinaloense, lo cual fue posible en primera

instancia a la intermediación de líderes políticos agrupados en el Club

Democrático Sinaloense, así como una intensa campaña instrumentada

desde las páginas del periódico El Correo de la Tarde que dirigía su primo

Francisco Valadés.63

En esta campaña, uno de los elementos más importantes fue la

participación de actores rurales, sobre todo por la formación de clubes

políticos en estos espacios. La coyuntura de 1909 les dejo la experiencia de

participar de una manera activa en la política, lo cual tuvo consecuencias que

62 Azalia López González, Rumbo a la democracia: 1909, Culiacán, Facultad de Historia, UAS/ COBAES, 2003, pp. 37, 66. 63 Ibid., pp. 53-57.

49

sólo podemos entender si las comparamos con casos como el de la campaña

en el estado de Morelos en el mismo año, donde la contienda entre el

candidato oficial Pablo Escandón y Patricio Leyva fue parte de la coyuntura

que hizo surgir actores que desafiaron al poder porfirista, uno de ellos

Emiliano Zapata. En Sinaloa ambos candidatos tomaron en cuenta a estos

actores rurales que estaban fuera de la capital. Un representante de quienes

se vieron envueltos en la política fue el del ferrelista Martín Espinoza, hijo de

Trinidad Espinoza un labrador originario de Acaponeta en Tepic; Martín creció

en el Rosario, y para el año de 1909 tenía veintinueve años de edad y era

dueño de un rancho en la localidad. Este personaje se inscribió en el Partido

Democrático Sinaloense de Mazatlán, por que lo comisionaron para hacer

propaganda en el distrito de Concordia, “formando clubs, encabezando

manifestaciones hostiles al gobierno dictatorial, distribuyendo proclamas,

folletos y cartillas cívicas” el día de las elecciones fue encarcelado, acusado

del delito de sedición y después de este episodio decidió huir hacia Altar

Sonora, ahí pasó tres meses, luego se fue a Estados Unidos y de ahí regresó

a la ciudad de México donde se afilió al partido antirreeleccionista.64

El desenlace para algunos de los que participaron en la campaña de

1909 fue similar a la experiencia que vivió Espinoza, el encarcelamiento, la

persecución y sobre todo la frustración de ver que el 9 de agosto fue

declarado el triunfo del candidato oficial. Cuando en enero de 1910 Francisco

I. Madero y Roque Estrada llegaron al puerto de Mazatlán, buscaban

encontrar adeptos entre estos personajes que habían participado en el

ferrelismo. En el puerto fueron recibidos por Heriberto Frías, el antes militar y

después narrador de la represión de Tomóchic, Chihuahua, quien había sido

uno de los directores del club democrático sinaloense, y Francisco Valadés,

en la entrevista con Madero estos le expresaron que no podían colaborar en

la campaña debido a que “la campaña ferrelista los había dejado maltrechos;

tenían según ellos amenazas del gobierno, y sobre todo, razones

poderosísimas que no podían exponer.65 No obstante las declaraciones de los

64 Archivo Histórico de la Defensa Nacional, en adelante AHDN, Sección de cancelados, Exp. XI/III/2-877, Espinoza Segura, Martín. En 1911 Espinoza saldría al frente de un contingente revolucionario del distrito del Rosario y haría campaña en Tepic donde fue jefe político y en 1912 enfrento la rebelión del zapatista Miguel Guerrero. 65 Roque Estrada, op. cit., p. 152.

50

líderes ferrelistas Madero logró reunir a dos mil asistentes a una carpa del

circo Atayde, donde se constituyó el Centro Nacional Antirreeleccionista de

Mazatlán.66

Madero y su acompañante el Lic. Roque Estrada siguieron la ruta del

Ferrocarril Sudpacífico hacia Culiacán, llegando el 4 de enero y siendo

recibidos por un grupo de obreros y comerciantes. En el mismo lugar se

formó otro Centro Nacional Antirreeleccionista, que tuvo como presidente al

Ing. Manuel Bonilla y como miembros a Rosendo Verdugo, Ramón Saavedra

Gómez, Amado A. Zazueta, Francisco Ramos Obeso, Crisóforo Avendaño.

Jesús I. Penne. Benigno A. Zazueta, Jesús M. Burgos, Manuel C. Prieto y

Manuel C. Prieto.67

Siguiendo su gira, al siguiente día formaron el club antirreeleccionista

de Angostura, con los señores Antonio Cuadras, Elías Mascareño, Antonio

Domínguez y Rudensindo Mascareño Urías, quienes fueron los

representantes del mismo. Aquí Roque Estrada apuntaba “la gente de campo

se mostraba serena y decidida en pro de la causa antirreeleccionista; en la

clase rural ex ferrelista no había producido decaimiento ninguno la pasada

derrota: demostraba más energías que sus ex directores.”68

Finalmente, el 6 de enero Madero y Esquer visitaron Mocorito y

Sinaloa, donde los trabajos de organización y propaganda recayeron sobre

Gabriel Leyva Solano, otro ejemplo de esos actores al margen del régimen,

para quienes la coyuntura política representaba nuevas oportunidades. Leyva

se mostró dispuesto a levantarse en armas en caso de que fallara la vía de

las elecciones, ahí agregó la frase “¡sólo a garrotazos en el hocico suelta las

mazorcas el cochi!”69

En el distrito de Sinaloa se dio el conflicto de los indígenas de Ocoroni

contra José María Rojo y T. Laura, quienes el año 1880 habían denunciado

como baldíos los terrenos de dichos naturales de Ocoroni; los indígenas

acreditaban su propiedad de acuerdo a títulos que poseían, lo cual había

66 Alonso Martínez Barreda, óp. cit., p. 39. 67 Francisco Ramos Esquer, La verdadera revolución en Sinaloa, [fotocopia proporcionada por el Dr. Alonso Martínez Barreda], p. 28. 68 Roque Estrada, óp. cit., p. 154. 69 Ibid., p. 30

51

desatado un problema por la posesión de la tierra que los enfrentaba con los

denunciantes que se amparaban en la Ley de Terrenos Baldíos.70

En esta región había desempeñado su trabajo como litigante Gabriel

Leyva, un abogado que había defendido a distintos sectores de la población

en el centro-norte de Sinaloa, uno de estos actos de litigio fue a favor de los

vecinos de Cubirí de Portelas que emprendieron acciones tendientes a

recuperar sus tierras que se encontraban en posesión de Francisco Mussot

Cebada71 en un conflicto por sus tierras frente a José María Rojo, y quien se

había desempeñado en el Juzgado de 1ª Instancia de Culiacán, quien en

1907 tras haberse afiliado al reyismo renunció a su puesto, se trasladó al

distrito de Sinaloa e instaló un bufete de abogados en unión del licenciado

Tortolero y Vallejo.72

Gabriel Leyva había sido contrario al gobierno porfirista en el estado,

muestra de ello fue que en la campaña a la gubernatura del estado en 1909

se sumó a la candidatura de José Ferrel, quien competía contra el candidato

porfirista Diego Redo. Más tarde fue partidario de Francisco I. Madero, con

quien mantenía correspondencia, y a partir de la misma éste le había

confiado la misión de hacer propaganda política a favor de su candidatura en

Guasave, Ocoroni, Angostura y demás comunidades circunvecinas.73

A través del escrito de Emiliano Z. López quien hace un escrito basado

en las memorias de Maximiano Gámez –que pasó de ser un ranchero en el

distrito de Sinaloa a miembro del ejército maderista- tenemos acceso a una

posible a una posible reconstrucción de la campaña de proselitismo político

que Leyva empezó a hacer entre la población rural, en la que fueron

importantes sus relaciones con la población rural, en la cual inició el recorrido

por los pueblos, con esos actores con los que estaba ligado. El personaje

había logrado atraer una serie de seguidores, sobre todo en aquellos que lo

70 AGN, FFIM, vol. 64, exp. 2766, fs. 1. 71 Elsa Guadalupe González Zazueta, Gabriel Leyva Solano: protomártir de la revolución, U de G, [tesis de maestría en historia, inédita], Guadalajara, 1980, p. 15. 72 Manuel Estrada Rousseau, “¿Quién fue Gabriel Leyva?”, en Resonancias de la lucha, ecos de la epopeya sinaloense 1910, imprenta mundial, México, DF, p. 20. 73 Ibíd., p. 21.

52

miraban como un defensor frente a los caciques porfirianos de los que habían

sufrido vejaciones.74

Uno de sus seguidores más apegados fue Maximiano Gámez, un

ranchero originario de Cabrera de Inzunza, en el distrito de Sinaloa, quien se

unió a este personaje para hacer propaganda maderista en las rancherías del

distrito. Relata Gámez que Leyva y él salieron del pueblo de Sinaloa el 2 de

junio de 1910, pasando por los ranchos de Baburia, Aguacaliente de Cota, la

hacienda del Salado, Macozari y el poblado llamado El Veranito.

Podemos ver que Gámez, un actor rural quien había entrado en

contacto con las ideas sobre el maderismo que Leyva le había comunicado,

trataba de hacer lo mismo con la población de las distintas localidades que

iban recorriendo, así relata cómo iba transmitiendo estas ideas: “no me fue

difícil encontrar adeptos, aunque no podía hacerles explicaciones claras,

como Leyva me las había hecho, ya que únicamente me concretaba a

decirles: las elecciones para presidente de la República se aproximan; hay

que dar el voto a favor del señor Francisco I. Madero; pero lo más probable

es que el gobierno no nos deje ejercer nuestros derechos y nos extorsionará

de diferentes modos, y una vez que estemos convencidos que no nos dejan

votar libremente, nos levantaremos en armas, todo el pueblo”.75

En este recorrido de los personajes por los poblados cercanos a la

cabecera del distrito pasaron por Cabrera de Inzunza, donde hicieron una

campaña a favor de Madero, apoyada en gran medida en los lazos de la

familia Gámez.76 Maximiano Gámez relata cómo llegaron a Cabrera el día 8

de junio de 1910 “con el objeto de reunir allí a todos mis familiares y demás

amigos que estaban de acuerdo con nuestras ideas, y para poder reunirlos,

mandamos varios citatorios, siendo el primero en presentarse con nosotros

Narciso Gámez”.77

74 Emiliano Z. López, “Del pasado revolucionario”, basado en una narración del señor coronel don Maximiano Gámez, en Resonancias de la lucha, ecos de la epopeya sinaloense 1910, México, imprenta mundial, p.33. 75 Ibíd., p.45. 76 Cuyos miembros eran: Narciso, Antonio, Jesús, Pedro, Carlos, Leonardo, Gabriel, Trinidad, Casiano, José, Manuel, Nicolás. Rafael, Sóstenes, Juan, Gláfiro, Marcos y José Epifanio. 77 Ibíd., p. 47.

53

Lo que no debe olvidarse es que este pasaje es una reinterpretación,

un escrito hecho a la luz de los sucesos históricos, el cual pasó primero por el

tamiz de la reconstrucción de la memoria de Gámez y después del autor del

escrito basado en las memorias de quien llegó a ser general. Esto lo

apuntamos debido a que en la narración parece haber una visión teleológica

sobre los hechos, partiendo del movimiendo armado se reconstruye lo que

pasaba al momento de la campaña política, para explicar que las raíces de su

movimiento ya estaban previstas desde la campaña.

Como en toda historia, los antagonistas de ésta eran los personajes

porfirianos que no miraban con buenos ojos la campaña, entre ellos

encontramos a José María Rojo, quien se encontraba en el conflicto por los

terrenos frente a los indígenas de Ocoroni; así como los señores Tarriba,

Fortino Peña, y Octaviano Alcalde. De la misma manera las autoridades del

distrito habían iniciado una persecución sistemática entre los seguidores de

Leyva.

Uno de estos hombres que se había unido con Gabriel Leyva y había

sufrido la persecución de las autoridades era Epifanio Briones, quien se unió

a hacer propaganda maderista en Maripa, Sinaloa; así en una carta posterior

al presidente Madero, enviada a fines del año de 1911 con el fin de convencer

al presidente de cómo se había arriesgado por su causa le expresaba cómo

mientras hacía tal propaganda en el año de 1910 había sido amenazado por

el prefecto del distrito de Sinaloa, “me citó el prefecto Antonio Barrera y me

dio muy enérgica amonestada, y me amagó con decirme que me dejara de

esos trabajos que podía costarme un dolor de cabeza, y le contesté que creía

no cometer ningún delito”.78

Por igual, un poblador de Guasave, del distrito de Sinaloa, Carlos

Castro expresaba por igual “como correligionario que fui del mártir Gabriel

Leyva sacrificado en Sinaloa, sufriera tantos atropellos y vejaciones que me

llevaran a una ruina espantosa, cuyas fatales consecuencias sufre mi

numerosa familia…he perdido toda esperanza de ayuda de parte del gobierno

78 AGN, FFIM, caja 63, exp. 2212, f. 3.

54

local, pues veo que los que efectivamente sufrimos por la causa quedamos

ignorados por este gobierno.”79

Esta carta que Castro enviaba a Madero llevaba una intencionalidad,

que era la de convencer al presidente de que en la campaña a su favor había

sufrido bastante y que ello le había traído las peores consecuencias, a pesar

de que esta era una carta de convencimiento, no debemos dejar de lado que

todo relato, incluso la ficción tiene un referente de realidad. Incluso en el caso

de que Castro estuviera mintiendo, esa mentira para ser creíble debía tener

referente en algo real, en este caso las dificultades sufridas por aquellos que

participaron en la campaña de Madero y el asunto de quienes fueron dejados

de lado por el gobierno local.

Regresando a Leyva vemos que había logrado atraer a una serie de

seguidores, entre los que surgieron aquellos que estuvieron dispuestos a

levantarse en armas junto con él. El 12 de junio Leyva y los hermanos Gámez

ya habían conformado una guerrilla, la cual tuvo un enfrentamiento en

Cabrera de Inzunza con un escuadrón de rurales al mando del comandante

Ignacio Herrera y Cairo. En este episodio Leyva cayó prisionero y fue

conducido a la cárcel de la Villa de Sinaloa por los delitos de sedición,

homicidio y lesiones. El resto es la historia en la que se fincó la leyenda del

personaje como mártir de la Revolución, quien se había adelantado a

levantarse en armas y que fue asesinado por los jefes de la acordada.

Del movimiento que Leyva había iniciado quedó la lucha que iniciaron

los hermanos Maximiano y Narciso Gámez, quienes formaron una guerrilla

que operó en el distrito de Sinaloa.80 Esta guerrilla se alzó como maderista, y

su tropa se aglutinaba alrededor de la figura de estos jefes, a ellos

mostraban su adhesión, el grueso de la misma estaba integrada por

indígenas del distrito de Sinaloa que se mantenían subordinados a estos

líderes.

79 AGN, FFIM, caja 3, exp. 44, f. 2. 80 En abril de 1912 la guerrilla de los Gámez seguía operando en la Villa de Sinaloa, cuyos jefes se habían mantenido leales al gobierno maderista, cuando estos jefes pidieron fondos para el sostenimiento de su tropa el gobierno les expresó no tenerlos y daban como solución que se unieran al jefe Pedro Ojeda que combatía al zapatismo en el estado. No obstante los miembros de tal guerrilla, quienes eran un grupo de indígenas, expresaban que no pelearían bajo ningún otro jefe que no fueran los Gámez.

55

Por otra parte, en la región sur de Sinaloa, en el distrito de Mazatlán,

surgieron los jefes Justo Tirado, en Palma Sola, Elpidio Osuna de El Quelite,

Juan Carrasco de El Potrero, Tomás Reyes de Villa Unión, quienes eran

principalmente hombres que vivían de sus labores del campo, donde fueron

creando lazos entre las comunidades en las que vivían, ya que no eran

simples campesinos sino que tenían posesiones y una historia de

enfrentamiento frente a las autoridades, por el cobro excesivo de los

impuestos sobre sus propiedades, degüello, propiedad y venta de terrenos.

Entre ellos Justo Tirado, quien era agricultor y tenía un negocio de

producción de cal en el rancho de Palma Sola se había visto involucrado en

los clubes maderistas de Mazatlán. Tirado era un actor rural con poder e

influencia en su región y se alió a este grupo de comerciantes y personas

potentadas del puerto que habían estado al margen del poder. Este personaje

estaba ligado con su compadre Juan Carrasco, con quien compartía

características similares como el tener fuertes lazos con la población de la

ranchería en donde vivía, y convertirse en muchas ocasiones en el

intermediario entre la comunidad y las autoridades del distrito.

Es interesante ver cómo la campaña de Madero se extendió allende las

ciudades, el caso de Mazatlán es importante ya que “a partir de esta ciudad el

antirreeleccionismo se extiende, a través de las relaciones familiares, a todas

las tierras interiores de Mazatlán, hasta las montañas de la sierra de

Durango”81. Los puntos por donde caminaba la campaña de Madero podían ir

desde los habitantes de las ciudades hasta las redes tradicionales, las redes

de familia o la clase media rural, estos grupos tuvieron una participación en la

política, que si bien no se daba en forma de clubes como en las ciudades, se

podía expresar mediante el levantamiento de sus regiones de influencia.

Por su parte Juan Carrasco era uno de estos actores rurales que había

tenido conocimiento de la campaña maderista, había nacido en el año de

1876, explotaba minas de cal y sembraba pequeñas porciones de tierra de la

comisaría de “El Potrero”, no sabía leer ni escribir. El personaje por sus

negocios con la cal viajaba frecuentemente a Mazatlán donde se relacionaba

con hombres de negocios e iba tejiendo lazos con los pobladores mazatlecos 81 François-Xavier Guerra, op. cit., p. 165.

56

“Juan era amigo de correr juergas que siempre tenían su desarrollo en el

Mercado o en otros sitios concurridos por elementos trabajadores, fue así

como se fue creando una aureola de popularidad”.82

En estos viajes para llevar cal a Mazatlán, en los días de mercado en

los que se conocían los rumores, por medio de las relaciones con los

comerciantes había tenido noticia de la campaña maderista y conocía acerca

del movimiento armado que se estaba preparando. A su vez el personaje se

convertía en un medio para propagar en las rancherías la noticia de un

levantamiento: “Día a día amanecían entre el público comentarios sobre lo

que Juan Carrasco había dicho la noche anterior en tal o cual reunión, con

relación al movimiento armado, que ya se iba haciendo grande a pesar de los

inútiles esfuerzos del porfirismo.”83

En este momento la campaña maderista había sido un elemento

retomado por las clases de profesionistas, estudiantes, obreros, empleados

del puerto, ésta se había asentado en las ciudades, en ella participaron

personajes urbanos, letrados, pero frente a ésta existía una población

ampliamente rural, que practicaba lo que François-Xavier Guerra llama la

verdadera política de los clanes, de familias, amigos, compadres.

Antes de que este maderismo urbano pudiera triunfar fue necesario

recurrir a los actores rurales, a los rancheros, población serrana que se

levantara en armas, quienes se levantaron por motivaciones muy distintas a

la democracia que se anunciaba en los clubes políticos. No obstante las ideas

de la campaña maderista no se trasladaron de forma inmediata a la

conformación de ejércitos revolucionarios, para ello se necesitaba que

entraran en escena estos actores cuya vida local, cuyas motivaciones

inmediatas los llevaran a alzarse en armas.

El verdadero temor estaba en estos actores rurales que habían entrado

en contacto con la política urbana, pero quienes no deben interpretarse que

hayan tomado de manera automática el llamado del maderismo urbano, sino

que lo pasaron por el tamiz de sus propias motivaciones, de las localidades y

la población en la que se tejían sus relaciones de vida. Eran estos actores

82 Luis Zúñiga, óp. cit., p. 14. 83 Ibíd., p. 14.

57

quienes tenían verdaderas posibilidades de levantarse en armas, contra ellos

se había volcado la vigilancia porfirista: “con ese motivo circulaban noticias

que los ponían en peligro, quitándoles la tranquilidad, pues eran objeto de

vigilancia, de molestias sin fin, de persecusiones, de aumento de impuestos y

hasta de aprehensiones injustificadas. Don Justo Tirado, su hijo Isidoro, Juan

Carrasco, Sebastián Gamboa, los hermanos Osuna, y muchos otros eran

objeto de estrecha vigilancia”.84

Matías Pazuengo, quien se levantó en armas en el distrito de San

Dimas con una guerrilla de veinticinco hombres, relata de cómo había

seguido el llamado a las armas al que convocaba Madero a través de la

prensa, y que a partir del mismo había iniciado la labor de convencimiento de

los operarios que tenía bajo sus ordenes para levantarse en armas siguiendo

el movimiento maderista: “en el mes de junio de 1910, encontrábame (sic) en

un campamento que se llama Río Verde, Distrito de San Dimas, Durango,

casi en la frontera de esta entidad y en sus límites con Sinaloa. Allí comencé

a recibir noticias por la prensa de que la revolución iniciada por don Francisco

I. Madero, sería un hecho, dado el entusiasmo que produjo la gira política de

tan insigne ciudadano en los estados de Chihuahua, Coahuila y Durango; y

como los acontecimientos se desarrollaron cada día más y más a favor de la

santa causa de las libertades, comencé mis trabajos muy cautelosamente,

acercándome a los operarios que tenía bajo mis órdenes, exponiéndoles la

conveniencia de secundar el movimiento.”85

El caso del contacto de Pazuengo con la campaña maderista es

interesante si tomamos en cuenta que menciona que fue a través de la

prensa, en una sociedad en la que la vida era de carácter local, donde las

noticias circulaban por el rumor o viajaban de un pueblo a otro con los

arrieros. Sin embargo, lo que es más significativo era que en un campamento

minero el personaje haya iniciado una labor de convencimiento, ahí en ese

campamento fue donde hablo del levantamiento armado. La duda que nos

queda es de qué manera estas noticias de prensa, acerca de un

levantamiento armado podían llegar al personaje, y luego de qué manera este

84 Ibíd., p. 15. 85 Matías Pazuengo, La Revolución en Durango, Comisión Editorial del Congreso del Estado, 1988, p. 9.

58

logró convencer a los operarios para que se levantaran en armas, de qué

forma se había recibido el mensaje de Madero, o cómo los ecos de un

levantamiento podían tocar las circunstancias inmediatas en las que

transcurría su vida. Así pues, el estallido de la revolución de 1910 vista en

este nivel expresaba, cómo se conjugaban las circunstancias inmediatas de

los rebeldes, que se movían en la dinámica de su vida local, frente al

surgimiento de un movimiento que estaba por encima de ese localismo, el

maderismo se había convertido en un llamado general, que aglutinó a grupos

rebeldes en distintos lugares.

Pazuengo nos dice de cómo desde el mes de junio de 1910 hasta

noviembre del mismo año había estado realizando esa labor de

convencimiento, donde los operarios dudaron acerca de la conveniencia de

levantarse hasta no estar seguros de que habría posibilidades de que su

movimiento no fuera a fracasar.86 Tenemos así que para levantarse en armas

necesitaban cierta seguridad, por lo menos la de que su movimiento era

general, que no serían un grupo suelto condenado al fracaso, en este mismo

sentido, las noticias del levantamiento de otros rebeldes, en los estados de

Chihuahua, en Coahuila, y el de los mismos rebeldes de Sinaloa, fueron

factores que les dio la seguridad que necesitaban.

En este mismo sentido, la revolución maderista había surgido de los

ámbitos locales, otro de los puntos de esta geografía de la revuelta maderista

surgía en torno a los hermanos Arrieta,87 fueron quienes se pusieron al frente

de las guerrillas que revolucionaron en el partido de Tamazula, eran

descendientes de Teófilo Arrieta, quien tenía una historia que lo ligó a la lucha

de Reforma de lado de los liberales. Éste había denunciado un terreno baldío

en la Sierra Madre, en la municipalidad de Topia, que pertenecía al partido de

Tamazula. El terreno se llamaba Vascogil, y le había sido adjudicado de

acuerdo a la ley de 1863 para la enajenación de terrenos baldíos. La familia

tenía entonces una posesión de tres pequeñas fincas urbanas donde el

denunciante tenía cuatro mozos, y sus terrenos se componían de una parte

86 Ibíd., p. 10. 87 Domingo Arrieta, nacido en 1874, Mariano Arrieta, nacido en 1862, Eduardo Arrieta, nacido en 1879, José Arrieta, nacido en 1890, quienes se levantan en 1911. Andrés Arrieta, nacido en 1879 (se levanta en armas hasta 1914).

59

de montes, la otra para pastar ganado y la última para sembrar, y medía en

total 414 hectáreas.88

Antes de la revolución, el mayor de los hermanos, Domingo Arrieta

había trabajado en las minas y como arriero, su trabajo consistía en

transportar metales y mercancía a los minerales de la región.89 Sus

posesiones eran un caballo que le había dejado su padre, y un arma. El

personaje había tenido problemas con la ley por haberse llevado a mujeres

con él que lo había llevado a estar encarcelado varias veces en la prisión de

Topia, por lo que esta vida de trabajo en los minerales, recorriendo las

poblaciones y los encuentros con las autoridades hacían que fuera teniendo

esa suerte de popularidad que acompañó a los jefes rebeldes, una especie de

aura como buen jinete, mujeriego y conocedor del terreno que le ganó

adeptos.

Domingo Arrieta y sus hermanos eran entonces hombres que tenían

su terreno de Vascogil como propiedad, la cual era significativa para ellos,

cuando estos se lanzaron a la revuelta, formaron una guerrilla en torno a sus

lazos familiares, con los mozos de sus tierras, y con los vecinos con los que

colindaba su posesión. Fueron reclutando seguidores en el partido de

Tamazula, en Canelas, Topia, Tepehuanes y se habían trasladado al partido

de Santiago Papasquiaro. En Santiago, paradójicamente se hicieron de

armas al asaltar a unos empleados de una compañía deslindadora, quienes

utilizaban tal armamento para hacer uso de la fuerza y despojar a aquellos

pobladores de comunidades que no podían presentar títulos de propiedad

que ampararan su posesión, y que tampoco tenían el dinero para adquirir los

derechos sobre las mismas.90 Actos como éste les valieron seguidores, con

ellos se unieron serranos que se caracterizaban por tener una excelente

puntería, hombres que practicaban la caza del venado.

Ahora regresamos a Martín Espinoza, el ranchero del distrito de

Rosario a quien habíamos dejado en la Ciudad de México después de que

88 Enrique Arrieta León, General Domingo Arrieta León: general de hombres libres, [inédito], p. 7. 89 Homenaje a los Generales Domingo, Mariano, Eduardo, Andrés y José Arrieta León, Durango, Gobierno del Estado de Durango, [fotocopia] p. 18. 90 Ibid, p. 26.

60

huyera de la persecución de las autoridades porfiristas. Después de tener

relaciones con el Partido Antirreeleccionista, este personaje huyo de la ciudad

cuando fueron encontrados los conspiradores maderistas con los que se

reunía y se traslado a Guadalajara junto a Rafael Buelna, este último fue a

hacer la revolución en Colima y por su parte Espinoza salió disfrazado rumbo

a Sinaloa, con ordenes de aprehensión de los gobiernos de Colima y Jalisco,

y así nos relata cómo reunió un grupo revolucionario en Rosario: “A mediados

de marzo llegué al rancho que poseo en el distrito del Rosario, haciendo

propaganda política y revolucionaria, y escogiendo seis hombres de los más

adictos y bravos, y armándolos convenientemente me sumé en Cacalotán, del

mismo distrito del Rosario, al jefe Don Justo Tirado, quien operaba al frente

de cuatrocientos hombres.”91

En esa pluralidad de motivos, podemos tomar el caso de uno de los

hombres que se une al jefe Juan M. Banderas, cuando a fines de 1910 se

refugió en la serranía donde se escondió de las autoridades, a la vez que

buscó quienes se unieran a su causa: “Banderas huyó rumbo a la sierra y se

escondió entre los barrancos, no muy lejos de Santiago de Los Caballeros, en

un lugar denominado Los Placeres. Allí empezó a reclutar gente.”92 En esta

búsqueda de adeptos se le unió el joven Jesús Caro Iribe, originario de

Santiago de los Caballeros, Badiraguato, un pueblo en las estribaciones de la

sierra, en que las principales actividades eran la minería, la agricultura y la

ganadería.

La figura de Jesús Caro Iribe, quizá marginal y desconocida dentro del

maderismo, resulta ilustrativa en tanto que nos da a conocer un caso de por

qué alguien se enrolaba en la Revolución. Por medio de la pluma de Carlos

Manuel Aguirre sabemos que era un joven de dieciocho años, el menor de los

hombres de una familia de diez hijos, quien poseía algunas cabezas de

ganado, una carabina 30-30 y una pistola calibre 44 que había heredado de

su padre.93

91 AHDN, Sección de cancelados, Exp. XI/III/2-877, Espinoza Segura, Martín. 92 Carlos Manuel Aguirre, Los carabineros de Santiago, testimonio de la vida y hazañas de Jesús Caro Iribe durante la Revolución, talleres de la sociedad cooperativa de El Diario de Sinaloa, 1992, p. 19. 93 Ibid., p. 18.

61

El joven Iribe vivía en lo que él dibuja como un pueblo un tanto aislado,

sin teléfono, ni telégrafo, y en el que se recibían las noticias por medio de

cartas de familiares y los relatos de viajeros que llegaban a la localidad. El

primer contacto que tuvo con la revolución no fue el de los clubes

antirreeleccionistas de los que tradicionalmente se habla, o de el llamado de

Madero a tomar las armas, sino los rumores y noticias de una revolución

encabezada por los jefes Juan Banderas y Ramón F. Iturbe: “yo escuchaba

absorto y entusiasmado al mismo tiempo lo que contaban las gentes. Me

dejaban fascinado las hazañas de Juan Banderas, de Ramón F. Iturbe y de

otros revolucionarios que ya empezaban a hacerse populares.”94

Así pues, Caro Iribe escuchaba que Banderas era un prófugo de la

justicia, que lo perseguían las tropas del gobierno federal por unas muertes

que debía, y en efecto esa era la visión que se tenía de los revolucionarios en

este primer momento, un revolucionario era ante todo un hombre fuera de la

ley, alrededor del cual se podía generar una figura mítica, que despertaba

fascinación, generaba popularidad y simpatía. No obstante lo que más nos

ilustra sobre el caso de Caro no está en que se haya unido al movimiento por

las simpatías que le despertaba Banderas, sino por aquello que perdería de

no hacerlo.

Relata cómo a su casa llegaron Eduardo Fernández y Mauro

Valenzuela, dos hombres de las tropas de Banderas, diciéndole: “si no

quieres entrar al movimiento –me aclararon- tendrás que entregarnos las

armas que te dejó tu padre y además proporcionarnos algunas bestias que

necesitaremos.”95 La entrada del personaje a la revolución se da por el temor

de perder todo aquello que tenía valor para él, donde lo material tiene un

significado, sobre todo las armas que identificaban a la población con la

práctica de la caza y la defensa de sus hogares ante un recuerdo no muy

lejano de la violencia decimonónica.

La figura de los jefes rebeldes iba creciendo en el imaginario popular,

así como Juan Banderas se convertía en una figura conocida, muchas veces

por el rumor, por las historias de sus hazañas, tenemos el caso de los demás

94 Ibíd., p. 19. 95 Ibíd., p. 21.

62

rebeldes maderistas a quienes se iban adhiriendo adeptos, quizá influidos por

la figura de tales jefes, por sus lazos de amistad hacía los mismos, u

obligados a sumarse a estos jefes. Lo que es innegable es que en su paso

por la sierra iban reclutando soldados, los cuales tenían distintos motivos

para unirse a ellos.

Un ejemplo de cómo iban creciendo los contingentes rebeldes lo

muestra la siguiente nota, en la que se ve que desde Santiago Papasquiaro a

Tepehuanes, que colindan con Tamazula, Durango se iban incrementando las

filas de los rebeldes “Es un hecho puesto fuera de toda duda que a partir de

Santiago, rumbo a Tepehuanes, son muy raros, casi puede asegurarse que

no existe una ranchería, poblado, congregación o hacienda en donde no se

hayan levantado en armas los sirvientes para unirse a los rebeldes, por lo que

la situación es grave en esos puntos. Es ya un hecho que de seguir como

hasta ahora no habrá siembras, pues nadie quiere exponer su dinero y perder

su trabajo.”96

La nota, que quizá exageraba que todas las rancherías estaban

levantadas, era certera en tanto que muestra la dimensión del levantamiento,

las poblaciones serranas se convertían en zonas de donde se iban reclutando

personas dispuestas a luchar. A veces se adherían a un jefe que iba ganando

popularidad, en otras ocasiones se veían obligados a dejar su trabajo y

adherirse a las tropas por una especie de leva revolucionaria. Sumarse a la

revolución era en ocasiones un asunto voluntario y en otras obligado. En

muchas ocasiones eran las circunstancias, como en el caso de Caro Iribe las

que ponían a los hombres detrás del fusil y en otras ocasiones era la

persecución de alguna promesa, estar en la lucha era dejarse guiar por

alguna esperanza.

2.2 Aparecen los rebeldes

En el año de 1911, en el Estado de Sinaloa aparecieron las primeras noticias

del movimiento maderista, por el mes de enero las autoridades y la prensa

empezaron a interesarse en las expresiones del levantamiento, las cuales

96 El Heraldo de Durango, 18 de abril de 1911, p.1.

63

siguieron con gran alarma. Pronto la región de la sierra madre occidental

pareció ser el terreno de las correrías de gavillas rebeldes, a las cuales aún

no se identificaba como maderistas, y que en un principio fueron

denominadas como gavillas de bandoleros, o grupos de revoltosos, cuya

presencia empezaba a preocupar cada vez más a los actores del antiguo

régimen.

Las guerrillas surgidas empezaron a ser identificadas en puntos de la

sierra de difícil acceso para las autoridades porfirianas, la amenaza era

semejante tanto para las autoridades de Sinaloa como las de Durango, dado

que los rebeldes estaban siendo reclutados en ambos estados, y no pasaría

mucho tiempo antes de que los jefes de la región unieran fuerzas y tomaran

los principales minerales de la sierra.

En este momento la presencia de forasteros despertaba el temor de

que se tratara de rebeldes que hubieran pasado los límites entre estos dos

estados, el caso se ejemplifica con el que “un contratista que llegó a la ciudad

de Durango en busca de trabajadores para laborar en los campos de Sinaloa

fue detenido porque lo vieron con un grupo de gentes.”97 Así pues la práctica

de reclutar trabajadores entre ambas entidades fue confundida con las

actividades de las guerrillas.

Una anécdota similar se contaba en Sinaloa, donde en la población del

Quelite se generaban miedos por la posible llegada de rebeldes “ya son

muchas las noches que no pegamos los ojos, ya por el simple borrego de que

los tenemos cerca o por el más mínimo ruido de un sonar de

espuelas…últimamente, ya yéndose el día, hicieron su entrada triunfal el

Ministro protestante, un agente de tarjetas postales y otras personas que con

ellos venían, y aquí precisamente tuvimos nuevamente para morirnos de

espanto.”98

En Durango la alarma por la revolución había iniciado desde noviembre

de 1910 con la toma de Gómez Palacio, por lo que el área de La Laguna fue

desde ese momento una de las zonas donde la rebelión tomó más fuerza. Sin

97 Gabino Martínez Guzmán, Juan Ángel Chávez Ramírez, Durango: un volcán en erupción, México, FCE, 1998, p. 86. 98 El Correo de la Tarde, 17 de febrero de 1911, núm. 8, 334, p. 3.

64

embargo, el mismo mes las autoridades del estado empezaron a preocuparse

por la actividad rebelde en la parte occidental, en la sierra, donde existía la

experiencia histórica de la lucha contra tribus indígenas no sometidas y el

bandolerismo, donde los cuerpos de montañas brindaban refugio a los

rebeldes.

En el estado de Durango resonaban los ecos del asalto de Gómez

Palacio, y por igual ya se hablaba de la presencia de rebeldes en la sierra

madre occidental “a finales de Noviembre la gente comentaba el surgimiento

de un grupo armado en el mero corazón de la sierra, en las quebradas de

Canelas y Topia.”99 Aún no se identificaba quienes eran los que encabezaban

este levantamiento, y resultaba difícil establecer las dimensiones de la

amenaza de los revolucionarios y separarla del simple rumor.

En la misma tónica por el mes de enero de 1911 la prensa en Sinaloa

no dejó de registrar notas, rumores, de la presencia de los revoltosos por la

sierra:

“ayer corría el rumor en Culiacán que por Badiraguato y rumbo a

Santiago de los caballeros (mineral) había aparecido una banda de

revoltosos.”100

Estos “revoltosos” aún no tenían nombre en la prensa, aún no se les

identificaba como revolucionarios, y su presencia giraba entre el invento y el

temor. Estos grupos armados empezaban a proliferar por los campos en

busca de un botín por medio del cual pudieran sustentar su guerra, eran

temidos principalmente por los comerciantes y mineros, ya que la actividad de

las guerrillas se dirigió hacia el asalto de los minerales, y las conductas de

metales.

Por otra parte, existía ambigüedad en cuanto al origen y propósitos de

estos grupos armados que se desplazaban por los campos, lo cual es patente

en la siguiente nota de la prensa de Durango, se puede ver así que la

editorial se resiste a tomar como revolucionarios a grupos que asaltan los

minerales, más cercanos a la figura del bandidaje que a la de revolucionarios:

99

Ibíd., p. 89. 100 El Correo de la Tarde, 6 de enero de 1911, p. 2.

65

”En el partido de Tamazula perteneciente a nuestro estado han aparecido grupos de individuos armados a los que por solo ese hecho se ha tomado por revolucionarios; el comercio y en general todos los hombres de empresa, que tienen invertidos fuertes capitales en aquella rica zona minera se han alarmado muchos con la presencia de esos grupos y al decir de nuestro informante ya se han dirigido al gobierno del Estado pidiéndole garantías.”101

El 9 de enero de 1911, en Coloma, partido de Tamazula, en Durango,

se reunieron esos rebeldes que resultaban desconocidos para las

autoridades, eran: Juan M. Banderas, con 21 hombres; Agustín Beltrán, con

25; José Ma. R. Cabanillas, con 14; Ramón Rangel Valenzuela, con 8;

Francisco Ramos Obeso, con 16; Conrado Antuna con 13 y Francisco Ramos

Esquer con 8; quienes sumaban un contingente de 105 hombres mal

armados, de los cuales se nombró jefe a Juan M. Banderas; a ellos se unió, el

10 de enero, Ramón F. Iturbe, al frente de 13 hombres.102

Este contingente de revolucionarios se conformaba de la suma de

distintas guerrillas que se habían conformado alrededor de un jefe, quienes

habían realizado una labor de reclutamiento de adeptos, con los que habían

marchado a la serranía, donde se refugiaron de las autoridades estatales.

Estos forasteros de Sinaloa habían llegado a Tamazula, provocando inquietud

de la población, generando incertidumbre. Aquí no se les preguntó como a

Eneas y los suyos –según consigna Tito Livio- de qué nación eran, de dónde

venían, qué revés de fortuna les había desterrado…y qué propósitos les

traían a los campos.103

En el vecino Estado de Durango, de inmediato se reconoció a los

rebeldes sinaloenses: “a mediados de Enero se hizo público el hecho de que

en un lugar denominado Mesa de Guadalupe de Urrea, ubicado entre

Tamazula y Topia, merodeaban un grupo de revolucionarios comandados por

un tal Juan Banderas. El gobierno mandó a los rurales a combatirlos pero

nunca los encontró.”104

101 El Heraldo de Durango, 3 de enero de 1911, núm. 681, p. 1. 102 Francisco Ramos Esquer, óp. cit., p. 48. 103 Tito Livio, Historia Romana, primera década, México, Porrúa, 1999, p.2. 104 Gabino Martínez Guzmán, Juan Ángel Chávez Ramírez, óp. cit., p. 90.

66

Así pues, la figura de los rebeldes era volátil, se desplazaban en la

serranía, se escondían entre los escalones montañosos, y en sus correrías

iban dejando el rastro del rumor, de su leyenda que iba creciendo poco a

poco. Los jinetes que aparecían en las montañas, eran objeto de temor para

algunos, así como de admiración para otros.

En enero de 1911 se temía que los rebeldes hicieran su aparición en

cualquier lugar; así, en Guadalupe los Reyes el conductor de las barras de

plata de la compañía minera había sido presa de este estado de alarma,

quien se negaba a transportar las mismas a la estación respectiva, ya que

“supo que en un lugar inmediato, por El Palmar, habían visto a cierto número

de hombres perfectamente armados, confundiéndolos con gente revoltosa,

pero después resultó que era un grupo de gente armada organizada para la

captura de un criminal.”105

Mientras se formaba esta nube de rumores, en la sierra los rebeldes de

ambos estados, empezaron a unir sus tropas, como lo ejemplifica la siguiente

nota donde el treinta y uno de enero de 1911 “un grupo de cien

revolucionarios se apoderó del pueblo de Tamazula. Se instalaron en las

oficinas de gobierno, requisaron armas, alimentos y nombraron a las

autoridades municipales…a estos rebeldes los comandaba Miguel Laveaga,

Juan Banderas y Conrado Antuna.”106 Miguel Laveaga y Conrado Antuna

eran rebeldes de Durango.

El 14 de enero a las tropas que recorrían el partido de Tamazula se

sumaron las guerrillas de Sinaloa al mando de Antonio M. Franco, Genaro

Velázquez, José Higuera, Francisco Dueñas, Manuel y Francisco Martínez.107

Por el mes de febrero, el grupo revolucionario dirigido por Banderas se

movía por la sierra; pronto se vio que el modo de operación de estos rebeldes

consistía en el asalto de los principales minerales, en donde obtenían fondos

a partir de los saqueos que realizaban. Una nota en la prensa del mes de

febrero da cuenta de cómo estos revolucionarios se seguían moviendo por la

sierra:

105 El Correo de la Tarde, 9 de enero de 1911, núm. 8,296, p. 2. 106 Gabino Martínez Guzmán, op. cit., p. 91. 107 Francisco Ramos Esquer, op. cit., p. 50.

67

“ayer tarde se recibieron telegramas en el comercio de esta ciudad

participando que rumbo a Tominil, mineral de Durango muy próximo a

Guadalupe de los Reyes, se dirigían 150 hombres armados […] revoltosos

que se suponen de la gente de Banderas se dirigieron a Guadalupe de los

Reyes.”108 Así pues se ve que el número de hombres armados iba creciendo,

y que a los rebeldes se les identificaba tanto en Durango, como en Sinaloa.

Por otra parte, la columna que se había formado en Coloma se dividió

entre dos jefes, entre Banderas quien había salido rumbo a San Ignacio con

las guerrillas de Antonio Franco, Agustín Beltrán, José María R. Cabanillas y

Francisco Ramos Esquer; mientras que Iturbe se unió con la guerrilla del

duranguense Conrado Antuna “en la región de Tamazula se levantaron

Conrado Antuna y Ramón Iturbe.”109 Esta guerrilla se había lanzado sobre la

plaza de Topia a inicios de febrero, pero fue derrotada.

En la persecución de estos rebeldes habían participado tanto las

autoridades de Sinaloa como las de Durango; en el caso de la defensa de

Topia se pedía la inmediata venida de tropas de Sinaloa por ser un punto más

inmediato a Sinaloa y de más fácil acceso.

Mientras Iturbe se refugiaba en las montañas, recuperándose de la

derrota se le unieron los hermanos Domingo y Mariano Arrieta de Canelas,

Durango, a quienes seguían 8 hombres más, así como el jefe de la acordada

Antonio Chaires y su tropa, los cuales desertaron cuando se envió un

batallón federal para su persecución al haberlos acusado de ser

simpatizantes maderistas.110

Las zonas por donde se movieron los revolucionarios fueron

principalmente los partidos de Tamazula y San Dimas, que colindaban con el

Estado de Sinaloa. Así pues, los grupos que surgieron en Sinaloa estuvieron

ligados desde el principio con el movimiento de Durango, donde los hombres

que se unieron a las filas rebeldes, así como sus jefes parecieron unir sus

108 El correo de la tarde, 6 de febrero de 1911, núm. 8, 324, p. 8. 109 José de la Cruz Pacheco Rojas, Breve historia de Durango, Fidecomiso Historia de las Américas, Serie Breves Historias de los Estados de la República Mexicana, México, FCE, 2001, p. 217. 110 Francisco Ramos Esquer, op. cit., p. 54.

68

fuerzas desde el inicio para ir formando guerrillas que recorrían las montañas,

donde se iban reclutando hombres de las localidades.

Los rebeldes entraron a Canelas, donde nombraron nuevas

autoridades; la prensa reportaba en febrero: “el número de revoltosos que

entraron a la población referida asciende a cerca de doscientos y que todos

ellos van regularmente armados, siendo de los mismos grupos que hace poco

aparecieron en aquellos lugares procedentes de Sinaloa.”111

Hasta el momento, el triunfo del levantamiento dependía de unir las

distintas guerrillas para conformar grupos rebeldes más numerosos que

pudieran romper las fuerzas del gobierno. Un ejemplo de cómo se buscó la

unión de fuerzas entre los rebeldes de Durango y Sinaloa lo encontramos en

el relato que hace el jefe revolucionario de Durango, Matías Pazuengo, quien

había estado operando con su tropa en el partido de San Dimas, y quien

había tenido noticia de que la guerrilla de Juan Banderas estaba recorriendo

la serranía, y transitaba por el distrito de San Ignacio, cercano a San Dimas.

Así el jefe Pazuengo dice que: “A fines del mes de enero todos ya de acuerdo

y listos para la lucha, decidimos ir a buscar al valiente Juan Banderas.

Nuestra primera reunión fue en el verano, municipalidad de Jocuitita, estado

de Sinaloa, a principios de febrero: de ahí nos fuimos 25 hombres, todos

perfectamente armados y municionados, encabezando el movimiento el que

habla, rumbo al Tomenil, Distrito de Tamazula, bajando hasta el mineral del

Zapote, cerca de Guadalupe de los Reyes. Allí nos desengañaron muchos

correligionarios de que el revolucionario Banderas no lo podíamos alcanzar,

porque había tomado rumbo a Culiacán.”112

Vemos, a través de este ejemplo, cómo una guerrilla se conformaba

alrededor de un jefe con un número determinado de seguidores, en el caso

de Pazuengo eran veinticinco los hombres que lo seguían; cuadrillas como

ésa se podían escurrir por los terrenos montañosos, pero no asaltar de

manera definitiva las poblaciones. Para dicha tropa, la noticia de Juan

Banderas significaba que podían unir sus fuerzas y aglutinar un ejército que

tuviera mayores posibilidades de triunfar. Finalmente las tropas de Pazuengo

111 EL Heraldo de Durango, 23 de febrero de 1911, núm. 710, p. 2. 112 Matías Pazuengo, óp. cit., p.10.

69

tomaron la determinación de regresar a San Dimas, y en ese lugar se unieron

con Claro Molina, otro jefe que haría sus correrías en el distrito de Cosalá, en

el estado de Sinaloa.

En marzo se reportaba la presencia de rebeldes entre San Ignacio y

Ajoya; de San Dimas, Durango, se había enviado un telegrama a un

comerciante de San Ignacio comunicándole que procedentes de ese lugar se

trasladaban a San Ignacio. En un segundo telegrama se le informaba que de

Guadalupe los Reyes se habían trasladado a Ajoya y de ahí partirían rumbo a

Cosalá. Decía que era probable que los rebeldes se hubieran dividido para

llegar a San Ignacio y Ajoya de manera simultánea.113

Los rebeldes, que en primera instancia se movían por los distritos de

Tamazula, San Dimas y San Ignacio, empezaron a separarse y los jefes con

sus guerrillas se diseminaron por distintos lugares. La última semana de

marzo, después de incursiones en haciendas aledañas los maderistas

ocuparon el poblado de Badiraguato; iban encabezados por José María R.

Cabanillas, pero el desplazamiento de fuerzas en su contra los hizo

abandonar el lugar pocos días después. Sin embargo, al finalizar dicho mes

cuatro centenares de esos rebeldes trabaron combate con las fuerzas

federales, con tristes resultados para la causa revolucionaria; el combate se

escenificó en La Cieneguita, Badiraguato, y el bando revolucionario iba

encabezado por Banderas, Cabanillas, Quintero y Gregorio L. Cuevas, entre

otros.114

Los rebeldes empezaban a transitar por el distrito de Sinaloa, en marzo

12; en la población de Mocorito empezaba a suscitarse temor ante la noticia

de que los revolucionarios que operaban en Otatillos, perteneciente a

Badiraguato, se trasladarían a esa población, por lo que las autoridades

empezaban a reclutar gente armada para defender la plaza.115

Distintos brotes de maderismo se empezaron a suscitar en todo el

estado; en el distrito de El Fuerte se levantó José María Ochoa, en el de

Mocorito Crescencio Gaxiola, con gente de Alhuey y El Burro, en Bequillos el 113 El Correo de la Tarde, 15 de marzo de 1911, p. 3. 114 Héctor R. Olea, Badiraguato, Visión panorámica de su historia, Culiacán, Ayuntamiento de Badiraguato/Difocur, 1988, pp. 53-54. 115 El Correo de la Tarde, 13 de marzo de 1911, p. 8.

70

joven Gregorio L. Cuevas, quien era comerciante, y Cipriano Alonso en

Bacamacari, distrito de Cosalá; Doroteo Urrea y Lauro Vizcarra en Concordia;

en Copala el zapatero Manuel A. Salazar, quien tomó Pánuco y San Marcos,

y se vio forzado a alejarse a las estribaciones de la Sierra Madre; en El

Rosario, Mariano Rivas, abastero.116

Poco a poco las autoridades empezaban a tener noticias de rebeldes

en puntos cercanos a Culiacán, como Navolato y Quilá, de donde algunas

familias habían empezado a emigrar por temor a los rebeldes. Los rebeldes

tomaron Culiacán el día 20 de mayo de 1911, más de cuatro mil

revolucionarios pusieron sitio a la plaza y el 31 de mayo los revolucionarios

apresaron a todos los oficiales porfiristas.117

Los brotes de la revuelta se iban extendiendo por todo el estado, la

amenaza no sólo procedía de la línea limítrofe con Durango, el mismo

intercambio de flujo de fuerzas maderistas se estaba dando en el límite con el

territorio de Tepic, en La Concepción, población en la línea entre ambos

estados se dio el asalto de “una gavilla que pretendió tomar el pueblo anoche

en las primeras horas, no lograron su objeto, pues fue rechazada.”118 Por su

parte, en el distrito del Rosario se temía la llegada de rebeldes procedentes

de Rosamorada, pueblo también en el límite entre ambos estados.119

Sin embargo, lo mismo se temía en Tepic donde el 14 de mayo se

reportaba la entrada de tropas de maderistas sinaloenses, quienes habían

tomado Ixtlán, “Echaron fuera de prisión y quemaron los archivos de todas las

oficinas públicas; ese auto de fe lo celebraron con música y tuvo lugar en

medio de la plaza. Se dice que los rebeldes vienen rumbo a esta ciudad.

Acaponeta, Rosamorada y Santiago Yac., están ya en su poder. La mayor

parte de estos revolucionarios son del estado de Sinaloa y en cada población

han engrosado sus filas con simpatizadores de la causa.”120 El jefe que

estaba al frente de ellos era Martín Espinosa, originario de Rosario, Sinaloa.

116 Francisco Ramos Esquer, op. cit., p. 60. 117Héctor R. Olea, Breve historia de la revolución en Sinaloa (1910-1917). Biblioteca Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1964., pp. 29-31. 118 El Correo de la Tarde, 3 de marzo de 1911, p.1. 119 El Correo de la Tarde, 7 de febrero de 1911, p.8. 120 El Imparcial, 22 de mayo de 1911, núm. 3,743, p. 2.

71

El levantamiento maderista se había nutrido con brotes de guerrillas

que habían empezado a aparecer en puntos locales, como ejemplo tenemos

que en Rosario, se había levantado el jefe Casimiro Rendón, quien extrajo

200 pesos de la tesorería, y tomó la plaza, la cual quedó abandonada por las

autoridades porfirianas en el mes de abril.121 Cabe mencionar aquí que este

jefe era originario del terreno de El Tamarindo, que se había deslindado de la

comunidad indígena de Copales, así los miembros de la familia Rendón eran

rancheros que habían entrado en pugna con los indígenas por la legitimidad

de su posesión sobre El Tamarindo, de este clan familiar surgió Rendón como

cabecilla militar, quien se unió a las fuerzas de Iturbe.

En esa región sur se empezaba a dar la presencia de gavillas; en

lugares como los ranchos cercanos a Escuinapa, y sobre todo en las

rancherías de Mazatlán, donde se habían levantado los jefes Justo Tirado, en

Palma Sola, Juan Carrasco en El Potrero, y en El Quelite por igual se había

levantado en armas como maderista el cabecilla Elpidio Osuna, El Prieto,

quien se había puesto al frente de los que las autoridades llamaban

“revoltosos del Quelite”, jefe que había sido visto meses atrás en los billares,

armado de muchos tiros, y en el mes de marzo se trasladaba con su tropa por

el distrito de San Ignacio, donde habían sido derrotados.122

También en puntos cercanos, como Villa Unión y sus alrededores,

había movimiento de grupos de rurales que empezaban a resguardar la

plaza. Por otra parte, estos cuerpos rurales encargados de perseguir a los

rebeldes eran engrosados a partir de mecanismos como una leva voraz y la

persecución de aquellos que eran identificados como rebeldes maderistas. En

los cuerpos que combatieron a los rebeldes se enrolaba a aquellos

personajes que eran indeseables para el régimen, el 10 de enero de 1911 en

el distrito del Rosario se habían consignado al servicio de las armas siete

individuos de Matatán, que eran catalogados como vagos perniciosos, cuyo

castigo era el de tomar un fusil para combatir a los rebeldes.123

121 Archivo Histórico Municipal de El Rosario, en adelante AHMR, Ayuntamiento del Rosario, septiembre de 1911. 122 El Correo de la Tarde, 5 de marzo de 1911, p.1. 123 El Correo de la Tarde, 10 de enero de 1911, p. 2.

72

En enero 15 de 1911 encontramos otra manifestación de la práctica de

esta leva por parte de las autoridades, en el mineral de Santiago de los

Caballeros, donde el prefecto del lugar había mandado traer a algunos

individuos de mala nota, para el contingente en el ejército, a éstos se les

había encarcelado y mientras dicho prefecto se había trasladado a la

población de Alisos para traer otros prisioneros más, algunos pobladores de

Santiago se unieron para asaltar la cárcel, donde mataron de un balazo al

auxiliar y liberaron a los presos. No obstante, llegó una partida de rurales a la

población y bajo la fuerza reunieron un contingente de trece hombres que

fueron sumados al ejército.124

El mes de febrero, el temor de las personas de ser obligadas a integrar

las fuerzas que combatían a los revolucionarios se hacía patente en el

Rosario, donde una persona escribía a la prensa para reportar como la ciudad

empezaba a quedar desolado “la gente que los domingos acostumbraba

llegar de los ranchos vecinos a hacer sus compras, se ha abstenido de ir a la

ciudad, por temor a ser reclutada.”125

Lo mismo ocurría en el distrito de Concordia, donde los pobladores

temían ser enviados como contingente para combatir a los rebeldes, “muchos

de los vecinos se retiraban a dormir al campo, temerosos de engrosar las

filas, pues ellos dicen somos pobres y…(callan la conclusión).”126 Las

personas que eran arrancadas de sus hogares, eran enviadas

sistemáticamente a combatir a los rebeldes que atacaban en Tamazula,

Durango.

De igual manera, esta leva también se practicaba en el estado vecino,

donde había otros que fueron arrancados de sus lugares de trabajo,

obligados a enrolarse en las guerrillas que combatían a los revolucionarios.

Uno de estos casos era el del joven Isidro Hernández, un minero de San

Dimas, por quien su padre abogaba en febrero de 1911 para que se le

permitiera regresar a su lugar de trabajo: “mi hijo Isidro Hernández, se

encuentra detenido en la penitenciaría del Estado, por haber sido traído del

124 El correo de la tarde, 18 de enero de 1911, p. 3. 125 El correo de la tarde, 23 de febrero de 1911, p. 4. 126 El correo de la tarde, 27 de enero de 1911, p. 6.

73

partido de San Dimas, consignado al servicio de las armas; ahora bien mi

repetido hijo es el único sostén de sus pequeños hermanos, por ésta razón él

trabajaba en el mineral de San Dimas para proporcionarnos tanto a ellos

como a mí los elementos para vivir, aunque fuera miserablemente.”127

Mientras la revuelta se encontraba en su punto más álgido, entre el

temor de la población civil, tanto por la llegada de los rebeldes o por ser

objeto de la leva, la vida continuaba en estos minerales; en febrero se

reportaba que a San Dimas seguían llegando un gran número de individuos

en busca de trabajo en las minas, ahí se seguían contratando operarios en la

mina La Candelaria; lo mismo ocurría en la ciudad del Rosario, donde se

miraba una población flotante que llegaba de Mazatlán en busca de

trabajo.128 La crisis de 1907 había provocado el cierre de minas y el

desempleo entre trabajadores de las mismas, pero no se debe generalizar

que todas las compañías hubieran cerrado sus puertas. De hecho las minas

que operaban en ese tiempo fueron los lugares de donde los rebeldes

obtuvieron fondos para su causa, y en la región serrana la dinámica de los

grupos revolucionarios se movió en gran medida hacia el asalto de los

minerales.

Si bien los trabajadores que por efectos de la crisis quedaron

desempleados representaban una población desocupada que potencialmente

se pudiera lanzar a la revolución, pero también entre aquellos operarios que

aún trabajaban salieron miembros de los grupos revolucionarios, como

ejemplo está el caso de los mineros que Matías Pazuengo reclutó en el

distrito de San Dimas. Además, hubo muchos que después de la revuelta se

quedaron trabajando en los minerales. En marzo de 1912 Pazuengo y sus

hombres regresaron a San Dimas y en el mineral de Tayoltita reunió a los

trabajadores del mineral, quienes le pidieron que exigiera a la compañía que

se les pagara el sueldo semanal en efectivo, pero Pazuengo les pidió que

postergaran tal petición para cuando la revuelta terminara, ya que era

peligroso pagarles en efectivo por el gran número de bandidos que

127 AHED, Fondo de Secretaria de Gobernación, Sala Siglo XX, sección 7. Guerra, serie 7.1. Administración. 128 El correo de la tarde, 1 de febrero de 1911, p. 2.

74

escondidos entre los revolucionarios recorrían las poblaciones.129 Cabe

recordar que los minerales al igual que las haciendas tenían tiendas de raya,

las cuales generaban descontentos entre los trabajadores porque se les

vendía a precios muy caros. Por la petición de los empleados de que se les

pagara en efectivo tenemos el indicio de que se les estaba pagando en

especie.

Además vemos que los rebeldes no iban cerrando las minas sino que

las mantenían trabajando y en casos como este, pidiendo a los trabajadores

que esperaran en sus demandas.

La revolución estaba a la vuelta de la esquina, y mientras tanto la vida

de muchas personas continuaba, la búsqueda de un empleo, cubrir la

necesidad de subsistir era algo más inmediato que unirse al movimiento

revolucionario. En la Directoría del Limón, distrito de San Ignacio, se iniciaban

los trabajos en la mina de Dolores, la prensa reportaba “desde que se

iniciaron los trabajos de la mina “Dolores”, en la Directoría del Limón, el

pueblo y cercanías, parece que escuchan regocijados el tic tic del martillo que

golpea sobre la barra…y eso es natural porque la crisis espantosa en que se

han visto los vecinos del pueblo les produce ahora sueños dorados.”130

Entre estos personajes que engrosaban las tropas que iban a perseguir

a los rebeldes se encontraba el caso de veinticinco indígenas de Ajoya, cuyo

jefe era Jesús Vega, indígenas que tenían fama de ser muy temerarios

quienes fueron trasladados a Culiacán para engrosar las tropas de rurales

federales. Aunque en la fuente no se específica si los indígenas mencionados

habían sido incorporados a las tropas como leva cabe apuntar que los

indígenas de Ajoya habían participado en el año de 1876 en el contexto de la

revuelta de Tuxtepec de Porfirio Díaz en contra de la reelección de Sebastián

Lerdo de Tejada, así dichos indígenas se habían sumado al contingente de

Feliciano Roque atacando San Ignacio y Cosalá.131 Si bien el momento de

estallido de la revolución y el de la revuelta de Tuxtepec fueron totalmente

distintos, tenemos que actores sociales, como los expresados indígenas de

129 Heraldo de Durango, 11 de junio de 1911, núm. 793, p. 2. 130 El correo de la tarde, 3 de enero de 1911, p.1. 131 María del Rosario Heras Torres, op. cit., p. 106.

75

Ajoya podían pactar, o como en esta caso, dado el reconocimiento de su

tradición guerrera ser incorporados a la lucha de las autoridades centrales.

2.3 Dejar las armas por un peso, el licenciamiento fallido

Cuando en junio de 1911, a raíz del Tratado de Ciudad Juárez, en

Chihuahua, se ordenó el licenciamiento de las tropas maderistas en el estado

de Sinaloa, surgió el problema de que muchos revolucionarios no aceptaron

dejar las armas y regresar a sus antiguas vidas. Una vez acordada la

pacificación del estado dio inicio el juego de las apariencias, donde la más

grave de las mismas no fue que el gobernador interino fuera el Lic. Celso

Gaxiola Rojo, un personaje salido del antiguo régimen, sino que el

licenciamiento de las tropas no había sido más que una farsa. La misma se

escenificó cuando se dieron cita en Culiacán dos mil hombres, a quienes se

les dieron cuarenta pesos, los cuales además debían entregar sus armas,

ocurriendo lo mismo en Mazatlán, donde se presentó una tropa de cien

hombres.132 Una vez licenciadas las tropas, quedaron formados tres cuerpos

de rurales, con 320 hombres cada uno, en el sur del estado el jefe de las

mismas fue Justo Tirado, en el centro Antonio Franco y en el norte José

María Ochoa.

Lo mismo ocurrió el mes de junio con las tropas de rebeldes

maderistas de Durango, que habían unido sus fuerzas a las de Sinaloa. Entre

las guerrillas licenciadas se encontraban las de Domingo Arrieta y Matías

Pazuengo. Así pues, el mes de junio debía ser el momento en que miles de

hombres regresarían a sus lugares de origen, a incorporarse de nuevo a la

dinámica de vida de la que habían salido con la revolución maderista. La

entrega de dinero debía hacer justicia a su arrojo, el que hicieran caer el

gobierno porfirista con riesgo sus vidas.

Sin embargo, el teatro del licenciamiento no tardó en caer, ya que en

realidad las tropas no habían sido dispersadas. El que los rebeldes que

habían participado en la insurgencia maderista dejaran las armas era en

realidad un asunto muy relativo, desde julio de 1911 fue patente que la

132 La Actualidad, 20 de agosto de 1911, núm. 81, p. 5.

76

mayoría de los jefes rebeldes mantenían guerrillas a su mando, conservaban

armas, hombres y motivos para seguir en lucha. Algunos de estos jefes

fueron integrados a los cuerpos de rurales del estado, otros simplemente se

retiraron a sus hogares y su trabajo, pero hubo otros que continuaron al

frente de sus guerrillas, representando lo que el gobierno percibía como un

peligro inminente.

Los cuerpos de rurales maderistas ahora entablaban una lucha contra

aquellos maderistas que habían sido licenciados, un ejemplo de ello fue el de

los hermanos Heredia y el jefe Miguel Rochín,133 quienes se encontraban tras

las armas en San José de Gracia en julio de 1911, a los cuales fueron a

combatir otros maderistas: Juan Banderas y José María Cabanillas.134 Así

mismo en este centro minero seguía levantado en armas el ex maderista

Lauro Beltrán.

En este mes también corrían rumores de que un número de quinientos

hombres del jefe Conrado Antuna asaltarían Cosalá, por encontrarse

inconformes con el actual gobierno. Tal rumor generaba gran incertidumbre

pues se temía la entrada de estas mismas tropas de Antuna a Culiacán, se

decía que las tropas de sediciosos “exigen que se les conceda lo que se les

ofreció antes del ataque sobre dicha población, o sea $100 cada uno, que

fue lo que recibieron los insurgentes que entraron aquí, dos horas de libre

saqueo, y que se les devuelvan las armas que se les quitaron a los pocos que

fueron licenciados con $25. Además de ello se quieren entregar al libertinaje,

atropellando a las familias honradas”.135

A pesar de que esto no pasó de ser un rumor, ya que dichos ataques

de las fuerzas de Antuna no se llevaron a cabo, lo cierto fue que las

supuestas demandas de las tropas, eran una constante entre las fuerzas que

habían sido licenciadas, y aunque una parte de las mismas era el pago de

una gratificación, su inconformidad no se reducía a lo monetario o el deseo de

saquear. Estos hombres habían encontrado una forma de vida en la

revolución y el regreso a sus hogares no sería un asunto tan sencillo. 133 Siguió levantado en 1912 con una guerrilla que se unió a los rebeldes zapatistas de Manuel Vega. 134 La Actualidad, 21 de julio de 1911, p. 5. 135 La Actualidad, 20 de julio de 1911, p.4.

77

La composición de las tropas de rurales hacía patente el hecho de que

los lazos locales de los jefes de guerrilla maderista seguían siendo muy

fuertes, por lo que se concentraba alrededor de ellos un poder inusitado. En

el mes de agosto, Justo Tirado quien había quedado como jefe de rurales en

el Sur tuvo problemas con las autoridades del ayuntamiento de Mazatlán, por

lo que mandó llamar a la ciudad a un grupo numeroso de hombres de las

rancherías circunvecinas (doscientos, según la prensa) de Mazatlán que

habían sido licenciadas a principios de junio. Por lo que apuntaba un

reportero “Las calles de esta ciudad han vuelto a verse invadidas por un

pueblo guerrero cargado de plomo y armas”.136

En realidad ese pueblo guerrero no pudo ser desmovilizado, se

mantuvo sobre las armas, adherido a sus jefes en los cuerpos de rurales o

fuera de la ley, como bandoleros a los que perseguían sus antiguos

compañeros maderistas.

En adelante, las autoridades registraron constantes persecuciones a

los que se denominaban como “partidas de bandoleros” que seguían

moviéndose en zonas apartadas de su control. Así como la revolución

maderista se había manifestado en primera instancia en la zona de la Sierra

Madre Occidental, los lugares en los que se mantenía el levantamiento

seguían perteneciendo a esta región: el mineral de San José de Gracia, en el

distrito serrano de Sinaloa, el mineral de Pánuco en el distrito de Concordia,

el mineral de Guadalupe de los Reyes en el distrito de Cosalá, y la región sur

del estado, principalmente el distrito de Mazatlán, Rosario y la parte

colindante con el territorio de Tepic.

La rebelión se sostuvo y existieron fuentes distintas de descontento:

contra las autoridades, contra el licenciamiento, una percepción generalizada

entre algunos jefes de que nada cambio, y sobre todo un descontento que se

ha estudiado poco porque de él casi nada se sabe, un descontento popular,

que generó el temor a motines, temor a quienes todavía podían nutrir los

ejércitos de rebeldes.

136 La Actualidad, 10 de agosto de 1911, núm. 72, p. 2.

78

Por su parte en Culiacán (capital del estado) y Mazatlán, una de las

principales ciudades, se realizaron manifestaciones políticas contra las

autoridades del antiguo régimen que fueron mantenidas en los puestos de

gobierno; en julio la protesta fue contra el gobernador provisional Celso

Gaxiola Rojo, y porque seguían ejerciendo funciones en el gobierno los que

fueron diputados, magistrados, jueces y demás funcionarios del gobierno

redista. En la manifestación participaron comerciantes y clubes políticos.137 Si

estos actores urbanos se encontraban descontentos porque se mantenían en

el gobierno los representantes del antiguo régimen la reacción de los militares

fue aún más amarga y de mayores consecuencias.

Al iniciar el mes de agosto, habiendo pasado solamente dos meses

después de la orden de licenciamiento de tropas, el gobernador interino

Gaxiola Rojo temió que tal reacción de las fuerzas armadas se volviera

realidad, presentó su renuncia y entre los motivos que daba para separarse

del cargo se encontraba la posibilidad de que se llevara a cabo una

manifestación armada en contra del gobierno.138

Además, Gaxiola Rojo propuso que su cargo fuera tomado por Juan

Banderas, un representante de los cuerpos militares con la fuerza suficiente

para controlar a los grupos armados que se mantuvieron en el estado.

Banderas tomó su lugar como gobernador interino, lo que representó una

situación inusitada; un jefe militar surgido del maderismo, representante de

los nuevos actores que surgieron a la luz con la revolución, ejercía el poder.

Ante esto, los personajes del antiguo régimen empezaron a ver como un

peligro tal participación de los maderistas en la política, y la prensa

mencionaba: “la situación del estado se agrava. No hay tropas federales, de

modo que la cosa pública y la cosa privada andan en manos y a merced del

elemento insurgente.”139 Por otro lado sucedía algo innegable, un jefe

maderista estaba en el poder, era la muestra de que quizá la Revolución sí

había invertido el orden de las cosas.

137 La Actualidad, 21 de julio de 1911, p. 4. 138 Saúl Armando Alarcón Amezquita, op. cit., pp. 100-107. 139 La Actualidad, 9 de agosto de 1911, p.4.

79

La situación crítica, en Sinaloa, se extendía a manifestaciones de

descontento social, como la huelga de los trabajadores del mineral de

Pánuco, en Concordia. Tal manifestación se dio por terminada gracias a las

gestiones de Salomé Vizcarra, un hombre de influencias locales, quien

intervino para detener la misma junto con el presidente municipal en

funciones de prefecto.140 Incluso en Mazatlán se generó una protesta de las

tropas que habían quedado como rurales, por la rebaja de su sueldo a un

peso diario.

2.4 El gobierno “maderista” frente a “los maderistas”

Después de que se hablara del fin de la revolución armada, era tiempo de

instituir un gobierno maderista en el estado; la tarea recayó sobre el

gobernador electo José María Rentería, quien asumió el cargo a fines de

septiembre de 1911. Este personaje fue uno de los miembros activos del

antirreeleccionismo en 1909 en el distrito de El Fuerte, profesor y antiguo

liberal, y a decir de Héctor R. Olea entre otros adjetivos tenía los de ser

“demasiado anciano, sordo […] tipo corajudo, terco, impolítico y de una

ingenuidad de niño, gobernó movido siempre por la pasión política.”141

Sin embargo, Rentería no tenía una situación sencilla en las manos;

por una parte, tenía que reorganizar el gobierno y nombrar autoridades; y por

otra, debía gobernar sobre los jefes maderistas que hicieron la revolución.

Debido a factores como éstos, a dos meses de estar al frente del gobierno

escribía al recién nombrado presidente de la República, Francisco I. Madero,

y le expresaba que no había podido lidiar con la difícil situación en el estado,

la cual se le escapaba de las manos y acusaba a sus correligionarios, incluso

a sus amigos quienes obstruían sus labores. Se quejaba de que por diversos

medios se le hacía aparecer como “un falso demócrata por arbitrario y traidor

a los intereses del pueblo”, de la misma forma expresaba que esos

correligionarios “no me han dejado un momento de reposo para acabar de

estudiar y poner en planta proyectos de ley de vital importancia que tengo en 140 La Actualidad, 22 de julio de 1911, p. 6. En 1912 vemos que este mismo personaje, Salomé Vizcarra, usó su influencia local y presentó ante las autoridades a un grupo de rebeldes zapatistas para que se indultaran. 141 Héctor R. Olea, óp. cit., p. 38.

80

carpeta, pues a menudo me ponen dificultades que llaman fuertemente mi

atención.”142

Entre esos correligionarios con los que el gobernador tuvo

discrepancias, se encontraban los jefes de las tropas maderistas; muestra de

ello es que en el mes de octubre, antes de que Madero fuera presidente, ya le

escribía sobre la que calificaba como “pésima conducta” de Justo Tirado y su

hijo Isidoro; lo acusaba de recibir fuertes sumas de dinero cuando en meses

pasados (de junio a los primeros días de octubre) había sido prefecto del

distrito de Mazatlán, así como de adueñarse de una casa pagada por el

gobierno de ese lugar, se refería a Tirado como “un obstáculo para la

tranquilidad pues entorpece la acción de las autoridades.”143

Además, a inicios de noviembre expresaba quejas similares contra

otros cabecillas, como Banderas y Joaquín Cruz Méndez; y de nueva cuenta

mencionaba a Tirado, pedía al presidente Madero “les dé comisiones

ventajosas que los tengan por algún tiempo lejos de aquí, sobre todo a

Banderas que, contando con gran partido entre la clase baja, y no poco entre

la clase media… le será por todo esto y por el armamento, parque y caballos

que ha sustraído y tiene ocultos, el perturbar de una manera seria el orden

público.”144

Desde que el gobernador interino Gaxiola Rojo había renunciado en

agosto, hasta estos meses en que Rentería era gobernador, las cosas no

habían cambiado mucho, por lo que expresaba en su carta se advertía que

los jefes revolucionarios y las tropas a su mando seguían siendo

considerados una amenaza latente. En noviembre de 1911, el New York

Herald reportaba que un comité especial había llegado a Texas y presentó al

Departamento del Interior un reporte de la situación en Sinaloa; así, se

informaba que en el estado “existe una situación que está al borde de la

anarquía, que se debe solamente a las actividades continuas de Juan

Banderas, hasta hace poco gobernador provisional.”145 De esa forma, el

gobierno maderista tenía frente a sí el reto de mantener subordinadas a las

142 AGN, FFIM, exp. 66, f. 2. 143 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 869, f. 2 144 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 869, f. 2. 145 AGN, FFIM, vol. 60, exp., 59, f. 1.

81

fuerzas que lo habían encumbrado. Por su parte Banderas era señalado

como el jefe que tenía mayores posibilidades de reavivar una movilización

popular capaz de traer abajo al estado maderista en construcción. Ese fue

uno de los factores que determinó la suerte del jefe rebelde quien fue

encarcelado en la ciudad de México. Viajo a la ciudad de México para

entrevistarse con el presidente Madero, pero en este viaje se marcó su

destierro y al mismo tiempo fue aprehendido bajo los cargos de rebelión

contra el gobierno del estado y por el fusilamiento del coronel Morelos, de las

fuerzas porfiristas que defendieron la ciudad de Culiacán en mayo de 1911.146

A pesar de que el gobierno maderista había logrado exiliar del estado a

Banderas aún tenía pendiente la fallida desmovilización de tropas, a fin de

cuentas quedaban todos aquellos que se habían lanzado a la revolución y

para quienes el licenciamiento continuaba siendo percibido como injusto, aún

existían otros jefes maderistas de la revolución pasada que contaban con el

apoyo popular suficiente para levantarse en armas de nuevo.

Casos como el de un grupo de treinta soldados que habían sido

licenciados en Mazatlán, y en noviembre se manifestaron para que se les

pagaran haberes que les debían desde el mes de septiembre, y contra la

rebaja de cuarenta centavos diarios para compra de uniformes. “Juan

Carrasco, un maderista que estaba a cargo de un cuerpo de rurales, fue el

encargado de combatir a los sublevados y muchos de ellos escaparon

armados a los pueblos foráneos, mientras que otros fueron aprehendidos en

las cantinas de la población.”147

Al paso de los siguientes meses se mostraba cuan difícil sería la labor

del licenciamiento, aún en el mes de diciembre de 1911 se seguían

recogiendo armas y semovientes de quienes prestaron servicios a la

revolución. Sin embargo, esto no fue un asunto sencillo dado que quienes se

habían incorporado al movimiento armado, encontraron un modo de vida

dentro de este. El licenciamiento significaba perder la certidumbre de la

subsistencia para muchos, la renuncia a un arma o un caballo que les

146 Véase Saúl Armando Alarcón Amézquita, óp. cit., pp. 165-176, quien estudia con detenimiento la causa seguida contra Banderas. 147 Nueva Era, 14 de noviembre de 1911, p.1.

82

pertenecía, bienes materiales de alto significado en la vida de aquellos que se

dedicaban a la caza, que poseían esas armas como un legado de sus padres,

quienes las habían usado para defender sus territorios.

Además de estas desavenencias con los jefes rebeldes, Rentería tenía

que enfrentar una nueva situación, ejercer el control sobre los distritos, ya que

entre otras cosas la capacidad de mando del gobierno porfiriano se había

perdido y ahora el nuevo gobierno tenía frente a sí una difícil tarea al tratar de

conciliar las pugnas entre las autoridades y los habitantes de las localidades.

Uno de estos ejemplos donde el gobierno del estado era rebasado por los

conflictos locales venía de Cacalotán, en el distrito de Rosario, donde un

grupo de 150 firmantes hicieron un ocurso al presidente Madero donde se

quejaban contra el director político Rafael Lizárraga así expresaban: “este

señor siempre ha estado sobre el pueblo tratándolo con modos

despóticos”.148 Al mismo tiempo mencionaban que esta autoridad había sido

nombrada en el mes de agosto lo cual había suscitado quejas, y que el

gobernador de ese tiempo Gaxiola Rojo lo había removido de su cargo, pero

que al llegar al poder Rentería lo había nombrado de nuevo. Proponían que

en su lugar fuera nombrado Epifanio Guzmán quien estaba preso. Mientras

este grupo de firmantes mencionaba a Lizárraga como un “cacique

consumado”, Rentería escribía también a Madero y alegaba que aquellos que

expresaban sus quejas contra Lizárraga eran “un grupo que siempre ha sido

hostil a los principios sobre los cuales se basa el actual gobierno

constitucional, y aun han cometido actos punibles a favor de sus

conveniencias privadas;”149 también mencionaban que ese mismo

descontento lo tuvieron al ser nombrado el gobernador Gaxiola Rojo, a quien

llaman cacique y a quien Rentería ha sostenido.

Así mismo, Francisco M. Astorga extiende una queja al presidente

sobre los métodos de Rentería, quien desobedeció las peticiones del pueblo

de Mazatlán para cambiar de prefecto, así como el hecho de haber ordenado

el cateo de las casas de los jefes ex-insurgentes Juan M. Banderas y Antonio

148 AGN, FFIM, vol. 6, exp. 147-1, f. 3. 149 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 869, f. 1.

83

M. Franco “bajo el fútil pretexto de buscar armas y caballos. Son cosas estas

que me hacen recordar los tiempos porfirianos.”150

El gobernador Rentería entró en una rápida pugna con los jefes que

habían participado en el maderismo, de estos conflictos uno de los más

sobresalientes fue el que lo enfrentó con Don Justo Tirado, ranchero de

Palma Sola en el Distrito de Mazatlán, desde octubre de 1911, Rentería

señalaba al presidente Madero que Justo Tirado y los suyos habían

observado una pésima conducta, y que era necesario removerlos, ya que

junto con su hijo Isidoro representaban un obstáculo para el restablecimiento

de la tranquilidad pues entorpecen la acción de las autoridades.151

En este caso es patente que el gobernador no podía conciliar intereses

contrapuestos, quienes firmaban el ocurso contra Lizárraga declaraban que

se violaban sus derechos al sostenerlo, pero al mismo tiempo Rentería

expresaba que ese grupo era contrario a su gobierno.

Entre otras cosas, el gobernador seguía sumando desaciertos, en los

primeros días del mes de noviembre el licenciado Francisco B. Astorga

informaba a Madero que a raíz de una manifestación llevada a cabo en

Mazatlán para que se cambiara al prefecto político, en los últimos días de

noviembre Rentería decidió el envío de tropas para pacificarla, las cuales

llegaron al puerto y lo sitiaron. Pero que a pesar de que no hubo

enfrentamientos armados porque los grupos que cuidaban el puerto fueron

avisados a tiempo de que se trataba de maderistas, Rentería decretó que

fueran aprehendidos los jefes que cuidaban la plaza.

Eso fue aún más complicado porque esos jefes habían sido maderistas

y vieron como un agravio la orden de detenerlos, tales eran Isidro Peraza,

Mariano Quiñones, Modesto Vega, Fernando Castro y Manuel Banderas, al

mismo tiempo fueron perseguidos Francisco Quintero, Emilio Banderas y

Bernabé Valdés. Esta situación no solamente puso a Rentería frente a los

jefes ex maderistas, sino que se agravo porque diez días después el

gobernador ordenó que fueran cateadas las casas de Juan M. Banderas

(quien en ese momento ya había viajado a la ciudad de México donde fue

150 AGN, FFIM, vol. 61, exp. 716, f. 4. 151 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 869, f. 1.

84

aprehendido) y de Antonio Franco, el motivo de tal cateo era la búsqueda de

armas y caballos que se decía tenían escondidos.152

Así vemos que la labor del gobierno de Rentería había estado llena de

pasos desafortunados, entre estos pesaba la imposibilidad de concertar

acuerdos con los jefes revolucionarios, a quienes se enfrentó a lo largo de su

administración, Juan Banderas fue encarcelado, así mismo tuvo diferencias

con otros jefes como Justo Tirado, Antonio Franco, Francisco Quintero,

persiguió a Emilio Banderas, hermano de Juan. Hasta ese mes de diciembre

de 1911 Rentería no había sido un gobernante que pactó con los jefes

maderistas sino que se enfrentó a los mismos.

En estos meses las desavenencias del gobierno local convergieron con

un suceso que se propagó a nivel nacional, los síntomas de anarquía que se

observaban en Sinaloa eran parte de una coyuntura generalizada, donde

surgieron una serie de descontentos a nivel de las regiones de México donde

el maderismo se tambaleaba, surgió así el fenómeno del antimaderismo, una

serie de luchas que hicieron tambalear al régimen de Madero, y entre las

mismas dos rebeliones que fueron paradigmáticas: el zapatismo y el

orozquismo.

152AGN, FFIM, vol. 61, exp. 716, f. 4.

85

CAPÍTULO III

LA LUCHA CONTRA EL MADERISMO: UNA FLAMA QUE SE EXPANDE

Este capítulo trata de los levantamientos que se desataron a nivel nacional

contra el gobierno maderista, en él se intenta dar un panorama de las luchas

antimaderistas de las cuales las de zapatistas y orozquistas fueron las más

significativas, siendo emuladas en distintas regiones del país. La lucha contra

Madero fue una flama que se expandió, que amenazaba con convertirse en

incendio y fue esa flama la que en última instancia llegó a Sinaloa, donde se

desarrolló un movimiento antimaderista bajo la bandera del zapatismo.

3.1 Morelos y Chihuahua: las raíces de los movimientos revolucionarios

El orozquismo y el zapatismo fueron los dos movimientos populares más

importantes que emergieron de la coalición maderista, y los que causaron

mayores problemas al régimen sucesor.153 A fines de 1911 los revolucionarios

de Morelos rompieron sus nexos con el maderismo, dando origen al

zapatismo como un movimiento autónomo que desafío la autoridad central y

logró controlar una amplia zona rebelde en el centro y parte del sur del país.

En marzo de 1912, uno de los jefes más destacados de la Revolución de

1910 en Chihuahua, Pascual Orozco, encabezó una rebelión contra Madero

que contó con el apoyo de miles de combatientes, que lanzaron su campaña

en el noroeste del país, el movimiento duró solamente unos meses pero fue

una de las mayores movilizaciones populares en contra del nuevo gobierno.

Ambos movimientos se convirtieron en paradigmas de otras rebeliones

que desafiaron al maderismo en el resto del país, las cuales se proclamaron

como zapatistas u orozquistas. En este apartado delinearemos cuál fue el

carácter de cada uno de estos movimientos, el cual estuvo determinado en

gran medida por la historia de las localidades donde nutrieron sus

153 Alan Knight, op. cit., p. 349.

86

contingentes, así como las razones que llevaron al rompimiento de sus

actores con el maderismo.

Las regiones donde surgieron estos movimientos armados tuvieron una

historia distinta a lo largo del siglo XIX, fueron regiones con un pasado de

conflictos y agravios que configuraron en gran medida el posterior desarrollo

de sus luchas. Enseguida estudiaremos cuáles fueron las raíces históricas de

ambos.

El zapatismo fue un movimiento de carácter agrario. Hasta antes de la

coyuntura política abierta por el maderismo, los pueblos de Morelos habían

vivido los constantes agravios perpetrados por las haciendas azucareras “Los

sistemas de riego quitan agua, los ferrocarriles dejan sin trabajo a los arrieros,

la creciente industria azucarera no significa aumento en los salarios, algunos

de éstos solamente son por temporadas, además de que el crecimiento

poblacional los va dejando sin tierras.”154

Los conflictos agrarios en el Estado de Morelos, desembocaron en la

lucha revolucionaria de 1910 cuando el desmembramiento de su vida

bucólica había llevado a estos jornaleros, medieros y pequeños agricultores a

convertirse en guerrilleros. Podemos confirmar que la historia de estos

campesinos no era la de entes meramente económicos que se enfrentaban al

despojo de sus tierras, o la posibilidad de arrendarlas. John Tutino, al analizar

¿por qué se rebela la gente?, estudia el caso de los campesinos y nos dice

que a los pobres del campo les preocupa en primer lugar la subsistencia, pero

aclara que la pobreza no lleva directamente a la insurrección, ya que también

la pérdida de autonomía importa dado que refleja la capacidad de la gente

para producir en forma independiente lo que necesita para subsistir. Otro

elemento detonante de las revueltas es la pérdida de la seguridad, ya que

esta es la capacidad de alcanzar la subsistencia de modo uniforme. Por

último, señala la importancia de la movilidad en tanto que es la capacidad de

elegir entre diversos medios de obtener la subsistencia.155

154 John Tutino, De la insurrección a la revolución en México: las bases sociales de la violencia agraria 1750 1940, México, Era, 1999, p. 275. 155 Ibid., pp. 34-38.

87

Cuando el autor toca la rebelión campesina de Morelos, la pone en el

contexto de estas acciones de las élites para acabar con la autonomía

comunal de los pueblos, haciéndose de sus tierras, así se les negaba la

posibilidad de asegurar su subsistencia. Además, la hacienda había

prosperado en su productividad pero no se había traducido su mejora en

mayores posibilidades de empleo, sino que el trabajo era temporal, así se

combinó la inseguridad en las posibilidades de trabajo, con el golpe a la

autonomía comunal y la inseguridad en la subsistencia por falta de tierras

para sembrar.156

Una parte muy importante de la tesis explicativa del autor se funda en

que las amenazas a la seguridad de subsistir son las causas fundamentales

de las insurrecciones en el campo. La “seguridad de la subsistencia es el

derecho moral clave que piden los campesinos”157. La relación de los

campesinos con la tierra no estaba solamente en la esfera de su posesión,

sino que incluso la posibilidad negada de la aparcería, o la inseguridad en un

trabajo temporal en la hacienda conllevaba un quiebre en lo que los

campesinos percibían de justicia al momento de asegurar su subsistencia.

El lugar conceptual que ocupa la subsistencia como derecho moral

clave se encuentra en el planteamiento de E. P. Thompson sobre la

economía moral. Esta categoría la elabora cuando estudia los motines de

subsistencia en la Inglaterra del siglo XVIII. Los motines obedecían a “una

idea tradicional de las normas y obligaciones sociales, de las funciones

económicas propias de los distintos sectores dentro de la comunidad que,

tomadas en conjunto, puede decirse que constituían la economía moral de los

pobres. Un atropello a estos supuestos morales, tanto como a la privación en

sí, constituían la ocasión habitual para la acción directa.”158

La idea de la economía moral trasladada al contexto de los motivos

para la rebelión campesina, cobra sentido si pensamos que los factores

subyacentes en la rebelión campesina se encontraban en el quebranto de las 156 Ibid., pp. 274-276. 157James Scott, The Moral Economy of Peasant: Rebellion and Subsistence in Southeast

Asia, Yale University Press, New Haven, 1976, en John Tutino, op. cit., p. 28. 158 E. P. Thompson, “La economía moral de la multitud en la Inglaterra del siglo XVIII” en Tradición, revuelta y conciencia de clase. Estudios sobre la crisis de la sociedad preindustrial, Barcelona, Crítica, 1979, p. 66.

88

funciones económicas tradicionales. Womack nos habla de cómo los

hacendados negaban a los campesinos la propiedad de las tierras

comunales, pero las daban a éstos en aparcería, así la idea de las

obligaciones tradicionales del hacendado era cubierta. Sin embargo, en el

momento en que los hacendados negaron incluso la posibilidad de rentar las

tierras rompió el consenso de lo que era de justicia y generaron una reacción

armada que se transformo en el zapatismo.

Felipe Arturo Ávila Espinoza habla de cómo el estallido de la violencia

zapatista tenía como causa fundamental los “agravios percibidos por los

campesinos para los cuales las autoridades de los diferentes niveles y los

poderosos locales (hacendados y comerciantes) habían violado, en uno u otro

momento, un código moral establecido y aceptado implícitamente.”159

Por su parte, aquellos que en el Estado de Chihuahua, en 1912, se

rebelaron bajo el orozquismo, tuvieron una historia de lucha distinta a la de

las comunidades campesinas de Morelos frente a las haciendas, fueron

miembros de pueblos independientes con una forma de vida en el pastoreo,

las maderas y el uso de aguas que los enfrentó con los grandes oligarcas de

la región. En 1910 Pascual Orozco un ranchero protestante del pueblo de San

Isidro en el distrito de Guerrero, Chihuahua, se convirtió en jefe de los

rebeldes de los distritos de Guerrero, Galeana, Andrés del Río, Arteaga y

Rayón, que comprendían la accidentada porción chihuahuense de la Sierra

Madre Occidental, algunos ricos valles agrícolas del pie de monte y la

próspera región ganadera del extremo noroccidental del estado.160

En los distritos de la franja fronteriza como Galeana y Guerrero, las

guerras contra los apaches fueron el proceso histórico que dominó gran parte

del siglo XIX. Desde el siglo XVIII la corona española había decretado la

fundación de colonias militares en un esfuerzo por recorrer las fronteras hacia

el norte y hacer la guerra a las tribus de apaches que amenazaban los

territorios con sus incursiones.161

159Felipe Arturo Ávila Espinosa, óp. cit, p. 31. 160 Pedro Salmerón, óp. cit., p. 81. 161 Ibíd., p. 82.

89

En el siglo XIX los descendientes de los colonos militares eran

rancheros, representantes de la clase media rural, miembros de una

población esencialmente mestiza que por su parte fue replegando a las

comunidades indígenas hacia las montañas y la pobreza, como en el caso de

los tarahumaras, y que fue adquiriendo tierras de comunidades ya

desaparecidas y particularmente de los pueblos indígenas.

Estos rancheros, hombres acostumbrados a pelear, que se enraizaron

en las localidades, se volvieron necesarios para los hacendados y

terratenientes ya que garantizaron la seguridad en sus linderos. Además

durante gran parte del siglo XIX la hacienda y el trabajo servil se debilitaron,

ya no pudieron existir sin el pacto que los hacendados hicieron con los

rancheros: “estos rancheros, habitantes de los pueblos libres, debieron pasar

por una etapa de largo y complicado aprendizaje de las necesidades que la

guerra imponía, mientras los pocos hacendados que se quedaron colaboraron

con ellos estrechamente.”162

Así pues, a diferencia de Morelos donde los actores revolucionarios de

1910 salieron de una lucha de larga duración y resentimientos de la población

indígena y mestiza contra las haciendas, en el norte los mestizos fueron

imponiendo su hegemonía sobre la población indígena, se convirtieron en

intermediarios con los sectores más bajos, y vivieron durante gran parte del

siglo XIX una relación simbiótica con las haciendas. Los rancheros se

convirtieron en habitantes de pueblos libres, independientes a las presiones

de la hacienda y el gobierno.

Sin embargo, las normas de coexistencia entre las haciendas y los

hombres del norte se rompieron una vez que terminó la guerra apache. En las

dos últimas décadas del siglo, cuando pasaron las amenazas de estas tribus

los hacendados y terratenientes abandonaron el pacto tradicional, y las

normas de su convivencia con estos hombres que defendieron la región. De

la misma forma que en Morelos los hombres de Chihuahua sufrieron el

rompimiento de la economía moral, con la llegada de la paz se empezaron a

expropiar grandes extensiones de tierras, al mismo tiempo se fue

desarrollando un caciquismo local más feroz y se sufrió uno de los mayores 162 Ibíd., p. 85.

90

agravios a la autonomía local, la imposición de jefes políticos por el

gobernador del estado.

En lo concerniente a la expropiación de tierras, varios son los ejemplos

de despojo que los terratenientes empezaron a hacer contra los pueblos de

rancheros que participaron en la lucha contra los apaches. Dos casos como

los de los distritos de Galeana y Guerrero, donde entre 1884 y 1886 se

aplicaron leyes de colonización y terrenos baldíos, por las cuales fueron

perdiendo sus propiedades, o vieron cómo se cercaban los pastos en los que

antes se movía libremente su ganado. De los terrenos de Galeana salieron la

mayoría de las tierras que acumuló el general Luis Terrazas, quien a fines del

Porfiriato rigió las tierras y la política en Chihuahua.163

De la misma forma, entre los rebeldes descontentos de 1910 era más

reciente el agravio padecido por efecto de la ley sobre medida y enajenación

de terrenos municipales en 1905 que establecía el fraccionamiento y venta de

los terrenos de los pueblos. Los efectos de la ley fueron que los terrenos

solamente pudieran ser adquiridos por los mejores postores y causó protestas

como las de los vecinos de Janos y los de Buenaventura en el distrito de

Guerrero; en Janos la resistencia fue encabezada por el presidente del

ayuntamiento. En ambos lugares los rancheros pobres se quedaron sin

tierras, quienes “no se opusieron al fraccionamiento sino a que los antiguos

ejidos en cuya posesión estaban, fueran entregados a los rancheros ricos del

pueblo y a fuereños, únicos que podían pagarlos y cercarlos.”164

Además vieron afectada la independencia de sus pueblos ante un

gobierno estatal que en 1888 y 1889 aprobó leyes que pusieron fin a las

elecciones populares de jefes políticos y presidentes municipales, que en

adelante serían nombrados por el gobierno del estado, ley ratificada en

1904.165 Este no era un asunto de la simple designación de autoridades de

los pueblos, sino de minar sus costumbres más arraigadas, como lo era su

independencia, o perder la capacidad de nombrar autoridades como en el

caso de Janos, que intercedieran en los asuntos del pueblo. A esto también

163 Ibíd., p. 86. 164 Ibíd., pp. 91-93. 165

Ibid., pp. 86 y 89.

91

se sumó el cobro de impuestos cada vez más ominosos por los que se

crearon distintas pugnas.

Alan Knight hace un balance sobre el efecto de la pérdida en tierras en

Chihuahua y el papel que jugó en las protestas populares, para ello dice:

“aquí la expropiación agraria, aunque frecuente, no fue la causa principal de

las quejas populares, como sucedió en Morelos o en otras regiones del

altiplano central. La expropiación agraria fue sólo una parte del asalto general

a la independencia local (un grado de independencia que hacía mucho tiempo

habían perdido las comunidades del centro de México).”166

El estallido de la revolución en Chihuahua dependió en gran medida de

una población con una tradición armada enclavada a lo largo del siglo XIX en

la lucha contra las tribus apaches del norte. Esta población había desarrollado

un carácter de gran independencia respecto a la autoridad central, se

agrupaba en pueblos y vivía en tierras que defendió con las armas. Estos

rancheros armados se rebelaron por efecto de que el pacto moral de

posesión independiente de la tierra fue roto por los hacendados y el gobierno,

quienes minaron su independencia mediante la expropiación agraria por una

parte y la imposición de nuevos y más severos impuestos. “Más allá de las

sierras, las comunidades acostumbradas a una forma de vida fronteriza o

colonizadora, dura e independiente, ahora estaban obligadas a adaptarse a

los cambios rápidos, en la medida que se demarcaron y cercaron bosques y

llanuras, en que los empresarios, mexicanos y extranjeros, se entregaron a

una explotación más intensa de los recursos locales, pero más importante

aún en que la autoridad política se tornó más poderosa.”167

Sin embargo, estos rancheros no fueron los únicos en rebelarse, sino

también los tenderos, arrieros, agricultores, ganaderos, artesanos, maestros

de escuela, quienes se levantaron contra el monopolio político de los

Terrazas, que tenía como apéndices en los pueblos a los caciques.168 Este

fue el caso del pueblo de San Isidro de donde era originario el ranchero

Orozco y donde el cacique del pueblo en 1906 ya era amo y señor de casi

166 Alan Knight, op. cit., p. 147. 167 Ibíd., p. 146. 168 Pedro Salmerón, óp. cit., p. 116.

92

todas sus tierras. Los pueblos de Chihuahua resintieron con más fuerza el

surgimiento de caciques locales que se apoderaron cada vez más de sus

medios de subsistencia, como apunta Alan Knight “los niveles de protesta y

rebeldía variaron claramente conforme a la severidad del caciquismo local.

Éste fue más severo en Chihuahua y, por ende, capaz de generar una mayor

respuesta revolucionaria.”169

Hasta este punto tenemos que al momento del estallido de la

revolución en Morelos y Chihuahua se habían vivido procesos distintos que

fueron generando resentimientos entre la población. En Morelos las

haciendas cada vez fueron más voraces en cuanto a despojar a las

comunidades de los medios para obtener su subsistencia, y a la vez

generaron una perdida terrible de su autonomía; en Chihuahua, el quiebre del

pacto moral entre los terratenientes y los rancheros no tuvo una larga historia

de agravios resentidos como en Morelos, se suscitó en las dos últimas

décadas del siglo, pero en 1910 había tenido un impacto tan resiente que hizo

que la violencia armada movilizara a la totalidad del estado. En Chihuahua la

inseguridad en la subsistencia fue amenazada pero no alcanzó a tener un

impacto tan grande como en Morelos, y fue la perdida de independencia la

que desató la movilización de los rebeldes, y la que fue percibida como el

mayor agravio. El carácter de las luchas revolucionarias en ambos estados

estuvo determinada por estos factores, en Morelos tuvo un carácter agrario

que unificó a los rebeldes como zapatistas, en Chihuahua, no se careció de

bases agrarias, pero el movimiento fue más localista, y los rebeldes se

escindieron entre aquellos que siguieron fieles a Madero y quienes se

declararon como orozquistas, en última instancia la fidelidad fue determinada

por las decisiones que separaron a los líderes de las regiones, más que una

lucha común por reivindicaciones agrarias como en Morelos.

En Morelos, los conflictos campesinos habían generado la

acumulación de agravios durante todo el siglo XIX, para Friedrich Katz

durante este siglo existieron una serie de levantamientos campesinos, los

cuales culminaron con le revolución mexicana, tales tuvieron como

catalizador la debilidad del estado, que dejó de cumplir la función de contener

169 Alan Knight, op. cit., p. 148.

93

a los hacendados a favor de los pueblos indios, así como mantener la

integridad de estos últimos. Un estado debilitado llevo a que los campesinos

saldaran sus agravios por la vía armada, y a que los hacendados se

apoderaran por la fuerza de las tierras y aguas de los campesinos.170

Sin embargo, las muestras de debilidad del estado nunca fueron tan

patentes como cuando los representantes de las localidades como el maestro

Pablo Torres Burgos, los agricultores de la región Rafael Merino, Emiliano

Zapata y Genovevo de la O, tuvieron oportunidad de sumarse a la campaña

opositora al candidato de las élites Pablo Escandón. Apoyaron a Patricio

Leyva, hijo de un héroe local en la guerra de Intervención, y formaron clubes

leyvistas en las localidades, aunque fueron derrotados y perseguidos en la

campaña, supieron que podían desafiar al orden establecido, sintieron de

cerca la experiencia de oponerse a las elites y dieron cuenta de su debilidad.

En el momento en que recibieron noticias de la campaña maderista

estudiaron el artículo tercero del plan de San Luis, que hablaba de que era

justo restituir las tierras a quienes fueron despojados de ellas y declaraba

sujetas a revisión las disposiciones y fallos de la Secretaría de Fomento y los

Tribunales de la República.171 Estos líderes se sumaron al maderismo por la

experiencia política adquirida en el leyvismo, la certeza de que el estado

estaba debilitado y por el estallido de una coyuntura armada en el estado de

Chihuahua, la cual los inspiró, incluso en el momento en que se separaron del

maderismo como veremos más adelante.

Antes de que surgiera la revolución armada maderista en la región, uno

de los líderes locales que participó en el leyvismo, Emiliano Zapata ya tenía

100 hombres armados a su disposición, los cuales ya estaban derribando las

cercas de las haciendas que rodeaban a su pueblo de Anenecuilco y

distribuyó lotes entre los agricultores del lugar172. En marzo de 1911 este

grupo armado se unió a otra serie de movimientos locales dirigidos por

antiguos leyvistas como Pablo Torres Burgos, quien entró en contacto con

170 Friedrich Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revolución: la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, México, ERA, 1990, p. 16. 171 John Womack, op. cit., p.69. 172 Ibíd., p. 64.

94

Madero, y Rafael Merino, y dieron pie al surgimiento de la campaña maderista

para derribar a Porfirio Díaz.

El 19 de mayo estos líderes y otros dirigentes de los pueblos tomaron

Cuautla, la ciudad más importante del estado, y dos días después el 21 de

mayo se firmaron los tratados de Ciudad Juárez, los rebeldes aceptaron

desmovilizarse pero no devolver los campos, y a partir del mes de junio

fueron catalogados como bandidos que recorrían las haciendas de Morelos.

La historia de estos rebeldes continuó por un camino incierto pero más radical

cuando se opusieron a dejar las armas sin contar con la certeza de que sus

demandas históricas serían atendidas; a partir de agosto se reorganizaron e

iniciaron de nuevo sus operaciones, y ya no pudo ser de otra manera: se

rebelaron contra Madero.

El 25 de noviembre de 1911 los campesinos que se aglutinaron

alrededor del jefe Emiliano Zapata y se unieron a la revolución maderista

lanzaron un plan que expresó sus demandas sociales y a la vez hizo pública

su separación del maderismo. Por medio del plan de Ayala declararon la

autonomía de su lucha y expresaron lo siguiente: “declaramos al susodicho

Francisco I Madero, inepto para realizar las promesas de la revolución de que

fue autor, por haber traicionado los principios con los cuales burló la voluntad

del pueblo y pudo escalar el poder.”173

Si bien este movimiento revolucionario inició en la esfera local, y se

subordinó al maderismo, pronto se convirtió en un movimiento claramente

antimaderista. Los motivos de que cambiara el rumbo de su lucha se

encontraban en que el nuevo gobierno no cumplió sus promesas de

restitución de tierras comunales, y en el caso contrario la intervención de los

hacendados los separó cada vez más del caudillo al que habían llevado a la

presidencia el cual no atendió a sus demandas. De la misma forma vieron

que no podían deponer las armas, aún cuando al inicio Zapata había

aceptado el licenciamiento, pues fuera de la vía armada no les quedaba otra

salida para recobrar sus tierras y autonomía.

173 Ibíd., p. 395.

95

Su movimiento tuvo un programa propio en el plan de Ayala, en el cual

retomaron como base de su lucha el plan de San Luis Potosí con el que

Madero se había levantado en armas contra el régimen porfirista. Pero

adicionaron a dicho plan sus demandas sociales, establecieron en el artículo

6º lo siguiente: “que los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los

hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán

en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o

ciudadanos que tengan sus títulos, correspondientes a esas propiedades, de

los cuales han sido despojados por la mala fe de nuestros opresores […].”174

El artículo 6º del Plan de Ayala refería a las bases históricas del

conflicto que estos campesinos habían desarrollado desde el siglo XIX frente

a las elites, esos hacendados, caciques y científicos a los que hacen

referencia. A lo largo de su lucha que se prolongó de 1911 a 1919, el

zapatismo mostró un compromiso incondicional con estos ideales de la

reforma agraria y el autogobierno local.

El rasgo dominante que definió al zapatismo alrededor de Morelos fue

su carácter como un movimiento campesino, que se convirtió en un desafío al

poder central.175 El zapatismo expresaba una violencia de clase, ligada a la

desigual posesión y aprovechamiento de los recursos naturales entre

campesinos y hacendados. De igual manera el avance de la hacienda rompía

la organización tradicional del trabajo, donde el campesino tenía acceso al

usufructo de un pedazo de tierra para asegurar su subsistencia. El quiebre de

la economía moral de los campesinos que provocaba la entrada de la

moderna hacienda conllevo al estallido de una violencia dirigida, un “patrón

de violencia popular ejercida en contra de instituciones y autoridades

regionales era una muestra de que había odios, agravios y

resentimientos…”176

El zapatismo compartió con el resto de los movimientos revolucionarios

en el país el ser una serie de movimientos organizados por líderes locales, el

movimiento recayó en los jefes de cada región, los cuales “fueron personas

174 Ibíd., p. 396. 175 Ibíd., p. 11. 176 Ibíd., p. 115.

96

provenientes de las clases bajas -aunque no las más pobres- y sectores

medios de la sociedad rural, que gozaban de reconocimiento y prestigio

previos en sus comunidades y pueblos.”177

Sin embargo, el rasgo distintivo del movimiento fue precisamente que

los jefes locales conformaron un zapatismo, que a la vez fue la suma de una

serie de zapatismos regionales, en los que había rasgos de similitud como

movimientos agrarios.178 Se pueden determinar como tales ya que la lógica

de la revolución de los zapatistas radicó en la ocupación y reparto de las

haciendas, el control de los campos estuvo en manos de los rebeldes,

quienes tuvieron como prerrogativa el hacer su revolución en base a cumplir

con las demandas que en primera instancia los habían lanzado a hacer la

revolución.

Mientras que la violencia que ejercieron los jefes fue dirigida contra los

terratenientes, comerciantes y autoridades, la lucha también dependió en

gran medida de la ocupación de las haciendas, el reparto de tierras y que los

ciclos de la rebelión estuvieron determinados por la ocupación de los rebeldes

en sus labores del campo.

Pero no se puede pensar en el zapatismo como un movimiento

homogéneo, que no enfrentara tensiones al interior, una de las

particularidades del zapatismo fue que las diferencias regionales se salvaron

a través de pactos, lazos y alianzas entre los grupos rebeldes. De la misma

forma, la noción de las injusticias agrarias entre los zapatistas no fueron las

mismas en todas las regiones donde hubo levantamientos reconocidos como

zapatistas. Uno de estos ejemplos es el de Guerrero, donde las haciendas

eran de un tamaño relativamente más pequeño, comparadas con las de

Morelos, las cuales obtenían sus ingresos principalmente de renta de tierras a

cambio de cantidades fijas de maíz, contra este sistema de rentas y no contra

el despojo del tipo sufrido en Morelos fue contra el que se levantaron los

zapatistas dirigidos por Pablo Barrera en Guerrero.179

177 Felipe Arturo Ávila Espinosa, op. cit., p. 25. 178 Ibíd., p. 14. 179 Ian Jacobs, “Rancheros en Guerrero: los hermanos Figueroa y la revolución”, en David A. Brading, comp., Caudillos y campesinos en la revolución mexicana, México, FCE, 1996, p. 116.

97

De la misma forma, el caso de Guerrero vuelve a ser ilustrativo cuando

nos habla de las diferencias regionales que enfrentó el zapatismo, en ese

estado los hermanos Figueroa se levantaron como maderistas no por

motivaciones agrarias, sino contra el centralismo y contra los beneficios

económicos que sólo llegaron a las elites durante el Porfiriato. El movimiento

armado que encabezaron estos mestizos, que fueron beneficiarios de las

tierras que perdieron las comunidades, fue en defensa de una tradición de

autonomía que gozó el estado en el siglo XIX. Su lucha maderista era en

defensa de la vuelta al cacicazgo estatal.180

Los Figueroa lucharon contra los zapatistas y en 1911 Ambrosio

Figueroa fue nombrado gobernador en Morelos con la consigna de perseguir

a los zapatistas, según nos dice John Womack buscaron el control del estado

como una vía para que su ejército llegara a México, sede del poder central.

Más tarde entre los años de 1914 y 1915 Zapata pacto con Figueroa en su

enfrentamiento a los constitucionalistas.

El otro desafío al maderismo, el orozquismo ha sido menos definido en

sus características, por poner un ejemplo, se carecen de trabajos

historiográficos que documenten el comportamiento de los rebeldes en las

zonas que fueron ocupando, que hablen de cuáles fueron las acciones que

emprendieron contra la oligarquía de los Creel-Terrazas, o que hablen más

allá de las zonas que ocuparon o las batallas que hicieron.

Podemos empezar por decir que el orozquismo arrancó con la historia

de miles de ex combatientes maderistas licenciados, representantes de las

localidades que salieron de sus pueblos, se sumaron a los jefes

revolucionarios y fueron capaces de tumbar al antiguo régimen. Muchos de

estos combatientes eran de los distritos de Guerrero y de Galeana y tuvieron

como jefe a Pascual Orozco. El caudillo al que siguieron se convirtió en un

emblema, el jefe más afamado de la revolución en el norte y quien tuvo que

desarmar a casi la totalidad de sus hombres y pasado el conflicto

revolucionario recibió el nombramiento de jefe de la primera zona rural.

180 Ibíd., p. 116.

98

Mientras Orozco recibió este cargo menor, los hombres que le

siguieron habían experimentado cómo sus armas se impusieron en las

regiones dominadas por los cacicazgos, su triunfo reciente les enseño que

podían determinar el fin del control oligárquico de los Terrazas, o que con su

nueva fuerza podían hacer cumplir las demandas de sus tierras. Dejar las

armas significaba para muchos de ellos abandonar un nuevo poder adquirido,

la posibilidad de recobrar su independencia.

El fin de las acciones bélicas se había determinado el 21 de mayo de

1911 con la firma de los tratados de Ciudad Juárez, pero también fue de

forma casi inmediata que se manifestaron desafíos al maderismo en el norte.

Antes de que en marzo de 1912 Pascual Orozco decidiera tomar el liderazgo

de la rebelión ya se había dado la confluencia de distintos movimientos

rebeldes contra Madero: el magonismo, vazquizmo y la influencia del

zapatismo.

Por una parte el magonismo, movimiento que había surgido en la

región desde el año de 1906 entre los sectores medios urbanos que criticaron

al gobierno, fue encabezado por los hermanos Flores Magón, quienes se

refugiaron en Estados Unidos y recogieron las demandas de los sectores

obreros y campesinos. Después de años de lucha, y tras la firma del

armisticio entre Madero y el gobierno de Díaz, el 24 de mayo de 1911 los

magonistas llamaron a los maderistas a tomar las armas de nuevo, ahora

contra sus jefes y los federales, y a luchar bajo el lema: Tierra y Libertad181.

Sin embargo cabe destacar que no todos aquellos que habían sido militantes

del magonismo siguieron este comunicado, uno de los ejemplos es del

maderista de Durango Orestes Pereyra, quien había sido magonista en 1906,

maderista en 1910 y 1911, y cuando estalló la rebelión contra Madero se

mantuvo leal al régimen persiguiendo a orozquistas y zapatistas que recorrían

el estado; otro de los casos, fue el de José Inés Salazar, quien después de

solicitar un cargo como al mando del destacamento policiaco en el gobierno

maderista de Casas Grandes, el cual le fue negado, se sumó a los

levantamientos magonistas de 1911 y posteriormente al orozquismo.

181 Graziella Altamirano, “Movimientos sociales en Chihuahua, 1906-1912”, en Memorias. La revolución en las regiones, Guadalajara, IES/Universidad de Guadalajara, 1986, pp. 47-48.

99

En octubre surgió el movimiento vazquista, que tuvo sus orígenes en la

pugna por la vicepresidencia de la república. Madero rompió la mancuerna

con Francisco Vázquez Gómez, quien contendería por la vicepresidencia y

para ello disolvió el partido antirreeleccionista, formó el constitucional

progresista y lanzo la candidatura para la vicepresidencia de José María Pino

Suárez. Las raíces de su rompimiento estuvieron en que el hermano de

Francisco, Emilio Vázquez Gómez como secretario de gobernación en el

gobierno de De la Barra se opuso al licenciamiento de las tropas y quería

sustituir a los representantes del viejo régimen por elementos

revolucionarios.182

De la misma forma, en noviembre los zapatistas desconocieron a

Madero y lanzaron el Plan de Ayala donde nombraban a Pascual Orozco

como jefe de su lucha armada, por el mismo tiempo en el estado surgieron

motines que se declararon como zapatistas. Chihuahua ya se encontraba en

estado de rebelión y había “una confusa situación en cuanto a los

movimientos registrados en aquel estado. Los desordenes provocados por los

vazquistas, eran en ocasiones apoyados por orozquistas que creían que

Orozco sería removido de la jefatura de la zona rural […] a principios de

febrero estalló un brote rebelde en Casas Grandes contra el gobierno federal

encabezado por antiguos miembros del PLM, como José Inés Salazar, Emilio

P. Campa y Enrique Portillo, con el manifiesto de tierra y libertad. Apoyaban

al vazquizmo y buscaban un enlace con Pascual Orozco.”183

Los grupos que se sublevaron tanto como magonistas, José Inés

Salazar y Emilio P. Campa, que operaron en el distrito de Galeana,

vazquiztas, Antonio Rojas y Blas Orpinel, quienes operaron también en

Galeana o zapatistas, Braulio Hernández y Herminio R. Ramírez, que

operaron en el distrito de Iturbe, pedían a Orozco que se pusiera al frente de

sus ejércitos, finalmente en marzo de 1912 el caudillo aceptó el cargo y surgió

el movimiento orozquista como enfrentamiento al maderismo.

Este movimiento aglutinó banderas rebeldes distintas, ya había

agrupado miles de hombres, muchos de los seguidores de Orozco fueron

182 Ibíd., p. 50. 183 Ibíd., p. 52.

100

maderistas de 1910, y sus orígenes estaban sobre todo en los distritos de

Galeana y Guerrero, los mismos lugares que en la lucha anterior mostraron

su adhesión al jefe. Los rebeldes tomaron caballos de las haciendas de

Terrazas que dominaron la región, expulsaron a los colonos mormones, que

al igual que los Terrazas representaron una amenaza a sus tierras. Con el

mando de Orozco extendieron su movimiento al norte de Durango y La

Laguna.184

La lucha de Orozco declaró su rompimiento con el maderismo al

proclamar un plan propio, el Plan de la Empacadora, el 25 de marzo de 1912.

El plan exigía la destitución de Madero y Pino Suárez y la instrumentación de

las acostumbradas reformas políticas como la abolición de las jefaturas y la

autonomía municipal, exigió mejores salarios para los trabajadores,

nacionalización de los ferrocarriles y reconoció la cuestión agraria como el

problema que requería atención más inmediata.185

Las demandas del plan orozquista mostraron un carácter radical,

atendieron a los problemas sociales de Chihuahua, las condiciones de

trabajo, el regreso a la autonomía y la posesión de tierras, sin embargo estas

demandas no garantizaron que el movimiento fuera secundado en todas las

regiones, donde incluso existían esas demandas. Este ejército de miles de

hombres, enfrentó resistencia en aquellos que se mantuvieron fieles al

maderismo. En primera instancia tenemos el caso de los hombres del pueblo

de Cuchillo Parado, del municipio de Coyame, en el distrito de Iturbe fuera del

área de influencia directa de Orozco, de donde surgió el contingente que

dirigió en la lucha de 1910 Toribio Ortega. Este pueblo compartía la historia

que ya hemos visto en muchos de los pueblos de Chihuahua en el siglo XIX,

fue un pueblo defensivo en la guerra contra los apaches, dotado de tierras por

Juárez y que a fines del Porfiriato resintió los mismos problemas de la tierra y

pérdida de autonomía. Ortega gozó de la movilidad de los hombres del norte

y como muchos trabajo en EU y en últimas fechas trabajaba la parcela que le

había dejado su padre.

184 Pedro Salmerón, op. cit., p. 272. 185 Alan Knight, op. cit., p. 342.

101

Los hombres de Cuchillo Parado sufrieron el poder caciquil de Carlos

Muñoz, relacionado con el clan Terrazas, a manos de quienes perdieron sus

tierras. Después del armisticio de Ciudad Juárez, Ortega regresó a Cuchillo

Parado y con las tropas que le siguieron tomó las tierras en manos del

cacique, y además fue nombrado jefe seccional del pueblo.186 Estas

circunstancias excepcionales en las que los habitantes del pueblo lograron

sus demandas sociales de manera inmediata y donde el líder maderista local

logró un lugar en su gobierno fueron determinantes para que se mantuvieran

leales al maderismo.

La condición para seguir disfrutando el logro de sus demandas

consistió en un pacto con el gobierno, Ortega conservó el puesto de jefe del

pueblo bajo la condición de que pacificara la región. Además estos hombres

rechazaron a los rebeldes en gran medida por su historia de independencia y

resistencia a incursiones desde fuera, ahora los rebeldes eran sus enemigos

y ellos instrumentaron la defensa de su territorio. Estas circunstancias son las

que hicieron que rechazaran a grupos que expresaron demandas agrarias,

como los encabezados por el profesor Braulio Hernández que proclamaron el

2 de febrero el Plan de Santa Rosa, donde defendían las demandas agrarias

del Plan de Tacubaya de los Vázquez Gómez y Ayala de los zapatistas, al

mismo tiempo que rechazaban la intervención de las autoridades federales en

los asuntos de Chihuahua.187

Así fue como a pesar de que lucharan por principios similares,

finalmente eran la satisfacción de las demandas locales las que marcaban la

adhesión o no al maderismo, de la misma forma rebeldes que en principio

podían luchar por los mismos ideales podían ser rechazados en aras de la

defensa del territorio. Incluso en el mismo municipio de Coyame, un lugar con

la misma historia, mismos conflictos de Cuchillo Parado, en el mes de febrero

el rebelde Herminio R. Ramírez se rebeló sosteniendo el Plan de Ayala, así el

que en el mismo municipio se diera la adhesión al maderismo, o el rebelarse

bajo otra causa como el zapatismo, fue uno de los asuntos que configuró

características distintivas al movimiento rebeldes en Chihuahua.

186 Pedro Salmerón, op. cit., pp. 129-131. 187 Ibid., pp. 292-293.

102

De la misma forma podemos hablar de la región de Cuencamé, al

centro-oeste de Durango, una población donde indios Ocuilas y mestizos

cultivaban pequeñas parcelas, y habían sido despojados sistemáticamente de

sus territorios de cultivo y caza por la hacienda de Sombreretillos. En esta

población Calixto Contreras y Severino Ceniceros encabezaron una

sublevación de pequeños propietarios, trabajadores eventuales e indios

ocuileños188. Esta coalición de diferentes actores sociales fue la que se sumó

a la revolución maderista y se mantuvo fiel al gobierno en los años de

rebeliones en su contra.

Las condiciones de esta fidelidad residieron en que Calixto Contreras

regresó a la población y fue nombrado jefe de la guardia, así como Severiano

Ceniceros quien ocupó el puesto de jefe político. A diferencia de muchos

maderistas descontentos estos dos líderes regresaron a sus pueblos

ocupando puestos clave. Además sus bases sociales entre los indígenas y

agricultores mestizos ocuparon las tierras que le disputaban a la hacienda de

Sombreretillos, por igual los vecinos de Pasaje y Peñón Blanco junto con los

de Cuencamé invadieron cerca de 70,000 hectáreas.189 En noviembre de

1911 tras una reunión con Madero Calixto Contreras le habló al presidente del

despojo de tierras y el cumplimiento del artículo tercero del plan de San Luis.

En los meses siguientes Contreras entró en una relación tirante con el

gobernador del estado, hasta que en febrero de 1912 por el temor de que se

sumara a la serie de revueltas existentes en la región fue nombrado jefe

político de Cuencamé con la orden de pacificar la región. Una vez más se ve

cómo no solamente fue el cumplimiento de demandas sociales lo que

aseguró la lealtad, sino el acuerdo que las autoridades lograron con los jefes

ex maderistas.

De la misma forma la lealtad de las tropas de Francisco Villa hacia

Madero no estuvo determinada por las demandas sociales de su región, ya

que eran semejantes a las de la región dominada por Orozco, como la

defensa de las tierras logradas en la guerra apache, así como el agravio 188 William K.Meyers, “La segunda División del Norte: formación y fragmentación del movimiento popular de La Laguna, 1910-1911”, en Friedrich Katz, comp., Revuelta, Rebelión y Revolución, la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, 2ª. ed., México, ERA, 2004, p. 407. 189 Pedro Salmerón, op. cit., p. 267.

103

sufrido por las cercas que les quitaban los terrenos de pastores y el ganado

que nacía libremente en los montes y que por el peso de sus costumbres

había sido propiedad de los rancheros. Cabe destacar en primera instancia,

pese a las similitudes de los conflictos históricos en el estado la región que

dominó Villa no fue la misma en la que ejerció su liderazgo Orozco, y en este

asunto tenemos una diferencia respecto al zapatismo en Morelos, donde a

pesar de que Zapata no dominó todas las regiones, sí ocurrió que pudo

establecer alianzas que lo pusieron a la cabeza del movimiento. Los hombres

de Villa, un ejército popular, fueron incorporados a la División del Norte de

Victoriano Huerta, el general que se encargó de perseguir a los orozquistas.

Para concluir, Alan Knight hace una distinción entre el zapatismo y el

movimiento rebelde en el norte, al primero lo pone en el orden de una lucha

agraria, y al segundo lo cataloga entre las rebeliones serranas, que no

carecieron de bases agrarias pero tuvieron una naturaleza distinta. Cuando

trata la lucha en el norte el autor analiza al mismo tiempo al orozquismo y al

villismo. Como ya vimos, Villa se mantuvo adherido al maderismo, mientras

que Orozco lo desafío. De ambos movimientos no existe en realidad mucha

información que nos hable de la ocupación de tierras o reformas agrarias

entre los años de 1911 y 1913, o incluso sobre el comportamiento de los

ejércitos en las haciendas, más allá del saqueo o préstamos forzosos.

El análisis sobre la relación del orozquismo con las bases agrarias de

su lucha que ya hemos mencionado, es decir el despojo de las tierras que

pertenecieron a los colonos militares, es el gran ausente historiográfico. No se

sabe qué acciones, o si hubo alguna suerte de intención entre los rebeldes en

este terreno, que estaba situado en el plan de la empacadora como el asunto

en el que urgía mayor atención, o en términos de las otras demandas como el

trabajo asalariado o la autonomía respecto a los jefes políticos.

En caso del villismo Friedrich Katz ha mencionado el decreto de

diciembre de 1913, en el que Villa ordenó la confiscación de tierras y de otras

propiedades que pertenecieron a los terratenientes, donde a breve plazo los

recursos de estas tierras se destinaran al ejército y a largo plazo después del

triunfo de la revolución deberían aprobarse leyes que cambiarían la propiedad

104

de las tierras190. El autor señala cómo los jefes villistas como el caso de

Urbina se apoderaron de esas tierras y se convirtieron en amos y señores de

las mismas. Además analiza por qué las bases sociales no empujaron por la

realización inmediata de cambios en el reparto de tierras, y señala que fue

debido a que los ex colonos estuvieron en campaña militar, sus expectativas

sobre la posesión de la tierra estaban puestas en el futuro, cuando su causa

triunfara, pero sucedió que cuando regresaron a sus tierras tales expectativas

ya eran irrealizables, pues eran un ejército derrotado.

Es evidente que Alan Knight se nutre de estas conclusiones de Katz, y

generaliza entre el villismo y el orozquismo para enunciar lo siguiente:

“los líderes serranos del norte (categorizándolos como rebeldes serranos) como Orozco y Villa…al igual que Zapata eran populistas rurales […] el agrarismo del norte con frecuencia se adaptó a las estructuras de la revuelta serrana: es decir, en vez de lanzar al pueblo en contra de los hacendados, en una lucha de clases bien definida, capaz de transformar la sociedad rural, sirvió para enfocar la atención en los monopolios de tierras y el poder de los caciques, cuyo derrocamiento se convirtió en el principal objetivo de la revuelta serrana, y unió de esta manera a distintos estratos de la comunidad.”191

Así, basado en esta idea de que los norteños “mostraron mayor interés

personal en los bienes, la tierra y el poder”, nos dice cómo su objetivo no fue

transformar la sociedad rural, como en el caso de Morelos, sino obtener el

control de los monopolios de tierras y derrocar a los caciques locales. Su

planteamiento sobre los rebeldes serranos muestra otras posibilidades

explicativas cuando en otro artículo habla de la rebelión serrana en términos

de la poca familiaridad con el poder de la autoridad política, federal o estatal,

por el carácter fronterizo y autónomo de la sociedad. Su oposición al jefe

político, el cobrador de impuestos, los reclutamientos del ejército192. Así el

planteamiento sobre los rebeldes serranos tiene dos ejes: un carácter agrario

centrado en acabar con los monopolios de tierras y el poder de los caciques y

un enfrentamiento al control de la autoridad política.

190 Friedrich Katz, “Pancho Villa, los movimientos campesinos y la reforma agraria en México,” en David A. Brading, óp. cit., p. 91. 191 Alan Knight, op. cit., p. 350. 192 Alan Knight, “Caudillos y campesinos en el México revolucionario, 1910-1917”, en David A. Brading, óp. cit., pp. 46-47.

105

Quizá en la comparación entre Zapatismo y Orozquismo lo que queda

es la coincidencia en la presencia de quejas agrarias, sobre todo si

regresamos a los rasgos históricos analizados en este apartado. Sin

embargo, en el zapatismo estos rasgos definieron el carácter de su lucha y

sus acciones de clase, de la violencia dirigida contra las haciendas. En el

orozquismo no tenemos elementos para señalar una violencia de este tipo, y

al contrario es ilustrativo regresar a los casos expuesto de las regiones de

Coyame y Cuencamé donde se combatió al orozquismo, y donde hubieron

demandas agrarias importantes, o el mismo caso de la región de Villa como la

gran excepción de un sector de la población rural que no fue orozquista. En

este sentido es difícil saber qué papel jugo la demanda agraria como

propuesta en el plan de la Empacadora.

Por otra parte, un punto más de referencia está en lo tocante a la

autonomía, la de los pueblos comunales en el zapatismo, y la independencia

de los rancheros frente a la autoridad en el orozquismo. Si bien se mira que el

zapatismo logró aglutinar bajo una misma dirección sus demandas, y cómo

en Chihuahua, una demanda colectiva de independencia no unificó a los

distintos grupos. Se podría concluir más en el sentido de que Chihuahua

mantuvo una posición ambivalente respecto al apoyo al maderismo, que ser

maderista o antimaderista no estuvo tan determinado por las circunstancias

históricas de sus conflictos, o ser rebeldes de tipo serrano, sino que dependió

más de otras circunstancias, las adhesiones locales a un jefe, la división en

esas adhesiones incluso en una misma región, o un asunto que cabe más en

la esfera de las expectativas no cumplidas por el nuevo régimen, el grado de

desilusión con el nuevo régimen respecto a las demandas esperadas, factor

que no es menos importante.

En las siguientes páginas no se deja de lado esta reflexión, sino que

por medio de ejemplos regionales donde se retoman uno y otro movimiento

se seguirán delineando sus características, sus influencias, y su papel en el

antimaderismo.

106

3.2 Las rebeliones de Zapata y Orozco: sus variantes regionales

De una serie de rebeliones que surgieron en el verano de 1911, de manera

inmediata al triunfo de la revolución maderista, como las de los yaquis en

Sonora, los Figueroa en Guerrero, los hermanos Cedillo en San Luis Potosí y

Félix Díaz en Oaxaca, las dos más importantes y que representaron mayores

desafíos al régimen maderista fueron la zapatista en Morelos y la de Pascual

Orozco en Chihuahua.193

Desde mayo de 1911 se sucedieron una serie de conflictos armados

cuyo detonante fue precisamente la orden de licenciamiento de las tropas

armadas. Fue difícil desmovilizar a los rebeldes y quienes se resistieron al

proceso de licenciamiento solamente tuvieron que esperar por la coyuntura

oportuna para rebelarse contra el maderismo.

En noviembre de 1911 los zapatistas fueron los primeros en romper

con Madero “a partir de la promulgación del Plan de Ayala, el núcleo duro del

zapatismo, formado por hombres del oriente de Morelos, empezó a recibir el

respaldo de numerosos contingentes revolucionarios, primero en los estados

vecinos, pero también en regiones tan distantes como la sierra de Sinaloa, la

Comarca Lagunera y el altiplano potosino”.194 Así tenemos que la lucha

zapatista se fue convirtiendo en un movimiento con adhesiones regionales

incluso en lugares muy distantes a la zona en que Zapata establecía sus

alianzas.

Debido a que el Plan de Ayala daba la jefatura del movimiento armado

en contra de Madero a Pascual Orozco, no fue casual que entre ambos

movimientos existiera una estrecha relación. En Chihuahua la región de

Orozco surgieron una serie de pronunciamientos al grito de Viva Zapata. A

partir del verano de 1911 ya los magonistas habían hecho un llamado contra

Madero, en octubre ocurrió el pronunciamiento de Vázquez Gómez y así

mismo se dieron levantamientos zapatistas, dentro de la coyuntura de esta

193 David LaFrance, “Diversas causas, movimientos y fracasos, 1910-1913, índole regional del maderismo”, en Thomas Benjamin y Mark Wasserman coord., Historia regional de la revolución mexicana. La provincia entre 1910-1929, p. 57. 194 Pedro Salmerón Sanginés, “Los rebeldes contra la revolución: los disidentes agrarios de 1912”, en Felipe Castro y Marcela Terrazas (coords.), Disidencia y disidentes en la historia de México, México, UNAM, 2003, p. 334.

107

serie de sucesos rebeldes en el que fuera bastión del maderismo contra el

régimen de Díaz.

En enero de 1912 se dio un motín de cien miembros del 24º cuerpo

rural, donde “el detonante de la revuelta fue la decisión del gobierno de

reducir los tres cuerpos irregulares de 350 a 250 plazas cada uno. El grito de

guerra fue “Viva Vázquez Gómez”, al que se añadió otro, nuevo en

Chihuahua: “¡Viva Zapata!”195 Junto a este motín, en febrero la prensa

reportaba otro en que también se había dado un grito de ¡Viva Zapata! , se

había sublevado una parte de la guarnición de Ciudad Juárez, y que este

levantamiento lo encabezaba el maderista Refugio Mendoza, quien había

sido licenciado por tropas de Pascual Orozco, quien atacó la penitenciaría

para liberar al coronel Antonio Rojas, preso por haberse levantado como

reyista en 1911.196 Toda vez que liberaron a Rojas, salieron con este capitán

al frente y se dirigieron a Casas Grandes donde se había sublevado la

guarnición de Casas Grandes con los hombres de Porfirio Talamantes.

Estos rebeldes de Casas Grandes eran maderistas que habían

participado en la lucha de 1910, combatientes de la región de Galeana,

quienes a su vez firmaron un manifiesto el 18 de febrero en el que pedían a

Orozco que se pusiera al frente de sus hombres ya que “pretendían revivir la

revolución que había sido traicionada y vendida por los jefes que la

sostuvieron en un principio.”197

No fue casual que estos pronunciamientos hayan sido zapatistas,

sobre todo por las coincidencias de este manifiesto en que veteranos

maderistas hablaban en los mismos términos de los rebeldes de Morelos, de

una revolución “traicionada y vendida por los jefes que la sostuvieron en un

principio,” y una vez más daban a Orozco el mando de su movimiento. En

esos momentos los hombres que habían luchado junto a Orozco ya

preparaban las bases para la rebelión orozquista de marzo. En Chihuahua

dichos pronunciamientos fueron las primeras manifestaciones de la rebelión

195 Pedro Salmerón., óp. cit., p. 271. 196 El Heraldo de Occidente, 1 de febrero de 1912, p.1. La nota de prensa es imprecisa en lo que respecta a que Rojas haya sido reyista, ya que en realidad se sublevó en nombre del vazquizmo. 197Pedro Salmerón, óp. cit., p. 272.

108

antimaderista, anteriores al momento en que la disidencia fuera agrupada por

el orozquismo, el grito de viva Zapata solamente se adelantaba al movimiento

rebelde que surgió en marzo.

Lo mismo ocurrió en la región de Morelos, donde en 1912 “Zapata se

sintió animado por el éxito de Orozco y esperaba ayuda material del norte, al

igual que los zapatistas del Estado de México; los rebeldes del Itsmo se

declararon orozquistas y pagaban con recibos canjeables para “cuando

Pascual Orozco sea presidente”. El resultado de la rebelión del norte se

esperaba con ansiedad en tierras tan distantes como Tabasco, e incluso en

Oaxaca.”198

Los dos movimientos inspiraron otros pronunciamientos rebeldes que

desestabilizaron al poder maderista en diversas regiones; el orozquismo se

extendió más allá de Chihuahua y tomó cause hacia La Laguna, Durango y

Sonora, incluso el movimiento de los rebeldes de la Sierra Juárez en Oaxaca

trató de ser incorporado como orozquista. Con el zapatismo ocurrió algo

similar, ya que hubo pronunciamientos zapatistas en Jalisco, Chihuahua, La

Laguna y Durango, lugares muy lejanos a las zonas del centro y sur de

México donde el cuartel zapatista tenía vínculos y acuerdos.

Los brotes rebeldes en los estados, a los que tubo que enfrentase el

gobierno maderista se expresaron en distintos puntos de la geografía

nacional, en el estado de Jalisco los brotes armados no cesaron tras la firma

de los tratados de Ciudad Juárez, ya que en esta entidad quienes habían sido

líderes de la campaña maderista eran sujetos que gozaban de fuerte

influencia local, lo que hizo más difícil el que dejaran las armas. Así desde

mediados de 1911 en dicho estado se manifestaron distintos brotes de

rebeldía, entre los que se incluyeron pronunciamientos reyistas y zapatistas.

“Ese mismo mes de noviembre (1911), un pequeño núcleo armado se

proclamó seguidor del líder suriano. Tres meses después, un grupo de

indígenas de Santa Ana Tepetitlán protagonizan un motín al amparo de las

banderas del zapatismo. El mismo mes de febrero, Salvador Gómez y

198 Alan Knight, La revolución mexicana: del porfiriato al nuevo régimen constitucional, Vol. I, Pofiristas, liberales y campesinos, México, Grijalbo, 1996, p. 363.

109

decenas de seguidores asaltan los principales comercios de San Agustín,

proclamándose rebeldes zapatistas.”199

Salvador Gómez había sido maderista en 1911, y peleado entre las

tropas de Ciudad Juárez; y en febrero de 1912 se sumaba a la ola de

pronunciamientos que se estaban desatando. Un mes después, surgió otro

pronunciamiento contra el poder federal por un grupo de rurales encabezados

por Desiderio Nevárez al grito de “viva Zapata”, cometiendo saqueos en la

localidad que resguardaban y lanzándose después sobre la Sierra del Tigre.

Incluso el mes de octubre de ese año un núcleo armado atacó Pihuamo al

grito de ¡viva Zapata!, dicho grupo se trasladó a distintos puntos de la entidad

donde continuaron saqueando las poblaciones.200

Los pronunciamientos zapatistas en Jalisco tuvieron como común

denominador el ser brotes aislados, de grupos de rebeldes diversos que

aglutinaron a antiguos jefes maderistas, grupos indígenas y ex rurales, que se

levantaron en partidas poco numerosas recorriendo algunas poblaciones. Sus

formas de acción se manifestaron mediante saqueos, que fueron emulados

por la población que se sumó al asalto del Monte de Piedad, como ocurrió en

el caso del motín de los rurales de Desiderio Nevárez.

Cabe resaltar que estos pronunciamientos zapatistas estuvieron en el

contexto de un momento de rebelión generalizada, donde coincidieron con

otros brotes rebeldes como el reyista y el vazquista, o sin alguna bandera

expresa como la rebelión del maderista de los Altos de Jalisco Francisco del

Toro quien en febrero de 1912 se pronunció contra el triunfo del Partido

Católico en las elecciones. Más adelante veremos cómo la carrera de este

rebelde continuará con sus correrías en el Estado de Sonora como

orozquista, buscando extender su influencia al Estado de Sinaloa, junto con

Antonio Rojas, un magonista y luego orozquista de Chihuahua.

Moviéndonos de nuevo en la geografía mexicana vamos al Estado de

Oaxaca, donde la labor de pacificación del régimen maderista no fue tarea

sencilla; fue patente en el Estado de Oaxaca, donde en enero de 1912 la 199 Samuel Octavio Ojeda Gastélum, El villismo jalisciense: una revuelta rural, clerical y bandolera (1914-1920), Guadalajara, Universidad de Guadalajara, CUCSH-Doctorado en ciencias sociales [tesis de doctorado en ciencias sociales, inédita] 2004, p. 169. 200

Ibíd., pp. 171-173.

110

prensa reportaba la presencia de bandidos que estaban recorriendo las

poblaciones, que iban robando caballos y provisiones de los ranchos y

haciendas cercanas. Mencionaba que esas gavillas eran comandadas por

Ché Gómez y su gente.201

José F. Gómez, Che Gómez, era un abogado que había ocupado

puestos como juez durante el Porfiriato en varios estados, incluido Sinaloa. A

pesar de no permanecer en su región de origen tenía vínculos y solidaridades

arraigadas que le dieron apoyo local cuando el nuevo gobernador maderista,

Benito Juárez Maza, le negó el cargo de jefe político de Juchitán. En este

caso la autonomía de los juchitecos, en el sentido de que los grupos locales

eligieran a sus jefes, fue afectada, y el levantamiento rebelde se desató en

noviembre de 1911. Che Gómez había sido un activista en el Partido

Antirreeleccionista en el estado, y combatiente maderista; de nueva cuenta el

descontento frente al régimen a nivel local desató este conflicto que significó

un enfrentamiento entre el poder de este líder regional y el poder estatal.202

No obstante, las amenazas al nuevo régimen maderista siguieron con

la rebelión ixtepejana, comandada por Pedro Léon, Cuché Viejo, un

comerciante que fue antirreeleccionista, y que en 1911 se puso al frente de

una compañía de guerrilleros al mando del gobernador Juárez Maza, que

entre sus labores más importantes tuvieron perseguir a los rebeldes de Che

Gómez. Estos guerrilleros formaron el Batallón Sierra Juárez, integrado

principalmente por pobladores ixtepejanos.203

Sin embargo, pronto los miembros del batallón revivieron sus viejas

rencillas con otros pueblos, como el de Tlalixtac, con el que tenían conflictos

por límites y agua, lo mismo ocurría con los de Ixtlán, donde las rivalidades

venían desde la colonia. En mayo de 1912 los rebeldes Ixtepejanos entraron

a Ixtlán, y dijeron que se levantaban contra el mal gobierno, mataron al juez

del pueblo y redujeron los impuestos de matanza de ganado, además de

nombrar un nuevo jefe político. En junio el jefe de su movimiento fue fusilado,

y declaró que “unos señores de Oaxaca” comentaban que la revolución

201 Nueva Era, 18 de enero de 1912, núm. 171, p.6. 202 Francisco José Ruiz Cervantes, La revolución en Oaxaca. El movimiento de la soberanía (1915-1920), México, FCE, 1986, p. 29. 203 Ibíd., p. 34.

111

debería ser por Pascual Orozco; sin embargo ese nexo orozquista nunca se

confirmó.204

En este sentido, el capítulo de los rebeldes en Oaxaca, estuvo inmerso

en el descontento contra el nuevo régimen emanado del maderismo, que en

el caso de los rebeldes de Ché Gómez fue un movimiento local, un

enfrentamiento contra las disposiciones del gobernador Juárez Maza al

momento de intervenir en las elecciones locales, y en el caso de los serranos

seguidores de Cuché Viejo el movimiento siguió la lógica del localismo, contra

la autoridad política que residía en Ixtlán, contra el juez y el cobrador de

impuestos, en este sentido su movimiento tuvo estas características que

Knight señala para los movimientos serranos.

Por otra parte, en el centro-norte del país, en la región de La Laguna,

que comprendía parte de los estados de Coahuila y de Durango, las acciones

de las tropas de rebeldes levantadas contra el gobierno fueron identificadas

muy pronto con el patrón de violencia popular que distinguía al zapatismo de

Morelos, la prensa publicaba que las partidas que operaban en el estado

“han desarrollado de una manera escandalosa el bandidaje, incendios,

saqueos, pillajes y demás latrocinios que dan a las turbas la característica del

zapatismo.205 Así mismo se reproducía el discurso generalizado de la prensa

nacional con el que se descalificaba el tipo de acciones que caracterizaban a

este movimiento.

Uno de los pronunciados en el estado fue el maderista Benjamín

Argumedo, quien en la población El Gatuño, Coahuila, fue acusado de hacer

propaganda magonista, vazquista y zapatista; en febrero de 1912 se levantó

en armas en su localidad al grito de ¡viva Zapata! y ¡tierra y libertad!, ligando

su lucha con el zapatismo y el magonismo. Fue con la adhesión de las

personas de su lugar de origen que se lanzó con una guerrilla por Matamoros,

Viesca y las serranías aledañas, reuniendo a veteranos del maderismo.206

Estos ex maderistas habían surgido en una movilización popular de

trabajadores de las minas, indígenas y pequeños propietarios, que formaron

204 Ibíd., p. 37. 205 El Heraldo de Durango, 31 de enero de 1912, núm. 910, p. 1. 206 Ibíd., p. 273.

112

una alianza capaz de derrumbar al antiguo régimen. A esta coalición se sumó

Argumedo quien era un sastre de oficio, y se convirtió durante el maderismo

en un líder popular independiente, quien reunió un ejército en una zona de

llegada de trabajadores eventuales, quienes en los tiempos de sequía y

desempleo se movían en partidas de bandoleros, estos trabajadores del

campo, sin posesiones, fueron así bandoleros en el Porfiriato, y

revolucionarios en los años 1910-1911.207

Cuando el triunfo de Madero se materializó existieron dos caminos

para los miembros que habían formado este ejército popular, por una parte se

crearon cuerpos de rurales con antiguos maderistas, como fue el caso de los

dirigidos por Orestes Pereyra, Agustín Castro y el caso ya estudiado de

Calixto Contreras, quien regreso a la región de Cuencamé, con los indígenas

ocuilas que lo apoyaron en su lucha, hizo un pacto político con el gobierno

maderista que fue una de las pocas excepciones donde el régimen cedió el

control de una región a un jefe local. Por otra parte, quienes no se

incorporaron a esos cuerpos rurales formaron grupos rebeldes ahora

desafectos al maderismo.

Uno de los antiguos maderistas que se convirtió en jefe de rurales fue

Sixto Ugalde, quien con sus tropas fue movilizado al noreste de Coahuila,

pero quien a pesar de su lealtad no pudo detener que los hombres que

componían sus fuerzas “cuando surgía la oportunidad, abandonaban a su jefe

y se rebelaban para retornar a la lucha en La Laguna, ahora bajo el liderazgo

del temible Argumedo”.208

Un asunto interesante también fue que entre los rebeldes que se

unieron a las fuerzas de Argumedo, y que bajo su mando atacaron las

haciendas se encontraban indios de Ocuila, aquellos que se aliaron con

Calixto Contreras y en control de Cuencamé se dedicaron a instrumentar el

control de las tierras.209 De esta forma vemos que las divisiones entre los que

se mantuvieron del lado maderista y en rebelión contra el régimen eran tan

207 William K. Meyers, “La segunda División del Norte: formación y fragmentación del movimiento popular de La Laguna, 1910-1911”, en Friedrich Katz, comp., Revuelta, rebelión y revolución, la lucha rural en México del siglo XVI al siglo XX, México, ERA, 2004, pp. 416-417. 208 Alan Knight, op. cit., p. 330. 209 Ibíd., p. 333.

113

débiles que se expresaban incluso entre los miembros de una misma región

con las mismas demandas, los ocuilas que se quedaron del lado maderista

con Contreras esperaron a la vía oficial y los que se fueron con Argumedo,

seguían asaltando las grandes haciendas.

De la misma forma que se suscitó la rebelión de Argumedo

encontramos que Jesús José (Cheché) Campos Luján, se lanzó a la lucha

como orozquista en esta región, siguiendo el mismo patrón de saqueo e

incluso incendio de las haciendas, consiguió muchos de sus reclutas entre los

peones de las mismas. En las haciendas de Mapimí, del lado de Durango,

permitió que los peones se quedaran con el producto de las cosechas de

maíz, por lo que se ganó un número considerable de seguidores.210

A fines de 1912 los rebeldes Cheché Campos y Argumedo, junto con

las tropas del indio Mariano trabajaron en forma conjunta y siguieron

asaltando haciendas, así pues la rebelión popular que en la región dio el

triunfo a Madero, no pudo ser detenida, salvo el caso de la región que

cedieron a Contreras. Esta revuelta popular compartió características agrarias

como la de Morelos, con una violencia de clase dirigida a los hacendados y

autoridades, pero como nos dice William K. Meyers “no fue estrictamente una

revuelta campesina, sino que implicó un amplio espectro de grupos que

reflejaban el carácter heterogéneo del patrón de la población y de desarrollo

económico de la región”.211 Se nutrió de población que sufrió la pérdida de

sus tierras frente a las grandes haciendas, pero también de trabajadores

temporales que no tenían ninguna posesión o arraigo local, pero que ya

ejercían el bandolerismo en las temporadas de desocupación, y por los

trabajadores mineros de la región.

Antes de abandonar La Laguna y movernos al estado contiguo de

Durango debemos señalar cómo en este momento de rebelión generalizada

el zapatismo y orozquismo fueron una suerte de rebeliones paralelas que

entre 1911 y 1913 corrieron por distintos cauces, sus centros de operación

estuvieron en distintas regiones y tuvieron características distinstas. Sin

210 Ibíd., p. 335. 211 William K. Meyers, op. cit., p. 395.

114

embargo, hubo regiones como La Laguna, Durango y Sinaloa donde

coexistieron al mismo tiempo.

Los levantamientos de La Laguna fueron claves para entender la

dinámica de la revolución en Durango, cabe recalcar que esta zona abarcaba

a Durango en los partidos de Cuencamé, Mapimí, San Juan de Guadalupe y

Nazas. No obstante en el tiempo del proceso histórico de la revolución no es

tan sencillo hablar de divisiones territoriales ya que como hemos visto a lo

largo de este trabajo, los movimientos rebeldes tuvieron una conexión que

rebasaba las regiones. En el Estado de Durango, un importante número de

guerrillas rebeldes seguían movilizadas, no habían capitulado en junio de

1911, y las autoridades del estado las denominaban de manera genérica

como partidas de bandoleros.

Las que operaban en La Laguna tomaron distintas consignas como el

magonismo, vazquizmo, zapatismo y orozquismo. Los partidos de Rodeo y

Nazas se convirtieron en zonas donde operaban los orozquistas, en Nazas

operaban Pedro Ortiz y Marcos Ramos, mientras que en Rodeo operaban

Jesús Manuel y Guadalupe Ramos, maderistas de 1910, quienes se

movilizaron de acuerdo al patrón establecido, asaltaron la hacienda El

Refugio, propiedad de don J. Benavides, robaron ganado, caballos, forrajes y

alimentos.212 Las tropas de estos cabecillas que hemos mencionado

terminaron sumándose al resto de los rebeldes de La Laguna Emilio Campa,

Cheché Campos y el que se identificaba como zapatista Benjamín Argumedo.

La influencia de los orozquistas de La Laguna no era la única que se

cernía sobre los partidos de Durango, también en los de Indé y El Oro

confluían las tropas orozquistas de Chihuahua, esta era zona de entrada y

salida de orozquistas de aquel estado a los que la población brindaba

protección.213

Estas zonas mencionadas fueron rebeladas siguiendo los patrones del

movimiento en La Laguna y en Chihuahua, por una parte tenían rasgos como

zapatistas, el movimiento de Argumedo era el que representaba este

carácter, y luego como orozquistas donde el grupo más representativo era el

212 Gabino Martínez Guzmán, óp. cit., p. 156. 213 Ibíd., p. 157.

115

de Cheché Campos, o la influencia directa de tropas orozquistas que

cruzaban la frontera desde Chihuahua. Tenían rasgos de un movimiento

campesino, se abocaban al asalto de las haciendas, pero también tenían

rasgos del bandolerismo que había prevalecido en la región, pero tampoco

constituían un movimiento campesino.

Empero, la región de la que más nos interesa resaltar sus rasgos es la

parte occidental de Durango, enclavada en la Sierra Madre que estuvo

relacionada en gran medida con el desarrollo del movimiento rebelde

antimaderista en Sinaloa. En esta zona un importante número de guerrillas

rebeldes seguían movilizadas, no habían capitulado en junio de 1911, y las

autoridades del estado las denominaban de manera genérica como partidas

de bandoleros.

En junio de 1910 se había anunciado el regreso de miles de hombres a

sus hogares, entre ellos estaban los que operaron bajo las ordenes de Matías

Pazuengo y Domingo Arrieta en los distritos de San Dimas, Tamazula y

Santiago de Papasquiaro; después de que se les recogieron sus armas y se

les dio una gratificación de quince pesos se esperaba que simplemente

regresaran a su vida anterior a la revolución.214

Pero mientras el gobierno vaticinaba que la paz llegaría con el

licenciamiento, en regiones como San Dimas existían problemas sociales no

resueltos. Un ejemplo de ello era el descontento de los trabajadores de las

negociaciones mineras que se negaban a clausurar las tiendas de raya, los

mineros que ganaban 75 centavos veían cómo su sueldo se esfumaba por el

alto precio de las mercancías.215 De la misma forma en este distrito hubo un

enfrentamiento entre tropas maderistas y personas de la localidad por el

hecho de que el jefe político sería trasladado al partido de Indé y en su lugar

sería puesta una persona nombrada por el gobierno.216

Para el mes de agosto el ex maderista Mariano Arrieta quien se había

mantenido leal al gobierno se encargó de vigilar los distritos de Santiago

Papasquiaro, San Dimas y Tamazula, estas regiones donde con personas de

214 El Heraldo de Durango, 10 de junio 10 de 1911, núm. 796, p. 1. 215 El Heraldo de Durango, 23 de julio de 1911, núm. 821, p. 1. 216 El Heraldo de Durango, 2 de julio de 1911, núm. 809, p.1.

116

la localidad habían hecho la revolución maderista ahora eran puntos a

pacificar. Pero en estos meses las mismas regiones que antes revolucionó

eran ahora zonas con una presencia abundante de las que la prensa

denominaba como partidas de bandoleros, que pululaban en diversos puntos

del estado en partidas de tres, cinco y hasta diez hombres.217 Los avisos

oficiales de la presencia de estas gavillas creaba confusión entre si eran ex

maderistas que habían encontrado en las correrías revolucionarias una forma

de sobrevivir y seguían actuando como tal, o eran el vestigio del bandidaje

que operó en la región desde décadas atrás.

En los meses subsecuentes de octubre y noviembre se reportaban

constantes robos de ganado, se hablaba de que los hombres cruzaban la

frontera del distrito de San Dimas y se internaban a Sinaloa donde

encontraban compradores para sus animales. Tenían prácticas de

bandoleros, y aún en el mes de enero el gobernador Alonso y Patiño invitaba

a los agricultores de los distintos partidos del estado para que formaran

guardias que exterminaran el bandidaje que se extendía en el estado.

Por otra parte, uno de los jefes maderistas que pelearon en Durango y

Sinaloa, y posteriormente se rebelaría como zapatista en estas dos

entidades, le escribía al presidente Madero en diciembre de 1911,

expresándole su descontento porque tras haber descubierto un complot

reyista en Durango, no recibió a cambio sino el licenciamiento de los hombres

que estaban a su cargo, “con el repentino licenciamiento de la gente que

tenía a mi mando he quedado muy comprometido por las responsivas que di

por ellos”.218 Así pues Antuna se preguntaba si así le pagaban los servicios

que había prestado, por considerar injusta la medida del licenciamiento, y el

quedar a la merced de la antigua camarilla porfirista. Antuna se mantuvo leal

al gobierno hasta el mes de marzo cuando se insubordinó en Topia, Durango.

Los problemas sociales no resueltos, la presencia creciente de gavillas

de bandoleros y los problemas surgidos con los ex maderistas hicieron una

mezcla explosiva en el año de 1912 cuando en estos distritos surgieron una

217 El Heraldo de Durango, 29 de agosto de 1911, núm. 842, p.1. 218 AGN, FFIM, vol.63, exp. 1930, f. 2.

117

serie de levantamientos que dieron cuenta de que la región era una zona

rebelde, donde surgieron serias amenazas al régimen.

Ya vimos que en el movimiento de La Laguna, donde se conectaba la

rebelión de Durango con la de Coahuila, se mezclaban demandas

campesinas con las de trabajadores eventuales de las haciendas y el

bandidaje. Ahora, en el extremo occidental del estado, confluían la rebelión

que se estaba desarrollando en Sinaloa con la de Durango, en este punto

limítrofe, las acciones de los rebeldes no iban contra las grandes haciendas

como en La Laguna, sino contra las compañías mineras, las cuales eran los

blancos de sus ataques, estos fueron los puntos donde los rebeldes podían

obtener fondos para sostener su movimiento. De la misma forma en esta

región se formaron tropas rebeldes entre los operarios mineros, rancheros

que cultivaban en las faldas de los cerros y criaban ganado, así como los

labradores, y de la misma forma que en La Laguna a la par de estas tropas se

movilizaban esos bandoleros que asaltaban las compañías mineras y se

dedicaban al robo de ganado.

Era evidente que las tropas eran atraídas por los metales preciosos

que ahí podían encontrar, pero también las armas con las que contaban

quienes resguardaban esos minerales, así como el robo de mulas de carga.

Un ejemplo de ello es que cuando se empezaron a tener noticias de que los

bandoleros se movían en esta región el jefe político de San Dimas Antonio

Laveaga dio la orden de que se recogieran las armas a los empleados de la

compañía minera Ventanas.219

Las compañías mineras de estas zonas sufrían constantes amenazas,

lo cual se hace patente al estudiar el caso de la Tominil Mining Co., en el

distrito de San Dimas, la cual realizó constantes peticiones tanto a los

gobierno de Sinaloa como de Durango de que enviaran fuerzas para su

defensa. En marzo la compañía enviaba un telegrama al jefe político de Topia

donde le informaba que una partida de cien rebeldes había tomado sus

219 Gabino Martínez Guzmán, Crónica viva de la revolución en Durango (1912-1913), Durango, Universidad Juárez del Estado de Durango/Instituto de Investigaciones Históricas, 2002, p. 3. A inicios de 1911 se formaron guerrillas de defensa en los minerales de Tayoltita y Socavón, en Durango, así como los de Contraestaca, La Puerta y San Vicente en el lado de Sinaloa. Véase AHED, Sala Siglo XX, Fondo Secretaria de Gobernación, sección 7: guerra.

118

mulas, armas y parque. Más tarde en el mes de julio se enviaba auxilio a la

misma debido a que el mineral “está situado en la línea limítrofe de este

Estado con Sinaloa, lugar desierto y muy quebrado, lo que ha facilitado a los

dispersos de Sinaloa y Durango merodear por esos rumbos en calidad de

bandidos”.220

Las peticiones de auxilio de la compañía continuaron en los meses de

julio y agosto cuando el cónsul norteamericano en Topia reportaba la

presencia de cuatrocientos rebeldes que merodeaban cerca del mineral y

estaban a punto de tomarlo. Incluso en ese mes la compañía suspendió sus

operaciones.221 Las mismas solicitudes de protección se lanzaban desde los

minerales de Birimoa, en Canelas; la compañía de Ventanas en San Dimas;

la Topia Mining Co.

Como ya vimos esta movilización de tropas rebeldes no ceso un solo

día desde la orden de licenciamiento en junio de 1911, primero era

identificada por las autoridades como bandolerismo y luego se fue

relacionando con el estado de rebelión antimaderista que dominó el norte del

país. En febrero en distintos puntos de esta región como Canelas, Topia,

Tamazula, Santiago Papasquiaro y Tepehuanes se hablaba del surgimiento

de grupos que llamaban revoltosos, revolucionarios o bandidos.

En estos meses por las comunicaciones oficiales sabemos que se

sospechaba que el maderista Conrado Antuna se levantara en Topia contra el

gobierno, y las mismas sospechas iban contra Atanasio Nevárez quien había

sido capitán maderista, y se reportaba también que en Tamazula se estaba

organizando una rebelión. En este mismo mes el 22 de febrero se reportaba

desde Otatillos, distrito de Badiraguato en Sinaloa, que existía una fuerza de

50 hombres al mando del ex maderista Francisco Quintero, y se temía se

internara al estado de Chihuahua, por lo que se lanzaba a su persecución

otro maderista, Herculano de la Rocha, un ranchero del distrito.222

Los movimientos rebeldes estaban brotando por todos lados de la

sierra y ya habían dejado de ser pequeñas partidas para convertirse en tropas

220 Gabino Martínez Guzmán, Crónica…, pp. 36, 124. 221 Ibíd., pp. 141, 177. 222 Ibíd., p. 21.

119

de cientos de pronunciados, en marzo se hablaba de un número de 200

rebeldes que recorrían San Ignacio, Sinaloa y que en días posteriores

cruzaron hacia San Dimas y fueron identificados como zapatistas.223

En el mismo mes un poblador de Topia, Atanasio de la Rocha,

informaba que los vecinos de la población contaban con armas para la

defensa de la misma, pero solicitaban parque a las autoridades “para que se

defiendan de los ataques de los bandidos y de los llamados zapatistas.”224

Los rebeldes de los que hablaban las comunicaciones oficiales, eran

los que pertenecían a las tropas de Pilar Quinteros, quien operaba en San

Dimas; Juan Cañedo en Pueblo Nuevo; Antonio Franco, Conrado Antuna,

Aurelio Díaz y Rodolfo Cárdenas en Tamazula. Sin embargo, hablar de las

zonas en las que operaron es muy relativo, ya que se desplazaban por estos

puntos y cruzaban de manera constante la línea entre Durango y Sinaloa.

Por otra parte, entre estas mismas tropas levantadas se resalta que los

jefes mantenían adhesiones locales dentro de las poblaciones en que se

habían levantado. Así, cuando Conrado Antuna, Aurelio Díaz, Antonio Franco

y Rodolfo Cárdenas tomaron el poblado de Canelas, se observó que “todos

eran de esta misma región y no cometieron ningún agravio en contra del

pueblo; al contrario le hacían justicia”. Días después este mismo grupo tomó

el mineral de Topia. Aquí saquearon las principales casas y comercios, y las

mercancías las repartieron entre la gente pobre.225

Todos estos cabecillas eran identificados como zapatistas, y es

relevante señalar otra diferencia respecto a la línea que Durango compartía

con La Laguna, donde se dieron de manera simultanea los levantamientos

orozquista y zapatista, e incluso donde era el orozquismo el movimiento que

prevalecía.

El 5 de abril de 1912 los entraron a Canelas 217 hombres rompieron

puertas de establecimientos comerciales, quemaron archivo y pabellón

nacional.226

223 Ibíd., pp. 35, 43. 224 Ibíd. p. 53. 225 Gabino Martínez Guzmán, Durango…., p. 155. 226 p. 61.

120

Estos zapatistas de la Sierra Madre lograron agrupara inicios del mes

de abril la cifras de hasta 600 hombres como los que se esperaba que

llegaran de Topia a Tepehuanes. Estas tropas pertenecían a las fuerzas de

Antonio Franco, Rodolfo Campos y Conrado Antuna.

En Sinaloa, como veremos estos pronunciamientos zapatistas y

orozquistas de regiones como Durango tuvieron una resonancia importante,

ya que en el estado se había mantenido una movilización de tropas, de

rebeldes que habían participado en el maderismo y ahora se levantaban

como zapatistas.

121

CAPÍTULO IV

LOS ZAPATISMOS EN SINALOA

4.1 ¡Viva Zapata!, el grito de una revolución que no cesó

En Sinaloa, una vez que ha pasado el momento en que el levantamiento

maderista unió distintos descontentos en una lucha contra el antiguo régimen,

se desató un nuevo episodio en que la revuelta popular permaneció en pie.

Aquí el estado había cedido el control de las regiones a los rebeldes, que

mantuvieron la movilización de sus tropas.

Los jefes Manuel Vega y Francisco Chico Quintero, fueron

participantes en la revolución maderista de 1911 y operaron en la región de

los valles de Sinaloa, en Navolato, Mocorito y Culiacán. Durante esta lucha

estuvieron bajo las órdenes de Juan M. Banderas, quien como hemos visto,

en agosto de 1911 fue nombrado gobernador interino del estado y en

noviembre, después de haber dejado el cargo, fue llamado por el presidente

Madero a la Ciudad de México, donde se le encarceló. Esa acción del

gobierno maderista quedó grabada en los seguidores de Banderas, quienes

miraron que el nuevo gobierno privaba de la libertad a su ex jefe y con ello

enviaba la señal de que no admitiría que los revolucionarios maderistas

obtuvieran poder político en el estado.

Desde que Banderas había tomado su lugar como gobernador hasta

inicios de enero de 1912, Manuel Vega, un comerciante que se levantó en

armas en Culiacán, ocupó un puesto como jefe de la policía de esta ciudad.

Más tras haber tenido diferencias con el prefecto político fue destituido del

cargo.

Por su parte, hasta antes de la revolución maderista Francisco Chico

Quintero fue dirigente de los comuneros de Cofradía de la Loma, punto

cercano al pueblo de Navolato, quienes por la acción de las compañías

deslindadoras habían perdido legalmente la posesión de sus tierras frente a la

familia Almada, quienes eran los dueños del ingenio azucarero de

122

Navolato.227 Se levantó en armas como maderista en febrero de 1911 y

exactamente un año después, el 13 de febrero de 1912, inició un movimiento

rebelde “pretestando una fiesta y después de una borrachera se levantó con

cincuenta hombres, quitando préstamos a particulares y fondos a oficinas

públicas”.228 Así de nueva cuenta se había levantado en armas en su

localidad, con los mismos hombres que le acompañaron el año pasado.

Por su parte Antonio Franco se había levantado en 1911 en el distrito

de Tamazula Durango, durante la lucha armada movía sus guerrillas en la

serranía entre Sinaloa y Durango, y en el mes de agosto cuando Banderas

era presidente interino de Sinaloa ocupó el cargo de jefe de las fuerzas

rurales conservando sus tropas e influencia en los distritos de Badiraguato,

Culiacán y Cosalá.229

Los tres rebeldes tenían en común el haberse levantado como

maderistas en 1911 y haber operado en los distritos del centro del estado,

Vega era un comerciante, Chico Quintero un líder rural y Franco se convirtió

en un rebelde con influencia en la región serrana entre Sinaloa y Durango. Al

momento de levantarse en armas ya ninguno de ellos figuraba en los cuerpos

militares del estado, y el caudillo al que habían seguido en la revolución

pasada, Juan Banderas estaba encarcelado.

Estos jefes se levantaron en armas en un ambiente en el que no se

había logrado el licenciamiento real de sus tropas, muchos ex rebeldes

habían visto esta desmovilización como una injusticia ya que ellos se habían

jugado la vida por el nuevo régimen y a pesar de que no estaban en lucha

siguieron manteniendo armas en su poder. Al respecto Alan Knight menciona

que “los intentos del régimen (especialmente del gobierno local) por

desmovilizar las tropas y derrocar a los oficiales maderistas fueron

detonadores de la nueva rebelión”.230

Desde el mes de enero se reportaba que en el estado había grupos

armados que recorrían los campos, y la prensa los veía como expresiones del

bandolerismo. La lucha que no cesaba en el estado era catalogada por la 227 Saúl Armando Alarcón Amézquita, óp. cit., p. 42. 228AHDN, exp. núm. XI/481.5/260, caja 127, Estado de Sinaloa. 229 Saúl Armando Alarcón Amézquita, óp. cit., p. 117. 230 Alan Knight, op. cit., p. 325.

123

prensa capitalina como un movimiento bandolero, y publicaba “en Sinaloa el

movimiento es exclusivamente de bandolerismo y no reviste más importancia

que una persecución para exterminar esta plaga, consecuente con todo

movimiento revolucionario, tanto las fuerzas del Estado como las de la

Federación, persiguen activamente a los malhechores”.231 Así la prensa

enunciaba que después del movimiento revolucionario habían quedado

grupos sueltos de quienes seguían tras las armas y continuaban asaltando

las poblaciones, lo cual veremos reflejado también cuando veamos que el fin

de la lucha zapatista en Sinaloa dejo a varios grupos rebeldes sueltos que

fueron identificados como bandidos.

En febrero de 1912, el presidente Madero era informado de la situación

en Sinaloa, donde se reproducía esta noción sobre la presencia de bandidos

que creaban un estado de intranquilidad en los alrededores de Culiacán, así

se reportaba que “continua el peligro por estar amenazada la ciudad por

bandidos y no contarse con fuerza suficiente.”232

Por una parte la prensa y las autoridades identificaban la presencia de

bandas armadas en el estado, muestras de bandolerismo, pero que reflejaban

que se estaba lejos de que la lucha revolucionaria terminara. Sin embargo en

el mismo mes el ejército federal empezó a identificar levantamientos de

cabecillas ex maderistas, uno de ellos fue el de Francisco Quintero, que como

ya hemos enunciado se levantó en febrero en Navolato.

Después de este pronunciamiento se empezaron a temer otros en la

serranía inmediata a Badiraguato, así es como llegaban noticias de que se

estaba desarrollando una rebelión que superaba los intentos del régimen

maderista para lograr la pacificación, era una lucha donde se demostraba que

los antiguos maderistas retomaron el control de tropas y regiones, para

continuar levantados en armas.

El 28 de febrero de 1912 ya se conocía de una partida de 150 a 200

rebeldes, quienes habían bajado la serranía desde Badiraguato, habían

asaltado la población de Mocorito, capitaneados por Antonio Franco, Rosario

Rivera, Manuel F. Vega y Francisco Quintero, al grito de “Viva Zapata”, donde

231 Nueva Era, 20 de enero de 1912, p.1. 232 AGN, FFIM, caja 60, exp. 207, f. 3.

124

quitaron caballos, monturas, mulas, y armas a distintos vecinos; prosiguiendo

con el asalto de la tesorería. Al terminar el asalto de esta población,

continuaron su marcha rumbo a Bacubirito y San José de Gracia en el distrito

de Sinaloa, “Durante su permanencia allí declararon que no peleaban en

contra de Rentería ni de otros partidos sino únicamente por la renuncia del

señor Madero y porque Vázquez Gómez subiera a la Presidencia, porque

consideraban que era el único que podía cumplir las promesas del Plan de

San Luis. Todos los vítores fueron para Zapata y Vázquez Gómez.”233

Tenemos entonces que estos ex maderistas no expresaban estar

levantados contra el gobernador del estado José María Rentería, y al mismo

tiempo declaraban que su levantamiento rompía con el gobierno central. Su

declaración como zapatistas emulaba al rompimiento que el movimiento

zapatista en Morelos había hecho frente al presidente Francisco I. Madero en

noviembre de 1911, en sus manifestaciones retomaban los planteamientos

del Plan de Ayala al mencionar que Madero había traicionado el Plan de San

Luis.

Además, los rebeldes incorporaban un elemento más a su rompimiento

con Madero ya que se apegaban al movimiento de Emilio Vázquez Gómez

quien había roto sus relaciones con el maderismo a partir de que fuera

relegado en la candidatura a la Vicepresidencia de la república en octubre de

1911. En ese mes Vázquez Gómez lanzó el Plan de Tacubaya que rompió

con el maderismo.

En este sentido, el levantamiento rebelde que iba surgiendo en Sinaloa

tenía similitudes con la rebelión generalizada que se presento en Chihuahua,

donde este estado pasó de ser un bastión de la revolución maderista a una

zona rebelada donde coincidieron distintos movimientos al mismo tiempo,

entre ellos el magonismo, el vazquismo, el zapatismo y el orozquismo. Así el

movimiento de estos primeros grupos rebeldes en Sinaloa tomaba dos

banderas: el zapatismo y el vazquizmo.

En los primeros días del mes de marzo Antonio Franco se separó de

esta columna y asaltó el mineral de San José de Gracia en el distrito de

233 El Heraldo de Durango, 12 de marzo de 1912, p.2.

125

Sinaloa, punto donde se le unieron rebeldes que venían de Chihuahua al

mando de Amado Rocha, ahí siguieron la lógica de las acciones de los

revolucionarios que iban asaltando los pueblos mineros sacando fondos para

seguir su lucha. Cuando la prensa reportó este asalto a San José de Gracia

publicó el siguiente dato: “Franco ha dicho que el gobierno va a pagar muy

caro el encarcelamiento de Juan Banderas”.234 Así tenemos como este ex

maderista quien había declarado junto con Vega y Francisco Quintero que

luchaba contra Francisco I. Madero de nuevo hacía referencia a su

insatisfacción contra el gobierno, y aquí hablaba de que entre sus

motivaciones para rebelarse se encontraba el encarcelamiento del que había

sido su jefe en la revolución maderista.

En marzo del mismo año se separó de los cabecillas de Sinaloa y

regresó a las correrías en la sierra, ahora en el partido de Tamazula, donde

se unió con las tropas de Conrado Antuna, otro ex maderista con el cual se

había levantado en armas el año pasado y con el que ahora coincidía en la

lucha como zapatista.

También en San Dimas se movía el rebelde Pilar Quinteros, quien era

líder de un grupo de más o menos doscientos rebeldes serranos, quienes

llevaban una bandera roja, lo que hacía suponer que estaban de acuerdo con

los rebeldes orozquistas. No obstante, este jefe se adentro con sus tropas a

Sinaloa, al distrito de San Ignacio, y aquí fue identificado por las autoridades

como líder de una guerrilla zapatista.

Tenemos entonces que en la serranía, en la región rebelde que había

ligado desde el maderismo al estado de Sinaloa con el de Durango, se daba

la persecución de los zapatistas, en el mes de abril Mariano Arrieta perseguía

a los rebeldes que transitaban de Topia a Tepehuanes, un terreno en el que

se expandían los grupos armados.

Estos orozquistas para las autoridades de Durango, y zapatistas para

la prensa de Sinaloa se movían en una región en la que estaban engrosando

sus fuerzas, en el asalto a San Ignacio vemos cómo se reporta que los indios

de Ajoya se les habían unido, estos indígenas que habían participado en la

234

Heraldo de Occidente, 7 de marzo de 1912, núm. 47.

126

revuelta de Tuxtepec y habían sido incorporados por igual a las tropas que

combatían al maderismo. De acuerdo a los reportes de la prensa, de decía

que “los zapatistas que asaltaron la población de San Ignacio estaban

engrosados con muchos indios de Ajoya y se dice que al salir de vuelta para

San Juan y San Dimas se les unió gente en San Ignacio yéndose con ellos

indios de los de Ajoya”.235

Por su parte, las autoridades de Sinaloa y Durango se entregaron a

una persecución conjunta de estos rebeldes zapatistas, unieron fuerzas para

perseguir a los rebeldes que se movían en la Sierra Madre, así se repetía la

historia de la lucha para derrocar al régimen pasado donde la región era el

centro de las operaciones, su lucha se movía entre ambos estados. En abril

100 rebeldes habían abandonado Topia y se trasladaron a Cosalá, en

Sinaloa. En el mismo mes, en el mineral de Ventanas que pertenecía a

Durango se capturaron a rebeldes zapatistas procedentes de Sinaloa, que se

encontraban dispersos por la serranía.236

Por su parte, en la línea entre ambos estados se movían guerrillas que

perseguían a los rebeldes como las de León y Octaviano Meraz, de los cuales

el segundo tenía una historia como jefe de acordada que había participado en

la persecución del famoso bandido porfiriano Heraclio Bernal, quien recorría

los límites de estos estados. Así mismo entre estas guerrillas que recorrían la

sierra se encontraban las de José María de la Rocha,237 así como las de

Iturbe, los Arrieta, Herculano de la Rocha y Orestes Pereyra.

Por otra parte vemos que este momento de rebelión significaba una

escisión entre los antiguos maderistas, entre aquellos que al frente de sus

guerrillas defendían al maderismo y aquellos que combatían contra el

gobierno. El caso de Claro Molina, quien se había levantado como maderista

en Cosalá y en 1912 combatía contra los zapatistas, ejemplifica que la

separación entre aquellos que se quedaban como maderistas y los que se

rebelaban contra el gobierno se daba incluso en una misma familia. Su

hermano, Hilario Molina, operaba con las tropas rebeldes de Pilar Quinteros,

235 El Heraldo de Occidente, 11 de marzo de 1912, p. 1. 236 El Heraldo de Durango, 11 de abril de 1912, p. 2. 237 A quien reconocemos por el conflicto que tuvo con los indígenas de Tebahueto, en el Municipio de Copalquín, Partido de Tamazula.

127

y en marzo de 1912 le escribía pidiéndole que luchara de su lado. La carta

decía lo siguiente:

Mi respetable hermano:

Tengo la honra de escribirte estos renglones, con el objeto de saber si recibiste una carta que te escribimos ayer Pilar Quintero y yo, en la que solicitamos familiarmente que no pelees con nosotros por ser de la familia, y serás bien recibido con todo tu ejército, lo mismo que Pedrito.

Uds. Tal vez no estarán al corriente que Madero renunciara el día 2 del mes que entra, por tal motivo nosotros decíamos que ustedes quedan en conformidad con el Gobierno que sigue constituido.

Espero pues tu contestación, para dar el paso que nos combenga (sic), esperando no embromes ni un instante el propio.

Campamento revolucionario Zapatista.

La Estancia. Marzo 28 de 1912. Tu hermano que te estima,

Hilario Molina238

Claro Molina no aceptó la propuesta de Hilario de cambiarse con sus

tropas al lado de los rebeldes, a pesar de que su hermano acudía a los lazos

de sangre para pedirle que no combatiera contra ellos. Circunstancias que

nos resultan desconocidas los llevaron a ambos a pelear en ejércitos

distintos, también hacía referencia a Pedrito, quizá otro miembro de la familia.

Hilario también le comunicaba que Madero renunciaría a la presidencia el dos

de abril, lo cual no sucedió, pero nos da un indicio de que con su lucha

tendían a que el presidente se separara del gobierno. Finalmente declaraban

su adscripción al zapatismo.

A fines de abril la prensa reportaba los detalles de la toma de Topia por

las tropas de Conrado Antuna y de Antonio Franco, hablaba de los saqueos

que habían cometido sus partidas, se decía que Antuna había robado todo lo

que podía y “hasta los casos para hacer atole”, así mismo se hablaba de que

las familias acomodadas habían salido huyendo del lugar y finalmente se

señalaba en modo irónico la causa por la que luchaban estos rebeldes que

habían entrado a la población: “Eran cerca de 600 los que entraron a ésta y

casi todos maderistas de ayer, zapatistas de hoy y vazquistas al firmar los

238 Heraldo de Durango, 22 de abril de 1912, núm. 83, p.1.

128

recibos Antuna dio recibos en nombre de Vásquez Gómez y entró en el de

Zapata”.239

Y en efecto estos rebeldes estaban haciendo uso de distintas

consignas para declararse en rebelión, movimientos con los que en otras

regiones se declaraba la lucha rebeldes. Antuna firmó los vales con los que

saqueó el comercio a nombre de Vázques Gómez “por la patria y para la

patria” y al mismo tiempo ratificó en sus puestos al jefe político Adalberto

Cano y al profesor de la escuela José Múñoz, pero con la condición de que ya

no se les considerara nombrados por el gobierno, sino por ellos. Con este tipo

de acciones estaban haciendo una declaración en contra del poder central.

Ahora bien, estos distintos actores que hemos mencionado que se

movían en los distritos del centro de Sinaloa y la serranía que conectaba a los

distritos de Badiraguato, Culiacán y Cosalá con el partido de Tamazula en

Durango, se unieron en el mes de abril y asaltaron Culiacán, la capital de

Sinaloa, por el espacio de 15 días. El asalto a la ciudad se presenta como el

momento en que por fin los distintos actores podrían fortalecerse, sin

embargo este es el momento en que se expresa la heterogeneidad de estos

zapatistas. Cada uno de ellos organizó los saqueos de la ciudad por su

cuenta. La discordancia entre ellos se refleja hasta cuando el jefe durangueño

Pilar Quinteros fue mandado fusilar por los saqueos que cometió. Otros jefes

dieron la orden de mandar fusilar a quien gritara el nombre de Quinteros,

mientras que el jefe Antuna se paseaba con sus hombres por la ciudad, y leyó

el Plan de San Luis Reformado.

Mientras que unos saqueaban, otros como Vega pidieron garantías

para ciertos vecinos. A las tropas de estos jefes se les ubica como zapatistas,

pero a la vez se habla de sus cuarteles como “cuarteles colorados” que son

propios de los orozquistas. Tras los quince días de ocupación de la población

los distintos jefes salen por distintos rumbos, y ya no se unen de nuevo. El

zapatismo al que representan estos jefes ex maderistas es una bandera para

la revuelta, es una declaración de discordancia, como de la misma manera la

visión oficial sobre la revuelta que enarbolan está cargada de adjetivos

239 El Criterio, 21 de abril de 1912.

129

peyorativos que identifican al zapatismo como bandidaje, un movimiento de

“rapaces”, “bandidos”.

Por esta misma razón cabe decir que el zapatismo parece ser la suma

de distintos zapatismos, por una parte se encontraban estos ex maderistas

descontentos, por otra estaban estos bandidos, jefes de gavillas que pelearon

en los ejércitos de estos jefes, pero que continuaron en rebelión cuando

muchos de ellos se indultaron, y por otra parte se encuentra el sector popular,

de aquellos que al paso de los zapatistas por los lugares se sumaban a su

contingente, como en el caso de la toma de Culiacán, donde el pueblo se unió

a los zapatistas y se entregó al saqueo junto a ellos. Por otra parte, los

contingentes se componían de distintos sectores de población que iban desde

jóvenes de familias acomodadas, rancheros, campesinos, mineros, varilleros,

vendedores de periódicos, voleros, cocheros, mineros, dependientes de

tiendas.

Este estado de revuelta que se podía identificar alrededor de ciertos

jefes de armas no era tan delimitado como parece cuando damos cuenta de

que por igual había grupos de gavillas sueltas que operaban en los mismos

territorios de los que eran identificados como zapatistas.

La rebelión que en primera instancia se puede ver como una reacción

ante la tentativa del gobierno por pacificar la región, se desarrolla bajo las

consignas del zapatismo, el orozquismo, vazquismo y en otras ocasiones se

pareciera estar frente a simples partidas de bandidos dispersos. Todas estas

variantes de rebelión, que no han sido esbozadas por completo en este

escrito son las que configuran una parte importante de mi trabajo sobre el

zapatismo.

Veo que el fenómeno que estudio se ve impedido para conformarse en

un movimiento único, y programado, y que por su parte se ve limitado por las

condiciones locales en las que se desarrolla. Sin embargo, la rebelión en el

estado se ve extendida, es tan anárquica que le llevo a reconocer al

gobernador Rentería que desde su llegada al gobierno no había tenido un

solo día de paz.

130

Por otra parte, esta rebelión que no cesa obligó a los rancheros, a los

habitantes de los pueblos a armarse a su localidad, así tenemos pues que la

rebelión no es solamente el ataque de los pueblos, sino también la defensa

frente a las incursiones rebeldes.

El zapatismo en Sinaloa fue un movimiento rebelde sostenido después

de la orden de licenciamiento de tropas revolucionarias. Es la suma del

descontento frente a la autoridad de distintos sectores sociales, como

rancheros medios, campesinos, mineros, bandidos, que percibían agravios de

prefectos políticos, caciques, cuerpos de rurales, compañías mineras, los

cuales no fueron solucionados tras la declaración del fin de la revolución

maderista.

El movimiento es enarbolado por grupos sociales muy distintos, se

compone principalmente de grupos de guerrillas comandadas por ex

revolucionarios maderistas, así como de partidas comandadas por hombres

de cierta influencia en sus localidades de origen capaces de organizar

guerrillas de rebeldes o gavillas de bandidos. Es un movimiento policlasista,

que aglutina distintas demandas: la denuncia de abusos de autoridades, la

defensa contra caciques locales, incluso el derecho adquirido durante la

revolución maderista al uso de las armas para expresar sus demandas.

El zapatismo obedece a un momento generalizado de revuelta que se

expresa en tres regiones del estado: la de la sierra madre occidental que

colinda con Durango, la centro y la región sur que colinda con Tepic.

Existieron distintos participantes en el zapatismo, distintas motivaciones,

distinta la extracción social de los jefes, lo cual hace pensar incluso en

distintos zapatismos.

Las características que revistió la revolución zapatista en Sinaloa

deben leerse tomando en consideración lo afirmado por Alan Knight, cuando

sostiene que “la pulcra ecuación de las facciones revolucionarias con las

clases sociales no funciona; que los actores revolucionarios colectivos no

deben ser descritos como figuras de cartón que representan mecánicamente

intereses económicos… [Que esto sería] una burda sobre simplificación que

131

debería matizarse, es decir, que no puede entenderse sólo ni

fundamentalmente en términos de conflictos de clase.”240

El zapatismo es la suma de distintos grupos armados que operan en

torno a un cabecilla, estos grupos pueden ser incluso partidas de bandoleros

que se enfrentan a la autoridad. Las diferencias entre zapatismo y

bandolerismo son difíciles de encontrar ya que no existe un plan político

expreso o una forma de operar que los distinga, en este tiempo ser zapatista

se equipara a ser un bandido dado que la supervivencia de las guerrillas se

basa en la práctica de saqueos y robos, y en una violencia expresa contra los

grupos de clase alta, a los zapatistas incluso se les llega a denominar como

simples “roba vacas”.

Entre las distintas formas de operar de los rebeldes se encontraba esta

organización en pequeñas gavillas con adhesión a un jefe, por tanto, tenemos

que vivían de la pillería, esto da muestra de que no eran un ejército regular,

que eran grupos sueltos, que cuando no encontraban satisfactores

abandonaban la lucha.

4.2 Los zapatistas del sur de Sinaloa y Tepic

En la región del sur de Sinaloa se suscitaron levantamientos zapatistas que

adquirieron gran fuerza, los principales líderes de estas luchas fueron los

jefes Juan Cañedo, Justo Tirado y el llamado ex teniente Miguel Guerrero.

Cada uno de estos rebeldes se levantó en armas después de haber tenido

una participación distinta en la revolución maderista, así mismo los giros de

fortuna que los llevaron a rebelarse de nuevo fueron muy distintos en cada

uno de los casos. A partir de estos liderazgos es como podemos caracterizar

el movimiento en esta región, el cual resultó de una alianza de fuerzas entre

el zapatismo que enarbolaba Juan Cañedo, quien se movía principalmente en

los distritos de Rosario, Concordia, San Ignacio y Escuinapa; el de Justo

Tirado quien dominaba la región del distrito de Mazatlán y el de Rosario, y el

del ex teniente Miguel Guerrero que dominó el territorio de Tepic, sus tropas

240 Alan Knight, “Armas y arcos en el paisaje revolucionario mexicano”, en Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (compiladores), Aspectos cotidianos de la formación del Estado, México, Era, 2002, p.91.

132

se movieron en Acaponeta y llegó a cruzar la línea con Sinaloa en puntos

como La Concepción.

Cañedo fue un maderista dejado al margen del maderismo hecho

gobierno, hizo un movimiento en el que declaraba luchar por el Plan de San

Luis y contra las autoridades impuestas en Rosario y Concordia; Tirado se

sublevó contra el gobierno maderista y reunió a los tiradistas, otros ex

maderistas que le eran incondicionales, con los que el gobierno había roto

sus alianzas, las cuales habían formado a fin de tumbar al gobernador

Rentería, después fue alejado de la política, se le negó la posibilidad de que

sus tropas se integraran a los cuerpos de rurales para perseguir a los

zapatistas y finalmente se sublevó con la bandera de aquellos que iba a

perseguir en un primer momento; por su parte Guerrero dirigió una

insubordinación militar, se separó de las tropas federales y se alió con otros

rebeldes que operaban en el estado, así mismo combatió con Juan Cañedo

cuyas tropas entraron también al territorio de Tepic.

Juan Cañedo era originario de Los Ocotes, cerca de Pánuco, en el

distrito de Concordia. En 1912 tenía veinticuatro años de edad y era un

hombre de la serranía que había trabajado en las minas y era propietario de

reses y un terreno agrícola, una parte del año trabajaba en las minas y en el

verano se dedicaban a cosechar sus tierras. Cañedo compartía el rasgo de

los pobladores serranos que gozaban de movilidad, es decir la posibilidad de

elegir entre distintas formas de obtener el sustento. Hasta antes de la

revolución también había trabajado en Estados Unidos e incluso en las minas

de Cananea en Chihuahua, y cuando estaba ausente sus hermanos cuidaban

de sus siembras.

Al igual que él, sus dos hermanos, uno de ellos llamado Amado

Cañedo, se levantaron como maderistas invitados por Matías Pazuengo,

duranguense que reunió sus tropas entre los mineros de San Dimas.

Después de estar bajo las órdenes de Pazuengo paso a operar al territorio de

Tepic con la guerrilla del maderista Lino Cárdenas, y pronto obtuvo el grado

de coronel.

133

Sin embargo, después de la orden de licenciamiento de tropas

maderistas fue llamado a Tepic para que dejara las armas y su grado militar,

se le pidió que regresara a su vida entre las minas y la siembra. Este llamado

le causó gran disgusto y llegó a enfrentarse a la guerrilla del cuartel, pero a

pesar de su enojo regresó a su pueblo natal. De vuelta en su vida anterior a la

revolución, en Los Ocotes, tuvo una riña en la que hirió a otro sujeto, lo que le

provocó la muerte, y fue enviado a prisión.

De esta primera prisión pudo escapar, pero no corrió con la misma

suerte cuando estando en Concordia fue detenido por el prefecto quien lo

acusó de entrar en tratos con personas desafectas al gobierno, que le

ofrecían dinero a cambio de que se levantara en armas. De nuevo se fugó de

la cárcel y empezó a buscar seguidores e inició su carrera como zapatista en

el sur de Sinaloa.241

Antes de que Cañedo se levantara en armas en el mes de marzo ya se

hablaba de partidas de revoltosos en distintos puntos del estado, y no todos

eran identificados claramente como zapatistas, se hablaba de su presencia

en Pánuco, en La Concepción, Rosario, donde en febrero de 1912 se hablaba

de 20 hombres que ahí se habían sublevado. Las manifestaciones del

zapatismo se encontraban por igual en Chametla y en Escuinapa.

Las correrías de Cañedo iniciaron en el mes de marzo, siguiendo la

línea de los ataques zapatistas fue cometiendo saqueos en las poblaciones y

firmando vales que serían canjeados cuando triunfara su causa. Casi de

manera inmediata sus tropas fueron identificadas por las autoridades como

zapatistas, pero los rebeldes que le seguían llegaban a las localidades

gritando ¡viva Juan Cañedo! y ¡viva Zapata!, mientras que el jefe de los

mismos firmaba vales cuando quitaba dinero al nombre de “partido Vasques

Gómes (sic).

En uno de sus ataques al distrito de Concordia declaró que no peleaba

por Zapata, sino que quería que quitaran a las autoridades de ese distrito y

otros lugares los cuales eran unos caciques.242 Es interesante entonces que

241 El Heraldo de Durango, 17 de abril de 1912, p. 2. 242 Heraldo de Occidente, 6 de abril de 1912, núm.70, p.1.

134

en la lucha de este jefe cuyos hombres llegaban a las poblaciones gritando

vivas a él en primera instancia y luego vivas a Zapata, el mismo declaraba

que la causa que perseguía era la lucha contra el cacicazgo local, del cual él

ya había sido víctima.

A inicios de abril la prensa comunicaba que Cañedo había llegado a

Concordia ofreciendo abandonar la rebelión, a cambio de que sus tropas no

fueran desarmadas y que con ellas se formara un cuerpo rural en que

quedara como jefe y que el gobierno le diera diez mil pesos para recoger los

recibos que daba a cambio de dinero para su causa.243 El proceso seguido

para tales arreglos de paz fue que Cañedo al tomar la cabecera del distrito de

Concordia, de donde era originario, nombró una comisión con vecinos del

lugar, entre ellos el cura párroco Luis Danis, Leoncio Ocio y Arturo Gómez,

quienes viajaron a Mazatlán donde se reunieron en la casa de Joaquín Cruz

Méndez, quien el mes pasado se había levantado junto con Justo Tirado para

tumbar al gobernador Rentería, los cuales llevaban una proclama en la que

establecían las bases de su lucha. La proclama mencionaba lo siguiente:

“conciudadanos la base de esta contrarrevolución no es perjudicar los intereses de nuestros compatriotas ni a los negocios que dan vida a los pueblos porque esto sería ruina de nuestra patria ni ultrajar familias de ninguna clase social así como respetar a todos los extranjeros sean de cualquier nación y sus intereses […] Nuestro propósito como maderistas es hacer respetar y que se observe el Plan de San Luis y todas personas impuestas como caciques o científicos no figuran en nuestro sistema de gobierno; hacemos formal llamamiento a todo mexicano que quiera ayudarnos a la causa que perseguimos, ayudarnos honradamente a combatir hasta cumplir con nuestro objeto.- por lo que suplico no cometer los más mínimos abusos, ya sea robar, pedir sin orden superior ultrajes de familias, porque al tener conocimiento de cualquier atentado a mi pesar será castigado duramente por los jefes de esta partida. General en jefe Juan Cañedo, 1er Coronel Telésforo Ávila, 2º Coronel Vidal Soto”.244

Esta proclama nos da pie a varias observaciones, la primera de ellas

es que Cañedo hablaba de una “contrarrevolución”, es decir, de una

revolución en el sentido contrario a la pasada. Sin embargo la ambigüedad en 243 Heraldo de Occidente, 9 de abril de 1912, núm. 72, p.1. 244 AHDN, exp. XI/481.5/260, caja 127, Estado de Sinaloa.

135

sus declaraciones residía en que sus tropas se seguían asumiendo como

maderistas y expresaban seguir luchando conforme al Plan de San Luis, es

decir seguían asumiendo los lineamientos de la revolución con la que el año

pasado se habían levantado en armas.

En todo caso su lucha no era contra los principios de la revolución

pasada, sino que se adscribían a otros movimientos que a nivel nacional

rompían con el presidente Madero y con su gobierno, pero que también

seguían reivindicando al Plan de San Luis y la lucha revolucionaria de 1910,

tales movimientos eran el zapatismo y el vazquizmo. Como hemos visto en

párrafos anteriores los rebeldes de Cañedo asaltaban las poblaciones

lanzando vivas a su jefe y vivas a Zapata. Pero también hemos visto que

Cañedo declaraba que no peleaba por Zapata sino que pedía quitaran a

autoridades locales en el distrito donde se movía, y aunado a esto señalamos

que también firmaba vales a nombre del movimiento de Vázquez Gómez.

Ante esta confusión entre sus proclamas y declaración de objetivos

podemos señalar rasgos característicos, como el hecho de que los rebeldes

de Cañedo tenían una identidad como maderistas, desde la lucha pasada,

que se adscribían al Plan de San Luis y no a otros planes rebeldes como el

de Ayala o el de Tacubaya de Vázquez Gómez. Debemos entonces

relacionar que su movimiento se adscribía a un contexto de rebeliones

nacionales que se adscribían al zapatismo y el vazquizmo para alzarse contra

el gobierno y no contra la revolución maderista.

Como hemos visto, Sinaloa era una de tantas regiones donde estos

movimientos rebeldes se desarrollaban y Cañedo y sus hombres a fin de

cuentas expresaban su descontento contra los caciques locales, su querella

no era parte de un movimiento que tendiera a rebasar el ámbito de su

localidad.

También en esta proclama se habla del respeto a las propiedades y

negocios de extranjeros y nacionales, así tenemos que seguían una lógica

por la cual no volcaban sus acciones en una lucha de clases, hablaban de

que se respetara el funcionamiento de estas propiedades, que en el distrito

donde operaban eran fundamentalmente minas y haciendas de beneficio. En

la contienda de 1911 Matías Pazuengo, el jefe con el que operaba Cañedo

había seguido esta línea de dejar funcionar a las compañías mineras, y

136

vemos que este era un rasgo de los rebeldes revolucionarios de esta zona,

que compartían rasgos con los revolucionarios del norte que no destruían ni

repartían las propiedades, un factor que les diferenciaba respecto al

movimiento de Morelos al que emulaban, donde la violencia estaba dirigida al

reparto de las haciendas y trastocó en gran medida a los capitales

extranjeros.

Días después de que Cañedo enviara estos representantes a

Mazatlán, Justo Tirado viajó a Concordia para entrevistarse con él y los

principales jefes, ahí Cañedo le expresó que se había levantado por el Plan

de San Luis, principios a los que había faltado el gobernador Rentería. Por su

parte Tirado que acababa de encabezar un movimiento armado para tumbar

al gobernador del estado coincidió con Cañedo y hablaba de la defensa de

los principios proclamados en la revolución maderista. Prometió a Cañedo

que haría llegar su queja al presidente Madero.245

Pero la respuesta del gobierno nunca llegó, el rebelde esperó la

respuesta durante cuatro días en los que alimento a sus tropas con las reses

de aquellos que más tenían, y al final abandono el pueblo sin lograr una

respuesta satisfactoria a sus demandas, el cura del lugar lo entretuvo

diciéndole que esperara un tiempo para ver si podía arreglar algo, pero el

plazo se venció después de la misa de la mañana y Cañedo partió de nuevo a

sus correrías.

A lo largo de los meses se trataba de explicar con quién estaría afiliado

en su lucha, ya había declarado que no luchaba por Zapata sino contra los

caciques locales y en mayo la prensa reportaba que el cabecilla había

declarado que estaba de acuerdo con Pascual Orozco con quien había tenido

correspondencia.246 De la misma forma toda esta información sobre el

cabecilla solamente hacía especular acerca de si tenía filiaciones con

orozquistas o zapatistas pero lo innegable era que sus tropas eran llamadas

zapatistas.

245 AHDN, exp. XI/481.5/260, caja 127, Estado de Sinaloa.

246 El correo de la tarde, 12 de mayo de 1912, núm. 8,769, p. 1.

137

Entre aquellos que combatieron con Cañedo tenemos a personajes

como Vidal Soto, quien se había lanzado a la revolución después de que un

personaje local le amenazara de incendiar su pueblo de Santa Lucía. Gabriel

Morales (a) El piquillos trabajador de las minas del Tajo, quien al ser

despedido de su trabajo agredió a puñaladas a unos americanos, lanzándose

después a la revolución. Un joven que fue bolero y vendedor de periódicos y

fungía como secretario particular de Cañedo.

Al mismo tiempo los rebeldes que se habían circunscrito a los distritos

de Concordia y Rosario fueron tomando otras posiciones, combatieron incluso

en Escuinapa y llegaron hasta el territorio de Tepic. La falta de una respuesta

positiva de parte del gobierno los lanzó de nuevo en sus correrías.

Otro de los jefes zapatistas fue Justo Tirado, un agricultor de Palma

Sola en el distrito de Mazatlán, tenía negocios de cal y mucha influencia con

los hombres de su localidad, quienes le llamaban “Don Justo”. En 1909 se

sumó a la campaña antirreeleeccionista de Madero, se levanto en armas con

contingentes de su pueblo natal y las rancherías cercanas, fue nombrado jefe

de las fuerzas maderistas en el sur del estado y después del licenciamiento

de las tropas maderistas fue nombrado prefecto del distrito de Mazatlán,

cargo que ocupó entre los meses de junio y octubre de 1911. Después de

separarse del cargo regresó a su rancho, sin antes llevarse una amarga

experiencia en su relación con el gobernador José María Rentería, quien lo

acusó de corrupción y cometer excesos “indignos y repugnantes”.

En los primeros días del mes de marzo de 1912 recibió varios llamados

para que de nuevo se pusiera a cargo de la Prefectura del distrito, ya que el

prefecto anterior había tenido diferencias con el coronel Néstor Pino Suárez

que ya perseguía a los zapatistas en el estado. Después de varias llamadas

en falso, a fines de ese mes figuró de nuevo en los asuntos locales al

levantarse en armas contra el gobernador del estado José María Rentería,

después de tumbar al gobernador regresó a su hogar y en los meses

subsecuentes estaba al frente de un grupo numeroso de zapatistas que

recorrían el estado.

138

El 25 de marzo, desde La Palma, quienes hasta el momento habían

mantenido su lealtad al gobierno: Justo Tirado, Elpidio Osuna, Ignacio Osuna,

Francisco Pérez G., José Arámburo y Juan Carrasco firmaron una carta que

enviaron al presidente Madero, donde decían que estaban dispuestos a

esperar por un plazo de cuarenta y ocho horas para que nombrara un

gobernador militar en el estado, mencionaban que estaban al frente de

cuatrocientos hombres que tomarían la plaza de Mazatlán y depondrían al

gobernador Rentería.

De acuerdo con esa carta, sus motivos se encontraban en que el

gobernador solamente había cometido arbitrariedades en su administración y

que las innumerables quejas y protestas en su contra habían sido desoídas.

Saúl Armando Amézquita escribe sobre las ambiciones de Tirado para ser

gobernador del estado y sus acuerdos con Madero para tumbar a Rentería,247

de la misma Héctor R. Olea ha recalcado la participación de Madero en este

golpe contra el gobernador.248 En esta carta a Madero Tirado deja entre

líneas estos elementos ya que hace referencia a la visita del gobernador a la

ciudad de México donde se le pidió que dejara la jefatura del estado y que

escapó fugándose a Sinaloa, así mismo pide a Madero que ponga en su lugar

a un gobernador militar, sin mencionar expresamente que ese cargo recayera

en su persona.249

Además de estos elementos políticos enunciados en el ultimátum

contra Rentería, los firmantes hacen referencia al “bandolerismo” que

imperaba en el estado y se quejaban amargamente de que Rentería “siempre

nos despreció para ponernos al frente de cuantas guerrillas sean necesarias

para terminar con el bandidaje en todo el estado”. Así vemos que además de

las posibles ambiciones de Tirado para estar al frente del gobierno, los líderes

que lo seguían y sus tropas, aquéllas que no se habían desbaratado desde el

año pasado habían sido ignoradas por el gobierno. Este momento en que el

“bandidaje” al que hacían referencia estaba en todo el estado significaba una

oportunidad para ellos.

247 Véase Saúl Armando Alarcón Amézquita, óp. cit., pp. 192-193. 248 Héctor R. Olea, op. cit., p. 43. 249 AGN, FFIM, vol. 61, exp. 862, f. 2.

139

Los hombres que firmaban junto con Tirado habían participado junto

con él en el levantamiento maderista y hasta antes del 25 de marzo cuando

firmaban el documento habían visto que ese bandidaje al que hacían

referencia ya azotaba de nuevo a las rancherías del distrito de Mazatlán.

Varios son los ejemplos de cómo esta zona estaba siendo rebelada de

nuevo sin que las fuerzas del gobierno pudieran impedirlo: entre ellos está

que en el mes de marzo los propietarios de Mazatlán Juan y José Lizárraga,

pidieran al presidente Madero la autorización para levantar gente y les

remitiera cinco mil rifles, mencionaban que cada uno de los propietarios del

distrito estaba en condiciones de formar guerrillas con sus sirvientes,

mencionaban esta formación de guerrillas dentro de las propiedad como una

solución a los asaltos que estaban generando los grupos de bandoleros,

conformados entre diez a doce hombres que estaban saqueando y asaltando

las pequeñas poblaciones.

Esta carta es ilustrativa en tanto que nos da la idea de que en estos

momentos estaban surgiendo guerrillas no muy numerosas que iban

controlando los campos de los distritos del sur, que los firmantes

diferenciaban de lo que sucedía en el centro del estado, “donde operaba un

grupo numeroso de rebeldes que sumaba seiscientos hombres, y la que

corría por la serranía que sumaba trescientos hombres.”250 Así vemos

también que Tirado no era el único ranchero dispuesto a defender sus

territorios de los ataques rebeldes.

También se hablaba de que los pueblos de los alrededores de

Mazatlán se estaban despoblando rápidamente y que todos los días llegaban

familias al puerto para refugiarse, “Las familias casi todas de Villa Unión están

aquí en Mazatlán y las que las tenían algunas cosas que pudieran robarse los

zapatistas se las están trayendo”.251 Así mismo se reportaba que en lugares

como El Quelite, de donde eran originario los hermanos Osuna que eran

afectos a Tirado, se había levantado un grupo de zapatistas y habían cortado

la línea telefónica. Por igual se reportaba que La Noria, en el mismo distrito

había sido dinamitada por grupos rebeldes, y uno de ellos fue hecho

250 AGN, FFIM, caja 63, exp. 1730, f. 4. 251

Heraldo de Occidente, 19 de marzo de 1912, núm. 57, p. 2.

140

prisionero por los vecinos.252 Así vemos que incluso en las zonas de

influencia de los tiradistas surgían grupos que amenazaban la tranquilidad de

esos territorios.

Después de que Tirado y los hombres que le secundaban lograron

deponer a Rentería, sus fuerzas fueron llamadas para presentarse con el

coronel Mayol “para formar una campaña contra las bandas de zapatistas,

para exterminarlas entre los federales y tiradistas”.253

Cuando parecía que finalmente los tiradistas, forma en que ya se les

empezaba a nombrar lograrían sus reclamos de defender el territorio contra

los zapatistas, surgieron inconvenientes por el caso de deposición del

gobernador Rentería, quien en el mes de abril se trasladó a la ciudad de

México y levantó cargos contra Bonilla, este personaje del gobierno maderista

que siempre pareció estar involucrado en la política sinaloense. Por tanto

Bonilla mando llamar a la ciudad de México a Justo Tirado para que diera su

declaración en el caso de Rentería, pero fue claro que Tirado se negó a

trasladarse a la capital.

Entre otras cosas entre los días 4 y 8 de abril Tirado, quien había sido

llamado por el coronel Mayol en el combate a los zapatistas viajó a Concordia

para arreglar la pacificación de los hombres al mando de Juan Cañedo,

episodio al que ya hicimos referencia. En estas conversaciones con el jefe

rebelde Tirado dio cuenta de que ambas coincidían en estar en una lucha por

el Plan de San Luis, y en su descontento frente al gobierno de Rentería, en

este encuentro ambos jefes tuvieron un punto de coincidencia y Tirado

confiaba en que podría arreglar la pacificación al dirigirle a Madero las

peticiones de Cañedo y los suyos. Pero, como hemos visto Cañedo no recibió

una respuesta a sus demandas de cambio en las autoridades locales y que

se les diera la amnistía, aunado a esto la relación de Tirado con el gobierno

se agravó a raíz de que se le negaron armas para los soldados que había

reunido para combatir a los zapatistas.254

252

Heraldo de Occidente, 22 de marzo de 1912, núm. 60, p. 1. 253 Heraldo de Occidente, 28 de marzo de 1912, núm. 64, p.1. 254 Heraldo de Occidente, 9 de abril de 1912, núm. 72, p.1.

141

En el caso de la complicada relación de Tirado con el gobierno se

mezclaban varios elementos, en el referente a la política Ramón F. Iturbe le

escribía a Madero lo que opinaba, informándole de que en el estado aún

quedaban grupos del régimen anterior y le mencionaba el peligro que

representaría que Tirado fuera nombrado gobernador interino “pues sería

maniquí del elemento científico que aún no desaparece”, al mismo tiempo

Iturbe mencionaba que Tirado era “un hombre al que más bien lo guían

ambiciones personales más que el bien general”.255

Así vemos cómo al mismo tiempo se iban tejiendo las circunstancias

para que Tirado rompiera con el gobierno, si bien en la carta de Iturbe

hablaba de que Tirado no debía ocupar un puesto público reconocía que sus

fuerzas eran necesarias en el sur de Sinaloa y al respecto recomendaba que

fueran usados sus hombres. A inicios de abril cuando la prensa reportaba que

Juan Cañedo había ofrecido su indulto el proceso seguido fue que este jefe

envío una comisión que salió de Concordia compuesta por el cura párroco

Luis Danis, y los vecinos Leoncio Ocio y Arturo Gómez, estos se reunieron en

la casa de Joaquín Cruz Méndez, uno de los jefes adeptos a Tirado y

expusieron que deseban a Mazatlán pero a estas tropas les fue negado el

suministro de armas, un indicio de que había otros intereses para que no

tuviera armas a su disposición. Finalmente se giró la orden de que éstas

fueran licenciadas el 13 de abril, y al siguiente día el general Pedro Ojeda

llegó al puerto con 700 hombres y desarmó a sus tropas.256 Además de este

licenciamiento fueron mandados aprehender Joaquín Cruz Méndez, quien era

de los hombres más allegados a Tirado, y al mismo tiempo el gobierno de

Madero pidió que se aprehendiera a Justo Tirado y los otros jefes que lo

habían acompañado en la revolución maderista.257

Todos estos elementos se mezclaron y llevaron a que Tirado y los

tiradistas a fines del mes de abril se rebelaran contra el gobierno e hicieran

una coalición con los grupos zapatistas de Cañedo con los que se habían

reunido recientemente. Se hicieron parte de la rebelión que estaba en pie en

255 AGN, FFIM, vol. 18, exp. 455-1, f. 2. 256 Héctor R. Olea, óp. cit., p. 44. 257 Heraldo de Occidente, 23 de abril de 1912, núm. 84, p.1.

142

todo el estado, pero no perdieron la base de su lucha local, los tiradistas

reaccionaron frente al gobierno central que rompió relaciones con los mismos

y por tanto se volvieron zapatistas.

Aquellos que combatieron como zapatistas junto con Tirado eran: el

Chato Peraza, originario de Veranos, distrito de Mazatlán, Ramón Arámburo,

hijo de Modesto Arámburo; Zacarías Lizárraga, del Recodo, quien hasta

febrero de 1911 se había desempeñado como jefe de policía de ese lugar;

Tomás Reyes, agricultor de Villa Unión; Roberto Conde, quien hasta el 21 de

agosto de 1911 había sido colector de rentas de La Noria y Ramón Zataráin,

quien tenía posesiones de ganado.

Por su parte, Miguel Guerrero no había sido un revolucionario

maderista sino que había iniciado su carrera militar dentro del ejército

porfiriano, era originario del mineral de “minas prietas” en el municipio La

Colorada en Sonora, había entrado al ejército federal en 1908 cuando tenía

diez y nueve años de edad; en 1910 el coronel Pedro Ojeda, quien también

aparece en esta historia persiguiendo a los zapatistas de Sinaloa, se refería a

él como “dedicado al estudio y promete esperanzas para ser un buen oficial”.

Entre enero y septiembre de 1910 participó en la campaña contra los indios

yaquis y también adquirió experiencia en el combate a un ataque de

filibusteros en Tijuana.

Después de que la revolución maderista había terminado fue

incorporado a las tropas federales al servicio del nuevo gobierno y fue

nombrado teniente del octavo batallón bajo las órdenes del coronel Miguel

Mayol quien operaba en Tepic. En enero de 1912, después de una carrera

militar ascendente pidió ser enviado a la campaña contra los zapatistas en el

estado de Morelos, enterado de que las tropas del general Martín Espinoza

serían enviadas a aquél estado quiso enfrentar el reto de aquella difícil

campaña donde los rebeldes tenían el control casi absoluto de los campos.

Pero su petición fue negada en el mes de febrero y su superior Miguel Mayol

le acusaba de haberse vuelto moroso en sus funciones y pretender “que no

143

había otro igual” desde que recibiera tantos halagos en su batalla contra los

filibusteros en Tijuana.258

En marzo de 1912 este joven a quien se le había negado la posibilidad

de enfrentar batallas de mayor dificultad y obtener nuevos laureles sublevó a

sesenta miembros del octavo batallón y empezó una batalla contra el general

Martín Espinoza a cuyas tropas quería unirse el mes anterior. Uno de los

primeros lugares donde entró en combate Guerrero fue en Estación Ruiz,

donde derrotó a las fuerzas federales y envío a los muertos en carretillas a

Tepic para atemorizar a los federales y la población.

Este combate logró atemorizar a los pobladores de Acaponeta, de los

cuales algunos salieron huyendo rumbo a Mazatlán y otros a Tepic. Por su

parte, en ese lugar al saberse de las hazañas de Espinoza José Barrón, uno

de los miembros de la guardia nacional que cuidaban la población se

insubordinó con 37 hombres del cuerpo rural y salió gritando con ellos ¡viva

Orozco!259

Por su parte en su hoja de servicios el general Roque González Garza

mencionaba que en abril de 1912 había acudido al auxilio de las tropas de

Martín Espinoza quienes en Tepic enfrentaron a los hombres de Guerrero,

que capitaneaba a mil quinientos orozquistas.260 Vemos de nueva cuenta que

era difícil encontrar la filiación de los rebeldes entre la causa orozquista o la

zapatista, incluso entre aquellos que los combatían había esa confusión ya

que las tropas de Guerrero podían ser nombradas indistintamente

relacionándolas con ambos movimientos rebeldes.

Regresando a los rebeldes que se habían levantado en Acaponeta

bajo el mando de José Barrón, tenemos que el segundo al mando en su tropa

Alejandro Jiménez se le unió después de haber tomado la hacienda de San

Felipe, muy cercana a Acaponeta, donde se levantó al frente de una centena

de indígenas armados de caguayanas. Jiménez y los indígenas que logró

reunir se trasladaron después a la hacienda de Quimichis también cercana a

Acaponeta, la que saquearon, robaron mulas de tiro, guarniciones, armas y 258 AHDN, Archivo de Cancelados, exp. XI/III/4-2894, Guerrero Miguel, Exto. Coronel de Infantería. 259 Heraldo de Occidente, 13 de abril de 1912, núm. 76, p.1. 260 AHDN, Exp. núm. XI/111/1-250, Exto. Gral. Roque González Garza.

144

asaltaron la tienda de la negociación que era propiedad de un

norteamericano.261

A finales de mayo los rebeldes que operaban con Juan Cañedo ya

estaban combinando fuerzas con los de el ex teniente Guerrero, en estas

fechas atacaron Acaponeta.262

4.3 Zapatistas y orozquistas en el norte de Sinaloa

El año 1912 los distritos de El Fuerte y Choix, los últimos en la frontera norte

de Sinaloa, fueron rebelados por zapatistas y orozquistas, donde los dos

movimientos se dieron casi de forma simultánea y crearon un estado de

confusión general incluso entre las autoridades que catalogaban a los

pronunciados de forma genérica como rebeldes.

En el mes de marzo surgieron los primeros pronunciamientos de

ambos grupos de rebeldes, y circunstancialmente ambos sucedieron en el

distrito de Choix. Esta población fue atacada el 24 de marzo por el rebelde

orozquista Andrés Lasceter y su tropa.263 No se sabía la procedía de esta

guerrilla que terminó por indultarse en el distrito, pero su presencia sólo era el

anuncio de otras incursiones de las tropas de Orozco que desde el mes de

marzo se diseminaron allende las fronteras de Chihuahua, y se movieron con

rumbo a los estados vecinos como Sonora.

En el mismo mes surgieron noticias del levantamiento de Blas Retes y

Tomás Verdugo alias “el piedras”, quienes en días posteriores serían

reconocidos como zapatistas, y hacían sus correrías en Choix, de los mismos

se decía: “todavía son pocos y están mal armados y si se les da tiempo

pueden juntárseles bastante gente”.264 Lo interesante en este comunicado es

que se menciona la posibilidad de que pudieran reunir más adeptos.

261 Heraldo de Occidente, 19 de abril de 1912, núm. 81, p. 3. 262 Heraldo de Occidente, 26 de mayo de 1912, núm. 113, p. 4. 263 Filiberto Leandro Quintero, p. 627. 264 Archivo Histórico de El Fuerte, en adelante AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

145

Después de estos ataques simultáneos en marzo, la dinámica de

ambos movimientos fue muy distinta, siguiendo el orden cronológico de sus

acciones continuaremos hablando del zapatismo, para después retomar el

orozquismo.

Entre los días 13 y 19 de marzo los zapatistas de Blas Retes y Tomas

Verdugo tomaron la villa de Choix, y en estos días permanecieron cerradas

las escuelas y fue suspendido el servicio de policía. Estos rebeldes

continuaron merodeando por los campos y al decir de las autoridades

“cometiendo depredaciones”. De la misma forma desde la localidad de

Chinobampo pedían como urgente que se aumentara el sueldo de los policías

de 75 centavos a 1 peso, dado que nadie en la comunidad quería

desempeñar ese cargo ante el ambiente de temores e inseguridad que se

estaba viviendo.

La vida cotidiana de tal comunidad seguía alterada incluso en el mes

de mayo, cuando la directora de la escuela oficial de niñas hablaba de que

“en virtud de haber seguido los temores de la revolución y la mucha alarma

en dicho punto, me fue imposible la apertura de mi establecimiento escolar,

pues inmediatamente procedí a regresarme a esta población en compañía de

algunas personas de aquel expresado lugar”.265 Esto lo comunicaba en el

mes de mayo, por lo que nos da una referencia de cómo los rebeldes

zapatistas seguían operando en la región desde el mes de marzo, lo cual no

solamente causaba el cierre de escuelas sino también la salida de personas

del lugar.

Regresando al mes de marzo tenemos que una partida de treinta

zapatistas comandada por Fortunato Heredia entró a Los Mochis, éstos

asaltaron la oficina de telégrafos, cortaron los teléfonos y cometieron

saqueos. Así mismo, una guardia de auxiliares que eran pagados por los

comerciantes se fue con ellos.266

Estas tropas de Heredia se movilizaron con rumbo hacia el distrito de

Sinaloa y ahí se encontraron con las de los cabecillas que operaban en el

centro del estado, las de Manuel Vega, Antonio Franco y Francisco Quintero,

265 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 266 Heraldo de Occidente, 18 de marzo de 1912, núm. 56, p. 2.

146

quienes habían llegado al distrito de Sinaloa y tuvieron un combate con las

tropas federales. Las tropas de Heredia llegaron a reforzarlos en el segundo

día de combate, pero finalmente la columna zapatista fue derrotada y tuvieron

que dispersarse por varios lugares.267

Este episodio nos da uno de los pocos indicios de que los rebeldes que

operaban en el norte se hayan conectado con los del resto del estado. Sin

embargo, pertenecía a la misma rebelión ya que se movilizaron en las

mismas fechas, y acogieron la bandera del zapatismo cuando debido a su

cercanía y relaciones con los estados de Sonora y Chihuahua pudieron haber

optado por declararse como orozquistas.

Por otra parte, parecía que era probable que se desarrollaran

conexiones con rebeldes de otros estados, en el mes de abril los zapatistas

que operaban en el distrito de Choix lanzaron el rumor de que aparecería una

nueva partida de rebeldes, la particularidad de este peligro radicó en que

estos zapatistas pasarían la frontera del vecino estado de Chihuahua. Tres

zapatistas se internaron a la población y dijeron a varios vecinos que

esperaban reunirse con los rebeldes que llegarían desde ese estado. En las

comunicaciones oficiales se apuntó además que “como a las 7 u 8 de la

noche salieron rumbo al suroeste de esta Villa, diciendo a un vecino que no

tenía para ellos ninguna significación ocupar esta plaza si no era para robar lo

cual no deseaban”.268 No sería exacto decir que fueran los mismos

pronunciados que operaban con Blas Retes, pero sí dijeron que pertenecían a

una gavilla de treinta hombres, que se movilizaba en las rancherías.

Después de la primera incursión de los zapatistas de Blas Retes en

Choix, regresaron a la población el 13 de abril, ya había pasado un mes

desde su última incursión cuando alteraron la vida cotidiana y ahora de nueva

cuenta quitaron mercancías a los comercios, extendieron vales firmados por

los cabecillas, e incluso cometieron el acto simbólico de quemar los sellos

oficiales de la correspondencia de la directoria. Además tomaron ganado y

pidieron dinero, logrando reunir quinientos pesos. La diferencia de su último

ataque radicó en que se mencionaba que su número había crecido a

267 Heraldo de Occidente, 19 de marzo de 1912, núm. 57, p. 1.

268 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

147

trescientos hombres. Los jefes de estos hombres eran los cabecillas Rosario

Rivera, Blas Retes, Homobono Villegas y Atilano Portilla.269

Uno de estos cabecillas, Blas Retes ya llevaba dos meses en

campaña, y en los mismos se movió por distintos pueblos, donde evadía la

persecución de los federales, lugares como el llamado Ranchito y Charay,

estos pertenecientes a El Fuerte, y el Guayabito, en el distrito de Choix. De

acuerdo a los informes de los capitanes federales que los combatían, estos

rebeldes eran conocedores de las características del terreno boscoso en el

que evadían la persecución. Además como lo ejemplifica un comunicado al

prefecto de El Fuerte, las partidas crecían al recorrer los ranchos, como el de

Los Pozos, en Choix, donde en el mes de mayo los hombres de Blas Retes y

Tomas Verdugo iban “haciendo propaganda para conquistar gente, armas y

caballos.”270

A pesar de que hablamos de que no parecían existir lazos entre los

zapatistas del norte y los del resto del estado, hay casos en los que podemos

observar que estos rebeldes no solamente se movían en estas localidades,

sino que iban recorriendo otros distritos de acuerdo a las circunstancias de la

campaña. Uno de estos casos fue el de Atilano Portilla quien acompañaba a

los hombres de Retes en El Fuerte y Choix, en meses posteriores lo

encontramos operando en el distrito de San Ignacio, al sur del estado, quien

acompañaba a “una fuerza de zapatistas que dispuso quemar todas las

existencias del correo de San Javier en San Ignacio.”271

Así mismo las tropas de Blas Retes iban creciendo ya que se les

sumaban otras pequeñas partidas. Por lo que se observa cómo iban

realizando su labor de reclutamiento de tropas, uno de estos ejemplos fue

que en mayo los trabajadores de un campo de la compañía del ferrocarril,

punto cercano a la estación Algodones indicaron que “los mencionados

revoltosos llegaron al campo a las 3 am habiendo entrado en conversación un

rato con los trabajadores; pero teniendo conocimiento de que iban federales

por la vía del ferrocarril se retiraron tomando el rumbo de Guasave”.272 Cabe

269 AHDN, Estado de Sinaloa, expediente XI/481.5/260, caja 127. 270AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 271 Archivo del Poder Judicial de la Federación en Mazatlán, en adelante APJFM, exp. 67.

272AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

148

resaltar entonces que entre esas cuadrillas de trabajadores observaban

posibilidades de ver crecer el número de sus tropas.

En los meses posteriores los rebeldes se siguieron moviendo por

distintos puntos, como Aguacaliente de Ávila y Baboyaqui, donde se les

sumaron otras partidas. En este momento incluso llegaron fuerzas desde

Álamos, Sonora para combatirlos, y en este punto cabe destacar la relación

con Sonora ya que estos rebeldes que maniobraban por las poblaciones de

Baboyaqui y Aguacaliente dirigían las operaciones desde el Potrero,

población perteneciente al estado vecino.

Debe destacarse que las acciones de los rebeldes zapatistas se

extendieron al distrito de Sinaloa, donde asaltaron en repetidas ocasiones la

hacienda de Temuchina, que era propiedad de don Francisco Peraza

Martínez, en sus incursiones le arrebataron cincuenta bestias, entre caballos,

mulas y potrancas.273

De la misma forma en que en los distritos de El Fuerte y Choix, hubo

rebeldes que salieron de las localidades, como es el caso de José Trasviña,

vecino del pueblo llamado Rincón, de quien se decía fue ladrón y luego

zapatista. En mayo el celador de Rincón pedía que fueran enviadas fuerzas

para su aprehensión. De la misma forma las autoridades de aquel distrito

hablaban de “revoltosos” de la localidad de Chinobampo, quienes habían

robado fierros para los caballos.274

Las acciones de estos grupos armados se movían entre asaltar a los

comerciantes, las haciendas, quitar fondos, mercancías, caballos, fierros,

monturas, actos simbólicos como quemar los sellos de puestos de gobierno, y

así mismo en junio estos grupos armados dieron un salto en las acciones que

habían venido realizando y más allá de reunir fondos por medio del asalto a

los comercio, en la población de Bacayapa quitaron el nombramiento al

celador de policía e hicieron público ante los vecinos que ya no había

273AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 274AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

149

autoridad en el lugar.275 Hasta este punto podemos hablar de una violencia

dirigida contra autoridades, comerciantes y la clase hacendada y autoridades.

Además un indicio de que llevaran a cabo actos de violencia contra

personas de la localidad se encuentra en el caso del zapatista Cesario

Valenzuela El guayabo, de los hombres de Blas Retes, quien era perseguido

y categorizado como bandolero por la autoridad del pueblo Los Molinos, en

Choix, por “cometer atropellos” a los vecinos y haber matado a Don Bartolo

Mendívil.276 En el mes de Julio se mando llamar para su persecución a una

acordada de El Limón en el estado de Sonora. Sin embargo, no se

encuentran indicios de que hayan compartido el rasgo de los zapatistas a los

que emulaban, que consistía en el reparto de tierras o administración de

haciendas.

Las fuerzas zapatistas iban creciendo en su número de adeptos,

habían alcanzado adhesiones locales y sus acciones ya iban en el sentido de

ejercer su autoridad sobre las poblaciones. Todo esto ocurría hasta el

momento en que el mes de junio las autoridades comenzaron a hacer

llamados a los rebeldes para que se indultaran, regresaran sus armas y

regresaran a sus trabajos. Con esta medida no llegaron a su fin las acciones

del zapatismo local, y el proceso de custodiar las poblaciones siguió hasta los

meses de noviembre y diciembre, así como los procesos de indultar a los

rebeldes siguieron hasta los últimos meses del año. Incluso a mediados del

mes de enero de 1913 el rebelde Fortunato Heredia atacó Los Mochis.277

Respecto al orozquismo, la lógica que siguió este movimiento pareció

configurarlo como una rebelión que llegó desde fuera, sin aparentes

adhesiones locales y que llegó a los territorios de El Fuerte y Choix por su

carácter de zonas de frontera que estaban débilmente guarnecidas y sirvieron

como refugio de las tropas que ya bien pasaban desde el estado de

Chihuahua o de Sonora. Las mayores amenazas de ese movimiento venían

desde el estado de Sonora, donde de manera casi inmediata al levantamiento

rebelde de Pascual Orozco el 3 de marzo de 1912 sucedieron los primeros

275 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 276AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 277 Filiberto Leandro Quintero, óp. cit., p. 674.

150

brotes de rebeldes, como los de los ex maderistas descontentos Ramón

Valenzuela y José Lorenzo Otero quienes se pronunciaron en el distrito de

Álamos, que colindaba con Sinaloa. De la misma forma los trabajadores del

mineral La Junta en el mismo distrito quitaron armas a varios vecinos y se

unieron a la campaña orozquista.278

Sin embargo, debe destacarse que a pesar de la cercanía geográfica

con Sonora y Chihuahua el orozquismo en esta parte de Sinaloa no se

manifestó con la misma intensidad que el zapatismo. Desde el primer brote

rebelde de Lasceter en marzo, no se volvieron a tener noticias de brotes

orozquistas en la región, sino que eran parte de los grupos dispersos que

venían de Sonora. En el mes de julio el síndico de Mochicahue, distrito de El

Fuerte informó al prefecto del distrito que mantenía estrecha vigilancia en el

lugar debido a la presencia de rebeldes orozquistas que se movían en la

región y esperaban desembarcar un contrabando de armas en el puerto de

Topolobampo.279

A inicios del mes de agosto, estos orozquistas estaban también en el

distrito de Sinaloa, y un grupo de cuarenta de estos rebeldes habían tomado

el día 6 el mineral de San José de Gracia, donde destrozaron los aparatos de

la oficina telegráfica y quitaron fondos a la negociación minera.280 Tres días

después un grupo de doscientos rebeldes procedentes de Guadalupe y Calvo

en Chihuahua se movían en el distrito de Choix, por lo que el jefe de las

armas Salvador Zurita pedía desesperadamente que los hombres que

guarnecían Topolobampo se dirigieran a ese distrito e incluso pedía

mandaran 250 del 14 batallón que estaba en Tepic.281

Estas noticias nos hablan del panorama desesperado que se vivía en

esta región fronteriza, vulnerable a la llegada de los rebeldes orozquistas de

Chihuahua. Pero, la amenaza también venía desde Sonora, donde incluso las

comunicaciones oficiales apuntaban a la necesidad de sumar fuerzas para

perseguir a los rebeldes formando guardias en ambos estados, en el mes de

agosto un comunicado del prefecto del distrito de Álamos, Sonora, decía al

278 Héctor Aguilar Camín, óp. cit., pp. 281-282. 279 AHEF, Presidencia 1912, caja 54, expediente 1. 280 AHDN, Estado de Sinaloa, Exp. núm. XI/481.5/260, Caja 127. 281 AHDN, Estado de Sinaloa, Exp. núm. XI/481.5/260, Caja 127.

151

de El Fuerte que era necesario el paso de sus fuerzas “en persecución de los

malhechores que huyendo de la acción de la justicia atraviesan la línea y van

a refugiarse a los pueblos y ranchos de ese distrito.”282

El 22 de Agosto, las tropas de orozquistas que operaban en Sonora

fueron derrotadas en la batalla de Álamos. El 25 de agosto se comunicaba

que los orozquistas derrotados en Álamos, Sonora se movían con rumbo a

Sinaloa. Entre estos se encontraban Cheché Campos, a quien en el capítulo

anterior habíamos dejado recorriendo el partido de Mapimí en Durango,

saqueando e incendiando haciendas, junto con los hombres de Luis

Fernández y Francisco del Toro, quien en febrero de 1912 se había rebelado

en los Altos de Jalisco, fueron rechazados por las tropas federales cuando

trataban de tomar la plaza de Álamos. Después de este combate, la

persecución de que eran objeto y las condiciones de la geografía, que les

ponían la barrera de la Sierra Madre para cruzar hacia Chihuahua les dejaron

como único camino el replegarse hacia la frontera con Sinaloa.

Entre estas tropas derrotadas estaban también los hombres de Luis

Fernández, apodado Orpinel, quien era originario del mineral de Batopilas en

Chihuahua, y que después de la derrota de Álamos continúo su camino hacia

Sinaloa con una tropa desmoralizada, de la cual muchos decidieron regresar

a Batopilas, su lugar de origen. El 28 de agosto fue derrotado en Aguacaliente

de Baca, población de Choix, y desde ese punto regresó a su lugar de origen

buscando tomar de nuevo el mineral de donde era originario.283

Los demás rebeldes en su paso por Sinaloa asaltaron la hacienda de

Loreto, donde cometieron “desmanes”, repitiendo las prácticas de asalto de

haciendas que llevaban a cabo en La Laguna, días después se traslado a

protegerla el comandante José María Ochoa, maderista que se mantuvo leal

al gobierno, pues se temía que volvieran a pasar por la misma y la asaltaran

de nuevo. Estos rebeldes rechazados en Sonora pasaron por el pueblo de

Vaca, en el distrito de Choix, y tuvieron un combate en ese punto el 29 de

agosto, dispersados siguieron su camino hacia el mineral de San José de

Gracia, en el distrito de Sinaloa. Según el informe de uno de los capitanes

282 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 283 Francisco R. Almada, La revolución en Sonora, México, INEHRM, 1971, p. 67.

152

federales estos rebeldes se desplazaban por el territorio “en su intento de

invadir el estado de Sinaloa, donde creía con razón que podría resucitar la

revolución con su presencia”.284

Estas fuerzas fueron perseguidas de cerca por distintas tropas, entre

ellas una guerrilla formada en el mineral de Lluvia de Oro en Chihuahua al

mando de su jefe Dámaso Soto, el comandante José María Ochoa al frente

del 31 cuerpo rural, y otras guerrillas formadas con hombres armados

provenientes de los distritos de Cosalá, Badiraguato y San José de Gracia.

Sin embargo, todavía en esta dispersión en los primeros días de

septiembre los rebeldes se presentaron en el poblado de Las Cañas,

perteneciente a El Fuerte, y todavía a mediados del mes de septiembre en la

localidad de Bacayopa, Choix había entre veinticinco y treinta orozquistas,

capitaneados por el cabecilla José Encinas.285

Hasta este punto podemos establecer algunas particularidades de los

movimientos zapatista y orozquista que se desarrollaron en estas regiones.

En primer lugar tenemos que en esta zona geográfica la combinación de

ambas rebeliones creo dificultades importantes ya que comprometieron la

estabilidad de los gobiernos de los distritos.

Por una parte el primer ataque orozquista se dio en el mes de marzo,

al mismo tiempo que surgieron los levantamientos zapatistas. Sin embargo en

meses subsecuentes el orozquismo se manifestó pero como una amenaza

latente, ya que se esperaba que en cualquier momento el grueso de las

tropas rebeldes que operaban en los estados de Sonora y Chihuahua

cruzaran las líneas fronterizas. Además, los rebeldes de Sonora tenían como

refugio las rancherías de estos distritos de Sinaloa, pero fue hasta el mes de

agosto cuando las columnas que se replegaban desde Sonora fueron

rechazadas y se dieron combates importantes. Por lo que la presencia del

orozquismo en Sinaloa pareció obedecer al desarrollo de la lucha en Sonora,

por lo que en el norte de Sinaloa más que el desarrollo de la rebelión

orozquista sucedió un intento de rebelarla.

284 AHDN, Estado de Sinaloa, expediente XI/481.5/260, caja 127. 285 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

153

Por otra parte, la historia del zapatismo fue un tanto distinta ya que

después de marzo la presencia de los rebeldes fue creciendo, y de la misma

forma el reclutamiento de hombres. Aquí los pronunciados fueron ganando

posiciones en el control de los pueblos. Interesante es ver que sin bien los

grupos que se movían en esta parte no estaban muy relacionados con los

zapatistas del resto del estado, su lucha cupo dentro de una rebelión más

amplia, el estado de Sinaloa se había rebelado como zapatista, ya que no

puede dejar de destacarse que a pesar de la cercanía de la lucha orozquista

que se desarrollaba en Sonora y Chihuahua los rebeldes no adoptaron esa

bandera para seguir luchando, y escogieron en su defecto al zapatismo.

Si bien se ha delineado qué tropas orozquistas se movieron por el

estado, y cuáles fueron sus enfrentamientos con las autoridades, cabe

preguntarse si aquí surgieron rebeldes orozquistas o tropas locales. Si bien

esto es algo difícil de comprobar, sí podemos ver los casos de quienes fueron

acusados de apoyar este movimiento rebelde:

Brígido Gil fue un comerciante de sesenta y ocho años de edad,

casado, vecino de la ciudad de El fuerte, Jesús Peña y Armenta apodado El

corona era un barbero de cuarenta años y Antonio Armenta un carpintero,

soltero, de treinta y ocho años. Los tres tuvieron en común el ser vecinos de

la ciudad de El Fuerte, Sinaloa y haber recibido el día 25 de julio de 1912

unos rollos impresos de manos del cartero del lugar llamado Benjamín

Valdés. El contenido de esos impresos fue el motivo de que al día siguiente

fueran citados por el prefecto del distrito para rendir su declaración, y por el

mismo se les acusó de propagandistas de un movimiento sedicioso en contra

del presidente de la república Francisco I. Madero.

El barbero Jesús Peña declaró que leyó las hojas y decidió usar

algunas para rasurar y las otras las guardo en un cajón, y que más tarde al

pasar por el comercio de Brígido Gil éste le dijo que habían llegado por el

correo unas hojas volantes que resultaron iguales a las que él también había

recibido. Por su parte, Antonio Armenta, quien no sabía leer, pidió a su

hermana que le comunicara el contenido de las mismas.

154

Pero ese día, los declarantes no fueron los únicos que recibieron los

mencionados impresos, ya que llegaron a distintas personas de la localidad

hasta que la prefectura tuvo conocimiento de su existencia. Los declarantes

ya mencionados, solamente trataron de probar que no las habían hecho

circular y los motivos por los cuales tampoco las habían entregado a las

autoridades. En el expediente de la declaración de Armenta apareció escrito

lo siguiente: “que de nada le servían dichos impresos, más cuando que

siempre ha sido del partido maderista, cogió unas cuantas hojas y las arrojó a

la lumbre y que solamente seis le quedaron porque su familia se quedó

viéndolas”.286

Las hojas que Carmen Armenta leyó a su hermano Antonio estaban

firmadas por los generales orozquistas Antonio Rojas y Francisco del Toro,

iban dirigidas “a los voluntarios sonorenses,” y fueron firmadas en el

campamento revolucionario de Sahuaripa, Sonora, el 21 de julio de 1912,

parte de su contenido era el siguiente:

“…Los voluntarios que forman parte del ejército que injustificadamente sostiene en el poder a Francisco I Madero, han sido engañados con falsas promesas como lo fue el pueblo mexicano en 1910[…] hacemos un llamamiento por medio de las presentes líneas, a sus sentimientos de verdaderos patriotas, con el fin de que abandonando a su suerte al hombre funesto que ha dejado en la miseria a nuestro País, comprometiendo además el decoro e integridad en el extranjero, se unan a nosotros y nos ayuden a consumar la grandiosa obra que arrojará del Palacio Nacional, al pigmeo, que, por un error nuestro, que jamás deploraremos lo suficiente, vive como una vergüenza Nacional sobre la gloriosa colina de Chapultepec.”287

Si bien el comerciante, el barbero y el carpintero del lugar no eran

miembros de los voluntarios a los que se refería el escrito, y negaron todo

nexo con los rebeldes, las hojas estaban dirigidas para ellos, y además

tenían estampillas de los Estados Unidos. El cartero expresó que estas hojas

que circularon en la población llegaron en el correo que venía del norte, y de

alguna manera estaban dirigidas con los nombres y apellidos de los

declarantes y además tenían estampillas de los Estados Unidos.

286AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 287 Ibíd.

155

El contenido del escrito que llegó a estos vecinos de El Fuerte llevaba

un mensaje para los “voluntarios sonorenses”, es decir los miembros de la

milicia que el gobierno de Sonora había logrado reclutar a través de una

política de militarización consistente en formar cuerpos de voluntarios y

batallones irregulares a través de medios como el servicio obligatorio de las

armas para los hombres entre dieciocho y cincuenta años de edad, del que

sólo escapaban quienes pudieran pagar una cuota de entre cincuenta

centavos y cuatro pesos, y el pago de haberes “El gobierno del estado

“empleaba” a los voluntarios, les pagaba un sueldo y hacía descansar buena

parte de la lealtad de sus empleados en la eficiencia con la que cumplían su

parte del contrato de trabajo […] los haberes eran el único recurso económico

de hombres que habían dejado su trabajo y sus pequeñas propiedades”.288

El combate al orozquismo se baso en un reclutamiento controlado por

el estado en el que participaron rancheros de influencias locales como fue el

caso de Álvaro Obregón quien inició su carrera militar en esta etapa de

defensa del territorio al frente del cuerpo de voluntarios de Huatabampo y

Navojoa, hombres a sueldo del gobierno. A los cuerpos de voluntarios como

los que encabezó Obregón fue a quienes se dirigido el comunicado de los

generales orozquistas Antonio Rojas y Francisco del Toro.

Para persuadirlos de pasarse a sus filas hablaban de falsas promesas

con las que había sido engañado el pueblo mexicano que se levantó en

armas en 1910, mencionaban que su rebelión era para derrocar a Madero y

su familia de traidores y finalmente ofrecían que en sus filas serían

reconocidos sus grados militares y se les darían garantías, y por el contrario

aquellos que no hicieran caso de su llamado serían juzgados como traidores

y pasados por las armas.289

Finalmente, el comerciante Brígido Gil, el barbero Jesús Peña y

Armenta El corona, y el carpintero Antonio Armenta, fueron absueltos de la

acusación de ser propagandistas, sin embargo queda la pregunta de si este

llamado de Francisco del Toro y Antonio Rojas tuvo eco. No tenemos datos

288 Héctor Aguilar Camín, La frontera nómada, Sonora y la revolución mexicana, 3ª ed., México, Cal y Arena, 1997, p. 317. 289 AHEF, Ramo Presidencia 1912, caja 54, expediente 1.

156

acerca de miembros de los voluntarios de Sonora que se hayan pasado a las

fuerzas de los orozquistas, y en el caso de Sinaloa tampoco se sabe si los

miembros de las tropas maderistas se pasaron a los orozquistas.

Pero, no se puede dejar de lado que cuando los partes oficiales en el

mes de agosto declaraban la derrota de los orozquistas, hablaban de una

derrota relativa, ya que todavía en el mes de septiembre había partidas

orozquistas en Sinaloa (aunque ya no estaba esa poderosa columna de

rebeldes que fue replegada desde Álamos). Y de igual importancia es contar

con un dato indiciario de nuevas acusaciones a vecinos de El Fuerte de ser

orozquistas:

“por vehementes sospechas de que los señores Alejandro Ibarra, Miguel Amarillas, Ignacio García, Ramón Acosta, Alfonso G y Pacheco, Emilio Retes, Alfonso Delgado y Florencio Delgado, obraban de acuerdo con dichos revolucionarios (orozquistas), como medida preventiva ordené la detención de los expresados señores, lográndose verificar solamente la de los cuatro primeros…con posterioridad he tenido informes fidedignos de que Emilio Retes y Florencio Delgado se han declarado revolucionarios orozquistas recorriendo varios lugares de este distrito teniendo conferencias para formar fuerzas con partidarios […] porque se reúnen formando agrupaciones sospechosas, en conferencias manifestando sus simpatías por los revolucionarios orozquistas y porque son indicados por el público en general como orozquistas dispuestos a ayudarles y formar parte integrante de ellos favoreciéndolos por todos los medios de que disponen para la toma de esta plaza.”290

Las acusaciones sobre estas personas surgieron a raíz de que en

septiembre una partida de rebeldes orozquistas atacó El Fuerte cuando el

punto estaba desguarnecido, ya que las tropas maderistas habían salido del

lugar; por tanto las autoridades hablaban de que estas personas tenían

complicidad con los rebeldes ya que no les parecía casual su llegada al punto

precisamente cuando estaba desprotegido. Además se hablaba de que dos

de los acusados Emilio Retes y Florencio Delgado no solamente se

agrupaban para hablar sobre el movimiento, sino que ya se habían declarado

como revolucionarios y estaban entregados a la tarea de reclutar seguidores

en varios lugares del distrito. El de Emilio Retes no era un nombre nuevo en

290 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

157

esta región ya que había participado en reuniones a la media noche para

conspirar como maderista, donde tuvo contactos con José Rentería.291

Las autoridades pudieron aprehender e interrogar a cuatro de los

implicados (Alejandro Ibarra, Miguel Amarillas, Ignacio García y Ramón

Acosta), a quienes no pudieron comprobar los cargos y los dejaron en libertad

a condición de que no dieran lugar a sospechas. Los otros cuatro, Alfonso M.

y Pacheco, Alfonso Delgado y quienes ya mencionamos que eran señalados

como principales activistas, Emilio Retes y Florencio Delgado, lograron

escapar y no se les formó juicio.

Si atendemos a uno de los informes militares, que juzgaba que la

llegada de orozquistas a los distritos del norte de Sinaloa se debía a que los

rebeldes “creían con razón que podría resucitar la revolución con su

presencia”, surge la duda acerca de cuáles eran esas razones que les daban

certeza acerca de que tendrían éxito en su empresa. Lo cierto fue que esta

fue una zona donde la rebelión no había fenecido, y hubo una movilización

importante de rebeldes tanto zapatistas como orozquistas.

La presencia de estos rebeldes continuó, incluso el mes de diciembre

cuando el gobierno reportaba que en esta región había quienes se seguían

indultando, así como el hecho de que se seguía ordenando la vigilancia y

aprehensión de desertores y entrega de armas.

4.4 Los transgresores de la ley y la gracia del indulto

Ser un zapatista significó, entre otras cosas, estar fuera de la ley; los

pronunciados en este movimiento cometían el delito de rebelión contra el

gobierno constituido. Durante su lucha fueron muchos a quienes se les

siguieron causas judiciales por su condición de rebeldes, éstas eran llevadas

por los jueces de primera instancia, prefectos de distrito y directores políticos,

quienes realizaban un proceso reuniendo pruebas contra los acusados, les

tomaban declaraciones o hacían interrogatorios.

291 AGN, FFIIM, vol. 60, exp. 182, f. 2.

158

En estos juicios, los que eran acusados por rebelión tendían a

defenderse de las causas que se les imputaban y negaban la veracidad de

las acusaciones. No obstante, estos procesos judiciales son significativos

porque nos hablan de quiénes eran tales acusados, a qué se dedicaban y

cuáles eran las condiciones de vida de las que habían sido arrancados al

momento de verse inmiscuidos en la rebelión de la que se les acusaba formar

parte.

Uno de los primeros ejemplos que tenemos sobre estos procesos es

de marzo de 1912, en que el Juzgado Segundo de 1ª Instancia del distrito de

Culiacán seguía las causas criminales contra Juan Castro y Pedro Elizalde,

acusados por el delito de rebelión. En su declaración Juan Castro expresaba

que era inocente del delito que se le imputaba bajo el cargo de ser espía de

los zapatistas que en esos meses operaban en el distrito; además, decía que

al encontrarse desempleado en el rancho de Agua Caliente había bajado a la

Hacienda de Pericos al saber que había fuerzas del gobierno que quizá

ocuparían hombres para la lucha. Sin embargo, al aparecerse ante el coronel

Néstor Pino Suárez que perseguía a los rebeldes éste lo arrestó y acusó de

ser espía revolucionario, y al cabo de tres días lo dejó libre con la condición

de que fuera a emplearse a la Hacienda de Pericos.

Pero la fortuna no había acompañado a Castro, ya que solamente se

pudo emplear por un día puesto que en la hacienda le dijeron que sobraban

trabajadores. La misma declaración fue tomada a Pedro Elizalde, quien

expresó que también se encontraba sin trabajo en la estación de Huamuchil

(sic) y que al igual que Castro se presentó ante el coronel Pino Suárez y fue

enviado a trabajar a la hacienda, corriendo con la misma suerte de ser

despedido de manera inmediata. Así, estos hombres despachados de la

hacienda y sin empleo fueron aprehendidos de nuevo por las fuerzas

federales, y enviados a la cárcel de Culiacán acusados como espías de los

revolucionarios.292

Otro de los casos fue el de Manuel Leyva, jornalero de treinta y cinco

años de edad y vecino de La Cofradía, Navolato, a quien se acusaba de

haber participado con los rebeldes que atacaron este punto en febrero de

292APJFM, exp. 21.

159

1912. Se le acusaba de haber robado caballos y monturas para los rebeldes,

y se defendía diciendo que su acusador, el señor Zenón Reyes, lo había

acusado por tener conflictos personales con él. Esa querella en contra de

Leyva se solucionó al final con la fuga de prisión del acusado.293

El mes de abril de 1912 se siguieron otros dos casos por el delito de

rebelión, contra Inés Payán y Ramón Castro. Inés Payán, en su declaración

expresaba ser jornalero, vecino del rancho Playón, en Angostura, de veintidós

años de edad y soltero. Por su parte Ramón Castro era un labrador, también

era originario del mismo punto, soltero y de la misma edad que Payán. En su

declaración decían que en el mes de febrero había aparecido una partida de

bandoleros que atacaron el rancho del Playón que era propiedad de los

hermanos Felipe y Cristino Rivera, mencionaban que los rebeldes habían

robado ropa, dinero y animales.

Inés Payán declaró que al terminar sus jornales pasaba por el rancho y

los Rivera le pidieron su auxilio pues estaban armando un grupo de hombres

para perseguir a los bandidos. Payán salió a la persecución de los mismos,

pero Castro llegó al rancho ya que había salido el grupo que dirigían los

Rivera; sin embargo en esta persecución Payán expresó cómo cambió su

suerte y después de matar a uno de los rebeldes que perseguían temió por su

vida y en lugar de continuar sus jornales se unió a Bonifacio Payán quien

armó una cuadrilla revolucionaria y siguió sus correrías por quince días. A

esta misma cuadrilla se unió Castro, quien temía por su vida al ser

perseguido por un individuo apodado el Zacareado, miembro de los que

habían derrotado la guerrilla de los Rivera.

Finalmente los dos personajes desertaron de la gavilla a la que se

habían unido y se embarcaron al puerto de Santa Rosalía en Baja California,

huyendo del estado de cosas que cambió su vida.294

Por último, tenemos un caso del distrito de Rosario, donde en abril de

1912 se había ordenado la detención de Vicente Díaz (a) Ferrel, por

sospechas de su participación en la preparación de un movimiento sedicioso.

Ferrel era lamero, en la hacienda de beneficio del mineral del Tajo, a quien se

relacionaba con un levantamiento que estaban preparando los ex maderistas

293 APJFM, exp. 74. 294 APJFM, Exp. 54.

160

Emiliano Rodríguez y Pedro López de Santa Anna, quienes radicaban en

Rosario. Rodríguez y López de Santa Anna se habían dedicado a hacer

propaganda rebelde en los pueblos de Cacalotán, en Rosario, en Zavala, El

Verde, distrito de Concordia.

A pesar de que Ferrel negara sus nexos con estos pronunciados

quienes organizaron un motín identificado como zapatista el 3 de marzo del

mismo año, es importante ver que confesó que había participado en la

revolución maderista bajo las ordenes de Rodríguez y Santa Anna, y que

cuando ambos lo invitaron a sublevarse nuevamente no se unió a ellos pues

tenía a su mujer enferma y un trabajo con sueldo y sin riesgo a perder la

vida.295

Estos casos judiciales que se siguieron mientras se desarrollaba la

rebelión zapatista y que hemos tomado como muestras representativas, nos

arrojan los nombres de Juan Castro y Pedro Elizalde, dos desempleados que

buscaban un lugar entre las fuerzas federales y tampoco encontraron un

empleo fijo en la hacienda de Pericos; Manuel Leyva, un jornalero de La

Cofradía en Navolato; Inés Payán, también jornalero y Ramón Castro,

labrador, quienes fueron reclutados por los dueños del rancho Playón en

Angostura para la persecución de quienes invadieron su propiedad y luego se

unieron a una gavilla para salvarse de aquellos contra los que habían

combatido y Vicente Díaz era un ex maderista, ocupado como lamero en las

minas del Tajo.

Estos actores de distintas regiones a los que no se les comprobó el ser

rebeldes nos hablan de un panorama social padecido a raíz de la lucha

revolucionaria que no cesaba, donde la incertidumbre en la subsistencia, o la

lucha por la defensa de los territorios o así mismo las rencillas personales,

temores a perder la vida o un pasado revolucionario los involucraron en el

movimiento rebelde. Quizá la justicia se equivocaba al acusarlos pero a fin de

cuentas la rebelión estaba presente en sus vidas, era quizá un lugar donde

emplearse, donde encontrar un refugio frente a persecuciones en su contra,

una contienda que los colocó en la línea de tomar una decisión entre

rebelarse o no.

295 APJFM, exp. 43.

161

Para aquellos rebeldes que no habían sido encarcelados o cayeron en

los tribunales el 4 de junio de 1912 la jefatura de armas del estado hizo un

llamado, convocaba a los revolucionarios para que “volvieran al sendero de

la paz y de la ley”. En este llamado se decía: “al deponer las armas el

gobierno les perdonará el grave delito que han cometido por haber

desconocido a un gobierno legalmente constituido”.296 A estos hombres que

se habían levantado en armas se les acusaba ahora del delito de rebelión ya

que en su lucha habían dejado de ser considerados como revolucionarios por

el régimen al que encumbraron, ésta era una de las paradojas de su

levantamiento.297

Este llamado prometía el que dejaran de estar al margen de la ley ya

que de acuerdo al código penal vigente la causa seguida por rebelión

quedaba anulada a pesar de que se comprobaran responsabilidades cuando

los acusados se apegaban a la amnistía dada por el gobierno.298 Aquellos

que quisieran acogerse al indulto debían presentarse ante las autoridades

militares en campaña y hacer entrega de sus armas, caballos y municiones.

Aún de manera anterior a que la jefatura de armas hiciera el llamado a

los rebeldes para que se indultaran, Manuel Vega, uno de los principales jefes

zapatistas obtuvo el indulto de parte de las fuerzas federales que dirigía el

general Pedro Ojeda el 20 de mayo.299 Todavía no había pasado un mes

desde que los rebeldes tomaron Culiacán y cada uno de los grupos había

tomado caminos distintos, Vega se fue a Navolato con los hombres que se

habían levantado con él y había declarado a la prensa que buscaría

indultarse junto a toda su familia “por no estar conformes con los

procedimientos de Franco, de Quinteros y de otros cabecillas que saquearon

a Culiacán.”300 Ante una lucha que ya consideraba perdida Vega emitía

declaraciones por las que buscaba deslindarse del movimiento, decir que no

296 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 297 Debido a la disparidad de las fuentes, este apartado nos dará más datos sobre la rebelión en el distrito del Fuerte o algunos casos en específico. Sin embargo, el proceso de indulto de los rebeldes siguió las mismas pautas en todo el estado y se hizo en los mismos tiempos. 298 El Código de Procedimientos Penales que regía en el estado en este tiempo fue expedido el 14 de diciembre de 1887, y sus estatutos quedaron derogados el 4 de marzo de 1919. Archivo Histórico General del Estado de Sinaloa, en adelante AHGES, Periódico Oficial del Estado de Sinaloa, 4 de marzo de 1919, núm. 27, p. 207. 299 Saúl Armando Alarcón Amézquita, óp. cit., p. 208. 300 El correo de la tarde, 24 de mayo de 1912, núm. 8,781, p. 5.

162

estaba de acuerdo con los métodos de Franco y Quinteros era emitir un

discurso con la intencionalidad de obtener el perdón.

En todo caso el indulto era el perdón de un delito y para obtenerlo los

rebeldes debían justificar por qué habían decidido dejar las armas, en sus

declaraciones públicas vemos que era común que hablaran de una desilusión

con respecto al movimiento, de derrotas continuas, el deseo de regresar a

sus hogares, a sus trabajos.

Otro de los casos fue el del indulto a Juan Cañedo, donde antes de

apegarse a este perdón pedía a Francisco I. Madero que destituyeran a los

prefectos de Rosario y Concordia Mariano Rivas y Genaro M. Velázquez,

decía que la imposición de estos prefectos ineptos y caciques eran la causa

de que se hubieran levantado en armas contra Rentería.301

Otro de los casos fue el del indulto a Juan Cañedo y sus hombres,

quienes empezaron a gestionarlo en el mes de julio, una de las personas

enviadas para pactar con ellos declaró que Cañedo se rendía pues “ya no era

posible seguir en la campaña, pues ya no se cuenta con el apoyo de los

pueblos…cuando llegaban a pedir un vaso de agua los recibían a balazos”.302

esto era en referencia a que los enfrentamientos con las tropas federales lo

habían llevado fuera de su zona de influencia, en sus últimas correrías ya se

había adherido al ex teniente Miguel Guerrero y a los hermanos Barrón y se

habían tenido que refugiar en la sierra de Nayarit. Lejos del apoyo popular

Cañedo regresaba a gestionar su indulto, a cambio de la promesa de retirarse

de las armas.

Por su parte, este proceso de indulto se fue extendiendo a las regiones

en rebelión, a mediados del mes de junio el prefecto del distrito de Choix

recibió cien ejemplares de un llamado a los revolucionarios del estado que el

4 de junio les hizo la Jefatura de Armas, para que depusieran las armas y

volvieran a sus trabajos habituales.303

A fines del mes de junio el celador del pueblo de Banuera, en Choix,

informaba de cómo iba el proceso por el cual el prefecto del distrito le había

301 AGN, FFIM, vol. 5, exp. 120-3, f. 2.

302 El correo de la tarde, 11 de julio de 1912, núm. 8,828, p. 5.

303 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. El archivo histórico de El Fuerte resultó una fuente muy rica en lo concerniente a información sobre los indultados, por ello en este apartado muchos de los ejemplos que damos provienen de este acervo documental.

163

encargado que citara a todos los revolucionarios de la localidad para que

dejaran las armas, y así mencionaba cómo algunos en efecto le habían

entregado las armas y otros permanecieron en posesión de ellas y tampoco

se habían querido indultar. Es interesante mencionar que entre las armas que

había recibido solamente se contaban cuatro, siendo las mismas un rifle

mauser, una carabina colt, un remington de infantería viejo de buen uso y una

espada con vaina.304

El celador pedía a las autoridades del pueblo de Toro, en El Fuerte,

que le enviaran su ayuda para hacer que el resto de los rebeldes entregaran

sus armas, las cuales tenían escondidas y se negaban a ceder a las

autoridades. Sin embargo, hubo quienes sí se indultaron entre los meses de

junio y julio, sus nombres son los siguientes:

Amado Rocha, originario del pueblo de Álamos, Sonora, casado, de

cuarenta y cinco años de edad y de oficio talabartero; Dolores Paz Monzón,

originario de Vinaterías, El Fuerte, soltero de treinta y un años de edad,

labrador; Cosme López, natural de Culiacán, de treinta y cinco años de edad,

soltero, de oficio panadero; José Sierra, originario de Chinobampo, El Fuerte,

soltero de veinticuatro años de edad, labrador; Fortunato Encinas, de

veintiséis años, originario de Vinaterías, agricultor; Simón Soto, natural de

Yecorato, El Fuerte, de veintidós años de edad, labrador, soltero; Aureliano

Gastélum, del distrito de El Fuerte, casado; Transito Montañez, originario de

Santa Rosa, municipalidad de Morelos del Estado de Chihuahua, soltero de

veintiséis años de edad, labrador.

Debido a que esta muestra de los indultados corresponde al distrito de

El Fuerte cabe destacarse que la mayoría de aquellos que pidieron la

amnistía eran originarios de ese distrito a excepción de un originario de

Álamos, Sonora y otro de Chihuahua, lo cual nos habla de las interrelaciones

entre la población de estos estados. Tenían oficios como el de panadero,

talabartero, pero la mayoría de ellos eran labradores, hombres del campo.

Cabe recordar que el indultarse en los meses de junio y julio significaba el

regreso a las labores del campo.

304 AHEF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1.

164

Sin embargo, después de este primer período de indultos en los meses

de verano tenemos que por el mes de septiembre estos procesos seguían, lo

cual nos da indicios de que el movimiento rebelde no había cesado en el

verano. En este mes se indultaron: Bruno Díaz, originario de Morelos,

Chihuahua y vecino de Bacayopa, Choix, casado, de cuarenta y dos años de

edad, de oficio zapatero. Díaz se presentó ante el jefe de acordada del pueblo

de Pichol, Choix, y junto con su cuñado Manuel González, también de

Bacayopa, soltero, labrador, de diez y nueve años de edad y el señor Alejo

Rivera, prometieron además prestar sus servicios de armas en los cuerpos de

defensa bajo la promesa de que jamás intentaran rebelarse en contra del

gobierno.305

Después de mediados del año de 1912, una parte importante de los

rebeldes del estado se habían indultado, por lo que se declaro que el

movimiento zapatista se había extinguido. Los principales jefes del

movimiento se habían indultado al ver que las expectativas a futuro estaban

limitadas, y miraban que el movimiento estaba próximo a verse extinto, que

no se había logrado la unificación de las tropas, y que era probable que

fueran derrotados.

A pesar del gran número de zapatistas que se indultaron en 1912, la

presencia de grupos disidentes del gobierno estaba aún lejos de terminar,

pues hacia finales del año de 1912 aún existían gavillas de bandidos

señaladas por las autoridades. Después de la revuelta quedaban

diseminados por los campos estos hombres fuera de la ley, de los que se

decía que no tenían bandera alguna y solamente se dedicaban al pillaje. En el

mes de octubre el gobernador Felipe Riveros hablaba de la necesidad de

contar con una fuerza pública “para restablecer el imperio del principio de

autoridad que está muy relajado, como para hacer desaparecer del ánimo de

los que se han amnistiado, toda idea de una nueva tentativa de alterar el

orden.”306

Así mismo estas declaraciones no negaban el peligro latente que

representaban los rebeldes ya amnistiados. Incluso en noviembre Riveros

esclarecía que seguían operando gavillas en el territorio, a pesar de que dice

305 AHF, Presidencia, 1912, caja 54, exp. 1. 306 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 89, f. 1.

165

que se ha extinguido el movimiento de los zapatistas, apuntaba “sólo queda el

bandolerismo que sigue a toda rebelión o revuelta.”307

Contra toda idea de que la rebelión había terminado en los meses de

junio y julio cuando los rebeldes se indultaron se encontraban casos de

indulto aún en el mes de diciembre, donde otro de los indultados fue Manuel

González, originario y vecino de Bacayopa, Choix, soltero, de 19 años de

edad, labrador.

Aún en el mes de diciembre el comandante del mineral de Lluvia de

Oro, en Chihuahua se comunicaba con el director político de Choix, y le decía

que todo aquel que deseara acogerse al indulto debía presentarse a las

autoridades militares en campaña y hacer entrega de sus armas, los meses

habían pasado y continuaban realizándose llamados para indultar a los

rebeldes. Todavía en los últimos días de diciembre en el pueblo de

Aguacaliente, también en Choix, el rebelde José María Gámez entregaba un

rifle para indultarse. En estas fechas todavía las autoridades daban órdenes

de vigilar y aprehender a los desertores.

Así como después de la revolución maderista de 1911 muchos no

regresaron a sus casas y siguieron controlando los campos, un año después

al decretarse el fin del zapatismo no se terminaba con la movilización popular

producto de la revolución.

Esos que fueron llamados bandoleros eran la estela que quedaba de la

lucha popular que había desatado el maderismo en 1911, la cual no se apagó

ni siquiera cuando se decretó el fin del zapatismo era parte de la dinámica de

la revolución.

La revuelta siguió viva incluso en el año de 1913 como lo demuestra el

que se solicitan armas para los voluntarios en la defensa de San Ignacio, se

mantienen destacamentos guarneciendo en Badiraguato, las compañías

mineras solicitan garantías en Rosario y San Ignacio, en Escuinapa se

organiza una guerrilla para la defensa del lugar, se forma una guerrilla volante

en Concordia, y en fin siguen los reportes de gavillas de bandoleros en la

zona serrana y los distritos del sur.308

307 AGN, FFIM, vol. 32, exp. 869, f. 2. 308 AHGES, Índice de Correspondencia de la Secretaría de Gobierno del Estado de Sinaloa, en adelante ICSGES, Ramo Gobernación, enero, 1913.

166

Si bien en este año de 1913 ya no se habla de los zapatistas,

continúan las noticias sobre los bandidos y sobre partidas de orozquistas.

Inclusive es notoria la presencia de las gavillas de “Panocho” que

operan en Rosario, Pánuco, Copala y Concordia.309 Doroteo Arango

sintetizaba la suerte de esos hombres que nunca se había desmovilizado, era

un joven originario del Pozole, Rosario, participó con las fuerzas maderistas y

después de esa lucha huyó de un asesinato que había cometido; después se

integró a las tropas zapatistas del sur, luchó junto a Juan Cañedo y ahora

seguía en armas y asaltando las poblaciones, en 1912 se le identificaba como

zapatista y en 1913 era considerado un orozquista.

4.5 El miedo a los zapatistas

“… la noche en que los militares lo miraron sin verlo, mientras pensaba en la tensión de los últimos meses, en la miseria de la cárcel, en el pánico de la estación y en el tren cargado de muertos, José Arcadio Segundo llegó a la conclusión de que el coronel Aureliano Buendía no fue más que un farsante o un imbécil. No entendía que hubiera necesitado tantas palabras para explicar lo que sentía en la guerra, si con una sola bastaba: miedo”.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Este apartado sobre el miedo a los rebeldes zapatistas surge a partir de la

lectura de dos trabajos que tratan el miedo como un fenómeno histórico: el

primero de ellos de Georges Lefebvre, quien en su libro 1789 dedica un

pequeño pero importante apartado al Gran miedo que se desató entre los

campesinos que vivieron bajo la revolución francesa; el segundo, de Jean

Delumeau, obra que titula El miedo en occidente donde nos habla de cómo se

ha padecido este sentimiento de inseguridad en la sociedad occidental.

309AHGES-ICSGES, Ramo Gobernación, abril, 1913.

167

Lefebvre estudió el Gran miedo que se desató tras el estallido de la

revolución francesa, el cual se propagaba por los campos a partir de los

llamados “pánicos del anuncio”, por los que sólo bastaba que se corriera la

voz entre los campesinos de que a sus poblaciones llegarían dragones,

bandidos o vagabundos, para que entre los mismos surgieran grandes

sobresaltos. El autor estudia a la vez cómo entre éstos existía la creencia de

que el miedo había sido sembrado a propósito por los nobles, y que era

producto de un “complot aristocrático”, por lo que el miedo provocaba un

papel reactivo entre la población de los campos que los hacía enfrentarse a la

nobleza.

En este sentido, este fenómeno de los “pánicos del anuncio” que

estudia Lefebvre nos hace poner atención al papel que jugaban los

denominados “borregos” o rumores, que se desataron durante la rebelión

zapatista. Los borregos que anunciaban la llegada de los zapatistas

generaban temor entre la población, se paralizaban las actividades y muchas

personas se exiliaban buscando refugio.

La reacción psicológica de los campesinos durante la revolución

francesa frente a los que venían de los bosques, “gente temida y medio

salvaje”, nos da pautas para entender la reacción de temor frente a los

rebeldes zapatistas, a quienes las autoridades clasificaban como bandidos, y

quienes se movían por la sierra, merodeaban por los montes, vivían en la

periferia del control de las autoridades, y cuya llegada a las poblaciones

implicaba una contienda por el espacio, su presencia sembraba el desorden y

la inseguridad.

Por otra parte, el trabajo de Jean Delumeau, El miedo en Occidente,

nos puede ayudar a entender qué se entiende por la categoría miedo, al que

el autor define como una “emoción-choque”, una respuesta natural ante la

amenaza que lleva a tomar conciencia de un peligro. Incluso habla de la

angustia, a la cual separa del miedo y la explica como “un sentimiento global

de inseguridad”. Entiende al miedo como un “singular colectivo (que) abarca

una gama de emociones que van del temor y de la aprensión a los terrores

168

más vivos. El miedo es, en este caso, el hábito que se tiene, en un grupo

humano, de temer a tal o cual amenaza (real o imaginaria).”310

Desde estos autores se pone atención a los miedos generados, entre

ciertos sectores de la población sinaloense, al momento de la rebelión

zapatista en los años de 1912 y 1913. En las poblaciones, y principalmente

en las ciudades como Culiacán, se temía a estos “bandoleros”, quienes

generalmente se escondían en lugares apartados del control de los ejércitos

federales y merodeaban por los montes, estableciendo así una amenaza

permanente, en este sentido eran temidos como esos bandidos, esos

hombres errantes que nos describe Lefebvre que con su presencia

sembraban el desorden y la inseguridad.

Este trabajo trata de entender las reacciones generadas por el miedo a

los rebeldes, vistos como una amenaza, la angustia surgida a raíz del rumor

de que llegarían, que provocaba alarma entre la población, la necesidad de

escapar, de refugiarse. Lefebvre apunta que el gran pánico se caracterizo por

ser "familiar a todos" y de igual manera Delumeau nos habla del miedo como

un "singular colectivo", y en este sentido tenemos que en el contexto de

inseguridad en medio de la revolución mexicana, muchos grupos rebeldes y

no sólo los zapatistas, generaron temores, al mismo tiempo que estos miedos

hicieron que la revolución no solamente fuera padecida por quienes

participaban en los ejércitos, sino también por aquellos que la experimentaron

a través del temor. Así el miedo fue una forma generalizada de padecer la

revolución.

El miedo resume lo sentido en una guerra, ya que no puede haber

nada más común a todos los que se enfrentan a sus peligros que una gran

sensibilidad ante la amenaza, una reacción instintiva ante la inseguridad. El

miedo está en el plano de las emociones humanas, es una entrega vivida al

espanto, el pavor, el terror.

En el año de 1912, cuando la rebelión zapatista en Sinaloa se

encuentra en su apogeo, la prensa de la época se encarga de divulgar notas

en las que las acciones de estos rebeldes son muy cercanas a las de un

310 Jean Delumeau, El miedo en Occidente, México, Ed. Taurus, 2005, p. 30.

169

desfile del horror. Las noticias, los rumores, nos hablan de saqueos,

asesinatos, violaciones, notas de muerte y desolación, miseria y exilio que

dejaban el paso de los rebeldes por las distintas localidades del estado.

La llegada de los zapatistas a un lugar podía ser uno de los episodios

más temibles, el cual se iniciaba desde el momento mismo en que se tenía

noticia de que las bandas merodeaban cerca de éste. Las distintas notas de

prensa nos hacen imaginar un mundo donde los rebeldes viven, rondan y

observan desde cerca las localidades, se mueven por las escabrosidades de

la sierra, van de un lado a otro huyendo de las autoridades, esperando el

momento más preciso para abandonar el cobijo de sus escondites y entrar a

las poblaciones.

Es un escenario en el cual los comerciantes, las personas adineradas

e incluso las personas más humildes sienten la presencia de los alzados, se

preparan ya sea para rechazarlos, para huir, o sufrir un saqueo.

Experimentan la inseguridad de que los rebeldes llegaran de un momento a

otro, y en este sentido experimentan miedo, que no es un miedo en particular

sino la conjugación de distintos temores, vividos de manera distinta por las

diferentes clases sociales, así como por los hombres y mujeres.

Los distintos miedos son generados por grupos de rebeldes armados,

a los que se les distingue como zapatistas, bandoleros, rebeldes o simples

asaltantes. El temor a ellos se alimenta en una de sus vertientes en la opinión

que la prensa ayuda a generar sobre el levantamiento, así tenemos que en

una nota editorial del periodo se identifica a los rebeldes zapatistas con “un

grito de libertinaje, un estímulo para el asesinato y el despojo.”311 El

zapatismo es visto como un movimiento tendiente al bandolerismo, que

genera incertidumbre y malestar a su paso.

Y sin embargo, el temor a los rebeldes no es un acto meramente

declarativo, es una situación vivida, real, que podía generar el escape de las

personas de sus pueblos, su movilización a fin de evitar ser agredidos. Este

es el caso de pobladores de Villa Unión que llegan a Mazatlán huyendo de un

probable ataque, a bordo de una lancha llamada Confite “completamente

311

El correo de la tarde, 28 de febrero de 1912, p. 1.

170

atestada de pasajeros, quienes vienen de escape, debido a la plaga que

asuela a las rancherías inmediatas a Villa Unión…los vecinos de aquellos

lugares no encuentran qué hacer con tanto préstamo.”312 Pero la huída de

estas personas nos habla de un miedo particular, propio de quienes huían por

temor a ser objeto de préstamos forzosos, sobre todo quienes tenían

posesiones materiales que perder.

Este miedo, fue el que un mes atrás se apodero de la población de

Culiacán, ante la inminente llegada de los zapatistas. Días antes de la toma

de la ciudad, las personas recibían los denominados “borregos” o rumores

falsos que los llenaban de temor, donde se les decía que los “bandoleros

zapatistas” estaban muy cerca de la ciudad. La noche, lugar del miedo como

nos señala Jean Delumeau, de aparecidos, tempestades, lobos y

maleficios…de los adúlteros, ladrones o asesinos,313 era el escenario propicio

para que se soltaran los “borregos”, que llenaban de temor a las personas,

quienes corrían a esconderse a sus casas, suspendían fiestas y bebida.

En la noche era cuando los pobladores podían sentir la presencia de

las tropas que les rodeaban, o ver las siluetas de los rebeldes que se

alistaban para entrar a la población. El miedo se generaba desde el momento

de la expectativa, y era la conjugación de los temores de las autoridades ante

el combate, de las familias acomodadas ante el saqueo, de las mujeres ante

el estupro, de las personas más humildes ante la muerte.

Algunas de las personas acomodadas ya habían tomado medidas

como enviar su dinero al banco de Mazatlán, los comerciantes habían

escondido sus mercancías, en lo sucesivo las puertas de las casas estarían

cerradas por trece días y las calles desoladas. Los zapatistas llegan el 17 de

abril, generando lo que después la prensa retrataría como “los días trágicos

de Culiacán”, los rebeldes entraron a la población “vitoreando a Zapata,

quemando antes dos bombas en el puente”.314 La llegada de tropas de los

distintos jefes iniciaron la invasión del espacio urbano, su sola presencia, sus

312 El correo de la tarde, 8 de marzo de 1912, p. 3. 313 Jean Delumeau, op.cit., p. 139. 314 El correo de la tarde, 4 de mayo de 1912, p. 2.

171

vivas a Zapata fueron como la llegada de la destrucción, sobre todo para

quienes fueron víctimas de los saqueos.

En esos momentos los habitantes sufrían ante el pillaje de la

soldadesca, algunos jefes extendían recibos por las mercancías tomadas, los

cuales no valían sino hasta el momento de obligar a la entrega de éstas

mediante la amenaza de las armas. Uno de los jefes zapatistas, Pilar

Quinteros, quien se presentó como uno de los más rapaces en el saqueo,

alegaba “que tenía derecho al saqueo porque había entrado peleando.”315

Esos momentos eran en los que el personaje asaltaba los almacenes

comerciales y las casas de los notables, para conseguir víveres y ropa, en los

que su tropa probaba la buena comida, obtenía dinero y ropa elegante, con el

derecho que le confería el estar en una lucha.

El saqueo de Quinteros no era solamente un acto de pillaje como lo

relataba la prensa, era un momento legítimo, la oportunidad de crear un

mundo al revés, fueron días de “fiesta y gozo” para los revolucionarios, como

lo relataba la prensa. Cuando se repartían mercancías a la gente del pueblo,

que se unió a los saqueos. En este sentido, el temor no era experimentado de

la misma manera por la población de la ciudad, por una parte se encontraba

el miedo de las personas más acaudaladas y por otra, la unión misma que las

personas del pueblo llevaban a cabo con los rebeldes.

El temor de los de arriba, fue el más encarnizado, los zapatistas y los

saqueos que llevaban a cabo eran una verdadera calamidad para este grupo

social, como lo demuestra la nota de un vapor que llega a Mazatlán cargado

de personas de Culiacán que iban huyendo de los zapatistas:

“el buque trajo ochenta y tres pasajeros…venía atestada (la embarcación) de pasajeros sobre cubierta, en los estrechos pasillos, en los camarotes, a proa y a popa…por todas partes se veía equipaje en desorden, mal empacado, como si al ser llevado al buque los propietarios hubieran estado desesperados por abandonar la tierra, donde peligraban, para refugiarse en la cubierta de la embarcación…la agencia de la naviera de Altata tuvo que trasladarse a bordo y allí recibir el dinero de los pasajes, porque en tierra no se tenía ninguna

315 Héctor R. Olea, Breve historia de la revolución en Sinaloa (1910-1917), Biblioteca Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 1964, p. 44.

172

seguridad, pues de un momento a otro se temía que llegara una partida de zapatistas y se apoderara del dinero.”316

Estas personas habían sido presa de los saqueos, entre ellos se

contaba una señorita “que había escapado de ser atropellada por Pilar

Quinteros”, un hombre cuya casa “había sido cateada cinco veces, siendo

después dinamitada”, una familia “víctima de la plebe, que cargo sus

mercancías, muebles, quien aterrorizada llego aquí (Mazatlán)”.317 El miedo

sentido por estas personas, la violencia ejercida sobre ellos y sus bienes, la

posibilidad de perder la vida misma, les llevo a tomar la decisión de

abandonar lo que era su hogar, perseguidos por los jefes rebeldes, la tropa y

las personas del pueblo que se unieron al saqueo.

El miedo opera en este y otros casos como un mecanismo de defensa,

una actitud que les hizo tomar una medida tan drástica como el exilio. De

igual manera, el miedo hacía refugiarse a las personas, encerrarse en sus

casas, salir huyendo ante la llegada de los rebeldes, o incluso tomar las

armas en su contra. “El miedo es ambiguo. Inherente a nuestra naturaleza, es

una muralla esencial, una garantía contra los peligros, un reflejo

indispensable que permite al organismo escapar provisionalmente a la

muerte.”318

La ocupación de la ciudad por el espacio de trece días, lleno de

intranquilidad a las personas, eran noches en que se sentía “el ruido de la

caballería, el toque de los clarines, los balazos y la gritería que alarmaban

cada vez más.”319 había gran tensión en el ambiente, ante las pugnas entre

los jefes de los rebeldes, la danza de la muerte que se desataba en las

borracheras de la soldadesca, los balazos al aire, o el miedo de las mujeres

como el que una noche sintieron unas señoritas que intentaron robarse los

zapatistas quienes escaparon brincando cercos y tapias.

Cuando las tropas de los zapatistas abandonaron la ciudad no

quedaban más que las noches en vela, ante la falta de policía, sin vigilancia

316 El correo de la tarde, 3 de mayo de 1912, p. 1. 317 Ibíd., p. 1. 318 Jean Delumeau, óp. cit., p. 22. 319 El correo de la tarde, 3 de mayo de 1912, p. 2.

173

alguna el temor eran los ladrones, los intentos de asaltar las casas ya

afectadas, episodios nocturnos en que nuevamente se oían balaceras de los

rebeldes que habían quedado dispersos, y familias que seguían tomando sus

bienes y trasladándose a otras partes del estado o fuera del país.

El temor a los rebeldes no sólo fue el sufrido por los vecinos de

Culiacán frente a los zapatistas, sino por igual el que se tenía frente a

aquellos que eran identificados solamente como bandoleros, sin esclarecerse

si tenían alguna filiación con los zapatistas, es el caso de el Rosario, donde

se reportaba: “últimamente las pequeñas gavillas de bandoleros tienen en

constante alarma el vecindario, disparando bombas en las inmediaciones de

los poblados”.320

De igual manera entre la población del distrito de Sinaloa causaba gran

temor el saber que los rebeldes merodeaban cerca, así tenemos que “una

persona de aquella población que se disponía a salir hoy, recibió un mensaje

de su familia, en el que le dicen que se abstenga de hacer el viaje, porque

corre peligro.”321 De igual manera, este miedo a los que ya fuera que se

denominaran como zapatistas, o bandoleros fue sentido en Cosalá,

Concordia, Mocorito, Badiraguato, Escuinapa, San Dimas, etc. Lugares que

eran constantemente asediados por gavillas, que amenazaban como ya

hemos dicho con saquear el comercio, y violentar a la población.

El miedo en las poblaciones llegaba a tal grado que la alarma por la

entrada de algún rebelde se desataba ante el menor incidente. Uno de los

casos es el de la persecución de unos rurales a un malhechor en el Rosario,

la cual fue confundida con la entrada de un bandido que se había unido al

zapatista Juan Cañedo: “un policía gritaba a otro ¡pícale! ¡pícale! Y córtale la

retirada. A las voces de pícale, los vecinos creían que habían entrado el

“pícale” de Pánuco y volvían a encerrarse asustadísimos.”322

Hasta este punto hemos hablado de las pistas que la prensa nos da

para localizar los miedos que suscitan los rebeldes entre sectores de la

población como la clase alta y las mujeres, y por otra parte hemos visto que

320 El correo de la tarde, 17 de mayo de 1912, p. 2. 321 El correo de la tarde, 17 de mayo de 1912, p. 3. 322 El correo de la tarde, 18 de mayo de 1912, p. 6.

174

los saqueos que podían suscitar gran temor entre las personas adineradas

eran al contrario una oportunidad para las personas del pueblo que como en

el caso del saqueo de Culiacán y otras poblaciones llegaron a cambiarse del

lado de los rebeldes y denunciaban la ubicación de las mercancías, caballos,

etc. Sin embargo, el miedo a los rebeldes, no era solamente el temor de

perder las posesiones materiales, sino la inminente posibilidad de morir al ser

acusado de “hostil a la revolución”, o ser reclutado en una milicia por la

fuerza.

El acecho de la muerte estaba en todas partes, se miraba en los casos

en los que los militares de uno u otro bando se refugiaban en algunas casas o

edificios, y personas perdían la vida ante balas perdidas, o el temor que

despertaban entre las andantes los caminos en que se encontraban

cadáveres colgados en los árboles, o tendidos en los montes, o la conmoción

ante las escenas de fusilamiento.

Por otra parte, la imagen que la prensa ayudaba a crear acerca de los

rebeldes incluía dar a conocer sus muestras de salvajismo, mientras que los

atropellos cometidos por los soldados federales no eran dados a conocer. Los

zapatistas eran temidos por sus prácticas salvajes, como el caso de una nota

donde se publican las violaciones que cometieron los revolucionarios Franco

y sus soldados “En efecto, los doloridos padres aseguran con palabras de

indignación y lágrimas de rabia, que sus esposas e hijas fueron víctimas del

más indigno de los atropellos, contándose dos niñas, una de once y otra de

nueve años entre las desgraciadas. Sólo cuatro muchachas pudieron escapar

de los infames sátiros, internándose enloquecidas por el terror en el

campo.”323

Asesinatos sanguinarios, violaciones y amenazas de muerte,

completaban el cuadro del horror ante la presencia de los rebeldes. En este

sentido cabe hacer una distinción entre el miedo a los zapatistas del que

hemos venido hablando y la práctica del terror durante la revolución. Friedrich

Katz define el terror como “las persecuciones y ejecuciones masivas de

civiles por su pertenencia, o presunta pertenencia, a grupos políticos,

323 El correo de la tarde, 24 de mayo de 1912, p. 2.

175

religiosos, sociales, económicos o raciales.”324 El terror se distingue del

miedo, por ser la práctica de la violencia, mientras que el miedo actúa como

un mecanismo de defensa.

La prensa de la época resaltaba los saqueos de los zapatistas, y se

trataban de dejar sentadas sus prácticas de la violencia sobre la población

civil, como el caso de antes de una nota que apuntaba: “ayer visitaron el

Recodo veinte zapatistas, al mando de Ramón Zataráin, imponiendo

préstamos y cobrando el derecho de degüello (y) amenazaron a un vecino

con ahorcarlo.”325 Notas similares se remiten de Escuinapa, donde los

zapatistas habían llegado buscando a “El Abogado”, al cual asesinaron al

momento de abrir la puerta de su casa y cuyo cadáver se llevaron

arrastrando.

En este sentido, no se puede cuestionar que el ataque de los rebeldes

no causara conmoción entre la población en general, pero debe entenderse

también cómo estas muestras de violencia eran aprovechadas para formar un

discurso alrededor de los zapatistas, ya que no eran los únicos grupos que

ejercían tales prácticas. También cabe decir que de estas prácticas se

derivaban los distintos miedos, si bien el miedo al saqueo afectaba a las

clases altas o medias, el temor a la muerte fue generalizado. Las balas, los

cadáveres, la destrucción, generaban temores compartidos por todas las

personas.

El miedo a las incursiones de los revolucionarios también estaba

presente entre las personas más humildes, entre las cuales el fracaso del

ataque del rebelde Justo Tirado al Rosario se debía a la aparición de la virgen

protectora del lugar, quien le había advertido que no atacara la población ya

que sería rechazado. Esta creencia atiende a la necesidad de las personas

de no verse atacadas por los revolucionarios, quienes se explicaron el

fenómeno como una especie de milagro de la virgen que los protegió. La

historia de la aparición era la siguiente:

324 Friedrich Katz, "El papel del terror en la revolución rusa y en la revolución mexicana", en Istor Revista de Historia Internacional, México, CIDE-Ed. JUS, año IV, núm. 13, verano de 2003, p. 84. 325 El correo de la tarde, 22 de mayo de 1912, p. 1.

176

“Anda circulando de boca en boca entre la gente sencilla la historia de que en pleno camino real, antes de llegar al Rosario, Don Justo Tirado y su gente se encontraron con una anciana que portaba un bulto con agua…más de cien hombres, se morían de sed, le pidieron agua a la viejecita…los cien hombres tomaron el líquido hasta quedar satisfechos y el agua del bule no llegó a agotarse…el señor Tirado le pregunto a qué obedecía aquella fuente inagotable, la señora le contestó que sólo ella lo sabía y que le iba a dar un consejo…que no atacara el Rosario porque iba a ser rechazado por la gente que defendía la población.”326

En este sentido, un fenómeno como la incursión de los rebeldes podría

ser un motivo para que las personas acudieran al cobijo de lo sagrado para

buscar protección, como el caso de la “ceremonia religiosa en honor de María

santísima, patrocinada por los hijos de Culiacán residentes en esta población

(Mazatlán) con el fin de que Dios, por la intercesión de su madre amorosísima

conceda la paz al Estado.”327

El acecho de los peligros que se relacionaban con la entrada de los

rebeldes a una población, ya fueran identificados como zapatistas o

bandoleros desataba los miedos de las personas. El miedo, reacción natural

como nos dice Delumeau hacía que las personas buscaran la manera de

mantenerse a salvo, que se entregaran al exilio, se escondieran, se

defendieran e incluso se protegieran mediante oraciones.

El miedo a los zapatistas se expreso de distintas maneras, fue un

temor generalizado en primera instancia, donde la llegada de las tropas a un

lugar sembraba la inseguridad, el desorden, y generaba el mayor miedo que

puede padecer una población, siendo este el miedo a la muerte. La llegada

de la soldadesca a un lugar era un temor desatado desde el anuncio de la

posible llegada, cuando se soltaban los “borregos”, las alarmas, rumores, etc.

Sobre los zapatistas había una opinión que venía desde las

autoridades y era secundada por la clase acomodada, de que eran

“bandoleros”, por lo que estaban investidos de un aura como personajes

temibles, que de igual manera actuaban a su llegada a las poblaciones

326 El correo de la tarde, 10 de mayo de 1912, p. 3. 327 El correo de la tarde, 4 de mayo de 1912, p. 1.

177

mediante los saqueos, los asaltos, la requisición de víveres. Por otra parte, su

relación con las personas del pueblo podía ser variable, por una parte podían

lograr el apoyo popular, las personas se les podían unir en los saqueos, el

cobro de venganzas, pero por otra parte, cuando perdían el apoyo popular

eran rechazados por las poblaciones.

Sin embargo, a pesar del apoyo popular del que pudieran gozar

podemos decir que de igual manera las personas humildes temían a las

tropas que llegaban a sus hogares, les robaban sus animales, sus alimentos,

y podían incluso abusar de sus mujeres, llevarse a sus hijos, y les ponían en

peligro de perder la vida.

El miedo a los zapatistas, es para nosotros un miedo diferenciado de

acuerdo a los grupos sociales, pero en última instancia es un miedo sentido

por todas las personas, ya que perturbaba el orden de su vida diaria, les

ponía ante el peligro de morir, de perder las propiedades.

178

CONCLUSIONES

A partir de nuestro estudio podemos concluir que en Sinaloa sí existieron

problemas por la tierra, durante el Porfiriato hubo comunidades indígenas que

enfrentaron los procesos de desmancomunación y enajenación de sus tierras.

Sin embargo, en la lucha de los zapatistas que estudiamos estas

comunidades indígenas no tuvieron participación. Si tomamos el ejemplo de

la disputa entre la antigua comunidad indígena de Copales frente al rancho El

Tamarindo, en Rosario, donde el rancho había consumido las tierras de la

antigua comunidad, tenemos entonces que en el periodo revolucionario

quienes se alzaron en armas en la región no fueron los pobladores de

Copales sino los miembros de la familia Rendón, dueños del rancho que

había consumido a la comunidad. En estos distritos de Rosario y Concordia

vemos que no fueron estas comunidades indígenas las que participaron en la

lucha armada, sino propietarios individuales.

Incluso podemos comparar que en el distrito de Sinaloa aún existía el

caso de despojo a los indígenas de Ocoroni, los cuales escribían al

presidente Madero para que resolviera su situación en base al artículo tercero

del Plan de San Luis. Sin embargo, estos indígenas que sí se lanzaron a la

revolución solamente aceptaron la dirigencia de los hermanos Gámez,

rancheros del distrito quienes en los años de lucha contra el zapatismo se

mantuvieron leales con el gobierno.

En este sentido encontramos que la existencia o no de problemas

agrarios no fue uno de los factores determinantes para que los grupos

mantuvieran sus adhesiones al maderismo, o se levantaran contra el

gobierno. Por ejemplo en la conformación de las guerrillas zapatistas que

combatieron en el distrito de El Fuerte los grandes ausentes fueron los

indígenas mayos.

No se podría negar la existencia de motivaciones agrarias entre los

revolucionarios o entre los que se sumaron al zapatismo, pero la adhesión al

zapatismo no dependió de este factor. El estallido del movimiento zapatista

tuvo como causa inmediata el licenciamiento de las tropas de revolucionarios

maderistas, y que muchos de ellos no fueran tomados en cuenta en la

179

construcción del nuevo gobierno. La lucha de los zapatistas en Sinaloa fue la

de aquellos que fueron dejados al margen del gobierno maderista.

El estallido de la lucha zapatista también significó que se dieran

divisiones entre los antiguos maderistas, donde la decisión de seguir adherido

o no al maderismo no estuvo determinada por los conflictos sociales de una

región, ya que incluso en un mismo lugar había quienes se mantenían a favor

del maderismo y quienes se declaraban en su contra. Estas divisiones se

daban incluso al nivel de una familia, como lo vimos en el caso de Claro

Molina quien combatía por el maderismo y su hermano que combatía por el

zapatismo junto a Pilar Quinteros.

El zapatismo en Sinaloa fue parte de una serie de rebeliones en otras

regiones, que tomaron como base la declaración de rompimiento de los

rebeldes de Morelos con respecto al gobierno central, a partir de que los

zapatistas promulgaron el Plan de Ayala en noviembre de 1911 y declararon

a Madero como un traidor, el zapatismo fue seguido para hacer otras

revoluciones en contra del gobierno.

En Sinaloa, este rompimiento con el gobierno compartió este carácter y

se relaciono en mayor medida con la rebelión antimaderista en Durango, al

igual que en ese estado el zapatismo en Sinaloa fue enarbolado por ex

maderistas que al momento de declararse como rebeldes habían sido

dejados al margen del régimen o habían sufrido distintos agravios.

Las particularidades del zapatismo en Sinaloa fueron las de que este

fue un movimiento rebelde que operó en tres zonas fundamentales: el norte

del estado, los distritos de El Fuerte y Choix, los distritos del centro, Culiacán,

Mocorito y la región serrana de Badiraguato y los distritos del sur del estado

fundamentalmente las regiones serranas de Cosalá, Concordia y Rosario, así

como las rancherías del distrito de Culiacán.

En cada una de estas zonas el zapatismo tuvo líderes locales que

reunieron tropas de una composición social diversa, entre los que había

labradores, jornaleros, operarios de minas, personas de distintos oficios. Sus

líderes iban desde rancheros, comerciantes, mineros y un ex militar federal.

Sus líderes eran ex maderistas a los que no se les había dado un lugar

en el gobierno, quienes hicieron un movimiento armado en que expresaban

en algunos casos contra Madero, en otros decían que luchaban contra el

180

gobernador maderista del estado José María Rentería, o contra los caciques

locales. A pesar de gritar vivas a Zapata en sus incursiones armadas no

hicieron alusión al Plan de Ayala, sino que seguían haciendo referencia al

Plan de San Luis. Algunos, a pesar de gritar vivas a Zapata, firmaban sus

vales en nombre del partido Vázquez Gómez, por lo que se pude ver que

también tomaban al vazquizmo como una de sus banderas para romper

contra el gobierno, y otros incluso se manifestaban a favor de Pascual

Orozco.

Estos líderes tomaron estas consignas distintas para levantarse en

armas. Por otra parte la tropa que se sumaba a los mismos lo hacía por

motivaciones distintas, el haber operado como maderistas en la revolución

pasada, el que su participación en la revolución tampoco hubiera resuelto

cuestiones tan fundamentales como el tener seguridad para subsistir, o que

los combatientes ya fueran maderistas o zapatistas los perseguían hasta el

grado de tener que optar por unirse a alguno de los grupos. También para

ellos la revolución era un escenario en el que podían asegurar su empleo,

tener el pago de un haber, u obtener satisfactores mediante el saqueo.

Otro factor que no puede dejarse de lado es que estos zapatistas de

abajo tenían oportunidad de revertir el orden social de su mundo mediante las

prácticas de saqueos, quema de archivos públicos, destitución de

autoridades.

Por último, las acciones de estos zapatistas no estuvieron en el orden

de repartir tierras, pero sí hay indicios de una lucha de clase a partir de

quienes eran los blancos de sus ataques, lo que era calificado como robo o

pillaje significaba el ataque a comerciantes, el asalto a los minerales, la

quema de una mezcalera, el saqueo y asalto de haciendas. El zapatismo tuvo

un factor de movilización popular.

181

FUENTES

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