Universo 9 de la UNAM · Ángel Saltillo Moreno Colegio de Ciencias sociales 31 “50 Años del...

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Certificación de Reserva de Derechos al uso Exclusivo No. 04-2016-051311595800-102 Universo 9 de la UNAM REVISTA DE LA COMUNIDAD DE LA ENP 9 “PEDRO DE ALBA” Agosto-diciembre, Año 3, núm. 1, 2018 Premio Nacional de Periodismo por Periodismo Preuniversitario 2016 México 68: a 50 años del movimiento estudiantil

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Certificación de Reserva de Derechos al uso Exclusivo No. 04-2016-051311595800-102

Universo 9 de la UNAMR E V I S T A D E L A C O M U N I D A D D E L A E N P 9 “ P E D R O D E A L B A ”

Agosto-diciembre, Año 3, núm. 1, 2018

Premio Nacional de Periodismo por Periodismo Preuniversitario 2016

México 68:a 50 años del movimiento estudiantil

UNAM

Dr. Enrique Luis Graue WiechersRector

Dr. Leonardo Lomelí VanegasSecretario General

Ing. Leopoldo Silva GutiérrezSecretario Administrativo

Dr. Alberto Ken Oyama NakagawaSecretario de Desarrollo Institucional

Lic. Raúl Arcenio Aguilar TamayoEncargado del despacho de la Secretaría de Atención a la Comunidad Universitaria

Dra. Mónica González ContróAbogada General

DIRECCIÓN GENERAL ENP

Biól. María Dolores Valle MartínezDirectora General

Lic. Jaime Cortés ViteSecretaría General

Dra. Virginia Hernández RicardezSecretaría Académica

M. en C. Ana Laura Gallegos y Téllez RojoSecretaría de Planeación

Lic. Gabriel Gómez VilchisCoordinación Jurídico

Contenido

Directorio

Colegio de Literatura

03 Los años sesenta en la realidad mexicanaArturo Orozco Torre

Colegio de Filosofía

08 El andar de los zapatos: 2 de octubre de 1968Gabriel Alejandro Mancilla Yáñez

11 EL 68 sin finAlfredo Gurza

Colegio de Historia

15 Huellas del 68 en MéxicoEdith Vázquez León

21 “En ese callejón sublime de las «Tres Culturas»”: Análisis del discurso en el poema “¡Escúchame, pueblo!” del Teniente Coronel de Caballería, Diplomado del Estado Mayor, Jesús Ponce de León RodríguezEnrique Esqueda Blas

27 Documental cinematográfico El grito. Una interpretaciónÁngel Saltillo Moreno

Colegio de Ciencias sociales

31 “50 Años del movimiento estudiantil de 1968: paradojas, contexto amplio y el 2018”Sergio Aguilar Méndez

Colegio de Dibujo

36 Impacto del “México 68” en las artes plásticasIsabel Mortera Gutiérrez

Vox discipuli

42 Los herederosLydia Leija y Rodrigo Ortega

46 Todo cambiaJorge Mejía

ENP 9 «Pedro de Alba»

Q.F.B. Gabriela Martínez MirandaDirectora

Mtro. Víctor Pérez OrnelasSecretario General

Lic. María Aída Daniela Navarro MaycottSecretaria Académica

Lic. Luis Miguel Sánchez TobillaSecretario de Asuntos Escolares

Lic. Luis Jaime Sánchez SánchezSecretario de Apoyo y Servicios a la Comunidad

Mtra. Raquel Barroso PérezCoordinadora de Difusión Cultural

Q.A. Lucero Diana Real CuautleCoordinadora de Materias Experimentales

Lic. Sergio Rodríguez RangelCoordinador de Educación Física y Deportiva

Lic. Romina Marcela Rubio MoedanoCoordinadora de Mediateca y Laboratorios de Idiomas

Lic. Lydia Montserrat Ochoa ArenasJefa de la Oficina Jurídica

Lic. Álvaro Marco Solís RiveroJefe de la Unidad Administrativa

Mtra. Citlali Nelli Toxqui TeránCoordinadora de Gestión

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REVISTA DE LA COMUNIDAD DE LA ENP 9 “PEDRO DE ALBA”AGOSTO-DICIEMBRE, AÑO 3, NUM. 1, 2018.

Certificación de Reserva de Derechos al uso Exclusivo.

No. 04-2016-051311595800-102

UNIVERSO 9 DE LA UNAM, Año 3, No. 1, agosto-di-ciembre 2018, es una publicación cuatrimestral, editada por la Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, CDMX, a través de la Escuela Nacional Preparatoria, Plantel 9 “Pedro de Alba”, Avenida Insur-gentes Norte 1698, Colonia Lindavista, Delegación Gustavo A. Madero, C.P. 07300, Ciudad de México, teléfono 57502014 y 57502020, ext. 157, correo elec-trónico: [email protected], Editores responsables: Q.F.B. Gabriela Martínez Miranda y Dr. Fer-nando Aurelio López Hernández, Reserva de Derechos al uso Exclusivo. No. 04-2016-051311595800-102, ISSN: en trámite, ambos otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Certificado de Lici-tud de Titulo y Contenido: En trámite, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación, Impresa por Editores Buena Onda, S.A. de C.V., Domicilio Fis-cal: Calle Suiza Numero 14, Colonia Portales Orien-te, Delegación Benito Juárez, Código Postal 03570, Ciudad de México, teléfonos: 55-32-29-00 correo electrónico: [email protected], este número se terminó de imprimir el día 11 de diciem-bre de 2018, con un tiraje de 500 ejemplares, impre-sión tipo offset, con papel couché de 150 g. para los interiores y papel couché de 250 g para los forros.

El Contenido de los Artículos es responsabilidad de los autores y no refleja necesariamente el punto de vista de los árbitros, ni de los editores. Se autoriza la reproducción de los artículos (no así de las imagi-nes) con la condición de respetar fuentes y que se respeten los derechos de autor. Proyecto académi-co, cultural y educativo sin fines de lucro.

Correspondencia y Distribución: UNIVERSO 9 DE LA UNAM, Escuela Nacional Preparatoria, Plantel 9 “Pedro de Alba”, Avenida Insurgentes Norte 1698, Colonia Lindavista, Delegación Gustavo A. Madero, C.P. 07300, Ciudad de México, Teléfono 57502014 y 57502020, ext. 157, correo electrónico: [email protected]

Universo 9 de la UNAM

EDITORES RESPONSABLES

Q.F.B. Gabriela Martínez MirandaDr. Fernando Aurelio López Hernández

COMITÉ EDITORIAL

Mtro. Sergio Aguilar MéndezMtro. Gabriel Alejandro Mancilla YañezLic. Aída Daniela Navarro MaycottMtra. Gabriela Reding BorjasLic. Magdalena Urueta López

COORDINACIÓN EDITORIAL

Lic. Romina Marcela Rubio Moedano

FORMACIÓN Y DISEÑO

D.G. Socorro García Rojas.

IMPRESIÓN

Editores Buena Onda, S.A. de C.V.

Portada

Torre de Rectoría el 2 de octubre de 2018Fotografía tomada de la cuenta de twitter de la UNAM (@UNAM_MX)

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Editorial

Los trágicos acontecimientos de octubre de 1968 representan, sin duda alguna, un momento decisivo en la historia contemporánea mexicana, pues testimonian la encomiable lucha de incontables jóvenes estudiantes que entregaron sus vidas por hacer realidad valores elementales de cualquier sociedad democrática: libertad y justicia. Por ello, en la coyuntura del cincuentenario de aquellos su-cesos, la Universidad ha conmemorado al movimiento estudiantil con respeto y admiración señalando con firmeza y convicción moral: “Nunca más”. En este tenor, Universo 9 ha querido contribuir desde sus páginas a los esfuerzos por perpetuar la memoria de tan digna gesta llena de valentía, pero también de nobleza y honor.

Espero que las variadas colaboraciones de este número nos ayu-den a entender mejor tanto nuestro pasado reciente, como nuestra coyuntura actual para que juntos, con el mejor espíritu universita- rio, cifrado en el amor por el conocimiento y en la incansable bús-queda de la verdad y la paz, podamos construir un país con un por-venir más prometedor para todos.

Aprovecho la ocasión para dar testimonio de gratitud a todos aquellos que con su entrega y dedicación hicieron posible este pro-yecto editorial: ha llegado el momento de transformar y replantear los fines y los horizontes de Universo 9. Nuestra idea es brindar los mejores espacios e incentivos para optimizar el trabajo académico de quienes formamos parte del plantel, de modo que muy pronto los invitaremos a un nuevo proyecto para que nuestra revista co-bre nuevos bríos y sea el vehículo ideal para canalizar el talento, la dedicación y la creatividad de la comunidad de la “preparatoria de Insurgentes”.

Muchas gracias y hasta pronto.

Q.F.B. Gabriela Martínez MirandaDirectora del plantel 9 “Pedro de Alba”

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COLEGIO DE LITERATURA

Los años sesenta en la realidad mexicana

Arturo Orozco TorreColegio de Literatura

Los años sesenta en la realidad mexicana, y cuando decimos mexi-

cana más bien queremos decir cita-dina, es una época muy especial que indicó un cambio de vida en las cos-tumbres convencionales de la cla-se media. Una nueva ideología se avizoraba en el panorama juvenil, porque fueron los jóvenes los que re-accionaron contra un mundo anqui- losado y convencional. Las formas de vida que había establecido la época anterior ya no tenían franca correspon-dencia con los intereses de una juven-tud que rechazaba el autoritarismo; las

disposiciones del ámbito condicionado por los adultos no concordaba con el liberalismo espiritual de las recientes generaciones.

Se buscaban nuevas formas y nue-vas atmósferas porque las que prevale-cían en los ámbitos de la vida cotidiana se habían convertido en un agobio as-fixiante. Esta situación toma presencia en la literatura de esa década con el nombre concedido por la escritora Mar-go Glantz, que inspirándose en un tér-mino coloquial, usado frecuentemente por los jóvenes de ese momento, la de-nominó como “literatura de la onda”. Tal

José Agustín

Universo 9 de la UNAM

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apelativo se refería a la tendencia que re- presentaban dos textos narrativos que ha- bían aflorado en los mercados editoriales durante esa época, éstos eran La tumba de José Agustín (1964) y Gazapo de Gus-tavo Sainz, (1965)

La realidad siempre tiene una pro-yección que se refleja en la creatividad artística, y la actividad estética que se presenta como testimonio de un momen-to histórico tiene su repercusión en las formas de vida de un contexto social; las relaciones cíclicas que se manifiestan en esta situación recíproca y reafirman- te establecen el sentimiento que preva-lece en una periodicidad histórica. Por medio del texto artístico, se pueden reco- nocer las fallas y los vacíos morales que padece una comunidad; las referidas no-velas descubren un mundo desconoci-do para la sociedad que es la revelación abierta sobre la vida de esos seres que son parte de ella, pero que están margina-dos porque sobre ellos recae una terrible culpa: no se trata de ningún desacato con-tra las autoridades oficiales, sino la falta de estatura moral para el mundo que los ro-dea por la corta edad que los caracteriza.

Un desencanto generacional es la consigna de los personajes literarios, por

Es una creación realizada por jóvenes que esperaban, expresamente, alcanzar la

lectura de otros jóvenes.

lo cual adoptan una legítima rebeldía contra todo el sistema imperante, ya que en ambas novelas se da el testimonio crí-tico del contexto social al que pertene-cen. Los adolescentes que se presentan son profundamente pensantes, pero no tienen opinión, ni criterio, ni derecho a un testimonio.

La aparición de estas obras establece, por un lado, un golpe editorial y, por el otro, provoca un vuelco en el corazón de la elite intelectual. Una nueva forma de escribir había surgido con un estilo fresco y estimulante, la narrativa mexicana des-cubre una innovadora línea de indudable importancia. El espíritu de la juventud aflora para las letras nacionales; los nue-vos escritores tienen corta edad al igual que los personajes de ficción que han hecho vivir por medio de sus textos. Es una creación realizada por jóvenes que esperaban, expresamente, alcanzar la lec- tura de otros jóvenes.

Sin embargo, esto no se da estricta-mente de esa manera. Lectores de todas las edades se acercan y se sorprenden al conocer la novedosa tendencia literaria, la cual resulta tan devastadora e irreve-rente contra la cultura establecida que no saben como juzgarla. ¿Es una inso-lencia contra las caras largas y el lenguaje solemne? ¿Es una forma de experimen-tación con interesantes hallazgos? ¿Es la agresividad manifiesta de unos mozal-betes que fingen ser escritores? ¿Es una Gustavo Sainz

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forma de considerar los valores de la clase media y de la burguesía vigente?

Para darle respuesta a estas interrogantes debemos entender primeramente que cuando surgen los referidos textos, la población juvenil se ha multiplicado conside- rablemente y que requiere de una representatividad. No hay que olvidar que para estas fechas las nuevas gene- raciones constituyen la mayor parte de la colectividad nacional. La “onda” es una llamada de atención, es un gri-to de protesta tan agresivo como estridente, que recla-ma la ubicación de estas voces en la sociedad.

En ambas obras, se manifiesta un lenguaje lúdico y poco formal pues se trata de reproducir la realidad cotidia-na de los adolescentes clasemedieros. Ahora bien, si por una parte se muestra su espíritu contestatario, por la otra se observa una interioridad llena de afecciones que no tiene mucho que ver con la franca desinhibición que acostumbran. Detrás de la rebeldía que adoptan se ad-vierte la inseguridad, más allá de la actitud irrespetuosa que poseen, se percibe el desencuentro, por detrás de su atrevimiento se muestra la conflictiva existencial que los consume y la falta de identidad en el medio social al que pertenecen.

Ahora bien, el tiempo pasa y los sesenta siguen ade-lante en busca de una liberación efectiva. Otros escrito-res se suman a la “onda” y apoyan el reclamo de libertad iniciado anteriormente, entre ellos están Parménides García Saldaña, René Avilés Fabila y Jorge Arturo Ojeda.

Antes de continuar, debemos de agregar que esta revolución moral tiene sus primeros antecedentes con dos obras de teatro que se ocupan del mundo adoles-cente y que alcanzan gran éxito en sus primeras tem-poradas de presentación. Se trata de Las cosas simples (1953) de Héctor Mendoza y Susana y los jóvenes (1954) de Jorge Ibargüengoitia. En realidad, el primero que se acerca al tema mencionado es el teatro y no la narrativa; claro, los dramas nunca alcanzan la repercusión desme-dida que se logra con las obras novelísticas. Quién como ellas para manifestar tal dinamismo en los medios publi-citarios, circunstancia que sobrepasa ampliamente a las representaciones dramáticas.

Avanzados los años sesenta, también el cine aporta lo suyo al ámbito juvenil que continúa en primer plano.

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Universo 9 de la UNAM

Los filmes de rebeldes juveniles están presentes en la mayo- ría de las salas cinematográficas, esto viene del éxito masi-vo de una producción hollywoodense que fue Rebelde sin causa (1955) de Nicholas Ray. Los productores nacionales vieron en ella una nueva temática argumental que se les po- nía en el camino y decidieron explotarla. Muestra de esta actitud son La edad de la violencia (1964) de Julián Soler y Juventud sin ley (1966) de Gilberto Martínez Solares, filmes de poca calidad pero que tenían una buena aceptación en el auditorio juvenil de la época.

Cuando se da el movimiento del 68, todos estos ante-cedentes son parte medular de la atmósfera social que se establece en aquel momento. Lo que se buscaba era reen-contrar la democracia, se rechazaba el autoritarismo guber-namental, se pedía mayor libertad en los aspectos civiles y políticos, así como un rechazo definitivo a la desigualdad social. El movimiento se inicia con un problema estudiantil de orden menor, se trataba de un conflicto deportivo entre escuelas cercanas, las vocacionales 2 y 5 del Instituto Po-litécnico Nacional se enfrentaron a la institución particular Isaac Ochoterena. El espacio en el que se encuentran los miembros de ambos planteles es la Plaza de la ciudadela, lugar que era frecuentemente visitado por vándalos y pan-dilleros. Estos tres núcleos juveniles prueban sus fuerzas, y ante el desorden público que provoca la situación, los vecinos del lugar llaman a las autoridades competentes. Finalmente, se presentan los granaderos, los cuales atacan despiadadamente a los estudiantes sin hacer mucho caso al otro grupo, al grado que persiguen a los primeros hasta el interior mismo de los planteles; como se puede adver-tir fue un problema de jóvenes contra jóvenes que no se contiene adecuadamente por parte de las autoridades. Esta situación creció como una bola de nieve que en su proceso natural se amplía paulatinamente: los estudiantes en apoyo a los estudiantes, y los granaderos cada vez que se encuentran con ellos dejan el testimonio de una violen-cia exacerbada. No hay que olvidar que en un principio los estudiantes lo que pedían era lo mismo que planteaban los novelistas de la onda, respeto por su integridad como seres morales. Sin embargo, para el gobierno importaba más su posición ante el mundo con relación a la Olimpiada que la sangre derramada de los jóvenes mexicanos, san- gre que mancha permanentemente la plaza de Tlatelolco:

De arriba hacia abajo: Héctor MendozaJorge Ibargüengoitia yElena Poniatowska

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Referencias

• Agustín, José. (1964). La tumba. México. Grijalbo.• Sainz, Gustavo. (1965). Gazapo. México, Joaquín Mortiz.• Mendoza, Héctor. (1953). Las cosas simples. México. CONACULTA• Ibargüengoitia, Jorge. (1954). Teatro reunido. México. Joaquín Mortiz.• Poniatowska, Elena, (1969). “El movimiento estudiantil de 1968”, Re-

vista de la Universidad Nacional de México.

En 1968, de pronto estalló en la calle, en el Paseo de la Re-forma, en el Zócalo la voz que había permanecido callada durante tantos años, al grado que se hablaba del mutismo del mexicano, la dejadez del mexicano, el “ni modo” mexicano, la indiferencia del mexicano. En 1968, miles de mexicanos salieron de sus casas a gritar su coraje, su inconformidad. De pronto, no sólo reclamaban su repudio al gobierno sino que estaban dispuestos a que se cumplieran sus peticiones, clamadas bajo el balcón presidencial. El movimiento es- tudiantil actuó como detonador. El rencor de años trasmiti-do de padres a hijos salía a la superficie. Los hijos empeza-ron a asfixiarse en esa atmósfera de cuchicheos, de “mejor no”, de “al fin que no podemos hacer nada”. “las cosas no van a cambiar porque tú hables”, etc. Al menos podían gri-tar a voz en cuello y formar esa masa crítica, intencionada, móvil, que atemorizó al gobierno a tal grado que lo llevó al enloquecimiento trágico y criminal que escindió nuestra vida pública. (…) Aparentemente todo ha quedado igual y sin embargo (…) uno siente que todavía subsiste en los jóvenes el arrojo del 68, pero ahora con una mayor reflexión, un sentido más profundo y una proyección en la que quisiéramos adivinar el rumbo terco y decidido para salvar-nos históricamente.” (Poniatowska, 1969)

La experiencia fue terrible, inolvidable en la peor conno-tación de la palabra; un mandatario que manda asesinar a los más desprotegidos, a los más débiles hijos de la nación. Ifigenia reencarnada en miles de jóvenes sacrificados por la soberbia criminal de un nuevo Agamenón, como sucede en el mundo griego; el sacrificio de las víctimas inocentes purifica el ambiente corrupto de una sociedad en crisis, una sociedad que finalmente apoyó la lucha de los estudiantes y que inició una labor de ubicación y respeto para las reno-vadas generaciones.

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Universo 9 de la UNAMCOLEGIO DE FILOSOFÍA

El andar de los zapatos: 2 de octubre de 1968

Gabriel Alejandro Mancilla YáñezColegio de Filosofía

Z apatito blanco, zapatito azul, dime cuántos años tienes tú. Así jugaban

los zapatitos más pequeños de mi co-munidad aquel miércoles 2 de octubre de 1968, sin saber que ese día quedaría grabado en nuestra memoria, sin saber que ese día la memoria sería más pode-rosa que el olvido; porque fue un 2 de octubre, después de la marcha de los za-patos estudiantes, que descubrimos que su marcha sigue adelante, que sus pasos siguen caminando, que su andar no se ha detenido todavía, porque nosotros se-guimos andando su camino.

Cuentan las pantuflas de los abue-los que todo comenzó cuando las botas militares y las suelas de los policías repri-mieron a los tenis estudiantes de forma brutal, aunque antes ya lo habían hecho, en el año de 1965 con los zapatos blan-cos de los médicos y enfermeras. Los gol-pearon, los humillaron y les quitaron el

trabajo, sólo por demandar mejores con-diciones en las que pudieran desarrollar-se. Con los estudiantes fue igual, golpe duro de autoridad para que la gente viera quién manda. El gobierno se sentía po-deroso, implacable, así que no permitiría que los jóvenes se atrevieran a pensar, a cuestionar sus métodos. Ese gesto de au-toritarismo contra el joven calzado, puso en evidencia que el gobierno utilizaba la fuerza para imponer un modo de ser y de pensar, un único modo: el de la obedien-cia y la sumisión; pues dicen los podero-sos que los zapatos que se rebelan son tontos, que no saben caminar, que sólo tropiezan y hacen tropezar a otros.

Al principio sólo eran los tenis estu-diantes quienes salían a las calles, pero poco a poco se fueron sumando las za-patillas amas de casa, con sus bolsas de mandado y sus mandiles, pues estaban pre-ocupadas por sus hijos y así descubrieron

Habría que lavar no sólo el piso: la memoria.Habría que quitarles los ojos a los que vimos,asesinar también a los deudos,que nadie llore, que no haya más testigos.Jaime Sabines, Tlatelolco 68

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que ellas también habían sido hechas a un lado; poco después se sumaron las botas obreras, apoyando a sus hijos; y poco a poco se unió todo el calzado que había sido ignorado y pisoteado por po-derosos: los huaraches campesinos, los zapatos empleados, todos juntos para decir: ¡Basta! Así comenzó el movimiento del 68, la rebelión de los zapatos.

No fue fácil, recuerdan los estudian-tes, porque sabían muy bien que en este país lo primero que le hacen a los zapatos rebeldes, es decir, a los zapatos que no quieren seguir siendo pisoteados por las botas poderosas de los militares y poli- cías, o ignorados por los zapatos bien limpios y boleados de los políticos y go-bernantes, lo primero que le hacen a los za- patos rebeldes es asesinarlos, matarlos de formas horribles. Ya lo habían hecho con obreros, ferrocarrileros y campesi-nos, y ahora, frente a los estudiantes, el gobierno utilizaba militares y paramilita-res, escuadrones especiales para reprimir a los jóvenes que sólo querían salir a las calles y sentirse libres.

Se cuenta que cuando atrapan a un za- pato rebelde, primero lo llevan a un cuar-tel militar, ahí lo encierran en calabozos oscuros, lo golpean hasta que ya no pue-de más y luego siguen con la tortura; lo sumergen en el agua, lo exponen a los rayos asfixiantes del sol, hasta que su piel se hace dura y luego se pudre; cuentan que a algunos incluso les despegan las suelas, los mutilan, los queman, los hu-

Nadie se esperaba que el ejército disparara contra ellos, que asesinaran a tantos y

tantos zapatos, que los persiguieran por las calles, los sacaran de los edificios,

los golpearan, humillaran, asesinaran y los desaparecieran.

millan y torturan hasta que ya no queda nada de ellos, ni por dentro ni por fuera, hasta que mueren. Y, para no dejar rastro de estos actos criminales, las botas mili-tares suelen meter a los zapatos rebeldes en hornos gigantes para volver ceniza a los inconformes. Los zapatos que son tomados por los militares difícilmente vuelven a regresar a casa y aunque sus familiares y amigos se pasen la vida bus-cando sus huellas, jamás vuelven a apa- recer. Cuando uno se imagina las historias de esos zapatos rebeldes siendo tortu- rados, sientes que se te hace un nudo en las agujetas y te dan ganas de llorar de rabia e indignación.

Pese a todo, aún con las amenazas y el aparato del Estado represor intentan- do frenar a los jóvenes, ellos parecían que no tenían miedo; mientras el gobierno to- maba escuelas para convertirlas en cuar-teles, los tenis estudiantes salían a las calles, los mercados y las plazas públicas para hacerse escuchar, para exigirle al gobierno: libertad de expresión y que cualquier zapato levantara su lengüeta

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Universo 9 de la UNAM

y expresara lo que no le parecía de este gobierno. El joven calzado llevó la lucha a las calles, ahí donde el gobierno menos se lo esperaba e hicieron del espacio pú-blico un lugar de rebeldía.

Ahí, en las calles, los zapatos apren-dieron a caminar, aprendieron sobre el andar de los zapatos para transitar por los caminos más difíciles. Aprendieron, cuentan ellos mismos, que un zapato es la suma de dos lados que parecen opuestos. Un zapato es izquierdo y de-recho, y sólo si están juntos y se respe- tan unos a otros pueden caminar, pueden dar un paso; porque mientras uno avan-za, el otro sostiene su peso, y mientras el otro sostiene su peso, el otro avanza. En cambio las botas de los militares y po- licías, los zapatos brillosos y corruptos de los poderosos, se preocupan más por aplastar o lucir limpios que por caminar. Discriminan a los demás y ahí, inmóviles con su voz autoritaria y llena de dema-gogia, dicen que ellos nunca tropiezan; pero eso es obvio, porque el que aplas- ta, no camina, no avanza, no construye un andar, al contrario, nos deja inmóviles al borde del camino. Así los zapatos de los gobernantes que parecen tan brillo-sos por fuera en realidad están podridos por dentro, son inservibles para cami- nar, para hacer caminos y sostener nues-tros pasos.

El andar de los zapatos nos enseñó que cualquiera puede construir un ca-mino, y ese miércoles 2 de octubre de 1968 los zapatos salieron a la ca-lle; en la plaza de las tres cul- turas se reunieron todo tipo de calzado, desde los hua- raches, que nos recuer- dan nuestro pasado indí- gena, hasta los tenis de

los niños que ya formaban parte de ese movimiento. Nadie se esperaba que el ejército disparara contra ellos, que asesi-naran a tantos y tantos zapatos, que los persiguieran por las calles, los sacaran de los edificios, los golpearan, humillaran, asesinaran y los desaparecieran. Aquel 2 de octubre llovió y ni siquiera el agua del cielo fue suficiente para limpiar las hue-llas de la masacre. Porque a 50 años del crimen, la memoria de los zapatos sigue siendo más fuerte que el olvido. El 2 de oc- tubre descubrimos que la lucha sigue, descubrimos que si tropezamos en nues-tro andar es porque estamos aprendien-

do a caminar, estamos aprendiendo a respetar al otro (izquierdo o de-

recho) como otro, para po-der decir: “nos-otros”. Es

decir, para poder andar y construir un camino que nos lleve ¡Hasta la victoria siempre!

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COLEGIO DE FILOSOFÍA

EL 68 sin finAlfredo Gurza

Coordinador de Investigación del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas / INBA.

Filósofo egresado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

El movimiento estudiantil de 1968 no puede comprenderse cabalmente si

se lo circunscribe simplemente a una narración que va de la trifulca en la Ciu-dadela entre alumnos de bachillerato, y la subsecuente escalada de protestas, demandas y represión, hasta el desenla-ce trágico en la Plaza de las Tres Culturas.

La atrocidad de Tlatelolco es un hito decisivo, pero en justicia hay que abordar el movimiento vinculándolo a las luchas de los ferrocarrileros, los médicos y los mineros, por ejemplo; al agotamiento del modelo de desarrollo económico impe-

rante en México en aquel entonces y su correspondiente sistema de gestión polí-tica y social; a los cambios de paradigmas culturales inducidos por la irrupción de los jóvenes en los patrones de la socie-dad de consumo; y a las experiencias de la Revolución Cubana, el Mayo francés y la Primavera de Praga, entre otras.

Visto así, el 68 y sus consecuencias contribuyen a esclarecer el complejo de-venir político, económico, social, cultural y artístico de nuestro país a lo largo de los 50 años que median entre el tiem-po de aquellos jóvenes que tomaron las

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calles de la capital y el nuestro. Esencial resulta recordar su rebelión festiva, su manera inédita de significar relaciones sociales nuevas con otros lenguajes y otros medios, las solidaridades que sus-citaron y cultivaron, el punto sin retorno que trazaron en la lucha por la democra-cia, la equidad, la justicia y la libertad, por encima de la cobardía de los asesinos im-punes y sus cómplices.

La jubilosa inauguración de los Jue-gos Olímpicos, apenas unos días después de la matanza, mientras los padres de las víctimas padecían lo indecible tratando de hallar noticias en los ministerios pú-blicos, los hospitales y la cárcel, resulta literalmente obscena; como obsceno es también el silencio de los medios de comunicación. Las muy contadas excep- ciones de figuras públicas que se pro-nunciaron contra el crimen, por ele-

mental justicia y dignidad, contribuyen a resaltar la miseria infame del grueso de la “opinión pública”, del “consenso nacio-nal”, y a señalar los graves problemas que supone la difícil transición de la sociedad civil a la sociedad política, es decir, de la inercia acrítica y egoísta a la solidaridad

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consciente y propositiva de cambios de raíz en la sociedad.

La dimensión grotesca de todo esto puede indicarse fácilmente al contrastar lo dicho por el Presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, a propósito de la Olimpiada Cultural, el proyecto de difusión cultural y artística que acompañó la justa deportiva: “En la historia de los Juegos Olímpicos se re-cordará que fue México, un país relativa-mente joven, quien abrió el camino a la pureza, belleza y sencillez de las antiguas Olimpiadas”, con la fotografía del niño ba-leado, tendido en la morgue, que publi-

có la revista Por qué (la publicación más tenaz en el acompañamiento solidario de las luchas sociales en México y Lati-noamérica de esa época). Esta imagen, por su terrible elocuencia, debería bastar para poner fin a toda discusión en torno a las mistificaciones del 68.

Sin embargo, no basta. La memoria del 68 –como toda la memoria colectiva– es un territorio en disputa interminable. El movimiento estudiantil se resignifica como sitio originario –y por lo tanto justi-ficador, incluso por la sangre de los már-tires– de proyectos políticos y visiones de nación no sólo diferentes sino opuestos entre sí. Precisamente porque siendo me- moria, siendo pasado, sólo puede vivir como tal en el presente. En lectura teleo-lógica, el futuro es la causa del pasado: los hechos del 68 contenían necesariamente la semilla del México de hoy y sólo basta decidir qué cosa sea esto para hallarla en la evocación de aquellos días.

Así se ensalza hoy, en la lectura do-minante, como heraldo de la democra-tización (electoral, vagamente social) de nuestro país, y para ello se reduce la com-plejidad contradictoria de las movilizacio-nes y las demandas, de la composición social de los contingentes y de las con-cepciones que aquellos jóvenes tenían de lo que efectivamente estaban hacien-do, para dar con una versión purificada,

La jubilosa inauguración de los Juegos Olímpicos, apenas unos días después de la matanza, mientras los padres de las

víctimas padecían lo indecible tratando de hallar noticias en los ministerios

públicos, los hospitales y la cárcel, resulta literalmente obscena; como obsceno es

también el silencio de los medios de comunicación.

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podada de cuanto no quepa en el libre-to decidido. Se anuncia que se trata del “sentido verdadero” del 68, como si tal sen- tido hubiese operado todo el tiempo a despecho de la imaginación y la con-ciencia de quienes tomaron parte en el proceso.

El anarquismo, la reflexión sobre to-das las formas de lucha, incluyendo la vía armada, la aspiración de un socialismo libertario con el ejemplo del Che (asesi-nado en Bolivia un año antes), se minimi-zan como excesos, errores atribuibles a la corta edad de los estudiantes o a su ig-norancia, y como curiosidades que ade-rezan el relato con una pizca de nostalgia por aquellos días en que se podía ser así de ingenuo, etcétera. O con más vulgari-

dad pragmática, se dice con llaneza: “De aquella masa indescifrable sólo queda hoy esta secuela. Por tanto, ésa era la buena, la realizable, y las otras ya no son sino anecdóticas”.

A estas mistificaciones hay que opo-ner la necesidad de reflexionar sobre el 68 desde la lacerante realidad del México actual. El movimiento estudiantil puso en marcha, por ejemplo, una profunda transformación de las prácticas artísticas y culturales. Las exigencias de la lucha, de la protesta y la movilización, precisa-ron nuevos modos de significación, de organización de los procesos produc-tivos en todas las artes, atendiendo a la emergencia de voces subalternas y a su confluencia con movimientos políticos y sociales advertidos de la riqueza simbóli-ca libertaria de la democracia, la diversi- dad y la inclusión. Todo esto pone en crisis permanente a los discursos dominan- tes de las artes y la cultura, abriendo nue-vas perspectivas, nuevos problemas y nuevas formas de abordarlos.

Conmemorar debe ser un ejercicio de justicia, para que reconozcamos en nosotros los dones y la herencia, y nos ha- gamos responsables de nuestra tarea en el proceso sin fin de volcar el pasado en el presente para imaginar un futuro plena-mente humano.

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COLEGIO DE HISTORIA

Huellas del 68 en México

Edith Vázquez León

Colegio de Historia, plantel 7 “Ezequial A. Chávez”

En el estudio del pasado nos encon-tramos con hechos que dejan huellas

irrenunciables o indelebles; retoman el tiempo presente mediante múltiples mi-radas y nos invitan a recrear sus orígenes y contexto, a pensar en los signos de su magnitud y de la voluntad transformado-ra –o destructora– de sus protagonistas, según sea el caso, o tal vez a merodear en los recovecos que representan las fuen-tes primarias, los relatos, la historia oficial, la polémica, los balances. Hay sucesos históricos con huellas que más vale no olvidar.

La lucha estudiantil de 1968 en Méxi-co es uno de esos hechos cuyas huellas

merecen la pena traer a la memoria en todo momento, por los significados que se le han atribuido en relación con la his-toria contemporánea del país, por el ima-ginario colectivo y las representaciones que persisten, por las deudas pendientes.

Lo que para algunos pudiera parecer un tema trillado, a cincuenta años de su gestación, para otros es un parteaguas en la historia de México, un punto de re-ferencia de los posteriores movimientos sociales, un factor que dio paso a trans-formaciones en el ámbito de la política, la cultura, las humanidades y las artes y, ade-más, a la conformación de una fuente de reflexiones e inspiraciones de las nuevas

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generaciones, interesadas en hacer fren-te a los problemas de su actualidad para abrirse paso hacia un mejor futuro. De ahí la importancia de volver a los estudios emanados desde los distintos campos del saber que acompañan a las exposiciones, las mesas de debate, las conferencias, la radio, el teatro, el cine, el trabajo edito-rial y otros espacios que renuevan o re-cuperan el conocimiento acerca del 68 mexicano.

Con esa perspectiva, este escrito pre- senta apenas una apretada síntesis acerca de algunos de los alcances de la lucha es- tudiantil del 68, para reafirmar sus huellas como parte del pasado que nos constitu-ye hasta el presente y, a la vez, extender la invitación a considerar, con mayor sus-tento y una visión crítica, la importancia histórica de un suceso cuyas repercusio-nes y demandas se mantienen hoy en día.

En el terreno de los hechos, aquello que parecía de repente el desenlace de una riña escolar en la Plaza de la Ciuda-dela, del 22 y 23 de julio de 1968, entre estudiantes de la Vocacional 2 del Insti-tuto Politécnico Nacional (IPN) y la prepa-ratoria “Isaac Ochoterena”, incorporada a

la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), era en realidad la expre-sión de denuncia y reclamo, tal vez de hartazgo, de una generación de jóvenes que eran testigos y víctimas del autorita-rismo presidencial en México y de la he-gemonía de un partido único en el poder, el cual, robustecido con el corporativis- mo y el sindicalismo charro, había aca-llado, a fines de los años cincuenta, las demandas de movimientos independien- tes como los de los maestros y los ferro-carrileros, con Othón Salazar y Demetrio Vallejo a la cabeza, y otras manifestacio-nes que habían puesto en entredicho el orden establecido. (Cfr. Alegatos: 2008, pp. 287-300)

Más allá de las fronteras, esos jóvenes también eran testigos de las tensiones de la Guerra Fría, con la guerra de Vietnam en primera fila; el triunfo de la Revolución cubana, en 1959; el asesinato de Ernesto Che Guevara, en 1967; el movimiento por los derechos civiles encabezado por Mar-tin Luther King en Estados Unidos –quien fue asesinado a inicios de 1968–, las ma-nifestaciones masivas del Mayo del 68 en Francia; la revolución sexual y la lucha por

Pero también dejaban ver el país que querían:

un México sin abusos de poder y sin aparatos represivos, un país con democracia, derechos,

libertades y autonomía política para sus

ciudadanos en general

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la liberación femenina de los sesenta, entre otros muchos asuntos. (Cfr. Alegatos: 2008, 312-320)

El carácter, los ideales y el comportamiento de la lucha estudian-til del 68 se forjaron en ese contexto y por fin dieron a luz a través de sus pintas en bardas, carteles, volantes, manifestaciones, discursos, brigadas y pliego petitorio. En estos y otros medios, los jóvenes estu-diantes proyectaron la diversidad de sus consignas y de sus inclina-ciones acerca de la dirección que debían dar a su movimiento, pero también dejaban ver el país que querían: un México sin abusos de poder y sin aparatos represivos, un país con democracia, derechos, libertades y autonomía política para sus ciudadanos en general.

Estudiantes procedentes de la UNAM, el IPN, la Escuela Nacional de Maestros, la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, y otras entidades educativas, lograron poner al descubierto, entre julio y oc-tubre de 1968, sin ropaje, la naturaleza represiva, autoritaria e intole-rante del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, la condición servil de los medios de comunicación y de la Iglesia, la complicidad y posición corrompida del Congreso de la Unión, y la sumisión de los aparatos de poder policiaco y militar.

Acusados por el gobierno de ser apátridas, subversivos, comunis-tas, infiltrados, enemigos, delincuentes sociales, intransigentes, ma-nipulables, etc., los jóvenes estudiantes, también lograron el apoyo de alumnos de escuelas particulares, como la Universidad Iberoame-ricana, al igual que el de trabajadores electricistas, campesinos,

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profesores, padres de familia y claseme-dieros, indignados por los agravios, final-mente sometidos todos por las fuerzas represivas del gobierno, el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas. En la organización y el liderazgo de la lucha estudiantil del 68 en México se hizo evidente la actuación de los jóvenes como sujetos históricos, capaces de cuestionar, de denunciar, de exigir cambios en bene-ficio de la sociedad. Era ese otro de sus importantes alcances, una lección para la sociedad en general.

El contenido del Manifiesto a la Na-ción 2 de Octubre, publicado a dos meses del crimen de Tlatelolco, reitera las razo-nes de la lucha y sus demandas, al tiem-po que esboza ya, desde la perspectiva de sus protagonistas, los primeros logros y una cierta idea de lo que seguiría en el futuro: “En adelante, [señala el Manifiesto] el gobierno deberá esperar una respues-

ta del pueblo a los actos de arbitrariedad de quienes abusan de sus atribuciones utilizando al Ejército y la policía para atro-pellar los legítimos derechos del pueblo”. (CNH: 4 de diciembre de 1968)

En el Manifiesto también se afirma que, a pesar de la intransigencia y la into-lerancia del gobierno, el movimiento ha arrancado al Estado “algunas demandas y ha abierto nuevas perspectivas en la vi- da política del país, marcando nuevas eta- pas en su desarrollo”, pues ha dado paso a la desocupación militar de las escuelas, a la liberación de algunos de los compa-ñeros de lucha, al reconocimiento de la re-presentatividad del Consejo Nacional de Huelga (CNH), así como al debate nacio-nal acerca del artículo 145 del Código Pe-nal, relativo al delito de disolución social, utilizado para reprimir en su momento cualquier muestra de descontento con-tra el sistema dominante.

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Existen, además, otra serie de logros que aunque menos concretos son más importantes para la vida política de México. El Movimiento ha abierto en el país una etapa de discusión, de crítica y de reflexión política revelando las la-cras del sistema, promoviendo así que amplios sectores del pueblo, indife-rentes muchas veces ante los graves problemas que afectan a nuestra co-munidad, tomaran conciencia de esos problemas y estuvieran dispuestos a luchar por la solución de ellos. Ha de-mostrado que en México es posible movilizar a grandes sectores del pue-blo, al margen de los controles oficia-les, en manifestaciones y mítines en los que la participación fue resultado de la convicción y no de presiones o recom-pensas.(CNH: 4 de diciembre de 1968)

La discusión, la crítica y la reflexión políti- ca a la que se refiere el Manifiesto, conti-nuó y continúa proyectándose desde ám-bitos y tendencias distintas, incluso en la voz y pluma de sus propios protagonistas y testigos. En relación con los alcances de la lucha, según el análisis historiográfico de Ahremi Cerón (2008), sustentado en algunas de las obras escritas entre 1998 y 2008, este es “el rubro donde existen más diferencias” y más aún cuando aluden a la concientización política de la sociedad y a la supuesta apertura democrática que inició con Luis Echeverría Álvarez, el suce-sor de Díaz Ordaz.

De acuerdo con Sergio Aguayo (2018), México cambió para bien y para mal a raíz del 68, pues algunos de sus resulta- dos incidieron en la democratización del país en tanto que otros propiciaron que los mexicanos se acercaran más “a los in-fiernos del miedo”, a la violencia del Esta-

do. Carlos Monsiváis (2008), afirmaba que con el 68 comenzó, en forma multitudina-ria, la defensa de los derechos humanos. Para Lorenzo Meyer (2003), el 68, visto co- mo un movimiento radical y efectivo contra la legitimidad del orden existente, marcó el inicio de una etapa de trans- formaciones, “del trágico inicio de la eta-pa final del régimen posrevolucionario”, al tiempo que puso al descubierto la fal- ta de voluntad de la elite gobernante pa- ra democratizar al país. Raúl Jardón (1998), por su parte, reconoce la lucha como un antecedente importante en el movi-miento de las mujeres, en la defensa de los derechos a la diversidad y a la liber-tad sexual, etc., aunque también lo con-cibe como un marco de desesperanzas que orilló a algunos a enrolarse en la gue-rrilla, en las adicciones y en el suicidio.

Resulta igual de interesante la visión que nos brinda Gilberto Guevara Niebla, uno de los principales líderes del 68, quien, en una entrevista con Iván Pliego More-no (2008), afirma que las banderas de lucha del movimiento se reflejan en la democratización del país con la apertu- ra política evidente en las reformas elec-torales, en la liberalización de los medios de comunicación, en el fortalecimien- to del sindicalismo y en la lucha electoral. Asimismo, señala que las mismas bande-ras se proyectaron en la sobrepolitización y radicalización de las escuelas públicas superiores, en el fanatismo de la izquierda, “produciéndose un incuestionable de-rrumbe en la calidad de los servicios educativos”, además del radicalismo ex-tremista y arbitrario del ejército y la policía.

Guevara Niebla, plantea asimismo, al-gunos cambios culturales presentes en la relación entre profesores y alumnos, en el diseño de nuevos planes de estudio, en

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la incorporación y estudio de las teorías marxistas en las instituciones de educa-ción pública superior, en la creación de nuevas instituciones educativas como la Universidad Autónoma Metropolitana, el Colegio de Ciencias y Humanidades, el Colegio de Bachilleres y las universidades autónomas de Aguascalientes, Nayarit, Baja California Sur, entre otras.

Existen desde luego otras interpreta-ciones y supuestos acerca de los alcances del 68, de sus huellas en el presente. Como se ha señalado por los estudiosos del tema, habría que hacer un recuento y análisis pormenorizado de lo que se ha planteado al respecto, para entender también la pluralidad ideológica y políti-

ca emanada de esa lucha, la cual ha dado rienda suelta a la crítica y la reflexión, la imaginación y la creatividad a través de la poesía, la literatura, el arte, la historia y las ciencias sociales, dando un amplio y merecido espacio al memorial del 68. El balance también es conveniente para entender el nuevo ciclo de movimientos sociales, el reacomodo de las estructuras del poder, la deuda pendiente de quie- nes aún permanecen impunes ante la matanza de Tlatelolco y, asimismo, re-conocer la vigencia de las demandas de aquel entonces, puesto que aún sub-yacen los agravios contra la libertad de expresión, la democracia y los derechos humanos.

Referencias

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COLEGIO DE HISTORIA

“En ese callejón sublime de las «Tres Culturas»”:

Análisis del discurso en el poema “¡Escúchame, pueblo!” del Teniente Coronel de Caballería, Diplomado del Estado

Mayor, Jesús Ponce de León Rodríguez

Enrique Esqueda BlasColegio de Historia, plantel 7 “Ezequial A. Chávez”

El repertorio de la literatura mexicana sobre el movimiento estudiantil de

1968 comprende novelas, crónicas, tes-timonios y poemas. Uno de sus deno-minadores comunes es tratar sobre el ascenso de la conciencia democrática y los anhelos de libertad, verdad y jus-ticia entre los jóvenes y otros sectores sociales, hasta su represión por el esta-do (Cabrera, 2018; Huerta, 2018; Monsi-váis, 2013; Olmedo, 2018; Poniatowska, 2013). Por su violencia, los sucesos del 2 de octubre constituyen un episodio incómodo para los historiadores milita-res. Ello explica por qué la participación del ejército ha sido tratada en obras oficiales de manera crítica sólo hasta fechas recientes, ampliando el campo “para entender la relación cívico-mili-tar” (Benítez, 2014, p. 525).

En este artículo me propongo aproxi-mar a los lectores al escrito “¡Escúchame,

pueblo!” recuperado de un impreso mi-litar fechado el mes de octubre de 1968 y de la autoría de Jesús Ponce de León Rodríguez. Para ello empleo el Método de Análisis Estructural de Contenido (MAE) poniendo en relación discursos cívicos y militares, para complejizar las representaciones que tuvieron inte-grantes de las fuerzas armadas sobre los estudiantes y su protesta.

El MAE responde a una compleja teoría sociocultural, que traducida a sus términos mínimos, supone que los in-dividuos integran grupos de los cuales reciben esquemas que influyen en sus pensamientos y acciones; mismos que pueden reconocerse a partir de sím- bolos, con un amplio poder explicativo de los sistemas que refieren. El lengua-je escrito, pero también las imágenes y los gestos, a través de unidades mí-nimas de sentido, son medios, de los

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cuales dependemos los investigadores, pa- ra allegarnos evidencias sobre el mundo de las personas, en particular si presta-mos atención a los principios de oposi-ción y asociación. La justificación de este abordaje teórico-metodológico radica en la premisa de que hay una estructura de pensamiento en distintas culturas basada en binomios y afinidades (Suárez, 2006).

1. La voz del “pueblo” y los estudiantes

Precisar si el poema de Ponce de León se dio a conocer antes o después de los he-chos sangrientos de la Plaza de las Tres Cul- turas resulta complicado y arriesgado. La caracterización de Tlatelolco como “calle-jón sublime” se aplica bien a su pasado prehispánico, colonial e independiente, tanto como a acontecimientos inmedia-tos que tuvieron lugar durante el mes de septiembre de 1968. Por tratarse de un suceso a inicios de octubre, pero en especial, por los asuntos referidos y su tratamiento, mi opinión es que quizá se elaboró antes de la masacre. Éste circuló en la Revista del Ejército, un medio de co-municación especializado –de larga tra- dición en la cultura castrense mexicana– que coadyuvó en la profesionalización de las fuerzas armadas. En ella se pre-

sentaron traducciones de obras extran- jeras y colaboraciones originales elabo-radas por mexicanos relativos a táctica y estrategia, historia, psicología, medicina, armamento, ética, moral, legislación y li-teratura, acompañadas de mapas, tablas, gráficas, grabados, pinturas, caricaturas y fotografías.

El escrito se despliega a lo largo de seis páginas y si bien es cierto que su calidad estilística es menor a la de otras obras asequibles en el mismo proyecto editorial, su valor radica en ser una ventana a la mentalidad del autor y al instituto armado. En lo concerniente a Ponce de León, su condición de militar Diplomado del Estado Mayor lo hacía parte de una elite instruida; de igual for-ma, sabemos que tuvo el grado de te-niente coronel de caballería, pero unos años después figuraría como general brigadier (XLIX Legislatura, 30 de abril de 1976). Con estos antecedentes procede-mos al análisis de la fuente.

Una primera distinción a tener en cuenta en el discurso de Ponce de León (1968, 8) es su identificación con el pue-blo. Bajo esta palabra agrupan a estu-diantes, obreros, peones, campesinos, ejidatarios, así como a patrones, indus-triales y banqueros. Debido a que asume un origen humilde, marcado por la priva-ción, el trabajo extenuante y el hambre,

Un hecho aparentemente banal como una riña entre jóvenes de

bachillerato,desencadenó uno de los movimientos más significativos de

protesta del periodo posrevolucionario.

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se presenta como un hermano, patriota y una especie de materialización de la voz colectiva que aspira a ser escucha-da. Su construcción de la muchedum- bre escapa al sesgo típico de asumirla, en lo esencial, perteneciente a las clases ba-jas; de modo que tiende a integrarlas con otras, por lo que puede deducirse, que las concibe conviviendo idealmente en armonía.

Pretende expresar un sentimiento legítimo de preocupación por el curso de las movilizaciones estudiantiles, de ahí que deba aceptar una subdivisión entre ellos, que podría caer en los rubros de auténticos e impostores. A los prime-ros los revela como “Hijos del gobierno”, “Hijos del subsidio”, mientras que a los se- gundos, como rebeldes. Los lleva de su subordinación patriarcal al gobierno y de su conformidad filial a una transmuta-ción en “cuervos”. Dice: “Su afán de pres-tigio / Su falsa modestia / Su disfraz de héroes” incentiva el rencor entre genera-ciones y clases. El pacto social se quebra-ba por sus actuaciones sin fines, razón e

ideología clara (Ponce de León, 1968, 9). Daban malos pasos. Entonces se alude a la figura de “fuerzas extrañas” para dar una explicación a su conducta.

El teniente coronel estaba conven-cido de que se les había tendido una trampa desde múltiples flancos, siendo engañados, enceguecidos y ensorde-cidos. Fueron vistos como falsos defen-sores, libertadores, mesías y salvadores. Asimismo, se les trató de incautos, in-genuos, quijotescos, como seres de co-media o recién despiertos de un “sueño pueril”, sostén de credos caducos y cau-sas desgastadas y vulgares. Estas opi-niones se reforzaron al infantilizarlos, restándoles capacidad de juicio y per-cepción correcta de las cosas. Se trataba de redentores descritos también como “burguesillos”, con predisposición a la dictadura; podría decirse, kantianos, he-gelianos o marxistas. Tan sobrevalorados que habían perdido su valor.

Aunque sorprendido por el sentido de unidad entre estudiantes de la UNAM, el Politécnico, Escuelas y Normales, los des- califica por dejar de estudiar y los acusa de tergiversar el sentido de la autono-mía. Ahora los enfoca como elementos llevados por el furor del heroísmo; como causantes del empobrecimiento y es- tancamiento del pueblo (otros los tildarán de terroristas). Se les acusa de creer inge- nuamente que castigaban a los ricos, pe- ro estos estaban lejos de ser afectados por sus golpes, en cambio, los efectos y las heridas serían para los pobres, por quienes se deduce, estaban luchando.

De ahí estamos a un paso de una conceptualización excesivamente nega-tiva de ellos como violentos, imprecado- res y asesinos. Se asienta además una distinción generacional entre un grupo

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constructivo (al que se adscribe el militar) y otro destructivo (al que pertenecían los estudiantes) de la institución educativa y del orden social,. Sin embargo, para és-tos últimos, el poeta sería parte de un segmento de castrados: “De «eunucos» y «cangrejos»”. Quejándose con desdén de que: “Quizá nuestro delito fuera / Ha- berles dado tanto / Sin pedirles compen-sación”. Además de esta lectura de ingra-titud, reiteraba la sordera universitaria y su evasión de la respuesta “Humana y sencilla / De nuestro timonel” (Ponce de León, 1968, 7).

2. Augurios funestos

Desde su enfoque, los estudiantes dis-taban de interesarse en resolver el pro-blema de la pobreza. En cambio, pedían la liberación de reos, castigo a las fuer- zas armadas y cambios legislativos. Asun-tos demasiado viejos que los convertía en: “Basura y nonadas / Para quienes di-cen / Ser intelectuales”. En consecuencia, constituían un obstáculo, más que una vanguardia crítica: actores amargados y sin pericia.

Creo que ha llegado / El zenit del mundo / En esta decadente / Juventud moder- na, / Sin nuevas ideas, / Amorfa, asexuada, / También pervertida… / Pobre juventud cansada / Antes de nacer / Eres el re-flejo en azogue / De nuestro pasado, / Eres nuestro error / Eres nuestra culpa / Y nuestro pecado. // Pobre juventud / Que al no educarse en casa / Le rom-pen los dientes / En cualquier esquina, / Y es tu porvenir… / Reflexiona / Y verás que todavía / Tiene salvación la raza, / Haciendo mejor que nosotros /

La nueva generación. (Ponce de León, 1968, 6-7).

En la cita anterior se condensan un juicio pesimista y catastrofista. La modernidad era sinónimo de caos, de deconstrucción social que se extendía al ámbito privado e íntimo de las personas. Se asumía estar frente a un grupo perdido producto de la falta de disciplina familiar. Quizá lo más dramático sea la aceptación del abuso de la fuerza como un medio de control. Se vaticinaban agresiones, por lo que incitaba a los jóvenes a abandonar su lucha perdida empleando la alegoría de ratas en un naufragio.

Ponce de León dijo que la comuni-dad estudiantil llevada por sus deseos de gloria, idolatraba e imitaba al Che Gue-vara y a Hồ Chí Minh olvidándose de la patria y la historia; es más, la desconocía. En específico rememoraba la pérdida del territorio nacional, en el marco de guerra con los Estados Unidos para sugerir un escenario extremo:

¿No has visto el ejemplo / En Vietnam y Corea? / Tú estas (sic) propiciando / Con tu loca idea / Con tu proceder / Lo que han propiciado y esperan ansiosos / Los pueblos gigantes: / Partirte en dos par-tes / Dividir la tierra de Anáhuac / De-jando millones de heridos y muertos: / ¡México del Norte! / ¡México del Sur!

Patria escindida entre comunistas y ca-pitalistas, pero ya no mexicana, some- tida a un amo extranjero. De ahí que una de las pocas divisiones ideológicas que deje ver sea la de blancos y rojos. Des-taca ahí su certeza sobre una conspira-ción que buscan someter a la nación por parte de chales (chinos) y bolillos (quizá

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soviéticos) (Lara, 2002). Por lo tanto, la úni- ca vía de resolución que se descubría en el horizonte no era el diálogo abierto y de frente a la ciudadanía, como exigían los estudiantes, era su regreso a las aulas y su subordinación al poder del gobier-no. Su poema concluía:

Nosotros debemos / Conservar lo nues- tro, / Ya que por disputas, / Abuelos perdieron / La otra mitad; ¡¡Por favor hermanos / Evitad por siempre, / Que fuerzas extrañas / Dividan o manchen / A nuestra heredad!!. (Ponce de León, 1968, 9)

3. Relaciones discurso/realidad

Carlos Fuentes (2013) logró observar la emergencia de un espíritu contestata- rio en las revueltas francesas de mayo del 68. La juventud de la posguerra se sentía inconforme con el futuro que el estado de bienestar y el capitalismo consumista les ofrecían a cambio de la domestica-ción de sus vidas. Deseaban renovar el mundo, trastocar la esfera social soca-vando viejas estructuras, ideas y formas de relación social. Este fue un clima cul-

tural compartido por otros movimientos en Occidente.

En México, Monsiváis (2013) logró captar –con gran similitud a Raymond Aron– la urgente necesidad de descen-tralizar el poder. Un hecho aparentemen-te banal como una riña entre jóvenes de bachillerato entre los días 22 y 23 de ju- lio de 1968, con la intervención del cuerpo de granaderos desencadenó uno de los movimientos más significativos de pro-testa del periodo posrevolucionario. Co- mo Domínguez (2015) lo ha destacado, siguiendo a Monsiváis, hubo un cambio en la manera de comprender la histo- ria, en particular, después de la revolu-ción mexicana, corriente fosilizada por los funcionarios públicos. Se trató de una lucha de resistencia basada en la razón y en contra de la opacidad de las autori-dades, su descarada corrupción, corpora- tivismo, oficialismo y conservadurismo. Fue en el más amplio sentido, una batalla porque se respetaran todas las garantías otorgadas por la Constitución de 1917, por avivar un sistema momificado, bu-rocratizado y vertical para realizarse con dignidad, alegría y libertad.

En las estrofas de Ponce de León tenemos otra mirada: la del aparato de

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Universo 9 de la UNAM

Referencias

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xico, Punto de Lectura.• Olmedo, I. (30 de septiembre de 2018). Acabar con el silencio: Escritoras del 68. En Confabulario,

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de Lectura.• Rodríguez, A. (septiembre, 2018). 68: La otra visión. En Nexos. 489, 32-43.• Suárez, H. (enero-marzo, 2006). La palabra y el sentido. Análisis del discurso de Joaquín Sabina. En

Revista Mexicana de Sociología, 68, 1, 49-79.• XLIX Legislatura (30 de abril de 1976). Diario de los debates, III, 18.

poder intranquilo… ansioso. De ahí que a los actores de este movimiento se le tra-te de sediciosos, amotinados y terroristas (Galindo 69) y se justifique su destruc-ción para preservar el statu quo. Cierto, los militares percibieron el quiebre de su institucionalidad jurídica e histórica, del presidencialismo intransigente y cerra- do y la crítica que se hacía a la suprema-cía patriarcal y machista. Pero estos eran partes clave de un sistema sacralizado y fetichizado. Escasas posibilidades de di-senso cabían en un Estado que se decía revolucionario y generador de desarrollo.

Sirvió para justificar y legitimar la re-presión, descalificar y deshumanizar a los otros, verlos como una amenaza. In-cluso se requirió de inventar enemigos externos a quienes se atribuyó, a veces

creyéndolo realmente, una participación que más tarde se demostró inexistente (Rodríguez, 2018). No hubo nada como una intervención secreta de naciones comunistas para desestabilizar el país. Pero el mero hecho de denostar a los es- tudiantes negándoles su “verdad” y de emplear el pasado remoto para proponer situaciones hipotéticas de divisionismo –por ideologías y sistemas económi-cos propios de la Guerra Fría– pesaban y realimentaban la mente nacionalista y patriótica de los soldados frente a sus opositores. Tal vez, la violencia se pre-sentía, como la tormenta de una relam-pagueante nube oscura sobre el cielo vespertino, casi nocturno, de la Ciudad de México.

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COLEGIO DE HISTORIA

Documental cinematográfico El grito.

Una interpretaciónÁngel Saltillo Moreno

Colegio de Historia

Las imágenes y sonidos de El grito presentan un discurso por sí mismas.

Su importancia posiblemente radique en el hecho de ser uno de los primeros y más completos testimonios gráficos rela-tivos al conflicto estudiantil de 1968 en México. Se da en un momento en que los testimonios de cualquier tipo sobre el conflicto, incluyendo las fuentes escritas, eran muy escasas, prácticamente nulas. La represión del Estado no permitía la di-fusión de información, todo lo contrario, se tendía a ocultarla y destruirla.

Si bien El grito se limita a la narración de los meses de marchas y manifestacio-nes que contemplaron las acciones del Consejo Nacional de Huelga (CNH), es importante señalar que este documento

abre la puerta para analizar el conflicto desde sus motivaciones y repercusiones o efectos. Además, puede verse desde distintas perspectivas: nacionales, políti-cas, económicas, sociales, culturales, ideo-lógicas, etc. Este documento fílmico, al igual que las fuentes o testimonios escri-tos, también nos puede conducir al aná- lisis y la reflexión.

Aunque es evidente que el empeño del autor es mantener la objetividad en todo momento, también muestra entre líneas sus puntos de vista. Así, el docu-mental en ningún momento deja de registrar la realidad, de la misma forma que muestra lo que buscaba transmitir su director. El grito abre la puerta a la in-terpretación desde su título: se trata de

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un iconotexto emblemático, que nos señala desde el inicio, el sentido de una protesta, de una denun-cia, de una vociferación. Es el grito de denuncia, y al mismo tiempo el medio para dar a conocer las acciones represoras del estado mexicano hacia el movimiento estudiantil.

La cámara constantemente enfoca a la gente, principalmente a los rostros, captando expresio-nes faciales y corporales. Éstas denotan preocupa-ción, dolor, desesperanza, violencia, miedo, pero también ánimo de lucha, de anhelos de cambio: “la cámara revela el comportamiento real de la gente, la delata mucho más de lo que ha supues-to. Descubre secretos, descubre la otra cara de la sociedad”. (Ibars, 2006)

A lo largo de mítines y marchas, la cámara cap-tura los rostros de los contingentes y de las perso-nas no involucradas directamente en el conflicto, pero que muestran su apoyo al movimiento, se captura la empatía de la ciudadanía hacía las mo-vilizaciones estudiantiles. Esta lectura es impor- tante, pues deja ver un doble alcance de este fe-nómeno social. Por una parte, el conflicto entre

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estudiantes y el Estado (el pensamiento liberal estudiantil respondiendo al auto-ritarismo del Estado mexicano), por otra, una óptica más grande del problema: el conflicto político entre el gobierno y gru-pos de ciudadanos buscando ser escu- chados e intentando que el gobierno cumpla la ley.

Así, El grito va más allá del movimien-to estudiantil de 1968 en México y de la descripción gráfica y sonora de tres meses de marchas y manifestaciones. Es un análisis y una denuncia de la represión por parte del gobierno hacia distintos sectores de la sociedad mexicana. Una crí- tica al modelo económico vigente, a la concentración del poder político, econó-mico y social en unos cuantos grupos, y a la creciente depauperización y desigual-dad de la sociedad mexicana, así como a la creciente pérdida de libertades.

En general, se trata de mostrar cómo este movimiento social cuestionaba y tras- tocaba estructuras económicas, políticas

y sociales, no sólo a nivel local (Ciudad de México), sino también a nivel nacional. Podemos plantear que la intención de este documental más que buscar plasmar una realidad contundente ante la lente, es interpretar, pensar los acontecimien-tos más allá de las imágenes y sonidos, ir más allá del tiempo y espacio narrados. Es un análisis cíclico: partir de lo general para ir a lo particular y regresar a lo ge-neral; es intentar construir una narración sustentada en testimonios objetivos, en argumentos. No es una ficción, sino que se trata de una línea argumentativa para permitir la reflexión y el análisis.

Ante todo, El grito denuncia en imáge-nes el poder represor del Estado, del go- bierno de Gustavo Díaz Ordaz. Muestra con claridad las formas que había encon-trado el Estado mexicano de legitimar el poder para dejar claro, a través de la represión policiaca y militar hacia el mo-vimiento estudiantil, que seguía vigente el gobierno autoritario, La aceptación del

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Referencias:

• Ibars Fernández, Ricardo. (2006) La Historia y el cine, Universidad de Zaragoza, Clío, núm. 32, 2006. Vid: http://clio.rediris.es/n32/historiaycine/historiaycine.htm

Ficha técnica:

• Rovirosa, José (productor). López, Arretche. Leobardo (director). (1968). El grito [Documental]. Méxi-co. Universidad Nacional Autónoma de México. Centro Universitario de Estudios Cinematográficos.

blo. A lo largo del documental este es el elemento principal. Parecería que López Arretche y su equipo de trabajo, no que-rían que se perdiera de vista la violencia; querían que se fijara en generaciones presentes y futuras el rechazo y la conde-na a ese tipo de acciones.

pliego petitorio hubiera significado una derrota para el gobierno, le hubiera res-tado poder a su autoritarismo.

Leobardo López Arretche (director) articula todos los aspectos del documen-tal, con un hilo conductor: la violencia del Estado mexicano ejercida sobre el pue-

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COLEGIO DE CIENCIAS SOCIALES

50 Años del movimiento estudiantil de 1968:

paradojas, contexto amplio y el 2018

Sergio Aguilar MéndezColegio de Ciencias Sociales

Partamos de una premisa fundamen-tal: por la trascendencia que para Mé-

xico representó el movimiento estudian-til de 1968 (en adelante llamado el M68), aunado al trágico desenlace que acon-teció el dos de octubre de aquel año, nunca será demasiado reflexionar sobre el propio movimiento. Sin embargo, a pesar de que estamos convencidos que siempre será saludable retornar una y otra vez a lo que se gestó y heredó en el M68, también es cierto que con frecuen-cia las evocaciones se concentran en los funestos hechos del dos de octubre, y se descuidan un poco todos los ante-cedentes que fueron importantes para la construcción del movimiento en sí. Y por lo tanto, es todavía más común que se deje en segundo plano el contexto socioeconómico en el que se desenvol-vió el M68. Precisamente, esto es lo que pretendemos en el artículo, ponderar las

paradojas que se desprendieron de ese contexto amplio y cómo se entrelazó con el M68, con sus posibles consecuencias hasta el día de hoy.

La promesa que ya no podía esperar

Una primera paradoja deriva de recordar que durante la década de los años sesen-ta del siglo XX, en nuestro país se vivía lo que se llamó “Desarrollo Estabilizador”, como continuación de la estrategia por alcanzar la industrialización de México. Pero no sólo era una continuación del pro- yecto modernizador, sino que era visto por la visión oficial como un momen- to cúspide de los éxitos económicos alcanzados por los gobiernos posrevo-lucionarios. Y en efecto, si nos remitimos estrictamente al terreno económico, las ci- fras de los años sesenta refieren que el

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Producto Interno Bruto (PIB) crecía a una tasa promedio de 6%, el aumento de los precios era relativamente bajo, el tipo de cambio mostraba estabilidad con aque-lla paridad histórica de 12.50 pesos por un dólar; los salarios reales mejoraban, lo que se traducía en una recuperación de los ingresos en la población. El em-pleo parecía mantener un ritmo de creci- miento adecuado para las tasas de cre- cimiento de la población, y en específico sucedía lo siguiente: “…me refiero sólo a la evolución del empleo no agrícola que, además, desde el punto de vista de la población estudiantil (preparatorianos y universitarios) que estallaron el movi-miento estudiantil (M68), es el más per-tinente. […] Podemos concluir que el empleo no agrícola en el medio urbano (en sentido amplio) habría crecido con suficiencia […] y que no habría en el periodo 1960-1970 tendencias al creci-miento del desempleo urbano.” (Boltvi-nik, 2018, p. 28).

Toda esta cantidad de datos econó-micos, y más, son los que generan en el gobierno la cerrada idea de que los Juegos Olímpicos de 1968, concedidos a nuestro país, es una especie de premio, de reconocimiento a los logros económi-cos del llamado “Milagro Mexicano”; es un aval de que el sistema funciona bien y no hay motivo para realizar cambios sustan- ciales.

Aquí está el núcleo de la paradoja: durante el proceso de industrialización, el gobierno enviaba veladamente a la población el mensaje de que todos los esfuerzos estaban concentrados, por el momento, en ir logrando avances en el ámbito económico, y que cuando este objetivo se alcanzara plenamente, en-tonces se atendería el aspecto políti-co, el de las libertades, pero que, por el momento, no se podían tener los dos aspectos, había que esperar, sin embar-go, la promesa estaba hecha. Pero resul- ta que en los años sesenta tal promesa ya no basta, ya no alcanza. Los estudiantes, los jóvenes, como punta de lanza de la sociedad exigen, que es hora de abordar los temas concernientes a los derechos cívico-políticos y a la transformación del sistema político mexicano.

Esto explica cómo es que desde la década anterior, la de los años cincuen-ta, ya se empezaron a presentar movi-mientos de protesta en diversos sectores de la sociedad que llegarían a un punto cumbre con el M68. Pero, obviamente, el gobierno no estaba dispuesto a renun- ciar a su esquema de dominio bajo el pre-texto de los logros económicos y quería mantener esta receta: “La fórmula Estado fuerte y sociedad civil profundamente dé- bil (herencia ancestral de nuestra organi-zación social y política, y reforzada por la Revolución…).” (Zermeño, 2011, p. 89).

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Así era, la fragilidad de la sociedad mexicana, en cuanto a iniciativas o res-puestas organizadas frente a las acciones gubernamentales, casi no posibilitaba la existencia de espacios de protestas o exigencias. El gobierno, y su forma de es- tructurar el control social, dejaban már-genes reducidos para una auténtica e independiente manifestación de las in-quietudes sociales. El respetado analista Sergio Aguayo, lo resume muy bien en su reciente libro sobre el M68: “México era un país rigurosamente controlado. Quie- nes deseábamos participar en la vida pública teníamos que hacerlo en algu-na institución dirigida por el gobierno, sumarnos a los escasos partidos y movi- mientos independientes o atrincherarnos en la autonomía de grupos marginales.” (Aguayo, 2018, p. 24).

Los niños y la clase media, ya crecieron

Pero resultó que al inte-rior del mencionado pro- yecto industrializador de nuestro país se fue ges-tando otra paradoja: el Estado mexicano y el mo- delo económico fueron

fomentando un crecimiento sustantivo de la clase media. Las instituciones que se fueron creando como consecuencia de la Revolución Mexicana y su institu-cionalización, sumado a la creciente ma-sificación de la educación pública y los requerimientos que la transformación económica iba imponiendo, se convir- tieron en promotores directos del asenta-miento de una clase media con demandas y visiones propias sobre la conducción del país. Hay que decir que es una clase media todavía con notorias limitantes de opor-tunidades. Es más, recordemos que en 1954 se inaugura Ciudad Universitaria como producto, entre otros factores, del aumento de la matrícula universitaria que a su vez se vincula con las crecientes aspiraciones de la clase media; y cator-ce años después estallaría el M68. Pues bien, básicamente es esa clase media, encarnada en los estudiantes, la que pide apertura, espacios de expresión y ver-dadera democracia. A estos reclamos se fueron sumando otros grupos sociales,

pues eran anhelos ge- nerales de la sociedad me- xicana, lo que permitió darle mayor legitimidad al movimiento sin que éste perdiera su perfil principal: un movimiento

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estudiantil. Esto queda bien expresado en lo siguiente: “¿Qué quería el sector pro-fesionista, de dónde surge el malestar que lo llevó a engrosar las filas del mo-vimiento, a vigorizar su organización y, quiérase o no, a apartar la idea, sobre todo frente a ciertos sectores medios de la población, de que se trataba de simples problemas generacionales, de ‘meras muchachadas’?” (Zermeño, 2011, p. 56).

Lamentablemente, el gobierno no creyó que fueran “simples muchacha-das”, ni tampoco reconoció que llegaba el momento de abrir el sistema ante las peticiones de la sociedad. Por el contra-rio, el autoritarismo tradicional siguió alimentándose de la premisa conve-nenciera: atender primero el aspecto económico, y con el tiempo se empe-zaría a contemplar el aspecto político; pero mientras eso llega, el autoritaris-mo era la vía de conducción política para el país. Por lo tanto, el gobierno optó por la explicación de la conju-ra y la manipulación: “Con los juegos, Díaz Ordaz insiste, México alcanza su mayoría de edad a los ojos del mundo civilizado, ingresa al concierto de las naciones. Y por eso la subversión que-rrá boicotearlos, aprovechándose de ellos, golpear en el corazón de la nueva madurez mexicana.” (Monsiváis, 2010, p. 19).

Democracia, ¿tercera llamada?

Esta frase que elegimos, “Democracia, ¿tercera llamada?”, hace alusión a un li-bro de Carlos Monsiváis (apuntado en las referencias al final de este texto) que lleva el acertado y provocador título

de “Democracia, primera llamada. El mo-vimiento estudiantil de 1968”. Con este título, queda perfectamente asentada la convicción, que es unánime, de que el M68 fue esencialmente un movimiento que pugnaba por libertades democráti-cas y que por la importancia y trascen-dencia histórica del propio movimiento sin duda hay que considerarlo la gran primera llamada en busca de la anhelada democracia.

Ahora, con las elecciones de 2018 y su contundente resultado, se abre la puerta para discutir con seriedad si esta-mos atestiguando la tercera llamada de la democracia, la verdadera, la definitiva, la que faltaba, la que cumple varias de-mandas encarnadas en el M68. Ésta es una cuestión que sólo el tiempo podrá ir clarificando, pero por momentos pa-reciera que con esta transición guberna-mental estuviera culminando un largo y fundamental ciclo de aspiraciones liber-tarias y democráticas que iniciaron en 1968, y que ahora pasarían a otro mo-mento de posible escucha, atención y cumplimiento.

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Referencias

• Aguayo, Sergio. (2018). El 68. Los estudiantes, el presidente y la CIA. México: ediciones Proceso.• Boltvinik, Julio. (10 de agosto, 2018). “Economía moral. Recordar el 68. Época de crecimiento del

empleo y de los salarios reales”, en La Jornada, p. 28. México.• Monsiváis, Carlos. (2010). Democracia, primera llamada. El movimiento estudiantil de 1968. México: Go-

bierno del Estado de Colima, Editorial “E” y CONACULTA.• Zermeño, Sergio. (2011). México: una democracia utópica. El movimiento estudiantil del 68”. México:

Editorial Siglo XXI.

Si es que esta premisa se acepta, de que tal vez estamos frente a la tercera llamada de la democracia, entonces contemplaríamos una paradoja más: en 2018, en el momento histórico en que se han ejercido y respetado a cabalidad los derechos electorales y de expresión, re- sulta que la situación económica del país se encuentra en entredicho, con tasas de crecimiento bajas, con cifras apabullan-tes de pobreza, con una fuerte concen-tración del ingreso, con desempleo y un amplio etcétera. He aquí el enorme reto que enfrenta el país, el de lograr alcanzar y conciliar una realidad económica favo-rable para la población, con el respeto

absoluto a las libertades y derechos cívi-cos y políticos.

Incluso, si llegase a cumplirse este anhelo colectivo, nunca habrá que dejar en el olvido al M68; siempre habrá que regresar una y otra vez a él con miradas re- novadas y con análisis comparativos. Bien lo dijo Monsiváis: “Hay un 68 por descubrir, lejos de los manifiestos y de las posiciones críticas; un 68 de estricta resis-tencia política, del ‘Ya basta’ organizado por nadie y por todos al mismo tiempo.” (Monsiváis, 2010, p. 154).

Y así es, todos debemos valorar las aportaciones que nos legó el M68 a cin-cuenta años de su aparición.

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Universo 9 de la UNAMCOLEGIO DE DIBUJO

Impacto del “México 68” en las artes plásticas

Isabel Mortera GutiérrezColegio de Dibujo

El año de 1968 fue de trascendencia histórica a

nivel mundial, dejó una marca en la cultura, en la sociedad y en el mundo político. Conocido por los movimientos de la juventud, la cual se inconformó ante los sistemas tradicionales de la época, las normas y reglas imperantes de las gene-raciones que les antecedían. En varios países estallaron movimientos sociales, los cuales, a pesar de tener diversos ob-jetivos y de lograr diferentes resultados, tenían algo en común: la urgencia por transformar el autoritarismo y la inmovi-lidad establecidos. Sin embargo, aunque no se notó el éxito inmediato de las in-surrecciones, su impacto, denominado “el espíritu del 68”, suele considerarse mucho más importante que su fracaso relativo. De ello son muestra los cambios, entre otros, en la producción intelectual y en las artes que han venido a culminar

en la cultura postmoderna. El mundo cambiaba y

los jóvenes empezaban a sentir la decepción por los meta-relatos de la modernidad: del capitalismo y del socia-lismo, así como de la forma de vida con-servadora de la sociedad que no había logrado su promesa de un mundo de prosperidad y armonía para todos. “Ni en Berkeley ni en Tokio ni en Roma ni en Berlín ni en París ni en Varsovia ni en Mé-xico, por citar los principales escenarios de aquella movida, estuvo en juego el poder político ni su ocupación entraba realmente en las expectativas de quie-nes llenaban las calles con sus protestas. La única excepción fue Praga, que pre-tendía reformar el inmovilista socialismo soviético, pero no se trataba de un pro-yecto revolucionario sino de un proceso de cambio desde el poder”. (Ramoneda, J. 2008).

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La actividad estudiantil en México durante 1968, se ini-ció en el mes de julio y concluyó con el retiro de la manifes-tación de los estudiantes del 13 de diciembre, tras el acecho del ejército, en la avenida Insurgentes y en las cercanías de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Institu-to Politécnico Nacional. El momento más crítico fue, como sabemos, la matanza perpetrada el 2 de octubre por el ejér-cito a las órdenes de un gobierno tenso y autoritario, con el fin de reprimir un movimiento social que se extendía cada vez más y que se estaba convirtiendo en un riesgo para la inminente realización de los Juegos Olímpicos de los que el país sería sede.

Durante este período de agitación y en el ambiente del 68, se generaron alternativas para mostrar la inconformidad estudiantil que utilizaron canales de distribución no comer-ciales tales como fanzines, revistas, posters y “grafitis” que se convirtieron en vehículos de expresión individual y grupal.

Después de los acontecimientos de este año las artes plásticas no volvieron a ser las mismas. Se puede señalar que todavía a finales de los años cincuenta las Instituciones oficiales en México no aceptaban el arte abstracto y otras

En varios países estallaron movimientos sociales, los cuales, a pesar de tener diversos objetivos y de lograr diferentes resultados, tenían algo en común: la urgencia por transformar el autoritarismo y la inmovilidad establecidos

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nuevas tendencias. El arte reconocido y enviado principalmente a las exposi-ciones y bienales era el derivado de la Escuela Mexicana de Pintura. Fue hasta inicios de los años 60 cuando empieza a cambiar la postura oficial de las entida-des de cultura y comienza a valorarse al

arte abstracto y a las nuevas tendencias del arte figurativo.

A partir de los años 60 las nuevas corrientes del arte, tales como el abs-traccionismo, la nueva figuración, el nue- vo expresionismo de crítica social, la aplicación de nuevos materiales y otras manifestaciones del arte internacional, aplicadas con el criterio de los artistas mexicanos, fueron desarrollándose y ga- nando terreno y suplantando a la co-rriente del arte anterior de la Escuela Mexicana de Pintura; baste citar a este respecto que en 1966, en la exposición “Confrontación 66” auspiciada por el INBA, participaron todas las nuevas tendencias excepto obras de la Escuela Mexicana de Pintura. Aunque las notas y fotogra-fías periodísticas eran sarcásticas con los artistas y estaban llenas de comentarios burlones, lo cierto es que esta apertura realmente no fue una ruptura radical con la tradición, sino una secuencia del desa-rrollo del arte, con características mexi-canas muy propias, diferentes a las de otros países. Éste es el clima artístico en México cuando llega el 68. En este año el Salón de la plástica Mexicana monta una

En México durante, el movimiento del 68, se

desarrolló la gráfica de protesta a través de

carteles, mantas y posters que se pegaban en lugares

públicos

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exposición en la cual las obras no mostra-ban el conflicto social; por ello, algunos artistas voltearon sus obras para convertir el revés en cartel de protesta, como de-mostración de solidaridad con el grupo estudiantil del 68.

En México, durante el movimiento del 68, se desarrolló la gráfica de protesta a través de carteles, mantas y posters que se pegaban en lugares públicos; así como a través del grabado, la serigrafía y la fo- tografía. Estas obras tenían como fina-lidad la protesta y la crítica política, con frases de repudio. Fue un proceso dinámi-co que hacía converger el concepto del arte con el activismo político y la partici- pación del público.

Todo ello dio pie también a la creación y difusión de otras manifestaciones artís- ticas como el Happening y el Performance, las cuales han tenido una buena recep-ción por el público ya que las sociedades latinoamericanas, divididas entre derechas

e izquierdas populistas, centros y ultrade-rechas cristianos, están hambrientas de for-mas artísticas, políticas y sociales que den a la actividad individual y social un sentido y un orden, algo que mantenga la cohe-sión comunitaria y le sirvan de desahogo. Vale decir que el arte conceptual se de-sarrolló fundamentalmente desde fina- les de la década de los sesenta hasta inicios de los ochenta del siglo XX. Los orígenes se encuentran en la obra de Marcel Duchamp, artista que afirmaba que el concepto era más importante que el objeto artístico.

En las manifestaciones artísticas del movimiento estudiantil del 68, participa-ron brigadas gráficas, tanto de la Acade-mia de San Carlos, como de La Esmeralda, del Politécnico Nacional y del Taller 26 de julio, tanto con jóvenes artistas como con maestros que habían estado en el Taller de la Gráfica Popular. Algunos de esos artistas crearon posteriormente en los años setenta el colectivo “Mira” (Sierra, 2018), ya que en el movimiento del 68, se dieron las bases para que, posteriormen-te, en los años setenta, surgieran diversas corrientes que se caracterizaron por su interés en una producción artística alter-nativa que trató de concientizar, a través de las imágenes, a toda una población marginada, sacando al arte de sus espa-cios tradicionales y llevándolo a la calle para que fuera accesible a ese público. De igual modo, intentaron llamar la aten-ción sobre problemas políticos y sociales, proporcionando una visión interactiva, imaginativa y relevante en amplios sec-tores de la sociedad.

Otras exposiciones artísticas impor-tantes durante el 68 mostraron este am-biente de protesta e inconformidad que caracterizaron al arte de los años 60. Por

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ejemplo, el Salón Solar auspiciado por el INBA en la ciudad de México. Durante la exposición algunos de los artistas participantes protestaron por la selección, la división de las salas y los premios, de manera que retiraron sus obras. Esto originó la creación del Salón Independiente, formado por los artistas disidentes. La exposición del Primer Salón In- dependiente, que se realizó ese mismo año en el Centro Isidro Fabela de San Ángel, se caracterizó tanto por la liber-tad expresiva como en el renovado uso de materiales. Su propósito era oponerse a las exposiciones oficiales y a la falta de oportunidades, lo cual tuvo como resultado que el Estado apoyara la disidencia y construyera espacios para

En el ambiente del 68, se generaron

alternativas para mostrar la inconformidad estudiantil que

utilizaron canales de distribución no

comerciales

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Referencias de texto en la Web

• Ramoneda, J. (2008). ‘68 Con la rebelión en la boca. Cultura para todos. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://josecalvino2002.blogspot.com/2008/05/68-con-la-rebelin-en-la-boca-cuarenta.html

• Sierra, S. (2018). El MUAC expone símbolos del movimiento estudiantil del 68. México. El Universal. Re-cuperado el 30 de agosto de 2018 de http://www.eluniversal.com.mx/cultura/el-muac-expone-sim-bolos-del-movimiento-estudiantil-del-68

• Edificios de México. (2014). Ruta de la Amistad. México. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://www.edemx.com/mas/Mex68/R_amistad.html

que expusieran. Todo esto desató un nuevo desarrollo en la expresión artística en México más libre y de mayor acep-tación.

Por último, vale la pena decir que con motivo de los Juegos Olímpicos, la escultura también tuvo un espacio de expresión en la Ruta de la Amistad: proyecto de escultura abstracta monumental que se llevó a cabo en 1968 en el contexto de la llamada Olimpiada Cultural. Las obras se ex-tendieron por un espacio de 17 kilómetros con 19 escultu-ras sobre el Periférico Sur y contó con la participación de prestigiados escultores mexicanos y extranjeros (Edificios de México, 2014). La recepción pública y la crítica fueron muy favorables.

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Universo 9 de la UNAMVOX DISCIPULI

Los herederosLydia Leija y Rodrigo Ortega

Exalumnos del plantel 9

“Pedro de Alba”

Lydia Leija y Rodrigo Ortega realiza-ron el documental ¿Quién? ¿Quié-

nes? Nadie. Voces del 68, con la produc-ción de José Fernando Montes de Oca y arte de Éricka Giovanna, en el que abordan el Movimiento Estudiantil desde una perspectiva humana, es de- cir, con la intención de recuperar las voces y los testimonios de los parti-cipantes antes, durante y después de Tlatelolco.

Desde detrás de su escritorio en el Institu-to Nacional para la Evaluación de la Edu-cación, nos recibe amablemente Gilberto Guevara Niebla. Su activa participación

en el Movimiento Estudiantil de 1968 lo ha llevado por casi medio siglo a sondear los nobles pero retorcidos caminos de la educación en México. Sonríe tan genui-namente que resulta difícil creer que ese hombre (el hombre que vivió para con-tarla) sea capaz de mentir o que albergue dentro de sí algún tipo de resentimiento o prejuicio. Todo lo contrario.

Rápidamente se pone en pie, nos da la mano y nos ofrece algo de tomar. Agua o café. Él, curiosamente, pide a su secretaria un espresso, misma elección que hace dos días hacía su amigo y anti- guo compañero de lucha Salvador Mar-tínez della Rocca Pino, quien tuvo la gran

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cortesía de invitarnos a comer después de su respectiva entrevista.

Todo lo hacemos con cierta nostal-gia. Sabemos que ésta es la última en-trevista que haremos para el trabajo que lleva meses cocinándose. De alguna ma-nera, algo del verano que todavía vive en nosotros morirá hoy.

A las entrevistas les seguirá un arduo proceso de edición, que también hare-mos nosotros, en el que habrá que sacri-ficar pasajes enteros de la vida de otras personas para conservar sólo lo que con-sideremos indispensable o enriquecedor para comprender el Movimiento Estu-diantil de 1968 en una hora.

La fecha exacta de inicio es poco cla-ra (comenzamos a entrevistar a principios de junio), pero se podría decir que he-mos ido trabajando a la par que los hitos del Movimiento han cumplido 50 años. El 27 de agosto, cuando se conmemoraba la marcha más grande del Movimiento, estrenábamos el previo del documental. Más de cien vistas en una hora. Si los es-tudiantes hubieran tenido hace medio siglo la capacidad de convocatoria de la que internet nos provee hoy día, quién sabe qué tan lejos habrían llegado.

Mañana será la Marcha del Silencio que dentro de este extraño remake del 68 conmemorará a la de hace diez lustros y, aunque todavía no lo sabemos, cientos de enardecidos estudiantes tomarán el Museo Nacional de Antropología, forzan-do sus puertas de cristal al coro de “No somos porros...”

La UNAM (al menos gran parte de ella) ha estado en paro desde el 4 de septiem-bre por los terribles acontecimientos del 3, en que varios estudiantes fueron heri-dos por las manos de la misma juventud. ¿Quién manda a los porros?

Esta interrogante ha movilizado a la comunidad estudiantil de toda la Ciudad de México. El jueves pasado docenas de politécnicos marcharon a Rectoría acom-pañando a la manifestación de la UNAM. Una vez más, como hace cincuenta años, la unidad cobija a los estudiantes. Puede que los medios sean similares, pero los fines y las causas de este nuevo movi-miento difieren en mucho de aquellas que se hicieron escuchar en las calles de la olímpica Ciudad de México en 1968. Pero, a pesar de las forzadas similitudes que se busca encontrar con el Movi-miento Estudiantil de hace 50 años, las cosas son bastante distintas. Una de las más significativas diferencias es que esta vez, el Rector, la figura de autoridad y supuesta intelectualidad, era quien esta- ba siendo atacado. Recordemos que Ba-rros Sierra decía en un discurso el 31 de julio de aquel año que “la educación re-quiere de la libertad, la libertad requiere

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de la educación” (Martínez Della Roca, 2010, p. 287).

El problema es educativo. Guevara Niebla lo sabe. Por eso ha dedicado su vida a cambiar el aparato de educación en el país que una vez intentó cambiar de golpe. El 68 le demostró que no se puede confiar ciegamente en las institu-ciones, por lo que, todavía dolido, a sus más de setenta años, sigue trabajando en la Junta de Gobierno del Instituto Nacio-nal para la Evaluación de la Educación.

Nos cuenta de cuando la juventud tomó la calle, de aquel agosto que fuera una auténtica fiesta en la capital. Mien-tras se deja ver de nuevo en su rostro aquel joven sonriente que aparece en una de las fotografías que ilustran La No-che de Tlatelolco de Elena Poniatowska, podemos sentir la emoción que fue suya hace ya cinco décadas. Ruptura y con-moción son las dos palabras clave con las que define al movimiento, al menos en esta primera parte. Ruptura del orden au-toritario y represivo que representaba el gobierno y una conmoción, un alboroto de la Ciudad de México. Mientras habla, no puede evitar que una sonrisa -grande y sincera sonrisa- abarque su rostro, sus ojos. “Lo que los estudiantes trajeron fue un llamado a la libertad. Lo que pedían era que cesara la represión.”

Desde 1968, han habido agentes pro-vocadores dentro de los movimientos es- tudiantiles, nos menciona. Según nos cuenta, mientras la decepción –incluso podríamos llamarlo enojo– logra hacer-se presente en su voz, dichos agentes actuaban en contra del movimiento es-tudiantil, buscando desprestigiarlo. Es él mismo quien añade que eran elementos del ejército y la policía que actuaban en el Consejo Nacional de Huelga. “El movi-miento estudiantil era una expresión pa-cífica, legal, ordenada...”

Septiembre fue la brutal respuesta a la movilización civico-juvenil. El día pri-mero, el presidente Díaz Ordaz pronun-ciaba en su cuarto informe de gobierno:

No quisiéramos vernos en caso de to-mar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, lle-garemos. (Díaz Ordaz, 1968).

Estaba sentando las bases de la oleada de violencia que terminaría el dos de octu- bre en Tlatelolco, pero cuyo efecto toda-vía nos azota. Un mes después del infor-me presidencial, la sangre de la multitud bañaba la Plaza de las Tres Culturas como

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en un sacrificio colectivo al dios de la impunidad, del control, de las apariencias.

¿Cuál es nuestra herencia del 68? ¿Una marcha anual? ¿Una vieja herida? ¿Un nú-nero incalculado de víctimas? ¿Un pliego petitorio sin resolver? ¿Qué es lo que nos corresponde como juventud para hacer justicia al sacrificio de los que vinieron antes que nosotros? Seguramente, re-petir los pasos del 68 no es una opción. Hay que mejorar, aprender de los errores y nunca olvidar.

Gilberto Guevara Niebla permaneció en Lecumberri el resto del sexenio de Díaz Ordaz. Al salir, el deseo de cambio en él era el mismo –acaso mayor– que cuando ingresó, el 3 de octubre de 1968 en calidad de preso político; los medios por los que estaba dispuesto a modificar el México que tanto ama y tanto le due-le, ya habían evolucionado. Para él, el 68 está muerto, aunque le cueste decirlo, pero el proceso social que desencadenó está hoy más vigente que nunca.

Quizá sea tiempo de cerrar las llagas (nunca la memoria). Quizá sea momento de dejar ir algo que terminó poco des-

Referencias

• Martínez Della Rocca, Salvador (2010). Centenario de la UNAM: Estado y Universidad Nacional. Cien años de conciliaciones y rupturas. Ciudad de México, México: Miguel Ángel Porrúa.

• Gustavo Díaz Ordaz. (1968). Cuarto Informe de Gobierno. • http://www.diputados.gob.mx/sedia/sia/re/RE-ISS-09-06-13.pdf

pués de nacer, pero que seguimos car-gando como amuleto. Quizá sea hora de voltear hacia horizontes distintos y dejar ir al 68, mas no su causa ni su efecto en nosotros, como lo hizo y sigue haciendo Gilberto Guevara Niebla desde su es-critorio en en Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, donde está, paulatinamente, cambiando al mundo.

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Universo 9 de la UNAMVOX DISCIPULI

Todo cambiaJorge Mejía

Grupo 666ENP9 “Pedro de Alba”

La primera vez que me enteré de la existencia del movimiento estudian-

til de 1968, tenía ocho años. Recuerdo que sentí horror y pensé que cosas así no deberían repetirse. Vi documentales, hice preguntas, leí un poco; ahora que se cumplen cincuenta años del movi-miento, tengo la misma visión de horror. Aquel México nunca volverá, México es otro a partir de aquel día. El dolor y la muerte parecen manchar esa fecha, ese año, ese lugar. Mi abuela me dijo que al día siguiente había un olor horrible a san-gre, pólvora y putrefacción, que las man-chas negras de la pared lo decían todo. De actos tan horribles uno no puede tener cariño, ¿cómo tener nostalgia de aquel horror?

No recuerdo nada de aquel momen-to, porque no existía entonces. Lo que queda, lo que puedo recordar, son pala-

bras, voces, canciones. Como sabemos, 1968 no es algo que solamente haya ocu-rrido en tierras mexicanas, el “mayo fran-cés” también existió y no hay que olvidar los múltiples movimientos generados antes o después, como ocurrió en Japón. De aquellos movimientos tenemos al-gunos frutos y algunas imágenes. Todos estuvieron marcados por la juventud y los ideales. Pensar que culturas y países tan alejados, como Francia y Japón ha- yan poseído las mismas ideas de revolu-ción parece casi imposible; sin embargo, fue así, con protestas, marchas, unidad y… represión. Esos elementos estuvieron presentes en distintos países; pero creo que Herbert Marcuse decía algo fantás-tico sobre esa época: “Seamos realistas… Pidamos lo imposible”.

No quiero regresar a hablar de la san-gre y de la muerte, sino que busco hablar

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de algo que pudo hacer que existieran aquellos ideales, y entre todo lo que hay, me refiero a la música. Pues incluso entre las calles y el cemento infértil, se hacen grietas donde puede nacer un poco de hierba y una que otra flor.

En Francia, tras la Segunda Guerra Mundial se desarrolló algo que se le lla-mó La chanson française, o simplemente La chanson. En Latinoamérica y en Espa-ña, con la influencia de La chanson y al-gunos autores como Bob Dylan, se formó la llamada “Nueva trova”, que rescata y canta al pueblo, y en la que se habla sobre las injusticias, el amor, la muerte, la paz, etc. La trova, igualmente buscó rescatar a la poesía, cantando poemas de autores como Pablo Neruda, Antonio Machado o Francisco de Quevedo. Entre sus principales exponentes podemos ha-blar de Óscar Chávez, Piero, Paco Ibáñez, Violeta Parra, Víctor Jara, Mercedes Sosa, Alfredo Zitarrosa, Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, Atahualpa Yupanqui, Pablo Mila-nés, y muchos otros.

La imagen de la guitarra y la voz no debe engañar a quien escuche, no toda su música es contemplativa y amorosa.

Hay canciones duras, durísimas, como un golpe que cae directamente al pe-cho. Duerme, duerme, negrito, es una de esas. Nos habla de un niño con hambre y sueño, a quien se le arrulla con cuentos y mentiras, pues su madre está trabajan-do, trabajando y va tosiendo, trabajando y no le pagan, mientras al niño le prome-ten unas cuantas frutas, carne de cerdo y muchas cosas. Óscar Chávez nos pre-senta México 68, donde, a partir de temas tradicionales mexicanos, como es La llo-rona, algunos corridos y rancheras, hace una adaptación para hablar sobre el mo-vimiento. Pero igualmente hay canciones que pueden llenar de alegría y, quizás, es-peranza, Macondo puede ser una de las que reflejan la alegría, cantando, como una cumbia, lo que Gabriel García Már-quez realizó en el libro Cien años de sole-dad; los cantos de esperanza pueden ser demostrados con canciones como Todo cambia, interpretada por Mercedes Sosa canción que habla del cambio y de la re-novación, de que cosas mejores pueden venir siempre, pero que uno nunca olvida de dónde viene. Recordemos esta can-ción cuando dice: “Cambia la planta y se viste de verde en la primavera, cam-bia el pelaje la fiera, cambia el cabello el anciano, y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño”. He aquí lo impor-tante, cambiar y lograr ser mejores de lo que creemos poder ser sin olvidar de dónde hemos venido. Pues hace cin-cuenta años no había un 68, pero, ahora que lo hay, lo que debemos hacer es re-cordar y pensar en que todo cambia.

Universo 9 de la UNAM

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Referencia de ilustraciones (por orden de aparición)

Arturo Orozco Torre • Los años sesenta en la realidad mexicanahttps://cdn-images-1.medium.com/max/2000/1*gBsEDCjW8M2pmEEdlLp_Cw.jpeghttp://www.yaconic.com/wp-content/uploads/2017/01/jose-agustin1.jpghttps://cdn.proceso.com.mx/media/2015/07/Gustavo-Sainz-1-d.jpghttps://www.gob.mx/cms/uploads/press/main_image/96549/post_hector_mendoza1b-586434c37b591.jpghttps://www.launion.com.mx/media/k2/items/cache/c49019165d60123ef4ee-314fe56b9041_XL.jpghttp://razacero.com/wp-content/uploads/2017/02/PÁG.-8-1..jpghttps://imagessl6.casadellibro.com/a/l/t0/56/9786073126656.jpghttp://photos1.blogger.com/blogger/1568/609/1600/gazapo3web.jpghttps://images-na.ssl-images- amazon.com/images/I/51VCU5r ylUL._SX316_BO1,204,203,200_.jpghttp://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10780/public/10780-16178-1-PB.pdfhttps://pics.filmaffinity.com/la_edad_de_la_violencia-697060064-large.jpghttp://www.serlesa.com.mx/wp-content/uploads/2010/09/Violencia.jpghttp://i.ytimg.com/vi/-tXUdImt3-U/hqdefault.jpghttps://http2.mlstatic.com/dvd-juventud-sin-ley-rebeldes-a-go-go-1965-css-D_NQ_NP_13373-MLM3073572387_082012-F.jpgGabriel Alejandro Mancilla Yáñez • El andar de los zapatos: 2 de octubre de 1968https://www.lasirena.la/__export/1538501133442/sites/debate/img/2018/10/02/tlate-lolco_2_efe_crop1538499847781.jpg_1780072572.jpghttps://www.animalpolitico.com/wp-content/uploads/2018/08/Soldados-Voca7-ago68-Ar-chivoHeraldoDeMéxicoGutiérrezVivóUIA-2-960x500.jpghttp://4.bp.blogspot.com/-J8hiSOxXBY4/TZKKjlbAUNI/AAAAAAAAAF8/bq49dpgG60Q/s1600/dos.jpghttp://www.jornada.com.mx/2012/10/07/Images/sem-elena8.jpgFoto de fondo : Megaofrenda en la Plaza de Santo Domingo, CDMX. 2018. Ofrenda de la FAD UNAM, foto Socorro Garcíahttp://3.bp.blogspot.com/-HdBJQZNiCws/UyzIeguvW2I/AAAAAAAASRA/9umMvJV-P-4/s1600/Tlate-8-730x514.jpgAlfredo Gurza • EL 68 sin finhttps://o.aolcdn.com/images/dims3/GLOB/crop/720x360+0+132/resize/630x315!/format/jpg/quality/85/http%3A%2F%2Fo.aolcdn.com%2Fhss%2Fstorage%2Fmidas%2F34ed-d16a44f76a7bedd25bf41205b39f%2F206546705%2F23-07-mexico-movimiento-estu-diantil-1968-tlatelolco-ochoterena-3.jpghttps://www.ciudadania-express.com/archivos/uploads/2018/02/mexico68a.jpghttps://i0.wp.com/www.thebajapost.com/wp-content/uploads/2015/10/2octubre_68.jpg?fit=1025%2C370&ssl=1http://www.scielo.br/img/revistas/rbh/v33n65/en_a04fig07.jpghttps://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcQCzyYAGPcklAfvozboty_jzcV7IS-kFXkxG-8c-prqi7-KayCQBhttps://www.etcetera.com.mx/wp-content/uploads/2018/10/Portada-215_rgb.jpgEdith Vázquez León • Huellas del 68 en MéxicoImagen 1. Cartel en grabado, Mario Olmos Soria, ENAP (MUCA). Aquino, A. y Perezvega, J. (compils.) (2008): p. 62Imagen 2. Grabado y serigrafía, ENPA (MUCA-UNAM). Aquino, A. y Perezvega, J. (compils.) (2008): p. 39Imagen 3. Cartel en grabado, Adolfo Mexiac, ENPA (MUCA). Aquino, A. y Perezvega, J. (com-pils.) (2008): p. 80Imagen 4. Cartel en grabado. Adolfo Mexiac y Antonieta Castillo, ENAP (MUCA). Aquino, A. y Perezvega, J. (compils.) (2008): p. 120 Enrique Esqueda Blas • “En ese callejón sublime de las «Tres Culturas»”https://4.bp.blogspot.com/-yLZSt_IU5CM/W7OtTCsUy0I/AAAAAAAADVE/NKMDr4FToRQ-cu-HyairYi9l_hqQT0DppQCLcBGAs/s1600/acerca_00.79b4f820.jpghttps://barriozona.com/wp-content/uploads/2017/06/Estudiantes_sobre_cammión_que-mado_A68.jpghttps://pbs.twimg.com/media/DogKiENUUAAUuPy.jpghttps://www.thoughtco.com/thmb/UA5V7HBCzBIa0n8Dm9WW7nWN5kY=/768x0/filters:no_upscale():max_bytes(150000):strip_icc()/HOChiMinh1969CentralPressGet-ty-56a040963df78cafdaa0af8d.jpghttps://cdnmundo1.img.sputniknews.com/images/106994/12/1069941238.jpgÁngel Saltillo Moreno • Documental cinematográfico El gri-to. Una interpretaciónhttp://cosal.es/wordpress/wp-content/uploads/2015/10/EL-GRITO.jpghttps://www.cecut.gob.mx/images/cartelera/cine/1oct_18.jpgImágenes tomadas del documental El grito https://www.youtube.com/watch?v=zC3PYXklNAg

Sergio Aguilar Méndez • 50 Años del movimiento estudiantil de 1968: paradojas, contexto amplio y el 2018https://cdn.proceso.com.mx/media/2016/09/f60481cc8af00a0924-prensa_extranjera_8-c.jpghttps://www.flickr.com/photos/mezcal/sets/72157619654891474/with/4683533644/https://www.flickr.com/photos/mezcal/3624248484/in/album-72157619654891474/http://www.sme.org.mx/images/smenecaxa01a.jpghttp://www.iepcjalisco.org.mx/files/participacion-ciudadana/pensamiento-y-accion/movi-mientos/ferrocarrileros.jpghttp://de10.com.mx/sites/default/files/styles/detalle_nota/public/2018/08/30/cia_or-daz_68_p.jpg?itok=GLg1p_Wzhttp://noticias.canal22.org.mx/wp-content/uploads/2018/10/México-68.jpghttps://www.mypress.mx/img/articulos/2433.jpgIsabel Mortera Gutiérrez • Impacto del “México 68” en las artes plásticashttps://www.aeinoticias.com/wp-content/uploads/concepcion.jpgImágenes 1 y 2 (1968). El movimiento estudiantil de 1968 narrado en imágenes. (Fotogra-fías). SciELO Analytics (revista). Versión online, Sociológica (Méx.) vol.23 no.68 México  sep./dic. 2008. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?scrip-t=sci_arttext&pid=S0187-01732008000300004Imágenes 3, 4, 6, 7 y 8. (1968). La gráfica del 1968 mexicano. (Grabados y otros). El País, México. Colección del Museo Universitario de Arte Contemporáneo. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de https://elpais.com/elpais/2018/03/17/album/1521255304_811556.htmlImagen 5. (1968). Pérez Vega, Jorge. Año de la prensa vendida. (Grabado sobre linóleo), archivo Arnulfo Aquino. El 68 en la gráfica política contemporánea, discurso Visual, Revista digital. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://discursovisual.net/dvweb13/aportes/apoarnulfo.htm#Imagen 9. Gutmann W. (1968). El Ancla. (Escultura). Ruta de la Amistad. edificios de México (sitio web). México. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://www.edemx.com/mas/Mex68/R_amistad.htmlImagen 10. Székeli P. (1968). El Sol Bípedo. (Escultura). Ruta de la Amistad. edificios de México (sitio web). México. Recuperado el 30 de agosto de 2018 de http://www.edemx.com/mas/Mex68/R_amistad.htmlFotografía de fondo: Steve Johnson en Unsplash https://unsplash.com/photos/LOnPLLM4rpQLydia Leija y Rodrigo Ortega • Los herederosh t t p s : / / w w w . f a c e b o o k . c o m / s a l o n d e l a p l a s t i c a m e x i c a n a / p h o t o s/a.203182079705128/1969310306425621/?type=3&theaterh t t p s : / / e p 0 0 . e p i m g . n e t / i n t e r n a c i o n a l / i m a g e n e s / 2 0 1 6 / 0 8 / 0 9 / a c t u a l i -dad/1470779393_482371_1470779632_noticia_normal.jpgh t t p : / / w r m x 0 0 . e p i m g . n e t / r a d i o / i m a g e n e s / 2 0 1 8 / 0 9 / 0 4 / n a c i o -nal/1536083347_957508_1536083818_noticia_normal.jpghttps://www.razon.com.mx/wp-content/uploads/2018/09/Porros_cu_golpiza_méxico_in-seguridad_unam.jpghttps://www.elsoldemexico.com.mx/metropoli/cdmx/1t8zpf-marcha-del-silencio-de-movi-miento-estudiantil-del-68/ALTERNATES/LANDSCAPE_1140/marcha%20del%20silencio%20de%20movimiento%20estudiantil%20del%2068http://1.bp.blogspot.com/-nrQqzPS0Kro/T8p16HAn8uI/AAAAAAAABMs/03BshrwxZBM/s640/598439.jpghttps://www.facebook.com/Voces68/photos/a.260930671420313/272913646888682/?-type=3&theaterht tps ://media .metro latam.com/2018/09/13/marchacuv sp orros1-51918de-5953d50a440553940e3c2bfe7-1200x600.jpgJorge Mejía • Todo cambiahttp://www.elpoderdelapalabra.com.mx/wp-content/uploads/2018/07/68.jpghttp://fotos.e-veracruz.mx/2-de-octubre-1.jpghttp://culto.latercera.com/wp-content/uploads/2018/02/Imagen-Imagen-Mayo-68-2-820x600-820x600.jpghttps://cdn0.celebritax.com/sites/default/files/styles/watermark_100/public/silvio-rodri-guez_2.jpghttps://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcRYrFid2uG9jV3UsrYbDmxflapbD-tkNYo8Cmm0Ew3YCVtZuIHPHhttps://fonotecanacional.gob.mx/images/demo/Secciones_especiales/Oscar_Chavez/AMPA-RO_OCHOA_Y_OSCAR_CHAVEZ.jpg

Momentos en nuestra Prepa 9

• Pegueros Hernández Diana Sabrina (Plata)Asesor(A): Sánchez Aguilar Rodolfo Luis

• López Ortega Paulina Lizette (Bronce)Asesor(A): Martínez Ornelas Mónica

• Esquivel Cervantes Ricardo (Oro)Asesor(A): Palafox Dávila Arturo Humberto, López Hernández Fernando Aurelio

• Garibay Ortiz Saydi Doris (Oro)Asesor(A): Gallardo Mojica Raquel, Palafox Dávila Arturo, López Hernández Fernando

• Dorantes García Jovana (Plata)Asesor(A): Palafox Dávila Arturo

• Cruz Pineda Héctor (Oro)Asesor(A): Jiménez Villanueva Verónica

• Villarreal Ramírez Arturo (Plata)

• Vázquez Hernández Carlos Iván (Oro)Asesor(A): Vieyra Reboyo Luis A.

• González Covarrubias Luis Emilio (Bronce)Asesor(A): Montes Aguilar José G.

• Marcos García José Alfredo (Bronce)Asesor(A): Rodríguez Díaz Raúl

• Güemez Muñoz Jennifer Ailyn (M.H.)Asesor(A): Torres Sandoval José Luis

• Tovar Cabrera Rubén Ismael (Oro)Asesor(a): Redondo Legaria Marcos, Carbajal Medina José Antonio

• Cruz Cano Omar (Plata)Asesor(a): Ramírez Sánchez Ernesto

GANADORES PLANTEL 9 “PEDRO DE ALBA”

La Dirección del plantel felicita a los alumnos que resultaron ganadores en la 8ª. Olimpiada Universitaria del Cono-cimiento, así como a sus profesores ase-sores por este gran logro que es Orgullo Prepa 9.