Ushuaia: al fin del mundo

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Reportaje sobre Ushuaia, Patagonia Argentina. Publicado en Lo M+s Baix Llobregat 33, el 9 de septiembre de 2009

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La Cova Fumada de Castelldefels · Así será el Festival de Cine de Sitges · Clemente Ochoa, escultor del acero · Los actores del Comedor de las Tinieblas · Entrevista a Hugo Silva · y m+s...

B a i x L l o b r e g a tB a i x L l o b r e g a tRevista mensual gratuita · Nº 33

HEATHER GRAHAMLa seductora actriz de “Boogie Nights”

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En el extremo sur de América se encuentra Ushuaia, la ciudad más austral del mundo; puerta de entrada a la Antártida; un centro urbano con apenas un siglo de vida, pero plagado de historias de naufragios y conquistas. Alrededor, se despliega un fascinante bosque patagónico, donde las nieves nunca desaparecen y donde el hombre apenas ha dejado sus huellas. TEXTOS Y FOTOS: JUAN PEDRO CHUET-MISSÉ

AL FIN DEL MUNDO

VIAJES/ USHUAIA, PATAGONIA ARGENTINA

No era tan trasnochada la imaginación de Julio Verne para describir a

aquellos destellos que prove-nían de la Isla de los Estados, potentes e imprescindibles para los navegantes. Dijo que eran originados por un faro, un faro ubicado al fi n del mundo.

Después, venían los misterios, las costas cortadas a mordis-cos del Canal de Beagle y el Mar de Drake que separa a América del continente virgen de la Antártida.

En esos extremos geográ-fi cos se encuentra Ushuaia, en la isla de Tierra del Fuego, en la

Patagonia argentina. La ciudad parece estar colgada del mapa de cara a las heladas aguas del Canal de Beagle y ahí nomás de los mares antárticos, dueña de una belleza urbana que, si bien es modesta, es la puerta de entrada a un espectacular marco natural de bosques, cos-

El Parque Nacional de Tierra del Fuego conserva la fascinante belleza de los bosques australes. / J.Ch.

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tas de orillas abruptas y cerros con nieves eternas. Una ciudad que apenas pasó el centenario de vida, dueña de una corta historia donde las tragedias de naufragios y de presidiarios dieron paso a una explosión industrial y demográfi ca en las últimas décadas, que acom-pañó a un fuerte impulso del turismo, práctica cotidiana de miles de visitantes que llegan a esta comarca para develar sus misterios y ser testigos de su belleza natural.

UNA DURA HISTORIA

Ushuaia fue escrito como “Ooshooia” y pronunciado como “uyuuaia” por los mi-sioneros ingleses que llegaron a la zona en 1869, cuando es-cucharon la palabra en boca de

los indios yámana, sus futuros evangelizados, para nombrar a la “Bahía al Poniente” que ac-tualmente cobija a la ciudad. Estos indígenas, como las otras tribus Onas, Manek´enk y Alakaluf, poblaban el territorio soportando inviernos crueles sin calzado y apenas atavia-dos por un par de pieles de foca. Las persecuciones que derivaron en masacres, la ex-plotación de sus recursos y las enfermedades diezmaron su población: de 10 mil indígenas quedaron 350 en medio siglo; y ninguno en la actualidad.

Este territorio, codiciado por balleneros y aventureros europeos con ganas de apro-piarse de un poco de territorio de ultramar, revestía de una gran importancia estratégica. La solución para demarcar la

soberanía argentina, hacia fi -nes del siglo XIX, fue instalar un presidio militar en la vecina Isla de los Estados, luego tras-ladada al actual extremo oeste de la ciudad, y que hacia 1911 daría nacimiento a la Ushuaia.

La cárcel está a un cos-tado del casco urbano, es un abanico de pabellones e ins-talaciones integramente cons-truidas por los mismos presos. Las bajas temperaturas y las condiciones extremas de vida carcelaria tornaban la estadía en una pesadilla. Y fueron las manos callosas y desnudas de los presos los que, además de levantar las paredes del penal, construyeron buena parte de la ciudad que comenzaba a nacer y a recibir inmigrantes españo-les, italianos y croatas.

En la cárcel, que cerró en

La Cordillera de los Andes despliega sus picos de nieves eternas. / J.CH.

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1947, actualmente se puede visitar el Museo Marítimo, donde se puede descubrir la historia de la ciudad por un rosario de anécdotas y rela-tos de naufragios, rescates y epopeyas de descubrimientos, conquistas y asentamientos. A un costado, se encuentra una réplica del Faro del Fin del Mundo. Sí, el mismo que Ver-ne describió aunque nunca lo haya visto en persona.

De cara a la bahía, ramifi -cada por el valle que la rodea, Ushuaia es una agradable villa con un intenso ritmo comercial y turístico. A lo largo de la ave-nida Maipú se encuentran be-llas casas de techos de chapa, de colores vivos y con un aire de decadencia señorial.

Aunque se encuentre a menos de 4.000 kilómetros del Polo Sur, Ushuaia no tie-ne las temperaturas extremas que aparenta su latitud. Su media es de 1,6° C en invier-no, y las siete u ocho horas de luz diurna indican que los días deben aprovecharse a fondo. En tanto, conforme se va acer-cando el verano austral, se van alcanzado temperaturas en torno a los 10 grados, aunque como todo el clima de la Pata-gonia, hay que estar preparado para pasar del sol más radiante a la ventisca de nieve más fu-riosa en cuestión de minutos.

PARQUES Y BAHIAS AUS-TRALES

Las bellezas del Parque Na-cional de Tierra del Fuego son para disfrutar sin prisas. Se tra-

ta de una franja de 63.000 hec-táreas en el extremo sudoeste de la comarca, que presenta un paisaje glaciario donde se alternan los valles de ríos y la-gos con la imponente presen-cia del cordón montañoso de la Cordillera de los Andes que se adentra en el mar. Las sen-das y circuitos del parque ofre-cen paisajes con visual de alto impacto, con el manto blanco permanente que tapiza las len-gas, los guindos y colihues de estos bosques subantárticos.

En el parque se puede co-

nocer la curiosa formación de los turbales (gigantesca agru-pación de musgos en estado de lenta descomposición) y las castoreras, los diques que construyen los castores en los arroyos de la zona. Si bien este roedor de dientes afi la-dos puede ser muy simpático y todo un ejemplo de arquitec-tura natural, se trata de una especie introducida que causa desastres ecológicos con su instinto de andar tapiando los cursos de agua con maderas de lengas.

El faro de Ushuaia aún ayuda a los navegantes a sortear las peligrosas costas del Canal de Beagle. / J.CH.

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Dos cauquenes emprenden el vuelo en el Parque de Tierra del Fuego / J.CH.

Formación de mejillones en los islotes del canal de Beagle. / J.CH.

El antiguo Tren del Fin del Mundo aún conserva su encanto / J.CH.

La forma más recomen-dada de acercarse al Parque es paseando en el Tren del Fin del Mundo, una maravilla ferroviaria construida por los presos locales hace 80 años. La locomotora a vapor, como una ampliación de una maque-ta infantil, impulsa a un grupo de vagones de verde inglés, de amplios ventanales y generosa calefacción. En su trayecto de 50 minutos, el trencito recorre la margen de río Pipo, permite saciar el deseo de una buena foto de paisajes y conocer la recreación de un campamento yámana en un bosque de co-hiues y lengas.

Si el tiempo colabora, una de las formas más impactan-tes de descubrir estos parajes es navegando por el Canal de Beagle y la Bahía de Ushuaia, atesorando en los recuerdos la imagen de la ciudad con los picos nevado al fondo, mientras la estela de la em-barcación despierta la curiosi-dad de los cormoranes y los albatros. Así, hasta llegar a la Isla de los Lobos (colonia de lobos marinos) y al faro de Les Eclaireurs, la luz que brin-da la bienvenida a los nave-gantes del mundo que llegan a esta ciudad; con el mismo fulgor y cadencia con el que, hace una centuria, el faro del Fin del Mundo advertía a los navegantes de la terra incóg-nita que se desplegaba más allá de su alcance; tierras que si bien ya fueron exploradas, todavía guardan secretos para ser descubiertos. +