Vagabundos

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Trabajo de proyecto Integrador II ESPOCH Riobamba Ecuador Israel Mariño 1387

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Se conoce como vagabundo a aquella persona que carece de un lugar permanente para residir y se ve obligada a vivir a la intempe-rie, ya sea en la calle, portales de vivienda, etc. Este problema es más acentuado en las grandes ciudades y suburbios.

Por lo menos en Argentina se co-noce como ciruja a los vagabundos que recolectan basura o la revuel-ven en busca de algún útil (acto de cirujear). En general son hombres adultos o ancianos. El término ciruja proviene del lunfardo.

Vagabundo se utiliza erróneamente para definir a personas sin hogar.

El abate Pierre (1912-2007) fue un religioso francés que fundó la Orden de Emaús, dedicada a estas personas.

En la India los vagabundos son ve-nerados y respetados por la pobla-ción, como renunciantes de la vida mundana los sadhu deambulan por las ciudades o los bosques en búsqueda de la liberación.

En psicología, al impulso patoló-gico a abandonar el hogar, rondar y caminar lejos de él, y convertir-se en vagabundo se lo denomina poriomanía.La palabra se deriva del adjetivo latino “vagabundus”, inclinado a errar, del verbo “vagor”, vagar. No denota un miembro de un pueblo nómada, sino un individuo que sigue un estilo de vida errante en una sociedad sedentaria. Estas per-sonas pueden ser llamados vaga-bundos, mendigos o ladrones. Un vagabundo se caracteriza por un casi continua viaje, que carece de un hogar fijo, residencia temporal o residencia permanente.Vagabundus infaminus apestosilus Miembro perfectamente integra-do rechazado de la sociedad de historia triste y final feliz, que solo busca techo, limpieza, y comida. Son fácilmente confundidos con los Hippies con Santa Claus o con una escoba apestosa.

VAGABUNDO

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Medición de la Indigencia

El concepto de ‘línea de indigencia’ procura establecer si los hogares cuentan con ingresos suficientes como para cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades. De esta manera, los hogares que no cuentan con ingresos sufi-cientes para adquirir esa canasta son considerados indigentes. Se establece una Canasta Básica de Alimentos (CBA) determinada en función de los hábitos de consumo de la población y de los requeri-mientos normativos kilocalóricos y proteicos. Una vez establecidos los componentes de la CBA se los va-loriza con los precios relevados por un Índice de Precios al Indigente. El valor de la CBA es la Línea de Indigencia.Así mismo, se puede considerar que las personas cuyos recursos son iguales o inferiores al salario mínimo son indigentes pero en diferente medida. las necesidades que no son satisfechas de forma total y eficiente, son problemas solucionados a medias.

Dado que los requerimientos nutri-cionales son diferentes según la edad, el sexo y la actividad de las personas, es necesario hacer una adecuación que refleje las carac-terísticas de cada individuo en relación a esas variables. Para esto se toma como unidad de referencia al varón adulto, de 30 a 59 años, con actividad moderada. A esta unidad se la denomina “adulto equivalente” y se le asigna un valor igual a uno. Se calcula la equivalen-cia con respecto a esa unidad para cada integrante del hogar. Al total familiar obtenido se lo multiplica por el valor de la canasta del adulto equivalente. El valor resultante se compara con el ingreso del ho-gar, si éste es menor, se dice que se encuentra en una situación de indigencia.Sin embargo, estas variables re-sultan muy simples para medir el verdadero impacto que tiene la in-digencia y más en estos tiempos en los que la cada vez las condiciones son más difíciles y generan nuevos problemas.

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MIDEPLAN

El método utilizado por MIDE-PLAN para estimar la pobreza es el “método del ingreso” o “del costo de las necesidades básicas”, que es el método más utilizado interna-cionalmente.De acuerdo con este método, a un individuo se le considera pobre si su nivel de ingreso se sitúa por debajo de un nivel mínimo que le permita satisfacer sus necesidades básicas; e indigente, si éste no le permite satisfacer sus necesidades alimentarias. Estos mínimos se denominan “línea de pobreza” y “línea de indigencia” respectiva-mente.Así, estas líneas constituyen el límite entre quiénes son pobres y quiénes no lo son y entre quiénes son indigentes y quiénes no lo son.La línea de pobreza representa el ingreso mínimo necesario por persona para cubrir el costo de una canasta mínima individual para la satisfacción de las necesidades básicas, alimentarias y no alimen-tarias.

Se considera en situación de pobreza a aquellos hogares cuyos ingresos son insuficientes para satisfacer las necesidades básicas, alimentarias y no alimentarias, de sus miembros.La línea de indigencia representa el ingreso mínimo necesario por persona para cubrir el costo de una canasta alimentaria. Se consi-dera en situación de indigencia a aquellos hogares que, aun cuando destinaran todos sus ingresos a la satisfacción de las necesidades alimentarias de sus integrantes, no lograrían satisfacerlas adecuada-mente.Operativamente, un hogar es pobre cuando su ingreso per cápita es inferior a 2 veces el valor de una canasta básica de alimentos, en la zona urbana, y a 1,75 veces, en la zona rural, donde los gastos en ser-vicios tienen menor importancia. Un hogar se considera indigente si su ingreso per cápita es inferior al valor de una canasta básica de alimentos. El valor de la canasta de alimentos en la zona rural es infe-rior a su valor en la zona urbana.Para estos efectos,el ingreso del hogar se define como la suma del ingreso autónomo del hogar, las

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transferencias monetarias que reci-be el hogar del Estado y una impu-tación por concepto de arriendo de la vivienda cuando ésta es habitada por sus propietarios.

El ingreso autónomo, también llamado ingreso primario, se define como todos los pagos que recibe el hogar como resultado de la pose-sión de factores productivos. Inclu-ye sueldos y salarios, ganancias del trabajo independiente, la autopro-visión de bienes producidos por el hogar, rentas, intereses, pensiones y jubilaciones.Las transferencias monetarias son todos los pagos en dinero provistos por el Estado. Incluyen las pen-siones asistenciales (PASIS), los subsidios de cesantía, los subsidios únicos familiares (SUF), las asig-naciones familiares, el subsidio de agua potable y el subsidio de cesantía.

Indigencia en

Ecuador

“De los 850 millones de personas que pasan hambre, más de 1,5 viven en Ecuador cuenta con tasas de pobreza superiores a la media de América Latina.Este tremendo titular apareció la semana pasada en el periódico “elmundo.es”Recuerdo aquella conocida frase “la caridad bien entendida empie-za por uno mismo”.¿Por qué no la aplicamos?El problema principal es de valo-ración. Cuando el pobre es de otro país, pensamos “pobrecito en su país no hay recursos y no viven en una democracia. Ellos no son culpables”. De alguna forma acep-tamos que una parte importante de la culpa de la pobreza en otros países la tenemos los países indus-trializados. Nos sentimos en parte culpables.Pero cuando el pobre es español decimos él sabrá, seguro que no se ha esforzado, algo habrá hecho. Yo me dejo la piel todos los días para salir adelante, que ellos hagan lo mismo. Si no lo hacen es por-

que son unos vagos y no quieren trabajar”. No aceptamos la parte de culpa que todos tenemos por el hecho de que exista pobreza en nuestro propio país.No aceptamos nuestra parte de culpa.

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El Vagabundo(Poema)

“El mendigo que golpeó mi puertatenía las manos llenas

de preguntas con nombres”¿Es de Blas Otero como yo creo?Y otro poema precioso. Este sí sé

de quién es.Quisiera que tu me entendieras

a mí sin palabraslo mismo que se habla mi gente

como entiendo yo al maro a la brisa enredada en un álamo

verde.

Autor: José Hierro

Angeles sin Hogar(Poema)

Los ángeles de la vejez quebradacaminan por las calles

del desamparo.Vagabundos, ¿que historias

cubren tus harapos?.No tienen techo que los cobijen.

El aguacero melancólicomoja sus cuerpos

cansados, rendidos.Habitan los silencios del pasado

y del presente.Sus días se deslizan

recorriendo los paisajes de la nada,entre basura y miseria.No saben de afectos.

Su mundo no tiene color,Nómades, polizones, peregrinos

libres de reglas y leyessin cartera ni llave.

Sus manos ásperas, sucias,solo buscan una mísera moneda.

Su pasaportea una pequeña gota de felicidad,

un trozo de comida digna,que caliente

sus harapientos cuerpos.

Autor:

Un Toque de Poesia

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Maneras de Vivir de un Vagabundo

La esencia de la vida es el movi-miento, luego el nomadismo es lo que más se acerca a ella. Por eso, quizás, la gente sin domicilio fijo ejerce atracción y miedo a par-tes iguales. Aunque existen casos concretos de vagabundos que no son tales en el fondo, porque su vida se rige por horarios y costum-bres fijas, exactamente igual que un oficinista cualquiera. Sin em-bargo, aquí me ocuparé de casos de auténtico vagabundeo. En concreto de la ciudad de Madrid. Por ello también pasaré por alto aquellos casos de gente tan “normal” como cualquiera, de personas obligadas por las circunstancias a vivir en la calle y que ponen en evidencia la fragilidad de nuestras vidas. Todos somos susceptibles de acabar con-vertidos en sin techo, basta que una cadena de circunstancias penosas nos despojen temporalmente de todo aquello que formaba un edifi-cio de aparente seguridad.

Entre los vagabundos de vocación también hay que diferenciar entre los más o menos chiflados (gente inconsciente que se mueve en-tre delirios y paranoias varias) y los que han elegido, consciente y voluntariamente, una vida nóma-da. Estos son los más escasos, pero precisamente por ello destacan con luz propia. Encontré 3 casos de este tipo, aunque hay que reconocer que algunos de los sin techo se ne-garon en redondo a decir nada, por lo que no se pudo saber a qué tipo de vagabundos pertenecían.

Una mujer de mediana edad, que frecuentaba la plaza de Tirso de Molina, fue noticia en el barrio

porque la robaron 20000 € que llevaba escondidos entre la ropa, y aún así había optado por vivir en la calle y dormir bajo las estrellas. Se negó a dar más explicaciones.Un hombre de ojos taladrantes y pocas palabras, que aún lucía un abrigo caro gastado por el paso de los años, reunía a su alrededor 4 bolsas. En una llevaba la ropa de verano. En otra la de invierno. En la tercera objetos que rescataba de las papeleras. En la cuarta “todo lo demás” según sus propias pa-labras. Licenciado en química un día se desengañó de la utilidad de la ciencia para descubrir la verdad y poco después dejó de creer en la vida rutinaria, cómoda y segura, que nunca había llegado a satisfa-

cerle. La decisión trascendental de convertirse en vagabundo había llegado en el momento en que la enseñanza (su último trabajo) le re-sultó absurda tal y como se plantea en la sociedad actual: “sólo crea dogmas y por tanto se opone a la búsqueda de la verdad”. Vive de la comida que reparten en los alber-gues para indigentes.Y un tercer ejemplo vocacional es el de un antiguo ejecutivo de una empresa de publicidad. Su motiva-ción vino por sentirse cada vez más incómodo por tener que convencer a la gente a comprar cosas estúpi-das, y por el agobio de un horario y una obligada entrega, cada vez más exigente. Aunque reconoce que si hubiera tenido hijos no se hubiera atrevido a dejar su trabajo. Es el único que reconoce explícitamente sentirse feliz con su nueva vida.

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Historias de Vagabundos

En todas las ciudades de tamaño medio siempre hay uno o dos vagabundos que, por merodear durante años por las calles más céntricas de la ciudad, son conoci-dos, al menos de vista, por todo el mundo.

Estos habitantes tan peculiares de las urbes, habitualmente son de avanzada edad pero sin llegar a ser viejos, visten ropas muy gastadas, pero con aspecto de haber sido de buena calidad en el pasado y suelen esconder sus rostros tras pobladas y descuidadas barbas,

que les dan un aspecto aún más triste y melancólico A diferencia del resto de los “pi-depelas”, estas personas no suelen molestar a nadie, y se limitan a buscar su substento rebuscando en-tre las papeleras o cubos de basura, malviviendo de las limosnas que la gente les ofrece, aún cuando ellos no las estén pidiendo, tal es la compasión que despiertan sus lacónicos ojos.

Además, todo el mundo parece conocer la trsite historia de estos personajes, marcada por la tra-gedia y la locura. Al menos uno de los vagabundos es un antiguo catedrático a quien las excesivas horas dedicadas al estudio hicieron perder la cabeza, y pese a tener una

aceptable pensión del estado, pasa sus días rebuscando en la basura en busca de objetos de lo más extraño, que va añadiendo a su carrito de la compra...lámparas viejas, perchas rotas y demás artículos inservibles siempre le acompañanTambién es habitual el pobre, por supuesto examinador de papeleras, que realmente es dueño de tres o cuatro edificios y decenas de casas alquiladas. Las malas lenguas afir-man que vive rodeado de basura en una enorme casa de la zona vieja y que tiene calcetines repletos de dinero bajo su colchón, pero que la obsesión por el dinero le hizo vol-verse loco y desarrollar esa manía de rebuscar en las papeleras.

El tercer miembro de esta peculiar saga es, ni más ni menos que un eminente cirujano, normalmente neurocirujano para más señas, que tuvo que someter a su hijo a una complicada operación a vida o muerte debido a una extraña enfermedad que padecía. En otros casos la enferma era su mujer. Por supuesto, y dada su habilidad, no permitió a ningún otro médico realizar la operación. Lamentable-mente el paciente muere a resultas de la intervención, lo que sume al pobre doctor en un estado de depresión que le lleva a olvidarse de todo, trabajo, amigos, familia, irse de casa y hacerse vagabundo. Desde entonces pasea su carrito de la compra repleto de objetos infantiles recuerdo de su hijo con la mirada perdida en el infinito

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VAGABUNDOS S.APuede parecer ridículo preguntarle a un vagabundo si tiene alguna manera de probar que se licenció en la Universidad de Kent (Rei-no Unido) o que trabajó para el Deutsche Bank, pero el rigor pe-riodístico obliga; otra cosa es que un vagabundo pueda satisfacer una petición de ese tipo.

“¿Documentos? Se quedaron en otra vida”, dice Lyndon Owen, galés de 37 años, informático en el pasado; en el presente, trotamun-dos sin hogar.

El Ayuntamiento de Madrid tiene un censo de mendigos en el que seguramente no aparezcan los Lazy Beggers, un galés y un español que se conocieron en las Cuevas del Sacromonte (Granada) en 2001 y bautizaron con ese nombre inglés -Vagabundos Vagos- su amistad y su insólita empresa: rodar por la península Ibérica pidiendo dinero en la calle con la franqueza como técnica de mercadotecnia.

“Para cerveza. Para vino. Para whisky. Para la resaca”. Lyndon Owen y su compañero, José Ma-nuel Calvo García, canario de 55 años, mendigan desde hace una semana en la sombría calle del Carmen, a pocos metros de la plaza de Callao, detrás de una línea frontal de carteles en la que expo-nen sus necesidades y resaltan su virtud: “Por lo menos, sincero”.Cuando pasa un peatón y les echa unas monedas menudas, su res-puesta rompe con los clásicos de la mendicidad. En vez de un señor/señora Dios le bendiga, dicen gra-cias, visite nuestra página web.

Owen y Calvo tienen un sitio pro-pio en Internet (www.lazybeggers.com) y un perfil en la red social Facebook: “Welcome to the 21st fucking century”, ponen en su pre-sentación. Bienvenidos al, digamos, maldito, siglo XXI.

Su iniciativa digital les ha hecho llamativos para los periódicos (han aparecido en The Guardian, Der Spiegel y Clarín, entre otros), pero no les han dado dinero.En su web, diseñada por el galés, disponen de un sistema electrónico PayPal para recibir limosnas que no da mucho de sí. “Lo pusimos hace cuatro años y hemos sacado poco más de 1.000 euros”, cuenta Calvo. “No nos ha dado ni para pagarnos las sesiones de Internet

en los locutorios”.

Realmente se sacan los cuartos en la calle. Unos 40 euros al día, que es lo que les cuesta vivir a los dos.

Cuentan que cierto día, en un su-ceso paranormal, un joven a paso ligero les dejó un billete de 500 euros, sin mediar palabra.

El lecho de los Lazy Beggers cuando paran en Madrid (un par de veces al año) son los respirade-ros superficiales del aparcamien-to subterráneo de la plaza de las Descalzas.

A menos de 100 metros está la pla-za de Santo Domingo, uno de los tres lugares de la capital donde se puede coger Internet al aire libre, por gracia municipal.

Y ahí tienen un locutorio boliviano en el que compran sus litronas de cerveza y les dejan cargar su orde-nador de segunda mano.En este pequeño perímetro en tor-no a la plaza de Callao duermen, piden, beben, comen, enchufan su computadora. Calvo, licenciado en Psicología, fontanero y técnico en instalación de placas solares, según sus palabras, afirma que su vagan-cia les impide moverse por otras zonas de la ciudad. “Y eso que en la calle de Fuencarral se consiguen muchos porros de limosna”.Los dos afirman que decidieron ser vagabundos por su cuenta, que no hubo causas de verdadera necesi-dad.

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