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e Zt..-111%1115,1 UNA REFLEXIÓN SOBRE LA NOCIÓN DE VALOREN EDUCACIÓN CONCEPCIÓN NAVAL (*) Es un hecho hoy el generalizado inte- rés por los valores en la educación, acorde con la vigencia que la concepción ética tie- ne actualmente. Así, se presenta la ense- ñanza como una práctica saturada axiológicamente, mostrando cómo los va- lores se encuentran, de forma implícita o explícita, en las valoraciones, juicios, elec- ciones y decisiones que hace el profesor. De ahí, la consecuencia que se desprende es la necesidad de comprender y apreciar la importancia que los valores tienen para el desarrollo del conocimiento y como fac- tores influyentes en el ejercicio de la tarea docente'. Ocupan especial atención en este contexto los valores morales'. Los educadores son así, por la misma naturale- za de su profesión, agentes morales que muestran valores en el modo en que tratan a los alumnos y se tratan entre ellos, por el modo de vestir o actuar, por el lenguaje que usan o por el modo de trabajar, por ejemplo. En ese contexto se critican tanto posturas paternalistas, como excesivamen- te liberales. Son diversas y de gran interés las cuestiones que se plantean: la noción de li- bertad y la relación del individuo con la sociedad; los roles de la familia, la escuela y la ley en la formación moral; la posibili- dad y conveniencia de unos valores neu- tros en educación, qué imagen de hombre o qué concepto de sociedad se mantiene o se fomenta; cómo educar hoy en una so- ciedad con tanta variedad de tradiciones o valores culturales; ¿es una alternativa ade- cuada en educación: «tradición o creativi- dad»?; qué importancia tiene la tradición en la formación dé la personalidad huma- na, etc. Los objetivos de autonomía y de perfección ocupan un lugar preferente en el área de la educación moral. Ocurre que, •a la vez que proliferan los sistemas éticos, parecen reducirse las diferencias que fun- dan dichas orientaciones. Por ello es posi- ble referir todo sistema moral a una de las dos grandes líneas que recorren la moder- nidad: la ética material y la ética formal»'. Ambas coinciden en el rechazo del teleolo- gismo. Kant y Scheler son dos fuentes mo- (*) Universidad de Navarra. (1) Cfr. por ejemplo S. GubmuNósoornR.: «Values in Pedagogical Content Knowledge», en Journal of Tea- cher Education, 41/3 (1990), pp. 44-52; D. CARR: «Education and Values p , en BritÉsh Journal of Educational Stu- dies, XXXIX/3 (1991), pp. 244-259. (2) Se puede ver D. CARR: «Moral Values and the Teacher: beyond the paternal and the permissive», en punza! of Philosophy of Education, 27 (1993), pp. 193-207. (3) F. ALTAREJOS: «Valor y persona: una encrucijada pedagógica», en Axiblogia y Educación, Actas del II Congreso Internacional de Filosofía de la Educación, Madrid, UNED, 1995, p. 157. Revista de Educación, núm. 317 (1998), pp. 361-370 361

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UNA REFLEXIÓN SOBRE LA NOCIÓN DE VALOREN EDUCACIÓN

CONCEPCIÓN NAVAL (*)

Es un hecho hoy el generalizado inte-rés por los valores en la educación, acordecon la vigencia que la concepción ética tie-ne actualmente. Así, se presenta la ense-ñanza como una práctica saturadaaxiológicamente, mostrando cómo los va-lores se encuentran, de forma implícita oexplícita, en las valoraciones, juicios, elec-ciones y decisiones que hace el profesor.De ahí, la consecuencia que se desprendees la necesidad de comprender y apreciarla importancia que los valores tienen parael desarrollo del conocimiento y como fac-tores influyentes en el ejercicio de la tareadocente'. Ocupan especial atención eneste contexto los valores morales'. Loseducadores son así, por la misma naturale-za de su profesión, agentes morales quemuestran valores en el modo en que tratana los alumnos y se tratan entre ellos, por elmodo de vestir o actuar, por el lenguajeque usan o por el modo de trabajar, porejemplo. En ese contexto se critican tantoposturas paternalistas, como excesivamen-te liberales.

Son diversas y de gran interés lascuestiones que se plantean: la noción de li-bertad y la relación del individuo con lasociedad; los roles de la familia, la escuelay la ley en la formación moral; la posibili-dad y conveniencia de unos valores neu-tros en educación, qué imagen de hombreo qué concepto de sociedad se mantiene ose fomenta; cómo educar hoy en una so-ciedad con tanta variedad de tradiciones ovalores culturales; ¿es una alternativa ade-cuada en educación: «tradición o creativi-dad»?; qué importancia tiene la tradiciónen la formación dé la personalidad huma-na, etc. Los objetivos de autonomía y deperfección ocupan un lugar preferente enel área de la educación moral. Ocurre que,•a la vez que proliferan los sistemas éticos,parecen reducirse las diferencias que fun-dan dichas orientaciones. Por ello es posi-ble referir todo sistema moral a una de lasdos grandes líneas que recorren la moder-nidad: la ética material y la ética formal»'.Ambas coinciden en el rechazo del teleolo-gismo. Kant y Scheler son dos fuentes mo-

(*) Universidad de Navarra.

(1) Cfr. por ejemplo S. GubmuNósoornR.: «Values in Pedagogical Content Knowledge», en Journal of Tea-cher Education, 41/3 (1990), pp. 44-52; D. CARR: «Education and Valuesp , en BritÉsh Journal of Educational Stu-dies, XXXIX/3 (1991), pp. 244-259.

(2) Se puede ver D. CARR: «Moral Values and the Teacher: beyond the paternal and the permissive», enpunza! of Philosophy of Education, 27 (1993), pp. 193-207.

(3) F. ALTAREJOS: «Valor y persona: una encrucijada pedagógica», en Axiblogia y Educación, Actas del IICongreso Internacional de Filosofía de la Educación, Madrid, UNED, 1995, p. 157.

Revista de Educación, núm. 317 (1998), pp. 361-370

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dernas del formalismo y del materialismoético, y ambos rechazan la ética teleológi-ca, considerándola una posición de hipo-cresía (Kant) o una emergencia de la éticadel éxito (Scheler). Estas dos corrientes éti-cas discrepan en la naturaleza del saber yla conducta morales, pero comparten elideal de la autonomía moral. Este principio—la autonomía moral— es «la orientaciónde fondo que parece percibirse en las diver-sas doctrinas de la educación moral»4.

En la educación se vuelve una y otravez a la necesidad de la relación con el fin;aunque es posible pensar sobre la conduc-ta moral prescindiendo de la referencia te-teológica, la práctica educativa parecerequerirla, ya que de otro modo «se con-vertiría en una práctica desprovista de sen-tido, y, por ello, inviable de hecho»5. «Enuna educación moral sustentada en la éticaconsensual o clialógica, la unidad de senti-do se establece en la coherencia interna dela práctica pedagógica específica, en lapropuesta de una metodología didácticaconsistente y también sugerente, lo cual escongruente con su carácter formalista. Enuna educación moral de clarificación odescubrimiento de valores, por su configu-ración material, comparece la ineludibleexigencia cle establecer una axiología quepermita mantener la integridad y la conti-nuidad de la conducta ética0.

¿QUÉ SON LOS VALORES?

Pero antes de considerar la axiologíaconviene reflexionar sobre el valor que es

su elemento sustantivo. M. Scheler pareceuna fuente adecuada para esta tarea por eltratamiento que ofrece: «la tensión objeti-vismo-subjetivismo, la categorización yclasificación de los sentimientos, la funda-mentación y descripción de la axiologíae incluso la incarclinación antropológicadel valor en la noción de persona»7 . Exis-ten otras aportaciones valiosas a la teoríade los valores, entre otras: F. Brentano, T.Lessing, J. Dewey, N. Hartmann, L. Lavelleo D. von Hildebrand.

El término valor fue utilizado primeropor la economía política que estudia el va-lor de uso y de cambio de las cosas. Antesde H. Lotze la filosofía habló de valoressólo ocasionalmente; él hizo del valor uncontenido fundamental del filosofar. Aten-diendo a la cosa significada con el vocablovalor, cabe afirmar que indudablemente elpensamiento filosófico se había ocupadosiempre de este problema bajo el título debien y de bondad. Hay que tener en cuen-ta la dificultad lingüística del tema, quepuede dar lugar a malentendidos. La pala-bra Wert, en alemán, no tiene exactamenteel mismo sentido que la palabra valor enlatín o los idiomas derivados de éste, espe-cialmente en castellano. En estos idiomas,valor hace referencia a significados comofuerza y virtud, mientras que Wert, en ale-mán, a relaciones económicass . En las len-guas románicas, también en inglés, emergecon cierta frecuencia la relación económica9.Ortega en un famoso ensayo que escribióen 1923 titulado «¿Qué son los valores?»,en el primer número de la Revista de Occidente,

(4) Ibídem.

(5) Ibídem, p. 158.

(6) F. /M'AMOS: «Valor y persona: una encrucijada pedagógica», en Axiología y Educación, Actas del II

Congreso Internacional de Filosofía de la Educación, Madrid, UNED, 1995, p. 158.

(7) Ibídem, p. 159.

(8) Cfr. C. Sil imrrr: «La tiranía de los valores», en Revista de Estudios Políticas, 115,(1961), pp. 65-81.

(9) En el Leviatán, de T. HOBBES, se dice por ejemplo: «The value or worth of a man is, of all other things,

his price» (cap. X).

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habla no solamente de valor sino tambiénde estimar'".

Pero, ¿qué son los valores? «Natural-mente, se había hablado ya de valores an-tes de la filosofía de los valores, inclusotambién de un sinvalor. Pero en la mayoríade los casos se hizo la distinción: las cosastienen un valor, las personas tienen unadignidad. Valorar la dignidad se consideróindigno. Hoy día también la dignidad se haconvertido en valor (...). Esto es un ascen-so significativo del valor (...). Hay que te-ner en cuenta que el valor, según lafilosofía de los valores, no tiene un ser,sino una validez. El valor no es, sinovale»". No es real, pero tiene ansia deactualización.

La moderna filosofía de los valoresque procede de Lotze distingue nítidamen-te entre valor y bien. Según ella, los bienespertenecen al orden del ser, mientras quelos valores se enfrentan a éste con supre-ma independencia y forman un reino pro-pio. Así, encontramos una especie de ideasvalorales platónicas con particular energíaen Hartmann. Es el idealismo valoral. Sucontrario sería el realismo valoral, o como al-gunos le llaman: teoría metafísica del valor,que superaría la indicada separación entrelos valores y el ser. Anclar el valor en el sersignificaría afianzar su carácter absoluto.

De la esencia del valor depende la pe-culiaridad de su aprehensión. Si el valor sesepara del ser, no es accesible a la razónorientada hacia él; y, como se abre única-mente al sentir emocional, surge el irracio-nalismo valoral. Lo contrario sería elracionalismo valoral que disolvería en elser el carácter propio del valor. Entre am-

bos está la aprehensión intelectual del va-lor, que lo descubre porque el ser es valio-so, pero que nunca puede constituir larespuesta total a aquél, porque el valorperfecciona al ser y, por' consiguiente, sóloencuentra la respuesta plenamente ade-cuada en el sentir y en el querer; por eso,aun la aprehensión intelectual del valor es-tará siempre impregnada de elementossentimentales y apetitivos.

ORIGEN DE LA FILOSOFÍA DE LOSVALORES

Quizá la explicación más genuina deléxito asombroso de la filosofía de los valo-res está en la situación filosófico-históricaen que nació: como respuesta a la crisis ni-hilista del siglo xix. Dice M. Heidegger:

En el siglo xix se comienza a hablar corrien-temente de valores y se adquiere la costum-bre de pensar en valores. Pero sólo comoconsecuencia de la divulgación de las obrasde Nietzsche se hizo popular el hablar de va-lores. Se habla de valores vitales, valores cul-turales, valores eternos, una jerarquía devalores espirituales, cuya existencia se creyódescubrir, por ejemplo, en la antigüedad. Ladedicación erudita a la filosofía y la transfor-mación del neokantismo conducen a la filo-sofía de valores. Se edifican sistemas devalores, y en la ética se persiguen estratos devalores. Incluso la teología cristiana califica aDios, el SUMMIIM ens qua summum bomun,como valor supremo. La ciencia se consideralibre de valores, y las valorizaciones se dese-chan al campo de las ideologías. El valor y loválido llega a ser sustitutivo positivista de lometafísico'.

(10) Dice concretamente que la «iniciación en la Estimativa, y sus valores dependen de una facultad es-timativa del hombre». También se refiere al libro de SCHELER Der Fortnalisnzus it der Ethik, COMO «LMO de loslibros formidables que ha engendrado ya el siglo XX».

(11) C. Scitmrn. : «La tiranía de los valores», en Revista de Estudios Políticos, 115, (1961), pp. 67-68.(12) M. HEMEGGER: «Holzwege», en Frankfurt am Main, 1950, pp. 209-210, en el ensayo Nietzsches 1Vort

«Gott tot», pp. 193 y ss. Recogido por C. SCIIMFIT, en o.c., p. 69.

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Un positivismo de leyes amenazó la li-bertad del hombre y su responsabilidad re-ligioso-ético-juríclica. «La filosofía de valoresrespondió a este reto oponiendo al orden deun ser cletenninacto meramente por la causali-dad, un orden de valores cual un reino del va-lerideal. Era un intento de mantener al hombrelibre y responsable, si no en un ser, por lo me-nos en la validez cle lo que se llamó valor>».

Se suele distinguir en la ética de losvalores dos direcciones: una neokantiana(Windelbancl, Rickert) y otra fenomenoló-gica (Scheler, N. Hartmann). La primeraentiende por valor el elemento universalformal, que más o menos se equipara al«deber» y se distingue del ser (empírico):ética puramente formal, formalismo ético.

La ética fenomenológica de los valoresve en el valor un algo pluriforme por sucontenido, pero objetivo y separado delser, que reviste carácter apriorístico, con-fiere al apetito plenitud de sentido y nocoincide en modo alguno con la obliga-ción o deber sino que da fundamento aldeber (ética material de los valores). Perotampoco la ética fenomenológica de losvalores acepta un valor moral propiamentedicho, que, en cuanto objeto del querer,confiriera al acto la cualidad de moralmen-te bueno. La ética de los valores tiene unaventaja frente al positivismo moral, y es

que ha sabido defender explícitamente laobjetividad del valor moral; destacar laprioridad del contenido de valor sobre el«deber» puramente formal'''.

«Los valores no son, sino valen. Pero,¿en qué se basa su validez?, (...) ¿quién esel que establece los valores?» En Max We-ber la respuesta es que <.es el individuohumano quien establece los valores con li-bertad de decisión completa y puramentesubjetiva». Así elude «el positivismo cientí-fico y le opone su libre decisión del mundo,su visión subjetiva»' 5 . Pero esto conduce auna lucha eterna de valores e ideologías.M. Scheler y N. Hartmann intentan escaparal subjetivismo de las valoraciones libres yencontrar «una filosofía de los valores sub-jetiva y, al mismo tiempo, material. Schelerestableció un escalafón de valores quevan desde abajo a arriba, desde lo útil alo sagrado»16 . Hartmann construyó unsistema en estratos acerca de la coheren-cia objetiva de un inundo real: la capa in-ferior debía ser lo anorgánico; la superior,lo espiritual. Pero un lector atento detectaque «la facultad estimativa es algo subjeti-vo. Hartmann recalca (en su Ética, p. 142)que los valores (...) en definitiva no hacenmás que valer; es decir, que valen para algoo para alguien»'7.

(13) C. Su imriT «La tiranía de los valores», en Revista de Estudios Políticos, 115 (1961), p. 69.

(14) De todas formas, la ética fenomenológica de los valores tiene sus defectos. En primer lugar, no llega

a superar la escisión entre ser y valor porque no ha logrado desprenderse de la concepción positivista del ser,

que entiende como mera facticidad. En consecuencia, olvida que el valor, en cuanto perfeccionamiento esencial

del ente, se funda en el ser y puede ser reconocido como valor. El sentimiento intencional del valor no es por

tanto, como creía Scheler, una magnitud elemental y última, sino una estructura compleja, que enlaza el cono-

cimiento y la actitud emocional. Además de esto, no se puede reducir el valor moral del acto a valores objetivos,

no morales de suyo, de entre los cuales prefiere luego el hombre aquél que es más elevado o premioso. Final-

mente, el problema del valor es fundamental en ética, pero no el único dentro de ella; habría que ver si se pue-

de explicar la ley moral a partir únicamente de los valores.

(15) C. Salmn-r, o.c., pp. 69-70.

(16) Ibídem.(17) C. &A o.c., p. 70. «Quien dice valor quiere hacer valer e imponer. Las virtudes se ejercen, las

normas se aplican, las órdenes se cumplen; pero los valores se establecen y se imponen. Quien afirma su vali-

dez tiene que hacerlos valer. Quien dice que valen, sin que nadie los haga valer, quiere engañar», C. Saimrrr,

«La tiranía de los valores», en Revista de Estudios Políticos, 115 (1961), p. 71.

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Max Weber en su polémica con E. Me-yer habla de «una variedad sin fin de pos-turas de valorar»; su interpretación tiene elsentido de «revelarnos los posibles puntosde vista y puntos de ataque de la valora-ción». Así, destaca los términos «puntos devista», «puntos de ataque» y «valora-ción»'8 . La expresión «punto de ataque»revela la agresividad potencial de una fija-ción de valores. «Punto de vista» podríadar la impresión de un relativismo sin lími-te y, por consiguiente, de una toleranciailimitada, y una neutralidad completa; peroen cuanto son también puntos de ataquese completa la visión.

Según la lógica del valor, hay que ob-servar la siguiente norma: el precio supre-mo no es demasiado para el valor supremoy hay que pagarlo. Esta lógica es tan fuerte yconvincente, que no hay posibilidad de limi-tarla o relativizarla en la lucha de valores.

M. Scheler, sin embargo, busca unateoría objetiva de los valores. Scheler se si-túa en una perspectiva fenomenológica,que adolece de falta de profundidad meta-física. Busca una alternativa a la ética for-mal de Kant que «obstruye el camino haciauna doctrina concreta de los valores moralesevidentes, emancipada al mismo tiempo detoda positiva experiencia psicológica e his-tórica; es decir, una doctrina de la jerarquíaideológica y de las formas que reposan so-bre estas jerarquías»' 9 . Pero no lo hacedesde el examen de la raíz metafísica detoda ética, sino desde la consideración fe-nomenológica de los resultados; no admiteque se ignore a los valores en la constitu-ción del saber moral. Así, aunque niega elpensamiento práctico kantiano, acaba en-

cerrado en esas mismas orientaciones y lí-neas de pensamiento. Scheler pretendesalvar la objetividad del mundo moral; sinembargo, a pesar de <da intencionalidadmaterial, culminó en otro idealismo: el dela afirmación de los valores como esencia-les ideales»20.

NATURALEZA IDEAL DEL VALOR ENSCHELER

En M. Scheler el valor es una esenciadada a priori en la intuición de los senti-mientos espirituales 21 . «En ocasiones se hapretendido ampliar al mundo de lo real lanoción de valor», pero en la concepciónde Scheler no parece ser así. «Lo que ocu-rre es que la experiencia ordinaria —apre-hensión inmediata del singular— no alcanzaa los valores, aunque sí comprende actossubjetivos de estimación positiva». Schelerse ve forzado a «descubrir un nuevo tipode experiencia para poder explicar cómose descubren los valores»: la propia del co-nocimiento afectivo. No obstante, postularesta experiencia es «dar cumplimiento a lamínima exigencia de rigor intelectual;pues, ante la afirmación fuerte de la exis-tencia de un orden axiológico objetivo,debe también explicarse cómo se accede aél, cómo la subjetividad puede reconocer eincorporar el valor. Este se asume median-te la afectividad a través de sus actos de es-timación; pero ¿cómo se reconoce o sedescubre? Es necesario dar cuenta de ladimensión cognoscitiva, y esto implica,en primer lugar, revisar la noción deexperiencia»22.

(18) Cfr. M. WEBER.: Gesammelte Aufsdtze zur Wiss,nischafislehre, ed. Johannes Winckelann, 1951, p. 246.(19) M. SCHELER: «Ética», en Revista de Occidente; 1 (1941), Madrid, p. 32.(20) F. ALTAREJO: «Valor y persona: una encrucij ida pedagógica», en Axiología y Educación, Actas del II

Congreso Internacional de Filosofía de la Educación, Madrid, UNED, 1995, p. 160.(21) Cfr. N. O. DERISI Max Scheler. Ética material de los valores, Madrid, Emesa, 1979, p. 61.(22) F. ALTAREJOS: o.c., p. 161.

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Se trata de «una especie de experien-cia, cuyos objetos son enteramente inacce-sibles a la razón; para esos objetos la razónes tan ciega como puede serlo el oído paralos colores; pero este tipo de experiencianos presenta objetos efectivos y el ordeneterno que existe entre ellos, a saber: losvalores y el orden jerárquico de éstos»-2'.Pero esto no impide que Scheler afirmeque los valores realmente son"

¿Cómo es posible afirmar a la vez laidealiclacl de los valores –no accesibles a laexperiencia ordinaria– y darles al mismotiempo condición de realidad? Sólo es po-sible desde la subjetividad trascendental.El valor es una esencia dada inmediata-mente en la intuición espiritual, intuiciónafectiva en Scheler, pero que sólo es tal encuanto se da en la conciencia.

«En principio rechazo –dice Scheler–,ya en general, desde el umbral de la filoso-fía, un círculo de ideas y valores que hayande existir enteramente independientes dela esencia y cle la realización posible de ac-tos espirituales vivos, e independientes nosólo del hombre y de la conciencia huma-na, sino también de la esencia y realiza-ción de un espíritu viviente en general».Cae preso en definitiva de la subjetividadtrascendental. Es un caso de aplicación delprincipio de inmanencia, que significa<Çtlgo más que la afirmación de que todoconocer es inmanente por darse en él,como advertida o notada, la presencia desu sujeto. Lo que en ese principio se sostie-ne es que no cabe que lo conocido exista

sin estar siendo objeto de una actividad deconocer. Dicho de otra manera: el ser ob-jeto de conocimiento es todo el ser quepueda tener lo conocido»26.

La referencia del obrar del hombre alvalor requiere, como dice Scheler, la actua-lización de la afectividad. Pero eso es di-verso a afirmar que «los sentimientostengan una dimensión cognoscitiva; losafectos son tenclenciales, no cognoscitivos.(...) Es cierto que la afectividad dispone ala razón mejor o peor frente a la realidad,y así se habla de un conocimiento por con-naturalidad, cuando las tendencias del su-jeto facilitan o impiden el ejercicio delconocimiento. Pero se trata entonces dedisposiciones que orientan la actuación ra-cional; y esto es muy distinto de la actuali-zación cognoscitiva de la razón en un actoafectivo»27.

De este modo, la única vía para man-tener la objetividad ontológica de los valo-res es darles un estatuto ideal, y la únicaforma de fundar su objetividad gnoseológi-ca es postular el carácter cognoscitivo delos afectos, como Scheler lo hace. Así, elperfeccionamiento humano es una tareade actualización de esencias ideales.

«Este es un punto verdaderamente nu-clear de la doctrina ética de los valores.(...)a) fuera de un idealismo trascendental—aunque éste no se sustente en un forma-lismo kantiano— no puede afirmarse el ca-rácter real de los valores, pues éstos noaparecen nunca como objeto de experien-cia cognoscitiva; en ésta sólo se dan los ac-

(23) Ni. Sciii:us: Ética, o.c., II, p. 26.(24) Ibídem, I, p. 243.

(25) Ibídem, I, p. 23.(26) A. Ni11.1ÁN Punt.Es, Léxico Filosófico, Madrid, Rialp, 1984, p. 349.

(27) F. Amittoos: o.c., p. 166. *Cuando estarnos ante situaciones nuevas, que no pueden juzgarse segun

la experiencia personal que se posea, se hace necesaria una reflexión racional para tomar la decisión corres-

pondiente; es decir, un distanciamiento de la dinámica sentimental e incluso un sometimiento de los afectos a

la razón; precisamente, en la medida en que la decisión es más comprometedora y más nueva, conviene tener

la cabeza fría, esto es, libre del peso de la tendencia afectiva».F. Aurnxtuos: «Valor y persona: una encrucijada

pedagógica», o.c., p. 166.

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tos afectivos e individuales del sujeto; b) silos valores son el elemento conformadordel orden ético, el agente moral debe estarconstituido en el mismo orden, que es deesencias ideales; de otro modo no podríaafirmarse la dignidad intrínseca de la per-sona como agente, ni su autonomía moral,ni su naturaleza activa; c) desde estos su-puestos, la persona es también una esenciaideal y un valor; por lo tanto, cada hombreconcreto y singular no es de suyo una per-sona: se es persona en la medida en que seactualiza como tal valor individual, y ac-tualizando los demás valores abstractos –lojusto, lo bello, etc.–; d) así, el perfecciona-miento de la persona queda enteramentesujeto y constreñido a la realización de eseorden ideal, que consiste en la toma deconciencia de sí mismo como persona–esto es, como valor–; en la apertura a losdemás valores a través de esa toma de con-ciencia originaria; en el acto afectivo depreferencia o postergación que descubre laaxiología objetiva; y, por último, en la con-formación de la propia conducta indivi-dual por dicho orden ideal»28.

Pero la pregunta clave surge aquí:¿cómo se establece el orden jerárquico delmundo ideal, esto es, la axiología?, ¿quiény por qué establece la axiología? Hartmann–gran filósofo de la teoría objetiva de losvalores– habla de una «tiranía de los valo-res». Dice: «Cada valor, si se ha apoderadode una persona, tiende a erigirse en tiranoúnico de todo el etbos humano, también acosta de otros valores, incluso de aquéllosque no son diametralmente opuestos. Ver-dad es que esta tendencia no es caracterís-tica de los valores como tales en su ámbitoideal de ser, sino de los valores como fuer-zas determinantes en el sentimiento huma-

no de los valores. Esta tiranía de los valo-res aparece ya claramente en los tipos uni-laterales de la moral vigente, en laconocida intolerancia contra una moral ex-traña (aún en los normalmente compla-cientes); todavía más, en el estar capturadoindividualmente una persona por un solovalor. Así, existe un fanatismo de la justicia(...) que no solamente es contrario al amor—y no digamos a la caridad—, sino sencilla-mente, a todos los valores mayores»29 . La úl-tima palabra del pensamiento de valores essiempre la condenación de un sin-valor ennombre de un valor supremo. En cualquiercaso, es dudoso que la pretensión de valoresobjetivos pueda superar esta crisis.

La realidad contemplada desde unaposición idealista ya no es tal realidad; seconvierte en objetividad, transfiriéndose aella la cualidad de adecuación lógica querequiere la razón para operar. Se olvidaque «el primer objeto de la inteligenciaes la realidad misma, no las ideas sobre larealidad»"), y se trasladan a la realidad lascualidades del pensamiento, sobre todo, laobjetividad.

La consecuencia pedagógica, ya apun-tada, es que «una axiología como concre-ción de la finalidad educativa supone laconsideración de la persona como un enteideal, como individuo lógico que deberealizar el orden icleal»''. Ese orden idealpuede ser relativamente humano, o puedeno serlo; puede conformarse más por eléxito, el placer o la fama. Entonces, unaacción educativa orientada por valoresbuscaría regirse por la «objetividad»,no tanto por la realidad; y «la primacíade la objetividad sobre la realidad esel fundamento de los totalitarismos enpolítica, ética, estética y religión fy edu-

(28) Ibídem, p. 167.

(29) N. HARTMANN: Ethik, 1926, pp. 524 y ss.

(30) Ch. DERROCK: Huid del escepticismo, Madrid, Encuentro, 1982, p. 99.(31) F. ALTAREJOS: 0.C., p. 169.

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cación1, y la primacía de la realidad sobrela objetividad es la primacía cíe la libertady de la verdad»i2.

Libertad, verdad, y tantos otros con-ceptos, son por supuesto valores; así losestima la generalidad. «Pero una cosa es lacoincidencia en la estimación, y otra muydistinta ordenar la vida por esa coinciden-cia en la estimación. ¿O es que la valora-ción —aún cuando sea compartida por lamayoría— no puede ser errónea? Hay unaespecie de ceguera en la afirmación idea-lista de la finalidad como axiología; unasuerte de deslumbramiento intelectual antela realidad que trastorna la razón y la im-pele a refugiarse en sí misma, a primar elvalor idealidad objetiva por encima de lapersona realidad singular»".

CONCLUSIÓN

De todas formas, el interés por los va-lores hoy viene a destacar algo que es im-portante subrayar: la ineludible dimensiónética de la educaciónm . Así, los valores sonaquello que propicia la consecución deuna vida plena, cumplida; aquello quehace que la vida merezca la pena vivirse.

Y, al hablar de comunicar valores, de loque se trata es de la formación del carácter(o educación moral), una auténtica necesi-dad si se quiere hablar de educación ensentido pleno.

Pero, al tratar de cuestiones éticas, nosencontramos con que la primera dificultades el propio discurso sobre los valores. «YaPlatón decía que con palabras académicasno se puede decir qué significa bueno."Sólo tras una más frecuente conversaciónfamiliar sobre este asunto, o a partir de unacordial convivencia, brota de repente en elalma aquella idea, a la manera como elfuego se enciende a partir de una chispa yluego se extiende más lejos". Carta VII».En un sentido algo diverso, pero relaciona-do comenta L. Rosales: «La palabra quedecimos/viene de lejos,/y no tiene defini-ción/tiene argumento. Cuando dices: nun-ca/cuando dices: bueno/estás contando tuhistoria/sin saberlo»'6.

Cuando se trata de dilucidar acerca delos valores, abundan «quienes se parape-tan en el discreto encanto de la duda»".Inclinarse hacia un valor es fruto de una pre-ferencia subjetiva, no justificable racionalmen-te, ni por tanto compartible, y así todas lasopciones son legítimas. De todos modos,frente a los que defienden un discurso pú-blico éticamente neutro, se comprueba

(32) J. Cuozn: «Objetividad y realidad. Observaciones sobre Platón y Husserl», en VV AA, Razón y liber-tad. Homenaje a Antonio Millán-Puelles, Madrid, Rialp, 1990, p. 36. Recogido por Altarejos, ibídem, p. 169.

(33) F. ALURFJOS. «Valor y persona: una encrucijada pedagógica», o.c., p. 170.

(34) Comenta D. Ciuut: <Z1'he effective teacher of values should exhiba precisely those aspects of orienta-tion co the good which Taylor holds to be characteristic of any functional moral agent. The first relates co moralIdentity: we characterise someone as a moral agent in basic terms by reference to the commitments he actuallydoes profess and exhiba in relation to some recognisable "best picture" of moral life. The second relates to mo-ral development and growth: healthy moral life is also characterised by an aspiration towards che good whichinvolves a clesire for improvernent. The main instrument of this is that practical deliberation which Taylor calls"reasoning in transitions" by means of which the moral agent strives to make bis "best picture" better in che lightof wisdorn and good will», D., CARR: «Moral Values and the Teacher: bexond che paternal and che permissive»,en fournal of Pbilosopby of Education, 27, 2 (1993), pp. 193-207.

(35) M. CAsium: «Lengua, literatura y transmisión de valores», en Ciencias y Humanidades, 28 (1995),

P . 6.

(36) Poesía reunida, 1935-1974, Barcelona, Seix Barral, 1981, p. 332.(37) M. CAsnoo: o.c., p. 6.

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una y otra vez que «una lengua natural sinpalabras valorativas resulta una utopía»".Lo que ocurre es que parece que, en la dis-cusión ética, resulta más fácil lograr elconsenso al denunciar los contravaloresque al establecer los valores". Quienesdicen, haciendo gala de racionalismo,mantenerse al margen de todo juicio devalor no tienen fundamento para dar pre-ferencia a uno de sus impulsos en lugarcíe a y otro. Sus preferencias «brotaránde la herencia recibida, de la digestión, deltiempo que haga y de la asociación deideas (...). Su racionalismo extremo leshace ser criaturas de comportamiento to-talmente irracional»".

¿Qué es lo que de verdad y en el fon-do queremos?, cabría preguntarnos. Llama-mos valores precisamente <.zi los objetos ocontenido de los sentimientos apuntados.El contenido valioso se nos patentiza enlos actos de alegría y tristeza, veneración yrespeto, amor y odio, temor y esperanza.La paradoja reside en que quien convierteel placer y el bienestar subjetivo en el temade su vida y en el fin de su actividad no ex-perimentará en absoluto aquel bienestarmás profundo que llamamos gozo. Lo ex-perimentará en cambio aquél a quien se lemanifieste en toda su riqueza el contenidovalioso de la realidad, y esté en disposi-ción de prescindir de sí para poder, comodecimos, gozar de algo y con algo»".

Esos contenidos valiosos se nos desve-lan poco a poco, sólo en la medida en queuno aprende a objetivar sus intereses. Deahí que afirme Spaemann: «Formación lla-mamos al proceso de sacar al hombre desu encierro en sí mismo, típicamente ani-mal; a la objetivación y diferenciación desus intereses, y, con ello, al aumento de sucapacidad de dolor y gozo. Hoy se escu-cha con frecuencia que la educación tienecomo tarea el que los jóvenes aprendan adefender sus intereses. Pero hay una tareamás fundamental: la de enseñar a los hom-bres a tener intereses, a interesarse poralgo; pues quien ha aprendido a defendersus intereses, pero en realidad no se inte-resa nada más que por él, no puede ser yamás feliz. Por eso la formación, la creaciónde intereses objetivos, el conocimiento delos valores de la realidad, es un elementoesencial para una vida lograda»42.

Pero captar los valores tiene su pecu-liaridad, ya que tan sólo se captan en losactos de preferir o preterir". Y formar elsentido de los valores, el sentido de su je-rarquía, la capacidad para distinguir lo másimportante de lo menos es una condiciónpara el éxito de la vida individual y para lacomunicación con los demás. De lo con-trario, cuando nuestros estados y compor-tamientos son sólo una función deestímulos casuales y externos, y cuando nose fundan en el conocimiento de un orden

(38) Ibídem, p. 7.(39) Es significativo en este sentido que la defensa de los valores absolutos en los códigos éticos más di-

fundidos se expresa a veces con prohibiciones.

(40) C. S. Lewis: La abolición del hombre, Madrid, Encuentro, 1990, p. 67. Dice el mismo autor en otro

lugar: «La razón formula los imperativos morales, aunque en la terminología más estricta no hay duda de que

el razonamiento sobre las cuestiones morales recibe todas sus premisas del intelecto, de igual forma que la geo-

metría es un asunto de la razón, a pesar de basarse en axiomas a los que no podemos llegar por razonamiento».C. S. Lewis: La imagen del mundo, Barcelona, Antoni Bosch, 1980, p. 121.

(41) R. SPAEMANN: Etica. Cuestiones Fundamentales, Pamplona, EUNSA, 1987, p. 47. Cfr. Cap. III completo:

«Formación o el propio interés y el sentido de los valores», pp. 44-55.

(42) Ibídem, pp. 48-49.

(43) «Existe pues algo así como una jerarquía objetiva que se revela a quien comprende de alguna ma-

nera determinados valores», Ibídem, p. 48.

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objetivo, entonces falta la base para conse-guir la unidad y el acuerdo con nosotrosmismos y con los demás. «Si cada uno seocupa de sus gustos, y no existe una medi-da común que sitúe los intereses en una je-rarquía, en un orden según su rango yurgencia, entonces no se puede superar lacontraposición de intereses. Tampoco po-drán superarla el discurso, las conversacio-nes, las discusiones, a pesar de ser unaidea tan extendida»41.

Y ocurre además que, si uno está dis-puesto a someterse a los valores, aumentasu capacidad de conocerlos; y a la inversa.Ese conocimiento de los valores no se ad-quiere por el discurso o la enseñanza, sinopor la experiencia y la práctica.

Por otro lado, el carácter apremiantede los valores está casi siempre en razóninversa a su altura: los más altos, los queproducen más gozo, requieren una ciertadisciplina para ser captados, una atenciónmás profunda. En esa captación de los valo-res hay dos obstáculos principales: la apatíay la ceguera de la pasión. El apático no captaen su verdad la jerarquía de valores; y la pa-sión nos descubre valores, pero no su jerar-quía. En este sentido, señala D. Carr que elobjeto al cual un valor apunta es una virtud".

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(44) Ibídem, p.49.(45) D., CARit: «Education and Values», British journal of Educational Studies, XXXIX/3 (1991),

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