Ver la vida como un proceso

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Ver la vida como un proceso, no como un evento Un amigo muy querido me sugería que hay que ver la vida no como una serie de sucesos, sino como un proceso. Meditando lo que estas palabras conllevan pensé que es una gran ventaja para los que hemos pasado por la dolorosa experiencia de haber perdido a un hijo. Cuando uno pierde a su hijo, pasa primeramente por una serie de remolinos emocionales, sentimientos que debemos elaborar para empezar a ver la vida desde una perspectiva más objetiva, para poder empezar a ver lo que la muerte realmente es: un proceso. Cuando las emociones van cediendo a la tranquilidad, nos vamos percatando, como dijo Alicia Berti en el aniversario de Renacer Rio Cuarto, que somos tierra fértil para que nazca un árbol enorme donde brote mucho fruto; y nos fijamos en que la vida no puede determinarse por un evento o por una etapa, entonces nos percatamos que somos libres para darle a esa etapa su debido sentido. ¿Ahora que me ha pasado esto, qué voy a hacer? ¿Qué sentido le daremos a ese sufrimiento, a esa etapa de nuestro proceso de la vida? Si aprovechamos las etapas por las cuales vamos pasando para irnos “mejorando” en nuestro proceso entonces veremos la muerte como el fin de una etapa y el inicio de otra. Nos sentiremos libres para elegir qué rumbo deben de llevar nuestras vidas. Citando Viktor Frankl "Que algunas circunstancias, internas o externas, influyan o no, en un individuo concreto, o que su influencia tome una dirección u otra depende únicamente de la libre elección del individuo." Muchos, envueltos por las emociones adoptamos el papel de víctimas, de que la Vida nos arrebató algo, eligiendo entonces un proceso de congoja, de improductividad. Adoptamos una posición egoísta, desde donde nos sentimos el centro de cuanto ocurre alrededor. Privándonos de dar a los demás todo ese amor que la vida y nuestros propios hijos nos dejaron. “Solo el ego se cruza en el camino a la hora de compartir nuestros dones, de manifestar

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Ver la vida como un proceso, no como un eventoUn amigo muy querido me sugería que hay que ver la vida no como una serie de sucesos, sino como un proceso. Meditando lo que estas palabras conllevan pensé que es una gran ventaja para los que hemos pasado por la dolorosa experiencia de haber perdido a un hijo.

Cuando uno pierde a su hijo, pasa primeramente por una serie de remolinos emocionales, sentimientos que debemos elaborar para empezar a ver la vida desde una perspectiva más objetiva, para poder empezar a ver lo que la muerte realmente es: un proceso. Cuando las emociones van cediendo a la tranquilidad, nos vamos percatando, como dijo Alicia Berti en el aniversario de Renacer Rio Cuarto, que somos tierra fértil para que nazca un árbol enorme donde brote mucho fruto; y nos fijamos en que la vida no puede determinarse por un evento o por una etapa, entonces nos percatamos que somos libres para darle a esa etapa su debido sentido. ¿Ahora que me ha pasado esto, qué voy a hacer? ¿Qué sentido le daremos a ese sufrimiento, a esa etapa de nuestro proceso de la vida?

Si aprovechamos las etapas por las cuales vamos pasando para irnos “mejorando” en nuestro proceso entonces veremos la muerte como el fin de una etapa y el inicio de otra. Nos sentiremos libres para elegir qué rumbo deben de llevar nuestras vidas. Citando Viktor Frankl "Que algunas circunstancias, internas o externas, influyan o no, en un individuo concreto, o que su influencia tome una dirección u otra depende únicamente de la libre elección del individuo."

Muchos, envueltos por las emociones adoptamos el papel de víctimas, de que la Vida nos arrebató algo, eligiendo entonces un proceso de congoja, de improductividad. Adoptamos una posición egoísta, desde donde nos sentimos el centro de cuanto ocurre alrededor. Privándonos de dar a los demás todo ese amor que la vida y nuestros propios hijos nos dejaron. “Solo el ego se cruza en el camino a la hora de compartir nuestros dones, de manifestar la compasión y de descubrir el lado positivo de las adversidades. El altruismo nos dice que cuánto más damos, más se llenan nuestros almacenes internos de paz, felicidad y calidez." (Rab L. Wolf). La vida sigue confiando en nosotros, y somos nosotros y solo nosotros los que decidiremos cómo vivir nuestras vidas. Cito nuevamente a Frankl “… al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino.”

En este proceso que llevamos, donde nos corresponde “corregirnos”, mejorarnos, no podemos culpar a la vida o a nadie de cómo elegimos vivir. No es la vida quien nos tiene que contestar nuestras preguntas, somos nosotros quienes debemos contestarle a la vida. Por lo tanto, ¿queremos vivir sumergidos en el dolor, o queremos vivir la vida con ese amor y es paz que la vida nos ofrece?