Verdad, método y conocimiento práctico.

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Verdad, método y conocimiento práctico. (Sobre las relaciones entre argumentación y juicio prudencial) * Alberto Montoro Ballesteros Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad de Murcia SUMARIO: I. CONOCIMIENTO Y VERDAD: 1. Conocer y entender. 2. La verdad y sus clases: A) Noción de verdad. B) Clases de ver- dad: a) La verdad según el perfil temático de la Filosofía. b) La verdad según la finalidad del saber: Saber teórico y Saber práctico. c) Límites y grados del saber. 3. Vías de ac- ceso al conocimiento de la verdad: A) La revelación. B) El descubrimiento. C) La construcción: a) Conocimiento de un todo a partir de sus partes. b) Construcción de la ver- dad a partir de tesis contrapuestas. D) Significación del consenso: Relaciones entre consenso y verdad.—II. VER- DAD Y MÉTODO: 1. Noción y funciones del método. 2. El plu- ralismo metodológico: A) Objeto de conocimiento y método. B) Finalidad del conocimiento y método. 3. Corrección y verdad del conocimiento. Límites del método: A) Razona- miento correcto y conocimiento verdadero. B) Límites del método: método y verdad. 4. Incidencia del objeto de cono- cimiento en las funciones y métodos del razonamiento: A) El razonamiento y sus funciones: a) La demostración. b) La persuasión. B) Conocimiento probable y métodos de argumentación: a) La dialéctica. b) La retórica: 1º. Noción. 2º. Caracterización. 3º. Clases.—III. LA VERDAD PRÁCTICA Y EL PROBLEMA DE SU CONOCIMIENTO: LA DISPUTA METODOLÓGI- CA.—IV. EL JUICIO PRUDENCIAL COMO LEGADO DE LA TRADI- CIÓN: 1. Verdad práctica y juicio prudencial: A) La verdad * Intervención en las I Jornadas sobre Argumentación Jurídica: «Rehabili- tación de la razón práctica. En torno a dos aniversarios», Universidad de Valen- cia, 21 de noviembre de 2003. (Salón de Actos del Colegio Notarial de Valencia). Anuario de Derechos Humanos. Nueva Época. Vol. 5. 2004 (689-754)

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Verdad, método y conocimiento práctico.(Sobre las relaciones entre argumentacióny juicio prudencial)*

Alberto Montoro BallesterosCatedrático de Filosofía del Derecho.Universidad de Murcia

SUMARIO: I. CONOCIMIENTO Y VERDAD: 1. Conocer y entender. 2. Laverdad y sus clases: A) Noción de verdad. B) Clases de ver-dad: a) La verdad según el perfil temático de la Filosofía.b) La verdad según la finalidad del saber: Saber teórico ySaber práctico. c) Límites y grados del saber. 3. Vías de ac-ceso al conocimiento de la verdad: A) La revelación. B) Eldescubrimiento. C) La construcción: a) Conocimiento deun todo a partir de sus partes. b) Construcción de la ver-dad a partir de tesis contrapuestas. D) Significación delconsenso: Relaciones entre consenso y verdad.—II. VER-DAD Y MÉTODO: 1. Noción y funciones del método. 2. El plu-ralismo metodológico: A) Objeto de conocimiento y método.B) Finalidad del conocimiento y método. 3. Corrección yverdad del conocimiento. Límites del método: A) Razona-miento correcto y conocimiento verdadero. B) Límites delmétodo: método y verdad. 4. Incidencia del objeto de cono-cimiento en las funciones y métodos del razonamiento:A) El razonamiento y sus funciones: a) La demostración.b) La persuasión. B) Conocimiento probable y métodos deargumentación: a) La dialéctica. b) La retórica: 1º. Noción.2º. Caracterización. 3º. Clases.—III. LA VERDAD PRÁCTICA Y

EL PROBLEMA DE SU CONOCIMIENTO: LA DISPUTA METODOLÓGI-CA.—IV. EL JUICIO PRUDENCIAL COMO LEGADO DE LA TRADI-CIÓN: 1. Verdad práctica y juicio prudencial: A) La verdad

* Intervención en las I Jornadas sobre Argumentación Jurídica: «Rehabili-tación de la razón práctica. En torno a dos aniversarios», Universidad de Valen-cia, 21 de noviembre de 2003. (Salón de Actos del Colegio Notarial de Valencia).

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práctica como resultado del juicio prudencial. B) Estructu-ra y dinámica del juicio prudencial: a) El momento intelec-tual: 1º. La fase cognoscitiva. 2º. La fase deliberativa. b) Elmomento volitivo. C) Sujetos y ámbitos del juicio pruden-cial. 2. Especial referencia a la prudencia en el Derecho:A) La prudencia en el Derecho: Origen y sentido de la ideade jurisprudencia. B) Prudencia jurídica y vida del Dere-cho: a) Prudencia jurídica y creación del Derecho. b) Pru-dencia jurídica y aplicación del Derecho. 3. Sobre el decli-nar y olvido de la prudencia en el conocimiento práctico:A) Desnaturalización y olvido de la prudencia en la Moral:a) La degradación de la prudencia en astucia. b) El racio-nalismo y la aparición del «casuísmo» en la Moral. c) Larevolución Kantiana en el mundo ético. d) El nacimientode la «ética de la situación». B. Desnaturalización y olvidode la prudencia en la Política: a) El nacimiento de la ideade «razón de Estado». b) La concepción racionalista ymecánica del orden político. c) La irrupción de la Weltans-chauung del marxismo. d) La aparición del fenómeno de la«tecnocracia». C) Desnaturalización y olvido de la pruden-cia en el Derecho: a) El giro de la prudencia hacia la buro-cratización. b) La irrupción del voluntarismo en la concep-ción del Derecho. c) Del Derecho natural racionalista alpositivismo jurídico legalista.—V. LA ALTERNATIVA METO-DOLÓGICA ACTUAL: LA ÉTICA DISCURSIVA: 1. Contexto históri-co. 2. La Ética discursiva como ensayo de rehabilitación dela «razón práctica»: A) Supuestos. B) Objeto y método:a) Desplazamiento de la idea de «verdad práctica» por la«corrección». b) El principio de «universalización» comofundamento de la validez de la norma. C) Consideracionescríticas.—VI. REIVINDICACIÓN Y RETORNO AL JUICIO PRUDEN-CIAL: 1. Necesidad del discurso para el conocimiento prác-tico: Razones y límites. 2. El discurso como momento deljuicio prudencial. 3. La verdad práctica como resultado deljuicio prudencial: La necesaria reivindicación y retorno alprudencialismo.

I. CONOCIMIENTO Y VERDAD

1. Conocer y entender

El conocimiento supone la captación o aprehensión deun objeto (de una realidad objetiva) por parte de un sujeto;

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esto es, la presencia del objeto que es conocido en el sujetoque lo conoce.

Esa presencia del objeto en el sujeto puede tener lugarpor una doble vía: por vía sensorial, y en este caso habla-mos de sensación (captación de objetos y estímulos exter-nos por nuestros sentidos), y por vía racional, y entoncesempleamos términos como percepción, comprensión, etc.Por comprensión se entiende la actividad racional que se-lecciona, ordena e interpreta nuestras sensaciones. Ello eslo que significa la palabra entender. Mientras que los sen-tidos sienten, la razón entiende, comprende1.

Lo propio del conocimiento racional, del entender, es lacomprensión de la realidad en cuanto tal. El entender (dein-tendere: tender hacia...) implica posesión intencional,intelectual (no material o física) del objeto conocido (en-tendido) por parte del sujeto que conoce, que entiende, dis-tinguiendo en él, mediante la abstracción, lo esencial de loaccidental.

Esta facultad de entender es la que permite a la razónel acceso a la verdad: El conocimiento de la verdad2.

2. La verdad y sus clases

A) Noción de verdad

La verdad significa, ante todo, adecuación, conformi-dad, ajuste o correspondencia de la inteligencia (de lo quese piensa o se dice) con la realidad.

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1 HEIDEGGER, M.: ¿Qué quiere decir pensar? en «Conferencias y artículos»,trad. esp. de E. Barjan, ODÓS, Barcelona, 1994, pp. 113 y ss.; GADAMER, H. G.:Verdad y método, T. I, trad. esp. de A. Agud Aparicio y R. Agapito, 5ª. ed. Ed. Sí-gueme, Salamanca, 1993; T. II, trad. de M. Olasagasti, 1ª. ed. Ed. Sígueme, Sa-lamanca, 1992. Consúltese índice analítico de ambos tomos; MILLÁN PUELLES, A.:Verdad del conocimiento en «Léxico filosófico», Ed. Rialp, Madrid, 1984, pp. 588y 589; ZUBIRI, X.: Naturaleza, Historia, Dios, 7ª. ed. Ed. Nacional, Madrid, 1978,pp. 41 y ss.

2 Suele distinguirse entre conocimiento verdadero y conocimiento falso(error). Cabe advertir al respecto que, en rigor, el único conocimiento es el verda-dero. El denominado conocimiento falso no es conocimiento sino desconocimiento.

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Dicho ajuste o correspondencia del intelecto con la rea-lidad presupone como condición previa el descubrimientoy contemplación de la realidad. Ello es lo que significa eltérmino griego aletheia (verdad) que constituye el resulta-do de la acción de descubrir, de quitar el velo (alethe) quecubre u oculta la realidad haciéndonosla patente y permi-tiendo contemplarla en la plenitud de su desnudez3.

B) Clases de verdad

Aparte de la noción de verdad que hemos anticipadoha de advertirse que la verdad es un término polisémicomediante el cual se designan cosas diferentes. Las dife-rentes acepciones o sentidos de la verdad están en fun-ción de la perspectiva o punto de vista desde el cual se es-tudia el conocimiento y la verdad como objeto del mismo.Así tenemos:

a) La verdad según el perfil temático de la Filosofía

Desde esta perspectiva tenemos tres acepciones o senti-dos de la verdad: el ontológico, el lógico y el ético o moral.

1. La verdad ontológica reside en la realidad misma yconsiste, como es sabido, en la propiedad trascendental dedicha realidad que permite que ella «pueda ser conocida»,«entendida», por la razón. Se trata pues de la inteligibili-dad de las cosas, de su capacidad para ser captada por elintelecto y conocida por él.

2. La verdad lógica —que presupone la verdad ontoló-gica (esto es, que el ser, que la realidad pueda ser conoci-da, entendida)— radica, como ya adelantamos, en la ade-

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3 HEIDEGGER, M.: Aletheia (Heráclito, fragmento 16), en «Conferencias y artí-culos», op. cit., pp. 224 y ss.; De la esencia de la verdad, (1930), «Hitos» (Weg-marken), trad. esp. de H. Cortés y A. Leyte, Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp.151 y ss.; GADAMER H. G.: Qué es la Verdad?, en «Verdad y método», T. II, op. cit.,pp. 51 y ss.; ZUBIRI, X.: Naturaleza, Historia, Dios, op. cit., pp. 13 y ss.; MILLÁN

PUELLES, A.: op. cit., pp. 583 y ss.

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cuación del entendimiento con la realidad (adaequatio in-tellectus cum re). Esto es, la verdad lógica consiste en lacorrespondencia o ajuste entre lo que el entendimientopiensa acerca de «algo» y lo que ese «algo» es. Este sentidode la verdad es el que en el ámbito de las ciencias nos per-mite distinguir entre leyes o enunciados verdaderos o fal-sos. Así decimos que un ley científica (matemática, física,etc.) es válida, verdadera, cuando lo que enuncia coincidecon lo que acontece en el mundo físico natural.

La verdad lógica implica coherencia en el razonamientopero no puede reducirse a la coherencia del pensar. La ver-dad lógica no puede quedar suspendida en el vacío de la co-rrección formal del pensamiento; de la coherencia internadel pensar, sino que exige que dicha coherencia se sustenteen la realidad de un objeto. El pensar no es algo que se decon independencia del objeto (siempre se piensa sobre algo)de ahí que la verdad lógica exija correspondencia, coheren-cia, entre lo que se piensa y los objetos pensados4.

3. La verdad ética implica la verdad lógica en cuantoajuste del pensar con el ser. Su especificidad radica en quedicha verdad no pertenece ya al ámbito del conocimientoteórico sino al plano de la razón práctica. En dicho planola realidad a la que ha de ajustarse el conocimiento, en or-den a dirigir el obrar, es la constituida por el bien, por losvalores éticos (bien y justicia, etc.) de acuerdo con el pri-mer principio de la razón práctica: «hay que hacer el bieny evitar el mal». Por ello explica Aristóteles que en el or-den práctico la verdad del obrar consiste en el «acuerdocon el recto deseo»5.

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4 MILLÁN PUELLES, A.: op. cit., pp. 584, 585, 589 y 590.5 Escribe Aristóteles: «Tres cosas son en el alma las que rigen la acción y la

verdad: la sensación, el entendimiento y el deseo. De ellas la sensación no esprincipio de acción alguna, y esto resulta claro por el hecho que los animales tie-nen sensación, pero no participan de la acción. Lo que en el pensamiento son la‘afirmación y la negación’, son en el deseo la persecución y la huida; de modoque, puesto que la virtud moral es una disposición relativa a la elección y laelección es un deseo deliberado, el razonamiento tiene que ser verdadero y el de-seo recto para que la elección sea buena, y tiene que ser lo mismo lo que la razóndiga y lo que el deseo persiga. Esta clase de entendimiento y de verdad es prác-

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b) La verdad según la finalidad del saber

El hombre, en cuanto ser racional tiene «por naturalezael deseo de saber» (de conocer la verdad)6. Ese natural de-seo de saber, de conocer la verdad, se manifiesta funda-mentalmente de dos formas con acuerdo con la finalidad ytipo de verdad perseguidos por el conocimiento. En estesentido se ha distinguido desde la antigüedad entre el sa-ber especulativo cuyo objeto es la verdad lógica o teoría yel saber práctico que se ocupa de dirigir tanto el hacer(técnica) como el obrar (ética) y tiene como meta el descu-brimiento de la verdad práctica.

1. El saber especulativo o teórico es aquél que tiene porfinalidad el descubrimiento de la verdad lógica, sucontemplación y descripción. Se trata del saber desin-teresado propio de la filosofía y de las ciencias que selimitan a buscar la respuesta a la pregunta ¿Qué esesto? y que encuentra su fin último en el mero saber(«saber por saber»), sin plantearse nunca el problemade qué utilidad o aprovechamiento tiene ese conoci-miento; para qué sirve ello7. El conocimiento especu-lativo tiene como tarea el descubrimiento de la ver-dad teórica que se identifica con la verdad lógica.

2. El saber práctico es un saber orientado a la acción ycuyo objeto consiste en dirigir el hacer o el obrar hu-manos. En el ámbito del hacer (facere) la acción hu-

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tica. Del entendimiento teorético y no práctico ni creador, el bien y el mal, sonrespectivamente, la verdad y la falsedad (pues en esto consiste la operación detodo lo intelectual), mientras que el bien de la parte intelectual pero práctica es‘la verdad que está de acuerdo con el deseo recto». ARISTÓTELES: Ética a Nicóma-co, Lib. VI, cap. 2, 1139b. Véase también MARITAIN, J.: Las nociones preliminaresde la Filosofía Moral, trad. esp. de M. M. Bergadá, Biblioteca Argentina de Filo-sofía, Club de Lectores, Buenos Aires, 1966; MILLAN PUELLES, A.: op. cit., p. 584;FERNÁNDEZ-CARVAJAL, R.: Sabiduría y Ciencias del hombre, Discurso leído el día17 de octubre d 1995, en el acto de recepción como Académico de Número en la«Real Academia de Ciencias Morales y Políticas», Madrid, 1995, p. 23.

6 ARISTÓTELES: Metafísica, Lib. I, cap. 1; PLATÓN: Apología de Sócrates, 37y 38a.

7 MARITAIN, J.: Distinguir para unir o los grados del saber, trad. esp. de A.Frossard, Ed. Club de Lectores, Buenos Aires, 1968, en especial pp. 489 y ss. y731 a 736. En lo sucesivo esta obra se citará con el título Los grados del saber.

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mana busca la perfección de un objeto, exterior alhombre, mediante la incorporación al mismo de unvalor que convierte a dicho objeto en algo valioso. Di-cho valor puede consistir en la utilidad (técnica), enla belleza (arte), etc.

En el primer supuesto el saber práctico encuentra suespecífico tipo de verdad en la «verdad técnica» cuyo plenosentido lo encuentra en su referencia a la utilidad (utilita-rismo, pragmatismo). Así un conocimiento será verdaderosi tiene, como resultado, el éxito, la eficacia. En caso con-trario, será falso.

En relación con el arte podría hablarse, al menos ensentido metafórico, de una «verdad artística», en conexióndirecta con la verdad ontológica, para designar el acto dela materialización y concreción del valor de la belleza en elser en que consiste la obra de arte. En dicho contextohabría que entender expresiones del tipo, este cuadro,esta escultura son una «verdadera obra de arte».

En el ámbito del obrar (agere) la acción humana buscala perfección del propio sujeto que actúa a través de la re-alización de los valores éticos (bien, justicia y demás virtu-des). En este supuesto se habla con toda propiedad de«verdad ética» o «verdad moral»8.

C) Límites y grados del saber

La facultad humana de conocer no es absoluta sino li-mitada. En este sentido dice Millán Puelles: «La adecua-ción de nuestro entendimiento a la realidad por él captadaes siempre incompleta, relativa, porque dada la limitaciónde nuestro espíritu, no podemos captar la totalidad de losaspectos de lo que en cada uno de los casos se nos hace pa-tente»9. Nuestra capacidad de conocer encuentra dos lími-tes, subjetivo uno y objetivo otro.

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8 Ibid. pp. 56 y ss., 490, 492 a 494 y 730 a 736. En relación con los textos co-rrespondientes a las notas 7 y 8 véase ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, Lib. VI,cap. 2, 1139b.

9 Op. cit., p. 591.

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El límite subjetivo está constituido por la propia facul-tad de nuestra razón o intelecto —limitada siempre—para conocer; para «acabar-de-entender» la realidad.

El límite objetivo encuentra su fundamento en la resis-tencia o dificultad que entrañan las cosas para ser desve-ladas por el hombre y «ser-entendidas» por la razón10. Lasdiferentes cosas no se dejan conocer (no permiten ser co-nocidas) de la misma forma o modo, ni en el mismo grado.

La existencia de los citados límites explica que la certe-za del conocimiento, y con ella el grado de verdad que larazón puede alcanzar, puede no ser la misma, por ejemplo,en el ámbito de las ciencias positivas (Matemática, Física,Química, etc.) que en el de las denominadas ciencias prác-ticas (Moral, Política, Derecho, etc.). Consistiendo la ver-dad en la adecuación del entendimiento con la realidad ycomo esa adecuación no puede realizarse siempre (porrazón de los límites del conocimiento y la naturaleza delas cosas) de la misma forma y en el mismo grado, ello ex-plica que el conocimiento, y con él la verdad, se nos pre-senten bajo formas diferentes a través de un proceso queva desde la ignorancia o el error (falso conocimiento o des-conocimiento) a la certeza. Se trata de un proceso gradualque conoce como momentos intermedios la duda, la opi-nión, o probabilidad y que culmina en la certeza.

La duda (dubitatio) consiste en la perplejidad o vacila-ción ante dos o más ideas o juicios contradictorios, sin de-cidirse por ninguno de ellos y con la sospecha de que algu-no de ellos podría ser verdadero.

La opinión (doxa) es un saber inseguro o probable queversa sobre realidades contingentes y fundado en razonesde orden prudencial o simplemente estadísticas.

La certeza (episteme) hace referencia a un conocimientoseguro caracterizado por la clara y firme adhesión a unaidea o juicio cuya verdad aparece garantizada mediante laevidencia, la demostración o algún otro de los criterios deverdad admitidos. Esto es, se trata de un saber buscado y

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10 Ibid. pp. 584, 591 y ss. Sobre los límites del conocimiento de la verdadvéase GADAMER, H. G.: Qué es la verdad?, op. cit., pp. 57 y 58.

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fundamentado mediante un método válido que garantizasu certeza.

3. Vías de acceso al conocimiento de la verdad

El conocimiento de la verdad (en cuanto adecuación delintelecto con la cosa) es algo que puede alcanzarse median-te vías o procedimientos diferentes. Entre ellos se encuen-tran la revelación, el descubrimiento y la construcción.

A) La revelación

La revelación consiste en la manifestación o participa-ción de la verdad hecha a alguien por parte de quien laconoce.

B) El descubrimiento

Consiste en el proceso intelectual mediante el cual sedesvela o saca a la luz la verdad (aletheia), algo objetivo,preexistente, que estaba oculto y por ello era desconocidoy se formula en términos racionales. A esta especie perte-necen, por ejemplo, los principios y leyes del mundo físico-natural descubiertos y formulados por Galileo, Copérnico,Newton, etc.

C) La construcción

En otros supuestos la verdad se nos presenta como re-sultado o producto de un proceso de «construcción racional»que puede tener lugar de diversas formas. Así tenemos:

a) Conocimiento de un todo a partir de sus partes

Dice Aristóteles que «el estudio de la verdad es difícilen un sentido y fácil en otro. Prueba de ello es —dice—

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que nadie puede alcanzar completamente la verdad, ni es-tar falto de ella de manera absoluta. Cada filósofo —aña-de Aristóteles— explica algo sobre la naturaleza; lo quecada cual añade en particular al conocimiento de la ver-dad no es nada, sin duda, o muy poca cosa, pero el conjun-to de todas las ideas produce fecundos resultados»11.

De acuerdo con esta idea tenemos el hecho obvio de quenadie conoce la verdad en su plenitud, de un modo absolu-to, pero también hay que contar con la circunstancia deque nadie puede ser tan ignorante que no conozca algo dela verdad.

Esas partes de la verdad que todo el mundo conoce pue-den ser coincidentes, complementarias o diferentes. Deahí que sea posible a través del diálogo y la comunicaciónde lo que cada uno conoce de la verdad llegar —como suce-de en la construcción de un puzzle— a la integración deuna verdad superior a la constituida por la parte de ver-dad que cada uno de los individuos posee. Esto es lo quesucede, por ejemplo, en las investigaciones arqueológicasy, en general, en el estudio, reconstrucción y explicación delos hechos históricos a partir de sus diferentes fuentes deconocimiento.

b) Construcción de la verdada partir de tesis contrapuestas

En este supuesto la verdad es el resultado de un proce-so dialéctico en donde a través de la contraposición y cho-que de ideas (en todo o en parte) opuestas, en el diálogo ola discusión, dichas ideas se van depurando, conciliando eintegrando hasta alcanzar ser fijadas en una síntesis queposee la significación de la verdad o, al menos, de ciertaverdad. Como es sabido el proceso dialéctico que permiteel acceso a la verdad aparece así articulado en los mo-mentos constituidos por la tesis, la antítesis y la síntesis.

A este tipo de construcción de la verdad pertenece laverdad procesal que fija la sentencia judicial. En el proce-

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11 ARISTÓTELES: Metafísica, Lib. II, cap. I.

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so la verdad es el resultado de una construcción dialécticaque lleva a cabo el juez a partir de:

1. Las alegaciones contradictorias de las partes que in-tervienen en el proceso.

2. La constatación y valoración de los diferentes tiposde pruebas practicadas.

3. Las indagaciones que el propio juez puede llevar acabo, dentro de los límites permitidos por la ley, parael esclarecimiento de los hechos.

Aquí las alegaciones de las partes y las pruebas porellas propuestas constituirían los momentos de la tesis yla antítesis. La decisión judicial, que a través de la valora-ción de lo actuado, concluye el proceso representaría elmomento de la síntesis.

El carácter dialéctico de la dinámica del proceso y de laconstrucción de la verdad procesal se hace más evidenteen aquellos supuestos en los que el órgano judicial que de-cide no es unipersonal sino colegiado. En este caso la deci-sión es el resultado de la deliberación (que implica argu-mentación y discusión) y votación de los diferentes miem-bros del Tribunal.

D) Significación del consenso:Relaciones entre consenso y verdad

En relación con la idea de verdad como construcciónaparece la noción de consenso. El consenso hace referen-cia al acuerdo o conformidad mutuos respecto de algo ob-tenido por personas que profesan ideas u opiniones dis-tintas mediante la vía racional del diálogo. La idea deconsenso implica pues un acuerdo racional entre una plu-ralidad de personas alcanzado a través de la discusión,del diálogo.

Ese acuerdo que supone el consenso posee la significa-ción, el valor de lo verdadero, pero ello no debe llevarnosal extravío de pensar que la verdad es fruto del consenso.

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En rigor las cosas no son así. En este sentido hay que ad-vertir:

1. La verdad no es nunca producto o resultado del con-senso. El consenso nunca puede ser fundamento dela verdad.

2. Mas bien sucede lo contrario: El consenso se funda-menta y deriva de la verdad descubierta y elucidadamediante el diálogo riguroso y sereno. El consensopues no crea la verdad sino que es la verdad la quehace posible y fundamenta el consenso.

II. VERDAD Y MÉTODO

1. Noción y funciones del método

En su acepción etimológica el término método (meta yòdós) designa el camino o procedimiento que ha de reco-rrer el razonamiento para acceder al descubrimiento de laverdad.

El método implica una serie de tareas, principios y re-glas (inducción, deducción, análisis, síntesis, etc.) cuya ob-servancia garantiza la corrección del razonamiento y, ensu caso, la veracidad del conocimiento obtenido mediantedicho método.

2. El pluralismo metodológico

La verdad hace referencia a algo objetivo, que «existeen sí» y que puede ser descubierto, aprehendido, compren-dido y formulado en términos lógicos por nuestra razón.Es tarea del método guiar el discurso racional en su tareade encontrar, fijar y definir la verdad.

El método tiene pues una función instrumental cuyaeficacia depende, entre otras cosas, de la validez científicadel mismo; de la adecuación del método al objeto que sepretende conocer y a la finalidad que se persigue mediantedicho conocimiento.

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A) Objeto de conocimiento y método

El conocimiento de la verdad depende, en primer lugar,de la adecuación del método al objeto, Cada objeto, en fun-ción de su específica naturaleza y de la medida o grado enque permite o es susceptible de ser conocido, exige la utili-zación de un determinado método. De ahí que los métodossean diferentes según se trate de un objeto cuyo conoci-miento pueda ser cierto o sólo probable12. Es más, en elámbito del conocimiento cierto cada ciencia exige, en fun-ción de sus objetos material y formal, unos específicos mé-todos de investigación.

B) Finalidad del conocimiento y método

La adecuación del método depende no sólo de la especí-fica naturaleza del objeto que se pretende conocer sinotambién de la finalidad perseguida por el conocimiento.En este sentido es relevante la distinción entre conoci-miento teórico y práctico.

Mientras que el conocimiento teórico cuyo arquetipo esla Ciencia, se sirve de unos métodos (dialéctica o argu-mentación científica) que garantizan la certeza o, en todocaso, la verosimilitud de sus tesis o proposiciones, siendogeneralmente demostrables13, el conocimiento práctico quees aquél que tiene como fin dirigir rectamente el hacer o elobrar, carece de esa garantía de certeza14. El conocimientopráctico encuentra —por lo que a nuestros estudios se re-fiere— sus específicos objetos en los ámbitos de la Moral,la Política y el Derecho.

Se trata aquí de una materia que por su naturaleza nopuede ser objeto de conocimiento cierto sino sólo probable.En función de ello los métodos adecuados son, como luegose verá, los propios de la argumentación práctica cuya fi-

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12 Ibid. Lib. II, cap. 3. Vid. FERNÁNDEZ-CARVAJAL, R.: op. cit., p. 28.13 BOCHENSKI, I. M.: Los métodos actuales del pensamiento, trad. esp. de R.

Drubis Baldrich, 16ª. ed. Ed. Rialp, Madrid, 1988, pp. 28 y ss.14 Ibid. p. 29.

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nalidad no es la demostración sino la persuasión medianteel razonamiento dialéctico, retórico o en última instanciamediante el consejo prudencial fundado en la sabiduría15.

3. Corrección y verdad del conocimiento.Límites del método

A) Razonamiento correcto y conocimiento verdadero

Todo conocimiento implica dos dimensiones, una mate-rial y otra formal.

La dimensión material hace referencia al objeto o rea-lidad sobre lo que versa el conocimiento (a la realidad a laque el intelecto se adecua para comprenderla y explicar-la) y al hecho de que ese conocimiento sea verdadero ofalso.

La dimensión formal aparece referida a la corrección ló-gica del pensamiento (concepto, juicio, razonamiento...)mediante el cual se alcanza el conocimiento y puede trans-mitirse a los demás.

Ahora bien, la corrección formal del pensamiento, y enespecial del razonamiento, no garantiza la veracidad delmismo. Un razonamiento puede ser correcto desde el pun-to de vista lógico y metodológico (esto es, ajustado a losprincipios y reglas de la lógica y la metodología) y en rela-ción con su contenido puede ser materialmente falso. Tales el caso del sofisma.

El conocimiento verdadero implica dos cosas: De unlado, y desde el punto de vista material, la adecuación delintelecto y del método con la cosa que se pretende conocer.El momento material del conocimiento culmina en la apre-hensión intelectual de la cosa u objeto de conocimientoque llamamos concepto y que debe ser expresión de la ver-dad lógica.

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15 GADAMER, H. G.: Problemas de la razón práctica, (1980), en «Verdad y Mé-todo», T. II, op. cit., p. 309; FERNÁNDEZ-CARVAJAL, R.: op. cit., pp. 14, 15, 27 y ss.,37 y ss.

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De otro lado, y desde el punto de vista formal, la correc-ción y el rigor del razonamiento a través del cual se depu-ra y fija la verdad formulándola en conceptos lógicos, jui-cios y proposiciones verdaderas.

Dichos conceptos, juicios y proposiciones, en la medidaen que sean verdaderos, constituyen el punto de partidade ulteriores razonamientos mediante los cuales se ob-tendrán, como conclusión, nuevas verdades.

El conocimiento verdadero implica pues verdad en sucontenido y, como garantía de esa verdad, la certeza que leproporciona la corrección lógica y metodológica al razona-miento mediante el cual se ha obtenido dicho conocimientoverdadero.

B) Límites del método: método y verdad

Método y razonamiento tienen una significación pura-mente formal, técnica, instrumental. El método, por símismo, no crea la verdad (no puede descubrir o articularla verdad). La función del método se limita a dirigir, ayu-dar y potenciar el proceso del pensamiento que se proponecomo fin la indagación, la búsqueda de la verdad, permi-tiendo y contribuyendo, eso sí, a su encuentro y formula-ción. A este respecto explica Gadamer: «El ideal del cono-cimiento perfilado por el concepto de método consiste enrecorrer una vía de conocimiento tan reflexivamente quesiempre sea posible repetirla. Métodos significa —añadeGadamer— “camino para ir en busca de algo”. Lo metódi-co —dice— es poder recorrer de nuevo el camino andado ytal es el modo de proceder de la ciencia»16.

A la vista de lo que antecede tenemos que la adecuacióndel método al objeto y la corrección formal del razona-miento no garantizan por sí mismas la verdad del conoci-miento. El método adecuado y el razonamiento correctosólo pueden garantizar la posibilidad del acceso a la ver-

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 703

16 GADAMER, H. G: ¿Qué es la verdad?, op. cit., p. 54.

Page 16: Verdad, método y conocimiento práctico.

dad cuando el pensamiento tenga como base y fundamen-to determinadas premisas.

La verdad del pensamiento depende, así pues y en pri-mer lugar, no del método y de la corrección formal del ra-zonamiento sino, ante todo, de la verdad y certidumbre delas premisas de las que ese pensamiento parte y en lascuales se fundamenta el conocimiento. Así, utilizandosiempre el método adecuado y el razonamiento correcto,tendremos:

a) Si la premisa de la que se parte es falsa la conduc-ción que se extraiga no podrá ser verdadera sino fal-sa también.

b) Si la premisa es probable la conclusión sólo podráser lógicamente probable.

c) Si la premisa es verdadera y cierta la conclusióntambién lo será. La Ciencia y el progreso del pensa-miento se fundamentan en la verdad de las premi-sas y en el rigor lógico del razonamiento.

En conclusión, el método sólo hará posible el alum-bramiento de la verdad si parte de premisas verdaderas.La verdad del conocimiento depende ante todo de la ve-racidad y certidumbre de las ideas y premisas (princi-pios, axiomas, conceptos, juicios...) que constituyen labase y el punto de partida del razonamiento. Luego, elrigor técnico, método lógico, del razonamiento en el tra-tamiento de esas ideas hará posible y garantizará lamás perfecta depuración, fijación y formulación de laverdad.

4. Incidencia del objeto de conocimiento en lasfunciones y métodos del razonamiento

A) El razonamiento y sus funciones

Se entiende por razonamiento la conexión lógica entrevarios juicios o proposiciones que permite llegar a unaconclusión que se presenta intelectualmente como necesa-

704 ALBERTO MONTORO BALLESTEROS

Page 17: Verdad, método y conocimiento práctico.

ria o posible. La fuerza lógica del razonamiento —y susposibles funciones— dependen directamente del grado decerteza que es posible alcanzar en relación con el conoci-miento de algo. Desde estos supuestos tenemos que el dis-curso racional puede tener como finalidad al menos dosfunciones básicas: la demostración y la persuasión.

a) La demostración

La demostración sólo es posible en el ámbito de las ma-terias susceptibles de un conocimiento cierto (matemática,física, etc.). La demostración consiste en la operación inte-lectual o razonamiento mediante el cual se muestra conevidencia racional (de forma rigurosa, clara y segura) laverdad de una proposición o tesis. Mediante la demostra-ción se hace patente, cierta, una verdad que antes estabaoculta.

b) La persuasión

A diferencia de la demostración, mediante la cual semuestra de forma evidente y segura la verdad de algo, lapersuasión —al versar sobre cuestiones que no son sus-ceptibles de un conocimiento cierto sino probable— supo-ne una actividad intelectual, lógicamente correcta ensentido amplio, que mostrando razones o argumentos dediferentes naturaleza y fuerza de convicción, tiene porobjeto inducir, mover a un sujeto a creer, aceptar o a ha-cer algo. De ahí que, en este supuesto, hablemos de argu-mentación.

La argumentación al operar en el ámbito del conoci-miento probable tiene como finalidad básica lapersuasión. Tal es lo que sucede en los órdenes de la Ética,la Política y el Derecho17.

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17 MARITAIN, J.: El orden de los conceptos, T. I, Lógica menor (Lógica formal),trad. esp. de G. Motteau de Buedo, Biblioteca Argentina de Filosofía, Buenos Ai-res, 1963, pp. 24 y 26; PERELMAN, CH.: La Lógica jurídica y la Nueva Retórica,trad. esp. de L. Díez-Picazo, Ed. Civitas, Madrid, 1979, pp. 165 y 166.

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B) Conocimiento probable y métodos de argumentación

Desde la Antigüedad, y por oposición a lo que Aristóte-les denominó razonamiento analítico (apodíctico) que es elque parte de premisas necesarias o verdaderas y es el pro-pio de la ciencia18, los razonamientos que tienen por objetocuestiones respecto de las cuales sólo cabe un conocimien-to probable (Moral, Derecho, Política...) se conocen con elnombre de argumentación. A diferencia del razonamientoanalítico, cuyo objeto es la demostración, la argumenta-ción tiene como tarea convencer, persuadir, a otro de lasrazones de diferente peso que existen a favor o en contrade una determinada tesis u opción. Su finalidad pues,como se ha dicho, no es la demostración de algo sino lapersuasión acerca de algo.

Mientras que la demostración es necesaria la argumen-tación —con independencia de que pueda ser más o me-nos convincente— nunca lo es19. Desde Platón y Aristóte-les la argumentación revistió dos formas: la dialéctica y laretórica.

a) La dialéctica

La dialéctica tiene su origen en el diálogo socrático yconsiste en una técnica de razonamiento cuya finalidad esbuscar la verdad mediante la discusión o confrontación deideas u opiniones, diferentes, opuestas (total o parcial-mente) o complementarias.

Históricamente el razonamiento dialéctico se integró através de los momentos metodológicos constituidos por la

706 ALBERTO MONTORO BALLESTEROS

18 Como explica PERELMAN: «los razonamientos analíticos son aquellos queparten de premisas necesarias o, por lo menos, indiscutiblemente verdaderas yconducen, gracias a inferencias válidas, a conclusiones igualmente necesarias overdaderas. Los razonamientos analíticos transfieren la necesidad o la veraci-dad de las premisas a la conclusión. Es imposible que la conclusión no sea ver-dadera si se razona correctamente a partir de unas premisas verdaderas». Op.cit., pp. 9 y 10.

19 MONTORO BALLESTEROS, A.: Aproximación al estudio de la Lógica jurídica,Secretariado de Publicaciones, Universidad de Murcia, Murcia, 1986, pp. 52, 53y 66.

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mayéutica (Sócrates), la dialéctica (Platón), la lógica(Aristóteles) y la disputa medieval, entendida como con-traposición de opiniones diferentes (La Escolástica). La es-colástica, indica García Morente, completó «el método dela prueba, el método del silogismo con una especie de revi-viscencia de la dialéctica platónica. El método que siguenlos filósofos de la Edad Media no es solamente, como enAristóteles, la deducción, la intuición racional, sino queademás es la contraposición de opiniones divergentes»(disputa) (...lo importante del método medieval —añadeGarcía Morente—) consiste principalmente en el ejercicioracional, discursivo; en la dialéctica, en el discurso, en lacontraposición de opiniones; en la discusión de los filósofosentre sí o del filósofo consigo mismo»20.

Momentos esenciales del razonamiento dialéctico sonlos constituidos por la tesis, la antítesis y la síntesis. Es-tas son, según Hegel, el eje en torno al cual gira el razo-nar, el pensar, y, al mismo tiempo, las fuerzas que impul-san su génesis y desarrollo21.

La dialéctica en cuanto tal, aun cuando responde a re-glas lógicas (no a leyes lógicas)22, es disputa y no ciencia,probabilidad y no certidumbre. Por eso, para Aristóteles,la dialéctica no era un instrumento de ciencia sino de opi-nión, de discusión, pues su objeto y sus premisas no sonciertas sino probables o contingentes. Por ello el razona-miento dialéctico (entimema o silogismo dialéctico) no po-see fuerza demostrativa quedando reducida en virtualidada la posibilidad de alcanzar conclusiones plausibles, razo-nables23.

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 707

20 GARCÍA MORENTE, M.: Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemasfilosóficos (en colaboración con J. Zaragüeta Bengoechea) 5ª. ed. Ed. Espasa-Cal-pe, Madrid, 1960, p. 30. Véanse las pp. 25 a 30.

21 Ibid. p. 296.22 Vid. BOCHENSKI, I. M.: op. cit., pp. 139 y ss.; KALINOWSKI, G.: Introducción

a la Lógica jurídica, (Elementos de Semiótica jurídica, Lógica de las normas yLógica jurídica), trad. esp. de J. A. Casaubon, Editorial Universitaria de BuenosAires, Buenos Aires, 1973, pp. 5 y ss. 7 y ss.

23 ARISTÓTELES: Primeros Analíticos, Lib. II, cap. 27,3; Tópicos, Lib. I, cap.1,5; Veáse también MONTORO BALLESTEROS, A.: op. cit., pp. 64 y ss.

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La dialéctica, pues, constituye un instrumento interme-diario entre la analítica (Ciencia) y la retórica, diferen-ciándose de aquélla, insistimos, en que su finalidad no esobtener verdades científicas, necesarias, demostrables,sino alcanzar unas conclusiones probables, plausibles24.

Desde su específica posición entre la analítica y la retó-rica el razonamiento dialéctico aparece caracterizado porlos siguientes rasgos:

a) Parte de premisas inciertas, probables (problemáti-cas).

b) La investigación exige ser realizada por varias per-sonas mediante el diálogo, el contraste de opinionesy presupone un auditorio cualificado, de especialis-tas, toda vez que dicho razonamiento parte de lasopiniones de los entendidos (endoxa).

c) La discusión se lleva a cabo a través de razonamien-tos rigurosos, incluyendo en algunos momentos ra-zonamientos deductivos (silogismo dialéctico aris-totélico) lo cual presupone una cualificación intelec-tual de los interlocutores.

d) El razonamiento dialéctico ocupa un lugar interme-dio, como ya se ha apuntado, entre el discursocientífico y el retórico. La dialéctica busca la verdadpretendiendo alcanzar conclusiones de validez gene-ral, aunque dichas conclusiones nunca poseen carác-ter demostrativo sino meramente probable.

e) La dialéctica pretende persuadir a un auditorio cua-lificado utilizando «tópicos específicos» o propios ysirviéndose de un razonamiento ajustado a reglaslógicas (no a leyes lógicas)25.

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24 MONTORO BALLESTEROS, A.: op. cit., pp. 65. Véase la bibliografía citada alrespecto.

25 VILLEY, M.: Philosophie du Droit, T. II, (Les moyens du Droit), Ed. Dalloz,Paris, 1979, pp. 55 a 59, 65 y ss.; Modes classiques d’interpretation du Droit, en«Archives de Philosophie du Droit», T. XVII, 1972, pp. 77, 81 y 85; MONTORO BA-LLESTEROS, A.: op. cit., pp. 66 a 70, 127 y ss. Sobre este tema véase también ellibro de GARCÍA AMADO, J. A: Teoría de la Tópica jurídica, Universidad de Ovie-do, Servicio de Publicaciones y Ed. Civitas, Madrid, 1988, pp. 43 y ss., 59 y ss.,61 y ss.

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En cuanto instrumento del pensamiento la dialéctica seha usado desde Platón como método de investigación filosó-fica, siendo aplicado por los juristas romanos al estudio delDerecho (ponere causam, disputatio, conclusio) con el fin dehacer de la jurisprudencia la ciencia del Derecho. Para Vi-lley la dialéctica fue también la cuna de la jurisprudencia26.

La dialéctica ha llegado hasta nuestros días como el ins-trumento intelectual adecuado para la comunicación y eltrabajo en los encuentros y congresos científicos, en espe-cial, cuando la materia objeto de estudio y discusión, por suíndole o naturaleza, no permite la demostración. En nues-tro tiempo, J. Habermas —a partir de Hegel y de Marx—ha fletado la idea de la acción comunicativa, que no viene aser sino una puesta a punto de los supuestos y condicionesformales necesarios para hacer de la discusión dialécticaun diálogo a través del cual una pluralidad de sujetos pue-dan contribuir a alcanzar un acuerdo racional27.

b) La retórica

1ª. Noción

La retórica puede caracterizarse como el arte de hablarbien y utilizar adecuadamente los medios de argumenta-ción para persuadir al oyente. Aristóteles específica a laretórica como arte correlativo de la dialéctica con la cualtiene en común el no ser ciencia sino «meras facultades desuministrar razones»28, consistiendo en «la facultad deconsiderar en cada caso lo que cabe para persuadir»29; «losmedios de persuadir que hay para cada cosa particular»30.

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 709

26 MONTORO BALLESTEROS, A.: op. cit., pp. 125 y ss., con abundante biblio-grafía al respecto.

27 HABERMAS, J.: Teoría de la acción comunicativa: Complementos y estudiosprevios, trad. esp. de M. Jiménez Redondo, Ed. Cátedra (Col. Teorema), Madrid,1989, en especial pp. 299 y ss., 479 y ss.

28 ARISTÓTELES: Retórica, Lib. I, cap. 1, 1354a y cap. 2, 1356b 30.29 Ibid. Lib. I, cap. 2, 1355 b 25; Véase también los números 30 y 35.30 Ibid. Lib. I, cap. 2, 1355b 10.En nuestros días Gadamer ha reivindicado y subrayado la función de la

retórica como instrumento de comunicación, entendimiento y cohesión social. En

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Estos medios, nos dice Aristóteles, son los argumentosretóricos, los cuales «son una especie de demostración».«La demostración retórica —añade Aristóteles— es un en-timema (...y) el entimema es un silogismo»31.

La retórica opera con sus argumentos sobre el ámbitodel conocimiento práctico con el fin de persuadir al oyentee incidir en la dirección de su obrar.

2º. Caracterización

A diferencia de la dialéctica la retórica se caracterizapor los siguientes rasgos:

a) La retórica trata de persuadir por medio del discur-so a «un auditorio no especializado y no capaz de se-guir un razonamiento complicado».

b) La retórica tiene por objeto ganar la adhesión delauditorio a una decisión concreta, particular (si con-viene la guerra o la paz con Cartago; si Cayo es cul-pable o inocente).

c) La retórica trata de persuadir mediante un «razona-miento extralógico» (Kalinowski) —en ella desapa-rece ya el esquema lógico— que descansa en tesis(topoi) generalmente admitidas y opiniones comu-nes (tópica)32.

710 ALBERTO MONTORO BALLESTEROS

este sentido escribe: «Esa defensa no era necesaria en el pasado. La corrientetradicional que transmitía el saber humano sin someterlo a crítica era la retóri-ca. Esto le resulta extraño al hombre moderno porque la palabra retórica le su-giere una argumentación no objetiva. Pero hay que devolver al concepto retóricasu verdadero alcance. Abarca cualquier forma de comunicación basada en la ca-pacidad de hablar y que da cohesión a la sociedad humana. Sin hablar unos conotros, sin entenderse unos a otros, incluso sin entenderse cuando faltan argu-mentaciones lógicas concluyentes, no habría ninguna sociedad humana. De ahíla necesidad de cobrar nueva conciencia de la significación de la retórica y de supuesto respecto a la cientificidad moderna». GADAMER, H.-G.: Problemas de larazón práctica, op. cit., p. 310.

31 ARISTÓTELES: Retórica, Lib. I, cap. 1355b 5; Véase también MONTORO BA-LLESTEROS, A.: op. cit., pp. 57 y ss. Contiene más bibliografía; GARCÍA AMADO, J.A.: op. cit., pp. 51 y ss., 62 y ss.

32 MONTORO BALLESTEROS, A.: op. cit., pp. 58 y ss., 97 y ss.; GARCÍA AMADO, J.A.: op.cit.

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3º. Clases

En función de la materia y finalidad del discurso laretórica, desde Aristóteles, se ha dividido en deliberativa,judicial y demostrativa o epidíctica33.

a) La retórica deliberativa versa sobre las cosas futu-ras y trata de persuadir acerca de lo útil o conve-niente y lo dañoso34. Se trata de la retórica que en-cuentra su escenario en las asambleas políticas, te-niendo como objeto fundamental, según Aristóteles,la deliberación sobre cinco cosas: los ingresos fisca-les, la guerra y la paz, la custodia del país, las im-portaciones y exportaciones y la legislación35.

b) La retórica judicial versa sobre los asuntos pasadosy tiene como finalidad persuadir al tribunal paraque determine si los mismos son justos o no36.

c) La retórica demostrativa o epidíctica tiene por obje-to hechos o acontecimientos actuales (presentes) conel fin de persuadir al auditorio de su virtud, belleza,nobleza o bondad mediante la alabanza o el enco-mio, o bien de su maldad, fealdad o bajeza a travésdel vituperio37.

III. LA VERDAD PRÁCTICA Y EL PROBLEMA

DE SU CONOCIMIENTO:LA DISPUTA METODOLÓGICA

La verdad práctica aparece referida al obrar, al bienobrar, buscando la perfección del sujeto mediante la reali-zación de los valores éticos; realización que ha de ade-cuarse, en cada momento, a las exigencias del tiempo ydel lugar. En cuanto tal la verdad práctica implica la ade-cuación del entendimiento con lo que es bueno, justo, rec-

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 711

33 ARISTÓTELES: Retórica, Lib. I, cap. 3, 1358b, 5 y ss.34 Ibid. Lib. I, cap. 3, 1358b, 5 y ss.35 Ibid. Lib. I, cap. 3, 1358b, 5 y ss. y cap. 4, 1359b, 20 y ss.36 Ibid. Lib. I, cap. 3 1358b 5 y ss., y cap. 10 1368b, 5, 15 y 25.37 Ibid. Lib. I, cap. 3, 1358b, 10, 20 y 25 y 1359a, 5 y cap. 9, 1366b, 25 y ss.

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to, en un determinado tiempo y lugar y, por tanto, deberealizarse.

La verdad práctica en cuanto supone relación con elobrar moral, político y jurídico no es susceptible de un co-nocimiento cierto sino de un conocimiento probable cuyosrazonamientos, no pueden tener como fin la demostraciónsino sólo la persuasión mediante la argumentación dialéc-tica o retórica según los casos.

Esto explica que en relación con la Moral, la Política yel Derecho permanezca abierta una disputa metodológicaen relación con la cual (y como temas centrales) vamos aconsiderar las posibilidades y los límites de tres posicionesmetodológicas:

a) La significación de la doctrina clásica del juicio pru-dencial, como legado de la tradición.

b) La moderna teoría del discurso como alternativametodológica actual.

c) La reivindicación del juicio prudencial y sus relacio-nes y compatibilidad con la moderna teoría del dis-curso.

IV. EL JUICIO PRUDENCIAL COMO LEGADO

DE LA TRADICIÓN

1. Verdad práctica y juicio prudencial

A) La verdad práctica como resultadodel juicio prudencial

La verdad práctica está referida al bien: consiste enel conocimiento del bien y en la consiguiente adecua-ción de la conducta al mismo. El ajustamiento de laconducta al bien es siempre el resultado de la virtud dela prudencia (juicio prudencial). De ahí que desde la an-tigüedad clásica se haya entendido que la prudencia o«phrónesis» consistía en saber obrar bien. Por esoAristóteles observaba: «...parece propio del hombre pru-dente el poder discurrir bien sobre lo que es bueno y

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conveniente para él mismo, no en sentido parcial, porejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivirbien en general»38.

La prudencia (saber prudencial) posee así, constituti-vamente (en cuanto virtud práctica), una dimensión éticade la que carecen la ciencia y la técnica. Aristóteles su-braya en este sentido que la prudencia «tiene por objeto loque es justo, honroso y bueno para el hombre (...) de modoque evidentemente es imposible ser prudente no siendobueno (... Prudencia y bondad se requieren de tal modo,viene a decirnos después) que no es posible ser bueno ensentido estricto sin prudencia, ni prudente sin la virtudmoral»39.

Sobre los supuestos del pensamiento de AristótelesTomás de Aquino nos dirá que la prudencia es aquélla vir-tud que tiene por objeto «emitir los actos de consejo, deli-beración o consejo, juicio e imperio respecto de los medioscon los que se llega al fin debido»40, que no puede ser otroque el «consistente en un bien práctico», en el «mayor bienpráctico para el hombre»41.

A la vista de cuanto antecede tenemos que la prudencia(que implica como veremos estudio y deliberación) se con-figura en la ética tradicional como la virtud que nos pro-porciona dos cosas:

Primera: El conocimiento de lo bueno (del bien), encuanto objeto de la obligación moral, no en un sentido ge-neral o universal, lo cual sería tarea de la ciencia, comoobserva Aristóteles, sino en lo referente a lo particular, alo más particular, respecto de lo cual no hay ciencia42.

Segunda: El conocimiento de los procedimientos y me-dios más adecuados para el cumplimiento de la obligaciónmoral (del bien)43.

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 713

38 Ética a Nicómaco, Lib. VI, cap. 5, 1140b.39 Ibid. Lib. VI, caps. 12 y 13, números 1143b, 1144a y 1144b.40 Summ.Theol., II-II q. 47, art. 10. Véanse también la q. 47, arts. 6 y 16.41 ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, Lib. VI, cap. 7, 1141b.42 Ibid. Lib. VI, caps. 6 y 8, núms. 1141a y 1142a.43 GÓMEZ ROBLEDO, A.: Ensayo sobre las virtudes intelectuales, Fondo de Cul-

tura Económica, México, 1857, pp. 193 y ss.

Page 26: Verdad, método y conocimiento práctico.

B) Estructura y dinámica del juicio prudencial

El juicio prudencial, en cuanto juicio de la razón prácti-ca, se gesta, estructura y desenvuelve a través de un com-plejo proceso articulado en dos momentos fundamentales:el intelectual y el volitivo.

a) El momento intelectual

Este momento aparece, a su vez, integrado por dos fa-ses:

1ª) La fase cognoscitiva

Esta aparece orientada a la obtención de un conoci-miento bastante para dirigir adecuadamente el comporta-miento pues «lo primero que se pide al que obra —recuer-da J. Piquer— es que sepa»44. Obrar bien implica lógica-mente saber, conocimiento.

El saber necesario para obrar prudentemente (actuarsin conocimiento suficiente es imprudencia) comprende lossiguientes supuestos:

a) El conocimiento de los principios y normas moralesy jurídicas que regulan el obrar.

b) Un conocimiento bastante de la realidad concretasobre la que se va a actuar y de sus circunstanciasrelevantes para la acción45.

c) Un conocimiento suficiente de los medios necesa-rios —tanto de su adecuación técnica como de suvalidez moral— para la realización de los finespropuestos46.

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44 PIEPER, J.: La prudencia, trad. esp. de M. Garrido, Ed. Rialp, Madrid,1957, p. 103.

45 TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol. II-II q. 47, art. 3, véanse también losarts. 3 y 15; Véase también MONTORO BALLESTEROS, A.: Conflicto social, Derechoy Proceso, Secretariado de Publicaciones, Universidad de Murcia, Murcia, 1980,pp. 45 y ss.

46 ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, Lib. V, cap. 12, 1144a; MONTORO BALLES-TEROS, A.: Conflicto social, Derecho y Proceso, op. cit., pp. 45 y ss.

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2º) La fase deliberativa

La segunda y última etapa del momento intelectualestá constituida por la deliberación (deliberatio) y la consi-guiente valoración por parte del sujeto que actúa de doscuestiones: De un lado, de los fines realizables a la vistade las posibilidades y limitaciones que ofrecen las circuns-tancias (condiciones) desde las que tienen que actuar; deotro lado, de la adecuación de los medios de que disponepara la realización del fin o fines propuestos.

Esa deliberación y valoración sobre las circunstancias ymedios de que dispone el sujeto en relación con los finesque se propone alcanzar constituye el momento más signi-ficativo del juicio prudencial, hasta el punto de que Aristó-teles sostuvo que la «operación de la prudencia consiste,sobre todo, en deliberar bien»47. Por su parte Tomás deAquino subrayará la importancia del momento intelectual(conocimiento y deliberación) en la constitución de la pru-dencia (juicio prudencial) al tachar como imprudente laconducta del que se lanza resueltamente al imperio y a laacción antes de conocer y deliberar suficientemente acercade la realidad y circunstancias sobre las que ha de actuar,los medios de que dispone y el grado de posibilidad de al-canzar el fin que se ha propuesto48.

b) El momento volitivo

El juicio prudencial culmina en un acto de la voluntad,en una decisión que, asumiendo el dictamen o juicio de larazón, lo pone en práctica, lo aplica.

El juicio prudencial se configura así como un procesocomplejo, orgánico, no mecánico, integrado por los momen-tos cognitivo y volitivo. El acto prudencial es pues el resul-tado de la realización total de ambos momentos, orgánica-mente unidos entre sí. Ello significa que si no se realizase

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47 Ética a Nicómaco, Lib. VI, cap. 7, 1141a y b. Véase también el cap. 9,1142b; TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol., q. 53, arts. 1 y 3; PIEPER, J.: op. cit., p. 78.

48 TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol., II-II, q. 53, arts. 1 y 3; PIEPER, J.: op.cit., p. 78.

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o se realizase mal el primer momento del acto (el cogniti-vo) la actuación que se llevase a cabo sería un acto impru-dente por impremeditación. Si el defecto estuviese en elsegundo momento (el volitivo), estaríamos ante una actua-ción imprudente por inactivación, inconstancia, extempo-raneidad, etc.49.

C) Sujetos y ámbitos del juicio prudencial

El juicio prudencial es el cauce adecuado del obrar tan-to individual como colectivo. Quiere ello decir que tanto lapersona individual como los órganos colectivos (con inde-pendencia de que posean o no personalidad jurídica e in-cluso los grupos sociales, en cuanto tales) en algunas desus actuaciones típicas (elecciones, huelgas, actos de resis-tencia, de apoyo al poder, etc.) precisan del juicio de laprudencia para la planificación y ejecución de sus actos.Que las actuaciones individuales, tanto privadas como pú-blicas (ejercicio de un cargo) deben ir dirigidas y controla-das por el ejercicio de la prudencia es algo tan obvio queno precisa ningún comentario o aclaración.

Lo mismo sucede en la actuación de los órganos cole-giados (privados o públicos), en relación con los cualescabe advertir que dichos órganos, en su estructura y diná-mica, responden al modelo y exigencias del juicio pruden-cial. En este sentido apuntamos en otro lugar50 que la ins-titución del proceso judicial se ajusta, responde esencial-mente en su estructura y dinámica, al esquema del juicioprudencial.

Por último debe señalarse que los diferentes órganos enque se articula la estructura del Estado y de las diferentesAdministraciones Públicas —y a través de las cuales seejercen las funciones consultivas, legislativas, ejecutivas yjurisdiccionales— responden, en su composición y funcio-

716 ALBERTO MONTORO BALLESTEROS

49 Ibid. II-II q. 47, arts. 8 y 9, q. 53, arts. 3, 4 y 5 y q. 54, art. 2; PIEPER, J.:op. cit., pp. 76 a 79 y 92.

50 MONTORO BALLESTEROS, A.: Conflicto social, Derecho y Proceso, op. cit., pp.43, 44 y ss.

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namiento, a la estructura y exigencias del juicio pruden-cial cuyos momentos centrales son, como ya se ha indica-do, el conocimiento (estudio, discusión, deliberación) y ladecisión de la voluntad: adopción de acuerdos y decisionesdentro del tiempo (plazo) marcado por la ley, o, en cual-quier caso, exigido por la prudencia.

2. Especial referencia a la prudencia en el Derecho

A) La prudencia en el Derecho: Origen y sentidode la idea de jurisprudencia

La idea de prudencia como virtud ética, acuñada por elpensamiento griego, pasó al mundo romano entendiéndo-se, en tiempos de Cicerón, como «la ciencia de las cosasque deben ser evitadas». Con este sentido se aplicó la ideade prudencia «a la oratoria, al arte militar, a la política y,por supuesto, al Derecho»51. Así surge la noción de «iuris-prudentia» la cual, como advierte B. Biondi, no era, en ri-gor, sapientia, conocimiento en sí, sino conocimiento oscientia entendido como simple arte (ars). Se trata, comodice Cicerón, del arte dirigido a alcanzar unas cosas y evi-tar otras («rerum expetendarum fugiendarum scientia»).Por ello, explica Biondi, «la iurisprudentia no es más quela prudentia en el campo del Derecho, o sea el arte de su-gerir lo que hay que conseguir o evitar en el ámbito jurídi-co». Por esta razón, añade Biondi, «el jurista se llama pre-cisamente iurisprudens o prudens o prudentior, por anto-nomasia, en cuanto con pleno conocimiento del Derecho(iuris scientia) y dueño de la compleja vida social (divina-rum atque humanarum rerum notitia) tiene capacidadpara enderezar la actividad humana hacia la justicia»52.

La prudencia constituye el cauce y el vehículo necesariopara el desenvolvimiento del Derecho (del ius) en cuanto

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 717

51 SENN, F.: Les origines de la notion de jurisprudence, Ed. Sirey, Paris, 1926,pp. 4 y ss., 25 y ss.

52 BIONDI, B.: Arte y Ciencia del Derecho, trad. esp. y estudio preliminar deA. de la Torre, Ed. Ariel, Barcelona, 1953, p. 91.

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objeto de la justicia, porque la prudencia es el motor y lamedida de la justicia53. De esta interdependencia entreprudencia y justicia se deduce que si el Derecho, en cuantosistema normativo, ha de incidir eficazmente sobre la rea-lidad social estableciendo un orden justo y seguro, ha dehacerlo como prudencia jurídica, como jurisprudencia.Esta prudencia jurídica o jurisprudencia consiste en la«actividad intelectual dirigida a conseguir lo que es justo yoportuno en la convivencia social»54, en el conocimientopráctico por medio del cual se determinan en cada mo-mento los medios más adecuados para conseguir y mante-ner el orden de la vida social justo, estable y seguro queconstituye la finalidad última del Derecho55.

B) Prudencia jurídica y vida del Derecho

La prudencia jurídica, que reúne y armoniza como mo-mentos orgánicos de su desarrollo y concreción los consti-tuidos por la técnica y el arte jurídicos, impulsa y conducetodo el proceso de creación, desarrollo y realización del De-recho. Éste se manifiesta de forma patente en la legisla-ción y en la aplicación del Derecho.

a) Prudencia jurídica y creación del Derecho

La tarea de crear Derecho, de legislar exige, de un lado,el más exacto y completo conocimiento posible de la mate-ria a regular (situaciones, hechos, necesidades, aspiracio-nes, etc.) y, de otro, un conocimiento suficiente de la cien-cia y la técnica jurídicas para encontrar la regulación másadecuada, justa y segura a esa realidad social. Por eso elcentro de gravedad de la legislación reside en la pruden-cia, no siendo suficiente a este respecto conocer técnica-mente las fuentes y procedimientos de elaboración del De-

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53 TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol. II-II, q. 50, art. 1. Véase también PIEPER,J.: op. cit., pp. 23, 57, 60, 64, 98 y 99.

54 BIONDI, B.: op. cit., p. 37.55 TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol. II-II, q. 47, art. 11.

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recho para crear el ordenamiento más conveniente a cadamomento y lugar. Es preciso un saber especial que, tras-cendiendo la ciencia, la técnica y el arte (pero englobándo-los y armonizándolos) sea capaz de encontrar la soluciónmás justa y oportuna a cada situación, a cada problema.Ese saber especial es el saber prudencial.

La legislación exige acertar en cada tiempo y lugar con lafórmula más adecuada para la realización de la justicia56, yello requiere naturalmente el concurso de la prudencia; de laprudencia legislativa «cuya función es, precisamente —diceDabin—, discernir las soluciones más adecuadas a las cir-cunstancias de tiempo, lugar y caso»57. Esta prudencia legis-lativa —aclara Dabin— es la que dirige la operación de to-dos aquellos que, con diferente título y función, colaboran«en la edificación del Derecho; ella es la que les (permite)juzgar concretamente sobre los medios y los fines, sobre suvalor y su adecuación respecto al fin último del orden jurídi-co (... Por eso, frente a la cuestión de) si la ley civil es asuntode justicia o de prudencia (responde Dabin, siguiendo a San-to Tomás, que) tanto por el acto de legislar como el contenidode la legislación, la ley civil es asunto de prudencia»58.

b) Prudencia jurídica y aplicación del Derecho

La virtud de la prudencia no sólo conduce e impulsa latarea de la elaboración del Derecho sino que interviene demodo decisivo en el complejo proceso de su interpretacióny aplicación, especialmente, en el juicio de equidad. De ahíque el Derecho, en el proceso de su realización práctica,sea jurisprudencia o, lo que es lo mismo, Derecho que serealiza a través de la prudencia59.

VERDAD, MÉTODO Y CONOCIMIENTO PRÁCTICO 719

56 Véase ISIDORO DE SEVILLA: Etimologiae, Lib. V, cap. 21.57 DABIN, J.: Teoría general del Derecho, trad. esp. de F.J. Osset, Ed. Revista

de Derecho Privado, Madrid, 1955, p. 377.58 Ibid. p. 191. Véanse también las pp. 246 a 250, 252 y 253.59 En este sentido indica TOMÁS DE AQUINO: «...la ejecución de la justicia en

cuanto orientada al bien común, que es el oficio propio del príncipe, precisa de ladirección prudencial. De ahí —concluye— que la prudencia y la justicia sean lasvirtudes más propias del rey». Summ. Theol., q. 50, art. 1.

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La prudencia interviene decisivamente en las diferen-tes fases o momentos del proceso dinámico de la realiza-ción del Derecho y, concretamente, en la subsunción, enla interpretación y en la integración del ordenamientojurídico.

a) La subsunción no consiste, como en algún momentopudo pensarse, en una manifestación de la operación lógi-ca constituida por la figura del silogismo. La subsunción,como ha puesto de relieve la moderna metodología, en-traña una «construcción» en «términos jurídicos» del hechoal que se va a aplicar la norma para referirlo al «supuestode hecho» de la misma, lo cual se realiza a través de unproceso de tanteo, de análisis, de valoración y de síntesis,que se resuelve en el juicio prudencial. Por ello la fórmuladel silogismo sólo tiene un valor ilustrativo, aclaratorio,que no responde con fidelidad a la complejidad del procesode subsunción, que no puede apoyarse exclusivamente so-bre reglas lógicas o técnicas sino sobre el juicio prudencialque engloba como momentos del mismo conocimientos yhabilidades de carácter científico, técnico y artístico.

b) En relación con la interpretación de la norma nosencontramos con que, en función del significado de los tér-minos a través de los cuales se expresa la misma —el cualha de fijarse mediante la ayuda de los criterios o métodosde interpretación— las soluciones correctas e incluso jus-tas, en principio, pueden ser varias, no existiendo un crite-rio lógico seguro que determine con certeza la consecuen-cia justa del Derecho. La concreción de ésta es siempre,según el mecanismo del conocimiento práctico, el resulta-do de un juicio prudencial en donde se apoyan, se limitane integran recíprocamente la ciencia, la técnica y el artejurídicos60.

Con todo donde la prudencia adquiere su perfil y sufunción más característicos es en la interpretación teleoló-

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60 BIONDI, B.: op. cit., pp. 156, 157 y 159. Sobre la significación del silogismoen la teoría de la subsunción véanse las consideraciones de GARCÍA AMADO, J. A.:op. cit., pp. 197 y ss.

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gica o funcional y, de modo especial, en el juicio de equi-dad, en donde la prudencia del jurista ha de saber aunar yarmonizar el respeto a la letra de la ley (ius estrictum) y laequidad (ius aequum), sin caer en el legalismo, ni minar laseguridad del Derecho, llegando así a un resultado justo,socialmente útil y oportuno61.

La equidad constituye la manifestación más específicadel juicio prudencial, y en su orientación a la equidad—como expresión típica de la «iusprudentia»— consiste lagran lección, siempre actual, del genio jurídico romano,pues, como señala Biondi, los romanos no fueron el pueblode la ley sino el pueblo del Derecho62.

c) Los procesos de integración del ordenamiento jurídi-co y, concretamente, la analogía —en cuanto supone uncomplejo proceso de inducción, que responde a un esque-ma de igualdad o proporción en función de la estructurade la justicia y la equidad— constituye otra de las mani-festaciones del juicio de la razón práctica que no se ajustaa métodos en sentido propio resolviéndose plenamente enla dinámica del juicio prudencial63.

Para concluir merece la pena tener en consideración lasobservaciones de A. Raulin quien, al resumir la significa-ción de la prudencia en la vida práctica del Derecho y enla dinámica del orden político, ha dicho que en ellas cadamiembro de la comunidad política ejercitará la prudencia«bajo un aspecto particular, según la misión que desem-

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61 CASTRO Y BRAVO, F.: Derecho Civil de España, Parte General, T.I, 3ª. ed.Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1955, p. 547.

62 «...el jurista romano —dice Biondi al respecto— no es el hombre de cienciaque medita y elabora sistemas y doctrinas, que escribe volúmenes nutridos desabiduría y erudición, sino más bien el prudens que, en contacto con la vida, confina percepción e incomparable prudencia, logra satisfacer las necesidades socia-les, en el ámbito del Derecho (...; el hombre prudente que) sugiere fórmulas y ex-pedientes que satisfagan una necesidad social y propone decisiones que respon-den a la justicia». BIONDI, B.: op. cit., p. 41, véanse también las pp. 40 y ss., 52 yss. y 138.

63 Sobre la significación de la analogía en el razonamiento jurídico véase PE-RELMAN, CH.: La Lógica Jurídica y la nueva Retórica, trad. esp. de L. Díez-Pica-zo, Ed. Civitas, Madrid, 1979, núm. 67, pp. 169 y ss.

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peñe dentro del Estado. Unos —dice—, como miembros deuna asamblea consultiva, tendrán la prudencia del buenconsejo. Otros, encargados de votar las leyes, deberán so-bresalir en el juicio y en la elección. Otros tienen por mi-sión el orden ejecutivo y deberán impregnar de prudenciael precepto o imperium. Los ciudadanos finalmente y so-bre todo en régimen democrático, necesitan también estaprudencia política que hará de ellos buenos y útiles ciuda-danos64.

3. Sobre el declinar y olvido de la prudenciaen el conocimiento práctico

La prudencia, en cuanto virtud ética, encontró, desde laantigüedad, sus ámbitos específicos de actuación en la Mo-ral, el Derecho y la Política.

Sin embargo, el perfil cientifista y pragmático del mun-do moderno impulsaron, en primer lugar, a una degrada-ción y desnaturalización del saber prudencial reduciéndoloa la condición de mera habilidad o arte (ars) al servicio delo que, en cada momento, fuese considerado como útil. Conello la prudencia se convirtió en un mero recurso o cate-goría técnica desprovista ya de toda significación ética.Mas tarde, en un segundo momento, ese cientifismo ypragmatismo de la modernidad condujeron al olvido delsaber prudencial y de la experiencia de la vida, viendo endichos saberes prácticos algo inútil, innecesario e incom-patible con los valores y principios del mundo moderno65.

Resultado de todo ello fue el desprestigio y abandono dela idea de prudencia en la que se vio y se ve, aun hoy, unapotencia o habilidad calculadora, utilitaria, timorata yburguesa —de ella se ha dicho que es «el miedo caminan-do de puntillas»— y la entrega confiada al racionalismo yal tecnicismo imperantes que lo esperan todo del cálculo

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64 RAULIN, A.: La Prudencia, en el vol. col. Iniciación Teológica, T.II, (Teo-logía moral), Ed. Herder, Barcelona, 1959, p. 540.

65 L. ARANGUREN, J. L.: La experiencia de la vida, en el vol. colectivo «Expe-riencia de la vida», 2ª. ed. Alianza Editorial, Madrid, 1969, p. 26.

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matemático y de la razón mecánica, de las máquinas, olvi-dando que existen procesos espirituales que escapan atodo intento de racionalización, de cálculo lógico y ma-temático.

Consecuencia de todo ello fue, insistimos, la desnatura-lización, quiebra y olvido de la significación de la pruden-cia en el conocimiento práctico. Ese proceso de degrada-ción de la prudencia en mera técnica y su gradual olvidocomo virtud ética se hizo patente y podemos aún observar-lo en los ámbitos de la Moral, la Política y el Derecho.

A) Desnaturalización y olvido de la prudenciaen la Moral

En el orden moral la prudencia perdió su condición éti-ca transformándose en mera habilidad técnica a través delos siguientes fenómenos:

a) La degradación de la prudencia en astucia

Ello fue el resultado de la hipertrofia de alguna de laspartes de la prudencia a expensas de otras apareciendoasí la solicitud, la industria, el cuidado y la astucia o falsaprudencia66. La astucia o falsa prudencia supone justa-mente la degradación de la prudencia a mera habilidad oarte como consecuencia, de un lado, de la pérdida de su di-mensión ético-positiva (vinculación a la idea de bien) y, deotro lado, por la potenciación de su contenido ético-negati-vo: orientación al mal. Por eso en el lenguaje usual se ha-bla de «malas artes» para hacer referencia a la astucia ofalsa prudencia67.

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66 L. ARANGUREN, J. L.: Ética, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1958, pp.331 y ss.; La Moral en Gracián, en «Revista de la Universidad de Madrid», núm.27, Madrid, 1958, pp. 334, 336 y ss., 343 y 351.

67 TOMÁS DE AQUINO: Summ. Theol. II-II, q. 47, art. 13; PIEPER, J.: op. cit.,pp. 85 y ss., 94 y ss. Sobre el proceso de «degradación» de la prudencia a meratécnica véase ELIAS DE TEJADA, F.: Tratado de Filosofía del Derecho, T. II, Uni-versidad de Sevilla, Sevilla, 1977, pp. 21 y ss.

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b) El racionalismo y la aparición del «casuismo»en la Moral

El casuismo constituye uno de los frutos más carac-terísticos de la incidencia del racionalismo en la Moral. Elcasuismo, explica Renard, constituye el intento de «dar»de antemano («in abstracto» y «a priori») respuestas a ca-sos particulares y concretos68. Trata de resolver anticipa-damente los problemas de detalle que resultan de la apli-cación de las normas éticas a situaciones particulares.

La moral casuística, con importantes antecedentes enel pensamiento cristiano, adquirió un notable desarrolloen la doctrina de la Contrarreforma. La Contrarreforma,alentada fundamentalmente por la Compañía de Jesús,tuvo que hacer frente al principio reformista del «libreexamen», pero el ahínco y la obsesión con que se le comba-tió dio, en el campo del pensamiento católico, en el extre-mo opuesto. Se elaboró así una moral minuciosa y rígida,casuística que pretendía abarcar los más diversos proble-mas con un catálogo o recetario de normas próximas deacción, de respuestas preestablecidas (manuales o catecis-mos de confesores y penitentes), que neutralizaron y anu-laron el momento propio de la prudencia en la aplicaciónde la norma moral69.

El casuismo constituye un intento de salvar la inseguri-dad y el riesgo que entraña toda decisión prudencial, do-tando al acto de la razón práctica de una seguridad simi-lar a la que caracteriza a la conclusión del razonamientoteórico70, intento éste que encuentra su última justifica-ción en una concepción pesimista o cuasipesimista de lanaturaleza humana; en una desconfianza de las potencias

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68 RENARD, G.: Introducción filosófica al Estudio del Derecho, T. II, (El Dere-cho, la Lógica y el Buen sentido), trad. esp. de S. Cunchillos Manterola, Ed.Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1947, pp. 258 y ss. Nota 3.

69 TIERNO GALVÁN, E.: Acotaciones a la Historia de la Cultura Occidental enla Edad Moderna, Ed. Tecnos, Madrid, 1964, pp. 68 y ss.; MONTESQUIEU: Lettrespersanes, Introduction et commentaires de Georges Gusdorf, Librairie GénéraleFrançaise, 1972, pp. 111 y 112.

70 PIEPER, J.: op. cit., p. 90.

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y virtudes del hombre medio para encontrar por sí solo lanorma próxima de acción.

c) La revolución kantiana en el mundo ético

La historia de la ética moderna es, desde la perspectivaque aquí nos interesa, la historia del naufragio de la vir-tud de la prudencia. Ese naufragio comienza en el seno dela escolástica con el casuismo, según acabamos de indicar,se prolonga en el racionalismo y el conciencialismo moder-nos y se consuma definitivamente en Kant, en donde eljuego de la autonomía de la moral y del imperativo categó-rico hace imposible la dinámica del juicio prudencial queviene siempre referido a un orden objetivo de valores queha de realizarse en un momento y lugar determinados.

Desde los supuestos del pensamiento kantiano71, con laseparación entre «ser» y «deber» y la ética de la «buena vo-luntad», la prudencia es expulsada del orden moral. Parala ética de la «buena voluntad» el problema moral quedatrasladado no a las acciones sino a la voluntad que lasmueve. A Kant no le importa el resultado de la acción—que es algo que pertenece al mundo del «ser» y está des-conectado del «deber ser»— sino sólo la finalidad del suje-to que actúa; esto es, la realización abstracta del «impera-tivo categórico». Ello supone situar a la prudencia fueradel reino de la moral.

En efecto, la prudencia, en cuanto que enseña los me-dios más adecuados para conseguir el fin propuesto, nopertenece, en rigor, al ámbito de la moralidad (al orden del«imperativo categórico») sino que, en cuanto habilidadpragmática, pertenece al plano del imperativo hipotético,el cual comprende tanto los imperativos problemáticos(=reglas de habilidad técnica), como los imperativosasertóricos (=consejos pragmáticos o reglas de prudencia).Ello significa que la prudencia, en cuanto imperativo hi-

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71 KANT, I.: Fundamentación de la metafísica de las costumbres, trad. esp. deM. García Morente, 3ª. ed. Espasa-Calpe, Madrid, 1967, cap. II, 63 y ss.; VéaseL. ARANGUREN, J. L.: Ética, op. cit., pp. 391, 398 y 399.

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potético asertórico —y por tanto, imperativo condiciona-do—, aparece desprovista de significación ética en el pen-samiento de Kant, y reducida a mero saber y habilidadpragmáticos72.

d) El nacimiento de la «ética de la situación»

Al naufragio y olvido de la prudencia contribuyerontambién los sistemas éticos herederos de Kant, que persis-ten en la separación de la buena voluntad y el conocimien-to moral, y la llamada ética de la situación que, al negar lacontinuidad entre el mundo de los primeros principios y elde las situaciones concretas y contingentes, desconoce lasignificación de la prudencia para el obrar moral. La éticade la situación, en sus posiciones extremas, reduce el or-den moral a una ley individual para el caso concreto, ne-gando la validez de las normas generales de conducta y,con ello, la tarea típica de la prudencia de elaborar, par-tiendo de las mismas, la norma próxima de acción (filo-sofía existencial, ética protestante)73.

B) Desnaturalización y olvido de la prudenciaen la Política

La quiebra de la prudencia en el orden político estuvopromovida, entre otros, por los siguientes factores:

a) El nacimiento de la idea de «razón de Estado»

Dicha categoría supuso, ante todo, la separación entreética y política; esto es: la autonomía de la política como

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72 L. ARANGUREN, J. L.: La moral en Gracián, op. cit., p. 351.73 RAHNER, K.: Situationsethik und Sindenmystik, en «Stimmen der Zeit».

Núm. 145 (1940-50), pp. 330 y ss.; FUCHS, J.: Situations und Entscheidung,Grundfragenchristlicher Situationsethik, 1952; Lex Naturae, Zur Theologie desNaturrechts, Patmos-Verlag, Düsseldorf, 1955, pp. 116 y ss.; LUÑO PEÑA, E.: Mo-ral de la situación y derecho subjetivo, Barcelona, 1954; FLETCHER, J.: Ética de lasituación, La nueva moralidad, Ed. Ariel, S.A. Barcelona, 1970, En esp. pp. 35 yss.; ARANGUREN, J. L.: Ética, op. cit., p. 399.

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saber sustantivo e independiente de la moral, y el consi-guiente desplazamiento de la prudencia, en cuanto virtudética, por la astucia y falsa prudencia entendida como ha-bilidad y técnica ordenadas a la adquisición, conservacióne incremento del poder dentro del Estado y entre las rela-ciones entre los Estados74.

b) La concepción racionalista y mecánicadel orden político

El triunfo del racionalismo y del mecanicismo, especial-mente en el mundo del barroco, jugaron un papel decisivoen el eclipse y olvido de la prudencia, al querer entender yordenar toda actividad práctica bajo el signo de la técnica.La concepción del Estado que predomina en el siglo XVII esla de que el Estado es una máquina, un artefacto y, sobreesa idea, empieza a hacerse ciencia política con los mis-mos parámetros y categorías con que se hacía la ciencia fí-sica o la astronomía.

El racionalismo imperante en Europa a lo largo de laEdad Moderna llevó al pensador político a concebir y plan-tear los problemas de la política con la mentalidad y losmétodos propios del ingeniero o el arquitecto. En este sen-tido proyectaron reformas institucionales y concibieronconstituciones ideales: comunidades ordenadas medianteun sistema jurídico político lógicamente perfecto (utopías)que habrían de funcionar con la precisión de un aparatode relojería. Con ello se desterraba la incertidumbre y elriesgo que conlleva la convivencia política entre los hom-bres y se desconocía el significado y la función de la pru-dencia en el orden político75.

El racionalismo mecanicista de la época llevó al hombrea concebir y explicar los fenómenos del mundo moral, jurí-

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74 MEINECKE, F.: La idea de la Razón de Estado en la Edad Moderna, Insti-tuto de Estudios Políticos, Madrid, 1959; CONDE, F. J.: El saber político en Ma-quiavelo, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1976, en especial pp. 69 y ss.

75 MEINECKE, F.: op. cit., pp. 327 y 328; KOLNAI, A.: Crítica de las utopíaspolíticas, Col. «O crece o muere», Ateneo, Madrid, 1959, pp. 13, 30 y ss.

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dico y político con las categorías propias de la «mecánicaracionalista»76, y a construir máquinas de gobernar pre-tendidamente perfectas, en virtud de sus resortes y meca-nismos (principios de división y equilibrio de poderes (Loc-ke, Montesquieu); génesis y dinámica de integración de «lavoluntad general» (Rousseau, etc.) que ignoraban y ex-cluían por completo la significación y virtualidad de laprudencia política como categoría ética.

c) La irrupción de la Weltanschauung del marxismo

La aparición del marxismo como ideología y como pra-xis revolucionaria constituyó un acontecimiento de enor-me importancia que contribuyó aún más al desplazamien-to y olvido del prudencialismo en la praxis política.

Claves fundamentales al respecto de este movimientoideológico fueron, de un lado, el determinismo mecanicista

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76 La concepción del Estado que predomina en el siglo XVII es la de que el Es-tado es un artefacto, una máquina; y sobre esa base empieza a hacerse cienciadel Estado en el mismo sentido que se hace ciencia de los astros o de los plane-tas. A este respecto dice Murillo Ferrol: «El camino... pues, de la especulaciónpolítica moderna queda abierto ante Europa a partir de Hobbes. Para éste, el sa-ber político es sólo un saber riguroso y exacto de la dinámica del gran cuerpopolítico; no conoce ningún otro valor que no se derive de la misma concepción deun sistema mecánico que funciona por sí mismo y, ante todo, con seguridad. Na-turalmente, aquí tiene muy poco que hacer la teología moral, la ética y la pru-dencia. La situación a que llega Maquiavelo, manejando las constantes históri-cas de una dinámica autónoma de las fuerzas políticas, se lleva aquí al más ri-guroso rango científico, insertándola en la conexión de un mecanismo universal.Al ingente mecanismo creado por los hombres, al gran Leviatán, corresponderáuna especulación exacta e infalible, cuyos postulados para la acción humanapráctica se desgajarán con precisión matemática de los supuestos que hay a labase del propio mecanismo. El propósito del científico no es ahora, por tanto,desvelar la jerarquía de normas que deban orientar la actividad práctica delhombre en el agere, ni siquiera descubrir las reglas con las cuales pudiera con-ducir su facere, en la actuación técnica o artística, sino por el contrario, mostraren un conjunto de ruedas y resortes, la dinámica de fuerzas que componen elvasto aparato de relojería que es el Estado, abstraído racional e intemporalmen-te en la misma cabeza de los hombres.

Convertido así el Estado en un mecanismo de la nueva técnica, y la cienciapolítica en un encadenamiento riguroso de proposiciones, se consigue tambiénllevar a ambas a un terreno sosegado, lejos de toda contienda teológica o moral.Es decir, se ha logrado neutralizarlos». MURILLO FERROL, F.: Saavedra Fajardo yla política del Barroco, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1957, pp. 75 y 76.

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que entrañaba la concepción materialista del procesodialéctico de la historia en donde la Moral, el Derecho y laPolítica (superestructura) no eran más que un «epifenóme-no» del juego dialéctico de los factores y fuerzas económi-cas que intervienen en la producción (infraestructura); yde otro lado, la incidencia en ese proceso de la libertad delhombre —en el sentido de toma de conciencia por el mis-mo de la necesidad histórica por la que es arrastrado— através de una técnica de lucha presidida e impulsada poruna moral del éxito (la moral marxista es inseparable dela eficacia, de la utilidad del resultado)77.

La ideas claves del marxismo implican la negación dela prudencia como virtud en la praxis; en el obrar moral,jurídico y político.

d) La aparición del fenómeno de la «tecnocracia»

Consecuencia última del relativismo, del escepticismo ydel nihilismo éticos lo constituye el fenómeno de la tecno-cracia: gobierno de los técnicos y creencia en que la solu-ción de todos los problemas de la humanidad y su desarro-llo y bienestar dependen, en última instancia, del plantea-miento y ejecución de proyectos y fórmulas puramentetécnicas (económicas fundamentalmente). Ello supone unaconcepción deshumanizada del Derecho y la Política queentendidas como meras tareas de ingeniería social preten-den plantear y resolver los problemas humanos que plan-tea la convivencia social (con mentalidad de ingeniero y deeconomista) mediante frías estrategias y operaciones pu-ramente científicas, lógicas y técnicas que sólo tienen encuenta como valores supremos la utilidad y la eficacia enel sentido técnico de la «optimización de los recursos» ma-teriales. En este contexto no tiene cabida ni sentido elplanteamiento de las exigencias de las virtudes éticas, enespecial el ejercicio de la justicia y la prudencia78.

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77 ARANGUREN, J. L.: El marxismo como moral, Alianza Editorial, Madrid,1968, pp. 70 y ss.

78 AMAR, A.: Lógica y ontología, (Los dos polos del pensamiento actual), en«Revista de Occidente», Num. 32, Madrid, noviembre de 1965, pp. 174 y 175.

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C) Desnaturalización y olvido de la prudenciaen el Derecho

La crisis de la prudencia alcanzó también al campo delDerecho. Aquí se hizo patente a través de los siguientesfenómenos:

a) El giro de la jurisprudenciahacia la burocratización

La práctica jurídica, que en los mejores momentos delDerecho romano clásico fue entendida como auténtica«iurisprudentia», fue desnaturalizada y reducida a mera«técnica jurídica» como consecuencia de fenómeno de laburocratización del orden político, el cual se acentuó inin-terrumpidamente a raíz del nacimiento y desarrollo delEstado moderno. Aunque con anterioridad existieron axio-mas o principios jurídicos, formulados en forma de senten-cias, aforismos o máximas (brocarda o generalia) —loscuales, como dice Federico de Castro, constituyen meras«expresiones técnicas o recursos pedagógicos, y las más delas veces cobertura de la pereza del pensar jurídico y sig-no de decadencia de la Ciencia del Derecho»79— con el mo-vimiento del Estado moderno y la aparición de un justiciay una administración racionalizadas y servidas por unequipo de funcionarios, empieza a prodigarse un saber ju-rídico puramente empírico, rutinario, limitado a manua-les, a extractos legales, a formularios, a instrucciones, aaforismos...80.

Para este saber jurídico, la norma próxima de acción noes el resultado de un juicio prudencial sino algo que por logeneral suele venir dado de antemano. Ante dicho sabercobra una importancia inusitada el elemento objetivo de laconducta mientras que el subjetivo pasa a un segundo tér-

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79 CASTRO Y BRAVO, F.: op. cit., p. 480.80 D’ORS, A.: De la «Prudentia iuris» a la «jurisprudencia del Tribunal Su-

premo» y al Derecho Foral, en «Escritos varios sobre el Derecho en crisis», Con-sejo Superior de Investigaciones Científicas, Delegación de Roma, Roma-Ma-drid, 1973, pp. 59 y ss.

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mino o desaparece; la significación de la prudencia y deljuicio de equidad apenas tiene consideración en este saberrígido y mecanicista, y la injusticia legal encuentra su ca-mino expedito.

Con la aparición del Estado democrático y la técnicade la legislación parlamentaria la función de la pruden-cia en la legislación aparece desvirtuada, cuando no su-plantada, por el mecanismo de las mayorías y la discipli-na de voto de los partidos. En la legislación parlamenta-ria —aun suponiendo en el juego cuantitativo de losvotos una racionalidad inmanente, similar a la queRousseau reconocía en el proceso cuasi-taumatúrgico detransformación de la «voluntad de todos» en «voluntadgeneral»— lo que decide en definitiva (y aunque algunosvotos sean emitidos prudentemente), no es, por lo gene-ral, el juicio racional de la prudencia sino la fuerza de losintereses y de la voluntad que movilizan los votos de lospartidos. Ello significa que en las decisiones parlamenta-rias triunfa no quien tiene la razón sino quien tiene másfuerza cuantificable en votos vinculados. Esto es, el purovoluntarismo.

b) La irrupción del voluntarismoen la concepción del Derecho

El voluntarismo moral y jurídico, y el positivismo queel mismo conlleva, en cuanto fenómenos característicosdel mundo moderno, contribuyeron, como ya se ha apun-tado, a la limitación cuando no a la exclusión de la pru-dencia en el ámbito del Derecho. Mientras que para elpensamiento tradicional el Derecho positivo presuponíaun orden racional y objetivo que le servía de fundamentoy lo legitimaba, jugando la prudencia un destacado papelen la creación del Derecho positivo (determinatio próxi-ma) y en su aplicación (como prudentia iuris o iurispru-dentia), el voluntarismo que surge en la Baja Edad Me-dia —en la Escolástica franciscana de Duns Scoto y G.De Ockham— y en el que se encuentra el origen del pen-samiento jurídico moderno, como ha subrayado Michel

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Villey81, supone, en relación con el tema que nos ocupa,el declinar de la prudencia en el ámbito del mundo jurí-dico. Para el pensamiento voluntarista —al que subyaceuna filosofía nominalista e incluso nihilista, en algunoscasos— el Derecho constituye la expresión de mandatode una voluntad soberana (Bodino, Hobbes) o la expre-sión de la voluntad general (Rousseau).

Desde estos supuestos el pensamiento racionalista(Hobbes, Puffendorf, Locke, Thomasius, Kant...) renovó laTeoría del Derecho: El Estado es el producto de un contra-to (acuerdo de voluntades); el contrato, la principal fuentede obligaciones; el acto jurídico, la manifestación de unavoluntad personal productora de efectos jurídicos; la ley, laexpresión de la voluntad soberana con independencia deque se entienda que la soberanía reside en el rey, en elpueblo, en la nación, o, incluso, en el Estado82.

En el marco de tal pensamiento no podía subsistir lafunción que la prudencia había venido desempeñando enel orden jurídico, según el pensamiento tradicional, y elloporque la prudencia presupone un orden ético objetivo quees preciso plasmar en la realidad y para el voluntarismo—al que subyace el nominalismo e incluso el nihilismo,como ya se ha apuntado— no existe orden de valores obje-tivo que la voluntad deba realizar. Para el voluntarismolos valores son, en cada instante, creaciones y realizacio-nes de la voluntad.

c) Del Derecho natural racionalistaal positivismo jurídico legalista

Desde una perspectiva estrictamente jurídica nos en-contramos con que el racionalismo, motor y guía del Dere-cho natural en un periodo de su historia (Escuela clásicadel Derecho Natural y de Gentes) desembocó en un maxi-malismo iusnaturalista que pretendió elaborar deductiva-

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81 VILLEY, M.: Leçons d’Histoire de la Philosophie du Droit, Ed. Dalloz, París,1962, p. 273.

82 Ibid. pp. 274 a 276.

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mente, more geométrico, un código ideal de principios devalidez universal, a los que deberían ajustarse todas laslegislaciones particulares. Samuel Puffendorf pretendiópresentar el Derecho natural como un sistema lógico y ce-rrado de verdades de razón83.

Este intento, tanto por su finalidad (construir un sis-tema jurídico de carácter lógico-racional, acabado y per-fecto) como por su método lógico-deductivo (lo cual espropio de la razón especulativa y no de la razón práctica,que opera de modo compositivo) supuso la expulsión dela prudencia del proceso de obtención de los preceptosdel Derecho natural. En el ámbito del Derecho positivo eliusnaturalismo racionalista, por un lado, y el voluntaris-mo político y jurídico, de otro lado, condujeron, a travésdel fenómeno de la codificación, al positivismo jurídicolegalista.

La codificación, fruto directo y privilegiado del racio-nalismo y la ilustración, pretendió, en sus manifestacio-nes extremas, elaborar, según el método lógico-deductivo,un ordenamiento jurídico perfecto desde el punto de vis-ta lógico-formal, sin tener en cuenta para nada las exi-gencias y peculiaridades de la realidad social que debíaordenar84, lo cual eclipsaba, anulaba, el juicio prudencialen ese momento fundamental de la vida del Derecho quees la legislación.

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83 DENZER, H.: Moral, Philosophie und Naturrecht bei Samuel Puffendorf,Verlag C.H. Beck, München, 1972, pp. 279 y ss.; BRUFAU PRAT, J.: La actitud me-todológica de Samuel Puffendorf y la configuración de la «disciplina Iuris Natu-ralis», Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1968, en especial pp. 77y ss.; KOS-CHAKER, P.: Europa y el Derecho romano, trad. esp. de J. Santa Cruz Tejeiro, Ed.Revista de Derecho Privado, 1955, pp. 355 y ss.; WELZEL, H.: Introducción a laFilosofía del Derecho, (Derecho natural y justicia material), trad. esp. de F.González Vicen, Ed. Aguilar, Madrid, 1971, pp. 133, 134, 144 y ss.; WIEACKER, F.:Historia del Derecho privado de la Edad Moderna, trad. esp. de F. FernándezJardón, Ed. Aguilar, Madrid, 1957, pp. 197 a 218, 261 y ss.

84 GONZÁLEZ VICEN, F.: Sobre los orígenes y supuestos del formalismo en elpensamiento jurídico contemporáneo, en «Anuario de Filosofía del Derecho», T.VIII, Madrid, 1961, pp. 47 y ss.; RADBRUCH, G.: Introducción a la Filosofía delDerecho, trad. esp. de W. Roces, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1974, pp.114 y ss., 118 y ss., 120 y ss.; WIEACKER, F.: op. cit., pp. 378 y ss.

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De otro lado, la codificación y los supuestos ideológicosy técnico-jurídicos que le sirvieron de fundamento, consti-tuyeron la vía a través de la cual triunfo y se impuso, enprimer lugar, la concepción positivista del Derecho: Nohay más Derecho que el Derecho positivo85; y, en segundolugar, la pretensión de reducir el Derecho a la ley: No exis-te más Derecho que el Derecho legal, elaborado por el Es-tado, negando todo valor y significación jurídica a la cos-tumbre, al Derecho consuetudinario86.

Por último, la concepción positivista del Derecho vio enel mismo un sistema de normas unitario, coherente y ple-no (ordenamiento) lo cual, conectado con el culto al dogmapolítico de la división de poderes, incidió directamente enla concepción de las tareas y funciones encomendadas alos jueces y a los juristas en general. Su resultado fue laconfiguración de una metodología de cuño racionalista ymecanicista que vio con recelo —y en algún momento llegóa prohibir— la tarea de interpretar la ley y que redujo elmomento de la aplicación del Derecho a un proceso mentalde carácter lógico-deductivo (concepción de la subsuncióny la aplicación de la ley como un silogismo) cuya conclu-sión se imponía de un modo automático y necesario87. Estaforma de entender la praxis jurídica implicaba el descono-cimiento y la expulsión de la virtud de la prudencia de lacompleja tarea de interpretar y aplicar el Derecho, negan-do al juzgador —que queda reducido a un verdadero autó-mata— toda contribución personal y creadora a la vida delDerecho.

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85 WIEACKER, F.: op. cit., pp. 378 y ss., 404 y ss.86 MONTORO BALLESTEROS, A.: Poder y formas del Derecho (La tensión entre

variedad y uniformidad en el Derecho), en «Revista de las Cortes Generales»,núm. 56, segundo cuatrimestre, 2002, pp. 94 y ss. (Con abundante bibliografíaen notas a pie de página).

87 LARENZ K.: Metodología de la Ciencia del Derecho, trad. esp. de la 4ª. ed.alemana de M. Rodríguez Molinero, Ed. Ariel, Barcelona, 1994, pp. 265 y ss.;ENGISCH, K.: Introducción al pensamiento jurídico, trad. esp. de E. GarzónValdés y presentación de L. García San Miguel, Ed. Guadarrama, Madrid, 1967,pp. 69 y ss., 122 y ss. y 138; DU PASQUIER, C.: Introductión à la Théorie généraleet à la Philosophie du Droit, 16ª ed. Delachaux et Niestle Editeurs, Neuchatel-Paris, 1988, pp. 126 y ss., 181 y ss.

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V. LA ALTERNATIVA METODOLÓGICA ACTUAL:LA ÉTICA DISCURSIVA

1. Contexto histórico

El «agotamiento de la razón» tras los últimos esfuerzosdel idealismo filosófico abrió las puertas del pensamientoal positivismo y, con él, a la reducción de la realidad a loshechos empíricos y, en el plano filosófico, a las doctrinasdel relativismo, del escepticismo y del formalismo. Conse-cuencia directa de ello fue el desolador panorama delmundo de las ideas y del pensamiento descrito por E.Kaufmann: «La última palabra del formalismo ha sidoarrancar y vaciar el pensamiento de todo lo vital. Teoríadel conocimiento sin concepto de la verdad. Psicología sinalma. Ciencia del Derecho sin idea ni ideal del Derecho.Ética formal sin conceptos de moralidad. Ciencias delespíritu sin sentido para las realidades y concreciones deese espíritu»88.

Ahora bien, el mundo de los hechos es complejo y varia-do. Por ello la reducción de la realidad a los hechos (dadoque hay hechos de diferente naturaleza) dio lugar a unapluralidad de corrientes de pensamiento que en los planosde la filosofía y de la política —desde el común denomina-dor que le sirvió de fundamento: la negación de la objetivi-dad del mundo de los valores— se manifestaron como vi-talismo, irracionalismo, nihilismo y, en el ámbito más con-creto de la teoría y de la praxis política, dieron lugar a laexaltación, al culto y a la legitimación de las categorías vi-talistas, de la fuerza física y de la violencia como resortesy motores de la historia y del progreso. Ello es lo que enúltima instancia han significado —si miramos al fondo delas cosas y con independencia de las causas que dieron lu-gar en cada momento a su nacimiento— el socialismo, el

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88 KAUFMANN, E.: Kritik der neukantischen Rechtsphilosophie (Eine Betrach-tung über die Beziehungen zwischen Philosophie und Rechtswissenschaft), Neu-druck der Ausgabe Tübingen, 1921, Scientia Verlag Aalen, 1964, p. 100.

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anarcosindicalismo, el marxismo y el fascismo (y ademáspor ese orden)89.

De ahí que tras el holocausto mundial que concluyó en1945 el pensamiento filosófico se plantease, como tema ur-gente, el problema de la «racionalidad» en el obrar huma-no y se comenzase a hablar con insistencia de la necesidadde la «recuperación» o la «rehabilitación» —estos fueronlos términos más empleados— de la «razón práctica». Enesa dirección se movieron y mueven los esfuerzos de lasteorías de la «argumentación ética» (moral y jurídica) endonde destacan los nombres de Apel, J. Habermas, J.Rawls, Th. Viehweg, Ch. Perelmann, L. Recasens Siches,J. Raz, J. Esser y R. Alexy, entre otros90.

En el plano de la teoría de la argumentación que consti-tuye el tema central de nuestro estudio vamos a ceñirnuestra reflexión a la significación y alcance de la denomi-nada teoría del discurso o ética discursiva.

2. La Ética discursiva como ensayo de rehabilitaciónde la razón práctica

A) Supuestos

Las teorías del discurso toman como punto de partidala tesis kantiana de la posibilidad del conocimiento, porparte de la «razón práctica», de normas morales válidasque aparecen misteriosamente en la conciencia. Dichasnormas constituyen una realidad primaria respecto de las

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89 DU PASQUIER, C.: op. cit., pp. 239 a 292; WELZEL, H.: op. cit., pp. 191 y ss.,199 y ss., 210 y ss.; FASSÓ, G.: La Filosofia del Diritto dell’Ottocento e del Nove-cento, Nuova edicione aggiornata a cura di C. Faralli e G. Zanetti, Ed. II Mulino,Bologna, 1994, pp. 109 y ss., 123 y ss., 135 y ss., 165 y ss., 255 y ss.

90 KAUFMANN, A.: Filosofía del Derecho, trad. esp. de la 2ª. ed. de L. VillarBorda y A.Mª. Montoya, Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 1999, pp.471, 479 y ss., 482 y ss., 484 y ss.; GARCÍA AMADO, J. A.: op. cit., pp. 289 y ss., 341y ss.; CORTINA ORTS, A.: Crítica y utopía: La Escuela de Francfort, prólogo de J.Muguerza, Ediciones Pedagógicas, Madrid, 2001, pp. 152 y ss.; PÉREZ LUÑO, A.E.: Trayectorias contemporáneas de la Filosofía y la Teoría del Derecho, ed. In-novación Editorial Lagares, Sevilla, 2003, pp. 64 y ss.

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cuales el análisis crítico trascendental encuentra el funda-mento de su validez, no en su contenido sino en su mismaforma: cualquier máxima pertenece auténticamente a laley moral, siempre que admita ser transformada en unanorma universal («imperativo categórico»).

Ahora bien, las teorías discursivas van más allá delpensamiento kantiano al abandonar, en el plano cognitivo,el esquema sujeto-objeto, postulando el paso del conoci-miento monológico (reflexión crítica y valoración del argu-mento por parte de la conciencia individual) a un conoci-miento dialógico (en donde el monólogo, el esfuerzo indivi-dual es sustituido por un esfuerzo colectivo a través deuna discusión o diálogo (discurso) en el que participan unapluralidad de sujetos)91.

Puesto que ese conocimiento dialógico es puramenteformal ello supone el rechazo de la teoría de la correspon-dencia de la verdad «(la verdad como adaequatio intellec-tus et rei)»92, y sus sustitución por una «teoría consensualde la verdad», determinada por la concordancia de losenunciados formalmente correctos depurados a través deldiálogo93.

B) Objeto y Método

a) Desplazamiento de la idea de verdad prácticapor la de corrección

De acuerdo con lo indicado tanto por Apel como Ha-bermas las teorías del discurso buscan la fundamenta-ción de la validez (razones para la obediencia) desplazan-do la conciencia individual (de significación monológica)por el habla, por el diálogo (de carácter dialógico)94, a

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91 Vid. KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 482-483.92 HABERMAS, J.: La ética del discurso y la cuestión de la verdad, trad. esp.

de R. Vilà Vernis, Ed. Paidós, Barcelona, 2003. pp. 74 y ss., 79.93 Ibid. pp. 81, 84 a 87 y 88; KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 493 y 494.94 HABERMAS, J.: op. cit., pp. 71 y 72; CORTINA ORTS, A.: op. cit., pp. 152 y ss.,

156 y 157.

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través del cual se filtran y se separan lo que es cuestio-nable o inválido de aquello que gnoseológicamente es «noproblemático»95.

La ética discursiva supone el desplazamiento de la«idea de verdad práctica» como categoría correspondientea los contenidos éticos materiales del bien y de la virtud ysu sustitución por una idea de «corrección» que posee unasignificación puramente formal. La clave de la correcciónde la norma no radica pues, como ya se ha explicado, en sucontenido sino, valga la redundancia, en la «corrección»formal metódica de la argumentación mediante la cual seha llegado al acuerdo (consenso)96.

b) El principio de «universalización»como fundamento de la validez de la norma

Estamos ante una teoría o concepción consensual(constructiva) de la validez de la corrección97. Pero debe-mos advertir que aquí lo válido no es cualquier «acuer-do» que pueda alcanzarse en relación con las normassino el «consenso» obtenido respetando determinadascondiciones formales de procedimiento (se trata de unaética procedimental). Dicha ética procedimental suponedos cosas:

Primera: El «consenso» alcanzado mediante un procesode comunicación racional a partir de una «situación idealde comunicación» (Apel) o una «situación ideal de habla»(Habermas) supone, según Habermas, el triunfo del «me-jor argumento». Esta situación ideal de habla exige, comocondiciones indispensables para todos los participantesen el discurso: igualdad de oportunidades, libertad de ex-presión, ausencia de privilegios, veracidad y ausencia decoacción98.

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95 HABERMAS, J.: op. cit., pp. 83 y 84.96 Ibid. pp. 79, 81 83, 84, 86 y 88; KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 485, 486; CORTI-

NA OTS, A.: op. cit., pp. 154 y 155.97 HABERMAS, J.: op. cit., pp. 84 y ss.; CORTINA ORTS, A.: op. cit., pp. 158 a 162.98 KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 483, 484 y 486 a 488; CORTINA ORTS, A. op. cit.,

pp. 155, 162, 175 Y 176.

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Segunda: Que el fundamento último de toda norma éti-ca sea el «principio de universalización» de la misma; estoes, la constatación de que al final de un proceso argumen-tativo se ha llegado a un acuerdo, lo cual implica que, através del diálogo, las voluntades particulares se identifi-can con la voluntad universal y que, por tanto, la normaes universalmente aceptada99. En este sentido dice Haber-mas: «Mientras que la verdad de una proposición expresaun hecho, no hay, en el caso de los juicios morales, nadaequivalente a que un estado de cosas “sea el caso”. Un con-senso normativo, alcanzado bajo condiciones libres e inclu-sivas de debate práctico, establece una norma válida (oconfirma su validez). Las normas válidas no “existen” sinoen el modo de ser aceptadas intersubjetivamente como vá-lidas. La “validez” de una norma moral significa que “me-rece” reconocimiento universal a causa de su capacidadpara vincular la voluntad de sus destinatarios únicamentepor medio de razones»100.

De forma más lacónica formula Habermas el «principiode universalización» al indicar que «sólo pueden pretendervalidez las normas que cuentan (o podrían encontrar)aceptación por parte de todos los afectados, partícipes deldiscurso práctico»101.

C) Consideraciones críticas

Respecto de la ética discursiva, de sus posibilidades ylímites, cabe hacer las siguientes observaciones:

1. La teoría del discurso ha contribuido a profundizaren el conocimiento y explicación de los factores y cir-cunstancias que, desde un punto de vista ideal, permi-ten, hacen posible y garantizan las condiciones exigidaspara el obrar ético. Por ejemplo, las reglas ideales que

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99 CORTINA ORTS, A.: op. cit., pp. 155 y 163.100 HABERMAS, J.: op. cit., p. 87. Véanse las pp. 86 a 88.101 HABERMAS, J.: Moralbewuβtsein und kommunikatives Handeln, Suhr-

kamp Verlag, Frankfurt, 1983, p. 103 (cit. por A. CORTINA ORTS, op. cit., p. 170).

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R. Alexy propone en relación con la corrección del dis-curso práctico102.

Cosa diferente es, como luego veremos, la viabilidaddesde el punto de vista real de un diálogo que respete efec-tivamente esas reglas ideales y una serie de observacionesque nos parece pertinente hacer.

2. Ante todo la ética discursiva implica una inversióntotal de lo que hasta ahora entendíamos por orden moral.Dicha inversión consiste en alterar las relaciones existen-tes entre validez ética de una norma y la eficacia de lamisma. Así tenemos que:

a) Mientras para la ética tradicional la aceptación yeficacia de una norma era la consecuencia lógica dela validez material de la misma: la norma se obe-decía, debía obedecerse, porque lo que prescribía erajusto, bueno (la obediencia, la eficacia de la normaencontraba su fundamento y legitimación en la vali-dez material de la misma).

b) Para la ética discursiva el reconocimiento de unanorma (su aceptación, su eficacia) que es una cues-tión de hecho, es lo que fundamenta y justifica lavalidez de la misma. Una norma es válida y debeser obedecida, no por la bondad o justicia intrínsecade su contenido material (que aquí resulta discuti-ble y por discutible y problemático irrelevante) sinopor el hecho de que dicha norma ha sido aceptada,obedecida, dentro de un determinado círculo social,después de haber debatido libremente, a través deun procedimiento formal correcto, las razones y lassinrazones de la misma. En resumen: la validez deuna norma («deber ser») depende del hecho de suaceptación (eficacia), de su reconocimiento universalobtenido a través de un procedimiento discursivo,formal. La aceptación (en cuanto hecho) es algo to-

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102 ALEXY, R.: Teoría de la argumentación jurídica, (La teoría del discurso Ra-cional como teoría de la fundamentación jurídica) trad. esp. de M. Atienza e I. Es-pejo, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989, pp. 184 y ss., 283 y ss.

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talmente independiente del contenido material de lanorma (de su bondad o maldad). Ello significa que lacorrección formal del procedimiento (técnica) des-plaza la idea de ética material y se convierte en laúnica fuente capaz de alumbrar normas válidas, locual supone, en última instancia, un desplazamien-to y suplantación de la ética por la técnica.

3. La teoría de la ética del discurso implica una cons-trucción completamente artificial y abstracta, alejada dela realidad y envuelta en un lenguaje críptico y herméticoen el cual, al menos aparentemente, parece buscar y fun-damentar la cientificidad de sus tesis. Las ideas de una«comunidad ideal de comunicación» (Apel) o de una «situa-ción ideal de habla» (Habermas) y de los requisitos que lasmismas implican responden a un esquema artificial y utó-pico que podía darse en una sociedad de ángeles, de espíri-tus puros, pero que no parece que pueda realizarse en elcontexto de la sociedad real, efectiva, en la que los hom-bres conviven y se relacionan. Como indica A. Kaufmann,todo eso, el diálogo en una situación ideal de habla, «suce-de sólo en las operaciones mentales del ético del discurso.Este proceso intelectual que es tan ficticio como es ficticiala teoría del contrato social, es puramente formal, carecede contenido»103.

4. La teoría del discurso ha tenido la virtualidad deconvertir la ética, que fue siempre un saber práctico, enuna compleja y alambicada teoría alejada de la realidad(piénsese en la significación del principio de universaliza-ción) e incapaz de buscar y encontrar soluciones a los pro-blemas ético-jurídicos reales y concretos de los hombres104.«El discurso ideal —como indica A. Kaufmann— es sóloun proceso mental, que tiene lugar en las cabezas de loséticos discursivos que por principio no tiene ningún conte-nido»105. En análogo sentido observa L. García San Mi-

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103 KAUFMANN, A.: op. cit., p. 487, vid. pp. 486 y ss., y 489.104 Ibid. p. 490.105 Ibid. p. 489.

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guel: «La ética discursiva se presenta a sí misma comoprocedimental; establece un procedimiento por medio delcual pueden fundamentarse normas, pero la fundamenta-ción será asunto de los dialogantes, sobre cuyos resultadosel filósofo no se pronuncia. Diríamos que sólo se trata deestablecer el “cómo” pero no el “qué” de la moral»106.

El formalismo de la «corrección» del discurso, per se, noproporciona ningún contenido, ninguna solución concreta,y sólo conduce al vacío: al vacío de las «formas correctas»pero carentes de contenido107 que cristalizan en axiomas yprincipios tan aparentemente vacuos y neutros como peli-grosos. Tal es el caso de la tesis, según la cual, «sin violen-cia y mediante el diálogo, se puede defender legítimamen-te cualquier cosa». Eso, evidentemente es una falsedad, unsofisma. Simplificando mucho las cosas tenemos —y elloes indudable— que hay ideas verdaderas y otras que sonfalsas; que existen acciones, comportamientos, que sondignos y buenos y otros que son abyectos y malos. La clavedel problema ético reside no en pasar por alto, en prescin-dir de esas diferencias, sino, en, teniendo conciencia deque existen, saber distinguir, con el mayor margen de cer-teza posible, qué es lo verdadero y qué lo falso. Ahorabien, para ello es necesario, indispensable, la admisión dela existencia de principios, de valores éticos de validezpermanente que, lejos de ser el resultado de una conven-ción o de un discurso puramente procedimental fundadoen la categoría de la «corrección formal», de la discusión,constituyen la premisa, el fundamento, de cualquier refle-xión y valoración ética.

A este respecto J. Ratzinger ha insistido en que la con-ciencia moral subjetiva no puede depender, en cada mo-mento, de las oscilantes fluctuaciones del curso y de lastensiones del discurso lógico, sino que precisa de un ancla-je, de un enraízamiento en algo que la fundamente, la nu-tra y la garantice. Ese algo no es otra cosa que los valores

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106 GARCÍA SAN MIGUEL, L.: Los Fundamentos del Derecho, (Penúltimosapuntes), anotaciones de I. Álvarez Gálvez, Ed. Dykinson, Madrid, 2002, p. 162.

107 KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 471, 484 y 490 a 493.

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de la verdad, el bien y la justicia. Ello es así, explica Rat-zinger, porque «no es la praxis la que crea la verdad, sinola verdad la que hace posible la praxis correcta»108.

Por su parte ha recordado A. Ollero en análoga direc-ción: «Los intentos de llegar a fundamentar convencional oprocedimentalmente los valores éticos fundamentales dela vida jurídica no pueden ocultar, como vimos, que con-vención y procedimiento remiten a su vez a valores éticosprevios. Libertad y dignidad no son consecuencias de undiscurso racional, sino que le sirven discretamente de pre-misa. La igualdad de trato —imposible de lograr sin la ta-rea jurídica— no es tampoco sólo el resultado de tal dis-curso sino también su condición»109.

5. La ética discursiva y la idea de consenso parecen im-plicar una disolución de la conciencia individual y de suautonomía en la convivencia colectiva o comunitaria queconstruye mediante el diálogo (paso del conocimiento mo-nológico al conocimiento dialógico) ese «consenso» que fun-damenta heterónomamente las normas110. Ello supone elgrave riesgo de diluir la persona individual y su autono-mía (su convivencia y su libertad) en el grupo y del despla-zamiento y disolución de las nociones de responsabilidad yculpa individuales que, en el mejor de los casos, son trans-feridas al grupo o a las instancias míticas que lo aglutinany mueven. Eso fue lo que sucedió con los crímenes perpe-trados por los agentes o servidores del Estado totalitario(marxista y fascista) que individualmente parecían no te-ner conciencia de culpa por los crímenes cometidos111. Y

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108 RATZINGER, J.: Verdad, Valores, Poder, (Piedras de toque de la sociedadpluralista), trad. esp. de J. L. del Barco 2ª. ed. Ed. Rialp, Madrid, 1998, p. 82.

109 OLLERO, A.. ¿Tiene razón el Derecho?, (Entre método científico y volun-tad política), Publicaciones del Congreso de los Diputados, Madrid, 1996, pp.434 y 435.

110 GARCÍA SAN MIGUEL, L.: op. cit., p. 161.111 Desde los supuestos del relativismo y del escepticismo éticos (del nihilis-

mo en determinados casos) la conciencia colectiva del grupo y su mística ideoló-gica se convertirían así en la cobertura ética desde la que podrían legitimarselos actos y los crímenes más abyectos. En este sentido, escribe Ratzinger, «es-tarían justificados (...) los miembros de las SS que realizaron sus fechorías confanático conocimiento y plena seguridad de conciencia (...). No existe la menor

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eso mismo está sucediendo actualmente con el terrorismonacionalista, islámico, etc. que estamos sufriendo en Es-paña y en gran parte del mundo.

De otro lado cabe advertir que la teoría del discursopodría contribuir a fundamentar —o lo que sería másexacto— a explicar la eficacia de las normas jurídicas (he-terónomas) pero no la de las normas morales que han deser interiorizadas y convertidas en creencias.

6. La ética discursiva desquicia las posibilidades propiasdel diálogo. La corrección formal del diálogo no puede, por símisma, encontrar la verdad y el bien (sino que, como ya seha indicado, los presupone) pero sí podría, si se extrema lafe, la beatería del culto a la corrección procedimental del diá-logo, legitimar como verdadero o bueno cualquier error omaldad, siempre que los enunciados correspondientes a lasmismas fuesen formalmente correctos (teoría de la verdadconsensual)112. Ya estamos avisados de la falsedad y peligro-sidad del axioma o principio de que «sin violencia y median-te el diálogo se puede defender legítimamente cualquiercosa; lo que se quiera». Sin violencia y mediante el diálogono se puede defender todo. La falsedad, la maldad, la co-rrupción en sus múltiples manifestaciones son indefendi-bles. Nada abyecto puede justificar su defensa por más quese haga recurriendo a sutiles sofismas y usando delicadoseufemismos como está sucediendo en la sociedad actual, ysiempre con el más descarado cinismo y la más absoluta im-punidad. En este sentido la cursi y eufemística expresión de«interrupción del embarazo no deseado» no difiere en nadaen la terminología aparentemente neutra, fría y técnica,cripticoengañosa, acuñada por los nazis (agrupación y rea-sentamiento de poblaciones, etc.) para designar las deporta-ciones y otras acciones criminales. Esto nos lleva a plantear-

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duda de que Hitler y sus cómplices, que estaban profundamente convencidos delo que hacían (...) a pesar del horror objetivo de la acción, desde el punto de vis-ta subjetivo obraban moralmente. Como seguían su conciencia, tendremos quereconocer que, aunque los guiara erróneamente, sus acciones eran morales paraellos». Op. cit., p. 50.

112 KAUFMANN, A.: op. cit., p. 194.

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nos y a enjuiciar a fondo dos cosas: De un lado la relaciónexistente entre consenso y verdad y entre consenso y justi-cia; de otro lado, el problema de los límites de la ética discur-siva y del discurso democrático en general.

Sobre la relación entre verdad y consenso cabe advertirque el consenso puede constituir un evidente indicio de laverdad pero no el fundamento de la misma113. La relaciónentre consenso y verdad, como ya vimos, es justamente lainversa: El consenso no crea la verdad sino que es la ver-dad la que hace posible el acercamiento, la convergencia,en que el consenso consiste, y la que en última instancia lofundamenta. El consenso si no se funda en la verdad es uncastillo de arena.

Respecto de la relación entre consenso y justicia debemospartir de la distinción aristotélica entre justicia natural y jus-ticia legal. La justicia natural es —dice Aristóteles— «la quetiene en todas partes la misma fuerza, independientementede que lo parezca o no». Esta justicia no puede ser nunca fru-to del consenso. Su existencia es anterior e independiente delmismo y sólo puede ser conocida o desconocida por la razónhumana. El consenso encuentra su ámbito adecuado en rela-ción con las cosas que por ser dudosas o probables por natu-raleza escapan a la posibilidad del conocimiento cierto. Deahí que la idea de consenso sólo posea virtualidad respecto delas cuestione que según Aristóteles constituyen el objeto de lajusticia legal. Ésta, según Aristóteles, es la que versa sobre«aquello que en un principio da lo mismo que sea así o deotra manera, pero una vez establecido ya no da lo mismo: porejemplo —dice—, que el rescate cueste una mina, o que sedeba sacrificar una cabra y no dos ovejas, y todas las leyes es-tablecidas para casos concretos...»114.

Respecto de los límites de la ética del discurso y del dis-curso democrático en general debe tenerse en cuenta quedichas teorías tienen como fundamento y explicación últi-mos, desde el punto de vista filosófico, el relativismo y el

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113 Ibid. p. 495.114 ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco, Lib. V, cap. 7, 1135a; Vid. GARCÍA AMADO,

J. A.: op. cit., pp. 268 y ss., 341 y ss.

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escepticismo que, en cuanto tales, no constituyen los mejo-res supuestos para la vida moral, jurídica y política. El re-lativismo y el escepticismo no permiten la instalación delhombre en la vida que es una necesidad primaria, urgen-te, sentida por él en el despliegue de su reflexión intelec-tual. Ésta suele brotar de un íntimo y vital anhelo de ver-dad semejante al del náufrago que —no pudiendo insta-larse y vivir en el mar— pugna por alcanzar la orilla. Elescepticismo puede tener su justo sentido como punto departida de la reflexión pero no como punto de llegada. Eneste supuesto el escepticismo, en cuanto filosofía de la de-cepción, se torna en una enfermedad mortal que aboca alsuicidio intelectual e incluso físico. A este respecto indicaOrtega y Gasset: «la fe en la verdad es un hecho radical dela vida humana: si la amputamos queda ésta convertidaen algo ilusorio y absurdo (...). El relativismo es, a la pos-tre, escepticismo, y el escepticismo, justificado como obje-ción a toda teoría, es una teoría suicida»115.

El relativismo, el escepticismo, el nihilismo caben comoactitudes académicas, como hipótesis de trabajo, pero porsu connotación enfermiza, letal, no pueden constituir lossupuestos de cualquier actitud sana y vital, que exige deloxigeno y del impulso de la verdad. Por ello, la aspiración,la necesidad que el hombre siente de verdad explica, deotro lado, que, en el fondo, relativismo y escepticismo noexistan como actitud vital permanente. Relativismo y es-cepticismo constituyen sólo premisas metodológicas (pun-tos de partida) que llegado el momento hay que abando-nar. Por la dinámica misma de las cosas (del pensar y delsentir humanos) todo relativismo y escepticismo, tarde otemprano, acaba sacando, como lo hace un prestidigitadorde su manga o de su chistera, un elenco de valores absolu-tos, en flagrante contradicción con los supuestos episte-mológicos y metodológicos que le servían de base. De ahíque, entre nosotros, H. Kelsen, tras defender ardiente-

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115 ORTEGA Y GASSET, J.: El tema de nuestro tiempo, en «Obras Completas», T.III, Ed. Alianza Editorial y Revista de Occidente, Madrid, 1987, p. 158. Véanselas pp. 157 y ss.

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mente el relativismo filosófico y el escepticismo (los valo-res no son categorías absolutas sino relativas), cuyo corre-lato político es la democracia116, no tuviese más remedio,en última instancia, que elevar a la categoría de valoresabsolutos la igualdad, la libertad, la tolerancia y la demo-cracia, como forma política que los reconoce y garantiza117.

Este salto desde el relativismo y el escepticismo (los va-lores son relativos) a la erección de la democracia en valorabsoluto (caída en lo que bien pudiéramos llamar funda-mentalismo democrático) exige algunos reparos y matiza-ciones. En este sentido Ratzinger, tras someter a crítica laidea de que la conciencia individual (cualquier conciencia)pueda ser elevada a norma suprema de moralidad118, criticatambién el carácter absoluto con que, desde los supuestosdel relativismo y del nihilismo escépticos se presenta laidea de democracia, apelando a la voluntad de la mayoríacomo supremo criterio de moralidad (H. Kelsen, R. Rorty).«Es indiscutible —dice Ratzinger— que la mayoría no es in-falible y que sus errores no afectan sólo a asuntos periféri-cos, sino que ponen en cuestión bienes fundamentales quedejan sin garantía la dignidad humana y los derechos delhombre (...), pues ni la esencia de los derechos humanos nila de la libertad es evidente siempre para la mayoría (...).La mayoría es manipulable y fácil de seducir y (...) la liber-tad puede ser destruida en nombre de la libertad»119.

VI. REIVINDICACIÓN Y RETORNO AL JUICIO PRUDENCIAL

1. Necesidad del discurso para el conocimientopráctico: Razones y límites

El diálogo, el discurso no poseen la virtualidad de ge-nerar el objeto que se busca o sobre el que se discute (la

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116 KELSEN, H.: Absolutismo y relativismo en Filosofía y Política, trad. esp.de A. Calsamiglia, en el vol. de estudios publicado bajo el título ¿Qué es la Justi-cia?, Ed. Ariel, Barcelona, 1982, pp. 114, 115, 123 y 124.

117 Ibid. pp. 117, 119 y ss. y ¿Qué es la Justicia?, ibid., pp. 62 y 63.118 Véase el texto de la nota 111.119 Ibid. pp. 94 y 95.

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verdad, el bien, la justicia) sino que exigen previamentela existencia de unas premisas, de unos valores éticos, entorno a los cuales se va a hablar y discutir (en nuestrocaso las ideas de verdad, bien, etc.). El discurso, el diálo-go lo que permiten al respecto es sólo un progresivo avan-ce en el conocimiento y fijación de la materia u objeto pre-viamente dados sobre los que se discute. Ello significaque el discurso tiene sólo una función instrumental perono fundante en el descubrimiento de la verdad y del bien,que son la materia de nuestra reflexión y estudio. El dis-curso, el diálogo contribuyen, sobre la base de la expe-riencia concreta, (de las ideas y creencias de quienes dia-logan), a la corrección y depuración de las nociones y con-cepciones propias de cada sujeto, aproximando posicionesy permitiendo, como diría A. Kaufmann, ideas o conoci-mientos convergentes en relación con el tema o asuntopropuesto, que posee una realidad objetiva independientede la subjetividad del conocimiento del sujeto que cono-ce120. En este sentido parece pertinente la siguiente ob-servación de Kaufmann al contraponer al paradigma del«discurso ideal» de los éticos discursivos la significacióndel discurso real. Escribe A. Kaufmann: «Cuando Apelrealza el prestigio de “mil conferencias” habría que res-ponderle que a lo largo de la historia se han celebrado mi-les y miles de conferencias sobre ética y justicia y quepermanentemente se celebran tal clase de conferencias.Pero estos no son discursos ideales sino discurso realesque no se orientan por un principio formal sino en la expe-riencia empírica. Ella produce una pluralidad de pun-tos de vista, la cual fomenta más el esclarecimiento de laverdad que la ética del discurso adversa al pluralismo.Nosotros tenemos, afortunadamente, no sólo una ética nisólo una Filosofía del Derecho sino una pluralidad de éti-cas y Filosofías del Derecho las cuales compiten entre sípara aproximarse lo más posible a una verdad y una jus-ticia inalcanzables. Tales éticas y teorías de la justiciareales son necesariamente de contenido, y puesto que

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120 KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 195 y 496.

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los contenidos provienen de la experiencia no ofrecen nin-guna fundamentación final sino siempre sólo juicios pro-blemáticos, decisiones riesgosas»121.

Desde estos supuestos cabe colegir con Charles Taylorque cualquier intento de elaborar «una teoría de lo correc-to, sin el respaldo de una teoría de lo bueno, está conde-nada al fracaso». Taylor preconiza una ética de lo buenoen lugar de una ética procesal, de reglas, la cual, sin laidea de lo bueno, del bien, es insoportable. Supuestos fun-damentales de la ética son para Ch. Taylor lo bueno y laprudencia. «El poder del juicio moral —nos dice Taylor—se basa esencialmente en la prudencia y no tanto en laracionalidad formal. Las normas nunca pueden ser libresde contexto, sino que deben tener en cuenta su lugar enla vida.»122.

Por su parte, y desde los específicos supuestos de supensamiento, H. G. Gadamer ha reivindicado el pensa-miento aristotélico —y con él la virtualidad de la pruden-cia (phrónesis) en conexión con el ethos— como el únicomodelo metodológico viable en el ámbito de la filosofíapráctica123.

De acuerdo con ello es función de la prudencia, del juicioprudencial, la tarea de interpretar y concretar el contenidode las normas adaptándolo y aplicándolo al caso concreto.Con esto volvemos a replantearnos el tema de la prudencia(del juicio prudencial) en el conocimiento práctico.

2. El discurso como momento del juicio prudencial

La insuficiencia de una ética meramente procesal y lanecesidad de fundamento la ética en la idea de bien exigeun replanteamiento de la relación existente entre el dis-curso y la ética en el sentido de que el método, el discurso(con sus posibilidades y sus límites), como instrumento

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121 Ibid. pp. 489 y 490.122 cit. por KAUFMANN, A.: op. cit., pp. 490 y 491.123 GADAMER, H-G.: Problemas de la razón práctica, op. cit., en especial pp.

309 y 313 a 315.

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técnico de naturaleza puramente formal, sólo alcanza laplenitud de su virtualidad y sentido a través de su cone-xión con el mundo de los «valores materiales» (el bien) pro-pios de la ética, planteándose así el problema de las rela-ciones que pueden existir entre la teoría del discurso y eljuicio prudencial.

En este sentido cabe advertir que la teoría del discursono desplaza o hace superflua la función del juicio pruden-cial en cuanto instrumento de la verdad práctica y del rec-to obrar. Dentro del momento intelectual del juicio pru-dencial (que implica, como hemos visto, conocimiento y de-liberación) es donde encontraría su adecuada sede, traslos precisos ajustes, la moderna teoría del discurso, comouna pieza o elemento más del juicio de la prudencia. La te-oría del discurso, desconectada del proceso del juicio pru-dencial, equivale a tomar la parte por el todo. Por el con-trario, entendida como fase o momento del juicio pruden-cial puede enriquecer con sus hallazgos y contribuciones elconocimiento del momento intelectual del mismo, en espe-cial el de la deliberación (deliberatio).

Cuanto antecede significa que, en una visión de conjun-to e integradora del proceso de la razón práctica, la teoríadel discurso, en lo que tiene de válida, debería ser asumi-da e integrada como pieza esencial del juicio prudencialque, como vimos, implica conocimiento y deliberación. Enél encontraría las teoría del discurso, depurada de supues-tos utópicos e irreales y —con independencia de que revis-ta la forma de dialéctica o de retórica— su sede más ade-cuada y su más rigurosa y eficaz virtualidad, pues el juicioprudencial (en donde la teoría del discurso aparecería in-tegrada) constituye el cauce idóneo, adecuado para lapráctica de la virtud; para la concreción y realización delbien y de la justicia.

En relación con cuanto acabamos de decir conviene re-cordar que el proceso judicial, en cuanto institución quetiene como misión la administración de justicia, constitu-ye, en su estructura y forma, la institucionalización de unjuicio prudencial cuyos elementos intelectual y volitivo se

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hacen patentes en las diferentes fases del proceso (mo-mentos cognoscitivo, valorativo y decisorio)124.

El discurso como momento del juicio prudencial adquie-re un mayor grado de patencia y plasticidad en la actua-ción de los órganos colegiados que desempeñan funcioneslegislativas, de gobierno, de jurisdicción y de consejo y endonde el discurso puede adoptar las formas de la dialécti-ca (por ejemplo la discusión y deliberación de los magis-trados que integran una sala o tribunal de justicia) o de laretórica (tal es el caso de la discusión de un asunto y laadopción de la decisión correspondiente en el seno de unacámara parlamentaria).

3. La verdad práctica como resultado del juicioprudencial: La necesaria reivindicación y retorno al

prudencialismo

En las páginas precedentes hemos visto como la fija-ción, concreción y realización de la virtud (nosotros noshemos referido especialmente a la justicia pero ello es vá-lido para cualquier otra virtud) discurría metodológica-mente por los cauces del juicio prudencial. De ahí que lareivindicación de la prudencia en el saber práctico (en es-pecial en los ámbitos de la Moral, de la Política y del Dere-cho) se presente como tarea urgente y necesaria ante lasinsuficiencias del saber científico y técnico para una orde-nación total de la vida humana125. La realización del biencomún y, con él, la realización de la justicia requieren ne-cesariamente del concurso de la prudencia, que es la vir-tud que prepara los medios adecuados para el cumpli-miento de los fines concretos. Es más, aún en el supuestode que la justicia pudiese realizarse a través de un procesopuramente técnico, sería necesario el concurso de la pru-dencia para crear un orden humano de vida social, ac-

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124 Véase sobre este tema MONTORO BALLESTEROS, A.: Conflicto social, Dere-cho y Proceso, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Murcia, Mur-cia, 1980, pp. 44 a 56.

125 L. ARANGUREN, J. L.: La experiencia de la vida, op. cit., pp. 26 a 29.

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tuando ese complejo de virtudes que potencian, agilizan ylubrifican las realización de la justicia (las llamadas «par-tes potenciales de la justicia»), porque no es posible poneral mundo en orden por la sola acción de la justicia. «Elmundo histórico —observa Pieper, al respecto— no estáconstituido de forma que fuese posible establecer plena-mente el equilibrio por la reparación y el pago de las deu-das (...) no sólo es necesario el cumplimiento y prestaciónde lo propiamente debido, sino que también es preciso darotro género de cosas, entre las que se encuentra (la libera-lidad, el reconocimiento, la afabilidad (..., pues cuando és-tas faltan) no pueden convivir los hombres con alegría (...).El exclusivo cálculo de lo debido —añade— torna fatal-mente inhumana a la vida en común»126.

La articulación de un orden de vida social suficiente yjusto escapa a todos los métodos lógicos de la ciencia y dela técnica. «La lógica —dice André Amar— es el lenguajede los tecnócratas. Es tecnócrata —añade— aquél queimagina el gobierno de la ciudad mediante términos quealuden a operaciones. Aquello sobre lo que opera estáconstituido por conjuntos: conjuntos de poblaciones, con-juntos de productos, conjuntos de capitales, conjuntos derentas. Para él, la solución de una tensión internacional,de una crisis económica o de un conflicto social reside enla disposición correcta de los conjuntos. Toda situación esreductible a un modelo, todo problema depende de unaoperación. El tecnócrata piensa en la política con mentede ingeniero»127. Ahora bien, desde esos supuestos lógi-cos, mecanicistas, no se puede articular un orden de vidahumana. Por ello la lógica, la técnica, resultan insufi-cientes para el Derecho que trata de crear un orden devida social, justo, estable y seguro. El Derecho precisaabrirse al arte y a la prudencia que será en definitiva la

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126 Justicia, en el vol. Justicia y fortaleza, Ed. Rialp, S.A. Madrid, 1968, pp.158, 159, 175, 176 y 178. TOMÁS DE AQUINO: había dicho en este sentido: «Elpropósito de mantener la paz y la concordia entre los hombres mediante los pre-ceptos de la justicia será insuficiente, si por debajo de estos preceptos no echaraíces el amor». Suma contra gentes, 3, 130.

127 Op. cit., pp. 174 y 175.

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virtud que acierte a establecer y a definir un orden deconvivencia en el que se salve la humanidad del hombreque es, en definitiva, el único ser capaz de gobernar hom-bres, de reconocerles sus derechos y hacerles justicia me-diante el Derecho128.

Para concluir cabe recordar que el conocimiento prácti-co implica, como momentos constitutivos del mismo, latécnica (facere o hacer), el arte (especial virtuosismo en elmanejo y dominio de la técnica) y la prudencia (agere uobrar). En este sentido el saber práctico comprende:

1. El conocimiento de una serie de reglas o criterios ob-jetivos relativos a la creación o fabricación (hacer) de obje-tos o cosas externas al sujeto y susceptibles de ser formu-ladas en términos lógico-racionales y de ser conocidas y di-fundidas por otros sujetos. Dicho conocimiento es el queconstituye la técnica.

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128 Desde estos supuestos resulta ilustrativa la crítica de Recasens a la insi-nuación que la moderna ciencia cibernética ha hecho en algún momento respec-to de la posibilidad de que máquinas computadoras sustituyan a los jueces ensus funciones: «...se puede afirmar con toda seguridad —dice Recasens— quenunca habrá jueces electrónicos, porque el juicio estimativo se forma mediantela toma en cuenta de muy variados y muy heterogéneos factores, de muy diver-sos argumentos de rango distinto, todos los cuales contribuyen a formar una es-pecie de todo muy complejo pero unitario, diríamos, un todo con unidad orgáni-ca. Las computadoras pueden realizar maravillosamente los cálculos más difíci-les. Pero, ellas, por sí mismas, no pueden juzgar (...) Las computadoras—añade— puedan emitir juicios de valor como consecuencia deductiva de crite-rios estimativos que previamente han sido metidos dentro de la computadora;pero no pueden producir la armonía de un juicio prudente, de una decisión to-mada con buen sentido humano, en vista de los componentes particulares queintervienen en cada problema singular». RECASENS SICHES, L.: Experiencia jurí-dica, naturaleza de la cosa y lógica de lo razonable, Fondo de Cultura Económi-ca, México, 1971, p. 546. Véanse las pp. 547 a 553.

En relación con las posibilidades y los límites de la cibernética en el Dere-cho Pérez Luño escribe a modo de conclusión: «...en lo que atañe al alcance delrazonamiento cibernético en el razonamiento jurisprudencial, hay que concluirque es preferentemente instrumental y no sustitutivo; supone una mecaniza-ción de las informaciones que sirven de base a la decisión, pero no una auto-moción del proceso decisorio. Automoción que, en nuestro tiempo, no parecedeseable a tenor de la dimensión axiológica que a la función decisoria corres-ponde.» PÉREZ LUÑO, A. E.: Cibernética, informática y Derecho, (Un análisismetodológico), Publicaciones del Real Colegio de España, Bolonia, 1976, p.111. Véanse las pp. 83 y ss.

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2. La articulación e instrumentación de los saberes téc-nicos mediante una especial habilidad y sensibilidad (vir-tuosismo) de carácter, de naturaleza puramente subjeti-vos, personalísimos, y, por ello mismo, irreductibles a tér-minos o formas lógicas. Tal es la condición del arte en susdiferentes manifestaciones.

3. Un saber ético, constitutivo de una virtud, que ver-sa sobre los medios, procedimientos, lugar y tiempo ade-cuados para conseguir un resultado bueno, justo. En di-cho saber consiste la prudencia. La prudencia asumecomo momentos dialécticos suyos la técnica y el arte, po-niéndolos en contacto y subordinándolos a la ética. Así,facere y agere, técnica, arte y prudencia no son tres tiposde saberes desconectados y autónomos sino tres fases omomentos de un proceso orgánico en que consiste el hacery el obrar (jurídico) del hombre; tres momentos o fases designificación diferente del complejo proceso que constitu-ye la creación, el tratamiento científico y la aplicación delDerecho129.

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129 DABIN, J.: op. cit., p. 151.