Verónica Giordano

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ISSN 1666-9606

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49!Volumen 10, N 38 enero-marzo de 2012

Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina

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f.mAujob es la revista electrnica de la Unidad de Docencia e Investigaciones Sociohistricas de Amrica Latina (UDISHAL), con sede en el Instituto de Estudios de Amrica Latina y el Caribe (IEALC), Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. f.mAujob es una revista de publicacin trimestral que busca promover un enfoque transdisciplinario de las sociedades latinoamericanas.La UDISHAL es un espacio de articulacin entre actividades de enseanza y actividades de investigacin, generacin de conocimiento cientfico y de material de difusin sobre las sociedades latinoamericanas, espacio en el cual los resultados de stas proveen de "materia" a aqullas, al tiempo que el desarrollo de contenidos a travs del ejercicio docente estimula la bsqueda de nuevos conocimientos mediante la investigacin. El objetivo principal de la Unidad es la formacin de latinoamericanistas. La direccin del conjunto de actividades de ella est a cargo de Waldo Ansaldi. Institucionalmente, la UDISHAL es una estructura informal que funciona dentro de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. En materia de investigacin, sus actividades forman parte de las realizadas por el rea Sociologa Histrica del Instituto de Investigaciones Gino Germani. La UDISHAL est constituida por: 1) el Equipo Docente de Historia Social Latinoamericana; 2) el Seminario Permanente de Estudios de Amrica Latina; 3) el Taller de Investigacin de Sociologa Histrica de Amrica Latina; 4) el rea de Informtica Aplicada a las Ciencias Sociales; 5) el rea de Difusin. La UDISHAL tiene como smbolo distintivo una de las esculturas erigidas en el Memorial da Amrica Latina, en So Paulo, Brasil, diseada por Oscar Niemeyer. Ella es una mano de concreto armado, de siete metros de altura, con los dedos abiertos, en un gesto de desesperacin. En la palma, un mapa esquematizado de Amrica Latina, de color rojo, representa la sangre y los sufrimientos de la regin y, segn el propio Niemeyer, los negros tiempos que el Memorial registra con su mensaje de esperanza y solidaridad. El Memorial da Amrica Latina fue construido, entre enero de 1988 y marzo de 1989, por iniciativa del ex gobernador paulista Orestes Qurcia, con el propsito de promover la integracin de Amrica Latina y representar el testimonio vivo de los brasileos de So Paulo en favor de la unin de los pueblos latinoamericanos. Oscar Niemeyer fue el responsable del proyecto arquitectnico y el antroplogo Darcy Ribeiro, el autor del proyecto cultural. El Memorial es eso: una presencia fsica de latinoamericanidad (...). l marcar, como obra de arte, nuestra generacin en el tiempo, un tiempo en el que el sueo de una Amrica, unida e fraterna, volvi a ganar nuevos alientos (Darcy Ribeiro). La fotografa aqu reproducida fue tomada por Marisa Montrucchio, en agosto de 1999, y digitalizada en nuestra rea de Informtica Aplicada a las Ciencias Sociales.

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ISSN 1666-9606 Vol. 10, N 38 Enero-marzo de 2012Imagen de tapa: Xul Solar (Argentina), Casas en alto, 1922.

Ejemplar de distribucin gratuitaLos artculos e informacin publicados en la revista, pueden ser reproducidos libremente, con el nico requisito de indicar la fuente y enviar copia de la publicacin a f.mAujob- por va electrnica o postal (para ediciones en soporte papel, dos ejemplares), segn el caso. Se exceptan aquellos artculos en los cuales se hace constar explcitamente la prohibicin o, bien, el requerimiento de autorizacin previa.

f.mAujob no se identifica necesariamente con el contenido de los artculos publicados.

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f.mAujob!!Instituto de Estudios de Amrica Latina y el Caribe Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires

La UDISHAL se encuentra en Internet: www.catedras.sociales.uba.ar/udishal Los artculos originales publicados en f.mAujob han aprobado previamente las instancias de arbirtraje pertinentes

Direccin postal: Marcelo T. de Alvear 2230, 3 piso Ofic. 314. C1122AAJ Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Repblica Argentina Correo electrnico: [email protected] Alternativo: [email protected]

Contctenos

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obtuvo uno de los premios del Primer Concurso (2008) del

Fondo de Apoyo a las Revistas de Ciencias Sociales Juan Carlos Portantiero del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales CLACSO.

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Consejo Asesor InternacionalJoan del Alczar i Garrido Alcides Beretta Curi Fernando Caldern(Historiador. Universitat de Valncia) (Historiador. Universidad de la Repblica)

ISSN 1666-9606Unidad de Docencia e Investigaciones Sociohistricas de Amrica Latina (UDISHAL) Facultad de Ciencias Sociales Universidad de Buenos Aires Buenos Aires, Argentina

(Socilogo. PNUD, Bolivia) (Historiador. Universidad Central de Venezuela) (Socilogo. Instituto de Estudios Peruanos) (Historiadora, Universidade Federal Fluminense)

Germn Carrera Damas Julio Cotler

Waldo Ansaldi Mara Burkart Vernica Giordano Mario Petrone Lorena Soler

Colectivo editorial

Virginia Fontes Miquel Izard

(Historiador. Universitat de Barcelona)

(Politlogo. University of Notre Dame)

Maria Lgia Prado

Los miembros del Colectivo Editorial tienen a su cargo la administracin, redaccin y direccin de la revista. Adems, se desempean como docentes e investigadores en Historia Social Latinoamericana y/o Taller de Investigacin de Sociologa Histrica de Amrica Latina, en la Carrera de Sociologa, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Informacin curricular sobre cada uno de ellos podr encontrarse en la pgina web de la UDISHAL: www.catedras.sociales.uba.ar/udishal

(Historiadora, Universidade de So Paulo)

Domingo Rivarola Alain Rouqui

(Socilogo, Centro Paraguayo de Estudios Sociolgicos) (Politlogo. Maison de lAmrique Latine, Pars) (Socilogo. Universidad de Puerto Rico) (Historiadora. Universidad de Chile)

ngel Rivera Quintero Isabel Torres Dujisin

Edelberto Torres Rivas Hlgio Trindade

(Socilogo. PNUD y FLACSO Guatemala) (Politlogo. Universidade de Rio Grande do Sul) (Psicoanalista. Buenos Aires)

Juan Carlos Volnovich

f.mAujob se encuentra en el DOAJ,Directory of Open Access Journals www.catedras.sociales.uba.ar/udishal y en Latindex, www.latindex.unam.mx Desde marzo de 2012 integra el Ncleo Bsico de Revistas Cientficas ArgentinasAutoridades Facultad de Ciencias Sociales Decano Sergio Caletti Vicedecano Adriana Clementi Secretaria Acadmica Stella Martini Secretaria de Estudios Avanzados Mario Margulis Secretaria de Gestin Institucional Mercedes Depino

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Tambin fueron parte del Consejo, desde 2002 hasta su muerte: Enzo Faletto (2003), Guillermo ODonnell (2011), Alberto J. Pla (2008) y Luca Sala de Touron (2006)

Secretario de Cultura y Extensin Alejandro Enrique Secretaria de Hacienda Cristina Abraham Secretaria de Proyeccin Institucional Diego de Charras Instituto de Investigaciones Gino Germani Director: Julin Rebn Instituto de Estudios de Amrica Latina y el Caribe: Directora: Mabel Thwaites Rey

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CONTENIDOArtculosCsar Pibernus, Ni un pie en cada lugar, ni los dos en tierra ajena: juntos y en nuestro continente. Los tentadores equvocos sobre nuestra historia, mirando el gamonalismo peruano Marcos Sorrilha Pinheiro, Um novo Maritegui: as influncias de Jos Aric nas formulaes mariateguistas de Alberto Flores Galindo Vernica Giordano, Revisitando la sociologa latinoamericana desde la sociologa histrica. Contribuciones y trayectoria personal de Orlando Fals Borda

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ContribucionesFlorencia Lederman, Los hroes en la construccin de legitimidad 51 63 67 69

Resmenes / Abstracts Congresos, reuniones, jornadas Distinciones que nos honran: Premio Kalmar Silvert a Julio Cotler Maestra en Estudios Sociales Latinoamericanos en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA Amrica Latina en los libros Normas para colaboradores Buscando Amrica LatinaAvisos de cortesaWaldo Ansaldi y Vernica Giordano, Amrica Latina. La construccin del orden Revistas electrnicas de la Facultad de Ciencias Sociales UBA / LiminaR Nueva direccin electrnica de f.mAujob Novamrica. La revista de la Patria Grande

71 73 82

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Cmo citarSi usted cita algn texto publicado en nuestra revista, por favor siga las siguientes indicaciones paraa una correcta referencia bibliogrfica: Apellido(s) del autor(a), Nombre(s), Ttulo del artculo (entre comillas), en e-l@tina. Revistaa electrnica de estudios latinoamericanos [en lnea], Volumen 10, nmero 38, Buenos Aires, enero-marzo 2012, pgina(s), . Fecha dee visita o de descarga del artculo. Muchas gracias por su observancia. Por cualquier duda o consulta, dirjase a una de nuestrass direcciones electrnicas.

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NI UN PIE EN CADA LUGAR, NI LOS DOS EN TIERRA AJENA: JUNTOS Y EN NUESTRO CONTINENTE. LOS TENTADORES EQUVOCOS SOBRE NUESTRA HISTORIA, MIRANDO EL GAMONALISMO PERUANOCSAR PIBERNUSLa Repblica sigue las tradiciones del Virreinato. Manuel Gonzlez Prada. Porque no engraso los ejes/ me llaman abandonao/ si a mi me gusta que suenen/pa' que los quiero engrasar. Atahualpa Yupanqui.

La idea de raza, segn Quijano, sirvi a la colonialidad moderna tanto para establecer mecanismos de segregacin y represin en nuestro continente como para fijar categoras que sigan drenando beneficios hacia su proyecto expropiador desde el campo de la interpretacin de nuestra realidad (Quijano, 2000). Emanciparse implica reconocer ambos frentes, slo distinguibles por cuestiones analticas: el primero, para liberarse de aquellas manos que mantienen materialmente nuestras venas abiertas; el segundo, para hacerlo de las categoras y matrices prefabricadas que interpretan la realidad por nosotros, segn el cristal de quienes nos expropian el continente. El anlisis del gamonalismo, como excepcional producto de la invasin europea en los Andes y de los mecanismos de dominacin oligrquica en nuestras tierras a partir del siglo XIX, constituye una interesante oportunidad para adentrarnos en esa doble y necesaria emancipacin; el camino que ha recorrido esta problemtica es otro magistral ejemplo de las cruciales disyuntivas que deben enfrentar nuestras Ciencias Sociales para fortalecer su vigencia como herramientas de anlisis y trasformacin de nuestra realidad. En este trabajo, presentaremos algunos aspectos del gamonalismo como fenmeno continental -aunque priorizaremos los invalorables aportes peruanos al respecto-, principalmente recorriendo la particular amplitud que la categora obtuvo tras dcadas de protagonismo y los riesgos que afrontamos al contar con ella. De tierras, tiempos y gente En esta bsqueda de matrices propias, uno de los mayores velos que apremia a nuestras ciencias sociales es la superacin definitiva de la linealidad eurocntrica impuesta por la invasin y sostenida por sus socios locales. Enclaves tericos de este tipo estn extendidos a lo largo y a lo ancho de nuestra cancha, establecidos con la firme pretensin de marcar el ritmo de nuestra comprensin del proceso. En este esfuerzo por superar los escoyos de la bsqueda y reconociendoExcepto algunos prrafos, lo planteado en este artculo fue presentado como trabajo final en el seminario Problemas de la historia sociopoltica y econmica de Amrica Latina, cursado en 2011 en el marco del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Entre Ros.

Doctorado en Ciencias Sociales. UNER. Paran. Entre Ros. [email protected]@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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que en esta linealidad excluyente se encuentra uno de sus mayores bastiones a asaltar, Marcos Roitman Rosenmann plantea que el tiempo histrico de Amrica Latina es heterogneo (Roitman Rosenmann, 2008: 138). Esta heterogeneidad es evidente ante la diversidad de procesos sociales que construyeron este presente, un presente nervado por las dismiles consecuencias en cada rincn de nuestra tierra de cruciales procesos mundiales (a modo de ejemplo puede utilizarse la implementacin del Consenso de Washington, la crisis de Wall Street o la huida de los jerarcas nazis), por las innumerables experiencias particularsimas que nacieron en nuestras sociedades (los casos del peronismo, la vida en Palmares, o la columna Prestes), por los variados significados que cobraron ciertas palabras en boca de dispares proyectos sociales americanos (expropiacin no es lo mismo para el peronismo que para Lzaro Crdenas, como tampoco revolucin alberga el mismo significado para Camilo Cienfuegos que para Eduardo Lonardi, por ejemplo) o tambin por los variables ritmos que como la emancipacin del poder colonial espaol- tuvieron ciertos procesos entre nosotros. A primera vista (y de ningn modo a priori) resulta seductor sealar la extensin del territorio americano como causa determinante de esta multiplicidad de experiencias, pero hacerlo sera ignorar la riqueza de nuestra historia como tambin sobrestimar la influencia de los condicionamientos naturales en nuestras vidas, la misma conviccin con que las miradas eurocntricas desertifican y deshumanizan nuestro continente para comerlo mejor. De todos modos, este desafo no se limita a la dimensin tiempo. Nuestro espacio y las categoras con que lo analizamos presentan los mismos desafos. En el uso del trmino Amrica (un debate similar, dentro de l, merece el trmino Amrica Latina) encontraremos ms convencin que pertinencia1, no slo porque su origen est ligado a la estructuracin colonial de nuestros territorios debemos recordar que disput su validez en el Imperio espaol con el de Indias, hasta vencerlo (Rojas Mix, 1991: 11-12), sino porque bajo su indolente uniformidad quedan ocultas experiencias colectivas milenarias que nos sustentan2 y se hacen invisibles ante nuestros toscos marcos tericos3. Los tiempos y estas evidentes dificultades han exigido que busquemos alternativas a esta denominacin como Nuestra Amrica, Indoamrica, Sudaquia, Amrica sin nombre4; una posicin que se encuentra a medio camino entre la denuncia y la superacin de ese legado infame que nos aleja de nuestros propsitos, pero que momentneamente sirve para entendernos (Conlazo, 1993; Funes, 2000; Rossi, 2007 y 2010).

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Ofrecemos este artculo como muestra.

2 Hispanoamrica, Panamrica, Latinoamrica, entre otros, son denominaciones que corporizan y contienen proyectos de reestructuracin colonial de este continente que, como tales, suponen por nosotros una serie de simplificaciones como ocurre con su raz Amrica. La ardua lucha por superar esta jaula implicar, al menos, la intensidad y los tiempos que les llev a sus autores imponerla.

Si de nuevas matrices y desafos hablamos, merece un profundo anlisis muchas de las categoras territoriales usuales entre nosotros. Por ejemplo, la categora territorial Entre Ros es un topnimo muy arraigado en quienes vivimos en esta provincia por albergar una historia de inestimables experiencias sociales, concentrar reivindicaciones, materializar pertenencias De todos modos, Entre Ros merece tanto cario como cuidado, pues su presentacin taxativa puede hacernos olvidar el proceso que la fue construyendo (incluido Vrtiz, las matanzas previas al proceso de urbanizacin colonial, etc, etc.) Este uso podra, incluso, taparlos el hecho de que durante milenios los ros hoy llamados Uruguay y Paran y que sirven de lmite a este territorio actualmente, no eran barreras sino ejes estructurantes de la poblacin y de su vida. Entre Ros, categora dulce y militante, creada por la sangrienta conquista que elimin a las familias nativas, pero resignificada por nosotros, no debe tapar nuestra profunda historia sino ayudarnos a conocerla mejor.3

La pelea en el campo de las palabras no es menor, pero no puede ser presentada al margen de las peleas polticas, econmicas, ms materiales. En Terrorismo internacional: imagen y realidad (Chomsky, 2004: 199) encontramos otro ejemplo interesante sobre reflexiones en este sentido.4

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En el mismo sentido, indagar los orgenes de ciertas categoras sociales vigentes an entre nosotros despelleja las lgicas perversas con que la dominacin fue socavando la vida de este continente. Juan Jos Rossi examina uno de los trminos que ms ingenuamente se presenta entre nosotros sealando que: El trmino indio se generaliz en cartas, crnicas, novelas y documentos religiosos. En pocos aos pas a significar candidato obligado a ser cristianizado y mano de obra regalada, establecindose de inmediato, con fines de explotacin y de proselitismo religioso, la diferencia entre indio (inferior) y cristiano (superior), concepto que, ms solapadamente, permanece en la actualidad para todos los habitantes de Amrica (Rossi, 2007: 357). Es que definir el nosotros no es una tarea menor ni aislada de las otras dos que sealamos. Por ejemplo, la categora social indio es un escollo para nuestra interpretacin de la realidad, uno de los ejemplos ms nefastos e injustos entre las categoras que an dominan nuestros debates como si nada hubiese pasado. Supone la homogenizacin de mltiples experiencias como tambin la exclusin completa de millones de personas y miles de comunidades de lo que llamamos Historia, entre muchas otras cuestiones. Un continente hermoso, el nuestro, se abrir ante nosotros en cuanto logremos profundizar estas superaciones y con ello obtendremos herramientas ms precisas para nuestra liberacin. Nuestro presente y nuestro pasado -incluso el ms ledo y reledo- albergan claves, ritmos y pliegues sumamente preciosos para nuestros fatigados ojos. Por citar un ejemplo de esas relecturas necesarias, podemos encontrar que el mismo Jos Mara Paz puede an contarnos nuevas historias y ahondar en detalles en su conocidsima narracin. El Manco nos leg un invalorable libro de Memorias donde expone mucho ms que ancdotas de un militar retirado amante de la regularidad. Paz cuenta en sus primeras pginas las tensiones que vivi integrando el ejrcito dirigido por Belgrano con apenas veintin aos de edad al acampar tras la derrota de Vilcapugio, en vez de huir en retirada. En ese preciso contexto cuenta el siguiente episodio:Al da siguiente de mi salida me hallaba en un lugarejo, haciendo que comiesen los caballos, cuando recib un aviso de los indios que deca que distancia de una legua estaba una divisin enemiga. Yo que conocia [sic] muy bien al General Belgrano, me guard de dar un parte dudoso y mand dos hombres de mi partida que viesen por mismos, mientras yo haca ensillar los caballos. Los que mand, volvieron decirme que efectivamente se vea desde la altura inmediata un campamento de doce quince tiendas de campaa y la gente que ocupaba, sin que pudiese saberse si era [sic] no enemiga. Eligiendo entonces hombres propsito por su inteligencia y audacia, los despach nuevamente con rden de aproximarse y traerme un parte cierto y tras ello me puse tambin en marcha. Luego supe lo que era, aunque ni remotamente se me hubiese ocurrido la realidad del caso. Tropa nuestra no poda ser porque no tenamos una sola tienda de campaa, no se tenia [sic] noticia de una reunin tan numerosa que acampase tan pacficamente en aquellos peligrosos lugares. Segn todas las probabilidades era fuerza enemiga y de consideracin, mas [sic] pesar de esto y sin decir una palabra al General, quise descubrir positivamente dicha fuerza y lo consegu. Era un partida de indios Mitayas (es decir de la Mita) que habiendo concluido su tiempo de trabajo en el cerro Potos, quiz por efecto de las leyes patrias que abolan la Mita, se retiraban sus provincias, que eran del norte. Totalmente estrangeros [sic] la guerra y por senderos extraviados, como era el que ocupaban se escurran por entre los ejrcitos para su pas. Estuve con ellos y les permit continuar tranquilamente su camino, sin dejar de aplaudirme mi resolucin de nada haber dicho al General (Paz, 1855: 132133).e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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Muchos lectores ante esta narracin se sentirn tentados por afirmar que los mitayos estaban al margen de la historia, por no ser participes de la revolucin e ir discurriendo su andar entre ambas tropas. Incluso, cebado por los mandatos civilizatorios que agujerearon nuestros pueblos, alguno de ellos dira que huyen de la historia. Otros, ms comprometidos con todas las voces del continente y ms crticos de esta primera mirada excluyente, los presentarn como la otra historia, la de los excluidos, la de los marginados. Esta segunda perspectiva resulta sin dudas ms justa a nuestros propsitos que la primera, precisamente al apreciar nuestro continente con ms amplitud. De todos modos, hay algo muy particular en este fragmento y en nuestra propia experiencia de americanos que nos muestra un camino an ms integrador y ms acorde a lo propuesto al principio de este trabajo. All, muy a pesar de lo que el viejo Manco habr supuesto al recordar esta ancdota en la dcada de 1850, ambas son nuestra historia, juntas, disonantes, aparentemente contrastantes pero evidentemente legtimas; se desarrollan en franco desafo a las matrices que determinan con una indolente pulcritud quines estn dentro y quines estn fuera de ella. Revolucionarios y mitayas, por ms aislados unos de otros que parezcan estar en este fragmento, constituyen un solo y nico proceso que nosotros -privilegiadosdebemos reconstruir, mucho ms all de aquella asepsia que exigimos a la historia continental desde el gabinete. Las maldiciones de Amrica Latina5 (Roitman, 2007: 16) sentenciadas por este colonialismo cultural parten de que nuestra historia y nuestro espacio no encajan en las categoras eurocntricas y, peor an, confirmaran nuestra inferioridad como pueblo dentro de esa lgica ajena, encarnando en estas tesis todos los enfoques sobre la anormalidad que dominan nuestra historia reciente. Denuncia Roitman que, segn esta perspectiva, Llegamos tarde a la historia y con ello a la construccin del mundo. De tal manera que el desarrollo de las ciencias sociales en Amrica Latina se ve sometido igualmente a esta maldicin (Roitman, 2007: 33). Purgar ese supuesto pecado original eternamente es cumplir con ese mandato ajeno; por el contrario, liberarnos y continuar el riqusimo legado que nos sostiene debe ser nuestro programa. Nuestros gamonales Las formas de dominacin desplegadas en nuestra tierra por el capital central y sus socios internos a partir de los ltimos aos del siglo XIX, dan cuenta de un profundo proceso de explotacin constante y milimtrico. En una tierra compleja como la nuestra, los mecanismos de sujecin tambin lo fueron, plenamente conscientes de la necesaria capilaridad que deba tener la apuesta y de que el xito dependa de esta condicin. En ese preciso despliegue jugado mano tras mano, sin prisa pero sin pausa-, ejercieron un papel fundamental las oligarquas como forma especfica de dominacin, como garante del acuerdo entre poderes regionales, como gran familia que reuna al minsculo grupo de familias que, al interior de los nuevos estados-nacin, gerenciaban el poder sobre todos en asociacin con la maquinaria capitalista y sus circuitos mundiales. En muchos rincones de nuestro continente, esta mesa chica logr materializar sus puntuales procedimientos de sociabilidad en instituciones donde pavonearon sus privilegios como el Jockey Club o el Club Progreso en Argentina, o los clubes De la Unin e Hpico en Santiago de Chile, aunque estas aristas son slo una pequea parte, quiz la ms evidente del todo. Son ineludibles algunas nervaduras comunes a las experiencias oligrquas como la laicizacin del Estado y la constitucin del senado cmo mbito ntimo dnde estas familias pudiesen ejercer el derecho a veto; encontraremos estas notas tanto en el Porfiriato como en el Roquismo y la Repblica Velha, aunque tales rasgos slo cobrarn real valor al analizarlos en los precisos procesos donde se desarrollaron. Su abstraccin exige el compromiso inmediato -si no simultneo- de laDesde luego que el paso por las Horcas Caudinas con el que Marx representaba los horrores del capitalismo que se anteponan en Occidente al socialismo -y que han desvelado a ms de un lector- incluye este tipo de humillaciones: ese progreso exige que nos reconozcamos inferiores y dependientes.5

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concrecin. Al listado precedente de experiencias oligrquicas podramos sumar el Civilismo, como expresin del pacto oligrquico de posguerra que, como seala Quijano, pone la direccin del Estado en manos de una burguesa peruana que: no puede hacerlo sino admitiendo la amplia influencia de la clase terrateniente seorial en todo el orden poltico del pas, y a representacin de las fracciones terratenientes-comerciantes en el seno mismo de la direccin del aparato estatal (Quijano, 2007: XXIII)6 Gonzlez Prada definir esta particular consecuencia de la historia andina afirmando que:Existe una alianza ofensiva y defensiva, un cambio de servicios entre los dominadores de la capital y los de provincia: si el gamonal7 de la sierra sirve de agente poltico al seorn de Lima, el seorn de Lima defiende al gamonal de la sierra cuando abusa brbaramente del indio (Gonzlez Prada, 2007: 336)

Este excepcional escenario, donde la dominacin oligrquica asume una forma descentralizada del poder estatal para garantizar su existencia, dar, como es de esperarse, su cariz particular al proceso. Como en Chile la centralizacin obtiene un temprano triunfo un gobierno fuerte, centralizado dir y dispondr Portales ya en 1822 y en Argentina ser consecuencia de un sangriento proceso de represin interna con contundentes evidencias de su terrible paso como la decapitacin de Chacho Pealoza o la Carbonera de Sandes, entre muchsimos ejemplos imborrables, las tensiones entre lo que solemos llamar sierra, costa y selva en Per, Bolivia y Ecuador dieron vida a formas descentralizadas de dominacin oligrquica que se constituyen en manifestaciones de aquel poder tan legtimas y tangibles como lo es Jockey Club porteo para el caso argentino. As es que el gamonalismo como categora y fenmeno se sita en el centro del proceso sealado. El origen del trmino est ligado a la realidad del invasor europeo, los procesos espaoles y su paisaje una localidad toledana lleva ese nombre desde hace 700 aos, aqu dio cuenta de roles especficos dentro de la estructura social colonial8 ejercidos por mestizos con el propsito de controlar a la poblacin aborigen y garantizar la explotacin econmica de estas regiones. La fuerza de esta experiencia en los Andes, el preciso y feroz significado de este trmino y la vigencia de la dominacin del continente (a travs de mtodos que no son lo mismo, pero son iguales) extienden su uso hasta nuestros das, principalmente entre los americanos de Per, Bolivia, Ecuador, Colombia dando cuenta del contexto territorial al que estuvo originariamente asociado. Su utilizacin como comparacin o alegora fuera de estas regiones los hace ajenos al interlocutor, aunque ste conozca buena parte de sus notas a travs de sus propios caudillos, tenentes, capataces, jefes, etc. Cindonos al caso peruano, el gamonalismo toma un particular protagonismo a partir de la Guerra del Pacfico (1879-1883). El contexto especfico que se desencaden all gener puntuales alternativas tanto a las clases dominantes peruanas como al capital extranjero. Mutiladas las regionesBurguesa y terratenientes ambos subordinados, aunque de distinta manera, a la burguesa imperialista (Quijano, 2007: XXIII).6 7 Aqu el trmino tiene un significado ms preciso y, si se quiere, ms tradicional: se refiere al agente local que ejerce el poder con particular autonoma sobre una regin y su poblacin. Sera equivalente al uso ms despectivo de caudillo.

la primera referencia con la que me he topado est ubicada en el siglo XVIII, cuando el vocablo gamonal apareci mencionado en un juicio de la sublevacin de indios de Riobamba ocurrida en 1764. Con esta palabra se estaba designando a algn sector dominante. No quedaba claro en esa poca que se refirieran a algn personaje que ejerciera el poder local [muy amablemente podemos acotar que en el uso actual tampoco queda muy claro]. Sin embargo, es sorprendente que la palabra ya haya sido usada en la poca colonial. Pablo Macera registr el trmino gamonal en Per recin en 1863 (Ibarra, 2002)e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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del sur en favor de Chile tras una cruenta y humillante guerra, las tenues burguesas costeras bsicamente comerciales y terratenientes aceptarn cogobernar junto a los tradicionales terratenientes serranos (Quijano, 2007: XV) en vez de tomar el Estado por su manija. Tanto la debilidad del incipiente capitalismo nacional peruano como la consistencia de los seores de la sierra, favorecieron esta convivencia, sin dejar de lado las precisas y pacientes ambiciones de los capitales ingleses y norteamericanos en franca disputa por el mundo. El encuentro entre la historia local y la historia mundial de Chevalier expresa el equilibrio en que las clases dominantes de tan variado pelo y horizonte decidieron encauzar su recuperacin sobre el hombro de las mayoras. Este pacto fue encarnado por Nicols de Pirola y la Repblica aristocrtica, que naca en estas condiciones y compartir esqueleto salvando las inevitables particularidades del caso con los gabinetes porfiristas y con la Pax roquista. En este Per, los gamonales asumen un papel clave y aparentemente contradictorio con las fuerzas que los sostienen: no solamente no ser necesaria la desintegracin de las relaciones no capitalistas, sino, por el contrario, su perduracin ser til para sus necesidades de acumulacin, por el tiempo que requiera el mantenimiento de esta modalidad de operacin. Ese tiempo fue largo. Capital monoplico y precapital, se combinarn as, contradictoriamente, en una estructura econmica conjunta, bajo el dominio del primero, en una tendencia de acentuacin de ese dominio (Quijano, 2007: XIX) As, a pesar de las aparentes contradicciones y del mote de feudal que recibir permanentemente a riesgo de ser inexacto, el gamonalismo desborda sus orgenes revitalizado el Estado peruano hasta entrado el siglo XX. Encontramos esta renovada fuerza en muchsimas manifestaciones: en la infame justificacin del boliviano Alcides Arguedas, en la subsistencia bajo mltiples eufemismos de la contribucin personal9, en la denuncia de los movimientos campesinos, en la vergonzosa conscripcin civil de Legua que abordaremos ms adelante... La inmensa mayora de las veces se denomina gamonal a un terrateniente criollo de la sierra, con funciones polticas atribuidas por un Estado central que ejerce el control local con particular autonoma y cuyas atribuciones estaban basadas en restrictivas prerrogativas tnicas y propietarias, ante la base social prioritariamente compuesta por los llamados indios y negros durante el dominio colonial. Una figura desptica parada sobre el abuso de su poder individual, aunque no debemos engaarnos muy lejos de la total arbitrariedad, pues lo haca enmarcado con extrema precisin primero en el proyecto colonial continental y ms tarde en la conformacin de los Estados oligrquicos. La bsqueda de precisin, la necesidad de explicar con palabras estos fenmenos tan evidentes ha extendido el trmino gamonal o gamonalismo mucho ms all de la paternizada figura del dueo de la tierra, de un terrateniente-individuo, pues tambin se denomina as a sus matones, a sus mtodos, a sus aliados y cmplices, incluso a los gobiernos de principio de siglo XX que garantizaban la extraccin de riquezas a travs de esta forma de dominacin regional10. Lo que Jorge Basadre defina como la Repblica aristocrtica, para otros desde una perspectiva ms militanteAbolida y restituida tantas veces en Per desde la liberacin y a lo largo del siglo XIX, ser eliminada definitivamente en 1895 en toda la Repblica excepto en aquellos lugares donde los gamonales disponan lo contrario.9

En esta necesidad, redefinir la categora para aprovechar su vitalidad usual, Maritegui (2007: 27) expresa que El trmino gamonalismo no designa slo una categora social y econmica: la de los latifundistas o grandes propietarios agrarios. Designa todo un fenmeno. Paradgicamente, al ceirlo, logra ampliarlo. Y Eric Hosbsawm al analizar la lucha campesina en La Concepcin durante los aos 1961-62 seala respecto a los terratenientes que Eran dueos de vida y hacienda y si hay en todos los movimientos campesinos de la regin un tema constante, es el del resentimiento contra los abusos que de los poderes soberanos de los terratenientes hacan estos o sus gamonales, en una tan llamativa como pertinente distincin (Hobsbawm, 1983: 276-277)8e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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como en la obra del boliviano Fausto Reinaga era la casta gamonal o la Repblica gamonal. Hernn Ibarra en su trabajo sobre el gamonalismo en Ecuador intenta delimitar valientemente un concepto tan necesario y vivo como escurridizo: Tratar entonces de conceptuar el gamonalismo como una forma de poder difuso y descentralizado que se basa en la segmentacin de la sociedad agraria, con sus particularidades regionales, locales y tnicas. Por eso, el gamonalismo podra ser interpretado tambin dentro de un proceso de diseminacin del poder, con sus zonas, lugares y eslabonamientos. Alude a los fundamentos agrarios de la constitucin del Estado, es decir, a la trama de relaciones sociales y simblicas que en las zonas rurales conformaban las instituciones estatales y privadas de dominacin (Ibarra, 2002). As, las tres patas del poder local andino sistematizadas por la literatura de Torres y Lara en La trinidad del indio sostuvieron desde la sierra la construccin de los Estados nacionales a travs de una mesa constituida por el lder poltico, el lder religioso y quien ejerca las funciones de juez. La ntima relacin entre estas funciones, lo intercambiables que resultaban los roles entre los mismos personajes y la similitud entre sus prcticas han favorecido sensatamente la ampliacin del significado de gamonal, extendindolo mucho ms all de su terruo originario para sealar una modalidad particular de desarrollo del capitalismo en estas condiciones americanas. Una mesa chica que encarnaba un esquema de dominacin enriquecido por otros elementos basado en un orden cerrado entre actores minoritarios asociados para ejercer el dominio en esas tierras con mrgenes previstos, entre los pliegues de los Estados liberales en desarrollo. Los casos de Juan de Dios Apaza y su hijo Mariano expuestos por Nelson Manrique (2000) justifican, entre muchos otros, estas afirmaciones. Ambos vivieron a fines del siglo XIX (los documentos analizados por Manrique son inmediatamente posteriores al fin de la Guerra del Pacfico), registraron sus actuaciones en mltiples rincones del Estado peruano de donde Manrique extrajo no slo la informacin sobre su riqueza sino tambin las estrategias con que la fueron construyendo. Lo que el autor denomina la poltica de expansin de Mariano Apaza a partir de 1890 es el reconocimiento de un conjunto de acciones tan bien meditadas como desplegadas con el propsito puntual de hacerse de tierras, aprovechando los resortes que la incipiente estructura burocrtica estatal pona en sus manos. El uso de la violencia, la ocupacin de tierras, la denuncia de vecinos invasores eran acciones que encontraban su conclusin en la apelacin a las autoridades administrativas, judiciales y/o polticas que complementaban el poder gamonal. Estos circuitos constituan el cuerpo bsico de herramientas con que Mariano Apaza descoll como terrateniente a partir de la dcada de 1890. Transacciones de este tipo se repetiran hasta el cansancio durante las tres dcadas siguientes, sentencia Manrique. Es ms, an reconociendo que en cada regin las pugnas entre gamonales eran parte de la construccin del poder local, el examen de las estrategias de expansin de los Apaza expone la puntual intensin expropiadora que conformaban estas acciones y el inequvoco papel que jugaban las instituciones liberales en ese proceso: A inicios del siglo XX un legislador tuvo la audacia de afirmar que en los cien primeros aos de vida republicana nunca un indio haba ganado un juicio en el Per, salvo en el caso de que litigara contra otro indio. La revisin de los documentos de los archivos de la regin sur peruana parece confirmar la exactitud de su aserto (Manrique, 2000: 265). La posibilidad de conocer estas vidas a travs de actuaciones administrativas, testamentos y secuelas judiciales muestra cmo el gamonalismo del sur peruano revitaliz su semblante en los procesos de burocratizacin estatal dando lucha a las florecientes coyunturas; aunque tambin muestra los lmites de muchas tcnicas de produccin de datos, recursos delineados a imagen y semejanza de los archivos estatales. Exigiendo as la ampliacin y complejizacin indeterminada de nuestras incgnitas y, al mismo tiempo, dificultando la reconstruccin de su fortalecimiento previo a la fase republicana de su existencia. As, Gamonalismo republicano se constituy en una frmula para nombrar esta nueva forma de dominacin que se constituy a fines de los 1800, donde el estado oligrquico peruano basa su existencia en delegar el control regional a los gamonales produciendo una contrastante convivencia. La delimitacin de esta frmula en la historia del Estado peruano da elementos para que otrase-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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experiencias andinas pesen el real sentido que estas relaciones tomaron en otros estados. El gamonalismo en Ecuador encuentra los mismos carriles a fines del siglo XIX por dnde recorrer su nuevo camino: El gamonalismo adquira un significado objetivo segn las distintas estructuras agrarias donde estaba presente. Su mayor atributo era el ejercicio desptico del poder local y una de las manifestaciones de la dominacin tnica; el teniente poltico fue por ello una de las figuras principales de la estructura gamonal, en cuanto encargado de movilizar trabajadores para las obras pblicas, para lo cual utiliz muchas veces elementos compulsivos; o por cumplir el papel de juez de instruccin en las disputas entre blancos e indios, peones indgenas y hacendados, su presencia se fue tornando ms decisiva cuando ms se laicizaba el Estado, despus de la Revolucin Liberal ocurrida en 1895. Despus de 1902, los tenientes polticos desempearon tambin las funciones que le correspondan al Registro Civil, se sobrepusieron al rol que tradicionalmente jug la Iglesia Catlica (inscripcin de nacimientos y defunciones, matrimonios) () De este modo, puede decirse que el liberalismo consolid el poder de los tenientes polticos. (Ibarra, 2002: 147). La Ley de Conscripcin Vial: ms all del gamonalismo, pero con l sobre nuestros hombros Pocos meses despus de que un grupo de estudiantes universitarios cordobeses desataran un profundo proceso de reforma universitaria que an hoy sigue desplegndose y cuando la revolucin en Mxico ya haba cumplido diez aos, el Estado peruano aprobaba en 1920 la Ley de Conscripcin Vial, dando a nuestra historia una excepcional muestra de la franqueza republicana que caracteriz a nuestras oligarquas. El proceso que gener esta ley constituye un instante clave para la comprensin de estas formas de dominacin y de nuestra tarea en ese contexto por muchas razones. En primera instancia, por lo aparentemente contradictorio que sera con los principios republicanos sostenidos por el liberalismo americano a principios de siglo XX, si miramos el escenario desde perspectivas de anlisis demasiado pulcras; luego, porque es una nueva oportunidad en que la vida de nuestras sociedades y el desarrollo de sus procesos nos exige optar entre seguirlos en el rumbo desafiante que presentan o quedarnos aferrados a una tabla en el medio del lago pero con nuestra mochila de categoras bien preservadas sobre nuestras espaldas, para analizar a la distancia lo que all parece estar sucediendo. Tras dcadas de debates durante la Repblica Aristocrtica pusieron el proyecto en agenda, y algunas posturas, como la de Pedro Dvalos y Lisson, insistan en presentar el aislamiento de las regiones como una de las principales causas de lo que entendan era el atraso econmico peruano o del desaprovechamiento de ciertas condiciones para recuperarse la posguerra; finalmente, madura durante el segundo gobierno de Jos Pardo y Barreda un proyecto de Conscripcin Vial profundizando e institucionalizando una serie de antecedentes regionales, como bien seala Mario Miguel Meza Bazn: Los servicios obligatorios de mantenimiento de los caminos estaban dentro de la ley orgnica de municipalidades en 1857. Esas obligaciones fueron agregadas o modificados por sucesivas leyes y decretos en los aos 1886, 1903, 1911 y en 1917. Pases en el rea andina como Ecuador lo llamaban desde el siglo XIX Ley del Trabajo Subsidiario, y en el siglo XX lo llamaran Ley Vial, nombre que se le dio tambin en Bolivia en 1905 (Meza Bazn, 1999). Los debates parlamentarios postergaron su aprobacin, incluso muchos legisladores liberales como ngel Gustavo Cornejo consideraban que esta propuesta contradeca el reconocimiento de libertades individuales en el Per, que fortaleca los mecanismos tradicionales de coaccin y tergiversaba mecanismos cooperativos ya establecidos por las comunidades campesinas desde siempre. Como respuesta, los sectores que la impulsaban no slo presentaban sobre la mesa el bien comn del pueblo peruano, sino que corran por izquierda a estas crticas siempre dentro del espectro liberal del que estamos hablando sealando que justamente era el aislamiento de las regiones y la ausencia del Estado nacional en ellas las causas del fortalecido poder gamonal (Meza10e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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Bazn, 1999). La crisis del civilismo trunc su aprobacin, pero la asuncin de Legua revitalizar el debate parlamentario postergado y, a pesar del popularizado carcter reformista con que se juzga el Oncenio principalmente los primeros aos de este gobierno, el supuesto nuevo Viracocha rescatar el proyecto con nuevos argumentos embebidos en un discurso ms modernizante y lo impulsar aprovechando el consenso que posibilit su asuncin. En mayo de 1920 es aprobada la ley de Conscripcin vial sin mayores contratiempos, y a la celeridad de los legisladores se sumar el respaldo de la prensa limea. El artculo 1 de esta ley (la nmero 4113) seala que:Establcese en toda la Repblica, el servicio obligatorio para la construccin y la reparacin de los caminos y obras anexas, el que se denominar Conscripcin Vial o Servicio de Caminos, y al cual estarn sujetos todos los varones residentes en el territorio, peruanos y extranjeros, cuya edad est comprendida entre 18 y 60 aos.

Desde luego que la rutilante presentacin prev un inmediato matiz; su inicial carcter absoluto es disipado por las siguientes lneas, para dar lugar a los alcances concretos de la normativa:La conscripcin vial podr redimirse por todo contribuyente sin excepcin, mediante el abono en efectivo del valor de los jornales correspondientes, cuyo tipo ser fijado para cada regin () Tambin podr redimirse de su labor, en el trabajo de otro contribuyente, de la misma clase, con aprobacin de la comisin o jefe encargado del servicio distrital.

Evidentemente, el Leguismo ya haba aprendido la leccin: percibi con atencin cmo las fuerzas serranas ms tradicionales se aduearon de los campesinos durante siglos y, en esta situacin, al gobierno de Legua poco le import ser asociado al gamonalismo y sus tcnicas de expropiacin y abuso, menos an le import ser matizado como liberal por pisotear con estas polticas las libertades individuales que muchos de sus compaeros an sostenan como bandera por aquellos aos. Como tampoco le import el desdn que gener entre los suyos al crear el Departamento de asuntos indgenas o arrodillarse ante el Sagrado Corazn para lograr su reeleccin en 1923. De matices se hace la historia, habr pensado Legua como tambin Maritegui, mostrndonos cun frecuente es que los hechos vayan ms all de las categoras con que los analizamos. Esta Conscripcin vial, asentada sobre las formas de dominacin que distinguieron a los gamonales andinos es gamonalismo o no? Poco importa, es la forma en que el capitalismo encontr su huella entre los peruanos. Como consecuencia directa de la ley 4113, desde 1920 hasta 1930, millones de peruanos sentirn en esas jornadas el particular peso de las continuidades y la verstil distincin con que se revitalizan en nuevas formas. Las tensiones de la estructura social peruana encontraron en esas obras viales un excepcional escenario y, desde luego, ese territorio no se disip con el fin del leguismo, pues encontrar continuidad en los bloqueos viales campesinos que, piedra sobre piedra, se desarrollan hasta la actualidad como original modalidad de protesta andina campesina. Los caminos no son all slo infraestructura, son expresin concreta de esa historia, de sus consecuencias y del peso que an tiene entre los campesinos andinos su presencia. Y no encontraremos este significado expresado as- en cualquier rincn del continente. Juzgar la descarada distincin normativa que la ley de Conscripcin Vial hace entre peruanos -que madur en implementacin- como anacrnica o contradictoria es disolver la concreta pertinencia que tuvo el proyecto durante el Oncenio entre sus militantes, es exculpar a quienes desde esta construccin del Estado peruano desplegaron estas polticas tan precisas y terminantes. De todos modos, mirar el fenmeno como fruto de una puntual posicin, justificando estrictamente el proyecto de Conscripcin vial al situarlo en un zeitgeist tan preciso como apremiante, que les impidi ver a sus responsables la terrorfica impertinencia que albergaba no nose-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/11

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ayudar en absoluto. Considerar esta posibilidad implicara obviar los debates y las voces de denuncias que surgieron en el seno mismo de aquel Estado peruano como el caso de Cornejo- o las crticas pblicas desde referentes fuera de los mbitos estatales como lo hicieron Dora Meyer, Basadre y Maritegui entre muchos; peor an, al tomar este sendero excluiramos de la historia a miles de peruanos que, a travs de mltiples formas de resistencia, expresaron su posicin al respecto de mltiples modalidades durante esos aos, como ocurri en Lachaqui en 1927. Priorizar las categoras a los hechos no nos ayudar en nuestra bsqueda ni en nuestra comprensin del proceso, menos an asumir matrices que, por ser ajenos, albergan imperdonables exclusiones, como aquellos que exigen con sus indolentes supuestos desor miles de testimonios. Esta perspectiva debe ser superada y esta urgencia no est restringida a los anlisis andinos. Por ejemplo, la matanza llamada Conquista del Desierto ha merecido en los ltimos aos en Argentina sobre todo en los medios de comunicacin masiva un profundo debate pblico en el que diversas voces se entrecruzan11. Las miradas restrictivas que intentan justificar este proceso presentan mltiples argumentos dentro de un corredor muy estrecho cuya supervivencia es muy frgil. Uno de los ms atroces consiste en sealar que Es as. Hay que juzgar a Roca con los criterios de la poca (Garca Hamilton 2008). Hacerlo, tal como en el ejemplo peruano, es excluir sin ms de la categora poca, de lo que solemos llamar historia, a todos sus crticos: dentro de los debates parlamentarios o fuera de ellos, desde un peridico o defendiendo a su comunidad en la Patagonia de los inclementes rifles Remington argentinos. (Lenton, 2011) En vano, de los labios sale un grito de locura Las equiparaciones son tramposas, simplifican y traducen, aunque sea dentro de un mismo idioma. A pesar de que el dominio oligrquico se extendi por nuestro continente con visible difusin, anid de forma particular en cada rincn de nuestra tierra. A su vez, la vitalidad que toman ciertos trminos en el uso poltico de los americanos no deja de influir en los anlisis acadmicos, a pesar de los melindres del mbito y de sus gneros, como en las prcticas de lucha y reivindicacin popular. Como afirmamos anteriormente, no es una cuestin de palabras o de trminos, sino de categoras; ms precisamente de su vigencia y su pertinencia a la hora de analizar la realidad con el propsito de transformarla. Todo esto plantado concretamente en un continente que padece desde hace quinientos aos metdicas formas de intervencin y explotacin que incluyen en su programa la difusin de matrices ilusorias para interpretar nuestra realidad, como sealamos al principio. Atilio Born, entre tantos otros, avanza sobre estas dificultades al sealar los riesgos prcticos del uso indiscriminado de la categora fascismo al abordar las dictaduras latinoamericanas: El problema del nombre que se puede utilizar para designar a estos regmenes es hasta cierto punto, diramos de importancia secundaria, siempre y cuando el hechizo de las palabras no oscurezca la inteligencia del diagnstico: un anlisis incorrecto suele conducir a una derrota del campo popular; una evaluacin precisa y acertada es una condicin necesaria para su eventual victoria (Born, 2003: 81). La fertilidad del trmino gamonal, que naci como metfora hasta desplegarse como categora, es un excelente ejemplo del recorrido que toman ciertas herramientas en nuestras bocas y de los riesgos de su uso en nuestras prcticas. A pesar de las dificultades por delinear su significado -vital para la comprensin del proceso oligrquico andino- hay dos elementos destacados por algunas de estas caracterizaciones que intervienen con suma importancia: la de parsito y la de poder arbitrario. En la danza de las interpretaciones, el mote de parsito le cabe a los gamonales desde una mirada ms prxima al oprimido, al considerarlo como rmora de quienes sudan y sangran en laEncontraremos sentados en este debate interlocutores de toda laya, sobre todo asociados a la divulgacin histrica histrica, aunque no excluyentemente. Algunos de ellos son Osvaldo Bayer, Pacho ODonnell, Jos Ignacio Garca Hamilton, Felipe Pigna, Diana Lenton, entre muchos referentes ms.11

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sierra por ellos, de la base real de la economa andina que sostuvo a la colonia y luego a la repblica. Pero tambin son juzgados como tales desde una perspectiva liberal, aunque con un significado distinto: como parsitos a la vez que lastres del total control burgus de los Estados andinos. Es ms, esta ltima mirada podra ser compartida tambin por quienes ven en la revolucin democrtico-burguesa una etapa necesaria hacia el socialismo12. Destacar la nota con insistente fuerza puede ocultar el legtimo papel aunque contradictorio, desde luego que jug esta forma de dominacin en los Estados andinos a partir de 1890, un socio vital tanto de las burguesas locales como del capital central para la consolidacin de aquel modelo. No es menor destacar que estas insistencias pueden adems ocultarnos una leccin mucho ms importante: el carcter contradictorio que asumen los procesos sociales entre nosotros. Algo similar ocurre con el juicio de que el gamonalismo ejerca un poder arbitrario sobre la poblacin andina, ligado a su supuesto carcter feudal. Como en el caso anterior, asumir esta afirmacin sin matices podra ocultarnos la particular forma en que se despleg el capitalismo a partir -por poner un mojn- del fin de la Guerra del Pacfico. Para este caso, debemos recordar que la aparente arbitrariedad estaba sostenida por un profundo cimiento institucional Mariano Apaza no dud ni un da en elegirlos para su consolidacin, tan necesario para aquella Repblica aristocrtica como los contratos con la Peruvian Corporation LTD. o la Grace. Ambas caracterizaciones lograrn aproximarnos al fenmeno, siempre y cuando no paguemos con nuestra interpretacin. Pirola y los suyos podan susurrar alguna vacilacin por lo bajo, pero no se sonrojaron ante el bloque integrado por tales patas. Tampoco Legua. En s, ambas notas (parasitario y arbitrario) pueden constituir muy buenas metforas de la forma especfica y crucial que fue tomando el gamonalismo, en sus mltiples apariencias y en sentido amplio, a lo largo de la constitucin de los estados oligrquicos andinos, aunque debemos estar muy atentos y no sustituir la realidad slo por palabras. La supervivencia del fenmeno como la vigencia del trmino (a veces propuesta como categora, otras como metfora o comparacin, cuando no como chicana) dan cuenta de su caracterizacin absoluta, de las notas que la proponen ante diversas realidades territoriales e histricas. Pudiendo ser sustituida por otra, vimos que, por el contrario, fue revitalizada con redefiniciones o acompandolas con otros trminos para eludir fracasos o contradicciones. Pero tambin debe su persistencia al valor relativo que gamonalismo tiene frente a categoras con las que se relaciona directamente o al anlisis del contexto especfico (siglo XIX en Los Andes) donde se despliega. La persistencia de definirla como feudal, por su ligazn con la posesin de tierra y con los abusos directos sobre las comunidades nativas (a travs de servidumbre, de la expropiacin directa por la va judicial, de la represin de movimientos de resistencia, de garantizar el analfabetismo como lo dijo insistentemente Maritegui o de la conjunto de mtodos enumerados por Gonzlez Prada en Nuestros indios) tambin puede hundirnos en el riesgo de considerar ilegtimo el fenmeno o contradictoria su existencia con nuestra historia, cuando existi firme, real y cruelmente. Una apreciacin como esta puede velarnos la realidad, descartar un continente entero slo porque no se ajusta a nuestras pretensiones o negar las asociaciones reales (aunque aparentemente inviables, realmente compatibles) en los procesos de dominacin que hincaron sus colmillos de forma tan precisa como constante sobre nuestros pueblos. Pensar el gamonalismo no slo exige un examen en trminos absolutos, sobre sus notas particulares y su exclusiva delimitacin, implica posarse sobre un complejo campo donde categoras centrales como repblica, oligarqua y liberalismo juegan el mismo partido en esa construccin. Con respecto a la primera, por ejemplo, Manrique seala que tras laRecordemos como ejemplo el fastidio de Milcades Pea, en sus originales expresiones de rechazo hacia las posiciones de Ramos y Puiggros.12

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abolicin de la contribucin personal se restituy el trabajo forzoso gratuito en el Per con el eufemstico nombre de Servicio a la Repblica, que los aborgenes llamaban simplemente Repblica lo cual expresa grficamente qu representaba para ellos el nuevo poder surgido luego de la cada del orden colonial hispnico (2006: 22), como tambin cun marginadas estn ciertas voces a la hora de madurar estos anlisis. Y, respecto a la ltima, Gonzlez Prada nos advierte sobre las necesarias previsiones de nuestra tarea:Se abusa tanto del Liberalismo, sirve para disimular tan groseros contrabandos, que las gentes concluirn por hacer algunas restricciones al orse llamar liberales () Distingamos, dicen los sofistas cuando quieren embrollar las discusiones, no separemos, deben repetir los hombres que deseen proyectar luz en las controversias tenebrosas (Gonzlez Prada, 2007: 269-270).

Sus amplios mrgenes de accin como la ntima relacin con la tierra hizo que la mayora de sus analistas lo definieran como feudal -incluso Maritegui lo hizo-, a pesar del protagnico papel que jugaron durante la concrecin de la repblica aristocrtica en manos de las pulcras, cientficas y refinadas tertulias civilistas en el Club Nacional. Seores feudales, aunque al servicio de la recuperacin de las burguesas peruanas de posguerra y del ingreso de los capitales internacionales, ejecutores de un control social tan descarnado que la mltiple variedad de padecimientos que infligan a la poblacin ocultaban el estricto libreto que sus socios capitalistas le permitan actuar. Entre dos mundos ajenos. En realidad, en el nuestro A lo largo de este breve artculo nos aproximamos a la tensin entre la categora gamonalismo (su vigencia, vitalidad, caracterizaciones) y los procesos que pretende interpretar. Tal relacin que, podramos decir, reside en buena parte en el trmino gamonalismo no es exclusiva del caso analizado: en realidad, parte de nuestra tarea aqu fue ahondar sobre los riesgos que este vnculo trae aparejado a la comprensin de nuestra realidad y sus consecuencias militantes y/o acadmicas. Afirmamos que no es slo una cuestin de palabras, sino una dimensin central en la comprensin de nuestra historia. Aferrarse a las categoras, a las herramientas, en detrimento de lo que analizamos puede costarnos mucho ms que el sueo. Tanto en la obra de Jos Carlos Maritegui como en la de Manuel Gonzlez Prada, pginas centrales para abordar el tema del gamonalismo peruano, hallamos valiosos elementos para cerrar el anlisis propuesto en este trabajo. Hemos sealado en pginas precedentes cmo caracterizan el gamonalismo ambos autores, una nota central que comparten sus anlisis es la referencia a las contradicciones entre los postulados liberales de la repblica peruana y los manejos reales de los seores de la sierra13 en ese contexto institucional preciso. Al mismo tiempo, en esa profundizacin exponen sin temor las tensiones que deben afrontar al profundizar sus correspondientes anlisis. Abogando por la denuncia y el deseo militante de una emancipacin real de todo tipo de abuso (vernculo o extranjero), las matrices propuestas para el diagnstico, la presentacin de categoras y la superacin de anquilosadas concepciones constituyen un frente en s mismo, aunque inescindible de la lucha poltica. Ambos autores muestran un compromiso tan profundo con esos objetivos que sus perspectivas suelen desbordar las categoras con que son construidas.

13 Una estrategia con la que el jovencsimo Marx inaugurar sus primeras preocupaciones sobre los llamados intereses materiales (Marx, 1975: 7) al analizar los debates en la Dieta Renana (Marx, 2007) en la Rheinische Zeitlung y en cuyo valiente abandono encontraremos las principales razones que traen hasta nosotros su valiosa obra.

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En este sentido, encontramos en Maritegui uno de los abordajes ms valientes; pues, no slo avanza en conocer empricamente la realidad de su gente sino que trabaja con la misma firmeza en poner a prueba las matrices con que la mira. Ambas actividades dialogan y no se postergan, pues la profundidad de cada una depende del avance de la otra. La madurez conceptual slo tendr color y cuerpo en el conocimiento de nuestra tierra como de la vida de su gente, y viceversa. Presenta los 7 ensayos de la interpretacin de la realidad peruana manifestando un decidido esfuerzo por pensar lo nuestro con el propsito de transformarlo, sin temor a cometer irreverencias tericas. Tal salto est expuesto con curiosa claridad en las valiosas como innecesarias reservas que Maritegui expone en la Advertencia de los 7 ensayos:No faltan quienes me suponen un europeizante, ajeno a los hechos y a las cuestiones de mi pas. Que mi obra se encargue de justificarme, contra esta barata e interesada conjetura. He hecho en Europa mi mejor aprendizaje. Y creo que no hay salvacin para Indo-Amrica sin la ciencia y el pensamiento europeos u occidentales. Sarmiento que es todava uno de los creadores de la argentinidad, fue en su poca un europeizante. No encontr mejor modo de ser argentino. (Maritegui, 2007: 6).

Efectivamente, y muy a pesar de las declaradas influencias europeas y sarmientinas (Nada menos!), su obra muestra con precisin cunto estos anlisis desbordan las categoras ajenas. Maritegui pesa el gamonalismo sin los lastres simplificadores de aquellas influencias y a pesar de no encontrar an las palabras que lo expresen con precisin. El prrafo con que concluye su apartado sobre La coyuntura econmica actual presenta claramente ambas cosas: la necesidad de exponer una realidad desafiante y la constatacin concreta que limpia las aparentes contradicciones de esa realidad:Apuntar una constatacin final: la de que en el Per actual coexisten elementos de tres economas diferentes. Bajo el rgimen de economa feudal nacido de la Conquista subsisten en la sierra algunos residuos vivos todava de la economa comunista indgena. En la costa, sobre un suelo feudal, crece una economa burguesa que, por lo menos en su desarrollo mental, da la impresin de una economa retardada (Maritegui, 2007: 20).

Aparentes, porque las notas sealadas muestras la legtima existencia real de un fenmeno, a pesar de las pretensiones analticas de las categoras con que se la analiza. Las caracterizaciones de economa feudal, economa comunista indgena y economa burguesa costera podran considerarse excluyentes, contradictorias o en ilegtima convivencia desde un punto de vista demasiado restrictivo. Para Maritegui, constituyen un todo concreto muy particular, al que se aproxima con estas categoras para comprenderlo y no para impugnarlo. Esta tensa relacin se encuentra tambin en la mirada de Manuel Gonzlez Prada. Un buen ejemplo son las primeras pginas de Nuestros indios, en donde seala la ceguera que implica defender irrestricta e ingenuamente categoras inadecuadas (por obra u omisin, por torpeza o dependencia intelectual) como es el caso de raza a principios del siglo XX en Per. All Gonzlez Prada se da el lujo de definir a la Sociologa como no slo el arte de dar nombres nuevos a las cosas viejas sino la ciencia de las afirmaciones contradictorias (Gonzlez Prada, 2007: 332). Da un pantallazo para fundamentar su hasto y reniega de cun eufemstica resulta la palabra raza en la pluma de algunos socilogos europeos, sobre todo a la hora de justificar desvalorizaciones, invasiones y aculturaciones. Este hasto se basa en la triste certeza de que no fueron pocos los que -sentados sobre ese trmino infame- intentaron mostrar inferioridad y barbarie en los no europeos, incluso bajo las banderas del socialismo y en fidelidad a otros tipos de linealidades. De todos modos, a pesar de las duras impugnaciones iniciales y por razones que ignoramos -y bien podramos desarrollar en otro trabajo-, el autor no desiste del uso del trmino raza a lo largo del mismo texto, demostrando quize-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/15

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involuntariamente lo intil de esa persistencia. A pesar de estos vaivenes, Gonzlez Prada corona el valiossimo contraste afirmando que:Hay tal promiscuidad de sangres y colores, representa cada individuo tantas mezclas lcitas como ilcitas, que en presencia de muchsimos peruanos quedaramos perplejos para determinar la dosis de negro y amarillo que encierran en sus organismos: nadie merece el calificativo de blanco puro, aunque lleve azules los ojos y rubio el cabello (Gonzlez Prada, 2007: 341).

La perplejidad que presenta es la tensin expuesta, la sensacin de que esa matriz tan predominante en aquellos aos y persistente hasta nuestros das no es suficiente, pudiendo serlo. Ambas perspectivas constituyen propuestas particulares ante un momento concreto de la historia andina. Hay notas distintivas muy interesantes, por ejemplo la disyuntiva propuesta por Gonzlez Prada sobre la liberacin de quienes llama indios fue dolorosamente criticada por Maritegui14. De todos modos, la relacin estrecha entre La cuestin del indio y Nuestros indios se manifiesta en muchos aspectos: en indicar la causa material de las desigualdades, en la convivencia entre los gamonales y burgueses, en denunciar los rasgos particulares de aquella repblica (incluyendo las obvias permanencias con la colonia), en las vanas esperanzas liberadoras de la educacin sin tierra Todas ellas pertinentes a nuestro trabajo, aunque el aporte ms valioso cada uno lo ha hecho a su manera debe ser la valenta de examinar las tensiones que sacuden la construccin de matrices pertinentes para nuestra emancipacin. Esa bsqueda y construccin de nuevas miradas resulta un eje central dentro de las Ciencias Sociales americanas, por denominarlas de alguna manera. Ante lo expuesto, es oportuno rescatar planteos como los de Rojas Mix quien, conmemorando los quinientos aos de la sangrienta invasin europea, nos regal un libro en cuyas pginas encontramos afirmaciones como la siguiente: Porque los indios nunca han existido en Amrica si no es en la imaginacin del europeo. La identidad del indio no es otra cosa que una identidad impuesta. Ni un hombre racial ni tribal. Simplemente la designacin del vencido (Rojas Mix, 1991: 35). Ni es el primero, ni el nico ni el ltimo en abordar con valenta su tarea de pensarnos a pesar de lo dominante. Es uno ms entre otros, y debemos posarnos en esa particular forma de excepcin. La tradicin es larga y merece ser priorizada. El gamonalismo nos ha servido en este breve trabajo como excusa para examinar un terreno mucho ms amplio donde este fenmeno se aloja, que excede ampliamente los propsitos aqu presentados y que nos invita a no abandonarlo en cada uno de nuestros compromisos: el de las tensiones que americanos (acadmicos, ensayistas, trabajadores, luchadores sociales) afrontamos da tras da en la paciente construccin de herramientas ms solcitas a nuestras necesidades colectivas. Las Ciencias Sociales, y los mbitos ms o menos enclaustrados donde se desarrollan, se juegan la pertinencia en el rumbo que toman ante estas disyuntivas.

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Lo califica prcticamente de ingenuo, seguramente muy a su pesar (Maritegui, 2007: 31)e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/

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Csar Pibernus,Ni un pie en cada lugar, ni los dos en tierra ajena: juntos y en nuestro continente. Los tentadores equvocos sobre nuestra historia, mirando el gamonalismo peruano, en e-l@tina. Revista electrnica de estudios latinoamericanos [en lnea], Vol. 9, n 34, Buenos Aires, enero-marzo de 2012, pp. 3-18, en < http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/> Artculo recibido: 17 de diciembre de 2011 - Aprobado: 20 de enero de 2012

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Um novo Maritegui

f.mAujob/!Revista electrnica de estudios latinoamericanos - ISSN 1666-9606Artculos

UM NOVO MARITEGUI: AS INFLUNCIAS DE JOS ARIC NAS FORMULAES MARIATEGUISTAS DE ALBERTO FLORES GALINDO*MARCOS SORRILHA PINHEIRO**

Introduo Alberto Flores Galindo (1949-1990) figura como um dos mais importantes intelectuais peruanos do sculo XX.1 Historiador de formao, Flores Galindo desenvolveu seu trabalho acadmico conjuntamente a uma intensa atuao poltica vinculada a comunidades de trabalhadores e da Pastoral Andina. Desde seus primeiros anos no ambiente universitrio (PUC-P), a proximidade aos movimentos sindicais de pesqueiros e mineradores se fez constante. O envolvimento com os mineiros ocorreu por conta de um estgio realizado junto ao Instituto de Estudios Peruanos (IEP) em um projeto de pesquisa intitulado El minero de los Andes, encabeado por Herclio Bonilla. O resultado dessa atividade de investigao foi organizado e apresentado em sua monografia de concluso de bacharelado intitulada Los Mineros de Cerro de Pasco, 1900-1930: un intento de caracterizacin social e defendida em 1971. De certa forma, esta dupla vocao foi uma marca comum aos historiadores pertencentes Nueva Historia Peruana da qual fez parte. Esta gerao de historiadores via na atuao poltica uma extenso de seu trabalho acadmico e, at mesmo, a prpria concretizao de seus projetos cientficos. Como afirma Paulo Drinot (2003: 66), dividiam um mesmo objetivo: desafiar as correntes historiogrficas tradicionais e contribuir para uma mudana radical da sociedade peruana. [...] Isto tambm um produto de um contexto to carregado ideologicamente e politicamente como era o final dos anos 70 e 80, onde ser professor de histria e militante era considerado natural e necessrio. Assim, no caso de Flores Galindo, as pesquisas acadmicas tinham como objetivo encontrar explicaes dos problemas da poltica nacional em seu momento atual, buscando na Histria a origem e constituio de tais demandas. Tais inquietaes foram responsveis pela formao de um legado intelectual composto por uma extensa bibliografia que apresenta um pensamento profcuo eEste artigo uma verso ampliada da apresentao oral proferida nas Jornadas Internacionales Jos Mara Aric realizada na cidade de Crdoba, Argentina, em setembro de 2011. A participao no evento contou com o financiamento da FUNDUNESP.*

Professor Assistente Doutor do Departamento de Histria da Universidade Estadual Paulista (UnespFranca), Brasil.**

Recentemente Flores Galindo apareceu elencado na lista dos dezoito pensadores/polticos peruanos mais importantes do sculo XX organizada por Rodolfo Loayza Saavedra (2009). Alm disso, seu principal livro Buscando un Inca: utopia e identidad en los Andes, figura como um dos 50 livros que todo peruano culto deve ler, segundo ranking organizado por Cristbal Alvojn, Max Hernandez e Francisco Sagasti (2000).1

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instigante, mas, acima de tudo, com proposies inovadoras. Dentre as inmeras intervenes historiogrficas concebidas, sua principal criao foi o conceito de utopia andina que apareceu mais claramente delineada em sua obra consagradora: Buscando un Inca: utopia y identidad en los Andes de 1986, congratulada com o Prmio Continental Casa de las Amricas no mesmo ano. Na realidade o conceito de utopia andina, se que pode ser assim encarado, j havia sido apresentado em alguns artigos anteriores e se afirmava enquanto a descoberta de uma permanncia histrica existente na memria coletiva de comunidades andinas e grupos mestios em torno da esperana de regresso do Inca e a consequente reconstituio de seu grandioso imprio2. Ainda que a primeira vista esta concepo no possua vnculo aparente com a poltica peruana da dcada de 1980, um olhar mais crtico nos possibilita entend-lo. Ao voltar-se para a Histria, Flores Galindo interpretou que em vrios momentos, desde as primeiras dcadas aps o desmonte do Imprio Inca, existiram projetos polticos que visavam restaur-lo. De uma forma ou de outra, esses projetos representavam a busca por um mundo perfeito, um mundo sem injustias, um mundo utpico. Todavia, diferentemente da utopia de Thomas More, que representa uma ilha fora do tempo e do espao, esta utopia possua um lugar claro na Histria e na Geografia, mais precisamente no umbigo dos Andes3. Tratava-se do Tahuantinsuyo. Dessa forma, segundo sustentou Flores Galindo, a utopia andina se converteu em substrato para transformar a insatisfao diante de uma realidade de explorao ou de uma dominao poltica em projetos coletivos de revoluo ou levantes populares. Porm, por se tratarem de uma permanncia histrica, tais projetos, conforme foram sendo recriados e reapropriados, no se organizaram de maneira homognea ou coerente. Analisando-os ao longo do tempo, observa-se que possuram contradies fundamentais entre si, uma vez que representavam diversos grupos polticos, tnicos ou classes sociais. No entanto, ainda que se configurem enquanto projetos antagnicos, partilhavam de um mesmo ideal: superar as diversidades impostas pela realidade resgatando uma tradio andina. Assim entendia, a utopia andina era, na verdade, um conjunto de utopias, uma vez que se recriavam de acordo com seu contexto histrico e atendiam as reivindicaes sociais de cada poca e cada grupo. Por isso, Flores Galindo esclareceu que se evitaran algunos malentendidos si considerarmos que, en estricto sentido, no existe la utopa andina. Es imprescindible usar el plural. La utopa andina ha ido variando segn las pocas, los lugares y los grupos sociales (Flores Galindo, 1988 a: 249). Nesse sentido, a crena em um regresso do imprio incaico seria o elemento principal a motivar grupos de diferentes tendncias em diversos momentos a se levantarem contra uma ordem estabelecida e a acreditarem em uma utopia: o regresso do Tahuantinsuyo. E, da mesma forma, levaram seus lderes a se proclamarem como o Inca restaurador. Estariam esses grupos, portanto, constantemente buscando um Inca. Justamente por contar com essa capacidade de mobilizao popular, para alm da investigao historiogrfica, no pensamento poltico de Flores Galindo a concepo da utopia andina se apresenta como a base para o estabelecimento de um socialismo nitidamente peruano. Na dcada de 1980, assim como nos momentos vividos pelos protagonistas da Histria da utopia andina noO primeiro artigo foi Utopia Andina y Socialismo (1981). preciso destacar que, os primeiros textos elaborados sobre a utopa andina foram feitos em parceria com o tambm historiador Manuel Burga. No entanto, esta empreitada conjunta deu origem a resultados diferentes. Enquanto Burga se focou no aspecto cultural e festivo da utopia andina, conforme se apresentou em seu livro Nacimiento de una utopa: muerte y resurreccin de los incas (1988), Flores Galindo priorizou os potenciais polticos da mesma.2

Cuzco ou Qosqo, capital do imprio Inca, significa umbigo do mundo, o centro dos quatro cantos do mundo, dos quatro suyos que compunham o imprio (antisuyo, collasuyo, contisuyo e chinchaysuyo).3

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passado, o Peru vivia um momento de crise e de necessidade de superao de uma realidade adversa causada pela grave crise financeira e a guerra civil instaurada pela atuao do Sendero Luminoso. Sonhar em transpor esse cenrio era uma forma de se empreender uma espcie de utopia andina, porm, que, ao contrrio dos outros momentos, deveria buscar o exemplo de justia social no socialismo e no no imprio Inca. Essa era a proposta clara de seu livro Buscando um Inca: utilizar-se da imaginao, do mito, do elemento utpico existente na utopia andina para propor uma simbiose entre socialismo e as tradies peruanas, como uma forma de se construir um projeto de futuro ao pas rumo justia social. De certa maneira, a concepo de utopia andina se insere em uma conjuntura mais ampla na trajetria de Flores Galindo. Essa necessidade de encontrar um elemento capaz de fundir o socialismo s tradies peruanas era fruto de sua reivindicao pela continuidade do pensamento inacabado de Jos Carlos Maritegui. Sem dvida alguma, o mariateguismo um trao explicativo da obra de Flores Galindo, uma vez que Maritegui no se constitui apenas como um objeto de estudo, mas, sobretudo como um paradigma de atuao intelectual. Esta relao com o autor dos Siete Ensayos resultou em um exerccio investigativo que props a reformulao da prpria imagem histrica do socialista dos anos 1920. Por conta disso, possvel afirmar que a criao da utopia andina esta intimamente vinculada prpria proposio de reinterpretao de Jos Carlos Maritegui - fato que ocorreu seis anos antes do livro Buscando un Inca ainda no incio da dcada de 1980 e antes mesmo do Sendero irromper suas primeiras aes pblicas de ataque estrutura poltica peruana. Evidentemente que a formulao de um novo Maritegui atendeu a demandas prprias de seu tempo e de seu itinerrio intelectual, bem como esteve exposto a influncias interpretativas vindas de outras localidades. Trabalhos de reconfigurao do mariateguismo como aqueles elaborados pelo argentino Jos Mara Aric, Antonio Melis e Robert Paris so exemplos disso. No exerccio de reinterpretao de Maritegui realizado pelo historiador peruano, pesaram os debates polticos do incio dos anos 1980, mas tambm os intercmbios acadmicos estabelecidos entre Flores Galindo e outros membros da intelectualidade latino-americana e latinoamericanistas. Levando em considerao este contexto poltico e intelectual, consideramos que a obra de Jos Aric foi aquela que propiciou os principais ditames do modelo interpretativo elaborado por Flores Galindo em torno de Maritegui. Justamente por isso, dedicaremos as prximas pginas deste artigo para delimitar os principais pontos a respeito da construo do mariateguismo de Flores Galindo, bem como estabelecer as possveis influncias de Jos Aric em relao ao mesmo. Uma nova interpretao: a presena de Jos Aric Como j dito anteriormente, Maritegui foi pea fundamental na produo intelectual de Alberto Flores Galindo. Tanto em sua atuao periodstica, quanto em suas obras acadmicas a imagem do socialista ocupou espao privilegiado. Desde seu primeiro livro, Los Mineros de Cerro de Pasco, de 1971, as concepes de Maritegui sobre o trabalho e as permanncias das tradies indgenas junto aos trabalhadores mineiros j apareceram contempladas. Esta informao no chega a ser uma surpresa, pois, como veremos mais adiante, de maneira geral, os movimentos polticos e intelectuais peruanos da dcada de 1970 tinham como grande marca uma autoproclamada vinculao a imagem de Maritegui4. A novidade, no caso de Flores Galindo, esteve na proposta de reinterpretao da figura histrica do socialista. No apenas difundir suas ideias, Flores Galindo buscou estabelecer uma nova concepo sobre quem foi Maritegui. Tal inteno foi minuciosamente apresentada em seu livro de 1980 intitulado La Agona de Maritegui: la polmica con la Komintern. O livro em questo possui uma caracterstica peculiar: foi escrito em uma nica empreitada. Geralmente as publicaes de Flores Galindo se apresentavam como resultado da compilao de4

Mais sobre isso ver: Pinheiro, Marcos Sorrilha (2009).e-l@tina, Vol.10, nm.38, Buenos Aires, enero-marzo 2012http://iealc.sociales.uba.ar/publicaciones/e-latina/ 21

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vrios artigos escritos realizados de maneira aleatria sobre um mesmo tema. Buscando un Inca: identidad y utopia en los Andes uma representao cabal deste modelo editorial. No entanto, La Agona de Maritegui, foi forjado em pouco mais de seis meses de trabalho e com textos inditos de seu princpio ao fim. Essa mudana de caracterstica representou a necessidade do autor em realizar uma imediata interveno nos debates em torno da utilizao poltica de Maritegui no cenrio eleitoral peruano do incio da dcada de 1980. Em abril de 1980, Flores Galindo anunciou a necessidade de se realizar a tarefa pouco grata de se restituir a Maritegui em um artigo intitulado Socialismo y Problema Nacional:existe una imagen mitificada de Jos Carlos Maritegui que lo presenta como el marxista ortodoxo por excelencia, el gua de la revolucin socialista, el sendero luminoso, el Amauta... Una imagen desmesurada y aplastante en alguna medida revelada por los adjetivos anteriores, que convierte el marxismo peruano en una glosa o simples notas a pie de pgina del pensamiento de Maritegui. La veneracin bblica sustituye la discusin. De esta manera, y a pesar suyo, Maritegui acaba convertido en un obstculo para el desarrollo del marxismo en el Per. [...] Se hace necesaria la tarea poco grata de desmitificar a Maritegui. El camino consiste en volverlo a ubicar en la historia, restituirlo a lo que realmente fue, a un hombre de su tempo, para pensarlo, segn una hermosa reflexin de Sartre, como todo un hombre hecho de todos los hombres y que vale lo que todos y cualquiera de ellos. En otras palabras, se trata de invertir algunas perspectivas al uso de Maritegui como si hubiera existido solo, desligndolo de su contexto o enfrentndolo con otros solitarios (Flores Galindo, 1988 b: 46)5.

No coincidentemente, em novembro de 1980 apareceu a primeira edio de La Agona de Maritegui. Esta urgncia por uma interveno somente compreendida quando analisamos o contexto poltico peruano da poca. Tratemos com mais vagar deste assunto. Com o fim da ditadura militar as esquerdas ganharam um grande espao junto ao eleitorado das camadas mais pobres dos centros urbanos. Tratou-se de um reflexo causado pela prpria participao dos partidos de esquerda junto ao governo, como o Partido Comunista Peruano (PCP), mas tambm, pela ampla atuao dos movimentos classistas junto aos setores do operariado. Este avano das esquerdas pode ser sentido j nas eleies para a formao da Assembleia Constituinte em 1978. Se somarmos os votos obtidos por todos os partidos que compunham a Nova Esquerda mais os votos angariados pelo PCP chegamos a um total de 36% da votao total.6 O clima de euforia diante do resultado da Constituinte trouxe a interpretao de que seria possvel que apenas um nico candidato da esquerda atrasse todo esse novo pblico, garantindo assim a sonhada chegada da esquerda ao poder. Ocorre que, no houve um consenso entre os partidos de quem deveria ser este ator. O quadro resultante disso foi uma fragmentao partidria da esquerda que distribuiu os eleitores entre cinco chapas eleitorais diferentes o que tornou inevitvel a sua derrota nas eleies presidenciais de 1980.

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O artigo foi publicado originalmente em: Nueva Sociedad, n. 47 de abril de 1980.

6 Entre os partidos e nomes que compunham a Esquerda na eleio pra a Assembleia Constituinte, destacou-se Hugo Blanco, o mais votado entre eles, que atraiu os votos do Partido Comunista Peruano e contava com o apoio do Principal Sindicato, a CGTP (Central Geral dos Trabalhadores do Peru); a UDP (Unio Democrtica Popular) que trouxe os votos da Vanguardia Revolucionria (VR); e Javier Diez Canseco do PUM (Partido Mariateguista Unificado). Assim, em pouco menos de 20 anos, de 1961 1978, a esquerda passou de 3,2% das intenes do eleitorado para 36%.

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Assim, aps a derrota dos partidos de esquerda nesse pleito eleitoral, a nova esquerda peruana decidiu reunir suas foras em uma frente nica e democrtica para a disputa das eleies distritais e nacionais dos anos seguintes. Formava-se assim a Izquierda Unida (IU). A IU se apresentou, portanto, como a unio de todos os principais partidos da chamada nova esquerda, menos o MRTA (Movimiento Revolucionario Tupac Amaru) e o Sendero Luminoso que seguiram com a opo mais radical para se atingir o poder: a via armada. Uma das caractersticas da IU era a reivindicao de uma tradio mariateguista de socialismo, fato que podia ser notado em seus panfletos eleitorais e nos folhetins informativos que traziam uma estampa de Jos Carlos Maritegui em seu cabealho (Cf. Rojas Samanes, 1988: 260). Alm da vontade de se atingir o poder, a imagem de Maritegui era o nico trao que os inmeros partidos tinham em comum. Portanto, podemos dizer que esta comunho era muito mais simblica do que ideolgica, uma vez que a interpretao em torno do socialismo de Maritegui, ao invs de ser um ponto de convergncia, era um elemento de discordncia entre eles. Porm, no era apenas a esquerda legalista que reivindicava o legado de Maritegui para si. O socialista dos anos 1920 era um smbolo forte tambm entre os grupos armados. Exemplo disso foi o prprio Sendero Luminoso, que reivindicava para si o posto verdadeiro herdeiro de Maritegui, afirmando ser o nico caminho iluminado por Jos Carlos Maritegui a ser seguido. Neste sentido, o mariateguismo foi uma caracterstica marcante de toda a