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Veta del Conflito

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  • La veta del conflicto Ocho miradas sobre conflictividad minera en Bolivia (2010-2014)

    Primera edicin: septiembre de 2014

    Fundacin UNIR Bolivia

    Director ejecutivo: Antonio Aramayo Tejada

    Coordinadora del Programa de Investigacin en Conflictividad Social y Comunicacin Democrtica: Mara Soledad Quiroga Trigo

    Responsable del Proyecto de Investigacin en Conflictividad Social: Jimena Avejera Udaeta

    Coordinacin de la publicacin: Mara Soledad Quiroga Trigo Jimena Avejera Udaeta

    Proyecto de Investigacin en Conflictividad Social: Equipo de investigacin: Equipo de monitoreo: Alejandro Arze Alegra Pamela Condori Mamani Emilio Madrid Lara Osvaldo Vargas Loza Huascar Pacheco Ortega Maricruz Zalles Iturri

    Responsable del equipo de Prensa y Promocin: Gabriela L. Ugarte Borja

    Realizacin de entrevistas en el interior del pas: Equipo de la Fundacin UNIR Bolivia en Santa Cruz Facultad de Derecho, Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad Tcnica de Oruro (UTO) Instituto de Investigaciones Sociales y Humansticas de la Universidad Autnoma Toms Fras (UATF) de Potos

    Edicin general: Patricia Montes R. Hugo Montes R.

    Diseo y diagramacin: Jorge Dennis Goytia Valdivia

    Ilustracin de tapa: Jorge Dvalos Crdova

    ISBN: 978-99954-96-07-4

    DL: 4-1-2149-14

    Impreso en: Editora Presencia

    La Fundacin UNIR Bolivia cuenta con el apoyo financiero de la cooperacin de Suecia.

    www.unirbolivia.org

  • Contenido

    Presentacin 5

    La veta del conflicto: una introduccin

    Jimena Avejera Udaeta __________________________________________________________7

    El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del actor sociopoltico

    Mara Soledad Quiroga Trigo ______________________________________________ 11

    Minera, desarrollo y conflictividad social

    Eliodoro Sandi Bernal ______________________________________________________ 33

    La lgica del conflicto minero

    Alejandro Arze Alegra ______________________________________________________ 53

    Tributacin minera y conflictividad en la minera nacional

    Dionisio Garzn Martnez __________________________________________________ 81

    reas de explotacin minera y conflictividad

    Pablo Poveda vila __________________________________________________________ 103

    Agudizacin de la conflictividad laboral en la minera

    Carlos Arze Vargas _________________________________________________________ 127

    Conflictos socioambientales en la minera: lmites y realidades de su gestin

    Emilio Madrid Lara _________________________________________________________ 157

    Derechos colectivos de los pueblos indgenas en conflicto con el patrn de desarrollo minero

    Emilio Madrid Lara _________________________________________________________ 173

    La conflictividad en el sector minero: perspectivas de corto y mediano plazo 189

    Los autores 195

    Personas que colaboraron en la realizacin de entrevistas 197

    Personas entrevistadas 199

  • 5PresentacinLa Fundacin UNIR Bolivia, en su permanente misin de contribuir a la construccin de una cultura de paz en el pas, considera que comprender las caractersticas de los conflictos es una tarea fundamental para su gestin y transformacin constructivas. En dicho sentido, el presente trabajo busca dar continuidad a la serie de anlisis temticos que se vienen produciendo y publicando en los ltimos aos, esta vez concentrndose en un tema que ha cobrado gran protagonismo en la agenda pblica nacional: la conflictividad en el sector minero. Estos casos han tendido a incrementarse en el ltimo tiempo, presentando, adems, elevados ndices de violencia, lo que torna indispensable reflexionar sobre sus rasgos, causas y efectos.

    El propsito de todo este esfuerzo, apoyado por agencias de la cooperacin internacional y ste en especial por la Embajada de Suecia en Bolivia Seccin de Cooperacin, es fortalecer las capacidades de anlisis poltico de los actores nacionales del desarrollo, impulsar espacios de debate y dilogo con nuevos actores, destacar rutas que permitan mejorar la calidad de la poltica en la regin para disminuir las desigualdades sociales, fuente primaria del conflicto, y contribuir a la construccin de una democracia de ciudadana plena.

    En esta oportunidad ofrecemos un formato diferente a los anteriores: se trata de una compilacin de artculos de diversos autores de reconocida trayectoria que analizan, desde diferentes perspectivas, los nodos temticos centrales en torno a los cuales gira la conflictividad minera.

    Mara Soledad Quiroga brinda un panorama histrico sobre la trayectoria del actor minero; Eliodoro Sandi se refiere al papel de la minera en el desarrollo nacional, regional y local; Alejandro Arze describe y analiza las ca-ractersticas de los conflictos mineros; Dionisio Garzn presenta el panorama normativo que regula la actividad minera, particularmente en lo que respecta al rgimen tributario, y expone los nodos de conflictividad en el sector; Pablo Poveda aborda los conflictos por reas de explotacin de minerales; Carlos Arze desarrolla el tema de los conflictos laborales en el sector minero y Emilio Madrid, por un lado, analiza los conflictos por impactos socioambientales de la minera y, por otro, se refiere a las tensiones entre los derechos de los pueblos indgenas y las dinmicas de esta actividad econmica.

    Los anlisis se han desarrollado a partir de la informacin contenida en la base de datos sobre conflictos que la Fundacin UNIR Bolivia alimenta desde el ao 2006; adems, se han utilizado herramientas cualitativas como la realizacin de entrevistas en varios departamentos del pas.

    Destacamos y valoramos que este producto es parte de un sueo que se origin con la formacin de la Fundacin UNIR Bolivia: el desarrollar y fortalecer al capital humano nacional con capacidades para realizar un trabajo sostenido, cualificado y comprometido en el desafo de efectuar un seguimiento sistemtico de la conflictividad boliviana, brindando elementos de informacin e interpretacin tiles para un mejor tratamiento de los conflic-tos, de manera de orientarlos hacia la construccin de una sociedad ms equitativa, plural y democrtica.

    Agradecemos a quienes aportaron en la elaboracin de este libro, especialmente a los autores, y esperamos que las reflexiones vertidas sean de inters y utilidad para los actores vinculados con la problemtica analizada, as como para todos quienes deseen conocer ms sobre las intensas dinmicas de la conflictividad boliviana.

    Antonio Aramayo Tejada Director Ejecutivo

    Fundacin UNIR Bolivia

  • 7La veta del conflicto: una introduccin

    Jimena Avejera Udaeta

    La explotacin y exportacin de recursos naturales ha sido, a lo largo de la historia, el principal sustento econmico de Bolivia. La minera en particular tuvo un rol importante desde la Colonia, constituyndose en la actualidad en uno de los pilares de la economa nacional, junto con los hidrocarburos. Durante los l-timos aos el Estado boliviano ha venido atravesan-do por un proceso de rediseo institucional, al cual el sector minero no ha resultado ajeno, generndose en su interior nuevas dinmicas polticas, sociales y econmicas. Estos elementos, adems de otros de carcter estructural y coyuntural, son esenciales para comprender la pluralidad de conflictos sociopolticos que peridicamente tienen lugar en el mbito de la minera.

    Si bien, en comparacin con otros tipos de conflicto, los casos mineros no son los ms numerosos (4% del total entre 2010 y 2014), su cantidad se ha ido incre-mentando en el transcurso del tiempo. Adems, pre-sentan importantes niveles de violencia, no slo por la radicalidad de las medidas de presin a las que muchas veces recurren los actores movilizados, sino tambin porque en repetidas oportunidades se han producido enfrentamientos entre partes. Todo esto, sumado a la importancia que la temtica tiene actualmente en la agenda pblica nacional, torna indispensable el an-

    lisis de las caractersticas, las causas y los efectos de estos conflictos.

    Con tal objetivo, se ha solicitado a siete profesionales de reconocida trayectoria el abordaje y anlisis de di-ferentes temas, intentando ofrecer, en conjunto, un pa-norama plural y multidisciplinario sobre la situacin actual de la minera y las dinmicas de la conflictivi-dad que giran en torno a ella. La materia prima para la elaboracin de los trabajos fue el anlisis de la base de datos sobre conflictos mineros de 2010 a 2014 de la Fundacin UNIR Bolivia, que cada autor sistematiz y analiz de acuerdo con los objetivos de su trabajo. Adems, se realizaron cerca de 50 entrevistas a toma-dores de decisiones, organizaciones sociales, empre-sas y otros actores relacionados con el sector minero, en los departamentos de La Paz, Oruro, Potos y Santa Cruz1.

    La presente publicacin se enmarca temporalmente en el perodo 2010-2014. En el ao 2010 comienza a implementarse efectivamente la nueva Constitucin Poltica del Estado y, con ella, nuevas polticas esta-tales, las cuales han tenido distintos impactos en los mbitos social, poltico, econmico y cultural. A pesar de que muchos factores de conflicto en el sector de la minera tienen races histricas, y de que otros estn

    1 Para la realizacin de las entrevistas se cont con el apoyo del Instituto de Investigaciones Sociales y Humansticas de la Universidad Autnoma Toms Fras (UATF) de Potos, de la Facultad de Derecho, Ciencias Polticas y Sociales de la Universidad Tcnica de Oruro (UTO), y del equipo de la Fundacin UNIR Bolivia en Santa Cruz.

  • 8 - La veta del conflicto

    relacionados con el contexto internacional, el nuevo panorama institucional del Estado boliviano altera el escenario en el que se desarrolla esta actividad econ-mica, as como las relaciones entre los actores que de distintas maneras se vinculan con ella, dando lugar a nuevas dinmicas de conflictividad.

    El libro se compone de ocho artculos temticos y de un anlisis prospectivo general. Los primeros trabajos conforman el teln de fondo indispensable para com-prender la situacin actual de la minera en Bolivia, tanto desde una perspectiva sociopoltica como eco-nmica, as como las causas y alcances de los conflictos sociales del sector. En el primer texto Mara Soledad Quiroga realiza un repaso a la trayectoria histrica de los trabajadores mineros, reflexionando sobre su rol en la actualidad; en el segundo, Eliodoro Sandi expo-ne y analiza el papel de la minera en la economa bo-liviana y en el desarrollo nacional, regional y local; en el tercero, Alejandro Arze se refiere a los rasgos de los conflictos mineros: los actores, los niveles de violen-cia que presentan y las caractersticas de los procesos de gestin de estos casos, entre otros asuntos.

    El segundo conjunto de artculos tiene como propsi-to analizar los temas que ms conflictos generaron (y continan generando) en el sector, entre 2010 y 2014, desde la perspectiva de los autores. As, Dionisio Garzn presenta el panorama normativo que regula la actividad minera, particularmente en lo que respecta al rgimen tributario, y expone los nodos de conflicti-vidad en el sector; Pablo Poveda se refiere a la distri-bucin de reas de explotacin minera y a las pugnas entre actores por controlarlas; Carlos Arze aborda las caractersticas y causas de los conflictos laborales en el sector; Emilio Madrid analiza, por un lado, los conflic-tos por impactos socioambientales de la minera, y se refiere, por otro, a las tensiones entre los derechos de los pueblos indgenas y las dinmicas de esta actividad econmica.

    El apartado final del libro sistematiza los resultados de un taller de anlisis prospectivo realizado con la participacin de los autores de la publicacin, junto con otros especialistas invitados y el resto del equi-

    po de Investigacin en Conflictividad Social de la Fundacin UNIR Bolivia. Despus de la sesin de re-flexin colectiva, los asistentes identificaron las varia-bles que, en un horizonte temporal de dos aos, ten-drn influencia en la conflictividad del sector minero.

    Los autores tienen miradas diferentes sobre los dis-tintos temas abordados. No existen consensos, por ejemplo, en torno a cul debera ser el rol del Estado en la gestin de la actividad minera, ni tampoco sobre si la presente coyuntura favorece o no a las empresas privadas, o sobre cul es la naturaleza y el alcance de las reivindicaciones actuales de los actores mineros. Existen, asimismo, diferentes perspectivas sobre las causas principales de los conflictos que se desarrollan en el sector. Sin embargo, en la lectura de los distintos artculos es posible encontrar tambin coincidencias que resulta importante destacar, ya que permiten de-linear los nodos temticos centrales para comprender la realidad actual y los conflictos del sector, y, a la pos-tre, para apuntar hacia la transformacin constructiva de estos ltimos.

    Coyuntura de altos precios internacionales de los mi-nerales. Prcticamente todos los autores han apunta-do este elemento como nuclear para entender lo que viene ocurriendo en el sector en trminos econmi-cos y polticos durante los ltimos aos. Se constituye en el principal motivo para llevar adelante emprendi-mientos de explotacin minera (Poveda) y, por tan-to, sera una de las principales causas del incremento de la cantidad e intensidad de conflictos mineros (A. Arze, C. Arze), particularmente los generados por el control de reas de explotacin (A. Arze, Garzn, Poveda), pero tambin de otros, como los vinculados con el impacto ambiental de la minera (Madrid, en su primer texto). A pesar de la visible desaceleracin que presentan, a criterio de algunos autores los precios continuarn relativamente elevados, mantenindose el impulso a la explotacin y, por tanto, los conflictos (Garzn, Poveda).

    No obstante, esto no quiere decir que cuando los precios caigan ms se reducirn los conflictos. Por el contrario, los impactos que este hecho generar en los

  • La veta del conflicto: una introduccin - 9

    ingresos de los distintos subsectores y en el empleo, slo por mencionar las consecuencias ms directas, fomentarn la emergencia de nuevos casos (Sandi, C. Arze).

    Asimismo, existe coincidencia en analizar por separa-do el comportamiento del oro y el de los otros metales o minerales. El precio del primero, por su relevancia para las reservas internacionales, es altamente sensi-ble y se mantiene elevado aun en pocas de crisis, lo que deriva en un mayor inters, por parte de distintos actores, en su explotacin (C. Arze, Garzn, Poveda), ms todava con las facilidades que parecen existir para sta (Sandi). Esto ha influido en el desarrollo de conflictos en yacimientos ricos en este metal, particu-larmente desde 2012 (A. Arze).

    Pugna por reas de explotacin minera. La mayora de los autores coincide en que este es el motivo de conflicto ms frecuente y ms intenso en el perodo, lo que se puede corroborar a partir de los datos de la Fundacin UNIR Bolivia (A. Arze, C. Arze). Entre las caractersticas de dichos casos figura la violencia, dado que implica la ocupacin fsica de los predios en disputa (A. Arze, Madrid, primer texto, Poveda) y la regularidad de su ocurrencia muestra que las causas de fondo que los promueven no estn resueltas (A. Arze, C. Arze). Adems de los elevados precios de los minerales en el mercado internacional, algunos de los autores sealan que la ampliacin de los derechos territoriales de ciertos grupos (Madrid, primer texto, Poveda) y la facilidad de explotar artesanalmente los yacimientos (Madrid, primer texto; Sandi), son tam-bin elementos a tener en cuenta en el anlisis de las causas que dan lugar a estos conflictos.

    Sistema tributario y de regalas. A juicio de algunos de los autores2, las caractersticas de los sistemas tri-butarios y de regalas vigentes en los ltimos aos fueron y son otro factor que desencadena conflictos (Poveda, Sandi). Adems de los argumentos que cada uno expone, hay coincidencia en afirmar que existen notorias facilidades impositivas aunque no son las

    nicas que ste tiene para el sector cooperativista (C. Arze, Poveda, Sandi), lo que, sumado a la escasa regulacin de las actividades del subsector, potencia la conflictividad.

    Impacto ambiental y derechos de los pueblos indge-nas. El impacto ambiental de la minera es otro eje en torno al cual giran varios de los conflictos; uno de los motivos ms frecuentes es la contaminacin de fuen-tes de agua. Estos casos suelen reactivarse con regu-laridad, principalmente porque no se est atendiendo las causas que los originan debido, entre otros facto-res, a la complejidad tcnica y econmica que ello im-plica (A. Arze, Madrid, primer texto). Aunque no son los nicos grupos perjudicados, los efectos negativos de la minera estn generando movilizaciones sociales de pueblos indgenas.

    Este ltimo tema se aborda desde dos perspectivas en los distintos trabajos. Por un lado, se analiza el derecho a la consulta previa como un detonador de conflictos, dado que aquel implica la participacin de actores di-versos en la toma de decisiones, que los procesos que esto conlleva no son siempre expeditos (Sandi), y que al menos en el discurso legitima las acciones y demandas de los actores involucrados en los conflic-tos, respaldados en el derecho a la libre determinacin sobre sus territorios y los recursos naturales (Madrid, en sus dos textos, Poveda). Por otro lado, se generan conflictos vinculados con el incumplimiento de tales derechos constitucionalmente establecidos (consulta previa, gestin territorial, derecho a un medio am-biente sano, defensa de su visin de desarrollo, par-ticipacin en proyectos de distinta ndole) (Madrid, segundo texto).

    El rol del Estado: caractersticas estructurales y polticas actuales. Ms all de los temas puntuales mencionados, todos los autores coinciden en que las crnicas deficiencias institucionales del Estado con-tribuyen a generar conflictos en el sector minero. Esto abarca mltiples aspectos; por ejemplo, C. Arze se re-fiere a la (in)eficacia estatal en los diferentes niveles

    2 No hay acuerdo total entre los autores sobre este tema.

  • 10 - La veta del conflicto

    para la adecuada atencin de la problemticas labo-rales; Poveda habla de las dificultades en la fiscaliza-cin de la explotacin de minerales, particularmente del oro; Madrid (primer texto) y A. Arze abordan las debilidades existentes para reparar daos ambientales acumulados de la minera y la prevencin de futuros impactos negativos, adems de los problemas en la gestin de los conflictos.

    Por otro lado, la mayora de los autores se ha referi-do a las polticas (sub)sectoriales actuales, particular-mente a la nueva ley de minera. Existe coincidencia en afirmar que prevalecen las medidas favorables para el cooperativismo (C. Arze, Poveda, Sandi), aunque la productividad de este subsector parece ser de todas maneras baja, lo que se explica en parte por la preca-riedad tecnolgica que por lo general lo caracteriza (C. Arze). En cuanto al subsector estatal, se ha sea-lado que no existen medidas contundentes para ex-pandir ni las inversiones ni la produccin (Poveda, C. Arze, Sandi), ni para promover empleo masivo en este mbito (C. Arze). Con relacin al subsector privado, como ya se seal, no hay acuerdos respecto a si las polticas estatales son o no favorables para los opera-dores. Particularmente en lo que respecta a la nueva

    ley de minera, los diferentes autores han coincidido en sealar que su aplicacin tendr un rol decisivo en trminos de conflictividad; se ha hecho referencia al carcter esencialmente regulatorio de la misma, con procedimientos susceptibles de generar malestares entre actores (Sandi).

    Por lo general, aunque los diferentes autores destacan la importancia de la minera en la economa y en el desarrollo nacionales, en un balance parecen tambin sustentar la necesidad de redirigir algunas de las pol-ticas sectoriales y los impactos negativos que esta ac-tividad est generando. Una reorientacin profunda pasara como tambin se reflexiona en algunos de los textos por transformar el modelo de desarrollo an vigente en Bolivia, de matriz primario-exporta-dora. Ello implicara, entre otros elementos, canalizar los recursos mineros hacia la generacin de capacida-des productivas y de gestin que permitan potenciar y hacer sostenibles los beneficios de la actividad en cuestin, ms all del ciclo limitado que implica la ex-plotacin de minerales (Sandi). La atencin de estos asuntos contribuira a la transformacin constructiva de los conflictos del sector, dado que sta implica ocu-parse de las causas de fondo que los originan.

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    El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del

    actor sociopolticoMara Soledad Quiroga Trigo

    Los trabajadores mineros han sido un actor funda-mental en la historia de Bolivia dada su constitucin como sujeto social y poltico y la importancia de la produccin minera para el sostenimiento de la econo-ma nacional.

    Aunque sus procesos de desarrollo de los trabajado-res asalariados del Estado y de las empresas privadas, de los cooperativistas y de los unipersonales han sido distintos y han dado lugar a actores diferencia-dos, de un modo u otro los mineros han pesado en las coyunturas crticas que ha vivido el pas y, en algunos casos, les han dado forma e incluso han definido su desenlace.

    El presente artculo aborda el itinerario del prole-tariado minero haciendo nfasis en el anlisis de la trayectoria del minero sindicalizado, puesto que es ste el que ha tenido una significacin sociopoltica mayor. Siguiendo a los autores clsicos que se han ocupado de estos temas, se intenta una aproximacin a su desarrollo clasista e ideolgico, considerando la influencia del nacionalismo revolucionario, del socia-lismo y de la descolonizacin, las grandes vertientes dentro de las cuales se han desarrollado las luchas po-pulares en el pas y a las que los mineros no fueron ajenos. Asimismo, se analiza su actuacin en algunos momentos clave en los que se pusieron en evidencia

    sus capacidades e incapacidades de logro, los triunfos y derrotas que marcaron su conciencia colectiva y su destino como clase. Finalmente, se indaga sobre la ac-tuacin minera en el contexto sociopoltico actual, su rol en la conflictividad social del pas, y la situacin de fragmentacin social y extravo ideolgico en la que parecen haber recalado estos trabajadores.

    1. El desarrollo de la organizacin sindical y del movimiento de los trabajadores mineros en Bolivia

    1.1. El sello de origen: sindicalismo obrero y anarquista

    A lo largo de sus setenta aos de historia consi-derando como punto de partida la fundacin de la Federacin Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB) en 1944, la vigorosa trayectoria del movimiento de los trabajadores mineros traza una curva en la que hay avances y retrocesos, extravos y retornos al rumbo central. Los pliegues y repliegues de ese transcurso pueden explicarse tanto por la siem-pre dinmica situacin socioeconmica y poltica del pas, como por las influencias ideolgico-polticas que ha tenido el movimiento minero y por su propia his-toria sindical.

  • 12 - La veta del conflicto

    El sindicalismo minero boliviano tiene un sello de origen mixto: por una parte, la tradicin anarquista que permeaba las primeras asociaciones de trabajado-res y, por la otra, el sindicalismo obrero de tendencia marxista. Las tensiones entre los sectores anarquista y marxista que pugnaban por dirigir las organizaciones sindicales obreras marcaron el desarrollo de los sindi-catos en sus aos iniciales.

    Como se sabe, las primeras organizaciones obreras del pas se desarrollaron dentro de la lnea anarcosindica-lista: la Federacin Obrera Internacional (1912); la Federacin Obrera del Trabajo (1918), que aglutina-ba a trabajadores mineros y ferroviarios y que, con el tiempo, fue definindose dentro de una lnea marxista aunque la FOT de Oruro se mantuvo dentro de la corriente anarquista; la Federacin Obrera Local de La Paz (1927), que reuna a sastres, mecnicos, albailes y trabajadores de las fbricas de cartones y de fsforos; el Sindicato Femenino de Oficios Varios (1927), que agrupaba a culinarias, lecheras, lavande-ras, floristas y vendedoras de mercado; y el Centro Obrero Libertario (1923), que buscaba la educacin y el desarrollo cultural de los trabajadores a fin de que su liberacin sea obra de ellos mismos, de acuerdo al pensamiento libertario.

    Estas asociaciones obreras se plantearon una organi-zacin interna de tipo federativo, a partir de consejos de taller y de fbrica. Desarrollaron actividades de anlisis de la problemtica social del pas y de crtica al liberalismo imperante, lucharon por una legislacin obrera, por la jornada laboral de ocho horas y por una caja de ahorros para la vejez, as como por educacin pblica y privada laicas, por la creacin de universi-dades populares y por la ley de divorcio (Rodrguez, 2012). As, desde las primeras dcadas del siglo XX, las organizaciones obreras funcionaron como cor-poraciones de defensa de los intereses especficos de sus miembros, aunque tambin plantearon demandas que rebasaban la problemtica exclusiva del mundo de los trabajadores, lo que evidencia su voluntad de impulsar un cambio social ms hondo y su vocacin de vanguardia.

    Sin embargo, estas organizaciones no se plantearon el tema del poder y rechazaron la injerencia de los par-tidos polticos en sus organizaciones para preservar su carcter libertario; esta fue una de las diferencias centrales entre los trabajadores anarquistas y los de orientacin marxista (op. cit.). Como explicaba Jos Clavijo, quien fue secretario general de la FOL: El comunismo libertario es aquel que no desea el Estado, porque ese Estado representa la destruccin de la li-bertad, la anulacin de la iniciativa (op. cit.).

    La tensin entre anarquistas y marxistas queda evi-denciada en las palabras del antiguo dirigente obrero Antonio Carvajal:

    Los polticos socialistas y comunistas, en sus prdicas muestran por peligrosos a los burgueses, pero no dicen que ellos son los reemplazantes de esta tarea odiosa. Total que predican el cambio de verdugos: con una po-ltica u otra siempre habr gobernantes y gobernados, se eternizar la desigualdad entre los seres de la vida (Lehm y Rivera, 1988).

    Como seala Huscar Rodrguez, las ideas anarquistas ocuparon un lugar significativo en la cosmovisin mi-nera hasta el decenio de 1930, ya que hasta entonces actuaron sobre todo en el mbito local y en relacin con los ncleos de artesanos y empleados pobres. El cataclismo nacional que provoc la Guerra del Chaco y el desarrollo de partidos polticos de izquierda con una nueva visin POR (1935), PIR (1940) y MNR (1941) arras con la cultura previa, en la que el anarquismo se haba construido un lugar.

    En los aos cincuenta, una FOL ya muy reducida se-gua sosteniendo sus postulados, aunque la mayora de los trabajadores ya no los consideraba pertinentes. Por ejemplo, a diferencia de la FSTMB, que planteaba la nacionalizacin de las minas, la FOL propugnaba la socializacin de los medios de produccin y de ri-queza (Rodrguez, op. cit.); pero la opcin ya estaba tomada, el anarcosindicalismo estaba profundamente debilitado y, aunque algunos de sus miembros partici-paron en la insurreccin de abril, ya no tuvo un peso efectivo en la vida sociopoltica del pas.

  • El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del actor sociopoltico - 13

    1.2. El minero construido desde el sindicalismo

    Entre los aos veinte y treinta empezaron a organizar-se sindicatos en algunas minas, a travs de los cuales los trabajadores plantearon sus demandas a las em-presas. Entre los ms relevantes figura la Federacin Obrera Central de Unca (1923), organizada sobre la base de los trabajadores de las minas La Salvadora y Estafera Llallagua esta federacin plante una huelga general demandando su reconocimiento y en protesta por los abusos de las empresas, huelga que fue aplastada con una masacre y del Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni (1938), que jug un rol fundamental en la historia de las con-quistas mineras1.

    Atendiendo la demanda social de cambio desenca-denada por la derrota en el Chaco, los gobiernos mi-litares de la posguerra asumieron gran parte de las reivindicaciones obreras a travs de la promulgacin de un indito Cdigo del Trabajo, e impulsaron la or-ganizacin de los trabajadores a travs de un decreto de sindicalizacin obligatoria que colocaba a los sin-dicatos bajo tuicin y control del Gobierno y que in-corporaba a la organizacin sindical al mecanismo del Estado como base para la constitucin de los poderes pblicos. Siguiendo ese mandato, en 1936 se cre la Confederacin Sindical de Trabajadores de Bolivia (CSTB) que, dada su condicin tutelada, no pudo de-sarrollar una actuacin muy relevante.

    Distintos autores coinciden en fijar el ingreso de los mineros a la actividad poltica en 1942, cuando en un clima general de descontento y agitacin social, se pro-dujo la masacre de Catavi, brutal respuesta a una huelga por mejoras salariales en la empresa Patio Mines, lo que constituy el ltimo empujn para la organizacin minera. As, en 1944 se fund la FSTMB como organi-zacin nacional de los trabajadores de la minera priva-da, nacionalizada, subsidiarios, metalrgicos, siderrgi-cos, autogestionarios y jubilados.

    Tanto el Estado como los partidos polticos reciente-mente constituidos intentaron influir sobre las orga-nizaciones sindicales e incluso controlarlas mediante la cooptacin de sus dirigencias, aunque casi siempre chocaron con la terca defensa de su independencia por las bases mineras. Sin embargo, desde el inicio se estableci una mediacin partidista en el seno de los sindicatos (Mayorga, 2003), puesto que la FSTMB naci bajo el influjo del MNR con la direccin de Juan Lechn, militante de ese partido y al amparo del Estado, durante el gobierno de Villarroel. El accio-nar de la federacin a lo largo del tiempo muestra la existencia de una tensin constante entre la adhesin partidaria y el mantenimiento de la independencia sindical establecida en sus estatutos y presente, sobre todo, en el sentir de sus bases.

    La creacin de la FSTMB cambi sustancialmente la situacin de los trabajadores mineros que hasta entonces estaban fragmentados en organizaciones es-pecficas de cada distrito, sin articularse entre s, e hizo posible el planteamiento de reivindicaciones con un horizonte ms amplio que el estrictamente cor-porativo, avanzando hacia el terreno poltico. As, la construccin de la organizacin matriz permiti a los mineros empezar a considerar el tema del poder.

    La aprobacin en el Tercer Congreso de la FSTMB, y bajo la influencia del POR, de la Tesis de Pulacayo (1946) documento que plante un horizonte so-cialista de las luchas sindicales bajo la direccin de los mineros, proyect a la federacin como vanguar-dia ideolgica de los trabajadores. Un ao despus la conformacin de un bloque electoral obrero junto a dirigentes polticos de la izquierda logr la eleccin de algunos parlamentarios y franque a los mineros el in-greso a la arena poltica.

    Al haber superado su propio mbito corporativo y asumido las reivindicaciones de los sectores popu-lares del pas en su conjunto, la FSTMB se convirti tempranamente en el eje articulador de las organiza-

    1 Como antecedente, en 1919 los trabajadores de Huanuni consiguieron la aprobacin de la jornada laboral de ocho horas.

    UsuarioRealce

  • 14 - La veta del conflicto

    ciones sindicales y, en ese rol, se constituy en el mo-tor de la creacin de la COB y en su ncleo dirigente.

    Desde la COB, los mineros participaron en el cogo-bierno con el MNR, y su mximo dirigente, Lechn, se desempe simultneamente como lder de la FSTMB y de la COB y como ministro de Minas y Petrleo; esta participacin directa en el ejercicio del poder tena como objetivo vigilar que el proceso revo-lucionario no pierda el rumbo, lo que, como se sabe, no pudo lograrse.

    Zavaleta mostr que los mineros constituan una clase esencialmente sindicalista que logr irradiar esa con-dicin a todo el mbito popular. As, el exitoso sindi-calismo minero con todas sus conquistas gremiales y polticas se convirti en una suerte de arquetipo que gui la organizacin campesina y de otros secto-res sociales que asumieron tambin la forma sindicato.

    Entre los rasgos fundamentales que definen al mine-ro como actor sociopoltico figuran el sindicalismo, que fue una escuela de democracia (Zavaleta, 1987) y, por lo tanto, una escuela de ciudadana colectiva (Rodrguez, 2000) marcando su actuacin electo-ral, la accin directa de masas y el ejercicio del poder en distintas etapas histricas; la conciencia de van-guardia fundada en la adopcin de las tesis polticas ms avanzadas y en la actuacin social y poltica exi-tosa en distintas coyunturas; y el insurreccionalismo que, como resultado del proceso de radicalizacin mi-nera y de la experiencia victoriosa en la insurreccin de abril de 1952, se convirti en lo orgnico a la clase (Zavaleta, op. cit.). Estas caractersticas se mantuvie-ron presentes durante dcadas hasta que la crisis de fin de siglo del Estado del 52 las transform y los mineros dejaron de ser la vanguardia del proletariado.

    1.3. Los otros mineros

    A diferencia de los mineros sindicalizados, los coo-perativistas tuvieron un proceso de desarrollo que podra considerarse como marginal. Surgidos en los bordes de la gran produccin minera nacional, fueron

    creciendo oscuramente, al amparo de las crisis mine-ras y en la sombra de las luchas polticas centrales del pas.

    El desarrollo de las cooperativas mineras se inici en Potos con la gran depresin de los aos veinte, que provoc el cierre de varias minas y el despido de un gran nmero de trabajadores. La crisis minera de la dcada de los cuarenta, resultante de la acumulacin de reservas estaferas por Estados Unidos; el cierre de algunas minas de COMIBOL en los sesenta; y, fi-nalmente, el cierre de las minas improductivas de la Corporacin y la relocalizacin minera de 1985 y 1986 cuando se inst a los trabajadores despedidos a formar cooperativas en los yacimientos que no eran rentables y se autoriz el arrendamiento de los cen-tros mineros de Catavi, Colquiri, Colquechaca, Japo, Morococala, Santa Fe y Viloco, y posteriormente de Siglo XX, Caracoles, Caadn Antequera, Tasna, Chorolque, Siete Suyos, nimas, Quechisla y otros (Fundacin Jubileo, 2012) dieron un fuerte impul-so a su crecimiento. En los aos recientes muchos de estos distritos han sido escenarios de conflictos por el control de parajes.

    En 1958 se legaliz el funcionamiento de las coo-perativas en el pas y diez aos ms tarde se fund la Federacin de Cooperativas Mineras de Bolivia (FENCOMIN). Aunque en los primeros tiempos los mineros cooperativistas tuvieron las mismas influen-cias ideolgicas que los trabajadores asalariados, de los que provenan, con el tiempo fueron adoptando una posicin distinta, cada vez ms pragmtica, que les asegurara el mantenimiento y desarrollo de sus ac-tividades.

    El caso de los trabajadores mineros de las empresas privadas chicas y de las unipersonales es distinto. Son actores poco visibilizados debido a su escaso nmero, a que estn dispersos y a que no cuentan con el respal-do de una organizacin poderosa que los represente. Probablemente por ello no existe suficiente informa-cin sistematizada y actualizada sobre stos que per-mita abordar su situacin especfica.

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    2. Derrotero clasista e ideolgico: de la conciencia proletaria a la fragmentacin social y al extravo ideolgico

    En el proletariado minero boliviano se cumpli el proceso de desarrollo que la teora marxista describe como el trnsito de clase en s a clase para s. En un perodo relativamente corto, los mineros se organiza-ron, articularon sus propias demandas de reproduc-cin social a las de otros sectores sociales, interpreta-ron las reivindicaciones de carcter poltico cultural de los sectores populares del pas y las direccionaron.

    Esta trayectoria sociopoltica est profundamente im-bricada tanto con su derrotero ideolgico como con su psicologa como clase. Zavaleta plante los rasgos ms importantes de esta psicologa social: el corpo-rativismo producto del aislamiento geogrfico en que vivan y desarrollaban sus actividades productivas, contrastante con su no aislamiento social; su origen cultural comn, generalmente rural, y su condicin de mineros hijos y nietos de mineros. Todo ello permi-ti la conformacin de comunidades con sus propios cdigos, mitos, hroes y patrones sociales (Zavaleta, 1987), as como el establecimiento de espacios de intersubjetividad capaces de desarrollar, conser-var y transmitir la experiencia y la memoria mineras (Rodrguez, 2000). A estos rasgos es necesario aadir la psicologa triunfalista, ultimatista y obrerista, como la denomin Zavaleta, que deviene de su rpido de-sarrollo como clase y como actor poltico y del xito alcanzado en distintas coyunturas, psicologa sta que le permiti impulsar y protagonizar procesos de flujo de masas, pero que tambin se convirti en una debi-lidad y lo conden al reflujo.

    En el plano ideolgico los trabajadores mineros, cons-tituidos en el sector ms esclarecido del proletariado boliviano, fueron el objeto disputado por los partidos de la izquierda boliviana. La influencia que uno u otro partido logr adquirir sobre la organizacin minera fue crucial en el desenlace de muchas coyunturas cr-ticas y result determinante para el destino del movi-miento obrero.

    2.1. El eje nacionalista revolucionario

    En su fundamental anlisis del sistema ideolgico bo-liviano, Luis H. Antezana seala que los procesos ideo-lgicos del pas convergen en torno al eje dominante del nacionalismo revolucionario, ideologa surgida en la etapa previa a la Guerra del Chaco, que fue evolu-cionando como una mezcla de postulados socialistas, nacionalistas, indigenistas, antiimperialistas y fascis-toides, que coexisten aunque son contradictorios.

    El nacionalismo revolucionario, asumido por buena parte de los sectores populares nacionales del pas, logr movilizarlos y direccionar sus fuerzas en la insurreccin de 1952, provocando una ruptura de la ideologa liberal dominante e introducindose en el aparato estatal hasta convertirse en una de las con-diciones orgnicas de ejercicio del poder (Antezana, 1987). As, desde 1952 el camino hacia el poder ha sido el nacionalismo revolucionario. Esto se puede observar en las dismiles experiencias del MNR, del barrientismo, de la dictadura banzerista, de la UDP e incluso de la dictadura garcamezista que lo utiliz en su retrica, y actualmente del MAS, porque este eje tiene la capacidad de agrupar todos los discursos ideolgicos bolivianos (op. cit.), aunque algunos mi-noritarios queden al margen.

    Antezana aclara que si bien el nacionalismo revolucio-nario es un eje flexible cuyos extremos se tocan con posiciones de derecha y de izquierda, esto no significa que sea una ideologa de centro, sino una intersec-cin ideolgica que en el ejercicio del poder se apoya en uno u otro polo o en el centro. Por ello, en 1952 este eje flexible pudo acortar la distancia entre los po-los y dar lugar a una lucha nacional antioligrquica y antiimperialista, considerada tambin como proceso revolucionario, que el proletariado asumi como suya.

    Es evidente que al obliterar sus propias contradiccio-nes y apelar a la unidad del pueblo entendido como el conjunto de clases y sectores marginados frente a los herederos y continuadores del coloniaje, el nacio-nalismo revolucionario permiti que se mantuviera la dominacin de clase y, al escamotear su vinculacin

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    con las clases dominantes y aparecer como un discur-so general, expandi la hegemona de estos grupos al conjunto de la sociedad, imposibilitando la revolu-cin que plantea la transformacin de esas relaciones de dominacin (Antezana, op. cit.). En ese sentido, puede afirmarse que el nacionalismo revolucionario hace posible la autoconservacin estatal.

    Dicho esto, cabe preguntarse por el grado de pene-tracin del nacionalismo revolucionario en el pro-letariado minero. En los aos previos al 52, el MNR disputaba al POR, con ventaja, la influencia sobre los mineros, ventaja fundada en varios factores: su capa-cidad de abrirse a los distintos sectores sociales para llevar adelante una revolucin nacional democrti-co-burguesa (op. cit.) en una coyuntura en que el enemigo principal estaba encarnado en la oligarqua minero terrateniente, por lo que la revolucin obre-ra an no era la tarea urgente; algunas acciones pol-ticas del MNR, como su denuncia en el Parlamento de la masacre de Catavi y el carcter antinacional de los barones del estao, que le permiti posicionarse adecuadamente (Mayorga, 2003); y la situacin inter-nacional despus de la Segunda Guerra Mundial, que pes fuertemente en los partidos de izquierda, hacien-do posible el avance del MNR (Antezana, op. cit.). En estas condiciones, la expansin del nacionalismo re-volucionario fue relegando al POR y a otros partidos de izquierda.

    En 1952 la FSTMB estaba atravesada por corrientes opuestas, la del MNR, cuya posicin qued plasmada en la Tesis de Ayopaya, que planteaba una revolu-cin nacional que creara condiciones para la demo-cracia a travs de la alianza de clases, puesto que la condicin semicolonial del pas afectaba al conjunto de la sociedad, y la del POR, que propugnaba una re-volucin socialista. Sin embargo, logr una suerte de articulacin de ambas: al tiempo que luchaba por su propia revolucin proletaria, lo haca por una revolu-cin nacional. Al acceder al poder, el peso de este eje ideolgico se hizo ms evidente y marc los lmites de su accionar, hasta que el grado de involucin del proceso lleg a tal punto que se hizo insostenible su permanencia en el cogobierno y, con ello, el manteni-

    miento de una comunidad de ideas con el campesina-do, la burguesa emergente y los sectores medios, ya que stos solamente estaban interesados en una revo-lucin nacional.

    La centralidad econmica de los mineros para el pas hizo posible que en su participacin en el cogobierno (1952-1957) intentaran, infructuosamente, imponer la nacionalizacin de las minas sin indemnizacin y una revolucin agraria. El Gobierno cedi a las pre-siones de las empresas mineras y llev adelante un proceso de reforma agraria que sent las bases de un desarrollo capitalista en el agro. Si bien los obre-ros no consiguieron lo que se haban propuesto, lo-graron conquistas en el plano corporativo: a tiempo que los mineros ofrecieron una parte de sus salarios para contribuir a la capitalizacin de la recin creada COMIBOL, obtuvieron la recontratacin de los tra-bajadores despedidos en los aos anteriores, as como el pago de beneficios sociales y la recontratacin de todos los trabajadores. Esto se explica porque los ministros de Trabajo y Previsin Social, de Minas y Petrleos y de Asuntos Campesinos eran delegados de la COB y, al igual que la mayora de los dirigentes sindicales, militantes del MNR. La relacin gobierno-sindicatos se rigi en gran medida por una lgica pre-bendal en la que el apoyo poltico se retribua median-te cuotas de poder lo que condujo a un crecimiento desmesurado y a una burocratizacin de la dirigencia sindical e incluso mediante ventajas econmicas, que fueron pervirtiendo a las organizaciones obreras.

    Rota la alianza con el MNR, los mineros fueron ais-lndose cada vez ms sin que su convocatoria alcanza-ra ya a los sectores medios y a los campesinos, mien-tras stos fortalecieron su alianza con el Estado y se articularon con las Fuerzas Armadas, convirtindose en antagonistas de los mineros. As se sell el destino del movimiento obrero y de la lucha minera, que vio cmo se le arrebataba el liderazgo del proceso cuya gestacin haba encabezado. El golpe militar en 1964 culmin el proceso de exclusin de la COB del espacio poltico y reforz la subordinacin de los sindicatos campesinos al Estado (Mayorga, 2003). Las masacres

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    mineras de 1965 y 1967 completaron la escisin entre el nacionalismo revolucionario y los trabajadores.

    A medida que la COB se distanciaba del MNR, se profundizaba la influencia de los partidos polticos de izquierda, como el POR y el PCB, sobre las organiza-ciones mineras y la COB. Resultaba claro que la inde-pendencia sindical de los partidos ya no tena mayor relevancia, y se redujo a la militancia poltica hetero-gnea de sus principales dirigentes.

    Abril del 52 mostr por primera vez las capacidades e incapacidades de logro de los obreros. Bajo la direc-cin minera, protagonizaron una insurreccin triun-fante, vencieron al ejrcito y accedieron al poder, pero no lograron hacer una revolucin. Este hecho trascen-dental se grab en su conciencia de clase y ha pesado desde entonces en su actuacin poltica, que ha oscila-do entre la toma del cielo por asalto y la moderacin.

    La presencia del nacionalismo revolucionario en la historia poltica boliviana y su influencia sobre el mo-vimiento obrero son sorprendentes. Cuando estall la insurreccin del 52 ya se haba convertido en una ideologa central y haba conseguido un espacio im-portante en la FSTMB. Se mantuvo vigente unas veces sobre el polo de derecha, otras sobre el de iz-quierda durante los largos aos de gobiernos mili-tares, cuando los trabajadores reclamaban por liber-tades democrticas y por la soberana del pas. Sigui en pie con la experiencia de la UDP y se eclips en la etapa neoliberal, para resurgir en el nuevo siglo con el MAS, como veremos ms adelante, demostrando una vitalidad mayor que la del Estado nacido en 1952.

    La insercin del nacionalismo revolucionario en el seno de las organizaciones obreras no solo ha impreso la experiencia de triunfo en la conciencia y en la me-moria proletarias, sino que tambin ha dejado un pro-fundo sentimiento de frustracin. La combinacin de ambos ha definido el alcance y los lmites de las luchas obreras y se ha convertido en una suerte de condena: se puede trazar el horizonte, se puede imaginarlo pero, al parecer, no se puede construirlo.

    2.2. El horizonte socialista

    La Tesis de Pulacayo es el primer documento de los trabajadores mineros que plantea un horizonte socia-lista de sus luchas y formula la idea de un gobierno propio de la clase obrera, con los mineros como su vanguardia natural, sobre el eje de una alianza obre-ro-campesina. La adopcin de esta tesis resultado directo del trabajo desarrollado por el POR durante una dcada en el seno de las organizaciones mine-ras lanzaba a los trabajadores de lleno al futuro, ms all de la revolucin democrtico-burguesa promovi-da por el MNR. Su carcter extremadamente antici-patorio se puso en evidencia cuando la insurreccin del 52 los coloc en el centro del poder y, en lugar de avanzar, se detuvieron; probablemente esto se debi a lo que Zavaleta defini como el anhelo de pertenen-cia y difusin en el movimiento democrtico general. Cuando los mineros derrotaron al ejrcito, alcanzaron el poder y pudieron haber realizado una revolucin proletaria, no se lanzaron a la conquista de ese futuro que la tesis haba perfilado, sino que se mantuvieron con los dems actores insurrectos dentro de los lmites que el nacionalismo revolucionario haba establecido.

    Las distintas fuerzas polticas con influencia sobre los obreros los reforzaron: el POR sostena que poda ar-ticularse la revolucin obrera y el cumplimiento de las tareas democrtico-burguesas pendientes, aunque la nica manera de realizarlas era a travs de la conquista obrera del poder en alianza con los campesinos, arte-sanos y pequea burguesa, bajo la direccin obrera; el PIR crea necesario llevar adelante primero la etapa burguesa para luego llegar a la revolucin proletaria; y el MNR planteaba que las condiciones objetivas del pas, el desarrollo insuficiente de la conciencia de cla-se y la incipiente capacidad revolucionaria del proleta-riado hacan imposible una revolucin socialista, por lo que haba que hacer una revolucin nacional. As, la revolucin obrera qued en la letra de la tesis.

    Pese a haberse convertido en un sello del proletariado minero y a haber contribuido decisivamente a cons-truir su mito, el espritu de la Tesis de Pulacayo dista bastante de la realidad del accionar de la FSTMB que,

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    en distintas coyunturas crticas, adopt posiciones mucho menos radicales.

    En los aos sesenta los mineros mantuvieron vigente la idea de la revolucin socialista, resistiendo al gobier-no de Barrientos desde las acciones sindicales. Pero en 1967 optaron por una lgica que distaba mucho de la tradicin obrera de accin de masas: un ampliado de-cidi apoyar la guerrilla del Che Guevara a travs de la participacin de algunos trabajadores y de un aporte econmico, lo que evidenciaba la enorme distancia existente entre la revolucin y el camino elegido para realizarla (una pequea columna de extranjeros y na-cionales desplegada en una zona rural aislada habitada por campesinos fuertemente anticomunistas). La ma-sacre de San Juan en la localidad minera de Siglo XX puso fin al experimento.

    Al inicio de la dcada de los setenta, en un contexto so-cial de ascenso de masas y creciente radicalizacin, el XIV Congreso Nacional Minero aprob una tesis que reafirm la lucha por el socialismo bajo la vanguardia minera, la que fue ratificada por el VI Congreso de la COB. Cuando se produjo el intento de golpe militar contra el gobierno progresista de Ovando, la resisten-cia de las organizaciones obreras que declararon la huelga general, de los partidos polticos de izquier-da y de sectores medios urbanos, dio lugar a la brev-sima experiencia de la Asamblea Popular, una suerte de congreso obrero, campesino y popular, que fue lo ms cercano que pudo darse al ejercicio de los pos-tulados socialistas planteados por la FSTMB desde los aos cuarenta. Segn Zavaleta, con la Asamblea Popular los obreros llegaron a un momento de supe-rioridad de la acumulacin en el seno de la clase so-bre la autoconcepcin espontanesta del obrero como multitud o como plebe en accin. Sin embargo, las di-vergencias entre los partidos polticos POR, PCB y MIR por el carcter de la Asamblea y el rol que le tocaba desarrollar dificultaron su funcionamiento, y la radicalidad de algunas de sus decisiones la escin-dieron del gobierno de Torres. El golpe de Estado de Banzer cerr nuevamente el proceso de ascenso popu-lar y clausur toda posibilidad de avance de las luchas

    obreras, as como de las indgena-campesinas que em-pezaban a gestarse.

    Una segunda puesta en acto del poder obrero y po-pular ocurri en noviembre de 1979, cuando Natusch intent otro golpe de Estado y la COB convoc a una huelga general, la cual fue acatada disciplinadamen-te y cont con la adhesin de los campesinos, mos-trando que la hegemona obrera era an una realidad, aunque ya la organizacin indgena en el Altiplano, a travs del katarismo, anunciaba el surgimiento de un nuevo liderazgo.

    En circunstancias en que el sistema democrtico esta-ba en riesgo, como ocurri con los golpes de Estado o intentos de golpe de 1970, 1971, 1979 y 1980, los mineros y el conjunto de los trabajadores se coloca-ron en una posicin de defensa de las reivindicacio-nes democrtico-populares. Y si bien esa resistencia permiti frenar algunas intentonas regresivas, no pudo transitar a un uso del poder obrero para hacer una revolucin. Zavaleta seala que en 1979, cuando el movimiento obrero haba logrado la mayor expan-sin de su hegemona, la COB propuso al gobierno de Lydia Gueiler un documento de reivindicaciones econmicas sumamente timorato, evidenciando una vez ms cmo la clase obrera reconoce su impotencia al mismo tiempo que su fuerza, fundadas ambas en la experiencia del 52.

    Quiz sea en la poca de implementacin de las polti-cas neoliberales, que debilitaron en nmero y signifi-cacin sociopoltica a los mineros, cuando se produjo la mayor brecha entre su capacidad de accin y su dis-curso, como indica Gustavo Rodrguez (2000). Las resoluciones de los congresos de la FSTMB de esos aos mantenan la estrategia de lucha ultimatista, que se haba convertido en una tradicin, aunque ya los mineros estaban imposibilitados de efectuar una ac-cin de cierta envergadura.

    Pese a los grandes cambios que ha vivido el pas desde los aos cuarenta, el socialismo parece continuar sien-do el horizonte del proletariado minero. La resolucin

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    del XXXI Congreso de la FSTMB, realizado en 2011, seala:

    Las masas oprimidas en el pas tenemos claramente identificados a nuestros enemigos: las transnacionales saqueadoras (imperialismo), los latifundistas, los gran-des empresarios vende-patrias, los politiqueros de los partidos burgueses tradicionales, pero esta claridad de visin se ha visto en la ltima poca ofuscada por la la-bor confusionista del reformismo y la burocracia sindi-cal, controlada por el MAS, que se empe en sembrar ilusiones sobre la posibilidad de transformar el pas (refundar Bolivia), acabar con el hambre, la miseria, la desocupacin, la discriminacin social y racial, etc., a partir de reformas jurdicas al aparato del Estado bur-gus sin tocar para nada el basamento econmico sobre el que se asienta la opresin imperialista y la explota-cin burguesa.

    Y concluye en la necesidad de conformar un instru-mento poltico de los trabajadores para avanzar en la lucha por el socialismo. Dos aos ms tarde esta de-cisin fue revertida, pero esa es ya otra historia, que veremos a continuacin con mayor amplitud.

    2.3. Descolonizacin o continuidades del pasado?

    Durante los aos sesenta, en el Altiplano paceo se fue gestando un nuevo proceso organizativo herede-ro de la larga historia de luchas indgenas, y que dio como resultado el movimiento katarista, cuya ideo-loga indianista se expandi por el mundo aymara. La eleccin del lder katarista Genaro Flores como secretario ejecutivo de la Confederacin Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia en 1971 marc un nuevo carcter para la organizacin y defini la in-dependencia del movimiento campesino respecto al poder del Estado. Dos aos despus las organizacio-nes indgenas lanzaron el Manifiesto de Tiwanaku, documento central en el desarrollo del proceso de descolonizacin en Bolivia, que planteaba que los campesinos no solo eran explotados econmicamen-

    te, sino que tambin eran cultural y polticamente oprimidos. Este manifiesto haca una crtica de los partidos de izquierda que no consideraban a los cam-pesinos gestores de su propio destino, y propona la creacin de una fuerza poltica sustentada y dirigida por ellos, de acuerdo a sus valores e intereses. As, en los aos setenta el movimento katarista plante las ba-ses del proceso de descolonizacin a partir de la idea ncleo de autodeterminacin indgena.

    En esa lnea se fundaron los partidos kataristas: el MITKA, que haca nfasis en el tema tnico, el MRTK, con una visin clasista articulada con la tnica, y en el ao 2000 el MIP, con una posicin indianista radical. Pese a que una serie de hechos, principalmente la mar-cha de los indgenas de tierras bajas de 1990 y la de-nuncia de Felipe Quispe sobre la situacin de los in-dgenas en 2000, lograron inclinar a distintos sectores sociales a favor de la causa indgena como lo mues-tran los resultados del censo de poblacin y vivienda realizado en 2001 y colocar sus reivindicaciones en un espacio privilegiado entre las demandas sociales, los partidos indianistas no pudieron extender su in-fluencia ms all del rea aymara.

    El desarrollo del movimiento indgena campesino permiti que en el VI Congreso de la Confederacin Sindical nica de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) de 1994 se retomara la idea plan-teada veinte aos atrs en el Manifiesto de Tiwanacu y se identificara la necesidad de crear un instrumento poltico propio como

    [] el camino que nos permita conformar nuestro propio Estado, con una Constitucin propia. Para con-formar el Estado originario todas las naciones origina-rias debern elaborar su propio proyecto que recoja las vivencias, las necesidades y el sentir de cada una de las naciones y nacionalidades y sea capaz de conjuncionar en un Estado propio2.

    Un ao despus se cre la Asamblea por la Soberana de los Pueblos, de la que formaron parte la CSUTCB,

    2 CSUTCB, 1994, citado por Zuazo, 2009.

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    la Federacin Nacional de Mujeres Campesinas de Bolivia-Bartolina Sisa, la Confederacin Sindical de Colonizadores de Bolivia y la CIDOB, bajo el lide-razgo de los sindicatos campesinos cochabambinos; sobre esa base, en 1999 se conform el Instrumento Poltico por la Soberana de los Pueblos (IPSP), esta vez bajo la direccin de los cocaleros, que lograron imponerse a los campesinos tradicionales y a los in-dgenas.

    As, el MAS-IPSP surgi en el esquema de autorrepre-sentacin como nueva visin poltica de los sectores campesinos y populares (Zuazo, 2009) vinculados al sindicalismo a travs de la direccin cocalera, es de-cir, de pequeos productores agrcolas, muchos de los cuales eran mineros relocalizados que haban tenido una vigorosa experiencia previa de trabajo sindical y que se encontraban plenamente insertos en la econo-ma capitalista. Como plantean Do Alto y Stefanoni, entre las condiciones que facilitaron el avance del MAS hacia el poder est la existencia de pequeos propietarios rurales y de una cultura poltica sindi-calista revolucionaria, impulsada por la participacin popular y las diputaciones uninominales. Estas lti-mas resultaron cruciales porque permitieron a Evo Morales y a otros lderes llegar al Congreso y proyec-tarse a escala nacional, convirtindose de un partido de campesinos para los campesinos en uno nacional que deba presentar un programa para el pas.

    Pero esta necesidad de plantear un programa para toda la poblacin boliviana chocaba con el carcter eminentemente corporativo del MAS, y defini no solo su composicin interna, sino tambin su conduc-ta poltica. Es decir que las necesidades e intereses de esos sectores insertos en la economa capitalista, coca-leros, colonizadores, pequeos campesinos, gremiales y transportistas, establecieron el alcance del accionar del MAS ms all de lo que plantee en su discur-so: el desarrollo y consolidacin de ciertos circui-tos socioeconmicos y su correspondiente poder po-ltico. Es lo que Do Alto y Estefanoni refieren como la defensa de la produccin de la hoja de coca, traducida en el discurso en una defensa de la soberana nacional.

    En 2006 el MAS presentaba caractersticas ideolgi-cas que cuajaban en el contexto sociopoltico del pas: nacional popular por la confluencia de actores que dio lugar a su creacin y por la prctica sindical de la que provenan; nacionalista por su crtica de la priva-tizacin y de la apertura hacia los capitales transna-cionales; antiimperialista por la confrontacin de los productores de coca con las polticas de reduccin de plantaciones exigida por el gobierno norteamericano; e indigenista al recuperar la importancia central que lo tnico-cultural haba adquirido en la lucha poltica, aunque no propiamente en la lnea descolonizadora.

    El agotamiento del sistema poltico establecido en la etapa neoliberal, que se agudiz con la crisis de oc-tubre de 2003 y la falta de identidad indgena de los partidos polticos de la izquierda tradicional, ofreci la oportunidad que el MAS aprovech gracias a su raz campesina que no es equivalente a la indgena, pero que puede imbricarse con sta, presentndose como una opcin nueva, representativa del pueblo, es decir del conglomerado heterogneo conformado por campesinos e indgenas empoderados, por obre-ros disminuidos y fragmentados, por la izquierda que casi haba desaparecido despus de la experiencia de la UDP, y por los nacionalistas que haban sido desodos en la etapa de la capitalizacin. En representacin de este conglomerado de clases y de ideologas, el MAS asumi un discurso tnico nacionalista con el que era posible intentar la construccin de hegemona.

    La irrupcin de lo tnico-cultural en el escenario po-ltico poda haber representado una amenaza para la pervivencia del nacionalismo revolucionario, ya que la reivindicacin identitaria tiende a fragmentar. Pero, puesto que el movimiento indgena no construy una opcin ideolgico-poltica con capacidad hegemni-ca tanto porque esa no es su prctica tradicional, como porque no ha desarrollado una vocacin de poder efectiva, el MAS pudo asumir la demanda nacional de contenido indgena que no haba encon-trado quin la representara, a excepcin de los parti-dos indianistas de tierras altas que, si bien tenan un importante arraigo y presencia local, no contaban con

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    un programa y un discurso que les permitiera consti-tuirse en una opcin de poder a escala nacional.

    Moira Zuazo sostiene que el MAS es el segundo par-tido con races en la historia poltica del pas despus del MNR, y que ambos se desarrollaron en contextos de crisis estatales. Esto significara que cuando la cri-sis de Estado precipita al vaco al sistema de partidos polticos, lo que emerge es el sustrato que est en el fondo ltimo del Estado y que se encuentra latente en la sociedad: el nacionalismo revolucionario.

    As, la descolonizacin, tal como la plantea el proceso de cambio en curso y no como se perfil en el pen-samiento y en las luchas indgenas, es en realidad el denominativo que el nacionalismo revolucionario ha adquirido en el siglo XXI. Los elementos dismiles y contradictorios propios de ste estn presentes en el discurso y en la prctica estatal actual, que recogi lo que exista en el nimo de amplios sectores de la po-blacin boliviana, renovando su alianza con el Estado, aunque cambiando su sentido, limitando el alcance transformador de las demandas e imposibilitando la realizacin revolucionaria.

    Si bien la nueva hegemona, el nuevo sentido comn que cre el neoliberalismo (Tapia, 2008), invalid los elementos nacionalistas, socialistas, indigenistas y antiimperialistas del nacionalismo revolucionario y cerr, as, una etapa de casi cuarenta aos, su resur-gimiento, revestido de proceso de cambio, muestra que solo haba entrado en latencia para regresar y re-cuperar su lugar de preeminencia en la historia polti-ca del pas. Algunas similitudes entre el 52 y el proceso actual son elocuentes en este sentido: la apelacin a la unidad de clases y sectores sociales distintos arti-culados bajo la categora de pueblo, la identificacin de un enemigo de ese pueblo que permite una slida aglutinacin de las fuerzas propias en su defensa, la cooptacin de las organizaciones sindicales y de otras organizaciones sociales y su divisin cuando no pueden ser controladas. Sin embargo, mientras que el MNR, por la propia naturaleza de su programa de revolucin democrtico-burguesa, buscaba la unidad de clases y sectores sociales, el MAS en una coyun-

    tura de franco desarrollo capitalista ha terminado optando por la fragmentacin de la sociedad.

    El conjunto de clases y sectores sociales que encontra-ron convergencia en el nacionalismo revolucionario se inclin electoralmente por su encarnacin actual en las elecciones de 2005. Es interesante observar que, un ao despus, los resultados de las elecciones para la Asamblea Constituyente arrojaron una clara mayora para el MAS en los departamentos mineros del pas: 60,8% en Oruro y 54,8% en Potos (Unin Europea, 2006). En las elecciones generales de 2009, el MAS increment esos porcentajes en ambos departamen-tos: a 79,4 % en Oruro y a 78,3 % en Potos (Corte Nacional Electoral, 2009), lo que muestra que el nue-vo nacionalismo revolucionario convocaba otra vez a los mineros.

    El escenario en el que el MAS arrib al gobierno en 2006 se caracterizaba, por una parte, por una pro-funda crisis estatal en la que la representatividad del sistema poltico conformado a partir de 1985 y la le-gitimidad de la institucionalidad pblica estaban se-riamente cuestionadas por su escasa relacin con las aspiraciones de la poblacin, su incapacidad de aten-der las demandas sociales y, sobre todo, de reducir la desigualdad y, por otra parte, por una sociedad civil altamente organizada y empoderada que pugnaba por encontrar salidas que permitieran la construccin de un nuevo tipo de Estado acorde a la realidad de la so-ciedad boliviana y que hiciera posible una verdadera ciudadana para el conjunto de la poblacin.

    Recogiendo una de las demandas populares centrales, la de refundacin del Estado, a fin de que ste respon-da a la historia y realidad social del pas, la Asamblea Constituyente aprob una Constitucin que estable-ce el carcter plurinacional del Estado; es necesario recordar que en 1983 la CSUTCB ya haba planteado en su tesis poltica la necesidad de construir un Estado plurinacional, idea que en ese momento no encontr eco en otros sectores y que recin pudo cuajar en el nuevo siglo, cuando la correlacin de fuerzas haba cambiado.

  • 22 - La veta del conflicto

    La CPE reconoce como sujeto central al definido como naciones y pueblos indgena originario campe-sinos (NPIOC), un conjunto de actores distintos y con intereses divergentes, como qued demostrado con la ruptura del Pacto de Unidad a raz de la inter-vencin violenta de la marcha del TIPNIS en 2011, dejando a campesinos e indgenas en trincheras dis-tintas. Las NPIOC constituyen un claro sustituto de aquel bloque obrero que hasta los aos setenta era el protagonista de las luchas sociales y polticas.

    Los datos sobre participacin como actor deman-dante de las NPIOC, de los obreros y de otros sec-tores en la conflictividad nacional son reveladores: 2,6% de los conflictos del perodo 2010-2014 fueron protagonizados por mineros, 5,5 % por obreros en general y 7,6% por campesinos e indgenas, mostran-do que la sustitucin de los mineros por las NPIOC como nuevos actores estratgicos se ha cumplido, al menos en parte, ya que la mayora de los casos de con-flicto en este perodo ha sido protagonizada por secto-res urbano-populares no obreros: gremiales (5,5%), transportistas (7,6%) y organizaciones vecinales ur-banas y rurales formales o coyunturales (24%), que se han convertido en un poder socioeconmico y po-ltico insoslayable; la preeminencia de estas ltimas muestra la sustitucin de actores de organizaciones de base funcional a otras de base territorial que se ha pro-ducido en el pas en las ltimas dcadas. Estos datos evidencian que en la lucha social actual no se contra-ponen intereses de clase, sino los de segmentos de la burguesa y de la pequea burguesa, que no ponen en cuestin el orden capitalista generalmente aceptado.

    La otra gran demanda planteada por las fuerzas popu-lares era la nacionalizacin de las empresas estratgi-cas COMIBOL, YPFB y otras para construir un Estado fuerte y soberano. Esta demanda era funda-mental para los mineros y los trabajadores en general y se articulaba tanto a la lgica nacionalista revolu-cionaria y socialista, como a la descolonizadora. Sin embargo, las nacionalizaciones de los ltimos aos no

    se han orientado a ese objetivo, como lo evidencia el hecho de que la mayor parte de la produccin y de las exportaciones mineras procede de las empresas priva-das transnacionales y nacionales, seguida por la de las cooperativas, mientras que COMIBOL tiene un papel muy modesto3.

    Para entender la posicin del proletariado minero en relacin con el proceso de descolonizacin planteado por los indgenas y al proceso de cambio conducido por el MAS es necesario recordar que, paralelamente al empoderamiento indgena originario antes descri-to, se iba gestando el eclipse minero. La crisis de la minera estatal, las polticas de reforma estructural de los aos ochenta y noventa que limitaron la parti-cipacin estatal en las actividades productivas, priva-tizaron las minas, redujeron el rol de COMIBOL a la administracin de sus propiedades mineras a travs de la otorgacin de contratos de riesgo compartido o arrendamiento con empresas privadas y cooperativas (Fundacin Jubileo, 2012) y el debilitamiento que ya sufra el proletariado minero, hicieron posible que el Gobierno cerrara varias minas y despidiera a ms de 24.000 trabajadores, sin que la FSTMB y la COB pudieran impedirlo.

    Uno de los efectos ms importantes de estas polticas es la fragmentacin socioeconmica e ideolgica que afect profundamente a los obreros; los mineros asa-lariados disminuyeron mientras que los cooperativis-tas iban en aumento; el antes poderoso rol poltico de los sindicatos se debilit y cedi espacio a los partidos polticos, y el espritu de lucha fue reemplazado por una conducta ms pragmtica orientada al logro de los intereses corporativos inmediatos, acorde con el modelo extractivista imperante. As, la accin sacrifi-cada de las mujeres mineras por la recuperacin de la democracia en 1977 y todos los dems ejemplos de la lucha histrica de los mineros por una sociedad ms justa fueron quedando en el mito y, quiz, en el olvido.

    3 Empresas privadas: $US 2.149,27 millones, cooperativas: $US 660,55 millones y COMIBOL: $US 273,30 millones (Anuario Estadstico Minero Metalrgico, en La Razn, 20 de abril de 2014).

  • El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del actor sociopoltico - 23

    En esas condiciones, la resistencia al neoliberalismo no provino de los obreros, sino de las organizaciones indgenas y de los sindicatos campesinos robusteci-dos organizativamente y clarificados ideolgicamen-te, y que desde fines de los aos setenta pugnaban con el proletariado por la hegemona poltica. Como sostiene Luis Tapia, mientras la ideologa neoliberal pudo penetrar a los sectores obreros, la situacin de aislamiento en que las reas rurales se encontraban por entonces impidi una mayor influencia sobre los campesinos. As, se produjo un desplazamiento de la participacin poltica de los sindicatos mineros, como factor de poder, a los sindicatos campesinos (Mayorga, 2003). A ello contribuy de manera signi-ficativa el traslado de mineros desocupados a las zonas de colonizacin del Chapare, Caranavi y Alto Beni, donde desarrollaron un trabajo organizativo que es claro heredero de la tradicin sindical minera.

    Una muestra del debilitamiento socioeconmico y poltico de los mineros es la Marcha por la vida de 1986, en protesta por la nueva poltica econmica utilizando un mtodo nuevo, la marcha, que presa-giaba ya la prxima hegemona indgena campesina en las luchas sociopolticas, que no obtuvo ms resul-tado que revelar su incapacidad de influir en el destino del pas. Poco despus se despidi a los trabajadores de la minera estatal, sin que la FSTMB pueda hacer ms que reclamar por el pago de beneficios sociales. Otra muestra de que los mineros haban entrado en su ocaso son los resultados de las elecciones nacionales de 1985, cuando los partidos de centro-derecha al-canzaron mayora de votos en los centros mineros, as como los resultados de las elecciones de 1997, cuando el exdictador Banzer triunf en esas localidades que veinte aos atrs lo haban resistido heroicamente. En los trgicos sucesos de octubre de 2003, los protago-nistas ya no eran los mineros, aunque trabajadores de Huanuni y de otras minas marcharon hacia la sede de gobierno y participaron, junto a la FEJUVE de El Alto, campesinos y sectores medios, en las movilizaciones que determinaron la renuncia de Snchez de Lozada.

    Luis Tapia seala que la desarticulacin de la clase obrera era condicin para la privatizacin de los sec-

    tores pblicos, y que esta desorganizacin se desa-rroll a travs de una reforma moral e intelectual que sustituy la creencia en las fuerzas y razones propias por otras que reconstituyeron a individuos y colecti-vidades como sujetos heternomos. El proletariado minero no fue inmune a esta reforma y al desarrollo de un nuevo sentido comn no poda serlo que dio por resultado su fragmentacin y la prdida de la identidad construida como clase de vanguardia.

    Si bien la demanda indgena de descolonizacin no guarda mayor correspondencia con la tradicin or-ganizativa y poltica minera construida bajo el influ-jo de los partidos de izquierda, que no asignaban un rol significativo a los campesinos indgenas en la re-volucin proletaria, los mineros no se sustrajeron a la sensibilizacin general de la sociedad boliviana con la problemtica indgena as se entiende, por ejemplo, la Resolucin Expresa N 3 de la FSTMB Apoyo y so-lidaridad con los compaeros del TIPNIS y com-prendieron que ya no era posible pensar en trasforma-ciones socioeconmicas y polticas al margen de sta.

    Por otra parte, la matriz tnico-cultural que haba per-meado la lucha poltica en el pas los oblig a repen-sarse como sujetos sociales y a asumir su origen ind-gena, abrindose as a programas polticos distintos a los que haban adherido en el pasado, como el desco-lonizador. Sin embargo, la comprensin y la adhesin de los mineros son limitadas, lo que se puede advertir en las palabras de Hctor Elas Copa Cruz, secretario de Prensa y Propaganda de la FSTMB de Potos, al ser consultado sobre el carcter plurinacional del pas es-tablecido por la CPE:

    Eso lo estn manejando en el sector de los compaeros campesinos. Se est rescatando la cultura que era an-cestralmente, pese a que yo no conozco perfectamente la tradicin de nuestros bisabuelos, estamos conformes de recuperar esas costumbres. (Entrevista realizada en julio de 2014.)

    Tambin se expresa en ese sentido el delegado de la Cooperativa Minera Porco Ltda. ante FEDECOMIN Potos:

  • 24 - La veta del conflicto

    Es un avance que permite que algunos sectores sociales que histricamente han sido no solo olvidados, hasta ignorados, hayan sido incorporados (...), cuando se le da algn tipo de posibilidad a un determinado sector o una determinada nacionalidad nace tambin el sen-timiento de revanchismo, de odio, y el sentimiento de buscar responsables o culpables, y eso es lo que, desde mi ptica, est apareciendo porque por lo menos a los ciudadanos citadinos o a la clase media no nos quieren ver ni en pintura. (...) Estn afectadas las instituciones ms importantes de la nacionalidad (...) en vez de con-seguir coherencia de todas las fuerzas concurrentes en la consolidacin del pas lo atomicemos, aparezcan las republiquetas, los eternos descontentos... (Entrevista a Antonio Pardo Guevara en julio de 2014.)

    Es evidente que la descolonizacin no es afn al pensa-miento ni a la prctica sindical y poltica mineras, por lo que su adhesin a la causa indgena es sobre todo emocional y circunstancial y no implica una verdadera aceptacin de ese programa de transformaciones.

    Despus de la experiencia frustrada del 52 y de los breves e incipientes procesos de la Asamblea Popular y de la cogestin obrera mayoritaria de COMIBOL durante la UDP, los mineros no pudieron volver a aproximarse al poder. La coyuntura poltica abierta en 2006 con la Asamblea Constituyente y la aprobacin de una nueva Constitucin les ofreci otra oportuni-dad, aunque ya no en condicin protagnica.

    En esa circunstancia, la resolucin del XXX Congreso de la FSTMB realizado en 2008, en una amalgama de postulados nacionalistas y socialistas, dispuso la lucha decidida y organizada de los trabajadores para impo-ner las agendas de 2003 y 2005, plante la necesidad de refundar COMIBOL y YPFB, de imponer el con-trol social de los trabajadores en todas las empresas del pas, fundamentalmente mineras, como un paso para la administracin obrera directa, as como pre-servar la independencia poltica de los trabajadores y

    de sus organizaciones sindicales y conformar un ins-trumento poltico propio. Aunque varios representan-tes mineros, especialmente del sector cooperativista, participaron en los distintos gabinetes del gobierno del MAS4, no aprovecharon su gestin para ejecutar estas disposiciones del ente matriz.

    Bajo el nuevo empuje del nacionalismo revoluciona-rio anidado en el proceso de cambio, la CSUTCB que al liberarse del pacto militar campesino haba logrado su independencia del Estado, disputando su liderazgo a los mineros ha vuelto a subsumirse en el Estado, y la burguesa una vez superado el impasse de la primera gestin de gobierno del MAS, cuando pareca haberse tomado en serio los elementos socia-listas e indigenistas del conglomerado ideolgico de ese partido tambin lo hace, probablemente por-que se trata de una burguesa inacabada (sesenta aos despus del 52, la economa boliviana sigue siendo bsicamente primario-exportadora) que requiere el calor estatal para continuar su interminable proceso de gestacin.

    Por su parte, las organizaciones obreras, que no han logrado recuperarse an del profundo debilitamiento que sufrieron, aquejadas por diferencias internas y, en su mayora, permeadas por un espritu pragmtico, pa-recen tambin haber cedido; el pacto gobierno-COB hacia las elecciones de 2014 lo corrobora, completan-do as la agregacin nacionalista revolucionaria. Los nicos que parecen quedar fuera son los indgenas y sectores medios de izquierda, an portadores del pro-yecto de descolonizacin.

    3. Los trabajadores mineros hoy

    Actualmente el universo de los trabajadores mine-ros es muy distinto del que existi en el siglo XX: de los 40.000 que operaban en 1944, la aplicacin de la NPE los redujo a 28.720 en 1993 (Rodrguez, 2000), para incrementarse en el nuevo siglo hasta superar los

    4 El expresidente de FENCOMIN, Walter Villarroel, fue ministro de Minera y Metalurgia; a raz del conflicto de Huanuni, que dej nueve muertos y 57 heridos, fue sustituido por Guillermo Dalence, exdirigente de la FSTMB. El expresidente de FEDECOMIN Oruro, Isaac Meneses, fue designado viceministro de Cooperativas Mineras y Jos Luis Chorolque, tambin representante de ese sector, fue nombrado en el mismo cargo.

  • El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del actor sociopoltico - 25

    130.000 en 20135. Los asalariados, que se haban hi-pertrofiado en el decenio de 1950, fueron menguan-do su nmero en la etapa neoliberal, y en la actualidad son alrededor de 14.000, entre trabajadores estatales y privados. Los mineros chicos, por su parte, se han mantenido en una cantidad reducida que, en los l-timos aos, ha oscilado entre 1.700 y 2.600 trabaja-dores; los cooperativistas, en tanto, casi alcanzan los 115.0006.

    Esa enorme masa de cooperativistas incluye a miem-bros de cooperativas tradicionales productoras de estao, zinc, plata, plomo, antimonio y wlfram y aurferas, de aquellas con importantes capitales o las que desarrollan sus actividades en condiciones preca-rias; incluso hay cooperativas que trabajan sin contar con personera jurdica ni autorizaciones de opera-cin, y algunas sin cumplir lo estipulado por la CPE (El Estado reconoce y protege las cooperativas como formas de trabajo solidario y de cooperacin, sin fi-nes de lucro) y por la Ley General de Sociedades Cooperativas, que especifica:

    Igualdad de derechos y obligaciones entre socios; con-trol democrtico teniendo cada socio derecho a un voto, cualquiera sea el valor de sus aportaciones; pro-piedad comn de servicio social y utilidad pblica; no existen fines de lucro entre socios; distribucin de excedentes de acuerdo al trabajo realizado (Fundacin Jubileo, 2012).

    En 2010 la fuerza de trabajo empleada por las coopera-tivas era de 65.606 personas, mientras que el nmero de socios era solo de 41.993, es decir que haba 23.613 trabajadores asalariados; se estara, pues, ante la emer-gencia de una nueva burguesa de origen popular7 que se ha empoderado econmica y polticamente en los ltimos aos.

    El Primer encuentro plurinacional para profundizar el cambio, de 2012, decidi otorgar mayor parti-cipacin a las cooperativas en las reas mineras, en funcin a lo establecido en la CPE, y COMIBOL inici ese mismo ao la liberacin de parte de la reserva fiscal a fin de ampliar la participacin de las cooperativas en la produccin minera. Como resul-tado de estas polticas, el nmero de cooperativas mineras ha ido creciendo de manera constante. En 1995 eran 690; en 2010 esta cantidad casi se duplic por efecto del elevado precio internacional de los mi-nerales, llegando a 1.019 cooperativas (Fundacin Jubileo, 2012) y en 2014 estaran registradas 1.6428, la mayora en La Paz, Potos y Oruro, pero tambin en Santa Cruz y el Beni. Las reas en las que operan se han incrementado en 700% desde 2006, pasando de 47.153 ha a 375.073 ha en 20139, superando a las de COMIBOL (328.801 ha10) y controlando el 70% de los yacimientos de la corporacin (Fundacin Jubileo, 2012). El aporte econmico de estas enti-dades al Estado es sumamente bajo, ya que se las ha eximido del pago de varios tributos. Por todo ello puede decirse que los cooperativistas son actores productivos verdaderamente privilegiados.

    Sin embargo, esta situacin privilegiada no se extien-de al conjunto de los cooperativistas; es necesario dis-tinguir entre los socios de las cooperativas y sus traba-jadores. El carcter de las cooperativas mineras limita las posibilidades de que los trabajadores se organicen y desarrollen una actividad sindical que les permita mejorar sus precarias condiciones laborales. Al res-pecto, el secretario ejecutivo de la COD de Potos, Miguel ngel Mamani, seala:

    [] lamentablemente su posicin ideolgica [del sec-tor cooperativo] no es bien esclarecida porque no les dejan organizarse en sindicatos entre los mismos traba-

    5 Viceministro de Cooperativas Mineras, Jos Luis Chorolque, en Pgina Siete, 30 de abril de 2014.6 dem.7 Carlos Arze, investigador de CEDLA, en Erbol, 23 de septiembre de 2012.

    8 Ministro de Minera, Csar Navarro, en Erbol, 9 de abril de 2014.

    9 Viceministro de Cooperativas Mineras, Jos Luis Chorolque, en Pgina Siete, 13 de junio de 2013.10 SERGEOTECMIN en Pgina Siete, 13 de junio de 2013.

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  • 26 - La veta del conflicto

    jadores, teniendo en cuenta que el resto, el grueso de los trabajadores no son socios de la cooperativa, sino solamente son simples peones de un socio. (Entrevista realizada en junio de 2014.)

    La trayectoria de los mineros cooperativistas desde los mrgenes en los que surgieron hacia el centro del escenario econmico y poltico de pas es notable.

    FENCOMIN tuvo una actuacin poltica importante en las crisis de octubre de 2003 y de junio de 2005 (Mayorga, 2007), y desde entonces se constituy en una slida aliada del MAS, aunque con los altibajos propios de la relacin entre el Gobierno y las organi-zaciones sociales. Hoy no son ya quienes recogen las migajas de la minera, sino que se han convertido en actores poderosos que acumulan importantes capi-tales y que definen las polticas de desarrollo minero. Para ello han desplegado una actuacin poltica que, ms que orientada por una lnea ideolgica, es funda-mentalmente pragmtica.

    Los mineros asalariados, en cambio, han mantenido en lneas generales los objetivos de su lucha, o por lo menos los reivindican en su discurso. Entre stos fi-guran el fortalecimiento de COMIBOL y la recupera-cin de su protagonismo productivo, que hizo posible la aprobacin en 2002 de la Ley 2400, que restableci la direccin y administracin directa de las activida-des mineras por el ente estatal, y de la Ley 3720 en 2007, que lo habilit para participar en todas las acti-vidades de la cadena productiva. Sin embargo, esto no ha significado que COMIBOL se constituya efectiva-mente en el ncleo de la produccin minera del pas, como lo demuestra la informacin oficial consignada en pginas anteriores, segn la cual su produccin no supera el 5% del total.

    Pese a ello, algunos dirigentes mineros intentan man-tener el antiguo prestigio del sector; el secretario eje-cutivo de la Central Obrera Departamental de Potos, Miguel ngel Mamani Garabito, seala que:

    El sector minero ha entrado en diferentes conflictos, ha ido peleando no solamente para el beneficio de su sec-

    tor, sino tambin para el beneficio de muchos sectores, en algn momento sin sacar rdito para el sector mine-ro sino para los otros sectores, de ah que ha sido nom-brado y catalogado como vanguardia el sector minero a la cabeza de la federacin de mineros. (Entrevista reali-zada en junio de 2014.)

    Pareciera que el derrotero poltico actual de las orga-nizaciones mineras est marcado por demandas cor-porativas, buscando decidir en su beneficio sobre el destino de recursos naturales que son propiedad del pas en su conjunto, en medio de una fuerte pugna in-terna por el control de esos recursos.

    Declaraciones de altos dignatarios de Estado y de di-rigentes mineros permiten ilustrar el carcter de las demandas corporativas y de esa pugna interna. Sobre la exigencia de mayor representacin poltica de los cooperativistas en reconocimiento a su apoyo al pro-ceso actual, el asamblesta del MAS y representante del sector cooperativista, Carlos Troche, afirma que: hay casos, como en el Brasil, donde existen 80 repre-sentantes cooperativistas, situacin que se espera re-plicar en Bolivia al constituirse en uno de los sectores que aportan econmicamente al proceso de cambio (Erbol, 18 de septiembre de 2013), y Eugenio Rojas, exjefe de la bancada del MAS en el Senado, asevera que: El cooperativismo nos apoya mucho poltica-mente, es bueno, y tambin crea algunas fuentes de trabajo. En ese sentido nosotros vamos a respetar a ese sector, apoyndolo como gobierno (Erbol, op. cit.).

    Sin embargo, el presidente de FENCOMIN, Alejandro Santos, en circunstancias en que se revisaba el proyec-to de ley minera en la Asamblea Legislativa, aclara que el apoyo de la organizacin al Gobierno est condi-cionado: Si bien la FENCOMIN y todas las coope-rativas del pas hemos llevado a que el presidente Evo sea el Presidente de Bolivia, as tambin podemos ba-jarlo (Erbol, 31 de marzo de 2014). Por su parte la FSTMB, en su crtica al cooperativismo y las ventajas que se le brinda, seala:

    Argumentar que el sector cooperativo no tiene que ver con el lucro, en comparacin a los otros sectores mine-

  • El sector minero en perspectiva histrica: trayectoria del actor sociopoltico - 27

    ros, simplemente es dar un paso a la explotacin irra-cional y a la violacin de cualquier norma que regule la extraccin de los recursos naturales y a la propia segu-ridad de los trabajadores mineros. Nuestra posicin es la universalidad de las normas tributarias, para no dar paso a quienes se refugien en un privilegio para cambiar de razn social (Pgina Siete, 13 de marzo de 2014).

    Asimismo, la FSTMB ha sealado que la nacionali-zacin de los recursos naturales no debe dar lugar al traspaso de yacimientos a ningn sector minero y bajo ningn ttulo, y censura la pretensin de los cooperati-vistas de que las obligaciones que tienen con el Estado por canon de arrendamiento, venta de materiales y equipos y alquiler de maquinaria sean condonadas (Erbol, 12 de marzo de 2014).

    En los ltimos aos, la lnea ideolgica de la FSTMB se muestra zigzagueante, probablemente a causa de lo que seala el secretario ejecutivo de la COD de Potos:

    En el aspecto organizativo, en el aspecto ideolgico, tambin se puede decir que existe una crisis dirigencial. Se podra decir que es porque los trabajadores no en-cuentran una posicin clara y esclarecida, empezando desde el mismo ente matriz, la FSTMB, que no da un posicionamiento claro y concreto en funcin a los inte-reses de los mismos trabajadores, sino que simplemen-te toma posiciones sectoriales o de grupo. (Entrevista realizada en junio de 2014.)

    En el XXXI Congreso de la FSTMB, realizado en 2011, se aprob un documento presentado por los trabajadores de Huanuni que estableca los siguientes elementos bsicos de su plataforma de lucha: unidad de los trabajadores y del pueblo boliviano en torno a las agendas de 2003 y 2005 y para implantar el so-cialismo a la cabeza de los trabajadores, campesinos y clase media empobrecida; conformacin de un ins-trumento poltico de los trabajadores para ejecutar la propuesta histrica y revolucionaria del pueblo boli-viano; nacionalizacin de las empresas transnaciona-les privadas y de la minera mediana; control social colectivo de los trabajadores como forma de evitar la burocratizacin y corrupcin de las empresas estatales

    y privadas. Sobre el gobierno del MAS, en el mismo documento sealaba que la apertura a representantes del neoliberalismo marcaron el viraje hacia posiciones reformistas, abandonando los objetivos por los cuales el pueblo haba luchado contra el neoliberalismo en 2003 y 2005.

    Por el contrario, el ampliado de la COB realizado en noviembre de 2013 bajo la direccin de Juan Carlos Trujillo, representante de los mineros de Huanuni aprob la alianza poltica estratgica con el Gobierno, desechando la idea de conformar un partido propio de los trabajadores y, pese a que los dirigentes de la FSTMB concluyeron su mandato en 2013 y a que el Sindicato Mixto de Trabajadores Mineros de Huanuni pidi la pronta realizacin del XXXII Congreso de la FSTMB, dispuso la suspensin de todos los congre-sos de federaciones y confederaciones hasta despus de las elecciones de 2014.

    En ese esquema, en enero de 2014,