Via crucis 2015 (1)

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COMISIÓN DE LITURGIA VICARÍA DE PASTORAL V V Í Í A A C C R R U U C C I I S S 2 2 0 0 1 1 5 5 "Con Jesús, NOS CUIDAMOS como hermanos" VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR Sínodo de la Familia 2014 - 2015

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COMISIÓN DE LITURGIA

VICARÍA DE PASTORAL

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""CCoonn JJeessúúss,, NNOOSS CCUUIIDDAAMMOOSS ccoommoo hheerrmmaannooss""

VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR

Sínodo de la Familia 2014 - 2015

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INTRODUCCIÓN Este nuevo año pastoral nos encuentra celebrando como Iglesia peregrina y universal el Año de la Vida Consagrada convocado por el Papa Francisco.

También está en nuestras oraciones la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre la Familia, que se celebrará en el mes de octubre, cuyo tema será: La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo.

Finalmente en nuestra Iglesia en Córdoba, la experiencia fraterna que inicia en la familia y continúa a lo largo de toda nuestra vida, nos invita con Jesús a «CUIDARNOS COMO HERMANOS».

Por estas razones, nos proponemos rezar el Vía Crucis durante el tiempo de Cuaresma pidiendo a Dios la conversión y renovación de nuestras comunidades: que aprendan nuevos estilos de vida y de servicio, nuevas dinámicas de relación en la vida comunitaria y apostólica:

“¿Queremos una familia que sea cuna de vida y casa de alegría y de esperanza? Pues comencemos a vivir relaciones familiares como fuente de santificación.

¿Queremos una comunidad de vida consagrada que sea profecía de una nueva humanidad? Pues empecemos a vivir una fraternidad auténtica y profunda que refleje un amor enorme, del que todas participan y en el que todos convergen.

¿Queremos que una parroquia sea de verdad Iglesia que está presente en un lugar, la manifestación de la salvación de Cristo en un lugar determinado y en un tiempo concreto? Pues que empiece a mostrarse como fraternidad que desafía todas las heridas del mundo y como lugar de reconciliación, de entrega y de servicio que nos remite irresistiblemente a Cristo y al don de su amor.” (Amedeo Cencini, La vida fraterna: comunidad de santos y pecadores, 11-12)

ORACIÓN INICIAL

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

R./ Amén.

Señor, Dios Padre omnipotente, Tú lo sabes todo, sabes que te queremos, y de la enorme necesidad que tenemos de vos en nuestros corazones. Regalanos la humildad para reconocer esta necesidad liberándonos de la tentación de pretender construir solos nuestra felicidad y el sentido de nuestra vida. Danos también, a la luz de la cruz y de la resurrección de tu Hijo único, la certeza de que, unidos a Él y sostenidos por Él, también nosotros podremos vencer el mal con el bien. Señor Jesús, ayudanos a cuidarnos como hermanos cargando unos con otros el peso de la cruz.

R./ Amén.

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MEDITACIONES

II Jesús es condenado a muerte

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Marcos 15,12-15

Pilato continuó diciendo: «¿Qué debo hacer, entonces, con el que ustedes llaman rey de los judíos?». Ellos gritaron de nuevo: «¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: ¿Qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: ¡Crucifícalo! Pilato, para contentar a la multitud, les puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.

a. «El robo de la esperanza»: la condena a Jesús en la vida de la comunidad puede manifestarse de muchas maneras; pero pocas cosas perjudican tanto a nuestras comunidades como el espíritu antihistórico, siempre fuera del tiempo, que se manifiesta por ejemplo en la tendencia a murmurar y criticar todo lo que se hace o lo que se intenta promover, quizás por primera vez y sin demasiadas garantías. En el viaje agotador hacia la tierra prometida hay todavía entre nosotros seguidores del partido hebreo que “se acordaban de las cebollas y ajos de Egipto” (Núm 11,5), que no cesaban de murmurar contra Moisés y contra Yahvé, con una cabeza tan dura que ni el milagro del Mar Rojo les había convencido para dejarse liberar por la “mano fuerte y el brazo poderoso” (Dt 5,15) de Dios.

¿Hay entre nosotros gente que critica y ataca, que está desanimada y que desanima, que añora el pasado y no cree en el futuro, que vive un presente que no ama y en el que es incapaz de percibir la acción del Espíritu de Dios?

¿Ayudamos a nuestras familias para que valoren a los mayores y las generaciones pasadas descubriendo en el camino recorrido el misterio del Dios que se hace historia de salvación?

¿Sostenemos una comunidad que valora mucho lo que “siempre se hizo” pero sin vivir con confianza la providencia en Dios que va más allá de los desafíos y propuestas incluso del mundo actual?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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IIII Jesús con la cruz a cuestas

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Marcos 15,16-20

Los soldados lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. Lo vistieron con un manto de púrpura, hicieron una corona de espinas y se la colocaron. Y comenzaron a saludarlo: «¡Salud, rey de los judíos!». Y le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura y le pusieron de nuevo sus vestiduras. Luego lo hicieron salir para crucificarlo.

b. «El robo de la esperanza»: el peso de la cruz va cargando en el camino otro pecado antihistórico (que nos sitúa fuera de nuestra historia) y que hay que tratar de evitar es, la demasiada prisa por conocer el futuro hacia el que nos encaminamos. La prisa siempre se niega a esperar los tiempos de Dios y quiere imponerle los propios, porque el acelerado se fía poco del tiempo, del mañana y del que es dueño de ambos; porque quiere conocer el futuro y tener todo claro antes de hacer algo. Y, sin embargo, hoy estamos llamados a vivir en estado de discernimiento, que no es fácil de compaginar con quienes no tienen paciencia y no saben acoplar sus pasos al ritmo tranquilo y secreto del misterio.

¿Pretendemos entenderlo todo antes que buscar hacer la voluntad de Dios?

¿Animamos a nuestras comunidades para que tengan el valor de pasar de la teoría a la práctica y hagan lo posible por hacer realidad las intuiciones e iluminaciones del Espíritu?

¿Proponemos comunidades abiertas que no pretendan ver todos los elementos del cuadro, ni ansíen la inmortalidad de las personas o de las cosas que se hacen?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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IIIIII Jesús cae por primera vez

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del profeta Isaías 53,3-5

Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada. Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado. El fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados.

«La reacción igual y contraria»: lo que hace muchas veces saltar el mal social comunitario, que destruye las relaciones y la fraternidad, es justamente la reacción igual y contraria al mal recibido. Las caídas de Jesús manifiestan así, el peso llevado en el silencio de la cruz como consecuencia del dolor comunitario que huele a revancha y rencor.

El mal es diabólico (porque divide), esto es, alcanza toda la capacidad de separación y violencia propia del espíritu del mal, cuando en la comunidad no hay nadie tan libre interiormente que se atreva a encajar el acto de violencia sin “devolverlo”, neutralizándolo y frenando el efecto en cadena que lo reproduce hacia la misma comunidad eclesial y la sociedad toda.

¿Somos “mansos”, es decir, personas libres capaces de absorber el mal y de impedir su reproducción?

¿Ayudamos a curar las heridas de los demás a ejemplo del Cordero que cargó sobre sí todo el pecado de los hombres procurándonos la salvación?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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IIVV Jesús encuentra a su Madre

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Del Evangelio según san Lucas 2,34-35.51b Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos». Su madre conservaba estas cosas en su corazón.

«Sufrir con el que sufre»: la joven virgen recibe en profecía parte de su misión, acompañar y permanecer con el Hijo en el camino de la cruz. Ser “comunión de pecadores” supone poderse equivocar, y aquí reside la originalidad, siempre inédita y sorprendente en cualquier cultura, de la dimensión profética de la comunidad religiosa (familia, de consagrados, parroquial).

El problema es hasta qué punto sabemos manifestar que compartimos de verdad el dolor y hasta dónde podemos expresarlo con palabras sinceras, con afecto sin complejos, con la cercanía y calor de nuestra presencia, con la sencillez y desenvoltura de quien sabe manifestar lo que siente. Y no sólo cuando la crisis tiene carácter oficial y está relacionada con motivos “nobles” (como un fallecimiento o una enfermedad), sino también cuando el otro hace lo posible porque no se sepa nada, o cuando le da vergüenza, o cuando sólo se cuchichea en pequeños grupos, o cuando se debe a motivos poco claros o hay por medio un problema afectivo.

¿Qué oportunidades tenemos para compartir el dolor del pecado personal y comunitario?

¿Cuántas veces el dolor por un fallecimiento, una enfermedad o un fracaso personal se ha multiplicado y agravado por no haber tenido al lado a nadie de la comunidad?

¿Pueden “los de afuera” ver con qué amor cuidamos a los hermanos enfermos de la comunidad? ¿estamos pendientes de sus necesidades, como una madre?

¿Somos capaces de cambiar nuestros planes para estar junto a los que sufren?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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VV El cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Marcos 15,21

Como pasaba por allí Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que regresaba del campo, lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.

«Comunión de la cruz y pecado»: llevar y ser llevados, esto es vivir en comunidad. Y quizás la experiencia de la fragilidad propia y ajena es la que mejor puede conjugar la activa y la pasiva. Una cosa es desde luego cierta: cuando el que lleva sobre sus espaldas la debilidad del hermano no se olvida de que él también ha sido portado y soportado en su pecado personal, entonces actúa mejor la gracia salvadora. Porque el amor de este cirineo es sincero, no se impone ni impone nada al pecador, ni siquiera que cambie. Es un amor “débil” porque recuerda su debilidad, pero por eso mismo es también amor fuerte, capaz de llevar al otro y construir la comunión de la cruz, esa comunión que es más fuerte que todo pecado y toda división.

¿Compartimos de verdad la vida con el hermano, acogiendo lo que es como persona, tal como Dios lo ha querido? ¿Compartimos también sus debilidades y rarezas, que a veces ponen a prueba la paciencia y pueden provocar roces y contrastes, y a veces también enfrentamientos?

¿Cuál es el pecado que se comete en la comunidad que no nos obliga a examinarnos y a juzgarnos a nosotros mismos de nuestra falta de perseverancia en la oración y en la intercesión, de nuestra negligencia en el servicio, amonestación y consuelo a los hermanos, en una palabra, de todo mal que hemos hecho a la comunidad, a nuestro prójimo y a nosotros mismo, por nuestro pecado y nuestra indisciplina personal?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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VVII La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del libro de los Salmos 27,8-9

Mi corazón sabe que dijiste: «Busquen mi rostro». Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador.

«Confesión y… comunión»: el único camino que lleva a la verdadera fraternidad es el que pasa por la confesión de las propias debilidades. En esta estación, la Verónica encuentra el verdadero rostro de Jesús y, sólo quien confiesa su debilidad ante los hermanos y acepta la de los demás, se muestra auténticamente y puede descubrir la maternidad de la comunidad que le engendra y que él mismo tiene que manifestar.

La fraternidad religiosa no es una sintonía espontánea entre personas que ven lo parecidas que son y que se gustan inmediatamente, sino la agotadora meta de un camino penitencial que implica a todos en que cada uno reconozca sus culpas y cargue con las del hermano, en dar y recibir perdón, en ser objeto y sujeto de misericordia, en ser un santo y un pecador que vive la comunión de los santos y pecadores.

La confesión de mis pecados, ¿es sólo ante Dios o soy capaz de reconocer con humildad y libertad mi debilidad ante mis hermanos de comunidad?

¿Celebramos como comunidad la misericordia de compartir las heridas y de ayudarnos unos a otros? ¿Dejo que los otros me ayuden?

¿Sabemos recibir en la comunidad nuevos integrantes sin cuestionar su pasado, su tiempo de participación, su proceso humano o religioso?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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VVIIII Jesús cae por segunda vez

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Lectura del libro de los Salmos 22, 7-9.12

Pero yo soy un gusano, no un hombre; la gente me escarnece y el pueblo me desprecia; los que me ven, se burlan de mí, hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo: «Confió en el Señor, que él lo libre; que lo salve, si lo quiere tanto». No te quedes lejos, porque acecha el peligro y no hay nadie para socorrerme.

«Los mensajeros del mal»: un medio que regenera el mal es proclamar a los cuatro vientos los errores de alguien, sin mover ni un solo dedo para ayudar, directa o indirectamente, al hermano que se ha equivocado. Es una forma camuflada de «piedra de tropiezo» donde caemos una y otra vez. No falta en nuestras comunidades los «altavoces del mal», siempre dispuestos a difundir noticias picantes de cualquier hermano; ni los «antenistas», con sus antenas siempre a punto para captar este tipo de noticias; ni los «pescadores a río revuelto», con sus redes siempre echadas en aguas pantanosas. Como es lógico, cada uno da lo que tiene, y cada uno sintoniza los programas que más le van o pesca en «sus» propias aguas.

¿Cuál es el centro de mis «noticias»? ¿Somos mensajeros de buenas nuevas o profetas de calamidades?

Mis comentarios, ¿suscitan desconfianza y sospecha entre unos y otros integrantes de la comunidad de la que participo (escuela, trabajo, instituciones sociales y eclesiales)?

¿Soy o somos mensajeros de la falta de amor que genera pesimismo, amargura y desconfianza en las personas provocando la sensación de que todo va mal?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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VVIIIIII Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Lucas 23, 27-28

Lo seguían muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él. Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo: «¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos».

«El peso del hermano»: las mujeres que siguen a Jesús conocen el dolor de la Madre, y así nos ha amado y nos ama Dios, en la extrema debilidad de su Hijo crucificado que es el icono del amor y que –¡paradoja del amor!– ha «llevado» sobre sí todo el peso de nuestra vida, de nuestra libertad y de nuestro pecado. Se nos llama, pues, a vivir el amor de una manera muy poco espontánea y natural, puesto que a nadie le sale natural unir los conceptos de debilidad y amor. Y sin embargo, en este vínculo innatural se esconde el misterio de la fraternidad que nace de la sangre de Cristo y de su cuerpo destrozado.

¿Cómo son los vínculos que entablo con mis hermanos? ¿Pongo en el centro de nuestras relaciones la realidad del límite o del peso del hermano, o lo margino e intento eliminarlo?

¿Acepto a mis hermanos como son, especialmente a “los nuevos” en la comunidad, o lo vivo como una maldición y un problema?

¿Puedo reconocer a mis hermanos como un acontecimiento de gracia que también hay que compartir?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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IIXX Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Lectura del profeta Isaías 53,7-8.11-12b

Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los

culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables. «La condena de la soledad»: cuando el hermano débil y pecador se queda a solas con su pecado y fragilidad, sin nadie que le eche una mano, el mal se difunde y regenera. El silencio puede ser la reacción momentánea y en algunos casos incluso puede ser una provocación beneficiosa que mueve al otro a reflexionar y a cambiar de conducta; pero antes o después el silencio tiene que desembocar en una palabra o en un gesto, en algo que corrija y restablezca la relación. Hasta que en la comunidad no se logre la corrección fraterna, la revisión de vida y todo lo que pueda ayudar a vivir juntos y a integrar evangélicamente la experiencia del mal, éste puede difundirse y reproducirse sin obstáculo alguno y, claro, donde esto sucede no puede haber comunidad.

¿Generamos espacios de escucha y diálogo o nos quedamos con el extraño clima de silencio que rodea al pecador, aislándolo de la comunidad?

¿Cuántos y cómo son nuestros espacios de corrección fraterna? ¿Nos ayudamos a decir las cosas de frente o elegimos no decir nada?

¿Hablamos con sinceridad con quienes corresponde o vamos de espalda sembrando sospechas sobre los demás y sus acciones o nos apresuramos a contar a los superiores el fallo del hermano?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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XX Jesús es despojado de sus vestiduras

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Juan 19, 23-24

Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: «No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.» Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.

«La carga de la libertad de los demás»: sentir al otro como una carga es un signo positivo porque revela que se respeta su personalidad única, su alteridad irreductible, su diversidad originaria. Para el cristiano, el hermano es una carga y acepta «llevarla» como tal; el pagano se cuida muy bien de echar sobre sus hombros cargas fraternas, y por eso no es ni hermano ni compañero, ni amigo ni prójimo de nadie. Pues, como dice Bonhoeffer, el teólogo mártir del nazismo: «Sólo así como carga, el prójimo se convierte verdaderamente en un hermano y no en un objeto que se posee». Es aquí, continúa Bonhoeffer, donde «se realiza la comunidad del cuerpo de Cristo, la comunidad bajo la cruz, en la que nosotros aceptamos y llevamos las cargas unos de otros».

En nuestra comunidad, ¿cada uno posee la libertad suficiente para desarrollar sus dones y crecer desde su pecado o buscamos el ideal de parecernos lo más posible unos con otros?

En el dialogo fraterno, ¿hay lugar para el disenso, expresando cada uno lo que siente y piensa o preferimos no enfrentarnos bajo un lema de pseudopacificación?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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XXII Jesús es clavado en la cruz

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Marcos 15, 23-28

Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero él no lo tomó. Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno. Ya mediaba la mañana cuando lo crucificaron. La inscripción que indicaba la causa de su condena decía: «El rey de los judíos». Con él crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. (Y se cumplió la Escritura que dice: «Fue contado entre los malhechores»).

«Un difícil equilibrio»: la regla de oro que se inspira en el amor fraterno nítidamente evangélico y maduro podría ser ésta: no gratificar jamás a la parte menos madura y más vulnerable, más infantil y menos libre del otro. Es falsa la caridad que, para aceptar a la persona débil trata de satisfacer todas sus exigencias; tampoco deja crecer a quien llega a compromisos con las debilidades del hermano, quizás para tranquilizarlo. Es difícil pero no imposible, lograr el justo equilibrio entre una comprensión inteligente y una justa y fuerte provocación; porque así la debilidad no sólo no divide, sino que une más a la comunidad y se convierte en un lugar de comunión. En la crucifixión de nuestro Mesías, la cruz no es calvario sino el camino de salvación, en la debilidad de un madero se manifiesta el poder de Dios.

¿Qué podemos hacer con esos hermanos y hermanas que siempre están cansados y agotados, tan enormemente difíciles de tratar algunas veces, que cambian de humor a cada instante? ¿Cómo vivir la comunión con ellos y con su debilidad?

¿Asumimos en nuestras comunidades las cargas de los hermanos o hermanas que la componen exactamente igual que lo hace toda familia normal?

¿Proponemos en nuestras comunidades un amor fraterno maduro y adulto amante de a verdad o más bien uno propenso al paternalismo/maternalismo que genera dependencias infantiles –hacia el superior, el párroco, el animador, el obispo–?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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XXIIII Jesús muere en la cruz

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Lucas 23,44-46

Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del Templo se rasgó por el medio. Jesús, con un grito, exclamó: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Y diciendo esto, expiró.

«Del límite físico a la “libertad de morir”»: cuando una fraternidad sabe estar al lado de un hermano gravemente enfermo y lo acompaña en su viaje decisivo, no sólo es una comunidad que da un buen ejemplo, sino que hay algo más, se está verificando un proceso de transformación del mal por antonomasia, que es la muerte. El mal de la muerte es transfigurado cuando toda la fraternidad prepara cuidadosamente al enfermo para esperar el fin de sus días en un acto de amor y ofrecimiento de sí mismo. Si el límite físico es un límite objetivo de nuestra libertad, la transformación-transfiguración de este límite lo convierte de algún modo en lugar e instrumento de libertad, en ocasión de crecimiento de toda la comunidad en la libertad de los hijo de Dios, liberados para siempre de la esclavitud de la muerte y encaminados todos juntos hacia el «domingo sin ocaso».

¿Cómo vivimos los límites de nuestras comunidades: «esperando contra toda esperanza» o como si lo único que hubiera que hacer es «no hacer nada»?

Cuando un hermano de la comunidad está enfermo, ¿tenemos la libertad para «perder» nuestro tiempo en atención, prisa, afecto, libertad, discreción y empatía?

¿Sostemenos a nuestros hermanos enfermos con la oración de la comunidad y los acompañamos en los ministros de la comunión o agentes de pastoral de la salud?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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XXIIIIII Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Mateo 27,55-59a

Había allí muchas mujeres que miraban de lejos: eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre ellas estaban María Magdalena, María –la madre de Santiago y de José– y la madre de los hijos de Zebedeo. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia.

«La fatiga común de creer»: de lo que en definitiva se trata es de aprender a vivir juntos la experiencia clave de la vida, la que decide no sólo nuestra autenticidad como creyentes, sino la verdad general de nuestra existencia, de nuestro ser y de nuestra consagración: la experiencia de la fe. El camino de la fe es un camino personal, es evidente. Es el individuo a quien se llama a dar un asentimiento que sólo puede ser fruto de lo que han visto sus ojos, han oídos sus oídos, han palpado sus manos y ha contemplado su corazón (1 Jn 1,1). Nadie puede creer por otro, ni la fe puede ser fruto del condicionamiento social ni de las dinámicas de grupo. Y, sin embargo, la fe cristiana es también comunitaria, creemos juntos y juntos recitamos el credo, y sobre todos juntos vivimos la fatiga común de creer. Por eso sólo juntos podemos bajar a Jesús de la cruz dejando en ella el peso de los pecados redimidos.

Concebimos la experiencia de fe, ¿buscando sólo a Dios encontrándome con los hermanos o como una experiencia solitaria e intimista?

¿Me comporto ante los demás como rigidez y autosuficiencia o tengo la humildad de pedir ayuda a mis compañeros y compañeras de viaje en el misterioso camino de creer?

En los momentos personales de crisis de fe, ¿elijo quedarme como parte de la comunidad o me marcho, abandono la comunidad y la rechazo por no estar en sintonía con ella?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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XXIIVV Jesús es colocado en el sepulcro

V./ Te adoramos Cristo y te bendecimos. R./ Porque por tu santa cruz redimiste al mundo. Del Evangelio según san Marcos 15,42-47 Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea

–miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José,

miraban dónde lo habían puesto. «Bendecir el mal»: cuando una comunidad puede permitirse el lujo de bendecir algunos de sus fallos y no se avergüenza de sus heridas, es que la comunión se está fortaleciendo, se está construyendo sobre la roca firme del plan de Dios y no sobre la arena movediza de los sueños paganos. Cuando es toda la comunidad reunida en el nombre del Señor, rico en bondad y ternura, la que celebra su pecado sin distinguir para nada entre buenos y malos, lo mete en el horno del amor divino y no sólo es perdonado y suprimido –sería muy poco–, sino que ese amor crea y resucita, da vida y corazón nuevos, transforma y transfigura tanto al pecado como a los pecadores.

¿Nos animamos a volver sobre un conflicto, una ruptura, dificultades de relación, un sufrimiento para saber qué es lo que ha pasado y sacar las conclusiones oportunas que nos permitan crecer en misericordia?

¿Desarrollamos caminos comunitarios de discernimiento como modo creyente de leer y escrutar el fondo de los acontecimientos, de estar atentos a las cosas y a las personas, de estar vigilantes teniendo bien abiertas las antenas del espíritu?

¿“Celebramos” el mal como modo de ir introduciéndonos en el radio de acción del Espíritu de Dios que renueva todas las cosas?

Rezamos: Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

También podemos cantar la antífona: Señor haz de nosotros, instrumentos de tu paz.

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Cantamos o rezamos la oración simple de San Francisco de Asís:

Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz. Donde haya odio pongamos amor, donde haya ofensa pongamos perdón, donde haya discordia pongamos unión, donde haya rencor pongamos verdad.. Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz. Donde haya duda, pongamos la fe, donde haya angustia, pongamos esperanza, donde haya tinieblas, pongamos tu luz, donde haya tristeza pongamos alegría. Maestro, que no busquemos tanto ser consolados como consolar, ser comprendidos como comprender ser amados como amar. Porque dando se recibe, perdonando se es perdonado y muriendo se resucita a la vida eterna. Señor, haz de nosotros instrumentos de tu paz.

APÉNDICE

CELEBRACIÓN PENITENCIAL PARA EL TIEMPO DE CUARESMA