viaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez ... · Randy Pausch, un profesor de...

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reportaje En pocos años se están haciendo realidad quimeras que se consideraban irrealizables. Esta serie explora algunas de las investigaciones que cambiarán el futuro del mundo ADIÓS AL hombre biónico viaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva odos lo tienen ya muy claro: este siglo que acaba de comenzar será sin duda el de las ciencias de la vida. La revolución de la biología nos va a dar por primera vez la posibilidad de crear nuevos seres en el laboratorio que trabajen para nosotros y hasta de rediseñar nuestro propio cuer- po. El que vamos a emprender ahora es un viaje por las fronteras de la ciencia, allá donde la ola del futuro rompe con el presente y la ciencia-ficción se convierte en realidad. Será también un viaje al interior de nues- tro cuerpo y de nuestro cerebro. Vamos a ver cómo la ingeniería de tejidos prepara las herramientas para crear y reparar órganos, cómo los biólogos crean ani- males capaces de producir energía y medicamentos para nosotros y cómo los neurocientíficos no sólo son capaces de leer lo que ocurre en nuestro cerebro, sino de modificar nuestro pensamiento. Y vamos a hacerles preguntas de largo alcance: ¿cómo será nuestro cuerpo dentro de 200 años? ¿Es inevitable que envejezcamos? ¿Hasta cuánto podemos vivir? Va a ser un viaje intenso, a veces inquietante, pero no teman. Será soportable. Vamos a viajar por las fron- teras de las ciencias de la vida por el puro placer de saber y para conocer qué se cuece en los laboratorios que están diseñando nuestro futuro. Empezando por el lugar que acumula la mayor concentración de excelen- cia, talento, materia gris y conocimiento científico de todo el mundo. Cuatro paradas de metro: en apenas cuatro paradas de la línea roja del metro que une Bos- ton y Cambridge podemos recorrer el hospital general de Massachusetts, el mítico Instituto Tecnológico de Massachusetts y la prestigiosa Universidad de Har- vard. ¿Por qué se concentra en ellos tanta excelencia? Lean y verán. Pero antes de comenzar el recorrido y coger veloci- dad, miremos un momento por el retrovisor. El pasado 25 de julio, Louise Brown, el primer bebé probeta del mundo, cumplió 30 años. ¿Recuerdan aquella noticia? Fue una bomba que abrió un intenso debate. Sólo unos años antes, la posibilidad de concebir fuera del útero era ciencia-ficción. Y, sin embargo, desde entonces no sólo ha sido posible crear embriones en la probeta, sino congelarlos y descongelarlos, y cosas tan impensa- bles como que una abuela dé a luz a su nieta, una mujer pueda alquilar su útero al hijo de otra, o que cualquiera pueda recurrir a un banco de semen para ser madre. Más de tres millones de niños han nacido ya gracias a unas técnicas que hoy nos parecen de lo más normal. Ninguna tecnología que haya sido inventada se ha dejado de utilizar. Hasta hace muy poco, en la fronte- ra de la medicina con la ciencia-ficción aparecía un humano recompuesto con metales y tornillos. Huma- nos como los de Star Wars. Pero la medicina regenera- tiva puede dejar en la cuneta al hombre biónico. Adiós a los órganos metálicos que tan difícil ensamblaje tienen con la viscosa, caliente y misteriosa estructura de nuestros tejidos blandos. Ni de titanio ni de poliure- tano. La ingeniería de tejidos promete construirnos corazones, hígados, páncreas, cualquier órgano, a par- tir de las células de nuestro propio cuerpo. ¿Ciencia- ficción? Hace sólo 10 años hubiéramos dicho que sí; ahora, no. En los laboratorios del Center for Cardiovascular Repair de Massachusetts laten corazones totalmente construidos en el laboratorio. Podríamos decir que son todavía sólo un prototipo, pero ahí están. Este que ve- mos es un corazón pequeño, rosáceo y húmedo, como si acabara de salir del pecho. Sobrecoge ver la fragili- dad de sus tejidos nuevos, recién formados, pegados al frío metal de los tubos. Pero late. Regular y rítmicamen- te. Sólo 24 horas antes de empezar a latir apenas era una blanquecina bolsa arrugada, inerte, lo que queda- ba de un corazón extraído de una rata. Lo habían su- mergido en una solución química que había disuelto todas las células del tejido cardiaco. Parecía una vejiga seca. Sobre esa estructura depositaron los científicos células madre cardiacas cultivadas en el laboratorio. Y esas células crecieron, se agruparon y ¡oh, sorpresa! comenzaron a latir juntas, acompasadamente. ¿Será verdad que la forma crea el órgano? En biolo- gía del desarrollo parece claro que la forma y función están vinculadas por reglas que los científicos tratan aún de descifrar. En el torreón de esta nueva frontera de la ciencia vemos a una mujer enérgica, Doris Tay- lor, acompañada de un entusiasta equipo en el que sobresale un joven clínico, Herald Hott. De hablar pau- sado, parece un MIR en plena guardia de 24 horas. Desde que hace unos meses comunicaron en Nature este gran avance; todos los ojos están puestos en su trabajo. No es todavía un corazón completo, pero el primer paso está dado. Construir órganos humanos a partir de células humanas no parece ya una quimera. Es Doris Taylor dirige el equipo científico que estudia la creación del primer corazón artificial mediante células madre. / álvaro garcía 6 EL PAÍS, lunes 25 de agosto de 2008

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En pocos años se están haciendo realidad quimeras que se consideraban irrealizables.Esta serie explora algunas de las investigaciones que cambiarán el futuro del mundo

ADIÓS AL hombre biónicoviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

odos lo tienen ya muy claro: este siglo queacaba de comenzar será sin duda el de lasciencias de la vida. La revolución de labiología nos va a dar por primera vez laposibilidad de crear nuevos seres en ellaboratorio que trabajen para nosotros yhasta de rediseñar nuestro propio cuer-

po. El que vamos a emprender ahora es un viaje por lasfronteras de la ciencia, allá donde la ola del futurorompe con el presente y la ciencia-ficción se convierteen realidad. Será también un viaje al interior de nues-tro cuerpo y de nuestro cerebro. Vamos a ver cómo laingeniería de tejidos prepara las herramientas paracrear y reparar órganos, cómo los biólogos crean ani-males capaces de producir energía y medicamentospara nosotros y cómo los neurocientíficos no sólo soncapaces de leer lo que ocurre en nuestro cerebro, sinode modificar nuestro pensamiento. Y vamos a hacerlespreguntas de largo alcance: ¿cómo será nuestro cuerpodentro de 200 años? ¿Es inevitable que envejezcamos?¿Hasta cuánto podemos vivir?

Va a ser un viaje intenso, a veces inquietante, perono teman. Será soportable. Vamos a viajar por las fron-teras de las ciencias de la vida por el puro placer desaber y para conocer qué se cuece en los laboratoriosque están diseñando nuestro futuro. Empezando por ellugar que acumula la mayor concentración de excelen-cia, talento, materia gris y conocimiento científico detodo el mundo. Cuatro paradas de metro: en apenascuatro paradas de la línea roja del metro que une Bos-ton y Cambridge podemos recorrer el hospital generalde Massachusetts, el mítico Instituto Tecnológico deMassachusetts y la prestigiosa Universidad de Har-vard. ¿Por qué se concentra en ellos tanta excelencia?Lean y verán.

Pero antes de comenzar el recorrido y coger veloci-dad, miremos un momento por el retrovisor. El pasado25 de julio, Louise Brown, el primer bebé probeta delmundo, cumplió 30 años. ¿Recuerdan aquella noticia?Fue una bomba que abrió un intenso debate. Sólo unosaños antes, la posibilidad de concebir fuera del úteroera ciencia-ficción. Y, sin embargo, desde entonces nosólo ha sido posible crear embriones en la probeta,sino congelarlos y descongelarlos, y cosas tan impensa-bles como que una abuela dé a luz a su nieta, unamujer pueda alquilar su útero al hijo de otra, o quecualquiera pueda recurrir a un banco de semen paraser madre. Más de tres millones de niños han nacido yagracias a unas técnicas que hoy nos parecen de lo másnormal.

Ninguna tecnología que haya sido inventada se hadejado de utilizar. Hasta hace muy poco, en la fronte-ra de la medicina con la ciencia-ficción aparecía unhumano recompuesto con metales y tornillos. Huma-nos como los de Star Wars. Pero la medicina regenera-tiva puede dejar en la cuneta al hombre biónico. Adiósa los órganos metálicos que tan difícil ensamblajetienen con la viscosa, caliente y misteriosa estructurade nuestros tejidos blandos. Ni de titanio ni de poliure-tano. La ingeniería de tejidos promete construirnoscorazones, hígados, páncreas, cualquier órgano, a par-tir de las células de nuestro propio cuerpo. ¿Ciencia-ficción? Hace sólo 10 años hubiéramos dicho que sí;ahora, no.

En los laboratorios del Center for CardiovascularRepair de Massachusetts laten corazones totalmenteconstruidos en el laboratorio. Podríamos decir que sontodavía sólo un prototipo, pero ahí están. Este que ve-mos es un corazón pequeño, rosáceo y húmedo, comosi acabara de salir del pecho. Sobrecoge ver la fragili-dad de sus tejidos nuevos, recién formados, pegados alfrío metal de los tubos. Pero late. Regular y rítmicamen-te. Sólo 24 horas antes de empezar a latir apenas erauna blanquecina bolsa arrugada, inerte, lo que queda-ba de un corazón extraído de una rata. Lo habían su-mergido en una solución química que había disueltotodas las células del tejido cardiaco. Parecía una vejigaseca. Sobre esa estructura depositaron los científicoscélulas madre cardiacas cultivadas en el laboratorio. Yesas células crecieron, se agruparon y ¡oh, sorpresa!comenzaron a latir juntas, acompasadamente.

¿Será verdad que la forma crea el órgano? En biolo-gía del desarrollo parece claro que la forma y funciónestán vinculadas por reglas que los científicos tratanaún de descifrar. En el torreón de esta nueva fronterade la ciencia vemos a una mujer enérgica, Doris Tay-lor, acompañada de un entusiasta equipo en el quesobresale un joven clínico, Herald Hott. De hablar pau-

sado, parece un MIR en plena guardia de 24 horas.Desde que hace unos meses comunicaron en Natureeste gran avance; todos los ojos están puestos en sutrabajo.

No es todavía un corazón completo, pero el primerpaso está dado. Construir órganos humanos a partirde células humanas no parece ya una quimera. Es

sólo cuestión de tiempo y supone un cambio de para-digma, algo que en ciencia ocurre con cierta frecuen-cia. Diferentes equipos avanzan por diferentes víashacia un mismo objetivo, pero, de repente, uno deellos encuentra un atajo. Atrás quedan los ingentesesfuerzos para conseguir un corazón artificial mecá-nico. Cuando en 1982 se habló del primer implante decorazón artificial, mucha gente se estremeció. La ex-presión, entre esperanzada y perpleja, del dentistaBarney Clark en su cama de resucitado indicaba quese había conseguido un hito, pero aquello no era uncorazón artificial, era un complejo entramado de má-quinas y cables que ocupaba toda una habitación.

Desde aquel Jarvik 7, sin embargo, se ha trabaja-do mucho. El Jarvik 2.000 desarrollado por el TexasHeart Institute apenas pesa 85 gramos y mide2,5u5,5 centímetros. Es un pequeño artilugio que seimplanta en el ventrículo izquierdo y bombea sangrea razón de cinco litros por minuto. Sigue necesitan-do una fuente externa de energía y hace un ruidobastante desagradable, pero el corazón mecánico es-tá salvando vidas y salvará todavía muchas antes deque el corazón bioartificial, construido con célulasdel propio organismo, pueda hacerlo. Sin embargo,la ingeniería de tejidos emerge ahora como la granalternativa. La imagen del entrañable J. F. Sebastianremoviendo ojos fabricados en el laboratorio y con-servados en un líquido de cultivo no es ya sólo una delas más memorables escenas de la película Bladerunner. Es una posibilidad cierta, aunque seguramen-te aún lejana.

—Aquí tocas el futuro con la mano. En realidad, esel futuro el que te viene a buscar.

Quien así habla es una mujer de 35 años llena depasión por la ciencia. Mercè Balcells trabaja en elprograma Health Sciences andTecnology que desarrollan la Fa-cultad de Medicina de Harvard yel MIT. Nos encontramos en la ca-fetería del edificio Stata y noscuenta que llegó en 1999 para unaño, y ahí sigue. Trabaja en inge-niería de tejidos. Lo más curiosoes que cuando llegó no había vistonunca una célula humana. Se ha-bía licenciado en Química Orgáni-ca en el Instituto Químico de Sarrià en Barcelona y sehabía doctorado en Biomateriales en Alemania.

—¿En qué trabaja exactamente?—Intentamos crear estructuras y materiales de so-

porte para construir órganos. Tratamos de averiguarcómo la forma influye en la función celular. Las célu-las de nuestro cuerpo “sienten” a través de receptores

o señales aún desconocidas, estímulos mecánicos quetraducen en funciones químicas y biológicas. Hemosvisto que si cambias los parámetros físicos, el soporte,las células se comportan de forma diferente.

—¿Por ejemplo?—Por ejemplo, si ponemos células endoteliales en

una placa de cultivo y las observamos al microscopio,

vemos que forman un adoquinado. Si variamos lascondiciones y hacemos pasar un fluido por encima enuna dirección, cambian la forma y la disposición: sealinean en la dirección del fluido, como para evitar elrozamiento. ¿Quién les ha dicho que tienen que ali-nearse?

Quedo con mi compañera Ester Riu, colaboradorade EL PAÍS en Boston, en la Harvard Library Co. Estáen plena Harvard Square, que viene a ser el centro vitalde Cambridge porque desde ella se accede al campusde la vetusta universidad. Nada más entrar encontra-mos el primer indicador de por qué esta universidad estan importante. Una gran estantería muestra las últi-mas novedades producidas en el campus, los libros quehan editado sus profesores e investigadores. Títulosinteresantes como para llenar un carrito de la compra.Un poco más allá, otra estantería no menos interesantemuestra los best seller, los libros más leídos en Har-vard. Y entre ellos sobresale uno de edición sumamen-te cuidada. Se titula The Last Lecture, lleva vendidosmás de tres millones de ejemplares y está escrito porRandy Pausch, un profesor de ciencias computaciona-les de la Universidad Carnegie Mellow, de 47 años.

La primera frase es demoledora: “Tengo un proble-ma de ingeniería. A pesar de que la mayor parte de míestá en excelente forma física, tengo 10 tumores en mihígado y sólo me quedan unos meses de vida”. Comoustedes saben, muchas universidades americanas cie-rran el curso con una last lecture, una última lecciónreflexiva que suele impartir algún eminente profesor.Cuando su universidad le encargó a Randy Pausch estaconferencia, no sabía que iba a ser, realmente, la últi-ma. Poco antes, en 2006, le habían diagnosticado uncáncer de páncreas que creía estar superando, perodespués del encargo supo que se había extendido. Iba a

morir, pero Randy Pausch no quisohablar de la muerte y convirtió sulast lecture en un alegato a favor dela vida. Anoten este título. Acabade editarse en castellano.

Cuando ya llevaba varios capítu-los, pensaba, la biomedicina avan-za, ciertamente, pero para muchosllega demasiado tarde. Un día seinventa la penicilina y la gente dejade morir de infecciones comunes,

pero ¿cuánta gente murió de pulmonía el día antes deque la penicilina salvara la primera vida? ¿Y cuántas aldía siguiente? ¿Y al año siguiente? Por si el MIT se noshabía subido a la cabeza, ahí estaba Randy Pausch,despidiéndose de la ciencia con esta frase: “No pode-mos cambiar las cartas que nos han sido dadas, pero sípodemos jugar la partida”.

La imagen de J. F. Sebastian removiendoojos fabricados en laboratorio ya no essólo una de las Más memorables escenasde ‘blade runner’. Es una posibilidad cierta,aunque seguramente aún lejana

Doris Taylor dirige el equipo científico que estudia la creación del primer corazón artificial mediante células madre. / álvaro garcía

El filme Blade runner, de Ridley Scott, adelantó en 1982 muchos de los avances científicos que hoy nos parecen al alcance de la mano.

Randy Paush, con su familia. / kristi a. rines para hobs studio

EL PAÍS, lunes 25 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

En pocos años se están haciendo realidad quimeras que se consideraban irrealizables.Esta serie explora algunas de las investigaciones que cambiarán el futuro del mundo

ADIÓS AL hombre biónicoviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

odos lo tienen ya muy claro: este siglo queacaba de comenzar será sin duda el de lasciencias de la vida. La revolución de labiología nos va a dar por primera vez laposibilidad de crear nuevos seres en ellaboratorio que trabajen para nosotros yhasta de rediseñar nuestro propio cuer-

po. El que vamos a emprender ahora es un viaje por lasfronteras de la ciencia, allá donde la ola del futurorompe con el presente y la ciencia-ficción se convierteen realidad. Será también un viaje al interior de nues-tro cuerpo y de nuestro cerebro. Vamos a ver cómo laingeniería de tejidos prepara las herramientas paracrear y reparar órganos, cómo los biólogos crean ani-males capaces de producir energía y medicamentospara nosotros y cómo los neurocientíficos no sólo soncapaces de leer lo que ocurre en nuestro cerebro, sinode modificar nuestro pensamiento. Y vamos a hacerlespreguntas de largo alcance: ¿cómo será nuestro cuerpodentro de 200 años? ¿Es inevitable que envejezcamos?¿Hasta cuánto podemos vivir?

Va a ser un viaje intenso, a veces inquietante, perono teman. Será soportable. Vamos a viajar por las fron-teras de las ciencias de la vida por el puro placer desaber y para conocer qué se cuece en los laboratoriosque están diseñando nuestro futuro. Empezando por ellugar que acumula la mayor concentración de excelen-cia, talento, materia gris y conocimiento científico detodo el mundo. Cuatro paradas de metro: en apenascuatro paradas de la línea roja del metro que une Bos-ton y Cambridge podemos recorrer el hospital generalde Massachusetts, el mítico Instituto Tecnológico deMassachusetts y la prestigiosa Universidad de Har-vard. ¿Por qué se concentra en ellos tanta excelencia?Lean y verán.

Pero antes de comenzar el recorrido y coger veloci-dad, miremos un momento por el retrovisor. El pasado25 de julio, Louise Brown, el primer bebé probeta delmundo, cumplió 30 años. ¿Recuerdan aquella noticia?Fue una bomba que abrió un intenso debate. Sólo unosaños antes, la posibilidad de concebir fuera del úteroera ciencia-ficción. Y, sin embargo, desde entonces nosólo ha sido posible crear embriones en la probeta,sino congelarlos y descongelarlos, y cosas tan impensa-bles como que una abuela dé a luz a su nieta, unamujer pueda alquilar su útero al hijo de otra, o quecualquiera pueda recurrir a un banco de semen paraser madre. Más de tres millones de niños han nacido yagracias a unas técnicas que hoy nos parecen de lo másnormal.

Ninguna tecnología que haya sido inventada se hadejado de utilizar. Hasta hace muy poco, en la fronte-ra de la medicina con la ciencia-ficción aparecía unhumano recompuesto con metales y tornillos. Huma-nos como los de Star Wars. Pero la medicina regenera-tiva puede dejar en la cuneta al hombre biónico. Adiósa los órganos metálicos que tan difícil ensamblajetienen con la viscosa, caliente y misteriosa estructurade nuestros tejidos blandos. Ni de titanio ni de poliure-tano. La ingeniería de tejidos promete construirnoscorazones, hígados, páncreas, cualquier órgano, a par-tir de las células de nuestro propio cuerpo. ¿Ciencia-ficción? Hace sólo 10 años hubiéramos dicho que sí;ahora, no.

En los laboratorios del Center for CardiovascularRepair de Massachusetts laten corazones totalmenteconstruidos en el laboratorio. Podríamos decir que sontodavía sólo un prototipo, pero ahí están. Este que ve-mos es un corazón pequeño, rosáceo y húmedo, comosi acabara de salir del pecho. Sobrecoge ver la fragili-dad de sus tejidos nuevos, recién formados, pegados alfrío metal de los tubos. Pero late. Regular y rítmicamen-te. Sólo 24 horas antes de empezar a latir apenas erauna blanquecina bolsa arrugada, inerte, lo que queda-ba de un corazón extraído de una rata. Lo habían su-mergido en una solución química que había disueltotodas las células del tejido cardiaco. Parecía una vejigaseca. Sobre esa estructura depositaron los científicoscélulas madre cardiacas cultivadas en el laboratorio. Yesas células crecieron, se agruparon y ¡oh, sorpresa!comenzaron a latir juntas, acompasadamente.

¿Será verdad que la forma crea el órgano? En biolo-gía del desarrollo parece claro que la forma y funciónestán vinculadas por reglas que los científicos tratanaún de descifrar. En el torreón de esta nueva fronterade la ciencia vemos a una mujer enérgica, Doris Tay-lor, acompañada de un entusiasta equipo en el quesobresale un joven clínico, Herald Hott. De hablar pau-

sado, parece un MIR en plena guardia de 24 horas.Desde que hace unos meses comunicaron en Natureeste gran avance; todos los ojos están puestos en sutrabajo.

No es todavía un corazón completo, pero el primerpaso está dado. Construir órganos humanos a partirde células humanas no parece ya una quimera. Es

sólo cuestión de tiempo y supone un cambio de para-digma, algo que en ciencia ocurre con cierta frecuen-cia. Diferentes equipos avanzan por diferentes víashacia un mismo objetivo, pero, de repente, uno deellos encuentra un atajo. Atrás quedan los ingentesesfuerzos para conseguir un corazón artificial mecá-nico. Cuando en 1982 se habló del primer implante decorazón artificial, mucha gente se estremeció. La ex-presión, entre esperanzada y perpleja, del dentistaBarney Clark en su cama de resucitado indicaba quese había conseguido un hito, pero aquello no era uncorazón artificial, era un complejo entramado de má-quinas y cables que ocupaba toda una habitación.

Desde aquel Jarvik 7, sin embargo, se ha trabaja-do mucho. El Jarvik 2.000 desarrollado por el TexasHeart Institute apenas pesa 85 gramos y mide2,5u5,5 centímetros. Es un pequeño artilugio que seimplanta en el ventrículo izquierdo y bombea sangrea razón de cinco litros por minuto. Sigue necesitan-do una fuente externa de energía y hace un ruidobastante desagradable, pero el corazón mecánico es-tá salvando vidas y salvará todavía muchas antes deque el corazón bioartificial, construido con célulasdel propio organismo, pueda hacerlo. Sin embargo,la ingeniería de tejidos emerge ahora como la granalternativa. La imagen del entrañable J. F. Sebastianremoviendo ojos fabricados en el laboratorio y con-servados en un líquido de cultivo no es ya sólo una delas más memorables escenas de la película Bladerunner. Es una posibilidad cierta, aunque seguramen-te aún lejana.

—Aquí tocas el futuro con la mano. En realidad, esel futuro el que te viene a buscar.

Quien así habla es una mujer de 35 años llena depasión por la ciencia. Mercè Balcells trabaja en elprograma Health Sciences andTecnology que desarrollan la Fa-cultad de Medicina de Harvard yel MIT. Nos encontramos en la ca-fetería del edificio Stata y noscuenta que llegó en 1999 para unaño, y ahí sigue. Trabaja en inge-niería de tejidos. Lo más curiosoes que cuando llegó no había vistonunca una célula humana. Se ha-bía licenciado en Química Orgáni-ca en el Instituto Químico de Sarrià en Barcelona y sehabía doctorado en Biomateriales en Alemania.

—¿En qué trabaja exactamente?—Intentamos crear estructuras y materiales de so-

porte para construir órganos. Tratamos de averiguarcómo la forma influye en la función celular. Las célu-las de nuestro cuerpo “sienten” a través de receptores

o señales aún desconocidas, estímulos mecánicos quetraducen en funciones químicas y biológicas. Hemosvisto que si cambias los parámetros físicos, el soporte,las células se comportan de forma diferente.

—¿Por ejemplo?—Por ejemplo, si ponemos células endoteliales en

una placa de cultivo y las observamos al microscopio,

vemos que forman un adoquinado. Si variamos lascondiciones y hacemos pasar un fluido por encima enuna dirección, cambian la forma y la disposición: sealinean en la dirección del fluido, como para evitar elrozamiento. ¿Quién les ha dicho que tienen que ali-nearse?

Quedo con mi compañera Ester Riu, colaboradorade EL PAÍS en Boston, en la Harvard Library Co. Estáen plena Harvard Square, que viene a ser el centro vitalde Cambridge porque desde ella se accede al campusde la vetusta universidad. Nada más entrar encontra-mos el primer indicador de por qué esta universidad estan importante. Una gran estantería muestra las últi-mas novedades producidas en el campus, los libros quehan editado sus profesores e investigadores. Títulosinteresantes como para llenar un carrito de la compra.Un poco más allá, otra estantería no menos interesantemuestra los best seller, los libros más leídos en Har-vard. Y entre ellos sobresale uno de edición sumamen-te cuidada. Se titula The Last Lecture, lleva vendidosmás de tres millones de ejemplares y está escrito porRandy Pausch, un profesor de ciencias computaciona-les de la Universidad Carnegie Mellow, de 47 años.

La primera frase es demoledora: “Tengo un proble-ma de ingeniería. A pesar de que la mayor parte de míestá en excelente forma física, tengo 10 tumores en mihígado y sólo me quedan unos meses de vida”. Comoustedes saben, muchas universidades americanas cie-rran el curso con una last lecture, una última lecciónreflexiva que suele impartir algún eminente profesor.Cuando su universidad le encargó a Randy Pausch estaconferencia, no sabía que iba a ser, realmente, la últi-ma. Poco antes, en 2006, le habían diagnosticado uncáncer de páncreas que creía estar superando, perodespués del encargo supo que se había extendido. Iba a

morir, pero Randy Pausch no quisohablar de la muerte y convirtió sulast lecture en un alegato a favor dela vida. Anoten este título. Acabade editarse en castellano.

Cuando ya llevaba varios capítu-los, pensaba, la biomedicina avan-za, ciertamente, pero para muchosllega demasiado tarde. Un día seinventa la penicilina y la gente dejade morir de infecciones comunes,

pero ¿cuánta gente murió de pulmonía el día antes deque la penicilina salvara la primera vida? ¿Y cuántas aldía siguiente? ¿Y al año siguiente? Por si el MIT se noshabía subido a la cabeza, ahí estaba Randy Pausch,despidiéndose de la ciencia con esta frase: “No pode-mos cambiar las cartas que nos han sido dadas, pero sípodemos jugar la partida”.

La imagen de J. F. Sebastian removiendoojos fabricados en laboratorio ya no essólo una de las Más memorables escenasde ‘blade runner’. Es una posibilidad cierta,aunque seguramente aún lejana

Doris Taylor dirige el equipo científico que estudia la creación del primer corazón artificial mediante células madre. / álvaro garcía

El filme Blade runner, de Ridley Scott, adelantó en 1982 muchos de los avances científicos que hoy nos parecen al alcance de la mano.

Randy Paush, con su familia. / kristi a. rines para hobs studio

6 EL PAÍS, lunes 25 de agosto de 2008

reportaje reportaje

En pocos años se están haciendo realidad quimeras que se consideraban irrealizables.Esta serie explora algunas de las investigaciones que cambiarán el futuro del mundo

ADIÓS AL hombre biónicoviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

odos lo tienen ya muy claro: este siglo queacaba de comenzar será sin duda el de lasciencias de la vida. La revolución de labiología nos va a dar por primera vez laposibilidad de crear nuevos seres en ellaboratorio que trabajen para nosotros yhasta de rediseñar nuestro propio cuer-

po. El que vamos a emprender ahora es un viaje por lasfronteras de la ciencia, allá donde la ola del futurorompe con el presente y la ciencia-ficción se convierteen realidad. Será también un viaje al interior de nues-tro cuerpo y de nuestro cerebro. Vamos a ver cómo laingeniería de tejidos prepara las herramientas paracrear y reparar órganos, cómo los biólogos crean ani-males capaces de producir energía y medicamentospara nosotros y cómo los neurocientíficos no sólo soncapaces de leer lo que ocurre en nuestro cerebro, sinode modificar nuestro pensamiento. Y vamos a hacerlespreguntas de largo alcance: ¿cómo será nuestro cuerpodentro de 200 años? ¿Es inevitable que envejezcamos?¿Hasta cuánto podemos vivir?

Va a ser un viaje intenso, a veces inquietante, perono teman. Será soportable. Vamos a viajar por las fron-teras de las ciencias de la vida por el puro placer desaber y para conocer qué se cuece en los laboratoriosque están diseñando nuestro futuro. Empezando por ellugar que acumula la mayor concentración de excelen-cia, talento, materia gris y conocimiento científico detodo el mundo. Cuatro paradas de metro: en apenascuatro paradas de la línea roja del metro que une Bos-ton y Cambridge podemos recorrer el hospital generalde Massachusetts, el mítico Instituto Tecnológico deMassachusetts y la prestigiosa Universidad de Har-vard. ¿Por qué se concentra en ellos tanta excelencia?Lean y verán.

Pero antes de comenzar el recorrido y coger veloci-dad, miremos un momento por el retrovisor. El pasado25 de julio, Louise Brown, el primer bebé probeta delmundo, cumplió 30 años. ¿Recuerdan aquella noticia?Fue una bomba que abrió un intenso debate. Sólo unosaños antes, la posibilidad de concebir fuera del úteroera ciencia-ficción. Y, sin embargo, desde entonces nosólo ha sido posible crear embriones en la probeta,sino congelarlos y descongelarlos, y cosas tan impensa-bles como que una abuela dé a luz a su nieta, unamujer pueda alquilar su útero al hijo de otra, o quecualquiera pueda recurrir a un banco de semen paraser madre. Más de tres millones de niños han nacido yagracias a unas técnicas que hoy nos parecen de lo másnormal.

Ninguna tecnología que haya sido inventada se hadejado de utilizar. Hasta hace muy poco, en la fronte-ra de la medicina con la ciencia-ficción aparecía unhumano recompuesto con metales y tornillos. Huma-nos como los de Star Wars. Pero la medicina regenera-tiva puede dejar en la cuneta al hombre biónico. Adiósa los órganos metálicos que tan difícil ensamblajetienen con la viscosa, caliente y misteriosa estructurade nuestros tejidos blandos. Ni de titanio ni de poliure-tano. La ingeniería de tejidos promete construirnoscorazones, hígados, páncreas, cualquier órgano, a par-tir de las células de nuestro propio cuerpo. ¿Ciencia-ficción? Hace sólo 10 años hubiéramos dicho que sí;ahora, no.

En los laboratorios del Center for CardiovascularRepair de Massachusetts laten corazones totalmenteconstruidos en el laboratorio. Podríamos decir que sontodavía sólo un prototipo, pero ahí están. Este que ve-mos es un corazón pequeño, rosáceo y húmedo, comosi acabara de salir del pecho. Sobrecoge ver la fragili-dad de sus tejidos nuevos, recién formados, pegados alfrío metal de los tubos. Pero late. Regular y rítmicamen-te. Sólo 24 horas antes de empezar a latir apenas erauna blanquecina bolsa arrugada, inerte, lo que queda-ba de un corazón extraído de una rata. Lo habían su-mergido en una solución química que había disueltotodas las células del tejido cardiaco. Parecía una vejigaseca. Sobre esa estructura depositaron los científicoscélulas madre cardiacas cultivadas en el laboratorio. Yesas células crecieron, se agruparon y ¡oh, sorpresa!comenzaron a latir juntas, acompasadamente.

¿Será verdad que la forma crea el órgano? En biolo-gía del desarrollo parece claro que la forma y funciónestán vinculadas por reglas que los científicos tratanaún de descifrar. En el torreón de esta nueva fronterade la ciencia vemos a una mujer enérgica, Doris Tay-lor, acompañada de un entusiasta equipo en el quesobresale un joven clínico, Herald Hott. De hablar pau-

sado, parece un MIR en plena guardia de 24 horas.Desde que hace unos meses comunicaron en Natureeste gran avance; todos los ojos están puestos en sutrabajo.

No es todavía un corazón completo, pero el primerpaso está dado. Construir órganos humanos a partirde células humanas no parece ya una quimera. Es

sólo cuestión de tiempo y supone un cambio de para-digma, algo que en ciencia ocurre con cierta frecuen-cia. Diferentes equipos avanzan por diferentes víashacia un mismo objetivo, pero, de repente, uno deellos encuentra un atajo. Atrás quedan los ingentesesfuerzos para conseguir un corazón artificial mecá-nico. Cuando en 1982 se habló del primer implante decorazón artificial, mucha gente se estremeció. La ex-presión, entre esperanzada y perpleja, del dentistaBarney Clark en su cama de resucitado indicaba quese había conseguido un hito, pero aquello no era uncorazón artificial, era un complejo entramado de má-quinas y cables que ocupaba toda una habitación.

Desde aquel Jarvik 7, sin embargo, se ha trabaja-do mucho. El Jarvik 2.000 desarrollado por el TexasHeart Institute apenas pesa 85 gramos y mide2,5u5,5 centímetros. Es un pequeño artilugio que seimplanta en el ventrículo izquierdo y bombea sangrea razón de cinco litros por minuto. Sigue necesitan-do una fuente externa de energía y hace un ruidobastante desagradable, pero el corazón mecánico es-tá salvando vidas y salvará todavía muchas antes deque el corazón bioartificial, construido con célulasdel propio organismo, pueda hacerlo. Sin embargo,la ingeniería de tejidos emerge ahora como la granalternativa. La imagen del entrañable J. F. Sebastianremoviendo ojos fabricados en el laboratorio y con-servados en un líquido de cultivo no es ya sólo una delas más memorables escenas de la película Bladerunner. Es una posibilidad cierta, aunque seguramen-te aún lejana.

—Aquí tocas el futuro con la mano. En realidad, esel futuro el que te viene a buscar.

Quien así habla es una mujer de 35 años llena depasión por la ciencia. Mercè Balcells trabaja en elprograma Health Sciences andTecnology que desarrollan la Fa-cultad de Medicina de Harvard yel MIT. Nos encontramos en la ca-fetería del edificio Stata y noscuenta que llegó en 1999 para unaño, y ahí sigue. Trabaja en inge-niería de tejidos. Lo más curiosoes que cuando llegó no había vistonunca una célula humana. Se ha-bía licenciado en Química Orgáni-ca en el Instituto Químico de Sarrià en Barcelona y sehabía doctorado en Biomateriales en Alemania.

—¿En qué trabaja exactamente?—Intentamos crear estructuras y materiales de so-

porte para construir órganos. Tratamos de averiguarcómo la forma influye en la función celular. Las célu-las de nuestro cuerpo “sienten” a través de receptores

o señales aún desconocidas, estímulos mecánicos quetraducen en funciones químicas y biológicas. Hemosvisto que si cambias los parámetros físicos, el soporte,las células se comportan de forma diferente.

—¿Por ejemplo?—Por ejemplo, si ponemos células endoteliales en

una placa de cultivo y las observamos al microscopio,

vemos que forman un adoquinado. Si variamos lascondiciones y hacemos pasar un fluido por encima enuna dirección, cambian la forma y la disposición: sealinean en la dirección del fluido, como para evitar elrozamiento. ¿Quién les ha dicho que tienen que ali-nearse?

Quedo con mi compañera Ester Riu, colaboradorade EL PAÍS en Boston, en la Harvard Library Co. Estáen plena Harvard Square, que viene a ser el centro vitalde Cambridge porque desde ella se accede al campusde la vetusta universidad. Nada más entrar encontra-mos el primer indicador de por qué esta universidad estan importante. Una gran estantería muestra las últi-mas novedades producidas en el campus, los libros quehan editado sus profesores e investigadores. Títulosinteresantes como para llenar un carrito de la compra.Un poco más allá, otra estantería no menos interesantemuestra los best seller, los libros más leídos en Har-vard. Y entre ellos sobresale uno de edición sumamen-te cuidada. Se titula The Last Lecture, lleva vendidosmás de tres millones de ejemplares y está escrito porRandy Pausch, un profesor de ciencias computaciona-les de la Universidad Carnegie Mellow, de 47 años.

La primera frase es demoledora: “Tengo un proble-ma de ingeniería. A pesar de que la mayor parte de míestá en excelente forma física, tengo 10 tumores en mihígado y sólo me quedan unos meses de vida”. Comoustedes saben, muchas universidades americanas cie-rran el curso con una last lecture, una última lecciónreflexiva que suele impartir algún eminente profesor.Cuando su universidad le encargó a Randy Pausch estaconferencia, no sabía que iba a ser, realmente, la últi-ma. Poco antes, en 2006, le habían diagnosticado uncáncer de páncreas que creía estar superando, perodespués del encargo supo que se había extendido. Iba a

morir, pero Randy Pausch no quisohablar de la muerte y convirtió sulast lecture en un alegato a favor dela vida. Anoten este título. Acabade editarse en castellano.

Cuando ya llevaba varios capítu-los, pensaba, la biomedicina avan-za, ciertamente, pero para muchosllega demasiado tarde. Un día seinventa la penicilina y la gente dejade morir de infecciones comunes,

pero ¿cuánta gente murió de pulmonía el día antes deque la penicilina salvara la primera vida? ¿Y cuántas aldía siguiente? ¿Y al año siguiente? Por si el MIT se noshabía subido a la cabeza, ahí estaba Randy Pausch,despidiéndose de la ciencia con esta frase: “No pode-mos cambiar las cartas que nos han sido dadas, pero sípodemos jugar la partida”.

La imagen de J. F. Sebastian removiendoojos fabricados en laboratorio ya no essólo una de las Más memorables escenasde ‘blade runner’. Es una posibilidad cierta,aunque seguramente aún lejana

Doris Taylor dirige el equipo científico que estudia la creación del primer corazón artificial mediante células madre. / álvaro garcía

El filme Blade runner, de Ridley Scott, adelantó en 1982 muchos de los avances científicos que hoy nos parecen al alcance de la mano.

Randy Paush, con su familia. / kristi a. rines para hobs studio

EL PAÍS, lunes 25 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

En pocos años se están haciendo realidad quimeras que se consideraban irrealizables.Esta serie explora algunas de las investigaciones que cambiarán el futuro del mundo

ADIÓS AL hombre biónicoviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

odos lo tienen ya muy claro: este siglo queacaba de comenzar será sin duda el de lasciencias de la vida. La revolución de labiología nos va a dar por primera vez laposibilidad de crear nuevos seres en ellaboratorio que trabajen para nosotros yhasta de rediseñar nuestro propio cuer-

po. El que vamos a emprender ahora es un viaje por lasfronteras de la ciencia, allá donde la ola del futurorompe con el presente y la ciencia-ficción se convierteen realidad. Será también un viaje al interior de nues-tro cuerpo y de nuestro cerebro. Vamos a ver cómo laingeniería de tejidos prepara las herramientas paracrear y reparar órganos, cómo los biólogos crean ani-males capaces de producir energía y medicamentospara nosotros y cómo los neurocientíficos no sólo soncapaces de leer lo que ocurre en nuestro cerebro, sinode modificar nuestro pensamiento. Y vamos a hacerlespreguntas de largo alcance: ¿cómo será nuestro cuerpodentro de 200 años? ¿Es inevitable que envejezcamos?¿Hasta cuánto podemos vivir?

Va a ser un viaje intenso, a veces inquietante, perono teman. Será soportable. Vamos a viajar por las fron-teras de las ciencias de la vida por el puro placer desaber y para conocer qué se cuece en los laboratoriosque están diseñando nuestro futuro. Empezando por ellugar que acumula la mayor concentración de excelen-cia, talento, materia gris y conocimiento científico detodo el mundo. Cuatro paradas de metro: en apenascuatro paradas de la línea roja del metro que une Bos-ton y Cambridge podemos recorrer el hospital generalde Massachusetts, el mítico Instituto Tecnológico deMassachusetts y la prestigiosa Universidad de Har-vard. ¿Por qué se concentra en ellos tanta excelencia?Lean y verán.

Pero antes de comenzar el recorrido y coger veloci-dad, miremos un momento por el retrovisor. El pasado25 de julio, Louise Brown, el primer bebé probeta delmundo, cumplió 30 años. ¿Recuerdan aquella noticia?Fue una bomba que abrió un intenso debate. Sólo unosaños antes, la posibilidad de concebir fuera del úteroera ciencia-ficción. Y, sin embargo, desde entonces nosólo ha sido posible crear embriones en la probeta,sino congelarlos y descongelarlos, y cosas tan impensa-bles como que una abuela dé a luz a su nieta, unamujer pueda alquilar su útero al hijo de otra, o quecualquiera pueda recurrir a un banco de semen paraser madre. Más de tres millones de niños han nacido yagracias a unas técnicas que hoy nos parecen de lo másnormal.

Ninguna tecnología que haya sido inventada se hadejado de utilizar. Hasta hace muy poco, en la fronte-ra de la medicina con la ciencia-ficción aparecía unhumano recompuesto con metales y tornillos. Huma-nos como los de Star Wars. Pero la medicina regenera-tiva puede dejar en la cuneta al hombre biónico. Adiósa los órganos metálicos que tan difícil ensamblajetienen con la viscosa, caliente y misteriosa estructurade nuestros tejidos blandos. Ni de titanio ni de poliure-tano. La ingeniería de tejidos promete construirnoscorazones, hígados, páncreas, cualquier órgano, a par-tir de las células de nuestro propio cuerpo. ¿Ciencia-ficción? Hace sólo 10 años hubiéramos dicho que sí;ahora, no.

En los laboratorios del Center for CardiovascularRepair de Massachusetts laten corazones totalmenteconstruidos en el laboratorio. Podríamos decir que sontodavía sólo un prototipo, pero ahí están. Este que ve-mos es un corazón pequeño, rosáceo y húmedo, comosi acabara de salir del pecho. Sobrecoge ver la fragili-dad de sus tejidos nuevos, recién formados, pegados alfrío metal de los tubos. Pero late. Regular y rítmicamen-te. Sólo 24 horas antes de empezar a latir apenas erauna blanquecina bolsa arrugada, inerte, lo que queda-ba de un corazón extraído de una rata. Lo habían su-mergido en una solución química que había disueltotodas las células del tejido cardiaco. Parecía una vejigaseca. Sobre esa estructura depositaron los científicoscélulas madre cardiacas cultivadas en el laboratorio. Yesas células crecieron, se agruparon y ¡oh, sorpresa!comenzaron a latir juntas, acompasadamente.

¿Será verdad que la forma crea el órgano? En biolo-gía del desarrollo parece claro que la forma y funciónestán vinculadas por reglas que los científicos tratanaún de descifrar. En el torreón de esta nueva fronterade la ciencia vemos a una mujer enérgica, Doris Tay-lor, acompañada de un entusiasta equipo en el quesobresale un joven clínico, Herald Hott. De hablar pau-

sado, parece un MIR en plena guardia de 24 horas.Desde que hace unos meses comunicaron en Natureeste gran avance; todos los ojos están puestos en sutrabajo.

No es todavía un corazón completo, pero el primerpaso está dado. Construir órganos humanos a partirde células humanas no parece ya una quimera. Es

sólo cuestión de tiempo y supone un cambio de para-digma, algo que en ciencia ocurre con cierta frecuen-cia. Diferentes equipos avanzan por diferentes víashacia un mismo objetivo, pero, de repente, uno deellos encuentra un atajo. Atrás quedan los ingentesesfuerzos para conseguir un corazón artificial mecá-nico. Cuando en 1982 se habló del primer implante decorazón artificial, mucha gente se estremeció. La ex-presión, entre esperanzada y perpleja, del dentistaBarney Clark en su cama de resucitado indicaba quese había conseguido un hito, pero aquello no era uncorazón artificial, era un complejo entramado de má-quinas y cables que ocupaba toda una habitación.

Desde aquel Jarvik 7, sin embargo, se ha trabaja-do mucho. El Jarvik 2.000 desarrollado por el TexasHeart Institute apenas pesa 85 gramos y mide2,5u5,5 centímetros. Es un pequeño artilugio que seimplanta en el ventrículo izquierdo y bombea sangrea razón de cinco litros por minuto. Sigue necesitan-do una fuente externa de energía y hace un ruidobastante desagradable, pero el corazón mecánico es-tá salvando vidas y salvará todavía muchas antes deque el corazón bioartificial, construido con célulasdel propio organismo, pueda hacerlo. Sin embargo,la ingeniería de tejidos emerge ahora como la granalternativa. La imagen del entrañable J. F. Sebastianremoviendo ojos fabricados en el laboratorio y con-servados en un líquido de cultivo no es ya sólo una delas más memorables escenas de la película Bladerunner. Es una posibilidad cierta, aunque seguramen-te aún lejana.

—Aquí tocas el futuro con la mano. En realidad, esel futuro el que te viene a buscar.

Quien así habla es una mujer de 35 años llena depasión por la ciencia. Mercè Balcells trabaja en elprograma Health Sciences andTecnology que desarrollan la Fa-cultad de Medicina de Harvard yel MIT. Nos encontramos en la ca-fetería del edificio Stata y noscuenta que llegó en 1999 para unaño, y ahí sigue. Trabaja en inge-niería de tejidos. Lo más curiosoes que cuando llegó no había vistonunca una célula humana. Se ha-bía licenciado en Química Orgáni-ca en el Instituto Químico de Sarrià en Barcelona y sehabía doctorado en Biomateriales en Alemania.

—¿En qué trabaja exactamente?—Intentamos crear estructuras y materiales de so-

porte para construir órganos. Tratamos de averiguarcómo la forma influye en la función celular. Las célu-las de nuestro cuerpo “sienten” a través de receptores

o señales aún desconocidas, estímulos mecánicos quetraducen en funciones químicas y biológicas. Hemosvisto que si cambias los parámetros físicos, el soporte,las células se comportan de forma diferente.

—¿Por ejemplo?—Por ejemplo, si ponemos células endoteliales en

una placa de cultivo y las observamos al microscopio,

vemos que forman un adoquinado. Si variamos lascondiciones y hacemos pasar un fluido por encima enuna dirección, cambian la forma y la disposición: sealinean en la dirección del fluido, como para evitar elrozamiento. ¿Quién les ha dicho que tienen que ali-nearse?

Quedo con mi compañera Ester Riu, colaboradorade EL PAÍS en Boston, en la Harvard Library Co. Estáen plena Harvard Square, que viene a ser el centro vitalde Cambridge porque desde ella se accede al campusde la vetusta universidad. Nada más entrar encontra-mos el primer indicador de por qué esta universidad estan importante. Una gran estantería muestra las últi-mas novedades producidas en el campus, los libros quehan editado sus profesores e investigadores. Títulosinteresantes como para llenar un carrito de la compra.Un poco más allá, otra estantería no menos interesantemuestra los best seller, los libros más leídos en Har-vard. Y entre ellos sobresale uno de edición sumamen-te cuidada. Se titula The Last Lecture, lleva vendidosmás de tres millones de ejemplares y está escrito porRandy Pausch, un profesor de ciencias computaciona-les de la Universidad Carnegie Mellow, de 47 años.

La primera frase es demoledora: “Tengo un proble-ma de ingeniería. A pesar de que la mayor parte de míestá en excelente forma física, tengo 10 tumores en mihígado y sólo me quedan unos meses de vida”. Comoustedes saben, muchas universidades americanas cie-rran el curso con una last lecture, una última lecciónreflexiva que suele impartir algún eminente profesor.Cuando su universidad le encargó a Randy Pausch estaconferencia, no sabía que iba a ser, realmente, la últi-ma. Poco antes, en 2006, le habían diagnosticado uncáncer de páncreas que creía estar superando, perodespués del encargo supo que se había extendido. Iba a

morir, pero Randy Pausch no quisohablar de la muerte y convirtió sulast lecture en un alegato a favor dela vida. Anoten este título. Acabade editarse en castellano.

Cuando ya llevaba varios capítu-los, pensaba, la biomedicina avan-za, ciertamente, pero para muchosllega demasiado tarde. Un día seinventa la penicilina y la gente dejade morir de infecciones comunes,

pero ¿cuánta gente murió de pulmonía el día antes deque la penicilina salvara la primera vida? ¿Y cuántas aldía siguiente? ¿Y al año siguiente? Por si el MIT se noshabía subido a la cabeza, ahí estaba Randy Pausch,despidiéndose de la ciencia con esta frase: “No pode-mos cambiar las cartas que nos han sido dadas, pero sípodemos jugar la partida”.

La imagen de J. F. Sebastian removiendoojos fabricados en laboratorio ya no essólo una de las Más memorables escenasde ‘blade runner’. Es una posibilidad cierta,aunque seguramente aún lejana

Doris Taylor dirige el equipo científico que estudia la creación del primer corazón artificial mediante células madre. / álvaro garcía

El filme Blade runner, de Ridley Scott, adelantó en 1982 muchos de los avances científicos que hoy nos parecen al alcance de la mano.

Randy Paush, con su familia. / kristi a. rines para hobs studio

6 EL PAÍS, lunes 25 de agosto de 2008

reportaje reportaje

De cerditos fluorescentes a gallinas que producen interferón humano, un medicamentomuy difícil de conseguir. Una incursión en el extraño mundo de la genética.

ESOS EXTRAÑOS ANIMALESviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

n este viaje vamos a encontrarnos conunos simpáticos cerditos que, a prime-ra vista, parecen muy normales, salvoque… ¡tienen morros y pezuñas fluo-rescentes! No, no se los han pintado.Han nacido con morros y pezuñasfluorescentes y se han convertido en

un hito de la ciencia, porque con su material genéticonunca hubieran podido tener esas pezuñas tan brillan-tes. Ésa es en realidad una propiedad que tienen cier-tas algas marinas y lo que han hecho en este caso losinvestigadores ha sido introducir en los embriones deestos cerdos algunos de los genes deesas algas. Resultado, un nuevo ani-mal ciertamente singular.

Estos cerditos fluorescentes son yahistoria y forman parte de la extensafauna de experimentación que loscientíficos han creado en el laborato-rio para tratar de desentrañar las re-glas de la biología, una fauna que in-cluye pollos de tres patas, moscas sinalas, ranas traslúcidas, peces transpa-rentes, vacas resistentes a los estafilococos y monoscon el pelo brillante. En el museo del MassachusettsInstitute of Tecnology (MIT) podemos contemplar va-rias colonias de peces cebra, todos de diferentes colo-res y formas, y ninguno igual al que produjo la naturale-za. Seres creados en el laboratorio. ¿Adónde nos llevatodo esto? Nos lo van a explicar dos científicos quecomparten premio y pasión: hoy, el profesor Ginés Mo-rata, investigador del Centro de Biología Molecular

CSIC-Universidad Autónoma de Madrid; en el capítulode mañana, Robert Langer, que dirige uno de los equi-pos más potentes del MIT de Estados Unidos, ambosganadores del premio Príncipe de Asturias de Investiga-ción: Morata en 2007 y Langer en 2008. Morata investi-ga los mecanismos básicos de la biología del desarrollo.Langer trabaja en sus aplicaciones más punteras, inge-niería de tejidos y nanotecnología.

Encontramos al profesor Morata en el palacio de laMagdalena de Santander, sede de la Universidad Me-néndez Pelayo, que celebra los 75 años de su fundación,en un curso sobre las ciencias de la vida en el siglo XXI.

Pregunta. Cerdos fluorescentes, pollos de tres patas:¿cómo ha sido todo esto posible, profesor Morata?

Respuesta. Ha habido tres hitos que han cambiadola forma de ver la naturaleza. El primero, la teoría deDarwin sobre el origen común de todos los seres vivos.El segundo hallazgo es que, si compartimos un origencomún y ahora somos diferentes, ha tenido que haberun vehículo de cambio evolutivo común a todas lasespecies. Ese vehículo es el ADN, una molécula gene-

ralmente estable, pero que a lo largo de millones deaños de evolución se ha modificado para generar lagran diversidad de seres que hay en el planeta. Y eltercer gran descubrimiento ha sido que todas las for-mas biológicas compartimos gran parte de ese mate-rial genético.

P. ¿Hasta cuánto compartimos?R. Pues, por ejemplo, los humanos compartimos un

60% de nuestro ADN con las moscas, más de un 80%con los ratones y un 98% con los chimpancés. Hay 50millones de especies animales distintas y, a pesar deesa enorme diversidad, todas tienen una unidad organi-

zativa básica común, un diseñocomún, en todos funcionan losmismos genes. Por eso todos losanimales tienen los ojos en laparte anterior del cuerpo.

P. Y por eso los cerdos, de mo-mento, no necesitan morros fluo-rescentes...

R. No es que queramos hacermonstruos. Con estos experi-mentos, lo que buscamos es ave-

riguar las reglas del desarrollo biológico. Todos losorganismos son susceptibles de convertirse en quime-ras, porque se puede mezclar parte de su dotacióngenética. Podemos rediseñar un organismo porque, enrealidad, las patas de una mosca se forman igual quelas patas de un ratón, aunque sean especies diferentes.Por eso podemos hacer que una mosca desarrolle patasen lugar de alas.

Cierto, se puede hacer eso y mucho más. Se puede

coger un embrión de mosca, y en el lugar donde tienenque salir las alas, se pueden poner genes que en unratón producirían ojos. ¿Qué tendremos? Pues ojos enlugar de alas. Cuatro, ocho ojos, que no pueden ver,obviamente (¿se imaginan una mosca así, delante denuestro plato, mirándonos fijamente?), porque paraello tendrían que insertar algo más que unos cuantosgenes, pero todo se andará…

P. Puestos a manipular, la mitología puede inspirar-nos mucho, ¿no cree? Centauros, sirenas… O tal vezalgo más sencillo, algo con lo que tantas veces soñóLeonardo da Vinci: alas para volar. ¿Será algún díaposible, profesor Morata?

R. De momento, lo que hemos hecho es romper elparadigma anterior. Con la biología molecular, la hu-manidad dispondrá por primera vez, en un periodo detiempo que en términos evolutivos es muy corto, deherramientas que le permitirán modificarse a sí mis-ma biológicamente. Podemos rediseñarnos. Si pode-mos modificar el ADN, ¿quién nos dice que dentro de500 años no podremos desarrollar alas? Hace sólo 200que empezamos a desarrollar las herramientas tecno-lógicas que han hecho posible la sociedad industrial,con los satélites, los móviles, la televisión, las navesespaciales. Si en 200 años hemos hecho todo esto, ¿quéno podrán dar de sí 200 años de ingeniería genética?Piense…

P. Pero nosotros no volaremos…R. Me temo que no. En términos biológicos, es terri-

blemente frustrante tener que morir. Porque estoy se-guro de que los hijos de mis nietos van a ver un mundocompletamente diferente. El desarrollo de la biologíapuede cambiar el paradigma de la vida, puede llegar acambiar el aspecto de las personas. Me gustaría desper-tarme dentro de 1.000 años. Es muy posible que loshumanos de entonces ni siquiera se parezcan mucho anosotros.

Llegados a este punto, se impone un receso. Porquesi ésta es la perspectiva, necesitaremos conceptos, com-prender las reglas de ese mundo de mutaciones queestá por llegar. Necesitaremos un lugar tranquilo, asíque nos vamos de nuevo a Harvard. Atravesamos elpatio central, dejamos atrás la famosa estatua de lastres mentiras y torcemos a la derecha. Ahí está, laescalinata de la Harvard Library, literal y metafórica-mente, el templo del saber.

Bien, ya estamos situados. La cuestión era: ¿cómo esposible semejante revolución? Porque la ciencia ha lo-grado penetrar en el libro de la vida. Todos los seresvivos están formados a partir de un libro de instruccio-nes que lo determina todo. Ese libro es el ADN y está

escrito en un alfabeto de sólo cuatro letras, las cuatrobases o componentes químicos esenciales. Se llamanadenina, guanina, citosina y tiamina, pero lo que impor-ta es que, combinados estos elementos, se forman ge-nes, como las letras forman palabras. La misión de losgenes es producir las proteínas que intervienen en ca-da una de las funciones del organismo. Y así como lacombinación de palabras forma frases con sentido, lacombinación de genes da lugar a funciones complejas.Y de la misma manera que un libro está dividido encapítulos, el genoma está divido en cromosomas.

Como saben, nuestro libro tiene 46 capítulos o cro-mosomas y unos 30.000 genes que regulan alrededorde 100.000 proteínas. Pero los humanos no somos losseres más complejos de la evolución. Algunos proto-zoos tienen más genes que nosotros. De lo que se dedu-ce que lo importante no es el número de genes, sinocómo se combinan. En todo caso, todos partimos deuna primera célula, la que formaron el óvulo y el esper-matozoide, en cuyo núcleo quedó inscrito el libro de

nuestra existencia. Todo está ahí. Todo lo que somos ylo que podemos llegar a ser está en ese libro.

Y ahora, preparen su imaginación, porque la van anecesitar: desde las primeras células del embrión, cadavez que una célula se divide para formar otra nueva,hace una copia exacta de todo el ADN. Sí, cada célula denuestro organismo tiene en su núcleo el libro entero,aunque sólo se activan en cada caso los genes necesa-rios para la función que esa célula tiene programada. Yahora imaginen: si cogiéramos el ADN que hay en unasola de nuestras células y lo estiráramos como si fueraun hilo, obtendríamos una hebra ¡de dos metros delongitud! Llevamos un ovillo de dos metros en el inte-rior de cada uno de los 10.000 billones de células queforman nuestro cuerpo (sí, han leído bien: billones), demodo que si pusiéramos todo el ADN de todas las célu-las de nuestro cuerpo alineado en forma de hebra,tendríamos un filamento que podría llegar a la Luna yvolver a la Tierra, ¡no una, sino varias veces!

Quien ha hecho estos cálculos es un hombre muyapreciado en la Universidad de Harvard, donde se for-mó como filósofo. Es Daniel C. Dennett, nacido en Bos-ton en 1942 y actualmente director del Centro de Estu-dios Cognitivos de la Universidad de Tufts, en Massa-chusetts. Con su barba blanca y maneras pausadas, esautor de varios libros que han tenido un gran impacto.

Si recuerdan, todo esto venía a cuento de aquelloscerditos con pezuñas fluorescentes y aquellas moscascon ojos en las alas. Pues bien, ello ha sido posibleporque en los últimos veinte años, los biólogos han sidocapaces de leer el libro básico de la vida e intercambiarpalabras entre distintas especies. Y si ya Darwin señalóque la clonación natural aceleraba la evolución, Den-nett considera ahora que la ingeniería genética va a ser“el gran acelerador” de la evolución.

¿Adónde nos llevará todo esto? Es difícil de imagi-nar. Pero ya tenemos plantas con genes de luciérnagaque brillan en la oscuridad, frutos resistentes a diferen-tes microorganismos y bacterias que producen ener-gía. Tenemos miles ratones y otros animales transgéni-cos creados para reproducir y estudiar enfermedadeshumanas. Y hasta animales capaces de producir medi-camentos y transferir esa propiedad a sus descendien-tes. En el Instituto Roslin de Edimburgo, el centro en elque Ian Wilmut consiguió en 1996 clonar a la ovejitaDolly, la investigadora Helen Sang ha conseguido crearuna gallina transgénica que produce interferón. Es unagallina ponedora a la que se han introducido geneshumanos, de manera que la clara de sus huevos contie-ne una apreciable cantidad de interferón humano, unmedicamento muy difícil de conseguir.

Uno de los cerdos con los que investiga el Instituto Roslin.

La doctora Helen Sang, con una gallina transgénica que produce interferón humano. / reuters

Los biólogos Peter Lawrence y Ginés Morata, ganadores del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2007. / josé ramón aguirre

NO ES QUE queramos hacer monstruos.Con estos experimentos, lo que buscamoses averiguar las reglas del desarrollobiológico. ¿quién nos dice que dentrode 500 años no podremos desarrollar alas?

EL PAÍS, martes 26 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

De cerditos fluorescentes a gallinas que producen interferón humano, un medicamentomuy difícil de conseguir. Una incursión en el extraño mundo de la genética.

ESOS EXTRAÑOS ANIMALESviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

n este viaje vamos a encontrarnos conunos simpáticos cerditos que, a prime-ra vista, parecen muy normales, salvoque… ¡tienen morros y pezuñas fluo-rescentes! No, no se los han pintado.Han nacido con morros y pezuñasfluorescentes y se han convertido en

un hito de la ciencia, porque con su material genéticonunca hubieran podido tener esas pezuñas tan brillan-tes. Ésa es en realidad una propiedad que tienen cier-tas algas marinas y lo que han hecho en este caso losinvestigadores ha sido introducir en los embriones deestos cerdos algunos de los genes deesas algas. Resultado, un nuevo ani-mal ciertamente singular.

Estos cerditos fluorescentes son yahistoria y forman parte de la extensafauna de experimentación que loscientíficos han creado en el laborato-rio para tratar de desentrañar las re-glas de la biología, una fauna que in-cluye pollos de tres patas, moscas sinalas, ranas traslúcidas, peces transpa-rentes, vacas resistentes a los estafilococos y monoscon el pelo brillante. En el museo del MassachusettsInstitute of Tecnology (MIT) podemos contemplar va-rias colonias de peces cebra, todos de diferentes colo-res y formas, y ninguno igual al que produjo la naturale-za. Seres creados en el laboratorio. ¿Adónde nos llevatodo esto? Nos lo van a explicar dos científicos quecomparten premio y pasión: hoy, el profesor Ginés Mo-rata, investigador del Centro de Biología Molecular

CSIC-Universidad Autónoma de Madrid; en el capítulode mañana, Robert Langer, que dirige uno de los equi-pos más potentes del MIT de Estados Unidos, ambosganadores del premio Príncipe de Asturias de Investiga-ción: Morata en 2007 y Langer en 2008. Morata investi-ga los mecanismos básicos de la biología del desarrollo.Langer trabaja en sus aplicaciones más punteras, inge-niería de tejidos y nanotecnología.

Encontramos al profesor Morata en el palacio de laMagdalena de Santander, sede de la Universidad Me-néndez Pelayo, que celebra los 75 años de su fundación,en un curso sobre las ciencias de la vida en el siglo XXI.

Pregunta. Cerdos fluorescentes, pollos de tres patas:¿cómo ha sido todo esto posible, profesor Morata?

Respuesta. Ha habido tres hitos que han cambiadola forma de ver la naturaleza. El primero, la teoría deDarwin sobre el origen común de todos los seres vivos.El segundo hallazgo es que, si compartimos un origencomún y ahora somos diferentes, ha tenido que haberun vehículo de cambio evolutivo común a todas lasespecies. Ese vehículo es el ADN, una molécula gene-

ralmente estable, pero que a lo largo de millones deaños de evolución se ha modificado para generar lagran diversidad de seres que hay en el planeta. Y eltercer gran descubrimiento ha sido que todas las for-mas biológicas compartimos gran parte de ese mate-rial genético.

P. ¿Hasta cuánto compartimos?R. Pues, por ejemplo, los humanos compartimos un

60% de nuestro ADN con las moscas, más de un 80%con los ratones y un 98% con los chimpancés. Hay 50millones de especies animales distintas y, a pesar deesa enorme diversidad, todas tienen una unidad organi-

zativa básica común, un diseñocomún, en todos funcionan losmismos genes. Por eso todos losanimales tienen los ojos en laparte anterior del cuerpo.

P. Y por eso los cerdos, de mo-mento, no necesitan morros fluo-rescentes...

R. No es que queramos hacermonstruos. Con estos experi-mentos, lo que buscamos es ave-

riguar las reglas del desarrollo biológico. Todos losorganismos son susceptibles de convertirse en quime-ras, porque se puede mezclar parte de su dotacióngenética. Podemos rediseñar un organismo porque, enrealidad, las patas de una mosca se forman igual quelas patas de un ratón, aunque sean especies diferentes.Por eso podemos hacer que una mosca desarrolle patasen lugar de alas.

Cierto, se puede hacer eso y mucho más. Se puede

coger un embrión de mosca, y en el lugar donde tienenque salir las alas, se pueden poner genes que en unratón producirían ojos. ¿Qué tendremos? Pues ojos enlugar de alas. Cuatro, ocho ojos, que no pueden ver,obviamente (¿se imaginan una mosca así, delante denuestro plato, mirándonos fijamente?), porque paraello tendrían que insertar algo más que unos cuantosgenes, pero todo se andará…

P. Puestos a manipular, la mitología puede inspirar-nos mucho, ¿no cree? Centauros, sirenas… O tal vezalgo más sencillo, algo con lo que tantas veces soñóLeonardo da Vinci: alas para volar. ¿Será algún díaposible, profesor Morata?

R. De momento, lo que hemos hecho es romper elparadigma anterior. Con la biología molecular, la hu-manidad dispondrá por primera vez, en un periodo detiempo que en términos evolutivos es muy corto, deherramientas que le permitirán modificarse a sí mis-ma biológicamente. Podemos rediseñarnos. Si pode-mos modificar el ADN, ¿quién nos dice que dentro de500 años no podremos desarrollar alas? Hace sólo 200que empezamos a desarrollar las herramientas tecno-lógicas que han hecho posible la sociedad industrial,con los satélites, los móviles, la televisión, las navesespaciales. Si en 200 años hemos hecho todo esto, ¿quéno podrán dar de sí 200 años de ingeniería genética?Piense…

P. Pero nosotros no volaremos…R. Me temo que no. En términos biológicos, es terri-

blemente frustrante tener que morir. Porque estoy se-guro de que los hijos de mis nietos van a ver un mundocompletamente diferente. El desarrollo de la biologíapuede cambiar el paradigma de la vida, puede llegar acambiar el aspecto de las personas. Me gustaría desper-tarme dentro de 1.000 años. Es muy posible que loshumanos de entonces ni siquiera se parezcan mucho anosotros.

Llegados a este punto, se impone un receso. Porquesi ésta es la perspectiva, necesitaremos conceptos, com-prender las reglas de ese mundo de mutaciones queestá por llegar. Necesitaremos un lugar tranquilo, asíque nos vamos de nuevo a Harvard. Atravesamos elpatio central, dejamos atrás la famosa estatua de lastres mentiras y torcemos a la derecha. Ahí está, laescalinata de la Harvard Library, literal y metafórica-mente, el templo del saber.

Bien, ya estamos situados. La cuestión era: ¿cómo esposible semejante revolución? Porque la ciencia ha lo-grado penetrar en el libro de la vida. Todos los seresvivos están formados a partir de un libro de instruccio-nes que lo determina todo. Ese libro es el ADN y está

escrito en un alfabeto de sólo cuatro letras, las cuatrobases o componentes químicos esenciales. Se llamanadenina, guanina, citosina y tiamina, pero lo que impor-ta es que, combinados estos elementos, se forman ge-nes, como las letras forman palabras. La misión de losgenes es producir las proteínas que intervienen en ca-da una de las funciones del organismo. Y así como lacombinación de palabras forma frases con sentido, lacombinación de genes da lugar a funciones complejas.Y de la misma manera que un libro está dividido encapítulos, el genoma está divido en cromosomas.

Como saben, nuestro libro tiene 46 capítulos o cro-mosomas y unos 30.000 genes que regulan alrededorde 100.000 proteínas. Pero los humanos no somos losseres más complejos de la evolución. Algunos proto-zoos tienen más genes que nosotros. De lo que se dedu-ce que lo importante no es el número de genes, sinocómo se combinan. En todo caso, todos partimos deuna primera célula, la que formaron el óvulo y el esper-matozoide, en cuyo núcleo quedó inscrito el libro de

nuestra existencia. Todo está ahí. Todo lo que somos ylo que podemos llegar a ser está en ese libro.

Y ahora, preparen su imaginación, porque la van anecesitar: desde las primeras células del embrión, cadavez que una célula se divide para formar otra nueva,hace una copia exacta de todo el ADN. Sí, cada célula denuestro organismo tiene en su núcleo el libro entero,aunque sólo se activan en cada caso los genes necesa-rios para la función que esa célula tiene programada. Yahora imaginen: si cogiéramos el ADN que hay en unasola de nuestras células y lo estiráramos como si fueraun hilo, obtendríamos una hebra ¡de dos metros delongitud! Llevamos un ovillo de dos metros en el inte-rior de cada uno de los 10.000 billones de células queforman nuestro cuerpo (sí, han leído bien: billones), demodo que si pusiéramos todo el ADN de todas las célu-las de nuestro cuerpo alineado en forma de hebra,tendríamos un filamento que podría llegar a la Luna yvolver a la Tierra, ¡no una, sino varias veces!

Quien ha hecho estos cálculos es un hombre muyapreciado en la Universidad de Harvard, donde se for-mó como filósofo. Es Daniel C. Dennett, nacido en Bos-ton en 1942 y actualmente director del Centro de Estu-dios Cognitivos de la Universidad de Tufts, en Massa-chusetts. Con su barba blanca y maneras pausadas, esautor de varios libros que han tenido un gran impacto.

Si recuerdan, todo esto venía a cuento de aquelloscerditos con pezuñas fluorescentes y aquellas moscascon ojos en las alas. Pues bien, ello ha sido posibleporque en los últimos veinte años, los biólogos han sidocapaces de leer el libro básico de la vida e intercambiarpalabras entre distintas especies. Y si ya Darwin señalóque la clonación natural aceleraba la evolución, Den-nett considera ahora que la ingeniería genética va a ser“el gran acelerador” de la evolución.

¿Adónde nos llevará todo esto? Es difícil de imagi-nar. Pero ya tenemos plantas con genes de luciérnagaque brillan en la oscuridad, frutos resistentes a diferen-tes microorganismos y bacterias que producen ener-gía. Tenemos miles ratones y otros animales transgéni-cos creados para reproducir y estudiar enfermedadeshumanas. Y hasta animales capaces de producir medi-camentos y transferir esa propiedad a sus descendien-tes. En el Instituto Roslin de Edimburgo, el centro en elque Ian Wilmut consiguió en 1996 clonar a la ovejitaDolly, la investigadora Helen Sang ha conseguido crearuna gallina transgénica que produce interferón. Es unagallina ponedora a la que se han introducido geneshumanos, de manera que la clara de sus huevos contie-ne una apreciable cantidad de interferón humano, unmedicamento muy difícil de conseguir.

Uno de los cerdos con los que investiga el Instituto Roslin.

La doctora Helen Sang, con una gallina transgénica que produce interferón humano. / reuters

Los biólogos Peter Lawrence y Ginés Morata, ganadores del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2007. / josé ramón aguirre

NO ES QUE queramos hacer monstruos.Con estos experimentos, lo que buscamoses averiguar las reglas del desarrollobiológico. ¿quién nos dice que dentrode 500 años no podremos desarrollar alas?

6 EL PAÍS, martes 26 de agosto de 2008

reportaje reportaje

De cerditos fluorescentes a gallinas que producen interferón humano, un medicamentomuy difícil de conseguir. Una incursión en el extraño mundo de la genética.

ESOS EXTRAÑOS ANIMALESviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

n este viaje vamos a encontrarnos conunos simpáticos cerditos que, a prime-ra vista, parecen muy normales, salvoque… ¡tienen morros y pezuñas fluo-rescentes! No, no se los han pintado.Han nacido con morros y pezuñasfluorescentes y se han convertido en

un hito de la ciencia, porque con su material genéticonunca hubieran podido tener esas pezuñas tan brillan-tes. Ésa es en realidad una propiedad que tienen cier-tas algas marinas y lo que han hecho en este caso losinvestigadores ha sido introducir en los embriones deestos cerdos algunos de los genes deesas algas. Resultado, un nuevo ani-mal ciertamente singular.

Estos cerditos fluorescentes son yahistoria y forman parte de la extensafauna de experimentación que loscientíficos han creado en el laborato-rio para tratar de desentrañar las re-glas de la biología, una fauna que in-cluye pollos de tres patas, moscas sinalas, ranas traslúcidas, peces transpa-rentes, vacas resistentes a los estafilococos y monoscon el pelo brillante. En el museo del MassachusettsInstitute of Tecnology (MIT) podemos contemplar va-rias colonias de peces cebra, todos de diferentes colo-res y formas, y ninguno igual al que produjo la naturale-za. Seres creados en el laboratorio. ¿Adónde nos llevatodo esto? Nos lo van a explicar dos científicos quecomparten premio y pasión: hoy, el profesor Ginés Mo-rata, investigador del Centro de Biología Molecular

CSIC-Universidad Autónoma de Madrid; en el capítulode mañana, Robert Langer, que dirige uno de los equi-pos más potentes del MIT de Estados Unidos, ambosganadores del premio Príncipe de Asturias de Investiga-ción: Morata en 2007 y Langer en 2008. Morata investi-ga los mecanismos básicos de la biología del desarrollo.Langer trabaja en sus aplicaciones más punteras, inge-niería de tejidos y nanotecnología.

Encontramos al profesor Morata en el palacio de laMagdalena de Santander, sede de la Universidad Me-néndez Pelayo, que celebra los 75 años de su fundación,en un curso sobre las ciencias de la vida en el siglo XXI.

Pregunta. Cerdos fluorescentes, pollos de tres patas:¿cómo ha sido todo esto posible, profesor Morata?

Respuesta. Ha habido tres hitos que han cambiadola forma de ver la naturaleza. El primero, la teoría deDarwin sobre el origen común de todos los seres vivos.El segundo hallazgo es que, si compartimos un origencomún y ahora somos diferentes, ha tenido que haberun vehículo de cambio evolutivo común a todas lasespecies. Ese vehículo es el ADN, una molécula gene-

ralmente estable, pero que a lo largo de millones deaños de evolución se ha modificado para generar lagran diversidad de seres que hay en el planeta. Y eltercer gran descubrimiento ha sido que todas las for-mas biológicas compartimos gran parte de ese mate-rial genético.

P. ¿Hasta cuánto compartimos?R. Pues, por ejemplo, los humanos compartimos un

60% de nuestro ADN con las moscas, más de un 80%con los ratones y un 98% con los chimpancés. Hay 50millones de especies animales distintas y, a pesar deesa enorme diversidad, todas tienen una unidad organi-

zativa básica común, un diseñocomún, en todos funcionan losmismos genes. Por eso todos losanimales tienen los ojos en laparte anterior del cuerpo.

P. Y por eso los cerdos, de mo-mento, no necesitan morros fluo-rescentes...

R. No es que queramos hacermonstruos. Con estos experi-mentos, lo que buscamos es ave-

riguar las reglas del desarrollo biológico. Todos losorganismos son susceptibles de convertirse en quime-ras, porque se puede mezclar parte de su dotacióngenética. Podemos rediseñar un organismo porque, enrealidad, las patas de una mosca se forman igual quelas patas de un ratón, aunque sean especies diferentes.Por eso podemos hacer que una mosca desarrolle patasen lugar de alas.

Cierto, se puede hacer eso y mucho más. Se puede

coger un embrión de mosca, y en el lugar donde tienenque salir las alas, se pueden poner genes que en unratón producirían ojos. ¿Qué tendremos? Pues ojos enlugar de alas. Cuatro, ocho ojos, que no pueden ver,obviamente (¿se imaginan una mosca así, delante denuestro plato, mirándonos fijamente?), porque paraello tendrían que insertar algo más que unos cuantosgenes, pero todo se andará…

P. Puestos a manipular, la mitología puede inspirar-nos mucho, ¿no cree? Centauros, sirenas… O tal vezalgo más sencillo, algo con lo que tantas veces soñóLeonardo da Vinci: alas para volar. ¿Será algún díaposible, profesor Morata?

R. De momento, lo que hemos hecho es romper elparadigma anterior. Con la biología molecular, la hu-manidad dispondrá por primera vez, en un periodo detiempo que en términos evolutivos es muy corto, deherramientas que le permitirán modificarse a sí mis-ma biológicamente. Podemos rediseñarnos. Si pode-mos modificar el ADN, ¿quién nos dice que dentro de500 años no podremos desarrollar alas? Hace sólo 200que empezamos a desarrollar las herramientas tecno-lógicas que han hecho posible la sociedad industrial,con los satélites, los móviles, la televisión, las navesespaciales. Si en 200 años hemos hecho todo esto, ¿quéno podrán dar de sí 200 años de ingeniería genética?Piense…

P. Pero nosotros no volaremos…R. Me temo que no. En términos biológicos, es terri-

blemente frustrante tener que morir. Porque estoy se-guro de que los hijos de mis nietos van a ver un mundocompletamente diferente. El desarrollo de la biologíapuede cambiar el paradigma de la vida, puede llegar acambiar el aspecto de las personas. Me gustaría desper-tarme dentro de 1.000 años. Es muy posible que loshumanos de entonces ni siquiera se parezcan mucho anosotros.

Llegados a este punto, se impone un receso. Porquesi ésta es la perspectiva, necesitaremos conceptos, com-prender las reglas de ese mundo de mutaciones queestá por llegar. Necesitaremos un lugar tranquilo, asíque nos vamos de nuevo a Harvard. Atravesamos elpatio central, dejamos atrás la famosa estatua de lastres mentiras y torcemos a la derecha. Ahí está, laescalinata de la Harvard Library, literal y metafórica-mente, el templo del saber.

Bien, ya estamos situados. La cuestión era: ¿cómo esposible semejante revolución? Porque la ciencia ha lo-grado penetrar en el libro de la vida. Todos los seresvivos están formados a partir de un libro de instruccio-nes que lo determina todo. Ese libro es el ADN y está

escrito en un alfabeto de sólo cuatro letras, las cuatrobases o componentes químicos esenciales. Se llamanadenina, guanina, citosina y tiamina, pero lo que impor-ta es que, combinados estos elementos, se forman ge-nes, como las letras forman palabras. La misión de losgenes es producir las proteínas que intervienen en ca-da una de las funciones del organismo. Y así como lacombinación de palabras forma frases con sentido, lacombinación de genes da lugar a funciones complejas.Y de la misma manera que un libro está dividido encapítulos, el genoma está divido en cromosomas.

Como saben, nuestro libro tiene 46 capítulos o cro-mosomas y unos 30.000 genes que regulan alrededorde 100.000 proteínas. Pero los humanos no somos losseres más complejos de la evolución. Algunos proto-zoos tienen más genes que nosotros. De lo que se dedu-ce que lo importante no es el número de genes, sinocómo se combinan. En todo caso, todos partimos deuna primera célula, la que formaron el óvulo y el esper-matozoide, en cuyo núcleo quedó inscrito el libro de

nuestra existencia. Todo está ahí. Todo lo que somos ylo que podemos llegar a ser está en ese libro.

Y ahora, preparen su imaginación, porque la van anecesitar: desde las primeras células del embrión, cadavez que una célula se divide para formar otra nueva,hace una copia exacta de todo el ADN. Sí, cada célula denuestro organismo tiene en su núcleo el libro entero,aunque sólo se activan en cada caso los genes necesa-rios para la función que esa célula tiene programada. Yahora imaginen: si cogiéramos el ADN que hay en unasola de nuestras células y lo estiráramos como si fueraun hilo, obtendríamos una hebra ¡de dos metros delongitud! Llevamos un ovillo de dos metros en el inte-rior de cada uno de los 10.000 billones de células queforman nuestro cuerpo (sí, han leído bien: billones), demodo que si pusiéramos todo el ADN de todas las célu-las de nuestro cuerpo alineado en forma de hebra,tendríamos un filamento que podría llegar a la Luna yvolver a la Tierra, ¡no una, sino varias veces!

Quien ha hecho estos cálculos es un hombre muyapreciado en la Universidad de Harvard, donde se for-mó como filósofo. Es Daniel C. Dennett, nacido en Bos-ton en 1942 y actualmente director del Centro de Estu-dios Cognitivos de la Universidad de Tufts, en Massa-chusetts. Con su barba blanca y maneras pausadas, esautor de varios libros que han tenido un gran impacto.

Si recuerdan, todo esto venía a cuento de aquelloscerditos con pezuñas fluorescentes y aquellas moscascon ojos en las alas. Pues bien, ello ha sido posibleporque en los últimos veinte años, los biólogos han sidocapaces de leer el libro básico de la vida e intercambiarpalabras entre distintas especies. Y si ya Darwin señalóque la clonación natural aceleraba la evolución, Den-nett considera ahora que la ingeniería genética va a ser“el gran acelerador” de la evolución.

¿Adónde nos llevará todo esto? Es difícil de imagi-nar. Pero ya tenemos plantas con genes de luciérnagaque brillan en la oscuridad, frutos resistentes a diferen-tes microorganismos y bacterias que producen ener-gía. Tenemos miles ratones y otros animales transgéni-cos creados para reproducir y estudiar enfermedadeshumanas. Y hasta animales capaces de producir medi-camentos y transferir esa propiedad a sus descendien-tes. En el Instituto Roslin de Edimburgo, el centro en elque Ian Wilmut consiguió en 1996 clonar a la ovejitaDolly, la investigadora Helen Sang ha conseguido crearuna gallina transgénica que produce interferón. Es unagallina ponedora a la que se han introducido geneshumanos, de manera que la clara de sus huevos contie-ne una apreciable cantidad de interferón humano, unmedicamento muy difícil de conseguir.

Uno de los cerdos con los que investiga el Instituto Roslin.

La doctora Helen Sang, con una gallina transgénica que produce interferón humano. / reuters

Los biólogos Peter Lawrence y Ginés Morata, ganadores del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2007. / josé ramón aguirre

NO ES QUE queramos hacer monstruos.Con estos experimentos, lo que buscamoses averiguar las reglas del desarrollobiológico. ¿quién nos dice que dentrode 500 años no podremos desarrollar alas?

EL PAÍS, martes 26 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

De cerditos fluorescentes a gallinas que producen interferón humano, un medicamentomuy difícil de conseguir. Una incursión en el extraño mundo de la genética.

ESOS EXTRAÑOS ANIMALESviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

n este viaje vamos a encontrarnos conunos simpáticos cerditos que, a prime-ra vista, parecen muy normales, salvoque… ¡tienen morros y pezuñas fluo-rescentes! No, no se los han pintado.Han nacido con morros y pezuñasfluorescentes y se han convertido en

un hito de la ciencia, porque con su material genéticonunca hubieran podido tener esas pezuñas tan brillan-tes. Ésa es en realidad una propiedad que tienen cier-tas algas marinas y lo que han hecho en este caso losinvestigadores ha sido introducir en los embriones deestos cerdos algunos de los genes deesas algas. Resultado, un nuevo ani-mal ciertamente singular.

Estos cerditos fluorescentes son yahistoria y forman parte de la extensafauna de experimentación que loscientíficos han creado en el laborato-rio para tratar de desentrañar las re-glas de la biología, una fauna que in-cluye pollos de tres patas, moscas sinalas, ranas traslúcidas, peces transpa-rentes, vacas resistentes a los estafilococos y monoscon el pelo brillante. En el museo del MassachusettsInstitute of Tecnology (MIT) podemos contemplar va-rias colonias de peces cebra, todos de diferentes colo-res y formas, y ninguno igual al que produjo la naturale-za. Seres creados en el laboratorio. ¿Adónde nos llevatodo esto? Nos lo van a explicar dos científicos quecomparten premio y pasión: hoy, el profesor Ginés Mo-rata, investigador del Centro de Biología Molecular

CSIC-Universidad Autónoma de Madrid; en el capítulode mañana, Robert Langer, que dirige uno de los equi-pos más potentes del MIT de Estados Unidos, ambosganadores del premio Príncipe de Asturias de Investiga-ción: Morata en 2007 y Langer en 2008. Morata investi-ga los mecanismos básicos de la biología del desarrollo.Langer trabaja en sus aplicaciones más punteras, inge-niería de tejidos y nanotecnología.

Encontramos al profesor Morata en el palacio de laMagdalena de Santander, sede de la Universidad Me-néndez Pelayo, que celebra los 75 años de su fundación,en un curso sobre las ciencias de la vida en el siglo XXI.

Pregunta. Cerdos fluorescentes, pollos de tres patas:¿cómo ha sido todo esto posible, profesor Morata?

Respuesta. Ha habido tres hitos que han cambiadola forma de ver la naturaleza. El primero, la teoría deDarwin sobre el origen común de todos los seres vivos.El segundo hallazgo es que, si compartimos un origencomún y ahora somos diferentes, ha tenido que haberun vehículo de cambio evolutivo común a todas lasespecies. Ese vehículo es el ADN, una molécula gene-

ralmente estable, pero que a lo largo de millones deaños de evolución se ha modificado para generar lagran diversidad de seres que hay en el planeta. Y eltercer gran descubrimiento ha sido que todas las for-mas biológicas compartimos gran parte de ese mate-rial genético.

P. ¿Hasta cuánto compartimos?R. Pues, por ejemplo, los humanos compartimos un

60% de nuestro ADN con las moscas, más de un 80%con los ratones y un 98% con los chimpancés. Hay 50millones de especies animales distintas y, a pesar deesa enorme diversidad, todas tienen una unidad organi-

zativa básica común, un diseñocomún, en todos funcionan losmismos genes. Por eso todos losanimales tienen los ojos en laparte anterior del cuerpo.

P. Y por eso los cerdos, de mo-mento, no necesitan morros fluo-rescentes...

R. No es que queramos hacermonstruos. Con estos experi-mentos, lo que buscamos es ave-

riguar las reglas del desarrollo biológico. Todos losorganismos son susceptibles de convertirse en quime-ras, porque se puede mezclar parte de su dotacióngenética. Podemos rediseñar un organismo porque, enrealidad, las patas de una mosca se forman igual quelas patas de un ratón, aunque sean especies diferentes.Por eso podemos hacer que una mosca desarrolle patasen lugar de alas.

Cierto, se puede hacer eso y mucho más. Se puede

coger un embrión de mosca, y en el lugar donde tienenque salir las alas, se pueden poner genes que en unratón producirían ojos. ¿Qué tendremos? Pues ojos enlugar de alas. Cuatro, ocho ojos, que no pueden ver,obviamente (¿se imaginan una mosca así, delante denuestro plato, mirándonos fijamente?), porque paraello tendrían que insertar algo más que unos cuantosgenes, pero todo se andará…

P. Puestos a manipular, la mitología puede inspirar-nos mucho, ¿no cree? Centauros, sirenas… O tal vezalgo más sencillo, algo con lo que tantas veces soñóLeonardo da Vinci: alas para volar. ¿Será algún díaposible, profesor Morata?

R. De momento, lo que hemos hecho es romper elparadigma anterior. Con la biología molecular, la hu-manidad dispondrá por primera vez, en un periodo detiempo que en términos evolutivos es muy corto, deherramientas que le permitirán modificarse a sí mis-ma biológicamente. Podemos rediseñarnos. Si pode-mos modificar el ADN, ¿quién nos dice que dentro de500 años no podremos desarrollar alas? Hace sólo 200que empezamos a desarrollar las herramientas tecno-lógicas que han hecho posible la sociedad industrial,con los satélites, los móviles, la televisión, las navesespaciales. Si en 200 años hemos hecho todo esto, ¿quéno podrán dar de sí 200 años de ingeniería genética?Piense…

P. Pero nosotros no volaremos…R. Me temo que no. En términos biológicos, es terri-

blemente frustrante tener que morir. Porque estoy se-guro de que los hijos de mis nietos van a ver un mundocompletamente diferente. El desarrollo de la biologíapuede cambiar el paradigma de la vida, puede llegar acambiar el aspecto de las personas. Me gustaría desper-tarme dentro de 1.000 años. Es muy posible que loshumanos de entonces ni siquiera se parezcan mucho anosotros.

Llegados a este punto, se impone un receso. Porquesi ésta es la perspectiva, necesitaremos conceptos, com-prender las reglas de ese mundo de mutaciones queestá por llegar. Necesitaremos un lugar tranquilo, asíque nos vamos de nuevo a Harvard. Atravesamos elpatio central, dejamos atrás la famosa estatua de lastres mentiras y torcemos a la derecha. Ahí está, laescalinata de la Harvard Library, literal y metafórica-mente, el templo del saber.

Bien, ya estamos situados. La cuestión era: ¿cómo esposible semejante revolución? Porque la ciencia ha lo-grado penetrar en el libro de la vida. Todos los seresvivos están formados a partir de un libro de instruccio-nes que lo determina todo. Ese libro es el ADN y está

escrito en un alfabeto de sólo cuatro letras, las cuatrobases o componentes químicos esenciales. Se llamanadenina, guanina, citosina y tiamina, pero lo que impor-ta es que, combinados estos elementos, se forman ge-nes, como las letras forman palabras. La misión de losgenes es producir las proteínas que intervienen en ca-da una de las funciones del organismo. Y así como lacombinación de palabras forma frases con sentido, lacombinación de genes da lugar a funciones complejas.Y de la misma manera que un libro está dividido encapítulos, el genoma está divido en cromosomas.

Como saben, nuestro libro tiene 46 capítulos o cro-mosomas y unos 30.000 genes que regulan alrededorde 100.000 proteínas. Pero los humanos no somos losseres más complejos de la evolución. Algunos proto-zoos tienen más genes que nosotros. De lo que se dedu-ce que lo importante no es el número de genes, sinocómo se combinan. En todo caso, todos partimos deuna primera célula, la que formaron el óvulo y el esper-matozoide, en cuyo núcleo quedó inscrito el libro de

nuestra existencia. Todo está ahí. Todo lo que somos ylo que podemos llegar a ser está en ese libro.

Y ahora, preparen su imaginación, porque la van anecesitar: desde las primeras células del embrión, cadavez que una célula se divide para formar otra nueva,hace una copia exacta de todo el ADN. Sí, cada célula denuestro organismo tiene en su núcleo el libro entero,aunque sólo se activan en cada caso los genes necesa-rios para la función que esa célula tiene programada. Yahora imaginen: si cogiéramos el ADN que hay en unasola de nuestras células y lo estiráramos como si fueraun hilo, obtendríamos una hebra ¡de dos metros delongitud! Llevamos un ovillo de dos metros en el inte-rior de cada uno de los 10.000 billones de células queforman nuestro cuerpo (sí, han leído bien: billones), demodo que si pusiéramos todo el ADN de todas las célu-las de nuestro cuerpo alineado en forma de hebra,tendríamos un filamento que podría llegar a la Luna yvolver a la Tierra, ¡no una, sino varias veces!

Quien ha hecho estos cálculos es un hombre muyapreciado en la Universidad de Harvard, donde se for-mó como filósofo. Es Daniel C. Dennett, nacido en Bos-ton en 1942 y actualmente director del Centro de Estu-dios Cognitivos de la Universidad de Tufts, en Massa-chusetts. Con su barba blanca y maneras pausadas, esautor de varios libros que han tenido un gran impacto.

Si recuerdan, todo esto venía a cuento de aquelloscerditos con pezuñas fluorescentes y aquellas moscascon ojos en las alas. Pues bien, ello ha sido posibleporque en los últimos veinte años, los biólogos han sidocapaces de leer el libro básico de la vida e intercambiarpalabras entre distintas especies. Y si ya Darwin señalóque la clonación natural aceleraba la evolución, Den-nett considera ahora que la ingeniería genética va a ser“el gran acelerador” de la evolución.

¿Adónde nos llevará todo esto? Es difícil de imagi-nar. Pero ya tenemos plantas con genes de luciérnagaque brillan en la oscuridad, frutos resistentes a diferen-tes microorganismos y bacterias que producen ener-gía. Tenemos miles ratones y otros animales transgéni-cos creados para reproducir y estudiar enfermedadeshumanas. Y hasta animales capaces de producir medi-camentos y transferir esa propiedad a sus descendien-tes. En el Instituto Roslin de Edimburgo, el centro en elque Ian Wilmut consiguió en 1996 clonar a la ovejitaDolly, la investigadora Helen Sang ha conseguido crearuna gallina transgénica que produce interferón. Es unagallina ponedora a la que se han introducido geneshumanos, de manera que la clara de sus huevos contie-ne una apreciable cantidad de interferón humano, unmedicamento muy difícil de conseguir.

Uno de los cerdos con los que investiga el Instituto Roslin.

La doctora Helen Sang, con una gallina transgénica que produce interferón humano. / reuters

Los biólogos Peter Lawrence y Ginés Morata, ganadores del Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2007. / josé ramón aguirre

NO ES QUE queramos hacer monstruos.Con estos experimentos, lo que buscamoses averiguar las reglas del desarrollobiológico. ¿quién nos dice que dentrode 500 años no podremos desarrollar alas?

6 EL PAÍS, martes 26 de agosto de 2008

reportaje reportaje

Caballos de Troya y naves espaciales viajan por la sangre. Ahora ya no se necesitaráncélulas embrionarias para reparar tejidos o construir órganos

EL TALLER DE TEJIDOSviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

onocer los mecanismos básicos de la bio-logía ha permitido acuñar un términoque todavía suena a ciencia-ficción: la in-geniería de tejidos, la posibilidad de repa-rar y construir órganos con células delpropio paciente.

—No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón de células madrecapaces de especializarse en cualquier tejido de sucuerpo. Por ejemplo, en tejido cardiaco.

No es una amenaza. Juan Carlos Izpisúa Belmonteilustra así la fiebre con la que se trabaja en medicinaregenerativa. La fiebre con la que trabaja su equipo o,mejor, sus equipos, porque Izpisúadirige al mismo tiempo un grupode investigación en el Instituto Salkde California, y el Centro de Medici-na Regenerativa de Barcelona. Eltrasiego de personas y de informa-ción entre uno y otro es constante.El edificio que ocupan en Barcelo-na es como un gran barco abiertoal mar que merece la pena visitar,pero no es el paisaje el que nos hatraído hasta aquí, sino un trabajo que Izpisúa acaba depresentar en Nueva York.

—¿Qué dice que puede hacer con un pelo que se mecaiga?

—Tranquila, era sólo una broma. Hemos consegui-do que algunas células de pelo reprogramadas vuelvana diferenciarse hasta obtener células cardiacas. Y nues-tro equipo ha desarrollado una nueva técnica que ofre-ce mayor eficacia y seguridad en el uso de las célulasmadre obtenidas mediante reprogramación celular.

Atentos a esta palabra porque la reprogramacióncelular ni siquiera estaba en la agenda científica haceun año. Se incorporó por sorpresa en noviembre pasa-do. Hasta ese momento se creía que la única forma de

poder obtener células madre con las que intentar repa-rar tejidos era cultivándolas en laboratorio a partir decélulas embrionarias. Pero en noviembre llegó la noti-cia que confirmaba un nuevo y espectacular atajo: dosequipos, el de Shynia Yamanaka en la Universidad deKioto (Japón), y el de James Thompson en la de Wis-consin (Estados Unidos), habían logrado reprogramaruna simple célula de la piel y hacerla volver atrás,hasta convertirla en una célula madre capaz de com-portarse como si fuera embrionaria. Es decir, capaz dediferenciarse de nuevo en cualquiera de los 220 tiposde células que conforman el organismo humano. ¡Unamarcha atrás en la evolución! El hallazgo supone un

nuevo cambio de paradigma: ya no se necesitarán célu-las embrionarias para reparar tejidos o construir órga-nos. Fin de la polémica. Servirá cualquier célula delpropio paciente. Izpisúa ha hecho un barrido de losdistintos tipos de célula y ha encontrado que las másidóneas para la reprogramación, las que pueden darmás células madre en menos tiempo, son los queratino-citos, y el lugar más fácil de obtenerlos, un simple pelo.

—Todo esto es apasionante, pero ¿cuándo podránrealmente reparar tejidos?

—El camino abierto es impresionante, pero para esoaún quedan muchos escollos por superar. El de la segu-ridad es el más importante. Para introducir las célulasmadre cultivadas en el organismo se ha de utilizar un

vector. Hasta ahora se han utilizado diferentes virus,pero tienen el inconveniente de que si van a parar auna zona del cromosoma en la que hay genes activado-res de la proliferación celular, pueden provocar untumor. Nosotros utilizamos un virus del sida atenuadoy lo que ahora presentamos es una técnica especial quelo hace más seguro.

Penetrar en el interior de la célula de forma contro-lada es el mayor reto, no sólo de la medicina regenerati-va sino de la medicina en general y de la oncología enparticular porque, si eso fuera posible, ya no seríapreciso matar moscas a cañonazos como ocurre ahoracon la quimioterapia, que además de matar a las célu-

las tumorales mata también a to-das las que se dividen deprisa. Has-ta ahora se han utilizado virus parapenetrar en las células, pero sonpeligrosos, de manera que cientosde equipos trabajan en diseñar ma-teriales que cumplan la misma fun-ción.

Hoy ya es posible imaginar unamedicina personalizada en la quelos médicos introducirán en nues-

tro cuerpo pequeñas naves espaciales, dotadas de unprograma inteligente que las hará ir allí donde está eltumor o el tejido infartado que reparar, y depositar enella su carga, ya sea un medicamento o una célulamadre.

Nanotecnología, ésa es la palabra, y para conocer sualcance vamos a visitar a Ernest Giralt, catedrático dela Universidad de Barcelona y jefe del programa deQuímica y Farmacología Molecular del Institut de Re-cerca Biomédica de Barcelona.

—¿Cómo de pequeñas han de ser esas naves?—Pues si han de penetrar en una célula, no más de

unos pocos nanómetros. Y como sabe, un nanómetroes la mil millonésima parte de un metro. Para que se

hagan una idea: un nanotubo sería cien mil veces máspequeño que el diámetro de un pelo.

—Es difícil imaginar cómo se puede trabajar en esasdimensiones.

—Con microscopios muy especiales. El objetivo escrear lanzaderas capaces de penetrar en el interior dela célula. Ahora la membrana celular es una barrera;de hecho, el 70% de los fármacos actúan fuera de lacélula. Lo que pretendemos es diseñar auténticos caba-llos de Troya que permitan la liberación controlada defármacos.

—¿Y de qué están hechas esas naves?—Se pueden utilizar diferentes materiales. Las nues-

tras son de oro.—¿De oro?—Sí, partículas de oro 4.000 veces más pequeñas

que el diámetro de un pelo. ¿Sabe que el oro, a esetamaño, ya no es amarillo?

—¿No?—No. Es rojo. Porque ha perdido una propiedad del

plasma superficial. En realidad es una paradoja: hande ser partículas tan pequeñas que puedan atravesarlas barreras biológicas, pero lo suficientemente gran-des como para llevar carga en su interior.

—¿Y cómo consiguen que vayan adonde ustedesquieren?

—Las decoramos con sustancias que puedan atrave-sar las barreras biológicas, por ejemplo, un anticuerpoo un péptido. En nuestro caso, utilizamos partículas deoro decoradas con un péptido. Y nuestro objetivo sonlos depósitos de proteína amieloide. Como sabe, la for-mación de aglomerados de proteína amieloide es loque causa Alzheimer. En pruebas de laboratorio, he-mos comprobado que al calentar las partículas conmicroondas el calor del oro se disipa, los depósitos deproteína se disuelven y se puede restaurar la funciónneuronal.

El desafío es enorme. Porque para que esos caballosde Troya puedan penetrar en un cerebro enfermo deAlzheimer han de atravesar la barrera hemato-encefáli-ca, algo muy difícil. En eso trabaja el equipo de RobertLanger, premio Príncipe de Asturias 2008, así que vol-vemos al MIT donde, justo hace dos meses, FrancescoStellacci ha anunciado la creación de una nanopartícu-

la sintética capaz de entrar en la célula sin romperla.La partícula es de oro y es capaz de atravesar la mem-brana celular sin hacer un agujero ni dañarla porqueentra con un péptido.

Robert Langer nos recibe en su despacho. No haymesa, sólo un tablero pegado a la pared y unas cuantassillas dispuestas en círculo, señal inequívoca de que lasreuniones aquí son muy, muy rápidas. En el capítuloque dedicaremos al MIT volveré a hablarles de Langer,pero ahora vamos al grano:

—¿Cuáles son sus objetivos inmediatos, profesorLanger?

—Como sabe, intentamos conjugar la investigaciónbásica con las aplicaciones clínicas. En el primer ámbi-to, nuestro principal objetivo es crear moléculas segu-ras y eficaces para transportar fragmentos de DNA osustancias terapéuticas hasta el interior de las células.También nos planteamos utilizar vectores no víricosen la reprogramación celular, es decir, diseñar nano-partículas capaces de introducir en el organismo deforma segura las células madre obtenidas por reprogra-mación. Y también intentamos crear nuevas nanoes-

tructuras para facilitar el crecimiento vascular e inclu-so neurológico en animales con parálisis.

—¿Han conseguido resultados concretos?—Hemos creado unas partículas (wafers) que lo-

gran traspasar la barrera hemato-encefálica y puedenpenetrar directamente en las células de un tumorcerebral. Este tratamiento ha sido ya aprobado. He-mos demostrado que la liberación localizada y contro-lada de fármacos puede funcionar en tumores cerebra-les y de la médula espinal, y ahora estamos intentandodesarrollar nanopartículas específicas para el cáncerde próstata. Pero en teoría, si logramos la partícula yel sistema de aproximación adecuados, deberían fun-cionar en cualquier tipo de cáncer. Ése es nuestropropósito.

—¿Cuáles son los obstáculos?—El principal es que hay unas células que se llaman

macrófagos, que pueden absorber las partículas y evi-tar que alcancen el objetivo. De modo que las partícu-las han de tener dos dispositivos, uno para evitar losmacrófagos y otro para asegurar que se dirigen a lascélulas que queremos y no a otras.

Como habrán visto, la biología, la ingeniería y lamedicina avanzan de la mano en diferentes frentes. Yse espera una eclosión en pocos años. Y todo esto vienedel descubrimiento de la estructura del ADN. Cuandoen mayo de 2001, Francis Collins y Craig Venter presen-taron la secuencia completa del primer genoma huma-no, habían pasado 48 años desde que James Watson yFrancis Crick publicaran, en un artículo en Nature deapenas 900 palabras, la famosa estructura en forma dehélice.

Hasta ahora se han completado los genomas deocho personas.

Por 50.000 dólares (33.000 euros) puede usted con-seguir que le deletreen el suyo. Eso es lo que ha costa-do descifrar el de James Watson. Lo interesante deeste genoma, presentado en abril pasado, no es tantoconocer la carga genética del famoso Nobel (aunque suestudio tal vez algún día pueda explicarnos por quétiene cierta propensión a la frivolidad y la misoginia),sino el hecho de que se ha logrado en apenas dos meseslo que en el primer genoma costó más de diez años.

Éste es el tipo de aceleración que vive hoy la ciencia.

Instalaciones de la Plataforma de Nanotecnología del Parque Científico de la Universidad de Barcelona. / raimon solá

“No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón decélulas madre capaces de especializarseen cualquier tejido de su cuerpo. Porejemplo, en tejido cardiaco”

Juan Carlos Izpisúa, director del CMRB. / carles ribas

EL PAÍS, miércoles 27 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

Caballos de Troya y naves espaciales viajan por la sangre. Ahora ya no se necesitaráncélulas embrionarias para reparar tejidos o construir órganos

EL TALLER DE TEJIDOSviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

onocer los mecanismos básicos de la bio-logía ha permitido acuñar un términoque todavía suena a ciencia-ficción: la in-geniería de tejidos, la posibilidad de repa-rar y construir órganos con células delpropio paciente.

—No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón de células madrecapaces de especializarse en cualquier tejido de sucuerpo. Por ejemplo, en tejido cardiaco.

No es una amenaza. Juan Carlos Izpisúa Belmonteilustra así la fiebre con la que se trabaja en medicinaregenerativa. La fiebre con la que trabaja su equipo o,mejor, sus equipos, porque Izpisúadirige al mismo tiempo un grupode investigación en el Instituto Salkde California, y el Centro de Medici-na Regenerativa de Barcelona. Eltrasiego de personas y de informa-ción entre uno y otro es constante.El edificio que ocupan en Barcelo-na es como un gran barco abiertoal mar que merece la pena visitar,pero no es el paisaje el que nos hatraído hasta aquí, sino un trabajo que Izpisúa acaba depresentar en Nueva York.

—¿Qué dice que puede hacer con un pelo que se mecaiga?

—Tranquila, era sólo una broma. Hemos consegui-do que algunas células de pelo reprogramadas vuelvana diferenciarse hasta obtener células cardiacas. Y nues-tro equipo ha desarrollado una nueva técnica que ofre-ce mayor eficacia y seguridad en el uso de las célulasmadre obtenidas mediante reprogramación celular.

Atentos a esta palabra porque la reprogramacióncelular ni siquiera estaba en la agenda científica haceun año. Se incorporó por sorpresa en noviembre pasa-do. Hasta ese momento se creía que la única forma de

poder obtener células madre con las que intentar repa-rar tejidos era cultivándolas en laboratorio a partir decélulas embrionarias. Pero en noviembre llegó la noti-cia que confirmaba un nuevo y espectacular atajo: dosequipos, el de Shynia Yamanaka en la Universidad deKioto (Japón), y el de James Thompson en la de Wis-consin (Estados Unidos), habían logrado reprogramaruna simple célula de la piel y hacerla volver atrás,hasta convertirla en una célula madre capaz de com-portarse como si fuera embrionaria. Es decir, capaz dediferenciarse de nuevo en cualquiera de los 220 tiposde células que conforman el organismo humano. ¡Unamarcha atrás en la evolución! El hallazgo supone un

nuevo cambio de paradigma: ya no se necesitarán célu-las embrionarias para reparar tejidos o construir órga-nos. Fin de la polémica. Servirá cualquier célula delpropio paciente. Izpisúa ha hecho un barrido de losdistintos tipos de célula y ha encontrado que las másidóneas para la reprogramación, las que pueden darmás células madre en menos tiempo, son los queratino-citos, y el lugar más fácil de obtenerlos, un simple pelo.

—Todo esto es apasionante, pero ¿cuándo podránrealmente reparar tejidos?

—El camino abierto es impresionante, pero para esoaún quedan muchos escollos por superar. El de la segu-ridad es el más importante. Para introducir las célulasmadre cultivadas en el organismo se ha de utilizar un

vector. Hasta ahora se han utilizado diferentes virus,pero tienen el inconveniente de que si van a parar auna zona del cromosoma en la que hay genes activado-res de la proliferación celular, pueden provocar untumor. Nosotros utilizamos un virus del sida atenuadoy lo que ahora presentamos es una técnica especial quelo hace más seguro.

Penetrar en el interior de la célula de forma contro-lada es el mayor reto, no sólo de la medicina regenerati-va sino de la medicina en general y de la oncología enparticular porque, si eso fuera posible, ya no seríapreciso matar moscas a cañonazos como ocurre ahoracon la quimioterapia, que además de matar a las célu-

las tumorales mata también a to-das las que se dividen deprisa. Has-ta ahora se han utilizado virus parapenetrar en las células, pero sonpeligrosos, de manera que cientosde equipos trabajan en diseñar ma-teriales que cumplan la misma fun-ción.

Hoy ya es posible imaginar unamedicina personalizada en la quelos médicos introducirán en nues-

tro cuerpo pequeñas naves espaciales, dotadas de unprograma inteligente que las hará ir allí donde está eltumor o el tejido infartado que reparar, y depositar enella su carga, ya sea un medicamento o una célulamadre.

Nanotecnología, ésa es la palabra, y para conocer sualcance vamos a visitar a Ernest Giralt, catedrático dela Universidad de Barcelona y jefe del programa deQuímica y Farmacología Molecular del Institut de Re-cerca Biomédica de Barcelona.

—¿Cómo de pequeñas han de ser esas naves?—Pues si han de penetrar en una célula, no más de

unos pocos nanómetros. Y como sabe, un nanómetroes la mil millonésima parte de un metro. Para que se

hagan una idea: un nanotubo sería cien mil veces máspequeño que el diámetro de un pelo.

—Es difícil imaginar cómo se puede trabajar en esasdimensiones.

—Con microscopios muy especiales. El objetivo escrear lanzaderas capaces de penetrar en el interior dela célula. Ahora la membrana celular es una barrera;de hecho, el 70% de los fármacos actúan fuera de lacélula. Lo que pretendemos es diseñar auténticos caba-llos de Troya que permitan la liberación controlada defármacos.

—¿Y de qué están hechas esas naves?—Se pueden utilizar diferentes materiales. Las nues-

tras son de oro.—¿De oro?—Sí, partículas de oro 4.000 veces más pequeñas

que el diámetro de un pelo. ¿Sabe que el oro, a esetamaño, ya no es amarillo?

—¿No?—No. Es rojo. Porque ha perdido una propiedad del

plasma superficial. En realidad es una paradoja: hande ser partículas tan pequeñas que puedan atravesarlas barreras biológicas, pero lo suficientemente gran-des como para llevar carga en su interior.

—¿Y cómo consiguen que vayan adonde ustedesquieren?

—Las decoramos con sustancias que puedan atrave-sar las barreras biológicas, por ejemplo, un anticuerpoo un péptido. En nuestro caso, utilizamos partículas deoro decoradas con un péptido. Y nuestro objetivo sonlos depósitos de proteína amieloide. Como sabe, la for-mación de aglomerados de proteína amieloide es loque causa Alzheimer. En pruebas de laboratorio, he-mos comprobado que al calentar las partículas conmicroondas el calor del oro se disipa, los depósitos deproteína se disuelven y se puede restaurar la funciónneuronal.

El desafío es enorme. Porque para que esos caballosde Troya puedan penetrar en un cerebro enfermo deAlzheimer han de atravesar la barrera hemato-encefáli-ca, algo muy difícil. En eso trabaja el equipo de RobertLanger, premio Príncipe de Asturias 2008, así que vol-vemos al MIT donde, justo hace dos meses, FrancescoStellacci ha anunciado la creación de una nanopartícu-

la sintética capaz de entrar en la célula sin romperla.La partícula es de oro y es capaz de atravesar la mem-brana celular sin hacer un agujero ni dañarla porqueentra con un péptido.

Robert Langer nos recibe en su despacho. No haymesa, sólo un tablero pegado a la pared y unas cuantassillas dispuestas en círculo, señal inequívoca de que lasreuniones aquí son muy, muy rápidas. En el capítuloque dedicaremos al MIT volveré a hablarles de Langer,pero ahora vamos al grano:

—¿Cuáles son sus objetivos inmediatos, profesorLanger?

—Como sabe, intentamos conjugar la investigaciónbásica con las aplicaciones clínicas. En el primer ámbi-to, nuestro principal objetivo es crear moléculas segu-ras y eficaces para transportar fragmentos de DNA osustancias terapéuticas hasta el interior de las células.También nos planteamos utilizar vectores no víricosen la reprogramación celular, es decir, diseñar nano-partículas capaces de introducir en el organismo deforma segura las células madre obtenidas por reprogra-mación. Y también intentamos crear nuevas nanoes-

tructuras para facilitar el crecimiento vascular e inclu-so neurológico en animales con parálisis.

—¿Han conseguido resultados concretos?—Hemos creado unas partículas (wafers) que lo-

gran traspasar la barrera hemato-encefálica y puedenpenetrar directamente en las células de un tumorcerebral. Este tratamiento ha sido ya aprobado. He-mos demostrado que la liberación localizada y contro-lada de fármacos puede funcionar en tumores cerebra-les y de la médula espinal, y ahora estamos intentandodesarrollar nanopartículas específicas para el cáncerde próstata. Pero en teoría, si logramos la partícula yel sistema de aproximación adecuados, deberían fun-cionar en cualquier tipo de cáncer. Ése es nuestropropósito.

—¿Cuáles son los obstáculos?—El principal es que hay unas células que se llaman

macrófagos, que pueden absorber las partículas y evi-tar que alcancen el objetivo. De modo que las partícu-las han de tener dos dispositivos, uno para evitar losmacrófagos y otro para asegurar que se dirigen a lascélulas que queremos y no a otras.

Como habrán visto, la biología, la ingeniería y lamedicina avanzan de la mano en diferentes frentes. Yse espera una eclosión en pocos años. Y todo esto vienedel descubrimiento de la estructura del ADN. Cuandoen mayo de 2001, Francis Collins y Craig Venter presen-taron la secuencia completa del primer genoma huma-no, habían pasado 48 años desde que James Watson yFrancis Crick publicaran, en un artículo en Nature deapenas 900 palabras, la famosa estructura en forma dehélice.

Hasta ahora se han completado los genomas deocho personas.

Por 50.000 dólares (33.000 euros) puede usted con-seguir que le deletreen el suyo. Eso es lo que ha costa-do descifrar el de James Watson. Lo interesante deeste genoma, presentado en abril pasado, no es tantoconocer la carga genética del famoso Nobel (aunque suestudio tal vez algún día pueda explicarnos por quétiene cierta propensión a la frivolidad y la misoginia),sino el hecho de que se ha logrado en apenas dos meseslo que en el primer genoma costó más de diez años.

Éste es el tipo de aceleración que vive hoy la ciencia.

Instalaciones de la Plataforma de Nanotecnología del Parque Científico de la Universidad de Barcelona. / raimon solá

“No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón decélulas madre capaces de especializarseen cualquier tejido de su cuerpo. Porejemplo, en tejido cardiaco”

Juan Carlos Izpisúa, director del CMRB. / carles ribas

6 EL PAÍS, miércoles 27 de agosto de 2008

reportaje reportaje

Caballos de Troya y naves espaciales viajan por la sangre. Ahora ya no se necesitaráncélulas embrionarias para reparar tejidos o construir órganos

EL TALLER DE TEJIDOSviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

onocer los mecanismos básicos de la bio-logía ha permitido acuñar un términoque todavía suena a ciencia-ficción: la in-geniería de tejidos, la posibilidad de repa-rar y construir órganos con células delpropio paciente.

—No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón de células madrecapaces de especializarse en cualquier tejido de sucuerpo. Por ejemplo, en tejido cardiaco.

No es una amenaza. Juan Carlos Izpisúa Belmonteilustra así la fiebre con la que se trabaja en medicinaregenerativa. La fiebre con la que trabaja su equipo o,mejor, sus equipos, porque Izpisúadirige al mismo tiempo un grupode investigación en el Instituto Salkde California, y el Centro de Medici-na Regenerativa de Barcelona. Eltrasiego de personas y de informa-ción entre uno y otro es constante.El edificio que ocupan en Barcelo-na es como un gran barco abiertoal mar que merece la pena visitar,pero no es el paisaje el que nos hatraído hasta aquí, sino un trabajo que Izpisúa acaba depresentar en Nueva York.

—¿Qué dice que puede hacer con un pelo que se mecaiga?

—Tranquila, era sólo una broma. Hemos consegui-do que algunas células de pelo reprogramadas vuelvana diferenciarse hasta obtener células cardiacas. Y nues-tro equipo ha desarrollado una nueva técnica que ofre-ce mayor eficacia y seguridad en el uso de las célulasmadre obtenidas mediante reprogramación celular.

Atentos a esta palabra porque la reprogramacióncelular ni siquiera estaba en la agenda científica haceun año. Se incorporó por sorpresa en noviembre pasa-do. Hasta ese momento se creía que la única forma de

poder obtener células madre con las que intentar repa-rar tejidos era cultivándolas en laboratorio a partir decélulas embrionarias. Pero en noviembre llegó la noti-cia que confirmaba un nuevo y espectacular atajo: dosequipos, el de Shynia Yamanaka en la Universidad deKioto (Japón), y el de James Thompson en la de Wis-consin (Estados Unidos), habían logrado reprogramaruna simple célula de la piel y hacerla volver atrás,hasta convertirla en una célula madre capaz de com-portarse como si fuera embrionaria. Es decir, capaz dediferenciarse de nuevo en cualquiera de los 220 tiposde células que conforman el organismo humano. ¡Unamarcha atrás en la evolución! El hallazgo supone un

nuevo cambio de paradigma: ya no se necesitarán célu-las embrionarias para reparar tejidos o construir órga-nos. Fin de la polémica. Servirá cualquier célula delpropio paciente. Izpisúa ha hecho un barrido de losdistintos tipos de célula y ha encontrado que las másidóneas para la reprogramación, las que pueden darmás células madre en menos tiempo, son los queratino-citos, y el lugar más fácil de obtenerlos, un simple pelo.

—Todo esto es apasionante, pero ¿cuándo podránrealmente reparar tejidos?

—El camino abierto es impresionante, pero para esoaún quedan muchos escollos por superar. El de la segu-ridad es el más importante. Para introducir las célulasmadre cultivadas en el organismo se ha de utilizar un

vector. Hasta ahora se han utilizado diferentes virus,pero tienen el inconveniente de que si van a parar auna zona del cromosoma en la que hay genes activado-res de la proliferación celular, pueden provocar untumor. Nosotros utilizamos un virus del sida atenuadoy lo que ahora presentamos es una técnica especial quelo hace más seguro.

Penetrar en el interior de la célula de forma contro-lada es el mayor reto, no sólo de la medicina regenerati-va sino de la medicina en general y de la oncología enparticular porque, si eso fuera posible, ya no seríapreciso matar moscas a cañonazos como ocurre ahoracon la quimioterapia, que además de matar a las célu-

las tumorales mata también a to-das las que se dividen deprisa. Has-ta ahora se han utilizado virus parapenetrar en las células, pero sonpeligrosos, de manera que cientosde equipos trabajan en diseñar ma-teriales que cumplan la misma fun-ción.

Hoy ya es posible imaginar unamedicina personalizada en la quelos médicos introducirán en nues-

tro cuerpo pequeñas naves espaciales, dotadas de unprograma inteligente que las hará ir allí donde está eltumor o el tejido infartado que reparar, y depositar enella su carga, ya sea un medicamento o una célulamadre.

Nanotecnología, ésa es la palabra, y para conocer sualcance vamos a visitar a Ernest Giralt, catedrático dela Universidad de Barcelona y jefe del programa deQuímica y Farmacología Molecular del Institut de Re-cerca Biomédica de Barcelona.

—¿Cómo de pequeñas han de ser esas naves?—Pues si han de penetrar en una célula, no más de

unos pocos nanómetros. Y como sabe, un nanómetroes la mil millonésima parte de un metro. Para que se

hagan una idea: un nanotubo sería cien mil veces máspequeño que el diámetro de un pelo.

—Es difícil imaginar cómo se puede trabajar en esasdimensiones.

—Con microscopios muy especiales. El objetivo escrear lanzaderas capaces de penetrar en el interior dela célula. Ahora la membrana celular es una barrera;de hecho, el 70% de los fármacos actúan fuera de lacélula. Lo que pretendemos es diseñar auténticos caba-llos de Troya que permitan la liberación controlada defármacos.

—¿Y de qué están hechas esas naves?—Se pueden utilizar diferentes materiales. Las nues-

tras son de oro.—¿De oro?—Sí, partículas de oro 4.000 veces más pequeñas

que el diámetro de un pelo. ¿Sabe que el oro, a esetamaño, ya no es amarillo?

—¿No?—No. Es rojo. Porque ha perdido una propiedad del

plasma superficial. En realidad es una paradoja: hande ser partículas tan pequeñas que puedan atravesarlas barreras biológicas, pero lo suficientemente gran-des como para llevar carga en su interior.

—¿Y cómo consiguen que vayan adonde ustedesquieren?

—Las decoramos con sustancias que puedan atrave-sar las barreras biológicas, por ejemplo, un anticuerpoo un péptido. En nuestro caso, utilizamos partículas deoro decoradas con un péptido. Y nuestro objetivo sonlos depósitos de proteína amieloide. Como sabe, la for-mación de aglomerados de proteína amieloide es loque causa Alzheimer. En pruebas de laboratorio, he-mos comprobado que al calentar las partículas conmicroondas el calor del oro se disipa, los depósitos deproteína se disuelven y se puede restaurar la funciónneuronal.

El desafío es enorme. Porque para que esos caballosde Troya puedan penetrar en un cerebro enfermo deAlzheimer han de atravesar la barrera hemato-encefáli-ca, algo muy difícil. En eso trabaja el equipo de RobertLanger, premio Príncipe de Asturias 2008, así que vol-vemos al MIT donde, justo hace dos meses, FrancescoStellacci ha anunciado la creación de una nanopartícu-

la sintética capaz de entrar en la célula sin romperla.La partícula es de oro y es capaz de atravesar la mem-brana celular sin hacer un agujero ni dañarla porqueentra con un péptido.

Robert Langer nos recibe en su despacho. No haymesa, sólo un tablero pegado a la pared y unas cuantassillas dispuestas en círculo, señal inequívoca de que lasreuniones aquí son muy, muy rápidas. En el capítuloque dedicaremos al MIT volveré a hablarles de Langer,pero ahora vamos al grano:

—¿Cuáles son sus objetivos inmediatos, profesorLanger?

—Como sabe, intentamos conjugar la investigaciónbásica con las aplicaciones clínicas. En el primer ámbi-to, nuestro principal objetivo es crear moléculas segu-ras y eficaces para transportar fragmentos de DNA osustancias terapéuticas hasta el interior de las células.También nos planteamos utilizar vectores no víricosen la reprogramación celular, es decir, diseñar nano-partículas capaces de introducir en el organismo deforma segura las células madre obtenidas por reprogra-mación. Y también intentamos crear nuevas nanoes-

tructuras para facilitar el crecimiento vascular e inclu-so neurológico en animales con parálisis.

—¿Han conseguido resultados concretos?—Hemos creado unas partículas (wafers) que lo-

gran traspasar la barrera hemato-encefálica y puedenpenetrar directamente en las células de un tumorcerebral. Este tratamiento ha sido ya aprobado. He-mos demostrado que la liberación localizada y contro-lada de fármacos puede funcionar en tumores cerebra-les y de la médula espinal, y ahora estamos intentandodesarrollar nanopartículas específicas para el cáncerde próstata. Pero en teoría, si logramos la partícula yel sistema de aproximación adecuados, deberían fun-cionar en cualquier tipo de cáncer. Ése es nuestropropósito.

—¿Cuáles son los obstáculos?—El principal es que hay unas células que se llaman

macrófagos, que pueden absorber las partículas y evi-tar que alcancen el objetivo. De modo que las partícu-las han de tener dos dispositivos, uno para evitar losmacrófagos y otro para asegurar que se dirigen a lascélulas que queremos y no a otras.

Como habrán visto, la biología, la ingeniería y lamedicina avanzan de la mano en diferentes frentes. Yse espera una eclosión en pocos años. Y todo esto vienedel descubrimiento de la estructura del ADN. Cuandoen mayo de 2001, Francis Collins y Craig Venter presen-taron la secuencia completa del primer genoma huma-no, habían pasado 48 años desde que James Watson yFrancis Crick publicaran, en un artículo en Nature deapenas 900 palabras, la famosa estructura en forma dehélice.

Hasta ahora se han completado los genomas deocho personas.

Por 50.000 dólares (33.000 euros) puede usted con-seguir que le deletreen el suyo. Eso es lo que ha costa-do descifrar el de James Watson. Lo interesante deeste genoma, presentado en abril pasado, no es tantoconocer la carga genética del famoso Nobel (aunque suestudio tal vez algún día pueda explicarnos por quétiene cierta propensión a la frivolidad y la misoginia),sino el hecho de que se ha logrado en apenas dos meseslo que en el primer genoma costó más de diez años.

Éste es el tipo de aceleración que vive hoy la ciencia.

Instalaciones de la Plataforma de Nanotecnología del Parque Científico de la Universidad de Barcelona. / raimon solá

“No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón decélulas madre capaces de especializarseen cualquier tejido de su cuerpo. Porejemplo, en tejido cardiaco”

Juan Carlos Izpisúa, director del CMRB. / carles ribas

EL PAÍS, miércoles 27 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

Caballos de Troya y naves espaciales viajan por la sangre. Ahora ya no se necesitaráncélulas embrionarias para reparar tejidos o construir órganos

EL TALLER DE TEJIDOSviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

onocer los mecanismos básicos de la bio-logía ha permitido acuñar un términoque todavía suena a ciencia-ficción: la in-geniería de tejidos, la posibilidad de repa-rar y construir órganos con células delpropio paciente.

—No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón de células madrecapaces de especializarse en cualquier tejido de sucuerpo. Por ejemplo, en tejido cardiaco.

No es una amenaza. Juan Carlos Izpisúa Belmonteilustra así la fiebre con la que se trabaja en medicinaregenerativa. La fiebre con la que trabaja su equipo o,mejor, sus equipos, porque Izpisúadirige al mismo tiempo un grupode investigación en el Instituto Salkde California, y el Centro de Medici-na Regenerativa de Barcelona. Eltrasiego de personas y de informa-ción entre uno y otro es constante.El edificio que ocupan en Barcelo-na es como un gran barco abiertoal mar que merece la pena visitar,pero no es el paisaje el que nos hatraído hasta aquí, sino un trabajo que Izpisúa acaba depresentar en Nueva York.

—¿Qué dice que puede hacer con un pelo que se mecaiga?

—Tranquila, era sólo una broma. Hemos consegui-do que algunas células de pelo reprogramadas vuelvana diferenciarse hasta obtener células cardiacas. Y nues-tro equipo ha desarrollado una nueva técnica que ofre-ce mayor eficacia y seguridad en el uso de las célulasmadre obtenidas mediante reprogramación celular.

Atentos a esta palabra porque la reprogramacióncelular ni siquiera estaba en la agenda científica haceun año. Se incorporó por sorpresa en noviembre pasa-do. Hasta ese momento se creía que la única forma de

poder obtener células madre con las que intentar repa-rar tejidos era cultivándolas en laboratorio a partir decélulas embrionarias. Pero en noviembre llegó la noti-cia que confirmaba un nuevo y espectacular atajo: dosequipos, el de Shynia Yamanaka en la Universidad deKioto (Japón), y el de James Thompson en la de Wis-consin (Estados Unidos), habían logrado reprogramaruna simple célula de la piel y hacerla volver atrás,hasta convertirla en una célula madre capaz de com-portarse como si fuera embrionaria. Es decir, capaz dediferenciarse de nuevo en cualquiera de los 220 tiposde células que conforman el organismo humano. ¡Unamarcha atrás en la evolución! El hallazgo supone un

nuevo cambio de paradigma: ya no se necesitarán célu-las embrionarias para reparar tejidos o construir órga-nos. Fin de la polémica. Servirá cualquier célula delpropio paciente. Izpisúa ha hecho un barrido de losdistintos tipos de célula y ha encontrado que las másidóneas para la reprogramación, las que pueden darmás células madre en menos tiempo, son los queratino-citos, y el lugar más fácil de obtenerlos, un simple pelo.

—Todo esto es apasionante, pero ¿cuándo podránrealmente reparar tejidos?

—El camino abierto es impresionante, pero para esoaún quedan muchos escollos por superar. El de la segu-ridad es el más importante. Para introducir las célulasmadre cultivadas en el organismo se ha de utilizar un

vector. Hasta ahora se han utilizado diferentes virus,pero tienen el inconveniente de que si van a parar auna zona del cromosoma en la que hay genes activado-res de la proliferación celular, pueden provocar untumor. Nosotros utilizamos un virus del sida atenuadoy lo que ahora presentamos es una técnica especial quelo hace más seguro.

Penetrar en el interior de la célula de forma contro-lada es el mayor reto, no sólo de la medicina regenerati-va sino de la medicina en general y de la oncología enparticular porque, si eso fuera posible, ya no seríapreciso matar moscas a cañonazos como ocurre ahoracon la quimioterapia, que además de matar a las célu-

las tumorales mata también a to-das las que se dividen deprisa. Has-ta ahora se han utilizado virus parapenetrar en las células, pero sonpeligrosos, de manera que cientosde equipos trabajan en diseñar ma-teriales que cumplan la misma fun-ción.

Hoy ya es posible imaginar unamedicina personalizada en la quelos médicos introducirán en nues-

tro cuerpo pequeñas naves espaciales, dotadas de unprograma inteligente que las hará ir allí donde está eltumor o el tejido infartado que reparar, y depositar enella su carga, ya sea un medicamento o una célulamadre.

Nanotecnología, ésa es la palabra, y para conocer sualcance vamos a visitar a Ernest Giralt, catedrático dela Universidad de Barcelona y jefe del programa deQuímica y Farmacología Molecular del Institut de Re-cerca Biomédica de Barcelona.

—¿Cómo de pequeñas han de ser esas naves?—Pues si han de penetrar en una célula, no más de

unos pocos nanómetros. Y como sabe, un nanómetroes la mil millonésima parte de un metro. Para que se

hagan una idea: un nanotubo sería cien mil veces máspequeño que el diámetro de un pelo.

—Es difícil imaginar cómo se puede trabajar en esasdimensiones.

—Con microscopios muy especiales. El objetivo escrear lanzaderas capaces de penetrar en el interior dela célula. Ahora la membrana celular es una barrera;de hecho, el 70% de los fármacos actúan fuera de lacélula. Lo que pretendemos es diseñar auténticos caba-llos de Troya que permitan la liberación controlada defármacos.

—¿Y de qué están hechas esas naves?—Se pueden utilizar diferentes materiales. Las nues-

tras son de oro.—¿De oro?—Sí, partículas de oro 4.000 veces más pequeñas

que el diámetro de un pelo. ¿Sabe que el oro, a esetamaño, ya no es amarillo?

—¿No?—No. Es rojo. Porque ha perdido una propiedad del

plasma superficial. En realidad es una paradoja: hande ser partículas tan pequeñas que puedan atravesarlas barreras biológicas, pero lo suficientemente gran-des como para llevar carga en su interior.

—¿Y cómo consiguen que vayan adonde ustedesquieren?

—Las decoramos con sustancias que puedan atrave-sar las barreras biológicas, por ejemplo, un anticuerpoo un péptido. En nuestro caso, utilizamos partículas deoro decoradas con un péptido. Y nuestro objetivo sonlos depósitos de proteína amieloide. Como sabe, la for-mación de aglomerados de proteína amieloide es loque causa Alzheimer. En pruebas de laboratorio, he-mos comprobado que al calentar las partículas conmicroondas el calor del oro se disipa, los depósitos deproteína se disuelven y se puede restaurar la funciónneuronal.

El desafío es enorme. Porque para que esos caballosde Troya puedan penetrar en un cerebro enfermo deAlzheimer han de atravesar la barrera hemato-encefáli-ca, algo muy difícil. En eso trabaja el equipo de RobertLanger, premio Príncipe de Asturias 2008, así que vol-vemos al MIT donde, justo hace dos meses, FrancescoStellacci ha anunciado la creación de una nanopartícu-

la sintética capaz de entrar en la célula sin romperla.La partícula es de oro y es capaz de atravesar la mem-brana celular sin hacer un agujero ni dañarla porqueentra con un péptido.

Robert Langer nos recibe en su despacho. No haymesa, sólo un tablero pegado a la pared y unas cuantassillas dispuestas en círculo, señal inequívoca de que lasreuniones aquí son muy, muy rápidas. En el capítuloque dedicaremos al MIT volveré a hablarles de Langer,pero ahora vamos al grano:

—¿Cuáles son sus objetivos inmediatos, profesorLanger?

—Como sabe, intentamos conjugar la investigaciónbásica con las aplicaciones clínicas. En el primer ámbi-to, nuestro principal objetivo es crear moléculas segu-ras y eficaces para transportar fragmentos de DNA osustancias terapéuticas hasta el interior de las células.También nos planteamos utilizar vectores no víricosen la reprogramación celular, es decir, diseñar nano-partículas capaces de introducir en el organismo deforma segura las células madre obtenidas por reprogra-mación. Y también intentamos crear nuevas nanoes-

tructuras para facilitar el crecimiento vascular e inclu-so neurológico en animales con parálisis.

—¿Han conseguido resultados concretos?—Hemos creado unas partículas (wafers) que lo-

gran traspasar la barrera hemato-encefálica y puedenpenetrar directamente en las células de un tumorcerebral. Este tratamiento ha sido ya aprobado. He-mos demostrado que la liberación localizada y contro-lada de fármacos puede funcionar en tumores cerebra-les y de la médula espinal, y ahora estamos intentandodesarrollar nanopartículas específicas para el cáncerde próstata. Pero en teoría, si logramos la partícula yel sistema de aproximación adecuados, deberían fun-cionar en cualquier tipo de cáncer. Ése es nuestropropósito.

—¿Cuáles son los obstáculos?—El principal es que hay unas células que se llaman

macrófagos, que pueden absorber las partículas y evi-tar que alcancen el objetivo. De modo que las partícu-las han de tener dos dispositivos, uno para evitar losmacrófagos y otro para asegurar que se dirigen a lascélulas que queremos y no a otras.

Como habrán visto, la biología, la ingeniería y lamedicina avanzan de la mano en diferentes frentes. Yse espera una eclosión en pocos años. Y todo esto vienedel descubrimiento de la estructura del ADN. Cuandoen mayo de 2001, Francis Collins y Craig Venter presen-taron la secuencia completa del primer genoma huma-no, habían pasado 48 años desde que James Watson yFrancis Crick publicaran, en un artículo en Nature deapenas 900 palabras, la famosa estructura en forma dehélice.

Hasta ahora se han completado los genomas deocho personas.

Por 50.000 dólares (33.000 euros) puede usted con-seguir que le deletreen el suyo. Eso es lo que ha costa-do descifrar el de James Watson. Lo interesante deeste genoma, presentado en abril pasado, no es tantoconocer la carga genética del famoso Nobel (aunque suestudio tal vez algún día pueda explicarnos por quétiene cierta propensión a la frivolidad y la misoginia),sino el hecho de que se ha logrado en apenas dos meseslo que en el primer genoma costó más de diez años.

Éste es el tipo de aceleración que vive hoy la ciencia.

Instalaciones de la Plataforma de Nanotecnología del Parque Científico de la Universidad de Barcelona. / raimon solá

“No se deje olvidado un pelo, porquepodemos convertirlo en un montón decélulas madre capaces de especializarseen cualquier tejido de su cuerpo. Porejemplo, en tejido cardiaco”

Juan Carlos Izpisúa, director del CMRB. / carles ribas

6 EL PAÍS, miércoles 27 de agosto de 2008

reportaje reportaje

Hay datos que sugieren que en 2050 los habitantes de Japón y de Estados Unidospodrán alcanzar una esperanza de vida media de 92 años

LA HIBERNACIÓN DE LAS RANASviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

a ciencia está arrojando luz sobre losgrandes misterios del origen de la vida ypuede incluso rediseñar organismos, pe-ro hay una pregunta que nos interesaespecialmente, para la que también estábuscando respuesta: ¿hasta cuánto pode-mos vivir? Cada 10 años aproximada-

mente renovamos casi todas las células de nuestroorganismo gracias al poder regenerador de las célulasmadre, pero el declive orgánico empieza muy pronto,antes de los 30 años. Parece como si el único objetivode la naturaleza fuera mantener nuestro organismoen buenas condiciones hasta que pueda procrear. Des-pués ya le da igual. Pero ¿estamos realmente condena-dos a envejecer?

—No necesariamente. Hay bacterias que no mue-ren. Hay organismos multicelulares que no tienenprograma de envejecimiento. La misma línea germi-nal de los humanos o de cualquier otra especie esinmortal, porque muere un individuo concreto, peroel genoma se perpetúa en sus hijos. Y hay un tipo decélulas, las cancerígenas, que tampoco mueren, res-ponde el profesor Ginés Morata, investigador del Cen-tro de Biología Molecular CSIC-Universidad Autóno-ma de Madrid.

En desentrañar las claves del envejecimiento traba-jan en estos momentos cientos de equipos de todo elmundo. ¿Hasta cuánto podemos vivir? De momentolo que sabemos es que el humano que más ha vividoes una mujer, la francesa Jeanne Louise Calment, quecuando falleció, en 1997, había vivido 122 años y 164días. Le gustaba el champán y cada año que cumplíalevantaba su copa como un nuevo hito de la especiehumana. Sólo las tortugas superan a los humanos enlongevidad. Pueden vivir 175 años y el investigadorFrancisco Mora, catedrático de Fisiología Humana dela Universidad Complutense de Madrid y del Departa-mento de Fisiología y Biofísica de la Universidad deIowa, explica que la clave está en la gestión del oxíge-no. Las tortugas pueden vivir sin respirar oxígeno,sumergidas en agua, hasta una semana. El resto delas especies son menos longevas, aunque sorprende aveces lo que resisten algunas. La paloma doméstica,por ejemplo, puede llegar a vivir 35 años; el elefanteindio, 81; y entre los primates, el chimpancé alcanza59 años.

—Hay muchos equívocos sobre la longevidad—dice Francisco Mora, mientras se mesa la barbablanca.

—¿Por ejemplo?—Que conforme avanza la higiene y la medicina,

nos hacemos más longevos. Es cierto que ha aumenta-do la esperanza de vida, pero la longevidad máximano ha cambiado. Está poco más allá de los 100 años. Elhomo erectus vivía una media de 20 años. La esperan-za de vida en la antigua Roma era de 40 años y segúnhemos visto en el Corpus Inscriptionum Latinorumcon un censo de 4.575 hombres, sólo el 7,5% de lapoblación llegaba a los 60 años, aunqueeste registro muestra que tres hombrespasaron de los 100. Y a principios del sigloXX, sólo el 20% de la población llegaba acelebrar su 60º aniversario.

—Pero en un siglo hemos doblado laesperanza de vida…

—Es cierto, pero hay estudios que di-cen que si suprimiéramos de golpe todaslas enfermedades cardiovasculares, el cán-cer y otras patologías crónicas, como ladiabetes, ganaríamos unos años, pero no muchos. Lasprospectivas indican que en 2050 Japón y Estados Uni-dos pueden alcanzar una esperanza de vida media de 92años. De momento, a lo único que podemos aspirar es aprolongar la supervivencia hasta el máximo que nuestrabiología nos permite, es decir, unos 120 años.

El profesor Mora lo ha dicho: de momento. Porque

puede cambiar con la manipulación genética. Muchosequipos trabajan en identificar los mecanismos que inter-vienen en el deterioro orgánico que lleva al envejecimien-to. En realidad, el envejecimiento como tal no está progra-mado en los genes. El objetivo del programa genético esconstruir el organismo y hacer que sobreviva durante untiempo. Para ello dispone de mecanismos capaces de ir

reparando los daños que el medio ambienteo los propios errores del programa puedanocasionar. Si pudiéramos controlar mejoresos mecanismos reparadores…

De momento se han hecho ya experi-mentos muy interesantes en los que se hallegado a duplicar la vida máxima. Pero engusanos, moscas y ratones. Y por unos pro-cedimientos nada atractivos para nosotros:restringiendo la ingesta calórica entre un30% y un 60%, es decir, pasando muchahambre, o extirpando las gónadas. Pero deestos trabajos se esperan grandes avancesen el conocimiento, y desde luego estánsiendo observados con lupa por las compa-ñías farmacéuticas.

Rafael del Cabo es uno de los científicosque mejor puede hablarnos de estos experi-mentos. Dirige la unidad de Envejecimien-to, Metabolismo y Nutrición del InstitutoNacional de Envejecimiento de EE UU ydesde Baltimore coordina un programa in-ternacional de investigación.

—¿Tiene alguna buena noticia que dar-nos?

—Me temo que no. Los mecanismos delenvejecimiento no están aún definidos. Sa-bemos que es un deterioro de toda la orga-nización del organismo, pero no conoce-mos sus detalles. No está claro, por ejem-plo, qué papel juegan las células madre, sisiguen produciendo nuevas células, o tam-bién se acaban agotando. Todo eso está aho-ra en estudio.

—Pero algunos experimentos, como larestricción calórica, sí que han demostradoque se puede alargar la vida, ¿no es así?

—Cierto, pero aún no sabemos por quémecanismos. Se discute si el estrés produci-do por el hambre juega o no un papel. Loque hemos visto es que la restricción calóri-ca lo que provoca es que todo ocurra máslentamente. El proceso degenerativo se ha-ce más lento, todo se prolonga, como si lavida fuera una goma y la estirásemos. Perolos animales en los que experimentamosacaban muriendo de las mismas cosas. Yademás, esa restricción no sería factible enhumanos, pues para surtir algún efecto ten-dría que ser muy severa durante muchotiempo. Lo que nos interesa de estos experi-mentos es conocer los genes que intervie-nen, con objetivo de intentar inducir el mis-mo efecto, pero sin pasar hambre.

De momento ya se han identificado algu-nos. Un experimento con gusanos ha de-mostrado, por ejemplo, que modificandolos genes daf2, los animales viven el doble.

Lo interesante es que con estamodificación genética se consi-gue el mismo resultado quecon la restricción calórica. Lue-go parece un buen camino porel que avanzar. Pero puede sermuy, muy largo. La aceleracióndel conocimiento científico esimpresionante, pero de ahí a lainmortalidad hay algo más queun abismo. La ciencia-ficción

nos ha mostrado unos humanos tan longevos como decré-pitos. No está claro el interés de vivir una ancianidadinterminable.

Pero el ansia de vivir y un cierto triunfalismo científi-co pueden producir espejismos incluso en las mentesmás dotadas. Ray Kurzweil es un ingeniero computacio-nal formado en el Massachusetts Institute of Tecnology

(MIT), autor de investigaciones pioneras en inteligenciaartificial. También sus trabajos de prospectiva fueron ensu día muy apreciados. Kurzweil se ha propuesto ahoravivir para siempre. Y lo promueve activamente en libroscomo Fantastic voyage: live long enough to live forever.Está convencido de que la ciencia, en 20 o 30 años, estaráen condiciones de resolver la cuestión del envejecimien-to. Su principal preocupación es vivir lo suficiente parapoder beneficiarse de esos avances. Para ello toma cadadía, según ha explicado, un cóctel de suplementos, 10vasos de agua alcalina y 10 copas de té verde, además deseguir un riguroso programa de ejercicio físico.

El caso de Kurzweil, que ahora tiene 59 años, ha deja-do perpleja a la comunidad científica porque estaba consi-derado un científico muy respetable. Había recibido pre-mios como el Lamelson de Innovación, que el MIT conce-de a destacados inventores, o la medalla nacional de Tec-nología de EE UU. Su figura es hoy muy polémica. ShervinNuland, profesor de Bioética de la Universidad de Yale, loconsidera un genio, pero también “producto de estos tiem-pos narcisistas en los que personas brillantes acaban obse-sionadas con su longevidad”. El problema es que sus elucu-braciones están basadas en datos científicos, en una com-binación de genética, inteligencia artificial y nanotecnolo-gía, y por eso se ha convertido en un fenómeno mediático.

No es el único poseído por la obsesión de la inmortali-dad. Y por si su programa de mantenimiento físico falla ymuere antes de que la ciencia se la garantice, Kurzweilha dispuesto ser conservado en suspensión criónica enlas instalaciones de Alcor, una empresa de Arizona espe-cializada en crioconservación. La Alcor Life ExtensionFoundation tiene ya más de 800 contratos firmados con

otros tantos millonarios, y varias decenas de cuerpos con-servados en nitrógeno líquido a -196 grados centígrados.La teoría es que si un cuerpo en muerte cerebral semantiene en estado de suspensión criónica, cuando laciencia avance, podrá revivirlo como ahora se reviven losembriones congelados.

Malas noticias para ellos: de momento parece bastan-te improbable que lleguen a resucitar. El profesor Moratapone las cosas en su sitio:

—Se puede congelar un embrión y conseguir que vivadespués porque está formado por muy pocas células. Lasbacterias se pueden congelar, pero la mayor parte de

ellas muere al descongelarlas. No se ha conseguido conge-lar con éxito un órgano completo y mucho menos lacabeza de un ser vivo. Ni siquiera el cerebro de la moscaDrosophila. El problema es que, al formarse cristales, sedestruye el material orgánico.

La criobiología es una nueva disciplina que se ocupaprecisamente de eso, de encontrar formas de congelarsin que se formen cristales. Y para eso está estudiandoalgunos ejemplos de la naturaleza, como una rana que escapaz de hibernar como si estuviera congelada.

Ya ven que en este punto las cosas no están como paraechar las campanas al vuelo: la ingeniería genética nonos va a librar, por ahora, del envejecimiento, y la inmor-talidad sigue perteneciendo al género de la ciencia-fic-ción. Pero lo que sí podemos hacer, y no es poco, esayudar a nuestro organismo a vivir todo lo que pueda. Nohacerle perrerías es la mejor forma de aumentar la longe-vidad. El Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UUtiene en marcha desde hace años un estudio de segui-miento de una extensa muestra de centenarios y cuandose analiza qué tienen en común, aparte de algunos genesreparadores seguramente muy potentes, es que casi nin-guno fuma, casi todos son delgados y casi todos tienenuna gran capacidad de manejar bien las situaciones deestrés. El profesor Mora nos recuerda que en la isla japo-nesa de Okinawa, el lugar del mundo donde hay máscentenarios, la mayor parte de la población come un 30%menos que la media japonesa, se desplaza habitualmenteen bicicleta y sigue una dieta sana, que incluye muchosvegetales, soja y té verde. Anoten estos datos, porque nonos van a dar la inmortalidad pero nos pueden ayudar avivir unos años más y en mejores condiciones.

¿cuÁnto podemos vivir? De momento lo quesabemos es que el humano con existenciamás prolongada fue una mujer, la francesaJeanne Louise Calment, que cumplió 122 añosy 164 días y falleció en 1997

Jeanne Calment, el día que cumplió 122 años. / reuters

Sarcófago para crionizar cuatro cadáveres.

EL PAÍS, jueves 28 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

Hay datos que sugieren que en 2050 los habitantes de Japón y de Estados Unidospodrán alcanzar una esperanza de vida media de 92 años

LA HIBERNACIÓN DE LAS RANASviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

a ciencia está arrojando luz sobre losgrandes misterios del origen de la vida ypuede incluso rediseñar organismos, pe-ro hay una pregunta que nos interesaespecialmente, para la que también estábuscando respuesta: ¿hasta cuánto pode-mos vivir? Cada 10 años aproximada-

mente renovamos casi todas las células de nuestroorganismo gracias al poder regenerador de las célulasmadre, pero el declive orgánico empieza muy pronto,antes de los 30 años. Parece como si el único objetivode la naturaleza fuera mantener nuestro organismoen buenas condiciones hasta que pueda procrear. Des-pués ya le da igual. Pero ¿estamos realmente condena-dos a envejecer?

—No necesariamente. Hay bacterias que no mue-ren. Hay organismos multicelulares que no tienenprograma de envejecimiento. La misma línea germi-nal de los humanos o de cualquier otra especie esinmortal, porque muere un individuo concreto, peroel genoma se perpetúa en sus hijos. Y hay un tipo decélulas, las cancerígenas, que tampoco mueren, res-ponde el profesor Ginés Morata, investigador del Cen-tro de Biología Molecular CSIC-Universidad Autóno-ma de Madrid.

En desentrañar las claves del envejecimiento traba-jan en estos momentos cientos de equipos de todo elmundo. ¿Hasta cuánto podemos vivir? De momentolo que sabemos es que el humano que más ha vividoes una mujer, la francesa Jeanne Louise Calment, quecuando falleció, en 1997, había vivido 122 años y 164días. Le gustaba el champán y cada año que cumplíalevantaba su copa como un nuevo hito de la especiehumana. Sólo las tortugas superan a los humanos enlongevidad. Pueden vivir 175 años y el investigadorFrancisco Mora, catedrático de Fisiología Humana dela Universidad Complutense de Madrid y del Departa-mento de Fisiología y Biofísica de la Universidad deIowa, explica que la clave está en la gestión del oxíge-no. Las tortugas pueden vivir sin respirar oxígeno,sumergidas en agua, hasta una semana. El resto delas especies son menos longevas, aunque sorprende aveces lo que resisten algunas. La paloma doméstica,por ejemplo, puede llegar a vivir 35 años; el elefanteindio, 81; y entre los primates, el chimpancé alcanza59 años.

—Hay muchos equívocos sobre la longevidad—dice Francisco Mora, mientras se mesa la barbablanca.

—¿Por ejemplo?—Que conforme avanza la higiene y la medicina,

nos hacemos más longevos. Es cierto que ha aumenta-do la esperanza de vida, pero la longevidad máximano ha cambiado. Está poco más allá de los 100 años. Elhomo erectus vivía una media de 20 años. La esperan-za de vida en la antigua Roma era de 40 años y segúnhemos visto en el Corpus Inscriptionum Latinorumcon un censo de 4.575 hombres, sólo el 7,5% de lapoblación llegaba a los 60 años, aunqueeste registro muestra que tres hombrespasaron de los 100. Y a principios del sigloXX, sólo el 20% de la población llegaba acelebrar su 60º aniversario.

—Pero en un siglo hemos doblado laesperanza de vida…

—Es cierto, pero hay estudios que di-cen que si suprimiéramos de golpe todaslas enfermedades cardiovasculares, el cán-cer y otras patologías crónicas, como ladiabetes, ganaríamos unos años, pero no muchos. Lasprospectivas indican que en 2050 Japón y Estados Uni-dos pueden alcanzar una esperanza de vida media de 92años. De momento, a lo único que podemos aspirar es aprolongar la supervivencia hasta el máximo que nuestrabiología nos permite, es decir, unos 120 años.

El profesor Mora lo ha dicho: de momento. Porque

puede cambiar con la manipulación genética. Muchosequipos trabajan en identificar los mecanismos que inter-vienen en el deterioro orgánico que lleva al envejecimien-to. En realidad, el envejecimiento como tal no está progra-mado en los genes. El objetivo del programa genético esconstruir el organismo y hacer que sobreviva durante untiempo. Para ello dispone de mecanismos capaces de ir

reparando los daños que el medio ambienteo los propios errores del programa puedanocasionar. Si pudiéramos controlar mejoresos mecanismos reparadores…

De momento se han hecho ya experi-mentos muy interesantes en los que se hallegado a duplicar la vida máxima. Pero engusanos, moscas y ratones. Y por unos pro-cedimientos nada atractivos para nosotros:restringiendo la ingesta calórica entre un30% y un 60%, es decir, pasando muchahambre, o extirpando las gónadas. Pero deestos trabajos se esperan grandes avancesen el conocimiento, y desde luego estánsiendo observados con lupa por las compa-ñías farmacéuticas.

Rafael del Cabo es uno de los científicosque mejor puede hablarnos de estos experi-mentos. Dirige la unidad de Envejecimien-to, Metabolismo y Nutrición del InstitutoNacional de Envejecimiento de EE UU ydesde Baltimore coordina un programa in-ternacional de investigación.

—¿Tiene alguna buena noticia que dar-nos?

—Me temo que no. Los mecanismos delenvejecimiento no están aún definidos. Sa-bemos que es un deterioro de toda la orga-nización del organismo, pero no conoce-mos sus detalles. No está claro, por ejem-plo, qué papel juegan las células madre, sisiguen produciendo nuevas células, o tam-bién se acaban agotando. Todo eso está aho-ra en estudio.

—Pero algunos experimentos, como larestricción calórica, sí que han demostradoque se puede alargar la vida, ¿no es así?

—Cierto, pero aún no sabemos por quémecanismos. Se discute si el estrés produci-do por el hambre juega o no un papel. Loque hemos visto es que la restricción calóri-ca lo que provoca es que todo ocurra máslentamente. El proceso degenerativo se ha-ce más lento, todo se prolonga, como si lavida fuera una goma y la estirásemos. Perolos animales en los que experimentamosacaban muriendo de las mismas cosas. Yademás, esa restricción no sería factible enhumanos, pues para surtir algún efecto ten-dría que ser muy severa durante muchotiempo. Lo que nos interesa de estos experi-mentos es conocer los genes que intervie-nen, con objetivo de intentar inducir el mis-mo efecto, pero sin pasar hambre.

De momento ya se han identificado algu-nos. Un experimento con gusanos ha de-mostrado, por ejemplo, que modificandolos genes daf2, los animales viven el doble.

Lo interesante es que con estamodificación genética se consi-gue el mismo resultado quecon la restricción calórica. Lue-go parece un buen camino porel que avanzar. Pero puede sermuy, muy largo. La aceleracióndel conocimiento científico esimpresionante, pero de ahí a lainmortalidad hay algo más queun abismo. La ciencia-ficción

nos ha mostrado unos humanos tan longevos como decré-pitos. No está claro el interés de vivir una ancianidadinterminable.

Pero el ansia de vivir y un cierto triunfalismo científi-co pueden producir espejismos incluso en las mentesmás dotadas. Ray Kurzweil es un ingeniero computacio-nal formado en el Massachusetts Institute of Tecnology

(MIT), autor de investigaciones pioneras en inteligenciaartificial. También sus trabajos de prospectiva fueron ensu día muy apreciados. Kurzweil se ha propuesto ahoravivir para siempre. Y lo promueve activamente en libroscomo Fantastic voyage: live long enough to live forever.Está convencido de que la ciencia, en 20 o 30 años, estaráen condiciones de resolver la cuestión del envejecimien-to. Su principal preocupación es vivir lo suficiente parapoder beneficiarse de esos avances. Para ello toma cadadía, según ha explicado, un cóctel de suplementos, 10vasos de agua alcalina y 10 copas de té verde, además deseguir un riguroso programa de ejercicio físico.

El caso de Kurzweil, que ahora tiene 59 años, ha deja-do perpleja a la comunidad científica porque estaba consi-derado un científico muy respetable. Había recibido pre-mios como el Lamelson de Innovación, que el MIT conce-de a destacados inventores, o la medalla nacional de Tec-nología de EE UU. Su figura es hoy muy polémica. ShervinNuland, profesor de Bioética de la Universidad de Yale, loconsidera un genio, pero también “producto de estos tiem-pos narcisistas en los que personas brillantes acaban obse-sionadas con su longevidad”. El problema es que sus elucu-braciones están basadas en datos científicos, en una com-binación de genética, inteligencia artificial y nanotecnolo-gía, y por eso se ha convertido en un fenómeno mediático.

No es el único poseído por la obsesión de la inmortali-dad. Y por si su programa de mantenimiento físico falla ymuere antes de que la ciencia se la garantice, Kurzweilha dispuesto ser conservado en suspensión criónica enlas instalaciones de Alcor, una empresa de Arizona espe-cializada en crioconservación. La Alcor Life ExtensionFoundation tiene ya más de 800 contratos firmados con

otros tantos millonarios, y varias decenas de cuerpos con-servados en nitrógeno líquido a -196 grados centígrados.La teoría es que si un cuerpo en muerte cerebral semantiene en estado de suspensión criónica, cuando laciencia avance, podrá revivirlo como ahora se reviven losembriones congelados.

Malas noticias para ellos: de momento parece bastan-te improbable que lleguen a resucitar. El profesor Moratapone las cosas en su sitio:

—Se puede congelar un embrión y conseguir que vivadespués porque está formado por muy pocas células. Lasbacterias se pueden congelar, pero la mayor parte de

ellas muere al descongelarlas. No se ha conseguido conge-lar con éxito un órgano completo y mucho menos lacabeza de un ser vivo. Ni siquiera el cerebro de la moscaDrosophila. El problema es que, al formarse cristales, sedestruye el material orgánico.

La criobiología es una nueva disciplina que se ocupaprecisamente de eso, de encontrar formas de congelarsin que se formen cristales. Y para eso está estudiandoalgunos ejemplos de la naturaleza, como una rana que escapaz de hibernar como si estuviera congelada.

Ya ven que en este punto las cosas no están como paraechar las campanas al vuelo: la ingeniería genética nonos va a librar, por ahora, del envejecimiento, y la inmor-talidad sigue perteneciendo al género de la ciencia-fic-ción. Pero lo que sí podemos hacer, y no es poco, esayudar a nuestro organismo a vivir todo lo que pueda. Nohacerle perrerías es la mejor forma de aumentar la longe-vidad. El Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UUtiene en marcha desde hace años un estudio de segui-miento de una extensa muestra de centenarios y cuandose analiza qué tienen en común, aparte de algunos genesreparadores seguramente muy potentes, es que casi nin-guno fuma, casi todos son delgados y casi todos tienenuna gran capacidad de manejar bien las situaciones deestrés. El profesor Mora nos recuerda que en la isla japo-nesa de Okinawa, el lugar del mundo donde hay máscentenarios, la mayor parte de la población come un 30%menos que la media japonesa, se desplaza habitualmenteen bicicleta y sigue una dieta sana, que incluye muchosvegetales, soja y té verde. Anoten estos datos, porque nonos van a dar la inmortalidad pero nos pueden ayudar avivir unos años más y en mejores condiciones.

¿cuÁnto podemos vivir? De momento lo quesabemos es que el humano con existenciamás prolongada fue una mujer, la francesaJeanne Louise Calment, que cumplió 122 añosy 164 días y falleció en 1997

Jeanne Calment, el día que cumplió 122 años. / reuters

Sarcófago para crionizar cuatro cadáveres.

6 EL PAÍS, jueves 28 de agosto de 2008

reportaje reportaje

Hay datos que sugieren que en 2050 los habitantes de Japón y de Estados Unidospodrán alcanzar una esperanza de vida media de 92 años

LA HIBERNACIÓN DE LAS RANASviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

a ciencia está arrojando luz sobre losgrandes misterios del origen de la vida ypuede incluso rediseñar organismos, pe-ro hay una pregunta que nos interesaespecialmente, para la que también estábuscando respuesta: ¿hasta cuánto pode-mos vivir? Cada 10 años aproximada-

mente renovamos casi todas las células de nuestroorganismo gracias al poder regenerador de las célulasmadre, pero el declive orgánico empieza muy pronto,antes de los 30 años. Parece como si el único objetivode la naturaleza fuera mantener nuestro organismoen buenas condiciones hasta que pueda procrear. Des-pués ya le da igual. Pero ¿estamos realmente condena-dos a envejecer?

—No necesariamente. Hay bacterias que no mue-ren. Hay organismos multicelulares que no tienenprograma de envejecimiento. La misma línea germi-nal de los humanos o de cualquier otra especie esinmortal, porque muere un individuo concreto, peroel genoma se perpetúa en sus hijos. Y hay un tipo decélulas, las cancerígenas, que tampoco mueren, res-ponde el profesor Ginés Morata, investigador del Cen-tro de Biología Molecular CSIC-Universidad Autóno-ma de Madrid.

En desentrañar las claves del envejecimiento traba-jan en estos momentos cientos de equipos de todo elmundo. ¿Hasta cuánto podemos vivir? De momentolo que sabemos es que el humano que más ha vividoes una mujer, la francesa Jeanne Louise Calment, quecuando falleció, en 1997, había vivido 122 años y 164días. Le gustaba el champán y cada año que cumplíalevantaba su copa como un nuevo hito de la especiehumana. Sólo las tortugas superan a los humanos enlongevidad. Pueden vivir 175 años y el investigadorFrancisco Mora, catedrático de Fisiología Humana dela Universidad Complutense de Madrid y del Departa-mento de Fisiología y Biofísica de la Universidad deIowa, explica que la clave está en la gestión del oxíge-no. Las tortugas pueden vivir sin respirar oxígeno,sumergidas en agua, hasta una semana. El resto delas especies son menos longevas, aunque sorprende aveces lo que resisten algunas. La paloma doméstica,por ejemplo, puede llegar a vivir 35 años; el elefanteindio, 81; y entre los primates, el chimpancé alcanza59 años.

—Hay muchos equívocos sobre la longevidad—dice Francisco Mora, mientras se mesa la barbablanca.

—¿Por ejemplo?—Que conforme avanza la higiene y la medicina,

nos hacemos más longevos. Es cierto que ha aumenta-do la esperanza de vida, pero la longevidad máximano ha cambiado. Está poco más allá de los 100 años. Elhomo erectus vivía una media de 20 años. La esperan-za de vida en la antigua Roma era de 40 años y segúnhemos visto en el Corpus Inscriptionum Latinorumcon un censo de 4.575 hombres, sólo el 7,5% de lapoblación llegaba a los 60 años, aunqueeste registro muestra que tres hombrespasaron de los 100. Y a principios del sigloXX, sólo el 20% de la población llegaba acelebrar su 60º aniversario.

—Pero en un siglo hemos doblado laesperanza de vida…

—Es cierto, pero hay estudios que di-cen que si suprimiéramos de golpe todaslas enfermedades cardiovasculares, el cán-cer y otras patologías crónicas, como ladiabetes, ganaríamos unos años, pero no muchos. Lasprospectivas indican que en 2050 Japón y Estados Uni-dos pueden alcanzar una esperanza de vida media de 92años. De momento, a lo único que podemos aspirar es aprolongar la supervivencia hasta el máximo que nuestrabiología nos permite, es decir, unos 120 años.

El profesor Mora lo ha dicho: de momento. Porque

puede cambiar con la manipulación genética. Muchosequipos trabajan en identificar los mecanismos que inter-vienen en el deterioro orgánico que lleva al envejecimien-to. En realidad, el envejecimiento como tal no está progra-mado en los genes. El objetivo del programa genético esconstruir el organismo y hacer que sobreviva durante untiempo. Para ello dispone de mecanismos capaces de ir

reparando los daños que el medio ambienteo los propios errores del programa puedanocasionar. Si pudiéramos controlar mejoresos mecanismos reparadores…

De momento se han hecho ya experi-mentos muy interesantes en los que se hallegado a duplicar la vida máxima. Pero engusanos, moscas y ratones. Y por unos pro-cedimientos nada atractivos para nosotros:restringiendo la ingesta calórica entre un30% y un 60%, es decir, pasando muchahambre, o extirpando las gónadas. Pero deestos trabajos se esperan grandes avancesen el conocimiento, y desde luego estánsiendo observados con lupa por las compa-ñías farmacéuticas.

Rafael del Cabo es uno de los científicosque mejor puede hablarnos de estos experi-mentos. Dirige la unidad de Envejecimien-to, Metabolismo y Nutrición del InstitutoNacional de Envejecimiento de EE UU ydesde Baltimore coordina un programa in-ternacional de investigación.

—¿Tiene alguna buena noticia que dar-nos?

—Me temo que no. Los mecanismos delenvejecimiento no están aún definidos. Sa-bemos que es un deterioro de toda la orga-nización del organismo, pero no conoce-mos sus detalles. No está claro, por ejem-plo, qué papel juegan las células madre, sisiguen produciendo nuevas células, o tam-bién se acaban agotando. Todo eso está aho-ra en estudio.

—Pero algunos experimentos, como larestricción calórica, sí que han demostradoque se puede alargar la vida, ¿no es así?

—Cierto, pero aún no sabemos por quémecanismos. Se discute si el estrés produci-do por el hambre juega o no un papel. Loque hemos visto es que la restricción calóri-ca lo que provoca es que todo ocurra máslentamente. El proceso degenerativo se ha-ce más lento, todo se prolonga, como si lavida fuera una goma y la estirásemos. Perolos animales en los que experimentamosacaban muriendo de las mismas cosas. Yademás, esa restricción no sería factible enhumanos, pues para surtir algún efecto ten-dría que ser muy severa durante muchotiempo. Lo que nos interesa de estos experi-mentos es conocer los genes que intervie-nen, con objetivo de intentar inducir el mis-mo efecto, pero sin pasar hambre.

De momento ya se han identificado algu-nos. Un experimento con gusanos ha de-mostrado, por ejemplo, que modificandolos genes daf2, los animales viven el doble.

Lo interesante es que con estamodificación genética se consi-gue el mismo resultado quecon la restricción calórica. Lue-go parece un buen camino porel que avanzar. Pero puede sermuy, muy largo. La aceleracióndel conocimiento científico esimpresionante, pero de ahí a lainmortalidad hay algo más queun abismo. La ciencia-ficción

nos ha mostrado unos humanos tan longevos como decré-pitos. No está claro el interés de vivir una ancianidadinterminable.

Pero el ansia de vivir y un cierto triunfalismo científi-co pueden producir espejismos incluso en las mentesmás dotadas. Ray Kurzweil es un ingeniero computacio-nal formado en el Massachusetts Institute of Tecnology

(MIT), autor de investigaciones pioneras en inteligenciaartificial. También sus trabajos de prospectiva fueron ensu día muy apreciados. Kurzweil se ha propuesto ahoravivir para siempre. Y lo promueve activamente en libroscomo Fantastic voyage: live long enough to live forever.Está convencido de que la ciencia, en 20 o 30 años, estaráen condiciones de resolver la cuestión del envejecimien-to. Su principal preocupación es vivir lo suficiente parapoder beneficiarse de esos avances. Para ello toma cadadía, según ha explicado, un cóctel de suplementos, 10vasos de agua alcalina y 10 copas de té verde, además deseguir un riguroso programa de ejercicio físico.

El caso de Kurzweil, que ahora tiene 59 años, ha deja-do perpleja a la comunidad científica porque estaba consi-derado un científico muy respetable. Había recibido pre-mios como el Lamelson de Innovación, que el MIT conce-de a destacados inventores, o la medalla nacional de Tec-nología de EE UU. Su figura es hoy muy polémica. ShervinNuland, profesor de Bioética de la Universidad de Yale, loconsidera un genio, pero también “producto de estos tiem-pos narcisistas en los que personas brillantes acaban obse-sionadas con su longevidad”. El problema es que sus elucu-braciones están basadas en datos científicos, en una com-binación de genética, inteligencia artificial y nanotecnolo-gía, y por eso se ha convertido en un fenómeno mediático.

No es el único poseído por la obsesión de la inmortali-dad. Y por si su programa de mantenimiento físico falla ymuere antes de que la ciencia se la garantice, Kurzweilha dispuesto ser conservado en suspensión criónica enlas instalaciones de Alcor, una empresa de Arizona espe-cializada en crioconservación. La Alcor Life ExtensionFoundation tiene ya más de 800 contratos firmados con

otros tantos millonarios, y varias decenas de cuerpos con-servados en nitrógeno líquido a -196 grados centígrados.La teoría es que si un cuerpo en muerte cerebral semantiene en estado de suspensión criónica, cuando laciencia avance, podrá revivirlo como ahora se reviven losembriones congelados.

Malas noticias para ellos: de momento parece bastan-te improbable que lleguen a resucitar. El profesor Moratapone las cosas en su sitio:

—Se puede congelar un embrión y conseguir que vivadespués porque está formado por muy pocas células. Lasbacterias se pueden congelar, pero la mayor parte de

ellas muere al descongelarlas. No se ha conseguido conge-lar con éxito un órgano completo y mucho menos lacabeza de un ser vivo. Ni siquiera el cerebro de la moscaDrosophila. El problema es que, al formarse cristales, sedestruye el material orgánico.

La criobiología es una nueva disciplina que se ocupaprecisamente de eso, de encontrar formas de congelarsin que se formen cristales. Y para eso está estudiandoalgunos ejemplos de la naturaleza, como una rana que escapaz de hibernar como si estuviera congelada.

Ya ven que en este punto las cosas no están como paraechar las campanas al vuelo: la ingeniería genética nonos va a librar, por ahora, del envejecimiento, y la inmor-talidad sigue perteneciendo al género de la ciencia-fic-ción. Pero lo que sí podemos hacer, y no es poco, esayudar a nuestro organismo a vivir todo lo que pueda. Nohacerle perrerías es la mejor forma de aumentar la longe-vidad. El Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UUtiene en marcha desde hace años un estudio de segui-miento de una extensa muestra de centenarios y cuandose analiza qué tienen en común, aparte de algunos genesreparadores seguramente muy potentes, es que casi nin-guno fuma, casi todos son delgados y casi todos tienenuna gran capacidad de manejar bien las situaciones deestrés. El profesor Mora nos recuerda que en la isla japo-nesa de Okinawa, el lugar del mundo donde hay máscentenarios, la mayor parte de la población come un 30%menos que la media japonesa, se desplaza habitualmenteen bicicleta y sigue una dieta sana, que incluye muchosvegetales, soja y té verde. Anoten estos datos, porque nonos van a dar la inmortalidad pero nos pueden ayudar avivir unos años más y en mejores condiciones.

¿cuÁnto podemos vivir? De momento lo quesabemos es que el humano con existenciamás prolongada fue una mujer, la francesaJeanne Louise Calment, que cumplió 122 añosy 164 días y falleció en 1997

Jeanne Calment, el día que cumplió 122 años. / reuters

Sarcófago para crionizar cuatro cadáveres.

EL PAÍS, jueves 28 de agosto de 2008 7

reportaje reportaje

Hay datos que sugieren que en 2050 los habitantes de Japón y de Estados Unidospodrán alcanzar una esperanza de vida media de 92 años

LA HIBERNACIÓN DE LAS RANASviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

a ciencia está arrojando luz sobre losgrandes misterios del origen de la vida ypuede incluso rediseñar organismos, pe-ro hay una pregunta que nos interesaespecialmente, para la que también estábuscando respuesta: ¿hasta cuánto pode-mos vivir? Cada 10 años aproximada-

mente renovamos casi todas las células de nuestroorganismo gracias al poder regenerador de las célulasmadre, pero el declive orgánico empieza muy pronto,antes de los 30 años. Parece como si el único objetivode la naturaleza fuera mantener nuestro organismoen buenas condiciones hasta que pueda procrear. Des-pués ya le da igual. Pero ¿estamos realmente condena-dos a envejecer?

—No necesariamente. Hay bacterias que no mue-ren. Hay organismos multicelulares que no tienenprograma de envejecimiento. La misma línea germi-nal de los humanos o de cualquier otra especie esinmortal, porque muere un individuo concreto, peroel genoma se perpetúa en sus hijos. Y hay un tipo decélulas, las cancerígenas, que tampoco mueren, res-ponde el profesor Ginés Morata, investigador del Cen-tro de Biología Molecular CSIC-Universidad Autóno-ma de Madrid.

En desentrañar las claves del envejecimiento traba-jan en estos momentos cientos de equipos de todo elmundo. ¿Hasta cuánto podemos vivir? De momentolo que sabemos es que el humano que más ha vividoes una mujer, la francesa Jeanne Louise Calment, quecuando falleció, en 1997, había vivido 122 años y 164días. Le gustaba el champán y cada año que cumplíalevantaba su copa como un nuevo hito de la especiehumana. Sólo las tortugas superan a los humanos enlongevidad. Pueden vivir 175 años y el investigadorFrancisco Mora, catedrático de Fisiología Humana dela Universidad Complutense de Madrid y del Departa-mento de Fisiología y Biofísica de la Universidad deIowa, explica que la clave está en la gestión del oxíge-no. Las tortugas pueden vivir sin respirar oxígeno,sumergidas en agua, hasta una semana. El resto delas especies son menos longevas, aunque sorprende aveces lo que resisten algunas. La paloma doméstica,por ejemplo, puede llegar a vivir 35 años; el elefanteindio, 81; y entre los primates, el chimpancé alcanza59 años.

—Hay muchos equívocos sobre la longevidad—dice Francisco Mora, mientras se mesa la barbablanca.

—¿Por ejemplo?—Que conforme avanza la higiene y la medicina,

nos hacemos más longevos. Es cierto que ha aumenta-do la esperanza de vida, pero la longevidad máximano ha cambiado. Está poco más allá de los 100 años. Elhomo erectus vivía una media de 20 años. La esperan-za de vida en la antigua Roma era de 40 años y segúnhemos visto en el Corpus Inscriptionum Latinorumcon un censo de 4.575 hombres, sólo el 7,5% de lapoblación llegaba a los 60 años, aunqueeste registro muestra que tres hombrespasaron de los 100. Y a principios del sigloXX, sólo el 20% de la población llegaba acelebrar su 60º aniversario.

—Pero en un siglo hemos doblado laesperanza de vida…

—Es cierto, pero hay estudios que di-cen que si suprimiéramos de golpe todaslas enfermedades cardiovasculares, el cán-cer y otras patologías crónicas, como ladiabetes, ganaríamos unos años, pero no muchos. Lasprospectivas indican que en 2050 Japón y Estados Uni-dos pueden alcanzar una esperanza de vida media de 92años. De momento, a lo único que podemos aspirar es aprolongar la supervivencia hasta el máximo que nuestrabiología nos permite, es decir, unos 120 años.

El profesor Mora lo ha dicho: de momento. Porque

puede cambiar con la manipulación genética. Muchosequipos trabajan en identificar los mecanismos que inter-vienen en el deterioro orgánico que lleva al envejecimien-to. En realidad, el envejecimiento como tal no está progra-mado en los genes. El objetivo del programa genético esconstruir el organismo y hacer que sobreviva durante untiempo. Para ello dispone de mecanismos capaces de ir

reparando los daños que el medio ambienteo los propios errores del programa puedanocasionar. Si pudiéramos controlar mejoresos mecanismos reparadores…

De momento se han hecho ya experi-mentos muy interesantes en los que se hallegado a duplicar la vida máxima. Pero engusanos, moscas y ratones. Y por unos pro-cedimientos nada atractivos para nosotros:restringiendo la ingesta calórica entre un30% y un 60%, es decir, pasando muchahambre, o extirpando las gónadas. Pero deestos trabajos se esperan grandes avancesen el conocimiento, y desde luego estánsiendo observados con lupa por las compa-ñías farmacéuticas.

Rafael del Cabo es uno de los científicosque mejor puede hablarnos de estos experi-mentos. Dirige la unidad de Envejecimien-to, Metabolismo y Nutrición del InstitutoNacional de Envejecimiento de EE UU ydesde Baltimore coordina un programa in-ternacional de investigación.

—¿Tiene alguna buena noticia que dar-nos?

—Me temo que no. Los mecanismos delenvejecimiento no están aún definidos. Sa-bemos que es un deterioro de toda la orga-nización del organismo, pero no conoce-mos sus detalles. No está claro, por ejem-plo, qué papel juegan las células madre, sisiguen produciendo nuevas células, o tam-bién se acaban agotando. Todo eso está aho-ra en estudio.

—Pero algunos experimentos, como larestricción calórica, sí que han demostradoque se puede alargar la vida, ¿no es así?

—Cierto, pero aún no sabemos por quémecanismos. Se discute si el estrés produci-do por el hambre juega o no un papel. Loque hemos visto es que la restricción calóri-ca lo que provoca es que todo ocurra máslentamente. El proceso degenerativo se ha-ce más lento, todo se prolonga, como si lavida fuera una goma y la estirásemos. Perolos animales en los que experimentamosacaban muriendo de las mismas cosas. Yademás, esa restricción no sería factible enhumanos, pues para surtir algún efecto ten-dría que ser muy severa durante muchotiempo. Lo que nos interesa de estos experi-mentos es conocer los genes que intervie-nen, con objetivo de intentar inducir el mis-mo efecto, pero sin pasar hambre.

De momento ya se han identificado algu-nos. Un experimento con gusanos ha de-mostrado, por ejemplo, que modificandolos genes daf2, los animales viven el doble.

Lo interesante es que con estamodificación genética se consi-gue el mismo resultado quecon la restricción calórica. Lue-go parece un buen camino porel que avanzar. Pero puede sermuy, muy largo. La aceleracióndel conocimiento científico esimpresionante, pero de ahí a lainmortalidad hay algo más queun abismo. La ciencia-ficción

nos ha mostrado unos humanos tan longevos como decré-pitos. No está claro el interés de vivir una ancianidadinterminable.

Pero el ansia de vivir y un cierto triunfalismo científi-co pueden producir espejismos incluso en las mentesmás dotadas. Ray Kurzweil es un ingeniero computacio-nal formado en el Massachusetts Institute of Tecnology

(MIT), autor de investigaciones pioneras en inteligenciaartificial. También sus trabajos de prospectiva fueron ensu día muy apreciados. Kurzweil se ha propuesto ahoravivir para siempre. Y lo promueve activamente en libroscomo Fantastic voyage: live long enough to live forever.Está convencido de que la ciencia, en 20 o 30 años, estaráen condiciones de resolver la cuestión del envejecimien-to. Su principal preocupación es vivir lo suficiente parapoder beneficiarse de esos avances. Para ello toma cadadía, según ha explicado, un cóctel de suplementos, 10vasos de agua alcalina y 10 copas de té verde, además deseguir un riguroso programa de ejercicio físico.

El caso de Kurzweil, que ahora tiene 59 años, ha deja-do perpleja a la comunidad científica porque estaba consi-derado un científico muy respetable. Había recibido pre-mios como el Lamelson de Innovación, que el MIT conce-de a destacados inventores, o la medalla nacional de Tec-nología de EE UU. Su figura es hoy muy polémica. ShervinNuland, profesor de Bioética de la Universidad de Yale, loconsidera un genio, pero también “producto de estos tiem-pos narcisistas en los que personas brillantes acaban obse-sionadas con su longevidad”. El problema es que sus elucu-braciones están basadas en datos científicos, en una com-binación de genética, inteligencia artificial y nanotecnolo-gía, y por eso se ha convertido en un fenómeno mediático.

No es el único poseído por la obsesión de la inmortali-dad. Y por si su programa de mantenimiento físico falla ymuere antes de que la ciencia se la garantice, Kurzweilha dispuesto ser conservado en suspensión criónica enlas instalaciones de Alcor, una empresa de Arizona espe-cializada en crioconservación. La Alcor Life ExtensionFoundation tiene ya más de 800 contratos firmados con

otros tantos millonarios, y varias decenas de cuerpos con-servados en nitrógeno líquido a -196 grados centígrados.La teoría es que si un cuerpo en muerte cerebral semantiene en estado de suspensión criónica, cuando laciencia avance, podrá revivirlo como ahora se reviven losembriones congelados.

Malas noticias para ellos: de momento parece bastan-te improbable que lleguen a resucitar. El profesor Moratapone las cosas en su sitio:

—Se puede congelar un embrión y conseguir que vivadespués porque está formado por muy pocas células. Lasbacterias se pueden congelar, pero la mayor parte de

ellas muere al descongelarlas. No se ha conseguido conge-lar con éxito un órgano completo y mucho menos lacabeza de un ser vivo. Ni siquiera el cerebro de la moscaDrosophila. El problema es que, al formarse cristales, sedestruye el material orgánico.

La criobiología es una nueva disciplina que se ocupaprecisamente de eso, de encontrar formas de congelarsin que se formen cristales. Y para eso está estudiandoalgunos ejemplos de la naturaleza, como una rana que escapaz de hibernar como si estuviera congelada.

Ya ven que en este punto las cosas no están como paraechar las campanas al vuelo: la ingeniería genética nonos va a librar, por ahora, del envejecimiento, y la inmor-talidad sigue perteneciendo al género de la ciencia-fic-ción. Pero lo que sí podemos hacer, y no es poco, esayudar a nuestro organismo a vivir todo lo que pueda. Nohacerle perrerías es la mejor forma de aumentar la longe-vidad. El Instituto Nacional de Envejecimiento de EE UUtiene en marcha desde hace años un estudio de segui-miento de una extensa muestra de centenarios y cuandose analiza qué tienen en común, aparte de algunos genesreparadores seguramente muy potentes, es que casi nin-guno fuma, casi todos son delgados y casi todos tienenuna gran capacidad de manejar bien las situaciones deestrés. El profesor Mora nos recuerda que en la isla japo-nesa de Okinawa, el lugar del mundo donde hay máscentenarios, la mayor parte de la población come un 30%menos que la media japonesa, se desplaza habitualmenteen bicicleta y sigue una dieta sana, que incluye muchosvegetales, soja y té verde. Anoten estos datos, porque nonos van a dar la inmortalidad pero nos pueden ayudar avivir unos años más y en mejores condiciones.

¿cuÁnto podemos vivir? De momento lo quesabemos es que el humano con existenciamás prolongada fue una mujer, la francesaJeanne Louise Calment, que cumplió 122 añosy 164 días y falleció en 1997

Jeanne Calment, el día que cumplió 122 años. / reuters

Sarcófago para crionizar cuatro cadáveres.

6 EL PAÍS, jueves 28 de agosto de 2008

EL PAÍS, viernes 29 de agosto de 2008 13

reportaje reportaje

Mario Capecchi venció a la adversidad para conquistar la élite de la investigacióngenética. Junto a otros científicos, escruta la caja negra misteriosa del cerebro.

EL NOBEL DE LA CALLEviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

l próximo será un viaje al cerebro, y pa-ra ello vamos a visitar una de las joyasdel MIT, el edificio del Picower Institu-te, donde se realizan los más avanzadosestudios en neurociencia, pero tambiénvamos a conocer a un científico, que su-po hacerse las preguntas más germina-

les de la ciencia, aquellas que rozan la ciencia-ficción, ybuscar la respuesta. Es Mario Capecchi, premio Nobel deMedicina 2007, un hombre que cuando fue a la escuelapor primera vez tenía nueve años, no sabía inglés y habíapasado la mitad de su vida siendo un niño de la calle.

Entrar en el edificio del Picower Institute produce unasensación de bienestar, y no porque el cerebro haya entra-do en un experimento subrepticio, tipo Matrix. Simple-mente, la buena arquitectura, como el chocolate o la co-caína, también puede activar los circuitos neuronales derecompensa, que nos hacen sentir placer. Su director,Mark F. Bear, nos sitúa esta nueva frontera de la ciencia:“Vamos a lograr el sueño que ha movido a generacionesde neurocientíficos: ser capaces de inactivar y volver areactivar, de forma selectiva, circuitos neuronales queintervienen en una función cerebral concreta”.

Eso es lo que ha hecho Susumo Tonegawa, uno de loscientíficos más eminentes del MIT, que recibió en 1987 elPremio Nobel por sus trabajos en inmunología, pero aho-ra estudia cómo el aprendizaje y la experiencia impactanen el cerebro. Porque el cerebro se modifica con la vida.En uno de sus últimos trabajos, publicado en Science esteaño, ha conseguido bloquear la capacidad de aprender yretener datos, interrumpiendo un circuito concreto delhipocampo. Gracias a los trabajos de David Hubel y Tors-ten N. Wiesel en la Universidad de Harvard, por los que

recibieron también el Nobel, se ha podido conocer de quéforma la corteza cerebral procesa por ejemplo la informa-ción visual. Cómo se van formando distintas ramas neuro-nales para cada rasgo de una figura humana y añadenuevas ramas para los rasgos de las personas que vamosconociendo. El científico Quian Quiroga ha conseguidoseñalar incluso las neuronas concretas que se “encien-den” al ver a la actriz Whoopy Goldberg. En este experi-mento, colocó electrodos en la corteza temporal de pa-cientes operados por epilepsia intratable, y luego les mos-tró las imágenes de famosos: pudo diferenciar las neuro-nas que se “encendían” con cada personaje, y sólo con él.

Durante mucho tiempo, el cerebro ha sido una especiede caja negra cerrada porque las funciones inteligentes,obviamente, sólo pueden estudiarse en humanos vivos.Pero la resonancia magnética funcional y otras técnicascomo el microscopio de láser de dos fotones, permitenahora ver qué ocurre en él. ¿Podrá el cerebro algún díallegar a autocomprenderse? “Sin duda”, responde CarlosBelmonte, impulsor y hasta hace poco director del Institu-to de Neurociencias de Alicante. En ello trabajan los56.000 neurocientíficos agrupados en la Organización In-ternacional para el Estudio del Cerebro, la IBRO. Pero nova a ser fácil entenderlo, y menos aún manipularlo. Elcerebro es un órgano muy complejo y plástico, que seconstruye con la experiencia. Una especie de bosque ani-mado formado por 100.000 millones de neuronas en acti-vidad. Se estima que cada neurona establece una mediade mil conexiones con otras en milisegundos. Una neuro-na es como el tronco de un árbol, explica Belmonte.Aprender no es otra cosa que formar un nuevo circuitoneuronal, una nueva conexión.

—Luego el saber, ¿sí ocupa lugar?

—Desde luego. Cada nueva conexión en una neuronade la corteza cerebral es una nueva espina dendrítica yocupa un espacio, como las hojas en un árbol. Cuantasmás espinas, más conexiones y, en principio, más inteli-gencia.

Es muy posible que algún día se llegue a averiguarcómo funciona cada circuito neuronal, pero será difícilexplicar por qué un niño de la calle acaba hundido en lamiseria y otro es capaz de remontar la adversidad y ganarun Nobel. De ello puede hablarnos Mario Capecchi. Obtu-vo el Nobel de Medicina por haber desarrollado la técnicaque permite la manipulación genética. La gene targeringha permitido crear más de 10.000 tipos diferentes deratones transgénicos para la experimentación.

—¿En qué trabaja exactamente, profesor Capecchi?—Estamos estudiando los trastornos obsesivo compul-

sivos, y en concreto la tricotilomanía, una obsesión tanirresistible que los pacientes empiezan a arrancarse elpelo del cuerpo y no pueden parar. Hemos identificadoun gen esencial en ese mecanismo. De momento, hemoscreado un ratón transgénico que, al quitarle ese gen,empieza a arrancarse el pelo sin parar.

—¿Un solo gen?—Sí, es un solo gen; ahora lo difícil es determinar qué

funciones hace. En el cerebro hay un circuito especializa-do en aprender y controlar conductas repetitivas. Poralgún fallo que no conocemos, algunas personas repitenuna conducta de forma incontrolada. Por ejemplo, lavar-se las manos; hay gente que llega a hacerse heridas.

—¿Si interviene un solo gen, se podría pensar en unaterapia génica?

—Bueno, eso depende de si ese gen es importante parala creación del circuito, o sólo para su funcionamiento. Si

está implicado en la creación delcircuito, va a ser mucho más difí-cil, aunque no imposible. Mi tía,la persona que me crió, siempreme decía: “Lo difícil se puede ha-cer inmediatamente; lo imposiblelleva algo más de tiempo”. Así queyo nunca digo que algo es imposi-ble.

Éste es el espíritu que le hallevado al Nobel. Un espíritu desuperación y perseverancia quela vida le puso brutalmente aprueba con cuatro años. Mario Ca-pecchi nació en Verona (Italia) en1937, en unos años muy difíciles,pero esta historia comienza cuan-do su abuela, Lucy Dodd, una pin-tora de Portland (Oregón), deci-dió explorar nuevas fronteras en-tre las vanguardias artísticas deEuropa. Allí conoció a un arqueó-logo alemán, Walter Ramberg,con el que tuvo tres hijos. Ram-berg murió en la Primera GuerraMundial y Lucy Dodd pudo sacaradelante a sus hijos y seguir pin-tando gracias a una iniciativa ori-ginal: compró una villa en Floren-cia y la convirtió en un colegiomayor para chicas americanas.Cuando crecieron, sus tíos Wal-ter y Edward se fueron a estudiara Estados Unidos. Su madre, LucyRamberg, poetisa y escritora, prefirió la Sorbona de París.Pero los tiempos eran cada vez más oscuros: los totalita-rismos avanzaban en Europa. De nuevo en Italia, se unióa un grupo de artistas antifascistas y conoció a un oficial,Luciano Capecchi, con el que tuvo un hijo antes de que laguerra se lo llevara.

El niño no había cumplido cuatro años cuando LucyRamberg fue detenida y conducida al campo de concen-tración de Dachau. Previendo que eso pudiera ocurrir, lehabía dejado al cuidado de una familia de campesinos,

pero sólo lo hicieron durante un año. Capecchi no entien-de ese triste episodio. Tal vez se acabó el dinero, tal vezotras circunstancias les obligaron a abandonarle. De re-pente se encontró abandonado y anduvo cuatro años porlas calles, pidiendo, robando y cobijándose donde podía.

—Al acabar la guerra, su madre fue liberada y pudopor fin encontrarle.

—Sí, pero tardó dos años. Estaba en un hospicio deReggio Emilia, desnutrido y al borde de la muerte.

—¿Cómo le han marcado aquellos años?

—Los niños son muy resistentes ymuy flexibles. Ocurra lo que ocurra, tie-nen que aceptar lo que les llega porqueno tienen referentes, así que actúan lomejor que pueden. Y los que salen conéxito son aquellos que están vivos; setrata de un grupo muy selecto. Creoque la guerra fue mucho más difícil pa-ra mi madre que para mí. Ella se dabacuenta de lo que pasaba y sufría mucho

—Esta experiencia, ¿le ha dado ven-tajas en la vida?

—Sí, me ha dado autosuficiencia yconfianza en mí mismo. Y un sentidode la vida. Yo siempre me termino lacomida que hay en el plato, porque du-rante un tiempo tener un poco de comi-da en el plato era un lujo. Me preocu-pan mucho este tipo de cosas. Por ejem-plo, a mi hija la quiero mucho, quieromimarla y darle todo lo que necesite,pero puede que eso no sea lo mejorpara ella.

Su madre nunca se recuperó psicoló-gicamente, de modo que fueron su tíoEdward y su mujer quienes se ocupa-ron de él. Pero aún hubo otras singulari-dades en su vida. La primera, que hastalos 18 años vivió en una comuna cuá-quera, a la que agradece la oportuni-dad de “haber adquirido conciencia so-cial en unos tiempos en que en EstadosUnidos todo el mundo era muy indivi-dualista”. La segunda, que pese a haber-

se graduado en Física en Harvard, de haberse doctoradoen Bioquímica bajo la dirección del Nobel James Wat-son y haber ganado una plaza de profesor en este selectoclub, prefirió irse a la soledad de las montañas Rocosas,a la Universidad de Utah:

—Necesitaba un lugar tranquilo para poder hacermepreguntas de largo alcance. Si quieres ir lejos, te has deplantear objetivos que rocen la ciencia-ficción y luegopreguntarte cómo los vas a hacer posibles.

Ése es su legado.

es muy posible que algún día se llegue aaveriguar cómo funciona cada circuitoneuronal, pero será difícil explicar por quéun niño de la calle acaba hundido en lamiseria y otro es capaz de ganar un nobel

Reproducción de una resonancia magnética del cerebro de un bebé de 12 meses.

El genetista Mario Capecchi, en un laboratorio de la Universidad de Utah. / efe

8 EL PAÍS, viernes 29 de agosto de 2008

12 EL PAÍS, viernes 29 de agosto de 2008

cine

Un drama, un terrible drama so-cial y moral, también puede con-vertirse en una película de mis-terio. Todo depende de la gra-duación con la que se va ofre-ciendo la información al especta-dor; de que el primer tercio delguión no sea un rácano cúmulode explicaciones orales sobrelos personajes y sus sentimien-tos; de que los sobreentendidosentre los protagonistas ejerzande puzzle informativo para unaaudiencia cada vez más interesa-da. Cineastas como Atom Ego-yan o Michael Haneke lo sabenbien. Como el francés PhilippeClaudel, que convierte la presen-tación de personajes de Hacemucho que te quiero, su intere-sante debut como director, enun ejercicio de funambulismoindagatorio, en un enigma so-bre el dramático peso del pasa-do, de lo vivido, de lo sufrido y,sobre todo, de lo errado.

De modo que el lector agra-decerá que el cronista saltepor encima de cualquier infor-mación acerca de la tramaprincipal y se limite a decirque estamos ante una historiasobre la culpa y la redención.Claudel, analítico, comienza amostrar en el segundo actobuena parte de sus referentes,incluso a través de sus diálo-gos, partiendo de Crimen y cas-tigo, de Dostoievski, hasta lle-gar a los Cuentos morales, deEric Rohmer. Todo ello a tra-vés de una puesta en escenafeísta, que se ve acrecentadapor un rodaje con cámara digi-tal que, si ha servido para aho-rrar costes y pagar a la porten-tosa Kristin Scott Thomas,siempre será bienvenido.

Un secreto ñoñoSin embargo, descubierto el dra-ma que se mueve alrededor dela familia protagonista, uno co-mienza a rezar para que el últi-mo giro de guión, el desenlace,no se dirija hacia la opción másconfortable para la compleji-dad de la historia, para la reden-ción ética de la equívoca mujerque interpreta Scott Thomas.Las pistas ofrecidas por Claudela lo largo del metraje conducena ello, pero el crítico, y seguroque el espectador más exigente,se resisten a ello.

El secreto final es el que seveía venir: ñoño, falsario con loque se ha contado hasta enton-ces, poco plausible respecto dela actitud de la mujer en el jui-cio y de una altura dramáticamuy inferior al resto de la pelícu-la. Algo parecido a lo que le ocu-rre a Dejad de quererme. Parececomo si nadie se atreviera conun verdadero retrato de la mal-dad, a secas. De un verdaderocrimen y castigo sin aditivos nicolorantes.

La adaptación al cine de Los gira-soles ciegos, único libro del falleci-do Alberto Méndez, palabras ma-yores en la literatura españolacontemporánea, conllevaba des-de un inicio unas decisiones queafectaban tanto a la mecánica dela producción como al delicado ar-te de la creación. Cuatro cuentosambientados en la pos Guerra Ci-vil española, aparentemente inde-pendientes, cuyas historias que-dan finalmente entrelazadas. Unreto complicado, un reto esperan-zador. Unir todas ellas hubiera ne-cesitado de una ambiciosa pro-ducción cercana a las tres horas,seguramente carísima y de com-plicada solvencia comercial. Pri-mer recorte: Los girasoles ciegos,película, se estrena hoy comoadaptación de dos de los cuentosde Méndez, aunque uno de ellosvisiblemente reducido, con direc-ción de José Luis Cuerda, y guiónde éste y del fallecido Rafael Azco-na. Un filme correcto, desgarra-dor sólo en su atroz final, sensible-mente menos sutil que su origi-nal literario, algo más maniqueoy, sobre todo, decepcionante en loque se refiere a la adaptación delsegundo de los relatos del libro, eldedicado a la huida de los adoles-centes. De hecho, parece como sila descorazonadora historia para-lela sólo se hubiese añadido al nú-cleo central (el último y más largode los cuentos de Méndez) parajustificar parte del entramado deéste: la intriga de la delación porparte del cura. Mal interpretada,mal montada (¿para qué sacar un

único plano de la vaca que en-cuentra el chaval, si luego no se leva a sacar jugo dramático al ani-mal?) y peor resuelta en su desen-lace (no sólo por el cambio argu-mental, que también, sino porqueel impudoroso plano del bebé acri-billado está a años luz de la poesíadel texto de Méndez), la adapta-

ción al cine de los soliloquios delpoeta y su calvario en el bosque,un reto creativo, son un fracaso.

En cuanto a la traslación delcuarto relato de Méndez, el verda-dero corazón de la película, losaciertos son mayores que los erro-res. La conversión de los monólo-gos del cura en diálogos con susuperior tiene enjundia, humani-dad y cercanía, sobre todo por laacogedora interpretación de JoséÁngel Egido (enfrentado a unRaúl Arévalo monocorde). Azco-na y Cuerda también han hechobien en desechar el único pasajeseudohumorístico del libro, y to-do lo concerniente al personajedel padre escondido en el arma-

rio resulta implacable por su hela-dora desazón. Sin embargo, dema-siadas cosas se hacen en la panta-lla más explícitas que en la letrade Méndez (“He fusilado, he rema-tado a los hombres con mi pisto-la”, en la pantalla; lo que en elcuento era: “Contribuí con mi san-gre a transformar el monte Que-mado en un monte Exterminio”),y el dolor reprimido de los perso-najes resultaba mucho más san-grante que algunas de las explici-tudes de una versión quizá correc-ta para los que no hayan leído Losgirasoles ciegos, pero decepcionan-te para los que pensamos que ahíhabía una película histórica paranuestro cine y nuestra sociedad.

Crimeny castigoDecepcionante corrección

Raúl Arévalo y Maribel Verdú, en un fotograma de Los girasoles ciegos.

LOS GIRASOLES CIEGOSDirección: José Luis Cuerda.Intérpretes: Maribel Verdú, Raúl Aréva-lo, Javier Cámara, Roger Príncep, Ire-ne Escolar, José Ángel Egido.Género: drama. España, 2008.Duración: 96 minutos.

HACE MUCHO QUE TE QUIERODirección: Philippe Claudel.Intérpretes: Kristin Scott Thomas,Elsa Zylberstein, Serge Hazanavicius,Laurent Grévill.Género: drama. Francia, 2008.Duración: 115 minutos.

J. O.JAVIER OCAÑA

En la traslación delcuarto relato deMéndez, corazóndel filme, hay másaciertos que errores

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Mario Capecchi venció a la adversidad para conquistar la élite de la investigacióngenética. Junto a otros científicos, escruta la caja negra misteriosa del cerebro.

EL NOBEL DE LA CALLEviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

l próximo será un viaje al cerebro, y pa-ra ello vamos a visitar una de las joyasdel MIT, el edificio del Picower Institu-te, donde se realizan los más avanzadosestudios en neurociencia, pero tambiénvamos a conocer a un científico, que su-po hacerse las preguntas más germina-

les de la ciencia, aquellas que rozan la ciencia-ficción, ybuscar la respuesta. Es Mario Capecchi, premio Nobel deMedicina 2007, un hombre que cuando fue a la escuelapor primera vez tenía nueve años, no sabía inglés y habíapasado la mitad de su vida siendo un niño de la calle.

Entrar en el edificio del Picower Institute produce unasensación de bienestar, y no porque el cerebro haya entra-do en un experimento subrepticio, tipo Matrix. Simple-mente, la buena arquitectura, como el chocolate o la co-caína, también puede activar los circuitos neuronales derecompensa, que nos hacen sentir placer. Su director,Mark F. Bear, nos sitúa esta nueva frontera de la ciencia:“Vamos a lograr el sueño que ha movido a generacionesde neurocientíficos: ser capaces de inactivar y volver areactivar, de forma selectiva, circuitos neuronales queintervienen en una función cerebral concreta”.

Eso es lo que ha hecho Susumo Tonegawa, uno de loscientíficos más eminentes del MIT, que recibió en 1987 elPremio Nobel por sus trabajos en inmunología, pero aho-ra estudia cómo el aprendizaje y la experiencia impactanen el cerebro. Porque el cerebro se modifica con la vida.En uno de sus últimos trabajos, publicado en Science esteaño, ha conseguido bloquear la capacidad de aprender yretener datos, interrumpiendo un circuito concreto delhipocampo. Gracias a los trabajos de David Hubel y Tors-ten N. Wiesel en la Universidad de Harvard, por los que

recibieron también el Nobel, se ha podido conocer de quéforma la corteza cerebral procesa por ejemplo la informa-ción visual. Cómo se van formando distintas ramas neuro-nales para cada rasgo de una figura humana y añadenuevas ramas para los rasgos de las personas que vamosconociendo. El científico Quian Quiroga ha conseguidoseñalar incluso las neuronas concretas que se “encien-den” al ver a la actriz Whoopy Goldberg. En este experi-mento, colocó electrodos en la corteza temporal de pa-cientes operados por epilepsia intratable, y luego les mos-tró las imágenes de famosos: pudo diferenciar las neuro-nas que se “encendían” con cada personaje, y sólo con él.

Durante mucho tiempo, el cerebro ha sido una especiede caja negra cerrada porque las funciones inteligentes,obviamente, sólo pueden estudiarse en humanos vivos.Pero la resonancia magnética funcional y otras técnicascomo el microscopio de láser de dos fotones, permitenahora ver qué ocurre en él. ¿Podrá el cerebro algún díallegar a autocomprenderse? “Sin duda”, responde CarlosBelmonte, impulsor y hasta hace poco director del Institu-to de Neurociencias de Alicante. En ello trabajan los56.000 neurocientíficos agrupados en la Organización In-ternacional para el Estudio del Cerebro, la IBRO. Pero nova a ser fácil entenderlo, y menos aún manipularlo. Elcerebro es un órgano muy complejo y plástico, que seconstruye con la experiencia. Una especie de bosque ani-mado formado por 100.000 millones de neuronas en acti-vidad. Se estima que cada neurona establece una mediade mil conexiones con otras en milisegundos. Una neuro-na es como el tronco de un árbol, explica Belmonte.Aprender no es otra cosa que formar un nuevo circuitoneuronal, una nueva conexión.

—Luego el saber, ¿sí ocupa lugar?

—Desde luego. Cada nueva conexión en una neuronade la corteza cerebral es una nueva espina dendrítica yocupa un espacio, como las hojas en un árbol. Cuantasmás espinas, más conexiones y, en principio, más inteli-gencia.

Es muy posible que algún día se llegue a averiguarcómo funciona cada circuito neuronal, pero será difícilexplicar por qué un niño de la calle acaba hundido en lamiseria y otro es capaz de remontar la adversidad y ganarun Nobel. De ello puede hablarnos Mario Capecchi. Obtu-vo el Nobel de Medicina por haber desarrollado la técnicaque permite la manipulación genética. La gene targeringha permitido crear más de 10.000 tipos diferentes deratones transgénicos para la experimentación.

—¿En qué trabaja exactamente, profesor Capecchi?—Estamos estudiando los trastornos obsesivo compul-

sivos, y en concreto la tricotilomanía, una obsesión tanirresistible que los pacientes empiezan a arrancarse elpelo del cuerpo y no pueden parar. Hemos identificadoun gen esencial en ese mecanismo. De momento, hemoscreado un ratón transgénico que, al quitarle ese gen,empieza a arrancarse el pelo sin parar.

—¿Un solo gen?—Sí, es un solo gen; ahora lo difícil es determinar qué

funciones hace. En el cerebro hay un circuito especializa-do en aprender y controlar conductas repetitivas. Poralgún fallo que no conocemos, algunas personas repitenuna conducta de forma incontrolada. Por ejemplo, lavar-se las manos; hay gente que llega a hacerse heridas.

—¿Si interviene un solo gen, se podría pensar en unaterapia génica?

—Bueno, eso depende de si ese gen es importante parala creación del circuito, o sólo para su funcionamiento. Si

está implicado en la creación delcircuito, va a ser mucho más difí-cil, aunque no imposible. Mi tía,la persona que me crió, siempreme decía: “Lo difícil se puede ha-cer inmediatamente; lo imposiblelleva algo más de tiempo”. Así queyo nunca digo que algo es imposi-ble.

Éste es el espíritu que le hallevado al Nobel. Un espíritu desuperación y perseverancia quela vida le puso brutalmente aprueba con cuatro años. Mario Ca-pecchi nació en Verona (Italia) en1937, en unos años muy difíciles,pero esta historia comienza cuan-do su abuela, Lucy Dodd, una pin-tora de Portland (Oregón), deci-dió explorar nuevas fronteras en-tre las vanguardias artísticas deEuropa. Allí conoció a un arqueó-logo alemán, Walter Ramberg,con el que tuvo tres hijos. Ram-berg murió en la Primera GuerraMundial y Lucy Dodd pudo sacaradelante a sus hijos y seguir pin-tando gracias a una iniciativa ori-ginal: compró una villa en Floren-cia y la convirtió en un colegiomayor para chicas americanas.Cuando crecieron, sus tíos Wal-ter y Edward se fueron a estudiara Estados Unidos. Su madre, LucyRamberg, poetisa y escritora, prefirió la Sorbona de París.Pero los tiempos eran cada vez más oscuros: los totalita-rismos avanzaban en Europa. De nuevo en Italia, se unióa un grupo de artistas antifascistas y conoció a un oficial,Luciano Capecchi, con el que tuvo un hijo antes de que laguerra se lo llevara.

El niño no había cumplido cuatro años cuando LucyRamberg fue detenida y conducida al campo de concen-tración de Dachau. Previendo que eso pudiera ocurrir, lehabía dejado al cuidado de una familia de campesinos,

pero sólo lo hicieron durante un año. Capecchi no entien-de ese triste episodio. Tal vez se acabó el dinero, tal vezotras circunstancias les obligaron a abandonarle. De re-pente se encontró abandonado y anduvo cuatro años porlas calles, pidiendo, robando y cobijándose donde podía.

—Al acabar la guerra, su madre fue liberada y pudopor fin encontrarle.

—Sí, pero tardó dos años. Estaba en un hospicio deReggio Emilia, desnutrido y al borde de la muerte.

—¿Cómo le han marcado aquellos años?

—Los niños son muy resistentes ymuy flexibles. Ocurra lo que ocurra, tie-nen que aceptar lo que les llega porqueno tienen referentes, así que actúan lomejor que pueden. Y los que salen conéxito son aquellos que están vivos; setrata de un grupo muy selecto. Creoque la guerra fue mucho más difícil pa-ra mi madre que para mí. Ella se dabacuenta de lo que pasaba y sufría mucho

—Esta experiencia, ¿le ha dado ven-tajas en la vida?

—Sí, me ha dado autosuficiencia yconfianza en mí mismo. Y un sentidode la vida. Yo siempre me termino lacomida que hay en el plato, porque du-rante un tiempo tener un poco de comi-da en el plato era un lujo. Me preocu-pan mucho este tipo de cosas. Por ejem-plo, a mi hija la quiero mucho, quieromimarla y darle todo lo que necesite,pero puede que eso no sea lo mejorpara ella.

Su madre nunca se recuperó psicoló-gicamente, de modo que fueron su tíoEdward y su mujer quienes se ocupa-ron de él. Pero aún hubo otras singulari-dades en su vida. La primera, que hastalos 18 años vivió en una comuna cuá-quera, a la que agradece la oportuni-dad de “haber adquirido conciencia so-cial en unos tiempos en que en EstadosUnidos todo el mundo era muy indivi-dualista”. La segunda, que pese a haber-

se graduado en Física en Harvard, de haberse doctoradoen Bioquímica bajo la dirección del Nobel James Wat-son y haber ganado una plaza de profesor en este selectoclub, prefirió irse a la soledad de las montañas Rocosas,a la Universidad de Utah:

—Necesitaba un lugar tranquilo para poder hacermepreguntas de largo alcance. Si quieres ir lejos, te has deplantear objetivos que rocen la ciencia-ficción y luegopreguntarte cómo los vas a hacer posibles.

Ése es su legado.

es muy posible que algún día se llegue aaveriguar cómo funciona cada circuitoneuronal, pero será difícil explicar por quéun niño de la calle acaba hundido en lamiseria y otro es capaz de ganar un nobel

Reproducción de una resonancia magnética del cerebro de un bebé de 12 meses.

El genetista Mario Capecchi, en un laboratorio de la Universidad de Utah. / efe

EL PAÍS, viernes 29 de agosto de 2008 9

reportajereportaje

En el futuro será posible leer el pensamiento y tal vez llegar a modularel comportamiento. La puerta a un mundo insospechado está abierta.

dilemas EN el cerebroviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

la vista de los avances en neurociencia quehemos visto en el Picower Institute, está cla-ro que algún día, seguramente no muy leja-no, será posible leer el pensamiento, o por lomenos, porciones de pensamiento. Y modu-lar el comportamiento, lo cual abre la puer-ta a un mundo insospechado. Las investiga-

ciones más recientes en el campo de la neurociencia tienenque ver con la localización del comportamiento y el juiciomoral. Para hablar de ellas vamos a dejar el MIT, vamos acruzar el río que separa Cambridge de Boston, y vamos adirigirnos a la Facultad de Medicina de Harvard, concreta-mente al Berenson-Allen Center for Non-Invasive Brain Sti-mulation. Les aconsejo que me sigan porque vamos a en-contrarnos con uno de los científicos que más ha trabajado,y meditado, sobre el cerebro, y seguramente una de laspersonas con más capacidad de estimular las neuronas…hablando de neuronas.

Es Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-AllenCenter. Se educó en el Colegio Alemán de Valencia, lo quele permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania),pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurolo-gía con un propósito muy claro: dedicarse a la investiga-ción.

—¿Tan claro lo tenía?—Sí, absolutamente. En ese momento no pensaba en

ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gustoa tratar a los enfermos. Quería investigar el cerebro por-que me interesaba la filosofía y tenía muy claro el tipo depreguntas que quería hacer.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota asistió auna conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técni-ca que acababa de desarrollar, la estimulación magnéticatranscraneal. De eso hace 22 años y no recuerda cuántasveces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces sudeseo de adentrarse por los dominios donde la neurologíase encuentra con la filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética sonrealmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colo-can en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero enabsoluto amenazante, que el investigador va orientandohasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro quecontrola el habla. Cuando la localiza, te pide que le expli-ques una historia. Mientras estás hablando, activa un me-canismo y sientes como una pequeña descarga. No duele,sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca. Las pala-bras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, perotu garganta no responde. Es como una de esas pesadillasen las que basta una palabra para que se abra la puertaque te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera depronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que enlugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes. ¿Porqué? Porque la función de cantar está en el lóbulo dere-cho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.

Los primeros trabajos sobre interferencias en el hablalos realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publi-cado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psico-logía de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una funciónconcreta, sino de modificar un comportamiento.

—Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho exacta-mente?

—Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio deuna persona bloqueando determinadas partes de su cere-bro. Cosas que antes le parecían muy mal a esa persona,pasan a resultarle indiferentes.

—Esta frontera de la ciencia resulta muy inquietante.¿Seguirá intacto mi cerebro cuando salga de aquí?

—Tranquila, es sólo un experimento. En realidad fun-ciona como los famosos paradigmas del tren.

Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohenpublicó en 2001 en Science. Los llamados paradigmasmorales, o más bien mortales. Veamos el primero deellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; elsujeto al que se plantea el dilema está junto a una bifurca-ción en la que hay una aguja que se puede accionar paraque el tren vaya por una vía o por la otra. En una de lasvías hay un trabajador y en la otra tres. El tren no puededetenerse. Lo único que puede hacer el sujeto es moverla aguja para que vaya por una vía o por la otra. ¿Quéhará? La mayoría de los que participan en este dilema

accionan la manivela para que el tren vaya hacia la víaen la que sólo hay un trabajador. Deciden que muera unopara salvar a tres.

En el segundo dilema, la situación es la misma, pero enlugar de bifurcación, hay una sola vía. Muy cerca del suje-to, hay un operario trabajando en la vía y unos metrosmás allá, otros tres. El tren parará automáticamente si seinterpone un objeto en su camino. El sujeto sabe que la

única cosa que puede hacer es empujar a la vía al trabaja-dor que tiene más próximo. ¿Lo hará? La decisión es lamisma, matar a uno para salvar a tres, pero empujando,que es distinto. La mayoría de quienes participan en estaprueba deciden no empujar al trabajador y, por tanto,mueren los otros tres. Hay algo, en este caso, por encimadel raciocinio, que no les deja optar por la mejor solución.Algo de orden moral.

Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando conun nuevo dilema, el del Ultimatum Game. Participan dossujetos a los que se ofrece una cantidad importante dedinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se ponende acuerdo en el reparto. A uno se le dará la facultad deproponer el trato y el otro sólo tendrá dos opciones,aceptar o rechazar la oferta. Si la acepta, cada uno sellevará la parte acordada. Si la rechaza, ninguno recibiránada. El planteamiento racional sería: puesto que él tie-ne la capacidad de decidir, si rechazo la oferta, me que-do sin nada. Luego la posición más ventajosa —yegoísta— es aceptar lo que me proponga. Pues no. Lamayoría de los sujetos que participan en el UltimatumGame rechaza la oferta si ésta es inferior al 40%. Larechazan de plano, y además suelen enfadarse. Pero sien lugar de una persona, es un ordenador el que hace laoferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo que lamáquina le ofrece!

—¿Por qué esta diferencia?—Porque un ordenador no es humano. Con la decisión

de rechazar la oferta injusta, practican el llamado “castigoaltruista”, un rasgo muy humano: actuar contra el propiointerés por defender un principio moral.

—¿Y eso se procesa en un lugar concreto del cerebro?—Sí. Sanfey y Cohen habían comprobado que con el

Ultimatum Game se activaba tanto la corteza prefrontal,que regula el raciocinio y el juicio moral, como la amígda-la, que procesa las emociones, pero eso no aclaraba mu-cho las cosas, porque no sabes qué es causa y qué conse-cuencia. ¿Primero decides la accióny luego la juzgas, o primero la valo-ras y luego decides? La estimulaciónmagnética intracraneal nos ha per-mitido dar un paso trascendental.Nuestra hipótesis era que la cortezaprefrontal se activaba precisamentepara inhibir la amígdala; y que si blo-queábamos la corteza, los indivi-duos aceptarían cualquier ofertaque les hicieran porque predomina-ría el interés egoísta. Y así ha sido.

En esta investigación, se ha visto que la disrupción delcortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo) medianteestimulación magnética intracraneal, reduce el impulsode rechazar las ofertas intencionadamente injustas.

—¿Conclusión?—Que los humanos inhiben el egoísmo con valores

sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta delcerebro. La especie humana es capaz de exhibir justiciarecíproca, lo cual implica el castigo de los individuos que

tienen conductas injustas, incluso cuando eso daña el pro-pio interés. Para ello ha desarrollado un sistema corticalcapaz de inhibir la acción reflexiva encaminada a buscarel propio interés. Y este sistema de inhibición es tan fuerteque somos capaces de llegar a matarnos a nosotros mis-mos por convicciones políticas y morales.

Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los te-rroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte delcerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas? ¿En quéparte se procesa el impulso violento de los agresoressexuales? ¿Podría cortocircuitarse si lo averiguáramos?

En el despacho de Álvaro Pascual-Leone hay colgadauna gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de comen-sales comparte mesa en lo que parece ser un agradablebanquete. Todo es muy normal… excepto que llevan losojos vendados.

—Parece el fotograma de una película de Buñuel.¿Qué significa?

—Con este experimento demostramos que si te deja-mos con los ojos vendados, en apenas unos días la parte dela corteza cerebral que normalmente procesa la informa-

ción visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, yaumenta la memoria verbal. Puro Machado aplicado a laneurociencia: hacemos cerebro al andar…

—¿Tan plástico es?—Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente

del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos móvileshace que ahora, cuando mueven ese dedo, se enciende unárea mayor del cerebro. Para bien o para mal, toda activi-dad, toda percepción, cambia nuestro cerebro. Y todo pasaen el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede seruna disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el

cerebro es un artefacto capaz deautomonitorizarse. El resultado esla autoconciencia.

—¿Significa eso que si tuviéra-mos el suficiente control del cerebropodríamos llegar a autocurarnos?

—El mecanismo seguramenteexiste, lo que no sabemos es cómoactivarlo. El cerebro consume el20% de la energía que gasta nuestroorganismo, y consume casi la mis-

ma tanto cuando está muy activo como cuando está enreposo. ¿Para qué necesita tanta energía en reposo? Segu-ramente porque está focalizado hacia el interior. MarcusRaichle ha acuñado el término default network o red pordefecto, que es la que actúa en estos casos. Yo creo queesta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promovermecanismos de defensa para proteger la salud del organis-mo.

Curioso. Habrá que seguir de cerca estas investigacio-nes.

Los resultados de un mapeo cerebral (arriba) y, abajo, Álvaro Pascual-Leone.

“no pensaba en ejercer como neurólogo,aunque luego le he tomado gusto a tratara los enfermos. Quería investigar el cerebroporque me interesaba la filosofía y tenía muyclaro el tipo de preguntas que quería hacer”

EL PAÍS, sábado 30 de agosto de 2008 7

reportajereportaje

En el futuro será posible leer el pensamiento y tal vez llegar a modularel comportamiento. La puerta a un mundo insospechado está abierta.

dilemas EN el cerebroviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

la vista de los avances en neurociencia quehemos visto en el Picower Institute, está cla-ro que algún día, seguramente no muy leja-no, será posible leer el pensamiento, o por lomenos, porciones de pensamiento. Y modu-lar el comportamiento, lo cual abre la puer-ta a un mundo insospechado. Las investiga-

ciones más recientes en el campo de la neurociencia tienenque ver con la localización del comportamiento y el juiciomoral. Para hablar de ellas vamos a dejar el MIT, vamos acruzar el río que separa Cambridge de Boston, y vamos adirigirnos a la Facultad de Medicina de Harvard, concreta-mente al Berenson-Allen Center for Non-Invasive Brain Sti-mulation. Les aconsejo que me sigan porque vamos a en-contrarnos con uno de los científicos que más ha trabajado,y meditado, sobre el cerebro, y seguramente una de laspersonas con más capacidad de estimular las neuronas…hablando de neuronas.

Es Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-AllenCenter. Se educó en el Colegio Alemán de Valencia, lo quele permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania),pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurolo-gía con un propósito muy claro: dedicarse a la investiga-ción.

—¿Tan claro lo tenía?—Sí, absolutamente. En ese momento no pensaba en

ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gustoa tratar a los enfermos. Quería investigar el cerebro por-que me interesaba la filosofía y tenía muy claro el tipo depreguntas que quería hacer.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota asistió auna conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técni-ca que acababa de desarrollar, la estimulación magnéticatranscraneal. De eso hace 22 años y no recuerda cuántasveces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces sudeseo de adentrarse por los dominios donde la neurologíase encuentra con la filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética sonrealmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colo-can en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero enabsoluto amenazante, que el investigador va orientandohasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro quecontrola el habla. Cuando la localiza, te pide que le expli-ques una historia. Mientras estás hablando, activa un me-canismo y sientes como una pequeña descarga. No duele,sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca. Las pala-bras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, perotu garganta no responde. Es como una de esas pesadillasen las que basta una palabra para que se abra la puertaque te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera depronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que enlugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes. ¿Porqué? Porque la función de cantar está en el lóbulo dere-cho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.

Los primeros trabajos sobre interferencias en el hablalos realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publi-cado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psico-logía de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una funciónconcreta, sino de modificar un comportamiento.

—Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho exacta-mente?

—Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio deuna persona bloqueando determinadas partes de su cere-bro. Cosas que antes le parecían muy mal a esa persona,pasan a resultarle indiferentes.

—Esta frontera de la ciencia resulta muy inquietante.¿Seguirá intacto mi cerebro cuando salga de aquí?

—Tranquila, es sólo un experimento. En realidad fun-ciona como los famosos paradigmas del tren.

Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohenpublicó en 2001 en Science. Los llamados paradigmasmorales, o más bien mortales. Veamos el primero deellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; elsujeto al que se plantea el dilema está junto a una bifurca-ción en la que hay una aguja que se puede accionar paraque el tren vaya por una vía o por la otra. En una de lasvías hay un trabajador y en la otra tres. El tren no puededetenerse. Lo único que puede hacer el sujeto es moverla aguja para que vaya por una vía o por la otra. ¿Quéhará? La mayoría de los que participan en este dilema

accionan la manivela para que el tren vaya hacia la víaen la que sólo hay un trabajador. Deciden que muera unopara salvar a tres.

En el segundo dilema, la situación es la misma, pero enlugar de bifurcación, hay una sola vía. Muy cerca del suje-to, hay un operario trabajando en la vía y unos metrosmás allá, otros tres. El tren parará automáticamente si seinterpone un objeto en su camino. El sujeto sabe que la

única cosa que puede hacer es empujar a la vía al trabaja-dor que tiene más próximo. ¿Lo hará? La decisión es lamisma, matar a uno para salvar a tres, pero empujando,que es distinto. La mayoría de quienes participan en estaprueba deciden no empujar al trabajador y, por tanto,mueren los otros tres. Hay algo, en este caso, por encimadel raciocinio, que no les deja optar por la mejor solución.Algo de orden moral.

Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando conun nuevo dilema, el del Ultimatum Game. Participan dossujetos a los que se ofrece una cantidad importante dedinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se ponende acuerdo en el reparto. A uno se le dará la facultad deproponer el trato y el otro sólo tendrá dos opciones,aceptar o rechazar la oferta. Si la acepta, cada uno sellevará la parte acordada. Si la rechaza, ninguno recibiránada. El planteamiento racional sería: puesto que él tie-ne la capacidad de decidir, si rechazo la oferta, me que-do sin nada. Luego la posición más ventajosa —yegoísta— es aceptar lo que me proponga. Pues no. Lamayoría de los sujetos que participan en el UltimatumGame rechaza la oferta si ésta es inferior al 40%. Larechazan de plano, y además suelen enfadarse. Pero sien lugar de una persona, es un ordenador el que hace laoferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo que lamáquina le ofrece!

—¿Por qué esta diferencia?—Porque un ordenador no es humano. Con la decisión

de rechazar la oferta injusta, practican el llamado “castigoaltruista”, un rasgo muy humano: actuar contra el propiointerés por defender un principio moral.

—¿Y eso se procesa en un lugar concreto del cerebro?—Sí. Sanfey y Cohen habían comprobado que con el

Ultimatum Game se activaba tanto la corteza prefrontal,que regula el raciocinio y el juicio moral, como la amígda-la, que procesa las emociones, pero eso no aclaraba mu-cho las cosas, porque no sabes qué es causa y qué conse-cuencia. ¿Primero decides la accióny luego la juzgas, o primero la valo-ras y luego decides? La estimulaciónmagnética intracraneal nos ha per-mitido dar un paso trascendental.Nuestra hipótesis era que la cortezaprefrontal se activaba precisamentepara inhibir la amígdala; y que si blo-queábamos la corteza, los indivi-duos aceptarían cualquier ofertaque les hicieran porque predomina-ría el interés egoísta. Y así ha sido.

En esta investigación, se ha visto que la disrupción delcortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo) medianteestimulación magnética intracraneal, reduce el impulsode rechazar las ofertas intencionadamente injustas.

—¿Conclusión?—Que los humanos inhiben el egoísmo con valores

sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta delcerebro. La especie humana es capaz de exhibir justiciarecíproca, lo cual implica el castigo de los individuos que

tienen conductas injustas, incluso cuando eso daña el pro-pio interés. Para ello ha desarrollado un sistema corticalcapaz de inhibir la acción reflexiva encaminada a buscarel propio interés. Y este sistema de inhibición es tan fuerteque somos capaces de llegar a matarnos a nosotros mis-mos por convicciones políticas y morales.

Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los te-rroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte delcerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas? ¿En quéparte se procesa el impulso violento de los agresoressexuales? ¿Podría cortocircuitarse si lo averiguáramos?

En el despacho de Álvaro Pascual-Leone hay colgadauna gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de comen-sales comparte mesa en lo que parece ser un agradablebanquete. Todo es muy normal… excepto que llevan losojos vendados.

—Parece el fotograma de una película de Buñuel.¿Qué significa?

—Con este experimento demostramos que si te deja-mos con los ojos vendados, en apenas unos días la parte dela corteza cerebral que normalmente procesa la informa-

ción visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, yaumenta la memoria verbal. Puro Machado aplicado a laneurociencia: hacemos cerebro al andar…

—¿Tan plástico es?—Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente

del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos móvileshace que ahora, cuando mueven ese dedo, se enciende unárea mayor del cerebro. Para bien o para mal, toda activi-dad, toda percepción, cambia nuestro cerebro. Y todo pasaen el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede seruna disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el

cerebro es un artefacto capaz deautomonitorizarse. El resultado esla autoconciencia.

—¿Significa eso que si tuviéra-mos el suficiente control del cerebropodríamos llegar a autocurarnos?

—El mecanismo seguramenteexiste, lo que no sabemos es cómoactivarlo. El cerebro consume el20% de la energía que gasta nuestroorganismo, y consume casi la mis-

ma tanto cuando está muy activo como cuando está enreposo. ¿Para qué necesita tanta energía en reposo? Segu-ramente porque está focalizado hacia el interior. MarcusRaichle ha acuñado el término default network o red pordefecto, que es la que actúa en estos casos. Yo creo queesta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promovermecanismos de defensa para proteger la salud del organis-mo.

Curioso. Habrá que seguir de cerca estas investigacio-nes.

Los resultados de un mapeo cerebral (arriba) y, abajo, Álvaro Pascual-Leone.

“no pensaba en ejercer como neurólogo,aunque luego le he tomado gusto a tratara los enfermos. Quería investigar el cerebroporque me interesaba la filosofía y tenía muyclaro el tipo de preguntas que quería hacer”

6 EL PAÍS, sábado 30 de agosto de 2008

reportajereportaje

En el futuro será posible leer el pensamiento y tal vez llegar a modularel comportamiento. La puerta a un mundo insospechado está abierta.

dilemas EN el cerebroviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

la vista de los avances en neurociencia quehemos visto en el Picower Institute, está cla-ro que algún día, seguramente no muy leja-no, será posible leer el pensamiento, o por lomenos, porciones de pensamiento. Y modu-lar el comportamiento, lo cual abre la puer-ta a un mundo insospechado. Las investiga-

ciones más recientes en el campo de la neurociencia tienenque ver con la localización del comportamiento y el juiciomoral. Para hablar de ellas vamos a dejar el MIT, vamos acruzar el río que separa Cambridge de Boston, y vamos adirigirnos a la Facultad de Medicina de Harvard, concreta-mente al Berenson-Allen Center for Non-Invasive Brain Sti-mulation. Les aconsejo que me sigan porque vamos a en-contrarnos con uno de los científicos que más ha trabajado,y meditado, sobre el cerebro, y seguramente una de laspersonas con más capacidad de estimular las neuronas…hablando de neuronas.

Es Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-AllenCenter. Se educó en el Colegio Alemán de Valencia, lo quele permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania),pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurolo-gía con un propósito muy claro: dedicarse a la investiga-ción.

—¿Tan claro lo tenía?—Sí, absolutamente. En ese momento no pensaba en

ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gustoa tratar a los enfermos. Quería investigar el cerebro por-que me interesaba la filosofía y tenía muy claro el tipo depreguntas que quería hacer.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota asistió auna conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técni-ca que acababa de desarrollar, la estimulación magnéticatranscraneal. De eso hace 22 años y no recuerda cuántasveces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces sudeseo de adentrarse por los dominios donde la neurologíase encuentra con la filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética sonrealmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colo-can en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero enabsoluto amenazante, que el investigador va orientandohasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro quecontrola el habla. Cuando la localiza, te pide que le expli-ques una historia. Mientras estás hablando, activa un me-canismo y sientes como una pequeña descarga. No duele,sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca. Las pala-bras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, perotu garganta no responde. Es como una de esas pesadillasen las que basta una palabra para que se abra la puertaque te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera depronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que enlugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes. ¿Porqué? Porque la función de cantar está en el lóbulo dere-cho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.

Los primeros trabajos sobre interferencias en el hablalos realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publi-cado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psico-logía de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una funciónconcreta, sino de modificar un comportamiento.

—Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho exacta-mente?

—Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio deuna persona bloqueando determinadas partes de su cere-bro. Cosas que antes le parecían muy mal a esa persona,pasan a resultarle indiferentes.

—Esta frontera de la ciencia resulta muy inquietante.¿Seguirá intacto mi cerebro cuando salga de aquí?

—Tranquila, es sólo un experimento. En realidad fun-ciona como los famosos paradigmas del tren.

Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohenpublicó en 2001 en Science. Los llamados paradigmasmorales, o más bien mortales. Veamos el primero deellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; elsujeto al que se plantea el dilema está junto a una bifurca-ción en la que hay una aguja que se puede accionar paraque el tren vaya por una vía o por la otra. En una de lasvías hay un trabajador y en la otra tres. El tren no puededetenerse. Lo único que puede hacer el sujeto es moverla aguja para que vaya por una vía o por la otra. ¿Quéhará? La mayoría de los que participan en este dilema

accionan la manivela para que el tren vaya hacia la víaen la que sólo hay un trabajador. Deciden que muera unopara salvar a tres.

En el segundo dilema, la situación es la misma, pero enlugar de bifurcación, hay una sola vía. Muy cerca del suje-to, hay un operario trabajando en la vía y unos metrosmás allá, otros tres. El tren parará automáticamente si seinterpone un objeto en su camino. El sujeto sabe que la

única cosa que puede hacer es empujar a la vía al trabaja-dor que tiene más próximo. ¿Lo hará? La decisión es lamisma, matar a uno para salvar a tres, pero empujando,que es distinto. La mayoría de quienes participan en estaprueba deciden no empujar al trabajador y, por tanto,mueren los otros tres. Hay algo, en este caso, por encimadel raciocinio, que no les deja optar por la mejor solución.Algo de orden moral.

Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando conun nuevo dilema, el del Ultimatum Game. Participan dossujetos a los que se ofrece una cantidad importante dedinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se ponende acuerdo en el reparto. A uno se le dará la facultad deproponer el trato y el otro sólo tendrá dos opciones,aceptar o rechazar la oferta. Si la acepta, cada uno sellevará la parte acordada. Si la rechaza, ninguno recibiránada. El planteamiento racional sería: puesto que él tie-ne la capacidad de decidir, si rechazo la oferta, me que-do sin nada. Luego la posición más ventajosa —yegoísta— es aceptar lo que me proponga. Pues no. Lamayoría de los sujetos que participan en el UltimatumGame rechaza la oferta si ésta es inferior al 40%. Larechazan de plano, y además suelen enfadarse. Pero sien lugar de una persona, es un ordenador el que hace laoferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo que lamáquina le ofrece!

—¿Por qué esta diferencia?—Porque un ordenador no es humano. Con la decisión

de rechazar la oferta injusta, practican el llamado “castigoaltruista”, un rasgo muy humano: actuar contra el propiointerés por defender un principio moral.

—¿Y eso se procesa en un lugar concreto del cerebro?—Sí. Sanfey y Cohen habían comprobado que con el

Ultimatum Game se activaba tanto la corteza prefrontal,que regula el raciocinio y el juicio moral, como la amígda-la, que procesa las emociones, pero eso no aclaraba mu-cho las cosas, porque no sabes qué es causa y qué conse-cuencia. ¿Primero decides la accióny luego la juzgas, o primero la valo-ras y luego decides? La estimulaciónmagnética intracraneal nos ha per-mitido dar un paso trascendental.Nuestra hipótesis era que la cortezaprefrontal se activaba precisamentepara inhibir la amígdala; y que si blo-queábamos la corteza, los indivi-duos aceptarían cualquier ofertaque les hicieran porque predomina-ría el interés egoísta. Y así ha sido.

En esta investigación, se ha visto que la disrupción delcortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo) medianteestimulación magnética intracraneal, reduce el impulsode rechazar las ofertas intencionadamente injustas.

—¿Conclusión?—Que los humanos inhiben el egoísmo con valores

sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta delcerebro. La especie humana es capaz de exhibir justiciarecíproca, lo cual implica el castigo de los individuos que

tienen conductas injustas, incluso cuando eso daña el pro-pio interés. Para ello ha desarrollado un sistema corticalcapaz de inhibir la acción reflexiva encaminada a buscarel propio interés. Y este sistema de inhibición es tan fuerteque somos capaces de llegar a matarnos a nosotros mis-mos por convicciones políticas y morales.

Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los te-rroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte delcerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas? ¿En quéparte se procesa el impulso violento de los agresoressexuales? ¿Podría cortocircuitarse si lo averiguáramos?

En el despacho de Álvaro Pascual-Leone hay colgadauna gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de comen-sales comparte mesa en lo que parece ser un agradablebanquete. Todo es muy normal… excepto que llevan losojos vendados.

—Parece el fotograma de una película de Buñuel.¿Qué significa?

—Con este experimento demostramos que si te deja-mos con los ojos vendados, en apenas unos días la parte dela corteza cerebral que normalmente procesa la informa-

ción visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, yaumenta la memoria verbal. Puro Machado aplicado a laneurociencia: hacemos cerebro al andar…

—¿Tan plástico es?—Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente

del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos móvileshace que ahora, cuando mueven ese dedo, se enciende unárea mayor del cerebro. Para bien o para mal, toda activi-dad, toda percepción, cambia nuestro cerebro. Y todo pasaen el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede seruna disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el

cerebro es un artefacto capaz deautomonitorizarse. El resultado esla autoconciencia.

—¿Significa eso que si tuviéra-mos el suficiente control del cerebropodríamos llegar a autocurarnos?

—El mecanismo seguramenteexiste, lo que no sabemos es cómoactivarlo. El cerebro consume el20% de la energía que gasta nuestroorganismo, y consume casi la mis-

ma tanto cuando está muy activo como cuando está enreposo. ¿Para qué necesita tanta energía en reposo? Segu-ramente porque está focalizado hacia el interior. MarcusRaichle ha acuñado el término default network o red pordefecto, que es la que actúa en estos casos. Yo creo queesta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promovermecanismos de defensa para proteger la salud del organis-mo.

Curioso. Habrá que seguir de cerca estas investigacio-nes.

Los resultados de un mapeo cerebral (arriba) y, abajo, Álvaro Pascual-Leone.

“no pensaba en ejercer como neurólogo,aunque luego le he tomado gusto a tratara los enfermos. Quería investigar el cerebroporque me interesaba la filosofía y tenía muyclaro el tipo de preguntas que quería hacer”

EL PAÍS, sábado 30 de agosto de 2008 7

reportajereportaje

En el futuro será posible leer el pensamiento y tal vez llegar a modularel comportamiento. La puerta a un mundo insospechado está abierta.

dilemas EN el cerebroviaje a las fronteras de la ciencia por Milagros Pérez Oliva

la vista de los avances en neurociencia quehemos visto en el Picower Institute, está cla-ro que algún día, seguramente no muy leja-no, será posible leer el pensamiento, o por lomenos, porciones de pensamiento. Y modu-lar el comportamiento, lo cual abre la puer-ta a un mundo insospechado. Las investiga-

ciones más recientes en el campo de la neurociencia tienenque ver con la localización del comportamiento y el juiciomoral. Para hablar de ellas vamos a dejar el MIT, vamos acruzar el río que separa Cambridge de Boston, y vamos adirigirnos a la Facultad de Medicina de Harvard, concreta-mente al Berenson-Allen Center for Non-Invasive Brain Sti-mulation. Les aconsejo que me sigan porque vamos a en-contrarnos con uno de los científicos que más ha trabajado,y meditado, sobre el cerebro, y seguramente una de laspersonas con más capacidad de estimular las neuronas…hablando de neuronas.

Es Álvaro Pascual-Leone, director del Berenson-AllenCenter. Se educó en el Colegio Alemán de Valencia, lo quele permitió estudiar Medicina en Friburgo (Alemania),pero se fue a Estados Unidos a especializarse en neurolo-gía con un propósito muy claro: dedicarse a la investiga-ción.

—¿Tan claro lo tenía?—Sí, absolutamente. En ese momento no pensaba en

ejercer como neurólogo, aunque luego le he tomado gustoa tratar a los enfermos. Quería investigar el cerebro por-que me interesaba la filosofía y tenía muy claro el tipo depreguntas que quería hacer.

Mientras estudiaba neurología en Minnesota asistió auna conferencia de Anthony Barker sobre una nueva técni-ca que acababa de desarrollar, la estimulación magnéticatranscraneal. De eso hace 22 años y no recuerda cuántasveces la ha aplicado, pero ha podido cumplir con creces sudeseo de adentrarse por los dominios donde la neurologíase encuentra con la filosofía.

Los experimentos con estimulación magnética sonrealmente sorprendentes. Veamos uno sencillo: te colo-can en la cabeza un artilugio un tanto extraño pero enabsoluto amenazante, que el investigador va orientandohasta encontrar el área de Broca, la zona del cerebro quecontrola el habla. Cuando la localiza, te pide que le expli-ques una historia. Mientras estás hablando, activa un me-canismo y sientes como una pequeña descarga. No duele,sólo notas que algo extraño ocurre en tu boca. Las pala-bras no te salen. Sabes muy bien lo que quieres decir, perotu garganta no responde. Es como una de esas pesadillasen las que basta una palabra para que se abra la puertaque te salvará de tus perseguidores, ¡y no hay manera depronunciarla! Entonces el investigador te sugiere que enlugar de hablar, cantes. Y entonces, sí que puedes. ¿Porqué? Porque la función de cantar está en el lóbulo dere-cho, y lo que tienes bloqueado es el izquierdo.

Los primeros trabajos sobre interferencias en el hablalos realizó Álvaro Pascual Leone en 1988. El último, publi-cado en colaboración con Marc Hauser, profesor de Psico-logía de Harvard, ya no trata sólo de bloquear una funciónconcreta, sino de modificar un comportamiento.

—Eso suena a ciencia-ficción. ¿Qué han hecho exacta-mente?

—Hemos demostrado que puedes cambiar el juicio deuna persona bloqueando determinadas partes de su cere-bro. Cosas que antes le parecían muy mal a esa persona,pasan a resultarle indiferentes.

—Esta frontera de la ciencia resulta muy inquietante.¿Seguirá intacto mi cerebro cuando salga de aquí?

—Tranquila, es sólo un experimento. En realidad fun-ciona como los famosos paradigmas del tren.

Se refiere a los experimentos que Jonathan Cohenpublicó en 2001 en Science. Los llamados paradigmasmorales, o más bien mortales. Veamos el primero deellos. Tenemos un tren que viene a toda velocidad; elsujeto al que se plantea el dilema está junto a una bifurca-ción en la que hay una aguja que se puede accionar paraque el tren vaya por una vía o por la otra. En una de lasvías hay un trabajador y en la otra tres. El tren no puededetenerse. Lo único que puede hacer el sujeto es moverla aguja para que vaya por una vía o por la otra. ¿Quéhará? La mayoría de los que participan en este dilema

accionan la manivela para que el tren vaya hacia la víaen la que sólo hay un trabajador. Deciden que muera unopara salvar a tres.

En el segundo dilema, la situación es la misma, pero enlugar de bifurcación, hay una sola vía. Muy cerca del suje-to, hay un operario trabajando en la vía y unos metrosmás allá, otros tres. El tren parará automáticamente si seinterpone un objeto en su camino. El sujeto sabe que la

única cosa que puede hacer es empujar a la vía al trabaja-dor que tiene más próximo. ¿Lo hará? La decisión es lamisma, matar a uno para salvar a tres, pero empujando,que es distinto. La mayoría de quienes participan en estaprueba deciden no empujar al trabajador y, por tanto,mueren los otros tres. Hay algo, en este caso, por encimadel raciocinio, que no les deja optar por la mejor solución.Algo de orden moral.

Daria Knoch y Ernst Fehr siguieron avanzando conun nuevo dilema, el del Ultimatum Game. Participan dossujetos a los que se ofrece una cantidad importante dedinero que podrán repartirse entre ellos sólo si se ponende acuerdo en el reparto. A uno se le dará la facultad deproponer el trato y el otro sólo tendrá dos opciones,aceptar o rechazar la oferta. Si la acepta, cada uno sellevará la parte acordada. Si la rechaza, ninguno recibiránada. El planteamiento racional sería: puesto que él tie-ne la capacidad de decidir, si rechazo la oferta, me que-do sin nada. Luego la posición más ventajosa —yegoísta— es aceptar lo que me proponga. Pues no. Lamayoría de los sujetos que participan en el UltimatumGame rechaza la oferta si ésta es inferior al 40%. Larechazan de plano, y además suelen enfadarse. Pero sien lugar de una persona, es un ordenador el que hace laoferta injusta, entonces, ¡la mayoría acepta lo que lamáquina le ofrece!

—¿Por qué esta diferencia?—Porque un ordenador no es humano. Con la decisión

de rechazar la oferta injusta, practican el llamado “castigoaltruista”, un rasgo muy humano: actuar contra el propiointerés por defender un principio moral.

—¿Y eso se procesa en un lugar concreto del cerebro?—Sí. Sanfey y Cohen habían comprobado que con el

Ultimatum Game se activaba tanto la corteza prefrontal,que regula el raciocinio y el juicio moral, como la amígda-la, que procesa las emociones, pero eso no aclaraba mu-cho las cosas, porque no sabes qué es causa y qué conse-cuencia. ¿Primero decides la accióny luego la juzgas, o primero la valo-ras y luego decides? La estimulaciónmagnética intracraneal nos ha per-mitido dar un paso trascendental.Nuestra hipótesis era que la cortezaprefrontal se activaba precisamentepara inhibir la amígdala; y que si blo-queábamos la corteza, los indivi-duos aceptarían cualquier ofertaque les hicieran porque predomina-ría el interés egoísta. Y así ha sido.

En esta investigación, se ha visto que la disrupción delcortex dorsolateral derecho (y no el izquierdo) medianteestimulación magnética intracraneal, reduce el impulsode rechazar las ofertas intencionadamente injustas.

—¿Conclusión?—Que los humanos inhiben el egoísmo con valores

sociales y morales, y eso se hace en esa parte concreta delcerebro. La especie humana es capaz de exhibir justiciarecíproca, lo cual implica el castigo de los individuos que

tienen conductas injustas, incluso cuando eso daña el pro-pio interés. Para ello ha desarrollado un sistema corticalcapaz de inhibir la acción reflexiva encaminada a buscarel propio interés. Y este sistema de inhibición es tan fuerteque somos capaces de llegar a matarnos a nosotros mis-mos por convicciones políticas y morales.

Todo esto plantea cuestiones trascendentales. ¿Los te-rroristas suicidas tienen más desarrollada esa parte delcerebro? ¿La han desarrollado en las madrazas? ¿En quéparte se procesa el impulso violento de los agresoressexuales? ¿Podría cortocircuitarse si lo averiguáramos?

En el despacho de Álvaro Pascual-Leone hay colgadauna gran fotografía un tanto extraña. Un grupo de comen-sales comparte mesa en lo que parece ser un agradablebanquete. Todo es muy normal… excepto que llevan losojos vendados.

—Parece el fotograma de una película de Buñuel.¿Qué significa?

—Con este experimento demostramos que si te deja-mos con los ojos vendados, en apenas unos días la parte dela corteza cerebral que normalmente procesa la informa-

ción visual empieza a procesar la del tacto y la del oído, yaumenta la memoria verbal. Puro Machado aplicado a laneurociencia: hacemos cerebro al andar…

—¿Tan plástico es?—Tanto que ya se ha comprobado que el uso insistente

del dedo pulgar por los jóvenes en los teléfonos móvileshace que ahora, cuando mueven ese dedo, se enciende unárea mayor del cerebro. Para bien o para mal, toda activi-dad, toda percepción, cambia nuestro cerebro. Y todo pasaen el cerebro. Si tienes una pancreatitis crónica, puede seruna disfunción cerebral tanto como orgánica, porque el

cerebro es un artefacto capaz deautomonitorizarse. El resultado esla autoconciencia.

—¿Significa eso que si tuviéra-mos el suficiente control del cerebropodríamos llegar a autocurarnos?

—El mecanismo seguramenteexiste, lo que no sabemos es cómoactivarlo. El cerebro consume el20% de la energía que gasta nuestroorganismo, y consume casi la mis-

ma tanto cuando está muy activo como cuando está enreposo. ¿Para qué necesita tanta energía en reposo? Segu-ramente porque está focalizado hacia el interior. MarcusRaichle ha acuñado el término default network o red pordefecto, que es la que actúa en estos casos. Yo creo queesta actividad cerebral “por defecto” se dedica a promovermecanismos de defensa para proteger la salud del organis-mo.

Curioso. Habrá que seguir de cerca estas investigacio-nes.

Los resultados de un mapeo cerebral (arriba) y, abajo, Álvaro Pascual-Leone.

“no pensaba en ejercer como neurólogo,aunque luego le he tomado gusto a tratara los enfermos. Quería investigar el cerebroporque me interesaba la filosofía y tenía muyclaro el tipo de preguntas que quería hacer”

6 EL PAÍS, sábado 30 de agosto de 2008