Viaje a los Andes australes

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Argentina, Chile y Bolivia VIAJE A

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Un nuevo viaje legendario de la mano de Sergi Lara: Argentina, Chile y Bolivia.

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El objetivo final que ya aparecía a la vista era el refugio Jakob (1.600 m), ubicado junto al lago

homónimo de aguas cristalinas.

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LA REGIÓN DE LOS LAGOS

PUREZA NATURAL

Cumplido el trámite de los sellados del pasaporte, retornaba a Argen-tina con una rápida bajada por la carretera de tierra que finaliza en Esquel. Lo más interesante de este pueblo es su ubicación estratégica entre la estepa patagónica y los Andes, así como la antigua línea de tren a vapor que une la localidad con el pueblo de El Maitén, a 140 km al noreste. Conocida popularmente como “La Trochita”, esta línea turística del “viejo expreso patagónico” opera un servicio semanal entre ambas poblaciones de unas nueve horas de duración, así como otros trayectos más cortos durante la temporada estival. Mis objetivos estaban más relacionados con la exploración andina, y de este modo tomé uno de los tres servicios diarios de autobús que en verano unen la flamante terminal de Esquel y el Parque Nacional Los Alerces, declarado en 1937.

Tras pasar por la entrada sur de la reserva (ticket), los autobuses paran en diferentes puntos de las orillas del lago Futalaufquen (600 m), de más de 20 km de longitud, con numerosos campings y hosterías ubicados. Se trata, pues, de un destino muy turístico y accesible, donde acuden en masa los habitantes de Buenos Aires escapando del calor estival. La gran extensión de bosques y lagos a cobijo de las montañas de 2.000 m guarda un ecosistema perfecto para refrigerarse y oxigenarse. A diferencia de la vertiente chilena, marcada por la proximidad del Pacífico, la vertiente argentina tiene a favor la influencia esteparia algo más estable y seca. Descubrir el árbol emblema de la región es el principal reclamo para venir a esta reserva que comparte título con el Parque Nacional Alerce Andino, el cual no fue declarado por el Gobierno chileno hasta 1984.

El alerce es el mayor árbol de Sudamérica, de similares caracte-rísticas que la secuoya gigante norteamericana, siendo su hábitat natural los bosques templados de la Patagonia central. El encuentro

Principales líneas de autobús

Esquel – Bariloche (4-5 horas / 10 €). Bariloche – Osorno (5-6 horas / 20 €). Bariloche – San Martín de los Andes (4-5 horas / 10 €).

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ón con los mayores ejemplares de hasta 60 m de altura y más de 2.000

años de antigüedad es una de las grandes experiencias naturalísticas que pueden tenerse en el mundo. Sin embargo, en el Parque Nacional Los Alerces, para tener esta experiencia hay que dedicar cierto tiempo y dinero. Desde el extremo norte del lago Futalaufquen, tras conec-tar consecutivamente el lago Verde y el lago Menéndez, la lancha turística con salida en Puerto Chucao lleva en hora y media hasta el embarcadero del sector de parque llamado El Alerzal. Aquí, un sendero da acceso a una buena representación de bosque virgen que concluye a la sombra de El Abuelo, ejemplar de alerce monumental con una edad en torno a los 2.600 años.

Habiendo retornado a la carretera que cruza todo el parque, tomar el servicio de autobús en dirección norte, no solo lleva a recorrer las orillas de más lagos y ríos, sino que es una excelente manera de mantener el rumbo de viaje. El final en el poblado de Lago Puelo, a orillas del lago homónimo con categoría de Parque Nacional, es también el límite fronterizo entre las provincias de Chubut y Río Negro. El río Puelo, que a partir del gran y hermoso lago del mismo nombre se interna por territorio chileno hasta el Pacífico, garantiza el paso fronterizo y la posibilidad de concretar una travesía de varios días a pie o a caballo. Esta travesía es coordinada por las agencias locales de ambos lados de la frontera, accediendo de la manera más natural al Parque Nacional Alerce Andino, y un poco más allá a la ciudad de Puerto Montt. Para seguir con el viaje en Argentina, un servicio de autobús con numerosas salidas al día conecta los 15 km entre Lago Puelo y El Bolsón (300 m). En este pueblo con una gran plaza ajardinada como epicentro, además de disfrutar de un agra-dable ambiente durante el verano, es fácil impregnarse del espíritu ecologista que durante los años 70 y 80 del siglo XX atrajo a los jóvenes emprendedores que hoy ostentan la gestión de negocios relaciona-dos con la agricultura, las artesanías o los servicios turísticos. En plena temporada estival, alojamientos de todo tipo acogen a grupos de jóvenes y familias del país, siendo una dispersión de agradables campings la mejor opción improvisada.

ALREDEDORES DE EL BOLSÓN

Instalado en uno de los campings de El Bolsón, no dejé pasar la oportunidad de realizar buenas excursiones por las montañas del entorno. Para realizar las aproximaciones a los diferentes puntos de partida utilicé el servicio que en Argentina recibe el nombre de remise, el cual es un taxi sin taxímetro que opera una zona determi-nada con tarifas fijas. Algunas remiserías se encargan de gestionar y distribuir los servicios a cada chófer disponible, y en cualquier

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lugar este sistema es muy popular y práctico para llegar a puntos sin acceso en transporte público. Al este de El Bolsón, el ascenso al dominante Cerro Piltriquitrón (2.260 m) exige una aproximación de unos 10 km por una pista forestal hasta el punto donde se inicia la

El alerce es el mayor árbol de Sudamérica, de similares características

a la secuoya gigante norteamericana.

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l caminata, alrededor de los 1.100 m de altitud. Desde aquí, entretiene la excursión el paso por el sorprendente Bosque Tallado con unas 40 figuras talladas en los árboles. Un poco más allá un refugio de montaña bien conservado es muy útil en caso de necesidad, antes de completar el espectacular cresterío que lleva hasta la cima. El retorno es por el mismo camino deshaciendo nuestros pasos.

Atraído por el vasto horizonte de montañas al otro lado de la gran cuenca donde se ubica El Bolsón, el cual había contemplado desde la cima del Cerro Piltriquitrón, me desplacé con otro servicio de remise hasta orillas del maravilloso río Azul (200 m). A través del atractivo recinto del cámping Hue-Nain y un rústico puente colgante accedía al Área Natural Protegida Río Azul y Lago Escondido. Planificada la travesía entre dos y tres días para ir enlazando diferentes refu-gios de montaña, inicié un largo e imparable ascenso a cubierto de los bosques australes, los cuales ayudan mucho a mantener cierta refrigeración durante los días más cálidos del año. El tiempo total-mente veraniego, el tránsito de excursionistas y algunos paisajes

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OSque me resultaban familiares parecían trasladarme por momentos

a alguna cordillera europea. Sintiéndome como en casa y con todas las condiciones a favor, la suma de desniveles caía con más facilidad de lo esperado. El paso por el refugio Hielo Azul (1.300 m), la dura trepada hasta la base del glaciar del mismo nombre y la escalada final a través de grandes palas de nieve hasta la cumbre del Cerro Barda Negra (2.150 m) puso la guinda a un primer día inolvidable.

Aquella primera panorámica de pura alta montaña, por encima de los 2.000 m de altitud en el corazón de la Patagonia y muy cerca de la divisoria de aguas que configura la frontera argentina-chilena, repre-sentó un punto de inflexión y el descubrimiento de la grandeza andina en esta parte del mundo. Cientos de crestas, volcanes, glaciares, lagos y valles se extendían de sur a norte bajo un día radiante. La máxima

Pasarela sobre el río Azul , enmarcado por un espeso bosque de alerces.

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l felicidad que provoca vivir jornadas así compensaron los 2.100 m de desnivel positivo acumulado y el susto del desprendimiento de una gran placa de roca cuando intentaba progresar por una ruta más técnica hasta la cima del Barda Negra. La noche en el cálido refugio Hielo Azul, lleno hasta la bandera de un público mayoritariamente joven, fue como una reminiscencia de mis orígenes montañeros. La recarga de energía positiva era total, tanto por la actividad en un entorno salvaje como por compartirlo con las jóvenes generaciones. “La cosa no estará tan mal si toda esta gente mantiene este espíritu el resto de su vida”, pensé.

Inicié la jornada siguiente con el precioso recorrido hasta el refugio Natación (1.400 m), disfrutando del más absoluto y sobrecogedor silencio a través de un bosque mágico. El enclave de este refugio rodeado por fantasiosas turberas, el pequeño lago del mismo nombre y las salvajes paredes del Cerro Hielo Azul (2.245 m) invitaban a quedarse, o como mínimo a quedarse absorto ante tanta belleza. En esto estaba cuando el guarda salió a saludarme.

–Bien temprano ya estás caminando –me dijo.–Me gusta aprovechar el día, sobre todo para tener tiempo de

margen por si hay complicaciones –respondí.–Eso está bien. Hoy quizás habrá tormenta.–En eso pensaba mirando el cerro. Aún queda bastante nieve, ¿eh?–Pues no te imaginas la avalancha que cayó cuando empecé la

temporada a mediados de noviembre. La nieve llegó hasta el refugio. Nunca había visto una avalancha tan grande aquí.

–¿Y eso es por el cambio climático?–Es posible, porque las nevadas son igual de fuertes, pero durante

la primavera hay días que se dispara de golpe la temperatura.–En Europa también pasa lo mismo. De grandes nevadas y frío se

pasa a sequías y olas de calor. Todo es más extremo.

Acabado el intercambio de información e impresiones con el amis-toso guarda del refugio, continué mi camino descartando la bajada más suave hacia el fondo del valle del río Azul. Por la información que poseía, decidí seguir la ruta hacia el destacado cañón que forma el mismo valle en su parte intermedia. Ello supuso hacer frente a un fuertísimo descenso con 900 m de desnivel prácticamente verticales, donde el uso de las manos y el equilibrio de pies son fundamentales para no sufrir caídas. Esta intensa bajada desemboca en el amplio camino forestal junto al cauce del río. Desde este punto hay que remontar el valle 2 km para descubrir el tramo íntegro del llamado Cajón del Azul, un estrechamiento entre grandes paredes que crea un escenario bastante digno de visitar. Al otro lado del río, tras cru-

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OSzar por un sorprendente puente de madera el paso más estrecho

y vertiginoso del cañón, se encuentra el acceso que lleva hasta el refugio Cajón Azul (600 m). En este establecimiento, oculto en un paraje realmente hermoso, la presencia de un gran huerto que le suministra de productos delata la vocación ecologista de las gentes que habitan en estas montañas.

Aunque era posible seguir remontando todo el valle del río Azul hasta su nacimiento, me sentía satisfecho con las dos jornadas rea-lizadas, y de este modo inicié la marcha valle abajo. El plácido pero largo recorrido junto al río presenta algunas pequeñas subidas de por medio, con algunos fantásticos parajes para recrearse con las especies forestales. Durante el verano austral, una gran cantidad de personas practican un saludable excursionismo en la ruta más asequible de esta bien conservada reserva natural. Asimismo, las cabalgatas a caballo con la guía de los gauchos de la región es una actividad muy popular en esta misma ruta. El descenso culmina con el paso por dos puentes colgantes hasta llegar a unas praderas (cámping y bar), pero desde aquí toca ascender por una pesada pista pedregosa para alcanzar el enclave llamado Wharton, cruce de carreteras de tierra con un par de restaurantes y punto de parada del autobús público hacia El Bolsón (la eficiente Oficina de Turismo de la localidad junto a la plaza principal proporciona los horarios de este servicio que se realiza solo tres veces al día).

EL PARQUE NACIONAL NAHUEL HUAPI

El autobús directo desde El Bolsón hacia Bariloche pasa por un corredor natural entre montañas cada vez más grandes e imponen-tes. Los Andes progresivamente se van ensanchando en el tránsito de sur a norte, pero en la región de Los Lagos compartida por Chile y Argentina, un importante cruce de fallas tectónicas y dispersión de volcanes hace que la complejidad geológica alcance las mayores cotas. A ello cabe sumar las condiciones climáticas que acaban por definir ecosistemas muy diversos, todo dentro de un marco natural vasto y salvaje. Santuario de los indios mapuches cuando su terri-torio abarcaba mucho más que su actual área en la región chilena de La Araucanía, la zona se ha caracterizado históricamente por las grandes dificultades para ocuparla o colonizarla. Los nativos indígenas fueron durante siglos los únicos capaces de moverse por terrenos muy difíciles, y por ello la comunidad mapuche es uno de los pocos pueblos originales de Sudamérica que conservan un alto grado de identidad.

Mientras el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales, creado en 1926 en la parte chilena, está dedicado a un personaje relacionado

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i con la colonización en el siglo XIX, la parte argentina conserva el nombre original indígena, pues “isla del tigre” es lo que significa Nahuel Huapi en lengua mapuche. El Parque Nacional Nahuel Huapi fue creado en 1922 como la primera reserva de estas carac-terísticas en Argentina, después de que la Comisión Argentina de Fronteras, creada en 1880 en coordinación con la Comisión Chilena, cediese la gestión de este territorio virgen al explorador Francisco Perito Moreno como pago por sus servicios de definición de los hitos fronterizos durante 40 años. El personaje que da nombre al glaciar más famoso de los Andes devolvió al Estado argentino el valioso territorio con la condición de que se declarase la más alta distinción como reserva protegida.

La ciudad de San Carlos de Bariloche (800 m), el antiguo Vurilo-che mapuche, se había fundado apenas dos décadas atrás, en 1902, y cuando recibió el ferrocarril en 1934 ya era un polo de atracción para miles de colonos, muchos llegados desde países centroeuropeos

Panorama del lago Nahuel Huapi, corazón de la reserva homónima, que en lengua

mapuche significa “isla del tigre”.

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que trajeron consigo el gusto por las construcciones y las actividades típicamente alpinas. Un símbolo de esta época y sus gentes es el Club Andino Bariloche fundado en 1931, el club de montaña más importante de toda Sudamérica.

El paso del autobús a orillas del lago Mascardi y el lago Gutiérrez contrasta con la llegada a la actual ciudad de Bariloche, que con sus más de 100.000 habitantes, sus industrias y sus centros turísticos poco tiene que ver con aquella ciudad fundada por colonos románticos. Para mí, lo más chocante fue descubrir un centro urbano grande y dinámico a orillas de las intensas aguas azules del lago Nahuel Huapi, de 100 km de longitud con numerosos brazos e islas, que representa el corazón de la reserva y también de la región. Alojado en uno de los diferentes albergues para mochileros ubicados en la parte alta de la ciudad, disfruté relajadamente con el espectáculo del atardecer sobre este lago en un día totalmente despejado, contemplando cómo un telón de tonos naranjas acabó cubriendo la inmensa y calmada masa de agua. Para acabar de completar la jornada, nada mejor que un paseo por el atractivo espacio urbano entre la plaza Italia y la plaza Centro Cívico. Comprar suministros para mi próxima travesía excursionista y tomar un buen plato de pasta en uno de los muchos restaurantes para escoger, cerraron este capítulo de aproximación.

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