Viaje al Japón

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Viaje al Japón Por Max Rohde Sucesor de la llamada generación del ´80 encontraremos en Max Rohde el pináculo del esteticismo orientalista. Su visión de oriente, sensorialmente plagada de clichés del romanticismo, se aleja definitivamente de la prepotencia eurocentrista para construir esa otra ficción que es el oriente mágico, místico; meca de las almas sensibles de los sibaritas. A continuación ofrecemos un fragmento del libro Viaje al Japón. Kamakura, abril 5. Nos perdemos en la muchedumbre, alegre y confiada, de fieles. El aire vibra con músicas, risas, palabras, taconeos. Los kimonos contrastan con el austero uniforme de la milicia. La calle es una feria de buenas intenciones. Los cerezos se agobian con el matiz de sus flores y las lamparillas colgantes de sus ramas. He aquí que el cielo -nunca más inoportuno- se desagua sobre el pintado paisaje. El viento arrastra las mangas pagodas de las vestimentas. Es un remolino de exclamaciones y de caudas de papel y género. Los paseantes ganan el puente; pero el puente es traidor: en la atrevida curva de la piedra, recién lustrada por la lluvia, se deslizan inopinadamente espaldas y piernas... Los resbalones son el número imprevisto de la fiesta y se los festeja con ruidosa espontaneidad. Sobre las viejas memorias se renueva la gracia de la vida. "La naturaleza es un sueño -nos dice el maestro-, es una ilusión de las percepciones". Y en la enseñanza del maestro nos llega la verdad tremenda que aprendimos en el Eclesiastés: "Todo lo que existe en el tiempo debe perecer: las selvas, las montañas... Todo es transitorio. Todo esconde el germen de la disolución".

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Viaje al Japn

Viaje al JapnPor Max RohdeSucesor de la llamada generacin del 80 encontraremos en Max Rohde el pinculo del esteticismo orientalista. Su visin de oriente, sensorialmente plagada de clichs del romanticismo, se aleja definitivamente de la prepotencia eurocentrista para construir esa otra ficcin que es el oriente mgico, mstico; meca de las almas sensibles de los sibaritas.

A continuacin ofrecemos un fragmento del libro Viaje al Japn.

Kamakura, abril 5.

Nos perdemos en la muchedumbre, alegre y confiada, de fieles. El aire vibra con msicas, risas, palabras, taconeos. Los kimonos contrastan con el austero uniforme de la milicia. La calle es una feria de buenas intenciones. Los cerezos se agobian con el matiz de sus flores y las lamparillas colgantes de sus ramas. He aqu que el cielo -nunca ms inoportuno- se desagua sobre el pintado paisaje. El viento arrastra las mangas pagodas de las vestimentas. Es un remolino de exclamaciones y de caudas de papel y gnero. Los paseantes ganan el puente; pero el puente es traidor: en la atrevida curva de la piedra, recin lustrada por la lluvia, se deslizan inopinadamente espaldas y piernas... Los resbalones son el nmero imprevisto de la fiesta y se los festeja con ruidosa espontaneidad.

Sobre las viejas memorias se renueva la gracia de la vida. "La naturaleza es un sueo -nos dice el maestro-, es una ilusin de las percepciones". Y en la enseanza del maestro nos llega la verdad tremenda que aprendimos en el Eclesiasts: "Todo lo que existe en el tiempo debe perecer: las selvas, las montaas... Todo es transitorio. Todo esconde el germen de la disolucin".

Estamos en Kamakura. En 1923 un pavoroso terremoto desarraig los rboles del monte, ceg el cauce del ro, desvi la cumbre de la colina, brind al mar desconocidas playas. En medio de la catstrofe csmica se escucha, de nuevo, la palabra del maestro: "La vida es una etapa en un viaje infinito... Captemos en la naturaleza, no su apariencia deleznable, sino la esencia de eternidad que palpita en el renuevo. Y al aspirar la flor, perfumemos con nuestra sonrisa el recuerdo de las flores que han sido y la presencia de las flores que sern en la invisible encarnacin de las savias. Mas no cedamos al instinto de posesin; aduemonos de la virtud permanente del ptalo. Es sabio quien ve las cosas ms all de su individualidad. As, libres de vnculo terreno, conquistaremos, al conquistarnos a nosotros mismos, la paz del Nirvana".

Al fondo de la avenida de criptomerias se alza el gigantesco bronce de Buda, es decir, de Amida: "La inmensurable luz que se desparrama en diez direcciones del espacio".

Minamoto Yoritomo funda, en el ao 1192, a Kamakura, y funda, al propio tiempo, el gobierno shogunal, cuyo sistema se perpeta hasta el ao 1868. En 1195, l Y su mujer Masako Son huspedes de Nara. En la urbe sagrada contemplan el colosal Buda burilado en el siglo VIII. Deciden levantar uno semejante en la ciudad de su imperio. Ono Goroyemon, el imaginero, brinda, en 1252, a los ojos de su seor la estatua que ahora contemplamos. En 1369, un tifn llevse el templo que la cobijaba; alzse un nuevo templo: otro tifn, en 1494, tambin destruylo.

En medio de la frgil naturaleza, forjada con la visin de nuestras pupilas; en medio del incesante y renaciente cambio, donde un rayo, al evaporar una nube, refleja la nica verdad de nuestros sentidos, se alza inmutable, con aureola de cielo, la imagen del reposo, cuya actitud -dice el sagrado texto- recuerda el "agua profunda y tranquila".

Pensamos en Buda. Hijo de rey -anterior en siete centurias a Cristo-, conoce a los siete aos la ciencia de los viejos libros: la anatoma y la matemtica le brindan sus secretos. A los diecisiete aos conoce la ciencia de la vida: el corazn le brinda sus secretos en un corazn de mujer. Pero aun, permanece encarcelado en el propio espritu: la mirada de los humanos ojos es su nico horizonte. Se va a la montaa. El rbol del bien y del mal escucha la plegaria, y el rbol lo nutre con el fruto del perfecto conocimiento. Los discpulos desparraman por los caminos la "buena nueva": los cedros del Himalaya se comunican con los pltanos del Cefiso y los olivos de Nazaret, y en el murmurio de las diversas hojas se cree percibir el credo de la verdad nica.

Dice el Evangelio budista: "Todo lo abandon, hasta el mnimo grano de mostaza, por el amor de las criaturas. Y abrig un comn amor por los poderosos y los dbiles, los morales y los inmorales, los depravados y los virtuosos, los sabios y los necios..."En el hijo de Maya, en el hijo de la perpetua virgen, percibimos, no slo un eco de las parbolas cristianas, sino tambin un creciente rumor de las clusulas platnicas. No es acaso el mundo una fantasmagora de nuestros sentidos? Acaso no encarna en nuestra fugitiva vida un espritu permanente? Acaso por la ciencia del amor no conseguimos dominar a uno de los corceles indmitos, que atierran el carro celeste del Fedro, o a uno de los apetitos que abruman el monte expiatorio de la Cuarentena Y En una comn fuente de amor se reflejan la Idea platnica, el Paraso cristiano y el Nirvana budista.

Pero en la religin del peregrino hind, el alma no es individual como en la religin cristiana; y, por tanto, carece de la "reminiscencia" preexistente de que nos habla la filosofa platnica. En aquella religin, el alma es un compuesto de energa destinada a la desintegracin. Se opera en ella un proceso semejante al de la materia, cuyos elementos renacen, dispersos, en el grano de la espiga o en la savia de la flor. El alma renace, no en su totalidad, sino en algunas de sus tendencias, y engendra el misterio del karma, es decir, la responsabilidad tica ms all de los lmites de una sola vida.

Descbrese, en germen, la moderna teora de la herencia. Mas en dicha religin la herencia no responde fatalmente a las corrientes sanguneas, pues puede arraigar el espritu de un rey en el cuerpo de un pordiosero. Se explicaran, a la luz del espritu mltiple, las impresiones que trae el ser a la existencia; impresiones recogidas en existencias pretritas. Se explicaran las simpatas y las antipatas que creemos instintivas: responden a un cmulo de conciencias que seorean necesariamente -a travs del tiempo- en la conciencia individual.

Es posible emanciparse de las garras del karma? Seremos siempre un juguete de la ciega omnipotencia? Pinsese que el espritu injusto puede encarnar en el justo. Se plantea una suerte de auto sacramental. El espritu que persigue la humana redencin, al encarnar en el justo, engendra naturalmente el conflicto de la tiniebla y la luz. Pero es factible el triunfo, porque en el fondo de la conciencia se conserva el mnimo de libertad que se substrae a la ley inexorable. El ejercicio del bien logra abrir las puertas del santuario: las almas que purgan su miseria en nuestra propia alma, alcanzan, entonces, el reposo, es decir, la beatitud. Pues en el compuesto de almas -nunca la potencia nica, repetimos, del sueo platnico y de la verdad cristiana- se esconde la gracia (lo divino del ser humano) digna de alcanzar la gloria inconsciente del Nirvana.

Pensemos tambin en la realidad inmediata: en la descomposicin de los cuerpos, hay siempre un puro tomo que perdura en el perfume de la flor.

Se alza ante nosotros el Buda burilado en el ao 1252; se dijera, en la falda de la colina, un fruto de la naturaleza: un fruto incorruptible. Los rboles, siquiera enormes, apenas alcanzan a sombrear sus hombros. All, bajo el fondo verdoso de la montaa y la nube rosa del cerezo, los ojos entornados entregan a los labios la conquista suprema del alma: la sofrosine diran los griegos- de la sonrisa. Las manos, que alzaron el templo, ahora reposan. La palabra tambin descansa. La celeste claridad, que vaga por el rostro, atestigua el triunfo en la prueba de las pasiones; es la claridad que corona el fuego de un largo da.

El maestro bendice con su mirada de bronce al fuerte y al dbil, al hombre y a la bestia, a la, piedra y al retoo. Y esa mirada labra una conciencia en todos los senderos.

Cierta vez el hijo del rey de Kapilavastu predicaba bajo el rayo del da. Los humildes, los arrastrados caracolillos temieron que el maestro padeciese un ataque de insolacin. Deciden, convertidos en rizos, cubrir la glabra testa del predicador. El imaginero de Kamakura recoge la leyenda digna de Ass: ochocientos treinta rizados caracolillos protegen, la calvicie de la estatua.

Carecemos naturalmente de experiencia para juzgar el espritu del pueblo que desfila en torno de la imagen. Pero descubrimos un rasgo comn en las diversas fisonomas, en el viejo y en el nio, en el rico y en el pordiosero: la perenne sonrisa. Y nos parece escuchar la palabra del maestro: "Sonre slo quien ha librado consigo mismo una batalla, y logra vencer a las pasiones".

Esa sonrisa, que enciende el alma japonesa, posee siglos de bienaventuranza.

Cierta vez -promedia el siglo VI de nuestra era- un rey koreano agasaja con presentes al mikado del imperio matutino. Entre los regalos figuran una imagen y unos textos. Los sabios nipones -acuciados por la imagen del "dios desconocido"- interpretan la ciencia de los textos. Poco a poco la luz va surgiendo en la tinta china del papiro; poco a poco un celeste resplandor corona la estatuilla. En el ao 571 triunfa en el Japn la religin budista.

Se comprende el asombro popular; se comprende que el credo arrastrara los espritus y las retinas: un universo maravilloso refleja la prctica del culto. Encarna en Oriente el misterio de Occidente: el catolicismo se impone en los pueblos brbaros con la magnificencia de su liturgia. La verdad entra primero por los ojos. Los hijos del sol naciente slo posean austeros, marciales ritos de religin shintosta y algunas rapsodias arcaicas, donde apuraban la sed religiosa y el hambre potica de la raza.

Suena un bronce inaudito: el cielo convoca a los fieles. (Pensemos en el estupor que debi de provocar la voz de las campanas). Y los fieles contemplan una enorme puerta custodiada por gigantes y por leones policromos; un camino, aclarado por lmparas de piedra y bronce; un templo, apesadumbrado de dragones de fuego, armonizado de cantos, y, all al fondo, entre nubes de incienso, los cirios que empuan, en torno de la imagen excelsa, sacerdotes revestidos de oro y plata.

El budismo, siempre inexhausto, nutrido en el cielo bramnico, absorbe tambien las deidades indgenas de Cipango; slo perdura, solitaria, en la cumbre del Fuji, la abuela del emperador: la gnea Amaterasu, diosa solar. El budismo logra un fcil seoro en tierra japonesa, porque se repite el mismo fenmeno de la conquista helnica en tierra romana: el espritu mueve hasta el fundamento de las piedras, aunque estas piedras sean los mrmoles del Lacio. Los dioses nipones y latinos aprendieron, respectivamente, las lenguas griega y china.

La lengua china descubre un mundo. En el templo budista se estudia la filosofa y la historia; nace el drama, cuyo sentido mstico adquiere con el tiempo inspiracin profana (gnesis y evolucin que advertimos en la dramaturgia universal); se cultiva la arquitectura y la escultura, la pintura y el arte de los jardines. En el templo budista florece la primavera del ingenio japons.

En 1868 cae el rgimen del shogunato y se rehabilita, con carcter temporal, el poder, hasta entonces slo espiritual, del mikado. En 1889 la abuela del emperador, la gnea Amaterasu, desciende del Fuji y frecuenta oficialmente la religin del imperio. El "'budismo, religin fornea, queda desautorizado.

iNo importa! Siempre hay un alma que se arrodilla ante el peregrino hind: conquistador del arte y de la ciencia, sembrador de divinas ilusiones, redentor del hombre, no con la plegaria, sino con la libre voluntad individual. Siempre hay un alma que atesora la vieja creencia...

Jams olvidaremos, en esta tarde lluviosa de Kamakura, la contricin de un viejo casi centenario (acaso un antiguo samurai), quien desprendido de la rueda juvenil, alegre y confiada, inclinse largamente ante la estupenda imagen del bronce de su raza. Jams olvidaremos la expresin exttica del rostro: la barba -un mechn blanco- sumida, en el pecho; los brazos en cruz, y, all en los ojos, el ntegro resplandor de Buda: la sonrisa tibia de ciencia celeste.Max Rohde

Sobre el autor:

Jorge Maximiliano Rohde (1892 1979). Nacido dentro del crculo del patriciado porteo y de cultura catlica y cosmopolita, desde temprana edad se dedica al aprendizaje de varias lenguas. Entre su formacin de profesor y su vocacin de escritor se erige su pasin por el viaje, es as como Max Rohde pasa gran parte de su vida afuera del pas, fundamentalmente en Europa, viajando en reiteradas oportunidades a oriente. Entre sus obras se cuentan: Oriente; La senda del palmero y Viaje al Japn.