Viajeros de la ruta uno - El monje que vendió su Ferrari · 2017-09-07 · extraordinario equipo...

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Índice

SinopsisAgradecimientos

UNODOSTRESCUATROCINCOSEISSIETEOCHONUEVEDIEZONCEDOCETRECE

Las 7 virtudes imperecederas dela vida esclarecida

EL MONJE QUEVENDIÓ SUFERRARI

Título Original: The monk whosold his Ferrari

Traductor: Fontana, PedroAutor: Sharma, Robin S.©2010, DebolsilloColección: ClaveISBN: 9788499087122Generado con: QualityEbook

v0.40Generado por: Selubri,

23/07/2012

Sinopsis

El monje que vendió su Ferrari esla sugerente y emotiva historia deJulian Mantle, un super abogado cuyavida estresante, desequilibrada yobsesionada con el dinero acabaprovocándole un infarto. Ese desastreprovoca en Julian una crisis espiritualque le lleva a enfrentarse a las grandescuestiones de la vida. Esperandodescubrir los secretos de la felicidad yel esclarecimiento, emprende unextraordinario viaje por el Himalayapara conocer una antiquísima culturade hombres sabios. Y allí descubre unmodo de vida más gozoso, así como unmétodo que le permite liberar todo supotencial y vivir con pasión,determinación y paz. Escrito a modode fábula, este libro contiene una serie

de sencillas y eficaces lecciones paramejorar nuestra manera de vivir.Vigorosa fusión de la sabiduríaespiritual de Oriente con losprincipios del éxito occidentales,muestra paso a paso cómo vivir conmás coraje, alegría, equilibrio ysatisfacción.

«Una cautivadora historia que

enseña y deleita al mismo tiempo.»Paolo Coelho

Título Original: The Monk WboSold His Ferrari

Traducción de Pedro FontanaSexta edición en U.S.A.: enero,

2002

Impreso en EspañaISBN: 9788499087122

Para mi hijo Colby,por hacerme pensar día a día en todo

lo bueno de este mundo. Dios tebendiga

Agradecimientos

El monje que vendió su Ferrariha sido un proyecto muy especial queha visto la luz gracias al esfuerzo degente también muy especial. Estoyprofundamente agradecido a mimagnífico equipo de producción y atodos aquellos cuyo entusiasmo yenergía han hecho posible que estelibro sea una realidad, en especial ami familia de Sharma LeadershipInternational. Vuestro compromiso ysentido del éxito me conmueve deveras.

Gracias especiales:A los millares de lectores de mi

primer libro, MegaLiving!, quetuvieron la bondad de escribirme ycompartir sus historias de éxito oasistir a mis seminarios. Gracias por

su apoyo y su cariño. Ustedes son larazón de que yo haga lo que hago.

A Karen Petherick, por tusincansables esfuerzos para que esteproyecto cumpliera los plazosprevistos.

A mi amigo de la adolescenciaJohn Samson, por tus perspicacescomentarios sobre el primer borrador,y a Mark Klar y Tammy y Shareef Isapor vuestra valiosa aportación almanuscrito.

A Úrsula Kaczmarczyk, deldepartamento de Justicia, por todo elapoyo.

A Kathi Dunn por el brillantediseño de la cubierta. Creía que nadapodía superar a Timeless Wisdom forSelf—Mastery. Me equivocaba.

A Mark Victor Hansen, RickFrishman, Ken Vegotsky, Bill Oulton y,cómo no, a Satya Paul y KrishnaSharma.

Y, sobre todo, a mis maravillosospadres, Shiv y Shashi Sharma, que mehan guiado y ayudado desde el primerdía; a mi leal y sabio hermano SanjaySharma y a su esposa, Susan; a mi hija,Bianca, por su presencia; y a Alka, miesposa y mejor amiga. Todos vosotrossois la luz que ilumina mi camino.

A Iris Tupholme, Claude Primeau,Judy Brunsek, Carol Bonnett, Tom Besty Michaela Cornell y el resto delextraordinario equipo de HarperCollins por su energía, entusiasmo y feen este libro. Gracias muy especiales aEd Carson, presidente de HarperCollins, por ser el primero en ver elpotencial de esta obra, por creer en míy por hacerlo posible.

La vida, para mí, no es una velaque se apaga. Es más bien unaespléndida antorcha que sostengo enmis manos durante un momento, yquiero que arda con la máxima

claridad posible antes de entregarla afuturas generaciones.

George Bernard Shaw

UNO

El despertar

Se derrumbó en mitad de unaatestada sala de tribunal. Era uno delos más sobresalientes abogadosprocesales de este país. Era tambiénun hombre tan conocido por los trajesitalianos de tres mil dólares quevestían su bien alimentado cuerpocomo por su extraordinaria carrera deéxitos profesionales. Yo me quedé allíde pie, conmocionado por lo queacababa de ver. El gran Julián Mantlese retorcía como un niño indefensopostrado en el suelo, temblando,tiritando y sudando como un maníaco.

A partir de ahí todo empezó a

moverse como a cámara lenta. «¡Diosmío —gritó su ayudante, brindándonoscon su emoción un cegador vislumbrede lo obvio—, Julián está en apuros!»La jueza, presa del pánico, musitóalguna cosa en el teléfono privado quehabía hecho instalar por si surgíaalguna emergencia. En cuanto a mí, mequedé allí parado sin saber qué hacer.No te me mueras ahora, hombre, rogué.Es demasiado pronto para que teretires. Tú no mereces morir de estaforma.

El alguacil, que antes había dadola impresión de estar embalsamado depie, dio un brinco y empezó a practicaral héroe caído la respiración asistida.A su lado estaba la ayudante delabogado (sus largos rizos rozaban lacara amoratada de Julián),ofreciéndole suaves palabras deánimo, palabras que él sin duda nopodía oír.

Yo había conocido a Julián

Mantle hacía diecisiete años, cuandouno de sus socios me contrató comointerino durante el verano siendo yoestudiante de derecho. Por aquelentonces Julián lo tenía todo. Era unbrillante, apuesto y temible abogadocon delirios de grandeza. Julián era lajoven estrella del bufete, el granhechicero. Todavía recuerdo una nocheque estuve trabajando en la oficina y alpasar frente a su regio despacho diviséla cita que tenía enmarcada sobre suescritorio de roble macizo. La frasepertenecía a Winston Churchill yevidenciaba qué clase de hombre eraJulián:

«Estoy convencido de que en

este día somos dueños de nuestrodestino, que la tarea que se nos haimpuesto no es superior a nuestras

fuerzas; que sus acometidas no estánpor encima de lo que soy capaz desoportar. Mientras tengamos fe ennuestra causa y una indeclinablevoluntad de vencer, la victoria estaráa nuestro alcance.»

Julián, fiel a su lema, era un

hombre duro, dinámico y siempredispuesto a trabajar dieciocho horasdiarias para alcanzar el éxito que,estaba convencido, era su destino. Oídecir que su abuelo fue un destacadosenador y su padre un reputado juezfederal. Así pues, venía de buenafamilia y grandes eran las expectativasque soportaban sus espaldas vestidasde Armani. Pero he de admitir unacosa: Julián corría su propia carrera.Estaba resuelto a hacer las cosas a sumodo… y le encantaba lucirse.

El extravagante histrionismo deJulián en los tribunales solía ser

noticia de primera página. Los ricos ylos famosos se arrimaban a él siempreque necesitaban los servicios de unsoberbio estratega con un deje deagresividad. Sus actividadesextracurriculares también eranconocidas: las visitas nocturnas a losmejores restaurantes de la ciudad condespampanantes top—models, lasescaramuzas etílicas con la bulliciosabanda de brokers que él llamaba su«equipo de demolición», tomaron airesde leyenda entre sus colegas.

Todavía no entiendo por qué me

eligió a mí como ayudante para aquelsensacional caso de asesinato que éliba a defender durante ese verano.Aunque me había licenciado en lafacultad de derecho de Harvard, sualma máter, yo no era ni de lejos elmejor interino del bufete y en mi árbolgenealógico no había el menor rastro

de sangre azul. Mi padre se pasó lavida como guardia de seguridad en unasucursal bancaria tras una temporadaen los marines. Mi madre crecióanónimamente en el Bronx.

El caso es que me prefirió a míantes que a los que habían cabildeadocalladamente para tener el privilegiode ser su factótum legal en lo que seacabó llamando «el no va más de losprocesos por asesinato». Julián dijoque le gustaba mi «avidez». Ganamosel caso, por supuesto, y el ejecutivoque había sido acusado de matarbrutalmente a su mujer estaba ahora enlibertad (dentro de lo que le permitíasu desordenada conciencia, claroestá).

Aquel verano recibí una suculenta

educación. Fue mucho más que unaclase sobre cómo plantear una dudarazonable allí donde no la había; eso

podía hacerlo cualquier abogado quese preciara de tal. Fue más bien unalección sobre la psicología del triunfoy una rara oportunidad de ver a unmaestro en acción. Yo me empapé detodo como una esponja.

Por invitación de Julián, mequedé en el bufete en calidad deasociado y pronto iniciamos unaamistad duradera. Admito que no erafácil trabajar con él. Ser su ayudantesolía convertirse en un ejercicio defrustración, lo que comportaba más deuna pelea a gritos a altas horas de lanoche. O lo hacías a su modo o tequedabas en la calle. Julián no podíaequivocarse nunca. Sin embargo, bajoaquella irritable envoltura había unapersona que se preocupaba de verdadpor los demás.

Aunque estuviera muy ocupado,él siempre preguntaba por Jenny, lamujer a quien sigo llamando «mi

prometida» pese a que nos casamosantes de que yo empezara a estudiarleyes. Al saber por otro interino queyo estaba pasando apuros económicos,Julián se ocupó de que me concedieranuna generosa beca de estudios. Esverdad que le gustaba ser implacablecon sus colegas, pero jamás dejó delado a un amigo. El verdaderoproblema era que Julián estabaobsesionado con su trabajo.

Durante los primeros añosjustificaba su dilatado horarioafirmando que lo hacía «por el biendel bufete» y que tenía previstotomarse un mes de descanso «elpróximo invierno» para irse a las islasCaimán. Pero el tiempo pasaba y, amedida que se extendía su fama deabogado brillante, su cuota de trabajono dejaba de aumentar. Los casos erancada vez mayores y mejores, y Julián,que era de los que nunca se amilanan,

continuó forzando la máquina. En susescasos momentos de tranquilidad,reconocía que no era capaz de dormirmás de dos horas seguidas sindespertar sintiéndose culpable de noestar trabajando en un caso. Pronto medi cuenta de que a Julián le consumíala ambición: necesitaba más prestigio,más gloria, más dinero.

Sus éxitos, como era de esperar,fueron en aumento. Consiguió todocuanto la mayoría de la gente puededesear: una reputación profesional decampanillas con ingresos millonarios,una mansión espectacular en el barriopreferido de los famosos, un aviónprivado, una casa de vacaciones enuna isla tropical y su más preciadaposesión: un reluciente Ferrari rojoaparcado en su camino particular.

Pero yo sabía que las cosas noeran tan idílicas como parecía desdefuera. Si me percaté de las señales de

una caída inminente fue, no porque mipercepción fuera mayor que la delresto del bufete, sino simplementeporque yo era quien pasaba más horascon él. Siempre estábamos juntosporque siempre estábamos trabajando,y a un ritmo que no parecía menguar.Siempre había otro caso espectacularen perspectiva. Para Julián lospreparativos nunca eran suficientes.¿Qué pasaría si el juez hacía tal o cualpregunta, no lo quisiera Dios? ¿Quépasaría si nuestra investigación no eradel todo perfecta? ¿Y si le sorprendíanen mitad de la vista como al ciervocegado por el resplandor de unosfaros? Al final, yo mismo me vi metidohasta el cuello en su mundo de trabajo.Éramos dos esclavos del reloj,metidos en la sexagesimocuarta plantade un monolito de acero y cristalmientras la gente cuerda estaba en casacon sus familias, pensando que

teníamos al mundo agarrado por lacola, cegados por una ilusoria versióndel éxito.

Cuanto más tiempo pasaba conJulián, más me daba cuenta de que seestaba hundiendo progresivamente.Parecía tener un deseo de muerte.Nada le satisfacía.

Al final su matrimonio fracasó, yano hablaba con su padre y, aunque lotenía todo, aún no había encontrado loque estaba buscando. Y eso se lenotaba emocional, física yespiritualmente.

A sus cincuenta y tres años, Julián

tenía aspecto de septuagenario. Surostro era un mar de arrugas, un tributonada glorioso a su implacable enfoqueexistencial en general y al tremendoestrés de su vida privada. Las cenas aaltas horas de la noche en restaurantesfranceses, fumando gruesos habanos y

bebiendo un cognac tras otro, le habíandejado más que obeso.

Se quejaba constantemente de queestaba enfermo y cansado de estarenfermo y cansado. Había perdido elsentido del humor y ya no parecíareírse nunca. Su carácter antañoentusiasta se había vuelto mortalmentetaciturno. Creo que su vida habíaperdido el rumbo.

Lo más triste, quizá, fue queJulián había perdido también supericia profesional. Así como antesasombraba a todos los presentes consus elocuentes y herméticos alegatos,ahora se demoraba horas hablando,divagando sobre oscuros casos quepoco o nada tenían que ver con el quese estaba viendo. Así como antesreaccionaba graciosamente a lasobjeciones del adversario, ahoraderrochaba un sarcasmo mordaz queponía a prueba la paciencia de unos

jueces que antes le consideraban ungenio del derecho penal. En otraspalabras, la chispa de Julián habíaempezado a fallar.

No era sólo su frenético ritmovital lo que le hacía candidato a unamuerte prematura. La cosa iba másallá, parecía un asunto de carizespiritual. Apenas pasaba un día sinque Julián me dijese que ya no seapasionaba por su trabajo, que sesentía rodeado de vacuidad. Decía quede joven había disfrutado con sutrabajo, pese a que se había vistoabocado a ello por los intereses de sufamilia. Las complejidades de la ley ysus retos intelectuales le habíanmantenido lleno de vigor. Lacapacidad de la justicia para influir enlos cambios sociales le habíamotivado e inspirado. En aquelentonces, él era más que un simplechico rico de Connecticut. Se veía a sí

mismo como un instrumento de lareforma social, que podía utilizar sutalento para ayudar a los demás. Esavisión dio sentido a su vida, le daba unobjetivo y estimulaba sus esperanzas.

En la caída de Julián había algo

más que una conexión oxidada con sumodus vivendi. Antes de que yoempezara a trabajar en el bufete, élhabía sufrido una gran tragedia. Algorealmente monstruoso le habíasucedido, según decía uno de sussocios, pero no conseguí que nadie melo contara. Incluso el viejo Harding,célebre por su locuacidad, que pasabamás tiempo en el bar del Ritz—Carltonque en su amplio despacho, dijo quehabía jurado guardar el secreto. Fueraéste cual fuese, yo tenía la sospecha deque, en cierto modo, estabacontribuyendo al declive de Julián.Sentía curiosidad, por supuesto, pero

sobre todo quería ayudarle. Julián nosólo era mi mentor, sino mi amigo.

Y entonces ocurrió: el ataquecardíaco devolvió a la tierra al divinoJulián Mantle y lo asoció de nuevo asu calidad de mortal. Justo en mediode la sala número siete, un lunes por lamañana, la misma sala de tribunaldonde él había ganado el «no va másde los procesos por asesinato».

DOS

El visitantemisterioso

Era una reunión urgente de todoslos miembros del despacho. Mientrasnos apretujábamos en la sala de juntas,comprendí que el problema era grave.El viejo Harding fue el primero endirigirse a la asamblea.

—Me temo que tengo muy malasnoticias. Julián Mantle sufrió un ataqueayer mientras presentaba el caso AirAtlantic ante el tribunal. Ahora seencuentra en la unidad de cuidadosintensivos, pero los médicos me handicho que su estado se ha estabilizadoy que se recuperará. Sin embargo,

Julián ha tomado una decisión quetodos ustedes deben saber. Hadecidido abandonar el bufete yrenunciar al ejercicio de su profesión.Ya no volverá a trabajar con nosotros.

Me quedé de una pieza. Sabía queJulián tenía sus problemas, pero jamáspensé que pudiera dejarlo. Además, ydespués de todo lo que habíamospasado, pensé que hubiera debidotener la cortesía de decírmelo enpersona. Ni siquiera dejó que fuera averle al hospital. Cada vez que yo mepresentaba allí, las enfermeras medecían que estaba durmiendo y que nose le podía molestar. Tampoco aceptómis llamadas. Posiblemente yo lerecordaba la vida que él deseabaolvidar. En fin. Una cosa sí tengoclara: aquello me dolió.

Todo eso sucedió hace unos tres

años. Lo último que supe de Julián fue

que se había ido a la India en no sé quéexpedición. Le dijo a uno de los sociosdel bufete que deseaba simplificar suvida y que «necesitaba respuestas» queconfiaba encontrar en ese místico país.Había vendido su residencia, su avióny su isla. Había vendido incluso elFerrari. ¿Julián Mantle metido ayogui?, me dije. Qué caprichosos sonlos designios de la ley.

En esos tres años pasé de ser unjoven leguleyo sobrecargado detrabajo a convertirme en un hastiado, yalgo cínico, abogado más mayor. Jennyy yo teníamos una familia. Al final, yotambién empecé a buscar un sentido ami vida. Creo que todo vino por tenerhijos. Fueron ellos quienes cambiaronmi manera de ver el mundo. Mi padrelo expresó mejor cuando dijo: «John,cuando estés a las puertas de la muerteseguro que no desearás haber pasadomás tiempo en la oficina.» Así que

empecé a quedarme más horas en casa,decidido a iniciar una vida decente, sibien más ordinaria. Me hice socio delRotary Club e iba a jugar al golf todoslos sábados para tener contentos a misclientes y colegas. Pero debo decir queen mis momentos de tranquilidadpensaba a menudo en Julián y mepreguntaba qué habría sido de éldespués de nuestra inesperadaseparación.

Tal vez estaría viviendo en laIndia, un lugar tan grande y diversoque hasta un alma inquieta como lasuya podía encontrar allí un hogar. ¿Oestaría haciendo senderismo en Nepal?¿Buceando en las islas Caimán? Habíauna cosa segura: Julián no había vueltoa ejercer. Nadie había recibido unapostal suya desde que partiera hacia suexilio voluntario.

Las primeras respuestas a algunas

de mis preguntas llegaron hace cosa dedos meses. Yo acababa de reunirmecon el último cliente de un díaespantoso cuando Genevieve, mitalentosa ayudante, se asomó a lapuerta de mi pequeño y bienamueblado despacho.

—Tienes una visita, John. Diceque es urgente y que no se irá hasta quehable contigo.

—Estoy con un pie fuera,Genevieve —repliqué con impaciencia—. Voy a comer un bocado antes determinar el informe Hamilton. No mequeda tiempo para recibir a nadie más.Dile que concierte una cita, como todoel mundo, y si te causa problemasllama a los de seguridad.

—Es que dice que es muyimportante. No piensa aceptar unanegativa.

Por un momento pensé en llamaryo mismo a seguridad, pero al

comprender que podía tratarse dealguien en apuros, asumí una posturamás tolerante.

—Está bien, dile que pase. A lomejor me interesa y todo.

La puerta de mi despacho seabrió lentamente. Cuando por fin seabrió por completo, vi a un hombrerisueño de unos treinta y cinco años.Era alto, delgado y musculoso, eirradiaba vitalidad y energía. Merecordó a aquellos chicos perfectoscon los que yo iba a la facultad, hijosde familias perfectas, con casasperfectas y coches perfectos. Pero elvisitante tenía algo más que aspectosaludable y juvenil. Una apacibilidadlatente le daba un aire casi divino. Ylos ojos: unos ojos penetrantes yazules que me traspasaron.

Otro abogado de primera queviene a quitarme el puesto, pensé paramí. Pero, bueno, ¿por qué se queda ahí

parado mirándome? Espero que lamujer que defendí en el caso dedivorcio que gané la semana pasada nofuera su esposa. Tal vez no estaría demás llamar a seguridad.

El joven siguió mirándome, talcomo Buda habría hecho con su pupilofavorito. Tras un largo momento deincómodo silencio, el sujeto habló conun tono sorprendentemente perentorio.

—¿Es así como tratas a tusvisitas, John, incluso a quienes teenseñaron todo cuanto sabes sobre laciencia del éxito en una sala detribunal? Ojalá me hubiera guardadomis secretos profesionales —dijoesbozando una sonrisa.

Una extraña sensación mecosquilleó en el estómago.Inmediatamente reconocí aquella vozcomo de miel. El corazón me dio unvuelco.

—¿Julián? ¿Eres tú? ¡No me lo

puedo creer!La sonora carcajada del visitante

confirmó mis sospechas. El hombreque tenía ante mí no era otro que elañorado yogui de la India: JuliánMantle. Me asombró su increíbletransformación. La tez espectral, la toscrónica y los ojos inermes de mi excolega habían desaparecido. Ya notenía aspecto de viejo ni esa expresiónenfermiza que se había convertido ensu distintivo. Todo lo contrario, aquelhombre parecía gozar de perfectasalud y su rostro sin arrugas estabaradiante. Tenía la mirada clara, unaventana perfecta a su extraordinariavitalidad. Más sorprendente aún era laserenidad que rezumaba por todos susporos.

Mirándole desde mi butaca mesentí totalmente en paz. Julián ya noera el ansioso abogado de primeracategoría que trabajaba en un bufete de

campanillas. No, este hombre era unjuvenil, vital y risueño modelo decambio.

TRES

La milagrosatransformación deJulián Mantle

Yo no salía de mi asombro.¿Cómo podía alguien que sólo

unos años atrás parecía un viejo verseahora tan enérgico y tan vivo?, mepregunté con callada incredulidad.¿Alguna droga mágica le habíapermitido beber de la fuente de lajuventud? ¿Cuál era la causa de esteextraordinario cambio depersonalidad?

Fue Julián quien habló primero.Me dijo que el mundo hiper—competitivo de la abogacía se había

cobrado su precio, no sólo física yemocionalmente, sino también en loespiritual. El ritmo trepidante y lasincesantes exigencias del trabajo lehabían agotado por completo. Admitióque igual que su cuerpo se venía abajo,su mente había perdido brillo. Elinfarto no fue sino un síntoma de unproblema más hondo. La presiónconstante y el extenuante trabajo de unabogado de primera categoría habíandestruido asimismo su más importante—y quizá más humana— cualidad: suespíritu. Cuando su médico le planteóel ultimátum de renunciar a la abogacíao renunciar a la vida, Julián creyó veruna oportunidad de oro de reavivar elfuego interior que había conocido dejoven, un fuego que había idoextinguiéndose a medida que elderecho pasó de ser un placer avolverse un negocio.

Julián se entusiasmó visiblementeal explicar cómo había vendido todassus posesiones materiales antes departir rumbo a la India, un país cuyacultura ancestral y tradición mística lehabían fascinado sieMpre. Viajó dealdea en aldea, a veces a pie, otras entren, aprendiendo nuevas costumbres,contemplando paisajes eternos yamando cada vez más aquel puebloque irradiaba calidez, bondad y unaperspectiva refrescante sobre elverdadero significado de la vida.Incluso los más desposeídos abrían sucasa —y su corazón— a aquelcauteloso visitante de Occidente. Amedida que pasaban las semanas enaquel prodigioso entorno, Juliánempezó a sentirse nuevamente vivo,quizá por primera vez desde que eraniño. Pronto recuperó su curiosidadinnata y su chispa creativa, así comosu entusiasmo y sus ganas de vivir.

Empezó a sentirse más jovial y sereno.Y recuperó algo más: la risa.

Aunque Julián había disfrutadohasta el último minuto de su estanciaen aquel exótico país, dijo también quesu viaje fue algo más que unas merasvacaciones para despejar una mentesobrecargada. Describió su temporadaen la India como «una odisea personaldel yo», confiándome que estabadispuesto a descubrir quién erarealmente y qué sentido tenía su vidaantes de que fuera demasiado tarde.Para ello, su máxima prioridad eraseguir el ejemplo de la enorme reservade sabiduría aportada por aquellacultura y vivir una vida más plena,esclarecida y gratificante.

—No quiero pasarme de original,John, pero fue como si hubierarecibido una orden interior, algo queme decía que debía iniciar un viajeespiritual a fin de reavivar esa chispa

que había perdido —dijo Julián—.Fueron años muy liberadores. Cuantomás exploraba, más oía hablar de unosmonjes hindúes que habíansobrepasado la centena, monjes quepese a su avanzada edad conservabantoda su energía, vitalidad y juventud.Cuanto más viajaba, más cosas sabíade yoguis longevos que habíanconseguido dominar el arte del controlmental y el despertar espiritual. Ycuantas más cosas veía, más ansiabacomprender la dinámica que seescondía tras aquellos milagroshumanos, confiando en aplicar sufilosofía a su propia vida.

Durante las primeras etapas del

viaje, Julián buscó a conocidos yrespetados profesores. Me dijo quetodos sin excepción le recibieron conlos brazos y los corazones abiertos,compartiendo con él todos los

conocimientos que habían absorbidoen sus largas vidas de calladacontemplación sobre los más sublimestemas relacionados con la existencia.Julián trató de describir la belleza delos templos antiguos esparcidos por elmístico paisaje de la India, edificiosque parecían leales guardianes de lasabiduría de los tiempos. Dijo tambiénque le emocionó la sacralidad deaquellos lugares.

—Fue una época mágica, John.Yo, que era un leguleyo viejo ycansado, que lo había vendido todo,desde mi Rolex hasta mi caballo decarreras, había metido lo poco que mequedaba en una mochila que seconvertiría en mi único acompañantemientras me imbuía de las eternastradiciones de Oriente.

—¿Te costó dejarlo? —pregunté,incapaz de contener mi curiosidad.

—En realidad fue muy fácil. La

decisión de renunciar a la abogacía y atodas mis posesiones terrenas mepareció natural. Albert Camus dijo unavez que «la verdadera generosidadpara con el futuro consiste enentregarlo todo al presente». Puesbien, eso hice yo. Sabía que necesitabacambiar, así que decidí escuchar a micorazón y hacerlo por todo lo alto. Mivida se volvió mucho más sencilla yplena en cuanto dejé atrás el bagaje demi pasado. Tan pronto prescindí de losgrandes placeres de la vida, empecé adisfrutar de los pequeños, como ver uncielo estrellado al claro de luna oempaparme de sol en una gloriosamañana de verano. Además, la India esun lugar tan estimulanteintelectualmente que apenas pensé enlo que había dejado atrás.

Estos encuentros iniciales con los

sabios y eruditos de esa cultura exótica

no proporcionaron, pese a serintrigantes, el saber que Julián ansiaba.La enseñanzas que él buscaba paracambiar su vida le rehuyeron en esaprimera parte de su odisea. El primerpaso real no llegó hasta que Juliánllevaba siete meses en la India.

Fue estando en Cachemira, unmístico estado que parece dormir alpie de la cordillera del Himalaya,cuando tuvo la suerte de conocer alyogui Krishnan. Aquel hombre frágilde cabeza rapada también había sidoabogado en su «anteriorreencarnación» , como solía decir conuna sonrisa poblada de dientes. Hartodel ritmo febril que caracteriza la vidaen la moderna Nueva Delhi, también élrenunció a sus posesiones pararetirarse a un mundo de extremasencillez. Convertido en cuidador deltemplo de la aldea, Krishnan dijo quehabía llegado a conocerse a sí mismo y

a saber cuál era su meta en la vida.—Estaba cansado de que mi vida

fuera como unas maniobras militares—le dijo a Julián—. Me di cuenta deque mi misión es servir a los demás ycontribuir de algún modo a hacer deeste mundo un lugar mejor. Ahora vivopara dar; paso los días y las noches enel templo, viviendo de forma austerapero gratificante. Comparto mis logroscon todo aquel que acude a rezar. Nosoy más que un hombre que haencontrado su alma.

Julián contó su historia a aquel exabogado. Le habló de su vida deprivilegios, de su avidez de riquezas ysu obsesión por el trabajo. Reveló, congran emoción, su lucha interior y lacrisis espiritual que habíaexperimentado cuando la brillante luzde su vida empezó a fluctuar al vientode una vida disipada.

—Yo también he recorrido ese

camino, amigo mío. Yo también hesentido ese mismo dolor. Pero heaprendido que todo sucede por algunarazón —le dijo el yogui Krishnan—.Todo suceso tiene un porqué y todaadversidad nos enseña una lección. Hecomprendido que el fracaso, seapersonal, profesional o inclusoespiritual, es necesario para laexpansión de la persona. Aporta uncrecimiento interior y un sinfín derecompensas psíquicas. Nuncalamentes tu pasado. Acéptalo como elmaestro que es.

Tras oír estas palabras, Juliánsintió un gran alborozo. Quizá habíaencontrado en el yogui Krishnan almentor que andaba buscando. ¿Quiénmejor que otro ex abogado que,gracias a su propia odisea espiritual,había hallado una vida plena, paraenseñarle los secretos de unaexistencia llena de equilibrio y

satisfacción?—Necesito tu ayuda, Krishnan.

Necesito aprender a construir una vidade plenitud.

—Será un honor ayudarte en loque pueda —se ofreció el yogui—,pero ¿puedo hacerte una sugerencia?

—Por supuesto.—Desde que estoy al cuidado de

este templo, he oído hablar mucho deun grupo de sabios que vive en lascumbres del Himalaya. Dice laleyenda que han descubierto unaespecie de sistema para mejorarprofundamente la vida de cualquierpersona, y no me refiero sólo en elplano físico. Se supone que es unconjunto holístico e integrado deprincipios y técnicas imperecederospara liberar el potencial de la mente,el cuerpo y el alma.

Julián estaba fascinado. Aquelloparecía perfecto.

—¿Y dónde viven esos monjes?—Nadie lo sabe, y yo ya soy

demasiado viejo para iniciar subúsqueda. Pero te diré una cosa, amigomío: muchos han tratado deencontrarlos y muchos han fracasado…con trágicas consecuencias. Lascumbres del Himalaya son muytraicioneras. Incluso los escaladoresmás avezados son impotentes ante susestragos naturales. Pero si lo quebuscas son las llaves de oro de lasalud, la felicidad y la realizacióninterior, yo no tengo ese saber; ellos sí.

Julián, que no se rinde fácilmente,presionó al yogui:

—¿Estás seguro de que no sabesdónde viven?

—Lo único que puedo decirte esque la gente de esta aldea los conocecomo los Grandes Sabios de Sivana.En su mitología, Sivana significa«oasis de esclarecimiento». Estos

monjes son venerados como si fuerandivinos por constitución e influencia.Si supiera dónde encontrarlos, estaríaobligado a decírtelo. Perosinceramente, no lo sé; de hecho, no losabe nadie.

A la mañana siguiente, cuando los

primeros rayos del sol empezaron abailar en el horizonte, Julián se pusoen camino hacia la tierra perdida deSivana. Al principio pensó encontratar a un sherpa para que leayudara en su ascensión, pero, poralgún motivo, su instinto le dijo queaquel viaje debería hacerlo solo. Yasí, quizá por primera vez en su vida,prescindió de los grilletes de la razóny decidió confiar en su intuición. Sesentía más seguro así. De algunamanera sabía que encontraría lo queestaba buscando. Así pues, con celomisionero, inició su escalada.

Los primeros días no presentaron

dificultad. A veces encontraba aalguno de los alegres lugareños delpueblo de más abajo caminando por unsendero en busca quizá de madera paratallar o del santuario que aquel lugarofrecía a quienes se atrevían aaventurarse tan cerca del cielo. Otrasveces caminaba solo, empleando eltiempo para reflexionar sobre dóndehabía estado a lo largo de su vida… yhacia dónde se dirigía ahora.

El pueblo no era ya más que unpuntito en aquel maravilloso lienzo deesplendor natural. La majestuosidad delos picos nevados del Himalaya hizoque su corazón latiera más deprisa,dejándole temporalmente sin aliento.Julián se sintió uno con el entorno, esaclase de relación que dos viejosamigos pueden disfrutar después demuchos años de escuchar los mutuos

pensamientos y de reírse los chistes.El aire puro de la montaña despejó sumente y dio vigor a su espíritu.Después de haber dado la vuelta almundo en varias ocasiones, Juliáncreía haberlo visto todo. Pero jamáshabía contemplado tanta belleza.Aquel momento mágico fue como unexquisito tributo a la sinfonía de lanaturaleza. Se sintió a la vezalborozado, jubiloso y despreocupado.Y fue allí, con la humanidad a sus pies,cuando Julián se aventuró a salir de lacómoda envoltura de lo ordinario parainiciar su exploración del reino de loextraordinario.

—Todavía recuerdo las palabrasque me pasaban por la mente —dijoJulián—. Pensé que, en definitiva, lavida consiste en tomar opciones. Eldestino de cada uno de nosotrosdepende de las opciones que tomamos,y yo estaba seguro de que había

tomado la correcta. Sabía que mi vidano volvería a ser igual y que algofascinante, quizá incluso milagroso,estaba a punto de sucederme. Fue undespertar sorprendente.

Mientras Julián escalaba lasenrarecidas regiones del Himalaya,empezó a sentirse nervioso.

—Pero fue un nerviosismopositivo, como el que sentía en unbaile de gala o justo antes de empezarun caso excitante y los fotógrafos meperseguían por la escalinata de lostribunales. Y aunque no contaba con unguía ni con un mapa de la zona, elcamino estaba claro y un estrechosendero me fue llevando montañaarriba hacia los confines de aquellaregión. Fue como si tuviera unaespecie de brújula interior que me ibaempujando hacia mi destino. Creo queno hubiera podido detenerme aunquelo hubiera querido. —Julián estaba

entusiasmado, sus palabras brotabancomo un torrente.

Dos días más siguió la ruta que

esperaba podía llevarlo a Sivana, y enese tiempo pensó en su vida pasada.Aunque se sentía liberado del estrés yla tensión que caracterizaran su antiguomundo, se preguntaba en cambio sipodría pasar el resto de su vida sin elreto intelectual que su profesión lehabía deparado desde que saliera de lafacultad en Harvard. Sus pensamientosvagaron después a su suntuosodespacho en un resplandecienterascacielos del centro y a la idílicacasa de veraneo que había vendido poruna miseria. Pensó en los viejosamigos con que frecuentaba losmejores restaurantes. Pensó también ensu preciado Ferrari y en la sensaciónque le daba poner el motor en marchay sentirse al mando de un poderoso

vehículo.Mientras se adentraba más y más

en aquel místico paraje, susreflexiones sobre el pasado se vieroninterrumpidas por las maravillas queveía. Fue mientras meditaba sobre labelleza de la naturaleza cuando algosorprendente sucedió.

Por el rabillo del ojo vio unafigura, vestida extrañamente con unalarga y ondulante túnica roja coronadapor una capucha azul oscuro,caminando un poco más adelante. AJulián le sobresaltó ver a alguien másen aquel lugar remoto al que habíallegado tras siete agotadores días.Como se hallaba a muchos kilómetrosde toda civilización y aún no estabaseguro de que Sivana fuera un destinoencontrable, gritó a su compañero deescalada.

La figura no sólo no respondiósino que apretó el paso sin siquiera

mirarlo. Al poco rato el misteriosoviajero echó a correr, su túnica rojaflameando graciosamente a su espalda.

—¡Por favor, amigo, necesitoayuda para llegar a Sivana! —gritóJulián—. Llevo siete días caminandocon poca comida y agua. ¡Creo que mehe perdido!

La figura se detuvo bruscamente.Julián se aproximó con cautelamientras el otro permanecía inmóvil yen silencio. Julián no pudo verle elrostro bajo la capucha, pero le impactóel contenido de la pequeña cesta quesostenía. Dentro había una colecciónde las flores más delicadas y bellasque Julián había visto jamás. La figuraabrazó su cesta a medida que Julián seaproximaba, como para demostrar sugran amor por aquellas flores y sudesconfianza hacia aquel occidental,tan corriente en aquel paraje como elrocío en el desierto.

Julián miró al viajero concuriosidad. Un rayo de sol le revelóque la cara que se ocultaba bajo laamplia capucha era de hombre. PeroJulián jamás había visto un hombreigual. Aunque tenía por lo menos lamisma edad que él, sus rasgos dejarona Julián como hechizado y le obligarona quedarse mirándolo una eternidad. Elhombre tenía ojos de gato, tanpenetrantes que Julián se vio obligadoa desviar la vista. Su tez de coloroliváceo era lisa y flexible. Su cuerpoparecía fuerte y vigoroso. Y aunquesus manos delataban que no era joven,irradiaba tal juventud y vitalidad queJulián se quedó hipnotizado, como elniño cuando ve actuar por primera veza un prestidigitador.

Debe de ser uno de los GrandesSabios de Sivana, pensó Julián, casisin poder contener su alegría.

—Me llamo Julián Mantle. He

venido a aprender de los Sabios deSivana. ¿Sabes dónde podríaencontrarlos? —preguntó.

El hombre miró pensativo alcansado visitante de un país lejano. Suserenidad y su paz le daban un aspectoangelical.

Luego habló en voz muy baja,casi susurrando:

—¿Para qué buscas a esos sabios,amigo?

Presintiendo que, efectivamente,había dado con uno de los místicosmonjes que a tantos habían eludidoantes, Julián le abrió su corazón y lecontó su odisea. Habló al viajero de suvida pasada y de la crisis espiritualque había tenido, el precio en salud yenergía que había debido pagar acambio de las fugaces recompensasque le deparaba la práctica de laabogacía. Habló de que habíacambiado la riqueza del alma por una

voluminosa cuenta bancaria y de lailusoria gratificación de su estilo devida «vive deprisa, muere joven». Y lecontó sus viajes por la mística India ysu encuentro con el yogui Krishnan,aquel abogado de Nueva Delhi quetambién había renunciado a suprofesión en la esperanza de hallar laarmonía interior y una paz duradera.

El viajero permaneció quieto y ensilencio. No volvió a hablar hasta queJulián mencionó su ardoroso y casiobsesivo deseo de adquirir losantiguos principios de la sabiduría y elesclarecimiento. Poniendo un brazosobre el hombro de Julián, dijosuavemente:

—Si de verdad tienes un deseosincero de aprender esa sabiduría,entonces es mi deber ayudarte. Soy, enefecto, uno de esos sabios en busca delos cuales has recorrido tan largocamino. Eres la primera persona que

nos encuentra desde hace muchos años.Enhorabuena. Admiro tu tenacidad.Como abogado debiste ser muy bueno.

Hizo una pausa, como si noestuviera seguro, y luego prosiguió:

—Si quieres, puedes venir comoinvitado mío a nuestro templo. Se hallaen una parte escondida de esta regiónmontañosa, pero aún quedan variashoras de camino. Mis hermanos terecibirán con los brazos abiertos.Trabajaremos juntos para enseñarte losprincipios y prácticas que nuestrosantepasados nos han transmitido através de los siglos.

»Antes de llevarte a nuestromundo y compartir nuestrosconocimientos para llenar tu vida dealegría, fuerza y determinación, debopedirte que prometas una cosa. Cuandohayas aprendido las verdades eternasdeberás regresar a tu país y hacerpartícipes de esta sabiduría a cuantos

la necesiten. Aunque aquí, en estasmontañas mágicas, estamos aislados,no se nos escapa el trance por el queatraviesa tu mundo. La gente buenaestá perdiendo el rumbo. Debes darlesla esperanza que se merecen. Es más,debes darles las herramientas para quese cumplan sus sueños. Es todo lo quepido.

Julián aceptó de inmediato lascondiciones del sabio y prometió quellevaría el precioso mensaje aOccidente.

Mientras los dos seguían

ascendiendo hacia el pueblo perdidode Sivana, el sol indio empezó aponerse, un gran círculo rojo que pocoa poco se dejaba vencer por un sueñomágico tras el largo y agotador día.Julián me dijo que nunca ha olvidadola majestuosidad de aquel momento,cuando andaba en compañía de un

monje por quien sentía una especie deamor fraternal, rumbo a un lugar llenode maravillas y misterios.

—Fue sin duda el momento másmemorable de mi vida —me confió.

Julián siempre había creído quela vida se reducía a unos cuantosmomentos clave. Éste fue uno de ellos.En el fondo de su alma, tuvo la certezade que era el primer momento del restode su vida, una vida que pronto iba aser mucho más de lo que nunca habíasido.

CUATRO

Encuentro mágicocon los Sabios deSivana

Tras andar durante horas porintrincados caminos y sendas herbosas,los dos viajeros llegaron a un verde yexuberante valle. En uno de sus lados,los picos del Himalaya ofrecían suprotección como soldados castigadospor la intemperie que guardaran ellugar donde descansaban susgenerales. Al otro lado había unespeso bosque de pinos, tributo naturala esta tierra de fantasía.

El sabio miró a Julián y sonrió.—Bienvenido al nirvana de

Sivana.Descendieron por otro camino y

se adentraron en el bosque queformaba el lecho del valle. El olor apino y a sándalo impregnaba el airefresco y límpido de la montaña. Julián,que ahora iba descalzo para aliviar susdoloridos pies, notó la caricia delmusgo húmedo. Le sorprendió vervistosas orquídeas y otras floreshermosas bailando entre la arboleda,como si se deleitaran en el esplendorde aquel retazo diminuto de paraíso.

Julián oyó voces en la distancia,voces suaves y agradables al oído. Selimitó a seguir al sabio sin decir nada.Tras quince minutos de caminatallegaron a un claro. Lo que vioentonces fue algo que ni siquiera elmundano y difícilmente impresionableJulián Mantle podía haber imaginado:una aldea hecha exclusivamente de loque parecían rosas. En mitad del

poblado había un pequeño templo,como los que Julián había visto en susviajes a Tailandia y Nepal, pero ésteestaba hecho de flores rojas, blancas yrosas unidas mediante largas tiras decordel multicolor y ramitas. Laspequeñas chozas que punteaban elespacio circundante parecían lasausteras casas de los sabios. Tambiénestaba hechas de rosas. Julián sequedó sin habla.

En cuanto a los monjes que vivíanen la aldea, Julián vio que se parecíana su compañero de viaje, quien ahorale dijo que se llamaba yogui Raman.Explicó que era el más viejo de losSabios de Sivana y el líder del grupo.Los pobladores de aquella colonia decuento de hadas tenían un aspectoextraordinariamente juvenil y semovían con gracia y aplomo. Ningunode ellos hablaba, prefiriendo respetarla tranquilidad del lugar realizando sus

tareas en silencio.Los hombres, que parecían sólo

una decena, llevaban la misma túnicaroja que el yogui Raman, y sonrieronserenamente a Julián cuando hicieronsu entrada en la aldea. Todos se veíanapacibles, sanos y satisfechos. Fuecomo si las tensiones que tantasvíctimas se cobran en nuestro mundono tuviesen acceso a aquella cumbrede serenidad.

Aunque habían transcurridomuchos años desde que vieran unacara nueva por última vez, aquellossabios fueron comedidos en surecibimiento, ofreciendo una ligerareverencia a modo de saludo.

Las mujeres eran igualmenteimpresionantes. Con sus ondulantessaris de seda rosa y los lotos blancosque adornaban sus negros cabellos,iban de un lado a otro consorprendente agilidad. Sin embargo, no

se trataba del ajetreo frenético queinvade nuestra sociedad. Aquí todoparecía fácil y alegre. Algunastrabajaban dentro del templo haciendopreparativos para lo que parecía unafiesta. Otras acarreaban leña y tapicesricamente bordados. La actividad erageneral. Todo el mundo parecía feliz.

En definitiva, las caras de losSabios de Sivana revelaban el poderde su forma de vida. Aunque eran sinduda adultos y maduros, irradiaban unaura como infantil, el centelleo de susojos traslucía una lozana vitalidad.Ninguno tenía arrugas ni canas.Ninguno parecía viejo.

A Julián, que apenas podía creer

lo que estaba viendo, le ofrecieron unfestín de fruta fresca y hortalizasexóticas, dieta que, como supo másadelante, constituía una de las clavesde la salud ideal que disfrutaban los

sabios.Tras la comida, el yogui Raman

acompañó a Julián hasta susaposentos: una cabaña cubierta deflores donde había una pequeña camacon un bloc vacío a modo de diario.Aquélla sería su casa.

Aunque para Julián aquel mundomágico de Sivana era una absolutanovedad, tenía sin embargo lasensación de que era un poco comovolver a casa, un regreso a un paraísoque hubiera conocido mucho tiempoatrás. Aquella aldea de rosas no leresultaba del todo extraña. Su intuiciónle decía que su sitio estaba allí, aunquefuera durante un corto período. Ése ibaa ser el lugar donde él reavivaría elfuego que había conocido antes de quela abogacía le privara del alma, unsantuario donde su maltrecho espíritupodría empezar a sanar.

Y así empezó la vida de Julián

entre los Sabios de Sivana, una vidade sencillez, serenidad y armonía. Lomejor estaba aún por venir.

CINCO

El alumno espiritualde los sabios

Los sueños de los grandessoñadores jamás llegan a cumplirse,siempre son superados.

Alfred Lord Whitehead Eran las ocho de la tarde y yo aún

no había preparado mi alegato para eldía siguiente. Estaba fascinado por laexperiencia de aquel antiguo guerrerode la abogacía que había cambiadoradicalmente de vida después deconvivir y estudiar con aquellos sabiosmaravillosos del Himalaya. ¡Quéextraordinaria transformación! Me

pregunté si los secretos aprendidos porJulián en aquel remoto rincón de laIndia podrían también elevar lacalidad de mi vida y colmar mi propiasensación de estupor ante el mundo enque vivimos. Cuanto más escuchaba aJulián, más me daba cuenta de que mialma se había ido oxidando. ¿Quéhabía sido de aquel increíbleapasionamiento con que yo loabordaba todo cuando era más joven?Entonces hasta la cosa más sencilla mellenaba de alegría. Tal vez habíallegado la hora de reinventar midestino.

Notando mi fascinación por suodisea y mi ansia de aprender elmétodo de la vida esclarecida que lossabios le habían transmitido, Juliánaceleró el ritmo de su relato. Meexplicó que su deseo de saber, sumadoa su inteligencia (pulida en muchosaños de batallas en los tribunales), le

había ganado el respeto de lacomunidad de Sivana. Como muestrade su afecto hacia Julián, los monjes lehabían hecho miembro honorario de sugrupo y le trataban como parteintegrante de la extensa familia.

Ansioso de ampliar susconocimientos sobre los mecanismosde la mente, el cuerpo y el alma, Juliánpasó literalmente todos sus momentosde vigilia bajo la tutela del yoguiRaman. El sabio se convirtió más enpadre que en maestro, pese a que sólole separaban unos años de Julián. Nohabía duda de que aquel hombre habíaacumulado la sabiduría de muchasvidas y, aún mejor, estaba dispuesto acompartirla con Julián.

Las sesiones empezaban antes delalba. El yogui Raman se sentaba con suentusiasmado alumno y llenaba sumente de ideas sobre el significado dela vida y de técnicas poco conocidas

para vivir con mayor vitalidad,creatividad y satisfacción. Leenseñaba viejos principios que, segúndecía, cualquiera podía utilizar paraconservarse joven y ser más feliz.Julián aprendió también que lasdisciplinas gemelas del dominiopersonal y la autorresponsabilidadimpedirían que volviera al caos de lacrisis que había caracterizado su vidaen Occidente.

A medida que las semanas seconvertían en meses, Julián acabósiendo consciente del gran tesoro quedormía dentro de su mente, a la esperade ser empleado para más elevadosobjetivos. A veces el maestro y sualumno se quedaban sentados viendosurgir el sol de la India sobre losverdes prados inferiores. A vecesdescansaban en callada meditación,saboreando el silencio. Otras paseabanentre los pinos hablando de temas

filosóficos y disfrutando del placer dela compañía mutua.

Julián dijo que los primerosindicios de su expansión personalllegaron a las tres semanas de estarcon los sabios. Empezó a fijarse en labelleza de las cosas más comunes.Tanto si era la maravilla de una nocheestrellada como el hechizo de unatelaraña después de la lluvia, Julián loabsorbía. Dijo también que su nuevavida y las nuevas costumbresempezaron a tener un efecto grande ensu mundo interior. Al mes de estaraplicando los principios y técnicas deSivana, Julián había empezado acultivar una profunda sensación de pazy serenidad interior que jamás habíaalcanzado en Occidente. Se volvió másalegre y espontáneo, más enérgico ycreativo a medida que pasaban losdías.

La vitalidad física y la fortaleza

espiritual fueron los siguientescambios en su actitud. Su cuerpoantaño obeso se volvió recio ydelgado, mientras que la enfermizapalidez que siempre le devolvía elespejo era sustituida por un rostrodonde brillaba la salud. Se sentíarealmente capaz de cualquier cosa y deabrir el potencial infinito que existedentro de cada uno de nosotros.Empezó a apreciar la vida y a ver ladivinidad en todos sus aspectos. Elviejo método de aquel grupo demísticos había empezado a obrarmilagros.

Tras hacer una pausa como para

expresar incredulidad ante su propianarración, Julián se puso filosófico:

—Me he dado cuenta de algo muyimportante, John. El mundo, y en esoincluyo mi mundo interior, es un lugarmuy especial. También he visto que el

éxito externo no significa nada a no serque tengas éxito interno. Hay unaenorme diferencia entre el beneficio yel bienestar. Cuando yo era unimportante abogado, solía mofarme detodas las personas que trabajaban paramejorar su vida interior y exterior.¡Vive la vida!, solía pensar. Pero heaprendido que el autocontrol y elcuidado de la propia mente, cuerpo yalma son esenciales para encontrar elyo elevado de cada uno y para vivir lavida de nuestros sueños. ¿Cómoocuparse de los demás si uno no seocupa de sí mismo? ¿Cómo hacer elbien si ni siquiera te sientes bien? Nopuedo amar si no sé amarme a mímismo.

De pronto, Julián parecióintranquilo.

—Nunca había abierto a nadie micorazón como lo hago ahora. Te pidodisculpas, John. Es que en esas

montañas he experimentado talcatarsis, tal despertar espiritual a lospoderes del universo, que veo queotros necesitan saber lo que yo heaprendido.

Viendo que se hacía tarde, medijo que se marchaba y se despidió.

—No puedes irte ahora, Julián —le dije—. Estoy en ascuas por sabertodo lo que aprendiste en el Himalayay el mensaje que prometiste traer aOccidente. No puedes dejarmeintrigado, sabes que no lo soporto.

—Volveré, pierde cuidado. Ya meconoces, en cuanto empiezo a contaralgo ya no puedo parar. Pero tú tienescosas que hacer, y a mí me esperanciertos asuntos privados.

—Bien, pero dime una cosa. ¿Meservirán los métodos que aprendiste enSivana?

—Cuando el alumno está listo,aparecen los maestros —respondió—.

Tú, y muchas otras personas de nuestrasociedad, estáis preparados paraconocer la sabiduría de la que mehonro en ser portador. Todos nosotrosdeberíamos conocer la filosofía de lossabios. Todos podemos beneficiarnosde ella. Todos hemos de conocer esaperfección que es nuestro estadonatural. Te prometo que compartiré esesaber contigo. Ten paciencia. Nosveremos mañana por la noche, esta vezen tu casa. Entonces te diré lo quenecesitas saber para mejorar tu vida.¿Te parece bien?

—De acuerdo. Supongo que si hepasado sin ello todos estos años,esperar veinticuatro horas más no mehará ningún daño —respondí.

Dicho esto, el gran abogadoconvertido en yogui desapareció,dejándome con la cabeza llena depreguntas sin respuesta y depensamientos inconclusos.

Sentado a solas en mi despacho,

comprendí lo pequeño que es enrealidad nuestro mundo. Pensé en losamplísimos conocimientos que apenasempezaba a vislumbrar. Pensé en loque sería recuperar mis ganas de vivir,y en la curiosidad que yo había sentidode joven. Quería sentirme más vivo yaportar energía desbordante a mi vidacotidiana. Tal vez yo tambiénabandonaría mi profesión. ¿Estaríallamado a una vocación más elevada?Con estas cosas en la cabeza, apaguélas luces, cerré mi despacho y salí alpegajoso calor de otra noche deverano.

SEIS

La sabiduría delcambio personal

Soy un artista del vivir; mi obrade arte es mi vida.

Suzuki Fiel a su palabra, Julián se

presentó en mi casa al día siguiente, alas siete, y llamó con cuatro golpesrápidos en la puerta. Mi casa es unedificio a la moda con espantosaspersianas rosas que, según mi mujer,recordaban las casas que salían enArchitectural Design. Julián tenía unaspecto radicalmente distinto al deldía anterior. Todavía se le veía

radiante de salud y exudando unaincreíble sensación de calma interior.Pero lo que llevaba me inquietó unpoco.

Iba enfundado en una larga túnicaroja provista de una capucha azul conbordados. Y aunque estábamos en julioy hacía un calor sofocante, él llevabapuesta la capucha.

—Saludos, amigo —dijo Juliáncon entusiasmo.

—Hola.—No pongas esa cara, ¿qué

esperabas, que llevara un traje deArmani?

Los dos nos echamos a reír.Julián no había perdido un ápice de suagudo sentido del humor que antañome había entretenido tanto.

Mientras nos relajábamos en miatestada pero confortable sala de estar,no pude evitar fijarme en elcomplicado collar de cuentas de

madera que llevaba al cuello.—¿De qué son las cuentas? Son

muy bonitas.—Te lo contaré después —dijo

Julián—. Tenemos mucho de quehablar esta noche.

—Pues al grano. Hoy apenas hedado golpe de lo nervioso que estabapor nuestro encuentro.

Inmediatamente, Julián empezó arevelarme más cosas sobre sutransformación personal y la facilidadcon que se produjo. Me habló de lasantiguas técnicas que había aprendidopara controlar la mente y para borrarel hábito de preocuparse que a tantosafecta en nuestra compleja sociedad.Habló de las enseñanzas de los monjespara vivir una vida más plena ygratificante. Y habló también de unaserie de métodos para liberar elmanantial de juventud y energía que,dijo, todos llevamos dentro en estado

latente.Aunque se expresaba con

convicción, yo empecé a mostrarmeescéptico. ¿Estaría siendo víctima deuna broma? Al fin y al cabo, estejurista salido de Harvard había sidocélebre en el bufete por sus bromaspesadas. Además, su historia eraabsolutamente fantástica. Imagínese:uno de los mejores abogados del paísarroja la toalla, vende todas susposesiones terrenales y emprende unaodisea a pie por el norte de la India,para regresar convertido en profeta delHimalaya. No podía ser verdad.

—Venga, Julián. No me tomesmás el pelo. Todo esto empieza aparecerse a una de tus bromas.Apuesto que has alquilado la túnica enla tienda de disfraces que hay en frentede mi oficina.

Julián reaccionó al punto, como siya hubiera esperado que no le creyera.

—¿Cómo argumentas un casocuando estás ante el tribunal?

—Aportando pruebaspersuasivas.

—Bien. Mira las pruebas que yoaporto. Mira mi cara, sin una solaarruga. Mira mi físico. ¿Notas laabundancia de energía que hay en mí?Mira mi tranquilidad. Seguro que notasque he cambiado.

No le faltaba razón. Este hombre,apenas unos años atrás, parecía dosdécadas más viejo.

—No habrás ido a un cirujanoplástico, ¿verdad?

—No. —Sonrió—. Ellos sólopiensan en la persona exterior. Yonecesitaba curarme por dentro. Mivida desequilibrada y caótica me dejóen una situación límite. Lo que sufrífue mucho más que un ataque alcorazón. Fue una ruptura de mi núcleointerno.

—Pero es que todo suena tan…misterioso e insólito.

Julián mantuvo la calma ante miinsistencia. Al ver la tetera que yohabía dejado sobre la mesa, él mismoempezó a servirme. Vertió el té hastallenar la taza… ¡y siguió haciéndolo!El té empezó a caer sobre el platillo yluego sobre la querida alfombra persade mi mujer. Al principio me quedéperplejo. Pero luego chillé:

—¿Qué estás haciendo? Mi tazaya está llena. ¡Por más que lo intentesno admitirá más té!

Julián me miró largamente.—No me interpretes mal. Yo te

respeto, John. Siempre lo he hecho.Sin embargo, igual que esta taza, túpareces estar lleno de ideas propias.¿Cómo van a entrar más, si no vacíasprimero tu taza?

Me impactó la verdad de suspalabras. Julián tenía razón. Mis años

en el conservador mundo de laabogacía, haciendo siempre lasmismas cosas con la misma gente quepensaba las mismas cosas cada día,habían llenado mi taza hasta el borde.Jenny siempre me estaba diciendo quedeberíamos conocer gente nueva yexplorar nuevas cosas. «Ojalá fuerasun poco más aventurero, John», solíadecirme.

Ya no recordaba cuándo fue laúltima vez que leí un libro que notuviera que ver con leyes. Miprofesión era toda mi vida. Empecé acomprender que el mundo al queestaba acostumbrado había embotadomi creatividad y limitado mi visión delmundo.

—De acuerdo. Entiendo lo quedices —admití—. Es posible quetodos estos años me hayan convertidoen un escéptico. Desde que te vi ayeren mi despacho, algo me dijo que tu

transformación era genuina, y que yopodía aprender algo de todo ello. Talvez no quería creerlo.

—John, ésta es la primera nochede tu nueva vida. Sólo te pido quepienses en los conocimientos que voya compartir contigo y que los apliquesdurante un mes con total convicción.Toma estos métodos confiando en suefectividad. Hay una razón para quehayan sobrevivido millares de años: esque funcionan.

—Un mes me parece muchotiempo.

—Invertir 672 horas de trabajointerior para mejorar profundamentetus momentos de vigilia para el restode tu vida es una ganga, ¿no te parece?Invertir en ti mismo es lo mejor quepuedes hacer. No sólo conseguirásmejorar tu vida sino también las dequienes te rodean.

—¿Y eso?

—Sólo cuando domines el arte deamarte a ti mismo podrás amar deverdad a los demás. Sólo abriendo tucorazón podrás llegar al corazón delos demás. Cuando te sientas centradoy vivo de verdad, estarás en buenaposición para ser una persona mejor.

—¿Qué puedo esperar que ocurraen esas 672 horas de que se componeun mes? —pregunté.

—Experimentarás cambios en tumente, tu cuerpo e incluso tu alma quete sorprenderán. Tendrás más energía,entusiasmo y armonía interna de lasque has tenido en toda tu vida. La genteempezará por decirte que pareces másjoven y más feliz. Recuperarás lasensación de bienestar y equilibrio.Éstos son sólo algunos de losbeneficios del Método de Sivana.

—Caramba.—Todo lo que vas a oír esta

noche está pensado para mejorar tu

vida, no sólo personal y profesionalsino también espiritual. El consejo delos sabios es tan válido hoy como loera hace cinco mil años. No sóloenriquecerá tu mundo interior, tambiénreforzará tu mundo exterior y te harámás eficaz en todo lo que hagas. Estasabiduría es la fuerza más poderosaque he conocido jamás. Es práctica ydirecta y ha sido probada durantesiglos en el laboratorio de la vida. Esmás, funciona para todo el mundo.Pero antes de que comparta contigoeste saber, has de prometerme unacosa.

Imaginaba que tenía que haberalgún compromiso. «Nadie comegratis», solía decir mi madre.

—Una vez hayas comprobado elpoder de las estrategias y tácticas queme enseñaron los Sabios de Sivana yobserves los radicales resultados queproducirán en tu vida, deberás aceptar

la misión de transmitir estosconocimientos a otros para que puedanbeneficiarse de ellos. Accediendo, meayudarás a cumplir la promesa quehice al yogui Raman.

Accedí sin reservas, y Julián

empezó a enseñarme el método quehabía llegado a considerar sagrado. Sibien las técnicas que había llegado adominar eran variadas, en el fondo delMétodo de Sivana había siete virtudesbásicas, siete principios fundamentalesque encarnaban las claves delautodominio, la responsabilidadpersonal y el esclarecimientoespiritual.

Julián me dijo que el yoguiRaman fue el primero en enseñarle lassiete virtudes tras unos meses enSivana. Una noche despejada, cuandotodos los demás estaban durmiendo,Raman llamó suavemente a la choza de

Julián. Con la voz de un guía amable,dijo:

—Te he venido observandodurante muchos días, Julián. Creo queeres un hombre honesto que desea confervor llenar su vida de todo lo que esbueno. Desde que llegaste has abiertotu mente a nuestras tradiciones y lashas abrazado como propias. Hasaprendido algunos de nuestros hábitoscotidianos y has visto sus muchos ysaludables efectos. Has sidorespetuoso con nuestra forma de vivir.La gente de aquí ha vivido consencillez desde tiempo inmemorial ynuestros métodos son conocidos pormuy pocos. El mundo necesita oírnuestra filosofía. Esta noche, en lavíspera de tu tercer mes en Sivana,voy a empezar a enseñarte las clavesde nuestro sistema, no sólo enbeneficio tuyo sino también en el detodos los que habitan en tu mundo. Me

sentaré contigo a diario como lo hicecon mi hijo cuando era pequeño. Pordesgracia, mi hijo falleció hace unosaños. Había llegado su hora, y yo nopongo en duda su partida. Lo pasamosbien juntos y su recuerdo meacompañará siempre. Yo te veo a ticomo un hijo y me siento agradecidode que todo cuanto aprendí en misaños de contemplación pueda vivirahora en tu interior.

Miré a Julián y reparé en quetenía los ojos cerrados, como si sehubiera transportado a aquel país deensueño en el que había recibido labendición de sus conocimientos.

—El yogui Raman me dijo quelas siete virtudes para una vidarebosante de paz, alegría y riquezainteriores estaban contenidas en unafábula mística. Esta fábula era laesencia de todo. Me pidió que cerraralos ojos como he hecho ahora aquí

mismo, en tu sala de estar. Luego medijo que imaginase la siguiente escenacon los ojos de mi mente:

Estás sentado en mitad de unespléndido y exuberante jardín. Estejardín está lleno de las flores másespectaculares que has visto nunca. Elentorno es extraordinariamentetranquilo y callado. Saborea lossensuales placeres de este jardín ypiensa que tienes todo el tiempo delmundo para disfrutar de este oasis. Almirar alrededor ves que en mitad deljardín mágico hay un imponente farorojo de seis pisos de alto. De repente,el silencio del jardín se veinterrumpido por un chirrido fuertecuando la puerta del faro se abre.Aparece entonces un luchador de sumojaponés —mide casi tres metros y pesacuatrocientos kilos—, que avanzaindiferente hacia el centro del jardín.

—La cosa se pone bien. —Rió

Julián—. ¡El luchador de sumo estádesnudo! Bueno, en realidad no deltodo. Un cable de alambre color derosa cubre sus partes.

Cuando el luchador de sumoempieza a moverse por el jardín,encuentra un reluciente cronógrafo deoro que alguien olvidó muchos añosatrás. Resbala y al momento cae con ungolpe sordo. El luchador de sumoqueda inconsciente en el suelo,inmóvil. Cuando ya parece que haexhalado su último aliento el luchadordespierta, quién sabe si movido por lafragancia de unas rosas amarillas queflorecen cerca de allí. Con nuevasenergías, el luchador se ponerápidamente en pie y miraintuitivamente hacia su izquierda. Loque ve le sorprende mucho.

A través de las matas que hay alborde mismo del jardín observa unlargo y serpenteante camino cubierto

por millones de hermosos dia—mantes. Algo parece impulsar alluchador a tomar esa senda y, dichosea en su honor, así lo hace. Esecamino le lleva por la senda de laalegría perdurable y la felicidadeterna.

Tras oír aquel extraño cuento allá

en las cumbres del Himalaya y sentadojunto a un monje que había visto deprimera mano la antorcha de laverdadera luz, Julián me dijo que sedesilusionó. Sencillamente, dijo quepensó que iba a oír algo definitivo, unesclarecimiento que le haría pasar a laacción o, por qué no, le arrancaríalágrimas. En cambio, sólo habíaescuchado una tontería sobre unluchador y un faro.

El yogui Raman detectó sudesaliento:

—Nunca descuides el poder de la

sencillez —le dijo a Julián—. Puedeque esta historia no sea el discursosofisticado que esperabas, pero sumensaje contiene un mundo desensibilidad y su objeto es puro.Desde el día en que llegaste, hepensado mucho en cómo iba acompartir nuestro saber contigo. Alprincipio pensé darte una serie delecciones a lo largo de varios meses,pero comprendí que este enfoquetradicional no se adaptaba a lanaturaleza mágica del saber que estás apunto de recibir. Luego pensé en pedira mis hermanos y hermanas queinvirtieran un poco de tiempo contigopara introducirte en nuestra filosofía.Pero tampoco era éste el sistema másefectivo para que aprendieras lo quetenemos que decirte. Tras reflexionarlargamente, llegué a lo que me pareceun modo muy creativo y a la vezextremadamente eficaz de enseñar el

método de Sivana al completo, con sussiete virtudes… y es esta fábula.

El sabio hizo una pausa y luegoañadió:

—Al principio puede que teparezca frívolo e incluso infantil. Perote aseguro que cada elemento de lafábula encarna un principioimperecedero y contiene un profundosignificado. El jardín, el faro, elluchador de sumo, el cable de colorrosa, el cronógrafo, las flores y elsinuoso sendero de los diamantes sonsímbolos de las siete virtudes paraconseguir una vida de esclarecimiento.Te puedo asegurar también que sirecuerdas esta historia y las verdadesfundamentales que entraña, podrásllevar en tu interior todo cuantonecesitas saber para elevar tu vida almáximo nivel. Tendrás toda lainformación y las estrategias quenecesitarás para modificar la calidad

de tu vida y de las de cuantos terodean. Y cuando apliques a diarioeste saber, podrás cambiar mental,física, emocional y espiritualmente. Tepido que escribas esta pequeñahistoria en tu mente y que la lleves entu corazón. Si la abrazas sin reservaste aseguro que notarás la diferencia.

Julián meditó un momento y luegome dijo: —Por suerte, John, así lohice. Carl Jung escribió que «la visiónsólo llega a ser clara cuando unopuede mirarse el corazón. El que mirahacia afuera, sueña; el que mira haciadentro, despierta». Aquella noche tanespecial, yo miré a mi corazón ydesperté a los secretos seculares paraenriquecer la mente, cultivar el cuerpoy nutrir el alma. Ahora me toca a mícompartir estos secretos contigo.

SIETE

Un jardínextraordinario

La mayoría de la gente vive —yasea física, intelectual o moralmente—en un círculo muy restringido de susposibilidades. Todos nosotrostenemos reservas de vida en las queni siquiera soñamos.

William James —En la fábula, el jardín es un

símbolo de la mente —explicó Julián—. Si cuidas de tu mente, si la nutres yla cultivas como si fuera un fértiljardín, florecerá más allá de tusexpectativas. Pero si dejas que la

maleza arraigue, nunca podrás alcanzarla paz de espíritu y la armoníainterna… Deja que te haga unapregunta, John. Si yo fuera al patiodonde tienes ese jardín del que tantohablabas antes y echara residuostóxicos sobre tus queridas petunias, note haría ninguna ilusión, ¿verdad?

—Cierto.—En realidad, los buenos

jardineros guardan sus posesionescomo soldados orgullosos, y procuranque nada pueda contaminar susplantaciones. Pero fíjate en losresiduos tóxicos que la mayoría de lagente mete en el fértil jardín de sumente, y eso un día tras otro:preocupaciones, ansiedades, lanostalgia del pasado, los cálculossobre el futuro y los miedos que ellosmismos alimentan y que puedendestrozar el mundo interior decualquier persona. En la lengua nativa

de los Sabios de Sivana, que existedesde hace cuatro mil años, el símboloque representa por escrito lapreocupación es muy similar al quesimboliza una pira funeraria. El yoguiRaman me dijo que no era una simplecoincidencia. La preocupación priva ala mente de gran parte de su poder y,antes o después, acaba dañando elalma.

»Para vivir una vida de máximaplenitud hay que montar guardia ydejar que entre en tu jardín sólo lainformación más selecta. No puedespermitirte el lujo de un pensamientonegativo, ni uno solo. Las personasmás alegres, dinámicas y satisfechasde este mundo no difieren mucho de tio de mí. Todos estamos hechos decarne y hueso. Todos venimos de lamisma fuente universal. Sin embargo,los que hacen algo más que existir, losque azuzan las llamas de su potencial

humano y saborean la danza mágica dela vida sí hacen cosas distintas de losque viven una vida corriente. Y la másdestacada de ellas es que adoptan unparadigma positivo acerca de sumundo y cuanto hay en él.

»Los sabios me enseñaron que enun día normal la persona normal tieneunos sesenta mil pensamientos. Lo quea mí me chocó, sin embargo, fue que el99 por ciento de los mismos eraexactamente igual que el día anterior.

—¿Lo dices en serio? —pregunté.—Por supuesto. Es la tiranía del

pensamiento empobrecido. La genteque piensa lo mismo todos los días,cosas negativas en su mayoría, hancaído en malos hábitos mentales. Envez de concentrarse en las cosasbuenas y pensar en cómo hacer quetodo sea mejor, son cautivos de susrespectivos pasados. Unos sepreocupan de fracasos sociales o

problemas financieros. Otros selamentan de sus infancias. Otros, enfin, se preocupan de asuntos másinsignificantes: el modo en que undependiente los ha tratado o elcomentario malicioso de uncompañero de trabajo. De ese modopermiten que las preocupacionespriven a su mente de su fuerza vital;están bloqueando el enorme potencialde la mente para aportar todo lo queellos quieran, emocional, física yespiritualmente. Estas personas no sedan cuenta de que administrar la mentees administrar la vida.

»La manera de pensar dependedel hábito, así de simple —prosiguióJulián con convicción—. En general lagente no se percata del enorme poderde la mente. He aprendido que inclusolos más dotados pensadores utilizansólo una centésima parte de susreservas mentales. En Sivana, los

sabios se atrevieron a explorardiariamente ese potencial. Y losresultados fueron asombrosos. Elyogui Raman, a través de una prácticamuy disciplinada, ha condicionado sumente hasta el punto de ser capaz deralentizar su corazón a voluntad.Incluso había conseguido entrenarsepara no dormir durante semanas.Aunque yo nunca te sugeriría queempezaras marcándote objetivos comoésos, sí te sugiero que empieces porconsiderar tu mente como lo que es: elmayor don de la naturaleza.

—¿Existen ejercicios paradesbloquear el poder de la mente? —pregunté. Y añadí con frescura—: Sipudiera ralentizar mi corazón sería lasensación de la fiesta.

—De momento no te preocupespor eso. Te enseñaré unas técnicas quepodrás practicar más adelante y que temostrarán el poder de esta antigua

tecnología. Por ahora, lo másimportante es que entiendas que eldominio mental se logra conentrenamiento, ni más ni menos. Casitodos tenemos las mismas materiasprimas desde que respiramos nuestraprimera bocanada de aire; lo quesepara a los que consiguen más cosaso a los que son más felices es el modoen que emplean y refinan esosmateriales. Cuando te dedicas atransformar tu mundo interior, tu vidapasa rápidamente del reino de loordinario al de lo extraordinario.

Mi maestro estaba cada vez más

entusiasmado. Sus ojos parecíancentellear mientras hablaba de lamagia de la mente y de la abundanciade cosas buenas que eso traía consigo.

—Sabes, John, cuando baja eltelón sólo hay una cosa sobre la quetenemos dominio absoluto.

—¿Nuestros hijos? —dijesonriendo.

—No; nuestras mentes. Quizá nopodamos controlar el tiempoatmosférico, el tráfico o el humor dequienes nos rodean, pero ten porseguro que podemos controlar nuestraactitud hacia esos hechos. Todostenemos el poder de determinar en quécosa vamos a pensar en un momentodado. Esta capacidad es parte de loque nos define como humanos. Sabes,una de las joyas de la sabiduríaterrenal que he aprendido en misviajes a Oriente es también una de lasmás sencillas.

Julián hizo una pausa como parainvocar un don precioso.

—¿De qué se trata? —pregunté.—No existe lo que llamamos

realidad objetiva o «mundo real». Noexisten los absolutos. El rostro de tupeor enemigo puede ser el de mi mejor

amigo. Algo que parece una tragediapara alguien puede contener la semillade una magnífica oportunidad paraotro. Lo que separa de veras a laspersonas alegres u optimistas de lasque están sumidas en la desdicha es laforma de interpretar y procesar lascircunstancias de la vida.

—Pero, Julián, una tragedia essiempre una tragedia.

—Te pondré un ejemplo. Estandoen Calcuta conocí a una maestra deescuela llamada Malika Chand.Adoraba enseñar y trataba a susalumnos como si fueran hijos suyos,alimentando su mente con enormebondad. Su lema era «Vale tanto tudeterminación como tu inteligencia».Toda la comunidad la conocía comouna persona que vivía volcada hacialos demás, que servíadesinteresadamente a quienes lonecesitaban. Por desgracia, su escuela,

que había sido testigo silencioso delpaso de generaciones de colegiales,sucumbió a las llamas de un incendioprovocado por un pirómano. Lacomunidad entera sintió su pérdida.Pero a medida que pasaba el tiempo,la cólera dio paso a la apatía y la gentese conformó con el hecho de que sushijos no tuvieran una escuela adondeir.

—¿Qué fue de Malika?—Ella era diferente, una

optimista a ultranza. Supo ver unaoportunidad en lo que había sucedido.Malika explicó a los padres que todorevés aporta un beneficio igual si unosabe buscarlo. El incendio ocultaba unregalo. La escuela que había perecidoera vieja y decrépita. El techo teníagoteras y el piso se había pandeadobajo los millares de pies que habíanpasado por allí. Ahora tenían laocasión que habían estado esperando

para sumar sus fuerzas y construir unaescuela mucho mejor, una escuela quesirviera a muchos otros niños en elfuturo. Y así, impulsados por aquellamujer de sesenta y cuatro años,aunaron sus recursos colectivos yreunieron fondos para edificar unanueva escuela, como ejemplo palpabledel poder de la gente frente a laadversidad.

—Entonces es como el viejoadagio, aquel que dice lo de la copamedio llena en vez de medio vacía.

—Es una buena manera de verlo.No importa lo que te ocurra en la vida,porque tienes la capacidad de elegir tureacción. Cuando consigas arraigar elhábito de buscar lo positivo en cadacircunstancia, tu vida pasará a susdimensiones superiores. Es una de lasmás importantes leyes naturales.

—¿Y todo empieza sabiendoutilizar tu mente con eficacia?

—Exacto, John. Todo éxito, yasea material o espiritual, empieza enesa masa de cinco kilos que tenemossobre los hombros. O, másconcretamente, en los pensamientosque cada uno introduce en su mentecada segundo de cada minuto de cadadía de la vida. El mundo exteriorrefleja el estado del mundo interior.Controlando los pensamientos y lamanera de reaccionar a losacontecimientos de la vida, unoempieza a controlar su destino.

—Lo que dices tiene sentido,Julián. Supongo que mi vida se havuelto tan ajetreada que nunca tengotiempo de pensar en estas cosas.Cuando estaba en la facultad, mi mejoramigo, Alex, solía leer libros deautoayuda. Decía que le motivaban yque le daban energía para afrontarnuestro agobiante trabajo. Me contóque uno de esos libros explicaba que

el carácter chino para expresar elconcepto «crisis» se comprende dedos subcaracteres: uno significa«peligro» y el otro «oportunidad».Creo que hasta los chinos de antañosabían que toda circunstancia amargatiene su lado positivo, siempre que unotenga el valor de buscarlo.

—El yogui Raman lo explicabaen estos términos: «No hay errores enla vida, sólo lecciones. No existe unaexperiencia negativa, sino sólooportunidades que hay que aprovecharpara avanzar por el camino delautodominio. De la lucha surge lafuerza. Incluso el dolor puede ser muybuen maestro.»

—¿El dolor? —objeté.—Desde luego. Para superar el

dolor, primero hay que experimentarlo.Dicho de otro modo, no puedes saberlo que se siente en la cumbre de lamontaña si antes no has visitado el más

hondo de los valles. ¿Entiendes?—¿Para degustar el bien primero

hay que conocer el mal?—Sí. Pero te sugiero que no

juzgues los hechos como positivos onegativos. Limítate a experimentarlos,festejarlos y aprender de ellos. Entodo hay una lección que aprender.Estas pequeñas lecciones estimulan tumundo interior y exterior. Sin ellas nopodrías avanzar. Aplícalo a tu vidaactual. La mayoría de la gente hasacado lo mejor de sí misma a travésde las experiencias más sugestivas ydifíciles. Si te encuentras con unresultado que no esperabas y te sientesdecepcionado, recuerda que las leyesde la naturaleza especifican quecuando una puerta se cierra otra seabre.

Julián empezó a levantar los

brazos con el entusiasmo de un pastor

protestante arengando a sucongregación.

—Cuando hayas aplicado esteprincipio a tu vida diaria y empieces aacondicionar tu mente para traducircada acontecimiento en uno positivo,podrás desterrar para siempre laspreocupaciones. Te convertirás en elarquitecto de tu propio futuro.

—Comprendo la idea. Cadaexperiencia, incluso la peor, me brindauna lección. Por consiguiente, deboabrir mi mente para aprender de cadaexperiencia. Así seré cada vez másfuerte y más feliz. ¿Qué más puedehacer un humilde abogado de clasemedia para mejorar las cosas?

—En primer lugar, empieza avivir de tu imaginación, no de tusrecuerdos. —Para liberar todo elpotencial de tu mente, tu cuerpo y tualma, primero debes expandir tuimaginación. Verás, las cosas son

creadas dos veces: primero en el tallerde la mente y después en la realidad.Yo llamo a este proceso el «cianotipo»porque todo lo que creas en tu mundoexterior empieza como una simplecianocopia en tu mundo interior, en laexuberante pantalla de tu mente.Cuando aprendas a controlar tuspensamientos y sepas imaginargráficamente todo lo que deseas deesta vida terrenal en un estado deabsoluta expectativa, las fuerzasdormidas empezarán a despertar en ti.Lo primero que harás será abrir elpotencial de tu mente para crear lavida mágica que yo creo que mereces.De hoy en adelante, olvida el pasado.Atrévete a soñar que eres más que lasuma de tus actuales circunstancias.Excepto de las mejores. Tesorprenderán los resultados.

»Sabes, John, en mi larga etapacomo abogado yo pensaba que sabía

muchas cosas. Pasé años estudiando enlas mejores universidades, leyendotodos los libros de leyes que caían enmis manos y trabajando con losmejores modelos a imitar. Porsupuesto, fui un ganador en ese juego.Sin embargo, ahora me doy cuenta deque en el juego de la vida ibaperdiendo. Estaba tan ocupadopersiguiendo los grandes placeresterrenales que pasé por alto lospequeños. Nunca leí los grandes librosque mi padre me sugería. No heconseguido tener grandes amigos. Nohe sabido apreciar la buena música.Aparte de esto, debo decir que meconsidero entre los afortunados. Miataque fue mi momento decisivo, midespertar personal, si lo quieres así.Lo creas o no, John, aquello me diouna segunda oportunidad de vivir unavida más inspirada y plena. ComoMalika Chand, vi las semillas de la

oportunidad en mi dolorosaexperiencia. Y tuve el valor dealimentarlas.

Vi que Julián no sólo era joven

por fuera, por dentro era mucho mássabio. Aquello era algo más que unafascinante conversación con un viejoamigo. Me di cuenta de que hoy podíaser mi momento decisivo, una claraoportunidad para empezar otra vez. Mimente empezó a reflexionar sobre todolo que estaba mal en mi vida. Porsupuesto, tenía una gran familia y untrabajo estable como abogado bienconsiderado. Pero había momentos enque sabía que debía haber algo más.Tenía que llenar ese vacío queempezaba a inundar mi existencia.

De muchacho yo tenía sueñosimportantes. Solía imaginarme comoun héroe del deporte o un magnate delos negocios. Creía realmente que

podía llegar a ser lo que yo quisiera.Recordé también cómo me sentía dejoven creciendo al sol de la costaOeste. Lo pasaba muy bien conplaceres sencillos, como bañarmedesnudo o montar en bicicleta por elbosque. Sentía una gran curiosidad.Era un aventurero. No había límitesrespecto a lo que el futuro podíadepararme. Creo que no he vuelto asentir esa alegría ni esa libertad enmás de quince años. ¿Qué fue lo quepasó?

Tal vez perdí de vista mis sueñoscuando me hice adulto y me resigné aactuar como se supone que han dehacerlo los adultos. Tal vez los perdíde vista cuando entré en la facultad yempecé a hablar como se supone quehan de hacerlo los abogados. Encualquier caso, aquella noche conJulián me decidí a no pasar mástiempo ganándome la vida y a invertir

mucho más tiempo en crear una vida.—Parece que te he hecho pensar

en tu propia vida —comentó Julián—.Piensa en tus sueños, en cómo eras depequeño. Jonas Salk lo dijo mejorcuando escribió: «He tenido sueños yhe tenido pesadillas. Superé mispesadillas gracias a mis sueños.»Atrévete a desempolvar tus sueños,John. Empieza a amar otra vez la viday a gozar de sus maravillas. Despiertaal poder que tu propia mente tiene parahacer que las cosas sean como quieres.Todo el universo cooperará contigopara que esa vida sea mágica.

Metió la mano en su túnica yextrajo una cartulina del tamaño de unatarjeta de visita, con los cantosrasgados, al parecer debido al uso.

—Un día, mientras el yoguiRaman y yo caminábamos por untranquilo sendero de montaña, lepregunté quién era su filósofo favorito.

Me dijo que había tenido muchasinfluencias en su vida y que leresultaba difícil destacar una como sufuente de inspiración. Había una cita,no obstante, que siempre llevaba en sucorazón, una cita que integraba todoslos valores que más apreciaba tras unavida dedicada a la contemplación. Yen aquel lugar bellísimo, un lugarperdido en las montañas, aquel sabiode Oriente la compartió conmigo. Yotambién grabé sus palabras en micorazón. Me sirven para recordar cadadía aquello que somos y aquello quepodemos ser. Eran palabras del granfilósofo indio Patanjali. Repetirlas envoz alta cada mañana antes desentarme a meditar ha influidopoderosamente en mí. Recuerda, John,que las palabras son la encarnaciónverbal del poder.

Julián me enseñó la tarjeta. Lacita del filósofo decía así:

Cuando te inspira un objetivo

importante, un proyectoextraordinario, todos tuspensamientos rompen sus ataduras:tu mente supera los límites, tuconciencia se expande en todasdirecciones y tú te ves en un mundonuevo y maravilloso. Las fuerzas,facultades y talentos ocultos cobranvida, y descubres que eres unapersona mejor de lo que habíassoñado ser.

Fue en ese instante cuando vi la

conexión entre vitalidad física yagilidad mental. Julián gozaba de unasalud perfecta y se veía mucho másjoven que cuando nos conocimos.Estaba lleno de dinamismo, y su vigor,entusiasmo y optimismo parecíanilimitados. Había cambiado muchascosas en su estilo de vida, pero era

obvio que el punto de partida de sutransformación no era otro que subuena salud mental. El éxito por fueracomienza sin duda con el éxito pordentro: cambiando su manera depensar, Julián Mantle había cambiadosu vida.

—¿Y cómo puedo yo desarrollaresta actitud positiva, serena einspirada, Julián? Después de tantosaños de rutina, mis músculos mentaleshan perdido elasticidad. Si lo piensobien, tengo muy poco control sobre lospensamientos que flotan en el jardín demi mente —dije con sinceridad.

—La mente es un magníficocriado pero un amo terrible. Si piensassólo cosas negativas, es porque no hascuidado tu mente y no has dedicado eltiempo necesario para entrenarla apensar en lo bueno. Winston Churchilldijo que «el precio de la grandeza esla responsabilidad sobre cada uno de

tus pensamientos». A partir de ahípodrás conseguir esa disposiciónmental que persigues. Recuerda, John,la mente es como cualquier otromúsculo de tu cuerpo. Si no lo usas, seatrofia.

—¿Quieres decir que si no laejercito mi mente acabarádebilitándose?

—Sí. Míralo de esta manera. Siquieres fortalecer los músculos delbrazo, debes ejercitarlos. Si quieresendurecer los de tus piernas, primerodebes entrenarlos. De la mismamanera, tu mente podrá hacer cosasmaravillosas si le facilitas las cosas.Debes aprender a hacerla funcionar demanera efectiva. La salud ideal llegarási sabes cuidar de tu mente. Y elestado natural de tranquilidad yserenidad llegará por sí solo… sitienes la capacidad de reclamarlo. LosSabios de Sivana tienen un dicho:

«Las fronteras de la vida son sólocreaciones del yo.»

—No sé si entiendo esto último,Julián.

—Los pensadores más ilustressaben que sus pensamientos conformansu mundo y que la calidad de la vidase reduce a la riqueza de lospensamientos. Si quieres vivir unavida más serena y con más significado,debes producir pensamientos másserenos y con más significado.

—Una receta rápida, por favor,Julián.

—¿A qué te refieres? —preguntóél, pasando sus dedos bronceados porla túnica de brillante textura.

—Lo que me dices meentusiasma, pero yo soy un tipoimpaciente. ¿No hay alguna técnica quepueda utilizar ahora mismo, en mipropia sala de estar, para cambiar mifuncionamiento mental?

—Las recetas rápidas nofuncionan. Todo cambio duraderorequiere tiempo y esfuerzo. Laperseverancia es la madre del cambiopersonal. Eso no quiere decir quenecesites años para producir cambiosprofundos en tu vida. Si aplicasdiariamente y con diligencia estasestrategias durante un mes, losresultados te sorprenderán. Empezarása aprovechar los niveles más altos detu propia capacidad y a entrar en elreino de lo milagroso. Pero para llegarhasta ahí no tienes que obsesionartepor los resultados. Disfruta delproceso del crecimiento personal.Parece irónico, pero cuanto menospienses en el resultado final, másrápido se producirá éste.

—Explícate.—Es como la clásica historia del

chico que se fue de su casa paraestudiar con un reputado maestro.

Cuando conoció al viejo sabio, lepreguntó: «¿Cuánto tardaré en ser tansabio como tú?» La respuesta no sehizo esperar: «Cinco años.» «Eso esmucho tiempo», replicó el muchacho.«¿Y si trabajo el doble?» «Entoncestardarás diez», contestó el maestro, alo que el muchacho protestó: «Eso esdemasiado tiempo. ¿Y si estudiotambién por las noches?» «Quinceaños», dijo el sabio. «No locomprendo», replicó el chico. «Cadavez que prometo dedicar más energías,tú me dices que tardaré más en lograrmi objetivo. ¿Por qué?» «La respuestaes muy sencilla. Si tienes un ojo puestoen el destino que esperas alcanzar,sólo te queda otro para que te guíe enel viaje.»

—Muy agudo, señor abogado —concedí—. Parece la historia de mivida.

—Ten paciencia y vive en la

conciencia de que todo lo que buscasllegará tarde o temprano si te preparasdebidamente.

—Mira, Julián, yo nunca he sidoun tipo con suerte. Siempre he tenidoque echar mano de la pura y durainsistencia.

—¿Qué es la suerte, John? —replicó él afablemente—. Nada másque la suma de preparación yoportunidad. —Y agregó en voz baja—: Antes de darte los métodos que meenseñaron los Sabios de Sivana, debohacerte partícipe de un par deprincipios básicos. Primero, recuerdaque la concentración es la base deldominio de la mente.

—¿En serio?—A mí también me sorprendió,

pero es verdad. La mente puede hacercosas extraordinarias, eso ya lo sabes.El hecho de que tengas un deseo o unsueño significa que posees la

capacidad de llevarlo a cabo. Ésta esuna de las grandes verdadesuniversales que los Sabios de Sivanaconocen bien. Pero a fin de liberar elpoder de la mente, primero tienes queser capaz de domarla y hacer que seconcentre en la tarea que tienes entremanos. En cuanto dirijas el foco de tumente hacia un solo propósito, tu vidase iluminará con regalosextraordinarios.

—¿Por qué es tan importantetener una mente centrada?

—Te pondré un acertijo queresponderá muy bien a tu pregunta.Imagina que te has perdido en elbosque. Es invierno y necesitasdesesperadamente conservar el calor.Lo único que llevas en la mochila esuna carta de tu mejor amigo, una latade atún y una pequeña lupa que llevassiempre encima para compensar tuprogresiva pérdida de visión. Por

fortuna, has conseguido encontrar unpoco de leña seca, pero no tienescerillas. ¿Cómo encenderías el fuego?

Julián me había dejado perplejo.No se me ocurría ninguna respuesta.

—Me rindo.—Es muy fácil. Pones la carta

entre la leña seca y sostienes encima lalupa. Los rayos del sol se concentrande modo que en un par de segundos yatienes llama.

—¿Y la lata de atún?—Bueno, eso lo he añadido para

despistarte —replicó Julián con unasonrisa—. Pero lo esencial es esto:poner la carta encima de la leña nodaría ningún resultado. Pero en cuantoempleas la lupa para concentrar losrayos del sol sobre el papel, ésteprende al momento. La analogía puedeaplicarse a la mente. Cuandoconcentres tu poder en objetivosdefinidos y válidos, prenderás

rápidamente las llamas de tupotencialidad para producir resultadossorprendentes.

—¿Por ejemplo? —pregunté.—Eso sólo puedes contestarlo tú.

¿Qué es exactamente lo que buscas?¿Quieres ser un padre mejor o viviruna vida más equilibrada ygratificante? ¿Deseas mayoressatisfacciones espirituales? ¿Sientesque lo que te falta es aventura ydiversión? Piensa un poco.

—¿Qué tal la felicidad eterna?—Vaya —rió Julián—, no hay

nada como empezar con poco. Bien,eso también lo tendrás.

—¿Cómo?—Los Sabios de Sivana conocen

el secreto de la felicidad desde hacecinco mil años. Por fortuna, sedignaron compartirlo conmigo.¿Quieres que te lo cuente?

—No; creo que primero iré a

empapelar de nuevo el garaje.—¿Qué?—Pues claro que quiero saber el

secreto de la felicidad eterna, Julián.¿No es eso lo que todo el mundo buscaen el fondo?

—Cierto. Pues ahí va… ¿puedopedirte otra taza de té?

—Vamos, déjate de evasivas.—De acuerdo. El secreto de la

felicidad es simple: averigua qué es loque te gusta hacer y dirige todas tusenergías en esa dirección. Si analizas alas personas más felices, saludables ysatisfechas de tu mundo, verás quetodas han encontrado cuál era supasión y luego se han dedicado aperseguirla. Esta vocación suele sercasi siempre la de servir a los demás.En cuanto concentres tu poder mentalen conseguir lo que amas, laabundancia inundará tu vida y todos tusdeseos serán satisfechos sin esfuerzo.

—O sea que se trata de averiguarlo que te gusta y luego hacerlo. ¿Eseso?

—Si merece la pena —replicóJulián.

—¿Cómo defines lo que merecela pena?

—Ya he dicho, John, que tupasión debe mejorar la vida de losdemás o servirla de alguna manera.Victor Frankl lo dijo mucho mejor queyo cuando escribió: «El éxito, como lafelicidad, no debe perseguirse, sinoseguirse. Y eso sólo es posible comoefecto secundario de la dedicaciónpersonal a una causa mayor que unomismo.» Primero descubre cuál es lamisión de tu vida, así despertarás cadamañana con una reserva ilimitada deenergía y entusiasmo. Todos tuspensamientos estarán concentrados entu objetivo. No tendrás tiempo paraperder el tiempo. El poder de la mente,

por tanto, no se malgastará enpensamientos insignificantes.Automáticamente, borrarás el hábitode preocuparte y te volverás muchomás eficaz y productivo. Aún más,tendrás un profundo sentido de laarmonía interna, como si algo te guiarapara realizar tu misión en la vida. Esuna sensación maravillosa. A mí meencanta.

—Fascinante. Me gusta eso dedespertar sintiéndome bien. Para sertefranco, Julián, yo casi siempre mequedaría en la cama. Sería mejor quemeterse en el tráfico, tratar conclientes enfadados o agresivos,enfrentarse a tantas influenciasnegativas. Eso me produce un enormecansancio.

—¿Sabes por qué la gente sueledormir tanto?

—¿Por qué?—Pues porque no tienen nada

mejor que hacer. Los que se levantancon el sol tienen una cosa en común.

—¿La locura?—Muy gracioso. No; todos tienen

un objetivo que aviva las llamas de supotencial interior. Sus prioridades losimpulsan, pero no de un modoobsesivo ni enfermizo. Y dado suentusiasmo y su amor por cuanto hacenen la vida, esa gente sabe vivir elpresente. Su atención está centrada enla tarea que se han marcado. De esemodo no hay fugas de energía. Esaspersonas son los individuos másvitales que hayas tenido la suerte deconocer.

—¿Fugas de energía? Me suenaun poco a New Age, Julián. Seguroque eso no lo has aprendido enHarvard.

—Es cierto. Ese concepto meviene de los Sabios de Sivana. Aunquetiene siglos de antigüedad, su

aplicación es tan interesante hoy comolo fue cuando se inventó. A muchos denosotros nos consume una innecesariae interminable preocupación por todo,lo cual nos priva de la vitalidadnatural. ¿Alguna vez has visto unarueda de bicicleta?

—Pues claro.—Cuando está hinchada del todo,

esa rueda puede llevarte sin problemasa tu destino. Pero si hay alguna fuga deaire, el neumático acaba desinflándosey tu viaje termina bruscamente. Asífunciona también la mente. Laspreocupaciones hacen que tu preciosaenergía mental tenga fugas, igual que elaire al escaparse de un neumático. Alfinal te quedas sin energía. Toda tucreatividad, tu optimismo y tumotivación han desaparecido,dejándote exhausto.

—Sé de qué hablas. Paso muchosdías sumido en el caos de la crisis. He

de estar en todas partes al mismotiempo y parece que no puedocomplacer a todo el mundo. Cuandoeso pasa, noto que aunque he hechomuy poco trabajo físico, al final deldía las preocupaciones me han dejadosin fuerzas. La única cosa que soycapaz de hacer cuando llego a casa esservirme un whisky y juguetear con elmando a distancia.

—Exacto. Eso es por el excesode estrés. Pero cuando encuentras tuverdadero objetivo, la vida se vuelvemás fácil y gratificante. Cuandoaverigües cuál es realmente tu destino,ya no tendrás que trabajar ni un solodía más.

—¿Jubilación anticipada?—No —dijo Julián con el tono

frívolo de quien había llegado a ser unmaestro en sus días de abogadoeminente—. Tu trabajo será como unjuego.

—¿No crees que sería arriesgadoque renunciara a mi empleo paraponerme a buscar mi pasión en lavida? Quiero decir, tengo familia yunas obligaciones reales. Cuatropersonas dependen de mí.

—No estoy diciendo que hayas deabandonar la profesión mañana mismo.Pero sí que debes empezar a correrriesgos. Dale un meneo a tu vida.Deshazte de las telarañas. Toma elcamino menos trillado. En su mayoría,la gente vive dentro de los confines desu zona de confort. El yogui Raman fueel primero en explicarme que lo mejorque uno puede hacer por sí mismo estraspasar las fronteras regularmente.Es el camino para el dominio personaly para asimilar el verdadero potencialde tus dones humanos.

—¿Que podrían ser…?—Tu mente, tu cuerpo y tu alma.—¿Y qué riesgos debería correr?

—Deja de ser tan pragmático.Empieza por las cosas que siempre hasquerido hacer. He conocido abogadosque dejaron su trabajo para seractores, y contables que se hanconvertido en músicos de jazz. Alintentarlo, han descubierto la felicidadque los eludía. ¿Qué más da si nopueden permitirse hacer dosvacaciones al año o tener unaestupenda casa en las islas Caimán?Correr riesgos calculados siempre dabuenos beneficios.

—Entiendo.—Tómate tiempo para

reflexionar. Descubre tu verdaderarazón de vivir y luego ten el valornecesario para afrontarla.

—Yo no hago más que pensar.Para ser sincero, parte de mi problemaes que pienso demasiado. Mi mente nodescansa nunca. A veces me vuelveloco.

—Lo que yo sugiero es diferente.Los Sabios de Sivana siempre setomaban un tiempo para meditar ensilencio sobre dónde estaban, perotambién sobre adonde iban. Dedicabantiempo a reflexionar sobre su misiónen la vida y su manera de vivirla. Esmás, pensaban profundamente sobrecómo mejorar día a día. Las mejorasdiarias producen resultados duraderosque, a su vez, conducen a cambiospositivos.

—Entonces ¿debo reflexionarsobre mi vida con regularidad?

—Sí. Incluso diez minutos dereflexión diaria pueden tener unprofundo impacto sobre la calidad detu vida.

—Comprendo. El problema esque, cuando el día se me pone cuestaarriba, ni siquiera encuentro diezminutos para comer.

—Amigo mío, decir que no tienes

tiempo para mejorar tus pensamientoses como decir que no tienes tiempopara echar gasolina porque estásdemasiado ocupado conduciendo.

—Sí. Oye, decías que ibas aenseñarme algunas técnicas —observé,esperando conocer alguna manerapráctica de aplicar los conocimientosde Julián.

—Hay una técnica para dominarla mente que supera a todas las demás.Los Sabios de Sivana la compartieronconmigo con gran fe y confianza.Después de practicarla duranteveintiún días, me sentí más enérgico,entusiasta y dinámico de lo que mehabía sentido en muchos años. Es unatécnica que tiene más de cuatro milaños. Se llama el Corazón de la Rosa.

—Sigue.—Lo único que se requiere para

este ejercicio es una rosa fresca y unlugar silencioso. Los entornos

naturales son lo mejor, pero unahabitación tranquila también sirve.Empieza mirando al centro de la rosa,a su corazón. El yogui Raman me dijoque una rosa es muy parecida a lavida: encontrarás espinas por elcamino, pero si tienes fe y crees en tussueños acabarás cruzando las espinaspara llegar al corazón de la flor. Siguemirando la rosa. Fíjate en su color,textura y diseño. Saborea su fraganciay piensa únicamente en el objeto quetienes ante ti. Al principio notarás queotros pensamientos te distraen. Es elsíntoma de una mente mal entrenada.Pero no te apures, porque la cosamejorará enseguida. Vuelve tu atenciónal objeto en que estás fijándote; tumente no tardará en volverse fuerte ydisciplinada.

—¿Eso es todo? Parece fácil, laverdad.

—Ahí está lo bueno, John —

replicó Julián—. Sin embargo, paraque sea efectivo este ritual deberealizarse a diario. En los primerosdías te resultará difícil emplearsiquiera cinco minutos en esteejercicio. La mayoría de nosotros vivea un ritmo tan frenético que la quietudy el silencio nos resultan extraños eincómodos. La mayoría de la gentediría que no tiene tiempo de sentarse amirar una flor. Son las mismaspersonas que dicen no tener tiempopara disfrutar la risa de los hijos oandar descalzos bajo la lluvia. Dicenque están demasiado ocupados parahacer cosas semejantes. Ni siquieratienen tiempo para hacer amigos, pueseso también lleva su tiempo.

—Sabes mucho de esa clase depersonas. —Yo era así —dijo Julián.Hizo una pausa y se quedó quieto, consu intensa mirada clavada en el relojde caja que mi abuela nos había

regalado a Jenny y a mí cuandoinauguramos nuestra casa—. Cuandopienso en los que viven esa clase devida, me acuerdo de las palabras de unviejo novelista británico favorito demi padre: «No hay que dejar que elreloj y el calendario nos impidan verque cada momento de la vida es unmilagro … y un misterio.»

»Persiste y emplea cada vez mástiempo en la contemplación delcorazón de la rosa —continuó Juliáncon su voz gutural—. Antes de dossemanas deberías ser capaz depracticar el ejercicio durante veinteminutos sin que tu mente se distraigaen otras cosas. Éste será el primerindicio de que estás recuperando elcontrol de la fortaleza de tu mente. Deese modo se concentrará única yexclusivamente en lo que tú le ordenes.Será un maravilloso sirviente, capazde hacer por ti cosas extraordinarias.

Recuerda que o tú controlas tu mente oella te controla a ti.

»En la práctica, te sentirás muchomás sereno. Habrás dado unimportante paso para borrar el hábitode preocuparse que atormenta atantísima gente, tu energía y tuoptimismo crecerán. Más aún,observarás en tu vida una sensación dejúbilo además de la capacidad deapreciar las cosas que te rodean. Cadadía, no importa lo ocupado que estés nilas responsabilidades que hayas deafrontar, vuelve al Corazón de la Rosa.Es tu oasis, tu retiro de silencio, tu islade paz. No olvides nunca que en elsilencio y la quietud hay poder. Laquietud es el escalón para enlazar conla fuente universal de inteligencia quelate en todo ser vivo.

Todo aquello me fascinó. ¿Seríarealmente posible mejorar la calidadde mi vida mediante tan simple

estrategia?—Supongo que hay algo más que

el Corazón de la Rosa detrás de loscambios que observo en ti —repuse.

—Sí. Tienes razón. De hecho, mitransformación se produjo comoresultado de utilizar diversasestrategias altamente efectivas. Sontodas tan sencillas como el ejercicioque acabo de explicarte. La clave,John, está en que abras tu mente a laposibilidad real de vivir una vidaplena.

Julián, convertido en mina desabiduría, siguió revelándome lo quehabía aprendido en Sivana.

—Otra técnica especialmente útilpara librar a la mente de laspreocupaciones y demás influenciasnegativas se basa en lo que el yoguiRaman llamó Pensamiento Opuesto.Según las grandes leyes de lanaturaleza, la mente sólo puede pensar

una cosa cada vez. Pruébalo tú mismo,John, verás que es cierto.

Lo probé, y es verdad.—Con esta información

cualquiera puede crear una disposiciónpositiva y creativa en poco tiempo. Elproceso es muy simple: cuando unpensamiento indeseable ocupe el puntofocal de tu mente, sustitúyelo deinmediato por un pensamientoejemplar. Es como si tu mente fuera unenorme proyector de diapositivas, ycada pensamiento una transparencia.Cuando en la pantalla aparezca unatransparencia negativa, sustitúyela poruna positiva.

»Ahí es donde entra en juego micollar de cuentas —añadió Julián concreciente entusiasmo—. Cada vez quetengo un pensamiento negativo, mequito este collar y arranco una cuenta.Las cuentas de la preocupación van aun bote que llevo en la mochila.

Ambas cosas me sirven para recordarque aún he de recorrer cierta distanciapara llegar al dominio mental y quesoy responsable de los pensamientosque llenan mi mente.

—¡Me gusta! Esto sí que espráctico. Nunca había oído nada igual.Dime más cosas sobre la filosofía delPensamiento Opuesto.

—Te pondré un ejemplo real.Supongamos que has tenido un díahorrible en el tribunal. El juez nocoincide con tu interpretación de la leyy tu cliente está más que enfadado contu actuación. Llegas a casa y tederrumbas en un sillón, de muy malhumor. El primer paso es darse cuentade que tienes esos pensamientospesimistas. El autoconocimiento es elprimer paso hacia el autodominio. Elsegundo paso consiste en comprenderque con la misma facilidad que hasdejado entrar en tu mente esos

pensamientos pesimistas, puedesreemplazarlos por pensamientosalegres. Piensa en lo contrario.Concéntrate en ser alegre y activo.Siente que eres feliz. Puede queincluso empieces a sonreír. Mueve tucuerpo como cuando estás contento yentusiasmado. Siéntate erguido, respiraprofundamente y dirige el poder de tumente hacia pensamientos positivos.En cuestión de minutos notarás unaclara diferencia en tu estado de ánimo.Es más, si sigues practicando elPensamiento Opuesto y lo aplicas acada pensamiento negativo que acuda atu mente, dentro de unas semanas verásque ya no tienen ningún poder sobreella.

Julián prosiguió su explicación.—Los pensamientos son cosas

vivas, núcleos de energía, si loprefieres. La mayoría de la gente no separa a pensar en la naturaleza de sus

pensamientos y, sin embargo, lacalidad de lo que piensas determina lacalidad de tu vida. Los pensamientosforman parte del mundo material lomismo que el lago al que vas a nadar ola calle por la que caminas. Las mentesdébiles originan actos débiles. Unamente fuerte, disciplinada, quecualquiera puede conseguir mediantela práctica diaria, puede obrarmilagros. Si quieres vivir la vida almáximo, cuida de tus pensamientoscomo cuidarías tus más preciadasposesiones. Esfuérzate por eliminartoda turbulencia interna. Lasrecompensas serán abundantes.

—Nunca he considerado lospensamientos como algo vivo, Julián—dije—. Pero sí veo cómo influyen entodos los elementos de mi mundo.

—Los Sabios de Sivana creíanfirmemente que uno debería pensarsólo pensamientos puros o sattvic.

Llegaron a ese estado mediante lastécnicas que acabo de explicar,además de otras prácticas tales comoseguir una dieta natural, repetirafirmaciones positivas o «mantras»,leer libros ricos en sabiduría yasegurarse siempre de estar encompañía de personas esclarecidas. Siun solo pensamiento impuro entraba enel templo de sus mentes, se castigabana sí mismos recorriendo muchoskilómetros hasta una imponentecascada y poniéndose bajo el chorrode agua helada hasta que no podíanaguantar más.

—Pensaba que habías dicho queeran sabios. Ponerse bajo una cascadade agua helada sólo por haber tenidoun pequeño pensamiento negativo meparece una conducta extravagante.

Julián tenía la respuesta a flor delabios.

—John, te seré franco: no puedes

permitirte el lujo de un solopensamiento negativo.

—¿En serio?—En serio. Una idea preocupante

es como un embrión: primero espequeña pero luego crece y crece,hasta que asume una vida propia. —Hizo una pausa y luego sonrió—:Perdona si te parezco un pocoevangelista sobre este particular, sobrela filosofía que aprendí en mi viaje.He descubierto unas herramientas quepueden mejorar la vida de muchaspersonas, de gente que se sienteinsatisfecha, infeliz y no realizada.Unos cuantos ajustes en su vida diariapara incluir la técnica del Corazón dela Rosa y una aplicación constante delPensamiento Opuesto puedenayudarles a conseguir la vida quedesean. Yo creo que merecen saberesto.

»Antes de pasar al siguiente

elemento de la fábula del yoguiRaman, debo hablarte de otro secretoque te será de gran ayuda en tucrecimiento personal. Este secreto sebasa en el antiguo principio de quetodo es creado dos veces, primero enla mente y luego en la realidad. Ya hedicho que los pensamientos son cosas,mensajeros materiales que enviamospara que influyan en nuestro mundofísico. También he explicado que siesperas hacer mejoras notables en tumundo exterior debes primero empezarpor dentro y modificar el calibre de tuspensamientos.

»Los Sabios de Sivana tenían unamanera de asegurarse que suspensamientos fuesen puros e íntegros.Esta técnica servía también paramanifestar sus deseos, aun los mássimples, en el plano de la realidad. Elmétodo es válido para todo el mundo,tanto si eres un abogado joven que

buscas la abundancia de riqueza, comosi eres una madre que busca una vidafamiliar más plena o un vendedor quequiere aumentar sus ventas. Los sabiosconocían esa técnica bajo el nombredel Secreto del Lago. Para aplicarla,se levantaban a las cuatro de lamañana, ya que según ellos lamadrugada poseía cualidades mágicasde las que podían beneficiarse. Lossabios recorrían entonces una serie deescarpados y angostos senderos demontaña que al final los conducían alos confines inferiores de la regióndonde habitaban. Una vez allí,caminaban por un sendero apenasvisible flanqueado de pinosmajestuosos y flores exóticas hasta quellegaban a un claro. Al borde delmismo había un lago de aguascristalinas cubierto de millares dediminutos lotos blancos. El agua dellago estaba sorprendentemente quieta.

Era un espectáculo milagroso. Lossabios me dijeron que este lago habíasido amigo de sus antepasados a lolargo de muchos siglos.

—¿Cuál era el Secreto del Lago?—pregunté impaciente.

Julián explicó que los sabiosobservaban las aguas del lago eimaginaban sus sueños convertidos enrealidad. Si era la virtud de ladisciplina lo que deseaban cultivarinteriormente, se imaginaban a símismos levantándose con el alba,realizando su riguroso régimen físico ypasando días enteros en silencio pararobustecer su fuerza de voluntad. Si loque buscaban era más alegría, mirabanel lago y se imaginaban riendo osonriendo cada vez que encontraban aun hermano o hermana. Si deseabancoraje, se imaginaban actuando condeterminación en un momento decrisis.

—El yogui Raman me dijo que depequeño le faltaba confianza pues eramás menudo que los otros chicos de suedad. Aunque éstos eran amables conél, Raman se iba volviendo inseguro ytímido. Para curar su debilidad, elyogui Raman viajó a aquel lugarcelestial y utilizó el lago comopantalla para ver imágenes de lapersona que él deseaba ser. A veces serepresentaba a sí mismo como un líder,alto y dotado de una voz potente yautoritaria. Otros días se veía a símismo como deseaba ser cuando fueramayor: un sabio imbuido de unatremenda fuerza interior. Todas lasvirtudes que deseaba tener en la vida,las vio primero en la superficie dellago.

»Al cabo de unos meses, el yoguiRaman se convirtió en la persona quementalmente había deseado ser. Lamente trabaja con imágenes. Las

imágenes afectan a la imagen del yo yésta afecta al modo en que uno siente yactúa. Si la imagen del yo te dice queeres demasiado joven para ser un granabogado o demasiado viejo paracambiar tus hábitos, jamás lograrásestos objetivos. Si la imagen del yo tedice que la vida llena de objetivos,excelente salud y felicidad es sólopara gente de procedencia distinta a latuya, esta profecía acabará porconvertirse en una realidad.

»Pero cuando pasas imágenesinspiradoras e imaginativas por lapantalla de cine de tu mente, cosasmaravillosas empiezan a ocurrir en tuvida. Einstein dijo que "la imaginaciónes más importante que el saber".Debes emplear un rato cada día,aunque sean sólo unos minutos, parapracticar la visión creativa. Imagínatecómo te gustaría ser, ya sea un granjuez, un gran padre o un gran

ciudadano de tu comunidad.—¿He de buscar un lago especial

para aplicar el secreto? —preguntéingenuamente.

—No. El Secreto del Lago no esmás que el nombre que los sabiosdaban a la técnica antiquísima deemplear imágenes positivas parainfluir en la mente. Puedes practicar elmétodo en tu propia casa, o incluso entu oficina. Cierra la puerta, suspendetodas las llamadas y cierra los ojos.Después respira varias vecesprofundamente. Notarás que pasadosdos o tres minutos empiezas a sentirtemás relajado. Luego, visualizaimágenes mentales de todo lo quequieres ser, tener y alcanzar en la vida.Si quieres ser el mejor padre delmundo, imagínate riendo y jugando contus hijos, respondiendo a sus preguntascon el corazón abierto. Imagínate a timismo actuando con cariño ante una

situación tensa. Ensaya mentalmente elmodo en que gobernarás tus actoscuando en la realidad se dé una escenasimilar.

»La magia de la visualizaciónpuede ser aplicada a muchassituaciones. Puedes usarla para sermás eficaz en el tribunal, para reforzartus relaciones y desarrollarteespiritualmente. Un uso continuado deeste método te reportará tambiénrecompensas económicas, si es queeso te importa. Comprende de una vezpor todas que tu mente tiene el podermagnético de atraer hacia tu vida todoaquello que deseas conseguir. Si existealguna merma en tu vida es porque hayuna merma en tus pensamientos. Ponimágenes maravillosas en los ojos detu mente. Una sola imagen negativapuede envenenar tu actitud mental. Encuanto empieces a experimentar laalegría que aporta esta técnica

antiquísima, comprenderás el enormepotencial de tu mente y empezarás aliberar tus provisiones de energía ycapacidad que ahora están dormidas entu interior.

Fue como si Julián me estuviera

hablando en otro idioma. Jamás habíaoído mencionar a nadie el podermagnético de la mente para obtener laabundancia material o espiritual.Como tampoco había oído a nadiehablar del poder de la visualización yde sus efectos poderosos sobre todoslos aspectos de la vida. Con todo, yotenía fe en lo que Julián me estabadiciendo. Era un hombre con unaimpecable capacidad intelectual, unhombre que había recorrido de vueltael camino por el que yo empezaba aadentrarme ahora. Julián habíadescubierto algo en su odisea porOriente, eso estaba claro. Contemplar

su vitalidad, su palpable entereza, versu transformación, me confirmaba quevalía la pena escuchar sus consejos.

Cuanto más pensaba en lo queestaba oyendo más sentido me parecíaver en ello. Está claro que la mentetiene un potencial mucho mayor que elque la mayoría de nosotros empleamosnormalmente. ¿Cómo si no podrían losexpertos en artes marciales romper unapila de ladrillos con un solo golpe dela mano? ¿Cómo si no podrían losyoguis reducir los latidos de sucorazón a voluntad o soportar doloresindecibles sin pestañear? Tal vez elproblema estaba dentro de mí y en mifalta de fe en los dones que todo serhumano posee. Quizá aquella veladacon un ex abogado millonarioconvertido en monje del Himalaya erauna especie de despertar para que yosacara el máximo partido a mi vida.

—Dices que haga estos ejercicios

en la oficina, Julián. Mis socios meconsideran ya un bicho raro.

—El yogui Raman y todos lossabios con los que él vivió solían usarun dicho que se ha ido transmitiendode generación en generación. Para míes un privilegio pasártelo a ti en unanoche tan importante para ambos. «Nohay nada noble en ser superior a otrapersona. La verdadera nobleza radicaen ser superior a tu antiguo yo.» Loque significa que si quieres mejorar tuvida, debes correr tu propia carrera.No importa lo que la gente pueda decirde ti. Lo importante es lo que te digasa ti mismo. No te preocupes de lasopiniones ajenas siempre y cuandosepas que estás haciendo lo correcto.Puedes hacer lo que gustes mientras atu conciencia y a tu corazón lesparezca justo. No te avergüences dehacer lo que consideras correcto;decide lo que está bien y aférrate a

ello. Y, por el amor de Dios, no caigasen el hábito de medir tu propia valíaen función de la valía de los demás.Como predicaba el yogui Raman:«Cada segundo que inviertes pensandoen los sueños de otro, te estásapartando de los tuyos.»

Pasaba de la medianoche.

Curiosamente, no me sentía nadacansado. Cuando se lo dije a Julián, élme sonrió una vez más.

—Has aprendido otro principiopara vivir esclarecidamente. Engeneral, la fatiga es una creación de lamente. La fatiga domina las vidas dequienes viven sin rumbo y sin sueños.Permíteme un ejemplo. ¿Alguna vezhas pasado una tarde en tu oficinaleyendo tus áridos informes y tu menteha empezado a divagar y te ha entradosueño?

—De vez en cuando —respondí,

no queriendo revelar el hecho de queése era mi modus operandi—. Bueno,a muchos de nosotros nos entra sueñomientras trabajamos.

—Pero si un amigo te llama porteléfono para preguntarte si quieres iral partido de béisbol o te pide consejosobre su forma de jugar al golf, no mecabe duda de que reaccionaríasenseguida. Tu fatiga desapareceríainmediatamente. ¿Me equivoco?

—No, en absoluto.Julián sabía que había dado en el

clavo.—Entonces, tu cansancio no era

más que una creación mental, un malhábito que tu mente ha venidocultivando a modo de muletas paracuando haces una tarea tediosa. Estanoche mi historia te ha encantado yestás ansioso por aprender lo que yoaprendí. Tu interés y tu concentraciónmental te dan energía. Esta noche, tu

mente no ha estado en el pasado ni enel futuro. Al contrario, ha estadofirmemente anclada en el presente, ennuestra conversación. Cuandoaprendas a concentrar tuspensamientos en el presente, tu energíano conocerá límites,independientemente de la hora queseñale el reloj.

Asentí con la cabeza. Lasenseñanzas de Julián parecían obviasy, sin embargo, nada de lo que decía seme había ocurrido antes. Supongo queel sentido común no es tan comúncomo parece. Pensé en lo que solíadecir mi padre cuando yo era unmuchacho: «Sólo los que buscanencuentran.» Deseé tenerlo a mi lado.

Resumen de acción delcapítulo 7

La sabiduría de Julián en

pocas palabras

El Símbolo:

La virtud:

Dominar la mente

La enseñanza:

· Cultiva tu mente yflorecerá más allá de tusexpectativas.

· La calidad de la vidaviene determinada por lacalidad de los pensamientos.

· No existen los errores,

sólo las lecciones.· Considerar los reveses

como oportunidades deexpansión personal ycrecimiento espiritual

Las técnicas:

· El Corazón de la Rosa· Pensamiento Opuesto· El Secreto del Lago

Cita valiosa:

El secreto de la felicidad essimple: averigua qué es lo que tegusta hacer y dirige todas tusenergías hacia ello. Haciendo esto, laabundancia iluminará tu vida y todostus deseos se cumplirán sin esfuerzo.

OCHO

Encender el fuegointerior

Confía en ti mismo. Creael tipo de vida que te gustarávivir a lo largo de tu vida.Aprovecha el máximo de timismo atizando las diminutaschispas interiores deposibilidad para que seanllamas de realización.

Foster C. McClellan

—El día en que el yogui Ramanme explicó esta pequeña fábula, alláen las cumbres del Himalaya, fue

bastante similar al de hoy en muchosaspectos —dijo Julián.

—¿De veras?—Nos encontramos al anochecer

y nos despedimos de madrugada. Seprodujo tal química entre los dos queel aire parecía crepitar deelectricidad. Como te he mencionadoantes, desde el momento en que conocía Raman tuve la sensación de que erapara mí el hermano que nunca tuve.Esta noche, sentado aquí y disfrutandode esa mirada tuya de intriga, siento lamisma energía y el mismo vínculo. Tediré también que siempre pensé en ticomo en un hermano pequeño. Y paraserte franco, veía muchas cosas de mímismo en ti.

—Eras un abogado increíble,Julián. Yo jamás olvidaré tuconvicción.

Pero Julián no tenía el menordeseo de explorar sus gestas pasadas.

—John, quisiera seguircompartiendo contigo los elementos dela fábula del yogui Raman, pero antesdebo confirmar una cosa. Hasaprendido ya una serie de eficacesestrategias para el cambio personalque pueden hacer maravillas si eresperseverante en su aplicación. Estanoche voy a abrirte mi corazón y arevelarte todo cuanto sé, pues es mideber hacerlo. Sólo quierocerciorarme de que entiendes loimportante que es que tú pases estesaber a todos aquellos que esténbuscando una orientación. Vivimos enun mundo atribulado. Lo negativo loinvade todo y en nuestra sociedadmuchas personas flotan como barcossin timón, almas cansadas en busca deun faro que les impida estrellarsecontra las rocas de la costa. Tú debeshacer las veces de capitán. Depositomi confianza en ti para que lleves el

mensaje de Sivana a todos aquellosque lo necesiten.

Tras reflexionar, prometí a Juliánque aceptaba el encargo. Acto seguido,él siguió hablando con pasión.

—Lo hermoso de todo esteejercicio es que mientras te afanas enmejorar las vidas de otras personas, latuya propia se eleva a las más altasdimensiones. Es una verdad basada enun viejo paradigma para la vidaextraordinaria.

—Soy todo oídos.—Básicamente, los sabios del

Himalaya se guiaban por una regla muysencilla: el que más sirve máscosecha, emocional, física, mental yespiritualmente. Éste es el caminohacia la paz interior y la realizaciónexterior.

Leí una vez que la gente queestudia a los demás es sabia y que laque se estudia a sí misma es

esclarecida. Por primera vez, quizá,estaba ante un hombre que se conocíarealmente a sí mismo. Con su austeroropaje y la media sonrisa de un Budajoven en su cara saludable, JuliánMantle parecía tenerlo todo: saludperfecta, felicidad y un imperiososentido de su papel en el calidoscopiodel universo. Sin embargo, no poseíanada.

—Volvemos al faro —dijo.—Sí, ¿cómo encaja eso en la

fábula del yogui Raman?—Intentaré explicarlo —

respondió Julián, en un tono más deprofesor que de monje—. Ahora yasabes que la mente es como un fértiljardín y que, para que florezca, debesnutrirla cada día. No permitas que lamala hierba de los pensamientos y losactos impuros invada ese jardín.Monta guardia en las puertas de tumente. Mantenla en forma: si tú se lo

permites, ella te dará frutosmaravillosos.

»Recordarás que en mitad deljardín había un imponente faro. Estesímbolo sirve como recordatorio deotro viejo principio para una vidaesclarecida: el propósito de la vida esuna vida con propósito. Losverdaderamente esclarecidos saben loque quieren obtener de la vida,emocional, material, física yespiritualmente. Definir claramente tusprioridades en cada aspecto de tu vidajugará un papel similar al del faro,ofrecerte orientación y refugio cuandola mar se vuelva brava. Mira, John,cualquiera puede revolucionar su vidasi primero revoluciona la direcciónhacia la que se mueve. Pero si nosabes siquiera adonde vas, ¿cómosaber si has llegado?

Julián retrocedió al momento enque el yogui Raman había examinado

ese principio con él. Recordabaexactamente las palabras del sabio:«La vida es extraña —decía el yoguiRaman—. Cabría pensar que cuantomenos trabaja uno más posibilidadestiene de experimentar la felicidad. Sinembargo, la verdadera fuente de lafelicidad puede concretarse en unapalabra: realizacíón. La felicidadduradera se consigue trabajandoconstantemente para alcanzar tusobjetivos y avanzar en la direcciónque te has fijado. No hay otro secretopara atizar el fuego que tienesagazapado dentro de ti. Comprendoque puede parecer irónico que hayasviajado miles de kilómetros desde tusociedad para hablar con un puñado demísticos recluidos en el Himalaya sólopara que te digan que otro de lossecretos de la felicidad se encuentra enla realización, pero es verdad.»

—¿Monjes adictos al trabajo? —

sugerí en broma.—Todo lo contrario. Esos sabios

eran tremendamente productivos, sí,pero no en el sentido frenético de lapalabra. Más bien en la acepción zen yapacible.

—Explícate.—Todo lo que hacían tenía un

propósito. Aunque estaban apartadosdel mundo moderno y vivían unaexistencia altamente espiritual, eso noquita que fueran muy eficaces. Unos sepasaban el día escribiendo tratadosfilosóficos, otros creaban fabulosospoemas que desafiaban su capacidadintelectual y renovaban su creatividad.Otros, en fin, pasaban el tiempodedicados a la silenciosacontemplación, como estatuasiluminadas en la postura del loto. LosSabios de Sivana no perdían eltiempo. Su conciencia colectiva lesrecordaba que sus vidas tenían un

objeto y un deber que cumplir.»Esto es lo que me dijo el yogui

Raman: "En Sivana, donde el tiempoparece detenerse, tal vez te preguntesqué puede esperar alcanzar un grupode sabios sin posesiones materiales.Pero lo que uno persigue no ha de sernecesariamente algo material.Personalmente, mis objetivos sonconseguir la serenidad, el autodominioy el esclarecimiento. Si cuando llegueal final de mi vida he fracasado enello, seguro que moriré insatisfecho."

Julián me dijo que era la primeravez que oía mencionar la mortalidad aalguno de sus maestros.

—Y el yogui Raman lo notó en miexpresión. «No has de preocuparte,amigo mío. Hace tiempo que superélos cien años y no tengo planes dedejar esto a corto plazo. Yo creo quecuando uno sabe con claridad quéobjetivos desea alcanzar en el curso de

su vida, ya sean materiales,emocionales, físicos o espirituales, alfinal encuentra la alegría eterna. Tuvida será tan placentera como la mía,estoy seguro de que conocerás unaespléndida realidad. Pero has de sabercuál es el propósito de tu vida y pasaresa visión al campo de la realidadmediante la acción consecuente. Lossabios lo llamamos dharma, que escomo se dice en sánscrito "elpropósito de la vida".» ¿Lasatisfacción se derivará del hecho derealizar mi dharma?, le pregunté.«Desde luego. Del dharma salen laarmonía interior y la satisfacciónduradera. El dharma se basa en elantiguo principio según el cual cadauno de nosotros tiene una misiónheroica aquí en la tierra. A todos senos ha concedido una serie única dedones y talentos que nos permitiránrealizar nuestra tarea terrenal. La clave

está en descubrirlos y, de paso,descubrir cuál es el objetivoprioritario.»

Interrumpí a Julián:—Es un poco como lo que decías

sobre correr riesgos.—Quizá sí o quizá no.—¿Qué quieres decir?—Sí, puede parecer que estás

obligado a correr ciertos riesgos paradescubrir qué se te da mejor y cuál esla esencia de tu vida. Muchas personasdejan empleos que han estadoimpidiendo su progreso en cuantodescubren el verdadero objeto de suexistencia. Todo autoexamen entrañaun peligro. Pero no existe riesgoalguno en descubrirse a sí mismo y lamisión que uno tiene en la vida. Elautoconocimiento es el ADN delautoesclarecimiento. Es algo muybueno y, desde luego, esencial.

—¿Cuál es tu dharma, Julián? —

pregunté a voleo, tratando de disimularmi curiosidad.

—Muy sencillo: servir a losdemás desinteresadamente. Recuerda,no hay alegría verdadera en el dormir,en relajarse o en haraganear. Comodijo Benjamin Disraeli: «El secretodel éxito es la constancia en lospropósitos.» La felicidad que estásbuscando vendrá a través de lareflexión sobre los objetivos que tehayas marcado, de las medidas quetomes a diario para conseguirlos. Setrata de una aplicación directa de lavieja filosofía que prescribe que lascosas más importantes nunca deben sersacrificadas a las cosas menosimportantes. El faro de la fábula teservirá para recordarte el poder demarcarse objetivos claramentedefinidos y, lo más importante, detener la fuerza de carácter necesariapara obrar en consecuencia.

En las horas que siguieron,

aprendí de Julián que las personas másdesarrolladas y realizadas comprendenla importancia de explorar sustalentos, averiguar su propósitopersonal y aplicar sus dones humanosen esa dirección. Hay personas quesirven desinteresadamente a lahumanidad como médicos, otros lohacen como artistas. Algunosdescubren que son grandescomunicadores y se convierten enmaestros maravillosos, mientras queotros acaban viendo que su legadotendrá la forma de innovaciones en elcampo de los negocios o la ciencia. Laclave está en tener la disciplina y lavisión necesarias para ver cuál es tumisión heroica y asegurarte de quesirva a los demás.

—¿Viene a ser como fijarsemetas?

—Fijarse metas es el punto departida. Proyectar tus objetivos liberalos jugos creativos que te ponen en elcamino de tu finalidad en la vida. Locreas o no, el yogui Raman y los otrossabios eran muy exigentes en susmetas.

—Me tomas el pelo. Monjessupereficientes perdidos en elHimalaya, meditando toda la noche yfijándose metas por el día. ¡Estupendo!

—Juzga por los resultados, John.Mírame a mí. A veces ni yo mismo mereconozco cuando me veo en el espejo.Mi antaño insatisfactoria existencia hasido reemplazada por una vida llenade aventura, misterio y excitación. Soyjoven otra vez y disfruto de una saludperfecta. La sabiduría que compartocontigo es tan poderosa, tan importantey tan vital que sólo has de dejar quepenetre en ti.

—Eso hago, Julián, en serio.

Todo cuanto has dicho hasta ahoratiene sentido, aunque algunas técnicasme parecen un poco raras. Pero te heprometido intentarlo, y lo haré.

—Si he visto más allá que otros,es simplemente porque he contado congrandes maestros —dijo Julián conhumildad—. Te pondré otro ejemplo.El yogui Raman era un expertoarquero, un auténtico maestro. Parailustrar su filosofía sobre laimportancia de marcarse objetivosclaramente definidos en cada aspectode la vida, me brindó unademostración que jamás olvidaré.

»Cerca de donde estábamos habíaun roble imponente. El sabio arrancóuna rosa de la guirnalda que solíallevar puesta y la colocó en mitad deltronco. Luego sacó tres objetos de lamochila que llevaba consigo siempreque se aventuraba en cumbres distantescomo la que estábamos visitando. El

primer objeto era su arco favorito, queestaba hecho de una madera de sándalomuy fragante pero robusta a la vez. Elsegundo era una flecha. El tercero eraun pañuelo blanco, como los que yosolía llevar en el bolsillo de miscostosos trajes para impresionar ajueces y jurados —añadió Julián comodisculpándose.

El yogui Raman le pidió entoncesque le pusiera el pañuelo sobre losojos a modo de venda.

—¿A qué distancia estoy de larosa? —preguntó el yogui a su pupilo.

—A unos treinta metros —calculóJulián.

—¿Me has visto alguna vezpracticando el antiquísimo deporte deltiro con arco? —preguntó el sabio,sabiendo perfectamente cuál iba a serla respuesta.

—Te he visto dar en una diana acasi noventa metros, y no recuerdo que

hayas fallado ni una sola vez a ladistancia de ahora —dijo Julián.

Luego, con los ojos tapados porel pañuelo y los pies bien apoyados entierra, el maestro tensó el arco ydisparó la flecha apuntando a la rosaque colgaba del tronco del roble. Laflecha se hincó en el árbol con ungolpe sordo, fallando estrepitosamenteel tiro.

—Pensaba que ibas a haceralarde de tus mágicas habilidades,yogui Raman. ¿Qué ha pasado?

—Si estamos en este lugar tanapartado es sólo por una razón. Heaccedido a revelarte todos misconocimientos mundanos. Lademostración de hoy tiene por objetoreforzar mis consejos sobre laimportancia de marcarse objetivosclaramente definidos y de saberexactamente adonde vas. Lo queacabas de ver confirma el principio

más importante para cualquiera quebusque alcanzar sus metas y cumplir elpropósito de su vida: es imposible dara un blanco que no puedes ver. Lagente se pasa la vida soñando con sermás feliz, vivir con más vitalidad ytener abundancia de pasión ydinamismo. Pero no ven la importanciade invertir aunque sólo sea diezminutos al mes en escribir cuáles sonsus metas y pensar en el significado desus vidas, en el dharma. Fijarteobjetivos cambiará radicalmente tuvida. Tu mundo se volverá más pleno,más placentero y más mágico.

»Mira, Julián, nuestrosantepasados nos enseñaron quemarcarse objetivos claramentedefinidos es básico para conseguir loque deseamos. De donde tú vienes, lagente se marca objetivos materiales.Eso no tiene nada de malo, si es lo queuno más valora en la vida. Sin

embargo, para alcanzar el autodominioy el esclarecimiento interior, debestambién fijarte objetivos en otroscampos. ¿Te sorprendería saber que yotengo objetivos claramente definidoscon respecto a la tranquilidad deánimo, la energía cotidiana y el amorhacia cuantos me rodean? Fijarsemetas no es únicamente para abogadoscomo tú que viven en un mundo llenode atractivos materiales. Cualquieraque desee mejorar la calidad de sumundo interior y exterior hará bien enagarrar un papel y ponerse a escribirsus objetivos. Es a partir de ahí queentrarán en funcionamiento fuerzasnaturales que irán transformando lossueños en realidades.

Lo que estaba oyendo me

fascinaba. Cuando yo jugaba al fútbolen la escuela secundaria, nuestroentrenador siempre hablaba de la

importancia de saber lo que queríamosconseguir en cada jugada. «Conoce elresultado», era su credo personal, ynuestro equipo jamás salía al terrenode juego sin un plan bien definido quenos condujese a la victoria. Mepregunté cómo era que, a medida queme hacía mayor, nunca me tomaba eltiempo necesario para desarrollar unatáctica de juego aplicable a mi vida.Quizá Julián y el yogui Raman teníanalgún truco para eso.

—¿Qué tiene de especial ponerpor escrito tus objetivos? ¿Cómopuede algo tan simple ser tandecisivo? —pregunté.

—Tu evidente interés me sirve deinspiración —dijo Julián, complacido—. El entusiasmo es una de las clavespara una vida de éxito, y me alegracomprobar que aún conservas el tuyo.Antes te enseñé que cada uno denosotros tiene unos sesenta mil

pensamientos al día por términomedio. Anotando tus deseos yobjetivos en un papel, lo que haces esondear una bandera roja para que tusubconsciente sepa que estepensamiento es más importante que losotros 59.999. Tu mente, por lo tanto,empezará a buscar la realización de tudestino como si fuera un misil. Dehecho es un proceso científico. Lamayoría de las personas no esconsciente de ello.

—Algunos de mis socios sonverdaderos ases marcándose objetivos—observé—. Y ahora que lo pienso,son los que más han prosperado,económicamente hablando, de entre lagente que conozco. Pero no diría quesean los más equilibrados.

—Tal vez no se han marcado lasmetas correctas. Mira, John, la vidasuele dar lo que le pides. En general lagente quiere sentirse mejor, tener más

energía o vivir con mayor satisfacción.Pero cuando preguntas qué esexactamente lo que quieren, no sabenresponder. La vida cambia desde elmomento en que empiezas a buscarcuál es tu dharma —dijo Julián,irradiando verdad a través de sus ojos.

»¿Nunca conociste a alguien conun nombre raro y luego empezaste aver ese nombre en todas partes, laprensa, la televisión, la oficina? ¿O note has interesado alguna vez por algo,qué sé yo, la pesca con mosca, y luegohas visto que dondequiera que ibasoías cantar las excelencias de la pescacon mosca? Esto es sólo unailustración del antiguo principio que elyogui Raman denominaba joríki, quesignifica "mente concentrada".Concentra hasta el último gramo de tuenergía mental en descubrirte a timismo. Aprende en qué destacas y quéte hace feliz. A lo mejor, dada tu

paciencia y lo que te encanta enseñar,deberías ser maestro de escuela. Quizáeres un pintor o un escultor frustrado.Sea como sea, busca tu pasión ylánzate a ella.

—Ahora que lo pienso bien, seríamuy triste llegar al cabo de mi vida sindarme cuenta de que tenía un donespecial que hubiera podido liberar elpotencial de mi mente y ayudar a losdemás… aunque fuera un poco.

—Exacto. A partir de ahoramismo, intenta concretar tu objetivo enla vida. Despierta tu mente a laabundancia de posibilidades. Empiezaa vivir con más entusiasmo. La mentehumana es el mejor filtro. Si se usaadecuadamente, descarta lo quepercibes como no importante y te dasolamente la información que estásbuscando. Ahora mismo, mientrasestamos aquí sentados, hay muchascosas a las que no prestamos atención.

Por ejemplo, la risa de unosenamorados mientras pasean por lacalle, ese pez que hay en la pecera quetienes detrás, el aire frío que sale delacondicionador, los latidos de micorazón. Del mismo modo, cuandodecides concentrar tu mente en losobjetivos de tu vida, la mente empiezaa descartar lo que no importa paracentrarse sólo en lo importante.

—Te seré sincero —dije—, creoque ya sería hora de que averiguara mipropósito en la vida. No memalinterpretes, hay cosas muy bonitasen mi vida. Pero no está resultando tangratificante como cabría esperar. Sihoy me fuera de este mundo, no sé sime perdería gran cosa.

—¿Qué sientes al pensarlo?—Me deprime —dije con

sinceridad—. Sé que tengo talento. Dehecho, cuando era más joven teníamadera de artista. Eso fue hasta que la

abogacía me tentó con la promesa deuna vida más estable.

—¿Alguna vez desearías habersido pintor?

—No he pensado mucho en ello,la verdad. Pero te diré una cosa:cuando pintaba lo pasaba en grande.

—Te daba satisfacción, ¿verdad?—Desde luego que sí. Cuando

estaba en el estudio, pintando, perdíala noción del tiempo. La tela meabsorbía completamente. Para mí erauna auténtica liberación. Era casicomo trascender el tiempo y moverseen otra dimensión.

—Eso es debido al poder deconcentrar la mente en algo que tegusta. Goethe dijo que «estamoshechos y moldeados por lo queamamos». Puede que tu dharma seailuminar el mundo con preciososcuadros. Podrías invertir un poco detiempo cada día en pintar.

—¿Y si aplicara esta filosofía acosas menos esotéricas que cambiarmi vida? —pregunté con una sonrisa.

—No estaría mal —dijo Julián—.¿Como qué?

—Supón que uno de misobjetivos, aunque secundario, fueseeliminar los michelines que adornanmi cintura. ¿Por dónde empezaría?

—No te dé vergüenza. Paradominar el arte de marcarse yconseguir objetivos hay que empezarpor cosas pequeñas. Es más,ejercitarse en lograr pequeñas hazañaste prepara para abordar las grandes.Bien, y respondiendo a tu pregunta, nohay nada malo en proyectar una seriede pequeños objetivos mientras unoplanifica los más importantes.

Julián me dijo que los Sabios de

Sivana habían creado un método decinco pasos para hacer realidad el

propósito de sus vidas. Era un métodosencillo y práctico, y funcionaba. Elprimer paso era formarse una claraimagen mental del resultado. Julián medijo que, si se trataba de perder peso,yo debía visualizarme cada mañana,recién levantado, como una personadelgada, en forma, llena de vitalidad yenergía. Cuanto más clara fuese laimagen mental, más efectivo sería elproceso. Dijo que la mente es unaverdadera mina de poder y que estesimple imaginar mi objetivo abriría laspuertas para la consecución de mideseo. El segundo paso consistía ensometerme a mí mismo a presionespositivas.

—La razón principal de que lagente no persevere en las cosas que sepropone es que es muy fácil caer enlos viejos hábitos. La presión no essiempre algo malo. Puede inspirartepara alcanzar grandes cosas. La gente

suele conseguir cosas importantescuando está entre la espada y la paredy se la obliga a echar mano delpotencial que lleva en su interior.

—¿Cómo puedo yo crear esapresión positiva? —pregunté pensandoya en las posibilidades de aplicar estemétodo a todo, desde levantarme mástemprano a ser un padre más paciente yafectuoso.

—Hay muchas maneras. Una delas mejores es el compromiso público.Di a todo el mundo que sabes que vasa perder esos kilos de más o escribiresa novela o cualquier otro objetivoque te hayas marcado. Una vez hagaspública tu meta, verás que la presión teestimula a trabajar en la direcciónfijada, pues a nadie le gusta parecer unfracasado. En Sivana, mis maestrosempleaban medios más drásticos paraconcitar esa presión positiva. Sedecían unos a otros que de no cumplir

sus compromisos, como ayunar unasemana o levantarse cada día a lascuatro para meditar, bajarían a lacascada y se pondrían bajo el aguahelada hasta que se les entumecieranlas extremidades. Esto es un ejemplolímite del poder de la presión a la horade forjarse buenos hábitos.

—Ejemplo límite me parece unamanera muy suave de llamarlo, Julián.¡Qué extravagante ritual!

—Pero extraordinariamenteefectivo. Fíjate que si entrenas a tumente para que asocie el placer conlos buenos hábitos y el castigo con losmalos, tus flaquezas caerán muypronto.

—Has dicho que había que seguircinco pasos para realizar mis deseos—dije impaciente—. ¿Cuáles son lostres restantes?

—Sí, John. El primer paso estener una visión clara del resultado. El

segundo es crear una presión positivaque te sirva de inspiración. El tercerpaso es muy simple: nunca te marquesuna meta sin fijar un plazo. Parainsuflar vida a un objetivo, has defijarle un plazo muy preciso. Es comocuando preparas casos; siemprecentras tu atención en los que el juezha de ver mañana, no en los que aún notienen fecha de vista.

»Ah, y por cierto, recuerda que unobjetivo no es tal si no lo anotas porescrito. Cómprate un diario; te bastarácon una libreta de espiral. Bautízalo"cuaderno de sueños" y anota en éltodos tus deseos, objetivos y sueños.Es una forma de conocerte a ti mismo.

—¿No me conozco aún?—La mayoría de la gente no se

conoce. No se han tomado el tiempo deanalizar sus flaquezas y sus puntosfuertes, sus esperanzas y sus sueños.Según los chinos, tres son los espejos

que forman la imagen de una persona:el primero es como se ve uno mismo,el segundo como te ven los otros, y eltercero refleja la verdad. Conócete a timismo, John. Conoce la verdad.

»Divide el cuaderno en seccionesindependientes según las distintasáreas de tu vida. Por ejemplo, podríastener secciones para anotar objetivosen materia de puesta a punto, objetivosfinancieros, objetivos sociales y derelación y, tal vez lo más importante,objetivos espirituales.

—¡Caray, suena divertido! Nuncame había pasado por la cabeza haceralgo tan creativo. Debería ponerme aprueba más a menudo —dije.

—Estoy de acuerdo. Otra técnicamuy efectiva que aprendí en Sivana esincluir en el cuaderno imágenes de lascosas que deseas e imágenes depersonas que hayan cultivado lostalentos y habilidades que tú esperas

emular. Volviendo a tus michelines, siquieres perder peso y estar en buenaforma física, pega en tu cuaderno unafoto de un corredor de maratón o unplusmarquista de lo que sea. Si quieresser el mejor marido del mundo,podrías recortar una foto de alguienque represente ese ideal (quizá tupadre) y ponerla en la sección derelaciones. Si sueñas con una mansiónjunto al mar o con un coche deportivo,busca imágenes inspiradoras y úsalasen tu libro de los sueños. Revisa elcuaderno cada día, aunque sea sólounos minutos. Conviértelo en tu amigo:te sorprenderán los resultados.

—Tus ideas son revolucionarias,Julián. Quiero decir, aunque todo estohace siglos que está ahí, toda la genteque conozco podría mejorar su vidacotidiana con sólo aplicar algunas delas técnicas. A mi mujer le encantaríatener un cuaderno así. Seguro que lo

llenaría de fotos donde se viera miabultado estómago.

—Bah, tampoco es tan grande —me consoló Julián.

—Entonces ¿por qué Jenny mellama señor Donut? —dije, y sonreí.

Julián se echó a reír. Yo no pudepor menos de imitarle. Al momentoestábamos los dos carcajeándonos.

—Si no te ríes de ti mismo, ¿dequién te vas a reír? —dije.

—Tienes toda la razón, amigomío. Cuando era un abogado famoso,uno de mis principales problemas eraque me tomaba la vida demasiado enserio. Ahora soy más bromista y másinfantil. Disfruto de todo lo que me dala vida, por pequeño que sea. Perovamos al grano. Tengo mucho quedecirte y me está saliendo todo degolpe.

»Volvamos al método de cincopasos para conseguir tus metas. Una

vez te formas una imagen mental delresultado, creas un poco de presiónpositiva, fijas un plazo y pasas tucompromiso al papel, el siguiente pasoes aplicar lo que el yogui Ramanllamaba "la regla mágica del 21". Ensu mundo, las personas instruidascreían que, para que uncomportamiento nuevo cristalice enhábito, hay que realizar esa nuevaactividad durante veintiún díasseguidos.

—¿Qué tiene de especial esacifra?

—Los sabios dominaban el artede crear nuevos y más gratificanteshábitos de conducta. El yogui Ramanme dijo que el mal hábito, una vezadquirido, era imposible de borrar.

—Pero tú llevas toda la nocheproponiéndome que cambie mi manerade vivir. ¿Cómo voy a hacerlo si nopuedo borrar ni uno solo de mis malos

hábitos?—He dicho que los malos hábitos

no se pueden borrar, pero no que nopuedan ser sustituidos —precisóJulián.

—No recordaba que eras el reyde la retórica, Julián. Pero creo que teentiendo.

—La única manera de asentar unnuevo hábito es emplear tal energía enello que el viejo hábito se retire por símismo como si fuera un huéspedindeseable. Este proceso se completageneralmente en veintiún días, eltiempo necesario para crear un nuevocamino neuronal.

—Supón que quiero practicar latécnica del Corazón de la Rosa paraborrar el hábito de preocuparme, vivira un ritmo más tranquilo. ¿Debohacerlo cada día a la misma hora?

—Buena pregunta. Lo primeroque te diré es que no estás obligado a

hacer nada; todo cuanto te estoyexplicando esta noche lo ofrezco comoamigo que se interesa por tu desarrollopersonal. Cada estrategia, herramientao técnica ha sido probada durantesiglos para contrastar su efectividad.Esto te lo puedo asegurar. Y aunque micorazón me dice que deberíaimplorarte que probaras todos losmétodos de Sivana, mi conciencia medicta que me limite a cumplir mi deberde compartir estos conocimientoscontigo, y que seas tú quien los ejecutea su manera. Mi consejo es éste: nuncahagas nada porque tienes que hacerlo.La única razón para hacer algo esporque quieres y porque sabes que eslo más correcto que puedes hacer.

—Me parece razonable, Julián. Yno te preocupes, ni por un momento hesentido que me estuvieras metiendotoda esa información con calzador.Además, lo único que podrías hacerme

tragar a la fuerza es un paquete dedonuts… y no te costaría mucho —bromeé.

Julián sonrió.—Gracias, amigo. Y

respondiendo a tu pregunta, te sugieroque pruebes la técnica del Corazón dela Rosa cada día a la misma hora y enel mismo lugar. Todo ritual tiene unpoder tremendo. Los astros del deporteque comen siempre lo mismo o se atandel mismo modo los cordones de suszapatillas antes del momento cumbreestán invocando el poder del ritual.Los miembros de una iglesia querealizan los mismos ritos, llevan lasmismas ropas, están empleando elpoder del ritual. Incluso la gente quehace el mismo trayecto o dice lasmismas cosas antes de una importantereunión de negocios está aplicando elpoder del ritual. Cuando introducesuna actividad en tu rutina diaria

haciéndola de la misma manera y a lamisma hora cada día, esa actividad seconvierte rápidamente en un hábito.

»Por ejemplo, la mayoría de lagente hace lo mismo cuando sedespierta, sin pensarlo: abrir los ojos,bajar de la cama, ir al baño ycepillarse los dientes. Por lo tanto,dedicarte durante veintiún días almismo objetivo y realizar esa mismaactividad a la misma hora hará que seconvierta en un hábito. En poco tiempoconseguirás ese nuevo hábito, sea lameditación, levantarte más temprano oleer una hora al día, con la mismafacilidad con que te cepillas losdientes.

—¿Y el último paso paraconseguir tus metas y avanzar por elcamino del propósito?

—El último paso es aplicable enla medida en que avanzas por elsendero de tu vida. Debes disfrutar del

proceso. Los Sabios de Sivana solíanhablar de esta filosofía. Creíanfirmemente en que un día sin risa o undía sin amor era un día sin vida.

—No estoy seguro de entenderlo.—Sólo digo que debes asegurarte

de pasarlo bien mientras avanzas porel camino de tus objetivos. Nuncaolvides la importancia de vivir conjúbilo desbordante. Nunca descuidesla exquisita belleza que hay en todaslas cosas vivas. Hoy, y este momentoque compartimos, es un regalo. Nopierdas el ánimo, la alegría ni lacuriosidad. Concéntrate en tupropósito y en servirdesinteresadamente al prójimo. Eluniverso se ocupará de todo lo demás.Es una de las leyes más genuinas de lanaturaleza.

—¿Y no he de lamentar lo quehaya ocurrido en el pasado?

—Exactamente. No existe el caos

en el universo. Todo tiene su razón deser, todo lo que te haya pasado o hayade pasarte. Recuerda lo que dije, John:cada experiencia conlleva una lecciónque aprender. Así que no insistas en losecundario. Disfruta de la vida.

—¿Eso es todo?—Aún tengo muchas cosas que

decirte. ¿Estás cansado?—Nada de eso. En realidad,

estoy entusiasmado. Y tú eres elcatalizador, Julián.

—Muy bien. Antes de seguiradelante con la fábula del yoguiRaman, hay una última cosa sobrecómo alcanzar tus sueños que quierodejar clara.

—Adelante. —Existe una palabra que los

sabios siempre pronunciaban con tonocasi reverencial. Esta sencilla palabraparecía tener para ellos un profundo

significado y salpicaba su charlacotidiana. La palabra es pasión, y setrata de un término que debes tenersiempre en primer plano mental en tumisión de alcanzar tus objetivos. Unardiente sentido de la pasión es lo quemejor puede propulsar tus sueños. Ennuestra sociedad hemos perdido lapasión. No hacemos las cosas porquenos guste hacerlas, sino porquecreemos que hemos de hacerlas. Es laclave de la desdicha. Y no estoyhablando de la pasión romántica,aunque éste es otro de los ingredientespara una existencia inspirada. Estoyhablando de una pasión por la vida.Reclama la alegría de despertar cadamañana lleno de energía y júbilo.Insufla el fuego de la pasión a todoaquello que hagas. Pronto cosecharásrecompensas, tanto materiales comoespirituales.

—Lo dices como si fuera fácil.

—Y lo es. A partir de esta nochetoma el control sobre tu vida.Decídete, de una vez por todas, a serel dueño de tu destino. Corre tu propiacarrera. Descubre tu vocación yempezarás a experimentar el éxtasis deuna vida inspirada. Por último,recuerda que lo que está detrás y loque está delante de ti no es nadacomparado con lo que está dentro deti.

—Gracias, Julián. Realmentenecesitaba oírlo. Nunca había sabidolo que faltaba en mi vida hasta estanoche. He estado vagando sin rumbo, afalta de un verdadero propósito en mivida. Las cosas van a cambiar, te loprometo. Te estoy muy agradecido.

—No hay de qué, amigo mío.Sólo estoy cumpliendo mi propioobjetivo.

Resumen de acción del

capítulo 8

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El símbolo:

La virtud:

Perseguir el propósito

La enseñanza:

• El propósito de la vida es unavida con propósito

• Descubrir y luego llevar a cabo

la meta de tu vida aporta unasatisfacción duradera

• Marcarse objetivos claramentedefinidos en lo personal, profesional yespiritual, y luego tener el valor deobrar en consecuencia

Las técnicas:

El poder del autoexamenEl método de cinco pasos para

alcanzar objetivos

Cita valiosa:

Nunca olvides la importancia devivir con júbilo desbordante. Nuncadescuides la exquisita belleza detodas las cosas vivas. Hoy, y elmomento que compartimos, es unregalo. Céntrate en tu propósito. Eluniverso se encargará de todo lodemás.

NUEVE

El viejo arte delautoliderazgo

La gente buena se consolida sincesar.

CONFUCIO —El tiempo vuela —dijo Julián

antes de servirse otra taza de té—.Pronto amanecerá. ¿Quieres quecontinúe o ya tienes suficiente por estanoche?

De ninguna manera pensaba yodejar que este hombre, que atesorabatanta sabiduría, se fuera sin completar

su historia. Al principio su relato mepareció fantasioso. Pero a medida queescuchaba y asimilaba la antiquísimafilosofía que se le había otorgado,acabé creyendo firmemente en lo quedecía. Aquí no se trataba de lasespeculaciones de un mercachifle detres al cuarto. Julián era muy auténtico.Y su mensaje sonaba a verdad. Yoconfiaba en él.

—Sigue, Julián, por favor. Tengotodo el tiempo del mundo. Esta nochelos chicos duermen en casa de susabuelos, y Jenny aún tardará horas enlevantarse.

Notando mi sinceridad, Juliáncontinuó con la fábula simbólica que elyogui Raman le había ofrecido parailustrar sus métodos para una vida másplena y radiante.

—He explicado que el jardínrepresenta ese otro fértil jardín, el detu mente, que está lleno de tesoros y

riquezas ilimitadas. También hehablado del faro y de que representa elpoder de los objetivos y laimportancia de descubrir la propiavocación. Recordarás que la puerta delfaro se abría lentamente y que de élsalía un poderoso luchador de sumojaponés.

—Parece una mala película deGodzilla.

—A mí me encantaban cuando eraun chaval.

—Y a mí. Pero no dejes que tedistraiga —repliqué.

—El luchador de sumo representaun importantísimo elemento en elsistema de los Sabios de Sivana. Hacemuchos siglos, en el antiguo Oriente,los grandes maestros desarrollaron ypulieron una filosofía llamada kaizen.Esta palabra japonesa significa mejoraconstante. Y es la marca de fábrica detodo hombre o mujer que vive una

existencia despierta y dinámica.—¿Cómo enriqueció la vida de

los sabios el concepto de kaizen? —pregunté.

—Como he mencionado antes,John, el éxito externo empieza por eléxito interno. Si de veras quieresmejorar tu mundo exterior, llámese tusalud, tus relaciones o tus finanzas,debes primero mejorar tu mundointerior. El modo más eficaz deconseguirlo es mediante la práctica deuna continua autosuperación. Elautodominio es el ADN del dominiode la vida.

—Julián, espero que no teimporte que lo diga, pero todo eso del«mundo interior» me suena muyesotérico. Recuerda que soy unabogado de clase media con unutilitario aparcado en el caminoparticular y un cortacésped en elgaraje. Mira, todo lo que me has dicho

hasta ahora encaja. A decir verdad,gran parte de lo que has compartidoconmigo parece de sentido común,aunque ya sé que el sentido común, enestos tiempos, es todo menos común.Te diré, sin embargo, que me cuesta unpoco entender esta noción del kaizen yla mejora del mundo interior. ¿De quéestábamos hablando exactamente?

Julián fue rápido en su respuesta.—En nuestra sociedad

etiquetamos al ignorante como débil.No obstante, quienes expresan su faltade conocimientos y buscan instruirseencuentran el camino delesclarecimiento antes que los demás.Tus preguntas son sinceras y me dicenque estás abierto a las ideas nuevas. Elcambio es la fuerza más poderosa quetiene nuestra sociedad de hoy. Muchagente lo teme, pero los sabios loabrazan sin reservas. La tradición zenhabla de la mente del principiante:

quienes están abiertos a nuevosconceptos son siempre los quealcanzan niveles más altos derealización. No tengas el menor reparoen preguntar lo que sea, por másbásico que parezca. Las preguntas sonel modo más efectivo de suscitar elconocimiento.

—Gracias. Pero sigo sin verclaro eso del kaizen.

—Cuando hablo de mejorar tumundo interior, estoy hablandosimplemente de autosuperación yexpansión personal, y es lo mejor quepuedes hacer por ti mismo. Podríaspensar que estás demasiado ocupadopara emplear tiempo en ti mismo, locual sería un gran error. Mira, cuandohas dedicado tiempo a forjarte uncarácter fuerte, imbuido de disciplina,vigor, poder y optimismo, puedestenerlo todo y hacer todo lo quequieras en tu mundo exterior. Cuando

has cultivado un sentido profundo de lafe en tus posibilidades y un espírituindomable, nada puede impedir quetriunfes en lo que te propongas y quevivas con grandes recompensas.Dedicar un tiempo a dominar la propiamente, a ocuparse del cuerpo y nutrirel alma te pondrá en situación dedesarrollar más riqueza en tu vida. Escomo dijo Epicteto hace muchos años:«Ningún hombre es libre si no esdueño de sí mismo.»

—Entonces el kaizen es unconcepto muy práctico.

—En efecto. Piénsalo bien, John.¿Cómo puede nadie dirigir unaempresa si no puede dirigirse a símismo? ¿Cómo puedes alimentar a unafamilia si no has aprendido aalimentarte a ti mismo? ¿Cómo puedesobrar bien si ni siquiera te sientesbien? ¿Comprendes ahora?

Asentí con la cabeza. Era laprimera vez que pensaba seriamente enla importancia de mejorar yo mismo.Siempre había pensado que todas esaspersonas que veía en el metro leyendolibros con títulos como El poder delpensamiento positivo eran tiposdesesperados por hallar algunamedicina que les devolviera al buencamino. Ahora me daba cuenta de quequienes se ocupaban de consolidarse así mismos eran los más fuertes, y quesólo a través de la autosuperación sepodía esperar que otros mejorarantambién. Me puse a reflexionar sobrelas cosas que podía mejorar de mímismo. Realmente necesitaba un pocomás de energía y de buena salud.Librarme de mi horrible mal genio yde mi manía de interrumpir a losdemás podía sin duda obrar maravillasen mi relación con mi esposa y mishijos. Y borrar el hábito de

preocuparme me daría la tranquilidadde ánimo y la felicidad que yo habíaestado persiguiendo. A medida quepensaba en ello, más mejoraspotenciales encontraba.

Cuando empecé a ver todas lascosas positivas que influirían en mivida gracias a cultivar buenos hábitos,mi entusiasmo fue en aumento. Pero medi cuenta de que Julián estabahablando de algo más que de unosejercicios diarios, de una dieta sana yun estilo de vida equilibrado. Lo queél había aprendido en el Himalaya eramás profundo que todo esto. Juliánhabló de la importancia de forjarse uncarácter sólido, de desarrollar unafortaleza mental y de vivir con coraje.Me dijo que estos tres atributosconducían a una vida virtuosa, llena derealización, satisfacción y paz interior.El coraje era una cualidad que todospodíamos cultivar, y a largo plazo

daba grandes dividendos.—¿Qué tiene que ver el coraje

con el autoliderazgo y el desarrollopersonal? —pregunté.

—Es el coraje lo que te permitecorrer tu propia carrera, lo que tepermite hacer lo que quieres porquesabes que está bien. El coraje te da elautocontrol para perseverar allí dondeotros desfallecen. El grado de corajecon el que vives determina la dosis desatisfacción que recibes. Te permite,además, comprender todas lasexquisitas maravillas de esa épica quees tu vida. Y quienes tienen dominio desí mismos poseen coraje enabundancia.

—De acuerdo. Empiezo aentender eso de trabajar en mí mismo.¿Por dónde debo empezar?

Julián volvió a su conversacióncon el yogui Raman en lo alto de lasmontañas, en lo que él recordaba como

una noche estrellada y hermosa.—Inicialmente yo también tuve

dificultades con la idea de laautosuperación. Al fin y al cabo, yoera una especie de pistolero de lostribunales, un tipo duro salido deHarvard que no tenía tiempo para lasteorías New Age que trataban deendilgarme unas personas a las que yoconsideraba desaliñadas. Meequivocaba. Lo que a mí me impedíaavanzar mentalmente no era sino miestrechez de miras. Cuanto másescuchaba al yogui Raman y másreflexionaba sobre el dolor y elsufrimiento de mi mundo anterior,mejor acogía la noción del kaizen, elconstante y eterno enriquecimiento dela mente, el cuerpo y el alma —concluyó Julián.

—¿Por qué últimamente oigotantas veces eso de «mente, cuerpo yalma»? Se diría que no puedo ni darme

la vuelta en el metro sin que alguien lomencione.

—Es la trilogía de tus doneshumanos. Mejorar la mente sin cultivartus cualidades físicas sería unavictoria realmente vana. Elevar tumente y tu cuerpo a los más altosniveles sin nutrir tu alma te dejaríavacío e insatisfecho. Pero cuandodediques tus energías a abrir laspuertas de todo el potencial de esastres cualidades humanas, saborearás eldivino éxtasis de una vida iluminada.

—Caray, has conseguidoentusiasmarme.

—En cuanto a tu pregunta de pordónde empezar, prometo darte unascuantas técnicas, viejas peropoderosas, dentro de un momento.Pero primero un ejemplo práctico.Ponte en posición de plancha.

Horror, pensé: Julián convertidoen sargento de instrucción. Mi

curiosidad y las ganas de llegar hastael final me hicieron obedecer.

—Ahora haz todas las flexionesque puedas. No pares hasta estarseguro de que no puedes hacer ni unasola más.

Me esforcé en lo que pude, queera poco teniendo en cuenta que micorpachón de noventa y seis kilos nohacía otro ejercicio que ir andandohasta McDonald's con mis hijos opasear por un campo de golf con miscompañeros de bufete. Las primerasquince flexiones fueron pura agonía.Entre el esfuerzo y el calor de la nocheestival, empecé a sudar copiosamente.No obstante, estaba decidido a nomostrar signos de debilidad y seguíhasta que mi vanidad empezó acapitular a la par que mis brazos.Cuando llegué a la flexión veintitrés,me rendí.

—No puedo más, Julián. Esto va

a acabar conmigo. ¿Qué quieresdemostrar con esto?

—¿Estás seguro de que no puedesmás?

—Segurísimo. Déjame respirar.La única lección que puedo sacar deesto es qué hacer ante un ataquecardíaco.

—Diez flexiones más. Luegopuedes descansar —ordenó Julián.

—¡Estás de broma!Pero lo hice. Quedé extenuado en

el suelo.—Yo pasé por la misma

experiencia la noche en que el yoguiRaman me contó su fábula. Él me dijoque el dolor era un gran maestro.

—¿Qué se puede aprender de unaexperiencia como ésta? —pregunté sinresuello.

—El yogui Raman y, para el caso,todos los Sabios de Sivana, creían quelas personas crecen más cuando entran

en la zona de lo desconocido.—De acuerdo. Pero ¿qué tiene

eso que ver con obligarme a hacertantas flexiones?

—Cuando has llegado a laveintitrés dijiste que no podías más.Para ti ése era el límite. Sin embargo,cuando te he desafiado a seguir, hasreaccionado haciendo diez flexionesmás. Dentro de ti tenías reservas. Elyogui Raman me explicó una verdadfundamental cuando yo era su alumno:«Los únicos límites son aquellos quetú mismo te pones.» Cuando te atrevesa salir de tu círculo de comodidad yexplorar lo desconocido, empiezas aliberar tu verdadero potencial humano.Es el primer paso hacia el autodominioy el dominio sobre todas las otrascircunstancias de tu vida. Cuando sefuerzan los límites, como tú has hechoen esta pequeña demostración, estásabriendo reservas físicas y mentales

que ni siquiera imaginabas tener.Fascinante, pensé. Había leído

hacía poco que el hombre utiliza, portérmino medio, una cantidadinsignificante de su capacidad humana.Me pregunté qué no podríamos hacercuando empezáramos a emplear elresto de nuestras reservas.

—El arte del kaizen —prosiguióJulián— se practica esforzándose cadadía. Afánate por mejorar tu cuerpo y tumente. Nutre tu espíritu. Haz esascosas que temes. Empieza a vivir conenergía desbordante y entusiasmoilimitado. Ve salir el sol. Baila bajouna ducha de lluvia. Sé la persona quesueñas ser. Haz las cosas que siemprehas querido hacer pero no hacíasporque creías que eras demasiadojoven o demasiado viejo, demasiadorico o demasiado pobre. Prepárate avivir una vida de verdad, plena eintensa. En Oriente dicen que la suerte

favorece a las mentes preparadas. Yocreo que la vida también favorece a lamente preparada.

Julián continuó su apasionadodiscurso:

—Identifica las cosas que tefrenan. ¿Te da miedo hablar, tienesproblemas de relación? ¿Te falta unaactitud positiva o necesitas másenergía? Haz un inventario de tusflaquezas. La gente satisfecha esmucho más clarividente que la otra.Tómate tiempo para reflexionar acercade qué te está impidiendo llevar lavida que realmente te gustaría ypodrías llevar. Cuando hayasidentificado tus debilidades, el pasosiguiente es afrontarlas con decisión ytratar de resolver los miedos. Si temeshablar en público, firma para darveinte conferencias. Si temes iniciar unnuevo negocio o abandonar unarelación poco satisfactoria, haz acopio

de todo tu poder de decisión yatrévete. Tal vez sea el primer trago delibertad que hayas probado en años. Elmiedo no es más que un monstruomental que tú mismo creas, unacorriente negativa de conciencia.

—¿Una corriente negativa deconciencia, sólo eso? Vaya, me gusta.¿Quieres decir que todos mis miedosno son sino gremlins imaginarios quese han ido colando en mi mente con losaños?

—Exacto, John. Cada vez que hanimpedido que hicieses alguna cosa, túañadías combustible a su fuego. Perouna vez conquistas tus miedos,conquistas tu vida.

—Necesito un ejemplo.—Bien. Pongamos por caso

hablar en público, una actividad que lamayoría de la gente teme más que a lamuerte misma. Cuando yo era abogado,conocí a colegas que tenían miedo de

entrar en la sala de tribunal. Erancapaces de cualquier cosa, hasta debuscar una conciliación fácil para susclientes sólo por no tener que ponersede pie delante de una sala llena degente.

—Yo también he conocido casosasí.

—¿Crees que nacieron con esemiedo?

—Espero que no.—Fíjate en los niños pequeños.

No tienen límites. Su mente es unexuberante panorama de posibilidades.Adecuadamente cultivada, esa mentelos llevará a la grandeza. Llena denegatividad, los conducirá a lamediocridad. En otras palabras:ninguna experiencia, sea hablar enpúblico o pedir un aumento de sueldoo nadar en un lago a pleno sol o pasearpor una playa a la luz de la luna, es ensí misma dolorosa o placentera. Es tu

pensamiento quien la hace una cosa uotra.

—Muy interesante.—Se podría adiestrar a un niño

pequeño para que le deprimiera unespléndido día de sol, o que viese a uncachorro como un animal dañino. Delmismo modo, un adulto podría llegar aver una droga como un agradablevehículo para la liberación. Todo escuestión de condicionamiento, ¿no?

—Desde luego.—Lo mismo pasa con el miedo.

El miedo es una respuestacondicionada: un hábito arrasador quepuede consumir fácilmente toda tuenergía, creatividad y espíritu si noestás atento. Cuando el miedo enseñesu horrible cabeza, córtasela de cuajo.La mejor manera es hacerprecisamente esa cosa que temes. Hasde entender el funcionamiento delmiedo. Es algo que tú creas. Como

cualquier otra creación, es tan sencilloecharla abajo como levantarla. Buscametódicamente y luego destruye todoslos miedos que se han colado en lafortaleza de tu mente. Bastará con esopara que tengas más confianza,felicidad y tranquilidad de ánimo.

—¿Puede la mente humanacarecer totalmente de miedo? —pregunté.

—Estupenda pregunta. Larespuesta es un inequívoco y enfático«¡Sí!». Todos y cada uno de los Sabiosde Sivana desconocían el miedo. Senotaba en la forma que tenían de andar,de hablar. Se notaba cuando lesmirabas a los ojos. Y te diré otra cosa,John.

—Qué —pregunté fascinado.—Yo tampoco tengo miedo. Me

conozco a mí mismo y he visto que miestado natural es de fuerza indomabley de ilimitada potencialidad. Sólo que

yo estaba como bloqueado por todosesos años de abandono ydesequilibrio. Te diré algo más:cuando borras el miedo de tu mente,empiezas a parecer más joven y tusalud gana en vitalidad.

—Ya, la vieja conexión mente—cuerpo —dije, confiando en disimularmi ignorancia.

—En efecto. Los sabios deOriente la conocen desde hace cincomil años. O sea que, de New Age,nada —dijo con una sonrisa queiluminó su rostro radiante.

—Los sabios me enseñaron otropoderoso principio en el que pienso amenudo. Creo que te será de granutilidad en tu camino hacia el dominiopersonal. En ocasiones, cuando quierotomar las cosas con calma, me haservido de motivador. Su filosofíapuede concretarse así: lo que separa alas personas realizadas de aquellas

que viven sin inspiración alguna es quelos primeros hacen cosas que la gentemenos perfeccionada no gusta dehacer.

»La gente realmente esclarecida,la que experimenta la felicidad adiario, está dispuesta a renunciar a unplacer a corto plazo a cambio de unasatisfacción a largo plazo. De modoque encara sus miedos y debilidadescon valor, aunque zambullirse en lazona de lo desconocido le supongaciertas incomodidades. Esa gente vivesegún la filosofía del kaizen: mejorarcada aspecto de sí mismosconstantemente. Con el tiempo, cosasque antes eran difíciles dejan de serlo.Miedos que antaño les impedíanexperimentar la dicha que merecíancaen en el camino como árboles en unhuracán.

—¿Estás sugiriendo que debocambiarme primero a mí mismo si

quiero cambiar mi vida?—Sí. Es como la historia que me

contaba mi profesor favorito cuandoyo estaba en la facultad. Una noche, unpadre estaba leyendo el periódicodespués de un largo día en la oficina.Su hijo, que quería jugar, no paraba dedarle la lata. Finalmente, harto ya, elpadre arrancó la foto de un globoterráqueo que había en el periódico yla rompió en mil pedazos. «Toma hijo,a ver si consigues montar esterompecabezas», dijo el padre,confiando en que el niño estuvieraocupado el rato suficiente para que élpudiera terminar de leer. Para susorpresa, el niño volvió al cabo de unminuto con el globo perfectamenteformado. Cuando el padre le preguntócómo había conseguido algo tandifícil, el hijo sonrió y le dijo: «Papá,en la otra cara había la foto de unapersona, y en cuanto he juntado la cara,

la tierra ha quedado unida.»—Bonita historia.—Mira, John, las personas más

sabias que he conocido, de losmaestros de Sivana a mis profesoresde Harvard, parecen conocer lafórmula de la felicidad.

—Continúa —dije conimpaciencia.

—Es lo que he dicho antes: lafelicidad se consigue gracias a laprogresiva realización de un propósitodigno. Si tú haces lo que realmenteamas hacer, estás destinado a sentir lamáxima satisfacción.

—Si la felicidad la consigue todoaquel que hace lo que ama hacer,¿cómo es que hay tanta gentedesdichada?

—Buena pregunta, John. Hacer loque uno ama, ya sea dejar el empleoque tienes ahora y convertirte en actor,o invertir menos tiempo en las cosas

menos importantes para emplearlo enlas que tienen más significado,requiere mucho coraje. Requiere quesalgas de tu zona de confort. Y elcambio, al principio, siempre es unpoco incómodo. Y arriesgado. Pero esla manera más segura de tener una vidamás gozosa.

—¿Cómo hace uno exactamentepara tener más coraje?

—Como en la historia de antes:junta todas las piezas y tu mundo estarábien. En cuanto domines tu mente, tucuerpo y tu carácter, la felicidad y laabundancia entrarán en tu vida comopor arte de magia. Pero debes dedicarun tiempo cada día a trabajar en timismo, aunque sean sólo diez o quinceminutos.

—¿Y qué simboliza elvoluminoso luchador de sumo en lafábula del yogui Raman?

—Nuestro forzudo amigo te

servirá para recordar el poder delkaizen, palabra japonesa que designael desarrollo de sí mismo y elprogreso constantes.

En unas pocas horas, Julián había

revelado la más poderosa —y mássorprendente— información que jamáshabía oído. Yo había aprendido que mimente guarda un tesoro en potencia.Había aprendido técnicas sumamenteprácticas para serenar la mente yconcentrar su poder en mis sueños ydeseos. Había aprendido laimportancia de tener un objetivo claroen la vida y de fijarme metas definidasen cada aspecto de mi mundo personal,profesional y espiritual. Y ahora habíaconocido el principio del autodominio:el kaizen.

—¿Cómo puedo practicar el artedel kaizen?

—Te daré diez antiguos y

efectivos rituales que te ayudarán aavanzar en el camino del autodominio.Si los aplicas a diario, teniendo fe enellos, observarás extraordinariosresultados en sólo un mes a partir dehoy. Si continúas incorporando esastécnicas a tu rutina de forma que seconviertan en hábitos, alcanzarás unestado perfecto de salud, una energíailimitada, felicidad duradera ytranquilidad de ánimo. En definitiva,alcanzarás tu destino divino.

»El yogui Raman me ofreció estosrituales con gran fe en lo quedenominaba su "exquisitez", y creo queestarás de acuerdo en que soy laprueba fehaciente de su poder. Sólo tepido que escuches lo que he de decirtey que juzgues tú mismo los resultados.

—¿Cambiar de vida en sólotreinta días? —pregunté, incrédulo.

—Sí. El quid pro quo es quedediques al menos una hora diaria

durante treinta días consecutivos apracticar las estrategias que voy aenseñarte. Esta inversión en ti mismoes lo único que se precisa. Y, porfavor, no me digas que no tienestiempo.

—Pero si es verdad —dijehonestamente—. Estoy a tope detrabajo. No tengo ni diez minutos paramí, y no digamos ya una hora.

—Como te he dicho antes, objetarque no tienes tiempo para perfeccionartu mente o tu espíritu es como decirque no tienes tiempo para echargasolina porque estás muy ocupadoconduciendo. Al final lo consigues.

—¿De veras?—Sí.—¿Y cómo?—Lo diré de otra manera. Tú eres

como un coche de carreras valorado enmillones de dólares; una máquina bienengrasada y altamente sofisticada.

—Caray, muchas gracias.—Tu mente es la mayor maravilla

del universo y tu cuerpo tiene lacapacidad de realizar hazañas que tesorprenderían.

—Bien.—Conociendo el valor de esta

máquina de millones de dólares, ¿seríaaconsejable hacerla funcionar almáximo durante todo el día sin pararen boxes para dejar que el motor seenfríe?

—Claro que no.—Entonces ¿por qué no dedicas

un poco de tiempo al día para tuparada personal en boxes? ¿Por qué note das tiempo a enfriar la sofisticadamáquina de tu mente? ¿Entiendesahora? Renovarte a ti mismo es lo másimportante que puedes hacer.Irónicamente, sacar tiempo de tuapretado programa de trabajo para tuperfeccionamiento y tu

enriquecimiento personal mejorarádrásticamente tu efectividad en cuantote pongas a ello.

—¿Sólo una hora al día duranteun mes?

—Es la fórmula mágica que yobuscaba. Habría pagado por ella unpar de millones en mis tiempos deabogado, si hubiera comprendido laimportancia que tenía. Yo ignoraba queera gratis, como lo es todo el saberverdadero. Dicho esto, debes serdisciplinado y aplicar diariamente, ycon absoluta convicción en su valía,las técnicas que componen estafórmula. No se trata de una recetarápida. En cuanto estás metido en ello,lo estás para largo.

—¿Qué quieres decir?—Emplear una hora diaria

ocupándote de ti mismo produceresultados extraordinarios en treintadías, pero siempre que hagas las cosas

bien. Hace falta un mes para instalarun nuevo hábito. Después de eseperíodo, las técnicas que aprendasencajarán como una segunda piel. Laclave está en seguir practicándolascada día si quieres seguir obteniendoresultados.

—Es lógico —concedí. Julián había abierto la puerta de

un manantial de vitalidad y serenidadinterior en mi vida. En realidad, sutransformación en un radiante ydinámico filósofo era poco menos quemilagrosa. En ese momento decidídedicar una hora diaria a poner enpráctica las técnicas y principios queél me iba a enseñar. Decidí trabajar enmi perfeccionamiento antes de trabajaren cambiar a los demás, como habíasido mi costumbre. Quizá yo podríaexperimentar una transformación comola de aquel antiguo abogado llamado

Mantle. Desde luego, valía la penaintentarlo.

Esa noche, sentado en el piso demi atestada sala de estar, aprendí loque Julián llamó «los diez rituales dela Vida Radiante». Varios de ellosexigieron por mi parte un esfuerzo deconcentración. Otros podían serrealizados sin esfuerzo alguno. Todoseran intrigantes y prometían cosasextraordinarias.

—La primera estrategia eraconocida por los sabios como elRitual de la Soledad. Se trata deasegurar que tu programa diarioincluya un período obligado de paz.

—¿Y eso qué es?—Un período de tiempo, mínimo

quince minutos y máximo cincuenta, enque tú exploras el poder curativo delsilencio y tratas de saber quién eres —explicó.

—¿Una especie de descanso para

la recalentada máquina de mi mente?—sugerí con una sonrisa.

—Es una manera bastante exactade verlo. ¿Alguna vez has hecho unviaje largo con tu familia?

—Seguro. Cada verano vamos encoche a las islas a pasar un par desemanas con los padres de Jenny.

—Muy bien. ¿Hacéis algunaparada en ruta?

—Sí. Para comprar comida, o, sinoto que me entra sueño, echo unasiestecita después de aguantar seishoras oyendo cómo se pelean los criosen el asiento de atrás.

—Bien, piensa en el Ritual de laSoledad como en una parada en rutapara el alma. Su propósito es laautorrenovación, y eso se consiguepasando un tiempo a solas, inmerso enla hermosa envoltura del silencio.

—¿Qué tiene de especial elsilencio?

—Buena pregunta. La soledad yla quietud te conectan con tu fuentecreativa y liberan la ilimitadainteligencia del universo. Verás, John,la mente es como un lago. En nuestrocaótico mundo, las mentes de lamayoría de las personas no estánquietas. Están llenas de turbulenciasinternas. Sin embargo, simplementededicando un rato a estar callados yquietos, el lago de la mente se vuelvetan liso como una luna de cristal. Laquietud interior trae consigo muchosbeneficios: una intensa sensación debienestar, paz interior y energíadesbordante. Incluso dormirás mejor, ydisfrutarás de una renovada sensaciónde equilibrio en tus actividadescotidianas.

—¿Dónde debo practicar esteperíodo de paz?

—Teóricamente, cualquier sitiosirve, desde tu dormitorio a tu oficina.

La clave está en encontrar un lugarverdaderamente tranquilo… yhermoso.

—¿Dónde encaja aquí lohermoso?

—Las imágenes bellas suavizanal alma atribulada —observó Juliáncon un suspiro—. Un ramo de rosas oun simple y solitario narciso tendránun muy saludable efecto sobre tussentidos y te relajarán. Lo ideal seríaque pudieras saborear esta belleza enun espacio que sirviera de santuariodel yo, un lugar que será tu fórumsecreto para la expansión mental yespiritual. Podría ser una habitaciónque tengas desocupada o un rincóntranquilo de un pequeño apartamento.El caso es reservar un sitio para tusactividades, un lugar que esté allíesperando tu llegada.

—Eso me gusta. Creo quedisponer de un lugar silencioso en

donde meterme cuando llego deltrabajo cambiaría muchas cosas. Asípodría liberar todo el estrés. Seguroque así sería más agradable estarconmigo.

—Eso trae a colación otro puntoimportante. El Ritual de la Soledadfunciona mejor cuando lo practicascada día a la misma hora.

—¿Por qué?—Porque así queda integrado en

tu rutina diaria. Practicando el ritualsiempre a la misma hora, esa dosisdiaria de silencio se convertirárápidamente en un hábito del que nopodrás prescindir. Y los hábitospositivos conducen inevitablemente alque es tu destino.

—¿Algo más?—Sí. Siempre que sea posible,

conversa con la naturaleza. Un paseítopor el bosque o unos minutos dededicación a las tomateras de tu patio

volverán a conectarte con el manantialde serenidad que ahora duerme en tuinterior. Estar en contacto con lanaturaleza te permite además sintonizarcon la infinita sabiduría de tu yosuperior. Este autoconocimiento tellevará a las inexploradas dimensionesde tu poder personal. No lo olvidesnunca —me aconsejó Julián con vozenardecida de pasión.

—¿Te ha servido de mucho esteritual, Julián?

—Desde luego. Me levanto con elsol y lo primero que hago es ir a misantuario secreto. Allí exploro elCorazón de la Rosa tanto tiempo comocreo necesario. A veces paso horasenteras en callada meditación; otrosdías son sólo diez minutos. Elresultado es más o menos el mismo:una profunda sensación de armoníainterna y una abundancia de energíafísica. Lo cual nos lleva al segundo

ritual, que se llama Ritual deFisicalidad.

—¿De qué se trata?—Es sobre el poder del cuidado

físico. Se basa en el principio de quesi cuidas tu cuerpo cuidas tu mente. Alpreparar tu cuerpo también preparas tumente. Dedica cada día un poco detiempo a nutrir el templo de tu cuerpocon vigorosos ejercicios. Haz que tucirculación sanguínea se ponga enmovimiento. ¿Sabías que una semanatiene 168 horas?

—Pues no, la verdad.—Al menos cinco de todas esas

horas deberían invertirse en algunaforma de actividad física. Los Sabiosde Sivana practicaban la antiquísimadisciplina del yoga para despertar supotencial físico y vivir una existenciadinámica. Era un verdaderoespectáculo ver a aquellosmaravillosos especimenes, que habían

conseguido no notar el paso de losaños, haciendo la vertical en mitad dela aldea.

—¿Tú has probado el yoga,Julián? Jenny empezó a practicarlo elverano pasado y dice que se sientecinco años más vieja.

—No hay una estrategia aisladaque transforme tu vida por arte demagia, John. El cambio profundo yduradero sólo es posible mediante laaplicación continuada de varios de losmétodos que he mencionado. Pero elyoga es un modo realmente efectivo deabrir tus reservas de vitalidad. Yo lopractico todas las mañanas y es una delas mejores cosas que he hecho por mímismo. No sólo rejuvenece mi cuerposino que me ayuda a centrar mi mente.El yoga ha conseguido inclusodesbloquear mi creatividad. Es unagran disciplina.

—¿Qué más hacían los sabios

para cuidar de sus cuerpos?—El yogui Raman y sus hermanos

creían también que andarvigorosamente por entornos naturales,ya sea por senderos de alta montaña opor un frondoso bosque, hacemaravillas contra la fatiga y paradevolver el cuerpo a su estado naturalde dinamismo. Cuando el tiempo erademasiado malo para andar, seejercitaban dentro de sus chozas.Podían saltarse una comida, peronunca su turno diario de ejerciciosfísicos.

—¿Qué tenían en sus chozas?¿Aparatos de culturismo? —bromeé.

—Nada de eso. A vecespracticaban posturas de yoga. Otrasveces los veía hacer flexionesapoyando una sola mano. Creo que noimportaba mucho el tipo de ejercicio,siempre y cuando movieran el cuerpo yrespiraran el aire límpido del precioso

entorno en que vivían.—¿Qué tiene que ver aquí

respirar aire límpido?—Contestaré a tu pregunta con

uno de los dichos favoritos del yoguiRaman: «Respirar bien es vivir bien.»

—¿Tan importante es larespiración?

—A poco de estar yo en Sivana,los sabios me enseñaron que la maneramás rápida de doblar o inclusotriplicar la cantidad de energía eraaprender el arte de la buenarespiración.

—¿Es que no sabemos todoscómo hay que respirar, incluso losniños de pecho?

—En realidad no. Aunque todo elmundo sabe respirar para sobrevivir,la mayoría no ha aprendido a respirarpara desarrollarse bien. Normalmenterespiramos poco profundamente, y notomamos suficiente oxígeno para que

el cuerpo funcione a su nivel óptimo.—Lo dices como si respirar bien

exigiera muchos conocimientos.—En efecto. Y los sabios así lo

pensaban. Su filosofía era sencilla:incorpora más oxígeno respirandoadecuadamente y liberarás tus reservasde energía junto con tu estado naturalde vitalidad.

—Bueno, ¿y por dónde empiezo?—De hecho es bastante fácil. Dos

o tres veces al día dedica un par deminutos a pensar en cómo respirar deun modo más eficaz.

—¿Cómo sé si respiro coneficacia?

—Para empezar, tu vientredebería moverse un poco. Esto indicaque respiras por el abdomen, lo cuales correcto. Un truco que me enseñó elyogui Raman es juntar las manos sobreel estómago. Si se movían cuando yoinspiraba, mi técnica era correcta.

—Muy interesante.—Si te gusta, entonces te gustará

el tercer ritual de la Vida Radiante —dijo Julián—. El Ritual de laNutrición. En mis tiempos de abogado,yo vivía de una dieta a base de filetes,patatas fritas y demás comida basura.Sí, comía en los mejores restaurantesdel país, pero igualmente ingeríabasura. Yo entonces lo ignoraba, peroésa era una de las principales causasde mi insatisfacción.

—¿De veras?—Sí. Una dieta pobre tiene un

pronunciado efecto sobre tu vida.Consume toda tu energía, física ymental. Afecta a tu estado de ánimo yenturbia tu mente. El yogui Raman lodecía en estos términos: «Como nutrestu cuerpo, así nutres tu mente.»

—Supongo que cambiaste dedieta.

—Radicalmente. Y eso supuso un

cambio decisivo en mi aspecto ymanera de ser. Yo pensaba que estabahecho polvo debido al estrés deltrabajo y a que la vejez empezaba aalcanzarme. En Sivana aprendí quegran parte de mi entumecimiento eradebido al mal combustible con quehacía funcionar mi cuerpo.

—¿Qué comían los Sabios deSivana para ser tan longevos einteligentes?

—Alimentos vivos.—¿Cómo?—No hay otra respuesta. Los

alimentos vivos son los que no estánmuertos.

—Venga, Julián. ¿Qué es eso dealimentos vivos?

—Básicamente son aquellos queprovienen de la interacción natural delsol, el aire, la tierra y el agua. Estoyhablando de una dieta vegetariana,claro. Llena el plato de hortalizas,

frutas y cereales y vivirás eternamente.—¿Es posible eso?—Muchos de los sabios habían

superado la barrera de los cien y nomostraban signos de decaimiento. Lasemana pasada leí en el periódico unartículo sobre una pequeña comunidadque vive en la diminuta isla deOkinawa, en el mar de China. A losinvestigadores les fascina el hecho deque en ella vive la mayorconcentración de centenarios de todoel mundo.

—¿Y qué han averiguado?—Que uno de los secretos de su

longevidad es la dieta vegetariana.—¿Tan sano es eso? No parece

que pueda aportar demasiada fuerza.Recuerda, Julián, que yo todavía soyun abogado con muchísimo trabajo.

—Es la dieta pensada por lanaturaleza. Es vital yextraordinariamente saludable. Los

sabios llevan viviendo así desde hacemiles de años. Ellos lo llaman sattvic,o dieta pura. Y en cuanto al tema de lafortaleza, piensa que los animales másfuertes del planeta, llámense gorilas oelefantes, llevan la insignia delvegetariano. ¿Sabías que un gorilatiene treinta veces más fuerza que unhombre?

—Gracias por esa informacióntan sustancial.

—Mira, John, los sabios no erangente extravagante. Toda su sabiduríase basaba en el antiquísimo principiode que «hay que vivir con moderación,huir siempre de los extremos». Si tegusta la carne, no hay problema en quesigas comiéndola. Pero recuerda queestás ingiriendo un alimento muerto. Sipuedes, reduce al máximo la cantidadde carne roja. Cuesta mucho de digerir,y como el sistema digestivo es uno delos procesos que más energía

consumen, valiosas reservas deenergía son derrochadasinnecesariamente por esa causa. ¿Vesadonde quiero ir a parar? Comparacómo te sientes después de comer unfilete con la energía que tienes despuésde comer una ensalada. Si no quieresser vegetariano estricto, al menosempieza a comer ensalada en cadacomida, y fruta como postre. Inclusoesto bastará para que tu vida físicaexperimente un gran cambio.

—No es que parezca muy difícil—repliqué—. He oído hablar bastantesobre el poder de una dietabásicamente vegetariana. La semanapasada, Jenny me habló de un estudiohecho en Finlandia, donde sedescubrió que un treinta y ocho porciento de los nuevos vegetarianosafirmaban sentirse menos cansados ymás despiertos tras sólo seis meses deese nuevo régimen de vida. Debería

acompañar siempre la comida con unaensalada. Viéndote a ti, Julián, puedeque acabe comiendo sólo la ensalada.

—Pruébalo durante un mes yjuzga los resultados. Te sentirás defábula.

—De acuerdo. Si eso es buenopara los sabios, también lo será paramí. Prometo que lo probaré. No pareceque cueste mucho esfuerzo, y ademásya estoy un poco harto de encender labarbacoa cada noche.

—Si te ha cautivado el Ritual dela Nutrición, creo que te encantará elcuarto. Se conoce como Ritual delSaber Abundante. Se centra en la ideadel aprendizaje y la expansión de tusconocimientos por el bien de ti mismoy de cuantos te rodean.

—¿La vieja máxima de «saber espoder»?

—Algo más que eso, John. Elsaber es sólo poder en potencia. Para

que ese poder se manifieste, debe seraplicado. La mayoría de la gente sabelo que debe hacer en cada situación, oen su vida. El problema es que no tomamedidas coherentes y diarias paraaplicar el saber y hacer realidad sussueños. El Ritual del Saber Abundanteconsiste en convertirse en un alumnode la vida. Y, aún más importante,requiere que utilices lo que hasaprendido en el aula de tu existencia.

—¿Qué hacían el yogui Raman ylos demás sabios para poner enpráctica este ritual?

—Tenían muchos subrituales querealizaban a diario como un tributo aldel Saber Abundante. Una de lastécnicas más importantes es tambiénuna de las más fáciles. Podríasempezar a practicarla hoy mismo.

—No me llevará mucho tiempo,¿verdad?

Julián sonrió.

—Las técnicas, trucos y consejosque te estoy dando te harán unapersona más productiva y eficaz. Noseas derrochador en lo grande ymezquino en lo pequeño. Piensa en losque dicen que no tienen tiempo dehacer copias de seguridad en suordenador porque están muy ocupadostrabajando en ellos. Cuando esasmáquinas se estropean y el trabajo demeses se pierde, entonces lamentan nohaber invertido un rato al día ensalvarlo. ¿Me entiendes?

—¿Definir mis prioridades?—Exacto. Trata de no atar tu vida

con las cadenas de tu horario detrabajo. Céntrate en las cosas que tuconciencia y tu corazón te dicen quehagas. Cuando inviertas en ti mismo yempieces a elevar tu mente, tu cuerpo ytu personalidad a los más altosniveles, te sentirás casi como situvieras dentro un navegante personal

que te dice qué cosas has de hacerpara obtener los mejores resultados.Ya no te preocupará el reloj, yempezarás a vivir de verdad.

—¿Y cuál era ese sencillosubritual que ibas a enseñarme? —pregunté.

—Lee regularmente. Leer mediahora diaria puede hacer maravillas.Pero debo prevenirte: no leascualquier cosa. Has de ser muyselectivo con lo que metes en elexuberante jardín de tu mente. Ha deser algo inmensamente nutritivo; algoque sirva para perfeccionarte a timismo y a la calidad de tu vida.

—¿Qué leían los sabios?—Pasaban muchas horas leyendo

y releyendo las enseñanzas de susantepasados. Devoraban este tipo deliteratura filosófica. Todavía losrecuerdo sentados en pequeñas sillasde bambú y leyendo sus libros

curiosamente encuadernados, con lasonrisa sutil del esclarecimientodibujada en sus labios. Fue en Sivanadonde aprendí de verdad el poder delos libros y el principio de que unlibro es el mejor amigo del sabio.

—Entonces ¿debo ponerme a leertodo libro bueno que caiga en mismanos?

—Sí y no. Yo nunca te diré que noleas todos los libros que puedas. Perorecuerda, hay libros para saborear,libros para masticar y, por último,libros para tragar enteros. Eso melleva a un nuevo punto.

—Que tienes hambre.—No, John. —Rió—. Sólo

quiero decirte que para sacar todo eljugo a un gran libro debes estudiarlo,no sólo leerlo. Repásalo de arribaabajo como haces cuando lees loscontratos de tus grandes clientes.Trabaja con él, sé uno con el libro. Los

sabios leían muchos de los libros de subiblioteca hasta diez y quince veces.Los trataban como si fuerandocumentos sagrados de origen divino.

—Caray. ¿Tan importante es leer?—Media hora diaria hará que

rápidamente veas las enormes reservasde conocimiento que tienes a tudisposición. Si quieres ser mejorabogado, padre o amante, existenlibros que te propulsan como un coheteen esa dirección. Todos los erroresque puedas cometer en la vida han sidocometidos ya por quienes teprecedieron. ¿Crees de veras que losdesafíos a que te enfrentas son únicos?

—Nunca había pensado en eso,Julián. Pero entiendo lo que dices, y séque tienes razón.

—Todos los problemas a que unose enfrenta se han planteado yaanteriormente —afirmó Julián—. Esmás, todas las respuestas y soluciones

están impresas en las páginas de loslibros. Busca los libros adecuados.Aprende cómo han hecho otros paramanejar esos problemas que ahora sete plantean a ti. Aplica sus estrategiasy las mejoras que vas a notar en tuvida te sorprenderán.

—¿A qué te refieres con los«libros adecuados»? —pregunté,percatándome de que la argumentaciónde Julián era excelente.

—Eso lo dejo a tu albedrío.Personalmente, y desde que he vueltodel Himalaya, paso gran parte del díaleyendo biografías de hombres ymujeres que admiro.

—¿Puedes recomendarle algúntítulo a un joven entusiasta? —preguntécon una sonrisa.

—Claro. Te encantará labiografía de Benjamín Franklin.Podrías sacar una buena dosis deímpetu de la autobiografía de Mahatma

Gandhi. Te sugiero también que leasSiddhartha, de Hermann Hesse, lafilosofía superpráctica de MarcoAurelio y algunas cosas de Séneca. Noestaría mal que leyeras Piensa y hazterico, Napoleón Hill. Yo lo leí lasemana pasada y creo que es muyprofundo.

—¡Piensa y hazte rico! —exclamé—. Pero yo creía que habíasdejado todo eso a raíz de tu ataque. Laverdad es que estoy asqueado de todosesos manuales para hacer dinero.

—Estoy de acuerdo —dijo Juliáncon todo el afecto y la paciencia de unsabio y cariñoso abuelo—. Yo tambiénquisiera restituir su carácter ético anuestra sociedad. Ese librito no essobre ganar dinero sino sobre ganarvida. Seré el primero en decirte que noes igual ser rico que ser feliz. Yo heconocido la opulencia y sé de lo quehablo. Piensa y hazte rico trata de la

abundancia, también la espiritual, y decómo atraer hacia uno las cosasbuenas. Quizá te convendría leerlo.Pero no quiero insistir.

—Perdona, Julián, no queríaparecer un abogado agresivo —dije amodo de disculpa—. Supongo que aveces me dejo dominar por el malgenio. Otra cosa que necesito mejorar.Te agradezco mucho todo lo que meestás diciendo.

—Tranquilo. Lo que me interesaes que leas y no dejes de leer.¿Quieres saber otra cosa interesante?

—¿Qué?—No es lo que tú sacas de los

libros lo que enriquece tanto; lo que alfinal cambiará tu vida es lo que loslibros consigan sacar de ti. Mira, John,los libros en realidad no te enseñannada nuevo. Los libros te ayudan a verlo que ya está dentro de ti. Elesclarecimiento consiste en eso.

Después de mucho viajar y explorar,descubrí que he vuelto al punto dondeempecé siendo un niño. Pero ahora meconozco a mí mismo, sé todo lo quesoy o puedo ser.

—Entonces ¿el Ritual del SaberAbundante consiste en leer y enexplorar la riqueza de información queestá ahí?

—En parte. De momento leemedia hora diaria. El resto vendrá porsí solo —dijo Julián con tonomisterioso.

—Muy bien. ¿Cuál es el quintoritual?

—Es el de la Reflexión Personal.Los sabios creían firmemente en elpoder de la contemplación. Dedicandoun tiempo a conocerte a ti mismo,conectarás con una dimensión de tu serque desconocías.

—Suena muy profundo…—Pues es de lo más práctico.

Todos tenemos talentos dormidos ennuestro interior. Dedicando un tiempoa conocerlos, lo que hacemos esavivarlos. Sin embargo, lacontemplación interior va todavía másallá. Con esta práctica serás másfuerte, más sabio y estarás en pazcontigo mismo. Es muy gratificante.

—Todavía no veo clara la idea,Julián.

—Es lógico. También a mí meresultó rara la primera vez. Peroreducida a su versión más básica, lareflexión personal no es otra cosa queel hábito de pensar.

—¿Es que no pensamos todos?¿No forma parte del ser humano?

—La mayoría de nosotros piensa,sí. El problema es que la gente piensalo justo para sobrevivir. Con esteritual estoy hablando de pensar paraprosperar. Cuando leas la biografía deFranklin verás a lo que me refiero.

Cada tarde, tras un día de productivotrabajo, Franklin se retiraba a unrincón silencioso de su casa yreflexionaba sobre la jornada.Repasaba todos sus actos, si habíansido positivos y constructivos o, por elcontrario, negativos. Sabiendo lo quehacía mal, podía tomar medidas paramejorar y avanzar por el camino delautodominio. Es lo mismo que hacíanlos sabios. Cada noche se retiraban alsantuario de sus respectivas chozas yse sentaban a meditar. El yogui Ramanllevaba incluso un inventario de susactividades cotidianas.

—¿Qué clase de cosas escribía?—pregunté.

—Primero hacía una lista detodas sus actividades, desde elcuidado personal a su relación con losotros sabios y a sus incursiones albosque en busca de leña y comidafresca. También anotaba los

pensamientos que había tenido duranteese día en concreto.

—Pero eso es muy difícil. Yocasi no recuerdo lo que pensé hacecinco minutos, imagínate hace docehoras.

—La cosa cambia si practicaseste ritual diariamente. Verás, todo elmundo puede conseguir los mismosresultados que yo. Cualquiera. Elproblema es que hay mucha gente quesufre de esa terrible enfermedadllamada excusítís.

—Creo que la tuve cuando erapequeño —dije, sabiendoperfectamente lo que mi sabio amigoestaba diciendo.

—¡No pongas más excusas yhazlo! —exclamó Julián conconvicción.

—¿Hacer qué?—Sentarte a pensar. Tomar el

hábito de la introspección personal.

Cuando terminaba la lista de lo quehabía hecho y pensado, el yogui Ramanhacía una valoración completa en unacolumna aparte. Viendo por escrito susactividades y pensamientos, sepreguntaba si eran de naturalezapositiva. En ese caso, decidía seguirdedicando su energía a ellos, pues a lalarga le reportarían grandesbeneficios.

—¿Y si eran negativos?—Entonces tomaba medidas

claras para deshacerse de ellos.—Un ejemplo no me vendría mal.—¿Puede ser personal? —

preguntó Julián.—Claro, me encantará conocer

alguno de tus más íntimospensamientos —dije.

—En realidad estaba pensando enlos tuyos.

Los dos nos echamos a reír comochiquillos.

—Está bien. Siempre te hassalido con la tuya.

—Bueno. Repasemos algunas delas cosas que has hecho hoy. Anótalasen ese papel que hay sobre la mesita—pidió Julián.

Empecé a comprender que algoimportante estaba a punto de ocurrir.Era la primera vez en años que metomaba un poco de tiempo parareflexionar sobre las cosas que hacía yque pensaba. ¿Por qué no? A fin decuentas, ¿cómo iba a perfeccionarme siaún no me había tomado la molestia deaveriguar qué tenía que perfeccionar?

—¿Por dónde empiezo? —pregunté.

—Por lo que hiciste esta mañanay ve siguiendo. Anota lo másdestacado, todavía tenemos mucho quehacer y quisiera volver a la fábula delyogui Raman dentro de un rato.

—Bien. Mi gallo electrónico me

despertó a las seis y media —bromeé.—Ponte serio y continúa —

replicó Julián.—De acuerdo. Me duché y afeité,

agarré una galleta y me fui corriendo altrabajo.

—¿Qué hay de tu familia?—Todos dormían. En fin, en

cuanto llegué a la oficina, vi que micita de las siete y media llevaba allíesperando desde las siete, y ¡estabafurioso!

—¿Cuál fue tu reacción?—Rebelarme, ¿qué iba a hacer, si

no, dejar que me pisoteara?—Mmm. Bueno. ¿Qué pasó

después?—La cosa fue de mal en peor.

Llamaron de los juzgados para decirque el juez Wildabest quería verme ensu despacho y que si no estaba allíantes de diez minutos «rodaríancabezas». Te acuerdas de Wildabest,

¿verdad? El que te declaró en rebeldíacuando estacionaste tu Ferrari en suplaza de aparcamiento. —Me reí acarcajadas.

—Tenías que sacar a relucir eso,¿verdad? —replicó Julián, revelandoen su mirada un resto de aquelmalicioso centelleo por el que una vezse había hecho famoso.

—Bien, corrí hasta la audiencia ytuve una discusión con uno de lossecretarios. Cuando regresé a laoficina, me esperaban veintisietemensajes telefónicos, todos con laetiqueta «urgente». ¿Sigo?

—Adelante.—Ya de regreso, Jenny me llamó

al coche y me pidió que parase en casade su madre para recoger una de esastartas que han hecho célebre a misuegra. El problema fue que cuandotomé la salida para ir allí, me vimetido en uno de los atascos más

impresionantes del siglo. Total, queallí estaba yo, en plena hora punta, conun calor de mil demonios, rabiando deestrés y sintiendo que se me escapabael tiempo.

—¿Cómo reaccionaste?—Maldije el tráfico —dije con

sinceridad—. De hecho me puse agritar dentro del coche. ¿Quieres saberqué dije?

—No creo que esas cosas puedannutrir el jardín de mi mente —respondió Julián con una sonrisa.

—Como fertilizante tal vezservirían.

—No, gracias. Podemosdetenernos aquí. Reflexiona unmomento. Evidentemente, visto aposteriori, hay algunas cosas quehabrías hecho de otra manera sihubieras tenido ocasión.

—Evidentemente.—¿Como cuáles?

—Mmm. Bien, primero, en unmundo perfecto yo me levantaría mástemprano. No creo que me estéhaciendo ningún favor ir siempre atoda velocidad. Me gustaría tener unpoco de paz por la mañana, para iracomodándome al día poco a poco.Esa técnica del Corazón de la Rosapodría funcionar bien aquí. Tambiénme gustaría poder desayunar con elresto de la familia, aunque sólo fuerapara compartir unos cereales. Medaría más sensación de equilibrio.Siempre tengo la impresión de que nopaso tiempo suficiente con Jenny y loschicos.

—El mundo es perfecto, y tu vidatambién lo es. Tú tienes el poder decontrolar tu jornada. Tú tienes el poderde pensar cosas buenas y positivas, elpoder de vivir tus sueños —observóJulián, subiendo el tono de voz.

—Ahora empiezo a sentir que

puedo cambiar.—Estupendo. Sigue reflexionando

sobre lo que hiciste hoy.—Bien, ojalá no le hubiera

gritado a mi cliente. Ojalá no hubieradiscutido con el secretario y ojalá nole hubiera gritado al tráfico.

—Al tráfico no le importa,¿verdad?

—Sigue siendo tráfico y nada más—dije.

—Creo que has comprendido elpoder de la Reflexión Personal.Analizando lo que haces y en quéinviertes tu tiempo, estás estableciendoun baremo para medir tuperfeccionamiento. El único modo demejorar mañana es saber qué hashecho mal hoy.

—¿Y meditar un plan definidopara que eso no vuelva a pasar? —añadí.

—Ni más ni menos. Cometer

errores no es nada malo. Forman partede la vida y son esenciales para elcrecimiento personal. Como en eldicho «la felicidad es fruto del buencriterio, el buen criterio es fruto de laexperiencia, y la experiencia es frutodel mal criterio». Lo que sí es malo escometer una y otra vez los mismoserrores. Eso demuestra una falta deconciencia de sí mismo, la cualidadque precisamente distingue a loshumanos de los animales. Sólo el serhumano es capaz de distanciarse de símismo y analizar lo bueno y lo malo desus actos. Los perros no pueden. Lospájaros tampoco. Ni siquiera losmonos. Pero tú sí puedes. En esoconsiste precisamente el Ritual de laReflexión Personal. Averigua lo queestá bien y lo que está mal en tu vida.Y luego trata de hacer mejoras.

—Son muchas cosas en quepensar, Julián —dije.

—El sexto ritual se llama Ritualdel Despertar Anticipado.

—Aja. Creo que ya sé lo queviene ahora.

—Uno de los mejores consejosque recibí en aquel remoto paraíso deSivana fue levantarme con el sol yempezar bien el día. En generaldormimos más de lo necesario. Portérmino medio, una persona puedepasar con seis horas de sueño y estarperfectamente sana. En realidad,dormir no es más que un hábito y,como cualquier otro hábito, tú puedesentrenarte para conseguir el resultadoque buscas: en este caso, dormirmenos.

—Es que si me levanto antes, mesiento cansadísimo —dije.

—Los primeros días estarás muycansado, no lo voy a negar. Puede queincluso te sientas así toda una semana.Mira, tómalo como una pequeña dosis

de molestia a cambio de un beneficio alargo plazo. Siempre sentirás ciertaincomodidad cuando intentesestablecer un nuevo hábito. Es comoestrenar unos zapatos nuevos: alprincipio cuesta llevarlos, pero prontote sientes cómodo con ellos. Como tehe dicho antes, el dolor suele precedera todo desarrollo personal. No lotemas, al contrario.

—Está bien, me gusta la idea deprocurar despertarme antes. Pero ¿quésignifica ese «antes»?

—Otra buena pregunta. No existeun momento ideal. Como todo lo que tehe dicho hasta ahora, haz lo que creascorrecto. Y recuerda la advertencia delyogui Raman: «Huir de los extremos,moderación ante todo.»

—Levantarse con el sol meparece exagerado.

—Pues no lo es. Pocas cosas haymás naturales que levantarse cuando

despunta el día. Los sabios creían queel sol era un regalo del cielo y, si bienprocuraban no exponerse demasiado,tomaban regularmente el sol e inclusopodías verlos a menudo bailandoalegremente en la primera luz de lamañana. Yo creo que ésta es otra delas claves de su longevidad.

—¿Tú tomas el sol? —pregunté.—Por supuesto. El sol me

rejuvenece. Cuando estoy cansado, elsol me pone de buen humor. En laantigua cultura oriental, se creía que elsol estaba relacionado con el alma. Lagente lo adoraba pues hacía quecrecieran sus cultivos. Los rayos delsol liberan tu vitalidad y renuevan tudinamismo emocional y físico. Es unremedio buenísimo, siempre que lotomes con moderación. Vaya, me estoyapartando del tema. La clave está endespertarse temprano cada día.

—Mmm. ¿Y cómo introduzco este

hábito en mi rutina diaria?—Te daré un par de consejos. En

primer lugar, no olvides que lo quecuenta es la calidad del sueño, no lacantidad. Es mejor dormir seis horasseguidas profundamente, que diezhoras dando vueltas en la cama. Setrata de proporcionar a tu cuerpo eldescanso necesario para que susprocesos naturales puedan restaurar tudimensión física a su estado natural desalud, un estado que sufre lasconsecuencias del estrés diario.Muchos de los hábitos de los sabios sebasan en el principio de que loimportante es descansar bien, nodormir mucho. Por ejemplo, el yoguiRaman nunca comía después de lasocho de la tarde. Decía que lasubsiguiente actividad digestiva podíareducir la calidad de su sueño. Otroejemplo era el hábito de meditar al sonde sus arpas inmediatamente antes de

irse a acostar.—¿Qué sentido tenía hacerlo?—Deja que te haga una pregunta.

¿Qué haces tú antes de irte a dormir?—Veo las noticias con Jenny

como la mayoría de la gente queconozco.

—Me lo imaginaba —dijo Juliáncon un misterioso destello en sus ojos.

—No lo entiendo. ¿Qué hay demalo en ponerse un poco al día antesde acostarse?

—Los diez minutos previos aacostarse y los diez minutos siguientesal despertar influyen mucho en tusubconsciente. En esos momentos tumente debería estar programada conpensamientos serenos e inspiradores.

—Hablas como si la mente fueseun ordenador.

—Pues no vas desencaminado; loque introduces es lo que obtienesdespués. Lo más importante es que el

programador eres tú y nadie más.Determinando los pensamientos queentran en tu mente estás determinandolo que saldrá. Antes de ir a acostarte,no mires las noticias ni discutas connadie ni repases mentalmente losacontecimientos del día. Relájate.Toma una infusión, si quieres. Escuchaalgo de música clásica suave ydisponte a dejarte llevar por un sueñoreparador.

—Entiendo. Cuanto mejorduerma, menos horas de sueñonecesitaré.

—Exacto. Y no olvides la Regladel Veintiuno: si haces algo duranteveintiún días seguidos, se convertiráen un hábito. Así pues, aguanta tressemanas levantándote temprano antesde rendirte porque resulta demasiadoincómodo. Para entonces ya será unacosa habitual. Dentro de poco tiempopodrás levantarte tranquilamente a las

cinco y media o incluso a las cinco,dispuesto a saborear el esplendor deun día glorioso.

—De acuerdo, pongamos que melevanto cada día a las cinco y media.¿Qué hago entonces?

—Tus preguntas demuestran quepiensas, amigo mío. Te lo agradezco.Una vez en pie, hay muchas cosas quepuedes hacer. El principio fundamentalque debes tener presente es laimportancia de empezar el día bien.Como te sugería, lo que piensas y loque haces en los diez primeros minutosdel día tiene un pronunciado efecto enel resto de la jornada.

—¿En serio?—Desde luego. Piensa cosas

positivas. Ofrece una oración degracias por todo lo que tienes. Trabajatu lista de gratitudes. Escucha buenamúsica. Ve salir el sol o, si te apetece,ve a dar un corto paseo en un entorno

natural. Los sabios se echaban a reírsólo para sentir cómo fluían cadamañana los «jugos de la felicidad».

—Julián, hago todo lo posiblepor asimilar tus enseñanzas, y creo queestarás de acuerdo en que no lo hagomal para ser un novato. Pero eso suenamuy extraño, incluso para un grupo demonjes perdidos en el Himalaya.

—Pero no lo es. Adivina cuántasveces se ríe por término medio un niñode cuatro años.

—Vete tú a saber.—Yo lo sé. Trescientas. Ahora

adivina cuántas veces se ríe portérmino medio un adulto en nuestrasociedad durante un día.

—¿Cincuenta?—Más bien quince —dijo Julián,

sonriendo satisfecho—. ¿Entiendesahora? Reír es una medicina para elalma. Aunque no tengas ganas, mírateal espejo y ríe durante un par de

minutos. Te sentirás de fábula, te loaseguro. William James dijo: «Noreímos porque seamos felices. Somosfelices porque reímos.» Así queempieza el día con buen pie. Ríe, juegay da gracias por todo lo que tienes. Deeste modo cada día estará lleno deexquisitas recompensas.

—¿Qué hay que hacer paraempezar con buen pie?

—En realidad, yo he desarrolladouna rutina matinal bastante sofisticadadonde entra de todo, desde el Corazónde la Rosa a tomar un par de vasos dezumo recién exprimido. Pero hay unaestrategia en concreto que me gustaríacompartir contigo.

—Debe de ser importante.—En efecto. Poco después de

levantarte, ve a tu santuario desilencio. Concéntrate. Luego hazte estapregunta: ¿qué haría hoy si fuera miúltimo día? La clave está en

comprender el verdadero significadode la pregunta. Haz una lista mental delas cosas que harías, la gente a la quellamarías y los momentos que tegustaría saborear. Imagínate haciendoestas cosas con gran energía. Visualizacómo tratarías a tu familia y a tusamigos. Piensa incluso cómo trataríasa un perfecto desconocido si fuera tuúltimo día en este planeta. Como hedicho antes, si vives cada día como sifuera el último, tu vida adopta unacalidad mágica. Y esto me lleva alséptimo de los rituales de la VidaRadiante: el Ritual de la Música.

—Creo que éste me va a gustar—dije.

—No me cabe duda. A los sabiosles encantaba la música. Losestimulaba igual que el sol. La músicalos hacía reír, bailar y cantar. Lomismo sirve en tu caso. Jamás olvidesel poder de la música. Invierte un poco

de tiempo cada día, aunque sea sóloescuchar alguna pieza suave mientrasvas en coche al trabajo. Cuando tesientas decaído o cansado, pon unpoco de música. Es uno de los mejoresmotivadores que conozco.

—¡Aparte de ti! —exclamé—.Nada más escucharte ya me siento demaravilla. Realmente has cambiado,Julián, y no sólo externamente. Tuantiguo cinismo ha desaparecido. Lomismo que tu negatividad y tuagresividad. Das la impresión de estarrealmente en paz contigo mismo. Estanoche me has conmovido.

—¡Espera, todavía hay más! —exclamó Julián levantando un puño—.Sigamos.

—Adelante.—Muy bien. El octavo ritual es el

de la Palabra Hablada. Los sabiostenían una serie de mantras querecitaban mañana, tarde y noche. Me

decían que esta práctica era muyefectiva para mantenerse concentrado,fuerte y feliz.

—¿Qué es un mantra?—Una serie de palabras unidas

para crear un efecto positivo. Ensánscrito, man, significa «mente» y ira«liberar». Por lo tanto, mantra es unafrase pensada para liberar la mente. Ycréeme, John, los mantras logran suobjetivo de una manera poderosa.

—¿Utilizas mantras en tu rutinadiaria?

—Desde luego. Son mis fielescompañeros allá donde voy. Tanto sivoy en autobús como si camino haciala biblioteca o contemplo el mundosentado en un parque, los mantras mesirven para afirmar todo lo bueno quehay en mi mundo.

—Entonces son hablados.—No forzosamente. Las

afirmaciones escritas también son muy

efectivas. Pero he comprobado querepetir un mantra en voz alta tiene unefecto maravilloso sobre mi espíritu.Cuando necesito sentirme motivado,puedo repetir una frase dos otrescientas veces. Por ejemplo, paramantener la sensación de auto—confianza que he venido cultivando,repito: «Soy fuerte, capaz y tranquilo.»También utilizo mantras paramantenerme joven y vital —admitióJulián.

—¿Un mantra para mantenersejoven?

—Las palabras afectanprofundamente a la mente. Seanhabladas o escritas, su influjo es muypoderoso. Aunque lo que dices a losdemás es importante, lo es más lo quete dices a ti mismo.

—¿Una especie de monólogo?—En cierto modo. Tú eres eso

que piensas todo el día. Eres también

lo que te dices a ti mismo todo el día.Si dices que estás viejo y cansado,este mantra se manifestará en turealidad exterior. Si dices que eresdébil y careces de entusiasmo, así serátu mundo. Pero si dices que eres sano,dinámico y pleno de vida, tu vidacambiará radicalmente. Las palabrasque te dices a ti mismo afectan a tuautoimagen y ésta determina quémedidas tomas. Por ejemplo, si tuautoimagen es la de una persona quecarece de confianza para hacer algovalioso, sólo podrás hacer cosas quese avengan a este rasgo. Por elcontrario, si tu autoimagen es la de unindividuo radiante que no le teme anada, tus actos, una vez más, secorresponderán con esta característica.La autoimagen es una especie deprofecía que se cumple por sí sola.

—Explícate.—Si crees que eres incapaz de

hacer algo, pongamos encontrar esesocio perfecto o vivir sin estrés, tuscreencias afectarán tu autoimagen. Delmismo modo, tu autoimagen teimpedirá dar los pasos necesarios paraencontrar al socio perfecto oprocurarte una vida de serenidad. Dehecho, saboteará cualquier esfuerzoque puedas hacer en ese sentido.

—¿Por qué funciona así?—Muy sencillo. Tu autoimagen es

una especie de gobernador, jamás tedejará actuar de un modo que noconcuerde con ella. Lo bonito es que túpuedes cambiar tu autoimagen comopuedes cambiar todo lo demás. Losmantras son un método ideal paralograrlo.

—Y cuando cambio mi mundointerior, cambio también mi mundoexterior —dije.

—Aprendes muy deprisa —repuso Julián, haciendo la señal del

pulgar levantado como en sus tiemposde estrella de la abogacía—. Eso noslleva al noveno ritual de la VidaRadiante. Se llama el Ritual delCarácter Congruente. Viene a ser unaderivación del concepto de autoimagenque comentábamos antes. En pocaspalabras, este ritual exige que tomesmedidas adicionales para fraguar tucarácter. Fortalecer tu personalidadafecta a tu forma de verte y a tus actos.Esos actos, unidos, forman tus hábitos,y tus hábitos son los que te conducen atu destino. El yogui Raman lo expresómejor cuando dijo: «Siembras unpensamiento, cosechas una acción.Cosechas una acción, siembras unhábito. Siembras un hábito, cosechasun carácter. Siembras un carácter,cosechas un destino.»

—¿Qué cosas debería hacer parafraguar mi carácter?

—Todo lo que cultive tus

virtudes. Antes de que me preguntesqué quiero decir con «virtudes», dejaque te aclare el concepto. Los sabiosdel Himalaya estaban convencidos deque una vida virtuosa era una vida consentido. En consecuencia, regían todossus actos por una serie de principiosimperecederos.

—Creí que habías dicho que seregían por un propósito —objeté.

—Sí, y así es, pero la vocaciónde su vida incluía una manera de vivircongruente con estos principios, losmismos que sus antepasados habíanatesorado a lo largo de miles de años.

—¿Cuáles son esos principios,Julián?

—Laboriosidad, compasión,humildad, paciencia, honestidad ycoraje. Cuando todos tus actos seancongruentes con estos principios,sentirás una profunda sensación dearmonía y paz interiores. Vivir así

conducirá inevitablemente a tu éxitoespiritual. ¿Por qué? Porque estaráshaciendo lo correcto. Tus actos estaránen concordancia con las leyes de lanaturaleza y del universo. Es entoncescuando empiezas a beneficiarte de laenergía de esa otra dimensión, llámalopoder superior, si quieres. También esentonces cuando tu vida se adentra enel reino de lo extraordinario yempiezas a experimentar lo sagrado detu existencia. Es el primer paso paraun esclarecimiento duradero.

—¿Tú has pasado por esaexperiencia? —pregunté.

—Sí, y estoy seguro de que tú lolograrás. Obra de manera congruentecon tu verdadera personalidad. Obracon integridad. Déjate guiar por tucorazón. Lo demás vendrá por símismo. Nunca estás solo, John.

—¿Qué quieres decir?—Te lo explicaré en otro

momento. Por ahora, recuerda quedebes hacer pequeñas cosas cada díapara fraguar tu carácter. Como dijoEmerson: «El carácter es siempresuperior al intelecto.» Tu carácter sefragua cuando obras de un modoacorde con los principios que hemencionado antes. Si no lo haces así,la verdadera felicidad se te escaparáde las manos.

—¿Y el último ritual?—Es el importantísimo Ritual de

la Simplicidad, el que exige que vivasuna vida sencilla. Como decía el yoguiRaman, «no hay que vivir en el meollode las cosas nimias. Concéntrate en tusprioridades, en esas actividades quetienen verdadero sentido. Tu vida serágratificante y excepcionalmenteapacible. Te doy mi palabra».

»Tenía razón. En cuanto empecé aseparar el grano de la paja, la armoníaocupó mi vida. Dejé de vivir al ritmo

frenético a que ya me habíaacostumbrado. Dejé de vivir en el ojodel huracán. Lo que hice fue aflojar lamarcha y dedicar un tiempo a aspirarla fragancia de las proverbiales rosas.

—¿Qué hiciste para cultivar lasimplicidad?

—Dejé de usar ropa cara,abandoné mi adicción a leer seisperiódicos al día, olvidé la necesidadde estar siempre disponible para todoel mundo, me volví vegetariano y comímenos. En resumidas cuentas, redujemis necesidades. Mira, John, a menosque reduzcas tus necesidades nunca tesentirás satisfecho. Serás como aquelempedernido jugador de Las Vegas quesiempre esperaba «sólo una vueltamás» de la ruleta con la esperanza deque apareciera su número de la suerte.Siempre querrás más. ¿Cómo vas a serfeliz así?

—Pero antes has dicho que la

felicidad se consigue con larealización. Y ahora me dices quereduzca mis necesidades y me contentecon menos. ¿No es paradójico?

—Muy bien expuesto, John.Puede parecer una contradicción, perono lo es. La felicidad duradera viene,es cierto, de esforzarse en realizar tussueños. Tu mejor momento es cuandote mueves hacia adelante. La clave estáen no hipotecar tu felicidad en labúsqueda de ese elusivo Eldorado. Porejemplo, aunque yo eramultimillonario, me decía que el éxitopara mí era tener trescientos millonesde dólares en mi cuenta bancaria: unareceta para el desastre.

—¿Trescientos millones? —pregunté boquiabierto.

—Ni más ni menos. Porconsiguiente, por más dinero quetuviera, nunca estaba satisfecho. Nuncaera feliz. En el fondo no era más que

codicia. No tengo problema enadmitirlo ahora. Era un poco como lahistoria del rey Midas.

—El hombre que amaba tanto eloro que llegó a rezar para que todo loque él tocase se convirtiera en esemetal. Su deseo le fue concedido. Peroentonces el rey se dio cuenta de que nopodía comer porque la comida sehabía vuelto de oro, y asísucesivamente.

—Exacto. En la misma línea, a míme movía tanto el dinero que no sabíadisfrutar de todo lo que tenía. Sabes,llegó un momento en que lo único quepodía ingerir era pan y agua —dijoJulián con aire pensativo.

—¿Lo dices en serio? Siemprecreí que comías en los mejoresrestaurantes y acompañado defamosos.

—Eso fue al principio. Pocagente lo sabe, pero mi ritmo de vida

desequilibrado me provocó una úlcera.Era incapaz de comer una salchicha sintener ganas de vomitar. ¡Figúrate! Contanto dinero y sólo podía comer pan yagua. Era patético. —Julián se contuvo—. Pero ya no vivo en el pasado. Fueotra de las grandes lecciones de lavida. Como te he dicho antes, el dolores un magnífico maestro. Para superarel dolor, tuve primero queexperimentarlo. Sin él no estaría dondeestoy ahora —dijo estoicamente.

—¿Alguna idea sobre lo quedebería hacer para integrar en mi vidael Ritual de la Simplicidad? —pregunté.

—Puedes hacer muchas cosas.Incluso las más pequeñas sonimportantes.

—¿Por ejemplo?—Deja de levantar el teléfono

cada vez que suena, deja de malgastarel tiempo leyendo propaganda de

buzón, deja de comer fuera tres vecespor semana, renuncia a tu club de golfy pasa más tiempo con tus chicos,prescinde del reloj un día a la semana,ve salir el sol de vez en cuando, vendetu teléfono móvil y tira el busca a labasura. ¿Continúo? —preguntóretóricamente.

—Entiendo. Pero ¿vender elmóvil? —pregunté nervioso, como unbebé ante la sugerencia de que lecorten el cordón umbilical.

—Como te dije, mi misión escompartir contigo las enseñanzas querecibí durante mi viaje. No es precisoque apliques todas y cada una de lasestrategias para que tu vida funcione.Prueba las técnicas y usa las que teparezcan mejor.

—Ya. Nada de extremismos,moderación ante todo.

—Exacto.—Debo reconocer que cuanto me

dices parece estupendo. Pero ¿estásseguro de que esas técnicas traeránconsigo un cambio radical en sólotreinta días?

—Puede que con menos. O puedeque más —dijo Julián, con su clásicamirada traviesa.

—Ya estamos otra vez. Explícate,oh, sabio.

—«Julián» es suficiente, aunqueeso de «sabio» habría quedado muybien en mi antiguo membrete —bromeó—. Digo que serán menos detreinta días porque el verdaderocambio es espontáneo.

—¿Espontáneo?—Sí, es algo que pasa en un abrir

y cerrar de ojos, desde el momento enque decides en el fondo de tu alma quevas a elevar tu vida al más alto nivel.A partir de ahí serás otra persona,estarás en la senda de tu destino.

—¿Y por qué más de treinta días?

—Yo te aseguro que, practicandoestas técnicas, verás mejoras claras enel plazo de un mes a partir de ahoramismo. Tendrás más energía, menospreocupaciones, más creatividad ymenos estrés en todos los aspectos detu vida. No obstante, has de saber quelos métodos de los sabios no son cosade coser y cantar. Se trata detradiciones antiquísimas pensadas parasu aplicación cotidiana y para el restode tu vida. Si dejas de emplearlas, iráscayendo paulatinamente en tus viejoshábitos.

Cuando Julián terminó de

explicar los diez rituales de la VidaRadiante, hizo una pausa.

—Sé que quieres que siga, y esovoy a hacer. Estoy tan convencido delo que te digo, que no me importatenerte despierto toda la noche. Quizásea el momento apropiado para

ahondar un poco más.—¿Qué quieres decir? Yo creo

que todo lo que me has explicado esmuy profundo —dije.

—Los secretos que he compartidocontigo te permitirán a ti y a cuantosestén en contacto contigo crear la vidadeseada. Lo que te he enseñado hastaahora ha sido muy práctico. Perodebes saber algo acerca de la corrienteespiritual que subyace a los principiosque he bosquejado. Si no entiendes dequé hablo, no te preocupes demomento. Tómalo como es y ya lo irásasimilando más tarde.

—Cuando el alumno esté listo,aparecerá el maestro.

—Exactamente —dijo Juliánsonriendo—. Siempre has aprendidodeprisa.

—De acuerdo, oigamos la partefilosófica —dije, ajeno al hecho deque eran casi las dos y media de la

madrugada.—Dentro de ti están el sol, la

luna, el cielo y todas las maravillasdel universo. La inteligencia que creóesas maravillas es la misma fuerza quete creó a ti. Todo cuanto te rodeaprocede de la misma fuente. Todossomos uno.

—No sé si lo entiendo.—Todos los seres que pueblan la

tierra, todas las cosas que contiene,tienen un alma. Todas las almas fluyenhacia una sola, que es el Alma delUniverso. Verás, John, cuando nutrestu mente y tu espíritu, en realidad estásalimentando el Alma del Universo.Cuando te perfeccionas, estásperfeccionando las vidas de quienes terodean. Y cuando tienes el coraje deavanzar con confianza en la direcciónde tus sueños, empiezas a beneficiartedel poder del universo. Como te dijeantes, la vida da lo que tú le pides. La

vida siempre está escuchando.—¿El autodominio y el kaizen me

ayudarán a ayudar a otros?—Algo así. En la medida en que

enriquezcas tu mente, cuides tu cuerpoy alimentes tu espíritu, acabaráscomprendiéndolo.

—Julián. Sé que tienes buenasintenciones. Pero el autodominio es unideal bastante elevado para un hombreobeso como yo que ha pasado mástiempo desarrollando una clientela quedesarrollando su propia persona. ¿Quépasa si fracaso?

—El fracaso es no tener el corajede intentarlo, ni más ni menos. Loúnico que se interpone entre la gente ysus sueños es el miedo al fracaso. Sinembargo, el fracaso es esencial paratriunfar. El fracaso nos pone a prueba ynos permite crecer. Nos guía, además,por el camino del esclarecimiento. Losmaestros de Oriente dicen que cada

flecha que da en la diana es elresultado de cien flechas erradas.Sacar partido de la pérdida es una leyfundamental de la naturaleza. No temasal fracaso. El fracaso es tu amigo.

—¿Convertirse al fracaso? —pregunté, incrédulo.

—El universo favorece a losvalientes. Cuando decidas elevar tuvida a su más alto nivel, la fuerza de tualma te guiará. El yogui Raman creíaque el destino de cada uno está escritodesde el momento de nacer. Es uncamino que conduce siempre a un lugarmágico lleno de valiosos tesoros.Cada individuo debe desarrollar elcoraje necesario para avanzar por esecamino. Él me contó una historiaaleccionadora.

»Una vez, en la antigua India,

había un gigante malo que poseía unmagnífico castillo con vistas al mar.

Como el gigante había estado fueramuchos años guerreando, los niñosdel pueblo cercano solían ir a jugaral hermoso jardín del gigante. Un día,el gigante regresó y echó de su jardína todos los niños. "¡No quiero verosmás por aquí!", bufó mientrascerraba con estruendo la gran puertade roble. Luego levantó un enormemuro de mármol en torno al jardínpara que no entraran los niños. Llegóel invierno, con el frío que eshabitual en las zonas septentrionalesdel subcontinente indio, y el giganteansiaba que volviera el calor. Laprimavera iluminó el pueblo quehabía a los pies del castillo, pero lasfrías garras del invierno noabandonaron su jardín. Un día, elgigante percibió por fin lasfragancias primaverales y notó que elsol entraba radiante por susventanas. "¡Por fin la primavera!",

exclamó, corriendo al jardín. Pero noestaba preparado para lo que vio. Losniños del pueblo habían conseguidoescalar la pared del castillo y estabanjugando en el jardín. Era debido a supresencia que el jardín se habíatransformado en un lugar exuberantepoblado de rosas, margaritas yorquídeas. Todos los niños rieron dejúbilo, excepto uno, que era muchomás bajo que los demás. Lloraba condesconsuelo pues no tenía fuerzasuficiente para saltar el muro y jugaren el jardín. El gigante sintió lástimay, por primera vez en su vida, searrepintió de su maldad. "Ayudaré aese niño", dijo, corriendo hacia él.Cuando los otros lo vieron venir,huyeron del jardín temiendo por susvidas. Pero el más pequeño semantuvo firme. "Yo mataré al gigante.Defenderé nuestro lugar de recreo",dijo. Cuando el gigante se acercó al

niño, abrió sus brazos y le dijo: "Hevenido a ayudarte a saltar el muropara que juegues en el jardín. Apartir de ahora será tuyo." El niño,convertido en héroe, se sintió muyfeliz y regaló al gigante el collar deoro que siempre llevaba al cuello. "Esmi amuleto de la suerte. Quiero quelo lleves tú", dijo.

Desde aquel día, los niñosjugaron con el gigante en el jardíndel castillo. Pero aquel valientemuchacho, que era el preferido delogro, ya no volvió. Con el tiempo, elgigante enfermó y se debilitó. Losniños seguían jugando en el jardínpero él ya no tenía fuerzas para estarcon ellos. En aquellos días, el giganteno pensaba en nadie más que enaquel muchacho. Un día de inviernoespecialmente crudo, el gigante mirópor su ventana y vio algo milagroso:aunque la mayor parte del jardín

estaba cubierta de nieve, en mitad delmismo había un estupendo rosalrebosante de flores espectaculares.Junto a las rosas estaba el niño enquien el gigante había pensandotanto. El muchacho sonreíadulcemente. El gigante corrió aabrazar al muchacho. "¿Dónde hasestado todos estos años, mi jovenamigo? Te he echado muchísimo demenos." El muchacho dio unarespuesta meditada: "Hace muchotiempo me ayudaste a entrar en eljardín mágico. Ahora he venido paraque entres tú en el mío."

Más tarde, cuando los otrosniños fueron a ver al gigante, lohallaron inerme en el suelo. Estabacubierto de pies a cabeza por millaresde bellas rosas.

»Sé valiente, John, como aquel

muchacho. Mantente firme y no pierdas

de vista tus sueños. Ellos teconducirán a tu destino. Síguelo, y él teconducirá a las maravillas deluniverso. Y no pierdas de vista esasmaravillas, pues ellas te conducirán aun jardín muy especial lleno de rosas.

Cuando miré a Julián para decirleque su historia me había conmovidoprofundamente, vi algo que mesobresaltó: aquel acerado gladiador delos tribunales que había pasado granparte de su vida defendiendo a losricos y los famosos se había echado allorar.

Resumen de acción delcapítulo 9

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El símbolo:

La virtud:

Practicar el kaizen

La enseñanza:

El autodominio es el ADN deldominio de la vida

El éxito empieza por dentroEl esclarecimiento se logra

mediante el cultivo constante de lamente, el cuerpo y el alma

Las técnicas:

Hacer las cosas que nos danmiedo

Los diez rituales de la VidaRadiante

Cita valiosa:

El universo favorece a losvalientes. Cuando decidas elevar tualma a su más alto nivel, la fuerza detu alma te guiará a un lugar mágicorepleto de valiosos tesoros.

DIEZ

El poder de ladisciplina

Estoy convencido de que en estedía somos dueños de nuestro destino,que la tarea que se nos ha impuestono es superior a nuestras fuerzas, quesus acometidas no están por encimade lo que puedo soportar. Mientrastengamos fe en nuestra causa y unaindeclinable voluntad de vencer, lavictoria estará a nuestro alcance.

WINSTON CHURCHILL Julián siguió utilizando la fábula

mística del yogui Raman como piedraangular de las enseñanzas que estaba

compartiendo conmigo. Yo sabía queel jardín de mi mente era una mina depoder y potencialidad. Por el símbolodel faro, había aprendido la granimportancia de tener un propósitoclaro en la vida y la efectividad demarcarse objetivos. Mediante elejemplo del luchador de sumo japonés,me había introducido en el conceptodel kaizen y en los beneficios que sederivarían del autodominio. Peroignoraba que lo mejor estaba porvenir.

—Recordarás que nuestro amigoel voluminoso luchador estabadesnudo.

—Sin contar el cable de alambrecolor de rosa que cubría sus partespudendas —repuse animadamente.

—Cierto —asintió Julián—. Elcable rosa servirá para recordarte elpoder de la disciplina cuando quieresforjarte una vida más plena, feliz y

esclarecida. Los maestros de Sivanaeran sin duda las personas más sanas,contentas y serenas que he conocidojamás. Pero también las másdisciplinadas. Estos sabios meenseñaron que la virtud de laautodisciplina es como un cable dealambre. ¿Alguna vez te has parado aexaminar un cable, John?

—No es que sea una de misprioridades, la verdad —admití conuna sonrisa.

—Hazlo cuando tengas ocasión.Verás que consiste en muchos ydiminutos alambres puestos unoencima de otro. Cada alambre por sísolo es fino y frágil. Pero todos juntossuman mucho más que sus partes, deforma que el cable es más fuerte que elhierro. Algo similar ocurre con elautocontrol y la fuerza de voluntad.Para tener una voluntad de hierro esesencial ofrecer pequeños tributos a la

virtud de la disciplina personal.Convertidos en algo rutinario, estosactos van aglutinándose hasta producirfinalmente una gran fuerza interior.Hay un viejo proverbio africano que loexpresa mejor: «Varias telarañasunidas pueden atrapar a un león.» Siliberas tu fuerza de voluntad teconviertes en dueño de tu mundopersonal. Cuando practiquescontinuamente el viejo arte delautodominio, no habrá obstáculo nicrisis que no puedas superar. Laautodisciplina te proporcionará lasreservas mentales requeridas paraperseverar cuando la vida te ponga aprueba.

»Déjame prevenirte de una cosa:la falta de fuerza de voluntad es unaenfermedad mental —añadió Julián—.Si padeces esta debilidad, procuraponerle solución cuanto antes. Laabundancia de fuerza de voluntad y de

disciplina es uno de los principalesatributos de todos aquellos concarácter fuerte y una vida maravillosa.La fuerza de voluntad te permite hacerlo que dijiste que harías: levantarte alas cinco de la mañana para cultivar tumente mediante la meditación. Oalimentar tu espíritu con un paseo porel bosque cuando la cama te reclamaen un frío día de invierno. Es la fuerzade voluntad lo que te permite contenerla lengua cuando alguien te insulta ohace algo con lo que no estás deacuerdo, lo que impulsa tus sueñoscuando las alternativas parecen estaren con—tra, lo que te da la fuerzainterior para ser fiel a tuscompromisos para con los demás y,sobre todo, para contigo mismo.

—¿De veras es tan importante?—Es la virtud esencial de toda

persona que se ha creado una vidallena de pasión, potencialidad y paz.

Julián sacó de su túnica unmedallón de plata, de esos que se venen una exposición sobre el AntiguoEgipto.

—No era necesario —bromeé.—Los Sabios de Sivana me lo

regalaron la última noche que pasé conellos. Fue una jubilosa celebraciónentre miembros de una familia quevivía la vida al máximo. Fue tambiénuna de las noches más memorables, ymás tristes, de mi vida. Yo no queríaabandonar el nirvana de Sivana. Aquélera mi santuario, un oasis de cosasbuenas. Los sabios se habíanconvertido en mis hermanosespirituales. Una parte de mi vida sequedó allá arriba, en el Himalaya.

—¿Qué dicen las palabrasgrabadas en el medallón?

—Te las leeré. No las olvidesnunca, John. A mí me han ayudadomucho cuando la situación se ponía

difícil. Rezo para que a ti también teconsuelen en momentos de apuro.Escucha:

Mediante el acero de la

disciplina, forjarás un caráctercolmado de coraje y de paz. Mediantela virtud de la voluntad, estásdestinado a alcanzar el más alto idealde la vida y a vivir en una mansióncelestial llena de cosas buenas, devitalidad y alegría. Sin ello, estásperdido como un marino sin brújula,ese marino que al final se hunde consu barco.

—Nunca he pensado en la

importancia del autodominio —admití—, aunque algunas veces sí hedeseado ser más disciplinado. ¿Estásdiciendo con esto que la disciplina sepuede desarrollar igual que mi hijomayor desarrolla sus bíceps en el

gimnasio?—La analogía es excelente. Tú

pones en forma tu fuerza de voluntadcomo tu hijo pone en forma sumusculatura. Cualquier persona, pormás débil o aletargada que pueda estarahora, puede ganar en disciplina en unplazo relativamente corto. Gandhi esun buen ejemplo. Cuando la gentepiensa en este santo moderno suelerecordar a un hombre que podía estarsemanas sin comer y soportartremendos dolores en aras de susconvicciones. Pero si estudias la vidade Gandhi, verás que no siempre fueun maestro del autodominio.

—No me dirás que Gandhi eraadicto al chocolate, ¿verdad?

—Claro que no, John. En suépoca de abogado en Sudáfrica, erapropenso a arranques y exabruptos, ylas disciplinas del ayuno y lameditación le eran tan extrañas como

el sencillo taparrabos blanco que alfinal se convirtió en su seña deidentidad.

—¿Sugieres que con una buenamezcla de adiestramiento ypreparación yo podría tener la mismafuerza de voluntad que Gandhi?

—Todos somos diferentes. Unode los principios fundamentales que elyogui Raman me enseñó es que laspersonas realmente esclarecidas nuncabuscan ser como otros, sino quepersiguen ser superiores a su propioyo. No compitas con los demás.Compite contigo mismo —replicóJulián.

»Cuando tengas autodominio,dispondrás de fortaleza para hacer loque siempre has querido hacer, tanto sies entrenarte para la maratón como sies dominar el arte del rajting o dejarla abogacía y dedicarte a la pintura.No te voy a juzgar, tus sueños son sólo

tuyos. Sólo te digo que todas estascosas estarán a tu alcance cuandocultives las reservas dormidas de tufuerza de voluntad.

»Dotar a tu vida de autodominio ydisciplina —añadió— te dará tambiénuna intensa sensación de libertad. Estosolo ya cambiará las cosas.

—¿A qué te refieres?—La mayoría de las personas

goza de independencia para ir a dondequiere y hacer las cosas que le gustahacer. Pero muchas son esclavas desus impulsos. Se han vuelto reactivasen vez de proactivas, esto es, soncomo la espuma del mar golpeando unacantilado, a merced de las mareas. Siestán con la familia y alguien deltrabajo telefonea diciendo que hayproblemas, salen pitando de casa sinpensar qué actividad es más crucialpara el conjunto de su bienestar y parael propósito de sus vidas. Después de

lo que he observado en todos estosaños, tanto aquí como en Oriente, digoque esas personas tienen autonomíapero carecen de libertad. Carecen delingrediente clave para una vida llenade significado: la libertad para ver elbosque además de los árboles, lalibertad de escoger lo que es justo porencima de lo que es apremiante.

Julián estaba en lo cierto. Por

supuesto, yo no podía quejarme. Teníauna familia estupenda, una casacómoda y un trabajo muy próspero.Pero realmente no podía afirmar quehubiese alcanzado la libertad. Mibusca era para mí un apéndice tanvalioso como mi brazo derecho. Yosiempre iba corriendo. Nunca parecíatener tiempo suficiente paracomunicarme con Jenny, y pensar en unrato de tranquilidad en un futuropróximo me parecía tan probable como

pensar en ganar la maratón de Boston.Cuanto más lo pensaba, máscomprendía que probablemente nohabía llegado a probar el néctar de laverdadera e ilimitada libertad.Supongo que era un esclavo de misimpulsos. Siempre hacía lo que losdemás me decían que debía hacer.

—¿Y seré más libre a base defuerza de voluntad?

—La libertad es como una casa:se construye ladrillo a ladrillo. Elprimer ladrillo que deberías poner esla fuerza de voluntad. Es la virtud quete inspira a hacer lo correcto en cadamomento. Te da la energía para obrarcon coraje. Te da el control para vivirla vida que has imaginado, en vez deaceptar la vida que llevas.

Julián apuntó también losbeneficios prácticos que se derivaríande cultivar la disciplina.

—Lo creas o no, desarrollar el

poder de tu voluntad puede borrar elhábito de preocuparte, mantener tusalud y darte más energía de la que hastenido nunca. Mira, John, elautodominio no es sino control de lamente. La voluntad es la reina de lospoderes mentales. Cuando dominas tumente dominas tu vida. Para dominarla mente hay que empezar siendo capazde controlar todos y cada uno de lospensamientos. Cuando hayasdesarrollado la habilidad de descartartodo pensamiento débil y centrartesólo en los buenos y positivos, tucomportamiento será bueno y positivo.Pronto atraerás hacia tu vida las cosasque son buenas y positivas.

»Un ejemplo. Supongamos queuno de tus objetivos personales eslevantarte cada mañana a las seis ysalir a correr un poco por el parquecercano a tu casa. Supón que estamosen pleno invierno y que el despertador

te saca de un sueño profundo yreparador. Tu primer impulso esapagarlo y seguir durmiendo. Bueno,ya irás a correr mañana. Esto se repitedurante unos días hasta que decidesque ya eres demasiado viejo paracambiar de hábitos y que el objetivode ponerse en forma es poco realista.

—Me conoces muy bien —dije.—Consideremos un guión

distinto. Estamos aún en plenoinvierno. Suena el despertador y túpiensas en quedarte acostado. Pero enlugar de someterte a tus hábitos,opones a éstos ideas más poderosas.Empiezas a imaginarte en perfectaforma física, y cómo afecta eso a tuaspecto y tu manera de sentir, deactuar. Oyes los cumplidos de tuscolegas cuando pasas frente a elloscon tu cuerpo esbelto y atlético. Teconcentras en aquello que puedeslograr con la energía que te

proporciona un programa regular deejercicios. Se acabaron las noches anteel televisor porque estás demasiadocansado para hacer cualquier otracosa. Tu vida está llena de vitalidad,entusiasmo y significado.

—Pero imagina que lo hago y aúntengo ganas de seguir durmiendo envez de salir a correr.

—Durante los primeros días tecostará un poco, y sentirás ganas devolver a tus viejos hábitos. El yoguiRaman tenía una fe ciega en uno deestos principios ancestrales: lopositivo siempre vence a lo negativo.Si continúas rechazando lospensamientos débiles que con los añospueden haberse colado en el palaciode tu mente, al final verán que no sonbienvenidos y su única opción serámarcharse.

—¿Estás diciendo que lospensamientos son entes físicos?

—Sí, y están bajo tu control. Estan fácil tener pensamientos positivoscomo tenerlos negativos.

—Pero entonces ¿por qué tantagente se preocupa y sólo piensa en lainformación negativa que el mundo nosda?

—Porque no han aprendido elarte del autocontrol y el pensamientodisciplinado. Las personas con las quehe hablado no tienen, en su mayoría, lamenor idea de que poseen el poder decontrolar todas y cada una de las cosasque piensan, en cada momento de cadadía de sus vidas. Creen que lospensamientos ocurren y basta, jamáshan reparado en que si no te dastiempo para controlarlos, tuspensamientos te dominarán. Cuandoempieces a concentrarte sólo enpensamientos positivos, rechazandolos negativos a fuerza de voluntad, teaseguro que los pensamientos malos se

marchitarán enseguida.—Entonces, si quiero ser capaz

de levantarme temprano, comer menos,leer más, preocuparme menos, ser máspaciente o ser más afectuoso, ¿lo únicoque he de hacer es emplear la fuerzade voluntad para limpiar mispensamientos?

—El que controla suspensamientos, controla su mente. Elque controla su mente, controla suvida. Cuando alcanzas la fase decontrolar totalmente tu vida, teconviertes en dueño y señor de tudestino.

Yo necesitaba oír eso. En eltranscurso de aquella extraña peroinspiradora velada yo había pasado deser un escéptico que analizabaescrupulosamente a un abogado decampanillas convertido en yogui a serun creyente cuyos ojos se habíanabierto por primera vez en su vida.

Deseé que Jenny lo hubieraescuchado todo. En realidad, deseéque también mis hijos hubieran sidopartícipes de aquella sabiduría.Sospechaba que les habría afectadoigual que a mí. Yo siempre habíaquerido ser un mejor padre de familiay vivir de forma más plena, perosiempre había estado ocupado ensofocar esos fuegos de la vida que tanapremiantes me parecían. Podíatratarse de una debilidad, una falta deautodominio. La incapacidad de ver elbosque por culpa de los árboles, talvez. La vida pasaba muy rápidamente.Me parecía ayer cuando yo estudiabaleyes, lleno de entusiasmo y energíajuveniles. Soñaba con ser un políticoimportante o incluso un juez deltribunal supremo. Pero a medida quetranscurrían los años me dejé llevarpor la rutina. Incluso cuando era unabogado altanero, Julián solía decirme

que «la complacencia mata». Cuantomás pensaba en ello, más me percatabade que había perdido mi avidez. Estoya no era avidez por tener una casamás grande o un coche más veloz, sinola de vivir con más significado, conmás alegría y con más satisfacción.

Empecé a discurrir mientrasJulián seguía hablando. Ajeno a lo queme estaba diciendo ahora, me viprimero como un hombre de cincuentao sesenta años. ¿Estaría trabajando delo mismo y luchando con las mismascosas en esa etapa de mi vida? Metemí que sí. Yo siempre había queridocontribuir al mundo de alguna manera,y no lo estaba haciendo. Creo que fueentonces, con Julián sentado cerca demí en el suelo de mi sala de estar enesa calurosa noche de julio, cuandocambié. Los japoneses lo llamansatori, que significa «despertarinstantáneo», y eso fue exactamente

para mí. Tomé la decisión de realizarmis sueños y hacer de mi vida muchomás de lo que había sido hastaentonces. Ahí fue cuando saboreé porprimera vez la auténtica libertad, laque se desprende de decidir que unotoma las riendas de su vida y de todoslos elementos que la constituyen.

—Te daré una fórmula paradesarrollar la fuerza de voluntad —dijo Julián, sin saber la transformacióninterior que yo acababa deexperimentar—. El conocimiento sinlas herramientas adecuadas paraaplicarlo no es conocimiento. Cadadía, mientras vas andando al trabajo,quisiera que repitieses unas pocaspalabras.

—¿Es uno de esos mantras quemencionabas antes? —pregunté.

—Así es. Un mantra cuyaexistencia se remonta a más de cincomil años, aunque sólo el pequeño

grupo de Sivana tiene conocimientodel mismo. El yogui Raman me dijoque repitiéndolo yo desarrollaría enpoco tiempo el autodominio y unavoluntad indomable. Recuerda que laspalabras tienen una gran influencia.Las palabras son la encarnación verbaldel poder. Si llenas tu mente depalabras buenas, te vuelvesbondadoso. Si llenas tu mente depensamientos de coraje, te vuelvesvaleroso. Las palabras tienen poder.

—Lo sé.—Éste es el mantra que te sugiero

repitas al menos treinta veces al día: «Soy más de lo que aparento,

toda la fuerza y el poder del mundoestán en mi interior.»

Verás cambios profundos en tu

vida. Para conseguir resultados másinmediatos, mezcla este mantra con la

práctica de la visualización creativa.Por ejemplo, busca un lugar tranquilo.Siéntate con los ojos cerrados. Nodejes que tu mente se extravíe. Manténel cuerpo inmóvil, pues el síntoma másclaro de una mente débil es un cuerpoincapaz de descansar. Repite el mantraen voz alta, una y otra vez. Mientras lohaces, imagínate como una personadisciplinada y resuelta, con absolutocontrol de tu mente, cuerpo y espíritu.Imagínate obrando como hubieranobrado Gandhi o la Madre Teresa deCalcuta ante una situación difícil. Tenpor seguro que los resultados seránsorprendentes.

—¿Ya está? —pregunté,sorprendido por la aparentesimplicidad de la fórmula propuesta—. ¿Podré echar mano de las reservasde mi fuerza de voluntad practicandoeste simple ejercicio?

—Es una técnica que los maestros

espirituales de Oriente han enseñadodesde hace siglos. Si sigue en vigor esporque funciona. Como siempre, juzgapor los resultados. Si te interesa, hayun par de ejercicios más para liberarla fuerza de voluntad y cultivar ladisciplina interior. Pero te adviertoque al principio podrán parecerteextraños.

—Oye, Julián, estoy fascinadopor lo que me cuentas. No te detengasahora.

—Bien. Lo primero es empezarhaciendo las cosas que no te gustan.Puede ser algo tan simple comohacerte la cama cada ¡mañana o ir altrabajo andando y no en coche.Habituándote a ejercitar tu voluntad,dejarás de ser un esclavo de tusimpulsos más débiles.

—¿Evitar la atrofia?—Exactamente. Para aumentar la

fuerza de voluntad y la fortaleza

interior primero debes ponerlas enpráctica. Cuanto más ejercites elembrión de la autodisciplina, másrápidamente madurará y te dará losresultados que deseas obtener. Elsegundo ejercicio es uno de losfavoritos del yogui Raman. Solíapasarse un día entero sin hablar, salvopara responder a preguntas directas.

—¿Una especie de voto desilencio?

—En realidad no era otra cosa,John. Los monjes tibetanos quepopularizaron esta práctica creían queestar callado durante un período largode tiempo tenía el efecto de reforzar lapropia disciplina.

—Pero ¿cómo?—Guardando silencio durante un

día, lo que haces básicamente escondicionar tu voluntad para que hagalo que tú le ordenes. Cada vez quesurge la necesidad de hablar, refrenas

ese impulso y te quedas callado. Tuvoluntad no tiene una mente propia.Espera a que tú le des instruccionesque la hagan ponerse en movimiento.Cuanto más control ejerces sobre ella,más poderosa puede llegar a ser. Elproblema es que la mayoría de la genteno utiliza su fuerza de voluntad.

—¿Y por qué?—Probablemente porque la

mayoría de la gente cree no tener esafuerza. Culpan a todo y a todos, salvoa ellos mismos, de esta aparentedebilidad. Los que tienen muy malgenio dicen que no lo pueden evitar,que su padre era igual. Los que sepreocupan demasiado dicen que no esculpa suya, que tiene un trabajo muyestresante. Los que duermen más de lacuenta dicen que su cuerpo lo necesita.Todas estas personas carecen de laresponsabilidad que es el producto deconocer el extraordinario potencial

que todos tenemos en nuestro interior,esperando un motivo para pasar a laacción. Cuando conozcas a fondo lasleyes de la naturaleza, las quegobiernan el funcionamiento deluniverso y de todas sus criaturas,sabrás también que tienes el derechonatural a ser todo aquello que puedesser. Tú posees la fuerza para ser másque tu entorno. Del mismo modo,tienes la capacidad de ser algo másque un prisionero de tu pasado. Parahacerlo, debes convertirte en dueño detu voluntad.

—Suena complicado.—En realidad, es un concepto

práctico. Imagina lo que podrías llegara hacer si doblaras o triplicaras lafuerza de voluntad que tienesactualmente. Podrías iniciar eseprograma de ejercicios con el quesueñas hace tiempo, podrías ser muchomás eficaz con tu tiempo, podrías

borrar el hábito de preocuparte, opodrías ser el marido ideal. Usar tuvoluntad te permite reavivar la energíavital que dices haber perdido.

—Resumiendo, el quid de lacuestión estaría en utilizar mi voluntadde manera regular.

—Así es. Decídete a hacer lascosas que deberías hacer, en lugar deseguir el camino del mínimo esfuerzo.Empieza a combatir la fuerzagravitatoria de tus malos hábitos delmismo modo que un cohete espacialsupera la fuerza de la gravedad paraentrar en el cosmos. Ponte a prueba yverás lo que sucede en cuestión desemanas.

—¿Ayudará el mantra?—Sí. Repetir ese mantra que te he

dado, junto con la práctica diaria deverte como tú deseas ser, te servirá deapoyo a medida que vayas creando esavida disciplinada que te conecta con

tus sueños. Y no es preciso que locambies todo en un día. Empieza porlo pequeño, has de dar el primer paso.Vamos creciendo de manera paulatina.Entrenarte a levantarte una hora antes yno perder ese maravilloso hábitoreforzará la confianza en ti mismo y teservirá de inspiración para alcanzarcotas más altas.

—No veo la relación —confesé.—Pequeñas victorias conducen a

grandes victorias. Para alcanzar logrande debes reforzar antes lopequeño. Siendo coherente con ladecisión de levantarte más temprano,sentirás el placer y la satisfacción queda el realizar algo. Te has marcado unameta y la has conseguido. Eso sientabien. El truco está en seguir subiendoel listón constantemente. Esopropiciará el mágico impulso que temotivará a seguir explorando tuinfinito potencial. ¿Te gusta esquiar?

—Me encanta —dije—. Jenny yyo llevamos a los chicos a esquiarsiempre que podemos, que no es muy amenudo.

—Bien. Piensa en lo que se sientecuando arrancas desde lo alto de lapista. Al principio vas despacio, peroal poco rato estás volando cuestaabajo como si el mañana no existiera.¿Cierto?

—Yo soy un ninja esquiando.¡Adoro la velocidad!

—¿Qué te impulsa a ir tanrápido?

—¿Mi físico aerodinámico? —bromeé.

—Ya. —Rió Julián—. Larespuesta es el «ímpetu». Y el ímpetues también el ingrediente necesariopara la autodisciplina. Como decíaantes, empieza poco a poco, ya sealevantándote más temprano, dando uncorto paseo cada noche o simplemente

apagando el televisor cuando sabesque ya tienes bastante. Estas pequeñasvictorias crean ese ímpetu que teanima a dar pasos más largos en lasenda de tu yo superior. En pocotiempo estarás haciendo cosas quejamás habías creído ser capaz dehacer, con un vigor y una energía quedesconocías en ti. Es un procesoabsolutamente delicioso, John. Y elcable color de rosa de la fábulamágica te recordará siempre el poderde tu voluntad.

Justo cuando Julián terminaba de

revelar sus ideas sobre el tema de ladisciplina, advertí los primeros rayosde sol asomando a la sala de estar. Vaa ser un gran día, me dije. El primerdía del resto de mi vida.

Resumen de acción delcapítulo 10

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El Símbolo:

La Virtud:

Vivir con Disciplina

La Enseñanza:

· La disciplina se lograrealizando constantementepequeños actos de coraje.

· Para que madure elembrión de la autodisciplinahay que alimentarlo.

· La fuerza de voluntad esla virtud esencial de una vida

realizada.

Las Técnicas:

Mantras/Visualización creativaEl voto de silencio

Cita Valiosa:

Rechaza los pensamientosdébiles que se hayan colado en elpalacio de tu mente; verán que no sonbienvenidos y su única opción serámarcharse.

ONCE

La más preciadamercancía

Un tiempo bien organizado es laseñal más clara de una mente bienorganizada.

Sir Isaac Pitman —¿Sabes qué es lo gracioso de la

vida? —me preguntó Julián.—Dímelo tú.—Que cuando la mayoría de la

gente se da cuenta de lo que realmentequiere y de cómo obtenerlo, suele serdemasiado tarde. Los jóvenes nosaben, los viejos no pueden.

—¿Es ése el sentido del

cronógrafo de la fábula?—Sí. El luchador de sumo

japonés con el cable color de rosa quecubre sus partes resbala en uncronógrafo de oro que alguien haperdido en el hermoso jardín —merecordó Julián.

—Lo recuerdo muy bien —sonreí.

A estas alturas, me había dadocuenta de que la fábula mística delyogui Raman no era más que una seriede apuntes pensados para enseñar aJulián los elementos de su filosofía dela vida esclarecida, al tiempo queservían para ayudarle a recordar cadapaso. Se lo dije.

—Ah, el sexto sentido delabogado —replicó él con una sonrisa—. Tienes toda la razón. Los métodosde mis maestros me parecieron rarosal principio, y yo me esforcé porcomprender el significado del cuento

como tú te preguntabas de qué estabahablando cuando empecé a relatar lafábula. Pero te diré, John, que los sieteelementos de la historia, desde eljardín y el luchador de sumo hasta lasrosas amarillas y el camino dediamantes, que ahora pasaré aexplicarte, sirven de poderososrecordatorios de lo que aprendí allá enSivana. El jardín hace que meconcentre en pensamientosinspiradores, el faro me recuerda queel propósito de la vida es una vida depropósito, el luchador de sumo mehace centrar en un autodescubrimientoconstante, y el cable rosa me remite alas maravillas de la fuerza devoluntad. No pasa un día en que nopiense en la fábula y reflexione sobrelos principios que me enseñó el yoguiRaman.

—¿Y qué representa exactamenteel cronógrafo de oro?

—Es un símbolo de nuestra másimportante mercancía: el tiempo.

—¿Y los pensamientos positivos,y el autodominio?

—Sin el tiempo no son nada. Alos seis meses de mi llegada aldelicioso retiro de Sivana, uno de lossabios vino a mi cabaña de rosasmientras yo estaba estudiando. Era unamujer llamada Divea,extraordinariamente hermosa, con unoscabellos negrísimos que le caían hastala cintura. Con voz muy dulce y amableme dijo que ella era el miembro másjoven de la comunidad. Me dijotambién que venía a verme siguiendoinstrucciones del yogui Raman, el cualle había explicado que yo era el mejoralumno que había tenido nunca.

»"Tal vez sea el dolor que sufristeen tu vida anterior lo que te permiteabrazar nuestra sabiduría con elcorazón tan abierto", dijo ella. "Por

ser la más joven de la comunidad, seme ha pedido que te traiga un regalo departe de todos nosotros. Te loofrecemos como muestra de respeto,por haber viajado desde tan lejos paraaprender nuestra sabiduría. En ningúnmomento has ridiculizado nuestrastradiciones. Por consiguiente, aunquenos dejarás dentro de unas semanas, teconsideramos uno de los nuestros.Ningún visitante ha recibido jamás loque ahora voy a darte."

—¿Cuál fue el regalo? —pregunté.

—Divea sacó un objeto de subolsa de algodón y me lo dio. Envueltoen una especie de papel muy aromáticohabía algo que me sorprendió: unpequeño reloj de arena hecho convidrio soplado y un taquito de maderade sándalo. Divea me dijo que cadauno de los sabios había recibido unode aquellos instrumentos en su niñez.

«Aunque no tenemos posesiones ynuestra vida es pura y simple,respetamos el tiempo y notamos sutranscurso. Estos pequeños relojes nossirven como recordatorio de nuestramortalidad y de la importancia devivir plenamente mientras avanzamosen el camino de nuestros propósitos.»

—¿Así que esos monjes perdidosen las cumbres del Himalayarespetaban el tiempo?

—Todos ellos comprendíanperfectamente la importancia deltiempo. Todos habían desarrollado loque yo llamo una «conciencia deltiempo». El tiempo se nos escurre delas manos como granitos de arena, y yano vuelve. Quienes usan el tiemposabiamente desde una edad tempranatienen la recompensa de una vida ricay productiva. Quienes jamás hanconocido el principio de que «dominarel tiempo es dominar la vida» nunca

llegarán a ser conscientes de suenorme potencial humano. El tiempotodo lo iguala. Tanto el rico como eldesposeído, tanto el que vive en Texascomo el que vive en Tokio, todosdisponemos de los mismos días deveinticuatro horas. Lo que distingue aquienes viven una vida de excepciónes el modo en que emplean el tiempo.

—Una vez oí decir a mi padreque la gente atareada es la única quetiene tiempo de sobra. ¿Tú qué opinas?

—Estoy de acuerdo. La genteproductiva y atareada es muy eficazcon su tiempo; no le queda otroremedio si quiere sobrevivir. Serbueno administrando el tiempo nosignifica volverse adicto al trabajo. Alcontrario, dominar el tiempo te permitedisponer de más tiempo para hacer lascosas que para ti tienen mássignificado. El dominio del tiempoconduce al dominio de la vida.

Adminístralo bien. Y recuerda que esun recurso no renovable.

»Déjame ponerte un ejemplo.Supón que es lunes por la mañana yque tienes un montón de citas,reuniones y comparecencias. En vez delevantarte a las 6.30, tomar un café atoda prisa y salir pitando hacia eltrabajo para pasarte el día con lalengua fuera, imagina que te tomasquince minutos la noche antes paraplanear tu jornada. O, más efectivoaún, supón que te tomas una hora de tudomingo para organizarte la semana.En tu agenda has anotado cuándo debesreunirte con tus clientes, cuándo tededicarás a investigaciones legales ycuándo devolverás llamadastelefónicas. Es más, tus objetivospersonales, sociales y espiritualespara la semana también constan en tuagenda. Con este acto tan sencillo dasequilibrio a tu vida. Asegurando los

aspectos más vitales de tu vida en unprograma diario, estás asegurando quela semana de trabajo, y tu vida,conserve su paz y su significado.

—No estarás sugiriendo que metome un descanso en plena actividadpara pasear por el parque o irme ameditar, ¿verdad?

—Naturalmente que sí. ¿Por quéte aferras tanto a las convenciones?¿Por qué piensas que has de hacer loque hacen los demás? Corre tu propiacarrera, John. ¿Por qué no empiezas atrabajar una hora antes y así puedes ira pasear a media mañana por esehermoso parque que hay cerca de tuoficina? ¿O por qué no haces unashoras extra a principios de semanapara terminar el viernes con tiempo desobra para llevar a tus hijos al zoo? ¿Opor qué no empiezas a trabajar en tucasa un par de días por semana y asíves más a tu familia? Sólo estoy

diciendo que planifiques el trabajo yadministres tu tiempo de maneracreativa. Concéntrate en tusprioridades; las cosas más importantesde tu vida no deberían ser sacrificadasa las menos importantes. Y recuerdaque quien fracasa en la planificación,planifica su fracaso. Anotando no sólotus citas de trabajo sino también tuscompromisos contigo mismo de leer,relajarte o escribir una carta de amor atu esposa, serás mucho más productivocon tu tiempo. No olvides que eltiempo que empleas en enriquecer tushoras de asueto no es tiempomalgastado; eso hará que seas muchomás eficiente cuando estés trabajando.Deja de vivir en compartimientosestancos y entiende de una vez portodas que cuanto haces forma un todoindivisible. Tu comportamiento encasa afecta a tu comportamiento en eltrabajo. Tu trato con la gente en la

oficina afecta al trato que das a tufamilia y tus amigos.

—De acuerdo, Julián, pero es queyo no tengo tiempo de descansar enmitad del día. De hecho, trabajo hastala noche. Últimamente mi horario metiene colapsado. —Noté un vahído enel estómago al pensar en la cantidad detrabajo que me esperaba.

—Estar ocupado no es excusa. Lacuestión es: ¿qué es lo que te tiene tanocupado? Una de las grandes reglasque aprendí de aquel viejo sabio esque el ochenta por ciento de losresultados que consigues en la vidaviene de sólo el veinte por ciento delas actividades que ocupan tu tiempo.El yogui Raman lo llamaba «la viejaregla del Veinte».

—No te sigo.—Bien. Volvamos a tu apretado

lunes. De la mañana a la noche podríasemplear el tiempo haciendo muchas

cosas, desde hablar por teléfono conclientes y redactar alegatos hastaleerle un cuento a tu hijo pequeño ojugar al ajedrez con tu mujer. ¿Deacuerdo?

—Sí.—Pero de los cientos de

actividades a los que dedicas tutiempo, sólo un veinte por ciento tedará resultados duraderos y reales.Sólo el veinte por ciento de lo quehagas tendrá influencia sobre lacalidad de tu vida. Ésas son lasactividades de «alto impacto». Porejemplo, a diez años vista, ¿crees quetodo el tiempo que habrás pasadochismorreando en un restaurante llenode humo o viendo la televisión habráservido para algo?

—No, supongo que no.—Bien. Entonces estarás de

acuerdo también en que hay ciertasactividades que sí interesan, y mucho.

—¿Quieres decir, por ejemplo, eltiempo invertido en mejorar misconocimientos legales, en enriquecermis relaciones con los clientes y en serun abogado más eficiente?

—Sí, y el tiempo invertido enfomentar tu relación con Jenny y conlos chicos. Tiempo invertido en estaren contacto con la naturaleza yagradecer todo lo que tienes la suertede poseer. Tiempo invertido enrenovar tu mente, tu cuerpo y tuespíritu. Son sólo algunas de lasactividades de alto impacto que tepermitirán diseñar la vida quemereces. Dirige todo tu tiempo a lasactividades que interesan. La genteesclarecida se mueve por prioridades.Éste es el secreto del dominio deltiempo.

—Caray. ¿El yogui Raman teenseñó todo eso?

—Me he convertido en un

estudiante de la vida. El yogui Ramanfue sin duda un maestro maravilloso yyo no le olvidaré jamás. Pero todasesas lecciones que he aprendido enmis variadas experiencias se han unidoahora como piezas de un granrompecabezas para mostrarme elcamino hacia una vida mejor.

»Confío en que tú aprendas demis primeros errores. Hay personasque aprenden de los errores ajenos.Éstos son los sabios. Otros piensanque las verdaderas enseñanzas vienende la experiencia personal. Éstossoportan dolor e inquietudesinnecesarias durante toda su vida.

Como abogado, había asistido a

muchos seminarios sobre laorganización del tiempo. Sin embargo,nunca había oído nada parecido a lafilosofía de Julián. Organizar el tiempono era simplemente algo en lo que uno

pensaba en horas de trabajo y olvidabadespués. Era más bien un sistemaholístico que podía hacer másequilibradas y satisfactorias todas lasfacetas de mi vida, si lo aplicabacorrectamente. Aprendí queplanificando mi jornada y tomando eltiempo necesario para asegurar un usoequilibrado del mismo, no sólo iba aser más productivo, sino también másfeliz.

—Vaya, conque la vida es comouna larga tira de beicon —tercié yo—.Para ser dueño de tu tiempo has deseparar la grasa de la carne.

—Excelente. Estás en la onda. Yaunque mi faceta vegetariana meempuja a lo contrario, te diré que meencanta la analogía porque da justo enel clavo. Cuando empleas tu tiempo ytu preciosa energía en la carne, no tequeda tiempo para malgastar en lagrasa. En ese punto tu vida pasa del

reino de lo ordinario a la exquisitez delo extraordinario. Es ahí dondeempiezas realmente a ser dueño de tudestino y las puertas del templo delesclarecimiento se abren de par en par.

»Eso me lleva a otra cuestión —prosiguió Julián—. No dejes que otroste roben tiempo. Cuídate de losladrones de tiempo. Son esas personasque siempre te telefonean cuandoacabas de acostar a tus hijos y te hasapoltronado en tu butaca para leer unanovela. Son las personas que tienen lacostumbre de pasarse por tu oficinajusto cuando acabas de encontrar unosminutos en mitad de un día caóticopara descansar y pensar un poco. ¿Tesuena todo esto?

—Como de costumbre, Julián,tienes toda la razón. Creo que siemprehe sido demasiado cortés para pedirlesque se fueran o no abrirles la puerta —dije.

—Con tu tiempo has de serdespiadado. Aprende a decir no. Tenerel valor de decir no a las pequeñascosas de la vida te dará fuerza paradecir sí a las grandes cosas. Cierra tudespacho cuando necesites unas horaspara trabajar en ese caso tanimportante. Recuerda lo que te dije.No descuelgues el teléfono siempreque suene; el teléfono está ahí paraservirte a ti, no a los demás.Curiosamente, la gente te respetarámás cuando vea que eres una personaque valora su tiempo. Si ven que parati el tiempo es precioso, ellos tambiénlo valorarán.

—¿Qué me dices de la dilación?Muchas veces dejo a un lado lo que nome gusta hacer y me entretengomirando propaganda de buzón uhojeando revistas. ¿Eso es matar eltiempo?

—Lo de «matar el tiempo», me

parece una buena metáfora. Cierto, eshumano hacer las cosas que nos gustany eludir las que no nos gustan. Perocomo te dije, las personas másproductivas del mundo han cultivadoel hábito de hacer las cosas que laspersonas menos productivas no gustande hacer, aunque puede que a aquéllastampoco les guste hacerlas.

Pensé profundamente sobre elprincipio que acababa de aprender. Talvez mi problema no fuera la dilación;quizá mi vida se había vueltodemasiado complicada. Julián notó midesvelo.

—El yogui Raman decía quequienes son dueños de su tiempo vivenuna vida sencilla. La naturaleza noprevió un ritmo de vida frenético.Aunque él estaba convencido de que lafelicidad duradera sólo era alcanzablepor aquellos que se marcabanobjetivos personales bien definidos, el

vivir una vida llena de realización notenía por qué implicar el sacrificio dela tranquilidad de ánimo. Esto es loque más me fascinó. Me permitía serproductivo y al mismo tiempo realizarmis ansias espirituales.

Le abrí mi corazón a Julián:—Siempre has sido honesto y

sincero conmigo, así que yo lo serétambién. No quiero renunciar a mitrabajo ni a mi casa ni a mi coche paraser más feliz y más dichoso. Me gustanmis juguetes y las cosas materiales queposeo. Son las recompensas por lomucho que he trabajado todos estosaños. Pero me siento vacío. Ya sabesen lo que soñaba cuando estaba en lafacultad. Yo podría hacer mucho másen la vida. Estoy a punto de cumplircuarenta años, y nunca he ido al cañóndel Colorado ni a ver la torre Eiffel.Jamás he andado por el desierto nicruzado un lago en canoa bajo un

glorioso sol de verano. Ni una sola vezme he quitado los zapatos y loscalcetines para andar descalzo por unparque, oyendo reír a los niños yladrar a los perros. Ni siquierarecuerdo la última vez que di un paseo,después de una nevada para disfrutarde las sensaciones.

—Simplifica tu vida, entonces —me sugirió Julián—. Aplica el Ritualde la Simplicidad a cada aspecto de tumundo. Si lo haces, seguro que tendrásmás tiempo para paladear esasmaravillas. Una de las cosas mástrágicas que pueden sucedemos esrenunciar a vivir. Muchas personassueñan con un mágico jardin de rosasen lugar de disfrutar de las rosas quecrecen en su propio patio. Es trágico.

—¿Alguna sugerencia?—Eso lo dejo a tu imaginación.

He compartido contigo muchas de lastécnicas que aprendí de los sabios. Si

tienes el coraje de aplicarlas, losresultados serán milagrosos. Ah, y esome recuerda otra cosa que hago paraque mi vida sea serena y sencilla.

—¿Cuál?—Me encanta dormir una

pequeña siesta por la tarde. Memantiene vigoroso, fresco y juvenil.Supongo que podrías decir que se tratade un «sueño de belleza». —Julián rió.

—Bueno, la belleza nunca ha sidouno de tus fuertes.

—En cambio, uno de los tuyos esel sentido del humor, y te alabo porello. Recuerda el poder de la risa. Aligual que la música, es un maravillosotónico contra el estrés de la vidacotidiana. Yogui Raman lo expresómejor cuando dijo: «La risa abre tucorazón y apacigua tu alma. Nadiedebería tomarse la vida tan en seriocomo para olvidar reírse de símismo.»

Julián tenía un último aspecto quepuntualizar sobre el asunto del tiempo.

—Esto es muy importante, John:deja de obrar como si te quedaranquinientos años de vida. Cuando Diveame trajo aquel reloj de arena meofreció también un consejo que noolvidaré jamás.

—¿Qué fue?—Que el mejor momento para

plantar un árbol fue hace cuarentaaños. El segundo mejor momento eshoy. No malgastes ni un minuto de tuvida. Fomenta una mentalidad de lechode muerte.

—¿Cómo dices? —pregunté,impresionado por lo gráfico de laexpresión—. ¿Qué es una mentalidadde lecho de muerte?

—Una manera nueva de ver tuvida, un paradigma, si lo prefieres,algo que te recuerda que hoy puede serel último día y que, por tanto, debes

aprovecharlo al máximo.»En realidad es una filosofía

sobre la vida. Cuando adoptas esamentalidad vives cada día como sifuera el último. Imagina que aldespertar te haces esta sencillapregunta: ¿qué haría hoy si fuese elúltimo día? Luego piensa en cómotratarías a tu familia, a tus colegas eincluso a quienes no conoces de nada.Piensa en la excitación con quevivirías cada momento al máximo. Lacuestión del lecho de muerte puede porsí sola cambiar tu vida. Aportará unentusiasmo y un ánimo especiales atodo lo que hagas. Empezarás acentrarte en todas las cosasimportantes que has ido relegando ydejarás de despilfarrar el tiempo enlas cosas nimias que te han idoarrastrando al atolladero del caos y lacrisis.

»Fuérzate a hacer más y a

experimentar más —prosiguió Julián—. Utiliza tu energía para ensanchartus sueños. Sí, ensancha tus sueños,John. No aceptes una idea mediocrecuando tienes un potencial infinitodentro de la fortaleza de tu mente.Atrévete a apelar a tu grandeza. Es tuderecho natural.

—Pides mucho.—Pues hay más. Para romper el

maleficio de la frustración que a tantaspersonas acecha existe un remedio muysimple. Obra como si el fracaso fueraimposible y tendrás el éxito asegurado.Borra todo pensamiento de que nolograrás tus objetivos, sean materialeso espirituales. Sé valiente y no pongaslímites a tu imaginación. No seas unprisionero de tu pasado. Conviérteteen el arquitecto de tu futuro. Ya noserás el mismo.

Mientras la ciudad empezaba a

despertar y la mañana brotaba en todosu esplendor, mi amigo empezó amostrar los primeros síntomas decansancio tras una noche enteracompartiendo su saber con un alumnoimpaciente. El vigor, la energía y elentusiasmo de Julián me teníanpasmado.

—Nos acercamos al final de lafábula mágica del yogui Raman y almomento en que debo marcharme —dijo con suavidad—. Tengo mucho quehacer y muchas personas con las quehablar.

—¿Vas a decir a tus socios quehas vuelto a casa? —pregunté.

—Seguramente no. Soy muydiferente del Julián Mantle que ellosconocían. No pienso lo mismo, nollevo la misma ropa, no hago lasmismas cosas. Soy otra persona. Nome reconocerían.

—Sí, realmente eres un hombre

nuevo —concedí, riéndome por dentroal imaginar a este monje ataviado conel hábito tradicional de Sivanasubiendo al despampanante Ferrari desu antigua existencia.

—Quizá sería más exacto decirun nuevo ser.

—No veo la diferencia —repuse.—En la India se dice este

aforismo: «No somos seres humanoscon una experiencia espiritual. Somosseres espirituales con una experienciahumana.» Yo sé cuál es mi papel en eluniverso. Veo qué soy. Ya no estoy enel mundo. Es el mundo el que estádentro de mí.

—Me temo que necesitaré un ratopara meditar sobre eso —dije.

—Por supuesto, amigo mío.Llegará un momento en quecomprenderás claramente mispalabras. Si sigues los principios quete he revelado y aplicas las técnicas,

ten por seguro que avanzarás por elcamino del esclarecimiento. Acabarásdominando el arte de gobernarte a timismo. Verás tu vida como lo querealmente es: una pequeña marca en ellienzo de la eternidad. Y acabarásviendo claramente quién eres y cuál esel propósito de tu vida.

—¿Que es…?—Servir, por supuesto. Por más

grande que sea tu casa o más modernotu coche, la única cosa que podrásllevarte al final de tu vida es tuconciencia. Escúchala. Deja que ellate guíe. Tu conciencia sabe lo que estábien. Ella te dirá que tu vocación es endefinitiva servir a los demás de unamanera u otra. Esto es lo que me haenseñado mi odisea personal. Mimisión es divulgar las enseñanzas delos Sabios de Sivana a todos quienesnecesitan oírlas. Es el propósito de mivida.

El fuego del saber había atizado

el espíritu de Julián, esto era patenteincluso para alguien no esclarecidocomo yo. Era tan apasionado, tanferviente en lo que decía, que eso sereflejaba incluso en su aspecto físico.Su transformación de fatigado abogadoen vital y joven Adonis no eraproducto de un mero cambio de dietani de una dosis diaria de ejerciciosgimnásticos. No, lo que Julián habíaencontrado en aquellas majestuosasmontañas era una panacea mucho másprofunda. Había dado con el secretoque las personas han estado buscandoa lo largo de los siglos. Era algo másque el secreto de la juventud o inclusode la felicidad. Julián habíadescubierto el secreto del Yo.

Resumen de acción delcapítulo 11

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El símbolo:

La virtud:

Respetar el tiempo propio

La enseñanza:

• El tiempo es la mercancía máspreciada y no es renovable

• Centrarse en las prioridades ymantener el equilibrio

• Simplificar la vida

Las técnicas:

• La vieja regla del Veinte• Tener el coraje de decir «NO»• La mentalidad del lecho de

muerte

Cita valiosa:

El tiempo se nos escurre de lasmanos como granitos de arena, y yano vuelve. Quienes emplean el tiemposabiamente desde una edad tempranatienen la recompensa de una vidaplena, productiva y satisfactoria.

DOCE

El propósitofundamental de lavida

Todo lo que vive no vive solo, no parasí mismo.

WlLLIAM BLAKE —Los Sabios de Sivana no eran

sólo las personas más juveniles que heconocido —observó Julián—, sinotambién las más bondadosas. El yoguiRaman me contó que de pequeño,cuando se acostaba, su padre iba a suchoza cubierta de rosas y le preguntabaqué buenas obras había hecho duranteel día. Lo creas o no, si el niño decía

que no había hecho ninguna, su padrele exigía que se levantara e hicieraalgún acto altruista. De lo contrario nole dejaba acostarse.

»Una de las virtudes esencialespara la vida esclarecida que puedocompartir contigo, John, es ésta: en elúltimo momento, al margen de lo quehayas conseguido, al margen de lascasas de veraneo que puedas tener, almargen de los coches que puedasacumular en tu garaje, la calidad de tuvida se reducirá a la calidad de lo quehas aportado.

—¿Tiene algo que ver con lasrosas amarillas de la fábula del yoguiRaman?

—Desde luego que sí. Las floreste recordarán el antiguo proverbiochino que dice: «La mano que te daunas rosas siempre conserva un pocode la fragancia.» El sentido está claro:cuando trabajas para mejorar la vida

de los demás, indirectamente estáselevando la tuya. Cuando te preocupasde realizar actos bondadososdiariamente y al azar, tu propia vida seenriquece y gana en significado. Paracultivar la santidad de cada día, sirvea los demás de alguna manera.

—¿Sugieres que me meta enalguna organización de voluntarios? —pregunté.

—Sería un excelente punto departida. Pero en realidad estoyhablando de algo más filosófico. Loque sugiero es que adoptes un nuevoparadigma de tu papel en este planeta.

—Me he perdido otra vez.Aclárame el sentido de la palabra«paradigma».

—Un paradigma no es más que unmodo de ver una circunstancia o lavida en general. Algunas personas venel vaso de la vida medio vacío. Losoptimistas lo ven medio lleno.

Interpretan la misma circunstancia demanera distinta porque han adoptadoun paradigma distinto. Un paradigmaes, básicamente, la lente a través de lacual ves los acontecimientos de lavida, tanto externos como internos.

—Entonces, cuando sugieres queadopte un nuevo paradigma, ¿me estásdiciendo que debo cambiar mi puntode vista?

—En cierto modo. Para mejorardrásticamente la calidad de tu vida,debes cultivar una nueva interpretaciónde por qué estás aquí en la tierra.Debes comprender que, del mismomodo que viniste al mundo sin nada,tendrás que irte de él sin nada. Porconsiguiente, sólo puede haber unaúnica razón para que estés aquí.

—¿Y cuál sería?—Entregarte a los demás y

contribuir en todo lo que puedas. Noestoy diciendo que no puedas tener tus

juguetes o que hayas de dejar tutrabajo y dedicarte a los desposeídos,aunque recientemente he conocidopersonas que han optado por esa líneade acción y están muy satisfechas.Nuestro mundo está en plenatransformación. La gente cambiadinero por sentido. Abogados quejuzgaban a la gente por la magnitud desus carteras la juzgan ahora por lamagnitud de su compromiso con losdemás, por el tamaño de su corazón.Muchos profesores están abandonandola seguridad de sus aulas para nutrir elcrecimiento intelectual de los chicosmarginados. La gente ha oídoclaramente la llamada del cambio. Sedan cuenta de que están aquí por algo yque se les han concedido unos donesque pueden ayudarlos a realizar esepropósito.

—¿Qué clase de dones?—Exactamente los mismos que te

he mencionado esta noche: capacidadmental, energía sin límite, grancreatividad, disciplina y sosiego. Setrata de abrir todos esos tesoros yaplicarlos en un bien común —comentó Julián.

—Entiendo. ¿Y cómo se empiezaa hacer el bien?

—Sólo estoy diciendo quedeberías considerar prioritario elcambiar tu visión del mundo y empezara verte no puramente como unindividuo sino como parte de lacolectividad.

—¿Que debería volverme másbueno y amable?

—Piensa que la cosa más nobleque puedes hacer es dar a los otros.Los sabios de Oriente lo denominan«despojarse de los grilletes del yo».Se trata de perder tu inseguridad y decentrarte en propósitos superiores.Podría tomar la forma de dar más a los

que te rodean, ya sea tu tiempo o tuenergía: éstos son en realidad tus dosrecursos más valiosos. Podría ser algotan importante como tomarte un añosabático para trabajar con los pobres oalgo tan insignificante como dejar queunos cuantos coches te adelanten enmitad de un atasco de tráfico. Suena arancio, pero si una cosa he aprendidoes que la vida se mueve hacia unadimensión más mágica cuandoempiezas a esforzarte por hacer delmundo un lugar más habitable. Alnacer, decía el yogui Raman, nosotroslloramos mientras el mundo seregocija. Sugería que deberíamos vivirde un modo que, en el momento de lamuerte, el mundo llore mientrasnosotros nos regocijamos.

Julián tenía razón. Una de las

cosas que empezaban a fastidiarme dela abogacía era que no creía estar

haciendo la clase de aportación que yome sabía capaz de hacer. Desde luego,había tenido el privilegio de defendervarios casos de esos que sientanprecedente. Pero la ley se habíaconvertido en un negocio desprovistode amor. Yo, como muchos de miscoetáneos, fui un idealista en mi épocade estudiante. En nuestros dormitorios,entre café y pizza rancia, planeábamoscambiar el mundo. Han pasado casiveinte años desde entonces, y miardiente deseo de fomentar el cambioha dado paso a mi ardiente deseo deliquidar mi hipoteca y aumentar mifondo de pensiones. Por primera vezen mucho tiempo, me di cuenta de queme había encerrado en un entorno declase media que me protegía de lasociedad en general, un confortablecapullo al que me había acostumbrado.

—Te contaré una historiainteresante —continuó Julián—. Érase

una vez una anciana a la que se lemurió el marido. La mujer se fue avivir con su hijo, la esposa de éste yuna hija. Cada día, la anciana ibaperdiendo vista y oído. A veces lasmanos le temblaban tanto que se lecaían los guisantes al suelo y la sopase le escurría del plato. A su hijo y sunuera les fastidiaba todo aqueldesorden y un día dijeron basta.Dispusieron una mesita en un rincónpara que la anciana comiera allí, asolas. Ella los miraba con lágrimas enlos ojos desde la otra punta delcomedor, pero ellos casi no lehablaban durante las comidas, salvopara regañarla porque se le caía eltenedor o la cuchara.

»Una tarde, antes de cenar, laniña estaba sentada en el suelo jugandocon unos bloques de construcción."¿Qué estás haciendo?", le preguntó supadre. "Construyo una mesita para ti y

para mamá", dijo la niña. "Así, cuandoyo sea mayor, podréis comer solos enun rincón."

El padre y la madre guardaronsilencio durante un rato. Y luego seecharon a llorar. Se habían hechoconscientes de la naturaleza de susactos y de la pena que habían causado.Aquella noche hicieron que la ancianaocupara de nuevo su sitio en la granmesa de comedor, y a partir deentonces ella siempre comió con elresto de la familia. Y cuando algo decomida caía al suelo o un tenedorresbalaba de la mesa, a nadie lemolestaba.

»Los padres de esta historia no

eran malos —dijo Julián—.Simplemente necesitaban que la chispade la conciencia prendiera la vela dela compasión. La vida es más plenacuando hay compasión y actos de

bondad diarios. Medita cada mañanasobre el bien que vas a hacer a losdemás durante la jornada. Las palabrassinceras de elogio para quienes menoslo esperan, los gestos de afecto aamigos que lo necesitan, las pequeñasmuestras de cariño hacia tu familia,todo eso sumado cambia radicalmentela manera de vivir. Y hablando deamistades, cerciórate de que no lasdescuidas. Una persona que tiene tresamigos puede considerarse realmenterica.

Asentí con la cabeza.—Los amigos dan humor,

fascinación y belleza a la vida. Pocascosas hay que rejuvenezcan tanto comocompartir unas buenas carcajadas conun viejo amigo. Los amigos te bajanlos humos cuando te pasas desanturrón. Los amigos te hacen sonreírcuando te tomas las cosas demasiado apecho. Los buenos amigos están para

ayudarte cuando la vida te lanza uno desus reveses y las cosas parecen peoresde lo que son. Cuando yo estaba muysolicitado profesionalmente, no teníatiempo para amigos. Ahora estoybastante solo, sin contarte a ti, John.

Julián recobró la compostura.—Sin embargo, no dedico tiempo

a las lamentaciones. Mis maestros deSivana me enseñaron que «cada día esun día nuevo para el que vive una vidaesclarecida».

Yo siempre había considerado aJulián una especie de gladiador de lostribunales, un superabogado queaplastaba los argumentos de susoponentes como el karateka parte unapila de tablones reforzados. El hombreque yo había conocido hace tantosaños se había transformado en alguienmuy distinto: un hombre afable, buenoy pacífico. Sabía quién era él y quépapel representaba en el teatro de la

vida. A diferencia de los demás,parecía considerar el dolor de supasado como un sabio maestro pero, almismo tiempo, daba a entender que suvida era mucho más que la suma de losacontecimientos pasados.

Los ojos de Julián brillaban conla esperanza de cosas venideras. Yome veía envuelto en su sentido delplacer por las maravillas de estemundo y atrapado en su inquebrantablealegría de vivir. Me parecía que JuliánMantle, duro e implacable asesor legalde los ricachos, había superado aquelser humano que pasaba por la vida sinpensar en los demás, para convertirseen un ser espiritual que pasaba por lavida ocupándose exclusivamente delos demás. Tal vez era ése el caminoque yo estaba a punto de iniciar.

Resumen de acción delcapítulo 12

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El símbolo:

La virtud:

Servir desinteresadamente a losdemás

La enseñanza:

• La calidad de la vida se reduceen definitiva a la calidad de lo que

Uno aporta• Cultivar lo sagrado de cada día,

vivir para dar

• Elevando la vida de los demás,la vida propia alcanza las más altas

Dimensiones

Las técnicas:

• Practicar diariamente actos debondad

• Dar a quienes lo piden• Cultivar relaciones más ricas

Cita valiosa:

La cosa más noble que puedeshacer es dar a los demás. Empieza acentrarte en tu propósito superior.

TRECE

El secreto de lafelicidad de por vida

Cuando admiro la maravilla deun ocaso o la belleza de la luna, todami alma se ensancha adorando alCreador.

Mahatma Gandhi Más de doce horas habían

transcurrido desde que Julián llegara ami casa la noche anterior paraexplicarme las enseñanzas que él habíarecibido en Sivana; las doce horas másimportantes de mi vida. De improvisome sentía jubiloso, motivado e inclusoliberado. Julián había cambiado mi

manera de ver la vida con la fábula delyogui Raman y las virtudes querepresentaba. Me daba cuenta de queno había empezado siquiera a explorarlas posibilidades de mi potencialidad.Había estado derrochando los donesque la vida había puesto a mi paso.Las enseñanzas de Julián me habíanbrindado la oportunidad de luchar abrazo partido con las heridas que meimpedían vivir con la risa, la energía yla satisfacción que yo sabía quemerecía. Estaba emocionado.

—Tendré que irme pronto. Tútienes compromisos que te urgen y yotengo cosas que hacer —dijo Juliáncon tono de disculpa.

—Mi trabajo puede esperar.—El mío no —dijo con una

sonrisa—. Pero antes de partir deborevelarte el último elemento de lafábula mágica. Recordarás que elluchador de sumo salía del faro sin

nada encima salvo un cable rosa que lecubría las partes, resbalaba en uncronógrafo de oro y caía al suelo. Traslo que parecía una eternidad,finalmente recobraba el conocimientoal percibir la fragancia de las rosasamarillas. El luchador se ponía en piede un salto y quedaba pasmado al verun largo y sinuoso sendero atiborradode pequeños diamantes. Pues bien,nuestro amigo el luchador enfilaba esecamino y vivía feliz para siempre.

—No está mal. —Reí.—El yogui Raman tenía una gran

imaginación, lo reconozco. Pero tú hasvisto que la historia encierra unafinalidad y que los principios quesimboliza no sólo son poderosos sinosumamente prácticos.

—Es verdad —admití.—El sendero de los diamantes te

recordará, pues, la virtud final de lavida esclarecida. Aplicando este

principio a lo largo de tu jornada detrabajo, podrás enriquecer tu vida deun modo que me resulta difícildescribir. Empezarás a ver exquisitasmaravillas en las cosas más simples yvivirás en el éxtasis que te mereces. Ycumpliendo tu promesa de compartiresta sabiduría con otras personas,facilitarás que también ellostransformen su mundo de ordinario enextraordinario.

—¿Me costará mucho aprenderesto?

—El principio en sí es muy fácilde entender. Pero aprender a aplicarlocon eficacia en todos los momentos deldía te llevará un par de semanas depráctica continuada.

—Adelante, me muero de ganas.—Los Sabios de Sivana creían

que una vida realmente gozosa ygratificante sólo se consigue medianteun proceso que ellos llamaban «vivir

en el ahora». Los yoguis sabían que elpasado ya no está y que el futuro es unsol lejano en el horizonte de tuimaginación. El momento que cuenta esel ahora. Aprende a vivir en él, apaladearlo.

—Entiendo lo que dices, Julián.Parece que siempre estoypreocupándome por cosas pasadas queno tengo el poder de cambiar, cuandono por cosas venideras, que luegonunca llegan. Siempre tengo en lacabeza mil pensamientos que mearrastran hacia mil direccionesdiferentes. Es muy frustrante.

—¿Por qué?—¡Eso me agota! Será que no

tengo la conciencia tranquila. Y sinembargo ha habido momentos en quemi mente estaba ocupada sólo en loque tenía ante mí. A veces me pasabacuando tenía algún resumen que hacery no me quedaba tiempo para pensar

en otra cosa que en esa tarea. Tambiénlo he experimentado cuando jugaba alfútbol con los chicos y quería ganar.Las horas me pasaban volando. Eracomo si lo único importante fuera loque estaba haciendo en ese precisoinstante. Todo lo demás, laspreocupaciones, las facturas, laabogacía, no importaba. Y ahora quelo pienso, creo que en esos momentoses cuando más sosegado meencontraba.

—Buscar algo que te plantea unverdadero reto es la ruta más segurapara la satisfacción personal. Pero laauténtica clave a recordar es que lafelicidad es un viaje, no un destino.Vive hoy, pues ya no habrá otro díaigual que éste —afirmó Julián,juntando las manos como para ofreceruna oración de gracias por serconocedor de lo que acababa de decir.

—¿Ése es el principio que el

sendero de los diamantes simboliza enla fábula del yogui Raman?

—Sí. Igual que el luchador desumo encuentra la satisfacción y laalegría andando por esa senda, túpuedes tener la vida que mereces tanpronto empieces a comprender que elsendero por el que estás caminandoestá lleno de diamantes y otros tesoros.No pases tanto tiempo persiguiendolos grandes placeres de la vidamientras descuidas los pequeños.Afloja el ritmo. Disfruta la belleza detodo cuanto te rodea. Te lo debes a timismo.

—¿Significa eso que deberíadejar de marcarme grandes objetivospara el futuro y concentrarme en elpresente?

—No —replicó Julián—. Comohe dicho antes, los objetivos y lossueños de futuro son esenciales en todavida de éxito. Esperar lo que vendrá a

continuación es lo que te hace levantarde la cama cada mañana y lo que teinspira día a día. Las metas dan vigora la vida. Lo que digo es que no dejesde lado la felicidad por temor de larealización. No dejes para más tardelas cosas que son importantes para tubienestar y tu satisfacción personal.Has de vivir plenamente el día de hoy,no esperes a ganar la lotería o ajubilarte. La vida no hay quepostergarla.

Julián se puso en pie y empezó a

pasearse por el salón, como unabogado veterano que estuvieradesgranando sus últimos argumentos ensu apasionado alegato final.

—No te engañes pensando queserás un marido más afectuoso cuandotu bufete contrate a unos cuantoabogados jóvenes para aligerar lacarga. No te engañes creyendo que

empezarás a enriquecer tu mente,cuidar tu cuerpo y nutrir tu almacuando tu cuenta bancaria sea másvoluminosa y dispongas de más tiempolibre. Hoy es el día de disfrutar elfruto de tus esfuerzos. Hoy es el día deagarrar la oportunidad y vivir una vidapletórica. Hoy es el día de vivir segúntu imaginación, de cosechar tus sueños.Y, por favor, jamás olvides el don dela familia.

—No estoy seguro de saber loque quieres decirme.

—Vive la infancia de tus hijos —dijo.

—¿Qué? —repuse perplejo por laaparente paradoja.

—Pocas cosas hay tanimportantes como formar parte de lainfancia de tus hijos. ¿Qué sentidotiene subir los peldaños del éxito si tepierdes los primeros pasos de tushijos? ¿Qué sentido tiene poseer la

casa más grande de tu barrio si notienes tiempo de crear un hogar? ¿Dequé sirve ser conocido en todo el paíscomo un excelente abogado si tus hijosno conocen siquiera a su padre? —Julián hablaba ahora temblando deemoción—. Sé de lo que hablo.

Este último comentario meanonadó. Todo lo que yo sabía deJulián era que había sido unsuperabogado que se codeaba con losricos y los famosos. Sus aventuras connubiles modelos eran casi tanlegendarias como su destreza en eltribunal. ¿Qué podía saber este exmillonario y playboy de lo que era serpadre? ¿Qué podía saber él delesfuerzo diario a que yo me enfrentabatratando de ser al mismo tiempo ungran padre y un abogado de éxito?Pero el sexto sentido de Julián mecautivó.

—Yo también sé algo de esas

bendiciones a las que llamamos hijos—dijo en voz baja.

—Pero yo pensaba que eras elsoltero más cotizado de la ciudad antesde que arrojaras la toalla y renunciarasa la abogacía.

—Cuando aún no me obnubilabala ilusión del frenético estilo de vidapor el que me hice famoso, estuvecasado. —Hizo una pausa, como unniño antes de decir a su mejor amigoun secreto muy bien guardado—. Loque ignoras es que también tuve unahija. Era la criatura más dulce ydelicada que he conocido. Porentonces yo era como tú cuando nosconocimos: engreído, ambicioso ylleno de esperanza. Tenía todo lo quese podía desear. La gente me decía quemi futuro era brillante, que mi esposaera hermosa y mi hija maravillosa.Pero cuando la vida parecía tanperfecta, me quedé sin nada de la

noche a la mañana.Por primera vez desde su regreso,

la cara alegre de Julián se sumió en latristeza. Una lágrima resbaló por unade sus bronceadas mejillas y cayósobre la tela aterciopelada de su túnicaroja. Me quedé perplejo.

—No tienes por qué continuar,Julián —dije, poniendo un brazo sobresu hombro para consolarle.

—Quiero hacerlo, John. De todoscuantos conocí en mi antigua vida, túeras el más prometedor. Como te hedicho, me recordabas mucho a mímismo cuando era joven. Inclusoahora, aún tienes mucho que decir.Pero si sigues viviendo de estamanera, vas camino del desastre. Aúntienes muchas maravillas que explorar,muchos momentos para disfrutar.

»El conductor borracho que matóa mi hija no se llevó solamente unavida preciosa en aquella soleada tarde

de octubre, sino dos. Al fallecer mihija, mi vida dio un vuelco. Empecé apasarme el día entero en mi despacho,esperando tontamente que mi profesiónme salvara del dolor. Algunos díasdormía incluso en un diván de laoficina, pues temía volver a casa yenfrentarme a los recuerdos. Y si bienmi carrera experimentó un bruscodespegue, mi mundo interior era undesastre. Mi mujer, que había sido micompañera de siempre desde lafacultad, me dejó alegando como razónprincipal, la gota que colma el vaso,mi obsesión por el trabajo. Mi salud sedeterioró y fui cayendo en la espiral deesa vida infame en que estaba metidocuando nos conocimos. Tenía todo loque se podía comprar con dinero, porsupuesto. Pero a cambio vendí mi alma—concluyó emocionado, fallándole lavoz.

—Entonces cuando dices «vive la

infancia de tus hijos», me estásdiciendo que dedique tiempo a verloscrecer. Es eso, ¿verdad?

—Incluso hoy, veintisiete añosdespués de que ella nos dejaramientras la acompañábamos a la fiestade cumpleaños de su mejor amiga,daría cualquier cosa por oír la risa demi hija una vez más, o jugar con ella alescondite como hacíamos en nuestrojardín. Me encantaría poder abrazarlay acariciar sus cabellos dorados. Ellase llevó una parte de mi corazón almorir. Y aunque mi vida ha encontradonueva inspiración desde que descubríel camino del esclarecimiento allá enSivana, no pasa un solo día que no veala sonrosada cara de mi hija en mimente. Tienes unos hijos preciosos,John. No te pierdas el bosque porculpa de los árboles. El mejor regaloque puedes dar a tus hijos es tu amor.Procura conocerlos. Muéstrales que

son más importantes para ti que lasfugaces recompensas de tu profesión.Ellos se marcharán muy pronto,formarán una familia. Entonces serádemasiado tarde, ya no habrá tiempo.

Julián me había llegado a lo más

hondo. Supongo que yo sabía desdehace tiempo que mi adicción al trabajoestaba aflojando poco a poco mislazos familiares. Pero era como lasbrasas que arden lentamente,acumulando energía antes de revelartodo el alcance de su potencialdestructivo. Sabía que mis hijos menecesitaban, aunque ellos no me lohubieran dicho. El tiempo iba pasandoy mis hijos crecían rápidamente. Yo norecordaba cuándo había sido la últimavez que mi hijo Andy y yo habíamosdedicado una mañana de sábado parair a pescar a ese sitio que tanto legustaba a su abuelo. Hubo un tiempo

en que íbamos a pescar cada semana.Ahora se había convertido en unrecuerdo lejano.

Cuanto más pensaba en ello, másme afectaba. Recitales de piano,juegos de Navidad, campeonatosinfantiles, todo había quedadorelegado en beneficio de mi carreraprofesional.

No había duda de que me estabadeslizando por esa pendiente peligrosaque mencionaba Julián. En ese instantedecidí cambiar.

—La felicidad es un viaje —prosiguió Julián, hablando otra vez conpasión—. Es también una elección quetú debes hacer. Puedes maravillarte delos diamantes que hay en el camino opuedes seguir corriendo toda tu vida,persiguiendo ese cofre del tesoro que ala postre resulta estar vacío. Disfrutaesos momentos que cada día te ofrece,porque hoy es lo único que tienes.

—¿Se puede aprender a vivir enel presente?

—Desde luego. Sean cuales seantus circunstancias actuales, puedesentrenarte para disfrutar el don de lavida y llenar tu existencia con lasjoyas de la vida cotidiana.

—¿No eres demasiado optimista?Piensa en alguien que lo ha perdidotodo debido a un mal negocio. Imaginaque no sólo está en bancarrotafinanciera sino también emocional.

—La magnitud de tu cuentabancaria y la de tu casa no tienen nadaque ver con la sensación de alegría.Este mundo está lleno de millonariosdesdichados. ¿Crees que a los sabiosque conocí en Sivana les preocupabatener una cuenta saneada y adquirir unacasa de veraneo en la Costa Azul?

—Entiendo.—Hay una gran diferencia entre

tener mucho dinero y tener mucha vida.

Cuando empieces a emplear aunquesean cinco minutos al día en practicarel arte de la gratitud, cultivarás lariqueza de la vida que persigues.Incluso esa persona que mencionabasen tu ejemplo puede encontrar muchascosas por las que estar agradecido, seacual sean sus apuros económicos.Pregúntale si aún conserva la salud, lafamilia y la buena reputación.Pregúntale si le complace serciudadano de este gran país y si tieneun techo sobre su cabeza. Tal vez notenga otros activos que una grancapacidad para trabajar y tenergrandes sueños. Sin embargo, se tratade cosas por las que debería sentirseagradecido. Incluso los pájaros quecantan frente a tu ventana en unespléndido día de verano son tambiénun regalo para la persona sabia.Recuerda, John, la vida no siempre teda lo que pides, pero sí te da lo que

necesitas.—Entonces, dar gracias cada día

por lo que tengo, sea material oespiritual, ¿me hará desarrollar elhábito de vivir el presente?

—Sí. Es un método muy efectivopara vivir a fondo tu vida. Cuandosaboreas el «ahora», lo que haces esavivar el fuego de la vida que permitecultivar tu destino.

—¿Cultivar mi destino?—Sí. He dicho antes que todos

recibimos ciertos talentos, ciertasaptitudes. Cada individuo es un genio.

—No conoces a algunosabogados con los que trabajo —bromeé.

—Todo el mundo —dijo Juliánenfáticamente—. Todos tenemos algopara lo que estamos hechos. Tu geniosaldrá a relucir y serás feliz tan prontodescubras tu propósito y dirijas haciaél todas tus energías. Una vez estés

conectado con esta misión, tanto si setrata de ser un gran profesor o uninspirado artista, tus deseos secolmarán sin esfuerzo. Ni siquieratendrás que probarlo. En realidad,cuanto más lo intentas, más tardas enlograr tus objetivos. Lo que debeshacer es seguir el camino que marcantus sueños confiando plenamente en larecompensa. Eso te llevará a tu destinodivino.

»Cuando yo era pequeño, a mipadre le encantaba leerme un cuento dehadas titulado Pedro y el hilo mágico.Pedro era un niño muy vivaracho.Todos le querían: su familia, susmaestros y sus amigos. Pero tenía unadebilidad.

—¿Cuál?—Era incapaz de vivir el

momento. No había aprendido adisfrutar el proceso de la vida. Cuandoestaba en el colegio, soñaba con estar

jugando fuera. Cuando estaba jugandosoñaba con las vacaciones de verano.Pedro estaba todo el día soñando, sintomarse el tiempo de saborear losmomentos especiales de su vidacotidiana. Una mañana, Pedro estabacaminando por un bosque cercano a sucasa. Al rato, decidió sentarse adescansar en un trecho de hierba y alfinal se quedó dormido. Tras unosminutos de sueño profundo, oyó aalguien gritar su nombre con vozaguda. Al abrir los ojos, se sorprendióde ver una mujer de pie a su lado.Debía de tener unos cien años y suscabellos blancos como la nieve caíansobre su espalda como una apelmazadamanta de lana. En la arrugada mano dela mujer había una pequeña pelotamágica con un agujero en su centro, ydel agujero colgaba un largo hilo deoro.

»La anciana le dijo: "Pedro, éste

es el hilo de tu vida. Si tiras un pocode él, una hora pasará en cuestión desegundos. Y si tiras con todas tusfuerzas, pasarán meses o incluso añosen cuestión de días." Pedro estaba muyexcitado por este descubrimiento."¿Podría quedarme la pelota?",preguntó. La anciana se la entregó.

»Al día siguiente, en clase, Pedrose sentía inquieto y aburrido. Depronto recordó su nuevo juguete. Altirar un poco del hilo dorado, seencontró en su casa jugando en eljardín. Consciente del poder del hilomágico, se cansó enseguida de ser uncolegial y quiso ser adolescente,pensando en la excitación que esa fasede su vida podía traer consigo. Así quetiró una vez más del hilo dorado.

»De pronto, ya era un adolescentey tenía una bonita amiga llamada Elisa.Pero Pedro no estaba contento. Nohabía aprendido a disfrutar el presente

y a explorar las maravillas de cadaetapa de su vida. Así que sacó lapelota y volvió a tirar del hilo, ymuchos años pasaron en un instante.Ahora se vio transformado en unhombre adulto. Elisa era su esposa yPedro estaba rodeado de hijos. PeroPedro reparó en otra cosa. Su pelo,antes negro como el carbón, habíaempezado a encanecer. Y su madre, ala que tanto quería, se había vueltovieja y frágil. Pero él seguía sin podervivir el momento. De modo que, unavez más, tiró del hilo mágico y esperóa que se produjeran cambios.

»Pedro comprobó que ahora teníanoventa años. Su mata de pelo negro sehabía vuelto blanca y su bella esposa,vieja también, había muerto unos añosatrás. Sus hijos se habían hechomayores y habían iniciado vidaspropias lejos de casa. Por primera vezen su vida, Pedro comprendió que no

había sabido disfrutar de la maravillasde la vida. Nunca había ido a pescarcon sus hijos ni paseado con Elisa a laluz de la luna. Nunca había plantado unhuerto ni leído aquellos hermososlibros que a su madre le encantabaleer. En cambio, había pasado por lavida a toda prisa, sin pararse a vertodo lo bueno que había en el camino.

»Pedro se puso muy triste ydecidió ir al bosque donde solíapasear de muchacho para aclarar susideas y templar su espíritu. Aladentrarse en el bosque, advirtió quelos arbolitos de su niñez se habíanconvertido en robles imponentes. Elbosque mismo era ahora un paraísonatural. Se tumbó en un trecho dehierba y se durmió profundamente. Alcabo de un minuto, oyó una voz que lellamaba. Alzó los ojos y vio que setrataba nada menos que de la ancianaque muchos años atrás le había

regalado el hilo mágico. "¿Hasdisfrutado de mi regalo?", preguntóella. Pedro no vaciló al responder: "Alprincipio fue divertido pero ahoraodio esa pelota. La vida me ha pasadosin que me enterase, sin poderdisfrutarla. Claro que habría habidomomentos tristes y momentosestupendos, pero no he tenidooportunidad de experimentar ningunode los dos. Me siento vacío por dentro.Me he perdido el don de la vida.""Eres un desagradecido, peroigualmente te concederé un últimodeseo", dijo la anciana. Pedro pensóunos instantes y luego respondió:"Quisiera volver a ser un niño y vivirotra vez la vida." Dicho esto se quedóotra vez dormido.

»Pedro volvió a oír una voz quele llamaba y abrió los ojos. ¿Quiénpodrá ser ahora?, se preguntó. Cuál nosería su sorpresa cuando vio a su

madre de pie a su lado. Tenía unaspecto juvenil, saludable y radiante.Pedro comprendió que la extrañamujer del bosque le había concedidoel deseo de volver a su niñez. "Dateprisa, Pedro. Duermes demasiado. Tussueños te harán llegar tarde a laescuela si no te levantasinmediatamente", le reprendió sumadre. Ni que decir tiene que Pedrosaltó de la cama al momento y empezóa vivir la vida tal como habíaesperado. Conoció muchos momentosbuenos, muchas alegrías y triunfos,pero todo empezó cuando tomó ladecisión de no sacrificar el presentepor el futuro y empezó a vivir el ahora.

—Una historia sorprendente —dije.

—Por desgracia, John, la historiade Pedro y el hilo mágico no es másque eso, un cuento. En el mundo realnunca tenemos una segunda

oportunidad de vivir la vida conplenitud. Hoy es tu oportunidad dedespertar a ese regalo que es la vida…antes de que sea tarde. El tiempo seescurre entre los dedos como losgranos de arena. Que este nuevo díasea el inicio de tu vida, el día en quetomas la decisión de concentrarte en lomás importante para ti. Toma ladecisión de invertir más tiempo conquienes dan sentido a tu vida. Deléitateen el poder de esos momentosespeciales. Haz las cosas que siemprehas querido hacer. Escala esa montañaque siempre has querido escalar oaprende a tocar la trompeta. Baila bajola lluvia o monta un nuevo negocio.Aprende a amar la música, aprende unnuevo idioma y reaviva el placer de tuinfancia. Deja de posponer tu felicidada expensas de la realización. ¿Por quéno disfrutar del proceso? Empieza aatender a tu alma. Éste es el camino

del nirvana.—¿El nirvana?—Los Sabios de Sivana aseguran

que el destino final de todas las almasesclarecidas es un lugar llamadoNirvana. En realidad, más que un lugarfísico, el nirvana es un estado quetrasciende todo lo conocido. En elnirvana todo es posible. No haysufrimiento, y la danza de la vida seejecuta con perfección divina.Alcanzar el nirvana es para los sabiosentrar en el cielo sin abandonar latierra. Ésta es su meta en la vida —comentó Julián, radiante de paz, casicomo un ángel.

»Todos estamos aquí por unarazón especial —dijo proféticamente—. Medita sobre tu verdaderavocación y sobre cómo puedes darte alos demás. Deja de ser un prisionerode la gravedad. Hoy mismo, prende lachispa de la vida y déjala arder.

Empieza a aplicar los principios y lasestrategias que he compartido contigo.Sé todo lo que puedas ser. Llegará elmomento en que también tú probaráslos frutos del nirvana.

—¿Cómo sabré cuándo healcanzado ese estado deesclarecimiento?

—Pequeños indicios te lo iránmostrando. Empezarás a notar lasantidad en todo lo que te rodea: ladivinidad de un rayo de luna, elencanto de un deslumbrante cielo azulen pleno verano, el fragante capullo deuna margarita o la risa de un niñotravieso.

—Julián, te prometo que eltiempo que has pasado conmigo no hasido en vano. Me dedicaré a vivirsegún las enseñanzas de los Sabios deSivana y cumpliré mi promesa decompartirlas con personas que sebeneficiarán de tu mensaje. Te doy mi

palabra —dije, sintiendo una granemoción.

—Divulga el rico legado de lossabios. Quienes te rodean sebeneficiarán de este saber y mejoraránla calidad de sus vidas, como túmejorarás la tuya. Y recuerda que elviaje es para disfrutarlo. El camino esigual de bueno que su final.

Dejé que Julián continuara.—El yogui Raman sabía mucho

de contar historias, pero hay una quedestaca sobre las demás. ¿Puedocontártela?

—Desde luego.—Hace muchos años, en la

antigua India, un marajá quiso erigir ungran tributo a su esposa como muestradel amor y el cariño que sentía porella. El marajá quería construir unedificio que no se pareciera a ningúnotro, un edificio que brillara en lanoche y que la gente pudiera admirar

en siglos venideros. Así que día a día,bloque a bloque, sus obreros seafanaban bajo un sol abrasador. Eledificio iba tomando cuerpo poco apoco, cada vez se parecía más a unmonumento, un hito de amordestacándose contra el azul cieloindio. Finalmente, tras veintidós añosde avances paulatinos, el palacio demármol puro quedó terminado. ¿Sabesde qué estoy hablando?

—Ni idea.—Del Taj Mahal, una de las siete

maravillas del mundo. Lo que trato dedecir es simple: todos los pobladoresde este planeta son una maravilla.Cada uno de nosotros es un héroe, deun modo u otro. Cada uno de nosotrostiene el potencial para hacer grandescosas, para alcanzar la felicidad ysentirse satisfecho. Todo lo que senecesita es dar pequeños pasos en ladirección que marcan nuestros sueños.

Como el Taj Mahal, una vida colmadade maravillas se construye día a día,bloque a bloque. Las pequeñasvictorias conducen a las grandesvictorias. Esos cambios casiinsignificantes, esas mejoras que te hesugerido, producirán hábitos positivos.Los hábitos positivos producirán a suvez resultados. Y los resultadosinspirarán un cambio más importanteen lo personal. Empieza a vivir cadadía como si fuera el último. A partir dehoy, aprende más, ríe más y haz lo querealmente te encanta hacer. Norenuncies a tu destino: lo que estádetrás de ti y lo que está delante de tiimporta poco comparado con lo queestá dentro de ti.

Y sin decir más, Julián Mantle, elabogado millonario convertido enmonje esclarecido, se puso en pie, meabrazó como al hermano que nuncatuvo y salió de mi sala de estar al

calor de otro día sofocante. Alquedarme solo y reflexionar, advertíque la única prueba que tenía de laextraordinaria visita de aquel sabiomensajero descansaba delante de mísobre la mesita de centro. Era su tazavacía.

Resumen de acción delcapítulo 13

La sabiduría de Julián enpocas palabras

El símbolo:

La virtud:

Abrazar el presente

La enseñanza:

• Vivir en el «ahora». Paladear elpresente

• No sacrificar la felicidad aexpensas de la realización

• Saborear el viaje y vivir cadadía como si fuera el último

Las técnicas:

Vivir la infancia de los hijosPracticar la gratitudCultivar el propio destino

Cita valiosa:

Todos estamos aquí por unarazón especial. Deja de ser unprisionero de tu pasado. Conviérteteen arquitecto de tu futuro.

Las 7 virtudesimperecederas de

la vidaesclarecida

Virtud 1: Dominar lamente

Símbolo:

Elardínesplendoroso

Virtud 2: Seguir elpropósito

Símbolo:

El faroimponente

Virtud 3: Practicarel Kaizen

Símbolo:

El luchador de sumo

Virtud 4: Vivir condisciplina

Símbolo:

El cable dealambre rosa

Virtud 5: Respetar elpropio tiempo

Símbolo:

El cronógrafo de oro

Virtud 6: Servirdesinteresadamentea los otros

Símbolo:

Las rosas fragantes

Virtud 7: Abrazar elpresente

Símbolo:

El sendero de losdiamantes