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en familia VIDA Historia de Meron Meron significa en amhárico “regalo de Dios”. Elisa y yo así lo sentimos. Meron es la pequeña de cinco hermanos. La exquisita guinda recubierta de chocolate que ha puesto nuestra tarta aún más bonita y sabrosa. REDACCIÓN E IMÁGENES: Familia Gastón Monfort 16 ADOPTAR C uando Elisa y yo decidimos casarnos era porque ya creíamos que podíamos cons- truir una familia. Nuestra verdadera vo- cación no era únicamente la medicina, era tener una familia.Tras nuestra boda comenzamos los trámites de adopción, cursos, entrevistas, papeleos, etc., qué os voy a contar. Conseguimos la idoneidad en unos siete meses. En la últi- ma entrevista aún no sabíamos que Ignacio estaba ya en el vientre de su madre. Dada la maravillosa noticia se nos recomendó parar el proceso de adopción hasta que na- ciera Ignacio y reevaluáramos nuestra vida en esa nueva etapa. Ignacio nació muy guapo, un poco pequeño, pero enseguida creció y empezamos a aprender a ser padres. Los papeles estaban pendientes de reanudar, pero siem- pre los teníamos muy presentes. Sin darnos casi cuenta a los dos años nació nuestra Car- men, gordita y muy bonita. Poco a poco íbamos crecien- do en experiencia como padres, pareja, familia etc. Siempre que hablábamos de hijos estaba presente nuestra adopción como un hecho simplemente y de forma tem- poralmente aplazado, pero totalmente interiorizado y de- cidido. De hecho fue nuestro primer deseo. La dinámica de la vida en ese momento era muy intensa a nivel profesional, oposiciones, trabajo, hijos, hipotecas etc. Pero llegó Cayetana diecisiete meses después del na- cimiento de Carmen. A los tres meses del nacimiento de la preciosa Cayetana y su durísima crianza por motivos de salud, activamos el proceso de adopción. Por supuesto dado el tiempo que había transcurrido y nuestra nueva situación familiar, co- menzamos el proceso de nuevo: cursos, entrevistas, pape- leos etc. ¡qué os voy a contar! Eran tan grandes las ganas de que llegara Meron con no- sotros que, a pesar de estar agotados por conciliar la vida laboral y familiar a la par que cuidar de forma intensiva a la pequeña Cayetana, decidimos no poner freno a la llegada de Meron. Elección del país Siempre tuvimos claro que iba a ser una adopción inter- nacional. Por ningún motivo claro pero nos sentíamos más identificados por esta opción. En ese momento la mayoría de adopciones se realizaban en China, Rusia y territorio nacional. Empezamos a tramitar con Haití pero, no pasado ni un mes, se tuvo que desestimar por malas relaciones con- sulares. No sabíamos dónde acudir y por fin decidimos

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Historia de

MeronMeron signi�ca en amhárico “regalo de Dios”. Elisa y yo así lo sentimos. Meron es la pequeña de cinco hermanos. La exquisita guinda recubierta de chocolate que ha puesto nuestra tarta aún más bonita y sabrosa.REDACCIÓN E IMÁGENES: Familia Gastón Monfort

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Cuando Elisa y yo decidimos casarnos era porque ya creíamos que podíamos cons-truir una familia. Nuestra verdadera vo-cación no era únicamente la medicina, era tener una familia.Tras nuestra boda comenzamos los trámites de adopción,

cursos, entrevistas, papeleos, etc., qué os voy a contar.Conseguimos la idoneidad en unos siete meses. En la últi-ma entrevista aún no sabíamos que Ignacio estaba ya en el vientre de su madre. Dada la maravillosa noticia se nos recomendó parar el proceso de adopción hasta que na-ciera Ignacio y reevaluáramos nuestra vida en esa nueva etapa. Ignacio nació muy guapo, un poco pequeño, pero enseguida creció y empezamos a aprender a ser padres.Los papeles estaban pendientes de reanudar, pero siem-pre los teníamos muy presentes.Sin darnos casi cuenta a los dos años nació nuestra Car-men, gordita y muy bonita. Poco a poco íbamos crecien-do en experiencia como padres, pareja, familia etc.Siempre que hablábamos de hijos estaba presente nuestra adopción como un hecho simplemente y de forma tem-poralmente aplazado, pero totalmente interiorizado y de-cidido. De hecho fue nuestro primer deseo. La dinámica de la vida en ese momento era muy intensa

a nivel profesional, oposiciones, trabajo, hijos, hipotecas etc. Pero llegó Cayetana diecisiete meses después del na-cimiento de Carmen.A los tres meses del nacimiento de la preciosa Cayetana y su durísima crianza por motivos de salud, activamos el proceso de adopción. Por supuesto dado el tiempo que había transcurrido y nuestra nueva situación familiar, co-menzamos el proceso de nuevo: cursos, entrevistas, pape-leos etc. ¡qué os voy a contar! Eran tan grandes las ganas de que llegara Meron con no-sotros que, a pesar de estar agotados por conciliar la vida laboral y familiar a la par que cuidar de forma intensiva a la pequeña Cayetana, decidimos no poner freno a la llegada de Meron.

Elección del país

Siempre tuvimos claro que iba a ser una adopción inter-nacional. Por ningún motivo claro pero nos sentíamos más identificados por esta opción.En ese momento la mayoría de adopciones se realizaban en China, Rusia y territorio nacional.Empezamos a tramitar con Haití pero, no pasado ni un mes, se tuvo que desestimar por malas relaciones con-sulares. No sabíamos dónde acudir y por fin decidimos

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Etiopía. No conocíamos a nadie que hubiera adoptado en este país y tampoco somos muy aficionados a los foros de Internet sobre adopción (quizás por falta de tiempo), por lo que la elección fue un poco al azar.Nos habían informado que era un país bastante claro, le-gal y, sobre todo, que los niños son muy queridos y que desde que nacen se les cuida lo mejor que pueden, dán-doles en adopción en la mayoría de los casos por necesi-dades vitales y con un único interés: el bienestar para sus hijos, dándoles posiblemente un mejor futuro.En nuestra ciudad no existía ninguna ECAI que tramita-ra adopciones en Etiopía, así que nos fuimos a Zaragoza con Nuria, que pertenece a ADECOP ARAGON. Fue una muy buena elección. Nos ha dado en cada momento lo que necesitamos: ánimos, paciencia, información etc. desde una gran profesionalidad.Por entonces el tiempo de espera era más o menos de 12 a 18 meses para nuestro rango de edad (de 0 a 16 meses).Las adopciones en China, por lo que contaban, era cada vez más lentas y torpes; otros países no terminaban de abrir las listas. Todo eso hizo que Etiopía empezara a sa-turarse con múltiples solicitudes de todo el mundo.Una vez comenzados los trámites específicos para Etiopía, terminamos de completar el expediente en unos cuatro meses, traducciones juradas, poderes etc. No nos pareció excesivamente difícil o costoso.En mayo de 2008 el expediente completo llegó a Etio-pía. La cosa ya empezaba a centrarse y a tomar cuerpo. Desde ese momento empezamos a estudiar sobre el país: costumbres, geografía…, en definitiva, a acercarnos más al país de nuestra pequeña Meron.Ya teníamos claro que este era nuestro país.

Tiempo de espera

El primer año fue tranquilo. No dimos mucha informa-ción a familiares ni amigos ni tampoco a nuestros hijos para no hacerles la espera demasiado larga. El tiempo de espera se iba alargando. No teníamos un grado de an-siedad elevado ya que el día a día lo teníamos bastante ocupado. Nos acordábamos mucho de las familias que no tenían hijos y que esa espera se les estaría haciendo dura.El deseo de que llegara la asignación era cada vez más importante: es como desear un embarazo y ver mes a mes que no llega. El tener otros hijos ayuda a que la espera sea más liviana, pero no disminuye el deseo. Simplemente hace que la sala de espera sea más cómoda, con mú-sica agradable, con bue-na iluminación, aunque

pendientes y deseosos de que te llamen para entrar en consulta.El tiempo pasaba y nos daban fechas aproximadas que cada vez eran más lejanas por saturación de expedien-tes en Etiopía. La cosa parecía cada vez más imposible. Hubo momentos en los que pensamos que nunca iba a llegar. Incluso a Nuria le preguntamos en alguna ocasión: ¿esto va en serio, a todo el mundo le llega?En este periodo de espera nació nuestro hijo Jacobo en agosto de 2009 (el más pequeño de los cuatro, con el pelo muy rubio y con cara de ángel, pesó dos kilos escasos). Fue una decisión difícil. No queríamos entorpecer el pro-ceso de adopción. Nos daba miedo que nos obligaran a parar el proceso, pero, como las cosas se preveían para largo dada la congestión de expedientes, Jacobo pasó un poco desapercibido. Lo que teníamos claro es que nuestra hija etíope tenía que llegar.Los papeles de nuestro expediente caducaron a los tres años. La Consejería de Familia y Asuntos Sociales se puso en contacto con nosotros para indicarnos que, si seguía-mos con interés en el proceso de adopción, tendríamos que renovar la idoneidad.Por supuesto les trasmitimos nuestra intención de conti-nuar con el proceso. Jacobo tenía por entonces un año y cuatro meses. Al tener una edad con alta probabilidad de ser mayor de 18 meses en el momento de la asignación, no pusieron pegas en continuar con la renovación. Pronto iba a llegar el momento.

Asignación - Test de embarazo positivo

El día que celebrábamos el cumpleaños de nuestra se-gunda hija recibimos una llamada telefónica de la Con-sejería: era diciembre de 2010. No nos lo podíamos ni imaginar. Nos comunican que nos han asignado una niña de dos meses y que podíamos acudir al día siguiente para que nos explicaran la asignación. La emoción fue inmen-sa, nos abrazábamos, besábamos, andábamos de un lado para otro. Por fin Meron se hacía realidad, el test de em-barazo era positivo. Intentamos no decir nada a nadie hasta que nos explicaran el expediente completo, pero nos era imposible reprimir la felicidad que sentíamos en ese momento.La sensación era maravillosa, un estado de felicidad com-pleto. Cuando los niños salieron del colegio nos sentamos todos en el salón y les contamos que por fin su hermana de Etiopía iba a llegar. Se pusieron como locos, nos ha-

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El día del cumpleaños de nuestra segunda hija nos

dijeron que nos habían asignado una niña de dos meses“

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cían preguntas que aún no podíamos contestar por falta de información. Su felicidad también era insuperable.Al día siguiente acudimos a primera hora a la Consejería, nos sentaron en una mesa típica de despacho y empeza-ron a explicarnos que teníamos unos días para pensarlo, etc. No podíamos ni prestar atención, el expediente esta-ba frente a nosotros, debajo de las manos del funciona-rio y con las tapas cerradas. Solo pensábamos en que las abriera para poder ver a nuestra hija por primera vez: es como cuando estás en el ginecólogo haciendo la primera ecografía en tres dimensiones y empieza a hablarte de que la placenta está bien implantada, el flujo es correcto… Tú asientes con la cabeza como que te estás enterando de todo, pero lo que piensas es en ver el rostro de tu hija por primera vez.Bueno, pues al final abrió el expediente y pudimos ver a Meron, nuestra guinda recubierta de chocolate. Nos pa-reció preciosa, tenía unos ojos súper abiertos como si nos estuviera viendo. Era una foto tamaño carnet en la esqui-na superior derecha del certificado médico.Una vez visto el rostro de Meron empezamos a centrarnos en el resto de cosas, desde luego también importantes. Nos explicaron que su madre había fallecido a los diez días de nacer y que su padre falto de recursos tuvo que llevarla a un orfanato. También nos contaron que tenía dos hermanas de 7 y 9 años que vivían con su padre y tíos en un pobladito de la Gabela (norte de Etiopía). Nos sentíamos muy, muy afortunados de que nos hubie-ran asignado un bebé sano de solo dos meses.

Embarazo de casi seis meses

Ahora llega lo peor del proceso: tu hija, que ya es tuya, así lo sentíamos, está muy lejos de ti. Con no demasiada in-formación nos comentaron que se estimaba que la fecha de juicio se celebraría, como mínimo, después de cinco meses. El gobierno etíope, por algunas irregularidades cometidas por algunas agencias, había decidido celebrar menos juicios al día de los que llevaba realizando hasta ese momento para poder tener mayor control de los expe-dientes. Nos parecía horrible no poder cuidarla nosotros durante ese tiempo. Nos repetíamos el uno al otro: pues mejor estaría con nosotros, no sé por qué tenemos que esperar, solo por papeleos; y si se pone enferma y si no le alimentan bien estos meses, y si no le dan cariño…Ha sido el embarazo más duro con diferencia de los cin-co. Durante esos cinco meses tuvimos momentos altos y bajos. Intentábamos imaginarnos cosas bonitas sobre Meron.Somos optimistas sin hacer mucho esfuerzo, pero esta si-tuación era desesperante.

Fecha de juicio - Fecha de parto

Por fin Nuria nos llama para darnos la fecha de juicio: 25 de mayo. Un nerviosismo generalizado nos invadió a los dos, ya estábamos a punto de estar con nuestra bebé.Solo faltaba que se realizara el juicio del padre biológico en el que reafirmaba dar en adopción a su última hija. Los sentimientos en ese momento son un poco confusos: te parece terrible cuando te pones en su situación, pero a la vez deseas que lo haga. Piensas que es lo mejor para la niña, pero te duele pensar en la otra parte. Nuria nos co-mentó que no gestionáramos el viaje hasta que ese juicio se celebrase y fuera favorable. No suele ser muy habitual pero se ha dado algún caso en que los padres al final de-ciden quedarse con sus hijos.14 días antes de la fecha de nuestro juicio nos confirmaron que todo iba adelante.Es como si te programaran la fecha de tu parto o tu cesárea. Ya sabes cuándo podrás coger a tu hija por primera vez.

Equipaje para viajar - Equipaje para el hospital

No somos primerizos en hacer el equipaje para ir al hos-pital, pero esta maleta era un poco más complicada. Ropa para bebé de aproximadamente de 7 meses, pañales ¿de qué talla?, leche, ¿cuál será la mejor?, chupetes ¿llevará? No nos olvidemos del termómetro, cremas múltiples, me-dicinas básicas, tijera, juguetes, peluche, esponja, jabón, biberones, cereales y leche para tres semanas... Una ma-leta de las grandes fue toda para Meron.Todos los días repasábamos por si se nos olvidaba algo, no podíamos ir allí y no tener algo que considerábamos necesario.Toda la familia nos decía diariamente ¿no se os olvidará el….? Acordaos de…Ellos también estaban nerviosos y querían colaborar y formar parte de la expedición.

Viaje

Generalmente para dar a luz al hospital siempre se ha so-lido ir en taxi o, si no estabas muy nervioso, en tu coche. Si se te olvidaba algo, tu hermano te lo traía luego.En este caso era un poco más complicado: visados, avión, pasaporte, idioma… Ya en Bilbao conocimos a una pa-reja que también iban a adoptar una niña de tres años. Era muy emocionante el facturar la sillita donde iba a ir Meron dentro de unas horas. En la escala que hicimos en Frankfurt conocimos a otras dos parejas que iban tam-bién a recoger a sus hijos. Una pareja iba con su preciosa y divertida hija Martina de seis años, la otra pareja iba a por dos hermanos de 18 meses y cuatro años.Nos pusimos a hablar como locos y poníamos en común la información de la que disponíamos cada uno. La in-

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formación más emocionante era que probablemente el mismo día de nuestra llegada nos iban a dar a los niños, sin esperar al juicio. Eso era dentro de pocas horas: las contracciones se hacían más intensas y frecuentes.A las 7 de la mañana (hora local) del 22 de mayo llegamos a Adís Abeba.El contraste era brutal: todo el mundo era negro, los ra-ros éramos nosotros. Coches antiguos, riadas de gente, furgonetas repletas, calles de brea cortadas por calles de barro…Nuestro guía, que hablaba perfectamente español, nos acomodó a todos en dos furgonetas y de rumbo al hotel. En efecto, nos confirmó que en un par de horas traerían a los niños. Os podéis imaginar la que se organizó.

Nos dan a Meron - Parto de Meron

Una vez llegados al hotel fuimos a nuestras habitaciones a dejar nuestro equipaje y bajamos al salón del hotel. Allí estábamos sin parar de hablar seis familias esperando a los niños.¡Ya vienen! gritó nuestro guía, me asomé por el cristal y vi una furgoneta llena de niños de distintas edades con va-rios adultos que les cuidaban. Meron iba sobre una chica en el asiento de adelante apoyando los pies en la guante-ra. Nos fueron llamando familia por familia hasta que nos tocó a nosotros. Familia Gastón Monfort. Elisa tras todos sus partos era la primera que recibía en sus brazos a su bebé. Meron no iba a ser distinta. Nos entregaron a nuestro bebé: ese momento por fin había llegado. Elisa la recibió en sus brazos. Era preciosísima, tenía la cara redondita casi sin nariz, los ojos como platos, la piel era muy suave, estaba limpísima, con un pijamita de su talla. No lloraba pero estaba a punto. Sin duda uno de los momentos más intensos y emocionantes de nuestra vida, por supuesto, igualable al parto de un hijo.No nos lo podíamos creer, nos sentíamos afortunadísi-mos, realmente era un regalo, el mejor regalo. Cuando yo la cogí y le hablé comenzó a llorar. Eso ocurrió du-rante tres días, mi voz y mi aspecto (supongo que por ser hombre) le daba miedo. Estaba acostumbrada a que la cuidaran mujeres.Una de las cosas que más nos gustaron fue ver cómo esta-ba cuidada. En el aspecto higiénico era insuperable, pero en el aspecto emocional inmejorable. Se la veía muy fe-liz: era evidente que no le faltaba afecto, muy estimulada, muy bien nutrida, muy, muy sonriente (excepto cuando la cogía yo, claro).Nuestra sensación era igual que la de las demás familias, todos estábamos sorprendidos de lo bien que nos habían entregado a los niños.

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Un detalle fundamental, que a todos nos ayudó en los primeros días, es que venían las cuidadoras diariamente para hacer más fácil la adaptación. Tenían un cuidado muy afectuoso con todos los niños y el amor era recípro-co. Eran muy dulces, muy pacientes y controlaban total-mente la situación. Desde luego no eran simples educa-doras o cuidadoras, su implicación era muy superior.Elisa y yo decíamos continuamente: “Podríamos haberlo sabido esto hace cinco meses, la espera hubiera sido mu-cho más llevadera y el sufrimiento menor”. Os queremos animar a todas las familias que estéis a la espera de ir a por vuestros hijos ya asignados: los niños en la Casa Verde no tienen ninguna carencia, ni afecti-va, ni en sus cuidados higiénicos, ni alimentarios. Están en manos de un equipo con unos valores humanos muy elevados y con unas manos muy cuidadosas, cuentan con materiales y alimentos adecuados. A los pocos días vino la pediatra que visitaba periódi-camente a los niños de la Casa Verde. Nos pareció una excelente profesional. En cuanto a sus conocimientos, son totalmente equipara-bles a un médico de España. Eso también nos dejó muy tranquilos al ver que incluso a nivel sanitario la cosa era sobresaliente.¿Qué más se puede pedir?Es como parir en el mejor hospital, donde las enfermeras te orientan en los primeros cuidados, donde te ayudan a adaptarte a tu nuevo bebé, donde te dan el apoyo y tran-quilidad tan necesaria en estos momentos.

Adaptación

La adaptación por ambas partes ha sido mucho más na-tural y fácil de lo que nos podíamos haber imaginado. Yo siempre digo a mis amigos primerizos que acaban de tener un hijo, que al principio todo el mundo te da con-sejos, los de tu madre diferente a los de tu suegra, los de tu tía opuestos a los de la matrona etc. No os agobiéis. En dos días los que más sabéis de vuestro bebé sois vo-sotros, los que más conocéis a vuestro bebé sin duda sois vosotros. Pues eso mismo pasa en estos casos, a los dos días de estar con Meron la conocíamos perfectamente, oía la voz de su madre y reía sin parar, sabíamos cuando tenía hambre, cuando tenía sueño, cuando necesitaba mimos o juerga. En fin, muy parecido al resto de nuestras experiencias anteriores.Con otras familias cuyos hijos eran mayores que Meron el proceso no fue tan inmediato pero también muy rá-pido y natural: a los pocos días todos eran una familia adaptada y feliz.

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Estancia en Etiopía

Al igual que cuando estás en el hospital deseas que te den el alta, aquí nos ocurrió igual. Los días se hacían eternos esperando reencontrarnos con el resto de nuestra fami-lia. Los papeleos son bastante aburridos y el ocio bastante recortado. Se nos recomendó no salir con los niños a la calle y solos, lo menos posible. Eso hizo que hiciéramos buenas amistades entre las familias que coincidíamos en ese periodo. Unos llegaban y otros se iban. Uno de los días más emotivos fue el día del juicio. Todos estábamos nerviosos. Salimos muy temprano del hotel para ganar tiempo y prever cualquier situación inespe-rada. Lo importante era llegar y no nos podíamos arries-gar.Llegamos a un edificio bastante alto, un poco deteriorado pero con aspecto europeo. Subimos al tercer piso donde, tras andar por un pasillo estrecho y lleno de gente, llega-mos a una gran sala totalmente abarrotada de gente y totalmente desnuda de mobiliario. Era la sala de espera donde permaneces hasta que te nombran para tu juicio. Lo que más nos impactó y afectó fue que esa sala la com-partíamos los padres adoptivos con padres biológicos que tenían que acudir ante la juez para reafirmar que daban sus hijos en adopción. Venían de toda Etiopía hasta Adís Abeba para realizar el primer juicio, el que se realiza días previos a nuestro viaje.A la media hora nos comunicaron que ese día no podía haber juicios ya que el hijo de la juez estaba enfermo y no había podido acudir. Se aplazaba al día siguiente. La agonía iba a durar un día más.Al día siguiente, volvimos al juzgado y a la sala de espera que este día estaba más llena por coincidir las familias de ese día y del día anterior.Por fin nos tocó a nosotros. A la sala de la juez entra-mos cuatro familias de Adecop y nuestros intérpretes. La juez tenía muy buen aspecto, su mirada era muy cercana, hizo preguntas dirigidas a todos. Preguntó que si conocía-mos en nuestro país algún niño adoptado de Etiopía, si teníamos hijos y en caso afirmativo si también estaban de acuerdo. Nos hizo comprometernos a darle toda la infor-mación a nuestro hijo de su origen y también a hablarle de la cultura de su país. Y nos explicó que una vez dijéra-mos que aceptábamos al niño asignado era una decisión irrevocable.Fue nombrando familia por familia. Hacía una breve descripción del expediente y te preguntaba si estabas de acuerdo. Meron ahora sí que era nuestra para siempre. Al salir de la sala todos nos abrazábamos muy felices. El parto y el alumbramiento habían terminado de forma po-sitiva. Como tras cualquier parto empieza la burocracia:

ir a la seguridad social para la baja, acudir al juzgado y al registro para decir que tu hijo existe, acudir a tu centro de salud para adjudicar pediatra, libro de familia etc. Pues aquí parecido: pasaporte, extranjería, embajada, etc.Todo esto bajo un cierto grado de presión ya que todo es contrarreloj pues no puede haber retrasos en la fecha de vuelta. La verdad es que el personal que nos guiaba está bastante bien relacionado e instruido, por lo que hacen su trabajo de manera bastante diligente y eficaz.

Vuelta a casa

El día antes de nuestro regreso era emocionante pero tam-bién sentíamos pena de terminar este periodo tan intenso, un periodo que yo creo nadie puede llegar a olvidar. Nos despedimos de las familias que se quedaban y empe-zamos a hacer la maleta, que ahora estaba mucho más vacía.Por la mañana temprano un taxi nos llevó hasta el aero-puerto, pero ahora con la sillita llena. Meron se venía con nosotros a nuestro mundo. Todo llega.El viaje fue mucho más ameno que el de ida. Todos está-bamos muy felices y el cansancio pasaba desapercibido. Cuando llegamos a Frankfurt, la gente europea nos lla-maba la atención. Es tan intensa la inmersión en el mundo etíope que, al volver de nuevo a nuestro mundo, nos sentíamos extran-jeros, nos chocaba todo, las ropa, la comida, las infraes-tructuras, etc. Por supuesto, teníamos unas ganas locas de comer algo con nuestros sabores y olores; nos comimos la hamburguesa más buena del mundo o, por lo menos, eso nos pareció.Al llegar al aeropuerto de Bilbao, yo creo que casi temblá-bamos: íbamos a ver a nuestros chiquitines y ellos iban a conocer a su nueva hermana. Llevábamos tres semanas sin verles, nunca habíamos estado más de tres días sepa-rados de ellos.Las maletas nunca salían. Por una gran cristalera vimos a nuestra familia y les enseñamos a Meron, no dejaban de mirarla con los ojos como platos. Llevaban unas pancar-tas de cartulina pintadas por ellos para darle la bienveni-da a su hermana. Cuando, por fin, pudimos salir todos nos abrazábamos llorosos de emoción, besaban a Meron, la cogían, le po-nían el chupete, le cantaban, le enseñaban sus carteles, nos hacíamos fotos. Fue muy emocionante.Por fin, nos daban el alta, ya estábamos en nuestra casa y empezaba la nueva vida de Meron. La pobre tuvo que soportar millones de visitas los primeros días; creó más expectación que sus hermanos. Su sonrisa conquistó a to-dos sus visitantes. El acogimiento familiar y social ha sido

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brutalmente positivo. Meron ha conseguido en un tiempo record robar el corazón a sus hermanos, primos, abuelos, tíos, amigos, vecinos.Ha sido un verano maravilloso, Meron es muy feliz y no-sotros también.Ya hemos empezado el curso y va junto con su herma-no Jacobo a la guardería. Actualmente no le caben más mocos en su pequeña nariz, pero eso es parte del creci-miento.

Bichos raros

Os pareceremos unos bichos raros, pero nosotros nos sen-timos perfectamente normales. Entendemos que cuando vamos por la calle el contraste de cuatro rubios y una morena es para volver la cabeza.En el barrio ya nos tienen totalmente incluidos y asimila-dos con lo que esa sensación de raros disminuye bastan-te. Quizás no seamos un estilo de familia muy frecuente, pero os aseguramos que somos normales y nuestro día a día es como el de la mayoría de las familias.

Re!exiones de Elisa e Íñigo

Nos sentimos muy afortunados con este regalo de Dios, como su nombre indica.El proceso de adopción es largo y duro, incluso más que un embarazo y un parto.La implicación con tu futuro hijo es muy similar a cuando lo estás gestando en tu tripa.El equipo que nos ha gestionado todo el proceso, tanto en España como en Etiopía, se merece un sobresaliente. Los cuidados de nuestro bebé en el orfanato Casa Verde han sido inmejorables.La adaptación de Meron a su nuevo mundo está siendo muy sencilla por ambas partes.Es una experiencia totalmente recomendable, única e inexplicable. Os queremos animar a aguantar los proce-sos de adopción con la mayor tranquilidad posible: todo llega y merece la pena. Os queremos animar a comenzar procesos de adopción a los que estáis indecisos: seguro que no os arrepentiréis. Os animamos a ser familias un poco especiales, no tengáis miedo a que os miren o co-menten o juzguen vuestras decisiones sobre la adopción. Al final todos sucumben a los encantos de nuestros hijos, incluso se contagian. Estamos seguros que esta experien-cia a todos mis hijos les va a marcar de forma muy positi-va en esta vida, probablemente van a ser más tolerantes, vivirán las situaciones con menos estrés y desde el amor y humanismo. Cuando sean adultos estarán muy orgullosos de pertenecer a esta familia y sembrarán este espíritu por el mundo. ■