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    Foucault 1648

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    I. Agamben y la recepcin de Foucault

    1. Quien est familiarizado con la prctica de la investigacin en cienciashumanas sabe que [...] la reflexin sobre el mtodo muchas veces no prece-de, sino que viene luego de la prctica.1. As comienza Agamben su librode 2006 sobre el mtodo genealgico, Signatura rerum. Me propongo aqucuestionar el sentido de esta reflexin. Agamben ha establecido la limitadalegitimidad de su operacin. Se trata para l de una discusin entre amigos ycolegas porque supone una gran familiaridad con la investigacin. Se disponeya de la prctica de la investigacin sobre la que se reflexiona. En este caso,

    Agamben confiesa que la clave innegociable es Foucault. Mi intervencinsugiere que no estamos seguros de que la obra de Foucault nos ofrezca unaprctica sobre la que basar un mtodo. Inmediatamente, Agamben rectifica ynos dice que, en realidad, a la prctica a la que desea atenerse es la suya pro-pia. En este sentido se nos dice que l ha usado el homo sacer, el musulmn,el estado de excepcin y el campo de concentracin como paradigmas. Porlo tanto, al menos el primer ensayo de su libro tiene como objetivo reflexio-nar sobre esa prctica propia. Sin embargo, la expresin paradigma ya fueusada por Foucault. Al parecer, Agamben se propone reflexionar sobre este

    uso porque en Foucault no estuvo expresamente analizado. Sin embargo, con-forme avanzamos en la interpretacin de Agamben, descubrimos lo siguiente:Foucault deseaba distinguir conscientemente el tema de sus investigacionesde los paradigmas de Kuhn2. Esto signific en algn sentido el desplaza-miento del paradigma de la epistemologa a la poltica. Debemos reteneresta descripcin. El algn momento, el asunto poltico que desea observarFoucault consiste en el rgimen interno de poderque gobierna enunciados,que regula prcticas y formaciones discursivas, que tiene efectos de podersuficiente para constituir grupos de objetos, conjuntos de enunciaciones, jue-

    1 G. Agamben, Signatura rerum, Anagrama, Barcelona, 2008, p. 9.2 Ibd., p. 18.

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    gos de conceptos, series de elecciones tericas3. Estas prcticas parten de unestado de dispersin, propio de los enunciados. Sin embargo, por algn mo-

    tivo, un conjunto concreto se recorta, pretende hacerse valer como normay ejerce una funcin dominante como modelo. Entonces, la prctica dis-cursiva se convierte en saber. Atraviesa el umbral de epistemologizacin.Entonces se obtiene una figura epistemolgica4 dotada de ciertos criteriosformales, tanto de verificacin, de crtica, de modelos. Entonces, cuando segenera un conjunto de relaciones, cuando se renen prcticas discursivas ysus figuras epistemolgicas, ciencias, verificaciones, cuando incluso se lle-gan a formar sistemas formalizados, tenemos una episteme. Como vemos, eldesplazamiento del que hablamos antes constituye un repliegue. Regresamos

    a la cuestin del poder para luego avanzar hacia la epistemologa. Esta no esuna realidad autnoma. Si en cierto modo Kuhn daba por hecho que existala ciencia normal y su problema era cmo se produca un cambio de para-digma, Foucault desea investigar qu hay de normal en eso que es normal.No es tanto la discontinuidad que Kuhn deseaba investigar como novedadrevolucionaria sino la existencia de la normalidad, este momento en queuna episteme afirma su derecho a la normatividad como algo existente, el de-recho de su propia facticidad. Agamben, citandoArqueologa del saber, no ha

    subrayado la palabra que permite designar el paso desde el rgimen de poderque produce discursos hasta llegar a la facticidad de la episteme como discur-so cientfico. Foucault habla all de enigma5. Ahora debemos preguntarnos silas cosas siguen ah.

    2. Olvidar la poltica. Cuando se lee el libro de Agamben, la mediacinde la epistemologa por la poltica se ha olvidado. Sin duda, esto no puedeser una sorpresa. El problema inicial de Foucault era el paso de un enunciadodiscursivo a su conversin en ejemplo, en paradigma, en oracin. Lo primeroera una expresin, lo segundo una institucin. El paso de uno a otro requiere

    un poder, la mediacin de la epistemologa por la poltica y su estabilizacin.Cuando la institucin del ejemplo est establecida, tenemos desde luego unparadigma. Podramos decir que tenemos el punto de partida de una episteme.Una forma de hacer los enunciados, de prolongarlos, continuarlos, agruparlos,segn la regla o la ley de un ejemplo paradigmtico. De un hecho, tenemosentonces un rgimen que se impone con su derecho de facticidad. Cmo sepase de uno a otro, sigue dominado por el mismo esquema. Es un enigma.Pero ahora sabemos que se trata del enigma de cierto poder y su relacin conel saber. Agamben no ha avanzado nada en este punto.

    3 M. Foucault,Arqueologa del Saber, Siglo XXI, pp. 236-7.4 Ibd., pp. 243-44.5 G. Agamben, Signatura rerum, o. c., p. 20.

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    Pero cuando miramos las fuentes histricas para descubrir un paradigmaen su constitucin como debe hacer la arqueologa slo tenemos la indi-

    cacin de que en el archivo inerte obtenemos cierto plans de clivage parahacerlo legible. Esta expresin forma parte del cuerpo del enigma. En losarchivos no hay planos en pendiente. Deba haber enunciados aislados que enun proceso observable de poder pasan a ser paradigmas y verdades que dejanatrs falsedades, epistemes desautorizadas. Frente a esto, Agamben dice queel paradigma no est ni en el investigador ni en las cosas, sino en el ser6. Lasfuentes deberan mostrarnos cmo del fluir de enunciados nuevos se destacanaquellos que fundan la institucin del ejemplo. Y la historia del poder deberadarnos cuenta de este triunfo. Y como se supone que antes haba otro rgimen

    de ejemplos capaces de configurar lo que era verdad y falsedad, la cuestin esla de Kuhn y no nos hemos movido un paso. Cmo en medio de un rgimende ejemplos emerge otro hasta imponerse como la clave de otras institucionesparadigmticas? Invocar la poesa de Wallace Stevens, titulada Descriptionwithout place, es invocar de nuevo el enigma. Se vista de Wallace Stevenso de Heidegger, el sentido mismo de la historia queda as arruinado en estacomprensin de la genealoga.

    Olvidando que la diferencia entre permanente e histrico es siempre una

    dimensin interna a toda episteme, y que as debera vincularse a una historiadel poder y sus luchas, Agamben se desplaza en otro salto. En toda autnticaprctica histrica, dice, siempre hay una distancia entre la archy el origentemporal y fctico. Esta sera la tesis que Foucault defendera enNietzsche, lagenealoga y la historia. Aqu genealoga sera totalmente contraria a la bs-queda de un origen7. Sin embargo, no llegamos a identificar con claridad larelacin entre genealoga y arqueologa. Pues esta quedaba concernida por laemergencia. Decir que ahora despreciamos el origen no puede significar que,de repente, nos hayamos desinteresado por la emergencia. Creo que esto es

    algo de lo que sucede. Veamos de cerca el asunto. Origen, Ursprung, eso queahora no queremos buscar, tiene que ver con la sucesin hegeliana de los sig-nificados ideales y las teleologas indefinidas8. En suma, origen aqu sera unseguro de continuidad histrica de sentido. Kant habra escapado a este hege-lianismo con su teora de las ruinas y ese escarbar en los materiales del pasadopara hallar piedras adecuadas y salvabas de entre el naufragio del tiempo parael edificio de la razn. Nietzsche deseaba protestar contra Hegel al proponerque la genealoga tiene que ver con laHerkunfty laEnstehung: procedencia yemergencia. Origen-Ursprung habla de una identidad primera que se desplie-

    ga soberana sobre todos sus accidentes. Quin quiere esto? Lo que Nietzsche

    6 Ibd., p. 42.7 Ibd., p. 111.8 Ibd., p. 112.

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    quiere identificar es algo que usa mscaras, astucias. Y esto, conjurar la qui-mera del origen hegeliano, es lo que hace necesaria, para Foucault no menos

    que para Nietzsche, la historia de esos largos procesos titubeantes, contigen-tes. Para ello, la trama de la identidad debe desaparecer porque depende de unsujeto metahistrico ya constituido y siempre constituyente. La procedenciay la emergencia debe dar cuenta ante todo de la constitucin del sujeto de latrama histrica9, justo aquello que ya da por supuesto el problema del origen.Pero esto es necesario para la emergencia del enunciado y su institucin enejemplo, discurso y episteme. Por tanto, la genealoga es necesaria para laarqueologa, y es una mejor aproximacin a la exigencia de la arqueologa.Da cuenta de la constitucin de los saberes, los discursos, de los mbitos de

    objetos, sin tener que referirse a un sujeto previo10. Sabemos que el poderno lo es. En la arqueologa haba una referencia escondida al poder, el cual seconstituye como constituyente en el proceso mismo, emergiendo en la proli-feracin de enunciados, la formacin de sus discursos, de sus saberes, de susempiricidades. Ahora ese lugar escondido sale a la luz. En la genealoga serefuerza el problema del sujeto y del poder y se dice que el poder que consti-tuye la episteme tiene que constituirse a s mismo en el proceso como sujeto.En la lucha contra otros.

    Para Agamben, sin embargo, el abandono de la cuestin del origen idealque apoyamos implica el abandono de la cuestin del origen como emer-gencia de poder, paso que criticamos. No podemos desplegar la arqueologasin la emergencia, la procedencia, la genealoga, sin la temporalidad de lasluchas. Por eso no podemos confundir la crtica de Foucault y de Nietzs-che al origen ideal con esa otra cuestin del inicio. Este no es separable dela emergencia y de la procedencia. Al abandonar los dos como si fueran lomismo, Agamben puede decir que en toda investigacin histrica lo relevanteno es el origen cronolgico, sino un estrato heterogneo [...] como alteridad

    cualitativa11

    . Haciendo referencia a Overbeck, Agamben dice que toda inves-tigacin histrica debe hacer referencia a una Urgeschichte, a una prehistoria.Podemos responder que una cosa no quita la otra. Quiz las dos sean necesa-rias. Sin embargo, el libro de Agamben inicia entonces una deriva que llevahacia la cuestin de la tradicin, la necesidad de renovar sus fuentes, se centraen los temas de la hermenutica de Ricoeur, marcha hacia una arqueologa ge-neral o filosfica Agamben llega a hablar de ontologa que tiene que vercon el problema de la antropognesis y que muestra la necesidad de entenderla historia colectiva como la historial personal segn el modo del psicoanli-

    sis. Entonces, la emergencia de la episteme es como la emergencia del mundo

    9 M. Foucault,Nietzsche, la Genealoga y la Historia, Pretextos, Valencia, p. 147.10 Ibd., p. 147.11 G. Agamben, Signatura rerum, o. c., p. 114.

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    soado libremente en la noche. Este sera el verdadero poder. Inconsciente eslo que la tradicin ha ocultado, historia es lo que la historiografa no dice. La

    arches el Ello que debe devenir Yo, pero ese ello siempre es la imagen de unsueo soado que podr ser soado en el futuro, un futuro anterior. Con ello,Agamben pone fin al cronotopo de Koselleck. Nada de aceleracin que se ve-rifica en un futuro pasado, sino de regreso al futuro en el pasado, instaurandopor primera vez un presente12. Pues el sueo es proftico, anuncia el futuro,presagia la historia, anticipa la liberacin13, destruye a la vez el fantasma delinconsciente y las redes de la tradicin. As se hace accesible la transparen-cia de la historia individual o colectiva14. Frente al sujeto constituyenteque tiene un plus de conflicto sin resolver para llegar a ser tal, y una historia

    atravesada por un poder capaz de fundar paradigmas, Agamben nos proponeuna historia de salvacin de premisas suavemente gnsticas y conclusionescatlicas, en las que todo se juega en la inmanencia de un sujeto originariodel que emerge un sueo creador que ya est produciendo los montones deruinas bajo las que l mismo se esconde. Sin duda, se trata de una teologa dela historia (que elimina de raz el argumento de Carl Schmitt) segn la cualla estructura misma de Dios es la stasis, una dualidad sin espritu final dereconciliacin, un conflicto freudiano de Dios padre con Dios Hijo. Agamben

    no asume las representaciones de una trinidad eternamente rota. Su dualismognstico diferencia entre el Dios creador y el Dios salvador, los ngeles de lasemanaciones y los profetas del Logos. Como es natural, el Dios salvador esms poderoso que el Dios creador, y por eso los profetas son ms altos que losngeles. En suma, la historia como creacin inconsciente slo tiene sentidodesde la salvacin que le sigue, pero que en el fondo le es anterior. Cristo-lgicamente, el Logos es aquello por lo que la creacin se crea, para que lcumpla su papel salvador. Como tal, la salvacin est asegurada porque es elapriori inmanente que hace posible la creacin. Si Dios no hubiera prometido

    el Mesas, el mundo no habra sido creado. As que la redencin es la tareapropia del arquelogo y este es el nico que tiene acceso a la creacin, antesllamada presente. En este sentido, la promesa arqueolgica de salvacin no esnada cronolgico, sino que siempre opera y crea en la historia.

    En estas condiciones, no debe extraarnos que el desplazamiento deAgamben acabe ms all de la prehistoria, ms all de la emergencia, ms allde una arqueologa general, en una antropognesis que tiene que rehacerse encada momento histrico. Estas seran las dos corrientes bipolares que atravie-san su gnosis: emergencia y devenir, archipasado y presente, antropognesis e

    historia. El terreno de todo esto ha de ser la ontologa y no la cronologa. Por

    12 Ibd., p. 143.13 Ibd., 127.14 G. Agamben, Signatura rerum, o. c., p. 144.

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    debajo de esta bipolaridad que estructura la temporalidad histrica, el ser consu inmanencia dentro y fuera de s mismo, un ser que suea y se queda fuera

    de su sueo. Por eso Agamben habla de un campo de tensiones esencial-mente histricas15, pero de algo que en el fondo no est en la historia. Nadade naturalizacin, eso parece desear ante todo Agamben cuando, al final,ha opuesto las ciencias humanas, basadas en un evento histrico originario,capaz de ofrecer un anclaje ontolgico ltimo16 por completo alternativo a lagramtica generativa y la ciencia cognitiva desprendidas del sistema neuronaly el cdigo gentico.

    II. Arqueologa y Enigma

    3. El objetivo final de la obra de Foucault. Esta recepcin de Agambenproyecta el acontecimiento intelectual Foucault como filosofa general. Creosinceramente que esta aproximacin no recoge el sentido completo de la obradel pensador francs, pero no es ajena a su tesis central. En lugar de pregun-tarse por la emergencia arqueolgica y genealgica de las epistemei, Agam-ben se ha preocupado, en trminos de Kant, por el comienzo verosmil dela historia humana, por una arqueologa general o filosfica, ese anclaje del

    ser humano en el ser a travs de esa frontera topolgicamente inmanejableque son los sueos. De este modo, Agamben nos sugiere que, sea cual seala accin del poder constituyente, siempre es superior el poder del intrpreteque salva su creacin. Sin duda, Agamben est ms interesado en asegurar lahistoricidad que la historia. La articulacin interna de la historicidad comohistoria no le interesa. Le concierne la temporalidad del ser en la medida enque comienza su historia verosmil humana como sueo a salvar, no la articu-lacin del tiempo.

    Esta no era la intencionalidad de Foucault, pero l tampoco era comple-

    tamente ajeno a estas gloriosas perspectivas. Sin embargo, sus escenariosquedan casi invertidos. La pretensin de Foucault estaba ms radicada enmostrar la contingencia del humanismo, en saludar el acontecimiento inme-diato Nietzsche, aquella sacudida que todava conmova al autor como lafundacin de lo contemporneo, que inclua la promesa/amenaza de que elhombre dejara de ser muy pronto. Desde el punto de vista de la filosofadel Retorno esto ya significaba que el hombre era una refunfuona inexisten-cia y que aunque crea ir sobre su propio pie, ya estaba atado a las espaldasde un tigre17. Antes del fin del siglo XVIII el hombre no exista, sigue

    15 Ibd., p. 150.16 Ibd., p. 148.17 M. Foucault,Las palabras y las cosas, Bruguera, Barcelona,1970, p. 313.

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    Foucault18. Ahora est a punto de ser borrada su huella. Cuando leemos estatesis del gran libro de Foucault, nos damos cuenta de que Agamben quiere

    recomponer el humanismo y las ciencias humanas a travs de una arqueologacapaz de mostrar qu significa la antropognesis. Desde este punto de vista, algeneralizar el mtodo de Foucault, lo lanza contra su autor mismo. Agambenest interesado en la emergencia de lo humano y la historicidad, en una histo-ria de creacin y de salvacin. Foucault se preocupa por el arco temporal devigencia de la invencin del hombre y su paso a la animalidad.

    Sin embargo, con el tiempo, este objetivo general de Foucault sufri su-tiles variaciones y su obra se fue hacindose ms compleja. Con su peculiarmodo de trabajar, con sus errticas idas y venidas, que tanto desesperan a sus

    intrpretes, con su marcha al modo de un cangrejo, Foucault presenta al finaluna cierta coherencia. Si haba descrito la estructura de la episteme clsica,y su forma de estallar en la modernidad, si haba mostrado lo que quedabafuera de la episteme, la locura, el sexo; si haba desplegado la disciplina y laestructura carcelaria, podemos decir que su obra final, en Hay que defenderla sociedad, Seguridad Territorio y poblacin y finalmente El nacimientode la biopoltica, vuelven al viejo tema de la organizacin histrica de lasepistemei. Con ello, Foucault analiz la historia del proceso constituyente de

    la episteme clsica en su relacin con l poder, mostr las resistencias a esteproceso, y se aproxim a la va regia por la cual el mundo clsico se desplazhacia el siglo XIX generando el mundo moderno por un lado, y el gobiernoneoliberal por otro. Podemos decir que, en cierto sentido, su proceso fue haciala concrecin histrica, justo en la lnea contraria de Agamben.

    4.Epistemei. Es lgico pensar que para este planteamiento de Agamben,que tiene como rgimen el comienzo verosmil de la antropognesis el ini-cio no tenga significado ni relevancia. Pero la investigacin arqueolgicade Foucault no lo descuidaba. Desde cierto punto de vista, Las palabras y

    las cosas era la historia de la invencin y la desaparicin del ser humano,la historia de la antropologa y sus condiciones de posibilidad, as como lapromesa de su superacin, esa anticipacin de que su rostro ha de borrar-se en la historia19. Pero l quera desplegar este proyecto a travs de unahistoria de la ratio occidental. Esta historia filosfica general organizaba lapoca y episteme del humanismo propio del Renacimiento, la poca de laepisteme clsica propia de la representacin que surge hacia mediados delsiglo XVII, y la tercera, la poca moderna de la produccin de la vida, del

    18 El hombre es silo una invencin reciente, una figura que no tiene ni dos siglos (Ibd.,p. 9).

    19 Ibd., p. 305.

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    lenguaje y del trabajo20. De ah se desprendera el objetivo final del estudiodel nacimiento de la episteme liberal. La diferencia reside en que la primera

    y segunda episteme ofrecen un lugar de privilegio al ser humano, pero no lohan podido pensar21. Esta sera la tarea de la tercera poca moderna. Y estasucesin de pocas vena descrita por una argumentacin arqueolgica encada caso. Esta mostraba las transiciones de episteme en lugares en los quehasta ahora no se haba buscado. As, contrario a lo que sugera Agamben, yal hablar de arqueologa, Foucault se expresaba en trminos de umbral denuestra modernidad o del momento mismo de ese trnsito22. No slo unmomento. La modernidad se inici el da en que la finitud fue pensada enuna referencia interminable consigo misma. Modernidad fue pensar lo finito

    a partir de lo finito y ese fue el acontecimiento ms complejo que se produjoen el pensamiento occidental23. Vemos as que la arqueologa tiene que vercon emergencias en tanto acontecimientos, momentos, das, cada uno consu relacin con la estructura previa. As, lo moderno, frente al pensamientoclsico, fue una inversin. En el pensamiento clsico, la representacin y elser humano se pensaron desde el infinito24, mientras que en el pensamientomoderno lo finito se pens desde lo finito, desde su propia produccin. Peroa veces tambin el paso se describe como una mutacin arqueolgica25. Pues,

    en la poca clsica, el ser humano, ojo externo y trascendente a la representa-cin, no es visto; de la misma manera que El Rey deLas Meninas organiza elcuadro sin verse. La representacin y el lenguaje organizan el mundo como unespejo, pero el ser humano mira desde fuera la duplicacin, como el exterior26del que emerge la luz y el lenguaje, sin ser visto ni dicho. El ser humano pro-duce el espejo en el que brilla la naturaleza, pero no es un objeto de ella, sinoun Cogito cuyo ser debe ser mantenido inarticulado27, un Yo trascendental del

    20 Esta investigacin arqueolgica muestras dos grandes discontinuidades en la episteme

    de la cultura occidental: aquella con la que se inaugura la poca clsica (hacia mediados del sigloXVII) y aquella que, a principios del siglo XIX, seala el umbral de nuestra modernidad. (Ibd.,p. 7).

    21 Ibd., p. 308.22 Este umbral convena situarlo cuando el ser humano se pens como un duplicado tras-

    cendental/emprico, esto es, cuando no slo prestaba sus condiciones de posibilidad al conoci-miento, sino que l mismo se conoca como un objeto ms de lo que apareca dentro de estascondiciones de posibilidad. Que el conocimiento que l determinaba tena una historia, unascondiciones histricas, sociales y econmicas, que estaban sometidas a conocimiento empricoposibilitado por l mismos. Cf. Ibd., p. 310. En suma, que el sujeto que permite el conocimientotambin puede ser el objeto de conocimiento. De umbral vuelve a hablar en Ibd., pp. 9-10.

    23 Ibd., p. 309.24 Ibd., p. 308.25 Ibd., p. 304.26 Ibd., p. 304.27 Ibd., p. 303.

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    que nada se puede decir, que ocupa la parte opaca del espejo. La mutacin re-side en que ese mismo ser en el pensamiento moderno aparecer como animal

    histrico y productor de s mismo.En todo caso, se trataba de discontinuidades de la ratio europea. No pre-

    tendo ahora descubrir la complejidad del libro de Foucault. Se trata ms biende dejar claro que Foucault est haciendo historia no por referencia a unaantropognesis general, sino por referencia a una historia occidental del cono-cimiento y del ser humano. Lo decisivo es que l enlaza estas pocas a travsde acontecimientos arqueolgicos que disuelven desde dentro las estructurasy las epistemei, esos momentos que dentro de un paradigma lo destejen desdedentro configurando la prehistoria del siguiente. As que fenomenologa y la

    produccin de la estructura es la otra cara de la arqueologa, pues aquellasaproximaciones ofrecen la base estable que permite identificar el procesoarqueolgico, las mutaciones, las inversiones, los desplazamientos, las di-soluciones. El libro de Foucault es abundante en estos desplazamientos quemuestran que la arqueologa es temporalidad histrica, es secuencial, aunqueno goce de la continuidad cronolgica. El inicio arqueolgico puede operara distancia, manifestarse en la plenitud de la episteme anterior, prefigurarla,corroerla, sentenciarla, como una imagen proftica puede estar fuera y dentro

    a la vez. De esta manera, Foucault intenta resolver el problema Kuhn y elproblema del cambio de paradigma, as como la emergencia de la novedad.5.Episteme renacentista. Debemos preguntarnos si lo consigue. Foucault

    ha dicho mucho de interesante sobre estas epistemei a nivel fenomenolgi-co. Recordemos un poco. Primero acerca del humanismo del Renacimiento,el momento en el que se puede pensar lo vacilante de toda instauracin delorden de las cosas, de lo profuso y enmaraado de sus semejanzas y diferen-cias28. Por eso no sabemos si se trata aqu de una episteme o del contrapuntopara identificar la episteme clsica, del caos necesario para percibir que hay

    emergencia del orden. Por eso, la invocacin al Renacimiento era necesariapara un libro que deseaba mostrar la experiencia desnuda del orden y de susmodos de ser, los conocimientos y teoras a partir del siglo XVI29. El Rena-cimiento era necesario como a priori histrico para una arqueologa de lapoca clsica30, el fondo revuelto, indefinido, sin rostro y como indiferentea las diferencias31. Sin embargo, comprendemos que hay en Foucault unapositividad epistemolgica propia del Renacimiento, aunque no tenga una

    28 Ibd., p. 5.29 Ibd., pp. 6-7.30 Ibd., p. 7.31 Ibd., p. 9.

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    lnea poltica tan clara como la de Trevor-Roper32. Se trata de la semejanzay sus formas. La conveniencia en tanto vecindad o semejanza de lugar como

    signo de parentesco33, el encadenamiento del espacio que imanta a los seresencadenados, constituye un resto de la magia y, de hecho, la fuente central deFoucault la ofrece G. Porta, con su libroMagiae naturalis escrito en 1589. Laaemulatio como accin imitativa a distancia, sin encadenamiento ni proxi-midad, permite a Paracelso decir que el hombre siente a las estrellas en suinterior y que lleva al firmamento y sus influencias en su seno34. La distanciavisible es aqu aparente porque en medio queda siempre realidad. La analogarecorre esta distancia no por una medida abstracta, sino por cosas semejan-tes, atadas por un nmero infinito de parentescos, universalmente aplicable35,

    pero concentrada en un punto privilegiado que es el homo36, el centro de lasradiaciones y donde estas se concentran, foco de proporciones que al preocu-parse por el mundo se preocupa por s37. Por fin tenemos la simpata/antipata,principio de movilidad en todas direcciones [alto y bajo, dentro y fuera, cercay lejos] y que por eso asimila, mezcla, transforma, pero tambin repele, iden-tifica y afirma diferencias. La identidad de la cosa es el balance continuo dela simpata y la antipata que le corresponde, sentencia Foucault38. Y todasestas formas de la semejanza dejan signaturas en las cosas, las marcan para as

    poder ser ledas. Muestran sus efectos en las cosas y no quedan en el secreto39

    .Ellas son el criterio, el elemento de decisin y la certidumbre de lectura. Poreso no hay semejanza sin signatura. Esta signatura es la sombra e imagen

    32 Lo llam Estado y sociedad del Renacimiento Europeo. Su tesis general sobre larevolucin del siglo XVII dice que desde fines del siglo XV hasta mediados del XVII tenemosun solo clima, el clima del Renacimiento; luego a mediados del siglo XVII, llegan los aos delcambio, los aos de la Revolucin, y de all en adelante nos sumimos en otro clima muy diferenteque dura un siglo y medio: el clima de la Ilustracin. Cf. Trevor-Roper,La crisis del sigloXVII. Religin, Reforma y Cambio Social, Katz, 2009, p. 63. Su caracterizacin del momento

    renacentista viene dada por el modelo de la monarqua mixta (p. 64) que implicaba un modelode relaciones entre la sociedad y el Estado, Estado y sociedad del Renacimiento europeo (p.68), por la corte renacentista, y por el Estado basado en una burocracia grande y expansiva, unenorme sistema de centralizacin administrativa que emplea una creciente multitud de cortesanoso funcionarios, administradores formidables, diplomticos maquiavlicos, cultos mecenas delas artes y las letras (p. 73), nuevas universidades y personajes corruptos (pp. 73 ss). Trevor-Roper est siempre cercano de Weber, pero sin dar en el clavo: se trata de una burocracia que noha sido expropiada de sus medios de produccin, sino que busca patrimonializar los cargos.

    33 M. Foucault, Las palabras y las cosas, o. c., p. 6-7.34 Paracelso, Liber Paramirum, 1559. Se desarrollara en Crollius, Tractatus novus de

    signaturis rerum internis, 1608.

    35 M. Foucault Las palabras y las cosas, o. c., p. 30.36 Ibd., p. 31.37 Ibd., p. 32.38 Ibd., p. 33. Ahora Foucault se apoya en Cardano,De subtilitate rerum, 1552.39 Ibd., pp. 34-45.

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    de Dios. Son sus figuras visibles, marcas, blasones, cifras, palabras oscuras,jeroglficos, juntas para formar el libro del mundo, el habla del mundo. Son

    analogas, proporciones, cercanas, conveniencias, semejanzas que operan a lavez, que se invocan en crculo40. La semejanza centellea con su propia luz41y se presenta tanto en la magia como en la erudicin42, en la Escritura y en loslibros de la Antigedad43. Foucault ha hablado de divinatio y eruditio yen el origen de la naturaleza y del verbo, de lo visto y ledo, de lo odo y rela-tado44, siempre est Dios, el soberano del texto primitivo. El lenguaje aqu sonlas cosas mismas y se trata de hacer hablar a todo, de hacer proliferar el textoinfinito con el infinito de la interpretacin45. El resultado fue la episteme delRenacimiento, que superpone la hermenutica y la semiologa. Lo que permi-

    te leer el sentido de los signos es sencillamente identificarlos como signos poralguna similitud. Saber que algo es un signo es ya leerlo en su semejanza. Sinembargo, esta superposicin no forma un cuadro. Es ms bien una foto borro-sa. Todo es mvil, como una foto movida, y por eso no es transparente46. Tales la episteme del siglo XVI. Pletrica y pobre, ilimitada e inestable, necesi-tada de una acumulacin infinita, sumando siempre, en columnas montonasde detalles sorprendentes47. En lo ms pequeo debe verse lo ms grande, enel microcosmos el macrocosmos y en esta relacin est el efecto del a priori

    histrico, el nivel arqueolgico de la episteme renacentista, la necesidad dedisponer un trmino de su efusin como garanta de este saber48.La concepcin del lenguaje como parte del mundo, como cosa natural, ha

    sido el centro de las diferencias estructurales de las epistemei. Justo por eso,el lenguaje del Renacimiento no representa, sino que es. Mundo como libroquiere decir que es el propio mundo el que oculta y manifiesta, el que ofreceel sentido y orienta en las relaciones. Pero tambin que las letras y las pala-bras ocultan un ser significativo en su materialidad. No representan otra cosa,sino que son un sentido y una cosa a la vez. Su etimologa y su sintaxis dicen

    sus secretos49

    . Sin duda, Foucault reintroduce el tema de Babel y la diferenciaentre nombre originario y nombre derivado o confuso. Se trata de un lenguajecado y de un conocimiento fragmentario, pero todava podemos llegar a esa

    40 Ibd., p. 37.41 Ibd., p. 38.42 Ibd., p. 40.43 Ibd., p. 41.44 Ibd., p. 47.45 Ibd., pp. 42, 48.

    46 Ibd., p. 38.47 El saber del siglo XVI se conden a no conocer nunca sino la misma cosa y a no cono-

    cerla sino al trmino jams alcanzado de un recorrido indefinido (Ibd., p. 39).48 Ibd., p. 40.49 Ahora Foucault se apoya en Petrus Ramus, Grammaire, Pars, 1572.

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    denominacin originaria50. Sobre estas ruinas fragmentarias podemos caminarhacia los nombres originarios, el lugar de la revelacin, un mundo en vas de

    rescatarse y ponerse al fin a escuchar la verdadera palabra51. Hay suficientesmarcas como para hablarnos de un mundo salvado como fue el de Adn, aun-que para eso se deban recoger de nuevo todas las lenguas y el lenguaje mismoen su totalidad en relacin con la totalidad del mundo. De ah la especficaforma del espritu enciclopdico capaz de volcar el orden del mundo en elcrculo y en el rbol, pero no desde luego de un rbol sublunar, como diceFoucault, sino del rbol de la vida, rbol del paraso52. Encontramos en algnmomento relacin con el poder. Pero no hay en esta episteme relacin algunacon un poder que se constituya con ella. La escritura funciona como un cbala

    cuyos poderes largo tiempo adormecidos tratan de recoger53. Se busca res-tituir el discurso absolutamente primero que un da se revelar por entero,como est prometido54.

    6. Episteme clsica. En el anlisis de las fuentes usadas para definir elRenacimiento no hay ninguna posterior a 1648. Los hechos fundamentales dela episteme renacentista tienen como tiempo hasta mediados del siglo XVII.Hasta mediados del siglo XVII est vigente la magia natural55. En otrasocasiones, se nos dice, esto sucede a principios del siglo XVII56. Sin duda,

    aqu se cita a Bacon, pero el centro es Descartes, que somete la semejanza ala disciplina del anlisis y el orden de la sntesis57. Luego se nos dice que elsistema ternario del lenguaje (significado, significante y coyun-tura, oportunidad), tras el Renacimiento se resuelve en el orden binario derepresentante-representado, unidos por un lazo transparente invisible que enel fondo los constituye a ambos. El Quijote, como la prdida de la oportuni-dad en el uso de la relacin entre significado y significante, el desquicio de lassemejanzas, marca la transicin58. El desplazamiento renacentista de signifi-cado mediante la coyuntura que une los significantes se resuelve en la forma

    binaria y estable propia de un rgimen general de los signos representativos.Con ello, lenguaje y mundo se separan, pero se unen de otra forma. El prime-ro representa al segundo. La escritura deja de ser el primado. Palabras y cosas

    50 M. Foucault,Las palabras y las cosas, cit., p. 44.51 Ibd., pp. 44-5.52 Foucault cita aquGregoire, Syntaxeos artis mirabilis de 1610 yEnciclopedia de Als-

    tedius, de 1630. Pero tambin, La Croix du Maine, Les cent Buffets pour dresser una biblio-thque parfaite, 1583,

    53 M. Foucault,Las palabras y las cosas, cit., p. 46.

    54 Ibd., p. 49.55 Ibd., p. 41.56 Ibd., p. 57.57 Ibd., pp. 59-64.58 Ibd., pp. 55 ss.

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    se separan y lo visto y lo ledo divergen. Esto da origen a la poca clsica, unainmensa reorganizacin de la cultura59. Ya no se mantuvo la soberana de lo

    semejante en la dispersin infinita que requera a la vez ser reunida.Pero de la discontinuidad con respecto a la historia en general, que

    Foucault ve difcil de establecer, ni una palabra. Este era desde luego el ren-dimiento fundamental de la arqueologa. Si la discontinuidad en su ordenconcreto no se describe es, dice Foucault, porque la arqueologa no se haasegurado y no est en condiciones de describir directa y positivamenteesos puntos en los que una episteme se escapa a s misma60. Foucault sigueinteresado en la historicidad del saber y por eso busca el anlisis arqueo-lgico del saber mismo61. Pero aqu se elige la metfora adecuada al enigma

    que ya vimos en Agamben: la episteme clsica es un espacio de saber quefue dispuesto de golpe en el siglo XVII62. Hablando de Jonston y suHistorianaturalis, editado en 1657, dice Foucault que la fecha no es rigurosa, sino queslo sirve para simbolizar, sealar de lejos algo as como el enigma ma-nifiesto de un acontecimiento63. En el mbito del anlisis de las riquezas, porejemplo, tambin ha confesado el nacimiento enigmtico de este saber64.Luego le llam saber oscuro65.

    De la transicin no se dice nada. Ahora es ms bien una instauracin, al

    modo de Bacon. Pistas? El saber del Renacimiento se daba en el espaciosecreto de la academia66. Y el saber clsico? En el gabinete67. Como lugarel gabinete es concreto, pero es el lugar concreto donde se supone que elenigma se teje. De la vieja semejanza que lo ocupaba todo a la vez, emerge lagramtica general, la historia natural, el anlisis de las riquezas como rdenes

    59 Ibd., p. 50.60 Ibd., p. 7.61 Ibd., p. 81.62 Ibd., p. 81.

    63 Ibd., p. 129.64 Ibd., p. 164.65 Ibd., p. 166. Aqu, en el mbito de las riquezas, Foucault dice que el metal no es signo

    sino riqueza, marca real del mundo universalmente legible. Pesa, pero no tiene signos arbi-trarios. Se trata por tanto de un pre-nominalismo. Las monedas valen segn pesan (Ibd., pp.166-7). Es muy importante la pgina 168-169 para entender las polticas monetarias de Bodino yde Malestroit, editadas en 1566 y 1568, justo cuando Luis Ortz hace sus escritos. En suma, paraDavanzatti hay un clculo celeste de la cantidad de oro que necesita la tierra para tener todas lasequivalencias aseguradas y as garantizar la proporcin entre el microcosmos y el macrocosmos.Sin duda, se trata de la posibilidad de llegar a ser todopoderoso quien tenga este oro y por eso elsoberano ha de ser basileus,philosophos y metallicos, como fragmentos de divinatio. Esto sera

    el emperador, cosa que Foucault no dice. Por eso los mercaderes son los que adivinan y advierteel precio de las cosas, la relacin de oro y mercanca, y su clculo tiene como arquetipo el clculoceleste. [Para Davanzatti, cf. Ibd., pp. 170-171.

    66 Ibd., p. 93.67 Ibd., p. 132.

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    especializados y superpuestos de la misma episteme clsica, de la misma es-tructura. Siempre se trata de fundar signos que permiten la sustitucin de dos

    elementos conocidos. Uno representa el otro. Esto supone ahora un acto deconocimiento. Hacerse con el signo natural en el Renacimiento era hacerseun poco con Dios, implicaba una divinatio68, adivinaba lo divino69. Ahorael signo permita un sistema indefinido de equivalencias desde su elementobsico del anlisis, lo que poda entrar en una proposicin atravesada y vin-culada por el verbo ser70. Se trata del poder del anlisis y del signo deinstitucin71, que permite una observacin, otro tipo de ver que se contentacon ver poco para poder hablar en proposiciones72. La estructura es lo quefiltra lo visible hasta hacer de l lo decible: proposicin es descripcin y rene

    caracteres, la clave de las identidades y las diferencias, del ser y del no ser 73.Esa estructura se despliega en el mtodo y en el sistema74. La lengua ahora sefabrica porque el signo ha sido separado de la semejanza75. La representacinno la necesita, pues ms que semejanza su rgimen es la sustitucin. La teorageneral de la representacin que constituye la nueva episteme es una teora dela institucin, sea de la palabra, de la taxonoma o de la moneda 76. Si la epis-teme moderna piensa lo finito desde lo finito, la clsica piensa lo finito desdelo infinito. Quiere construir un cuadro finito y transparente, que como pura

    superficie pueda reflejarse en un espejo, y as reverberar en una reproduccincontinua que nunca integra el punto de vista desde donde se mira, el Rey Feli-pe IV, el centro del ojo, el rey de Westfalia77. Lo infinito como mera repeticinde signos desde un punto soberano, eso es la poca clsica. El hombre, comorealidad espesa y primera, como objeto difcil y sujeto soberano de cualquierconocimiento posible, no tiene lugar alguno en ella78. La episteme clsicapiensa todo lo finito desde el soberano como fundamento ausente79. Divide elmundo entre la transparencia de lo que l produce y la opacidad de su figura,que se queda en el foco desde donde se genera la perspectiva. Una es condi-

    cin de la otra. El soberano es aquello desde lo que se ordena todo, pero l

    68 Ibd., p. 65.69 Ibd., p. 67.70 Ibd., p. 125.71 Ibd., pp. 67-8.72 Ibd., pp. 133-4. Toda nota debe ser un nmero, figura, proporcin, situacin. Esto marca

    el ver que se adapta a la forma de la proposicin (Ibd., 135). Sobre visible y enunciable, Ibd., pp.138-9.

    73 Ibd., pp. 136 -140.74 Ibd., p. 145.

    75 Ibd., p. 69.76 Ibd., pp. 73, 82.77 Ibd., p. 23.78 Ibd., p. 302.79 Ibd., p. 25.

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    no es a su vez representado. En un libro pueden aparecer cien emblemas delsoberano, pero no aparecer nunca su rostro. l es el punto de convergencia no

    visto. La soberana del discurso forja la representacin, la repite, la refleja, laespejea, las duplica, pero al sujeto soberano queda fuera y se da por supuesto,oculto en estos pliegues que l mismo ha dispuesto y que son el bao impe-netrable del azogue del espejo que lo torna opaco. El poder soberano haceaparecer lo idntico y lo duplica, pero no muestra su identidad ni es parte dela episteme. El soberano es una carencia esencial, un arcanum no relacionadocon nada finito, sino consigo mismo. Esto es la teologa poltica: el soberanoproduce el fluir de las representaciones de manera parecida a como un Dioscomo potencia absoluta soberana se relacionara respecto al mundo y del cual

    es siempre su afuera. Cuando Foucault ha pensado la soberana de la epistemeclsica, la ha visto en el acto de nombrar. Sin duda, y como H. Blumenberg,ha visto laNeuzeitcomo un rgimen nominalista. Nombrar es el momento enque lenguaje y pintura, habla y cuadro, se renen, el momento de la plenitudde los rdenes del espacio y del tiempo, el lugar ideal de la representacin80.Nombrar es as el artificio fundamental. La pura designacin es el origendel lenguaje81. Y hablando de la gramtica Foucault dice que son las notasque una convencin o una violencia ha impuesto a la colectividad82. Es lo

    mismo? Foucault ha reconocido el nominalismo fundamental de la filosofadesde Hobbes hasta la Ideologa, pero en Las palabras y las cosas no harelacionado todo esto y de forma expresa con el poder83. Nuestro autor hablde la poca clsica como la del orden unvoco, constante, cerrado, exacto, y hasugerido, no dicho, que el orden soberano de la naturaleza es una proyeccindel orden soberano de la estructura del observar y del hablar. Ha sugerido, nodicho, que esta estructura disciplina la imaginacin.

    7. Episteme moderna. La misma estrategia y las mismas debilidadesvemos en el paso de episteme clsica a la moderna. La fenomenologa de

    la modernidad es diferente, pero su relacin con la episteme clsica es igualde oscura. Si aquella irrumpe por una mutacin brusca, ahora 1789 es unadiscontinuidad igual de enigmtica, un acontecimiento radical. Puede ser

    80 Ibd., p. 19.81 Ibd., p. 109. Aqu Foucault recorre el problema del origen del lenguaje en trminos que

    recuerdan al Cassirer deLenguaje y Mito, FCE, Mxico, pp. 109 y ss.82 M. Foucault,Las palabras y las cosas, cit., p. 87.83 Ibd., p. 122. En relacin con esto conviene ver que el paso a la episteme moderna viene

    dado por la lnea de fuga de Sade que lleva la denominacin al lmite, en su desnudez simple, queya le impide alcanzar la cosa, porque ahora la cosa que nombra y que quiere nombrar es el deseo,que no poda sino recomenzar y que haca del nombrar un murmullo primordial (Ibd., p. 123).As el lenguaje emerge de nuevo en su brutalidad. Es la emergencia de la literatura. Es como lasemejanza en el renacimiento (p. 125). Por eso Sade es el inicio de cierta vuelta.

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    analizado, pero no explicado84. La arqueologa ahora debe recorrer el aconte-cimiento segn su disposicin manifiesta, pero no fundar la verdad solitaria

    de este acontecimiento85. Si la sustancia de la poca de la representacinfue el discurso, este tendr su final con la poca de la dispersin del lenguajecomo forma de produccin86, cuando el nombrar ya no dependa del poder sinodel deseo. La representacin quedara transferida a la produccin del lgebralgica o lgica no verbal; la gramtica general a la historia de la produccindel lenguaje o gramtica histrica; la historia natural a la vida y la biologa yla teora de la riqueza a la produccin como trabajo87. Son positividades quetienen el mismo suelo en el nivel arqueolgico de la sucesin, del origen, dela memoria88. Sin duda, el lenguaje ha retomado la densidad enigmtica que

    fue suya durante el Renacimiento, un misterio que debe ser analizado desdeel modo de la produccin. Nietzsche con su etimologa del griego, Marx comoproduccin del valor, y Freud como produccin de sntomas, hacen de lacrtica moderna un anlisis del proceso de la produccin escondida en el pro-ducto89. Todos quieren superar el olvido con el retorno. El tiempo con susflujos y retornos productivos domina ahora, pero desde la Vida, la Voluntad, laPalabra, el Trabajo90. Se trata del paso del orden a la historia que se concentraen la filologa, la biologa y la economa poltica. Pero lo que se invoca es que

    se dio un poco de suerte o de genio por algunos descubrimientos tan felices.Ello es el acontecimiento fundamental dotado de una fuerza soberana,pero que slo podr surgir tras una investigacin casi infinita que concierneal ser de la modernidad. En lugar de esa investigacin, se nos ofrecen signosdispersos, cronologa dispersa91. Luego aprendemos que se est jugando eldescubrimiento de la finitud insuperable del ser humano en la historia quetambin es finita92, tanto que Nietzsche tiene que curvarla en el infinito delretorno. Incluso la vida es histrica y tiene como aspiracin mantener suscondiciones de existencia93.

    Foucault siempre ha mantenido que el final del siglo XVIII es el aconte-cimiento arqueolgico que pone fin a la poca clsica. Esto debera ponernosen el camino de lo moderno, die Moderne, no die Neuzeit. Ese acontecimientoarqueolgico es la ruptura del orden clsico y opera por una consecuencia

    84 Ibd., p. 213.85 Ibd., p. 213.86 Ibd., p. 299.87 Ibd., pp. 161 y 163-164.88 Ibd., pp. 291, 215.

    89 Ibd., p. 291.90 Ibd., pp. 216, 238, 239.91 Ibd., pp. 216, 217.92 Ibd., pp. 253, 255, 257.93 Ibd., p. 270.

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    secreta y fundamental94. Inici preguntas nuevas sobre el lenguaje, y llevaba adecir a Nietzsche que, cuando se dejara de creer en la gramtica, Dios estara

    muerto. Esto sucedi cuando el lenguaje se convirti en literatura, en la cualla palabra habla en un solo libro95. Los esfuerzos de vincular Nietzsche y elacontecimiento Mallarm, el final del ser humano y el poder soberano dellenguaje, un lenguaje sin soberano nominalista y alentado por la realidad an-nima del deseo, nos sugieren que Foucault culminaba la tarea post-modernaque Nietzsche haba identificado como sobrehumana, y cuyo acontecimientoarqueolgico estaba fundado en el final de la poca clsica96. Esta tempora-lidad es muy compleja, pero Foucault la estableci sin dudas. Al comienzodel captulo IX dijo: El umbral del clasicismo a la modernidad (pero poco

    importan las palabras mismas digamos, de nuestra prehistoria a lo quenos es an contemporneo) qued definitivamente franqueado cuando laspalabras dejaron de entrecruzarse con las representaciones y de cuadricularespontneamente el conocimiento de las cosas97. Entonces el lenguaje sedispersa, se desparrama, se disipa la unidad de la gramtica, y estalla segnmltiples modos de ser sin unidad. Esto define la muerte de Dios, la reflexinde Mallarm y de Nietzsche. La trampa de Foucault es clara: el aconteci-miento que a finales del siglo XVIII realiza esta hazaa es Sade. Es el final

    de la poca clsica. Pero no es el umbral de la modernidad, aunque tambin;sino la prehistoria de lo que nos es contemporneo. Percibimos que Foucaulthace trampas. Sade es el acontecimiento arqueolgico posclsico y tambincontemporneo. Donde queda lo moderno? Dnde queda la poca de laproduccin, del trabajo, de la vida, del lenguaje como significacin? Sin duda,el disolvente de Sade atraviesa la modernidad y llega a la contemporaneidad,es nuestra prehistoria, porque es la dispersin del deseo en el lenguaje, dondedeseo y lenguaje muestran su misma estructura, la de centellear en el fulgor98,o en el simple acto de escribir, la afirmacin de su existencia escarpada como

    nica ley. As, la literatura acaba a la vez con el clasicismo y con lo modernoque ha erosionado desde el origen, es su futuro y su prehistoria. En las pgi-nas del final de la episteme renacentista lo vemos con claridad. El ser lenguajeque era tambin mundo centelleante en su dispersin slo existe en nuestrosaber por la literatura99. Con la literatura, desde Hlderlin a Mallarm yArtaud hasta llegar a nosotros se supera tanto la funcin representativa osignificante para identificar al lenguaje como ese ser bruto olvidado desde

    94 Ibd., p. 298.

    95 Ibd., p. 298.96 Ibd., p. 297.97 Ibd., p. 296.98 Ibd., p. 294.99 Ibd., p. 51.

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    el siglo XVI. Ya no se trataba de interrogar por el significado, sino de com-pensarlo. Por eso, es la literatura lo que debe ser pensada ms all de la signi-

    ficacin, desde el ser del lenguaje, pero sin la premisa del Renacimiento, sinpalabra originaria que invoca siempre la creacin divina. Por eso el lenguajeva a crecer sin punto de partida, sin termino, sin promesa. El texto de la litera-tura traza da a da el recorrido de este espacio vano y fundamental100.

    Y tras este vaco emerge la biologa, la vida, con este status imaginariode la animalidad cargada de poderes inquietantes y nocturnos101, y con elloel deseo, el querer secreto de la vida como nico ser que pronto cae en la nadainerte, en un movimiento que consagra todo lo dems a la muerte. Se tratade una ontologa salvaje, y el lenguaje ahora sera impulsado por el deseo

    que dice el ser y el no ser indisociables de todos los seres. En otro momen-to, Foucault ha comentado que el lenguaje expresa una voluntad profunda yposee un valor expresivo irreducible102. Ese deseo que emerge de su voluntadde subsistir, de su energeia, debe ser roto y es el velo que hay que rasgar paraencontrar la violencia muda e invisible que las devora en la noche, porquetodo lenguaje y deseo no son sino apariencia frente a la muerte que espera103.En esa violencia nocturna, como en el escrito inicial sobre Biswanger, reinala libertad de los hombres104. Agamben, como vemos, era fiel a Foucautl al

    invocar la prehistoria del sueo.III. Poder y Saber

    8. Mantenerse fiel a la historia. Sin embargo, la evolucin de Foucault

    fue en una direccin contraria a la que marca Signatura rerum de Agamben.En lugar de dirigirse hacia una teora de la antropognesis y una arqueologageneral o filosfica, Foucault se concentr en su misin de historiador. Noquiero decir que se preocupara ms del inicio que antes. Se ocup ms de

    los procesos que de las estructuras. Abandon en cierta forma la aspiracinfenomenolgica que deba describir la estructura de las epistemei y se centren el proceso histrico de su constitucin y de sus resistencias. Dej atrs todaapelacin posible a Wallace Stevens o a Heidegger, pues con cualquiera deellas el sentido mismo de la historia quedaba arruinado.

    Este olvido no era un efecto deseable para Foucault. En la clase inauguraldeEs preciso defender la sociedad, el da 7 de enero de 1976, nuestro autor seaproxim de nuevo al problema del mtodo. Entonces habl de la genealoga

    100 Ibd., p. 52.101 Ibd., p. 272.102 Ibd., pp. 283-284.103 Ibd., pp. 272-3.104 Ibd., p. 284.

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    en un sentido operativo y sentenci: el poder, apuesta de las genealogas105.Este nuevo abordaje mostraba la doble cara de la genealoga como comple-

    mento de la arqueologa y defendi su versatilidad. En dos palabras afir-m yo dira lo siguiente: la arqueologa sera el mtodo propio del anlisisde las discursividades locales, y la genealoga, la tctica que, a partir de esasdiscursividades locales as descritas, pone en juego los saberes liberados delsometimiento que se desprenden de ellas. Esto para restituir el proyecto deconjunto106. Tenemos aqu todo el arsenal del lenguaje metodolgico en sumestizaje radical con el vocabulario poltico. En s mismo no era contradicto-rio con la apuesta por la discontinuidad, aunque Foucault insista en el cambiode acento. La arqueologa mostraba cmo se constituan los discursos. Antes

    se llamaban episteme, y ahora se caracterizaban como teoras totalitarias107.La genealoga explicaba como se erosionaban desde poderes resistentes. Enlugar de aspirar a descubrir el proceso constituyente, sin embargo, Foucault seinteresaba ahora por la crtica local, por las producciones tericas no centrali-zadas, ajenas a la espisteme dominante, que resistan a la coherencia funcionalde la estructura, que disonaban en las sistematizaciones formales. En suma,la arqueologa mostraba el proceso por el cual los poderes constituyentesalcanzaban su estatus, su jerarqua, sus privilegios, algo que enLas Palabras

    y las cosas implicaba a veces violencia y que ahora se llamada directamentetirana108. A la crtica local que mostraba las resistencias a ese poder cons-tituyente ahora le llamaba genealoga. Sin ella, la arqueologa enmascaraba elproceso histrico real. Con ella, la arqueologa mostraba su verdadero procesode constitucin venciendo las resistencias que la genealoga desvelaba. Entodo caso slo los contenidos histricos pueden permitir recuperar el clivagede los enfrentamientos y las luchas109. Nos volvemos a encontrar la palabra,pero ahora no se descubre en el archivo, sino en las luchas. La crtica genea-lgica, apoyada por una profunda erudicin, recordaba estas resistencias al

    poder constituyente, resistencias que se hacan mediante otros saberes queFoucault llam sometidos. Eran otros saberes ingenuos, inferiores, no-cien-tficos, saberes de la gente, ilegtimos, que resultaban incapaces de servir alas tareas funcionales y constituyentes. La genealoga los recuperaba, los des-enterraba. Al saber de ellos, el historiador daba conocimiento del saber his-trico de las luchas110. Se segua investigando la relacin poder-saber, peroahora la genealoga mostraba el saber-poder de la resistencia frente al poder-

    105 M. Foucault,Es preciso defender la sociedad, Akal, Madrid, 2007, p. 11.

    106 Ibd., p. 20.107 Ibd., p. 16.108 Ibd., p. 18.109 Ibd., p. 17.110 Ibd., p. 17.

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    saber de la constitucin disciplinaria. No la constitucin de una episteme, sinola resistencia de una anti-ciencia111. El plural genealogas era inexcusable

    porque estas resistencias, combates y luchas descentradas y locales, tambinlo eran. Este saber histrico de luchas y tcticas de resistencia, esta memoriaerudita de los saberes locales, tena un valor moral y poltico porque mostrabala utilizacin de ese saber en las tcticas actuales, siempre dirigidas contrael poder propio de un poder considerado cientfico112. Si la arqueologadaba por hecho que el poder y el saber se han de constituir a la vez si han deforjar sujetos/sbditos, la genealoga haca suya la pregunta bsica de todaresistencia, la que interroga por qu el poder quiere adems disponer de unaciencia. As, saber no es slo ciencia. Esta es un discurso terico unitario,

    formal, una episteme. La liberacin de los saberes subalternos deba ofrecerotro esquema de poder-saber, capaz de resistir. Y eso era la genealoga.

    9.El poder de la episteme clsica. Aunque enHay que defender la socie-dadel poder-ciencia tena efectos represivos sobre todo, porque se describadesde los saberes resistentes, en otros lugares Foucault continuaba mirandolas cosas desde el ojo del arquelogo, desde los efectos constituyentes. Ashabl de soberano, racionalidad, dominio, objeto-sujeto y concluy que laratio pastoralis, que sera ms propia del Renacimiento, pasara a la ratio

    gubernatoria de la episteme clsica113

    . Y entonces aplic a la episteme clsicala dinmica de la lucha constituyente y la resistencia, el juego de fuerzas queluchan por fundar una archconstituyente, y el de genealogas que mostrabansaberes que resistan. Y entonces las fechas de 1648 aparecieron como deci-sivas. En qu poca desaparece este [...] gobierno pastoral de Dios sobreel mundo? Exactamente entre 1580 y 1650, en el momento de la fundacinmisma de la episteme clsica114. Y por eso ah se centraron los anlisis de losgrandes procesos por los que se acab imponiendo la razn de Estado. De estamanera, la episteme clsica, que enLas Palabras y las cosas se haba descrito

    meramente, descubri su relacin con el poder de Estado, su vnculo secretocon la razn de Estado, y defini sus esquemas de constitucin115. Entonces

    111 Ibd., p. 18.112 Ibd., p. 19.113 M. Foucault, Seguridad, Territorio y Poblacin. Akal, Madrid, 2008, p. 225.114 Ibd., p. 229.115 Foucault fue muy consciente de que Seguridad, territorio y poblacin se refera a los

    mismos temas deLas palabras y las cosas, y sus anotadores y editores tambin. Cf. Seguridad,Territorio y Poblacin, cit., pp. 227-229. Entonces habl de leyes generales como la relacinentre Dios y el mundo que es semejante a la que existe entre el soberano y el Estado. Se refiri

    a los mismos saberes de la historia natural, de la gramtica general o el anlisis lgico de laepisteme clsica. Por eso Dios no gobierna a la manera pastoral. Reina soberanamente sobre elmundo a travs de los principios (p. 228). Luego expuso de nuevo el sentido de la analoga delRenacimiento y la vincul al gobierno pastoral, en la medida en que las cosas del mundo estabanhechas para el hombre y eran aptas para que el hombre encontrara su salvacin (p. 228). La

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    se lleg a lo que se supona enLas palabras y las cosas. Que justamente enla misma poca, 1580-1650, se desarrolla un tema muy distinto que es este:

    lo propio del soberano en el ejercicio de la soberana con respecto a sussbditos116. El soberano no slo se afirmar, sino que ahora gobierna.

    Lo que llama la atencin es relacionar este tema de Seguridad, territorioy poblacin conHay que defender la sociedady ambos libros finales conLasPalabras y las Cosas. En el transfondo, preparando cierto sentido posteriorde la biopoltica, las luchas de razas como esquema de la descentralizacin,de la dualidad irreducible, de la pluralidad. La ratio stati en el esquema deFoucault se impone como artilugio de paz, y para eso debe disponer de lacapacidad de la violencia extrema. La paradoja del poder constituyente se

    abre camino. Sea como lucha de razas, sea como guerras civiles religiosas,sea la presentacin de las unas como las otras, la violencia plural queda enlas manos monopolistas del Estado, como portador representante de unaraza dada como verdadera y la nica117. Desde ah, Foucault alcanza lo quedesea: la capacidad normalizadora y disciplinadora del Estado procede de lanecesidad de normalizar el patrimonio biolgico que el Estado tiene en suseno. El pueblo de Botero es racial118. Surgir as la biopoltica de poblacionesdestinada a una purificacin permanente mediante saberes y tcnicas. Con

    la lucha de razas se ofreca un campo de evidencias a la genealoga, se podamostrar la contra-historia, la sombra que el poder lanza con su luz, la historiade resistencia contra un poder porque no nos pertenece, porque no es denuestra raza en el fondo119.

    Puede sorprender que Foucault haya ledo la poca de las lucha religiosascomo poca de las luchas de razas. Sin embargo, intenta ofrecer evidenciasde que los radicales ingleses, los Levelers yDiggertutilizaron la retrica dela lucha de razas sajonas y normandas, tanto como lo hicieron los germni-cos nobles de la Fronda contra el poder demasiado romano franco-galo de

    Luis XIV120

    . De esta forma, Foucault desplaza la guerra civil religiosa, que lateologa poltica haba puesto en el seno de la lgica neutralizadora y pacifi-cadora del Estado, a una guerra de razas en la que los modelos soberanistas delos Estuardo y de los Borbones se basan en los modelos normando y franco

    signatura rerum era ahora marcas de eleccin. Una naturaleza pastoralmente gobernada era,entonces, una naturaleza poblada de prodigios, maravillas y signos. El mundo vuelve a ser unlibro que muestra ciertas cosas que se ensean por s mismas. Se vuelve a citar la semejanza y laanaloga. Por eso concluye que entonces el mundo se despojar de sus prodigios, maravillas ysignos para desplegarse segn formas matemticas o clasificatorias de inteligibilidad (p. 229).

    116 Ibd., p. 229.117 Es preciso defender la sociedad, cit., p. 59.118 Seguridad, Territorio y Poblacin, cit., p. 230.119 Es preciso defender la sociedad, cit., p. 61.120 Ibd., p. 71.

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    de poder. Si este desplazamiento distrae ms que concentra es lo de menos121.Es importante que Foucault, como la tradicin, haya puesto en la guerra el

    fundamento del Estado clsico. Tras la paz que garantiza, se alza la guerracomo supuesto122. Aunque las sugerencias de Foucault sobre Hobbes son muysutiles e interesantes, y la distincin entre estado de guerra y guerra esadecuada123, no se puede ocultar el hecho bien sencillo de que la guerra derazas en Hobbes es poco central frente a las luchas religiosas por la interpre-tacin del texto sagrado. Al final, la impresin que uno tiene del abordaje deFoucault a Hobbes es de una limitacin exegtica. Hobbes no tiene ningninters en ocultar la guerra como la prehistoria de la soberana. Por eso no seentiende la frase de Foucault de que la constitucin de la soberana ignora

    121 Al trazar estos paralelismo entre Inglaterra y Francia, Foucault desea mostrar que elEstado, lejos de ser un rbitro neutralizador del conflicto, en el sentido de Carl Schmitt, es laparte ganadora del conflicto. Al tener una guerra civil en su seno, el Estado emerge sin poderneutralizador alguno. Sencillamente, la guerra de grupos hostiles constituye efectivamente lasubestructura del Estado (Ibd., p. 112), pero el Estado no es el rbitro, sino la herramienta, ellogrero, el elemento desequilibrante y partisano en esa guerra. De esta manera, la homogeneidadno se va a producir mediante un proceso de neutralizar las diferencias y la tolerancia, sino desdela violencia de la normalizacin. Aqu vemos al Foucault defendiendo a la nobleza expropiadapor el absolutismo francs y su poltica de usurpaciones (p. 116), que pone en marcha sus saberes

    histricos para impugnar el saber del rey (p. 117). Y en ellos pone el problema de la nacin, ig-norando que Siyes lanza su definicin justo contra ellos, aunque pone de relieve la alianza entrearistocracia y el tercer estado derechas e izquierdas para eliminar al rey en la revolucin (p.121). Finalmente, se tratara de la emergencia de un poder neutralizador solo aparente que no hapodido ocultar la guerra generalizada que recorrer a la vez todo el cuerpo social y toda la histo-ria del cuerpo social (p. 141). Esa generalizacin de la guerra imposible de neutralizar le parecea Foucault el rendimiento verdadero de 1648: haber impugnado la soberana y haber forzado ala soberana a las polticas no solo de neutralizacin sino de jerarquizacin, de centralizacin,seleccin, disciplina y de normalizacin mediante la eliminacin de los pequeos saberes inti-les, que ahora la genealoga entresaca de nuevo (pp. 156-7). En este juego aparece la epistemecomo la clave de bveda del sistema del poder soberano nuevo, que en el momento en que se

    establece como tal pasa inmediatamente a gobernar. Pues la ciencia, como dominio general seconvierte en polica disciplinaria de los saberes. Esta polica es la episteme clsica que ahorarevela la funcionalidad para un poder que se sabe ya como soberano y ahora se muestra comogobernante (p. 158). La filosofa, que pona al soberano en relacin con la potencia absoluta deDios, poda retirarse a un segundo plano frente al progreso de las ciencias. Eso fue el siglo XVIII.Dios poda quedar oculto mientras sus efectos se vieran en el orden. Pero en ltimo extremo lahistoria no pudo plegarse de forma radical al saber del rey y sigui inmersa en un campo generaldel combate, anclado en la lucha poltica. Por mucho que se crearon ministerios de la historia yarchivos, un saber histrico del Estado, siempre existi a la vez un saber histrico ms profundoy propiamente anti-estatal. La disciplinarizacin no redujo este enfrentamiento y por eso semantuvieron dos niveles de conciencia y saber histricos (p. 161) y por eso la historia siempre

    sigui siendo polimorfa, dividida y combatiente.122 Ibd., p. 79.123 La guerra no consiste nicamente en la batalla y combates concretos; sino en un es-

    pacio de tiempo el estado de guerra en que est suficientemente comprobada la voluntad deenfrentarse en batalla (Ibd., p. 82).

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    la guerra124. Que Hobbes hubiera querido eliminar la guerra como realidadhistrica es cierto. Que esto signifique como si hubiera querido eliminarla

    de la gnesis de la soberana es sencillamente falso. El miedo que provoca laguerra es lo que da paso a la proteccin de los sbditos. El problema es quepara Hobbes la guerra civil no era la guerra de conquista125 de los normandossobre los sajones. Era la guerra civil de la religin inspirada por profetas queleen a su manera el texto sagrado. Foucault no se desea acercar a este hechoporque para l religin es solo objeto de poder pastoral, no el motivo caris-mtico que produce movimientos populares. Por eso tiene que desplazar elproblema hacia las guerras de razas. Desde Figgins sabemos que el derechode los Estuardo se bas en el derecho divino de los reyes. Foucault asegura

    que esta eleccin divina tena su aval histrico en la victoria normanda126.Las fuentes que invoca Foucault no son muy claras. El texto de Jacobo Ims bien sugiere que los normandos fueron asimilados por los anglos, que locontrario, y no habla para nada de guerra civil. En esta lnea sigue el annimo

    Argumentum Anti-Normannicum de 1682, y W. S: Churchill,Divi Britannici,editado en 1675, que tambin defendieron la continuidad de Guillermo y delas leyes inglesas sajonas y britanas. El texto de Blackwood, muy interesante,no entra en el debate de la guerra civil127. Sin duda, todo hablaba a favor de la

    continuidad y fusin de pueblos que ya haba elaborado la propia edad mediainglesa. Las luchas contra los Estuardo escoceses reivindicaban a los sajones,desde luego, pero cuando lo hacen no van contra los normandos, sino a favorde la continuidad sabia y prudente de sus leyes, que los normandos asumieronen el imaginario ingls. Este es el sentido de la valoracin de la lnea JohnSelden y Nathaniel Bacon enAn Historical Discours of the uniformity of Go-vernment of Englang128. Lo que discuten losDiggers anti-aristocrticos es queno hubo continuidad, que los normandos estn en el origen de una legislacinque consideran injusta, que su conquista fue tirnica, y que toda la legislacin

    sostenida sobre una victoria queda invlida. Esta es la tesis de J. Warr enThe corruption and Dificiency of the Laws of England, de 1649. En suma, sepretenda denunciar una regal tyrannie como hizo J. Lilburne, en su librode 1647. El rgimen de la propiedad de la nobleza se vea como basada enla violencia originaria normanda, era un rgimen violento e injusto por con-quistador, no por normando. Ese poder debe ser combatido, desde luego. Peroesto no quiere decir que losDiggers fueran los sajones que luchan contra losEstuardos normandos. No hay guerra de razas actual, sino historias y valora-

    124 Ibd., p. 85.125 Ibd., pp. 86-7.126 Ibd., p. 90.127 Ibd., p. 91.128 Ibd., p. 95.

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    ciones de la legislacin patria, positiva o negativa, y de la significacin de losnormandos. Esto llega hasta Adam Smith, pero no por eso en Smith hay gue-

    rra de razas. Lo que triunfe finalmente ser la visin continuista, porque era laque mejor cuadraba a los intereses de los Orange, que podan verse como losnormandos de Guillermo, llamados a Inglaterra para jurar sus leyes129. Hobbesno reaccion contra esta dimensin de lucha racial, sino contra la posibilidadde que los ciudadanos leyera las historias antiguas con valor de presente, yase tratara de Tcito, de la Biblia o de los confusos cronicones medievales. Alcelebrar la paz como fruto del Leviatn, Hobbes no deseaba superar el hechode la guerra de razas y de la conquista, sino todos los motivos plurales de laguerra civil. Sin duda, Hobbes rompe con lo que Foucault llama el historicis-

    mo poltico, es decir, la capacidad de hablar del pasado como si se cumplieraen el presente, la capacidad de disponer de los saberes de textos con la capa-cidad de fundar interpretaciones capaces de llevar a la gente a la muerte. Laoperacin de Hobbes consisti en conjugar todas las posibilidades, aun lasms extremas, del discurso filosfico-jurdico, para silenciar el discurso delhistoricismo poltico. Pues bien, yo quera hacer a la vez la historia y el elogiodel historicismo poltico130. Esta historia y elogio son para Foucault la mejordefinicin de la genealoga.

    Sin duda, esto permita a Foucault aproximarse al acontecimiento revolu-cionario con otros ojos. Ahora el enigma quiz lo era menos. Boulainvilliersconstituye una continuidad entre la Fronda y la Revolucin francesa, desdeluego. Su influencia sobre Louis Grabiel du Buat-Nanay y sus Origines delAncien Gouvernement de France, de lAllemagne et de lItalie publicados en1789, fueron claras. Su importancia para el origen del racismo aristocrtico enel siglo XIX, desde Thierry a Gobinau es conocido. As emergi el problemade la raza y de la vida de la episteme moderna, ese reconocimiento de que lapoltica tiene que ver con la animalidad, esa emergencia del nazismo. Todo

    esto nos lleva muy lejos de 1648. Momento central de la episteme clsica, laemergencia del Estado desde la guerra de razas ya genera en su seno la ge-nealoga que acabar por disolverla. Que la Fronda usara de la retrica de laverdadera aristocracia y que esta tuviera elementos racionales era evidente.La lucha se daba contra el absolutismo de los Borbones, primero canalizadapor el catolicismo pro-hispnico y, luego de la conversin de Enrique IV, porla desnuda apelacin a la aristocracia. Pero este absolutismo, como el de losEstuardo, se basaba en la continuidad racial, no en la guerra de razas. Galos,galo-romanos, galo-francos, todos eran el mismo pueblo para Audigier, que

    resume estos debates ya sobre la estabilizacin de Luis XIV. En todo caso,

    129 Se puede ver en los The Levellers Tracts, 1647-1653, Columbia U. Press, Nueva York.130 Es preciso defender la sociedad, cit., p. 100.

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    lo que no era discutible era la eficacia de la idea romana de soberana y loslmites de la Galia primitiva descrita por Csar, que Luis XIV deseaba reivin-

    dicar131 revelando que su escenario ltimo era el imperial romano. De ah queel saber/poder que genera el Estado es de corte administrativo funcionarialcomo es propio del absolutismo de Estado y de la vieja Roma. Es saber delderecho. Es saber de despacho, saber econmico, que centraliza los derechosy las riquezas. As surgi la Universidad, con su monopolio de la ortologa,la disciplina de la emisin de enunciados, las reglas del discurso, todo lo queestudiLas Palabras y las cosas. As se impuso la ortodoxia de la ciencia conla coaccin correspondiente, la proliferacin de saberes disciplinarios sobrecuerpos y psiques, los saberes tcnicos.

    Esta es la base de todos los despliegues que Foucault llev a cabo enSeguridad, territorio y poblacin. La disciplina, con toda su fenomenologa,comparte todos los elementos de la episteme clsica, pero en su centraliza-cin, concentracin, cierre, no es posible sin la soberana132. Tampoco es po-sible sin ella la legalidad, que define lo obligatorio (disciplina), lo prohibido(polica) y lo permitido (libertad y seguridad)133. La seguridad, con su libertadcorrespondiente, con su pacificacin, es tambin su efecto. Por la disciplina,el soberano determina el espacio y los cuerpos, por la seguridad se expanden.

    Pero el campo que define as lo ocupa la naturaleza de las cosas. La soberanaas se ejerce a travs de la tcnica de gobierno que tiene en cuenta la natu-raleza de las cosas, incluida aqu el ser humano134. El tringulo soberana,disciplina y gobierno de poblaciones a travs de la pareja seguridad-libertadse define como la clave de la episteme clsica, igual que la proliferacin librede los signos desde la identidad y la diferencia. El diagrama de la epistemees el diagrama del poder, porque hay una estructura nica para el poder y elsaber. La episteme como gobernamentalidad de las representaciones o de laspoblaciones es lo mismo. As la gobernamentalizacin permiti la subsisten-

    cia del Estado y fue la verdadera ratio stati. En ella la naturaleza de las cosas,como definicin de la ciencia, fue un rendimiento central de la episteme, ladisciplina arquitectnica, la disciplina de la disciplina. Por ella, el Estadose convirti en una institucin totalizadora135. Lo que Las Palabras y lasCosas no deca, por fin se revelaba.

    10. De nuevo 1648. Vemos as que en este libro, Seguridad, territorio,poblacin, Foucault complet la visin deLas Palabras y las cosas con nue-vas miradas sobre el Renacimiento y su paso a la episteme clsica. En este

    131 Ibd., p. 109.132 Seguridad, territorio, poblacin, cit., p. 57.133 Ibd., p. 58.134 Ibd., p. 61.135 Ibd., 123.

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    sentido, lo hizo como el cambio del gobierno pastoral al gobierno poltico.Las rebeliones pastorales, como insurrecciones de la conducta, haban de-

    terminado el Renacimiento136. Ahora Foucault no tena motivo para ignorarque estas luchas tambin se manifestaron en la revolucin inglesa de 1648. Ydesde luego, ahora comprenda que esto era posible porque se haban agotadolas dos grandes instituciones del pastorado espiritual y temporal del imperioy de la iglesia. Aunque el pastorado se haba intensificado tanto en el mundocatlico como protestante proceso que ahora se conoce como confesionali-zacin137. 1648 era el final de este momento residual del esquema imperialy ahora tras esa fecha se trataba del gobierno poltico de la episteme. Sin dudahaba transiciones. La conduccin pastoral es la prehistoria del gobierno, y la

    primera poblacin de los nios catecismos es el banco de pruebas parauna disciplina general. Sin embargo, frente a ella, la formulacin de un artede gobernar que atenda a la vez los principios de naturaleza y los principiosdel Estado, significaba una innovacin, una novedad. Pero cuando llega este punto, Foucault no pudo sino reconocer que no poda explicar la con-

    juncin de esos dos elementos, la razn de Estado basada en la naturaleza delas cosas. Estas dos dimensiones no procedan de una unidad previa que seescinda. Era el cristalizado de procesos de extraordinaria diversidad138.

    Mediante un proceso de coagulacin, accin recproca, integracin gene-ran un efecto masivo, una dualidad, una naturaleza gobernada por algunosprincipios fundamentales y una repblica gobernada desde una soberana.En suma, se trataba de una constitucin o composicin de efectos, que sedivida entre una naturaleza indisponible y no gobernable por su necesidady la gubernamentalidad del Estado. El enigma ahora era ms bien mostrar lano derivabilidad del efecto de masa respecto de una situacin anterior dada.Fue entonces cuando, apelando al sentido de los propios actores dijo que todoel mundo saba que se enfrentaban a un problema que era absolutamente

    nuevo139

    . Entonces cit el texto de Chemnitz, que se edit en 1640, y se ree-dit en 1647, pero que Foucault da como escrito en el momento de la paz deWestfalia, en 1647-1648. En suma, era la razn de Estado y la emergencia delespolitiques, aquellos que lograron que el soberano fuera gobernante, los quelograron la soldadura entre soberana y gobierno140. Por esa soldadura fuenecesario el saber. El soberano no lo necesitaba. Pero el soberano que gobier-na, s. Entonces se sustituy el gobierno pastoral y se inaugur una prctica de

    136 Ibd., p. 220.137 Ibd., p. 221.138 Ibd., p. 231.139 Ibd., p. 233.140 Ibd., p. 241.

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    poder. Esas prcticas son lo decisivo, lo que hacen del Estado una peripecia dela gubernamentalidad141.

    Para ello, se tenan que dar una serie de condiciones. Ante todo, que el findel Estado fuera el Estado mismo, que su temporalidad fuera inmanente y au-tnoma, no instrumental ni mediata para la salvacin142. El tiempo ya no serael escatolgico, sino el histrico y poltico, y el gobierno es a la vez perpetuoy conservador, el verdadero katechontos143. Foucault sabe que esto implicabael final del sueo del ltimo imperio que haba gobernado las perspectivasreligiosas e histricas de la Edad Media144. En suma, la soberana gubernati-va, con su doble escisin de naturaleza y Estado, implicaba el final de la edadmedia y de la potencia que la haba mantenido como una realidad ajena al Es-

    tado, pero hacindolo necesario para los que luchaban contra ella: la monar-qua hispnica de los Austrias. As que Westfalia fue la clave de la emergenciade la episteme moderna145. Y ese fue el origen de la paz perpetua, como lazoentre Estados que substituye la idea de imperio final por la de equilibrio, y dela idea de progreso, de la que todava Kant forma parte146. Si la genealoga dela episteme moderna tiene una referencia sin duda se localizaba ah. Al identi-ficarla en Seguridad Territorio y Poblacin yEs preciso defender la sociedad,Foucault ofreca en cierto modo el complemento genealgico a su primera

    obraLas palabras y las cosas. Sin tener en cuenta esta construccin terica,no creo que se puede hablar de metodologa de forma adecuada.

    Recibido: 15 julio de 2010Aceptado: 22 octubre de 2010

    141 Ibd., p. 242.142 Ibd., p. 247.

    143 Ibd., p. 248.144 Ibd., p. 249.145 Cf. mi ensayo El final de la Edad Media, enRes Publica, n. 19, monogrfico dedi-

    cado a Saavedra Fajardo.146 Seguridad, territorio, poblacin, cit., p. 249.

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