VillaHermosa Crónica

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VillaHermosa, Tierra de contrastes e historiaspor - Oscar Daniel Valencia González. En una tarde de Octubre me encontraba paseando por la Avenida Santander en Manizales a nivel del “Cable”; el día se comportaba bien conmigo y me acompañaba una densa y maravillosa niebla blanca, las personas que me conocen saben de mi extraña fascinación por los días húmedos y blancos que suelen devorar todo a su paso cegando la mirada e impidiendo ver lo que se avecina. Con la inexorable necesidad de buscar refugio a la lluvia que se aproximaba, decido entrar a un pequeño y acogedor Café en el cual me encuentro a un hombre de unos 43 años, alto, robusto y de carácter certero y tosco discutiendo con un anciano temas relacionados a la historia de su barrio Villahermosa, mientras yo me disponía a pedir una de las famosas infusiones de mi región cafetera y cotilleando a la conversación de los dos sujetos a mi espalda, a la vez que embelesado por las historias del anciano, que al momento ya me había enterado que se llamaba Don Facundo, encuentro en mi ser un deseo, a la vez que una inmensa intriga por saber más sobre los relatos y la tradición de tan peculiar personaje; moreno, bajo y de cabellera nevada, que demostraba la cantidad de experiencias vividas; así que opto por interrumpirlos e inmiscuirme en sus retahílas de buen humor y perpetuadas en su memoria aún reluciente para que me narrara sus vivencias a mí también. Después de muchas risas generadas por las travesuras y peripecias del que ya tomaba como mi amigo, y con una sobredosis de cafeína en mi cuerpo, decido hacerle la pregunta que lleva a cabo a este relato… ¿Me llevaría a conocer su barrio Don Facundo?; con rostro sorprendido por la insistencia y con una mirada penetrante y llena de nostalgia, accede a la petición, acordando el encuentro para el día Jueves en la tarde y con prisa por cumplir con su agenda se marcha con prontitud, a pesar de ser jubilado y con drásticos

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Crónica Barrial Ficticia, basada en hechos reales, que muestra la integridad de una sociedad Colombiana pujante y propia de características humildes.

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VillaHermosa, Tierra de contrastes e historias… por -Oscar Daniel Valencia González.

En una tarde de Octubre me encontraba paseando por la Avenida Santander en Manizales a nivel del “Cable”; el día se comportaba bien conmigo y me acompañaba una densa y maravillosa niebla blanca, las personas que me conocen saben de mi extraña fascinación por los días húmedos y blancos que suelen devorar todo a su paso cegando la mirada e impidiendo ver lo que se avecina. Con la inexorable necesidad de buscar refugio a la lluvia que se aproximaba, decido entrar a un pequeño y acogedor Café en el cual me encuentro a un hombre de unos 43 años, alto, robusto y de carácter certero y tosco discutiendo con un anciano temas relacionados a la historia de su barrio Villahermosa, mientras yo me disponía a pedir una de las famosas infusiones de mi región cafetera y cotilleando a la conversación de los dos sujetos a mi espalda, a la vez que embelesado por las historias del anciano, que al momento ya me había enterado que se llamaba Don Facundo, encuentro en mi ser un deseo, a la vez que una inmensa intriga por saber más sobre los relatos y la tradición de tan peculiar personaje; moreno, bajo y de cabellera nevada, que demostraba la cantidad de experiencias vividas; así que opto por interrumpirlos e inmiscuirme en sus retahílas de buen humor y perpetuadas en su memoria aún reluciente para que me narrara sus vivencias a mí también. Después de muchas risas generadas por las travesuras y peripecias del que ya tomaba como mi amigo, y con una sobredosis de cafeína en mi cuerpo, decido hacerle la pregunta que lleva a cabo a este relato… ¿Me llevaría a conocer su barrio Don Facundo?; con rostro sorprendido por la insistencia y con una mirada penetrante y llena de nostalgia, accede a la petición, acordando el encuentro para el día Jueves en la tarde y con prisa por cumplir con su agenda se marcha con prontitud, a pesar de ser jubilado y con drásticos cambios de ánimo, decide partir hasta el día de la visita pactada.

Llegado el día del encuentro, Jueves y con un sol resplandeciente que motivaba a participar del recorrido, así como también con previa preparación investigativa de mi parte, las cuales me generaron expectativas encontradas a raíz de lo hallado en la prensa y otros medios de comunicación, en comparación con lo descrito por Don Facundo desde su humildad y experiencia en carne propia, así como también las ansias de saber que sería lo que me encontraría en tan añorado y para mi desconocido lugar; una zona de la que siempre había escuchado, pero que por diversidades de la vida nunca se me había presentado la ocasión para conocerla, para conocer una parte de mi territorio, una parte de mi ciudad, de lo que considero “mi hogar”; expectativas que se vieron frustradas por la reputación y el amarillismo, en ocasiones falaz, de los periódicos y la televisión, que en un intento desesperado y exasperante, recurren al mal hábito de exagerar las cosas y crear mala fama, solo porque lo ven mucho más atractivo al dramatizar o extremar las condiciones de un lugar; esto también vilipendiado por las exigencias del consumidor que lo ve mucho más llamativo; Puede sonar patético de mi parte que considere que vivimos una injusticia social sabiendo que todo el mundo tiene consciencia de esto, pero que nos hacemos de oídos sordos, tal vez en un intento de camuflar la realidad, cruda y en muchas ocasiones triste

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realidad; Para nadie es un secreto que hay violencia, que hay peligro a donde quiera que vallamos, y más si somos foráneos, porque es entonces cuando nos convertimos en la “presa”, en “la carne fresca”, de esto ya estamos acostumbrados, de eso ya estamos cansados, ya estamos realmente fastidiados y no, no lo voy a hacer, no me voy a poner a relatar cada una de las noticias, me niego a contar historias de esa índole, no llevaré más madera al bosque, pues no es el motivo de este escrito, si deseara realmente ponerlos en ese tono, me remitiría a las estadísticas y a lo que todos conocemos, Así es señoras y señores, el motivo es todo lo contrario, es ver el lado positivo, ver la lucha de las personas que buscan una ayuda, o por lo menos mostrar su forma de vida, la otra cara de la moneda, contar su opinión; que aunque tengan miles de dificultades, podría asegurar que viven muchísimo más felices que algunos de nosotros, porque tienen lo que a muchos nos falta, o lo que fuimos perdiendo con el paso del tiempo, la alegría de la niñez, de una niñez creativa en la calle jugando, no encerrados en frente a un televisor o cualquier otro dispositivo de entretenimiento que la tecnología nos provee hoy en día; el compartir con los vecinos, ¿Cuántos de nosotros sabemos siquiera el nombre de nuestros vecinos o lo que hacen de sus vidas?, tal vez no sea de nuestra incumbencia pero deberían de ser las personas en las que más confiemos, prácticamente vivimos con ellos; pues en este lugar, en este barrio o comuna, se hace, se comparte, se reúnen y hay personas que luchan por su comunidad, por sacar de las drogas a los caídos, por ocupar y encontrarles trabajo a los desocupados, porque se preocupan por “lo nuestro”, por lo que si nos incumbe a cada uno de nosotros pero de lo que no nos hacemos cargo…

Después de esta digresión, y retomando el recorrido, se llega el esperado día, el día en el que Don Facundo me enseñaría sus raíces, sus vivencias, llego en una tarde al lugar en el cuál Don Facundo se encontraría absorto al ver mi presencia pues la memoria prodigiosa que consideraba que el tenía, se había desvanecido; ¡Se le había olvidado completamente nuestro encuentro!, ¡Qué tal!, hasta me había hecho confirmar el día anterior; el hecho es que después de pasar el susto, Don Facundo me lleva a recorrer el barrio y conocer personas que para él son fundamentales en su comunidad, nos dirigimos entonces a un pequeño y poblado lugar, hecho con algunas guaduas y un par de latas de zinc, que sirven como abrigo y estancia a los mejores jugadores, apostadores y campeones que a pesar del Párkinson de la vejez, siguen con una puntería prodigiosa en los mismos juegos de la niñez como lo son “las bolas”, o canicas; juegos como las cartas y el parqués, donde se debate hasta el honor, o por lo menos la empanada de las onces, ¡Oh!, esa es otra historia para contar, “La empanada de la esquina”, exquisitos pasa-bocas que llenan de energía a nuestros vivarachos jubilados de “la choza de los abuelos” para combatir a duelos de mesa y bastón con relajantes, entretenidos e inocentes juegos, ente risas y travesuras, y el tinto como acompañante de la empanada.

Proseguimos pues al parque del barrio donde se encuentra el CAI, y la heladería que se ve como un oasis en el desierto de los fines de semana, donde las familias se reúnen,

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comparten los padres con sus hijos, y como dice la canción “los novios por chupar piña ni oyen ni ven”, espacios como el parque son adueñados por la comunidad en una forma de maravillosa armonía y colaboración de la iglesia que busca acercar a los unos con los otros, aunque esto de vivir en frente a la tranquilidad del CAI es controvertible pues aunque no se quiera escuchar, es inevitable percibir a todo aquel que llega gritando, y pidiendo ayuda, se convierte entonces en una forma de entretenimiento casi tan buena como la televisión por cable, nadie parece asomarse, pero todos escuchan y miran con recelo el espectáculo.

Seguimos nuestro recorrido, y Don Facundo me presenta entonces a un hombre con el espíritu de un guerrero y los músculos… o más bien la barriga cervecera de un hombre con historias por contar; un personaje que en su más profundo ser, sigue siendo un joven de universidad pública, revolucionario y “tira-piedra”, aunque, como por obra del altísimo, este se haya convertido drásticamente al catolicismo quizá en un acto desesperado por la expiación de sus culpas; en fin, paradojas de barrio que ocurren sin previo aviso, ¿Cuál nos tocará a nosotros?... El caso es que proseguimos sin vacilar, recorriendo y apreciando las hermosas mujeres de la zona, ya que la misma topografía del lugar, se convierte entonces en el mejor gimnasio para tonificar las piernas con empinadísimas lomas que ponen a prueba hasta a los más experimentados pilotos en un ascenso que fatiga, pero que eleva el alma al conquistar la cima y divisar en la lontananza Las cadenas montañosas de una tierra pujante y luchadora, que ha sido labrada por sus propios fundadores, sin ayudas, y con desagrados generados por la municipalidad que devastó, arrasó con el jardín infantil de la zona sin preocuparse por los inconvenientes que genera el no tener un espacio para cuidar a la primera infancia, a sabiendas que es una población donde predominan los embarazos a temprana edad, en conclusión la alcaldía no se manifiesta, como dirían por ahí, hicieron el daño y huyeron…

Mientras Don Facundo me llevaba por los linderos del barrio, me narraba los cambios históricos que se fueron dando, los mojones como árboles que servían de división espacial de los territorios antiguamente, y los habitantes que se encuentran en el limbo limítrofe, que pertenecen al barrio pero que por sus condiciones socio-económicas se consideran “del otro lado”; diviso jóvenes que por sus pintas no parecerían muy amigables custodiados por perros, debo admitir que muy bien cuidados y de buen semblante; Hasta cariñosos serán, a pesar de su aspecto feroz y sanguinario, aunque asustaban mucho mas sus dueños, que conocían a Don Facundo y lo saludan como a un “parcero mas” y este les responde de la misma forma, ¡Valla, de la que me he salvado! Pienso en mis adentros. Concluyendo la experiencia, me doy cuenta que es una población muy afable que me recibieron muy bien, con un enorme sentido de pertenencia y de protección de lo que es suyo, de lo que con tanto esfuerzo han luchado y forjado con el sudor de sus frentes, me llevó para mis recuerdos personales una linda cara del barrio, un lugar que tiene de todo un poco y una convivencia muy afectuosa y unida, con personas que se preocupan por la preservación y el cultivo de nuevas generaciones de jóvenes que impulsen y dirijan el barrio a un futuro más prospero.