Violencia

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VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Son todas las situaciones o formas de abuso de poder o maltrato (físico o psicológico) de un miembro de la familia sobre otro o que se desarrollan en el contexto de las relaciones familiares y que ocasionan diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos. Puede manifestarse a través de golpes, insultos, manejo económico, amenazas, chantajes, control, abuso sexual, aislamiento de familiares y amistades, prohibiciones, abandono afectivo, humillaciones o al no respetar las opiniones. Comúnmente en las relaciones de abuso suelen encontrarse combinadas, generándose daño como consecuencia de uno o varios tipos de maltrato. La sufren quienes se encuentran en los grupos definidos culturalmente como los sectores con menor poder dentro de la estructura jerárquica de la familia. Las variables de género y generación (edad) son decisivas para establecer la distribución del poder en el contexto de la cultura patriarcal. Las mujeres, los menores de edad y los ancianos se identifican como los de mayor riesgo o víctimas más frecuentes, a quienes se agregan los discapacitados (físicos y mentales) por su particular condición de vulnerabilidad. Los actos de violencia dirigidos hacia cada uno de ellos constituyen las diferentes categorías de la violencia intrafamiliar. Muchas acciones de violencia intrafamiliar son evidentes, pero otras pueden pasar desapercibidas. Para identificar la violencia hay que determinar si la pareja o familia usa la violencia como mecanismo para enfrentar y resolver las diferencias de opinión. Un ejemplo frecuente es una familia donde cada vez que dos de sus integrantes tienen diferencias de opinión, uno le grita o golpea al otro para lograr que "le haga caso" (sea niño, adulto o anciano el que resulte agredido). Formas de Violencia Algunas acciones de maltrato entre los miembros de la familia son evidentes, generalmente las de que tienen implicancia física, otras pueden pasar desapercibidas, sin embargo todas dejan profundas secuelas. La violencia intrafamiliar puede adoptar una o varias de las siguientes formas: violencia física, violencia psicológica, abandono, abuso sexual y abuso económico. Violencia física La violencia, maltrato o abuso físico es la forma más obvia de violencia, de manera general se puede definir como toda acción de agresión no accidental en la que se utiliza la fuerza física, alguna parte del cuerpo (puños, pies, etc.), objeto, arma o sustancia con la que se causa daño

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VIOLENCIA INTRAFAMILIAR

Son todas las situaciones o formas de abuso de poder o maltrato (físico o psicológico) de un

miembro de la familia sobre otro o que se desarrollan en el contexto de las relaciones

familiares y que ocasionan diversos niveles de daño a las víctimas de esos abusos.

Puede manifestarse a través de golpes, insultos, manejo económico, amenazas, chantajes,

control, abuso sexual, aislamiento de familiares y amistades, prohibiciones, abandono

afectivo, humillaciones o al no respetar las opiniones.

Comúnmente en las relaciones de abuso suelen encontrarse combinadas, generándose daño

como consecuencia de uno o varios tipos de maltrato. La sufren quienes se encuentran en los

grupos definidos culturalmente como los sectores con menor poder dentro de la estructura

jerárquica de la familia.

Las variables de género y generación (edad) son decisivas para establecer la distribución del

poder en el contexto de la cultura patriarcal. Las mujeres, los menores de edad y los ancianos

se identifican como los de mayor riesgo o víctimas más frecuentes, a quienes se agregan los

discapacitados (físicos y mentales) por su particular condición de vulnerabilidad.

Los actos de violencia dirigidos hacia cada uno de ellos constituyen las diferentes categorías

de la violencia intrafamiliar. Muchas acciones de violencia intrafamiliar son evidentes, pero

otras pueden pasar desapercibidas.

Para identificar la violencia hay que determinar si la pareja o familia usa la violencia como

mecanismo para enfrentar y resolver las diferencias de opinión. Un ejemplo frecuente es una

familia donde cada vez que dos de sus integrantes tienen diferencias de opinión, uno le grita o

golpea al otro para lograr que "le haga caso" (sea niño, adulto o anciano el que resulte

agredido).

Formas de Violencia

Algunas acciones de maltrato entre los miembros de la familia son evidentes, generalmente

las de que tienen implicancia física, otras pueden pasar desapercibidas, sin embargo todas

dejan profundas secuelas.

La violencia intrafamiliar puede adoptar una o varias de las siguientes formas: violencia física,

violencia psicológica, abandono, abuso sexual y abuso económico.

Violencia física

La violencia, maltrato o abuso físico es la forma más obvia de violencia, de manera general se

puede definir como toda acción de agresión no accidental en la que se utiliza la fuerza física,

alguna parte del cuerpo (puños, pies, etc.), objeto, arma o sustancia con la que se causa daño

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físico o enfermedad a un miembro de la familia. La intensidad puede variar desde lesiones

como hematomas, quemaduras y fracturas, causadas por empujones, bofetadas, puñetazos,

patadas o golpes con objetos, hasta lesiones internas e incluso la muerte.

Violencia psicológica

La violencia psicológica o emocional, se puede definir como un conjunto de comportamientos

que producen daño o trastorno psicológico o emocional a un miembro de la familia.

La violencia psicológica no produce un traumatismo de manera inmediata sino que es un daño

que se va acentuando, creciendo y consolidando en el tiempo. Tienen por objeto intimidar y/o

controlar a la víctima la que, sometida a este clima emocional, sufre una progresiva

debilitación psicológica y presenta cuadros depresivos que pueden terminar en suicidio.

Algunas de estas acciones son obvias, otras muy sutiles y difíciles de detectar, sin embargo

todas dejan secuelas. Un caso particular de este tipo de abuso son los niños testigos de la

violencia entre sus padres, los que sufren similares consecuencias y trastornos a los

sometidos a abusos de manera directa.

Causas de La Violencia

La causa de la aparición y mantención de la violencia intrafamiliar es compleja y multifactorial.

Se relacionan con ella actitudes socioculturales como la desigualdad de género, las

condiciones sociales, conflictos familiares, conyugales. También aspectos como la

personalidad e historia de abusos en la familia de origen.

La historia nos muestra que las formas de maltrato familiar existieron desde la antigüedad en

diversas culturas donde los hijos eran considerados propiedad privada de los padres, estos

tenían derecho sobre su vida y muerte, pudiendo decretar además su estado de libertad o

esclavitud.

Derechos similares poseían los hombres sobre las mujeres, las que se encontraban en

relaciones de sumisión y dependencia con un limitado rol a nivel social y donde la violencia

masculina era aceptada y tolerada por la sociedad e incluso por la mujer.

La violencia ha sido y es utilizada como un instrumento de poder y dominio del fuerte frente al

débil, del adulto frente al niño, del hombre frente a la mujer. Su meta es ejercer control sobre

la conducta del otro, lo cual se evidencia en los objetivos como "disciplinar", "educar", "hacer

entrar en razón", "poner límites", "proteger", "tranquilizar", etc.

La estructuración de jerarquías avalan el uso de la fuerza como forma de ejercicio del

poder.La jerarquía es uno de los ejes conceptuales del proceso de naturalización de la

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violencia al instaurar pautas culturales que permiten una percepción social de la violencia

como natural y legítima favoreciendo su mantención.

La naturalización de la violencia suele materializarse en expresiones populares o mitos que

recogen la pauta cultural. Las víctimas suelen quedar atrapadas en medio de un consenso

social que las culpabiliza y les impide ser conscientes de sus derechos y del modo en que

están siendo vulnerados.

Las instituciones no son ajenas a la construcción de significados que estructuran nuestro

modo de percibir la realidad y contribuyen a naturalizar la violencia. Las instituciones

educativas durante gran parte de la historia utilizaron métodos disciplinarios que incluían el

castigo físico.

En variadas organizaciones se resisten aún a reconocer el efecto de la violencia sobre la

salud física y psicológica de las personas.

Los medios de comunicación continúan exhibiendo violencia cotidianamente. Actualmente

existen leyes de protección a las víctimas;

Todo ello, junto a la transmisión de los estereotipos de género a lo cual también contribuye la

familia, forma un conjunto de acciones y omisiones que tiene como resultado la percepción de

la violencia como un modo natural de resolver conflictos interpersonales y sienta las bases

para el desequilibrio de poder dentro del matrimonio y la convivencia.

De igual forma, el proceso de invisibilización del problema de la violencia, relacionado con

variados obstáculos para identificarla ha permitido perpetuarla.

El proceso de invisibilización considera que para que un fenómeno resulte visible deben existir

inscripciones materiales que lo hagan perceptible, a su vez el observador (en este caso el

campo social) debe disponer de las herramientas o instrumentos necesarios para percibirlo.

Consecuencias

La gravedad de sus consecuencias físicas y psicológicas, tanto para la víctima como para la

familia, hacen de la violencia intrafamiliar un importante problema de salud con intensa

repercusión social.

Para la víctima, a nivel físico son cefaleas, trastornos gastrointestinales, palpitaciones y

lesiones de todo tipo como traumatismos, heridas, quemaduras, enfermedades de transmisión

sexual y/o embarazos no deseados embarazos de riesgo y abortos.

Las mujeres maltratadas durante el embarazo tienen mas complicaciones durante el parto y

post-parto , Por lo demás la violencia puede acarrear para la víctima incluso consecuencias

letales mediante el homicidio o el suicidio.

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A nivel psicológico se generan efectos profundos tanto a corto como a largo plazo.

La reacción inmediata suele ser de conmoción, paralización temporal y negación de lo

sucedido, seguidas de aturdimiento, desorientación y sentimientos de soledad, depresión,

vulnerabilidad e impotencia.

Luego los sentimientos de la víctima pueden pasar del miedo a la rabia, de la tristeza a la

euforia, de la compasión de sí misma al sentimiento de culpa.

A mediano plazo, pueden presentar ideas obsesivas, incapacidad para concentrarse,

insomnio, pesadillas, llanto incontrolado, mayor consumo de fármacos y adicciones.

También puede presentarse una reacción tardía descripta como Síndrome de Estrés Post-

traumático, consiste en una serie de trastornos emocionales, asociados con la situación que

los originó, tales como haber estado sometida a situaciones de maltrato físico o psicológico.

Algunos de sus síntomas son: trastornos del sueño (pesadillas e insomnio), trastornos

amnésicos, depresión, ansiedad, sentimientos de culpa, trastornos por somatización, fobias y

miedos diversos, disfunciones sexuales y el uso de la violencia hacia otros como con los

propios hijos.

A nivel social puede ocurrir un deterioro de las relaciones personales, aislamiento social y la

pérdida del empleo debido al incremento del ausentismo y a la disminución del rendimiento

laboral. Cuando la víctima sea un menor de edad, se generarán además trastornos del

desarrollo físico y psicológico que pueden desembocar en fugas del hogar, embarazo

adolescente y prostitución.

En el ámbito de la educación aumentará el ausentismo y la deserción escolar, los trastornos

de conducta y de aprendizaje y la violencia en el ámbito escolar. Los hijos o menores que sin

haber sido víctimas directas de la violencia o la han presenciado tienen riesgo de alteración

de su desarrollo integral.

Ellos presentan también dificultades de aprendizaje, dificultades en la socialización, adopción

de comportamientos violentos con los compañeros, mayor frecuencia de enfermedades

psicosomáticas y otros trastornos psicopatológicos secundarios

A largo plazo estos menores presentarán una alta tolerancia a situaciones de violencia y

probablemente serán adultos maltratadores en el hogar y/o violentos en el medio social ya

que es el comportamiento que han interiorizado como natural en su proceso de socialización

primaria, lo que llamamos violencia transgeneracional,

En otros ámbitos de la realidad social los modelos violentos en el medio familiar generan un

problema social, al aumentar la violencia juvenil, las conductas antisociales, los homicidios,

lesiones y los delitos sexuales.

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La economía se ve afectada al incrementarse el gasto en los sectores salud, educación,

seguridad y justicia y al disminuir la producción.

Para el agresor las principales consecuencias serán:

• Incapacidad para vivir una intimidad gratificante con su pareja.

• Riesgo de perder su familia.

• El rechazo familiar y social.

• Aislamiento y pérdida de reconocimiento social, riesgo de detención y condena.

• Sentimientos de fracaso Y frustración

• Resentimiento y dificultad para pedir ayuda psicológica y psiquiátrica.

Los efectos de la violencia pueden ubicarse en 6 (seis) niveles de acuerdo a la

combinación de dos variables: el nivel de amenaza percibido por la persona agredida y el

grado de habitualidad de la conducta violenta. Estos son:

• Disonancia cognitiva

• Ataque o fuga

• Inundación o Parálisis

• Socialización cotidiana

• Lavado de cerebro

• Embotamiento o Sumisión

Disonancia cognitiva: Ocurre cuando se produce una situación de violencia de baja

intensidad en un contexto o en un momento inesperado (como la luna de miel). La reacción es

de sorpresa, de imposibilidad de integrar el nuevo dato a la experiencia propia.

Ataque o fuga: Ocurre cuando se produce una situación de violencia de alta intensidad de

un modo abrupto e inesperado. En estos casos se desencadena una reacción psicofisiológica

de alerta, pudiendo reaccionar con una posición defensiva, escapándose del lugar; u ofensiva,

enfrentando la amenaza. La sorpresa obra a modo de disparador de conductas.

Parálisis: Ocurre cuando se produce una situación de violencia extrema, que implica un alto

riesgo percibido para la integridad o la vida. La reacción puede incluir alteraciones del estado

de conciencia, desorientación y ser el antecedente para la posterior aparición del Síndrome de

Estrés Post-traumático. Frecuentemente las víctimas relatan esta experiencia de paralización

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frente a situaciones tales como amenazas con armas, intentos de estrangulamiento o

violación marital.

Socialización cotidiana: Ocurre cuando las situaciones de maltrato de baja intensidad se

transforman en habituales, se produce el fenómeno de la naturalización. Las víctimas,

principalmente mujeres, se acostumbran a que no se tengan en cuenta sus opiniones, que las

decisiones importantes las tome el hombre, a ser humillada mediante bromas

descalificadoras, etc., pasando todas estas experiencias a formar parte de una especie de

telón de fondo cotidiano que tiene efecto anestesiante ante la violencia.

Lavado de cerebro

Cuando las amenazas, coerciones y mensajes humillantes son intensos y persistentes, la

víctima suele incorporar esos mismos argumentos y sistemas de creencias como un modo

defensivo frente a la amenaza potencial que implicaría defenderse o refutarlos, cree que la

obediencia automática la salvará del sufrimiento.

Llegado a este punto, asume y puede repetir ante quien intente ayudarla, que ella tiene toda la

culpa, que se merece el trato que recibe, etc.

Embotamiento o Sumisión: Cuando las experiencias aterrorizantes son extremas y

reiteradas, el efecto es un "entumecimiento psíquico" en el que las víctimas se desconectan

de sus propios sentimientos y se vuelven sumisas al extremo.

En estos casos, la justificación de la conducta del agresor y la autoinmolación alcanzan

niveles máximos.

En todos los casos los efectos de la violencia intrafamiliar están acompañados por la

sintomatología descrita a nivel físico y psicológico, siendo visibles estas consecuencias a

través de los indicadores o señales de maltrato.

Factores de Riesgo

Existen factores de riesgo y situaciones de especial vulnerabilidad que explicarían por qué en

contextos similares, en ocasiones se producen situaciones de violencia y en otras no.

La identificación de estos factores, asociados con las distintas formas que adopta la violencia

intrafamiliar resulta decisiva a la hora de elaborar propuestas o realizar alguna intervención,

tanto en lo que respecta a la atención del problema como a su prevención.

Los factores riesgo no son los causantes de la violencia pero inciden en su aparición y

mantención. Si bien cualquier persona puede verse afectada por la violencia intrafamiliar, ya

que esta se da en todas las culturas, sin distinción de sexo, edad, raza, religión o clase social,

el ser mujer, menor de edad, discapacitado o adulto mayor y encontrarse en una relación de

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pareja con desequilibrio de poder o al interior de una familia de estructura rígida, con un alto

grado de control entre sus miembros y con valores culturales que favorezcan una división

jerárquica vertical y autocrática; supone un mayor riesgo de sufrirla pues se es más vulnerable

mientras menor poder se tiene dentro de la estructura jerárquica familiar o al ser física y/o

psicológicamente dependiente.

Otros factores que incrementan el riesgo y están asociados al agresor, principalmente hombre

son: el consumo y la dependencia de sustancias psicoactivas como las drogas y el alcohol

que pueden extremar la personalidad, la tensión o el stress,estados depresivos profundos,

baja autoestima, un bajo nivel cultural, educacional y socioeconómico,

La violencia no hace distinción de clases sociales.

Si bien el agresor es generalmente un individuo sin trastornos psicopatológicos evidentes la

violencia puede emerger de cualquier estructura de personalidad psicótica psicopática o

perversa o neurótica siendo por lo general mas grave cuando mayor sea el trastorno.

Existen otras situaciones como el embarazo precoz o no deseado, las depresiones post parto,

la ignorancia o incomprensión de las necesidades y el cansancio o agobio por el exceso de

tareas a atender, que son claros factores de riesgo para la aparición de abusos y

negligencias.

Algunos factores como:

La inadecuada respuesta institucional y/o comunitaria a los casos de violencia intrafamiliar

debido a la naturalización de la violencia.

La ausencia de legislación adecuada o dificultades en la aplicación de la existente .

La ausencia de redes comunitarias de apoyo generan también un riesgo importante al actuar

como elementos perpetuadores de la violencia.

Categorías de Violencia

Las categorías de la violencia intrafamiliar se definen según el contexto en que ocurren los

actos y fundamentalmente de acuerdo a la identidad de la víctima, la que generalmente se

encuentra dentro de los grupos definidos culturalmente como los de menor poder en la

estructura jerárquica de la familia.

Dado que en el marco de una cultura patriarcal las variables decisivas para establecer la

distribución del poder son género y edad, los miembros de la familia en mayor riesgo y

quienes son las víctimas más frecuentes determinan las distintas categorías de la violencia

intrafamiliar, estas son: La violencia hacia la mujer (y en la pareja), el maltrato infantil, el

maltrato al adulto mayor y la violencia hacia los discapacitados (físicos y mentales), estos

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últimos se consideran como una categoría individual dada su particular condición de

vulnerabilidad.

Violencia hacia la mujer y en la pareja

La violencia en la pareja constituye una de las modalidades más frecuentes y relevantes entre

las categorías de la violencia intrafamiliar. Es una forma de relación de abuso entre quienes

sostienen o han sostenido un vínculo afectivo relativamente estable, incluyendo relaciones de

matrimonio, noviazgo, pareja (con o sin convivencia) o los vínculos con ex parejas o ex

cónyuges. Se enmarca en un contexto de desequilibrio de poder e implica un conjunto de

acciones, conductas y actitudes que se mantienen como estilo relacional y de interacción

imperante en la pareja donde una de las partes, por acción u omisión, ocasiona daño físico y/o

psicológico a la otra.

La violencia en la pareja es ejercida mayoritariamente hacia la mujer, realidad que es

constatable y cruda, a nivel de estudios e investigaciones en casi la totalidad de los países

que registran algún dato al respecto, se señala que en al menos el 75% de los casos esta se

presenta como una acción unidireccional del hombre hacia la mujer y salvo un 2% (razón por

la cual no es considerado un problema social) representativo de los casos en que son los

varones los agredidos física y en su mayoría psicológicamente, el porcentaje restante hace

referencia a la violencia bidireccional (también denominada recíproca o cruzada) que es

aquella donde ambos miembros de la pareja se agreden mutuamente. Se debe resaltar que

para utilizar esta última clasificación, es necesario que exista simetría en los ataques y

paridad de fuerzas físicas y psicológicas entre los involucrados.

Las cifras explican y justifican los esfuerzos e iniciativas que apuntan a la mujer como víctima

principal y dado que el espacio de mayor riesgo de una mujer para sufrir violencia es su propio

hogar, contrario al de los hombres para quienes el espacio de mayor riesgo es la calle, en la

variada literatura existente al referirse a la violencia hacia la mujer en el contexto doméstico o

al interior de la pareja se suelen utilizar los conceptos de violencia doméstica, violencia

conyugal e incluso violencia intrafamiliar.

La violencia sobre la mujer puede tomar muchas formas, desde las más sutiles y difíciles de

diferenciar hasta las más brutales. Puede ocurrir en cualquier etapa de su vida, incluyendo el

embarazo y afectar tanto su nivel físico como mental.

Maltrato infantil

El maltrato infantil, de manera general, puede definirse como todo acto no accidental, único o

repetido, que por acción u omisión (falta de la respuesta o acción apropiada) provoca daño

físico o psicológico a una persona menor de edad, ya sea por parte de sus padres, otros

miembros de la familia o cuidadores que, aunque externos a la familia, deben ser

supervisados por esta.

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El maltrato infantil incluye el abandono completo o parcial y todo comportamiento o discurso

adulto que infrinja o interfiera con los Derechos del Niño (Declaración Universal de la ONU,

1959). La violencia, ya sea física, sexual o emocional es una de las más graves infracciones a

estos derechos, por las consecuencias inmediatas, a mediano y largo plazo que generan en el

desarrollo del menor.

Dentro de esta categoría podemos clasificar también el abuso fetal que ocurre cuando la

futura madre ingiere, deliberadamente, alcohol o drogas, estando el feto en su vientre.

Producto de lo cual el niño(a) puede nacer con adicciones, malformaciones o retraso severo,

entre otros problemas.

Violencia hacia el adulto mayor

La violencia o el maltrato al adulto mayor, de manera general, puede definirse como todo acto

no accidental, único o repetido, que por acción u omisión (falta de la respuesta o acción

apropiada) provoca daño físico o psicológico a una persona anciana, ya sea por parte de sus

hijos, otros miembros de la familia o de cuidadores que, aunque externos a la familia, deben

ser supervisados por esta. Estas situaciones de maltrato son una causa importante de

lesiones, enfermedades, pérdida de productividad, aislamiento y desesperación.

El maltrato hacia los ancianos es producto de una deformación en nuestra cultura, que siente

que lo viejo es inservible e inútil. Los ancianos son sentidos como estorbos o como una carga

que se debe llevar a cuestas además de la familia a sostener, por eso no es de extrañar que

el tipo más frecuente de maltrato sea el abandono y la falta de cuidados.

Por otra parte la ausencia de registros o estimaciones reales de la dimensión de este

problema, así como la escasez de denuncias, debido al miedo, la depresión, la incapacidad de

moverse por si mismos y la poca credibilidad, ha permitido que este fenómeno sea casi

invisible.

Violencia hacia los discapacitados

La violencia o el maltrato a los discapacitados, de manera general, puede definirse como todo

acto que por acción u omisión provoca daño físico o psicológico a personas que padecen

temporal o permanentemente una disminución en sus facultades físicas, mentales o

sensoriales, ya sea por parte de miembros de la familia o de cuidadores que, aunque externos

a la familia, deben ser supervisados por esta. Este tipo de violencia afecta a personas que por

su condición de mayor vulnerabilidad se encuentran en una posición de dependencia que los

ubica en una situación de mayor

Clasificación de Violencias en relación al maltrato

.Físicas y Psicológicas

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La violencia psicológica presenta características que permiten clasificarla en tres

categorías:

Maltrato: puede ser pasivo (definido como abandono) o activo que consiste en un trato

degradante continuado que ataca la dignidad de la persona. Generalmente se presenta bajo la

forma de hostilidad verbal, como gritos, insultos, descalificaciones, desprecios, burlas, ironías,

críticas permanentes y amenazas. También se aprecia en actitudes como portazos, abusos de

silencio, engaños, celotipia (celos patológicos), control de los actos cotidianos, bloqueo de las

iniciativas, prohibiciones, condicionamientos e imposiciones.

Acoso: se ejerce con una estrategia, una metodología y un objetivo, la víctima es

perseguida con críticas, amenazas, injurias, calumnias y acciones para socavar su seguridad

y autoestima y

Lograr que caiga en un estado de desesperación, malestar y depresión que la haga

abandonar el ejercicio de un derecho o someterse a la voluntad del agresor.

Para poder calificar una situación como acoso tiene que existir un asedio continuo, una

estrategia de violencia (como cuando el agresor se propone convencer a la víctima que es ella

la culpable de la situación) y el consentimiento del resto del grupo familiar (auque también de

amigos o vecinos) que colaboran o son testigos silenciosos del maltrato, ya sea por temor a

represalias, por satisfacción personal o simplemente por egoísmo al no ser ellos los

afectados.

El acoso afectivo, que forma parte del acoso psicológico, es una situación donde el

acosador depende emocionalmente de su víctima, le roba la intimidad, la tranquilidad y el

tiempo para realizar sus tareas y actividades, interrumpiéndola constantemente con sus

demandas de cariño o manifestaciones continuas, exageradas e inoportunas de afecto. Si la

víctima rechaza someterse a esta forma de acoso, el agresor se queja, llora, se desespera,

implora y acude al chantaje emocional como estrategia, amenazando a la víctima con retirarle

su afecto o con agredirse a si mismo, puede llegar a perpetrar intentos de suicidio u otras

manifestaciones extremas que justifica utilizando el amor como argumento.

Manipulación: es una forma de maltrato psicológico donde el agresor desprecia el valor de

la víctima como ser humano negándole la libertad, autonomía y derecho a tomar decisiones

acerca de su propia vida y sus propios valores. La manipulación hace uso del chantaje

afectivo, amenazas y críticas para generar miedo, desesperación, culpa o vergüenza. Estas

actitudes tienen por objeto controlar u obligar a la víctima según los deseos del manipulador.

Abandono

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El abandono se manifiesta principalmente hacia los niños, adultos mayores y discapacitados,

de manera general, se puede definir como el maltrato pasivo que ocurre cuando sus

necesidades físicas como la alimentación, abrigo, higiene, protección y cuidados médicos,

entre otras, no son atendidas en forma temporaria o permanente. El abandono también puede

ser emocional, este ocurre cuando son desatendidas las necesidades de contacto afectivo o

ante la indiferencia a los estados anímicos.

Abuso sexual

El abuso sexual dentro de una relación de pareja, de manera general se puede definir como la

imposición de actos o preferencias de carácter sexual, la manipulación o el chantaje a través

de la sexualidad, y la violación, donde se fuerza a la mujer a tener relaciones sexuales en

contra de su voluntad, esta última acción puede ocurrir aún dentro del matrimonio pues este

no da derecho a ninguno de los cónyuges a forzar estas relaciones y puede desencadenar la

maternidad forzada a través de un embarazo producto de coerción sexual.

El abuso sexual afecta también a niños y adolescentes cuando un familiar adulto o un

cuidador los utiliza para obtener algún grado de satisfacción sexual. Estas conductas abusivas

pueden implicar o no el contacto físico, su intensidad puede variar desde el exhibicionismo, el

pedido de realizar actividades sexuales o de participar en material pornográfico, hasta la

violación. Discapacitados y adultos mayores pueden verse afectados de igual forma, al ser

violentados sexualmente por familiares o cuidadores sirviéndose de su incapacidad física o

mental.

Abuso económico

El abuso económico ocurre al no cubrir las necesidades básicas de los miembros de la familia

en caso de que esto corresponda, como con los hijos menores de edad y estudiantes, la mujer

que no posee trabajo remunerado, los adultos mayores u otros miembros dependientes.

También sucede cuando se ejerce control, manipulación o chantaje a través de recursos

económicos, se utiliza el dinero, propiedades y otras pertenencias de forma inapropiada o

ilegal o al apropiarse indebidamente de los bienes de otros miembros de la familia sin su

consentimiento o aprovechándose de su incapacidad.

INDICADORES DE MALTRATO

La violencia intrafamiliar es un problema social que todos debemos conocer y enfrentar, afecta

a un alto porcentaje de familias, sin distinción de niveles sociales, económicos o culturales. A

las víctimas les cuesta mucho relatar lo que les sucede pues tienen miedo, vergüenza y por lo

general, tienden a culparse de la situación.

Desde la posición de víctima suele ser fácil detectar las acciones de maltrato físico o sexual

pues producen dolor y daños evidentes. Detectar la violencia psicológica o emocional puede

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ser mas complejo porque a menudo desarrollamos mecanismos psicológicos que ocultan la

realidad cuando esta nos resulta excesivamente desagradable, sin embargo el sorprenderse

realizando determinados actos o en ciertas situaciones puede evidenciar el hecho.

Si sufres en silencio una situación dolorosa, esperas que las cosas se solucionen por sí

mismas o que el agresor deponga espontáneamente su actitud; si deseas que alguien acuda

en tu ayuda; si te sorprendes haciendo algo que no quieres hacer, que va contra tus principios

o que te desagrada y te sientes incapaz de negarte o; si has llegado a la conclusión de que la

situación dolorosa que sufres no tiene solución y que lo mereces porque te lo has buscado;

podrías considerar que estás siendo víctima de abuso, manipulación y/o acoso psicológico.

Detectar la violencia, física y/o emocional, que sufre otra persona es generalmente más fácil si

nos preocupamos de observar y escuchar. Todos los seres humanos expresamos los

sufrimientos, temores o problemas de algún modo. Muchas víctimas no delatarán a su agresor

abiertamente por temor a represalias o a empeorar la situación, es el caso de mujeres y niños

que además dependen de él. Otras, como los ancianos o los discapacitados, pueden no

contar con la capacidad de expresión para denunciar lo que les sucede, sin embargo existen

varios indicadores o señales que permiten detectar una posible situación de violencia

intrafamiliar.

Indicadores físicos: Los indicadores físicos son frecuentemente más visibles, aparecen

en forma de lesiones físicas, generalmente múltiples, hematomas, arañazos, mordeduras,

quemaduras e irritaciones en la piel, marcas y cicatrices en el cuerpo, fracturas, dislocaciones,

torceduras, movilidad y/o pérdida de los dientes. Si la víctima ha sido abusada sexualmente

pueden presentar además enfermedades de transmisión sexual, irritaciones o hemorragias en

la zona genital o anal y dificultad para caminar o sentarse, situación que es aún más evidente

cuando el afectado es un niño(a).

Cuando el maltrato consiste en el abandono o la falta de atención a las necesidades físicas

suelen haber síntomas de desnutrición, deshidratación, falta de higiene corporal y dental y

enfermedades, generalmente de tipo respiratorio o dermatológico de frecuente aparición en

ancianos, discapacitados y niños que carecen de cuidados.

Indicadores emocionales y conductuales: Estos indicadores se presentan en forma

de llanto, sentimientos de culpa o vergüenza, temor, tristeza, angustia, depresión, ansiedad,

insomnio, irritabilidad, cambios de humor, olvidos o falta de concentración, confusión,

desorientación y aislamiento, enfermedades como la anorexia y la bulimia, baja autoestima,

ideas o conductas suicidas.

Cuando la víctima es un niño(a) pueden presentarse además problemas en el lenguaje,

cambios bruscos e inesperados de conducta, temor al contacto con adultos o rechazo a

determinadas personas o situaciones, resistencia al contacto físico, alteraciones del sueño,

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del apetito o de la evacuación, agresividad, retraimiento, aislamiento, erotización de la

conducta y de las relaciones, baja inesperada del rendimiento escolar, lenguaje y

comportamientos que denotan el conocimiento de actos sexuales inapropiados a su edad y

fugas del hogar. Se debe estar atento además a expresiones como: "Estuve solo todo el fin de

semana", "mi hermano no me dejó dormir anoche", "la niñera me estuvo molestando", "El Sr.

X usa calzoncillos divertidos" que puedan dar señales indirectas de abuso.

Solución, puede desarrollar mecanismos de defensa, inconscientes y mecánicos, para

adaptarse a la situación y lograr su supervivencia, existen varios indicadores en su forma

comportarse:

Mantiene una relación con su agresor al que agradece intensamente sus pequeñas

amabilidades; suele negar que haya violencia contra ella y si la admite la justifica; niega que

sienta ira o malestar hacia el agresor; está siempre dispuesta a mantenerlo contento; intenta

averiguar lo que piensa y lo que desea, llegándose a identificar con él. Cree que las personas

que desean ayudarla están equivocadas y que su agresor tiene la razón y la protege. Le

resulta difícil abandonarlo y tiene miedo de que regrese por ella aún cuando este se encuentre

en la cárcel o incluso muerto.

El reconocimiento de estos síntomas puede permitir la identificación, el tratamiento precoz y la

prevención de problemas futuros, por lo que ante la menor aparición o sospecha de maltrato

es imprescindible una seria investigación, si bien esta corresponde a las autoridades, todos

podemos y debemos tomar ciertas medidas de reacción.

La Victima

De acuerdo al concepto de violencia intrafamiliar, quienes la sufren se encuentran

principalmente en los grupos definidos culturalmente como los sectores con menor poder

dentro de la estructura jerárquica de la familia como las mujeres, los menores de edad (niños

y niñas), los ancianos y los discapacitados.

Un factor común en quienes han sufrido situaciones de violencia en la infancia, sean hombres

o mujeres es la baja autoestima. Esta, por efecto de la socialización de género se manifiesta

de manera distinta según el sexo: en las mujeres incrementa los sentimientos de indefensión,

originados tras los intentos fallidos de salida de la situación de maltrato, y la culpabilidad; en

los hombres, activa mecanismos de sobre compensación que lo llevan a estructurar una

imagen externa dura.

En un nivel emocional la víctima posee sentimientos de desesperanza, se percibe a sí misma

sin posibilidades de salir de la situación en la que se encuentra. Tiene una idea hipertrofiada

acerca del poder del agresor, el mundo se le presenta como hostil y cree que nunca podrá

valerse por sí misma.

Page 14: Violencia

En general la víctima suele sentir vergüenza por los actos de violencia de su pareja, actitud

denominada "delegaciones emocionales" (Ravazzola M.C., Historias Infames: Los Maltratos

en las Relaciones. Paidós, Buenos Aires, 1998) y definida como aquella circunstancia en las

que un miembro de la familia siente el malestar que debiera sentir otro. De igual forma suelen

sentirse culpables del fracaso de su relación, atribuyéndose muchas veces la responsabilidad

de ser maltratadas mediante las mismas justificaciones que utiliza el agresor, reforzando así

sus conductas.

Cuando el maltrato es muy grave y prolongado la víctima puede tener ideas de suicidio o de

homicidio, se refuerzan los sentimientos de desvalorización y comienza a verse a sí misma

como inútil, tonta o loca, tal como se le repite constantemente. Muchas veces puede llegar a

dudar de sus propias ideas o percepciones, esta pérdida de confianza le dificulta

excesivamente tomar decisiones aún aquellas del ámbito más cotidiano y doméstico.

El miedo es una emoción frecuente en las personas que viven violencia, se relaciona con la

vivencia de los episodios violentos y generalmente actúa inmovilizando, en muchos casos le

impedirá a la víctima salir de la situación de abuso, pedir ayuda y buscar soluciones.

En la dimensión conductual, la víctima tiende al aislamiento y a ocultar al entorno, lo

que vive en su relación de pareja y/o familiar. Suele tener conductas temerosas y expresar

dependencia y sumisión, experimenta un verdadero conflicto entre su necesidad de expresar

sus sentimientos y el temor que le provoca la posible reacción de su agresor. Al mismo

tiempo, mantiene diversas conductas de apoyo, cuidado y protección hacia su agresor. Su

comportamiento puede aparecer contradictorio y expresa ambivalencias (por ejemplo,

denunciar el maltrato y luego retirar la denuncia).

La víctima tiende a ubicarse en un lugar secundario o postergado en sus relaciones, en este

sentido se orienta a los otros, percibiéndose poco central o protagónica en los sistemas en

que vive, por el contrario, atribuye a su agresor un gran poder, lo asume como dueño de la

verdad, le atribuye autoridad y frecuentemente justifica los abusos, ya sea por sentirse

responsable de ellos o porque asume que al haber sido su agresor víctima de otros abusos,

queda liberado de su responsabilidad.

Otras características, al no ser generales, son identificadas como factores de riego, entre ellas

el bajo nivel cultural y educacional, nivel socioeconómico de pobreza, de gran relevancia en

cuanto a medios y posibilidades para poder escapar o no de una situación de violencia y un

aislamiento social que le impide acceder a fuentes de apoyo externas ya sean familiares o

comunitarias.

La represión de las necesidades emocionales lleva a menudo a canalizar la expresión de lo

reprimido a través de síntomas psicosomáticos. A nivel sintomático lo más frecuente es

encontrar depresión (abierta o larvada), las personas que viven violencia se sienten

Page 15: Violencia

prisioneras entre la agresión y la impotencia. Por otra parte es frecuente el aumento del

consumo de alcohol y drogas como parte de las conductas autodestructivas o de las

anestesiadoras.

También se encuentra presente la sintomatología de stress post-traumático, cuyos

componentes principales son la tendencia a volver a experimentar el trauma, expresado en

pensamientos recurrentes, sueños e imágenes y sentimientos que aparecen en forma súbita,

pérdida de interés por el mundo externo, por las actividades, sentir a las personas como

extraños, inexpresividad afectiva, estado de hipervigilancia, trastornos del sueño, dificultad de

concentración y memoria, entre otros. Otros signos serán visibles a través de los indicadores

de maltrato o de las consecuencias y efectos de la violencia intrafamiliar.

El Agresor

Los agresores presentan ciertas características que contribuyen a describir cómo se va

organizando su comportamiento y los mecanismos que le permiten mantener su posición.

Frecuentemente quienes están involucrados en relaciones violentas muestran un alto

porcentaje de contextos violentos en sus familias de origen. Los agresores suelen haber sido

maltratados o abandonados en su infancia o, al menos, testigos de actos de violencia

intrafamiliar. La violencia en la familia de origen ha servido de modelo de resolución de

conflictos interpersonales y ha ejercido el efecto de normalización de la violencia. La

recurrencia de tales conductas, percibidas a lo largo de la vida, las ha convertido en algo

corriente, a tal punto que muchos agresores no comprenden cuando se les señala que sus

conductas ocasionan daño.

El agresor, tanto el que maltrata a su pareja como a sus hijos u otros familiares, suele ser una

persona de baja autoestima, pobre control de impulsos y sin trastornos psiquiátricos evidentes

(aunque suele tener una fuerte tendencia a confundir sus suposiciones imaginarias, como los

celos, con la realidad), por tanto su objetivo no es satisfacer algún tipo de necesidad sádica o

psicopática que proporcione placer a través del sometimiento del otro, sino emplear un

recurso definitivo que le permita instaurar o mantener el poder y control en la relación de

pareja o familiar.

El agresor tiende a eludir su responsabilidad a través de medios como la externalización,

mediante la cual justifica su actuar con extensas listas de razones o culpando a fuerzas

externas; y la negación, que le permite identificar a otros como los causantes del problema y

desligarse de las acciones necesarias para superar sus dificultades. En el caso del abuso

sexual el agresor tiene plena conciencia de su actuar por lo que niega o encubre su conducta

para poder mantenerla. Todo lo anterior como una manera de proyección de la

responsabilidad y la culpa.

El aislamiento social tiende a ser una imposición a sí mismo pues percibe el entorno más

próximo como una amenaza a su necesidad de ejercer control, a pesar de esto suele

Page 16: Violencia

proyectar una imagen de excelente cónyuge, pareja, padre o hijo, al adoptar modalidades

conductuales disociadas: en el ámbito público se muestra como una persona equilibrada, en

la mayoría de los casos no trasunta en su conducta nada que haga pensar en actitudes

violentas, haciendo menos creíble una eventual denuncia. En el ámbito privado, en cambio, se

comporta de modo amenazante, utiliza agresiones verbales y físicas, como si se tratase de

otra persona. Su conducta es posesiva y se caracteriza por estar siempre "a la Existen otras

características que aunque principalmente se orientan a las víctimas, algunas son asociadas

al agresor, sin embargo al no ser generales, son identificadas como factores de riego.

Abusador infantil

• Las características generales, si bien no son suficientes para elaborar un perfil, suelen

ser comunes a los agresores. En cuanto a quien ejerce violencia hacia un menor de

edad, además de ellas, se puede agregar que este suele ser el padre o la madre del

niño(a), en ocasiones pueden ejercerla ambos, en todo caso generalmente será un

conocido o familiar, sin que exista otro rasgo específico de su personalidad. Puede que

ni siquiera desearan ser padres, en otras oportunidades serán padres muy permisivos

que se ven sobrepasados por los niños(as) al no fijar normas claras y mantenerlas en

el tiempo, luego al no poder validar su autoridad recurren a gritos, descalificaciones e

incluso golpes.

• En cuanto a su comportamiento, además de lo expresado en las características

generales, rutinariamente emplean una disciplina inapropiada para la edad y condición

del niño(a), tienen expectativas irreales en cuanto él y demuestran falta de preparación

o inexperiencia en el ejercicio de la paternidad responsable.

Hombre que agrede a la mujer

Generalmente en una situación de violencia al interior de la pareja se identifica al hombre

como el miembro de la familia que la ejerce, estos se caracterizan por su inexpresividad

emocional y la escasa habilidad para la comunicación verbal de sus sentimientos. Tienen

miedo de perder a su pareja (miedos de dependencia), el cual generalmente reprimen y la

perciben a ella como la

causante del hecho de sentirse amenazados. Esta expresión inadecuada de emociones, que

enmascara como rabia o enfado la mayor parte de los miedos, ansiedades e inseguridades

responde a lo difícil que le resulta observarse y cuestionarse a sí mismo (resistencia al

autoconocimiento) debido a la internalización de un modelo masculino tradicional donde se

posiciona al hombre en una situación de privilegio sobre la mujer, en los ámbitos político,

jurídico, económico, psicológico, cultural y social y se validan los mitos de superioridad del

hombre en los aspectos biológico, intelectual, sexual y emocional. Estas ideas suelen ser

Page 17: Violencia

cerradas, con pocas posibilidades reales de ser revisadas debido a una percepción rígida y

estructurada de la realidad.

De una manera más específica, los hombres que ejercen violencia hacia su pareja han sido

clasificados en dos categorías: Cobras o Pit Bulls (concepto muy resistido por quienes gustan

de esta raza de perros).

"La cobra es una serpiente, tranquila y concentrada antes de atacar a sus víctimas con poco o

ningún aviso. La furia del Pit bull arde lentamente y crece, una vez que sus dientes se hunden

en su víctima, no la sueltan" (Jacobson, N.; Gottman J., When Men Batter Women: New

insights into ending abusive relationships. Simon & Schuster, New York, 1998).

A los hombres Pit bull sus miedos de dependencia los llevan a monitorear cada movimiento de

su pareja, sus celos los hacen ver traición en cada uno de ellos y esto los enfurece, cuando su

rabia se torna violenta parecen perder el control y atacan, incluso públicamente.Los hombres

Cobra son fríos y calculadores, suelen presentar rasgos criminales y antisociales, su violencia

nace de una necesidad patológica de cumplir su objetivo de ser el jefe y estar seguro de que

todos, especialmente sus esposas o parejas, lo sepan y actúen de acuerdo a ello, cuando

piensan que su autoridad ha sido retada luchan rápidamente y con furia llegando a amenazar

con cuchillos o armas de fuego. Aunque tienen mayor control que los Pit Bulls, suelen ser más

violentos y dirigen su agresividad no solo hacia quienes aman, como los Pit bulls, sino que

también a extraños, animales, amigos o compañeros de trabajo, calmándose internamente

mientras su violencia aumenta.

Perfil básico del maltratador Psicopáticos

Hipercontroladores

Básicos: Cíclicos, emocionales con episodios esporádicos y remordimientos, estados de

ánimo variables y de cambios intensos, inseguros, impulsivos, con pobres relaciones

interpersonales.

Psicopáticos: Con personalidad antisocial, generalmente con antecedentes penales y

violencia en otros contextos, agresión indiferenciada, ausencia de respuestas emocionales,

manipulación interesa de los demás, adicciones, agresividad en general, irresponsabilidad

persistente.

Hipercontroladores: Con personalidad paranoide, necesidad de control sobre su pareja,

desconfianza y sospecha generalizada, celos, percepciones de persecución o complot, control

del entorno preventivo, acciones violentas planificadas

La Rehabilitación

Page 18: Violencia

La rehabilitación es un proceso que debe comprender tanto a agresores como a víctimas, las

personas que han experimentado un evento de violencia intrafamiliar, sufren en un primer

momento un estado emocional de crisis, el cual debe ser tratado psicológicamente por

personal especializado que le permita recuperar su estabilidad emocional, de igual forma se

debe realizar la atención de seguimiento psicológico a los eventos de crisis, a través de lo cual

se logra una comprensión amplia del problema por parte de las personas que lo sufren, y es

un preámbulo para la incorporación a las sesiones de terapia grupal.

Las personas que han sufrido una o varias experiencias de violencia intrafamiliar, así como

aquellas que generan la violencia, necesitan dentro de su tratamiento emocional, incorporase

a grupos terapéuticos y de auto ayuda, en los cuales se desarrollan técnicas conjuntas entre

personas que han experimentado el mismo problema (víctima-víctima o agresor-agresor, la

terapia víctima-agresor suele estar contraindicada), logrando conocer la experiencia de otras,

y aprender mas sobre su situación. Es en estos grupos terapéuticos donde se desarrollan los

espacios necesarios para terminar de sanar las huellas emocionales de la violencia, y poder

recuperar la autoestima de cada persona, lo cual es indispensable para continuar nuevos

proyectos de vida.

Respecto a la rehabilitación de los agresores se ha reconocido que la atención de los mismos

es fundamental para romper el ciclo de la violencia y evitar su reincidencia, pues aunque en

muchos casos la víctima se separará del agresor (la mujer se separará del marido violento, los

hijos de los padres, etc.) un alto porcentaje continuará viviendo con él. Además, en los casos

de separación, el agresor podrá formar una nueva pareja o tener nuevos hijos y existirá una

alta probabilidad de que se repita la situación anterior.

Sin embargo existe controversia respecto a los programas de rehabilitación pues muchos

sostienen que los escasos medios y los esfuerzos públicos deben destinarse preferentemente

a asistir a las víctimas. Esto, sumado al gran escepticismo respecto de las posibilidades

rehabilitadoras de los hombres maltratadores (experiencias conocidas, en Europa y los

Estados Unidos, presentan altos índices de abandonos de la terapia aunque se ha de tener en

cuenta que muchas de estas intervenciones se hacen generalmente dentro de programas

carcelarios, con hombres convictos por delitos graves y obligados por orden judicial) hacen

que en la actualidad la vía más concreta para comenzar una rehabilitación voluntaria sea la

solicitud particular, por parte del agresor, de atención psiquiátrica y/o psicológica en los

sistemas de salud público o privado.

Por otra parte, tanto partidarios de los programas como detractores coinciden en que los

tratamientos de rehabilitación pueden ser complementarios pero nunca sustitutivos de las

medidas penales.

Page 19: Violencia

La rehabilitación se refiere a un complejo proceso de modificación de conductas conscientes,

esta solamente puede enmarcarse en el contexto de un tratamiento ejercido por profesionales

con un adecuado enfoque teórico y metodológico que guíe su actuación con el agresor.

Fuera de esto es posible modificar los actos de violencia psicológica que podamos ejercer

inconcientemente, si aplicamos los indicadores o señales de maltrato a nuestras propias

acciones podremos detectar la existencia de personas en nuestro entorno a las que, sin

darnos cuenta, estemos manipulando o maltratando. La mejor forma de dilucidar si nos

estamos comportando con alguien como agresor es utilizar toda nuestra capacidad de

empatía y nuestra humildad para ponernos en el lugar de las personas y familiares que nos

rodean y analizar nuestra conducta frente a ellos.

A veces somos conscientes de la hostilidad que sentimos hacia una persona, pero no del

maltrato que le estamos infligiendo, sentir rabia, envidia o rencor contra otros es casi siempre

irremediable porque las emociones no se someten al raciocinio, lo que si podemos someter al

control de la razón son nuestras acciones. Por lo tanto ejercer o no violencia hacia otros

siempre será nuestra elección y quien maltrata siempre será responsable de su proceder.

Medidas de Protección

La mejor y primera medida que debería tomar cualquier persona para protegerse y evitar un

nuevo incidente de violencia intrafamiliar es denunciar el hecho. La ley está para ayudarle,

generalmente el juez podrá ordenarle al agresor que abandone la casa, el pago de pensión

alimenticia temporal para sus hijo(as) y otras medidas que evitarán que el agresor se le

acerque.

Sin embargo, si no se siente preparada o existe alguna otra razón que siente le impiden

abandonar a su agresor, hay ciertas acciones factibles de realizar para poner a su familia y a

usted a salvo. Para minimizar las consecuencias debe preparar algunas condiciones de

seguridad y actuar de acuerdo a un plan de acción ante un incidente violento, así usted solo

deberá cumplirlo evitando que el temor domine o nuble sus decisiones.

Condiciones de seguridad

Las siguientes condiciones de seguridad que debe adoptar:

Tratamiento de armas: Primeramente de manera muy cuidadosa y evitando manipularla,

preferentemente cuando esté sola en casa, saque cualquier arma que allí se encuentre,

entréguela a la policía argumentando el temor a su seguridad o, como último recurso,

escóndala o entiérrela asegurándose que no sea encontrada por terceros o por el agresor,

evite entregarla a otra persona o familiar pues lo involucraría en un acto ilegal al no poseer los

permisos correspondientes para la posesión. Nunca se quede con el arma para su propia

defensa ya que el agresor podría arrebatársela y usarla en su contra o, de acuerdo a sus

Page 20: Violencia

consideraciones morales, quizás usted no sea capaz de utilizarla y si lo hace puede tener

consecuencias psicológicas aún más graves que la misma violencia, además legalmente no

sería considerado como legítima defensa sino como un acto premeditado.

Números telefónicos: Memorice los números de teléfonos de emergencia y de familiares, no

es conveniente que los grabe o escriba en los teléfonos de la casa pues su agresor podría

detectarlos, sospechar y desencadenar una agresión.

Aspectos de seguridad: Instale, en al menos una habitación, una cerradura o chapa que

pueda cerrarse por dentro, utilice un sistema de seguro con perilla o botón, evitando las llaves

pues podría llevarle demasiado tiempo asegurar la puerta. Asegúrese de que esta habitación

tenga teléfono o, preferentemente, obtenga un teléfono móvil (celular) y preocúpese de

mantenerlo siempre con usted. Instale las nuevas cerraduras cuando el agresor no se

encuentre en el hogar y trate de que sean semejantes, por ejemplo en el color, a las que ya

posee, de esta manera quizás él no se percate del cambio y usted tendrá un factor sorpresa a

su favor, de lo contrario si le reclama, sospecha o pregunta al respecto, dé explicaciones

argumentando la privacidad de la pareja u ofertas comerciales.

Refugio: Identifique un lugar a donde ir en caso de que tenga que escapar. La casa de un

familiar o amigo(a) de extrema confianza puede servirle para este propósito, evite seleccionar

los hogares de amigos o conocidos que tengan en común con su agresor. Una vez

identificado el lugar converse y acuerde con el anfitrión de su refugio temporal (mientras

obtiene usted obtiene refugio y atención legal) métodos de comunicación, horarios y otros

para evitar descoordinaciones.

Ruta de escape: Identifique las ventanas y puertas por las que sea factible salir de su casa,

luego planifique más de una ruta de escape, así evitará improvisar en caso de que su agresor

bloquee alguna salida.

Coordinación vecinal: Si confía en algún o algunos vecinos, tanto como para estar segura

de que no le contarán a su agresor, coordine con ellos señales o claves que le indiquen

cuando llamar a la policía como determinada posición de las cortinas, luces encendidas o

pídales directamente que llamen a la policía si escuchan gritos o peleas.

Enséñele a sus hijos e hijas: Preocúpese de enseñarle a sus hijos e hijas, e incluso a

familiares dependientes o semidependientes que vivan con usted, a no interferir en una pelea,

ponerse a salvo, llamar a la policía y dar su dirección y número telefónico.

Todas las anteriores son las condiciones de seguridad que usted debe procurar cumplir para

que el siguiente plan de acción sea efectivo.

• Corra y escape: Corra sin dirigirse hacia donde están los niños ni otros familiares

dependientes o semidependientes que vivan con usted, ya que pueden terminar siendo

Page 21: Violencia

agredidos también. Gríteles para alertarlos y utilice inmediatamente la ruta de escape

previamente planificada, si no puede porque esta ha sido bloqueada, rápidamente

diríjase a la habitación donde haya colocado cerraduras o chapas y enciérrese, si la

habitación tiene una ventana, escape o grite para pedir ayuda. Si puede evite huir sin

los niños, ya que pueden usarse para el chantaje emocional.

• Llame a la policía: Tome el teléfono o su teléfono móvil (celular), si el agresor ha

cortado la línea telefónica, y llame a la policía, pida y anote o memorice el nombre de la

persona que le ha atendido. Cuando acuda la policía cuente lo sucedido y tome el

nombre y número de la insignia o placa del agente.

• Si todo ha fallado, usted está siendo golpeada y no puede escapar, póngase en una

esquina contra la pared y agáchese, acerque la cabeza lo más posible a las rodillas y

protéjase la cara y cabeza con las manos y brazos, utilice los codos para cubrir las

costillas, al estar contra la pared podrá proteger su espalda, parte trasera de las

costillas y órganos como los riñones, ante la menor oportunidad corra y ejecute el plan

de acción.

Si ha sido víctima de maltrato físico, busque ayuda médica y denuncie el hecho en cuanto

reciba atención, tómese fotos de las heridas o lesiones que tenga. Es muy importante, de cara

a futuras actuaciones, que queden formalmente denunciados los hechos. No utilice estas

medidas para enfrentar reiteradas agresiones, en general solo podrá ponerlas en práctica una

vez, en la próxima ocasión el agresor conocerá su modo de operar y se adelantará a sus

acciones.

Si se ha separado de su agresor aún debe mantenerse alerta, cambie las cerraduras de las

puertas y ventanas de su casa, de ser posible instale rejas. Cancele cualquier cuenta bancaria

o tarjeta de crédito que tenga en conjunto con él. Cambie su número de teléfono, asegúrese

de que permanezca como privado y no sea publicado en las guías telefónicas, utilice un

identificador de llamadas y una máquina contestadora para grabar los mensajes, revise las

llamadas antes de contestar. No olvide preparar las condiciones seguridad y su plan de acción

pues podría necesitarlo si el agresor irrumpe en su hogar. Aunque nunca es recomendable

enfrentarse a una persona violenta podría tomar un curso de defensa personal, que además le

ayudará a mejorar o conservar su estado físico, mejorar su autoestima y confianza en si

mismo y liberar el stress.

Si tiene hijos asegúrese de entregar en la escuela una foto del agresor e instrucciones para

que el personal no entregue a nadie su dirección o número de teléfono, deje por escrito los

nombres de las personas autorizadas para recoger a sus hijos(as) y asegúrese de que sepan

a quien informar si ven al agresor en la escuela.

Cuando se encuentre fuera de casa cambie regularmente su rutina de viaje, haga compras,

pagos y transacciones bancarias en distintos lugares. En su lugar de trabajo converse

Page 22: Violencia

previamente con su empleador y entregue al personal de seguridad y compañeros más

cercanos una foto del agresor, cuando salga ya sea a almorzar, a su auto o al transporte

pública vaya siempre acompañada. Si el abusador le llama al trabajo guarde los mensajes y

cualquier correo electrónico.

Cuando acuda al tribunal vaya en compañía de un familiar o amigo cercano, no lleve a sus

hijos. Tome asiento lo más lejos posible del agresor, no converse con él ni con familiares o

amigos que pudieran estar acompañándolo. Asegúrese de mostrar al juez y/o al fiscal,

directamente o a través de su abogado, las fotos de sus heridas o lesiones, certificados

médicos y lista de testigos. Tenga presente que no necesariamente se privará al agresor de

visitar a sus hijos, exija por su seguridad que las visitas sean supervisadas y que le notifiquen

antes de que lo dejen en libertad. Al retirarse hágalo por una puerta distinta o espere para no

hacerlo de manera simultánea.

Recuerde que debe mantenerse siempre alerta, si ha sido víctima de una agresión consulte

además las medidas de actuación que puede adoptar.

En aquellos casos en que la víctima sea hombre, si bien goza de los mismos derechos y

garantías legales, por ser una situación excepcional es recomendable que además de lo

anterior, el agredido: Guarde siempre un registro con las fechas y las circunstancias de

incidentes de violencia, señale siempre la violencia a su médico y a la policía, asegurándose

de que registren sus lesiones y todos los detalles del acto violento; busque siempre la

atención médica en un hospital para constatar lesiones y, fundamentalmente, evite en todo

momento actuar o defenderse de manera violenta ante una agresión.

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