VIOLENCIA CONTRA LA MUJER Perro que muerde

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Siglo nuevo Sn 19 opinión Perro que muerde... Adela Celorio Nada puede hacerme daño excepto yo mismo, el mal que me agobia lo llevo conmi- go y jamás sufro realmente sino por mi culpa. San Bernardo T enemos ya tantos ‘días internaciona- les’: del agua, del medio ambiente y de no fumar, de la madre, del padre, del niño, del maestro y de la empleada do- méstica, que sería imposible solidarizar- nos con cada una de las causas; aunque hay algunas imposibles de soslayar, como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. El tema, por trillado, es ya casi un tópico, pero siempre es útil insistir: perro que muerde, volverá a morder. Aunque los gritos de las mujeres mal- tratadas se escuchan cada vez más alto y más lejos, y las leyes contra los maltrata- dores se tornan más severas, hasta ahora nada ha conseguido poner en extinción al macho golpeador. El animal violento sigue manifestándose en todas las clases sociales sin distingo del nivel educativo: lo mismo golpea el rico analfabeto que el pobre ilustrado. “Golpear a la esposa es una costumbre aceptada, ¿para qué per- der el tiempo discutiendo sobre el tema?”, comentó hace algunos años un parlamen- tario de Nueva Guinea y yo no dudo que aún hoy, entre nuestros legisladores ha- ya quien piense igual. Además, ninguna ley, por severa que sea, conseguirá impe- dir que un animal violento ataque, por- que ésa es su condición. Y aquí quiero recordar la anécdota de la escorpiona que desesperada pedía que la cruzaran el río que, crecido y turbulen- to, le impedía regresar al lado de sus crías. Conociéndole las mañas, nadie quería cruzarla, hasta que un cocodrilo ‘buena gente’, le advirtió: “Te cruzaré, pero re- cuerda que si me picas, morirás ahogada”. A medio río, la escorpiona le clavó el agui- jón, y el cocodrilo, envenenado y a punto de morir preguntó: “¿Por qué lo hiciste?” “Porque es mi condición”, respondió la ca... ¡perdón! la escorpiona. El animal feroz, no puede ser domes- ticado porque la ferocidad es su condi- ción, aún a pesar de él mismo. Algunos –pocos- machos golpeadores, tratan de modificar ese impulso y para ello, asis- ten a Coriac (grupos para la reeducación de hombres que se reconocen violentos) donde reciben terapia y ayuda. Loable el esfuerzo, pero no hay que fiarse, porque las recaídas suelen ser devastadoras, es- pecialmente ahora que la autosuficiencia de la mujer irrita y amenaza al macho. Y ya sabemos que la violencia estalla preci- samente cuando la persona que él supone debe estar bajo sus órdenes (en este caso la mujer) no cumple con sus expectativas. Lo único que calma a la fiera es la sumi- sión total de su víctima y, gracias a Dios, cada día hay menos mujeres sometidas. Las leyes suelen castigar al maltrata- dor cuando el daño está hecho y en algu- nas ocasiones es irreparable; por lo tanto, lo único sabio es detectar al animal vio- lento desde las primeras señales: jaloneos, empujones, órdenes absurdas como: “Con esa falda tan corta no vas”, “No me gustan tus amigos”. Son pequeñas muestras de lo que vendrá después. Hay que estar muy alerta y huir mientras todavía se puede, porque lo que sigue es el maltrato que humilla y destruye la autoestima. Ahora bien, la que esconde los moretones y en- cubre al maltratador, merece los golpes. Y termino con un fragmento de Has- ta no verte Jesús mío (Elena Poniatowska. Edit. ERA): Después dije que no me dejaría y cumplí la palabra. Pero ¡cuánto sufrí mien- tras me estuve dejando! Yo creo que en el mis- mo infierno ha de haber lugar para todas las dejadas. ¡Puros tizones en el fundillo! § Correo-e: [email protected] VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

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Siglo nuevo

Sn • 19

opinión

Perro que muerde...Adela Celorio

Nada puede hacerme daño excepto yo mismo, el mal que me agobia lo llevo conmi-go y jamás sufro realmente sino por mi culpa.

San Bernardo

Tenemos ya tantos ‘días internaciona-les’: del agua, del medio ambiente y de no fumar, de la madre, del padre,

del niño, del maestro y de la empleada do-méstica, que sería imposible solidarizar-nos con cada una de las causas; aunque hay algunas imposibles de soslayar, como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. El tema, por trillado, es ya casi un tópico, pero siempre es útil insistir: perro que muerde, volverá a morder.

Aunque los gritos de las mujeres mal-tratadas se escuchan cada vez más alto y más lejos, y las leyes contra los maltrata-dores se tornan más severas, hasta ahora nada ha conseguido poner en extinción al macho golpeador. El animal violento sigue manifestándose en todas las clases sociales sin distingo del nivel educativo: lo mismo golpea el rico analfabeto que el pobre ilustrado. “Golpear a la esposa es una costumbre aceptada, ¿para qué per-der el tiempo discutiendo sobre el tema?”, comentó hace algunos años un parlamen-

tario de Nueva Guinea y yo no dudo que aún hoy, entre nuestros legisladores ha-ya quien piense igual. Además, ninguna ley, por severa que sea, conseguirá impe-dir que un animal violento ataque, por-que ésa es su condición.

Y aquí quiero recordar la anécdota de la escorpiona que desesperada pedía que la cruzaran el río que, crecido y turbulen-to, le impedía regresar al lado de sus crías. Conociéndole las mañas, nadie quería cruzarla, hasta que un cocodrilo ‘buena gente’, le advirtió: “Te cruzaré, pero re-cuerda que si me picas, morirás ahogada”. A medio río, la escorpiona le clavó el agui-jón, y el cocodrilo, envenenado y a punto de morir preguntó: “¿Por qué lo hiciste?”

“Porque es mi condición”, respondió la ca... ¡perdón! la escorpiona.

El animal feroz, no puede ser domes-ticado porque la ferocidad es su condi-ción, aún a pesar de él mismo. Algunos

–pocos- machos golpeadores, tratan de modificar ese impulso y para ello, asis-ten a Coriac (grupos para la reeducación de hombres que se reconocen violentos) donde reciben terapia y ayuda. Loable el esfuerzo, pero no hay que fi arse, porque las recaídas suelen ser devastadoras, es-pecialmente ahora que la autosufi ciencia

de la mujer irrita y amenaza al macho. Y ya sabemos que la violencia estalla preci-samente cuando la persona que él supone debe estar bajo sus órdenes (en este caso la mujer) no cumple con sus expectativas. Lo único que calma a la fi era es la sumi-sión total de su víctima y, gracias a Dios, cada día hay menos mujeres sometidas.

Las leyes suelen castigar al maltrata-dor cuando el daño está hecho y en algu-nas ocasiones es irreparable; por lo tanto, lo único sabio es detectar al animal vio-lento desde las primeras señales: jaloneos, empujones, órdenes absurdas como: “Con esa falda tan corta no vas”, “No me gustan tus amigos”. Son pequeñas muestras de lo que vendrá después. Hay que estar muy alerta y huir mientras todavía se puede, porque lo que sigue es el maltrato que humilla y destruye la autoestima. Ahora bien, la que esconde los moretones y en-cubre al maltratador, merece los golpes.

Y termino con un fragmento de Has-ta no verte Jesús mío (Elena Poniatowska. Edit. ERA): Después dije que no me dejaría y cumplí la palabra. Pero ¡cuánto sufrí mien-tras me estuve dejando! Yo creo que en el mis-mo infi erno ha de haber lugar para todas las dejadas. ¡Puros tizones en el fundillo! §Correo-e: [email protected]

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