Violencia y tragedias en la Ribera de Salamanca (Arribes del Duero)

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1 Historias antiguas de violencia y tragedias o “la época heroica de La Ribera” de Antonio Llorente Maldonado Anastasia Sánchez Martín enero 2010 Introducción Un aspecto no muy tratado hasta la fecha es el empleo de la violencia, y las tragedias en las sociedades rurales de Salamanca, hasta bien entrado el siglo XX. Mitos “rurales” de desaparecidos al anochecer en días de fuerte tormenta, esos días de “llena” que se producían por “los Santos de noviembre”, de presos condenados de por vida en la cárcel de Valencia… las escuché desde pequeño, pero la verdad es que nunca les había concedido mayor trascendencia. Fue recientemente, al releer el “Cancionero salmantino” de Dámaso Ledesma de 1907, cuando vinieron a mi imaginación esas escenas, pero sobre todo las palabras de Llorente Maldonado, escritas en 1943, y refiriéndose a los más viejos de entonces, historias de sesenta años atrás: “que los más viejos refieren como la época heroica de la Ribera”. Puerta Sur de la iglesia.Detalle de decoración base de las columnas. Probable s.XIV. “Heroica” hemos de decir, que no en su acepción actual, sino entendida como una época que los viejos gustaban de nombrar, de contar esas historias de

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La Ribera de Salamanca: una comarca antigua y tradicional de salamanca. Antiguas costumbres en la transición del XIX al XX

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Historias antiguas de violencia y tragedias o “la época heroica de La Ribera” de Antonio Llorente Maldonado

Anastasia Sánchez Martín enero 2010

Introducción

Un aspecto no muy tratado hasta la fecha es el empleo de la violencia, y las tragedias en las sociedades rurales de Salamanca, hasta bien entrado el siglo XX.

Mitos “rurales” de desaparecidos al anochecer en días de fuerte tormenta, esos días de “llena” que se producían por “los Santos de noviembre”, de presos condenados de por vida en la cárcel de Valencia… las escuché desde pequeño, pero la verdad es que nunca les había concedido mayor trascendencia.

Fue recientemente, al releer el “Cancionero salmantino” de Dámaso Ledesma de 1907, cuando vinieron a mi imaginación esas escenas, pero sobre todo las palabras de Llorente Maldonado, escritas en 1943, y refiriéndose a los más viejos de entonces, historias de sesenta años atrás:

“que los más viejos refieren como la época heroica de la Ribera”.

Puerta Sur de la iglesia.Detalle de decoración base de las columnas. Probable s.XIV.

“Heroica” hemos de decir, que no en su acepción actual, sino entendida como una época que los viejos gustaban de nombrar, de contar esas historias de

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tragedias…, así que me puse a recoger los testimonios escritos desperdigados que ya tenía.

La investigación prometía, y francamente, parece que en efecto, las tierras alejadas de la jurisdicción civil, las sociedades cerradas como las Arribes –hasta hace pocas décadas- podían generar este tipo de fenómenos: “tomarse la justicia por su mano”.

Acuartelamientos y tropas debió haber pocas en estas tierras, salvo los antiguos monteros, que acompañaban por estos parajes de caza, y de fiestas a personajes como el infante salmantino Sancho I Pérez –en el siglo XIII-; en el siglo siguiente al mismo rey Alfonso XI el montero, y a los infantes Enrique y Pedro; en el siglo XV al duque de Plasencia. Estos mismos monteros aspiraban a pertenecer a la baja nobleza, y dejar de pagar impuestos. Es precisamente este asunto de los impuestos cobrados por el clero, o por el Concejo de Ledesma, el que crea conflictos.

A fines del siglo XV, y antes de 1508, se producen graves disputas entre los regidores de las aldeas, y los regentes de Ledesma por este asunto, y que han sido estudiadas por el profesor José Luis Martín Martín1 recientemente. Se dan episodios de violencia en casi todos los pueblos, como:

“Emendose delante del rodero porque avía avido hierro”

O estos otros episodios de juramentos y castigos en las iglesias de las aldeas:

“Un vecino de Revilla dixo ´pese a Dios´y juró falso porque tiene más de XXX cabeças que dio. Questé el primero domingo en pie toda la misa quitado el bonete”.

O el vecino Alonso Montero de Monleras se rebeló contra la autoridad de la siguiente forma muy significativa:

“dixo dos veses ´pese a Dios´, y una ves ´no creo en Dios´ “.

El uso de la espada, las armaduras medievales y un caballo, era un derecho al que sólo podían acceder la nobleza, y en este caso los hijosdalgo de localidades como Ledesma, Villarino, Aldeadávila, Monleras, Masueco, Pereña y Guadramiro, y

parece ser que a veces era muy útil: todo un símbolo de acceso al poder, a la distinción, y a la imposición de sus criterios.

Las tragedias, el paso por las aldeas de Ledesma de clérigos-beneficiados- muy prepotentes, los juicios del Tribunal del Santo Oficio de Valladolid, las persecuciones de moriscos y judíos en estas tierras fronterizas, las brujas, el

1 “Archivo de la Chancillería, SP, 142, 28, folio LXIIIv”.

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miedo y los temores “impreganaron” durante mucho tiempo el alma de esta tierra, como en tantos otros lugares de Castilla, Galicia y Tras-os-Montes. Este alma comarcal ha quedado reflejada en múltiples tonadas y coplas populares, que todavía se cantaban hasta la última guerra española:

“Nadie se atreve a pasar”

(recogida por Dámaso Ledesma en Aldeadávila en 1907)

1 “Nadie se atreve á pasar…

Por aquellos matorrales…

Porque hay cuatro malhechores…

Con garrotes y puñales…

2 cuatro Galeotes

Por el monte van…

Al pueblo de Ituero

Al Cura a matar…”

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“Una fatal ocasión”

(recogida por Federico de Onís en Aldeadávila en 1910)

1 “Se paseaba una serrana

Por esas sierras arriba

Y el rocío de la noche

Le daba por las rodillas

2 Alzó la niña el brial

Que daba en blanca camisa,

Miraba a un lado y a otro

Por ver si alguien la veía,

Y la viera un caballero

Que era el que la pretendía

3 Mucho anda el caballero

Mucho más anda la niña,

Donde vino a alcanzar

Al pie de una verde oliva

4 Como el fruto era amargo,

amargas cosas decía:

“dame tu cuerpo, la ingrata,

Dame tu cuerpo, la niña”.

5 Andando de güelco en güelco,

El puñal se le caía.

La niña, como ligera,

Apañado´lo había.

Se lo metió por un lado

Que el corazón le salía.

6 “Por Dios te pido, serrana,

Por Dios te pido, la niña,

No te vayas alabando

De lo que alabar podías:”

“Que mataste a un caballero

Con las armas que él traía”.

Curiosidades de esta tierra antigua, y “concentrada en sí misma”, la estrofa nº3 de la Tonada anterior, coincide con la leyenda de la eremitaña beata “Santa Marina” de los siglos XI y XII2

2 “Historia de Aldeadávila”, por Ramón Grande del Brío, año 2.009, ISBN (13): 978-84-77973188.

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Los sangrientos ritos de la Semana Santa en el siglo XVI

Las rigidices del sistema medieval, y de la distinción social se ven con toda claridad en los documentos que conservamos de la Semana Santa en la Ribera salmantina: en ellos se ve como elementos fundamentales la sangre, las reglas de los cofrades, y una estratificación social muy acentuadas que marca la diferenciación social, esta vez a través de ritos religiosos. El texto que recogemos a continuación data del año 1560, y en él se dan las reglas o preceptos con que habría de regirse la “Cofradía de los Hermanos de la santísima Trinidad y de la Pasión”3:

“…Todos los años, el día de Viernes Santo los Cofrades, uno por uno habían de azotarse las espaldas hasta llegar a brotarles la sangre. En este momento habian de levantar la mano de tan dolorosa penitencia y obligación.

Entonces había de cumplirse el precepto que también se mandaba, de curar a cada uno de los Cofrades heridos con balsámico y casero ungüento, de antemano preparado, y que consistía en una mezcla de aceite, vino y romero, con cuyo bálsamo curaban a cada Cofrade azotado…”

El corazón herido de Jesús, representado en las renacentistas Cruces de santiago de aldeadávila, año 1508.

3 “Archivos parroquiales de la Iglesia de Aldeadávila de la Ribera”. Ponemos el texto resumido en idioma castellano actual.

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Las historias de arrieros4 por las Arribes

Las poblaciones principales de Castilla y Andalucía realizaban un intenso comercio, ya desde antiguo con arrieros procedentes del norte de la península. La intensa depresión económica en toda la centuria del s.XVII, hace que las disputas por los trueques con estos arrieros sean cada vez más agrias, llegando incluso a la muerte. La zona occidental de Castilla fue frecuentada por arrieros de la Ribera del río Sil en Orense5, quienes abandonaban sus parroquias en grupos de 4 y 6 personas, antes del momento de la siembra de los cereales de invierno; muchos de estos arrieros, que viajaban a pie los vemos comerciando en las villas de Benavente y Rioseco (Medina), y cuando la suerte les es claramente adversa llegan incluso a morir, como les ocurrió a los de la parroquia de Santa María de Esgos, en la primera mitad del s.XVIII en parajes tan distantes como los castellanos de6 Aldeadávila, Arévalo, Barbadillo, Colmenar Viejo y Madrid, o en los andaluces de Linares y Pozo Blanco.

Las tragedias durante las “carreras de toros”

Como no podía ser menos, la costumbre renacentista de alancear toros, y hacer carreras por las calles de los pueblos, que está registrada en Aldeadávila, ya antes de 1565, debió de provocar incontables cogidas y accidentes. Uno de estos casos ha llegado hasta nuestros días en forma de copla popular, gracias a que la recogieron el padre Fray Alonso Sendín en el siglo XVIII, y Dámaso Ledesma en 1907, con el nombre de “el Toru de aldea Dávila”:

“Toreu, tira la capa,

Toreu, tira el capoti,

Toreu tira la capa,

mira que el toru te cogí,

toreu sal de la plaza.”

Son estas “Fiestas de los Toros” con sus carreras-encierros actuales- las que tanto sorprendían a los viajeros de siglos pasados, que solían culminarse con la muerte de una res, normalmente el toro con más barvura. Tenemos el caso de

4 “Los espacios rurales cantábricos y su evolución”, por Luis Vicente García Merino, 1990. Pp.36 al 40. 5 Los Concellos orensanos de Baños de Molgas, Maceda da Limia, San Estevan de Rivas de Sil, Rocas, Santa Cristina de Rivas de Sil y Pereiro de Aguiar. 6 Archivo histórico diocesano de Ourense: “Libro de difuntos” de la parroquia de Santa María de Esgos, años 1700 a 1750.

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las corridas de toros en Pereña de la Ribera en 1857- 8 de setiembre-, donde el periodista portugués habla de la absoluta barbaridad y crueldad con los toros7:

“ROMARIA Á HESPANHA”

“Fronteira á povoaçáo de Peredo de Bemposta, concelho de Mogadouro, e já em solo hespanhol, pertenecente á provincia de Salamanca, vê-se o grande monte chamado da Senhora do Castello, por ter na cume uma ermida com a Imagem da Virgem d’esta invocaçáo, a distancia de tres braças de um precipicio immenso, e que dá verticalmente sobre o soberbo Douro, que d’alli se divisa espumando de raiva, por nao poder espraiar-se á vista dos dous montes de portugal e Hespanha, que lle abatem a arrogancia, e mal o laderas deixao proseguir seu curso. E este sitio annualmente visitado por grande numero de portuguezes das povoaçoes de Bemposta, Tó, Urrós, Ventuzello, Peredo, e outras no dia 8 de setembro. Passao para lá em uma jaugada de cannas, visitao a Senhora, e seguem d’ahí para o logar de Perena, a um quarto de légua, onde ha uma feira regular, e tres dias successivos de festa, nos quaes se representao ridiculamente duas comedias; ha muitos bailes nas praças, e correm-se alguns annos de sete a oito touros bravos, matando-se o mais feroz com inaudita barbaridade. Ao querem os portuguezes regressar a suas casas, têem de ir a pasar a uma barca a mais d’uma légua de distancia, porque a jangada de cannas foi traiçoeiramente incendiada pelos carabineiros hespanhoes. Assim têem practicado estes ultimos annos, julgo que como medida preventiva para obstarem a que os portuguezes alli voltem e os surrem, como já lhes tem acontecido”.

Antonio Joaquim Fernandes Salazar, “Vigario de Peredo de Bemposta”.

7 “Vigario de Peredo de Bemposta”, publicado en “Almanach” el 26 de noviembre de 1857.Fuente y autor: Antero Neto, Mogadouro. http://www.mogadourense.blogspot.com

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El monte pereñano de “Nuestra Señora del Castillo”, antiguo castro vetton, visto desde el camino del Rostro, en Aldeadávila (Salamanca).

Este tipo de coplas, con pequeñas tragedias locales circulaban entre todos los pueblos de la comarca, y eran entonadas cuando el momento festivo lo requería. La rivalidad entre los pueblos era muy acentuada y ancestral, llegando a veces hasta los últimos límites por asuntos de comercio, deudas impagadas, por procesiones de santos, de propiedades de tierras, y cómo no, por asuntos de novias y enamoramientos. Éste es el caso de viejas rencillas entre La Zarza de Pumareda y Aldeadávila, o entre Villarino de los Aires y Fermoselle.

De esta última rivalidad tenemos el lamentable caso del médico de Villarino de los Aires en la mitad del siglo XIX, y asesinado con total impunidad junto a la cruz de San Lorenzo de Fermoselle, en el camino tradicional entre las dos poblaciones.

Fermoselle: “la felonía de la cruz de San Lorenzo” (1848, setiembre)

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Arriero “arribeño” orando ante una cruz en el camino de Vitigudino a Villarino de los Aires, en el año 1906 (Revista: “la Ilustración española y americana”)

La historia está recogida en el libro: “Donde Sayago termina…” pp.81 al 84, y dice así:

“Y ya casi al salir del pueblo –Fermoselle- por las Fontanicas, se oye al ayudante de don Jerónimo ,el albéitar, que calza a una mula. Sus golpes seguirán llegando hasta nosotros cuando ya estamos lejos, en la carretera.

Mas poco importan los rumores. Verdad que ahora escuchamos el chirriar de un cigüeñal, que hunde su vara con la herrada en las entrañas frescas de un pozo, en una huerta cualquiera en la que andan a regar, al tiempo que nos llega, ¿cómo podría faltar? el cariñoso y turbador rumor de una pareja de rollas, que celebran bodas en su nido.

Esta noche ha llovido y huele a tierra mojada, prometedora y fecunda. Por entre los resquicios de las peñas han nacido las violetas humildes, en roldes, al umbrío de aroma fino y sutil en esta mañana limpia. Los árboles abren ahora sus yemas y despliegan sus amentos, y perfúmase fuertemente el camino al andar, cuando hollamos las matas de los tomillos salsero y aceitunero, los almoraduces y hortelanas.

El aire está muy puro, tanto que, desde la Ronda, llega a verse el humo del tren portugués allá en lo alto, muy lejos. A poco y débil llega atenuado el silbo de

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su locomotora. Tren que no exentos de melancolía, oyen en las tranquilas noches veraniegas los fermosellanos, y cuyas lucecitas ven pasar un momento, lejanas.

Por el camino tortuoso que baja hasta el Tormes, entre musgos amarillentos y verdes aceos, va don Ambrosio ,el cura en su pollina, resiganada y mansita. De ambaladura tranquila, va leyendo el breviario que sostiene entre sus manos, ajeno al paisaje que le rodea. De trecho en trecho, cuando el animalito vacila o se detiene, antes de franquear un mal paso, alza la vista mirando a las viñas, en las que empiezan a brotar unas hojitas tiernas.

Hace don Ambrosio un breve alto con unos hombres, que trabajan sus tierras en las Peñicas para echar con ellos un cigarro. A poco de este encuentro habrá una nueva parada. Baja de la burra que deja atada a una cerca. Anda pocos pasos hasta dar con una cruz de hierro, con pintura metalizada, que se hinca en un amplio dado granítico. Aparentemente normal, vista de cerca, tiene la cruz algo extraño. Son sajaduras que allí se han marcado, manifiestamente adrede y la llenan por todas partes. Cuáles más largas, otras más leves y cortas. En un recuadro, que corresponde al lugar que ocuparía el corazón del crucificado, si lo hibiera, hay varias señales. La cruz porta consigo más de sesenta muescas bien visibles.

-¿Por qué está allí la cruz y qué representa?

-Pasó ya hace muchos años, tantos, que rondan con el siglo. Don Manuel González, médico de Villarino, el inmediato pueblo salmantino de la otra banda del Tormes, tenía novia en Fermoselle. Una noche riñó con los mozos por cuestiones de honrilla y celos tontos, como ocurre cada vez que una moza de la villa es requerida por un forastero. Don Manuel iba a verla a caballo todos los sábados, y regresaba el domingo por la noche, después de haberla rondado. Tras sus palabras con los mozos, el inmediato domingo, su caballo que iba al galope, tropezó con unas piedras y cuerdas que interceptaban su camino. Cayó el jinete, y hasta media docena de mozos lo hicieron sobre él, cosiendo su cuerpo a puñaladas. A la mañana siguiente unos hombres que iban a labrar las viñas a Las Horretanas, hallaron su cadáver, cercano a la ermita de San Lorenzo, medio escondido entre unas matas. Téngase empero en cuenta que lo anterior es en buena parte mera conjetura aproximada, pues nadie a ciencia cierta os dirá cómo aconteció el bárbaro crimen, y repetimos lo que es tradición común en Fermoselle.

Un día cualquiera, meses más tarde, apareció la cruz tal como hoy se encuentra, al borde del camino, en el lugar mismo del crimen. Era de hierro y con

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la singularidad de tener grabadas en ella, las sesenta y tantas puñaladas que aquella noche le asestaron. Los golpes con su hondura, estaban perfectamente marcados. Nadie sabe aún quién la puso ni cómo; apareció allí y basta.

En el amplio basamento berroqueño en que se espeta, una inscripción muy firmemente labrada, en tres de sus caras, dice así:

“AQUI FUE ASESINADO DON MAN/EL GONZALEZ CIRUJANO POR MA/O DE TRAIDORES. 18 TBRE? 1848.”

Don Ambrosio ha rezado ante ella un momento, como acostumbra a hacer siempre que va a visitar su olivar de Valcuevo, como hoy, en que ha dejado encargado al coadjutor las tareas de la parroquia y el ocuparse del ángelus meridiano.

Ya en la noche, el cura ha ido a jugar su habitual partida a la botica de don Leocadio y demás contertulios. Antes de comenzarla, y de que los naipes inicien su ronda y agitado vaivén, don Ambrosio ha comentado con sus amigos aquel extraño crimen, ya tan lejano, pero que ha dejado patente un cierto resentimiento entre Villarino y Fermoselle, no extinguido aún.

Todos han dado su opinión sobre el caso, pues conocen bien la Cruz de San Lorenzo, como es llamada en el pueblo, por haberla visto docenas de veces al pasar por allí, en sus partidas de caza o en los viajes a Salamanca, cosa de media legua de la última casa fermosellana.”

Por aquellos mismos años, la rivalidad desigual entre los pueblos de La Zarza de Pumareda8 y Aldeadávila, produce también robos, e intentos de asesinatos, acrecentados sin duda, por las hambrunas, y las malas cosechas. Al final, este tipo de casos, para evitar que llegaran a más, debían de resolverse entre los propietarios de grandes rebaños, y los regidores y alcaldes, que ordenarían el encarcelamiento, tal es el caso de la historia: “Y todo… por un carnero”:

“Se trata de una triste historia de pobreza en las Arribes, entre las localidades de La Zarza y Aldeadávila. Un criado del Vizconde de la Revilla- entonces propietario de grandes latifundios en La Zarza- se encontraba acostado cuidando sus rebaños, cerca de la raya con la Villa de Aldeadávila. Parece se que se

8 La Zarza de Pumareda y Aldeadávila, unidas en un mismo Concejo durante el siglo XVIII, se dividen administrativamente en el año 1.803, a raíz de una exigencia de los vecinos de la primera.

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acercaron dos hombres de este último pueblo montados en sus cabalgaduras, y que les escuchó la conversación:

- Mira, está durmiendo. Podíamos llevarnos uno de los corderos.

- No, no podemos, porque tiene pastor, y nos denunciaría. Antes deberíamos matarle.

- No, déjale, que está durmiendo. Podemos llevarnos el cordero…

Al regresa el pastor a La Zarza, denunció el caso ante el Vizconde, quien enviaría emisarios a la Villa, para convencer a los regidores de Aldeadávila, quienes en efecto detuvieron a los dos ladrones.”

Parece una historia muy sencilla y trivial, pero da una imagen fiel de la vida de miseria real que podía darse en el campo salmantino, y del escaso aprecio por la vida ajena, claro está, menos aún si se trata de personas de otros pueblos.

No siempre las muertes se producían por hambre y desesperanza, a veces por discusiones de jóvenes ebrios, que terminan en tragedia, como ocurrió en una célebre contienda por las calles de Aldeadávila, y a consecuencia de la cual murió en 1869-1870 el joven Francisco Fernández Conde, llegando el caso de la acusación hasta el mismo Tribunal Supremo de Madrid.9

El escaso aprecio por la vida propia continuó entre estas gentes, y los pocos contrabandistas y cabreros que a fines del siglo XIX, y aún en los primeros decenios del s.XX se aventuraban por los parajes más escabrosos: “Salto del Gitano” y “La Verde” parecen no temer en absoluto a la muerte, incluso cruzan el río Duero en los días más aciagos de invierno. Veamos las exquisitas descripciones que nos hace “La Ilustración española” en el año 1.90610:

“Eran ya las seis de la tarde cuando emprendimos la marcha hacia Aldeadávila de la Ribera, último pueblo de España por aquella parte. Desde el camino vimos hacia el horizonte varios pueblecillos de Portugal.

Cuando entramos en el pueblo anochecía; en la esquina de una calle, una joven tocaba una campanilla y rezaba Pdrenuestros por las almas de los

9 “Sentencias del Tribunal Supremo”, Vol.I. Sentencia de 7 de marzo de 1871. 10 “La Ilustración española y americana”, nº33, 8 de setiembre de 1906. Digitalizada por la Biblioteca Nacional de España.

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difuntos11, los vecinos la acompañaban en el rezo;…pero mayor fue la emoción que nos causaron cuando después de cenar nos hallábamos conversando tranquilamente en la posada. Varios disparos y unos aullidos nos hicieron saltar en nuestros asientos, mientras los contertulios se quedaban tan tranquilos riéndose de nosotros.

- Ustedes no están acostumbrados á esto y por eso les extraña- nos dijeron;

- Son los mozalbetes que jijean y descargan las pistolas; eso lo hacen todas las noches: es costumbre…”

Esta triste costumbre de descargar las pistolas la debían de hacer, como “si de lo más moderno” se tratara, quizás influidos por otro americanismo importado… Las gentes de toda la comarca se organizaban en grupos de edad de por vida, las más famosas eran antes de la Guerra “las partidas de Aldeadávila”:

“...las típicas partidas de esta villa formadas por los que juntos tomaron la Santa Comunión por primera vez, y juntos siguen unidos indisolublemente hasta la muerte; todas las fiestas son colectivas, cada partida por su lado, y cuando dos partidas se indisponen, la batalla (antes sangrienta, hoy solamente dolorosa) es inevitable...”

De los contrabandistas de los siglos XIX y XX, que burlaban a los carabineros de las Aduanas de saucelle y Aldeadávila se cuentan muchísimas historias: de cómo cruzaban el río- a veces a nado-, de su amor por la naturaleza y el peligro, compartiendo muchos puntos en común con los cabreros: aquellos personajes solitarios que recogían los rebaños de cabras de todo el pueblo, y pasaban el día hasta el anochecer en lo más intrincado de Las Arribes: allí donde las cabras encontraban su mejor pasto.

Hacia los últimos años del s.XIX era célebre el cabrero apodado “El Dientes”, quien murió a manos de uno de estos “mozalbetes” consentidos:

“ Perico-el contrabandista- nos entretiene contándonos hazañas de el Dientes, un cabrero de aquellas montañas para el que no existía la palabra inaccesible, que quitaba la presa á las águilas en sus nidos, atando el pico á los aguiluchos, sosteniendo á veces luchas con las aves de rapiña en medio metro de terreno, pasando en aquellas grietas noches enteras y haciendo

11 “La Cofradía de las Ánimas” se mantuvo hasta los años 50 del s.XX, y tenía una pequeña capilla en la cara norte de la Iglesia Parroquial de San Salvador, con calaveras y huesos de difuntos para recordar a las ánimas benditas.

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milagros de equilibrio, que sólo al ver los sitios donde los hacía se erizaban los cabellos.

El pobre Dientes murió de un tiro que le disparó un jovenzuelo…”

Las amenazas, los robos, los juramentos y por último los asesinatos –muchas veces al calor de una discusión- eran casi siempre fruto del hambre y la desesperación:

Asesinato en Pereña en 1917

Los asuntos de préstamos de pastos siempre han sido conflictivos, y lugar de malentendidos. Pereña de la Ribera es una localidad con muy buenos pastos, y en ellos tuvo lugar un crimen el 18 de julio de 1917, que recoge el historiador de la población Juan José Rodríguez:12

“También el aprovechamiento de los pastos de tierras particulares acarreó enfrentamientos entre vecinos. El 18 de julio de 1917, sobre las 8 de la tarde y en el valle del Arcal Epifanio Gorjón Barrueco disparó la escopeta contra Cristino Gorjón Conde, y le produjo una lesión en la parte izquierda del pecho, que por haberle destrozado el pericardio y el corazón, le causó la muerte instantánea.

Cristino tenía las caballerías pastando en la tierra de Epifanio, y al querer éste llevarlas al Corral del Concejo, Cristino le dijo que

- “¡ si las tocaba...le cortaba el pescuezo! “

- “¡ Si tal cosa intentas te pego un tiro! “ , le contestó Epifanio.

Cristino se le abalanzó con el calabozo levantado y diciendo:

- “¡A mí no me pega un tiro, ni tú, ni Dios! “

Y Epifanio...disparó. “

Triste historia...pero que se repetía con cierta frecuencia por estas tierras de La Ribera, y otras comarcas del Campo Charro.

12 “Historia del municipio de Pereña de la Ribera”, recoge la Sentencia del Tribunal Supremo, recurso de casación interpuesto por Epifanio Gorjón. “Revista de jurisprudencia criminal, 1920”, p.74 y ss.

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Por aquellos mismos años, se vuelve a repetir el cuento inventado por el periodista salmantino ZEDA en 1897: esta vez en lugar del sr. Juan de la aldea, es un viejo labrador de la misma Aldeadávila, en 192513:

“El 17 de octubre por la tarde es descubierto el cadáver de José Holgado, anciano labrador, cubierto con unas piedras…se ha descubierto que se trata de un asesinato, ignorándose quién pueda ser el autor”

Desgraciadamente, la violencia podía acabar con los sueños y la vida bucólica en estos parajes, como la que llevan los cabreros, esa digna profesión que se está revitalizando en estas tierras “montuosas”… las condiciones de vida han mejorado notablemente, así como los accesos a estos parajes tan intrincados, y la violencia de aquellas épocas ya sólo es recuerdo de mayores, y de historias como ésta que os cuento hoy.

Lejos quedan los comentarios sagaces de Antonio Llorente Maldonado de Guevara, escritos en diciembre de 194314:

“…lo que hoy todavía sirve de orgullo a sus habitantes, que, quizá por tener como vecinos a los pobres aldeanos, sencillos y primitivos, se consideran superiores en todos los órdenes a los demás salmantinos.

Y algo de esto es verdad, pues los riberanos siempre han tenido fama de pendencieros y valientes, contándose espeluznantes casos de la época heroica de la Ribera –hace 50 años- 15en la que las muertes violentas estaban a la orden del día, siendo los riberanos respetados y temidos por los pacíficos “aldeanos”, que tenían y tienen aún hoy amargo recuerdo de las pocas ocasiones en que intentaron hacer frente a los bravucones hijos de la Ribera…”

Eran los años más duros de las postguerra española, y los muertos estaban muy presentes todavía…

Aldeadávila de la Ribera, Arribes del Duero. Enero de 2010.

13 “ABC, diario nacional. Edición de la mañana”. 18 de octubre de 1925, p.29 14 “El Habla de la Ribera”, edición de 1947, por Antonio Llorente-Maldonado, p.30. Salamanca. 15 Genéricamente la segunda mitad del s.XIX.