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ANEJOS ANEJOS AESPA LXI 2012 DE AESPA LXI Luis Caballero Zoreda Pedro Mateos Cruz Tomás Cordero Ruiz (eds.) VISIGODOS Y OMEYAS EL TERRITORIO ARCHIVO ESPAÑOL ARQVEOLOGÍA DE VISIGODOS Y OMEYAS EL TERRITORIO CSIC ISBN 978-84-00-09457-7 JUNTA DE EXTREMADURA Consejería de Empleo, Empresa e Innovación

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ANEJOSANEJOSAESPA

LXI2012

DE

AESPA LXI

Luis Caballero ZoredaPedro Mateos CruzTomás Cordero Ruiz(eds.)

VISIGODOS Y OMEYASEL TERRITORIO

ARCHIVO ESPAÑOL

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ISBN 978-84-00-09457-7

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ANEJOS DE ARCHIVO ESPAÑOL DE ARQUEOLOGÍALXI

VISIGODOS Y OMEYASEL TERRITORIO

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ANEJOS DE AESPA

Director: Francisco Pina Polo, Universidad de Zaragoza, España.

Secretario: Carlos Jesús Morán Sánchez, Instituto de Arqueología, CSIC-Junta de Extremadura-CCMM, Mérida, España.

Comité Editorial: José Beltrán Fortes, Universidad de Sevilla, España; Manuel Bendala, Universidad Autónoma de Madrid, España;Rui Manuel Sobral Centeno, Universidade de Porto, Portugal; Adolfo J. Domínguez Monedero, Universidad Autónoma,Madrid, España; Sonia Gutiérrez Lloret, Universidad de Alicante, España; Pedro Mateos, Instituto de Arqueología, CSIC-Juntade Extremadura-CCMM, Mérida, España; Manuel Molinos, Universidad de Jaén, España; Ángel Morillo, UniversidadComplutense, Madrid, España; Inés Sastre Prats, Instituto de Historia, CSIC, Madrid, España; Ricardo Olmos Romera,Escuela Española de Historia y Arqueología, CSIC, Roma, Italia; Almudena Orejas, Instituto de Historia, CSIC, Madrid,España; Isabel Rodà de Llanza, ICAC-Universidad Autónoma de Barcelona, España; Ángel Ventura Villanueva, Universidadde Córdoba, España.

Consejo Asesor: Luis Caballero Zoreda, Instituto de Historia, CSIC, Madrid, España; María Paz García-Bellido, Instituto de Historia,CSIC, España; Juan Manuel Abascal, Universidad de Alicante, España; Filippo Coarelli, Universitá degli Studi di Perugia,Italia; Pierre Gros, Université Aix-Marseille, Francia; Simon Keay, University od Southampton, Reino Unido; Pilar León,Universidad de Sevilla, España; Giuliano Volpe, Universitá degli Studi di Foggia, Italia; Carmen García Merino, Universidadde Valladolid, España; Javier Arce, Université Lille, Francia; Michel Amandry, Bibliothèque Nationale de France, Paris,Francia; Xavier Aquilué, Museu d'Arqueologia de Catalunya, Empúries, España; Pietro Brogiolo, Università di Padova,Italia; Francisco Burillo, Universidad de Zaragoza, España; Monique Clavel-Lévêque, Université Franche-Comté, Besançon,Francia; Teresa Chapa, Universidad Complutense de Madrid, España; Carlos Fabião, Universidade de Lisboa, Portugal;Carmen Fernández Ochoa, Universidad Autónoma de Madrid, España; Pierre Moret, Universidad de Toulouse, Francia;Sebastián Ramallo, Universidad de Murcia, España; Domingo Plácido, Universidad Complutense de Madrid, España;Thomas Schattner, Instituto Arqueológico Alemán, Madrid, España; Armin Stylow, München Universität, Alemania.

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VISIGODOS Y OMEYASEL TERRITORIO

LUIS CABALLERO ZOREDA

PEDRO MATEOS CRUZ

TOMÁS CORDERO RUIZ

(eds.)

CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICASJUNTA DE EXTREMADURA - CONSORCIO DE MÉRIDA

INSTITUTO DE ARQUEOLOGÍA - MÉRIDA

MÉRIDA, 2012

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Reservados todos los derechos por la legislación en materiade Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de estelibro, incluido el diseño de la cubierta, puede reproducirse,almacenarse o transmitirse en manera alguna por ningúnmedio ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, in-formático, de grabación o de fotocopia, sin permiso previopor escrito de la editorial.Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en estaobra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores.La editorial, por su parte, solo se hace responsable del inte-rés científico de sus publicaciones.

Catálogo general de publicaciones oficiales:http://publicacionesoficiales.boe.es/

Imprenta: Artes Gráficas Rejas, Mérida

Imagen cubierta: Vista aérea de la villa de La Cocosa (foto: cortesía de P. Mateos Cruz).Imagen de contracubierta: El final de la villa (dibujo: Aquilino Hernández).

Esta publicación se enmarca dentro de la realización del Simposio Interncional Visigodos y Omeyas: el territorio, quese benefició de las siguientes ayudas:

- Acción Especial HAR2008-02116-E, del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

- Acción Especial CON08017, del Plan Regional de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la Junta deExtremadura.

© CSIC© De cada texto, su autor

ISBN: 978-84-00-09457-7e-ISBN: 978-84-00-09458-4NIPO: 723-12-035-2e-NIPO: 723-12-036-8Depósito Legal: BA-118-2012Impreso en España. Printed in Spain

En esta edición se ha utilizado papel ecológico sometido a un proceso de blanqueado ECF, cuya fibra procede de bosques gestionados de forma sostenible.

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SUMARIO

De «Aristocrazie e Campagne» a una Arqueología de los paisajes medievales.Gian Pietro Brogiolo ...............................................................................................................................................................................................................................9

Campos, tierras y villae en Hispania (siglos IV-VI).Javier Arce......................................................................................................................................................................................................................................................21

Un mundo en transformación: los espacios rurales en la Hispania post-romana (siglos V-VII).Iñaki Martín Viso .....................................................................................................................................................................................................................................31

El mundo rural tardoantiguo en Lusitania.Enrique Cerrillo Martín de Cáceres ....................................................................................................................................................................................65

Arqueología de los paisajes rurales altomedievales en el noroeste peninsular.Alfonso Vigil-Escalera Guirado y Juan Antonio Quirós Castillo...........................................................................................................79

La construcción de iglesias como herramienta para el conocimiento del territoriotardoantiguo y altomedieval en la Meseta Norte.Fernando Arce Sainz y Francisco J. Moreno Martín..........................................................................................................................................97

Patrones de ocupación rural en el territorio de Salamanca.Antigüedad Tardía y Alta Edad Media.Enrique Ariño, Sarah Dahí y Elvira Sánchez ..........................................................................................................................................................123

El territorio emeritense durante la Antigüedad Tardía y la Alta Edad MediaTomás Cordero Ruiz y Bruno Franco Moreno........................................................................................................................................................147

El territorio tardoantiguo y altomedieval en el sureste de Hispania:Eio – Iyyuh como caso de estudio.Sonia Gutiérrez Lloret e Ignasi Grau Mira ...............................................................................................................................................................171

La ciudad de Madinat Ilbira.Antonio Malpica ....................................................................................................................................................................................................................................199

El poblamiento rural en las campiñas al sur del Guadalquivir durantela Antigüedad Tardía (siglos IV-VI d. C.)Enrique García Vargas y Jacobo Vázquez Paz ......................................................................................................................................................235

La articulación del territorio toledano entre la AntigüedadTardía y la Alta Edad Media (siglos IV al VIII d. C.)Rafael Barroso Cabrera, Jesús Carrobles Santos y Jorge Morín de Pablos ...........................................................................263

O território de Beja entre a Antigüedade Tardia e a islamizaçaoSantiago Macias y Maria da Conceição Lopes ...................................................................................................................................................305

Poblamiento rural de época tardía en el entorno de MurciaSebastián F. Ramallo Asensio, Luis A. García Blánquez y Jaime Vizcaíno Sánchez .....................................................329

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RESUMEN

Estudiamos las evidencias de la ocupación tardoantigua yaltomedieval en el entorno de la ciudad de Eio-Iyyu (El Tolmode Minateda, Hellín, Albacete). Mediante el reconocimiento su-perficial del terreno y la revisión de los materiales arqueológi-cos se propone la caracterización del poblamiento entre los ss.VII d.C. y IX d.C. El análisis ofrece una ocupación densa en laque empiezan a reconocerse espacios campesinos agregados quepodría corresponder a aldeas campesinas.

ABSTRACT

In this paper we study the evidences of the Late Antiquityand Early Medieval settlement corresponding to the ancienttown of Eio-Iyyu (El Tolmo de Minateda, Hellín, Albacete Pro-vince, Spain). We propose a characterization of the settlementpattern in the study area between 7th to 9th AD cents. on the basisof archeological surveys and archaeological record. The analy-sis shows a dense occupation, in which is possible to observethe emergence of early peasant villages.

1. EL TOLMO DE MINATEDA:DE LA CIUDAD AL TERRITORIO2

Las palabras que preceden este trabajo, entresa-cadas de una reciente reflexión colectiva sobre el pa-

sado y futuro del proyecto arqueológico desarrolla-do en El Tolmo de Minateda, reflejan nuestra inten-ción al acometerlo. Dos décadas de investigación ar-queológica sistemática han permitido materializar unaciudad altomedieval –identificada con la visigoda Eioy la musulmana Iyyuh– de magnitud insospechada einusitada importancia en el marco de la geopolíticay la historia del sudeste de Hispania entre los siglosVII y IX. El trabajo de estos años se ha centrado pre-ferentemente en el corazón urbano y urbanizado dela ciuitas episcopal eiotana –en su centro de repre-sentación ideológica, en sus murallas, en sus barrioso en sus cementerios– pero durante este tiempo losinvisibles caminos de ese laberinto que es la inves-tigación, nos han empujado en numerosas ocasionesa asomarnos al territorio que la define.

Las secuencias estratigráficas han permitido do-cumentar los contextos materiales de los siglos VII,VIII y IX, y han proporcionado instrumentos de re-conocimiento cronológico relativamente fiablespara abordar el estudio de los numerosos indiciosde poblamiento rural correspondientes a la Alta

EL TERRITORIO TARDOANTIGUO Y ALTOMEDIEVALEN EL SURESTE DE HISPANIA:

EIO – IYYUH COMO CASO DE ESTUDIO

POR

SONIA GUTIÉRREZ LLORET1

IGNASI GRAU MIRA1

Sin duda, una de las asignaturas pendientes delestudio de la Alta Edad Media en el Tolmo de Minateda

pasa por salir de sus murallas y estudiar su territoriourbano y, como tal, constituye una de las perspectivas

futuras de investigación

ABAD, GUTIÉRREZ, GAMO Y CÁNOVAS, 2008: 334

1 Àrea d’Arqueologia. Universitat d’Alacant. Ap. Correus99. 03080. Alacant.

2 Este artículo se ha realizado en el marco del proyecto de in-vestigación HAR2009-11441 (Lectura arqueológica del uso so-cial del espacio. Análisis transversal de la protohistoria al Medievoen el Mediterráneo occidental) del MICINN. Queremos agrade-cer los datos y aportaciones proporcionados por Blanca Gamo Pa-

rras, directora del Museo de Albacete; Javier López Precioso, di-rector del Museo Comarcal de Hellín; Pablo Cánovas, Director delParque Arqueológico del Tolmo de Minateda y Maria Teresa Rico,Jefa de Servicio de la delegación de Educación, Ciencia y Cultu-ra de Albacete. Algunos datos concernientes a la localización, cro-nología y materiales de los yacimientos estudiados proceden delDocumento de Protección del Patrimonio Arqueológico del mu-nicipio de Hellín, de la Consejería de Educación y Cultura de laJunta de Comunidades de Castilla-La Mancha, realizada por la em-presa Largadata. El proyecto Tolmo de Minateda está autorizadoy financiado por la Dirección General de Patrimonio, Turismo yMuseos, de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

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Edad Media. Materiales y asentamientos de impo-sible adscripción hace apenas unas décadas resultanahora reconocibles como visigodos o emirales, per-mitiendo la comprensión de las estrategias de ocu-pación y explotación del territorio rural. Noobstante, queremos dejar constancia de que nues-tra reflexión debe mucho a los trabajos pioneros dereconocimiento superficial y catalogación de res-tos abordados en el marco de las primeras «cartasarqueológicas» y prospecciones realizadas en la dé-cada de los años ochenta y los primeros noventa,3

que han localizado y dado a conocer muchos de losasentamientos aquí tratados.

En segundo lugar es necesario advertir quenuestro trabajo es una primera aproximación a laproblemática del poblamiento rural y que, en rigor,está lejos de constituir un verdadero estudio deldominio territorial tardoantiguo y altomedieval dela ciudad de Eio-Iyyuh. Somos conscientes, en lalínea de lo señalado por Alfonso Vigil-Escalera(2007: 226-7), de que cualquier intento de caracte-rización del poblamiento y los territorios ruralesque abordemos no cuenta con repertorios arqueo-lógicos lo suficientemente explícitos que lo sus-tenten, puesto que con excepción de los datos pro-cedentes del centro urbano del Tolmo, la informa-ción gestionada procede exclusivamente de reco-nocimientos superficiales o, a lo sumo, de inter-venciones arqueológicas puntuales y de «salva-mento». En previsión de este handicap hemosintentado centrar nuestro análisis sobre unidadesgeográficas concretas, cuyas características permi-tían observar secuencias largas de ocupación yproponer eventuales explicaciones aplicables aterritorios rurales semejantes.

Por último, queremos recordar que la instalaciónde una entidad urbana visigoda –la ciuitas de Eio–de orden estratégico y administrativo se puede en-tender como perduración de una entidad jurídica pre-via: el municipium romano que había adquirido talcondición en época augustea, pero no como conti-nuidad física y real –más allá del obvio solapamientotopográfico– ya que dicha entidad urbana había de-caído, hasta casi desaparecer, en época bajoimperial.Esta peculiar cesura y la caracterización de la co-marca natural del Tolmo como un espacio geográ-

fico heterogéneo y fragmentado, impide reconocer,si es que alguna vez lo hubo, un territorium roma-no cohesionado; al tiempo que permite, en contra-partida, una visibilidad inusitada de las formas deocupación altomedievales, inaprehensible en otrosespacios rurales intensamente «romanizados». Nues-tra intención es lograr que ciertas formas de pobla-miento rural, en su mayoría novedosas respecto alpoblamiento rural de origen altoimperial, dejen deser opacas, a fin de comenzar a diseñar estrategiasde investigación arqueológica capaces de explicarla construcción de los nuevos paisajes rurales tar-doantiguos y medievales, planteando en último lu-gar los temas de una futura discusión.

2. CARACTERIZACIÓN DE LA COMARCADE HELLÍN-TOBARRA

El dominio territorial de la ciudad de Eio se ex-tendería por la comarca albaceteña de Hellín-To-barra, situada en el sector suroriental de laprovincia de Albacete y en contacto con la regiónde Murcia (Fig. 1). Esta unidad geográfica se hallaen el límite meridional de la Mancha y las cadenasPrebéticas, abriendo paso hacia la llanura murciana,con la que enlaza principalmente por el valle delSegura. Su ubicación a caballo entre la SubmesetaSur y las costas orientales de la Península Ibérica,de un lado, y entre los altiplanos murcianos y lasserranías de Segura y Alcaraz, de otro, le confiereun carácter de espacio charnela entre dominios ge-ográficos diversos.

Por consiguiente, el carácter transicional de laregión de estudio se traduce en dos elementos bá-sicos, que tendrán especial incidencia en la estruc-turación territorial antigua: por una parteencontramos una gran variedad de paisajes deriva-dos de la zonificación de los dominios descritos;por otra, destaca la importancia de los corredoresde comunicaciones que enlazan las distintas unida-des geográficas en el ámbito regional.

En lo que respecta al dominio geomorfológicovariado, se evidencia principalmente en la diversi-dad de las alturas medias, que oscilan entre los ni-veles mínimos de aproximadamente 300 m delsector meridional, en la confluencia de los cursosfluviales del Mundo y Segura, y los aproximada-mente 600 m de la zona norte. Esta basculaciónnorte- sur se complementa con una variación entrezonas de llanura y lomas onduladas en los sectorescentrales de la comarca hasta los relieves periféri-cos. De esta forma, desde el corredor central delarroyo de Tobarra los terrenos ascienden hasta for-

3 En especial y sin ánimo de ser exhaustivos queremos des-tacar la primera prospección sistemática de la comarca realizadapor J. F. Jordán Montes en su memoria de licenciatura sobre LaPrehistoria en la Comarca de Hellín-Tobarra (1981) y los tra-bajos sucesivos de J. F. Jordán, S. Ramallo y A. Selva (1984); J.López Precioso, J. F. Jordán y J. C. Martínez Cano (1984); J. F.Jordan (1992); J. López Precioso (1993); Mª T. Rico, J. LópezPrecioso y B. Gamo, 1993 o Mª T. Rico (1996), entre otros.

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mar relieves suavizados como la sierra de CabezaLlana, o sierras abruptas como la de los Donceles.

En lo relativo a los corredores viarios, cabe des-tacar las posibilidades de comunicación en sentidonorte-sur, facilitadas por el eje del Segura que per-mite la comunicación fluida desde la costa del sud-

este peninsular hasta la zona de Hellín. Una vez enel interior de la comarca, el mismo sentido sur-norte sigue el valle de Tobarra lo que permite lacontinuidad de los corredores de comunicaciónhacia tierras interiores/centrales. Los desplaza-mientos en sentido este-oeste se ven condicionados

Fig. 1. Área de Estudio con los asentamientos citados en el texto y los principales rasgos geográficos.

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por la existencia de una serie de relieves montaño-sos, entre los que se abren los valles del Segura y elMundo hacia las serranías del Alto Guadalquivir.Por el Este se encuentran algunos corredores quepermiten el tránsito hacia la planicie de Jumilla porla rambla del Judío o hacia el noreste por el valle deVilches.

En definitiva, la región de estudio se definecomo un espacio geográfico heterogéneo yfragmentado, en el que tanto nichos cerrados comocorredores de comunicación tuvieron una granimportancia en la estructuración de las ocupacioneshumanas pretéritas.

3. EL ESPACIO GEOPOLÍTICO

La definición del espacio geopolítico del Tolmotiene mucho que ver con su refundación urbana afines del s. VI d.C., en el marco del conflicto greco-gótico, y está condicionada por el avance visigodoy el retraimiento bizantino hacia el entorno de lacapital Carthago Spartaria (Cartagena). La impor-tancia estratégica del Tolmo, enclavado precisa-mente en el principal eje de comunicación entreToletum, sede regia visigoda, y la propia CarthagoSpartaria, unida a la necesidad de administrar losterritorios paulatinamente incorporados en suavance, explican en buena medida su reviviscenciaurbana.

Esta reorganización de los territorios conquis-tados tuvo como consecuencia la erección a prin-cipios del siglo VII de dos nuevas diócesis en elsudeste peninsular: Eio, creada para administrar laparte de la diócesis de Ilici (La Alcudia, Elche) queestaba en manos visigodas, y Begastri, que suplantóa Carthago Spartaria en la administración de susterritorios más occidentales (Vives, 1961).4 Esta in-

usual decisión5 puede explicarse precisamente porla gran extensión territorial de las diócesis de Iliciy Carthago Spartaria, que debían penetrar profun-damente en el interior de la provincia Carthagi-nensis, limitando por el norte con, al menos, lasdiócesis de Dianium, Saetabis, Valeria y quizá Se-gobriga, y por el sudeste con Basti y probable-mente con Biatia o Castulo y Oretum. (Fig. 2). Losterritorios más occidentales de ambas diócesis, pre-cisamente aquellos conquistados por los visigodos,quedaban igualmente alejados de todas las sedesepiscopales circundantes y en ocasiones separadosfísicamente por significativos accidentes topográ-ficos que dificultarían la comunicación, como ocu-rre por ejemplo con las sedes de Castulo, Biatia,Mentesa y Acci, situadas al otro lado de la mon-tuosa Orospeda.6 Aún siendo Saetabis y Basti pro-bablemente las más cercanas y mejor comunicadascon respecto a Ilici y a Carthago Spartaria respec-tivamente, las diócesis resultantes de la incorpora-ción del territorio segregado serían demasiadoextensas e incómodas de administrar, desde cual-quiera de las antedichas cátedras.

Desde esta perspectiva, la decisión de crear dosnuevas sedes, limítrofes y cercanas a las antiguas,respondía a una lógica geopolítica dirigida a racio-nalizar la administración de un territorio extenso ylos emplazamientos elegidos debían reunir las con-diciones estratégicas y de viabilidad requeridas(Gutiérrez, Abad y Gamo, 2005: 363 ss.). Ambascabezas diocesanas se ubicaron en la periferiaoriental de la Orospeda, ya plenamente incorporadaal dominio visigodo, controlando desde sus empla-zamientos importantes vías de penetración y en sucaso hostigamiento, hacia el territorio de Carta-gena. Para ello se eligieron dos centros urbanos conun gran valor estratégico: Begastri, el Cabezo Ro-enas en Cehegín (Murcia), una ciudad romana to-davía habitada junto al río Quipar, y Eio, el Tolmode Minateda en Hellín (Albacete), un antiguo mu-nicipio abandonado en plena ruta hacia Cartagenay que probablemente recuperó de esta manera unacondición urbana ya difuminada; así, mientras elprimero dominaba el camino a Cartagena desdeAndalucía oriental, el segundo lo hacía desde la

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4 Las sedes episcopales de Begastri y Eio (o Elo, según lasdistintas versiones de las signaturas conciliares) se atestiguanpor vez primera en un concilio provincial de la Cartaginense ce-lebrado en Toledo el 23 de octubre del 610 –la Constitutio Car-thaginensium sacerdotum– que supuestamente refrenda elDecretum de Gundemaro dado en confirmación de los derechosmetropolitanos de la sede toledana sobre la provincia cartagine-nese; este controvertido Sínodo de Gundemaro contiene la pri-mera mención de obispos de ambas sedes: Vicentius, consagradocomo obispo de Begastri entre los años 609 y más probable-mente el 610, y Sanabilis consagrado como obispo de Eio antesdel 23 de octubre del 610, fecha de la Constitutio. Esta últimasede vuelve a mencionarse a lo largo del siglo VII con ocasión devarios concilios toledanos –el VII (646), el XI (675) y posible-mente el XV (688), siempre asociada al obispado de Ilici (Abad,Gutiérrez et alii, 2008: 325).

5 Más frecuente que la erección de nuevas sedes por segre-gación territorial, fue la adscripción de los territorios conquis-tados a diócesis limítrofes ya existentes, como ocurrió en el casode Málaga, repartida entre las vecinas iglesias de Écija, Elvira yCabra.

6 Denominación de la región montañosa situada entre lasactuales provincias de Albacete, Jaén y Granada,

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Meseta al tiempo que controlaba la comunicacióncon el valle del Vinalopó, donde estaba la antiguasede Ilicicitana en plena vía Augusta.

La implantación de un centro urbano y episco-pal acorde con los intereses toledanos en el viejomunicipio del Tolmo explica, de un lado, la singu-lar reviviscencia de la yerma ciudad y la especta-cularidad de su proyecto urbano, concebidoprácticamente ex nouo y seguramente ejecutado ensus directrices maestras en plena época visigoda;de otro, justifica el mantenimiento de su importan-

Fig. 2. Diócesis en el sudeste peninsular a principios del siglo VII d.C.

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cia estratégica en el momento de la conquista islá-mica, como una de las ciudades sobre las que elnoble visigodo Teodomiro cimenta su poder al pac-tar con los conquistadores, perpetuando su carácterurbano hasta al menos el siglo IX (Gutiérrez, Abady Gamo, 2005: 361). El segundo argumento de-pende del primero y ambos se construyen precisa-mente sobre el significado territorial de la ciudadaltomedieval.

La condición de sede episcopal se vinculaineludiblemente a una conceptuación jurídica

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urbana, que el asentamiento del Tolmo adquirióen el momento de su erección, fuera cual fuese elestatus jurídico y la realidad topográfica quetuviera con anterioridad. La voluntad de dotar alabandonado y ruinoso asentamiento romano deuna materialidad digna del rango administrativode una ciuitas episcopal ha sido puesta en eviden-cia por la arqueología y se materializa nítidamen-te en la arquitectura monumental, en concreto enla fortificación del acceso principal de la ciudad,situado en la única vaguada que permite la ascen-sión del tráfico rodado a la meseta (Gutiérrez yAbad, 2001), y en la creación de un área monu-mental de carácter religioso en la parte alta de lamisma, a más de la urbanización del conjunto delcerro (Abad, Gutiérrez, Gamo y Cánovas, 2008:325) (Fig, 3); pero no conviene olvidar que unaciuitas episcopal es igualmente un centro jerár-quicamente representado, la cabeza administrati-va de un territorio fiscal, que ha de tener su refle-jo en las formas de control del poblamiento ruraly de la producción campesina del territorio queadministra.

Es precisamente en ese contexto social y terri-torial en el que cobra sentido el reconocimiento yla visibilización de los asentamientos rurales deépoca visigoda que presentamos en este trabajo, yen el que se explica el temprano interés de losconquistadores musulmanes por adaptar la estruc-tura administrativa municipal romana, todavíavigente en época visigoda bajo la organizacióneclesiástica, a la nueva fiscalidad musulmana.Esto se realizaría con la connivencia de ciertospersonajes de la aristocracia indígena que, comoTeodomiro, gozaban de una capacidad efectiva de

control territorial independiente de la del Estadovisigodo, cuyo aparato político ya había sidosometido con anterioridad a la firma del tratadode capitulación suscrito con ‘Abd al-‘Azīz IbnMūsā, hijo del conquistador Mūsā, en abril delaño 713 (Acién, 1994: 111). La autoridad fiscalreconocida al noble Teodomiro emanaba posible-mente de su condición de dux de la región levan-tina en el momento anterior y coetáneo a la con-quista árabe y le convertía en garante de la recau-dación del nuevo impuesto de capitación en dine-ro y especie que debía pagar el grupo social alque representaba en el Tratado, así como sus sier-vos, en su nueva condición de dimmies o protegi-dos del Islam, garantizando de esa manera vidas,haciendas y libertad de culto (Gutiérrez Lloret,2008).

La mención expresa en dicha capitulación desiete ciudades– Auryūla, Mūla, Lūrqa, B.l.nt.la,Laqant, Ilš o Buq.sr.h según versiones, y nuestraIyyuh, forma arabizada de Eio7— se convierte enel refrendo del ámbito territorial sobre el que seextiende la autoridad fiscal de Teodomiro, ya queel término mudūn –plural de madīna, ciudad enárabe— cobra aquí el sentido clásico de área dejurisdicción (Lewis, 1990: 64), designando loscentros administrativos, en rigor sus territoria,que con el tiempo devinieron en una unidadadministrativa integrada en el Estado islámico, laCora de Tudmīr, nombre arabizado del propioTeodomiro. La instalación de los ŷundíes deorigen egipcio –contingentes militares encargadosde la recaudación de tributos– en Tudmīr hacia elaño 743-4 pone en evidencia la inoperancia delanterior sistema de control territorial basado en laciudad preislámica, explicando su definitivopericlitar, al tiempo que indica un cambio deestatuto jurídico de la región. Ni la ciudad ni lamayoría de los asentamientos rurales de origenvisigodo sobrevivirán a la fitna del siglo IX,generalizándose otros modelos de organizaciónterritorial.

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Fig. 3. Vista aérea del complejo episcopal deEl Tolmo de Minateda.

7 En la actualidad se han consensuado las identificacionesde Auryūla con Orihuela, Mūla con el Cerro de La Almagra(despoblado próximo a Mula), Lūrqa con Lorca, Laqant con Ali-cante, Iyyuh con el despoblado de El Tolmo de Minateda en He-llín (Albacete), Ilš con la Colonia romana Iulia Ilici Augusta,posterior Sede episcopal visigoda, situada en las próximades deElche y Buq.sr.h con la ciudad romana de Begastri en Cehegín,mientras que la localización de B.l.nt.la sigue siendo inciertaaunque se han propuesto localizaciones muy alejadas del terri-torio del Pacto, como Valencia.

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4. LA OCUPACIÓN RURALTARDOANTIGUA Y ALTOMEDIEVAL

Una de las principales problemáticas históri-cas del área de estudio para el periodo que nosocupa es el reconocimiento del grado de continui-dad de las estructuras territoriales respecto a larealidad romana anterior. La condición jurídica demunicipio alcanzada por el asentamiento ibéricodel Tolmo de Minateda en torno al cambio de Era,a más de traer consigo una importante serie detransformaciones urbanísticas, debió facilitar lacreación de un paisaje agrario romanizado en suterritorium, al que corresponden numerosasexplotaciones agrícolas; en el entorno inmediatode la ciudad destacan la de Zama en la mismamargen del Arroyo de Tobarra que ocupa el Tol-mo, con una gran balsa de mortero hidráulico yabundantes estructuras y la de La Horca, en lamargen opuesta; algo más alejadas se encuentranla Villa de Hellín y los enclaves rústicos de ElTransformador, El Saltador, Los Canales y Vil-ches (Jordán, Ramallo y Selva, 1984; López, Jor-dán y Martínez, 1984; Abad, 1987). En aparien-cia, la evolución de estos asentamientos periurba-nos constituye a lo largo del Alto Imperio elreverso de la historia urbana del propio Tolmo,que no cumplió con las expectativas urbanísticassuscitadas por el espectacular proyecto de munici-palización. Los trabajos arqueológicos sugieren lainvolución de la ciudad romana a partir del sigloII d.C, en beneficio de los asentamientos rústicosdel valle circundante, donde se localizan en abun-dancia los vestigios materiales de época romanaque escasean en el cerro. Partimos en consecuen-cia de la fundación de una ciudad visigoda –laciudad de Eio– sobre la base de una entidad urba-na que había dejado de funcionar como tal, peroque quizá mantenía su configuración jurídicamunicipal, aunque solo fuera de forma nominal(Abad, 1996).

En lo relativo al territorio sería de interés acre-ditar si las estructuras rurales de tipo señorial quearticulaban el espacio de la ciudad romana tuvie-ron alguna continuidad o la refundación de la ciu-dad conllevó una disolución de las formas depropiedad anteriores y la gestación de un nuevomodelo de paisaje. Por ese motivo, las evidenciasde ocupación rural las presentamos en función deesa pauta de continuidad o cambio, definida en lasiguiente tipología de enclaves:

4.1. Asentamientos señoriales sin perduración4.2. Asentamientos señoriales con perduración

4.3. Perduración en el espacio, no del asenta-miento

4.4. Nuevas formas de poblamiento en nuevoslugares

4.1. ASENTAMIENTOS SEÑORIALES SIN PERDURACIÓN

El territorio de la ciudad romana se articuló através de una serie de establecimientos rurales, lamayor parte de tipo villa,8 que pervivieron tras eldeclive de la ciudad al menos durante época ba-joimperial. Algunos de estos asentamientos de ori-gen romano fueron declinando y abandonándosecon el paso del tiempo, de lo que se podría deduciruna realidad territorial eclipsada cuando se refundóla ciudad altomedieval. Veamos algún ejemplo deestos enclaves.

4.1.1. Villa de Hellín

La villa de Hellín es un extenso asentamientode tamaño superior a una hectárea que se ubica enla parte más elevada de la actual población de He-llín, junto a la Fuente de Hellín.9 Domina el amplioentorno cultivable a la derecha del arroyo de Toba-rra, que constituye la vega tradicional de Hellín(Ramallo y Jordán, 1985: 6-11) y al menos desdeépoca medieval, la redonda del concejo de la villa,dedicada al cultivo de regadío y al uso exclusivo delos ganados de la carnicería (Rodríguez Llopis,1984: 159).

Se trata de un asentamiento con áreas de resi-dencia señorial e instalaciones de carácter produc-tivo, conocido parcialmente desde finales del sigloXVIII cuando el canónigo Lozano, en su Basteta-nia y Contestania del Reyno de Murcia, se refiereal hallazgo de lienzos y monedas romanas en lasinmediaciones de la Fuente (1794, dis. III, X: 47-8) Por lo que respecta al núcleo de habitación, setrataría de una villa con un grado de riqueza des-tacado, a juzgar por la aparición muros de mam-

8 Entendiendo por tal, sensu stricto, el “conjunto de edifi-cios que constituía el centro productivo, administrativo y resi-dencial de una propiedad rural” (A. Chavarria, 2007: 32), quese define como “lugar de representación aristocrática y centrohaciendal con organización jerárquica y centralizada” (A.Vigil-Escalera, 2009: 334).

9 Citada por Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de ultramar(s.v. Hellín),vol. IX, como el origen de la vega que circunda lapoblación (1850, IX, 165).

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Fig. 4. Hornos (A) y Mosaicos (B): evidencias de la parte productiva y residencial de la Villa de Hellín.

postería revocada y otros materiales como estu-cos, ladrillos, sillares, tegulae y vestigios de sig-ninum liso de época republicana. Destacan, asímismo, los dos mosaicos descubiertos de formacasual en 1925 y 1939 y que en la actualidad seconservan en el Museo Arqueológico Nacional yen el Museo de Albacete (Fig. 4). Recientementese han excavado instalaciones que parecen corres-ponder a un área termal de la villa.10

Junto a los restos del hábitat, una excavación deurgencia realizada en los años 80 permitió docu-

mentar la existencia de dos hornos cerámicos, unode pequeñas dimensiones y forma circular y otro deforma rectangular con un pilar central de adobesdispuestos a soga y tizón. Estos hornos correspon-derían a la parte rústica de la primera fase de lavilla, cuya cronología ocuparía el s. I d. C. y quecompondrían instalaciones productivas junto conotros restos como molinos de molturación, doliapara almacenaje, depósito con ánforas vinarias, etc.(Sanz Gamo, 1998: 38). El repertorio material estaformado por cerámicas comunes, grises y sigilla-tas aretinas, sudgálicas, hispánicas y claras que pro-porcionan una datación que se puede situar entrelos siglos I y III d. C., coincidiendo con la cronolo-gía propuesta para los mosaicos.11

Podemos caracterizar este sitio como una villaromana que controlaría un fundo del sector septen-

10 Más allá de las noticias del hallazgo de los mosaicos, lostrabajos modernos sobre la villa se remontan al trabajo de S. Ra-mallo y J.F. Jordán (1985), que incluye el estudio de materialescerámicos superficiales datados entre los siglo I y II, llegando alIII. En 1986 y ante la destrucción de parte del yacimiento, se re-alizó una campaña de urgencias a cargo de L. A. García Blán-quez, cuyos niveles más tempranos han sido estudiados por R.Sanz (1997: 38-42), a partir de los informes conservados en elMuseo de Albacete. En 2008 se ha excavado el complejo termalde la villa, actualmente en estudio por M. Zarzalejos, J. LópezPrecioso y Rocío Noval.

11 La datación estilística de los mosaicos se fija en el últimocuarto del siglo II o primer cuarto del III (S. Ramallo y J.F Jor-dán, 1985: 23), o más concretamente a mediados del siglo III

(Abad, 1997: 54).

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12 Al menos en su sentido clásico de centro residencial yproductivo; no obstante, en la excavación de 1986 se documentósobre el solar de la villa un uso funerario más tardío, corres-pondiente al parecer a una necrópolis de época visigoda sobre laque no se han publicado más que un par de escuetas referencias(Sanz, 1997: 38; Abad, 1997: 54), que podría sugerír no tanto lacontinuidad de la propia villa cuanto la presencia de poblaciónen el entorno de la fuente.

13 Si bien la dispersión y extensión de los restos ha permi-tido sugerir su caracterización como un centro habitado demayor magnitud (Jordán, Ramallo y Selva, 1984: 220-21); laprimera referencia a esta amplitud procede de la corresponden-cia entre Federico Motos y Henri Breuil del 17.05.1915 (RipollPerelló, 1988 : 63). Cfr. López Precioso, 1993: 104.

Fig. 5. Construcciones (A) y Balsa (B) de la Villa de Zama.

trional de la comarca y que se pondría en funcio-namiento, como otros enclaves similares, en épocaaltoimperial, posiblemente con la estructuración delterritorium de la ciudad romana del Tolmo. Se dotade espacios de hábitat que delatan la residencia se-ñorial e instalaciones para concentrar y transformarla producción agrícola de su fundo, en el esquemapropio de una villa romana que acaba en época ba-joimperial.12

4.2. ASENTAMIENTOS SEÑORIALES CON PERDURACIÓN

Junto a los enclaves de origen romano que fueronabandonándose, existen otros tipos de enclaves rurales

que presentan una aparente continuidad entre la rea-lidad romana y aquella que se construye con la re-fundación de la ciudad, es decir, la Alta Edad Media.

4.2.1. Zama

El área de Zama es un sector geográfico que selocaliza junto a la vía de comunicación que discu-rre en dirección norte-sur por el valle de Minateda-Agramón, es decir, la vía de Cartago-Nova aComplutum de la red itineraria romana (López Pre-cioso, 1993). Se trata de un amplio sector del valleque ha concentrado un buen número de hallazgosarqueológicos de época antigua, especialmente ro-mana, que tradicionalmente han sido identificadoscomo una villa13 (Fig. 5).

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La villa de Zama fue excavada parcialmenteentre 1985 y 1987 por M.ª José Caja y José Espa-dalé, si bien los trabajos de excavación quedaroninéditos a excepción del informe preceptivo; segúnéste, el asentamiento se inicia a comienzos del sigloI a.C. y continúa hasta el V, aunque en la actualidadse proponga una perduración o frecuentación hastaal menos el siglo VIII, en base a ciertos materialescerámicos y numismáticos.14 En el marco del Pro-yecto Tolmo se topografiaron las estructuras visi-bles de la villa.

Podemos atribuir a la época romana altoimpe-rial el momento de mayor importancia de los ves-tigios arqueológicos, a juzgar por su entidad yextensión. En este periodo el asentamiento se ubi-ca en la llanura de la margen izquierda del arroyode Tobarra, entre el propio Tolmo de Minateda yla sierra de Pedro Pastor, a 530 m de altitud,cubriendo una extensión cercana a las 2’5 ha.Domina un amplio espacio cultivable en su entor-no, especialmente al norte. Los restos arquitectó-nicos son abundantes y por toda la superficie apa-recen dispersos tanto cerámicas como elementosde decoración arquitectónica,15 sillares y tegulae,etc. Entre las construcciones debemos destacaruna estructura hidráulica rectangular de 12 x 8'5m, identificada como una balsa de riego (JordánMontes et al. 1984, 220). La balsa fue objeto detrabajos de excavación que permitieron conocersu fábrica y cronología. Se trata de una obra deopus caementicium con revoco de signinum queempezó a colmatarse a partir de fines del s. Id.C.16 Junto a la balsa se excavaron canalizacio-nes y otras estructuras de almacenamiento asocia-das a la obra hidráulica.

En el sector occidental del yacimiento se ex-cavó un conjunto de varias habitaciones en torno aun espacio central pavimentado con mortero y apa-rentemente porticado, donde los excavadores cons-tataron al menos cuatro fases constructivas conpavimentaciones sucesivas, entre las que creyeronreconocer la cimentación de un templo de opus cae-menticium (fase II), hasta la última (fase IV) for-mada por diversos ámbitos en los que se constató lareutilización de materiales (Sanz Gamo, 1998: 30).No obstante, la documentación planimétrica de losrestos visibles de la excavación, realizada al alburdel proyecto sistemático Tolmo de Minateda, pusoen evidencia que buena parte de las estructuras deopus caementicium interpretadas como un lugar deculto, deben corresponder en realidad a una insta-lación agrícola de prensado, tipo torcularium(Abad, 1997: 49).

El repertorio cerámico procedente de prospec-ciones superficiales otorgó un amplio arco crono-lógico comprendido entre el siglo I y VI d.C., con unmanifiesto predominio de producciones fechables en-tre los siglos I-II y en menor medida III (terra sigi-llata aretina, entre cuyas formas encontramos un po-sible plato Drag. 15/17 o Drag. 17 y dos fragmen-tos de pátera Goudineau 39; entre la terra sigillatasudgálica, se documentan dos fragmentos de platoDrag. 15/17, un cuenco Drag. 27 y las formas de-coradas Drag. 30, Drag. 37 y un fondo con sello SE-NICIO?; terra sigillata hispánica, formas Drag.24/25, Drag. 33, Drag. 18 y Drag. 36 y dos frag-mentos decorados de vasos Drag. 37; terra sigilla-ta Clara A, formas Hayes 9, 3, 14 y 23?, terra sigi-llata Clara C, forma Hayes 50), a las que se unen cier-tos ejemplares de terra sigillata Clara D (formas Ha-yes 59, 91 y 99) de cronología avanzada (JordánMontes et al. 1984: 220-221). Posteriormente, R.Sanz estudió algunas de las unidades estratigráficascorrespondientes a la fase II, fechadas en el siglo I,constatando la presencia de cerámicas ibéricas y ro-manas, ánforas Dressel 9 y Beltrán I, cerámicas decocina y abundantes sigillatas itálicas e hispánicas(Sanz Gamo, 1997: 32). Por fin, en fecha recienteB. Gamo (1998: 159-60) estudió a su vez algunosmateriales de cronología tardorromana y visigoda en-tre los que destaca, a más de los fragmentos de ARSafricana del tipo D ya conocidos, un contexto queasocia un ánfora del tipo Almagro 51 C con una mar-mita del tipo Gutiérrez M2.1.2, con paralelos en loshorizontes I y II del Tolmo de Minateda, que co-rresponden respectivamente a la segunda mitad delsiglo VII y el primer cuarto del VIII, el primero, y ala parte central y final del siglo VIII, el segundo (Gu-tiérrez, Gamo y Amorós, 2003).

14 Los únicos datos de dicha intervención (una somera se-cuencia estratigráfica y algunos materiales) fueron dados a co-nocer por R. Sanz (1997: 30), mientras que B. Gamo estudió losindicios de ocupación tardía (1998: 157-60).

15 Una pieza singular, hallada en el paraje de Zama, es el ca-pitel corintio fechado entre fines del siglo I d. C. y principiosdel II (A. Selva y A. Martínez, 1990: 193; 1991:111). Cfr. A.Martínez Rodríguez, Capiteles Romanos y Tardoantiguos de laRegión de Murcia, memoria de licenciatura (Junio de 1986),http://www.patrimur.com/publicaciones/tesis/tesisandres.php.consultada en junio de 2010.

16 Este temprano inicio de la colmatación de la estructura,fechado por los fragmentos de terra sigillata Hispanica, Sudga-lica y Africana A que contenía el estrato hallado sobre su fondo,contrasta con la supuesta conclusión de su uso como cisterna ysu abandono entre los siglos III y IV (Sanz, 1998: 30); hay que re-cordar que aunque parte de los materiales se recuperaron y fue-ron depositados en el Museo de Albacete, acompañados de unsomero informe, el estudio estratigráfico de la intervenciónnunca fue realizado, con lo que la contextualización de estruc-turas y materiales resulta muy compleja.

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17 La moneda se halló en 1940 en el paraje de Zama, y sedepositó en el Museo de Albacete con el nº 2689 (J. Sánchez Ji-ménez, 1945: 208). Presenta leyendas exclusivamente religio-sas y carece de fecha y ceca; p.: 2,84 g., Mód: 17,8 mm., Gr.: 1,3mm, Ref. Lavoix 1333-1339 (Catalogue des Monnaies Musul-manes de la Biblioteque National, t. II, París, 1887-91). Cfr. C.Domenech Belda (1994: 285).

18 No obstante, Zama es mencionada en 1406 en la Escri-tura de sentencia otorgada por Alonso Martínez de Carrión, al-calde de mestas, al concejo de Hellín, confirmándoles los límitesde la dehesa, redonda y cañadas de su término como una de lasalquerías de la redonda de Hellín (cfr. A. Real Chancillería deGranada, Cab. 3, leg. 418, nº 1. Traslado del siglo XVI apud M.Rodríguez Llopis, 1984: 175). El topónimo Zama designa en laactualidad el paraje donde se localizaron los restos de la “balsade los moros” y las ruinas que conforman el yacimiento identi-ficado desde principios del siglo XX con ese nombre (J. F. Jor-dán, S. Ramallo y A. Selva, 1984: 220, n. 34).

19 El mismo esquema de permanencia en el emplazamiento,no necesariamente en el sitio, se mantiene en el Bajo Medievofosilizando, ahora sí, el emplazamiento de los lugares habitadoshasta nuestros días. De hecho, el origen de muchas alquerías ypedanías actuales de Hellín se encuentra en estos núcleos queaparecen ya mencionados como alquerías entre finales del sigloXIII y principios del XIV; así la “alcaria de Agra” aparece citadaexpresamente en la Escritura de concordia entre las villas deChinchilla y Hellín, estableciendo comunidad de pastos y exen-ciones mutuas de algunos derechos de 1399 (A. Real Chanci-llería de Granada, Cab. 3, leg. 418, nº 1. Traslado del siglo XVI)y en la Escritura de sentencia otorgada por Alfonso Martínezde Carrión, alcalde de las mestas, al concejo de Hellín, confir-mándoles los límites de la dehesa, redonda y cañadas de su tér-mino de 1406, junto con las alquerías de Uchea, Medinateda,Bilches, Agramón y Zama (Ibid .). La fonética deformada delnombre árabe de la ciudad –Madīnat Iyyuh—se mantuvo comodenominación de la muela del Tolmo y sus aledaños, incluidosla fuente y el puente del mismo nombre, tal y como se indica enla citada documentación, y terminó por designar la heredad yalquería que surgió al pie de la muela de Medinatea o Medina-teda ya en 1244, fijando el recuerdo del nombre de la vieja ciu-dad y permitiendo de paso la identificación histórica deldespoblado. Cfr. transcripción completa de la documentaciónbajomedieval en M. Rodríguez Llopis (1984: 171 y 175) y A.Pretel (1986: 155). Las alquerías de Agra, Uchea y Minateda,bajo la forma corrupta de Vinateda, son igualmente citadas comocaseríos o cortijos del término de Hellín en el Diccionario Ge-ográfico-Estadístico-Histórico de España y sus posesiones deultramar de Pascual Madoz (1850), y de hecho permanecen ha-bitados en la actualidad junto con Agramón.

20 La pedanía actual recibe el nombre de Torre Uchea,siendo éste el topónimo que se ha difundido arqueológicamente,con algún error en el uso de la forma corrupta “Ochea” (Silliè-res, 1982: fig. 102), si bien en la documentación bajomedievalaparece mencionada simplemente como Uchea.

181EL TERRITORIO TARDOANTIGUO Y ALTOMEDIEVAL EN EL SURESTE DE HISPANIAAnejos de AEspA LXI

Se trata de un amplio asentamiento con restosarquitectónicos destacados, lo que permite identi-ficarlo con una gran villa de datación clara entrelos ss. I y V d. C. Con posterioridad se puede pro-poner una perduración en época tardoantigua has-ta época emiral, sin que podamos determinar sunaturaleza o intensidad. En este sentido destacapor su significación cronológica, el hallazgo deun felus carente de fecha y ceca pero tipológica-mente emiral,17 que ahora encuentra completoparangón con los hallazgos monetales de épocaemiral (feluses y dirhames) procedentes de lasexcavaciones sistemáticas del Tolmo de Minateda(Doménech y Gutiérrez, 2004). En cualquiercaso, parece que con independencia del hallazgodel antedicho felus, el asentamiento de Zama nodebió continuar ocupado con posterioridad alsiglo VIII, ya que no se han encontrado, a fecha dehoy, materiales plenamente emirales, equiparablesa los del horizonte III del Tolmo de Minateda, ensus repertorios.18

4.3. PERDURACIÓN EN EL ESPACIO,NO DEL ASENTAMIENTO

Existe una serie de asentamientos en los que sepodría proponer una continuidad de las ocupacio-nes de época romana durante época tardoantigua, ajuzgar por las evidencias materiales que permitendatar el poblamiento de estas zonas en un lapso di-latado de tiempo, perdurando incluso hasta nues-tros días como aldeas o caseríos. Sin embargo, unanálisis detenido de estos restos pone de evidenciauna perspectiva ligeramente distinta, pues se tratade una ocupación anclada en la misma área perodesplazada desde los espacios originarios hacia

otros lugares de la zona, que es a la postre la quemantiene el topónimo en sentido genérico. En con-secuencia incluimos este tipo de enclaves en elgrupo de sitios que ocupan los mismos espacios fí-sicos pero en lugares distintos, lo que aconseja nodar por supuesta la perduración en términos de con-tinuidad topográfica, por más que se trate de zonashabitadas hasta hoy.19

4.3.1. Torre Uchea (Figs. 6 y 7)

El entorno de la pedanía de Torre Uchea20 cons-tituye el mejor ejemplo de ocupación continuadade un espacio de excepcionales condiciones agrí-colas; en él se suceden distintas evidencias de po-blamiento, que describiremos de norte a sur, en elsentido de las agujas del reloj (Fig. 6).

Conjunto Villa de Torre Uchea-El pozo de la nieve

Al norte de la citada pedanía y en sus inmedia-ciones, se encuentra uno de los complejos arqueo-

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Fig. 6. Esquema interpretativo de las evidencias arqueológicas en el entorno de Torre Uchea.

lógicos más interesantes del territorio del Tolmo: lallamada Villa de Torre Uchea, un asentamiento ro-mano que cubre una extensión aproximada de 3000m2 y se sitúa sobre una loma a 485 m de altitud, do-minando un amplio espacio agrícola regado por larambla de la Sierra.21

El sitio se extiende por las laderas sur y suro-este hasta entrar en contacto con el llano donde selocaliza el trazado de la calzada romana que, vi-niendo de Cartagena, atraviesa la comarca en di-rección a Saltigi. Esta vía de comunicación estáatestiguada por la localización de un miliario deMaximino el Tracio fechado el año 237 d. C.22 y po-siblemente se ha fosilizado en un camino hondo tra-dicional al que se adapta el parcelario existente. Asímismo, hay evidencias de la localización de unasestructuras junto al camino, en las inmediacionesdel lugar del hallazgo del miliario, correspondien-tes quizá a una mutatio en la propia vía, y de unanecrópolis adyacente al hábitat. Los materiales ma-

21 La rambla de la Sierra es el origen del arroyo de Tobarray mantiene este nombre hasta su confluencia con el barranco deFuente García, que a su vez recoge las aguas de los arroyos deAljubé y Ojuelo. Por el este recoge las aguas del arroyo de laManga. A partir de dicha confluencia, que se produce muy cercadel Tolmo, aguas arriba del puente de Minateda, el cauce pasa aconocerse como arroyo de Tobarra hasta unirse al río Mundo.El eje rambla de la Sierra-arroyo de Tobarra marca, además, elcorredor vial por el que discurre la vía romana hacia Saltigi, enel que se suceden de Sur a Norte los asentamientos de El Tolmo,Torre Uchea, Loma Lencina y Castellar de Sierra.

22 Sobre la vía y el miliario puede verse P. Sillières, 1982: 250y ss.; J. M. Abascal, 1990: 87 y 88; J. López Precioso, 1993: 10).

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Fig. 7. Repertorios cerámicos, sepulcros y ajuares funerarios de Torre Uchea.

23 Información de Javier López Precioso, Director delMuseo de Hellín, y datos del Documento de Protección del Pa-trimonio Arqueológico del municipio de Hellín, cfr. N. 2.

24 Por su orientación y características, los excavadores lainterpretaron como una estructura funeraria anterior reutilizada“…como un basurero del asentamiento de esa época que tuvoque verificarse en la ladera este de la loma” (López Precioso,1995: 270-1).

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yoritarios recuperados en la villa son vajillas finasromanas, entre los que cabe mencionar la presenciade terra sigillata hispánica, y cerámica común ygris romana.23 Este repertorio permite una dataciónen época altoimperial que a juzgar por la extensióndel sitio arqueológico, pudiera caracterizarse comoun asentamiento de tipo uilla. Sin embargo, los res-tos documentados son muy escasos y el espacio seencuentra actualmente muy transformado con laexistencia de una casa de labor en lo alto de la loma–quizá sobrepuesta al hábitat romano si atendemosque es éste el espacio de mayor habitabilidad– y deuna balsa de regadío que afectó a la necrópolis ad-yacente, caracterizada por una larga secuencia deocupación ibérica (siglos V-III a. C.), en cuyo es-trato de colmatación se hallaron también incinera-ciones altoimperiales y al menos una sepultura deinhumación tardorromana o visigoda (López Pre-cioso, 1995).

Es precisamente en este paraje contiguo, cono-cido como el Pozo de la nieve, donde se documen-

tó un interesante lote de materiales datados en épo-ca tardoantigua (Gamo Parras, 1999: 175-7), quepodría ser evidencia de una perduración de la ocu-pación rural, aunque no sepamos con certeza a quétipo de instalación corresponden. Dichos materia-les proceden de un basurero –o más probablementeun silo amortizado– de época visigoda, hallado enlos niveles superiores de la necrópolis ibérica, sinuna relación estratigráfica clara con ella por hallar-se en su extrarradio. El conjunto 215 era unaestructura rectangular con las esquinas redondea-das, de mampostería trabada con argamasa de cal,que sobresalía de la superficie de uso y apareciócolmatada con estratos que contenían en su fondomateriales de época visigoda;24 en concreto, apare-cieron dos marmitas de la serie Gutiérrez M2, aun-que de bordes reentrantes, una olla y una tapaderade cronología visigoda, con paralelos genéricosentre los materiales de los horizontes I y, en mayormedida, II del Tolmo de Minateda (Gutiérrez,

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28 Este hallazgo se inscribe en el tipo clásico liriforme, nivelV de G. Ripoll, con un perfil muy similar a una de las placas ha-lladas en la necrópolis de Loma Eugenia (LE 2; Gamo, 1999:162); se diferencia de ésta en no ser articulada (conserva elarranque de la hebilla y la perforación de la aguja) y en el pro-pio esquema decorativo del campo superior, dividido en dos se-cundarios de forma arriñonada; el campo distal es circular conun motivo aviforme muy esquematizado. En el reverso conservalos tres apéndices perforados de sujección. A tenor del conjuntode hebillas halladas en las sepulturas del asentamiento rural deLoma Eugenia y dada su proximidad al Bancal Grande no con-viene descartar una eventual procedencia funeraria para estapieza carente de contexto preciso.

Gamo y Amorós, 2003). Es posible que este silo-basurero se relacione con el área funeraria vecina,en un fenómeno paralelizable con el observado enotras necrópolis próximas como la del Bancal delEstanco Viejo, situada frente al Tolmo al otro ladodel arroyo de Tobarra,25 al tiempo que se vincula ala actividad agrícola de un eventual caserío similara los documentados en otras zonas.

Conjunto de la pedanía de Torre Uchea

Sin embargo, no son estos los únicos vestigiosde ocupación tardoantigua en el lugar. Unos tres-cientos metros al este de la pedanía de Torre Ucheay en el lado opuesto del arroyo de Tobarra se cons-tata la aparición de unos posibles silos de época vi-sigoda y restos de una necrópolis de esta mismaépoca.26 Estas evidencias quedan enmascaradas porlas construcciones actuales del caserío, como tam-bién lo están algunos sillares localizados junto alcruce de caminos que da paso a la pedanía.

Conjunto Loma de los coches-Bancal grande

Una tercera concentración de evidencias selocaliza a unos cuatrocientos metros al sur de lavilla romana de Torre Uchea, siguiendo el posibletrazado de la vía antigua en dirección al Tolmo. Eneste punto se localizan dos lomas actualmente muytransformadas por actuaciones antrópicas, culti-vos, actividad industrial, etc.27 A pesar de las difi-cultades de identificación de vestigios antiguos, selocalizan dispersiones cerámicas de época tardo-antigua-altomedieval, en especial ollas toscas a

mano, así como un broche de cinturón liriforme deplaca rígida, que fue donado al Museo Comarcalde Hellín.28 Inmediatamente al noreste de estaslomas de los Coches, en el denominado BancalGrande, se constata la presencia de un área deenterramiento con algunos sarcófagos que seríacoetánea a las ocupaciones tardoantiguas. En estelugar unas labores de desfonde efectuadas en 1997exhumaron de forma fortuita unas sepulturas concistas de lajas y al menos dos sarcófagos monolíti-cos de arenisca, en uno de los cuales apareció, amodo de ajuar, un anillo de oro de sección laminarensanchada en el punto donde se grabó la inscrip-ción “Io (annes?) u(i)u(at) Christus in te” (Veláz-quez, 1988; Selva y Martínez, 1991: 119; Gamo,1998, 177-9). Estos indicios, aunque endebles,sugieren una ocupación rural tardoantigua más omenos dispersa.

4.3.2. Agra-Loma Eugenia (Fig. 8 y 9)

Un caso semejante de pervivencia de ocupacio-nes en un mismo nicho geográfico desde época ro-mana se documenta en el entorno de la pedanía deAgra.

Villa romana de Agra

La primera ocupación corresponde a la villaromana de Agra, un amplio asentamiento de apro-ximadamente 10000 m2 que se ubica sobre unaloma suave destacada unos diez metros de los lla-nos circundantes, al norte del actual caserío. Con-trola una buena zona de terrenos aptos para el cul-tivo de tipo intensivo, regados por la rambla deAgra.

Una inusual noticia arqueológica dio a cono-cer este asentamiento romano a mediados delsiglo XIX; en 1861 Carlos María Perier y Gallego,

25 En el caso de la necrópolis del Bancal del Estanco Viejo–una necrópolis ibérica plena, fechada entre los siglos V a III a.C. con algunas intrusiones altoimperiales (López Precioso y SalaSellés, 1988-89)–, los datos de H. Breuil y R. Lantier (1945:214)y los trabajos de A. García y Bellido permiten reconocer unafase funeraria posterior y parcialmente superpuesta a la ibérica,caracterizada por inhumaciones en cista, en la que se documen-taron varios “silos”, “vertederos” o pozos, de los que al menosel excavado por A. García y Bellido apareció relleno con mate-ria orgánica, huesos, pleita de esparto y “fragmentos de cerá-mica tosca de aspecto medieval” (Sánchez Jiménez, 1947:59-60).

26 Información de Javier López Precioso, Director delMuseo de Hellín, y datos del Documento de Protección del Pa-trimonio Arqueológico del municipio de Hellín, cfr. N. 2.

27 De hecho, ambos yacimientos han sido registrados en elinventario de yacimientos del Museo de Hellín como Loma delos Coches I y II, por la existencia de un almacén de vehículosdesguazados.

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29 Fechado el 12 de octubre de 1861 y publicado en el Bo-letín Oficial de la Provincia de Albacete de 24 de marzo de 1862.El hallazgo se produjo a unos cien metros de la casa de campode D. Fernando Fernández Falcó, en el partido rural de Agra,durante unas labores de roturación agrícola, “a dos o tres palmosde la superficie del terreno, que forma una ladera bastante pen-diente”. Cfr. el texto original en F. Fuster Ruiz (1988: 57-58).

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Fig. 8. Esquema interpretativo de las evidencias arqueológicas en el entorno de Agra.

jurista y parlamentario hellinero recoge en suopúsculo «Antigüedades de Hellín»29 el descubri-miento en Agra de dos mosaicos policromos conmotivos geométricos, correspondientes a otrastantas estancias de las que se hallaron restos delarranque las paredes, así como numerosos frag-mentos de imbrices y tegulae en superficie. En laactualidad no se aprecian estructuras en superfi-

cie, pero un amplio y variado repertorio de mate-riales cerámicos aporta cierta información decarácter funcional y cronológico sobre la ocupa-ción. Entre los materiales provenientes de estesitio cabe citar la existencia de cerámicas roma-nas de cocina, comunes, ánforas, dolia y terrasigillata hispánica que sugieren usos domésticosy de almacenaje que se datarían hacia épocaaltoimperial entre los siglos I-II . d. C.

A juzgar por la existencia de algunos materialesconstructivos de embellecimiento, en particular res-tos de estucos que añadir a las noticias del hallazgode restos de mosaicos en el siglo XIX, se podría de-ducir la existencia de vestigios edificados con aca-bados cuidados, lo que unido a su amplia extensión

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sugiere que estaríamos ante un asentamiento de tipovilla.

Loma Eugenia

Hacia el sur, en la otra orilla de la rambla deAgra y situada sobre una loma a unos seiscientosmetros al sureste de la villa de Agra y del actualcaserío, se ubica la ocupación altomedieval queconocemos como la Loma Eugenia. Sobre lamitad septentrional de la loma y con una exten-sión hacia el suroeste se localizan restos superfi-ciales de construcciones cuadrangulares y disper-siones cerámicas.30 Entre las cerámicas se identi-

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fican fundamentalmente ollas de cocina de aspec-to tosco, cazuelas de pan con paralelos en las pro-ducciones bizantinas de Cartagena, tapaderas ycerámicas comunes con función de almacenaje, amás de algunos fragmentos de contenedores deimportación: en concreto un fragmento de bordede ánfora africana Keay LXI y quizá otro de spa-teion. No existen vajillas finas de tradición roma-na ni tampoco cerámicas plenamente emirales,por lo que cabría situar este repertorio entre losss. VII y VIII d.C. (Rico, López y Gamo, 1993;Gamo Parras, 1998: 165-71).

Junto al espacio de hábitat y en el flanconoreste de loma aparece el cementerio delasentamiento, compuesto por una serie deenterramientos, de orientación este-oeste queofrecen una datación contemporánea al hábitat.En 1995 la necrópolis fue objeto de unaintervención de urgencia en la que se exhumaroncasi una treintena de cistas con ajuares metálicos,entre los que destacan dos anillos de bronce, unpodón de hierro y tres broches de cinturón (uno

Fig. 9. Materiales, estructuras y emplazamiento de Loma Eugenia.

30 En los trabajos que dieron a conocer el asentamiento seindica la presencia de jambas y adarajas verticales similares a lasdocumentadas en las sistemas constructivos altomedievales delTolmo de Minateda, así como el uso de un sillar reempleado enuna esquina (B. Gamo, 1998: 160-1. Cfr. S. Gutiérrez y P. Cá-novas, 2009).

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31 La excavación fue dirigida por María Teresa Rico y en laactualidad permanece inédita, con excepción de algunas piezasmetálicas de los ajuares funerarios. Los broches de cinturón LE1 y 2 proceden respectivamente de las sepulturas 6 y 25, mien-tras que la del broche LE 3 no se especifica; de la sepultura 27proceden un anillo (LE 4) y una cuenta de pasta vítrea; el anilloLE 5 apareció en la sepultura 5 y el podón en la sepultura 9(Gamo Parras, 1998: 162-4).

32 La hipótesis monástica ha sido defendida por sus des-cubridores en diversos trabajos (Jordán Montes y GonzálezBlanco, 1985; Jordán Montes y Matilla Séiquer, 1995; Mon-ge Llor y Jordán Montes, 1997), pero presenta dificultadesya que ni la planta ni las características del complejo, enparticular de la supuesta iglesia, permiten asegurar su usolitúrgico o monacal; algunos expertos en arquitectura rupes-tre, como la prematuramente desaparecida Maryelle Bertrán,sugirieron posibles funcionalidades alternativas de hábitat ode uso ganadero (rediles y refugios de pastores), a las quepodría añadirse su posible utilización como espacio de alma-cenamiento comunitario, en especial en el caso del especta-cular silo de la estancia III, acorde con las interpretacionesrecientes de ciertos complejos rupestres valencianos exca-vados en época medieval en cortados rocosos como los deBocairent o Alfafara.

de placa rígida y dos articulados, fechablesrespectivamente entre fines del s. VI y principiosdel VII o ya en pleno siglo VII).31

Las evidencias registradas permiten caracteri-zar Loma Eugenia como un asentamiento campe-sino agregado de extensión imprecisa, pero que sinduda agruparía a varias unidades domésticas demorfología desconocida y que debió contar con supropia necrópolis.

4.3.3. Conjunto de Alborajico (Fig. 10)

El conjunto de Alborajico comprendediferentes vestigios de cronologías diversas quese extienden por el valle de Alboraj, al norte de lacomarca, donde se ubica una laguna del mismonombre. El núcleo principal es la Muela deAlborajico, en la confluencia de los arroyos deAljubé y Ojuelo, donde ha sido documentado un

interesante complejo rupestre excavado en losfrentes de una antigua cantera; el complejo estáformado por tres estancias de las cuales la I hasido identificada como una iglesia, mientras quelas dos restantes se interpretan como lugares dehabitación propios de una comunidad monásticaaltomedieval.32 Al parecer, en los alrededores delsupuesto eremitorio se localizan los restos de unasentamiento romano al que se superpone unaalquería islámica, así como los vestigios de unpequeño establecimiento altomedieval, junto a lalaguna de Alboraj, conocido por ese nombre. Atodo ello se unen los restos todavía visibles de un

Fig. 10. Materiales y emplazamiento de Albojarico.

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caserío contemporáneo, abandonado en laactualidad.33

Al igual que en los casos precedentes, en las in-mediaciones de este asentamiento existen eviden-cias de ocupación romana que pueden valorarsecomo posible vinculación con la ocupación tardo-antigua. En el caso de Alborajico se trata de restosde muros y algunas canalizaciones asociadas a dis-persiones de cerámicas y materiales constructivos,que han sido identificados con una villa romana,enmascarada por los vestigios de la alquería mu-sulmana superpuesta (Jordán Montes y Matilla Séi-quer, 1995: 327).

La interpretación clásica sitúa allí un asenta-miento iberorromano, que pudo prolongarsedurante el alto imperio (Sánchez Jiménez, 1947:19; Sanz Gamo, 1998: 28), con el que podríanrelacionarse los materiales tardoibéricos y repu-blicanos más antiguos documentados en las pros-pecciones (algunos contenedores de cerámica ibé-rica y al menos un plato de campaniense A,Lamb. 6-Morel 1443 M, de mediados del s. IIa.C.), así como un fragmento de Terra sigillataHispánica de mediados del siglo I d.C. (JordánMontes y Matilla Séiquer, 1995: 328). No obstan-te, la mayoría de la vajilla de importación romanadocumentada en superficie (ARS de las formasHayes 50, 81 A, 82, 91, 99, 101 y 109) sugiere unabanico cronológico mucho más tardío, compren-dido entre los siglos IV y VII d.C. (López Precioso,1993: 110), bien representado en su fase final porlas últimas importaciones africanas que caracteri-zan el pleno siglo VII (Hayes 109). Este horizontede cronología visigoda se refuerza con la apari-ción de materiales comunes, tanto en las inmedia-ciones de la muela de Alborajico donde se indica

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la frecuencia de cuencos y cazuelas de fondo pla-no adscribibles a la tardoantigüedad o al periodoislámico (Jordán Montes y Matilla Séiquer, 1995:327-8), como en la pequeña aldea de Alboraj don-de se documentan ollas comunes paralelizablescon las de otros asentamientos rurales de cronolo-gía visigoda, como Loma Eugenia o Loma Lenci-na, a la que nos referiremos con posterioridad(Gamo Parras, 1998: 174; Rico Sánchez, 1996:288). Por fin, se alude a material cerámico comúnde los siglos X-XI y vidriados del XII, correspon-diente a la alquería islámica (Jordán Montes yGonzález Blanco, 1985: 357; Rico Sánchez,1997: 83).

En este sentido, es posible que las prospeccio-nes superficiales, atendiendo a la visibilidad de losfragmentos importados romanos, hayan enfatizadola caracterización romana del sitio, atribuyendo lamayoría de los vestigios constructivos ampliamentediseminados por el entorno a una uilla clásica deorigen republicano o altoimperial, cuando bien pue-den corresponder a asentamientos de diversa natu-raleza y cronología (uicus o pagus tardoantiguos,aldea visigoda o alquería islámica).34 En cualquiercaso y con independencia de los matices cronoló-gicos, parece evidente que en el valle existen ves-tigios de ocupación romana previa de naturaleza yextensión indeterminadas, así como indiscutiblesevidencias de una ocupación rural propiamente al-tomedieval, con independencia del eventual carác-ter religioso del conjunto, que se consolida enépoca islámica –lo cual es inusual en el resto de losenclaves estudiados– y se mantiene en un caseríohabitado hasta hace pocos años (Gamo Parras,1998: 197).

4.4. NUEVAS FORMAS DE POBLAMIENTO

EN NUEVOS LUGARES

Por último, debemos citar algunos ejemplosde sitios que aparecen en la Alta Edad Media sinque puedan asociarse directamente a ocupaciones

34 A diferencia de otros ejemplos estudiados con anteriori-dad, los indicios publicados (en concreto, unos escasos frag-mentos de cerámicas importadas en las que predominaclaramente la cronología tardoantigua) impiden caracterizar concerteza este asentamiento como una uilla romana, al tiempo quela inicial identificación del complejo rupestre como eremitoriovisigodo parece condicionar aprioristicamente la interpretaciónde los vestigios circundantes. Este enclave reclama con urgen-cia una intervención arqueológica en extensión que explique lainteresante secuencia de poblamiento del valle de Alboraj.

33 Se aprecia una cierta indefinición a la hora de identificary localizar los distintos núcleos habitados en torno del supuestoeremitorio de Alborajico. En la primera noticia publicada, J. F.Jordán Montes y A. González Blanco (1985: 357 ss) aluden cla-ramente a la existencia de una alquería islámica con numerososvestigios y materiales fechables entre los siglos X y XII, situadaen la ladera sur de la muela, que vinculan con el significado“torre” del topónimo árabe “Alboraj”; mientras que únicamenteen un anexo redactado al final del trabajo se da cuenta del des-cubrimiento de una “villa romana muy tardía” en las inmedia-ciones de la estancia III. No obstante, en un trabajo posterior sealude a la superposición de ambos asentamientos, atribuyendoya a época romana o visigoda la mayoría de los vestigios su-perficiales (Jordán Montes y Matilla Séiquer, 1995: 327). Porfin, B. Gamo Parras (1998: 174) distingue claramente el con-junto de Alborajico (eremitorio, villa romana y alquería super-puesta) de un asentamiento visigodo que designa Alboraj paradiferenciarlo del conocido Alborajico. Sobre el topónimo cfr. C.Navarro 1998: 223.

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Fig. 11. Materiales y estructuras de Loma Lencina.

35 Descubierto en 1992 por Rafael Lencina Morales y dadoa conocer por M.ª Teresa Rico Sánchez (1996) y B. Gamo Pa-rras (1998: 171 ss).

36 Aunque en la publicación de M.ª T. Rico se resalta lacomplejidad de esta estructura subdividida en relación a laseventuales casas unicelulares, los trabajos del Tolmo han de-mostrado que muchos de esos compartimentos rectangularesson, en rigor, estancias agrupadas que forman parte de unidadesdomésticas más complejas, formadas por varias estancias rec-tangulares agregadas en torno a un espacio abierto que hace lasveces de patio o corral, y que podría intuirse igualmente en losasentamientos rurales. Cfr. S. Gutiérrez y V. Cañavate, (2010).

precedentes. En apariencia constituyen evidenciasde nuevas formas de poblamiento o quizá mejorde explotación de espacios agrícolas no ocupadospreviamente, si bien reproducen patrones de asen-tamiento rural agregado que se están ensayandoigualmente en otros espacios agrícolas ocupadosdesde época romana.

4.4.1. Loma Lencina (Fig. 11)

El ejemplo más significativo es el de Loma Len-cina,35 un asentamiento localizado en lo alto de unpequeño montículo de aproximadamente 500 m dealtura, situado junto a la rambla de la Sierra, en laconfluencia de los valles de Uchea con el de Cor-dovilla-Sierra, dominando el trazado del antiguo ejeviario de origen romano que procedente del Tolmode Minateda y Torre Uchea se dirigía al valle de Cor-dovilla-Sierra, frente a la Venta del Vidrio, donde to-davía se conservan restos de carriladas antiguas. Losrestos constructivos se extienden por una superficiede unos 10.000 m sobre la loma, que tiene una al-tura relativa de 7-8 m respecto al terreno circundante(Rico Sánchez, 1996: 286), aunque según nuestrasimpresiones la superficie habitada sería sensiblementemenor, en torno a 5.000-6000 m2.

Según M.ª T. Rico se observan vestigios demuros rectilíneos que conforman tres estructuras dehabitación tendencia cuadrangular y al menos unedificio rectangular de planta compleja con subdi-visiones interiores,36 realizados en mampostería conlajas y adarajas verticales, en una técnica construc-tiva similar a la atestiguada en la fase altomedievaldel Tolmo y en algunos otros asentamientos ruralesde similar cronología, como Loma Eugenia o Al-boraj. La homogeneidad constructiva y material delconjunto parece sugerir que se trata de un asenta-miento con una única fase constructiva plenamentealtomedieval (visigoda) sin pervivencia prolongadaen época islámica. Entre sus materiales destacancerámicas comunes hechas a torno, con pastas bas-tas, entre las que predominan las ollas similares alas documentadas en Loma Eugenia y Alboraj(Rico Sánchez, 1996; Gamo parras, 1998: 171-75).Aunque las evidencias de este sitio son muchomenos claras que las de Loma Eugenia, permitenasimilarlos como ejemplos de asentamiento cam-pesino de tipo agregado.

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4.4.2. Castellar de Sierra (Fig. 12)

Al norte de Loma Lencina, en el mismo ejeviario que comunica el valle de Uchea con los deSierra-Cordovilla y Alboraj, se encuentra el Cas-tellar de Sierra sobre un elevado cerro que domi-na las pedanías de Sierra, en sus faldas, y de Cor-dovilla. El emplazamiento adquiere la morfologíade un asentamiento de altura fortificado, un h.is.nislámico, caracterizado por un recinto defensivode mampostería con cubos salientes y restos dediversas estructuras; en los extremos del recintose sitúan dos torres encofradas en tapial –una delas cuales se conserva en alzado– y un aljibe (RicoSánchez, 1997: 88). En ausencia de excavacionesresulta difícil datar el asentamiento, si bien lamorfología del recinto y su técnica constructivaparecen corresponder a un contexto temprano,fechable entre los siglos x y XI, con intervencio-nes de época almohade que podrían relacionarsecon la importancia que tuvo el lugar de Sierra enel marco de las luchas fronterizas de mediados delsiglo XIII.

Las características de este emplazamientopueden vincularse con las de un distrito castralclásico, que integrara varias alquerías, como lasmismas Sierra y Cordovilla, y los espacioshidráulicos de ellas dependientes37 (Bazzana,

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Cressier y Guichard, 1988); desde esta perspectiva,el sitio representaría una fractura evidente en unsentido cronológico y espacial con el poblamientoanterior, ya que se relacionaría con la implantaciónde un nuevo patrón territorial plenamenteislamizado. No obstante y a tenor especialmente delos restos de una eventual población,38 no podemosdescartar definitivamente un origen anterior paraesta ocupación de altura, vinculada al fenómeno dehuida social de ciertas poblaciones que, ante lapresión los nuevos poderes, optan por ocuparespacios marginales, en un proceso atestiguadodesde época visigoda y reforzado en el marco delos conflictos provocados tras la conquistaislámica. Algunos materiales procedentes de Sierray del entorno del Castellar sugieren la existencia deun posible asentamiento de época visigoda o emiralen dicho emplazamiento (Rico Sánchez, 1996:286),39 que de confirmarse esta datación seríacomparable a asentamientos emirales de altura,bien caracterizados cronológica y materialmente,como los de El Zambo en Novelda o El Forat enCrevillente, ambos en Alicante (Gutiérrez Lloret,1996).

5. VALORACIÓN GENERAL DELPOBLAMIENTO

5.1. EL MODELO DE POBLAMIENTO TARDOANTIGUO:¿CONTINUIDAD O CAMBIO?

La interpretación general del territorio en elentorno del Tolmo permitiría proponer que trasel declive de la ciudad romana a partir del s. IId.C, la ocupación se basaría en una serie de encla-ves rurales de tipo señorial, las uillae, y otrosasentamientos rurales menores, posiblementeincorporados a los fundi de los propietarios rura-les. Estos asentamientos rurales parece que per-duraron hasta la refundación de la ciudad en épo-ca tardoantigua, lo que podía leerse como una

Fig. 12. Castellar de Sierra.

37 En este sentido M.ª T. Rico Sánchez (1997: 83-5) señalaque las alquerías localizadas en los actuales pueblos de Sierra,Cordovilla, Santiago de Mora y Mora de Santa Quiteria podríandepender del Castellar de Sierra, sugiriendo relacionar uno delos distritos agrícolas de la Cora de Tudmir mencionados por al-Udri –el iqlim Mawra– con el topónimo Mora, vinculado a dosde esas pedanías.

38 Sobre las referencias a un extenso caserío en ambas la-deras puede verse J. F. Jordán Montes y A. González Blanco(1985: 363, n. 38).

39 Entre estos materiales son dignos de mención una esteladecorada con dos ruedas incisas, procedente de Sierra, que re-cuerda a ciertas placas decorativas altomedievales del Tolmo deMinateda, y un fragmento de tannūr hallado en las laderas delCastellar, con paralelos en contextos de finales del siglo Ix- sigloX en la Rábita de Guardamar (Gutiérrez Lloret, 1991: 165, fig.3-4).

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40 Si bien hasta este particular es discutible, porque inclusoen los casos de aparente continuidad habitativa de las uillae loscontextos de ocupación constatados en sus partes residenciales(humildes reocupaciones domésticas realizadas con arquitectu-ras perecederas, cantera de materiales de construcción, usos fu-nerarios o agropecuarios, etc) sugieren una reocupación de muydistinto signo (Vigil-Escalera, 2006: 95), indicando claramenteque dichos espacios ya no son residencias aristocráticas. Sicomo señala A. Chavarria (2005: 269) “la fine delle ville nonsignificò l’abbandono definitivo di questi complessi”, su fre-cuentación no implica necesariamente la pervivencia del sistemafundiario basado en la uilla.

continuidad de las estructuras rurales. Las evi-dencias constatadas de pervivencia cronológicaen los sitios de las villas de Zama, Agra, TorreUchea y quizá Alborajico permitirían abogar poreste modelo continuista. De ésta forma, la refun-dación de la ciudad no significaría una rees-tructuración completa en el plano territorial, sinoque se anclaría sobre un modelo precedente. Sinembargo, frente a esta interpretación continuis-ta, el análisis en detalle de las evidencias de ocu-pación, aun con la prudencia de tratarse de unregistro superficial y proveniente de actuacio-nes dispersas y poco sistemáticas, nos permiteproponer interpretaciones alternativas.

En primer lugar, la continuidad del modelo se-ñorial romano instalado en el campo no parece quepueda defenderse como la norma sino como la ex-cepción. Únicamente la villa de Zama –y quizá Al-borajico, si se interpretan como tal villa losvestigios romanos que allí aparecen– parece repre-sentar la continuidad del asentamiento, lo que conprecaución podría significar la continuidad de unapropiedad señorial.40 En los restantes casos, el des-plazamiento topográfico nos advierte de una frac-tura en la continuidad de los asentamientos y unanueva estrategia de ocupación del espacio, aunqueen las mismas unidades geográficas. La problemá-tica se centraría en caracterizar la modalidad de po-blamiento que surge al final de la Antigüedad, suestructura espacial y la relación con la ciudad quese refunda en este momento; en otras palabras,comprender y explicar esta nueva configuración delos territorios rurales característica de la Alta EdadMedia.

5.2. CONTINUIDAD SOLO APARENTE Y UNA NUEVA

REALIDAD POBLACIONAL: ¿ALDEAS?, ¿TURRIS?

En esta nueva configuración de los territoriosrurales destaca la caracterización de una nuevamodalidad de asentamiento, propia de la época

visigoda avanzada y coetánea en su proliferación ala reviviscencia urbana del Tolmo de Minatedacomo cabeza administrativa y episcopal de laregión. Se trata de un conjunto de asentamientosrústicos de pequeñas dimensiones, con sus corres-pondientes necrópolis, que ocupan colinas enzonas muy fértiles, cerca de arroyos o manantiales,con características edilicias comparables a las de laciudad del Tolmo (muros de mampostería congrandes adarajas) y materiales (cerámica y toréuti-ca) correspondientes a un horizonte plenamentevisigodo, fechable en el siglo VII. Esto nuevosnúcleos de población reproducen un esquemaespacial semejante que podemos resumir en lossiguientes puntos:- Se extienden sobre suaves colinas o laderas des-

tacadas levemente del entorno llano (Loma de losCoches-Torre Uchea, Loma Eugenia, Loma Len-cina, Muela de Albojarico, en las inmediacionesde un curso de agua, generalmente un arroyo orambla, una surgencia, y en ocasiones una la-guna, como en el caso de Alboraj.

- Dominan entornos potencialmente aptos para laagricultura por la existencia de esos puntos o cur-sos de agua. Ello permite un aprovechamientoóptimo de los entornos en rendimientos constan-tes y variados con lo que asegurar las necesidadesde las poblaciones asentadas en el lugar. Otraszonas de la comarca se ven afectadas por la ari-dez y ofrecen posibilidades de explotación con-siderablemente menores.

- La extensión no es demasiado amplia, en torno a3000-6000 m2, y en los casos en que disponemosde indicios superficiales sobre las formas del há-bitat (Loma Eugenia y Loma Lencina) sugierenla existencia de un agregado poco orgánico deunidades de habitación sin orientaciones defini-das, ni casas adyacentes, si bien este es un as-pecto que requiere contrastación arqueológicamediante excavación en extensión. No pareceque posean estructuras o cerramientos defensi-vos, lo que refuerza el carácter abierto y agrariode los asentamientos.

- En algunos casos (Loma Eugenia y la Loma delos Coches-Torre Uchea) se documentan enterra-mientos junto a las zonas de hábitat lo que su-pondría la voluntad de fijación a la tierra enciclos plurigeneracionales y por tanto la natura-leza estable de estas aldeas. Por otra parte se re-forzaría la autonomía de los establecimientosrurales que no parecen depender de un centro re-ligioso inmediato para atender las prácticas fu-nerarias, concebidas no obstante como una de las

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principales manifestaciones sociales de caráctercomunitario.41

En definitiva, parece que nos encontramos antela emergencia de una nueva modalidad de pobla-miento que puede parangonarse con ciertas catego-rías de poblamiento rural agregado, definidas comoaldeas42 y caracterizadas por A. Vigil-Escaleracomo una forma comunitaria de asentamiento queagrupa varias unidades domésticas bajo un deter-minado ordenamiento social compartido (2007:256); un territorio habitado y explotado con ciertasdimensiones capaces de generar determinadas di-námicas sociales, y dotado de una cierta estabili-dad (Quirós, 2009: 387).

Este reconocimiento de patrones poblacionalescomunes es operativo en un nivel general peroplantea interesantes problemas históricos, que en elestado actual de las investigaciones y con la docu-mentación disponible, no somos capaces de res-ponder, pero no podemos dejar de plantear. Elprimero afecta a los problemas que genera el em-pleo de la categoría historiográfica de aldea, no solopor ser un concepto connotado historiográfica-mente a partir de los textos escritos, como exponeel propio Quirós (2009: 399), sino también por laconnotación arqueológica establecida a partir de loscontextos altomedievales del centro y norte penin-sular pre y proto feudales, al hilo del debate euro-peo, donde se percibe un significativo grado deautonomía campesina en los procesos de apropia-

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43 En este sentido es interesante traer a colación la hipóte-sis formulada por Jordi Roig (2009: 225) acerca de la existenciade un red de poblados en el territorio de Barcino-Egara, queconstituirían la base productiva del obispado y del fisco durantelos siglos VI y VII.

ción y gestión de los espacios agrícolas. Las aldeasdel territorio de Eio parecen ser asentamientos cam-pesinos agregados que surgen ex nouo en un con-texto cronológico comparable al que permite elsurgimiento de las redes aldeanas en el área tole-dana y vasca, pero desconocemos su grado de sub-ordinación. Así por ejemplo, en el caso toledano seha trabajado con asentamientos aldeanos distantesde cualquier centro urbano (Vigil-Escalera, 2007:276), mientras que en el entorno de Eio debieronexistir formas de poblamiento rural más directa-mente ligadas a la ciudad, en la que el dominio delas élites propietarias ha de ser más hegemónico ycoercitivo de lo que se constata, por ejemplo, en lallanada alavesa (Quirós, 2009: 399). Como el pro-pio Vigil-Escalera (2007: 252) señala: «de los cen-tros urbanos se esperaría el intento de restaurar dela manera más completa posible el control sobre susantiguos territorios (y especialmente de sus pobla-dores)». Quedan por explicar los mecanismos deesa restauración en el caso de una ciudad redefinidaterritorialmente como cabeza de la administraciónepiscopal y su capacidad de planificación o inge-rencia en las nuevas aldeas de su territorio.43

Un segundo tema de interés emana de la visibi-lidad de dichas élites en el ámbito rural; en generalse propone un abandono generalizado del mediorural en beneficio de ciuitates y castella, que re-vierte en la antedicha autonomía de gestión de lacomunidad campesina. La superficialidad de los in-dicios impide reconocer indicadores precisos de je-rarquía en los asentamientos rurales (espaciosresidenciales significados, depósitos de alimentos,control de medios de producción, etc), excepciónhecha de los ajuares funerarios documentados en almenos dos de estos asentamientos: Loma Eugeniay Loma de los Coches-Torre Uchea. En ambosejemplos aparecen con presencia significativa ele-mentos de vestuario que pueden denotar ciertorango y que, significativamente, han sido «amorti-zados» después de ser portados en vida, con oca-sión de la muerte de su propietario, lo que debeentrañar un profundo significado social que tras-ciende a lo funerario; es el caso de los tres brochesde cinturón característicos del siglo VII, el podón dehierro y los dos anillos de bronce hallados en LomaEugenia y el anillo de oro con inscripción cristiana

41 Conviene extremar la prudencia en este aspecto, porquela ausencia de excavaciones en los asentamientos rurales impideconocer con certeza si existieron en ellos pequeñas parroquiasrurales. De hecho, con la excepción única y singular del pobladoy basílica de Bovalar, no existe una contrastación arqueológicafiable ni en Cataluña ni en la Meseta madrileña –como ejem-plos territoriales bien documentados– que permita suponer suexistencia generalizada en los asentamientos rurales (Vigil-Es-calera, 2006: 91; Roig Buxó, 2009: 212). En el estado actual denuestros conocimientos parece más probable suponer la centra-lización de las funciones religiosas en la ciuitas del Tolmo deMinateda, donde ha sido identificado un complejo religioso pro-bablemente episcopal, compuesto por la tríada basílica-baptis-terio-palatium, (Gutiérrez, Abad, Gamo, 2004; 2005) y dondepodría existir al menos una pequeña iglesia extraurbana con sucementerio en el cerro frontero del Lagarto, situado al otro ladodel arroyo de Tobarra frente al Tolmo, que ya intuyeron H.Breuil y R. Lantier al describir «…une construction de dimen-siones plus considérables, dont un des angles demeure en place»(1945: 224).

42 Sobre las categorías arqueológicas básicas del pobla-miento altomedieval –asentamiento disperso (granjas), agregado(aldea) y concentrado (castellum y ciuitas)– pueden verse lostrabajos de A. Vigil-Escalera (2006, 2007) y J. A. Quirós (2007y 2010), así como el estado de la cuestión The Archaeology ofEarly Medieval Villages in Europe, recientemente editado (Qui-rós, 2009).

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44 Por el contrario, y al igual que se constata en la aldea deGózquez (Vigil-Escalera, 2009: 329), la mayoría de broches delTolmo proceden de contextos de amortización de estructuras confechas claramente postvisigodas (Gamo Parras 2002, llegandoen el caso más significativo –pero no el único, puesto que almenos otras dos piezas proceden de contextos claramente islá-micos– a aparecer en buen estado de conservación en los estra-tos de abandono de una vivienda islámica, fechados a mediadosdel siglo IX (Gutiérrez Lloret, 2007). Este dato introduce un in-teresante matiz sobre la circulación y el atesoramiento de mer-cancias de “valor”, material o simbólico, en la reflexión sobre elel eventual significado social de estos objetos.

45 En el único caso en que se atestigua arqueológicamenteuna alquería islámica, el de Alborajico, parece existir un hiatocronológico e incluso una cesura topografía entre ambas reali-dades, que impide toda lectura continuista. En el caso de Zamase constata el hallazgo de un felus en superficie, pero no se re-conocen contextos materiales emirales, siendo muy significa-tivo que en el cementerio de Loma Eugenia no se detectasenenterramientos de ritual musulmán, al contrario de lo que ocu-rre en la necrópolis septentrional del Tolmo, donde coexisten yse suceden ambos ritos funerarios en un mismo espacio. Da lasensación de que los asentamientos islámicos, si los hubo enesas zonas, buscaron nuevos modelos de implantación, que po-drían haber quedado enmascarados por las pedanías actuales,atestiguadas desde al menos la Baja Edad Media.

de Torre Uchea, a más de otro broche de cinturónsin contexto claro. No deja de ser interesante com-parar esta significativa «amortización» funeraria deelementos de vestuario en los cementerios rurales,con su escasez en los cementerios urbanos delTolmo donde solo han aparecido dos broches decinturón en la amplia necrópolis ad sanctos y nin-guno en los cementerios extraurbanos, cuando seríaprevisible una mayor visibilidad de estos marcado-res jerárquicos, si es que lo fueron,44 en la ciudadque supuestamente acogía a la élites, a no ser queestos objetos adquieran una significación especialexclusivamente en el medio rural.

Moviéndonos con las mismas cautelas, podría-mos intuir esta presencia jerárquica en ciertos en-claves rurales que podrían corresponder a unacaracterización distinta, en este caso del tipo turris.Este topónimo, según Acién (2008: 82), podría es-conder un concepto residencial vinculado a las aris-tocracias; un modelo de casa fuerte, más o menosvinculado a uno o varios asentamientos campesi-nos agregados, que podría plantearse en TorreUchea, habida cuenta de que las evidencias tardo-antiguas parecen concentrarse en un enclave sobrela loma del cerro, dominando el entorno circun-dante y con evidencias de enterramientos de élitesrurales, como probarían los sarcófagos y el anilloáureo localizado en una de las sepulturas. En estesentido no conviene olvidar las posibilidades queplantea el sugerente topónimo Alboraj, la torre, enotro ejemplo de asentamiento altomedieval de lacomarca (Navarro, 1989:223).

Un tercer problema histórico que conviene dis-cutir emana de la difícil correlación de las catego-rías arqueológicas del poblamiento rural con la ter-minología de las fuentes escritas, tanto visigodascomo árabes. Las primeras refieren distintas mo-dalidades de asentamientos concentrados, enfatizandotanto su dimensión urbana (ciuitas) como residen-cial-fortificada (oppidum, castrum, castellum);asentamientos agregados (uicus y pagus), quizá apli-

cables a la materialidad de las aldeas arqueológicas,y asentamientos dispersos de naturaleza puramen-te rústica (uilla y uillula). Las fuentes árabes se re-fieren igualmente a la realidad urbana (madīna), alos asentamientos fortificados (qasr, h.is.n, turrus oburŷ), y a la forma de poblamiento agregado ruralpor excelencia, la qarya o alquería, la única que pue-de traducir la realidad material de estas aldeas. Noobstante, se debe recordar que a diferencia de lo quese constata en las redes aldeanas septentrionales, quese densifican a partir del siglo VIII y se conviertenen una norma hegemónica de ocupación y parcela-ción del espacio (Quirós, 2009: 387), ninguno de es-tos asentamientos rústicos de pequeñas dimensiones,dispuestos con sus necrópolis sobre suaves colinas,parece –hoy por hoy y sin haber sido excavados– con-vertirse en una alquería islámica, ni en ellos apare-cen los materiales típicamente emirales de media-dos del siglo IX que tan bien caracterizan el abandonode la Madīnat Iyyuh del Tolmo.45 Esta aparente des-erción es la que nos llevo a aventurar que sus habi-tantes pasaran a engrosar paulatinamente las filas delos «encastillados», escapando al control de los pro-pietarios fundiarios (Gutiérrez Lloret, 1996: 280),puesto que la vida urbana del Tolmo tampoco les so-brevivirá en gran medida.

5.3. UNA INTERPRETACIÓN ESPACIAL DE LA PROXIMIDAD

DE LA OCUPACIÓN ROMANA Y LA TARDOANTIGUA

La proximidad de algunos de los asentamientosrurales descritos a las villae que articulaban el po-blamiento romano requiere alguna explicación unavez descartada la continuidad de los centros roma-nos. En nuestra opinión, el nuevo poblamiento ruralaprovecha los espacios agrícolas anteriores pero nolas áreas residenciales que se ubican a centenaresde metros y en ocasiones separadas por elementosde demarcación física, como el curso de un to-

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rrente, en lo que parece una decisión intencionadapor parte de la nueva comunidad de emplazarse enlocalizaciones distintas. Los nuevos emplazamien-tos escogidos son promontorios ligeramente desta-cados sobre el llano agrícola circundante donde seextiende el espacio productivo de la comunidad,quizá en una voluntad de dominio visual sobreestos campos.

La selección de áreas próximas a los antiguoscampos romanos puede estar condicionada por laexistencia de escasos nichos de óptimo aprove-chamiento agrícola en la comarca dominada porun entorno semiárido. De ese modo, la presenciade puntos y cursos de agua que fertilizasen elsuelo y terrenos roturados con anterioridad lasconvertiría en áreas especialmente atractivas parala implantación de estas aldeas (Fig. 13). Por últi-mo, la mayor parte de estos enclaves se ubican enpequeñas cubetas perfectamente delimitadas

espacialmente por pequeños relieves circundan-tes, que confieren una intensa estabilidad alterrazgo. Esta compartimentación del espaciofacilitaría la adscripción de los pequeños territo-rios de cada aldea y la identificación de las pobla-ciones campesinas con las unidades de paisajeque ocupan y explotan, que se convierten así enel corazón de un espacio geográfico propio; esdecir y en palabras de Laurent Schneider (2005:309), «d’espace géographique associé à un habi-tat et non plus â la propiété foncière comme l’é-tait le monde rural des uillae de l’époque impéria-le romaine».

Puede, no obstante, hacerse una lectura socialopuesta a este planteamiento, buscando en la per-manencia en dichos espacios un mantenimiento dela propiedad y una subordinación a un estamentopropietario, posiblemente absentista, pero capaz deexigir renta y servicios.

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Fig. 13. Localización de los sitios en relación con los suelos agrícola según su capacidad. A: Suelos de aprovecha-miento agrícola intensivo. B: Suelos de aprovechamiento agrícola extensivo. C: Entorno de monte sin aprovecha-

miento agrícola. Elaboración propia a partir de información del Project Corine Land Cover.

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6. HACIA UNA LECTURA SOCIAL DE LASFORMAS DE POBLAMIENTO

A modo de conclusión queremos únicamenteplantear algunos temas para una futura discusiónsobre el problema del territorio tardoantiguo y al-tomedieval de Eio/Iyyuh, retomando nuestro obje-tivo inicial de lograr la visibilidad de ciertas formasde poblamiento rural que caracterizan el paisajeagrario altomedieval y su interpretación en clavehistórica.

En primer lugar será necesario empezar a cons-truir repertorios arqueológicos explícitos sobre elterritorio rural, convirtiéndolo en un objeto de es-tudio per se y logrando registros arqueológicoscontextuales, extensos y complejos.

En segundo lugar, la lectura social de las for-mas de poblamiento pasa por explicar la significa-tiva visibilidad del asentamiento agregado en laslomas suaves, invisible por el momento en otraszonas del sudeste peninsular, frente a la opacidaddel patrón dominante en esas mismas regiones: laocupación de la altura y de los territorios margina-les. Aspectos igualmente importantes son la defini-ción del grado de autonomía o subordinación de lascomunidades campesinas, su relación con el centrourbano, el reconocimiento de la presencia/ausenciade la aristocracia en el medio rural y de sus ele-mentos de diferenciación jerárquica en el ámbitoedilicio y funerario y, por fin, en la medida que laintervenciones en extensión lo permitan, caracteri-zar social y funcionalmente los espacios residen-ciales, productivos y simbólicos del ámbito rural.

Como el lector podrá observar, de nuestro estu-dio surgen en la actualidad más preguntas que res-puestas, pues en esta primera aproximación alanálisis territorial precisamente nuestro objetivo noera otro que la caracterización de las ocupaciones yla identificación de las principales problemáticaspara su estudio.

En el estado actual de la investigación puedeafirmarse que la ciuitas del Tolmo contaba con unentorno rústico densamente habitado, posiblementedependiente de ella, sin poder precisar si esta áreade influencia constituía un verdadero territoriumeconómico y fiscal urbano en el sentido clásico.Tampoco estamos en condiciones de afirmar la ca-pacidad de control económico real de la ciudad vi-sigoda sobre el medio rural. No obstante, lamovilización de recursos que entraña la planifica-ción casi «ex nouo» de la ciuitas visigoda sugiereque ese proyecto urbano nació con la voluntad deerigirse en la cabeza administrativa y religiosa deun territorio; la vinculación económica y sobre todo

fiscal de éste a la ciudad parece una consecuencialógica.

El territorio administrativo de la ciuitas delTolmo debió ser muy amplio, puesto que debía or-ganizar parte de los territorios eclesiásticos de laantigua diócesis ilicitana; pero la base real de su ri-queza dependería de un ámbito mucho más inme-diato y es en este marco donde cobran sentidohistórico estos asentamientos rurales próximos alTolmo y que, con excepción de Zama, no parecentener un origen romano. La condición jurídica deesas aldeas se nos escapa –¿sus habitantes eran pro-pietarios libres o, por el contrario, campesinos de-pendientes de grandes propietarios fundiarios?– ysu vinculación con la ciuitas del cerro también,pero creemos que su aparición en pleno siglo VII enel entorno del Tolmo no puede ser ajena al proyectourbano y a las implicaciones fiscales que su rangoepiscopal requiere. Futuros trabajos deberán carac-terizar histórica y socialmente estos espacios quesolo ahora empezamos a reconocer.

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