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V I S I Ó N H I S T Ó R I C A D E LL A I C I S M O

por Rubén Leal Riquelme

Se habla habitualmente de laicos y de católicos, de creyentes y de no creyentes, como si se tratara de entidades siempre separadas opuestas, como de naciones o etnias culturalmente dispares y, cada una respecto de la otra, ajena, extranjera e intolerante. Sólo después, en ocasiones y con bastante fatiga, se busca el diálogo. Me permito señalar que las cosas no deberían ser así y, por fortuna, a veces no lo han sido y no lo son. Por lo menos entre la mayoría de los hombres y las mujeres de Occidente. (Martelli, Claudio. ¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la Ética en el fin del milenio.)

I.- Introducción.

Mis QQ.: HH.:, al estudiar la historia de las ideas en Occidente nos encontramos con dos corrientes de pensamiento que de una u otra manera se mantienen hasta hoy, ellas han influido e influyen en nuestros pensamientos e ideas; nos referimos a Parménides y a Heráclito (530-515 y 540-480 a.C.), quienes se esfuerzan para explicar el origen del Universo. Algo similar sucede con filósofos y científicos que posteriormente aspiran a lo mismo. Unos encuentran sus respuestas en la naturaleza (aire, agua o fuego), y otros responden desde el Ser.

En el presente Trabajo, relacionado con la Historia del Laicismo, hemos recurrido a Parménides y a Heráclito debido a la vía de verdad que postula el primero, afirmando que la verdad es inengendrada e indestructible, es decir, es homogénea, inmóvil y perfecta. Heráclito por su parte, nos habla del cambio permanente como esencia de la realidad. Sea Parménides, sea Heráclito, ambos trascienden lo factual como aspecto distintivo de la realidad para entrar en el campo metafísico; pero además, ellos influyeron en el pensamiento helénico, en el pensamiento europeo y a través de este a nuestra propia América morena.

El Laicismo entonces, podría ser una idea, una corriente de pensamiento o un modo de vivir y organizar la sociedad, cuyos antecedentes tienen sus raíces en el origen del pensamiento y la cultura en Occidente; pero claro, sin desconocer que desde la Edad Media y muy especialmente desde el Renacimiento y el pensamiento moderno encontramos antecedentes que dan forma y sentido a este Principio, a esta idea o a este concepto que privilegia la Francmasonería.

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En el caso del pensamiento medieval-europeo, la conformación de la idea de Laicismo la observamos a través de Santo Tomás y San Agustín, quienes mediante la obra de Platón y de Aristóteles le imprimen sentido y le otorgan sustento al dogma, y de este modo influyen de manera decisiva en las expresiones culturales de Occidente. Situación similar percibimos con la irrupción de pensadores y filósofos del siglo XVIII.

Pareciera que hasta fines del siglo XVII el pensamiento y las ideas no podían abstraerse de las exigencias de la Iglesia Católica, de manera que cada filósofo debía tener presente la existencia del Creador y de todo principio que emana de Él.

En este punto, veamos la analogía de la pintura que utiliza un autor contemporáneo1

para abordar este problema: (…) “es cierto que ella está penetrada por las imágenes de Dios”, afirma Deleuze, para luego preguntarse, “¿basta con decir que se trata de un constreñimiento inevitable en esa época?”, respondiendo que existen dos posibles respuestas: o es inevitable que el arte pictórico recurra a lo religioso, o tal situación se debe al sentimiento –religioso- que invade al propio pintor. A esta situación no escapa el pensamiento ni la propia construcción de las ideas.

Ante esta disyuntiva, este autor sostiene que estar en lo divino, pintar una obra desde ese ámbito, constituye una manera esencial de emancipación, pues sin transgredirlo nada coarta la libertad de imaginar y de crear, es decir, el artista no será objeto de sospecha si su arte asume los dictámenes de la Iglesia. En otras palabras, “El Greco no podía obtener su creación más que a partir de las figuras del cristianismo”. Si el artista se distingue por su originalidad creativa, también se caracteriza por convertir los impedimentos en medios, y continúa señalando Deleuze, “Es verdad que hay coacciones de la Iglesia que se ejercen sobre el pintor, pero hay transformación de las coacciones en medios de creación”. Entonces, el artista es tal sólo si Dios es un medio para la libertad de sus expresiones, es decir, el artista lo es en la medida que logra llevar las formas de su arte a expresiones donde la libertad de su creación trasciende el mero impedimento.

De manera similar a lo planteado por este autor, las ideas pueden ser insustituibles por convicción o, desde ellas, crear algo distinto que nada impida el libre ejercicio del pensamiento y la construcción cultural. Dios, en el siglo XVIII, era un recurso irreemplazable para liberar a la conciencia, es decir, es el medio para liberar los conceptos impositivos que venían de la Iglesia. “Es verdad que los filósofos sufren las coacciones de la teología, pero en condiciones tales que de esa coacción van a hacer un medio de creación fantástico”. Sobre este tema nos encontramos con varios ejemplos durante esa época, por ahora solo nombraremos a Spinoza y a Leibinz.

En el mismo sentido, en esta Introducción podemos pensar que el conflicto es parte de la historia del pensamiento, es decir, él forma parte de nuestra cultura, y la contradicción también es parte de las relaciones humanas en el desarrollo de nuestra sociedad.

Sin embargo, debemos reconocer que el conflicto no sólo es un fenómeno histórico, pues a nuestro entender también forma parte de nuestro Ser. Si no fuera de esta manera,

1 Ver En medio de Spinoza, de Gilles Deleuze, p. 22 y sgts.

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¿Por qué pensamos, hipotéticamente por cierto, en el conflicto en un Trabajo relacionado con la Histórica del Laicismo?.

La contradicción o si prefiere la dialéctica es parte de lo Humano, o ¿Acaso materia y espíritu; razón y emoción, no son aspectos esenciales de lo Humano?. De otra manera, ¿Es posible que me encuentre con Ustedes, leyendo este Trabajo, y al mismo tiempo permanezca en el Valle de Temuco compartiendo con los QQ.: HH.: de mi Taller?.

La respuesta es evidente, no puedo estar aquí y con los HH.: de mi Logia al mismo tiempo. Si nos atenemos el Principio de Identidad, que es uno de los Principios lógicos que distinguen a nuestra cultura, tendríamos que aceptar que si estoy aquí mi presencia es con mi Ser; con mi cuerpo y mi subjetividad, con mi materia y con mi espíritu, es decir, la contradicción o dialéctica están presentes en nuestra respuesta, será A o B, pero no ambas al mismo tiempo. Estoy aquí con mi individualidad y con mi ser social, con mi razón y con mis emociones.

Lo interesante, mis QQ.: HH.:, es que cuando aludimos a lo Humano pensamos en la contradicción como parte del Ser. En el ser humano la contraposición es parte de sí, estoy en este Templo con mi intelecto y no puedo estar en Temuco con mis emociones. Me encuentro aquí y ahora con la unidad de mi ser, como un ser que enfrenta al mundo, nos diría Merleau Ponty. Esto último, nos ayuda a decir que en el Ser conviven aspectos contrapuestos. En el Ser de lo Humano anidan la dialéctica y la contraposición.

En este sentido Parménides y Heráclito establecen ideas que forman parte de la historia del pensamiento, sus ideas forman parte de nuestra cultura, por lo cual a ambos agradecemos sus aportes para desarrollar esta Plancha.

Nuestra Orden, toma lo más excelso del pensamiento y de las culturas con el propósito de proponernos aspectos que nos ayuden a construir nuestras personales interpretaciones; con ello, la Francmasonería nos insta a practicar el libre ejercicio del pensamiento. He aquí una expresión básica y fundamental para la existencia y desarrollo del Laicismo en la sociedad actual.

QQ.: HH.:, “El Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, V.: H.: Luis Riveros Cornejo, anunció en la Asamblea de la Gran Logia que el año masónico 2014 había sido declarado como el Año del Laicismo, reivindicando así nuestra historia, nuestro pensamiento y la necesidad de abordar con plenitud esta materia en el ámbito de la política pública. Será este, asimismo, tema principal de reflexión de las Logias de la Obediencia, en las Cámaras de verano y en las Jornadas Nacionales de Docencia”.2

II.- Desarrollo

a) Antecedentes que vienen de la Edad Media

No sabemos con exactitud el momento que comienzan los conflictos entre Iglesia y Estado; sin embargo, algunos autores sostienen que son de larga data. En general, se

2 Ver Revista Masónica N° 7-8, de 2013.

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piensa que sus diferencias no solo tienen raíces en el dogma que sustenta los principios y las doctrinas católicas, sino también vienen de los criterios racionales que dan forma y sentido a las explicaciones del origen de la realidad. También, otros autores piensan que más allá de esta contraposición, tales conflictos aparecen especialmente en el ámbito del poder entre las instituciones espirituales y el poder temporal. Según esta última línea de pensamiento, más allá de lo estrictamente dogmático, los conflictos aparecen al momento de conducir y de resolver las relaciones y las proyecciones humanas en la vida terrenal.

En la historia del cristianismo no faltan quienes manifiestan que los conflictos entre el Papado y el Imperio son provocados a propósito de la concepción de realidad y en virtud de las disputas de poder. Con esto, pretendemos decir que más allá de consideraciones epistemológicas o filosóficas, los conflictos entre obispos y gobernantes trascienden cuestiones de orden doctrinal para adentrarse en un terreno relacionado con el ejercicio del poder.3

Si se respetara la observación que señala Jesucristo, “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, probablemente los conflictos entre ambas instituciones no existirían o no habrían alcanzado la profundidad que vemos en diferentes momentos de la historia de las sociedades humanas.

El año 390, el Emperador Teodosio proclama al cristianismo como Religión Oficial del Imperio Romano, quizás sea este momento cuando comienzan las diferencias entre ambos poderes, en el sentido que esta disposición desencadena un proceso que debilita lo que es propio de la Iglesia, en relación a lo que es propio de los gobernantes. Recordemos, Teodosio fue excomulgado por el obispo Ambrosio de Milán a propósito de la revuelta de Tesalónica, donde murieron más de siete mil personas. Probablemente, como una manera de recibir el perdón por su responsabilidad el Emperador proscribe los cultos paganos. Esta disposición, más tarde, alcanzará a todo el Imperio y facilitará que el catolicismo logre el estatus de Religión Oficial. Desde entonces, (…) “hubo entre ambas esferas una constante interacción: los príncipes seculares se creyeron con el derecho a nombrar autoridades eclesiásticas en sus dominios y éstas respondieron a los abusos de poder terrenal con castigos de índole espiritual: la excomunión y el entredicho”.4

Durante la Edad Media, desde el teocentrismo y desde el geocentrismo, se impone una estricta distinción entre el Creador y el universo creado, entre materia y espíritu, entre razón y emoción, entre la Iglesia y el mundo, es decir, se impone una expresión dicotómica -en Occidente- que nos viene desde la antigüedad clásica cuando autores como Platón y el propio Aristóteles introducen una distinción entre el mundo de las ideas y mundo material. Esta dicotomía conformará una carga o una “traición” de la cual Occidente no podrá deshacerse, denunciará Nietzsche5. A nuestro parecer, este dualismo trasciende el medioevo y su impacto compromete a nuestra sociedad actual no obstante con el pensamiento moderno, “Dios ha muerto” declara el propio Niezstche.

Con todo, pensadores como Tomás de Aquino y San Agustín se encargarán de traer las doctrinas platónicas y aristotélicas desde el mundo griego al pensamiento medieval y

3 Para estudiar el fenómeno del poder, ver la obra de Michel Foucault, especialmente Vigilar y castigar.4 Gálvez, L. ¿Cómo Dios manda? P. 62.5 Ver su texto Origen de la tragedia.

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será la propia Iglesia Católica quien se encargará de incorporar tales consideraciones al pensamiento oficial del cristianismo. Mis QQ.: HH.: recordemos que las obras de mayor importancia social y política son la República, la Política y la Etica Nicomaquea, y estos mismos textos son fuente de inspiración de estos y de otros pensadores, todos considerados pensadores oficiales por el mundo católico.

La tríada de filósofos, Sócrates, Platón y Aristóteles, desde la interpretación de Santo Tomás y San Agustín, aportan la idea que separa la realidad y el Universo. Así, la doctrina católica introduce un concepto dicotómico que constituye la base doctrinal de un dualismo del cual hasta hoy no hemos podido superar. Quizás, esta sea la razón por la cual Nietzsche expresa tan duro calificativo. Pero también, de los filósofos griegos nos vienen las ideas de alma trascendente, de considerar al mundo de las ideas como la verdadera realidad y el propio precepto metafísico de primer motor inmóvil, todos los cuales serán usados por los pensadores oficiales de la iglesia para demostrar la existencia de Dios.

Contrariamente, nuestra Orden propone la noción de Unidad. Propone que desde la libertad de conciencia orientemos nuestros pasos por el Mosaico, y cada Masón en virtud de su esfuerzo y de su libre adhesión ética podrá construir verdades provisionales gracias a la luz que puede alcanzar en el sitial del Venerable Maestro. La idea de Unidad que sugiere la Francmasonería corresponde a la construcción que cada Masón es capaz de lograr como resultado de su coherencia moral y de su compromiso para llevar estos Principios a la sociedad Profana, sin exclusión.

La Francmasonería no propicia la profundización dualística aludida precedentemente, por el contrario y gracias al incentivo del diálogo en nuestras prácticas cotidianas, la Unidad interpretada de la realidad nos ayuda a lograr un equilibrio epistemológico y en lo principal, gracias a los Principios Masónicos, aprendidos en los Templos, nuestra tarea la podemos y debemos realizar en el mundo Profano.

Mis QQ.: HH.:, superar el dualismo y alcanzar el equilibrio compromete superar la comunión entre sociedad Profana y la Iglesia. Tomás de Aquino, desde la República de Platón, establece que el mundo de las ideas Es la realidad y el mundo material en el cual vivimos es una copia de ella. Esta lectura de Tomás de Aquino probablemente sea la que adopta la Iglesia Católica para introducir la noción de trascendencia, en el sentido que los hombres en la tierra deben superar el pecado original si pretenden la vida eterna, a la diestra de Dios Padre. Junto a ello y en comunión con San Agustín, quien mediante sus escritos en La Ciudad divina y la ciudad terrena y la propia Política de Aristóteles, asume la noción de primer motor inmóvil para poner a disposición de la Iglesia las mejores concepciones de la naciente cultura Occidental. Aquí se incorpora la existencia de un Ser Todopoderoso, este Es el Creador de todo cuanto existe y a Él se debe adoración. Es decir, es la propia Pontificia y Apostólica Iglesia Católica Romana, la Institución paradigmática de la cual debe nutrirse la sociedad. De manera que en el pensamiento medieval se conforma la idea que la Iglesia y la sociedad civil constituyen una Unidad indisoluble, y sus preceptos necesariamente deben ser respetados y seguidos: la palabra de Jesucristo, el hijo de Dios que viene al mundo por la concepción del espíritu santo, forman parte de la gracia que permite la superación del pecado original, única vía de alcanzar la vida eterna. Esta es la Unidad que se predica y que se persigue mediante el Dogma.

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QQ.: HH.:, por su parte, la Unidad interpretativa propuesta por la Orden Masónica, decíamos, corresponde a una posibilidad personal de cada Iniciado: el ejercicio libre de la conciencia, garantizada por criterios simbólicos, se distancia de una metodología de carácter dogmática. Nuestro sistema educacional, tradicional y simbólico, garantiza el Principio de Libertad. Sin embargo, debemos señalar que no siempre hemos ejercido con celo, fervor y constancia nuestros Principios en los contextos Profanos, especialmente hacemos referencia, en las instancias donde las definiciones públicas son decisivas para derroteros vinculados a las acciones políticas. Hoy, probablemente, en nuestro país vivamos un período donde estas consideraciones pueden lograr su referente en las relaciones Iglesia y Estado o si se prefiere, aparece la posibilidad de reconstruir por ejemplo, una Educación, Pública, Estatal y Laica, entre otras posibilidades de aportar a la construcción de Políticas Públicas, en los años venideros.

En los tiempos cuando la fe y el dogma eran referentes irrenunciables, los impactos y los alcances del poder eclesiástico en lo temporal eran impensados, confusos y sustanciales. Esto, quizás, explica el cuadro que hoy observamos en la sociedad profana: algunos autores afirman –hoy- que en cuestiones fundamentales hemos regresado a la sociedad medieval, como sucede por ejemplo con la concentración de la riqueza y del poder, con la concentración de las decisiones políticas y de las propias acciones públicas, pues si ello fuere totalmente falso ¿por qué en nuestra sociedad se observa que la riqueza está concentrada en pocas familias?, ¿Qué significa hablar de libertad, cuando no es posible la opción educativa para los hijos de la mayoría de las familias? o, en otro sentido ¿Qué significa que los aparatos telefónicos-móviles doblen en número a nuestra población, y al mismo tiempo el endeudamiento triplique el ingreso de gran parte de nuestra población?.

QQ.: HH.:, en la época medieval el poder eclesiástico en el mundo terrenal era absoluto, las decisiones romanas podían transmitir o suprimir el poder del Emperador. Claramente, toda legitimidad temporal era otorgada por el Papa o por los obispos. Estas afirmaciones las podemos verificar en la Bula Unam Sanctam dictada por el Papa Bonifacio VIII (1294-1303), cuando procede a consolidar la teocracia pontificia afirmando que Cristo había entregado al representante de su padre, a Pedro y todos sus sucesores la potestad absoluta sobre todo el orden terrenal, (…) “es absolutamente necesario para la salvación que toda criatura humana se someta al sumo pontífice romano”, afirma en parte de su declaración.

Cuando Bonifacio intentó imponer sus ideas a Felipe el Hermoso de Francia, probablemente el monarca más secular de la época, los intentos papales quedaron en eso, pues este proceso concluyó con la prisión del Papa en Agnani. Así, las pretensiones romanas desaparecieron con la propia muerte del Papa a poco andar, luego de haber sido liberado. Hasta esa época la “teoría de las dos espadas” fue apoyada desde Roma: una espada representaba el poder espiritual y la otra el poder terrenal, claro, ambas estaban empuñadas por la mano del Sumo Pontífice. Sin embargo, fue el propio Marsilio de Padua quien propone una doctrina contraria a esta teoría, en el siglo XIII. Para este clérigo la potestad espiritual era sólo sacerdotal, es decir, la Iglesia no tenía poder en la jurisdicción temporal; por el contrario, los clérigos recibían el poder de los príncipes y los sacerdotes debían obediencia al poder temporal. Entonces, la Iglesia estaba sometida al Estado. Este planteamiento, expresado por Marsilio, tiene su sustento epistémico en el evangelio, “Mi reino no es de este mundo”, había respondido Jesucristo

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a Pilatos; además, Pedro fue reprendido en el Huerto de los Olivos cuando intentó defenderle, “Vuelve la espada a la vaina” (…), ordenó el hijo de Dios.

Entonces, “Cristo no vino al mundo a dominar a los hombres ni a juzgarlos ni a gobernar temporalmente sino más bien a someterse al César mientras sus leyes no estuvieran en contradicción con el mandato divino. Por lo tanto, los sacerdotes no deben entrometerse en los juicios seculares y no deben dominar temporalmente sino servir por ejemplo al mandato de Cristo”, señala Marsilio en su obra Defensor Pacis. Sin embargo y como era de esperar, todo estos pensamientos fueron declarados heréticos.

Sólo en 1537, con Pablo III comienzan las reformas de la Iglesia cuando convoca el Concilio de Trento. Al finalizar este Concilio el Papa forma una Comisión para estudiar los abusos y las corrupciones, y en parte de su informe la Comisión concluye, “La causa de todos los problemas yace en los Papas mismos que han permitido que sus deseos imperen y han escuchado a falsos consejeros, con el resultado de que se creyeron tan completamente dueños de la Iglesia que tenían el derecho de comprar y vender sus empleos, designaciones y beneficios sin peligro de pecado (…) De ello se deriva Padre Santo, que, como de un caballo de Troya hayan surgido en la Iglesia tantos abusos y tan graves enfermedades que por nuestra culpa el nombre de Cristo ha sido blasfemado entre las naciones”.6 Sin duda, expresiones de este carácter traen una apertura y una renovación de insospechados alcances.

b) La época moderna y el surgimiento del Laicismo

Con el advenimiento de la época moderna se impone una nueva visión del universo, aparece el heliocentrismo, es decir, la tierra y quienes la habitan salen del centro de gravedad y son trasladados a un segundo plano. Entre medioevo y modernidad se vive una etapa de transición, el Renacimiento.

Como lo indica su etimología, “algo que había nacido, vuelve a nacer”. Sabemos que en el período antiguo aparece un conocimiento cuyos criterios tienen su sustento en la razón, es el recurso que usan Heráclito, Parménides, Tales de Mileto y Anaximandro, primero, y Sócrates, Platón y Aristóteles, posteriormente. Todos ellos asumen que los acontecimientos naturales y los fenómenos referidos al hombre y a la Polis, deben ser explicados mediante la razón.

También sabemos del largo período en el cual el intelecto fue subyugado por el Dogma. Sin embargo, varios filósofos y científicos de la época no aceptaron una visión geocéntrica y propiciaron explicaciones desde el intelecto. Ellos postularon al sol como centro del Universo. Es probable que esta interpretación no sea moderna propiamente tal; no obstante, es posible que aquí encontremos los primeros antecedentes que permiten el surgimiento de Instituciones como la Francmasonería, desde una concepción moderna. Nuestro homenaje a Giordano Bruno y a Galileo quienes, a pesar ser objeto de persecuciones, torturas, destierro y la muerte, con su pensamiento se enfrentaron al poder eclesiástico.

6 Citado por Rivas, Armando en Cristianismo y Liberalismo.

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La historia de la Humanidad nos señala, mis QQ.: HH.:, que los procesos de liberación no tienen gratuidad y no son un obsequio otorgado por quienes ostentan el poder, incluso espiritual.

Con todo, desde la Edad Moderna se inician procesos que cambian el cuadro social, político, filosófico, científico y cultural. El poder espiritual, de una u otra manera, paulatinamente comienza a depender del poder civil. Con el advenimiento del Estado moderno y con el surgimiento de las naciones se observa cómo las sociedades subyugan al poder eclesiástico. Es el caso de los países Bajos en Europa, donde la corona española persigue a quienes habían osado levantarse en contra del Sumo Pontífice Romano. La corona española reprime a los protestantes. Por su parte, Inglaterra en el siglo XVII persigue a quienes se niegan a participar en los oficios religiosos de la Iglesia anglicana. A todas luces, si bien se trata de un fenómeno religioso, este tiene claras expresiones en el terreno político. Francia no es ajena a las persecuciones, Luis XIV también reprime a los calvinistas. Este cuadro adverso a la libertad de pensamiento se mantiene, con mayor o menor énfasis, en gran parte de los nacientes estados europeos, al menos hasta 1685 con la Revocación del Edicto de Nantes.

Este es el momento que un pensador Inglés, considerado padre del empirismo, escribe Ensayo sobre el entendimiento humano, quien no obstante ser objeto de persecuciones también publica Carta sobre la Tolerancia, en 1667. El estado de cosas permitió que ambos escritos sólo tuvieran existencia desde la clandestinidad y el anonimato. En estos textos John Locke resalta la idea de libertad de culto y la libertad de religión; sin embargo, lo más relevante pareciera ser la limitación que asigna a las funciones de los magistrados. En el Ensayo sobre la Tolerancia, este autor hace una defensa política de los derechos a disentir en materia religiosa Pero dos cartas, escritas en 1660 y en 1661, dirigidas a Edgard Basgshawe, son fundamentales en la defensa que Locke realiza sobre la libertad de conciencia. En esos manuscritos, argumenta, (…) “el deber cristiano es modificar las desviaciones e imponer la homogeneidad religiosa, si fuese necesario, a través de las armas”, y continúa expresando, (…) “que la tolerancia es impracticable”7. Sin embargo, cuando escribe el Ensayo (…) en 1667, el mutatis mutandi de Locke toma un curso diferente y definitivo. Para nuestra interpretación, recordemos, es menester comprender el contexto político de la época: eran tiempos duros para quienes no eran anglicanos. A pesar de ello, parece necesario destacar de esta obra la existencia de dos posiciones que, a juicio del autor, son irreconciliables; por una parte la absoluta obediencia a la verdadera religión y por otra parte considera necesario respetar la libertad absoluta en materia de conciencia. Y Locke nos señala, el magistrado, en quien se deposita el poder y la autoridad, tiene la obligación de mantener la paz en la sociedad, sus atribuciones se encuentran limitadas al aseguramiento de la paz civil y de la propiedad de los ciudadanos. Es decir, su tesis principal la vemos en la idea que dice que sin sociedad civil los hombres no podrían vivir en forma pacífica. “Al gobierno civil sólo le incumben las relaciones entre las personas dentro de la sociedad civil; los asuntos religiosos son de otro carácter. La manera de alabar a Dios, la forma de los ritos y la importancia de éstos son todos temas ajenos al gobierno”, leemos en su texto.

De lo citado, se desprende que en su Ensayo Locke subraya los aspectos vinculados al Estado más que a cuestiones eclesiásticas propiamente tal, y de aquí aparece la disputa entre “tolerancia o imposición”.

7 Estudio Preliminar en Carta sobre Tolerancia, pág. 8.

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c) Situación actual y el porvenir ¿una nueva interpretación del Laicismo?

En atención a la naturaleza de la tarea que se nos ha encomendado nos sentimos liberados de abordar el tema del Laicismo en la actualidad; sin embargo, también nos sentimos impelidos a diseñar algunos aspectos con el propósito de tener a la vista consideraciones que, con toda seguridad, los QQ.: HH.: expositores de las próximas reuniones de estas Cámaras de Verano abordarán con toda dedicación.

En el desarrollo de este Trabajo, de una o de otra manera nos hemos referido a los paradigmas que han prevalecido y que han servido de contexto para comentar el tema que nos ocupa. Hemos mencionado a Sócrates, a Platón y Aristóteles, y sin declararlo hemos comentado cómo se introduce la razón en las explicaciones de los fenómenos que asombran al hombre. Decimos esto, especialmente en aquellos temas relacionados con el Universo y con el propio hombre; quizá en este sentido hemos aludido a un racionalismo deductivo, propio de la Grecia Clásica, pero también hemos hecho referencias al paradigma medieval al afirmar que el geocentrismo y el teocentrismo impactan al hombre no solo en sus relaciones sociales y epistemológicas. Algo similar sucede en los albores de la Edad Moderna con el paradigma heliocéntrico: aquí, la razón nuevamente constituye el basamento interpretativo de aquello que preocupa a la Humanidad, la época medieval es superada y con el advenimiento de una visión racional-moderna, aparecen criterios inductivos y verificativos que dan paso al auge y al desarrollo de las ciencias particulares.

Pero, ¿qué paradigma se impone al pretender interpretar los acontecimientos de los cuales aun no tenemos plena claridad?. Con esta pregunta sólo pretendemos esbozar algunas consideraciones acerca del Laicismo y que, en el futuro, puedan servirnos para ampliar este escrito.

A nuestro parecer, se observa una alta coincidencia entre quienes afirman que desde la segunda mitad del siglo XX se ha impuesto un nuevo paradigma, que desde ese momento vivimos un cambio de época y los criterios explicativos que prevalecieron desde los siglos XVII y XVIII han ido cambiando de manera sustancial. Esto habría impactado a nuestras interpretaciones y en varios momentos incluso hemos estado al borde de la desorientación y de la desesperanza, pero ¿ha sido diferente en la historia de la humanidad cuando emergen nuevos paradigmas y se origina un cambio de época?.

No pocos son los que piensan que durante el largo período estudiado la realidad social y política ha concluido, a mediados del siglo XX. Según ellos ya no podríamos pensar en términos dicotómicos, de orden y desorden, de guerra y de paz, de poder y de Estado, de reyes y de nación, de república o simplemente de pueblo y de revolución. Esta corriente de pensamiento postula que posterior a la Revolución Industrial y al advenimiento del capitalismo, el paradigma político ha sido superado por uno de carácter económico y de tipo social, es decir, desde la segunda mitad del siglo XX habrían aparecido criterios explicativos que dejan atrás las categorías de clases sociales y de riqueza, de burguesía y proletariado, de estratificación y movilidad social, de desigualdad y redistribución. Estas categorías no serían útiles para abordar temas relacionados con la sociedad, el pensamiento moderno y el propio tema del Laicismo. En este contexto nos surge una pregunta, si esos criterios de análisis, propios del pensar moderno o “estilo antitético” como lo define Hegel,8 ¿cuáles serían los diagnósticos a considerar al momento de

8 Ver Introducción de Ciencia de la Lógica en Hegel.

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interpretar el mundo Profano donde tenemos la tarea de intervenir?, ¿Será acaso que no hemos asumido este cambio paradigmático y esa sería la razón por la cual nuestra capacidad institucional es insuficiente para cumplir nuestro propósito de construir una sociedad de hombres Libres, Iguales y Hermanos?

A nuestro parecer, los Principios Masónicos son demandados insistentemente por la sociedad Profana de hoy. A todas luces, la exacerbada competitividad nos ha conducido a un individualismo extremo y al casi exclusivo privilegio del tener. Nuestra sociedad actual reclama otros propósitos y exige otros tipos de convivencia donde la Fraternidad, unida y al mismo tiempo que la Libertad, y las mejores posibilidades de Igualdad, debieran constituir un tríada axiológica que sustente las relaciones sociales y nuestra convivencia. De este imperativo pareciera que los Francmasones no podemos abstraernos. La demanda hoy la observamos en estado de urgencia.

Luego de la imposición de la economía por sobre la política el cuadro se torna más complejo. Las categorías sociales y de estudio a veces se presentan más confusas y dejan en la nebulosa las respuestas de gran parte de los fenómenos y problemas que vivimos. Nuestro país no es una excepción. Todo indica que no es posible continuar utilizando categorías sociales y categorías políticas, solamente.

Aquí se propone la idea de asumir los fenómenos humanos desde categorías culturales,9

es decir, pareciera necesario integrar nuevos paradigmas en nuestras interpretaciones acerca de los actores sociales y de los conflictos humanos, donde no queden exentas ideas como representaciones del Yo y la propia subjetividad; especialmente nos referimos a relaciones vinculadas a nuestra vida cotidiana y a la búsqueda de sentido de nuestra existencia.

Este nuevo abordaje nos conduce directamente a la idea de información, claro sin confundirla con el conocimiento y con la propia sabiduría, que corresponden a categorías que también forman parte de nuestras relaciones culturales, pero que son diferentes. Este es un asunto que desde la Francmasonería deberíamos asumir con “celo, fervor y constancia”. Conocimiento y sabiduría comprometen consideraciones axiológicas que ahora no comentaremos. Sin embargo, en el contexto de la idea de información, hasta se observan propuestas que hablan de la sociedad de la información. Lo especifico, pareciera ser que la información nos distancia de la comunicación y de la sociedad industrial, es decir, de la propia época moderna. Pareciera que la situación actual, caracterizada por gran flexibilidad, no solo supera el dogma que viene del medioevo y que en la modernidad a veces se impone en el ámbito de las ciencias. Esta flexibilidad ha impactado el sistema de información desarrollado, decíamos, desde la segunda mitad del siglo XX.

U n criterio que acepta la flexibilidad supera expresiones, por ejemplo, que reducen a la técnica la responsabilidad de parte importante de los problemas que nos aquejan, ya que pensar desde una categoría como el desarrollo de la técnica sólo conviene a quienes entienden la globalización como un fenómeno disociado de la economía –globalizada- y de las distintas Instituciones que han sido creadas por el propio hombre. Una categoría sustentada en la técnica, a nuestro parecer, favorece las guerras y la violencia en todas sus expresiones, acepta los diversos sistemas represivos implementados en las últimas décadas de nuestra historia.

9 Ver la obra de Alan Touraine, especialmente Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy.

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QQ.: HH.:, un paradigma que acepta la categoría cultural acepta y convive con las diversas opciones humanas. Esta categoría no impide, no impone, no privilegia y no excluye la diversidad, que es propia del pensar y del hacer de lo Humano. Es decir, esta categoría cultural ayuda a aceptar al Otro en su plenitud, por el solo hecho de ser un igual a nosotros mismos. Lo Humano es fundamental y en tanto Humano, pensamos, debe ser aceptado. El Otro como ser Humano merece nuestro respeto, merece la dignidad y la Libertad, merece la vida vivida en plena Fraternidad. Quizá, mis QQ.:; HH.:, tendríamos que pensar nuestros Principios, en términos de categorías culturales.

En este orden de consideraciones, les invito a formularnos una última pregunta que, sabemos, no podremos responder y sólo servirá para plantearnos nuevos desafíos. En el marco de una categoría cultural, ¿cómo y en qué sentido tendríamos que abordar la idea de Laicismo? De otra manera, ¿Podemos mantener la visión de Laicismo heredada de la época moderna si aceptamos que el cuadro de la Humanidad y de la propia sociedad han cambiado?. Si aceptamos que el Laicismo es uno de los principales sustentos del pensamiento y de la sociedad moderna, ¿Podemos seguir pensando desde esas categorías si la modernidad ha concluido a fines de la primera mitad del siglo XX, como sostienen algunos? En último término, ¿Acaso los lenguajes, creados por el Hombre, no son dinámicos y no cambian en atención al uso y al sentido que le otorga la propia comunidad hablante?.

En este orden de preguntas y si aceptamos que el uso de la noción de Laicismo nos viene desde una concepción francesa, especialmente influida por el racionalismo dicotómico que encontramos en el pensamiento de René Descartes deberíamos, pienso, estudiar y revisar el uso de esta noción.

Tradicionalmente y en general, hemos asumido el Principio de Laicismo como la separación de la Iglesia del Estado, de observar la sociedad en términos holísticos e integrales, hemos interpretado a la sociedad como una organización política. Si bien esas categorías son necesarias de volver a estudiar, no es menos cierto que la vigencia del Laicismo no está en discusión.

Los Principios en tanto tales son trascendentes y es el propio hombre, en atención a las nuevas realidades, quien construye nuevos modos de interpretar y de implementarlos. Esto estaría sucediendo con la idea tradicional de Laicismo.

Quizás, si observamos el proceso que ha vivido y que vive el Laicismo en Francia por ejemplo, podría ayudarnos a pensar que el tradicional conflicto entre la Jerarquía de la Iglesia Católica con el poder político, al menos, ha disminuido. De aceptar este ejemplo, el Laicismo poco tendría que ver con una visión apegada a la religión y al clericalismo, como lo sostenía un pensamiento exclusivamente racionalista. En este contexto, autores más audaces piensan incluso en una Religión Laica que, probablemente también sea parte del pasado moderno.

Una cuestión que parece central en este orden de consideraciones es el planteamiento que la Francmasonería de nuestro país ha tenido desde hace más de 100 años y que a nuestro parecer tiene plena vigencia. Nos referimos a la idea que Alain Touraine sintetiza con la expresión: “La Escuela Pública, Estatal y Laica, ante todo es la Escuela de la República”. Sin embargo, si la escuela es la Institución de socialización por

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excelencia y por otra parte la República es el espacio de convivencia donde sus miembros se proponen propósitos y un sistema de vida, entonces ¿Hoy, la República es la misma Institución de los siglos XIX y XX?, cuyos propósitos y valores en esos siglos eran principalmente colectivos, ¿Acaso los propósitos de nuestra sociedad actual no tienen énfasis en lo individual y en lo local?. Entonces, ¿Podemos seguir pensando en una República y en una escuela de similares características a tiempos pretéritos?.

Si bien el Laicismo tiene plena vigencia, debiéramos pensarlo en atención a consideraciones que trascienden lo meramente eclesiástico, pues debemos reconocer que la adhesión a la Iglesia Católica ha disminuido en relación a siglos pasados y, por otra parte, la formación de los actores sociales viene en retirada respecto de la disputa del poder en la escuela, al menos entre Iglesia y Estado, entre República y sacralización social.

Entonces, el Laicismo ya no sería un criterio exclusivamente Republicano y este concepto debería tener en cuenta la conciencia del sujeto. El Laicismo de hoy tendría que estudiar los conceptos de subjetividad y de individualidad, al mismo tiempo que asumir fenómenos vinculados a la sociedad local; a lo que es propio de la cultura y a grupos culturales donde la idea de étnia tendría que ser central. Todas estas y otras nociones deberíamos estudiarlas teniendo a la vista un criterio de diversidad social.

Cada expresión de la cultura debe ser parte del concepto de Laicismo, incluyendo las propias expresiones religiosas, puesto que nuestra sociedad será considerada Laica cuando ninguna expresión cultural pretenda ser hegemónica y, por el contrario, ellas den paso a su libre expresión en un mundo globalizado.

Una nueva idea de Laicismo debería crear espacios a los derechos culturales y dejar atrás la imposición de una ideología o de una religión oficial.

Pero dejemos el desarrollo de estas consideraciones para una nueva oportunidad.

III.- Conclusiones

V.: M.: y QQ.: HH.:, al revisar la Historia del Laicismo encontramos que esta noción ha tenido diversas raíces y diversos usos a través de la historia del pensamiento y de las ideas. Estos cambios han sido influenciados por la historia de la Humanidad, por las corrientes filosóficas, por los paradigmas y por el propio uso que prevalece. Sin embargo, a nuestro parecer y dada la categoría de Principio que se le ha otorgado al Laicismo podemos observar que algunas de sus características son trascendentales; nos referimos especialmente a los aspectos mediante los cuales se le ha definido. En este sentido, lo distintivo del Laicismo lo encontramos en la definición que dice que se trata de, (…) “una corriente de pensamiento, ideología o movimiento político que favorece la independencia, persigue la libertad de conciencia y la no imposición de normas morales, es decir, el Laicismo pretende la secularización de la sociedad”.

Es a propósito de estos aspectos que, a nuestro parecer, el Instituto Laico de Estudios Contemporáneo establece una propuesta que forma parte del Principio y que a la vez orienta y establece criterios para asumir una categoría de este tipo, este Instituto a la letra nos señala, el Laicismo es: “La voluntad de construir una sociedad justa, progresista y fraternal, dotada de instituciones públicas imparciales, garantes de la

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dignidad de la persona y de los derechos humanos, asegurando a cada uno la libertad de pensamiento y de expresión, así como la igualdad de todos delante de la ley, sin distinción de sexo, de origen, de cultura y de convicción y considerando que las opciones confesionales o no-confesionales corresponden exclusivamente a la esfera privada de la persona”.

Sin perjuicio de lo citado precedentemente, la idea de Laicismo ha tenido cambios importantes en diversas épocas históricas, como es el caso de los alcances que nos presenta la época medieval fuertemente influenciada por el dogma; en el renacimiento y en la edad moderna impactadas por el racionalismo y por una visión heliocéntrica del Universo. De manera similar sucede desde la segunda mitad del siglo XX y en lo que va del presente siglo, donde la idea de Laicismo ha tenido importantes variantes debido al cambio de paradigma donde los criterios racionales son insuficientes para explicar la complejidad que han alcanzado las relaciones sociales y humanas. Actualmente, se sugiere por ejemplo incorporar categorías culturales para ampliar una idea de Laicismo que venía de los siglos XVII y XVIII cuando el dogma religioso, de manera creciente, deja de ser una categoría fundamental para abordar los fenómenos de convivencia y del orden social que se habían dado los estados nacionales de la época.

V.: M.: y QQ.: HH.:, una tarea que involucra Principios, valores y modos de convivencia humana como es el caso del Laicismo, exige volver a estudiar y volver a interpretar cada cierto tiempo, debido al cambio y a la dialéctica que son parte a lo propiamente Humano.

S.: F.: U.:

IV.- Bibliografía

Beaufret, Jean. (2012). Diálogo con Heidegger. Filosofía Griega.

Deleuze, Gilles. (2013). En medio de Spinoza.

Eco, Humberto. (2000). ¿En qué creen los que no creen?. Un diálogo sobre la Ética en el fin del milenio.

Fetscher, Iring. ((1999). La Tolerancia. Una virtud imprescindible para la democracia.

Foucault, Michel. (2003). Vigilar y castigar.

Galvez, Lucía. (2006). ¿Cómo Dios manda?. Iglesia, Masonería y Estado en la Argentina.

Heidegger, Martin. (2011). Heráclito.

Locke, John. (2005). Carta sobre la Tolerancia.

Onfray, Michel. (2008). Tratado de Ateología. Física de la Metafísica.

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Touraine, Alan. (2006). Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy.

Walter, Michael. (1998). Tratado sobre Tolerancia.

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