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AAA044/ 12 Ensayo Eduardo Tejeira Davis Visión panorámica de la arquitectura reciente en Panamá Maqueta del Museo de la Biodiversidad, Amador, ciudad de Panamá. Arquitecto: Frank Gehry. Este proyecto se inició como concepto en 1998 y aún está en obra. La arquitectura de Panamá ha sido el producto de una sociedad altamente heterogénea que ha evolucionado continuamente desde la llegada de los españoles hace cinco siglos. Durante el período colonial, la arquitectura de raíz europea, sobria y sencilla, se concentró en la llamada “zona de tránsito”, el paso entre los dos océanos donde posteriormente se construiría el Canal de Panamá; tenía bastante parecido con la arquitectura de otras colonias hispanas, en especial Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y el Caribe colombiano. Evidentemente, la forma de construir ha cambiado mucho desde entonces. Los primeros atisbos de modernidad, tema recurrente hasta hoy en Panamá, llegaron al país en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la construcción del ferrocarril transístmico y los inicios del Canal de Panamá. Durante gran parte del siglo XX el país vivió a la sombra de los Estados Unidos, que hasta creó allí una cuasi-colonia, la Zona del Canal. Hoy día, Panamá se libera cada vez más de esta sombra e intenta desarrollar una imagen propia, en cuyo desarrollo la arquitectura juega un papel de primer orden. La arquitectura de las elites del país, ante todo en la capital, se ha acercado progresivamente a los estándares de los países industrializados. Se han sucedido modernidades muy diversas, todas inspiradas en modelos europeos y norteamericanos, aunque siempre adaptados de alguna u otra forma al medio tropical húmedo, perenne aclimatación que puede verse como característicamente panameña. El panorama arquitectónico del Panamá de hoy es extremadamente diverso. La actividad constructiva se concentra en la ciudad de Panamá —la capital—, donde vive aproximadamente la mitad de la población del país. A pesar de ser una urbe de mediano tamaño, con aproximadamente millón y medio de habitantes (cifra modestísima en comparación con las grandes capitales de Norte y Sudamérica), por su desarrollo pareciera ser mucho más grande. En años recientes, la capital se ha transformado en un mare mágnum de torres acristaladas cada vez más altas, centros comerciales y conjuntos suburbanos de viviendas (“barriadas” en el lenguaje panameño) que se extienden por decenas de kilómetros a lo largo del litoral pacífico y hacia Colón. Este “Gran Panamá” incluye grandes áreas de bosque tropical y muchas playas. El pluralismo de estilos y tendencias refleja los gustos de una clientela heterogénea y amplia, en la cual destacan cada vez más extranjeros que llegan a invertir o vivir en el país. Toda esta situación, cuyo referente más reciente es Dubai, refleja una bonanza que despuntó con la entrega final del canal al país en 1999. Las torres y el consumo se han convertido en los distintivos de la ciudad, los cuales le imparten una identidad arquitectónica dentro del panorama centroamericano y caribeño. Por otra parte, si bien se han desarrollado algunos frentes de batalla en la discusión urbanística y en la conservación del patrimonio, la arquitectura experimental —ya sea por sus formas, métodos constructivos o actitud crítica frente al medio ambiente— apenas empieza a destacar. Los arquitectos más prominentes de la capital han desarrollado una verdadera “arquitectura de marca”, cuya intención es lograr un rostro inconfundible dentro del marasmo urbano. El más exitoso ha sido Ignacio Mallol, con más de treinta años de experiencia, cuya firma de arquitectos (Mallol & Mallol) es la más grande de Panamá. Mallol empezó como socio del estudio Mallol & Wolfschoon, que desarrolló su primer lenguaje arquitectónico partiendo del postmodernismo, aunque después pasó a otros enfoques, en los cuales la plástica siempre juega un papel estelar. Por lo demás —y como parte de una globalización que cada vez parece más inexorable—, a algunos arquitectos distinguidos del exterior se les reserva una tajada cada vez más importante. Un ejemplo obvio es el célebre proyecto de Frank Gehry para el Museo de la Biodiversidad, que ya tiene varios años de iniciado y está próximo a concluirse; cuando se planteó el proyecto a fines de la década del 90, la idea era que Panamá imitase la experiencia de Bilbao, donde la construcción del museo Guggenheim contribuyó significativamente a cambiar la imagen de la ciudad. Si bien Panamá como destino turístico ha despuntado con gran éxito sin el proyecto de Gehry, cuando se inaugure será sin duda un hito, una pieza única en su tipo en América Latina, no solo por su forma sino también por la complejidad de su construcción. Lo que primero viene a la mente al tratar la arquitectura contemporánea de Panamá son las torres de la capital. Si bien allí hay edificios altos desde hace unos ochenta años (aunque en sus inicios, un edificio alto panameño no pasaba de seis pisos), la edificación en altura despuntó realmente en los años 60; en ese entonces, Panamá compartía esta predilección por los edificios altos con La Habana. Muchas torres son de oficinas, pero la mayoría son de vivienda de mediano y alto costo. La primera concentración de torres se dio durante los años 70 en el ensanche de Punta Paitilla, un saliente frente al mar, con edificios de apartamentos de quince pisos aproximadamente. Veinte años después estas alturas ya sobrepasaban los 40 pisos, y había más torres a lo largo de la avenida Balboa y en Marbella, un ensanche contiguo a Punta Paitilla. Después de 2000 han surgido nuevos clusters de rascacielos en Punta Pacífica y Costa del Este, exclusivos ensanches que aparecieron hace solo seis o siete años; algunos edificios superan los setenta pisos. Estilísticamente, la apariencia de los proyectos de las últimas décadas refleja cambios importantes en las ordenanzas de construcción. Las primeras torres de apartamentos, Foto cortesía de P. Dillon

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Arquitectura en Panamá

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Visión panorámica de la arquitectura reciente en Panamá

Maqueta del Museo de la Biodiversidad, Amador, ciudad de Panamá. Arquitecto: Frank Gehry. Este proyecto se inició como concepto en 1998 y aún está en obra.

La arquitectura de Panamá ha sido el producto de una sociedad altamente heterogénea que ha evolucionado continuamente desde la llegada de los españoles hace cinco siglos. Durante el período colonial, la arquitectura de raíz europea, sobria y sencilla, se concentró en la llamada “zona de tránsito”, el paso entre los dos océanos donde posteriormente se construiría el Canal de Panamá; tenía bastante parecido con la arquitectura de otras colonias hispanas, en especial Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico y el Caribe colombiano. Evidentemente, la forma de construir ha cambiado mucho desde entonces.

Los primeros atisbos de modernidad, tema recurrente hasta hoy en Panamá, llegaron al país en la segunda mitad del siglo XIX, a partir de la construcción del ferrocarril transístmico y los inicios del Canal de Panamá. Durante gran parte del siglo XX el país vivió a la sombra de los Estados Unidos, que hasta creó allí una cuasi-colonia, la Zona del Canal. Hoy día, Panamá se libera cada vez más de esta sombra e intenta desarrollar una imagen propia, en cuyo desarrollo la arquitectura juega un papel de primer orden.

La arquitectura de las elites del país, ante todo en la capital, se ha acercado progresivamente a los estándares de los países industrializados. Se han sucedido modernidades muy diversas, todas inspiradas en modelos europeos y norteamericanos, aunque siempre adaptados de alguna u otra forma al medio tropical húmedo, perenne aclimatación que puede verse como característicamente panameña.

El panorama arquitectónico del Panamá de hoy es extremadamente diverso. La actividad constructiva se concentra en la ciudad de Panamá —la capital—, donde vive aproximadamente la mitad de la población del país. A pesar de ser una urbe de mediano tamaño, con aproximadamente millón y medio de habitantes (cifra modestísima en comparación con las grandes capitales de Norte y Sudamérica), por su desarrollo pareciera ser mucho más grande.

En años recientes, la capital se ha transformado en un mare mágnum de torres acristaladas cada vez más altas, centros comerciales y conjuntos suburbanos de viviendas (“barriadas” en el lenguaje panameño) que se extienden por decenas de kilómetros a lo largo del litoral pacífico y hacia Colón. Este “Gran Panamá” incluye grandes áreas de bosque tropical y muchas playas. El pluralismo de estilos y tendencias refleja los gustos de una clientela heterogénea y amplia, en la cual destacan cada vez más extranjeros que llegan a invertir o vivir en el país. Toda esta situación, cuyo referente más reciente es Dubai, refleja una bonanza que despuntó con la entrega final del canal al país en 1999.

Las torres y el consumo se han convertido en los distintivos de la ciudad, los cuales le imparten una identidad arquitectónica dentro del panorama centroamericano y caribeño. Por otra parte, si bien se han desarrollado algunos frentes de batalla en la discusión

urbanística y en la conservación del patrimonio, la arquitectura experimental —ya sea por sus formas, métodos constructivos o actitud crítica frente al medio ambiente— apenas empieza a destacar.

Los arquitectos más prominentes de la capital han desarrollado una verdadera “arquitectura de marca”, cuya intención es lograr un rostro inconfundible dentro del marasmo urbano. El más exitoso ha sido Ignacio Mallol, con más de treinta años de experiencia, cuya firma de arquitectos (Mallol & Mallol) es la más grande de Panamá. Mallol empezó como socio del estudio Mallol & Wolfschoon, que desarrolló su primer lenguaje arquitectónico partiendo del postmodernismo, aunque después pasó a otros enfoques, en los cuales la plástica siempre juega un papel estelar.

Por lo demás —y como parte de una globalización que cada vez parece más inexorable—, a algunos arquitectos distinguidos del exterior se les reserva una tajada cada vez más importante. Un ejemplo obvio es el célebre proyecto de Frank Gehry para el Museo de la Biodiversidad, que ya tiene varios años de iniciado y está próximo a concluirse; cuando se planteó el proyecto a fines de la década del 90, la idea era que Panamá imitase la experiencia de Bilbao, donde la construcción del museo Guggenheim contribuyó significativamente a cambiar la imagen de la ciudad. Si bien Panamá como destino turístico ha despuntado con gran éxito sin el proyecto de Gehry, cuando se inaugure será sin duda un hito, una pieza única en su tipo en América Latina, no solo por su forma sino también por la complejidad de su construcción.

Lo que primero viene a la mente al tratar la arquitectura contemporánea de Panamá son las torres de la capital. Si bien allí hay edificios altos desde hace unos ochenta años (aunque en sus inicios, un edificio alto panameño no pasaba de seis pisos), la edificación en altura despuntó realmente en los años 60; en ese entonces, Panamá compartía esta predilección por los edificios altos con La Habana. Muchas torres son de oficinas, pero la mayoría son de vivienda de mediano y alto costo.

La primera concentración de torres se dio durante los años 70 en el ensanche de Punta Paitilla, un saliente frente al mar, con edificios de apartamentos de quince pisos aproximadamente. Veinte años después estas alturas ya sobrepasaban los 40 pisos, y había más torres a lo largo de la avenida Balboa y en Marbella, un ensanche contiguo a Punta Paitilla. Después de 2000 han surgido nuevos clusters de rascacielos en Punta Pacífica y Costa del Este, exclusivos ensanches que aparecieron hace solo seis o siete años; algunos edificios superan los setenta pisos.

Estilísticamente, la apariencia de los proyectos de las últimas décadas refleja cambios importantes en las ordenanzas de construcción. Las primeras torres de apartamentos,

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Pluralismo estilístico en el Panamá de hoy: edificios en la plaza de las Américas, con obras de Richard Holzer (izquierda), Pinzón Lozano y Asociados (fondo izquierda) y Mallol & Mallol (fondo al centro y derecha), todas construidas a partir de 2005.

Panamá como paraíso del consumo: una de las calles internas del centro comercial Multiplaza, uno de los más exclusivos de la capital (2005).

Paisaje de torres en la avenida Balboa, ciudad de Panamá. Abajo: Torre Elements, avenida Balboa, ciudad de Panamá. 2010. Arquitecto: Jaime Ventura.

por ejemplo, tenían áreas reducidas de parqueo; se pensaba que por cada vivienda bastaba una sola plaza. En los años 80, sin embargo, ya era común que por familia hubiese dos o tres autos, por lo cual, en los años 90, se aumentaron drásticamente las áreas mínimas para estacionamientos; en vez de desparramar los automóviles en las calles, todo edificio debía tener lugar para los mismos dentro de sus predios. Como los apartamentos tienden a crecer más y más, (hoy día, las viviendas de 500 y 600 m2 no son nada raro en edificios de alto costo), el número de plazas por apartamento también crece. Así surgió una arquitectura de enormes zócalos para autos, ya que en Panamá no se estila construir sótanos de parqueo. Estos zócalos, más anchos y macizos que las torres en sí, generan una característica volumetría de dos cuerpos, en la cual el desarrollo plástico generalmente se concentra en el cuerpo superior.

Los remates de los edificios también dicen mucho. Por un tiempo, todos los remates tenían que ser planos, pero desde los años 90 se permiten otras opciones. Desde entonces, muchas torres poseen remates piramidales, cónicos o de otros tipos, generalmente hechos para realzar la plástica y la identidad del proyecto.

Hasta cierto punto, resulta difícil analizar la arquitectura de los rascacielos panameños, puesto que la mayoría es eminentemente comercial y la calidad del diseño muchas veces es secundaria; para muchos empresarios, lo que importa es llamar la atención y vender con rapidez y eficacia. En este sentido destacan varias tendencias. En general, los arquitectos optan cada vez más por una elegancia minimalista de volúmenes blancos o grises con grandes superficies acristaladas de tonos azulados u otros colores fríos. Sin embargo, hasta hace poco la arquitectura que más se vendía en la ciudad de Panamá no eran ni el formalismo abstracto ni el high-tech criollo, sino el pastiche de aire neoclásico o neocolonial inspirado en los parques temáticos de los EE.UU. Nótese que hablamos estrictamente de revestimientos, de pieles; estructuralmente, los edificios son casi sin excepción de hormigón armado. Las torres más altas de este material se encuentran en Panamá.

Un logro significativo de la década pasada fue el Hotel Radisson Decapolis, proyectado por los arquitectos argentinos Eduardo Lacroze, José Ignacio Miguens y Francisco Prati, con interiores diseñados por Miguel Soto. Sobre este sobrio proyecto concluido en 2003, una revista argentina escribió en su momento que “su lenguaje globalista refleja la inserción de Panamá en el mundo”. En ese tiempo, este look tecnicista y frío era absolutamente excepcional en el país; frente a la complicada y colorida plástica de la mayoría de las torres de los años 90 (que para muchos se veían exóticas y “tropicales”), las superficies de hormigón visto parecían casi nórdicas.

El común denominador de la arquitectura panameña, sin embargo, sigue siendo la plástica efectista. El proyecto de oficinas de Torre de las Américas (2005; arquitecto:

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AAA 044/14Torre de las Américas, ciudad de Panamá. 2005. Arquitecto:Richard Holzer y Marcelo Narbona.

Richard Holzer y Marcelo Narbona) por ejemplo, logran este fin con formas convexas en las fachadas y remates en forma de cuña, todo esto complementado con superficies revestidas de compuesto de aluminio. Holzer, oriundo de Austria, es un egresado de la primera escuela de arquitectura del país y cuenta con más de sesenta años de experiencia. Dentro de esta línea formalista, tres proyectos significativos recientes, todos concluidos entre 2010 y 2011, son el edificio F & F, el edificio Elements y ante todo la torre Trump. El primero de los tres, un edificio de oficinas ubicado en la calle 50 de la capital, es obra del estudio Pinzón Lozano y Asociados y logró fama instantánea por su inusual forma; en Panamá ya se le conoce universalmente como “El Tornillo”. Por su parte, el edificio de apartamentos Elements, que se integra al nuevo frente de rascacielos en la avenida Balboa, es obra del arquitecto Jaime Ventura y capta la atención por su colorido y las formas inusuales de sus balcones.

El Trump Ocean Club International Hotel &Tower, que costó 430 millones de dólares, es un complejo turístico y residencial situado en medio del nuevo ensanche de Punta Pacífica. La torre con forma de vela, que evidentemente hace eco de otro proyecto del magnate Donald Trump en Dubai, tiene 284 metros de altura y es actualmente el edificio más alto de América Latina. Fue diseñado por los arquitectos colombianos Arias Serna Saravia; contiene un hotel, spa, piscinas, marina, un casino, tiendas, restaurantes y boutiques. También dispone de un centro de convenciones de 4,200 metros cuadrados. Desafortunadamente, el edificio quedó apretujado entre otras torres y no se le puede apreciar bien desde casi ningún ángulo, problema del cual comúnmente adolecen los edificios altos en Panamá.

Últimamente, el célebre arquitecto español Juan Herreros diseñó una torre en el nuevo ensanche de Costa del Este. Herreros, uno de los arquitectos más prominentes de la escena contemporánea española, ha sido profesor visitante en Princeton y otras universidades importantes de los EE.UU.; se ha dicho que en su obra “explora los principios organizativos del rascacielos como generador de tipologías multifuncionales genéricas, y… ha sido también pionero en el uso de información abstracta diagramatizada como mecanismo de visualización de relaciones no evidentes”.

El proyecto de Costa del Este no intenta llamar la atención con los medios usuales del medio panameño. Herreros atacó el dilema de cómo combinar el obligatorio zócalo de parqueo con la torre, binomio que generalmente no resulta satisfactorio, dividiendo la torre en varios cuerpos escalonados; así creó una volumetría inusual que recuerda lejanamente The Metropolis of Tomorrow de Hugh Ferriss. La piel, de sutiles tonalidades de gris, está concebida para disminuir los gastos de energía.

Abajo: Hotel Radisson Decápolis, ciudad de Panamá. 2003. Arquitectos: Lacroze, Miguens y Prati. Arriba a la derecha: Detalle de una torre de apartamentos en Punta Pacífica, ciudad de Panamá, 2009. En Panamá, las estéticas tecnicistas o minimalistas tienden a echar a un lado los eclecticismos más decorativos.

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Torre del Banco de Panamá en Costa del Este, ciudad de Panamá. 2011. Arquitecto: Juan Herreros, con Mallol & Mallol, asocs.

Paisaje de torres en Punta Pacífica, ciudad de Panamá. Destaca la volumetría curva de la torre Trump, inaugurada en 2011. Arquitectos: Arias Serna Saravia. Abajo: F & F Tower, calle 50, ciudad de Panamá. 2011. Arquitectos: Pinzón Lozano y Asociados.

Hasta hace poco, los rascacielos de la ciudad de Panamá simplemente se construían sobre los estrechos lotes de antaño. Cada vez eran más altos, pero la red de calles era la misma de hace cincuenta años, casi sin espacios públicos. En este sentido, el proyecto que más ha contribuido a cambiar la faz de Panamá en el ámbito urbanístico es la Cinta Costera, cuya primera etapa fue inaugurada en 2009. Esta avenida costanera, además de ensanchar la avenida Balboa de tal manera que ahora corresponde a la escala de los edificios que le hacen frente, le ofrece por primera vez a la ciudadanía de la ciudad un gran espacio público con áreas para deporte, tema casi olvidado en décadas anteriores. Desde su inauguración, el jogging ha empezado a formar parte del vivir cotidiano.

La antípoda de toda esta monumentalidad es la obra de Patrick Dillon. Este arquitecto nacido en la antigua Zona del Canal, que por años trabajó para Ricardo Bofill en Barcelona y París, terminó distanciándose de sus aparatosos proyectos y decidió volver a Panamá, donde desarrolló una metodología de diseño diáfana, verde, ligera y totalmente libre de monumentalidad. Su obra más conocida es la torre de observación de aves del Panamá Rainforest Discovery Center de Gamboa (2008), que fue construida con materiales reciclados y está inmersa en el denso bosque que rodea el Canal de Panamá. En Gamboa, su residencia Bermingham (que también aprovecha materiales reciclados) se aparta igualmente del típico monumentalismo al cual aspira la élite local y se aproxima a los sutiles preceptos del regionalismo crítico.

Un último comentario sobre la restauración en Panamá, tema que se ha puesto de moda en el país y ha cobrado cierto glamour. Este ramo de la arquitectura es, además, el único que despierta pasiones en el país.

Los conceptos modernos de la conservación y restauración llegaron por primera vez a Panamá durante los años 70; anteriormente se habían conservado y “restaurado” algunos edificios históricos, pero no según una perspectiva científica. Cuando se quiso abortar la recuperación del centro histórico de la capital (conocido como el Casco Antiguo), el precedente inmediato fue la recuperación del centro histórico de Santo Domingo; otro gran modelo a imitar era México, que posee una larga trayectoria en la ejecución de grandes proyectos públicos de restauración.

Originalmente el Estado tenía grandes planes para el Casco Antiguo, pero en el país no había más que un puñado de restauradores y ninguno tenía mayor experiencia; por suerte, esta situación ha cambiado en los últimos diez o quince años. Por otra parte, si bien se han hecho grandes inversiones públicas en edificios institucionales, culturales, educativos y religiosos, en el ámbito privado aún impera la recuperación de

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Arriba, Panama Rainforest Discovery Center. Gamboa. 2008. Arq. Patrick Dillon.Abajo: Una calle del Casco Antiguo de Panamá, Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Todos los edificios que se ven en la foto han sido recuperados recientemente o aún están en obra.

edificios históricos con fines exclusivamente comerciales, fenómeno cónsono con lo que sucede en el resto de la ciudad. He aquí una de las razones por las cuales peligra su estatus en la Lista del Patrimonio Mundial, a la cual pertenece desde 1997.

En 1995, cuando el Casco Antiguo fue propuesto para esta lista, se argumentó —como prueba de su valor universal excepcional— que la arquitectura y urbanismo del sitio “reflejan el intercambio, adaptación y persistencia de los valores humanos” a lo largo del tiempo. En realidad, no solo el Casco Antiguo, sino todo el país ha sido un perenne cruce de caminos, y precisamente hoy se vislumbran cambios que (con algo de suerte) podrían convertirse en un nuevo capítulo de esta historia de adaptación y persistencia.

Con el nuevo siglo se perfila una bonanza comparable a la que ocurrió durante la segunda mitad del siglo XIX. Desafortunadamente, esta coyuntura no sólo ofrece oportunidades, sino también peligros. Algunos recuerdan con nostalgia la obra exquisitamente tropical de la “generación heroica” panameña de los años 40 y 50, la cual introdujo los cánones del Movimiento Moderno, aunque no hay que olvidar que hace sesenta o setenta años no era posible construir sin tomar en cuenta el clima: el aire acondicionado aún era poco común. Las condiciones de trabajo para los arquitectos también eran mucho más favorables. Mientras que en 1960 sólo había unos 90 arquitectos en todo Panamá, en 2012 hay varios miles. Como en otros países, el poder de decisión del arquitecto se ve muy disminuido frente a la comercialización. La competencia es feroz.

Lo más sencillo sería conformarse con transformar la ciudad de Panamá en un escaparate de rutilantes rascacielos de cien pisos, como ya ocurre en las grandes metrópolis del este de Asia. Más interesante sería aprovechar la posición geográfica excepcional del país para desarrollar una arquitectura sostenible digna de la latitud tropical.

ETD / AAA, Kassel, Alemania, 2012

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Residencia Bermingham. Gamboa. 2008. Arquitecto: Patrick Dillon.

Interior de la Residencia Bermingham, Gamboa. 2008. Arquitecto: Patrick Dillon.Abajo: Paisaje de la Cinta Costera, ciudad de Panamá. Desde su inauguración en 2009, esta obra ha transformado completamente el litoral de la capital.

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