Vitrinas de mi tierra i

4
Vitrinas de mi tierra I Después de remover una cubierta densa y redescubrir la sabana de Bogota, Ramón Alfonso Guío, compañero de mi niñez me invito a hacer un recorrido por algunas ‘vitrinas’ turísticas del Altiplano Cundi-boyacense. Comenzamos por Zipaquira, timidamente escondida tras velos de lluvia fina que fueron dando paso a tenues rayos de luz, colmados de una frescura casi mística. Continuamos deslizándonos a través de alfombras onduladas enmarcando gran variedad de colores verdes que emitían perfumes revitalizadores y me transportaban a las expediciones de mi niñez. Boyacá: humilde, noble, signo de lucha, sufrimiento, con sus contrastes fantásticos me dió la bienvenida a travez de su gente sencilla, de espíritu alegre enmarcada por vitrinas mágicas de gran valor natural, histórico y colonial. De pronto nos encontramos en Ráquira colonial y colorida, modelo de pesebres con calles tranquilas, gente sencilla y amable. Adornada con artesanías que parecían haber sido arregladas por niños y pintadas con un arco iris. Allí conocí a Rosa, de sonrisa tierna que contagiaba de alegría al mostrar sus creaciones de arcilla. En su humilde ‘atelier’ continuó dando forma a la arcilla que le servía de inspiración. No eran artesanías ni expresiones artísticas; Rosa con sus manos suaves marcadas por muchos años de trabajo, dedos finos, frágiles, oraba a través del barro que transformaba en una virgen. Se podía palpar como su alma se vertía en esa oración mientras lamentaba la orden requiriendo la carita sin detalle, sin expresión alguna. Continuamos por esa ruta de contrastes y escenarios extraordinarios, haciendo otra estación en la ciudad blanca de Villa de Leiva. Patrimonio universal por su riqueza colonial: calles empedradas, muros blancos, tejados de barro; nuestra

Transcript of Vitrinas de mi tierra i

Vitrinas de mi tierra I

Después de remover una cubierta densa y redescubrir la sabana de Bogota, Ramón Alfonso Guío, compañero de mi niñez me invito a hacer un recorrido por algunas ‘vitrinas’ turísticas del Altiplano Cundi-boyacense. Comenzamos por Zipaquira, timidamente escondida tras velos de lluvia fina que fueron dando paso a tenues rayos de luz, colmados de una frescura casi mística. Continuamos deslizándonos a través de alfombras onduladas enmarcando gran variedad de colores verdes que emitían perfumes revitalizadores y me transportaban a las expediciones de mi niñez. Boyacá: humilde, noble, signo de lucha, sufrimiento, con sus contrastes fantásticos me dió la bienvenida a travez de su gente sencilla, de espíritu alegre enmarcada por vitrinas mágicas de gran valor natural, histórico y colonial.

De pronto nos encontramos en Ráquira colonial y colorida, modelo de pesebres con calles tranquilas, gente sencilla y amable. Adornada con artesanías que parecían haber sido arregladas por niños y pintadas con un arco iris.

 Allí conocí a Rosa, de sonrisa tierna que contagiaba de alegría al mostrar sus creaciones de arcilla. En su humilde ‘atelier’ continuó dando forma a la arcilla que le servía de inspiración. No eran artesanías ni expresiones artísticas; Rosa con sus manos suaves marcadas por muchos años de trabajo, dedos finos, frágiles, oraba a través del barro que transformaba en una virgen. Se podía palpar como su alma se vertía en esa oración mientras lamentaba la orden requiriendo la carita sin detalle, sin expresión alguna.

 Continuamos por esa ruta de contrastes y escenarios extraordinarios, haciendo otra estación en la ciudad blanca de Villa de Leiva. Patrimonio universal por su riqueza colonial: calles empedradas, muros blancos, tejados de barro; nuestra conexion natural con el universo, balcones puertas y ventanas rusticas, patios ensoñadores.  Al atardecer, la oscuridad hizo exaltar un cielo estrellado y el aire puro transmitía la frescura de los olivos completando un verdadero manjar de armonía y paz para cada uno de nuestros sentidos.

Mas trivial, la ciudad blanca cuenta con una infraestructura turística, con un sorprendente grado de sofisticacion, como en los mejores destinos del Viejo mundo.  Seguimos a Chiquinquirá, palabra chibcha que significa “lugar de muchas aguas”: para mi, ‘lugar de mucha Fé’. Tenia en mente una Basílica imponente algo descuidada con una virgen distante enmarcada en oro. En este reencuentro, la catedral me pareció mucho mas pequeña, mas asequible, mas amplia, aunque extrañe los confesionarios masivos que en mi previa visita , 43 años ha, también fueron prácticos objetos para pasar el tiempo y hasta para dormir. El santuario es ahora un digno sitio de reflexión, la plaza ofrece toda clase de recuerdos y motivos religiosos, el ambiente es ahora muy ‘limpio’ y el panorama que le sirve de lienzo a la catedral es como un bálsamo auténticamente natural.Siguio Bonza, (Duitama) cuna de mis antepasados por linea materna, con Don Pedro Nuñez Rincón expedicionario de la conquista bajo el mando de Gonzalo Jimenez de Quesada, quien fuera designado su primer encomendero. El tiempo parece haberse detenido. Nos

albergamos en la pintoresca y rustica casa de campo de mis anfitriones meticulosamente arreglada por Faride. Las masivas paredes de adobe relatan muchos sueños, los techos de caña abrigan y transportan la imaginación; tambien sirven de refugio a muchas golondrinas que avivan el patio colonial, adornan la capilla y con sus vuelos circulares levantan efusivamente las plegarias.

Duitama, hermosa quinceañera que no puede decidir que vestir, de su traje colonial no quedan sino las hilachas, el uniforme colegial de la presentacion ha sido substituido por delantales comerciales y hasta industriales que carecen de simetria y buen gusto. Indudablemente que aquí Confucio se dio un banquete de perlas. A Dios gracias, Tundama, héroe máximo de la resistencia indígena aun sobrevive a travez de sus hijos, como el brillante pintor ‘costumbrista’ Ernesto Cardenas Riaño quien con la elocuencia de su pincel reproduce motivos que reviven el alma de la niñez natural, pura, inocente y extraordinariamente bella de la ciudad de Tundama. Otro Duitamence de cuna, Elias Becerra Guevara, compañero de pupitre ahora hombre de letras y jurista, con su libro Cronicas Huellas del Tundama documenta la epoca de oro de mi ciudad natal.

Boda Campesina El Retorno Ernesto Cardenas Riaño Ernesto Cardenas Riaño

Los Arrieros El Cucharachero Casa Campesina Ernesto Cardenas Riaño Ernesto Cardenas Riaño Ernesto Cardenas Riaño

Nelson Bautista21 de Junio 2008