Vivmos en Un Mundo Civilizado

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Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey ISSN: 1405-4167 [email protected] Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey México Rodríguez Palop, María Eugenia ¿Vive usted en un mundo civilizado? El desarrollo sostenible desde el discurso de los derechos humanos Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, núm. 18, 2005, pp. 261-270 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey Monterrey, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=38411394011 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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ensayo del tec de monterrey sobre nuestra civilizacion

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  • Revista de Humanidades: Tecnolgico deMonterreyISSN: [email protected] Tecnolgico y de Estudios Superioresde MonterreyMxico

    Rodrguez Palop, Mara EugeniaVive usted en un mundo civilizado? El desarrollo sostenible desde el discurso de los derechos

    humanosRevista de Humanidades: Tecnolgico de Monterrey, nm. 18, 2005, pp. 261-270

    Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de MonterreyMonterrey, Mxico

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  • Vive usted en un mundo civilizado?El desarrollo sostenible desde el

    discurso de los derechos humanos

    Mara Eugenia Rodrguez PalopUniversidad Carlos III de Madrid

    Esta conferencia fue leda por su autora en el III Coloquio por losDerechos Humanos (i de abril de 2005) organizado por el Centro deValores ticos del Campus Monterrey del Tecnolgico.

    N o cabe la menor duda de que existe un problema ambientalque mediatiza nuestro modelo de desarrollo en el queapreciamos desde hace tiempo signos alarmantes de que algo nofunciona. La distancia que separa la gravedad de tal problema, lasupuesta conciencia ambiental, y los tmidos esfuerzos destinados asu solucin, es absolutamente abrumadora. Las causas de tal distanciason variadas y aparecen en un arco que va desde la complejidad de lacuestin ambiental y la multitud de intereses en juego hasta eldesacuerdo mismo acerca de las causas que provocan esta situacin.As, algunos interpretan la crisis ambiental como una crisis pasajerade la que es posible salir sin cambiar esencialmente nada en las formasde funcionamiento de los sistemas socioeconmicos ni en susrelaciones con la naturaleza (a esta postura la llamaremos"ambientalismo"). Para otros, sin embargo, resulta necesario y urgentemodificar las reglas de tal funcionamiento, remover los pilares bsicosde la civilizacin dominante y provocar, finalmente, un autnticocambio civilizatorio. Desde este paradigma, al que denominaremosaqu "ecologista", se reivindica el derecho al medio ambiente comoun derecho humano y con ello se intenta desmontar, entre otras cosas,la falacia de un dominio unidireccional y absoluto del hombre sobresu entorno. En otras palabras, se pretende desmontar esa fe irracionalen el progreso irreversible que tiene en la veneracin de lo nuevo unode sus cimientos ms bsicos y que olvida los propios lmites

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    materiales del progreso. Como puede verse, desde este modelo sequiere disear un mundo civilizado que se mueva de acuerdo conotros criterios.

    Aunque hay muchas y muy distintas formas de ecologismo yaunque pueden citarse entre las causas de su surgimiento comomovimiento social una muy variada gama de elementos, consideraraqu la perspectiva ecologista que me parece compatible con eldiscurso de los derechos humanos y que es, por tanto, antropocntrica(si bien maneja un antropocentrismo dbil1) y entender como laexplicacin ms verosmil de su nacimiento el dficit de legitimidaddemocrtica que se aprecia en el denominado "mundo desarrollado"durante la dcada de los sesenta/setenta. Tal dficit tiene su origen,entre otras cosas, en la contradiccin estructural en la que se apoya elesquema poltico y que consiste en combinar la legitimacin pblica(democracia) y la acumulacin privada (capitalismo); es decir, quepretende recabar el apoyo popular para un modelo en el que sesocializan los costes y se privatizan los beneficios. Segn lainterpretacin de algunos movimientos sociales, como el ecologismo,el equilibrio entre ambos elementos fue solo aparente y tal aparienciapudo mantenerse durante un determinado perodo de tiempo peroacab otorgndose prioridad, sin ambages, al capitalismo frente a lademocracia2. El movimiento ecologista denuncia, de este modo, lafalta de credibilidad del Estado, la crisis de la participacin poltica,la crisis del partido poltico como instrumento de canalizacin dedemandas (desideologizado, jerarquizado y burocratizado) y, endefinitiva, la crisis de la democracia liberal representativa. Unademocracia en la que los asuntos polticos son vistos como productosde mercado y el ciudadano como un consumidor que opta por lamercanca que mejor satisface sus intereses privados y estratgicos.Un modelo, por tanto, en el que se renuncia a la discusin ideolgicay a la identificacin de y con los intereses colectivos. Frente a talmodelo, el ecologismo se suma a los que sealan la necesidad deinstaurar una democracia deliberativa apoyada en la deliberacin yel dilogo sobre asuntos que a todos afectan, en la participacin activade diferentes grupos sociales, en el debilitamiento del partido polticocomo nico instrumento de canalizacin de las energas polticas y,finalmente, en la diversificacin de espacios de decisin (de lo local a

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    lo global) que acten bajo un criterio de coordinacin. En este nuevopanorama, el movimiento social se presenta como una alternativafrente al partido atrapalotodo, consigue representar interesesconformados colectivamente y gestionarlos tambin desde unaperspectiva de conjunto.

    La diferencia entre este punto de vista y el que representa elambientalismo parece obvia. Desde este ltimo, el crecimientoeconmico es visto como un elemento til para resolver los problemasecolgicos, por lo que se no se proponen cambios en el modelo polticoexistente y se apuesta, precisamente, por el mantenimiento deldesequilibrio a favor del capitalismo. El reto que afrontan losambientalistas es el de internalizar los costes ambientales y hacercompatible el esquema capitalista con la lucha por la preservacindel medio ambiente. Para ello, asumiendo la escasez de recursosnaturales y la existencia de un lmite ms coyuntural que estructuralpara nuestro modelo de crecimiento, sealan la necesidad de adjudicarun precio a tales recursos comerciando, finalmente, con un "mal" que,an limitado, lejos de suprimirse se convierte en una fuente de riqueza,fomentando la ya insoportable desigualdad que sufrimos desde hacedcadas en el acceso a los recursos. Cabra, desde luego, matizar estaalternativa pero por lo que aqu interesa, lo cierto es que desde ella notiene sentido (por estril) reivindicar que el derecho al medio ambienteforme parte del catlogo de nuestros derechos humanos. Basta conabordar el problema ambiental desde el mercado (liberal) o desde elEstado (socialista) sin modificar sustancialmente el esquema polticoy econmico en el que nos hemos venido apoyando.

    Pues bien, dicho esto, parece claro que la posible incorporacin dela demanda de desarrollo sostenible3 o del derecho humano al medioambiente no puede venir ms que de la mano del ecologismo. Elprograma ecologista, por supuesto, no se centra exclusivamente enesta reivindicacin sino que resulta mucho ms amplio. En suhorizonte puede vislumbrarse desde un nuevo modelo de individuoy ciudadano hasta un esquema social, poltico, econmico, cultural ymoral, si no nuevo en su totalidad, al menos, renovado y matizado.Por esta razn, puede decirse que el pensamiento verde no es ni puedeser un simple punto de vista transversal que se incorpore a cualquierplataforma, sino una alternativa con identidad propia y que es

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    independiente del resto de las posibilidades que manejamos enpoltica4.

    Pero, qu significa reivindicar un desarrollo sostenible desde eldiscurso de los derechos humanos?, qu aporta realmente elecologismo a este discurso?

    La defensa de un desarrollo sostenible parte de la premisa de queel crecimiento no puede ser ilimitado apuntando a una distincin claray tajante entre crecimiento y desarrollo y denunciando la confusinque suele darse entre bienestar e incremento cuantitativo de bienes.Optar por el desarrollo frente al crecimiento exige, por supuesto, uncambio drstico en las pautas de produccin, distribucin y consumoque se apoya en la sustitucin de la racionalidad econmica por laracionalidad ecolgica. Esto, entre otras cosas, excluye la posibilidadde asignarle un valor econmico al dao ambiental.

    En efecto, desde este prisma los recursos naturales forman partedel patrimonio colectivo y no pueden ser valorados de acuerdo a unprecio. Y ello por varias razones que no son de carcter exclusivamentemoral o ideolgico sino tambin econmicas. La desmitificacin delmercado perfecto en el que el precio es un indicador del valor no esuna aportacin del movimiento ecologista sino de los anlisismarxistas, entre otros. La incertidumbre, la confusin entre riquezanatural y precio de mercado, la inexistencia de agentes econmicos,la necesidad de considerar la dimensin temporal de nuestras accionesy omisiones, son solo algunos de los factores que podran distorsionaresta realidad econmica. Es decir, no parece que puedancuantificarse los costes del desarrollo como crecimiento econmico.

    Por lo que hace a los modos de produccin, el ecologismo apuestapor la descentralizacin econmica, la conversin del mbito local enun espacio productivo cada vez ms desvinculado del mercadomundial y, en definitiva, por un desarrollo autocentrado. Todo ellocombinado con una produccin ms limitada y, adems, controladade acuerdo a criterios cualitativos y no orientada por el eslogancapitalista ms es mejor que alimenta la obtencin del mayornmero de beneficios en el menor tiempo posible.

    Se entiende que la produccin en comunidades pequeascoordinadas es ms estable, ms autnoma y ms favorable a lacohesin social. Hay que tener en cuenta que en el ideario ecologista

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    el transporte y el permanente movimiento de mercancas y personastiene el efecto colateral negativo que supone su fuerte impactoambiental. Por otra parte, el biorregionalismo (que no suscriben delmismo modo todas las ramas del ecologismo) es una forma sostenible,por definicin, de organizarse econmica y polticamente. Elbiorregionalismo supone optar por la adaptacin al entornorechazando la ideologa del dominio y la intervencin, y facilita undesarrollo autosuficiente que respeta, adems, la diversidad. Es, endefinitiva, una forma de relacin equilibrada con el ambiente. A todoesto hay que aadir la necesidad de reestructuracin de la sociedadindustrial, de fomentar un desarrollo tecnolgico que no estimpulsado por la poltica militarista, de impulsar el ahorro energticoy la inversin en energas renovables.

    En otras palabras, parece que el desarrollo sostenible es desarrollosin crecimiento y, seguramente, exige implementar ciertas formas debiommesis (imitacin de la naturaleza) o, lo que es lo mismo, articularfrmulas que permitan la reinsercin de los sistemas humanos en lossistemas naturales. Ello, se traduce, bsicamente, en la adopcin deciertos principios:

    1. Vivir del sol o de los flujos renovables de energa sin agotar lareserva de combustibles y minerales.2. Cerrar los ciclos (residuos cero).3. No transportar demasiado lejos.4. Evitar sustancias extraas (transgnicos, por ejemplo).5. Liberar espacio ambiental (no llenarlo todo).6. Respetar la diversidad5.

    Obviamente, nada de esto es posible si no se respetan los lmitesestructurales e internos al crecimiento: los lmites planetarios de carga(poblacin), de absorcin (residuos) y de produccin (recursos).

    Por otra parte, este modelo econmico no podra articularse sin lapuesta en marcha de un esquema poltico descentralizado. En talesquema sera posible la articulacin de diferentes y variados mbitospara la toma de decisiones que actuaran coordinadamente y bajo lafilosofa de la cooperacin. Esto resulta tambin compatible con elmodelo de democracia deliberativa al que aluda ms arriba.

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    La cooperacin infra y supraestatal no ha de entenderse solo comouna exigencia moral sino que en este modelo habra de pasar a serconsiderada una autntica pauta poltica. Una pauta que se orientaraa hacer desaparecer las estructuras de dominacin y que lograseampliar cada vez ms el crculo del nosotros incluyendo en su senoa los que antes considerbamos ellos. De este modo, se lograrasuperar la dialctica amigo/enemigo y las perspectivas antropolgicasque ven en el hombre un ser aislado que no puede o al que no convieneentablar lazos de unin con el entorno. Se tratara de sustituir estavisin por la de un hombre inserto en una comunidad de hablantesdonde existe, al menos, el inters comn de llegar a un acuerdo sobreproblemas que a todos afectan6. Quiero aclarar que nada de estosupone decantarse por visiones comunitaristas ni disear comunidadescerradas, rgidas y excluyentes que pudieran llegar a imponerse sobrelos individuos.

    A lo anterior, habra que aadir que la cooperacin facilitara larepresentacin de los intereses de los afectados por nuestras decisionesaun cuando tales afectados no pudieran participar en su adopcin.Una exigencia como sta, llevara, sin duda, a la imposicin de deberesgenerales en sentido positivo y negativo, como el deber de ayudar aotros, por ejemplo, y encontrara su base en la existencia de unarelacin causa-efecto entre las acciones y omisiones de unos y lasconsecuencias perjudiciales y negativas en otros; es decir, en laresponsabilidad moral que se deriva de tal relacin de causalidad. Ellmite de esta responsabilidad se hallara en lo que se denomina el"sacrificio trivial". Sencillamente, si evitar un mal est en nuestrasmanos y no tenemos que hacer ms que un mnimo esfuerzo paraevitarlo, debemos hacerlo. La viabilidad mayor o menor de estapropuesta y el modo en que puede ser articulada son asuntos que, eneste momento, por razones de brevedad, no me es posible tratar peroquiero sealar que este problema puede surgir en cualquier polticasocial. Las propuestas que se han estudiado en el mbito terico acercade un posible sistema fiscal para la solidaridad son una muestra deque tal problema puede tener solucin7.

    En definitiva, la solidaridad y la cooperacin se basan en laconciencia de que todos formamos parte de un entramado social y deque nuestras acciones y omisiones tienen efectos sobre terceros; en el

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    hecho de que, a partir de este elemento, puede establecerse unarelacin de causalidad que nos hace responsables de ciertos resultados;es decir, en la idea de que la riqueza de algunos est ntimamenterelacionada con la pobreza de otros. La ostentosidad con la quevivimos solo es viable porque hay quienes no pueden disfrutar deella. Aunque no furamos directamente responsables de su miseria(no todos, al menos, o no todos por igual), no parece haber duda deque nos beneficiamos de tal situacin y esto ayuda a perpetuar elestado de cosas. Como ya he dicho, el sacrificio trivial es el lmite a laexigencia de responsabilidad. Veamos algunos elementos que puedenayudarnos a comprender lo que digo:

    Por tres dlares podra suministrarse agua potable a una familia hind,mientras los americanos gastan ochocientos millones de dlares cadaao en goma de mascar; con slo cinco centavos se comprara cadaao suficiente vitamina A para salvar la vista de uno de los cerca decien mil nios que quedan ciegos por malnutricin cada ao, mientraslos australianos han decidido recientemente gastar cien millones dedlares en un Teatro de la pera y lanzar un nuevo modelo deautomvil por idntica cantidad. La sanidad podra ser llevada a reasrurales del tercer mundo con cinco dlares por persona y tres dlarespermitiran vacunar a un nio contra las seis enfermedades msfrecuentes, resultando que la facturacin anual de la industriacosmtica estadounidense podra costear la sanidad de mil seiscientosmillones de personas. Segn UNICEF, diecisiete millones de niosmurieron en 1980. El costo de salvarlos habra sido aproximadamenteel de un submarino Tridente. Una tonelada de fertilizante incrementarala produccin de alimentos del tercer mundo lo suficiente como paraalimentar a diez personas cada ao, pero cada ao los americanosemplean tres millones de toneladas de fertilizante en sus jardines ycsped [...]8.

    Creo que no hace falta subrayar lo que ya subrayan estos datos: esposible evitar estos "crmenes" si se nos exige que asumamos nuestrasresponsabilidades y se establece el lmite del sacrificio trivial, comoexige una moral individualista y respetuosa con los derechos humanosreconocidos? Me parece que la respuesta afirmativa a esta cuestintiene que ser, cuando menos, contemplada.

    En el programa ecologista, adems, la solidaridad no es solosincrnica, sino tambin diacrnica y esto exige introducir unadimensin temporal en el discurso. La solidaridad con las generaciones

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    futuras parte de la base de que la prioridad en el tiempo no aadeningn plus de legitimidad a nuestros actos. Haber llegado primerono nos da derecho, en trminos morales, a perjudicar al que llegadespus directamente o limitndole su horizonte de futuro y evitando,de este modo, que pueda disponer del mismo nmero de posibilidadesde desarrollo que nosotros hemos disfrutado. Aprovecharseimpunemente de esta prioridad y transferir a otros los costes y riesgosde nuestro modo de vida, no es solo irracional sino injusto.

    A todo lo anterior se aade, finalmente, un aspecto ms: losecologistas exigen que la solidaridad ample el crculo del "nosotros"tambin a otras especies que han de ser consideradas en el discursomoral si no como agentes morales s, al menos, como pacientes morales(fundamentndose de este modo la exigencia de deberes para conellos). Es decir, si sabemos que nuestros actos les perjudican y podemosevitar tal perjuicio sin sacrificar nuestros intereses ms all delsacrificio trivial, no hay ninguna razn para que no se nos impongael deber de evitarlo. Los ecologistas, adems, consideran que algunosanimales, aquellos que poseen ciertas capacidades racionales,intelectivas y /o emotivas, deberan ser considerados sujetos dederechos. La concepcin que se tiene hoy de la naturaleza humana yel concepto mismo de persona se basan en la idea moderna deracionalidad, pero ni ambos trminos coinciden, ni la racionalidad esuna frmula clara e indiscutida. La persona goza de autonoma moral,de autoconsciencia, y puede ser responsable de sus actos por lo que,siguiendo tal definicin, parece claro que no todos los seres humanosson personas. Por su parte, la definicin de la razn es un reto que lafilosofa se ha planteado desde sus inicios y sigue siendo hoy unelemento oscuro objeto de las ms variopintas interpretaciones. Conesto lo que quiero sealar es que no resulta descabellado plantearse silos animales son o no sujetos de derechos sino, muy al contrario, creoque es uno de los retos que antes o despus habremos de afrontarseriamente.

    En fin, y sin necesidad de analizarlo mucho, habra que concederderechos bsicos a un ser como el que se describe a continuacin?:

    Ella habla en lenguaje de signos [el de los sordomudos] empleandoun vocabulario de ms de mil palabras [...] Est aprendiendo las letras

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    del alfabeto y puede leer algunas palabras impresas [...] Exhibe unaclara autoconciencia cuando desarrolla comportamientos frente alespejo...; y tambin la exhibe mediante usos correctos de lenguajeautodescriptivo [...] Entiende y usa correctamente palabras designificado temporal como antes, despus, ms tarde y ayer.

    Se re de sus propias bromas o de las de otros. Llora cuando le hacendao o la dejan sola, grita cuando est asustada o encolerizada. Hablaacerca de sus propios sentimientos, usando palabras como feliz,triste, miedo, goce, ansia, frustracin, clera y -bastantea menudo- amor. Hace duelo por quienes ha perdido [...] Incluso haexpresado empatia respecto a otros seres a quienes slo ha visto enimgenes.

    [...] Es consciente de s misma, inteligente, emotiva, comunicativa; tienesus propios recuerdos y propsitos; y desde luego puede sufrirprofundamente. No hay razn para cambiar nuestra evaluacin de sustatus moral si aado a una informacin ms: a saber, que no esmiembro de la especie humana. La persona a quien he descrito -y ellano es menos que una persona para quienes la conocen- es Koko, unagorila de veinte aos de edad oriunda de las tierras bajas9.

    En fin, no pretendo ahora analizar este asunto que es hoy uno de losmayores retos que se presentan a los derechos humanos, pero s mepareca interesante subrayar su relevancia moral y la importancia queen su seno adquiere la exigencia de solidaridad.

    En definitiva, es cierto que el problema ecolgico se aborda hoydesde una perspectiva ambientalista que, como ya he dicho, pretendedejar intacto nuestro modelo civilizatorio, pero, en mi opinin, talperspectiva es claramente insuficiente. Si no modificamos nuestraspautas de accin y nuestros referentes, convertiremos a la tierra enun terrible campo de batalla en el que se reducir a simples cenizaseste modo de vida que hoy parece incuestionable y eterno. La obsesinpor mantener una cierta forma de civilizacin no debera llevarnos aadoptar actitudes destructivas y depredadoras que, finalmente,resulten ser suicidas. Muchas especies sobrevivirn a esa batallacampal en la que ya vivimos inmersos y se articularn vas alternativasde organizacin pero hay razones para pensar que quiz el hombreya no forme parte de este nuevo paisaje. As las cosas, mirar en otradireccin es, precisamente, la exigencia ms racional, ms razonabley, por lo tanto, ms civilizada.

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    Notas1 No entrar a analizar qu concepto de derechos humanos es compatible con

    la reivindicacin de los movimientos sociales y del ecologismo en particularaunque s quisiera sealar que no todos lo son. La ideologa del DerechoNatural, de la que deriva la concepcin de los derechos naturales, o sutraduccin actual, con modificaciones en cierto modo sustanciales, quedefiende la existencia de derechos morales, no parecen abiertas a la posibilidadde incorporar nuevas demandas al catlogo de derechos humanos yareconocido (en trminos morales, no jurdicos). No tengo intencin de analizarahora la razn de tal exclusin ni tampoco las limitaciones que, desde mipunto de vista, padecen estas perspectivas. Baste con subrayar mi desacuerdocon tales posicionamientos y su incompatibilidad, repito, con el discurso queaqu se sustenta.2 A todo esto aludo de forma ms detallada en mi libro La nueva generacin de

    derechos humanos. Origen y justificacin (Madrid: Dykinson/Universidad CarlosIII de Madrid, 2001) Captulo 2.3 Aunque tcnicamente me parece ms adecuado el trmino sustentable,

    utilizo aqu este otro por resultar ms reconocible y ms identificable porquienes no estn inmersos en la discusin terica sobre estas cuestiones.4 El estudio de A. Dobson, El pensamiento poltico verde. Una nueva ideologa

    para el siglo XXI, trad. Jos Pedro Tosaus (Barcelona: Paids, 1997), da una buenamuestra de ello.5 Sobre este asunto merece la pena consultar la biologa de la autocontencin

    de J. Riechmann publicada en La Catarata (Madrid) y reeditada este mismoao (2005): Un mundo vulnerable, Todos los animales somos hermanos y Hombresque no quieren viajar a Marte.6 Como es obvio, tras esta formulacin se esconden los presupuestos

    habermasianos del discurso que, como ya he expuesto en otros trabajos, asumosin mayor problema. No me parece que haga falta enumerar aqu la prolijabibliografa que J. Habermas tiene sobre este asunto.7 Al respecto, vase el captulo IV de mi libro La nueva generacin de derechos

    humanos. Origen y justificacin (Madrid: Dykinson/Universidad Carlos III deMadrid, 2001) y la bibliografa all citada.8 Datos extrados del artculo de T. Trainer en A. Dobson, Pensamiento verde:

    Una antologa (Madrid: Trotta, 1999) 80.9 F. Patterson y W. Gordon en P. Cavalieri/P. Singer, The Great Ape Project:

    equality beyond humanity (London: Fourth Estte, 1993) 58-59.